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33 | I d Z Abril los gobiernos que en Latinoamérica se conocie- ron como “posneoliberales”, hoy también en una situación de decadencia, postulando a su modo también la cuestión de la centralidad obrera, sin caer en el “obrerismo” temido hasta el absurdo por las izquierdas británica y francesa. Desde el punto de vista teórico, Thomas tie- ne el mérito de hacer accesible al lector de habla inglesa ciertas conclusiones de los estu- dios gramscianos más recientes. En una “cul- tura marxista” donde la principal recepción de Gramsci se hizo a través del prisma althusse- riano, a diferencia por ejemplo de Argentina o La hegemonía light de las “nuevas izquierdas” “ilusión de lo social” que expresó la moda auto- nomista, las elaboraciones de Thomas ofrecen una hipótesis de reconstrucción del marxis- mo, por la vía de un rescate del pensamiento de Gramsci, con afinidades hacia los nuevos movi- mientos surgidos en los últimos años: Ocuppy Wall Street, la Primavera Árabe, movimientos anticapitalistas en general. Y a la vez intenta re- tomar la cuestión “político-estratégica”. Un pensamiento que a la vez, se postula como alternativo al “posmarxismo” que terminó trans- formado en soporte ideológico de distintas va- riantes de proyectos “populistas”, sobre todo en Juan Dal Maso Comité de redacción. Fernando Rosso Comité de redacción. El libro de Peter D. Thomas, The Gramscian Moment. Philosophy, Hegemony and Marxism 1 , ha generado un nuevo interés por el pensa- miento de Gramsci en los ámbitos de la izquier- da académica y política en Inglaterra y Francia, y se convirtió en cierta medida en un aconteci- miento intelectual internacional. Los motivos de este suceso son varios. En primer lugar, un cierto “vacío” teórico en lo concerniente a las estrategias de la izquierda, entendida esta en sentido amplio. En una situa- ción de relativo ascenso de las coaliciones de izquierda reformista, pasado el momento de la » Acerca de Peter D. Thomas y la actualidad de Gramsci Ilustración: Natalia Rizzo

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los gobiernos que en Latinoamérica se conocie-ron como “posneoliberales”, hoy también en una situación de decadencia, postulando a su modo también la cuestión de la centralidad obrera, sin caer en el “obrerismo” temido hasta el absurdo por las izquierdas británica y francesa.

Desde el punto de vista teórico, Thomas tie-ne el mérito de hacer accesible al lector de habla inglesa ciertas conclusiones de los estu-dios gramscianos más recientes. En una “cul-tura marxista” donde la principal recepción de Gramsci se hizo a través del prisma althusse-riano, a diferencia por ejemplo de Argentina o

La hegemonía light de las “nuevas izquierdas”

“ilusión de lo social” que expresó la moda auto-nomista, las elaboraciones de Thomas ofrecen una hipótesis de reconstrucción del marxis-mo, por la vía de un rescate del pensamiento de Gramsci, con afinidades hacia los nuevos movi-mientos surgidos en los últimos años: Ocuppy Wall Street, la Primavera Árabe, movimientos anticapitalistas en general. Y a la vez intenta re-tomar la cuestión “político-estratégica”.

Un pensamiento que a la vez, se postula como alternativo al “posmarxismo” que terminó trans-formado en soporte ideológico de distintas va-riantes de proyectos “populistas”, sobre todo en

Juan Dal MasoComité de redacción.

Fernando RossoComité de redacción.

El libro de Peter D. Thomas, The Gramscian Moment. Philosophy, Hegemony and Marxism1, ha generado un nuevo interés por el pensa-miento de Gramsci en los ámbitos de la izquier-da académica y política en Inglaterra y Francia, y se convirtió en cierta medida en un aconteci-miento intelectual internacional.

