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Acción política y gestión pública: nuevos modelos de Estado para un desarrollo con inclusión. La experiencia del peronismo en Argentina. Claudia Bernazza 1 América Latina camina sobre sus pies, no puede sobre otros. Inicialmente, caminó descalza un territorio vegetal, enorme, poblado por hombres y mujeres feligreses del sol y de diosas mujeres a las que Occidente nunca reconoció. Ellos nos legaron lenguas y bienes culturales forjados en civilizaciones grandiosas y comunidades cuya cosmovisión aún nos conmueve. Este pueblo se hizo América Latina atravesando siglos de extrañamiento y dolor. La población mestiza surgida de la conquista renegó del sometimiento, reivindicó su pasado, reunió dioses, acriolló voces extrañas y comenzó el largo camino de la organización social, económica y política al sur del río Grande. Las naciones americanas fueron la respuesta posible en un mundo convulsionado. Para el diseño institucional de estas naciones, sus elites aconsejaron los que proponían otras culturas. Pero lo criollo ya era cultura y peleaba por una organización a medida de lo americano. Las instituciones “políticamente correctas” -las pesadas burocracias hispánicas, las delicadas instituciones francesas, las pragmáticas organizaciones anglosajonas- fueron puestas en duda por patriotas que hicieron oír su voz cada vez con más claridad. Y si bien la Patria Grande fue un sueño 1 Diputada Nacional (FpV-PJ) – Argentina. 1 VII CUMBRE SOCIAL POR LA UNIÓN LATINOAMERICANA Y CARIBEÑA “Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, ALBA” Caracas, septiembre de 2008

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Acción política y gestión pública: nuevos modelos de Estado para un desarrollo con inclusión.La experiencia del peronismo en Argentina.

 Claudia Bernazza1

América Latina camina sobre sus pies, no puede sobre otros.

Inicialmente, caminó descalza un territorio vegetal, enorme, poblado por hombres y mujeres feligreses del sol y de diosas mujeres a las que Occidente nunca reconoció. Ellos nos legaron lenguas y bienes culturales forjados en civilizaciones grandiosas y comunidades cuya cosmovisión aún nos conmueve. Este pueblo se hizo América Latina atravesando siglos de extrañamiento y dolor. La población mestiza surgida de la conquista renegó del sometimiento, reivindicó su pasado, reunió dioses, acriolló voces extrañas y comenzó el largo camino de la organización social, económica y política al sur del río Grande. Las naciones americanas fueron la respuesta posible en un mundo convulsionado.

Para el diseño institucional de estas naciones, sus elites aconsejaron los que proponían otras culturas. Pero lo criollo ya era cultura y peleaba por una organización a medida de lo americano. Las instituciones “políticamente correctas” -las pesadas burocracias hispánicas, las delicadas instituciones francesas, las pragmáticas organizaciones anglosajonas- fueron puestas en duda por patriotas que hicieron oír su voz cada vez con más claridad. Y si bien la Patria Grande fue un sueño inconcluso, en nuestros países se vivieron revoluciones y procesos políticos que hicieron posibles que el pueblo gobernara. En el caso de la Argentina, reconocemos como referencia ineludible el primer y segundo gobierno del general Perón.  Pero en países periféricos con economías dependientes, como es el caso de los países latinoamericanos, los diseños institucionales fueron y son extremadamente débiles. El General Perón lo explicaba así:

En la liberación de nuestros pueblos gravita más la integración continental que el problema nacional (…) ningún país latinoamericano se puede liberar por completo si, al mismo tiempo, no se libera el continente, y si luego el continente no se integra para consolidar su liberación (…) Liberarse es fácil. Consolidar esa liberación es lo difícil.

1 Diputada Nacional (FpV-PJ) – Argentina.

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VII CUMBRE SOCIAL POR LA UNIÓN LATINOAMERICANA Y CARIBEÑA “Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, ALBA”Caracas, septiembre de 2008

En la simpleza de esta definición, se reconoce una acción preexistente a las instituciones. La conquista de la libertad es previa a la organización institucional de los pueblos, y finalmente, si la liberación no se consolida, si los bloques regionales no se integran, la institucionalidad –la gobernabilidad- se resquebraja. Resulta evidente entonces que los pueblos están obligados a realizar una acción permanente referida a la lucha por su libertad y a la definición de la comunidad geopolítica que integran: esta acción, multiplicada a lo largo y a lo ancho de la historia y las geografías, es la acción política.

El repudio de la políticaLa acción política impregna nuestras vidas y nuestras instituciones, pero nos cuesta reconocerlo. Mientras la ejercemos cotidianamente, la negamos sin miramientos. Parafraseando a Arturo Jauretche, podríamos decir que la hemos convertido en una actividad maldita. Una pregunta central que deberíamos hacernos es a quién le interesa este repudio social, capaz de desalentar cualquier iniciativa de acción colectiva.

¿Cómo lograr que la política vuelva a ser una actividad reconocida? ¿Cómo revertir el hecho de que sea ejercida por actores que niegan llevarla a cabo mientras denostan a quienes la ejercen expresamente? ¿Cómo superar la militancia por la no política, convertida en la acción política más potente de este tiempo?

Este desafío se enfrenta a otro obstáculo concurrente. El sistema de partidos consagrado constitucionalmente participa de la crisis global de las instituciones modernas: las organizaciones de jerarquías rígidas, propias de un mundo más simple y de verdades más estables, tuvieron su ocaso en la segunda mitad del siglo XX. El surgimiento de nuevas formas organizativas es complejo en todo Occidente, cuanto más en América Latina, cuya liberación está inconclusa.

