Homenaxe a José Luis R. Molinero

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©Edición conmemorativa do Día do Libro 2013

Exherbon.org / Colección http://www.exherbon.org Rego da Manga, 55 15915-Herbón / Padrón (Galicia) Webmaster: Luis Cristobo

Homenaxe a Molinero, 2013 © Textos José Luis Rodríguez Molinero Juan Donoso Valdivieso Pastor Florencio Vicente Castro Jesús García Fernández Domingo Barreiros Lago Feliciano Gómez Vigide Pedro García Fernández © Fotografías José Luis Rivas Guisado Jesús García Fernández Lois Pereira ©Diseño y maquetación: http://www.webtallergalicia.net

La obra Homenaxe a Molinero, número 1 de la colección de eBooks

se encuentra protegida y amparada bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported. Basada en una obra de © desarrollada por http://www.webtallergalicia.net. Permisos que vayan más allá de lo cubierto por esta licencia pueden encontrarse en http://www.exherbon.org.

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ÍNDICE

Presentación. Luis Cristobo 4

Cacabelos 2002: Elogio de la salida del Paraíso. Jesús García F. 6

Homenaxe a Molinero 2013 12

La crónica en verso. Domingo Barreiros Lago 17

Recuerdo de Molinero. Pedro García Fernández 21

En honor de José Luis. Feliciano Gómez Vigide 22

Al Crucificado. José Luis R. Molinero 23

Seguramente la vida es líquida, hermano. Jesús García Fernández 24

In memoriam. Florencio Vicente Castro 27

El pensamiento filosófico de Molinero. J. Donoso Valdivieso Pastor 33

Los libros de Molinero 45

Excentricidad humana y religión. José Luis Rodríguez Molinero 47

Agradecimientos 69

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PRESENTACIÓN

Por Luis Cristobo Luis Cristobo (curso de 1962) es periodista, fundador de la página web http://www.exherbon.org/ e impulsor de la colección de libros electrónicos "Scriptorium Os Papeis de Herbón".

Lo que empezó siendo una simple y sencilla página web está ya

consolidándose como un punto de información imprescindible para todos los que, en algún momento de nuestras vidas, fuimos alumnos del Seminario Franciscano de Herbón. Se trata de una página en permanente actualización y que ahora persigue una mayor interactividad, es decir, que puedan participar directamente todos los que así lo deseen. De hecho, está a punto de habilitarse un Foro que así lo permitirá.

La idea de la página surgió tras el X Encontro de 2011 en Louro-Muros y,

apenas dos años más tarde, se abre también un nuevo canal de comunicación en forma de eBook o libro electrónico bajo el título de Scriptorium Os Papeis de Herbón. Es el sino de los tiempos ahora que las denominadas nuevas tecnologías (y singularmente Internet) lo invaden todo, incluso nuestras vidas, una oportunidad para la libertad.

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Y no podía ser de otra manera: el primer eBook está dedicado a

homenajear a José Luis Rodríguez Molinero, el creador institucional de los Encontros o Xuntanzas anuales. Justo cuando se cumplían cinco años de su prematuro fallecimiento, más de un centenar de excompañeros, amigos y familares nos reunimos en Cacabelos (León) para rendirle nuestro tributo de gratitud. Fue el 16 de marzo de 2013. Volvimos, así, al lugar donde empezó todo este movimiento de retorno a las raíces, en 2001.

Este eBook que estrena Scriptorium Os Papeis de Herbón es, pues, una

recopilación del homenaje en forma gráfica y escrita, enriquecido también con un poema y una reflexión del propio José Luis R. Molinero. Y la colaboración entusiasta de antiguos y nuevos compañeros y amigos del homenajeado, entre ellos Jesús García Fernández, quien abre el eBook con un emotivo recuerdo del Encontro de Cacabelos 2002.

Tanto la página web como la colección de eBooks (y otras posibles

iniciativas) se concibieron para ser los voceros y portavoces de todos los exalumnos de Herbón y, por lo tanto, están abiertas (y agradecen) todo tipo de aportaciones, bien sea en forma de fotos, vídeos, sugerencias, críticas o ideas que se quieran formular. Para mantener vivas y activas ambas iniciativas, se precisa la colaboración de todos y cada uno de los exalumnos que así lo entiendan y decidan hacer las aportaciones que quieran y estimen de interés para todos. El correo electrónico está abierto día y noche y todos los días del año: [email protected].

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cacabelos 2002

ELOGIO DE LA SALIDA DEL PARAÍSO

Por Jesús García Fernández Jesús García Fernández (curso de 1956) es licenciado en Ciencias Empresariales (UCM) y trabajó en la dirección financiera de empresas de logística y transporte internacional. Estudió Filosofía en Ponteareas y Teología en Santiago.

Antecedentes

La primera noticia del reencuentro le llegó a este improvisado cronista a

través del teléfono. Molinero está organizando un encuentro de antiguos alumnos de Herbón.

- ¡Bieeeeen!!, ¡va a ser maravilloso!. - Recibirás noticias por correo.

La carta de convocatoria se retrasó algo, pero hasta con errores en las señas llegó a su destino. Era demasiado importante como para perderse en el viento.

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Allí había ya un trabajo muy serio. Lista con nombres muy queridos, otros más borrosos, todos con algo en común. Fecha, menú, horario, un día completo, “a tope”.

Y, como tarjeta de invitación, una hermosa carta refrescando recuerdos que caminaban hacia lugares cada vez más borrosos. Recuerdos, muchos recuerdos, nostalgias, y una suave crítica sobre las formas: trato de “hermano”, formaciones “militarizadas”, vestimenta que nos uniformaba “clónicamente”...

- ¡Qué bien estaba moliendo este Molinero! El éxito estaba asegurado y la puerta abierta a todos: a los que seguían en el Paraíso y a los que no.

"Por lo común, éramos todos buenos"

Porque sí, amigos, a lo largo de la carta a José Luis le traiciona el

subconsciente y termina dando pistas: “Por lo común éramos todos buenos”; recuerda con especial entusiasmo el “río” Ulla, una especie de río que riega un Jardín; y sobre todo recuerda el “árbol” de la discordia, el del bien y del mal: bueno en este caso es una palmera, pero qué más da. Sí, señores, estuvimos en el Edén, en el Paraíso terrenal del Génesis. No sé si los teólogos escolásticos, paralelo con otras cuestiones mucho más inútiles, se preguntaron sobre posibles hijos de Adán y Eva en su etapa edénica, pero los tuvieron. Nosotros fuimos auténticos hijos de Adán y Eva, anteriores a Caín y Abel, en la estancia herbónica, en el no-viciado...

Allí se vivía en completa armonía entre nosotros y con la naturaleza. Había paz, el mayor insulto era mandar a uno a un paraíso de tercera, al Caribe. No había que trabajar, sino recoger algún fruto ya maduro para comérselo. “Seráfica ilusión...”

El cronista tuvo la oportunidad de conocer el escenario del reencuentro ocho días antes del mismo y trató de percibir la temperatura del acontecimiento con una pregunta algo capciosa a las camareras:

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- Parece que el día 10 hay prevista aquí una gran boda o algo así. - No!!! No es una boda!!!, es un encuentro de antiguos alum... que

hace mucho tiempo que no se ven... (La cara de entusiasmo de las chicas era la mejor garantía de que el día iba a ser inmenso).

- Pues pienso estar, ya nos veremos. Según se acercaba la fecha, la emoción, contenida durante semanas, se hacía cada vez más intensa.

Cacabelos, 10 de agosto 2002

El día señalado empezó antes del alba. La carga emotiva se mascaba

nada más despertar. Entrando en Cacabelos, las pulsaciones subían. A las once el patio ya estaba abarrotado, todos de pie para abrazar a los que iban llegando. Abrazos eternos en los encuentros más esperados. Fisonomías inconfundibles después de 40 años; otras sin conexión posible en la memoria con aquel chaval que dice ser.

Hay sobre todo comunicación acelerada, mucha palabra, mucho corro... Todos deseando hablar, escuchar, contar y conocer en muy pocos minutos la vida y sus peripecias de tantos años. En casos concretos sientes de forma inequívoca la recuperación de una amistad, perdida a raíz de la salida del Paraíso. Esta vez no habrá una segunda salida y las amistades recuperadas ya acompañarán de por vida. Será la gran conquista de Cacabelos. No hay minutos suficientes, transcurren demasiado de prisa.

- “Pero, come”, dicen las mujeres. - “Eu non vin aquí a comer”.

Efectivamente, habíamos ido a dejarnos llevar por los reencuentros, a revivir recuerdos, ¡Cuántas anécdotas jugosas y precisas cuentan algunos! Fueron horas de nostalgia, incluso a veces podía dar la impresión, al escuchar cánticos y músicas, que había quien echaba de menos el paraíso o quizá seguía en él. Pero luego en el tú a tú, este cronista percibió algo bien distinto, de lo cual quiere dejar constancia:

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- A mí me expulsaron, suerte que tuve. - Yo tuve que aguantar años y años hasta que se aburrieron en Roma. - Yo ahora me guío por mi propio pensamiento. - Yo me autoexpulsé del Paraíso; elegí conocer el fruto del árbol de la

ciencia.

Traducido a vernáculo, el olfato del cronista percibió que en el aire flotaba un orgullo de haber salido del Paraíso. Expulsados unos, autoexpulsados otros, con historias de todos los colores. Unas más suaves, en general dolorosas, otras duras, hasta muy duras. Como corresponde a una salida del Paraíso que se precie. Las caras hablaban de que no se vive tan angustiosamente en el destierro.

El árbol del conocimiento

Porque, amigo lector, si algo quiere ser esta crónica “sui generis” es un

elogio a la salida del Paraíso:

El atractivo de la vida edénica de los hijos de Adán y Eva es no tener que elegir, ni tener que pensar: ya teníamos nuestra ración de pensamiento diario que nos engordaba de felicidad: Obra según el mandamiento de la autoridad; y en el Paraíso sólo existía un mandamiento: no quieras conocer; para ello apártate del árbol del conocimiento, de la ciencia del bien y del mal (ahí es nada). No conocerás, pero serás feliz.

Pero hemos querido conocer, desobedecimos, por eso no seguimos en el Paraíso y terminamos en las garras del libre pensamiento.

Según el mito bíblico, el hombre es expulsado porque desobedece, pero eso supone atreverse a realizar un acto de elección. Desde el punto de vista de los posicionamientos dogmático-autoritarios, este acto de elección es pecaminoso. Constituye el origen del mal en el mundo. El autor del Génesis no se atrevió a considerar al Creador del mundo como creador del mal existente en él. Nos echa la culpa a los expulsados.

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Sin embargo, desde el punto de vista del hombre que desobedece es querer elegir por sí mismo. Alguien ha dicho que es el comienzo de la libertad humana. Es quizá el primer acto libre de la historia humana, y, probablemente, nuestra propia expulsión del Paraíso herbónico, haya sido el primer acto libre de nuestra vida.

Contra el mandamiento de la autoridad

En la mítica historia, el hombre se libera de la prohibición, obra contra el

mandamiento de la autoridad, deja atrás la etapa infantil. Ya tiene gracia que, según el mito, el primer acto verdaderamente humano, acto de libertad, para el sentido autoritario es una desobediencia a una orden divina; en su aspecto material consistió en comer del árbol del conocimiento y en el sentido histórico es el comienzo de la razón. Desde el momento en que desobedecimos, aunque fuera sólo con la razón, con el pensamiento, ya estábamos fuera del Paraíso, nos habíamos autoexpulsado, exierunt ex nobis quia non erant in nobis.

El cronista reivindica esta expulsión sin retorno. El día en que uno decide pensar con plena libertad, renuncia al Paraíso, supera el miedo y se apunta a navegar en solitario.

Procede, por tanto, un elogio de la salida del Paraíso. El cronista, que se pasó las horas hablando lo más posible con todo el que pudo, recoge con inmensa alegría la sensación de que ningún sentimiento de culpabilidad estaba presente en Cacabelos. Por contra, los sentimientos de emoción, de afecto, de solidaridad, de benevolencia le parecieron muy presentes.

En conclusión, el cronista confía en que las nuevas generaciones sepan dirigir los impulsos del corazón con su propio pensamiento racional y laico, atreviéndose a conocer los secretos del árbol del conocimiento, sin tutelajes de autoridades divinas o humanas. De hecho, para su bien, esos jóvenes cada vez creen menos las míticas historias y las seráficas ilusiones, y aceptan una moral de la tierra en la que hombres y mujeres

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emancipados, sensibles y sensatos, produzcan calor, benevolencia y luz propia en el frío y húmedo hogar al que hemos sido desterrados.

Madrid, 3 de septiembre de 2002

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cacabelos 2013

Más de un centenar de compañeros y amigos homenajean a Molinero

De izquierda a derecha: Juan M. Carpintero, Luis Cristobo, Donoso Valdivieso, Florencio Vicente Castro, Pablo y Carlos, hijos de Molinero

CACABELOS, 16/03/2013. "Estamos aquí porque compartimos algo en común, Herbón, y mantener vivo Herbón supone que nosotros seguimos vivos: no solo es una cuestión de revivir unos años claves de nuestra historia vital, de nuestra educación, sino también de recuperar nuestra propia memoria sentimental, algo en lo que José Luis R. Molinero fue un precursor y un abanderado por ser el creador institucional de las

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Xuntanzas o Encontros anuales". Así lo proclamó el presentador del acto de homenaje, el periodista Luis Cristobo, ante más de un centenar de compañeros-as y amigos-as que se congregaron en el restaurante El Apóstol, de Cacabelos, para recordar a Molinero justo cuando se cumplen los cinco años de su prematuro fallecimiento. Al acto asistieron los dos hijos de José Luis R. Molinero, Pablo y Carlos, quienes recibieron una placa conmemorativa por parte del presidente de la comisión organizadora del XII Encontro Anual, Juan M. Carpintero, y contó con la presencia del catedrático de Extremadura Florencio Vicente Castro y el profesor de Valladolid Juan Donoso Valdivieso Pastor, quienes presentaron sendas ponencias de "honor y significación en memoria de José Luis" y sobre el "espacio antropológico" que le tocó vivir al homenajeado.

