Historia e Cles i a Stica

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La formación de la Iglesia desde el siglo I hasta el siglo III HISTORIA ECLESIÁSTICA

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  • La formacin de la Iglesiadesde el siglo I hasta el siglo III

    HISTORIA ECLESISTICA

  • Traduccin directa del griegopor

    George Grayling

    coleccin historia

    La formacin de la Iglesiadesde el siglo I hasta el siglo III

    HISTORIA ECLESISTICA

    Eusebio de Cesarea

  • EDITORIAL CLIEM.C.E. Horeb, E.R. n. 2.910 SE-AC/ Ferrocarril, 808232 VILADECAVALLS (Barcelona) ESPAAE-mail: [email protected]: http:// www.clie.es

    HISTORIA ECLESIASTICA

    COLECCIN HISTORIA

    2008 por CLIE para la presente versin espaola, introduccin y notasTraduccin directa del griego por George GraylingTodos los derechos reservados

    Depsito legal:

    ISBN: 978-84-8267-476-6

    Impreso en

    Printed in Spain

    Clasifquese:300 HISTORIA:Historia de la Iglesia PrimitivaCTC: 01-03-0300-10Referencia: 22.44.95

  • 5NDICE GENERAL ESQUEMTICO DE LA OBRA

    NDICE GENERAL ESQUEMTICO DE LA OBRA

    INTRODUCCIN..................................................................................................11La fe y la historia 11Eusebio y el nacimiento de la historiografa cristiana 14El conflicto arriano 19El concilio de Nicea 22Eusebio y Constantino 25Obras 27Texto y traduccin 31

    LIBRO I........................................................................................................................................33

    1 Fundamento de la promesa 352 Resumen de los aspectos principales de la preexistencia y de la divinidad de nuestro Salvador y Seor Jesucristo, el Cristo de Dios 363 Cmo el nombre de Jess, e incluso el de Cristo, eran conocidos desde el principio y venerados por los profetas inspirados por Dios 414 Cmo el carcter de la religin anunciada por Cristo a todas las naciones no era nuevo ni desconocido 445 Sobre el tiempo en que Cristo se apareci a los hombres 466 Cmo, segn las profecas, ces en tiempo de Cristo la lnea de los primeros gobernadores de los judos, y Herodes, el primer extranjero, fue su rey 477 Sobre la supuesta contradiccin en los Evangelios con relacin a la genealoga de Cristo 488 De la maquinacin de Herodes contra los nios, y de la catstrofe que le sobrevino 519 Acerca de los tiempos de Pilato 5310 Acerca de los sumos sacerdotes judos bajo los cuales Cristo dio a conocer su enseanza 5411 Testimonios acerca de Juan el Bautista y de Cristo 5512 Acerca de los discpulos de nuestro Salvador 5613 Relato acerca del soberano de Edesa 57

    LIBRO II......................................................................................................................................61Prefacio 631 Sobre la vida de los apstoles despus de la ascensin de Cristo 632 Cmo se turb Tiberio cuando Pilato le refiri acerca de Cristo 653 Cmo la Palabra de Cristo recorri todos los rincones del mundo en breve tiempo 664 Cmo, despus de Tiberio, Cayo nombr rey de los judos a Agripa y castig a Herodes con el destierro perpetuo 675 Cmo Filn hizo una embajada a Cayo en favor de los judos 686 Acerca de los males que recayeron sobre los judos despus de su crimen contra Cristo 697 Cmo tambin Pilato se suicid 708 Acerca del hambre en tiempos de Claudio 719 Martirio del apstol Santiago 7110 Cmo Agripa, llamado tambin Herodes, tras perseguir a los apstoles, inmediatamente sufri el castigo de Dios 7211 Acerca del impostor Teudas 7312 Acerca de Elena, reina de Adiabene 74

  • 6HISTORIA ECLESISTICA

    13 Acerca de Simn el mago 7414 Acerca de la predicacin del apstol Pedro en Roma 7515 Acerca del Evangelio de Marcos 7616 Cmo Marcos fue el primero en predicar el conocimiento de Cristo a los egipcios 7717 Los hechos que Filn narra acerca de los ascetas en Egipto 7718 Obras de Filn que han sido conservadas hasta nosotros 8019 Sufrimientos que sobrevinieron a los judos de Jerusaln el da de la Pascua 8120 Acerca de lo que sucedi en Jerusaln en tiempos de Nern 8221 Acerca del egipcio tambin mencionado en los Hechos de los Apstoles 8222 Cmo Pablo fue enviado cautivo desde Judea a Roma y, tras defenderse, fue absuelto de toda culpa 8323 Acerca del martirio de Jacobo, el llamado hermano del Seor 8424 Cmo Anciano fue el primer ministro nombrado, despus de Marcos, en la iglesia de Alejandra 8725 Acerca de la persecucin, bajo Nern, con la que Pablo y Pedro se adornaron con el martirio por la religin 8726 Cmo los judos sufrieron muchsimos males, y cmo suscitaron su ltima guerra contra los romanos 88

    LIBRO III.............................................................................................................................891 Lugares en los que los apstoles predicaron a Cristo 912 Quin fue el primero en dirigir la iglesia de Roma 913 Acerca de las epstolas de los apstoles 914 Acerca de la primera sucesin apostlica 925 Acerca de los ltimos tormentos de los judos despus de Cristo 936 Acerca del hambre que angusti a los judos 957 Acerca de las profecas de Cristo 988 Acerca de las seales anteriores a la guerra 100 9 Acerca de Josefo y de sus escritos 10110 Cmo cita Josefo los libros divinos 10211 Cmo Simen dirige la iglesia de Jerusaln despus de Jacobo 10312 Cmo Vespasiano manda buscar a los descendientes de David 10313 Cmo Anacleto fue el segundo obispo de Roma 10314 Cmo Abilio fue el segundo en dirigir a los alejandrinos 10415 Cmo Clemente fue el tercer obispo de Roma 10416 Acerca de la carta de Clemente 10417 Acerca de la persecucin en tiempos de Domiciano 10418 Acerca del apstol Juan y del Apocalipsis 10519 Cmo Domiciano manda dar muerte a los de la familia de David 10520 Acerca de la familia de nuestro Salvador 10521 Cmo Cerdn fue el tercero en dirigir la iglesia de Alejandra 10622 Cmo Ignacio fue el segundo en dirigir la iglesia de Antioqua 10723 Relato acerca del apstol Juan 10724 Acerca del orden de los Evangelios 10925 Acerca de las divinas Escrituras admitidas y de las que no lo son 11126 Acerca del mago Menandro 11227 Acerca de la hereja de los ebionitas 11328 Acerca del heresiarca Cerinto 11329 Acerca de Nicols y de los que se denominan con su nombre 11430 Acerca de los apstoles cuyo matrimonio se ha demostrado 11531 Acerca de la muerte de Juan y de Felipe 11532 Cmo fue martirizado Simen, el obispo de Jerusaln 11633 Cmo Trajano prohibi buscar a los cristianos 11734 Cmo Evaristo fue el cuarto en dirigir la iglesia de Roma 11835 Cmo Justo fue el tercero en dirigir la iglesia de Jerusaln 11836 Acerca de Ignacio y de sus cartas 118

  • 7NDICE GENERAL ESQUEMTICO DE LA OBRA

    37 Acerca de los evangelistas que entonces todava se distinguan 12038 Acerca de la carta de Clemente y de los textos que se le atribuyen falsamente 12139 Acerca de los escritos de Papas 121

    LIBRO IV.....................................................................................................................................1251 Obispos de Roma y de Alejandra en el reinado de Trajano 272 Lo que sufrieron los judos en tiempos de Trajano 1273 Los que defendieron la fe en tiempos de Adriano 1284 Obispos de Roma y de Alejandra durante el mismo tiempo 1285 Obispos de Jerusaln desde el Salvador hasta los tiempos mencionados 1286 El ltimo sitio de los judos en tiempos de Adriano 1297 Aquellos que por entonces fueron los jefes de la falsamente llamada ciencia 1308 Escritores eclesisticos de la poca 1329 Carta de Adriano acerca de la necesidad de juicio para perseguirnos 13310 Obispos de Roma y de Alejandra durante el reinado de Antonino 13311 Acerca de los heresiarcas de aquella poca 13412 Acerca de la apologa de Justino a Antonino 13513 Rescripto de Antonino al Concilio de Asia referente a nuestra religin 13614 Lo que menciona referente a Policarpo, amigo de los apstoles 13715 Cmo Policarpo sufri el martirio juntamente con otros cristianos en Esmirna bajo Vero 13816 Cmo Justino, el filsofo ya anciano, fue martirizado por la palabra de Cristo en Roma 14317 Acerca de los mrtires que Justino menciona en su propia obra 14418 Discursos de Justino que han llegado hasta nosotros 14519 Los que dirigieron las iglesias de Roma y de Alejandra durante el reinado de Vero 14720 Los que dirigieron la iglesia de Antioqua 14721 Acerca de los escritores eclesisticos que se distinguieron en la misma poca 14722 Acerca de Hegesipo y de los que l menciona 14823 Acerca de Dionisio, obispo de Corinto, y de las cartas que escribi 14924 Acerca de Tefilo, obispo de Antioqua 15025 Acerca de Felipe y de Modesto 15126 Acerca de Melitn y de los mencionados por l 15127 Acerca de Apolinar 15328 Acerca de Musano 15329 Acerca de la hereja de Taciano 15430 Acerca de Bardesanes y las obras que se le atribuyen 155

