HOMENATGEA LINNÉ I BUFFON · doi: 10.2436/20.2006.01.72 18 ANTONIO GONZALEZ.qxp:18 ANTONIO...

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HOMENATGE A LINNÉ I BUFFON

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  • HOMENATGE A LINNÉI BUFFON

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  • LA DIFUSIÓN DE LAS IDEASLINNEANAS EN LA ESPAÑADE LA ILUSTRACIÓN

    ANTONIO GONZÁLEZ BUENOUNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID.

    Palabras clave: Carl Linné, botánica, España, siglo XVIII

    The Spread of Linnean Ideas in the Enlightned Spain

    Summary:We analyzed the process by means of which the Linnaean theories are

    introduced in Spain. We paid special attention to the centers where, during second

    half of century XVIII, Botany was taught; we take care of the disposition of its plan-

    tations, the used books and the allegiance shown by the professors one or another

    nomenclature system. Our route is consciously centralist, because we understand

    that the introduction of the Linnaean theories in Spain is strongly tie to a certain ac-

    tion of government. Our approach begins in the Court, after the arrival to this one

    of Pehr Löfling, continues by the peninsular periphery, is entered in the virreinales

    territories and, from the center of these, it reaches the margins of American earth.

    Key words: Carl Linné, Botany, Spain, XVIII century

    1. Introducción: de la historia al mitoPocos naturalistas han gozado de la popularidad que, en su tiempo, yen los siglos posteriores, disfrutara el sueco Carl Linné. Su acusadapersonalidad, unida a los muchos honores disfrutados en vida, hanllevado a una idealización de su obra, a convertirle en un mito; para élse crearon los apodos de «príncipe de los botánicos», «nuevo Adán» o«Plinio del norte», su efigie está presente desde en los billetes del Ban-co de Suecia hasta en los sellos para uso postal; su nombre es emplea-

    III JORNADA D’HISTÒRIA DE LA CIÈNCIA I ENSENYAMENTNOVA ÈPOCA / VOLUM 1 (2) / 2008, p. 183-203

    DOI: 10.2436/20.2006.01.72

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  • do como reclamo publicitario de productos de la más variada índole, desde la agencia ofi-cial de turismo sueco hasta una marca de ropa vaquera.1

    Como todos los mitos, su figura y su obra acostumbran a verse desvirtuados, como si suimagen nos llegara a través de la visión que proporcionan los espejos deformantes. Suma-mente ambicioso, poseedor de una vasta capacidad de trabajo, supo dar respuesta a un pro-blema planteado en su juventud: el establecimiento de un nuevo sistema con el que clasifi-car la naturaleza. Deus creavit, Linnaeus dispusuit; este adagio recoge con precisión el talantelinneano frente a la naturaleza. Sus profundas ideas religiosas, su espíritu organizativo y unmarcado carácter egocéntrico dieron como resultado una clasificación jerárquica del mun-do vivo, estrictamente artificial y aparentemente sencilla y cerrada.

    Sin ánimo de minimizar su importante contribución a la nomenclatura biológica o a losconceptos de género y especie, hay que reconocer que sus presupuestos teóricos sobre laclasificación no son avanzados para su época; su pensamiento se encuentra aferrado a lasviejas doctrinas defendidas desde la Grecia clásica, preocupadas por ofrecer un modelo or-ganizativo de la naturaleza, sencillo de aplicar, que permitiera ordenar la variabilidad natu-ral en un sistema estanco, donde no existe correlación entre los diferentes espacios reserva-dos para cada uno de los grupos que integran el modelo.

    Estamos ante un sistema que, ante todo, se preocupa por ordenar el mundo natural, nopor entenderlo; Carl Linné intentará ofrecer soluciones prácticas que faciliten la identifica-ción, aunque con ello se alejará de proponer generalizaciones sobre el mundo natural, unacuestión sobre la que ya trabajaban otros naturalistas. Él no participó del espíritu social desu época.

    Para Linné la Naturaleza se sostiene sobre dos pilares: dispositio [clasificación] y denomi-natio [nomenclatura], y el fundamento de la nomenclatura es la clasificación; por ello, elmétodo de clasificación ocupa, en su pensamiento, el lugar más destacado.

    Carl Linné fue un hombre anclado en el pasado, el final de una época; él supo recoger ysintetizar las formulaciones planteadas por quienes le antecedieron, desde Andrea Cesalpi-no a Joseph Pitton de Tournefort, dándoles una nueva coherencia, pero sus propuestas sis-temáticas nacieron agonizantes, cuando ya se gestaban los nuevos sistemas de clasificaciónnatural. Una lectura atenta de su obra, no sólo la relacionada con la sistemática o la taxono-mía, también en la que se recogen sus pensamientos religiosos, nos presenta una mentali-dad con una visión oscura del mundo, más próxima a un arcaico pensador barroco que auna mente ilustrada.

    Las grandes aportaciones de Carl Linné deben buscarse, por un lado, en la separación dela función diagnóstica de la denominativa; esto es, la creación de un «nombre índice» al que

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    1. Sobre Carl Linné hay una extensa literatura; destacamos, entre otros, los estudios de B. D. Jackson (1923), E. Álvarez

    López (1947), A. J. Boerman (1953), W. T. Stearn (1957), F. A. Stafleu (1971), G. Broberg (1980), W. Blunt (1982), D. Alvar-

    gonzález (1992), A. González Bueno (2001) y G. Broberg (2006).

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  • pudiera acoplarse, cuando fuera necesario, la descripción del ser vivo y, por otro lado, en elestablecimiento de un lenguaje técnico preciso, definido por la elaboración de frases diag-nósticas, no excesivamente largas, con un estilo prefijado y carente de verbos. En definitiva,en un período donde los estudios sobre el medio natural, tanto los estrictamente taxonómi-cos como los aplicados, se encontraban en expansión, Carl Linné supo dotarlos de los ele-mentos técnicos que permitieron su eclosión.

    2. Ciencia y política en la España de las LucesLa nueva forma de denominar a los seres vivos mediante una estructura binomial, más sim-ple pero mucho más críptica que la polinominal hasta entonces empleada, habría de resul-tar llamativa en los ambientes ilustrados; su sencillez, basada en la idea de «nombres índi-ce», habría de atraer a aquellos colectivos interesados en la utilidad o aplicación, y no en ladescripción o clasificación, lo que hizo que su empleo se generalizara en textos destinadosa cirujanos, médicos, farmacólogos y agricultores; se desligan, así, los trabajos taxonómicosy sistemáticos de los esencialmente aplicados.

    Además, como los nombres tienen función de índice no precisa el empleo de elementosdiagnósticos y pueden adoptarse apodos de fantasía, lo que permite dedicar la nueva plan-ta o el animal descrito al protector o al amigo, nada más adecuado en una sociedad donde,para medrar, es preciso estar cerca de la Corona y, si se carece de título nobiliario, se hacenecesario disponer de elementos justificativos de tan alto privilegio.

    Las metáforas empleadas por Carl Linné para explicar su sistema de clasificación tuvie-ron una alta aceptación entre sus contemporáneos; la utilización de elementos fáciles de ob-servar (estambres y pistilos en el caso de las plantas) y la sencillez del proceso clasificatoriole convirtieron en una útil herramienta de trabajo, especialmente entre el amplio grupo deaficionados procedentes de la nobleza o de las clases dirigentes, que se iniciaron en la botá-nica y, en menor medida en la zoología, en el Siglo de las Luces. No hay duda de que CarlLinné supo popularizar el estudio de los seres vivos y que sus sistemas de clasificación y no-menclatura contribuyeron grandemente a ello.

