Historia Siglo XIX, Pi y Margall Tomo IV

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  • HISTORIA DE

    ESPAA EN EL SKLO XIX

  • ^^Yu^^

  • HISTORIA DE

    ESPAAEN EL SIGLO XIX

    sucKSos polticos, econmicos, sociales y artsticos, acaf.cidosDUliANTE EL MISMO.

    DETALLADA NARKACIN DE SUS ACONTECIMIENTOS YEXTENSO JUICIO CRTICO DE SUS HOMBRES,

    D. FRANCISCO PI Y MARGALLMI

    (obra r-ruMAl

    Y

    D. FRANCISCO PI Y ARSUAGA

    Ilustrada por J. PASSOS y P. BJAR

    TOMO IV

    BARCELONA

    Miguel Segu EditorRambla de CATAntSA, 125

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  • CAPTULO XLVIII

    Ministerio Bravo Murillo. El entierro de la Sardina. Disgustos con O'Donnell. Narvez enPars. Arreglo de la Deuda. Disolucin y nueva convocatoria de las Cortes. Alborotosescolare?. Los sucesos de Sueca. Expedicin filibustera Cuba. Nacimiento de unaPrincesa. Atentado de Merino contra la Reina. Su condena y ejecucin. Pi-oyectos deretonnn constitucional y otros. El Concordato. Calda de Bravo Murillo. MinisterioRoncal i. Ministerio Lersundi.

    Bravo Murillo, exaltado las funciones de presidente del Consejo de minis-tros, volvi encargarse de la cartera de Hacienda. Formaban parte de esteMinisterio, que por su marcado carcter civil fu bautizado bien pronto con elnombre de el honrado Consejo de la Mesta:los seores don Manuel Beltrn de Lis,en Estado; don Ventura Gonzlez Rome-ro, en Gracia y Justicia; don Rafael deAristegui, Conde de Mirasol, en Guerra;don Jos Mara Bustillo, en Marina ; donFermn Arteta, en Gobernacin

    ;y don

    Santiago Fernndez Negrete, en Comer-cio Instruccin Pblica.

    Como se ve, este Gabinete, constituidopor elementos de la mayora, no podaser tildado de advenedizo, pues los msde los que lo componan tenan sobradaaltura poltica y mritos propios para in-tervenir en la Gobernacin del Estado.

    Fu, adems, este Ministerio saludadocon beneplcito por la opinin pblica,por hallarse constituido por elementos

    civiles, pues el Pas se hallaba ya cansa-do de la excesiva intervencin del mili- joso Mara Bustiiio.

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    tarismo en la gobernacin del Estado. Los propsitos do Bravo Murillo eran se-guramente buenos, segn se infiere de su programa poltico expuesto las Cortesen la sesin del 16 de Enero. El Gobierno, deca Bravo Murillo, en su conductapoltica se propone ser justo, se propone ser equitativo, y se propone, ante todascosas, cumplir exacta y religiosamente las leyes, y no excederse, no salirse de lalegalidad... Y ms adelante, hablando de sus proyectos de gobierno, ofrecisimplificar la administracin, arreglar la Deuda, regularizar los ingresos, hacereconomas y fomentar las obras pblicas; esto por lo que se referia ala vidaeconmica del Pas, que en lo tocante la vida exterior se prometa mantenerlas buenas relaciones existentes con los pases extranjeros.

    Pero la vez que estas buenas medidas de gobierno, mejor que estos buenospropsitos, dej traslucir su pensamiento en el orden poltico con el anuncio deuna ley especial de imprenta encaminada poner, segn decia fuera de todacontroversia la Reina, la real familia; al Trono, al orden pblico y la vidaprivada de los ciudadanos; y claro es que estos propsitos, detrs los que clara-mente se ocultaba el de amordazar la prensa, haban de levantar justificadasprotestas en lo3 progresistas y nada tranquilizadores recelos entre lo mismosmoderados, por lo menos entre los ministeriales de ayer y sobre todo entre losamigos personales del Conde de San Luis.

    Adase esto las muy significativas aproximaciones que se fueron notandobien pronto entre el Gabinete Bravo Murillo y el jefe del moderantismo ultra reac-cionario, don Juan Donoso Corts, Marqus de Valdegamas; y se podr formarcabal idea de la atmsfera que se haba de ir formando en torno de aquel nacienteMinisterio.

    Los primeros chispazos de la tempestad surgieron en una de las sesiones delCongreso, en que, con motivo de discutirse la mayor menor correccin con queMayans, presidente de la Cmara, haba obrado clausurando las sesiones (e lasCortes slo por una Real orden que Narvez le envi con motivo de hallarse elGobierno en crisis, y sin consultar los seores diputados, el Conde de San Luis,jefe accidental de los moderados, por hallarse en Pars el Duque de Valencia,present una proposicin pidiendo que el Congreso se sirviese declarar que donLuis Mayans, su digno presidente, mereca toda la confianza de la Cmara.

    Fu aprobaba esta proposicin por unanimidad, adquiriendo as el significadode una imposicin al Gobierno. Hay que tener en cuenta que Mayans, personali-dad de gran relieve en el moderantismo, era ntimo de Sartorius, y l, princi-palmente, deba su eleccin para la presidencia de la Cmara popular.

    Esta, al parecer pequea contrariedad del Gobierno de Bravo Murillo, au-ment el despego que siempre haba ste mostrado hacia la vida parlamentaria,y fu causa de que en repetidas ocasiones se negase aceptar interpelacionesque sobre las causas de la crisis se le presentaron desde diversos lados del Parla-mento. No tenia Bravo entre sus compaeros de Gabinete grandes parlamentarios,y el ilustre Marqus de Valdegamas no quera sin duda prodigarse demasiado, ni

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    aparecer i xcesivamente compenetrado con el Ministerio, pesar de que en larealidad y juzgando por la influencia que en l tena, lo estaba.

    Conviene aqu tambin sealar otro hecho que prueba la falta de cohesin delGahinete la ligereza de alguno de sus miembro?.

    El ministro de la Gobernacin, don Fermn Arteta, instai.cias del Vicarioeclesistico de la Dicesis, orden las autoridades subalternas, sea al jefe po-ltico y al alcalde corregidor, que prohibiesen el entierro de la Sardina, esa mas-

    carada del mircoles llamado de Ceniza, as como que en ese da y en el domingode Piata circulasen mscaras por las calles, ni se celebrasen bailes pblicos.

    El alcalde, Marqus de Santa Cruz y el jefe poltico. Conde de Revillagigedo,publicaron sendos anuncios conforme la prohibicin impuesta por su jefe, el

    ministro del ramo; pero una interpelacin de Madoz en el Congreso sobre elasunto, y despus de haber declarado el Conde de Vistahermosa que no sloconvena contemporizar con distracciones tan inocentes como" las mscaras delCanal, sino que deba dispensrseles toda la proteccin de que el Gobierno fuera

    capaz, el presidente del Consejo se levant hablar, ignorando sin duda elpaso dado por las autoridades locales, manifest, que teniendo en cuenta que en

    tales materias las costumbres son muchas, el Gobierno que tena el honor de

    presidir, no haba accedido lo solicitado por el seor Vicario eclesistico.

    Jzguese-de la situacin verdaderamente ridicula en que quedaba el ministrode la Gobernacin. Pero Arteta, en vez de dimitir, manifest Revillagigedo y

    Santa Cruz, que no habiendo consultado con sus compaeros de Gabinete el asunto

    de la prohibicin y vindose ahora desautorizado por su presidente, juzgaba loms oportuno el retirar el bando y publicar en su lugar otro que fuera rectifica-cin del primero. Ni el jefe poltico ni el alcalde creyeron digno de su formali-dad aquella pblica retractacin del bando, y prefirieron dimitir sus cargos.Substituy al alcalde, don Luis Piernas, y l se encarg de dictar la revocacindel acuerdo prohibitivo del entierro de la Sardina.

    Este mal paso del ministro de la Gobernacin desconceptu mucho al Gobierno,y ms an si se tiene en cuenta que pocos das antes se haba originado otro con-flicto, quiz ms grave, cual fu la dimisin del ministro de la Guerra.

    Bravo Murillo, sin duda en su afn de justificar el dictado de Gabinete civilron que haba sido bautizado el Ministerio de que l era presidente, tal vez lle-vado de una secreta antipata hacia el elemento militar, quiso hacer grandesmodificaciones en el alto personal del ramo de guerra, lo que se opuso decidi-damente el Conde de Mirasol, que desempeaba aquella cartera. Llevado elasunto Consejo de ministros, la solucin fu contraria Mirasol, quien aquelmismo da (6 de Febrero) present su dimisin. La misma noche y con ocasin dehallarse reunidos en un baile de Palacio todos los miembros de la familia real ylos ministros, fu llamado con urgencia don Francisco Lersundi, quien se en-

    carg de la cartera de Guerra. Jur en el acto su cargo Lersundi en el oratorioparticular de la Reina.

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    Pero no pararon aqu las cosas; Lersundi, envanecido por haber alcanzado

    tan jven la curtti a de Guerra, secund con decisin los proyectos de Bravo Mu-rillo, firmando varios nombramientos y confiriendo mandos militareo fuera de re-glamento y con menosprecio de los respectivos escalafones. E'sto indign donLeopoldo O'Donnell, director del arma de infantera; quien en una comunica-cin sobrado enrgica para ser dirigida al jefe supremo del ejrcito, expuso losreparos que tales nombramientos le sugeran.

    Puso Lersundi en conocimiento de Biavo Murillo la irrespetuosa comunica-cin de O'Donnell y exigi que en Consejo de ministros se acordase la correccinque haba de imponrsele.

    Para salir del paso, consult Bravo Murillo ios directores de las armas y alpresidente del Tribunal Supremo de Guerra y Marina, Barn de Meer. Estos,

    como es natural, le dieron las dos nicassoluciones que el asunto tena; la des-titucin de O'Donnell la dimisin deLersundi. El ministro de la Guerra nopareca dispuesto dimitir, aparte deque su salida del Gabinete supona eltriunfo del militarismo y una doble crisis,

    debida una sola causa. Opt, pues, porla destitucin de O'Donnell, y as lo iba

    acordar el Consejo de ministros, aun-que con la viva oposicin de Arteta, cuan-do la dimisin presentada por el piopioO'Donnell sac al Gabinete del atolla-dero.

    La direccin de infantera fu ofreci-da Concha, quien la rechaz, siendoentonces nombrado para este cargo elgeneral Crdova

    Pero tampoco haba de ser sta la l-tima amargura del Gabinete Bravo Mu-rillo.

    A la llegada de Narvcz Pars, fu recibido por nuestro embajador en aque-lla capital, seor Duque de Sotomayor, con verdadera ostentacin, lo que des-agrad tanto al Gabinete de Madrid que destituy al Duque de su alto cargo.Luis Napolen, presidente de la Repblica francesa, que haba, por su parte,prodigado toda suerte de atenciones al general Narvez, se crey envuelto en ladesautorizacin que haba cado sobre el Duque de Sotomayor y, ofendido por ladestitucin, se veng prodigando al ex embajador y al general espaol atencio-nes y cortesas tan extremadas, que fueron causa enfriar mucho las buenas re-laciones existentes entre la vecina Repblica y el Gabinete de Isabel II.

    Francisco Leisuurli.

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    Por supuesto, que Narvez supo pagar esplndidamente Napolen la obse-quiosa acogida que le dispensaba, pues es fama que prest su anfitrin hasta3 millones de reales para llevar feliz resultado los trabajos de conspiracinimperialista que el descendiente del Capitn del siglo fraguaba desde la presi-dencia de la Repblica y que dieron lugar la sangrienta noche del 2 de Diciem-bre de 1852.

