I Servando, el historiador -...

22
I # Servando, el historiador Christopher Domínguez Míchael Y no puede faltar la ocasión en el tiempo de que haya una insurrección contra el tirano; y, si hay ocasión, no faltará la insurrección por mucho tiempo, aunque uno no la aproveche. El pueblo sigue con devoción al insurgente y no carecerá de oportunidad de éxito porque combate con el favor de la multitud. Tomás de Aquino, La monarquía (1267-1274) La historia civil, de acuerdo con el sistema actual del mundo católico, no puede ser separada de la historia eclesiástica. El estado eclesiástico rivaliza, en concentración y arraigo, con el poder político y temporal del Príncipe, de tal forma que los estatutos del imperio no pueden ser percibidos sin el conocimiento del uno y del otro. Pietro Giannone, Istoria avile del regno di Napoli [ 1723] El 2 de febrero de 1812, en Londres, fray Servando resbaló sobre la nieve y se quebró el brazo derecho. Así, hubo de dictar a un secretario los libros finales de su Historia de la revoludón de Nueva España antiguamente knáhuac. Esa lesión se agravará cuatro años después, cuando es tomado preso en Soto la Marina y con- ducido con grilletes a las cárceles de la Inquisición. La quebradura le impedirá firmar sus declaraciones en el Santo Oficio hasta 1819. Si hemos de creerle, una * Capítulo de la Ytda defray Servando, de Christopher Domínguez Michael, que Ediciones Era pondrá en circulación en estos días. 21

Transcript of I Servando, el historiador -...

  • I

    #

    Servando, el historiador

    Christopher Domnguez Mchael

    Y no puede faltar la ocasin en el tiempo de que haya una insurreccin

    contra el tirano; y, si hay ocasin, no faltar la insurreccin por mucho

    tiempo, aunque uno no la aproveche. El pueblo sigue con devocin al insurgente y no carecer de oportunidad de xito porque combate

    con el favor de la multitud.

    Toms de Aquino, La monarqua (1267-1274)

    La historia civil, de acuerdo con el sistema actual del mundo catlico,

    no puede ser separada de la historia eclesistica. El estado eclesistico rivaliza, en concentracin y arraigo, con el poder poltico y temporal

    del Prncipe, de tal forma que los estatutos del imperio no pueden ser percibidos sin el conocimiento del uno y del otro.

    Pietro Giannone, Istoria avile del regno di Napoli [ 1723]

    El 2 de febrero de 1812, en Londres, fray Servando resbal sobre la nieve y se

    quebr el brazo derecho. As, hubo de dictar a un secretario los libros finales de

    su Historia de la revoludn de Nueva Espaa antiguamente knhuac. Esa lesin se

    agravar cuatro aos despus, cuando es tomado preso en Soto la Marina y con-

    ducido con grilletes a las crceles de la Inquisicin. La quebradura le impedir

    firmar sus declaraciones en el Santo Oficio hasta 1819. Si hemos de creerle, una

    * Captulo de la Ytda de fray Servando, de Christopher Domnguez Michael, que Ediciones Era pondr en circulacin en estos das.

    21

  • I

    vez curado pudo escribir en la crcel la mayor parte de su obra. Curioso accidente en un predicador dominado por el apostolado de Santo Toms, a quien segn ciertas tradiciones gnsticas y apcrifas, Jess lo habra curado del brazo derecho para desterrar su contumaz incredulidad. Interesante dolencia en un viajero como Mier, quien se haba detenido a admirar el brazo derecho del otro Toms, el gran escritor dominico conocido como el Aquinate, en el convento de Santo Domingo

    de aples. El doctor Mier dedic un par de aos a la redaccin y a la impresin londinen-

    se de la Historia. Segn la introduccin de la edicin de la Sorbona, Servando en- treg a la imprenta, tan pronto lleg a la ciudad de la niebla, los primeros cuatro libros, lo que significa que empez a escribirlos en Cdiz. De octubre a octubre, de 1811 a 1812, habra dejado reposar la obra, atento a la ola revolucionaria, a la colaboracin polmica con Blanco White y a la triangulacin conspirariva entre Londres, Cdiz y las ciudades americanas ms o menos abiertas al mundo: Nueva Orlens, Veracruz, Caracas y Buenos Aires.

    En abril de 1812 Mier estaba en plena confeccin de su obra, tal como lo con- fiesa en su carta a Luis Iturribarra, e inclusive da su direccin en Londres: "Yo y mi chico vivimos con el Marqus [del Apartado], 18 Montagu Str. Portman Squa- re". Su chico era un criado, privilegio al que muchos gentiles hombres y eclesisti- cos no renunciaban ni en las peores circunstancias, an en prisin o sin un centavo.

    En abril de 1812 tambin se inici el sitio de Cuanta, tan comentado en Europa, y acaso acab de convencer a Mier de ir ms all del seguimiento perio- dstico y asumir la tarea del historiador. En ese punto, probablemente, mand

    parar las prensas -si es que stas no estaban detenidas por morosidad en el pago- y ampli sus canales de informacin. Solicit una colaboracin ms estrecha al

    chato Miguel Ramos Arizpe -quien aos despus le habra de suministrar la extremauncin- y prescindi, de buen o de mal grado, del subsidio de los Iturri-

    garay. Los siete primeros libros de la Historia fueron financiados directamente por doa Ins de Juregui, esposa de Iturrigaray, en Cdiz o desde ah. Sometido a juicio de residencia, que no termin sino once aos despus, cuando el ex virrey haba muerto (1815), la familia Iturrigaray se qued en Espaa. Habiendo dejado

    de ser el Maquiavelo de los prncipes novohispanos, Mier replante su narracin desde 1808 y penetr en la insondable rebelin de Hidalgo. Desde marzo, escri-

    22

  • I I

    hiendo el libro XII, el historiador se apoya ms que nunca en documentos directos -la oficial Gazeta de Mxico y los planes rebeldes del doctor Cos- y alardea, en car- ta a Toms Guido, de su trabajo: "Si las Cartas [de un americano] fueron cohetes, la Historia ha de ser caones de a 24".

    Perdido el manuscrito original de la Historia, la reconstruccin planteada por la edicin de la Sorbona seala que no es sino hasta los libros XI-XIV cuando apa- rece el argumento central de la obra: la violacin del pacto entre los americanos y el rey de Espaa en 1808. Desarrollo natural de las ideas servandianas, la insis- tencia en el motivo responde a una urgencia poltica del grupo de desterrados americanos en Londres: recobrar la mediacin inglesa entre Espaa e Indias cuando se visualiza la derrota de Napolen en el continente.

    En mayo de 1813, el marqus del Apartado -quien segn Manuel Calvillo acab de financiar la obra- urge su terminacin a Servando. Y Blanco White, quien desde el 21 de diciembre de 1812 haba informado al Foreign Office que la obra estaba en la imprenta, anuncia entusiasmado la inminente publicacin y la recomienda calurosamente a los nuevos diputados que tomaban posesin en Cdiz. Servando mismo, feliz ante la misin cumplida, juguetea con su viaje a la Argentina, donde impedira la independencia absoluta, que ese pueblo, tan dado a la excitacin extremista, deseaba contra la prudencia diseada desde Londres.

