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Humanidades e ingenier��a�

Javier Aracil

Escuela Superior de Ingenieros

Universidad de Sevilla

1 La ingenier��a hasta la Ilustraci�on

Los mundos de la ingenier��a y de las humanidades aparecen, en nuestros d��as,aparentemente disociados. La relaci�on entre ellos, cuando la hay, tiende a sersuper�cial. Por una parte, para los cultivadores de las humanidades, la histo-ria de la ingenier��a puede suministrar un campo de estudio, o la �losof��a de lat�ecnica uno de re exi�on; pero, tambi�en existe el temor de que la expansi�on delos conocimientos t�ecnicos produzca una inevitable disminuci�on de la culturahuman��stica tradicional. Por el otro lado, para la mayor��a de los ingenierosel mundo de las humanidades pertenece al de la simple curiosidad, si no aldel ocio, por lo que no esperan de �el aportaciones signi�cativas para su laborprofesional. Sin embargo, esto no siempre ha sido as��. En otros tiempos unaconcepci�on m�as integrada del conjunto de saberes que constituyen el patri-monio de la humanidad, rehu��a toda disociaci�on y trataba de mantener unacierta unidad entre los distintos campos de actividad humana. Es cierto quehoy en d��a la desbordante acumulaci�on de conocimientos ha llevado a unainevitable especializaci�on. Pero ello no justi�ca la ignorancia, cuando no eldesd�en, de lo que sucede en otros �ambitos (la barbarie del especialismo). Porello, vamos a tratar de aportar argumentos en favor de la reconciliaci�on delas humanidades y la ingenier��a. A lo largo de la historia estos dos �ambitos

�Conferencia pronunciada en la Universidad de La Laguna el 28 de mayo de 2000.

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del quehacer humano han tenido momentos de gran aproximaci�on y otros decierto distanciamiento. Vamos a recordar algunos de ellos, especialmente losproducidos en los tiempos m�as recientes, con la intenci�on de postular el en-riquecimiento mutuo que ambos {al menos, sin ninguna duda, la ingenier��a{pueden obtener si se prestan la atenci�on adecuada.

En una primera instancia, y a�un a un nivel muy super�cial, los mundosde las humanidades y de la ingenier��a comparten el ser de dif��cil delimitaci�on.Por lo que respecta a las humanidades, y puesto que nos encontramos en unaFacultad dedicada a cultivarlas, no voy a cometer la temeridad de pretenderprecisar a qu�e nos referimos cuando hablamos de ellas. Se trata de un mundode gran riqueza, y posiblemente poca estructuraci�on, en el que con uyen laliteratura, la historia, el arte y la �losof��a, por enunciar someramente susmanifestaciones m�as asumidas. En todo caso, el mundo de las humanidadesse asocia, con todas las ambig�uedades que ello pueda tener, con lo subjetivo ylo creativo frente a las pretensiones de objetividad del mundo de la ciencia1.

Sin embargo, y precisamente por el auditorio al que est�a dirigida estaintervenci�on, quiz�as convenga hacer algunos apuntes sobre la ingenier��a que,a su vez, tambi�en es un campo muy vasto, y tampoco es susceptible de unade�nici�on precisa. Podemos referirnos a la ingenier��a como al campo profe-sional de los ingenieros. Este campo es tan amplio que resulta pr�acticamenteimposible de describir exhaustivamente: construcci�on de obras p�ublicas, ex-plotaciones agrarias, redes de comunicaci�on inform�atica y tantos otros �ambitosde actividad profesional cuyo �unico denominador com�un posiblemente sea elser creaciones del hombre {algo que previamente no exist��a en el mundonatural{ y el haber contribuido con ello decisivamente a erigir el mundo arti-�cial en el que hoy se desenvuelve nuestra vida. Si miramos a nuestro entornoveremos que en todo lo que encuentra nuestra vista hay, de una forma u otra,el rastro de la ingenier��a.

En realidad no pod��a ser de otra forma, ya que la ingenier��a es la formasuprema de la t�ecnica, y la t�ecnica es algo indisociablemente ligado al pro-ceso de hominizaci�on. Los or��genes del hombre son inseparables de los de lat�ecnica. Y al hablar de t�ecnica no cabe limitarse a herramientas (de hechomuchas especies animales las utilizan y presentan formas rudimentarias de

1Ver Snow, Las dos culturas, Alianza Editorial, 1977.

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t�ecnica, y algunas, como los primates superiores, relativamente complicadas)sino a formas m�as elaboradas de actuaci�on en las que est�an presentes no s�ololas herramientas sino su utilizaci�on inteligente {con todas las ambig�uedadesy matices que pueda tener este t�ermino{. Los primates superiores usan oca-sionalmente herramientas para auxiliarse en determinadas labores, pero noexisten evidencias convincentes de que �estas actuaciones sean el resultadode una plani�caci�on con el grado de re�namiento que alcanza en los sereshumanos. Por mucha continuidad que trate de establecerse entre primatessuperiores y humanos, es claro que estos �ultimos utilizan la t�ecnica de unaforma inconmensurablemente mucho m�as rica y elaborada que aquellos. Elloha sido lo que ha conferido a la especie humana su enorme ventaja adaptativa,que la ha llevado a dominar el planeta.

Si hubiera que destacar alg�un rasgo que nos distingue de las otras especiesanimales posiblemente ser��a el grado de elaboraci�on incomparablemente supe-rior alcanzado por nuestra capacidad de representaci�on mental de la realidad,y la utilizaci�on de esa representaci�on como elemento b�asico para la actuaci�onsobre ella. Y ese rasgo est�a presente de forma predominante en el quehacerde los ingenieros {aunque obviamente no es exclusivo de ellos{. En todocaso podemos identi�car la ingenier��a con las manifestaciones superiores dequehacer t�ecnico; y, en consecuencia, como una de las formas supremas deactuaci�on sobre el mundo natural para transformarlo o simplemente para re-conducir su comportamiento de la forma m�as adecuada a nuestros objetivos{fundamentalmente en el orden material{.

Sin embargo, es notable que aunque las labores que hoy consideramospropias de los ingenieros {desde la aparici�on de la agricultura, las explota-ciones mineras, los puentes, calzadas, abastecimientos de agua y saneamien-tos de ciudades,...{ est�an presentes en las m�as antiguas civilizaciones, noaparece en ellas un cuerpo profesional asociado a estas actividades, como,por otra parte, s�� lo hace con el sacerdocio, la milicia, la medicina, el dere-cho... Aunque en todas estas civilizaciones existen personas a las que se lesencomienda realizar estas labores t�ecnicas, no existe el concepto de un cuerpoprofesional que las aglutine. Lo m�as cercano a ello es lo que sucede con losarquitectos, a los que est�an ��ntimamente asociados los ingenieros de obrasp�ublicas, hasta el extremo de que en algunos casos son indistinguibles. Perolas otras labores t�ecnicas quedan relegadas a artesanos, y otros trabajadoresmanuales, que en la mayor��a de los casos tienen una baja consideraci�on social.

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En el mundo griego empiezan a despuntar personalidades en las que su la-bor de ingenier��a alcanza cotas de excelencia. El ejemplo m�as notable es el deArqu��medes. Pero, a�un en este caso, Arqu��medes pasa a la historia m�as comomatem�atico que como ingeniero; y posiblemente esto responda con �delidada la propia percepci�on del valor que �el adjudicaba a su actividad: la excelsi-tud del mundo de la matem�atica y la ciencia frente al car�acter utilitario {ypor ello de un rango menos noble{ de sus actividades como ingeniero. Estosrasgos son comunes al mundo griego en el que las artes pr�acticas y utilita-rias se consideran de categor��a inferior {que se pod��an incluso encomendar aesclavos{ frente a las artes nobles e intelectuales propias de los ciudadanoslibres. A pesar de ello son notables las realizaciones de ingenios mec�anicosque alcanzan un relativo esplendor en el helenismo alejandrino.

El mundo romano, m�as pragm�atico, concede mayor importancia a la in-genier��a, especialmente a la de obras p�ublicas, y a�un hoy conservamos unlegado considerable y admirable de la ingenier��a romana.