    Sin embargo de estos agasajos, Narvez tuvo en Pars dos graves disgustos.Cuando era presidente del Consejo de ministros, se haba presentado en su

    casa de Madrid un caballero andaluz, llamado don Jorge Daz Martnez, paratratar de un asunto. Narvez no di al tal asunto importancia, hizo guardarlarga antesala al seor Daz. Cuando se dispona, por fin, recibirle, acertaron llegar unos marroques quienes di Narvez preferente audiencia. El caba-llero Daz Martnez, profundamente resentido, envi la prensa enrgicos comu-nicados, protestando de la descortesa de Narvez y prometindose exigir repa-racin oportuna cuando el Duque de Valencia abandonase su alto puesto. YaNarvez en Pars, recibi, poco de llegar, la visita del general Armero, padrinoy comisionado de Daz Martnez. Exigile Armero reparacin por las armas dela ofensa inferida su patrocinado. El Duque de Valencia, desatendiendo el retode Armero, di parte del caso al Gobierno espaol, que se apresur llamar Armero y suplicar al Gobierno francs que extraase de su territorio donJoi'ge Daz Martnez; as se hizo.

    Esta repugnancia de Narvez acudir al terreno del honor, si no desminti sureputacin de valiente, le desconceptu por lo menos bastante; pues nadie pa-reci justificada razn para excusarse la alegacin de ser capitn general de ejr-cito y ex presidente del Consejo de ministros, mxime si se tiene en cuenta queDaz Martnez se veng cruelmente del Duque, publicando profusamente en folle-tos, peridicos y hojas sueltas la relacin detallada de lo sucedido, amplificadacon apreciaciones denigrantes para Narvez.

    Otro de los graves disgustos que aquejaron Narvez durante su estancia enPars fu el asunto del Teatro Real.

    Gustaba Narvez, pesar de las graves tareas que le sujetaban el ejerciciodel Poder, de esparcimientos ms menos recatados con las bailarinas y cantan-tes en boga en su tiempo, y as fu que en una poca distingui mucho con su om-nmoda proteccin la clebre bailarina Fuoco, dando motivo que su vez losprogresistas se afiliasen la causa de otra bailarina, rival de aqulla; la no me-nos famosa Guy-Stefan.

    Sartorius, conocedor de estas debilidades de su amigo el Duque de Valenciatuvo buen cuidado al nombrar la Comisin que, presidida por Rotalde, tenia elencargo de terminar las obras del Teatro Real, de dar Narvez toda la inter-vencin que ste quisiera tomarse en las dichas obras.

    As fu, que el buen Duque, que no se paraba en gastos, y menos cuando otroslos haban de pagar, indic Rotalde una serie de reformas en el decorado, y

    Tomo IV .>

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    haatii en el ajuate de his partes de la compafla que lo haba de inaugurar, refor-mas todas verdaderamente dispendiosas y para las cuales faltaba crdito presu-puestado. Tan enormes fueron los gastos, que desde el O de Mayo de iH'j al l deEnero de 1851 se gast en las obras y dems arreglos del coliseo muy cercade 9 millones de reales que no figuraban en el oportuno presupuesto.

    Presentadas las cuentas por Rotalde, Sartorius se escandaliz y lo mismo hizoNarvez, aunque este ltimo se content con encogerse de hombros, pues no era l precisamente quien alcanzaba la responsabilidad de lo dilapidado, sino alConde de San Luis.

    Al verse otra vez en Paria, crey cumplir con Sartorius envindole con elbanquero don Juan Sevillano una letra de 200,OO pesetas. El Conde de San Luis,ofendido de la mezquindad de Narvez y ansioso sin duda de romper con su anti-guo amigo y jefe, contest Sevillano, en el momento en que ste le presentabala letra: Manifieste V. al duque de Valencia que yo lo pagar todo, y haciendo peda-zos el documento, lo arroj con ira lejos de s.

    As perda Narvez uno de sus mejores y ms leales amigos, si bien es verdadque en compensacin das antes y A consecuencia de los sucesos arriba sealados,habanse estrechado las relaciones entre O'Donnell y el Duque de Valencia, rela-ciones siempre hasta entonces muy fras.

    Distanciado Sartorius de Narvez, por lo que pudiera acontecer en las Cortescon las famosas cuentas del Real, se dedic cultivar con ardor la amistad delGobierno. Desde su peridico El Heraldo, hizo campaas verdaderamente enr-gicas en favor del Gabinete, aplaudiendo con entusiasmo todos sus actos. A BravoMurillo le resultaba molesto el hecho de vivir de la proteccin y benevolencia deSan Luis, que segua siendo el jefe de la mayora, y sin duda en su afn de sacu-dir esta tutela, emprendi un camino bastante liberal, con lo que esperaba dis-gustar los moderados y sobre todo Sartorius; pero de nada le sirvi esta treta,pues cada paso le salan al encuentro los frenticos aplausos del Conde, mayorescuanto ms trataba de enojarle. No todo, sin embargo, eran aplausos para BravoMurillo, porque si no consegua enojar San Luis, lograba la malquerencia delgran Donoso Corts que ya comenzaba tildar de radical el camino emprendidopor el Gabinete.

    A todo esto y como ltimo recurso de su programa, el presidente del Consejopresent en l. de Febrero las Cortes su famoso arreglo de la Deuda. Reducisepor este arreglo el inters de las deudas, excepcin de la del 3 por 100 que habade servir de base para la conversin. La nueva Deuda creada se dividira en con-solidada y diferida, debiendo sta devengar intereses del por 100 durante loscuatro aos primeros, aumentndose cada dos aos en un cuartillo el inters,-hasta que al ao dcimo noveno quedara consolidada con un 3 por 100 de inters.

    Mucho se haba debatido antes de ahora sobre el arreglo de la Deuda, y todoslos ministros de Hacienda anteriores haban querido tener la gloria de poner sufirma definitiva en el decreto.

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    Mon, en 1845, se haba ya propuesto hacer el arreglo por autorizacin, y aun-

    que la consigui no hizo uso de ella, por lo cual su sucesor. Pea Aguayo, en la ley

    de presupuestos de 1846 hizo derogar aquella autorizacin.

    En 1847, don Jos Salamanca nombr una Comisin encargada de presentar alGobierno un proyecto de arreglo de la Deuda; pero tampoco esta Comisin dio

    resultado, como no lo dio la nombrada en el ao siguiente de 1848 por don ManuelBeltrn de Lis, aunque esta ltima lleg formular hasta dos proyectos en vez

    de uno.

    En 1849, Bravo Murillo, primera vez ministro de Hacienda con Narvez, aque-

    jado por las reclamaciones de los acreedores nacionales y extranjeros y frecuen-temente interpelado en las Cortes sobre tan trascendental asunto, decidi estu-

    diar con preferencia la cuestin, y as

    fu que, ayudado slo por don CayetanoCorts, tan perito en estas materias,plante y redact un nuevo proyecto queenvi sin demora una Junta competentenombrada al efecto.

    La Junta, Comisin extraparlamen-taria, presidida por Beltrn de Lis y laque se haban agregado ms tarde el go-bernador del Banco, el presidente, fiscaldel Tribunal de Cuentas, los directoresdel Tesoro y de Contabilidad del Estado

    y otros varios particulares de reconocidacompetencia financiera, oy y discutiampliamente todas las reclamaciones yenmiendas que presentaron los tenedoresde la Deuda, as nacionales como extran-jeros.

    Fruto de tan concienzudos y detalla-dos trabajos, fu la redaccin de un pro-yecto que se opuso dos votos particulares. El dictamen de la mayora de laJunta estaba suscrito por el presidente Beltrn de Lis, Snchez Ocaa, PrezHernndez, el Marqus de Casa-Gaviria y Secados; el primer voto particular, contra proyecto, estaba firmado, entre otros, por Aristizabal y Santilln, y final-mente, el segundo voto particular fu formulado por Olivan.

    Pero tampoco se hizo nada en el asunto, porque, presentado el triple proyectoal ministro mediados de Noviembre de 1850, pocos das despus acaeca la crisis,que cost la cartera Bravo Murillo.

    Pero ahora las cosas haban tomado otro rumbo; Bravo Murillo era ms deministro de Hacienda, presidente del Consejo, as que pocos das despus de pose-sionarse de su alto puesto, formul, entresacando de los tres proyectos lo que de

    Coude de San Luis.

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    cada uno le pareci mejor, un nuevo plan de arreglo que present las Cortesen 1." de Febrero de 1851.

    En la exposicin se deca que el Gobierno, que ya tenia formados los presu-puestos para IHM, aunque animado de los mejores propsitos para satisfacer porcompleto el total de lo que se deba, no contaba, por el momento, ms que conuna limitada cantidad, por lo cual los acreedores tendran que hacer un sacrificioaceptando una reduccin proporcional en sus crditos y en los intereses de losmismos.

    Esta reduccin no alcanzaba, como ya hemos dicho, la deuda del 3 por lOo,que se tomaba como norma del arreglo. De este modo, en adelante, slo existirauna Deuda perpetua, la del 3 por lO, y las dems, se amortizaran se iran con-virtiendo en aqulla. VA sacrificio que se impona los tenedores de deuda al 4 por100 era que, previa la rebaja de un 20 por 100 de su capital, devengaran comointereses el 3 por 100, y los cupones vencidos y no pagados de aquella renta de-vengaran tambin el 3 por 100 de inters, despus de ser reducidos la mitadde su valor.

    El proyecto de Bravo Murillo era ms radical que ninguno de los formuladospor la junta, pues en ninguno de ellos se peda la rebaja de un 20 por 100 en lasdeudas, ni el de un 50 por 100 en el valor de los cupones vencidos y no pagados.

    Adems, la Junta haba recurrido, para la amortizacin de la deuda, losbienes de las comunidades religiosas; pero como por aquel entonces se estabanegociando el Concordato con Roma por el que se decida que se devolviesen laIglesia inmediatamente todos los bienes no comprendidos en "la ley de 1845 queno se hubiesen an enajenado, as como los de las comunidades, claro es queBravo Murillo tuvo que apelar otra fuente de ingresos, y sta fu la de los bienesmostrencos del Estado, los baldos y los de realengo que no fuesen del comn, losbienes de propios con exclusin del 80 por lOO, y finalmente, con 12.000,000 dereales, que para este efecto se consignaran desde entonces en presupuestos.

    Presentado el proyecto las Cortes y nombrada la Comisin, de la que forma-ban parte Llrente, Flores Caldern y Millan Alonso, evacu sta su dictamencasi de acuerdo con el proyecto, que fu, por fia, puesto discusin el da 3 deAbril. En 5 del mismo mes pidi la palabra, en contra de la totalidad, don Ale-jandro Mon, y pronunci un extenso discurso en el que, en sntesis, vino decirque mientras en la ley de presupuestos, en otra oportunamente formulada, nose asegurasen los recursos necesarios para el pago de las deudas y de la conver-sin pretendida, no deba el Gobierno meterse en aventuras que podan compro-meter gravemente nuestro crdito en el extranjero.

