Historia la virgen de luján

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Historia de Nuestra SEÑORA de LUJÁN

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Historia de Nuestra SEÑORA de LUJÁN

Allá por el año 1630 en medio del inmenso campo argentino; donde el horizonte era una línea y el paisaje verde los envolvía como si fuera el cielo; a orillas del río Lujan, pasaba una caravana de varias carretas que partiendo de Buenos Aires se dirigía al norte, a la localidad de Sumampa (Santiago del Estero) con una carga bellísima. Varios paisanos vestidos de gaucho trataban inútilmente de hacer cruzar el río a una de las carretas tiradas por bueyes. Los hombres conversaban sobre cuál eran las distintas alternativas al problema. - Uno de ellos dijo:- Yo creo que los bueyes le tienen miedo al agua. - Otro, más viejo dijo:- Ya hemos cruzado varios ríos y jamás se empacaron de esta manera. Deben tener hambre.

- El más jovencito replicó:-Hambre no tienen. Han comido una ración más que abundante -El primero, contestó:-Entonces estos bueyes tienen calor o están cansados.- El más viejo pensativo dijo:-Pongámoslos a la sombra hasta mañana y ahí sabremos si ese es el problema. Soltaron los bueyes y los colocaron a descansar bajo un enorme ombú. El árbol más grande de la Pampa Argentina. Mientras tanto, como se acercaba la noche y los paisanos también estaban cansados, armaron unfogón y cebaron matemientras preparabansu comida.

Antes de dormir escucharon unos pasos y luego una voz que a los gritos proclamaba: ¡Ave María Purísima! Ese era el saludo de alguien que se acercaba amigablemente. Entonces, casi a coro los paisanos respondieron: ¡Sin Pecado Concebida! Se acercó un gaucho que se presento diciendo:- Mi nombre es Rosendo de Oramas. Vivo atrás de ese monte. Alcancé a ver la luz del fogón y como me imaginé que algo había ocurrido, les traje pan recién horneado.

A los paisanos se les iluminó el rostro de felicidad y lo invitaron a compartir el mate mientras le relataban lo que pasaba con los bueyes.

A Don Rosendo le llamó la atención. Eso jamás había ocurrido; él tenía mucha experiencia ya que constantemente pasaban caravanas por ese lugar para llegar al norte.

Don Rosendo les aconsejó que trataran de cruzar los bueyes sin las carretas para que le tomaran confianza al río y luego los amarraran.

Se levantaron bien temprano y siguiendo los consejos del gaucho los hicieron cruzar varias veces el río de un lado al otro para que se hicieran amigos del río. Parecía que ya estaba todo prácticamente resuelto.

Pero en cuanto amarraron los bueyes a la carreta, los animales se quedaron parados como si las patas se hubieran petrificado.

-Debe estar muy pesada la carreta. Dijo el más joven.

-Ya estamos perdiendo mucho tiempo con esta historia. Bajemos la carga de una buena vez.

Los paisanos comenzaron a desocupar la carreta.

Mientras descargaban probaban si los bueyes caminaban, pero no daban ni un paso. En el fondo de la misma había dos cajas no muy grandes que contenían dos imágenes de la Virgen.

Cuando bajaron la caja más pequeña los bueyes comenzaron a moverse nuevamente.

-Parece que les volvió el alma al cuerpo a estas bestias-dijeron los paisanos-.

Pero, ni bien colocaron la caja conteniendo la imagen más pequeña de la Virgen, otra vez los bueyes se empacaron. -¡Esto no puede ser! Si no llegamos a Sumampa a tiempo nos van a despedir sin pagarnos un centavo por nuestro trabajo. Los paisanos estaban cansados de arrastrar los bueyes, mojados y embarrados hasta la cintura. A Don Rosendo le llamó la atención que todavía los paisanos estuvieran ahí y decidió volver a visitarlos. Al llegar volvió a saludarlos :- ¡Ave María Purísima! -¡Sin Pecado Concebida! - respondieron al unísono. Le relataron lo que ocurría y Don Rosendo les dijo: -suban los bultos de a uno y prueben si los bueyes se mueven.

Los paisanos volvieron a intentarlo. Los bueyes se movían con facilidad. Salvo cuando colocaban la pequeña caja con la imagen de la Virgen. Don Rosendo dijo con firmeza: -Es la Virgen María. Ella quiere quedarse aquí.-y agregó-Me ofrezco a cuidarla mientras siguen su camino. Los paisanos comprendieron que estaban ante un milagro y aceptaron la oferta sin chistar.

Don Rosendo llevó la imagen a su estancia y le hizo construir una ermita donde la Reina de los Cielos permaneció muchos años El negro Manuel, un pequeño esclavo que trabajaba en esa estancia fue testigo de toda esa maravilla; por el gran amor que demostraba a la Virgen, sus patrones le confiaron el cuidado de la imagen, lo que hizo hasta su muerte. Se encargaba del orden y limpieza en la ermita y de los vestidos de la Virgen.

Al fallecer Don Rosendo, su estancia quedó abandonada, pero Manuel continuó, con santa constancia, el servicio que se había impuesto. El rumor de la Virgen milagrosa corrió con toda velocidad entre los habitantes de la zona y pronto comenzaron a llegar peregrinos desde lugares lejanos.. Estos fueron los comienzos de la devoción a la Virgen de Luján