"El que come pan y bebe vino" Florencio Vicente -quien fue alumno y amigo personal de José Luis- arrancó su discurso con una premisa básica: "Se comparte lo que se tiene y se tiene lo que se comparte", para asegurar que el homenajeado "era celoso de su intimidad, pero daba todo en su entrega, en su afecto, en su amistad y en su dedicación: era de esos hombres plenos de generosidad". El catedrático extremeño explicó el pensamiento filosófico de Molinero no solo desde la praxis científica sino también "como ser social que come pan y bebe vino", como lo definió Hesíodo, es decir, como "fabricador de utillaje y de cultura" para resumir el pensamiento de José Luis: "El hombre es y consiste en su apertura al más allá". Con este punto de partida, según Florencio Vicente, José Luis da un paso más: desde el conocimiento de la ciencia es necesario conocer el ser humano y su desarrollo. "Y asumió bien que la confluencia entre la Etnología y otras ciencias delimita un vasto campo donde se debaten muchas cuestiones que son centrales para las ciencias humanas, la cultura, la personalidad, la mitología, la religión, el saber general", según explicó, de manera que José Luis "avanzó en el conocimiento de las

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cosmovisiones, mitologías y modos de vida diferentes". A ese ser humano concreto "y a su comprensión más profunda dedicó su vida científica José Luis R. Molinero", concluyó Florencio Vicente. Cuarenta años de Quintana de Fuseros Por su parte, el profesor vallisoletano Donoso Valdivieso centró su intervención en el "espacio antropológico" del homenajeado, nativo (1940) de Quintana de Fuseros, "una localidad menor perteneciente al municipio de Igüeña, donde la mayor parte de sus habitantes entonces vivían de la agricultura, ganadería y minería, mientras que en la actualidad el medio de vida principal son las pensiones". Basándose en documentación de la época, Valdivieso adjudicó a Molinero el papel de "observador participante" pues justo al poco de nacer sus vecinos "emigran a los países del Nuevo Continente en busca de fortuna", se instala la traída de aguas a tres fuentes del pueblo y una nueva campana "proporciona la hora del día para situar mejor el tiempo" y ya no es preciso ir a la casa del Tío Tomajillo a observar el reloj de sol en su fachada", así como el lavadero de El Canelón. En 1943 Tío Vizcayo consigue la licencia de tabacos y un año más tarde "de la mano de Lorenzo La Caramela llega al pueblo la primera bicicleta de la que hay testimonio". En 1945 un vecino emprendedor llamado El Tío Miguel inicia la elaboración de gaseosas (hoy Espumosos López SL). Entre 1950-1951 se conecta la luz de la ELSA desde la mina de MINEX al pueblo colocando el transformador a la entrada del mismo por Las Linares y después llega el saneamiento y pavimentación de las calles, todo costeado por los vecinos con dinero o trabajo. El Crucificado Según explicó Valdivieso, "la página web que he consultado sobre Quintana de Fuseros resalta que “el visitante encontrará hospitalidad, tranquilidad, belleza, y sobre todo la nobleza de sus gentes”. Ofrece

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parajes de gran hermosura y un atractivo paisajístico extraordinario pues se puede practicar senderismo por las pistas forestales existentes, donde sorprende el nacimiento de un río, las brañas de los pastores, los molinos de agua, la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción y la Ermita del Santo Cristo de la Cabaña, que alberga la procesión de los amortajados", en la que "parece ser" que participó el propio José Luis pues leyó un poema al Crucificado, como es tradicional en esta fiesta. Tras la lectura de un par de mensajes de última hora -en uno de Porfirio José Bentosinos se propone nombrar a Molinero "Padre Provincial de los Exalumnos"-, intervinieron Emiliano Vázquez, Rogelio González Escaleira, Jesús García y Pedro García Fernández, quienes expusieron sus vivencias con el homenajeado. El presentador del acto defendió, ya en el tono más festivo de la comida de hermandad, que "Internet habita en lo que se llama el ciberespacio, ese lugar que está justo antes del cielo, de manera que José Luis podrá estar al día de todo lo que hacen ahora sus antiguos compañeros". Tras la comida, el Coro de Herbón cantó el himno oficial bajo la experta dirección de Ángel Viro.

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Asistentes al acto de homenaje a Molinero en el restaurante El Apóstol de Cacabelos

El exalumno Jesús García Fernández en un momento de su alocución en el homenaje

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La Crónica en verso

Por Domingo Barreiros Lago Domingo Barreiros Lago (curso de 1955) es licenciado en Filología Románica y ejerció de maestro nacional. Dirige varios grupos de música coral.

La del alba era pasada En Finisterre pequeño, Cuando el cronista y su gente Fueron hacia Cacabelos. En una primera etapa Se acercaron al convento Compostelano y allí A un minibús se subieron. Les vio partir Asorey Desde el pétreo monumento Y luego cogieron rumbo Al aeropuerto y Teixeiro. Atrás dejaron el Lucus Augusti, y tierras, do Agrelo Hiciera labor de prédica Antes de irse hacia Marruecos.

Montes nevados veíanse En la altura y a lo lejos, Porque en días anteriores Hubo nieve y después hielo. Piedrafita queda atrás Y el bus nos lleva hasta El Bierzo, Donde la viñas podadas Se enfilan a ras del suelo. Hay desvío hacia la izquierda Y, a poco, vemos el pueblo, En donde se homenajea Al hermano Molinero. Casas de cantos rodados, La plaza, el Ayuntamiento, Y un restaurante regido Por Luis Fernández Gallego.

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Allí fuimos recibidos Con vino, jamón y queso, Aceitunas y embutidos, Saludo, abrazos y besos; Porque estando las consortes, Que son también de los nuestros, Desde el primer "Prada a tope", No pueden faltar aquellos. Al Restaurante "Asador" Nos llevó un guía del pueblo Y allí nos acomodaron A los más de cien que éramos. Presidía el homenaje Un profesor extremeño, Cuya tesis dirigiera Nuestro amigo Molinero. A su izquierda, los dos hijos Del de Quintana - Fuseros: Pablo y Carlos, y la novia Del que relaté primero. A la derecha, un hermano De apellido Valdivieso, Que ejerce en Valladolid Y fue en Herbón pimentero. Le seguía Luis Cristobo, Que presentó el acto entero Y a su lado, en una esquina, El hermano Carpintero. Estaban entre los veinte Sentados (y más de ciento) Los que idearon el acto Y son nativos de El Bierzo.

Podríamos citar nombres, Pero haríamos desprecio A alguno, si nos quedara Sin citar en el tintero. Empezó el relator, Que es de nación rianxeiro, A dar el guión del acto Y a ceder "micro" a Florencio Este habló de cómo había Conectado a Molinero, Para que le dirigiera Su tesis, dando consejos. Cuestiones filosofales De Antropología y Seso, Que sería muy prolijo Contar con detenimiento. Habló luego del entorno De Quintana de Fuseros (Años cuarenta y cincuenta) Nuestro hermano Valdivieso. Fue citando las costumbres Pueblerinas y unos versos, Nos leyó de nuestro amigo, Que recibe "homenajeo". Carpintero dio a los hijos Una placa de recuerdo: (Uno vive en los Madriles Y es de Internet ingeniero; Otro es militar y en Burgos Tiene destino primero). Los dos son chicos formados; Los dos son chicos muy serios. Aquellos que conocíamos

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De su padre los desvelos, Nos alegramos por Jóse- Luis. También por ellos...

Terminados los discursos, Empezaron los pucheros: Cecina de león salía Acompañada de queso. (Cabe hacer aquí un inciso, Porque todos, sin saberlo, Comimos carne de león Por un gazapo "imprentero"). Ambos estaban de muerte Y daban vida al pellejo, Que ya por las dos y pico Nos pedía un refrigerio. Vino luego la empanada- Batallón, estilo El Bierzo, Que lleva carne, patatas, Cebollas, ajo y pimiento. Para que nada faltara La merluza llegó a puerto, Guarnecida de tomate Y otros productos del huerto. Pero aquí no acaba todo, Pues falta un lechazo tierno, Que parecía balar Por la madre del cordero. Como postre hubo un hat-trick: Un dulce chocolatero, Leche frita en un rectángulo Y una tarta de heladero.

No faltó el café y licores Ni tampoco un "queimadero", Que nos leyó el esconjuro

De las brujas en gallego. Al terminar la comida Pasó en hermano Rogelio Repartiéndonos sus gorras Alusivas al evento. También Hipólito, el Padre, Que reside en el convento Compostelano, ofrecía Un libro por treinta euros. Algunos sé que compraron, Porque se le mostró al pleno Una caja llena de aire: ¡Señal de vacío dentro! Mientras la gente comía El relator, siempre atento, Invitó a quien quisiera A intervenir en el cuento. Se leyeron los mensajes, Que enviaran al efecto Varios, que para llegar Tuvieron impedimento: Bentosinos, Pombo Suárez, Y el arzobispo Agrelo; Y alguno más que ahora mismo, Si te oído no me acuerdo... El Padre Amado, el ex-jefe, Que oficiara en el entierro; Jesús García Fernández Y otro tal, llamado Pedro; Emiliano Vázquez Calvo, Que fue en Navarra enfermero; Y del Padre Feliciano Se hizo presente un soneto.

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Ya subidos los licores Y los vinillos de El Bierzo Se desató alegre charla Y el cantar surgió sincero. Un coro ¿bien afinado? Cantó el Himno pimentero, Que habla de "Volver a Herbón", Como en el tiempo primero. Y como de despedida Recordando a Molinero Resonaba "El Peregrino", Que decía por El Bierzo, Bajando de las montañas, Recorriendo los senderos: "Amigo soy de vosotros; Os aprecio y mucho os quiero..." Este es el relato simple De un homenaje sincero, Que a nuestro Hermano Mayor Le hicimos en Cacabelos. Además del minibús, Que saliera del convento Santiagués, otro de Vigo Hizo recorrido idéntico, Cogiendo gente en Ourense Y con destino en El Bierzo. Otros fueron en sus coches Particulares o a dedo..., Pero de éstos, el cronista No tiene un aval bien cierto; Por tanto, calla por siempre, No constando en documento...

En Finisterre pequeño, a 18 de marzo de 2013.

Juan M. Carpintero entregó una placa de recuerdo a Pablo, el hijo mayor de Molinero

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Recuerdo de Molinero

Por Pedro García Fernández Pedro García Fernández (curso de 1955) es funcionario de carrera en el Ministerio de Trabajo. Diplomado en Psicología y Teología por el Instituto Superior de Teología León XIII.

Qué lejos queda el tiempo, De las brisas del Ulla, Y era el nuestro; El bosque con la fuente, En las noches de agosto. Y el miedo al porvenir que ya es pasado. Nada sabíamos, y la alegría y la esperanza eran bastante, Ahora llegó el conocimiento y persiste el amor. ¿Qué sabemos? Que es bueno el amor y dura poco. Que el dolor nos enseña, Y el camino de Asís era muy bueno, Y la belleza un regalo para siempre. Tú nos juntaste, el tronco estaba vivo, Y floreció de nuevo. Amigo Molinero, En cuantas ocasiones lo habrás dicho, “El hombre es un ser para la muerte”, Tenemos que sentirlo para serlo, El maestro Manrique, estaba en ello. Cuando te fuiste, en mi balcón, Crecían ya las hojas de la primavera; Cualquier día, Volverán los vencejos, con sus vuelos, Y tú, amigo, vivirás también en nuestro duelo. Madrid, marzo de 2008

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En honor de José Luis

Por Feliciano Gómez Vigide Fray Feliciano Gómez Vigide (curso de 1940) se ordenó sacerdote franciscano en 1952. Durante muchos años fue profesor de Matemáticas en el Colegio de Herbón y hoy vive en el convento de Louro.

En tiempo de Pasión te fuiste, amigo, al descanso de Pascua bienhadada y así, después de esta breve jornada, de tu obra sigues siendo fiel testigo. Molinero de nombre, fuiste trigo triturado en molienda despiadada; mas el cielo, dejando sosegada tu alma, en los Menores te dio un abrigo. Corazón noble y de saberes fuente, reviviendo los sueños ya perdidos en torno creaste una familia ingente. Dejándonos a todos más unidos. Por eso cuando alzaste el raudo vuelo; "Pasa el Edén", te ha dicho el Poverello.

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Al Crucificado

Un poema original de José Luis Rodríguez Molinero

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Seguramente la vida es líquida, hermano Por Jesús García Fernández

En esta mañana desapacible la pesadez de una pena encoge mi ánimo y

ralentiza mi caminar. Paseo pegado al mar, y alcanzo pronto ese cercano rincón que tanto me atrae, escondido entre las rocas. Observo las olas que ya me sé de memoria, las cuento y hoy el viento ha creado una nueva. Podéis creerme, amigos: no es la primera vez que presencio el nacimiento de una ola en este lugar. En el mar suceden estas cosas, en esa combinación de agua, viento, movimiento y vida. ¿Será finalmente cierto que las corrientes sifónicas, las chimeneas en las profundidades marinas, fueron quienes hicieron aparecer la vida y por eso, quizá, también la reclaman?

Olas rompiendo contra las rocas en la Mariña lucense (foto de Suso Fidalgo)

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Intento acercarme a esas olas que me son familiares y el viento hace llegar hasta mi rostro ligeras gotas con sabor a sal y tristeza. Sé bien que hoy en esta pena me acompañan otros amigos y compañeros de José Luis R. Molinero, y también las compañeras de ellos, todos sobrecogidos por su ausencia. No somos capaces de imaginar que, tan de repente, se haya quedado sin agua motora ese molino tan activo durante los últimos seis años. En él quisimos recoger muchos de los que pasamos por Herbón una molienda, cada uno a su manera. El catedrático de Filosofía

Apenas conozco la historia de su vida anterior al 2002. De repente, se

presentó ante sus antiguos compañeros, cada uno en la diáspora desde hacía muchos años, como catedrático de Filosofía en Salamanca. Pocos datos más fueron suficientes para conocer el alcance de su talento y tenacidad. A mí me bastó éste: cuando en los años sesenta todos los intelectuales de interés en Europa miraban hacia Heidegger como “su filósofo”, Molinero no iba a ser menos y lo convirtió igualmente en su filósofo y quizá también en su punto de referencia vital. De todos modos, que sean los compañeros académicos quienes valoren sus aportaciones en este campo. El proyecto por el que te recordaremos nosotros no pertenece a la filosofía, sino a la poesía. Por eso quizás haya sido simplemente un sueño tuyo que tu dedicación supo convertir en acontecimiento. Quisiste que en tu vida jubilar no faltaran amplias amistades, plantadas en edad juvenil en aquel jardín amurallado y regadas entonces por el río Ulla y aquella fuente de San Antonio. Sabías que la amistad y la memoria se llevan bien y se necesitan mutuamente, por eso tu proyecto iba a tener éxito. Una sola fuente, un solo río

Aquellas pequeñas plantas de entonces, con el avanzar de los años, habíamos

traspasado los muros y echado raíces en campos variados. Habíamos querido ser regados con aguas de fuentes diversas y nos integramos con disfrute en la ciudad abierta. Superado aquel jardín, de plantas y árboles sólo masculinos, los

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nuevos jardines son compartidos con compañeras y han nacido plantones nuevos. Todas las aguas de la Tierra riegan hoy esos jardines. Creo que el mérito de tu proyecto ha sido en primer lugar dar la oportunidad de recuperar amistades; pero también de facilitar el acercamiento, con emoción sí, pero también con serenidad personal, a aquella etapa en aquel jardín de una sola fuente y un solo río. Tu esfuerzo por recordar tanto los hechos épicos como los más diminutos detalles, nos ha puesto a cada uno de nosotros en el trance de tener que asumir e incorporar aquellos años a nuestra pequeña biografía. El éxito personal en esta tarea ya depende de cada uno. El tiempo de memoria de Moncho Rey

No faltó quien incluso hizo un esfuerzo reflexivo y literario digno de recuerdo

en este momento, poniendo por escrito la experiencia de su convivencia con los ángeles y demonios de entonces (Joaquín Ramón Rey García: El tiempo de memoria, primavera 2004). Por cierto, el mar había llamado a J. Ramón (Moncho) un año y pocos meses antes que a tí, y ahora las olas de ambos se mueven acompasadas. Por todo lo que tiene de recuperación de amistades, de creación de otras nuevas, de asunción de la memoria, de enfrentarse a los fantasmas, tu proyecto está de lleno en el campo de los vigorosos poemas de la vida. De esto te has ocupado con fuerza hasta que tuviste que ocuparte de otra cosa. También nos llegará a cada uno el momento de ocuparnos de ese otro asunto, pero mientras tanto el mar que espere. Ten por seguro que seguiremos escribiendo ese poema que tú has comenzado. Te recordamos agradecidos y pensando que quizá, como dice Zygmunt Bauman, “la vida es líquida”. Mariña lucense, 2008.

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In Memoriam

Por Florencio Vicente Castro Florencio Vicente Castro es catedrático de Psicología en la Universidad de Extremadura, Académico de la Academia Internacional de Psicología, Asesor del Foro Permanente de la Europa Social y Premio Juan Huarte de San Juan de Psicología 2010 (COPCyL).

