Historia popular de Burzaco. Daniel A. Chiarenza. LoQueSomos

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Daniel Alberto Chiarenza Edición del autor

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Título: Historia Popular de Burzaco. Autor: Daniel Alberto Chiarenza. © Edición del autor. Italia 757 – (1852) Burzaco. Tel. (54-11) 4299-4178 – Provincia de Buenos Aires – Argentina. [email protected] ; [email protected] ; Director: Daniel Alberto Chiarenza. Consejo Editorial: Mónica Liliana Oporto (coordinadora) / Diseño: Lucía Inés Chiarenza / Recopilación de material: Daniela y Carla Chiarenza / Distribuidor: Daniel Omar Chiarenza. Editor: el mismo autor. Diseño original y de tapa: Marcelo Ferman. Editado en Argentina. © Del autor. Todos los derechos reservados. Esta publicación puede ser reproducida gráficamente hasta 1 000 palabras, citando la fuente. No puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, registrada en, o transmitida por, un sistema de recu-peración de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, por fotocopia o cualquier otro, sin permiso previo escrito de la editorial y /o autor, autores, derechohabientes, según el caso. Hecho el depósito Ley 11.723 I.S.B.N. 978-987-24893-0-4

Historia Popular de Burzaco / Daniel Alberto Chiarenza – 1ª Ed. – Burzaco: Edición del autor, 2009, 160 p.; 23 X 16. ISBN 978-987-24893-0-4 1. Historia Regional CDD 982.12 Fecha de catalogación: 20 de enero de 2009.

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Historia Popular de Burzaco

Daniel Alberto ChiarenzaDaniel Alberto ChiarenzaDaniel Alberto ChiarenzaDaniel Alberto Chiarenza

Colección: Historias Locales Edición del autor

2008 Agradecimiento:

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A todo el pueblo, y cuando digo pueblo, es

pueblo –en serio- de Burzaco que, sin su concurso, esta humilde colección de re-

cuerdos hubiera sido imposible recopilarla. Recordemos que la nostalgia es la que hizo

escribir a Homero Manzi sus imperecede-ras páginas poéticas, porque él no era un hombre de Letras sino que escribía letras

para los Hombres.

“El profe Daniel”.

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Ubicación del partido de Almirante Brown dentro del Conurbano Bo-naerense. Gentileza estrucplan. Ubicación de Burzaco dentro del partido de Almirante Brown. Gentileza chauche.

Planografía de Burzaco en la actualidad. Gentileza Chauche.

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Por DANIEL ALBERTO CHIARENZA

PRÓLOGO

Con un inmenso orgullo por la tarea que me enco-

mendaron, trataré de acercarme un poco a lo que llamaría una introducción a las páginas que contienen este libro lla-mado “La Historia Popular de Burzaco”, un anecdotario que me llena de nostalgia y tristeza por los recuerdos que llegan a mi ya casi octogenaria memoria, de mi querido pueblo natal, hoy ciudad.

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Sería desconsiderado de mi parte no haber aceptado esta tarea, dado que todas estas narraciones, escritas por un burzaquense por adopción, con mucho cariño y con ansias de conocimiento de las raíces. Fiel a su condición de histo-riador local, este novel pero elocuente escritor, por obra del destino -y a Dios doy gracias por ello- se convirtió en el marido de mi hija –la profesora Mónica Liliana Oporto- y el padre de cinco de mis nietos.

No quiero con estas palabras caer en la adulación si-no ser justo, dado que cotidianamente aprecio la dedicación y sacrificio que despliega para sacar a luz lo pasado, inves-tigando sobre testimonios. Gracias a su preocupación ha contribuido a agregar información a lo ya escrito por el des-aparecido Dr. Roberto Gorriti y a las reflexiones hechas por otro nativo de esta ciudad, el Sr. Coviela.

Agradecido por el trabajo que con tanto cariño abra-zó los orígenes y vivencias de nuestra comunidad para in-mortalizarlas, me resulta grato aunque a la vez me oprime pasar la vista por los relatos que contiene en sus páginas porque me llevan a mi niñez, mi adolescencia, cosas que ya nunca volverán pero que no por eso dejo de valorar. El má-gico y ameno desarrollo de lo escrito consigue meternos en el pasado y nos recuerda el eterno agradecimiento de haber vivido en tan bella época.

Por último mi reconocimiento y agradecimiento, y en mis palabras al de tantos buenos vecinos de esta zona, a su autor, quien logra adentrarnos en nuestra historia local y rescatar del olvido a nuestros ancestros a través de la memo-ria de nuestros jóvenes.

ALFREDO OMAR “NITO” OPORTO Jubilado ferroviario Nativo de Burzaco

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INTRODUCCIÓN

Existe un antiquísimo adagio que dice: “pinta tu aldea y describirás al mundo”. Ese es el objeto de es-tas páginas. Todos sabemos: quienes habitamos, go-zamos y padecemos este mágico rincón del Conurba-no bonaerense –hasta yo, que para el caso, soy un meteco1- que hubo un antecesor que tuvo el eximio mérito de escribirle la Historia a este misterioso Bur-zaco y que se llamó Roberto Gorriti. De allí en más, al nieto de Lanzaco, lo consideraremos “el maestro”, puesto que no hubo muchas personas que se atrevie-ran a historiar las circunstancias de origen y efectuar la micro pesquisa de las alternativas transformaciones de su pueblo natal. Don Roberto, sin pretender me-noscabar en lo más mínimo su perdurable y fundacio-nal trabajo, se dedicó a dejar registrada una memoria de los tiempos en que Burzaco, como pequeña o gran aldea que era en esta dinamicidad aludida, tuvo sus fundadores, sus descendientes; figuran también las descripciones de la gente de cierta consideración so-cial por ser reconocidos casi como los eupátridas -recurriendo nuevamente a los griegos clásicos como padres de la Historia, ellos les llamaban eupátridas a “los bien nacidos”-. Claro, era una época en que prác-ticamente se relataba la historia de la gente que se destacaba por nacimiento o por sus virtudes, es decir los que poseían la aristos, los “mejores”. El filósofo italiano Nino Gramsci les hubiera llamado a estos fun-dadores y otros “agregados” de origen dudoso pero con ambiciones que justificaban sus procederes, “los intelectuales orgánicos” de la clase dirigente.

Pero, sin que constituyera un hecho volitivo por parte del recopilador, por esos tiempos (aunque no 1 Meteco: (del griego antig.) extranjero, en el sentido de no haber nacido en la Polis de Atenas o ser hijo de madre ateniense. Nosotros podríamos decir “no haber nacido en la comunidad de Burzaco o ser hijo de madre burzaquense”, porque sólo la madre otorga la descendencia segura.

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estén tan lejanos cronológicamente) se escribía y ana-lizaba de distinta manera. Gorrito no pudo preveer que con el tiempo la historia –y sobre todo la lugareña, la local- pondría más el acento y el objeto mismo del costumbrismo en el hombre común (como hubiera recalcado Osvaldo Ardizzone), “Il popolo minuto”, los trabajadores, lo popular, lo anecdótico, que completa el panorama que singulariza pero también universaliza a una comunidad cualquiera, sea Burzaco o sea Ate-nas. Y hasta crea un clima de identificación que sería aplicable, igual que en los seres humanos que en de-finitiva somos el resultado de un proceso, a las distin-tas etapas por las que va atravesando que son equi-parables por las transitadas por otras comunidades, aunque –tal vez- en tiempos históricos diferentes, pero no por ello menos inexorables e inevitables.

Sabemos que una vez que vea la luz este sen-cillo aporte será indefectiblemente refutado en el todo, en alguna de sus partes o en mínimos detalles, pero es casi una imposición lícitamente pueblerina que así sea. Por eso queremos dejar abierto, a la comunidad burzaquense -o a la de otras identificadas con ella-, el espacio para que sea ella misma la que escriba y co-rrija su historia. Sabemos de las omisiones y las so-breabundancias que inevitablemente serán un lugar común, por eso los invitamos a participar simplemente enviando un e-mail al autor: [email protected].

Perdón anticipado por los previsibles errores, inclusive en la escritura correcta de los apellidos, así también como en lo conceptual, como en lo que crean exageraciones o minimizaciones de un hecho. Estoy seguro que entre todos ya lo haremos mejor.

Daniel Alberto Chiarenza Diciembre de 2008

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LOS INICIOS (YA, SIN INDIOS…)

Claro, pobres aborígenes, ya los habían exter-minado y fue el 23 de octubre de 1730 cuando se creó -como división administrativa eclesiástica- la parroquia de La Magdalena, con asiento en Quilmes.

Lo que más tarde sería el pueblo de Burzaco pertenecía al cuartel 1° de Quilmes.

Cincuenta años más tarde, precisamente en septiembre de 1780, la parroquia se dividiría en tres: Quilmes, Magdalena y San Vicente. Burzaco continua-ría perteneciendo a Quilmes.

Una vez producida la Revolución de Mayo y ob-tenido el reconocimiento de Inglaterra de que se le-vantaba “a la faz de la tierra una nueva y gloriosa Na-ción”, que ofrecería a las garras desprejuiciadas euro-peas una amplia gama de posibilidades para los hom-bres de acción que se animaran a la empresa. Con ese espíritu se embarcó para estas playas el ciudada-no londinense don Roberto Hunt, quien acababa de contraer matrimonio con doña Mary Nich.

Lord Hunt, ya en Buenos Aires, se asocia con su compatriota Charles Higginson y ambos resuelven dedicarse al abasto de navíos –en la actualidad los llamaríamos proveedores marítimos- para cuyo objeto deciden la compra de una extensión de tierras en las proximidades de la ciudad de la “Santísima Trinidad en el Puerto de Santa María de los Buenos Aires”, que serviría para la cría de ganado y el salado de su pro-ducto cárnico para el sustento de los tripulantes de las naves viajeras y realizar un comercio de triangulación, tanto con los mercados esclavistas de Brasil como los de las Antillas, que ejercían obviamente los ingleses. Los ingleses proveerían al país del azúcar rapiñado a brasileños y antillanos, mientras que los saladeristas bonaerenses aportarían las proteínas necesarias para el sustento de los esclavos; pues ese producto (el ta-sajo) no era consumido por los rubios ingleses que,

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cuando querían, mataban una vaca, aquí o en Inglate-rra y se comían un buen “bifacho”.

A principios de octubre de 1811, Hunt y Higgin-son tuvieron la intención concreta de comprar la soña-da Estancia. Es cuando doña María Mercedes Jara y Carbajal y su cuñado, el presbítero don Roque Illes-cas, resuelven la enajenación de una de sus propie-dades, otorgando escritura ante el escribano don Juan José Rocha el 15 de octubre de 1811. En la citada escritura, que actualmente existe en el Archivo Gene-ral de Tribunales de la Capital Federal, dice… “en el pago de la Magdalena y ella en su totalidad […] La venta de esta extensión territorial de mil varas de fren-te por dos leguas de fondo, o sean [sic] mil doscientas cuadras, se realiza por la suma de tres mil trescientos pesos comprendidos […] los galpones, casa ruinosa, madera y cuando en dichas tierras existe plantado, con todos los ganados mayor y menor, utensillos [sic]…”

Don Roberto Hunt y don Carlos Higginson le-vantan las poblaciones en las proximidades del des-linde con Quilmes –cerca de las tierras ocupadas más tarde por la chacra San José del señor Castaños- y en las inmediaciones de la misma construyen un estable-cimiento para la salazón de las carnes. El estableci-miento contaba con dieciséis esclavos, a los cuales se dice que, con el carácter autoritario del viejo Hunt, eran manejados con excesivo rigor.

El uso del látigo, al que don Roberto apelaba con frecuencia, provocó en cierta oportunidad la rebe-lión de los esclavos al mejor modo espartaquista2 -en el sentido romano clásico- pues se le volvieron en co-ntra, la situación se hizo peligrosa. Pero la rápida huí-da del “valiente” [como suelen serlo los torturadores

2 Espartaquista: Alude al levantamiento del esclavo-gladiador tracio Espartaco, líder de la rebelión de esclavos más grande e importante de la Antigua Roma, que fuera llevada a cabo entre el 73 y el 71 a. d. C.

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de hoy que lloran y se enferman ante un tribunal de justicia] don Hunt, que concluyó con el encierro en sus habitaciones, de las que pudo salir con vida gracias al ascendiente que sobre los sublevados poseía el espí-ritu naturalmente bondadoso y respetado de su espo-sa doña María Nich. Este alzamiento se produjo alre-dedor de 1813, después que la Asamblea General Constituyente declarara la abolición de la esclavitud [SIC, Fumière]3.

Como dato ilustrativo del trato que don Roberto prodigaba a sus servidores, basta decir que, según una tradición que aún se conserva en el mismo núcleo familiar, les hacía aplicar a fuego, en el rostro, la mar-ca que se usaba en su establecimiento para el seña-lamiento de la hacienda. Algunos de estos esclavos pasaron más tarde al servicio de los hijos de don Ro-berto, fallecido en estas tierras a avanzada edad.

En sus habituales tareas de abastecedor naval, don Roberto Hunt había establecido una verdadera amistad íntima con el almirante irlandés, de nacimien-to, Guillermo (o William) Brown, jefe de la escuadra nacional, y también con el coronel de Marina, Juan Thorne, de origen norteamericano. Esta amistad, na-cida en aquellos originarios años independentistas se mantuvo durante mucho tiempo, aún entre los des-cendientes de esas familias.

Del matrimonio de don Roberto Hunt con doña María Nich habían nacido Ramón, futuro fundador de oficio de Burzaco y primer intendente municipal del partido de Almirante Brown tras su creación en 1873. Ramón contrajo enlace con Dionisia Rincón (hija de otra familia “tradicional” de Burzaco). Los otros her-manos de Ramón Hunt fueron: Luisa, que se casó con don Guillermo D. Gibson, del condado de Wigtown, en

3 Como es archisabido la Asamblea del Año XIII jamás abolió la escla-vitud, sino que declaró la libertad de vientres a partir del 31 de enero de 1813.

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Escocia; Hilario, que se unió en matrimonio con doña María de la Paz Fredes; Anita, que luego de casarse con F. Lamas se radicó en Brasil; y Francisca Hunt, que se casó con Francisco Canosa.

Volviendo un poco hacia atrás, digamos que Roberto Hunt dispuso realizar una nueva mensura de las tierras que había adquirido, la que fue practicada por el agrimensor Miermes en enero de 1812, quien en la operación repitió en todas sus partes la que efectuara Pita Borques en 1782. De esta delimitación se quejó Juan Bautista Puente –hijo político de Gas-par Avellaneda y alcalde del partido de Quilmes entre los años 1791 y 1795- puesto que, los fondos de sus tierras, eran linderos con los de Hunt. Puente alegó que la prolongación de los costados hasta completar las once mil trescientas varas, que según él le corres-pondían, se le internaban a modo de usurpación en su territorio.

Juan Bautista Puente formalizó oposición ante el Juzgado de competencia, de lo que resultó que se ordenara una nueva mensura, la que tuvo lugar en agosto de 1812. Este trabajo fue encomendado al agrimensor Subillac, quien procedió en forma malicio-sa, tomando como pretexto que los mojones del terre-no de los Quilmes –de cuyos límites arrancaba el te-rreno de Hunt e Higginson- no estaban en su origina-rio lugar y para reestablecerlos midió el terreno de los Quilmes partiendo, no de las barrancas desde donde en un principio tenía sus comienzos, como todas las demás suertes de Estancia de esta costa del río, sino que comenzó a medir desde la orilla del agua, com-prendiendo todo el bañado.

Mediante esta operación, se fijaron los mojones de los Quilmes como a dos mil varas más al Este de donde habían estado, y de esta manera Subillac contó con terreno para completar el de Hunt e Higginson, sin penetrar en el campo de Puente. En años posteriores, el gobierno ordenó medir el terreno de los Quilmes

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para dividirlo en chacras y el agrimensor que tuvo a cargo esta operación le restituyó su antigua ubicación, es decir comenzó la medición desde las barrancas y no desde la orilla del agua como lo había hecho Subi-llac, con lo que quedó menoscabado en su longitud el terreno de Hunt.

Don Roberto Hunt reclamó judicialmente la po-sesión de la superficie total de la métrica establecida en la primitiva escritura, derecho que recayó poste-riormente en sus hijos, cuyas acciones fueron repre-sentadas por Francisco Canosa, hijo político y albacea general del anciano Hunt.

En el plano atribuido a don Francisco Mesura, confeccionado entre los años 1818 y 1830, de esta manera aparece la Estancia de Roberto Hunt situada entre la de Manuel Obligado y la de Ignacio Correa. En este plano, el propietario aparece con la denomi-nación de “Norberto el Inglés” [publicado por la direc-ción de Geodesia, Catastro y Mapas de la provincia de Buenos Aires, en la página 89 del Tomo I de la “Com-pilación de referencias documentales. Demuestran que las reservas para ribera en la costa Noroeste de Buenos Aires son bienes del Estado”. La Plata. 1933].

Un par de meses después de la caída de Ro-sas, en abril de 1852, fue creado el partido de Barra-cas al Sud (Avellaneda) sobre territorio que antes per-teneciera a Quilmes.

Del Informe del juez de paz de Barracas al Sud del 31 de agosto de 1856 puede colegirse que de lo expuesto sacamos como conclusión que la superficie cubierta por el partido de Barracas al Sud en el año de su fundación comprendía el actual partido de Avella-neda, menos la porción situada al Este del arroyo Ma-ciel, todo lo que hoy constituye Lomas de Zamora y una cuarta parte, aproximadamente, del partido de Almirante Brown, hasta más allá de la tierra en que más tarde se funda el pueblo cabecera del partido [en

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detrimento de Ministro Rivadavia o Monte de los Chin-golos].

Si alguna duda existiera al respeto, bastará desvanecerla no sólo con las constancias de las escri-turas de propiedad extendidas por adquisiciones de tierras efectuadas entre 1852 y 1861 en esa parte del partido, sino también la lista de terratenientes que abonaban la contribución directa correspondiente a Barracas al Sud, fechada en este mismo partido el 30 de junio de 1852 y firmada por el entonces juez de paz Martín Juan de la Serna, el alcalde Pedro Alais, el te-niente alcalde Lauro Cabral y los vecinos Regis Maciel y Salvador Vilaró y que Antonio Torassa transcribe completa en su famosa obra sobre los orígenes del partido de Avellaneda.

En la lista citada en el párrafo anterior figuran los nombres de los contribuyentes: Plácido Reynoso, Tomás Bois, Claudia Cepeda, Antonio Olivera, Juan Finck, Francisco Páez, Justo Rincón, Pablo y Francis-co Loray y Tomás Paredes, este último –cuyo nombre figura dos veces- era el propietario de las tierras que vendió más tarde a Esteban Adrogué y sobre las cua-les éste fundó el pueblo.

En 1854 y estando el “Estado” de Buenos Aires secesionado del resto de la Confederación Argentina, se produce un acontecimiento de suma trascendencia en la vida institucional de los partidos que componían hasta entonces la provincia de Buenos Aires. El 16 de octubre se promulgaba la ley de constitución de las municipalidades de campaña que, si bien no alteró la facultad del gobierno para continuar designando los jueces de paz, se creaban en cambio, las corporacio-nes municipales con funciones deliberativas, constitui-das por vecinos surgidos de elecciones populares [to-do lo “populares” que podían ser en esa época en que el pueblo llano no votaba].

De acuerdo a lo dispuesto en la ley menciona-da, las elecciones se realizaron a fines de marzo de

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1855 en el partido de Barracas al Sud y fueron las primeras municipales, aprobadas por decreto del 11 de abril. Es esta la primera elección de municipales en las que participaron los pobladores (¡Bah!!! Algunos, como se dijo) del actual partido de Almirante Brown. El 22 de noviembre se resolvió que la municipalidad del distrito, como todas las demás de la campaña, se constituyeran el 27 de enero de 1856 y por otro decre-to de la misma fecha se declaró que la comuna a ins-talarse en Barracas al Sud estaría integrada por los titulares electos: Pedro Alais, Ramón Gómez, Francis-co y Roque Portela –estos dos últimos vecinos de Lomas de Zamora- y los suplentes R. Ramón Rúa y Jorge Dowadall.

Burzaco constituía, entonces, el cuartel 6° de Barracas al Sud. Pero, en 1861, al ser fundado el par-tido de Lomas de Zamora, Burzaco paso a depender de éste. Por poco tiempo, porque nuevamente pasaría a depender de Quilmes. Dentro de esta particular re-lación, sólo había una parte del territorio, ubicada al sudoeste, que correspondía a San Vicente.

Por lo tanto se infiere que Burzaco, hacia 1860 -y antes de que Don Esteban Adrogué fuera propieta-rio de las tierras de lo que luego sería el pueblo de Almirante Brown- ya estaba habitado.

En aquella época y antes del tendido de las lí-neas férreas, para ir a Buenos Aires -que aún no se había "capitalizado" o “federalizado”- sólo existían como medios de transporte los caballos, volantas y carretas.

En 1861,1862 y 1863 actuó como juez de paz del partido de Barracas al Sud (pues todavía había polémica sobre la dependencia del pueblo de Burzaco a esta unidad administrativa, a Lomas de Zamora o a Quilmes) Lucas Galigniana, precisamente propietario de extensiones territoriales en Burzaco y otros puntos de lo que sería el partido de Almirante Brown. Comen-ta el historiador Fumière que estos terrenos aludidos

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estaban ubicados próximos al Monte de los Chingolos [es decir, Ministro Rivadavia. Es increíble como le cuesta a Fumière reconocer la existencia de Burzaco]. Galigniana fue gestor ante el ministro de Gobierno, doctor Eduardo Costa, de la construcción del famoso pozo artesiano con que se había pensado solucionar el problema de la provisión de agua potable a la po-blación.

EL PAPEL INDISPENSABLE Y FORMATIVO DEL FERROCARRIL

Estos pueblos del futuro partido de Almirante Brown, crecieron al influjo e impulso que les dio el Fe-rrocarril. No es que lo que no dejaba de ser un caserío no existiera, como ya se dijo, y que la mayoría de sus habitantes provinieran del pueblo madre [Metrópolis, le hubieran dicho los griegos clásicos]: "Monte de los Chingolos" (actualmente, Ministro Rivadavia); pero la construcción de la estación ferroviaria fue el medio más fecundo de progreso de la localidad. Es así como la mayoría de los pobladores se fueron ubicando en las inmediaciones de las vías, como medio de acceso más directo al consumo y venta de bienes necesarios para la existencia cotidiana.

Los primeros vecinos que se ubicaron en los al-rededores de la estación ferroviaria fueron: Agustín Salgado; Francisco y Antonio Loray (alemanes de na-cimiento, que habrían llegado a la zona allá por 1852); Ramón Hunt; Andrés, Justo y Francisco Rin-cón; Pablo Oporto; Francisco Páez; Lucas Galigniana; Agustín Cepeda; Gregoria Sandoval; Suparo; José Minetto, con su negocio de ramos generales; Pedro Scaglione, con su hotel (aunque establecido poste-riormente).

Además de lo relatado, especialmente el pueblo de Burzaco, utilizó su estación para enviar su produc-ción de leche a otros centros de consumo.

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En ese sentido los pioneros fueron, justamente, Francisco y Eugenio Burzaco, quienes con su influen-cia y propagandizando las bondades de estos suelos permitieron el afincamiento de otras familias. Ellos eran los poseedores de las tierras que formarían la parte central, la más importante fracción territorial so-bre la que se asentó el pueblo, que tomaría el apellido de aquellos pioneros. Los campos de los Burzaco se extendían desde la actual calle Seguí, en la localidad de Almirante Brown, hasta Alejandro Korn, siendo atravesadas en diagonal en una extensión de 4,5 Km., hasta el comienzo de la Estancia de don Juan Glew, que diera origen a la estación homónima. Las tierras de los hermanos Burzaco formaban parte del partido de San Vicente, continuando por la actual Avenida Espora hacia el sur, y también su prolongación hacia el norte, la Avenida Hipólito Yrigoyen o Camino Real (como lo llamaban en aquel entonces y por mucho tiempo después), a la altura de la estación Burzaco, continuidad que quedará interrumpida por la donación de las tierras mencionadas; la traza actual de rutas (o más modernamente, grandes vías del Sur) constituían el límite natural del campo de los Burzaco, lindando con el partido de Quilmes, cuyo ancho se extendía desde el Río de la Plata hasta la Avenida Espora y su prosecución actual, Avenida Hipólito Yrigoyen.

Francisco y Eugenio Burzaco eran nietos del Capitán de Milicias Juan Bautista Puentes. Cuando falleció Gerónima Avellaneda, y por orden de la Real Audiencia, el Capitán Puentes eligió sus tierras. Acla-remos que aún no había llegado la época del alam-brado. Puentes se casó con Juana Luisa Avellaneda, y de este matrimonio nació Josefa Raimunda Puentes, quién, pasados los años se casaría con un vasco oriundo de San Salvador del Valle (cerca de Bilbao, España): don Ramón Burzaco. Y de esta unión nace-rían Francisco y Eugenio Burzaco.

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El 14 de agosto de 1865 –además de ser la fe-cha oficial de inauguración del Ferrocarril Sud, cuya ejecución se remonta a la época de los ingleses- pasó por Burzaco (y sólo posteriormente partido de Almiran-te Brown) el primer tren de ese ramal ferroviario, en viaje hacia Jeppener (77 Kms. de la Capital). Era el mediodía y los pocos pasajeros subieron creyéndose los pioneros hacia el lejano sur.

Para construir la estación, el ramal vial fue en-castrado desde el límite norte, predio que perteneciera a don Ramón Hunt y donado por éste. Otros que do-naron tierras con el mismo objeto fueron: Francisco Loray, Faustino Salgado y, por supuesto, los herma-nos Burzaco, habiéndolo efectivizado el 13 de mayo anterior a la inauguración.

Los ingleses, Edward Lumb, Samuel Morton Peto y E. Ladd, que entonces dirigían el F.C. del Sud, hicieron construir en el lugar antes mencionado la Pa-rada Burzaco, que no era más que un galponcito. Y esta Parada (en el Km 22) comenzó a funcionar como apeadero circunstancial en 1865, en las proximidades de la barrera de la calle Nueve de Julio. Allí estaba ubicado el galpón del obrador de la empresa.

Cuatro años más tarde, en 1869 cuando se produce realmente el viaje inaugural, Francisco y Eu-genio Burzaco donaron nuevamente tierras para que se hiciera realmente una "Estación". A esta donación se anexaría, con el mismo objeto, la cesión a título gratuito de otra propiedad de la Sra. María Tejedor de Obligado. El territorio cedido tenía la forma de un triángulo, cuyo lado mayor correspondía a la actual calle Roca.

Resumiendo, el F.C. del Sud construyó la Esta-ción Ferroviaria donde actualmente se encuentra, es decir, a 150 metros al sur de donde estaba instalada la Parada Burzaco.

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UN PUEBLO DE TAMBEROS Ahora, pasando el campo de los hermanos

Burzaco, en la zona que podríamos llamar estricta-mente rural y hacia Monte Grande, se afincaron: Gre-gorio, Celestino y Alexandra Ortega; Gregoria Ortega de Ávila; Tomás Wallace; Eugenia, Santiago, Grego-ria, Marcelina, Lázaro y Ventura Ávila; Juan y Gracia-no Amendaburu; Pedro Rodríguez y Antonio Lanzaco (el abuelo del historiador Roberto Gorriti).

A los asentamientos –antes mencionados- de uso gratuito en tierras de los Burzaco, se agregaron propietarios de parcelas en los límites del partido de Quilmes, los cuales fueron producto de un remate rea-lizado por don Francisco Loray en 1871.

Aún antes de la creación del partido de Almiran-te Brown, y cuando todavía las tierras de Ministro Ri-vadavia pertenecían al partido de Quilmes, comenzó a funcionar en este pueblo (Monte de los Chingolos, con su posta y Oratorio de los troperos) –aunque ahora: Pueblo de Rivadavia-, el 1° de julio de 1873 la Esc uela elemental de varones que, con el tiempo, llevaría el N° 3. Una vez formalmente fundado Almirante Brown y declarado cabecera de partido (septiembre de 1873), continuaba siendo el único establecimiento que impar-tía instrucción escolar. Aunque es importante aclarar, entonces, que tanto Almirante Brown como Rivadavia fueron creados por Leyes de la Legislatura, en cambio ya existían espontáneamente: Burzaco y Martín Arín.

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HITOS DE PROGRESO EN LA DESPLAZADA LOCALIDAD

Continuando con la Escuela (aún en Ministro Rivadavia) digamos que su primer preceptor (cargo equivalente al de director) fue el Sr. Vicente Canella-das. Además de éste, fueron directores de la Escuela: el R.P. Tomás Canavery, Rafael Aubin, Antonio Baasch, Francisco Leir, José Cores, la Srta. Maclovia García, Josefa Vergara Mujica, Benita Torcel, Dolores Robert (todos ellos entre 1873 y 1902).

