III Carta Pastoral - Vida Nueva en Cristo

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Carta del obispo de monterrey

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    III CARTA PASTORAL

    Vida nueva en Cristo: la comunin orgnica de la Iglesia

    Un nuevo mundo y una nueva misin de la Iglesia son posibles por el amor de Jess

    En esto dijo Pedro: Voy a pescar. Los otros dijeron: Vamos contigo.

    Salieron juntos y subieron en la barca. Ellos echaron la red (como se los haba mandado Jess)

    y se llen de tal cantidad de peces

    que no podan moverla Jess les dijo: vengan a comer algo.

    (Jn 21, 3.6.12)

    A las hermanas y hermanos fieles laicos, a los y las consagradas, a los diconos, a los her-manos presbteros.

    A todas las personas de buena voluntad. Estimadas amigas y amigos:

    En este momento bello de la historia de la humanidad el sucesor de Pedro nos invita igual

    que hace siglos a pescar, y como aquellos discpulos tambin nosotros hoy, queremos ir a

    pescar con l. Esta pesca llevada a cabo en comunin, la hacemos obedeciendo el mandato

    de Jess. Cristo sabe cundo es el momento para pescar, aunque nosotros como aquellos

    apstoles podamos quejarnos de no haber pescado nada (Jn 21, 1-7; Lc 5, 1-11).

    Los discpulos trabajaron toda la noche y no pescaron un solo pez, pero al clarear el da, es

    decir a la luz de la resurreccin, ellos alcanzaron lo imposible. Hoy tambin es tiempo de

    imposibles, tiempo de esperanza. La Iglesia, confiando en la palabra de Jess, sabe que con

    l s puede pescar, si lo hace en comunin.

    Con mucha alegra, fruto del encuentro con el amor misericordioso de Dios Padre, quien

    nos invita a una nueva vida en Cristo, a comer con l en comunin orgnica por la fuerza del Espritu Santo, me dirijo a ustedes para compartirles unas breves reflexiones por

    medio de esta tercera carta pastoral.

    sta tiene como objetivo proponer a todos los discpulos de Cristo que formamos esta Igle-

    sia Particular de Monterrey, algunas luces, inspiradas en la Palabra de Dios y en las orien-

    taciones del Magisterio de la Iglesia, que nos ayuden a planear nuestros programas pastora-

    les desde el horizonte y el modelo que el Espritu Santo va despertando con creatividad en

    su Iglesia. De una manera especial, la Exhortacin Apostlica Pastoral Evangelii Gaudium

    del Papa Francisco, es una luz que est impulsando e inspirando nuestra accin misionera

    como Arquidicesis.

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    En la primera carta pastoral reflexionamos sobre la necesidad del encuentro permanente

    con Cristo (Kerigma) y de que todas nuestras acciones eclesiales tengan una clara y profun-

    da referencia a Jess y a su Evangelio, partiendo desde la Sagrada Escritura; en la segunda,

    los exhortaba a tener claro el modelo de la misin que entusiasme a toda la Iglesia, y el

    programa que impulse el desarrollo del Kerigma en la pastoral catequtica, social y litrgi-

    ca.

    Les propongo reflexionar en lo que somos: Iglesia como pueblo de Dios, en comunin de

    hermanos, discpulos de Cristo, que desempeamos nuestra misin como cuerpo mstico de

    Cristo, quien es la Cabeza y el primero en todo.

    El objetivo es ponernos a pescar, cumpliendo as la misin que Jess nos encarga. Somos

    pescadores para Cristo.

    El Kerigma, mensaje central del Evangelio que funda e impulsa la pastoral orgnica.

    El mensaje del Kerigma nos anima a creer en el don gratuito, que Dios Padre ha querido

    participarnos por medio de Jesucristo, Seor Nuestro. l nos ha enriquecido con su encar-

    nacin, vida, pasin, muerte y resurreccin, y ahora mediante los sacramentos de iniciacin

    (bautismo, confirmacin y eucarista), con la accin del Espritu Santo. As forma su pue-

    blo que vive y da testimonio de su fe en comunin orgnica. Por la proclamacin del ke-

    rigma, los no bautizados y los bautizados alejados, son tambin convocados a ser parte ac-

    tiva del cuerpo de Cristo como verdaderos miembros suyos, y a caminar como discpulos

    suyos, unidos como Pueblo de Dios. Estos dos rasgos de la Iglesia, cuerpo mstico en co-

    munin orgnica, y pueblo de Dios, son las bases, que debemos asumir al programar nues-

    tras actividades pastorales.

    El modelo de Iglesia como comunin orgnica no slo nos mueve a integrar en la vida de la

    Iglesia a quienes se acercan gracias a la predicacin del Kerigma, sino adems, nos impulsa

    a compartir la vida, con quienes ya servimos en las diferentes pastorales, en un programa

    que fortalezca las dimensiones bsicas de la fe que debemos ofrecer, para que el encuentro

    con Cristo sea ms pleno.

