Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

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1 Historia del Empresarísmo en el nororiente de Colombia Tomo 1 Luis Rubén Pérez Pinzón

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La colección “Historia del Empresarismo en el nororiente de Colombia” analiza el espíritu empresarial que motivó desde el siglo XVI a diferentes tipos de empresariado a poblar, transformar, civilizar e innovar en los territorios que conformaron los actuales departamentos de Santander, Norte de Santander, Arauca y sur del Cesar. El tomo 1 “Empresas Coloniales en las provincias de Pamplona y Girón” describe los procesos de colonización territorial de las provincias indígenas e hispánicas neogranadinas al ser fundadas ciudades, villas y parroquias, y consigo, los procesos de financiación y subsistencia del colonizador a través de instituciones económicas como fueron la encomienda y mita minera.

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Historia del Empresarísmo

en el nororiente de Colombia Tomo 1

Luis Rubén Pérez Pinzón

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HISTORIA DEL EMPRESARISMO EN EL

NORORIENTE DE COLOMBIA

Tomo 1. Empresas coloniales en las

provincias de Pamplona y Girón

Luis Rubén Pérez Pinzón

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Historia del Empresarismo en el nororiente de Colombia

Tomo 1. Empresas Coloniales en las provincias de Pamplona y

Girón.

Luis Rubén Pérez Pinzón

Primera edición

Abril 13 de 2015

La imagen de la portada sobre la provincia de Soto fue tomada de:

COLOMBIA, MINISTERIO DE CULTURA, BIBLIOTECA NACIONAL

DE COLOMBIA. Láminas de la Comisión Corográfica (1850 – 1859). [En

línea]. Bogotá: Biblioteca Nacional de Colombia, 2009. Disponible en:

http://www.bibliotecanacional.gov.co/recursos_user/exposicionesvirtuales/co

mision_corografica/exhibicion-laminas-primera-parte.html

ISBN 978-958-46-6352-8

Diseño, Edición y Publicación: Luis Rubén Pérez Pinzón

La reproducción total o parcial, en cualquier soporte o plataforma,

sólo se podrá hacer con previa autorización del autor.

Publicado en Colombia.

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Contenido

Tomo 1

1. EMPRESARIOS FUNDADORES

Pacificar la muerte: Orígenes espirituales y materiales de

Bucaramanga y su Área Metropolitana

2. EMPRESARIOS ENCOMENDEROS

Prácticas productivas y tecnológicas de los mineros en los

Andes nororientales

3. EMPRESARIOS MINEROS

Impacto de las innovaciones tecnológicas y las

transformaciones de la minería colonial neogranadina

Tomo 2

4. EMPRESARIOS RESTAURADORES

Las empresas políticas de los generales libertadores y el

revisionismo de los linajes dominantes

5. EMPRESARIOS REGENERADORES La familia Santos y las redes de poder entre las elites militares

y agroindustriales al sur de Santander

6. EMPRESARIOS REFORMADORES

La familia Ferrero y las redes de poder entre las elites

comerciales al norte de Santander

Pág.

7

169

239

7

43

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Tomo 3

7. EMPRESARIOS EDITORIALES

Útiles lancasterianos, didácticas pestalozzianas y

confesionalismo mediático en los Andes colombo-venezolanos

(1857 – 1957)

8. EMPRESARIOS TABACALEROS

Aportes de la producción agrícola tabacalera de Pamplona a la

consolidación de las reformas educativas neogranadinas (1819

– 1837)

9. EMPRESARIOS INSTRUCCIONISTAS

“Instrucción pública” e innovaciones didácticas radicales

durante el Estado Soberano de Santander (1857 – 1886)

10. EMPRESARIOS DIGITALES

Innovaciones y mediaciones en la formación de profesionales

en ciencias sociales y humanas a partir del uso de las TIC

Tomo 4

11. EMPRESARIOS CIGARREROS

Factorías coloniales, cosecheros parroquiales, empresarios

exportadores y mujeres cigarreras en la historia de los cigarros

santandereanos

12. EMPRESARIOS GANADEROS

La feria exposición del socorro y la cebuización del nororiente

de Colombia (1914 - 2014)

13. EMPRESARIOS INDUSTRIALES

Los ingenieros físico-mecánicos de Santander y su pertinencia

socio-productiva para Colombia

7

308

367

407

7

210

345

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Presentación

Empresario y empresariado tienen como raíz común la palabra

Empresa, la cual se asocia con toda forma emprender, y consigo,

apropiarse de retos y compromisos que se asumen como

difíciles, aventurados o riesgosos de alcanzar por la gente

común. El Empresarismo es entendido a su vez como la razón,

espíritu, motivación o convicción político­económica o socio-

cultural que ánima a los empresarios desde el riesgo y la

incertidumbre de éxito a través de sus empresas o al

empresariado a gestionar, invertir, planear, concesionar,

explotar y retornar con maximización de ganancias, el capital de

riesgo que no es presupuestado por las instituciones nacionales,

autorizado por los gobiernos estatales ni invertido por los

negociantes extranjeros o los empresarios tradicionales.

Ese empresarismo (o emprendurismo) que ha caracterizado la

actividad productiva de algunos empresarios y gremios les

permitió reconocer oportunidades de riqueza y transformar ideas

novedosas de negocios riesgosos en procesos productivos

exitosos que generaron cuantiosas ganancias, así como la

adaptación socioeconómica del entorno (o ecosistema

empresarial) a la demanda de materias primas, socios

territoriales, mano de obra e inversionistas externos requeridos

por las empresas en constitución y consolidación. A la par del

beneficio económico esperado y la satisfacción entre asociados,

el liderazgo innovador de los empresarios les permitió lograr el

reconocimiento social, la confianza inversionista, la seguridad

legal y la realización personal asociadas con nuevas formas de

poder económico y alianzas estratégicas con las élites locales.

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La colección “Historia del Empresarismo en el nororiente de

Colombia” analiza el espíritu empresarial que motivó desde el

siglo XVI a diferentes tipos de empresariado a poblar,

transformar, civilizar e innovar en los territorios que

conformaron los actuales departamentos de Santander, Norte de

Santander, Arauca y sur del Cesar. El tomo 1 “Empresas

Coloniales en las provincias de Pamplona y Girón” describe los

procesos de colonización territorial de las provincias indígenas e

hispánicas neogranadinas al ser fundadas ciudades, villas y

parroquias, y consigo, los procesos de financiación y

subsistencia del colonizador a través de instituciones

económicas como fueron la encomienda y mita minera. El tomo

2 “Empresas republicanas de los Generales-Presidente al sur y

al norte de Santander” analiza las empresas políticas, sociales,

económicas y culturales que emprendieron los Generales

Presidentes de Colombia durante los siglos XIX e inicios del

XX, centrando la atención en la influencia pública y los

intereses privados que defendieron los linajes asociados con los

generales de las familias Mosquera, Bolívar, Santos y Ferrero.

El tomo 3 “Empresas educativas e innovaciones didácticas en

Santander” presenta las inversiones públicas y privadas que las

instituciones públicas y los empresarios importadores hicieron

en el fomento y uso de los útiles escolares o los elementos

didácticos que caracterizaron el lancasterianismo republicano, el

pestalozzianismo radical, el confesionalismo mediático de la

regeneración y los retos contemporáneos de las ciencias

sociales. Finalmente, el tomo 4 “Empresas agroindustriales:

Oficios y profesiones del “Gran Santander” revisa el

protagonismo inversionista y las innovaciones productivas

promovidas por los empresarios asociados con la producción de

cigarros finos, ganados bovinos y productos industriales del

actual Santander.

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1. EMPRESARIOS FUNDADORES PACIFICAR LA MUERTE: ORÍGENES ESPIRITUALES Y

MATERIALES DE BUCARAMANGA Y SU ÁREA

METROPOLITANA1

INTRODUCCIÓN. La investigación histórica que se presenta

a continuación fue concebida y redactada originalmente entre

los años 1999 y 2000 como un capítulo del proyecto de grado

que el autor realizó para optar al Historiador conferido por la

Universidad Industrial de Santander (UIS), cuyo informe final

se tituló “Pensar La Muerte: Miedos e imaginario en la

Provincia de Girón, Siglo XVIII”. Ese capítulo no fue

incorporado al texto original ante el orden final que se dio al

proyecto, por ser información de contexto para la problemática

que se estudiaba en el segundo capítulo, y en especial, por las

dimensiones del macroproyecto que sobre el imaginario de la

muerte nos habíamos propuesto.

Ese capítulo fue planteado en el informe final de investigación

como una mirada necesaria de hacer a la par de los análisis

demográficos y estadísticos que sobre la Provincia colonial de

1 Capítulo inédito del trabajo de investigación:

PÉREZ PINZÓN, Luís Rubén. Pensar la Muerte: Miedos e Imaginario en la

Provincia de Girón Siglo, XVIII. Bucaramanga, 2000. Trabajo de Grado

(Historiador). Universidad Industrial de Santander (UIS), Facultad de

Ciencias Humanas, Escuela de Historia, Pregrado en Historia. Los capítulos

conocidos de ese trabajo de grado fueron publicados como: PÉREZ

PINZÓN, Luís Rubén. Historiar la Muerte: 1. Representaciones

historiográficas sobre la muerte en el nororiente de Colombia.

Bucaramanga: Ediciones UIS, 2010.

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Girón se conocían para entonces. Ante lo cual el autor

recomendó a los jurados como a los lectores del proyecto la

necesidad de una investigación específica que relacionara el

cambio de las prácticas y los rituales fúnebres con los procesos

de congregación parroquial del siglo XVIII. Para ello se

manifestó específicamente: “El papel que tuvo el imaginario

social y político de la muerte en el fenómeno de

parroquialización si bien ameritaría un capítulo o investigación

particular se podría resumir en las razones comunes aducidas

por los curas y los apoderados de los vecinos en los procesos de

erección de nuevas parroquias”2.

De tal modo, la pretensión de indagar por los orígenes del Área

Metropolitana de Bucaramanga, creada en 1976, ampliada con

la anexión de Piedecuesta (marzo de 1984) y redimensionada

como provincia desde el 2005, partiendo para ello de los

orígenes indígenas, parroquiales y provinciales de su actual

jurisdicción, si bien ha sido una tarea asumida a finales del siglo

XX por los docentes de la Escuela de Historia de la UIS, la

perspectiva con la que se hace en este texto pretende interpretar

la mentalidad colectiva y el imaginario sociocultural de los

colonos agropecuarios en cada uno de los procesos históricos

que han justificado sus transformaciones y la coexistencia de las

poblaciones circundantes a Bucaramanga hasta el presente.

Interés aunado a la necesidad de reflexionar desde las ciencias

sociales en el impacto que trajeron consigo los cambios

geohistóricos que desde el año 2005, y específicamente desde el

6 de diciembre del mismo, fueron impulsados e implementados

por el Gobernador de Santander Hugo Eliodoro Aguilar Naranjo

2 PÉREZ PINZÓN, Luís Rubén. 2000. Op. cit. Cap. II. Pág. 40

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al promover la fragmentación socio-económica y político-

administrativa de la Provincia de Soto para dar paso a las

simbólicas Provincias de “Soto Norte”, con capital

intermunicipal en Matanza, y la del “Área Metropolitana”

(Bucaramanga, Floridablanca, Girón y Piedecuesta), con capital

en Bucaramanga. A la cual se agregaron los municipios

restantes de la histórica Provincia de Soto (Rionegro, Lebrija,

Los Santos y Santa Bárbara (- Umpalá)), así como se propuso la

creación de la provincia del Carare – Opón, pasando así el

departamento de seis a ocho provincias de gestión y atención

gubernamental.

Esa pretensión de reconcentración territorial se aúna a los

crecientes reclamos de “verdad histórica” manifestados por

algunos docentes e intelectuales a las autoridades académicas de

la ciudad de Bucaramanga al ser puestos en duda los orígenes de

la ciudad capital ante las anacrónicas celebraciones de su

“cumpleaños de fundación” cada 22 de diciembre, al remontarse

a los hechos fundacionales de un efímero pueblo de indios en

1622 cuyo fin está registrado en 1778.

No existiendo ya ese pueblo ni siendo la mayoría de los

ciudadanos étnicamente reconocidos como ‘indios’, ese reclamo

en un fenómeno común en toda el Área Metropolitana al ser

cuestionados por las nuevas generaciones de historiadores las

fechas y los procesos con los cuales tradicionalmente se han

explicado y conmemorado la fundación de los municipios de

Piedecuesta, Floridablanca y Girón.

Los profesionales y artistas adscritos a las academias locales de

historia, en su condición de historiadores ‘aficionados’ y

cronistas de ciudad, han actuado ciega y tercamente ante ese

reclamo prefiriendo recomendar a las autoridades municipales

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continuar con las monumentales conmemoraciones y

celebraciones fundacionales sin ningún tipo de revisión o

cuestionamiento a sus versiones explicativas de lo acontecido ni

a las fuentes históricas que las sustentan.

Ejemplo de ello fue el caso del reconocido médico, siquiatra,

pedagogo y escritor de textos infantiles, médico Miguel Ángel

Pérez Ordóñez, quien en el primer artículo publicado por el

Magazín cultural del Periódico Vanguardia Liberal

(“Vanguardia & Cultura”) el sábado 24 de diciembre de 2005,

bajo el título temático de “Bucaramanga: Historia e historias de

nuestra ciudad” y como parte del tradicional aniversario de

Bucaramanga, manifestaba a través del cuento “Historia de una

ciudad no fundada: Diálogos para una clase de historia con

niños” su desconcierto por conmemorarse la fecha de creación

del extinto pueblo de indios de Bucaramanga (22 de diciembre

de 1622) y no la de erección de la parroquia de blancos (julio de

1778) que las autoridades virreinales autorizaron edificar sobre

las ruinas del extinto poblado indígena.

Erección que fue el verdadero origen de la villa, y décadas

después, de la próspera y cosmopolita ciudad –metropolitana–

con todos sus vestigios prehispánicos, sus rasgos hispánicos y la

creciente presencia empresarial de europeos y asiáticos desde

mediados del siglo XIX.

Considerando los argumentos anteriores, éste texto pretende

describir cómo la integración intermunicipal y la unidad

metropolitana existentes entre 1976 y el 2005 han sido el

resultado de procesos históricos de conflictos político-

administrativos y relaciones socioculturales entre los municipios

que conforman el actual Área Metropolitana de Bucaramanga

desde su orígenes parroquiales como parte de la Provincia de

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Girón con capital en la ciudad de San Juan de Girón desde 1638,

cuya continuidad estuvo posteriormente enmarcada por la

reorganización de las parroquias gironesas al ser integradas a la

Provincia de Pamplona (1795), la fragmentación de las mismas

entre pamplonesas (patriotas) y gironesas (realistas) entre 1810

y 1819, el restablecimiento de las mismas durante la segunda

(1821 – 1830) y tercera repúblicas (1832 – 1853). Durante ese

último período fue creada la Provincia de Soto (1851) con

capital en Piedecuesta, Floridablanca, y finalmente en

Bucaramanga.

La jurisdicción provincial de Soto fue preservada y ampliada

durante el Estado Soberano de Santander (1857 – 1886) como el

“Departamento de Soto”, retornó a su condición político -

administrativa como Provincia después de la aprobación de la

Constitución de 1886 y finalmente fueron extintas las

jurisdicciones, las funciones y los cargos de los jefes

provinciales en 1937. Desde entonces y hasta el mandato

departamental del Gobernador Hugo Aguilar, la Provincia de

Soto siguió existiendo sólo como una división geohistórica con

fines socioculturales e intereses político-económicos, directa e

indirectamente relacionados con la metrópoli bumanguesa, de lo

cual es fiel reflejo el ser tenida en cuenta como una de los

simbólicas estrellas de Santander adheridas a la bandera (1972)

y al escudo (2002) departamentales.

EMPRESARIOS FUNDADORES. El imaginario colectivo

que fue impuesto y renovado en América por los conquistadores

y colonizadores acerca de la vida y la muerte se constituyó

desde mediados del siglo XVI en el fundamento de las

dinámicas de poblamiento y mestizaje que se dieron en el

Nuevo Reino de Granada, así como se constituyó en la

primigenia tendencia espiritual y social que caracterizó la

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experiencia histórica de los grupos humanos que han ocupado

hasta la actualidad las jurisdicciones colonizadoras de las

ciudades de San Juan de Girón y Pamplona.

Las prácticas, vivencias, ritos y convicciones cristianas acerca

de la muerte del cuerpo como del alma dieron origen a las

poblaciones que ocupan los valles de las cuencas de los ríos

Sogamoso y Lebrija y sus respectivos afluentes, como son el

Chicamocha (Los Santos), Manco y Umpalá (Santa Bárbara),

Oro y Hato (Piedecuesta), Frío (Floridablanca), Suratá

(Bucaramanga) y Negro (Rionegro). También han permitido

delimitar las características de los miedos y rituales de larga

duración que sobre la muerte han sido preservados entre las

diversas organizaciones e instituciones sociales, económicas y

políticas que fueron establecidas a la par de cada una de las

progresivas segregaciones que sufrió el curato de Girón desde

mediados del Siglo XVIII.

Los rituales de paso realizados para el reconocimiento público y

la solidaridad colectiva ante los parroquianos que nacían, se

emancipaban, enfermaban o morían arrojan permanentes señales

sobre la preocupación e interpretación del imaginario existencial

que desde el período colonial han hecho parte de la cotidianidad

en las cabeceras urbanas como en las periferias rurales (sitios) y

parroquiales conectadas a ellas. La muerte del pecado natural,

de los vicios de la soltería, del espíritu condenado a las

enfermedades físicas y la del cuerpo mismo demostraba las

múltiples nociones de finitud que eran promovidas y reguladas

por la racionalidad institucional al ser los fenómenos biológicos

interpretados, ordenados, regulados y justificados por las

autoridades espirituales a partir de las relaciones y los

condicionamientos a los que estaban sujetos los miembros de

cada grupo social.

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El imaginario espiritual frente a la vida y la muerte no fue una

libre elección individual ya que ni antes ni después de los

procesos de descubrimiento conquistador y colonización

urbanizadora las creencias sobre el destino final del ser corpóreo

y anímico estuvieron desligadas de las normas, valores e ideales

sociales, los cuales se sustentaban y recreaban a su vez desde las

divisiones políticas, económicas y socioculturales existentes.

Así, el imaginario espiritual de los primeros habitantes del Área

Metropolitana de Bucaramanga no puede ser comprendido como

un fenómeno ajeno a la cotidianidad social y cultural del

régimen colonial español, y por ende del contexto virreinal en el

cual se propició la erección y consolidación de las jurisdicciones

parroquiales que dieron paso a las ciudades y territorios

municipales que conformaron desde mediados del siglo XIX la

Provincia de Soto. La vida y la muerte de cada individuo

estaban permanentemente entrelazadas con las condiciones

sociales, políticas y económicas en que se existía.

Todo ello trajo consigo continuos conflictos entre los ideales

religiosos y morales por cumplir y las relaciones e intereses

sociales de los creyentes o defensores de dichos ideales que no

podían esperar. A lo cual se sumaron los conflictos raciales y de

nobleza entre las calidades y dignidades de cada cuerpo ante los

ojos de las autoridades temporales y la condición sacramental de

cada alma ante las autoridades espirituales, siendo ello

consecuencia de las divisiones, las separaciones y las múltiples

formas de segregación existentes al interior de cada comunidad

parroquial, donde sin importar la ubicación urbana o rural de los

individuos se sometía cada cuerpo a una clasificación acorde

con su rango y status. Ello se reflejaba en los privilegios

culturales como en las condiciones materiales de cada feligrés

para poder pagar por los espacios, ceremonias, rituales y la

renovación de los pactos de inmortalidad entre mortales e

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inmortales por la protección del cuerpo en descomposición

como del alma en proceso de salvación, de acuerdo con cada

condición, distinción y privilegios sociales.

En ese contexto de obsesiones materiales y preocupaciones

espirituales, mediadas por las condiciones económicas y los

privilegios socioculturales de cada individuo adscrito a familias,

redes de poder local o provincial y los pactos de lealtad entre las

primeras huestes conquistadoras, algunos vecinos de Vélez

fundaron la ciudad de Girón mientras que otros de Pamplona

hicieron lo propio en el Real de Minas de Bucaramanga al

preservarse en sus mentes el mito de las riquezas doradas que

arrastraba el río de Oro, así como por ser su la razón de su

existencia y protección virreinal el control y la protección de las

rutas de transporte y comercio con Cartagena, las Antillas y

España a través de los afluentes del río Magdalena, después de

conectarse los caminos andinos con puertos parroquiales como

el Pedral y Cañaverales. Este último fue reubicado y refundado

como parte de Rionegro.

Posteriormente, a mediados del siglo XVIII, el gobierno

virreinal haciendo uso de la administración directa y

privilegiada que tenía sobre la Provincia de Girón exigió al

gobernador de la misma garantizar el orden sociocultural y el

control policivo o productivo para la creciente población libre y

mestiza que con sus vicios, ociosidad y rebeldía invadían los

centros urbanos existentes hasta entonces. Para ello fueron

forzados a concentrarse en nuevas y “modernas“ parroquias

ubicadas en las zonas de tránsito comercial y de frontera

económica y demográfica entre Girón, Ocaña, Pamplona y

Santafé de Bogotá. De allí que esas zonas estuvieran delimitadas

por los valles de Rionegro, la Mano del Negro (Floridablanca),

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el Pie de la Cuesta y Umpalá, así como por las mesetas de

Bucaramanga y Los Santos.

Las condiciones materiales y urbanísticas (la parroquia como un

centro urbano de obligatoria residencia y sometimiento a las

autoridades virreinales) que precedieron a las espirituales y

sacramentales (la parroquia como una congregación espacial de

feligreses para cumplir sus obligaciones religiosas) demostraban

que ante los miedos, rituales, expresiones estéticas e inversiones

económicas, etc., que representaron las múltiples formas del

imaginario colectivo de las primeras familias que dieron origen

al actual Área Metropolitana de Bucaramanga era necesario

comprender las dinámicas sociales que fueron consecuentes a la

adopción de la mentalidad hispánica y neogranadina que inspiró

a los primeros grupos humanos de la Provincia de Girón a

convivir y mezclarse con la población indígena de la Provincia

de Pamplona, así como el origen de las relaciones sociales y sus

expresiones excluyentes y segregacionistas entre etnias o

“castas”.

Todo ello mediado por las nociones culturales y los controles

demográficos acerca del buen nacer, vivir, enfermar y morir que

eran preservados por los miembros de las sociedades cerradas

que regulaban los patrones de identidad y pertenencia provincial

a través de las exigencias morales y sacramentales de las

autoridades religiosas, las normas ciudadanas y las

prohibiciones policivas de las autoridades políticas, las luchas

locales o provinciales por el poder político y económico entre

los grupos o bandos de las etnias dominantes en su condición de

autoridades culturizadoras, y en especial, al primar o influenciar

los proyectos civilizadores, progresistas y modernizadores de las

familias, los funcionarios y los profesionales universitarios

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oriundos o residentes en la Provincia en su condición de

autoridades ilustradas.

Empresarios socioculturales quienes contribuyeron desde su

propia condición e influencia política y económica en la

preservación o transformación de valores y principios de larga

duración como la tolerancia, la solidaridad y la diferenciación

entre los privilegios y las prohibiciones sociales o espirituales

entre individuos de igual, desigual o inferior condición anímica

y sanguínea, en cada uno de los espacios sociales que fueron

ocupados, fundados, erigidos o reubicados desde mediados del

siglo XVI hasta mediados del siglo XIX en las primigenias

provincias que caracterizaban las jurisdicciones étnicas de los

chitareros, laches, guane y yarigüíes.

1.1 EMPRESARISMO MILITAR. LA NECESIDAD

DORADA DE MATAR (O DEL MORIR PARA VIVIR)

El sueño profético de Colón, la aceptación de un nuevo mundo a

partir del engaño facilista de riqueza y fama incalculable para

solucionar los problemas del viejo mundo, trajo consigo

expediciones suicidas no mayores a tres años de duración con

las cuales se puso en evidencia las connotaciones del imaginario

y las ideologías de los vasallos de los reyes de Europa venidos a

América. Hombres y mujeres insaciables de nuevas conquistas,

e incluso de utópicas reconquistas en nombre del cristianismo,

quienes llegaron a tales excesos en su búsqueda de heroísmo

político-militar y mejoramiento socio-económico que aceptaron

la muerte misma en su afán de hallar o usufructuar los tesoros e

imperios anhelados, posibles e inventados, que fueron

divulgados por aventureros, fanáticos y burladores por medio

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de sus relatos acerca de la existencia de los mundos míticos

anhelados desde la antigüedad.

Las ideas que movían a la acción fueron tan férreas e

inquebrantables que la realidad se adaptó y condicionó a los

caprichos de la fantasía misma; la cual fue permanente y

cíclicamente recreada al renacer las formas materiales del viejo

mundo sobre los territorios del nuevo mundo. Vivir o morir era

lo que se quería o anhelaba que fuese, de allí que en los

territorios de muerte y victoria sobre los que habían alcanzado

gloria y riqueza los adelantados y sus capitanes hubiesen

decidido construir nuevas ciudades y nuevos reinos con

nombres y formas semejantes a aquellos en los cuales habían

nacido y crecido. Logrando así el renacer simbólico del mundo

distante al que pertenecían sobre las ruinas de los mundos

prehispánicos que en adelante les pertenecían de hecho (la

guerra conquistadora en nombre del rey) y derecho (la guerra

evangelizadora en nombre de la fe).

Los imaginarios e ideales mundos fantásticos en los cuales los

cristianos ejercieron su señorío y usufructuaron inagotables

fuentes de riqueza y trabajo servil durante el medioevo

renacieron o surgieron entre los europeos al renacer sus mitos y

leyendas de libertad, gloria y abundancia con el Nuevo Mundo.

A lo cual se sumó el poder para ser y estar que les fue otorgado

a los vecinos encomenderos por el Estado monárquico y el

poder para creer y evangelizar que les otorgó el Estado

Eclesiástico. De tal modo, sus anhelos de mortalidad material e

inmortalidad espiritual llegaron a ser tales que el ensueño por

gozar de las comodidades de riqueza para sus cuerpos y la

salvación para sus almas al cristianizar e hispanizar a los nativos

a su cuidado les llevó a una permanente y obsesiva condición de

autoengaño sobre lo esperado y merecido caracterizada por:

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Aceptar una verdad imaginaria y tranquilizadora que preservara

el anhelo de existir y ser, a pesar de la brutalidad guerrera y la

intolerancia religiosa como fiel reflejo de sus aventuras y

desventuras;

- Desviar la preocupación por el limitado ciclo vital

regulado por pestes, hambrunas y ataques de enemigos

(el hecho aterrador de morir), adoptándose necesidades

ficticias de supervivencia y de muerte heroica como el

honor, la fama, la santidad, la riqueza, etc., a través de

protohombres invencibles e inolvidables;

- Reinterpretar y reformular los miedos ancestrales con los ideales del Estado eclesiástico y las exigencias

materiales del Estado monárquico;

- Hablar con convicción o buscar con obsesión aquello que todos decían existir, olvidando o prohibiendo todo

tema que corrompiera, incitara dudas o promoviera

temores o actos de cobardía y autodestrucción ante las

desventuras propias de su búsqueda;

- Amortiguar y desviar las angustias y miedos con actos comunicativos y manipulaciones semánticas como

luchar por una “buena muerte”, por “indulgencias y

absoluciones para la muerte”, para la “salvación del

alma” en el “juicio final”, etc., con las cuales se

aseguraba el renacer espiritual del cuerpo descompuesto

que fenecía como consecuencia de pestes o batallas;

- Ocultar con promesas religiosas las emociones de dolor

físico (mártires);

- Imponer el poder de las ideas y creencias sobre las sensaciones y expresiones propias del deceso sicofísico

para controlar y regular la tensión ante los fracasos y

contrariedades en sus metas, y consigo;

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- Regular la ansiedad y la angustia que traía consigo la

falta de victorias y botines a corto plazo.

Ese autoengaño generó en cada uno de los aventureros,

conquistadores, guerreros y empresarios militares que llegaron a

América actitudes incontrolables e ideales complejos ante los

cuales sólo las tareas disciplinarias de las órdenes religiosas, los

castigos represivos del Estado imperial, la persecución

inquisitorial de los pensamientos inmorales y las expresiones

herejes, los temores infernales divulgados por los “curas de

almas” al interior de cada comunidad de creyentes, e incluso, los

cíclicos brotes de limpieza social y regulación demográfica

causados por las epidemias, lograron renovar y reimplantar los

patrones de conducta propios del orden social que

caracterizaban a la España reconquistada por los reinos

católicos.

A falta de empresas de reconquista de los territorios dominados

por moros y judíos, los ingeniosos caballeros andantes del siglo

XV debieron empezar a andar con los heroicos caballeros del

siglo XVI, aceptando las estructuras estatales de poder y

asumiendo tareas que en nombre del Estado diesen fama y gloria a su propio nombre, como al de sus “patrias” de origen,

elevando al unísono gritos de guerra por su Dios, apóstol, rey,

‘pueblo’ y parroquia natal.

Esos grupos de profesionales de la guerra, el asalto, la invasión

y el botín redimensionaron en América sus ideales cristianos y

los valores inmortales de los héroes y guerreros míticos del

imaginario europeo sincretizado por la mentalidad

hispanocatólica. De allí que los dioses y semidioses clásicos de

la guerra fuesen invocados a través de la protección y la

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compañía bélica pedida a seres celestiales como el Arcángel San

Miguel o el Apóstol Santiago en sus luchas contra las formas

bestiales de los “bárbaros”. Así mismo, a través de las historias,

crónicas, novelas y libros de caballería recordaban la

recompensa obtenida después de padecer innumerables tristezas

e infortunios aventureros y guerreros legendarios convencidos

de sus nobles causas como el Cid Campeador. Héroe promotor

de la unidad nacional española quien los inspiraba a afrontar con

honor y bravura los padecimientos alimenticios y epidémicos

propios de cada expedición, y con ellos, las dudas temporales,

los sentimientos inexplicables y las alteraciones del inconsciente

consecuentes a la desesperación y la desesperanza.

El nuevo mundo como territorio para el renacimiento del viejo

mundo con sus ideales imperiales y sus prácticas conquistadoras

fue sometido a inacabados y discontinuos procesos de

expedición, exploración, ocupación y colonización (por

ejemplos H. Cortes, F. Pizarro y G. Jiménez de Quesada) como

de rebelión, emancipación, reconquista e “independencia” (por

ejemplo los liderados por Lópe de Aguirre en el río Amazonas o

Juan Rodríguez en los páramos norandinos de las provincias de

Vélez, Pamplona y Mérida) desde el siglo XVI hasta las

primeras décadas del siglo XIX. Sus principales evidencias

fueron las construcciones urbanas para la expansión o la defensa

imperial que caracterizaron los tres siglos de presencia española

en tierra firme.

Esos asentamientos humanos bajo la condición política y

administrativa de ciudades, villas, parroquias y viceparroquias,

pueblos de indios, reales de minas y sitios de haciendas o

estancias garantizaron el poblamiento y crecimiento alrededor

de núcleos demográficos, residenciales y metropolitanos como

fue el caso de la ciudad principal (o “metrópoli”) de San Juan de

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Girón, capital provincial de la Gobernación del mismo nombre

entre los siglos XVII y XIX. Otro ejemplo fue la ciudad de

Bucaramanga erigida por vecinos de Girón y Pamplona que

desde mediados del siglo XIX se emancipó, superó y sustituyó

el núcleo centralizador que hasta entonces ostentaba Girón,

pasando a ser la capital provincial de Soto, la capital del Estado

de Santander, la capital del Departamental de Santander y

finalmente la ciudad que preside y regula en todos los aspectos

el Área Metropolitana conformada por los municipios y las

cabeceras municipales que coexisten en su entorno.

De tal modo, el Nuevo Mundo se constituyó en el lugar ideal

para saciar la búsqueda burocrática, militar, eclesiástica o

empresarial de oportunidades para todos aquellos europeos que

anhelaban mejorar las condiciones de su existencia espiritual

(fama y gloria) y material (riqueza y señorío). De allí que al

llegar a cada nuevo territorio indígena siempre buscaran

características semejantes a las de su territorio natal, y de no

existir tales después de múltiples comparaciones, optaban por el

renacimiento ultramarino de las mismas con la fundación de

ciudades, villas, puertos y parroquias a imagen y semejanza de

sus lugares de origen con las cuales se lograba conservar el

“fuego sagrado” representado por la fe religiosa, la ley

monárquica, las costumbres populares, y ante todo, el

imaginario colectivo regulado por ideales, leyendas, mitos y

utopías que justificaban cada uno de sus actos de esperanza y

supervivencia en tierras lejanas a las tumbas de sus ancestros.

Esos mitos y utopías que caracterizaron las primeras décadas del

fenómeno geopolítico denominado “Descubrimiento”, por

medio del cual los estados absolutistas europeos encontraron

inagotables despensas de rentas y tributos imperiales para su

subsistencia nacional mientras que el Estado eclesiástico

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justificó su protagonismo y predominio hemisférico al exigir el

cumplimiento de su apostólica labor misionera y

evangelizadora, contribuyeron además al establecimiento de

instituciones representativas de esos estados mediante las cuales

se ampliaron los aparatos y redes de poder más allá del

Atlántico.

Así mismo, el decadente espíritu de los caballeros e hidalgos

logró renovarse y restaurarse con el hallazgo o la recreación de

los mundos fantásticos del viejo mundo, la capitulación de

títulos y privilegios para la convivencia en el nuevo mundo y la

fundación de nuevos reinos y ciudades en memoria de las

europeas por parte de las nuevas generaciones de héroes quienes

se negaban a ser tratados como ilusos insanos tan despreciables

y temidos como el mismísimo “Ingenioso Hidalgo”

popularizado desde 1605 por Miguel de Cervantes Saavedra

remembrando sus vivencias épicas y las hazañas militares de

empresarios letrados como G. Quesada.

Cervantes fue víctima de esos mismos cambios y renovaciones

porque a pesar de ser un reconocido héroe militar de Lepanto y

prisionero liberado de Argel la principal frustración que tuvo en

su vida fue la negativa de los reyes Felipe II y Felipe III a

otorgarle permiso y ser enviado a América a hacer su propia

fortuna como funcionario real en lugares como Cartagena de

Indias, lo cual le obligó a dedicarse a la publicación de sus

creaciones literarias, a aceptar el ejercicio de oficios no acordes

con sus pretensiones y méritos, e incluso, a pasar largas

temporadas en las cárceles por malos manejos administrativos

de las rentas reales. Lo cual le motivó a plantear su visión crítica

del mundo hispánico, el cual se negaba a adoptar las múltiples

formas de la modernidad prefiriendo convivir con las locuras y

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acciones retrogradas como las vividas por el “caballero de la

triste figura”.

La mentalidad mítica de los conquistadores sumado al

imaginario utópico de reyes y pontífices al buscar en el nuevo

mundo la realización espiritual y material del reino de los cielos

que no había sido posible de lograr en “Tierra Santa” después de

múltiples cruzadas para la liberación de Jerusalén, guiaron el

accionar de los hombres y mujeres durante las primeras etapas

de dominación insular y costera de América al imponerse las

normas y convicciones político - culturales de unos y otros

sobre sí en los centros urbanos cristianos como sobre los

vencidos durante las expediciones de cada una de las huestes

fundadoras que se internaron en el nuevo continente en

búsqueda de pueblos y tesoros desconocidos. Con lo cual, los

mitos y las utopías europeas no solo contribuyeron a la

transformación de los territorios prehispánicos para propiciar la

evocación y renovación de las formas, costumbres, fantasías y

anhelos que existían en el viejo mundo, así como fue posible:

I Enfrentar los miedos ancestrales. La ansiedad honorífica

del caballero, la alucinación económica del aventurero y la

angustia por lo desconocido en las costas y tierras de frontera

por los funcionarios reales fueron regulados por medio de la

confianza y certeza que se tenía de las visiones míticas y

legendarias de otros, aceptando y adoptando a las versiones

particulares las realidad transmitidas o heredadas de sus

predecesores, comparando esos conocimientos míticos con el

contacto e interpretación de los seres “extraños” que iban

encontrando, e incluso, asociando sus cualidades con las de

aquellos seres imaginados y preservados a través de las

creencias míticas grecorromanas y judeocristianas.

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Ejemplo de ello fue la asociación que se hizo de los indios

antropófagos de las costas caribes y los valles interandinos con

los hombres perro de oriente, identificados por Marco Polo

como parte de los súbditos del gran khan, quienes finalmente

fueron adoptados culturalmente como los temidos “caníbales”

que devoraban las carnes de los cristianos e impedían su

resurrección durante el juicio final, o la relación entre las

mujeres guerreras, varoniles, desalmadas y excesivamente

matriarcales de oriente con las “amazonas” de las selvas

fluviales americanas cuya presencia evidenciaba la existencia y

protección de grandes tesoros desconocidos.

De allí que la lucha contra esos hombres y mujeres abominables

justificó la exploración y reconocimiento de las nuevas

provincias bajo las formas violentas de la guerra conquistadora

y evangelizadora. Siendo justificadas esas acciones desde las

causas justas de la guerra militar contra todo agente nativo

bélico o pagano que se negara a rendirse y someterse a las

imposiciones del vencedor, así como en las razones

judeocristianas, según las cuales, acabar con los males de las

nuevas tierras se convertía en un servicio mesiánico para la

expansión del “pueblo de Dios”, por todos los extremos de su

creación, acorde al salmo bíblico dieciocho.

II. Expandir la reconquista católica a ultramar. El

triunfo y la expulsión de los moros y los judíos del sur de

España, sumado a la dominación militar de los páganos del

Nuevo Mundo, permitió a los españoles cristianos

autoproclamarse y actuar como el pueblo elegido

mesiánicamente por Dios para continuar expandiendo y

haciendo prevalecer la voluntad de reyes y pontífices por todos

los continentes al ser los difusores y defensores de la única fe

que era aceptada y permitida en occidente: el Dios trino.