En 1881 se establece el destacamento de Poli-cía.

En 1884 se ejecutó la doble vía entre Burzaco y Constitución.

Fue en septiembre de 1885 cuando la Escuela se trasladó a Burzaco, a casa del Sr. Pablo Merlo, siendo ya mixta. Luego, pasaría a funcionar en la casa del Sr. Fermín Peña. En 1899 sufriría otro nuevo tras-lado a la casa de Pedro Arbouet, para volver nueva-mente a la casa del Sr. Peña. Durante esta época se incorporaron las docentes Amelia Alessi y María Mon-talibet.

En 1888, se terminó de construir la Estación fe-rroviaria propiamente dicha y como la conocimos años más tarde (por lo menos los que pasamos los cuaren-ta y pico).

La primera estafeta postal fue inaugurada el 31 de diciembre de 1893, siendo nombrado administrador el señor Pedro Scaglione. En 1899 el administrador era el Sr. Albino Baluchi. Ese mismo año (diciembre) le fue anexado el telégrafo.

El 22 de febrero de 1898 se produce el falleci-miento de don Francisco Burzaco.

El 23 de noviembre de 1898 los herederos de Francisco Burzaco, luego de hacer mensurar los te-rrenos por el agrimensor Baca, loteando las tierras que hoy constituyen el centro de la ciudad de Burzaco y siendo vendidas en pública subasta por la firma F. P.

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Bollini, a pedido de los sucesores, actuando como es-cribano don Marcelino Dhers.

En 1900, la primitiva estafeta, fue habilitada como oficina postal y telegráfica. Fue por aquella épo-ca que el Correo se instaló en la casa de Bracco, calle Pellegrini 850, siendo su jefe Raúl Gazcón.

LA MEMORABLE REPÚBLICA GAUCHA En febrero de 1900 fue inaugurada la Cancha

de Pelota por su propietario Pedro Legris y sus her-manos, cuyo predio también fue testigo de fiestas memorables (“La República Gaucha”, así se llamaba al lugar que actualmente ocupa el Banco de la Nación Argentina), entre las que podemos mencionar las le-gendarias domas y pialadas. Allí se jugaba con pelota dura a share, pala angosta, cesta y, también, a mano. Luego se comenzó a practicar con una rudimentaria paleta, hecha realmente con la paleta, ósea, de una vaca.

Al respecto podríamos transcribir una nota apa-recida en la Revista Mundo Deportivo del 15 de marzo de 1951 firmada por Félix Zamalloa y titulada "La Pe-lota, Deporte Nacional": "...Sería una injusticia no re-cordar en este momento a don Gabriel Martirén, `Sar-dina', creador de la paleta argentina, que hace aproximadamente cincuenta años, en una cancha de Burzaco, se presentó esgrimiendo la herramienta que creó, fabricada en aquel entonces en forma rudimen-taria y que con el correr de los años se fue perfeccio-nando para conquistar posiciones hasta convertirse en única soberana de nuestras canchas."

"No hace mucho tiempo nos hicimos eco de un homenaje que se decía se iba a tributar al vasco Mar-tirén. Días pasados, un viejo pelotari comentaba que un acto tan justiciero no podía postergarse por más tiempo. `Puede hacerse una cosa sencilla, dentro de su gran significación -agregó-; quizás un torneo re-lámpago en aquella vieja cancha, o bien la colocación

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de una placa recordatoria, y si se quiere, podría insti-tuirse un trofeo que recuerde su nombre, para ser dis-putado por todos los pelotaris de la República, ya sean amateurs o profesionales'. A este respecto noso-tros no hemos de opinar, pero sí decimos que todos los pelotaris están en deuda con aquel buen vasco que en vida se llamó Gabriel Martirén (`Sardina')".

El vasco "Sardina" había llegado a los pagos de Burzaco desde su tambo de Florencio Varela o tal vez, confusamente delimitados, fondos de Ministro Rivada-via.

El juego que inventó lo practicó en la Cancha Cerrada, denominada también “Trinquete” de la Re-pública Gaucha, que estaba ubicada en la calle Roca 865, siendo escenario de lo que sería un nuevo de-porte mundial: "la pelota a paleta". Posteriormente la Cancha sería demolida.

EL VASKO “SARDINA” Por 2005, año en que se cumplió el centenario

de la invención de la paleta para arrojar la pelota vas-ca por parte de Gabriel Martirén, el vasko “Sardina”, me empezó a escribir su sobrino nieto, que no recuer-do su nombre ya que en esto de la informática de ir pasando la documentación de la compu vieja a una más nueva, se me extravió. Pero recuerdo que él me decía que ahora su familia residía en Diego de Alvear, departamento de general López, en la provincia de Santa Fe, lugar donde se había hecho un homenaje extraordinario al popular vasco, dado que en 1905 él había inventado una rudimentaria paleta (hecha con una paleta de hueso de vaca) como para “estirar la mano” y luego su perfeccionamiento en madera. Co-mo este señor, el sobrino nieto, sabía y tenía fotos que lo acreditaban que ese acontecimiento de crea-ción de la primera paleta había tenido lugar en Burza-co, en un lugar llamado República Gaucha (ya inexis-

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tente, hoy allí se erige el edificio de Dranovsky, que antes fue mueblería, en Roca 865) por parte de su tío abuelo, me instaba a conseguir apoyos para realizar el merecido homenaje en Burzaco. Se me ocurrió ir al otro club, el Club de Burzaco, además de ser vecino también era famoso -aunque tardíamente- por la prác-tica de la pelota a paleta. Encontré allí –y pido perdón a sus socios, que nada tienen que ver con estas mise-rias que encontramos inevitablemente en la vida- una frialdad desalentadora, y no insistí tampoco con las autoridades de Cultura en el partido de Almirante Brown, porque ya de antemano sabía la respuesta en la que no dejaba de ser gestión de alguien que de una u otra manera ocupó el centro de la autoridad política de Almirante Brown durante más de veinte años. Así que la cosa quedó allí y con la persona de Diego de Alvear nos dejamos de escribir.

Años más tarde, mi esposa, con su natural compulsión investigadora, encontró una página que tenía que ver con Florencio Varela y ahí “se me cayó la ficha” de un montón de cosas. Cuando visité el Club Social de Burzaco, la persona que me atendió casi lo negó al vasco Sardina como personaje de Burzaco porque decía que provenía de Florencio Varela. No creo, en aquel momento ese territorio sería Ministro Rivadavia “al fondo”, casi lindando con el propiamente dicho partido de Florencio Varela, lo que le sacaba a Gabriel Martirén su condición de habitante de Almiran-te Brown. Bueno, y así es como se lo reivindica, creo que equivocadamente –no en cuanto al merecimiento, sino a la localización geográfica-, en la página www.varelaenred.com.ar/historia_paleta.htm en una nota que le pertenece a Aarón Sehter que se denomi-na “Historia de la paleta argentina”.

Allí se dice que el vasco Sardina no inventó el juego de pelota vasca, pero sí a la paleta. Dice que esa “herramienta” (la paleta) enloqueció a generacio-nes de argentinos. Es decir la paleta que se juega con

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la negrita, maciza, saltarina, convocante y “casi sen-sual”, le llama Sehter, pelota. La historia de la crea-ción de la paleta se la cuenta a Sehter el hijo del vas-co Sardina, Juan Gabriel Martirén, en una entrevista que fue hecha pocos días antes de su muerte a los 88 años de edad.

Y en esa hermosa historia de la pelota vasca en su modalidad de paleta que, con pocas modificacio-nes, es la que se continúa utilizando hoy, aparece Juan Gabriel Martirén “Putuca”, quien nació y paso su infancia en Burzaco, aquellos pagos del sur donde todos eran tambos, falto de urbanidad con una casa aquí otra más allá y un camino largo que baja y se pierde…; los boliches de campo casi en el status de pulperías, donde generalmente se practicaba el depor-te enseguida adoptado por el gauchaje, pero traído por los vascos, la menos resistida de las inmigracio-nes. Luego Putuca, hasta el día de su muerte, residiría en Tigre, pero jamás olvidó su infancia en Burzaco y de los días en que su padre se armó de la novísima paleta para jugarle a la peonada, cómo luego la fue perfeccionando y de la sensación que causó ante la afición, que rápidamente se proveyó de una similar.

Putuca, como testigo presencial de aquellos primeros años del siglo XX, se refirió detalladamente a cómo su padre modeló el instrumento que se haría famoso, primero con el hueso de la vaca (precisamen-te la paleta, de allí tomó su nombre) y luego con ma-dera, que sería la que haría furor entre los argentinos que hasta hoy la practican. Su testimonio textual dice: “Yo era chico pero prácticamente vi y me recuerdo todo. Tendría más o menos ocho o nueve años –dijo- y mi padre, don Gabriel Martirén, había nacido en Bai-gorri, en la Baja Navarra (País Vasko, él dice Francia, pero es un mito no hay vascos franceses), y llegado a la Argentina tenia un tambo en la zona de Burzaco y ya jugaba a la pelota. Por supuesto que por aquellos años se lo hacia con lo que se tenía. Se jugaba con la

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mano o bien con los platos de metal, los que empuña-ban como paleta y con el que le pegaban fuerte a la pelota. Mi padre, puedo decirlo abiertamente, fue el inventor de la paleta, por cuanto fue a él a quien se le ocurrió moldear la paleta de un vacuno, pulirla y darle forma y así jugar para poder pegarle mejor a la pelo-ta… Jugaba contra una pared que había en el tambo, en el campo. Hacia partidos con los peones y con los vecinos del lugar. Ya se utilizaban las pelotas de tenis. Con el tiempo mi papá alquiló una cancha de pelota en la localidad de Burzaco y no en Florencio Varela como se dice [¡Clarísimo!]. Era fonda y cancha de pe-lota también. Bueno... de esta rudimentaria paleta de vaca nació la actual paleta que fue fabricada con ma-dera de los cajones en donde venía embalado el kero-sén. Era una tabla ancha, fuerte y él la moldeó como lo había hecho con la paleta de vaca, a la que había pulido más o menos en la parte interna de la empuña-dura para que la parte saliente del hueso no le lasti-mara la mano. Pero la cuestión es que la primera pa-leta de madera fue moldeada por mi padre, pero luego se la mandó a hacer a un carpintero, también de Bur-zaco, que era de apellido Rueda”.

“[…] Mandó a hacer unas dos o tres paletas y un amigo, a quien llamaban ‘Pescador’, vasco tam-bién, le dijo: ‘¿Pero qué vas a hacer con dos?’... Así que se mandó a hacer otras dos o tres paletas más. Cuando estuvieron listas, hicieron un partido de cua-tro, con esas mismas paletas que, entiendo yo, habrá sido el primer partido en el mundo con esa paleta de madera que fue inventada por mi padre. Ese encuen-tro se jugó en la cancha de Burzaco, que era propie-dad de don Pedro Legris, quien además era compadre de mi padre. No me acuerdo quienes eran todos los jugadores: uno era mi padre, el otro ‘Pescador’, los otros no los tengo presentes".

“[…] Podríamos decir que ese fue el comienzo de la pelota en la Argentina, en cuanto a un encuentro

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jugado con una paleta de madera. Fue, en esa cancha de Burzaco que estuvo hasta no hace muchos años. Después sacaron la cancha, hicieron un edificio de mueblería y artículos para el hogar. Inclusive llego a haber o hay [lamentablemente no quedó nada, la irrespetuosidad hacia la historia no tiene límites] una placa de bronce donde estuvo esa cancha, recordan-do que allí se había jugado ese primer partido que entiendo yo fue el partido histórico. Esa es la historia del nacimiento de la paleta en la Argentina. Anterior a eso mi padre como el resto de los que les gustaba ese deporte, jugaban con la mano con pelota dura. Y ju-gaba muy pero muy bien. Era una pelota de cuero que hacía un canchero que se llamaba Justo. Después también sabían jugar con las pelotas de tenis hasta que con el tiempo vinieron las pelotas actuales. Todo esto que yo le cuento más o menos se produjo alre-dedor del año 1905: yo era un chiquilín de unos 6 ó 7 años, más o menos. Y tengo esa referencia porque en 1909 se fue mi padre a Santa Fe, a Diego de Alvear.... Eran épocas lindas de la pelota. Por supuesto que primero jugaron los vascos porque trajeron el deporte de su país. Pero con el tiempo empezaron también a practicarlo los argentinos, los peones, toda la gente. Se jugaba con esa pelota dura y con un guante angos-to y corto y la cesta, una modalidad de la pelota que todavía se sigue jugando y que es esa herramienta curva (cesta punta, también llamado Jai - Alai). Claro, también estaba lo que se llama el share, y existía lo que se denominaba la pala angosta, que era una pala grande, larga, gruesa y que se jugaba con una pelota dura, como en España. Hay que ver cuánta gente se accidentó con pelotazos. Es que las pelotas salían como balas. Y algunos eran partidos bravos, muy bra-vos los de aquella época. Al principio, por supuesto, como no existían las canchas, jugaban contra un pa-redón. En el campo se jugaba contra el frente de dos piezas de peones. Contra eso se tiraba y en el costa-

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do estaba la casa familiar. Bueno, ahí se improvisaba la cancha. Mi padre tenía mucha experiencia para ju-gar en esa cancha. Me acuerdo que a la derecha había una ventana y la trampa de él era: frontón y dar-le con la pelota a la ventana. Ya estaba ganado el tan-to de esa manera. Era como si se tratara de la reja en una cancha de las actuales. En la casa de mi padre de más está decir que se jugaba mucho porque se junta-ban los vecinos y enseguida se armaban los parti-dos... Y por supuesto se apostaba lindo. Era el entre-tenimiento del campo.

"[…] Esas son cosas que recuerdo de mi infan-cia. Ahora cuando nos fuimos para Diego de Alvear nosotros ahí teníamos lugar. O sea, los hijos hicimos hacer la cancha, con un frontón abierto. Esa es la his-toria de la paleta que invento mi padre de ese hueso vacuno. Claro que ese hueso había que emparejarlo para que no lastimase la mano y además para poder empuñarla mejor. Mi padre era un campeón jugando con esa paleta. Como también lo fue cuando hizo fa-bricar aquellas primeras de madera. Pero recuerdo que mientras estuvo en el campo siempre jugó con la de madera […] Como le digo no había quien le ganara con esa herramienta en su mano. Esas primeras pale-tas de madera eran un poco pesadas porque estaban sacadas de cajones que traían dos latas de kerosén de veinte litros. Y bueno, las tablas eran gruesas, eran la de los costados y por supuesto que eran fuertes, muy fuertes. Había que serrucharlas, pulirlas, mol-dearlas, darles la forma y dejarlas listas para poder jugar... Ahora bien, en cuanto a los partidos más o menos se jugaba a la misma cantidad de tantos que se juegan ahora. Con los alargues, por supuesto, en caso de empate. Me acuerdo que en las canchas de pueblo se jugaba cualquier día, no había feriados ni nada. Se jugaba cuando en el día se hacia un alto en el trabajo o cuando se terminaba la tarea. Claro que el sábado y el domingo eran los días en los que se jun-

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taba mucha más gente, además del casco, como lue-go en Burzaco, en el que siempre había alguno que jugaba a share o a cesta. Me acuerdo también que ahí en Burzaco había un cura de un pueblo que se llama Ministro Rivadavia que había aprendido a jugar con la cesta y se prendía que daba miedo en los partidos.

“Claro que la mayoría de los partidos se juga-ban cuando cobraban los peones mensualmente, que eran los que trabajaban en el campo. Había algunos que cobraban por quincena que eran los que trabaja-ban en las fábricas, aunque todavía no había tantas fábricas por aquellos años.

"Esta es, un poco, la historia de la pelota en la Argentina. Un deporte que trajeron los vascos a nues-tro país, con la pala angosta. Pero que quede bien en claro que no existía esto que ahora se llama paleta argentina. Aquella, la pala angosta, era exclusivamen-te para jugar con pelota dura, en cambio la nuestra no, era una especie de paletón. Mi padre, dicho sea de paso, jugó hasta más o menos los 68, 69 años, diría casi hasta los 70 y sus partiditos a la tarde se los ju-gaba siempre. Era fuerte mi papá. Nunca en su vida tomó ninguna bebida alcohólica, lo único que tomaba cuando tenia sed en los partidos era un poco de agua o sino una bebida que tenía una bolita, era como una especie de bebida gaseosa. Tampoco fumaba. Tenía una fortaleza bárbara. Mi padre tenía una fuerza in-creíble. Se hacían cinchadas con una soga (otra cos-tumbre de los vascos), cosas de antes que después se fueron perdiendo con el tiempo, pero que eran co-munes antes entre la gente de campo, pero más es-pecialmente entre los vascos, como mi padre. Tam-bién nosotros hacíamos ese tipo de cinchada y ganá-bamos. Éramos fuertes con mis hermanos y llegó el tiempo en que nadie quería cinchar con nosotros por-que les ganábamos a todos. Hasta recuerdo una vez que para poder jugar tuvimos que darle uno de ventaja

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sino no cinchaban, éramos cuatro contra cinco: pero igual les ganábamos.

"Quiero aprovechar la oportunidad de que me hayan hecho esta nota para enviar un mensaje a los señores que dirigen este deporte. Un pedido. Que vuelva a disputarse la copa Gabriel Martirén. Me gus-taría que algún día se le rindiera un homenaje a mi padre haciendo disputar esa copa. Sería la mejor ma-nera".

Hasta hace unos años se disputaba dicha copa, en la que rivalizaban la Unión Argentina de Pelota (cancha abierta) y la Federación Argentina (cancha cerrada), entidades que designaban a tres de sus me-jores jugadores y los confrontaban en tres partidos en frontón y tres en trinquete, resultando ganadora aque-lla pareja que obtenía los mejores resultados, o bien, si había empate la que mejor diferencia de tantos lo-graba. Pero esto no lo vio Putuca, lamentablemente se fue antes de este mundo.

En la lápida del Vasko Sardina, en el sur santa-fesino –Diego de Alvear- se puede leer: “A la memoria de don GABRIEL MARTIRÉN, inventor de la pelota a paleta”.

CONTINUANDO CON LA HISTORIA DE BURZACO…

La sucesión de don Francisco Burzaco, donaría con fecha 27 de noviembre de 1901, cuatro terrenos para ser utilizados como plaza pública, iglesia y edifi-cios oficiales, uno de ellos ocupado por la Escuela N° 3 en 1924.

La donación, antes aludida (de 1901) fue reci-bida por el entonces intendente municipal de Almiran-te Brown, Dr. Andrés F. Llobet, para que firmara el decreto respectivo de su cumplimiento.

Aunque los vecinos adroguenses se enojen un poco, hay que recordarles que el Hospital Lucio Me-léndez –para los que establecemos la divisoria entre

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partidos en la Avenida San Martín, y no en Gorriti, como se suele hacer más modernamente- se encuen-tra en territorio burzaquense. Su construcción se inició en marzo de 1902, ciertamente con la participación invalorable de la familia Adrogué, pero también contri-buyeron en su fundación Cirilo Onagoity, Antonio Lan-zaco, Carlos Minetto y Félix Mazeres, todos ellos ve-cinos de Burzaco.

Volviendo a los orígenes, es decir a la cuna -la Estación en 1905- allí se construyó el galpón de má-quinas y la playa de maniobras, funcionando –prácticamente- como estación terminal hasta 1950.

El 20 de febrero de 1905 se constituiría una comisión con la finalidad de iniciar las obras que finali-zarían con la construcción de la iglesia. Pero fue otra la comisión que, por último, logró la inauguración del templo el 2 de febrero de 1909, día de La Candelaria. Las obras habían sido ejecutadas casi en su totalidad con la contribución de la feligresía, alentados por la presidenta de la comisión pro templo que ocupaba la Sra. Genoveva S. de Molina. Por entonces la bendi-ción oficial fue hecha por monseñor Juan Terrero –obispo de La Plata-, siendo los padrinos, en tal acon-tecimiento, el Dr. Amenedo, en representación del go-bernador Ignacio de Irigoyen, y Luisa Carrere de Bur-zaco, entre otros, como la infaltable Sra. de Molina, de Onagoity, de González y de Schweinter. El constructor de este nuevo edificio de la parroquia fue Luis Barassi.

EL COMANDANTE MANUEL PRADO Y LA “GUERRA AL MALÓN”

Aproximadamente por el año 1907 es que el vecino de Burzaco, Comandante Manuel Prado, com-pone y publica sus memorias: "La Guerra al Malón", considerado el primer libro que editara alguien que vivía en Almirante Brown. Manuel Prado, en condición de cadete, cuando aún no había cumplido catorce años, su padre lo había enviado a la frontera para ini-

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ciarlo en la carrera de las armas, fogueándolo en la lucha contra el indio. Corría el año 1877. Treinta años más tarde, ya Comandante, Prado escribiría el libro mencionado que, según el historiador Pérez Amu-chástegui, siendo "... -ágil, breve, fresco- representa un riquísimo documento literario, precisamente porque carece de rebuscamiento retórico, y porque la espon-tánea sencillez del estilo le confiere una vitalidad tan sincera y dramática que apasiona al lector. El vetera-no comandante de fronteras no ha querido presentar un justificativo de su actuación, ni se propuso armar tramas imaginarias para exaltar la gesta, ni se esforzó por lograr una coherencia unitaria a lo largo de su ex-posición. Quiso, simplemente, relatar un cúmulo de experiencias que recordaba con emoción, y que en sus años mozos había anotado a lápiz en los viva-ques, a la luz moribunda de una vela de sebo. Y lo hizo en el lenguaje cotidiano del campamento, ahíto de expresiones sonoras, metáforas precisas, giros elocuentes. Ese tono campero, por otra parte, era muy común en los señorones de la época que, en el habla familiar, se complacían en valerse de un tono apaisa-nado con un dejo cordial y chabacano".

Ya que hicimos mención a las velas de sebo, digamos que aquí en Burzaco había una fábrica de velas que estaba ubicada en el lugar donde “el Cami-no Real se juntaba con Roca”, es decir el famoso Mo-nolito, pues era en la vereda de enfrente, actualmente puede estar ocupado por un taller mecánico. Más ade-lante estaba la quinta del Dr. Belelli, al que llamaban el médico de los nerviosos, pues debía ser un tera-peuta psiquiátrico. Allí luego sería la oficina de Multi-canal. También eran médicos de Burzaco: Esoin que venía de Ministro Rivadavia y tenía el consultorio en Carlos Pellegrini entre Ricardo Rojas y Humberto I; el Dr. Iribarne, también en Carlos Pellegrini pero a me-tros de Colón hacia el lado de la Estación Burzaco, una casa de rejas negras que fue utilizada como jardín

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maternal; el Dr. Erraiz en la esquina de Mitre y Alsina. Capítulo aparte, por lo gaucho, lo configura el Dr. Mantegazza.

OTRA VEZ BURZACO

También en el año 1907 se registra en la Guía Telefónica el primer teléfono de Burzaco, que corres-pondía a la Cabaña Martínez de Hoz.

Lentamente se iría perfilando la plaza Manuel Belgrano.

En ese entonces justamente se producía el cambio de gobernador en la provincia de Buenos Ai-res. A don Ignacio Irigoyen lo reemplazó el coronel José Inocencio Arias, quien asumió (como era cos-tumbre) el 1º de mayo de 1910, siendo su vicegober-nador don Ezequiel de la Serna. Durante su gobierno se creó la Escuela Práctica de Fruticultura y Chacra Experimental de Agricultura en Dolores. Tal vez el úl-timo comentario esté relacionado con la llegada de los primeros colonos japoneses que establecieron granjas o se dedicaron a la floricultura, precisamente, en la zona de Burzaco.

La casa parroquial se construyó en 1911. Di-gamos, además, que hasta fines de 1912, la feligresía de Burzaco pertenecía jurisdiccionalmente a la cape-llanía vicaria del Tránsito del vecino pueblo de Ministro Rivadavia. Desde aquella fecha fue erigida la capella-nía vicaria de Burzaco, siendo posteriormente nom-brado como su titular el R.P. Catarizano.

Ya por entonces, Burzaco había visto nacer y desaparecer a un periódico: "El Eco de Burzaco", fun-dado por Honorio y Ángel Silva en 1912, dejando de circular cinco años más tarde.

También en 1912 se estableció el primer médi-co en Burzaco: fue el Dr. Pedro Etchegoyen, quien fijó su residencia en Boulevar Belgrano 582. Paralelamen-te, se instalaría el primer boticario (farmacéutico), Sr. Lorenzo Sáenz, en C. Pellegrini y Colón.

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Además en 1912 se establecería el primer Re-gistro Civil.

En 1914 se adoquinaban las calles que rodean a la estación ferroviaria, trabajo que quedaba a cargo de la empresa Regazoni, es decir Roca, Nueve de Julio, Carlos Pellegrini y Alsina.

Un acontecimiento, anterior a 1916, pero que se repetiría todos los años, era la llegada a Burzaco de un regimiento de caballería que, en viaje a Chas-comús, acampaba indefectiblemente en el campo de Obligado.

La Biblioteca "Mariano Moreno", como anexo de la Sociedad Cosmopolita, fue fundada un 4 de junio de 1916, por iniciativa del Sr. Julio López. Podríamos aclarar, también, que fue la primera Biblioteca Pública del partido de Almirante Brown.

En 1918 todo Burzaco amaneció "vestido de blanco": nevó, y las casas, jardines, quintas y calles aparecieron cubiertas de nieve. Ese mismo año, la Gran Huelga Ferroviaria -en tiempos de Yrigoyen- centralizó en esta localidad importantes asambleas de trabajadores del riel.

Retornando al tema de la Iglesia expliquemos que se completaría la obra de re-categorización en 1920 cuando quedó constituida como parroquia bajo la advocación de la Virgen de la Inmaculada Concep-ción.

Ya en 1921 se fundaba el almacén de Juan So-liva, en Veinticinco de Mayo 1262 –ente Nueve de Ju-lio y España, quien al cumplir los setenta años de existencia (en 1991), se le colocaría la placa de aza-bache elemento marmóreo dando cuenta de su popu-lar denominación: “El Viejo Almacén”.

Hubo otros almacenes, como el de Garbuglia –enfrente de la Estación-; el famoso “La Estrella” en Ituzaingo e Independencia. El de Zuco, en la Av. H.

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Yrigoyen y Alsina, enfrente de la estación de servicio Isaura, al lado de la casa de repuestos de Néstor Ca-llegari. Está última tenía unos paraísos hermosos ob-servables desde el Camino Real, junto a los palenques (el bicicletero de entonces) que esperaban ansiosos a los caballos de la gente de las quintas.

Como se explicara oportunamente, en un prin-cipio Burzaco fue una zona agropecuaria con abun-dancia de ovejas y caballadas. Luego, se sumaron la agricultura, tambos y buenas extensiones de montes de duraznos de diversas especies. En 1922, Burzaco enviaba a la Capital Federal, para el consumo cotidia-no, tres mil litros de leche por día.

La subdivisión de la tierra fue reduciendo paula-tinamente estas producciones, extendiendo poco a poco la planta urbana, sobre todo con el loteo de las tierras de los Obligado que llegaba hasta la actual Avenida Espora, formándose “el pueblo nuevo”, y la pavimentación de la Avenida H. Yrigoyen, trajo el par-celamiento total de lo que se llamaba “Ciudad Oculta”, desde la mencionada avenida hacia Monte Grande.

En 1924 –como se dijo más arriba- la Escuela N° 3 pasaría a ocupar su actual emplazamiento, es decir en la calle 25 de Mayo N° 876.

En febrero de 1926 fue inaugurada la primera oficina telefónica en la calle Colón 465, siendo su jefe el Sr. Agustín Lisa.

También en 1926 se ejecutaría el alumbrado eléctrico en la zona céntrica del pueblo.

Haciendo referencia nuevamente a la “Repúbli-ca Gaucha”, allí en la calle Roca, digamos que por su escenario en las décadas del '20 y del '30 pasaron artistas de la radio y del cine, como Carlos Gardel, Rosita Quiroga, Charlo, Totón Podestá, aquél pedazo de historia popular que se había llamado Pepino el 88 y que inaugurara el Teatro-Circo con el folletín actua-do denominado Juan Moreira.

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Por recordar alguna de las atracciones de aquellos años, en la periferia, se encontraba el arroyo de Cappelletti [actualmente, aproximadamente barrio Arzeno], cuyo distintivo eran los jaulones inmensos que guardaban todo tipo de pájaros. Su criadero de nutrias y, en el mismo arroyo, las enormes anguilas y los bagres dorados. Los pescadores más famosos eran Juan Cima y su amigo Livio.

El 1927 se llevarían adelante los trabajos de dotar de una carpeta asfáltica (“macadán”) el trayecto que unía a Adrogué con la calle Nueve de julio, a tra-vés de la entonces Avenida Belgrano (actualmente, Espora).

