Horkheimer Max -La función de las ideologias

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    Versin original:

    Sociologica, II,

    Europiscbe Verlags-Amstalt, Frankfurt am Main, 1962.

    TAURUS EDICIONES, S. A., 1966

    Claudio Coello, 69, B.-MADRID (1)

    Registro: 2038-66. Dep. legal: M. 3931.-1966

    PRINTED IN SPAIN

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    cuadernos taurus

    Director:P. Jess Aguirre

    72Max Horkheimer/ LA FUNCION DE LAS IDEOLOGAS

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    LA FUNCIONDE LAS

    IDEOLOGIAS

    MAX HORKHEIMER

    Traduccin de

    VICTOR SANCHEZ DE ZAVALA

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    IDEOLOGIA Y ACCION 1

    Rara vez se piensa hoy, con el nombre de ideologa, en un concepto pregnante. Estapalabra, como otras muchas expresiones -as evolucin, forma de vida e inconsciente-,ha entrado en el habla cotidiana procedente de la literatura filosfica y cientfica. Podra decirseque su perfil teortico se ha perdido, ya que tras su idea general oscila solamente un vagorecuerdo de la imagen terica con la que haba cobrado sentido este concepto, hoy huero; bajo larbrica de ideologa no se entiende muy frecuentemente sino cualquier tipo de totalidad depensamiento: una teora, una representacin en particular o lo intelectual en general. Apenasexiste ningn grupo o partido que no se haya servido de esta palabra: ha formado parte inclusodel idioma del nacionalsocialismo. Y de su historia no queda ms que un rastro, por cuanto conella no se suele pensar en algo independiente, algo que exista en s mismo, sino en lo intelectual

    tomado en su dependencia de lo extraintelectual, de lo material. Mas, pese a que la palabraideologa se emplea actualmente en un sentido difuminado y universal, sigue conteniendo unelemento que se mantiene opuesto a las pretensiones del intelecto o espritu de que, de acuerdocon su modo de ser o su contenido, se le considere incondicionado.

    As, pues, el concepto de ideologa contradice, incluso en su forma achatada, laperspectiva idealista: como ideologa, el espritu no es absoluto. Si preguntamos por losorgenes filosficos, este concepto ha ejercido un efecto inmediato y enrgico dos veces en lahistoria. Una, cuando, al final del siglo XVIII la Ilustracin, que se diriga contra el sistema degobierno del absolutismo francs, perdi su funcin poltica: entonces se hizo patente que elalma del pensamiento epistemolgico y especulativo -como el que se encuentra en Voltaire,Diderot y los enciclopedistas- estribaba en el inters por establecer racionalmente el mundo y enla resistencia frente a una presin social que haba llegado a carecer de sentido. Al perder, con la

    Revolucin francesa, su significado estratgico el antiguo edificio poltico del absolutismo -enespecial la alianza de clero y aristocracia-, la Ilustracin, por as decirlo, rindi el espritu, y loque rest fue el positivismo. El sensualismo de la Ilustracin, es decir, la doctrina recibida deInglaterra, segn la cual las percepciones sensibles constituyen la fuente, ttulos jurdicos ynico objeto legtimo de todo conocimiento, se fue secando y arrugando hasta convertirse enFrancia en credo de las escuelas filosficas. Entre stas se encontraba L'Association desIdologies que a comienzos del siglo XIX tena sus sesiones en Auteuil, y que se ocupabaprincipalmente de investigar la sucesin, enlaces, atracciones y repulsiones de las percepciones,o sea, dicho brevemente, de sus mltiples relaciones condicionadoras. Tambin investigaban ladependencia de las ideas entre s y con respecto a los procesos fisiolgicos del cuerpo humano:la vida intelectual debera explicarse como una mecnica de las representaciones, con lo cual lafilosofa llegara a ascender al rango de ciencia exacta. La filosofa tendra que investigarexperimentalmente los elementos de la conciencia, de igual modo que hace la fsica con lamecnica de las partculas materiales; habra de convertirse en una disciplina especial queprocurara aprehender el espritu siguiendo el patrn de las ciencias naturales: en una ciencianatural del espritu. Se trataba siempre de un intento de secularizacin o mundanizacin de lafilosofa, de un ataque contra los estilos intelectuales acostumbrados, como quien dice ausentesde la actualidad histrica. Mientras que en la Alemania decimonnica este materialismofisiolgico se hundi finalmente hasta convertirse en la rezagada filosofa popular de losllamados monistas, los miembros de la escuela originaria -entre los que se encontraba en su

    juventud el gran escritor italiano Manzoni- ejercieron de momento una influencia no pequeasobre el pensamiento adelantado. Y a partir de entonces la palabra ideologa, en el sentido delespritu o intelecto tomado en su dependencia de procesos materiales groseros -uno de los

    fundadores de la escuela, Destutt de Tracy, caracterizaba la doctrina de la ideologa como unaparte de la zoologa-, desempe un papel en la terminologa cientfica y poltica.

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    Aun cuando esta palabra haba cobrado ya un elemento especfico de su significacin enel complejo terico que acabamos de pintar, actualmente se piensa casi de un modo exclusivo,siempre que se retrotrae uno a los orgenes, en doctrinas sociales, ante todo en el materialismoeconmico. Los creadores de ste, Marx y Engels, haban adoptado la palabra ideologa ya ensus escritos juveniles; sin embargo, en su caso no se consideraba la conciencia meramentedependiente de los procesos corporales en los hombres singulares, sino de la estructurasubyacente de la sociedad. En las escuelas ideolgicas antiguas, la vida representativa no varasolamente de acuerdo con la constitucin corporal de los distintos tipos animales, sino tambinsegn los diferentes influjos experimentados en la vida de uno y el mismo individuo humano.En el materialismo econmico, las formas dominantes de la conciencia varan al asumir otraforma la vida en comn de los hombres en la sociedad, en virtud de su careo con el mundocircundante, y en lugar de los procesos vitales del cuerpo, en que los materialistas francesesvean el momento de explicacin decisivo, aparecen ahora los procesos vitales de la sociedad.Como corresponde a ello, bajo el nombre de ideologa no se comprende meramente elpensamiento individual, sino la esfera toda de la cultura: poltica, derecho, Estado, arte yreligin; lo que se considera condicionado no es el pensar de la persona singular, sino el de laespecie en las condiciones que prevalecen. La jerarqua social, que se configurara en cada caso

    de un modo diferente, segn la clase de medios tcnicos de trabajo de que sepan servirse loshombres en la poca correspondiente, determinara a fin de cuentas sus ideas de Dios y delmundo, del bien y del mal, de lo bello y lo feo. En los ingleses Francis Bacon y Thomas Hobbesy en el italiano Giambattista Vico encontramos, como en el francs Helvecio, ciertos elementosde esta doctrina; pero la idea de que la totalidad cultural de cada poca de la humanidad estcondicionada por sus relaciones de trabajo caractersticas se convierte en el ncleo de unafilosofa de la historia slo en conexin con los movimientos sociales del siglo XIX

    La sociologa moderna ha utilizado el concepto de ideologa para inaugurar una rama deinvestigacin propia: la sociologa del saber. De modo acorde con sus esfuerzos por volversedesde la teora general hacia los hechos singulares, no deducir tanto las concepciones vigentes

    jurdicas, religiosas y filosficas de las formas de trabajo del momento y de la totalidad social

    correspondiente, cuanto se contentar, ms bien, con pintar la disposicin espiritual y el mundode ideas de los miembros de un estrato social determinado y con coordinarlos a su puesto social,considerando que la dependencia es muy complicada. Ya en la consideracin econmica de lahistoria, lo que determinaba inmediatamente las concepciones de los pertenecientes a una capasocial no era, en lo esencial, los intereses materiales, sino el papel de dicha capa en el procesovital social: su conjunto de representaciones no era sino el modo en que ha de aparecer elmundo ante los grupos decisivos de la sociedad, en virtud de sus relaciones mutuas en el trabajo.Y la historia de las ideas se apreci como funcin de la historia de las condiciones econmicasde la humanidad, as como de las luchas que procedan de ella. La sociologa del saber sepropuso como tarea coordinar los tipos de representaciones vigentes en cada caso con las capascaractersticas de una sociedad determinada, mas sin orientarse por ello hacia una teorahistrico-filosfica fundamental, como, por ejemplo, el materialismo econmico. Toda imagen

    del mundo -enseaba- est condicionada por la perspectiva desde un punto de vista social que lacaracteriza, y todo factor implicado en tales relaciones de condicionamiento -trtese dedeterminantes intelectual-espirituales, psicolgicos o materiales- posee un peso distinto dentrode cada uno de los grupos pertinentes. Pinsese en el conocido ejemplo del paisaje, que seconstituye de una manera enteramente distinta en cada caso, segn el modo de existencia delque lo mira: no solamente es distinto el fenmeno, sino la esencia, para el campesino que cultivala tierra, para el burgus de la ciudad que busca descanso, para el cazador que acecha la pieza,para el pintor que esboza un cuadro, para el aviador que ha de hacer un aterrizaje forzoso, parael estratega que evala el terreno. Pero en la sociologa del saber no se trata simplemente dealgo singular, como es el paisaje, ni de grupos profesionales, sino de la manera de experimentarel mundo en su conjunto y de los estratos decisivos de la sociedad; no basta con coordinarsociolgicamente el mundo como imagen intelectual, sino que asimismo hay que hacerlo con lasinterpretaciones filosficas y los fines y tendencias morales.

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    Viendo una tabla de los tipos formales de pensamiento preparada el ao veintitantos2 porel filsofo Max Scheler -uno de los fundadores de la sociologa del saber-, salta a la vista conqu generalidad se haba pensado la dependencia dicha. Scheler coordinaba tales tipos o bien ala clase superior o a la inferior, pero sin entrar en diferenciaciones histricas: las clases socialesaparecan a la vez como modos de ser naturales, incluso eternos. Segn Scheler, la ptica deldevenir se encuentra en la clase inferior; la del ser, en la superior; la consideracin mecnica delmundo, en aqulla; la teleolgica, en sta; el realismo -esto es, la experiencia del mundo comoresistencia-, en la primera; el idealismo -o sea el mundo como reino de las ideas-, en la ltima.A la clase inferior se atribuye el materialismo; a la superior, el espiritualismo; la induccin y elempirismo, a aqulla; el saber a priori y el racionalismo, a sta. La visin optimista del futuro yel juicio pesimista sobre el pasado seran modos de pensar de la clase inferior, mientras que, porel contrario, la superior se inclinara hacia el aspecto pesimista del futuro, y la ojeadaretrospectiva romntica, optimista, hacia la imagen de aquellos buenos tiempos. Schelerinsiste en que todas estas maneras de ver las cosas no tendran nada que ver con teoras que lospertenecientes a estas clases construyeran, por ejemplo, con propsito de encubrir o favorecersus intereses, sino que se tratara de modos de pensamiento vivos y de tipos de concepciones:seran tendencias inconscientes, condicionadas por la clase, a captar el mundo predominante

    mente de una u otra forma; pero tampoco nos las habramos con prejuicios de clase, sino conalgo ms profundo que los prejuicios, a saber: con inclinaciones inevitables, que hundiran susraces slo y exclusivamente en la clase, independientemente de la individualidad, de laprofesin y de la masa de conocimiento de los hombres, as como de su raza y de sunacionalidad. Y quera construir la investigacin sistemtica de estas relaciones de dependenciaen forma de una acabada teora sociolgica de los dolos.