    Las tres pastorales bsicas (proftica, litrgica y social) que deben dejarse permear por el

    kerigma, como reflexionamos en la segunda carta pastoral, son precisamente los lugares

    donde hoy podemos encontrar a Cristo en la Iglesia: En la Palabra de Dios (pastoral prof-

    tica), en la oracin-sacramentos (pastoral litrgica), y en el compromiso testimonial con el

    hermano, especialmente el que sufre (pastoral social y moral).

    Al impulsar el modelo de Iglesia Pueblo de Dios, asumimos que quienes vamos en el ca-

    mino de la fe, somos personas dbiles y necesitadas del perdn y de la misericordia de

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    Dios, por lo que la programacin pastoral fiel a este modelo de Iglesia, debe llevarnos pre-

    cisamente a la misin de proclamar con palabras, pero adems con la fuerza de los sacra-

    mentos, y mediante el testimonio personal y comunitario, la Buena Noticia de Jess: El

    Reino de Dios ya est cerca, hay amor, hay perdn y misericordia para todos. La cercana

    del Reino se debe expresar en programas y acciones que hagan accesibles a todos los disc-

    pulos de Cristo estas tres dimensiones bsicas de la fe y del Kerigma, para que se encuen-

    tren con Cristo, y se les facilite su integracin como miembros vivos de la Iglesia, Pueblo

    de Dios en comunin orgnica.

    La dimensin proftica de la fe al servicio de la comunin orgnica del pueblo de Dios.

    El da de Pentecosts, Pedro, citando la Escritura y explicando el misterio pascual de Cris-

    to, proclama por primera vez el kerigma ante la multitud, lo hace antes de invitar a la con-

    versin y a la recepcin de los sacramentos (Cfr. Hch 2, 1-36). Por ello, todas las acciones

    que impulsan el anuncio, estudio y enseanza de la Palabra de Dios, integran la pastoral

    proftica, que es el cimiento de la evangelizacin, ya que, como afirma el Apstol San Pa-

    blo: La fe nace de la predicacin y lo que se proclama es el mensaje de Cristo (Rm 10, 17).

    Aunque en el ministerio de la predicacin, los Apstoles y sus sucesores juegan un papel

    fundamental e insustituible, esta tarea es tambin de todos los miembros del cuerpo de Cris-

    to. Si queremos asumir el modelo de Iglesia cuerpo mstico en comunin orgnica y Pueblo

    de Dios, debemos estar convencidos de que todos los bautizados estn llamados a procla-

    mar la Buena Nueva, ya que como afirma el Papa Francisco, en virtud del Bautismo reci-bido, cada miembro del Pueblo de Dios se ha convertido en discpulo misionero (cf. Mt

    28,19). Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su funcin en la Iglesia y el grado

    de ilustracin de su fe, es un agente evangelizador, y sera inadecuado pensar en un esque-

    ma de evangelizacin llevado adelante por actores calificados donde el resto del pueblo fiel

    sea slo receptivo de sus acciones. La nueva evangelizacin debe implicar un nuevo prota-

    gonismo de cada uno de los bautizados (EG 120).

    Ahora bien, siendo conscientes de que los miembros del Pueblo de Dios somos personas

    dbiles y limitadas, por tanto, para poder llevar a cabo la misin a la que hoy se nos enva,

    necesitamos un nuevo Pentecosts: La Iglesia necesita una fuerte conmocin que le impida instalarse en la comodidad, el estancamiento y en la tibieza, al margen del sufrimiento de

    los pobres del Continente.

    Necesitamos que cada comunidad cristiana se convierta en un poderoso centro de irradia-

    cin de la vida en Cristo. Esperamos un nuevo Pentecosts que nos libre de la fatiga, la

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    desilusin, la acomodacin al ambiente; una venida del Espritu que renueve nuestra alegra

    y nuestra esperanza1.

    Este nuevo Pentecosts, entendido como una renovacin de la gracia del bautismo y la con-

    firmacin, debe concretarse en actitudes y acciones. Por ello, en la Asamblea Diocesana

    2013 se insisti en la necesidad de que todos tuviramos una formacin integral en la cate-

    quesis para conocer ms profundamente la Palabra, por lo que posteriormente en la Post

    Asamblea, con los Vicarios episcopales, Decanos y responsables de los diversos rganos de

    la pastoral diocesana, hemos programado las siguientes acciones:

    Al Instituto para la Nueva Evangelizacin Benedicto XVI, le hemos encomendado la crea-cin de un Taller de predicadores que provea la formacin adecuada a los responsables de

    la predicacin del Evangelio en la misin.

