IL GARDELLINO, ensamble de música antigua (Bélgica)

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Miércoles 14 de mayo de 2014 • 7:30 p.m. Bogotá, Sala de Conciertos Biblioteca Luis Ángel Arango Jueves 15 de mayo de 2014 • 7:00 p.m. Barranquilla, Teatro Amira de la Rosa MÚSICA ANTIGUA PARA NUESTRO TIEMPO IL GARDELLINO, ensamble de música antigua (Bélgica)

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Miércoles 14 de mayo de 2014 • 7:30 p.m.Bogotá, Sala de Conciertos Biblioteca Luis Ángel Arango

Jueves 15 de mayo de 2014 • 7:00 p.m.Barranquilla, Teatro Amira de la Rosa

MÚSICA ANTIGUA PARA NUESTRO TIEMPO

IL GARDELLINO, ensamble de música antigua (Bélgica)

TOME NOTA• Los conciertos iniciarán exactamente a la hora indicada en

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Los conciertos realizados en la Sala de Conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango están autorizados por laDirección Administrativa de la Secretaría de Gobierno de Bogotá, mediante la Resolución 071 del 14 de

febrero de 2014.

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Durante más de veinte años esta agrupación barroca ha sido una referencia en el mundo de la música antigua. Con una gran dosis de experiencia y calidad, los músicos de este ensamble, dirigidos por Jan De Winne y Marcel Ponseele, han logrado robar el corazón de muchos amantes de la música. Dependiendo del repertorio, Il Gardellino trabaja con diferentes formatos, pero siempre suben al escenario con un elenco de primera clase: músicos establecidos y talentos jóvenes emergentes.

Esta agrupación barroca, fundada en 1988, toma prestado el nombre del concierto Il Gardellino de Vivaldi, para flauta, oboe, violín, fagot y bajo continuo. El núcleo del grupo está integrado por Marcel Ponseele (oboe), Jan De Winne (traversa), Ryko Terakado (violín), Mika Akiha (viola), y Hervé Douchy (violonchelo). Para conciertos y grabaciones se suman músicos de renombre, tales como François Fernández (violín y viola), Vittorio Ghielmi (viola de gamba) y varios otros instrumentistas de viento.

Todos sus integrantes gozan de una considerable reputación en el mundo del espectáculo histórico. Son líderes, e incluso a veces cofundadores, de grupos tales como la Orquesta Barroca de Amsterdam, La Petite Bande y la Orquesta de los Campos Elíseos.

Después de muchos años dedicados a la práctica auténtica, dominan profundamente todas sus sutilezas. Sin embargo, el objetivo de Il Gardellino es ofrecer algo diferente, al mismo tiempo que crean un “algo” vanguardista.

Si bien mantienen la obra de Bach, y sobre todo su espíritu, como referencia, el grupo busca también mostrar una perspectiva contrastante mediante la inclusión de obras de compositores contemporáneos a Bach, que con frecuencia quedan en el olvido.

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Il Gardellino interactúa también con artistas contemporáneos en diversos géneros musicales tales como el jazz y la música del mundo. Durante sus giras, invitan a participar a escritores, filósofos y cineastas y junto con ellos, van tejiendo un diálogo inspirado entre distintas formas de expresión artística.

Habiendo ya logrado actuaciones pioneras con músicos de jazz (tocando con sus instrumentos de período), planean ahora programas futuros dentro de unas líneas más tradicionales, que incluirán tanto música sagrada vocal, como ópera. Después de haber sido altamente elogiados en muchos festivales y salas de conciertos a través de Europa, Il Gardellino recientemente ha disfrutado de un éxito cada vez mayor en los Estados Unidos, Israel, Sudamérica y Japón.

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IL GARDELLINOJan de Winne y Marcel Ponseele, directores

Shalev Ad – El, clavecín

Jan De Winne realizó estudios de flauta moderna en los conservatorios de Gante y Brujas. Simultáneamente obtuvo un diploma en musicología e historia del arte en la Universidad de Gante. A partir de entonces se especializó en la interpretación de la flauta barroca en el Conservatorio de Bruselas bajo la dirección de Barthold Kuijken. En 1987 fue laureado en el Concurso Internacional Musica Antiqua del Festival de Flandres (Brujas).