El "Burzaco Fútbol Club", popularmente conoci-do como el Fóbal, fue fundado en 1928, siendo su primer presidente, precisamente, el Sr. Juan Cima. Actualmente, representa notablemente a la ciudad con su equipo de básquet.

Otro Club de relevancia, el "Independiente de Burzaco", fue fundado en junio de 1929. Su primer presidente fue el Sr. Francisco Blumetti.

Por ordenanza de 1929 y 1930 se pavimenta-ron las calles céntricas de Burzaco en el área delimi-tada por las calles Alsina, Av. H. Yrigoyen, Falucho y Roca, trabajo que quedó a cargo de la empresa Bruz-zone, ejecutándose el mismo con todo esmero, inclu-sive con hormigón armado.

En 1931 se prolongaría la Avenida Belgrano (Espora) hasta Longchamps con la aplicación del ma-cadán.

En 1932, como consecuencia de la erupción del volcán chileno Descabezado se produjo una lluvia de ceniza sobre Burzaco. Un verdadero manto gris se instaló sobre su suelo. Las amas de casa juntaban ese material para limpiar la vajilla (como si fuera polvo limpiador).

Un nuevo periódico que, lamentablemente, cir-cularía hasta el 31 de diciembre de 1994, nació en

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Burzaco. Nos referimos a "Tribuna", fundado por René Vallo y linotipeado e impreso en la imprenta de don Osvaldo Taramasco. La imprenta existe todavía, sien-do conducida por el yerno del "viejo" Taramasco: Omar Scavuzzo, casi en la intersección de las calles Mitre y Quintana. Tribuna supo defender con todo acierto los intereses del pueblo de Almirante Brown. Su número uno había aparecido el 1° de agosto de 1932. Hagamos una aclaración sobre el popular “Pe-lado” Taramasco. Se lo llamaba así por una particula-ridad. Al parecer estaba desprovisto de su parte pilosa desde su nacimiento, ya que no tenía ni cejas, ni pes-tañas, nada absolutamente… Lo que no era un impe-dimento para que jugara maravillosamente al fútbol. Su único impedimento para poder cabecear era si se le caía en la efusividad de una jugada su eterna boina vasca, como era pudoroso la levantaba, pero no ca-beceaba aunque su intervención tuviera destino de red.

También hubo otro periódico local, aunque de menor trascendencia, "El Palenque", que fuera dirigido por el Sr. Oscar Cioccale.

Hubo, también, legisladores oriundos de Burza-co: en el ámbito nacional, Arturo Maza, diputado por Buenos Aires; Luis B. Lanzaco, diputado provincial en la Legislatura bonaerense en 1931; y el Dr. Belleli, también diputado provincial.

El 30 de junio de 1934, un cielo gris burzaquen-se vio pasar al enorme dirigible Graf Zeppelín.

El Club Social y Deportivo San Martín fue fun-dado el 1° de agosto de 1936, y estuvo casi integra l-mente dedicado a la práctica del fútbol, tal es así que no tardó en afiliarse a la AFA, dándole un sentido pro-fesional a la disciplina futbolera.

En la segunda quincena de diciembre 1939, el pueblo de Burzaco contemplaría atónito el desfile de soldados armados por la calle Roca, pertenecientes a

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la tripulación del acorazado de bolsillo "Graf Spee", que iban con rumbo a lo desconocido.

Aunque también hubo otra migración interna de la cual participaron, los ahora sectores medios, ex inmigrantes o sus hijos. Por ejemplo lo genoveses de La Boca, abandonaban sus viejas casas de madera y chapa con pintorescas pinturas, para poco a poco ir adquiriendo terrenos a lo largo de la vía ferroviaria, hacia el Sur: Avellaneda, Lanús, Lomas de Zamora y Burzaco.

Burzaco es una ciudad que cuenta con una numerosa colonia de inmigrantes japoneses. Tal es así que la Asociación Japonesa de la Argentina, des-de 1940, tiene su campo de deportes en Roca y Mon-teverde.

Muchos hombres que se destacaron en el que-hacer de la cultura nacional, transitaron o vivieron en Burzaco. Por ejemplo: David Cureses4, Roberto J. Go-rriti (historiador), Salvador Mazza (investigador de en-demias), Claudio León Sempere (escultor), Oscar Ri-vera (escultor), Carlos A. Bruch (ornitófilo)5, Alfredo Rossi (violinista), Mario Pardo (guitarrista), Marta Py-rén (folklorista), los hermanos Abrodos (folkloristas), “Juanjo” Domínguez (tal vez, el mejor guitarrista de todos los tiempos), Nacha Pulido y Pedro Callegari (eximios profesores de guitarra), Mariscal Tito, Maria-no Deleone (compositor de música), Guillermo del Bianco (compositor y fundador de SADAIC), Miguel A. Camino (poeta, quien jugara a la pelota paleta con Carlos Pellegrini en el frontón del almacén de Prome-teo Izzi), Fermín Peña, Juan Manuel Prieto y Margarita del Prieto (poetas), Sara Stábile (creadora del Made-

4 David Cureses: Autor y director, principalmente de Teatro y Radio. Obras: El cementerio de papel; El hombre y su miedo; La frontera; El gorro escarlata. Fue director de la Comedia Municipal de Alte. Brown. 5 Carlos Bruch: Hubo dos personas con el mismo nombre y apellido, padre e hijo. Al que se refiere el capítulo, ornitófilo (quien siente una afición hacia los pájaros), fue presidente de Independiente de Burzaco.

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rart), Virginia Sachero, don Carlos "Negro" Quiroga (cantante lírico), Tito Simms y "su violín mágico", la educadora y escritora Nyda Cuniberti, por nombrar a algunos.

CARLOS “NEGRO” QUIROGA, EL CANTANTE

LÍRICO Trataré de ser lo más fiel posible, porque creo

que allí está la riqueza periodística de este capítulo, con una entrevista que tuve la oportunidad de hacerle a uno de los hijos del recientemente nombrado “Ne-gro” Quiroga, el cantante lírico (tuvo dos hijos: Raúl –que de no haber fallecido tendría, por estos días, 79 años- y Carlos Torcuato de 76 años cuando se produ-ce esta entrevista) ¿Cómo surge la cuestión del en-cuentro?:

Es que en una oportunidad recibo un e-mail planteando un interrogante de Myriam Quiroga, hija del último nombrado por lo tanto nieta del Quiroga his-tórico, profesora de Matemática, habitante de Ituzain-go al 1100, obviamente de Burzaco. La curiosidad aludía a sí yo conocía algo más de la vida de su abue-lo –esto después de haber leído mi contribución a Guía Burzaco- o podía agregar algo más a su origen, no de negro criollo sino de negro de raíces africanas, según ella tenía entendido.

La idea fue que se juntaran con alguien de su misma generación, es decir mi suegro –padre de mi esposa, Mónica Oporto- el jubilado ferroviario Alfredo “Nito” Oporto (78 años) perteneciente a la misma ge-neración del padre de Myriam e hijo del primer cartero de Burzaco, presintiendo que de la reunión iba a surgir algo provechoso y rico en anécdotas para la “Historia Popular de Burzaco”.

Don Carlos se autodefine como muy parecido a su padre el “Negro” y dice que su madre, por el con-trario, tenía el cutis blanco, más semejante a las ca-racterísticas que luego heredara su hermano Raúl.

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Nos anoticia que su progenitora era de apellido Vanni, aclarando “la hermana de Juan y Ángel” que habitaron en la calle Quintana –frente a la Plaza- y, sobre todo, se refiere a Ángel: uno de los fundadores del “Fóbal” Club. Y Juan Vanni, poseedor de uno de esos kioscos, tan particulares, de diarios y golosinas, en forma de exágono-pagoda, que aún persisten –no aquí, pues estaba instalado en la boca del subterráneo de la es-tación- como baluarte de un tiempo que se fue, por ejemplo en la estación de Temperley del lado oeste. Don Carlos Torcuato se fue de Burzaco hacia Villa Urquiza en 1955. Hasta allí había hecho una vida de rigurosa asiduidad al club (el “Fóbal”), nos dice “… de pibe nomás arrancaba yuyos, limpiaba los jardines…”. Acentuó que allí en el Fóbal se jugaba –por aquellos años- al fútbol. Recuerda, entonces, a “Tito” Simms, también al “Pelado” Taramasco –dueño de la imprenta de Burzaco, padre de Olga Taramasco, casada con Omar Scavuzzo-, como dijimos, propietario del comer-cio de artes gráficas donde se editaba “Tribuna”, el diario de Almirante Brown fundado en 1932. Continuó Quiroga contando que terminaba de almorzar y ense-guida se calzaba los botines e iba a jugar a la 4ª del Fóbal, era una costumbre que compartía con quien lo llevaba, su viejo –el “Negro” Quiroga-, y después am-bos esperaban el comienzo de la 3ª y todos los espec-tadores se apoyaban en la baranda de la cancha por-que de esta manera observaban más cómodos y em-pezaba el partido… (Allí nomás a Carlos Torcuato lo quiebra el llanto, recordando escenas de pibe muy grabadas en su memoria).

Nito Oporto retoma el hilo de la conversación diciendo “… No te pongas así, yo también me acuerdo de otros jugadores del Fóbal: Cederna, Tito De Simo-ne”… lo que da confianza a Carlos para proseguir: “… en el primer pase que le hacían, Tito Simms tomaba la pelota desde el centro de la cancha, pateaba y era gol seguro, algo fabuloso…”. Replica Nito Oporto : “Ojo,

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que otro fenómeno era el ‘Zurdo’ Di Layo, ligero como él solo”.

El encargado del buffet de la cancha era don Valentín Husain, cuyo hijo –de igual nombre- sería el gerente del Banco Provincia.

Nito le dice a Carlos: “Pero vos, creo que des-pués de tu residencia en Quintana, vivías en el barrio de la que, entonces, era mi novia y actualmente es mi esposa, la hija de Santo Gennaro, del almacén ‘La Estrella’”; comenta Carlos : “pero yo a él no lo conocí”; continúa Oporto “¿pero sí conociste a Juan e Ignacio Gennaro?”. “Sí, claro –dice Carlos - … a la mujer de Juan Gennaro cuando bautizó a su hijo, mi papá le cantó el Ave María en la iglesia…” lamentándose “porque desgraciadamente no quedó nada grabado”. Interrumpo diciendo: “Ese es el comentario que hizo Myldre Gennaro, mi suegra, que el ‘Negro’ Quiroga cantaba en la iglesia como los dioses”. No olvidemos que en aquel entonces sólo se grababa en forma pro-fesional, no existía la tecnología que actualmente nos permite tener un recuerdo de audio casero.

Continuó don Carlos : “de mi padre también se pueden contar algunas anécdotas con los curas y Tito Simms, pues ellos de por sí formaban la pareja musi-cal de cantante lírico y violín, pero también había un órgano tubular en la tribuna de la iglesia. Un día había una ceremonia que venía muy retrasada y sólo esta-ban mi papá y Tito para darle el marco melodioso a la reunión; pero no llegaban ni el organista ni el violonce-lista que, supuestamente, habían contratado. Esta situación preocupaba al dúo de amigos que hacía rato que estaba en el templo. Pero el cura trataba de tran-quilizarlos con un ‘no se preocupen hijos míos’. Pero Tito, muy nervioso, bajaba de la tribuna a cada minuto y los otros músicos no llegaban y el cura repetía como en una letanía ‘no se preocupen, no se preocupen…’ Claro, la explicación a tanta tranquilidad estaba en que el cura a los novios les cobraba por músico y co-

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mo Tito y mi padre sonaban como una orquesta ente-ra ¿quién se iba a ir a fijar arriba, a la tribuna, cuántos músicos había?, total él cobraba por cuatro, por eso el ‘no se preocupen’”.

Don Carlos -lo interrogo -, un cura famoso fue Pedrito Bordoni ¿verdad? Me contesta Quiroga :”Y sí… en esa época era muy jovencito Bordoni y yo ten-dría unos 8 años (aprox. 1940), había otros pibes que tendrían 10 u 11 años, nos preparábamos desde la mañana y salíamos de excursión al seminario de los curas del Verbo Divino, en Calzada (Av. San Martín y Lavalle), donde comíamos en medio de los árboles y jugábamos a la pelota. Recuerdo que desde Burzaco teníamos que ir hasta Temperley, en tren, y de allí volver a Mármol. A veces nos bajábamos en Adrogué e íbamos caminando, hasta tomar la ‘Chancha’, que no era otra cosa que un tranvía viejo, en el cual podí-an subir muchos pero siempre debía emparejarse el peso entre un lado y el otro para balancear”. “Claro –le informa el ferroviario Oporto -, ese coche-motor tenía, precisamente, un motor de Ford T, pero era como un tranvía, porque iba sobre las vías y su destino final era el Cementerio de Villa Calzada, allá al fondo de Falu-cho”. Oporto continúa: “pero en aquellos tiempos Pe-drito estaría en el Seminario”; a lo que Quiroga replica “… estoy casi seguro que Pedrito no ha estado en ningún Seminario. Se recibió de cura de la noche a la mañana, no sé cómo, era un muchacho de pueblo, vago. Un día se puso la sotana y eso acrecentó su popularidad, todos lo querían”. Nito dice, entonces: “¿Habrá salido cura tan rápido porque el hermano era comisario o –mejor dicho- el jefe del destacamento policial?, ¡ese si que era vago!”. Quiroga agrega: “Pe-drito era un vagoneta, iba a los bailes, todo…”. Y si-gue Oporto : “Mi tío, Eduardo Pulido, completamente ateo, cuando lo veía a Pedrito que quería entrar a al-gún asado en su casa, le decía desde la puerta: ‘Bue-no… pero te sacás la sotana, sino acá no entrás’, y el

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otro, le mandaba un insulto, pero se sacaba la sotana finalmente”. Continúa Carlos :”…Después lo hicieron Obispo, lo mandaron a una parroquia por Liniers… Versalles, por ahí y mi hermano Raúl Quiroga dijo ‘lo tengo que ir a ver a Pedrito’, como mi cuñada lo cono-cía de tanto oír hablar de él, lo alentaba para que lo hiciera y cuando mi hermano se decidió a ir, Pedrito se había muerto. A lo que agrega Oporto : “Sí estaba en la Curia en Capital, como vos decís, y mi hermano César -que era cartero, allá, en el Centro- lo fue a ver”. Retoma Quiroga : “¿Cuánto y cuándo estudió, no sé? fue un misterio ‘divino’, lo cierto es que era un va-go bárbaro, sí…un tipo común, le gustaba ir a jorobar, iba al club, andaba por todos lados y nos juntaba los domingos, nos llevaba a jugar a la pelota, a pasear y como ya dije, íbamos allá a lo de los curas verbitas…”. “Mirá Carlos, en Burzaco éramos todos una familia –aclara Oporto -, mi tío el “Negro”, hermano de Eduar-do Pulido trabajó allí, era jefe, ahí en la imprenta…”. “¿La de Tribuna? –Interrumpe Quiroga -…”. Sigue Oporto , “no, la de los curas esos (los verbitas), vieras que imprenta moderna tienen ahí…”. Ahora el que interrumpo soy yo : “En determinado momento se lla-mó Guadalupe, nombre que actualmente no conserva, ahora no recuerdo la denominación comercial, en la década del ´70 fue muy concurrida por los curas del tercer mundo, expresaban en sus libros toda la viru-lencia revolucionaria de esos días. Y ahora hay una imprenta de avanzada, donde tienen una calidad de impresión espectacular, inclusive la tienen que cono-cer todos los docentes porque se hacen textos escola-res, le mandan todo de Alemania, alcanza con intro-ducir un CD… ¿sabe dónde está? en el fondo de todo de la iglesia-seminario, lindando con un descampado, donde Uds. precisamente contaban que jugaban al fútbol, casi pegado al moderno hospital Oñativia”.

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“También jugábamos a la pelota en la quinta William Morris –nos informa don Carlos - acá en Riva-davia, pero allí practicábamos básquet y en Calzada, fútbol”. Le dice Oporto “Eras muy deportista, yo en cambio deporte no practiqué mucho” y yo bromeando acoté “¡qué no!: la quiniela, ¿quién no juega en Burza-co a la Quiniela?”.

Ahora volviendo, insiste Nito : “Tu mamá era hermana de Juan Vanni, que tenía el kiosquito y que al hijo lo encuentro vuelta a vuelta. Tu madre era ru-bia…” “Sí, medio pelirroja” corrigió Quiroga y Oporto , no queriendo ser demasiado indiscreto, dijo en tono tímidamente inquisidor: “tenía un problemita en una pierna”. Quiroga repuso: “sí, tenía una más corta que la otra”. Continúa preguntando Nito : “Tu hermano Ra-úl: ¿falleció hace mucho?” “Uh!... hace como 18 años” contestó Carlos . Ataca Oporto nuevamente: “¿Tu casa natal, era como una quinta con palmeras y esta-ba frente a la quinta de Monet, verdad?” “Era una casa de las de antes, bien construida, con varias piezas a lo largo, columnas, la típica casa-quinta que se estilaba para descansar en Burzaco”, contestó Quiroga y agregó “Esa construcción era de 1851”. Oporto pre-gunta entre curioso y seguro: “¿Por ahí vivía Livio?” “Claro –dice Quiroga - seguías por la quinta, pasabas por San Genaro, ahí estaba el portón y al llegar a la esquina había una callecita que no sé cómo se llama-ba y ahí nomás estaba Livio” “La callecita se llamaba Sara de Burzaco” recordó Nito y además dijo: “estaba la fábrica de Polieschi que casi llegaba hasta tu casa”. Y continuó acordándose Oporto : “en la fábrica hacían bolsitas...” -y como pensando en voz alta- “¿quién no trabajó en la fábrica de Polieschi?, te daban la harina y te enseñaban a hacer el engrudo para pegar con agua tibia las bolsitas. Trabajaron mis primas ahí, toda la parentela”. Participó Myriam y aclaró: “Ahora es Bolsapel”. “No recuerdo como se llamaba el dueño, era José… –se esforzaba Carlos en recordar-, mien-

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tras Nito se interponía en la charla queriendo recordar el nombre y Quiroga le dijo: “Mirá que falleció hace muchos años y fue el promotor de que Fóbal Club es-tuviera donde está”. “Bueh, no importa ya nos vamos a acordar”. Nito dijo entonces: “por ahí, un poquito más acá vivieron mis abuelos, los Oporto-Pulido, Puli-do-Oporto, qué se yo, una mescolanza familiar… pero el que vivía ahí era Lauría”. “Eso te iba a decir –replicó Quiroga - Lauría vivía al lado de Livio… justo en la esquina (Ituzaingo y Sara de Burzaco), tenía un pe-queño tambo, ordeñaba las vacas y salía a vender la leche”.

Entra Myldre Gennaro (más conocida como la “Negrita”), la esposa de Nito Oporto, justo en el mo-mento para salvarnos escuchar por enésima vez la vida de ferroviario de Nito y le cuenta a Carlos que ella “vivía de soltera, desde la esquina de ‘La Estrella’, para el lado del asilo, en un chalet pegado a la familia Convertini”.

Ahora Nito pregunta a Quiroga, diciéndole pri-mero que su madre, Regina Oporto, lo llevaba de chi-co siempre de visita a casa de una señora que le pa-recía que era pariente de los Quiroga; y ya pregunta sin dilaciones: “¿Quién era una señora obesa llamada Dusolina?”. Entonces Carlos contestó que el padre, el histórico “Negro” Quiroga había tenido muchos her-manos, casi todos residentes en Capital y que Dusoli-na, que Nito conociera ya viuda, era su tía política ca-sada con un hermano de su padre, Leonardo Quiroga. La Negrita entonces se atreve a preguntar: “¿Y Rita quién era?”. A lo que Carlos inmediatamente respon-de: “también hermana de mi papá, era Rita Quiroga, y luego venía María Luisa, que era la más chica”.

Pregunta Nito Oporto : “¿Quién era Ramón Quiroga, mi maestro cuando entré de practicante en el ferrocarril en 1947?” Contesta don Carlos : “Era otro Quiroga que no tenía nada que ver con mi familia, ca-sado con la de Ávila. Ella vivía muy cerca, derecho de

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casa, en lo que llamábamos ‘Ciudad Oculta’. El que era muy amigo de los Pulido, era mi tío Juan Vanni. Yo conocí a don Pedro Scaglione, cuando le hacía el reparto de diarios a mi tío Juan y le llevaba el periódi-co”. Agrega Nito : “Yo iba a cazar con don Pedro, en la volanta, también con Juan Vanni, Pedrito, mi papá (don Raúl Oporto), Sasso…” A lo que Carlos comple-ta: “Todos iban a cazar o a pescar, inclusive mi papá, el Negro Quiroga”.

“Don Pedro Scaglione tenía la quinta, un case-rón tipo gran rancho, donde se juntan Roca con la avenida Yrigoyen, muy cerca de la casa particular de Néstor Delguy. Scaglione, que era casi un aborigen, era un cazador de oficio. Vivía de la caza. En algún momento fue su ayudante Oscar Oporto. Traían lie-bres y perdices para vender en el mercado”.

Nito , repregunta: “¿Tu papá practicaba, en un momento que era un deporte muy popular, el boxeo, cierto?” “Sí”, dice Carlos . Continúa Nito : “…yo no sé si a Teté Pulido o a Juan Callegari, pero creo que fue a Teté, tu padre le pegó una trompada en el pecho, en una pelea amateur, no existía por ese entonces el pro-fesionalismo, producto de la cual casi le ocasiona un paro cardíaco”. “Esas peleas se organizaban más que nada en Independiente de Burzaco –dice Quiroga - en el Fóbal no había”.

Pregunto a don Carlos: “Su padre ¿en que año había nacido?” “En 1897”, contesta. Nito Oporto agrega: “Ah… mi padre, el cartero Raúl Oporto, era 5 años más grande, de 1892”. Continúa Quiroga : “No-sotros vivíamos en frente de la Plaza, entre el frigorífi-co (Manso) y la esquina…”. Interrumpo , equivocada-mente: “Ah!... ahí vivía Norberto Loray, quien ahora tiene 71 años, que es mi amigo”. Me corrige don Car-los : “No, no, no. Loray vivía frente a la Plaza pero del otro lado, en la cuadra de la iglesia”.

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“Tiene razón – enseguida rectifico -, así me

contó un día”. Cuenta Quiroga que: “Cuando nosotros éra-

mos chicos, papá nos calzaba los guantes de box, él, entonces, se arrodillaba y practicábamos. Mi padre nos había aleccionado que no podíamos pegar con la punta del guante abierto, porque al tocar la ceja co-menzaba a sangrar enseguida y mi hermano lo tocó de esta manera al viejo, cuando mi papá se tocó y vio sangre, le dio un ‘castañazo’ que lo desparramó a Ra-úl dejándolo dormido. Siempre terminaban en knock out”.

Rememora Myldre : “Me acuerdo de tu papá cuando cantaba el Ave María en la iglesia ¡qué lindo!, se te ponían los pelos de punta. Lo peor es que de aquella época no hay grabaciones”. Carlos dice en-tonces: “Cuando me iba a comprometer mi señora me decía ‘sería lindo que tu papá cantara en la misa’…” Interrumpe Oporto : “¿De dónde era tu señora?” “De Villa Urquiza –dice Carlos -…” (La emoción lo vence nuevamente y comienza a llorar).

Sale del paso Nito : “Me acuerdo que en las fiestas parroquiales tu padre salía a la Plaza y era in-quieto, hacía todo, hasta creo que tiraba las bombas de estruendo…”. Carlos se dirige a mí y me dice: “Creo que en su historia, Ud. lo nombra al padre Tra-buco que, en realidad no sé cómo se llamaba, era pa-drino de mi madre”. Recuerda Nito , entonces: “¡Ah!... pero le llamaban Trabuco de apodo, ¿sería Catariza-no?”. Carlos : “Podría ser, era amigo de mi papá y te-nía locura por ir a cazar…”. Yo: “Ah, entiendo, por eso lo llamaban Trabuco”. Carlos : “No, lo llamaban por otra cosa… Era un cura ¡qué le gustaba el vino!, casi nunca estaba ‘fresco’… En las festividades patrias o de la iglesia tomaba de más y salía con un trabuco a tirar tiros”. Nito : “Entonces, era Catarizano”.

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“Ahora yo quiero preguntarle Carlos, ya que es el leit motiv del enigma de Myriam, ¿Uds. no saben nada del porqué del origen negro africano de su fami-lia?, porque ella (señalé a la “Negrita”) no es morocha criolla, mestiza, ¿sabe de dónde le viene la colora-ción?: de Sicilia, isla mediterránea invadida por tantas culturas”. Myldre : “Mi abuela era negra italiana, Gia-rrattana de apellido”. Carlos : “Mi abuela también era negra, dicen que era mora. El abuelo Torcuato era morocho, morocho pero creo que criollo, pero la ma-yoría de los hijos salieron negros mota, todos: Emilio, Alberto y mi papá Carlos. Había primos también mota. Raúl, mi hermano, era mota, en cambio yo no. Las dos mujeres también salieron mota, Uds. se tienen que acordar de Rita, mota canosa. Ella salió también con el pelo mota (señalando a Myriam)”. Myriam : “¿Y la prima, esa, como era… la que vive al lado del mu-seo Sempere?” Carlos : “Es la hermana de… ¿A Rolo lo conociste? Sí, a Rodolfo, el que vino ya de grande para Burzaco. Esa prima hermana vive en Colón, al lado del museo, se llama Aída, la ‘Ñata’ Quiroga, que se casó con un hombre de Capital de apellido Duarte y tuvieron tres hijos, dos varones y una mujer. Aída vive y es muy parecida a Rita, tiene 90 años, ya no escucha, …”

Nito , como eligiendo un tema en el cual Carlos se pudiera lucir: “Si habré ido al arroyo Cappelletti...” Recordando, ahora Carlos : “El vasco Sardina me en-señó a jugar a mí a la pelota a paleta…”. La conversa-ción se entremezcla de recuerdos un tanto inconexos o vuelven a anteriores personas aludidas en el relato. Nito : “Mi papá era de Ministro Rivadavia y el cura Ca-tarizano iba a dar misa allá, en Rivadavia, se había hecho muy amigo de mi papá. Catarizano, con su em-pedernida costumbre, se llevaba el vinito y montaba el caballo, se remangaba la sotana y salía a cazar a ca-ballo. Contaba mi viejo que los gurisitos chiquitos salí-an todos a verlo, se sorprendían ‘¡uh!, un cura a caba-

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llo’ y el reverendo padre iba orgulloso con su capelo, y toda la indumentaria religiosa. Mi papá era como Van-ni, Pedrito Scaglione, de buena puntería para cazar y Catarizano, no… Este cura era italiano y le decía a mi viejo ‘má, Raúl como hacé vo para cazare’, y pensan-do que el secreto estaba allí le decía ‘fabricame lo car-tuchos vo’. Y hay una anécdota con respecto a esto: una vez fueron a cazar juntos, se apearon de los ca-ballos y los ataron, el cura se sacó la sotana y arriba de ella puso el capelo con la boca para arriba y las cosas para comer y tomar. Salieron a cazar y mi papá regresó antes a ese punto de partida; cuando volvió Catarizano vio que el caballo le había llenado de bosta el capelo y creyó que mi padre tenía algo que ver en el asunto. Mi viejo le decía ‘No, padre’, pero se revol-caba en el suelo de la risa”.