    Contest este discurso, con otro no menos largo y razonado, el propio BravoMurillo, afirmando que en el proyecto quedaba suficientemente garantizada lasolvencia de nuestra Hacienda. Pidi la palabra Mon para rectificar. Todos losdiputados, de pie en los escaos, pedan: unos, que se procediese votar elproyecto sin ms discusiones, otros, que se levantase la sesin y otros que se pro-

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    rrogase sta. El Gobierno tena inters, ya que no en que, se votase inmediata-mente el proyecto, por lo menos en que se prorrogase la sesin. Suficiente nmerode diputados pidieron y obtuvieron que la votacin para acordar si haba n deprorrogarse la sesin fuese nominal y comenz sta en medio del mayor silencio.

    Despus de los votos alternativos de los secretarios, votaron por que se prorro-gase la sesin los seores Bravo Murillo, Beltrn de Lis y Lersundi; tocaba elturno al ministro de Comercio, Instruccin y Obras pblicas, seor FernndezNegrete. Este pareca vacilar, por lo cual el presidente de la Cmara, Mayans,le dijo: Sefior Negrete, le toca V. S.j entonces, tras otra breve pausa, se oy estafrase: Fernndez Negrete, n. Hay que tener presente que la votacin que se es-taba verificando, aunque aparentemente no tena ms importancia que la deprorrogar no una sesin, en el fondo la derrota del Gobierno hubiera supuestoun voto de censura, una desautorizacin de su conducta poltica. Juzgese, pues,del asombro y de la estupefaccin con que fueron acogidas las palabras del minis-tro de Comercio, que desde el banco azul no tena inconveniente en lanzar unatan sealada descalificacin contra el Gabinete de que formaba parte.

    El diario de las Sesiones dice, al describir el escndalo que el voto de Negreteprodujo

    :

    Estrepitosas demostraciones resuenan en los bancos de los Beores diputados

    y sobreviene gran confusin y desorden. Muchos diputados se levantan y se diri-

    ^'

    gen la palabra mutuamente con la mayor animacin y calor. En este estado, elSeor Presidente del Consejo de Ministros sale del Saln, siguindole el Ministrode Estado, y muy poco tiempo el de Comercio. El seor Presidente del Congreso,despus de apurados, en vano, todos los medios para restablecer el orden, secubre y retira del saln, verificndolo igualmente los seores diputados.

    Negrete dimiti aquella misma noche, pasando ocupar su cartera el ministrode la Gobernacin, seor Arteta. A Gobernacin pas el seor Beltrn de Lis,

  • 14 HISTORIA DE ESPAA

    que no obstante sigui desempeando la cartera de Estado, (jue la sazn tena.El famoso no de Neyrete y su coii8;uitnte dimisin, fueron aprovechados por

    Bravo Alurillo para pedir el decreto de disolucin de las Cortes, librndose de este

    modo de la molesta y pesada amistad, mejor dicho, tutela en que le tenia Sarto-rius. Asi fu que el 7 de Abril subi Bravo Murillo la tribuna leer el decretode disolucin de las Cortes y el dia l insertaba la Gaceta el correspondiente de-creto convocando al Pas nuevas elecciones y fijando para el 1." de Junio lareunin de las Cortes.

    No qued, como es de suponer, sin explicacin la conducta de don SantiagoFernndez Negrete y sta fu de tal naturaleza que no dej muy bien parado elprestigio del Gobierno. Tanto en comunicados que mand la prensa, como con-testando una alusin de don Manuel Bermdez de Castro, los pocos das dereunirse las nuevas Cortes, afirm Negrete que desde el primer momento en queentr formar parte del Ministerio Bravo Murillo hasta el instante mismo en quepronunci su famoso no en el Congreso, haba estado en un todo conforme con losactos, con la conducta y con los principios mantenidos y desarrollados por todosy cada uno de sus compaeros de Gabinete, estundo, desde luego, conforme conel espritu y la letra de la ley econmica que se haba puesto debate. Pero queal levantarse votar oy que los diputados de oposicin apostrofaban al Gobier-no echndole en cara su deseo de llevar con toda precipitacin aquel debateporque les interesaba ;jam una jugada de Bolsa.

    Ante aquellas indignas frases, deca el seor Fernndez Negrete, mi concien-cia honrada se sublev y un mi voto al de los que queran que no se prorrogasela sesin, como lo hubieran hecho seguramente todos mis compaeros si como yohubieran odo esos apostrofes; con esto cre prestar un eervicio la Patria, alParlamento y al mismo Gobierno.

    No debieron ser meras suposiciones, las frases lanzadas al banco azul por loadiputados de oposicin y en las que fundaba Negrete su disentimiento con el Go-bierno en el acto de la famosa votacin, pues en los pasillos de la Cmara, y raz de aqulla, no se recataban unos y otros en hablar de negocios al alza y pri-mas ofrecidas determinadas personas; y aunque ciertamente no es de creer queBravo Murillo se contaminase en aquella atmsfera de inmoralidad, quiz le fal-taron nimos para impedir que su sombra otros se lucrasen en negocios pocolcitos.

    En plena actividad electoral, excusado es decir que Beltrn de Lis, educadoen la escuela de Sartorius, emple todos los amaos y coacciones para llevaral Parlamento una nutridsima mayora, y ms excusado an decir que lo con-sigui. Es verdad que las llamadas Madrid de los jefes polticos, el procesa-miento destitucin de alcaldes y corregidores, la cesanta de toda clase de em-pleados tildados de sospechosos, estuvo la orden del da. Fu destituido de sucargo el jefe poltico de Valladolid por no comprometerse evitar la reeleccinpor Peaflel, de don Milln Alonso, que haba cometido el enorme delito de formu-

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    lar voto particular en la Comisin nombrada para dictaminar el arreglo de lasdeudas. Sartorius, el famoso Conde de San Luis, fu desterrado de la provinciade Cuenca, en donde personalmente trabajaba su eleccin; se proces al generalPinzn y su hermano, proceso que hubo de sobreseerse una vez terminadas laselecciones; finalmente, se condonaron escandalosamente unos atrasos que la ciu-

    dad de Jerez tena, condicin de que los electores votasen al seor Bermdezde Castro.

    No es de extraar que con estos procedimientos muchos polticos de primerafila quedaran fuera del Parlamento, como le pas al Conde de San Luis y mu-chos prohombres progresistas. Ni tampoco causara sorpresa el que, dada su antipata al parlamento, Bravo Murillo no tuviera nada que decir las Cortes y portanto se abrieran las sesiones sin el obligado discurso del Trono.

    Abrise las Cortes el l. de Junio, conforme lo prescrito, y quedaron consti-tuidas el 16.

    Nombrse presidente del Senado al Marqus de Viluma, don Manuel de la Pe-zuela; vicepresidentes, los seores Duques de Veragua j de Rivas, Marqus deSomeruelo, Medrano y Ezpeleta; y secretarios de la alta Cmara, los seoresRuz de la Vega, Huet, Sanz, Olivar y Acebal y Arratia. Fu elegido presidentedel Congreso, n con gran contento del Gobierno, don Luis Mayans; vicepresi-dentes, los seores Nocedal, Tejada, Canga-Arguelles (don Felipe) y Castro; ysecretarios, los seores Hurtado, Malvaz, Sancho y Surez Incln.

    Das antes de la apertura de las Cortes, sea el 23 de Mayo, haba confiadoBravo Murillo la cartera de Estado al Marqus de Miraflures, y hasta trat decederle la presidencia del Consejo, que Miraores no acept. Nombr tambinministro interino de Marina don Antonio Doral.

    Reforzado as el Gabinete, se present resueltamente las Cortes aunque,como decimos, sin discurso del Trono. Esto no fu bice para que en la discusin

    de actas, los diputados de oposicin promovieran verdaderos debates polticosque alcanzaron altos vuelos y en los que se evidenci que en Bravo Murillo pe-saba mucho su historia poltica y los favores que le haba dispensado Narvez,sin embargo de lo cual, luego no tuvo inconveniente en abandonar! en el trancems arduo, para sucederle al fin en el poder. Adems, colocado en una situacinpoco definida, no poda entregarse radicalismos progresistas, porque sus ante-cedentes se lo impedan, ni poda tampoco inclinarse demasiado la derecha,porque era peligro invadir el campo ultra-catlico en que dominaba el Marqusde Valdegamas, pues se corra el riesgo de, por agradar la camarilla de donFrancisco de Ass, malquistarse la opinin unnime del Pas, y an quiz de lamisma Isabel IL

    Por eso, Bravo Murillo, que trataba de consolidar su posicin, alcanzando untriunfo que le consagrase como indispensable en la direccin de los negocios pbli-cos, busc en el proyecto de arreglo de la Deuda un xito personal de su gestin,logrando en gran parte alcanzarlo.

  • Iti HISTORIA DE ESPAA

    Presentado el proyecto en cuanto la constitucin del Congreso fu definitiva,comenz A discutirse con verdadero empeRo en ambas Cmaras, dndole por finsu aprobacin la Cmara popular en 13 de Julio y el Senado en 27 del mismo mes.Redactado definitivamente el proyecto, con algunas modificaciones que juzg elGobierno prudente introducir, qued convertido por su promulgacin en ley delReino en 1." de Agosto de 1851.

    En uno de los artculos de la ley se consignaba los fondos necesarios para elpago de los intereses de la Deuda en los diez y nueve primeros aos, al fin de loscuales haba de convertirse en consolidada. Esta cantidad se fij para el segundosemestre de I8.)l en '27.000,000, iba gradualmente aumentando cada semesfrehasta llegar, por fin, en el primer semestre de 1870 76.000,000 de reales.

    El resultado total de la conversin de las antiguas deudas, arroj en deudadiferida una suma de 7,441.000,000. Dise ms tarde facilidades para convertirla deuda diferida en consolidada al 3 por 100, y muchos no tuvieron inconve-niente en sacrificar parte de su capital con el fin de comenzar desde luego per-cibir el 3 por 100 de intereses en vez del 1 por 100 que corresponda la diferida,

    y as se logr que en poco tiempo se prestasen la conversin 360.000,000 dediferida por 200.000,000 de la consolidada; pero teniendo en cuenta que de seguiras las cosas ibase aumentar en modo excesivo el tanto anual destinado inte-rs (aunque por este medio se lograse para el Estado un ahorro de muchos millo-nes), y pensando tambin que de los varios arbitrios que se haban propuesto paraatender estas obligaciones, haba tenido que desistirse de algunos, se dispusopor una R. O. del mes de Abril de 1853 que cesara la conversin voluntaria deuna deuda otra.

    Antes de mencionar ahora el intento de arreglo de la deuda de Ultramar, ycon objeto de'seguir cronolgicamente el desarrollo de los acontecimientos que sesucedieron en este periodo del mando de Bravo Murillo, daremos cuenta de otrohecho de orden interior.

    Das antes de abrirse las Cortes, el Ministerio del ramo dispuso que se aumen-taran en 25 pesetas los derechos de matrcula en todos los Centros docentes. Esteabuso del Poder, tenido en cuenta que los estudiantes se hallaban en vsperas deexmenes y de que al matricularse en el mes de Septiembre lo haban hecho sinpensar en que fin de curso se pudiera gravar en forma tan escandalosa el preciode sus matrculas, exasper los escolares en tal forma, que rompieron los edic-tos en que se les invitaba al pago, armando un regular alboroto dentro del edificiode la Universidad.

    El jefe poltico crey conjurar al da siguiente el conflicto, apostando unascuantas parejas de policas secretas, convenientemente disfrazados, dentro deledificio de la Universidad. Advirtieron los escolares bien pronto la presencia deaquellos extraos polizontes que rondaban recelosos por los claustros y, formandoun compacto grupo, les hicieron salir del edificio en medio de la rechifla y algaza-ra eatudianfil.