Después de colaborar con diferentes agrupaciones, concentró su actividad artística en los ensambles La Chapelle Royale y la Orquesta de los Campos Elíseos. Desde entonces ha dedicado su actividad profesional a la interpretación de música de cámara y a la fabricación de flautas barrocas y clásicas.

En 1988 Jan De Winne y Marcel Ponseele fundaron el ensamble Il Gardellino, agrupación que se ha presentado en varios países europeos así como en Estados Unidos y Japón. Ha realizado grabaciones para los sellos discográficos Eufoda y Naxos, entre las que se encuentran las cantatas de Telemann y los tríos con pianoforte de Haydn.

Jan de Winne es el director artístico del sello discográfico Passacaille y se desempeña como profesor de flauta barroca y música de cámara en el Conservatorio Nacional Superior de Música y en el Conservatorio Real de Bruselas.

Marcel Ponseele realizó estudios de oboe moderno y de música de cámara en los conservatorios de Brujas, Bruselas y Gante. Posteriormente se dedicó a la interpretación del oboe barroco. En 1981 ganó el Concurso Internacional Musica Antiqua del Festival de Flandres, en Brujas.

Ponseele colabora regularmente con orquestas barrocas entre las que se encuentran la Orquesta de los Campos Elíseos, la Chapelle Royale, La Orquesta Barroca de Amsterdam y la Petite Bande. Es fundador de L’Harmonie des Champs-Elysées.

Actualmente es considerado uno de los mejores intérpretes del oboe barroco. Como solista ha realizado numerosas grabaciones, entre las que se destacan las cantatas de Bach y los conciertos de Vivaldi.

Shalev Ad – El se ha consolidado como uno de los clavecinistas más importantes de Europa. Obtuvo su grado en el Conservatorio de La Haya y en 1987 ganó el primer premio en el concurso François Shapira. Como

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solista se ha presentado junto a las orquestas más importantes de Israel, incluyendo la Orquesta Filarmónica de Israel y la Orquesta Sinfónica de Haifa.

Ha realizado numerosas grabaciones para radio y televisión en calidad de director y solista, y ha ofrecido recitales en varios países de Europa, América y el Lejano Oriente. De 1997 a 2007 fue director invitado de la Orquesta Filarmónica de Halle en Alemania. Ad-El ha realizado más de 60 grabaciones para los sellos discográficos Chandos, Denon, Accent y Stradivarius.

Shalev Ad-El es integrante permanente de Il Gardellino y del Dorian Consort de Suiza, y se ha desempeñado como profesor en diferentes instituciones entre las que se encuentran la Academia de Música Antigua de Dresde, la Universidad Masaryk de la República Checa y la Universidad de Boston. En 2008 recibió el prestigioso premio FASCH por sus aportes al renacimiento de la música barroca de Alemania Central.

INTEGRANTESJan de Winne, traversoMarcel Ponseele, oboeJoanna Hucza, violínRyo Terakado, violín

Brigitte de Callatay, violaIra Givol, violonchelo

Shalev Ad-El, clavecín

INTEGRANTES Jan de Winne, traverso Marcel Ponseele, oboe Joanna Hucza, violín Ryo Terakado, violín

Brigitte de Callatay, viola Ira Givol, violonchelo Shalev Ad-El, clavecín

Il Gardelino

Il Gardellino

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JOHANN SEBASTIAN BACH (1685-1750)

ALESSANDRO MARCELLO(1673-1747)

ANTONIO VIVALDI (1678-1741)

TOMASO ALBINONI (1671-1751)

JOHANN ERNST VON SACHSEN WEIMAR (1696-1715)

JOHANN FRIEDRICH FASCH (1688-1758)

Concierto de Brandeburgo No. 5, BWV 1050

AllegroAffettuoso

Allegro

Concierto Op. 1 en re menor para oboe, cuerdas y continuo

Andante e spiccatoAdagioPresto

Concierto No. 2 RV. 439, “La notte”Largo

Presto (Fantasmi)Largo

PrestoLargo (Il sonno)