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Ello contribuyó a su vez a la redefinición de los ideales de

unidad nacional como eran: 1. El orgullo de ser dueños y

señores de reinos superiores en tamaño y riquezas a los de los

demás imperios europeos como recompensa material por los

trabajos espirituales que se hicieran en beneficio de los pueblos

paganos; 2. La prosperidad sustentada en riqueza potenciales o

imaginarias antes que en lo realmente extraído, ya que “la

fantasía, las promesas de riqueza y fama, valía más que mil

tesoros”, lo cual hacía a la nación hispanocatólica la elegida por

Dios para hallarlos y usufructuarlos; y, 3. El anhelo de una

monarquía universal regida por el imperio ultramarino de los

reyes españoles, quienes al evangelizar a los vasallos de todos

los continentes lograrían la reunificación de las tribus pérdidas

de Israel después de su expansión por todo el planeta.

Así mismo, aseguraban la salvación de las almas y la

resurrección de todos los creyentes al final de los tiempos, de

allí que su preocupación espiritual, muy bien compensada por

las tributaciones materiales exigidas a esos vasallos, no fuese

otra que impedir que millones de almas “rindieran culto al

diablo y sufrieran por ende condenación eterna, tostándose a

perpetuidad en las llamas del infierno”3.

Las naciones europeas integradas al imperio ibérico-hasburgo se

concibieron y proclamaron como los rectores y protectores del

cristianismo en todo el universo, al concebir que sus Estados

monárquico como eclesiástico habían sido heredados del

régimen judío de la primera Jerusalén, siendo su misión la

conquista y dominación espiritual y material de todos los

pueblos bajo una sola fe, una sola lengua, un color, una

3 GIL, Juan. Mitos y Utopías del descubrimiento. Barcelona: Alianza, 1992.

Tomo 1. Pág. 30. Los entrecomillados de las siguientes páginas son citas

tomadas de la misma obra.

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vestimenta y un sistema de medidas comunes. Un nuevo pueblo

para un nuevo mundo, actuando santa y obedientemente ante las

herejías cismáticas de los “reformistas” quienes habían causado

la crisis política y religiosa en toda Europa. De allí que los

reyes ibéricos asumieran el patronato y el direccionamiento de

las instituciones pontificias en cada uno de sus viejos y nuevos

reinos al tener encomendado por las cortes celestiales, como por

las terrenales, la realización del tercer período de la historia del

cristianismo: la era del espíritu santo, cuya principal tarea debía

ser la salvación de las almas descarriadas como la conversión de

los espíritus paganos del viejo como del nuevo mundo.

De todas esas naciones España, la España continental y

ultramarina de Felipe II, asumió el reto de perpetuar su

condición de nación formada por la lucha espiritual y material

en torno a una sola fe. Lo cual les obligaba a difundir los logros

y terminar las tareas inconclusas de las eras trinitarias del padre

(Judeocristianismo del Antiguo Testamento), del hijo

(Cristianismo románico, medieval y de reconquista del Nuevo

Testamento) y del espíritu santo (Contrarreforma teológica,

inquisitorial, patronal e interinstitucional consecuente del

Concilio de Trento) iniciada con el hallazgo del Nuevo Mundo.

España se constituyó en el pueblo mesiánico encargado de

expandir y proteger el evangelio a través del poder conquistador

de las armas como el evangelizador de las palabras, así como en

la nación difusora de la civilización católica al imponer la

cultura hispánica, y en especial su obsesiva preocupación por

preservar la pureza de la sangre y las costumbres heredadas. De

allí que su Estado monárquico como patrono y protector del

orden eclesiástico se presentara ante el resto de naciones y

pueblos del mundo como el instrumento celestial elegido para

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ser “la salud para el cuerpo presente, el brazo armado de Dios

sobre la tierra”.

Para cumplir esas metas, el Nuevo Mundo fue concebido por

Colón como la fuente de riquezas para financiar la última y más

grande cruzada que acabaría con la amenaza musulmana, la

recuperación de Jerusalén y la reconstrucción de su templo,

garantizándose así el restablecimiento del poder de Dios a través

de una sola Iglesia y un solo Estado.

Posteriormente, la explotación de esas riquezas insulares y

continentales fue justificada para financiar la respuesta armada a

la amenaza de los príncipes y eclesiásticos europeos en contra

de la sacra autoridad de reyes y papas en el viejo mundo, así

como para financiar militar y sacramentalmente la

evangelización de las comunidades indígenas en sus nuevos

asentamientos de control espiritual (pueblos de Indios) y

producción material (resguardos) en el Nuevo Mundo, al ser

concebidos los indígenas como los descendientes de las tribus

perdidas de Israel que necesitaban ser evangelizadas y

dominadas para garantizar la total reedificación de Jerusalén.

A la par de ello, la tributación indígena (en trabajo servil,

trabajo encomendado, monetario o en especies) debía alcanzar y

servir para la neoaculturización de las comunidades europeas

llegadas en busca de riqueza espiritual y material por medio de

procesos de urbanización, parroquialización y segregación

maltratante. Procesos necesarios para garantizar la protección

residencial, policiva, tributaria y sanitaria de esas comunidades

por medio de las autoridades civiles, así como para asegurar el

control sacramental, inquisitorial, tributario y moral de las

mismas a través de las autoridades religiosas.

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28

La segregación y el maltrato de los europeos a los

indoamericanos, así como a los africanos y asiáticos traídos al

Nuevo Mundo como esclavos, fueron otorgados por tradición a

las autoridades patriarcales de cada núcleo familiar para

preservar las distinciones espirituales y materiales entre las

razas. Contra los esclavos al ser considerados seres bestiales y

paganos de condición muy inferior a la de los humanos. Contra

los indios porque al ser considerados seres descendientes de los

antiguos herejes judíos, de acuerdo con las leyes y costumbres

de cruzada, reconquista y contrarreforma, estaba justificado que

fueran sometidos y convertidos al cristianismo a través del

“padrinazgo” de un encomendero elegido para tal fin al ser

considerados menores de edad incapaces de actuar y razonar por

sí mismos.

Esa condición de “bárbaros” justificó a su vez la expropiación

de todos sus bienes y riquezas al considerarse que eran

empleados para la representación ceremonial o corporal de sus

dioses paganos o demoniacos, la estricta e inquisitiva vigilancia

a sus prácticas e ideales al dudarse sobre su plena conversión

religiosa al cristianismo al preservarse en secreto ritos y cultos

ancestrales, y especialmente, por ser aceptado entre los más

ortodoxos toda forma de maltrato segregante contra todos

aquellos acusados, generación tras generación, por ser los

causantes de la cruel muerte del ‘Dios hecho hombre’.

III. Perpetuar la vida material para conservar la

espiritual. Con el hallazgo de América, y su asocio con las islas

auríferas de Tarsis y Ofir del rey Salomón, renació el mito

universal de la fuente de la juventud, segunda posibilidad de

inmortalidad corporal después del Santo Grial hallado por los

cruzados en Tierra Santa. Otros medios y posibilidades para

alcanzar ese fin eran las manzanas de oro del árbol de Jehová,

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ubicadas en medio del paraíso terrenal. También se pensó en

emplear las medicinas y las pócimas secretas de los curanderos

indígenas, quienes usaban especies y raíces que eran

desconocidas para los europeos para comunicarse con sus

divinidades como con los espíritus.

La fuente de la juventud buscada por todo el mundo, y

específicamente en los territorios a los que se asociaban con el

reino del “Dorado”, tenía la virtud de “reparar, sino la vida, al

menos las gastadas energías de los humanos”. De allí que para

muchos europeos fuese el agua anhelada y ansiada con la que se

podía contener “la ceguedad con que se consume la humedad

sustancial” de los cuerpos al envejecer o morir, lo cual

representaba a su vez el renacer corporal y espiritual que

aseguró otorgar Juan ‘el bautista’ al bautizar a sus seguidores en

el río Jordán. Suceso que hizo pensar a los cristianos más

radicales que la fuente de la juventud debía ser un brazo

subterráneo de los ríos del paraíso, e incluso del mismo Jordán.

De tal modo, la posibilidad de evadir materialmente la muerte

por medio de la vida eterna corporal se constituyó en una

obsesión permanente ya que con ella los individuos podrían

librarse del penoso y condicionado proceso de “pensar la

muerte” a través del perfeccionamiento espiritual cotidiano que

la teología mística y ascética exigía para poder morir y renacer a

la vida eterna espiritual. De tal modo, el mito de la eterna

juventud fue considerado por el clero sólo como una

superstición propia de la equívoca ayuda del demonio, a pesar

de remontarse su origen a las antiguas religiones del medio

oriente, pues los únicos medios de inmortalidad y salvación para

el estamento clerical eran solo la fuente bautismal y la

permanente preparación del alma para el retorno de Cristo

durante la parusía. De allí que la falta de bautismo cristiano,

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30

sumado al pecado compulsivo, la traición y el deshonor fueran

las únicas razones que justificaban la muerte y la esclavitud de

todos aquellos seres humanos que no eran cristianos.

IIII. Matar violentamente para morir pacíficamente.

El período de conquista insular y continental de los territorios

ultramarinos ubicados en las indias bañadas por los océanos

Atlántico, Pacífico e Índico estuvo caracterizado, entre otros

aspectos, por la recia lucha entre los imperios por el control de

las rutas y los puertos marítimos ya que aquel que fuese señor

del mar también lo sería de la tierra, a lo cual se sumaba el

violento afán por controlar la extracción y el comercio de los

esclavos y los metales preciosos.

Esa lucha, que en términos espirituales había superado con el

fuego purificador las herejías medievales que abogaban por la

vida en paz y absoluta pobreza de los cristianos dando carta

libre a todo aquel que quisiera enriquecerse a través de los

medios permitidos por las escrituras, fue regulada por el miedo

colectivo que funcionarios, soldados, marineros y eclesiásticos

manifestaban en cada aventura conquistadora o fundacional ante

la angustiosa preocupación que les producía la idea de “morir en

suelo extraño y desabrido, faltos de todo auxilio”.

De tal modo, matar, vencer, dominar y hacer tributar a todos

aquellas comunidades que fuesen acordes con sus intereses

materiales y espirituales si bien saciaba la sed de riqueza y fama

no lograba apaciguar los miedos de los europeos a una muerte

anónima a manos de enemigos bestiales y desconocidos quienes

no se tomarían el trabajo de enviar sus restos a la ciudad de

cristianos más cercana para darles la debida sepultura.

Pánico agravado por los miedos que les producía la infructuosa

búsqueda de míticas riquezas a través de expediciones sin

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31

rumbo cuando empezaban a padecer hambre y sed, cuando las

enfermedades tropicales arrasaban con los mejores guerreros, y

en especial, cuando el permanente ataque guerrillero de los

indígenas terminaba por exasperarlos, propiciando en definitiva

motines que exigían el retorno o la reorientación de las

expediciones hacia los lugares de partida, que si bien no

propiciaban la muerte de toda la expedición terminaban

asegurando la pena de muerte para los insurrectos. De allí que

el costo más alto del ideal de fama y riqueza fuese la vida

misma en tierras lejanas al suelo natal.

Por el contrario, muchos otros codiciosos, con deudas y

pretensiones nobiliarias insatisfechas preferían morir

combatiendo en busca de tesoros como el dorado o la fuente de

la juventud que terminar su vida soportando en la miseria los

achaques de la vejez o la enfermedad en compañía de una

esposa. De estos, la vivencia más conocida fue la del

Licenciado Gonzalo Jiménez de Quesada quien manifestó

públicamente, mientras conquistaba el “reino del dorado”, que

de aceptar casarse cavaría su propia sepultura. De allí que

fingiera ante las autoridades reales un asma severa que le hacía

imposible llevar una vida maridable, a lo cual agregó el

supuesto contagio de la abominable lepra, con lo cual se libró en

cumplir la provisión real según la cual se obligaba contraer

matrimonio a todos los encomenderos solteros o viudos que

residieran en el Nuevo Mundo.

V. Añorar fantasías para soportar realidades. Las

creencias religiosas que prometían la salvación del alma,

sumadas a los mitos antiguos recreados durante la conquista y

colonización del Nuevo Mundo mediante los cuales se

aseguraba la perpetuación material de los linajes, se

constituyeron en los principales alicientes para permanecer,

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32

sobrevivir o en definitiva quedarse los hombres y las familias

que desde Europa se habían dispersado a toda América a través

de las Antillas.

Aferrarse a los mitos grecorromanos y judeocristianos fue “la

única manera de subsistir en la adversidad” ya que se

constituyeron en el proyecto de vida espiritual de funcionarios y

misioneros en pro de la evangelización y la salvación de las

comunidades indígenas precolombinas, así como en el proyecto

de vida material que conquistadores y aventureros emprendieron

en contra de las mismas en pro de su explotación servil o su

dominación señorial. La anhelada realización de esos mitos

permitió entonces regular las energías y canalizar las

ambiciones de los europeos hacia metas y proyectos que

beneficiaban directa e indirectamente al Estado patronal

español. Al respecto J. Gil planteó en su obra:

El mito gracias a su carácter polivalente puede ser

utilizado de muy diferentes maneras, desde la

trascendencia y desde la inmanencia, como halago

cortesano y como arma arrojadiza. Se trata otra vez de

un modo muy tradicional de entender las cosas, que nos

retrae a una época en las que lo sagrado y lo profano

estaban íntimamente ligados y cuando a quizá de

propaganda política, se esgrimían burdos oráculos

amañados para favorecer las aspiraciones de tal o cual

príncipe, para enardecer los ánimos de los naturales de

éste o aquel reino4.

Los mitos justificaban las conductas retributivas y de apoyo

mutuo entre las instituciones estatales y los empresarios

militares, permitía reconocer la dinámica cambiante entre los

4 Gil, J. Op. Cit. Tomo 3. Pág. 373

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33

intereses personales y las fuentes de renta segura, así como

condicionaba la permanencia de los conquistadores provinciales,

los fundadores territoriales, los feligreses parroquiales y los

funcionarios temporales en los centros urbanos de las Indias

Occidentales.

La experiencia imaginada por los neogranadinos. Toda esa

dinámica insular y continental ha sido posible de ser reconocida

a través de las aspiraciones e ideales de las huestes

conquistadoras de “Tierra Firme” al mando de los adelantados

G. Quesada, S. Belalcazar, N. Federman, e incluso P. Ursua,

quienes estuvieron motivados por un imaginario mítico común

como era el hallazgo y usufructo del Dorado andino.

Tesoro mítico que se creía podía ser una ciudad de caminos y

techos hechos en oro o un territorio de playas y tierras

inagotablemente doradas e inexplotadas, acorde a las

descripciones y orientaciones que recibieron de las comunidades

indígenas caribes e interandinas al incitarlos y guiarlos en su

empresa de invadir y someter a sus archienemigos muiscas. En

esa provincia dorada se esperaba encontrar hallar guardianes,

que según los mitos históricos eran los protectores de esas

riquezas. De allí que fuese necesario que los cristianos los

redujeran militarmente y los convirtieran espiritualmente para

poder hacerles confesar todo aquello que conocían o ocultaban

acerca de los tesoros auríferos para beneficio de las arcas reales

(quinto), así como para hacer de esos indios y sus familias los

principales extractores y transportadores de esas riquezas para

beneficio de sus ‘señores’ protectores y evangelizadores.

La racionalización material de los mitos con fines asociados con

las preocupaciones espirituales del mesianismo hispano-católico

y los intereses particulares o estatales contratados a través de las

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capitulaciones de conquista, poblamiento, fundación y

extracción, propició además el interés de los europeos por

obtener beneficios mineros, agro-pastoriles o gubernamentales

para la explotación y usufructo de sus hallazgos. Lo cual

desencadenó al interior de cada nuevo centro urbano la

conflictiva división laboral y profesional de los miembros de la

hueste fundadora de acuerdo a los privilegios, gracias y

esfuerzos que correspondían a cada uno.

La insatisfacción consecuente de esos procesos generó nuevas

salidas, descubrimientos, fundaciones e inacabados pleitos por

el mejoramiento en los privilegios y beneficios reclamados de

forma particular o grupal por los capitanes y sus huestes, lo cual

llevó incluso al enfrentamiento entre grupos o bandos que

reclamaban a la Corona la defensa de jurisdicciones territoriales

o el respeto de los derechos y calidades -míticas- que

argumentaban desde tiempo inmemorial de acuerdo a su pureza

y linaje. De allí que la insatisfacción por lo ganado u obtenido

propiciara la cíclica renovación de los mitos y las promesas de

riqueza y fama, lo cual trajo inevitablemente seguirse

“adivinando provincias infinitas a las que se podría llevar la

cruz de Cristo y en las que se podrían encontrar tesoros sin

cuento, de suerte que (como siempre) de la mano de religiosos

llenos de celo y fervor evangélico caminaban aventureros sin

escrúpulos y viceversa”5.

Esas nuevas jornadas permitieron la reorganización de los

centros urbanos que sirvieron como puntos de partida, ya que

con cada empresa militar y de conquista salían los guerreros y

las familias más conflictivas quienes requerían dar rienda suelta

a sus ambiciones de poder, fama y riqueza. Capitanes que eran

5 Ibíd. Tomo 3. Pág. 255

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35

acompañados a su vez por los hombres pobres, vagos, ociosos e

inútiles que alteraban el orden y la policía urbana, así como por

los nuevos grupos humanos surgidos del mestizaje al no ser un

ejemplo útil para preservar la moral pública, las tendencias

demográficas y el equilibrio social y económico preexistentes.

La salida de los sectores humanos más conflictivos e insaciables

de las nuevas ciudades y villas también permitió restablecer la

convivencia pacífica entre los fundadores interesados en

permanecer con sus familias en el Nuevo Mundo. Mientras los

adelantados y capitanes dominantes organizaban el orden

político y promovían el desarrollo material de sus repúblicas, los

aventureros criminales y los soldados promotores que

capitaneaban esas nuevas expediciones estaban condenados a

morir enfermos o derrotados a manos de los indios belicosos

que se resistían a ser robados o sometidos a pesar de la obsesión

de los hispanos por retornar a su ciudad de vecindad o a su

parroquia sanos y enriquecidos.

Esos fenómenos de irreverente belicosidad, improductiva

ociosidad, pobreza mendicante e inmoral superpoblación que

caracterizaron a los españoles durante el primer medio siglo de

conquista y dominación señorial se constituyeron en reflejo de

algunas de las tantas costumbres y tendencias hispánicas que se

trasplantaron y renacieron en el Nuevo Mundo a la par del

pauperismo que se experimentaba en España como

consecuencia de la excesiva e inflacionaria entrada de riquezas

reales y particulares llegadas de América. Las cuales

acrecentaron la demanda de bienes y servicios a cualquier

precio, la importación de productos extranjeros, y consigo, la

ruina de las empresas, el desuso de los costosos productos

españoles y la pobreza general de la población a pesar de

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anclarse periódicamente grandes cargamentos de riquezas y

mercancías.

El pauperismo se constituyó así en “uno de los problemas más

angustiosos que tuvo que afrontar España, como todos los

países, en la época moderna”6 y en una cruel expresión ya no de

la abundancia de la corona soberana o el clero evangelizador

quienes por tradición habían estado rodeados por pobres y

enfermos que reclamaban su caridad, sino ante todo por ser una

inequívoca manifestación de la profunda crisis económica.

En el caso neogranadino, el pauperismo estuvo presente desde el

origen mismo de las primeras ciudades y villas al no saber hacer

sus primeros habitantes otro oficio diferente a guerrear como

caballeros y vivir como señores a expensas del trabajo y los

tributos de los indios vencidos en su condición de vasallos. Lo

cual trajo consigo que las autoridades no pudieran aplicar

estrictamente en tiempos de paz las leyes de repatriación o

castigo a los soldados que ocasionaban escándalos o motines,

prefiriendo abogar a Dios por su pronta muerte a causa de

enfermedades, ataques enemigos o luchas ‘intestinas’.

En el mejor de los casos fueron enviados a buscar la muerte

durante las jornadas de pacificación (“entradas”) contra los

indios belicosos prometiéndoles a cambio la heredad de las

ciudades y provincias que llegaran a poblar y conservar.

Conocida y acatada la reiterativa decisión real que mandaba

desde 1551 no hacer “entradas, rancherías, ni otros

6 LARQUIÉ Claude. Un estudio cuantitativo de la pobreza: Los madrileños y

la muerte en el siglo XVII. En: HISPANIA. Revista Española de Historia.

Tomo XL, Núm. 146. Instituto Jerónimo Zurita, Madrid, 1980. Pág. 577 -

602

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37

descubrimientos con mano armada, especialmente a la jornada

del Dorado”, los oidores Galarza y Góngora informaron el 12 de

abril de 1552 el cumplimiento de tal medida, aunque no dejaron

pasar tal ocasión para justificar la fundación de nuevas ciudades

con el fin de reubicar, trasladar y aislar en ellas a las huestes que

habían quedado armadas y listas para partir en busca del mítico

tesoro. Al respecto decían a las autoridades reales:

Dannos mucho trabajo y no sabemos que hacer de ellos y

con dificultad se pueden echar de la tierra. Y por esto,

como se ha dicho, se han hecho algunas poblaciones que

de otra manera no se hubieran hecho. Conviene que en

Sevilla no se dé tanta licencia a gentes para pasar acá,

porque los naturales lo padecen y reciben mucho daño y

sobran los españoles que por acá hay, y aún de estos hay

muchos perdidos7.

Esa negativa de las autoridades reales a permitir nuevas entradas

en busca del añorado Dorado, cuyo ensueño había permitido la

exploración y reducción de la mayoría de las comunidades

indígenas del territorio continental del Nuevo Mundo por parte

de empresas militares particulares en nombre del Estado español

o de sus aliados austro-hasburgos (Casa Welser), no solo trajo

consigo el control absoluto de la explotación de las riquezas

materiales y corporales por parte de los representantes directos

de la Corona, pues un lustro después había propiciado el

descontento de todos aquellos hombres que dependían del arte

de la guerra y el asalto para subsistir.

De los cuales, algunos empezaron a abandonar de forma ilegal

los centros urbanos para ir en busca de sus propios hallazgos a

7 FRIEDE, Juan. Fuentes documentales para la historia del Nuevo Reino de

Granada. Bogotá: Banco Popular, 1987. Tomo 1. Pág. 206 - 207

Page 39: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

38

territorios inhóspitos y malsanos mientras que otros esperaban

soluciones gubernamentales por medio de la concesión de

encomiendas u oficios públicos, constituyéndose en un grupo de

vecinos temidos, ociosos y vagabundos, permanentemente

armados, que impedían el pleno control espiritual y material de

cada jurisdicción provincial por parte de las instituciones reales.

La denuncia de esa situación se hizo reiterativa en los informes

y peticiones de los oidores quienes llegaron a sugerir, contrario

a lo dispuesto, la autorización de nuevas entradas mediante las

cuales esas gentes ociosas y belicosas pudieran ocuparse en sus

oficios de caza y rapiña de pueblos y tesoros. Explícitamente el

oidor Thomas López decía al Rey en su informe de 1557:

En lo que toca a los vagamundos no sé yo que remedio

se tenga para echarlos, porque son muchos y no se podría

hacer sin escándalo, que verdaderamente yo temo algún

alboroto como he dicho, porque está imposibilitado el

evangelio e impedida su corriente aquí y en algunas otras

partes por tanto vagamundo y tan mala gente como aquí

se ha represado así como en Perú... no sé qué remedio

haya sino rogar a Dios envíe una pestilencia, porque creo

hacen gran daño a estos pobres naturales o, procurarles

una entrada si se pudiese hacer con buena conciencia8.

Un año después, varios vecinos de Santafé, entre los cuales se

encontraban algunos capitanes encomenderos que habían hecho

parte de la hueste de Gonzalo Jiménez de Quesada,

manifestaron al Rey que estaban de acuerdo con el “remedio”

propuesto por la Real Audiencia en lo concerniente a otorgar

algunas licencias y mercedes para la realización de nuevas

jornadas de pacificación y descubrimiento, en especial a las

8 Ibíd. Tomo 3. Pág. 189 - 190

Page 40: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

39

provincias insurrectas y belicosas que lindaban con el río

Grande de la Magdalena. Para ello argumentaban que los

conquistadores ociosos llegados con las huestes más tardías

querían sólo ganar un botín y regresar sin mayores esfuerzos a

España, lo cual traería daños irreparables como eran el

despoblamiento o el traslado a otros lugares de las repúblicas de

blancos que habían sido conformadas dentro de la jurisdicción

de cada una de las ciudades y villas fundadas. Siendo la

preocupación de esas gentes solo la satisfacción ultramarina de

fácil empleo, señorío y riqueza.

El daño que se hizo a las repúblicas de blancos también afectaba

a las repúblicas de indios reducidos a resguardos y pueblos

porque los malos ejemplos de ociosidad y rebeldía de los

españoles echaban a perder y destruir lo ganado por las primeras

huestes al pacificar, reducir, encomendar y someter a la

autoridad del Rey a las comunidades indígenas de cada una de

las provincias neogranadinas. De allí que si esas nuevas gentes

querían la fama y gloria de sus predecesores debían ganar para

la corona la plena pacificación y conversión de los indios

belicosos de los valles interandinos y la Orinoquía que aún se

resistían a reconocer la autoridad y a pagar tributo al Rey de

España a través de su intermediación.

El Rey cedió a las razones propuestas por oidores y

encomenderos reglamentando la realización de nuevos

descubrimientos (Real Provisión del 15 de Junio de 1559) y

nuevas poblaciones (Real Cédula del 15 de Julio de 1559),

ordenó que forasteros y ociosos “se arraiguen y tengan asiento y

manera de vivir”, así como se les incitó a capitular la

pacificación de los indios Pijaos, Muzos, Carares y Yarigüíes

por medio de guerras a muerte, mediante las cuales la Corona

Page 41: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

40

lograría a corto plazo la mutua pacificación, reducción o

exterminio de ambos bandos.

Esas disposiciones motivaron a algunos vecinos de la ciudad de

Vélez a hacerse a su propia gloria y fama comprometiéndose a

exterminar en su provincia con la amenaza vial y productiva que

ocasionaban los continuos ataques de los indios Carares y

Yarigüíes. Don Francisco Mantilla de los Ríos y otros capitanes

decidieron capitular en 1613 con los Presidentes Borja y Girón

la fundación de una ciudad que sirviese de fortín militar, puerto,

parroquia y lugar para la administración de justicia por parte de

un gobernador y los alcaldes elegidos por un Cabildo. A

cambio, se comprometían a asegurar con su poblamiento y

permanencia las comunicaciones fluviales y terrestres, el

intercambio comercial, la producción minera y el

abastecimiento agropecuario entre las cuencas limítrofes de los

ríos Oro, Lebrija, Sogamoso y Magdalena en el extremo norte

de la Provincia veleña, y por ende, del Nuevo Reino de Granada

fundado por Quesada.

Esa ciudad, pactada y contratada inicialmente para que llevase

el nombre de “San Juan Bautista de Borja” fue concebida

finalmente como “San Juan de Girón”, contó con un gobernador

elegido y pagado como privilegio de los virreyes, los propósitos

pacificadores de su existencia militar en el río Sogamoso

cambiaron por los del poblamiento y la parroquialización

minera del río Lebrija. En ella se concentraron decenas de

hombres ociosos o empobrecidos con sus familias, quienes

después de haber sido expulsados y desplazados por las

autoridades reales de las grandes ciudades del Reino habían

decidido salir en busca del añorado y mítico “Dorado”,

asentándose para ello junto a las arenas y reales de minas del

afamado y muy codiciado “Río del Oro”.

Page 42: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

41

Un río para saciar la sed de oro. Las huestes de los primeros

conquistadores neogranadinos fueron conscientes del primer

mandamiento de la guerra que decía: “quien se pone a

conquistas y guerras, se pone a sazón de la muerte”. Por ello su

noción caballeresca de la muerte era una experiencia humana

resultante del combate sangriento y la lucha violenta cuerpo a

cuerpo que superaba con realismo la representación barroca que

relegaba a un simbólico esqueleto putrefacto, armado de una

guadaña ensangrentada, la agobiante definición del fin de la

existencia por parte de aquellos que llevaban una vida pacífica y

sosegada.

Símbolo presente en templos y altares mediante el cual las

instituciones de la contrarreforma recordaban a sus fieles

vasallos la finitud de la existencia corporal, la inutilidad de

aferrarse a los bienes materiales, la necesaria renuncia a los

apetitos caballerescos de poder y a las míticas esperanzas de

riquezas ocultas, aunado al abandono de los placeres banales

para lograr la inmortalidad material y la salvación espiritual.

Los sacrificios que los conquistadores hacían con su vida

corporal en el campo de batalla para mejorar las condiciones de

su vida espiritual y material se justificaban en su convicción de

ser la muerte un hecho natural que era otorgado por Dios “a

cada uno para su tiempo, y en grandes trabajos”. Siendo esa

creencia la principal razón que los motivaba a realizar continuas

entradas de pacificación o castigo a los indios para alcanzar el

triunfo de sus conquistas espirituales (feligreses evangelizados)

y materiales (tributantes avasallados), para lograr mantener

ocupados y útiles a los guerreros más veteranos, así como para

salvaguardar a los mejores hombres de las epidemias urbanas.

Page 43: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

42

Tales nociones acerca de la buena vida y la mala muerte en el

Nuevo Mundo fueron a su vez un aliciente para que los primeros

neogranadinos buscaran incansablemente medios y formas que

les permitieran saciar su sed de riquezas. En especial desde

1539, al conocerse la existencia de un río con un incalculable

potencial aurífero al norte de la provincia del cacique Guanentá,

el cual se constituiría en una de las principales razones para

fomentar el poblamiento y la explotación minera en ese

territorio de frontera, así como para delimitar las jurisdicciones

administrativas del cabildo de la ciudad de Vélez ante las

pretensiones jurisdiccionales y fiscales de los cabildos de Santa

Marta, Ocaña y Pamplona sobre ese mismo territorio.

Procesos de ocupación y explotación pamplonesa. La

importancia que llegó a tener el hallazgo del “río de Oro”

adjudicado a la provincia de los indios Guane, regida y

encomendada por la ciudad de Vélez, fue tan importante que

muchos de los procesos de exploración, pacificación,

poblamiento y urbanización del Nororiente del Reino fueron

asociados con la explotación de ese mítico y ansiado lugar de

arenas doradas.

Sin embargo, el descubrimiento y reconocimiento formal de ese

potencial aurífero sólo se hizo hasta 1547, cuando al capitán

Ortún Velasco, quien se desempeñaba como teniente del juez de

residencia Miguel Díaz, ordenó organizar una expedición que

partiendo de la ciudad de Tunja fuese en la búsqueda de tan

legendario lugar, el cual era mantenido como un beneficio

oculto y particular de los capitanes de la hueste de Jiménez de

Quesada que residían en Vélez. Al respecto el franciscano fray

Pedro Simón manifestaba en sus crónicas un siglo después:

Page 44: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

43

El cual Ortún Velasco, con orden de Miguel Díaz

habiendo tenido noticias, aunque ciegas, por las que

habían tenido los vecinos de la ciudad de Vélez cuando

conquistaron las provincias de Guane de las riquezas de

oro que había en un río, cerca de la misma Provincia de

Guane al norte, despacho desde la misma ciudad de

Tunja por caudillo a Gregorio Suárez de Deza con más

de veinte soldados vecinos de la ciudad, la vuelta de la

parte del norte en demanda de este río rico. Los cuales

se dieron tan buena traza o diligencia con las buenas

guías que llevaban, que dieron con este río. Y

experimentando su gran riqueza de oro, que tienen sus

arenas que hasta hoy dura y durará en infinitos años, con

las muestras que sacaron, dejándole puesto por nombre

el Río del Oro por antonomasia, tomaron la vuelta de la

ciudad de Tunja, que se alborotó con las demás del

Nuevo Reino9.

El interés despertado por el polvo de oro arrastrado por la lluvia

que erosionaba las vetas del “Páramo Rico de Suratá” hasta

evacuar en el Río de Oro fue de tales proporciones que, a pesar

de sus adversas características y condiciones productivas, desde

el siglo XVI hasta finales del siglo XVIII se le describió de

manera general como “Un oro volador y dificultoso de recoger,

porque es tan liviano que, huyendo del suelo de la batea donde

lo lavan, anda volando por el agua, que si no es con mucha

destreza de los lavadores, se recoge con mucha dificultad, pero

es el más subido de cuanto se ha descubierto en su comarca”.

9 SIMÓN, Fray Pedro. Noticia historial. Bogotá: Banco Popular, 1981. Tomo

3. Pág. 102

Page 45: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

44

Y fue esa fama de llegar a los 23 quilates la que permitió que el

“río de oro” neogranadino contribuyera al renacer de la mítica

fuente dorada de recursos inagotables a la cual se había

renunciado años atrás al comprobarse que el “dorado”

norandino estaba reducido a los rituales solares que realizaba el

legendario cacique de Guatavita al sumergirse en una laguna

llena supuestamente de tesoros. De igual modo, los miembros de

las huestes de los conquistadores surandinos habían renunciado

a encontrar las “ciudades doradas” ocultas entre las tierras

selváticas bañadas por los ríos Amazonas y Orinoco al

constituirse esas empresas en expediciones suicidas e

improductivas.

La relación entre el territorio mítico y las evidencias de un río

apto para las extracciones auríferas fue asumido por los sectores

populares con ingeniosos proyectos de asentamiento y

explotación furtiva para saciar su la codicia mientras que los

capitanes de las huestes, quienes representaban al gobierno real,

concibieron para su explotación un plan meticuloso que

pretendía reducir y regular el monopolio explotador que de ese

río solo podían tener los vecinos de Vélez.

Para ello concibieron un meticuloso plan que comprendía

minuciosas etapas de reconocimiento minero de los territorios

inexplorados entre las provincias de Vélez y Santa Marta, la

pacificación y reducción en pueblos de los indios laches y

chitareros con los guanes de las fronteras provinciales, la

fundación equidistante de ciudades para la parroquialización de

los encomenderos blancos encargados del sometimiento de los

indios, justificaron el dominio jurisdiccional de los cabildos

fronterizos en los nuevos núcleos mineros, así como autorizaron

la presencia vecinos encomenderos en los sitios que contaban

Page 46: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

45

con fuentes de metales preciosos que debían ser extraídos con la

mano de obra indígena encomendada.

Para alcanzar esos fines, Miguel Díaz, quien para entonces

gobernaba el Nuevo Reino ante los excesos de los hermanos

Quesada y sus capitanes, autorizó en 1548 la partida desde

Tunja de una expedición gobernada por Pedro de Ursua, su más

querido sobrino de quien esperaba que durante la misma lograra

la mayor fama y riqueza posible para su linaje, acompañado de

Ortún Velazco, su teniente de juez. Un año antes Velazco había

logrado hacer algunos exitosos avances y reconocimientos en

las provincias pobladas por Laches y Chitareros, aunque su

principal objetivo debía ser la búsqueda de una ruta vial más

cómoda y corta hasta los puertos españoles en el Lago

Maracaibo, sorteando para ello las Sierras Nevadas del extremo

norandino.

Para la conservación y mejoramiento de esa ruta le era necesario

contar con núcleos urbanos equidistantes. De allí que los

miembros de la hueste de P. Ursua fundaran en un valle

apropiado una ciudad que facilitara las comunicaciones a lado y

lado del río Chicamocha, así como permitía regular las

encomiendas chitareras y laches que eran repartidas entre las

sierras nevadas del Cocuy y el páramo rico. Esa ciudad fue

llamada y reconocida como la “Nueva Málaga” al ser el deseo

del capitán Gonzalo Suárez Rondón poder ennoblecer su ciudad

natal con una homónima en el Nuevo Mundo.

Posteriormente, la necesidad de fundar otra ciudad que sirviese

de conexión, hospedaje y abastecimiento para los viajeros que

salían de Tunja pasando por Málaga, sumado a la necesidad de

regular la producción agropecuaria y minera de las encomiendas

chitareras entre el Páramo Rico y el Valle de Cúcuta, conllevó a

Page 47: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

46

elegir y asentar en un valle de condiciones semejantes al de

Málaga la ciudad de la “Nueva Pamplona”, nombre elegido por

Ursua y Velazco para ennoblecer la tierra natal de su protector.

Pamplona fue conectada a su vez con ciudades ribereñas como

Ocaña (1561) y San Faustino, las cuales garantizaban su salida

al mar Caribe a través de Santa Marta y Maracaibo. Así como

desde ella salieron las expediciones que fundaron a Mérida

(1558) y San Cristóbal (1560), permitiendo así que las ciudades

neogranadinas se comunicaran con el interior de la capitanía de

Venezuela al cesar la concesión y arrendamiento otorgado a la

Casa Welser (1546).

El interés de nuevas conquistas y fundaciones de Ursua no se

asemejaba a los planes colonizadores, mineros y encomenderos

que tenía Velazco y sus capitanes aliados. De allí que fuese

Pamplona y no cualquier otra de las ciudades fundadas, antes ni

después de la misma, la que concentraría el interés demográfico,

político y administrativo de los vecinos y residentes de la

jurisdicción de Tunja, ya que cerca de ella se encontraban los

yacimientos mineros del Páramo Rico, y consigo, los

manantiales montañosos que daban vida al mítico río del Oro,

antes de llegar al valle del Pie de la Cuesta donde era extraído el

polvo dorado por los encomenderos veleños hasta llegar a la

formación del río Lebrija (Cañaverales).

Para ello, los primeros vecinos pamploneses pidieron a las

autoridades del Reino extender la jurisdicción del Cabildo de su

ciudad hasta llegar a la ribera derecha (u oriental) del río de Oro,

con lo cual se lograría: 1. Preservar la separación étnica que

existía entre la Provincia Chitarera y la Provincia Guane, ésta

última otorgada por derecho de conquista a la jurisdicción del

Cabildo de Vélez; 2. Legitimar los bienes y la actividad

Page 48: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

47

productiva que esos vecinos, encabezados por los hatos y

encomiendas de la familia de Velazco, habían establecido desde

el Páramo Rico hasta las arenas auríferas del río limítrofe; 3.

Garantizar el poblamiento encomendero y la explotación minera

de ese territorio desde Pamplona ante el distante radio de acción

social, judicial y política que tenía el cabildo de Vélez, y; 4.

Reconocer que fueron los primeros vecinos pamploneses, desde

su asentamiento primigenio en Tunja y Málaga, quienes

financiaron o participaron en las primeras entradas,

exploraciones, catas y mediciones de las riquezas minerales que

desde los filones del Páramo Rico pamplonés se extendían por

acción del arrastre fluvial de sus sedimentos hasta los valles de

los ríos Oro y Suratá.

