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sLj.- /'. ;
SERMON PANEGIRICO
D E Ntra. Sra. D E L C A STELLAR
V E N E R A D A
E N E L M O i'JT E D E L M I S M O N O M B R E ,
T E R M IN O D E L L U G A R D E T O R R E S ,
QUE EL DIA 9 DE MAYO DEL AÍíO l 8 o f
D I X O E N L A I G L E S I A P A R R O Q U I A L
DE DICHO PUEBLO
E L P , F r . H IL A R IO C O C H E , D E L O R D E N de San Francisco , H ijo de la Provincia de Ara^ gon , Misionero Apostólico , y Comisario Colectador
del Colegio Seminàrio de Propaganda Fide de S . J o ie f de Inarata en el Reyno del P erú ,
Sácalo à lu z un D evoto de la Señora.
C O N L I C E N C I A :
E n Zarag. : Por F ran cisco M agallon.
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' A<-i i\ îK'î :-'^: r
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' ‘-y - ,
«•lA . *•* '4 ' • " s .
Qgo ero ei murus ignìs in cìrcuU u , y in g/o-
ria ero in medio ejus4 Zachar* c. 2. f .
^ o d a v ia , Señores, no habernos concluido
el a su n to , que a yer me propuse pa
ra materia de mi discurso. E l Cas-,
te lla r moderno , mas glorioso , que el
Castellar antiguo : esta fue la proposición que me
empeílé en p robar, y h oy ha de recibir las u lti
m as, y mas convincentes pruebas para Vuestra sa
tisfacción , y para vuestro jiibilo . Porque à la
v e rd a d , recelo de vuestro pleno convencim iento,
y poco satisfechos muchos de los que me oyeron,
parece que los oigo ex cla m ar: Como? ¿ E l Cas
tellar moderno mas g lo risso , que el Castellar an
tiguo? gPues qué? ¿Acaso aquella poblacion no
fué objeto del p od er, y grandeza de los antigüos
R e y e s , punto de reunión de sus mas valerosos
F 2 cxér-
4
e x é r c ito s , a lcázar de sus principales fu e r z a s , ins
trumento de sus mas gloriosas v ic to r ia s , soberbia
en sus ed iñ cio s, noble por sus habitadores, rica»
depositaría, y defensora de los teso ro s , y mas
apreciables posesiones ? ¿ Y qu é es por otra parte
c l Castellar de nuestros tiempos? ¿E s por ventu
ra otra cosa , que un conjunto de ruinas , y es
co m bro s, una imagen de h o r r o r , y de espanto,
un lugar en fin de d esolación, y un triste re
cuerdo de los acaecim ientos mas fú n e b re s, que
pueden h orrorizar à Jos hombres? Esto es lo que
me repondrán a lg u n o s; pero aquí tenemos re
novados segunda v e z , oyentes mies , los pasages
de la reedificación de Jerusalén , y de su Tem
p l o , que ayer me subministraron el te x to , que
sirvió de guia á nuestros pensam ientos; y ea
ellos hemos de encontrar hoy ,, el que nos dirija
para satisfacer vuestras dudas.
Con efecto : este mismo reparo se ofrecía tam
bién à ios Judíos quando A ggeo Ies anunciaba
con una v o z p ro fetica , que había de ser mucho
m ayor la gloria del Tem plo que iban à reedificar,
que la del an íigü o Tem plo de Salomón : M ugna
erit
6
erit gloria domus ü îîus novissimce pïusquam prU
mce\ y quando llegaron á ver los S eñ ores, y A n
cianos del pueblo la vileza , y pequenez del se
gundo Tem plo respecto del prim ero, al ver que
por su p o b re za , y corto numero de operarios, no
les quedaba arbitri© sino para levantar una fá
brica , que apenas podía llegar à la mitad de la
p rim era, y esto de unos m ateriales to sco s, y vu l
g a re s , lloraban am argam ente, nos dice el libro
primero de Esdras ( i ) , y se sumergían tristemen
te en el abismo de su desconsuelo. E l Profeta
Zacharías , en un maravilloso rapto , ve un A n
gel con una cuerda en sus manos (2) para me
dir la area de la nueva Jeru sa lén , que iva à ser
reedificada por Nehemías , y Zorobabel. Por la
cortedad de esta medida congetura igualm ente es
te Profeta , la pequenez , y v ileza del edifi
c i o , teme por ello , y se sobrecoge de tristeza;
pero otro A n gel le saca de sus re ce lo s , y en
juga las lágrimas del mismo Zacharías , y de
los demás P r ín c ip e s , y señores dei pueblo. ¿Qué es
esto Zacharías? le dice (3 ) , tu p ie n sa s , que lanue-
( i ) E i d f i f I . c . 3 . ( 2 ) 7 .a . ha>'. c. t . ir- i .
(3J A lu p id e in e x p o sif. p r a ü c t i cap»
nueva Jerusalén ha de ser p eq u eñ a , v i l , y des
p reciab le , como com prehendida su extensión en
una corta medida ? Pues te engañas <¡ prosigue
el A n g e l, y te hago saber desde lu e g o , que la
nueva Jerusalén , aunque ves , que vá k ser cons
truida , sin fo rta leza s, ni murallas , ha de ser sin
embargo tal su grandeza , y m agestad, que em
peña su real palabra el R e y de C ie lo s , y T ie r
ra , de que el mismo le servirá de una m uralla
de fuego en su c ir c u itu , y que se colocará con
gloria en medio de ella misma : Ego ero ei murus
ignis in c irc u itu , H in gloria ero in medio ejiis.