José Luis, debo decirte que sigues presente en el recuerdo de muchos y

en muchas partes. Que me llamaste, a través de Pablo, tu hijo, para decirme que te morías en unos momentos y aunque cogí el coche a toda velocidad e infringí las normas de tráfico no llegué a tiempo. Te habías ido unos momentos antes de yo llegar. Diez, quince minutos, poco antes. Tu cuerpo estaba todavía casi con vida. Tu alma, tu espíritu, la evaluación de toda tu vida se estaba poniendo el traje de gala para presentarse a Dios. Nuestro común amigo José Luis Lavajos te rezó un “responso”. Se me empañaron los ojos. No queríamos que te hubieras ido, pero te fuiste. Dios lo quiso. Hacía pocos días habíamos hablado, tú todo dolorido, en tu casa. Intuíamos el final.

Pensé en lo del Evangelio. Es casi lo primero que uno evoca. La escena de recriminación de las hermanas de Lázaro a Jesús. - “Señor, si hubieses estado aquí, no hubiese muerto mi hermano”. Pero lo pensé un poco al revés, sin

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recriminación y solo con dolor: -“Señor, aún sabiendo que estabas aquí, te has llevado a José Luis”. Se me nublaron los ojos. Y te eché desesperadamente de menos. Empezaste a faltarme. A faltarnos.

Y recordé aquellos viejos y útiles momentos de comunicación cauta y familiar contigo. A veces científica, evocadora, orientadora de sabio y reflexivo maestro. ¡Qué sabiamente dirigiste mi tesis doctoral!. A veces triste y dolorida de “tanto bregar”. Y empecé recordando algo sobre la muerte. Habíamos hablado de ello alguna vez. Recordé lo que me comentaste sobre cuánto te había impresionado el epitafio de Don Miguel de Unamuno en su tumba. No lo recuerdo literalmente pero me decías que en su tumba se rezaba algo así: “Recíbeme, Padre Eterno, Misterioso Hogar, pues vengo cansado de tanto bregar”. No lo he olvidado y tampoco sé si es literal la cita. Pero se me había grabado al oírtelo decir por lo significativo que era.

Recordé, querido maestro, cuando nos habíamos conocido, repasé poco a poco tu vida que me ibas contando a medida que los días nos permitían vernos y hablar. Tu vida estaba llena de alegrías y de logros, de ilusiones y esperanzas, de esfuerzos y de luchas por la búsqueda del sentido más profundo del ser humano. Y también de algún sinsabor amargo. No recuerdo bien la frase que citabas en alemán para condensar tu vida, pero sí era como que tu vida había sido una vida “zufrieden”, feliz, satisfactoria, plena.

¡Qué bien hablabas y traducías el alemán! Y ¡cuánto te habían ayudado tus estudios en Alemania para ser ese gran filósofo que eras, estimado maestro! Y aún a pesar de todo, de todo lo pleno y satisfactorio de tu vida, en tus últimos años, casi al final, querido José Luis, alguien me dijo que te vio llorar en la iglesia de María Auxiliadora donde ibas frecuentemente a misa y a rezar.

Entendí y comparto tu llanto. No te avergüences de haber llorado. Es una muestra de tu gran sensibilidad, de la llaneza y la ternura de tu personalidad. Pero, me da pena de que llorases sólo, en soledad contigo mismo, presentando tu intimidad ante el corazón de Dios, y sin que nadie, de tantos a quienes tanto habías ayudado, fuésemos el oído atento y calmante que tú necesitabas. Sí, efectivamente hubo muchas pruebas duras en tu vida y todas las superaste con dignidad, logro y éxito. Y te sentías satisfecho de ello. De tu vida, de tus esfuerzos, de nacer de la nada para llegar a lo que llegaste, de tus logros, de tus

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investigaciones, de tus cursos y de tus alumnos, de tu eficaz gestión como Secretario Académico de la Facultad, de tu Cátedra, y muchas cosas más. Un par de ideas, sin embargo, te llenaban, al final, la mente y te quedaban por resolver. El futuro de tus hijos, y ese otro secreto. Tus hijos, lo sabes bien, los ves y los ayudas desde el cielo, están bien, felices, y con trabajo, que en este tiempo que heredamos, los que nos quedamos, no es nada fácil. Del otro secreto…, te guardaré confidencialidad.

En aquellos momentos, justo, inmediatamente, nada más irte, donde y cuando casi nadie hablábamos, por respeto a tu memoria, repasé muchos logros de tu vida. ¿Te los recuerdo?. Los tienes bien presentes. Seguramente para ti, ellos son el mejor currículum vitae que llevaste en tu viaje final. ¡Fantástico y meritorio currículum de tu vida! El resto, tus páginas curriculares, esas por las que a veces luchamos tanto, eran tan poco útiles y valían ya tan poco…, aunque nosotros, los que nos hemos quedado aquí, de momento, les seguimos dando valor.

Querido José Luis, te digo que en esos momentos nos ayudabas a recolocar muchas cosas en su sitio y a empezar a recomponer un poco la vida y a creer en…, y a crearnos un nuevo sistema de valores, como un puzle vital nuevo a reconstruir en el futuro, aunque luego, casi siempre, se queda sin hacer. ¡Así somos los seres humanos! Sabemos que lo único cierto en la vida es el dejarla, pero lo olvidamos con frecuencia.

En ese momento, en el silencio a gritos del alma dolorida ante tu marcha, tu lección elocuente y clara era de que casi nada de lo que pensábamos importante lo era, ni las luchas fratricidas universitarias, ni los fangos de las envidias, ni las traiciones injustas, ni las infidelidades egoístas, traicioneras, desenamoradas y frías. ¡Cómo te hizo sufrir la realidad para llegar a la Cátedra, y la Universidad, y qué injusto fue todo. Pero todo eso empezaba a estar presente sólo por la lección que nos dabas de que nada de ello era ya importante, porque lo habías cristianamente perdonado y disculpado.

Quedaba lo realmente valioso. Quedaba tu recuerdo limpio, afectivo y cálido, la valiente y sincera compañía de tu amistad, de tu ayuda científica y humana. Quedaba tu libertad y tu espíritu crítico, tu serenidad y fortaleza ante la adversidad, tu esfuerzo por comprender lo mas profundo de lo

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incomprensible del ser humano. Tu sabia interpretación de la Filosofía y de la Antropología. Tu ser reflexivo y profundo. Tus valores, tu conciencia y tu moral. Quedabas tú, como científico y antropólogo de primera. ¡Cuántos alumnos te recuerdan y te recordamos así,… ¡Egregio Profesor Catedrático de Antropología!.

Quedaba tu rol de ser un buen padre de familia. Con una sabia dedicación y educación de tus hijos. Quedaba tu generosidad sin límites, para los amigos.

José Luis, me vino a la mente el recuerdo grato de nuestra primera visita (con mis hijos y Maribel) a tu casa de León. Tu casa, que habías comprado con tanto sudor e ilusión. ¡Sí, tu casa de León!, porque era tuya aunque luego, con dolor, la entregaste injustamente ante la malignidad. Sí, recuerdo bien esa visita. Era la Semana Santa de hace 20 años. ¡Cómo enseñabas cosas y narrabas la historia a los niños! Y los chistes gráficos y medio “picantillos” para las mentes infantiles de tus y mis hijos. Y las comidas jugosas que hiciste. Disfrutamos de tu compañía y de León. Mis hijos todavía lo recuerdan. Y nos enamoraste “viva voce” de las Médulas, de los Ancares, de la Fragua de Compludo, del Camino de Santiago pasando por tu tierra y del Cocido Maragato de Castrillo de los Polvazares.

Por eso, años después, visitamos todo ello deleitándonos contigo y tus explicaciones. Nos habías dejado el dulce en los labios y no nos resistíamos a no regresar. Se te veía feliz. Era un placer sentirse acompañado por tu sabio conocimiento de todos los rincones de tu tierra, revestidos de anécdotas, vivencias, experiencias. ¡Cuántos alumnos de tus cursos los disfrutaron también a tu lado! ¡Y el sacrifico y esfuerzo que hacías por ellos! Les ahorrabas todo porque eran estudiantes, -te oí decir. Los entusiasmabas, como lo hacía un prestidigitador del paisaje. Era todo tan ilusionante verlo a tu lado, que ahora, cuando paso por allí o lo imagino, lo recuerdo y me faltas.

Quedaban aquellos mensajes tan cristianos y ecuménicos que me mandabas, en latín, a las 12 de la noche de la Pascua de Resurrección o aquellos tan políticos y atrevidos cuando los “Famosos Papeles de Salamanca”. ¡Que buena memoria e ironía tenías para todo!.

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José Luis, ya casi no se mandan mensajes por teléfono móvil. Hay nuevas técnicas, está el “whatsapp” que ahorra mucho en ellos y que usarías gustoso tú también para estar conectado con nosotros. Si vieras cómo ha cambiado la vida, la política, los valores y los alumnos y la Universidad. Han pasado pocos años, pero ha cambiado todo tanto… Solo tu imagen no ha cambiado ni se ha borrado. Tus recuerdos son íntimos, amorosos, imborrables. ¡Qué ilusión ponías en nuestras publicaciones en común y en tantas y tantas otras cosas!.

Recuerdo cuando me contabas -¡fuiste el “alma mater”!- cómo habías ido uniendo a tantos y tantos queridos amigos de tus años “infantiles” de colegio, “las Xuntanzas de Antigos Alumnos de Herbón, en Cacabelos”; me enseñabas las listas de los nombres y me explicabas lo que ibas sabiendo del desarrollo de la vida de cada uno. Te entendía y comprendía cómo lo vivías ilusionado, lo sentías y lo disfrutabas, lo organizabas, cargado de afecto, de dedicación. Era una de tus últimas ilusionantes misiones. Habías tenido muchas más en la vida, fundamentalmente ser esa excepcional persona por lo que tantos y tantos te recordamos.

Se me nublan los ojos…¡Hasta luego, José Luis!.

¡Perdona, José Luis!... Antes de poner el punto final y ese “hasta luego” que no quiero dar… me alegra citarte la anécdota que alguna vez comentamos del filósofo agnóstico Hume. Recuerdas que a Hume se le tachaba de ser agnóstico, contradictorio e inconsecuente porque iba todos los domingos a oír al ministro religioso ortodoxo John Brown. Hume se defendía diciendo: -“Yo no creo todo lo que él dice, pero Brown sí lo cree, y al menos una vez a la semana me gusta oír a un hombre que cree en lo que dice”. Yo, querido maestro, querido José Luis, creo que siempre pensaste bien lo que enseñabas, y enseñabas bien lo que pensabas.

Hasta pronto, José Luis. ¡Nos vemos!

Badajoz, 6 de Enero 2013

P.D. ¿Te puedo decir, querido José Luis, que he saboreado los recuerdos mientras te los escribía, aunque a veces se me hayan nublado los ojos?

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Nota personal: Con José Luis Rodríguez Molinero compartí muchos e inolvidables momentos, largas charlas y confidencias. Él fue el sabio director de mi tesis doctoral. Me ayudó. Yo lo intenté también, desde otro lado de su vida, no sé si lo conseguí totalmente, pero sobre todo le presté mi hombro y le dejé una sombra en mi jardín intimo donde disfrutase de la fragancia de las flores y los frutos y donde protegerse del dolor y de las espinas. Luego, o antes, conseguimos premios e hicimos publicaciones juntos y fuimos mas que compañeros, amigos. Compartí muchas cosas de su vida, y creo que él de la mía.

José Luis Rodríguez Molinero, en la II Xuntanza, oficiando la ceremonia de la queimada

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El pensador

Un antropólogo metafísico de corazón abierto y mente desasosegada

Por Juan Donoso Valdivieso Pastor Juan Donoso Valdivieso Pastor (curso de 1959) es técnico de Publicidad, doctor en Psicología, profesor en la Universidad de Valladolid (Facultad de Educación y Trabajo Social) y vicedecano del Colegio Oficial de Psicólogos de Castilla y León (COPCyL)

El Profesor José Luis Rodríguez Molinero (fallecido en Salamanca el 17

de marzo de 2008), ocupó la cátedra de Antropología Filosófica en la Universidad de Salamanca desde el año 1987, estudió en la Universidad de Münster y se doctoró en Filosofía en la misma Universidad de Salamanca donde enseñó en la Facultad de Filosofía desde su creación en 1974. Fue Vicepresidente de la Sociedad Castellano y Leonesa de Filosofía y miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Académica de Filosofía.

Yo encuadraría el pensamiento de Molinero dentro de la Antropología filosófica desde una perspectiva metafísica y hermenéutico-ontológica. Me

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explico: La Antropología Filosófica es una parte de la metafísica que responde a estos problemas: ¿En qué consiste “ser” un ser humano? ¿Existe o no existe el alma? ¿El alma es material o inmaterial; es inmortal o termina con la muerte?

La reflexión sobre el propio ser humano surgió en el siglo V a. C., que es identificado como el período antropológico de la Filosofía. Sócrates empieza a hablar sobre el hombre, mientras que Platón, por su parte, explica el problema de la inmortalidad del alma admitiendo que en todo conocimiento existen dos elementos: el sujeto (ser que conoce) y el objeto (lo conocido). Asimismo, hay dos tipos de sujetos, según como se observe el objeto: la razón y los sentidos. Puesto que la verdad que conoce la razón (la esencia del ser) es inmaterial, puede afirmarse que el alma y la inteligencia también son inmateriales. Decir que el alma es inmaterial es defender que no está compuesta de partes y, por tanto, no muere ni desaparece; o sea, es inmortal porque morir significa descomponerse en partes.

Estas son, precisamente, las materias sustantivas, específicas y radicales sobre las que gravita el pensamiento de Molinero, a partir de otra más general (¿qué es el ser humano?) que se cuestiona en repetidas situaciones con pertinaz insistencia, en línea con lo que hacen otros filósofos destacados contemporáneos suyos (Jesús González Fisac, 2007: El sueño del hombre: Antropología y Metafísica en Heidegger. Thémata. Revista de Filosofía, 39; Peter Sloterdijk, 2001: Extrañamiento del mundo, Editorial Pre-textos, Valencia; Antonio Orozco-Delclós, 2000: Desvelamiento de la dignidad de la persona. ARVO Comunicación; Julián Marías, 1970: Antropología metafísica. La estructura empírica de la vida humana, Revista de Occidente), y, desde luego, los más sobresaliente de sus predecesores (como Max Scheler, Helmuth Plessner, Arnold Gehlen, Gotthard Günther, Helmut Schelsky, Erich Rothacker).

Posiblemente una de las muestras más representativas del pensamiento molineriano se encuentra en el trabajo titulado "Excentricidad humana y Religión" (Revista de la Asociación asturiana de Ciencias de las Religiones, 2001 -2 -: pp. 9-33) donde escribe: “El núcleo de estas reflexiones se atiene a lo que es el ámbito pura o estrictamente filosófico en la consideración de la excentricidad. Tiene que ver con lo que es la perspectiva fenomenológica en la reflexión filosófica sobre el hombre, por cuanto es de ésta de donde recibe la excentricidad el conductor hilo filosófico peculiar para su tratamiento o consideración”. Porque dar una respuesta completa y acertada por el qué del ser humano sólo puede hacerlo la ciencia capaz de "ver" más allá de todo lo

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físico y fenomenológico, una antropología metafísica que, partiendo -como las ciencias empíricas- de los datos que ofrece la experiencia inmediata, sin embargo argumente de un modo puramente racional hasta dar con la dimensión trascendente del ser humano, sin la cual no hay hombre ni persona en el sentido profundo de estos términos. Únicamente de modo metafísico la razón puede desvelar su propia dignidad y la del sujeto que la ejerce (quién). O, si se prefiere, tendrá que ser una antropología de índole metafísica por su método y por su alcance.