Valles que debían ser explotados mancomunadamente por el

sur-occidente por los veleños al ser su derecho como

descubridores y primeros pobladores de los mismos y por el

nor-oriente por los pamploneses al ser de hecho una extensión

de su jurisdicción étnica y minera. Siendo esa posición

defendida a lo largo de los siglos XVI y XVII ante las

pretensiones jurisdiccionales y expansionistas de los veleños

con proyectos como la fundación de Girón, a lo cual se sumó el

interés que desde 1551 tenían los vecinos y las primeras

autoridades de Pamplona por defender, y de ser posible ampliar

su jurisdicción minera, al tener comprobado que “en muchas

partes de las provincias comarcanas a Pamplona había grande

apariencia de haber minas de oro”. A ello se sumaba el interés

por explotar monopólicamente el Páramo Rico y sus

alrededores, del cual llegaron a sacar de tres a cuatro millones

de pesos de oro desde su hallazgo.

La concentración de las actividades sociopolíticas de los

capitanes pamploneses en las empresas de extracción minera

Page 49: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

48

requirió a su vez asegurar el dominio jurisdiccional que tenían

sobre la mano de obra de los indígenas encomendados, lo cual

les garantizaba una ganancia total sin tener que comprar

costosos esclavos o pagar salarios a mineros poco confiables.

Para ello, y sin importar la prosperidad económica que empezó a

tener la ciudad o las excentricidades de algunos de sus

habitantes más ricos que la llevarían a ser apodada Pamplona

“La Loca”, sus vecinos principales pidieron en diciembre de

1551 al Rey permitirles recuperar a corto plazo sus inversiones

preservando las encomiendas que tenían formadas con los indios

nacidos en su jurisdicción de acuerdo a lo dispuesto en la

Cédula de 1549.

De no ser así, ello ocasionaría un mayor empobrecimiento de los

vecinos encomenderos al deber comprar esclavos tropicales que

resultaban inútiles para los gélidos climas andinos, algunos

tendrían que partir en busca de nuevas tierras de fortuna con

nuevas expediciones de conquista, e incluso, aquellos que se

quedaban debían enfrentar la insurrección de esclavos e indios

al verse superiores en número a los blancos. Las consecuencias

del despoblamiento de la ciudad más importante del nororiente

andino a falta de incentivos mineros, y consigo, el

levantamiento de las castas en contra de sus amos fue planteado

por los vecinos peticionarios así:

Lo cual, que Dios no quiera, si acaeciese y esta ciudad se

despoblase, no podrían estar pobladas las dichas minas

de lo cual su majestad perdería de derechos y quintos

reales mucho más cantidad de dos millones de pesos de

oro, y asimismo los vecinos de esta dicha ciudad

perderíamos más de seis millones de pesos de oro. Lo

cual su majestad no permitiría si fuese informado con

verdadera relación, así por haber descubierto las dichas

Page 50: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

49

minas nosotros a nuestra costa y misión padeciendo

muchas necesidades y trabajos y adeudándonos para ello

en mucha cantidad de pesos de oro que hoy día debemos,

así en esto como en sustentar y pacificar esta dicha

ciudad más de dos años con la mayor necesidad y falta

de lo necesario que pobladores en estas partes de Indias

han padecido, sembrando con nuestras propias manos lo

que habíamos de comer así para nosotros como para

favorecer a los naturales de esta dicha provincia10

.

Ese mismo año, Velasco solicitó licencia a la Real Audiencia

para contar con los servicios del experto minero y catador de

metales Álvaro de Villanueva, residente en Santafé, para que

fuera hasta la Provincia de Pamplona “a buscarles algunas

minas; enviándole relación de la disposición de la tierra y

manera de pedrería, hierbas y aguas”. Sin tener otra opción a

corto plazo para salir de sus deudas, Villanueva aceptó los 400

pesos ofrecidos, estudió las descripciones y catas hechas

previamente, y finalmente, salió en compañía de O. Velasco y

cuarenta soldados con el fin de confirmar las noticias de

extracción de oro en polvo y en granos que hacían los indios en

los ríos Oro y Suratá. Aguado narró lo acontecido durante esa

expedición al escribir en sus crónicas:

…dando catas este Villanueva en este río, que al

presente llaman de Oro, halló buen oro y de seguir de a

veintitrés quilates y grano, certificados que era cosa

durable y que había mucho que labrar, se volvieron al

pueblo o ciudad a rehacerse de las cosas necesarias para

volver a poblar las minas, trayendo indios con

herramientas para que lavasen y sacasen el oro.

10

FRIEDE, J. Op. Cit. Tomo 1. Pág. 195 - 196

Page 51: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

50

A la vuelta que volvían no fue por el camino que antes

habían llevado, sino por diferente lugar con intento de

ver si hallarían apariencia o muestras de otras minas, y

subiendo por un río que se dice el río de Suratá, nombre

propio de un señor y cacique que en él estaba poblado el

cual río dentra en el río del oro, dieron catas y

descubrieron oro de seguir del cual sacaron en poco

espacio más de cien pesos de ello, que después de

ensayado se halló tener veintiún quilates, lo cual fue

harto contento para los españoles por ser este oro más

granado que lo del Río de Oro11

.

Las características físicas del oro de Suratá, mucho más práctico

de extraer y procesar que el polvo volátil que se ocultaba entre

las arenas del río de Oro, motivaron a los vecinos y las

autoridades de Pamplona a concentrar sus actividades mineras, y

por ende a los indios encomendados, a lo largo del cañón

formado por los afluentes que daban vida a ese río desde su

nacimiento en el páramo, aunque no por ello descuidaron el

dominio que tenían sobre los valles formados por los afluentes

del río de Oro.

Ejemplo de ello fue el hábil y emprendedor O. Velazco, quien

haciendo uso de sus derechos de primacía, inversión,

representación, justicia mayor y superioridad jerárquica entre

los demás soldados y vecinos se asentó en el sitio de Bucarica.

Desde allí reguló la actividad minera de los indios que se le

habían encomendado desde las explotaciones en el río de Oro

hasta las del Suratá contando para ello con una ranchería

equidistante a ambos puntos en el sitio conocido como

11

AGUADO, Fray Pedro. Recopilación historial. Bogotá: Empresa Nacional

de Publicaciones, 1956. Tomo 1. Pág. 477

Page 52: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

51

Bucaramanga, así como fundó una estancia de ganado mayor en

el valle del Río del Hato (o Lato) para el abastecimiento de los

mineros, a través de la cual fue construido y conservado un

camino que llevaba directamente hasta Pamplona.

La presencia de Velazco y otros encomenderos pamploneses a

lo largo y ancho de las quebradas y los ríos que conformaban la

cuenca media del río de Oro les permitió: tener un control

directo de toda forma de circulación de blancos, libres, esclavos

e indios huidos en la jurisdicción pamplonesa, exigieron el

desplazamiento de los encomenderos veleños y sus indios

Guane de Xesira (Gérida) tan solo a lo largo de la ribera sur–

occidental del Río de oro, ampliando además su margen de

dominio territorial y justicia municipal al comprar los derechos

que tenían algunos veleños sobre las estancias fundadas en la

mesa de Géridas, ubicada estratégicamente entre los cañones de

los ríos Chicamocha y Sogamoso con el valle del río de Oro.

Hoy ese altiplano es conocido como “Mesa de los Santos”.

La expansión de los vecinos de Pamplona fue motivo suficiente

para que las autoridades de Vélez promovieran denuncias y

juicios ante los oidores de Santafé al ser evidente el interés de

los pamploneses por controlar y monopolizar la producción

minera de todo el valle del río de Oro, abriendo a su vez un

corredor de comunicaciones, aprovisionamiento, descanso e

intercambio comercial centrado en ese valle, y específicamente

en el Pie de la Cuesta. En ese sitio se unían los caminos que

venían de Vélez, el río Sogamoso y el río Lebrija los cuales

continuaban a través de un único camino hasta Pamplona

después de atravesar el páramo adjudicado al encomendero

pamplonés Juan Rodríguez.

Page 53: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

52

Las pugnas y usurpaciones jurisdiccionales entre veleños y

pamploneses por el dominio del valle del río de Oro y sus

alrededores estratégicos fueron radicalizadas por los

encomenderos y mineros elegidos como regidores de cada

cabildo, quienes prohibieron o restringieron toda venta de

derechos de tierras o laboreo de minas veleñas a pamploneses y

viceversa. Con lo cual, el temor que cada bando tenía de ser

administradas y reguladas sus explotaciones por las autoridades

del contrario era evidente al permitirse su presencia

jurisdiccional como consecuencia del dominio que ejercía

alguno de sus vecinos sobre una estancia, mina, encomienda,

etc.

Para revalidar el dominio jurisdiccional del cabildo de

Pamplona y los deberes legales de los encomenderos

pamploneses en la ribera oriental del Río de Oro, por orden de

un oidor visitador en 1622 (22 de diciembre) se fundó el pueblo

y resguardo de indios de Bucaramanga, regulado política y

administrativamente por un Alcalde Mayor de Minas nombrado

por los regidores pamploneses.

Los veleños, por medio de la hueste de los Mantilla de los Ríos,

hicieron su propia demostración de presencia y dominio

territorial al promoverse la reubicación de la ciudad de Girón en

1636, después de su fallida e improductiva fundación a orillas

del río Sogamoso (1631). Lo cual hizo necesario que la Real

Audiencia de Santafé interviniera judicialmente una vez más en

la distensión de los conflictos limítrofes que existían entre

ambas provincias por el control de las empresas mineras,

comerciales y de abastecimientos que se extendían desde el río

Magdalena hasta los andes venezolanos.

Page 54: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

53

Esas delimitaciones limítrofes, y por ende la explotación minera

que correspondía al Cabildo de cada ciudad, eran de común

conocimiento desde la fundación misma de Pamplona de

acuerdo a lo manifestado en un informe por el oidor y visitador

Lic. Ángulo de Castejón (15 de agosto de 1563). Al referirse a

las prohibiciones sobre el uso de indios encomendados en el

trabajo de las minas, decía específicamente sobre Pamplona:

“Éste es un pueblo bueno y el que goza del oro y términos que

dicen de carata [Suratá] y el páramo, porque el río que dicen del

Oro se gobierna por la otra ciudad que se llama de Vélez”. De

ésta última decía a su vez: “Este es un pueblo pobre y los

repartimientos de él pequeños y de pocos naturales. Y el

sustento de este pueblo es el dicho desembarcadero y el río que

dicen del Oro, donde sacan Oro”12

. A lo cual se sumaba el

hecho de haber sido llamada su jurisdicción durante varias

décadas como “la Ciudad de Vélez y Río del Oro”.

La permanente pugna por ese enclave minero y limítrofe trajo

consigo limitaciones a todo proyecto de concentración

poblacional en la cuenca del río de Oro, los encomenderos

fueron permanentemente denunciados por abusos y maltratos

durante las visitas y tasaciones por parte de los indios, se hizo

más difícil aplicar la debida justicia por parte de cada Cabildo al

pasarse sus perseguidos a la jurisdicción del contrario, e incluso,

fue más evidente la evasión tributaria y el contrabando del oro

en polvo extraído de las vetas o los lavaderos de cualquiera de

las dos riberas al incrementarse el número de comerciantes y

foráneos.

De allí el decidido interés de oidores, presidentes y virreyes

durante los siglo XVI y XVII por una mayor presencia de

12

FRIEDE, J. Op. Cit. Tomo 5. Pág. 59, 71

Page 55: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

54

oficiales de la Real Hacienda en esos enclaves por medio de

alcaldes dedicados a la administración de la explotación y la

tributación obtenida de las minas, así como se contempló la

necesidad de nuevas ciudades y villas que sirvieran de núcleos

de defensa y persecución de los indios bélicos, piratas, ladrones,

contrabandistas, etc., a través de las vías terrestres o fluviales

que comunicaban cada una de las provincias del Nuevo Reino.

Para hacer frente al primer problema los pamploneses contaban

con la presencia de un Alcalde de Minas mediante el cual se

lograba revalidar su dominio jurisdiccional hasta el río de Oro al

hacer prevalecer la autoridad fiscal y judicial de la corona desde

las estribaciones paramunas del Pueblo de Bucaramanga hasta el

río de Oro, límite natural del resguardo. Los veleños optaron por

atender a la segunda preocupación real capitulando la fundación

de una ciudad dentro de la jurisdicción de su Cabildo, con lo

cual garantizaban la lucha y pacificación de los indios Carares y

Yarigüíes que atacaban intempestivamente las embarcaciones,

los caminos, las estancias y a todo aquel viajero que se

movilizaba entre la cuenca del río Sogamoso y la cuenca del río

Lebrija (o Cañaverales).

Esa ciudad, fundada en honor al oidor presidente don Sancho

Girón, después de haber sido ubicada por el Maestre de Campo

Francisco Mantilla de los Ríos (1631) en uno de los sitios del

valle del río Sogamoso conocido como Pujamanes, fue

trasladada y refundada por la hueste de Mantilla (1636) en el

sitio de Zapamanga, el cual era considerado parte de la

jurisdicción veleña al estar fuera de la jurisdicción del resguardo

de Bucaramanga como de la alcaldía de Minas. Al ser

denunciada esa nueva intromisión y usurpación a las repúblicas

de blancos y de indios regidas por el cabildo de Pamplona ante

la Real Audiencia, los veleños refundadores de Girón debieron

Page 56: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

55

desistir de su propósito y reubicarse frente a Zapamanga en la

ribera occidental del río de Oro, sitio conocido como

Macaregua, donde fueron reubicadas finalmente la parroquia y

la ciudad de (San Juan Bautista -) Girón por un sobrino

homónimo del primer fundador (1638).

Los veleños gironeses no renunciaron a preservar su dominio

sobre ese próspero enclave al encontrarse muy cerca del Real de

Minas pamplonés al considerar que su presencia civilizadora allí

era necesaria para: 1. Continuar la persecución, evangelización,

culturización o exterminio de los indios bélicos que atacaban los

lugares de extracción o concentración minera; 2. Hacer justicia

contra todos aquellos que optaran por dedicarse a ser ladrones,

contrabandistas, cimarrones, enfermos contagiosos o criminales

huidos que elegían para su fuga el cauce de los ríos Sogamoso o

Lebrija hasta el río de la Magdalena; 3. Transformar en sitios

útiles y productivos esos valles y altiplanos por medio de

actividades agropecuarias, comerciales y manufactureras que

garantizaran el pleno abastecimiento de las empresas mineras

habidas y por haber en la cuenca alta (río de oro), media (unión

del río de Oro con los ríos Lato, Frío y Suratá) y baja (unión con

los ríos Suratá y Negro) del río Lebrija, y; 4. Garantizar el

poblamiento de esas cuencas con asentamientos humanos

estratégicos en sitios como el Pie de la Cuesta, Girón y

Cañaverales (Rionegro) al ser las puertas de ingreso al Nuevo

Reino.

Procesos de ocupación y explotación veleña. La fundación y

los posteriores traslados de la ciudad de San Juan de Girón por

los Mantilla de los Ríos se constituyeron en la etapa final del

proceso de confederación, pacificación y reducción productiva

de las ociosas (en tiempos de paz) y fieras (en tiempos de

guerra) provincias Yarigüíes.

Page 57: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

56

Cinco provincias de indios flecheros asociados con los ríos que

tributaban al Magdalena desde oriente (opones, carares, etc.), las

cuales habían sido reiterativamente pacificadas y controladas

por Bartolomé Hernández de León con la fundación de la ciudad

de León (1552), Benito Franco reedificando la ciudad de León

como la ciudad Franca de León (1586) y Martín Gómez

edificando reales fortificados que cumplieran funciones

semejantes a las ciudades de León, después del abandono que

habían sufrido los mismas ante los ataques y sitios de los

Yarigüíes (1591 a 1595).

Girón se constituyó en la realización tardía de los proyectos de

poblamiento y explotación de los territorios estratégicos que el

cabildo de la provincia de Vélez, a falta de hombres, recursos y

autorización real no había podido adelantar en sus fronteras

desde mediados del siglo XVI. Con esa nueva ciudad fue

posible asegurar las redes de transporte, garantizar el

intercambio comercial de importación y explotación, mejorar la

infraestructura requerida en caminos (ventas, puentes, etc.) y

desembarcaderos (muelles, bodegas, etc.), elevar los índices

demográficos y productivos, y en general, hacer presencia

efectiva en las fronteras étnicas, agropecuarias y mineras

usufructuadas por los vecinos de las provincias limítrofes.

La presencia de los veleños fundadores de Girón en la ribera

occidental del río que servía como mojón limítrofe con la

provincia de Pamplona fue asumida como una clara

demostración del interés veleño por penetrar y hacerse con gran

parte de la producción minera del occidente de su provincia

regulada desde el pueblo y resguardo de Bucaramanga. Los

gironeses, por el contrario, justificaron su legítima presencia

como una de las estrategias de defensa, refugio, avance y ataque

que los capitanes veleños habían ideado durante más de un siglo

Page 58: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

57

para reducir o exterminar a los reductos de indios belicosos

desde ese frente de avanzada hasta el río de la Magdalena,

acorde a lo capitulado desde 1630.

Ese frente, sumado a los existentes en los ríos Sogamoso

(Pujamanes y El Pedral) y Lebrija (Cañaverales y Bodegas),

tenía además la intención de brindar seguridad y protección no

sólo a los vecinos de Vélez pues por mandato virreinal tenían la

obligación de garantizar la vida de los blancos neogranadinos,

los indios encomendados y los negros esclavizados que se

encontraban en el entorno de su jurisdicción; resistir los ataques

terrestres o la obstaculización naval ocasionada por los

enemigos de la Corona en su afán por entrar al reino y; ofrecer

un medio de mutuo beneficio productivo para las dos provincias

limítrofes al garantizar las familias gironesas los transportes y el

abastecimiento agropecuario, artesanal y mercantil que

requerían las familias pamplonesas dedicadas a la explotación

minera y a la agricultura de alta montaña.

Los pamploneses asentados en la cuenca del río Suratá eran a su

vez beneficiados con los asentamientos gironeses al encontrar

en ellos una alternativa práctica para remediar sus necesidades

eclesiásticas, notariales, policivas y socioculturales con otros

vasallos y súbditos españoles al permanecer la mayor parte del

tiempo aislados de las autoridades de Pamplona. A lo cual se

sumaba las dificultades, riesgos y distancias que debían recorrer

entre los páramos para poder llegar a la ciudad donde se

asentaba el Cabildo provincial, así como se hacía más cómodo

el trato y contrato a través de los caminos y los ríos que desde

Girón comunicaban con Santafé y Cartagena.

Esas tendencias y relaciones conllevaron a que a lo largo del

siglo XVIII la interacción de las familias y autoridades

Page 59: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

58

pamplonesas que habitaban las cuencas afluentes del río de Oro

estuviese concentrada o relacionada en su mayoría con los

intereses de las familias y los funcionarios provinciales de

Girón. Muy a pesar de los esfuerzos de las autoridades de

Pamplona por mantener las separaciones provinciales, eran

inevitables las relaciones sociales y económicas que los

habitantes de ambas lados del río de Oro llegaron a tener, a tal

punto, que algunos vecinos pamploneses se emparentaron con

los gironeses, algunas familias trabajaban en el gélido territorio

pamplonés y residían en la cálida urbe gironés, los indios

pamploneses de Bucaramanga arrendaron tierras de su

resguardo a familias pobres de Girón, así como las autoridades

eclesiásticas y provinciales de Girón debían atender o intervenir

cada vez más en los asuntos que ocurrían a los vecinos de la otra

banda del río, especialmente en Rionegro.

Todo lo cual conllevó finalmente a la extinción del pueblo de

indios (1622), la erección de la parroquia (de blancos y libres)

de Bucaramanga (1778), la anexión político–administrativa de

esa parroquia moderna a la provincia gironesa (1779), e incluso,

la articulación de la decadente provincia de Girón al

Corregimiento de Pamplona acorde al plan de reordenamiento

virreinal recomendado por el fiscal Francisco Antonio Moreno y

Escandón y promovido finalmente por Jorge Tadeo Lozano,

Marqués de San Jorge.

Las consecuencias históricas de la decisión de los Mantilla de

los Ríos por fundar la ciudad capitulada junto al real de minas y

al resguardo indígena de Bucaramanga demostraban a su vez

que la pobreza minera, las condiciones malsanas y la

improductividad agropecuaria de los ríos Sogamoso y Lebrija,

sumado a la disminución o dispersión demográfica de los

temidos cacicazgos topocoros y yareguies antes de ser

Page 60: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

59

pacificados y encomendados, motivaron a los capitanes de la

hueste conquistadora y fundadora proveniente de Vélez a tener

que buscar un lugar apropiado en donde hacer valer a corto

plazo los términos de las capitulaciones aprobadas por el virrey

Sancho Girón (1630) a cambio de la lucha y exterminio de los

indios bélicos.

De allí que el lugar elegido finalmente para refundar y urbanizar

los solares de la anhelada ciudad fuese el valle fértil y rico del

río de Oro, donde además pudieron hacer efectiva la gracia de

poblar todos aquellos reales de minas que pudieran laborar, así

como repartieron entre todos los vecinos las tierras que por

derecho de fundación podían ocupar en un radio concéntrico de

tres leguas a la redonda como tierras de uso comunal (ejidos) o

particular (dehesas, mercedes, composiciones, etc.),

El linaje Mantilla de los Ríos ni sus capitanes de hueste

renunciaron a preservar su dominio sobre el sitio de Pujamanes,

en el valle del río Sogamoso, de allí que lo acondicionaran

como el punto de llegada de las recuas de mulas que descendían

cargadas con productos de exportación desde las montañas del

Reino a través del camino de Chocoa, así como en el punto de

partida de las embarcaciones que empleaban al río como la

principal vía de comunicación navegable de las provincias de

Pamplona y Girón con el río Magdalena, después de pernoctar

en el sitio del Pedral, aprovechando así las “muchas islas” y los

“valles muy fértiles” que permitían el cómodo tránsito hasta la

principal vía de transporte que tuvo el Nuevo Reino durante

todo el período colonial.

A ello se sumaban las riquezas productivas de ese valle y sus

islas donde abundaban los árboles de cacao. Cultivos de los

cuales sacaron gran beneficio aquellos que los trabajaron con

Page 61: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

60

encomiendas conformadas con los indios bélicos que fueran

reducidos para tal fin o con el uso de los negros cimarrones que

podían ser recapturados en esa jurisdicción. Mano de obra que

de no ser útil para las actividades agropecuarias bien podían ser

empleados en las explotaciones de oro que se realizaban en la

Cimitarra, Cañaverales y Rionegro.

Sumadas todas esas razones, la ubicación y refundación final de

Girón evidenciaba a su vez las consecuencias de la antipatía y

desinterés que las familias de los capitanes fundadores

empezaron a expresar por la pobreza de los territorios que

conformaban los cacicazgos yariguíes cada vez más reducidos u

ocultos ante las constantes campañas de pacificación

emprendidas hasta 1629, a lo cual se aunaba el aislamiento

comercial, el clima malsano, las plagas, y la improductividad

agropecuaria y minera que implicaba fundar una ciudad en los

áridos valles o las selváticas sabanas que ocupaban esas

comunidades indígenas.

Los capitanes después del lustro vivido forzosamente junto al

río Sogamoso para cumplir con las disposiciones legales acerca

de la fundación de ciudades (1573) y los términos de la

capitulación de S. Girón (1630), presionaron y optaron

finalmente por buscar una salida beneficiosa para todos sin

atentar contra la jurisdicción pamplonesa, sin usurpar los

privilegios que tenían los indios del pueblo y resguardo indígena

fundados en Bucaramanga una década atrás (1622), sin perder

las concesiones otorgadas por la capitulación que los autorizaba

a deambular por el territorio que se les había otorgado, y en

especial, porque no era posible para los empresarios veleños

afrontar una vez más otro fracaso como los acontecidos con la

fundación y refundación de la ciudad de León.

Page 62: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

61

Un lugar que fue finalmente despoblado y abandonado por todos

los españoles ya que allí: “ni se descubrían minas de oro, ni

otros metales, ni la montuosidad de ellas, por no tener campiñas

ni sábanas limpias que fueran útiles para crías de ganados

mayores ni menores. Y así, cuando mucho, se granjeaban con

ellas las comidas tasadas de maíz, raíces y algunas frutas y

cosechas de algodón”13

.

Versiones y divagaciones sobre el mítico río de oro. Las

historias hispanas sobre los primeros asentamientos europeos en

el territorio que ocupa el área metropolitana de Bucaramanga

estuvieron asociadas desde un primer momento con la existencia

de un incalculable potencial aurífero reconocido por los

primeros exploradores europeos que llegaron hasta allí.

Juan de Castellanos, a través de sus crónicas sobre el Nuevo

Reino de Granada y la capitanía de Venezuela, fue quien por

primera vez manifestó la existencia de un Río de Oro al cual los

empresarios europeos llegaron por primera vez a través de la

hueste del alemán Micer Ambrosio Alfinger, quien ejercía

Gobernador de la capitanía arrendada por la corona a los

banqueros de la Casa Welser. Después de partir de la costa

marabina y ascender por el río Magdalena, Alfinger llegó en

1526 a la cuenca del río de Oro habitada por las provincias

indígenas Guane y Chitarera. Y aunque no pudo dar a conocer

su hallazgo al caer abatido por los indios en Chinacota, fueron

sus soldados quienes se encargaron de dar a conocer la

existencia de los pueblos ricos en oro y el río de arenas doradas

que habían encontrado al ascender por las estribaciones de los

andes y luego por la ribera del Magdalena.

13

SIMÓN, F. P. Op. Cit. Tomo 4. Pág. 320

Page 63: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

62

La ambición por hallar y dominar un país poseedor de una

promesa de “dorado” como la alcanzada para entonces por H.

Cortes entre los Mexicas y F. Pizarro entre los incas, aunado al

fracaso rentístico que hasta entonces habían obtenido los

Welser, propiciaron que una nueva hueste de alemanes partiera

una década después desde Venezuela siguiendo los pasos y

hallazgos de A. Alfinger bajo el mando del Gobernador Nicolás

de Federman. Paralelamente otras dos huestes de españoles

partieron con intenciones semejantes desde Santa Marta al

mando de Gonzalo Jiménez de Quesada y desde Popayán al

mando de Sebastián de Benalcazar.

El encuentro de los tres conquistadores - fundadores en la

sabana del Bogotá en agosto de 1536 les permitió comprobar la

veracidad de la versión muisca del “dorado” asociada con una

laguna, así como se preservó intacta la versión Guane del

“Dorado” asociado con un río hasta que en 1552 después de

varias exploraciones superficiales de los encomenderos veleños

y los vecinos pamploneses se pudo demostrar el verdadero

potencial y riqueza minera de la cuenca del río de Oro y sus

afluentes. Fuente aurífera de míticas esperanzas acerca de la

cual Castellanos manifestó al escribir un siglo después en su

Elegía a Micer Ambrosio: “Por ásperos caminos descendiendo /

a lo que llaman hoy Río del Oro, / do las lucidas puntas de sus

minas / exceden en quilates las más finas”14

.

El potencial aurífero de la jurisdicción de la ciudad de Girón se

constituyó para los virreyes y escritores de los siglos XVI al

XVIII en una fuente legendaria de rentas para el Estado, y

especialmente por ser encontrados allí los yacimientos del oro

14

CASTELLANOS, Juan. Elegías de varones ilustres de Indias. Tomo II,

Elegía 1, Canto 4, Verso 6. Bogotá: ABC, 1956. Tomo 2. Pág. 108.

Page 64: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

63

más fino conocido en el Nuevo Reino. Y aunque no se dejó de

hacer relación de su existencia desde su hallazgo, las

autoridades locales no dejaron de menospreciar esos ideales al

conocer de primera mano las cifras reales de extracción y

ganancia alcanzados por los empresarios mineros, siendo la

mejor demostración de ello la vocación agropecuaria, artesanal

y comercial por la que optaron los gironeses durante los siglos

XVIII y XIX para poder subsistir.

El imaginario de un “país dorado” y por explotar fue

reafirmado en los informes de los oidores Galarza y Góngora

(12 de abril de 1552), quienes manifestaron al Rey la plena

fundación de Pamplona y el feliz hallazgo de oro en los ríos,

quebradas y páramos de su jurisdicción desde 1551. Al respecto

decían:

En una ciudad que se pobló en este Reino, que se llama

Pamplona, que está al principio de él hacía la parte del

oriente sesenta leguas de esta ciudad y cuarenta de

Tunja, se han descubierto en diversas partes minas de

oro en algunos ríos y quebradas y, en otros lugares,

acaso pasando por un páramo donde murió Micer

Ambrosio, gobernador de Venezuela. El capitán de

aquella ciudad y ciertos soldados dieron cata en él y

hallaron minas de oro muy ricas y de mucha cantidad. Y

fue tanta al principio la grosedad del oro, que si la tierra

fuera mucha, fuera gran suma la que de allí se sacará. Y

muchos dicen que no se había visto cosa más rica en

estas partes de Indias porque hubo hombres, según nos

informaron, que con sólo su trabajo de cinco o seis días

sacó más de cincuenta pesos y otros más y menos. El

oro que sacaba tenía de diecisiete quilates para arriba

hasta diecinueve.

Page 65: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

64

...El oro que se saca dicen que es sobre plata. Créese que

no podrán durar mucho, pero en otros ríos y quebradas

de mejor temple y disposición había buenas minas,

según dicen, por ser nuevas y que hasta ahora no se han

labrado por las gentes naturales15

.

De igual modo la grosedad, improductividad y diversidad del

oro de la Provincia del Río de Oro fue reconocida por los

oficiales de la Real Hacienda enviados al Nuevo Reino de

Granada, quienes en respuesta a la cédula Real e Instrucción de

1572 decían a las autoridades peninsulares:

Entre la ciudad de Vélez e la ciudad de Pamplona ay una

provincia que se llama el río de Oro, es tierra

calidysima, allí se saca oro y quanto mas llueve mejor se

saca porq[ue] como el agua q[ue] llueve se riegan y

mojan los campos en corriendo aquella agua lleba tras sy

de la tierra el oro, el gual oro es el más subido q[ue] ay

en este reyno porq[ue] tiene de veinte y tres q[uilat]es

arriba. En su comarca ay pocos naturales por lo qual se

saca poco oro16

.

Las limitaciones que existían en el uso de la mano de obra

indígena para la plena explotación del oro de filón o en polvo no

podían ser excusa para detener las empresas de extracción de

los metales de la región por medio de negros esclavos que

sustituyeran los cada vez más reducidos aborígenes

15

FRIEDE, J. Op. Cit. Tomo 1. Pág. 209 - 210 16

TOVAR PINZON, Hermes. Relaciones y visitas de los Andes Siglo XVI.

Tomo 3. Región central del oriente. Bogotá: Archivo General de la Nación,

1993. P.305. El informe de Otalora, Daggreda y Limpias es titulado

“Descripción del Nuevo Reino”. Negrita agregada

Page 66: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

65

encomendados. Pensando en esa problemática, el corregidor de

Tunja don Antonio Beltrán de Guevara recordó en 1601 al Rey

el potencial minero que tenían esas provincias, la necesidad de

garantizar los procesos de colonización y asentamiento

hispánico y los remedios productivos que desde 1552 venían

implorando los empresarios mineros. Al respecto decía Beltrán:

Todos conforman en que este corregimiento hay dos

pueblos llamados Pamplona y Vélez que tienen en sus

términos cantidad de tierra donde hay ricos minerales de

oro que se han labrado después del descubrimiento de

ella y sacado gran cantidad y particularmente un sitio

que llaman Río del Oro donde lo que se saca es de ley

de 23 de quilates, tierra muy fértil de todo género de

comidas y sustento, muy buen temple, ha cesado la labor

y beneficio destas minas por haberse muerto de unas

viruelas los indios que las labraban y si V. M. fuese

servido hacer merced a esta tierra de una razonable

cantidad de esclavos que llegasen a mil y estos se fiasen

a los vecinos destos pueblos y deste corregimiento para

proseguir la labor destas minas y que del oro que se

fuese sacando se pagase, resultarían dos muy grandes

efectos, el uno repararse toda esta tierra y acrecentarse

los derechos reales de V. M. y también podrían estos

esclavos ayudar a cultivar las tierras de pan, que esta

tierra tiene buenas y para tratos de ganados y beneficiar

ingenios17

.

La extracción de los metales preciosos tenía consigo el eminente

riesgo de la muerte a causa de la tecnología indígena que aún se

17

ROJAS. Ulises. Corregidores de la Provincia de Tunja. Tunja: Universidad

Pedagógica y Tecnológica de Colombia, 1962. P. 232- 233. Negrita agregada

Page 67: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

66

empleaba en socavones improvisados y artesanales que podían

acabar con la vida de los mineros a causa de los derrumbes

tectónicos o los gases venenosos y explosivos que se desataban

con cada abertura en la roca, así como por la insolación, las

endemias tropicales y las epidemias virales que eran propias de

los lavaderos de oro al aire libre en los pisos cálidos de la

cuenca del Río del Oro.

Cada muerto, herido o enfermo que resultaba del trabajo en los

socavones y los lavaderos traían altos e inmanejables costos de

producción, imposibilitaba a los mineros a acceder a la compra

de mano de obra esclava, y condicionaba a los mineros a

endeudarse con los prestamistas provinciales, especialmente con

las comunidades y organizaciones religiosas asentadas en

Pamplona como eran los conventos de Santa Clara, San

Francisco, Santo Domingo, San Juan de Dios, San Agustín,

Compañía de Jesús y la hermandad [parroquial] de San Pedro18

.

La presión ambiental aunada a los riesgos tecnológicos y la

insuficiencia de mano obra finalmente propiciaron que los

mineros gironeses y pamploneses de las riberas del río de Oro

optaran por actividades económicas diferentes a la improductiva

y desgastante extracción mazamorrera, siendo concentrados sus

esfuerzos en una economía de servicios agrícolas, pecuarios,

artesanales y comerciales para el aprovisionamiento y el

intercambio regional de bienes con los mineros de socavón en

las vetas de los páramos pamploneses y los lavaderos de oro en

la provincia de Antioquia.

18

FERREIRA ESPARZA, Carmen Adriana. Capellanías y censos: Una

conceptualización necesaria para el estudio del crédito colonial. En: Pabón,

Silvano. et al. Ensayos de historia regional de Santander. Bucaramanga:

Universidad Industrial de Santander, 1995. P. 37-78.

Page 68: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

67

No obstante, los presidentes y virreyes del Nuevo Reino no

dejaron de enviar al Rey sus alucinantes versiones de la riqueza

minera existente aunque no se atrevían a promover explícitos y

permanentes planes de financiación o mejoramiento técnico

para los mineros y mazamorreros de esas provincias. Ejemplo

de ello fue la relación del Presidente de la Real Audiencia y

Mariscal de campo, Don Antonio Manso, quien en 1729

manifestó al Rey a través de su sucesor en lo concerniente a los

territorios y riquezas de la otrora Provincia del Río del Oro:

...la provincia de San Juan Girón que llaman por

antonomasia, Río del Oro; y si he decir verdad sería

prolijidad el expresar todas las partes donde se ha

descubierto haberle, y puedo asegurar que le hay, según

estoy informado, en los arrabales del lugar, cuya fama

asegura el colorido y señas del territorio.

...mucho es tanto oro, pero es más los subidos quilates

que alguno tiene, porque el que se dice de Cañaverales,

que se saca de San Juan de Girón, tiene de ley, según me

dice el ensayador de la casa de Moneda – Veintitrés

quilates y un grano...19

Virreyes como Eslava (1751) y sus sucesores promovieron

inversiones estatales en créditos, bienes o capacitación

tecnológica para la explotación de los enclaves mineros de

Mariquita, Pamplona y Girón con la pretensión de restituirlos “a

su siglo de oro”. Testimonio de los verdaderos alcances de esas

políticas fue manifestado por Basilio Vicente de Oviedo (1763),

quien después de haber ejercido en varias ocasiones como

19

COLMENARES, Germán. Relaciones e Informes de los Gobernantes de la

Nueva Granada. Bogotá: Banco Popular, 1989. Tomo 1. P. 28

Page 69: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

68

párroco de los curatos de la provincia del Socorro llegó a

gestionar la permuta de su curato de San Gil con el de Girón.

Después de visitar las Provincias del Río de Oro, Oviedo

expresó finalmente en sus crónicas eclesiásticas sobre los

curatos del Reino lo siguiente: “la ciudad de San Juan de Girón,

que por otro nombre la llaman del Río del Oro, porque así es

llamado éste río que pasa por la misma ciudad, como el de

Cañaverales, producen mucho oro, aunque pocos se aplican a

lavarlo, sino es algunos pobres, porque los que tienen alguna

posibilidad se aplican a las sementeras de cacao, tabacos y

algodones”20

.

La explicación a la abundancia y los subidos quilates del oro de

esa provincia, el cual no bajaba de veintitrés quilates, fue

asociada por Oviedo con las condiciones climáticas de la

gobernación, en especial por su clima caliente al ser reflejo de la

abundancia de luz ecuatorial resultante de “la mayor cercanía a

la línea por la actividad de los influjos del sol y de los algunas

otras estrellas y astros”. Esa abundancia de luz era la que

justificaba la brillantez y el peso del oro ya que “...las piedras

preciosas son hijas de la luz y la tierra... y así la piedra más

preciosa pesa menos, porque la luz es ligera y la tierra es

pesada”21

.

La promesa del oro Gironés y la necesidad de su plena

explotación fueron reafirmadas por el ilustrado y muy

progresista Arzobispo - Virrey Don Antonio Caballero y

Góngora quien en 1789 recomendaba a su sucesor:

20

OVIEDO, Basilio Vicente de. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de

Granada. Bogotá: Imprenta Nacional, 1930. P. 21 21

Ibíd. Pág. 23

Page 70: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

69

En las cercanías de la ciudad de Girón, en la provincia de

Neiva y en muchos lugares del Reino, por no decir en

todos, se encuentra el oro corrido en mayor o menor

cantidad y en más o menos subida ley. Este es el recurso

de los que por su pobreza u ociosidad se llaman

mazamorreros, que no pudiendo, o no queriendo

emprender cortes formales, ni operación alguna de

entidad, se contentan con buscar el oro en los

empozamientos o rebalses de los ríos y quebradas, que

gran cantidad suelen hallarse en el fondo de lo que han

arrastrado de las montañas de donde bajan...22

.

