¡Hola, me llamo Lucía!

Editado por Asociación Teletón Pro Rehabilitación (FUNTER)Calle El Pedregal y Av. L-E, Jardines de la Hacienda, Ciudad Merliot, la Libertad, El SalvadorTel: (503) 2538-6837Institución Cooperante: Fondo de Cooperación Solidaria (FEMCIDI) de la OEA

Autor del texto: Rafael Felipe López UrbinaIlustraciones: Mauricio Ponce Asistentes de ilustración: Gabriela Morán, Adriana Rodríguez.

Rafael Felipe López Urbina

IlustracionesMauricio Ponce

La campana de la escuela anunció el final del recreo, todos muy ordenados fueron entrando a su salón de clases, el patio y los corredores quedaron en silencio, mientras adentro de las aulas se escuchaba alguno que otro murmullo.

– Niños, niñas, por favor su atención, – pidió la señorita Verónica, su maestra, mientras daba palmas, – Me acaba de informar el señor director que a partir de mañana vendrá un nuevo compañerito, les voy a pedir que seamos amables con él, le demos la bienvenida y lo hagamos sentir bien entre nosotros –.

– ¡Si maestra! –, contestaron todos.

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A la mañana siguiente y antes de empezar, la señorita Verónica pidió que pasara al frente del salón el alumno recién llegado.

– Niños y niñas, les presento a Ricardo, desde ahora estará con nosotros en el salón de clases, espero que lo recibamos con alegría y lo hagamos sentir a gusto en esta escuela, bienvenido –.

– ¡Bienvenido Ricardo! –. Dijeron los alumnos de la clase mientras aplaudían, a lo que Ricardo tímidamente respondió: – Gracias, son ustedes muy amables –.

Ricardo se sentó junto a una niña quien lo recibió con una amplia y sincera sonrisa.

– ¡Hola, me llamo Lucía y es un gusto conocerte, espero seamos buenos amigos! –

– Mucho gusto –, contestó Ricardo un tanto sorprendido.

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Cuando llegó la hora del recreo todos salieron disparados a los patios, Ricardo esperó que salieran, caminó despacio y se quedó apoyado con los brazos cruzados en uno de los pilares del corredor frente a su salón de clases observando a los demás, Lucía estaba cerca con otras compañeras jugando a saltar la cuerda, ella soste-nía uno de los extremos de la cuerda y la giraba para permitir que otra niña la saltara, cuando lo vio, les dijo algo a sus amigas y se acercó a él.

– ¿Te sientes raro verdad? – preguntó Lucía.

– Si, un poco, es difícil ser nuevo en una escuela – , respondió Ricardo.

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– Lo mismo me pasó a mí, pero fue solo por poco tiempo, ahora somos muy buenos amigos, ya verás que contigo será igual, aquí nadie trata mal a nadie. –

Ricardo sonrió a Lucía, en lo que iba de la mañana se había sentido extraño, algo en ella lo inquietaba y no se atrevía a preguntarlo, pero su mirada lo delató, Lucía era una niña muy lista, así que hizo una pregunta directa:

– ¿Te pasa algo Ricardo? –

– No es nada, olvídalo –

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Lucía sonrió de nuevo y exclamó: – ¡No temas preguntarme por esto! –, y al decirlo, hizo girar su silla de ruedas.

Ricardo se quedó asombrado por lo que había hecho Lucía, desde el momento en que se sentó junto a ella, no había podido dejar de verla con el rabillo del ojo, varios pensamientos y sentimientos se le juntaron en la cabe-za, se sentía con-fundido y no sabía como comportarse ante ella.

Lucía se dio cuenta de la sorpresa que había causado en Ricardo así que para seguir con la plática soltó un directo –¿Pues sí?–.

– Disculpa Lucía, tienes razón – dijo Ricardo, quien aún no termina-ba de salir de su asombro, –Pensé que te podrías sentir incómoda –

– ¡Para nada! –, respondió Lucía con esa sonrisa franca –A mucha gente le pasa lo mismo que a ti, se sienten extraños estando cerca de alguien como yo, esas son tonterías, o dime acaso, a parte de esta silla de ruedas, ¿Me ves alguna cosa rara, antenas de mariposa, dientes de cocodrilo o cola de ratón?-

Ricardo sonrió e hizo “no”, con la cabeza, después continuó.