La Edad Media es una etapa convulsa y contradictoria en la historiade la civilizaci�on occidental, en la que aparecen los primeros brotes de loque ser�a el mundo moderno. Algunas �ordenes mon�asticas {especialmente losbenedictinos{ empiezan a considerar que el dominio de la naturaleza por elhombre, mediante la t�ecnica, es una forma de redenci�on de la ca��da original.Este hecho tiene gran trascendencia, porque la vida intelectual en la EdadMedia est�a pr�acticamente limitada y dominada por el mundo eclesial. Porello, el que las artes pr�acticas dejen de considerarse asociadas a un castigodivino para pasar a poder ser un elemento de redenci�on, tiene considerableimportancia a la hora de abrir las sendas que conducir�an al mundo moderno.Nombres como los de Juan Escoto Erigena o Roger Bacon son representativosa este respecto. El producto t�ecnico m�as notable de este per��odo es el reloj,cuyos or��genes precisos desconocemos, pero que apuntan claramente haciaalg�un monasterio benedictino.

Al �nal de la Edad Media alcanza un cierto auge el empleo de ingeniosb�elicos {llamados en castellano antiguo enge~nos{ empleados en el ataquey forti�caci�on de plazas y ciudades. En torno a las actividades ligadas aestos artefactos, y a otras de car�acter m�as civil, como el suministro de aguaa las ciudades, empiezan a aparecer durante el Renacimiento los primerosprofesionales que empiezan a denominarse ingenieros. Surgen en el norte de

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Italia y la �gura m�as representativa es, sin lugar a dudas, Leonardo da Vinci.Para �el el lugar de trabajo es tanto el taller mec�anico, como el estudio depintura. Se interesa por los objetos de la realidad y no exclusivamente porlo escrito en los libros. Y sobre todo, y esto es lo que le caracteriza comoingeniero, ennoblece hasta las m�as altas cimas la labor de concepci�on dem�aquinas, que ser�a el rasgo distintivo de los ingenieros, haciendo con uir unconocimiento riguroso {hoy dir��amos cient���co{ de las cosas con un desarrolloportentoso de la imaginaci�on para organizarlas de modo que funcionen deacuerdo a determinados objetivos.

El Renacimiento representa la transici�on de la Edad Media al mundomoderno. Sin embargo, en el propio Renacimiento empieza a apuntarse unadicotom��a que se acentuar�a m�as tarde con la Ilustraci�on y el romanticismoentre el esp��ritu de las humanidades, individualista y creativo, y el de lanaciente ciencia representada, por ejemplo, por Francis Bacon y por Ren�eDescartes, con pretensiones de universalidad y objetividad. Esta escisi�on semantiene hasta los tiempos actuales, y es vivida con particular intensidadpor el ingeniero, como veremos luego, en cuya labor con uyen el mundorelacionado con la ciencia, de leyes generales y c�alculos matem�aticos, con elde las humanidades, por el car�acter inevitablemente creativo y sint�etico desu labor, y por las ineludibles implicaciones �eticas de su trabajo.

Como ya hemos visto, es durante el Renacimiento, en una �epoca ya rela-tivamente reciente en la historia de la civilizaci�on, cuando hacen su aparici�onlos primeros profesionales que se autoproclaman ingenieros. En la Espa~nade Felipe II, la mayor potencia de su tiempo, ocupan un papel relevante y elpropio Rey, ante la ine�cacia de la Universidad para ocuparse de formarlos,encomienda a Juan de Herrera la creaci�on de un centro con este �n: la RealAcademia Matem�atica. Sin embargo, ni la Academia ni el cuerpo profesionalalcanzan gran consolidaci�on m�as all�a del Ej�ercito. De hecho, los primerosingenieros son militares.

El ingeniero, tal como hoy lo entendemos, es un producto genuino dela Ilustraci�on. El profundo proyecto de transformaci�on social que la Ilus-traci�on pretende llevar a cabo requiere de profesionales adecuados. Comohab��a sucedido ya en tiempos de Felipe II, la Universidad, anquilosada endisquisiciones especulativas, es incapaz de suministrarlos y hay que crearEscuelas de Ingenieros para dotar a la Administraci�on y a la sociedad de

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profesionales capaces de llevar a cabo el proyecto ilustrado, al menos en losaspectos relativos a las actividades econ�omicas e industriales. Tambi�en hacensu aparici�on otros centros de naturaleza an�aloga, como son las Academias ylas Sociedades Econ�omicas de Amigos del Pa��s.

El ingeniero renacentista posee un patrimonio en el que est�an presentesla t�ecnica, la ciencia, el arte y el humanismo. Durante la primera etapa dela Ilustraci�on este legado se adapta a los tiempos. Quiz�a la muestra m�asrepresentativa de ello sea la de la �Ecole de Ponts et Chauss�ees de Perroneten la que el ingeniero adquiere una formaci�on rica y diversi�cada, en la queest�an presentes de forma equilibrada esos cuatro componentes.

A esa Escuela va un grupo de pensionados espa~noles {becarios, dir��amoshoy{ encabezados por Agust��n de Betancourt, y del que formaba parte otronotable personaje como es Jos�e Luis L�opez de Pe~nalver. Los problemasinherentes a la Revoluci�on Francesa precipitaron el regreso a Espa~na de estosestudiosos de la ingenier��a que crearon, a su vuelta, el Real Gabinete deM�aquinas del Palacio del Buen Retiro, que es una pieza capital en la historiade la ingenier��a en nuestro pa��s.

Durante la Revoluci�on Francesa se produce un hecho llamado a teneruna profunda in uencia en el futuro desarrollo de la ingenier��a: la creaci�onpor la Convenci�on Francesa de la �Ecole Polythecnique. Esta creaci�on tieneconsiderables connotaciones ideol�ogicas y est�a relacionada con el racionalismocientif��sta franc�es. Con ella se pretende que el ingeniero sea m�as sabio queartista. Representa, en ese sentido, una ruptura frontal con la tradici�onrenacentista, que en Francia estaba representada por la Escuela de Perronet.

La Ilustraci�on es una �epoca de desbordante riqueza y complejidad, muydif��cil de reducir a unas pocas palabras. Pero a�un con los riesgos que ello com-porta, podemos adoptar la propuesta de Isaiah Berlin2 seg�un la cual durantela Ilustraci�on alcanza su culminaci�on una concepci�on de nuestra capacidadde representarnos la realidad, que se puede resumir en tres supuestos:

1. Toda pregunta admite una respuesta y si no la tiene es que en realidades una falsa pregunta.

2V�ease, por ejemplo, El fuste torcido de la humanidad, Ediciones Pen��nsula, 1992.

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2. Todas las respuestas pueden conocerse y son susceptibles de ser clara-mente expresadas y transmitidas a los dem�as.

3. Todas las respuestas han de ser compatibles entre s��.

Estos supuestos est�an presentes, en realidad, en todos los intentos realiza-dos a lo largo de la historia del pensamiento humano para integrar todo loconocido en un sistema conceptual �unico y coherente. En el per��odo de laIlustraci�on alcanzan, por lo que respecta al pensamiento de Occidente, suasunci�on m�as neta, aunque no sea de forma expl��cita. La tradici�on raciona-lista alcanza durante la Ilustraci�on un punto �algido bajo el in ujo de la fasci-naci�on producida por la mec�anica newtoniana: con unos pocos supuestos,y un tratamiento matem�atico adecuado, una enorme cantidad de hechosaparentemente inconexos pod��an ser explicados de forma precisa e inclusocuantitativa. Mediante el lenguaje matem�atico se puede comprender la cor-relaci�on racional de las cosas. La tentaci�on de extender este modo de procedera todos los �ambitos de la realidad se hace irresistible. Ello hace creer que esposible descubrir el m�etodo por el que se rige la naturaleza (el mecanismo delreloj de la naturaleza como m�aquina, que sirve de met�afora); y este m�etodoconsiste en \leer" adecuadamente la propia naturaleza, cuya estructura m�as��ntima podr��a desvelarse; es decir, podr��a levantarse el velo que la presentade forma confusa, para permitir alcanzar a ver las cosas como son verdadera-mente y lograr una descripci�on del mundo consistente con los tres supuestosanteriores.

