IDEOLOGIA Y PARTIDOS POLITICOS

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IDEOLOGIA Y PARTIDOS POLITICOS Mercedes Aubá Asvisio (*) INTRODUCCION Los sistemas políticos modernos y desarrollados pueden distinguir- se por contar con aquellas estructuras diferenciadas denominadas par- tidos políticos, las cuales juegan un papel determinante en su funcio- namiento. De acuerdo a lo afirmado por varios autores a partir de hechos observados(!), los sistemas políticos primitivos o no desarrollados ca- recen de partidos, ya sea uno o varios. En otra parte(2) hemos analizado someramente el concepto de partido y de sistemas de partidos, así como también el papel iugado por éstos en el desarrollo de las diferentes clases de sistemas políticos. Concretamente, al analizar los hechos políticos ocurridos en Chile en fos últimos 7.G afias, salta a !r. v~st~ el :rd ¿etermi!'ante de ios ~artí- dos en el curso de los acontecimientos que desembocaron en los suce- sos·de Septiembre de 1973 y en el establecimiento del gobierno militar. Y más aun, lo interesante de este análisis, es la observación que la ideología de cada grupo partidista fue un elemento, si no el más im- portante, el que estuvo presente en forma permanente en cada resolu- ción, declaración y acción de los partidos en todos los momentos de su quehacer político. Esta observación ha llevado naturalmente a centrar el interés en el estudio de las ideologías y su relación concreta con los partidos po- líticos. ·Una ideología no es un conjunto de ideas existentes en el vacío, sin relación con el medio. Ellas son determinadas por el momento his- tórico y por el estado de desarrollo social y político. Lo distintivo de dichas ideas es que se busca ponerlas en acción por grupos específicos, que son generalmente los partidos, (en sistemas políticos no primitivos) para cambiar o mantener el orden existente en una sociedad dada y, por tanto para determinar su curso histórico. "Luego, por ello, una ideología y el partido que la usa, tendrán éxito- en la medida que sean coherentes con la coyuntura social, política e internacional. Este trabajo versará principalmente sobre el concepto de ideolo- gía y su relación con los partidos, terminando con el planteamiento de algunas hipótesis que pretenden arrojar alguna luz sobre el com- portamiento e influencia de los partidos políticos en el sistema político chileno de las últimas décadas. . .. (•) Profesora del Instituto de Cienoia Política.

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IDEOLOGIA Y PARTIDOS POLITICOS

Mercedes Aubá Asvisio (*)

INTRODUCCION

Los sistemas políticos modernos y desarrollados pueden distinguir­se por contar con aquellas estructuras diferenciadas denominadas par­tidos políticos, las cuales juegan un papel determinante en su funcio­namiento.

De acuerdo a lo afirmado por varios autores a partir de hechos observados(!), los sistemas políticos primitivos o no desarrollados ca­recen de partidos, ya sea uno o varios.

En otra parte(2) hemos analizado someramente el concepto de partido y de sistemas de partidos, así como también el papel iugado por éstos en el desarrollo de las diferentes clases de sistemas políticos.

Concretamente, al analizar los hechos políticos ocurridos en Chile en fos últimos 7.G afias, salta a !r. v~st~ el :rd ¿etermi!'ante de ios ~artí­dos en el curso de los acontecimientos que desembocaron en los suce­sos·de Septiembre de 1973 y en el establecimiento del gobierno militar.

Y más aun, lo interesante de este análisis, es la observación que la ideología de cada grupo partidista fue un elemento, si no el más im­portante, el que estuvo presente en forma permanente en cada resolu­ción, declaración y acción de los partidos en todos los momentos de su quehacer político.

Esta observación ha llevado naturalmente a centrar el interés en el estudio de las ideologías y su relación concreta con los partidos po­líticos.

· Una ideología no es un conjunto de ideas existentes en el vacío, sin relación con el medio. Ellas son determinadas por el momento his­tórico y por el estado de desarrollo social y político. Lo distintivo de dichas ideas es que se busca ponerlas en acción por grupos específicos, que son generalmente los partidos, (en sistemas políticos no primitivos) para cambiar o mantener el orden existente en una sociedad dada y, por tanto para determinar su curso histórico. "Luego, por ello, una ideología y el partido que la usa, tendrán éxito- en la medida que sean coherentes con la coyuntura social, política e internacional.

Este trabajo versará principalmente sobre el concepto de ideolo­gía y su relación con los partidos, terminando con el planteamiento de algunas hipótesis que pretenden arrojar alguna luz sobre el com­portamiento e influencia de los partidos políticos en el sistema político chileno de las últimas décadas.

. .. (•) Profesora del Instituto de Cienoia Política.

