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IDEAS Y FIGURAS REVISTA SEMANAL DE CRITICA V ARTE Oficinas: CUYO áOVl - ALBERTO ÜH1RALDO DIREOTOR Año II BUENOS AIRES, 23 DE FEBRERO DE 191T Número 4<- Lift INQUISICIÓN EN AMÉRICA liscuU. tic Torcualo Tasso. Ni nombre de pila ni títulos son necesarios. El apellido basta para saber de quién so trata, porque no hay más que m> Sar- miento. como no hay más que un sol entre la multitud d;r soles ■— que pueblan el espacio inconmensurable. No había, hubiéramos debido decir, en rigurosa exactitud, dentro del orden físico, porque no existe ya Sar- SARMIENTO www.federacionlibertaria.org

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IDEAS Y FIGURASR E V IS T A S E M A N A L DE C R IT IC A V A R T E

Oficinas: CUYO áOVl - ALBERTO ÜH1RALDODIREOTOR

A ñ o I I BUENOS AIRES, 23 DE FEBRERO DE 191T N ú m e ro 4<-

Lift INQUISICIÓN EN AMÉRICA

liscuU. tic Torcualo Tasso.

Ni nombre de pila ni títulos son necesarios. El apellido basta para saber de quién so trata, porque no hay más que m> Sar­miento. como no hay más que un sol entre la multitud d;r soles

■— que pueblan el espacio inconmensurable.No había, hubiéramos debido decir, en rigurosa exactitud, dentro del orden físico, porque no existe ya Sar­

SARMIENTO

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miento para la acción material y para la renovación de la idea; pero aun cuando el verbo quiso imponerse en pasado al trazar la frase justiciera, rechazólo la mente en esa forma y lo estampó en presente, por razón incuestionable.

La inmortalidad le está asegurada, no por el aplauso y la gratitud de la posteridad, por merecidos que los tenga. sino por la perpetuación de su esfuerzo, p r o l o n g a d o en ]os tiempos. La semilla <iue él sembró es de aquellas que se robustecen produciendo, y se perfeccionan para el bien cuanto más bien hacen, curadas las heridas de la lucha que acompasó su germinación, cumpliéndose la ley á <|ue en el mundo obedecen todas las grandes conquistas, tanto más grandes y tanto más sólidas cuanto más costó alcanzarlas.

Inútil es facer su biografía- V ivió setenta y siete a/íos. y dedicó cincuenta al servicio público, como educacionista, como escrito'r, como obrero incansable y atlético, del progreso. <:n todas sus fases principales.

>'■ En el largo y accidentado camino de aquella vida extraordinaria, luchador esforzado en todas las lides, — contr;» la titan ia del sable ó la más funesta de la ignorancia,—educacionista, su busto presidirá con el de Kivadav'ia. todo sitio en que se rinda culto, teórica o prácticamente, á la noble causa, escritor de libros ó de diarios, panfletista investigador, redactor de revistas, es el más original de nuestros hombres de letras, el más fecundo y el de más nervio. La colección de los productos de sti pluma seria el mejor monumento de su gloria; pero no se liará jamás completa, por razón análoga á la que impide poner diques al mar y amurallar fu Pai.’.pa.5 Esparcidas por todo el continente dejó las huellas de su genio; la República Argentina, su patria, está llena de su nombre, con ser tan vasta, porque hasta los confines deí desierto llegó su voz. fulminando á la tiranía, y llegó el Facundo, el libro original por excelencia de nuestra literatura, incorporando á la leyenda nativa las escenas artísticamente descritas en sus páginas brillantes . Fué su alma excesivamente fuerte.

Los halagos de la popularidad no le seducían, y sabiendo de antemano que por tal camino no había de hallarlos se lanzaba á él sin trepidar y resueltamente, si á su inicio era el que debía conducir á buen tér­mino. Creía á este respecto que los pueblos tienen más que ganar con la verdad, por dura que sea, y aun­que parezca brutal la franqueza que se las diga, que la indulgencia para señalar los vicios ó las deficiencias, ya la aconseje una noción errada del patriotismo, ya resulte del deseo de no chocar con preocupaciones y debilidades predominantes. - B a r t o i . o m é M i t r k y V e d i a . (Párrafos de un artículo).

¡ C a r n a v a l !¿0}^es ese rumor qae á la distancia

Se parece á un gemido?¿Sientes el monstruo cuyas voces pueblan

El espacio inmedido?Es el pueblo de santos ideales

Que grita enloquecido,El pueblo soberano que se aturde

Con su propio alarido.¡Es el pueblo que vaga por las calles

Mendigando el olvido;Es el puelo infeliz que se divierteY que marcha sin rumbo haciendo ruido!

Para ei pueblo que rie

Como el agua en el cauce la mascarada Va por la calle enorme. ¡Cuánta tristeza Me inspiran esos rostros pintarrajeados En que puso su estigma la decadencia!

¡Pobres huestes de idiotas! ¿Quién os arrastra Llenas de coloretes á las tiestas Como un mono á los circos? ¡Vais riendoY se os ve del dolor la horrible mueca!

Os dicen:;,¡á reir! y allá, en tumulto, (¡Siempre ep tropel, rebaño de carneros!)Os lanzais j&reir. ¡También os dicen:¡A matar! ¡Y'allá van vuestros ejércitos!

¡Siempre pieza de máquina, utensilio!O verdugo ó bufón: ¡siempre instrumento!

A l b e r t o G h i r a l d o .

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.A.¿5*O II. E-va.eii.oo Ji-irec, 23 d.« Pecrerc d.e 1911 iT-iizao.--i-S;

IDEAS Y FIGURASREVISTA SEM ANAL DE CRÍTICA V ARTE

OFICINAS: CUYO 202Í ALBERTO QHIRALDODIRECTOR

La Inquisición como institución civilSu resurrección en América

Como si se hubiera querido liarer más solemne para nosotros, ■cuatro sig lo s d e s­pués, el acto de fundación de una ciudad, en el primer documento de los que serán por siempre la fe de bautismo' y la gen ea ­logía de la ciudad de C órdoba que va á surgir del haz de la tierra, por la magna evocación del Jefe «Don F rancisco de T o ­ledo, mayordomo de su M agestad, su V iso Rey y Capitán General de esto« Reinos y Provincias del Perú, Presidente de la A u ­diencia Real que reside en la ciudad de los Reyes (Lima) nos informa que por cuanto habiendo su Magestad proveído á Francisco de Aguirre por Gobernador de las P rovin­cias de Tucumán, Xttries y D i agüitas por tiempo de cuatro años, dentro de lo s cuales á petición del Santo O ficio de la In qui­sición de esto« Reinos, me fue pedido m an­dase dar auxilio del brazo secular para traer preso al dicho Francisco de A gu irre , como se ha traído...» ( r )

lie aquí un hecho, que está solo por in ­cidente recordado para exp licar porque ha demorado el nombramiento de gobernador de Tucumán. He ahí también los tiranos que sojuzgaron la Am érica I E llo s tenían so bre sí otro tirano más terrib le, más im ­placable que Ies infundiese el terror sa g ra ­do que á los antiguos romanos inspiraban sus dioses el Pavor y la Palidez. E l Santo O ficio mandaría una orden, una humilde súplica de prestarle el brazo secular, para tom ar preso á su Excelencia el señor G obernador de T u ­cumán, Xuries y D iagúitas, á la cabeza de los reducidos pero valientes tercios que han tomado posesión de sus vastas com arcas en nombre del Rey, sin que pueda invocar ni la investidura dada por el poderoso V iso- Rey del Perú que tiene su solio- en la. c iu­dad de los Reyes, pero aun sin que le valga el nombramiento que hizo en su per sona el Rey mismo y firm ó con su real sello. Rey, Viso-Rey. e jército , todos son impotentes ante aquel humilde ruego- de p re s­tar el brazo secular, porque la Ig lesia no sabría como- tomar con sus manos la v íc ­tima destinada á las llam as.

La Inquisición es un poidcr público.Anda en manos de todos el Torquem ada

de Víctor Hugo, drama en cinco actos pre-

Comienzo de la nota del virrey del Perú; nombran­do. en nombre de Su Magestad. á don Gerónimo Luis de Cabrera por Gobernador, Capitán General. Jus ti­cia Mayor de las Provincias del Tucumán. Xuries y Riagiiitas y de las ciudades, villas y lugares <jue se poblarán por término de cuatro arlos. — Archivo Mu­nicipal de Córdoba, tomo I, pág. 3.

cedido de un In pace. ¿Q uién se atreverá á criticar al inspirado vate del s ig lo ? Tor- quemada es la figu ra ó la síntesis más te ­rrib le de una aberración del esp íritu hu­mano. L os g rieg o s han derram ado sus ideas sobre m edio mundo europeo y a siá tico : los rom anos apurado las form as legales y el de- reclwx Con T orquem ada es el sentido m o­ral el que acon seja quemar á los hombres, si pensaron, si se sospecha que piensan, p o r­que el que crce noi piensa sobre lo que cree. Nerón hizo candelabros de cristianos para alum brar con 'su g rasa ardiendo la en ­trada de un teatro'. Torquem ada hizo te o ­ría y legislación sobre este dato, y quemó todo lo que encontró con form a intelige.ate, Ioi'cual reconoce de lejo s el fanatism o com o el D etective reconoce a l bandido; y durante tres sig lo s, sobre cuarenta mil leguas cua­dradas de país, en E spañ a, en Flan dés, en Ñ apóles, en Lima, en M éxico, ch irrió la carne hum ana desperdiciándola, pues los M aories matan .al enemigo, para com erlo, lo que es d isculpable. Pe roí Torquem ada es una fiso ­nomía del pensam iento. E l asegurar lá s a l­vación del alm a quemando, el cuerpo' es una pobre idea de vieja solterona, cuyo sen ti­miento. de la m aternidad tom aría form a del am or celeste. T orquem ada es com o los Papas que le preceden; es un hombre de E stado. E s la sociedad la que salvan del con tagio de las ideas, por el estc.rminio, como en la San B artelem y, por el destierro com los judíos y hugonotes. .

Y bien ! y o me atreverla á ’criticar á V íc ­tor H u g o !

Noi es que está ya vie jo , sino que no es español com o nosotros para sentir á T or- quem ada agitarse en su p ro p ia sangre, y m ostrar su capucha de C arlo s V, del fra ile dom inico que tenem os todo el d ía á la vista en un cuadro del in terrogatorio de G alileo, ante la Inquisición, y en presencia de un em isario de U rbano V III , verdadero autor ele la persecución por creer que le había dicho .necio, person ificán dolo en Sim p licio .V bien, si yo hubiese sido el V iso-R ev D. F ran cisco de T o led o , que recibe el piadoso exhorto de hacer traer preso á Lim a d e s ­de Tucum án, seiscientas leguas de distancia, al G obernador A gu irre , y el poeta V ícto r H u go me p regun tase a l verm e agitado, p a­seándom e desasosegado, p álido y recon cen ­trado, quien es el Santo O ficio, dónde está, porqué n o lo m ando á. un calabozo ó ba jo p artid a de registro' á E sp añ a; yo. don F ran ­cisco de T o led o lo tom aría p or un brazo

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para llev arlo á un punto del salón tion.dc no haya puertas, y después de haber escu cha­do si ha.y rum ores aun lejanos, m irado con terror y suspicacia una puerta después de otra, ¿sabéis lo que es la Inquisición, le habría dicho con voz lúgubre ?