Con esto . Señ ores, satisfizo el mismo D ios la di
ficultad , que oponían los Ju d ío s, para que el nue
vo T e m p lo , y la nueva Jerusalén pudieran ser mas
g lo rio so s , que en su prim itiva e x isten cia ; y con
las mismas palabras , satisface también M aría I
los que todavía d ificu ltan , que pueda ser m ayor
la g lo ria del Castellar de nuestros d ia s , que lo
fué en los tiempos de su p od er, y de sus rique
zas : Ego ero ei m iinis ignis in c irc u itu , Si in
gloria ero in medio ejus. Si Señ ores, y o lo re-
p it o ; estas mismas palabras , que hablo e l mismo
D ios
Dios à los Judíos por medio de Z ach arías, habla
también M aría à los de su p u e b lo , por medio de
mi indigna b o c a , y ellas deben ser para nosotros
tanto mas consoladoras, y co n v in cen te s , quanto
la realidad excede à la promesa, y quanto los
hechos exceden à sus anuncios. Acabóse el pueblo
del C a ste lla r, así como se acabó la Jerusalén an-
tigüa ; pero una nueva gloria descuella de entre
sus ruinas , que haciendo mas glorioso à aquel si
tio , que Jo fué en los pasados s ig lo s , dá también
un nuevo ser à nuestro p ueblo , à cu yo favor di
rige sus grandezas. N o anunciaré y o en un tono
profètico esta verdad à mis com patriotas, como la
anunciaba Zacharias à los de su pueblo. N o Seño
r e s , y o os la anuncio como de presente , y he de
haceros ver claram ente su realidad. Declarem os pues
nuestra id e a , y demos principio à nuestro asun
to. M aría es quien sirve de una muralla de fue
go al derredor de nuestro pueblo para defendernos
de nuestros enemigos : E ro ei murus ignis in cír-
euítu : los hechos probarán esta primera verdad,
y darán materia à la primera parte. María perma
nece con gloria entre nosotros para hacer d ich o
so
' &
so à nuestro pueblo : E t in gloria ero in medio
ejm : lo que sucede en la realidad probará esta
verdad segu n d a, y dará materia à la segunda par
te. Mas c la r o , y en dos p alab ras: M aría nuestra
defensa, y M aría nuestra gloria. E ste es el plan
de nuestro asunto.
N o puedo menos V irgen gloriosisim a, no pue
do menos de prometerme vuestra soberana asisten
cia en el día , que vo y à publicar vuestras mara
v illa s ; y jamás podré y o sin ella explicarlas de
un modo correspondiente à su gran d eza. V os Se
ñora sabéis quanta parte me cabe en vuestras glo
rias , las quales vienen à constituir las glorías de
mi pueblo. ¿ Y qué d iré si añado à estos estímu
los el de la gratitud , de que soy vuestro deudor
por tantos singulares beneficios, que à mi me ha
béis dispensado? Esto me haría desconfiar en este
día de poder explicarm e dignam ente , si vuestra
maternal beneficencia no me estimulara à implo
rar con fundada confianza los auxilios de la d iv i
na g r a c ia , que me prometo por vuestra interce
sió n , à la que recurrim os desde lu e g o , saludán
doos con el A n gel.
'A V E
A F E M A R I A .
E t ego ero ei murus ignis in cìrcu itu , ^ in glo^
ria ero in medio ejus. Zachar. c. 2, f , 5.
Quando y o , Señores, intento manifestaros a Ma
ría coiDo una muralla de fuego para la defensa de
nuestro p u e b lo , no p en séis, (y y a lo daréis por
supuesto) que voy h pintaros un q ü ad ro , en don
de se vean representadas las victorias de los Jo-
s u e s , y los triunfos de Jos D a v id e s , la fortale
za de los G ed eo n es, y las irrupciones de San
són , la gloria de las Judithes , y los hechos de
los M achabeos, los trofeos de los C ésares, y las
conquistas de Roma. N o Señores. B ien lejos es
to y de este pensam iento, y el no darnos mate
ria , ni nuestra trad ició n , ni nuestra experiencia
para semejantes re tra to s , es lo que nos hace mas
felices. N o se trata aquí de defender a nuestro
suelo de un género de enemigos como los que des
truyeron al Castellar a n tig ü o , 6 bien como los
que debeló este pueblo en tiempo de sus victo-
G rias
rias contra los S arracen o s; ni vamos á hacer men-»
cien de algunas gu erras, de tantas que se han vis
to entre los hom bres, tan c r u e le s , y sanguina
rias , quales no se han visto jamás entre los Leo
nes , y D ragones feroces, como decía S. A gustín
(4). Y á se v i(5 víctim a de estas catástrofes aque
lla in fe liz poblacion , y en medio de aquellos es
tragos espantosos, se manifestó con clem encia pa-
xa nosotros el poder del H ijo de M aría , dexan^
donos su Im agen, según lo que decía S. A gustin
de la ruina de la Ciudad de Roma ; que quanto
de d evastació n , de p illa g e , de qu em a, y de aflic
ción se vió en e lla , fué causado por la natura
le za de la guerra ; pero que perm aneciesen in
tactas las amplísimas Basílicas para abrigo , y re
fugio de los hom bres; esto se ha de atribuir al
nombre de Christo , so pena de cegueda'd , ingrati
tud , y locura (5)« Gracias a D io s , pues que no
se funda la p az de nuestro pueblo en unos triun
fos in fau stos, que toman su primer origen en la
ruina de nuestros sem ejantes, y en los que se
ha-
(■4) D lv . A íig . de c ív it . D ei lih . 12 . c. 21 • U t. A> (5) D e c iv , D e i iib . i . c- 7*
hace ostension del verd o r, y frondosidad de sus
ramos de o liv a , con la efusión , y riego de la
sangre humana. Se ha dirigido el poder de nues
tra Protectora á defendernos de otra clase de
enemigos mas tem ibles, y en las victorias que de
ellos nos ha logrado, no se ha dexado ver la car
n ic e r ía , é inhum anidad, sino la te r n u r a , y be
neficencia. Y á eníendereis , que os h ablo , h biea
de los enemigos de nuestra alm a, ó bien de aque
llos azotes terribles, que el C ielo suele descargar
sobre los p ueblos, y á como castigo de las cu l
pas , y á como avisos de su m isericordia. N o me
detendré en hablar de los primeros. Vosotros sa
béis y á , que como decía el D octor S eráfico , no
se derrite con m ayor prontitud la cera á la pre
sencia del fu e g o , que esta clase de enem igos se
desvanece á la invocación , y nombre de M aría
(6 ) ; y que no triunfó tan completamente Esther
de A m a n , Judith de H olofern es, la M uger Jael
de Sisara , la Thebites de A b im elec, ni la otra
sapientísima en Abela de Seba , como triunfa M a
ría en nuestra defensa de nuestros enemigos es-
G 2 pi-
{6 ) D iv . B on av. in speculo B , V ir g . lect- 2.
l a
p ir itu a le s , cu ya cabeza d e sh izo , cuyas fraudes
e lu d e , cuyas furias quebranta ; y aunque pudie
ra decir mucho de estas gloriosísimas victorias, vo
sotros comprehendeís y á , que se desvian en cier
to modo de mi intento. Y o me he contrahido al
patrocinio particular de esta Señora respecto de
nuestro P u e b lo , y es razón que lo recordemos
en señal de nuestra gratitud.