Aprovechando esta crisis, muchos insistieron, con sus voces amplificadas por las tecnologías de la comunicación, con el fin de la historia y la muerte de la política. Sin utopías ni sentidos vitales trascendentes – con paraísos celestiales o sin ellos, para el caso es lo mismo- se vuelve absurdo cualquier esfuerzo por transformar el mundo: el mercado, a partir de las transacciones económicas y el afán de lucro, lo transforma sin necesidad de que un sistema político oriente el progreso. Así las cosas, los partidos carecen de razón de ser o cumplen un rol secundario e intrascendente.

Esta idea se retroalimentó con el desencanto de los pueblos con sus dirigentes, provocando una desmovilización inédita. Bertolt Bretch2 alertó tempranamente sobre los peligros que acarreaba esta apatía:

El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio del poroto, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor

2 Bertolt Brecht (1898 – 1956).

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abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales.

A pesar de estos llamados de atención, los sistemas partidarios estuvieron en el centro de las instituciones interpeladas, no sólo por su organización anacrónica –lo cual compartimos- sino por su sentido mismo –cuestión que queremos debatir y refutar-.

La recuperación de la políticaSi, tal como pregonan las voces alternativas, otro mundo es posible, el desafío fue, es y será la organización de la acción política, entendida como la puesta en acto de la voluntad popular. Esta voluntad reconoce y procesa los intereses en juego en el marco de valores asumidos como propios.

La organización de la política es el talón de Aquiles de la precaria institucionalidad que América Latina logró a lo largo de la modernidad: por estas latitudes, muchos golpes de Estado suprimieron la política en nombre de las instituciones3, presentándola como su enfermedad crónica y no como su origen y legitimidad. En la noche más oscura de la Argentina, la política fue lo innombrado detrás de la frase “algo habrán hecho” y por practicarla se pagó con la vida.

En otros casos, aún cuando se reivindicó y se reivindica la política y el sistema de partidos, se pide “prolijidad” para su ejercicio. Aprovechando el auge de los posgrados y el prestigio de lo “culturoso”, se da a entender que nadie tiene derecho a hacer política sino se capacita, olvidando que la posibilidad de formarse es también una pelea política: a pesar de los esfuerzos hechos por los gobiernos populares, no son precisamente los pobres los que pueblan las aulas magnas de las universidades. El saber es un rehén del poder, inaccesible sino se accede primero al poder, a través de la política.

Si es desprolijo reunirse a tomar mate o chicha, masticar coca o hablar sin usar las palabras de moda, si a algunos “no les da” para entrar en la discusión, cualquier partido de masas latinoamericano que esté revisando su porvenir –y el justicialista es un caso- se convertirá en una insulsa socialdemocracia a la que el pueblo le dará la espalda. La política que se haga en este suelo se hará caminando sobre estos pies: será profundamente latinoamericana, argentina, peronista, bolivariana, paraguaya, colla. Será nosotros. Pero si estas identidades son un obstáculo para su “buen hacer”, la política no será más que un simulacro.

La institucionalidad de la políticaEsta generación de latinoamericanos se encuentra ante el desafío de recuperar el ejercicio de la política, sustraerlo de su desprestigio y encontrarle cauces. Hay muchos intereses en juego y muchos interesados en que esto no ocurra. Nadie lo dirá abiertamente, el enemigo no muestra su rostro. Además, no lo necesita, porque logró instalarse en nuestra cultura y nuestra conciencia, por lo que en ese campo se librarán las batallas.

3 Ariel Pasini: ¿De qué institucionalidad hablamos?, Revista Militancia Social, Nº 8, marzo – abril 2007.

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Si se reconoce que toda transformación es gradual, este desafío supone, entre otras acciones, recuperar el sistema de partidos políticos que reconocen hoy nuestras constituciones. Este es un capítulo que no podemos soslayar: hoy por hoy, es el sistema por el que elegimos nuestros gobernantes, por lo que debemos abocarnos a su innovación y eficacia, recuperando su lugar en la escena, revistiéndolos de acción, comprendiendo la necesidad de su convivencia con nuevas modalidades de expresión de la voluntad social. Algún día, seguramente, este sistema de partidos será reemplazado por otro, y esto no debería asombrarnos, porque ni las sociedades se detienen ni sus instituciones se eternizan. Pero, por el momento, vivimos en este presente y en el marco de estos acuerdos instituidos.

Nuestras disputas de cada díaLas organizaciones humanas están formadas por personas reales y por lo tanto el conflicto esta presente siempre (las peleas en las empresas familiares, la bronca en los grupos de trabajo, la lucha al interior de cada unidad fabril, las peleas detrás de cámaras televisivas, la desilusión en los clubes, los consorcios y las sociedades de fomento cuando se producen los desencuentros y la energía social se derrocha). Estos conflictos se profundizan al entrar en escena la competencia por el “primer lugar”, un problema que arrastran las organizaciones jerárquicas.

En el caso de los partidos políticos, hay una responsabilidad de representación de masas que nos obliga a redoblar los esfuerzos de convivencia interna. Pero en tiempos en que las verdades son discutibles y las jerarquías se resquebrajan, el conflicto es muy difícil de administrar y el espectáculo que se brinda puede resultar altamente desmotivador.