  • cJlLO XIX 17

    Seguidamente decidieron elevar al Gobierno una meditada y respetuosa expo-

    sicin rogndole les dispensara del pago de aquel impuesto de nueva creacin, que

    imposibilitaba muchos de seguir sufragando los ya dispendiosos gastos de una

    carrera. Con el fin de facilitar la firma de la exposicin, se situaron en el edificio

    que hoy ocupa el Ministerio de Gracia y Justicia, prximo la Universidad, y quedesde hacia mucho tiempo se hallaba deshabitado. Ms de ochocientos estudian-

    tes se hallaban las puertas del citado edificio y del de la Universidad, cuandode pronto y sin previa intimacin cay sobre ellos una nutrida lluvia de sablazosque cincuenta sesenta polizontes de la secreta, con sus capas terciadas, les pro-

    pinaban sin piedad. Don Francisco Chico, jefe de aquella banda de esbirros, ani-maba con sus voces y su ejemplo sus subordinados, logrando estos poner en fuga los desprevenidos indefensos escolares, que se dejaron en el lugar de la refrie-ga libi'os y capas, y sacaron en cambio brazos y piernas rotas y un sinnmero degraves contusiones, amn de ser conducidos muchos de ellos, culpables no, loscalabozos de la calle de San Martn, donde entonces estaba la jefatura poltica.

    Tan desusada manera de sofocar un motn escolar, exasper todos los estu-diantes de la Corte y ya, no slo los de Derecho de la Universidad y los de Filoso-fa del Noviciado, sino todos los escolares de San Carlos, de Farmacia y de lasdems escuelas institutos se declararon en abierta rebelin contra las autorida-des. El Gobierno mand los centros docentes piquetes del ejrcito; los estudian-tes, por su parte, aleccionados por los ejemplos de la poca, levantaron barricadasen los claustros sacando los bancos de las clases y sirvindose de los baldosinesdel piso como de arma contra los asaltantes. El hambre les rendi, y cuando al

    Tomo IV ;:

  • 18 HISTORIA DE ESPAA

    da siguieute volvieron las aulas para continuar la lucha, se encontraron conlos edictos en que el Gobierno dispona la clausura de las Universidades.

    Pocos das despus se reanudaron las clases, y Bravo Muriilo se sali con lasuya cobrando A los matriculados las l' pesetas del arbitrio, pero no sin que hastaque se terminai'on los exmenes patrullasen las calles prximas 1 los centros deenseanza numerosos pelotones de fuerza armada.

    Mientras tanto, las Cortes precipitaban la discusin del eterno arreglo de laDeuda, que ya hemos visto que, por fin, qued promulgada como ley. Al da si-guiente de aprobado el proyecto por el Senado, Bravo Muriilo suspendi las sesio-nes (."JO de Julio), y aunque tres meses despus, el 5 de Noviembre, volvi abrirel Parlamento, pronto se clausur de nuevo con el pretexto de que Luis Napolen,presidente de la Repblica francesa, se haba proclamado Emperador.

    Por supuesto que, para lo que hacan las tales Cortes, no era de lamentar queestuvieran cerradas, pues en setenta y tres sesiones que celebr el Congreso ytreinta y nueve el Senado, slo aprobaron el arreglo de la Deuda, una pensin, elcontingente de 35,000 hombres para el ejrcito en el reemplazo ordinario, la cana-lizacin del Ebro y la ley orgnica del tribunal de Cuentas del Reino. No hay quedecir que casi todas estas leyes pasaron entre la ms absoluta indiferencia de losseores diputados y senadores, que ms se preocupaban de sus bizantinas luchasque de lo que era verdaderamente interesante al Pas. As ha sido siempre.

    Ms arriba indicamos que Bravo Muriilo intent tambin el arreglo de la deudade Ultramar. La necesidad de este arreglo era evidente, pues, aparte de que con-vena justipreciar el importe de lo que Espaa deba y sanear con ello nuestrocrdito, pues nadie nos quera fiar sin saber cunto ascenda en realidad; inte-resaba tambin para desenmaraar la enorme confusin producida por las talesdeudas. A pesar de los tratados de reconocimiento celebrados entre la Metrpoliy las que haban sido colonias espaolas y ahora estaban constituidas en Estadosindependientes, no se haba podido deslindar las que eran abligaciones de una yotra nacin, pues el origen de estas obligaciones era tan diverso y complejo, quemientras unas eran procedentes de suministros al ejrcito, otras procedan deextincin de seoros por ttulo oneroso, arrancaban de imposiciones hechassobre los diezmos.

    Era as necesai io, antes de pensar en el arreglo y pago de esta deuda ultra-marina, dictar una ley de unificacin y de reconocimiento de estas obligacionespara hacer posible la resolucin de los 52,000 expedientes que, segn se deca,estaban en los archivos, pendientes de liquidacin.

    A.tendidas la infinidad de dificultades que haba que vencer para lograr el talarreglo, y la circunstancia de que el Gobierno no poda distraer su atencin encosa que, aunque de trascendental importancia, no apremiaba de modo inme-diato, se decidi Bravo aplazar el asunto.

    Juzgbase entretanto Bravo Muriilo muy seguro en el poder, tanto, que sepermiti introducir algunas modificaciones en el Gobierno. Dio la cartera de Es-

  • SIGLO XJX 19

    tado, como ya dijimos antes, al Marqus de Miraflores, la de Gobernacin Bel-trn de Lis, y Arteta la de Comercio. En Marina puso don Francisco Armeroy Pearanda, en vez de Bustillos, y mAs tarde en Guerra Ezpeleta.

    Finalmente, algn tiempo despus, y por renuncia que de la cartera de Co-mercio hizo Arteta, pas ocupar este cargo el rico propietario de Castilla laVieja, don Mariano Miguel de Reinoso, quien se atribuj'e sin duda, por donosabroma, un proyecto de Real orden para la extincin de la langosta, utilizandoesta daina plaga para cebar y engordar pavos.

    Con estas reparaciones de la nave ministerial sigui gobernando Bravo Murillocon todo el autoritario y hasta desptico carcter que le distingua. Emprendie-ron, no obstante, los progresistas briosa propaganda de sus ideas en banquetes yreuniones polticas. Naci entonces la vida de los partidos una agrupacin quesi en el fondo era de carcter francamente republicano, se apellidaba medrosa-mente democrtica y de la cual formabanparte personalidades tan insignes como el

    Marqus de Albaida, don Estanislao Figue-ras y don Nicols Mara Rivero.

    La aparicin del partido democrticocoincidi tambin, sin duda, como justo cou-trapeso de la balanza poltica, con un mo-vimiento de retroceso de antiguos y biencaracterizados progresistas, constituyendo

    as manera de un nuevo partido moderado-progresista.

    Fueron los ms caracterizados de estanueva fraccin poltica hombres de tantorelieve como Madoz, Olzaga, Cantero, Cor-tina, Roda y Escosura. Tambin influyeron,sin duda alguna, en esta excisin de los pro-gresistas, las discusiones entabladas sobresi era no un dogma la existencia del cuer-po de Milicianos nacionales, que tantos dasde gloria haba dado la Patria y la causade la libertad. Del calor con que se discuti punto tan importante del programaliberal progresista da idea el manifiesto que el ilustre jurisconsulto don ManuelCortina dio sus electores de Sevilla, manifiesto en el que, vuelta de firmesprotestas de liberalismo, combata el desarrollo de la democracia y peda la des-aparicin por lo menos el desarme de la Milicia nacional. No es de extraar,pues, que estas luchas, enconando los nimos, produjesen frecuentes disidenciasen el campo liberal, como las haban producido otras anlogas y continuaban la-tente dentro del moderantismo.

    Entretanto, el Gobierno, como hemos visto, abra el Parlamento cuando bien le

    Nicols Mara Kivero.

  • 'M HISTORIA E ESPAA

    pareca, y al menor pretexto volva cerrarlo, sin escuchar las ms de las veceslia justas quejas de los representantes del Pas, que ya protestaban de lo arbitra-rio que resultaba vivir con las Cortes cerradas ya se quejaba de verdaderosescndalos y concusiones cometidas por los ministros.

    Uno de esos actos de indudable inmoralidad administrativa fu realizado enfavor de don Vicente Beltrn de Lis, hermano del ministro de la Gobernacin,quien en pago de quince millones y medio de reales que adeudaba al Estado porcompra de fincas procedentes de bienes nacionales, present como compensacinun crdito de 2.6O,COO reales que, como contratista de suministros anteriores 1820, deca tener A su favor.

    Se supona, por quien estaba en antecedentes, que el tal crdito slo tenia unvalor real de 25,000 pesetas, por tanto los dos millones y medio de reales en quesala beneficiado el seor Beltrn de Lis eran no despreciable suma para serembolsada sin protesta. Aparte de que tal concesin en ningn caso poda serhecha por el ministro, sino que era necesario el acuerdo de las Cortes.

    Con este motivo, don Manuel Cortina, juzgando la enormidad del hecho y ensu calidad de representante del Pas, present al Congreso en 27 de Noviembreuna acusacin en forma contra el ministro de Hacienda sea contra el propioBravo Murillo. Esta acusacin no dio otro resultado que el recibir Cortina la visita de los generales Armero y Ortega, que iban en nombre del seor don RafaelBeltrn de Lis, ministro de la Gobernacin, pedirle reparacin por las armas,por frases vertidas contra ste en el discurso de acusacin Bravo Murillo. Elasunto se arregl por fin satisfactoriamente para todos, menos para el prestigiode los ministros de Hacienda y de Gobernacin; la acusacin de Cortina se estan-c en el Congreso, pues el da 9 de Diciembre se cerraron las Cortes con el ftilpretexto en otra parte indicado.

    No se arredr, sin embargo, el Gobierno por el desprestigio en que haba cadoy sigui gobernando por decreto; los presupuestos no se discutieron, pero las con-tribuciones se cobraron con inusitado rigor; la prensa, cohibida por la censura,no deca ms que lo que al Gobierno convena que se supiese y los jefes polticoscometan toda clase de atropellos en las provincias de su mando. Uno de esosatropellos, el ms odioso por los caracteres sangrientos que revisti, fu perpe-trado en la provincia de Valencia.

    En el trmino de Sueca haba una presa del Jcar que serva para regar elcontorno. Los vecinos del inmediato pueblo de Cullera se quejaron al jefe poltico,alegando que ellos tenan ms derecho que los de Sueca utilizar el agua; y aunque parece ser que la razn estaba de parte de los de Sueca, aquella autoridadorden, arbitrariamente, que se derribase las compuertas y que el agua fuese

    ^

    aprovechada, en adelante, por los de Cullera.Los perjudicados, como es lgico, protestaron de lo que ellos crean un despojo,

    y entonces el jefe poltico envi su secretario con cuatro compaas de infan-tera y veinticinco jinetes aquietar los protestantes. Lleg la fuerza la plaza

  • SIGLO XIX 21

    del pueblo y, aunque los habitantes estaban en actitud pacifica y como asombra-

    dos por aquella invasin de soldados, el jefe de la fuerza orden, por bando, que

    se retirase la gente. Entonces un imprudente, ms bien sin duda como protestaque como grito subversivo, lanz un fuera la tropa! que contest el jefe de la

    fuerza con la voz de fuego! Se oy una nutrida descarga, qu sembr de muertos

    y heridos la calle del pueblo, y no contento an con esta salvaje hazaa, mandaquel brbaro jefe que la caballera, sable en mano, despejase el campo. Queda-ron en aquella batida muertos, segn unos, seis vecinos del pueblo, segn otros,

    slo tres. Resultaron tambin gran nmero de heridos y contusos. Entre los muer-tos apareci un nio de doce aos que, con el CrtWn en la mano, sala de la escuela

    y que pag con la vida su inocente curiosidad. Los de Sueca se quedaron sin el-agua, objeto de sus anhelos, escribieron con su sangre una pgina de luto en la

    historia contempornea y tuvieron que pasar por el amargo trance de que elpaternal Gobierno de Bravo Murillo aprobase la conducta del jefe poltico y de

    sua asesinos.