    De todos los mltiples problemas que proceden de asumir que lo intelectual-espiritualest condicionado de un modo tan profundo aludiremos slo al del relativismo filosfico. Elmismo Scheler trat desesperadamente de fundamentar en forma filosfica la objetividad yobligatoriedad de los valores, en especial el de la verdad, mientras que otros socilogos delsaber se inclinaron a igualar tcitamente el carcter condicionado y pasajero de las formas

    culturales con una falta de obligatoriedad y, de este modo, a estampillar como ideologa todafinalidad y toda creencia. Pero ambas concepciones estn emparentadas: continenen el supuestode que debera asegurarse el sentido de la vida humana mediante formas conceptuales firmes,los llamados valores o ms bien, los bienes culturales. Cuando se hace patente que stosno estn sustrados al proceso histrico, cuando se descubre apoyndose en el progreso de laciencia su dependencia general fisiolgica y psicolgica, o bien surge el intento convulsivo deanclarlos filosficamente, intento como el emprendido por la escuela de Husserl -y con ella porScheler- el pesimismo cultural, la proclamacin de lo contingente de todas las finalidades, comola que conocemos a partir del positivismo de Max Weber: la doctrina absoluta del valor essolamente la otra cara de la visin relativista, que se esfuerza por convertir el condicionamientoideolgico del espritu en principio filosfico decisivo. Ambas doctrinas se exigen mutuamente,y ambas son un fenmeno caracterstico de nuestro perodo. El concepto total de ideologa

    arrastra a la conversin de la dependencia de todo lo espiritual en experiencia terica decisiva.Sin duda, al intelectual libre, como dice la expresin3, se le concede gran independencia;pero, en ltimo trmino, sta no estriba en otra cosa sino en anunciar y aceptar la dependencia.

    La sociologa de Vilfredo Pareto representa un giro especial de la doctrina de la ideologa,ya que contiene elementos de la escuela antigua y de la nueva. Podra decirse que en su pas haexistido, desde Maquiavelo, una tradicin cientfica propia en esta direccin. Segn ella, lascreencias humanas constituyen un medio del juego poltico de fuerzas: no se trata tanto de suverdad cuanto de su eficacia social; los gobernantes tendran que descubrir exactamente, en suscondiciones, las opiniones de las masas, y, de este modo, saber contornearlas. Segn Pareto, laaccin humana brota de lo que l llama residuos y derivaciones: a ellos pertenecen, por ejemplo,la tendencia a combinar, mediante la cual pueden explicarse parcialmente el gusto por comparary experimentar y muchos progresos cientficos, as como la inclinacin a hacer que se perpetecuanto se ha configurado una vez; de este modo se da cuenta de la duracin, frecuentementeirracional, de ideas supersticiosas, costumbres, etc.

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    contemplativa de la teora. Mas, con todo, puede haber cierto tipo de necesidad entre teora ypraxis, entre pensamiento y accin. Ya en la vida cotidiana se encuentran situaciones tales quepara percibirlas nos vemos llevados forzosamente -sin retroceder hasta normas y prescripcionesabstractas-, hacia una accin. Cuanto ms profundamente penetre la teora en la realidad, tantoms penetrante ser su lenguaje, incluso en lo que respecta a las conexiones generales. Si alobservar la situacin histrica sale a luz, por ejemplo, que el conjunto de la humanidad est alborde de quedar apresado por sistemas totalitarios, menospreciadores del hombre, les serposible a los hombres vivos que consumen este conocimiento no hacerse enteramente sordos alimpulso de resistencia; la situacin misma que se ha reconocido de este modo habla ciertolenguaje: el que surge de la aversin y el terror. Es indiscutible que el que la resistencia de losindividuos singulares frente a la opresin se derive de ciertas ideas -o se refuerce gracias aellas-, especialmente en el caso de ideas que estn ligadas tradicionalmente al progreso de lahumanidad y sus instituciones, tiene enorme importancia prctica. Pero cuando la aversin no sesiente ya de un modo originario, cuando se consuma el percatarse de la situacin meramentebajo la pretendida forma de ideas y no de un modo vivo, en conexin con los intereses mspropios, la apelacin a stos es impotente. Slo se desear y querr verdaderamente el bien, loverdadero y lo bello, todo cuanto se ha alzado en la historia al puesto de pensamiento gua

    poltico y cultural, si se tiene una experiencia igualmente originaria de todo lo negativo que enla situacin del caso invita a sobreponerse a ello mismo; de otro modo, las ideas degeneran, dehecho, en ideologa. En el concepto de libertad del individuo se custodia esta cara negativa anms que en otros, y por ello es tan actual en la situacin presente.

    Entre los grandes filsofos, Spinoza ha sido quien ms ha hablado de que la accin surgeen cierto modo inmediatamente del conocimiento de lo objetivo. Y su construccin del mundolleva por nombre el de tica, o sea el de doctrina acerca del actuar rectamente, mientras que,pese a ello, se ocupa antes que nada del ser objetivo. Cuanto ms claramente conocemos elmundo ms claramente dice ste -verum index sui et falsi- que no necesita ninguna piedra detoque fuera de s mismo. He aqu algo que no es una mera proposicin de la teora delconocimiento: en verdad, incluye en s tambin a la accin.

    Y lo que ocurre con Spinoza es tambin aplicable a Aristteles, Santo Toms y Hegel:ninguno de ellos abrigaba, en el fondo, duda alguna de que la accin recta proceda derepresentarse correctamente la realidad, de la inteligencia de lo que es. La tica y la metafsica,que, desde luego, se encuentran conceptualmente separadas en el pensamiento europeo a partirde Platn, permanecen bajo el signo de la doctrina socrtica de la identidad de virtud y saberhasta la fragmentacin en el siglo XIX. Hasta el pensamiento filosfico se entiende a s propiocomo mediador de su antagonismo. Incluso al final de la metafsica, cuando se haba evaporadola creencia en el sistema de la verdad objetiva, Nietzsche vuelve a colocar la unidad en eldominio del sujeto; como podra decirse con toda seriedad, en el de la voluntad que se entiendea s misma como fuente de la historia: en l, la experiencia del podero del hombre proviene delconocimiento de la fragilidad de los sistemas, del carcter ideolgico de la moral tradicional. El

    hombre puede liberarse de la reduccin a servidumbre en cuanto que se reconozca causante detodas las quimeras y sepa que incluso las finalidades brotan de su voluntad: el sujeto es la fuentede la verdad objetiva. Para Nietzsche, la responsabilidad de los hombres que se liberan de talmodo de toda responsabilidad se agranda hasta lo desmesurado. La mala inteligencia que rodeafrecuentemente su doctrina se apoya en la creencia de que la arbitrariedad conforme a la cualhan de surgir segn l las nuevas tablas de valores sera la arbitrariedad psicolgica, tal ycomo la entienden nuestros positivistas: el carcter fortuito y facultativo de la eleccin entre losideales polticos y otros ideales.

    En Nietzsche, sin embargo, la colocacin de los valores surge con necesidad delconocimiento de la putrefaccin de las condiciones vigentes, y la equivocacin -en la que lmismo ha recado- se basa en el contenido de lo que proclama: como la humanidad ha servidode pretexto a la inhumanidad, sera preciso sostener sta. En lugar de insistir en su realizacin,ha querido reemplazar -mediante una sublevada declaracin- las ideas convertidas en ideologapor su mero polo opuesto; y la realidad no ha vacilado mucho tiempo en volver en espantosa

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    praxis esta ideologa -o sea la de la inhumanidad-. Mas quien es capaz de or el tono de lasublevacin nietzscheana se da cuenta de que la tendencia ms ntima de su filosofa, no menosque la de sus predecesores, tiene poco que ver con estos antivalores, y que, en realidad, surge dela representacin ms clarividente posible de la situacin histrica, a saber: a ttulo de necesidadde mejorar sta -en el sentido que surge de la representacin crtica.

    De hecho, el espritu est entretejido en la historia: se halla unido inextricablemente a lasvoluntades, los intereses y las tendencias de los hombres, a su situacin real. Pero la diferenciaentre lo sujeto a condiciones que se pavonea de estar exento de ellas, por un lado, y elconocimiento hacia el que nos dirigimos en cada caso con todas nuestras fuerzas, por otro, no seagota en modo alguno con ello: es la diferencia entre verdad y falsedad. Debera reservarse elnombre de ideologa -frente al de verdad- para el saber que no tiene conciencia de sudependencia y, sin embargo, es penetrable ya para la mirada histrica, para el opinar que,ante el conocimiento ms avanzado, ha acabado de hundirse en la apariencia. La asignacin devalores es ideologa en el sentido ms estricto y pregnante, en cuanto que cree poderse liberar dela entreveracin histrica o ver simplemente abierto el camino hacia la casualidad y elnihilismo.