    LIBRO V.....................................................................................................................................157Prefacio 1591 Cuntos y cmo lucharon por la piedad en tiempos de Vero en la Galia 1592 Cmo los mrtires, amados de Dios, reciban y atendan a los que fallaron durante la persecucin 1673 Sobre la aparicin que tuvo en sueos el mrtir Atalo 1694 Cmo los mrtires recomendaban a Ireneo en su carta 1695 Cmo Dios hizo llover para el emperador Marco Aurelio en respuesta a las oraciones de los nuestros 1706 Lista de los obispos de Roma 1717 Cmo hasta aquellos tiempos los fieles hacan milagros de poder 1728 Cmo Ireneo menciona las divinas Escrituras 1729 Los que fueron obispos en tiempos de Cmodo 17410 Acerca de Panteno, el filsofo 17411 Acerca de Clemente de Alejandra 17512 Acerca de los obispos de Jerusaln 17613 Acerca de Rodn y de las disensiones entre los marcionitas que l menciona 17614 Acerca de los falsos profetas catfrigas 17715 Acerca del cisma de Blasto que tuvo lugar en Roma 177

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    16 Todas las cosas que se mencionan sobre Montano y los falsos profetas que le siguieron 17817 Acerca de Milcades y de los tratados que compuso 18018 Cmo Apolonio refut a los catfrigas y dems herejes que l menciona 18119 De Serapin y la hereja de los frigios 18320 Discusiones escritas de Ireneo con los cismticos de Roma 18421 Cmo Apolonio fue martirizado en Roma 18522 Obispos que cobraron fama en aquellos tiempos 18523 Acerca de la controversia sobre la Pascua que se suscit por aquel tiempo 18624 Acerca de la disensin de Asia 18725 Cmo se lleg a una decisin unnime entre todos sobre la Pascua 18926 Toda la elocuencia de Ireneo que nos ha llegado 18927 Todo lo que hay de los dems que florecieron entonces 18928 Acerca de los que desde el principio profesaron la hereja de Artemn, cul fue su conducta y cmo se atrevieron a corromper las Santas Escrituras 190

    LIBRO VI.....................................................................................................................................1931 Acerca de la persecucin en tiempos de Severo 1952 Acerca de la educacin de Orgenes desde nio 1953 Cmo an siendo joven se ocupaba de la doctrina de Cristo 1974 Cuntos, habiendo recibido la instruccin de Orgenes, fueron mrtires 1995 Acerca de Potamiena 1996 Acerca de Clemente de Alejandra 2007 Acerca del escritor Judas 2008 Acerca del valor de Orgenes 2019 Acerca de los milagros de Narciso 20210 Acerca de los obispos de Jerusaln 20311 Acerca de Alejandro 20312 Acerca de Serapin y las obras suyas que se conservan 20413 Acerca de las obras de Clemente 20514 De las escrituras que menciona Clemente 20615 Acerca de Heraclas 20716 Cmo Orgenes se haba dedicado al estudio de las divinas Escrituras 20817 Acerca del traductor Smaco 20818 Acerca de Ambrosio 20919 Todo cuanto se dice de Orgenes 20920 Cuntos tratados se conservan de los de entonces 21221 Los obispos que fueron famosos en aquellos tiempos 21222 Las obras de Hiplito que han llegado hasta nosotros 21323 Acerca del celo de Orgenes, y cmo fue considerado digno del presbiterado eclesistico 21324 Qu escribi Orgenes en Alejandra 21425 Cmo Orgenes mencion las Escrituras cannicas 21426 Cmo consideraban los obispos a Orgenes 21627 Cmo Heraclas recibi en sucesin el episcopado de Alejandra 21728 Acerca de la persecucin de Maximino 21729 Acerca de Fabin: cmo fue milagrosamente indicado por Dios como obispo de Roma 21730 Otros discpulos de Orgenes 21831 Acerca de Africano 21832 Comentarios que Orgenes escribi en Cesarea de Palestina 21933 Acerca del engao de Berilo 21934 Los acontecimientos en tiempos de Felipe 22035 Cmo Dionisio sucedi a Heraclas en el episcopado 22036 Qu otras obras prepar Orgenes 22037 Acerca de la divisin de los cristianos de Arabia 22138 Acerca de la hereja de Helcesatas. 22139 Acerca de los tiempos de Decio 222

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    40 Acerca de lo que sucedi a Dionisio 22241 Acerca de los que fueron martirizados en la misma Alejandra 22342 Acerca de otros mrtires mencionados por Dionisio 22643 Acerca de Novato: su carcter y su hereja 22744 Relato de Dionisio referente a Serapin 23045 Carta de Dionisio a Novato 23146 Acerca de las otras cartas de Dionisio 231

    LIBRO VII.................................................................................................................................233Prlogo 2351 Acerca de la perversidad de Decio y de Galo 2352 Los obispos de Roma en tiempos de estos dos emperadores 2353 Cmo Cipriano, junto con sus obispos, fue el primero en decretar que era preciso que los que se convertan del extravo hertico deban ser purificados por medio del bautismo 2354 Cartas que redact Dionisio acerca de esta cuestin 2365 Acerca de la paz despus de la persecucin 2366 Acerca de la hereja de Sabelio 2377 Acerca del malvado error de los herejes, de la visin enviada por Dios a Dionisio y de la regla eclesistica que l recibiera 2378 Acerca de la heterodoxia de Novato 2389 Acerca del bautismo impo de los herejes 23810 La persecucin de Valeriano 23911 Sufrimientos de Dionisio y de los cristianos de Egipto 24112 Acerca de los que fueron martirizados en Cesarea de Palestina 24413 Acerca de la paz en tiempo de Galieno 24414 Los obispos que florecieron en aquel tiempo 24515 Cmo Marino fue martirizado en Cesarea 24516 Relato referente a Astirio 24617 Anulacin milagrosa de un falso milagro 24618 Acerca de las seales de la grandeza de nuestro Salvador que sucedieron en Paneas 24719 Acerca del trono de Jacobo 24720 Acerca de las cartas de Dionisio sobre festividades donde se establece la regla pascual 24821 Problemas espirituales y de orden natural de Alejandra 24822 Acerca de la peste que tuvo lugar en Alejandra 24923 Acerca del reinado de Galieno 25124 Acerca de Nepote y de su divisin 25225 Acerca del Apocalipsis de Juan 25326 Acerca de las cartas de Dionisio 25627 Acerca de Pablo de Samosata y de la hereja por l suscitada en Antioqua 25628 Acerca de los obispos ilustres que eran famosos por aquel tiempo 25729 Cmo Pablo fue redargido y excomulgado 25730 Acerca de la refutacin que Malquin hace de la doctrina heterodoxa de Pablo 25831 Acerca del heterodoxo extravo de los maniqueos que empezaba precisamente entonces 26132 Acerca de los varones eclesisticos que fueron notables en nuestro tiempo, y cules de ellos vivieron hasta el ataque contra las iglesias 262

    LIBRO VIII..........................................................................................................................267Prlogo 2691 Acerca de los acontecimientos anteriores a la persecucin de nuestro tiempo 2692 Acerca de la destruccin de las iglesias 2713 Cmo se comportaron los que combatieron en la persecucin 2724 Acerca de los mrtires de Dios dignos de ser celebrados con cnticos porque colmaron todo lugar con su memoria tras ceirse diversas coronas a causa de su piedad 2735 Los mrtires de Nicomedia 2736 Acerca de los funcionarios cristianos en casas imperiales 274

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    HISTORIA ECLESISTICA

    7 Acerca de los mrtires egipcios en Fenicia 2768 Acerca de los mrtires de Egipto 2779 Acerca de los mrtires de Tebaida 27810 Relato escrito por el mrtir Fileas acerca de lo que se llev a cabo en Alejandra 27911 Acerca de los mrtires de Frigia 28112 Acerca de muchos otros, hombres y mujeres, que lucharon de diversos modos 28113 Acerca de los presidentes de las iglesias que con su sangre demostraron la sinceridad de la piedad de la que eran embajadores 28314 Acerca del carcter de los enemigos de la piedad 28615 Acerca de lo sucedido a los de fuera 28916 Acerca del cambio positivo de las circunstancias 28917 Acerca de la palinodia de los soberanos 290 Apndice 292

    LIBRO IX....................................................................................................................................2951 Acerca de la fingida distensin 2972 Acerca del empeoramiento posterior 2993 Acerca de la escultura recin construida en Antioqua 2994 Acerca de los decretos contra nosotros 3005 Acerca de las falsas memorias 3006 Acerca de los que fueron martirizados en este tiempo 3017 Acerca del escrito contra nosotros fijado en las columnas 3038 Acerca de los sucesos acontecidos despus de esto: hambre, peste y guerras 3059 Acerca del fin de los tiranos y palabras que dijeron antes de su muerte 30710 Acerca de la victoria de los emperadores amigos de Dios 31111 Acerca de la perdicin final de los enemigos de la religin 313

    LIBRO X..........................................................................................................................3171 Acerca de la paz que nos fue concedida por Dios 3192 Acerca de la restauracin de las iglesias 3203 Acerca de las fiestas de dedicacin en todo lugar 3204 Panegrico por el feliz estado de las cosas 3215 Copias de las leyes imperiales referentes a los cristianos 3346 Copia de una carta imperial por la que se hace donacin de dinero a las iglesias del norte de frica 3387 Acerca de la inmunidad de los clrigos 3398 Acerca de la maldad final de Licinio y de su destruccin 3399 Acerca de la victoria de Constantino y de lo que ste procur para los sbditos del Imperio romano 342

    NDICE DE NOMBRES MENCIONADOS............................................................................345

    NDICE DE TEXTOS Y ESCRITOS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA Y OTROS AUTORES DE LA ANTIGEDAD CITADOS POR EUSEBIO EN SU HISTORIA ECLESISTICA...................................................................................361

    NDICE DE TEMAS...............................................................................................................369

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    INTRODUCCIN

    INTRODUCCINLa fe y la historia - Eusebio y el nacimiento de la historiografa cristiana - El conflicto

    arriano - El concilio de Nicea - Eusebio y Constantino - Obras: A. Histricas. B. Apologticas. C. Dogmticas. D. Bblicas. E. En honor de Constantino - Texto y traduccin

    La fe y la historia

    El inters por el conocimiento histrico de la Iglesia obedece desde el principio a la naturaleza misma del cristianismo, que es religin esencialmente histrica, relato de la intervencin de Dios en la vida de los hombres. Desde los das de los patriarcas, sabe-mos que el Dios creador de cielos y tierra es un ser que interviene en los avatares de los seres que l ha creado; que el Dios de la revelacin se compromete en la historia, y se revela en ella para realizar la salvacin de un pueblo que escoge como suyo para que anuncie y cante sus alabanzas. Toda la Biblia es un conjunto de relatos histricos, a excepcin de los salmos y las epstolas. Nada ms lejos de la religin bblica que el ma-nual de teologa o una detallada confesin de fe sobre todos los artculos relativos a lo que hay que creer y lo que hay que rechazar.