    Por aquellos das volvi Narvez de su expedicin Francia Inglaterra,despus de haber sido, en ambos pases, agasajado con gran cordialidad. Porierto que el Gobierno, quien tena en vilo la vuelta Espaa del genera), trat

    por todos los medios de evitar su retorno y, al efecto, pens en comisionarle para

    el estudio de los asuntos militares de Austrin, y ltimamente orden nuestro

    embajador en Pars que retardase la entrega de los pasaportes; pero Narvez sepercat de estas maniobras y, reclamando enrgicamente, consigui que se le fa-

    ilitasen sus documentos. Vuelto aqu, visit los Reyes, pronunci un discurso

    en el Senado y se fu Loja.No todas, sin embargo, son cantidades negativas en la cuenta del Gabinete de

    Bravo Murillo. Es de justicia consignar que en su tiempo se prest especialsima

    itencin todo lo que se refiere al mejoramiento material de Espaa. Prubanlo,aparte del ya citado arreglo de la Deuda, la promulgacin de la ley de Contabi-

    lidad, la presentacin y publicacin de las primeras cuentas generales del Esta-

    do, la prosecucin activa de las obras del ferrocarril de Aran juez Almansa, lasobras llevadas efecto en las fortificaciones de Mahn y, finalmente, la tradade aguas Madrid.

    Por esta poca se registr tambin una nueva y ms importante expedicinfilibustera, desembarcada en Cuba. Protegido secretamente por el Gobierno de

    los Estados Unidos, desembarc tres leguas de Baha- Honda, el antiguo cabe-cilla don Narciso Lpez, al frente de unos doscientos hombres.

    Encaminse al pueblo de Pozas, en donde se hizo fuerte, pero no tard en ser

    .tacado y derrotado con prdida de cincuenta hombres. Estos cincuenta prisio-

    neros, subditos americanos, fueron fusilados por orden del capitn general de la

    Isla, don Jos de la Couclia, y aunque en Nueva-Orleans las muchedumbres se

    amotinaron pidiendo venganza y pusieron en grave compromiso al cnsul de

    Espaa en aquella poblacin, el Gobierno de Washington no crey oportuno pedir

    explicaciones al de Madrid.

  • 22 HISTORIA DE ESPAA

    Eatrotanto, se proseguid sin cesar la persecucin de Lpez, confiada al generalEnna. Este, en un encuentro cerca del cafetal, logr derrotarle, consiguiendo ha-cerle varios prisioneros. Pocos das despus, tuvo lugar otra escaramuza en Mar-titorena, que oblig al cabecilla insurgente internarse en la manigua. Al salirde all se encontr de nuevo, en el punto denominado Barrancos de Carambola,con el citado general Enna, y aunque slo se cruzaron algunos disparos, por apre-surarse A huir Lpez, una de las balas hiri Enna en el vientre. Muri laspocas horas.

    Por fin, el brigadier Rosales logr estrechar ms al cabecilla insurrecto, quiense acogi la benignidad de un espaol, dueo de una finca que all haba. Per-maneci all escondido unos das; pero bien pronto una partida de guajiros, almando de un tal Castaeda, dio con l, y aunque otra vez logr evadirse saltan-do por una ventana, los perros amaestrados de la finca consiguieron descubrir suescondite. Preso, fu conducido la Habana, donde fu agarrotado.

    El Gobierno de la Metrpoli premi los servicios prestados en esta campaapor don Jos de la Concha, capitn general de Cuba, con la Gran Cruz de SanFernando, distincin que no satisfizo al agraciado, porque ansiaba ser honradocon un ttulo nobiliario. Tampoco le agrad el que el Gobierno espaol no implan-tase desde luego las reformas polticas que l crey ms pertinentes para lograruna paz estable en aquellas Antillas; y en este punto, el tiempo y sucesos luctuo-sos, repetidamente acaecidos con posterioridad, han confirmado totalmente iosvaticinios que Concha predeca para no lejano plazo. Si tanto en su tiempo comodespus, en cien diversas ocasiones, se hubiera concedido Cuba una amplia ysincera autonoma, seguramente se hubiera retrasado muchos aos su total inde-pendencia de Espaa.

    Mientras tanto, en la Pennsula se desarrollaban tambin importantes sucesos.La Reina Isabel II haba tenido, como fruto de su primer embarazo, un hijo

    muerto.

    En 20 de Diciembre de 1851, dio con ms fortuna luz una hija, que se llamMara Isabel. En celebracin de esta fausta noticia, que aseguraba la sucesin alTrono y tranquilizaba los recelos de los ditisticos fervientes, la Reina dispensgrandes mercedes todos sus servidores palatinos y los altos dignatarios de lanacin. Quiso otorgar Bravo Murillo el Toisn de Oro, mas no pudo conseguirde Bravo su aceptacin. Fueron cubiertas las tres vacantes que del Toisn habapor el Duque de Osuna, Istriz y el Marqus de Alcaices. Tambin se dijo que,para que de algn modo se perpetuase en la memoria del pueblo el fausto acon-tecimiento que festejaba la Nacin, se rebajara en dos el servicio de ocho aosque prestaban los soldados; pero al verse en la Gaceta sendos decretos conce-diendo honores y mercedes palaciegos y generales y nada en absoluto lossoldados, un cabo del regimiento de Gerona, llamado Eugenio Daz, areng suscompaeros para lanzarse todos la calle. El cabo fu preso en el acto, asi comoun corneta de cazadores de Baza, llmalo Pablo Franquet. Ambos fueron fusila-

  • SIGLO XIX 23

    dos tn presencia del ministro de la Guerra y del capitn general, quienes quisie-ron, con su asiatencia al acto, darle toda la solemnidad posible. El pueblo deMadrid se doli profundamente de la dureza del castigo.

    Repuesta la Reina Doa Isabel II de la natural indisposicin consiguiente alparto, sali el da 2 de Febrero de 1852 (festividad de la Candelaria) de sus habi-taciones particulares, y se dirigi la capilla real endonde oy misa. Terminadala misa, la que por primera vez asista en pblico, despus de su alumbramiento,deba dirigirse con todo el squito palatino la baslica de Atocha, en donde iba cantarse un solemne Te Deum en accin de gracias por el nacimiento de la Prin-cesa heredera. Las galeras de Palacio estaban atestadas de curiosos, vidos decontemplar la Reina, y sobre todo su hija, que solemnemente era conducida

    (5_ -. f\

    en brazos de su aya la Marquesa de Povar. Los altos dignatarios de la Corte, elcuerpo diplomtico, los ministros, el Nuncio, el Arzobispo Cardenal de Toledo ymultitud de generales y Grandes de Espaa, fueron desfilando procesionalraente{lor entre la doble fila de alabarderos, precediendo las Reales personas y en

  • .'I HISTORIA DiL ESPAA

    direccin al Saln de Columnas. Al llegar la Reina cerca de este saln, de entro

    l.i compacta fila de curiosos, se adelant un sacerdote que, poniendo la rodilla en

    tierra, hizo ademn de entregar en manos de la Soberana un memorial. La Reinase inclin para coger el papel que el clrigo le ofreca con la mano izquierda.

    En tal instante, el sacerdote, con un movimiento rpido, sac con la diestra unpufial que llevaba oculto bajo la sotana y descarg un golpe sobre el costado dela Reina.

    El coronel de alabarderos, don Manuel Muros, luego, por este hecho. Marqudel Amparo, cogi en sus brazos la augusta dama que se habia desmayado,mientras otros acudan en socorro de la recin nacida Princesa, quien muchoscrean amenazada de igual peligro. El clrigo regicida, que al ver desmayada la Reina la juzg mortalmente herida y que haba exclamado: /7

  • SIGLO XIX 25

    carcter, que su solo aspecto produca la impresin de repugnante y an terror-fico desagrado. Se pintaba en su semblante el padecimiento fsico; descubrase laintencin aviesa. Apareca taciturno, ttrico, tranquilo en su malestar, fro hastala imposibilidad. En su juventud haba sido fraile franciscano del convento deNalda segn unos, de Santo Domingo de la Calzada segn otros. Se haba distin-guido por su aficin los estudios filosfico-teolgico-sociales. Un da se fug delconvento dejando escrito para el guardin un billete concebido en estos trminos: Qudese en paz con su rebao, que yo, si no puedo ser en otra parte un granpoltico, tendr la gloria de ser otro Lutero.

    El ex fraile Merino no encontr, por el momento, campo abonado para sussueos de gran poltico de heresiarca famoso, y se afili una partida de guerri-lleros de escuadra, de Sevilla, combatiendo contra las huestes de Napolen. De1820 1823 milit en las filas de los ms avanzados constitucionales, distinguin-dose, ms que por su propaganda, por su vida desarreglada y viciosa. En 1830pas Francia, logrando ser nombrado prroco de Saimedal, lugar tres leguasde Burdeos. En 1841 volvi Espaa, establecindose en Madrid, en donde viva,sin tratar con nadie y entregado una vida misteriosa y original. Se supone queganaba lo bastante en el desempeo de su ministerio, pues se dedicaba prestarsumas que, aunque no considerables, implicaban una relativa holgura.

    De las conversaciones particulares tenidas con l en la crcel, en los brevsi-mos das que dur su proceso, pudo inferirse que Merino era un verdadero mega-lomanaco y un escptico. Su desmedida soberbia, la envidia y la clera que leproducan las desigualdades sociales y, sobre todo, la obscuridad en que viva, leimpulsaron, ms que fines polticos de ninguna clase ni reivindicaciones socialesdefinidas, tratar de distinguirse de algn modo. La prueba es que, segn propiaconfesin, en un principio trat de matar Narvez, despus eligi como vctima la Reina Cristina y finalmente perpetr su crimen en Isabel II.

    En cuanto la debatida cuestin de si Merino tuvo n cmplices, Bravo Mu-rillo se decide por la negativa y al efecto dice: Merino, solo y armado de su pu-al, apareci y descarg el golpe sin que se notase un solo individuo su lado enquien pudiesen recaer sospechas de complicidad. Y en otra parte, escribe: Elautor de este opsculo, fundado en los hechos y consideraciones que ha expuesto,se convenci, y sigue en la misma creencia, de que Merino obr por s, realizandoun proyecto meditado por l solo.

