Historias de Ninguno

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Libro infantil

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EstelibronarralasaventurasdeNinguno,unniñotanpequeño,tanpequeño,quenadiesedacuentadesupresencia.PeroundíaNingunoconoceaCamilayunmundollenodeaventurasseabreanteél.

Ningunoexistedeverdad.Yolohevisto,noestoyhablandoenbroma.Parecequenoteníamuchaprisaencrecer,sehabíaquedadotanpequeño,tanpequeño,quetenía que empinarse para alcanzarse las orejas. "¡Ay,diosmío-decíasumadre-¿Quéledaríaoaesteniño,queabultamenosqueunacanica?

SegundopremioBarcodeVaporen1980.Apartirde7años

PilarMateos

1YosoyNinguno2Camilayelreydelossaltamontes3Laspinturasmágicas4Unperroconlasorejasazules5Elrocafú6Pilotodelviento7AlmíbarBarcayTrinete8LamaravillosahistoriadeRocafú9Hastaluego

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PilarMateos

HistoriasdeNinguno

FinalistadelPremioElBarcodeVapor

PremioLazarillo1982PremioElBarcodeVapor1981edicionessm

Primeraedición:Julio1981Trigésimoterceraedición:noviembre2004Colección dirigida por Marinella Terzi

Ilustraciones:GustavoOteroCubierta:JoséLuisCortés©PilarMateosMartín.1981©EdicionesSMISBN: 84-348-0907-9 Depósito legal: M-43183-

2004Preimpresión:Grafilia.SLImpresoenEspaña/PrintedinSpain

AMoncho

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1YosoyNinguno

SI ahora coges el diccionario y buscas la palabraNINGUNOenlaspáginasdelaN,leerásqueningunosignificanulo,niunosolo,nadie;sinembargo,porestavez,levamosallevarlacontrariaaldiccionario.

Ningunoexiste,existedeverdad,yolohevisto,noestoyhablandoenbroma.Ningunoesunniñopelirrojoque tiene cara de sueño, pero la cara nada más; pordentro está muy despierto. Si lo conocieras, te haríasamigo suyo enseguida. Y no es difícil que te loencuentres cualquier día por la calle, porque va a uncolegioqueestácercadeltuyo.

Ninguno, al principio, cuando estaba todavía enprimerodebásica,nosellamabaasí.Esenombreselopusierondespués;peronadieseacuerdayadecuálerael suyo verdadero. Tampoco tiene importancia. A lomejor se llamaba como tú, o como cualquiera de tusamigos.

El caso es que, mientras sus compañeros y sushermanos iban creciendo de día en día, y había quesacarles a todo correr el dobladillo de los pantalones,Ningunoselotomabaconmuchacalma:parecíaquenotenía prisa en crecer, y se quedaba tan pequeño queteníaqueempinarseparaalcanzarselasorejas.

Sumadredecía:—¡Ay,Diosmío!¿Quéledaréyoaesteniño,que

abultamenosqueunacanica?

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Yledabaespinacasyqueso,porqueyasabéisquelasmadresloquierenarreglartodoconlacomida.Yelniñocogiórabiaalasespinacasyalqueso.

Pesaba tanpocoque teníaquemetersepiedrasenlosbolsillosparaquenoselollevaraelviento.Ynadielehacíacaso.SilatíaPetrarepartíacaramelos,siempreseolvidabadeél.

—Ésteparati,yésteparati,Yésteparati—decía—. ¡Hala!, ya estáis todos. ¿Falta alguno? y todoscontestaban:

—Ninguno.Elniñodecía,muybajito:—Faltoyo.Si hacía una carrera con sus amigos, él siempre

llegabaelúltimo.Monchopreguntaba:—¿Quiénhallegadoelúltimo?—Yono—contestabaTino.—Yotampoco—decíaTina.—Entonces, ninguno ha llegado el último —

rezongabaMoncho—.Yaestáishaciendotrampas.Yelniñodecía,muybajito:—Hesidoyo.ELDÍAENQUEEMPEZARON,élysusamigos,

cuartodebásica,sedirigieronalaclaseconunmontónde libros nuevos.Al niño apenas se le veía, y parecíaquelacarterasepaseabasolaporelpasillo,yellasolasecolocabaenlamesadeatrás.

Almenos,esofueloquepensóelprofesorquesellamaba donAtaúlfo.DonAtaúlfo les saludó con vozgrave, se ajustómeticulosamente las gafas y examinó

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lascarasdesusalumnos.Creyóadvertirqueenlamesaqueestabajuntoalaventanaahabíademasiadosniños.Eraverdad.porqueTinoyTinasehabíansentadoenlamismasilla;asíquedonAtaúlfodijo:

—Noospongáis todosjuntoalaventana.Queselevanteunodevosotrosysevayaalaúltimamesa,queestálibre.

En la última mesa estaba Ninguno, estirandomuchoelcuello,ytratandodeasomarseporencimadelos libros para que don Ataúlfo le viera. Dijotímidamente:

—Estamesayaestáocupada,señorprofesorEl profesor estabamuy extrañadoporque oía una

voz y no sabía de dónde salía: volvió a mirar másatentamente,porsisehubieraequivocado,peronovioaningúnniñosentadoenaquelsitio.

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—Porloqueyoveo,ningunolaestáocupando.—¡Yo la estoy ocupando! —voceó el niño, con

tantafuerzaquedonAtaúlfosesobresaltó.—¿Quiénhagritado?—preguntó.Susalumnossemirabanunosaotrosyseencogían

dehombros.—Ninguno—decían.Entonceselniñosesubióencimade la silla,para

quetodoslevieranbien,ydijo:—¡Ningunosoyyo!Ese mismo día, en el recreo, se decidió que

Ningunoibaallamarseasídefinitivamente.LACLASEESTABAPREPARANDOsuequipo

parajugaralfútbolcontralosdequinto.Monchoeraelcapitán;ibadiciendoasusamigos:

—Tú, Tino, de delantero centro. Tú, Tina, deextremoizquierda.Tú,María,dedefensa.

—¿Yyo?preguntabaNinguno.PeroMonchonoreparabaenél.Tratabadeponer

orden entre sus compañeros, que alborotaban ybrincaban,ansiososporcomenzarelpartido.

—Bueno,venga,yaestamostodos.¿Faltaalguien?Ytodosvocearon:—¡Ninguno!Yelniñosesubióencimadeunbanco,ydijo:—Si ninguno falta, será que yo soy Ninguno;

porqueyosoyelquefalta.Le pusieron de portero y le metieron todos los

goles.Ocho-cero.Monchoseenfadó.—Nohacenada.Cuando él está de portero, es como si ninguno

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estuviera.Y por estas y otras cosas que ya os contaré, se

quedóparasiempreconelnombredeNinguno.Ninguno estaba un poco triste, ésa era la verdad.

Nolegustabaquelemetierantodoslosgoles,niquelatíaPetraseolvidaradeélcuandorepartíachicles,niquecadavezqueélabríalapuertaparaentrarenclase,donAtaúlfo pensara que la había abierto una corriente deaire;peronocreáisquesedesanimabafácilmenteoseenfadabaporesastonterías.¡Quéva!

Yesoqueélnosabíalascosasmaravillosasqueleibanasuceder.Niselaspodíaimaginar.

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2Camilayelreydelossaltamontes

Los días de sol, don Ataúlfo les dejaba salir almonte, porque el patio del colegio era demasiadopequeñoy no se podía jugar bien al fútbol.Allí cercahabía un prado, hermoso y llano, que servíaperfectamentedecampodedeportes.Durantelaleccióndelenguaje,losniñosoteabanelcieloporlaventana;ysiestabadespejado,decían:

—Hoyestálahierbaseca.Podemosjugaralfútbol.Eracomosielcampolesperteneciera,ydisponían

deélasuantojo.Nadieselodisputaba;peroundía,alllegar, seencontraronconunaniñaqueestabasentadaenelsuelo,cortandounasramitasdefresno.

—He cazado al rey de los saltamontes—les dijo—. Lomalo es que seme ha escapado porque no hesabidopintarunajaula.

—¿Y cómo sabes que era el rey de lossaltamontes?—preguntaronlosniños.