Allegro

Concierto Op. 9, No. 2 en re menor para oboe, cuerdas y continuo

Allegro e non prestoAdagioAllegro

Concierto en la menor para cuerdas y continuo

AllegroAdagioAllegro

Concierto para flauta, oboe, cuerdas y continuo, FWV L-h1

AllegroLargo

Allegro

INTERMEDIO

CONCIERTO No. 35

PROGRAMA

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LA MIRADA BIFRONTE: ENTRE VENECIA Y SAJONIA

Por Carlos Páramo

Cuando el musicólogo Johann Nikolaus Forkel se hallaba elaborando su biografía de Johann Sebastian Bach (1685-1750) —publicada en 1802 y la segunda en aparecer sobre él —, pudo aún sostener una interesante correspondencia con su hijo, el también gran compositor y entonces ya viejo Carl Philip Emmanuel Bach, custodio avezado de la memoria del Cantor de Leipzig. Entre la información epistolar que obtuvo Forkel, descollaba un juicio revelador: la obra de Antonio Vivaldi (1678-1741), sostenía Carl Philip Emmanuel, le había “enseñado a pensar musicalmente” a Johann Sebastian.

Hoy en día se ha podido temperar bastante este aserto. Para cuando Bach padre conoció la obra de Vivaldi, hacía un buen rato que había demostrado una y otra vez que sabía “pensar musicalmente”. Pero esto no niega que detrás de las palabras hubiera también una verdad palmaria: ningún otro compositor extranjero —es decir, no germano hablante—, incluso tal vez ningún compositor de ninguna otra especie, ejerció una influencia de tales proporciones sobre su obra.

Las circunstancias del encuentro son bien conocidas. Mientras Bach fungía como kammermusicus (músico de cámara) en la corte del duque de Weimar, hacia 1713, el joven hermano de su patrón, Johann Ernst de Sachsen Weimar (1696-1715), regresaba a casa del obligado “gran tour” que emprendían todos los jóvenes nobles o pudientes hacia las capitales europeas de la moda: ciudades de Italia, de Francia u Holanda, de las que se esperaba que adquirieran y trajeran en su bagaje físico y mental las últimas novedades en el gusto y el conocimiento, en las artes, las ciencias, las ideas políticas y la filosofía. En el caso de Johann Ernst, sus inquietudes eminentemente musicales le habían conducido a perfeccionar sus estudios en la Universidad de Utrecht y, en consecuencia, a viajar por los Países Bajos. Entre el batiburrillo de libros y objetos que lo acompañaba a su regreso, venían algunas copias manuscritas de conciertos de Vivaldi y al menos un ejemplar impreso de la reciente colección L’estro armonico (El ingenio armónico), numerada como su Opus 3. Pero a esta importación la sustentaba un propósito poco común: Johann Ernst, cuyo propio ingenio musical se demostró en sus Seis conciertos para cuerdas y continuo publicados póstumamente en 1718 bajo el cuidado de nadie menos que Telemann—de entre los cuales hoy se escucha aquel en la menor—, había admirado en Ámsterdam el arte del organista ciego Jan Jacob de Graaf, famoso por adaptar a su instrumento conciertos italianos para orquesta. Entusiasmado con la idea, al volver a Weimar el joven príncipe solicitó a

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Bach y al organista de su propia corte Johann Gottfried Walther —importante tratadista musical y asimismo pariente lejano de Bach— hacer algo similar con las obras que había traído en su equipaje.

Gracias a esta instigación —que hubiera sido invitación u orden parece haber sido secundario—, Bach, ya un consumado maestro del teclado, refinó su destreza como transcriptor. Como cualquier traductor de valía supo capturar la lógica intrínseca de un idioma (de una forma, de una textura características) y verterla a otra distinta, la del otro idioma. Así, estudiando, descomponiendo varios de los conciertos instrumentales del veneciano para volverlos a componer en el órgano, el clavicordio o el clavecín, no solamente prosiguió con su aprendizaje como pensador musical sino que se familiarizó con la forma más depurada del concierto para orquesta de cuerdas e instrumentos solistas. En L’estro armonico encontró piezas desafiantes y de contundente y poético lirismo para uno, dos o cuatro violines, amén de para violín y violonchelo. Y aunque, que sepamos, no tuvo acceso a los muchos y encantadores conciertos para flauta del cura rojo —acaso el más famoso de ellos aquel en sol menor que describe una movida Noche, publicado en 1728 al lado de otro muy célebre en re mayor, titulado Il Gardellino—, sí incluyó también obras para oboe de otros contemporáneos de Vivaldi, como su paisano y rival, el aristócrata y multifacético Alessandro Marcello (1684-1750), cuyo concierto en re menor hoy en día es justamente popular, en parte, gracias a la notable transcripción para clavicémbalo de Bach, su concierto BWV 974. Sólo hay en nuestros días otro concierto barroco para oboe que dispute la celebridad del de Marcello y es aquel, también en re menor, de otro veneciano, Tomaso Albinoni (1671-1751), proveniente de su colección de doce conciertos, Opus 9, de 1722. Bach no parece haber acometido la transcripción íntegra de alguna obra de Albinoni, pero sí produjo un par de fugas para clave a partir de una triosonata suya, esto en tiempos anteriores a su estadía en Weimar, lo que demuestra que ya conocía bien a los italianos para cuando Johann Ernst le encargó hacer las otras versiones, y esto pudiera ser una de las razones para el encargo principesco.