Hablemos pues de aquel segundo género de
enem igos, que os he insinuado y á , esto e s , de
aquellos acaecimientos tristes , que suelen afli
g ir los p u eblo s, y que forman en ellos épocas
calam itosas, y de horror. Acaecim ientos terribles
à la verdad , à cu ya memoria sola se com ueve,
y estremece el corazon hum ano, y cuyos estra
gos , y espantosas exto rsio n es, son capaces de
ablandar los mas obstinados Faraones. A li! ; Como
se han visto huir estas plagas de nuestro pueblo
à vista de la muralla de fu e g o , con que M aría
io tiene circun dad o! Jamás estos azotes han podi
do acercarse à su T abernáculo mientras nos he
mos acogido baxo su am paró; y quando ellos han
intentado dañar à nuestra tierra , hemos oido lue
go
ï 3
go la v o z de nuestro A n g e l, como el del Apocalipsis
(7) para contener sus m iserias, y sus horrores. No
tenemos sino seguir la série de los tiem pos, y se
nos presentarán succesivas pruebas de esta verdad.
Repasad vosotros la memoria del año mil seis
cientos c in q ü e n ta y d o s, registrad los pasages que
la historia nos ha trasmitido de aquel año (8). E n
tonces se vií5 renovada en nuestra comarca la pes
te , que envió D ios à Israël en castigo de la so
berbia , y presunción de D a v id , en numerar su
pueblo (9). H ería el A n gel del Señor à los hom
bres con la espada de su fu ro r , y una mortan
dad universal , parece que anunciaba à la tierra
los dias cercanos à su ùltim a desolación. A fligi
do nuestro p u e b lo , se anticipó con mas preven
ción que D a v id , à ofrecer sus sacrificios en su
monte M oria ; acudió al patrocinio de su R eyn a,
y quando el A n gel iva à extender su mano sobre
é l , para p erderlo , se compadece la Señora de su
aflicción , y dice al A n gel : su fic it , basta , de
ten aquí tu m a n o , y no hieras : N unc contine
m a -
( 7 ) A p oc. 7. ir . 3. (8) F a ct Itn a g .d e A ra g . pag, 503. (9) z . R e g . c. 24.
u
manum tuam ( lo ) . A sí obró entonces el fuego ce
lestia l, con que M aría nos p ro te g e , y así oyó en
él los clamores de sus devotos, y aceptó sus hos
tias pacíficas, como Dios aceptó las de D avid ( i i ) .
Pasemos luego á la memoria del año mil seis
cientos ochenta y nueve. Entonces se vio repro
ducida la langosta del E g y p to , y cumplidas las
amenazas de Joel (12 ). Una nube de esta plaga
obscurecía la lu z del sol , deboraba los frutos,
y las m ieses, y corroía hasta los. duros árboles
con sus dientes de León , con que las describía
este Profeta. E xércitos de ella devastaban toda la
co m arca , y parece traían escrito en sus alas el
emblema , de las que refiere el V enerable V eda
se vieron en Inglaterra , en las que se le ían
estas dos palabras ; L a ira de Dios, Pero no
fueron estas langostas para Torres , como las
que menciona S. Agustin^ se vieron en el A frica
(1 3 )1 despues de haber consumido los frutos,
y hasta las ojas de los árboles, arrojáronse al mar
c o
ció) 2. R eg. ih i ir . 16. ( 1 1 ) P ara lip . i. c. 2 1. i;.2 6 .( 1 2 ) 4 * A la p ld e in e x p . bujus i l ,( 1 3 ) D e c iv i t . D e i l ib . 3. c. j i .
como una densa nube , y vueltas ä las orillas des
pués de m uertas, infestaron con su corrupción el
a y r e , originando una horrible pestilencia. Nues
tro pueblo fué sellado por su Abogada con el se
ñal de D io s , para que á manera de la langosta
del A pocalipsis (14 )9 lo distinguiese entre los de
más hombres para no herirle con su voracidad,
según el precepto que se le había impuesto.
E l represento entonces un Gesen libre de las pla
gas del E gyp to (1 5 ) , Con mas eficácia que los
Aphraates en la Persia , y los Ferreres en el
campo de M urcia , bendixo entonces la Señora
nuestros térm in o s; y á influjos de nuestra Judith«
se m antuvieron despejados de estos exércitos fu
nestos , como Bethulia de los exércitos de H olo
fernes , comparados ä esta plaga por la sagrada
E scritura (16 ). A sí entonces nuestro p u e b lo , sin
padecer el rigdr de las amenazas , gozó las dul
ces prom esas, que hacía D ios ä la tierra por el
Profeta Joel quando decía ( 1 7 ) : os volveré aque
llos
( 1 4 ) A poc. c. p. 4* ( 1 5 ) FíJCí sup. c it. ib.( 1 6 ) J u d ith . C. 4 . I I . ( 1 7 ) C. 2. it> 2 5 . t6 .
6? 27.
Jlos a ñ o s , qtie devoro la langosta , llenaré vues
tras eras de tr ig o , y rebosarán el vino , y el acei
te vuestros lagares ; comereis , y os saciareis ; ala
bareis e l nombre de vuestro D io s , que h izo ma
ravillas con vosotros, no será confundido mi pue
blo , y quedareis advertidos para siem p re , que
tengo y o colocado mi asiento en medio de Israël.
A sí fue Señores, Torres llenó en aquel año sus
troges de g r a n o , y las vasijas del fruto de sus
v id e s , dando gracias à su R ey n a por un porten
to tan grandioso , con que mejor que Josef en el
E gyp to proveeyó las necesidades de la tierra.
Pero la memoria de estos p ro d ig io s, aunque
dignos de nuestra gratitu d , no excitan tan pode
rosamente nuestros a fecto s, como la de aquellos
de que hemos sido nosotros mismos , no salamen-
te testigos oculares ; sino también objetos de su
beneticencia. A h ¡ N o quisiera y o recordarlos sino
reuniendo en mi co razo n , y en mis expresiones,
los transportes, espíritu , y energía , con que
prorrum pieron en alabanzas del Señor con sus cán
ticos , IMoyses, sumergido F a ra ó n , Debora , mu
erto S isara , y A n a , concebido Samuel. N o qui-
sie-
i r
siera recordarlos sino inmolando à Dios sacrificios
de a la b a n za , y haciendo resonar por todas par
tes los ecos de nuestro ju b ilo , y devocion. No
h a y circunstancia en ellos , que no excite nues
tra ternura , y que no avive las llamas de nues
tro fe r v o r , ni puedo yo d ecir mas de estos pro
digios , sino lo que habéis visto vosotros mismos;
pero es necesario recordarlos en el dia de nues
tra solemnidad.