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IDEOLOGIA

El término ideología, como es sabido, se originó en el siglo XVIII y escuetamente puede decirse que se concebía como la Ciencia de las Ideas, cuyo cultivo permitiría que los conceptos se despoiaran de los elementos "distorsionantes" del sentido común y de los dogmas, V se convirtieran en herramientas del quehacer racional y, por lo tanto, científico.

Esté concepto llegó a tener una connotación peyorativa cuando Napoleón trató a los sostenedores de la proposición descrita de utópi­cos, abstractos y poco realistas. El emperador temía perder el apoyo que la Iglesia estaba prestando a su gobierno, y que le era tan necesa­rio en el período de consolidación recién iniciado.

Esta napoleónica declaración está vigente todavía entre aquellos que se sienten libres de influencias ideológicas, creyendo que el no tener, o más bien, alardear de no tener ideología, los pone en categoría de conocedores y poseedores de la verdad no contaminada y, por tan­to, ocupando una posición por sobre aquellos que sostienen algún "ismo". Esta posición es típica de sociedades como la norteamericana, no sólo por su adelanto científico y tecnológico, sino también por la generalizada creencia que las ideas que conforman al régimen demo­crático vigente no const~tuyen ideología. Se olvidan, sin mala fe, que tanto la Declaración de la Independencia, y la Constitución Norteame­ricana contienen principios ideológicos, derivados del pensamiento de Locke y Rousseau princioalmente, y son estos principios los que •con­forman la acción y la cultura política norteamericana.

Asimismo. pueden asimilarse a lo anterior aquellos que, recurrien­do a postulados técnicos para fundamentar la 'toma de decisiones, no reconocen que las actuaciones humanas tienen siempre un trasfondo ideológico y valórico, o, por decirlo más ampliamente, una especial visión del mundo.

Marx se ha referido a la ideología como las ideas de la "clase go­bernante". Por su parte, Mannhein distingue entre utopía e ideología. A esta última le atribuye la misma definición de Marx en tanto que la utopía la define como el pensamiento del reformador no satisfecho o déscontento con el actual estado, y orden de la sociedad. el cual debe ser destruido y reemplazado por un nuevo orden por él concebido.

Sin embargo, estas definiciones, como el mismo obieto definido, llevan una carga valórica en cierto modo periudicial para el análisis académico. Por ello es conveniente establecer una definición de traba­jo y referirse a las ideologías como un coniunto de postulados y creen­cias cuyo objeto es iustificar un determinado orden político, actual­mente existente o de aplicación futura, incluyendo los métodos de acción para mantenerlo o establecerlo, respectivamente. Es decir, la ideología es un elemento básico para legitimar la autoridad y por tan­to mantener su gobierno.

Esta última observación explica por qué la ideología tiene una sig­nificación política: da la base para aplicar medidas legítimas de po­

. der (3). Se logra con esto que los miembros del sistema social se aten­gan, cumplan y acepten los productos del sistema político sin el costo que significaría aplicar medidas de fuerza.

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El costo a que nos referimos no sólo es un costo estrictamente económico, que comprende todo lo que se refiere a mantener los cuer­pos de seguridad, orden, etc., sino también se refiere al llamado "des­gaste" de u.n gobierno. Todos los resultados de las acciones y sus be­neficios tendientes a lograr que el apoyo a la gestión gubernativa se prolongue, a pesar de aplicar ciertas medidas impopulares, es lo que Easton llama "reserva de autoridad".

Al decir de Apter, esta función de la ideología es mucho más nota­ble en los países en desarrollo porque ayuda a sostener una élite y justifica la manera como ejerce el poder (4). Puebe observarse que nos estamos refiriendo a cualquier tipo de ideología, y lo afirmado más arriba se cumple cada vez que un específico cuerpo o sistema ideoló­gico se desarrolla y cobra partidarios, pues sirve de base e instrumento para alcanzar y mantener el poder.

La definición a la que nos referimos, podría aplicarse a otras for­mas de pensamiento político, como la filosofía y la teoría políticas. Ideología no es sinónimo de filosofía política ni de teoría política, sino que constituye un concepto diferente.

Los principios filosófico-políticos se basan en premisas éticas a partir de las cuales se deduce racionalmente como debe ser un buen gobierno. Sin embargo, sus conclusiones no son contrastadas con la realidad, es decir, no tienen un referente empírico, sino que dan juicios de tipo valórico.