—Porquetienelasalasverdesyazules.—¡Vayacosa!Elmonteestállenodesaltamontes

verdesyazules.—Todossonreyes—afirmólaniñaconautoridad.Estabadescalzay sucia.Y tenía elpelodel color

delahierba.Losniñoslacontemplabanasombrados.Ninguno quisopreguntarle sunombre,perono se

atrevióporqueeraunpocovergonzoso.Laniñalomiró

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ysesonrió.—MellamoCamila—dijo.—¿Porquévasdescalza?—lepreguntóTino.—Semehanperdidolaszapatillas.—¿Yporquénotehaslavadolacara?—preguntó

Tina.—Nomehedadocuentadequelateníasucia.Ésa no era una razón. Nadie se da cuenta de si

llevaonolacarasucia.Unonosevaviendolacaraporelmundo.Selavenlosdemás,lospadres,lostíos,ytedicen:

—¡Vealavartelacara!Era una niña rara aquélla, que trabajaba

afanosamentecortandoramitasdefresno.—Tengoquecazaralreydelossaltamontes.Yes

precisoquehagaunajaula,paraquenosemevuelvaaescapar.

—Nomegusta ir por ahímetiendo a la gente enjaulas —rezongó Moncho—. A ti tampoco te haríagraciaquetemetieranenunajaula.

YCamilasemostródeacuerdoconesaopinión.—Yasé—asintiópacientemente—.Aninguno le

gusta.—¿Amí?—protestóNinguno.¡Amítampocome

gustaquememetanenunajaula!PeroCamilanolehizocasoysiguióexplicando:—Se lo voy a regalar a un amigo que hace

colecciónde insectos.Nosepuedehacercoleccióndeinsectossinoselosatrapaprimero.

—Sísepuede—rebatióMoncho—.Yotengounabuena colección. Tengo escarabajos, y mariposas, y

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libélulas,ysaltamontesreyes.Habrá,porlomenos,másdemilsaltamontesreyes.

Camilaseadmiró.—¿Dóndelosguardas?—Nolosguardo,nohacefalta.Lostengoporahí

sueltos, en los árboles y esos sitios; pero es micolección,ypuedomirarlacuandosemeantoje.

Aunque era una reflexiónmuy razonable,Camilanosedejóconvencer.

—A mi amigo le gustan más todos juntos.¿Queréisayudarmeaconstruirunajaula?

—Yono—dijoMoncho—.Tenemosquejugarunpartido.

—Nosotrostampoco—dijeronTinoyTina.Ahoranosvamosaentrenar.

Camilabajólacabezacondesaliento.—¿Ningunovaaayudarme?—¿Yporquéhedeseryo?—protestóNinguno—.

Yonoséhacerunajaula.Nunca,enmivida,hehechounajaula.

Nosécómohayquecolocartodosesospalitos.—Noesdifícil,yo teenseñaré—dijoCamilacon

suavidad.Después,amontonólasvaritassobrelahierbayañadió—:Alquemeayudelevoyhacerunregalo.

Entonces todos la rodearon, preguntandomuchasveces:

—¿Quées?—¿Quées?—¿Quées?Camilasemetiólamanoenelbolsillodesufalda

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ysacóunacajadepinturas,unapequeñacajadecartón,descolorida;dentrohabíaseislápiceschatosygastados.

Loniñossedecepcionaron.—¡Vaya cosa! —exclamó Moncho con un

gestecillodespectivo—.Yotengounacajafenómenaderotuladores.Yonolasquiero.

—Yo tampoco —dijo Tino—. A mí me hanregalado una caja de acuarelas. ¿Para qué quiero esabirriadepinturas?

—Yoprefierolasdecera—dijoTina—.Éstassonmuydurasycasinotienenpunta.Camilasequedóparadaunmomento,consucajita

enlamano.Dijo:—¡Ningunolasquiere!YNingunoprotestó:—¿Y por qué yo? ¡Siempre tengo que ser yo!

Siempresoyyoquiensaleperdiendo.Tengoquehacerunajaulaparaunsaltamontes.ymequedarésin jugar.Ytodoporesabirriadelapicerosroídosporlosratones.

—No son tan malos como parecen —aseguróCamila.

Y se sonrió.ANinguno le pareció que se estababurlandodeél.

—Sisontanbuenos,quédatetúconellos.—Amínomesirvenparanada—-dijoCamila—.

Yonosépintar.Todos la miraron con pena. Mira que no saber

pintar una casa, ni un soldado, ni siquiera una flor...¡PobreCamila!

Ellasedisculpó:

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—Séhacerotrascosas.

Pero ya los niños corrían hacia la parte llana delprado,ytirabanalsuelosusjer

séis para marcar las porterías. Ninguno los viomarcharconenvidia,ysepusoabuscarramas,unpocoenfurruñado.

«¡Miraquégracia!»,pensaba.«Siempremetocaamípagarelpato».

Estuvieron tan ocupados ensartando palitos que,cuandoel niñoquisodarse cuenta, yahacía largo ratoquesuscompañeroshabíaentradoenclase.

—¡Ahí va! —exclamó, apurado—. Ahora me lavoyacargar.

Ysaliócorriendohaciaelcolegio.—¡Espera!¡Espera!—leavisóCamila.Teolvidas

tucajadepinturas...¡Espera!

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—Nolasnecesito—decíaelniño,sindetenerse.PeroCamila corría tras él.Lo alcanzó cuando ya

estabajuntoalapuertadelaentrada,yselaspusoenlamano.

—Te lashasganadoy son tuyas.Tencuidadodenoperderlas,¿meoyes?¡Quenosetepierdan!

Elniñoselasguardó,conlaatenciónpuestaenlapuerta del colegio. Tenía suerte. En ese momentollegabantresguardiasurbanosqueveníandevisita,ysecolóentreellossinquenadieloviera.

Lopeor iba a ser entrar en clase.DonAtaúlfo seenfadaría por su retraso. Le castigaría a escribir cienveces:«Nollegaré tardeaclase.»Oquinientasveces.O mil. O un millón. Iba a pasarse toda la vidaescribiendo:«Nollegarétardeaclase».

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3Laspinturasmágicas

ABRIÓ la puerta con mucho sigilo y se deslizódentro,encogiéndosecomounaoruga.

DonAtaúlfoseajustólasgafasypreguntó:—¿Quiénhaabiertolapuerta?Yeseacusicaquehay,algunasveces,enlasclases

dijoconvozdepito:—¡Ninguno!Elniñoyaestabasentadoensupuesto,ytodoslos

demás se callaban para no delatarlo. Don Ataúlfo sesorprendió.

—¿Cómo?¿Nadiehaabiertolapuerta?Yelacusicarepitió:Sí señor, ha sido Ninguno. Ninguno acaba de

entrar.—Bueno —dijo el profesor—. Si no ha entrado

nadie,seráquelahaabiertounacorrientedeaire.—Miraquégracia—pensabaNinguno—.Yahora,encima,nomevoyasaberlalección.Y se quedó espantado cuando oyó decir a don

Ataúlfo:—Preparad el cuaderno y el bolígrafo, y escribid

condetalleloqueacabodeexplicar.ElpobreNingunolomiróconcaradesordo:luego,

abrióelcuadernoypreguntóasuscompañeros:—¿Dequéoshahabladoelprofesor?—Ha hablado del descubrimiento deAmérica—

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dijoTino.—No—dijoTina—.Noshacontadolahistoriade

Moisés.—¡Quéva!—dijoMoncho—.Noshadescritolas

pirámidesdeEgipto.—¡Silencio!—ordenódonAtaúlfo.Ycadaunosepusoaredactaruntemadistinto.Elniñonosabíaquéhacer.Sealoquefuereloque

el profesor hubiera explicado en clase, él no habíaestadoallíy,portanto,nolehabíaescuchado.Noteníanadadeloqueescribir.

Miró de reojo lo que escribía el acusica, y elacusicatorcióelpapelparaquenopudieracopiarle.

Miróunraspónquehabíaenlamesayqueparecíaeldibujodeunmarciano.

Miró el cartel de la catedral de Burgos. Miró lalibrería, y el bote lleno de renacuajos que había sobreunestante.Sehabíanllevadolosrenacuajos.

MiróadonAtaúlfo,queestabaquitandolashojassecas de las macetas. Y volvió a mirar su página enblanco.