Acordaos pues de aquella èp o ca , en que mi
rábamos al C ie lo , y à la tierra en el triste es
tado , en que en otro tiempo los describía S. Ba
silio ( i8 ) . Veíamos al C ielo d u ro , desnudo de nu
bes , colmándonos de desconsuelo con su mismo
d esp ejo , y serenidad , y à la tierra seca , esté
ril para la a g ricu ltu ra , y horrenda hasta los ú l
timos extremos. Nos lamentabamos con las tristes
palabras de Jerem ías, quando dixo ( íp ) : hasta
quando llorará la tierra , y se secarán todas las
hierbas de la región? Y el rigor con que juró
E lias (2 0 ), que no caería ni llu v ia , ni rocío del
U Cie-
( 1 8 ) H o m il í a B. in d i v í t . avaros.( 1 9 ) J e r e m , c. l a , f . 4. ( 2 0 ) 3 . R e g . c. 1 7 . f . i .
I 8
Cielo , sino de acuerdo con las palabras de su bo
ca ; parece se descargaba sobre nosotros en aque
llos días de consternación, y de espanto. Nos en
tregábamos al desconsuelo, y tr is te z a , à la faz
de las tempestades del hambre , y à la manera
de los niños en la aflicción de Jerusalen , nos pre
guntábamos mutuamente ¿dónde habrá trig o , y v i
no? %lJbi est triticum ^ B vìntim i H abíanse cer
rado los Cielos para fertilizar nuestros campos;
y áridos también los r ío s, y las fu e n te s , abría
grietas la tierra , por donde respiraba los àlitos
de la miseria. Pero subió nuestro pueblo como
E lias à la cumbre de su Carm elo; postrado en
tierra à la presencia de su A b o g a d a , ora , y su-
suplíca en el ardór de su d e v o cio n , y al punto
p a re ce , que resonaron en el Santuario las pala
bras , que dixo Elias à A chab en ocasíon seme
jante (2 1) : consuélate pueblo mio , levantate del
abismo de tu tris te za , c o m e , y bebe sin sobre
salto : Ascende , comedí , ^ vive^ pues y á suena
en tus oídos el ruido de una grande llu via : Quìa
toniis multes pluvice est. A sí fué Señores : no re-
gre-— ---------------------------------- --------- — I ........ ■ ' "
( 2 1 ) 3- c. 18. i ; . 4 1 .
gresasteís à vuestras ca sa s , sin ver patentes los
prodigios de M aría. Quando acababais de salir del
S an tu ario , y pudo extenderse vuestra vista por
là llanura de vuestra v e g a , mirasteis llenos de
agua los cauces destinados al riego de vuestros
cam pos, los quales habiais dexado exáustos, y
secos quando subíais al Santuario. La adm iración,
y el estupor se apoderó de vuestros corazones;
no pudo contener nadie los ímpetus de sus afec
tos à vista de este p ro d ig io , y quando apenas vues
tros ojos podian persuadiros lo mismo que veían,
regaron primero vuestras m exillas con sus lágri
mas , y lu ego fuisteis á regar vuestros campos,
que os rindieron p ingüe cosecha en aquel ano.
A sí salieron de nuestro Paraíso los rios pacífi
cos , y abundantes, capaces de regar la superfi- ■
cíe de la tierra. D e este modo nuestra benigoi-
bima R ebeca nos dió mas generosa, y lib e ra l, que
la antigüa , una agua ap reciab le , y digna de nues
tra gratitud , como la que cUó esta à E lle ze r en
señal de ser elegida por Señora suya. A sí brota
ron las aguas vivas de nuestra misteriosa Jerusa-
lén , que como las que profetizaba Zacharias sal-
H 2 drian
a o
drian de esfa Ciudad (2 2 ), pudieron esparcirse
àcia el mar o r ie n ta l, y el mar novisim o para fer
t iliz a r nuestra tierra ; de este modo manaron nu
estras fuentes á influxos de nuestra A b ogad a, mas
copiosam ente, que manaron en tiempo del Pontí
fice Sim ón, en que se vieron los pozos llenos co
mo un m ar, en expresión del E clesiástico ( 2 3 ) , y así por fin , nuestro aqüeducto celestial se mani
festó mas admirable , que los aqüeductos de la an
tigua R o m a , à los que nos pinta P lin io como
Ja m aravilla del orbe (2 4 ) , y mas hermosos , que
los de Jeru salén , á los que describe otro E scrito r,
mas m agníficos, que los de Roma (25). Pero a u a
hemos visto mas en los días de nuestra existencia.
Trahed á vuestra memoria las dos ocasiones,
en que por espacio de veinte , ò veinte y qua
tto anos à esta parte , llegamos á experim entar
una peste destructora , que parece iba á acabar
con nuestras v id a s , sin encontrar remedio en to
das las precauciones mas so líc ita s , y cuidadosas
del
(22) Z a ch a r. c. 14. i í- 8. (2^3) E ccle s . c- 5 0 . i ; , j . (24) P lh i ' Iib. 36. c. 15. c it . por A la p . (2 5 ) V illa l-
pando tom- 2, de T em plo pag, 565 c it , p or el tnlsm9>
del arte, ¡Q u é catástrofe tan lastimosa presenta
ba entonces toda la com arcal Parece íiabía caído
del C ielo aquella E strella de am argura, de que
habla el Apocalipsis (2 6 ) , que envenenando las
aguas con el tosigo de su am arulencia, h izo be
ber en ellas á los hombres la m u erte , y la deso
lación. Otro E gyp to herido de la mano de Dios
representaba entonces nuestra tierra , y se veían
renovadas aquí las pestes de R o m a , y del O rien
te , tan memorables en las historias E clesiásticas.