    SOCIOLOGIA Y FILOSOFIA

    Lo que en las discusiones sobre sociologa se llama teora de la sociedad tiene suprehistoria en los proyectos polticos de los griegos y se basa inmediatamente en las reaccionesante la Revolucin francesa: a travs de sta recibi una nueva figura practicable la doctrina dela relacin entre cada uno de los hombres y lo Absoluto. Libert, galit, fraternit, seala elprograma de la realizacin burguesa de la religin y la filosofa; y despus de Kant ello significaque todo ser dotado de razn tiene posibilidad y deber de desarrollarse libremente con lalimitacin nica en consideracin al derecho -idntico- de los dems. Con lo cual se impugna y

    se acredita, a la vez, el resultado de la Reforma. Pues sta haba despejado la tierra ante laaspiracin al xito como campo de la capacidad profesional al trasladar la lucha por labienaventuranza exclusivamente a la fe separada del saber; y, sin embargo, merced a la doctrinaactualizada una y otra vez de la eleccin de la gracia, haba negado la predestinacin eterna decada uno de nosotros al cielo, y mediante el smbolo del valle de lgrimas con que habamarcado a fuego lo natural, negaba tambin la confianza en el futuro de la Humanidad sobre laTierra. La Revolucin dio a la actividad burguesa un sentido inmanente: crear entre los hombresunas condiciones justas, el orden de la sociedad que diese cumplimiento a la reivindicacinirrenunciable de una vida racional para todos. Esta esperanza sostena una meta concreta,asequible a travs de la actuacin propia, trada del otro mundo a ste sin dejar atrs nada de sucarcter incondicional. La teora de la sociedad surgi cuando se hizo patente que la eliminacindel absolutismo y de los restos feudales no poda cumplir con aquella expectacin: se puso demanifiesto que la emancipacin poltica, el desencadenamiento de las desiguales fuerzaseconmicas para una competencia sin trabas, no eran idnticas a la meta que entusisticamentese anhelaba. Ya durante el curso de la Revolucin apareci su contradiccin interna: laliberacin sangrienta no bastaba para implantar la libertad. Al buscar Robespierre y Saint-Just lasalvacin de sta en la direccin estatal de la relacin econmica, antepusieron al comienzo delorden burgus la experiencia que despus se ha repetido incesantemente: la de que ste no podamantenerse apartando simplemente los obstculos al trfico econmico y la de que para protegerla libertad era necesario lo opuesto a ella: la administracin, la intervencin, el planeamiento.Aquellos hombres del Terror, cuya funcin los asemeja a los caudillos de los pases, hoynacientes, del nacionalsocialismo y del capitalismo estatal, al empujar por encima de lo queentonces era asequible, quedaron aniquilados; pero la teora que se inici con Babeuf y Fichte al

    terminar el Terror no ha cesado de conmensurar la sociedad surgida de ste con las ideas de laRevolucin. La existencia del liberalismo europeo hizo madurar la teora de la sociedad, que sesigui de modo concluyente de los principios burgueses mismos, pues la nueva libertad result

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    ser equivalente a libertad de desarrollo del poder econmico, la igualdad a un primer plano dediferencias gigantescas de ingresos y de posesin -lo nico que contaba verdaderamente- y lafraternidad a la disposicin -producida mediante presiones econmicas y manipulaciones1- parala irrupcin colectiva. Las adquisiciones de la Revolucin trajeron consigo la contradiccin queya no tolera la interrupcin social. Mientras que en el mundo preburgus las relacioneseconmicamente importantes se apoyaban en una dependencia de individuos y grupos otorgadaciegamente en el nacimiento, en el orden burgus se restableca la justicia a travs del medioannimo del dinero, en el que se van a pique las diferencias de las personas. Por su medio seimpuso desde el comienzo una jerarqua formada en el seno de la antigua, que si era ms lbil,no era menos pronunciada. Menos rgida y menos difana que en el Estado de estamentos, peroen modo alguno racional, se consum a partir de entonces la incorporacin clasificada de loshombres en el proceso social del trabajo. El liberalismo transform la jerarqua burguesa en unaconstelacin de podero cada vez ms compacta y potente.

    Para dar cumplimiento a la fe europea no bastaba la mera supresin de los antiguosprivilegios, y a la voluntad de llevarlo a cabo correspondi el concepto de sociedad que sigui altriunfo de la burguesa. Tanto Saint-Simon como Marx estaban convencidos de que la forma de

    las relaciones econmicas, la constelacin de los hombres en el proceso de trabajo a que sehaba dado lugar tras haber ordenado la propiedad, poda determinarse tan perfectamente comonuestro proceder fsico con la naturaleza extrahumana: no slo el objeto del trabajo, sinotambin su distribucin, podran someterse a la inteligencia del hombre. La carga de laproduccin de subsistencias para todos se hara tanto ms leve al acrecentarse la riqueza de lasociedad, cuanto que el consumo material, e incluso el lujo, pueden satisfacerse dedicndoles untiempo relativamente corto, si se tiene en cuenta la tcnica moderna. La extensin de lasregulaciones sociales conocidas a la esfera de la produccin y su confinamiento simultneo enella parecan ser, en todo caso, preferibles a la economa carente de regulacin alguna, que semultiplicaba rpidamente en la vida del todo como una situacin natural equipada con sumaquinaria y que amenazaba convertirse en un fin en s misma. Cuanto menos orden haya en eltotal de la economa, pensaban los tericos, tanto ms dura tiene que ser sta en sus divisiones y

    subdivisiones: los hombres pierden de libertad lo que ceden de razn por mor de aqulla. Ycuanto ms se torpedea la autoridad en nombre de la economa no regulada, tanto ms sedifunde la administracin irracional en lugar de la racional. La sociedad concebida por la teora,sociedad reguladora de las relaciones econmicas, era lo opuesto y la consumacin del ordenburgus, era la expresin en que se calmaba la filosfica Ilustracin, una vez que su adversarioelegido, la antigua autoridad, haba cado. La impotencia de la teora comenz a hacerse visibleprimeramente cuando en Alemania, en donde se haba llevado a cabo, la introduccin de lascondiciones burguesas a modo de un eplogo, la reglamentacin econmica no sigui los pasosde stas, como se haba anunciado. Ningn proceso de paso cercano o distante hacia otrasituacin ms elevada se fij junto con la situacin social que haba surgido al derogar la infameregimentacin antigua. La teora era a la vez verdadera y falsa. Mientras que, como ya hemosdicho, la armona liberal qued liquidada en crisis y guerras como una ilusin, se fueron

    desvaneciendo simultneamente las expectativas de un paso a un orden en que lascontradicciones colectivas quedasen suspendidas. La economa de los pases adelantados,desencadenada, segua remitida hacia afuera y daba origen en el interior de cada pas, as comoentre los que rivalizaban mutuamente, a luchas sin fin. Este proceso ha conducido a losarmamentos y a las alianzas, y finalmente a las guerras mundiales y a ese sacudimiento de lospueblos no industrializados, en los cuales, como consecuencia de la tcnica que haba sido yadesarrollada ms all de sus fronteras, el liberalismo de viejo estilo ha carecido de funcin y eltrastrueque se ha conseguido desde un principio con elementos del capitalismo estatal y delsocialismo. El ardid de la razn2, segun el cual el pequeo cede ante el grande, el taller peororganizado y ms pobre ante el mejor equipado y dirigido con mayor energa, y el viejo ante el

    joven, ms fuerte que l, domina por entero la sociedad europea: desde comienzos del sigloactual se ha emprendido de muchos modos la tarea de reemplazar por decisiones humanas, almenos parcialmente, este productivo y cruel ardid, que, segn la teora, debera alcanzar su metainmediatamente. As, en cuanto a la praxis, para asegurarse de la duracin de la coyuntura pormedio de una direccin intraestatal, ha surgido tras las guerras mundiales el intento de asegurar

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    la paz merced a una organizacin supraestatal, cuyo destino depender de las condiciones queexistan en el interior de los Estados. Cuanto ms se anteponga, en los viejos pases industriales,una direccin completa, a su vez determinada por el juego de los factores de poder, a laregulacin razonable permitida por la abundancia, y cuanto ms brutalmente las naciones recinllegadas acorten el camino que lleva al nivel de vida y de armamentos necesario y dejen atrs elliberalismo, tanto ms inactual y extravagante se har la esperanza de la teora en la realizacinde la fe burguesa. En lugar de decisiones libres de hombres llenos de su propia fuerza,plenamente desarrollados, se adelantan camarillas totalitarias y espectros de terror, que puedencobrar su podero tanto merced a las fuerzas del trastrueque social como a los grupos poderososamenazados por ste merced a la revolucin o la restauracin. Por muy diferentes que puedanser por esta razn las bases sociales y el horizonte histrico de cada uno de los dictadores,mientras en el interior exista poder, especialmente en los pases fuertes, ste ha de reproducirseen el exterior.

    Desde que la sociedad liberal se aferra a conducir y administrar, desde que las crisiseconmicas se limitan mediante una ampliacin dirigida de la produccin para el consumo y ladestruccin, las autoridades de la sociedad han tomado a su servicio incluso el pensamiento que

    se ocupa de sta. En vez de trascenderla crticamente, desde ese momento debe tender hacia laadministracin, el progreso y el orden, y no hacia la realizacin inmediata de la fe original.

    La teora de la sociedad, la ciencia como disciplina poltica, que todava en Saint-Simonera la ms alta en la jerarqua de las disciplinas, se convertir en sociologa; y as la habaconstituido ya Auguste Comte tras el final de la Revolucin francesa. Comte intentaba lareforma de la totalidad, teniendo ya a la vista que no se haba de lograr dentro de una ni devarias naciones, sino que dependa de que la Humanidad se constituyese en una unidad defuncionamiento. Sin embargo, los hechos sociales le parecan algo determinado en s, casi datosfsicos: l y Spencer son los fundadores de la sociologa que se entiende a s misma como unaciencia positiva, los precursores de la generacin de Ross y Cooley, de Westermarck yHobhouse, de Simmel, Weber y de la escuela de Durkheim. A todos ellos les es propio un

    elemento ilustrado, crtico: son como aguafiestas de las ciencias ya avecindadas, y se los recibicomo a innovadores. No obstante lo cual, con el designio de equipararse a la ciencia natural enderroche metodolgico y de ocuparse cientficamente de la teora crtica3, la sociologaconsigui conquistar, ya antes de la primera guerra mundial, alguna que otra ctedra en lasuniversidades. La labor de aquella generacin se considera actualmente que constituye la grantradicin. Su tema lo formaban grupos extensos, especficos y pequeos, de la historia y de laprehistoria, la relacin entre individuo y grupo, las conexiones recprocas entre las esferas de lavida social; y cuanto ms se esforzaba la sociologa por conformarse al modelo de las cienciasllenas de xito, tanto ms se decoloraba el concepto de sociedad, que en un tiempo haba sido elms concreto, o lo concreto sin ms: apareci entonces como algo superfluo e ilegtimo.Despus de aquel perodo de los primeros socilogos, de las monografas, del establecimientode los conceptos fundamentales, de tipos, reglas y mtodos, la sociologa ha encontrado su sitio

    y se ha hecho til, juntamente con la psicologa social, como un todo polifactico deprocedimientos, dentro de una sociedad que se reestructura rpidamente a s misma y se armacontra un mundo exterior de enemigos. Como las disciplinas tradicionales, recibe sus tareas enparte de la problemtica inmanente condicionada por el proceso de sus propias investigaciones yen parte de manos de las instituciones y agencias de la vida real; y esta nueva disciplina,cuidadosamente educada desde el punto de vista tcnico, por regla general slo puedereaccionar a base de la propia idiosincrasia frente a las estructuras lgicas que no se entiendenheursticamente, frente a los conceptos que han surgido para anticipar el proceso deinvestigacin de una sutil maquinaria social, frente a las extrapolaciones que estn unidas a laprctica poltica. Todava no ha sido capaz de sacudirse completamente la sospecha deoposicin y de relativismo, que carece de fundamentacin: las investigaciones singulares, ascomo los programas tericos, renuncian a la especulacin; ya un concepto como el de sociedadindustrial tiene en contra suya, en cuanto que tiende a estructurar mentalmente la sociedad, elinconveniente de la simplificacin; y se exigen tanto ms resueltamente el aparato matemtico yla verificabilidad estricta cuanto menos comparables son previamente las condiciones de la

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    prctica metdica y la trascendencia de los resultados con las condiciones correspondientes a laciencia natural. La sociologa se aprecia a s misma, en medida cada vez mayor, como unadestreza.