El punto de vista monista puede resumirse en el supuesto de que la na-turaleza consiste en un vasto e inmenso rompecabezas cuyas piezas, un seromnisciente, ser��a capaz de clasi�car y descubrir como encajar de un modo�unico y coherente. En este magno esquema �unico universal se integrar��antanto las preguntas relativas a hechos (lo que normalmente es el objeto de laciencia) como aquellas de car�acter normativo (las relativas a preguntas como\>qu�e debo hacer?" y similares).

Esta forma unitaria de concebir la realidad se hace presente en todos los�ambitos de la cultura humana. Incluso en las artes, pintores y escultorestratan de captar las formas ideales que corresponder��an a esta versi�on ide-alizada de la realidad. El universalismo y generalismo est�an en el n�ucleo dela Ilustraci�on. Es indudable que ello estaba llamado a tener una in uencia

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trascendental en la concepci�on de lo que era la t�ecnica, y en particular dela ingenier��a. El ingeniero debe limitarse a conocer las piezas del magnorompecabezas y la forma de articularlas para producir los objetos t�ecnicosque le son propios. El desvelamiento de las partes del rompecabezas, y delas reglas mediante las cuales se pueden articular, es labor del cient���co. Elpapel del ingeniero parece quedar relegado al de la mera aplicaci�on de eseconocimiento a casos concretos. Empieza a proclamarse que la ingenier��a noes sino ciencia aplicada. El giro en la concepci�on de la ingenier��a introducidopor la �Ecole Polythecnique comienza a gozar de amplia aceptaci�on.

Por otra parte, y al mismo tiempo, en el dominio de las obras p�ublicas em-piezan a establecerse diferencias entre arquitectos e ingenieros. Los primerosaspiran a regirse por un canon est�etico; mientras que los segundos lo hacenpor criterios racionales y funcionales, ��ntimamente relacionados con los desar-rollos cient���cos. Los primeros no desde~nan ser considerados artistas, mien-tras que los segundos se sienten halagados al ser cuali�cados como cient���cos.

2 La irrupci�on del romanticismo

Mientras el esp��ritu de la Ilustraci�on, con su foco de irradiaci�on en Par��s,parece dominar el mundo de la cultura y el pensamiento, se est�a produciendoel germen de una reacci�on que cuestionar�a radicalmente sus principios b�asicos:el romanticismo. Uno de los primeros pensadores que, a�un en la �epocailustrada, asest�o un duro golpe al supuesto de que el universo era una totali-dad racional fue David Hume, al poner en entredicho la relaci�on de causali-dad, y al cuestionar la posibilidad de deducir l�ogicamente la existencia de unmundo externo. Para �el, la aceptaci�on del mundo es una cuesti�on de asimi-laci�on de la experiencia previa, de creencia, de con�anza en los datos que nosaportan nuestros sentidos, elaborados mediante los �utiles conceptuales queha avalado la tradici�on y el progreso.

El movimiento rom�antico se sit�ua en las ant��podas del racionalismo ilustrado.Produce, entre otras muchas cosas, una ruptura del mundo del arte con elde la ciencia. Una obra de arte es la expresi�on irreemplazable del mundosubjetivo de un artista; es siempre la voz concreta de alguien singular que

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se expresa. Frente a la ciencia, que busca la universalidad, el arte se ocupade lo particular, lo concreto. Para el romanticismo es esencial la autonom��adel creador de una obra de arte, pero al destacar la singularidad del actocreativo resulta inevitable que in uya tambi�en en otros dominios en los quetambi�en est�a presente el acto de creaci�on, como es la ingenier��a.

Cualquier artefacto creado por el hombre {sea una obra de arte, o unobjeto t�ecnico{ es en alguna medida la expresi�on de su creador. Los artefac-tos t�ecnicos no son objetos equiparables a los de la naturaleza, sino que sonalgo que el hombre {en la �epoca rom�antica un hombre{ ha creado con un de-terminado prop�osito. Es patente la ruptura que el romanticismo representacon relaci�on a la tradici�on ilustrada. Para esta �ultima hay una naturalezade las cosas que puede conocerse y a la que los hombres, y sus realizaciones,deben indefectiblemente ajustarse. Hay una componente dominante de pre-determinismo en la concepci�on ilustrada del mundo; determinismo regido porleyes que una vez desveladas permitir�an conocer el mundo en todos sus de-talles y, con su concurso, se podr�a predecir y controlar el comportamiento dela naturaleza, e incluso de las sociedades humanas. Por el contrario, para losrom�anticos en las acciones humanas hay siempre un ineludible componentede creaci�on que escapa a todo determinismo previo. Para los rom�anticos losvalores no son algo preexistente en un mundo idealizado {plat�onico{ sinoque comprometen �unicamente al que los crea y suscribe. Los ideales no sedescubren sino que se inventan. Lo mismo sucede con las otras manifesta-ciones de la capacidad creativa del ser humano {sean los artefactos productode la t�ecnica, sean incluso las teor��as cient���cas resultado del an�alisis de lanaturaleza{.

Frente a un mundo presidido por el racionalismo, como pretende la Ilus-traci�on, el romanticismo destaca lo inevitable de la voluntad. Frente a unhipot�etico mundo regido por leyes reguladoras de car�acter determinista, ycon validez universal y absoluta, los rom�anticos postulan la ausencia de unaestructura en s�� de las cosas. La estructura que aparentan tener perteneceal lenguaje {sea ordinario o matem�atico{ con el que nos las representamos,en funci�on de alguna utilidad {aunque sea meramente un divertimento{ quepretendemos obtener de ellas.

Es indudable que las concepciones rom�anticas, aunque no fuesen adop-tadas expl��citamente por los ingenieros, todav��a fascinados por el raciona-

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lismo cienti�sta, estaban llamadas a tener una in uencia b�asica en la con-cepci�on de la ingenier��a en la que el acto de creaci�on es esencial.

Uno de los legados m�as consolidados del romanticismo es el car�acter in-cuestionable de creaci�on que se da en todas las formas superiores de quehacerhumano. Se puede argumentar a favor de que crea tanto el artista que pro-duce una obra de arte, como el cient���co que integra datos dispersos enuna teor��a; y tambi�en el ingeniero, que produce artefactos inexistentes enel mundo natural. Sin embargo, el acto de creaci�on adquiere formas distin-tas en cada uno de estos dominios y es precisamente la diferencia entre losc�anones que rigen la aceptaci�on de las creaciones en cada uno de ellos loque determina las profundas diferencias existentes entre ellos. La creaci�onart��stica reside en la captaci�on en un objeto concreto de una emoci�on o deuna percepci�on subjetiva de su autor; mientras que la creaci�on de una teor��acient���ca consiste en la concepci�on de un sumario abstracto de multitud dedatos dispersos. La ingenier��a comparte con la ciencia el canon de la raciona-lidad {tomando este concepto en un sentido muy laxo, ya que escapa a todapretensi�on de precisarlo{ aunque tambi�en posee connotaciones con el acto decreaci�on art��stica, en lo que todo artefacto tiene de objeto concreto, de algoconcebido con un �n espec���co, aunque regido por un canon de funcionali-dad {que en alg�un caso puede no estar exento de pretensi�on est�etica{ y desometimiento a alg�un tipo de norma {por ejemplo deontol�ogica{ ajena a lamera funcionalidad.