Por su parte, la ideología, también busca mantener o establecer un sistema de gobierno determinado y considerado "bueno", sobre la base de determinados principios filosóficas. Sin emb~rg~, ah:2;:a ::.~~ .. mas o pautas para llevar a cabo y hacer realidad el sistema de gobier­no que postula. Estas pautas de acción tienen la particularidad de adaptarse a la realidad y dependen de las condiciones y características del momento y del medio social. Son esencialmente prácticas. Consti­tuyen la táctica y la estrategia política. Si no reunieran estas caracte­rísticas no tendrían las posibilidades de lograr el objetivo buscado. Para ilustrar lo anterior, podemos referirnos a la acción del Partido Comunista en los distintos países. Los partidos Comunistas se · com­portan diferentemente en los sistemas democráticos y en los autocrá­ticos. También varían su acción de acuerdo al momento político. Basta observar la trayectoria de los Partidos Comunistas español, francés e italiano. Sin embargo, tienen en común los principios, postulados y creencias del marxismo-leninismo, los cuales adaptan al tiempo y a las circunstancias de cada sistema social.

La otra forma de pensamiento político que se confunde con la ideología es la teoría política. Pero, a los efectos de este trabajo, el \ concepto que la expresión "teoría política" encierra se refiere a la bús­queda y acumulación de conocimiento de la acción política, mediante el método de la ciencia para obtener proposiciones empíricamente ve­rificadas, que expliquen y predigan dicha acción política. Las proposi­ciones de la teoría política no contienen ji:.icios de valor, pues su ob­jetivo es tratar de aclarar términos, obtener generalizaciones sobre la conducta de los sistemas políticos y de sus actores y aumentar .el ba-gaje del conocimiento humano. Estas generalizaciones pueden even­tualmente ayudar a implementar las normas de acción ideológicas y, también, controlar y guiar políticamente un sistema social.

Puede observarse entonces, que los tres conceptos que se han ana­lizado someramente aquí están relacionados, y esta misma relación in-

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duce a usarlos indistintamente. La ideología toma sus principios de la filosofía y pide ayuda a la teoría para implementar la forma contin­gente de acción. Asimismo, la teoría política necesita conocer la ideo­logía imperante en los grupos para explicar y predecir los hechos po­líticos.

CARACTERISTICAS DE LA IDEOLOGIA

Lo específico de la ideología puede resumirse en dos proposi­ciones:

1.- Desarrollo de unos pocos principios básicos, amplios y relati­vamente simples relacionados con conceptos o creencias preeminentes. como por ejemplo, la superioridad étnica y el derecho a gobernar por aquellos poseedores de esa superioridad.

2.- Exigencias de compromiso activo para llevar a la realidad di­chos principios a través de una organización.

Basándose en estas proposiciones y a los fines del análisis, pode­mos distinguir, esquemáticamente en la ideología dos partes: Las ideas o "creencias sobre cuestiones de valor" y la acción (5).

Las ideas o creencias sobre cuestiones de valor otorgan la visión de un mundo ideal, dan la pauta para determinar lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto. Corno consecuencia, este coniunto ideal produce una reacción emocional cuya intensidad depende, no sólo del conteni­do de la creencia ideológica, sino, también, de las características psico­lógicas de las personas (6). Esta reacción puede ser de adhesión o de rechazo, lo cual implica una cierta dosis de irracionalidad, caracterís­tica, por lo demás, de toda conducta determinada por elementos emo­cionales.

Esta reacción es más fuerte en épocas de crisis, y el compromiso ideológico surge cuando las "personas perciben y sienten que se las ha abandonado o explotado por el orden existente, o que está amena­zado su status por cambios fundamentales de la sociedad" (7). Es de­cir, que la insatisfacción por el presente lleva a rechazar la autoridad que está determinando las necesidades de las personas, todo lo cual conduce a un período de tensión social en el que se da una búsqueda de apoyo ideológico que entregue la visión, la promesa y la posibilidad de alcanzar un mundo mejor con condiciones de vida superiores, ba­sado en ideas nuevas o en el restablecimiento de ideas tradicionales. De aquí entonces surgen una clasificación o distinción primP.ra de ideología: revolucionaria y conservadora. Estas se han sucedido v ma­nifestado a través de toda la historia humana bajo formas diferentes, pero cada una con un esquema básico común que permite la tipología señalada.

Toda ideología, cualquiera que sea su especificidad, se caracteriza porque su sistema de ideas tiene pretensiones de universalidad y auto­suficiencia que componen y otorgan la imagen de un mundo ideal me­jor. Además contiene la promesa de la realización de ese mundo, ayudando a eliminar o paliar sensaciones de insatisfacción, explotación e inseguridad espiritual, respondiendo a todas las preguntas, sin acep­tar dudas ni discusiones.

Besándose en estas afirmaciones, algunos autores han denomina­do a la ideología "la religión secular", (8) considerando que toda ideo-

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logía tiene principios con pretensión de universalidad, autosuficiencia y exclusividad, · que recuerdan los dogmas religiosos al proclamar la posesión del monopolio de la verdad, otorgando una firme base y una completa justificación vivencial.