Ypensóqueleibaaponeruncero.Entoncescayóenlacuentadequeteníaenlamano

lacajitadepinturas,yconellapiceroverde,queeraelde punta más afilada, dibujó un cero en medio de lahoja;luegolepintópatas,tresacadalado,ylepusodosalitas transparentes: enseguida añadió unos ojossaltonesyunasminúsculasantenas.

Yresultóunamoscamuygraciosa.Elniñoprobóconlapinturaazul;ycuandoestaba

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empezandoadibujarunamariposa, recibió la sorpresamásgrandedesuvida:

¡Lamosquitaseestabamoviendo!.Sacudíalasalassobre el papel y se rascaba las patas, pensativa. Depronto.comenzóazumbarysalióvolando,verdecomounabriznadehierba.

—¡Ahíva!—dijoNinguno.En la página quedaba solamente el hueco que

habíadejadolamosca.Y aún habíamás: ¡lamariposa, amedio dibujar,

alargabasusantenassobrelaslíneasdelcuaderno!Maravillado,elniñoseapresuróapintarlelasalas,

azulmarinoconlunaresverdes.Nohabíaterminadodepintar todos los lunares del ala derecha, y ya lamariposalasestababatiendoyseleposabaenlamangadelacamisa.

En el papel quedaba sólo la silueta de sus alas yunapizcadepolvilloazul.

Entonceselniñodibujóunacigarrarojayverde.Yantesdequepudierapasar la página, la cigarra estabatrepandoporellapicero.

Enseguida pintó una mariquita de Dios, unciempiésyunaabejareina.Ylespusoencimalacajadecartónparaquenoseescaparan.

Empezóotrapáginaydibujóunarana.A la pintura verde se le rompió la punta, así que

coloreólaranaennaranjaymorado;yconlosmismoscoloresadornóunpájaromenudoquese llamacolibrí.La rana le salió un poco torcida pero a ella no leimportó.Tomóimpulsoconsuspatastraserasybrincó

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hasta la mesa de Tina. Tina dejó de escribir ycontempló, estupefacta, aquella rana naranja posadasobresuhoja.

—¡Hayunaranadecolornaranjaenmicuaderno,señorprofesor!

Don Ataúlfo estaba muy ocupado regando lasplantas,ynolaoyó.

Para entonces,Ninguno ya había dibujado cuatropájaros más, dos morados y dos rojos. La abejazumbababajolacajadecartón,yelniñolalevantóparaquepudierasalir.

Pintó cinco tortugas azules y amarillas, que semarcharonenfilaporelcentrodelaclase.YTinodijo:

—¡Haycincotortugasenanas,señorprofesor!PerodonAtaúlfocontinuaba,absorto,regandolas

plantas,ynoleoyó.El niño agotaba todas las páginas de su cuaderno

pintandocigarraslocasconviserasdeciclista,ciempiéscon botas de fútbol, mariposas impacientes que no sedejaban terminar las alas y salían batiendo el aire,lagartijasaturdidasquetropezabanconlaspatasdelassillas,ydiminutoselefantesdeenroscadastrompas.

YMonchodecía:—¡Se le ha posado en la cabeza un pájaro rojo,

señorprofesor!

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—¡Yunelefantito leestáenredando loscordonesdeloszapatos!—añadíaTina.

EntoncesdonAtaúlfosediolavueltaymiróalosniños; pero no vio niños, sino un enjambre de bichosdisparatados,contodosloscoloresdelarcoiris.

Bandadas de pájaros ymariposas se precipitabansobre sus plantas, orugas con camisetas de cuadrosrecorrían las mesas, caracoles de cuernecitos azulestrepabanporlasparedes,yelefantesdeltamañodeunahuchasedisputabanloscordonesdesuszapatos...

DonAtaúlfofueyselimpiólasgafas.Todos los pájaros revoloteaban, trinando,

buscandolasalida.Todas las ranas croaban, saltando de mesa en

mesa.Todas las cigarras chirriaban, agitándose de acá

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paraallá.Y moscas de todos los colores iban y venían,

zumbaban,girabancomolaslucesdeuntiovivo.Y todos, todos los niños gritaban, se empujaban,

cazabanlagartijasysereíancomonuncaensuvida.Y ninguno, fijaos bien, ninguno supo de dónde

habíansalidoaquellosanimalitostandivertidos.Ningunolosupo.Yninguno, fijaos bien, ningunohizo aquel día el

ejercicioderedacción.Ninguno,tampoco.

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4Unperroconlasorejasazules

ALsalirdelcolegio,elniñobuscóaCamilaenelprado;peroCamilanoestaba.Sehabíaidoconsujauladevaritasdefresnoysusaltamontesrey.

Losniñosibandiciendoasuspadres:—Hoy he cazado en clase cuatro ranas de color

naranja.—Y yo, dos lagartijas moradas y una tortuga de

cuadrosamarillos.—Yyo,unciempiésconbotasdefutbolista.—Yyo,unelefante.Suspadreslesdecíanquebueno,paranollevarles

lacontraria.Sinembargo,senotabaquenoselocreían.Y Ninguno apretaba en la mano su caja de

pinturas, no se le fuera a escapar. Se acordó de queCamila le había advertido que tuviera cuidado de noperderlas.Entoncessediocuenta,sobresaltado,dequeel bolsillo de su pantalón tenía un agujero. ¡Se lecaeríanporallíapocoquesedescuidara...!

—Tengounrotoenelbolsillo—ledijoasumadre—.Melotienesquecoser.

—Y a mí un mono patín —dijo su hermanopequeño—.Yoquierounmonopatín.

Ningunoseenfadó.—Son cosas distintas—puntualizó—. ¿Qué tiene

que ver un mono patín con un roto? Ahora estamoshablandoderotos.

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Peroyo loquequieroesunmonopatín—insistiósuhermanopequeño.

Ysumadredijo:—Yyo loquequieroesqueandéisunpocomás

deprisa.Quetampocoteníanadaquever.Cuandollegaron

acasa,lepreguntó:—¿Quéospreparodemerienda?—Amí,panychocolate—dijoNinguno.—Amí,unmonopatín—dijoelhermanopequeño.Ysumadrerezongó:—Nosédedóndevayasacarahoraunmonopatín.

Comonolopinte...Aloírla,Ningunotuvounaidea.—¡Claro! ¡Qué tonto soy! No se me había

ocurrido.Voyapintarunmonopatín.Seencerróensucuarto,consupanysuchocolate

ysucajadepinturas.Fuenecesariojuntarcuatrohojasdelcuaderno.Las

extendiósobreelsueloylaspegócuidadosamenteconcelo. Luego sacó punta a las pinturas. Se comió elchocolate y se puso a trabajar. Se le olvidó comer elpan.

Trazó un monopatín duro y resistente, le pintórayasdecoloresy lo adornóconpegatinas.Encuantoestuvoacabadalaúltimarueda,elmonopatínsesaliódelashojasysedeslizóporelsuelo.

Sólo quedaron unos recortes de papel comocortezasdequeso.

Eraprecioso.Apenas senotabanunas líneasmuy

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finasenlossitiosdondehabíaunidolascuartillas.Ningunopensaba:

«¡Quécontentosevaaponermihermano!»Lellamóyseloenseñó.Suhermanolocogióydijo:—¿Yelcasco?¡Esoyaerademasiado!Loshermanospequeñosno

se cansan de pedir y pedir. Nunca tienen suficiente.Ningunoledijoquesefueraycerrólapuerta.Todavíaleoyólloriquearporelpasillo:

—¡Mamá!¡Yoquierouncasco!NINGUNOSESENTÓensumesade trabajo.Y

aunquelospiesnolellegabanalsuelo,seconsiderabaelniñomásafortunadodelmundo.

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Consólopintarlopodíaconseguircuantoquisiera,lo que más hubiera deseado, cualquier cosa que legustara.

Ningunopreparólascuartillas.Ibaadibujarloquemáshabíadeseadoensuvida.

—Unbarco—decidió—.Loquemásmegustaríateneresunbarco.

Ycasienelmismoinstante,cambiódeopinión.—No. Es mejor el cofre del tesoro; así puedo

descubrirlocuandoquiera.Yenseguidasecorrigió.—Prefierounacañadepescar.No había tenido tiempo de representarse todo el

largodelacaña,yyaestabadiciéndose:—Esmuchomejorunabicicleta.Se la estaba imaginando, ligera y reluciente,

cuando, de improviso, saltó de la silla y cayó en elsuelo,sentado.