    Guillermo Glindon, una vez ms, imprime a Servando, y en octubre de 1813 la Historia comienza su vida, casi tan ajetreada como la de su autor. Pero la persona que la escribi, firmndola con el pseudnimo de Jos Guerra y dedicndola al "invicto pueblo argentino", ya era distinta al doctor Mier que hemos tratado a lo largo de estas pginas. En Cdiz haba sido un testigo. Las Cartas a Blanco White se convierten en el prlogo de una brillante realidad. Dos aos despus de su lle- gada a Londres, Servando es el principal vocero de la causa americana, un cons- pirador internacional que funciona como una especie de hemeroteca ambulante

    que almacena, edita y difunde todas las noticias de la guerra del Nuevo Mundo. Una vez ms, entre ms importante se vuelve Mier, menos sabemos sobre l.

    Nada dijo de Londres en %w^ Memorias, y durante sus declaraciones al Santo Ofi- cio se cuid de explayarse, hasta el lmite de la tolerancia de los inquisidores, pues muchos de los amigos seguan en Londres durante la Restauracin. Pero el silencio londinense dice algo ms sobre Servando. Por formacin, era ajeno a las

    23

  • I

    confesiones, un gnero que durante su juventud se desplaz de San Agustn a

    Rousseau, de la Iglesia a la Ilustracin. Slo la persecucin, la necesidad jurdica

    y la honra vilipendiada lo obligaron a escribir sus Memorias. De no haber sido pre-

    so, el conspirador se hubiera seguido dedicando a la suyo y se habra ahorrado

    esa triste -para l- aparcin entre los picaros y los desahuciados del mundo y de

    la gloria. En todo momento dese ser recordado como el autor de la Historia de la

    revolucin de Nueva Espaa, al grado que, sometido a interrogatoro en el Santo

    Oficio, le gan la vanidad literaria y se disculp ante los inquisidores por

    esta continua interpolacin ya de solas expresiones, ya de algunas lneas, y de prrafos

    y muchos prrafos, la obra sali tan desigual, tan divergente en opiniones, y tan agena

    de la moderacin de los primeros libros, que fue necesario el ingenio de todos los in-

    terpoladores en el prlogo para intentar medio disuadir que la obra es de un mismo

    Autor; y al cabo no es historia sino torili mundi.

    Cuenta Lucas Alamn que:

    Ya fuese por temor a ser perseguido, ya porque Iturrigaray lo estipendi para que es-

    cribiese en su favor en Londres, pas a aquella ciudad, en donde public, bajo el

    nombre de Dr Guerra, que era su segundo apellido, la Historia de la revolucin de

    Nueva Espaa. [...] sta ha venido a ser muy rara, porque habiendo retirado Iturrigaray

    los auxilios que ministraba a Mier, luego que vio que defenda ardientemente la inde-

    pendencia, ste, que .haba continuado escribiendo, se encontr sin medios de pagar

    al impresor, quien embarg los ejemplares e hizo poner al autor en la prisin de los

    deudores, en la que permaneci mucho riempo, hasta que, habiendo llegado a Lon-

    dres ios primeros enviados del gobierno de Buenos .\ires, stos pagaron al impresor y

    rescataron los ejemplares de la obra, que remitieron a su pas, pero habindolos em-

    barcado en un barco que naufrag, se perdieron casi todos, excepto los pocos que an-

    daban repartidos en diversas manos, o que quedaban en poder del autor.

    Sera fascinante agregar al abultado expediente criminal de Mier una dicken-

    siana prisin por deudas en Londres. Pero nada prueba ese encierro o que haya

    tenido una duracin memorable, pues Servando no se habra abstenido de na-

    24

  • I **

    rrarlo. Alamn, con el respeto que tena por su maestro liberal, siempre lo cit cuidadosamente. Dado que nadie ms refiere esa ancdota, debi de haber sido el propio Mier quien, abusando de la credulidad del joven Alamn, se la cont

    cuando se encontraron en Pars en 1815. Como saben los peregrinos revolucionarios, ser una figura decisiva en el exilio

    no garantiza bonanza personal, aun cuando, como Mier, se viva en un pas libre e hipocritonamente amigo de la causa. No fue fcil, dicen todas las fuentes, la vida servandiana en Londres. Si no lo haba sido, veinte aos atrs, para los emigres, cargados de ttulos, no tena por qu serlo para el grupo de Mier -la So- ciedad de Caballeros Racionales (SCR)-, cuyo destino poltico -e importancia para el Foreign Office- era asaz incierto. Preso o no por deudas. Servando le escribi a su camarada Iturribarra, el 14 de abril de 1812, que dorma en el desvn de una panadera, quejndose as: "!Ah, si yo tuviera dinero! Traducira, anotara y hara la guerra infernal al godo [espaol]".

    Finalmente, el historiador encontr reposo, junto con su criado Filomeno, en casa de Jos Mara Fagoaga. Este hombre, el marqus del Apartado, era un rico minero de Sombrerete, quien ya haba estado cerca del general Miranda en 1809 y protegi a la SCR a partir de 1811.

    La esencia de la Historia, repito, es documental. La informacin que el Fo- reign Office daba a El Espaol iha a dar a manos del doctor Mier, como las actas de las sesiones secretas de las Cortes de Cdiz, que Blanco White le entreg per- sonalmente; los Villaurrutia, los Beye de Cisneros y los exiliados cercanos a Los Guadalupes -el grupo independentista de la ciudad de Mxico- nutrieron los ex- pedientes de 1808. Andrs Bello le regalaba la Gazeta de Caracas, los argentinos la papelera del Ro de la Plata y Ramos Arizpe la prensa insurgente de Mxico.

    Las filtraciones peninsulares llegaban a casa del marqus del Apartado va Luis Iturribarra, el agente de la SCR en Cdiz. A los accidentes de este ltimo personaje, oaxaqueo, debemos valiosas informaciones y documentos. Contador en una fbrica de tabacos en Veracruz y antiguo guardia de corps, Iturribarra tra- t de ser diputado en Cdiz, y aunque no lo logr, estaba en la pennsula a finales de 1810. Maniobr para que Servando fuese diputado suplente a las cortes por Nuevo Len. En 1813, Iturribarra fue confinado en Galicia y de ah trat de fu- garse en la fragata norteamericana Nelson rumbo a Filadelfia. Al cuarto para las

    25

  • I **

    doce, las autoridades registraron la nave y entre el equipaje del oaxaqueo ha- llaron la carta de Mier a Iturribarra -arriba citada- en la que ofrece buena parte de la informacin que tenemos sobre la composicin de la Historia y las activida- des de la SCR. Ese correo capturado fue utilizado en el proceso contra Ramos Arispe en 1814 y es el que se encuentra en el Museo Naval de Madrid.