    A Dios se le conoce en vivo, no en los libros. Los textos recogen sus intervenciones en la historia de los hombres, pero no lo hacen presente. Nos hablan de la eleccin de Abraham, de la vocacin de Moiss, del xodo israelita de la esclavitud egipcia, de la alianza del Sina, del reino de Israel, del profetismo, del destierro, de la venida de Dios a nosotros en la persona de Cristo, pero este hablar de hechos histricos, por ms trascen-dentales que son, no se reduce a puro registro, informe notarial de lo sucedido, sino que obedece a un propsito, todo est escrito con vistas a la reproduccin en la experiencia en cada cual de los acontecimientos obrados por Dios en el pasado. Hay que rememorar para revivir, sin quedar reducido al mero recordatorio de lo que un da Dios hizo entre los padres. Lo que Juan dice respecto a su Evangelio sirve para el resto de los escritos bblicos: Estas cosas han sido escritas para que creis que Jess es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengis vida en su nombre ( Jn. 20:31; cf. Lo que hemos visto y odo lo anunciamos tambin a vosotros, para que vosotros tambin tengis comunin

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    HISTORIA ECLESISTICA

    con nosotros. Y nuestra comunin es con el Padre y con su Hijo Jesucristo, 1 Jn. 1:3). Por ello el inters del cristiano por la historia no es el mismo que el del anticuario o el del erudito: es un inters pasional, en el que est implicado todo su ser, de modo que Dios llegue a ser no solamente el Dios que elige a Abraham o se hace presente a Isaas mediante visin en el templo, o que llama a Pedro al discipulado y sale al encuentro de Pablo en el camino a Damasco, sino tambin el Dios que le llama a l personal e indivi-dualmente, que le rescata, que le conduce por el desierto de la vida, que le introduce en el reino de los cielos, que le sella con su Espritu y le despierta a una nueva dimensin, que sufre y padece las tentaciones connaturales a su estado presente, que lucha y aguarda la manifestacin gloriosa de los hijos de Dios. Como dira Lutero, le interesa la historia no para saber nicamente que Cristo naci en Beln, sino para saber que puede nacer en l, convertir su corazn en el mesn del Eterno mediante la fe.

    La historia bblica nos remite a los eventos nicos de la Alianza, de la Pascua, de Pentecosts, no para repetirlos, sino para actualizarlos en la experiencia creyente. La his-toria no se repite, como crea la mentalidad antigua; el tiempo no es cclico, esto es un error corregido por el cristianismo que muestra la naturaleza lineal del tiempo, la suce-sin continua de acontecimientos que abarcan el pasado, el presente y el porvenir1, pero reconoce el acierto de la intuicin, lo pasado no es nicamente lo que ha quedado atrs, la niebla que desaparece al salir el sol. El pasado pervive en el presente, condicionando el futuro: en este sentido puede producir la ilusin de repeticin. Nada se repite, pero todo ensea que no hay nada nuevo debajo del sol, y que han sucedido acontecimientos histricos trascendentales, nicos, irrepetibles, pero que a vez, en su calidad de momen-tos fundamentales, es preciso traer a la memoria, como recuerdo y actualizacin de la materia de que est constituida la vida humana. Memoria que se actualiza en el relato y se revive en la apropiacin creyente.

    En el plano de la objetividad religiosa, la historicidad del cristianismo es de la mxima importancia, en especial frente a la tentacin gnstica que levanta su cabeza una y otra vez. Es fundamental reconocer el carcter histrico de Jess, que vivi y padeci bajo Poncio Pilato, pues de ello depende la diferencia entre el cristianismo y las religiones paganas de tipo mtico, las llamadas religiones de misterios que no eran otra cosa que ficciones imaginativas, una especie de enfermedades del lenguaje.

    La Iglesia, entendida no como institucin humana, con sus ritos y dogmas, sus templos y su poltica, sino como lo que realmente es, cuerpo de Cristo, es ella tambin partcipe del misterio divino-humano de su cabeza y fundador (cf. Ef. 1:23; 5:23,30; Col. 1:18, 24). Su verdadera naturaleza y el secreto de su dinamismo no se encuentra en la formalidad de una doctrina sobre la Iglesia, aunque est repleta de citas escriturales. El cuadro bblico

    1 A este respecto es muy interesante notar el juicio del profesor Giuseppe Galasso cuando dice que el cristianismo llev a cabo una autntica revolucin en la visin histrica del mundo en que surgi. El signo de la revolucin era de manera exquisita y totalmente religiosa. Ello no significaba ni mucho menos un regreso a concepciones e inspiraciones mitolgicas. El pensamiento cristiano implicaba una historizacin completa, concluida, de la historia: Dios-Creacin-Cada-Redencin-Juicio Universal formaban la cadena de la apertura y el cierre del Tiempo en la realidad nica de lo Eterno (Nada ms que historia. Teora y metodologa, pg. 221. Ariel, Barcelona 2001).

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    INTRODUCCIN

    de la Iglesia comienza por la comprensin y aceptacin de su participacin en el misterio divino (cf. Ro. 11:25; 16:25; 1 Cor. 2:7; Ef. 3:9; 5:32).

    Ante el mundo, la Iglesia se manifiesta como una sociedad visible ms, de carcter religioso, en la ciudad temporal, pero su propia conciencia y experiencia le dice que es eso y mucho ms, es el templo del Espritu Santo, la comunin de los santos donde se vive y actualiza la esperanza de salvacin. Por eso la historia de la Iglesia no consta sola-mente de luchas contra la hereja ni de controversias teolgicas, de fallos y faltas graves al espritu del Evangelio, sino tambin de sus progresos en la santidad y en la prctica de la justicia, de renovacin y avivamiento de la fe, de obras de amor y valenta.

    El conocimiento de la historia no se puede limitar a la cita seleccionada de unos cuantos textos bblicos, en la mayora de los casos utilizados con intencin polmica para mostrar la superioridad de un sistema eclesial sobre otro, sino que tiene que entrar en ese misterio, que es bsicamente misterio de Cristo y, como tal, misterio presente, vivo, actual en la vida de cada miembro de su cuerpo: A stos, Dios ha querido dar a conocer cules son las riquezas de la gloria de este misterio entre las naciones, el cual es: Cristo en vosotros, la esperanza de gloria (Col. 1:27).

    Lejos de pensar que la Iglesia es un parntesis en el plan divino, es el culmen de un propsito eterno, del que todo lo precedente fue seal y figura. Todas las naciones uni-das en un cuerpo bendito y glorioso, tal es la grandeza y la gloria de la Iglesia. Desde el principio Dios pensaba bendecir todas las familias de la tierra en la fe de Abraham (Gn. 12:3; comp. Hch. 3:25; Gl. 3:8), que es la fe proclamada por el Evangelio, la meta a la que se dirige la historia. Ella es la esposa del Cordero tanta veces perseguida, cuyo capitulo final es ser la gloria de Dios, la ciudad resplandeciente, la santa y eterna ciudad (cf. Ap. 20:9,10,11).

    Conocer la historia de la Iglesia es una manera de hacer teologa y espiritualidad; un ejercicio continuo de aplicacin y de actualizacin de la Palabra de Dios en el mundo, que manifiesta las riquezas del mensaje cristiano y de los caminos de Dios en la humanidad. Por ello, apenas si es necesario entonces insistir en la necesidad de conocer la historia de la Iglesia para todo cristiano, y ms an para todo ministro de Dios, pastores, diconos, evangelistas y misioneros. Esto nos ayudar a comprender en qu medida nuestro conoci-miento de Cristo y de su mensaje siguen las pautas dejadas en el Evangelio y manifestadas a lo largo del tiempo en la historia de la Iglesia. Hasta qu punto la Iglesia ha deformado la doctrina que Cristo predic o ha sido fiel a sta. Qu podemos esperar del maana a la luz de lo acontecido en el ayer?

    El Nuevo Testamento dej sentado el precedente, nos muestra el camino. Es all donde hay que buscar la primera crnica de la Iglesia, en los Hechos de los Apstoles, que son a la vez un relato de los acontecimientos y una interpretacin teolgica de los orgenes de la Iglesia. En el curso de los primeros siglos, cuando las duras condiciones de vida por causa de las persecuciones daban la impresin de que la historia iba a llegar a una pronta conclusin, los cristianos guardaron con celo la memoria de los mrtires, Actas de los mrtires, primeros documentos de la historia cristiana, hasta que llegado el tiempo, al concluir las persecuciones, Eusebio de Cesarea se consagr a la tarea de reconstruir el

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    HISTORIA ECLESISTICA

    conocimiento del pasado y dar a luz la primera historia eclesistica, que alent a conti-nuadores como Scrates, Sozomeno, Teodoreto de Ciro, Rufino, Sulpicio Severo, Prspero de Aquitania, Isidoro de Sevilla y Beda el Venerable. As hasta llegar al siglo XX, que vio el renacimiento de la historia eclesistica manifestada en colecciones y ediciones crticas de textos, en grandes diccionarios, historia del dogma, historia de los concilios, historia de los avivamientos, historia de la predicacin, monografas de todas clases y proliferacin de revistas: un inters saludable para que el pueblo de Dios conozca y viva su pasado.