Sumado a esto, el conflicto fascina al mercado porque es una mercancía redituable y se la puede vender. La confrontación es algo propio de la política. Las organizaciones políticas lidian cada día con diferentes visiones y propuestas, es la arcilla con la que trabajan para lograr acuerdos sustentables. Pero esto nadie lo va a explicar, porque quizás no convenga. Es preferible convertir las diferencias en espectáculo.

Es cierto que nuestra débil capacidad de convivencia colabora con los medios de comunicación entregando lo que quieren vender. Remarcamos las diferencias sin poner el acento en los acuerdos. Con cada confrontación, ganamos lugar en los medios pero producimos una enorme sangría de entusiasmo y militantes.4

Aún cuando la comunicación social merece ser profundamente revisada, resulta igual de importante revisar nuestras prácticas de organización. Frente a los conflictos inherentes a cualquier empresa humana, necesitamos mirar críticamente nuestra cultura organizativa: ¿cómo distribuimos el poder internamente? ¿Cuánto estamos dispuestos a resignar para caminar con otros? ¿Cómo logramos acuerdos? ¿Qué prácticas promovemos que faciliten el diálogo? ¿Cuánto nos molestan las opiniones diferentes? ¿Cómo resolvemos los disensos? ¿Cuánto nos molestan otros liderazgos,

4 Los medios venden la crisis de la política con el agravante de no reconocer su rol en el deterioro. Bajo la lupa de diferentes ideologías, se evalúa la realidad institucional y política, se la denosta y deforma, pero se pregona que el mensaje que se brinda es “objetivo”. En nombre de la libertad, las empresas de la comunicación construyen una verdad a su medida, sin aclarar los intereses legítimos que puedan sostenerla. En el escenario del mercado no existen, a priori, restricciones éticas, y cuando se esgrimen, ya han sido adaptadas a los intereses materiales en juego (Marx, 1852). Para ampliar este tema, ver N. Lhuman: La realidad de los medios de masas, U. Iberoamericana / Anthropos, México-Barcelona, 2000.

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frente a la vocación de que crezca el nuestro? ¿Cuánto estamos dispuestos a ser conducidos para aprender a conducir?

Y aún cuando encontremos respuestas plausibles a estas preguntas, no estará todo dicho. La calidad de nuestras organizaciones no depende tanto de organigramas o actitudes, sino de conciencias. Urge volver a una ética de la política que nos regrese a las preguntas primordiales: ¿qué valores nos conmueven hasta el punto de vivir y morir por ellos? ¿Qué banderas levantamos con una fuerza irredimible? ¿Qué proyectos proponemos para su concreción? ¿Cuánto estamos dispuestos a comprometernos para lograrlos?

Si los sentidos religiosos están en crisis, los sentidos sociales no deberían sucumbir con ellos: siempre vale la pena vivir por una causa. Pero si no hay causas que entusiasmen, reconozcamos que estamos actuando la comedia de la política para solventar un status social o económico, y no hay reorganización que pueda lidiar con esto.

Reivindicar el movimiento como base partidariaEl partido justicialista argentino, como ocurre con otros partidos latinoamericanos pero también como experiencia única y original, es la herramienta institucional de un movimiento de masas, que reivindica el hecho de que este movimiento es superador del partido. Los institucionalistas pueden escandalizarse con esta afirmación, pero las mareas humanas no pueden encuadrarse en las categorías de la razón. El corazón y las pasiones generan movimientos, no partidos.

Los movimientos preceden, presiden y superan la vida de las organizaciones racionales, acotadas por definición. El movimiento obrero, el movimiento peronista, los movimientos sociales, los campesinos, dan vida al amplio campo político que definimos como nacional y popular, en el que se mueven con una gran libertad. A la hora de las contiendas electorales, si estos movimientos no se sienten expresados por las instituciones partidarias vigentes, las interpelan, las ignoran o las utilizan sin el menor entusiasmo para finalmente dejarlas morir. Los movimientos suceden como las mareas, mientras los partidos se organizan como los códigos establecen, por lo que corren el peligro de anquilosarse como cualquier institución reglamentada.

El movimiento se da en la historia cuando un grupo logra una identidad que lo expresa, lo que no significa que pueda alcanzar la organización reclamada por las instituciones de su tiempo. Además, en tiempos de anomia social5, los movimientos se vuelven frágiles, sus huellas se pierden y es difícil rastrearlas, aunque son un sustrato siempre presente, que emerge donde se reúnen los entusiasmos y los enojos de sociedades siempre vivas.

Fortalecer las instituciones de la política nos invita a pensar no sólo en partidos sino en movimientos, quizás como movimientos entrelazados y espacios ampliados en los que conviven prácticas de resistencia, causas específicas y propuestas de concertación.

5 ISUANI, Ernesto Aldo (1996) "Anomia Social y Anemia Estatal: sobre integración social en la Argentina". En SOCIEDAD Nº 10, noviembre de 1996. Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.

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Pero además, recuperar el lugar de la política nos obliga a pensar en la batalla por la cultura y por las palabras, porque las revoluciones se producen si se comunican, si los relatos sociales acerca de ellas logran conmover corazones.

La formación de cuadros dirigencialesLa formación no es ajena a la historia de nuestros partidos de masas. En el caso de la Argentina, la Escuela Superior Peronista, las escuelas sindicales, la formación de base, ha sido parte de una historia a veces en la superficie y a veces resistiendo en grupos que difundían textos y mensajes grabados del líder.