De igual modo, el virrey Ezpeleta (1789) hizo reiterativa la

necesidad de explotar el afamado potencial que contenían las

arenas y las vetas adyacentes al río de Oro al señalar a su

sucesor: “casi en todo el Reino se encuentran minas de oro

corrido, más o menos abundantes de este precioso metal... El

oro que se saca de las de Girón es el de mayor ley, pues llega a

23 quilates tres cuartos de grano, según consta por su ensaye,

que conservo en mi poder por curiosidad”23

.

1.2 EMPRESARIOS ADELANTADOS. DE LA MUERTE

TEMPORAL (CUERPO) A LA ESPIRITUAL (ALMA)

La búsqueda de los ansiados metales y piedras preciosas

ocasionó ilusas y suicidas empresas de exploración y

explotación de riquezas materiales en las Indias para poder

pagar las costosas formas de reconocimiento y ennoblecimiento

social en Europa. También fue la causa de conflictos infinitos

22

COLMENARES, G. Op. Cit. Tomo 1. P. 434 23

Ibíd. Tomo 2. P. 226

Page 71: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

70

entre los conquistadores con otros grupos y gremios sociales en

el poder (los nobles), el ataque y la usurpación de lo obtenido

por otras potencias (los piratas y naciones enemigas) y el

permanente estado de guerra contra los enemigos internos (los

indios bárbaros, los negros cimarrones y los criminales huidos)

para poder ocupar y tener dominio colonial sobre las provincias

doradas que habían sido conquistadas.

Las demandas y reclamos entre descubridores y pacificadores,

beneficiados o perjudicados por las capitulaciones otorgadas por

la Corona a cada hueste, conllevaron a largos y complejos

conflictos jurídicos, militares y sociales por la soberanía y

jurisdicción de sus hallazgos. Ejemplo recurrente de ello fue el

caso de las ciudades neogranadinas de Girón y Pamplona

quienes estuvieron periódicamente en pugna por el dominio

jurisdiccional de cada una de esas ciudades provinciales a los

enclaves económicos más rentables. Así mismo existieron

conflictos internos entre los miembros de los bandos en pugna

que componían cada hueste al desencadenarse irreconciliables

pleitos y odios por los privilegios, las prebendas y las decisiones

tomadas por el adelantado capitulador, con o sin la participación

de sus capitanes, quienes reclamaban su condición de socios

inversionistas en el contrato [capitulación] firmado con el

Estado.

Esos conflictos fueron a su vez heredados y preservados entre

las familias y sus descendientes, en especial al darse anualmente

la lucha por la conformación y preservación del poder local

durante la elección cada primero de enero de los miembros del

Cabildo Municipal, y consigo, la designación de las autoridades

locales encargadas de velar por los intereses materiales y

espirituales de todos los vecinos a nombre de cada uno de los

linajes principales. Clima de distinciones y exclusiones que

Page 72: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

71

conllevó a la intervención legal y estatal del Estado imperial

ante las injusticias y excesos que se cometían en nombre de ese

monopolio local de poderes, acorde a lo expresado en

innumerables denuncias, pleitos jurídicos y autos

administrativos.

Considerando esos procesos históricos como parte de cada una

de las etapas de consolidación de los proyectos de colonización

provincial, aunado a las fuentes históricas que se han

conservado sobre la Provincia del Río del Oro y a las

investigaciones (aficionadas, académicas, profesionales y

científicas) que se han realizado sobre los orígenes y la

estabilización de los asentamientos humanos en la cuenca del río

del Oro es posible apelar a representaciones concretas acerca del

contexto sociopolítico de los grupos (estamentos, clases y

etnias) dominantes que lideraron los procesos de poblamiento y

“civilización” de las dos riberas del río en función de los

imaginarios hispánicos acerca de la vida y la muerte.

De esas representaciones históricas se infieren premisas

comunes asociadas con los diferentes tipos de procesos o causas

judiciales que caracterizaron los conflictos del período de

conquista y colonia en los andes nororientales del Nuevo Reino

de Granada.

I Causas justas. La ocupación y asentamiento

fundacional del nororiente del Nuevo Reino de Granada se

inició en 1551, por vecinos encomenderos y mineros de la

ciudad de Pamplona, como resultado de las incalculables fuentes

de oro en polvo y de veta que los encomenderos y mineros de la

ciudad de Vélez habían encontrado en la cuenca del Río del

Oro. A ello se sumaban los beneficios productivos que traían

consigo la existencia de mano de obra indígena para su laboreo,

Page 73: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

72

la cual fue concentrada por los encomenderos en rancherías y

más tarde por decisión real en el pueblo de Indios de

Bucaramanga (1622.)

Esa ilusión de explotar su propio “Dorado” ocasionó el primer

conflicto jurisdiccional entre los cabildos de las ciudades de

Pamplona y Vélez, el cual fue fallado por la Real Audiencia en

1557 concediendo a ambas jurisdicciones el derecho de cata y

laboreo de indios en torno al río, a través de reales de minas en

las en la ribera oriental del río para los pamploneses y en la

occidental para los veleños.

II Causas jurisdiccionales. La exploración y

explotación de la cuenca oriental del río de Oro hizo necesario

que el Cabildo de Pamplona gestionara o financiara proyectos y

expediciones destinados a garantizar seguridad para la

explotación y transporte de los metales preciosos, para el libre

tránsito de los transportes fluviales y terrestres ante los

intempestivos ataques de los indios y cimarrones flecheros, para

la descentralización del control administrativo y tributario por

medio de Alcaldes de Minas, para la ampliación y

mantenimiento de los caminos que permitían el abasto y las

comunicaciones de los núcleos de explotación minera, y en

especial para el aumento o la regulación en el número de indios

usados para la minería a partir de la pacificación y reducción a

resguardos de los indios indómitos que fuesen dominados.

Actuando de forma semejante para asegurar la explotación de la

cuenca occidental del río de Oro, los vecinos de Vélez y los

virreyes del Nuevo Reino se interesaron por establecer una

nueva ruta vial y comercial entre los núcleos mineros y

agroartesanales de las provincias guane y chitarera con el río

Magdalena a través de los ríos Sogamoso y Lebrija, aunque para

Page 74: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

73

ello debían fundar un nuevo centro urbano que garantizara la

pacificación y reducción de los indios belicosos del valle del

Magdalena medio.

Ese proyecto de fundación de una nueva ciudad en la ribera

oriental del valle del Magdalena medio, después de múltiples

intentos fallidos como fueron la despoblada ciudad de León y la

impugnada ciudad de San Juan Bautista de Borja (1613, 1619)

del Capitán Pedro Núñez de Lozada (vecino de la Villa de

Leiva), fue finalmente capitulado (1630) y concretado en 1631

con la fundación de la ciudad de San Juan Bautista de Girón por

el Capitán Francisco Mantilla de los Ríos.

La nueva ciudad despertó el recelo y la permanente oposición de

los vecinos encomenderos y las autoridades de Pamplona al ser

ubicada en el sitio de Pujamanes, a orillas del río Sogamoso, por

incentivar a los mineros a comerciar y transitar por esa vía sin

tener que retornar o comerciar con los traficantes de la ciudad de

Pamplona. Un lustro después, al ser reubicada en el sitio de

Zapamanga, en la ribera oriental del río cuya jurisdicción

pertenecía a Pamplona, los pamploneses denunciaron la

usurpación de su territorio y la invasión del resguardo indígena

y el Real de Minas de Bucaramanga. Conflicto remediado con el

asentamiento final de la ciudad veleña en el costado occidental

del río, en el sitio conocido como Macaregua.

Argumentando la inexistencia de oro u otros metales preciosos,

la escasez de mano de obra indígena para las actividades

agropecuarias, el clima malsano, las plagas tropicales que

diezmaban la población, y un evidente interés por apropiarse de

los privilegios que tenían los veleños en la ribera occidental de

la cuenca del río de Oro, los vecinos de Girón no solo

garantizaron su dominio hasta el valle del Magdalena medio

Page 75: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

74

pues también lograron establecer a lo largo del río de Oro la

única ciudad de blancos autorizada legalmente. Ello conllevó a

que el Gobernador y el Cabildo de Girón entraran en un proceso

progresivo de intervención y apropiación de las funciones que

correspondían al Cabildo de Pamplona sobre los blancos e

indios que explotaban las minas y ocupaban el resguardo de

Bucaramanga, hasta alcanzar el pleno dominio de esa

jurisdicción al erigirse y anexarse a su jurisdicción la parroquia

de Bucaramanga (1778).

Los Mantilla de los Ríos y su hueste se preocuparon además por

hacer efectivo su dominio capitular desde el río de Oro hasta el

río Magdalena, para lo cual fundaron asentamientos urbanos de

abasto y defensa en sitios concéntricos o estratégicos para las

rutas fluviales que empleaban el río Sogamoso y el río Lebrija

para ascender a todas las provincias del Nuevo Reino.

La fundación de la Villa Rica de los Cañaverales (1639), como

núcleo administrativo y parroquial para los mineros, estancieros,

comerciantes y navegantes que habitaban en la cuenca baja del

río de Oro, después de convertirse en el Río Lebrija, propició un

nuevo conflicto jurisdiccional e interinstitucional entre las

provincias de Pamplona y Girón al amenazar los gironeses con

la ocupación y apropiación del costado nororiental de la

jurisdicción pamplonesa, que sumado a la existencia de

Pujamanes y el Pedral en el río Sogamoso, propició una mayor

desviación de los capitales, las transacciones crediticias, los

procedimientos judiciales y notariales, y las rutas de tráfico y

abastecimiento a través de la provincia gironesa. Todo lo cual

fue remediado hasta que en 1670 la Real Audiencia de Santafé

decidió hacer una revisión y redefinición definitiva de los

limítrofes jurisdiccionales para los cabildos de cada provincia.

Page 76: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

75

III Causas Jerárquicas. Desde el interior de cada

ciudad hasta llegar a sus límites provinciales fue recurrente una

jerarquización conflictiva de carácter administrativo y

eclesiástico entre villas y sitios durante el siglo XVII, y entre

parroquias y viceparroquias durante el siglo XVIII, la cual

reflejaba a su vez las diferenciaciones étnico-culturales que

existían entre los habitantes de las mismas de acuerdo con las

divisiones sociopolíticas propias de un sistema racista regulado

por la pertenencia a una “casta”.

Segregación mediante la cual se diferenciaba a los blancos

(peninsulares, criollos y libres) de los mestizos, indios, mulatos

y negros libres, mulatos y negros esclavos, desconocidos,

forasteros, etc. Siendo complementado ese mecanismo con otras

formas de discriminación como las diferenciaciones étnico-

espaciales (república de blancos y/o libres, república de indios

y/o encomendados, rancherías, palenques, etc.), étnico –

urbanísticas (vecinos del marco de la plaza, vecinos de las

cuadras circundantes de la plaza, vecinos de los barrios de

blancos, vecinos de los barrios de mestizos y libres, etc.), étnico

– espirituales (cristianos viejos y feligreses, cristianos

conversos, foráneos herejes, desconocidos, etc.), e incluso,

étnico – productivas (blancos nobles, blancos eclesiásticos,

blancos artesanos, castas viles, esclavos, etc.)

Esas diferenciaciones y distinciones estuvieron justificadas legal

y legítimamente en los juicios raciales y los valores

socioculturales que fueron traídos y preservados localmente de

cada una de las sociedades hispanas de origen (europeas o

criollas) o procedencia, con los que se reconocían y validaban

el origen nobiliario, la raza y linaje de nacimiento, el rol y status

de llegada y conquista, etc., en los nuevos reinos de las Indias

Occidentales. Siendo los mismos exigidos por los vecinos

Page 77: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

76

beneficiados o privilegiados como parte de los derechos

inviolables que la corona y los vecinos de cada provincia debían

respetar en los centros urbanos como en los espacios rurales.

El reconocimiento por creencia o por consenso grupal de esos

derechos como deberes imprescindibles para una ordenada y

pacífica convivencia requirió que fueran impuestos o

preservados a través de la fuerza física, política, socioeconómica

y espiritual por las autoridades civiles, al ser legitimados y

defendidos desde los dogmas de fe por las autoridades

eclesiásticas, así como al ser impuestos y exigidos por los

vencedores a las razas vencidas y a las castas dominadas por la

fe y la fuerza.

Esos preceptos para la convivencia social fueron perpetuados

adicionalmente por medio de rituales civiles y religiosos, desde

acciones y expresiones comunicativas o simbólicas, a partir de

las posibilidades de ser, tener y hacer de acuerdo a los

privilegios propios de la clase, y especialmente, desde la

ostentación y delimitación del linaje de los individuos por su

parentesco o filiación sucesoria al ser ello la principal estrategia

de dominación y hegemonía para con el resto de la comunidad a

través de unificaciones excluyentes, la imposición de

desigualdades y el ocultamiento de enfrentamientos e intereses

particulares.

Un proceso de legitimización local y grupal que se fundaba en el

conjunto de normas y leyes (legalidad) adoptadas y difundidas

por el Estado desde los juicios, valores e intereses particulares,

de clase o comunes, respetados y preservados por costumbre

entre cada generación (legitimidad), para posteriormente darse

procesos de consenso, aceptación y obediencia a los individuos

o grupos dominadores por el resto el conjunto social. Vasallos

Page 78: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

77

que estaban condicionados a creer y acatar todo aquello que se

requería para poder permanecer y hacer parte de la comunidad

concentrada, estabilizada y restringida por las normas y valores

establecidas por los descendientes de los capitanes y autoridades

de la hueste fundadora, los representantes estatales designados

por méritos estatales, o los gobernantes designados al comprar

títulos u oficios rematados.

De tal modo, el orden y la convivencia social eran reflejo de lo

que los individuos, grupos o gremios dominantes deseaban que

fuera de acuerdo a sus tradiciones (Ibéricas o neogranadinas) o

los intereses e ideales generacionales, generándose con ello

inacabados y heredables conflictos grupales por el poder, así

como permanentes procesos de revisión y redefinición de las

normas y valores que regulaban el orden y la convivencia social

de acuerdo a: 1. La santa superioridad natural o sanguínea de los

demandantes; 2. Las ventajas, privilegios o beneficios que

esperaban recibir de los pobladores más leales o serviles; 3. Las

concesiones y privilegios concedidos por las reglas estatuidas en

el pasado o por instituciones estatales superiores a las

virreinales, lo cual hacía más verídicas y obligantes las

decisiones que se tomaban, y; 4. Las creencias comunes a pesar

de tener un origen, interés o tendencia sociopolítico particular.

Entre las expresiones históricas más significativas de la

sociedad colonial gironesa que experimentó esos conflictos de

legitimidad, intereses, lucha de clases y relaciones

sociopolíticas se destacaron: 1. La consolidación de redes de

parentesco local, regional, virreinal e imperial; 2. La

concentración y monopolio de los cargos públicos por las elites

locales, para posteriormente permanecer estables al ser

reelegidos y; 3. La manipulación de las decisiones por los

cabecillas de las facciones o partidos de opinión local quienes

Page 79: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

78

al hacerse al poder podían saldar antiguos odios, o en caso

contrario, minimizar y no castigar los delitos de los miembros

afectos a su bando o partido.

De tal modo, el poder político monopolizado y su adherente

judicial hacían inmunes a quienes lo ostentaban tanto civil como

espiritualmente, llevando en ocasiones a la extralimitación en

las funciones y privilegios de un cargo ante los demás miembros

de cada cabildo, o al desconocimiento de las faltas y castigos

para las familias privilegiadas al no ser considerada prudente la

deshonra pública por parte de las principales autoridades.

Para hacerse con el poder local a través de cargos públicos, las

principales familias apelaron por lo general a “artificios” como:

1. Dar a los regidores vitalicios funciones honoríficas y

protocolarias, en tanto que los elegidos tomaban las

decisiones fundamentales a partir de las redes de poder

local que los respaldaban;

2. El desconocimiento de los grupos predominantes a los

candidatos adversos elegidos, aduciendo razones de

preeminencias, privilegios o fuerza de la costumbre al no

cumplir el candidato o el elegido con las condiciones

para ocupar un cargo público como eran: el ser vecino,

limpio de sangre, saber leer y escribir, llevar una vida

honrosa, no haber sido penalizado, ser descendiente de

conquistador o personas beneméritas, y demás propias de

la aristocracia hispana;

3. Autonomía y cumplimiento de lo acordado por

regidores y alcaldes sin ponerlo a criterio y aprobación

del gobernador o del procurador;

Page 80: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

79

4. Habitar productivamente en el sector rural

desconociendo las decisiones de las autoridades urbanas,

o en caso contrario, ejerciendo temporalmente cargos y

competencias urbanas a través de reuniones ordinarias o

extraordinarias a partir de las cuales llegaban a tener un

control y visión integral de las dificultades urbanas y las

oportunidades rurales para su beneficio particular o el de

sus allegados, y;

5. Presionar pública y privadamente a las autoridades

locales a través de falsas expectativas, intrigas morales o

desinformación (pasquines, chismes) sobre los regidores

salientes u opositores, para que se eligieran los

candidatos preferidos por los grupos dominantes, siendo

impugnados cuando no coincidían con las expectativas

de las autoridades, facciones o patriarcas, en su afán de

perpetuarse en el poder o entorpecer las acciones o la

continuidad en el poder de los contrarios24

.

Esas actitudes políticas se constituyeron a su vez en el escenario

propicio para acrecentarse los conflictos entre los linajes

peninsulares y criollos por el dominio burocrático local,

provincial y virreinal, así como en los instrumentos morales más

eficientes para la preservación o destrucción del prestigio

personal a partir de la ganancia o pérdida de prestancia,

reconocimiento y alianzas, cuya principal forma de castigo y

rechazo para los bandos vencidos era la pena de destierro para

sus principales líderes, quienes al igual que los indígenas

consideraban al ostracismo como una pena más dolorosa que la

muerte misma. De allí que en muchas jurisdicciones los grupos

24

GUERRERO, Amado. Conflicto y Poder Político en la Sociedad Colonial.

Girón, S. XVIII. En: Cultura Política, Movimientos Sociales y Violencia en

la Historia de Colombia. Bucaramanga: UIS, 1993

Page 81: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

80

minoritarios que accedían al poder local pocas veces

contrariaran o impidieran la ejecución de las decisiones

adoptadas por los grupos de presión y/o elites locales

mayoritarias.

IIII Causas Junteras. La reforma de los resguardos en

1778, el crecimiento poblacional y la reducción de tierras

cercanas y útiles llevó a los grupos locales de poder de Girón a

presionar en todas las instancias del Estado para ampliar,

finalmente después de dos siglos, la jurisdicción de la provincia

agregándosele el territorio del resguardo, real de minas y Pueblo

de Indios de Bucaramanga, logrando así poder solventar las

dificultades socioeconómicas de la población libre, pobre o

desempleada, así como para poder rearticular las redes de poder

girones con las bumanguesas, relacionadas con anterioridad con

las de Pamplona.

Con ello se contribuía además a que: “los miembros de las elites

políticas de Girón, como los Valenzuela, los García, los

Ordóñez Valdez, los Benítez, los Puyana, los Salgar, etc., y sus

parentelas, que desde tiempo atrás se habían residenciado en el

pueblo de indios y ahora, como fundadores de la parroquia

esperaban recibir los reconocimientos y ser los primeros

beneficiados en el proceso de apropiación de las tierras del

resguardo”25

.

Similar proceso de reagrupamiento y reconcentración del poder

en la ciudad de Girón se dio en el resto de Parroquias erigidas en

la gobernación, en donde a su imagen y semejanza, existieron

bandos políticos y divisiones grupales entre la etnia blanca y su

clase dominante (ricos y pobres), a favor o en contra de las

desagregaciones del lugar escogido, de los apoderados o

25

Ibíd. P. 32

Page 82: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

81

autoridades elegidas y en especial de las tierras a usar, ocupar o

adquirir.

Ello propició no sólo los conflictos propios de los nuevos

núcleos urbanos pues al estar conformados por los patriarcas y

familiares provenientes o anteriormente dependientes de la

ciudad, se preservaron las pugnas y luchas de antaño, así como

se legitimaron su poder y privilegios en razón al supuesto

interés y defensa de los intereses colectivos que eran la

prolongación y partido popular de los intereses y

preocupaciones particulares.

Para finales del siglo XVIII, la desarticulación parroquial del

núcleo central que representaba la ciudad en nuevos núcleos

equidistantes de acuerdo a las diferencias raciales entre

repúblicas de blancos y de negros, se hizo necesario para los

grupos dominantes propiciar una defensa radical de los títulos y

privilegios de su etnia y clases al aumentar en los núcleos

urbanos la presencia de mestizos, libertos e indios que

desconocían o irrespetaban la autoridad que por legitimidad

tradicional se les había reconocido y respetado como

hijosdalgos o vecinos con ancestros respetados y recordados.

Los permanentes procesos de igualamiento y mezcla racial entre

mestizos, negros e indios, así como entre blancos pobres y ricos,

hizo necesario que las elites y sus autoridades eclesiásticas

abogaran mancomunadamente por sentar precedentes que

permitieran recuperar la estabilidad de las diferencias y

limitaciones étnicas (status quo), mucho más evidentes que solo

el uso del vestido, hábitos o comportamientos públicos. Así

mismo, buscaron concentrar a sus miembros en espacios y

relaciones mucho más cerrados y limitados para los demás

grupos y etnias pues a pesar de haberse iniciado los

Page 83: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

82

revolucionarios procesos de igualamiento legal y ciudadanía del

liberalismo ilustrado en Europa y América, al interior de las

comunidades coloniales hispánicas aún eran concebidos y

defendidos los presupuestos de desigualdad medieval de los

Estados despóticos europeos.

El aumento de la población mestiza y libre, las relaciones y

mezclas étnicas en torno a las grandes unidades patriarcales,

asociadas y ligadas con las relaciones laborales o productivas de

las estancias y haciendas hicieron evidente una mayor

flexibilidad e igualamiento entre etnias y clases en torno a un

espacio y relación social común. Ello trajo consigo que: “Los

lazos de parentesco de las familias notables de cada lugar se

ampliaban con vínculos basados en las relaciones de las

haciendas o de las localidades con un contenido doble de

coerción y afecto”26

.

La mejor expresión de esas relaciones fue el deseo del “señor”

de la tierra en servir como padrino o compadre de sus sirvientes

o arrendados, dar su apellido a los negros libertos, y

especialmente, pagar y asistir al sepelio de sus siervos o

esclavos. De tal modo, los lazos materiales y temporales eran

heredados y reforzados por los parentescos sociales y

espirituales, cuya consecuencia inmediata era la legitimización o

el apoyo incondicionado al bando al que pertenecía su amo o

señor como una forma de lealtad servil o de compadrazgo.

Así mismo, los peligros interraciales para la estabilidad del

“régimen teocéntrico” de los blancos, les hizo necesario

ostentar, exigir respeto y combatir todo “igualamiento” en las

26

GARRIDO, Margarita. La Cuestión Colonial en la Nueva Granada. En:

Cultura Política, Movimientos Sociales y Violencia en la Historia de

Colombia. Bucaramanga: UIS, 1993. P. 46

Page 84: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

83

cualidades y calidades para acceder a los privilegios sociales,

jurídicos y profesionales a través de requisitos morales y

sociales heredados de la reconquista peninsular como eran:

poseer “limpieza de sangre” tanto en la fe como en la raza; ser

descendiente de blancos vecinos para poder ser llamado “Don”

(De Origen Noble) o “Doña”; ser certificado y empadronado

como feligrés parroquiano para ser tenido como “Cristiano

viejo”, gracias a lo cual se les garantizaba recibir sin reproches

todos los sacramentos, cumplir todos sus mandatos

testamentarios y ser sepultados en ‘terreno sagrado’, incluso de

limosna de morir en desgracia material.

A ello se sumaban otros requisitos como eran: ser individuos

moralmente correctos y superiores, lo cual significaba: “ser un

hombre de talento, virtud y patriotismo tanto como un buen

marido, un buen padre, un buen hijo y un buen parroquiano”27

,

que tenían el derecho a exigir la pena de muerte a quienes los

deshonrasen de ser “inferiores”.

Esos requisitos para la convivencia entre iguales sí bien eran

reconocidos por el conjunto social en sus interrelaciones

cotidianas solo eran legitimados ante el reconocimiento público

que se hiciera en los documentos estatales (gubernamentales,

judiciales, notariales, eclesiásticos). De los cuales, los de índole

parroquial permitían hacer una clara diferenciación en las

condiciones espirituales, sociales, raciales y de hidalguía entre

los feligreses adscritos a una misma parroquia, al ser los mimos

la mejor expresión del ser y la existencia de cada uno de los

individuos desde antes de su nacimiento hasta después de su

muerte.

27

Ibíd. P. 47

Page 85: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

84

Las preocupaciones y atribuciones seculares de enjuiciamiento y

discriminación sociopolítica que superaban a las espirituales de

tolerancia y perdón cristiano reflejaban que la ideología social

del clero del siglo XVIII estaba asociada con las políticas

reformistas de estabilidad y orden estatal del Patronato Real

nacionalista que habían implantado los reyes Borbones al

anteponer las ideas absolutistas de desigualdad y discriminación

racial a las igualdad y solidaridad cristiana que habían

impulsado en las Indias los reyes Católicos y Austrias. Por otra

parte, todos los miembros del clero español, de acuerdo a lo

dispuesto por las Bulas de Patronato Real, se constituyeron en

funcionarios, autoridades y representantes directos del orden

monárquico.

La institución religiosa imperial se constituyó en una fiel, leal,

policiva y dependiente entidad nacionalizadora a favor de la

burocracia peninsular, cuyas consecuencias inmediatas fueron:

las atribuciones y excesos cesaropapistas de los monarcas

Borbones, en especial la persecución y expulsión de los aliados

leales al Papa y no a la corona como fue el caso de los Jesuitas;

la preferencia e imposición de los españoles peninsulares en las

estructuras de poder político y económico controladas o

anheladas por los criollos, y; una mayor intromisión de los

agentes reales en los asuntos espirituales y políticos locales. La

respuesta neogranadina fue la incitación o el apoyo del clero

local a los movimientos de los rebeldes capitulantes y los

revolucionarios antiabsolutistas, así como el reconocimiento y la

legitimización de las nacientes repúblicas democráticas a partir

de Juntas Soberanas de Gobierno conformadas por gentes de

‘todos los estamentos’ y ‘todos los colores’.

Page 86: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

85

1.3 EMPRESARIOS SOCIALES. PAUPERISMO Y

DESCENTRALIZACIÓN MUNICIPAL

Durante el siglo XVIII el crecimiento natural de la población de

libres de la cuenca del río de Oro llegó a ser del 52%. Esa cifra

demostraba el predominio demográfico de los libres como

grupos sociales autónomos (mestizos y blancos criollos pobres)

y sin ataduras político-culturales (blancos peninsulares y

funcionarios reales), socio – económicas (blancos criollos),

tributarias (indios encomendados) o laborales (castas y

esclavos) que deambulaban ociosos y libertinos por los centros

urbanos. Todo lo cual se tradujo en una abierta y constante

preocupación por parte de las autoridades virreinales acerca de

la inmoralidad e improductividad que traían consigo esos grupos

humanos al no estar obligados a trabajar ni tributar para el

Estado.

Una de las acciones más importantes para contener las

consecuencias de ese fenómeno demográfico fue la revisión y

modificación de las políticas estatales de fundación y

poblamiento que se había seguido en todo el Virreinato desde

mediados del siglo XVII, cuyas consecuencias inmediatas

fueron el poblamiento urbano de los sitios más productivos o

estratégicos de la jurisdicción de Girón al aumentar la demanda

y erección de parroquias desde inicios del siglo XVIII, aunado a

los procesos borbónicos de reordenamiento territorial de la

provincia al ser agregada al Corregimiento de Pamplona, como

parte de la fragmentación que se había hecho del corregimiento

de Tunja, a finales del mismo siglo.

La fragmentación del orden social y la desarticulación

migratoria de las etnias y/o castas al reconcentrarse la población

de las ciudades provinciales en parroquias, en un solo espacio

Page 87: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

86

urbano y religioso, conllevaron a que las dinámicas conflictivas

y segregacionistas para nacer, vivir, morir y ser sepultado se

regeneraran en cada nuevo núcleo urbano, así como se

propiciaron procesos políticos y poblacionales autónomos al

solicitar las parroquias ser ascendidas a la condición de villas,

todo lo cual influyó en el imaginario local de las parroquias

“modernas” que preservaron los resabios, inclinaciones y

caprichos de su viejas madres reproductoras.

La población de libres de la provincia de Girón se había

constituido para la segunda mitad del siglo XVIII en un peligro

para el orden social del virreinato al ser la principal “casta” de

no tributantes y ociosos que contribuían en el atraso moral,

cultural y productivo del reino. De allí que sus males fueran

mucho más preocupantes y duraderos que la falta de vías, el

contrabando o el ataque de los indios bélicos, ya que no

necesitaban esforzarse para tener bienes o dinero para subsistir

al existir abundancia y bajos precios en el valor de los

comestibles, o por ser obtenidos de forma silvestre.

Esos “libres” eran reconocidos por los virreyes, gobernadores y

funcionarios reales como: “gentes sin ocupación ni destino,

vagantes y muy nocivas a la sociedad pública, como dispuestas

a todo género de vicios fomentando juegos, riñas y

embriagueces, apadrinando esclavos y sirvientes a que es

correlativo el mal servicio doméstico entre las casas y la

deterioración de muchos pueblos, cuyos indios se ausentan y

hallan abrigo en poblaciones donde hallan a su libertad, con

notorios desarreglos de costumbres”28

.

28

COLMENARES, Germán. Op. Cit. Estado del virreinato de Santafé, por

Francisco Antonio Moreno (1772). Tomo1. P. 217

Page 88: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

87

Vicios del cual el más temido era la embriagues, ya fuese por

chicha o aguardiente, estancado o ilegal, al aumentar su

consumo cotidiano en los centros urbanos. Ello repercutía

directamente al faltar a sus: “obligaciones de cristianos, al

cuidado de sus familias y al cultivo de las tierras fomentando

discordias entre sí y aun a veces sublevaciones que se meditan

con el calor de la bebida”, aunque no se desconocía que la

embriagues era una arraigada herencia indígena que entre un

pueblo libre, ocioso y con vicios no podía generar más que

“miseria y pobreza de los países y el abandono de sus

habitadores al trabajo”29

.

Explicaciones reales y virreinales. El desacato al orden

legalmente constituido y sus consecuentes expresiones de

desobediencia, insurrección e incluso de peligro para las vidas y

almas de los vecinos privilegiados fueron explicados por los

consejeros, funcionarios y gobernantes del siglo XVIII por

diversas razones, entre las cuales estaban:

I Los libres y las políticas de poblamiento

descontextualizadas. Para el Presidente de la Real Audiencia y

Mariscal de Campo Dn. Antonio Manso (1729), el aumento y

descontrol de los libres desde finales del siglo XVII se debía a la

desolación e improductividad de las ciudades al hallarse los

vecinos principales retirados con sus familias en sus haciendas o

minas, lo cual conllevó a la expulsión de la población libre que a

pesar de ser abundante y útil era salarial y productivamente

costosa. De allí que al preferirse emplear el trabajo de indios

tributantes, indios huidos y negros esclavos los libres pasaron a

ser una clase social similar a la “cizaña”.

29

MORENO, Y ESCANDON, Francisco Antonio. Indios y mestizos de la

nueva Granada: a finales del siglo XVIII. Bogotá: Banco popular, 1985. P.

55

Page 89: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

88

Siendo mucho más explícito el Arzobispo – virrey Antonio

Caballero y Góngora, en el ocaso del siglo (1789) asoció ese

mismo atraso y desmoralización de las familias de libres con los

orígenes urbanos del Nuevo Reino de Granada porque:

1. Los conquistadores “consultaron más a su gloria y

ambición que a fundar unas colonias útiles a su

metrópoli”;

2. Las fundaciones de las ciudades se hicieron sin:

“Conocimientos de una sana política, y en aquellos

lugares cuya fertilidad les asegurase la subsistencia, y

cuya situación les facilitase los socorros de la metrópoli;

con reglamentos que perpetuasen el orden a la justicia en

la sociedad, y con aquella discreta distribución de tierras,

sostenida de ordenanzas, que las mantuviesen siempre

divididas en muchos propietarios, y prohibiesen su fácil

unión en una cabeza, para precaver los perjuicios que se

siguen de la multiplicidad de feudos”;

3. Los conquistadores fundaron ciudades de blancos

sobre los pueblos indígenas primigenios, evitando así la

búsqueda y traslado de sus huestes a valles fértiles que

garantizaran la supervivencia de sus descendientes por

varios siglos. Con lo cual, a falta de indios y de un

manejo sostenible de esos ecosistemas todas esas

montañas se transformaron en lugares ásperos y estériles

que facilitaron sólo el asentamiento de “Hombres

criminosos y forajidos, escapados de la sociedad, por

vivir sin ley ni religión” y;

4. El despoblamiento de las ciudades y villas fundadas

en los siglos anteriores, al igual que lo manifestado por

los virreyes precedentes, era consecuencia “de la antigua

Page 90: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

89

y arraigada libertad de huirse los unos de los otros para

poder vivir a sus anchas y sin el recelo de ser notados en

sus infames y viles procedimientos”30

.

Para la generación de gobernantes borbónicos e ilustrados eran

también evidentes las consecuencias de la acumulación y

monopolio de los medios de producción, especialmente las

tierras, entre las familias principales de cada ciudad o provincia,

quienes las compraban a bajos precios en remates públicos o las

adquirían por donación regia (composición), fundacional o

hereditaria, para finalmente subexplotarlas o arrendarlas sólo a

los aparceros y “domésticos” elegidos por su propietario, lo cual

traía consigo el incremento en las cifras de desempleo,

migración y concentración urbana de los libres.

La principal consecuencia de esas equivocas prácticas del

Estado español fue para 1789 la existencia misma de los

“libres”, considerados:

Una población vaga y volante que obligados a la tiranía

de los propietarios transmigran con la facilidad que les

concede el peso de sus muebles, la corta perdida de su

rancho y el ningún amor a la pila en que fueron

bautizados. Lo mismo tienen donde mueren, que

donde nacieron, y en cualquier parte hallan lo

mismo que dejaron31

.

Esos desplazados por la violencia sociopolítica de las elites

rurales se constituyeron entonces en una población “inútil y

30

COLMENARES, G. Op. Cit. Tomo 1. P. 408 - 410 31

Ibíd. P. 411. Negrita agregada para resaltar los fenómenos de eses

fenómeno social en el imaginario colectivo de la vida como de la muerte

entre los libres

Page 91: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

90

bárbara” que crecía incontroladamente al ser mínimas sus

necesidades materiales o sus restricciones morales. Una

población altamente manipulable y comprometida con las luchas

locales, las rebeldía raciales, insurrecciones locales como la

comunera de 1781, y finalmente con los discursos y promesas

liberales de “libertad, justicia y fraternidad” que en nombre de la

justicia social de todo el “pueblo” fueron promulgados por los

criollos para garantizar la plena realización de sus intereses

económicos y burocráticos.

Los libres no dejaron de ser catalogados como un “monstruo

indomable” propio de las profecías apocalípticas que difundía

las epidemias que asolaban al Virreinato, que se ocultaba en la

mendicidad urbana para poder subsistir desplazando así a los

“verdaderos” mendigos locales en su afán de gozar de las

limosnas públicas y de la atención hospitalaria de caridad. Y en

especial, porque después del incumplimiento y la revocatoria de

lo dispuesto en las capitulaciones de 1781 se habían constituido

en una masa de rebeldes infieles y detractores irreconciliables

del Estado virreinal, a tal punto, que el Arzobispo – virrey no

omitió en advertir a su sucesor que los libres “padecían otra

enfermedad moral. Esa era la desconfianza, temor y abatimiento

que siguió como fatal sombra al horrible crimen de la

sublevación”32

.

Sumado a ello estaba la otra gente libre, la aislada u oculta en

montes y selvas, como era el caso de los indios rebeldes o

huidos, los negros cimarrones y los “libres” perseguidos o

huidos quienes se habían agrupados en behetrías inaccesibles,

conviviendo con excesos e inmoralidades incontenibles al

32

Ibíd. Tomo 1. P. 423

Page 92: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

91

carecer de “todo pasto espiritual y de la subordinación al cura y

a la justicia”.

Comunidades que para subsistir habían adoptado actitudes

bárbaras y de subsistencia como las de los indígenas al atacar,

invadir, secuestrar y saquear embarcaciones o recuas de mulas.

Con lo cual, en los sitios a los que no llegaba el poder de la

autoridades urbanas el orden social y político se caracterizaba

por una anarquía permanente, minimizada en sus efectos por las

acciones y esfuerzos por expandir las tradiciones y costumbres

urbanas a través de procesos tardíos como fueron los de

parroquialización de sitios baldíos o habitados.

II. Los criollos y la exclusión sociopolítica del Estado.

Durante el último siglo de dominación colonial española, la

estabilidad de su régimen patronal como de su orden

sociocultural dependió de la lealtad y sumisión que se juró a las

instituciones y autoridades imperiales por parte de los vecinos

privilegiados (peninsulares o criollos) con propiedades, títulos o

cargos de autoridad local.

Esa dinámica no resultaba menos conflictiva que la presencia

misma de los libres en los centros urbanos a causa de:

1. La elección y preferencia de autoridades y justicias

peninsulares en todos las plazas del poder estatal

virreinal ante los excesos y conflictos generados por los

funcionarios criollos, o en su defecto, por funcionarios

peninsulares emparentados con familias de criollos

porque: “en el dilatado tiempo que las ocupan contraen

enemistades y parentescos, porque si no se casan con

ellos, por la prohibición que para ello tienen, se casan

sus hermanos consigo cuando vienen a servir estas

Page 93: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

92

plazas, de donde se ocasiona mezclarse en

dependencias que los hacen parciales”33

.

2. La elección de individuos para ejercer como

autoridades locales a pesar de ser reconocidos como

poco idóneos, corruptos, extorsionadores, estafadores, y

por lo general, defraudadores de intención (al no cumplir

con sus deberes a pesar de recibir un salario) u obra (al

alterar las listas y valores de los tributos o rentas que se

debían enviar al gobierno central).

Individuos que a pesar de su condición de principales

vivían del rédito de sus bienes (arrendamientos) o

dineros (créditos con usura (censos)), recordaban a las

autoridades reales los servicios prestados por sus

ancestros solicitando a cambio plazas o empleos para

poder “asegurar el alimento” con el poco sueldo

obtenido, o en el peor de los casos, argumentando un

estado solemne de pobreza y necesidad material que les

llevaba a perder su honor y a no poder responder por “la

realidad de sus inclinaciones” al cometer delitos graves.