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–¿Me podrías contar que te pasó, si no te molesta?–

–Lo que tengo es de nacimiento, se llama paraplejia, no puedo mover mis piernas.

Mis padres me contaron lo que anduvieron de aquí para allá con médicos y en hospitales para conseguir que yo caminara, pero no fue posible debido a mi condición, eso no los desanimó, así que buscaron otra solución, me llevaron a un centro de rehabilitación

donde me enseñaron a desenvolverme a pesar de mi discapacidad y ahora uso ruedas en lugar de piernas–.

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– ¿Pero, no se te hace difícil movilizarte en la silla?–

– Hay lugares a los que me cuesta ir por que no tienen las facilidades que yo necesito para moverme, como rampas de acceso o ascensores, tampoco la mayoría de autobuses cuentan con ello y si ando en carro, a veces no hay estacionamientos para nosotros, pero eso no me detiene, siempre me las ingenio y hasta a la playa he ido con mi silla.–

– Si, tienes razón–, dijo Ricardo, – Y a veces en los lugares donde hay esas facilidades, gente abusiva no las usan correctamente, por ejemplo, ocupando los parqueos con el dibujo de la silla de ruedas–.

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– Pero eso irá cambiando, ya lo verás–, le contestó Lucía,– Y el mejor ejemplo es que yo estoy en esta escuela, como también vendrán algún día otros niños y niñas con discapacidad, fue difícil al princi-pio, pero con la ayuda de los maestros y maestras, de los niños y niñas, y sobre todo la participación de las familias que conforma-mos la comunidad educativa, vamos a quitar esas ideas equivoca-das que muchos tienen acerca de las personas con discapacidad. No me gusta la palabra minusválido, se oye como que valemos menos que los demás y no es así. Valemos lo mismo como seres humanos que somos –.

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– Pero cuéntame ¿Cómo fue que viniste aquí?, imagínate si yo ahora me siento raro, y eso que puedo caminar, ¿Cómo habrá sido para ti? –

Lucía continuó:

– De parte de la escuela se tuvo la idea de que niños y niñas con discapacidad estudiáramos acá, se hicieron los arreglos necesarios para que yo, y todos los que sean como yo y quieran venir aquí, podamos movernos con facilidad y nos sintamos a gusto, a esto se le llama “Inclusión”. Se habló con los padres de familia, para que entendieran la importancia de permitir que estudiáramos todos juntos y ya lo ves, ¡Aquí estoy! –.

Lucía no dejaba de sorprenderlo, en ese ratito del recreo le había enseñado una serie de valores como la amistad, la comprensión, el respeto, la bondad, la generosidad y la tolerancia, los cuales eran importantes para vivir en armonía y en paz con los demás, definitivamente esa niña era una persona muy especial.

Terminó ese día de clases el cual fue anunciado por la campana, Ricardo guardó sus cuadernos, se colgó la mochila sobre su espalda y se acercó a Lucía.

– ¿Te llevo a tu casa?– Le preguntó.

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– ¡Pero ahora me tocaba llevarla a mi!–, replicó Jimena, pero después aclaró, – Bueno por ser tu primer día de clases te doy mi turno, vas a tener el gusto de llevar a su casa a la presidenta del grado–

– ¡Presidenta del grado!–, exclamó Ricardo nuevamente sorpren-dido, – Eres toda una caja de sorpresas, en el camino seguiremos conversando, vamos a ver que otras cosas interesantes averiguo de ti, señorita presidenta– terminó de decir esto mientras hacía una reverencia.

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Lucia cortésmente y con mucha gracia inclinó la cabeza y levantando la nariz, apuntó su dedo hacia adelante y dijo:

– En el camino hablamos… ¡A casa Jaime!–…

FIN

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¡Hola, me llamo Lucía!

Ricardo es el alumno nuevo de la escuela y se está ambientando a ella. Entre sus com-pañeros está Lucía, una niña amable e inte-ligente quien le hace comprender acerca de lo importante que es la inclusión de niños y niñas con discapacidad física a las escue-las regulares, pero eso no es todo, Ricardo aprenderá una lección de vida con Lucía.

Asociación Teletón Pro Rehabilitación (FUNTER) con el apoyo de la Organización de los Estados Americanos (OEA)