Algún día habrá que escribir esta experiencia formativa. Mientras tanto, si vamos a recuperar nuestros partidos y sus actividades de formación, no será para hacerlo “a lo gringo”. Un partido en plena revisión de sus prácticas no debe renegar de su idiosincrasia, porque allí incubará su derrota. Nos hemos formado y capacitado muchas veces y muy bien, y podemos reeditar y enriquecer esa experiencia. No nos creamos la historia oficial de los medios de que lo único que supimos hacer fue pelearnos hasta la agonía: esa lupa que aumenta los defectos no relata toda la verdad.

En materia de formación, nos capacitaremos con nuevas modalidades, seguramente. Hoy existen experiencias pedagógicas y herramientas tecnológicas que pueden colaborar para una multiplicación sin precedentes de espacios formativos. Pero la formación no debería perder, en ningún caso, la convicción de que los saberes circulan entre los compañeros en ruedas de debate en las que todos aportamos.

Nuestra propuesta formativa no debería intentar parecer una estilizada escuela de posgrado. La modalidad que elijamos debe aprovechar las experiencias de educación popular y la tradición de las escuelas de gobierno de nuestros partidos de masas ¿o alguien se tragó el cuento de que la primera escuela de gobierno funcionó en la Escuela de Negocios de Harvard? Los invito a leer todo lo que supimos hacer en materia de preparación de cuadros para la gestión pública a lo largo de nuestra historia, en todos los partidos y expresiones gremiales, políticas y eclesiales del campo popular.

La acción política en la gestión públicaEsta tradición, sin embargo, no ha podido preparar gestores públicos capaces de implementar modelos pensados en y para Latinoamérica. Los cuadros políticos del campo popular suelen tener serias falencias a la hora de asumir la conducción de la maquinaria del Estado, la que delegan en economistas y profesionales del derecho preparados muchas veces en universidades de países centrales.

La ideología del capital se revistió de técnica económica y jurídica, para imponer sus postulados. El new public management ha colonizado nuestras cabezas al punto tal que hemos comprado la certificación de calidad y la gestión por resultados, la restricción del gasto y el endeudamiento con organismos internacionales temerosos de las ideas que puedan surgir de la propia experiencia.

Pero la región hoy asiste a modelos de desarrollo basados en la distribución y la justicia social, en la acumulación de reservas y en la inclusión de los más postergados, lo que obliga a formar una nueva generación de gestores públicos.

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El Estado pensado para el capitalismo debe repensarse para los pueblos. Para que las causas populares sean las causas estatales, la política conducirá los planes y programas públicos sin culpa, altiva, digna, regresando al lugar de donde nunca debió haberse ido. A la acción política de los pueblos le corresponde configurar los modelos y prácticas de la gestión pública. Por esta misma razón, a la acción política le corresponde la formación para el gobierno y la administración del Estado.

El desafío centralFinalmente, no hay enemigo más encarnizado que nuestra propia impotencia. Bajo las formas de un fino cinismo o de una apatía sin precedentes, este cuerpo social ya no se reconoce como pueblo. En los centros urbanos, Latinoamérica se ve por CNN. Y a partir de una cultura de lo banal multiplicada en horarios televisivos centrales, esta apatía ha ganado terreno como nunca en la historia.

No es fácil lidiar con la indiferencia y el desencanto. En este contexto, cuando se proponga a viejos y nuevos compañeros la reorganización política arreciarán los malos augurios. No vamos a poder hacer nada. Fracasaremos. No nos van a escuchar. Será lo mismo de siempre. Lo nuevo siempre tiene algo de lo viejo, mucho más de lo que nos gustaría. Y además ¿lo nuevo es siempre mejor? ¿Sólo lo que nosotros proponemos es “la verdadero” y todos los demás están profundamente equivocados? ¿No deberíamos ceder aunque sea en algo? Y por otra parte, ¿alguien dijo que las empresas humanas son fáciles? O nos avenimos a una reorganización en conflicto, o esperamos el momento en que se den todas las condiciones: seguramente, esto será cuando San Pedro nos convoque para organizar el Partido Celestial.

En este tiempo latinoamericano, debemos proponer y lograr formas de organización social y política que sostengan los gobiernos populares de la región. El protagonismo que alcancen las bases sociales en el proceso dependerá, en gran medida, de nuestra capacidad de movilización y de nuestra amplitud de criterio a la hora de aunar voluntades y gestionar disensos. Nos convoca una oportunidad de la que saldremos airosos si recurrimos a lo mejor de nosotros mismos.

Una nota final

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Los últimos acontecimientos en Bolivia nos obligan a decir algo sobre la lucha inconclusa de América. Si el genocidio todavía es una práctica en Latinoamérica, esto significa que no somos libres, que estamos en tránsito hacia nuestra liberación.

Para que esta liberación sea una realidad, ya no alcanza con desearlo o con declamarlo. En un contexto de gobiernos populares inédito en la región, debemos animarnos a acciones políticas originales y modelos institucionales novedosos, preparando para este cometido una nueva generación de dirigentes.

Para honrar a nuestros muertos y desaparecidos, no alcanzan los discursos.Ellos exigen acción.

Claudia [email protected] / www.claudiabernazza.com.ar

Argentina, septiembre de 2008.