Julián Marías plantea la necesidad de un elemento de unión entre la estructura analítica y la realidad singular, circunstancial y concreta. La unión entre la estructura analítica y la realidad es lo que él llama estructura empírica, que lo conforman aquellos “elementos empíricos pero estructurales previos, por tanto a cada biografía concreta y con los cuales contamos que funcionan como supuesto de ella”. El tema del hombre ha estado siempre enturbiado por la falta de radicalidad última y la inadecuada perspectiva desde la que ha sido estudiado.

Hasta Ortega la Filosofía considera al hombre como “cosa” al preguntar ¿qué es el hombre? en vez de atender a su realidad personal, dramática, viviente, y preguntarse ¿quién es el hombre?, ¿quién soy yo? El hallazgo de que la vida humana es el subsuelo último de la realidad (razón vital), respecto de la cual los demás tipos de razón - física, matemática, biológica, etc.- derivan de ella y son secundarias, condiciona el cuestionar filosófico.

En la Revista “Cuenta y Razón” nº 13, septiembre-octubre de 1983, leemos una recensión de Juan del Agua sobre la obra “Antropología Metafísica” de Julián Marías (Alianza Editorial, Madrid. 1983, 224 pp), que concluye así: “Las cosas están en el tiempo, pero el hombre está haciéndose de tiempo. Nicolás de Cusa decía que el hombre es Deus occasionatus; podríamos decir que en su temporalidad creada pero creadora, absoluta innovación que tiene que hacerse sucesivamente a sí misma en la forma de acontecer, encontramos el sentido antropológico de la imagen de Dios”.

Molinero, imbuido por la idea de “Ser y Tiempo” del primer Heidegger, en “Concepción objetiva y fenomenológica del ser humano como totalidad espiritual" (Revista Naturaleza y Gracia nº 51, 2004), estudia el origen de los planteamientos lógico y ontológico sobre la problemática humana concerniente a la relación alma y cuerpo, o, dicho con más precisión, entre la contraposición del plano lógico con el ontológico de la realidad humana; esto es: la concepción

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de procedencia bíblica sobre el hombre (hecho a imagen y semejanza de Dios) y como animal racional (según lo entendía Aristóteles). Explica que cuando se define al ser humano como animal racional se está agregando un elemento diferenciador a otro genérico denominado como animalidad o corporalidad, mientras que el ingrediente específico añadido como racionalidad o espiritualidad aumenta la “cuestionabilidad” sobre la definición del ser humano con un componente problemático que es el espíritu.

A partir de esta aclaración, hace algunas sugerencias sobre cómo entenderlo y cómo debe ser el enfoque adecuado de esta temática. La insistencia en la estructura del ser existente (como totalidad del ser humano) y prioritaria respecto de cualquier procedimiento lógico, debe ser tenida en cuenta al tratar la relación alma – cuerpo (alude a las graduaciones de Plessner, 1928) desde una perspectiva fenomenológica en sentido amplio. Analiza las interpretaciones prefilosóficas de la problemática surgida entre alma y cuerpo en distintas tradiciones culturales, haciendo coincidir el surgimiento de tal problemática con la secta religioso-filosófica de los órficos, cuya aparición se remonta al siglo VI a. C. Esta secta da gran importancia al concepto de culpa en su explicación sobre el origen del hombre.

De la primitiva idea de que “psijé” y “soma” se corresponden con la “sombra de los muertos” y la noción de “cadáver”, respectivamente, se pasa a considerarlo como alma y cuerpo, siendo la primera de origen cuasi divino y con el atributo de inmortalidad. Posteriormente adquiere el concepto de Yo en lugar de con las sombras de los muertos. A su vez el término soma, en vez de cadáver se torna en complemento del alma, llegando a ser consideradas como realidades contrapuestas.

Con el transcurrir del tiempo, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento no se aprecia interés por hablar del hombre en los términos propios de un dualismo antropológico; sin embargo, hay un deseo explícito de situar al ser humano como finito y caduco, tratando de orientar hacia Dios la existencia humana porque es pecaminosa. En las culturas primitivas sucesivas hay una variedad enorme de interpretaciones sobre esta problemática, aunque aparecen entremezcladas y a menudo confundidas. En cambio, Occidente, ya desde la cultura griega, empieza a establecer un dualismo (Aristóteles, Platón), alcanzando con Descartes el grado máximo, si bien tiene un carácter ético-religioso. Pero la concepción imperante es básicamente lógica y no ontológica.

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Tanto Heidegger como Plessner desembocan, según Molinero, en lo característico del ser humano que es “el ser un todo excéntrico”, lo cual indica que al Yo, en cuanto que es lo más peculiar del hombre, le es propio un “modo de ser evasor” porque no encuentra punto de apoyo en ningún lugar ni en ningún tiempo. En una especie de mediación hermenéutica entre las dos maneras de entender la Fenomenología, Molinero acaba diciendo que “en esta nueva perspectiva fenomenológica de la problemática sobre la relación cuerpo, alma y espíritu, la realidad de la vida o de la existencia humana es dada como totalidad espiritual. “Mas, en este caso, el espíritu tampoco es ninguna sustancia, ni ninguna abstracción. Antes bien, se nos muestra como realización o un modo de orientarse hacia un final. Está inserto en un entramado de decisiones, de relaciones. Se orienta hacia el mundo (…) Dar cabida en este entramado de relaciones a la Trascendencia supone, por último, llevar a cabo una Antropología cristiana al modo de lo indicado, por ejemplo, por San Agustín o Pascal, que implica que la falta de independencia del hombre tiene sentido en el hecho de que está o remite más allá, o por encima de sí mismo”.

En otro trabajo titulado "Analítica antropológico-existencial de los estados de ánimo" (Revista Naturaleza y Gracia nº. 3, 1991, págs. 309-349), - esta vez partiendo de ideas del último Heidegger -, Molinero hace un análisis existencial de los estados de ánimo en su sentido ontológico. Empieza diciendo que la expresión “ser en el mundo” es un a priori que presenta un carácter compuesto, lo que no implica una pluralidad de piezas ensambladas sino un todo unitario que no excluye una multiplicidad de elementos constitutivos (“en el mundo”= estructura ontológica; “quién”= ente y “ser en”= constitución ontológica).

Como ya hiciera en otro lugar, vuelve a contraponer lo lógico a lo ontológico, si bien ahora se detiene en la cuestión ¿qué significa o quiere decir `ser en`? A lo que contesta: “Ser en es la expresión existenciaria formal del ser Dasein que tiene la esencial estructura del ser en el mundo”. El `ahí` del Dasein expresa la noción ontológica fundamental del estado de abierto, o sea, “el ahí quiere indicar que el ser humano no es un ser a la mano, ni algo ante los ojos, ni primariamente ser como vida, sino que es un ser que es abierto para sí mismo”. Se trata de abordar desde una ontología fundamental o existencial el sentido del ser en la dirección de una analítica existencial del “ser ahí”. En cuanto al `ser en` está integrado por una pluralidad de caracteres o modos de ser del Dasein en los estados de ánimo, o en el modo de hallarse como forma de poner al descubierto la nuda existencia del `ser ahí`. Pero lo abierto en el modo de

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hallarse no dice nada sobre el “de dónde” (Woher) y el “hacia dónde (Wohin) del “ser ahí”.

No ha de confundirse, por tanto, lo que a la vez pueda creerse o saberse, por la fe o el conocimiento, con lo afectivamente abierto. El ser fáctico es igual a la facticidad del ser ahí entregado constantemente al mundo, pudiendo tener lugar una versión o acogida en la existencia o una a-versión o fuga de sí mismo, en cualquiera de los casos dejándose herir o golpear por lo que hay de amenazador y a lo que el sujeto es incapaz de hacer frente dentro del mundo. El dilema que se plantea Heidegger respecto del sentido ontológico-existencial del fenómeno mundo se centra en la expresión cartesiana: cogito ergo sum, para quien – según expone Molinero – “el mundo no es comprendido a partir de los entes intramundanos, sino que éstos sólo son comprendidos a partir del mundo” que se encuentra en el ser del ser ahí. “Desde tal comprensión, el Dasein se comprende a sí mismo como un ente que se cuida de (besorgendes) y se le muestran los entes con los que trata en relación de conformidad”. De forma tal que los entes intramundanos no son objetos presentes (como algo que aparece ante los ojos) sino útiles o instrumentos (lo que está a mano) y sólo posteriormente son “algo ante los ojos”.

Respecto del “quién” es en el mundo, en cada caso es el sí mismo del ser ahí “no solitaria o aisladamente existiendo, sino siendo esencialmente – es decir, independientemente de que yo tenga o no experiencia de ello – con otros sí mismos que son igualmente ser en el mundo”. Conviene distinguir entre el ser sí mismo original y el ser sí mismo cotidiano: Mientras que el sí mismo o la existencia propia supone mantenerse en la comprensión original, el quién cotidiano queda diluido o absorbido en los objetos del mundo entorno y los otros seres intramundanos, pues en él no se establece la diferencia en la comprensión original del sí mismo propio, del mundo y de lo extraño que tiene cada cual sin distinguirse el uno de los otros.

Es en esto en lo que Molinero acentúa la posición ontológico-metafísica del “ser en”, en cuanto estructura del ser en el mundo (ya que al ser en le pertenece el mundo constitutivamente, originariamente y no como algo añadido a modo de “lo ante los ojos”) como un “estado de abierto del mundo para el Dasein (“ser ahí”) en su ser, distinto del estado de descubierto de los entes intramundanos”. “Es decir, - razona en otro lugar - lo mismo que el modo de hallarse abre el ahí del ser ahí como ser fáctico, el comprender lo abre como proyectar, como el ser posible que es existenciariamente, en cada caso, el ser

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ahí y es siempre afectivo”. En consecuencia, el ahí del Dasein quiere indicar que el ser humano es un ser abierto para sí mismo y su condición existencial en este mundo es, precisamente, el comprender el ser en general y el ser de los entes, de manera que en tal comprender nos comportamos. Dicho con sus palabras: “en el ser nos va nuestro propio ser. Comprender tiene el carácter de ser del ser abierto”, pero al mismo tiempo hace posible el estado de descubierto de los entes que no tienen la constitución del ser. El modo de hallarse del “ser ahí” para Heidegger significa estado de ánimo desde una perspectiva ontológica.

“Por ese carácter ontológico que le es propio, los estados de ánimo o el modo de hallarse acompañan siempre e inevitablemente al ser ahí”, con lo que siempre y en cada caso “el ser ahí” ya es en un estado de ánimo. Los estados de ánimo, por lo tanto, son un “existenciario fundamental”, pues hacen patente cómo nos va y colocan a nuestro ser delante de cada uno. Las posibilidades de que un estado de ánimo penetre en “el ser del ser ahí” serán tanto mayores cuanto más originales sean su modos de hallarse en el mundo. El surgimiento de la angustia radica, ante todo, en que el ser ahí es puesto esencial y ontológicamente ante sí mismo.

Cuando recapacitamos en ella tendemos a desconocer su “factum existencial pensando en algo temible o en algo que se presenta ante nosotros como amenazador. Ante ello decimos que nos angustiamos y, por tanto, retrocedemos, nos desviamos de ello”. En la angustia no se huye de los entes intramundanos por algo que es “a la mano” o “ante los ojos” “una nocividad determinada” u óntica, cotidiana, sino ontológica, o sea, que es anterior a la corrupción o inocencia de la naturaleza humana. La angustia es huida ante sí mismo o lo propio del Dasein tratando de encontrarlo en lo impropio del mismo. “Por ser un modo fundamental de hallarse en el mundo, el estado de ánimo de la angustia es, entonces, lo que debe abrir al ser ahí mismo en cuanto ente”.

La diferencia fundamental del estado de ánimo de la angustia respecto del estado de temor es que la primera significa “huida ante sí mismo, ante el ser mismo o ante lo propio del ser ahí, tratando de encontrarlo en lo impropio de sí mismo”. Molinero remata su argumentación defendiendo que la angustia es inherente a la estructura esencial del ser ahí como ser en el mundo, como modo de hallarse fundamental que se abre o pone ante el sí mismo existencial a la vez que es un estado de abierto insigne, ya que el ante qué y el por qué del mismo coinciden. Dicho de otra forma: aquello ante lo que nos angustiamos no es nada

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ni existe en parte alguna, sino que el modo de hallarse se enfatiza en cómo se habla, cómo se siente, cómo le va a uno, cuando se manifiesta que nos va inhóspitamente, como no-en su-casa, pendiendo siempre sobre el ser ahí como una amenaza. Este modo de hallarse provoca desvío o fuga del ser ahí cotidiano que tiende a permanecer en la aquietada seguridad, la familiaridad, el en-su-casa. “En definitiva, no es que el estado de ánimo de la angustia se derive de la caída o se funde en el temor; al contrario: el desvío de la caída se funda en el angustiarse que es, por su parte, lo único que hace posible el temor”.

Sin embargo, los estados de ánimo sólo son posibles sobre la base de la temporalidad en su acepción óntico-psicológica. Ahora es el estado de ánimo del temor que está constituido por un olvidar caracterizado, por un aturdido esquivar o escapar olvidando. El temor se refiere a algo advenidero, como lo por venir en el tiempo. “Abre, en el cotidiano ´ver en torno´, algo amenazador. Se funda en un olvidarse de sí en el ser fáctico, a lo que es inherente con igual originalidad un aturdido presentar lo primero que se ofrece: un complejo de posibilidades oscilante – que a veces son incluso imposibilidades -, ninguna de las cuales apresamos sino que saltamos de una a otra sucesivamente (…) Así como el estado de ánimo del temor suele ser caracterizado cotidianamente por referencia a un malum futurum, a un mal por venir; el estado de ánimo de la esperanza lo suele ser por referencia a un bonum futurum, a algo bueno advenidero o sentimiento elevador, que aligera o alivia abandonando todo: es como un ir viviendo.

En resumidas cuentas, los estados de ánimo son principalmente como un abrir, un hacer patente o un mostrar ontológico el ser del `ser ahí´ y condicionan de antemano cómo se muestra el mundo y la vida humana. Hasta tal punto que “no hay fundamentalmente situación alguna de la vida humana que no sea, de alguna manera, un elemento necesario e imprescindible del ser ahí”. “El sustrato permanente de los estados de ánimo constituye la base a partir de la cual se desarrolla toda la vida humana, principalmente psíquica, y por la cual ésta está siempre determinada”.

Por último, en el trabajo titulado "La Antropología filosófica del siglo XIX. Una contribución al estudio filosófico del tema del hombre en dicho siglo" (Cuadernos de Realidades Sociales, nº 20 -21, 1982), Molinero analiza el punto de vista de autores tan incomparables como Kierkegaard, Feuerbach, Marx, Nietzsche, etc. Dilthey y Müller para justificar el “giro antropológico” o antropocentrismo filosófico en torno al hombre. Termina haciendo las

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siguientes reflexiones: “Estimo que han servido para poner de manifiesto la importancia que la Antropología filosófica fue adquiriendo a lo largo del siglo XIX. La temática antropológica de estos autores muy bien podría condensarse en cuatro definiciones distintas y fundamentales del hombre, a saber: la de que “el verdadero hombre es el hombre cristiano” (Kierkegaard); la del “hombre como sensualidad emancipada” (Feuerbach); la de que “el verdadero hombre es el hombre social” (Marx); y la de que “el hombre es el animal no acabado” (Nietzsche)…

Es tan rica, antropológicamente hablando, que analizada profundamente, podría llevarnos a ver aquí la raíz de cuatro antropologías distintas o de cuatro concepciones básicas del hombre que, indudablemente, contribuyeron no sólo a elaborar ese programa de Antropología filosófica que esbozó años más tarde, ya entrado el siglo XX, Max Scheler, sino que, además, todavía hoy, si se estudian detenidamente, pueden significar una considerable ilustración para elaborar una auténtica Antropología filosófica a la altura de nuestra época, y de la cual todavía está tan necesitada la especulación filosófica”.