Carlos : “Me hicieron acordar, otro que iba ca-zar con ellos era un tal Antonito De Simón, jugaba en Burzaco, vivía en Colón, comía en casa los domingos. Había un gallego, que iba al Fóbal Club, que también quería ir a cazar con ellos, Miaja...” Interrumpí dicien-do que era una casualidad pues el general Miaja había sido el defensor de la República española en la Guerra Civil –un obstinado en la defensa de Madrid-, así como Sanjurjo era el de los franquistas, pero ahí nomás me replicaron entre los dos que “le decían Miaja, no era su apellido”. Continúa Carlos : “Él quería estar en todas, pero como era tan ‘bestia’ –dicho de una manera cariñosa- nadie lo quería. E insistía que lo llevaran a cazar. Entonces, un día Antonito se apiadó y dijo ‘llevémoslo, porque me tiene podrido el Gallego’. Antonito tenía una forrajería más grande que ‘La Es-trella’ que quedaba al lado de la imprenta de Vallo o del ‘Pelado’ Taramasco y el Gallego cada vez que ve-nía caminando por Quintana en dirección al Fóbal le suplicaba a De Simón para que lo llevara a cazar. Un día decidieron llevar a Miaja a una laguna cercana”. Nito aclara: “seguramente la laguna de Herrera, cerca

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del almacén de ‘La Lata’”. Quiroga prosigue el relato: “Antonito le advirtió, ‘mirá Gallego esperá que noso-tros nos acomodemos alrededor de la laguna’ y le re-comendaron que tuviera paciencia, porque debían disparar de uno por vez, sino se matarían unos con otros. Y el Gallego ¡tenía un entusiasmo!. No termina-ron de acomodarse y éste empezó a tirar como un loco, ante el desconcierto de los demás. Nunca más lo llevaron. Era un peligro, nadie quería ir con él”. Nito : “… yo le sabía el apellido porque era panadero. Esta-ba Benito, el de la 2ª Covadonga, Miguez, pero de éste ahora no me acuerdo”. Carlos : “Un día Quito Pulido –porque estaban Quito y Quita Pulido- que todavía vive, se mudo y fue a residir a Capilla del Monte, Córdoba. En cierta oportunidad estuve allá y me paré al lado con la intención de que me reconociera, entonces le sonreía; el tipo se puso molesto y con cara de pocos amigos, me animé y le pregunté ‘Che, no me conocés’. –No-, me dijo. Insistí ‘¿pero seguro que no me conocés?’. Cuando le dije quién era se acordó. Luego, no lo vi más, pero supe que por algún problema muy íntimo había tenido un entredicho con Coco Lahore, quien vivía frente al Fóbal”. Intervine y le dije: “Esa familia sigue viviendo en el mismo lugar, porque ahí está el ‘Gordo’ Lahore, que tiene una cupecita con la cual corría en las competencias en que también participaba mi tío, Armando Lento, en Turismo del Ayer o no sé si últimamente le habían puesto Turismo Histórico”. Car-los : “Bueno, ese ‘hombre grandote’ es el hijo de Coco y la mamá de él –le dice a Myriam- es Irene, la que venía a limpiar a casa ¿te acordás? Luego, de Quito me enteré de que seguía en Córdoba, porque ya no tenía más nada que hacer acá, tenía dos hijas allá en Capilla del Monte. La que me dijo fue mi cuñada, Est-her Cucarella. A la Quita no la vi más”.

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Nito : “La que murió hace poco fue Chola, la mujer de Pedrito [supongo que Scaglione]. Y Sara Pu-lido con Guillermo Pulido también tenían un chalet muy hermoso en Capilla del Monte. Y es así… se van perdiendo… Ahora te pregunto: ¿Vos cuando te fuiste no extrañaste Burzaco?” Carlos responde: “Para na-da”. Ahora Myldre le pregunta a Myriam “¿Y vos dón-de vivís?” Myriam : “… acá en Burzaco, en Ituzaingo, una cuadra antes del San Martín. Ahora lo que dice mi padre no es tan así. Si bien él se fue a Villa Urquiza, todos los fines de semana venía y sigue viniendo a Burzaco”. Nito : “yo te digo lo que pasa, él no extrañó porque estaba en un círculo muy íntimo, como el del Fóbal Club. En cambio yo no me aferré a una institu-ción, yo conocía toda la periferia”. Carlos : “tal vez ten-ga razón, yo no extrañé, pero lo que extrañaba era al Club. Yo de casado fui a Villa Urquiza, llegaba de tra-bajar a las siete de la tarde y hasta las nueve, que era la hora de cenar, no sabía lo qué hacer, estaba enloquecido ¡me faltaba el Club! Nosotros bajábamos del tren e íbamos al Club, des-pués yo me iba a casa a cenar, a dormir, al otro día me levantaba para trabajar y esa era la vida. Cuando llegué a Urquiza no conocía a nadie. Aunque Jorge Casal6 iba a jugar a las bochas a la Plaza todos los días. Mirá Nito, volviendo a Burzaco, yo no dejé de venir, pero extrañaba al Club, no otra cosa”.

6 Jorge Casal (Salvador Pappalardo): (1924-1996). Cantor, nacido en Buenos aires. Su debut se produjo en 1946, en la orquesta de Florindo Sassone, con la que grabó temas como Volver; A la luz del candil; Ren-cor; La última cita y Mi noche triste. A fines de 1949 se incorporó a la orquesta de Aníbal Troilo, con la que grabó –entre otros- Che bando-neón, Amigazo, Del suburbio y Araca corazón. En 1953 realizó la tem-porada del Patio de la Morocha, sainete de Cátulo Castillo con música de Pichuco. A partir de 1956 se presentó como solista y en tal carácter realizó giras por Estados Unidos y Colombia. Fue actor en las películas El cartero y Al compás de tu mentira. También hizo la voz en off de algunos cantables de otros filmes.

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Nito : “Segundo Oporto era de mi familia, pero por parte de mi madre que era Regina Pulido Oporto”. Yo: “Segundo Oporto está en la placa de fundadores del Fóbal y creo que está, también, Oscar Oporto”. Nito : “Claro, si el segundo presidente de Fóbal Club, fue Oscar Oporto, mi tío”. Myldre : “… es el padre del ‘Ne-gro’ Oscar Oporto que vos conociste, Daniel”.

Le pregunta Nito a Carlos: “¿Vos fuiste a la Es-cuela Nº 3?”. “Claro”, dice Carlos . Y repregunta Nito : “¿Y quién era el portero?”. Contesta Quiroga : “Se-gundo Oporto”. Nito : “te das cuenta éramos tribu acá”. Yo: “¿Y en el Registro Civil?”. “Sí, sí,” reafirma Car-los , quien dice: “sí, era un hombre grande que jugaba conmigo al billar”. “¿Aníbal?” exclama la Negrita . “No”, dice Carlos “… al que le gustaba jugar al billar conmigo era a Segundo”.

Otra vez Nito : “Vos te acordás que en aquel entonces había un sereno, buen ese era Alberto Opor-to, que andaba en un caballo blanco grandote…” “No”, le decía Carlos . Nito arremete:”… Pero sí hombre, lo debés haber visto cuando salías tarde del Fóbal, an-daba con un perro de policía y llevaba un linternón gigante y un 38”. Carlos repregunta: “Pero ¿Qué era? ¿El sereno del pueblo?”. “Sí”, le contestan a dúo Myldre y Nito . Entonces Car-los dice: “Ah sí, a él sí, lo que nunca supe fue el nom-bre”. Nito : “la policía lo autorizaba. Era una autoridad, como vigilancia ahora. Y tocaba el pito… la ronda”.

Carlos : “Y del arroyo Cappelletti, me acuerdo que nos íbamos a bañar ahí con mi tío Ángel Vanni, que era ferroviario, maquinista, y los miércoles tenía franco, entonces llevaba a sus dos hijos, y también nos iba a buscar a Raúl y a mí. Le decía a la mujer, ‘prepará una tortilla o milanesas o sino, le decía: no hagas nada que algo vamos a encontrar para comer, nosotros nos arreglamos’. Y Ud. lo encontraba ahí cosiendo los maíces, con aguja e hilo se hacía un cho-rizo de maíces, uno al lado del otro y dejaba un piolín

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largo, entonces cuando íbamos caminando había ga-llinas y pollos por todos lados, como la gallina es glo-tona empezaba a tragarse la tira de maíces y él des-pués no tenía nada más que tirar del hilo. Tenía esas cuchillas que se hacían en el ferrocarril que no se vie-ron más, que cortaban una barbaridad y cuando tenía a las aves cerca les hacía ¡tac!… y ya estaban listas para comer”. Nito , dando su experiencia de ferrovia-rio: “esos cuchillos se hacían con las hojas de elástico de los coches”. Carlos : “Lo que yo no creo que fueran de Cappelletti son las anguilas, como leí en la ‘Histo-ria’ esa de tu yerno; ahí nos bañábamos, pescábamos mojarritas, pero... había un polaco ahí enfrente que tenía criadero de anguilas. Era un zanjón y el polaco se metía adentro del agua, metía el dedo, se lo chu-paban y sacaba dos o tres anguilas, después las lim-piaba… y la anguila frita era un manjar para nosotros. El siempre tenía un ayudante que le robaba los bi-chos, y el polaco no le decía nada, hasta que un día le dijo ‘yo siempra te veía’ y el otro creía que era pícaro”. Nito : “vos te acordás que Cappelletti tenía jaulones y criaba pájaros”. “Sí, –dijo Carlos - pero también me viene al recuerdo en este momento, por el cuento del polaco, que había un dicho que decía que ‘era más fácil que robarle un chancho a Legris’; claro, si estaba sentado en la puerta del rancho y él era incapaz de decir nada cuando por los fondos le llevaban algún cerdo”. Yo: “pero qué ¿era en el sitio donde funcionó la República Gaucha?”. Carlos : “No, en la casa parti-cular de Legris, al lado de la Covadonga”. Nito : “Era en la esquina de Mitre y E. de Burzaco, donde ahora se alquila para fiestas infantiles y sobre E. de Burzaco, ahora, son todos comercios. Antes era una quinta grande”. Myldre y Carlos : “Hacía muchas obras Le-gris; regalaba carne, leche, ropa para los chicos…” Nito : “Y los hijos de Legris eran Chale y Cacho”. Car-los : “Andaban en pleno pueblo de Burzaco a caballo, vestían a lo gaucho y andaban como locos…”

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No sé porqué la conversación se dispara para ahí, pero don Carlos dice: “Delguy estaba casado con una de las Buratti”. Yo: “¿Ud. vivía acá cuando Néstor Delguy salió campeón panamericano de pelota a pale-ta; fue en el ´51, no?” Carlos : “A Néstor lo veía porque era amigo íntimo de mi hermano, un día lo vi en un diario que jugaba en el Círculo Urquiza y lo fui a ver con mi hijo también llamado Néstor, tendría 6 ó 7 años mi pibe, le dije ‘Vamos a ver a un muchacho de Bur-zaco que compite en una final de paleta y juega muy bien’ y cuando lo vio Delguy a mi hijo le tocó la cabeza por entre la reja, para que le diera suerte –y ganó- y me dijo, oh, ¿Negro qué haces por acá?”... (se emo-ciona y estalla en lágrimas nuevamente). Yo: “perdó-neme, pero a mi me lo describieron a Delguy, en cierto sentido, como al “Charro” Moreno: un físico privilegia-do; se iba de juerga a la noche, tomaba, comía, dicen que era mujeriego y después venía y ganaba todos los partidos…” Carlos : “jugaba en el Social tres partidos de pelota. Se iba de nuevo con ‘las chicas’. Venía, jugaba otros cinco partidos y terminaba a las seis de la mañana… Yo era el director técnico de basketball en el club Social y él ahí, en el Social, jugaba a la pe-lota a paleta y en una oportunidad vino el famoso ‘Manco de Teodelina’, era un gitano lleno de anillos, sombrero grande, todo un personaje, jugaba bien. Te-nía en uno de aquellos días un desafío con Néstor Delguy que era más veterano que él. Y bueno, una vez yo los sorprendo, porque después de terminar la práctica, me fui a duchar y entraron los dos al vestua-rio: Néstor y el gitano. Ellos, como yo había cerrado la ducha, no sabían que estaba ahí. Y entraron a hablar de quién tenía que ganar para juntarles la cabeza a todos. Hacían un show. Me terminé de vestir y les fui a decir a los muchachos ‘juéguenle al Manco que no pierde’. Me discutían afirmando: ‘Pero si ya perdió dos partidos…’ y efectivamente ganó el ‘Manco’ y les juntó la cabeza a todos”. Nito : “y sí, en el juego de paleta

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era así, había mucho arreglo”. Yo: “pero, ¡ojo! que después Delguy se desquitaba y ganaba cuando que-ría…” Carlos : “él era pareja, en primera división, con Hugo Bianco, no les podía ganar nadie. Esto es poste-rior a lo del vasco Sardina que jugaba en República Gaucha, porque la cancha del Social data de aproxi-madamente 1929”. Nito : “También había otro jugador muy bueno: el ‘Gordo’ Lissi…” Carlos : “…y el vasco Sardina nos enseñó a nosotros –quiero decir a los de nuestra generación- a jugar a la pelota a paleta, nos decía ‘mañana vengan acá a eso de las 10,30 Hs., ¡pero no los quiero ver acá al atardecer!’, ¡claro!, era cuando empezaba el escolazo”. Nito : “El ‘Gordo’ Lissi jugaba en cancha abierta”. Carlos : “Una vez fuimos a Tristán Suárez, los clubes juntaban todos los deportes y hacían como una olimpiada (básquet, bochas, pelota a paleta) y a Delguy en pareja tampoco le ganaba na-die (jugaba conmigo y ganaba, aclara) y esa vez le tocó jugar en cancha abierta…” Yo: “claro, porque a la cancha cerrada le llamaban trinquete”. Carlos : “Bue-no, y se presentaron a jugar en la cancha abierta dos tipos grandotes y Néstor, canchero, experimentado, les dijo ‘saquen Uds.’: la primera pelota, al no rebotar contra el techo fue a parar a un monte, la segunda, la tercera, así y no volvía ninguna pelota… hasta que Néstor se calentó, perdió la paciencia, y dijo: ‘Así no se puede jugar’ y se fue. Perdimos…”

Nito : “si habré ido con mi viejo, con Pedrito Scaglione a ver partidos en Fóbal Club, porque ahí donde ahora está la entrada del supermercado chino “los Primos”, en Alem y Lupo estaba el arco de la can-cha del Fóbal y el arco de enfrente daba a la casa del cuidador, que también fue presidente del Fóbal, el vie-jo Robles”.

Carlos : “Ahí en la esquina de Amenedo y E. de Burzaco, enfrente de donde está el velatorio de Nar-váez, justo en la esquina, había un danés que tenía una cervecería que si mal no recuerdo se llamaba ‘La

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Danesa’ y se quedaba toda la noche. A veces noso-tros queríamos pasar por el otro lado de la Plaza para no vernos en la obligación de hacer una ‘paradita’, pero él nos llamaba con insistencia, porque quería compañía debido a qué él quería tomar cerveza y ne-cesitaba de la justificación del ‘cliente’. Él servía un cívico7 para uno y se tomaba uno él. El próximo lo pa-gaba uno y él se tomaba otro, así pasábamos como veinte tipos; uno invitaba él, uno pagábamos nosotros y él tomaba siempre. Terminaba con una curda terrible a las siete de la mañana, tenía que venir a reempla-zarlo el hijo. Y una noche veníamos con mi hermano Raúl y en la esquina del danés estaba Néstor Delguy con unos cuantos más y el popular pelotari lo llama a mi hermano: ‘Eh! Raúl ¿dónde podemos conseguir carne para hacer un asado?’ A lo que mi hermano respondió: ‘¿A esta hora Néstor, son más de las dos de la mañana?’ Delguy le insistía: ‘en algún lugar te-nemos que conseguir carne’. Y fueron y consiguieron”. Nito : “Sería en lo de Félix, ahí frente a la Plaza, no te olvides que a esa hora ya despostaban la carne”. Car-los : “Pero me parece que no la consiguieron en lo de Félix… y le preguntan a Néstor ‘¿y dónde vamos a hacerlo?’ Ahí… ahí… decía Delguy, y señalaba el Mo-numento a la Bandera en el centro de la Plaza. Y sa-lieron nomás a buscar leña, carbón, qué sé yo ¡E hicieron nomás el asado al pie del Monumento a la Bandera!. Hasta que pasó un batidor y al rato vino la cana e hizo apagar el fuego y ‘tirar todo’, pero… al rato estaban los policías comiendo asado con noso-tros. Y Néstor tenía esas cosas de no parar, era una máquina (para todo ¿eh…?) Tenía un físico privilegia-do, lo comparaban con Remigio Saavedra, el ciclista,

7 Cívico: Término que se dejo de usar hace mucho en cervecería. Peque-ño vaso de vidrio con el que los mayores les daban permiso a los más chicos para jugar con la espuma blanca.

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al contrario éste [por Delguy] le llevaba alguna ventaja porque era más alto, medía cerca de los dos metros”.

Nito : “Mi tío, Eduardo Pulido, tenía la peluque-ría al lado del almacén de Melerio, entonces pasaba un mercachifle, un turco era, y le compró una radio que no era eléctrica ni a pilas, funcionaba con esas piedritas… creo que galena8 le decían. Era para tener el aparato en la peluquería, porque se juntaba una pila de vagos. Al mercachifle le pagaban algo así como un peso por mes; le pagaron como cinco pesos de antici-po y después, al cumplirse el mes, le dijeron al turco ‘mirá no tengo plata’, a la semana siguiente lo mismo y así, pero en ese entonces andaban todos armados y mi tío Pulido tenía un ‘bufoso’ 38 largo. Hasta que el peluquero, es decir mi tío, le dijo al turco ‘Mirá no ten-go para pagarte, pero tengo este revólver para darte a cambio’. Y el turco vio el negocio y agarró viaje ense-guida, sí el revólver era un Smith & Wesson del espe-cial, y uno de la peluquería fue enseguida a avisarle de la circunstancia de la tenencia del arma al oficial Bordoni del destacamento policial de Burzaco y cuan-do pasó el turco por la ‘comisaría’ lo revisaron y lo in-quirieron ‘y esto que llevás acá ¿qué es?’, refiriéndose al revólver. No, decía el turco ‘yo sólo vendo cosas’. Y ya lo metían preso y el turco lloraba y entonces Bor-doni le dijo ‘entonces te decomisamos el arma y te vas’. Claro, como el ‘comisario’ Bordoni estaba avisa-do y arreglado con Pulido, al que jorobaron fue al po-bre turco que se quedó sin revólver y sin radio”.

Carlos : “¿Te acordás de Francisquito? A Fran-cisquito siempre le dábamos diez guitas para el vino y paraba en un árbol frente a mi casa, siempre estaba ahí sentado, no jorobaba a nadie… siempre le llevá-bamos algo de comer o algún abrigo. ¿Y lo conociste a Papelito?” Nito : “Papelito fue al colegio conmigo, se

8 Actualmente si se quiere construir una radio, hay que sustituir la piedra galena por un diodo de Germania.

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llamaba Palombi, un día desapareció y creo que debe haber fallecido”. Carlos : “Cuando le agarraban los ataques que quería matar a medio mundo, mi herma-no lo apaciguaba y le hacía caso, porque fue al cole-gio también con Raúl”. Yo: “Otro al que le daba bolilla ‘Papelito’, le llevaba ropa y lo hacía cambiar era a Chiche Forte, el bicicletero”. Nito : “Ahora ¿vos sabés la historia de Papelito?” Carlos : “Bien, bien, no sé pe-ro se comenta que lo dejó así loco la policía”. Nito : “Yo te cuento, porque Palombi era ferroviario como yo, ¡tenía una pinta! ¡parecía Gardelito! Lengue blanco, sombrerito requintado. Era foguista y trabajaba en Dock Sud. Parece que con esa estampa gardeliana que tenía, le sacó la novia a un comisario”. Carlos : “Sí, yo sabía que lo habían fajado en la comisaría”. Nito : “Y el comisario lo acusó que robaba autos ¡Mirá que Palombi iba a robar autos!!! Y lo encerraron, le metieron picana y palo, y lo dejaron loco… Ahora, una noche, yo estaba trabajando solo en la estación y apa-reció Palombi, preguntándome si quería que barriera. Me extrañó, él que era foguista, ¡mirá que había que saber para llegar a esa especialidad en el ferrocarril! Agarró ese escobillón largo de estación y se puso a barrer la plataforma y entonces yo al otro día le co-menté a mis compañeros y ahí me avivaron lo que había pasado. A partir de ahí toda su locura de cortar y cortar papelitos”.

Myriam : “¿A José Potenza, lo conoce?”. Nito : “sí, guarda del ferrocarril”. Myriam : “bueno es el tío de mi marido. Se murió hace poquito”.

Prosigue, entonces Carlos : “Con el negro Ca-bral, veníamos de bailar una noche…” Nito : “¿Cuál de ellos, el que lo agarró el tren?” Carlos : “sí”. Nito : “bueno, ese es el que pintó –cuando todavía vivía el viejo- la pieza que actualmente es tu biblioteca [diri-giéndose a mí], ahí, donde tenés la computadora…”.

Carlos : “antes, del Camino Real para allá, bah, actual Avenida Hipólito Yrigoyen, no iba nadie, noso-

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tros vivíamos frente a la Plaza, pero después nos fui-mos a vivir a la casa grande de los abuelos, que era una quinta que ya no está más, la agarró la piqueta, la demolieron. Después se loteó todo eso y lo compró Bolsapel”. Myriam : “Donde se incendió, allí, estaba la quinta de mis bisabuelos”. Myldre : “Lo que pasa es que nosotros no solíamos ir por aquel lado, cruzando la Avenida”. Yo: “Sí, íbamos, pero a lo del dentista que asesinaron, Heber García. Le alquilaban como consul-torio una quinta muy linda que está sobre Ituzaingo a media cuadra, pasando La Estrella, para el lado del Club San Martín”.

Sobre la referencia del comentario reciente, surgieron algunas dudas sobre el propietario de aque-lla casa que alquilaba el dentista Heber, que por esos encuentros casuales de la vida las pudo despejar Ri-cardo Pisello. Éste nos dijo que el dueño de aquella hermosa quinta era Beauchamps [la traducción al cas-tellano desde el francés, si esto fuera posible, es bue-nos campos]. O que en realidad, eran dos hermanos, uno alto y otro bajo y asociando el apellido a la estatu-ra les decían popularmente “Bicho Largo” y “Bicho Corto”, ya que Beauchamps se pronuncia “biuchams”. Aquella casa, he realizado la comprobación, queda en Ituzaingo 1353 y a la casa se la denomina “Las Da-lias”.

Ricardo fue quien nos orientó a la casa de Pig-na o Piña, cuya fotografía del año 1933 aparece pági-nas atrás con el correspondiente epígrafe explicativo. Esa polémica foto también llevó a la confusión con la arquitectura semejante de los dos geriátricos: el de Roca entre Humberto Iº y San Martín y el de Nueve de Julio donde se corta Carlos Pellegrini.

Ricardo Pisello vive aún en el mismo lugar, Humberto Iº 744, donde él mismo cursara su primaria, ya que era una escuela privada. Nos cuenta que su tía, docente, se había asociado en esta gestión educa-tiva con la señora de Luis Márquez, Memes Fones, es

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decir con la cuñada del popular peluquero “Juancito” Márquez.

Trayendo a colación al Camino Real –actual Av. H. Yrigoyen-, era de tierra, pasaba –siempre y cuando no lloviera- el colectivo a Brandsen que luego sería el 51. Los llevaba a pescar a Los Manantiales, en Doomselar. Los pescadores esperaban al “bondi” en el Camino Real y Monteverde. Sí llovía iba por la ac-tual avenida Espora, antes Belgrano, que era de Ma-cadán.

Luego de la digresión, continuamos con la en-trevista a Carlos Quiroga:

Yo: “a veces me invitan a la radio FM de Burza-co [FM 106.9 mgh] y la directora es Mirtha Petriella, quien me dice que su padre también tenía forrajería y almacén”. Carlos : “pero ellos estaban del lado de la rotonda del Vapor”.

Carlos : “Livio vivía en la cuadra del lechero Lauría”. Nito : “y el ‘Chelo’ Pucho ¿Cómo era? Ah, ahora me viene el recuerdo: Mainiero”. Carlos : “pero eso era enfrente de la quinta que nombran Uds. que alquiló Heber García” (“Las Dalias”). Myldre : “¿Te acordás?, ¡‘Chau Pucho’!, decía”. Carlos : “y… Mainie-ro era un tipo para el cual no había carambola difícil, salía a bailar –tenía la señora que era maestra- pero andaba siempre divirtiéndose, sanamente, como se hacía todo en aquella época”.

Yo: “lo que a mí me extrañó que esta mujer Pe-triella, decía que su padre tenía el almacén y forrajería más grande y no se acordaba del almacén de Soliva, acá en Mitre casi llegando a España…” Carlos : “pero, ese almacén, era chico no era grande, el que era grande era el almacén de Vallo, no necesitaba aire acondicionado, la altitud del techo era de 5 ó 6 me-tros”. Myldre : “¿sabés dónde era? Ahí enfrente de la Imprenta de Taramasco, donde a tus nietos [se dirige a mí] les hacen los cumpleaños, ‘Las Palmeras’, que hay una cancha de paddle”. Carlos : “Y tenía unos

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ventiladores de techo con unas aspas inmensas, an-daban lentos, daba gusto en verano”. Nito : “Claro, es un almacén chica, pero existe todavía Soliva, sin duda es la más vieja porque hay una placa que dice que empezó las actividades en 1921. No creo que viva Juan, pero los hijos sí y está abierta todavía para la atención al público”.

Yo: “Ahora, Scavuzzo, yerno de Taramasco, es el dueño de la imprenta donde se hizo Tribuna desde 1932. Me contaba que por esa época, había sido ase-sinado un año antes al mencionado [es decir, en 1931], el que tenía su refugio en esta zona, que era el anarquista Severino Di Giovanni, que estaba por ahí atrás del colegio San José…” Nito : “colegio ahora, antes eran todas quintas…”

Myldre : “¿Cómo era lo del Gato Negro?” Car-los : “no, El Gato Negro, estaba ahí en la cortada, en Colón entre Pellegrini y las vías”. Nito : “Ahí estaban los hacheros…” Carlos : “Sí, y me acuerdo del Gato Negro porque me llevaba mi abuela, María Cima de Vanni, que le planchaba los cuellos duros… y mi pa-pá, que pintaba, un día le hizo un óleo al Gato Ne-gro… No sé dónde habrá ido a parar, pero hace unos años le regalé un montón de pinturas de mi padre al Museo Sempere. Un día cuando estábamos ahí en Quintana, frente a la Plaza, mi papá se puso a dibujar el Monumento a la Bandera y el Campanario de la Iglesia detrás, ¡renegó con ese cuadro! porque no le daba la perspectiva… después lo doné también al Museo…” Yo: “creo que el escultor Oscar Rivera me lo mostró…” Nito : “¿Te acordás de Marano vos? Bue-no, fue el que pintó el almacén de Buratti”.

Carlos : “Mi papá… [ante una pregunta acerca del profesionalismo de su padre], sí que era profesio-nal del canto, porque él había estudiado. Después cantaba mucho en las iglesias, aunque solista no era. Y estuvo en algunas radios, como Esténtor o ‘cuchufli-to’, no eran así, de primera línea…”. Nito : “Y ahora me

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hiciste acordar, ¿recordás cuando hacían el famoso Corso de Burzaco?, desde la Avenida H. Yrigoyen, por E. de Burzaco, hasta llegar a la Estación. En la iglesia hacían quermeses y por ahí donde estaba la tienda de Junín –frente a la Covadonga- hacían chorizos. Y don-de está, ahora, la Sociedad Cosmopolita, ahí arriba de lo que era el Cine San Martín, al lado precisamente había unos terrenos que alquilaban y ahí también hacían choripán, para que la gente entrara y consu-miera había un escenario, después se edificó, pero hasta hace unos cuarenta años estaban los palos del palco todavía. Ahí actuaban Mazzocchi –que tocaba el bandoneón-, mi tío Juan Callegari tocaba la guitarra y Tito Simms con su violín, era una orquesta de las lla-madas típicas, o mejor dicho características, porque tocaban todo: un fox-trot, como un pasodoble, una ranchera, de todo”.

En los corsos se utilizaba una parva de papel picado y serpentinas. Era como una cinta de una anti-gua máquina de escribir que se arrojaba desde unos cuantos metros y por lo general cruzaba de acera a acera. Otro recuerdo que aparece en la latencia de la mente es el del lanza perfume: era un tubito de vidrio, como un sifoncito, que tenía una palanquita que se apretaba y salía como un éter, frío pero perfumado y se jugaba con ese elemento en lugar del rústico balde de agua.

Yo: “Buen, decía antes, que Scavuzzo me con-taba que la primera imprenta que tuvieron, donde hicieron Tribuna era una vieja Minerva9, me mostró justo donde estaba abulonada y esa fue la que le compraron a Severino Di Giovanni, cuando el ácrata se tuvo que rajar y ya lo capturaban, pues como era

9 Minerva : máquina de cortas dimensiones, movida por un pedal o eléc-tricamente, y que sirve para tirar prospectos, facturas, membretes y demás impresos pequeños o periódicos, pero hoja por hoja.

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anarquista imprimía en ella todos los panfletos escla-recedores para los sectores populares…”.