3 El positivismo

El romanticismo impera durante un per��odo que se alarga hasta m�as all�a demediados del siglo xix. En el �ultimo tercio de este siglo se produce la reacci�onpositivista que pretende restituir el esp��ritu racionalista de la Ilustraci�on. Elpositivismo nace en tiempos rom�anticos, y por obra de hombres rom�anticos,pero acaba siendo la negaci�on radical de la concepci�on rom�antica de la vida.La recuperaci�on de los valores ilustrados por los positivistas es un fen�omenocomplejo que presenta m�ultiples facetas. Por lo que respecta al fomentode la actividad industrial, y en general a las cuestiones relacionadas conla ingenier��a, la Ilustraci�on todav��a hab��a sido un fen�omeno relativamente

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minoritario y elitista. Por el contrario, la �epoca del positivismo, el �ultimotercio del siglo xix, coincide con un per��odo de gran expansi�on del mundode la ingenier��a en el que con uyen una serie de circunstancias hist�oricas(el �n de la Guerra Civil americana, la uni�on de Alemania bajo Bismark,la �epoca victoriana en Gran Breta~na, la uni�caci�on de Italia, la estabilidadfrancesa bajo la Tercera Rep�ublica, e incluso, en nuestro pa��s, la relativacalma que representa la Restauraci�on) que permiten un per��odo de granprogreso industrial. Es la �epoca en la que ferrocarriles y barcos de vaporimprimen un considerable impulso al comercio y a las relaciones econ�omicas,e incluso a los movimientos migratorios.

Si lo analizamos con alg�un detalle veremos que aunque el positivismocontiene elementos consustanciales con la Ilustraci�on, sin embargo retiene dela �epoca rom�antica el gusto por lo concreto y un substrato de esp��ritu deruptura, que a�un pervive. La �epoca positivista de �nales del xix conserva lafascinaci�on rom�antica por los viajes {se culmina la exploraci�on del planeta{y por la ciencia experimental. En los dominios del arte y la literatura la�epoca positivista est�a presidida por una recuperaci�on del realismo. En el�ambito del conocimiento el positivismo no aspira a las grandes explicacioneste�oricas, tan queridas por el racionalismo ilustrado, para postular que s�olo laobservaci�on rigurosa y objetiva de los hechos permitir�a determinar las leyes,si existen, que rigen su comportamiento.

El desbordante progreso cient���co y t�ecnico determin�o que la gran mayor��ade los hombres en los pa��ses civilizados adoptase, consciente o inconsciente-mente, el credo positivista. El optimismo positivista se basa en la fe ciegaen el progreso, en la e�cacia de la ciencia como fuente segura de certidumbrey en la e�ciencia de la propia ciencia aplicada a un �n pr�actico. El hombrehab��a encontrado en el m�etodo cient���co riguroso el camino seguro hacia elconocimiento que durante siglos hab��a estado buscando.

De hecho, es posible encontrar citas de eminentes cient���cos en las quese pone de mani�esto una ingenua convicci�on de que la ciencia estaba al-canzando cotas de�nitivas. Por ejemplo, en el a~no 1887, el Ministro deInstrucci�on P�ublica de la Rep�ublica francesa, Marcellin Berthelot, lleg�o aa�rmar: \para la ciencia, el mundo ya no tiene ning�un misterio"3.

3Es notable que en nuestro tiempo se est�e reproduciendo una actitud de esta naturaleza

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Para el te�orico positivista el conocimiento humano progresa mediante laciencia tanto hacia la verdad como hacia el conocimiento �util. La medi-cina, una pr�actica profesional milenaria, se bene�cia espectacularmente delos logros alcanzados por la ciencia. Algo semejante ocurre con la ingenier��a.En ambas profesiones, el car�acter de ciencia aplicada se considera como untimbre de honor.

El siglo xx se inicia con una intensa crisis en los fundamentos del posi-tivismo, que conducir�a a una profunda revisi�on de los supuestos sobre los queestaba basado. Las cosas parec��an no ser tan simples como hab��an pensadolos positivistas, desbordantes de optimismo. Las primeras manifestacionesde esta crisis se producen en el arte y la literatura, pero pronto alcanzantambi�en a la propia ciencia. El primer tercio del siglo xx asiste a una delas m�as profundas revoluciones que se han producido en la ciencia f��sica quepone en entredicho el realismo ingenuo de los positivistas decimon�onicos.

El mundo de la ciencia se convierte en algo complejo en donde coexistenm�ultiples teor��as no necesariamente compatibles entre s��, lo que socava lapretensi�on ilustrada de un marco �unico, y con pretensiones de universalidad,para la representaci�on de la realidad. La diversidad de descripciones en losdistintos �ambitos de la realidad, no reducibles a una sola, las mil caras delrealismo {por emplear la feliz expresi�on del t��tulo de una obra de Putnam4{empieza a cobrar carta de naturaleza.

La in uencia sobre la ingenier��a, de esta nueva forma de ver el mundo, esinnegable. En la pr�oxima secci�on veremos como la ruptura con la acepci�on dela ingenier��a exclusivamente como ciencia aplicada la lleva a reconciliarse convalores como la peculiar creatividad del objeto t�ecnico, o la preferencia porlo concreto frente a lo universal, que parec��an haber quedado relegados desdeel romanticismo al dominio de las humanidades. El humanismo que hab��asido uno de los patrimonios del hombre ilustrado, del ingeniero primigeniodel xviii, hab��a quedado, en cierta manera, postergado por el cienti�smo delingeniero positivista. La conveniencia de recuperar ese patrimonio se hacede nuevo patente en nuestros d��as.

y afamados cient���cos, como Stephen Hawkins, digan cosas parecidas. Parece convenienteque, adem�as de los ingenieros, algunos cient���cos se acerquen un poco m�as a los libros dehistoria.

4H. Putnam, Las mil caras del Realismo, Paid�os, 1994.

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4 Sobre la creatividad en la ingenier��a

En el �ultimo cuarto del siglo pasado, en los pa��ses occidentales, especialmenteen Estados Unidos, se vive un per��odo de euforia en el que parece que por �n,gracias a la t�ecnica y a la ciencia, el hombre iba a liberarse de servidumbresseculares, de la miseria y del hambre, e incluso, con los progresos de la me-dicina, del dolor y la enfermedad. Sin embargo, la crisis de principios del xxen todos los campos de la cultura {la ciencia, el arte y la literatura{ hab��ade alcanzar, tarde o temprano, al mundo de la t�ecnica y de la ingenier��a.Junto con los grandes inventos y el desarrollo industrial aparece la lucha declases, y otros efectos colaterales, como la contaminaci�on y la destrucci�on delpaisaje por las f�abricas y las explotaciones mineras. La percepci�on negativadel progreso t�ecnico {en algunos casos de forma exagerada y magni�cada{crece a lo largo del siglo xx con el empleo de la energ��a at�omica {con el per-turbador problema de los residuos radioactivos{; la depredaci�on del medionatural, con la destrucci�on de la diversidad biol�ogica y el acoso a determi-nadas especies; la creciente contaminaci�on ambiental, producto del desarrolloindustrial o de simples aspiraciones de confort {con problemas anexos, comoel efecto invernadero{; y, problemas m�as recientes, como puede ser la rup-tura de determinados �ambitos de intimidad mediante los nuevos y poderososmedios inform�aticos. El triunfalismo tecnol�ogico de principios de siglo va de-jando paso a posiciones m�as matizadas que requieren la adopci�on por partede los ingenieros de principios deontol�ogicos que hasta entonces hab��an sidorelativamente postergados ante el incuestionado balance positivo de su labor.

En todo caso, la ingenier��a, al tratar de distanciarse de la mera consid-eraci�on de ciencia aplicada {una especie de subproducto del conocimientocient���co de las leyes de la naturaleza{ se ve progresivamente abocada a lab�usqueda de su propia identidad, y de la de�nici�on de un �ambito metodol�ogicopropio, en el que sin prescindir de los encomiables logros cient���cos {para ellaconvertidos en valiosas herramientas{ alcance a de�nir un dominio espec���co.La tarea no es sencilla, entre otras razones por el vasto campo de actividadesque cubre la ingenier��a {desde la agricultura y la preservaci�on del medio ambi-ente, hasta la industrializaci�on y la alteraci�on de ese propio entorno natural{.La di�cultad, sin embargo, no debe invitar al desistimiento. Al contrario, enel mundo arti�cial en el que vivimos, que de una forma un tanto desbocaday acumulativa estamos creando, y en el que la labor de los ingenieros es

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determinante, se hace particularmente indispensable esa re exi�on.

Aqu�� nos vamos a limitar, de momento, a cuestionar en profundidad laconsideraci�on de la ingenier��a meramente como ciencia aplicada, para queal liberarla de esa colonizaci�on con pretensiones de exclusividad, aparezcanholguras por las que puedan introducirse nuevas componentes, entre las queestar�an presentes algunas procedentes del mundo de las humanidades.