    España no quedó al margen de esta tendencia. Tras la instauración de la dinastía borbó-nica, y como una de las políticas renovadoras emprendidas por la nueva casa, figura el de-sarrollo de nuevas disciplinas de carácter científico, en un intento de acabar con el modeloestrictamente escolástico imperante en las universidades. Dentro de este contexto debe en-tenderse el apoyo prestado, desde la Corona, al estudio de la botánica; el interés de los ilus-trados españoles ha de considerarse, en sus inicios, como una actitud política más que cien-tífica (González Bueno & Puerto, 1988; Puerto & González Bueno, 1995).

    Los franceses Bernard Abolin, boticario real, y Louis Riqueur, jefe de la farmacia militar,pertenecientes al séquito de Felipe V (1683-1746), cultivaron sus propios jardines botáni-cos, pero éstos fueron lugares para el ornato y lucimiento ante la Corte, no centros de estu-dio o de aclimatación. Este gusto por los jardines botánicos tuvo una cierta implantación

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  • entre los cortesanos españoles, deseosos de imitar la moda francesa exhibida por la nuevadinastía.

    La creación de jardines privados se generaliza entre la nobleza cortesana españoladel siglo XVIII. Esta élite social, siempre deseosa de servir a la Corona, no dudará en ma-nifestar su aceptación —e incluso la más férrea de las defensas— ante las reformas propi-ciadas por los órganos de poder. Su apoyo al desarrollo de nuevas iniciativas, el estudiodel medio natural entre ellas, se entiende más como un proceso de adscripción a una de-cisión política, que a un razonamiento teórico sobre los principios científicos de una dis-ciplina.

    Fue el marqués de Grimaldi, embajador de la Corona española ante la Corte sueca, quiennegoció la contratación de Pehr Löfling, uno de los discípulos de Carl Linné, para difundirlas teorías de su maestro entre los naturalistas españoles.

    La presencia de Pehr Lögling (1729-1756) en España se explica bien dentro del proyec-to reformista emprendido por la Corte borbónica: el estudio de la naturaleza era una herra-mienta clave para el inventario, y posterior explotación, de las riquezas naturales, ademásde una pieza básica para el desarrollo de la agricultura (Ryden, 1957; Pelayo, 1990; Pelayo &Puig Samper, 1992).

    Es evidente que en el pensamiento de Carl Linné estaba presente no sólo el deseo de sa-tisfacer a la Corte española, también el de acceder a las producciones naturales, sometidasaún a un férreo control. No en vano escribirá en la introducción al Iter hispanicum... de sudiscípulo:

    De las partes meridionales de Europa era poco ó nada lo que yo sabía á tiempo queya me eran conocidas las producciones naturales de las Indias mas remotas. Este fueel motivo por el que solicité, mediante el influxo de mis amigos, introducirme con elExc. Sr. Marques de Grimaldi, Embaxador de S. M. Católica en nuestra corte, y supli-car que me fuese permitido enviar uno de mis discípulos á recorrer España. No bienhabía entablado yo mi pretension, quando el Señor Teniente Radbaud me dió á en-tender de parte de S. E. que S. M. Católica deseaba tener á su servicio un Botánico quehubiese estudiado conmigo; casualidad que al pronto me llenó de admiracion...(Asso, 1801: 282)

    3. La penetración de las teorías linneanas en la Corte de EspañaJosé Hortega (1703-1761), en un informe solicitado por el ministro José Carvajal y Lancas-ter (1696-1754), fechado en junio de 1751, meses antes de la llegada de Pehr Löfling, el dis-cípulo de Linné, a España, escribirá:

    Concluyo, asegurando a V. E. que con Minuart, Quer, Barnades y Vélez, puede V. E.establecer en la Corte un Jardín Real Botánico, o una esquela de Botánica, y por consi-

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  • guiente introducir en nuestra España este útil, y delicioso estudio […] trabajarán los es-pañoles por un lado, mientras que el Botanista Sueco Pedro Loeflingio desempeña porotro las grandes cosas que ofrece…2

    Cuando Pehr Löfling llegó a España, en el otoño de este mismo 1751, el ambiente es pro-clive a la introducción de las nuevas teorías linneanas, pero nuestro país se encuentra faltode botánicos dispuestos a interesarse por ellas (González Bueno, 1990; Puig Samper, 1993).

    Joseph Quer (1695-1764), prototipo de ilustrado, poco formado en el ámbito científicopero deseoso de colaborar en el proceso reformador propiciado por la dinastía borbónica,no aceptará el sistema linneano, antes bien, lo criticará abiertamente (Pascual, 1970). Elmotivo de su crítica es personal: Carl Linné comentó en su Bibliotheca botanica (Amster-dam, 1736) el atraso en que se encontraba el estudio de los vegetales en España y JosephQuer retomó sus palabras para presentar una apología de la ciencia española. Pehr Löflingle conoció bien, y en carta a su maestro lo definió como un hombre interesante, pero más adostentationem quae verae scientae caussa.3

    Tampoco Joan Minuart (1693-c. 1771/1772) habría de utilizar el sistema linneano (Ca-marasa, 1986); formado junto a Joseph Quer, bajo los principios de la escuela botánica ita-liana, su obra sigue los principios tournefortianos no por motivaciones nacionalistas comolas mantenidas por Joseph Quer, sino por pura incapacidad física; cuando Joan Minuart co-noció a Pehr Löfling contaba ya 58 años y no estaba en condiciones para emprender cam-bios en sus concepciones clasificatorias.4

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    2. Joseph Hortega a Joseph Carvajal Lancaster. Madrid, 15.06.1751. Archivo General de Simancas [AGS], Estado,

    leg. 7896 (Riera, 1981: 100).

    3. «D. Joseph Quer es un hombre interesante, pero más ad ostentationem que verae scientiae caussa. Tiene un estudio

    bastante bonito pero su carácter me resulta más rígido que los otros, aunque la razón quizás sea que todavía no puedo

    conversar bien con él, ya que no habla latín [...] El señor Quer es absolutamente tournefortiano y no quiere apenas oír ha-

    blar de otras cosas...» Pehr Löfling a Carl Linné. «Res privatae». Madrid, 4.11.1751. Linnean Society, Correspondencia lin-

    neana, vol. 9: 398-399 (Pelayo, 1990: 125-126).

    4. «El señor Minuart ha fomentado la botánica aquí en España; es un hombre muy bueno, a mi me quiere de todo co-

    razón, como si fuera su propio hijo. [...]. Él entiende vuestro método, señor Archiatra, pro lamenta que su vista, por su

    avanzada edad, ya no le acompaña en la investigación de cosas tan finas como son estambres y pistilos. Dice a menu-

    do que le habría gustado conocer su método cuando era más joven y sus fuerzas eran tan grandes como su voluntad [...].

    Sé que al señor Minuart le gusta más la verdad que los halagos y adulaciones, pero prefiero callármelo. Sin embargo, me

    satisface saberlo [...]. Tiene una preciosa colección de plantas que poco a poco estudiaré., informándole a Vd. sobre

    ella. Ya que de ahora en adelante viviré en su casa, donde una habitación ha sido alquilada para mi por la persona que

    del señor Carvajal recibió la orden de facilitarme las cosas...» Pehr Löfling a Carl Linné. Madrid, 4.11.1751 (Pelayo,

    1990: 125-126).

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  • En octubre de 1755 se inauguró en Madrid el Real Jardín Botánico; como primer cate-drático se nombró a Joseph Quer, la plaza de segundo profesor sería ocupada por JoanMinuart. A tenor de los comentarios de Pehr Löfling, no cabe pensar que el método lin-neano se impusiera en España a través de los primeros profesores que dirigieron esta ins-titución.