    Otros autores opinan de la misma [manera: pero no faltan escritores que, sindecidir en absoluto la cuestin, creen muy fundada la sospecha de que el intentode regicidio obedeci causas ms elevadas que manas y genialidades de unpobre neurtico. Un concienzudo historiador contemporneo, el seor Morayta,inserta, al comentar ciertas apreciaciones del seor Bermejo, una nota muy inte-resante que en parte reproducimos:

    Ninguna cuestin, dice el seor Morayta, de cuanto puede tratar un historia-dor, exige para ser expuesta, mayor circunspeccin que sta, y ninguna, escri-

    ToMO IV 4

  • 26 HISTORIA DE ESPAA

    hiendo hoy, raa peligrosa que desarrollar las conclusiones del seRor Bormejo. Dijo ste, hahlando de los propsitos de Don Francisco de ser Regente de Es-

    paa: qued defraudada nuevamente la esperanza de Don Francisco de Asis yan me aseguran que fu muy de notar su desahrimiento. Tvose muy en cuen-ta la actitud del regio consorte cuando se deca: que el regio esposo solamente

    podria ser Regente de Espaa si falleciese Isabel II, y dejaha prole quien darel Principado de Asturias. Y hahlando luego del regicidio, exclam: no puedopersuadirme de que Merino ohrase por su propio impulso, sin linstigacin y sincmplices. Creo que si se huhiera depurado el hecho, se hubiese descubierto lacomplicidad; pero presumo yo que la complicidad estaba tan alta que no pudo con-

    cebirla la imaginacin. Yo lo presumo, casi lo adivino; pero no teniendo hoy prue-

    bas para revelarla, la guardo en el archivo de mi conciencia. Y luego, nota queMerino jams haba presenciado ceremonia alguna palatina, que aqulla fu lavez primera que suba las escaleras del alczar de los Reyes, y que si no se lodijeron, debi haber ignorado la situacin en que deba presentarse la vctimapara ejecutar el crimen. Y Bermejo amontona una porcin de observacionespara demostrar que nada se hizo por averiguar si Merino haba tenido n cm-plices; que muchos extremos de las declaraciones de ste, por ms de que l lonegara, indican la existencia de cmplices, y que as se crey entonces, y que asse le dijo al Gobierno en algunos annimos

    Las significativas palabras transcritas revelan que una parte de la opinin

    crey en la complicidad de algn alto personaje.Sin embargo de lo cual, al menos por el testimonio que su palabra podemos

    dar, ni don Lorenzo Arrazola, ni don Jos Mara Huet, encargados de esclarecereste punto, en sus frecuentes y amistosas conferencias con Merino, lograron obte-

    ner la menor luz en el asunto. Arrazola se dio maa bastante para captarse laconfianza del reo, juzgar por el encargo de ste de emplear en determinadasmandas una cantidad en onzas de oro que tenia escondida en su casa; pero pe-sar de esta confianza, sin duda por ella misma, Arrazola se convenci plena-mente de que Merino haba obrado impulsos de su sola y nica voluntad y lle-vado de un ansia loca de distinguirse de alguna manera, de dar un gran relieve su persona.

    Cometido el crimen el da 2 de Febrero, ya el da 3 fu condenado por el juezde primera instancia la pena de muerte, y el da 5 confirmaba la Audiencia lapena impuesta. El reo se mantena en la entera posesin de sus facultades y ha-ciendo alarde de un valor que no dej de asombrar los que le rodeaban. En-cerrado en un calabozo del Saladero, agarrotados los pies por los grillos y concentinelas de vista, permaneci tranquilo las horas que transcurrieron desde lade su crimen la de su muerte. Cuando se le notific la sentencia, no mostr pe-sadumbre alguna, y hasta lleg afirmar que ni quera el indulto, ni existirajusticia en la tierra si se lo llegasen conceder. No carece de fundamento, ennuestro sentir, la opinin del seor Posada que dice: Que el mayor castigo que

  • [SIGLO XIX 27

    Merino se le poda haber impuesto, hubiera sido el perdonarle, el indultarle, el

    dejarle la vida. En efecto: el insano afn de hacerse clebre, llegaba al punto de hacerle ex-

    clamar cuando alguien le hablaba de su prxima ejecucin: Queme levantenmuy alto, para que todo el mundo me vea bien; vern lo que es un hombre que

    sabe morir con valor. Ya antes, cuando suabogado defensor, nombrado de oficio porhaberse negado l designarlo, le pregun-

    taba rasgos y detalles de su vida, por ver

    si en algn punto hallaba base en que fun-

    damentar la defensa, creyendo el regicida

    que pudiera suponrsele desequilibrado,dijo: Si usted alega que estoy loco, yo me

    encargar de desmentirlo.

    La ceremonia de la degradacin se ve-

    rific el mismo dia 5. Colocado un tabladoal nivel de los balcones de una de las salas

    del antiguo Saladero, en la parte que mira la cuesta, hoy plaza de Santa Brbara,fu sacado el reo y llevado presencia de

    los ejecutores de la imponente ceremonia.Eran estos, por delegacin del arzobispo de

    Toledo, el obispo de Mlaga, seor Casca-llana; el electo de Astorga, don Benito Jor-

    celledo; el de igual clase de Coria, don Tel-

    mo Maceira y otros varios eclesisticos en calidad de asistentes. El reo, vestido

    de sotana, fu despojado de las ligaduras que le sujetaban, y, una indicacindel maestro de ceremonias, se puso los ornamentos sagrados como si fuera ce-

    lebrar misa.

    El prelado que presida la ceremonia fu despojndole de todas las insigniasde su ministerio, cliz, patena, casulla, estola, alba, etc, al mismo tiempo quepronunciaba las frmulas prescritas en los cnones para casos tales. El reo per-maneca de rodillas ante el tribunal encargado de la degradacin. Despus dequitrsele el cliz y la hostia, se le rasparon con un cuchillo las yemas de los

    dedos y todos aquellos sitios en que los leos de la ordenacin producen la consa-

    gracin simblica del sacerdote.Al ser rapada la cabeza, para que, desapareciendo la alegrica corona, quede

    al igual todo el pelo, conforme ritualesca frmula, el reo se resisti; pero con-

    vencido de la inutilidad de su protesta, dijo, sin embargo, al peluquero: Corte

    usted poco, porque hace fro y no quiero constiparme. Esta frase revela la ad-

    mirable sangre fra de Merino.Terminada la ceremonia del rapado, el obispo de Mlaga, celebrante mayor

    Lorenzo Arrazola.

  • 28 HISTORIA DE ESPAA

    de aquel solemne acto, dijo, empleando la hipcrita frmula del ritual: Sr. Juez,08 rogamos con todo el afecto de que somos capaces, que por Dios, por los senti-mientos de piedad y misericordia y por la intercesin de nuestras splicas, nocastiguis ese con peligro de niueite mutilacin de miembro.

    Al oir Merino estas palabras, hizo un gesto de repugnancia, visto lo cual porel prelado, le exort prepararse para la muerte, y. no pudiendo resistir la emo-cin que le dominaba, al ver la sangre fra del reo, prorrumpi el obispo en amargollanto. Tambin refiere un historiador, que al oir el degradado los vivas que intervalos daban los espectadores que en la calle y en los balcones haba, dijo alobispo: Es d"b rbrica tambin que esos balcones estn abiertos?, y cuando elprelado le contest que no solamente era de rbrica el que la ceremonia fuesepresenciada por todo el pueblo, sino que deba verificarse en un tablado muy altolevantado en medio de una plaza pblica, contest Merino:

    Pues por qu no lo han hecho? A m no me importa que me vean.Por fin, llevado la celda que haba de servirle de capilla, permaneci la

    mayor parte del tiempo tendido en el suelo sobre dos colchones. All, contestan-do las palabras de consuelo que le diriga el presbtero don Francisco Puig yEsteve, dijo: Todos los que sepan mi situacin, me tendrn hoy lstima, y, sinembargo, no me cambiara por ninguno. Soy el hombre ms feliz del universo.

    En otro momento, departiendo con gran tranquilidad sobre literatura clsica,djole el seor Puig, que quiz su gran conocimiento de los autores griegos y la-tinos y su aficin la literatura del gentilismo serian la causa de su apartamien-to de los estudios teolgicos, lo cual contest el reo: ; Quin sabe si la teo-loga ser una mitologa dentro de dos mil aos, y si alguno de nosotros ser unsemidis!

    Despus de infinitas reflexiones que se le hicieron para que se preparase lamuerte y de vencer su tenaz resistencia cumplir las prcticas religiosas, se leadministraron los ltimos sacramentos, que recibi con gran uncin, pero sin queni un momento le abandonase la entereza de carcter que tanto asombro producaen quienes le rodeaban.

    Vestido con una tnica amarilla manera de hopa y con un gorro en la cabezaen forma de birrete, fu paseado por las calles de la Corte, jinete en un pollino.De trecho en trecho se paraba el cortejo para que el pregonero leyera en altavoz la sentencia, al fin de la cual Merino sola gritar con entera voz, no exentade mordaz irona: ; Adelante!

    Como se haba dispuesto que la hora de la ejecucin fuese la misma que la enque haba realizado su crimen, llegado el cortejo al patbulo, hubo que esperaralgunos momentos, durante los cuales permaneci el reo de pie, por parecerleesta actitud ms digna. Por fin, son la hora fatal; el reo subi con paso firme losescalones del tablado j se dirigi sin vacilacin al banquillo, donde tomci^siento,procurando adoptar una postura cmoda. Se levant un instante rpidamente,bes el crucifijo y volvi su puesto. Entonces, esforzndola voz, grit: Seores,

  • SIGLO XIX 29

    voy decir la verdad, como la he dicho toda mi vida. Los circunstantes ahoga-

    ron su voz con un frentico viva la Reina. Pero l, sin inmutarse, continu

    diciendo: No voy decir nada injurioso contra esa seora. Redicho en otra

    ocasin y repito ahora, que el acto que he perpetrado es slo objeto de mi vo-

    luntad.

    Habiendo terminado de hablar, el verdugo le coloc la argolla ; uno de los asis-

    tentes comenz rezar el Credo, contestando el reo con voz clara, y cuando hubo

    llegado las palabras su nico hijo, el verdugo dio vuelta al tornillo, quedandoel reo muerto en el acto.

    Su cadver no mostr seales de contorsin alguna, ni en su rostro se notmueca ni gesto que indicase la ms leve emocin.

    As qued cumplida en aquel da, 7 de Febrero de 1852, la implacable justiciade los hombres.

    Sinti, segn se afirma, por Merino gran piedad Isabel II. Dice de ella un his-toriador, que mostraba en su actitud reflexiva y en su dolorido semblante queestaba enterada de lo que pasaba y que se haca violencia para contener sus sen-timientos nobles y piadosos . Acaso, si de ella hubiera dependido, habra conmu-tado la pena de Merino; pero la indignacin de su madre, del Gobierno y delpueblo, en general, era tal contra el regicida, que la impidi ejercitar la magn-nima prerrogativa.

    Sauda y hasta ridicula fu en verdad la serie de disposiciones adoptadas res-pecto del cadver y de todos los objetos que haban pertenecido Merino.

  • 30 HISTORIA DE ESPAA

    Con gran solemnidad y ante los magistrados de la Audiencia, un cerrajeroconvirti en menudo polvo el pual que sirvi de instrumento del crimen. Suslibros fueron recogidos y quemados pblicamente, entre ellos, un cuaderno connotas polticas y apreciaciones, algunas estrambticas, otras de una gran profun-didad filosfica.

    Pero se lleg ms, en odio al regicida, , quiz mejor, respondiendo unservil afn de complacencia. Se dispuso y as se cumpli que el cadver del regi-cida fuese colocado en una inmensa hoguera que al efecto se levant en el cemen-terio y que, despus de convertido el cuerpo en cenizas, se mezclase con tierra dela fosa comn, para que as desapareciese todo resto del criminal.

    La tal ceremonia, dice el seor Lafuente, se hizo en el cementerio con todasolemnidad, en presencia del gobernador civil, y sin las precauciones que hoy setoman y sin los aparatos de que hoy se valen, donde ya la cremacin est en uso;de suerte que el hedor y los miasmas de las carnes quemadas debieron de infestarel ambiente y dar un mal rato la primera autoridad civil de la provincia y los dems asistentes y confeccionadores de aquel horrible asado. Escena tan ana-crnica y grotesca llam mucho la atencin, y sali representada en estampas,con no muy benvolos comentarios para la nacin espaola, en algunos peridicosilustrados de los pases extranjeros.