    En alguna ocasin, Servando se sirve, en la Historia, del testimonio directo de la virreina doa Ins. Finalmente, el grupo contaba con la casa mercantil Gordon and Murphy, cuyo apoderado en Veracruz era Toms Murphy. Ese millonario fi- lantrpico, espaol de origen irlands como Blanco White, era el espa perfecto: enmascarado tras su reputacin como introductor de la vacuna variolosa en M- xico, fue el primero en enviar a Europa una narracin fiel de las primeras semanas de la rebelin de Hidalgo.

    Ninguno de los conspiradores en Londres estaba mejor preparado para ejercer esa funcin. Educado en el rigor dominico, universitario tomista, lector omnvoro y coleccionista desordenado, como se jactan de serlo los Padres Predicadores, Mier haba participado en batallas jurdicas, cannicas y polticas desde 1795. Per- seguido por los covachuelos, salv vida y honra ante tribunales y academias. Na- die conoca mejor que l el valor de los documentos -cuya prdida, real o ima- ginaria, lo haba torturado y por cuya conservacin estaba dispuesto a todo-. La historia contempornea le dio la oportunidad de realizar su vocacin frustrada, la de historiador eclesistico, y no la desaprovech. Quiz su francs era malo y su ingls escaso, pero le bastaba con la revolucin y con sus latines.

    A fuerza de accidentes, inteligencia de sobreviviente y tosudez megalomania- ca, fray Servando se convirti, tambin, en un poltico de experiencia. Mal que bien, conoca la Francia del Consulado y la experiencia de la Iglesia Constitucio- nal, haba sido tertuliano en los crculos jansenistas de Madrid, combatiente en 1809 y testigo en las cortes de Cdiz. Acostumbrado a las prisiones, en Londres debi de ser feliz, como cagatintas enfebrecido por amor a la causa, prisionero entre libros y peridicos. Era el fraile que haba cambiado la celda penitencial por el claustro del monje copista. Si sabemos tan poco de su estancia en Londres

    es porque, bajo el auspicioso mal clima, sigui el consejo de Pascal y decidi arre- glar el mundo sin salir de su habitacin. Para la vida pblica, los argendes diplo- mticos y el periodismo, estaban los Fagoaga, los Bello, los Blanco White.

    26

  • I 1

    De esa forma, escribi una Historia que puede leerse a travs de tres ncleos: la refutacin del libelo de Lpez de Cancelada sobre los acontecimientos de 1808 en la Nueva Espaa {Verdad sabida y buena fe fardada), el relato de la insurrec- cin mexicana entre 1810 y 1813, y la querella jurdico-poltica entre Amrica y Espaa. Mezcladas y a veces indiscernibles entre s, son tres formas retricas de historiografa: la polmica, el periodismo y la apologa. Pese al desorden, la His- toria se deja leer -tolerando parntesis, digresiones y desarrollos autnomos- como una obra unitaria, oscilante entre la coyuntura poltica y la justificacin apostlica.

    Servando tom de Francia la historia eclesistica, de Espaa la tradicin jur- dica y de Inglaterra el periodismo poltico de los whigs, a travs de diarios -como The Morning Chronick y en menor medida The Times-, auxiliares del cabildeo mi- nisterial y padamentario. Es curioso que Blanco White y Mier, quienes escriban en espaol sobre Amrica, hablasen con toda naturalidad de su influencia sobre la opinin inglesa. Por "opinin" se referan al Foreign Office, al resto de los mi- nisterios y al lobby comercial tan interesado en el Nuevo Mundo. Ese cabildeo, no exento de tensiones, estimulaba la fidelidad a la causa: El Espaolee, lea en Am- rica y era reproducido por toda la prensa insurgente.

    El doctor Mier organiz una cantidad abrumadora de informacin impresa y escuch varios testimonios. Educado en la escolstica, proceda por acumulacin y demostracin sumaria; batall, sin xito, con la sntesis, aprendiz de periodista moderno y heredero de la digresin barroca. Las gacetas americanas y espaolas, los libelos y las apologas eran un continuo que proyectaba a Toms Apstol del remoto pasado hasta la noticia. La historiografa contempornea entraba en ten- sin no resuelta con la tradicin apostlica, escrita con el tedio de los siglos. Es- cribi atormentado por decirlo todo y por hacerlo rpido. Se convirti en el anticovachuelo, un papirfago que devoraba para recordar antes que para olvidar.

    Al contrastar las fuentes documentales con la Historia, la edicin de la Sorbo- na comprueba la probidad de Mier. Poldco, condens y manipul prrafos de El Espaol y de Lagazeta de Mxico sin cometer ninguna barbaridad. Su mano dere- cha, tambaleante por la quebradura, slo deforma los hechos cuando algn mariz pone en riesgo el objedvo inmediato de la obra: obtener la mediacin inglesa. As, lima el radicalismo de la insurgencia, necesitado de identificarse con Ed-

    27

  • I 1

    mund Burke en su explicacin de la independencia de las colonias inglesas cua- renta aos atrs, aunque el rebelde Thomas Paine (1737-1809) lo seduzca, al gra- do de parafrasearlo sin anotar la fuente y de reconocer su deuda hasta algunos aos despus. Ahito de argumentos, seguramente a Mier no le importaba juntar agua y aceite: la teora contractual y el Common Sense.

    La naturalidad con la que el doctor dominico relaciona a Burke con Paine, pa- reciendo grosera, no lo es. Ms tarde, al redactar la Memoria poltico-instructiva (1821), Mier se servir anchurosamente del Paine bblico, cuquero. Pero antes del enfrentamiento decisivo entre Burke y Paine, cuando el antiguo corsetero in- gls, convertido en convencional girondino, conteste con Los derechos del hombre (1791-1792) a las Reflexiones sobre la revolucin francesa, a ambos polemistas los unan las revoluciones de Inglaterra en 1688 y de los Estados Unidos en 1776 co- mo resultados de un origen comn e insular: no taxation without representation. Du- rante su gira triunfal por Inglaterra en el verano de 1788, previa a su desembarco en Calais, Paine era un patricio norteamericano respetado por los whigs, y fue el propio Burke quien introdujo al libelista revolucionario a los salones de Pitt, Fox y Portland. Paine -"Nunca mejor demcrata ci la armadura de caballero andante; nunca mejor cristiano atac la ortodoxia", como dijo Henry N. Brailsford-, arriesg su vida por la del rey de Francia, a cuya decapitacin se opu- so en la Convencin. La tumba de Tom Paine fue saqueada en 1819 y sus restos, como los de fray Servando, se dispersaron por la tierra.

    La Historia servandiana concluye en momentos de confusin, poco antes de

    la radicalizacin decisiva -y terminal- de Morelos y los primeros constituyentes. Ni Los sentimientos de la nadan ni el Acta de Independencia de la Amrica Septentrional, tambin conocida como la Constitucin de Apatzingn, alcanzaron a ser comen-

    tados en la Historia, lo que libr a Mier de tomar partido ante documentos que ha- bran escandalizado a los ingleses.