Para analizar de forma rigurosa la diferencia entre ciencia e ingenier��ase puede recurrir a los propios argumentos de la �losof��a de la ciencia {m�ascomplaciente con �esta �ultima, que con la ingenier��a{ y recurrir a la teor��ade la cobertura legal de Hempel. Carl G. Hempel ha propuesto un esquemaparticularmente simple y sugestivo de la explicaci�on cient���ca. Este esquemaes el siguiente:

Explanans: T

C

Explanandum: A

que se interpreta diciendo que una explicaci�on cient���ca del fen�omeno A

consiste en la derivaci�on l�ogica de A a partir de la teor��a T y de los hechosconcretos C. Es decir, el fen�omeno A est�a, de alguna forma, impl��cito en lateor��a T . Si concurren las circunstancias C se desprende l�ogicamente de Tque se produzca el fen�omeno A.

Este mismo esquema se ha pretendido que sirva de soporte a una apli-

caci�on t�ecnica. De acuerdo con esta propuesta una aplicaci�on t�ecnica consisteen producir un determinado artefacto A, para lo que la teor��a T se estima queproporciona todo el conocimiento necesario. La actividad propia del t�ecnicoconsiste en establecer qu�e condiciones C son necesarias para que, de acuerdocon lo previsto por la teor��a T , se produzca el acontecimiento A.

Una consecuencia de lo anterior es que s�olo si disponemos de una teor��aT adecuada seremos capaces de producir el artefacto A. Esta interpretaci�onpuede considerarse como una aceptable caracterizaci�on de lo que es la apli-caci�on de la ciencia a un problema concreto, la producci�on de A. Por ello

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lo correcto ser��a decir que lo que la teor��a de la cobertura legal de Hempelpermite caracterizar es la aplicaci�on de la ciencia a un problema concreto,que es lo que com�unmente se conoce como ciencia aplicada5. Sin embargo,la ingenier��a es otra cosa. La ingenier��a es concepci�on de un artefacto A, auncuando no dispongamos de una teor��a que suministre todo el conocimientonecesario para producir A. En la interpretaci�on de la aplicaci�on t�ecnica apartir de la cobertura legal de Hempel se prescinde de la componente des��ntesis, de creaci�on b�asica en la concepci�on de todo artefacto.

Conviene insistir un poco m�as en lo que estamos diciendo. Por ejemplo,la teor��a de la cobertura legal de Hempel capta la explicaci�on del movimientoplanetario a partir de la mec�anica newtoniana. En efecto, a partir de la teor��ade la mec�anica de Newton T , y dadas las circunstancias C {la presencia enel espacio del sol y los planetas con masas, posiciones y velocidades inicialesadecuadas{ se deduce logicamente el acontecimiento A, que sus trayectoriassean el��pticas6. El acontecimiento A {el movimiento de los planetas{ sedesprende un��vocamente de la teor��a T dadas las circunstancias C.

Nada semejante sucede en el �ambito de la ingenier��a. No hay nada pare-cido a una teor��a T a partir de la cual se desprende el proyecto de un artefacto,como puede ser un avi�on o un robot. Evidentemente en los distintos procesosinvolucrados en el funcionamiento del avi�on o del robot hay subproblemas alos que se puede aplicar la anterior caracterizaci�on de la aplicaci�on t�ecnicamediante la cobertura legal de Hempel. Sea el proceso de combusti�on en unmotor, o el movimiento de determinadas partes de un robot, estos procesosf��sicos pueden ser explicados, entendidos, o incluso dise~nados de forma m�ase�ciente, a partir del conocimiento cient���co que se tenga de los procesosf��sicos involucrados. Pero la concepci�on global del avi�on o del robot es el re-sultado de un acto de creaci�on, de s��ntesis de diferentes subprocesos, ajeno,aunque condicionado, a lo que entendemos por aplicaci�on de la ciencia. Elcuerpo de conocimientos cristalizado en las ciencias de la naturaleza no susti-tuye a la creatividad, a la capacidad de s��ntesis, y a las habilidades propias

5Recordemos, no obstante, las protestas de Pasteur ante la denominaci�on ciencia apli-cada. La ciencia aplicada es ciencia adjetivada, lo que desagradaba a Pasteur. Para �el loque realmente se produc��an eran aplicaciones de la ciencia, de la ciencia sin adjetivar.

6Prescindiremos, por no ser relevantes a nuestro argumento principal, del car�acterextremadamente simpli�cado de los supuestos de Newton al considerar aisladamente el soly cada planeta.

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del ingeniero, sino que le asiste para permitirle llevar a cabo su labor conmayor ambici�on. Un mundo en el que existiese una teor��a T al gusto deHempel tendr��a pocos incentivos para un ingeniero {y en �el posiblemente notuviese ning�un sentido la existencia de la profesi�on{.

En la actividad del ingeniero {en sus formas excelsas se entiende, no en lasrutinarias{ se articulan armoniosamente la capacidad de s��ntesis creativa, tancara al mundo de las humanidades, con el rigor de la ciencia que establece loscauces por los que puede discurrir esa creatividad. Recordemos a Leonardoda Vinci, el prototipo de ingeniero renacentista, cuya capacidad creativa fue,en muchos casos {como en la m�aquina de volar{, mucho m�as lejos de lo quelos conocimientos cient���cos y los recursos t�ecnicos de la �epoca permit��an.Su obra es un claro ejemplo de la necesidad de la ciencia para la ingenier��apero, igualmente, de lo aut�onomo y espec���co de la ingenier��a frente a laciencia. En ella se pone de mani�esto la distinci�on entre, por una parte, ladisponibilidad de componentes te�oricos, de materiales y de t�ecnicas {de loque hoy llamar��amos recursos cient���cos y tecnol�ogicos{ y, por otra, de lacomponente creativa de la ingenier��a7.

5 El p�endulo invertido

El p�endulo invertido es un artefacto, concebido por los ingenieros de controlautom�atico, que va a servirnos para ilustrar de forma directa algunos delos conceptos que se acaban de exponer. Consiste en un motor el�ectrico,cuyo eje est�a dispuesto verticalmente, al que es solidario un brazo del quecuelga libremente un p�endulo, que puede oscilar libremente. En la �gura 1se ilustra este p�endulo. El cilindro vertical de mayor volumen representa elmotor. Este motor permite girar el brazo, giro que se mide por el �angulo '.El movimiento del brazo hace oscilar al p�endulo que cuelga de su extremo,de modo que � es el �angulo que forma el p�endulo con la vertical. Este �angulo� se mide con un dispositivo adecuado. Si el motor est�a parado el p�endulo

7Es notable el amplio uso que hace Leonardo de la madera y del cuero, materiales quecontaban en su tiempo de una adecuada tecnolog��a. No suced��a lo mismo con los metales,que si bien se dispon��a de una tecnolog��a su�ciente para el escultor, era todav��a inadecuadapara obras de ingenier��a.

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se encuentra en posici�on colgante o inferior � = �� rad. {hacia abajo{, poracci�on de la gravedad. Si se perturba ligeramente volver�a a esta posici�on trasalgunas oscilaciones. Es el comportamiento \natural" del p�endulo.

Figura 1: P�endulo invertido rotatorio.

Se pretende que este artefacto tenga un comportamiento \arti�cial", envirtud del cual el p�endulo se mantenga invertido {en posici�on superior, erectoo erguido{ con � = 0 rad., como si la fuerza de la gravedad lo \atrajese" haciaarriba. Adem�as, se pretende que estando el p�endulo en la posici�on inicialnatural colgante (� = �� rad.) evolucione a la posici�on arti�cial erguida(� = 0) y se mantenga inde�nidamente en ella. Esto se consigue medianteuna estructura de realimentaci�on como la que se muestra en la �gura 2.A partir de la medida de � se determina la actuaci�on sobre el motor paraconseguir el objetivo perseguido. El problema se conoce como el del p�enduloinvertido y constituye un atractivo banco de pruebas para la ingenier��a decontrol, al que se han dedicado m�ultiples esfuerzos estos dos �ultimos decenios,aunque no se ha alcanzado todav��a una soluci�on completamente satisfactoria.