—¡Yaséloquequiero!Acababadeacordarsedeloquemáshabíaañorado

durantetodasuvida.Unperro.Y he aquí que ahora tenía la oportunidad de

elegirloasugusto.—Lopintarébonito.Pintaréelperromásbonitoy

máslistoqueexista.Fue una tarea muy emocionante escoger los

colores, trazar aplicadamente el largo de las orejas,retocarconmimolagraciadelmorroylaimpertinenciadelacola,lasuavidaddelpelo.Nuncahizoelniñoundibujo con más amor, con más paciencia, con másesmero;tansólocuandolohuboacabado,observóque

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teníaunapataunpoquitomáscortaquelasotras,peroesque,alfinal,elcachorronosequedabaquieto,yeraimposibleretocarla.Porfortuna,noselenotabamucho.Yera tanalegre, tangracioso, ledio tantos lametones,lemordiótantolaszapatillas,secomiótantaalfombra,queelniñoestabatrastornadoporlaalegría.

¿Cómo era posible que tuviera aquel pelo tancálido, aquel rabito tan bailarín, aquellos ojos taninteligentes?

Y en medio de tanta felicidad, he aquí que derepenteseabriólapuerta,yelniñoapenastuvotiempodecubrirsutesoroconelrestodelaalfombra.

—¡Qué raro! —comentó su padre—. Me habíaparecidooírladraraunperro.

Yseoyó,detrás,lavozdelamadrequedecía:—Yasabesquenolesdejo traeranimalesacasa.

Loensuciantodoydestrozanloslibros.Supadrelediounbesoyledijo:—Cuando acabes de hacer los deberes, te juego

unapartidadeajedrez.Elniño,sinembargo,nohizolosdeberesnijugóal

ajedrez. Jugó con su perro, lo acarició, le pintó unhueso.Ypensaba:«¿Quenombrelepondré?»

Mientrasbuscabaunnombre, lepintóuncollaryuna correa. La correa la dibujó enrollada, para quecupieraenelpapelycuandoestuvofuera,ladesenrolló.

Elperrolemordíalospantalonesyselesubíaalaspiernas.

—¿Dóndeloesconderé?Ylepedíaquenoalborotara,queestuvieraquieto

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ycalladito;peroerauncachorro irresponsable,quenose hacía cargo de la situación. Se aferraba a lospantalones con sus dientes, y no los quería soltar. Ledesafiaba con sus ladridos, secos y escandalosos. Elniño ya sabía lo que iba a suceder. Sabía que, de unmomento a otro, sumadre iba a abrir la puerta. Iba apreguntar:

—¿Peroquépasaaquí?Nosólovinosumadre:tambiénvinieronsupadre

ysuhermanopequeño.Preguntaronexactamente:—¿Peroquépasaaquí?El niño empujaba al cachorro con los pies, para

quesemetieradebajodelacama.—Estoysegurodequeaquíhayunperro—dijoel

padre.—Verdaderamente, me ha parecido escuchar el

ladridodeunperro—corroborólamadre.—¡Yo quiero un casco! —dijo el hermano

pequeño.Ylostresvieronboquiabiertos,asomandoelmorro

por debajo de la cama, un perrillo de piel canela, conmanchasdecolornaranjaylasorejasazules.

Y se quedaron un ratito inmóviles, como si lesestuvieranhaciendounafotografía.

Porfindijeron:—Pero...¿queesesto?Al niño, justo en ese momento, se le ocurrió un

nombre:

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—EsAmigo.Perosuspadresnosedieroncuentadequeeraun

nombre precioso.Ni siquiera reparaban en queAmigosehabíacomidolaalfombra,nienlobiendibujadoqueestaba.No sedabancuentadenada.Locontemplabanllenosdeasombroypreguntaban:

—¿Dedóndehasalidoesto?Elniñoseloexplicósencillamente:—Demicuaderno.Yañadióbajito.conorgullo:—Lohepintadoyosolo.Peroellos,naturalmente,noloentendieron.

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5Elrocafú

DESDE la ventana de la clase, el niño veía aCamila,queibadeunladoaotroporelpradobuscandoafanosamente quién sabe qué. El cielo estaba cubiertodenubesysoplabaelviento.

—Vaa llover—comentóMoncho—.Hoynonosdejaránsaliralcampo.

Alahoradelrecreo,elniñoguardólaspinturasenel cajón de la mesa, porque su madre había olvidadocoser el roto del bolsillo, y él no quería que se leextraviaran;luegofueenbuscadeCamila.

—Tengounperro—lecontó—.Lohehechocontuspinturas.

—-Yasé—contestóCamila—.Siempresedibujaunperroelprimerdía.

Elniñopermanecióunosmomentospensativo.—Mimadrenomedejatenerloencasa.Camilano

diomuestradeningunainquietud.—Ya sé —repitió tranquilamente—. Siempre

dicenquenoelprimerdía.—Quieren que lo devuelva. Pero ¿cómo voy a

devolverlo?Yanosepuedeborrar.—Losmayoresnosabenloquequieren—suspiró

Camila.Unasvecesdicenqueno,yotrasdicenquesí.—¿Ycuándodicenquesí?—Mañana—afirmólaniñamuyconvencida—.Al

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segundodíasiempredicenquesi.Ysepusoamirarporelsueloatentamente,como

si hubiera perdido algo. Su pelo tenía el color de lanubes.

Elniñolacontemplóconadmiración.Camilaparecíasaberlotodo.—¿Has perdido otra vez las zapatillas? —le

preguntó.Ella respondió que no, que no era eso lo que

buscaba.—Hoytengoqueencontrarunrocafú.Llevotresdíasbuscándolosinparar,ynoconsigo

encontrarlo.—¿Quéesunrocafú?—No lo sé —contestó Camila—. Nunca lo he

visto.—¿No sabes lo que es?—se sorprendióNinguno

—. ¿Quieres decir que estás buscando un rocafú y nosabesloquees?

Camilareplicó,conmuchofundamento:—No,nolosé;poresoestandifícildarconuno.

Si supiera lo que estoy buscado, ya lo hubieraencontrado.

El niño lo consideró un razonamiento muyacertado.

—Claroquedebedeserdifícil—asintió—.Tieneque sermuydifícil buscar una cosaqueno se sabe loquees.

Camilaestabacansada.Se sentóunmomentitoalpiedelcastaño.

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—¿Nohabrásvistoalgunoen tucolegio?Elniñonorecordabahabervistonadaconesenombre.

—Preguntaréamisamigos.Alomejorellossabenloqueesunrocafú.

—DEBEDESERunmineral—dijoMoncho.YdonAtaúlfodijoqueno,quenoeraunmineral.—Seráuninsecto—apuntóTina.YdonAtaúlfodijoquetampoco,querocafúnoera

uninsecto.—A lomejor es un futbolista—sugirió Tino sin

convicción,másquenadapordeciralgo;ynadielehizocaso.Porqueyaseveíaclaramentequerocafúnoeraunfutbolista, ni un cantante de rock, ni un ovni, ni unamarcadeplayeras,niunnuevojuego.Verdaderamenteibaaserlaboriosoconseguirunrocafú...

Sin embargo, Camila no se desalentaba y seguíabuscándolominuciosamenteportodoslosrincones.

—Es preciso que encuentre uno enseguida. Miamigaestarámuytristesinologrollevárselo.

Camila tenía amigos muy raros, que le hacíanencargosimposibles.Losniñossecansarondeexplorarinútilmenteyregresaronalpatiodelcolegio.

Ningunopermanecióunratomás juntoaellay laayudóensutareaconmuchapaciencia, levantandolaspiedras para ver si debajo se había quedado dormidoalgún rocafú, y escudriñando entre las matas de loshelechos.yasomándosealosnidosdelosgorriones.

¡Nohabíanirastroderocafú!Entoncesdivisaronuna cosanegraymenudaque

avanzaba por el camino, a su encuentro. Los niños se

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miraronesperanzados.—¿Seríaunrocafú?

Echaron a correr para alcanzarlo. hasta que losdetuvolavozdeunamujerquellamaba:

—¡Minino!¡Venaquí,minino!Noeraunrocafú.Eraungato...Regresaronalpradoysesentaronsobrelahierba.Ningunoestabadefraudado.—No lo encontraremos nunca. Antes tendríamos

quesaberloquees.—Camilanosedabaporvencida.—Esprecisoqueloencuentre—decía tercamente

—. Mi amiga necesita un rocafú. Se pasa el díaasomadaaltejado,esperándolo.