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Documento anexo: La Comunidad Organizada

Ni la justicia social ni la libertad, motores de nuestro tiempo, son comprensibles en una comunidad montada sobre seres insectificados, a menos que a modo de dolorosa solución el ideal se concentre en el mecanismo omnipotente del Estado. Nuestra comunidad, a la que debemos aspirar, es aquella donde la libertad y la responsabilidad son causa y efecto, en que exista una alegría de ser, fundada en la persuasión de la dignidad propia. Una comunidad donde el individuo tenga realmente algo que ofrecer al bien general, algo que integrar y no sólo su presencia muda y temerosa.

En cierto modo, siguiendo el símil, equivale a liberar al centauro restableciendo el equilibrio entre sus dos tendencias naturales. Si hubo épocas de exclusiva acentuación ideal y otras de acentuación material, la nuestra debe realizar sus ambiciosos fines nobles por la armonía. No podremos restablecer una Edad-centauro sólo sobre el músculo bestial ni sobre su sólo cerebro, sino una "edad-suma-de-valores", por la armonía de aquellas fuerzas simplemente físicas y aquellas que obran el milagro de que los cielos nos resulten familiares.

(…) La sociedad tendrá que ser una armonía en la que no se produzca disonancia ninguna, ni predominio de la materia ni estado de fantasía. En esa armonía que preside la norma puede hablarse de un colectivismo logrado por la superación, por la cultura, por el equilibrio. En tal régimen no es la libertad una palabra vacía, porque viene determinada su incondición por la suma de libertades y por el estado ético y la moral.

La justicia no es un término insinuador de violencia, sino una persuasión general; y existe entonces un régimen de alegría, porque donde lo democrático puede robustecerse en la comprensión universal de la libertad y el bien general, es donde, con precisión, puede el individuo realizarse a sí mismo, hallar de un modo pleno su euforia espiritual y la justificación de su existencia.

(…) Nuestra comunidad tenderá a ser de hombres y no de bestias. Nuestra disciplina tiende a ser conocimiento, busca ser cultura. Nuestra libertad, coexistencia de las libertades que procede de una ética para la que el bien general se halla siempre vivo, presente, indeclinable. El progreso social no debe mendigar ni asesinar, sino realizarse por la conciencia plena de su inexorabilidad. La náusea está desterrada de este mundo, que podrá parecer ideal, pero que es en nosotros un convencimiento de cosa realizable. Esta comunidad que persigue fines espirituales y materiales, que tiende a superarse, que anhela mejorar y ser más justa, más buena y más feliz, en la que el individuo puede realizarse y realizarla simultáneamente, dará al hombre futuro la bienvenida con la noble convicción de Spinoza: Sentimos, experimentamos, que somos eternos.

Perón, Juan Domingo, La comunidad organizada,

conferencia de clausura del Primer Congreso Nacional de Filosofía, Mendoza, 9 de abril de 1949.

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Documento anexoLas tres banderas del peronismo6

“Por eso nosotros hemos luchado sin descanso para imponer la justicia social que suprimiera la miseria en medio de la abundancia; por eso hemos declarado y realizado la independencia

económica que nos permitiera reconquistar lo perdido y crear una Argentina para los argentinos, y por eso vivimos velando porque la soberanía de la patria sea inviolable mientras

haya un argentino que pueda oponer su avance a toda prepotencia extranjera”. J. D. Perón 7

En su versión original (el del primer peronismo de 1945 a 1955), las tres banderas significaron  la expresión de un proyecto popular que se constituía desde el Estado en oposición al proyecto político oligárquico que había construido durante cincuenta años un país que era precisamente el reverso negativo de las tres banderas: la nación dependía económicamente como una cuasi-colonia, sus decisiones en materia de política nacional e internacional estaban condicionadas por las necesidades y requerimientos de una potencia extranjera (Gran Bretaña) y la realidad social mostraba una inequidad creciente que se completaba con la exclusión económica y política de sectores cada vez más amplios de la población.

Esta sociedad de los cuarenta y cincuenta era mucho más homogénea que la actual. El sentido y significado que expresaron las tres banderas del peronismo, fueron así, claros e inequívocos: Independencia Económica significaba lograr la industrialización nacional y el autoabastecimiento energético nacionalizando los rubros económicos claves en ese sentido y favoreciendo una industrialización sustitutiva con un rol interventor fuerte del estado.

Soberanía Política significaba recuperar la toma de decisiones estratégicas de la nación desde y para la propia Nación sin tener que seguir necesariamente al poder hegemónico británico y, para la inmediata posguerra, norteamericano. Este carácter soberano de la política nacional tenía como correlato interno la ampliación de la participación política y la permanente apelación al voto como respaldo de las políticas públicas.

En este período, el logro de las tres banderas del peronismo tenía como sustrato y espacio territorial a la República Argentina. Era, para decirlo gráficamente, un proyecto acotado a nuestras fronteras nacionales. Aún era posible y pensable un proyecto nacional fuertemente autónomo, buscando un destino nacional “en paralelo” con el de otras naciones.

La Justicia  Social se expresaba en una concepción que dejaba de lado la “beneficencia” como concepción de la acción social, para institucionalizar a través de una legislación  social derechos que partiendo del mundo laboral se extendieron paulatinamente a las mujeres, la infancia y la tercera edad.

Una aclaración importante y necesaria: las tres banderas originales no tenían la misma entidad. Una de las tres era más importante que las otras: independencia económica y soberanía política no eran un fin en sí mismas: ambas eran las condiciones necesarias para alcanzar la justicia social, verdadero fin último de la

6 Ciappina, Carlos, Las tres banderas del peronismo: ¿una agenda para el siglo XXI?, La Plata, 2007.7 Perón, Juan Domingo, La hora de los pueblos, Ediciones Argentinas, Bs. As. 1973. pág. 39.