Los motivos de este suceso son varios. En primer lugar, un cierto “vacío” teórico en lo concerniente a las estrategias de la izquierda, entendida esta en sentido amplio. En una situa-ción de relativo ascenso de las coaliciones de izquierda reformista, pasado el momento de la »

Acerca de Peter D. Thomas y la actualidad de Gramsci

Ilustración: Natalia Rizzo

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34 IDEAS Y DEBATES|

• La hegemonía como liderazgo social y po-lítico. Basándose en la tradición del marxis-mo ruso y la Tercera Internacional, Gramsci comienza a utilizar el concepto de hegemonía para analizar la formación histórica del poder estatal moderno, llegando en los Cuadernos a la conclusión de que la formación de la moderni-dad política en Occidente se caracteriza por la ausencia del principio de la hegemonía del mo-vimiento obrero, desarrollada en “Oriente”.

• La hegemonía como proyecto político. Sostiene Thomas que para Gramsci la hegemonía implica la articulación de diferentes modos de liderazgo social, cultural y económico, en un proyecto polí-tico global, que debe construirse sobre la base de la inmensa riqueza de los sectores subalternos, el cual se constituye como un “laboratorio político” para el desarrollo de nuevas formas democráticas y emancipatorias de la práctica política.

• El aparato hegemónico. Este momento con-tiene, según Thomas, lo que usualmente pue-de considerarse el aporte nuevo de Gramsci al concepto de hegemonía. La identificación de un aparato hegemónico burgués constituido por los diarios, editoriales, instituciones educa-tivas, asociaciones sociales, clubes deportivos y redes culturales, plantea la necesidad de la con-formación de una red alternativa de aparatos hegemónicos proletarios, destinada a abrir el camino hacia la abolición de las relaciones so-ciales de explotación y opresión.

• La hegemonía del movimiento obrero. Este último y decisivo momento del concepto inte-gral de hegemonía que sostiene Thomas, hace al activismo político de Gramsci antes de su encar-celamiento y a la idea presente en los Cuadernos de la centralidad del trabajo como una relación social que sobredetermina todas las restantes re-laciones sociales en las sociedades modernas.

La “revolución pasiva” como antítesis (o fracaso) de la revolución activa

Thomas explica que de 1930 a 1932 Gramsci utiliza el concepto de revolución pasiva para explicar el proceso del Risorgimento (confor-mación el Estado nacional italiano moderno), en el que las clases dominantes excluyeron a las clases populares de una participación autó-noma y organizada en el proceso de moderni-zación. Posteriormente, comienza a utilizarlo comparativamente para analizar otras forma-ciones sociales, como Alemania, que había teni-do un proceso similar. A partir de 1932, tiende a generalizar el concepto en el sentido de que este podría tener un carácter internacional y epocal (tomando el ejemplo del fascismo).

Contra la idea de un Gramsci partidario de “revoluciones pasivas” permanentes, plantea que la misma debe entenderse como antítesis de la revolución activa de las clases populares

(como sostuviera Gramsci en C15 § 62). O co-mo fracaso o ausencia de hegemonía proletaria y por lo tanto como aborto o límites de una ver-dadera revolución que cumpla con sus tareas históricas que determina los límites del proce-so burgués de modernización.

El príncipe moderno como partido-laboratorio

Llegamos finalmente a la idea en la cual se ar-ticulan la concepción de la hegemonía y la de la revolución pasiva: El Príncipe Moderno.

Aquí Thomas debate contra la idea de que el Príncipe Moderno sería un mero nombre en clave para el Partido Comunista. Sostiene que por el contrario, contra el formalismo políti-co propio de la modernidad, en el cual las for-mas políticas subordinan el contenido social, el Príncipe Moderno, culmina en la constitución de un “partido-laboratorio” que es expresión de un contenido que constitutivamente lo excede:

La consolidación institucional de este proceso en un partido de nuevo tipo, debería por lo tanto, no ser entendida como la formación de un “sujeto po-lítico” como un centro unificado de propósito e ini-ciativa, o un “instrumento” o “máquina” (…) Por el contrario, es una siempre provisional conden-sación de relaciones de fuerza que continuamente modifica la composición del Príncipe Moderno co-mo un organismo colectivo, y como un expansivo proceso revolucionario en movimiento. Sobre to-do, el concepto integral del Príncipe moderno, tan-to como una amplia dinámica civilizatoria como un nuevo proceso institucional de transformación social, representa –en un sentido activo– un nuevo tipo de cultura política que debería ser capaz de va-lorizar el poder constituyente como la base de una nueva organización social.