3. La elección peninsular de los funcionarios y

empleados nativos de España que debían servir en los

reinos y colonias redujo la demanda de empleos y cargos

para los habitantes de las Indias, lo cual trajo consigo

una abierta rivalidad entre los españoles europeos y las

redes familiares o comerciales de los españoles criollos o

americanos al pretender cada linaje que sus parientes o

amigos fueran elegidos para los empleos políticos,

militares, judiciales y eclesiásticos más importantes y

privilegiados a nivel local, provincial o virreinal.

33

Ibíd. P. 34

Page 94: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

93

Rivalidad que término haciendo mella en todos los

campos y formas del orden social, incluso en el mismo

hecho de nacer, vivir, reproducirse o morir al excluirse

mutuamente peninsulares y criollos, hasta que finalmente

los criollos manifestaron su descontento con documentos

sociopolíticos como las Capitulaciones de 1781, el

“Memorial de Agravios” redactado por el criollo payanés

Camilo Torres o las constituciones provinciales

aprobadas por las Juntas de Gobierno presididas por los

representantes más liberales de cada uno de los linajes

criollos.

4. La libre interpretación y obediencia de las leyes y

normas por parte de criollos y peninsulares a falta de

una verdadera fuerza estatal de cohesión y represión.

Al respecto el Virrey Messia de la Zerda (1772) advertía

y recomendaba a sus sucesores una década antes de las

primeras rebeliones y conspiraciones criollas en contra

del Estado colonial español:

Incidentemente queda anotado que la obediencia

de los habitadores no tiene otro apoyo en este

reino, a excepción de las plazas de armas, que la

libre voluntad y arbitrio con que ejecuten lo que

se les ordena pues siempre que falte su

beneplácito no hay fuerza, armas ni facultades

para que los superiores que se hagan respetar y

obedecer; por cuya causa es muy arriesgado el

mando y sobremanera contingente el buen éxito

de las providencias, obligando esta precisa

desconfianza a caminar con temor y a veces sin

entera libertad, acomodándose por necesidad a

las circunstancias; bajo cuyo presupuesto pueden

Page 95: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

94

dividirse en dos clases los enemigos, que o son

los mismos vasallos inobedientes o los bárbaros

rebeldes que habitan en el interior de las

provincias. Los primeros como domésticos y

quienes suele no desconfiarse son más temibles: a

veces sin fundamento, por mero capricho o por

vanas sugestiones34

.

Ese panorama de intereses y rivalidades particulares, materiales

como ideológicas, por parte de los candidatos o los elegidos

para servir al interés común fueron irremediables y de carácter

permanente para el régimen colonial neogranadino en cada una

de sus provincias. Siendo un ejemplo particular de esas formas

de discriminación y exclusión entre los blancos nobles,

peninsulares, criollos y libres (o pobres) en las provincias del río

de Oro cada una de las peticiones hechas por el gobernador de

Girón, Francisco Vallejo, en su sincero y “desnudo” informe al

Virrey Mendinueta (1802).

Al solicitarle penas drásticas y ejemplares para todos aquellos

“señoritos” y “cortesanos afeminados” que se hacían llamar

ilegal e ilegítimamente con los títulos de “Doctor” o “Don” para

acceder a las plazas y cargos públicos, Vallejo manifestaba:

Y que sólo lo obtengan los que por su estado, servicios

particulares al estado y a la patria, empleo o nobleza

declarada lo merezcan, para acabar con tantos fanáticos

que con tan común colorido, tienen a menos ocuparse en

servicios y ejercicios decentes y honrados que les parece

les hace decaer de aquel imaginado lustre que los

sustenta y solo quieren vivir de ociosos, averiguando

invenciones y trajes ridículos, imitándolos a porfía para

34

Ibíd. Tomo 1. P. 130

Page 96: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

95

brillar y adquirirse concepto de finos cortesanos,

causando por estos defectos y afeminaciones graves

perjuicios a la sociedad y al interés de la patria. Una

presencia marcial, decente y aseada, según el estado de

cada uno, lo hace más recomendable de la vista de los

hombres sensatos y al concepto de los superiores35

.

III. Los curas párrocos y el desinterés moral por sus

feligreses pobres. Mientras los blancos desatendían sus

obligaciones de dominación social para concentrarse en el

incremento de sus interés económicos o el respeto de sus

convicciones acerca del honor, la honra, la dignidad e hidalguía

de sus linajes ante sus iguales o inferiores, los libres y mestizos

(declarados) se centraban en la búsqueda de nuevas formas de

vicios, diversión y subsistencia parasitaria del Estado, dentro y

fuera de los espacios de congregación urbana.

Esas formas de comportamiento e irrespeto a la moralidad y

sumisión públicas se constituía en un problema complejo que no

había sido controlado ni atendido correctamente desde el siglo

XVI por las autoridades civiles ni eclesiásticas. De allí que gran

parte de las responsabilidades recayeran sobre los frailes

evangelizadores quienes habían centrado su trabajo doctrinero

en los indios encomendados y no en sus hijos mestizos, así

como los curas párrocos habían hecho lo mismo con sus

feligreses blancos y no con sus bastardos mestizos, con lo cual

ese grupo étnico:

A pesar de ser cada día más numerosos, eran fuera de

las cofradías urbanas los olvidados de la pastoral de los

frailes. Para los religiosos de espíritu misionera… la

35

GUERRERO, Amado y GUTIÉRREZ, Jairo. Gobierno y administración

colonial Siglo XVIII. Bucaramanga: UIS, 1996. P.144

Page 97: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

96

preocupación mayor era la conversión del mundo indio.

Entonces los mestizos representaban el contramodelo de

la iglesia que querían edificar, ya que eran los productos

de las uniones ilegitimas entre el mundo blanco y el

mundo indio que los frailes querían preservar36

.

La incapacidad de las autoridades civiles para lograr que libres y

mestizos ordenaran sus vidas como blancos se hizo mucho más

compleja de cumplir al ser aislados y despreciados por parte de

las autoridades eclesiásticas al ser considerados como hijos

ilegítimos o del “pecado”. Con lo cual, el clero urbano y los

misioneros rurales se constituyeron directa e indirectamente en

artífices de la desmoralización sociopolítica de las provincias

donde la población mayoritaria estaba compuesta por esos

grupos humanos excluidos o aborrecidos.

A ello se sumaba la escandalosa convivencia con esas formas de

vida pública y privada por los sacerdotes de las provincias o las

parroquias más distantes. El Presidente Manso (1729) no

auguraba un cambio en las prácticas y costumbres morales de

sus feligreses ya que muchos de esos religiosos se conformaban

“con una vida solitaria y campestre, semejante a la de tales

feligreses, sin esperanza de mejoría por descuido o dejamiento

perezoso no solicita pasar a algunas de las dignidades, con que

se suele mantener toda su vida, sin dejar lugar a que otro la

goce”37

.

36

MILHOU, Alain. Misión, represión, paternalismo e interiorización para

un balance de un siglo de evangelización en Iberoamérica (1520 – 1620).

En: BONILLA, Heraclio. Comp. Los conquistadores: 1492 y población

indígena de las Américas. Santafé de Bogotá: Tercer Mundo – FLACSO,

1992. P. 29 37

COLMENARES, G. Op. Cit. Tomo 1. P. 35

Page 98: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

97

Para algunos oidores, el ocio y la incapacidad moralizadora del

clero en cada jurisdicción de frontera se podía comprobar en su

desinterés por hacer frente a los excesos de libres y huidos, se

negaban a excomulgarlos a pesar de incumplir con los preceptos

y mandamientos anuales de la iglesia católica, rechazaban toda

presión para que se desplazaran hasta los lugares de

ocultamiento de esas comunidades descarriadas y los

evangelizaran, y no tenían interés de reducir y concentrar en

nuevos espacios parroquiales a los conversos para que pudieran

contar de forma permanente con el “pasto espiritual” de Dios y

la justicia temporal del Rey.

Esa última actitud era la más cuestionada ya que era gracias al

interés de las autoridades gubernamentales o de los propios

libres que se conformaba las nuevas parroquias pues el clero no

tenía ningún problema en dejar morir a esas almas sin

sacramentos o un entierro digno en lugar sagrado.

A ello se aunaba la repulsión que los sacerdotes tenían por los

curatos lejanos y pobres ya que el ideal de cada uno de los

miembros del clero era hacerse de forma vitalicia con la

dignidad de cura y vicario en un curato central, rico y muy

poblado que fuese acorde con la hidalguía y los títulos

doctorales de cada presbítero. De allí el interés de los

seminaristas y los curas permutantes por conocer previamente

las condiciones ambientales, las calidades sociales y los réditos

productivos (diezmos) y tributarios (congrua anual) del

beneficio parroquial que podían llegar a tener por medio de

crónicas y relaciones eclesiásticas como las escritas por el cura

Basilio Vicente de Oviedo acerca de los curatos neogranadinos.

De acuerdo a la importancia de cada curato también se valoraba

la dignidad de su cura párroco, de allí el rechazo que expresaban

Page 99: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

98

los curas por los curatos que existían en las cuencas de los ríos

Sogamoso y Oro – Lebrija, ya que en su mayoría pertenecían al

último estrato concebido para entonces. Es decir, por su orden

de importancia, congrua y rentas anuales estaban clasificados

como curatos de quinta clase, con lo cual, en la práctica eran

“morideros” despreciados y temidos para quienes tenían la

aspiración de llegar a mejores dignidades, lugares de castigo o

desprecio para los sacerdotes que eran sancionados y

desterrados, y ante todo, parroquias condenadas al exterminio al

hallarse en lugares remotos, despoblados, malsanos y sin

importancia gubernamental.

El interés por la rentabilidad de cada curato era esencial para

justificar la presencia y dinamismo de las instituciones

eclesiásticas en cada parroquia. A mediados del siglo XVIII la

iliquidez y poca rentabilidad del clero eran de tales proporciones

que no era extraña la poca atención e interés de los sacerdotes

por la salud moral de sus fieles a falta de un aliciente material

que estimulara una vez más el espíritu pasional que caracterizó a

la iglesia durante los dos primeros siglos de abundancia minera

y tributaria que justificaban sus provincias de evangelización.

A la pobreza de las limosnas se sumaba la conversión de las

monedas en que eran entregadas las mismas. Lo cual hacía que

de un monto bruto del 100% que recibían los curas pasaran a

obtener sólo un 80% neto porque para entonces aún en “Los

curatos no se producen plata efectiva sino de moneda de

vellón, que al reproducirla de los géneros de la tierra se pierde

la tercia parte, y de está jamás se le pagan a los curas

puntualmente los emolumentos”38

.

38

OVIEDO, B. Op. Cit. P. 11

Page 100: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

99

Ese 80% era costumbre partirlo a su vez en cuatro partes: Una

para la iglesia y los pobres del lugar (20%); otra para pago del

compañero del cura párroco, especialmente su teniente o

sacristán como parte de los gastos y pagos de “Parientes

religiosos” (20%); otra para pagar los gastos, alimentación y

necesidades de los sacerdotes (20%); y una última (20%) para

pagar la cuarta eclesiásticas y los gastos de visita. De ésta

última, media (10%) era directamente gastada en los pobres del

lugar, con lo cual, los curas más antiguos del Reino como B.

Oviedo manifestaban que “no le quedan al párroco ni aun

guedejas al cabo del año”39

.

IV. Los parroquianos y las prácticas cotidianas. La

relación de factores existentes en el papel que jugaban libres,

blancos y curas en los problemas socioculturales por los que

pasaba el Nuevo Reino durante el siglo XVIII fueron

canalizados a través de la interacción cotidiana de esos grupos

sociales al interior de cada núcleo parroquial.

En la medida que los blancos (vecinos principales) se

desentendían de los problemas morales y productivos que traían

consigo los libres que ocupaban o se reproducían masivamente

los centros urbanos al centrar su atención en la infraestructura y

la producción de sus posesiones rurales, dejando en manos de

autoridades incompetentes los destinos de cada ciudad. De igual

modo, el clero perdía su interés por la preservación de los ritos,

valores y tareas de adoctrinamiento sociocultural que daban

distinción y realce a los linajes de cada localidad.

Ello repercutía en el incremento de las hordas de vagos, ociosos,

viciosos y criminales que se tomaban los espacios públicos

trayendo consigo la decadencia espiritual y la pobreza material a

39

Ibíd. P. 12

Page 101: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

100

los curatos. Los cuales eran finalmente comparados y

clasificados con los feligreses, autoridades y párrocos de los

demás curatos del virreinato de acuerdo a su población,

progreso y productividad.

En una dinámica de proporciones semejantes es posible

imaginarse al curato de la ciudad de Girón durante la segunda

mitad del siglo XVIII, al cual se le clasificó entre los de

Segundo orden de importancia al no tener el lustre y esplendor

arquitectónico, económico y político de las del primer orden.

No contaba aún con algunos de los siguientes elementos:

temperamento o clima saludable; bondad, docilidad e

inclinación de los vecinos; posibilidad de vida longeva; terrenos

fértiles y costosos; alimentos y aguas oportunos y propicios;

fácil comunicación con otros curatos o con Santafé y Tunja;

gentes honradas y doctas; iglesia apropiada con buenos

ornamentos; ausencia de peligros o riesgos para los transportes;

y en especial, una renta competente y decente no menor de

1500 pesos en los países costosos y de 1200 pesos para las

tierras provistas con bastimentos baratos.

Considerando esas condiciones, el Curato de Girón no podía

llegar a estar en el primer orden porque se hallaba en tierras

cálidas cuyos transportes por tierra y agua eran peligrosos, los

blancos y libres que vivían dentro del curato eran pocos y

pobres para poder exigírseles mayores pagos o contribuciones,

las familias principales centraban sus intereses y capitales en

promover costosos litigios, competencias y permanentes

discordias, que sumado a las distancias y desabastecimientos no

permitía avaluar su renta en más de 1200 pesos anuales. Los

curatos del Pedral (o Champan) y Cañaverales al no cumplir con

ninguna de las exigencias ambientales, humanas ni productivas

sólo podían ser avaluados en al menos 300 pesos promedio de

Page 102: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

101

renta, lo cual los ubicaba entre los temidos e indeseados curatos

de quinto orden.

Contrario a esas preocupaciones materiales por parte del

estamento encargado de garantizar la salud espiritual y la

felicidad salvadora, el virrey Messia de la Zerda (1772) en la

relación que escribió a su sucesor condenó esas preocupaciones

pecaminosas. Él planteó la necesidad de ser más riguroso el

Estado español en el cumplimiento de lo dispuesto en el

Concilio de Trento en cuanto a moralización y congregación

parroquial de cristianos cada cuatro leguas por medio de nuevas

parroquias.

De no ser así, de seguir encomendando el Estado las almas de

los cristianos a curas con inmensos territorios parroquiales cuya

única preocupación era la codicia personal antes que el

beneficio temporal y espiritual de la comunidad parroquial se

ocasionaría a los feligreses “graves daños espirituales”, como

los que ya se empezaban a vivenciar con la insubordinación y

desacato de los blancos pobres y los libres a la sacra autoridad

representada por las justicias locales al perder el “temor a Dios”

y sus representantes terrenales.

Moreno y Escandón manifestó respecto al mismo problema que

la principal tarea del clero neogranadino no podía ser otra que la

de instruir y predicar a los feligreses los dogmas de la fe en

asuntos como: “La obligación al trabajo y lo que peca el

ocioso, con otras advertencias oportunas sobre otros vicios de

costumbre, como el robo, borrachera, juego y otros, generales y

comunes, que declinan a la codicia”40

.

40

COLMENARES, G. Op. Cit. Tomo 1. P. 124, 150.

Page 103: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

102

Acciones de coerción y descentralización. La fragmentación

de las clase social dominante entre los intereses y aspiraciones

de los blancos nobles, peninsulares, criollos y pobres (o libres),

aunado a un clero inoperante, codicioso, deslegitimado y

reducido a la caridad de las limosnas públicas para poder

subsistir no podían cambiar el panorama de devastación, atraso,

conflictos e improductividad urbana que los virreyes y

funcionarios no dejaban de reseñar en sus informes y relaciones.

Se requería ejecutar acciones de control y cambio a corto plazo,

las cuales fueron concebidas a lo largo del siglo XVIII por los

funcionarios ilustrados de toga y espada que apelando a sus

conocimientos sobre las formas ideales de la vida militar y

monástica idearon una serie de proyectos civilizadores para la

reconcentración de las expectativas productivas de los libres,

para la regulación de los excesos de los vecinos principales y la

codicia de los curas párrocos, como para la transformación de

las estructuras municipales y eclesiásticas del poder local a

partir de la gestión y control integral entre virreyes, arzobispos,

oidores y visitadores reales.

Entre esas acciones estaban: 1. La realización de censos o

padrones de población; 2. La militarización de los centros

urbanos; 3. La persecución judicial y tributaria de los ociosos,

y; 4. La reconcentración de la población sobrante o desplazada a

los centros urbanos por medio de la creación de parroquias en

los mejores sitios rurales de cada parroquia.

1. Empadronar. Para algunos virreyes y funcionarios

neogranadinos una de las medidas más importantes para

contener el incremento en el número injustificado de “libres” y

el no pago de tributos era la realización por parte de los

gobernadores y alcaldes de un padrón anual mediante el cual se

Page 104: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

103

identificara el origen genealógico, étnico, espacial y moral de

cada uno de los de los habitantes de cada jurisdicción.

Con una medida de tales proporciones el primer resultado a

obtener no podía ser otro que la sustitución o contraste de los

datos oficiales con los datos que los curas aportaban

irregularmente por desatención, negligencia en su elaboración,

ocultamiento de información, o simplemente por la falta de

remisión a pesar de ser ello uno de sus deberes patronales. Esos

datos permitían además que la curia diocesana tuviese una idea

de las necesidades espirituales que existían en cada parroquia de

acuerdo al promedio de sacerdotes para el total de feligreses

reportados, así como la Real Hacienda podía tener una idea

aproximada de las rentas que por congrua, ceremonias rituales,

partidas y novenos de los diezmos se recaudarían sin corrupción

alguna en cada curato.

Hasta la segunda mitad del siglo XVIII, muy a pesar de las

normas y exigencias que los visitadores reales y eclesiásticos

habían hecho desde el siglo XVI a cada párroco advirtiendo

sobre la necesidad de hacer un reporte anual del padrón de sus

feligreses, aún se ignoraba cuál era el número total de habitantes

del Nuevo Reino, sus tendencias y proyecciones, así como sus

calidades, clases, fuentes de riqueza y modos de vida, etc. pues a

pesar de ser reconocidos y consignados esos datos en los libros

parroquiales aún no habían sido sistematizados. A ello se

aunaba el desconocimiento que se tenía del número de

residentes temporales, traficantes o forasteros que habitaban en

cada curato, excepto cuando morían o eran arrestados, los cuales

podían pasar anónimos o inadvertidos sobre su lugar de

residencia al no existir en la mayor parte de los poblados

numeración alguna en las casas, calles o espacios públicos.

Page 105: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

104

Después de culminarse la elaboración de los padrones de la

Nueva Granada durante los gobiernos de los virreyes Messia de

la Zerda y Guirior se decidió adoptar el modelo urbano español

mediante el cual se dividían los centros urbanos en cuarteles y

barrios para un mayor control moral y demográfico de la

población. Para ello, en todo el virreinato se debía imitar el

modelo empleado en Santafé con el fin de contar con una forma

común de registrar, vigilar, contar y empadronar a los habitantes

urbanos manzana por manzana, barrio por barrio, por parte de

los alcaldes de barrio delegados para tal fin.

Esos Alcaldes tenían funciones policiales diurnas y nocturnas,

así como debían controlar y regular el desplazamiento o

permanecía de los forasteros y residentes temporales dentro de

la ciudad, debían recoger, detener o secuestrar a los verdaderos

pobres en hospitales u hospicios, así como tenían la obligación

de desterrar a sus parroquias de origen a todos aquellos

residentes foráneos que fuesen ociosos o vagabundos dentro de

la ciudad, especialmente los mestizos e indígenas. De tal modo,

el reordenamiento sociopolítico de cada poblado debían partir

de un riguroso reordenamiento demográfico y urbanístico cuya

primera tarea debía ser numerar “las casas, vecindario y

habitadores de todas clases, con la a jurisdicción

correspondiente para conservar la quietud bajo las reglas que se

prescriben en la instrucción, formada al intento con el fin de dar

ocupación a los vagos e indagar el número de almas, casas y

familias como corresponde al más acertado gobierno”41

.

Aunque la prudencia de esas tareas eran en teoría beneficiosas a

Dios y al Rey para Francisco Silvestre (1789) no eran en la

práctica tan convenientes ni convincentes ya que los alcaldes de

41

Ibíd. Tomo 1. P. 313

Page 106: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

105

barrio aunque eran elegidos y pagados para cumplir con sus

obligaciones policivas y patronales no lograban cumplir a

cabalidad con todo aquello que se requería: “pues aunque no

hay casa que no esté mandada, como no hay cuidado y

constancia en velar sobre los que lo han de cumplir, en breve se

abandona todo y se olvida, y es causa de la relajación”42

.

El cumplimiento de esas disposiciones en la cuenca del río de

Oro ocurrió a cabalidad en Girón por ser su principal ciudad.

Para ello, la ciudad fue dividida en dos barrios, uno al oriente

conformado por las manzanas del “Hoyo” y la Plaza Mayor, y

otro al occidente conformado por las manzanas circundantes a

las Plazuelas de las Nieves y del Humilladero (hoy Peralta), los

cuales estaban divididos y limitados por la calle real para

señalar sus límites de oriente a occidente y por la quebrada de

las Nieves para precisar los límites de norte a sur.

Cada barrio de Girón contó un alcalde elegido por el cabildo,

que en asocio a los demás regidores realizaban visitas a los

domicilios familiares para empadronar a sus residentes como

para exigir el cumplimiento de las disposiciones de aseo, ornato

y policía, practicaban inspecciones diurnas a las tiendas y demás

establecimientos comerciales, en la noche hacían rondas para

prevenir actos inmorales, robos nocturnos, escándalos públicos,

etc., así como de forma permanente estaban prestos a ayudar a

administrar justicia y apoyo a los alcaldes ordinarios cuando

fuese necesario. En el sector rural (sitios) o parroquial esas

mismas funciones eran desempeñadas por el alcalde de la Santa

Hermandad o provincial.

Las manzanas de cada uno de los barrios, a pesar de estar

separadas por una quebrada a ambos lados del camino real,

42

Ibíd. Tomo 2. P. 62

Page 107: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

106

fueron intercomunicadas gracias a puentes de medio punto,

hechos con calicanto y ladrillo, que contribuyeron

posteriormente a la modificación de los patrones tradicionales

de asentamiento caracterizados por la construcción de las

viviendas de los vecinos principales en las manzanas

occidentales en torno al marco de las plazas mayor y las

plazuelas del humilladero y de las Nieves, las de los vecinos

criollos, pobres o libres en el ejido (alto de San Enrique), el

hoyo y los extremos del barrio oriental, mientras que los

mendigos y forasteros se asentaron temporalmente en los

hostales ubicados junto a los caminos reales o en los arrabales

de la ciudad. Entre esas modificaciones son de resaltar a inicios

del siglo XIX la construcción de asentamientos urbanos fuera

del espacio original de fundación y de demarcación de los

barrios como fueron los barrios de las Nieves, el Hoyo, la Mina,

e incluso, la Quebrada Soracá.

2. Militarizar. Fue el mismo virrey Messia de la Zerda,

uno de los más influyentes e innovadores gobernantes

ilustrados del siglo XVIII, quien propuso el segundo remedio

que fue implementado en la Nueva Granada para acabar con los

males urbanísticos, productivos, morales y sociopolíticos del

virreinato al recomendar la imposición del control y la

obediencia a la policía urbana por medio de cuerpos de

represión y fuerza armada presididos por cuerpos de milicias

provinciales a falta de soldados profesionales o de veteranos en

cada ciudad. Para ello se requería contar previamente con un

padrón especial mediante el cual fueran identificados los

varones capaces de combatir y hacer uso de las armas en

nombre del Rey, en cada vecindario.

De ser posible que todas las decisiones ejecutivas fuesen

inspiradas y cumplidas a través de la mediación que

Page 108: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

107

representaban la intimidación, persecución, represión y acciones

judiciales que el Estado en nombre de la paz y la seguridad

militar ofrecía a los ciudadanos de cada república, se lograría

regular la inmoralidad e improductividad de las castas urbanas

al reorientar sus expectativas y lealtades en función de las

instituciones reales, así como para prevenir o exterminar toda

forma de sublevación o terrorismo protagonizado por los

enemigos internos o ribereños (indios, cimarrones, criminales

forajidos, etc.) y externos o costeros del Estado (piratas,

contrabandistas, herejes, etc.).

Se esperaba a corto plazo que cada vecindario compartiera un

imaginario común, se recuperara la obediencia y el respeto de

la población a sus gobernantes, y en especial, cada autoridad

(civil o eclesiástica) no tendría que dejar de castigar para

preservar su seguridad personal o el “decoro de la dignidad y de

la justicia” ante la desobediencia particular, familiar o

comunal, así como no estarían coartadas a tener que

“contemporizar con el tiempo, genio de los habitadores y demás

ocurrentes circunstancias43

.

Para ello, era necesario numerar, arreglar e instruir a gran parte

de los varones de un vecindario, de acuerdo a su dignidad y

experiencia, en aspectos específicos de la vida militar como

eran: el manejo de las armas disponibles, la disciplina militar, la

obediencia jerárquica, y el conocimiento de la legislación militar

española. Sólo con nuevas formas de conquista o sometimiento

militar de los nativos de cada provincia se garantizaría el

dominio de los peninsulares sobre los criollos y las castas. De

allí que el virrey fuese explícito en su propuesta paramilitar al

manifestar al insistir en:

43

Ibíd. Tomo 1. P. 249

Page 109: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

108

…la más acrisolada política para arreglar las provincias

y conciliar el respeto, de modo que logren su puntual

observancia las providencias, pues faltando el freno y

las fuerzas de las armas para reprimir y castigar a los

inobedientes, no quedan al superior otros arbitrios que

los de la mañosidad y prudencia para que no se le falte al

decoro en un reino donde por la mayor parte el libre

arbitrio y voluntario querer de los súbditos, es el único

apoyo a la obediencia, por la distancia de los lugares,

fragosidad de los caminos, fácil recurso a los desiertos,

falta deshonor y bienes, cuya perdida pudiera servirles

de obstáculo a su precipitación44

.

A falta de intereses espirituales y materiales que motivaran a los

individuos a defender a su Reino de los males internos y

externos se requerían renovar las manifestaciones ideológicas de

los miedos escatológicos monopolizados a través de los rituales

de paso por las autoridades eclesiásticas. También se debían

hacer demostraciones ejemplarizantes de los miedos corporales

monopolizados por las autoridades civiles a través del uso

monopólico de la fuerza fundada en las armas y las jerarquías

militares. De allí la insistencia en contar con cuerpos milicias ya

que con ellas:

…se consigue fácilmente la numeración de casi todos

los habitantes del Reino con exacta distinción de los

lugares, sus ocupaciones, fondo y modo de vivir; a que

es correlativa la mayor sujeción por la obediencia que

inspiran las leyes militares a sus respectivos jefes,

excitándoles al mismo tiempo pundonor y decoro aquel

honroso ejercicio y la sociedad y trato con los demás,

44

Ibíd. P. 248

Page 110: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

109

dando todo esto ocasión a qué siendo más conocidos los

sujetos, sean menores sus delitos y más fácil su

indagación y castigo con los que delinquieren, de que

resultan muchos a favorables efectos a la república,

buen gobierno y administración de justicia, como que la

división de departamentos, y su respectiva dependencia

a los respectivos jefes, franquean arbitrios a todas estas

comodidades45

.

Las implicaciones de un proyecto de dimensiones tan

importantes para un virreinato en permanente amenaza fueron

reconsideradas por el virrey M. Flórez al experimentar durante

su gobierno un permanente clima de inseguridad por los

ataques e insurrecciones internas y los sitios o invasiones

extranjeras. Las milicias se constituyeron en instrumentos

policivos necesarios para garantizar el control provincial por

parte de los gobernadores mientras el virrey permanecía en

Cartagena defendiendo la plaza de ingreso al Reino, de allí que

su conformación y conservación fuesen consideradas

imprescindibles para dar a “conocer la subordinación militar a

los paisanos y que sirviesen de sostén a la justicia,

especialmente en el que se trataba del general arreglo de la Real

Hacienda”46

.

Con la muerte de Flórez y el fin de la guerra con los ingleses, las

milicias fueron prohibidas y desarmadas por el Arzobispo –

virrey Antonio Caballero y Góngora desde su llegada al Reino

(Real Orden del 13 de febrero 1778) al contar con un cuerpo de

militares reales que se consideraban suficientes para mantener el

orden y la seguridad internas. Con la crisis policial provocada

45

Ibíd. 46

Ibíd. P. 300

Page 111: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

110

por los alzamientos, ataques, asesinatos y ataques terroristas de

los comuneros del Socorro, y específicamente por los

bandoleros dirigidos por J. A. Galán después del

incumplimiento de las Capitulaciones y amnistías pactadas en

Zipaquirá, renació la necesidad interna de conformar cuerpos

armados locales y provinciales para enfrentar esa nueva

amenaza virreinal.

En la relación hecha a su sucesor de su gobierno el Arzobispo

justificó la determinación ilegal que había tomado en su

momento al expresarle que:

Antiguamente se hallaban las fuerzas reconcentradas en

las plazas marítimas, cuando la policía de las

provincias interiores, la administración de justicia y la

autoridad de los ministros del Rey descansaban en la

fidelidad de los pueblos. Pero perdida una vez la

inestable inocencia original, necesitó el Gobierno y

desearon los fieles vasallos (A que finalmente lo vieron

ser todos) el establecimiento de cuerpos militares para

perpetuar el orden y la tranquilidad conseguidos47

.

Esas razones de Estado durante momentos de crisis y temor

colectivo fueron descalificadas a su vez por los virreyes

sucesores del Arzobispo. Gil y Lemos (1789) manifestó

abiertamente su rechazo a prolongar la existencia de las

milicias en las provincias con criollos ilustrados y libres

armados por la inseguridad que ellas en sí mismas provocaban

para el dominio real de los peninsulares pues: “vivir armados

entre semejante gente, fortificar la capital y conservarse en un

continuo estado de guerra es enseñarles lo que no saben, es

hacerles que piensen en lo que de otro modo jamás imaginaban;

47

Ibíd. P. 436

Page 112: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

111

es ponerles en la precisión de medir sus fuerzas y en la ocasión

de que se sirvan de los recursos que les pueda presentar

favorables la comparación48

.

A pesar de esas políticas restrictivas, gracias a los cuerpos de

milicias de Girón cada una de las familias principales había

podido hacer efectivos los mecanismos de control y distinción

socio-cultural, económica y político-administrativa que

regulaban la convivencia en esa provincia. Siendo esos mismos

vecinos en su condición de capitanes, sargentos y cabos de

hueste quienes desde la reubicación final de la ciudad (1638)

habían organizado jerárquicamente cada una de las fuerzas que

garantizaban la ejecución de las estrategias de seguridad militar

adoptadas para la protección interna y externa de la provincia,

especialmente de los viajeros, los transportadores, los mineros y

los hacendados.

Medidas de protección de las fronteras y sitios de ingreso al

Reino, a las cuales se sumaron el nombramiento de

gobernadores (peninsulares o vecinales) con conocimientos

militares (por formación o afición) por parte de los virreyes.

Sus funciones eran garantizar la seguridad en los puertos, reales

de minas y rutas fluviales de su jurisdicción, siendo auxiliados

por vecinos con reconocimientos o nombramientos militares

efectivos como alférez, sargentos mayores o capitanes de las

compañías que componían las milicias, a quienes se adjudicó

funciones y títulos permanentes en tiempos de paz como de

guerra.

Esa predisposición de los vecinos de la cuenca del río de Oro al

auxilio militar del Estado fue evidenciada en testimonios hechos

48

Ibíd. Tomo 2. P. 23

Page 113: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

112

por gobernadores de la Provincia como Don Francisco Baraya y

la Campa (1759) quien informó explícitamente al virrey:

No hay fortaleza, presidio, tropa ni oficiales en esta

ciudad. Hay dos compañías de milicianos españoles; sus

capitanes el alguacil mayor, Don Salvador Navarro y el

regidor Don José Valdivieso, el primero lo es por título

despachado el 5 de marzo de 1738… El segundo, dice

fue nombrado por uno de mis antecesores, Don José

Camacho, cuyo título dice se le perdió. Don Francisco

Benítez, tiene el empleo de Sargento Mayor y también

dice se le perdió el título, no gozaban sueldo alguno49

.

El momento más crítico para la organización,

aprovisionamiento, definición estratégica y combate armado

para las milicias gironesas ocurrió en mayo de 1781 al ser

amenazada la provincia, y específicamente su leal y realista

ciudad capital, por una contundente invasión de comuneros

socorranos reforzados y guiados por vecinos (peninsulares y

criollos ilustrados) y funcionarios insurgentes de la parroquia

del Piedecuesta, su más conocida rival socio-cultural y político-

administrativa. El miedo colectivo a los asesinatos, robos,

violaciones y agravios (espirituales y materiales) a la honra y

dignidad de las principales familias, motivaron a los vecinos

principales encabezados por los regidores del Cabildos a

convocar y a organizar a los habitantes varones de la ciudad en

las dos tradicionales compañías de caballeros distinguidos

(Blancos españoles y criollos descendientes de españoles), una

de infantería compuesta por 56 efectivos y otra de caballería

formada por 30 caballeros armados.

49

GUERRERO, A y GUTIÉRREZ, J. Op. Cit. P. 96

Page 114: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

113

Para apoyar el accionar militar de esos “hidalgos” fue necesario

imponer reclutamientos forzosos para los demás varones de la

ciudad. Finalmente fueron conformadas otras seis compañías de

infantes integradas étnicamente así: dos compañías con los

pardos (o mulatos) de la ciudad, una de libres compuesta por

24 vecinos honorables, una de indios requinteros compuesta

por 16 nativos a quienes se les prometió la exoneración

temporal en el pago de sus tributos a cambio de su lealtad y

bravura durante el combate, otra de mestizos reconocidos como

tal cuyo número total era de 60 milicianos, y finalmente, una

“especial” de blancos conformada por todos aquellos criollos y

libres que se consideraban de “mejor lustre” que los mestizos y

los blancos pobres pero que no podían ser considerados

caballeros.

Cada una de esas compañías contaban con capitanes, funciones

y ubicaciones tácticas específicas dentro y fuera de la plaza

mayor, armas y formas de combate de acuerdo con su dignidad

o casta y una convicción común de heroísmo y lealtad realistas

al ofrecer sin restricciones “sus personas, vidas haciendas a

cuanto conduzca al servicio de nuestro católico Rey y

conservador en su fiel vasallaje esta enunciada ciudad”50

.

Esas formas de control y jerarquía socio – política entre los

varones gironeses para hacer frente a los peligros colectivos

dejaban entrever una vez más la conflictiva desconfianza,

rivalidad e ideal de superioridad racial entre blancos españoles y

los blancos criollos, blancos libres (o pobres), mestizos, pardos,

indios, esclavos, etc., las cuales se canalizaron en múltiples

formas de intolerancia y criminalidad durante las diferentes

etapas del conflicto emancipador, independentista, patriota y

50

Ibíd. P. 105 - 116

Page 115: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

114

libertador (1810 – 1819) que bajo apariencias ideológicas como

la lucha por la república liberadora o la monarquía conservadora

de los condicionamientos e imaginarios del “pueblo”, llevó en la

práctica al enfrentamiento de las nuevas generaciones ilustradas

de “vasallos y súbditos” americanos contra las viejas

generaciones absolutistas de “caballeros e hidalgos” españoles.

Desconfianzas y rivalidades que en el período comprendido

entre las rebeliones y capitulaciones comuneras y las

revoluciones y constituciones provinciales había sido orientada

e impulsada por los criollos hacia el enfrentamiento físico y la

conspiración bélica como consecuencia de la plena

implementación de las reformas borbónicas, lo cual propició:

1. La oposición de los neogranadinos a los privilegios y

concesiones empresariales otorgados por el Estado a los

forasteros;

2. La exigencia de igual trato y distribución burocrática

entre criollos y peninsulares;

3. Una actitud radical e intolerante por parte de los

vecinos nativos de cada provincia ante los forasteros,

especialmente los funcionarios o autoridades estatales

concebidos o menospreciados como personas ineptas,

opresoras, represores o explotadoras;

4. La inseguridad y debilidad del Estado imperial para

poder gobernar e imponer sus decisiones reales sin tener

en cuenta el respaldo y aceptación de las elites locales

representadas en los cabildos, y;

5. La incapacidad de los funcionarios reales para ganar

respeto, legitimidad y obediencia de las nuevas

Page 116: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

115

generaciones de criollos, libres y demás castas sin tener

que apelar a mecanismos de coerción como la represión

militar o judicial de las milicias, los frecuentes y

minuciosos empadronamientos, la presencia mayoritaria

de los peninsulares en los cargos civiles, eclesiásticos y

militares, así como el encarcelamiento o destierro de los

librepensadores, rebeldes, insurgentes o revolucionarios

que de palabra u obra cuestionaban las políticas

retrogradas y absolutistas del Estado metropolitano.

La discriminación y el maltrato que los neogranadinos habían

padecido en todos los espacios sociales y a través de todas las

formas posibles de exclusión llevó finalmente al “pueblo”

representado por los criollos a renunciar a la protección de la

madre patria, a la tutela civilizadora del padre rey y, a la

condición de hermanos segundones o desclasados para pasar a

ser simbólicamente ciudadanos de “primera” clase de acuerdo a

los preceptos republicanos europeos y las promesas de una

próspera vida democrática (proanglosajona). Vida regida por

leyes ‘republicanas’, ejecuciones públicas y acciones judiciales

basadas en normas autorizadas por los representantes

provinciales del interés común.

Esos ideólogos, precursores del cambio, fueron considerados

por el régimen virreinal durante las últimas décadas del siglo

XVIII como personas peligrosas y de poca confianza para el

Estado, lo cual no era pensable ni esperado de la fiel “casta” de

españoles europeos de quienes se confiaba continuarían siendo

fieles a sus expresiones de “afecto nacional, relaciones de

Page 117: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

116

parentesco en la patria, y por muchas razones de interés propio,

la más adicta a mantener la soberanía del Rey nuestro señor”51

.