«Preciso es deciros antes que los espías de la Inquisición se hallan oon respecto á n osotros los V irrey e s en una singular p o ­sición. L a Inquisición les prohíbe con r ie s ­g o de su cabeza, escribirnos, hablarnos y tener con nosotros relación de ningún género, hasta el •día en que tengan que a rre s­tarnos ! !. . .

«Escuchad, H ugo. Sí.: sí, vos lo habéis di cho, sí, todo lo puedo aq u í; soy Señor, dés­pota y soberano de esta c iu d ad ; soy el Vi- rey que E sp añ a pone, so b re el Perú la g a ­rra del tigre sobre la oveja. S í to d o p o ­deroso. Pero tan absoluto com o soy. arriba de mí, hay una cosa gran de y terrib le, y llena de tinieblas ¡hay la E s p a ñ a ! Y sa­béis lo que es la. E sp añ a ? La E spañ a, voy á decíroslo, es la Inquisición. O h ! la in qu i­sición ! hablem os de e lla en voz b a ja ; p o r­que acaso esté ahí en a lgu n a parto, e scu ­chándonos. H om bres que ninguno de n os­otros conoce y que nos conocen á to d o s ; hom bres que no son visib les en ninguna ce ­remonia, y que sólo son visib les en todas las h ogueras; hom bres que tienen en sus manos todas las cabezas, la vuestra, la m ía, la del príncipe, y que no tienen ni vara ni estola, nada que lo« dintinga á la vista, nada que os haga 'decir: «Este es un,o de ellos!» Un sign o m isterioso d eb ajo de sus vestidos, á lo' sum o; agen tes por todas p artes; esbirros por todas partes, verd u go s por todas p artes; hom bres que jam ás m uestran al pueblo .de Lim a otras caras que aqu ellas tristes bocas de bronce, que el pueblo cree mudas, y que hablan, sin em bargo, muy a lto y de una m a­nera muy terrib le porque dicen á cada tran seunte : «¡ Denunciad !» ...

«Sí: es a.sí. V ire y de Lim a, esclavo- de E spaña. Soy m uy vig ilad o , creedm elo. O h ! la Inquisición ! E n cerrad á un o brero en un sótano y que haga una cerra/dura; antes de que la cerradura esté con cluida la Inqui­sición tendrá la llave en sus b o lsillo s. E l page ciue me sirve me espía, el con fesor que me confiesa, me espía, la m ujer que dice Te amo me espía 1»

L en guaje com o el que precede sería d ig ­no de ser inventado por V ícto r H u go ; pero su Torquem ada es una v ie ja sup ersticiosa y fan ática ; es un delator y no un hom bri de E stado, que ha com prendido ayu dar á D ios en el go biern o del mundo, agrega n d o á la peste y la guerra, la hoguera que no s ieg a com o aq uellas E um énides, sino que e s ­coge las víctim as por el án gulo facia l más abierto, p ir el cráneo más volum inoso. ¡Oh Nevvton, H um boldt, C u vier, D arw in I ¿porqué no nacisteis en la E sp añ a del s ig lo X V ? T o r ­quem ada os hubiera descubierto en la cuna. Qué m irada de rep robos habría dicho a l ver vuestros o jo s por donde .asomaban ya él a lm a curiosa é inquisitiva, com o trata desde el balcón la dama de com prender el tum ulto y la causa del rumor de la c a lle !

R etardar el advenim iento de la ciencia cu a ­tro siglos, os parece nada ? T orquem ada m an­daba la retaguardia de la E d a d m edia. G ra ­cias á la ciencia y táctica de la orden de

los jesuítas, se retiró com batiendo siempre.Com o se ve, la Inquisición es uno de los

poderes constituyentes de la colonización es­pañola, com o podía ser la Q uarantina en el gobiern o del Dux de Venecia. Aun no se ha conquistado el país y ya se le ve fun­cionando, inquiriendo, suprim iendo. D e re­pente su mano' oculta se estiende y toma un Capitán G eneral en su campamento, y lo hace desaparecer de la escena.

N o tratarem os de averigu ar en qué ex­tensión y hasta qué grad o de intensidad hizo p esar su .ominoso poder, planteando su tri­bunal en A m érica. Fuera de una veintena, de ejecuciones en Lim a, su acción fué templada. N o había nada que alarm arse aquí. Los in­dios han tenido una superstición que hace creer que los lobos se. convierten en hombres, y que hay m ujeres que poseen este don. E sto es. ser lupiango, com o si dijéramos judaizante, de judío. Por lo demás 110 en­tendían el cristianism o en sus dogm as: de­cían A latí sea D ios, al llam ar á la puerta. B endito y a lavad o sea el santísim o sacra­mento, se les con testaba, y con las oraciones de memoria, era un perfecto cristiano el neófito.

T enem os á la vista. las deposiciones he­chas p or ios padres jesuítas mismos y no va le la pena de trasm itirlas al lector.

La inquisición es otra cosa. La iinquisi- sición no e s docente; es un cartabón, para m edir la a ltu ra de la in teligencia; es una cuba para echar en e lla una creencia; es una rom ana cuyo pilón está fijo , y se escurre si el alm a pesa menos de lo que indica la línea. La ignorancia es el e.rror; el error es el crim en intelectual, y con aplicarle , una vez puesto en, evidencia, el padrón secular, otro sistem a de m edidas determ ina su gra­vedad, así es que había p alabras mal so­nantes, leve, grave, herejía, reincidencia, con­tumacia, para determ inar los quilates del pensam iento.

N o m iramos la Inquisición sino como insti- tución política é intelectual, y b a jo estas dos form as m ató á la E sp añ a y sus colonias, y según teme Bunkhle, quedó m uerta a llá para siempre. D e su resurrección en Am érica tra­tamos aquí.

E n cuanto á inteligencia, la del pueblo es­pañol fué atro fiad a por una especie de muti­lación, con cauterio á fu e g o ; como lo ha estab lecido ya fuera de duda el estudio de la anatom ía com parada, un m úsculo no usa­do por sig lo s, com o el que permite á los anim ales m over la p iel, y que existe en el hombre pero sin acción, queda atrofiado por falta p rolongad a de uso. A sí á los animales dom ésticos, al perro, al gato, al conejo se les han caído, las orejas á fuerza de no tenerlas atentas á los ruidos, á causa de que nada temen al lado del hombre.

U na inteligencia que se e jercita agranda el órgano« de que se sirve, com o se robus­tece el buey á fuerza de tira r el arado. He­mos v isto que el parisiense de hoy tiene el cerebro más gran de que el del s iglo XII. E s de creer que el del E sp añ ol no haya crecido más que en el s ig lo X V , antes que com enzase á obrar la Inquisición. E s de te­m er que el puebloi cr io llo am ericano en ge­neral lo' ten ga m ás reducido que los es­pañoles peninsulares á causa de la mezcla

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con razas que lo tienen conocidam ente más pequeño que las razas europeas, Lord W e- llington señalaba esta diferencia de aptitud mediana entre el paisanaje con que estuvo en contacto en la guerra de 'la península, y los ingleses.

La masa de los pueblos europeos era en ­tonces enormemente ignorante ; y no obstante que la Reforma, abrió escuelas para hacer leer, se ha conservado en el mismo estado hasta ahora poco en algunos puntos. E n América se conservan Perú, B olivia , E c u a ­dor y México, en peor atraso, á causa de la gran masa de indígenas tan ignorantes como la Europa de entonces.

Los indios 110 piensan porque no están preparados para ello, y los blancos españoles habían perdida el hábito de e jercita r el c e ­rebro como órgano, salvo en el clero secular y regular que era num eroso; y en la clase de abogados, única profesión laica, y único saber, el derecho«.

Peor sucedía en Jo que respecta al g o ­bierno.

Se llega hoy hasta atribuir á la raza sa ­jona una aptitud especial para e l gobiern o libre, que se complacen en n egarle á la latina. A más de tener su cuna en A tenas la libertad democrática y la p atricia en R o ­ma, con Venecia, y después en las brillantes, tumultuarias, comerciales é industriosas rep ú­blicas italianas, va m ostrándose practicable, en Francia á fuerza de caídas y de golp es.

Es claro que siete siglos de libertad g a ­rantida á la Inglaterra por sus Cartas, y dos ó tres siglos de luchas y de vistorias para conservarla, han debido hacer hereditaria en aquella raza, como el tipo d e la letra in­glesa, la aptitud para el gobierno libre, el selí government. Pero la libertad moderna es un mecanismo de instituciones, un a rte ; y ese arte se aprende y lo están aprendiendo todos los pueblos modernos, la Italia, la España, el Austria, la B élgica , etc.

Léese en los tratados de ge o g ra fía des­criptiva que hay de par le m onde tres fo r ­mas de gobierno, monárquico, aristocrático y republicano, con su variantes y cruzas, c o ­mo hay tres razas principales, la blanca, la cobriza y la negra, y tres zonas, una caliente, otra templada y o tra fría , aunque estas últimas estén divididas.

Bien se están estas clasificaciones en los tratados de geografía. Podíannos añadirle otra trilogía de estados sociales, tales com o s a l­vaje, contando el hombre para viv ir con los productos espontáneos de La naturaleza, el pastoreo, enseguida la agricu ltu ra que hace nacer las artes y el comercio.

Estas definiciones, como las adaptaciones sociológicas del gobierno á los pueblos, se­gún su grado' de desenvolm iento ó co n d i­ciones de existencia, han de tenerse e,n, cuenta para ir á los orígenes del gobierno, y s e ­guir sus progresos, en e l seno de las na­ciones, ó al través de los siglos. A hora, n os­otros tenemos otras bases de criterio, y s o n ; que estamos á fines del siglo X IX , y en un extremo de A m érica; que los que gobernam os procedemos de una raza europea, cristiana, civilizada; que liemos acumulado riquezas los unos, ciencia los otros, y tenemos desenvuelto por el ejercicio el sentimiento de la dignidad y de la libertad personal, como la aspiración al engrandecimiento', gloria y riqueza de la

sociedad de que form am os parte. E stas con ­diciones especiales en que se halla a fortu n a­dam ente la p arte más influyente de la so ­ciedad, no pueden ser m odificad as por la in corporación en ella, d e razas inferiores, en cualquier ostensión que sea, ó de extran jero s que no' se asocian a l todo, para darnos un go b iern o m ixto entre blanco, n egro é. indio, m estizo, zam bo ó m ulato, según resulte de la am algam a social de abyectos, de exaltados ó indiferentes, de bárbaros, de indiferentes y de ilustrados, de libres, de libertos y esclavos al fin, porque de eso tratan las form as de gobiern o.