Los clamores resonaban por el ayre , mezclados
con los miasmas corrom pidos, de que se hallaba
infestado. Los v iv o s , y los muertos eramos v ícti
mas sacrificadas á la ira del Señ or, que con ri-,
gdr descargaba aquel azote sobre nosotros. Se la
mentaba el hijo desamparado, y sin Padre , qui
z á en una edad tie rn a , en que mas necesitaba
de sus oficios paternales. Gemía el Padre la muer
te del h ijo , á quien miraba como el sustentáculo
de su avanzada edad. Lloraba la viuda la pér
dida de un tierno esposo, en quien cifraba sus
tern u ras , y consuelos. Suspirábamos todos la falta
de
(2Í) Apoc. c. 8 . i/", xo. y 11.
de nuestros p a rie n te s , y nuestros am igos; y por
término de nuestro desconsuelo esperábamos cada
uno con su ce rv iz ren d id a, que la ju sticia del
Cíelo descargase sobre nuestro cuello la espada de
su furdr enarbolada para castigarnos. E l Tem plo
lleno de cad áveres, las casas pobladas de enfer
mos d é b ile s , y postrados ; las calles regadas de
lágrim as, y enlutadas de lamentos : esta era la
escena trá g ica , que representa nuestro pueblo en
aquellos tristes dias. Pero T orres ¿qué haces? b
por mejor decir ¿qué es lo que padeces? ¿Por
ventura no hay resina en G a la a d , 6 te has ol
vidado de que tienes dentro de t í mismo al M é
dico de tus dolencias? N im quid reúna non est ín
G a la a d , aut Mcdiciis, non est ibi ? N o , no te
acord aste, con efecto , en su principio de acu
dir á tu P rotectora; por eso diste lu gar á que
se viesen once cadáveres en este santo Tem plo en
e l breve espacio de tres d ia s : el tercero de éstos
fue quando volaste á ponerte baxo la muralla de
fu e g o , con que siempre te protegió tu R e y n a ; car
gaste sobre tus hombros á tu A rca del Testamen
to , trasladóse á la Parroquia la soberana Imagen,
y
y al puntò cayó el D agon postrado à su pre
sencia : oró nuestro A a r o n , y cesó la plaga.
íQ ué p ro d igio ! La p este , que en aquel mis
mo punto exercía con horror todos sus rigo
res , se corta repentinamente con su vista ; y
vo sotros, y yo somos testig o s, no solo de que
nadie murió yá de sus in cu rso s , sino de que un
crecido nùmero de enferm os, que se hallaban en
tonces postrados en sus lechos esperando por mo
mentos el ùltimo de su v id a , convalecieron per
fectamente en el discurso de quince d ia s , que
habitó la Imagen con nosotros, sirviendo en su
regreso al Santuario de trofeos los mas brillantes
á su eficacísima protección. N o me detengo en ha*
cer mención de la ùltim a ocasión, en que el C ie-
Jo os am enazó con este mismo azote ; pues no hay
alguno entre vosotros , que no refiera à esta Se
ñora su lib e rta d , y su consuelo. E n una , y otra
calamidad conoció nuestro pueblo por experien
cia p ro p ia , que quien encuentra à M a ría , encuen
tra la misma vida , y alcanzará seguramente la
salud : que su R e y n a , y Abogada es aquella pro
digiosa P h e n ix , de que habla el Profeta Malachia5,
en
en cuyas alas se h slla la sanidad {^7 )\ y alegre
con el Santo R e y D avid por los d ia s , en que lo
hum illó el Señor , exclam ó repetidas veces con el
mismo (2 8 ): T u eres Dios m ió , quien envías la
salud á Jaco b , y tu , 6 alma mia bendice al Se
ñor , que se manifiesta propicio en medio de tus
iniquidades, sana todas tus enfermedades (2 9 ), y redime tu vida de la muerte.
¿Pero qué diré del consuelo, que experim en
táis á cada paso en aquellas freqüentes ocasiones,
en que obscurecido nuestro Cielo á la manera del
de E gyp to con negras, y densas n u b es, parece que
el espíritu de las grandes tempestades vá á cum
p lir la palabra del Señor quando se halla ayrado
contra nosotros, ó que el A n gel del Apocalipsis
entona su b o c in a , para que el fu e g o , y el gra
n izo abrasen la tercera parte de la tierra? (30).
¡Ó que v a lid o , y fuerte suele manifestarse el Se
ñ o r , como decía Isaks (3 1) en el Ímpetu de es
tos nublados! La v o z de su T ru en o azota la tier
ra,
(2 7 ) M alacb. 4. i f . 2* V id e coment^ A la pid . loc. die. pag. 839- col. I . (28) P salm . 43. i ; . 5 . (29) P salm . 102. f . 3. C30) A p oc. C . 8. f . 7 . ( 3 1 ) Is a i C . 28. i f . 2.
r a , como dice el E clesiástico (32) , y D ios liace
oír la gloria de esta misma v o z para hacer os
tensión del terror de su b r a z o , en la am enaza
de su fu r o r , según el lenguage de Isaías (33),
Pero no clama entre nosotros Sam uel, para que
su Magestad aterre à su pueblo con T ru e n o s , y
grandes lluvias (34). A l co n tra rio , un iris de p az
aparece al momento sobre nuestro o r iz o n íe , y la
ira del Señor , que en tiempo de Josué oprimió
à los Am orreos con piedras de gran izo : se acuer
da de la a lianza , que por M aría tiene contrahida
con nuestro p u e b lo , y no re n o v a rá , n o , las hor^
ribles tempestades de C rem ona, del campo de Bo-
n o n ia , y de C on stantinopla, de que hacen me
moria los Escritores (35).
Os he recordado , amados com p atriotas, a lgu
nos de los h e c h o s , que acreditan la defensa de
M aría à favor de nuestro pueblo. ¿Pero quántos
mas podíamos a le g a r , si la in curia de nuestros
m a y o re s , no nos h iciera carecer de su n o ticia?