La segunda parte de la ideología, que se denomina acción, es la que le otorga sentido político. No sólo es el nexo con la realidad, sino que además logra que el sistema de ideas deje de ser una mera abs­tracción intelectual y una especie de muleta espiritual, para transfor­marse en agente social activo al aplicarla a situaciones concretas (9). Además de los principios universales que proyectan el mundo ideal buscado, la ideología contiene reglas prácticas para su concretización. Un ejemplo es el principio basico de la ideología democrática "clási­ca": el valor de la persona humana. Este se implementa, entre otras medidas, a través de las elecciones con derecho a voto, reglamentado de tal manera que signifique la realización del principio citado, la igualdad ante la ley, etc.

La manera como un régimen plantea sus principios y, principal­mente, la forma en que los realiza, da la pauta de su carácter demo­crático.

La parte ideal normativa de la ideología en definitiva, sólo puede aplicarse prácticamente a través del uso del poder. Es decir, el mun­do ideal puede ser plasmado y construido una vez que se tengan las riendas del poder formal. Por lo tanto, una ideología considerada co­mo "ideas en acción", necesita una organización, pues sólo a través de ella puede extenderse. implementarse y hacerse realidad. Luego, una lucha ideológica en defbitiva, no es una mera luch2, de i¿e2.s ~ i 0'"'"' les. Más pragmáticamente es. además, una lucha de poder, para mantener a un élite en su posición de mando o también desestabilizarla, dan­do lugar a una nueva élite, una "nueva clase", y a iustificar la apropia­ció,n y el uso del poder frente a sus seguidores.

RELACION ENTRE PARTIDOS POLITICOS E IDEOLOGIAS

Este trabajo no busca describir ni criticar el contenido de ciertas ideologías, sino que trata de examinar la relación entre la ideología y las organizaciones que permiten llevar a la práctica sus postulados normativos.

Siguiendo el hilo de la afirmación final del párrafo ::;.;_rteric~; una ideología necesita un marco organizacional en el cual afirmarse, desa­rollarse y obtener adherentes_, Además, esta organización es básica para alcanzar el poder formal, es decir, el Gobierno del sistema polí­tico, logrando el control de los instrumentos de implementación de principios ideológicos. La forma asumida por esa organización o, di­cho en otros términos, la especie de organización base de una ideolo­gía, es el partido político, definido como un grupo cuyo objetivo es obtener el poder formal (o gobierno) para dar a la sociedad un orden de acuerdo a principios ideológicos adoptados.

Carl Deutsch, el dcstac2.do politólogo, especialista en Relaciones Internacionales, afirma en una de sus últimas obras que los "partidos son organizaciones claves para lograr resultados sociales y políticos" (10). Debemos aclarar que no se refiere al partido como la única orga­nización de tipo instrumental. Hace hincapié en el carácter básico y elemental de su función dentro de un sistema político moderno, ocu­pando un lugar de primer rango, ya sea para dar a conocer las necesi-

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dades sociales a los centros decisorios, como para crear el necesario ambiente de legitimidad para implantar las decisiones adoptadas.

Lo típico de un partido es su búsqueda del poder y en este camino es de gran importancia contar con una ideología suficientemente ela­borada v coherente para servir de base a la acción, para apelar a la emotividad de las personas y darles un seguro marco espiritual. De esta manera podemos ver como se complementan y necesitan las orga­nizaciones y el sistema de ideas.

Existe entonces una especie de necesidad mutua: el partido res­pecto de la ideología y viceversa. La ideología constituye para el par­tido un instrumento para allegar apoyo. Esta proposición puede apli­carse a los partidos de los sistemas políticos democráticos, ya que la ideología es un importante elemento en los procesos electorales. Asi­mismo, en los sistemas democráticos y no democráticos la ideología sirve a los partidos para legitimar su acción, primero en la búsqueda del poder formal (gobierno) y después en el manejo y práctica del go­bierno. No solamente nos referimos a los sistemas occidentales, sino también a la acción de los diferentes gobiernos de la órbita socialista. Podemos agregar en este punto que una ideología no sólo presta sus servicios a los partidos. Incluso en aquellos sistemas políticos en los cuales no hay acción partidista, ya sea por estar prohibida o porque el desarrollo político no ha alcanzado el grado en que aparecen dichas organizaciones, la ideología es un instrumento muy importante y IIJ.ll.Y utilizado por los gobiernos y sus personeros. Como ejemplos pueden citarse los sistemas políticos de Arabia Saudita, o los Emiratos Arabes Unidos.