    De igual manera, hemos iniciado la preparacin de algunos encuentros de predicacin del Evangelio en diversas plazas pblicas, como preparacin al VI Congreso Eucarstico Na-

    cional, a celebrarse en nuestra Arquidicesis, del 9 al 13 de septiembre del 2015.

    En sintona con la preocupacin del Papa Francisco en la Exhortacin Apostlica Evangelii Gaudium, y de la Segunda Carta Pastoral La misin de la Iglesia: modelo y programa, he-

    mos encomendado al Secretariado de Liturgia la organizacin de un Taller de homila para

    todos los sacerdotes de nuestra Arquidicesis.

    Al Secretariado de Catequesis se le encomend proveer el itinerario de catequesis desde nios hasta los adultos. El nuevo catecismo ser tarea prioritaria y obligatoria para todos los

    centros de formacin y preparacin sacramental.

    La dimensin litrgica de la fe en comunin orgnica con la pastoral proftica.

    La predicacin del Kerigma hecha por Pedro, el da de Pentecosts, lleg al corazn de

    quienes oyeron y por ello le preguntaron: Qu debemos hacer, hermanos?, a lo que Pedro

    les propone: Convirtanse y hganse bautizar invocando el nombre de Jesucristo, para que se les perdonen los pecados, y as recibirn el don del Espritu Santo (Hch 2,37-38). La Iglesia, desde Pentecosts, ha asociado la predicacin del Kerigma y la conversin con

    la recepcin de los sacramentos de iniciacin.

    Ante la limitacin humana y ante nuestra inclinacin al pecado que nos dificulta seguir a

    Jess como Pueblo de Dios y a vivir en comunin orgnica, tenemos la inestimable riqueza

    y fuerza de los sacramentos. El corazn abrazado cariosamente por Dios es regenerado

    con amor y misericordia en el sacramento del Bautismo. En l somos abrazados por el

    amor de Cristo crucificado; su amor mostrado en la cruz llega a nuestra historia personal

    1 CELAM, Documento conclusivo de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Cari-

    be, Aparecida, mayo 2007, 362

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    individual y comunitaria, llamndonos a una vida nueva de comunin con l. Esta rela-cin nuestra con Dios, nos explica el Papa Benedicto XVI, fundada en el bautismo, se convierte en nuevo criterio de pensamiento y accin a lo largo de toda nuestra vida, que

    llegar a su plenitud en la vida eterna2.

    Un nuevo criterio de pensamiento es lo que hemos llamado cambio de paradigma. En este

    sentido, el modo como Dios nos ha amado gratuitamente y su manera de relacionarse con

    nosotros pecadores dndonos los dones del Espritu Santo, se convierte en el modelo o paradigma de relacin, que ahora nosotros, los bautizados y discpulos de Cristo, debemos tener para con quienes estn an lejos, ya que ellos tambin son llamados a la comunin

    orgnica.

    El Kerigma mueve a la conversin, pero tambin mueve a la misin, ya que el Espritu San-

    to que nos es dado gratuitamente desde Pentecosts, mediante el sacramento de la Confir-

    macin nos capacita para llevar los dones del amor salvfico de Dios a una nueva plenitud;

    y el Espritu nos hace capaces y responsables de configurar nuestra vida individual y comu-

    nitaria como verdaderas personas abiertas a la gracia de Cristo, encarnando los valores del

    Reino de Dios, reino de la verdad y la vida, de la santidad y la gracia, de la justicia, del

    amor y de la paz3.

    Quienes se convierten a Cristo mediante el Kerigma, deben encontrar facilidades, no difi-

    cultades para dar el paso a recibir o completar los sacramentos que los lleven a vivir la ple-

    nitud de la vida cristiana como miembros vivos del cuerpo de Cristo. Ante la invitacin de

    Pedro hganse bautizar, nos dice el libro de los Hechos de los Apstoles que los que aceptaron sus palabras se bautizaron y aquel da se incorporaron unas tres mil personas

    (Hch 2,41). El Papa Francisco nos ha estado haciendo una invitacin insistente para que no

    cerremos las puertas de los sacramentos y para que facilitemos el acceso a ellos (EG 47).

    El compromiso bautismal y el testimonio personal base de la comunin.