D e ahí era que T arq u in o deseaba cortar las cabezas de las am apolas que sobresalían en el prado, porque, en efecto, e l gobiern o se constituye 110 sobre la base, com o quería R obesp ierre, e l pueblo, sino sobre las em i­nencias, como- lo requiere la índole de la sociedad que no es de hoy, sino de a y e r y boy, para proveer por la tradición, Ja ciencia y el poder de la sociedad de mañana. Luego hay un gobiern o de nuestro sig lo , de nuestra A m érica, y de nuestra rep ública que habre­mos de d e ja r en claro en estas páginas, si han de ser de a lgu n a utilidad.

Som os anim ales greg ario s, y el hom bre 110 puede ser considerado com o un ser individual, sino colectivam ente con sus padres que lo ligan á Lo pasado, con sus h ijo s que le obligan á p roveer a l porvenir. Ni aun la unidad por fam ilias le conviene, porque nunca vive fuera de la tribu donde están sus p a­rientes, ó del m unicipio cuando vive en c iu ­dades. E l municipio' es, pues, la unidad social.

E l O riente no ha dejado form as de g o ­bierno' á la im itación de la posteridad, p e­reciendo los im perios .acum ulados por la g u e ­rra, precisam ente porque no tenían in stitu ­ciones para la paz. C uando la E uropa se reconoció á sí misma., se encon tró cón que todo el m ediodía, la G recia, la Italia, la Francia, la Suiza, la B é lg ica estaba poblado por centenares de pequeños E stad o s inde­pendientes, casi todos con un mismo gobierno, e l de un Senado, es decir, los ancianos re ­unidos para deliberar sobre la cosa común.

E l E je cu tiv o es necesario para la gu erra ; pero' en la paz no era tan esencial. Un Senado con quistó el mundo conocido, y creó el im perio rom ano. Un Senado ha salvado las instituciones, las arles antiguas y la co n ­tinuidad humana durante catorce sig lo s que se m antuvo p or la energía de este resorte de go b iern o en Venecia. Siete sig lo s ha subsis­tido el Senado de In glaterra , hasta hoy que aun no, pierde un áp ice de su fuerza orgánica ; de m anera que tres senados h'-in gobern ado el m undo civ ilizado, ó han civ ilizad o e l mundo durante dos m il quinientos años sin in terru p ­ción, cualesquiera que hayan sido' las v ic i­situdes de los pueblos.

E l Senado de las ciudades acaba por ser institución de gobiern o, con un cierto nú- fuero de fam ilias, que am ayorazgan las rique­zas acum uladas, y legan á sus h ijos con la d ignidad senatorial la riqueza .para perpetuar el saber ya hereditario' por la experiencia. E ntre los rom anos la ciencia del derecho y la de los augu rios se transm itía en las fa ­m ilias patricias.

A ristó te les habla de ciento cuarenta co n s­tituciones de estados g rieg o s contem poráneos.

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B a sta echar la vista sobre el m apa de la G recia para ju zgar de la verdad del hecho. Com pórtenlo islas p ro m o n to rio s, penínsulas, y tierra firm e, sabdividida p or montarlas. A tenas se jactó de tener mil ciudades a lia ­das ó som etidas, á las que no daba su g o ­bierno:; y la G recia pereció por no poder re­unir sus mil m unicipios - naciones en un cuerpo de E stad o . Las ligas E to lia y A quealo ensayaron con buen éxito, pero dem asiado tarde, para resistir á los rom anos, aquellos im placables amalgam aciones de naciones.

Pero com o no es nuestra función en- A m é­rica ni conquistar ni am algam ar pueblos, no nos detendrem os en el exam en de la in sti­tución senatorial para señalar com o un m e­teoro- brillante, com o una h o ja de acero b ru ­ñido que vem os ilum inarse á lo le jo s con luz eléctrica , deslum brarnos y desaparecer, la D em ocracia de A te n a s !

El pueblo., gobern ad o en C ab ild o ab ierto de E n ero á E n ero, d ir ig id o por sus o ra ­dores, y .adoptadas las proposiciones á m a­yoría de votos, sobre seis á ocho m il m iem ­bro« que hacían quorum sobre un C ongreso de veinte mil ciudadanías I

•Sin embard'Oi M. Freem an, que ha estu­diado m ucho las instituciones g r ieg a s para ilustrar lo« orígen es del gobiern o federal, nos .asegura que el pueblo ateniense en ma­sa, estaba m ás e je rcita d o en la p o lítica de su p aís y de su tiem po que los D ip utados que por lo general mandan los electores ingleses á la s C ám aras de l-o« Com unes, donde per- manocen siete años, tiem po dem asiado corto, según L ord G rey, muy versad o en el juego de la constitución inglesa. E s de presum ir que los ciudadanos de una pequeña ciudad com o A tenas, reunidos durante m edio s ig lo de vid a de ca d a uno, los trescientos días del año, oyendo hablar sucesivam ente á .A rís tid es . M ilciades, Sócrates, Platón, Zemim, A lcib ia- des, Pericles, Dcm óstenes, aprendiesen de ellos á gobern ar el país ó conociesen sus intereses. E l hecho es que A tenas llegó al pináculo de la gran deza humana en g lo ria , en be llas artes, en com ercio y en esp len d o r; todo en poco más de tres sig lo s, el tiem ­p o que va de la conquista española en A m é­rica de que quedan fam ilias todavía.

T a l fué el resultado de la D em ocracia pura de Atenas. Ha d e jad o el Partenon, y la batalla de M aratón, las b e lla s artes que h a ­cen hasta hoy la g lo ria , la asp iración y la desesperación de nuestro s ig lo ; pero que pereció víctim a de sus excesos de voluntad por agotam iento de fuerzas. N o adm itía e x ­tranjeros en su asociación y el pueblo le ­g is la d o r era tribun al para adm inistrar ju s­ticia, y era el e jé rc ito que hacía la guerra declarada en el A go ra ó el Pnix por a c la ­mación.

E n la gu erra del Pelo.por.eso, provocada por celos y rivalidades de E sp arta , la suerte de las arm as no les fué favo rab le á los atenienses; mandaron nuevos e jército s, fu e­ron derrotad o s; hasta que com o á N apoleón en W ater Lo-o que, perdido e l juicio, mandó quinientos hom bres de escolta , como últim o contingente en a u x ilio d e los ochenta mil que se había tragado el abism o, así A tenas m andó sus últim os ciudadanos, quedando sólo una rep ública de niños y m ujeres, de que dió cuenta S y lla antes que acabaran de crecer.

A q u ello s m odelos no fueron del todo p er­

didos para los pueblos de raza latina. «Cuan­do se echa una mirada retrospectiva sobre la g lo rio sa época de las R epú blicas italianas de Florencia, Pisa, G enova, Venecia, la ima­ginación se pierde en el asom bro que excita el poder e jercid o por aquellas pequeñas re­p ú b licas: de su intenso’ am or á la libertad, cuando el resto- de la humanidad estaba su­mida en com parativa esclavitud , y de sus g lo rio so s monumentos en literatura y en ar­tes, en un período' cuando el resto de la E uropa estaba sumida en la barbarie de la edad ¡media. Pero un enem igo existía en su seno, y el m ism o p rin cipio que había la­brado la destrucción de las repúblicas grie­ga s tra jo su destrucción. La unión no existía y se destruyeron unas á otras.»

E l país que fué G recia, hasta las ligas E to lia y A caia esclavo de los romanos por agotam iento', educa á sus am os y nos lega con e llo s las b e llas artes el ideal de 'a gran deza humana y la libertad del pensa­miento., inculcando su filo so fía estoica á Mar­co A urelio, que vió nacer el cristianism o con doctrin a más perfecta. l ia puesto desde en­tonces quince sig lo s en am ansar bárbaros hasta el Renacim iento en que termina lo re lig io so de su reinado exclusivo.

Desde 1400 prin cipia el mundo Occidental europeo á recuperar los elem entos griegos, o lvidados á causa de la separación de las Ig lesias ortodoxa, y católica, con los libros de lo« .antiguos que habían salvado los mo­dernos g rieg o s, y las bellas arles que em­pezaron á cu ltivarse en Italia pasando del m odelo bizantino de San M arcos, al greco­rromano de San Pedro.

Veam os ahora el estado del saber humano á la víspera del Renacim iento.

L a enseñanza es teocrática, para sacerdo­tes so lo d ada en la C atedral por el Canó­nigo M aestro E scuela, por los m aestros do- ristas en los conventos ,y de palabra para los catecúm enos en el Presbiterio .

N o hay c la se m edia, no hay burgueses sino reyes, nobles, obispos y frailes, con plebes, siervos y esclavos, á gu isa de ganado.

Para hacer las C ruzadas, la Ig lesia vende entradas a l cie lo , los R eyes otorgan Cartas á las ciudades, y lo« Barones autoridades m unicipales, á las v illa s y aldeas al pie de su c a s tillo feu dal. A sí comienza, á causa del desastre de. las Cruzadas ,1a época mo­derna y se recupera la libertad humana..

H e ahí un cuadro. á gran des rasgos, indi­cando la sucesión de las ideas por la fecha de los acontecim ientos.

A ño T330.— Las C ruzadas.— Fin de la épo­ca re lig io sa .— Un descendiente de los Cru­zados canta la I liada del cristianism o, subli­me poem a épico de las alucinaciones y de las p esad illas del creyente, Dante A ligh ieri, autor de la D ivina Com edia. A hí acaba el mundo antiguo.

1400.— E l Renacimiento..— La .Pólvora.— En la bata lla de Crecy habían ya hecho es­trago« en hom bres y caballos las primeras bom bardas que con gran de estremecimiento arro jaban con fuego balas de hierro. Cas­tillo« y corazas dejan de proteger á Barones y Caballero«. L a gu erra será p lebeya y la inteligencia dará la victoria.

Destrucción de las noblezas, por inútiles, v aparición de la dem ocracia por el trabajo libre.

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1400.— La Im prenta.— Inventa G uten berg los tipos y se reproducen por m illares los libros. X o puede haber interpretación a cep ­tada umversalmente, desde que cada uno le ­yendo y confrontando los textos, .es su p ro ­pio intérprete.

Emancipación d e l pensamiento.Educación común universal para que to ­

dos puedan leer lo escrito.Cesa e l Presbítero d e enseñar en las es- '

cuelas de las Catedrales .— La instrucción se hace laica.

1463.— .'Go.pérnico.— Pertu rba y d isloca la astronomía tradicional , adoptada canón ica­mente. Pone la tierra entre Los p lanetas, y deciende la. luna á satélite ,co.mo uno de tan ­tos que jiran en rededor de los siete re s­tantes.

