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CAPITULO II

EL TESTIMONIO DEL

DISCIPULOSU SABOR

Mateo 5: 13-16

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“Vosotros sois la sal de la tierra. Vosotros sois la luz del mundo.”

En las bienaventuranzas Jesús presento el ideal del carácter cristiano e

indico las recompensas que tal carácter traería. Ahora procede a definir el

rol del cristiano en el mundo, pues el carácter se expresa en la conducta. El

carácter cristiano se pone de manifiesto por medio de la influencia cristiana

que Jesús compara con la sal, la luz y una ciudad sobre una colina.

NOTAS SOBRE LA SAL Y LA LUZ

El discípulo es sal en medio de la corrupción terrenal y luz en la oscuridad

del mundo. Es interesante notar que Jesús no dijo que llevaríamos sal, o

esparciríamos sal. Dijo “Vosotros sois sal”, “Vosotros sois luz”, pues no se

refiere a una actividad sino a una influencia.

Tanto la sal como la luz son absolutamente indispensables para una vida

normal. No lleva una vida normal el enfermo que tiene que someterse a una

dieta insípida sin sal. Es que sin sal la comida pierde su sabor. Sin luz, la

vida es triste y deprimente. La sal significa una influencia preservadora, la

luz un resplandor revelador.

La sal actúa secretamente mientras que la luz brilla públicamente.

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SAL: LA ACERBIDAD DEL DISCIPULO

“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con que

será salada? No sirve mas para nada, sino para ser echada fuera y hollada

por los hombres” (v.13).

La sal es enemiga de lo insípido (falto de sabor). El discípulo que anda en

intima relación con su Señor no tendrá una personalidad pálida ni insípida.

Al estar diariamente en compañía de Cristo y recibiendo su gracia,

inevitablemente absorberá y mostrara en creciente medida las

características distintivas de su Señor.

Su manera de hablar por ejemplo, será “siempre con gracia, sazonada

con sal, no insípida. Tendrá la influencia moral y, de ser necesario, el coraje

moral para frenar la conversación malsana o critica. Su propia conversación

será edificante. Habrá en el algo que evidenciara la diferencia que Cristo

hace en su vida.

La sal también es enemiga de la corrupción. Destruye los gérmenes y

lucha contra las bacterias peligrosas. Imparte su salud a todo lo que toca.

Así como la sal combate y evita el decaimiento físico, el discípulo que esta

en contacto vital con su Maestro combate y detiene la corrupción de la

sociedad a un grado tal que a primera vista no se detecta. Sin la oculta sal

de la influencia cristiana, la civilización se hubiera desmoronado hace ya

mucho tiempo.

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Al usar esta figura, Jesús claramente condena un falso concepto de

separación del mundo. La sal solo puede cumplir su función si tiene un

contacto vital con los alimentos para sazonarlos y preservarlos. El discípulo

debe tener un contacto significativo con los no cristianos, a quienes debe

influir. “La sal no debe estar en el salero sino en la sopa”.

En el cristianismo evangélico a predominado esta mentalidad de salero.

La separación del mundo ha sido presentada como aislamiento del mundo,

es decir, no tener contacto con las personas, en vez de aislamiento del

pecado del mundo. Esa no fue la actitud del Maestro. Una de las

acusaciones hechas contra el por los fariseos escrupulosos fue: “ Este a los

pecadores recibe, y con ellos come”. Y sin embargo, aun así, estaba

"separado de los pecadores”. Es evidente que su separación no era física

sino espiritual. No cabe en las enseñanzas de nuestro Señor el cristianismo

ermitaño.

De esta metáfora surgen preguntas profundas que motivan la auto

reflexión: ¿ Soy aséptico en mi influencia o derramo el virus del pecado?

¿Es mi vida punzante o insípida? ¿ Vivo apartado del pecado o de la

sociedad?

El hecho de que la sal puede perder su sabor debe hacernos reflexionar.

Es posible que retenga su blancura y brillantes pero que le falte el sabor. La

sal de Palestina no era pura, sino adulterada con otros minerales.

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Cuando se exponía a la lluvia o al sol tendía a perder su sabor especial y

la propiedad de detener la corrupción. De manera que se transformaba en

algo totalmente inútil.

Del mismo modo el discípulo puede perder su especial influencia para

Cristo en el mundo. Pierde su sabor cuando permite que la impureza y los

principios del mundo se infiltren en su vida espiritual. Pierde poder para

evitar que los que están a su alrededor, sean arrastrados a la corrupción. Ya

que un cristianismo vital es la única sal de la tierra ¿con que puede

reemplazarlo el discípulo cuando la pierde? ¡No sirve mas para nada!

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SAL: LA ACERBIDAD DEL DISCIPULO

“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con que

será salada? No sirve mas para nada, sino para ser echada fuera y hollada

por los hombres” (v.13).

La sal es enemiga de lo insípido (falto de sabor). El discípulo que anda en

intima relación con su Señor no tendrá una personalidad pálida ni insípida.