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Si supiera cómo es, te pintaría uno; pero no sepuedepintarunacosaquenosesabeloquees.

Camilasepusodepie,animadaporunaidea.—Tienequehabermilesderocafúsporlascalles.

Ya sé loquevoyahacer.Voya recorrerlas todas, sindejarni una.Las callesdebende estar llenasde ellos.Cogeré cuantos quiera. Elegiré los más bonitos y losmásgordos.

—Megustaríaacompañarte—dijoelniño—.perotodavíanoheestudiadolaleccióndegeografía.

—Noimporta.Puedesbuscarentuclase,mientrastanto.Alomejorhayalgunodebajodelmapa.

Camila se marchó apresuradamente, porque ellasiemprehacía lascosasque teníaquehacer.Seestabalevantandootravezelvientoysufaldasemovíaporelcaminocomosiestuvierabailando.

Elniñoechabaaandarhaciaelcolegio,a lapatacoja, cuando oyó un chasquido a su espalda, un ruidoblando y corto como el de una pisada. Se emocionó.¿Mira que si fuera un rocafú? ¡Qué alegría le daría aCamila!

Volvió la cabeza con precaución, para noespantarlo;peronovioaningúnrocafú.Era,sólo,unacastañalocaqueacababadedesprendersedelárbol.Elviento se había puesto a sacudir las ramas, querezongaban protestando, y empujaba a Ninguno, sindejarleavanzar.

«No voy a poder llegar al colegio» pensaba elniño.«Tengoquecogerpiedrasgrandes,paraquehaganpesoynomearrastreelaire».

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Encontró algunos guijarros y se los fuemetiendoen los bolsillos, sin acordarse de que éstos estabanrotos;y,segúnlosibaguardando,seibancolandoporelagujero,entantoqueelvientoarreciabaysepoblabadehojas secas, rojas, marrones, amarillas; y el pobreNinguno,zarandeadocomosifueraunpapel,intentabaagarrarsearbolmásviejoymásfuerte.

Estabaapuntodeconseguirlo,cuandounaráfagaviolentalolevantóenvolandas,yallásefue,cruzandoelaireentrepájarosasustados,periódicosquebatíansusalasdeabecedarioycajasdecartónboquiabiertas.

—¡Ay de mí! —gemía el niño—. ¿Dónde iré aparar?

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6Pilotodelviento

VOLABA por encima de los arboles, sobre eltejado del coloegio y los campanarios de las iglesias.Pasórozandolasagujasdelacatedralyestuvoapuntodechocarcontralatorremásaltadelcastillo.

—¡ Deberías tener más cuidado! —interpeló alviento,enfadado—.Noséaquévienentantasprisas.

Y el viento, como si le hubiera escuchado,atemperósumarcha.Elniñoconsiguióagarrarseaunaantenadetelevisiónyapoyarlospiessobreunacubiertade tejas azules; pero tenía miedo de resbalar y no seatrevíaasoltarse.

Eneltejadoseabríalaventanadeunabuardilla,yunaviejecitaacababadeasomarse.

—¡Socorro!—voceóNinguno.La anciana no le oyó. Estaba llorando, y se

limpiabalaslágrimasconeldorsodelamano.—¡Ay, Dios mío! —se lamentaba—. ¿Dónde

estarárocafú?Elniñopensó,sorprendido:«Todoelmundoestáhoybuscandounrocafú.»Enesemomento,unapotentesacudidaarrancó la

antenadetelevisión,yallásalierondespedidoselniñoylaantena,entremacetasycalcetines,librosdecuentosycromos de colores. De un balcón salió disparada unaradio,quesealejóvelozmentesinparardehablar:

Informe meteorológico: cielos despejados y

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vientosencalma.Temperaturasagradables.Pronósticoparamañana...

—¡Eh!—gritó el niño—. ¿Leparece a ustedquehacebuentiempo?Aversisefija,enloquedice.

Laradioyaestabalejosynolecontestó.—Debedeserunaparatomuyantiguo.Estarádandonoticiasatrasadas.Cuatrocallesmásarriba,elvientoabriólaspuertas

y las ventanas de un almacén de juguetes. El cielo sellenódeavionesdecuerdaydebarcosquedesplegaronsusvelascomopalomasbuchonas.

«¡Ay!¡Ay!»,pensabaNinguno.«Mevoyadaruncoscorrón.Ojalálograrapilotarunodeesosaviones».

UnDC-1Oplateadoybrillante,conunacintaazulsobrelasalas,planeababajosuspies,pidiendopasoconlas luces. Con un ágil movimiento, Ninguno se dejócaerenlacabinaytratódecontrolarlosmandos.

Lecostóunpocoalprincipio,ytuvoqueseguir,ala fuerza, la ruta que le imponía el viento; pero no sepuso nervioso y, paso a paso, fue haciéndose con ladirección, sorteando gafas y bolígrafos, relojes ychimeneas, campanas locas que se reían solas ycalendariosquedespilfarrabaneltiempo.

Conducíacontantaatenciónquenosediocuentadequeunlorosehabíasentadoallado.

—HagaelfavordepararenAvenidaquince—dijoelloro.

—Esto no es un taxi ni un autobús —replicóNinguno,haciendounquiebroparaesquivarunamaletaque venía de frente—.No se puede ir aterrizando por

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ahí,dondealagenteseleantoje.—Estonoesuntaxiniunautobús—repitióelloro

en tono de burla—.Yo tampoco soy gente.Me llamoJeremías.¿Cuálessunombre?

—Ninguno.—¿Ninguno?—repitió el loro, disgustado—. No

es usted muy amable que digamos. No me gusta lagentequenoquieredecircómosellama.Nomegustaviajarconesaclasedepersonas.Hagaustedelfavordeapearse.

Ningunoseindignó.—¡Estamos en mi avión! ¡Yo lo he cogido

primero!Era evidente que la razón estaba de su parte, de

modoqueelloroJeremíasguardóunprudentesilencio.

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El avión ganó altura para evitar una azotea, y elniño se acordó, de pronto, de la viejecita que estaballorandoensubuhardilla.

—¿Sabeustedloqueesunrocafú?—lepreguntóalloro.

Éste adoptó un gestecillo de suficiencia. —Naturalmentequesí.Todoslosdíasmecomodosotreseneldesayuno,ylosdomingos,hastamediadocena.

Ninguno puso carita de tonto. Le solía pasarcuando algo le desconcertaba: pero se le pasóenseguida. Inmediatamente sospechó que el loro nodecía la verdad. Hablaba por hablar. ¿Cómo iba acomersetantosrocafús?

—Nosabíaquefuerancomestibles—dijo,paraverpor dónde salía el loro—. Y creo, más bien, que elrocafúnosecome.

Jeremíassepusocolorado.—Bueno,eso...según—balbucía—.Esodepende

de los gustos de cada uno ... Los grandes estándemasiadoduros,perolospequeñosresultandeliciosos.

«Éste no ha visto un rocafú en toda su vida»,pensabaelniño,mientras regateabaaunfantasmaquecorríaafanosamenteintentandoalcanzarsusábana,«Esunloromentiroso».

Unrelojdecucopasócantandolascinco.El loro dio un respingo y todas las plumas se le

pusierondepunta.—¡Caramba! —exclamó—. ¡No es posible que

estén dando las cinco! ¿Esto es un desastre! ¡Un

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verdadero desastre! Seme ha hecho tardísimo. Tengoque estar en la Avenida a las cinco en punto. Esabsolutamentenecesario.

Se rebullía, muy alterado, en su asiento,mordiéndoselasuñas.

—Vamosapasodetortuga—gemía—.No llegaremos nunca. ¿Es que no hay forma de

queestecacharroavancemásdeprisa?—Tenemos el viento en contra —se disculpó el

niño—. El motor hace lo que puede. —Entonces,diríjaloustedafavordelvientoyllegaremosantes.

—Era una verdad tan grande, que el niño seadmiródenohabercaídoantesenlacuenta.Hizogirarelaviónyloenfilóenlamismadirecciónqueelviento.Ahora sí que volaban con rapidez. Los pantalonesvacíosseapartabanatodocorrerparaquenolospillara,ylascamisashuecasagitabanlasmangasprotestando.

