Hogar Escuela Monte Umbe: Niños con problemas heredados
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BilbaoEn las faldas dei M onte Umbe, cerca de una zona de chalets y rodeado de un inmenso mejor si vivieran en pisos compartidos en núcleos urbanos. Ajenos a este debate, los arbolado, se levanta un gran edificio de tres plantas que bien pudiera haber sido pensado afectados, los niños, siguen su vida diaria hasta que alguien les comunique lo que separa hotel, pero que pretende ser la gran casa de unos niños con problemas famihares. El decida mejor para ellos. Son niños que no tienen edad para ser culpables de nada peroHogar Escuela M onte Umbe se debate ahora entre los que no dudan de su idoneidad que sin querer ni m erecer han heredado los problemas de sus padres. En Umbe, o enpara tal fin y los que alejan las nostalgias y piensan que esos niños podrían integrarse pisos, si llegara el caso, sólo buscan la familia que les ha faüado.
Hogar Escuela Monte Umbe: Niños con problemas heredados
Olga Sáez Okaríz
«Cuando dés, da sin medir; cuando recibas sé agradecido». A la entrada del Hogar Escuela Monte Umbe cuelga un cuadro con esta frase enmarcada que refleja el espíritu de la historia q̂ ue encierra el gran edificio enclavado en la ladera de este monte, como un bunker contra la injusticia del resto del mundo. Las ocho monjas que conviven con los 44 niños que se encuentran en el centro saben mucho de eso. «Lo mejor -dice Sor Mercedes, la directora-, es cuando uno de los niños que ha pasado por esta escuela vuelve al cabo de los años y te reconoce agradecido». Porque ella sabe, y lo confiesa, que en el fondo este lugar que pretende compensar los problemas de sus pequeños huespedes, puede resultar triste. «Usted se fijará. Los ojos de esos niños están caídos, son tristes, aunque a nosotras nos cueste reconocerlo».
A pocos kilómetros de distancia pero en una realidad muy distinta el pasado día 12 los miembros de a junta del patronato del Hogar Escuela Monte Umbe discutían en el Ayuntamiento de Bilbao sobre la oportunidad o no de continuar con este centro. «Del servicio no se prescindirá nunca. Pero se piensa en que los niños vivan en pisos, en núcleos urbanos, desde donde su integración sería más sencilla», exponía el concejal de Bienestar Social del ayuntamiento bilbaino, Adrián Castro.
Hubo tiempos mejores en los que no se hubiera llegado a plantear la continuidad del Ho-
ar Escuela de Huérfanos de mbe. Ahora no hay huérfa
nos, son niños con problemas familiares a los que sus padres pueden maltratar, abusar y privar de cariño pero no los abandonarán porque como explica Sor Mercedes, «socialmente no estaría bien visto».
Con esto se les priva además de una posible adop>ción.
En aqueUos tiempos Umbe llegó a contar hasta con 72 niños. En reahdad la supervivencia del centro está condicionada a un número similar. En la actualidad conviven en este hogar 44. Y no es que los problemas sociales hayan desaparecido a medida que Internet se introducía en el mercado o restos de Marte alertaban sobre la posibilidad de vida en este planeta. Dice sor Mercedes que ahora la problemática es mayor.
Sor Mercedes, ¡a directora del Hogar Escuela de Umbe, vela cada día porque entre todos formen unagran familia. (Fotos E. Moreno Esquibel)
Ubicado en un lugar privilegiado de la naturaleza, se debate la continuidad del centro de Umbe por considerar que se encuentra demasiado alejado de cualquier núcleo urbano
«Los niños que recogemos tienen más problemas síquicos». Sin embargo, el departamento de Bienestar Social de la Diputación de Bizkaia, desde hace unos años, ha ido disminuyendo el número de niños que envía a Umbe para acogerlos en pisos compartidos y dirigidos por educadores. Ahí se encuentran más integrados en núcleos urbanos.