Hegemonía proletaria y hegemonía “nacional-popular”

Si bien compartimos las críticas realizadas por Thomas a las cuatro deformaciones descritas al principio de este artículo, consideramos que la tipología que ofrece el autor se vuelve un tanto abstracta en función del último momento que considera clave: el de la hegemonía del movi-miento obrero. Gramsci nunca sostuvo ninguna de las cuatro versiones deformadas que descri-be Thomas, pero en lo tocante a la hegemonía de la clase obrera su teoría se vuelve problemá-tica, si tomamos en cuenta y ponemos en rela-ción las elaboraciones de los Cuadernos de la cárcel con su posicionamiento sobre la hegemo-nía proletaria en la URSS, en el debate entre el bloque Stalin-Bujarin y la Oposición Conjunta. Es en ese debate donde Gramsci se orienta ha-cia una visión que emparenta la hegemonía con una idea de “política nacional” por encima del predominio social y político del proletariado.

en parte de América Latina, donde esa conta-minación existió pero no impidió el desarrollo de una tradición propiamente gramsciana inde-pendientemente o no necesariamente marcada por el enfrentamiento con Althusser.

Analizaremos en este artículo los planteos de Thomas en un trabajo posterior a la publica-ción de su libro, que mantiene a su vez conti-nuidad en los temas y puntos de vista, pero en forma más sintética y centrada en los concep-tos de hegemonía, revolución pasiva y príncipe moderno. Utilizaremos como base para nuestra argumentación el trabajo “Hegemony, passive revolution and the modern Prince”2, en el que el autor polemiza con las más difundidas lecturas del concepto gramsciano de hegemonía así co-mo contra las posiciones que ubican a la “revo-lución pasiva” como el “punto culminante” de la teoría de Gramsci y a la metáfora del “prínci-pe moderno”, como sinónimo de partido políti-co, entendido en el sentido tradicional.

Cuatro deformaciones de la hegemoníaThomas sintetiza en cuatro las principales lec-

turas o usos sobre el concepto gramsciano de hegemonía.

1- La que difundieran Palmiro Togliatti y el PC italiano, de la hegemonía como consenso (opues-to a coerción) de un grupo social sobre los demás estratos, reduciéndola a una dirección ética, co-mo parte de la “vía italiana al socialismo”.

2- La que asocia la hegemonía a la articula-ción de distintos elementos heterogéneos en un “sujeto político” de corte populista, que surge en el proceso constitucional italiano de la se-gunda posguerra y llega hasta Ernesto Laclau y Chantal Mouffe.

3- La que postula la hegemonía como la cons-trucción de consenso en la sociedad civil, opuesta a la coerción estatal y por ende como una teoría “anti-política”, que asocia con ciertos sectores de la Nueva Izquierda de los ‘60 y ‘70, el maoísmo de Europa Occidental y el Eurocomunismo.

4- La lectura “geopolítica” que postula la he-gemonía como una versión del realismo políti-co en las relaciones interestatales.

Thomas sostiene que todas estas versiones, construidas sobre la base de lecturas parciales del proyecto teórico-político de Gramsci, “tie-nen en común la reducción de la hegemonía a una teoría general del poder político”, y en con-secuencia, de la gobernabilidad y el orden.

El “encadenado dialéctico” de la hegemonía

Contra estas posiciones, Thomas propone una “tipología” alternativa del concepto de hegemo-nía que une en una “serie” o “encadenado” dia-léctico (dialectical chain), cuatro momentos, entendidos estos en el sentido hegeliano de pla-nos conceptuales y no como serie temporal.