Puede afirmarse que en el proceso de toma de decisiones, un ele­mento importante que ayuda en la elección de alternativas es el tras­fondo ideológico de los actores de la acción. Incluso, en determinados momentos, la influencia ideológica es lo suficientemente fuerte como para hacer una interpretación sesgada de datos y hechos empíricos, amoldando la acción dentro del marco ideológico. Luego, la ideología ayuda a lograr el poder, a mantenerlo creando legitimidad y a tomar decisiones.

La función de hacer conocidas las necesidades del sistema social por los centros decisorios, o en la terminología de Almond y Powell, la combinación de intereses y demandas (11) se logra de una forma más eficiente dentro de un marco ideológico que ayuda tanto a la sín­tesis de dichas demandas, como al uso de un lenguaje común, con de­finiciones conceptuales unívocas e "indiscutibles" que ahorran la bús­queda de consenso en cuanto a Jos fundamentos.

Asimismo, una vez tomadas las decisiones y llegado el momento de ponerlas en práctica, la ideología abona el campo para que la acción de poder sea aceptada o, al menos, ayuda a anular o neutralizar la posible oposición o resistencia. Por otra parte, un partido (de oposi­ción, normalmente) usando el instrumental ideológico, puede obstacu­lizar la acción de gobierno dificultando o debilitando el sentimiento de legitimidad y apoyo hacia dicha acción.

Para terminar estas ideas, en términos generales podemos decir que la máquina partidista entrega la ideología a sus eventuales adhe­rentes, quienes la aceptan si está de acuerdo con su propio marco valórico, con sus circunstancias personales, con sus intereses. Cuando esta ideología es de carácter totalitario, es decir, da una y solo una respuesta a las interrogantes, sirve para eliminar las fuentes de crítica

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y aislar al sujeto de dudas existenciales, evitando los tormentos de la incertidumbre.

Al respecto, Almond y Powell postulan una hipótesis muy intere­sante, aplicable tanto a los países en vías de desarrollo como también a ciertos sectores sociales de los países desarrollados, a propósito de lo que estos autores llaman "el continuo aporte de la cultura política tradicional a la secularizada.

"Secularización es el proceso por medio del cual las orientaciones y actitudes tradicionales ceden lugar ante procesos de decisión más dinámicos que exigen recoger y evaluar información, establecer cursos de acción alternativos, seleccionar un curso de acción entre varios po­sibles y encontrar los medios para probar que el curso elegido produ­cirá o no las consecuencias que se buscan"· (12). Una cultura política está "secularizada cuando existe una actittld de mercado" en el pro­ceso de toma de decisiones, es decir, que se reconoce como útil un período de negociaciones en que se hacen valer los intereses de las par­tes para alcanzar una decisión. Entonces existiría un intercambio, un ceder para ganar, una típica acción mercantil, abierta y fluida. Esto no es propio de una cultura tradicional, en la cual principios y normas ancestrales indiscutibles y rígidos determinan la acción humana y social.

Luego, en un proceso de desarrollo político, entendido éste como un cambio hacia una creciente diferenciación de estructuras políticas y una actitud social gcnerali:,;ada hacia la apertura y negociación, cier­tos sectores tradicionales de la poblacién ven sus normas descalifica.· das perdiendo así apoyo para enfrentar los problemas vivenciales. En­tonces recurren a una ideologfa que proporcione pautas y modelos de conductas lo suficientemente claros y rígidos como para reemplazar la antigua costumbre y cumplir así la misma función de apoyo y es­clarecimiento.

Reconociendo que Almond y Powell se basan en la idea que un sistema político de alto desarrollo es aquél que cuenta con una polí- "' tica secularizada y, por extensión, con predominio de la democracia y sus modos de expresión, especialmente el norteamericano, hay que convenir que su proposición es interesante.

Podríamos extraer de ello que una r.azón importante para explicar el éxito de ideologías totalitarias en los países de baio y mediano de­sarrollo, así como en los sectores tradicionales de sociedades más desarrolladas, es que aquellas proporcionan un excelente sustituto pa­ra antiguos modos de vida presentando una clara visión dicotómica del mundo, sin matices perturbadores que compliquen la existencia de sus seguidores, evitando esfuerzos gastados en la dilucidación de si­tuaciones complejas. Poniendo esto en las expresiones de Almond y Powell "en épocas de dificultades e incertidumbres, una ideología ofrece al individuo un instrumento para escapar de la libertad que se le otorga mediante una cultura secularizada abierta v sus concomitan­cias estructurales". (13)

Podemos agregar en este punto, que para la función de gobernar y, en general para todo el proceso político tendiente a lograr cuotas de poder en la toma de decisiones y en su implementación, es conve­niente una institución organizada y especializada en la búsqueda, en la lucha y en el mantenimiento del poder, o sea, un partido político. La función que cada partido cumple y la forma imperante de su acción,

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dependen del tipo de sistema político: democrático, autoritario o tota­litario.