A través de varias de sus publicaciones, bien sea como autor único o en coautoría, he podido observar en el Profesor Molinero una preocupación perseverante y, hasta cierto punto, desasosegada ("Desarrollo de la antropología filosófica y de sus tareas fundamentales", 2001; "Pre-historia de la antropología filosófica”, 2001; “Excentricidad´ humana y religión”, 2001; “Concepción objetiva y fenomenología del ser humano como totalidad espiritual”, 2004) por descifrar el siguiente enigma: “que el hombre, en su ser, se caracteriza frente a todo otro ser (sin ser para sí mismo ni el más cercano ni el más lejano) por encontrarse como elemento en el mar del ser a causa, precisamente, de la excentricidad de su forma vital y, con ello (a pesar del carácter no ontológico de su existencia), por pertenecer a este mundo en línea con todos los objetos”.

Es decir, para Molinero “espíritu no es como subjetividad, o conciencia, o intelecto, sino como la esfera del nosotros, el presupuesto de constitución de una realidad, la cual, de nuevo, sólo expresa y constituye una realidad si se mantiene constituida por sí misma, independientemente, también, de los principios de su constitución en un aspecto de la conciencia”.

En cuanto Yo, el hombre está siempre “fuera de” el centro de su vivencia. No se agota o acaba en un “aquí” (Hier) y “ahora” (Jetzt) como ocurre con el animal, pues su propio “aquí” y “ahora” puede ponerlo, en cierto modo, ante sí

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mismo. El Yo por el que el hombre experimenta carece de lugar y de tiempo, o, dicho de forma positiva, es en “ningún lugar” y en “ningún tiempo”. No cabe pensar forma alguna especial de organización corporal que realice la excentricidad por el hecho de que ésta, aunque supone como condición un cuerpo organizado centralizadoramente, sin embargo, está por encima o más allá de toda organización animal. Un centro de excentricidad existente en el espacio y el tiempo es contradictorio.

¿Dónde se encuentra, en verdad, el hombre? Por su forma de posición excéntrica, el hombre está en una “contradicción insoluble”. Alberga un “realizado contrasentido”: es “una paradoja manifiesta” y “una paradoja existencial”. Por una parte, está en una “correlación esencial” con el mundo exterior, con el mundo interior y con el mundo social. Y, por otra, “está fuera de sí”, experimenta en sí mismo su constitutiva “carencia de raíz”, su “falta de sostén” y, correlativamente con ello, la del mundo como “un mundo único”, como un “universo”.

En este punto Molinero se detiene a examinar una idea que es reincidente en Plessner, cuyo texto dice: “Excéntricamente puesto, se encuentra el hombre allí donde se encuentra y, al mismo tiempo, allí donde no se encuentra”. Porque no le es dado al hombre el saber “donde” (“wo”) se encuentran él y la realidad correspondiente a su excentricidad. Visto desde su excentricidad, al hombre le falta un equilibrio, un contrapeso, que no puede hallar ni en sí mismo ni en su mundo, incluyendo, en este caso, la esfera de la cultura y la de la sociabilidad. Llega a afirmar que “el hombre necesita, como contrapeso necesario a su posición excéntrica, al menos la idea de un fundamento trascendente del mundo. Ahora bien, con esto, dicho de una manera estricta, no se afirma nada a favor o en contra de la real existencia de Dios”.

¿Queda alguna salida a la Trascendencia? Plessner argumenta que el hombre se relativiza a sí mismo y a su mundo por referencia a una idea de la Trascendencia. Descubre así el hombre la nihilidad de ambos (es decir, de él y del mundo) y llega a situarse, incluso, precisamente “tras” esa representación de la Trascendencia. Pero, al destacarse de la Trascendencia el hombre pierde toda certeza sobre ésta. Aunque Dios exista realmente, el hombre, que tiene una idea de El, llega a situarse tras El y experimenta la posibilidad, e incluso la necesidad, de negar lo Absoluto y, con ello, el fundamento único del mundo.

El descanso del hombre en una imagen de Dios, que puede haber sido conseguida, se acaba: “Una sola cosa se conserva como algo característico para

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toda religiosidad, ésta crea un algo definitivo… Entre ella y la cultura se mantiene una enemistad absoluta. Quien pretenda volver a casa, a la patria y encontrar cobijo ha de ofrecerse en sacrificio a la fe. Mas quien mantenga eso con el espíritu, ese no vuelve”.

Si existiera una demostración ontológica de la existencia de Dios, entonces, al hombre, según la ley de su naturaleza, no le estaría permitido dejar ningún medio para destruirla”. En definitiva, la salida que queda, para Plessner (y en igual medida para Molinero), es la fe. A quien pretenda hallar seguridad y descanso en el pensamiento sobre un mundo, divinamente sustentado, le resta únicamente, la fe (den Glauben).

Valladolid, a 20 de febrero de 2013.

BIBLIOGRAFÍA DE JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ MOLINERO

· Artículos de revistas - Relevancia filosófica de la exoneración (Entlastung) en la antropología de Arnold Gehlen.

José Luis Rodríguez Molinero. Naturaleza y gracia: revista cuatrimestral de ciencias eclesiásticas, ISSN 0470-3790, Nº. 1-3, 2007, págs. 257-274

- Concepción del ser humano y fenomenología del ser humano como totalidad espiritual. José Luis Rodríguez Molinero. Naturaleza y gracia: revista cuatrimestral de ciencias eclesiásticas, ISSN 0470-3790, Nº. 2-3, 2004, págs. 563-583

- Anticipación de la ontología de Ser y tiempo en los primeros escritos como docente de Martin Heidegger. José Luis Rodríguez Molinero. Cuadernos salmantinos de filosofía, ISSN 0210-4857, Nº 24, 1997, págs. 179-208

- La antropología de la corporalidad sexuada en Ludwig Feuerbach. José Luis Rodríguez Molinero. Cuadernos salmantinos de filosofía, ISSN 0210-4857, Nº 24, 1997, págs. 221-245

- Ortega y la antropología filosófica. José Luis Rodríguez Molinero. Naturaleza y gracia: revista cuatrimestral de ciencias eclesiásticas, ISSN 0470-3790, Nº. 1, 1995, págs. 129-186

- Analítica antropológico-existencial de los estados de ánimo. José Luis Rodríguez Molinero. Naturaleza y gracia: revista cuatrimestral de ciencias eclesiásticas, ISSN 0470-3790, Nº. 3, 1991, págs. 309-349

- El "modo de hallarse" en relación con la antropología filosófica en Heidegger. José Luis Rodríguez Molinero. Naturaleza y gracia: revista cuatrimestral de ciencias eclesiásticas, ISSN 0470-3790, Nº. 1-2, 1991, págs. 67-90

- Sobre el modo de ser de la antropología filosófica y su sistematización como una "cuestión abierta". José Luis Rodríguez Molinero. Cuadernos salmantinos de filosofía,

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ISSN 0210-4857, Nº 17, 1990 (Ejemplar dedicado a: Homenaje al profesor Saturnino Álvarez Turienzo), págs. 393-404

- La antropología de la acción de Arnold Gehlen. José Luis Rodríguez Molinero. Naturaleza y gracia: revista cuatrimestral de ciencias eclesiásticas, ISSN 0470-3790, Nº. 3, 1989, págs. 423-469

- La campanillá: ritual nocturno de bodas (un estudio de este ritual desde la perspectiva de la antropología simbólica). Florencio Vicente Castro, José Luis Rodríguez Molinero. Cuadernos de realidades sociales, ISSN 0302-7724, Nº 25-26, 1985, págs. 111-122

- La antropología filosófica del siglo XIX: una contribución al estudio filosófico del tema del hombre en dicho siglo. José Luis Rodríguez Molinero. Cuadernos de realidades sociales, ISSN 0302-7724, Nº 20-21, 1982, págs. 313-324.

Colaboraciones en obras colectivas

- Interpretación fisiognómica de la cultura. José Luis Rodríguez Molinero. Experientia et sapientia: estudios dedicados a la memoria de Ángel Alvarez Gómez / coord. por María Jesús Vázquez Lobeiras, Juan Vázquez Sánchez, César Lorenzo Raña Dafonte, 2007, ISBN 978-84-9750-902-2, págs. 453-470

- Concepción objetiva y fenomenología del ser humano como totalidad espiritual. José Luis Rodríguez Molinero. Las razones del corazón / coord. por Miguel Anxo Pena González, D. Castillo Caballero, 2007, ISBN 84-609-3455-1, págs. 231-251

- Relevancia filosófica de la 'exoneración' (entlastung) en la antropología de Arnold Gehlen. José Luis Rodríguez Molinero. Omnes enim creaturae effantur deum: miscelánea Prof. Dr. Dionisio Castillo Caballero / coord. por Miguel Anxo Pena González, 2007, págs. 257-274

- Relevanica filosófica de la ¿exoneración¿ (Entlastung) en la antropología de Arnold Gehlen.. José Luis Rodríguez Molinero. Paideia / coord. por Ángel Álvarez Gómez, 2005, ISBN 84-9750-402-X

- Pre-historia de la antropología filosófica. José Luis Rodríguez Molinero. Cuestiones actuales de filosofía y pedagogía: Liber Amicorum Serafín M. Tabernero del Río / coord. por José María Hernández Díaz, 2001, ISBN 84-088895-66-6, págs. 49-66

- Bernardino de Sahagún. José Luis Rodríguez Molinero, Florencio Vicente Castro. Filosofía iberoamericana en la época del encuentro / coord. por Gloria Myriam Fajardo Reyes, 1992, ISBN 84-87699-49-9, págs. 261-279.

· Libros

- Bernardino de Sahagún, primer antropólogo en Nueva Espa)ña (Siglo XVI. Florencio Vicente Castro, José Luis Rodríguez Molinero. Salamanc : Institución "Fray Bernardino de Sahagún", 1986. ISBN 84-7481-412-X

- La antropología filosófica de Karl Rahner ; analítica existencial y metafísica trascendental del ser humano. José Luis Rodríguez Molinero. Salamanca: Edic. Universidad de Salamanca, 1979. ISBN 84-7181-043-3

- Datos fundamentales para una historia de la antropología filosófica. José Luis Rodríguez Molinero. Salamanca: el autor, 1977. ISBN 84-400-4366-X.

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Los Libros de Molinero

1.-Datos fundamentales para una historia de la antropología filosófica. José Luis Rodríguez Molinero. Salamanca: el autor, 1977. ISBN 84-400-4366-X.

La antropología filosófica (del griego άνθρωπος, ánthropos, "hombre", y λόγος, logos, "razonamiento" o "discurso") puede entenderse de varias maneras. Una, sería el estudio filosófico del ser humano elaborado a lo largo de los siglos y actualmente objeto de atención de los filósofos. Otra manera de entender la expresión sería más restringida, y se aplicaría a un movimiento o escuela de pensamiento fundada en Alemania en los años 1920 y 1930, de filósofos, antropólogos y sociólogos; este movimiento tuvo una influencia decisiva en el panorama intelectual alemán del siglo XX.

El tema general, u objeto material de la Antropología Filosófica, es el fenómeno humano, es decir, la serie de manifestaciones que atestiguan la presencia del hombre. Interesan especialmente aquellas manifestaciones que entrañan un cierto enigma o paradoja, tales como el fenómeno del conocimiento científico, de los juicios de valor, de la libertad, de la comunicación interpersonal y de la religión. Su objeto formal (aspecto o ángulo especial que escoge la ciencia para estudiar el objeto material) reside en las características humanas que posibilitan dicho fenómeno; la

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psicología y la historia, por ejemplo, coinciden en el objeto material, de la Antropología filosófica, pero no en su objeto formal. «Nunca en la historia, tal como la conocemos, el hombre ha sido más que un problema en sí» (Max Scheler).

2.-La antropología filosófica de Karl Rahner ; analítica existencial y metafísica trascendental del ser humano. José Luis Rodríguez Molinero. Salamanca: Edic. Universidad de Salamanca, 1979. ISBN 84-7181-043-3

El autor de este trabajo admite, por supuesto, que Rahner es ante todo un teólogo y reconoce cierta limitación en las fuentes que utiliza por esa condición. Pero también advierte que en toda su obra se encuentra una auténtico sistema antropológico que, aunque no llegó a a ser estructurado como tal, es evidente en toda su producción.

3.-Bernardino de Sahagún, primer antropólogo en Nueva Espa)ña (Siglo XVI. Florencio Vicente Castro, José Luis Rodríguez Molinero. Salamanca: Institución "Fray Bernardino de Sahagún", 1986. ISBN 84-7481-412-X

La Historia General de las Cosas de Nueva España recoge el trabajo ímprobo de un franciscano leonés y alumno de la Universidad salmantina: Fray Bernardino de Sahagún. El estudio de la lengua náhuatl, que llegó a dominar a la perfección, y la historia del Méjico anterior a los españoles no pueden soslayar su figura y su obra. El presente libro se abre con un amplio apartado biográfico del fraile, con especial dedicación a su paso por la Universidad salmantina. Sigue la narración de su viaje y sus primeros contactos misionales en Nueva España, para pasar seguidamente a la labor que le haría famoso y que le daría la categoría de primer antropólogo de América. Se explica detalladamente su sistema de trabajo, así como los avatares de sus pesquisas, roces con la metrópoli, etc. Se hace una breve historia de la bibliografía de Sahagún y sobre todo su citada obra cumbre. Un apéndice reproduce facsímiles de curiosos documentos del propio fraile o con él relacionados.

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Excentricidad Humana y Religión

Por José Luis Rodríguez Molinero José Luis Rodríguez Molinero (Quintana de Fuseros 1940 - Salamanca 2008) fue alumno de Herbón (curso 1952). Catedrático de Filosofía en la Universidad de Salamanca, se especializó en Antropología Filosófica

El núcleo de estas reflexiones se atiene a lo que es el ámbito pura, o estrictamente, filosófico en la consideración de la excentricidad. Dicho de un modo más preciso, tiene que ver con lo que es la perspectiva fenomenológica en la reflexión filosófica sobre el hombre, por cuanto es de ésta de donde recibe la excentricidad el conductor hilo filosófico peculiar para su tratamiento o consideración. Otorgamos aquí tal relevancia a la categoría excentricidad que no dudamos en presentarla como categoría fundamental para comprender la problemática humana. Por ello queremos extraer de ella el mayor contenido para acercarnos cuanto podamos a lo insondable de la problemática humana. Y , además, sin excluir, antes al contrario, complicando, finalmente, la pregunta sobre

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qué relación cabe establecer entre lo que pretende expresar fenomenológicamente la categoría excentricidad y la dimensión específica de la religión. Sin embargo, al querer, ya de entrada, anticipar la relevancia de la excentricidad como categoría fundamental para comprender la problemática humana, llama la atención la falta de referencia a este término en las publicaciones enciclopédicas o diccionarios filosóficos. Por ejemplo, en la voluminosa obra enciclopédica : Diccionario histórico de Filosofía (Historisches Wörterbuch der Philosophie), de Joachim Ritter, concebida como “el más amplio diccionario de carácter filosófico-conceptual”, y entre cuyos fines destaca el de “tratar todos los conceptos importantes de la filosofía..., lo mismo que los términos filosóficos del presente” ( el subrayado es mío ), no tiene acogida en el lugar correspondiente, el mencionado vocablo filosófico excentricidad. Y, sin embargo, según estamos indicando, este concepto viene a expresar una de las nociones más fundamentales dentro del ámbito de la Antropología filosófica para tratar de aproximarse al enigma eterno de lo humano. Constatamos la presencia del término excentricidad en los albores mismos de la Antropología filosófica como saber específico. En efecto, en la famosa conferencia de Darmstadt ( abril de 1927 ) de Max Scheler, titulada El puesto del hombre en el cosmos, y concebida como una especie de proyecto de lo que debía ser la Antropología filosófica, es el filósofo muniqués el que, pretendiendo poner de manifiesto precisamente la relación del hombre con el fundamento del universo, introduce la expresión excéntrico al mundo ( Weltexzentrisch ) cuando dice : “Después de este descubrimiento de la contingencia del mundo y del extraño acaso de su propio ser, excéntrico al mundo, una doble conducta era posible al hombre”. Pero es, sobre todo, su discípulo, Helmuth Plessner quien verdaderamente da a conocer el término excentricidad y quien, con más decidido empeño, trata de contribuir a su explicitación o desarrollo. Especialmente en su obra principal : Las graduaciones de lo orgánico y el hombre. Introducción a la Antropología filosófica, Plessner, tras caracterizar las distintas formas de la vida, analiza, pormenorizadamente, la problemática de la excentricidad, a partir del subtítulo inicial : La posicionalidad de la forma excéntrica del hombre, al hacer referencia a la esfera del hombre.