I Qué
C2») 4 2 - Ti'’. 18. (33) Jífl!. c. 30. 30. C34) I. R e g . c. 12 . i¡r. 18. ^ 1 9 . ( 55) y id e A la p . Cornent, tu E x o d . pag. 406,
Qué lástima , que en los pasados tiempos no hu
biesen destinado nuestros p ad res, como los F i
listeos para ser testigos de los prodigios del A r
ca (3 6 ) , cinco Satrapas p iadosos, y fidedignos,
que no por m alicia como e l lo s , sino por piedad,
y devoto z e l o , hubiesen transmitido à la poste
ridad los inumerables prodigios , que en todos
tiempos ha obrado nuestra Abogada. Pero gracias
à D io s , que una succesion jamás interrum pida de
m ila g ro s , es la mejor e s c r itu r a , que tenem os,
autorizada por tantos testigos o c u la re s , quantos
son los habitadores de este P u e b lo , de los qua-
3es apenas encontraremos u n o , que dexe de con
tarse en el nùm ero de sus favorecidos. Sí : no hay
alguno que dexe de participar de los rayos de
l u z , que por todas partes esparce este Sol re
fulgentísim o, ni hay quien se esconda del calor
de su misericordia. Y si y o hubiese de numerar
a q u í , las gracias , que cada día reparte entre sus
devotos h ijo s , ¿cóm o podía y ó prometerme ni
tiempo para re fe r ir lo s , ni en vosotros paciencia
para escucharlos? ¿Quántas veces veríais reprodu-
ci-
( 3 6 ) I . R e g . c . 6 ,
cidos los Tobías curados por R a fa e l, los Naarna-
nes por E líse o , los TuÍlidos por P ed ro , los Eneas
por Pablo , las Viudas socorridas por E lia s , y en
f in , un sin numero de m aravillas, que à cada
paso publica la gratitud de sus devotos? Quasí
podía y o decir con v e rd a d , que sucede en nues
tro pueblo , lo que decía Philon en la vida de
M oyses: que el cotidiano uso de los milagros los
despoja del caracter de tales : M iracula quoti^
diano usu taíia deúnunt viderL
A sí es , y discurra como quiera la incrédula
Filosofía : desampare à un D ios p ró v id o , y ver
dadero , o lv íd e su monte s a n to , prepáre su mesa
a l acaso , y adóre à este D ios c ie g o , que no exis
te. A tribuya à esta nada las obras grandes del Om
nipotente , y diga que no son suyas las que agra
decemos como milagros : discurra como quiera ; el
mismo Dios à quien arranca su providencia , y
que le dirige estas quexas por el Profeta Isaías,
le tiene anunciado por el mismo su castigo , y
su desengaño (37). E n tre ta n to , amados fieles míos,
alabemos nosotros al Señor en M aría , y digámosle
1 2 con
(37 ) I s a ia c, 6 s> ^ . 1 1 . 12 .
con el R eal Profeta : M ulta fec isti tu Domine mi~
rabilia tua. V os Señor habéis obrado en todos
tiempos muchas cosas adm irables, has m aitiplica-
do tu magnificencia , y convertido ácia nosotros
nos consolaste. E n T i , Señor, esperaremos siempre,
y añadiremos alabanzas sobre alabanzas. Superan
S e ñ o r , le diremos también con S. Juan Chrisós-
tom o(38), superan al núm ero, y à toda narración
las maravillas , que ha obrado tu poder. N o hay
quien pueda hacer cosas sem ejantes, son m uy gran
des , y hermosísimas tas obras, y vencen à toda
alabanza las que son administradas por tu benéfica
providencia. A sí oyentes mios debemos dar g lo
ria al A ltisim o ; y demdsla también á M aría, que
ha querido habitar con ella entre nosotros : E t
in gloria ero in medio ejus : asunto de la segun
da parte.
D e dos m odos, d ic e A la p id e , puede entenderse
esta g lo ria , con que prometió habitar el Señor en
la nueva Jerusalén. Ó a ctiv a , ó pasivam ente; quie
ro d e c ir , ò haciendo recaer esta g loria sobre sí
mis-
(¿ 8 } D i v . C b rÍst, Ín P salm , 39.
mismo , como s i dixera : seré g lorificad o, y re
verenciado en Jeru sa lén , y así Jo entienden San
G eró n im o , L ir a , y otros, o haciendo recaer ia
gloria sobre la misma Jerusalén , como si d ix e ra , y o
la e n sa lzaré , y g lorificaré, y así lo entienden C i
r i lo , R ivera , y Theodoreto (3 9 ). Sea como quie
ra la inteligencia del texto. Y o veo habitar á Ma
ría en medio de nosotros con gloria s u y a , y con
gloria nuestra , y esto es lo que vamos á ver con
b reved a d , como complemento de nuestra dicha:
E t in gloria ero in medio ejus, Y desde luego;
si M aría se nos presenta desde ese monte como
una muralla de fuego para defendernos, ¿por qué
no descubriremos nosotros en este fuego misterio
so no solo un símbolo de protección , y benefi
cencia , sino también de m agestad, y de gloria?
¿A caso no es el fuego el medio de que se ha
valido D ios en infinitas ocasiones para manifes
tar su real poder? ¿N o se dexó ver magnífico,
y poderoso con sus ardores en la Z arza de M oy-
ses , en la Columna del D e s ie rto , en e l M onte
S in a i , en el T em p lo , y en otras mil partes, que
m en-
(39) V id e A h p . in C om ent, super bunc ìoattn.
m encionan Jas sagradas Jetras? ¿ Y quién no vé
al reflexionar Jos p ro d ig io s, que D ios ha obrado
por su M ad re, que ella es un fuego divino el
mas dem ostrativo de su p o d e r , y magestad?
E fectivam ente : Y o me represento á nuestro
Santuario como aquel lu g a r , en que los Israelitas
escondieron el fuego de los sacrificios , en don
de despues de arruinada J e ru sa lén , y llegado el
tiem po de su reedificación , no se encontró sino
una agua cra sa , que rociada sobre las víctimas
fu é convertida en fuego a c t iv o , y m ilagroso, que
las consumía prodigiosam ente. Porque ¿por ven
tura no es este sitio donde el C ielo quiso con
servarnos à pesar de la destrucción del antigüo
C astellar, y acaso embuelto entre sus ru in a s , este
fuego divino , y c e le s tia l, para que atalayando
nuestro pueblo desde ese m o n te , renóvase cons
tantem ente la escena del monte S in a i, de donde
hum eando, y despidiendo llamas de amor con apa
r a to , y m agnificen cia, formase un muro terrible
de fu e g o , con que circu n d arn o s, y protegernos?
Pero si según San Ambrosio ( 4 0 ) , el R e y de Jos
P er-
(40 ) Idem in Com ent, in lib . 2. M ach. c . i . 34.