No sé porqué salió con esto, pues recuerdo que balbuceó algunas cosas referidas al anarquismo y a los movimientos sociales, enmarcadas en el concepto de bandidos rurales…Carlos : “El coronel Saúl S. Par-do…” Yo: “¿el autor de ‘Guerra al Malón’?” Carlos : “Sí”. Yo: “Bueno, vivió en la esquina de Roca y Nueve de Julio, donde hoy esta el colegio Greenfield, que se ve de afuera que era como el casquito de una Estan-cia y la casa se llama San José (en letras de molde sobre el frente que da a Nueve de Julio)…” Carlos : “no, no, vivía justamente donde estaba el Registro Civil, ahí en Amenedo, frente al funebrero…” Yo: “Ud. sabe que yo siempre creí que era allí, pero Mario Oporto, el sobrino de Nito, me dijo que no y me señaló el lugar al cual recién me referí… pero a mí siempre me pareció que era ahí donde dicen Uds., porque él nombra en determinado documento que tenía un bal-cón con una barra cilíndrica de bronce hacia la calle y allí hay una casa que responde a esa descripción, pe-ro la otra casa es más como un casquito de Estancia, no me cerraba… pero ahora me estoy dando cuenta lo que pudo haber pasado: había dos militares con ape-llido parecido, uno es el coronel Saúl Pardo, del que Carlos habla, y el otro era el Comandante Prado, el que escribió ‘Guerra al Malón’ (primer escritor de Almi-rante Brown) y el que efectivamente participó de la campaña al desierto en 1878/79 y vivía en la Estan-zuela ‘San José’”. Carlos : “Al coronel Pardo le íbamos a manguear las camisetas para el fútbol. Nos juntá-bamos diez, once o cinco pibes y hacíamos un equipo de fútbol. Pantaloncitos y zapatillas –por lo general- teníamos, pero ¿y las camisetas?, entonces le íbamos a golpear la puerta al coronel… era Perón…” Nito : “Cierto, era parecido físicamente y era muy amigo de Perón”. Carlos : “Le decíamos: ‘coronel formamos el equipo, que sé yo: Mitre, y no tenemos camisetas…’,

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entonces nos mandaba a algún lado a buscar las ca-misetas o nos decía ‘la semana que viene las tienen’. Siempre cumplió. Nunca nos dijo que no”. Nito : “vos sabés que por intermedio del coronel Pardo se consi-guió para adornar al Monumento a la Bandera con los cóndores un barco -con un colega militar que él tenía, pero que pertenecía a la marina de guerra- que des-montaron, le sacaron todo el bronce posible, lo man-daron a fundir a Tandanor e hicieron a los centinelas de los Andes del Monumento”.

Nito : “para ir cerrando un poco, acá mi yerno, Daniel, también escribió mucho sobre Ramón Carrillo [y le muestra los libros], el primer ministro de Salud Pública de la Nación en épocas de Perón. Bueno, vi-vió acá en Burzaco. Había comprado el famoso Monte de Buschiazzo, ahí en Erézcano y San Martín, una cuadra y media por Erézcano viniendo para el lado del pueblo de Burzaco”.

Nito a Carlos: “¿Vos te acordás de Roberto Go-rriti, el que escribió la primera ‘Historia de Burzaco’? Bueno por ahí lo tengo dedicado, se lo regaló a mi finado viejo… Pero lo de Gorriti es distinto, el nombra nada más a las familias ‘tradicionales’ de Burzaco, las de su círculo privado”. Carlos : “… al Dr. Gorriti que vivía en la quinta de los Burzaco, en Colón y Veinticin-co de Mayo yo le iba a llevar cuellos y camisas que planchaba mi abuela. Conocí a Enrique Burzaco, que vivía ahí, después se fueron…”

Nito : “Yo a él [refiriéndose a mí] le cuento mu-chas cosas, pero él mismo es investigador, va al Ar-chivo General de la Nación, pregunta y así y todo se le escapan cosas… Por ejemplo yo le había hablado del Colegio Japonés que existía acá en Burzaco y todavía no figura en su ‘historia’. Estaba ubicado en E. de Burzaco y Moreno –donde está o estaba la despensa ‘Mumi’, pero cerró en el ´45 cuando rompimos relacio-nes con el Eje, que Alemania perdió la guerra y arras-tró a Japón, bueno ahí cerraron el Colegio”. Myldre :

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“yo vivía ahí cuando vine con mi padre de Punta Alta, después Livio nos construyó allá, el chalet al lado de La Estrella, y nos fuimos a vivir ahí”.

Carlos : “¿el colegio japonés? me acuerdo cuando estaba allí en Colón y Etchegoyen, que ahora está el club, buen ahí había un colegio grande, japo-nés”.

Nito : “Y ahora tenemos un músico famoso acá en Burzaco: ‘Juanjo’ Domínguez, que vive ahí por atrás de donde estaba la Escuela Media Nº 2 vieja, por Petorutti y Maure. Es amigo del ministro de Justi-cia, Aníbal Fernández, si cada vez que lo viene a visi-tar ¡hay un despliegue!”.

Carlos : “Otro guitarrista famoso que hubo acá en Burzaco fue Martín Alberro”. Nito : “Buen, mi hija Mónica además de escribir, también, historia (Ministro Rivadavia, Ranchos, etc.), canta y toca la guitarra y en un tiempo habían formado un conjuntito. Y mi hijo, también, y el que le enseñó fue ‘Pepe’ Abrodos. El que le dio muchos datos a Daniel fue el ‘peluquerito’ que, hace poco, murió: ‘Juancito’ Márquez”.

Carlos : “Juancito Márquez era nuestro pelu-quero y estaba con nosotros en los partidos de fútbol. Era el Fóbal Club contra Lamita [no se escucha bien en la grabación] de Longchamps y era el clásico, co-mo en este momento, Brown y Claypole, siempre ter-minaban a las patadas. Y jugaban Cederna, Zorrilla y Ángel Vanni, de ellos, dos gordos inmensos, había que pasarlos, siempre los dejaba con Juancito Már-quez, entonces él cuando se armaban las piñas me agarraba de la mano a mí y a otro grandote, era pinto-resco, porque era chiquito”.

Nito : “No sé si sabías que Fóbal Club había comprado un terreno grande por acá…” Carlos : “pero lo tuvieron que largar, porque se lanzaron a hacer una obra faraónica y no les dio el cuero. Yo al hijo de Nés-tor Delguy lo tuve cuando era el entrenador de Bás-quet. Muy buen deportista, llegó hasta la selección.

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Fue a jugar a Boca, en un momento en que a Boca no le ganaba nadie, yo lo cargaba a Delguy (hijo) y le de-cía ‘los imbatibles’. Y en esa época Fóbal Club trae un norteamericano a jugar y Néstor jugaba en Boca y era el Director Técnico del Fóbal Club y un día me lo en-cuentro y me dice: ‘No fuiste a ver al Negro de Fóbal Club. Una cosa impresionante. Para lo que hay acá, IMPRESIONANTE’. Le digo, ‘entonces ¿y cómo lo tiene Fóbal Club?’ Y dice, porque uno pone mil pesos, el otro, otro tanto y así. El ‘Negro’ vivía en el Club, chupaba, morfaba, y el que pagaba era el Club. ¡Están Locos! Este los va a fundir, se comentaba, y así fue. Llegaron a figurar, un día lo fui a ver, jugaba en All Boys, en la avenida Beiró –cerca de casa, fue un 20 de junio-; acá dicen que la cancha del Fóbal Club se llenaba de bote a bote. El ‘Negro’ era retacón, petiso, no era como los tipos de la NBA, pero no lo podían parar con nada. Iban 18 a 4 y 16 puntos los había hecho el ‘Negro’. Le dije a Nestitor ‘tenías razón’ fabu-loso el ‘Negro’ y al poco tiempo desapareció el que ponía la guita, el Negro, etc.”.

Ya cansado Carlos continuó con otra cosa: “¿Te acordás de las de Cucarella?, sí te tenés que acordar, una era la esposa de mi hermano Raúl y la otra estaba casada con el carnicero, Lerchundi”.

Y, así se fue diluyendo la conversación, apare-ciendo casi siempre el fantasma del Fóbal de otros tiempos.

TITO SIMMS Y SU VIOLÍN MÁGICO Un día cualquiera, cuando estaba intentando

hacer una recopilación en estas páginas recibo, ines-peradamente, un e-mail de un desconocido: Enrique Pons. Enseguida la “compu” y su potente antivirus me alertan sobre el origen incierto del envío. Claro si yo al tal Pons no lo tenía entre mis contactos “seguros”… Pero, como de esta manera se puede observar el con-tenido sin imágenes, enseguida me di cuenta que era

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alguien que en el Asunto preguntaba por Tito Simms. Ahí nomás me interesé sabiendo que era uno de los viejos de Burzaco. Al ponerme a leer noto que se diri-ge correctamente a mí por mi nombre y apellido com-pleto: Estimado Daniel Alberto Chiarenza… (¿?).

Me cuenta, entonces, que encontró mis datos en la página de Internet www.guiaburzaco.com.ar, creyendo que el sitio era de mi propiedad, cuando en realidad el responsable es el contador Aurelio del Río; y que el objeto de su inquietud es saber algo más so-bre Tito Simms, violinista del Teatro Colón de Buenos Aires. Allí es cuando Pons se presenta como pariente de Tito y me cuenta lo que él sabe de su historia. Re-sulta que el tatarabuelo de Enrique Pons –mi eventual escritor, quien reside en Sondrio (una de las 11 pro-vincias de la Lombardía), Italia- era Carlos Teófilo del Corazón de Jesús Simms (¡ojo, el padre de Tito que también se llamaba Carlos), quien emigró de Inglate-rra con un hermano (tío de Tito) llamado Jorge Simms. Los dos hermanos Simms habían venido a nuestro territorio enviados por el ferrocarril, allá por 1870. Car-los se radicó en Tortugas, del departamento Belgrano en la provincia de Santa Fe, como jefe de estación y su hermano Jorge en la provincia de Córdoba.

Carlos se casó con Rosa Duarte, quien contaba tan solo 13 años, en Córdoba (Argentina) hacia el año 1876, aproximadamente, y tuvo dos hijos: a uno lo llamó Santiago y a otro Carlos Teófilo del Corazón de Jesús Simms –nacido en 1887, puesto que en el Cen-so de 189510 tenía ocho años-. Al parecer con lo único que cuenta Enrique como documentación es el acta de matrimonio de los abuelos de Tito y, también, las respectivas actas matrimoniales de Santiago y de Car-los Teófilo del Corazón de Jesús Simms. Don Carlos

10 En el Canso Nacional de 1895, segundo que se realizaba en el país, “Sims” aparece con una sola “m”. Nos preguntamos ¿Dónde habrá “ga-nado” la otra m?

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Simms (padre de Carlos Teófilo) falleció víctima de la epidemia de cólera en 1886 en San Jerónimo, Santa Fe y su hermano, Santiago, se trasladó a otro lugar perdiendo contacto con el resto de la familia.

Continúa diciendo Pons que haciendo una bús-queda en la guía telefónica encontró a dos sobrinos de Carlos Teófilo, es decir hijos de Santiago, que son Jorge y Graciela Simms, pero desde que se radicó en Europa, hace dos años, perdió todo contacto.

Luego Enrique, quien cuenta con menos de treinta años de edad [es el año 2008, cuando se es-criben estas líneas], reitera que el origen de los Simms está en Inglaterra. Enrique Pons es historiador de su pueblo natal que es Villa Ballester, en el bonae-rense partido de San Martín. Su bisabuelo se llamó Hermann Simms, del cual nos envió una fotografía y era primo hermano de Carlos Teófilo, padre de Tito.

Carlos “Tito” Simms, el violinista del Colón, se casó con Ana Caballero y tuvieron tres hijos, dos me-llizos (Carlos y Telmo, nacidos en 1943) y Hortensia Ana Simms, maestra habitante, en este momento, de la chubutense localidad de Trevelin, nacida en 1945 y muy en contacto con la comunidad galesa y que ahora tiene una hija radicada allí, en Gales.

Mi mejor fuente -en estos momentos en que lamentablemente no lo tenemos más entre nosotros al “Negro” Oscar Oporto- es mi suegro Alfredo “Nito” Oporto, el viejo ferroviario burzaquense, hijo del pri-mer cartero Raúl Oporto, quien me informa en una especie de método “inquisitivo crítico herodotiano” de los sucesos del pasado de Burzaco. Enseguida fue su hija, Mónica Oporto (historiadora), con quien estamos casados desde hace casi treinta años, con el MP3 invitándolo –casi obligándolo al viejo- a que grabara algo para Enrique, así se lo enviábamos a Italia.

Por esa grabación nos enteramos que Tito es-taba casado con una de las “maestras” Caballero –como se dijo en líneas anteriores-, familia también

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muy conocida en Burzaco, que vivían en Veinticinco de Mayo y Del Valle. Aunque Tito, luego ya casado, habitaría la casa de Amenedo casi esquina Alem (an-tes de llegar al ex local de la Unión Ferroviaria). El matrimonio Simms-Caballero tuvo dos hijos mellizos y una hija, Hortensia. De Telmo se sabe que manejaba un camión porque, al parecer, tenía un reparto general de productos.

Además de haber sido un eximio violinista, Tito fue un gran jugador de fútbol, militando en la primera división del Burzaco Fútbol Club (el “Fóbal”), pero también llegó a la reserva de Estudiantes de La Plata y luego incursionó en Lanús.

BURZACO EN MI MENTE (“NITO” OPORTO) Lo que se va a relatar a continuación, en forma

lineal, puede ser la historia de cualquier pueblo –universalmente hablando- que poco a poco se va transformando en ciudad, pero que desde un primer instante constituyó un barrio de trabajadores (Italia al 700, lindando con las vías del FF.CC.), observándose recién ahora cierto medio pelo con mayores aspiracio-nes sociales.

Cuenta Nito que, a pesar de estar a cuatro cua-dras de lo que se identificaba como el centro del pue-blo, las calles eran de tierra formándose los lógicos fangales cuando llovía. Si continuábamos por Italia hacia el oeste, la actual Mitre no existía hacia la dere-cha (es decir, hacia el norte) al llegar a lo que actual-mente es la esquina, ahí había una quinta a la que llamaban la quinta de Bello. Pero hacia la izquierda sí se podía circular y transitar Mitre (Emilio Mitre y no Bartolomé Mitre). Tampoco podía seguirse derecho –siempre por Italia- hasta Veinticinco de Mayo porque estaba cerrado. Después, con el tiempo se abrió la calle (Mitre) que unía a Italia con Del Valle en la que era la quinta “Los Nísperos”, que cuidaba el viejo Pa-lín. En esa esquina de Mitre y Del Valle estaba el al-macén de Santiago. E Italia, yendo hacia la actual Av.

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H. Yrigoyen no era que estaba cerrado como aseve-ramos recién, sino que era todo campo. La quinta de Bello era muy hermosa, todos eucaliptos, mandarinas. Allí existía un chalet hermoso de –por lo menos- dos plantas, justo a mitad de cuadra entre Italia y A. del Valle, sobre la derecha yendo para el pueblo, que era la parte habitable de la quinta –una verdadera reliquia-; actualmente, frente al consultorio de la Dra. Mónica García (hija de Santiago), la calle Mitre hace como una tenue “S”. Eso fue hecho a propósito porque si se continuaba la calle en línea recta iba a rebanarle justo un pedazo de frente al lujoso chalet. Aunque luego la casona se vendió, siendo demolida y loteada.

Donde actualmente vive Raquel Raspino (Italia y Mitre, esq. SE), había una casa que era como el casco de una Estancia, un caserón con cocheras (¡ojo!, para coches tirados a caballo) que abarcaba toda la esquina. Después quedó abandonado y se tejieron leyendas –como en todo pueblo, en la que los muchachos dibujaron algunas travesuras como la de ahuecar una calabaza, con los ojos, la nariz, la boca, ponerle una vela dentro y colocarla en alguna de las ventanas ya anuladas al uso, esperando necesaria-mente que pasaran por allí (a la nochecita) las hijas del viejo Menéndez y se llevaran flor de susto-. Había plantas de higo españoles, hermosos, los chicos en las siestas intentaban robarse alguno, ¡pero!, ¡si los agarraba el viejo Menéndez!!! Este Manuel Menéndez fue el primer basurero que hubo en Burzaco. En ese entonces los vecinos dejaban la basura en baldes, no existía la bolsita de plástico y el cesto en lo alto del palo de hierro, y el gallego se enojaba si dejaban co-sas con agua o excesivamente mojadas, porque cuando volcaba se le empapaba todo el carro, enton-ces agujereaba los baldes con una horquilla que lle-vaba siempre en su vehículo.

Enfrente de la casa de Nito Oporto había una laguna, con patos y todo, sería hacia el fondo de “Fir-

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po” Rodríguez. Los vecinos que tenían –comenzando por Italia y Roca- eran: Palacios, enfrente a Calvache; casi pegado a la casa de los Oporto a Pascual Caruso (que ahora vive la hija), el nombrado Menéndez, Pa-rracías y Díaz y, luego, los japoneses, Isikawa, en su quinta. También estaba la barrera de Monteverde, ahora claro está el puente del Camino de Cintura o Ruta 4. Por aquel entonces era la calle de Las Tropas, por donde llevaban a todos los animales que iban al matadero. Esa era una barrera con vivienda. Estuvo Manuel Solanas que vivía con su familia allí.

Ya que mencionamos al matadero digamos que estaba ubicado en Monteverde, frente al hogar israeli-ta, aproximadamente adonde ahora funciona el anti-rrábico municipal.

Ahora continuando por Roca hacia lo de Buratti (Roca y Alsina) los vecinos eran: doña Julia, una es-pañola que era un personaje realmente interesante; luego el inglés Henderson, Oscar Oporto, Rivoldazi y después vendría a vivir el “Negro” Argañaraz. Donde en algún momento hubo un pasillo -de la vía hacia el lado Este, de Roca a Carlos Pellegrini- por aquellos años no existía, debían pasar por debajo del alambra-do. Y del lado de Carlos Pellegrini estaba el ancho de la calle, lugar donde después construyeron una casa de una abogada o escribana, ahí vivieron los abuelos paternos de Nito Oporto, es decir Gregoria Trujillo y Prudencio Oporto, la medianera de esa casa y todo el ancho de la calle A. del Valle era un potrero, baldío, hasta llegar a lo del “viejo” Baraglia que transportaba materiales de construcción en un carro. Con el tiempo esta casa tomó más terreno y la primitiva construcción de Baraglia se transformó en un chalet, que le hizo de pared lateral al pasillito que conocimos todos los que estamos leyendo estas líneas.

Cruzando del Valle, en la esquina, siempre con-tinuando por Roca, estaba el gallego Cao y en la Man-zana de enfrente estaba el “rancho” de Modesto Pe-

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lay, un hombre bonachón de campo y como yendo hacia Mitre –a mitad de la cuadra- había una lagunita que todos llamaban, como era lógico el toponímico, la lagunita de Pelay. Luego seguían los chalecitos –que eran tres o cuatro- dos daban sobre Roca y dos sobre Alem; en la otra Manzana (de Alem a Alcorta) vivía Berruto, pero era todo un descampado. Sobre Alcorta estaba la casa de Inocencio o de la tía Antonia de Nito, podía estar también la familia Bruzzone. Des-pués un potrero baldío y, más adelante, estaba la quinta de Smith, un lote (o más) donde se encontraba siempre un burrito que se sospecha que era de Buratti que lo guardaba allí. Así se llegaba a la esquina de Roca y Alsina.

Llegamos a lo de Buratti, que era un almacén de ramos generales. Años después pasaría a ser un corralón de materiales. Cruzando la barrera nos en-contrábamos con don Francisco Trujillo, también un almacén de ramos generales, un hermanastro de la abuela de Nito, Gregoria Trujillo. Enfrente estaba la farmacia de Ciappa –es decir la farmacia Pasteur-, casi en la esquina de Alsina y Carlos Pellegrini, que después la compraría Dranowsky y se trasladaría a su actual emplazamiento (Alsina y Etchegoyen).

Para aquellas calles de barro eran típicos los pasos de piedra. Eran los que en los días de calles anegadizas permitían a los peatones pasar de un lado al otro de las aceras, sin que los carros le hicieran me-lla. Actualmente la Sociedad de Fomento Juan Bautis-ta Alberdi (Amenedo y A. del Valle) actúa más como club, pero en esos días hacía fomentismo en serio. El encargado de la Sociedad de Fomento era objeto de solapadas chanzas, pues parecía un personaje salido de un almanaque de Alpargatas dibujado por el artista Florencio Molina Campos, se llamaba Enrique, y era el encargado de arreglar los pasos de piedra e hizo ve-redas, en cuya tarea ayudaban los vecinos comprando los ladrillos (sin ir más lejos la casa del autor de este

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libro, que fue la vivienda del abuelo de Mónica Oporto –mi esposa-, aún conserva una vereda de ese tipo. También alambraban los frentes de las casas, acom-pañados de molinillos de madera, para evitar el ingre-so de animales y que estropearan los hermosos cer-cos y los modestos jardines.

El tránsito de carros era bastante regular. Venía el panadero en una jardinera; el lechero, que al costa-do del carro tenía unas tablas con agujeros donde iban calzados los tarros de leche que luego distribuían entre los vecinos con una medida. Nito conoció al vie-jo Duba que venía con una vaca y un par de terneros, maneaba la vaca y despachaba y uno podía tomar leche al pie del vacuno. Después vino “La Armonía”, que luego pasó a ser “La Serenísima” y por su presión prohibieron la venta de la leche directamente del bovi-no, con el argumento “higiénico” de la pasteurización. También pasaba el carnicero en un carro grande co-mo con un techo de lona y del lado de adentro forrado con cinc, traía las sierras para cortar la carne. Se lla-maba Gabrielli. No faltaba el turco que vendía ropa.

Otra de las jardineras famosas, cerradas y tira-das por burritos, usualmente circulante por estos la-res, era la de la Panificación Argentina. Los burritos a veces morían en el intento de llegar a estos fangales, tal vez producto del rudo castigo que le propinaba su eventual conductor. En cuando al pan que portaban, era distinto al de venta en las panaderías, podía ser una especie de pan alemán. Y cruzando la avenida Monteverde o Ruta 4, estaba la quinta de Macias, donde por mucho tiempo fue el Club Israelita. Se co-mentaba que esos lugares habían sido escenario de un crimen, al parecer de características pasionales. Se presume que la dueña de la quinta era una viuda y uno de los peones, por cuestiones amorosas, la mató y el hijo de la propietaria con una escopeta lo ultimó, a su vez, al asesino de la madre.

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Luego, yendo para el lado de Monteverde había otro de los vecinos caracterizados, la familia Gulín. En la Manzana que hoy vive Julio César Oporto (Wilson, Amenedo, Monteverde, Francisco Moreno), allí estaba la quinta de “los Catalanes”, la casa se ubicaba casi llegando a Monteverde, donde prácticamente todo el barrio adquiría la verdura fresquísima.

El asfalto empezaba de Alcorta hacia el centro de Burzaco. Después también estaba el que mantenía la luz –un tal Suárez-, porque en las esquinas de mo-do transversal había faroles con lamparitas de 100 o a lo sumo 150 voltios. Suárez, que trabajaba para SEGBA, tenía al lado de la que actualmente es la De-partamental policial, es decir en Roca –en el mismo lugar en que había estado el Banco Provincia-, bueno allí había una pequeña usina. Este hombre controlaba que no hubiera lamparitas quemadas; los faroles eran como chupetes dados vuelta, pero grandes y con una roldanita los bajaba a la altura del sulky y cambiaba, entonces, la lamparita.

La limpieza era una responsabilidad tácita de los mismos vecinos, pues Menéndez –de quien hablamos- pasaba únicamente por el centro. Por ejemplo lo que hoy llamamos desperdicios orgánicos iban a parar a las gallinas o los chanchos que se cria-ban o se punteaba la tierra y se metían allí para que viniera más negra.

La cancha del Fóbal Club estaba en la Manza-na comprendida por las calles: Moreno, Ángel Lupo entre Del Valle y Alem.

Era característico de Burzaco, en lugar de ca-minar por las veredas, transitar por las calles (lo po-demos constatar en la fotografía de E. de Burzaco a fines de los ´50); costumbre que equivocadamente actualmente se continúa materializando con el peligro que trajo el aumento del parque automotor y la veloci-dad que fueron tomando éstos.

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En E. de Burzaco y Amenedo estaba el Regis-tro Civil, cuyo responsable era Segundo Oporto –el portero de la Escuela Nº 3 era Aníbal Oporto-, allí se casaron Nito y Myldre, pero también contrajo matri-monio Alberto Castillo.

Las quermeses las hacían la juventud católica o la Sociedad Cosmopolita, que atendía cuestiones re-lacionadas con la salud cuando la medicina prepaga era una cuestión de futurismo. Antes existía o el médi-co de la familia o el consultorio. En la Sociedad Cos-mopolita estaba el dentista, que era Reynoso, médi-cos y hacían recetas para conseguir rebajas en las farmacias. Actualmente existe y funciona arriba de lo que era el Cine San Martín de Burzaco. Allí está insta-lada la Biblioteca Mariano Moreno.

Una de las primeras heladerías de Burzaco fue la de Troielli, en E. de Burzaco y Veinticinco de Mayo, en frente de la Plaza y en diagonal a la Iglesia; había un quincho. A Nito lo llevaba su padre, se sacaba la gorra de cartero y quedaba con el uniforme que pare-cía un traje y ahí consumían el famoso “sangüichito”, con dos tapitas de barquillo y en el centro la gustosa crema helada.

Calotti, para los corsos, adornaba el auto y sa-lía atrás de las carrozas. “Mingo” Caruso con sus dis-fraces, se recuerda en el pueblo uno de cocoliche con todas tapitas de cerveza. Para disfrazarse de mujer había que ir a la comisaría y sacar permiso. El corso se iniciaba en la Estación, frente a la cancha de pale-ta, donde está la boca del subterráneo del lado oeste. De ahí, por E. de Burzaco hasta una cuadra antes de la Avenida Yrigoyen. Daban la vuelta por lo de Melerio (calle Moreno).

El día en que demuelan el Cine –actual Sala de Convenciones de la municipalidad de Almirante Brown-, debajo de él está la piedra fundamental, cuyo testimonio está firmado por Raúl Oporto y Regina Pu-lido, que fueron a la inauguración.

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Continúa Oporto recordando cuestiones de su infancia y adolescencia. Volviendo al corso dice que también había un baldío donde se hacían choripanes entre el supermercado Dos y dos y el fotógrafo Zales-ky y si el viejo ese año había tenido buenas propinas, porque entonces era una costumbre darle un premio al cartero a fines o a principios de año, se sentaban allí y comían un choripán con alguna cerveza y los más chicos tomaban un miyo, una naranjada. Luego había que salir corriendo porque comenzaban a tirar agua.

La cancha de paleta estaba en el edificio de Dranovsky, frente a la Estación (actualmente sucursal del Banco de la Nación y en el primer piso la agencia hípica). Eso fue tradicional para Burzaco le llamaban abreviadamente “La Cancha”, fue bar, restaurante, pensión, hotel y la cancha de pelota a paleta cerrada –más conocida como trinquete-, inclusive en la Revista “Mundo Peronista” hay una foto en que se lo ve níti-damente en un palco a Raúl Oporto, mientras abajo está Néstor Delguy, el jugador internacional que tuvo Burzaco. También, si no fue campeón sudamericano de pelota a paleta, anduvo ahí nomás, fue el tío de Nito: Ambrosio Oporto. Jugaba en la cancha que había frente o en diagonal a la comisaría de Burzaco, donde el “Negro Bocha” Norberto Centurión viera tan-tas veces, desde lo que dejaba ver desde afuera el alambrado, campeonatos memorables, precisamente, de bochas. Allí estaba ubicada la cancha, abierta, del gordo Lissi, que era también muy buen pelotari. En ese lugar se vieron muchos payadores, hasta –según se cuenta- estuvo Gabino Ezeiza. Se dice que allí, frente a la cancha, mataron a un político, un tal Pais, que murió a manos de Audino Gómez (esto aclara Nito que no lo vivió, es decir que ocurrió o cuando na-ció o cuando era muy niño, por los treinta del siglo XX).

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Otra cancha de bochas era la del Club de los Desamparados –dicho casi en sentido irónico-, que estaba ubicada de la esquina de Roca e Italia, en lo de que luego fuera la propiedad de Juana de Gonzá-lez hacia lo de Nicola, en ese segmento de la calle Roca se había hecho un espacio y Oscar Oporto había conseguido un juego de bochas. Todas las tar-des era el punto de reunión de los vecinos, como no tenían ni sede ni nada –todo se reducía a esa cancha en la vereda de Roca- se habían autotitulado el club de los desamparados.

Luego, volviendo, República Gaucha es algo que lamentablemente ha caído como en la desmemo-ria de los burzaquenses y sin embargo fue algo tan grande para el pueblo que hoy resulta inimaginable su gravitación en el ámbito popular. Su presidente era Pedro Legris, y la sede, no está probado que tuviera otra que la de Roca 865. Era un centro tradicionalista, otro de los recordables era Reynoso. Para el Veinti-cinco de Mayo don Pedro organizaba una fiesta popu-lar gauchesca, por ejemplo en Pucará. Empezaba desde la mañana, con juegos de destreza criolla. Me-jor dicho, comenzaba en las vísperas, con la matanza de dos vaquillonas, una de ellas, la repartía en Burza-co (pueblo) junto con algunas ropitas para la gente carenciada y la otra se asaba al cuero allá en Pucará. Había toda clase de espectáculos folclóricos: payado-res, cantores, pialadas, domas, carreras cuadreras, etc. Al padre de Nito, don Raúl el cartero, Legris le regalaba una entrada e iba a almorzar. Después de la comida le daban una taza grande de caldo. Venía un cantor, un tal Santiago Rocca. Todos de a caballo, con indumentaria gauchesca.