    Servando fue el primer historiador hispanoamericano en concebir una Historia revolucionaria mientras la propia guerra transcurra. Ms all de la abundante pan- fletera rebelde, entre 1810 y 1813 slo destacan algunas obras, como South Ame- rica Emancipation, de Jos N. Antepara, y Los derechos de Espaa y Amrica, de William Burke, o las versiones de Paine realizadas en Venezuela por Manuel Gar- ca de Sena. Antepara fue el vnculo entre el marqus del Apartado y el general

    28

  • I I

    Miranda, cuyas ideas difundi en su libro, mientras que William Burke haba pro- yectado desde 1807 independizar las Amricas para protegerlas de Napolen. Los antecedentes intelectuales estaban en el abate Viscardo, Humboldt, Miranda o en Pradt -decisivo para Mier hacia 1820-, quien public Les twis ages des Colonks

    (1801-1802), la primera obra europea que exigi la independencia de Amrica. Pero una vez iniciadas las guerras de independencia no se encuentra otra obra, americana o europea, tan oportuna y original como la de Mier.

    Escribir historia contempornea no se hizo prctica ordinaria hasta la Restau- racin. Inclusive los grandes historiadores de la Revolucin francesa son poste- riores a 1830: Blanc, Michelet, Guizot, Buchez. Antes de ellos, a Mier hay que contarlo entre un selecto grupo de precursores, quienes meditaron de manera in- mediata sobre acontecimientos de los que eran testigos o protagonistas: Edmund Burke, Fichte, Paine, Chateaubriand, Constant y Madame de Stal, entre los intrpretes de la revolucin de Francia. En Espaa, salvo los folletos de Flrez Estrada, la primera historia revolucionaria es la de Llrente, fechada en 1814.

    Salvo a Fichte, Mier conoci, de odas o de ledas, a todas esas plumas presti- giosas. Va Blanco White ley a Burke y a su divulgador teolgico William Paley, a Chateaubriand desde luego, y slo hasta 1815, en Pars, escuch hablar de ma- dame de Stal y de su amigo Benjamn Constant, cuyo liberalismo postnapo- lenico es emptico con el suyo. Sin embargo, salvo de Burke y de Paine, sera aventurado decir que la Historia recibi influencia directa de esos escritores.

    En esa familia espiritual reunida en torno del amor, el escepticismo o la detur- pacin de la revolucin, esa novedad, Servando ocupa un sitio ambiguo. Casi nadie entre los independentistas espaoles -para no hablar de los liberales espa- oles- deseaban repetir o imitar la Revolucin francesa, antes al contrario. Entre los mejor enterados gravitaba la admiracin por 1789 o por la Constitucin de 1791, pero la revolucin era abrumadoramente identificada con el Terror y su en- gendro bonapartista. El doctor Mier, en su da predicador contra el regicidio y sus supuestos padres -Voltaire y Rousseau- comparta con las Reflexiones sobre la revolucin de Francia^ de Burke, el ms decidido antijacobinismo.

    La Historia, basada en una interpretacin tomista del derecho castellano, no requera de prstamos ingleses. Pero Mier comparta con Burke el contrato ra- cional entre rey y subditos, sujeto a revocacin por incumplimiento de parte. El

    29

  • I **

    I rey Jacobo II, dice Burke en 1790, no fue derrocado en 1688 por "mala conduc-

    ta", sino por practicar

    un proyecto probado por una multitud de actos manifiestos; por trastornar la Iglesia protestante y el Estado, sus leyes fundamentales y sus libertades incontestables, y por haber roto el pacto primordial entre el rey y el pueblo; y esto es ms que mala conducta. Una necesidad de las ms urgentes y superior a la ley los determin a dar ese paso, y lo dieron con aquella especie de repugnancia que se siente al obrar estre- chado por la ms rigurosa de las leyes. Para asegurar su confianza no ponan su con- fianza en la perspectivas de nuevas revoluciones.

    Contra los entusiastas ingleses de 1790, Burke intent separar y contraponer la Gloriosa Revolucin de 1688 de la Revolucin francesa. Aqulla haba sido una vuelta al origen, mientras que la otra era un abismo hacia un futuro tenebroso. De igual manera, la Historia servandiana presentaba la revolucin de Nueva Espaa como una restauracin ajena a la locura del siglo. Capaz de unir a Paine y a Burke sin dar explicaciones, Mier estaba consciente de la imposibilidad de esa visin unvoca.'' Quiz. Por ello, en el historiador convivan de forma problemtica una visin de largo aliento y otra de corta duracin. La primera sugera que ms que un contrato jurdico-poltico, la evangelizacin precolombina haba unido al An- huac con el cristianismo, mediante la parnesis, es decir, la aceptacin libre, de- terminada por la razn natural, de la predicacin cristiana. La corta duracin -que es lo que aqu importa- estableca un contrato bien especfico -escrito y "firma- do" en las Leyes de Indias- entre los conquistadores -albaceas de una naciona- lidad futura- y la corona de Castilla. Que entre el especulativo pacto primordial y la muy visible "carta magna" del siglo XVI hubiesen transcurrido mil o mil qui- nientos aos de civilizacin no cristiana era irrelevante para Mier.

    El derrocamiento de Iturrigaray por los espaoles era mucho ms que "la mala conducta" {missconduct) burkeana; constitua un motivo escandaloso y suficiente de revocacin del mandato. Eso justificaba, en Burke, la cada de Jacobo; en Mier, la independencia americana. Pero ni Burke ni Servando confundan su pacto con el contrato social de Rousseau, basado en una filosofa natural ajena al cristianismo.

    En el famoso texto de Burke hay una palabra esencial: repugnancia. Toda la generacin de 1808 se fue a la guerra por Fernando VII con esa palabra en la boca

    30

  • I I

    o en el gaznate. Actuaban, en Espaa y en Amrica, con esa "especie de repug- nancia" ante vejaciones exteriores e inverosmiles, obligados a la violencia por situaciones violatorias de un orden legendario. Hasta su propio rey haba desa- parecido. La palabra revolucin signific, espontneamente, vuelta al origen. Muy pronto muchos revolucionarios comprendieron, con fascinacin y terror, que ese origen estaba en el futuro. Una vez convertido en republicano fundador de Mxico, Servando, ya viejo, no fue ms lejos que Burke ante 1688. La revolu- cin de Nueva Espaa -narrada por l antes que nadie- haba sido una aconteci- miento de restitucin, nico en la historia universal.

    Mier fue el primero en hablar de la independencia americana en trminos de revolucin, y es responsable ante la historiografa de la ambigedad que el trmi- no signific para los modernos. Us la palabra revolucin como periodista, para re- gistrar acontecimientos que superaban el motn, la rebelin y la revuelta, aun sabiendo que sus amigos ingleses teman esa denominacin. En ningn momento de la Historia Mier se detiene a conceptualizar la revolucin, como lo haba hecho el joven Chateaubriand, con una comparacin acadmica entre las revoluciones an- tiguas y modernas en el Essaisurks rvolutions {\191). Si acaso, Mier entenda una situacin revolucionaria contempornea en el sentido de Grgoire, un suceso poltico de la historia eclesistica que permitira el regreso a la Iglesia apostlica. En su actitud ante la Constitucin de Cdiz, Servando fue un m4/-moderado. Como Blanco White, desconfiaba de las asambleas de filsofos, remedos de 1791... siempre y cuando esos aquelarres no se viesen purificados al efectuarse en Amrica.