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1.- Desconocimiento de la categoría básica excentricidad Este desconocimiento se debe a la ignorancia sobre el pensamiento plessneriano en general. En este adelantamiento sobre la importancia del concepto antropológico excentricidad, puede que comience a suscitarse la pregunta : ¿Por qué tal categoría, más aún, el pensamiento global del propio Plessner, han tenido, en general, un eco incomparablemente inferior al de otros autores cuya reflexión sobre el hombre es destacada siempre de manera especial ? Insisto en que hablo de modo general, y no de lo que ha ocurrido, y sigue ocurriendo, entre nosotros, donde el conocimiento de lo que supone el pensamiento del autor de Las graduaciones4 es, en gran medida, inexistente. Desde luego, aquí no vamos a analizar los diversos factores que han podido influir en esta harto prolongada, y no merecida, infravaloración de la obra y pensamiento de un autor que, aparte la importancia que le otorga su original concepción filosófica del hombre, cuenta, entre otros méritos, con el de ser el más prolífico en el campo específico de la Antropología filosófica. Pero, al menos, sí queremos destacar algunos, teniendo en cuenta, sobre todo, lo expuesto por el propio Plessner en relación con ciertos hechos que cabe destacar. Queremos hacer alusión, ante todo, como primer punto de referencia, a lo que va a suponer para Plessner la última etapa de Max Scheler como docente en Colonia, desde que éste ocupó la cátedra a partir de 1919 en calidad de profesor ordinario. Durante ese periodo, el conocido como “filósofo de los valores” pretendió culminar su proyecto filosófico sobre el hombre, iniciado ya entre 1913-1916 con la publicación de El formalismo en la ética y la ética material de los valores ; impartió Lecciones sobre Antropología filosófica, además de otras materias ; y anunció ampliamente, para la primavera de 1929, el proyecto de una gran obra de Antropología filosófica, que suscitó por cierto grandes expectativas, y que no pudo hacerse realidad por haber sorprendido la muerte a su autor un año antes. A lo largo de esos años, es decir de 1919 a 1928, el filósofo “embriagado de esencias” ; “la mente mejor que poseía Europa” en el momento de su muerte ; “de nuestra época el pensador por excelencia”, como lo distinguió Ortega, adquirió la resonancia de una figura de primera fila en el pensamiento filosófico de entonces. Más aún, también el propio Heidegger, al publicar, en 1929, su obra Kant y el problema de la Metafísica, que dedicó precisamente a Max Scheler, viene a escribir en tal

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dedicatoria, sobre cómo, en su última conversación con éste, él mismo “pudo apreciar el vigor de ese gran espíritu - el subrayado es mío - que caracterizó a Max Scheler. En segundo lugar, hemos de recordar el anticipo que éste pretendía hacer sobre lo que debía ser la Antropología filosófica con la publicación de El puesto del hombre en el cosmos. Este segundo hecho, relacionado con el anterior, es decir, la aparición de un escrito denso, pero programático y breve (como lo fue el scheleriano), unido al gran eco de que gozaba, por entonces, Scheler dentro y fuera de la Filosofía influyó, especialmente, en el “oscurecimiento” de un “desconocido” como era, en este caso, Plessner. Por otra parte, la publicación de Las graduaciones, en el mismo año precisamente (1928) que la referida conferencia de Scheler ; el estilo más denso y pesado (schwerfällig ) de aquellas ; su mayor orientación a la Biología, al tomar en consideración las Ciencias Naturales en el estudio filosófico sobre el hombre, frente al sesgo decididamente metafísico (que estaba además más en consonancia con la manera de pensar de entonces), que le había otorgado Scheler, etc., contribuyeron a que en el ambiente intelectual, de una manera inconsiderada, es decir sin lectura real, se tomaran Las graduaciones por la obra del discípulo que no pasaría de ser más que el mero continuador, o testamentario, de las ideas bosquejadas por su maestro, Scheler, y no se apreciaran, en todo caso, la originalidad, o las diferencias que, de hecho, separaban a ambos autores. Tres décadas después de la publicación de Las graduaciones, en el prólogo a la 2ª edición (1964), y no obstante el tiempo transcurrido entre ésta y la 1ª edición, se lamenta, de la siguiente manera, el propio Plessner al razonar sobre los motivos por los que no varió en nada el texto en la 2ª edición : “Una crítica seria no encontraron Las graduaciones. Esto tuvo distintos motivos. En el mismo año había aparecido el escrito de Scheler : El puesto del hombre en el cosmos, el esbozo de su Antropología anunciada ya hacía años y esperada conceptualmente con impaciencia. Originariamente concebida como conferencia en la Escuela de la Sabiduría de Darmstadt, encontró, en seguida, gracias a su brevedad, y a la hábil utilización de hechos biológicos y psicológicos un gran público. ¿Acaso no parecía lo más natural tomar la pesada obra de un desconocido como la realización de los pensamientos schelerianos, máxime cuando, vista la cosa de un modo superficial, parecía seguir el modelo de graduación scheleriano?

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José Luis R. Molinero, en el IV Encontro de Ourense, último al que asistió

Ciertamente, Th. Litt, Th. Haering y, sobre todo, N. Hartmann se volvieron pronto, y de manera expresiva, contra sospechas tan inconsideradas, pero aliquid haeret, y así, para el gran público, quedaron Las graduaciones a la sombra de Scheler como el fundador de la Antropología filosófica” Mas, no sólo el crecimiento a la sombra de Scheler propició el oscurecimiento de lo que significaba la obra de Plessner. También la fuerte irrupción de toda una corriente de pensamiento, como la denominada Filosofía de la existencia, con los nombres asimismo sobresalientes de Jaspers y Heidegger, contribuyó todavía más al desconocimiento del contenido de Las graduaciones. Sobre todo con la gran figura de Heidegger, que fue intranquilizadora para Scheler, según escribe Plessner : “En todo caso, así debió ser la primera impresión en un hombre especializado. Para un pensador como Scheler, con un público que se extendía más allá del mundo del especialista, era significativo e intranquilizador el que Heidegger comenzase a perfilarse con una resonancia de mucho mayor alcance” ; y con el acentuamiento que

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Heidegger hacía del concepto clave existencia, lejos de modificarse la situación de arrinconamiento de la obra plessneriana, mas bien lo que ocurrió fue que el pensamiento filosófico se encaminase por derroteros metafísicos ajenos a la relación que propugnaba Plessner hacia las Ciencias de la Naturaleza. Por último, el advenimiento del nacional-socialismo no sólo impidió toda verdadera discusión filosófica sino que, además, el propio Plessner tuvo que tomar el camino del exilio. Extractamos a este respecto, nuevamente, otro pasaje del prólogo, tan ilustrador, de la segunda edición de Las graduaciones : “Seguramente debieran haber bastado para una revisión del juicio (se refiere al juicio negativo del gran público sobre Las graduaciones) los cinco años anteriores a la prohibición de toda posibilidad de discusión en 1933, incluso aunque la obra fuese difícil. Sin embargo, esos cinco años, en tanto cabe hablar, en general, de un interés por la Antropología filosófica, estuvieron totalmente bajo el efecto de Heidegger y Jaspers. El descubrimiento del concepto existencia parecía proporcionar la clave para la solución de aquellas dificultades - y, con ello, para decidir sobre el destino de la Antropología filosófica - que no lograban dominar, y que padecían, especialmente, las Ciencias del hombre a causa de la separación entre la metodología propia de las Ciencias de la naturaleza y la de las Ciencias del espíritu, es decir : la Psicología y la Psicopatología ; y lo mismo aquellas ramas de la Medicina interna, de la Etnología, de la Prehistoria, y de la Historia de la evolución del hombre... Una Antropología filosófica, bien entendida, tenía que tirar por tierra, en la dirección de una elemental comprensión del ser, el horizonte científico bajo el que se movían las disciplinas establecidas. Y el que ello ocurriese, en el sentido de Heidegger o de Jaspers, daba igual. Desde el punto de vista de la Antropología filosófica estamos comprobando, cómo frente a, o más radicalmente que, la categoría antropológica espíritu, de Max Scheler, se impone y afianza con fuerza, y en seguida, la ontológica existencia, de Heidegger. En cambio, frente a ambas, la plessneriana excentricidad permanece, más bien, en la penumbra. Veamos, con todo, finalmente, la crítica que Plessner hace al concepto, o categoría heideggeriana, existencia : “Si nosotros...mantenemos una gran distancia frente a las investigaciones de Heidegger, que hemos conocido durante la impresión de Ser y tiempo

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José Luis R. Molinero en plena lectura en el claustro conventual

(Halle 1927) y que están fuertemente sustentadas por la concepción de Dilthey, es, principalmente, porque no podemos reconocer el principio fundamental de Heidegger sobre que a la investigación del ser extra humano debe preceder necesariamente una analítica existencial del hombre. Esta idea sitúa a Heidegger todavía en los cauces de aquella vieja tradición, que ha quedado consignada en las más diversas formas de subjetivismo, según la cual el que pregunta filosóficamente es para sí mismo, existencialmente, el más cercano y, por consiguiente, el que se encuentra en el punto de mira de lo que se ha investigado. Frente a esto, nosotros defendemos la tesis - que constituye el punto de partida filosófico natural y es su legitimación - de que el hombre, en su ser, se caracteriza frente a todo otro ser (y sin ser para sí mismo ni el más cercano ni el más lejano) por encontrarse a sí mismo como elemento en el mar del ser (in eimen Meer des Seins) a causa precisamente de esta excentricidad de su forma vital y, con ello (a pesar del carácter no ontológico - nichtseinsmässigen de su existencia), por pertenecer a este mundo en línea con todos los objetos.

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En la actualidad, constatamos que la filosofía analítica excluye de su consideración el concepto espíritu (Geist), tanto desde el punto de vista de las direcciones neopositivistas como de las propias de la filosofía del lenguaje, aunque no todo concepto del yo, sino el de yo substancial11. Por su parte, Plessner, que deja de lado, como ya hemos visto, la referencia metafísica al espíritu en cuanto principio ontológico del ser, es decir al estilo de la orientación panteísta de su maestro Scheler, considera al espíritu, en todo caso, como la esfera del nosotros, o de la socialidad (Mitwelt), que es garantizada y sostenida por la forma de posición excéntrica como un aspecto de la conciencia (Bewusstseinsaspekt): “Real es el mundo social (die Mitwelt) incluso aunque exista sólo una persona, por cuanto expresa la esfera garantizada con la forma de posición excéntrica, que está a la base de toda especificación en la primera, segunda y tercera persona de singular y de plural. Por eso puede la esfera como tal distinguirse tanto de sus fragmentaciones como de su fundamento vital (Lebensgrund) específico. Sólo así es el puro nosotros (das reine Wir) o el espíritu (Geist). Y sólo así es el hombre espíritu, y tiene espíritu. No tiene a éste de la misma manera que tiene un cuerpo objetivo (Körper) y un alma (Leele). Estos los tiene él, porque es ellos y porque vive. Espíritu, en cambio, es la esfera en virtud de la cual vivimos como personas ; la esfera en la cual nos encontramos (in der wir stehen), precisamente porque nuestra forma de posición la sostiene. Sólo somos personas en tanto que nos encontramos (stehen) en el mundo de un ser independiente de nosotros y, al mismo tiempo, accesible a nuestras influencias. A consecuencia de esto, tiene su sentido correcto el decir que el espíritu (Geist) constituye el presupuesto para la naturaleza (Natur) y el alma (Leele). Hay que entender la frase dentro de sus límites. Espíritu no es como subjetividad (Subjektivität), o conciencia (Bewusstsein), o intelecto (Intellekt), sino como la esfera del nosotros (als Wirsphäre), el presupuesto de constitución de una realidad, la cual, de nuevo, sólo expresa y constituye una realidad si se mantiene constituida, por sí misma, independientemente, también, de los principios de su constitución en un aspecto de la conciencia (Bewusstseinsaspekt). Precisamente con este distanciamiento de la conciencia (Abgekehrtheit von Bewusstsein) cumple aquélla la ley excéntrica...”. Más todavía. Plessner otorga gran consideración al yo (Ich) como centro de actos (Aktzentrum), que él analiza fenomenológicamente desde el

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punto de vista de la conciencia de sí mismo, aunque sin olvidar, como vamos a ver en seguida, la paradógica vinculación con lo orgánico. Pero, insisto, tratando también, por otra parte, de resaltar no sólo el distanciamiento del yo respecto de lo corpóreo-corporal, y del alma, sino también de sí mismo, en conformidad con lo que quiere expresar su categoría fundamental de la excentricidad humana. Principalmente por esta toma en consideración de lo orgánico, de lo corpóreo, de las Ciencias naturales...; por la postura fenomenológica que, sin embargo, no es de afirmación de un ámbito metafísico ; además de por la fecundidad de su pensamiento antropológico, Plessner está siendo reivindicado, actualmente, en la línea del puesto que le corresponde dentro del ámbito o Historia de la filosofía sobre el hombre. Lo que está siendo propiciado, además, de modo decisivo, por la publicación de sus trabajos dispersos, en la forma de Obras completas, llevada a cabo por la editorial Suhrkamp. 2.- Contextura disciplinar de la excentricidad Según hemos hecho ya notar, Plessner no interpreta la excentricidad como un principio ontológico del ser. Pues bien, tampoco la entiende en conexión con el sentido metafísico de la consideración dualista del hombre, que puso de manifiesto el pensamiento filosófico moderno instaurado por Descartes con la doctrina de las dos sustancias, que tan graves consecuencias ha producido para la concepción filosófica sobre el hombre. Plessner trata de dejar bien sentado, ante todo, un hecho fundamental (einen anschaulichen Grundbestand) , fenomenológico, vivencial, de carácter intuitivo : la experiencia de la unidad vital del hombre como persona. Y así, refiere de modo preciso : “Sobre lo que hay que tratar, ante todo, es sobre el hombre como unidad vital-personal”. Y de modo similar, escribe también, inmediatamente antes de este pasaje, y en relación con su propósito por llegar a una nueva creación de la Filosofía, el sentido que en ésta tiene el estudio del hombre : “En su punto central está el hombre. Mas no como objeto de una ciencia ni como subjeto de su conciencia, sino como objeto y subjeto de su vida, es decir, tal y como él es para sí mismo objeto y centro...No como cuerpo (Körper) - si con esta palabra se quiere expresar el estrato objetivo de las Ciencias de la naturaleza - ni como alma y corriente consciente (Bewusstseinsstrom), si