    La predicacin de Pedro, el da de Pentecosts lleg al corazn de quienes oyeron y tam-bin preguntaron Qu debemos hacer, hermanos? (Hch 2,37). La conciencia de quienes

    escuchan a Jess lleva a interiorizar que el ser humano por s solo no puede comprender la

    anchura y la altura de la respuesta de fe ante el misterio del amor de Dios. Pedro les propo-

    ne: Convirtanse y que cada uno se haga bautizar en el nombre de Jesucristo para la re-misin de los pecados y recibirn el don del Espritu Santo (Hch 2,28). La respuesta a la predicacin del amor de Dios es el deseo humilde y sencillo de cambiar. Se trata de aceptar

    una manera de ser, un modo de vivir, tener una vida cerca de Dios; dicho ms sencillamen-

    te: ser un discpulo de Cristo. La conversin es ya una decisin ante Jess: ser su amigo e

    2 Cf.. BENEDICTO XVI, Carta apostlica en forma motu proprio Porta Fide, 6.

    3 MISAL ROMANO, Prefacio de Cristo Rey.

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    ir tras de l, cambiando su forma de pensar y de vivir, aceptando la cruz de Cristo, cons-

    ciente de que morir al pecado es alcanzar la vida4.

    La llamada a la conversin es tambin una invitacin a la fidelidad al amor de Dios por

    parte de cada uno de nosotros. La fe es don de Dios y es respuesta del ser humano, respues-

    ta como determinacin de vivir con el modo de vida que Cristo nos ensea. La fidelidad es

    la fe en accin, la fortaleza de mantener la decisin, a travs del tiempo, de vivir segn el

    orden del amor de Cristo en toda circunstancia. La fidelidad se refiere a la vida moral de

    cada uno de nosotros iluminada, alentada y fortalecida por el amor de Dios. Jess escucha

    la pregunta de aquel joven: Qu he de hacer de bueno para conseguir la vida eterna? (Mt

    19,16b); y responde: Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos (Mt 19,17b). Los mandamientos son el camino de la fe madura en fidelidad y el sendero de salvacin

    para todos nosotros. Cristo nos ensea que la conversin y la madurez del discpulo se lo-

    gran guardando los mandamientos, son el trabajo cotidiano para formar los rasgos del rostro

    de Cristo en la comunidad cristiana. La vivencia de los mandamientos es lo que llamamos

    testimonio de nuestro encuentro con Cristo y amor a l, y muestra claramente la fuerza de

    la verdad del Evangelio. Somos llamados a la santidad, nuestros progresos y retrocesos en

    esta vocacin los vemos reflejados en la vivencia de los mandamientos5.

    Guardar los mandamientos es una indicacin de Cristo para cuidar las acciones que reali-

    zamos y los criterios que usamos para decidir hacer tal o cual accin. Se trata de la moral

    cristiana catlica: nuestro modo de vivir concreto a partir de la fe en Cristo. Nuestra con-

    versin como discpulos de Cristo nos exige seguir esta ley moral, con el nico objetivo de

    ser ms fieles al amor de Dios.

    La conversin moral de todos los discpulos nos permitir ser luz del mundo y sal de la

    Tierra en nuestro tiempo, y nos conformar ms claramente al modo en que Dios nos habla

    y nos ama: en palabras y acciones; y manifestar nuestra misin evangelizadora como ori-

    ginal, autntica y verdaderamente cristiana. Nuestra sociedad, tan rica en humanidad y tan

    compleja en sus relaciones, tan cercana por sus redes sociales y a veces tan lejana en los

    corazones, y tan amada por Cristo!, necesita de ciudadanos prudentes ante la desafiante

    realidad, fuertes en los retos, templados en sus sentimientos y emociones, justos en sus jui-

    cios y acciones.

    Con nuestra vida moral, nosotros los cristianos, podemos alentar a todos nuestros conciu-

    dadanos a una manera de vivir ms justa, ms santa; una sencilla y fuerte manera de vivir,

    por los caminos de la sabidura de lo pequeo que nos conduce a la comprensin de lo ver-

    daderamente grande.

    4 CELAM, Documento conclusivo de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Cari-

    be, Aparecida, mayo 2007, 278. 5 Cf. Catecismo de la Iglesia Catlica, 2044-2046.

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    Recordemos la reflexin de Aparecida: La vida en Cristo incluye la alegra de comer jun-tos, el entusiasmo por progresar, el gusto de trabajar y de aprender, el gozo de servir a

    quien nos necesite, el contacto con la naturaleza, el entusiasmo de los proyectos comunita-

    rios, el placer de una sexualidad vivida segn el Evangelio, y todas las cosas que el Padre

    nos regala como signos de su amor sincero. Podemos encontrar al Seor en medio de las

    alegras de nuestra limitada existencia y, as, brota una gratitud sincera6.

    Ante la propuesta de la vida nueva en Cristo, el corazn salta en nuestro interior; descubre

    que se trata de un estilo de vida que sana, fortalece y humaniza. Nuestra conversin como

    discpulos de Cristo pide seguir esta ley moral, con el nico objetivo de ser ms fieles al

    amor de Dios. Por tanto, los exhorto a lo siguiente:

    Cristo nos ha dejado el sacramento de la reconciliacin como el momento del perdn y la reconciliacin con Dios y con los hermanos; acerqumonos a este sacramento con un cora-

    zn arrepentido, confiando en que el sacerdote pondr su esfuerzo en propiciar el encuentro

    con la misericordia del Seor, que nos estimula a hacer el bien posible7.