    Mas, visto desde el nivel del desarrollo, entre ella y aquella otra ciencia se sita unadiferencia de principio. Nadie espera de la fsica ni de la biologa que capaciten para reflexionara las fuerzas cuyos rganos constituyen. Con todas las motivaciones psicolgicas de losinvestigadores singulares curiosidad, impulsos ldicos, ambicin, con toda la libertad quehaya para lo intil, la manipulacin de la naturaleza constituye un factor decisivo en lainvestigacin de sta, pero la reflexin sobre tal factor no pertenece al tema de dichainvestigacin: tienen que dejarse a un lado la razn y la sinrazn actuantes en 1a vida histrica,las convenciones conscientes e inconscientes, las instancias polticas, as como en qu medidalos conocimientos y descubrimientos cientficonaturales lleven a fines constructivos odestructivos, al bien o al mal; la ciencia natural no puede alzar ninguna recriminacin acerca detodo ello. Por el contrario, la sociologa debe servir para conocer -y siempre que sea posibledirigir- los factores extracientficos que marcan la orientacin de la ciencia. El que, sinembargo, en lo que se refiere a la perspicacia acerca de sus propios condicionamientos, no se

    encuentre en mucha mejor situacin que las otras disciplinas, deja abierto un hueco que, sinduda, es ms difcil de colmar en la sociedad no totalitaria que en la guiada dictatorialmente.Incluso los socilogos que no estn dispuestos a contentarse con las hiptesis de trabajo-producidas cotidianamente- de la investigacin rutinaria, rehusan con miedo dibujar, medianteconceptos de amplia comprensin, el complicado juego de fuerzas de donde proceden lasformas de relacin social y sus variaciones, y del cual recibe tambin la sociologa su impulso.Segn Robert Merton, la sociologa debera contentarse inicialmente en el campo terico conconceptos relativamente comedidos y con teoras especiales de dimensiones medias, theories oftse middle range

    4, verbigracia sobre influencias de grupos antagnicos, sobre los ascendientesinterpersonales y el ejercicio del poder a que dan origen, para reunir posteriormente losresultados en un sistema ms general de proposiciones coherentes entre s. Adhirindose aParsons, Ralf Dahrendorf quiere establecer como categoras sociolgicas decisivas las de

    conflicto y transformacin; con todo, no han de designar momentos del todo existente, sino quehan deservir para captar unidades parciales de la sociedad. Como deca una vez von Wiese, lasociologa que quiera ser nada ms que sociologa no debe admitir que se considere lasociedad como configuracin social sustancial; se entiende a s misma como una cienciaexperimental por contraposicin a la teora en sentido antiguo o, como piensa Merton, a losgrandes sistemas filosficos del pasado, con toda su riqueza de pensamiento, su esplendorarquitectnico y su esterilidad cientfica. Se ha hecho tan grande el podero de la realidadsocial, tan crasa la desproporcin entre ella y las posibilidades de una espontaneidad individual,que hasta el lenguaje que caracteriza este estado de cosas se encuentra enteramente desvalido.Como las dems ciencias, la doctrina de la sociedad tiene que implantarse sobre lo existente, ypor ello se encuentra en peligro de perder de vista lo existente en conjunto y dirigirse hacia laspartes completamente consolidadas. Cuanto ms se introduce, ms atrs se queda.

    Pero, de acuerdo con su propio sentido, no cabe que se separe de la filosofa, cuyaherencia ha de administrar en muchos respectos. La filosofa era una meditacin acerca delsujeto. Mientras ste pareci ser exclusivamente el yo individual, la psicologa era la ciencia queestaba ms ligada a las intenciones filosficas; una vez que, en el idealismo alemn, el sujetoaprendi a concebirse ya no nicamente como individual, sino al mismo tiempo como la fuerzade los hombres, que, activos, enlazados mutuamente, estn arrastrados y, sin embargo, hacen supropia historia, como sociedad, la sociologa se ha convertido en la disciplina filosfica ensentido eminente. En realidad es, como dicen sus representantes positivistas, una cienciaexperimental; slo que la experiencia como sociologa ha de retrotraerse a su propia fuente -elsujeto no dueo de s mismo- y ha de hacerle capaz, de este modo, de llegar hasta s mismo.Entonces se presentan tareas que ni surgen de la discusin de los problemas inmanentes nicoinciden con requisitos exteriores; los ttulos de teora de las ideologas y de sociologa delsaber parecen demasiado estrechos para ellas, pues ya no se trata principalmente de los llamadosestilos de pensar de los distintos estratos sociales -en la medida en que pervivan- ni de

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    soluciones y apologas ya lisas y conocidas -en la medida en que estn enredadas con la vida delmomento-, sino del mundo real, tal como cada cual lo percibe. El tipo humano que produce estemundo se ha hecho ms prosaico y reconoce rapidsimamente lo convencional y premeditadoque hay en cualquier clase de protestacin solemne. Los descubrimientos no requieren tantopensamientos, que se alejan de lo existente, cuanto hechos, a los cuales quiere uno limitarse. Lanaturaleza fsica, construida a base de partculas microcsmicas, ya no captables a modo decosas, endurece su unidad gracias a su intencin de enseoreamiento; mas, por el contrario, lasuma de estudios que surge a partir del material de contestaciones dadas en encuestas, de losdatos de inquisiciones hechas en empresas, del estudio de grupos pequeos, refleja laimpotencia para erigir humanamente el mundo apoyndose en tal seoro. Pretender que loshechos que la empiria produce y rene para s sean elementos de la sociedad es un engao: sonproductos de la abstraccin guiada por intereses heternomos. Sin la preocupacin por eldestino del todo -acerca de lo cual, sin embargo, no debe hablarse- y sin ideas en el sentido de lagran filosofa, la sociologa como ciencia es verdaderamente estril, tanto como ella mismareprocha a aqulla injustamente. Lo que Durkheim cuya investigacin estaba en gran medidaencauzada tericamente, y l admita de buena gana- sealaba de la lgica, a saber: que erapreciso entenderla como un reflejo de procesos y estructuras sociales, vale en no menor medida

    para los hechos: para los que el socilogo ha hecho subyacer a su trabajo igual que para los de laconciencia humana en general. Tanto ayer como hoy cuanto los hombres saben y el modo enque lo saben, desde acerca de sus autopistas, sus poblamientos y sus talleres hasta sobre su amory su miedo, est condicionado por su vida en comn y por la organizacin del trabajo, y en ellugar de los descubrimientos en sentido antiguo aparece el empeo por seguir la pista, en todassus particularidades, de los mecanismos sociales que entran en juego cada vez. En realidad, laciencia ha de atenerse a los hechos, pero stos no estn preformados dondequiera que seameramente por los mtodos comprobados que ya conocemos y por la finalidad de lainvestigacin del caso, sino por el objeto de la sociologa, la totalidad social y sus mltiplesmomentos. A1 menos ste es el supuesto cuya confirmacin progresiva forma parte del avanzarde la sociologa como ciencia: cuanta ms luz permita arrojar una investigacin determinadasobre el modo en que se realiza tal preformacin, cuanto ms haga ver cmo los hombres se

    hacen a la vez a s mismos en su trabajo, tanto ms cumplir la sociologa la tarea deautoconocimiento y autodeterminacin que la filosofa consider en otro tiempo su propia labor.Trazar los estudios de tal modo que se destaque la heteronoma de los estratos sociales y lasugestionabilidad de los individuos como efecto de las conexiones sociales es una consecuenciaque la sociologa tiene que sacar de su propia historia, pese a toda la impotencia delpensamiento. Con todo, jams cabe llevar hasta el final la reflexin sobre un sujeto colectivo:mientras prevalezca alguna libertad en la sociedad, aqul no podr entenderse como si estuvieseenteramente condicionado, y si la libertad desaparece deja de haber sujeto.

    Esta herencia de la filosofa que la sociologa ha asumido no se agota en semejantereflexin de la sociedad sobre s misma. Si la sociologa no piensa acerca de la resistencia frentea la cada en lo totalitario, acerca del mantenimiento y la expansin de las fuerzas que apuntan a

    la libertad, por confusamente que sea discernible tal pensamiento en la oscuridad reinante, noser capaz de encontrar salida del laberinto de la maquinaria social. Todas las ideas decisivas-incluso las de los juristas o de los mdicos- tienen que recusar el intento de que las fijenunvocamente; pero sin ellas la ciencia se desmorona. El que el planteamiento de los proyectospueda deberse a consideraciones enteramente ajenas a las filosficas y terico-prcticas, el quelos mviles psicolgicos conscientes e inconscientes, tanto de los que los conducen como de losque sacan partido de ellos, no procedan en modo alguno de la fe burguesa, no puede cambiarnada en cuanto a que el objeto de la sociologa como ciencia se constituya, no menos que otroscampos del conocimiento, debido a intereses objetivos de la humanidad; la diferencia se halla enel modo de ser de los intereses: la sociologa remite a la verdadera vida en comn de loshombres. Lo cual comparte con aquella antigua teora de la sociedad de la cual, fosilizada ydesfigurada, se saca hoy partido para entrenar sin miramiento a pueblos atrasados. En la luchacontra el mundo totalitario, que no amenaza a los europeos meramente desde fuera, la sociologano puede entregarse simplemente al juego de las fuerzas econmicas -que desde muchos puntosde vista forma parte de su tema- ni meramente plegarse a la tendencia general a olvidar; antes