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acción del estado y sentido final de búsqueda de la realización individual y colectiva para todos los miembros de la sociedad.

En este pilar distintivo (alcanzar y sostener la justicia social como objetivo último al que se supeditan la economía y la política) radicó el carácter revolucionario del programa del primer peronismo y la fortaleza popular de ese proyecto.

Precisamente por ello, por su carácter de oposición a los sectores tradicionales del privilegio y la crítica implacable de instituciones y organizaciones que habían hecho un país elitista a “su imagen”, el primer peronismo no logró transmitir a los demás actores sociales nacionales “no oligárquicos” el emblema de las tres banderas como un “Proyecto Nacional” que los incluía o, mejor dicho, que podía incluirlos aún cuando no fueran peronistas.

El imperativo de defender los logros económico-sociales frente a una elite decidida a no perder privilegios y protagonismo llevó a la trampa del sectarismo, el lugar en donde siempre se mueven mejor los intereses minoritarios. Así, las tres banderas quedaron circunscriptas a las posiciones políticas de un solo partido, dejando al resto del arco político (aún de sectores obreros y populares no peronistas) como opositores al mismo.

Desde allí al consenso para un golpe de Estado había un paso, y la vieja oligarquía lo dio de la mano de los militares con el apoyo de vastos sectores.

Hoy, la Justicia Social tiene como sentido alcanzar equidad en términos materiales y legales (ambos se retroalimentan) para que todas las expresiones sociales , políticas y culturales se sientan parte de una nación: a los principios “clásicos” asociados a la justicia social: trabajo, vivienda, salud, educación, ingresos mínimos, debemos agregarles el acceso a los bienes culturales, el respeto a las minorías étnicas, a las elecciones de género, a las diferentes expresiones de los principios y movimientos ambientalistas. El desafío es mucho mayor que en épocas previas, pero las herramientas tecnológicas y los recursos materiales son también mayores. La diferencia la harán las decisiones políticas que se asientan precisamente en definiciones sociales de carácter fuertemente cultural: cuán internalizado y convencidos estén todos los miembros de nuestra comunidad de que es deseable desarrollar una nación en donde todos sus miembros se sientan y estén incluidos en un modelo de desarrollo integral.

Sobre y contra esta concepción social y cultural de la equidad, el equilibrio, la inclusión y las garantías y derechos han operado durante los últimos 30 años la Dictadura Militar, el neoliberalismo en los sucesivos gobiernos y el proceso de globalización a nivel planetario.

La Independencia Económica no podrá ser ya la propuesta de alcanzar una economía nacional cerrada en sí misma, ni un proyecto desarrollista basado en la inversión extranjera a la espera de alcanzar un desarrollo industrial similar a los países centrales por esa vía. Cerrarse o abrirse completamente no son opciones para un mundo que financiera y productivamente está “deslocalizado”8 ."Los países periféricos no tienen economía, la economía los tiene a ellos… y la política no está en el mercado, está (hoy, para nosotros) en el Estado-regional, en una formación social y política latinoamericana que impida que el CA (Capital Acreedor) nos presione de uno en uno, dominándonos. Y la validación (legitimación) del Estado-regional sólo se logrará recurriendo a las víctimas (a "todas" las víctimas) del (libre) mercado”9 Así, la Independencia Económica remitirá no tanto a cuan aislada esté la economía nacional sino a que nivel de sustentabilidad 8 García Delgado, Daniel. Op.cit.9 Feinmann, José Pablo, “La filosofía y el barro de la historia”, Clase 46- El fin del Posmodernismo.

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económica tienen los modelos productivistas de carácter inclusivo en un territorio nacional junto a y articulados con espacios económicos de alcance regional (MERCOSUR y ALBA).

La Independencia Económica se verá consolidada en la medida en que el Estado nacional, provincial y municipal tenga los instrumentos de gestión, control y promoción de la actividad económica “desde” las necesidades nacionales y no al revés. Mayor rentabilidad y mayor inversión nacional y extranjera (aún de carácter financiero y no estrictamente productivo) no son “en sí” factores que ponen en riesgo la Independencia Económica si el Estado tiene la capacidad de transformar en políticas para el desarrollo los anhelos de equidad e inclusión que los habitantes de la nación expresan a partir de la idea y los valores de la Justicia Social.

La experiencia de los países de América Latina de los últimos 30 años ha dejado demostrado en la práctica que el control sobre los principales recursos energéticos de la nación por parte del Estado, el desarrollo de políticas de control financiero y aduanero junto con políticas monetarias que favorezcan la producción industrial y la exportación de bienes industriales y comodities son, por lejos, una garantía de estabilidad, mayor empleo y por ende, equidad, que las políticas basadas en la desregulación y desestatización del recetario neoliberal.