Bach tomó provecho de este aprendizaje para al menos darle forma a tres conciertos para violín solo y uno para dos violines, cuatro obras del todo características de su personalísimo lenguaje —y aun así reminiscentes de Vivaldi— provenientes de su último periodo en Weimar, o bien de cuando ya se había instalado como Kapellmeister (maestro de capilla) en la corte del príncipe de Anhalt-Cöthen, eso es, en algún momento entre 1717 y 1723. Pero no sólo en este medio supo demostrar su destreza; muy probablemente de esta misma época provino la primera versión de lo que luego se conocieron como sus seis Suites inglesas para clavecín (BWV 806-811), que verdaderamente de inglesas muy poco o nada tenían, pero que en cambio sí demostraban la gran influencia del cura rojo, aunque en un medio que a este último nunca le interesó explorar. Y sobre todo, casi

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como el resultado de un proceso acumulativo, de su “descomposición” de Vivaldi, Bach derivó la idea de preparar una colección de conciertos lo más variopinta posible, en la que no sólo diera cuenta de su deuda agradecida con aquellos maestros venecianos, sino que a su manera también decretara su independencia de ellos, a partir de un estilo y un colorido proteicos, de combinaciones audazmente inusitadas. Esta colección está constituida por los Six concerts avec plusieurs instruments (seis conciertos con muchos instrumentos) —según el título original de su frontispicio caligrafiado— que Bach obsequió al margrave de Brandeburgo en marzo de 1721.

Cada uno de estos “Conciertos brandeburgueses” es único a su manera, bien sea por su instrumentación o por su disposición; pero indudablemente el que más tuvo trascendencia por su extravagancia fue el Concierto en re mayor, BWV 1050, que fue el primer concierto, en la historia del género, para instrumento de teclado solista y orquesta. Aunque en realidad es para clavecín, violín y flauta solistas, la primacía del teclado se afirma con la cadenza inusitadamente elaborada y prolija de su primer movimiento, la cual por demás nos recuerda que el barroco es una continua tensión entre la armonía y el desequilibrio. A partir de este primer ensayo, Bach continuó produciendo otros conciertos para uno, dos, tres o hasta cuatro clavecines, este último muy tardío (de 1729), pero elocuentemente, de nuevo una original transcripción del concierto para cuatro violines incluido en L’estro armonico.

Ahora bien, esto ya vino a ocurrir cuando Bach se había trasladado definitivamente a Leipzig a partir de 1723, asumiendo no sólo la cantoría de la iglesia de Santo Tomás sino la dirección de uno de los dos Collegium Musicum —ensambles netamente instrumentales— que funcionaban en la ciudad. El otro Collegium Musicum había sido fundado en 1708 por Johann Friedrich Fasch (1688-1758), quien por la misma época en que Bach se posesionaba como cantor, hacía lo propio como Kapellmeister en el principado sajón de Anhalt-Zerbst. Hasta su muerte en 1758, Fasch produjo en Zerbst un conjunto de obras orquestales e instrumentales que incluso hoy en día ameritan una atención mayor de la que tienen, pues demuestran a un contemporáneo de Bach igualmente dotado para la síntesis de estilos y formas, y con una particular sensibilidad para los colores de los instrumentos de viento, sean maderas o cobres; obras de gran originalidad que por un lado miran hacia el barroco vivaldiano y por otro, como desarrollo orgánico de ese “pensar musicalmente”, hacia el clasicismo venidero.

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