3. Trabajar. Siendo uno de los próceres e ideólogos

ilustrados del proyecto republicano neogranadino, el “sabio”

payanés Francisco José de Caldas no dejó de hacer parte del

régimen virreinal ni de la estructura institucional en la cual se

inscribía la real Expedición Botánica de la que hacía parte.

Apelando a su condición de científico criollo inconforme con las

condiciones de progreso del virreinato publicó en 1809 un

“Estudio sobre las razas en el Nuevo Reino de Granada”,

mediante el cual divulgó sus observaciones naturales y sus

reflexiones culturales acerca de de las políticas ilustradas,

públicas y privadas, a las que debían recurrir las elites

(peninsulares y criollas) para remediar por la vía de la coerción

todos los males socioculturales y las causas del atraso político –

económico que había traído consigo la improductiva ociosidad

de la creciente población de “libres”. Grupo interracial en el

cual se asumían como iguales por su despreciable condición a

los blancos libres y pobres, los indios huidos y todos aquellos

“mestizos” o de “varios colores” que se habían desplazado y

congregado en los centros urbanos, donde eran reconocidos

principalmente por “la flojera y holgazanería que casi hace

despreciable su trabajo, siempre los tiene reducidos a la mayor

miseria”52

.

Caldas, al igual que los virreyes y demás funcionarios

virreinales, tenía claro que los libres eran flojos y holgazanes

51

TOVAR, Hermes. Convocatoria al poder del número. Santafé de Bogotá:

Archivo General de la Nación, 1994. Pág. 28 - 29 52

Citado por HERRAN B, Mario. El virrey Don Antonio Amar y Borbón.

Bogotá: Banco de la República, 1988. P. 160

Page 118: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

117

culturales, más no naturales, ya que en sus vidas no tenían

aspiraciones ni preocupaciones materiales al no contar con

bienes ni propiedades de ningún tipo ni tampoco con

obligaciones o ataduras espirituales al no testar, fundar

capellanías, administrar obras pías ni pertenecer a hermandades

o agremiaciones. Todo lo cual los hacía un grupo humano

trashumante que vagaba de parroquia en parroquia y de feria en

feria buscando subsistir de las limosnas públicas, los vicios

privados, los desperdicios mercantiles y los despilfarros

mundanales. Violaban así todos los preceptos morales y las

actitudes sociales que regían el imaginario colectivo de los

neogranadinos, en especial, las prohibiciones acerca del ocio y

la vagancia condenadas desde entonces (y hasta bien entrado el

siglo XX) como delito legal y pecado mortal por las

instituciones civiles y eclesiásticas del Estado.

Así mismo, era considerado un grupo humano que al no tener

identidad ni pertenencia con nada ni nadie tendían a constituirse

en seres sin Dios ni Rey. Conductas que degeneraban en el

incremento de delincuentes, mendigos, vagabundos y enfermos

contagiosos que hacían presencia en las calles, edificios, puentes

o caminos públicos, cuya consecuencia era el temor de las

autoridades a enfrentarlos con contundencia al temer por sus

seguridad personal o familiar, así como el incremento en el

número de escoltas y guardias armados financiados o

contratados por los empresarios y viajeros al necesitar

transportar sus capitales y mercancías sin temor a perder sus

vidas, bienes y propiedades.

Las autoridades virreinales además de ordenar la realización de

acciones restrictivas como las de empadronar, reclutar y buscar

opciones productivas para ocupar a los “libres” en hospicios,

escuelas y talleres artesanales, optaron por dar año tras año más

Page 119: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

118

atribuciones a los gobernadores y cabildos para que pudieran: 1.

Castigarlos con la adjudicación de trabajos en obras u oficios

públicos después de transgredir las contravenciones policivas o

ser insensibles a las penas de cárcel; 2. Infringirles castigos

públicos y ejemplarizantes en el palo de justicia (rollo) o los

grillos en la cárcel del vecindario; 3. Amenazarlos con la pena

deshonrosa del destierro individual sin poder llevar consigo a

sus familias ni enseres de uso personal en caso de negarse a

cambiar sus hábitos y costumbres, y; 4. Empadronarlos como

vecinos y feligreses para poder obligarlos a pagar los diezmos y

limosnas eclesiásticas así como los impuestos y contribuciones

municipales con los frutos de sus trabajos.

Esa última medida fue apoyada y respaldada plenamente por el

virrey Antonio Amar y Borbón (1805) al decretar: “con

respecto a los mestizos ociosos y vagabundos ordenen los

municipales el remedio de estos males del mismo modo que

con los españoles que fuesen de igual vida, sin que por eso sean

obligados al tributo sea que como era el motivo más oportuno

para obligarlos a trabajar”53

.

En la cuenca del río del Oro los efectos de esas disposiciones

estuvieron asociadas con el maltrato judicial ejercido contra las

gentes blancas y de varios colores consideradas “vagabundas”.

En el mejor de los casos, quienes habían sido desplazados de sus

trabajos u ocupaciones campesinas fueron reubicados

laboralmente en el campo como arrendados, jornaleros, peones,

etc. o en la cuidad como mayordomos, criados, empleados, etc.

Los niños mendigos o huérfanos fueron encomendados a los

artesanos para su crianza e instrucción en trabajos útiles. Los

mendigos enfermos o desamparados fueron concentrados en

53

Ibíd. P. 153

Page 120: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

119

hospitales de caridad u hospicios y los párvulos huérfanos (o

expósitos) fueron dados en adopción a las personas o las

familias privilegiadas que así lo querían.

Quienes desearon permanecer dentro de los centros urbanos

fueron condicionados a pagar cumplidamente sus contribuciones

de diezmo y congrua para sostener la permanencia de su cura

párroco, se comprometieron a hacer aportes especiales para la

Corona, obras públicas o fiestas locales, así como pagaron en su

nombre o el de sus familias todas las diligencias judiciales,

protocolos notariales o servicios sacramentales que solicitaban y

recibían, renunciando así a la pretendida condición de “Pobres

de toda solemnidad” otorgada sólo a las familias de los vecinos

principales y pudientes caídas en desgracia. Otros, por el

contrario, fueron desterrados a territorios malsanos de

colonización o enviados a las galeras de Cartagena al ser

reincidentes en sus delitos y pecados propios de su vida

‘vagamunda’. Así mismo, los forasteros y desconocidos fueron

obligados a regresar a sus parroquias, provincias o “países” de

origen bajo amenaza de penas y multas convertibles en trabajos

públicos.

Las gentes más útiles y capaces fueron obligados a desplazarse a

las parroquias abandonadas en las riberas de los ríos Sogamoso

y Lebrija para repoblarlas y hacerlas una vez más productivas, e

incluso, se otorgaron perdones judiciales, se asignación tierras y

solares con títulos, se garantizó la exención temporal de

contribuciones, tributos y donaciones, y se incorporaron a

nuevas hermandades o agremiaciones a todos aquellos que

aceptaron con sus familias ser reubicados en los sitios de cada

provincia en donde las autoridades virreinales autorizaron la

erección de más y mejores parroquias “modernas”. Todo ello

con el fin de descongestionar las ciudades, hacer más

Page 121: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

120

productivos los territorios rurales, regular de forma sacramental

la demografía local y garantizar el pasto espiritual para las

familias que habitaban en esos sitios desde muchos años antes.

4. Parroquializar. Esa concentración de los grupos

humanos sin un orden moral y cultural específicos se constituyó

en la medida más exitosa y efectiva que adoptó el Estado

español en todos sus reinos para regular el crecimiento

demográfico y propiciar el mejoramiento productivo del

virreinato.

Los individuos debían someterse a vivir en casas ubicadas

dentro un centro urbano regulado por las autoridades y justicias

estatales, las prácticas y ritos sacramentales debían ser

realizados de forma permanente y exclusiva en el templo

parroquial, cada familia estaba incorporada a dinámicas de

convivencia e integración social al pasar a ser parte de una

comunidad de feligreses, las acciones y razones de cada ser

antes de nacer y después de morir fueron reguladas y dirigidas

por un cura párroco como el pastor de sus cuerpos y de sus

almas, y en especial, cada uno de los parroquianos adoptaba

patrones de conducta y afectividad para con el territorio o la

comunidad de la que hacían parte (“patria”) lo cual les llevaba a

manifestar públicamente los lazos de identidad con la parroquia,

la ciudad, la provincia, etc., a los cuales en adelante pertenecían.

Ninguna de las acciones emprendidas por las autoridades

españolas hubiese tenido los éxitos que alcanzó en las

provincias de Girón y el oriente de la de Pamplona si en ambas

sus habitantes no hubiesen compartido una realidad geohistórica

común como eran las riquezas y potencialidades productivas

que estaban asociadas con esa cuenca. Realizar padrones,

conformar milicias, reubicar ociosos o erigir nuevas parroquias

Page 122: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

121

a través de procesos de enclave, autogestión, repoblamiento y

modernización no hubiesen sido eficaces de no estar

encaminadas a un propósito común como era la ocupación y

“modernización” productiva de la cuenca de ese río desde su

formación en los páramos pamploneses hasta su desembocadura

en el Magdalena medio gironés.

1.4 EMPRESARIOS REVOLUCIONARIOS. ILUSTRACCIÓN

Y DESCENTRALIZACIÓN PARROQUIAL

De todas las medidas extremas y coercionantes de la población

por el régimen virreinal y vicepatronal la más efectiva, práctica,

inmediata y generalizada que justificó todo el rodeo y

particulares sociopolíticas del siglo XVIII fue el proceso de

parroquialización, reducción o repoblamiento de centros

urbanos que a lo largo del siglo se constituyó en preocupación

primordial de los virreyes, sustentados en las disposiciones del

Concilio de Trento y haciendo uso de su poder patronal.

Decisión centralizada que no tuvo en cuenta la razones de

oposición y rechazo esgrimidas por los cabildos y curas que se

negaban a aceptar la desmembración de sus feligresías o su

jurisdicción municipal, y consigo, la reducción de las rentas, la

pobreza de la contribuciones y la pérdida de la unidad provincial

al enfrentarse los partidarios y opositores a cada erección

parroquial.

El argumento inapelable de los virreyes para disuadir a los curas

y feligresías opositoras fue la limitación jurisdiccional de cada

curato a cada cuatro leguas por el Concilio de Trento (Sesión

XXI). Cada párroco tenía un límite territorial para llevar los

sacramentos y dar asistencia pastoral a los fieles asentados en

Page 123: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

122

los sitios cercanos a su templo parroquial, no siendo su

responsabilidad las almas distantes acorde a lo dispuesto en la

Real Cédula del 18 de octubre de 176454

, con su antecedente en

la Cédula del 13 de febrero de 1541 y sucesivas.

El proceso de parroquialización de la provincia y gobernación

de Girón partió de un núcleo urbano que dependía de la

producción de precarios abastos producidos en el territorio,

especialmente monocultivos como el cacao, el azúcar de las

cañas y el tabaco de monopolio Real, así como la adecuación de

potreros para vacunos, equinos y caprinos.

Mientras en los grandes núcleos urbanos del Reino (Cartagena,

Santa Marta, Mompóx, Santafé, Tunja, Popayán, etc.) existía

más de una parroquia, en la ciudad de Girón ello no aconteció

hasta mediados del siglo XVIII al no contarse allí con factores

como eran:

Abundancia de blancos y población tributante.

Abundancia y diversidad de riquezas e ingresos que

garantizaban el pago de una nueva congrua y constitución

parroquial.

Presencia y servicio de comunidades o hermandades

religiosas.

Sobrecarga laboral del cura con la población urbana,

pudiendo incluso llegar a atender sus feligreses más

apartados.

54

SALCEDO, Jaime. Urbanismo Hispano-Américano. Siglos XVI, XVII,

XVIII. Santafé; CEJA, 1994. P.150

Page 124: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

123

Intereses económicos de los linajes locales residentes en sus

estancias al optar por erigir y mantener un espacio religioso

propio, al cual pudieran acceder cómodamente y sin riesgos

ambientales.

La existencia de una población rural desatendida en su

“pasto espiritual”, dispuesta a agregarse a la parroquia rural

más cercana y ‘moderna’ al culminarse la construcción u

ornamentación de su templo principal.

Cofradías particularmente y no prescindibles para la

sustracción de las existentes en la parroquia principal.

Una estructura y marcada división urbana por espacios

(barrios y cuarteles), diferencias étnicas (barrios de indios,

de castas, de libres de vecinos), oficios y clientelas o

servicios jurisdiccionales para las comunidades religiosas

existentes.

Existencia de varios núcleos de mercadeo, servicio

sacramental o sepulcral. Al existir solo una plaza de

mercadeo, un templo y un cementerio era inevitable la

dependencia, identidad y conformidad con una única

parroquia existente.

La ciudad de Girón contaba con un espacio urbano creciente y

estéticamente conforme a su título, una organización política y

administrativa específica y propia a través de un gobernador y

Cabildo, un espacio jurisdiccional y unas relaciones

socioeconómicas autónomas y en proceso de expansión. Ese

espacio, en función de criterios demográficos de orden

cuantitativo propios del antiguo régimen, era más rural que

urbano al no cumplir con cuatro criterios básicos como eran:

“Una población mayor de 10000 habitantes, una alta densidad

Page 125: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

124

poblacional, una baja proporción de la población dedicada a la

agricultura y una estructura poblacional suficientemente

diversificada”55

.

Parroquialización por reducción [fronteras y enclaves]. Para

el presidente Antonio Manso las políticas de pacificación y

reducción del siglo XVII habían demostrado la conveniencia de

regular la vida moral de la población de libres, cimarrones,

indios huidos, e incluso los bélicos Chimilas, Guajiros, Carares

y Yarigüíes, quienes no tenían pasto espiritual y morían

condenados al no recibir los santos sacramentos ni ser

enterrados en lugares sagrados cristianos.

Sus nuevos pueblos debían ser reducidos y agrupados en puntos

concéntricos, con casas en torno a una plaza y con calles tiradas

a cordel desde la iglesia parroquial. Para ello, se recomendó

medidas extremas como quemar las casas y bienes de los huidos

en medio de los bosques para obligarlos a desplazarse hasta los

nuevos asentamientos urbanos o hacer llevar por la fuerza a

quienes no quisiesen someterse y agruparse como la tradición

hispanocristiana mandaba para una mayor seguridad y orden,

civil como espiritual.

Estando allí debía dárseles igual trato que al resto de

parroquianos al contar con justicia y cárcel, cura e iglesia

permanente, así como debían tener acceso a tierras comunales y

particulares para su usufructo. De tal modo, pasaban a ser

vecindarios empadronables y productivos que daban apoyo,

55

Criterios tomados del historiador Jan de Vrie (1982) autor de “La

urbanización de Europa 1500 – 1800. Barcelona: Critica, 1987) y citados

por Juan Javier pescador en su obra “De bautizados a fieles

difuntos…”(1992) p. 128.

Page 126: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

125

seguridad y descanso a los viajeros, facilitaban el almacenaje y

comercio interregional, ampliaban los puntos de expansión

agrícola de la jurisdicción, y permitían adecuar improvisados

puntos de seguridad y fortificación en caso de penetración de

extranjeros hacia el interior del reino, etc., pues la mayoría de

las nuevas poblaciones en tierra de frontera estaban ubicados

estratégicamente sobre las desembocaduras o riberas de las

principales vías fluviales del interior en el río grande de la

Magdalena, y éste a su vez con los puertos costeros56

.

La reconcentración de las gentes ociosas y vagabundas en los

nuevos poblados de frontera hacia parte de la acostumbrada

estrategia hispana de expulsar y desterrar a los individuos

contrarios al orden local o que causaban temor, incomodidad o

aborrecimiento violento para las demás castas. Una práctica que

desde la expulsión de judíos y moros de los Reinos cristianos en

1492 les era cristianamente aprobado, enviando a los

desplazados socioculturales a espacios con mayores condiciones

y posibilidades de muerte, para lo cual eran vigilados y

controlados por los vecinos privilegiados que con que con

ellos eran concentrados.

Los grupos de pobladores irregulares forzados a vivir en

cristiandad fueron complementados y mezclados con los grupos

de blancos y libres ociosos asentados en pequeños núcleos

urbanos o la de vecinos principales esparcidos en distantes sitios

rurales al ocuparse directamente de “entablar” sus estancias.

Con lo cual, la imposibilidad de un control estatal efectivo sobre

la minoría poblacional que lograba asentarse de forma

permanente hizo inevitable su despoblamiento o el desenfreno

moral con que subsistían los mismos al convertirse en “cueva y

56

COLMENARES. Op.cit. T.2. P. 147-148

Page 127: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

126

asilo de mal hecho y retiro de hombres facinerosos, que no de

gente política y vasallos de su majestad”57

. Atributos con los

cuales el Cabildo de Pamplona despreciaba la existencia de la

Villa Rica de los Cañaverales fundada por los vecinos de Girón

(1639).

La necesidad de congregar y regular la vida moral de los

vecinos principales y comunes que se internaban en las tierras

malsanas a orillas de los ríos Sogamoso, Cañaverales (Lebrija) y

Magdalena conllevó al uso del modelo de poblamiento por

reducción que habían implementado los virreyes en el bajo

Magdalena. De allí el poblamiento y erección de parroquias

como la del señor San Josef de Buenavista del Pedral (o

champán) (1731,1770) y San Roque de los Cañaverales

(1639,1760,1774) en la jurisdicción de Girón, al constituirse en

puertos del almacenaje, paso, salida y entrada al reino a través

de Girón, Zapatoca, Pamplona u Ocaña, aunque la mayoría de

sus pobladores permanecían la mayor parte del año en sus

fundos cultivando cacao, extrayendo materias primas o criando

ganados.

La parroquia del Pedral estuvo ubicada en la ribera del río

Sogamoso, a dos días de mula y canoa desde Girón; Cañaverales

se ubicó en la ribera del río de Oro (Cañaverales o Lebrija) a 3

días de mula y canoa. Esas parroquias por sus condiciones

ambientales malsanas, las dificultades para cubrir la distancia de

viaje y especialmente por la decadencia de las haciendas

cacaoteras que las sustentaban fueron por lo general curatos

despreciados y de último grado en donde los muertos eran

enterados sin sacramentos, los enfermos más graves eran

57

MARTÍNEZ, Armando y GUERRERO, Amado. La Provincia de Soto:

Orígenes de sus poblamientos urbanos. Bucaramanga: Escuela de Historia

UIS, 1995.

Page 128: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

127

llevados a morir a la parroquia con cura más cercano, y en el

mejor de los casos y posibilidades económicas se logró el

traslado de los moribundos hasta la natal Girón. En caso

contrario, se optó por llevar los cadáveres putrefactos ante el

cura más cercano para lograr su inhumación o segundo entierro

recibiendo los santos sacramentos.

Esas parroquias fueron tan temidas por la pobreza, soledad y

barbarie con la que se vivía que el experimentado B. V de

Oviedo alertó al resto de curas de los peligros que se corrían allí

diciendo: ¿”Quién se irá allí sin cura a vivir y a morir como

una bestia?”58

. Servir en tales lugares se concebía como un

castigo o destierro para los curas menos doctos antes que un

servicio misional de sacrificio para con Dios y los fieles. A

finales del siglo XVIII por su despoblación, iglesia en ruinas y

falta de cura, esas “parroquias” solo eran consideradas como

puertos o sitios de paso y embarque para los viajeros entre la

costa y el Reino.

No obstante, para los Gironeses la existencia de parroquias y/o

puertos en dichos lugares era imprescindible para garantizar la

existencia misma de la ciudad y su gobernación. De allí que por

petición a los virreyes como gobernantes directos de la misma,

aunado al interés de los parroquianos más prósperos de dichos

lugares (haciendas, transportes o comerciantes) en financiar las

congruas, en repetidas ocasiones se repoblaron y mantuvo cura

o teniente de cura. Un procedimiento inevitable para un Estado

evangelizador y colonizador pues como reconocía el virrey

Messia de la Zerda: “Con el establecimiento de los curas se

adelanta la sociedad y población como por experiencia se ha

visto en muchas nuevas parroquias, que sean erigido,

58

OVIEDO, V. Op. cit. P. 184

Page 129: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

128

desmembrando algunos curatos demasiadamente vastos en su

terreno y números en su vecindario”59

.

Esas parroquias distantes eran concebidas como espacios de

“frontera” donde era constante el desplazamiento poblacional y

la ocupación de baldíos por imposición o autogestión de los

vecinos. Una tendencia recurrente que había conllevado a que

Vélez surgiera por la expansión poblacional de algunos vecinos

de Santa Marta y Santafé, (S. XVI) Girón surgió como núcleo

fronterizo y fortificado de la ciudad de Vélez (S. XVII), y

posteriormente sus parroquias sirvieron de núcleos fronterizos,

urbanos y productivos (S. XVIII), desde los cuales continuó el

escalonado avance demográfico y productivo.

Si se pensará en las consecuencias para el alma de aquellos que

habitaban en “Desiertos distantes, sin reconocer cura, viviendo

en total libertad de sus costumbres, y si n cumplir las

obligaciones de cristianos”60

entonces vendría a consideración

para todas las castas el comentario de Moreno y Escandón

sobre los indios huidos ocultos, al informar:

Viendo separados de la sociedad, retirados de la iglesia,

sin asistir a misa, sino muy rara vez y en manifiesto

peligro de su salud eterna, así por la facilidad de incurrir

en los excesos en que vive expuesta la naturaleza, sin

temor de ser conocidos ni corregidos, como por la grave

dificultad de ser socorridos en la última hora,

administrándoseles los santos sacramentos por los curas,

59

COLMENARES. Op. cit .T.1, P.124 60

Ibíd. T.1, P. 218

Page 130: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

129

los cuales existen a la larga distancia, insuperable por los

fragosidad de los caminos61

.

El reconocimiento estatal y jurisdiccional de los derechos

legales, las calidades y honorabilidad de los vecinos y

patrimoniales de un espacio habitado, incluso entre la relativa

población de los puertos de paso gobernados por capitanes de

guerra, implicaba la permanente actitud de la misma por

demostrar su fe y dedicación espiritual para la salvación de sus

almas, las de sus familiares y las del resto de la población

permanente, a su cargo en las haciendas cacaoteras o dispersa a

través de las redes de transporte fluvial o terrestre.

La salvación de las almas a través de la administración de los

santos sacramentos y la sepultura ritual de los cuerpos en los

templos sagrados, a pesar de las distancias y dificultades de

acceso, no podían ser impedimento para los curas o sus tenientes

de dar el “pasto espiritual” a sus “distantes ovejas”, y de éstas

por hacerles más cómodo y pleno su dedicación al pastor.

Clérigos y vecinos tenían la tarea existencial de promover el

traslado de las almas de su comunidad a la “patria celestial”,

debían motivarlos a mejorar sus condiciones de vida espiritual

invirtiendo o dando sus bienes terrenales y temporales para el

uso celestial.

Demostración de esa preocupación por parte de los curas y los

miembros de los linajes patrimoniales condicionados por las

posibilidades materiales, poblacionales y geográficas existentes,

fueron las razones protocalizadas por los vecinos del puerto de

Botijas al solicitar la erección de la parroquia de San Roque y el

afianzamiento de la congrua para su cura permanente. Ante el

juez y capitán Aguerra Dr. Francisco Cornejo en 20 de junio de

61

MORENO Y ESCANDON, F. Op. cit. 1985. P. 73

Page 131: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

130

1772 reivindicaron su petición comunal [desde 1760] por la

presencia de un cura propietario al manifestarle al ilustrísimo

arzobispo del Reino:

En el puerto de Botija, jurisdicción de la C. de S.J. Girón

en 20 días del mes de junio de 1772 años, ante mi Dr.

Francisco Cornejo capitán Aguerra, juez ordinario y de

cobranzas y testigos con que actúo por la falta de

escribano, parecieron presentes todos los vecinos, y

moradores de dicho puerto, y de su respectivo distrito, y

dijeron que: por cuanto en el día de ayer hallándose

juntos y congregados en la iglesia, que tierra elegida62

en

la planta de esta de este puerto, el señor. Dr. Dn. Ignacio

Cornejo teniente de cura y vicario actual en él por el Sr.

Visitador Dr. Joshep Elseario Calvo, cura propietario,

vicario y juez eclesiástico de dicha ciudad de Girón, y su

provincia, les hizo ver con palabras, hijas propias de su

pastoral celo, que [para] mayor beneficio de sus almas y

de los bienes temporales estribaba en el recibir del

Divino culto, a seguridad estando // el nominado señor

visitador su propio cura, llevado de aquella actitud que

con tanta perfección, observa y ha observado en el

cumplimiento de su obligación en beneficio de sus

ovejas, deseaba que ellos solicitasen el mayor abrigo

para que mejor disfrutasen la general administración de

los santos sacramentos, sin que padeciesen la pronta y

seguida asistencia, mediante la latitud que media para

poder el dicho señor cura a concurrir a socorrerles, y

[en] inteligencia de lo uno, y de lo otro, conociendo al

mismo tiempo que de su determinación resulta un gran

62

Existe desde 1760 con la erección de una viceparroquia prometida por el

mismo Dr. J, G. Calvo. Ver. MARTÍNEZ. Op. cit. Rionegro. P. 128

Page 132: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

131

servicio a la majestad divina, y bien de sus almas y para

mayor honra, y gloria y de sus santísima madre, e

interponiendo el patrocinio del señor glorioso San

Roque como su patrono titular. Y todos de mancomune

habrán determinado ocurrir a la piedad del iluminado

Señor Arzobispo de este pueblo Reino, a hacerle

presente las necesidades que continuamente han

padecido del pasto espiritual, a causa de lo dilatado que

esta la ciudad de este puerto, y de su demarcación, y al

mismo tiempo el que aunque el señor cura actual, y por

cumplir con su obligación o llevado del amor, o caridad,

con que los ha mirado, no ha faltado todos los años, o

personalmente o subdelegada su jurisdicción en sujeto

correspondido, les ha socorrido con los S.S sacramentos

en correspondencia de esta y para obviarle esta inquietud

pastoral, suplicar a su señora ilustre se digne, de

proveerles cura propietario para que les administre

diariamente63

.

La necesidad de parroquializar los sitios poblados, los enclaves

mineros o las fronteras agrícolas continuó siendo persistente.

Ello se infiere de los informes de Don José María Lozano y

Peralta y la consecuente Real Cédula del 24 abril de 1801. En

cuanto a la condición espiritual de sus vasallos el Rey le

preocupaba que:

La religión está lastimosamente perdida y olvidada, pues

un cura párroco y la justicia por celosos y vigilantes que

sean, no pueden separados ni unidos, hacer cumplir los

preceptos de Dios ni de la iglesia, porque los feligreses,

remontados en la espesura de los bosques, alejados en

63

ARCHIVO NOTARIAL DE GIRÓN (ANG). Escrituras. T.12, F. 705 -707

Page 133: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

132

enormes distancias y pobres voluntarios por la ociosidad

de una vida silvestre, hacen vanas las diligencias de un

pastor y de un juez, oyendo misa los más cercanos en los

días de preceptos, y los demás pasados muchos años,

habiendo gentes que nunca lo han oído, ni tienen ideas

de los templos, ni de sus sagradas ceremonias, viéndose

bautizar muchas veces la fuerza del celo parroquial, que

ahuyentan a los montes para eludir la obligación64

.

En la historia colonial del Nuevo Reino el modelo fue funcional,

específicamente en las funciones ordenadas y practicables por el

visitador José de Mier (1751-1752) y las del virrey M. Flórez

entre los puertos fluviales del bajo Magdalena.

Parroquialización por autogestión [Valles fértiles]. El

ascenso de categoría política y eclesiástica de un sitio a aldea,

viceparroquia, parroquia y villa hasta llegar incluso a aspirar a

ser erigida en ciudad se constituyó en una segunda justificación

y modelo de parroquialización neogranadina, originario de las

poblaciones nacidas con la reconquista judeomorisca, se puede

reconocer tardíamente en la relación del virrey Mendinueta

cuando aclaraba que con los desplazamientos parroquiales e

individuales de los blancos, libres y esclavos de los grandes

centros urbanos.

Mendinueta expresaba: “No se han perdido para la sociedad ni

son esas hordas volantes de vagos que fingen tan numerosas que

migraron a los lugares inmediatos; y con efecto es cosa bien

común hallar una parroquia floreciente cerca de una cuidad

medio arruinada”65

.

64

GUERRERO, A. y GUTIERREZ, J. Op. Cit. 1996. P.138 65

COLMENARES. Op. cit.. T-3, P.56

Page 134: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

133

Descripción que coincide con los orígenes, prosperidad y

segregación de Girón al ser fundadas parroquias ‘modernas’

como fueron Santa Bárbara de Río Negro (17 Marzo de 1805) y

la de San Francisco Javier del Pie de la cuesta (3 noviembre de

1774), erigidas en el corredor fértil de la provincia que iba del

valle del Río de Manco a través del “boquerón” hasta los Valles

de Piedecuesta, San Francisco, Guatiguará, Limonal, Mano del

Negro, Río Frío, Bucarica (pueblo y parroquia de

Bucaramanga), y el río Surata hasta el río Negro, para

finalmente unirse con el río de los Cañaverales (Lebrija).

El proyecto de erección parroquial de Rionegro se resumía en el

informe del Gobernador de Girón (1802) Francisco Vallejo,

como parte de sus preocupaciones por el poblamiento

productivo de la gobernación por medio de la erección de

nuevas parroquias, al expresar:

La tercera [la 1ª en Sogamoso, la 2ª en los santos], en el

sitio de Río Negro a las palmas, feligresía de

Bucaramanga, distante de ella de cinco a seis leguas, el

terreno es más fértil y de los caminos más fragosos de

toda la jurisdicción. Puede quedar su cura con congrua

igual o más, que los dos anteriores, con desmembración

de dos mil o más pesos que se dice se da a Bucaramanga.

Este sitio hace tiempo está en pretensión de parroquia

pero alguna oposición y el poco interés que toman los

mismos que la promueven los hacen vivir en el estado de

montaraces incultos66

.

El origen productivo y poblacional de su jurisdicción se remonta

al proyecto de fundación de la Villa Rica de los Cañaverales

1639, en la frontera norte de la gobernación, que al ser

66

GUERRERO, A. y GUTIERREZ, J. Op. Cit. 1996. P.140

Page 135: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

134

despoblada por la decisión jurídica continuó siendo poblado y

ocupado su “sitio” entre el valle del río Negro, el de

Cañaverales (o Lebrija) y el de Sogamoso a través de la

colonización y entable de haciendas cacaoteras o de ganado

mayor. Ese sitio si bien se hallaba en la jurisdicción de Girón

era servida y administrada espiritualmente por la jurisdicción

eclesiástica del pueblo de los indios (y luego parroquia) de

Bucaramanga.

El proceso de organización parroquial de esa región productiva

estuvo estrechamente ligado con la erección de la viceparroquia

de Cañaverales (1760) en la frontera agrícola, vial y

administrativa para ser finalmente eregida en parroquia desde

1774. Con los cambios jurisdiccionales durante el período

republicano, la parroquia de San Roque de los Cañaverales fue

despoblada, agregada y trasladada a la cabecera parroquial de

Rionegro (1805)67

.

A diferencia de Rionegro con el cacao, Piedecuesta era un

territorio que había sido productivamente poblada por la familia

y capitanes de la hueste de Ortún Velazco (desde 1541), la

familia de Francisco (Fernández) Mantilla de los Ríos (desde

1638), y desde mediados del siglo XVIII se había caracterizado

por de la producción de tabacos en rama, el traslado de la

factoría Real tabacos de Girón a la naciente parroquia de San

Francisco Xavier. Su casco urbano también fue lugar de paso o

descanso obligado para quienes transitaban por el camino real

desde los puestos fluviales hacia Pamplona, San Gil, Socorro o

Santafé. Constituyéndose esas condiciones productivas en

razones para el crecimiento urbano del ‘Pie de la Cuesta’ y la

67

MARTINEZ, A. y GUERRERO, A. Op.cit.1995.P.1 23- 130

Page 136: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

135

emancipación política y administrativa del cabildo de Girón al

ser ascendida (1810) y organizarse como Villa de San Carlos.

Emancipación que al igual que para el resto de parroquias de

reciente fundación implicó dejar de ser reguladas por un cabildo

distante, ocupar cargos públicos sus feligreses, contar con

justicia permanente (alcaldes) y no solo con un alcalde de la

santa hermandad, así como usufructuar e invertir los tributos y

ganancias d propias en la misma comunidad y jurisdicción. El

proceso y modelo de parroquialización de Piedecuesta

demostraba el cumplimiento de las instrucciones y decretos del

régimen virreinal neogranadino, siendo de destacar en el

informe del virrey Mendinueta las siguientes dinámicas

parroquiales:

…casi todos los lugares de la antigua fundación tienen

un dilatado territorio, como que la abundancia del

terreno da para todo. Los vecinos se esparcen en sus

haciendas y establecimiento del campo, de donde se

fabrican sus casas, aunque también las tengan en la

parroquia poblado, y que la distancia este, desde sus

haciendas, es grande y embarazosa para que el cura y el

juez puedan asistirlos y ellos recurrir a sus auxilios, y

cuando el número de colonos o pequeños hacendados se

considera ya capaz de mantener su párroco, entonces

piden la erección de su parroquia que se les concede,

fabrican su iglesia, y poco a poco van perfeccionando la

población con sus propios recursos68

.

Si bien el proceso de erección de la parroquia fue común en su

conducto regular a los demás parroquias del Reino, los

escritores, cronistas e historiadores del actual Municipio de

68

COLMENARES, G. Op. Cit. Tomo 3, P. 57

Page 137: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

136

Piedecuesta no han logrado acordar una(s) fecha(s) y suceso(s)

especifico(s) a pesar de la reiterativa bibliografía existente,

particularmente la publicada por la Escuela de Historia de la

Universidad Industrial de Santander (UIS).

Las parroquias no fueron fundadas al igual como se hicieron con

las ciudades y las villas de los siglos XVI Y XVII en un día

específico y con una ceremonia especial. Como reiterativamente

se ha expuesto, citando las autoridades del siglo XVIII, era

necesario un proceso comunal, eclesiástico, administrativo,

judicial y estatal para su aceptación y legalización. Por tanto, el

documento de constitución de la parroquia (congrua, cofradías,

limosnas, cobros, mayordomía) del 26 de julio 1776 ante el cura

párroco José Ignacio Zabala no puede tenerse como fecha ni

como ceremonia de fundación de la parroquia, ni a dicho cura

como su fundador.

Esa versión fundacional fue reiterativamente defendida y

publicada por autores como Carmen Cecilia Díaz en su trabajo

de grado “Monografía de Piedecuesta” (UIS, 1979),

posteriormente publicada como “Piedecuesta: Mi patria chica”

(Alcaldía de Piedecuesta, 1995). De igual modo en las columnas

de opinión del diario Vanguardia Liberal por Germán

Valenzuela Sánchez, y específicamente en sus obra

“Piedecuesta cielo y suelo de Santander” (Alcaldía de

Piedecuesta, 1996). Textos herederos de una legendaria versión

difundida por los escritores e historiadores antecedentes a esas

obras durante el siglo XX.

El modelo de parroquialización por autogestión que caracterizó

la erección de Piedecuesta, Rionegro y otras parroquias

modernas demostraba el deseo comunitario de la población por

concentrarse en un sitio equidistante, asistidos por un cura

Page 138: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

137

párroco propio, y siendo amparados por la cédula Real del 18 de

octubre de 1764 que ordenaban la vida en parroquia de todos

aquellos feligreses de las ciudades distantes a más de cuatro

leguas de la cabecera de su curato69

.

Ese tipo de proceso estaba a su vez relacionado con los

significados e interpretaciones históricas que tenía la palabra

Parroquia, al ser entendida como:

- Comunidad de vecinos o cristianos que desean y piden

estar bajo la curaduría o rectoría especifica de un

sacerdote.

- Comunidad unida a un cura párroco con una

jurisdicción espacial propia y delimitada.

- Comunidad que fabrica un espacio y edificio religioso

ubicando y comprando un terreno, edificando,

ornamentando y dotándolo para su funcionamiento

permanente.

- Comunidad que acuerda sustentar y remunerar al cura

(Congrua) con actos o compromisos escritos

(Constitución) y con fianzas para asegurar su

cumplimiento ante notario70

.

Acorde con los procedimientos patronales del virrey y del

arzobispo como de la Cédula real de 2 de marzo de1771, lo

primero que debían hacer los feligreses era tener una común

intención y deseo para concentrarse y comprometerse al poblar

69

ANG. T.17. F.15 -170 Testamento del Dr. Vicente Mantilla de los Ríos.

Piedecuesta, 9 noviembre 1789 70

MARTINEZ GARNICA, Armando. El régimen de la parroquia

Neogranadina en Santander. Bucaramanga: UIS, 1994. P.3 - 15

Page 139: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

138

y sustentar una nueva parroquia. En el caso de Piedecuesta ello

ocurrió en septiembre de 1772 cuando el cura de Girón Joseph

E. Calvo propuso a sus feligreses una colecta de 2000 pesos

para diligenciar la edificación de una capilla que fuese

reconocida como viceparroquia, al igual como se venía

haciendo con la de Cañaverales. Al desear los laicos que fuese

preferiblemente parroquia, contrariando y desmembrándose así

al curato de Girón, concedieron el 6 de julio del curato de 1773

poder general a Pedro Justo de las Reyes y a Blas Mantilla para

hacer la respectiva solicitud y presentar el padrón de familias e

individuos interesados, dando así el segundo paso71

.

El tercer paso realizado fue recibir un visitador o comisionado

del Arzobispo que confirmara las razones, población y

compromiso de los laicos, así como debía escuchar la posición

y argumentos de los opositores a cada fundación. En el caso de

Piedecuesta la posición de los feligreses separatistas fue

favorecida pues desde el 1 noviembre de 1773 el comisionado

arzobispal, Dr. Fernando Fernández Saavedra, erigió una cruz

en el terreno comprado por los apoderados a Vicente Ordóñez,

señaló el lugar en que debía quedar la parroquia y desde el cuál

se debía ordenar y trazar el espacio urbano.