    Que los sacerdotes dediquemos ms tiempo a confesar a los fieles.

    Cada uno debe encontrar la manera de hacer presente a Jess a sus hermanos en las circuns-tancias en las que viva

    8, pero para ello es necesario acercarnos al Espritu y dejar que re-

    nueve nuestra fe, acercarnos con humildad a los sacramentos de la Eucarista y de la Re-

    conciliacin para ser alimentados y renovados en la vida, para pedir perdn y ser perdona-

    dos.

    La dimensin social de la fe en comunin orgnica con la pastoral proftica y litrgica.

    La consecuencia de la primera predicacin y profundizacin del Kerigma realizada por Pe-

    dro el da de Pentecosts, as como la facilidad ofrecida de acceder a los sacramentos, tuvo

    una inmediata consecuencia en frutos para el crecimiento de la primitiva Iglesia, ya que

    los que aceptaron sus palabras se bautizaron aquel da y se incorporaron unas tres mil per-sonas (Hch 2,41). La pastoral proftica y litrgica al servicio de la misin, tuvo adems de las conversiones personales, gracias a la enseanza de los Apstoles, una conversin social

    de la comunidad.

    La predicacin y escucha del Kerigma suscita la conversin y anima a los creyentes a inte-

    grarse a la comunidad cristiana. Con el corazn abierto a Dios el que escucha se pregunta

    qu debe hacer. La misericordia de Dios nos responde: formar una comunidad de hermanos

    con Cristo a la cabeza, un solo pueblo de Dios con una manera especial de vivir: Eran asiduos en escuchar la enseanza de los apstoles, en la solidaridad, en la fraccin del pan

    6 CELAM, Documento conclusivo de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Cari-

    be, Aparecida, mayo 2007, 356. 7 FRANCISCO, Exhortacin apostlica Evangelii Gaudium, 44.

    8 Cf., Ibid., 121

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    y en las oraciones. Ante los prodigios y seales que hacan los apstoles, un sentido de

    reverencia se apoder de todos. Los creyentes estaban todos unidos y posean todo en co-

    mn. Vendan bienes y posesiones y las repartan segn la necesidad de cada uno. A diario

    acudan fielmente y unnimes al templo; en sus casas partan el pan, compartan la comida

    con alegra y sencillez sincera. Alababan a Dios y todo el mundo los estimaba. El Seor

    iba incorporando a la comunidad a cuantos se iban salvando (Hch 2, 42-47). Como ve-mos, en las primeras comunidades que fueron fundadas desde la predicacin del Kerigma

    por los Apstoles, la Palabra, los sacramentos estn estrechamente unidos al compromiso

    social, es decir, al compromiso de caridad con el hermano y con el necesitado.

    El encuentro con Cristo y la entrega que nace de la conversin hacen brotar del corazn el

    deseo de la unin entre todos, con una mirada de hermanos, sin soberbias ni orgullos ni

    pretensiones ventajosas, dejando que el corazn madure con el fuego lento y paciente del

    Espritu y lo capacite para la solidaridad, para una vida conforme al llamado recibido, en

    comunin con todos los hermanos. La vida de comunin es la que hace presente el Reino

    de Dios en el mundo, ya que, como explic el Papa Juan Pablo II, el Reino tiende a trans-formar las relaciones humanas y se realiza progresivamente, a medida que los hombres

    aprenden a amarse, a perdonarse y a servirse mutuamente. Jess se refiere a toda la ley,

    centrndola en el mandamiento del amor (Cf. Mt 22,34-40; Lc 10,25-28). Antes de dejar a

    los suyos les da un mandamiento nuevo: Que se amen los unos a los otros como yo los

    he amado (Jn 15,12; Cf. 13,34)9.

    Para no quedarnos nicamente en la reflexin y para movernos a la accin mediante una

    adecuada programacin, en la Post Asamblea Diocesana 2014 se propuso para nuestra Ar-

    quidicesis lo siguiente:

    Se necesita un esfuerzo por renovar la accin pastoral en la comunin, la solidaridad y la compasin, con algunos compromisos concretos para nuestras zonas pastorales, como la

    atencin a quienes sufren por diversos motivos, como enfermedad, accidentes, muerte, vio-

    lencia, injusticia, soledad y falta de oportunidades.

    Tambin hemos pedido al Secretariado de Pastoral Social que prepare, como ha hecho en aos anteriores, un Taller de participacin ciudadana por el que todos los cristianos catli-

    cos renovemos nuestro compromiso por la accin hacia el bien comn.