    Eusebio y el nacimiento de la historiografa cristiana

    Eusebio tuvo el privilegio de asistir al nacimiento de la civilizacin occidental tal cual nos ha sido familiar hasta nuestros das. Ciudadano de dos pocas, vivi bajo la persecu-cin de Diocleciano y asisti a los cambios que trajo la paz de Constantino, por la cual el cristianismo, proscrito y situado al margen de la legalidad, perseguido sin misericordia, se vio de pronto reconocido como una religin lcita, autorizado a tener sus propios luga-res de culto y a manifestar pblica y libremente sus creencias, lo que dio lugar al verdadero siglo de oro de la Patrstica: Ambrosio, Agustn, Atanasio, los Capadocios, Juan Crisstomo, Cirilo de Alejandra, Cirilo de Jerusaln y a la cabeza de todos ellos Eusebio de Cesarea, polifactico, erudito, historiador, estadista, orador, telogo y uno de los ltimos apologistas. Sin el constante peligro a perder la vida a cada instante, florece el pensamiento cristiano en todas las direcciones. Los intelectuales cristianos pueden dedicar sus energas a algo ms que a la lucha por la supervivencia y comienzan a dar a luz todo un mundo interior que llevan dentro, del que nunca renegaron pues saban de sobra que haba llegado la hora final del paganismo decante y de su brazo poltico, el Imperio romano basado en l. Con trescientos aos de lucha y experiencia, la Iglesia cristiana despuntaba como el alba de un nuevo da; aglutinaba en torno a s las esperanzas del pueblo y de los espritusms nobles. No se impuso a la sociedad por el favor del Imperio, sino que se gan el Imperio por el fervor que las almas le prestaron voluntariamente. El Estado no contri-buy a este hecho, Constantino no hizo ms que ratificar una situacin que era de toda justicia: el reconocimiento del cristianismo como religin practicada por millares de sus sbditos a lo largo y ancho del Imperio.

    Cuando Juliano, desde el poder imperial, quiso revivir los huesos secos del paganis-mo, descubri descorazonado que los dioses ancestrales haban muerto totalmente sin esperanza de resurreccin. Los inmortales que tenan un templo en cada esquina de la gloriosa Roma fueron desterrados, abandonados por su adoradores en pro de un dios muerto, ajusticiado en un oscuro lugar del Imperio romano, pero ms vivo y brillante de lo que nunca lo estuvo el Sol Invictus. Ciertamente, el Galileo gan la partida; lo vil del mundo y lo menospreciado, y lo dbil y lo necio avergonz a lo sabio del mundo, a lo fuerte, a lo renombrado (1 Cor. 1:28-30). ste es el misterio de la redencin, que es la vez el misterio de la historia del mundo, la clave del clamor de los pobres, el augurio de la cada y ocaso de los imperios.

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    INTRODUCCIN

    En Eusebio se dan cita los elementos del nuevo hombre cristiano, nace en Cesarea de Palestina2, la misma tierra que sustent el paso del nazareno, pero Eusebio no es de familia juda, sino griega; l es uno de aquellos por quienes Cristo dijo que era preciso morir y luego brotar como la simiente a fin de atraer a todos los pueblos (cf. Jn. 12:24) en ese punto donde por unas horas se une el cielo y la tierra en el dolor inimagina-ble del Hijo de Dios, que soporta en toda su angustia como una sorprendente prueba de que en el sacrificio est el amor perfecto, que el amor no es una transaccin egosta entre dos personas, sino un don que se ofrece para la vida eterna a todo el mundo (Jn. 3:16), independientemente del color de su piel, condicin social o cultura. No sabemos nada de la vida del Eusebio adolescente, fue pagano o naci en una familia cristiana? Cundo o cmo tuvo lugar su conversin? Slo una cosa es cierta: Eusebio es un amante del saber, un hombre de letras, un candidato perfecto al puesto de escriba instruido del reino de los cielos, al que se refiri Jess (Mt. 13:52).

    La fecha de su nacimiento oscila entre los aos 260 y 264. Desde su fundacin por Herodes el Grande, Cesarea se haba convertido en un centro prestigioso del saber. Fue en esta ciudad, precisamente, donde el apstol san Pedro convirti al centurin roma-no Cornelio, el primer gentil que acept el cristianismo (Hch. 10:9-48). Despus de la cada de Jerusaln en el 70, Cesarea fue convertida en capital de la Palestina romana. El cristianismo conoci un extraordinario desarrollo en esta ciudad. Hacia el 232, el gran maestro y telogo Orgenes fund una escuela catequtica con una amplia biblioteca que se hizo famosa. En los das de Eusebio estaba presidida por Pnfilo, un presbtero muy culto, ejemplo de la nueva ilustracin cristiana, que sell su vida con el testimonio del martirio. Oriundo de Berito, actual Beirut, Pnfilo, de respetable fortuna, se haba forma-do en Alejandra, donde adquiri la pasin por Orgenes, ejemplo de asceta, filsofo y exgeta. Quizs siguiendo los pasos de su maestro, se encamin a Cesarea, donde se puso al servicio de la Iglesia, fue ordenado presbtero y encargado por el obispo Agapio, otro admirador de Orgenes, del cuidado de la biblioteca. Pnfilo se dedic principalmente a reorganizar y completar la biblioteca con nuevos libros sobre la Biblia y la teologa. Eusebio lo tuvo por amigo, maestro y director espiritual. Por veneracin y gratitud a l se impuso a s mismo el sobrenombre de Pnfilo, Eujse>biov tou~ Pamfi>lou, Eusebio de Pnfilo. Con l colabor en la copia y reconstruccin del texto de la Biblia, basndose en la monumental Hxaplas de Orgenes3, y en la preparacin de una apologa o defensa de las doctrinas del gran alejandrino, desafortunadamente perdida: slo se ha conservado el libro primero en la versin latina de Rufino.

    Eusebio comenz sus estudios histricos siendo an adolescente. Como colaborador de Pnfilo, se dedic a cuidar la biblioteca, al tiempo que prosigui sus estudios bblicos en Antioqua, donde estudi bajo Doroteo4; despus viaj a Cesarea de Filipo y a Jerusaln. De regreso a Cesarea fue ordenado por el entonces obispo Agapio.

    2 Vase la discusin al respecto en Argimiro Velasco, Introduccin a la Historia eclesistica (BAC, Madrid 1973) y Martn Gurruchaga, Introduccin a la Vida de Constantino (Gredos, Madrid 1994).

    3 An se conserva una Biblia manuscrita cuyo texto revisaron Pnfilo y su discpulo Eusebio.4 Eusebio, Hist. ecl. VII,32.

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    HISTORIA ECLESISTICA

    Durante la persecucin de Diocleciano fueron encarcelados maestro y discpulo (ao 307) y en la prisin escribieron la mencionada apologa de Orgenes. Tras el martirio de Pnfilo dos aos despus, Eusebio huy primero a Tiro y despus al desierto egipcio de la Tebaida, donde fue testigo ocular de ejecuciones masivas de cristianos5. No nos dice nada al respecto, pero es probable que fuera encarcelado de nuevo. Las persecuciones cesaron el ao 311, cuando Galerio hizo publicar en Nicomedia el edicto de tolerancia, firmado por los cuatro augustos, que permita a los cristianos el ejercicio libre de su religin. La muerte de Agapio debi de ocurrir entre 313 y 315; Eusebio fue el hombre designado para sucederle. A juzgar por lo que sabemos de la experiencia de Agustn6 y de Juan Crisstomo7, y la resistencia que opusieron a ocupar el cargo ministerial al que literalmente fueron forzados por aclamacin popular, podemos deducir que Eusebio no aceptara su cargo sin oponer toda la resistencia que le fuera posible. Para esta suposicin nos basamos en un dato relevante: a partir de su consagracin episcopal, Eusebio casi no realiz ninguna obra literaria, pese a la enorme actividad intelectual desarrollada hasta el momento. Es sabido que el cargo episcopal supona un ingente trabajo espiritual y una tremenda responsabilidad respecto a juicios y pleitos internos no congenial a espritus amantes del estudio y la soledad necesaria para el trabajo cientfico y literario.