    Lector del benedictino Feijoo, amigo de la correcta interpretacin de los as- tros, Servando confiaba en la acepcin astronmica de revolucin. La necesidad de dar a 1808 un nfasis radical proviene del ttulo completo de la obra: Historia de la revolun de Nueva Espaa antiguamente llamada Anhuac. Hablar de Anhuac -cuando el nuevo nombre del pas oscilaba entre la ambiciosa Amrica septen- trional y el enigmtico Mxico- es la solucin a la vieja clave del jeroglfico ameri- cano. Se trataba de restaurar, en el largo aliento y en la corta duracin, a la vieja nacin cristianizada por Toms y al imperio que, humillado en 1521, haba esta- blecido un contrato como reino de ultramar.

    La historiografa de la Ilustracin europea influy escasamente en Mier, pero sena injusto aislarlo por completo de ella. La clebre Historia de Amrica (1779) del

    31

  • I I

    escocs William Robertson reforz nociones universalistas presentes en la cultura novohispana desde el criollismo del siglo XVIll. E inclusive pueden rastrearse fe- nmenos paralelos, ya que George Buchanan, el cronista cuya crtica hizo el ilustrado Robertson, dedic, como Servando, varias pginas a buscar en las etimologas de Escocia y Gales legitimidades anteriores al dominio anglosajn, basadas en el mito de una "antigua constitucin escocesa". En ese orden de ideas, la bsqueda anticua- ra del mundo prehispnico que Mier, tras las lecciones de Borunda, politiz, no era un fenmeno aislado. Tan descabellada poda parecer a los espritus ms exi- gentes la pareja Toms/Quetzalcad, como la invencin del bardo galico Ossian, obra de James Macpherson, que el grupo de Robertson promovi.

    William Robertson, cuyos prejuicios ilustrados antiamericanos Mier se ocup en refutar, consideraba comunes a todo el gnero humano los estados transito- rios de civilizacin y barbarie. El antiguo Mxico, cuya constitucin le pareca feudal a Robertson, no era ni mejor ni peor que la Germania conquistada por los romanos. Esa igualacin, aunque fuese peyorativa, agrad a Servando, como antes a Clavijero. A Gibbon slo lo cita en una ocasin, para documentar que los espa- oles ignoraban la etimologa latina de colono, ttulo que los romanos dieron a sus aliados nativos en Sevilla y Utica, rompiendo, bajo el emperador Adriano, toda distincin entre conquistados y conquistadores. La historia universal -nom- brando a Tucdides, Ovidio y Virgilio- slo aparece en la Historia de Servando cuando se trata de poner en su lugar a los espaoles, de demostrar que la leyenda negra empez con la legin de ibricos que habran crucificado al Seor.

    Servando se nutri de la primera tradicin historiogrfica propiamente ameri- cana, la Crnica de Indias, de la que fue el ltimo apologeta. Indiferente a las civi- lizaciones mesoamericanas -tal cual fueron examinadas por Acosta, Sahagn, Torquemada, Las Casas-, Mier slo acude a la etnografa comparada cuando ne- cesita aceitar la palanca original de su mecanismo: la evangelizacin precolombi- na. Inclusive, Clavijero y Lorenzo Boturini, los historiadores "mexicanos" que lo precedieron, slo aparecen como dignificadores de la grandeza americana.

    Servando confes que durante la escritura slo tuvo a la mano las obras de Remesal y de Torquemada. Cita en diecinueve ocasiones a Antonio de Remesal (muerto en 1610), autor de una Historia general de las Indias Occidentales, y parti- cular de Chiapa y Guatemala, impresa en Madrid el ao de su muerte. Reputado

    32

  • I I

    como escritor fantasioso, Remesal debe su fama postuma a su labor como primer

    hagigrafo de Las Casas. Gracias a l, el doctor Mier mitig las carencias plan- teadas por la ingente cantidad de obra indita -que no del todo desconocida- que dej fray Bartolom. No fue sino hasta 1819, al escribir las Cartas a Juan Bautista Muoz, cuando Mier pudo, gracias a la biblioteca del Santo Oficio, co- rroborar y ampliar su conocimiento de la Crnica de Indias, ofreciendo a su imagi- nario corresponsal, a propsito de la querella guadalupana, un resumen;personal de sus lecturas sobre la conquista y la destruccin del Nuevo Mundo.

    En fray Juan de Torquemada (1562.''-1624) encontr Servando una paleta mul- ticromtica para pintar -citndolo sesenta veces- a su gusto la vieja Anhuac. Autor de la Monarqua indiana (1615), "una palabrera crnica monsrica, digna del fin de la Edad Media", Torquemada, aunque fiel al providencialismo francis- cano, desech suposiciones caras a Mier, como el origen bblico, cartagins o ariante de los indios, aduciendo con claro criticismo que los rituales paganos eran comunes a muchos pueblos, aunque admiti la posibilidad de que hacia 750 hu- biesen llegado misioneros crisrianos a Amrica.

    Mier no los necesitaba a los franciscanos, para documentar la predicacin pre- colombina, tema dominico. El esquema monrquico y eclesistico de Torque- mada, adems, contribua a la europeizacin servandiana de las civilizaciones indias. Basndose en el Cdice Xlotl -sigo a Brading-, Torquemada dispuso una gigantomaquia de los toltecas como fundadores de Amrica y present las causas de la decadencia -en su opinin, de origen demoniaco- que Corts encontr en Tenochritlan.

    Con Remesal y Torquemada en la cabecera, Servando tambin recurri en Londres a las obras de Jos de Acosta, Bernardino de Sahagn, Juan Gins de Seplveda, Toribio de Benavente y Antonio de Herrera. El recurso a este ltimo, historigrafo mayor de Indias en 1596, ratifica las maneras historiogrficas servan- dianas. Herrera y Tordesillas (1549-1625) dividi su Historia general de los hechos castellanos en las islas y tierra firme (1601) en dcadas, a la manera de Maquiavelo ante Tito Livio. Escribi Herrera por la gloria del imperio y fue otro de los que, expurgando sus pginas indigenistas, saque a Las Casas. La fluidez de su estilo, su prudencia ante las cuesriones espinosas, debieron molestar a Servando, pero se sinti cautivado por su eurocentrismo.

    33

  • I * *

    Si para Herrera las Indias eran, ante todo, un escenario de la hazaa castella- na, para Mier lo eran de una epopeya cristiana. La Historia servandiana, como la Monarqua de Torquemada, sacaba al mundo indiano del exotismo, mostrndolo como un afluente desviado o subterrneo, pero no perdido, del gran ro de la ca- tolicidad, es decir, de la historia universal.