    Las obras de acondicionamiento del Jardín de Migas Calientes, la institución regia desti-nada a la enseñanza de la botánica, habían comenzado en 1747. Pese a su inauguración efec-tiva poco después de la visita de Löfling a la Corte, sus plantaciones no estuvieronfinalizadas hasta 1778; entonces pudo contemplarse su estructura: doce grandes cuadros or-denados según el sistema de Tournefort, pues éste era el modelo seguido para la enseñanzapública, iniciada en 1757 (Colmeiro, 1875; Añón, 1987). El mismo sistema que, desde añosatrás, venía utilizando Cristóbal Vélez en las clases de botánica impartidas en el jardín botá-nico del Colegio de Boticarios de Madrid, iniciadas en el mes de mayo de 1751.5

    Pero la estancia de Pehr Löfling en Madrid no fue baldía; el sueco trabó amistad conotros botánicos de la Corte, en especial con José Hortega6 y Cristóbal Vélez,7 en cuya casavivió; el primer día de noviembre de 1751, recién llegado a Madrid, P. Löfling escribió a sumaestro:

    Vm. no podrá creer lo bien recibidas que han sido sus obras por acá, de las qualesantes de mi llegada no se tenía noticia alguna. La breve descripción de los caracteres enel sistema les ha contentado mucho; de modo que yo solo por esta novedad hubierasido bien venido...8

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    5. En junta general del 1.05.1751 el Colegio de Boticarios deMadrid nombra a Cristóbal Vélez, a la sazón secretario del Co-

    legio, para que se ocupe de las lecciones y demostraciones de plantas según el sistema de Tournefort, todos los domingos,

    a la hora que crea más cómoda para facilitar la asistencia de los mancebos de boticas y los boticarios colegiados; las lec-

    ciones dieron inicio el 4 demayo (cf. Muñoz Calvo &González Bueno, 1986). El propio Löfling transmitirá la información a Lin-

    né: «El Collegio Pharmacopéo Regio le ha encargado la tarea de enseñar botánica a la juventud, N. B. según el método de

    Tournefort, correctamente recogido en el diario del Colegio queme ha enseñado [...] Sin embargo dice que se trata más bien

    de contentar a sus colegas que tan impresionados están por este método, pero él en todo caso seguirá el que le plazca, ha-

    ciendo sólo mención a los géneros y especies de Tournefort...» Pehr Löfling a Carl Linné. Madrid, 4.11.1751 (Pelayo, 1990:

    125-126).

    6. «… el Sr. Ortega [...] es el más afamado de todos. Tengo el gusto de servirme de su librería á todas las horas...» Pehr

    Löfling a Carl Linné. Madrid, 28.07.1752 (Asso, 1801: 336).

    7. «D. Cristóbal Vélez es aún más joven, de unos cuarenta años, y tiene una hermosa biblioteca de botánica. Su Flo-

    ra Matritensis está escrito según el método de Tournefort, pero haré lo que pueda para atraerle hacia otras ideas [...] Su

    sistema le gusta especialmente por los caracteres tan nítidos...» Pehr Löfling a Carl Linné. Madrid, 4.11.1751 (Pelayo,

    1990: 125-126). «Conozco que elogiándolo se le puede llevar adonde uno quiera...» Pehr Löfling a Carl Linné. Madrid,

    13.03.1752 (Asso, 1801: 172).

    8. Madrid, 1.11.1751 (Pelayo, 1990: 126).

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  • Y apenas tres días después, en carta bajo leyenda «res privatae», hará una petición explí-cita para granjearse los favores de los botánicos de la Corte:

    Si Vd. encontrara alguna forma para mí de promover nuestra causa aquí, escribiendoalgún artículo u otra cosa que también me pueda recomendar a mí, desearía de todo co-razón que me lo hiciera saber, ya que el tournefortianismo reina con tanta fuerza aquí...9

    Y con la diligencia y la política que le era habitual, el maestro supo encontrar, entre laspropias plantas remitidas por su discípulo, representantes de cuatro nuevos géneros con losque honrar a los botánicos de la Corte: Ortegia L., Queria L., Minuartia L. y Velezia L. El ha-lago fue la forma habitual utilizada por la escuela linneana para granjearse la amistad deaquéllos cuyo apoyo o protección resultaba necesaria para la divulgación de sus doctrinas;desde luego esta táctica no fue una excepción en la Europa ilustrada, antes bien, parece lanorma habitual de comportamiento.

    Mientras, Pehr Löfling intenta catequizar, no sin dificultad, a los botánicos madrileños enlas doctrinas de su maestro; los libros de Carl Linné —y sus teorías— harán una entradatriunfal en el puerto de Cádiz, su Bibliotheca botanica, Fauna suecica, Flora suecica, Fundamen-ta botanica, Systema Naturae y algunas obras más eran adquiridas, en Leyden, en 1752, porJoseph Nájera, con destino al Real Colegio de Cirugía de Cádiz, por decisión de Pedro Virgi-li. La opción de Pedro Virgili debe entenderse dentro de la propia utilidad del sistema de no-menclatura linneano, no tanto desde la reflexión teórica que podía suponer su aceptación.Pehr Löfling conocería personalmente a Pedro Virgili, durante su estancia gaditana de finalesde 1753, previa a su embarque hacia tierras americanas. De él escribirá a Carl Linné:

    Este Don Pedro Virgili es grande amigo de Don Joseph Ortega, por cuyo medio ten-drá Vd. noticia de todo cuanto envíe y Vd. quiera saber. Es hombre de luces, y de un ta-lento sobresaliente, muy amante de las ciencias y de los que las cultivan [...] Es lástimaque no sea Botánico; aunque su aficion á las ciencias le ha movido á poner un jardín bo-tánico en el Colegio [de Cirugía de Cádiz]. Me ha consultado varias veces sobre el cul-tivo de varias yervas medicinales... (Asso, 1802: 325)

    No nos quedan muchos datos de este jardín gaditano; sabemos de su instalaciónen 1751, de su ordenación en función del carácter medicinal del vegetal y de la identifica-

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    9. Madrid, 4.11.1751 (Pelayo, 1990: 160). El propio Pehr Löfling matizará, meses después, este comentario; en carta a

    Carl Linné, fechada en Madrid, a 13.03.1752, en alusión a la descripción del género «Minuartia» [sic por Cervaria] que el

    sueco atribuye a Joan Minuart, escribirá: «se excusa el Sr. Minuart diciendo, que él los explicó [los caracteres] según

    el método de Tournefort, quando no tenía noticia del sistema de Vmd., que no se conoció aquí hasta los años de 1739

    y 1740...» (Asso, 1801: 166-167).

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  • ción de las plantas, en 1752, mediante un centenar de «estacas de cidro»; meses después,cuando lo viera Löfling, aún era poco más que un proyecto apenas bosquejado. De lo queno cabe duda es de que se trataba de un jardín enfocado hacia la enseñanza de la botánicamedicinal; desde agosto de 1755, se encontraba a su frente un antiguo colegial gaditano,Francisco Ruiz, formado ex-professo, en el Jardín de París (Bustos Rodríguez, 1983; GalánAhumada, 1988).

    La utilidad de la nomenclatura botánica, y su general difusión europea debieron ser loselementos clave que llevaron a Pedro Virgili a optar por el sistema linneano frente al deTournefort imperante en la Corte. Pero el Jardín de Cádiz es apenas un espejismo; la ense-ñanza de la botánica en él se enfocaba hacia lo medicinal, auque nos consta que se enseña-ron los principios de la sistemática linneana; al menos así se desprende de los comentariosde José Celestino Mutis, quien asegura haber aprendido los rudimentos del método linnea-no en Cádiz, y haberse «perfeccionado» en él en Madrid, de manos de Miguel Barnades.