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    bien, ha de ver la relacin que tienen los medios de que se vale la sociedad para mantenerse envida con el fin de establecer una vida digna del hombre. En el desarrollo de todos los individuossingulares hacia su ser espiritual -que determina su propio destino-, el nivel de vida constituyeno ms que un momento, que, hipostasiado, tiene que acelerar la ruina de la sociedad occidental.Tan difcil es separar la sociologa -ya sea que investigue relaciones de poder, clima de laempresa o familia en sus mltiples aspectos y modificaciones- de su origen a partir de lavoluntad de configurar mundanamente la religin y la filosofa, como la psicologa de la idea deindividuo dotado de razn. Lo cual no es solamente vlido para aquellos estudios en que seadopta como tema la represin del pensamiento, tales como los que versan sobre los efectos dela comunicacin de masas, sobre los prejuicios sociales, nacionales o religiosos; sobre la presincreciente de la economa y su efecto en la conformidad, sobre la soledad en medio de la masapintada por Riesman -del individuo dispuesto a amoldarse, o sobre el motivo- que Schelsky haenlazado con el anterior del acercamiento entre los tipos humanos de ambos bloques de poderode la actualidad; toda investigacin, por mucho que se las pueda dar de puramente emprica,lleva incluidos momentos subjetivos que deciden acerca del material y que estn en una relacinmltiple, debida o indebida, con aquella voluntad, y el mismo hacer conscientes estos momentosse encuentra en el dominio de 1a sociologa. En esta disciplina, no menos que en las dems, el

    inters que sabe de s mismo no tiene por qu constituir un obstculo para la objetividad, sinoque ms bien sta se ver conducida por tal inters. El modo sobrio de escribir la historia queretrocede hasta las fuentes -modo que tanto tiene que agradecer a Voltaire- apenas debe a lasublevacin contra la consagracin histrica de la injusticia ms de lo que la inflexin de lasociologa alemana hacia el positivismo debe a la aversin frente al bizantinismo de lahistoriografa en la Alemania del Kaiser. Ante el caos de los hechos condicionados socialmentey la infinita abundancia de puntos de vista posibles, la objetividad pura no es sino una ilusin.Como si el resultado no hubiera de determinar la praxis. No es slo que la compatibilidad que seprescribe tenga una investigacin con unas intenciones determinadas con las que ha decontentarse, o acaso la exigencia de unos resultados determinados y hasta la insuficientepresteza para restringir las propias hiptesis -y, si es preciso, abandonarlas- basndose en lo quese llegue a averiguar, en caso de que sea suficientemente importante, contradigan a la ciencia:

    tambin contradicen a la vida intelectual sin ms. Todo ello pertenece al dominio poltico de lototalitario, contra el cual se dirigen por su propia esencia las intenciones inmanentes,irrenunciables, de la sociologa. El motor ms suyo y ms propio, lo que la mueveterico-prcticamente, no es el dominio de la naturaleza ni tampoco de la sociedad, por muy deutilidad que pueda ser en particular, sino el esfuerzo por penetrar cognoscitivamente la vidasocial en lo que respecta a su sentido, que le est conferido por los hombres. Entre sus tareas seencuentran la de registrar los entorpecimientos que sufre el pensar independiente por laprofesin y el llamado tiempo libre y la de apercibirse de la atrofia de los individuos en mediodel crecimiento del consumo y de las expectativas vitales; y a travs del fenmeno de lanivelacin ha de observar las diferencias de poder econmico y social, que van cambiando almismo tiempo: crasas diferencias que entran en juego en los Estados ms civilizados, en los quela seguridad legal y la proteccin de los individuos se han desarrollado al mximo hasta dentro

    de todo proyecto vital. Estas diferencias merecen que se les preste atencin sociolgicamente nomenos que la liberalizacin de las relaciones entre los estratos sociales dentro y fuera delproceso moderno de produccin o que el potencial existente para una nueva solidaridad entre elhombre y la mujer.

    Para la sociologa la relacin con la filosofa es algo constitutivo, aun cuando la teoraantigua no se haba percatado de ello. La sociedad, que ha terminado por convertirse en unmonstruo como aquel bajo cuyos rasgos la describi Hobbes en su comienzo, hace retrocederasustado al pensamiento que trata de captarla como un todo: no caba desprender el pensar esetodo de la posibilidad de actuar sobre l al pensarlo; y la confianza para hacerlo era propia de lafilosofa europea cuando se desprendi de la teologa y, en lugar de la fe en el orden natural,plante la tarea de determinar las condiciones humanas de acuerdo con la comprensin racional.

    Actualmente, pese a todas las regulaciones estatales que han surgido del impenetrable juego de las fuerzas econmicas, dicha confianza se ha derrumbado. La timidez de aquellossocilogos modernos para manipular la forma de la sociedad est motivada por los lmites

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    impuestos al pensamiento eficaz, lmites que ella misma consolida. Pero qu sea en cada casoespeculativo y qu realista, es algo que depende de la situacin de la historia.

    Cuando la teora, actualmente, llama la atencin sobre su posible imperio, o hasta seatreve a reclamarlo enrgicamente, refleja una imagen del mundo falseada aun en cuanto alsentido de los conceptos en particular: se concibe al hombre de la sociedad industrialconformado socialmente para reaccionar con rapidez, manejarse fcilmente y adaptarse, a travsde la prepotencia de la estructura de intereses inmediata, en cada caso juntamente con lacompacta masa de instrumentos de opinin convergentes; los cuales campean desde losanuncios y titulares sobre el modo -dictado por la vida moderna o, an ms, configurado por losexpertos- de llenar el ocio, ya rebajado a tiempo libre, hasta la propaganda de las autoridadespolticas psicolgicamente planeada. El carcter actual de la teora no procede ya de laproximidad al cumplimiento de la fe burguesa, que se ha hecho tanto ms cuestionable cuantoms enteramente tenemos dadas sus condiciones -pues la reduccin de los trabajos duros, elalargamiento de la duracin de la vida, los mercados y tiendas llenos, son signos seguros de quela culpa no la tienen las fuerzas de que disponemos- dicha actualidad se apoya, si descontamoslos peligros exteriores, en la amenazadora atrofia de las cualidades subjetivas, que constituyenel supuesto de una situacin ms racional. La esperanza de la teora es detener este proceso en la

    medida en que lo concibe adecuadamente: ella disipa el engao de que el mantenerse a salvo decrisis merced a la manipulacin y a la espiral inflacionista coincida con el crecimiento de lohumano, y, ante todo, la grosera mentira segn la cual la violenta industrializacin de Oriente-frente a la cual el liberalismo ingls temprano, blanco genuino de los ataques del socialismomoderno, parece un idilio- sea simplemente el socialismo. El pensamiento terico de hoyconsiste en la intencin filosfica, que no ceja contra los tiempos y est escrita con caracteressociales; y en ella ni se roza la cuestin de la exactitud, de las ventajas -metdicamente demayor rigor- de la sociologa llamada fuerte sobre la dbil. Los estudios que no encierranexplcitamente el pensamiento en las ideas pueden tener mayor importancia terica que muchosen los que este pensamiento desempea conscientemente un papel. Con tal de que la relacin nocese del todo, le queda al socilogo la distancia a la administracin dominante: algo delintelectual en el sentido antiguo. Este ser liquidado como individualista, como inconformista,

    en los Estados totalitarios, y el campo libre de que goza todava en los europeos es un ndice delas diferencias de libertad individual existentes dentro de sus fronteras. Con el intelectual semanifiesta lo que tiene que temer la sociedad del juicio sobre ella ya verdadero, ya torcidoo en qu medida tiene que calibrar cada palabra en cuanto a sus posibles efectos, por as decirlo,como medio en favor o en contra de la orientacin deseada, y en su destino sale a luz cmo le vaala sociedad en cuanto a dominacin o libertad. La sociologa lleva sobre s, pese a todo elinstrumental construido, pese a todos los deseos de igualarse a las especialidades naturalizadas,algo de la responsabilidad de los mechanici, de los filsofos del barroco, de los intelectualesdel siglo XVIII. Y el inters de la humanidad pende de su tema -la organizacin de la sociedad-como en otro tiempo penda de la configuracin del mundo fsico. La fijacin de metas para lainvestigacin sociolgica, como asimismo cualquier paso que se d en un estudio, tienenimportancia para la sociedad; Morris Ginsberg deca en una conferencia publicada en 19586 que

    los procesos sociales no estn determinados por la fatalidad ni exentos de condicioneslimitadoras, pero que su conocimiento interviene de modo decisivo en la determinacin de losacontecimientos. La medida en que el conocimiento entre en las decisiones de la sociedadpodra depender de la penetracin crtica en aquellas condiciones, tanto de tipo humano comomaterial; y a ello habra que aadir que, siempre que se trate de autonoma, el contenido de loquerido -y, por tanto, tambin de lo que se nos muestra como su limitacin- ni meramenteprocede de la masa de hechos ni, como crea Max Weber, de una decisin irracional, sino que hade ser conmensurado con la tradicin del gran pensamiento europeo. Tambin Ren Knigquera decir lo mismo cuando explicaba, en la introduccin de su Diccionario sociolgico, y trashaber distinguido de la sociologa la historia y la filosofa sociales, que ocurre una y otra vez,incluso en los procesos concretos de investigacin, que en un punto dado slo es posiblecontinuar la discusin por medio de reflexiones filosficas7. E igualmente pasa con su doctrinageneral. Puesto que el conocimiento del mtodo y de los resultados de la investigacinsociolgica puede fortificar en los no socilogos la capacidad de percepcin diferenciada, ypuesto que sta ensancha la comprensin de los hombres y contrarresta la vulnerabilidad al

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    fanatismo, la sociologa contina la tan odiada Ilustracin, y se opone a s misma cuando sabeadaptarse con demasiada pericia a la realidad, a la que debera desencantar. La concienciapblica recuerda perfectamente, en especial en Alemania, su esencia crtica y la cercana de supensamiento a la resistencia contra la tendencia predominante en cada caso en la sociedad; ellola rene con la filosofa. No puede concebirse ya lo que antes se llamaba formacin, la fortalezaespiritual para resistir al Poder momentneo que se abalanza contra la conciencia, sin un saberde la sociedad y de sus procesos.

    La antigua teora crea estar cierta del futuro; el que la sociologa se extienda hoyempricamente es al mismo tiempo un signo de su utilidad y de su resignacin. De muy otramanera que la filosofa, que se proclamaba un tiempo heraldo del mundo burgus y de suciencia, la sociologa, si se llega a liberar, mira hacia atrs: hacia las fases histricas en las quela sociedad europea senta an tener fuerzas para ayudar a la realizacin de su propio principio,el de que existan entre los hombres unas condiciones justas. Y con este potencial en lospensamientos trata de detener la situacin a que la humanidad, quiz ms experimentada,retrocedera tras la catstrofe.