    Una de las propuestas ms significativas de la Asamblea Diocesana 2013 fue la de que toda comunidad y todo grupo apostlico adquiera el compromiso de atender algn aspecto del

    rostro sufriente de Cristo en la Iglesia, que todo grupo asuma un apostolado social con ac-

    ciones concretas para atender a los necesitados, exhortamos a todos los miembros de nues-

    tra Iglesia Diocesana a unirse a este grito solidario.

    9 JUAN PABLO II, Carta encclica Redemptoris missio, 15.

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    La comunin orgnica al servicio del Pueblo de Dios y de la misin.

    El Testimonio de amor al prjimo y de fidelidad a los mandamientos son elementales para

    que nuestra predicacin sea creble y para que la gracia de los sacramentos florezca en la

    misin; sin embargo, an falta un elemento indispensable para la misin y para toda la

    evangelizacin: La comunin orgnica. El Papa Benedicto XVI present la comunin

    eclesial como clave de la misin evangelizadora. La comunin nace del encuentro con Je-

    ss quien ha creado una nueva relacin entre Dios y los hombres, y entre todos nosotros.

    Esa nueva relacin es la comunin, vivida en el mandamiento del amor y es una condicin

    indispensable para que el mundo pueda creer: No slo ruego por ellos, sino tambin por los que han de creer en m por medio de sus palabras. Que todos sean uno, como t, Padre,

    ests en m y yo en ti; que tambin ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que

    t me enviaste (Jn 17, 20-21). Este modelo de Iglesia comunin, debe inspirar nuestra pro-

    gramacin y nuestras acciones concretas. Por ello, hago un llamado a todos los fieles de la

    Iglesia de Monterrey a renovar nuestra fe: un nuevo mundo es posible por el amor de Je-

    ss! Unidos a la exhortacin del Papa Francisco nos proponemos caminar hacia la comu-

    nin misionera que nuestra Iglesia tanto necesita en este tiempo:

    Que nuestras parroquias y todas las comunidades se encaminen con mayor determinacin a ser lugares de comunin y participacin, donde nadie sea ni se sienta marginado.

    Los obispos y sacerdotes vivamos la conversin pastoral necesaria para esta comunin: in-dicando el camino, siendo custodios de la esperanza del pueblo, buscando una cercana sen-

    cilla, mediante momentos de participacin y dilogo, con el deseo sincero de escucharnos

    unos a otros10

    .

    Que nuestros grupos parroquiales ya no sean slo grupos, agrupaciones, sino verda-deras comunidades donde haya sentimiento y afectividad, pensamiento, oracin, sentido de

    pertenencia a Dios Padre, a la Iglesia; y entre sus miembros, confianza y servicio mutuo,

    todo esto esperado pacientemente desde el encuentro con Cristo en la Sagrada Escritura,

    con afecto y compromiso recproco, compartiendo los valores del Evangelio, reforzndonos

    unos a otros en las obras de caridad, corrigindonos como verdaderos hermanos en Cristo.

    Es el camino sealado por Aparecida al exhortarnos para hacer de nuestras parroquias co-

    munidad de comunidades. Edificadas en el amor que nace de Cristo, presente en la Eucaris-

    ta, con la accin vivificadora del Espritu Santo, y con la accin de la gracia acogida en los

    corazones.

    Al leer la Exhortacin Apostlica Evangelii Gaudium del Papa Francisco, podemos encon-

    trar muchas luces para este aliento pastoral. As, los rasgos de la comunin misionera en

    nuestros das seran:

    10

    Cf.FRANCISCO, Exhortacin apostlica Evangelii Gaudium, 28-31.

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    a. La firme conviccin de fe de reconocernos como hermanos, con la voluntad de apoyo

    mutuo, de abrir nuestro corazn para que el encuentro con Cristo sane las heridas causadas

    por las relaciones humanas egostamente individualistas, con la voluntad de reconocer nues-

    tros vnculos a todo nivel, personal y comunitario, con el deseo firme de construir puentes,

    estrechar lazos y de ayudarnos a llevar nuestras cargas (EG 67).

    b. El cuidado de unos por otros, especialmente de los dbiles y los frgiles, sin abandonar

    ni marginar a nadie, dando aliento a los cansados y desesperados, y ofreciendo el consuelo

    mutuo necesario en el camino. Cuidado, aliento y consuelo son brillos de la caridad de Cris-

    to en medio de su Pueblo (EG 99).

    c. La eclesialidad, como criterio de discernimiento de los carismas que edifican a nuestra

    Iglesia, nos pide evaluar si nuestras iniciativas pastorales tienen la capacidad de integrarse

    armnicamente en la vida del Pueblo de Dios y cul es su aporte al bien de todos, cuidando

    que no procedan del capricho, de los proyectos meramente individualistas ni del aislamien-

    to, ni de una falsa autonoma, mucho menos de la envidia que en ocasiones acecha nuestro

    corazn (EG 130.89.99). En la Iglesia hay lugar para todos: para las mujeres y hombres lai-

    cos, para los y las consagradas y para toda la gente de buena voluntad.

    d. La unidad es superior al conflicto. Este principio brilla en la actitud de un corazn madu-

    ro en la fe: conservar siempre a las personas como hermanos, manteniendo la mirada firme

    en la dignidad de hijos de Dios y no en la diferencia conflictiva, una mirada que permite

    conservar la unidad rica en la diversidad, conservando las ricas capacidades de quienes es-

    tn en conflicto (EG 228). Buscar la unidad en medio de la violencia criminal y de la crisis

    social es una urgencia para todos.