—¡Hurra!¡Hurra!—voceabaelloroJeremíasconentusiasmo—. Si mantenemos esta velocidad,llegaremosatiempo.

El niño, en cambio, se había quedado pensativo.Decía:

—Da igual que lleguemos pronto. No sabemosadóndevamos.

—Tengoqueestar enAvenidaquince a las cincoenpunto—repitióelloro.

—Eso es imposible. Ya hace rato que dieron lascinco...

—Puesyohedeestarallíalascincoenpunto—insistióel loro—.Acelerecuantopueda.Tenemosque

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adelantarlas.Ningunoestabaatentoa losmandos.Y lepareció

quenohabíaentendidobien.—¿Aquiéndebemosalcanzar?—A las cinco—dijo el loro—. No se quede ahí

mirándomecomountontoyacelere.Elaviónatravesó,comounachispa,mediaciudad.

Elaparatoderadioapenassi tuvotiempodehacerseaun lado para que no le arrancara el enchufe. y se fuequedando atrás, atrás, mientras continuaba,imperturbable, recomendado prudencia a losconductores:

Circulen con precaución, amigos radioyentes,moderenlavelocidadyrepetenlasseñalesdetráfico...

Peroellosnopodíanescucharla,porqueyaestabanacercándose al río. Cuando sobrevolaban el puentenuevo, adelantaron al reloj de cuco que iba dando lascinco.ElloroJeremíasbatiólasalasdecontento.

—¡Hurra! ¡Hurra! ¡Lo hemos conseguido! ¡Lasalcanzamos!¡Llegaremosantesdelascinco!

YfelicitóaNingunoporsudestreza.—Es usted un piloto extraordinario. Ha

conseguido adelantar a las cinco, y eso no lo hacecualquiera.

•-¡Bah¡No tienemuchomérito—dijo el niño—,porque el viento nos ha venido empujando. Lo difícilseráregresar.

Aterrizó en el tejado de la Avenida quince, y elloro Jeremías se apresuró a descender del avión,alisándose las plumas y dando grandes muestras de

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gratitud.—Es la hora de mi chocolate —explicó—. Lo

tomosiemprea lascincoenpunto,niunminutoantesniunminutodespués.¿Quiereustedhacermeelhonordesermiinvitado?

Elniñolediolasgracias,peronoaceptó.Despegónuevamente, tomando ladirecciónde su

casa. Observó que el aire estaba en calma y habíamenos tránsito. Las camisas descansaban sobre loscablesdelaluz,ylasmaletasbuscabanelcaminodelasestaciones.

Elvientodormíalasiestasobreloscampanarios.El viento perdía velocidad, y el niño percibió un

ruidodesacostumbrado:elmotorestabafallando.Hizopoj,pof,pof..yplaneósuavementejuntoalaorilladelrío.

Sehabíaacabadolacuerda.

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yantesdequepudieraenterarsededóndeestaba,elniñooyóclaramenteunavozquedecía:

—Ya era hora de que llegaras. He tenido queesperarunbuenrato.¿Hastraídoarocafú?

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7AlmíbarBarcayTrinete

QUIENasí hablaba era un gigantesco soldadodeferozaspecto,provistodeunsableyunaescopeta.PeronosedirigíaaNinguno,comoelniñohabíasupuestoenun principio, sino a un compañero que acababa dearribaralaorilladelríoenunabarcaderemos.

—¿Qué?¿Lotienesono?—preguntóelsoldado.—Yaestáenlacabaña—contestóelhombredesde

la barca—. Y te aseguro que no ha sido un trabajosencillotraerlohastaaquí.Eserocafúnosedejaatraparfácilmente.Semuevepor los tejadoscon la solturadeungato.

—Nohasdebidodejadosolo—gruñóel soldado,saltando al interior de la barca con un movimientopreciso—.Escapazdeescaparse.

Sucompañeroseechóareír.—Nohaycuidado.Está tanbienatadocomouna

ristrademorcillas.Hundiólosremosenelagua,congolpespoderosos

Ycallados.Labarcasealejóvelozmentehacialaotramargen

delrío.«Quécosamáscuriosa»,sedijoNinguno.«¿Paraquéquerránellosunrocafú?».Deningúnmodoestabadispuestoamarcharsesin

haber visto de cerca al rocafú.Debía de ser algomuyimportante,cuandotodoelmundoloestababuscando.

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Mientrasreflexionaba,excitado,sobrelaformadellegar hasta él, vio acercarse a Camila, cabizbaja, conunazapatillasíyotrano.

Nadamásverla,observóqueteníaelpelodelcolordelrío.Algunosmechoneslecaíansobrelacara,comochorrosdeaguaazul.

—No te lo creerás—dijo Camila—, pero no hasido posible encontrar ni un solo rocafú en toda laciudad.

Al niño le brillaban los ojos de alegría.—Yo sédónde hay uno. Lo han capturado unos soldados. Lotienen en una cabaña que está al otro lado del río.Necesitamosunbarcoparacruzarlo.

Hablaba cada vez más de prisa, uniendo unaspalabrasconotras:

—¡Tenemosqueconstruirlourgentementehayquederribarunárbol!

Hablabadeunamaneraqueapenasseentendíaloque decía. Pero Camila lo entendía todo. Dijo concalma:

—Hayunpuentecercadeaquí.Camilaeraasí.Ellaencontrabasiempreelcamino

mássencillo.Yatravesaronelpuente.No tardaronmuchoendar con la cabaña, apesar

de que estaba escondida entre la alameda. Seaproximaron con prudencia, resguardándose entre losárboles.

El soldado estaba partiendo leña ante la puerta.Descargaba el hacha violentamente una y otra vez, y

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saltabanlasastillasdel troncocomolospecessobreelagua.

—Debe de tener muy mal genio —comentóCamilaenvozbaja—.SellamaTrinete.

Elniñopreguntó,sorprendido:—¿Porquélosabes?Yellacontestó,comosifueralacosamásevidente

delmundo:—Selenotaenlacara.Nohaymásquefijarse.ANingunoselepusolasuyadetonto.Miró a Camila. miró al soldado. y no encontró

ningúnindiciodequesellamaraTrinete.Entonces se abrió la puerta de la cabaña, y el

hombredelabarcavoceó:—¡Eh. Trinete! ¡A ver si terminas de una vez y

encendemoselfuego,quemeestoyquedandohelado!Se frotaba las manos para entrar en calor, y se

balanceabasobrelaspiernas,primerosobreunayluegosobrelaotra.

—EseotrosellamaAlmíbar—siseóCamila—.Esmuyfriolero.

Esta vez el niño no preguntó nada. Tan sólocomentó,divertido:

¡Quégracioso,comoelmelocotónenAlmíbar!—Almíbar Barca —corrigió Camila—. Es un

nombrecartaginés.NingunoconsideróqueCamilaseestabahaciendo

un lío. Se notaba que no se había estudiado bien laleccióndehistoria;peronoqueríadiscutir,porsiacaso.EmpezabaasospecharqueCamilasiempreteníarazón.

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Trinete se pasaba la mano por la frente paraquitarseelsudor.

Decía:—Si tienes frío, ponte a hacer astillas.Verás qué

prontoentrasencalor.—Prefieropartir leñaantesquecuidarderocafú.

—Alguientienequevigilarlo.Y los niños ya no podían resistir la curiosidad.

¿Cómo sería aquel misterioso rocafú. ¡Pensar queestabaallímismo,asólodospasos.casialalcancedelamano...!

Almíbar Barca se friccionaba enérgicamente losbrazosparacombatirelfrío.—Tienemuymalaspulgas.Ydebedeestarhambriento.Esoesloquelepasa.

—Haybocadillosdechorizoenlafresquera—dijoTrinete.

—Ya le he dado uno, pero no quiere comerlo.Parecequenolegusta.

Loniñoscruzaronunamiradade inteligencia.Yateníanunapista:

¡Alosrocafúsnolesgustabaelchorizo!—ynoesmuypacífico,quedigamos—añadióAlmíbarBarca—.Haintentadoromperlascuerdaspordosveces.