La mano de D ios y los firm am entos están demás para sostener cada sol y cada planeta. Entran en funciones la s matemáticas y la atracción universal.

Las ciencias y lo s m aestros dejan de ser religiosos.

1494.— V asco de Gam a, C olón, ..M agalla­nes.— Completan la geo grafía , verifican d o la ya sospechada redondes del globo.

E l teatro de la historia humana sale del Mediterráneo' al A tlá n tico ,cuya navegación, costas, archipiélagos y razas nuevas, abren infinitos horizontes.

E l sacerdote pierde, de su preem inencia, baja á ser .capellán (le buque ó de e jercito , predicador del E van gelio á los salvajes, pero no director de la nueva sociedad que es esencialmente laica en descubridores y p o b la ­dores.

Conocido e l mundo, e l braminismo, e l ju ­daismo y la idolatría , entran en e l número de las religiones. H ay A n típ odas, no hay- ciclo religioso.

1493-— A lejan d ro V I .— Un papa B o rg ia , so­brino de otro B orgia, padre de C ésar B o r­gia y de Lucrecia con quien vive en con cu­binato en el V aticano, son los m onstruos casi apocalípticos de depravación, la más horrible que haya avergon zado la especie.

El espíritu m oral del cristianism o, d e jan ­do de dar im pulso y fines á la sociedad, empieza á descom ponerse, entregánd ose re ­yes ,príncipes y papas, á los más espantosos desórdenes. Se rep rodujeron en Rom a las Mesalinas del antiguo im perio y en Ita lia las envenenadoras de profesión. E sc mismo papa descreído, favorece en estatuas, tem ­plos y pinturas la resurrección del arte g r ie ­go, que R afael y M iguel A n g el reviven en adelante.

Un siglo hacia, Dar.tc, el inspirado bardo , de la epopeya cristiana, había p ro fetizado como Isaías, que Dios aban donaría á su pue­blo, por los pecados de sus p asto res:

«K giunta la spa-da» Col p asto ra le ; e l ’una e l ’a ltr a insieme» Por viva forza mal consiene che vada» Di oggim ai che la chiesa d i Rom a» Per coíifoiídcre i dúo reggim enti,» Cada nel fango . . . . . .

1483.— M artín L u te m — E scandalizado, p o r los horrores de la Prostituta, com o le llam a­ran en adelanta á la Roana de los B orgias, y haciéndose eco de los pueblos estru jad o s y esquilmados con. un sistem a de venta de p e r­

dones de todos los crím enes en indulgencias, que dieron los 200 m illones de fuertes que co stó San Pedro, abre la época del examen de los antecedentes y títu los de esas creencias, que perm iten tanto desorden. Sin A lejan d ro no hay Lutero.

L a reform a sólo pide más cristianism o, más m oral, m ás pureza, menos m isterios, menos autoridad y jerarquía religiosa.

Nace la crítica histórica.i 560.— R eacción p o lítica .— ¡M aquiavelo.—

Con el rescate de las comunas, con las so­ciedades de fabrican tes de paños de F lo ­rencia, con .el com ercio de los venecianos, con La libertad política m erced á la im prenta y Jas con troversias m uchas rep úblicas han sa ­boreado La libertad. M aquiavelo, un profundo sabio-, inspirándose en la inm oralidad reinante de su época, escribe, a l uso- de príncipes y aventúrenos, el a rte dé usurpar la autoridad y a h erro ja r á los pueblos. M aquiavelo ha dejado un substan tivo: M aquiavelism o , y m u­chos pueblos son libres sin em bargo.156 5.— R eacción re lig io sa.— E l cism a que las p redicaciones de Lutero producía en la. Ig le ­sia y secularización que con la im prenta y los nuevos rumbos abiertos á la vida venía operándose, s u g ir ió á un capitán de m ilicia, herido en un sitio y retirado, o rgan izar un e jé rc ito de sabios y p o lítico s sagaces, b ajo una discip lin a per inde at cadaver; oom cuyo auxilio., dice E m ilio Souvestre, el capitán L e­yó la , «se propuso ce rra r le el paso á la hu­m anidad en m archa: á la razón que em pezaba á afirm arse, opuso la c ie g a obediencia, á las ideas de libre examen, de discusión y de gobiern o libre b a jo el im perio de las leyes, oipuso la m onarquía absoluta y el ¡derecho divino.

»En la obra que proyectaba, in trodujo sus ideas de s o ld a d o ; y la O rden cuyas bases ochó, fué por él considerada siempre, como su e jército , el e jército de C risto. De a llí proviene aquel p recep to de obediencia a b ­soluta y ciega, que es el p rin cipal funda­m ento del jesuitismo.»

E l jesuitism o com o táctica m oral, p ro cla ­mó por -.jfiedio' de sus teó lo go s casuistas, este p rin cip io : E l fin justifica lo s m edios.

E n sayó la colonización en el P araguay, b a jo el gobiern o teocrático de. la edad media, que se propuso restaurar.

E d ifica b a sobre arena. He visto unos n a ­ran ja les donde fueron las M isiones. Ha de­jad o una palabra en las lenguas,: Jesuitism o.

D ejó tam bién una obra m onumental en la literatura m oderna: Las Cartas Provinciales de P ascua l, que son el origen de la Revista, crítica literaria moderna.

T o d a v ía luchan lo« jesuítas por restaurar el mur.-doi .anterior á C opérnico y Colón, que ensancharon los lím ites del cielo, de la tie ­rra. y de la inteligencia. Darvvin, A ga ssiz , G ould. Burm eister, siguen, á nuestra vista, ensanchando más y más aquellos lím ites h a ­cia las profundidades de la tierra con g e o ­logía . y de la historia, fo n la del hom bre primitivo..

156 1.— Lord Bacon, introduce en la f ilo ­sofía el sistem a deductivo experim ental, como base y m étodo del razonam iento, aban dona­do' la m etafísica, que quería deducir la v e r­dad de textos ó axiom as por m edio del s ilo ­gism o. E ste m étodo lo llam ó con el p re­sentim iento del genio, el órgano nuevo, tra ­

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zando casi todo el cuadro que han recorrido las ciencias m odernas.

L a teo lo g ía desapareció d e las aulas c o t í el sutil Juan S co tt y el dom inico A quino, y A ristó te les el peripato*.

1561.— G al i leo G alile i, anide las o scilad o - del péndulo y a p lica a l c ie lo el telescopio.

A cusad o de h e re jía científica, pidió á los buenos padres que le indicasen la mentira más del superior a gra d o del Papa U rb a ­no V I I I y lo dejasen de fastid iar, siguiendo sus experim en tas á setenta años de sus edad.

Su prisión, su persecución y su re tra cta ­ción solemne, han enriquecido á la historia hum ana con una de esas p rotestas ven gadoras que han salvad o al m undo:

e pur si mu o v e !Y continúa m oviéndose hasta ahora, como

no se paró el Sol para ver pelear á unos beduinos pilarás, por haber dem ostrado el sab io hebraísta O b isp o de C olenzo que es un sim ple erro r de traducción e l que tom ando la luna en conjunción que continuaba a lu m ­brando por e l Sol mismo, dió lugar á su­poner á D ios, á m erced de cuanto aven tu ­rero' acau dilla descam isados, com o eran los que mandaba Josué, históricam ente hablando.

1860.— P a lissy el A lfa re ro , si fuese co sib le ver com a en un cerebro humano se están deponiendo, sin que el paciente lo sospeche, las ideas que flotan inform es en la a tm ó s­fera corno el p olvo y los átom os que vem os relucir en un ra yo de sol, y se encuentran más tarde depositados en corn isas y alcobas, habrías« visto- en el alm a de un a lfarero , pintor, vid riero , m ensurero y después fa b r i­cante de porcelana, estuario y n aturalista, el p rin cip io de la edad m oderna siendo un p a i­sano. e l prim ero en seguir e l cam ino trazado p or B.acon par a lle g a r á la ciencia, con o b ­serva rlo todo, reco ger todo, ensayar todo '"cuatrocientas substancias para b arn izar la loza hasta que halló e l p lom o), y ser el p rim ero en sospechar que en toda la n atu ­raleza había un. cierto' orden y dependencia. C on tra todos los sabios á quienes m ostraba huesos fósiles él solo con testaba que eran reales y verd aderos huesos de anim ales no conocidos, gigan tesco s, pero que habían e x is­tid o en las m am as debajo de París.

P alissy reunió el prim er museoi de todas las co sas raras, m inerales, p lan tas, substan ­cias. sales, cu rio sid ad e s; y fué el prim ero que dió Conferencias públicas, con la p a r­ticu laridad que él reunía á líos sabios para que le enseñasen á él, ú o ír le s decir d isp a ­rates autorizados por la alquim ia, la astrolo- g ía y la teo logía , que aun subsiste.

E p o ca cien tífica y artística , con el cuadro sinóp tico del s ig lo X V , la hum anidad, sin su go b iern o y civ ilización re lig io sa com o an ­tes ,vuelve poco á recuperar el elem ento legal romano, en sus C ó d ig o s razonados y a rm ó ­nicos de leyes: con las Constituciones, el sistem a represen tativo de los a n g lo sa jo n e s; y co.n e l cu ltivo de las b e lla s artes, la literatura, la pintura, la estatu aria y la arquitectu ra grieg a .

T o d a esta herencia de la especie, la a rru i­nó en E spaña la Inquisición. Y a era m u­cho recibir en su seno A los árabes d esp ro ­v isto s de toda noción de gobiern o, pues con los Judíos por odio teo ló gico procedió c o ­mo la raza blanca ha procedido en esta A m érica con la negra por incom patibilidad

de humor. ¿Q u é es al fin lo que ¡os in­g le ses asegu ran en la M agna C arta ? Fuera de la representación en Parlam ento, todo la demás lo* tenían establecido los rom anos; las garan tías d e l juicio, la representación de testigos, la defensa. Cicerón es todo el sistem a p o lítico y civ il, en su oración contra V erres, en sus aren gas del fo ro en defensa de sus clientes.

¿Q ué es lo que nuestras constituciones de­claran en su fo ja de derechos y garan tías ? ¿ Sabéis lo* que aseguran ?

L o que la Inquisición negó durante tres sig lo s de ho rrib le, im placable práctica, el derecho del .acusado de reconocer la acusa­ción y testigo s p ara recusar los inhábiles y p a rc ia le s; el derecho de defensa pública, can recusación de juez, sin com isiones esp e­ciales com o a q u ella de verdugos que se lla ­m aba Inquisición. Beccaria había lo grad o h u ­m anizar los castigos, m edirlos al tam año del delitoi, y toda la E uropa abolió el torm ento y los sup licios crueles. L a Inquisición le­ga lizó . cristianizó, h izo cató lica la práctica de los antiguos pueblos, o lvidada hace tres mil años de sacrificar hom bres á sus d ioses; tom ando de los an tro p ó fag os el asarlos, y presentar la cocina en h orrib le festín a l pue­b lo devoto.