    Dividiendo de manera grosera ese gnero esplendoroso y novator que fue la crnica de Indias, tenemos los libros de gesta (la historia militar de la Conquista, desde las Cartas de Re/acin hasta Antonio de Sols) y la descripcin "etnogrfica" del Nuevo Mundo (Benavente, Las Casas, Acosta, Sahagn, Jernimo de Men- dieta). Ambos extremos se unen en un gnero hbrido, al que obras y autores lle- gan con naturalidad: la historia eclesistica.

    La historia eclesistica del siglo XVI colocaba en el centro a la Iglesia y a sus rdenes mendicantes, narrando la evangelizacin, y como secuencia lgica, la vida social, poltica, econmica y religiosa de los evangelizados. La importancia poltica del gnero era capital: de la historia eclesistica derivaba la legitimidad o la ilegali- dad de los ttulos de conquista con que los espaoles actuaban en el Nuevo Mundo.

    Antes que en la historiografa contempornea, poltica y militar, la Historia servandiana se sostiene sobre un punto esencial de la historia eclesistica indiana: la legitimidad de la conquista. Historiador eclesistico por vocacin, a Servando le toca hacerlo en un momento en que la Iglesia catlica ha sufrido el golpe brutal de 1789. Ante la imposibilidad europea de seguir haciendo historia eclesistica con una Iglesia finalmente expulsada de la centralidad poltica y arrojada a bata- llar por su sobrevivencia en las aguas broncas del siglo, a Servando le queda una reserva espiritual e intelectual en Amrica. Su Historia intenta una suerte de tras- lado de las maneras retricas del siglo XVI al tiempo de las revoluciones. Mier in- vierte la gesta a favor de los novohispanos de 1808, esta vez de reconquista. Periodista revolucionario, usa las fuentes contemporneas con la misma mana barroca con que Las Casas y Torquemada urilizaron crnicas y testimonios de los conquistadores y de la visin de los vencidos.

    El uso de las gacetas realistas -Mier tena un acceso ms amplio a stas que a la prensa insurgente- resulta paradjicamente benfico para la Historia como cr- nica de reconquista. Haca innecesario cargar demasiado las tintas. Eran tan ve- snicos los elogios oficiales de las hazaas de los virreyes Venegas y Calleja y de

    34

  • I I

    sus grandes capitanes, que slo con transcribirlos quedaba demostrada la ilegiti- midad del dominio espaol. Y al referirse al cristalino apego de los insurgentes -en voz de Rayn y Cos- a la tradicin jurdica indiana, Mier cumple con su do- ble misin. Vuelve a negar o a ponderar en 1813 los ttulos de conquista, como lo haban hecho en los siglos XVI y XVII Vitoria, Soto y Las Casas, por un lado, y a ha- cer la crnica militar, como un Gomara criollo, de la devastacin de las Indias:

    exaltadas las tropas con tan horrenda felona, se arrojaron impvidas sobre los caones, que no volvieron a disparar, los cabalgaron y dexaron tendidos en el campo de batalla y en el de su fuga aquel puado de miserables, de que slo escaparon como unos 200 heridos, triste resto que no pudo volver a Mxico. Toda la ciudad los vio con sus ojos, aunque se clamore lo contrario en la Gazeta...

    La composicin de la Historia, obra de gabinete, no requera de un esfuerzo prosstico singular para Mier. A la manera del cronicn, Servando editaba sus fuentes, componiendo su libro mediante el bricolaje ms a la manera de Torque- mada y Remesal, que a la de Blanco White y los periodistas whigs. En Londres, en contraste con el predicador de 1794, Mier se alejaba de Clavijero y Boturini, quienes renovaron la crnica de Indias al transformarla en una apologa etnogr- fica contra las Luces, que embestan contra el clima, los animales y las sociedades del Nuevo Mundo. Servando, presto a tomar la pluma contra las agresiones pun- tuales de Robertson o de Pauw, estaba tan convencido de la grandeza americana

    que no perdi el tiempo en ratificarla generosamente en la Historia. Dirigida en primera instancia a los polticos britnicos, la Historia coronara a

    "Jos Guerra" en Mxico, Caracas y Buenos Aires, de no haber naufragado el barco que la llevaba a su destino. En Mxico hay actualmente slo dos ejempla- res de aquella primera edicin, que fue vendida a ocho duros con un tiraje de 1 000 ejemplares. La influencia directa de Mier en 1813 sobre las guerras novo- hispanas fue escasa y se circunscribi a los artculos de El Espaol previos a la aparicin de la Historia. La Gazeta del gobierno de Buenos Aires hizo acuse de recibo del libro en septiembre de 1814, poca cosa si recordamos la devocin de Servando por "el in-victo pueblo argentino". Andrs Quintana Roo, por ejemplo, haba re- producido la primera Carta de un americano en su Semanario Patritico en octubre de 1812, en Mxico.

    35

  • I I

    La Historia, en cambio, fue libro de cabecera de Bolvar. Servando se jact en Idea de la constitucin (1821) del favor regio del deseado:

    Y no obstante que Fernando Vil despus de haberla ledo mand comprar a cualquier precio por medio de su embajador algunos ejemplares para repartir en su Corte, el virrey de Mxico Apodaca tom tal empeo para impedir circulase, que hasta envi

    la obra a la Inquisicin para que la maleficiase por medio de sus calificadores o herefi- cadores de oficio.

    Sabemos de buena fuente que sus agentes realistas en Amrica utilizaban la Historia como fuente de informacin. Segn Bustamante, el libro fue decisivo en la conversin de Agustn de Iturbide a la causa de la independencia. Hijo predilecto de Servando, el libro tuvo, en cambio, un destino lamentable en Europa. Temeroso del plagio, plagiario l mismo, el doctor Mier fue vctima de polticos apresurados y de historiadores sin escrpulos que utilizaron la Historia como obra negra.

    Segn la edicin de la Sorbona, el primero en servirse de Mier fue William Walton. Este aventurero ingls, cercano al grupo de Londres, public An Expos on the Dissentions ofSpanish America en 1814. Aunque Walton fue un apologista de la independencia, el plagio fue tan descarado que Mier lo denunci en sus Memo- rias. En 1817 apareci, de manera annima, Outline of the Rwolution in Spanish America. No fue sino hasta 1953 cuando se atribuy el texto a Manuel Palacio Fa- jardo, un venezolano, muerto precozmente en 1819, quien haba sido oficial de Miranda y compaero de Bolvar. Perseguido por la polica de Luis XVIII, fue a dar a Londres, donde conoci a Servando, a quien cita como Jos Guerra entre las fuen- tes de su Bosquejo de la Revoludn en la Amrica Espaola, como se le titul despus.