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José Luis R. Molinero, disertando en el transcurso de la II Xuntanza

es que en este caso debe tratarse del objeto de la Psicología ni como subjeto abstracto para el que valen las leyes de la Lógica, las normas de la Ética y de la Estética, sino como unidad vital, psicológicamente indiferente o neutral, existe el hombre „de suyo‟ (an und für sich). Este nuevo programa de Filosofía de carácter fenomenológico, tiene como sus precursores inmediatos a Dilthey y a Husserl, puesto que en la conocida distinción diltheyana entre Ciencias de la naturaleza y Ciencias del espíritu encontramos un punto inevitable de referencia para entender la concepción sobre la excentricidad. Pero, además, Dilthey, no obstante su carácter sobre todo vitalista frente a la interpretación más racionalista de Husserl, tuvo, con su psicología descriptiva, tan cercana a la vida, un raro presentimiento de lo que iba a ser el modo de investigación fenomenológica descubierto por Husserl. Por lo que es, con la descripción pre-experiencial y analítico-estructural de Husserl, aplicable universalmente a los objetos de “opinión”, con la que el programa anunciado por Dilthey comenzó a realizarse15. Plessner, tomando, entonces, en consideración a ambos autores, utiliza la Fenomenología como método para resaltar la unidad vital-personal del hombre. Y, de rechazo, trata de evitar el estéril dualismo que, o bien incide en una Teoría

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del conocimiento, o bien en una Ciencia de la experiencia ; no resolviendo, tampoco, por otra parte, tal dualismo una Psicología deductiva. Sin perder de vista la Fenomenología, veamos, entonces, aunque sea muy someramente, cómo nuestro autor contextualiza las distintas disciplinas que, según él, convergen en la explicitación de la unidad personal del hombre, dado que, así, tenemos mucho avanzado para comprender lo que, de suyo, implica la categoría excentricidad, y la relación de ésta con la dimensión específica de la religión. Recordando a Dilthey, Plessner destaca, primeramente, las Ciencias del espíritu y su fundamentación : en la experiencia interna, o en la experiencia humana de la vida (pues “la vida entiende la vida”. “Leben versteht leben”)16 ; o en una Ciencia (Wissenschaft), o experiencia del hombre sobre sí (Erfahrung des Menschen von sich) ; o en la descripción fenomenológica ; en los “fenómenos” o datos reservados al vivenciar (Erleben) ; en la intuición (Anschauung) ; en la contemplación de las esencias (Wesensanschauung )17. Dicho brevemente : las Ciencias del espíritu tienen su base en una Hermenéutica filosófica. Pero, las Ciencias del espíritu, entendidas de esta manera, es decir, en cuanto fundamentadas en la experiencia humana de la vida, o en la experiencia del hombre sobre sí, tal y como él vive y especifica su vida, implican la comprensión del hombre como unidad vital psico-físicamente indiferente. Es decir, según acentuó ya Plessner en su primera obra importante : La unidad de los sentidos, presuponen una “Estesiología”, que es tanto como decir una “sensibilización del espíritu” (“Versinnnlichung des Geistes”) y una “espiritualización de los sentidos” (“Vergeistigung der Sinne”). Más aún. Implican, también, una Filosofía del hombre, o una Antropología filosófica, que, precisamente por ser Filosofía, lleva a cabo “un gran trabajo sistemático” (eine grosse systematische Arbeit ) al poder resolver, en otro ámbito, y de una manera hasta entonces inconcebible, es decir, basándose en el hecho de la experiencia humana de la vida (in der Tatsache menschlicher Erfahrung) la contraposición entre Ciencias de la naturaleza y Ciencias del espíritu. Dicha Filosofía del hombre o Antropología filosófica es la que permite, además, formular y explicitar, adecuadamente, la posicionalidad de la forma excéntrica del hombre y sus modos de existencia (Existenzweise des

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Menschen) es decir, sus leyes antropológicas fundamentales (die anthropologischen Grundgesetze) por relación a las cuales se formula la problemática relativa a la Trascendencia así como la posicionalidad del hombre en el todo de la naturaleza (die Stellung des Menschen im Ganzen der Natur) . Por último, todo lo que acabamos de expresar, y que venimos concatenando, secuencialmente, del siguiente modo : Ciencias del espíritu, Hermenéutica filosófica, Filosofía del hombre o Antropología filosófica, necesita, además, de una Filosofía de la naturaleza. Por consiguiente, no ya de una Filosofía del hombre que comprende a éste como “lo próximo” o “lo cercano” (das Nächste) frente a “lo lejano” (das Fernste) de los demás entes que no tienen el carácter o modo de ser del Dasein, tal y como pretendió afirmar Heidegger en Ser y Tiempo, sino de una Filosofía del hombre, que lo entiende, según la metafórica descripción plessneriana que ya hemos indicado anteriormente : “en el mar del ser” (“in einem Meer des Seins). Implican, en suma, las Ciencias del espíritu, según la fenomenológica explicitación plessneriana, también una Filosofía de la naturaleza (eine Philosophie der Natur) , lo que no equivale a decir Ciencias, o Ciencia, de la naturaleza (Naturwissenschaft(en)) dado que, al hablar de la Filosofía de la naturaleza, se trata de “estratos de la inmediatez” ; de fenómenos reservados a la experiencia interior, a las vivencias, a la intuición o contemplación de las esencias ; de “formas esenciales de la existencia viviente” ; de “estratos de la naturaleza”..., que están, fenomenológicamente, en definitiva, en correlación esencial con el hombre. Refiere el propio Plessner en uno de los múltiples pasajes que podríamos mencionar para corroborar, de una manera lo más fielmente posible, su pensamiento : “Si ha de haber una ciencia, que comprenda la experiencia del hombre sobre sí, tal ciencia no puede ni debe, en cuanto tal ciencia, limitarse al hombre como persona, como sujeto de creación espiritual, con responsabilidad moral, y religiosamente entregado, sino que debe abarcar todo el ámbito de la existencia, y de la naturaleza, que se encuentra, en relación con la vida personal, situada al mismo nivel y en correlación esencial con ésta. Y si (tal ciencia) no hace esto, y continúa siendo Filosofía de la historia o Filosofía de la cultura para abandonar a la Ciencia de la naturaleza (Naturwissenschaft) la naturaleza, o la esfera del ser corpóreo, entonces (tal ciencia) actúa en pésima inconsecuencia con su propia idea y comete, de nuevo, el viejo fallo de que cosas, que se asocian con distintas

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posiciones de la experiencia, deja de comprenderlas, presuntamente, a partir de una posición de la experiencia”. Mas, aunque estemos refiriendo, de modo secuencial, cada una de las disciplinas que hemos mencionado, sin embargo esto no quiere indicar que unas se deduzcan racionalmente de otras. Para Plessner, el saber, o la experiencia humana de la vida, las implica todas a la vez : “En la misma inmediatez y nivel vital (Lebenshöhe) que tiene el hombre existencialmente para consigo, para con los demás (zu seinen Mitmenschen),y para con su tiempo ; en la misma inmediatez con la que él se expresa y sabe sobre sí, sabe él también sobre la naturaleza22”. Un último texto, en el que Plessner viene a condensar su “plan de trabajo para una Filosofía del hombre”, resume cuanto venimos diciendo sobre la contextura disciplinar de la excentricidad : “Sin Filosofía del hombre no es posible ninguna teoría de la experiencia humana en las Ciencias del espíritu. Sin Filosofía de la naturaleza no es posible ninguna Filosofía del hombre. Este principio fundamental lo hemos antepuesto a nuestra Estesiología del espíritu en el libro „La unidad de los sentidos‟, y lo anteponemos ahora a esta investigación. Hemos puesto empeño en mostrar por qué es necesario para la Ciencia del espíritu (Geisteswissenschaft) y su interpretación filosófica una Filosofía de la naturaleza (Philosophie der Natur) a diferencia (pero no en enemistad) de la Ciencia de la naturaleza (Naturwissenschaft).Tal necesidad se mantiene por sí misma, si uno no quiere apartarse del principio fundamental sobre que la Ciencia de la naturaleza necesita, en todo caso, para su fundamentación, de la Lógica y la Metodología, pero no de Filosofía alguna. La Teoría de las Ciencias del espíritu necesita la Filosofía de la naturaleza, es decir una consideración empíricamente no restringida del mundo corpóreo. Tal consideración del mundo corpóreo y de sus modos de manifestación (Erscheinungsweisen) no la ofrece la Ciencia exacta de la naturaleza. Todo intento por aplicar conceptos, teorías y resultados a las Ciencias del espíritu - sea de la disciplina científico-natural que sea -, y toda consideración sobre lo fructífero de tal procedimiento, como fue moda especialmente en la época del positivismo darwinístico - evolucionista, y todavía hoy es, de vez en cuando, pretendido, fracasa por el hecho de que aquí, cosas de distinto modo de ser y de intuición (verschiedener Seins - und Anschauungsweise) o, por así decirlo, de

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distinto nivel de intuición (verschiedener Anschauungshöhe) ; es decir, cosas, que son atribuidas a posiciones muy distintas de la experiencia, son aquí reducidas a una sola esfera”. 3.- Analítica de la excentricidad a partir de la graduación de lo orgánico Para Plessner, la pregunta filosófica por el hombre es “pregunta por el modo de existir del hombre y su puesto en la naturaleza”. Es pregunta que culmina en una analítica de la excentricidad como forma fundamental de la existencia humana ; como relación del hombre consigo mismo bajo el doble aspecto, que no partes, de “lo exterior” (Aussen) y “lo interior” (Innen) ; de lo corpóreo/corporal (Körper/Leib) y del alma (Seele) en cuanto “lo dado de antemano en disposiciones y propiedades” y en cuanto “vivencia” (Erlebnis) ; y, por último, como relación del hombre con su mundo, según tres leyes antropológicas fundamentales, a saber : 1ª/ Ley de la natural artificialidad (der natürlichen Künstlichkeit), referida a lo que es la esfera de la cultura y la de la socialidad (Mitweltlichkeit) ; 2ª/ Ley de la mediada inmediatez (der vermittelten Unmittelbarkeit) , o de la inmanencia y la expresividad, que tiene que ver con el conocer y el tender ; y 3ª/ Ley de la situación utópica (der utopischen Standorts) : Nihilidad (Nichtigkeit) y Trascendencia (Transzendenz).Y es pregunta, también, por el puesto del hombre en la naturaleza. Aquí no podemos ver lo que implican estas leyes antropológicas fundamentales, pues el esclarecimiento de esta problemática nos alejaría, tal vez, demasiado de nuestro tema. Por consiguiente, vamos a considerar, únicamente, lo que expresa el puesto del hombre en la naturaleza a partir de la graduación de lo orgánico para,finalmente, en conexión con lo que quiere significar la mencionada tercera ley antropológica, culminar nuestras reflexiones analizando la relación entre lo que manifiesta el concepto excentricidad humana y la problemática de la religión o Trascendencia. Plessner, al ir precisando las distintas graduaciones de lo orgánico, señala varios aspectos característicos en orden a fijar una estratigrafía de lo orgánico : el de que cada ser vivo es en un “aquí” (Hier) - espacio - y en un “ahora” (Jetzt) - tiempo - ; el de que es algo “puesto” (gesetzt) ; y el de que tiene un “límite” (Grenze). Lo orgánico, por ejemplo una roca, está ahí, pero sin límites.

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Estos le pertenecen como algo propio y exclusivo. Está, diríamos, un cuerpo viviente enmarcado por un límite. Es más, en virtud de éste, está mediatizado por una doble función o relación : relación hacia afuera y relación hacia dentro. Por tanto, por un lado, un cuerpo viviente está orientado desde sí mismo hacia el mundo exterior ; siempre más allá de sí mismo ; en permanente movimiento hacia afuera. Por otro, hay también una relación en sentido contrario : desde el mundo exterior hacia el cuerpo viviente. Hay un enfrentamiento, por parte del entorno, respecto del cuerpo viviente. El ser viviente de un cuerpo se caracteriza, pues, además de por ser en un “aquí” y un “ahora”, por estar en permanente relación recíproca ; en permanente movimiento, hacia fuera y hacia dentro ; a la vez que por ser “puesto” (gesetzt) por ese movimiento. Y es, precisamente, este modo de ser el cuerpo viviente, que Plessner sintetiza bajo la caracterización de la nueva posicionalidad específica de lo orgánico frente a lo inorgánico, la que hace posible que un cuerpo viviente cambie continuamente y, no obstante, siga siendo él mismo. Si se consideran los diversos modos, según los cuales se realiza la posicionalidad que determina al ser viviente, tenemos, entonces, las distintas graduaciones de lo orgánico. Mas no olvidemos que, en todo ser vivo, además de una cerrazón o conclusión en sí mismo como cuerpo, hay también una apertura a su entorno o mundo exterior, lo cual origina una continua tensión que necesita solución. Las plantas - primera graduación de lo orgánico -, que no poseen ningún órgano central del que parten los impulsos de movimiento, y que son, por tanto, autónomas, resuelven tal tensión “abriéndose” o “adaptándose” a su entorno o mundo exterior. Por lo cual, califica Plessner la estructura orgánica, o posicionalidad peculiar de la planta, como “la forma de organización abierta” del organismo vegetal (die Organisationsform der Pflanze)24. El animal, por su parte, posee una relación con el medio a través de órganos que mantienen una absoluta autonomía o independencia respecto de él. Es más, debido a su sistema nervioso central, hay en el animal una referencia inicial, una reflexividad - aunque no plena, pues “el cuerpo total no se ha vuelto totalmente reflexivo”- a un centro. De ahí que se inaugure con él la segunda graduación de lo orgánico : la centricidad o forma de

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Molinero en el centro, durante la IV Xuntanza Anual

organización cerrada del animal (die geschlossene Organisationsform des Tieres). Por consiguiente, el organismo animal no está simplemente ahí como algo “puesto” (gesetzt). En contraposición con la planta, el animal es capaz, además, de un cierto distanciamiento de sí mismo. No es plena la reflexividad del animal porque, si bien él vive en un medio, y desde el centro, o interior, de ese medio ; si bien está capacitado para vivir “lo extraño como extraño y lo propio como propio” ; y si bien hay un cierto anuncio retrospectivo a un centro (la centricidad propia de la posicionalidad típica del animal), con todo o, sin embargo, su ser se agota, se acaba, en el “ser aquí y ahora”. El animal no es capaz de volverse sobre, o destacarse, o distanciarse, de nuevo, de ese centro, o centricidad, que lo constituye. Por último, está la esfera peculiar del hombre. Esta es caracterizada por Plessner como la “posicionalidad de la forma excéntrica” o, más brevemente, como la excentricidad propia, o exclusiva, del hombre. Con la excentricidad, como forma fundamental del hombre, aparece puesto de manifiesto el carácter paradógico de la existencia humana. Recordando la consideración plotiniana del hombre como “el ser del medio”, es decir como medio entre Dios y el animal, diríamos que, en Plessner, el hombre