Don Pedro Legris vivía en Mitre y E. de Burza-co. Hasta no hace muchos años estaba la quinta in-tacta, pero ahora se la llevó el progreso con los loca-les construidos sobre E. de Burzaco. En los últimos

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años la fiesta de República Gaucha se hizo en Los Álamos y luego en San Roque (Villa Numancia).

Había un sinnúmero de personajes en Burzaco. Por ejemplo el viejo Junín que siempre paraba en la cancha de República Gaucha. Por la estación pasaba un tren lechero y otro más, el pescado, que eran defi-citarios pero cumplían un bien común. El tren lechero iba hasta Altamirano y volvía con los tarros de leche y continuaba hasta Avellaneda, luego se distribuía el producto lácteo en la Capital Federal. A la vuelta vol-vía recogiendo los tarros vacíos. Acá había dos fami-lias tradicionales que vivían en Burzaco, pero tenían tambo por Doomselar: los Grosso y los Irurzu. Desde Doomselar le mandaban a cada familia un tarrito de leche de unos cinco litros, que los venía a retirar “Ju-nín”, quien luego los devolvía a la estación, limpios, en horas de la tarde. Junín tenía, a modo de facón, una caña de la india ahuecada (como una bombilla) que portaba en su cinto. Claro, era que aprovechaba cuando paraba el tren para bajarse sus dos tarritos, e introducía la cañita en los tarros de cincuenta litros y se tomaba, en una buena chupada, la lecha más gor-dita, la más alimenticia. El otro –como se dijo- era el tren pescado que, cuando pasaba, temblaba la esta-ción de Burzaco, la franqueaba como una tromba. Ve-nía desde Mar del Plata y su horario de tránsito por Burzaco era a la una de la madrugada. Iba a descar-gar a Constitución y luego era trasladado a H. Yrigo-yen, donde estaba el Mercado Central de Pescado.

Otro personaje era el “Chivo Me”. Era un espa-ñol que vivía por El Vapor, que se comportaba como un ermitaño y moraba en una casucha, aunque era muy prolijo, trabajador, tenía su propia quinta, pero era dueño de una barba tupida, usaba zuecos. Los muchachos cuando lo veían aparecer se escondían o daban vuelta a la esquina para que no los viera y le gritaban “Chivo, chivo, mee...” y este se ponía como

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un loco, hasta dicen que un día llegó a pegarle con un zapín a un muchacho.

También en esta galería de “loquitos” burza-quenses podemos nombrar a “Necochea” y el más actual “Papelito”… del cual ya se habló profusamente.

Volviendo a los trenes –así, como debe ser de repetitivo en la vida de un ferroviario de alma-, la for-mación por el año 1947 era de siete coches, con má-quinas de vapor, pero no con leña, sino con petróleo (fuel oil). Venían con la máquina “35”, se le decía así porque eran tres mil quinientos y pico. Al llegar a Bur-zaco entraba por el andén uno –que entraban los fe-rrocarriles procedentes de Constitución- y el cambista cortaba una “colita básica”, es decir, después de la máquina había un coche de segunda, hasta la mitad -que traía un equipaje-, la otra mitad continuaba siendo un coche de segunda, al que seguía uno de primera –también con equipaje- y ahí cortaba, intercalándose uno de cada categoría. “Cortaba” significaba desen-ganchaba el cambista. Y el “colita básica” seguía con la máquina hasta San Vicente; se hacía por razones de economía, en esa época no viajaba mucha gente después de Burzaco. Acá en Burzaco, la treinta y cua-tro: “la pilota”, que era una máquina más chica se hacía cargo de la continuación del viaje. La locomoto-ra estaba aquí porque había de todo en Burzaco en cuestiones ferroviarias. La máquina de tomar petróleo, la mesa giratoria para dar vuelta las locomotoras, puesto que las máquinas tenían que ir con el miriña-que para adelante, porque algunas tenían doble miri-ñaque y otras no, entonces había que darlas vuelta. La misión de “la pilota” era enganchar los cinco co-ches que quedaban en Burzaco, los retrocedía hasta la calle España y los traía a la plataforma 3 (que ya no existe, pero era la que compartía su superficie con el anden de las formaciones que van hacia adentro [Pla-za C.] y estaba entre ésta y la calle Roca). Cuando el tren volvía de San Vicente no paraba en la plataforma

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2, continuaba con menor velocidad hacia la calle Es-paña y retrocediendo sobre la formación de los coches de la plataforma 3, a los que volvía a enganchar, yen-do para Constitución con siete coches (dos que traía de San Vicente, más los cinco que había dejado).

No pudiendo vencer su pasado ferroviario, Nito, más tarde contó de los petardistas. Desde cuando él era pequeño recuerda que cuando sentían explotar un par de petardos era porque era una noche de neblina cerrada. Y ahí explica lo de la cuadrilla, inevitable para entender la función del petardo. Estaba la cuadrilla de vía y obra, quienes por lo general eran solteros inmi-grantes –italianos, polacos, etc.- que en la estación cuando había noches neblinosas los proveían de una bolsita con petardos, que eran como cajitas pequeñas de pomada pero que tenían dos tiritas a los costados de plomo que iban adheridas al riel. Por lo general, los ponían en la señal de la vía “para adentro” (hacia Pla-za C.) que estaba ubicada frente a lo de Necoff, Nico-la, y la misión era indicar a los maquinistas que la próxima señal era una importante porque se trataba del ingreso a una Estación. Se ponían dos petardos por si fallaba uno. Ahí el maquinista sacaba la cabeza afuera y ya tenía a pocos metros la señal de ingreso a la estación que le podía indicar ¡peligro! Y, entonces, tenía tiempo de frenar. Al otro día, los chicos iban a juntar los plomitos que resultaban unos proyectiles inigualables para las gomeras.

La sede del Burzaco Fútbol Club siempre estu-vo en Veinticinco de Mayo entre Quintana y Humberto Iº. Se hacían “reuniones danzantes”, donde venían orquestas, cantantes y animadores: Juan Carlos Ma-reco (Pinocho), Alberto Marino, etc. Era famoso el Fó-bal porque tenía un salón cerrado con parquet de pi-notea. Los sábados se bailaba con orquestas o graba-ciones. Las mujeres iban acompañadas por sus ma-dres o tías. Nito Oporto nos cuenta que él en esos días presenció una desgracia en el Fóbal. Mataron a

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una mujer joven. Se desató un drama pasional, se comenta que ella le hizo juntar dinero a un muchacho con el fin de casarse, pero él justo la sorprendió en una traición. Estaba bailando ella con otro hombre en el salón, y justo sonaba como música de fondo “Copa de ajenjo”. Llego él, lo separó al que estaba bailando con ella y le descerrajó unos tiros a la traidora, la que murió de inmediato. Un vecina de aquí, Dora Rebol-dazi, recibió un balazo del incidente pasional en una rodilla. Al ofendido lo prendieron, trompadas de por medio, pero prácticamente sin ofertar resistencia. A la mujer infiel la sacaron muerta. Pero el desbande que se armó fue inaudito, la gente en su afán por escapar volteaba del hall todo lo que se le ponía frente: bote-llas, mesitas, etc. Se escondían debajo de la escaleri-ta, que daba al depósito del bar. Valentín Pulido era el mozo en ese entonces. Había quedado una mancha de sangre terrible, indeleble, en el parquet de pinotea. Tuvieron que cambiar hasta parte del piso, pero el “karma” continuaba y la gente ya no entraba a bailar como antes, aunque seguían viniendo orquestas.

En Independiente de Burzaco también había una sede bailable, donde actualmente (vaya a saber a qué le llama actualmente el testigo) hay una fábrica de camperas, lugar al que le llamaban la cortada de “Pi-nín”, justo donde estaba “la Cueva del Chancho”, en el espacio que se cruzaban las vías desde la calle Co-lón.

Los recuerdos los llevan a Nito al Camino Real, es decir a la actual avenida Hipólito Yrigoyen, que en ese entonces era de tierra. En los días que no llovía por allí pasaba el colectivo al que le llamaban “el Brandsen” y que en algún momento era el popular “Cañuelas, Línea 51”. Con el mismo iban a pescar don Raúl Oporto, Caruso, Nito, Juan Callegari y algunos más, al paraje “Los Manantiales”, ubicado en Doomse-lar. El colectivo se tomaba en Monteverde y el Camino Real. Únicamente si llovía cambiaba el trayecto y pa-

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saba por Espora o Belgrano –como se la denominaba antiguamente-, porque ahí era de macadán11 o mejo-rado.

Otro de los monumentos característicos de Burzaco era el Chalet de Piedra. Actualmente demoli-do y en su lugar se construyeron un montón de locales comerciales. Estaba ubicado en Ricardo Rojas y la avenida Espora (ex Belgrano), enfrente de la farmacia Kaplan. Era punto de referencia, luego se vendió pu-sieron como una especie de hostería-restaurante y después le pasó la implacable piqueta. Allí enfrente había como un galponcito de chapa, estaba la gome-ría de Loray.

La avenida Belgrano (ex Espora) era de maca-dán y a modo de desagüe a los costados tenía respe-tables zanjones. Recuerda Nito que, en una oportuni-dad, su madre Regina Pulido, transitando por allí –cree que iba a pagarle a Loray que le había recauchu-tado unas botas de goma- se dio la circunstancia que chocó una moto con un taxista, Mazuco. Como conse-cuencia de la colisión la moto salió despedida y la arrastró a doña Regina a la zanja y del golpe la madre de Nito estuvo internada con un tobillo fracturado. Él era muy pequeño pero recuerda que mientras se re-habilitaba su mamá lo enviaron a la casa de su tía, Magdalena Tirry. Luego venía a hacerle los masajes a su casa Pedrito Scaglione, que era muy amigo de don Raúl.

Ya como dice él mismo cerrando el baúl de los recuerdos le vino repentinamente a la memoria algo que calificó de atípico: el tren peregrino a Luján. Era una formación que arrendaba el cura, hasta él vendía los boletos en la iglesia. El tren partía de Burzaco en el ferrocarril Sud, salía de la plataforma 4 ó de la 5 11 Macadán: Corrupción del inglés por el nombre de su “inventor”, Mac Adams, que se propuso mejorar los caminos de la rubia Albión tirándole al camino abovedado piedras o alquitrán (producto del desperdicio des-pués de la destilación del petróleo).

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desde donde alguna vez partieron los locales, serían las vías auxiliares. Para los chicos de entonces confi-guraba una fiesta, una verdadera aventura. En víspe-ras de la salida en las familias pasajeras se mataba un pollo, se hacían milanesas, bocadillos, etcétera. El tren, que constaba de tres o cuatro coches, llegaba hasta Temperley, donde entraba por la vía de cargas y tomaba por la vía a Haedo. El cura iba coche por co-che rezando el rosario (pero no aprovechaba para vender un CD de cumbia). Desde Haedo iba en forma directa a Luján. Desde la estación de ferrocarril de la ciudad de la Virgen hasta la basílica habría unas vein-ticinco cuadras. Se llegaba en tranvía o también se podía tomar alguna volanta. Se estilaba ir al descanso “El Peregrino” en un lateral de la Basílica. Había me-sas, parrillas, uno acampaba y mientras alguien que-daba cuidando los demás visitaban el sacro sitio o la ciudad de Luján.

También se solía ir a Quilmes. Se tomaba el tren hasta Avellaneda y de allí se hacía el trasbordo hasta la estación de Quilmes, lugar desde el cual se tomaba un tranvía hasta llegar al río.

CAPÍTULO APARTE: LOS NÉSTOR DELGUY

Néstor Delguy, padre, nació un 5 de marzo de 1920 y falleció el 5 de diciembre de 1996.

Fue considerado uno de los mejores pelotaris de todos los tiempos, además de haberse constituido en un auténtico showman, un fantaseador capaz de hacer jugar su paleta como un verdadero instrumento mágico, a través del club de sus amores: el Social Burzaco, como se le llamaba entonces (actualmente, Club de Burzaco).

Acostumbraba a jugar con las manos atadas, con la paleta al revés, -adelantándose a Guillermo Vilas- golpeando a la pelota boleada baja por debajo de las piernas, con una bolsa de cemento al hombro, con un zueco, con una botella de cerveza, con un mo-

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no, con lo más impensado... Comenzó su carrera en la Federación Argentina de Pelota y entre 1946 y 1954 jugó en el Club Almagro como profesional, aunque las locuras siempre volvía a realizarlas a Burzaco. En es-te último año se le permitió volver a jugar como ama-teur y al año siguiente participó, representando a la Federación en diversos campeonatos. Nunca intervino en campeonatos mundiales.

Abandonó la actividad en 1963 y en 1992 reci-bió el último homenaje, cuando el Club Burzaco bauti-zó con su nombre la cancha de pelota como una for-ma de perpetuar en el recuerdo su preciada imagen. Más adelante se llamaría, también, Néstor Delguy a la Plazoleta que queda conformada por las vías del fe-rrocarril entrando a la estación de Burzaco, por las calle Nueve de Julio y Carlos Pellegrini. Esta fue una disposición del gobierno municipal de Almirante Brown.

Fue un profesional de la paleta: durante 25 años jugó contra todos y les ganó a todos, menos, curiosamente, a su primo Gabriel Hauche.

En 1980 recibió el Premio Konex, en el rubro Deportes, Diploma al mérito en Pelota.

La que sigue es una ficción de lo real, es una fantasía literaria –exasperantemente real, como en el realismo mágico- que relata con solvencia periodística Carlos Ferreira en un sitio de Internet identificado co-mo “Cuentos y más” y que tituló “Desafío”, permane-ciendo aún inédito:

“Cuando dije que al flaco Delguy yo le había ganado un mano a mano en trinquete, el Guijón se estremeció bajo la risotada que Buby, el polaco, acompañó con una piña sobre la mesa. Los clientes saltaron de sus asientos como si se hubiese producido un atentado con bomba. Los demás -el Negro, el Chancho, el Inglés, Fillol, el Narigón, el Viejo, Lito y el Pelado- sumaron esas sonrisas propias de quienes no

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entienden de qué se trata. Permanecí inmutable, co-mo todo aquel que dice la verdad.

“El Polaco había iniciado la segunda botella de un tinto que se dejaba tomar y los demás andábamos más o menos en lo mismo, pero dos botellas adentro suyo no eran lo mismo que en otro envase humano.

“Todas las miradas iban de él hacia mí como si estuvieran viendo un Nalbandian-Coria. Buby tenía su clásica sonrisa pícara dibujada en medio de la cara blanca de barba y colorada de vino. ‘Está bien, Sordo, ahora vas a contar ese moco que acabás de tirar so-bre esta santa mesa. Vos debés estar más puesto que yo, pero no importa, te vamos a escuchar. Eso sí, an-tes decile [sic] a los muchachos quién era Delguy, porque si no les va a ser imposible medir la enorme mentira que acabás de proferir’, se mandó de un sa-que la frase y de otro el contenido de su copa.

“Tenía razón. Ninguno de ellos era aficionado a la pelota a paleta. El que tenía alguna vaga idea era el Narigón, cumpa de toda la vida con el Polaco y con-migo, los únicos dos que habíamos saboreado la glo-ria de meterse en una cancha y pegarle a la negrita. Entonces conté que Néstor Delguy había sido uno de los jugadores de paleta más extraordinarios que haya visto nadie. Que él en trinquete y el Manco de Teode-lina en cancha abierta eran como Maradona y Pelé juntos. Pero no pude seguir. El resto de los integran-tes de la mesa no tenía idea de qué era un trinquete, una abierta, un sare [sic], la reja, el tambur, la alca-hueta ni un dos paredes, nada. Una banda de ignoran-tes. De manera que contar todo eso era inútil.

“- Oíme, Sordo -interrumpió el Narigón-, conta-les los desafíos que hacía Delguy, así se dan cuenta.

“Acepté y les dije que escucharan, manga de tarados, alguna vez habrán visto aunque más no sea una foto de un jugador de pelota a paleta... paleta, pelota, pegarle contra una pared. Con eso les tiene que alcanzar. Ahora les agrego que Delguy jugaba

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dando las ventajas más insólitas, era un mago, un showman, un malabarista.

“Por supuesto que empezaron las cargadas. Tuve que apelar al Narigón Millán.

“- Silencio, che -me ayudó mientras se acomo-daba el naso- cállense la boca, dejen que el Sordo cuente.

“Y entonces, aprovechando que pedían más vi-no y algunos postres les repetí que yo le había gana-do un partido mano a mano, en trinquete, a Néstor Delguy, al monstruo, al Chaplin, al Locche de la pelota a paleta. Pero el Chancho, socarrón como siempre, interrumpió.

“- Eso ya lo dijiste antes. No sé, Sordo, -a lo mejor vos tenés toda la noche, pero a mi me gustaría acostarme no muy tarde- chicaneó mientras Lito agre-gó algo que nadie entendió.

“Ahí nomás les recordé que en agosto del año setenta nosotros habíamos dejado de jugar al fútbol ¿se acuerdan? Bueno, cuando el equipo se disolvió volví al otro deporte que siempre quise, la pelota a paleta. Jugaba y también iba a ver a todos los fenó-menos de entonces, pero sobre todo a Delguy y, a veces, una escapadita a la provincia si jugaba el Man-co.

“-Vos sabés que yo recién había entrado al Banco cuando vi por primera vez a Micelli, Ceccona-to... -saltó el Viejo, que era sordo de los dos laterales y muy hincha de los pechofríos- [se refiere, en forma insultante, al Rey de Copas, Independiente de Avella-neda].

“Cuando terminaron de explicarle de qué esta-ba hablando pude seguir diciendo que un día -no me pregunten por qué- me desperté decidido a desafiar a Delguy. Y a partir de ese momento, de ese capricho asombroso aparecido quién sabe de qué rincón de mi cabeza de admirador absoluto empecé a buscar la manera de concretar el partido. Les aclaro que Delguy

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no jugaba a nada si no había un mango de por medio, a menos que fuera para ayudar a algún amigo, a al-guien que necesitara una mano, pero después, ni con una botella de whisky encima entraba al trinquete por el simple gusto de pelotear.

“Un tiempito después me enteré que Delguy hacía una exhibición en el club Moreno. Lo fui a ver. Esa noche jugó tres partidos a veinte tantos cada uno. El primero, un mano a mano, él con una bicicleta en la izquierda.

“- ¡Era ciclista!- explotó el Negro ahogándose de risa. Fillol acompañó la salida apurando su copita de champán, como en otro mundo. El Chancho miraba a todos buscando complicidad. Otra vez intervino el Polaco.

“- Chancho, reíte cuando llegue la mentira, aho-ra el Sordo está diciendo la verdad.

“Les aclaré que no les daba bola y que Delguy jugaba con una bici en la zurda y la paleta en la dere-cha. Corría la pelota llevando la bici. Esa era una de las ventajas que daba a su rival. Aquel partido lo ganó por seis o siete tantos. El segundo fue más bravo, otro mano a mano, pero él cargando una bolsa de cemento de cincuenta kilos.

“El Viejo irrumpió otra vez para decir que el gol de Grillo a los ingleses merecía un bronce en la Plaza de la República, así que le sirvieron más vino.

“A esa altura -seguí- la gente deliraba; sobre todo los que le habían confiado sus buenos mangos. Lo ganó 20 a l7. El tercero fue un trámite: le dio dos piques a su rival y él jugó pegando sólo de revés, de zurda. El vasquito Urriolabeitía, un amigo de la pelota paleta me hizo el entre porque yo no me animaba a acercarme, tanta era la admiración que le tenía a ese tipo. Delguy le había dicho al vasco que me podía re-cibir pero a la madrugada, cuando terminara una me-sa de póquer, que me diera una vuelta a eso de las siete de la mañana.

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“El Polaco cortó el relato. Se levantó de su silla y vino a sentarse a mi lado. Estaba desplegando sus mejores dotes teatrales. Miró a todos, me pasó un brazo por los hombros -algo así como una boa desli-zándose por mi espalda- y avisó blandiendo un dedo índice:

“-Este se está jugando la vida y lo sabe. No sé ustedes, pero a esta altura pago por saber adónde va.

“A las seis de la mañana del día siguiente esta-ba ahí, sin dormir, a la espera de que Delguy dejara la mesa. Con media hora de atraso se asomó al bar, me vio y se acercó encendiendo un cigarrillo.

“-Bueno, pibe, me dice el vasquito que quiere hablar conmigo.

“Como si tuviese una pelotita en la garganta, tragué y sólo le dije: -Quiero jugarle un mano a mano.

“Delguy era dos metros de altura y uno de per-cha. Fumaba como un murciélago y el vaso de whisky lo seguía como un perrito faldero. No se le movió un pelo.

“-¿Y usted dónde juega, con quiénes, por cuán-to?

“-Yo ahora estoy jugando en el club La Paternal -balbuceé-, con un grupo de amigos, todos aficiona-dos, como yo. Y por plata no, por jugar.

“-Escuche, muchacho, yo tengo cincuenta años, no sé si me conoce, si me ha visto jugar, en fin. Yo juego por dinero, digamos que soy un profesional, vivo de esto, pero no soy ningún estafador, yo no le robo la plata a nadie. Una cosa es que venga un gringo millo-nario y quiera jugarse la que tiene nada más que para decir que jugó conmigo o en contra, pero usted no es del ambiente y aquí se escolasea mucho.

“-Vea, Delguy, yo lo conozco, lo admiro, sé que no le puedo ganar aunque usted juegue estaqueado, pero tengo que hacerlo, no me pregunte por qué. Yo

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laburo, guita no tengo, pero algunos pesos puedo jun-tar.

“Delguy se sonrió, se le desacomodó el bigote finito que le cortaba la cara por la mitad. Le di pena, lo reconozco. Me miró con ternura y me preguntó la edad. Le canté veinticinco y se aflojó, tiró la mitad de sus dos metros sobre el respaldo de la silla y miró hacia algún horizonte.

“-Yo le puedo prestar unos pesos, está el vas-quito de por medio, no hay problema.

“-Pero yo le quiero jugar, no es la guita... sola-mente.

“-Mire, pibe, esto no me pasó nunca. No sé por qué lo hago, pero está bien, si insiste lo hacemos. Eso sí, tiene que ser por alguna plata y no debe enterarse nadie. Si jugamos, que quede entre usted y yo. Bus-que dónde, piense cuánto y dígame qué ventaja quie-re.

“-Sin ventaja- me salió. “Sentí que el Polaco se tensó. Me pegó un

apretón que por poco me junta las dos hileras de cos-tillas. Me dijo al oído: ‘Estás mintiendo en exceso, pe-dazo de hijo de puta, pará la mano, no te aprovechés de los muchachos, que de esto no saben nada’.

“-Ya le di las condiciones. Se lo voy a decir cla-rito. Yo a los chambones como usted les doy ventaja; sino, me aburro. Le digo más: tome nota ahora. Puedo jugarle a 30 tantos con estas variantes: Una bicicleta en la zurda, una bolsa de cemento al hombro, las mu-ñecas atadas a la paleta, o pegando solamente entre las piernas; con un banquito de guitarrero atado al culo y pegando sentado; tengo una paleta cortada, así que le puedo jugar con la cabeza de la herramienta o, si quiere, la doy vuelta y pego solamente con el man-go.

“Hizo una pausa, como si buscara qué otras cosas podía ofrecerme mientras yo me iba achicando

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en la silla, pero al mismo tiempo sintiendo que tenía cerca el objetivo.

“-Bueno- agregó al fin- si le parece voy como un jugador de fútbol, pegándole con los pies; o si quiere a mano limpia o reemplazo la paleta por una botella de ginebra Llave.

“-Entonces -se me volvió a escapar- ¿libres los dos, mano a mano, no?

“Ni me miró. Se levantó de la mesa y se fue. “El Polaco se indignó un poco y dijo que se iba

igual que Delguy pero los demás lo acusaron de ser el culpable de que todavía me siguieran escuchando. ‘Ahora te la bancás’- le gritaron a coro y el Pelado, divertido y sinuoso como siempre la jugó de jefe: ‘Sor-do, seguí’.

“Al otro día, el vasquito Urriolabeitía fue al club y le llevó a Delguy mi propuesta. Porque yo había en-tendido todo, lo que pasa es que a las siete de la ma-ñana y sin dormir soy capaz de decir cualquier cosa. La plata, mil pesos; la cancha, el trinquete de la calle Bulnes; el día, 29 de agosto a la una de la madrugada; el juez, don Luis Zubeldía. Y a cara de perro.

“-Ya sé la ventaja que le pediste, Sordo -saltó Fillol-: ¡Todas!

“Festejaron la salida, pero me dejaron contar que le pedí entrar ganando 29 a 0, que él fuera de revés de zurda y que todos los saques fueran míos. Según el vasquito Delguy dijo ‘bueno’.

“Estuve veinte días sin fumar, le dije a mi mujer que en esos días me dejara dormir hasta que el cuer-po quisiera, me di masajes, me entrené como nunca.

“Llegó el día. Dormí hasta las dos de la tarde. Almorcé y me fui a la cama otra vez. Me levanté a las siete de la tarde. Es decir, lo mismo que Delguy había hecho toda su vida. Llegué al club a las doce. Media hora después llegó él y me vio peloteando en la can-cha. Creo que me saludó mientras recorría a las zan-cadas el pasillo que bordeaba el trinquete hacia el

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vestuario. A la una en punto entró arqueándose por la puertita de madera del fondo. Detrás, don Luis, nues-tro árbitro.

“-¿El partido lo vas a contar en tiempo real?- si-guió el Chancho con sus sarcasmos, pero no le di bo-la.

“Zubeldía repasó las condiciones en que se iba a jugar el partido y recibió de cada uno los mil pesos de la apuesta. Y a vos, Chancho -lo señalé-, te digo que el partido duró diez minutos. El Polaco saltó de la silla; su risotada, en el boliche ya casi vacío, rebotó por las paredes.

“-No ha lugar, hagan callar a ese tipo- dijo con voz grave el Inglés, mi inesperado abogado defensor, envuelto en humo de faso y vahos de alcohol.

“Hice el primer saque bien alto para que des-pués de tocar la pared fuera a pegar en la puertita de entrada a la cancha .Escuché una explosión. Era Del-guy que la había devuelto de contra, dándole con el revés a la pared del fondo. La pelota voló hacia el frontón y cayó en el 2. La agarré de aire y le metí un palazo a la izquierda, como para que picara corto y se clavara en la reja. Cuando sentí el contacto de la pale-ta con la pelota dije tanto, le gané. Pero cuando me di vuelta, no sé cómo, Delguy estaba ahí, acariciándola para que fuera a la derecha, a media altura. La pelota se murió en el fondo mientras yo la miraba de lejos: 29 a l.

“Y así siguió. Saque mío, tanto de Delguy. Pro-bé todo lo que sabía. Cuando lo veía atrasado le tira-ba dos paredes cortas o un tambur bien bajito; cuando se venía adelante la jugaba flojita atrás, alta o baja. Nada, siempre llegaba. Siempre llegó. Hasta que es-cuché la voz, o mejor dicho, el grito de don Luis cuan-do cantó ‘¡iguales veintinueve!’.

“Me quedaba el último saque. Fui hasta la cajita del fondo caminando despacio, respirando hondo, se-cándome la transpiración con la muñequera de toalla.

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Abrí la puertita, hundí la mano derecha en la bandeja con resina, me restregué las manos, se las pasé al mango de la paleta. Volví al 3 caminando lento. Miré a mi rival y dije ‘va’. Más que con fuerza le pegue con necesidad. La de recuperar la plata que me habían prestado para la apuesta -tres de mis sueldos de en-tonces- y eventualmente ganarme otros tres. Le pegué con lo que me quedaba de brazo, sin fuerza y con al-guna esperancita, que es lo que se pierde siempre, pero al final. Lo que me salió fue una pelota absurda, entregada, estúpida. Mientras ella viajaba haciendo una comba babosa bajé la paleta entregado. Y así me quedé, paralizado, observando la elipse del carboncito de goma que empezaba a bajar mientras Delguy la esperaba tranquilo, seguro de la cita con ella. Enton-ces vi que la pelota daba exactamente en el borde que forman la pared y el piso. La negrita se desinfló, murió al instante. Cuando Delguy se dobló como una hoja de diario para meter la pala, debajo de la pelota no había ni medio centímetro de aire, nada, solamente piso. Zubeldía gritó ‘¡partido!’ y Delguy, con los brazos en jarra, me miró mientras se mordía el labio superior. Después, dirigiéndose a don Luis le preguntó si algu-na vez había visto a alguien con semejante culo.