E ste es el gran crim en de la Inquisición y d e l s ig lo que la favoreció é inspiró, pues que Torquem ada se llam a tainbién Inocencio, B e n e d icto .. . I E l crim en está en haber des­tru ido en la p ráctica diaria, y e n el sentim ien­to íntim o, la noción d e l derecho, la seguridad de la vid a ante las leyes, la conciencia de la justicia, los lím ites d e l poder público. E l E sp añ o l y con más razón el Am ericano del Sud, nacen enervados por este a tro fia - miento* de las facultades de gobiern o ya adquiridas por la raza humana. N o estando determ inados por una ley, ó un C ód igo los delitos del pensam iento, que no tienen form a com o las acciones, el español y el am eri­cano vivían b a jo la aprensión de exponerse A dilinquir pensando. Descartes, por la mis­ma. aprensión, quemó uno de sus libros in é­ditos, cuando* supo la condenación de C a ­li leo.

Felizm ente que cuando* nosotros nacíam os en América, en el s ig lo X V II , aspirando el humo de la hoguera mantenida sin apagarla , com o los volcanes que no están en actividad p era aun no estintos, unos colonos que lle ­gaban á este continente por el otro extremo, traían cocno bandera la D eclaración de los D erechos del H om bre y el H abeas Corpus que cuestiona la facu ltad de apoderarse de las person as; y con el tiem po, a y ! con los s :- g lo s había de llegarn os e l correctivo , y el m ovim iento de los órgan os del pensam iento p aralizados y debilitados.

E s dignoi de examen el modo de obrar de aque 1 n arcótico y la cantidad en que lo fueron adm inistrando el o rgu llo , la ignorancia y la estupidez que suceden siem pre al fana­tismo y á las tiranías.

De V ire s en una carta á E rastre» datada de 1534, d ecía: «vivimos en tiem pos muy m alos en que ni hablar ni ca llar es posible sin peligro.» «En los cuarenta y tres años de las adm inistraciones de los cuatro prim e­ros inquisidores gen erales que terminan en 1524, entregaron á las llam as diez y ocho n i! seres humanos, é im pusieron castigos me-

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rwrcs á doscientas mil personas con diversos grados de severidad.

Cinco mil personas por año, en tiem pos en que el saber leer era escaso:, han debido compreder la m ayor p arte de la gente in s­truida y principalm ente los judíos.

Las riquezas que habían acum ulado por el comercio y la usura los judíos en Sspaña, tentaron la. codicia de los reyes, privando á la nación con la expulsión en m asa y los suplicios del nervio y la in teligencia del co ­mercio', como s: de Buenos A ires se exp u lsa­ran ahora á los com erciantes y banqueros de raza inglesa. P ero doscientos mil individuos molestados por la inquisición y citad os ante su tribuna para responder á ca rg o * de delito del pensamiento, b a jo procedim ientos te rro ­ríficos y sin los medios ni el derecho Je defensa, han herido en una sola generación, que abraza 33 años, el pensam iento v el alma de doscientos mil individuos, tiem po suficiente y número bastante con siderable p a ­ra dejar paralizada en una nación entera, como función orgán ica la acción del ce re ­bro. Nadie volvió á pensar más en E sp añ a hasta hace menos de un siglo.

«La experiencia enseña, había dicho el Cardenal Bellarm ino, que no hay otro rem e­dio para el mal, que dar m uerte á lo.s h e ­rejes, porque la Ig les ia había procedido g r a ­dualmente y ensayado todo rem edio. A l p rin ­cipio se había contentado sim plem ente con excom ulgarlos; después añadió una m ulta, enseguida los desterró, y finalm ente se vió forzada á ¡matarlos.» ( B elyrm ini de Lacis. Libro III L. 21).

Existe el inventario de la nación que con este último rem edio sofocaron cuando era grande y próspera é iba recién á recibir su herencia en la Am érica.

«En la época en que aparecía la R eform a en el resto de E uropa, la España era la primera entre las n acio n es; y solo com pa­rando su pasado con su presente estado, descubrimos cuanto ha p erd id o ; y esta p é r­dida es debida, sino enteram ente al menos en parte, á Los medios de imponer su fe religiosa. Jamás hubo nación a lgu n a tan com ­pletamente bajo el poder de la influencia de la Inquisición como E spaña. Presentaba un cuadro brillante en el s ig lo X I V porque la conquista de Am érica la había elevado a l p i­náculo de la riqueza y la p rosperidad. M ien ­tras la nobleza se entregaba ii la profesión de las armas, las otras clases enriquecían su país con el trabajo asiduo. Por todas partes la irrigación, los canales y los estanques, d is­tribuían el agua sobre las m ás rem otas y más desiertas tierras. La agricu ltu ra era e s ­pecialmente honrada, la industria y e l c o ­mercio aumentaban la p rosperidad gen eral. El desarrollo del com ercio era igual al de la industria. Un m inistro de F elip e II a se ­guró, en una asam ble de las C ortes, que en la feria de Medina del Cam po, en 1563, se habían hecho negocios por la suma de, ciento y treinta y dos m illones quinientos mil fu e r­tes. Una multitud de buques de com ercio se hacían á la vela todos los años de varios puertos, llevando á Italia, A sia Menor, A fr ica y las Indias O rientales, el producto de la industria hacional. La escultura, la a rq u i­tectura, la pintura y la música b rillaban como en su elemento. El drama, la poesía lírica, y épica y la historia hallaron dign os in tér­

pretes en nom bres que vivirán por siempre. L os p alacios de los em bajadores de España en países extrajeron eran el centro de la más elegan te sociedad, la moda venía de E spaña y la len gua española era la lengua de la d iplom acia. Francia, Italia, Inglaterra., y A le ­mania enviaban su juventud á M adrid, á a d ­quirir m odales castellan os y política.»

«Hacia, el fin del s ig lo X V , la E spaña, v icto riosa sobre los m oros, fué el d escubri­dor y el dueño del nuevo mundo, i Q ué P re ­sente .más m agnífico'I ¡Q ué Futuro más g lo ­rio so ! T o d o s los pueblos la m iraban como la prim era entre las naciones, los soberanos tem blaban ante su poder.)

Proceso del poeta Villegas

¿ C ó m o ha podido producirse tan terrib le detandencia, sino es poniendo cortapisas al e jercic io de la. in te ligen cia de una nación, m ientras que las otras, con el renacim iento, abrían una nueva era á las ciencias ?

Tenem os un juicio de la Inquisición de L ogro ñ o , seguido á un literato humanista, V i ­lleg as, que nos dá un m odelo de la manera de proceder para producir, sin p roponérselo aquel triste resultado. La lucha de las ideas tiene un cierto, carácter de grandeza, por la gran deza del asunto. F ija r si el sol da vieltas en torn o de la tierra, inm óvil, ó si ésta da vu eltas en torno del sol pue- den a carrear sin duda terrib les controversias, entre Los que siguen la tradición ó las re ­velaciones de la ciencia. Pero cuando en una nación com o E spañ a nadie aventura una proposición mal so n an te ; cuando todos están convencidos de ciertas verdades re lig io sas, y n inguno acepta querer ponerlas en. duda, es horrib le la .acción del Santo O ficio, am e­nazando: con sus suplicios de aterrante p re s­tigio , por m eras opiniones de d etalle, en la con versacióon , sin escrib ir n.i predicar, por denuncia de los propios am igos y deu­dos, y para expresar la inocencia ó futilidad del ca rg o , declararlo de lev i a l acusado y el levi n egado .com porta, sin em bargo, tres sentencias de tribunales, m ás rigurosa la ú l­tim a que las prim eras sobre puntos que hoy ca tó lico n inguno sostiene, ni la iglesia p re­tende ser m aterias de fe, pero' que m uestran como no se p odía entonces pensar, nñ ha­blar sobre nada, que diera lugar ;í em itir o p i­nión, coimo lo verá el lector en e l E xtracto d el proceso inquisitorial form ado a! poeta espa­ñol don Esteban M. de V illega s.

E l m anuseritoi encontrado en Sim ancas porA. C ánovas del C astillo , que estudia a ctu al­mente estos p ro ceso s; tiene por títu lo : C on ­se jo Suprem o d e la In quisición , L. núm. 5.61. y fo lios desde e l 283 a l 320.— Relación de los m éritos de la causa de don Esteban M anuel d e V illega s , vecino de la ciudad de N ájera y natural de la villa d e. Matute.

V ille g a s ivo dejó un renglón escrito sobre teo lo gía , filo so fía ó ninguna otra co sa que que no sean versos y traducciones del latín en que era muy versado. Los nom bres de sus obras según el autor que seguim os en este re- /ato, son: La D elicia , las Poesías E róticas, y una traducción de la Consolación de Boecio. T ien e adem ás unas disertaciones latinas. Tú- vosele, pues, por un gran humanista y gran poeta, 1:0 dando m uestras de más con oci­m ientos que el de la gram ática latina, y

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de algún teó lo go com o Scot, á quien se com para, y estim a en mc:tos. Sospechaban a l ­gunos que sabía a lg o del g r ie g o por haber introducido las anacreónticas, pero sin otras m uestras de poseerlo. N acido en [589 y m uerto en 1669-, era de saberse si conocía lenguas vivas que poco se usaban, en los escritos teológicos, sobre todo, y si llegaba á su residencia el rum or siquiera de la co n ­troversia y gu erras suscitadas en el rosto de E u ro p a por la R eform a.

D esde niño se había m ostrado buen poeta y estrem ado humanista, com o docto crítico y hasta jurídico- después, pero nada de cosas que á relig ión ó á infierno oliesen.

Los m éritos de la causa son nada m enos que veinte y dos, esp ecificados en otros tan ­tos ca p ítu lo s d istin to s; amen de otros q u i­

se agrega ro n en la segunda instain/cia. T r a ­tarem os de los dos prim eros por separado.— «(.o H aber dicho (en conversación eai c u a l­quier tiem po y ocasión) que el libre a lb e ­drío' no lo había dado D ios a l hom bre, para

obrar m al, sino para obrar bien.»— 2.« De haber dicho, igualm ente que el hom bre ponía el libre albedrío, para lo m alo y no p ara lo bueno.» E sta form idable cuestión ha hecho' devanarse los sesos á San A gu stín , que re ­conociendo que D ios por su presencia conoce de antem ano n uestras vidas, sostuvo la idea de la predestinación con que nacemos para el c ie lo ó p ara el infierno, llam ando g r a ­cia á este perdón de faltas que no- liemos com etido todavía, pues obra antes de nacer. San P a b lo negaba la eficacia do las obras p ara la salvación, contra los de Jerusalen, (San Pedro y S an tiago ) que sostenían que con el cristiano .continuaban la circuncisión y las obras del cu lto .