    Miguel Barnades (+1771), catedrático de Botánica en el Real Jardín desde la muerte deJoseph Quer, en 1764, había estudiado en Montpellier, junto a F. Boissier de Sauvages(1706-1776), y fue buen conocedor de las doctrinas linneanas aunque no fiel seguidor deellas.10 En los escritos de Barnades está bien patente la impronta de la escuela botánica fran-cesa; sus Principios de Botánica… (Madrid, 1767) son una acertada síntesis de las teorías bo-tánicas, en la que incorpora la terminología científica linneana junto a las teorías clasifica-torias francesas más avanzadas. El texto es de una actualidad teórica indiscutible; noobstante carece de claves para la determinación de los vegetales, por lo que la práctica bo-tánica en el Real Jardín de Madrid seguiría siendo tournefortiana hasta bien avanzado el si-glo XVIII; Casimiro Gómez Ortega (1741-1818), sucesor de M. Barnades en la primera cáte-dra del Real Jardín, tradujo y adaptó unas Tabulae Botanica… in Institutiones Tournefortensistradita… (Madrid, 1773; 1783) para uso de los alumnos de esta institución.

    En la correspondencia remitida por Casimiro Gómez Ortega a Carl Linné, éste se nos pre-senta como un botánico convencido de la filosofía expuesta por el sueco en sus escritos yatento a la difusión del método linneano (González Bueno & Ruiz Ochayta, 1985). Resultadifícil interpretar cómo este «devoto admirador» de C. Linné decide versionar las tablastournefortianas y, apenas dos años después, publicar un Curso elemental… de botánica (Ma-drid, 1785; 1795; Parma, 1788; México, 1788) fiel a los principios linneanos. La justifica-

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    10. La crítica que de su persona y obra hace Antonio Capdevilla en carta a Albercht von Haller, fechada en Tovarra,

    a 15.06.1769, es atroz: «Miguel Barnades, Profesor Real de Botánica en Madrid, hombre ingrato y acaparador [...] en su

    primera parte de sus Principia Botanices [...] en unos pasajes alaba a Usted y a Linneo, en otros los menosprecia sobre-

    manera, este mediocre conocedor de la doctrina de Tournefort, que no entiende su gran doctrina e insigne erudición en

    Botánica, ni la de Linneo. Los ignorantes blasfeman, beato apóstol [...]. El Jardín Real (vulgo Aguas calientes), ubicado a

    orillas del Manzanares [...] es inmenso, bien dispuesto, pero no se ha terminado por la incompetencia de Barnades...» (Ba-

    rona et al., 1996: 91).

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    ción que precede a su edición de las Tabulae… (Madrid, 1783) sólo prueba una falta de re-flexión sobre la filosofía botánica:

    [El sistema de Tournefort] se considera de mas facil inteligencia para los principian-tes, haciéndose el segundo [el linneano] muy recomendable para los más doctos y ade-lantados en el Arte…

    Antonio Palau (1734-1793), segundo catedrático de Botánica en el Real Jardín mientrasC. Gómez Ortega ocupaba la primera cátedra, sí fue un modelo de asimilación de las teo-rías linneanas; a él se debe una Explicación de la filosofía y de los fundamentos botánicos de Lin-neo… (Madrid, 1778) seguida de una voluminosa Parte práctica de botánica, del caballeroCarlos Linneo… (Madrid, 1784-1788. 8 tomos).11 Ángel Gómez Ortega (1772-1809), so-brino de Casimiro y alumno de su tío en el Real Jardín, tradujo e hizo imprimir los Funda-mentos botánicos de Carlos Linneo… (Madrid, 1788) (Basante, 1982) y el propio C. GómezOrtega dio a las prensas, en 1792, una versión de la Philosophia botanica... linneana, deacuerdo con la adaptación que de ella hiciera J. Andrea Murray (Madrid, 1792). Es posibleque no fueran éstos los únicos traductores de Carl Linné al castellano. En la corresponden-cia remitida por Antonio Capdevila i Gili (n. 1722) a Albert von Haller (1708-1777), éste sereconoce, al menos desde la primavera de 1771,12 como traductor de las obras del natura-lista sueco; no parece que éstas vieran los tórculos de la imprenta.

    11. La Imprenta Real aún disponía de ejemplares de esta obra a la venta a fines del primer tercio del XIX; la Gaceta de

    Madrid correspondiente al 25.04.1833 anuncia su venta con la siguiente apostilla: «En el sabio reinado del Sr. D. Cárlos III

    se propagó en España el gusto á las ciencias naturales por el convencimiento de lo mucho que contribuyen á las prospe-

    ridad de las naciones; y como no necesite el estudio de ella mas que de ser conocido para que se emprenda con irresis-

    tible entusiasmo, las han cultivado los españoles con sumo empeño y adelantamientos muy apreciables. Si Linneo es el

    padre filosófico de la botánica, Palau y Verdera es digno hijo suyo; del mismo modo que la presente obra es de primera

    necesidad para los que pretendan conocer los prodigios del reino vegetal. Esta bella edición, ejecutada por orden supe-

    rior en la Imprenta Real de Madrid en 1784, consta de 9 tomos en 8º marquilla, que se venden por 270 rs.; advirtiendo que

    en obsequio de los jóvenes que se dedican á esta ciencia, se despachará suelto el tomo 9º. que comprende el sistema de

    los vegetales, á 22 rs. en rústica» (cf. pág. 222).

    12. En carta de Antonio Capdevila a Albercht von Haller, fechada en Bonillo el 3.05.1771, éste le comunica: «Hicimos hispa-

    na la Philosophia Botanica deCarlos Linneo, y ahora proyectamos traducir al castellano o español, suGenera et Species Plan-

    tarum...» (Barona et al., 1996: 97) y poco después, desde Chinchilla, en la festividad de SanMateo de 1772: «La he traducido

    al castellano [la Philosophia Botanica de Linné] y la he dedicado al excelentísimo conde de Aranda; si quisiera correr con los

    gastos de edición, saldría a la luz; si no pudiera ser, se la enviaré al ilustre Linneo para que aprenda el fecundísimo idioma de

    los españoles...» (Barona et al., 1996: 99). En 17.08.1776, desde Lillo, «He concluido las traducciones de la Filosofia i Gene-

    ros del célebre Linneo, ahora tradusco las Especies...»(Barona et al., 1996: 103); por cierto que, en estemismoescrito, no pier-

    de oportunidad de criticar a los catedráticos del Real Jardín: «Los Profesores Reales de Botánica conocen pocas hierva, en-

    señan por Tournefort, El 1º es D. Casimiro Ortega, el 2º D. Antonio Palau...» (Barona et al., 1996: 102). La misma información

    transmitirá Antonio Capdevila a Gregorio Mayáns, en carta fechada, en Toledo, el 5.04.1778 (Peset, 1972: 262).

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  • Pese a la utilización práctica del sistema tournefortiano, el Real Jardín de Madrid presen-tó, desde su nueva plantación en los prados de Atocha, inaugurada en 1781, una estructu-ra de plantación científica acorde con el sistema de C. Linné. Dividido en tres planos, esca-lonados en ascenso desde la verja del paseo del Prado, cada uno de éstos se hallaba partidoen cuadros: dieciséis en el plano bajo, en dos series iguales; catorce en el plano medio, enseries de seis y ocho cuadros, y doce en el plano central, en dos series iguales. A éstos se aña-dían otros dos más situados a ambos lados del invernadero. Los dieciséis cuadros del planobajo y los de la serie de ocho del plano medio fueron utilizados para contener las plantas or-denadas de acuerdo con las veinticuatro clases del sistema linneano; los seis cuadros del pla-no medio fueron utilizados para cultivar plantas medicinales hasta 1801, y con posterioridadsirvieron para mostrar la ordenación de A. J. Cavanilles. Ambas escuelas, la linneana pura—en veinticuatro cuadros— y la remodelada por Cavanilles —en quince cuadros— pervi-vieron en la distribución del Real Jardín hasta 1848, en que se optó por reformar la estruc-tura de los cuadros, adoptándolas al sistema decandolliano.