    En la Evangelii Gaudium, el Papa Francisco nos pone en alerta frente a los retos que la co-

    munin misionera enfrenta en nuestros das: individualismo, crisis de identidad cristiana y

    la cada del fervor evangelizador. Frente a ellos, propone los rasgos de la espiritualidad de

    la comunin misionera en una serie de afirmaciones y negaciones inspiradas por el amor

    apostlico que Cristo infunde a su Iglesia: S a la espiritualidad misionera, por tanto, no nos

    dejemos robar el entusiasmo misionero (EG 80); No a la aceda egosta, por tanto, no nos

    dejemos robar la alegra evangelizadora (EG 83); No al pesimismo estril, por tanto, no nos

    dejemos robar la esperanza (EG 86); S a las relaciones nuevas que crea Jesucristo, por tan-

    to, no nos dejemos robar la comunidad (EG 92); No a la mundanidad espiritual, por tanto,

    no nos dejemos robar el Evangelio (EG 97); No a la guerra entre nosotros, por tanto, no nos

    dejemos robar el ideal del amor fraterno (EG 101). Frente a todos los desafos eclesiales no

    nos dejemos robar la fuerza misionera (EG 109).

    Podemos reconocer los brillos de esta espiritualidad de la comunin misionera en la nueva

    evangelizacin: el entusiasmo, la alegra evangelizadora, la esperanza, la comunin, la vida

    del Evangelio, el amor fraterno y la fuerza misionera. Creo que estas reflexiones del Sumo

    Pontfice nos dan suficientes luces sobre la comunin eclesial en nuestros das, bajo la fe

    firme de que la comunin no es fruto simplemente de una mejor organizacin de los gru-

    pos, sino de una espiritualidad, de una mstica y asctica, de una manera de ser y de vivir

  • 12

    inspirada por el Evangelio de Jess, Hijo de Dios y Seor Nuestro, y guiada y fecundada

    por el Espritu Santo. Este discernimiento eclesial por una comunin misionera nos exige la

    contemplacin en la accin, no podemos esperar a tener el programa pastoral ideal para

    actuar; tenemos ya el modelo: la Iglesia, Pueblo de Dios en Misin y Comunin, en cons-

    tante conversin, en pobreza y libertad.

    La mirada contemplativa de nuestro prximo Plan de Pastoral Orgnica.

    Quisiera de forma breve, proponerles los desafos, que vislumbro como horizontes pastora-

    les que deben guiar nuestro caminar y nuestra programacin pastoral, en comunin orgni-

    ca como Pueblo de Dios los prximos aos, de cara al ao de evaluacin del Plan de Pasto-

    ral Orgnica 2011-2015 y de elaboracin del siguiente Plan de Pastoral. Esta mirada de

    amor frente a la crudeza de la realidad nos permitir hacer un buen discernimiento a la luz

    del Evangelio siguiendo las orientaciones que el Papa Francisco nos regala tanto en la

    Evangelii Gaudium, como en sus constantes intervenciones y homilas. Deseo que toda

    futura accin evangelizadora sea significativa, creativa y pronta.

    Saludo y dilogo con todos:

    He mencionado en varias ocasiones y estoy convencido que el ABC de la pastoral consiste

    en acciones muy sencillas y a la vez muy humanas, como el saludo y la sonrisa con que nos

    presentamos como Iglesia ante nuestros mismos fieles y ante los que llamamos alejados e

    incluso indiferentes o ante quienes se confiesan no creyentes. En este sentido, ser una Igle-

    sia de puertas abiertas como el Santo Padre nos pide ser, implica revisar los modos y las

    actitudes, el lenguaje y procedimientos como tratamos a quienes se acercan, con menos

    burocracia, sin cara de funeral y evitando ser una aduana pastoral. Debemos reformarnos y

    programar acciones y procedimientos pastorales, as como estructuras que reflejen el rostro

    misericordioso, compasivo y alegre de Jess. Hay que volver a ser como los nios!