    La Reina, curada totalmente de sus heridas, hizo su presentacin al pueblo deMadrid el da 18 de Febrero. Fu Atocha dar gracias al Altsimo por haberlalibrado de aquel doble trance de peligro: el parto y la pualada de Merino. Elpueblo madrileo la tribut una delirante ovacin, contribuyendo no poco estossucesos retrasar la revolucin que ya latente se hallaba desde haca largotiempo.

    El Gobierno, como es lgico suponer, dada su antipata al Parlamento, suspen-di las sesiones. Esto le facilitaba la preparacin en la sombra de una serie dereformas polticas que Bravo Murillo acariciaba y que desde haca tiempo cons-tituan en l una verdadera obsesin. Para ello y por no contar, sin duda, con laconfianza de todos sus compaeros de Gabinete, realiz en el Ministerio una nuevaserie de combinaciones y contradanzas que tanta aficin haba mostrado siem-pre. Por dimisin de don Mariano Miguel de Reinse, pas ocupar, interinamen-te, en 13 de Junio, la cartera de Fomento el seor Beltrn de Lis. Mirafloresabandon el Ministerio, volviendo Estado Beltrn de Lis y entrando en Gober-nacin don Melchor Ordez. Don Carlos Bordiu ocup en propiedad la carterade Fomento en 7 de Agosto, consiguiendo distinguirse en el famoso negocio de lacompra por el Estado del ferrocarril de Madrid Aranjuez, hecha Salamancaen ms de sesenta millones de reales, para luego arrendar su explotacin al pro-pio Salamanca en 75,000 duros anuales, En 3 de Junio fu nombrado, por dimisinde Armero, ministro de Marina don Joaqun Ezpeleta, y por ltimo tambin salide Guerra don Juan de Lara, entrando substituirle don Cayetano Urbino.

    Este trasiego de ministros, que implicaba la plena confianza de la Corona con

  • SIGLO XIX 31

    que, al parecer, contaba Bravo Murillo, fu seguido de una serie de trabajos deexploracin cerca de los ms conspicuos generales, como Narvez, Concha,O'Donnell, Serrano y otros, en busca de su incondicional apoyo para el caso pro.bable de que las Cortes se negasen aprobar las soadas reformas. Como es lgi-co suponer, ninguno de los prncipes de la milicia se prest hacer el Juego de

    Bravo Murillo, bien porque sus convicciones polticas asi lo demandaran, bienporque juzgasen peligroso el conato de dictadura, por lo menos, de golpe de Es-tado que, semejanza de Luis Napolen, intentaba don Juan Bravo Murillo.

    Ejl-CitO espaol. Principe (Lancero). 1S48.

    Despechado Bravo por la repulsa de los militares, se dej decir en sitio en quela publicidad haba de aventar sus palabras: Aprnhense las reforman, contine i/oobteniendo la confianza de la corona, 1/ probar los espaoles que, sin ms insigniaque este frac, ahorcar generales con sus propias fajas. Esta baladronada concitcontra l todo el elemento militar, que se puso decididamente en frente de lasreformas.

    Entretanto, progresistas y moderados, acallando por el momento sus invetera-dos odios, haban elevado, en 15 de Mayo, la Reina una exposicin en que, entreotras cosas, decan:

    Haga V. M., humildemente se lo rogamos, que termine esa suspensin de

  • ;!j HISTORIA DE ESPAA

    nuestras instituciones polticas; haga V. M. que recobren su fuerza y vigor, fun-cionando oidenada y naturalmente, y extinguidos, de este modo, los motivos dela actual desconfianza, vencidas las alarmas, disipados los peligros, volvamostodos deber V. M. el pleno ejercicio de nuestros derechos.

    Si por esta exposicin, presentada la Reina mediados de Mayo, se solicitabael que se volviese la normalidad parlamentara, cmo estaran de excitadoslos nimos de los progresistas y moderados al ver que las Cortes no haban dereanudar sus sesiones hasta el mes de Diciembre?

    Por fin, Bravo Murillo, desconfiando de poder dar por su esfuerzo nico el golpepoltico que meditaba, y convencido de que no poda contar con el auxilio de lasbayonetas eu que parece que le haban hecho creer los intrigantes de la camarilladel Rey Francisco, se decidi ir las Cortes.

    Hay que tener presente que la Reina Cristina, opuesta decididamente la re-forma, lleg amenazar Bravo Murillo con expatriarse con su esposo y sushijos y renunciar todos sus ttulos y preeminencias si llegaban ser esas refor-mas ley. Por eso Bravo Murillo pens en conseguir del Parlamento la sancinpara sus planes y as disipar la tormenta que se le vena encima.

    Convocadas las Cortes para l. de Diciembre de aquel ao de 1852, se celebrsu apertura sin el discurso del Trono; cosa que ya haba ocurrido en la anteriorlegislatura. Constituido brevemente el Congreso, se procedi ala eleccin de pre-sidente. El Gobierno, por no estar seguro de la adhesin de don Luis Mayans por no convenir ste la reeleccin, present como candidato para aquel altositial don Santiago de Tejada. Las oposiciones todas designaron como candidatoal seorjMartinez de la Rosa.

    Procedise la votacin, y el escrutinio dio como resultado 107 votos al sefiorTejada y 121 al seor Martnez de la Rosa. El Gobierno sala, en el primer en-cuentro, derrotado. No le quedaba ms camino que presentar la dimisin disol-ver el Parlamento. La Reina prefiri lo segundo. Al da siguiente, 2 de Diciembre,se ley el decreto de disolucin del Congreso y la convocatoria para nuevas Cor-tes, que haban de reunirse en 1." de Marzo de 1853.

    No contento con esto el Ministerio, public aquel mismo da en la Gaceta elproyecto de reforma que tanta agitacin haba producido en el Pas, y estaba lla-mado producirla an mayor. Planteaban las reformas en nueve leyes, que, aun-que distintas entre s, se integraban formando su conjunto un verdadero cdigopoltico. Eran estas leyes: 1." la Constitucin refoi'mada; 2.* la nueva organizacindel Senado; 3.'^ una ley electoral; 4." los reglamentos del Congreso y del Senado;

    S." la ley de relaciones entre ambos Cuerpos; 6.'^ la ley de seguridad personal; 7.*la ley de seguridad de la propiedad; 8.* la ley de orden pblico; 9.* la ley degrandezas y ttulos. Adems, y para colmo de desaprensin gubernativa, se pu-blic en aquella interesantsima Gaceta del propio da 2 de Diciembre, el Real

    decreto prorrogando la vigencia de la ley de presupuestos de 1852 para el si-guiente ao.

  • SIGLO XIX 33

    A tales proyectos de ley acompaaba an otro, contenido en un solo artculo,el cual deca, que las antecedentes reformas seran presentadas las futurasCortes para que stas, por medio de una sola y nica discusin las aprobase rechazase en su totalidad, sin que pudiese presentarse la obra del Gobierno en-miendas ni alteraciones de ninguna clase. Esta manera arbitraria y desptica deJegislar produjo sus naturales funestas consecuencias. Pero bueno ser, antes detodo, dar una sucinta idea de lo que estas reformas eran en el fondo.

    Para ello nada mejor que el juicio comparativo que entre la Constitucinde 1845, la sazn vigente, y las repetidas reformas hace un eximio historia-dor (1).

    Aquella Constitucin contena trece artculos: el proyecto, seis slo. En cier-to modo esta concisin era ms aparente que real, ya que mucho de lo que en laConstitucin nueva no se deca, vena decirse en nuevas leyes orgnicas que lacompletaban, lo cual tena sin duda por objeto , en la mente del reformador Bra-vo Murillo, que muchas disposiciones fueran menos venerandas y estables, comono incluidas en la misma Constitucin, y pudieran alterarse, variarse suprimir-se sin grave inconveniente. As, pues, los derechos individuales consignados en laConstitucin de 184.5 desaparecan por completo en el proyecto. En la mismaConstitucin de 1845 se prescriba que, slo en el caso extraordinario de peligrarla seguridad del Estado y en virtud de una ley, pudieran suspenderse temporal-mente dichos derechos individuales. No, segn el nuevo proyecto, sino segn unade las leyes adjuntas que de l dependan, el Gobierno poda suspender dichosderechos sin acudir las Cortes. Quedaba, pues, su arbitrio el suprimir todagaranta y toda libertad individuales.

    En la ley sobre la seguridad de las personas, que completaba el proyecto deConstitucin de 1852, los derechos individuales estaban adems desconocidos ymal expresados. Con pretexto de que nada tiene que ver con la poltica, de queno deben consignarse en el Cdigo fundamental y de que son principios que con-sagra la legislacin comn, se suprime en la Constitucin y en la ley adjunta elimportantsimo artculo que dice: Ningn espaol puede ser procesado y sen- tenciado, sino por el juez tribunal competente, en virtud de leyes anteriores al delito y en la forma que stas prescriban .

    Lo que ms debi ofender en esta supresin de los derechos individuales fula de aquel en que se funda la libertad de imprenta sin previa censura. La raznque tena y daba Bravo Murillo para suprimir este artculo constitucional era tanextraa como cmica. La libertad de imprenta, deca, est consignada en laConstitucin, pero con sujecin las leyes: es as que se puede dar una ley queanule por completo la libertad de imprenta, observando estrictamente, fielmente,escrupulosamente el articulo 2 de la Constitucin; luego, mejor y mas franco essuprimir artculo tan intil.

    (1) El seor hanentG.Hiiloria de Espafia, tomo -2!, pg. 160..

    T MO IV

  • 34 HISTORIA DE ESPAA

    En pos de esta burla y supresin de los precioaoa derechos individuales, viene

    en el proyecto de Bravo Murillo la ms absoluta y monstruosa negacin del mssagrado de estos derechos: de la libertad de conciencia. La Constitucin de 14.'j

    deca: La religin de la nacin espaola catlica, apostlica, romana. El pro-yecto de Bravo Murillo, aadiendo el adverbio exclusivanwnte, trueca lo que in-terpretado con alguna benignidad poda pasar por la mera consagracin de unhecho, en un precepto prohibitivo, para cuyo cumplimiento y eficacia se podadar lugar las leyes ms intolerantes y tirnicas.

    EI proyecto, ms realista que la Constitucin de 1845, en vez de decir que la potestad de hacer las leyes reside en las Cortes con el rey, dira que el rey

    ejerce con las Cortes la potestad de hacer las leyes. Es evidente que se puedesostener que en lo esencial ambos artculos son lo mismo, y que, como dice elseor Bravo Murillo, fu una mera (jalanteria lo de poner al rey antes que lasCortes; gahinteria algo parecida la de aquel escudero, viudo de la duea doaRodrguez, de quien nos cuenta Cervantes que, por ser muy atento y comedidocon el seor corregidor, ofendi tanto su seora. Sin embargo, lo de poner alrey antes que las Cortes como poder legislativo, distaba mucho de ser unamera galantera, segn el seor Bravo Murillo quera hacernos creer. Y pruebade ello es que, en otro artculo de su proyecto de Constitucin, se concede al reyla facultad de legislar por s en los casos urgentes, dando cuenta las Cortes enla legislatura inmediata. Es cierto que, en circunstancias extraordinarias, hanlegislado los gobiernos constitucionales, pidiendo luego un bil de indemnidad;pero hay diferencia grandsima en que esto se consienta y se tolere, teniendo enconsideracin la absoluta necesidad que hubo de hacerlo, en tiempo de grandesagitaciones y turbulencias, que se consigne como artculo de la Constitucin.