    El desarrollo teórico del sistema clasificatorio linneano, en nuestro país, fue llevado acabo por Antonio José Cavanilles (1745-1802), quien desde 1801 ocupó la dirección delReal Jardín; éste elaboró unos avanzados Principios de botánica, publicados junto a las Des-cripciones de plantas … [que] demostro en las lecciones públicas del año 1801 (Madrid, 1802);en ellos se nos muestra un linneano convencido, al que la reflexión le lleva a proponer al-gunas críticas; con ellas definió un nuevo sistema de clasificación artificial que, si bien escierto que aporta poco de interés, tiene el mérito de provenir de una reflexión sobre el mé-todo de trabajo empleado, algo novedoso en el ámbito de los estudios botánicos realizadosen nuestro país (González Bueno, 2000).

    4. Las teorías de Linneo en la periferia de la Corte españolaLa situación de otros jardines y naturalistas, alejados de la Corte, es similar a la esbozadapara el jardín madrileño, modelo de actividad y organización para el resto de los instaladosen el territorio sujeto al dominio de la Corona española, donde los textos redactados por loscatedráticos del Real Jardín se imponen como sistema de enseñanza; es el caso del Jardín dela Regia Sociedad de Sevilla, del Jardín Botánico de Cartagena o del Colegio de Cirugía de laArmada en Barcelona.

    Aun cuando en las Reales Ordenanzas… con que Felipe V dota, en 1737, a la Regia So-ciedad de Medicina y otras Ciencias de Sevilla, se prevé la existencia de un jardín botánicocon un responsable al frente, las primeras plantaciones no tendrán inicio hasta la primave-ra de 1777; se ocupará de ellas Antonio Ramos, un boticario granadino discípulo de Cándi-do María Trigueros (Barras de Aragón, 1918). La disposición de las plantas sigue, según in-dican los memoriales, «el orden de D. Casimiro Gómez Ortega» pero, en la práctica, semantiene la propuesta tournefortiana, tanto en la ordenación del espacio como en la propianomenclatura.

    192 A. GONZÁLEZ BUENO

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  • Apenas un centenar de plantones tiene esta primera instalación de 1777, todos de carác-ter medicinal. El Jardín de la Regia Sociedad de Sevilla arrastrará una lánguida existenciahasta que se hará cargo de él Pedro Abat, en octubre de 1786 (Barras de Aragón, 1932; Mu-rillo, 1935). Este botánico de origen catalán, formado en Montpellier, renovará la estructu-ra del viejo jardín para adaptarlo, en sus contenidos y estructura, a la propuesta linneana,pero Sevilla hubo de esperar hasta los comienzos de la década de 1790 para disfrutar de unjardín botánico organizado de acuerdo a la clasificación de Linné (Hermosilla, 1970; LópezDíaz & Moreno Toral, 1999).

    El Jardín de Cartagena se inaugura en noviembre de 1787; la enseñanza en él impartidaes mimética con el de Madrid; su biblioteca inicial queda prácticamente reducida a los se-senta ejemplares del Curso de botánica elemental... redactado por Casimiro Gómez Ortega,además de algunos volúmenes de Joseph Quer y Antonio Palau. No obstante, pronto co-menzarán a adquirirse obras de Carl Linné; Genera plantarum, Fundamenta Botanica, Bibliot-heca botanica y SystemaNaturae se encontrarán en sus estantes en los inicios de 1788. La dis-posición de las plantas en el jardín sigue, desde sus inicios, como ocurriera en el del Pardode Madrid, una disposición linneana, reservándose un amplio espacio para las especies devirtud medicinal (Ferrándiz Araújo, 1990).

    En Valencia, la introducción del sistema linneano aparece vinculada a la adopción delPlan Blasco por su universidad, en 1786. No obstante, en los libros de instrumentos de laUniversidad del Turia queda noticia de que, ya en 1772, José Albertós Sanz, catedrático deTeoría en la Facultad de Medicina, recomendaba la Philosophia botanica de Carl Linné parainstruir a los estudiantes de medicina en la enseñanza de esta ciencia y, en la décadade 1780, Tomás de Vilanova, catedrático de Aforismos en la misma facultad, se nos presen-ta como un fiel seguidor de las doctrinas linneanas (Sendra, 1998).

    No cabe pensar, por ello, que el empleo de la nomenclatura linneana se generalizara enla enseñanza botánica impartida en la Universidad de Valencia. De hecho, en las oposicio-nes celebradas en junio de 1788 para dotar la cátedra de Botánica en aquella universidad,siguió empleándose el sistema nomenclatural polinominal en los ejercicios de determina-ción de las plantas. De los opositores concursantes, sólo Vicente Lorente empleó la nomen-clatura linneana; unas oposiciones que se rigieron por el Curso elemental de botánica... re-dactado por Casimiro Gómez Ortega, convertido, en este último cuarto del siglo XVIII, en lareferencia obligada para quien quisiera vincularse a algún puesto de carácter oficial. Laplantación del Jardín Botánico de Puçol, al menos en 1792, cuando lo visitara Antonio JoséCavanilles, estaba dispuesta según el orden linneano. El jardín de la universidad, realizadobajo las directrices del Plan Blasco, no fue inaugurado hasta los comienzos del XIX. Su es-tructura, en la que influyó decisivamente Antonio José Cavanilles, se atuvo al método lin-neano (González Bueno, 2000).

    Los botánicos catalanes se mostraron, como los franceses, especialmente reacios a adop-tar la sistemática linneana. Desde luego, las obras del naturalista sueco fueron conocidas

    LA DIFUSIÓN DE LAS IDEAS LINNEANAS EN LA ESPAÑA DE LA ILUSTRACIÓN 193

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  • —y apreciadas— por Josep Salvador i Riera (1690-1761). Pere Barrère (1690-1755) le re-mitió, en mayo de 1755, los Fundamenta Botanica (Amsterdam, 1736), la Bibliotheca botani-ca (Amsterdam, 1736) y una edición del Systema Naturae, «qui est excellent pour appren-dre l’histoire naturelle que j’aime plus que touts les autres ouvrages de Linnaeus...»(Camarasa & Amigó, 1993: 97), a la par sabemos del interés de este Salvador por procurar-se un ejemplar del Species plantarum (Estocolmo, 1753) apenas un par de años despuésde que éste saliera de imprenta. Algunos naturalistas, ligados siempre a la escuela botánica deMontpellier, recibieron enseñanzas de Antoine Gouan (1733-1821), máximo defensordel sistema linneano en Francia (Camarasa, 1989: 61-92). Sabemos de la defensa realizada delas doctrinas linneanas en el foro de algunas instituciones científicas barcelonesas, la RealAcademia de Ciencias y Artes (Jordi, 1989), y aún en su predecesora, la Real Conferencia Fí-sico-Experimental, de la que formó parte Benito Paltor, uno de los médicos que habíanacompañado a Pehr Löfling durante su estancia en el Orinoco. El jardín del Colegio de Ci-rugía de Barcelona sigue, en la nomenclatura de las plantas, la estructura binomial, al me-nos en las adquiridas al herbolario José Peix en diciembre de 1790 (Gaspar, 1994); una bre-ve nota de este herbolario, corresponsal de Antonio Palau, fechada en marzo de 1786,informa de la llegada a Barcelona de un paquete de libros linneanos, con indicación de susprecios (Camarasa, 1989: 75-76).