Persas mandó levantar un Tem plo en el mismo
lu g a r, en que se encontró el fuego de Neemias;
yo v e o , que para que nada falte á la sim ilitud,
nosotros tenemos construido otro en el lugar don
de se encontró la Imagen. Un Tem plo d ig o , no
dedicado al h o n o r, y gloria del fuego p ro fan o, á
quien adoraban los Persas por su D io s , sino en
honor , y gloria de aquel fuego devorador, en
q u ie n e s glorificada M aría y de quien nos dice
el D euteron om io, y despues San P a b lo , que es
nuestro Dios y Señor : Quia Dominus Deus tum
ignis consumens est (4 1 ) . S i : aquí es donde los
habitadores de nuestro pueblo se reúnen para dar
cultos á M a ría , y de donde saliendo los glorio
sos rayos de su p ro te c c ió n , la confesamos mas
colmada de m agestad, y gloria sin com paración que
los antiguos Em peradores Asirios , y Rom anos,
de quienes nos atestigüa H erodiano , que en sus
E xércitos llevaban delante de sí el fuego en Has-
ta s , y Altares de plata como un señal de su gran
d eza. Á este Santuario concurrimos á rendirle
nues-
( 4 1 ) D eu ter. c. 4. i ; . *4 . H<íb> 12- 25>*
s a
nuestra gratitu d , y nuestros om enages, al ver que
si en ese monte tenemos el fuego del S eñ o r, no
es como el que baxó del C ielo á la vo z de E lias
para devorar una y otra v e z à los cinqüenta
M ensageros de O chozias (42) ; ni como el que re-
d uxo à cen iza las Ciudades nefandas (43) ; ni co
mo el que encendió E ze q u ie l para abrasar la Ca
sa de Israël (4 4 ) , 6 como las asqüas que man
dó Dios tomar al hombre vestido de lien zo de
en medio de las ruedas del Querubin para incen*
diar à Jerusalén (4 5 ); sino como aquel T rono de
llamas que vio D aniél (4 Ó ), en quien tiene su
residencia la Magestad de D io s; 6 como el fuego,
que ardía en Sion para defenderlo de los Asidos.
A q u í damos à la Señora ben d ició n , y g lo r ia , y
vivim os siempre confiados, de que no nos sucede
rá à nosotros quando nos acogemos à este fuego
gloriosísim o, lo que refiere San A gustín suce
dió á M ucio quando se acogió al Tem plo de la
D iosa V e s ta , donde abrazado con sus aras,
fué
(42) 4* Rcg. c. 1. (431 Gen. c. 19. i/ . 24*( 44) E z e q . c. 5. t . 4 . V id e A lap. in ComenU(4 5 ) E z e q . c. 10. i ! , z . (4Ó) D an . c. 7. 9.
îué muerto por sus enem igos, y quasi extinguió
con su propia sangre aquel fu e g o , que las V ír
genes Vestales mantenían siempre ardiendo en la
presencia del Idolo (47).
Pero no solo veneramos la gloria de nuestra
R e y n a baxo el símbolo del fuego con que for
ma la muralla impenetrable de nuestra defensa.
A q u í se dexa ver la Señora entre nosotros con
toda la g loría del A rca del T estam en to, del Iris
de p az , y de la T orre de D avid. D el A rca cel
Testamento, Esta fué Ja gloria de Israël, según
Jo d ixo la N uera de H eli quando ca yó en manos
de los F ilisteos (48) : Trasladóse la gloria de Is-f
r a il porque fu é cautivada la Arca de Dio$, E lla
ocupaba el lugar , que era el centro de todo el
Pueblo (49) , y si según el común sentir de los
Padres era una figura expresiva de M aría ; ¿quién
no vé habitar à esta Señora entre nosotros con
toda la gloria de aquella? E se monte es donde
tenemos nuestra verdadera A rca del Testam ento
como colocada en Silo , y Jerusalén , y podemos
K 11a-
{ 4 7 ) D e C iv it . D e i lib . 3. c. 28,( 4 8 ; I . R e ¿ . c . 4 . î i - (493 N u m s r , c> 2 . z.
llam arla con mas r a z ó n , que Salomón (^ o ) ,A r c a
de la fortaleza del Señor , que á cada paso nos
dá completas v icto ria s de otros enemigos mas po
derosos, que los Jericós , y Cananéos.
D el I r h de paz^ Esta es otra figura de la
M adre de clem encia ; mas no podemos menos de
m irarla nosotros baxo e l a sp e cto , con que nos la
presenta el E clesiástico (5 1) : V ed al A r c o , y tri
butad mil bendiciones à su A u to r. ¡Ó quan her
moso aparece en su explenddrl E l g ira á todo e l
C ielo en el c ircu ita de su g lo ria . Las manos del
E xcelso lo formaron. Y si à M aría se atribuyen
con ventajas, las gloriosas , y benéficas propie
dades del I r is ; gcóm o nosotros tan p articu larisi-
mamente favorecidos de esta Señora , no la acla
maremos gloriosa en medio de nuestro pueblo con
todos los e lo g io s , con que celebran los Padres á
este símbolo de p a z , y m isericordia? ¿P or qué
no la llamaremos escritura de D ios reconciliado
con nosotros, con San Chrisdstom o; Sim ulacro
de la D ivina clem en cia , con San G erónim o; Pren
da de las T regüas celestiales , con San Damas
ceno;
(50J P ara lip . 1 . c. 6 . i ; . 4 1 . ( 5 O E c d . c . 42- i f .
ce n o ; Escudo de la amistad D iv in a , con San A gu s
tín ; y Símbolo de la propiciación de D io s , con
el V enerable Beda?
D e la Torre de David. A sí la llama la Santa
Iglesia expresamente ; y si es tal para todo el
m u ndo, ¡quán singularm ente lo es para nosotros!
E lla se dexa ver en nuestro m onte, como aque
lla en el de Sion. Colocada en lo mas excelso,
nos sirve de defensa, y de hermosura. D e defensa,
porque p revee , y arroja al enem igo; de hermo
sura , porque no solo descuella entre las llanuras
h u m ild es, sino también entre las alturas mas ele
vadas. A sí se explicaba San Ambrosio hablando
de aquella fortaleza de D avid (52).