El cuarto paso o momento consistía en autorizar el

funcionamiento de la capilla edificada, lo cual se cumplió en

Piedecuesta acorde a lo dispuesto por Auto del 20 de febrero de

1774, alcanzando así la categoría de viceparroquia. El siguiente

paso fue conseguir el reconocimiento de la capilla y una

jurisdicción especifica como parroquia independiente de la de

Girón. Para ello debían contar con el reconocimiento

71

Dicho apoderados actuados de acuerdo a lo acordado con la comunidad,

por lo cual eran representantes, más no beneméritos héroes fundadores como

pretendía Alfonso Prada en su obra “Piedecuesta” Pasado presente’ 1997.

Page 140: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

139

jurisdiccional de dicha parroquia por parte del cura y feligresía

de la que se separaban, cosa que no estaba dispuesto a aceptar

el cura párroco J. E. Calvo.

Para fortuna de los “piedecuestanos”, desde abril del mismo

año el Dr. Dn. Miguel de la Rocha Calvo había sustituido

temporalmente a Calvo, estaba investido del poder eclesiástico

como Juez y visitador, así como del prestigio e influencia como

abogado de la Real Audiencia, al igual que su teniente el Dr.

Dn. Juan Tomas de Arango. Esos párrocos externos al

considerar que era inmodificable la posición de los separatistas e

inapelable la decisión arzobispal de fundar parroquia, lo cual

implicaba segregar el curato de Girón, optaron pactar con los

apoderados de ambos bandos una reducción espacial y

poblacional de la jurisdicción que pretendían para la nueva

parroquia a cambio del reconocimiento y respeto del curato de

la misma. Acuerdo que se protocolizó en los libros notariales de

Girón el 26 de julio de 1774, quedando así delimitadas y

aseguradas la jurisdicción, congrua y feligreses para ambas

parroquias72

.

Ese reconocimiento de la secesión parroquial le trajo al eficiente

cura Miguel de la Rocha su salida y traslado ante la presión y

recriminación de los gironeses que se negaban orgullosamente a

aceptar la desmembración territorial y eclesiástica de sus de

sus “más útiles” tributantes73

. De ello era evidencia el poder que

el 7 de junio de1775 otorgó para que ante el arzobispo y el

virrey o cualquier otro tribunal hiciesen efectiva la intención de

permuta de su curato con el Dr. Dn. Ignacio Josef de Nava y

Nieto en la parroquia de Santa Bárbara de Mogotes, quien

72

MARTINEZ, A. Op. Cit. 1994. P.111-121 73

OVIEDO, B. Op. cit. P.184

Page 141: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

140

recibía por aquellos días en la cálida Girón aliviándose de sus

‘frígidos’ males, en compañía de sus paisanos y parientes. De

la Rocha justificó esa permuta a través de sus apoderados al

expresar:

Por aquietar su conciencia y por libertase de las

discordias, que ha tenido, y tiene en esta ciudad de San

Juan de Girón, que son públicas, y notarias en los

tribunales de la capital de Santafee, y especialmente en

aquella curia metropolitana. Siendo de advertir, que ésta

dicha permuta la hace con pleno conocimiento de estar

desmembrada de la jurisdicción del beneficio de esta

ciudad de San Juan de Girón la nueva parroquia de San

Francisco Javier del pie de la cuesta, que por el señor

excelentísimo vicepatrono Real se haya confirmada, y

dijo el señor otorgante tenérselo así advertido y avisado

al señor Doctor Don Ignacio Josep de Nava, y que en

esta conformidad quedó separada y sin contenerse lo

dicho territorio en el de este beneficio de San Juan

Girón74

.

Esa actitud progresista de Rocha permitió la ejecución del

quinto paso con el cual los apoderados conseguirían la

confirmación y erección legal de la parroquia. El 3 de octubre

de 1774 el provisor del arzobispado, Dr. Dn. Josep Gregorio

Díaz Quijano, expidió el auto eclesiástico que declaró erigida

esa nueva parroquia, el 17 de octubre el fiscal Moreno y

Escandón emitió su aprobación en nombre de la Real Audiencia,

para finalmente culminar el proceso con el reconocimiento de la

parroquia y el nombramiento de su primera cura párroco por el

74

NOTARIA ÚNICA DE GIRÓN. Escrituras: 1770 a 1775. F.210 - 211v

Page 142: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

141

virrey Manuel de Güirior a través del Auto virreinal del 3 de

noviembre de 1774.

Sin embargo, el cura párroco elegido por medio de concurso y

examen para hacerse cargo de ese curato, Presbítero Joseph

Ignacio Zavala, solo pudo empezar a ejercer hasta enero de

1776, contando con el apoyo de solo una parte de la población

(vecinos ricos o principales) y formalizando su presencia con la

redacción del acta parroquial de “constitución” de cofradías,

limosnas y mayordomía el 26 julio de 1776. Acta que no tuvo

validez comunal para la mayoría de los feligreses al permanecer

la parroquia fraccionada en dos lugares y bandos fundacionales

hasta julio de 1778, fecha en el que el fiscal y visitador

Francisco Moreno y Escandón hizo presencia para dar fin a esa

secesión y conflicto parroquial en nombre del virrey75

.

Por el origen mismo de ese tipo de parroquias no era posible

contrariar las tendencias, actitudes y modos de vida agropastoril

de los hacendados y demás feligreses. Modo de vida y

convivencia ordinaria fuera o alrededor del núcleo urbano que

era justificada incluso por propios curas párrocos. Ejemplo de

ello se evidenciaba en el informe de respuesta a la cédula real

del 26 mayo 1802 por el teniente de cura de Piedecuesta, Fray

Mateo de Valencia, el 20 de septiembre de 1802 al expresar:

Las gentes de estos países se hallan imposibilitados de

vivir en los lugares por no tener su comer en las casas

de campo, en ellas tienen sus labores y ganados que es

75

MORENO Y ESCANDON, F. Op. Cit. P. 464-68 manda que permanezca

y sea edificada con la respectiva cárcel de cada pueblo de blancos, en el

lugar original, contrariando así las pretensiones de Zabala que al morir

(1796) y lograr ser reunificada la comunidad, se elaboraría ante el cura Don.

Pedro Uribe una nueva ‘constitución’ de plena aceptación 1801.

Page 143: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

142

de lo que se mantienen. Si estas gentes se vienen a los

lugares ¿con qué subsisten que comen, que visten? En

estos lugares y parroquias no hay fábricas en que se

empleen todas estas gentes, si viven en el lugar ¿en

qué? En que embriagarse como lo hacen muchos de la

ínfima plebe cuando vienen a cumplir por el precepto de

la misa. Y que estas gentes no puedan subsistir en el

poblado lo prueba que siendo los religiosos de los

cabildos por el regular de los sujetos más acomodados,

muchos de ellos de hallan obligados por necesidad a

vivir en el campo por cuidar y atender a su haciendas”76

.

Estilos de vida aceptados por el régimen Borbónico al promover

la existencia de fieles sumisos, productivos y rentables antes que

ciudadanos nobles, de lustre y pundonor concentrados

ociosamente en los centros urbanos.

Parroquialización por repoblamiento y refundación

[Pueblos de indios]. Otro problema para el orden social

colonial que justificaba recias políticas de repoblamiento a

través del régimen de parroquialización fue la presencia,

convivencia mezcla e incluso agregación de blancos y libres en

las tierras y pueblos de indios, prohibidos por las leyes de Indias

y los dictámenes de las audiencias de Indias. El virrey Güirior

informaba a su sucesor (1776) al respecto:

La mayor parte de las gentes de clase media viven

dispersas en los campos, en las cercanías y al abrigo de

los pueblos de Indios, disfrutando los resguardos de

estos y de algún corto pedazo de tierra que les sufraga

para vivir miserablemente, sin que pueda observarse las

leyes que le preescriben su separación, ni evitarse los

76

GUERRERO, A. y GUTIERREZ, J. Op. Cit. 1992. P. 191-192

Page 144: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

143

daños que causa su consorcio resultando de todo el poco

lustre, su falta de gobierno económico y la grave

dificultad de que se administre la justicia77

.

M. Güirior confiaba en el apoyo que brindarían sus sucesores al

esperanzador proyecto del dinámico fiscal F. Moreno y

Escandón, quien se propuso reducir los pueblos de indios,

separar y ordenar parroquialmente la vida de los blancos y libres

agregados de los indios y reorganizar administrativamente el

virreinato a través de los corregimientos.

Se concibió que con la extinción de los pueblos de los indios

con pocos tributantes, trasladándolos y reduciendo su vida a

céntricos y poblados pueblos de indios se contuviera su

expropiación, explotación, maltrato o contacto con los

insaciables y expansivos blancos. También se esperaba obtener

mayores utilidades espirituales y temporales para las

comunidades y la hacienda real del Estado al reducirse las

tasaciones para pagar al cura doctrinero, se preservarían etnias

nativas, puras, libres y protegidas, así como se contraloría la

migración de los varones, el abandono o arrendamiento de sus

tierras de resguardo, se frenarían sus vicios e inclinaciones, así

como obtendrían asistencia pastoral preferencial por parte de los

curas, y en especial, se obtendría un considerable “ahorro a la

Real Hacienda en estipendios y en construcción o reedificación

de iglesias”78

.

Con esas razones F. Moreno obligó en julio de 1778 los 32

tributantes del pueblo de Bucaramanga y sus familias, quienes

en total sumaban 206 indios, a trasladarse a Guane, dándoles un

plazo de dos meses para vender sus habitaciones y entables, para

77

COLMENARES, G. T.2. P.305 78

MORENO Y ESCANDON, F. Op. Cit. P. 74, 76,99

Page 145: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

144

luego, partir llevando consigo “las imágenes y adornos de la

iglesia que tuvieran”79

.

Definida la situación de los indios, se procedió a definir la

situación de los libres y blancos empadronados como 473

cabezas de familias y más de dos mil almas siendo reducidos y

agrupados con la fundación de la parroquia de Nuestra Señora

de Chiquinquirá y San Laureano de Bucaramanga. Si bien ese

repoblamiento y refundación ocurrió a la par del cumplimiento

del auto que ordenaba la salida de los indios del Real de Minas

de Bucaramanga, la nueva parroquia solo comenzó a llamarse y

a regirse simbólicamente como tal desde el primero de enero

del año siguiente permaneciendo como su párroco el mismo

teniente de cura que adoctrinaba a los indios, Maestro Martín

Suárez de Figueroa, siendo sustituido hasta 1786.

Para aclarar la transición de la jurisdicción eclesiástica de curato

de doctrina a curato de blancos y libres, Suárez hizo en los

libros parroquiales una sencilla anotación del transcendental

cambio eclesiástico que se había dado así:

El día primero del mes de enero de año de mil

setecientos setenta y nueve se sirvió el excelentísimo

señor virrey de este Reino transmigrar los indios de este

pueblo, convirtiendo y confirmando en parroquia, que le

dio por nombre Parroquia de Chiquinquirá del Real de

minas de San Laureano y como este libro comprendería

y se sentaban las partidas de indios y blancos, y desde

79

Ibíd. P. 411

Page 146: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

145

hoy corren, y se asienten las partidas de solo los

blancos80

.

La existencia del pueblo de indios y el remate del resguardo

que aseguraban la presencia de Pamplona en los reales y tierras

del otrora valle del río de Oro beneficiaba y daba finalmente

aires de triunfo a Girón que desde su fundación tenía contenida

en su jurisdicción a Bucaramanga, más no podía tener fuero de

gobierno sobre ella al existir una autoridad real especifica

representada por el alcalde mayor de minas y un territorio

protegido y autónomo representado por el pueblo y resguardo de

los indios.

En términos prácticos si lo hacían al haber sido nombrados

como alcaldes de Bucaramanga a quienes eran reconocidos

como vecinos de Girón. Muchos gironeses eran considerados

blancos y libres “agregados” al pueblo de los indios, así como

algunos de sus curas doctrineros eran nacidos, vecinos o con

parentesco con las familias de Girón, quienes realizaban la

mayor parte de las partidas notariales, ceremonias eclesiásticas,

cobros e incluso entierros de los residentes de Bucaramanga en

la cercana de Girón. Se gobernaba de hecho más no por derecho.

En definitiva, por auto del 19 de julio de 1778 desde Pamplona

se ordenó la agregación de la moderna parroquia a la

gobernación de Girón, bajo el gobierno político y espiritual de

sus autoridades que solo se haría efectivo hasta 1786, hecho por

el cual todos los vecinos de la gobernación tendrían él supuesto

derecho a participar en las pujas de remate de los solares y

resguardo, por estancias y no por globos, así como en la

obligante tarea real, ya asumida por las demás parroquias, de

80

ARCHIVO PARROQUIAL DE SAN LAUREANO (Bucaramanga).

Defunciones, 1774-1779.

Page 147: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

146

contribuir en “…El perfecto establecimiento de la renta de

tabaco y arreglar sus siembras limitando las al territorio de

Girón”81

.

El resguardo a la renta se entendía como la limitación y uso

preferencial del suelo de la gobernación para sembrar tabaco,

con las técnicas, controles y variedades propias de los

cosecheros de Girón, acorde a las consideraciones y privilegios

de compra contratados con el factor real, y por ende, quedando

estancados en su comercialización solo con la Real Factoría.

La pugna de intereses, el descontento de los antiguos agregados,

el retorno de los indios inconformes y el renacer del conflicto

jurisdiccional entre Girón y Pamplona a partir de las pugnas de

intereses y derechos entre sus vecinos conllevó a la

conformación de bandos en permanentes conflicto, divididos en

gironeses, pamploneses, bumangeses, proginoreses,

bugamangeses, propamploneses y forasteros o pobres

independientes, liderados por los alcaldes y autoridades y

vecinos principales de cada extremo, a los cuales se agregaron

posteriormente los feligreses de cañaverales y Piedecuesta en

bandos opuestos82

.

Bandos que se mantuvieron hasta la pugna emancipadora: los

aliados de Girón permanecieron leales y dependientes a su

cabildo y a la autoridad real; los de Bucaramanga y Piedecuesta

promovieron su independencia administrativa y judicial de

Girón solicitando la condición autonomista como villas con

81

MORENO Y ESCANDON, F. Op. Cit. P. 413 82

ACEVEDO TARAZONA, Álvaro y GONZALEZ MANOSALVA, Cesar

Augusto. Historia de la erección de la parroquia de Bucaramanga y del

crecimiento de la población. 1778-1923. 3 tomos. Trabajo de Grado.

Bucaramanga: Escuela de Historia, UIS, 1993.

Page 148: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

147

cabildo y rentas propias, así como se adhirieron a las juntas de

gobierno de Pamplona y del Socorro desde mediados de 1810.

Si bien se ha afirmado el título de villa de San Carlos para

Piedecuesta no fue aceptado ni usado abiertamente por los

republicanos hasta después de 1819 o que solo la calidad de

villa les fue reconocido con la legislación de 182483

, la

evidencia notarial demuestra que ese título fue usado por los

parroquianos un mes después de haber sido conferido, es decir

septiembre de 1810, siendo igualmente reconocido por las

autoridades locales y ideólogos republicanos tanto en papeles

oficiales como privados. Por tal razón, y ante la posición

antirrealista de los regidores piedecuestanos, la condición de

villa fue anulada y desconocida por Morillo como premio a los

leales gironeses y como castigo a los patriotas piedecuestanos y

bumangueses.

Argumentos adicionales que permiten validar la importancia del

título de Villa para los cosecheros, empresarios de arriería y

factores del estanco de tabacos son:

1. Su solicitud además de ser clara una manifestación de

rechazo al poder monopolio del cabildo en Girón,

demostraba la decisión de las principales familias

parroquiales por tener un control real y autónomo de su

espacio y rentas que les permitiese un progreso propio

como el ejemplarmente la villa del Socorro (1771) venía

alcanzando al separarse de San Gil.

2. La autonomía jurisdiccional aprendida y compartida

con los socorranos se evidenciaba a su vez en las

interacciones económicas (transportes, tabacos lienzos,

83

MARTÍNEZ, A. y GUERRERO, A. Op. Cit. 1995. p. 120 -121

Page 149: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

148

comestibles. etc.) y articulaciones religiosas (presencia

de los frailes capuchinos del Socorro como tenientes de

cura y difusores del culto parroquial a Santa Bárbara)84

,

y especialmente políticas, al apoyarse mutuamente

durante la insurrección de los comuneros (1781)85

y

durante la emancipación de 1810. Durante esos años los

Piedecuestanos no solo fueron reconocidos por

pertenecer a una villa, pues fueron aceptados como parte

de la provincia del Socorro86

, recibiendo a cambio todo

tipo de apoyo para enfrentar a los realistas gironeses,

opuestos a tal separación87

.

3. El título de la villa de San Carlos fue solicitado a

mediados de 1809. Un año después la Junta de Regencia

de Cádiz a nombre de Fernando VII y a partir de un

cuantioso recaudo en oro realizado a través de las cajas

reales en Santa Fe, aunque se le sin lema en latín, escudo

ni gracias. Curiosamente los vecinos elegidos como

regidores empezaron a usar el título y jurisdicción

otorgados días después de haber sido expedida la real

cédula del 16 de agosto de 1810, los mismos días que

duraría su traslado en mula desde Santafé y no desde

Cádiz, razón por la cual en septiembre de 1810 ya

84

ALCACER, p. Antonio de. OFM. Cap. El convento del Socorro, primer

convento capuchino en América (1781- 1819). Bogotá: Seminario capuchino

de puente común, 1960. 85

PHELAN, J. El pueblo y el rey. 1980. GUERRERO RAMOS, J. Op. Cit.

1996. 86

ARCHIVO NOTARIAL DE GIRÓN. Escrituras. T. 27. Fol. 127, 133 (19

sep. 1810) 87

RODRIGUEZ PLATA, Horacio. La antigua provincia del Socorro y la

independencia. Bogotá: Ed. Bogotá, 1963. (Biblioteca de historia Nacional,

vol, 9)

Page 150: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

149

aparecían los primeros protocolos del escribano público

del cabildo de la villa de San Carlos, Dn. Juan Josef

Hijuelos. Instrumentos numerados e insertados con una

portada especial entre los expedidos por los escribanos

de la ciudad de Girón en el tomo de 1810 y 181188

.

A pesar de los consecuentes conflictos y las irreconciliables

posiciones que trajeron los procesos parroquiales de la

provincia, estos continuaron siendo impulsados y aceptados en

aras de una “mayor felicidad y arreglo del reino” a través de las

reformas territoriales y administrativas impulsadas por Don Juan

Salvador Rodríguez de Lago y Don José María Lozano de

Peralta, las cuales encontraron eco en el gobernador de Girón,

Don Francisco Vallejo. Quien a pesar de desempeñar un cargo

virreinal dependiente del corregidor de Pamplona (1795) no se

limitaba ni estaba impedido en plantear remedios y

posibilidades de progreso para la jurisdicción a su cargo.

Para ello deseaba aprovechar la reconcentración e imparcialidad

judicial que se debería dar en Pamplona para dar fin a los

permanentes conflictos al interior de la sociedad Gironesa. De

tal modo se lograría: “La unión del vecindario, que se eviten

inútiles (y) perjudiciales litigios que entraban la buena

armonía, y no solo arruinarían a los contendores, sino que

trascienden el daño a toda la república mayormente siendo

divirtiendo los ánimos que debieran emplearse útilmente, y

que es la única causa a que puede atribuirse el a trazo y poco

adelantamiento de la provincia”89

.

En 1802, el gobernador Vallejo en respuesta a la cédula real del

24 de abril 1801, informó no solo de la deprimente condición

88

ARCHIVO NOTARIAL DE GIRON. Escrituras. T. 27, fol. 171- 184 89

MORENO Y ESCANDÓN, F. Op. Cit. P. 462

Page 151: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

150

de la ciudad, sus dos antagónicas parroquias y sus dos

paupérrimos puertos fluviales, pues sugirió como remedio para

“agitar la agricultura, el comercio y las artes” entre los

inutilizados y distantes territorios del corregimiento, para

entonces de los más despoblados del reino, afianzarse la

creación de nuevas parroquias. Para ello se debía considerar la

congregación de las gentes de Pamplona que habitaban los sitios

de Tona, Aguaclara, La Baja y las Vetas, y por lo menos tres

más de su jurisdicción como eran Los Santos, Rionegro y

Sogamoso.

Solo con nuevos procesos de erección parroquial promovidos

por los vecinos dispersos se lograrían mejorar las condiciones

espirituales en las que se hallaban sus habitantes, así como se

aseguraría la permanencia y tránsito de los viajeros, arrieros y

comerciantes al ser considerados esos sitios como lugares

malsanos en donde:

…mueren como irracionales, y a ninguno se le sepulta

[en] sagrado, por casualidad o necesidad, los sepultan en

cualquier terreno. Erigiéndose parroquia se evitaran estos

daños, se mejorará el temperamento, se fomentaran las

haciendas, y en breve tomará mayor incremento, por ser

a la inmediación del puerto por donde se conducen los

efectos del Socorro, San Gil y esta jurisdicción, a las

provincias marítimas90

Sus razones como gobernante imparcial, sincero y visionario le

llevaron a pensar en la reducción de la población “común” en

parroquias para libres y “blancos”, sin importar la oposición de

los hacendados y estancieros, criollos y españoles, al defender

sus intereses y privilegios. Desde la perspectiva del gobernador

90

GUERRERO, A y GUTIERREZ, J. Op. cit. P. 171- 172

Page 152: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

151

Vallejo la civilidad, moral y orden policial llegaría hasta esos

sitios poblados de cristianos porque se contaría con:

- Alcaldes - jueces y curas párrocos, quienes ante el

influjo de los hacendados “…les harían decaer de aquel

predominio que tienen adquirido sobre los pobres

circunvecinos. A estos magnates que hablan por la boca

de los pobres no se les debe oír en esta materia, por qué

no perder aquel método de vida, se opondrían

aparentando muchos inconvenientes, esforzándolos con

aquel estilo de moderación y persecución que

acostumbran”91

.

- Nuevas parroquias y desagregaciones, que si bien

podrían afectar los intereses de los curas en los curatos

tradicionales conllevarían a una mayor presencia de las

autoridades morales y eclesiásticas establecidas por el

vicepatronato regio, así como justificarían la anhelada

erección de obispados entre los circuitos parroquiales

más cercanos.

- Se desterrarían los defectos públicos y la existencia de

ociosos porque a través de los curas y sus escuelas

parroquiales “…se adquirirá educación con principios más sólidos, aprendiendo a leer y a escribir, y no ahora

que a la mayor parte de los principios no se les entiende

la firma”92

. De igual modo, se evitaría la ruina espiritual

y temporal de Reino al ser posible formar a nuevas

generaciones de sabios científicos.

- Se minimizaría de la inclinación de los naturales a

promover dilatados pleitos en nombre del honor familiar

91

Ibíd. P. 140 92

Ibíd. P. 141

Page 153: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

152

ante los jueces del Reino al contarse con jueces locales y

mediadores espirituales. Al estar más cerca unos y otros,

bajo un mismo control municipal y parroquial las almas

quedarían: “más inmediatas al tañido de la campana, y a

fuerza de tiempo”93

.

- Se garantizaría alojamiento y bienes para los viajeros al

reducirse las distancias entre poblados, se aumentaría la

presencia de personas en los caminos y se incrementaría

la producción al no tener que desplazarse las familias

prolongadas distancias.

Pensamientos que reafirmaban el gran problema

socioeconómico de los Reinos en Indias como eran la

improductividad de los libres y “vagamundos”. No bastaba con

imitar los remedios capitalinos al adoptar el modelo

manufacturero europeo para hacer productivos a los ociosos

sino se garantizaba agruparlos en territorios regulados

espiritualmente y productivamente. Era necesario pasar de

remedios temporales y limitados como eran los hospicios

mantenidos por la pensión del vecindario a espacios de

concentración parroquial multitudinaria “…con oficiales y ministros, que los dirijan con legalidad y economía, hasta que

de sus mismas manufacturas se puedan mantener los pobres, y

se logrará con esto extirpar el ocio, el vicio y se conseguirán

oficiales domésticos y artesanos”94

El cabildo de Girón compartía esas recomendaciones de su

gobernador siempre y cuando no se desmembrara más su

reducido y poco devoto curato, sugiriendo consigo desmembrar

los curatos de las vastas parroquias de Piedecuesta y

93

Ibíd. P. 142 94

Ibíd. P. 143

Page 154: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

153

Bucaramanga, y al mismo tiempo, agrupar todos los curatos en

una jurisdicción moral más articulada y regulada al apoyar la

erección de un obispado que los adhiriera a las provincias de

San Gil y Socorro. Además de un corregidor interprovincial se

requería una gran autoridad religiosa “…que llenase las

piadosas intensiones de su Majestad en beneficio de estos o sus

vasallos y del Estado”.

Así mismo, los fieles feligreses podrían recibir el sacramento de

la confirmación “…que a más de cincuenta años que no se

administra por aquí a causa de la distancia de la metrópoli y

aspereza de los caminos”, así como los párrocos estarían

condicionados a abrir y sostener escuelas al demandarse

estudiantes para mantener abierto el seminario diocesano que

debía caracterizar la obra de la nueva dignidad episcopal95

.

El fomento de las concentraciones urbanas a partir de la gestión

e inversión de los vecinos principales de cada sitio poblado se

constituyó en la alternativa a seguir, la cual era apoyada incluso

por los curas párrocos que habían sido más reacios a nuevas

desmembraciones. Ese fue el caso del Dr. Dn. José Elzeario

Calvo, cura y visitador eclesiástico de Girón quien expresaba

a inicios del siglo XIX: “en la actualidad está todo el Reino en

tranquilidad y paz aunque en mucha pobreza, inhabilitados para

nuevas fundaciones, que los mismos vecinos con celo de

cristiano, según el tiempo les ayuda, han pedido, piden y costean

nuevas parroquias”96

.

Sin embargo, los miembros de órdenes religiosas que actuaban

como tenientes de cura, por ejemplo el de Piedecuesta, al pensar

en la concentración urbana de los feligreses se preguntaban: “si

95

Ibíd. P. 145- 147 96

Ibíd. P. 148

Page 155: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

154

estas gentes se vienen a los lugares ¿con qué subsisten, que

comen, que visten?”. Cuestionamiento aunado al del ilustrado y

prestigioso cura de Bucaramanga quien reflexionaba sobre la

pérdida de tiempo y la improductividad parroquial que

ocasionaba celebrar con rigor todos los días de fiesta y guarda,

viajando y permaneciendo en el templo parroquial, pues de todo

ello se ocasionaba “el tedio al trabajo y el ahincó por

desocuparse cuanto antes y volver a la parroquia para

corromperse y arruinarse con la tuna, el juego y la embriaguez,

vicios de que no adolece son en el lugar y en los días de

concurso”97

.

Afecto a la política poblacional virreinal, el corregidor del

Socorro Juan Salvador Rodríguez Lago (1803) desmeritaba el

temor a toda forma de abandono de los campos y regulación de

la vida desde los centros urbanos parroquiales al manifestar a las

autoridades capitalinas: “el pensamiento de Lozano no fue

arrancar de los campos los brazos que los fecundan, sino con la

erección de parroquias nuevas, se acercasen más unas a otras

las poblaciones de este modo se reuniesen los hombres,

estuviesen a la vista del párroco y su juez”98

.

Los criollos ilustrados más progresistas justificaban la

transformación política e ideológica del reino con la alteración

misma de la vida y las interrelaciones socioeconómicas distantes

y urbanas promovidas en el siglo XVII ante el temor a las

“plagas” urbanas porque entendían desde la experiencias de

españoles y europeos que para progresar se necesitaba

comprobar, educar fabricar, sembrar, construir, manejar,

instruir, fomentar, comerciar, explorar, inventar, moralizar,

97

Ibíd. P. 152 98

Ibíd. P. 159

Page 156: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

155

civilizar, culturizar las poblaciones más cercanas y laboriosas

entre sí.

A finales del siglo XVIII, fundar parroquias no solo implicó un

mejoramiento espiritual para los vivos, enfermos o muertos

pues con ellas se mejoraron los índices de ocupación,

producción y población en cada provincia. Así, los españoles o

criollos ilustrados procuraban a su vez mejorar la cristiandad y

cultura universal e hispano- americana de los feligreses “…con

más fundaciones, quedan más inmediatas al tañido de la

campana, y a fuerza de tiempo se irán estas estrechando de

modo que se consiga la reunión que se intenta”99

.

Desde el siglo XVI al XIX fundar parroquias implicó para el

estado español un mejoramiento evidente en el bienestar social y

espiritual de sus vasallos de acuerdo a los dogmas y necesidades

religiosas que se creaban y recreaban para preservar la

estabilidad y fidelidad emocional para con la corona, a manera

de un acto de caridad y tolerancia cristiana para con todos los

humanos. Sus orígenes en Indias se remontaban a la cédula real

del 10 de mayo de 1554, que dispuso:

Rogamos y encargamos a los prelados, que bendigan un

sitio en el campo donde se entierren los indios cristianos

y esclavos, y otras personas pobres y miserables, que

hubieren muerto tan distante de las iglesias, que sería

gravoso llevarlos a enterrar a ellas, porque los fieles no

carezcan de sepultura eclesiástica100

.

99

Ibíd. P. 142 100

ESPAÑA. Recopilación de leyes de los Reinos e de las Indias. Tomo 1.

Madrid: Consejo de la Hispanidad, 1943. P. 153.

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156

Parroquialización por reconcentración [centros de

comercialización]. Los proyectos de formalización y

concentración de los nuevos poblamientos urbanos en el

corredor templado y fértil de la gobernación de Girón durante la

primera década del siglo XIX, época de transiciones y

enfrentamientos ideológicos y territoriales entre las elites

locales, provinciales y capitalinas, se caracterizó por la adopción

de las razones y modelos parroquiales propuestos por las elites

ilustradas borbónicas en Europa como en América.

Ejemplo de esas tendencias fue la solicitud tardía (1809) y el

largo proceso de erección (1809-1818) y nombramiento de cura

párroco en propiedad (1818-1824) para la parroquia de

Floridablanca de San Juan Nepomuceno, la cual fue trazada y

erigida en la explanada dispuesta en el sitio de la Mano del

Negro101

. Ese sitio era muy apreciado y afamado al ser punto

concéntrico de las vías y asentamientos urbanos de la provincia

de Girón con Pamplona.

Su relevancia había sido considerada desde antes de 1799 por el

factor de tabacos, Don Pedro Antonio Paredes, al recomendarlo

como lugar ideal y útil para el poblamiento de empresarios

tabacaleros, la concentración del intercambio comercial y la

existencia de estancias afamadas por su productividad

tabacalera, así como por el clima sano y benigno que resultaban

atractivos para el descanso y la salud campestre de los vecinos

de la calidad y malsana Girón.

El 24 de julio de 1809, siguiendo el modelo común de

parroquialización por autogestión vecinal, los diez vecinos más

101

Los datos y hechos aquí referenciados son tomados del resumen hecho al

proceso de erección parroquial en el Archivo Arzobispal de Pamplona por

MARTÍNEZ, A, y GUERRERO, A. Op. cit. P. 133- 143 (Floridablanca).

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157

acaudalados e interesados del sitio firmaron fianza notarial

sobre sus bienes como garantía para la erección y pago de la

congrua para el cura párroco que les fuese nombrado. Las

razones planteadas para solicitar la fundación se sustentaban en

intereses y preocupaciones “patrióticas” antes que los motivos

pastorales y sacramentales esgrimidos durante las décadas

anteriores.

Si bien los vecinos segregacionistas contaban con el visto bueno

y el apoyo de los párrocos de Bucaramanga y Piedecuesta, a

pesar de segmentarse parte de su jurisdicción, lo mismo no

pasaba con el Dr. Pedro Salgar, cura párroco de Girón, quien

con sus vecinos y feligreses principales dieron poder a un

procurador de la Real Audiencia para que defendiera en Santafé

su oposición a toda forma de desagregación. Con lo cual, era su

interés hacer prevalecer la posición de las élites locales a la

conservación y perpetuación de su poder en toda la jurisdicción

municipal, a pesar de los intentos fallidos por evitar a toda costa

la desagregación de la parroquia del Pie[dela]cuesta o la

reconcentración de algunas de las mejores familias de Girón y

Pamplona en la naciente parroquia de Bucaramanga.

Los curas de Bucaramanga y Piedecuesta justificaron su apoyo a

la nueva parroquia por el servicio espiritual que traería ese

nuevo curato a sus feligreses más distantes o concentrados en

ese sitio, en tanto que los gironeses argumentaban su oposición

por los mezquinos intereses políticos, económicos, sociales y

personales que tenían los vecinos separatistas de ese “campo”

con los de las parroquias vecinas. Entre esas sospechas estaban:

La conspiración familiar de los presbíteros de la familia

Valenzuela por conseguir un curato cercano para su

hermano José María, con el apoyo de algunos vecinos

Page 159: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

158

estancieros de Bucaramanga y con la clara intención de

empobrecer el curato de Girón.

La inexistencia de las razones del Concilio de Trento

para erigir nueva párroco al encontrarse el párroco de

Girón a no más de una legua.

De aceptarse esa nueva desagregación la ciudad de

Girón perdería lo “más floreciente y pingüe de su

vecindario”102

.

Al permitirse la erección de una nueva parroquia en la

Mano del Negro, y a sabiendas de la solicitud (1809) y

posible confirmación del título de villa de San Carlos

para Piedecuesta, Girón perdería a la parroquia

separatista de su jurisdicción municipal, así como

aquella que fuese erigida al preferir agregarse a la

jurisdicción y cabildo de la nueva villa.

De separarse los fieles de la Mano del Negro y Bucarica,

las rentas y trabajos para la reedificación del templo de

Girón disminuirían y se atrasarían.

La obstinación parroquial de los patriarcas bumangueses

Antonio y Facundo Mutis por fundar nueva parroquia en

Bucarica, aunado a los intereses de la familia Valenzuela

encabezada por el cura de Bucaramanga (Juan Eloy

Valenzuela), se explicaba además como una represaría

contra el cura de Girón (Pedro Salgar) por su oposición a

la realización a las fiestas religiosas con consumo de

aguardiente, lo cual perjudicó a los Mutis al ser los

principales asentistas de ese ramo en la Mano del Negro.

102

MARTÍNEZ, A, y GUERRERO, A. Op. cit. P. 135

Page 160: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

159

Sitio que era además lugar de expendio y libre consumo

para los viajeros, arrieros y traficantes.

Esas sospechas de las élites gironesas hacen pensar que el

proceso de erección fue semejante por su conflictividad e

intereses al de las parroquias de Piedecuesta y Bucaramanga,

donde las necesidades espirituales se desviaban en litigios por

el orgullo comunal, los intereses de élites locales, sociedades

comerciales o pasiones personales.

Sagazmente Nicolás Llanos, apoderado de los vecinos

separatistas de la Mano del Negro, justificó la erección basado

en los argumentos más refinados de los ilustrados españoles y

los principios urbanísticos de las autoridades virreinales y

consejeros del imperio, en especial los del conde de

Floridablanca, el ministro Campomanes y don Gaspar Melchor

de Jovellanos. Para los criollos ilustrados las propuestas de los

ministros borbónicos estaban concebidas para mejorar y renovar

el modelo hispánico de colonización de sus reinos peninsulares

y de ultramar.

Las nuevas parroquias debían ser erigidas tanto por las

tradicionales razones espirituales sustentadas en el concilio de

Trento, los modernos y progresistas argumentos de los virreyes

ilustrados como por las concepciones universales de Jovellanos

al manifestar que: “…los nuevos establecimientos (urbanos) son

causa de que se pueblen los destierros, se cultiven las tierras, se

adelanten la industria y las artes, se perfeccione la sociedad y se

multiplique la especie humana”103

.

Antes que el interés por el bienestar del alma lo que importaba a

los parroquianos modernos era al comercio y la industria con un

103

MARTÍNEZ, A, y GUERRERO, A. Op. cit. P. 139

Page 161: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

160

mayor poblamiento, para así asegurar a todos, libre e

igualitariamente, la posibilidad de riqueza, abundancia y

prosperidad. El “bien vivir” se antepuso ideológicamente al

“bien morir”, con lo cual se debía: “Oír la voz de la razón y

atender a los movimientos de la sensibilidad y la

compasión”104

, así como propiciar “la urbanidad, política y

demás prendas que deben adornar a un buen ciudadano los

principios de la religión santa que profesamos, y que son tan

necesarios para conseguir la eterna felicidad” 105

.

De tal manera, los procesos de poblamiento europeos del siglo

XVIII que fueron adoptados en los reinos americanos estaban

caracterizados por la siguiente tipología:

Tradicionales: Similares a los asentamientos medievales

a través de cartas de puebla como fueron la adhesión de

grupos vecinales (políticas), el fortalecimientos de zonas

inseguras (estratégicas), aumentar la producción agraria,

mercantil y artesanal (económicas), la obtención demás

tributos con la presencia contribuyente y con ellos más

riquezas106

.

Militares: Traslado y refundación de poblaciones ante

peligros bélicos, invasiones extranjeras, reafirmación

estatal en territorios de frontera o reorientación de los

104

Ibíd. P. 140 105

Ibíd. 106

OLIVERA Poll, Ana y ABELLÁN GARCIA, Antonio. Las nuevas

poblaciones del siglo XVII en España. En: Revista HISPANICA. XLVI 063.

1986. P. 299- 325.

Page 162: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

161

pobladores costeros de defensa sin riesgo o

funcionabilidad (“pueblos gemelos”)107

.

Renovadores: “La prosecución a escala regional del

iniciado en América con dimensiones continentales”, “la

experiencia adquirida por España en su obra

colonizadora americana, donde diferentes

localizaciones, funciones y situaciones geográficas

dieron lugar a centenares de asentamientos, y a caudal

de teoría, o mejor practica urbanística que era recogida

en la metrópoli a través de innumerables informes y

relaciones”108

.

Teóricos estatales: Ejecutar los gobernantes sus teorías

y concepciones poblacionales. Se consideraba que cada

Estado y territorio era más fuerte en cuanto estaba más

poblado con vasallos útiles nativos o extranjeros; se

podía regular, controlar y centralizar el poder señorial,

de las órdenes y de la Mesta; así como adoptar las

políticas continentales de salubridad pública con

poblamientos trazados racionalmente y ubicados en

sitios sanos y secos o desecados109

.