    Los botánicos mallorquines siguen, en su formación, un proceso similar a los catalanes.Joan Cursach i Arquimbau (1759-1832), alumno de Antoine Gouan en Montpellier, dio alas prensas un Botanicus medicus ad medicinae alumnorum usus, una obra en dos volúmenes(Maó, 1791) dedicada a las plantas medicinales menorquinas, el primero de ellos con un ca-tálogo florístico ordenado de acuerdo a la sistemática linneana (Cardona, 1985).

    Aragón contó con el jurista Ignacio Jordán de Asso (1742-1814), formado entre los cien-tíficos holandeses durante su estancia en el consulado de España en Amsterdam, autor, en-tre otras obras, de una Synospsis stirpium… Aragoniae (Amsterdam, 1779), quizás la prime-ra flora publicada de acuerdo con la metodología linneana por un botánico hispano.En 1797 se fundó, en Zaragoza, un jardín botánico patrocinado por la Sociedad Económi-ca Aragonesa de Amigos del País, su dirección fue encomendada al boticario Pedro Grego-rio de Echeandía quien siguió, en su enseñanza, las directrices emanadas desde el Real Jardínde Madrid (Martínez Tejero, 1997).

    En la década de 1780 se crean, en ocasiones sólo sobre el papel, algunos otros jardinesbotánicos: los de Pamplona, Granada, Salamanca, Segovia, Reinosa, y algunos otros, graciasa los esfuerzos emprendidos por las sociedades económicas de amigos del país; en ellos, elinterés agrícola prevaleció sobre el trabajo florístico (García González & Rodríguez García,1978; Puerto, 1988).

    Los estudios zoológicos conocieron un desarrollo más lento en nuestro país; sólo la ic-tiología tuvo cierto desarrollo. Los trabajos de José Cornide Saavedra (1734-1808) sobre laspesquerías gallegas tienen influencia de los textos de Pehr Artedi, Antoine Gouan y, por su-

    194 A. GONZÁLEZ BUENO

    18 ANTONIO GONZALEZ.qxp:18 ANTONIO GONZALEZ.qxp 17/6/09 08:17 Página 194

  • puesto, de los capítulos ictiológicos del Systema Naturae (Leiden, 1735) linneano; su Ensa-yo de una historia de los peces y otras producciones marinas de las costas de Galicia… (Madrid,1788) se presenta «[a]rreglado al sistema del caballero Carlos Linneo». El mismo sistema deordenación lleva el Catálogo... que representan los animales y monstruos el Real Gabinete (Ma-drid, 1784-1786) realizado por Juan Bautista Bru. Ignacio Jordán de Asso fue autor de unaIntroductio in Oryctographiam, et Zoologiam aragoniae (Amsterdam, 1784), de especial inte-rés por sus comentarios paleontológicos, y de una «Introducción á la Icthyologia oriental deEspaña» aparecida en el volumen de los Anales de Ciencias Naturales correspondientea 1804. No obstante, el peso de la sistemática linneana en zoología fue mucho menor queen botánica; el predominio de la escuela francesa, con el conde de Buffon a su cabeza, tuvomayor influencia.

    5. Las teorías de Linneo en los virreinatos americanosLa botánica, con su moderno lenguaje linneano, se nos presenta como un elemento espe-cialmente útil en la política borbónica, y como tal será empleada para lograr la reforma sa-nitaria. Además se convertirá en pieza imprescindible del ambicioso programa de inventa-rio y comercialización de las riquezas coloniales coordinado por Casimiro Gómez Ortegadurante el último cuarto del siglo XVIII. Por ello, la introducción del sistema linneano —desu forma de nombrar y clasificar a los vegetales y animales— correrá pareja a la marchade las reales expediciones botánicas en el territorio americano. En los virreinatos america-nos la introducción del sistema linneano está vinculada al programa de las expedicionescientíficas (González Bueno, 2006).

    La creación de un jardín botánico en México, donde se enseñara la botánica de acuerdocon los principios linneanos, al modo en que se practicaba en el Real Jardín de Madrid, estápresente en los documentos previos a la propia aprobación de la expedición novo-hispana.Las motivaciones que inducen a Martín de Sessé a sugerir tal actuación, en el enerode 1785,13 entran, de lleno, en la reforma sanitaria que, desde la nueva institución, ha deemprenderse en la administración del Tribunal del Protomedicato mexicano. En definitiva,la transposición del modelo seguido en la Corte al territorio virreinal de México.

    La idea primigenia de Martín de Sessé fue construir el jardín botánico mexicano en los te-rrenos del Colegio de San Pedro y San Pablo, pero ésta y otras opciones posteriores no tu-vieron el plácet de la administración virreinal; la ubicación finalmente aceptada fue un es-pacio situado cerca del Real Hospital de Naturales, conocido como Potrero de Atrampa. Allífuncionó un jardín botánico al modelo europeo; sus plantones quedaron, desde 1790, al

    LA DIFUSIÓN DE LAS IDEAS LINNEANAS EN LA ESPAÑA DE LA ILUSTRACIÓN 195

    13. Cf. carta de Martín de Sessé a Casimiro Gómez Ortega. La Habana, 30.01.1785, donde expresa el deseo de esta-

    blecer, en Nueva España, «Cathedra de Botanica con Jardin, a que conbida el fertil e inculto terreno que hay dentro de Pa-

    lacio contiguo a la Universidad...» y una academia de medicina análoga a la existente en la Corte (Archivo del Real Jardín

    Botánico, Madrid [ARJB], leg. V,1,1,1).

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  • cuidado de Jacinto López, quien actuará como jardinero mayor, enviado desde la Corte porAntonio Porlier, el ministro de Indias. Para la enseñanza de la botánica se acondicionó unacasa próxima, cedida por el arquitecto mayor de la ciudad, Ignacio Castrera, en cuyo pe-queño jardín Vicente Cervantes dispuso los elementos precisos para la realización de los tra-bajos prácticos (Moreno, 1988). Fue aquí donde comenzaron a impartirse, en la tarde del 2de mayo de 1788,14 las primeras enseñanzas de botánica linneana en la América hispana,plenamente acordes con lo dictado en el «Reglamento...» y el «Plan de Enseñanza...» quehabrían de regir en el jardín botánico mexicano. Una enseñanza mimética con la desarro-llada en el jardín madrileño, en cuya formulación legal ha de verse la pluma de CasimiroGómez Ortega.15

    Las élites criollas quisieron ver en la implantación de un modelo de clasificación im-puesto desde Europa una vejación más a sus tradiciones culturales; al frente de ellas se si-tuó el presbítero José Antonio Alzate, paladín de la causa anti-linneana desde las páginasde la Gaceta de Literatura editada en México (Peset, 1987: 21-139; Moreno, 1989). La po-lémica no debe entenderse en términos internalistas, no se discute la validez técnica delnuevo sistema; el enfrentamiento tiene claros tintes ideológicos. Con la introduccióndel sistema linneano, el grupo criollo liderado por José Antonio Alzate cree ver un recha-zo más a sus sistemas tradicionales de nombrar y conocer la utilidad de los vegetales,quizás más útiles para el ámbito territorial novo-hispano, pero ciertamente alejados de launiversalidad de la ciencia:

    Perdóneme la memoria el célebre Linneo si digo que sus profundos conocimientosmás han perjudicado al verdadero conocimiento de las plantas que nos han hecho feli-ces ¿De qué sirve haber formado o establecido un nuevo idioma, si por él no adquiri-mos los conocimientos relativos a las virtudes de las plantas, que es lo que nos impor-ta? ¿De qué sirve reducir tal o tal planta a tal género, a tal especie, si posee virtudes muyopuestas a las que por apariencia deben comprenderse en cierta clase asignada?...(Alzate, 1788 fide Moreno, 1989: 3)

    196 A. GONZÁLEZ BUENO

    14. Ese día Vicente Cervantes pronunció la lección inaugural; habría que esperar al 5 de mayo de ese mismo 1788 para

    que dieran comienzo las clases regladas; de todo ello daría cuenta Martín de Sessé a Antonio Porlier, ministro de Indias,

    en oficio fechado el 27.05.1788 (ARJB, leg. V,11,22).