“Me acerqué hasta él; mi mano desapareció en la suya.

“-Por favor, Delguy, discúlpeme. “-No se disculpe, así es el juego. Mejor le pido

un favor yo a usted. “-Lo que quiera. “-Si puede, no le cuente esto a nadie, por lo

menos hasta que yo me muera. “El Narigón fue el primero en reaccionar. “-¿Entonces le ganaste en serio? “-Y...si -contesté- ¿qué querés, que les mienta?

Fue de casualidad, pero le gané. “-Bué -selló el Polaco-, brindemos por el Sordo. “Levantamos las copas, pero corregí:

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“-Mejor brindemos por el maestro Delguy, que murió ayer”.

“¡Qué suerte que Néstor Delguy no se llamó

Néstor Pérez!”, este fue el comentario que hicieron sus compañeros de básquet refiriéndose al homónimo hijo del Néstor Delguy campeón de pelota a paleta.

Como destacamos profusamente, el primer Néstor Delguy que se conoció en el deporte argentino jugaba a la pelota a paleta. Por eso se pidió a un cul-tor de esta disciplina, Carlos José Ferreira, periodista de raza, compañero en la revista “El Gráfico” de Zoilo Domínguez –de quien se toma este relato homena-jeando a Néstor Delguy (h)-, que escribiera una sem-blanza sobre el famoso pelotari. Gustoso, Ferreira no tardó nada en hacer el texto que sigue a continuación, una hermosa descripción del personaje referido:

“Néstor Delguy padre fue uno de los grandes jugadores argentinos de pelota a paleta. Ese flaco de casi dos metros de altura era cosa seria jugando en serio, pero nunca nadie pudo repetir lo que hacía adentro de un trinquete, la cancha cerrada, en parti-dos de exhibición o en aquellos donde lo que estaba en juego era un desafío por dinero.

“Enfrentando a chambones, los aficionados, lle-gó a hacer cosas que siguen siendo increíbles. Juga-ba contra dos rivales arrastrando una bicicleta, que por otra parte no podía despegar del piso. También ofrecía como ventaja ponerse al hombro, para jugar cada tanto, una bolsa de cemento de cincuenta kilos. Otras veces ataba una cuerda de tres o cuatro metros a la reja del trinquete y el otro extremo a su cintura.

“Lo más común, para él, era atarse la paleta a las muñecas para jugar maniatado, o usar la herra-mienta pegando solamente entre las piernas. Ni qué decir que para él lo menos problemático era jugar gol-peando exclusivamente entre las piernas o, en oca-siones, con un pequeño banco atado a su pelvis, de

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manera que sólo podía pegarle a la pelota en posición de sentado.

“Fue amigo de Gastón Perkins, de Carlos Men-diteguy, de los Alzaga Unzué, gente que lo admiraba y que lo seguía en noches de apuestas tan fuertes co-mo las comilonas posteriores a los encuentros. Delguy había nacido en Glew, provincia de Buenos Aires, en 1920 [aunque vivió toda su vida en Burzaco]. Murió en 1996. En el mundo de la pelota no hay quien no sienta una profunda admiración por este bohemio de hones-tidad intachable que llenaba canchas, incluso de ma-drugada, y que nunca representó al país en torneos internacionales”.

El 12 de abril de 1957 Néstor Delguy apareció, tras un postergado homenaje, en la tapa de la mitoló-gica revista “El Gráfico” en la edición número 1961. El epígrafe de la misma explicaba las razones, para quien no lo conocía: “El pelotari espectáculo”.

El 19 de enero de 1945 nacía en Burzaco Nés-tor Delguy, su hijo, el que fue jugador de básquetbol. Aunque a él se lo podía haber diferenciado, pues tenía un segundo nombre que lo diferenciaba del padre: entonces es Néstor Hernán Delguy y para quienes conocieron a ambos “Nestitor”. El padre se llamaba Néstor Gabriel. La pregunta que uno tiende a hacerse es: ¿Y por qué el hijo no fue jugador de pelota a pale-ta como el padre?

Parece que él mismo escribió la respuesta: “Porque quizás tendría que haberme llamado Pérez para jugar a la pelota a paleta. En aquel entonces había muy buenos jugadores (entre ellos mi viejo) y era un deporte muchísimo más popular que ahora. Cuando yo entraba a una cancha para jugar, siendo muy chico, se juntaba gente para observarme y no me perdonaban una. Fueron varios los intentos y como estudiante secundario hasta me anoté en un Interco-legial. Además a mi padre no le gustaba mucho que

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jugara, porque era un ambiente de mucha ‘timba’, an-tes y después de los partidos”.

El “Nene” Delguy contó las consecuencias in-mediatas de esa situación: “Me cansé rápidamente y, en paralelo, con los amigos del barrio nos juntábamos en una cancha abierta de la iglesia del pueblo [se re-fiere a la Inmaculada Concepción] (porque Burzaco era pueblo en aquella época) para jugar al básquetbol, dando así mis primeros pasos. Me entusiasmé ense-guida y me ficharon en el Burzaco Fútbol Club. Allí estuve entre los 9 y los 17 años, jugando en todas las divisiones menores…”

Fue el principio de una trayectoria que abarcó el siguiente periplo de clubes y que tuvo picos muy afortunados:

• 1954 / 1963: Burzaco Fútbol Club. • 1963 / 1977: Boca Juniors (Capital Federal). • 1978 / 1979: Talleres (Remedios de Escala-

da). • 1980 / 1981: San Miguel. Nestitor llegó a Boca en 1963, cuando el club

de la ribera había completado su famoso ciclo trienal de haber ganado la triple corona las tres veces.

“Un señor de apellido Viñas –relata Nestitor- era dirigente de Brown de Adrogué, rival clásico de donde yo jugaba: el Burzaco Fútbol Club. Tenía un amigo en la Comisión Directiva de Boca Juniors y me preguntó si quería probarme. Según Viñas, me veía condiciones para intentarlo. No lo dudé ni un instante y me presenté al toque…

“Tuve la suerte de quedar –agrega-. Llegué en un momento oportuno, primero por la edad y después porque el director técnico recién arribado, Yoyo Cava-llero, llevado por el entrenador principal, Abelardo Dasso, quería armar un buen equipo de juveniles y estaban buscando jugadores. Salimos campeones de la categoría en la Asociación Buenos Aires e inmedia-tamente me empezaron a tener en cuenta para el

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banco de la primera. Debuté en una gira por el Inter-ior, en Mendoza, cuando todavía estaba ‘Caña’ De Simone y se encontraba próximo a irse a Italia…”.

El 20 de febrero de 1963 se publicó en “El Grá-fico” la nota del periodista Jorge Ventura con el retiro de Néstor (padre) como pelotari. “… ¡Chau a la pale-ta!”, se tituló. Fue la primera vez que también salió fotografiado el “Nene” Delguy en la histórica revista de la Editorial Atlántida. “Virtudes de buen basquetbolista. GEBA e Independiente de Avellaneda lo quieren para su primera”, se leyó en el epígrafe. Pero terció Boca y ganó, tal vez, una ancestral simpatía.

En una nota publicada en la citada revista el 7 de septiembre de 1965 el especialista en básquet, Piri García, contó una sugerencia que le había hecho “La-lo” Dasso: “Mire a ese pibe de la tercera. Cuando lle-gue a la primera, va a ser crack. Va a tener que hablar de él muchas veces. Las sabe todas. Cuando tenga la experiencia y la familiaridad de jugar entre los gran-des, va a ser un fenómeno…”.

El periodista deportivo Piri en el mismo párrafo comentó que “Yoyo“ Cavallero, por su parte, habló muchas veces de una bomba que tenía en la tercera: “La ’bomba’ era Delguy. ¡Qué le dije! ¿Vio que era cierto?... Espere un cachito más y todos tendremos un crack en el básquet de primera”.

El remate fue contundente: “Dasso y Cavallero tenían razón”.

Luego, Delguy pasó a explicar la razón de su puesto dentro de la cancha y su posterior evolución:

“En las inferiores jugaba de cuatro y hasta de cinco. Llegué a Boca y tuve que aprender a moverme de frente al tablero. Por suerte ocurrió así, ya que vi a muchos jugadores de mi altura (1,89 metro) tener una carrera muy corta porque no les quedaba otra: esta-ban en clubes denominados ‘chicos’ y eran los lungui-tos de por vida. A pesar de que me costó, traté de amoldarme rápidamente jugando de tres o de dos”.

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También creció en sus características: “Era un jugador rápido, con permanente predis-

posición para el contragolpe, con buenas piernas, mu-cha penetración y bastante picante en el uno contra uno. Fui mejorando en el lanzamiento exterior, Dasso y Cavallero mediante, y defensivamente –después de tener al maestro Trama-, con mucho amor propio, y sin algunas distracciones que solía tener, también progresé. En la competencia internacional, marcando, era otra cosa, sino no te llamaban más. Debías hacer-lo como ocurre ahora…”.

Quedó algo sin explicar: la triple corona fue la denominación popular en la Asociación Buenos Aires de ganar conjuntamente en la misma temporada el Torneo Apertura y el Campeonato Oficial, más el Me-tropolitano, donde se agregaban los equipos clasifica-dos de la Asociación Porteña. Boca Juniors concretó la hazaña de conquistarla tres veces de manera con-secutiva en 1961, 1962 y 1963. ¡Esto significa ser campeón en nueve torneos seguidos! Lo hizo con una campaña total de casi imbatible: 93 partidos y 89 triun-fos.

El quinteto habitual que utilizaba Boca, y que se hizo clásico, fue el que dirigió Abelardo Dasso consti-tuido por Jesús Díaz, Miguel Carrizo, Bernardo Schi-me, Enrique Borda y Alberto De Simone. Tras un título aislado ganado por River Plate, en 1964, Boca esta-bleció una nueva trilogía en el Campeonato Oficial de la Buenos Aires: 1965, 1966 y 1967. Siempre con “La-lo” Dasso y ahora con Néstor Delguy (h), nuestro otro protagonista.

“La formación básica más estable –contaba Néstor Delguy (h)-, arrancando en 1965, la integraba con Jesús Díaz, Héctor ‘Gallego’ Vázquez, Enrique Borda y Juan Carlos Mazzini. Teníamos todo: un con-traataque demoledor que definíamos con Vázquez y Díaz y rebote en los dos tableros asegurado por Maz-zini y Borda. En ataque fijo, el ‘Gordo’ y Enrique, con

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su ganchito, mataban bajo los cestos. ¡Y ni hablar de todo lo bueno que hacía el ‘Chino’ en la base!, ade-más de su lanzamiento implacable de media distancia. En defensa, Dasso nos paraba en zona uno-tres-uno (que nos salía muy bien), haciendo pressing sobre el lado débil del rival. Si marcábamos personal, lo hacíamos con mucha garra. Jugábamos de memoria y nos divertíamos muchísimo. Tengo un hermoso re-cuerdo de ese quinteto”.

El siguiente título importante de Boca Juniors, con Néstor Delguy (h), fue el de campeón metropolita-no de 1969, jugado en su 18ª edición. Lo obtuvo en la penúltima jornada el viernes 12 de diciembre del mis-mo año, en el Luna Park, pese a perder 88-82 con “La Catedral” de San Lorenzo dirigido por Edgar Parizzia. Es que el equipo de la ribera terminó con 6 triunfos y una sola derrota, superior en la tabla al 5-2 de Comu-nicaciones y su vencedor de esa noche. En el equipo abridor boquense ya eran regulares también Adalberto Gusso y Emilio Dumani, y alternaban Héctor Maina, Ricardo Poskus y Gilberto Runge.

El diario “La Prensa” comentó al respecto: “Bo-ca es el equipo que tiene mayor potencia para buscar el tablero rival y varios hombres capaces de constituir-se en goleadores”.

Su cuarto título de campeón oficial de la Aso-ciación Buenos Aires llegó el jueves 17 de diciembre de 1970 en la cancha de River Plate. La final repetía la del año anterior y Boca Juniors se tomó desquite al superar 91-76 al Lanús de Freddy Murillas y Carlos Pellandini. Néstor Delguy (h) convirtió 33 puntos en “un andar avasallante y disfrutando del deleite de la velocidad y de la convicción”, según resaltó el diario “La Nación”.

Norberto Galletti, por su parte, escribió en “La Prensa”, que “Delguy por el centro de la cancha llegó una y otra vez”.

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Lalo Dasso había dejado la dirección técnica y dio paso en el cargo a Enrique Jorge Borda, con des-tacados quince años de trayectoria como jugador en el club. Además de Borda, también se habían ido o reti-rado otros históricos de la entidad: Miguel Carrizo, Rubén Castelli, Alberto Noval, José Poirier y Héctor Vázquez. “Pero en muy poco tiempo de trabajo se ar-mó –sigue el Nene- un muy buen equipo, que era aguerrido y ganaba con lo justo. Había muchísimo compañerismo dentro y fuera de la cancha y era infal-table el ‘tercer tiempo’, que nos ayudó a todos”.

Jesús Díaz, Adalberto Gusso o Ricardo Pos-kus, Néstor Delguy, Juan Carlos Manzini y Emilio Du-mani estuvieron en la formación más estable de sali-da. Completaban Luis Casarín, Héctor Maina y Alberto Firpo, un juvenil prometedor que luego se radicó en Italia. En un título de la revista “El Gráfico” el periodis-ta especializado, nombrado tantas veces, resumió el argumento de ese equipo campeón: “La matemática fórmula de Boca: Rebote, contraataque, ¡gol!”. El téc-nico Borda no tuvo dudas: “Hemos ganado marcando. Para mí, si Boca marca bien, gana, no puede per-der…”

Testimonio del Chino Jesús Díaz: “Néstor fue un muchacho excelente en el grupo. Como jugador, le gustaba penetrar muchísimo y mandarse, a favor de su velocidad y de sus excelentes piernas. Entraba en zig-zag y llegaba muy bien en contraataque. Salvando las distancias, tenía un estilo parecido a Manu Ginóbi-li…”

Como jugador de la Selección de Capital Fede-ral, Néstor participó en cuatro ediciones de los Cam-peonatos Argentinos, a saber:

• 1967, en Paraná – Clasificación: Noveno – DT: Armando Grynberg.

• 1968, en Santiago del Estero – Tercero – Leopoldo Contarbio.

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• 1971, en Corrientes – Quinto – Leopoldo Contarbio.

• 1972, en la Capital Federal – Segundo – Al-berto Trama.

Apunte del periodista Piri García, para “El Grá-fico”, sobre el juego de Néstor Delguy: “De manejo fácil, con mucha agilidad y rapidez mental reúne la gran condición de no estatizarse en una función. Si en Boca falta un pivote, allá va Delguy. Si hay que jugar por afuera, no hay problemas: lo ponen a Delguy. To-do lo hace instintivamente. Cuando tiene que armar, mueve la pelota. Cuando debe pelear allá debajo de los cestos, también está presente”.

El currículum internacional de Delguy (h) regis-tra tres presencias en competencias internacionales. Fueron éstas: Año 1967 - 5º Campeonato Mundial - Lugar: Uruguay. Final en Montevideo. Plantel de Ar-gentina: Norberto Battilana, Héctor Barreneche, Alber-to Cabrera, Ángel Casarín, Néstor Delguy, José De Lizaso, Atilio Fruet, Ernesto Gehrmann, Carlos Maria-ni, Dante Masolini, Samuel Oliva y Tomás Sandor. DT: Miguel Ángel Ripullone.

Campaña. Rueda preliminar. Grupo "B": vs. Ja-pón 69-63, vs. Perú 73-65, vs. Unión Soviética 66-105. Rueda final: vs. Estados Unidos 66-76, vs. Uruguay 79-75, vs. Unión Soviética 61-96, vs. Yugoslavia 69-93, vs. Polonia 58-65, vs. Brasil 66-74. Partidos: nue-ve. Triunfos: tres. Derrotas: seis. Clasificación: sexto.

“Nuestra subsede prevista era Bahía Blanca [que se canceló a escasas cuarenta y ocho horas de empezar. La Oficina de Migraciones de nuestro país exigió a los soviéticos ‘poner los dedos’ para registrar sus huellas dactiloscópicas. No aceptaron y hubo que trasladarse de urgencia a Montevideo (hay que tener en cuenta que en plena Guerra Fría y sufriendo nues-tro país la dictadura del Onganiato éramos directa-mente esclavos de las directivas de Estados Unidos)]. Estoy seguro –analizó el ‘Nene’- que hubiéramos lle-

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gado mucho más arriba con los monstruos que tenía-mos, ¡y de locales con Fruet, Cabrera y De Lizaso! Una lástima. Igualmente fue una buena campaña, re-cién superada de visitante en el último Mundial, cuan-do los árbitros nos robaron contra Yugoslavia…”

“El Gráfico” lo elogió por su partido contra los japoneses: el hombre decisivo del triunfo”.

Año 1968 - 22º Campeonato Sudamericano - Lugar: Asunción, Paraguay. Plantel de Argentina: Ri-cardo Crespi, Gustavo Chazarreta, Néstor Delguy, José De Lizaso, Ernesto Gehrmann, Juan Guzmán, Juan López, Alfredo Monachesi, Samuel Oliva, Carlos Pellandini, Guillermo Riofrío y Antonio Tozzi. DT: Jor-ge Martínez. Campaña. Por puntos, todos contra to-dos: vs. Colombia 72-52, vs. Perú 57-62, vs. Chile 79-67, vs. Ecuador 71-50, vs. Brasil 40-45, vs. Paraguay 52-53, vs. Uruguay 66-57. Partidos: siete. Triunfos: cuatro. Derrotas: tres. Clasificación: quinto.

Año 1971 - 24º Campeonato Sudamericano - Lugar: Montevideo, Uruguay. Plantel de Argentina: Jorge Becerra, Eduardo Benítez, Alberto Cabrera, Jorge Cortondo, Néstor Delguy, José De Lizaso, Jorge Denis, Carlos González, Raúl Guitart, Fernando Prato, Guillermo Riofrío y Víctor Hugo Salas. DT: Jorge Ca-navesi. Campaña: por puntos, todos contra todos: vs. Chile 102-58, vs. Ecuador 87-59, vs. Perú 76-69, vs. Paraguay 74-62, vs. Colombia 82-76, vs. Uruguay 62-66, vs. Brasil 74-75. Partidos: 7. Triunfos: 5. Derrotas: 2. Clasificación: tercero.

Una gira que dejó gratos recuerdos en el bás-quetbol argentino fue la que realizó a Europa, entre 1969 y 1970, con un Seleccionado de la Asociación Buenos Aires. Fue una extensa excursión. Se despe-gó de Ezeiza el 21 de diciembre de 1969 y se volvió a Buenos Aires el 3 de febrero de 1970, completando 45 días en la gira que recorrió seis países: España, Bél-gica, Italia, Grecia, Israel y Yugoslavia. En dieciséis partidos, lograron doce triunfos, sufrieron tres derrotas

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y un partido se resolvió dejar empatado. Se promedió 89,43 puntos a favor y 76,68 en contra. Los tres parti-dos perdidos fueron contra el Real Madrid de España en el debut y dos veces contra la Selección Nacional de Yugoslavia. “El segundo encuentro, que fue la des-pedida de la gira (en Cacak, Serbia, 1° de febrero de 1970), caímos sólo por un doble (70-68) contra un equipo que casi cuatro meses más tarde sería cam-peón del mundo...", recordó Nestitor, remarcando la hazaña deportiva Carlitos Cócaro. El empate fue co-ntra la Selección de Atenas (Grecia).

El entrenador Jaime Pérez dirigió a estos cator-ce jugadores: Benjamín Arce y Luis Martínez (Atlanta), Ricardo Broggini (Independiente), Carlos Cócaro (Ri-ver Plate); Néstor Delguy, Emilio Dumani y Juan Car-los Mazzini (Boca Juniors); Jorge Denis (Vélez Sars-field), Ricardo Palmarocchi y Carlos Pellandini (Lanús) y Carlos Perales (San Lorenzo de Almagro). Como invitados se agregaron al plantel los bahienses Alberto Cabrera (Estudiantes) y Atilio Fruet (Olimpo) y el mi-sionero Ernesto Gehrmann (Gimnasia y Esgrima de La Plata).

En esa oportunidad el cronista destacó que fue-ron "Cuarenta y cinco días para recuperar la fe" y es-cribió este concepto en la revista "El Gráfico": "Esta gira, que tuvo mucho de patriada, fue exitosa por un amor propio pleno en convicción, por una fuerza aní-mica que no supo de obstáculos y por un espíritu en-teramente ganador".

Otra excursión de Néstor Delguy a Europa fue en 1971. Allí iría como refuerzo de San Lorenzo de Almagro, dirigido por Edgar Parizzia. También como invitados viajaron Gustavo Chazarreta, Emilio Dumani y Carlos Pellandini.

“No fue tan exitosa como la gira de la Asocia-ción Buenos Aires, pero también jugamos contra riva-les importantes como la Selección Nacional de Espa-ña...”, recordó Delguy (h). De todas maneras, esa gira

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quedó en la historia por un hecho anecdótico-folklórico que se popularizó en nuestro básquetbol: fue en este viaje que Emilio Dumani bautizó ”La Catedral” a ese San Lorenzo de Vasino, Perales y Masolini.

El padre de Nestitor había sido un genio de la pelota a paleta. Él –según dicen los que de las leyes de la herencia nada saben- por el lógico mensaje de la sangre y de la herencia, hizo algunos intentos de prac-ticar el mismo deporte. “Me mató el apellido, no me perdonaban una…”, explicó Néstor. Así recaló en el básquetbol. ¡Menos mal que no se llamó Pérez!.

SIEMPRE SE VUELVE AL PRIMER AMOR…

(BURZACO) También sería justicia nombrar a aquellos que

de alguna manera engrandecieron la comunidad con su silencioso trabajo cotidiano: Luna -sector este- y Antonio Raúl Oporto -sector oeste- (primeros carteros de la localidad), Regina Oporto y doña Rosa (primeras parteras), luego Celarina de Callegari (hija de Regina Oporto, abuela de “Nito”), Prudencio y Martín Oporto, el "ruso" Canónico, "Tuco" Loray, Ayala (primeros co-cheros), Pedro Duba (primer repartidor de leche con vaca incluida). Un cura-amigo, como Pedrito Bordoni; si hablamos de un inglés gentleman, haremos alusión al malogrado Reverendo Cliff, pastor de la primera Iglesia Evangelista de Burzaco, en Veinticinco de Ma-yo casi llegando a España.

Podríamos también hacer referencia a aconte-cimientos del ámbito popular, que jamás aparecerían en una historia "seria": el Carnaval chico en "La Flori-da", con el inigualable "Yiye", un artista, un bohemio y andariego como hubo pocos. El Cine Roca [en la in-tersección con Colón], más viejo que el “San Martín”, donde la entrada costaba veinte guitas y las pulgas se hacían un festín. El último dueño del cine fue Manuel Bailes, el español, y después incentivado por él, la Sociedad Cosmopolita y los vecinos nacería el cine

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San Martín. En el lugar en que actualmente el Club Social tiene una cancha de paddle estaba el Correo, con su característico buzón rojo en la puerta. Allí tra-bajaba Raúl Oporto y el jefe era el señor Botiglieri. Después el Correo pasaría a E. de Burzaco, al lado de la ferretería de Orsi, a un edificio que en la parte supe-rior de su fachada tiene en relieve el año “1914”. Lue-go pasó al edificio donde muchos años estuvo ENTEL – Telefónica (Quintana esquina Mitre), para después mudarse a E. de Burzaco casi esquina Mitre; y ahora su actual disposición es en Roca casi llegando a Humberto I. Aunque antes, la Unión Telefónica estaba ubicada al lado del colegio de la Inmaculada Concep-ción.

Otra ferretería era la de Lazatti, ubicada en Quintana y Roca. Allí, a través de los años ocuparía el mismo lugar el primer Banco afincado en Burzaco: el Banco de Avellaneda.

La presencia en Burzaco del famoso "vasco de la carretilla", que empujando a la misma se recorrió el país a pie, llegando a nuestra ciudad con su perrito muerto, envenenado, y que terminó sus días en la co-lorada tierra misionera, en una casa curiosamente adornada con tapitas de gaseosa y de cerveza.

Esto, sin hablar de los loquitos, verdaderos per-sonajes populares que no faltaron ni en la mismísima Capital, como "Martucho", "Junín" -un vasco vestido de azul, que llevaba en sus brazos, bien alto, de un lado a otro del andén de la Estación, una cama con colchón y todo- y que el vino era su placer cotidiano, haciéndole comenzar el verso que nunca terminaba "al Indio Salvaje y Asesino...” Otro famoso fue "Fran-cisquito" en el pasado, hoy lo tenemos a "Papelito" [esta parte de la “Historia…” fue escrita con anteriori-dad a la definitiva desaparición de “Papelito” Palombi, tragado por las oscuras fauces del tiempo…].

Burzaco posee el primer Monumento Nacional a la Bandera, ubicado en su plaza central Manuel Bel-

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grano -aún más antiguo que el de Rosario-, proyecta-do en 1938 y terminado de construir en 1943 por el escultor Claudio León Sempere. Justamente, fue in-augurado el 1° de agosto de aquel año.

Por aquellos tiempos, si caminábamos por Quintana, la calle que bordea la plaza, hacia lo que llamamos Ciudad Oculta, no había nada para ocultar ya que la urbe apenas se insinuaba, gracias a los pio-neros que se instalaron en aquel inhóspito paisaje.

Si, en cambio, tomábamos para el lado del Ca-mino Real, por supuesto todo de tierra, encontrába-mos el atractivo de la vida sana, al aire libre, como el "monte Sauce", donde los chicos cazaban mixtos y jilgueros, mientras que los mayores tomaban mate y sostenían interminables charlas que –“sin querer”- nos iban formando en el amor al terruño [dice alguien de una o dos generaciones anteriores a la mía].

Por aquellos años se inauguraba el Asilo de Ancianos “Coronel Perón”. Allí estuvo internado Martín Oporto, falleciendo en ese lugar. Era en la época en que los viejos ciertamente estaban protegidos, como decía el Dr. Carrillo: “Protección desde la cuna al fére-tro”. Nito, se coloca como testigo de cuando los ferro-carriles traían: mercaderías (carne, quesos, fiambres, tabaco, cigarrillos, etc.) destinadas al Asilo de Ancia-nos.

Allá, por 1951 -época de oro para el deporte nacional-, tampoco pueden olvidarse las hazañas del "gordo Lissi", quien salió campeón sudamericano de pelota a paleta. Claro que aquí no sería justo dejar de brindar un recordatorio para el campeón argentino Hugo Bianco y la destreza maravillosa de Néstor Del-guy, quien podía jugar con un brazo atado a una pier-na, no importando que los contendientes fueran tres o cuatro; o con ambas manos atadas o a mano limpia, queriendo el "destino" que siempre ganara. También fue un eximio pelotari Ambrosio Oporto.

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Y, si buscamos un bochófilo "de aquellos", de los que casi habían fundado la Federación, ese fue Don Jorge Bruch.

Hoy, la localidad de Burzaco no sólo cuenta con una moderna edificación, sobre todo observable en su parte céntrica -inmediaciones del Ferrocarril-, sino también en su pujante Parque Industrial y en las nu-merosas instituciones sociales, deportivas y culturales.

Ya que mencionamos el tema deportivo, diga-mos que Burzaco cuenta con una institución interna-cionalmente reconocida. Nos referimos al Club Puca-rá, ubicado en Falucho y San Jorge, que está dedica-do plenamente a la práctica del rugby.

Y hablando de Rugby, hubo que esperar hasta el 15 de agosto de 1952. Ese día, con poco público, alejado a lo mejor por la amenaza de lluvia, que acu-dió esa tarde al que parecía un partido más en la serie programada durante la estadía de la selección irlan-desa, una de las mejores del mundo. Sin embargo, los que se arriesgaron, jamás habrán de olvidar lo que vieron: el equipo Pucará de la localidad de Burzaco había logrado derrotar sorpresivamente a su calificado rival por 11 a 6. Nunca antes de había registrado un triunfo local sobre combinados de otros continentes.

En 1952, sería fundado el Club Japonés de Burzaco, cuya presidencia correspondió al Sr. Zenki-chi Shinsato. Si bien la sede del Club estaba ubicada en Colón, el campo de deportes y actividades recrea-tivas estuvo siempre en Roca cruzando Monteverde hacia el lado de Longchamps. Fue escenario de fies-tas memorables, en las que inclusive estuvo presente el hijo del emperador Hirohito, el príncipe Akihito (ac-tual emperador). Don Raúl Oporto era el asador oficial en las fiestas criollas abundosas y dispendiosas en asados de novillo.

Continuando con la fundación y destaque de algunos clubes de la zona no podemos dejar de men-cionar al Club Social Burzaco, con su tenis, pelota a

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paleta y demás. El Baby Fútbol del ex Club Roca con "Varelita" y otros "cebollitas".