En un sistema democrático, cada partido reconoce el derecho de sus iguales para competir por el poder a través de la actividad electo­ral, considerando que todos comparten el respeto por reglas de juego previamente acordadas. El totalitarismo supone que el partido que sustenta su ideología es el poseedor de la verdad y a través de ella controla la actividad social completamente. Por último, el autoritaris­mo, en general, evita la referencia directa, pero si indirecta, a una ideología determinada.

Sin embargo, hay partidos (u organizaciones similares que hacen las veces de tal) que desarrollan una ideología con el fin de justificar el ejercicio del poder por la élite gobernante actual y por tanto para allegar legitimidad y cooperar en el mantenimiento y afianzamiento de determinado orden social sostenido y dirigido por dicha élite. Pue­den citarse como ejemolos el Movimiento Nacional de la España fran­quista y el Partido Colorado del Paraguay.

LA IDEOLOGIA Y EL PROCESO POLITICO CONTEMPORANEO

Lo dicho hasta ahora puede inducir a pensar que las ideologías, en su calidad de ideas matrices alimentadoras de la acción política, son elementos sin cuya existencia los procesos y fenómenos políticos carecerán de estructura o explicación.

En cierto sentido, tal afirmación es válida. Las ideas sistematiza­das, como hemos tratado de explicar más arriba, dan sentido y forma a la conducta y, en muchos casos, la elección de ciertos derroteros y políticas en general solamente pueden ser explicadas a partir de un background ideológico. Esto es válido no sólo en el contexto interno nacional, sino también en el campo internacional. Al respecto podemos citar obviamente la política nacional de la Unión Soviética, la cual expresamente se refiere a los principios marxistas. Sin embargo, tam­bién la política norteamericana contiene elementos ideológicos muy importantes, basados en los principios democráticos tal cual se mani­fiestan y aplican en el sistema político de los Estados Unidos, con énfasis en el elemento moral de la conducta. Manifestación de esto último es la política de derechos humanos del Presidente Carter.

Por lo menos el segundo ejemplo es posible que sea rebatido. Pero podemos afirmar que, tanto en Estados Unidos como en Europa Occi­dental, así como en la Unión Soviética y los países de Europa Oriental, las políticas internas y externas están informadas por una base ideo­lógica. Esto sin duda podría escandalizar a ciertos sectores, dada la tendencia de nuestra época a enfatizar y otorgar a la ciencia y a la tecnología una importancia y un nivel de última instancia para resol­ver problemas y situaciones, para explicar y predecir fenómenos v pa­ra construir sistemas normativos. Hoy día, la importancia e infalibili­dad atribuida a las disciplinas científicas sólo pueden compararse con el predominio e influencia de los dogmas religiosos en la conducta social de épocas pasadas.

Al respecto, podemos afirmar que la aplicación de determinada política, significa la elección de una entre varias alternativas. Esta elección está normalmente avalada por datos empíricos, informe de expertos, técnicos y científicos, todo lo cual significa haber recurrido

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a la ayuda de las disciplinas científicas y tecnológicas apropiadas· y disponibles. Sin embargo, y muchas veces sin reconocerlo, tales datos e informes son interpretados o confeccionados a partir de, o dentro de un marco de tipo ideológico. Por tanto, el elemento o factor técnico es utilizado o deia el paso al elemento o factor ideológico en el mo­mento de la decisión. Y esto es aplicable no sólo a la política interna­cional, sino también a la política económica, laboral, de salud y, en general, a la acción total de un gobierno. Asimismo, el arma o ayuda ideológica no es exclusiva de los sectores marxistas o, hablando más en general, de los de izquierda. También puede fácilmente aplicarse a sectores no izquierdistas.

Sin embargo, hay quienes difieren. Se ha afirmado que nuestra época se caracteriza por ser "a-ideología" (14) (15). Nuestros tiempos marcarían el fin de las ideologías. Se parte del supuesto que las ideo­logías estarían sólo vigentes en países en desarrollo y en proceso de sufrir profundos cambios en forma acelerada y acumulativa. Las ,ideo­logías serían el instrumento para determinar y dirigir el curso de estos cambios, indicando tanto el objetivo como los medios para alcanzarlo.