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En su carta al CC del PCUS se puede leer:

... Camaradas, jamás en la historia se ha visto que una clase dominante estuviera en su conjunto en condiciones de vida inferiores a las de determi-nados elementos y estratos de la clase dominada y sujeta. Esta contradicción inaudita es la que ha re-servado la historia para el proletariado (...) Pero el proletariado no puede llegar a ser clase dominan-te si no supera esa contradicción con el sacrificio de sus intereses corporativos, no puede mantener la hegemonía y su dictadura si no sacrifica, inclu-so cuando ya es dominante, esos intereses inme-diatos a los intereses generales y permanentes de la clase. (...) En la ideología y en la práctica del bloque de oposición renace plenamente toda la tradición de la socialdemocracia y del sindicalis-mo, la que ha impedido hasta ahora al proletaria-do occidental organizarse como clase dirigente. Solo una firme unidad y una firme disciplina en el partido que gobierna el Estado obrero puede asegurar la hegemonía proletaria en régimen de NEP, o sea, en el pleno despliegue de la contra-dicción que hemos indicado3.

Desde una posición “sustituísta” en la cual el grupo dirigente es el depositario del “punto de vista” de la clase obrera, la identificación del in-terés histórico del proletariado con la política neopopulista de Bujarin-Stalin en 1926, Gram-sci realiza un cierto desplazamiento teórico.

De la hegemonía entendida desde la centrali-dad de la clase obrera que combina la lucha por la dirección política tanto como por el predomi-nio social del proletariado se desliza a otra con-cepción de bloque obrero-campesino, en el cual la clase obrera es políticamente dominante por intermediación de la dirección partidaria, pero socialmente subordinada por su situación histó-rica concreta.

Esta oposición entre “interés económico cor-porativo” y hegemonía, de peso dominante en los Cuadernos (ver por ejemplo C13 §18) ten-diente a oponer el poder social con la dirección política, es uno de los aspectos más débiles del concepto de hegemonía gramsciano ya que ha-ce difuso precisamente lo que Thomas resalta: la hegemonía del movimiento obrero. Y asimis-mo tiene consecuencias en el tipo de Partido propuesto por Gramsci, lo cual vuelve más con-tradictoria la interpretación de Thomas.

Un Príncipe Moderno a la medida de las “nuevas izquierdas amplias”

Si bien acierta Thomas en señalar que para Gramsci el Príncipe Moderno no es un me-ro nombre en clave para referirse al viejo PC, su imagen de un partido de nuevo tipo abier-to al poder constituyente que viene desde aba-jo parece más bien destinada a establecer un

constituyen, como él mismo afirma, una suerte de “Gramsci para principiantes”.

Pero la interpretación que propone en “Hege-mony, passive revolution and the modern Prin-ce”, cae a su vez en otro tipo de “uso”, acorde al espíritu de época actual: un Gramsci defen-sor de un partido de nuevo tipo, que expresa en forma laxa un movimiento social amplio (que incluiría a la clase obrera), difícilmente asimila-ble al horizonte político y cultural de Gramsci, así como a la propuesta teórica de los Cuader-nos de la cárcel.

La hipótesis del Príncipe moderno, en tan-to partido-laboratorio, no jerarquiza las tareas preparatorias que van desde las luchas teóricas, políticas, hasta los combates parciales de la lu-cha de clases misma, en las que madura y se de-sarrolla un partido revolucionario. Y tampoco las diferentes tendencias en las que se divide el movimiento obrero (y que son expresión de su heterogeneidad social y política), que hacen a la existencia de unas fracciones de vanguardia más avanzadas y conscientes que otras.

En este contexto, Thomas, considera el plano del desarrollo político en términos históricos (la tendencia de la clase obrera a constituirse en par-tido), pero haciendo abstracción de la relación entre el carácter de clase, las formas organizativas y la estrategia que debe tener ese partido para la conquista del poder obrero. Así, termina descar-tando la necesidad de un partido obrero que debe ser centralizado y democrático, es decir, desecha la teoría leninista de la organización.