El Pato tuvo en Burzaco grandes cultores con "La Enramada".

El Club Independiente de Burzaco ascendió a la primera división de básquet casi con seguridad en 1956. Despertaron un entusiasmo inigualable en su sede de la calle Carlos Pellegrini. Entre los jugadores estaba Palomeque, el “Pulpo” Sacchero, Suárez, Be-choni, Báez (esposo de Gloria), Serrano, etcétera. Había un loco, que nunca falta, que no hacía otra cosa que gritar “sibición”. Cuando vinieron los contrincantes uruguayos tuvieron que traer la policía montada en prevención de cualquier desmán.

Existe en la localidad una dependencia de "Emaús", cuya central se encuentra en la Capital Fe-deral, aunque la de aquí tiene un desenvolvimiento económico propio. Su objeto es la asistencia material y espiritual del necesitado, particularmente de los más carenciados. Se constituyó un 1° de mayo de 1956, para quedar definitivamente organizado el 4 de junio de aquel año. La Comisión directiva quedaría presidi-da por el Arquitecto Alberto P. Pagani.

La sede estaba ubicada en Carlos Pellegrini 655, en un solar de la profesora Dora Blythman y allí funcionó hasta el 8 de diciembre de 1968.

La Escuela N° 3, en 1957 funcionaba con tres turnos, acumulando 36 grados. Además de los "pione-ros", mencionados más arriba, fueron Directores: Jua-na Dorre de Zalvidea, Ciro Tapia, Evelina S. de Triggs, María H. de Ambrós, Nella D'Acosta, Idelfredo Bezzo-lo, Yolanda Delfino, María Z. de Sánchez, Mariana S. de Muñoz.

Los impulsores del Centro Comercial tuvieron su primera reunión oficial el 22 de julio de 1958; para 1966 la Comisión Directiva estaba presidida por uno de esos precursores: el Sr. Aarón Dranovsky.

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Durante la prolífica gobernación del Dr. Oscar Alende, en cuanto a las obras viales de pavimentación de caminos en 1961 era el siguiente: caminos termi-nados Nueve de Julio-Bolívar (tramo I), Nueve de Ju-lio-Bolívar (tramo III), Calvo-Monte Hermoso, Burzaco-Villa Calzada-Claypole, Barker-Ruta 74, Pilar-Escobar.

En mayo de 1961 Alende pudo anunciar que se habían acordado 17 nuevas autorizaciones tendientes a aumentar las líneas, expandir el transporte en reco-rrido y parque y, además, que ya se habían realizado las licitaciones para establecer líneas que intercomu-nicasen: Quilmes, Sarandí, Puente Pueyrredón, Villa Alsina, Villa Industriales, Villa Diamante, Villa Caraza, Avellaneda, Lanús, Remedios de Escalada, Temper-ley, Lomas de Zamora, Burzaco; San Francisco Sola-no, Villa Florida, Quilmes, Gerli, Puente Vélez Sars-field, Morón, Castelar, Los Polvorines, Puente Uriburu, Adrogué. Lomas de Zamora-Burzaco, Puente Saave-dra, Munro, Vicente López, Bancalari.

En septiembre de 1961 se fundaba el Club de Caza y Pesca, con sede en la calle Moreno 639. Su primer presidente fue el Sr. Amable Costas.

No deja de ser relevante, también, su vida reli-giosa. Respondiendo, tal vez a ella, en 1957, se cons-truyó la nave lateral derecha de la Iglesia y en 1965 la lateral izquierda.

Hasta abril de 1964 perteneció al Arzobispado de La Plata, y desde esa fecha pertenece al Obispado de Lomas de Zamora, viéndose notablemente jerar-quizada con la designación del Obispo Auxiliar de la Diócesis de Lomas de Zamora, Monseñor Juan Carlos Maccarone.

Una de las comisiones más destacadas, en cuanto a la realización de obras, del "Burzaco Football Club" fue la que comenzara a actuar allá por 1964, bajo la presidencia del Sr. Rodolfo Buratti.

Aunque días después apareció “oficialmente” en el Boletín Oficial, el 14 de enero de 1965, Burzaco

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fue declarada ciudad en un acto que contó con la pre-sencia del entonces Presidente de la Nación Arturo Illia.

Entonces, como se dijo, por ley publicada en el Boletín Oficial Burzaco deja de ser pueblo, para trans-formarse en ciudad el 27 de enero de 1965.

El 9 de marzo de 1966, el Jefe de Policía de Almirante Brown, Comisario Aguirre, ordenó elevar de categoría a la, hasta entonces, subcomisaría de Bur-zaco. Se convirtió así en la Comisaría Sección 2ª de Alte. Brown, designándose a Pedro Amador Marambio como su primer Comisario.

Volviendo a la Escuela N° 3, su actual Directora es la Sra. Alicia Inés Mastropierro. No olvidemos que por sus excelsas –como a ellos mismos les gusta de-finirlas- aulas pasaron el Contador Público Aurelio Lu-cio del Río, director del sitio www.guíaburzaco.com.ar y la profesora Mónica Oporto, autora de varios libros y ensayos, destacándose en los estudios sobre nuestra vecina localidad de Ministro Rivadavia (la madre de los pueblos brownianos).

La estación con su perfil actual, electrificado, se construyó en 1985, la que sufrió importantes modifica-ciones a consecuencia de esta modernización.

El 1° de mayo de 1994, se vio materializado un sueño largamente acariciado en un barrio de Burzaco. Es inaugurada la Capilla de San Cayetano por el obis-po diocesano de Lomas de Zamora, Monseñor Desi-derio Collino, siendo su primer Presbítero el padre Carlos Catani. Nadie mejor que él para ocupar tal mi-sión, pues se trata de un cura obrero. La piedra fun-damental de la Capilla había sido colocada el 10 de noviembre de 1968, en el mismo lugar donde está emplazada, Provincia de Buenos Aires y Sempere de Burzaco.

El 4 de junio de 1996, con motivo de cumplirse el 40º Aniversario de la fundación de Emaus en Carlos Pellegrini 655, en el domicilio de la profesora Dora

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Blythman, se colocó una marmórea placa recordatoria en su fachada, que hoy parece albergar un zoológico de aves.

El 7 de julio de 1998 fue el día establecido para conmemorar los ciento veinticinco años de la inaugu-ración, en 1873, de la Escuela Nº 3 “Bernardino Riva-davia” de Burzaco. Mario Oporto y Susana Hernández –su señora-, en ese entonces seguramente miembros de la cooperadora, le solicitaron a Nito una foto para exhibir en la Escuela, mandándole él una de 1938 en la que estaría cursando 1º ó 2º grado. En este punto el relator no sabemos si se equivoca en la fecha o pro-bablemente hubiese quedado también una Escuela en Ministro Rivadavia, porque Nito dice que su padre –Antonio Raúl Oporto, nacido en 1892-, aproximada-mente en 1900, asistió a la Escuela Nº 3 que aún es-taba en Ministro Rivadavia y estaba destinada exclusi-vamente a la educación de varones. Y el historiador Gorriti dice que se trasladó a Burzaco en 1885 (?). La cuestión que estando ya en Burzaco realizaron en la tres la primaria completa Carlitos, César y Nito Oporto. También asistieron a ella los hijos de Nito: Mónica y Claudio. Estando este último cursando en la Escuela cumplió su centenario el establecimiento (1973). Esa Escuela en los años juveniles de los hermanos Opor-to, el hermano mayor de Nito, Carlos, asistía al edificio de la misma a cursos universitarios nocturnos para adultos: dibujo, pintura, corte y confección, dactilogra-fía, etcétera. Mucho más tarde, año 1969, sus aulas fueron cedidas en forma precaria para inaugurar el primer secundario estatal de Burzaco, asistiendo a él y dándose cuenta de ello en una broncínea placa, Móni-ca Liliana Oporto, por pertenecer a la primera promo-ción. Era la Escuela de Enseñanza Media Nº 2, que luego cuando esta primera promoción terminaba ter-cer año se trasladaría a Petorutti y Melián. Allí tuvieron profesores de la calidad y calidez del Dr. Carlos Pode-roso, “el” bioquímico de Burzaco.

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Por los últimos años del segundo gobierno de Duhalde se construiría un edificio nuevo a la histórica Media Dos, emplazada en Carlos Pellegrini y Alcorta.

El actual predio municipal de Almirante Brown –antes tierras del ex ferrocarril General Roca- ubicado en la esquina de Alsina y Roca sobre las vías del fe-rrocarril Metropolitano, fue cedido eventualmente por la corporación comunal al Grupo Scout Parroquial San Cayetano de Burzaco. La fundación oficial tuvo lugar el 18 de marzo de 2000.

sEl 9 de julio de 2007, cuestión poco frecuente en estas latitudes, nevó sobre Burzaco así como en la Capital Federal y todo el Conurbano Bonaerense. Tengo ante mi vista una foto de la bellísima mansión de la Quinta Roca nevada… UNIVERSIDAD EN BURZACO. ¿MANIPULACIÓN POLÍTICA O REALIDAD?

Después de casi un cuarto de siglo, de una manera u otra, en el gobierno municipal, el villaver-dismo parecía ya no tener argumentos ni recursos electorales para mantener la misma situación por mu-cho tiempo. Por ello en el año electoral 2007 se pre-senta el mismo diputado Jorge Villaverde como candi-dato a la intendencia municipal. Él sabía que debía hacer un anuncio rimbombante, sensasionalista y –sobre todo- que involucrara a Burzaco que en las últi-mas elecciones se le había puesto rebelde. ¿Qué pensó entonces? Expropiar la antigua y siempre vi-gente, por su riqueza ecológica, Quinta de Roca, pa-rarse en un spot propagandístico en la puerta del cas-co y anunciar la próxima puesta en marcha de la Uni-versidad de Almirante Brown. Todo ello precedido de unos cartelones enormes que, al parecer, quedaron en promesa (escribimos estas líneas en septiembre de 2008).

El municipio de Almirante Brown –al que perte-nece Burzaco-, orientado desde hace más de veinte

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años por el Dr. Jorge Antonio Villaverde, aunque ad-ministrado en aquel momento por Manuel “Manolo” Rodríguez, había comprado en mayo de 2007 el her-moso predio de 15 hectáreas denominado y conocido por todos los vecinos ancestrales como “Quinta Roca”. Ubicada frente al barrio Corimayo de Burzaco, sobre la avenida Espora, a pocos metros de la rotonda “El Vapor”, es decir de la intersección de la Ruta 4 (ave-nida Monteverde o Camino de Cintura) con la avenida Espora. Algunos dicen que se pagó por dicho monu-mento ecológico tres millones y medio de pesos con fondos propios del órgano comunal, según propia con-fesión de la intendencia municipal en su página web oficial.

La propiedad estaba en venta desde hacía más de dos años y la pertenencia se le atribuía a la familia Rossignoli. Muchos vecinos expresaron su disconfor-midad por el lugar elegido para instalar la potencial ciudad universitaria. El fundamento de la crítica está en que habiendo tantos terrenos baldíos o verdaderos basurales, tanto a lo largo de Espora como de Monte-verde, porqué usar una reliquia arquitectónica y arbó-rea que es un reservorio como pulmón verde de todo el partido. Estuve allí dentro y puedo asegurar que ese monte de árboles, entre los cuales predominan los añosos eucaliptos, es tanto o más importante que el Jardín Botánico capitalino.

La mansión propiamente dicha se construyó a principios del siglo XX y se configuró en set de filma-ción de varias películas argentinas, entre ellas la más recordada fue la protagonizada por la entonces vecina de Corimayo Lolita Torres: “Joven, viuda y estanciera”.

La defensa de la entonces administración mu-nicipal se centró en que era un punto estratégico, prácticamente en el cruce de la Ruta 210 (Espora) y la Ruta 4 (Camino de Cintura), lo que permitiría el fácil acceso de los futuros estudiantes, no solo del partido sino los potenciales de la provincia. El tema sería

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desastroso si se comenzara a talar en forma indiscri-minada para que ganaran espacio las construcciones para la Universidad, pero... ¿y si después queda todo en la nada? Hasta el momento lo único que se hizo fue algo positivo, construir doscientos metros de vere-da que incluye al extenso portón de entrada y limpiar de ramas caídas y malezas al sector de ingreso, por lo que ahora se facilitó la visión de la referida mansión en todo su esplendor. El extremo sur es limítrofe con el Club San Albano de Lomas de Zamora, que tiene allí su campo de deportes.

El otro peligro es creer que porque se cursen carreras afines a la posibilidad de conveniar con el vecino Parque Industrial de Burzaco, esto intrínseca-mente significaría un “progreso”, cuando todos sabe-mos que es dudoso –por lo menos- ese hipotético avance industrialista y si no es más predominante co-munalmente la contaminación, polución y consecuen-cias francamente negativas en lo sanitario (Fuente: Juan Pablo Gómez en el blog “Una mirada desde el sur”, detallado en la bibliografía).

EL MEJOR GUITARRISTA DEL MUNDO ES DE

BURZACO: “JUANJO” DOMÍNGUEZ. El domingo 26 de octubre de 2008, merecida-

mente, declararon a “Juanjo” Domínguez ciudadano ilustre del partido de Almirante Brown en una cálida ceremonia digna de comparación con los homenajes usuales a las gestas deportivas, pero esta vez le tocó el turno a la cultura en una de sus expresiones más auténticas: la música, la guitarra y a su eximio ejecu-tante. Todo ello en una maravillosa conjunción.

La ceremonia se efectuó en la Casa de Cultura, ubicada en la cabecera de partido: Adrogué. Precisa-mente en su arteria principal, Esteban Adrogué al 1200, aunque es significativo resaltar que el sobresa-liente músico es vecino de la localidad de Burzaco.

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El virtuoso guitarrista hizo declaraciones al me-dio gráfico regional de la zona sur “Info Región” di-ciendo, casi sorprendido por los reconocimientos in-ternacionales que ya merituan calificadamente su hon-rosa labor: “Me llena de alegría y emoción este reco-nocimiento, el cual me hace bien porque me da fuer-zas para seguir con todo esto que no es fácil porque uno deja cosas en la vida por una carrera, por apoyar a la cultura”.

Hay un hecho inédito en la vida profesional de “Juanjo” que no contaba con antecedentes en el país y por ahí es muy usual en las catedrales europeas. Domínguez fue el primer y único concertista que honró el devocionario que existe en nuestro pueblo criollo por la Virgen de Luján, ofreciendo un concierto en la histórica Basílica bonaerense. Se hizo, como era lógi-co presuponer, en vísperas de la conmemoración anual a la Inmaculada Concepción de la Virgen María, es decir el 7 de diciembre de 1996 y con un especial permiso del Vaticano. No ahondaremos en detalles, pero fue emotivo hasta las lágrimas el escuchar el “Ave María” surgiendo de los dedos del magistral y popular intérprete de la guitarra.

Volviendo al homenaje a “Juanjo” en el distrito de Almirante Brown digamos que siendo poco más de las 18:00 horas comenzó la ceremonia, ubicándose el eximio concertista en la primera fila acompañado por su hija. Allí pudo emocionarse ante cada ejecución musical que le tributaban al “maestro”, pues las mis-mas destilaban admiración hacia el hombre que hizo de la guitarra un juguete fácilmente manejable en sus manos, porque además de virtuoso es habilidoso co-mo pocos.

Del agasajo musical participó la Orquesta de Tango Municipal Juvenil de Almirante Brown “El Re-yunte” acompañada por el maestro Pablo Agri. Justa-mente, hace más de una década se los homenajeaba, habiendo al frente del Municipio de Almirante Brown

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una intendente municipal -aunque un tanto tardíamen-te, a decir verdad- a Antonio Agri, padre del recién nombrado, y a Alejandro Barletta (considerado el úni-co concertista del bandoneón). Y el primero –Agri, pa-dre- uno de los violinistas de mayor excelencia en el mundo y de todos los tiempos. Ambos, Agri y Barletta, vecinos de Adrogué.

Haciendo gala de que un verdadero artista no tiene necesidad de recurrir a la falsa modestia y sí reivindicar la autoestima, antes de deleitar al público con sus interpretaciones Juanjo dijo: “Muchos cuando reciben un premio dicen que no lo tienen merecido, yo no. Creo que es merecido y me pone feliz porque sig-nifica un mimo al corazón”.

Armando Ledesma, subsecretario de Cultura de Almirante Brown, pronunció unas palabras alusivas a la circunstancia: “Juanjo es un guitarrista de los más reconocidos del mundo y en sus manos la guitarra es un instrumento para la creación. Cualquier ritmo en sus manos lo convierte en algo bello. Como músico y persona es un ser excelente”.

Domínguez se formó en el también vecino Con-servatorio Julián Aguirre de Banfield. Hace unos cua-renta años que comenzó su noviazgo con la guitarra y desde entonces nunca se separó de la viola. De esta manera los discos grabados por él pueden contarse por docenas, ya sea como solista, acompañado por sus hermanos o brillando y haciendo brillar a algún intérprete consagrado.

Y no sólo los escenarios de nuestro país lo vie-ron triunfar, sino los de todo el mundo, particularmente los japoneses. En ese país tiene trabajos editados que aún no pudieron ser escuchados por nuestros conna-cionales.

El guitarrista burzaquense –por opción y por adopción- nacido en Junín, tuvo el alto honor de acompañar durante su impecable trayectoria a artistas del fuste de María Graña, el “Chango” Nieto, María

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Marta Serra Lima, Horacio Guaraní y el “Polaco” Go-yeneche.

A propósito de este último se cuenta una anéc-dota relacionada con Juanjo: parece que Goyeneche se había comprometido a hacer una presentación en un lugar de primera línea en el vecino país de Uru-guay, entonces las marquesinas y “afiches” anuncia-ban con mucho aspaviento “Roberto Goyeneche y su orquesta”. Cuando llegó el día de la presentación, el “Polaco” se presentó en el boliche con la sola compa-ñía de “Juanjo”, siendo increpado fuertemente por los empresarios exigiéndole la presencia de la orquesta. A lo que “Garganta con arena” respondió tranquila-mente señalando a Domínguez: “¡Pero si acá está la orquesta! ¿Lo escucharon tocar al ‘Gordo’? ¡Es una orquesta…!”.

Aquel día, de su merecido homenaje “Juanjo” también dijo: “Sin duda a lo largo de los años coseché muchos amigos y me hace muy feliz que ellos piensen que este reconocimiento es merecido”, precisó en el momento que recibía la copia de la Ordenanza Muni-cipal que lo declaraba “Ciudadano Ilustre”.

Cuando le tocó el turno de auto homenajearse gozando con su guitarra haciendo lo que sabe tan bien, no faltaron muestras de virtuosismo inigualable (a lo cual nos tiene acostumbrados, a decir verdad) con escalas dobles, trémolos en tres cuerdas, veloci-dad exquisita –comparable solamente con un instru-mento de arco- y el altísimo nivel de improvisación, parangonable únicamente con las mejores épocas de dar rienda suelda a la creatividad del be-bop en Jazz. Tal es así que su colega Paco de Lucía lo considera “uno de los mejores del mundo”.

Queremos aclarar una cosa: “Juanjo” jamás ne-cesitó ser servil al mundo político para obtener el me-recimiento, hay momentos en la historia en que la cul-tura se impone sobre la política.

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Amigos son los amigos. Raúl Domínguez, Mario Oporto y “Juanjo”

Domínguez. Gentileza M. Oporto.

EL “NEGRO” HÉCTOR ENRIQUE: LA HUMILDAD DE LOS GRANDES

No hace mucho tiempo que los burzaquenses tenemos como vecino a alguien que es infaltable en una historia que se precie de popular. Ídolo y gloria de nuestro deporte máximo, hace poco que habita una casa en Mitre al 500 –pleno corazón de Burzaco-: el es el “Negro” Enrique. Aquel que le diera el pase -como quien tuviera el pie enguantado- antes de media cancha a Maradona, jugando contra la selección in-glesa en el Mundial del ’86; y entonces el mago, el barrilete cósmico… simplemente “el Diego”, se apiló a cinco o seis piratas y produjo el gol más hermoso de la historia del fútbol mundial. Bromeando dice el “Ne-gro”: “No hizo más que empujarla Maradona… ja, ja, ja…” Vendetta; reivindicación histórica contra los usurpadores de las Malvinas. Malvinas Argentinas, de allí procede precisamente el volante carrilero Héctor Enrique, aunque él jamás le llame por este nuevo to-ponímico y diga orgullosamente “yo soy de Loma Ver-de”, que es también parte del partido de Almirante Brown que nos cobija por igual.

Pero sería una injusticia recordar al “Negro” por aquel maravilloso pase “al Diego” y no decir que co-menzó en las inferiores de Lanús, ayudando en parte a que la institución ocupe el sitial que tiene en estos momentos. Él comenzó desde las inferiores, teniendo tan solo once años, cuando el Granate estaba en Pri-mera C. Cuenta que en el ´80, cuando él alcanzó la primera división, todavía estarían durante dos años en la C. Después ascenderían a la B, que es el momento en el cual lo compra River Plate, en 1983; según Enri-que: “año muy duro, en el que hicimos una mala cam-paña con River”.

Luego, la gloria que se dieron conjuntamente con la institución millonaria: campeonatos nacionales,

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Libertadores, Intercontinental, etc. Hombre fraternal como pocos, recuerda también el periplo de su her-mano Carlos en su estadía en Independiente de Ave-llaneda, también consiguiéndolo todo al lado de mons-truos como (los nombra a todos el “Negro”) Goyen, Clausen, Villaverde, Trosero y Enrique; Giusti, Maran-goni y Bochini; Burruchaga, Barberón y Percudani.

El “Negro” Enrique nació un 26 de abril de 1962. Muy amigo –al igual que el que escribe estas líneas- de Carlitos Ibáñez, el “Loco” Ibáñez, quien tuvo la veleidad de presentarse como precandidato a in-tendente municipal de Almirante Brown por el Justicia-lismo, a lo que el “Negro” comenta: “Está bien, yo cuando era chiquito también decía que iba a jugar en la selección mayor de fútbol e iba a salir campeón del mundo…”. Le contesto entonces: “Pero a vos se te dio, pero hay que tener dotes especiales, yo también quiero ser escritor y mirá… (risas)”.

Continuo diciéndole: “lo que siempre se te des-taca, independientemente del gran profesional que sos, es tu proverbial humildad. En mi familia nos tiene conmovidos esa faceta de tu personalidad que hizo que habiendo nacido en medio de la sencillez y la po-breza digna de un pueblo de nuestro Almirante Brown, Loma Verde, sigas teniendo contacto con tus oríge-nes, con tu pueblo…”. Enseguida interrumpió: “Es que si no fuera así, no sería yo”, reafirmando su personali-dad de muchacho de barrio pobre. “Que en determi-nado momento me haya tocado estar entre los famo-sos, no significa que haya traicionado a mis raíces. Siempre volvería a Loma Verde, al barrio, sino sería un acto de deslealtad hasta con mi familia. Yo siempre le digo a mis hijos que lo que más extraño es lo que pasé de chiquito. Ellos me dicen que tienen miedo y yo les replico cómo van a temer algo si hay rejas por todos lados, hay custodia. Papá cuando era pibe no tenía puertas ni ventanas y me dicen ¡andá, y por dónde salían!. Es cierto, nosotros cuando éramos chi-

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cos, teníamos un agujero que oficiaba de puerta y como ventana un palo que sostenía tres chapas…”.

Le comento: “yo sabía de tu gran humildad”, y me contesta “que se basa en el nadie es más que na-die, somos todos iguales”. Continúa “por eso yo a ve-ces me pregunto cómo hay jugadores que porque hacen un lindo gol o ganan un campeonato se agran-dan, no entran por la puerta, dejan de ser ellos en esencia. Entonces, qué tendría que decir o qué actitud tomar, por ejemplo un médico que salva una vida. Al otro día se tendría que negar a asistir a otro paciente porque total el día anterior salvó una vida… No… al otro día tiene que atender a otra persona y tratar de salvarle también la vida. Es decir, no se agranda, no se la cree y porqué nosotros, simples jugadores de fútbol, nos vamos a agrandar porque hacemos un gol…”.

Le digo, entonces, que muchos no pueden en-tender –porque no escucharon el “No sería yo enton-ces”- la razón de su elección de Burzaco como su re-sidencia efectiva y afectiva, que no obstante tener una casa preciosa, él tal vez podría haber elegido un coun-try, San Isidro para tener una vivienda, a lo que me interrumpe respondiendo: “Mi actual mujer vivía en el Centro y sus padres viven en un country, y un día la conminé ‘o te venís conmigo para mi zona o me voy solo’. No yo no aguanto estar allá. A mi me gusta esto, el barrio, tomar mate en la vereda, la esquina, andar en ojotas. Yo viví un tiempo con ella en el Centro, pero salías en ojotas o a pasear al perro y ya te miraban de reojo. Y, así, a veces me cruzo con tu suegro, ¿cómo es…?. Acoto: “Don Oporto”. “Eso –dice el Negro Enri-que- don Oporto…”. Yo referencio: “Es que acá en Burzaco existe un deporte tradicional que es la Quinie-la, y cuando van para la esquina se cruzan todos…”. Enrique dice: “Yo no diría que es tradicional, es un clásico”.

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Pregunto, ¿cómo te considerás acá en Burza-co? ¿Ya sos un vecino más?. “Te digo –dice el Negro- mi lugar en el mundo es Loma Verde, así estuviera jugando en el mundial o en el exitoso River. Muchos creían que era del lugar donde nací a la vida futbolísti-ca: Lanús. Y yo les decía, no, yo soy de Loma Verde. Ojo que, ahora, no te cambio a Burzaco por nada del mundo… Si yo venía a bailar acá a Fóbal, pero es que nosotros éramos tan pero tan pobres que cuando les decía a algunos amigos míos que había ido a bailar a Burzaco no me creían. Me decían ‘andá que vas a ir a Burzaco’, como si yo me hubiera ido a Nueva York…”.

La verdad quedé impresionado por la magnitud de la comparación: Puah!!!… Nueva York con Burza-co… Y, la verdad, que yo también me quedo con Bur-zaco…

BIBLIOGRAFÍA Y TESTIMONIOS CONSULTADOS

- Centurión, Norberto (Bocha) - Coviella, José (Perto). - Fumière, Jorge P.: Origen y Formación del

Partido y Pueblo de Almirante Brown (Adrogué) 1750 – 1882 – En Publicaciones del Archivo Histórico “Dr. Ricardo Levene”. Contribución a la Historia de los Pueblos de la Provincia. La Plata, Dirección de Impresiones del Estado, 1969.

- Gorriti, Roberto: El origen del pueblo de Bur-zaco. Avellaneda, Talleres Gráficos Nueva Vida, 1966. (34879) BCN

- http://articulo.mercadolibre.com.ar/MLA-33993837-el-grafico-1961-argentina-campeon-en-el-sudamericano-delguy, consultado el 23 de julio de 2008.

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- http://unamiradaalsur.blogspot.com/2007/10/burzaco-la-futura-universidad-en-la.html , jueves 18 de oc-tubre de 2007, pero consultado el 8 de septiembre de 2008.

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- http://www.panoramio.com/photo/7279384, consultado el 25 de noviembre de 2008.

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de 1951. Nota de Zamalloa, Félix: “La pelota, deporte na-cional”.

- Rodríguez, Ángel Eduardo “Firpo” - Rodríguez, Eduardo - Salas, Horacio: Tango. Una guía definitiva.

Buenos Aires, Ediciones B, 2008. - Scavuzzo, Omar - Simms, Telmo y Hortensia - Suplemento de “Tribuna” del cincuentenario

(1932 – 1982).

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Profesor DANIEL ALBERTO Profesor DANIEL ALBERTO Profesor DANIEL ALBERTO Profesor DANIEL ALBERTO

CHIARENZACHIARENZACHIARENZACHIARENZA

ÍNDICE

Prólogo por Alfredo “Nito” Oporto 7

Introducción 9

Los Inicios (ya, sin indios…) 11

El papel indispensable y formativo del

Ferrocarril 19

Un pueblo de tamberos 25

Hitos de progreso en la desplazada localidad 2 7

La memorable República Gaucha 29

El vasko “Sardina” 31

Continuando con la Historia de Burzaco… 39

El Comandante Manuel Prado y la “Guerra al

Malón” 41

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Otra vez Burzaco 43

Carlos “Negro” Quiroga, el cantante lírico 53

Tito Simms y su violín mágico 89

Burzaco en mi mente (“Nito” Oporto) 93

Capítulo aparte: Los Néstor Delguy 109

Siempre se vuelve al primer amor… (Burzaco) 131

Universidad en Burzaco. ¿Manipulación

Política o realidad? 145

El mejor guitarrista del mundo es de Burzaco:

“Juanjo” Domínguez 147

El “Negro” Héctor Enrique: La humildad de

los grandes 151

Bibliografía y testimonios consultados 155

Índice 157

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