P ero esta gloria de la Señora en nuestro San
tuario , no es precisamente recon ocid a, y tributa
da por los habitadores de Torres. E l nombre de
M aría baxo el títu lo del C aste llar, se halla e x
tendido por toda la com arca, y admirados loa
Pueblos del poder , y eficacia de su Patrocinio,
y viendo que el monte de la Casa del S eñ o r, se
halla preparado sobre la cu m bre, y elevado so-
K 2 bre
(52; S . A m h r. in P salm . it,%. f . i>
bre las eminencias de los collados ; vienen á él
sus gentes diciéndose mutuamente : V en id , suba
mos al monte del S e ñ o r , y á la Casa de la Ma
dre del D ios de Ja co b , y ella nos enseñará los ca
minos de la verdad. Ellas ven aqui cum plido, lo que pedía Salomón al Señor en la dedicación de
su Tem plo quando decía : Si e l e x tra ñ o , y que
no es de tu P u e b lo , viniese de lejos atrabido de
la fama de tu grande nom bre, de tu mano robus
t a , y de tu brazo ex ten d id o , y te adorase en
este San tuario; tu lo oirás desde tu firmísima ha
b itació n , y cum plirás todas las cosas por las que
el Peregrino te in vo cáre, para que todos con oz
c a n , y respeten tu sagrado nom bre, como lo ha
ce tu escogido Pueblo (^3.)
Bendita sea pues la gloria del Señor del L u
gar santo de M aría : Benedicta gloria Domini de
loco sancto suo. Y sea también ensalzada la gloria
de nuestro Pueblo por las bendiciones copiosas
de esta Señora. S i , Pueblo mió fe liz , bien pue
des gloriarte de ser la vara de la herencia de tu
R eyn a : F irg a heredUath ejus; y de que elig ien
do
C 5 3 ) 2. c. 6. 32.
do para su habitación esta nueva Jerusalén, se
llam ará M onte del S eñ o r, monte santificado. G lo
ríate s i , de que y a se acabaron aquellos tristes
tiempos de la poblacion antigüa del C astellar,
tiempos en que no había paz por la tribulación,
n i para los que entraban , ni para los que, sa
lían de sus recintos : Ñeque în troeunti, ncque exe^
untî erat p a x pre tribulatione ; y de que gozas
y á en tus dias de igual promesa à la que hizo
el Señor á las reliquias de su P u e b lo , quando les
decía (¿>4) : N o haré y á con vosotros según los
tiempos an tig ü o s, sino que esparciré sobre mi Pue
blo la semilla de la p az , dará la viña sus fru
tos , producirá la tierra sus p la n ta s , despedirá
el C ielo su rocío , y vosotros poseereis todas es
tas cosas : E t possidere faciam universa hcec» G lo
ríate de que y á se constituyó tu a u x i l io , y tu
r e fu g io , aun desde tu mismo n acim ien to , como
Dios de Israël ; te amó desde tu n iñ e z , te ador
na con la variedad de los colores de su protección
en tus necesidades, te acoge baxo la sombra de
sus a la s , y prepara la abundancia de sus gra
cias,
( 5 4 ) Zacbar^ c. 8. i ; , t i . 12,
cías , y misericordias. G loriate de haber recibido,
y de seguir recibiendo de tu A bogad a, mas pros
p eridad, y ben d icio n es, que Obededon p o r e l A r
ca , y clama con g o z o , y gratitud , que es gran
de tu gloria , en la que se ha constituido tu sa
lu d , y que ella ha puesto sobre t í , g lo ria , y de
coro grande. G loríate en f in , mas que pudo g lo
riarse el E g yp to con sus J o se fe s , Israël con sus
M oysés , los E xército s de Saul con sus Davides,
Bethulia con sus J u d ith e s , la oprimida Judea con
sus E sth e re s , Jerusalén con sus M a ch a b eo s, la
G recia con sus A lexandros , Carthago con sus A n í
b a les , y Roma con sus C ésa res, y Escipiones;
puesto que tu R e y n a , y defensora , no solo te
c ircu n d a , y te protege de tns enemigos con una
muralla de fuego activo , y form idable, sino que
también permanece en medio de t í con gloria su
y a , y haciéndote glorioso con su g lo ria : £ ro ei
murus ignis in á r c u ltu , Sí in gloria ero in me^
dio ejus*
Pero F íeles m íos, si nosotros nos gloriamos
de la especial protección de nuestra R e y n a , sea
con una gloría fundada en e l Señor. No os con
ten-
fenteîs con llamaros devotos de la Señ ora, sino
con serlo en la realid ad ; esto es lo que os reves
tirá de una grandeza r e a l , y verdadera. San Gerd-
nimo decía : Grande est Chrisüanum esse., non dich
grande cosa es el ser C h ristia n o , no el llamarse
tal. Pues lo mismo os digo y o , Christíanos mios;
grande cosa es ser devoto de M aría , sin conten
tarse con solo el nombre. T oda la hermosura de
saparecerá de la H ija de S io n , se verá obscure
cido el oro , mudado su color ó p tim o , y disper
sas hasta las. piedras del Santuario , si encrasado
e l Pueblo am ado, recalcitra contra el Bienhechor,
b si à proporcion de los bienes de la t ie rra , mul
tip lica sus Idolos Israël. E ntonces se levantarán
tum ultos de necesidades en el P u eb lo , y serán de
vastadas todas sus fortalezas : Otunes munitiones
tuce vastabuntur. F úndese pues vuestra devocion,
y vuestra gloria en la pureza del alm a; de lo
contrario sabed , que tiene dicho el mismo D ios
(5 5 ) ' que si el hombre de ia Casa de Israel hace
à su corazon depositario de las inm undicias del
p e c a d o , o establece contra sí mismo el escándalo
de
( 5 5 ) E A e q . c. 1 4 . ir. 4 .
í e su iniquidad , no responderá jam ás à sus cla
mores , sino es que sea en la m ultitud de sus in
m undicias mismas : y que aunque en medio de su
pueblo se encontrase N o é, D aniel , y Job , no
libertarán à sus habitadores, si llega à descar
gar sobre él la pestiléncia , y el furor de su in
dignación (56). H aced v o s , V irgen P urísim a, que
los cultos que os tributamos sean acompañados de
esta pureza de conciencia : entonces será segura
vuestra p ro tecció n , y só lid a, y duradera nuestra
gloria. V iv id pues Señora siempre entre nosotros,
cuidando sobre todo de nuestras almas , de cu ya
sa n id ad , y buen estado resultan todas las fe lic i
dades. D e este modo será doblada nuestra dicha,
siendo gloriosos en la tie rra , y despues por e te r
nidades en el C ielo. Am en.
( 5 5) E z e q . c. 14. i/, i p ’ 20.
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