    En torno al ao 318 se desencadena el conflicto arriano: desde el principio Eusebio se puso de parte de Arrio debido a afinidades teolgicas y sobre todo personales8. Esto le vali la excomunin en un snodo celebrado en Antioqua a finales del ao 324. Pero esta decisin no deba tener carcter definitivo, sino provisional, hasta la decisin final en un snodo que deba tener lugar en Ancira y que se celebr en Nicea a instancias del empe-rador Constantino. Eusebio resisti hasta el final y acept slo a regaadientes el trmino homoousios, oJmoou>siov (consustancial), clave de la fe nicena. Homoousios, literalmente de la misma esencia, significaba tanto unidad (numrica) sustancial como igualdad de esencia. La utilizacin del trmino en el sentido gnstico-materialista, as como su proximidad a tendencias sabelianas, reforzaron la resistencia de muchos obispos ortodoxos9. Eusebio y sus

    5 Hist. ecl. VIII, 9.6 Vase A. Ropero, Lo mejor de Agustn, vol. I, pgs. 32-33. Clie, Terrassa 2001.7 Vase A. Ropero, Lo mejor de Juan Crisstomo, pgs. 70-78. Clie, Terrassa 2002.8 Teodoreto, Hist. ecl. I,5.9 El trmino homoousios serva en los escritos gnsticos y en los primitivos alejandrinos para expresar la participa-

    cin comn en una forma de ser o entidad. As, Orgenes llamaba ya al Hijo homoousios del Padre. El trmino haba sido rechazado en un snodo de Antioqua (268). Y es posible que el rechazo se debiera a tendencias dinamistas-monarquia-nistas que haban sido apuntadas en la cuenta de Pablo de Samosata. El Occidente latino fcilmente poda ver en el ho-moousios una traduccin de consubstantialis. Pero se ve ya la problemtica de una terminologa no precisada, en cuanto que sustancia significa literalmente hypostasis, mientras que, por el contrario, a ousia corresponde la traduccin essentia. Adems, el Occidente se senta inclinado a acentuar la unidad de Dios, mientras que el Oriente, siguiendo la doctrina del platonismo medio o del neoplatonismo sobre las hipstasis, se senta ms prximo a las especulaciones trinitarias. Algunos indicios parecen dar a entender que Arrio y sus seguidores entendan el homoousios en sentido gnstico-mani-queo, y que, con su negativa, quisieron evitar la consecuencia de tener que interpretar la procedencia del Hijo del Padre como emanacin, porque entonces el Padre sera corporal y mutable. La incorporacin del discutido trmino al Smbolo poda ser, pues, una consecuencia de la discusin viva en Oriente, para negar la inclusin arriana del Logos en el mbito de lo creado. Por esa razn, segn Atanasio, los padres conciliares designaron al Hijo como homoousios del Padre, porque Aqul es a ste como el resplandor a la luz (cf. Heb. 1,3). Claramente se percibe como trasfondo la metafsica estoica, segn la cual el ente indeterminado es determinado mediante la determinacin formante; as, a la ousia corresponde el

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    INTRODUCCIN

    simpatizantes introdujeron el trmino homoiusios, oJmoiou>siov (de esencia semejante), prximo al punto de vista niceno, que gan a numerosos seguidores. A Eusebio le preocupaba la tendencia sabeliana del trmino homoousios por no hacer una distincin suficiente entre el Padre y el Hijo, temores que se confirmaran en los aos siguientes. Pese a todo, Eusebio acept oficialmente el resultado del Concilio de Nicea y nunca ms se declar a favor de Arrio, aunque se involucr en medidas contra los dirigentes del combativo partido niceno. En el ao 335 presidi un snodo en Tiro ante el que Arrio debi dar cuentas, pero no particip en la lucha personal contra Arrio.

    Eusebio tena un espritu totalmente conciliatorio, amante de la paz en el espritu de la caridad. Sin duda fue uno de los hombres ms instruidos de su tiempo. Su mente esta-ba acostumbrada a manejar gran cantidad de datos, esto le permita tener una perspectiva amplia de cada aspecto de la verdad, comprensiva, sin las rigideces de mentes lgicas pero estrechas que enquistan las posiciones y exasperan a sus interlocutores, ortodoxos y herejes por igual10. Trat de sealar una va media entre la teologa arriana y la nicena, aunque le falt una conceptuabilidad teolgica slida.

    A Eusebio por lo que realmente se le recuerda es por su contribucin a la historia cristiana, para la que estaba capacitado como nadie. Su erudicin es sorprendente y su obra, despus de la de Orgenes, es la ms abundante de los padres griegos, versado en todos los ramos del saber de su tiempo, tanto en el campo profano como en el sagrado. Se ha merecido el ttulo honorfico de Padre de la Historia Eclesistica. Sus escritos son un autntico tesoro de fragmentos de obras cristianas y paganas, que sin l se hubiesen perdido completamente y para siempre. Las fuentes de materiales de los tres primeros siglos por l conservadas son de un valor inestimable y resultan imprescindibles para el historiador moderno.

    Antes de Eusebio no existi el gnero de la historiografa de la Iglesia, aunque la Iglesia nunca haba carecido de conciencia histrica ni de destellos cronogrficos y de teolo-ga de la historia, no desarrollados por el hecho de la insegura situacin eclesial provocada por las persecuciones.

    Eusebio introdujo nuevos temas y nuevas aproximaciones a la historia. Ignor las tradicionales restricciones de la poca clsica sobre las cuestiones analizadas y el estilo. Describi la vida religiosa y las ideas y los personajes sin importancia poltica. Otros historiadores escribe de forma magistral han limitado sus relatos a registrar victorias en la guerra, las hazaas de los generales y los actos heroicos de soldados teidos de la sangre de miles que han muerto en bien del pas, de la familia o de la propiedad. Mi relato, en cambio, dejar para la posteridad las guerras que se hicieron por la paz del alma

    padre; al idion, el Hijo. La intencin del Smbolo de Nicea no es, pues, la de afirmar la unidad numrica de Dios, sino la inclusin del Hijo en el mbito divino. Va, por consiguiente, contra la concepcin arriana de la condicin creatural del Logos ( Josef Lenznweger, Peter Stockmeier, Karl Amon, Rudolf Zinnhobler, eds., Historia de la Iglesia catlica, pg. 141. Herder, Barcelona 1989).

    10 Claro que, a juicio de John H. Newman, esto ms que una virtud era un defecto. Eusebio parece haber tenido los pecados y las virtudes del mero hombre de letras; nunca poderosamente excitado ni para el bien ni para el mal, sin el apremiante inters por la causa de la verdad y los riesgos de la grandeza secular, en comparacin con la comodidad y pequeos goces el ocio literario (The Arrians of the Fourth Century, IV, pg. 262. Londres 1833).

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    HISTORIA ECLESISTICA

    y los hombres que batallaron valientemente en tales guerras por la verdad, y no por el pas; por la piedad, y no por la familia. Es la lucha de los valientes atletas de la piedad, sus sufrimientos y victorias sobre adversarios satnicos y las coronas que ganaron al final lo que los har eternamente clebres11.

    Eusebio incluy gran cantidad de testimonios documentales accesibles para l en las surtidas bibliotecas de Cesarea y de Jerusaln. Segn Eusebio, la tarea principal del historiador consiste en recopilar textos autnticos y en insertarlos en el conjunto con la ayuda de explicaciones escuetas. Se ha criticado con frecuencia su modo de tratar las fuentes porque l no hace distincin alguna entre fuentes primarias y secundarias, pero no se repara en el hecho de que en su obra Eusebio rechaza los sucesos dudosos y las narraciones fabulosas.

    En el libro VIII de su Historia eclesistica, Eusebio afirma que no describir las des-gracias ni registrar las contiendas e inhumanidad mutua de los cristianos antes de la persecucin, sino slo lo suficiente para justificar el juicio divino, y pasa a decir que su historia tiene un fin edificante: Incluir en mi historia slo aquellas cosas de las que nosotros mismos y luego generaciones venideras puedan obtener beneficio. Eu-sebio es consciente de estar escribiendo una historia en la que se siente personalmente involucrado y, en gran medida, testigo ocular: vi con mis propios ojos cmo los lugares de culto eran destruidos hasta sus cimientos, cmo las inspiradas y sagradas Escrituras eran echadas a las llamas en medio de la plaza pblica...12. En ningn momento oculta su admiracin por los mrtires, a quienes eleva a la categora de nuevos hroes y atletas de la fe. En su historia de los Mrtires de Palestina dice: slo los hechos ms apropiados para ser registrados en una historia de los mrtires son los que redundan en su honor (cap. 12). Para Edward Gibbon, esta confesin lleva a sospechar que un escritor que viola as uno de los principios fundamentales de la historia no resulta muy fiable respecto a lo que cuenta13. En defensa del proceder de Eusebio, que ante todo es un hombre de fe, un pastor de almas y un telogo, podemos decir que, aunque no haya seguido los parmetros de la historiografa moderna, s podemos estar seguros de que no ha falseado en su esencia el campo que cubre conforme a su meta propuesta14.

    Precisamente, la atencin que dedica a los mrtires pone de manifiesto la intencin apologtica de su obra, y en Eusebio es tan legtimo el inters apologtico como en los tiempos modernos el inters racionalista. Ningn historiador parte de la nada. Vive inmerso en las tradiciones de la propia cultura en que se desenvuelve, su enfoque est estimula-do por las cuestiones palpitantes del momento histrico que le toca vivir. Por eso, como escribe Ernst H. Gombrich, a sabiendas o no, siempre que nos acercamos al pasado lo hacemos con alguna idea preconcebida, desde alguna teora rudimentariamente esbozada, la cual nos vemos en la obligacin de demostrar plenamente15. Lo que importa es el

    11 Hist. ecl. libro V,1.12 Hist. ecl. libro VIII,2.13 Edward Gibbon, Decadencia y cada del Imperio romano, cap. 16.14 Vase Hubertus R. Drobner, Manual de patrologa, pg. 256. Herder, Barcelona 1999.15 E. H. Gombrich, Tras la historia de la cultura, pg. 60. Ariel, Barcelona 1977.

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    INTRODUCCIN

    tratamiento que el historiador da a sus fuentes y cmo maneja sus materiales. En esto Eusebio es irreprochable. Es realmente un erudito; sus concienzudos procedimientos y la exactitud metdica de sus investigaciones filolgicas, arqueolgicas e histricas provocan nuestra admiracin siempre que nos es posible comprobarlos. Sin l sabramos tan poco sobre los primeros siglos de la Iglesia como sobre el cristianismo primitivo si san Lucas no hubiera redactado los Hechos de los Apstoles16.

    En un ponderado estudio de los historiadores de la Antigedad, el profesor James T. Shotwell discrepa del juicio de Gibbon sobre Eusebio, que considera parcial, y hace notar que la maravilla es que nuestro autor mantuviera un equilibrio tan justo y un nivel tan exigente dadas las universales demandas de su tiempo. No debemos olvidar que el tono apologtico de la historiografa cristiana fue tambin sancionado por los clsicos. El mismo Polibio haba pedido que la historia fuese considerada como una cosa prctica, y Cicern, Salustio, Tito Livio y Tcito haban aplicado la mxima con largueza. No sera justo que la historiografa cristiana sufriese nuestros ms duros reproches por una actitud que era la de casi toda la Antigedad17.