    15. Para la enseñanza se hizo imprimir, en 1788 y por las mismas prensas que se ocupaban de editar la Gaceta de Mé-

    xico, la parte teórica del Curso elemental... redactado por Casimiro Gómez Ortega, utilizado en el Real Jardín de Madrid:

    Curso elemental de botánica, teórico, dispuesto para la enseñanza del real Jardín botánico de Madrid, de orden del rey

    nuestro señor por el Dr. Casimiro Gómez Ortega y d. Antonio Palau Verdera. Parte teórica. De orden de su Exca...México,

    Felipe de Zúñiga y Ontiveros, 1788. El texto es reimpresión de la edición madrileña de Antonio de Sancha (1785). Acerca

    de la impresión de esta obra informa Martín Sessé en carta a Casimiro Gómez Ortega fechada el 27.03.1788 (ARJB, leg.

    V,1,1,21).

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  • La relación de los discentes formados en las aulas del jardín botánico mexicano es extensay revela, bien a las claras, el enraizamiento que, pese a las polémicas surgidas con el presbíte-ro Alzate y otros prohombres del virreinato, tuvieron estas enseñanzas (Aceves, 1987; 1993).

    Como no podía ser de otro modo, las tradiciones locales —de las que los nombres vul-gares y los usos populares son parte sustancial— acabaron integrándose con el nuevo len-guaje universal linneano, en un maridaje que perdura hasta nuestros días. El polemista JoséAntonio Alzate acabó aceptando la nueva sistemática y divulgándola —junto a las disputasgeneradas entre los miembros de la real expedición— desde las páginas de su Gaceta de Li-teratura. En ella encontraron acomodo los discursos pronunciados por Vicente Cervantesen los inicios de los cursos 1793 y 1794, junto a las discusiones mantenidas entre José Lon-ginos y el propio Vicente Cervantes y sus discípulos en torno a la correcta interpretación delos aforismos linneanos.

    El modelo clónico de jardín mexicano clonó, a su vez, en los intentos institucionales ge-nerados durante los viajes de la real expedición, tanto en Guatemala (Taracena, 1983; Mal-donado, 1996) como en La Habana (Puig Samper & Valero, 2000); estructuras de cortavida, apenas diseñadas sobre el papel, cuyo principal atractivo reside en intentar reprodu-cir en la periferia de la periferia los mismos modelos que la metrópoli diseñó para sus terri-torios coloniales.

    En el virreinato del Perú Carl Linné entró de las manos de los botánicos, españoles yfranceses, que conformaron la real expedición a aquel territorio (Estrella, 1993), pero ladifusión de su sistema no se produjo a través de la enseñanza reglada de la botánica—como sí ocurrió en México—, sino por mediación de la Sociedad Académica de Aman-tes del País de Lima y, en particular, de la revista que éstos editaron, el Mercurio Peruano.No son pocos los artículos de cariz botánico e impronta linneana aparecidos en las pági-nas de esta revista. Bajo la firma de Aristio —José Hipólito Unanue (Woodhan, 1970)—, sepublicó, en las páginas del Mercurio Peruano correspondientes a 1791, una «Introduccióna la descripción científica de las plantas del Perú», modelo de asimilación de los princi-pios linneanos, a la que siguieron otras memorias sobre el tabaco o la coca, construidas—en lo que a la formulación taxonómica respecta— según las ideas del «príncipe de lossexualistas». Las páginas del Mercurio Peruano editadas en 1794 incluyen una memoriasobre la «Necesidad de una historia natural científica», firmada por el padre González La-guna, un alegato más sobre la conveniencia de utilizar los sistemas linneanos de clasifica-ción y nomenclatura para el inventario de la naturaleza peruana (González Laguna fideClément, 1998: 93-114).

    Ciertamente el modelo diseñado desde la Corte para difundir estas enseñanzas en el Perúno fue éste, sino el mismo ensayado en México: la creación de una cátedra de Botánica en laque, a la vez que se enseñaba la nueva ciencia, se adiestraba a individuos útiles para poderremitir a la metrópoli información sobre la naturaleza colonial y su posible explotación. Ytodo ello sin mayor carga económica para el real erario, por correr los gastos del profesor a

    LA DIFUSIÓN DE LAS IDEAS LINNEANAS EN LA ESPAÑA DE LA ILUSTRACIÓN 197

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  • cargo de las arcas de la universidad en que realiza sus funciones docentes.16 Pero Lima estámuy alejada de la Corte, y las decisiones del Soberano tardan en llegar, y mucho más encumplirse, en particular cuando hay intereses profesionales y personales encontrados. Aun-que creada por una real orden de 1787,17 la cátedra de Botánica no sería fundada en Limahasta los comienzos de 1796 (Estrella, 1989). Las enseñanzas botánicas impartidas en elReal Colegio de San Fernando, adscrito a la Universidad de San Marcos, siguen la misma es-tructura de clases teóricas y prácticas implantada en el Real Jardín de Madrid, y la docenciase realiza ateniéndose, de manera estricta, a los planteamientos del sistema linneano; parala enseñanza práctica se fundó, en 1808, un jardín anejo al Real Colegio, cuya dirección erainherente a la cátedra de Botánica.

    En Nueva Granada, la introducción del sistema linneano, como tantas otras novedadescientíficas y técnicas, estuvo ligada a la figura de José Celestino Mutis. El contacto epistolarentre Carl Linné y José Celestino Mutis se inició a través de Clas Alströemer, un discípulodel naturalista sueco, a quien Mutis conoció en Cádiz durante la estancia en esta ciudad deljoven sueco, en cuyo puerto había desembarcado a mediados de 1760, coincidiendo conMutis cuando éste se disponía a partir a Nueva Granada.18 Pero el naturalista gaditano ya co-nocía los métodos y la filosofía de C. Linné, aprendida durante las clases recibidas en el RealColegio de Cirugía de San Fernando, en particular las dictadas por Francisco Ruiz en-tre 1755 y 1758, posteriormente «pulidos [...] en compañía del celebre doctor Barnades».19

    A comienzos de junio de 1761 José Celestino Mutis recibirá una nota, escrita de mano deCarl Linné cuatro meses atrás, en la que además de agradecerle el prometido envío de co-lecciones americanas, se interesa por la descripción y costumbres de las hormigas america-nas; se inicia así una discontinua correspondencia, en la que no serán parcos los envíos aUpsala de materiales novo-granadinos.20

    198 A. GONZÁLEZ BUENO

    16. «Deseoso también su Magestad de que se radiquen y propaguen por medio de la enseñanza los conocimientos de

    Botánica o Historia natural (lo que podrá lograrse sin gravamen del Real Erario) quiere que mediante en la Universidad Li-

    teraria de esa capital habrá o debe haber una Cátedra de simples ó de Materia medica para lo que se necesita el conoci-

    miento de las yervas se confiere sin perjuicios de tercero al Botanico Agregado a cuyas órdenes ha de estar el Dibujante,

    con la obligación de enseñar Botánica theórica y práctica y de continuar las exploraciones, Herbarios, Dibujos y remesas

    que se le encarguen...» (Cf. Borrador de la Real Orden de 18.03.1787, dirigida, desde El Pardo, al superintendente sub-

    delegado de la Real Hacienda de Lima (Archivo del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid (AMNCN), Expedi-

    ciones, doc. 120).