L a causa le fue prom ovida a l fin de sus días, á V ille g a s á lo s . 66 años, com o á los 76 era molestado- G alileo á cau sa de dem os­traciones m atem áticas. La acusación, proceso y sentencia de V illeg a s , son más instructivas que los de un hcresiarca, ó los de una bruja. V ersan sobre co sas que han dicho en disputas, ó le han oído diez y ocho testigo s v a r o ­nes; y cierto, que en tan larga vida, h a ­b lador, vano y petulante com o lo describen, mucho h ab ía de decir, y é l no niega, de las muchas vu lgaridades y conceptos que le incriminan. D.on Vicente de los R ío s. que. encabeza los -escritos de V ille g a s con una b io grafía , no estando en este antecedente de la Inquisición, pues que el m anuscrito de la causa se ha encontrado después «ni en en sus odas ni en sus cantilen as, ni en sus m onostrophes, ni en sus .elegías por más que busca sus libertades juveniles, ó g a la n ­terías del arte, ni en sus traducciones m is­mas ,co.n tenerlas muy ariesgadas, no había apercibido nunca señal a lgu n a de que fuese V ille g a s hom bre para dar cu idado á los cen ­sores del Santo Oficio.»

La inquisición en las colonias

Con este b a g a je de ideas y preocupaciones han. emigrado- á A m érica nuestros padres, d u ­rante dos s ig lo s consecutivos, 110 debiendo o lvidarse que no entraban á estas colonias ex­tran jeros de otras nacionalidades, que por la raza -corno los sajones, ó por el sen ti­miento ya adquirido del derecho, de la l i ­bertad personal, ó por las ideas difundidas en el resto de la E uropa, con las co n tro ­

versias relig io sas, ó los descubrim ientos de las ciencias, introdujesen a lgu n a m odifica­ción científica, filo só fica ó política.

T o d a la raza española ignoraba, entonces el in glés, por odios religiosos, como no ha­bía sino tres españoles en 1849 que supiesen, p or las mismas causas, hebreo ó árabe. Fei- ¡00 es el prim er español que em pieza, en su Teatro critico , á d ifun dir ideas nuevas so­bre asunto« que 1:0 sean los que agitaba V ille g a s , á sab er: si era buen mozo- Jesu­cristo-, y las veinte fru slerías de que es acu­sado.

La educación dada en A m érica se resintió de la jnism a insulsez -é ignorancia, porque tal es el objeto, de e lla , enseñar á ignorar científicam ente la verdad verdadera de las cosas, y no la verdad deducida de textos y tradiciones.

E n tre lo.s agravio s que m otivaron las D e­claraciones -de Independencia, fig u ra en pri­m era línea la m ezquindad de la instrucción dada en A m érica, cual si fuera designio, calcu­lado de la p o lítica co lo n ia l; y los documentos que lo. prueban abundan por toda America. Ün.o.s cuantos citarem os, para deducir en ade­lante sus consecuencias.

En la U n iversidad de B o go tá se tramitó este asunto ?

Santa Fe, Abril 9 de 17 9 6 .

Vista d e l F isca l D irector de E studios.

«E xcelentísim o señor,: E l F isca l de su M a­gostad, D irecto r de E studios, d ice: que en la Junta de 13 de octubre de 1779 se trató el punto que parece causa la d isp u ta ahora del Rector de C o leg io del R osario y su cate­drático V ázquez, eso es, si los catedráticos de F ilo so fía á quienes, para que la enseañsen, se les seañló y determ inó el curso ú obra que de e lla escrib ió el padre G audin del o.rde-n de P redicadores, pueden separarse en algo, de las opiniones de este a u to r; porque impugnando, d icho escritor el sistem a coper- nicano, ó el m ovim iento de la tierra, ha que­rido defenderlo, en unas sabatinas el refe­rido V ázqu ez, siendo, dice el R ector del Ro­sario, aquel sistem a contrario •abiertamente A varios exp resísim os textos de la Sagrada Escritura, y fué, prosigue e l R ector del R o­sario. en su opinión , condenado por la Sa­grada Congregación su!) Paulo quinto >■ Ur­bano octavo , contra G a lileo que la asen­taba. E n la. junta de Julio, de 1791, también se trató el m ism o p u n to ...

«Del texto- de estos docum entos se deduce:«i.‘>— Que el texto de F ilo so fía hasta 1-96

era el del padre G audin, del orden de Pre­d icadores; 2.— Que este texto era contrario al sistem a de Gopem i-co: 3."— Que contravi­niendo á él el doctor Vázquez enseñó aquel sistem a; 4.0— uQe se- le reprendió por esa contravención y se 1c p revin o a ju stase sus enseñanzas al texto adoptado, evitando por tal manera disputas y disensiones con el Superior y cabeza prin cipal del C olegio á’ quien debía resp etar: 5.“ — Que dicho Rector consideraba el sistem a de Copérnico ab ier­tam ente opuesto á la Sagrada E scritu ra y condenado por la S a grad a C o n g reg a ció n ; y 6.«— Que para m ayor abundam iento se pre­vino á los R ectores y C atedráticos, que an­tes -de defender conclusiones en cualquier facultad, se som etieran los tratados de ellos á la D irección de E studios.

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La sentencia pronunciada en un caso an ­terior al de G a lile o por la Inquisición de Roana, traía ya form ulada la doctrina que debía contradecir V ázquez, en térm inos que no dejan lugar á tergiversación hoy que d e s­de el Papa a b a ja toda la jerarq u ía e c le ­siástica, sino son los m otilones á fuer de ignorantes, están convencidos que la verdad es lo contrario de esta d e c is ió n :

«Sostener que el sol está colocado inm ó­vil en el centro de.1 mundo es una opinión absurda, en filosofía, y form alm ente herética porque es expresam ente co n traria á las e s­crituras, como sostener que la tierra está colocada en el centro del mundo, que no está inm óvil, y que aun no. tiene m ovim iento de rotación, es una proposición absurda, fal­sa en filosofía y no m enos errónea en la fe.»

Ya en 1716 la C on gregación del Index se había expresado en estíos térm inos, que son aun más esplícitos que los que usaron con G alileo:

«Quia ad notitiam Santa; C o n gregatio n is porvenir illam falsan doctrinam p itagoricam divina: que .scripturaí omnino' adversatem , de mofoilitate terraí ct inm obilitate solis, quam Nicholaus copcrnicus R evolutionibus or- bium c.oelestium, et D idacus A stunia in Job etiam docent, jam d iv u lg a n et m ultis recipi. sicuti videre est ex quandam ep ísto la im- pressa co'jusdam I’ . Carm elitas, cu jus titulus Lettera dei R. P . M aestro Forcarin i sopra l'opinione d i Pytagoriei e d e l C op ernico. in qua dictus Pater .ostendere conatur prefatam doctrinam de inm obilitate solis in centro muii- di et m obilitate terra;c eonsonom esse ve- ritatis, et non a d ve rsa n sacra; s c r ip tu r x ; ideo ne ulterius hujus modi, opinio in per- niciccatolicoc viritatis serpar, censui dicto« hic Copcrnicus de R evolutionibus orbiutn. et Didacum Asturiana in Job, suspendendos esse doñee corrigantur. Lebrum vero P. Paul I i Fosear in i C arm clite omnino prihibendum at- que omnios a lio s libros p ariter klcm docentes prohibendos. Trom undus an te A ristarcu o s sive orbis terne inm obilis. In quo decretum S. Congregations S. R. E . C ard in al ¿idversus Pyth.ago.rico.— C opernico editum defenditur.»

Este fallo, dado dos veces por la Inqui­sición, ha salvado á las ciencias de toda traba, por cuanto la verdad .no es herética. Desde que es hoy evidente como la luz, que la tierra es uno de doscientos y m ás p la ­netas'que giran en to.rno del sol, siendo el tercero en orden de alejam iento, queda de­mostrada la falta de autoridad cien tífica , h is­tórica ó geográfica de la aserción contraria. La geología, la an trop ología , la astronom ía, la química, la historia no tienen narla que hacer con lo que un pueblo tan antiguo y tan atrasado como los hebreos sabía ó creyó saber sobre cuestiones puram ente humanas, experimentales ó dem o.strables por la ciencia: pues fué común á todos los pueblos a n ti­guos creer lo que sus o jo s ven, que el sol se niueve aparentemente.

Pero, la prevalencia y firm eza de la tra ­dición contra las dem ostraciones de las cien­cias: ha contribuido á falsear la razón de los españoles en. am bos continentes, a p a r­tado« por tribunales excepcionales de p en ­sar, de investigar, tic proseguir en busca de la verdad. Qué hubiera sido de E dison, de Morse, si descubren en aquella atm ósfera de ideas las aplicaciones de aqu ello que l la ­

mamos electricid ad por 110 saber com o lla­m arle, pues no lo conocem os sino por sus efectos, el rayo, el teléfon o y el te lé g rafo ?

E ste mismo, hecho ha debido obrar en lo m oral com o también en lo político . Hom bres educados á d ejarse prender sin actos cr i­minosos que lo provoquen, sin saber quien los a c u s a ; y una vez acusado sin saber cómo defenderse, sin com eter por ignorancia el mismo delito que se les acusaba 110 estando definido’ el delito , han debido perder, de padres á hijo,s, to d a noción de derecho, de justicia, ele p roporcion alidad por la crueldad del ca stig o entre el delito y la pena, de hum anidad, etc.: y si á las .preocupaciones de esp íritu que tr a e de E uropa, se le a g re ­ga la sangre de ur.a raza sa lv a je p rehistó­rica, que 110 tiene p rácticas ele gobierno, sino instintos de propia conservación y de cru e l­dad con los enem igos, si a lgu n a vez se ve libre de o brar por sí, es de temer, si otras ideas nuevas no. han m odificad o su conciencia p olítica , que tienda, á ser arb itrario en el ejercicio! del poder, y em plee los mismos medios que vió p racticados aun por sacerd o­tes en nom bre de Dios que es la expresión aparente de la m oral, so licitad o á e llo por el pueblo, ó el instinto, salvaje que tiene en la san gre I

E l em inente escritor colom biano García, del Río, que fué ¡secretario de B o líva r y uno de los prim eros literatos am ericanos, hizo una larga exposición de la enseñanza dada en U n iversidades y C o leg io s de N ueva G ra ­nada : y com o e s la misma que se daba en todas partes, tom am os de e lla algunos fr a g ­mentos reproducidos recientem ente en C o ­lombia.