Sería necesario entonces hacer una distinción entre el mundo desarrollado y los países en desarrollo. La afirmación que la era ideo­lógica ha terminado se hizo a partir del examen de la realidad de Euro­pa Occidental y USA. En estas áreas se han alcanzado niveles materia­les de vida muy altos, no conocidos en ninguna época histórica ante­rior, tanto en cuanto al rango de aspectos de la vida protegidos, como al número de personas que tienen acceso a los beneficios del "\Nelfare State". Es decir, todos los estratos sociaies participan en fonna ;·elati-. vamente adecuada y satisfactoria en los bienes y servicios proporcio­nados por la sociedad. Luego, todos los grupos tendrán interés y esta­rán comprometidos en mantener el statu quo. Esto no significa que el conflicto se ha eliminado, lo cual es materialmente imposible, pero se han alcanzado niveles de consenso que permiten limitar y controlar las diferencias, respetándose, en general, los procedimientos pre-esta­blecidos para interacción. Además, dichas diferencias corresponden a cuestiones puntuales o coyunturales dentro del sistema, que no afec­tan su funcionamiento básico. Es decir, no hay grupos que desean cambiar fundamentalmente lo existente y, por tanto, tampoco se ma­nifiestan las contrapartes que se le opongan en forma militante. Luego, la necesidad de una ideología no se daría.

Al respecto, cabe afirmar lo siguiente: reconociendo la existencia de un marco consensual dentro del cual intereses y demandas se com­binan, es necesario admitir también que va implícito allí la existencia de un sistema ideológico, cuyo principio básico es el mantenimiento del orden social actual, el cual es considerado satisfactorio por gran parte, si no todos los grupos sociales significativos.

Paralelo a este consenso básico, dichos grupos tienen el derecho reconocido de negociar, así como también la capacidad para hacer va­ler y obtener sus fines dentro del sistema, no en contra o fuera de él. Y esto porque el sistema como tal no necesita ser cambiado radical­mente, ya que proporciona los instrumentos para adaptarse a circuns­tancias nuevas y responder a las demandas correlativas. Habría en­tonces, una ideología pragmática respecto a la cual todos los grupos, incluso los trabajadores asalariados (los potenciales interesados en cambiar una sociedad en caso de considerarse explotados), adherirían en mayor o menor grado, dado que tienen asegurada su participación

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activa en las interacciones sociales. Los postulados de esta ideología se basan en el pragmatismo; el pluralismo; la creencia que la política proporciona un campo y es una actividad para disminuir las diferen­cias y lograr soluciones adecuadas a los inevitables conflictos; fe en la creencia para resolver los problemas sociales y naturales y, un re­chazo a la violencia. (16)

Cabe hacer notar que una ideología no necesita contener principios reivindicativos para constituirse en tal, ni tampoco es de la esencia de la ideología, los principios modificatorios del orden a nivel macro­social.

Frente a este mundo desarrollado que busca aumentar su nivel de vida en los términos proporcionados por el sistema, podemos ob­servar otra área con países menos desarrollados donde se manifiestan conflictos profundos, en los cuales gruP.OS conscientes de su lugar y peso en la estructura social, buscan meiorar y reivindicar sus dere­chos, pretendiendo establecer un nuevo orden en el cual los antiguos grupos dirigentes serían desplazados de sus posiciones de dominio. Aquí no se busca la incorporación al sistema con mejores derechos. Los grupos no dirigentes desean cambiar el antiguo orden considerado injusto, frente a explotaciones y abusos, por otro más humano, más justo y ecuánime. La ideología entonces proporciona, por un lado, la visión y el concepto de humanidad, iusticia y ecuanimidad, y por otro, la justificación y las normas para actuar y destruir el antiguo orden para construir uno nuevo.

Los sostenedores de la posición "a-ideología" afirman que una vez satisfechas las demandas y reconocidos los derechos, aunque no necesariamente se obtenga el cambio o sustitución del sistema, la ideo­logía deja de ser útil como instrumento de acción política, los grupos se incorporan aprovechando las oportunidades de participación, tanto en las decisiones políticas como en los bienes y servicios sociales. De esta forma, el nivel de ideologización baja ostensiblemente conjunta­mente con los clivaies sociales (17).

El origen de la posición descrita puede explicarse históricamente como inserta en la Guerra Fría, en el cual el mundo se veía como un enfrentamiento entre el mundo occidental desarrollado, pragmático, eficiente, con un alto nivel de vida, regímenes políticos participativos, no ideologizados por un lado, y por el otro, el mundo comunista ine­ficiente, con baios niveles de vida, regímenes totalitarios, que busca­ban establecer un nuevo sistema de vida, profundamente influidos por el marxismo. Es decir, el mundo se veía como "ellos" y "nosotros". Este esquema fue concebido en la década del 60 y mucha agua ha co­rrido desde entonces. Desde la perspectiva actual, en el umbral de los 80, podemos decir que los teóricos de la era "a-ideología" adhieren ellos mismos a la ideología del mundo desarrollado y en definitiva buscan proteger y extender su propio statu quo, amenazado en una primera época por la acción comunista y posteriormente por la situa­ción del mundo subdesarrollado, culpando a la acción ideológica de poner en peligro la estructura de su entorno.