Al estar diariamente en compañía de Cristo y recibiendo su gracia,

inevitablemente absorberá y mostrara en creciente medida las

características distintivas de su Señor.

Su manera de hablar por ejemplo, será “siempre con gracia, sazonada

con sal, no insípida. Tendrá la influencia moral y, de ser necesario, el coraje

moral para frenarla conversación malsana o critica. Su propia conversación

será edificante. Habrá en el algo que evidenciara la diferencia que Cristo

hace en su vida.

La sal también es enemiga de la corrupción. Destruye los gérmenes y

lucha contra las bacterias peligrosas. Imparte su salud a todo lo que toca.

Así como la sal combate y evita el decaimiento físico, el discípulo que esta

en contacto vital con su Maestro combate y detiene la corrupción de la

sociedad a un grado tal que a primera vista no se detecta. Sin la oculta sal

de la influencia cristiana, la civilización se ubiera desmoronado hace ya

mucho tiempo.

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LUZ: EL RESPLNDOR DEL DISCIPULO

“Vosotros sois la luz del mundo” (v. 14).

La sal representa la influencia secreta; la luz, en cambio, se destaca por

ser el resplandor luminoso. La sal es la influencia inconsciente, la luz, la

consiente. La sal significa dignidad interior, la luz, es el testimonio exterior.

Dios escogió a Israel para ser “luz de las naciones”. (Isaías 49.6), pero

lamentablemente Israel fracaso. Ahora Jesús delega esta responsabilidad

en los discípulos que El ha escogido.

Pero la luz de ellos era solo prestada. El era la luz, ellos tan solo

luminarias (Fil 2.15). El era el sol, ellos, en conjunto, eran la luna que refleja

la luz del sol. El que les dijo: “Vosotros sois la luz del mundo” también dijo:

“Yo soy la luz del mundo”. Solo por medio de un contacto constante con la

Luz podían cumplir su rol de ser luminarias en un mundo en penumbras.

Jesús les dijo a sus discípulos que eran “la luz”, no “las luces "del mundo.

Con esto indicaba que, como grupo, como la iglesia, ellos son la luz del

mundo en forma colectiva, no individualmente. En su reino no cabe un

individualismo severo. Sus discípulos son consiervos y colegas, que siguen

las directivas del mismo Maestro, no sus propios planes y programas.

Muchos obreros no han captado esta verdad fundamental e ignoran que el

individualismo produce fragmentación, y con frecuencia también fracaso

espiritual en ellos mismos y en otros.

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Cada uno quiere tener su propia pequeña lucecita, su pequeño

espectáculo propio, mas que nada que nada porque no son suficientemente

humildes ni espirituales para para obedecer el mandato: “Someteos unos a

otros en el temor de Dios”. El resultado es gran cantidad de esfuerzos

bienintencionados pero abortados.

La luz sirve para iluminar, para contrarrestar la oscuridad circundante.

Nuestro cristianismo debe ser claramente visible al mundo y no quedar

confinado dentro de las cuatro paredes de la iglesia.

La luz sirve para guiar en la oscuridad. Guiados por las luces de los

faros los barcos van por las rutas marítimas sin dificultad. Tal debe ser

nuestro ministerio, responsable y benefactor. La luz de nuestro testimonio

servirá para guiar a otros para que puedan esquivar las rocas y los escollos

del mar de la vida.

La luz es para ser difundida, no ocultada. Jesús enfatizo esto con las

figuras del almud y la cama. En aquellos días no había fósforos para

encender el fuego, de manera que era costumbre guardar brasas para este

propósito.. Como medida de seguridad, generalmente se guardaban debajo

de un almud, y Jesús uso esta costumbre como ilustración. La luz no puede

ser ubicada bajo un almud o una cama, pues no cumpliría con su función.

La luz es puesta en un candelero, en un lugar bien visible, no para ser

vista sino para irradiar su resplandor por toda la casa.

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UNA CIUDAD SOBRE UN MONTE:LA PROMINENCIA DE UN DISCIPULO

“ Una cuidad asentada sobre un monte, no se puede esconder” (v. 14).

Una ciudad es un conglomerado de casas. Jesús no esta hablando aquí

de una vivienda aislada, sino de una comunidad. La casa iluminada se

multiplica hasta que se transforma en una ciudad iluminada, que no puede

ser ocultada: tal crecimiento simboliza el testimonio irresistible y creciente

de la iglesia ideal del Nuevo Testamento.

Los cristianos están ubicados en las alturas. Como su Maestro, no pueden

ser ocultados.

Como Juan el Bautista, la iglesia de Antioquia era una “ antorcha que

ardía e iluminaba” en las tinieblas del paganismo contemporáneo. Su

testimonio era tan luminoso que en el apogeo de su poder espiritual se llego

a decir que uno de cada dos habitantes de Antioquia era creyente. No nos

asombra que el Señor escogiera esta iglesia para lanzar su empresa

misionera al mundo.

Las palabras de nuestro Señor en el versículo resumen la lección de este

párrafo:

“ Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras

buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que esta en los cielos.”