    LA FILOSOFIA COMO CRITICA DE LA CULTURA

    La polmica actual entre las ciencias de la naturaleza y las del espritu va a quedarsecorta, debido al comprensible miedo de las disciplinas filosficas a la vista de la tcnica-asoladora de todo- en general y del pertrecho en particular que acompaa a la divisin y repartode los medios. Con esta ocasin la forma en que se defienden los intereses de las ciencias delespritu permite que se vea su apocamiento. Los argumentos, especialmente en cuanto tienencomo finalidad conseguir medios financieros -ya sea de Parlamentos, de los gobernantes oincluso de mecenas-, precisan utilizar como triunfo la utilidad; as, pues, sus portavoces se

    cuidan de la importancia propedutica, de los estudios humansticos para las ciencias de lanaturaleza, de su valor para disciplinar el pensamiento y para colocar debidamente a losciudadanos en la comunidad poltica, y, ltimamente, procuran recalcar que son inexcusablespara la educacin y formacin con destino a los llamados puestos directivos de la industria y laadministracin. Se enumeran los rasgos personales requeridos en las situaciones elevadas y sepretende sealar de qu modo contribuye el trato juvenil con las cosas espirituales al desarrollarsemejantes facultades. Si en el siglo diecinueve era algo obvio desde muchos puntos de vistaque un empresario de xito tuviese una instruccin general que no pareciera estar dirigidaenteramente a finalidades prcticas, ahora se la recomienda, como medio para un fin, al futurodirector general e incluso al jefe administrativo en sentido amplio1. Hoy se destacainmediatamente la funcin realista, que, en lo que respecta a las ciencias del espritu y ante todoa su ncleo, la filosofa, se haba mantenido constante en todas las pocas burguesas. Ya en lasramas teolgicas y profanas de las primeras universidades desempeaban implcitamente unpapel la formacin de una inteligencia sagaz y de una fantasa prctica, la facilidad para abarcarde un golpe de vista las relaciones nacionales e internacionales y el arte en el trato de loshombres; ahora que los especialistas filosficos han entrado en un estadio casi carente deperspectivas de una carrera atrayente dentro del propio campo, su participacin dentro de lospases ms adelantados en la educacin para las tareas sociales vitalmente ms importantessignifica para ellos una nueva posibilidad, que, sin duda, no puede dejar intactos su sentido ycontenido. En Alemania las Facultades de filosofa sirven en primer lugar para la formacin delos candidatos al profesorado superior, a una carrera acadmica, sobre la que repercute de unmodo especialmente enrgico la desvalorizacin de las capacidades humansticas. Y las cienciasdel espritu se ven remitidas con un apremio igualmente grande a la razn de existencia que

    pueden alcanzar gracias a su nuevo papel en la educacin del retoo econmico, a suparticipacin en el enrolamiento en la poltica interior y exterior, y a su utilidad para lasactividades nacionales y econmicas. Y es claro que no cabe determinar con anticipacin en qu

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    medida semejantes funciones acudiran en socorro de su sustancia, que se concibe como algoque est desapareciendo.

    Jacques Barzun, el sabio provost de la Universidad de Columbia, ha intentado afianzar lasdisciplinas filosficas frente a las ciencias de la naturaleza y las ciencias sociales de un mododistinto. Su utilidad, piensa, no reside, como en estas ltimas, en que proporcionen saberes parael dominio en una finalidad situada ms all de ellas mismas, sino ms bien en que respondeninmediatamente a una necesidad: La utilidad de las ciencias humansticas ha dicho sedemuestra y establece por el deseo de las mismas, deseo que viene de antiguo, inquebrantable,que se extiende ms y ms 2. El que los hombres se interesen por la historia, aprendan idiomasextranjeros y tomen parte en cuestiones doctas, en vez de dedicarse a edificar ciudades y aarreglar asuntos sociales, sera un hecho que habra de tenerse en cuenta. Las ciencias delespritu (se refiere a cursos lingsticos y a lecturas de obras histricas), deca jocosamente ensu alegato, que favorecen tales locuras y como antibiticos son absolutamente intiles, nosenvuelven por todas partes, embelesan nuestros ojos, nuestros odos y nuestro espritu, yacumulan la montaa de extravagancias de que responden. Por tanto, segn Barzun, lafilosofa, la historia, la filologa, la esttica, existen por su propio embeleso; esto significa queson bienes de consumo esenciales, con el mismo derecho que el cine, la televisin, las

    creaciones de la moda, los cigarrillos y los viajes colectivos; defensa que, a la vista de laconcurrencia con estos artculos tan solicitados, difcilmente permite un pronstico favorablepara el desarrollo futuro de dichas ciencias, e incluso para su resistencia frente a las desventurasque les amenazan.

    En todo caso es precisa la justificacin, porque la fuerza de esclarecimiento delpensamiento filosfico se ha quebrado.

    La claridad y evidencia agresivas, la clara et distincta perceptio, ha perdido su aguijndesde el ocaso del absolutismo. Los filsofos no viven ya ocultos y errabundos, como Descar-tes, o en las fronteras de los pases, como Voltaire; tras la interiorizacin de las energaspolticas -limitada principalmente a Alemania-, que ha encontrado su gran expresin en lafilosofa y en la msica, los filsofos han concertado la paz con el mundo, mientras que en otrotiempo estar desunido con l perteneca a la esencia de la filosofa. Schopenhauer y Nietzsche,

    descendientes de la gran filosofa, anticiparon en sus vidas la nueva soledad del pensador.

    Lo que hoy toca a su fin ha cumplido una vez, cuando no precisaba justificaciones, unpapel socialmente productivo. La filosofa se saba a s misma como el camino del espritueuropeo, interrumpido, condicionado en muchos aspectos desde el exterior, y que, con todo, a lavez, responda a una lgica inmanente; se senta ser un todo frgil y multvoco, mas, pese a ello,tambin coherente, que formaba parte de la sustancia de la civilizacin, con la cual estabasimultneamente unido y desunido. Como ocurre con las culturas antiguas, la historia real de lospueblos europeos est llena de fanatismo y de crueldad, de egosmo desmedido de individuos ygrupos, de opresin y de una justicia capiestrecha y brbara a lo largo de dilatados perodos, enla cual buscaba desahogo desde tiempo inmemorial el resentimiento de los instintos malamentereprimidos de aquellos que se haban sometido. A mediados de los aos treinta y tantos de este

    siglo, es decir, durante el mando de Hitler y de Stalin, Bertrand Russell deca en un artculo:Estoy de acuerdo de muy buena gana con quienes no soportan la intolerancia del

    fascismo y comunismo, con tal de que no vean en sta una digresin de la tradicin europea.Aqullos de nosotros que no podemos respirar en una atmsfera de dogmatismo gubernamentalansioso de persecuciones, no nos encontraramos en la mayora de las pocas pasadas de Europamucho mejor que en Rusia o Alemania modernas3. Y a pesar de ello, en los siglos pasados,atravesando la realidad, se extenda cierto tipo de concordancia sobre la imposibilidad y laposibilidad de la verdad, sobre los hombres y su destino, sobre lo finito y lo infinito. CuandoDavid Hume pasa inmediatamente, en su Enduiry, de la exposicin acerca de cmo la unidadllega a la conciencia individual a travs de las asociaciones, a la unidad de las obras de arte,poda haber proseguido diciendo que, del mismo modo que, del mismo modo que el yo y la obrade arte, tambin el espritu que rige por entero la sociedad se mantiene unido mediante lazosinternos. La reflexin sobre cmo se logra la unidad de ste, tan quebrada, ha constituido luegoel tema de la filosofa alemana, no de la inglesa, y su respuesta dice que tal unidad se instituyemediante los esfuerzos teorticos -y los prcticos, que son indisociables con ellos- por

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    sobrepasar la contradiccin entre la realidad dada, percibida, tal como aparece segn el nivel deconocimientos alcanzado, y un mundo que corresponda a la razn, en el que el sujeto seencuentre de nuevo como un espritu autnomo; dicho con otras palabras: mediante lacontradiccin -que cambia en s productivamente- entre lo existente y el pensamiento mismo. Atravs de la filosofa, como a travs del arte, se manifiesta, en lo existente en cada caso, la grandistancia entre lo que es y lo que debe ser. Todo orden que se impongan los hombres bajo laconstriccin de las condiciones en que estn, toda estructura cultural no menos que todo juicioaislado, plantean -querindolo o sin quererlo- una pretensin de justicia, y ningn concepto yningn orden hacen justicia a su propia pretensin. Y la cancelacin de la diferencia entre elconcepto y su pretensin, entre el orden vigente en cada momento y la verdad eterna, llevara atrmino la historia tenebrosa de los hombres. La falaz asuncin del comienzo de un final consentido fue el presupuesto y resultado del idealismo absoluta, y ha extraviado tambin a susdiscpulos materialistas: aqul vio llegar el reino deseado de la moralidad en el Estado prusiano;Rousseau lo vea, como segunda naturaleza, en un cantn suizo; stos lo han visto en elcomunismo, que habra de venir inmediatamente. Pero la resignacin hegeliana, que tuvo larevolucin burguesa por la ltima conducente a una situacin superior, ha mostrado ser laequivocacin menor, por cuestionable que pueda ser siempre el papel filosfico que en ella

    desempeaba el Estado.La crtica o conciencia de la diferencia ha sido permanentemente la fuerza del

    pensamiento filosfico, que se siente a s mismo la esencia de la realidad y al mismo tiempo sucontraposicin -y de sta se ocupa- el concepto no se ha reconciliado jams consigo mismo.Incluso el desgajamiento de las ciencias positivas -la matemtica, la fsica, la qumica, lapsicologa y las ciencias sociales- de la filosofa forma parte de su propio desarrollo, del modocomo sta se da origen a s misma a travs de la contradiccin de las ideas vigentes hacia laverdad intendida. La tendencia a la modificacin activa del mundo, que se expresa en eldescomedido crecer de las fuerzas y de la cual es una cara la secesin de las cienciasparticulares, constitua una peculiaridad del pensamiento europeo desde la Antigedad; pero niel sentido de la filosofa era desguazarse en aquellas disciplinas o agregarse a ellas, en cuanto

    logstica o semntica, a modo de ciencia auxiliar -y en ello reside lo ilusorio del positivismo-, niformar una artesana especial dotada de un procedimiento de tipo propio, cortado a medida deun tema peculiar, el ser -y sta es la pretensin de la ontologa fundamental-; uno y otra seasientan sobre la divisin del trabajo y, con ello, reniegan objetivamente de la contraposicinentre idea y realidad, oposicin de la que el pensamiento libre ha sacado en otro tiempo sufuerza. Merced a la esmerada escisin que se hace entre ambas caras en el manejo yadministracin de la sociedad, se desvanece dicha oposicin, que nicamente subsiste cuandoquieren ser una sola. Y al asegurarnos de que todo est en cuestin, la filosofa se acomoda eneste sigla mucho ms sumisamente que la antigua, que se ocupaba conscientemente de

    justificarse, a aquella integracin a que tiene que renunciar como condicin previa de su trabajo.