    El conflicto arriano

    Se ha dicho mil veces que el cristianismo no es una religin, sino un camino de salvacin, que su enseanza es simple y sin complicaciones, que se resume en la fe en Dios y el amor al prjimo. Quienes dicen esto deben de estar hablando de otra cosa, porque el cristianismo es una religin que, desde el punto de vista doctrinal, est muy lejos de ser simple. Basta con echar un ligero vistazo a los escritos del Nuevo Testa-mento para darse cuenta de los conflictos doctrinales surgidos en el seno de la primitiva comunidad desde sus inicios: el alcance de la misin al mundo, el papel de la Ley en el Evangelio, el lugar de los gentiles en el plan divino, el alcance de la libertad cristiana y la mayor controversia que llen varios siglos de inquietud: la naturaleza y sentido de la vida de Jess de Nazaret. Cuestin delicada e ineludible, toda vez que la experiencia de salvacin cristiana no depende de una impresin abstracta, vaga, de corte mstico, don-de lo que importa es sentirse bien, salvo o en paz. Para el cristiano la salvacin y la suma de la espiritualidad dependen de una relacin personal con Jesucristo, en fidelidad con los datos consignados sobre l en las Escrituras. Pero cmo formular en trminos correctos y precisos la compleja personalidad de quien se presenta como Dios y hombre sin tergiversar ninguno de los elementos que intervienen en la definicin?

    Aunque la Iglesia primitiva hubiera querido mantener un respetuoso silencio respecto al misterio insondable del Dios-hombre, Jess de Nazaret, limitndose a tributarle servicio de adoracin y cumplir sus preceptos, los errores y disquisiciones de las mentes especulativas no la hubieran dejado. La hereja nace de la necesidad que tiene la mente de especular,

    16 Hans von Campenhausen, Los Padres de la Iglesia, vol. I, pg. 82. Cristiandad, Madrid 1974.17 J. T. Shotwell, Historia de la historia en el mundo antiguo, pg. 377. FCE, Mxico 1982, 2 ed.

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    HISTORIA ECLESISTICA

    de querer comprender en su totalidad la imagen que contempla en el espejo (speculum), y reducirla a frmula y concepto. La ortodoxia aparece como reaccin a los errores de los herticos que en muchas ocasiones hacen saltar el espejo.

    Uno de los ms graves conflictos que amenaz la fe cristiana, y que renace de vez en cuando, es el creado por Arrio, un clrigo de Libia, en el norte de frica. Se desco-nocen las fechas exactas de su nacimiento y de su muerte, pero lo ms probable es que naciera en el ao 256. Ordenado presbtero en la iglesia de Alejandra (Egipto), Arrio era elocuente, sabio, conocedor de las obras de Orgenes y educado en las enseanzas de Luciano de Antioqua, muerto mrtir en 312. La Escuela de Antioqua propiciaba en especial el estudio gramatical de la Biblia, dejando en segundo plano la interpretacin alegrica o espiritual. Arrio consider ms ajustado al texto literal de la Escritura y a la ra-zn explicar el misterio de naturaleza de Cristo y de su relacin con Dios Padre disociando ambas personas. Con ello pretenda responder a las herejas de Pablo de Samosata, que enseaba que el Salvador era mero hombre, y de Sabelio, quien afirmaba que el Hijo era mero poder o funcin del Padre, un modo de accin distinto de la Trinidad divina, sin distinciones sustanciales. En respuesta, Arrio afirm que slo Dios Padre es la sustancia eterna, pero que el Hijo era el Verbo, el Logos, la primera y ms perfecta de sus criaturas. No era, pues, mero hombre, pero tampoco exista desde siempre, de manera que su divinidad no era sustancial, sino adquirida, por participacin en la sabidura y el poder del Padre. Esta era su lectura en un sentido platnico del llamado prlogo del Evangelio de San Juan.

    En una discusin mantenida en presencia del anciano obispo Alejandro, Arrio expu-so su punto de vista y mantuvo que el Hijo de Dios es creado de lo no existente; que hubo un tiempo en el que el Hijo no exista; que es capaz de lo bueno y de lo malo; que es criatura y creado18.17Alejandro se opuso, Arrio se rebel acusando a su obispo de sabelianismo. ste convoca un consejo que condena y exilia a Arrio y sus seguido-res de la ciudad (ao 318 o 319), un procedimiento que presupone una colaboracin con las autoridades locales. En una circular a los obispos, Alejandro dio a conocer a todo el mundo la decisin tomada por el snodo de Alejandra.

    Arrio, que se considera injustamente perseguido, se traslada a Cesarea, donde es bien acogido por Eusebio, que vio en el proscrito una vctima inocente que buscaba refugio en su iglesia, como antao lo hiciera Orgenes, perseguido por el tirnico patriarca de Alejandra. Posteriormente, Arrio se traslada a la ciudad imperial de Nicodemia por invi-tacin del obispo del lugar, Eusebio, discpulo igualmente de Luciano. Bajo la proteccin de Eusebio de Nicodemia, Arrio pudo desarrollar una actividad infatigable, al tiempo que Eusebio comienza una campaa de apoyo a Arrio y sus ideas mediante cartas a los obispos de Asia Menor y de Oriente. Un snodo organizado por Eusebio exigi tambin la restauracin de la comunin eclesial de Arrio, pretensin que rechaz el obispo Ale-jandro. Debido este respaldo a Arrio, Eusebio de Nicodemia transforma lo que podra haber sido una disputa egipcia en una controversia ecumnica19.18.

    18 Sozomeno, Hist. ecl. I,15,3 (GCS 50,33).19 J. Quasten Patrologa, vol. II, La edad de oro de la literatura patrstica griega, pg. 210. BAC, Madrid 1985, 4 ed.

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    INTRODUCCIN

    Probablemente el error de Arrio hubiera podido quedar reducido al terreno de la pura especulacin teolgica sin la intervencin de Eusebio y el progresivo crecimiento del conflicto, que se extendi por toda Siria, Palestina y Asia Menor. Cuando Constan-tino I el Grande, tras su victoria en septiembre del ao 324, se encontr con que la cristiandad estaba resquebrajada, tom el asunto inmediatamente en sus manos e invit a las partes encontradas a la unidad. Constantino, sin duda, slo captaba superficialmen-te las divergencias, pero las juzgaba intiles y peligrosas para la paz pblica. As se estim que la mejor solucin era reunir un gran concilio de obispos del Imperio que, en perfec-ta inteligencia, fijaran los lmites de la fe. A su invitacin acudieron a Nicea de Bitinia unos 300 obispos llegados de todos los puntos del mundo (20 de mayo del 325). Se trata del primer snodo o concilio ecumnico de la cristiandad. En este concilio estuvo presente un joven dicono, Atanasio, que, aunque no tom parte en las decisiones, fue despus el campen de la fe ortodoxa contra el arrianismo al suceder a Alejandro como obispo de Alejandra el ao 328.

    Aunque Arrio sali de Nicea condenado y desterrado, las cosas no fueron tan mal para l como podra esperarse. Con la ayuda de su poderoso valedor, Eusebio de Nicomedia, emparentado con la casa de Constantino y amigo de la emperatriz Constancia, Arrio hace llegar una carta al emperador en la que intenta mostrar la ortodoxia de la posicin arriana, que su destinatario crey satisfactoria, a la vez que solicita ser restituido a la Iglesia. Constantino hace volver a Arrio del exilio en Illia (328). Un snodo convocado en Tiro y Jerusaln declar que Arrio poda ser readmitido a la comunin con la Iglesia (335). Poco despus, Arrio muere repentinamente en Constantinopla la tarde previa a la ceremonia formal en la que se le iba a restituir el rango presbiteral (336).

    Arrio no tena madera de telogo, sino de asceta: el mismo rigor que aplic a su cuer-po aplic a su mente, con el resultado tpico de rigidez intelectual de corte racionalista, sin capacidad de visin de conjunto. Obedeciendo a lo que l consideraba fidelidad a la Escritura llev hasta sus ltimas consecuencias las ideas subordinacionistas que parecen contenerse en algunos textos bblicos interpretados al pie de la letra. Como bien se ha dicho, el arrianismo es una hereja del sentido comn sin sentido para entender una metfora. Espoleada por el desafo que le lanz el afn de conocer experimentado por los antiguos y que era imprescindible para comunicar a aquel mundo el discurso bblico sobre el Dios que acta, la fe cristiana haba emprendido el camino de la explicacin racional de Dios en armona con la concepcin bblica, pero no resultaba fcil. Arrio pretenda conservar la sencillez del lenguaje bblico, que ensea abiertamente la subordinacin del Hijo. Como la cristologa no estaba todava aclarada, los pasajes que parecan confirmar que Jesucristo no se encuentra en un plano de igualdad al Padre (cf. Jn. 14:28) se extendan a su estado anterior a la encarnacin, lo cual ya no es una enseanza bblica, sino una inferencia dictada por el racionalismo filosfico imperante. Se consideraba que el Logos preexistente se una a la carne y haca las veces de alma, de modo que el Logos mismo adquira los rasgos humanos y, por consiguiente, se le atribuan las afirmaciones escritursticas acerca del anonadamiento slo atribuibles al Logos en cuanto encarnado o manifestado histricamente en la persona de Jess. El resultado era un Cristo disminuido como Dios y como hombre.