Losniñosvolvieronamirarse.Yasabíanalgomás:¡Alosrocafúsnolesgustabaestaratados!—Esmuyterco.Teapuestoqueésenovaadarsu

brazoatorcer.¡Y tampoco les gustaba que les torcieran los

brazos!—Escapazdetenernosdespiertostodalanoche.

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¿Nodormiríannuncalosrocafús?Trineteclavóelhachasobreeltroncoyabarcóuna

granbrazadadeleña.—Nohayprisa.Yacambiarádeopinión.Mañana por la mañana estará más dispuesto a

obedecernos.

—Dicequeno,quenienmilañosestarádispuestoaobedecernos.

Ahorasíquehasta lamismaCamilapusocaradetonta.

Estabanparalizadosdeestupor.¡Losrocafúshablaban!¿Quéclasedeserprodigiosoeraaquel?Debía de tratarse de una especie única y

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maravillosa.Eraprecisoverlo,costaraloquecostara.Losdoshombrescruzaronelumbral,ylapuertade

maderasecerrótrasellos.—Hayqueentrarenseguida—dijoCamila—.Tengolasensacióndequeeserocafúestáenpeligro.

Ningunoestuvodeacuerdo.Noparecequeletratenmuybien;sobretodo,sile

obliganacomerchorizoyaélnolegustaelchorizo.Rodearon la cabaña, y en la parte posterior

descubrieron la ventana de un dormitorio. Estabademasiado alta para que Ninguno pudiera alcanzarla.Camilasesubióaunapiedrayseasomóalinterior.

La habitación estaba vacía. Tal vez consiguierasaltarsobreelalféizar.

Súbitamenteseencendiólaluz,ylaniñaseagachóconrapidez.

Habíaestadoenuntrisdeserdescubierta.SeoíanlasvocesdeAlmíbarBarcayTrinete.

Estabaclaroquenopodíanentrarporallí.Porlapuerta,tampoco.Para un niño tan pequeño como Ninguno, los

problemas eran, con frecuencia, más difíciles deresolver que para los demás. Pero en esta ocasión,precisamente, el ser tan menudo iba a resultarle muyútil.

Él lograría entrar en la cabaña por un lugar pordondeningúnotroniñohubieracabido.

¡Porlagatera!Algunascasasantiguas tienen,en lapartebajade

lapuerta,unhuequecitoparaqueentreysalgaelgato.

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PorallíentróNinguno.

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8LamaravillosahistoriadeRocafú

NADAmásentraren lacabaña,Ningunoabrió lapuertasilenciosamente,paraquepudierapasarCamila.

Elinteriorestabailuminadoporelfuegoqueardíaen la chimenea; y, al principio, lo creyeron desierto.Poco a poco, sus ojos se acostumbraron a ver en laoscuridad, y en un rincón, triste y cariacontecido,fuertementeatadoaunasilla,descubrieronaRocafú.

¡Rocafúeraunniño!Poresoeraalguientanimportanteyvalioso.Poresoeraimposibleencontrarotrosrocafús.Igualmentepodíahabersidounaniña.En cualquier caso, era un ser único,

irreemplazable.Jamásexistiríaotroserigualaél.Esosí,Rocafúnoeraunniñocomolosdemás.Se

diferenciabaenalgunascosas.Porejemplo,eracapazdeandarpor los tejadosy

pasearseporunrayodeluz,comositalcosa.Entendía el lenguaje de los animales y de las

plantas.Ynoteníanadasuyo,únicamenteunagrancartera

delona,dondellevabalacorrespondencia.Rocafúeracartero.Esosí,tampocoerauncarterocomolosdemás.Rocafú no vivía aquí ni allí. Vivía en todos los

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sitios.Para él nunca era hoy nimañana. Todos los días

eranunmismodía.Hastalosquehabíantranscurridohacíacientosde

años.Tan pronto estaba llevando un mensaje de un

visigodo del siglo sexto, al que le hacían daño lassandalias,comoentregandoadoñaJimenaunacartadesumarido,elCidCampeador.

OletraíaalaviejecitadelabuhardillalaspostalesdecoloresqueleescribíasunietodesdeAustralia.

O leacercabaun telegramaconbuenasnoticiasaunhombresolitariodelfuturo.

O ayudaba a un niño a escribir la carta para losReyesMayos,enelañotresmil.

Rocafúnoparaba.Andaba todo el día al retortero por los laberintos

deltiempo.Y en una de estas idas y venidas, cuando más

descuidado estaba, le habían capturado Trinete yAlmíbarBarca,lehabíansujetadoconfuertesligadurasparaquenoseescaparaysehabíanido,tranquilamente,acenaralacocina.

Los niños escucharon su historia maravillosa. Y,en vez de liberarlo inmediatamente, se pusieron ahacerle miles de preguntas, todas seguidas,trabucándose,quitándoselapalabradelabocaelunoalotro:

¿Cómo eran los niños visigodos? Y los fenicios¿qué comían? ¿A qué jugaban? ¿Había conocido

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Rocafú al emperador Carlos I? ¿Y a Viriato? ¿Y aCristóbal Colón? ¿Cómo era Cervantes de pequeño?¿HabíaestadoenelpalaciodeAbderramánIII?¿Enlacorte de los faraones? .¿En las pirámides de Egipto?¿Qué iba a suceder en el año dos mil trescientoscincuenta y uno? ¿Qué hacían los niños del año tresmil?¿Ibanalcolegio?¿Lesponíantarea?

Era igual que preguntaran o no y queRocafú lesescuchara con mucha paciencia, porque no le dabatiempo a responder nada.Organizaron tal barullo, quepasó loque teníaquepasar.Los soldados irrumpieronenelcuarto,armadosyalarmados,losfusileslistos,elrostroalerta.

—¿Quiéndemoniosandaaquí?—rugióTrinete.Y vieron, parada junto a la chimenea, con una

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zapatillasíyotrano,aunaniñadeexpresiónsosegadaqueteníaelpelodelcolordelfuego.

Era imposible que ella sola hubiera armadosemejanteescándalo.

—¿Dóndeestáelotro?—vociferóAlmíbarBarca—.Heoídohablaraotroniño.

—Tienequehaberotrochaval—leapoyóTrinete—.Estoparecíaelpatiodeunaescuela.

Y por más que buscaron y rebuscaron, noencontraronaNinguno.

¿Cómoibanafigurarsequesehabíaescondidoenelcestodelaleña?

No podían imaginar que hubiera un niño tandiminutoquecupieraenelcestillo.Yhasta lesobrabasitio.

AtaronaCamilaaotrasilla.—¿Por dónde diablos has entrado? —le

preguntabaTrinete.Y ella contestaba que por la puerta, porque ella

siempredecíalaverdad.Ynoselocreían.—¿Quién más venía contigo? —le preguntaba

AlmíbarBarca.Y ella contestaba que Ninguno, porque ella

siempredecíalaverdad.Yselocreyeron.AlmíbarBarcaseencaróconRocafú:—Mipaciencia se está acabando. ¿Vas a cumplir

nuestrasórdenes?—Ya no las recuerdo —contestó Rocafú

haciéndose el distraído—. Cuando estoy atado, se meolvidanlascosas.

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Trinete era tan cándido que le hubiera soltado, siAlmíbarBarcanoselohubieraimpedido.

—Te ayudaremos a hacer memoria. Vas aemprenderunviaje...

—¿Adónde?—AlPaísde laRepetición,donde todas lascosas

sondos.Irásynostraeráseltesoro.Ninguno estabamuy incómodo.La leña lepicaba

en el cuerpoy las palabras le llegabanhechas astillas.¿Habría entendido bien? ¿Era posible que existiera unlugarsemejante?

RocafúledecíaaAlmíbarBarcaquenoiba.queelPaís de la Repetición quedaba lejísimos, a cientos deañosdedistancia;quesecansaríamucho.

—Primerohayqueencontrarelcaminoquellevaalasdosmontañas azules—decía—,y luegocruzar losdos puentes que atraviesan los ríos gemelos. ¡Mecansaréeldoble!

—No busques disculpas —gruñó Trinete—.Sabemosquehasestadoallílasemanapasada.

—Esverdad—admitióRocafú—.Fui a llevarunpardecartasamiamigoLucasLucas.¿Cómooshabéisenterado?

—Te vinieren siguiendo dos tortugas enanas quetienenundibujoidénticoenelcaparazón.