    Slo le est permitido al pensamiento contradecir a lo existente, sea el pensamiento con

    que se encuentra ya o la realidad natural y social dadas, si no aniquila simplemente aquello queen todo caso exige fe y reconocimiento (a no ser que consista en una pura mentira), sino que,como algo transido por el espritu, algo llegado a su reino en carne y sangre, lo asume y llevahacia la futura forma de la conciencia. El pensamiento se opone a ambas cosas: a borrar yolvidar tanto como a catalogar y almacenar. Los estudios puramente cercioradores, filolgicos ehistricos, constituyen trabajos auxiliares, tiles e inexcusables; y, sin embargo, los sabios ensentido positivista no son, segn la frase do Nietzsche4, sino meros empleados de la ciencia:existen para sta, pero la ciencia no existe para ellos. Si es que lo asentado por ellos ha de tomarparte en la vida del espritu, tiene que incluirse en pensamientos teorticos, que no estn atadosexclusivamente a los dominios especializados.

    Se ha procedido con la funcin del pensamiento, que simultneamente cambia y perdura,como con las fuerzas conformadoras de la sociedad misma. Esta, para progresar hacia formasms ajustadas, tiene que impulsar incesantemente a sus individuos a adoptar nuevas formas derelacin; pinsese en la habituacin al trabajo en fbrica durante el curso de la revolucin

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    sancin de lo militar, de la justicia autoritaria y de la esclavitud. En el Evangelio se expresa quehay que dar al Csar lo que es del Csar y a Dios la que es de Dios; pues sobre ello construyeAgustn resueltamente la negacin de la no pertenencia al mundo: Por tanto -dice en una de suscartas-, los que mantienen que la doctrina de Cristo es enemiga de la repblica, dennos unejrcito de soldados tales cuales los exige la doctrina de Cristo. Dennos tales sbditos, talesmaridos, tales esposas, tales padres, tales hijos, tales seores, tales siervos, tales reyes, tales

    jueces, tales recaudadores y cobradores de las deudas del fisco, como los quiere la doctrinacristiana, y atrvanse a decir que es enemiga de la repblica. No duden en confesar que, si se laobedeciera, prestara gran vigor a la repblica8. Ya los Padres de la Iglesia haban negadoconsiderablemente la cara del Evangelio por la que se aparta ste del mundo y, como elementosuperado, la haban hecho productiva para la civilizacin.

    La cuestin de si la eficacia del cristianismo como religin del Estado lo vacanecesariamente de su propia esencia inflexible, en lugar de conservrsela, y de si, pese a todaslas rebeldas, convierte el ms all en esto de ac, el apartarse del mundo en buenas prendas y eldualismo insoslayable en una especie de pantesmo, lleva, prolongndola, a la filosofa europea,que asimismo se vuelve hacia el mundo. El cristianismo, por no haberse negado a la inclusin

    en el desventurado curso del mundo, como han hecho las sectas y las religiones asiticas, haentendido -sirviendo as de modelo a la dialctica hegeliana- la historia como historia de lasalvacin (y no meramente hasta Bossuet), y, simultneamente, su tarea como un actuar en elmundo. Pero tambin la Escolstica ha tenido que sujetarse finalmente a la ley de que lafilosofa expresa la oposicin: su evolucin, que, segn las palabras de Vctor Cousin, se inicicon la unidad de fe y saber, de teologa y filosofa, y continu con la defensa de la Revelacinmediante argumentos racionales, se transform en un estadio de paralelismo, de vinculacin,para terminar, por fin, en la emancipacin de la filosofa, en la discrepancia de ambas ramasIntelectuales -la teologa y el saber del mundo- e incluso en la insistencia sobre sucontraposicin.

    La filosofa se constituy en el Renacimiento como un pensamiento despojado de la

    teologa, declaradamente pantesta y muy ligado a la ciencia; las piras de Giordano Bruno y deVanini sealan el fin del movimiento intracristiano militante que haba empezado con elnominalismo radical de Guillermo de Occam. Su negacin se encontr con la glorificacin delconocimiento natural, propia entonces de todo filsofo, en los anlisis asistemticos delescepticismo del siglo xvt, de Agrippa y de Montaigne; y como anttesis decidida suya siguen ala doctrina de la docta ignorancia del Cusano, en que se anuncia ya el agnosticismo de Kant, lossistemas del siglo XVII, que hacan profesin de ser saberes y sistemas rigurosos, fuera de todaduda. No obstante el dogmatismo y apresto barroco de estos ltimos, la Ilustracin les debe laconfianza en la razn libre.

    La opinin de los expertos modernos, a quienes no menos que a muchos avisadosprofanos se les presenta la historia de la filosofa como una multiplicidad catica de errores,

    hace largo tiempo superados, pero expuestos pomposamente, o de declaraciones insostenibles,contradice a la relativa coherencia del pensamiento europeo. Aun cuando el desdn cientifistapor la filosofa -que considera su historia como un cmulo de errores que se ha logradodeshacer- fuese ms equitativo para sta que el entusiasmo superficial ante su profundidad, lafilosofa ha formado en la historia europea cierta relativa unidad, constituida gracias a la crticay cada vez ms diferenciada; y, a pesar de su impotencia Tctica, ha ejercido en otro tiempo unaaccin progresista. En los ltimos siglos era un elemento histricamente productivo, si bien msen sus formas crticas que en las afirmativas; la Ilustracin dieciochesca luch contra elfanatismo, protegido y protector del absolutismo, como aquellos antiguos pensadores y Padresde la Iglesia lucharon contra el viejo paganismo; tras el derrumbamiento del rgimen preburgusen Europa, los adversarios y los partidarios de la nueva forma de vida atribuyeron a la filosofa,entusiasmada u horrorizadamente-de acuerdo en cada caso con su posicin en el mundo, laresponsabilidad de aquella miseria sin la cual no se lleva a cabo ningn derrumbamiento en lahistoria. Pero ni Voltaire ni siquiera Rousseau, por no hablar de D'Alembert ni de Condorcet,suscitaron el Terror de la Revolucin francesa, que no respet ms a los filsofos que a los

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    aristcratas o a los banqueros; si se hubiese escuchado a aqullos se habran evitado las leyessangrientas. Los abogados del absolutismo, del hambre, de la tortura, de la hoguera, a los queresponda la guillotina, aquel miembro ms joven de la familia de sus instrumentos de gobierno,sealaron entre estremecimientos la crtica de la cultura de la Ilustracin, hasta que losBorbones, una vez retornados, pudieron demostrar que sus propios adeptos saIban organizar elterror an en mayor escala que los hombres del Terror.

    En el Este la filosofa es pura y simple apologa. Marx convirti en tema de su teora elavance de la libertad poltica y jurdica conseguida hasta la libertad social en general: loshombres tendran que aprender a regir la dinmica econmica en lugar de someterse a ella; nilas dificultades internas de la economa ni las catstrofes externas condicionadas par aqullas-desplazamientos de masas y guerras-deberan amenazar la Tierra. Y para llevar a perfeccin elproceso burgus gracias a la extensin y concretizacin de la libertad, sealaba como meta lageneralizacin de las facultades desarrolladas en los individuos burgueses ms adelantados, pormedio de la participacin autnoma de todos en la vida de la sociedad. Los gobernantes del otrolado han metamorfoseado su obra en una invencin mentirosa, en un opio del pueblo, que tieneque servir a los nuevos seores y a sus ejrcitos de lujo, cohetes atmicos y sputniks. La crtica

    de la economa poltica continuaba la Ilustracin y la crtica de la razn inherente a ella; pero sila negacin del liberalismo, que anda iras de su perfeccin, se transforma en una cisin oficialdel mundo, entonces, privada de la crtica que versara sobre su propia sociedad, sirve depsicologa publicitaria del Poder, y como fragmento hipostasiado e interminahlemente repetidodel sistema dialctico, al que se ha robado su momento idealista, llega a convertirse en unsustitutivo del pensamiento. Marx, que hablaba a Inglaterra y a Europa, es ms extrao alKremlin que Rousseau al Comit de Salud Pblica. Rousseau no era liberal en el fondo; a Marx,en el fondo, le importaba en la libertad del todo la libertad de los individuos singulares. Sinembargo, en Rusia se mantiene la situacin de capitalismo estatal que se apresura a llevar a cabola industrializacin bajo presiones exteriores e interiores y que consigue que los hombresfuncionen valindose de medios an ms brutales que los empleados en la Inglaterra del primerliberalismo, que constituy el objeto de la crtica marxiana. Los pases que estaban ya

    adelantados industrial y culturalmente y se han visto precipitados o desterrados en la violenciadel borrascoso desarrolla del Este han experimentado una tremenda regresin cultural, queamenaza desde fuera a toda Europa y que se ha venido preparando tambin en su interior mismodesde hace decenios, pues ya el Imperio guillermino era un fenmeno regresivo y lo ha sido,ante todo, el nacionalsocialismo con su ambivalencia entre Este y Oeste. Al consentir y alentaren un principio el nacionalsocialismo, Occidente ha experimentado que la fuerza que rechazatiene que hacerse igual en muchos respectos a lo rechazado. La regresin es la tendencia culturalen Europa.

    En la transicin de la economa todopoderosa a la politica, transicin que no est mediadapor ninguna experiencia, compensacin ni concepto, se anuncia actualmente la barbarie. Elespritu es esencialmente mediacin: para el Poder resulta demasiado prolijo, demasiado

    diferenciado y lento, demasiado poco encuadrado; es anlogo a la discusin; los individuossingulares son cada vez ms cargantes para el Poder y para las masas que le estn sujetas (comoha salido a luz en Francia). La poltica ha cambiado su significado en Europa.

    Antes de la primera guerra mundial, el forjarse sus propias convicciones polticas era cosatanto del burgus como del trabajador: los diversos partidos y orientaciones correspondan lomismo a la sociedad pluralista que al individuo singular diferenciado, que haba de conocermuchos modos de actuacin poltica y ponerlos en conexin con sus intereses.