“La política de recuperación y ordenamiento requiere instalar un nuevo patrón de acumulación centrado sobre los sectores de la producción y la infraestructura económica y social. Esto implica la conformación de un sistema industrial avanzado, integrado al mundo sobre la base de la especialización intraindustrial y la incorporación masiva del conocimiento en el tejido productivo y social del país, con inclusión de valor agregado en la producción primaria. Un sendero de recuperación y crecimiento requiere la expansión simultánea del mercado interno y de las exportaciones. Para ambos fines, es indispensable y posible aumentar la tasa de inversión en un nivel que viabilice un crecimiento sostenido de la producción. El ahorro interno es la fuente principal de financiamiento de la inversión y, como sucede en la economía mundial y en los países exitosos, la inversión extranjera es un complemento - nunca un sustituto - del ahorro e inversión domésticos, y deberá materializarse principalmente bajo la forma de aportes de capital de riesgo.” 10

La Soberanía Política tampoco puede ser ya la construcción de una política exterior individual-nacional. Los países buscan mejorar sus posibilidades de inserción en o la forma de morigerar los efectos de la globalización a través de la constitución de bloques regionales en donde se compatibilicen intereses y se multipliquen políticas de desarrollo productivo. El peso que tienen los países europeos en los asuntos mundiales no depende ya de su existencia como naciones sino de su organización “comunitaria” en Europa.

Para el caso de la Argentina nuestra soberanía política se verá claramente aumentada en la medida en que los bloques regionales en América del Sur (MERCOSUR, Comunidad Sudamericana, ALBA) se fortalezcan y expandan, pasando de ser mercados comunes a ser verdaderas comunidades de naciones latinoamericanas con objetivos comunes en materia de política exterior, de política social y hasta con la construcción de órganos legislativos de carácter plurinacional.

La contraprueba  del éxito de esta construcción en bloque regional para América latina, es la contra-oferta por parte de las naciones centrales de alcanzar acuerdos económicos punto a punto (por ejemplo el ALCA) ó las resistencias y advertencias de

10 García Delgado, Daniel. Op.cit

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las naciones centrales cuando comienzan a alinearse países de América Latina en nuevos bloques regionales (inclusión de Venezuela y Bolivia en el MERCOSUR o las críticas a la propuesta del ALBA encabezada por Venezuela, Cuba y Bolivia. Paradójicamente, la soberanía política será mayor cuanto mayor sea el proceso de integración en América Latina. En un mundo multipolar (Japón y China por un lado, los EEUU por otro, Europa y su comunidad) las naciones que permanezcan “solas”, en especial si pertenecen al Tercer Mundo, sólo podrán tener como destino el tener “relaciones carnales” con alguna potencia o el pasar a ser un territorio destinado al olvido y la desinversión por falta de peso económico y político.

Soberanía Política significa hoy, por lo tanto, retomar la identidad nacional, ante todo desde un territorio, un territorio propio en términos físicos y simbólicos. Identidad nacional mediada en espacio y en cultura.

Esta frontera espacial y cultural requiere una gobernabilidad, tema que nos lleva al del Estado - Nación o, si se quiere, al Estado nacional. Este estado nacional deberá ser recreado y sostenido por la movilización ciudadana y popular. La política como condición de acceso a la gestión de un Estado Nacional está siendo lentamente reconstituida y deberá profundizarse este proceso para defender el Estado nacional de las presiones de los poderes constituidos en la actual globalización totalizadora.11

El contexto latinoamericano

El momento en el que se llevó adelante el proyecto nacional y popular del primer peronismo en la Argentina se enmarcó dentro de un proceso mucho más abarcativo que incluyó la implementación de una serie de políticas que tuvieron diverso alcance en los países latinoamericanos.

Con diversa intensidad, dicho modelo (un modelo nacional-popular) se despliega por América Latina durante los treinta años que suceden a la década de 1930.12 En términos generales podríamos definir este modelo de la siguiente manera:

Centralidad del Estado: El estado liberal que intervenía en un solo sentido, esto es como garante del desarrollo de las actividades económicas que beneficiaban a la elite, comienza a ser reemplazado y ampliado por un estado que se coloca en el centro de la vida económico-social (algunos han llamado a esta matriz “estadocéntrica”) pero claramente inclinado hacia el fortalecimiento de la economía nacional de capital público y privado y a las demandas y necesidades de los sectores populares a la vez. Muchas de las grandes empresas de capital extranjero son nacionalizadas (p.ej.: el petróleo en México, los FFCC en Argentina y los teléfonos, el petróleo en Brasil).

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12 Trías Vivian. "Getulio Vargas, Perón y Battle Berres. Herrera. Tres rostros del populismo”, Revista nueva sociedad, 1978.

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El Estado también crea empresas públicas, pues consideraba estratégico que el estado tuviera ese rol en particular en relación a los recursos naturales: p.ej.: Gas del Estado en Argentina, Petrobras en Brasil, PEMEX en Méjico.

La intervención estatal se despliega tanto para arbitrar y contener al capital en tanto no responda al interés nacional y social como así también para impulsarlo y fortalecerlo como actor clave para la generación de riqueza.

Industrialización por Sustitución de importaciones: La reducción en el flujo de capitales desde el exterior y en particular la interrupción de las llegada de manufacturas provocó (como ya había ocurrido durante la primera Guerra Mundial) una incipiente industrialización sustitutiva , que habida cuenta de la extensión de la crisis durante la década del treinta y la prolongación de la Segunda Guerra Mundial y los efectos de la Post-guerra, permitió la expansión de un proceso de industrialización que intentó, en algunos países latinoamericanos , transformarse en autónomo y sustentable.

Redistribución de la renta: Al mismo tiempo que se expandía la industria nacional crecía el tamaño de la clase obrera en las ciudades. Esta clase se transformó en el principal sostén de los gobiernos de este período en la medida que el estado desplegó una serie de medidas destinadas a generar mejores ingresos y condiciones laborales. No sólo aumento de salarios sino la mejora sustancial en el sistema de jubilaciones, pensiones y derechos sociales que significaron de hecho y derecho una fuerte redistribución del ingreso hacia los trabajadores.