Para conseguir el comportamiento deseado la estrategia de control se des-compone en dos subproblemas. El primero es provocar un balanceo progre-sivo de modo que el p�endulo alcance cada vez mayor altura en las sucesivasoscilaciones. Es un problema semejante al del que se columpia pretendiendocada vez aumentar el recorrido de las oscilaciones. La estrategia a seguires relativamente simple. Cuando se alcanza la m�axima amplitud en una os-

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Planta

Controlador

u �

Figura 2: Estructura de realimentaci�on de un p�endulo invertido rotatorio.

cilaci�on se aplica todo el esfuerzo posible en sentido contrario, de modo que,en el caso del p�endulo, el par m�aximo del motor se invierte cada vez que elp�endulo alcanza un m�aximo de oscilaci�on. De este modo, por aplicacionessucesivas de pares alternados, se van alcanzando amplitudes progresivamentemayores que acercan al p�endulo a la posici�on invertida deseada. Conviene ob-servar que mediante este proceso lo que se hace es inyectar energ��a, de modoque la energ��a potencial del p�endulo se incremente de la correspondiente a laposici�on inferior a la de la posici�on superior.

Una vez el p�endulo se encuentra en las proximidades de esta posici�on secambia la estrategia de control. Ya no se trata de inyectar energ��a, medianteaplicaciones sucesivas de pares m�aximos, sino de aplicar una estrategia se-mejante a la del malabarista que trata de mantener un palo vertical en lapunta del dedo.

Combinando adecuadamente estas dos estrategias, la del balanceo progre-sivo (conocida por su denominaci�on inglesa de swing-up) y la del malabarista(estabilizaci�on local), se consigue el objetivo deseado: que el p�endulo pase dela posici�on colgante natural a la invertida arti�cial, y permanezca inde�nida-mente en ella. Se trata, por tanto, de un artefacto concebido para conseguirun comportamiento que no se da de forma natural. Podemos considerarlocomo un prototipo de artefacto, de objeto t�ecnico, de producto de la inge-nier��a, concebido con un prop�osito u objetivo determinado, el conseguir elcomportamiento arti�cial que se acaba de describir. El inter�es de este in-

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genio radica en que pese a su simplicidad constituye un banco de pruebas,hoy por hoy aparentemente inagotable, para la ingenier��a de control. Pre-senta m�ultiples problemas tanto de naturaleza te�orica como pr�actica. Entrelos primeros est�a el hecho de que no haya sido posible encontrar una �unicaestrategia de control, que subsuma en una sola la del malabarista y la delcolumpio. Se sospecha que no puede existir, pero tampoco esto �ultimo hasido demostrado.

Entre los problemas adicionales est�a, por una parte, la determinante in- uencia que en su comportamiento tiene la fricci�on est�atica, fen�omeno quese produce siempre que se inicia el deslizamiento de dos super�cies en con-tacto8; y, por otra, los asociados a la saturaci�on del par m�aximo que puedesuministrar el motor. La importancia del fen�omeno de fricci�on es dif��cil desubvalorar, tanto en sus aspectos positivos {los autom�oviles se mueven graciasa ella; pi�ensese en un coche sobre una carretera helada, en la que desaparecela fricci�on{ como en sus aspectos negativos, cuando tratamos de compen-sarla para conseguir movimientos de alta precisi�on, como sucede en el casodel p�endulo invertido (o en un radiotelescopio, o una pantalla de radar, que sepretende posicionar con gran precisi�on en una direcci�on determinada). Con-sideraciones an�alogas pueden hacerse del fen�omeno de saturaci�on: todos losactuadores pueden saturarse (ninguna magnitud alcanza un valor in�nito).Tanto la fricci�on como la saturaci�on son muestras de fen�omenos no linealespresentes en todos los ingenios electromec�anicos.

Lo que aqu�� nos interesa resaltar, y por lo que hemos tra��do a colaci�onel p�endulo invertido, es que a�un trat�andose de un artefacto relativamentesencillo no existe {al menos nadie ha sido capaz de encontrarla, y mientrasesto no suceda no existe; lo dem�as son actos de fe{ una teor��a T de la quese desprenda el comportamiento A deseado. Se dir�a que existe una teor��aT1 que explica c�omo mediante los balanceos sucesivos el p�endulo se acercaa la posici�on deseada. Existe tambi�en otra teor��a T2 que permite proyectaruna estrategia de control que emule a la del malabarista. Se tienen dos sub-problemas cada uno de los cuales puede ser subsumido por la teor��a de lacobertura legal de Hempel. Sin embargo, y esto es lo relevante, la combi-

8Es posible que fuese en �epocas tempranas de la t�ecnica, en conexi�on con el dise~no deejes en los carros, cuando se descubri�o que la fricci�on entre super�cies met�alicas pod��areducirse mediante aceites y grasas. Tambi�en se descubri�o que mediante agua jabonosapod��a lubricarse la madera.

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naci�on de ambas estrategias no es el resultado de ninguna teor��a preexistente,sino el producto de un acto creativo que es el que estamos postulando que esespec���co de la ingenier��a.

A mayor abundamiento, a lo que se acaba de decir en el p�arrafo anterior{la consideraci�on �unicamente de las teor��as T1 y T2{ hay que a~nadir la consid-eraci�on de los efectos colaterales de la fricci�on y de la saturaci�on del par mo-tor. Por lo que respecta a la fricci�on, es un fen�omeno de una complejidad talque carecemos de una teor��a en un sentido estricto. Disponemos de modelosmatem�aticos que permiten aproximar la emulaci�on de este fen�omeno y con losque se consiguen aminorar, de forma considerable, sus efectos perturbadores,pero estos modelos no se derivan de una teor��a de la fricci�on {de la quecarecemos, y dada la propia naturaleza del fen�omeno no parece que vayamosa disponer nunca de ella{ sino que tienen un car�acter fenomenol�ogico, quepuede ser su�ciente para el ingeniero pero insatisfactorio para el cient���co.

Por lo que respecta a la saturaci�on, se puede estudiar mejor {desde unpunto de vista matem�atico{, pero en todo caso se est�a ampliando el abanicode teor��as a las que recurre el dise~nador del p�endulo. La pretendida teor��aunitaria de Hempel T est�a, cada vez, m�as lejana. Puede que alguien sugieraque, en este caso, T es la mera intersecci�on de T1, T2 y los conocimientosde los que se dispone respecto a la fricci�on y a la saturaci�on. El problema,sin embargo, reside en que la combinaci�on de estos conocimientos y teor��as,para concebir una ley de control del p�endulo invertido, es cualquier cosamenos trivial. Las leyes de control del p�endulo invertido que funcionan nose desprenden un��voca y l�ogicamente de esa intersecci�on de conocimientos yteor��as, sino que son el resultado de una s��ntesis creativa en la que hay tantaintuici�on como c�alculo re�nado.

Por tanto, nos encontramos ante un artefacto en el que se pone de ma-ni�esto inequ��vocamente la diferencia entre ciencia aplicada e ingenier��a. Esevidente que los conocimientos cient���cos {b�asicamente, los de la mec�anicacomo parte de la f��sica{ nos resultan de gran utilidad {podemos incluso admi-tir que se diga que son imprescindibles{ para comprender aspectos parcialesdel funcionamiento del artefacto. Sin embargo lo que es su concepci�on, las��ntesis de diferentes subproblemas en una unidad de comportamiento, es elproducto de un acto creativo, que es una muestra de lo que constituye laidentidad y la especi�cidad de la ingenier��a.