De edades comprendidas entre los 2 y 16 años su vida transcurre entre la esperanza de recibir la visita de sus padres o familiares y la necesidad de creer en que su situación mejorará con el tiempo, aunque en muchos casos nunca Uegue a ocurrir.
Son niños que sin buscarlo nacen culpables de un embarazo no deseado, hijos de padres que fueron maltratados de niños y ahora maltratan, víctimas de abuso^ de la droga, la falta de sensibilidad y en algunos casos de la insuficiente cordura -sólo así pueden explicarse algunas historias lamentables-. Niños gue luchan por encontrar la felicidad pero que no quieren renunciar a sus familias, «Son sus padres. Sobre todo los más pequeños no quieren renunciar a ellos aunque les ocasionen mucho sufrimiento».El día a día
En Umbe, seis educadoras, nueve personas encargadas de la limpieza, una de mantenimiento, un sicólogo, un logope- da y la directora luchan cada día por el buen funcionamiento del centro. Y esto significa procurar hacer una gran familia que repare el dolor que llevan dentro. Pero también habituarles a la ducha, enseñarles a comer, ayudarles a estudiar, comprenderles y sobre todo no mentirles. «En una ocasión hace ya años, -dice sor Mercedes, todavía con pesar- mentí a una niña que preguntaba qué era su madre. Ella lo sabía pero no quería admitirlo. Le mentí pensando que con ello le ayudaba. Pero se dio cuenta y perdió la confianza que había depositado en mí. Recuperarla fue muy costoso».
Sor Mercedes es guipuzcoa- na, de Andoain. Hace tiempo estuvo en Umbe por un período de once años. Después fue requerida para un centro en San Sebastián donde su trabajo consistía en preparar a jóvenes embarazadas que habían decidido separarse de sus hijos una vez hubieran nacido. Allí estu
Bilbao
vo seis aflos. Ahora ha vuelto a Bilbao para ocuparse otra vez de estos pequeños. Le sobran experiencias y ganas de ayudar, pero por ello precisamente tiene entre sus principios el de la prudencia que le hace evitar dar nombres o contar casos concretos que pudieran lastimar a los niños.
Cada día el Hogar de Umbe se pone en funcionamiento a eso de las siete y media de la mañana. Ducha, vestirse y desayunar para montar en el autobús que lleva a los niños hasta cada centro escolar. Allí comen. Regresan hasta su «casa» otra vez hacia las cinco de la tarde.
Esa es la hora de hacer los deberes y las actividades programadas; catcquesis, danza, clases de apoyo...
A las ocho se cena y después de ver un poco la televisión o estar en la salita hasta las diez, como hora máxima, se van a la cama.
Les cuesta estudiar poraue les cuesta concentrarse. «Cree usted Sor Mercedes que puedo concentrarme en las matemáticas sabiendo el problema de mi familia», le dijo una de las más mayores en cierta ocasión a la directora cuando ésta le pidió cuentas de los resultados en clase.
Los fines de semana es la Diputación quien estipula las salidas para estar con sus familiares; las visitas de los familiares al centro, o los paseos con los grupos de tiempo libre.
La ubicación del Hogar Escuela dificulta la integración de estos niños que no pueden ir a jugar a un parque público o, en el caso de las más mayorcitas, ver escaparates o ir al ane.
«Fíjese el otro día las más veteranas que tienen ya 16 años nos pidieron permiso para dar un paseo. Y el paseo era por estos alrededores. Porque de aquí no pueden ir a ningún otro sitio».
Lo de las visitas familiares a veces es también fuente de problemas porque prometen que vendrán y después no lo hacen «así que los niños pasan las tardes enteras esperándoles, y después mastican la frustración de que no han venido. No es un caso sino varios. Por eso, las monjas han decidido no decirles si van a venir o no. Están en el centro y si las familias les visitan bien. En caso de que no acudan cuando han avisado no se les dice nada y se evita que el niño sufra».