«Por esto la educación, fundam ento el más só lid o de la p ública felicidad, estaba en la situación m ás Lamentable. En nuestros cam pos apenas había quien conociese el a lfa b eto ; en Los p ueblos y h asta en las ciudades p rin ­cip ales, las pocas escuelas que se contaban de prim eras letras ni tenían reg la s form ales ni estaban b a jo la inspección de las a u to ri­d ad es: hallábanse entregadas á la ign o ran ­cia ¡misma. A personas de la más b a ja esfera, de ninguna instrucción,, y que las más veces abrazaban esta, profesión (la más im portante de todas) para procurarse una subsisten cia escasa, estaban confiados los h ijos del ha­bitante de la A m érica en aq u ella tierna edad en que es susceptible el hom bre de toda clase de im presiones, que tanto cuesta b o ­rrar ó m odificar después. D e a llí pasaban á los estudios, en conventos y demás esta ­blecim ientos de enseñanza, ó á los co leg io s ó universidades, en las pocas ciudades donde lo.s había.

«Eran, em pero, sem ejantes estab lecim ientos’ unos .monumentos de im becilidad: en todos e llo s se .nos ponían en las m anos libros p é­simos, llenos en su m ayor parte de errores y p atrañ as; en todos se vendían p alabras por conocim ientos, y falsas doctrinas por d o g ­mas. Eos co leg io s 110 eran en rig o r otra cosa que sem inarios eclesiásticos, donde los jó ­venes educandos perdían su tiem po para todo lo útil, y estaban sujetos á groseras p rá c­ticas religiosas. . Com o para esta época las ciencias sagradas eran las únicas que se hallaban en honor, porque el estado eclesiás­tico era la profesión que daba más crédito y utilidad, nacía de aquí que el prin cipal ins­

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titu to de los co leg io s, por no decir el único, era proveer á los pueblos de buenos m i­nistro«; así, una distancia inm ensa separaba á sus constituciones de lo que debían ser para contribuir á la gran de obra de la p er­fección del hom bre intelectual y m oral.

«Las universidades que, según el profundo C o n d illac, tanto han retardado los p rogresos de las ciencias, sólo servían en A m érica para enseñar quim eras despreciables. C o n ­ferida la educación á los jesuítas prim ero, después á otros eclesiásticos, en su m ayor parte o rg u llo so s y fanáticos, cuyo saber se com ponía de las pueriles nociones adquiridas en la escuela, y cuya m oral antisocial estaba vestida con las form as más extravagan tes, no resonaba en las aulas más que una ciencia presuntuosa -é inútil, form ada de ideas a b s­tractas y de vanas sutilezas, exp licada en estilo bárbaro- y grosero . A llí, b a jo la fé ­rula de un preceptor adusto, solo apto para hacer del d iscípulo un h ip ó crita y un em ­bustero, y b a jo castigos corp orales, bastantes para quitar á la juventud to d a idea de son ­ro jo y d ign idad, junto con la sen sibilidad del dolor físico, consum ía e lla la más p re ­ciosa parte de su tiem po fugaz, en a p ren ­der una -multitud de cosas inútiles ó cu estio ­nes frívolas.

«Form aba la lengua latina la base de n ues­tros estudios, p or la necesidad que de ella había para el estad o eclesiástico , para la jurisp ru den cia c iv il y canónica y para la práctica de la m ed icin a; únicas puertas que estaban abiertas al am ericano para obtener una mediana subsistencia, ó m erecer en la sociedad algun a consideración. De- aquí re ­sultaba que se llenaban nuestras cabezas de frases y vers-os escritos en una lengua muerta, y rara vez suficientem ente entendidos para apreciar su m érito, con mengua del cultivo y posesión de nuestro propio idioma, de esta lengua tan rica, elegan te y m ajestuosa, que se cuen ta en el núm ero de las cosas buenas que debem os á los españoles. T al era una de las causas p rin cipales de- nuestro atraso en literatura y ciencias, como lo ha sido siem pre en toda edad y en todo país donde éstas no se han enseñado en idiom a vu lgar.

«Al m étodo de enseañnza que acabam os de trazar, m onumento el más vergonzoso de la ignorancia, correspondía la educación del b e ­llo sexo en A m érica.

«Viciada así la fuente que debiera dar c iu ­dadanos útiles á la patria, no se encontraba por todas partes en A m érica m ás que d i­sipación, Taita de costum bres, inacción p e ­rezosa, ga la n tería ; y el e x tra n je ro instruido y sensible, al mismo tiem po que hacía ju s ­ticia a l talento natural y al carácter ameno franco y hosp ita lario del hombre am ericano, se aflig ía al ver su mísera condición so cia l: efecto todo de los p rin cipios de política que

HombresE s tema del día, la condena im puesta al

con scrip to R o dríguez de «prisión por tiem po indeterminado» por una nim iedad. Los p erió ­dicos han hablado de e llo con lujo de d e ­talles. Han protestado unánimemente. E ra lo justo, lo lógico, lo humano.

desde el siglo- X V I han gobernado aquellas regiones.

«El desorden de la p o lítica no pudo, sin em bargo, triun far com pletam ente del orden de la naturaleza; y por m ás que el desp o ­tismo- quiso m antener á la A m érica en la más crasa ignorancia, hubo de ceder a lgo al e s­píritu del tiem po en obsequio de la ilus­tración d e l N uevo Mundo, desde fines del siglo- X V III . Los d estellos de luz que en tanta copia despidieron por aquella época los E stad o s U n idos de A m érica y la F ran ­cia. dieron una dirección más feliz á las ideas. A pesar de la v ig ilan cia de la Inqui­sición, penetraron en las posesiemes espa ñolas las producciones inm ortales de a lg u ­nos filó so fo s ; buscábanse con tanto más a r­dor cuan to más persegu idas e ra n ; estu d iá­banse en la so led ad ; y com enzaron á g e r ­minar en varias cabezas los principios lum ino­sos de los varones ilustres que. tanto honor hicieron á su especie y tanto b ien ...»

E l prim er C o n greso reunido en las Pro vincias U n idas d-el R ío de la P lata, en se­sión del 16 de J u lio de 1813, declaró ab olido el torm ento para el esclarecim iento de la verdad y averiguación de lo.s crím enes, m an­dando- se inutilicen en la Plaza M ayor, por mano del verd ugo, los instrum entos destina­dos á esc objeto.

E l e jé rc ito del G eneral San M artín so lem ­nizó la toma de posesión de la ciudad de Lima con un a u to de fe, celebrado con los instrum entos de tortura de la Inquisición, em tá. Plaza misma de las ejecuciones á fuego.

En- fin ., para -cerrar esta exposición de los extragos que en el carácter am ericano debie­ron producir estos antecedentes nacionales, debem os a g re g a r la declaración hecha á nom ­bre del C o n greso de. Tucum án por el can ó­n igo C astro liarro s, aunque la fa lta de f i ­losofía histórica, y la necesidad de atribuir el hecho á designios de la p o lítica le o cu l­tase el origen.

«L.a enseñanza, dice, de las ciencias era prohibida para nosotros, y solo se nos con cedieron la gram ática latina, la filosofía a n ­tigua (anticuada), la teo logía , y la ju risp ru ­dencia civ il y canónica.» M anifiesto que hace e l C ongreso G eneral de las naciones; m oti­vando la declaración de Independencia .»

Coano es el juicio inquisitorial el que q u i­taba esas garan tías, y suprim ía los derechos que 'nuestras con stitucion es garantizan hoy :

«El C o n greso no ha om itido, dice el Deán Funes, exponiendo la Constitución de 1826, la Declaración de vuestros derechos esencia­les, que había adulterado la corrupción. Fué preciso á vuestros tiranos que cerrasen los archivos de la naturaleza para que no p udie­seis encontrar los justos títulos de vuestra libertad, igualdad y prosperidad.»

D om in go Faustino S A R M IE N T O .

y leyesE l arranque herm oso y súbito de un so l­

dado, que lleg a á dar una bofetada á un superior, e l que á su vez a lard eó de in­útil galón d orado sobre la m anga de su ch a­queta para m altratar á un sem ejante, ante los hom bres, un «superior» ante la ley ,— ese

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arrebato y esa bofetada han ciado mucho que hablar. Casi todos protestan. A dem ás piden indulto, g r a c ia .. . !

¿Qué puede p en sarse? ¿Q u e el código, es viejo, de un rigorism o fero z inhumano, te ­rrible? ¿Que este rigorism o del código exige radicales refo rm as? ¿Q ue es m ons­truosa la con den a? ¿Q ue los jueces no tu ­vieron conciencia? ¿Q u e verdaderam ente el soldado R odríguez no tiene cu lp a ? ¿Q ue no es un m ilitar de profesión, sino un ciudadano arrancado de su h o gar para form ar, por fuerza, en las filas de esc rebaño' humano que se titu la «ejército»? T o d o esío y mucho más. Pero- para tní ese código-, esas leyes y esos jueces no valen. N o les reconozco validez alguna. V eo só lo lo sucedido al través de todo lo humano que puede llevar el hombre sobre sí, y sobre su conciencia. V eo la «dignidad» y «decoro» de un «hombre» v e ­jada y m altrecha por otro «hombre». V eo el justo castigo de 1.a ofensa, en la bofetada que dió R odríguez al «cabo». V eo lo arbitrario y criminal de las «leyes» que los mismos «hombres» dictaron, com o inutilidades. V eo como puede reb a ja rse e l concepto de un

«ser» ante sus igu ales. Veo' tam bién que la religión de Cristo-, sus doctrinas, sus m áxi­m as ..aunque se recuerden no se practican, y van pasando ya los mil novecientos y once años desde que él las predicara.

F also todo y oprim ido todo. Sin la más pequeña libertaid, y por todas partes lo mismo. Eternam ente el hombre sobre el hom ­bre. E ternam ente el egoísm o, la m aldad y lo ruin oprim iendo, m altratando, envileciendo.¡ Pobres h o m b res! Pobres de nosotros ! co n ­denados por siem pre á ser juguetes de la v.oluntad de aquel que supo ponerse ante nosotros, de aquellos á quienes la misma im ­becilidad humana dió un poder. Juguetes d es­preciables. M íseros juguetes, sí, que tan sólo valernos para d istraer un rato y luego despe­dazarnos para vernos las entrañas.

¿ R e sig n a ció n ? Sí. N ó. ¿Q uién sabe, quién, puede estar segu ro de lo que lleva den tro ? L a rebeldía es santa porque nace con uno mismo. E s bien que nos dá la m adre y p o r fuerza, quieras que 110, siem pre lleva uno en su interior una p a n te ra .. .

B. G O N Z A L E Z A R R I L 1.Buenos Aires, 1911.

Correspondencia de Norte HméricaUn discurso de Mr. Roosevelt

Al director de Ie k a s y

Días pasados pronunció Mr. Roosevelt en Omaha, Nebraska, un discurso que ha sus­citado los más variados comentarios. D es­pués de tocar ligeramente sobre su tema predilecto de honradez política y «conser­vación», enfocó su atención sobre la cuestión, de la defensa nacional.