    Adems, Evangelii Gaudium nos invita a un dilogo con el mundo, a no tener miedo a en-

    trar en comunin con los ambientes que a veces nos dan miedo, por considerarlos lejanos a

    nuestra cultura eclesial. El dilogo no significa renuncia a nuestros valores, pero es el nico

    camino para transformar las diversas culturas urbanas que forman parte de la pastoral, que

    no podemos desconocer y que hay que asumir con urgencia.

    Afectividad y espiritualidad:

    El ABC de la pastoral, el saludo y la sonrisa, as como el dilogo no son siempre posibles

    ya que muchos de nosotros hemos sido heridos y la desconfianza en los dems, as como la

    pobre auto-estima, nos impiden relacionarnos debidamente con los otros. La pastoral de

    hoy, as como la formacin pastoral, debe partir de un adecuado desarrollo humano, pero

    integrado a una espiritualidad cristiana madura, basada en una adecuada antropologa. Co-

    mo Iglesia tenemos muchsima riqueza en este campo, numerosos autores de libros y talle-

    res, bastas experiencias espirituales; sin embargo, no siempre estn al alcance de todo el

  • 13

    Pueblo de Dios y no siempre se integran en un proceso humano-cristiano. Jesucristo es ver-

    dadero Dios y verdadero hombre y esta verdad de nuestra fe nos debe llevar a integrar los

    elementos humanos y cristianos que nos ayuden a un mejor desarrollo personal y comunita-

    rio.

    Comunidades abiertas a la ciudadana:

    Si logramos un buen desarrollo humano-espiritual, el ABC de la pastoral como Iglesia de

    puertas abiertas y en salida, podremos entonces incluir en nuestras acciones y programas no

    nicamente a los fieles cercanos o a los bautizados practicantes, sino, adems, a todos los

    ciudadanos. Considero que tambin debemos atender los diversos campos que hoy deman-

    dan una creciente conciencia de participacin ciudadana: Civismo, poltica, educacin, eco-

    loga, desarrollo, etc. Un ejemplo iluminador en este horizonte ha sido la intervencin del

    Papa Francisco en la restauracin de las relaciones de Cuba con Estados Unidos que bene-

    ficiarn a miles de personas en ambos pases.

    Pobreza y solidaridad:

    No basta tener buena intencin y buenas ideas para ser aceptados los creyentes en la parti-

    cipacin ciudadana. Si el Papa ha tenido la necesaria aceptacin para intervenir y ser escu-

    chado en espacios de dimensin internacional, se debe ante todo a su testimonio en la lucha

    por impulsar una Iglesia pobre y misionera al servicio de la solidaridad con quienes viven

    en las periferias existenciales. Como Iglesia diocesana no podemos dejar de escuchar la

    invitacin constante del Papa Francisco a una reforma que nos ayude a vivir y reflejar me-

    jor la vida y enseanza de Jess manifestada en los evangelios.

    Los exhorto a no tener miedo de soar con ser una Iglesia pobre y solidaria, asumiendo con

    valenta las orientaciones de Evangelii Gaudium ya que, cada Iglesia particular, porcin de la Iglesia catlica bajo la gua de su obispo, tambin est llamada a la conversin misione-

    ra... Su alegra de comunicar a Jesucristo se expresa tanto en su preocupacin por anunciar-

    lo en otros lugares ms necesitados como en una salida constante hacia las periferias de su

    propio territorio o hacia los nuevos mbitos socioculturales. Procura estar siempre all don-

    de hace ms falta la luz y la vida del Resucitado. En orden a que este impulso misionero sea

    cada vez ms intenso, generoso y fecundo, exhorto tambin a cada Iglesia particular a en-

    trar en un proceso decidido de discernimiento, purificacin y reforma" (EG 30).

    Terminando de escribir estas reflexiones, dirijo mi oracin a Nuestra Seora, la Virgen del

    Roble, Patrona de Monterrey, para que Ella nos alcance de Dios las gracias necesarias para

    vivir esta vida nueva en Cristo, que se refleja en la comunin orgnica de la Iglesia. Unido

    a mis Obispos auxiliares recibimos su bendicin y a su vez les enviamos la nuestra con los

    mejores deseos para sus vidas en la bsqueda del bien y del amor de Dios Padre, en la ver-

    dad y en la gracia de Cristo, guiados por la accin del Espritu Santo, camino seguro de

    santidad.

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    En la sede del Arzobispado de Monterrey, a los 25 das del mes de enero, fiesta de la con-

    versin del apstol San Pablo, dentro del ao de la vida consagrada, 2015.

    Prot. No. 54/2015

    Rogelio Cabrera Lpez, Arzobispo de Monterrey.

    En comunin con nuestro Arzobispo suscribimos tambin esta carta:

    + Jorge Alberto Cavazos Arizpe + Alfonso Gerardo Miranda Guardiola

    + Juan Armando Prez Talamantes

    Doy fe:

    Pbro. Fernando Torres Fuentes

    Secretario-Canciller