Precisamente en ese momento. Rocafú las sentíarebullirenelbolsillotraserodesuspantalones.

—Esunamismatortuga•-lesexplicó—.Todas las cosas están repetidas allí.Y también la

gente. Los niños no se llaman Juan, sino Juan-Juan.

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porquesondos.«¡Québarullo!»,pensóNinguno.«Nomegustaría

serdos.Tendríaquelavarmecuatroorejasycepillarme...¡docenasdedientes!».

Camila, en cambio. estaba diciendo: —¡Esestupendo!Puedesjugaralesconditecontigomismo.opatinarenlanievealtiempoqueordenastuhabitación.

Almíbar Barca y Trinete la obligaron a callar.Ellos no estaban interesados en esos detalles. Teníanentremanosunasuntomás importante: apoderarsedeltesoroqueocultabanlasdosmontañasazules.

—Hay tesoros escondidos por todas partes —protestóRocafú—.¿Porquéirabuscarlotanlejos?

—En elPaís de la Repetición no hay un tesoro,sino dos—le replicaron—. Y como nosotros tambiénsomos dos, un tesoro para cada uno. Así nodisputaremos.

Rocafú opinó que estaba muy bien pensado. Sinembargo,dijo:

—Pero el tesoro no está custodiado por unsoldado,sinopordos.¿Cómolograréquitárselo?

—Te prestaremos nuestros fusiles para que teenfrentesaellos.

—Tengomuymala puntería—dijoRocafú.Y sepusoamirarhaciaotrolado.

Seveía claramenteque eraunpretexto, yquenoqueríameterseenguerras.Nisiquiera legustaba jugaralparchís,porqueunospierdenyotrosganan.Jugabaaunos juegosmuy sosos que sabía él, en los que nadieperdía y nadie ganaba.Cuando, por los caminos de la

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historia,lepillabaalgunaguerra,élsóloseocupabadeentregara los soldados lascartasque lesescribían suspadres o sus amigos.Y de estar prevenido, eso sí, nofueraaalcanzarleunabalaperdida.

Demodo que dijo que le dejaran en paz, que noteníanilamásremotaintencióndepelearseconnadie,niderobarsustesorosalabuenagente-gentedelPaísdelaRepetición,dondetodaslascosassondos.

«Menos mal», meditabaNinguno. «No me haríagraciatenerunamigoquefueraporahímetiéndoseconlagente».

OíalavozdeAlmíbarBarca,lloriqueando:—Eranuestraoportunidaddehacernosricos...

Y Trinete lo consolaba, porque era un buencompañero.

—No te preocupes, Almíbar, que ya verás cómoesoloarreglaRocafú.

Rocafúdijoque teníahambre; tenía tantahambrequehastaeracapazdecomerseunbocadillodechorizo.

—¡Nichorizoninada!—dijoTrinete—.Nocomerásnibeberásmientrasnoobedezcas.Echóelcerrojoa lapuertaysefuealdormitorio.

Almíbar Barca decidió dormir en el sofá, a fin devigilarlosmejor.Nosefiabadeloquepudieraocurrir.¡Yeso que no contaba con Ninguno! Ninguno leobservabaporunagujerodelcesto.Cuandovioquesehabíaquedadodormido,saltófueracautelosamenteyseaprestó a liberar a sus amigos. Intentó deshacer losnudosdelascuerdas.Peroestabantanapretadosquenolo consiguió. Entonces rebuscó por todos los cajones

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hastaencontrarunastijeras.YenesemomentoAlmíbarBarcaabrióunojo.

Violoscajonesfueradesusitio,ylosarmariosdepar en par. Si hubiera mirado en sus botas, hubieraencontrado a un niñomuy pequeño escondido dentro;peronomiró.

—¿Quién ha abierto los cajones? —preguntaba,perplejo.

YCamilaselodijo:—Ninguno.Peroélnolocreyó.—¿Me tomaspor tontooqué?—gruñíamientras

los iba cerrando, porque eramuy ordenado—. ¿Acasosehanabiertoellossolos?

Una vez que todo estuvo como era debido, setumbó nuevamente en el sofá. Le pareció que una desus botas no estaba en el sitio en donde él la habíadejado.Cerró los ojos y los volvió a abrir. ¡Qué cosamásrara!Juraríaquelabotahabíaavanzadountrecho...Aunquenopodíaser...

«¡Bah!»,sedijo.«Lasbotasnoandansolas».Ysequedódormido.Soñabaqueeradoble:como

laspáginasdeunlibro,yseteníatantarabiaquenosepodía soportar. Todo el tiempo estaba peleándoseconsigomismo.

Entretanto,Ninguno saltó de la bota y cortó lascuerdasqueaprisionabanasusamigos.

¿Creéis que salieron corriendo y se pusieron asalvoenseguida?Puesno.

Rocafú tenía hambre, y quería un bocadillo ...

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Aunquefueradechorizo.YCamilaseprobabalabotadelsoldadoenelpie

quenoteníazapatilla.—Me está muy grande —comentó—. La usaré

comolanchaparacruzarelrío.Yselallevó.Eso fue lo que más enfureció a Almíbar Barca

cuandodespertó:encontrarseconunabotademenosysin un solo bocadillo. Rocafú se los estaba comiendotodos.

—¡Alerta! ¡Alerta! —vociferaba—. ¡Losprisionerosseescapan!

yTrineteirrumpiócomounhuracán,conungorrode lana que usaba para no constiparse y un largocamisón.

Uno y otro se quedaron pasmados mirando lacartera de lona, llena de cartas, que brincaba sola deaquíparaalláyquesaltando,saltando,seescapabaporlapuertacomoelquenoquierelacosa.Yaossuponéisquiénibadentro...Ycuandoempezaronareponersedesuestupor,Rocafútampocoestabaallí.

Sehabíaidoallevaralaviejecitadelabuhardillalapostalquelemandabasunieto,yadarleunratodeconversación.

Después acompañó a Ninguno hasta su casa, loarropóylesirvióunvasodeleche.

A continuación abrió la ventana, se montó ahorcajadasenlaluzdelafarolaysealejó.

Justo en ese momento, mamá entraba a darle elbesodetodaslasnoches.EchóunamiradaaAmigo,que

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dormíasobrelacolcha,ydijoconfirmeza:—El perro no debe dormir en tu cama. Tendrás

quebuscarleotrositio.Peronodijoquenopudieraquedarse.Faltabapocoparaeldíasiguiente,yestabaapunto

de ceder. Camila se lo había asegurado: «Al segundodíasiempredicenquesí».

Antesde salir, sumadre lomiró, todavía, conunasomodeinquietud.

—¿Dónde te hasmetido toda la tarde? ¿Qué hasestadohaciendo?

—HesalvadoaRocafú—dijoNinguno.Ymamápensóqueyaestabamediodormidoyque

hablabaensueños...

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9Hastaluego

AQUELLA semana, el niño estuvomuy ocupadopreparandolasevaluacionesyhaciendounacasetaparaAmigo.

A decir verdad, construir la caseta no le llevómuchotiempo:nomásdelquetardóendibujarla.

El caso es que, cuando quiso caer en la cuenta,hacíamásdequincedíasquenoveíaaCamila.

«¡Bah!»,reflexionabaelniño.«Yavolverá.Estaráhaciendounrecadoparaalgúnamigo».

Se asomaba por la ventana de vez en cuando ymirabahaciaelprado,paraversihabíavuelto.Loqueocurreesque,conCamila,nuncasesabe.

Andasiempredeunladoparaotro,consupelodecolor de sol, buscando atareada sus zapatillas yhaciendopequeñosencargosparaalegraralagente.

Como es tan despistada, con frecuencia confundelasdireccionesysepierdeenlugareslejanos.

Nuncasesabecuándovaaaparecer.

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A Ninguno, en cambio, le podéis encontrar,cualquierdía,alasalidadelcolegio.

Sueleirconunperromuysimpático,quetienelasorejasazules.

Ysilepreguntáisdedóndelohasacado,élmismooslocontará.

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24/04/2010

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Índice

PilarMateosHistoriasdeNinguno 31YosoyNinguno 42Camilayelreydelossaltamontes 93Laspinturasmágicas 154Unperroconlasorejasazules 215Elrocafú 286Pilotodelviento 347AlmíbarBarcayTrinete 428LamaravillosahistoriadeRocafú 499Hastaluego 59

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