En los países de carácter rural, esta redistribución adquirió el carácter de redistribución de la tierra, tal el caso del México de Lázaro Cárdenas (1934-40) y la Reforma agraria o el Gobierno del Movimiento Nacional revolucionario de Bolivia con Paz Estensoro (1952-58).

Desarrollo de servicios sociales y educativos: Al mismo tiempo los gobiernos nacional-populares se propusieron mejorar sustancialmente los servicios de Salud y reducir (sino eliminar) el analfabetismo eliminando las dificultades de acceso a la educación general. Paradójicamente, una crítica frecuente de las elites en América Latina es señalar el carácter autoritario de estos gobiernos que tenían un compromiso muy fuerte con la enseñanza universal.

Organización sindical e inclusión política: En la mayoría de los gobiernos de este período se concretizó la organización de la clase obrera y de los campesinos (la Confederación General del Trabajo en la Argentina peronista, la Confederación de Trabajadores Mexicanos y la Confederación Nacional Campesina de México apoyadas por Lázaro Cárdenas, El partido Trabahlista brasileño de Getulio Vargas, la Confederación de Obreros Bolivianos apoyada por Víctor Paz Estensoro).

Al mismo tiempo se amplió la esfera de participación política promoviendo el voto secreto y sin fraude, e incluyendo a las mujeres como actor político y social: el voto femenino se instauró en1932 en el Brasil de Getulio Vargas, 1947 en la Argentina peronista, 1953 en la Bolivia de Paz Estensoro, en 1945 en la Guatemala de Arévalo y Jacobo Arbenz.

De modo que durante este período también se apoyó la inclusión de los trabajadores rurales y urbanos en la organización sindical y se amplió efectivamente la participación política para alcanzar el voto universal.

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Fuertes liderazgos políticos individuales: también es cierto, y en cierta forma paradójico, que la mayoría de los gobiernos nacional populares se constituyeron alrededor de fuertes liderazgos individuales y personalistas.

Enfrentamiento con las potencias hegemónicas: En muchas oportunidades estas reformas y modificaciones tuvieron que verse enfrentadas con la potencia hegemónica del momento: las luchas de Cárdenas contra la presión y el bloqueo inglés por la nacionalización petrolera, la presión norteamericana sobre Getulio Vargas a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial, la labor del Departamento de Estado Norteamericano en la caída de Jacobo Arbenz. Estos enfrentamientos provinieron en general de las resistencias de las empresas de origen externo por someterse a las decisiones soberanas de los estados nacionales latinoamericanos.

Resulta conmovedor comprobar el compromiso de los líderes nacional-populares de ese momento con los procesos de los cuales eran la cabeza visible, en particular su clara conciencia de la coyuntura por la que estaban atravesando. Algunos breves discursos (todos ellos presidentes nacional-populares) ejemplifican la profundidad y la extensión del modelo:

¡Nos encontramos con un pueblo que durante cien años había sido explotado y engañado por quienes le habían prometido todo; olvidado y vendido por quienes tenían la obligación de servirlo con lealtad, y traicionado permanentemente por una oligarquía sin escrúpulos! 13

Así nuestro sistema republicano tiene hoy su más alta expresión desde que el gobierno ha dejado de ser posesión de la oligarquía, y modestos hombres del pueblo, con su extraordinario sentido común, integran los cuadros de todos los poderes del país y de sus representaciones en el extranjero. 14

Se ha dicho que sin libertad no puede haber justicia social, y yo respondo que sin justicia social no puede haber libertad. Ustedes, compañeros, han vivido la larga etapa de la tan mentada libertad de la oligarquía; y yo les pregunto, compañeros: si había antes libertad o la hay ahora. A los que afirman que hay libertad en los pueblos donde el trabajador está explotado, yo les contesto con las palabras de nuestros trabajadores: una hermosa libertad, la de morirse de hambre. 15

El Gobierno es el arbitro y el regulador de la vida social. Sólo el Estado tiene un interés general y por eso sólo él tiene una visión de conjunto. La intervención del Estado ha de ser cada vez mayor, cada vez más frecuente y cada vez más a fondo.16

La experiencia nacional y popular en América Latina fue única, en tanto y en cuanto intentó llevar adelante tres procesos al mismo tiempo: desarrollo industrial, distribución de la renta e inclusión social y política. En este sentido, resulta claro que “el desarrollo” en América Latina no tenía que seguir (y de hecho no ocurrió) los

patrones de las sociedades europeas donde el “desarrollo” industrial se produjo a costa de la mano de obra industrial. La distribución de la renta se produjo sólo a

13 J. D. Perón. Discurso a la Asamblea Legislativa, 1950. Presidente de la Argentina.14 J. D. Perón. Discurso a la Asamblea Legislativa, 1950. Presidente de la Argentina.15 J. D. Perón. Discurso 1º de Mayo de 1949. Presidente de la Argentina.16 Discurso de Monterrey Lázaro Cárdenas, 1936. Presidente de México.

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partir de la década de 1960 y inclusión social y política se conforma después de la hecatombe que significó la Segunda Guerra Mundial.17

Extraido de: Ciappina Carlos,

Las tres banderas del peronismo: ¿una agenda para el siglo XXI?, La Plata, 2007.

17 Ciappina, Carlos, Proyectos Nacionales en América Latina. Una nación de muchas repúblicas, La Plata, 2007.

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