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aparece, por un lado, vinculado a lo orgánico. Mas, por otro, su centro está fuera de sí. Es excéntrico. Muestra, ónticamente, la mayoría de los tránsitos de estrato a estrato. Y, sin embargo, está sobre ellos como núcleo (Kern), como sustentador (Träger) de esa plenitud de graduaciones o estratos. Más aún, es, en cierto modo, sustraído (entzogen) a sí mismo. Podemos ver, resumidamente expresado en un pasaje de Las graduaciones, este modo de ser del hombre que, si bien tiene su base en la centricidad, sin embargo, desborda totalmente a ésta : “Si la vida del animal es céntrica, la vida del hombre, sin poder romper con esa centralización, antes, al contrario, a partir de ésta, es excéntrica. Excentricidad es la forma característica para el hombre en su frontal posicionalidad (frontaler Gestelltheit) frente a lo que le rodea (Umfeld)“. Pero, dada la relevancia antropológica que tiene la categoría excentricidad, analicemos ésta con un poco más de detalle. La excentricidad quiere expresar que en el hombre, a diferencia de lo que ocurre en el animal, la reflexividad es perfecta. El hombre es consciente, puede distanciarse, puede considerar como algo enfrentado, contrapuesto, puede convertir en objeto, su propio cuerpo, su alma, sus vivencias, el centro orgánico de su vida... ; puede reconocerse, incluso, a sí mismo como “sí mismo” (als Selbst). Es persona. En esa relación de distancia respecto de sí mismo,el hombre aparece siempre “detrás” (hinter) y “fuera de” (ausserhalb von) el centro de su posicionalidad como un sujeto o, mejor, como un “yo” (Ich) que no indica, sin embargo, un nuevo centro “al lado” (neben) de sí mismo ni incluso un principio ontológico pues, en definitiva, es „hiato‟ (Hiatus)‟. El “yo” sólo se puede concebir como el “punto de mira” (Blickpunkt), como el “punto de evasión” o “de huida” (Fluchtpunkt)31, como “el espectador” (den Zuschauer), como “hiato” frente a todo lo que él objetiva, incluyendo, por tanto, también a “sí mismo” (Selbst). No se puede concebir al yo como “objeto” por cuanto éste remitiría, de nuevo, a otro objeto, y la serie se haría interminable. El “yo reflexivo” se encuentra siempre detrás del centro de su posicionalidad. De ahí que el hombre permanece oculto a sí mismo, por cuanto no se reconoce totalmente a sí mismo en su comportamiento. En cuanto yo, el hombre está siempre “fuera de” (ausserhalb von) el centro de su vivencia. No se agota, o acaba, en un “aquí” (Hier) y “ ahora”

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(Jetzt) como ocurre con el animal, pues su propio “aquí” y “ahora” puede ponerlo, en cierto modo, ante sí mismo. El yo por el que el hombre experimenta carece de lugar y de tiempo ; o, dicho de forma positiva, es en “ningún lugar” (Nirgendwann) y en “ningún tiempo” (Nirgendwo). En definitiva, no cabe pensar forma alguna especial de organización corporal, que realice la excentricidad, por el hecho de que ésta, aunque supone, como condición, un cuerpo organizado centralizadoramente, sin embargo, está por encima, o más allá de (ausserhalb) toda organización animal. Un centro de excentricidad, existente en el espacio y el tiempo, es contradictorio. Terminemos, a modo de síntesis, este apartado con un pasaje literal, una vez más, del propio Plessner : “El hombre en cuanto cosa viviente, que está puesta en el centro de su existencia, sabe (weiss) de ese centro, tiene vivencia (erlebt) de él y, está, por tanto, sobre él (über sie hinaus). Tiene vivencia de la unión con el aquí y el ahora absolutos, de la total convergencia de lo que le rodea (des Umfeldes) y del propio cuerpo (des eigenen Leibes) frente al centro de su posición y, por ello, no está ya, entonces, vinculado a él... ;se sabe libre y, a pesar de esta libertad, se sabe desterrado (gebannt) en una existencia que le reprime (hemmt) y con la que tiene que luchar...Su „encontrarse en sí‟(„stehen in sich‟) manifiesta el fundamento de su encontrarse (seines stehens). Está puesto en su límite (in seine Grenze gesetzt), por tanto, está sobre éste. No sólo vive (lebt) y tiene vivencias (erlebt), sino que tiene vivencias de su tener vivencias (Erleben). Pero, el hecho de tener vivencias de sí como algo (als Etwas) que no puede de nuevo ser vivenciado (erlebt werden kann), que no puede mostrarse más en la posición de objeto (Gegenstands-stellung) ; el hecho de tener vivencias de sí como puro yo (als reines Ich), a diferencia del psicofísico yo individual (Individualich), idéntico con el vivenciable „para mí‟ („Mich‟), tiene sólo, y únicamente, su fundamento en la especial posicionalidad límite (Grenzgesetztheit) de la cosa llamada hombre... Posicionalmente, se presenta un aspecto triple : lo viviente es cuerpo (Körper) ; en el cuerpo (im Körper), como vida interior (als Innenleben), o como alma (Seele) ; y fuera del cuerpo (ausserhalb dem Körper), como punto de mira (als Blickpunkt) por relación al cual es él ambos aspectos. Un individuo, que se caracteriza, posicionalmente, de esta triple manera se llama persona...(y) su existencia está, verdaderamente, puesta en la nada (auf Nichts gestellt).

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4.- De la excentricidad humana a la Trascendencia Hasta aquí hemos podido comprobar que la categoría antropológica excentricidad, del mismo modo que expresa una relación del hombre consigo mismo, posibilita también una relación del hombre con su mundo. Pues bien, insistamos, todavía, en estos dos aspectos por cuanto la problemática de la Trascendencia tiene que ver con ellos. Al referirse a la relación del hombre con el mundo, Plessner pone de manifiesto cómo el hombre no sólo tiene un entorno o mundo circundante (Umwelt) con el que está acostumbrado y cuyo marco no puede sobrepasar, sino también, o además de esto, un mundo (Welt), o un amplio horizonte de objetos que le rodean (von ihm umgebenden Gegenständen), y de hombres (Mitmenschen) que, sólo en relación a su conciencia, son mundo (Welt) pero que, en su realidad autónoma (eigenständig), son independientes de la conciencia y, en esta doble función, forman la base de toda actividad. Más aún, intenta, incluso, ampliar su noción de mundo en el marco de la Trascendencia. Refirámonos, entonces, a esta problemática. Dós moi pou stw. Dame dónde apoyarme, dice Plessner, evocando el conocido lema de Arquímedes. Y añade : “Esta palabra (stw = apoyo) se encuentra sobre toda la existencia humana”. Pero, recordando otro pasaje, leemos también : “Excéntricamente puesto, se encuentra el hombre allí donde se encuentra y, al mismo tiempo, allí donde no se encuentra”. ¿Dónde se encuentra, entonces, en verdad, el hombre ? Por su forma de posición excéntrica, el hombre está en una “contradicción insoluble” (“unlösbaren Widerspruch”). Alberga un “realizado contrasentido” (“realisierter Widersinn”). Es “una paradoja manifiesta” (ein durchsichtiges Paradoxon); “una paradoja existencial” (“ein existenzielles Paradoxon”). Por una parte, está en una “correlación esencial” (in Wesenskorrelation) con el mundo exterior (Aussenwelt), con el mundo interior (Innenwelt) y con el mundo social (Mitwelt). Y, por otra, “está fuera de sí” (ausserhalb seiner) ; experimenta en sí mismo su constitutiva “carencia de raíz” (seine Wurzellosigkeit), su “falta de sostén” (“seine Haltlosigkeit”) y, correlativamente con ello, la del mundo como “ un mundo único” (“als eine Welt”), como un “universo” (Weltall). No le es dado al hombre el saber “donde” (“wo”) se encuentran él y la realidad correspondiente a su excentricidad. Visto desde su excentricidad, al hombre le falta un

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equilibrio, un contrapeso (Gleichgewicht), que no puede hallar ni en sí mismo ni en su mundo, incluyendo, en este caso, la espera de la cultura y la de la socialidad. La pregunta, que nos inquieta ahora, se concreta, entonces, de esta forma: ¿Puede el hombre hallar sosiego o descanso, si no en este mundo, sí en una realidad extramundana, trascendente? Plessner parece responder negativamente a esta cuestión, al menos en tanto el hombre vive según la ley de su excentricidad. Posición excéntrica significa, en efecto, renuncia a todo punto natural fijo en el ámbito de lo viviente. Por tanto, la excentricidad sólo puede hallar - si es que lo puede, de suyo - su contrapeso o equilibrio fuera del individuo y de su mundo, aunque, sin embargo, sin poder perder la conexión real con este mundo. Mas esto implica, para el hombre, una contradicción existencial, que exige, no obstante, todavía, un punto de descanso extramundano a fin de que aquella resulte soportable al hombre. Se forma así, el hombre, y precisamente sobre la base de su excentricidad, la representación de un “en frente” divino (eines göttlichen Gegennüber), absoluto, que se halla fuera del círculo : mundo circundante/mundo (Welt/Umweltkreis) : “Con la propia falta de sostén (an der eigenen Haltlosigkeit), que impide al hombre el sostén en el mundo, y que presenta a aquél como condición del mundo, tiene que ver la nihilidad (die Nichtigkeit) de lo real y la idea del fundamento del mundo. Forma de posición excéntrica y Dios, como el ser absoluto, necesario, fundador del mundo, se encuentran en correlación esencial. Puesto que la existencia del hombre alberga para éste un realizado contrasentido..., necesita él de un sostén que lo libere de esta situación de la realidad. Dada la orientación (Angewiesenheit) hacia un punto de apoyo (Stützpunkt) de la propia existencia situado fuera de la esfera de la realidad, la realidad misma necesita de apoyo necesariamente”43. El hombre necesita, como contrapeso necesario a su posición excéntrica, al menos la idea de un fundamento, trascendente, del mundo. Ahora bien, con esto, dicho de una manera estricta, no se afirma nada, a favor o en contra, de la real existencia de Dios. En Plessner, todo parece indicar que, al anhelo excéntricamente condicionado de un fundamento del mundo, da cumplida satisfacción la mera idea de un ser supremo. ¿Queda, a pesar de lo que acabamos de indicar, alguna salida a la Trascendencia?

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El hombre, del mismo modo que aspira, por la cultura y la socialidad, al equilibrio o contrapeso que la naturaleza le niega, tiende, igualmente, en virtud de su posición excéntrica, a anular y sobrepasar todo equilibrio conseguido. Se encuentra así, necesariamente, “tras” (“hinter”) cualquier punto de descanso conseguido. Se destaca de éste, y se sitúa, de nuevo, en la nada (im Nichts).Plessner argumenta que el hombre se relativiza a sí mismo y a su mundo por referencia a una idea de la Trascendencia. Desenmascara así, el hombre la nihilidad de ambos (e.d., de él y del mundo) y llega a situarse, incluso, precisamente “tras” (“hinter”) esa representación de la Trascendencia. Pero, al destacarse de la Trascendencia, el hombre pierde toda certeza sobre ésta. Aunque Dios exista realmente, el hombre, que tiene una idea de El, llega a situarse “tras” (“hinter”) El, y experimenta (erlebt) la posibilidad, e incluso la necesidad, de negar lo Absoluto y, con ello, el fundamento único del mundo. El descanso del hombre en una imagen de Dios, que puede haber sido conseguida, se acaba : “La excentricidad de su forma de vida, su encontrarse en ningún lugar (im Nirgendwo), su situación (Standort) utópica, fuerza al hombre a dirigir su duda contra la existencia divina, contra el fundamento de este mundo y contra la unidad del mundo. Si existiera una demostración ontológica de la existencia de Dios, entonces, al hombre, según la ley de su naturaleza, no le estaría permitido dejar ningún medio para destruirla”44. En definitiva, la salida que queda, para Plessner, es la fe. A quien pretenda hallar seguridad y descanso en el pensamiento sobre un mundo, divinamente sustentado, le resta únicamente, la fe (den Glauben). “Una sola cosa se conserva como algo característico para toda religiosidad ; ésta crea un algo definitivo...Entre ella y la cultura se mantiene... una enemistad absoluta. Quien pretenda volver a casa, a la patria, y encontrar cobijo, ha de ofrecerse en sacrificio a la fe. Mas quien mantenga eso con el espíritu, ese no vuelve”. Y, en otro lugar, precisamente al final de Las graduaciones : “En un universo (Weltall) sólo se puede creer. Y, en tanto cree, el hombre vuelve „siempre a casa‟ („immer nach Hause‟). La „buena‟ (die „gute‟) infinitud circular, el regreso de las cosas de su absoluto ser otro (aus ihrem absoluten Anderssein) sólo existe para la fe. El espíritu, sin embargo, distancia de sí (weist von sich fort) al hombre y a las cosas y los trasciende (weisst über sich hinaus). Su característica es la línea recta de la infinidad sin fin. Su elemento es el futuro. El espíritu destruye el círculo mundano (den Weltkreis) y, como el Cristo de Marción, nos abre la dichosa extrañeza (die selige Fremde)”.

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NOTAS. Como norma general de trabajo, he preferido, a veces, que los textos aducidos de Plessner sean, quizá, un poco extensos a fin de permitir la lectura real del propio autor dada la ausencia casi total de traducción de sus obras. 8 Y esto también, llamativamente, a partir de 1919 aproximadamente. Recordemos, en efecto, que la primera gran obra de la Filosofía de la existencia es, precisamente, la de Karl Jaspers, titulada : Psicología de las concepciones del mundo (1919), a la que sigue : Filosofía, t. I. Orientación filosófica en el mundo ; t. II : Esclarecimiento de la existencia ; t. III : Metafísica (1932). Mientras que Heidegger, por su parte, sobresale muy especialmente con su primera gran obra : Ser y tiempo, ultimada en abril de 1926 y publicada en 1927. Pero su pensamiento venía configurándose desde las primeras lecciones como asistente en Friburgo, a partir de febrero de 1919. 9 Cfr. H. Plessner, Die Stufen..., cit., VII-VIII. 10 Helmuth Plessner, Die Stufen, cit., V-VI. 11 Leemos, al respecto, por ejemplo, en Karl Popper : “El resultado de todo esto es que no estoy de acuerdo con la teoría del „yo puro‟. El término filosófico „puro‟ se debe a Kant y sugiere algo así como „previo a la experiencia‟ o „libre de (la contaminación de la) experiencia‟. Y, de ese modo, la expresión „yo puro‟ sugiere una teoría que considero equivocada : la teoría según la cual el ego estaba allí antes de la experiencia, de modo que todas las experiencias estuviesen acompañadas, desde el comienzo, por el „yo pienso‟ cartesiano o kantiano (o tal vez por „yo estoy pensando‟ o, en cualquier caso, por una „apercepción pura‟ kantiana). Frente a ello, pienso que ser un yo es un resultado en parte de las disposiciones innatas y, en parte, de la experiencia, especialmente de la experiencia social. El recién nacido tiene muchas maneras innatas de actuar y responder, así como muchas tendencias innatas a desarrollar nuevas respuestas y nuevas actividades. Entre ellas está la tendencia a convertirse en una persona consciente de sí misma pero, a fin de conseguirlo, han de ocurrir muchas cosas. Un niño que crezca en aislamiento social no conseguirá una plena conciencia de sí...”(Karl Popper/John Eccles, El yo y su cerebro, Labor, Barcelona 1993).

José Luis Rodríguez Molinero, abajo en el centro, en la Xuntanza celebrada en Lugo

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Agradecimientos

-Hotel Villa de Cacabelos, por su calurosa bienvenida. -Restaurante El Apóstol, sede de los actos del homenaje. -Organización: Jorge Sandín, Donoso Valdivieso, Alipio Fernández, Jesús Sanz, Manuel Arias, Emiliano Vázquez, Rogelio González "Escaleira", José Luis Rivas, Eulogio Barredo, César Arias y Luis Cristobo. -Organización XII Encontro Anual: Juan M. Carpintero, Enrique Roberto Lista, Ricardo Seguín y Juan David Martínez. -Relatores: Florencio Vicente Castro y Juan Donoso Valdivieso Pastor. -Familia: Pablo y Carlos, hijos de José Luis R. Molinero. -Intervenciones: Emiliano Vázquez, Rogelio González "Escaleira", Jesús García y Pedro García Fernández, además de (por delegación) José Luis Rivas y Porfirio José Bentosinos. -Adhesiones: Fray Santiago Agrelo (arzobispo de Tánger), fray Roberto Lista, fray Amado González, fray Feliciano Gómez y otros. -Colaboración especial: Fray Hipólito Barriguín. -Coro: bajo la experta batuta de Ángel Viro. -Compañeras y amigas, por aguantar estoicamente nuestra devoción por Herbón.

Page 70: Homenaxe a José Luis R. Molinero

Homenaxe a Molinero

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Edición conmemorativa do Día do Libro 2013