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La simplicidad del artefacto que es el p�endulo invertido permite clari-�car, con un ejemplo sencillo, algo que se puede decir de forma an�aloga deproductos much��simo m�as complejos como pueden ser {en escala progresivade complejidad{ un robot o un avi�on. Si decimos que no existe una teor��aT para un avi�on parecer�a que estamos diciendo una obviedad. Sin embargosomos capaces de construir el avi�on a pesar de que no exista T , y si esto seolvida entonces se desdibuja y se pierde la idea de la labor de s��ntesis crea-tiva en que consiste la ingenier��a; apoyada y sustentada sobre conocimientoscient���cos, pero aut�onoma con relaci�on a ellos. Esos conocimientos apor-tan al ingeniero, por una parte, unos principios o leyes de la naturaleza queestablecen limitaciones para aquello que puede hacer, y al mismo tiempo,cuando est�a dentro del �ambito de aplicaci�on de esas leyes, le ayudan de ma-nera inapreciable a poder realizar determinados c�alculos imprescindibles, enla gran mayor��a de los casos, para el �exito de sus concepciones. Pero �estas,aunque resulten enriquecidas por ellos {en muchos casos hasta el extremode determinar su propia posibilidad{ son, sin embargo, aut�onomas y tienenuna identidad propia. Y es ah�� donde de nuevo encontramos, en el �ambitode la ingenier��a, el serpenteante rastro de lo humano {por recordar otra felizexpresi�on de Putnam{, que parec��a haberse arrinconado en la esquina de lashumanidades.

6 La racionalidad acotada de Simon

Todo el pensamiento occidental est�a presidido por una pretensi�on de racio-nalidad. Durante la Ilustraci�on y la �epoca del positivismo esta pretensi�onalcanza altas cotas. Ingenieros y cient���cos, en su actividad profesional, lainvocan constantemente como el fundamento de la legitimidad del m�etodoque emplean. Sin embargo, el concepto de racionalidad es m�as impreciso yescurridizo de lo que esas pretensiones pudieran hacer deseable.

Se han propuesto diferentes clasi�caciones y matizaciones con relaci�onal concepto de racionalidad9. Una de estas clasi�caciones, particularmenteinteresante para lo que aqu�� estamos viendo, es la propuesta para Herbert Si-

9Jes�us Moster��n, Racionalidad y acci�on humana, Alianza Editorial, 1978.

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mon10, que distingue entre racionalidad sustantiva u objetiva, y racionalidadprocedimental o acotada.

La racionalidad sustantiva es aquella que se da cuando el agente disponede descripciones exhaustivas de aquello que se propone explicar {si se est�a enel dominio de la ciencia{, o sobre lo que se pretende actuar, y de los objetivosque se intentan alcanzar con esa actuaci�on, en el caso de que estemos ante unproblema de ingenier��a o, en general, de toma de decisiones. La racionalidadobjetiva es la racionalidad ideal, pero requiere un conocimiento absoluto, oal menos exhaustivo y global. Por ello se da rara vez en la pr�actica, exceptoen casos triviales. En aquellos en los que es posible aislar convenientementeel fen�omeno que se est�a estudiando y prescindir de los factores perturbadoresque alteran esa simpli�caci�on, que es la que permite que la racionalidadsea sustantiva. Es la racionalidad ideal del cient���co, que se a��sla en sulaboratorio, y prescinde de todo aquello que le impide edi�car una teor��a ala vez simple y fecunda. Es la que est�a impl��cita en la teor��a de la coberturalegal de Hempel.

Por otra parte, distingue Simon una racionalidad procedimental y acotadaque es aquella que aplicamos cuando ante un determinado problema, o enuna cierta situaci�on, nos encontramos con una informaci�on incompleta, ycon una capacidad de procesarla a su vez limitada. Es la racionalidad quenormalmente se aplica en las complejas situaciones en las que habitualmentenos encontramos, sea en los problemas de ingenier��a, sea en los procesosde toma de decisiones en la vida social, comunitaria o incluso en la vidacotidiana. Esta forma de racionalidad trata de encontrar procedimientose�cientes para calcular soluciones efectivas a problemas concretos. Es laracionalidad que est�a presente en la ingeniosa combinaci�on de estrategiaspara la resoluci�on del problema del p�endulo invertido.

Esta distinci�on entre racionalidades se concreta, para Simon, en la dife-rencia entre los objetivos que se pueden alcanzar con una u otra. Con la ra-cionalidad sustantiva, cuando disponemos de una formalizaci�on completa delproblema que tenemos entre manos, podemos aspirar a obtener una soluci�on�optima, en un sentido preciso y formal {justamente el objetivo formalizadoque tratamos de alcanzar{. Por el contrario cuando estamos en el �ambito de

10H. Simon, The Sciences of the Arti�cial, M.I.T. Press, 1981.

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la racionalidad procedimental lo m�as que podemos alcanzar es una soluci�onsatisfactoria. Las soluciones ya no son �unicas y en la decisi�on sobre cual deellas se adopta est�an presentes factores que el racionalista objetivo tildar�a desubjetivos. Pero as�� son las cosas. Los ingenieros saben bien que el segundotipo de racionalidad propuesto por Simon es el que en �ultimo extremo apli-can cuando resuelven sus problemas, aun cuando con frecuencia a~noren queno sea posible el aplicar el primero {a~noranza que cabe imputar a un ciertoespejismo heredado de la Ilustraci�on y que todav��a se mantiene, en algunoscasos, en la propia formaci�on del ingeniero{.

Propone Simon un ejemplo claramente ilustrativo de la distinci�on en-tre las dos formas de racionalidad. Se trata del problema de emular in-form�aticamente al jugador de ajedrez. En este caso conocemos exhaustiva-mente todas las reglas de los movimientos posibles y te�oricamente podr��amosconstruir un �arbol de decisiones con todas las jugadas admisibles y de estemodo alcanzar una racionalidad sustantiva a la hora de programar un orde-nador que jugase al ajedrez. Sin embargo, sabemos que esto es pr�acticamenteimposible, que el �arbol de posibilidades es tan inmenso que, a la hora de es-tablecer estrategias inform�aticas para jugar, hemos de recurrir a horizonteslimitados de jugadas, a ponderaciones que re ejen los h�abitos del contrario,en suma a una racionalidad acotada de car�acter procedimental. De nuevola anhelada objetividad se ve cuestionada en la pr�actica. Si queremos hacerun programa efectivo que juegue al ajedrez debemos combinar reglas y leyescon creatividad e ingenio, combinaci�on que resume, de forma especialmenteafortunada, los rasgos caracter��sticos de la ingenier��a.

7 Comentarios �nales

Las re exiones anteriores pretenden haber puesto de mani�esto la relevanciade la recuperaci�on por parte de los ingenieros de un humanismo en ciertamanera perdido {o al menos postergado{ a lo largo del xix. Se trata deplanteamientos de amplio alcance que acaso algunos {o muchos{ ingenierosconsideren irrelevantes para su absorbente, y en muchos casos desbordante,actividad profesional ordinaria. Sin embargo, concepciones como las queacabamos de discutir pueden suponer a largo plazo diferencias sensibles en el

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modo de entender la pr�actica de la profesi�on. De hecho, en nuestros d��as a�unse considera \culturalmente correcto" el punto de vista que se gest�o durantela �ultima parte de la Ilustraci�on, y que se rea�rm�o en el posterior positivismodecimon�onico, de subordinaci�on de la ingenier��a a la ciencia, de consideraci�onde la ingenier��a como mera ciencia aplicada.

Hay una cita de Kant que expresa de forma especialmente concisa y afor-tunada el substrato del esp��ritu de la Ilustraci�on. Es la que dice: \hay doscosas que nos llenan de creciente admiraci�on y asombro: el cielo estrellado so-bre nuestras cabezas y el sentimiento del deber en nuestros corazones". ParaKant s�olo hay dos motivos de admiraci�on: el mundo de la naturaleza y el dela �etica. Sus dos grandes cr��ticas constituyen precisamente el desarrollo deesa doble concepci�on: la cr��tica de la raz�on pura y la de la raz�on pr�actica. Lacr��tica de la raz�on para el acceso al conocimiento de la naturaleza; y la cr��ticade la raz�on para la regulaci�on de nuestras relaciones en la comunidad social.Adem�as, en la cita de Kant est�a impl��cita la disociaci�on entre el mundo delsaber y el de la acci�on; precisamente los mundos que aparecen entrelazadosen la actividad del ingeniero{ al menos en lo que respecta a la actuaci�on so-bre el mundo natural{. El mundo de la t�ecnica, el de la ingenier��a, aparece,en la obra de Kant, como subordinado. No alcanza entidad propia. En granmedida �este ha sido el esp��ritu imperante en el mundo moderno.