    Tras Walton y Palacio Fajardo, la Historia se pierde. Todava entre 1822 y 1825, dos historiadores franceses -A. Dillon y E. Monglave- utilizan la Historia (o a sus comentaristas) como fuente para sendos resmenes. El colmo ser William David Robinson, el cronista ms acreditado de la expedicin de Mina, en sus Memoirs oftheMexican Revolution (1820). Mencion a Servando como idelogo de esa aventura, pero plagi su libro a la hora de escribir los antecedentes. El destino de la Historia servandiana es acorde con la tradicin eclesistica. Como a Las Ca- sas y a tantos frailes escritores antes que l, sus obras pasaron a ser materia de un

    36

  • I i

    archivo colectivo que los sucesivos escoliastas van copiando, editando, transfor- mando. El periplo mexicano fue distinto. Si Mier prevaleci, ms all de la anc- dota frailuna hasta su redescubrimiento en 1865, se debi a su papel como

    bautista de la historiografa insurgente. Alamn, enemigo de los liberales, alab la

    Historia en 1851:

    Esta obra, escrita con elegancia y dispuesta con mucho artificio, ser siempre aprecia- ble por la multitud de noticias que contiene y por el talento con que el autor trata las materias de que se ocupa, dejando aparte todo lo que es hijo de las circunstancias y obra del espritu de partido que reinaba en el momento. Rico en conocimientos y en erudicin, Mier es al mismo tiempo muy agradable por su estilo, y lleno de fuego y ar- dimiento, abunda en chistes oportunos que hacen entretenida y amena la obra.

    Empero, fue Carlos Mara de Bustamante (1774-1848) el discpulo ms sobre- saliente de Servando. A este mitgrafo romntico debemos varios de los cultos y supercheras que dieron origen a la llamada identidad mexicana, habiendo sido acusado de "crmenes historiogrficos" por sus acrrimos y no por ello menos ra- zonables enemigos. Periodista, fundador del Diario de Mxico en 1805 y de El Juguetillo durante la efmera libertad de imprenta de 1812, Bustamante se uni poco despus a Mtelos. Preso en San Juan de Ula entre 1817 y 1819, aconsej a Vicente Guerrero la alianza decisiva con Iturbide, contra quien conspir des-

    pus, junto a Mier. El Cuadro histrico de la Revolucin Mexicana (1823-1846), de Bustamante, es

    nuestra primera "historia patria", fuente imprescindible pese a su soporfera no- velizacin de tantos hechos y sucedidos. A Bustamante debemos la glorificacin de Mtelos, "nuevo Moiss", al frente de todos los insurgentes, presentados co- mo padres de una identidad que nace sin mcula en 1810, en confrontacin con los espaoles, a quienes el cronista bestializa sin recato.

    Ante la orfandad de 1821, Bustamante hizo efectiva la intuicin servandiana y convirti al Mxico independiente en legatario directo de un imperio azteca que a sus ojos equivala a la Roma de los cesares. Corts sera el primer independentis- ta, una suerte de Constantino el Grande que cristianiza al imperio. Bustamante, al mismo riempo, fue el primer valedor de Bernal Daz del Casrillo. Con todo y

    37

  • I I

    su ortodoxia catlica, don Garios Mara impidi que el guila y la serpiente, emble- ma de la mieva nacin, fuese cristianizado. Antes que Michelet -o mientras lo lea- Bustamante llen su Cuadro histrico de popularismo y de hazaas caballerescas, ms relacionadas con la leyendas medievales que con la Revolucin francesa, como la invencin del Pipila o la conversin de Juan Nepomuceno Almonte, el hijo natural de Morelos, en protagonista de una fbula del nio y del dragn.

    En la obra bustamantina -ms de cien tomos trabajados por un siglo de eru- ditos, desde Icazbalceta a O'Gorman- "el sabio padre Mier" es la fuente indis- pensable para 1808, como el admirado amigo de Blanco White y el valeroso capelln de Mina. Es "el hombre impvido y por otra parte gracioso" que llam Apodaca a su caballo cuando, liberado por el Santo Oficio en 1820, fue enviado a Veracruz. Sin embargo, Mier -contemporneo suyo en los primeros aos de la repblica- no fue mitificado por Bustamante. Su obra, en cambio, es una conse- cuencia romntica y nacionalista casi lgica de la Historia servandiana. Inspirado en sta, Bustamante acab de cristianizar la independencia mexicana. Mier haba legitimado el origen apostlico de Amrica, y Bustamante torn bblica toda la narracin de la guerra: el camino de un pueblo elegido.

    Bustamante y su rival conservador Alamn murieron a mediados del siglo XIX en los aos sombros de la derrota mexicana ante los Estados Unidos. En su ocaso -que identificaban fatalmente con los de una patria imposible- debieron pensar frecuentemente en la felicidad de Servando, el bautista, en cuya Historia pareca tan fcil recuperar la libertad del Anhuac, ya fuese en la independencia abso- luta de Espaa o con la armona en el corazn del imperio. Tambin es probable que lo maldijeran en la intimidad: el doctor Mier haba bautizado la historia nacional con la palabra revolucin, diagnstico que se volvi enfermedad.

    Ms que como crnica de gesta, la Historia sobrevivi como historia eclesis- tica. A Servando le hubiera encantado saberio. Como historiografa crtica y con- tempornea, el libro se convirti en un antecedente meritorio superado por los acontecimientos. Bustamante y Alamn, de la generacin siguiente, culminaron las historias de la independencia. Es curioso saber que la parte ms exitosa de la Historia, durante la dcada posterior a 1813, fue su apndice apologtico: una "Nota ilustrativa de este documento y que se trata de la predicacin del Evan- gelio en Amrica antes de la Conquista".

    38

  • I I

    Fray Servando volva a las andadas? No contento con ser notario de una re- volucin regresaba al trauma de 1794? A quin le interesaba escuchar, otra vez, las aventuras de Toms en Amrica? De qu le haban servido la Real Academia de Historia, Grgoire y Blanco White, si volva a su delirio barroco? Pero a los lectores contemporneos de Mier les pareci lgica y coherente la "nota explicati- va", y vaya que lo es, como lo ratifican Lafaye, Brading y O'Gorman. A Bolvar, por ejemplo, un republicano clsico, le interes Quetzalcad como mscara de algn predicador cristiano, como lo dice en su Carta de Jamaica (1815). Alamn, escptico en cuanto a innovaciones peligrosas de la doctrina catlica, reimprimi la nota servandiana como apndice, en 1844, en su edicin en espaol de la His- tory of Conquest of Mxico, de William H. Prescott, para que los lectores del histo- riador norteamericano no olvidasen el probable, aunque remoto, origen cristiano y apostlico de los indios.

    El fraile historiador haba encajado los golpes criticistas de la Real Academia de Historia y en 1813 reformul y ponder las ocurrencias ms burdas del licen- ciado Borunda. Para ello se desdobla, y es "Jos Guerra" quien recuerda las des- venturas de fray Servando en el laberinto de la predicacin apostlica. Afirma que la identidad entre Quetzalcad (y Viracocha y otras encarnaciones prehisp- nicas del hombre barbado venido del mar) y el predicador no encarna necesaria- mente en la persona misma de Toms apstol. Pudo haber sido otro Toms, el de Mylapore, que predic en la India en el siglo VI o un obispo oriental, judo helenizado. Hecha esta concesin a la inverosimiltud cronogrfica del sermn de 1794, Servando vuelve a ser rotundo: "Es cosa admirable cmo toda la mitologa mexicana se explica a consecuencia del cristianismo, en traduciendo Quetzalc- huatl por Santo Toms...".