Blogs de los autores: losgalosdeasterix.blogspot.com.ar y elviolentooficio.blogspot.com.ar

1. Leiden-Boston, Brill, 2009.

2. Thesis Eleven 117, 2013.

3. Disponible en www.gramsci.org.ar.

4. “Por encima de todo, sin embargo, ha sido la experien-cia práctica de los procesos contradictorios de reagrupa-miento de la izquierda a escala internacional –desde las reconfiguraciones de la última década en la izquierda la-tinoamericana, al mayor o menor éxito de los partidos de la coalición en Europa, como Die Linke en Alema-nia, Izquierda Unida en España, Syriza en Grecia y el Front de Gauche en Francia, a la emergencia provisio-nal de nuevas formaciones políticas en todo el norte de África y el mundo árabe– que ha colocado firmemente la cuestión del partido de vuelta en la agenda contem-poránea. El horizonte comunista por lo tanto ahora se enfrenta a su propio horizonte de inteligibilidad no sim-plemente en una discusión sobre la forma partido, sino en la relación dialéctica entre este tipo de debates teóri-cos y las innovaciones organizativas de los movimientos reales de hoy, parafraseando las palabras ya citadas algu-nas veces de La ideología alemana, que están dirigidos a eliminar el actual estado de cosas” (Thomas, “The Com-munist Hypothesis and the Question of Organization”, Theory & Event 4, volumen 16, 2013).

Gramsci que dialogue con el legado del auto-nomismo y los “partidos amplios anticapitalis-tas” o neo-reformistas.

Aunque Gramsci postula un partido que al de-sarrollarse pone en marcha un movimiento que subvierte toda la estructura de la sociedad, el peso que tiene en su “modelo” la actividad autónoma de la clase obrera es muy poco, ya que a diferencia de su período “consiliar”, en los Cuadernos de la cárcel no se hacen referencias a los consejos obre-ros, ni a los comités de fábrica. La única forma “espontánea” de actividad de la clase obrera que aparece en sus notas sobre el Príncipe moderno, es el sindicalismo, el cual debe ser superado para establecer una perspectiva realmente hegemónica.

Por este motivo, el Príncipe Moderno, siempre en la visión de Gramsci, contrariamente a cual-quier lectura “expresiva” de la relación entre con-tenido social y formas políticas, tiende a abarcar todo el espectro de actividad de la clase obrera, y de esa forma subsume y supera políticamente las formas “espontáneas” del movimiento social.

Del partido-clase (“totalitario” en el sentido de que abarca el conjunto de la actividad de la clase obrera y “de masas” en el sentido contra-rio a partido de vanguardia), Thomas realiza una derivación hacia un partido-movimiento, del cual se mantiene su carácter de movimiento histórico y su forma “amplia”, pero se identifica con experiencias que poco tienen que ver con la hegemonía proletaria4 y al mismo tiempo se in-vierte la relación entre contenido social y forma política planteada por Gramsci, desplazándose el eje de lo político a lo social.

Dicho sea de paso, no es la primera vez que se traza este tipo de interpretación, ampliando la concepción de partido de Gramsci hasta que abarque diversas experiencias de “izquierdas amplias”, populistas o reformistas. En nuestro país, fue Juan Carlos Portantiero quien postu-lara que las formas “antijacobinas” del parti-do gramsciano le daban ese carácter popular, que bien podía emparentarse con la experiencia maoísta (Los Usos de Gramsci).

En la tradición de Lenin y Trotsky, este pro-blema de la relación entre movimiento social y partido se aborda desde otra óptica, en la cual el partido (de vanguardia) logra peso de masas a través del desarrollo de fracciones revoluciona-rias en los sindicatos y organizaciones de masas y la política de frente único obrero, cuya máxi-ma expresión son a su vez los soviets.

Algunas conclusionesContra los más difundidos “usos” de Gramsci,

que obedecían a las condiciones en que surgie-ran la vía italiana al socialismo, el eurocomu-nismo y el posmarxismo, Peter Thomas busca establecer una lectura que tiene como punto fuerte la crítica de esos lugares comunes que