Sin embargo, hace dos mil quinientos a~nos, el viejo Estagirita distingui�otres {y no dos{ formas de saber: el saber contemplativo, el de la raz�on pura;el saber pr�actico, el que nos dicta c�omo desenvolvernos en el medio social; yel saber productivo, el saber de la t�ecnica. Leemos en la �Etica a Nic�omaco11:\toda t�ecnica versa sobre llegar a ser, y sobre el idear y considerar c�omo puedeproducirse o llegar a ser algo de lo que es susceptible tanto de ser como deno ser, y cuyo principio est�a en el que lo produce y no en lo producido. Enefecto, la t�ecnica no tiene que ver ni con las cosas que son o se producennecesariamente, ni con las que son o se producen de una manera natural,porque estas cosas tienen su principio en s�� mismas". Y un poco m�as abajo:\la t�ecnica o el arte es... una disposici�on productiva acompa~nada de raz�onverdadera".

>Es posible encontrar una mejor caracterizaci�on de la t�ecnica que la que

11Arist�oteles, �Etica a Nic�omaco, Libro VI, Cap��tulo III.

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subyace a los primeros p�arrafos de la primera de las citas? En el mundo griegoarte y t�ecnica se confund��an. Se aplicaban a todo aquello que era productode la actividad creativa humana. Posteriormente se produjo la bifurcaci�onentre bellas artes, dominadas por un canon est�etico, y artes �utiles presididaspor un criterio utilitarista. Esta bifurcaci�on separ�o a las artes pr�acticas delmundo de las humanidades y lo acerc�o al de la ciencia. Posiblemente seael momento de reconsiderar esa separaci�on, y de recuperar la re exi�on yla b�usqueda de la identi�caci�on de las componentes creativas {producir escrear{ que se perdieron con esa bifurcaci�on.

Algunos �l�osofos contempor�aneos apuntan, a veces a�un sin pretenderlo,elementos de re exi�on de gran valor para propiciar esa recuperaci�on. Porejemplo, Popper habla de las teor��as como redes con las que captamos {pescamos{ partes de la realidad, mientras otras se nos escapan12. El ingenieroadoptar�a distintas redes seg�un los objetivos que persiga (como antes hemosvisto en el caso del p�endulo con las teor��as T1 y T2) y se las arreglar�a comopueda con aquello que se le escapa entre las redes (como la fricci�on o lasaturaci�on, en el p�endulo invertido).

La met�afora de las redes de Popper puede resultar esclarecedora para com-prender las complejas relaciones entre ciencia e ingenier��a. En la acepci�onde Popper los cient���cos crean teor��as, a las que asimila con redes. Parecer��aque la ingenier��a, si fuese meramente ciencia aplicada, se deber��a limitar aaplicar esas redes a casos concretos. Estamos viendo que ese no es el caso.Pero es que adem�as el ingeniero tambi�en crea sus propias redes en aquellos�ambitos en los que las creadas por los cient���cos tradicionales {los que se ocu-pan fundamentalmente de las ciencias de la naturaleza{ no han penetrado13.Estas redes de los ingenieros son compatibles, o incluso intercambiables, conlas de los cient���cos, y en este sentido la ingenier��a genera tanta ciencia comola que m�as. Sin embargo, para el ingeniero la construcci�on de redes tiene un

12K. Popper, 1982,\Theories as nets", New Scientist, 29 July, pp 319-320.13As�� la teor��a de circuitos, o la mec�anica de los medios continuos, o la teor��a de los

sistemas realimentados, o tantas otras ramas del saber desarrolladas por ingenieros. Esnotable que la termodin�amica naciese de manos de ingenieros, y fuese posteriormentesubsumida por la ciencia f��sica convencional -no sin ciertos recelos respecto a su car�acterexcesivamente fenomenol�ogico-. Sin embargo la teor��a de circuitos o la mec�anica de losmedios continuos no han sido completamente incorporadas al bagaje de la ciencia f��sicapese a su car�acter indiscutiblemente cient���co.

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car�acter auxiliar, secundario si se pre�ere, pues su objetivo fundamental noes hacerlas, sino aplicarlas a casos concretos. Es obvio que cuanto de m�asconocimiento \empaquetado" en teor��as disponga, m�as f�acil ser�a su labor.Pero, tarde o temprano, su nivel de excelencia se medir�a por la habilidadcon la que, con ayuda de esos conocimientos, consiga concebir la soluci�on alproblema concreto que motiva su actuaci�on profesional.

Siguiendo con la met�afora de Popper, por los intersticios de las redessiempre se escapa parte de la realidad y es ah�� donde el ingeniero, que nopuede prescindir de nada, encuentra un �ambito en el que desarrollar su crea-tividad. El �exito del ingenio que conciba depender�a de la adecuada elecci�onde las redes {sean suministradas por la ciencia, o sean producto de su propiaactividad{, para captar aquello que sea posible, y de la habilidad con la quese desenvuelva con aquello que se escape de ellas. Con ello la ingenier��a ejercesus componentes de arte, y al hacerlo se sit�ua en un nivel propio que, en prin-cipio, no tiene porque tener una consideraci�on inferior a la de las ciencias dela naturaleza. El conocimiento cient���co, sea en forma de leyes de compor-tamiento de los elementos presentes en sus proyectos, sea de sus propiedades,o sea mediante la realizaci�on de representaciones y c�alculos matem�aticos,ocupa un lugar destacado, si no imprescindible, en la actividad del ingeniero.Pero �esta no se reduce s�olo a ello. Coordinando y dirigiendo esos conocimien-tos y c�alculos est�a la labor de s��ntesis creativa del artefacto al que el ingenieropretende dar el ser. Todo artefacto obedece a un prop�osito u objetivo, que esalgo esencialmente humano. Los instrumentos para alcanzarlo {entre los queest�an en un lugar primordial los conocimientos cient���cos{ siempre ocupar�anun lugar subordinado.

Adem�as, la ingenier��a incluye tambi�en formas de conocimiento no re-ducible a formalizaci�on, en las que est�a presente la experiencia, y algo taninde�nible e inevitable como es el buen sentido profesional en el �ambito deespecialidad en el que trabaje el ingeniero. Ello sin mencionar los juicios devalor, que por su propia naturaleza escapan al m�etodo cient���co, pero queson inevitables en una labor tan compleja como es un proyecto de ingenier��a,en la que est�an incluso presentes factores humanos. Es en este sentido en elque hay que recuperar la cali�caci�on de arte de concebir, de proyectar parala labor del ingeniero.

As��, el pluralismo, tan sugestivamente propuesto y cultivado por Berlin,

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se convierte en una fuente de sugerencias metodol�ogicas de gran valor parael ingeniero. En el complejo proceso que es una obra de ingenier��a debeacatarse la inevitable riqueza y variedad del aspecto de la realidad sobre elque se tiene que actuar; la multiplicidad de lenguajes para expresarlo; elpluralismo de m�etodos y teor��as, y la multidud de soluciones, que conducea un inevitable compromiso entre opciones alternativas; as�� como otro tipode cuestiones relacionadas con la �etica profesional {a las que aqu�� se haaludido muy someramente{. Todos estos aspectos se ver�an enriquecidos porla incorporaci�on al patrimonio de los ingenieros de los activos procedentesdel mundo de las humanidades. Ello, claro est�a, sin olvidar que el cuerpofundamental de conocimientos de un ingeniero est�a formado por m�etodos queguardan una estrecha relaci�on con los empleados en el mundo de la ciencia.Pero puesto que estos �ultimos son hoy en d��a los dominantes en la formaci�ondel ingeniero, la recuperaci�on y adaptaci�on de los procedentes del mundo delas humanidades, sin por ello abandonar su valioso patrimonio cient���co, secon�gura como una tarea de una ventajosa rentabilidad. La ingenier��a, al�n y al cabo, se desenvuelve en una peculiar encrucijada en la que con uyenel respeto y la explotaci�on racional de las leyes de la naturaleza, con elingenio creativo para concebir artefactos con los que resolver determinadosproblemas.

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