    Apoyndose en la tradicin criolla, Mier sostiene esa identificacin como irre- futable por motivos filolgicos y arqueolgicos. Los pobladores del continente, dice, llegaron por el estrecho de Behring y vivieron en el paganismo hasta su evangelizacin precolombina. Servando se extraa de que se llamen cristianos -como los franciscos del siglo XVI- quienes se atreven a dudar de la literalidad del evangelio de Marcos, cuando Jess mand a predicar a sus apstoles por todo el mundo. Pero admidendo "conocer el siglo en que estoy", renuncia a la apela- cin escriturstica, armndose de otras pruebas: el comercio entre China y An-

    39

  • I **

    I huac o entre Mxico y Egipto, documentado por Carli y Kircher, los vestigios de la cruz de Kukulkn en Campeche y la interpretacin borundiana de las piedras

    excavadas en 1790. En su enumeracin catica sale a relucir un monacato prehispnico, instituido

    por Quetzalcatl con sus votos de pobreza, obediencia y castigo. Los sacrificios humanos son, como lo sostuvo Las Casas, una depravacin de la eucarista, tan

    deplorable como los excesos destas de 1793, pero no peores. El viaje al Anhuac de los antiguos mexicanos es el de Israel tras la cautividad del faran.

    Quince aos despus ningn historiador habra tomado en serio a Mier. Pero antes de 1820, con la erudicin ilustrada que no mora y con el romanticismo na- ciente, entre la egiptomana y la bsqueda de identidades nacionales para patrias nuevas, es comprensible que a Bolvar y a Alamn les haya parecido pertinente el mito tomasiano. Mier llevaba un cuarto de siglo hablando de l. Sin creerlo del todo, Chateaubriand, Grgoire y Blanco White quiz lo estimularon a seguir sus

    averiguaciones, que eran, adems, una tradicin respetable entre los dominicos y los anticuarios criollos.

    Pero la Historia estaba condenada a ser, como su autor, un cdice extraviado. El ltimo par de "evangelistas de la emancipacin", identificados cabalmente con el liberalismo decimonnico, Lorenzo de Zavala (1788-1836) y Jos Mara Luis Mora (1794-1850) desdearon la Historia servandiana. Mora, aunque le dedic una cariosa nota necrolgica a Mier, no lo menciona en su Mxico y sus revoluciones (1836). Zavala llama a Servando "escritor indigesto" y "acalorado cerebro" en su Ensayo histrico de las revoluones de Mxico desde 1808 hasta 1830, cuya edicin definitiva apareci en 1845.

    Servando, hombre de palabra, predicador y escritor, se remite a una "verifica- cin" lxica para cerrar el caso. Para Boturini, quetzales "predicador"; para Borun- da, teohuitzilopochtti es "el seor de la espina o herida en el costado de quien lo mira". As, mecsi significa "ungido a Cristo", y Mxico, otra vez sea dicho, el lugar donde se adora a Cristo. La manipulacin charlatana de una etimologa sustituye a la prueba histrica. Una tradicin filolgica, propia de la historia eclesistica ju- da, griega y latina, encontraba en el verbo la manifestacin de Dios; Mier -y la escuela criolla que con l culmina- pretendi aplicar, por exigencias dogmticas

    -Dios no poda haber olvidado al Nuevo Mundo- esa lexicografa a un universo

    40

  • I I

    gramatical desconocido. Pero la invencin de una etimologa crear una nacionali- dad, que en la Historia aparece, como acto de fe y como un hecho del lenguaje.

    Qu pieza falta en relacin con 1794.-^ La Virgen de Guadalupe, ni ms ni me- nos. La heterodoxia guadalupana se convierte en silenciosa apostasa y el janse- nista renuncia a las vrgenes. O al menos se cuida de exhibirlas ante el pblico europeo, pues en 1819 volver al tema, ante interlocutores, reales o imaginarios, en Mxico. Pero ms all de obsesiones y minucias, aunque con un psimo sen-

    tido de la oportunidad, a un lustro de la fundacin de la Repblica, Servando re- chaza el guadalupanismo -que Hidalgo, por azar o conviccin, haba convertido en imago de la revuelta- como mito fundacional y lo cambia por una lexicografa emdita de incierto futuro: Quetzalcatl/Santo Toms. La "Nota ilustrativa" es el ms claro y efectivo de los textos tomasianos de Servando. Debi haber sido el ltimo.

    Curndose el brazo derecho con la escritura. Servando Teresa de Mier hizo con la Historia de la revolun de Nueva Espaa una sntesis de gneros y tradicio- nes, a ratos macroceflica, como era propio del tratado barroco. Prossticamente, es obra de predicador, cuyas tramoyas y artefactos inundan el texto: el apostrofe, la pretericin, la prosopeya y la anfora. A su vez, la tradicin picaresca se filtra a travs de la maldad frailuna despiadada contra Lpez de Cancelada. Viene de la historia eclesistica e irrumpe en una forma nueva de hacer poltica y de escribir: el periodismo. La Historia servandiana, pese a su enjambre barroco, es una espe- cie catalogable dentro de lo que J.G.A. Pocock, especialista en la historiografa dieciochesca, llama "historia narrativa", gnero moderno donde hubo otros histo- riadores que, como Mier, fueron protoilustrados, ms ligados al mundo de la ley ci- vil y de la teora contractual del gobierno que a las maneras de \osphilosophes. Esa protoilustracin radic en el abandono de la historiografa como mera erudicin.

    Por su forma, la Historia es un caudal de historias, muchas de ellas condena- das, al llegar a Mier, a ser aguas estancas, sujetas a evaporarse. Una de ellas, la que acaso sintetiza este episodio final de la literatura novohispana, es el tratado teolgico-poltico. Toms de Aquino, el maestro del brazo derecho venerable, utiliz esa forma para dotar a la teologa de una incidencia prctica en el gobierno de los prncipes y de sus subditos crisrianos. En su carica Historia, Servando si- gue el plan de trabajo del Aquinate en La monarqua (De regno), examinando, en ese orden, el origen divino de la autoridad, la legitimidad de las formas de go-

    41

  • I b

    I bierno y su ilegitimidad, racionalizando el derecho del vasallaje a la insurreccin cuando su soberana se ve vulnerada.

    Mier anunci la Repblica Cristiana del Anhuac con un tratado teolgico- poltico, esa Historia que justificaba la independencia de Amrica. ltimo cro- nista de Indias, Servando cubra todos los frentes que su dominio le permita: la literalidad bblica de Marcos evangelista, la erudicin barroca y el criticismo ilus- trado, las probabilidades arqueolgicas y filolgicas, el derecho de gentes, la des- cripcin del Anhuac como pueblo en la historia de la Iglesia, la crnica de su ruina y el entusiasmo por su resurreccin. ^

    42