    17. Cf. Borrador de la Real Orden de 18.03.1787 (AMNCN, Expediciones, doc. 120).

    18. Quizás por mediación del cónsul sueco en Cádiz, Enmanuel Swedenbourg (1688-1772), como señala José Antonio

    Amaya (1999).

    19. Así lo reconocerá José Celestino Mutis en el memorial elevado a Carlos III, desde Santa Fe, con fecha de 26.06.1794

    (reproducido por Hernández Alba, 1968, vol. 1: 31-43).

    20. Este contacto epistolar se reduce a cinco cartas de Carl Linné a José Celestino Mutis, remitidas entre febrero de 1761

    y mayo de 1774, y unas trece cartas de Mutis al sueco, enviadas, no siempre con éxito, entre julio de 1761 y febrero

    de 1777 (Cf. Amaya, 1999: 109-116).

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  • Los materiales remitidos por José Celestino Mutis a Carl Linné influyeron, y de maneranotable, en la propia obra del naturalista sueco. Y el botánico gaditano fue, sin duda, unode los más fieles seguidores de la filosofía linneana; de acuerdo a estos principios concibiósu monumental Flora de Bogotá, en la que la sola representación gráfica del vegetal habría debastar, pues de texto apenas nos han llegado unos bosquejos preparatorios.21 Conscientede la importancia del análisis de las estructuras florales en la sistemática linneana, formó aun dibujante, Francisco Javier Matís, para que, de manera especial, se dedicara a tan delica-da tarea (Díaz-Piedrahita, 2000).

    Nada puede oponerse a la formación linneana de José Celestino Mutis. Pese a conocer lossistemas naturales —en su nutrida biblioteca se encontraba elGenera plantarum... de Antoine-Laurent de Jussieu (París, 1789)—, su adscripción al sistema clasificatorio de Carl Linné—y con él el de toda la expedición botánica— se mantuvo viva hasta los últimos años de suvida. Y poco más podemos añadir al desarrollo de la botánica linneana en Nueva Granada.

    La proyección social de los principios linneanos quedó limitada a los miembros de la ex-pedición, a sus discípulos más próximos, y sólo en la medida en la que éstos fueron trans-mitidos por una persona tal celosa de sus conocimientos como fue José Celestino Mutis(Restrepo, 1993).22 El devenir de esta expedición, tan distinta a las otras organizadas desdela Corte, tan asentada en el propio virreinato que la vio nacer, no habría de conllevar ni lareforma de la organización sanitaria ni la introducción de la enseñanza de la botánica en lascátedras universitarias.23

    CorolarioLa nomenclatura binomial y la sistemática linneana hacen su entrada en nuestro país de ma-nos de algunos, pocos, estudiosos de las plantas, más interesados en la utilización de los ve-getales que en el estudio metódico de la botánica. En algunos centros de enseñanza, como

    LA DIFUSIÓN DE LAS IDEAS LINNEANAS EN LA ESPAÑA DE LA ILUSTRACIÓN 199

    21. En el Archivo del Real Jardín Botánico de Madrid (leg. III, 4, 1-486) se conservan 672 folios donde se compendian to-

    das las descripciones botánicas debidas a la pluma de Mutis: 315 bajo nombre científico y 29 más precedidas de un inte-

    rrogante; se añaden a éstas 72 relaciones de plantas (57 bajo sólo nombre vulgar y 14 en las que únicamente consta el en-

    cabezamiento con el nombre científico). La descripción más antigua incluida entre los papeles de la Flora de Bogotá está

    fechada el 19.11.1760; Mutis mantuvo vivo el proyecto hasta los últimos días de su vida; falleció el 11.09.1808. La ordena-

    ción de sus materiales responde, inequívocamente, al modelo linneano.

    22. Acerca del «carácter patrimonial» de los saberes en el pensamiento mutisiano, es significativo el siguiente párrafo,

    procedente de uno de sus escritos al virrey-arzobispo Antonio Caballero Góngora, fechado el 3.01.1789: «Traeré a mi lado

    tres sobrinos míos, que a mis expensas se están educando, y a quienes podré manejar con los derechos que sobre ellos

    me ha dado la naturaleza, para depositar en ellos por herencia mis tales cuales conocimientos en Historia Natural, Medi-

    cina y Astronomía...» (trascrito en G. Hernández Alba, 1968, vol. 1: 438).

    23. José Celestino Mutis sí elaboró algunas propuestas reformadoras de planes de estudios, en particular para la ense-

    ñanza de la medicina, dentro de unas pautas que recuerdan, en mucho, la enseñanza impartida por los reales colegios de

    cirugía de la metrópoli (Quevedo, 1992).

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  • el gaditano Colegio de Cirugía de la Armada, bajo la dirección de Pedro Virgili, o en la Uni-versidad de Valencia, incluso con anterioridad al Plan Blasco, ya se enseñaba bajo los prin-cipios linneanos.

    No obstante, éstas serán meras ilusiones en un país anclado en la práctica tournefortia-na. La presencia de Pehr Löfling en la Corte poco influyó en la generalización del sistemalinneano entre los botánicos que tendrían que regir los estudios del Real Jardín madrileño;habrá que esperar a una segunda generación, formada en Italia y Francia, para que este mé-todo fuera imperante en las aulas españolas.

    La publicación del Curso elemental de botánica..., redactado por Casimiro Gómez Ortega,aun cuando mantenga algo de eclecticismo doctrinal, supuso la definitiva generalización deestas teorías en todas las cátedras españolas, metropolitanas y americanas, en las que la bo-tánica tuvo cabida.

    Las tierras americanas conocieron el método y la sistemática linneana al albur de las ex-pediciones enviadas por la metrópoli —Perú y Nueva España—, u organizadas desde lapropia colonia —Nueva Granada— bajo el reinado de Carlos III. Su introducción en aque-llas tierras, en especial en la Nueva España, no estuvo exenta de polémica. Las directricesemanadas desde la Corte para propiciar la enseñanza y divulgación de un modelo racional,acomodado a la mentalidad científica imperante en la Europa de la época, fueron siemprelas mismas: creación de nuevas instituciones, miméticas con las establecidas en Madrid y,desde ellas, emprender las mismas reformas administrativas procuradas desde la Corte. Nocabe pensar en un afán altruista por parte de las mentes metropolitanas; la creación de estascátedras de botánica responde a la doble necesidad de formar discípulos diestros —afines alos intereses de la Corona— en el inventariado de las riquezas naturales de su respectivoámbito territorial, y adecuar los caducos sistemas organizativos sanitarios a las nuevas pro-puestas borbónicas.

    Lamentablemente, la introducción de estas nuevas teorías se produjo de manera coyun-tural, en parte promovida como una acción de gobierno, falta de la necesaria reflexión teó-rica, lo que provocó una aceptación acrítica, más sujeta a la moda que al convencimiento desu utilidad. Ello conllevó, en ocasiones, a una forzada convivencia entre las teorías de Tour-nefort y Linné. Deberemos esperar hasta el tránsito al siglo XIX para, de la pluma del abateCavanilles, encontrar textos en los que se reflexione y profundice sobre el valor de estasteorías.

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