    Otro prrafo, suprimido tambin en el proyecto y que le hace ms realista,es el que prescribe que el rey ha de estar autorizado por una ley especial paraadmitir tropas extranjeras en el reino. Alega Bravo Murillo, como razn de ha*berle suprimido, la de que implicaba una desconfianza sumamente indecorosa

    para el rey, pero si esta razn fuese verdadera, sera menester suprimir casitodos los artculos constitucionales y dejar al rey que hiciese lo que gustase, con-findose en l por completo y decorosamente.

    Parte muy esencial de la reforma era la nueva organizacin del Senado,nica cosa en que el proyecto de Bravo Murillo nos parece ms liberal, aunquemenos democrtico, que la Constitucin de 1845. Esta dispona'que los senadores

    fuesen todos vitalicios, nombrados por el rey, y su nmero ilimitado, lo cual hacade aquella alta cmara algo de poco independiente del poder real; y, si bien sal-vaba un tanto la dificultad de que no todos los ministerios que se'sucediesen pu-diesen contar con el Senado, ya que siendo ilimitado el nmero de senadores,poda crearlos nuevos, esta misma facultad de crearlos, aun cuando fuera dentrode cierta categora, limitaba la importancia y la dignidad de aquel cuerpo cole-

    gislador. El proyecto de Bravo Murillo, creando senadores por derecho propio, s

  • SIGLO XIX 35

    innegable que aumentaba la importancia, la independencia y la dignidad delSenado.

    Los senadores por derecho propio eran de dos modos: natos y hereditarios.

    Los hereditarios, para serlo, se requera que pagasen 30,000 reales de contribu-

    cin de bienes races propios vinculados, lo cual implicaba el restablecimiento de

    las vinculaciones, aunque dentro de ciertos limites, y la resurreccin en Espaa

    de una aristocracia que haca tiempo que no exista ni de derecho ni de hecho,

    pues los grandes seores, individuos de nuestra alta nobleza, carecan de espritu

    poltico de clase y slo cifraban su orgullo y anhelaban distinguirse con frivolos

    privilegios palaciegos. Los senadores natos, fuera de la absurda y cortesana

    lisonja de hacer senador los catorce aos al prncipe de Asturias y los infan-

    tes los veinte, ms pecaban por pocos que por muchos. Eran senadores natoslos cardenales espaoles, los capitanes generales, el patriarca de las Indias, los

    arzobispos y diez tenientes generales del ejrcito, uno de la armada y seis obis-pos, los ms antiguos y de cada cla-se. Era de notar y aun de pasmar isabel ii

    en esto, si se atiende que BravoMurillo era tan enemigo del mili-tarismo, que slo en la Iglesia y en

    Iv carrera militar hallase puestos

    bastante encumbrados para queaquellos que los ocupasen fuesen

    dignos de ser senadores por derechopropio. Slo por decirlo as, lasarmas del cielo y las de la tierradaban valor bastante para que al-guien, sin que el gobierno le nom-

    brara, pudiera sentarse en el Sena-do. Ninguna distincin ni dignidad,ninguna posicin por elevada quef aese, en otras esferas de la activi-dad humana, concedan, por lo vis-to, el derecho propio de sentarse enel Senado. El valer en la industria,en el comercio, en las ciencias, en las letras, en las artes en la administracin,no poda conquistar este derecho, que slo la Iglesia y el ejrcito conquistaban.No se comprende cmo Bravo Murillo, ya que creaba senadores natos, no dis-curri que no deban serlo solamente los generales, los arzobispos y los obispos,sino tambin, por ejemplo, los presidentes del Consejo de Estado y del TribunalSupremo de Justicia, el rector de la Universidad de Madrid, los directores de lasReales Academias y cierto nmero de mayores contribuyentes. Tampoco pensBravo Murillo, como se ha pensado despus, en nuestro sentir discretamente, que.

    2. Medio real cinco clcimas.

  • ^6 HISTORIA DE ESPAA

    adenia de senadores por derecho propio y vitalicioa nombrados por el gobierno,los hubiese electivos, los cuales vinieran representar, n el inters indistintode toda la colectividad del pueblo, sino el de un centro distinto de actividad elde una corporacin asociacin de las que gozan de vida propia, dentro de lasociedad total que constituye la nacin.

    Las modilicaciones hechas en todo lo concerniente los diputados eran reac-cionarias y odiosas en grado sumo. Empezaban por reducir el nmero de diputa-dos 171, cuya eleccin haba de hacerse por distritos. En vez de los 400 realesde contribucin directa, que la ley vigente exiga para ser elector, el nuevo pro-yecto exiga ser uno de los 150 mayores contribuyentes de cada distrito; por ma-nera que la probabilidad de tener el derecho electoral estaba en razn inversade la riqueza del distrito en que cada ciudadano viva. Tal vez sera el primerelector en un distrito un ciudadano que, avecindado en el inmediato, distase mu-cho de poseer los requisitos para ejercer all dicho derecho.

    El nuevo proyecto estableca un sinnmero de incompatibilidades, en nuestrosentir, injustas. Algunas de estas incompatibilidades estaban en la ley anterior;otras eran nuevas. No eran, pues, elegibles los sacerdotes, pero tampoco lo eranlos jueces y magistrados y los militares en activo servicio.

    Las mesas electorales las haba de presidir un juez. El Tribunal Supremo deJusticia haba de entender y resolver sobre la aprobacin de las actas.

    Ms que todo lo dicho, falseaba destrua por completo el sistema parlamen-tario el proyecto de ley para el rgimen de los cuerpos colegisladores, que for-maba parte de la reforma. Lo primero que se dispona era que los diputados nopudiesen elegir presidentes ni vicepresidentes, sino que estos fuesen de nombra-miento de la corona. Y como las atribuciones y facultades de dichos funcionarioseran muy amplias, resultaba que el Congreso quedaba sometido una tutela algodenigrante del gobierno, ejercida por un delegado suyo, el cual tenia derechohasta de expulsar del saln de las sesiones, durante quince das, cualquier di-putado que creyera que se propasaba. Ni los presidentes ni los ministros podanvotar en ninguno de los cuerpos colegisladores. Los ministros, adems, tenan elderecho de nombrar comisarios que fuesen hablar y responder por ellos en lasCortes, substrayndose as y hacindose inaccesibles, si queran, todo ataqueparlamentario.

    be dispona, por ltimo, que las sesiones del Congreso y del Senado fuesen puerta cerrada, destruyendo todo lo solemne y grande que la publicidad traeconsigo; el mayor aliciente de la elocuencia, que es que haya un pblico numero-so que oiga al orador; y el encanto que tiene, para toda nacin libremente gober-nada, el poder seguir punto por punto la discusin de las leyes que sus represen-tantes le dan y la resolucin de los negocios en que todo ciudadano est debeestar interesado.

    Este era, en sntesis, el contenido de las reformas.Por una nota oficiosa, circulada la prensa, se prohibi comentar ni criticar

  • SIGLO XIX 37

    las reformas, pretexto de que lii vivacidad de las pasiones no perjudique alimparcial estudio que requieren documentos de esta importancia . No pedia lle-gar ms intolerable abuso el despotismo de los gobernantes.

    Pareca que Bravo Murillo, hombre, por otra parte, de claro talento ilustra-

    cin, se empeaba en presentar la lucha los elementos liberales del Pas. Peron una lucha en que de algn modo se vislumbrase el triunfo para su causa, sinouna lucha estril, en que como nico resultado lograra caer envuelto en el des-

    prestigio. Haba sido tan enorme la provocacin lanzada al Pas, que ya no slolas varias facciones del progresismo, sino aun los ms acendrados moderantistasrecogieron con indignacin el guante.

    Ya hemos visto que el elemento militar odiaba Bravo Murillo y no aguarda-ba ms que una ocasin para derribarle. Las reformas no beneficiaban ms queal Trono y al clero. Al Trono no haba necesidad de adularle tanto, pues bien

    sabia Bravo Murillo las ingratitudes con que se suelen pagar muchas veces losexcesos de condescendencia palaciega, y al clero, sobradamente satisfecho debia

    tenerlo, pues las grandes concesiones que no haca mucho se le haban hecho porel Concordato, le deban tener obligado profunda gratitud.

    El Concordato de 1851, negociado en su totalidad por Narvez, fu firmadopor el Ministerio Bravo Murillo.

    Ya en 1849, las Cortes haban dado una ley autorizando al Gobierno para con-

    certar con Roma un Concordato, con la obligacin de dar cuenta al Parlamentodel resultado de su gestin, para que ste viese la forma en que se haba usado de

    la autorizacin.

    Claro est que esta autorizacin, concedida un Gobierno excesivamente cle-

    rical y reaccionario, haba de convertirse en una serie de concesiones y compla-

    cencias con la curia romana, que diesen como resultado la total sumisin de la

    potestad civil la eclesistica. Se convino en esa ley Concordato: que la reli-

    gin catlica apostlica romana, continuara siendo, con exclusin de cualquier

    otro culto, la nica de la nacin espaola, debiendo por tanto conservarse ymantenerse con todos los derechos y prerrogativas que debe gozar, segn la

    ley de Dios y Indispuesto por los sagrados cnones.Los prelados han de intervenir en la instruccin y enseanza de la juventud,

    no solamente en los seminarios, de los cuales se crea uno en cada dicesis, sino

    tambin en las universidades, institutos y dems escuelas pblicas y privadas.Por razones tambin de moralidad y de sana doctrina, tendrn los obispos

    facultad para impedir la publicacin, introduccin y circulacin de libros pro-

    hibidos.

    En otros artculos se establece la nueva demarcacin de dicesis, suprimin-dose algunas, crendose otras y trasladando las capitales de las provincias que

    no la tengan las dicesis que se hallen en su territorio. De las de nueva creacin

    fueron las de Madrid, Ciudad Real, Ceuta y Vitoria, y de las trasladadas, entre otras

    varias, lo deba ser la de Calahorra Logroo. En otro artculo se suprimen las

  • ;i8 HISTORIA DE ESPAA

    jurisdiccionea exentas, menos la del Nuncio, que en adelante radicara en el Hos-pital Iglesia de los Italianos, la de los prelados regulares en sus respectivasrdenes, la del pro capelln mayor de S. M., la Castrense y la de las cuatro Or-denes Militares, de cuyo territorio y jurisdiccin se forma una especie de cotoredondo con el nombre de Priorato de hm Ordenes, radicante en la provincia deCiudad Real. Se prescribe tambin la necesidad inmediata de proceder , un nuevoarreglo parroquial (cosa que an est por hacer); se fija el nmero de canongiasy beneficios de cada catedral y colegiata, asi como las dignidades de cada cabildo,y, por ltimo, se establece, respecto al clero secular, que aparte de los semina-rios concillares de cada dicesis, se crearn otros de carcter general, en dondese d una mayor amplitud los estudios dogmticos y teolgicos.

    Por lo que se refiere A las rdenes religiosas, se establece: A fin de que entoda la Pennsula haya el nmero suficiente de ministros y operarios evanglicos,de quienes puedan valerse los prelados para hacer misiones en los pueblos de sudicesis, auxiliar los prrocos, asistir los enfermos, y para otras obras de cari-dad y utilidad pblica, el gobierno de S. M., que se propone mejorar oportuna-mente los colegios de misiones para Ultramar, tomar desde luego las disposicio-nes convenientes para que se establezcan donde sea necesario, oyendo previa-mente los prela