A mayor abundamiento puede agregarse que el mundo de hoy presenta una tendencia recién insinuada, (quizás no se concrete total­mente), y que se manifiesta tanto en Europa Occidental, Estados Uni­dos, América Latina, Australia y, guardando las reservas debidas, tam­l>ién en el llamado mundo comunista, especialmente Europa Oriental. Esta tendencia en el campo político podríamos denominarla "neo-con-

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servadora" y en lo económico propiamente tal neoliberal. En defini­tiva, podemos atrevernos a afirmar que la fisonomía en germinación en el mundo contemporáneo es la continuación de la situación descrita por Lipset y Bell, con las salvedades anotadas, constituyendo el si­guiente eslabón en la evolución del pensamiento ideológico caracteri­zado por el pragmatismo y el cientificismo. En general, pero más es­pecialmente, al hablar en el campo de la economía, existe la inclina­ción a afirmar que, debido a la complejidad de las materias a tratar y a los problemas a solucionar, es necesario recurrir a los conocimien­tos científicos y a la asistencia de los técnicos, pues la ciencia y sus modernos logros son capaces de enfrentar los complicados problemas contemporáneos. Sin lugar a dudas esto es plenamente cierto. Pero es necesario hacer la observación que no "sólo" la ciencia es única ayu­da. También hay que recordar al hombre, al actor del proceso deciso­rio, quien con su habilidad y su visión del mundo usa los logros cien­títicos y tecnológicos. Y en la elección de los múltiples instrumentos que la disciplina científica pone a su disposición, utiliza como selector dicha visión de mundo, el conjunto de ideas que la conforman, es de­cir, su ideología. En la gran mayoría de los casos, ella nos permite explicarnos por qué se elige una determinada posición internacional, un determinado curso de acción en materias de relaciones interestata­les, un determinado programa de gobierno.

En todo caso, la ideología no es un mero instrumento de los parti­dos. Es un instrumento de gobierno y poder que otorga coherencia a !a acción po!ftica contingente, avalando resultados y iustificandc erro­res, es decir, ayuda a gobernar, a otorgar legitimidad a ia ~cción -polí­tica y a mantener un orden social, fin último de la acción de los sis­temas políticos. Citando a Huntington al respecto, podemos decir que, "la historia demuestra en forma concluyente que los gobiernos comu­nistas no son meiores que los liberales en lo que se refiere a atenual' el problema del hambre, meiorar el estado sanitario de la población, incrementar el producto nacional, crear industria y promover el bie­nestar al máximo. Pero una cosa que los gobiernos comunistas pueden hacer es gobernar: disponen de autoridad efectiva .para ello. Su ideo­logía les proporciona una base de legitimidad, v la organización par­tidaria les da el mecanismo institucional para movilizar el apoyo ne­cesario y llevar a cabo su política". (18)

NOTAS

(1) Huntington, Samuel P.: "El orden político en las sociedades en cambio", Paidos, 1970. Sartori, Giovanni: "Parties and party systems", Cambridge, 1976.

(2) Aubá, Mercedes: "Partidos politices, un análisis descriptivo", Cuadernos del Ins­tituto de Ciencia Política, N9 24, Mayo, 1978.

(3) Autoridad puede esquemáticamente graficarse como poder más legitimidad. (4) Apter, David: "Estudio de la modernización". Amorrortu, Buenos Aires, 1979, pág.

158. (5) Van Dyke, Vernon: "Ciencia política: un análisis filosófico", Tecnos, Madrid,

1962, págs. 192 y sig. 16) Christenson, Reo M. et al: "Ideologies and politics", Nelson, Britain, 1972, pág. 6. (7) Op. cit. Pág. 9. 18) Bluhm, Willíam T. "Ideologies and .attítudes", New Jersey, 1974, pág. 27. (9) Brzezinski, Zbígnlew: "Ideology and power in soviet politics", 1962, cit. en Chris­

tenson et al: op. cit. pág. 6.

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<10) Deutsch, Carl: "Politics and government". Boston, 1970, pág. 56. (11) Almond G. y Powell G. B.: "Política comparada", Paidós, Buenos Aires, 1970

Cap. 5. ( 12> Op. cit. pág. 30. < 13) Op. cit. pág. 59. (14) Bell, Daniel: "El fin de las ideologías", Tecnos, Madrid, 1964. Epílogo. <15) Lipset, S. Martín: "El hombre político", Eudeba, Buenos Aires, 1970. <16) Dowse, Robert E. y Hughes, John: "Sociología Política", Alianza Editorial, Ma­

drid, 1975, pág. 326. (17) Lipset, S.M. Op. cit. Capt. XIII, passím. (18) Huntington, Samuel P. Op. cit. p. 19.