    Hoy incluso que haya dos partidos -lo cual se entiende pobremente-, constituye un idealacrisolado: en el fondo, el Continente tiende al gobierno de un partido; y, peno los interesesconvergen hacia el pleno empleo y los cuidados ms prximos. En la sociedad de masas, lapoltica pierde en la conciencia de los individuos su relacin con los pensamientos generales y, .con ello, su funcin diferenciadora: slo le queda a cada uno pertenecer a lo que hay quepertenecer o ser distinto. De este modo se abre camino la igualacin de ambos mundosenemistados, que haba tenido su preludio bajo Hitler y Stalin. Los dictadores del Este, a cuya

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    Hasta la moral y la conciencia pierden pie con las transformaciones estructurales de lafamilia. La sociedad moderna imparte sus directivas de modo directo y suficientementeinequvoco. La educacin, cuyos momentos de formacin personal se habran de amputaractualmente para hacer frente alas exigencias y tcnicas, carece de los palpables argumentos deque dispona en otro tiempo: debe ejecutarse velozmente para que el educando, mientras dura laocasin, no la deje escapar para siempre; los lances se deciden temprano, y todos tienen queaprender temprano a adaptarse a la realidad. En lugar de domear lo catico y desatado delhombre-entre lo que se encuentran mociones no meramente corporales e incoordinadas, sinotambin espirituales y no dirigidas a un fin-, la mera represin (y con ella, reactivamente, laaversin) empuja hacia atrs aquello que permite realizar mociones ms li. brea: individuos ygrupos que con su conducta ponen en tela de juicio la renuncia, que es de rigor, a los propiospensamientos. Siempre que alguno rehusa el cuestionable optimismo que no se deja impresionarpor la crueldad del pasado ms reciente-.que perdura y se extiende en muchas otraspartes-empieza a hacerse dolorosa la cicatriz de los abotagados y da seales de vida un rencorimplacable. El desarrollo social incesante amenazar incluso la condicionada y a la vezimperturbable esperanza kantiana, que, ms cercana al duelo que a la glorificacin ontolgicadel ser, se halla an en muchos individuos singulares.

    Para convertirse conscientemente en fuerza conformadora del yo, en motivo fundamentalde la vida autnoma, y sostenerse en los hombres singulares, la reflexin moral requiere unainfancia resguardada y la capacidad para percibir diferencialmente y para identificarse con laventura que proporciona el poder: esto quiere decir con aquellos dones que eI mundo, en elperodo de industrializacin total, parece negar a los pertenecientes a cualesquiera capassociales, incluso a las ms elevadas. El trabajo burgus, aun el encaminado hacia el propiomedro, continuaba prestando en el siglo XIX a la idea de progreso el sentido -tomado delXVIII- que se refera al todo. En el siglo XX, la historia de la filosofa europea parece llegar asu trmino, del mismo modo que la historia politice de Francia -y acaso de Europa- en cuantovanguardia del mundo: la cambiante contraposicin de idea y realidad, cuya formacinproductiva constitua la ocupacin del pensamiento, ha dejado de ser entre nosotros significativa

    de la ruta del mundo. Donde la filosofa no ejerce nin. gana funcin prctica pierde tambin sufuerza: las races se secan. El participar de manera sumamente modesta en la educacin y elcontribuir al consumo cultural tienen muy poco que ver con la conciencia de los grandesfilsofos, por mucho que su obra pueda haber contribuido a quitar las cadenas a la. economa.Es una ilusin decir que la filosofa ha sido capaz, como fuerza histrica, de coadyuvarpositivamente a la determinacin de los acontecimientos polticos despus del estado nacionaleuropeo -con el cual esta unida esencialmente su historia desde que se desprendi de lateologa-, como no sea que se afirme que ha reforzado lo que de todos modos se realiza: elcrecimiento continuo del endurecimiento autoritario de la democracia, que se lleva a cabo a lavista de la amenaza exterior, o el hecho mismo de que se presente esta amenaza.

    La impotencia del espritu se manifiesta muy principalmente en la atrofia del lenguaje. La

    impotencia de la palabra, de que ya hemos hablado, no quiere decir falta de palabras, sino msbien la transicin a una comunicacin tan social que haga callar a los individuos singulares.Nunca han sido muy numerosos los individuos de las capas seoriales de los tiempos antiguos,feudales y burgueses, que, debido a la liberacin social excesiva, han podido crear en s -en unaaccin recproca con el mundo- una interioridad capaz de expresarse. Mas ahora pende el quesobreviva la civilizacin europea de que no slo exista simplemente cultura en el sentidoantiguo, sino asimismo una comunidad general de personas interiormente independientes,capaces de resistencia espiritual y dispuestas a la conduccin autnoma de su vida comn; ya nobasta que unos pocos estn cultivados: en la medida en que la comunidad general estsocialmente adelantada, de beran convertirse sus miembros en sujetos que piensen y sientan pors mismos; pero, en lugar de semejante cosa, pagan su ascensin con la renuncia a laemancipacin espiritual. Si los hombres quedan polticamente liberados, habran de llegar amayora de edad, por lo menos, como los ciudadanos de los buenos tiempos de la polis; de otromodo brota en los individuos ocultamente la esclavitud -que en aqulla era visible con

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    frecuencia-, de igual modo que en la sociedad en estado natural: estado al que la forma polticase ajusta ocasionalmente.

    Lo que favorece las fatalidades no es tanto el pensamiento abstracto o supersticiosocuanto la irreflexin, la insuficien te capacidad para preocuparse por la sociedad que ellos hanengendrado sin coercin poltica, el tener la mirada fija en los cuidados ms inmediatos, eldejarse arrastrar por la economa. Cuanto ms en peligro se encuentra una disposicin humanade los Estados europeos -y de ello no hablan slo los aos del nacionalsocialismo, sino tambinla evolucin histrica a partir de entonces, que parece racionalizarlos por fin-, tanto msexclusivamente representan la verdad y la humanidad las obras -dirigidas en sentido negativo-del arte y de la filosofa contemporneos, que hoy ejercen su accin a solas; mas su poder esescaso. En la poca burguesa, la economa no slo procuraba al burgus y a los suyos la basepara dirigir la economa -y ella mediante la educacin en la familia y en la escuela, los aos enel extranjero y la posibilidad de cometer errores y aprender, gracias a ellos, en el negociopropio-, sino asimismo, en cierta medida, perspicacia y ascendiente en otros campos.Actualmente, la economa sera capaz de hacer generales las facultades burguesas, y caracterizala situacin el que, debido a la estructura de la sociedad, no las desarrolle, sino que las sustituya

    por la docilidad, y el que se vaya marcha atrs en cuanto a tener sentido de la autonoma y de lalibertad individual, de la liberalidad y de la capacidad de expresin -todo ello incluso en estratossociales en que stas se encontraban antes como en su casa-.

    Las masas no son hoy ms obtusas que en otro tiempo; pero, por irles ahora mejor, a todoel mundo se 1e viene la idea de que son ms juiciosas, ms humanas, ms activasintelectualmente; si no es as, el poder tiene que recaer de nuevo en unos pocos, y entra enaccin la antigua y afrentosa doctrina del ciclo de las formas de gobierno, segn el cual a lademocracia sigue la tirana: la Historia vuelve a sumirse en la Historia Natural. El pleno empleono tiene por qu significar necesariamente el progreso: es una necesidad in alienable que secompra con medios peligrosos. Incluso sera errnea la opinin de que todos saquen provechode la coyuntura: tambin se padece necesidad en los pases muy industrializados, si bien los

    afectados por ella no constituyen ya, como hace cien aos, una clase de que uno se sirve y cuyavoz la forman las obras que escriben los intelectuales ms avanzados. Aunque a veces quedenmenos absorbidos que las masas en pleno empleo, se mantiene callado a todo aquel a quien nole va bien en punto a consumo del milagro econmico, a los empleados jubilados, desterrados-con su aquiescencia o no -del proceso econmico a la miseria y a todos los que, no obstante lapoltica social, viven inferiormente. Su ceguera para cuanto se encuentra ms all de losintereses ms estrechos caracteriza la disposicin psicolgica de la sociedad. El alza forzada delconsumo, que procede del pnico ante las consecuencias polticas de las crisis y hace necesariatambin la produccin intelectual de medios de destruccin, no deja respirar a nadie: cada cualest tan ocupado con sus propios asuntos que no debe extraar su indiferencia si se pone en

    juego la Constitucin con el fin de conseguir un orden menos dificultoso.

    En tales casos, la conciencia colectiva de poder y el dolor ajeno compensan, como enseala historia ms reciente, el retroceso en cuanto a seguridad legal de las personas singulares-retroceso debido a una direccin ms enrgica del Estado-; y quienes estn directamenteamenazados son los intelectuales, los polticos y los tericos, no el compatriota medio, que tienela ocupacin garantizada, al menos de momento, por la regeneracin nacional y que est muycontento con no chocar. Si el estado de necesidades y la guerra llegan, por fin, a no reconocerningn partido, entran en juego las fuerzas reprimidas: asoma en el horizonte la comunidad delpueblo, en la cual disminuyen por un instante el aislamiento de cada uno y la presineconmica, y en la que la venganza se dirige contra el enemigo que ha sido designado como talen el interior y en el exterior.

    En nuestros tiempos no nos hemos sobrepuesto a la presteza psicolgica de masas para laexplosin, que antes se llevaba a efecto como consecuencia de la indigencia y de la miseria: esla otra cara de la indiferencia. Por mucho que sus consignas se desmientan, los grandesmovimientos de la historia, las Cruzadas y la Revolucin francesa, as como la exaltacin

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    alemana de 1914 -por no hablar de los nuevos nacionalismos-, son todos testigos de que, comoFreud deca, la civilizacin todava no ha sido capaz de difundirse en las almas de la mayora delos hombres sin una acumulacin explosiva de energas destructoras. Sin duda, sera demasiadosimplista imputar por las buenas a las masas -que las ejecutaron o las soportaron- todas lasinfamias de la historia; siempre se las secuestra, directa o indirectamente, para tales fines. Elpensamiento filosfico y cientfico, para no considerarse a s mismo como expresin de lo que,por impotencia, vive en muchsimos, tendra que ser tan fatuo como stos dicen siempre sinmotivo.

    Se pinta con suficiente frecuencia el retroceso del lenguaje, y la crtica sucumbefcilmente a la equivocacin, a la furia partidista y a la catica protesta de que habra depresentar la cultura europea, que ya no est viva, ante la juventud que -abandonada a s mismademasiado pronto la rehusa. El curso de la sociedad industrial es irreversible. En cuanto funcinen el aspecto tcnico de la economa y de la sociedad, hablar queda incluido en las actividadesprofesionales y en las ocupaciones privadas ajustadas a ellas punto por punto; los bazares yotras tiendas constituyen la maquinaria que realiza por s misma el aprovisionamiento de losincorporados en la economa y les infunde, a la vez, la sensacin de elegir libremente; la oficina,

    la fbrica y el llamado tiempo libre se transforman unos en otros. Los hombres se hanemancipado, pero del individuo depende demasiado poco para que las palabras que l habla, encuanto esta persona singular determinada, puedan valerle para expresarse: sirven comoinstrumento, contrasea, arma. El nivel -tan frecuentemente debatido- de la industria del tiempolibre no caracteriza la sit