El personal de Umbe se preocupa de todos los cuidados de los niños
Sin merecerlo han heredado los problemas de sus padres, y ahora cuando todavía no tienen edad ________de sufrir ya comparten sus carencias________
«En el fondo quieren estar con sus padres, pese a los disgustos»
Otras veces pasan el fin de semana en sus casas. «Cuando son más mayores, según sea la situación familiar, aunque no siempre quieren ir. Pero ¡os más pequeños sea cual fuere el ambiente de sus casas quieren estar con sus padres, por incomprensible que resulte en ocasiones.Después puede ocurrir que vuelvan peor de lo que p^eron; que hayan sido maltratados...pe- ro ellos quieren estar con sus padres».
Si algo así ocurre, las educadoras, Tas monjas, actúan rápidamente dirigiéndose al juzgado de guardia porque los causantes del problema intentarán echar las culpas de lo ocurrido
al centro. «Y entre ellos, el padre a la madre, o viceversa, se protegerán».
«Por eso es tan importante que exista en ese entorno algún adulto responsable pero por desgracia no siempre ocurre. Sor Mercedes dice estas palabras a modo de conclusión como a quien le duele hablar del problema y camina con paso más rápido al comedor para velar porque todo vaya bien. «Coliflor con mahonesa, pollo con patatas, pera y pasteles».
Ese es el menú un día de carnaval. Los pasteles, con moderación, porque aunque una pastelería de Bilbao se los hace llegar todos los días, ellas, las
Umbe debate su
fiituroO .S .
monjas, tienen que preocuparse del colesterol y la buena alimentación de los pequeños.
Y trabajan con tesón para demostrar a la sociedad que esos niños tienen los mismos derechos que los demás. Por eso, le molesta q̂ ue a veces la gente se acuerde de los niños de Umbe cuando ha de vaciar armarios o desalojar algún trastero. «Si queremos que se integren en la sociedad, la sociedad debe empezar por tratarlos como personas que son con todos sus derechos».
Este pensamiento es algo así como la rúbrica que pone sor Mercedes a todo lo que ella piensa de estos niños.
El Hogar Escuela de Umbe tiene estos días su continuidad en el alero. El debate se suscita entre los que, superando la nostalgia de lo que siempre ha representado, piensan que los niños se podrán integrar mejor si conviven con educadores en pisos en núcleos urbanos, y los que apuestan por su continuidad de forma incondicional conservando su ubicación en ese lugar privilegiado de la naturaleza.
Antes de trasladarse a Umbe, el Hogar Escuela estuvo durante mucho tiempo en la Casilla.
Pero desde hace años este gran edificio, con aspecto de hotel o balneario, acoge a los niños con problemas familiares que son recomendados por el Departamento de Bienestar Social de la Diputación Foral de Bizkaia. Los terrenos y el edificio, valorados en LOGO millones de pesetas, pertenecen, no obstante, al Ayuntamiento bilbaino en cuya junta hay una representación de todos los partidos.
Para que la supervivencia del centro esté garantizada se necesitarían una media de 72 niños frente a los 44 que conviven en la actualidad. Por cada uno de estos niños Diputación destina una subvención de70.000 pesetas.
Además, Umbe recibe algunas donaciones desinteresadas entre las que las Monjas Hijas de la Caridad destacan la del «íTiro al plato de Lejona», «La Cámara de Comercio Británica», una farmacia de Cruces, y la donación de una pensionista. Después hay actos que se organizan en la ciudad como el reciente partido de fútbol u obras de teatro cuyos fondos recaudados, como en el caso de la obra «Sublime decisión», se destinan a Umbe.
Precisamente con esta última donación las monjas han podido estrenar una nueva furgoneta con capacidad para nueve plazas que tanta falta les hace.
Pese a ello, este año el Ayuntamiento ha tenido que aportar úna cantidad de 25 millones para ayudar a sobrellevar los gastos del centro.
La decisión sobre su continuidad aún no está despejada. Tras la reunión del día 12 vino la del 24. Seguro que hay más.