Dijo, -en síntesis, e l ex presidente, que los dos hechos norteamericanos que mayor impresión habían causado en el extranjero, eran la circunnavegación del mundo por la armada de Evans y la excavación del canal de Panamá.

Indicó que, sin una escuadra eficiente, los Estados Unidos no podrían en manera alguna pesar como entidad internacional ni en el Atlántico ni en el Pacífico, ni asegurar la inviolabilidad' do la doctrina Monrce. °

Durante la última década la escuadra norteamericana se había triplicado numé­ricamente y más que triplicado en cuanto

á eficacia.El éxito halagador del viaje, de la gran

armada había alzado- inconmensurablemente el prestigio-, no solamente de la escuadra, sino también de la nación y había contri­buido poderosamente á la causa de la paz internacional.

Respecto- del canal de Panamá, dijo Mr. Roosevelt que allí se realizaba una de las grandes proezas de los tiempos modernos. De una de las regiones más malsanas del

F ig u h a s . — Buenos ¿\ires.

globo, el istmo se había transformado en un paraje singularmente libre de enferme­dades, donde la mortalidad se había dismi­nuido- enormemente, y donde centenares de niños se desarrollaban bajo condiciones tan favorables como en Estados Unidos.

Preveyó el ex presidente, considerando la rapidez con que se llevaban adelánte­los trabajos de exca vación, la apertura del canal para principios dé 1914. Luego Ha­lló la atención de la audiencia sobro el deber que incumbía á la nación norteamericana de fortificar el canal una vez concluido; pues únicamente de -este modo podía ga­rantir eficazmente la neutralidad de la nue­va ruta, y, además, precaver sú uso con­tra los intereses norteamericanos. La prin­cipal ventaja material que ganarían con su construcción sería el m odo en que, para fines defensivos, duplicarían los Estados Unidos el poder de su Escuadra.

N egarse á fortificar el canal significaría el abandono completo de la doctrina Mon- roe; sería un, golpe contra el prestigio na­cional -en ei Pacífico y, concluyó Mr. Ro- scvelt, sería en esencia traicionar los destinos de la República.

H asta aquí Mr. Roosevelt. Su declara­ción sobre el deber solemne de fortificar el canal ha provocado- bastante controversia y aseverado en Inglaterra que tal proceder

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sería una. violación do arreglos existentes. En 1850, cuando por primera vez se discu­tió con mira de seriedad, el proyecto de un canal á través de Centro Am érica, pac­tóse eiure Inglaterra y Estados Unidos el tratado' Clayton-Bulwer, en el cual ambas cancillerías se obligaron mùtuamente á no- buscarse el control exclusivo de la ruta pro­puesta, ni á erigir fortificaciones en parte alguna de Centro América.

E l proyecto fué encarpetado por treinta años; y el tratado Cía y ton- Bulwer quedó on pié. En 1880, cuando apareció el proyecto de canalización concebido por Lesseps, alzó­se en los Estados Unido.» la cuestión de la abrogación del tratado, sin resultado algu­no. Fracasó Lesseps, y en 1900, cuando se formó una gran compañía norteamericana para continuar la obra emprendida por el famoso ingeniero francés, reanudáronse las negociaciones sobre la -cuestión, dando por resultado el tratado H.ay-Paun.cefo'te de 1901 que garantía la neutralidad del canal, esti­pulando su inmunidad del bloqueo, y esta­bleciendo que no debían erigirse fortalezas que dominaran el canal Ó las aguas adya­centes. E l senado norteamericano se negó, sin em bargo á ratificar esta, convención en su ferm a original y propuso una enmien­

da que dejaba entera libertad á Estados Unidos, enmienda que Inglaterra rechazó. Después del asesinato' del presidente Mac KÍ11 ley y su reemplazo1 por Mr. Roosevelt firmóse un nuevo tratado por el cual In­glaterra renunciaba á sus pretensiones, con­tentándose con igualdad de derechos comer­ciales, y dejando á Estados Unidos control único y exclusivo sobre el canal, además de reconocer al gobierno norteamericano el de­recho1 de garantir la neutralidad de la misma vía. E l nuevo; tratado no hizo mención al­guna de fortificaciones, luego dicen los pu­blicistas ingleses, el .arreglo Clayton-Bul- vver sobre este punto queda aún en pie, mientras lo« norteamericanos sostienen, por el contrario, que el tratado antiguo quedó abrogado «en bloc» por el nuevo. A pesar de estas polémicas, es casi seguro que el go­bierno inglés está dispuesto á someterse á las horcas caudinas que le impone el pueblo norteamericano, antes de incurrir en el ries­go' de un quebrantamiento de relaciones, posibilidad llena de peligros para el imperio británico, dados los colosales preparativos navales de Alem ania y el fermento reinante en él Egipto y en la India.

Tuan M ac-CO R M ICK .F¡ ladclfia 1911.

S o b r e “ T r i u n f o s N u e v o s ”Ultimo libro de Alberto Ghiraldo

O P I N I O N E S

N ítidam ente im presa, A lb erto G hiraldo acaba de dar á la p ublicidad, una nueva obra, «Triunfos Nuevos», un libro herm oso, rotundo y vibrante, que es toda una co n ­sagración. L ib ro de esperanzas !y alientos, de rebeld ías y 'condenaciones, libro de amor, de dolor, de od io : de V ida, de vid a fecu n ­d a y m ultiform e.

U n a presentación de A lb erto G hiraldo, una presentación del autor de «Alma Gaucha» firm ada por mí, sería un sarcasmo'. Por eso me limito' á hacer un bosquejo escueto de su obra reciente.

Pocos escritores de la Idea han logrado una tan sóli-da reputación en este am biente. E s to y por asegu rar que ninguno. Y es que en él todo atrae y s u b y u g a : su juventud, su verba cálida y fluida, su prosa tajante, sus estrofas agudas, hirientes corno Jan- zones.

Corno poeta, su arpa m ulticorde sabe can ­ta r lo to d o :

Las manos soberanas V otan do por la huelga,Se yerguen en la. sala del com bate A guisa de banderas.[B an deras de dolor y ¡ de justicia

F lam eando hacia los Vientos de la idea l

V ed una m uestra. A quí la estrofa es re ­cia, dura, corno fo rjad a en yunque. L a figura nueva, preciosa, deslum brante

«Las banderas», com posición á la cual p er­tenecen lo* versos que transcribo, con «El canto del rencor» y «El poem a del hombre», son los tra b ajo s que imás me sorprenden de «Baluarte real», la prim era parte del libro. T am bién «La virgen roja» m erece men­cionarse. La sublim e figu ra de Luisa M i­chel em erge de las. a lbas páginas m a gn ífi­cam ente evocada por G hiraldo.

E n el capítulo- «I>e la raza» e l poeta canta al habitante de las pam pas, al gaucho n o­ble, valeroso é indóm ito. Canta sus n ostal­gias, la tristeza de esa raza vencida que presiente su próxim o fin.

«El barbijo» es de lo m ejor que cabe en el gén ero. La fig u ra del gau ch o ceñudo y triste; al que un ta jo en la m e jilla acaba de arrebatar la fam a, huyendo, avergonzado pam pa á traviesa, em ociona ¡¡intensamente.

L a cuerda am orosa no está peor represen­tada. «Porqué. ..», «La ausencia», «Mi voz» y sobre todo «Almas» son páginas delicadas y tiernas, sencillas y exquisitas.

E n «Penachos» encuentro- pensam ientos tan b ello s y fácilm ente expresados com o este:

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. . . Nio so del bien y c l m a l: se de la vida. Palabras sin sentido no tuvieron Influjo en m í; jam ás las m ultitudes Pudieron, im ponerm e sus vetustos Pre ju ic io s .. .

«La a legría loca» tiene una sugerente y juvenil pujanza. «Vida, d¡o,lor y muerte» me parece adm irable. «Brocatel» es un hernioso mármol que cl poeta pone sobre la tumba de H errera y K eissig «Brindis» entraña un

B rind isiNon qui. da oziose g ole a festino

sangue operaio si tracannò!

Compagni, in questa coppa d i vino,

che a me la vostra mano versó.

scintilla il raggio de la speranza,

l'e tern a fede sacra al soifrir.

e freme un patto d i fratellanza

ch’ é vaticinio d e l l ’ avvenir.

Voi di Germania venuti, e voi

di trancia, Irlanda, da l ' A nglo suol,

e voi d 'Ita lia , pezzenti eroi

de la fatica dannati al duo/ :

voi che di patrie varie e d i nomi

si varii or veggo d 'in to r n o a me.

voi l ’ intendeste fra g li a ltri idiom i

V alato idioma d i nostra fe \

Voi V intendeste d i questo, errante

per tutti i vinti l ’ immenso amor,

e insiem cantammo V inno raggiante

su le battute d el nostro cuor.

SI. Louis- Missouri

sim bolism o acertado y «Fatum» cs un poema rràjico y m agnifico.

«Triunfos Nuevos» es un libro sincero, viril y herm oso, llam ado á tener resonancia.

D ign o hcrmanio de «Música Prohibida». « A l­m a Gaucha», «Carne Doliente», «L,os N ue­vos Caminos», «Gesta» y «La T iranía del F r a c . . .», su lectura nos infunde nuevos á n i­mo* por cuanto nos dice que rio estam os s o lo s .. .

V icente A . S A L A V E R R I.

anarchicoO p ellegrini d e l vecchio mondo,

cercanti i l pane d ' oltre orean,

voi siete i l sim bolo d o lce e profondo

de /’ alleanza p el dritto uman.

A ddio ! piti ¡unge, piti (unge ancora

mi trae la pugna tra i l bene e il m a l.. .

Va via co! sole, va con l ’ aurora

va, pellegrino d e ll ’ idea! !

Va per la notte, parola mìa,

va, d ’ am pie gioie promessa, va.

carme fatidico d e l l ’ anarchia,

frem ente brindisi d ì libertà.

lo bevo a tutti g li opp ressi e a quanti

fieri com battono, presso o lontan.

e a quei che soffrono, martiri santi,

per la giustìzia d e l l ’-ìndonuin.

Squ illa , o diana d i pugne care.

tra i primi a lbori d e l nuovo di,

e voi recatela da mare a mare;

flu tti d e l rabido M ississip

Pietro (JO R I.

PROX IMO N Ú M E RO DE “ ID E A S Y F IG U R A S ” :

" E N T R E EL P U E B L O ”POR

FEDERICO A. GUTIERREZ

P R Ó L O G ODE

JU LIO R. BARCOS

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A P E R I T A LEl A p e r i t a l se tom a con soda helada

puno ó con vermouth, granad ina, goma, etc.

Exposición Internacional del CentenarioG R A N P R E M I O D E H O N O R

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Repárese que la botella, etiqueta y tapón

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A. DfLORPASEO DE JULIO Y CUYb Buenos Aires

Admin istrac ión f e I D E A S Y F I G U R A S : C U Y O 2021A g e n c i a e n M o n i e’

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