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    HISTORIA ECLESISTICA

    El concilio de Nicea

    La iniciativa de convocar un gran concilio que remediara la discordia en las comuni-dades de Oriente por causa de la doctrina de Arrio parti, al parecer, de Constantino, quien, como soberano universal, esperaba la paz interna de la Iglesia y la asistencia divina para el Imperio. El concilio fue convocado primeramente en Ancira (Galacia), y despus en Nicea de Bitinia, accesible por tierra y mar y cercana a la residencia impe-rial de Nicomedia. No se conoce el nmero exacto de los obispos que asistieron, pero es posible aventurar una cifra aproximada a los trescientos20.19Entre los padres conciliares se contaban las figuras eclesisticas ms relevantes del momento. Estaba Osio, obispo de Crdoba, que segn parece presidi las sesiones. Asisti tambin Alejandro de Alejandra, acompaado por el entonces dicono Atanasio, Marcelo de Ancira, Macario de Jerusaln, Leoncio de Cesarea de Capadocia, Eustacio de Antioqua y los presbteros Vito y Vicente en representacin del obispo de Roma, que no pudo asistir debido a su avanzada edad. Tampoco faltaron los amigos de Arrio, como Eusebio de Nicomedia, nuestro Eusebio de Cesarea y algunos otros.

    Muchos de ellos haban sufrido crcel, tortura o exilio no haca muchos aos, y llevaban en sus cuerpos las marcas de su fidelidad: tuertos, tullidos. De repente, un emperador los invitaba y pona a su disposicin todos los medios necesarios para su desplazamiento y alojo. En el plano fraternal, muchos de los presentes se conocan de odas o por corres-pondencia, pero ahora, por primera vez en la historia de la Iglesia, podan tener una visin fsica de la universalidad de su fe. Lo que all estaba ocurriendo era un sueo, como dir Eusebio de Cesarea, el mismo que nos describe emocionado la escena: All se reunieron los ms distinguidos ministros de Dios, de Europa, Libia [frica] y Asia. Una sola casa de oracin, como si hubiera sido ampliada por obra de Dios, cobijaba a sirios y cilicios, fenicios y rabes, delegados de la Palestina y del Egipto, tebanos y libios, junto a los que venan de la regin de Mesopotamia. Haba tambin un obispo persa, y tampoco faltaba un escita en la asamblea. El Ponto, Galacia, Panfilia, Capadocia, Asia y Frigia enviaron a sus obispos ms distinguidos, junto a los que vivan en las zonas ms recnditas de Tracia, Macedonia, Acaya y el Epiro. Hasta de la misma Espaa, uno de gran fama [Osio de Crdoba] se sent como miembro de la gran asamblea. El obispo de la ciudad imperial [Roma] no pudo asistir debido a su avanzada edad, pero sus presbteros lo representaron. Desde el principio de los tiempos slo uno, el emperador Constantino, junt semejante guirnalda mediante el vnculo de la paz, y la present a su Salvador como ofrenda de gratitud por las victorias que haba logrado sobre todos sus enemigos21.2120.

    Desde Sozomeno2221se ha credo que nuestro Eusebio historiador pronunci el discur-so de apertura, otros sealan a Osio de Crdoba como ms probable. Como quiera que fuese, los obispos all reunidos se dedicaron a discutir las muchas cuestiones legislativas

    20 Se calcula en 1800 obispos (1000 en las provincias griegas y 800 en las latinas) los existentes en el Imperio en aquel tiempo.

    21 Eusebio, Vida de Constantino, lib. III,7. Gredos, Madrid 1994.22 Sozomeno, Hist. ecl. I,19.

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    INTRODUCCIN

    que era necesario resolver una vez terminada la persecucin. La asamblea aprob una serie de reglas para la readmisin de los cados, acerca del modo en que los presbteros y obispos deban ser elegidos y ordenados, y sobre el orden de precedencia entre las diversas sedes. Pero la cuestin ms escabrosa, como venimos considerando, era la con-troversia arriana.

    La tendencia arriana, pequea en nmero, estaba capitaneada por Eusebio de Nicomedia, el personaje ms importante en toda esta controversia. Arrio no era obispo y por tanto no tena derecho a participar en las deliberaciones del concilio. Alejandro de Alejandra, de donde, como sabemos, parti el foco arrianista, representaba a los contrarios a esta doctrina, en la que vean un grave peligro para la fe cristiana y que, por tanto, era nece-sario condenar. Tampoco era un grupo numeroso. Otro pequeo grupo, probablemente no ms de tres o cuatro, sostena posiciones cercanas al patripasionismo, es decir, la doctrina segn la cual el Padre y el Hijo son uno mismo, y por tanto el Padre sufri en la cruz. Los obispos que procedan de la regin del Imperio donde se hablaba el latn no se interesaban en la especulacin teolgica. Para ellos la doctrina de la Trinidad se resuma en la vieja frmula enunciada por Tertuliano ms de un siglo antes: una sustancia y tres personas.

    La mayora de los obispos no perteneca a ninguno de estos grupos. Vean disgustados el enfrentamiento entre Arrio y Alejandro, que amenazaba con dividir la Iglesia ahora que precisamente gozaba de paz. Eusebio de Cesarea se contaba entre ellos. La esperanza de estos obispos, al comenzar la asamblea, parece haber sido lograr una posicin conciliatoria, resolver las diferencias entre Alejandro y Arrio, y olvidar la cuestin.

    Los partidarios de Arrio, que contaban tambin con las simpatas del emperador Constantino, pensaban que en cuanto expusieran sus puntos de vista la asamblea les dara la razn. Sin embargo, cuando Eusebio de Nicomedia tom la palabra para decir que Jesucristo no era ms que una criatura, aunque muy excelsa y eminente, y que no era de naturaleza divina, la inmensa mayora de los asistentes reaccion de forma muy distinta a lo que Eusebio esperaba. A los gritos de blasfemia!, mentira! y hereja!, Eusebio tuvo que guardar silencio, en medio de una grave confusin.

    Entonces Eusebio de Cesarea hizo una proposicin intermedia, la de reconocer el smbolo bautismal de su comunidad, que a la vez despejaba cualquier duda sobre su orto-doxia. ste formulaba la fe en el solo Seor Jesucristo, Palabra de Dios, Dios de Dios, luz de luz, vida de vida, Hijo nico, nacido antes de todas las criaturas, engendrado por el Padre antes de todos los tiempos, por el que todo ha sido creado. Ni el emperador ni los obispos reunidos presentaron objecin alguna en contra, slo introdujeron algunas expresiones para evitar equvocos. As surgi el Credo de Nicea, que refleja de modo sin-ttico y claro la confesin genuina de la fe recibida y admitida por los cristianos desde el principio. Dice as:

    Creemos en un Dios Padre Todopoderoso, hacedor de todas las cosas visibles e invisibles.

    Y en un Seor Jesucristo, el Hijo de Dios; engendrado como el Unignito del Padre, es decir, de la sustancia del Padre, Dios de Dios; luz de luz; Dios verdadero de Dios

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    verdadero; engendrado, no hecho; consustancial al Padre; mediante el cual todas las cosas fueron hechas, tanto las que estn en los cielos como las que estn en la tierra; quien para nosotros los humanos y para nuestra salvacin descendi y se hizo carne, se hizo humano, y sufri, y resucit al tercer da, y vendr a juzgar a los vivos y los muertos.

    Y en el Espritu Santo.A quienes digan, pues, que hubo cuando el Hijo de Dios no exista, y que antes de

    ser engendrado no exista, y que fue hecho de las cosas que no son, o que fue formado de otra sustancia o esencia, o que es una criatura, o que es mutable o variable, a stos anatematiza la Iglesia catlica.

    Todos los padres conciliares ratificaron este credo con su firma (19 de junio de 325), excepto Arrio y dos obispos que lo secundaban, Secundo de Tolemada y Teons de Mar-marica, que fueron enviados inmediatamente al destierro. Pocos meses despus, Eusebio de Nicomedia y Teognis de Nicea, cabecillas de los arrianos, retiraron sus firmas. Irritado por este cambio, el emperador Constantino los desterr a ambos a la Galia. Aunque Nicea no puso fin a la discusin entre los contendientes histricos, s sell de una vez para siempre el destino de la hereja arriana. Al reafirmar la unin esencial o sustancial de lo divino y humano en el Jess histrico, de la sustancia del Padre, homoousios t Patr, oJmoou>siov tw~|~ Patri> (consustancial al Padre), la resolucin de los padres se mantuvo en la tradicin eclesial que se remonta al texto evanglico que dice: El Verbo se hizo carne y habit entre nosotros ( Jn. 1:14). En ella late la conviccin no siempre fcil de expresar de que Jess de Nazaret no es en modo alguno mera criatura que llegara a la divinidad por accidente, o por mrito, sino que es Dios en esencia, por s mismo. Lo afirmado en Nicea se refin y fortaleci en ulteriores declaraciones que afirmaron la absoluta coexistencia o unin hiposttica de las dos naturalezas, divina y humana, en la persona del Salvador.

