historias increibles

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en esta revista encontraras historias, donde podras reir un poco.

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Estaba un ratoncillo aprisionado

en las garras de un León; el desdichado

en tal ratonera no fue preso

por ladrón de tocino ni de queso,

sino por que con otros molestaba

al León, que en su retiro descansaba.

Pide perdón, llorando su insolencia.

Al oír implorar la real clemencia,

responde el rey en majestuoso tono

(No dijera más Tito): -Te perdono!

Poco después, cazando el León, tropieza

en una red oculta en la maleza.

Quiere salir; más queda prisionero.

Atronando la selva, ruge fiero.

El libre ratoncillo, que lo siente,

corriendo llega, roe diligente

los nudos de la red, de tal manera

que al fin rompió los grillos de la fiera.

Conviene al poderoso

para los infelices ser piadoso.

Tal vez se puede ver necesitado

del auxilio de aquel más desdichado.

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Llevaba en la cabeza

una lechera el cántaro al mercado

con aquella presteza,

aquel aire sencillo, aquel agrado,

que va diciendo a todo el que lo advierte

¡Yo si que estoy contenta con mi suerte!

Porque no apetecía

más compañía que su pensamiento,

que alegre le ofrecía

inocentes ideas de contento.

Marchaba sola la feliz lechera,

y decía entre sí de esta manera:

"Esta leche vendida,

en limpio me dará tanto dinero,

y con esta partida

un canasto de huevos comprar quiero,

para sacar cien pollos, que al estío

merodeen cantando el pío, pío"

"Del importe logrado

de tanto pollo mercaré un cochino;

con bellota, salvado,

berza, castaña engordará sin tino;

tanto que puede ser que yo consiga

ver como se le arrastra la barriga"

"Lo llevaré al mercado:

sacaré de él sin duda buen dinero;

compraré de contado

una robusta vaca y un ternero,

que salte y corra toda la campaña,

hasta el monte cercano a la cabaña".

Con este pensamiento

enajenado, brinca de manera

que a su salto violento

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el cántaro cayó. ¡Pobre lechera!

¡Qué compasión! Adiós leche, dinero,

huevos, pollos, lechón, vaca y ternero.

¡Oh loca fantasía!,

¡Qué palacios fabricas en el viento!

Modera tu alegría;

no sea que saltando de contento,

al contemplar dichosa tu mudanza,

quiebre tu cantarilla la esperanza.

No seas ambiciosa

de mejor o más próspera fortuna;

que vivirás ansiosa

sin que pueda saciarte cosa alguna.

No anheles impaciente el bien futuro:

mira que ni el presente está seguro.

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Las fábulas son composiciones breves

literarias en las que los personajes casi

siempre son animales u objetos, que

presentan características humanas como el

habla, el movimiento, etc. Estas historias

concluyen con una enseñanza o moraleja de

carácter instructivo, que suele figurar al

final del texto.

Como género literario posee un carácter

mixto narrativo y didáctico y estas

propiedades:

Esencialmente ofrece un contenido

moralizante o didáctico.

Siempre contiene una moraleja. En

las más antiguas se encuentra escrita

al final del texto.

Generalmente es una pieza muy breve

y con pocos personajes.

Posee una gran inventiva, riqueza

imaginativa y de colorido.

Es inverosímil.

Su exposición de vicios y virtudes es

maliciosa, irónica.

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Tienen algunos un gracioso modo

de aparentar que se lo saben todo,

pues cuando oyen o ven cualquiera cosa,

por más nueva que sea y primorosa,

muy trivial y muy fácil la suponen,

y a tener que alabarla no se exponen.

Esta casta de gente

no se me ha de escapar, por vida mía,

sin que lleve su fábula corriente,

aunque gaste en hacerla todo un día.

A la pulga la hormiga refería

lo mucho que se afana,

y con qué industrias el sustento gana;

de qué suerte fabrica el hormiguero;

cuál es la habitación, cuál el granero;

cómo el grano acarrea,

repartiendo entre todas la tarea;

con otras menudencias muy curiosas

que pudieran pasar por fabulosas,

si diarias experiencias

no las acreditasen de evidencias.

A todas sus razones

contestaba la pulga, no diciendo

más que estas u otras tales expresiones:

«Pues ya..., sí..., se supone..., bien..., lo entiendo,

ya lo decía yo..., sin duda ..., es claro...,

está visto: ¿tiene eso algo de raro?»

La hormiga, que salió de sus casillas

al oír estas vanas respuestillas,

dijo a la pulga: «Amiga, pues yo quiero

que venga usted conmigo al hormiguero.

Ya que con ese tono de maestra

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todo lo facilita y da por hecho,

siquiera para muestra,

ayúdenos en algo de provecho.»

La pulga, dando un brinco muy ligera,

respondió con grandísimo resuello:

«¡Miren qué friolera!

Y ¿tanto piensas que me costaría?

Todo es ponerse a ello...,

pero... tengo que hacer... Hasta otro día».

Para no alabar las obras buenas, algunos las suponen de fácil ejecución.

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Erase una gallina que ponía

un huevo de oro al dueño cada día.

Aún con tanta ganancia, mal contento,

quiso el rico avariento

descubrir de una vez la mina de oro,

y hallar en menos tiempo más tesoro.

La mató; abrió el vientre de contado;

pero después de haberla registrado

¿qué sucedió?. Que, muerta la gallina,

perdió su huevo de oro, y no halló mina.

¡Cuántos hay que teniendo lo bastante,

enriquecerse quieren al instante,

abrazando proyectos

a veces de tan rápidos efectos,

que sólo en pocos meses,

cuando se contemplaban ya marqueses,

contando sus millones,

se vieron en la calle sin calzones!

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Buscar en la sopa de letras las fabulas anteriores:

J L O D H L T Ñ V G L E C H E R A P K A I O F I O S V X P L S N K I J T E U Z L N M O R O Ñ L X Y I R W E T R G P K Ñ N G A G J A J J U U A L O T C O O S E A S U Y H O R M I G A O H O N I N A K O P V

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Cantando la Cigarra

Pasó el verano entero,

Sin hacer provisiones

allá para el invierno;

los fríos la obligaron

a guardar el silencio

y a acogerse al abrigo

de su estrecho aposento.

Se vio desprovista

del preciso sustento:

sin mosca, sin gusano,

sin trigo y sin centeno.

Habitaba la Hormiga

allí tabique en medio,

y con mil expresiones

de atención y respeto

le dijo: "Doña Hormiga,

pues que en vuestro granero

sobran las provisiones

para vuestro alimento,

prestad alguna cosa

con que viva este invierno

esta triste Cigarra,

que, alegre en otro tiempo,

nunca conoció el daño,

nunca supo temerlo.

No dudéis en prestarme,

que fielmente prometo

pagaros con ganancias,

por el nombre que tengo

La codiciosa Hormiga

respondió con denuedo,

ocultando a la espalda

las llaves del granero:

"¡Yo prestar lo que gano

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con un trabajo inmenso!

Dime, pues, holgazana,

¿qué has hecho en el buen tiempo?"

"Yo, dijo la Cigarra,

a todo pasajero

cantaba alegremente,

sin cesar ni un momento"

"¡Hola! ¿con que cantabas

cuando yo andaba al remo?

Pues ahora, que yo como,

baila, pese a tu cuerpo"