    ***

    Sobre este concilio se han dicho cosas tan ridculas como que fue amaado por Cons-tantino y que aqu se decidi nada menos que la divinidad de Jesucristo. Si antes estuvo de moda decir que el apstol san Pablo fue el fundador del cristianismo, presentando a Jess como un Dios salvador a imagen y semejanza de los salvadores paganos, hoy se trocado por la atribucin a Constantino y a sus consejeros de la creacin del cristianismo: no ya Pablo, sino Constantino contra Cristo. Es tan absurdo y tan ajeno a los intereses de la veracidad histrica que no merece la pena que gastemos tiempo en refutarlo. Pero dado que muchos, en el campo cristiano, consideran que a partir de Constantino la Iglesia se apart del cristianismo del Nuevo Testamento y se corrompi por su alianza con el poder, conviene aclarar que, ciertamente, Constantino propici la celebracin del Concilio de Nicea e influy en ella, prestando todo su apoyo. Sin embargo, el emperador no influy en la formulacin del Credo resultante, en todo fiel a la tradicin que se remonta a los mismos Evangelios. No se puede caer en el error de tomar la fecha de reconocimiento oficial de una doctrina, su formulacin dogmtica, como partida de nacimiento de una

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    creencia, previa a toda formulacin y fundamento de sta. En Nicea nadie dud ni por un momento de la divinidad de Jesucristo, sino del grado de esa divinidad en relacin con Dios Padre23..22

    Por otra parte, ni Constantino ni sus sucesores apoyaron consistentemente la teologa de Nicea. Constantino altern en su apoyo de Atanasio, defensor de aqulla, porque es-taba ms preocupado por mantener la paz que por la teologa misma. Exili a Atanasio en 335 y estuvo a punto de reincorporar a Arrio justo antes de su muerte. Durante los cuarenta y cinco aos en que Atanasio fue obispo de Alejandra, en Egipto, fue desterra-do al exilio cinco veces por diversos emperadores romanos. Si la fe de Nicea se impuso no fue por el respaldo del poder imperial, sino por su misma cualidad. La historia nos ensea que los obispos han resultado demasiado independientes para el gusto del poder de turno. No han solido ceder tan fcilmente a una doctrina con la que no estaban de acuerdo. La persecucin heroicamente resistida fue la mejor preparacin para la nueva etapa abierta por Constantino: ella moviliz a los dirigentes de la Iglesia a velar por la conserva-cin de la pureza de la fe y agudiz su visin para evitar en lo esencial las tentaciones del poder y de la mentalidad pagana ajena a la vida cristiana. Si en algo se pec fue en exceso de rigorismo contra la hereja, pero esto vena de mucho antes del giro constan-tiniano y persistir en las comunidades ms alejadas de l.

    Eusebio y Constantino

    Desde un principio el emperador Constantino se mostr favorable a los cristianos, no a costa de la religin pagana, que sigui beneficiando como sumo pontfice suyo, sino por un principio de legalidad. El Imperio no se poda sostener a costa de cercenar la vida de los sbditos ms puros y ms castos, ms leales y sufridos. La Iglesia se mereca la paz y se la dio, no como un acto de condescendencia de parte del Estado, sino como reconocimiento de unos derechos legtimos que los cristianos venan reivindicando desde haca siglos.

    La admiracin de Eusebio por el hombre que haba detenido la matanza y el derra-mamiento de sangre inocente no conoca lmites. El aprecio fue mutuo. Eusebio tuvo el privilegio de ejercer su episcopado bajo el reinado de Constantino: un estadista militar y un confesor eclesistico embarcados en la misma aventura de insuflar un nuevo espritu de unidad y concordia a una sociedad que se enfrentaba, irremediablemente, a una nueva poca llena de desafos externos e internos. De nuevo, como en los remotos das de Augusto Csar, movi al mundo romano un estremecimiento de nuevas esperanzas y nuevos albores (Cochrane). Para Eusebio, el inesperado y glorioso triunfo de la Iglesia constituye prueba evidente de la operatio Dei, la mano de Dios, en la historia. Las esperanzas milenaristas parecan realizarse en la persona de Constantino: al fin un monarca cristiano

    23 Vase Alois Grillmeier, Cristo en la tradicin cristiana: desde el tiempo apostlico hasta el concilio de Calcedonia (451), Sgueme, Salamanca 1997.

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    dominando los cuatro extremos de la tierra, difundiendo la paz y la felicidad en todo el mundo. Partiendo de este hecho, el sentido de la esperanza cristiana comenz tambin a modificarse. Ya no es nicamente en el ms all donde se ver colmada: su cumpli-miento comienza dentro de este mundo. Por fin se iban a hacer realidad las profecas respecto a las espadas convertidas en rejas de arado y las naciones conviviendo pac-ficamente unas con otras24.23Lactancio se suma a esta visin optimista de la escato-loga realizada en la historia, y cree que, en la Nueva Repblica, el objeto primario ser el asegurar a todos por igual la libertad de profesar el cristianismo, libertad que habr de extenderse a los que no creen, ya que por naturaleza la religin es algo que no cabe imponer por la fuerza. Al mismo tiempo, los hombres se vern en libertad de practicar virtudes tan caractersticamente cristianas como la hospitalidad, la redencin de cautivos, la defensa de las viudas, el cuidado de los enfermos, el enterramiento de los extranjeros y menesterosos. En el nuevo orden, y a medida que los principios cristianos de humanidad vayan ganando aceptacin, el Estado ir perdiendo importancia, hasta convertirse en socie-dad sin coercin y sin clases, gobernada nicamente por la ley del amor. Tal era la utopa del nuevo Imperio romano cristiano25.24El cristianismo haba nacido como una sociedad en la que se daban por terminadas las divisiones antagnicas entre ricos y pobres, judos y gentiles, hombres o mujeres, esclavos y libres. Soaba con un mundo gobernado no por el miedo o la desconfianza, sin por el amor. Despus de tantos siglos de persecucin y vivir en la cuerda floja de la ilicitud, la paz de Constantino llev a muchos a poner en un segundo plano que el cristiano es un ciudadano de la Nueva Jerusaln, que desciende sobre los hombres no en virtud de la poltica humana, sino del poder divino; ellos, en su entusiasmo ante el cambio operado, se imaginaban que el Imperio cristianizado iba a ser ya una imagen del Reino de Dios sobre la tierra.

    Para Eusebio, el emperador es un enviado de la Providencia, el liberador aparecido tras el largo tormento de las persecuciones, el heraldo de Dios en este mundo, y su soberana terrenal, la imagen de la soberana divina y del anunciado reino de Cristo. El emperador es amado de Dios y modelo de absoluta piedad, encarna todas las virtudes de los reyes: la dignidad, la belleza, la fortaleza, la cultura, la razn innata y la sabidura divina. Constantino, que vea el afecto que Eusebio le profesaba, tuvo para l muchos miramientos y le honr con distinciones halagadoras. Siendo de extraccin muy baja, Eusebio no estaba familiarizado con las altas esferas polticas, por lo cual es comprensible que se dejara deslumbrar (Campenhausen). Pero Eusebio habra sido infiel a s mismo si no hubiera secundado al emperador como instrumento elegido por Dios, cuya llegada siempre haba deseado y en cuya misin crea26.25

    El emperador se considera naturalmente como el jefe del pueblo cristiano, nuevo Moiss, nuevo David, a la cabeza del verdadero Israel, el de la Nueva Alianza. El emperador no se contenta con facilitar la reunin de concilios y apoyar con su autoridad la realizacin

    24 Eusebio, His. ecl. I,1,7.25 Vase Jacob Burckhardt, Del paganismo al cristianismo. La poca de Constantino el Grande. FCE, Mxico 1996,

    2 ed.; Carles N. Cochrane, Cristianismo y cultura clsica. FCE, Mxico 1983, 2 ed.26 Hans von Campenhausen, op. cit., pg. 86.

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    de sus decisiones; es l mismo quien toma la iniciativa de convocarlos, quien escoge los problemas dogmticos o disciplinares que debern tratar. Sigue las discusiones, ayuda al triunfo de la mayora, al establecimiento de la unanimidad.

    Al morir Constantino, el 22 de mayo de 337, Eusebio, fiel a sus convicciones, ense-guida compuso una obra en memoria del emperador, a modo de monumento literario, digno de sus grandeza. Esta obra es conocida por el ttulo De vita Constantini, que no es propiamente una biografa, sino un elogio o panegrico fnebre. Aunque a Eusebio se le acusa de adulador palaciego, hay que tener en cuenta que su contacto personal con el emperador fue muy escaso y casi siempre en los lmites estrictos de la cortesa y de las exigencias oficiales. Probablemente, segn Martn Gurruchaga, Eusebio no vio a Cons-tantino ms de cinco veces. Como hemos dicho, el aprecio de Eusebio por Constantino nace de sus convicciones teolgicas. Apenas dos aos despus, muere este obispo culto, erudito, apologista y reconciliador. Acacio, discpulo suyo y sucesor en la sede episcopal, escribi una vida y un catlogo de sus obras.

    Obras

    Aunque Eusebio es universalmente famoso por su Historia eclesistica, como si su produccin literaria se hubiese reducido a esa nica obra, lo cierto es que se trata de un autor muy prolfico, que abarc casi todos los campos del saber teolgico, como corresponde a un hombre muy versado en Sagrada Escritura, historia pagana y cristiana, literatura antigua, filosofa, geografa, cronologa tcnica, exgesis, filologa y paleografa. Detallemos las que nos son conocidas.

    A. Histricas1. Crnica, griego cronikw~n kano>nwn pantodaph< iJstori>a, generalmente conocida

    por Cronicn. Fue escrita hacia 303 y contiene dos partes: la cronografa o historias resu-midas de los caldeos, asirios, hebreos, egipcios, griegos y romanos, y una segunda parte a base de cuadros sincrnicos en columnas sinpticas paralelas con glosas indicadoras de los principales sucesos de la historia. Mostrando el sincronismo entre las fechas bblicas y las de la historia profana, el autor quiere probar que el cristianismo, lejos de ser una religin joven, es, gracias al testimonio del Antiguo Testamento, las ms antigua y venerable del mundo. La aparicin de Cristo marca el comienzo de su perodo final, que se centra en la historia de la Iglesia. Eusebio renunci al viejo cuadro mtico que calculaba la historia mundial segn los ciclos de los aos sabticos del profeta Daniel, cuadro a partir del que se pretenda poder indicar la fecha del fin del mundo y de la parusa de Cristo. La visin de la historia mundial y de la salvacin va unida en Eusebio al principio optimista de una educacin progresiva del ser humano realizada por Dios.

    Este procedimiento sincrnico haba sido ya utilizado a principios del siglo III por Julio Africano en su Cronografa, obra en la que se apoya indudablemente Eusebio, pero realizando su tarea con ms exactitud y conocimiento. La obra se ha conservado en una