Agrarios y productivos: Ante la improductividad y

desequilibrio de los núcleos urbanos y los territorios

rurales con excedente demográfico, se optó por trasladar

a la población pobre y desocupada como colonos a los

territorios reales, de baldíos o de grandes terratenientes

para otorgarles por concesión o en propiedad estancias,

pedazos de tierra o “arrendamientos obligatorios”. Con

107

Ibíd. P. 310 - 311 108

Ibíd. P. 300 109

Ibíd. P. 299 - 300

Page 163: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

162

esa descongestión se regularon las crisis

epidemiológicas, la Mesta y el bandolerismo en los

caminos reales y los puertos. Esos espacios fueron

organizados como comunidades de colonización

“colectivista”110

.

A esos procesos de expansión agraria se sumaban los “pueblos

gemelos” de la costa mediterránea, donde los pueblos costeros

empobrecidos, improductivos o sobrepoblados avanzaban hacia

espacios circunvecinos, fundándose allí poblaciones similares en

diseño y funciones a las ciudades matrices o los pueblos

promovidos, financiados y gestionados por elites empresariales

para sus proyectos agroindustriales, pesqueros, manufactureros,

etc.111

Tendencias de poblamiento y urbanización consideradas como

necesarias de replicar en los reinos americanos por criollos

ilustrados como Pedro Fermín de Vargas, quien después de

servir como corregidor de indios y miembro de la Expedición

Botánica, pensaba sobre la vida productiva y en policía que:

…la facilidad con que se contienen las gentes de las

tierras cálidas del virreinato las hace del todo indolentes

y perezosas” “…se entregan en una ociosidad sin

límites” “…Entre estas gentes no hay, pues, principio

alguno moral, ni físico, que les haga impresión sobre el

miserable estado en que viven. Bajo de esta idea

cualquiera conoce el poco escrúpulo que hará en estas

gentes el mantenerse de lo ajeno, a ninguna fe que

110

Ibíd. P. 301 – 307, 312 - 313 111

Ibíd. P. 311, 313 - 314

Page 164: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

163

observaran en sus pactos y la poca utilidad que sacan la

colonia y la metrópoli de estos vasallos112

.

El gobierno debía apremiar los vasallos indolentes para

que ganasen su sustento. Los de las tierras cálidas,

prefieren a una vida laboriosa y activa, la desnudes y

miseria, con que además de corromperse las costumbres

se llenan de enfermedades que les hacen inútiles, a la

religión, al Rey y a la patria. Es una especie de gente

salvaje, que vive entre los bosques sin conocimiento de

los derechos de la sociedad113

.

Liberar la economía de trabas proteccionistas y los costosos

derechos reales para que los vasallos se abasteciesen y se

animaran a producir, podía garantizar su permanencia en los

centros urbanos al no tener que asistir personalmente en las

estancias trabajando para su sustento: “Entonces el comercio se

facilitaría, crecería la población con la riqueza de las familias, y

éstas, aseguradas de la saca y despacho de sus frutos, se

entregarían ansiosas a la agricultura, minas, comercio y todo lo

demás que ocupa a las gentes con provecho suyo y de la

Monarquía”114

.

Las parroquias “modernas” como reflejo de las “gloriosas

empresas de sus gobiernos” y con una economía liberada

estaban llamadas a que en sus territorios circularan “más de dos

o tres arrobas de oro que hoy yacen en vueltas en las arenas de

112

VARGAS, Pedro Fermín de. Pensamientos políticos, Siglos XVII y

XVIII. Bogotá: Procultura, 1986. P. 25 - 26 113

Ibíd. P. 63 - 64 114

Ibíd. P. 50

Page 165: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

164

los ríos. De solo la provincia de Girón me han asegurado se

habrá dejado de sacar más de una arroba”115

.

Ese modo ideal de producción y convivencia se podía asemejar

al norteamericano promovido por B. Franklin, porque:

“aumentando el comercio con esta libertad, era consiguiente el

aumento de nuestra agricultura, y a este respecto el de la

población de Reino, que crece siempre en razón de las ganancias

que hallan los vasallos en el aprovechamiento de sus tierras”116

.

Esas ganancias conllevaron a la explotación diversificada y a la

tenencia de la propiedad por sucesiones o minifundios al

fragmentarse los globos formados por haciendas y estancias,

como se podía comprobar en las provincias de Vélez, Socorro,

San Gil y Girón. Desde las experiencias de Vargas era evidente

que en esas provincias:

…todavía no se ha dado lugar a las grandes haciendas, se

ve mayor número de gentes que en las demás partes del

Reino, y es porque repartidos sus habitantes en pequeñas

heredades, cuya propiedad les pertenece, las cultivan con

el mayor interés, y tienen suficientes con ellas para

mantener sus familias. Viven aquellas gentes como los

primeros romanos y como ellos aumentan

progresivamente su población117

.

Sin embargo, para garantizar la productividad y

democratización de las tierras se requería que los nuevos

espacios parroquiales no limitaran las actividades

socioeconómicas de los empresarios agroindustriales

115

Ibíd. P. 94 116

Ibíd. P. 136 (“Memoria sobre la población del Reino”) 117

Ibíd. P. 138

Page 166: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

165

anteponiendo los ciclos de días sacros y de guarda a los ciclos

productivos propios de los monocultivos. Se requería un nuevo

orden sociocultural donde los intereses y derechos materiales se

antepusieran a los deberes y las tradiciones espirituales:

No son más embarazosas a la población los demasiados

días de fiesta. Como la mayor parte de nuestros

labradores viven desparramados en los campos, y

distantes de los lugares, el día de fiesta, aunque no sea

más que oír misa, lo pierden todo, si han de cumplir con

él precepto. En ida y vuelta al lugar gastan lo mejor,

que es la mañana. Este inconveniente es mucho más

grande en aquellos pueblos de mucha extensión en que

tiene el párroco que esperar más largo tiempo para decir

la misa.

El remedio que esto tiene bien se deja entender, que es

reducir los citados días a menor número, o arreglar la

población al modo de Europa, Pero esto último en las

circunstancias de hoy es de mayor inconveniente para la

agricultura, porque ahora el labrador vive en medio de

sus sembrados, y cuida de ellos día y noche en vez de

que retirado al lugar dejaba expuesto su heredad a los

tiros de los ladrones118

.

La nueva fe en el progreso y la razón debían mejorar

económica, social y religiosamente cada nuevo territorio

poblacional, así como liberarían de la tiranía, los monopolios y

las manipulaciones ideológicas a los vasallos de un imperio en

decadencia.

118

Ibíd. P. 149 (negrita agregada)

Page 167: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

166

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Page 170: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

169

2. EMPRESARIOS ENCOMENDEROS

PRÁCTICAS PRODUCTIVAS Y TECNOLÓGICAS DE LOS

MINEROS EN LOS ANDES NORORIENTALES119

Los indígenas precolombinos de lengua chibcha que habitaban

la mayor parte de las tierras altas, medias y bajas de la cordillera

andina nororiental de la actual República de Colombia a

mediados del siglo XVIII ya no existían productiva ni

demográficamente.

Las razones para su gradual desaparición fueron el sistemático

exterminio psicofísico que había representado la invasión

europea y la explotación tributaria de sus territorios colonizados

desde el siglo XVI, la sustitución o sincretismo sistemático de la

cultura del vencedor como parte de la del vencido, la

inmunodeficiencia a las enfermedades europeas y africanas

portadas y expandidas por encomenderos, funcionarios,

misioneros y finalmente los esclavos antillanos y africanos.

Recientemente se ha promovido un revisionismo historiográfico,

según el cual, los misioneros y curas párrocos del nororiente

119

Ensayo doctoral inédito titulado: “Sociogenesis indigenous production

practices and technology in the Andes northeast in New Granade” (USA:

AIU, 2011. Course: Comparative History of Latin America and Colombia I).

El texto presentado es uno de los capítulos inéditos de la tesis doctoral

publicada como: PÉREZ PINZÓN, Luis Rubén. Revoluciones tecno-

educativas de los europeos ‘civilizadores’. Ciencias útiles, educación

técnica e Ingeniería Industrial en América Latina, siglos XVIII al XX. El

caso de la Universidad Industrial de Santander (Colombia).

Bucaramanga: Ediciones UIS, 2014.

Page 171: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

170

andino aseguraban desde mediados del siglo XVI que los

indígenas tributantes se habían hecho mestizos de hecho o en

derecho para evadir las obligaciones laborales, territoriales y

socioculturales exigidas por el Estado hispánico, y así, gozar de

la condición socio-jurídica de “libres” (Pérez, 2006).

El ser “libres”, les permitía realizar las mismas actividades

productivas aprendidas al interior de los resguardos en las

estancias y haciendas de los blancos y mestizos acaudalados a

cambio de un salario regular que podían invertir en los bienes,

servicios, gastos o vicios que eran acostumbrados. Con lo cual,

el recurso humano de los resguardos, base de la prosperidad y

del pago colectivo de los tributos reales gradualmente fue

reduciéndose hasta llegar las autoridades reales a declarar la

extinción de esos territorios protegidos, el remate de las tierras a

los mestizos o blancos que tiempo atrás las arrendaban

legalmente o las ocupaban ilegalmente. Se promovió el

desplazamiento y reubicación de los pocos indígenas que

defendían sus atributos legales, sociales y culturales a los

resguardos y pueblos de indios donde debían convivir con otras

etnias, prácticas y cosmovisiones.

Con la “liberación” sistemática de la mano de obra de los

indígenas desde mediados del siglo XVIII los principales

beneficiados fueron los empresarios agropecuarios y mineros

quienes pudieron incrementar el número de jornaleros, peones y

arrendatarios bajo su autoridad y dominio. Repitiéndose esa

misma dinámica a mediados del siglo XIX con la liberación y

manumisión de la mano de obra esclava que reactivó la

producción de monocultivos de exportación, así como a

mediados del siglo XX se dio la migración de los campesinos

sometidos al “cacicazgo” de los hacendados hacia las cabeceras

urbanas presionados por la “violencia bipartidista” (guerra civil

Page 172: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

171

no declarada y de largo alcance), la promesa de servicios

públicos y la demanda de mano de obra; todo lo cual contribuyó

a la consolidación de un proletariado obrero acorde con el

desarrollo industrial del país y las políticas de

autoabastecimiento durante los períodos de entreguerras

mundiales (primera, segunda y “fría”).

Acorde con esos procesos de transformación educativa y

especialización tecnológica de la mano de obra, con éste ensayo

se pretende demostrar ¿cómo el régimen señorial español

contribuyó a redimensionar y dar continuidad a las prácticas

socio-productivas y tributarias prehispánicas durante los siglos

XVI y XVII?, y consigo, ¿cuáles fueron los aportes científicos,

técnicos y tecnológicos de los españoles a la producción

jerárquica y especializada de bienes y servicios que había

caracterizado a los indígenas de los andes nororientales

neogranadinos?

Un argumento de partida para responder esos interrogantes se

sustenta en el principio señorial español denunciado por

misioneros y funcionarios hispánicos seguidores de la defensa

lascasiana de los indígenas, según el cual, los exploradores,

conquistadores y colonizadores europeos (españoles,

portugueses y alemanes) del Nuevo Reino de Granada al apelar

a la solución de sus necesidades sociales y económicas por la

vía de las armas renunciaron a los trabajos mecánicos que

habían realizado tradicionalmente en sus provincias y reinos

obligando como señores de las nuevas provincias conquistadas y

los nuevos reinos fundados a que los habitantes de las mismas

les garantizasen sustento físico, tributo económico y

mejoramiento sociopolítico al ser premiados, reconocidos o

concedidos a cambio de sus contribuciones tributarias

Page 173: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

172

renombrados títulos nobiliarios y cargos propios de hidalgos por

parte de la corona española.

Esos procesos de renuncia, rechazo y olvido de la condición de

pobreza, vasallaje, trabajo mecánico y villanía en la que vivían

agricultores, artesanos y letrados españoles al someter y obligar

por las armas a los indígenas americanos a aceptar su dominio

material, económico y espiritual con el ánimo de lograr ser en

América lo que jamás podrían llegar a recibir o alcanzar en

Europa es analizado por el cronista franciscano Fray Pedro

Simón.

Cronista que a inicios del siglo XVII hizo la caracterización del

ser español que conquistó y continuaba fundando y colonizando

los andes andinos neogranadinos. Embobados por las

narraciones y promesas de los aventureros que regresaban a

España, la esperanza de obtener mayores riquezas y condiciones

en pocos años que las obtenidas durante toda una vida servil de

trabajo hacía que, sin excepción:

…toda suerte de hombres, enanos y gigantes, bracos y

cobardes, humildes y soberbios, y en toda sangre villana

e hidalga prende el veneno de esta yerba; porque como

sea natural al hombre desear el descanso aun en esta

vida y esté librado (según el parecer del mundo) en

tener haciendas y riquezas, naturalmente al hombre le

mueven aquellos objetos de donde las puede sacar, y más

aquellos objetos de donde las puede sacar, y más

aquellos de donde más y mejores se le representan, como

son las que ponen delante estos platicantes, los cuales

levantando de punto lo de por acá, haciendo la nada algo,

y lo que es algo mucho, y lo mucho muchísimo, arrancan

de cuajo, ya barren de los reinos de España y otras partes

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173

a millones los hombres de todas suertes: hacen que deje

el labrador su mancera ó esteva, a sus abarcas y

antiparas acude, los bueyes, yugos y coyundas,

pareciéndole ya todo esto bajeza; no obstante por la

sangre que heredó de sus padres, no pide otras más altas

ocupaciones, porque piensa topar todo esto en oro fino y

salir de los inmensos trabajos de la labor; no consigue

menores esperanza el oficial pobre, que después de

haber reventado todo el día en su oficio, se halla con dos

reales a la noche de ganancia en su casa, y no se

alimenta menos la hidalga y noble sangre, puesto que

de suyo ella lo está, porque si vive con pobreza por no

haberle seguido dichosa suerte y próspera ventura, ó

porque no heredó de sus padres más que la sangre noble,

ya le parece ha de hacer linaje de nuevo y avivar los

colores al escudo de sus armas, añadiéndoles nuevos

blasones, y que éstos han de ser barras de oro, en

competencia de las de los Reyes de Aragón y otros mil

devaneos con que se lisonjean al son de las palabras del

charlatán (Simón, 1891, p. 25).

La promesa de riqueza, nobleza y poder fáciles se desvanecían

al tener que enfrentar los europeos más pobres, incultos,

ignorantes y villanos las adversidades del medio ambiente, las

dificultades técnicas y tecnológicas para extraer los tesoros

metálicos al ya no existir la posibilidad de hurtarlos de los

ranchos y tumbas, y en especial, la creciente escasez de los

anhelados súbditos y vasallos tributantes al ser confiados sólo a

los capitanes fundadores y a los nobles de nacimiento que

pagaban por ese beneficio o se les recompensaba por sus

servicios con esas mercedes. De allí que para materializar sus

sueños debían arriesgarse a perder la vida en nuevas campañas

de conquista y fundación de ciudades entre los bárbaros y

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174

belicosos caribes, o por el contrario, empezar a vivir en América

los mismos infortunios que vivían como trabajadores pobres y

excluidos en Europa.

Ese desengaño de los europeos pobres con las promesas

“doradas” que les darían las tierras y gentes de América a

finales del siglo XVI e inicios del XVII fue resumido por Fray

Pedro Simón al expresar lo siguiente:

…poniendo el primer pie se comienza a deshacer el

encanto, y cargando la melancolía no se alcanza un

suspiro a oro, vese sin casa propia, a mesas ajenas, que

las calles de las ciudades no están empedradas de oro y

las paredes no son de plata como allá lo imaginaba;

represéntase tras esto la quietud de su casa y cama que

dejaron en sus tierras; el labrador ya tomara lo que

allá despreció; el hidalgo echa menos lo que allá

tenía, y así todos conocen, aunque tarde, su engaño y

que lo fue no considerar e informarse de lo que por acá,

que si no trabaja mucho no se come nada, si no se vela

no se duerme, si no se llora no se ríe, si no se cansa no se

descansa, y si no se suda no se posee nada, y que todo lo

de acá tiene dueño: las tierras son de los indios por

derecho natural y divino, y que para haberlas de labrar se

los han de sacar de su posesión, y que todo esto no se

hace sin notables cuidados, y que al que los tiene, y

muchas veces aún el que los tiene, sucede que después

de muchos años de Indias, se estaban con mayor miseria

que la que tenían en sus tierras, que si estas

consideraciones hicieran a tiempo no les llegara tan tarde

y tan a su costa el desengaño (Simón, 1891, p. 26).

Page 176: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

175

2.1 OFICIOS HEREDADOS Y DISTINCIONES DE CLASE

Desde antes de la llegada de los europeos y sus políticas de

salvación evangelizadora en misiones, proteccionismo étnico-

cultural en pueblos y resguardos, regulación político-económica

con sujeción a encomiendas y pago de tributos, e incluso,

aseguramiento de los bienes y servicios demandados por los

blancos al requerirse la especialización productiva en alimentos,

artesanías, vestimentas, transportes, servicios públicos, etc., los

indígenas contaban con un sistema milenario de formación para

el trabajo práctico y el uso de los conocimientos familiares o

comunales para la realización de actividades particulares,

grupales o colectivas que no solo fueron preservadas y

protegidas por el Estado español al mezclar el señorío feudal

europeo con el vasallaje cacical americano.

Esas prácticas fueron fundamentales para garantizar la

continuidad del orden existencial de las comunidades indígenas,

el abastecimiento de los centros urbanos europeos, la

producción en las periferias provinciales a los centros urbanos, y especialmente, el incremento y diversificación de la producción

minera, agropecuaria, pecuaria y artesanal de fibras que no sólo

garantizaba la existencia de mercados locales o regionales pues

era posible realizar exportaciones interprovinciales, y consigo,

obtener los tributos necesarios para garantizar el sostenimiento

de la familia real, los nobles, los funcionarios reales, los

encomenderos, los curas doctrineros y demás miembros de la

burocracia.

Poco o nada se supone que aprendieron los indígenas de los

españoles en cuanto a técnicas y prácticas agrícolas o mineras si

se considera que en trescientos años las innovaciones y cambios

fueron mínimos de acuerdo a los ilustrados americanos del siglo

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176

XVIII que promovieron la insurrección emancipadora de 1810.

Sin embargo, es indiscutible que innovaciones tecnológicas

transferidas por los europeos como el uso de herramientas

metálicas, la utilización de sustancias químicas especializadas

(por ejemplo el mercurio para amalgamar los metales), y

especialmente, el uso de la fuerza animal de vacunos y equinos

importados para las labores agrícolas inevitablemente

contribuyeron a incrementar la producción y reducir los

esfuerzos cotidianos para conseguir un mismo fin.

No obstante, esa transferencia tecnológica fue gradual y limitada

al ser costosos o escasos los objetos o bienes que la componían,

lo cual hace necesario reconocer cuáles eran las prácticas

tecnológicas aprendidas y preservadas por los indígenas para

asegurar e incrementar la producción, así como identificar

cuáles fueron los recursos humanos o los factores

socioculturales que promovían y propiciaban esos aprendizajes a

falta de centros de educación o adiestramiento laboral como los

que tardíamente llegaron a fundar y financiar las autoridades

españolas.

Ejemplo de esas limitaciones tecnológicas fueron los rústicos

medios para comunicarse los europeos entre sí como para poder

instruir a los indígenas que gradualmente fueron dominados ante

la ausencia de papel y tintas para las comunicaciones escritas, de

allí que se vieran obligados a escribir sobre pergamino hecho de

“… cuero de venado, que era el papel que entonces se usaba, y

la tinta era hecha del betún que llaman bija, que era colorada”

(Aguado, 1956, parte 1), a lo cual se sumó el trabajo de los

cronistas de indias por recopilar la historia oral de las

experiencias, relatos, anécdotas y documentos de los

conquistadores y primeros colonos al componer las historias

Page 178: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

177

sobre la conquista del Nuevo Reino de Granada al no ser

conservados archivos ni registros al respecto.

Los indígenas del nororiente andino durante un milenio en la

región habían sido gobernados por un régimen de caciques

territoriales (o provinciales) que gradualmente fueron

subyugados por vínculos sanguíneos, regímenes matrilineales y

guerras internas a caciques mayores que a través de un régimen

federal de relaciones preservaba el orden tributario y la sumisión

sociocultural al reino que cada uno de ellos dominaba. Sin

embargo, a la llegada de los españoles se comprobó que los

caciques mayores del altiplano andino asociados con la étnica

muisca estaban enfrentados en una guerra a través de la cual se

pretendía unificar los cacicazgos en un único régimen estatal

expansionista e imperial semejante al que ya habían alcanzado a

desarrollar y consolidar incas y aztecas.

Y al igual que las facciones rivales en esos estados imperiales

exitosos de la América prehispánica, los caciques mayores

pretendieron encontrar en la tecnología militar europea el aliado

contundente para derrotar y dominar al adversario más cercano,

para lo cual, estrecharon alianzas que facilitaron el ingreso y

control de la mayor parte de los territorios andinos por los

exploradores y conquistadores hispánicos. Invasión consentida

que permitió a los “dioses barbudos” reconocer las debilidades y

miedos de sus aliados, con lo cual después de algunas

escaramuzas a cambio de crecidos botines en abastos y metales

preciosos dieron por terminadas las luchas y guerras entre los

soberanos indígenas al obligarlos por las vías de hecho y el

derecho, a través de la cruz como de la espada, a jurar

obediencia y sumisión únicamente a los reyes castellanos y su

descendencia. Quienes se resistieron fueron perseguidos,

asesinados, aperreados, presionados a suicidarse, o en el mejor

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178

de los casos a ser perdonadas sus vidas al pasar a ser

comercializados y explotados como esclavos en nombre de la

“justa causa” de la guerra denunciada por defensores de los

indígenas como el dominico predicador Fray Bartolomé de las

Casas.

La existencia del régimen cacical aseguraba a cada comunidad

el reconocimiento individual y familiar de jerarquías

sociopolíticas verticales acordes con la condición natal, así

como un régimen tributario y de redistribución de la producción

especializada entre productores, protectores (militares y

religiosos) de la producción y administradores de la producción

de carácter horizontal. De tal manera, cada individuo al nacer

hacía parte de un grupo familiar que tenía una condición

sociopolítica o productiva heredada e inmodificable que le

condicionaba a asumir su tarea existencial individual para

garantizar la existencia colectiva.

El oficio o trabajo de los padres eran heredados y aprendidos

por los hijos ya fuesen como agricultores, cazadores, mineros,

transportadores, comerciantes, alfareros, orfebres, textileros,

etc., mientras que los hijos de las clases y estamentos superiores

estaban condicionados según sus linajes y mayorazgos a

desempeñarse como caciques, nobles, gobernantes, sacerdotes,

guerreros, recolectores de tributos, administradores de tributos,

etc. (Langebaek, 1992).

Esas semejanzas con el sistema señorial y de vasallaje

monárquico español permitieron una rápida y pacífica mezcla de

ambos regímenes al ser reconocidos los señores indígenas como

vasallos e hidalgos con el título de “don” por parte la corona

española, con lo cual, sus vasallos y dependientes pasaban a su

vez a ser parte del vasallaje español que debía ser administrado

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179

por medio de un régimen de encomienda que pretendía a través

de un cristiano europeo en su condición de “encomendero”

salvar las almas, disciplinar los cuerpos y hacer productivos los

esfuerzos para beneficio propio de sus encomendados. Así se

preservaba la continuidad de cada comunidad étnica como

nuevos cristianos, se aseguraba el sostenimiento fiscal de los

señores llegados de ultramar, así como el sostenimiento de las

altezas reales y nobiliarias europeas a quienes los nuevos

señores debían lealtad y sumisión tributaria al otro lado del mar

(Wiesner, 1996).

Sin embargo, la estructura tributaria de los españoles al ser de

carácter acumulativa y basada en el lucro personal al ser tan

jerárquica como la sociocultural alteró y eliminó el régimen

horizontal que habían desarrollado de manera cooperativa y

redistributiva los indígenas al darse una relación mutualista

entre los productores de bienes y servicios que pagaban tributo

en especies o servicios a los protectores y administradores de

sus provincias a cambio de obtener seguridad militar, protección

divina y mejoras en los bienes y servicios públicos. Con lo cual,

la única tarea que debía preocupar a las clases superiores era

garantizar la tranquilidad y prosperidad esperada por las

inferiores.

Ejemplo de la continuidad tributaria del régimen prehispánico al

hispánico y las consecuencias ecológicas y ambientales de la

creciente demanda de bienes y servicios por los señores

encomenderos se puede reconocer en la siguiente descripción

etnográfica del extinto resguardo muisca de Cota: “La

vegetación original ha desaparecido casi por completo debido al

uso intensivo desde épocas coloniales. En 1555 los indígenas

tributaban cuatro cargas de leña diarias a su encomendero y

hasta hace 40 años del presente siglo, se usaba en forma

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180

generalizada el sistema de tala y recolección con destino a la

fabricación de “carbón de palo” (carbón vegetal) para su venta

en Bogotá, hoy todavía se continúa con esta práctica para el

consumo doméstico” (Wiesner, 1996).

Un ejemplo de cómo los indígenas andinos, antes y después de

la llegada de los conquistadores y colonizadores europeos,

continuaron realizando las actividades productivas básicas que

habían aprendido y que había caracterizado a cada clan, pueblo

o familia étnica. Los productores heredaron los oficios,

herramientas y técnicas de sus padres, los protectores

espirituales dejaron sus templos sagrados de formación y

pasaron a hacer parte de los seminarios católicos. Los guerreros

fueron adscritos a las milicias provinciales, así como los

procuradores representados por los caciques, capitanes

territoriales y sus familiares pasaron a procurar la conservación

del orden provincial y la administración del gobierno de los

cabildos de los nuevos pueblos de indígenas como alcaldes,

regidores y alcaldes de barrio al buscar los españoles que la

“república de los blancos” fuese imitada e interiorizada por la

“república de los indios”. Para lo cual, los descendientes de los

caciques fueron educados y tratados como gentes nobles.

De allí que sólo pueda considerarse que el indígena perdió

realmente su condición sociocultural primigenia y su identidad

como indoamericano hasta el momento en que fue obligado a

olvidar y renegar de su lengua materna. Proceso que se dio en

1770 al prohibirse el uso de las lenguas y dialectos étnicos

“mediante una Cédula Real por razones económicas, culturales

y políticas en favor del español, que desde entonces se impuso

como lengua general” (Wiesner, 1996). Con lo cual, no sólo se

debía actuar, confesar y tributar como hispano pues también era

necesario ilustrar a los pueblos con una lengua nacional acorde

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181

con el orden estatal borbónico vigente. Una decisión imperial

que aceleró la variación demográfica de “libres” (o sin casta)

frente al número de blancos e indios, y consigo, la

fragmentación progresiva de la autoridad y respeto a los

regímenes de poder hispánico de carácter municipal, provincial

o virreinal.

Antes y después de la llegada de los españoles, los indígenas del

nororiente andino estuvieron condicionados a planear sus

existencias de acuerdo con el orden social, político y económico

con el que habían nacido, con lo cual su sujeción no sólo era

para con la tierra donde se nacía o crecía, ya que al hacer parte

de esa tierra a su vez se debía aceptar y reconocer el vasallaje a

un señor dominante, ya fuese llamado cacique, encomendero o

hacendado, quienes definían la cantidad y calidad de tierra o

recursos a los que tendría derecho cada familia para ser

socialmente productiva y económicamente tributante.

Valga aclarar la definición de dos conceptos esenciales en la

condición existencial de los indígenas como vasallos de un

cacique mayor, y luego de un rey español, como son

encomienda y encomendero:

La “encomienda” consistía en dar un grupo de indígenas,

generalmente un “pueblo” o “cacicazgo”, “con sus

tierras, estancias y labranzas” a un español meritorio

[denominado encomendero]. Los indios debían pagar

temporalmente como grupo primero y más tarde per

capita, un tributo fijado por la Corona, cedido en derecho

de usufructo como propietaria universal de todo lo

descubierto (bienes, tierras e indios), con obligación para

el beneficiario, entre otros deberes, de transferir la quinta

parte de lo recaudado a la Corona, ocuparse del

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182

adoctrinamiento de los indios y enseñarles a vivir en

“policía”. El sistema fue introducido entre los Muiscas

por primera vez en 1539 por el conquistador Gonzalo

Jiménez de Quesada en favor de los miembros

sobrevivientes de su expedición. Al finalizar el siglo

entró en decadencia y el primer decreto general de

extinción se expidió en 1718, pero se conservó hasta

finales del siglo XVIII en medio de una legislación que

lo sometió a múltiples vicisitudes y de una lucha que lo

orientó a la hacienda colonial (Wiesner, 1996).

La carga de trabajo individual delegado para el cumplimiento de

las cargas físicas o materiales de tributo a los “señores” nativos

y de ultramar, se sumaban las acciones necesarias para la

subsistencia familiar cotidiana, suntuaria y postmortem de sus

consanguíneos, así como la carga de trabajo colectivo o

comunal dispuesto a cada individuo o familia por sus

autoridades al ser condicionados a realizar tareas productivas en

las tierras “comunes” de usufructo exclusivo del cacique o el

shamán (y más tarde del encomendero o el cura doctrinero) por

medio del “concierto o mita”. Todo con el fin de aprovisionar

con recursos de la caza, pesca, agricultura, ganadería, minería,

obras públicas, mejoras rituales y abastecimientos domésticos

los espacios habitados por los protectores y procuradores

comunales.

De tal manera, el régimen de señoríos feudales de los españoles

fue rápida y fácilmente adaptado al régimen de mita y trabajo

comunal de los caciques indoamericanos al existir la obligación

de pagar los vasallos a su señor una contribución personal y

colectiva por su protección, dominio y coexistencia en un

territorio u oficio encomendado de generación en generación.

Incluso coincidían en los tiempos semestrales de cosecha para el

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183

pago de esos tributos al ser entregados por los indígenas durante

las celebraciones astronómicas de los solsticios de invierno y

verano, fechas que a su vez eran asociadas por los hispano-

cristianos con las fiestas sacras de los apóstoles Pedro, Pablo y

Juan (junio), así como con las fiestas de navidad y año nuevo

(diciembre).

Si bien para los indígenas esos pagos eran cargas insoportables,

los españoles las asumían como las contribuciones retributivas

que antes hacían a los señores indígenas a los que estuvieron

sometidos pues “…la tasa y moderación de la tributación tenía

el carácter de una “prestación obligatoria” para la supervivencia

y sostenimiento de las instituciones sociales de los colonos

españoles: encomenderos, doctrineros, corregidores, fiscales de

la Corona, etc.” (Wiesner, 1996).

Ejemplo de lo que implicaba producir de manera individual,

familiar y colectivamente para el sostenimiento individual o

familiar, y paralelamente para pagar el tributo a los señores a

quienes estaban sometidos como vasallos, son los registros en

los cuales se describe en qué consistía el pago de tributo al señor

encomendero en proporción a lo que acostumbraban entregar u

ofrecer al capitán o cacique a quienes estaban sometidos.

En 1555, los indios de Cota pagaron como tributo a su señor

encomendero por protegerlos físicamente y formarlos político-

económicamente como buenos cristianos y vasallos españoles

las siguientes contribuciones: 400 mantas “buenas” elaboradas

por los indios tejedores de su comunidad, de las cuales 100

estaban hechas en algodón; Los indios agricultores cultivaron y

cosecharon 23 fanegadas con turmas o papas (3), trigo (8),

cebada (4) y maíz (8); así como debieron disponer de 10 indios

para que sirvieran como pastores (2), gañanes o trabajadores con

Page 185: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

184

bueyes y mulas (2) y “ordinarios” para hacer mandados, oficios

domésticos, etc. (6); indios concertados o mitayos seleccionados

por medio de sorteo para ser enviados a la producción de las

minas o a la prestación de su mano de obra en una “industria”

lejana a su resguardo; así como los demás indios sin tareas

especializadas definidas o “chusma” (mujeres, ancianos, y

niños no tributarios) debían aprovisionar a su señor con madera

(124 estantes, vigas y varas), leña para la combustión doméstica

(4 cargas diarias), hierba para los ganados (4 cargas diarias de

0,75 varas de ancho el atado) y carne representada en al menos

dos venados mensuales (AGN, 1555).

Sumándose a esa carga de trabajo adicional para cada día, mes y

año el tributo que muchos indígenas continuaron pagando

ritualmente a sus antiguos capitanes y caciques investidos como

alcaldes y regidores de los cabildos de los pueblos de indios, así

como el tributo que medio siglo después de ser encomendados

debieron empezar a pagar oportunamente al cura doctrinero

asignado a cada nuevo resguardo al ser designado como

protector espiritual y el formador socio-cultural de esa

comunidad de vasallos reales congregada y repartida en un

pueblo con cárcel y templo a modo de compensación y

retribución por las gracias divinas por medio de la entrega de un

diezmo de la producción anual del resguardo.

En el caso del resguardo de Cota, el pago del diezmo

correspondía a 48 fanegadas de maíz (4 mensuales), 480 aves

engordadas en corral representadas por 5 machos y 5 hembras

semanales durante once meses; durante cada uno de los 40 días

de cuaresma una ración de peces diarios y una docena de

huevos; así como se debía garantizar la bebida de la casa cural

al aprovisionarse cada día con una cantara llena de chicha de

maíz, a lo cual se sumaba el aprovisionamiento doméstico con

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185

leña, hierba e indias para las labores domésticas de preparación

de alimentos, limpieza y saneamiento (AGN, 1555). Sumándose

a esos pagos e ingresos de los sacerdotes y monjes el creciente

cobro que los curas doctrineros empezaron a hacer por cada

servicio religioso de carácter sacramental que prestaban a los

indios feligreses desde antes de nacer y hasta después de la

muerte.

El constante consumo de chicha por el protector espiritual y el

moralizador cultural de los indígenas permite inferir a su vez la

aceptación legítima de esa bebida al interior de los pueblos y

resguardos indígenas al constituir en objeto de tributo de alto

estima y precio, por ser generalizado el consumo de esa bebida

embriagante desde los primeros años de vida para mitigar el

hambre y la sed por parte de la “chusma” improductiva. Bebida

tolerada por las autoridades españolas al ser la necesidad

cultural del indígena consumir esa sustancia fermentada de

manera permanente para soportar a través de los efectos de la

embriaguez las cargas físicas y espirituales de su vasallaje en la

tierras frías mientras que en las tierras cálidas y templadas se

lograba esa misma sensación de confort y resistencia al realizar

ingestas permanentes de coca y polvo de cal.

Los españoles también tenían sus propios “vicios” al ser

infaltable en su mesa el vino, el pan y las carnes para saciar la

nostalgia del tener que vivir y tal vez morir en tierras extrañas al

suelo patrio, así como buscaban en la asistencia diaria a la

eucaristía, la repetición de oraciones y la realización o

financiación de las fiestas religiosas el consuelo espiritual para

sus atribuladas almas. Sin embargo, sólo reconocían en sus

vasallos y esclavos los malignos y perniciosos efectos de vicios

como el consumo cotidiano y constante de sustancias

fermentadas que hasta la caída del régimen monárquico

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186

hispánico era la causa directa de todos los males productivos,

sociales, morales y culturales de sus colonias porque “…

fabricar chicha a los más de ellos no hay especie de mal que no

se experimente en los miserables indios (...) siendo la

embriaguez madre de ellos (...) de donde es que en tiempos que

allí no había vecinos en los resguardos de los indios tenían éstos

la debida subordinación a su cura (...) y últimamente los indios

están acomodados con bastantes bienes conforme a su enchera”

(AGN, 1780-1781, folio 5v).

En ese panorama de tareas productivas especializadas reguladas

en espacios delimitados como eran las casas de los telares, los

establos o las tierras de las huertas, los volúmenes productivos

que se debían asegurar para cumplir con la tributación temporal

o anual y la necesidad de obtener del trabajo personal, familiar,

gremial y comunal las fuentes suficientes de recursos para

cumplir con sus obligaciones y al mismo tiempo obtener el

sustento y de ser posible ganancias hizo necesario preservar el

régimen productivo preexistente. Y consigo, instruir y

condicionar a las nuevas generaciones de indígenas aptos para el

trabajo a aprender y dedicarse a las labores productivas

especializadas que requería la comunidad como agricultores,

ganaderos, artesanos o trabajadores domésticos ya que los

señores caciques como los señores encomenderos no se

formaban para el trabajo productivo. Ellos solo esperaban

usufructuar los productos del trabajo de sus vasallos sin

importar como cumplían o aprendían a cumplir con las metas

productivas que a través del tributo personal o comunal se les

imponía.

El indígena común no era instruido, dotado ni preparado para

trabajar ni tampoco recibía méritos o reconocimientos por

mejorar la cantidad o calidad de la producción para beneplácito

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187

y usufructo de sus protectores materiales como espirituales. De

allí que con la liberación, exterminio o reducción de la mano de

obra calificada de los indígenas fue inevitable la decadencia

productiva y el empobrecimiento de los resguardos, y consigo el

de las encomiendas al ser menores los tributos tasados y

pagados, con lo cual, los descendientes de los encomenderos

como las comunidades religiosas a las que pertenecían los curas

doctrineros optaron por solicitar la compra de las tierras

indígenas o reales por medio de composiciones adquiriendo la

condición de “estancieros o hacendados”. Evitando así que

fueron declaradas tierras “vacas”, así como solicitaron a partir

de 1718 el traslado y anexión de los pueblos indígenas y la

extinción de los resguardos para ser transformados en tierras

privadas y productivas para el usufructo de los peninsulares,

criollos, mestizos, libres, e incluso, de los indios “blanqueados”

a través de las nuevas estructuras tributarias del Estado Borbón.

El éxito productivo, moralizador y civilizador de los resguardos

y pueblos de indios durante los siglos XVI y XVII había sido

incuestionable. Una de las mayores consecuencias de la

reducción de los indígenas dispersos a encomienda y resguardo

fue su sedentarización y regulación urbana a través de los

pueblos de indios neogranadinos erigidos, repartidos y

regulados desde mediados del siglo XVI bajo las normas y

costumbres municipales de los españoles aunque los indígenas y

sus antiguos señores procuraron trasponer en los mismos las

tradiciones, distinciones y jerarquías prehispánicas.

Los españoles asumieron que al reducir la vida de los indígenas

esparcidos en sus provincias étnicas se podría asegurar las tareas

de evangelización, culturización, moralización urbana y

productividad colectiva a las que estaban obligados logrando así

regular y usufructuar plenamente los tributos tasados y

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188

colectados en el nombre del Estado español. Para ello, siguiendo

el orden urbano español de la producción social por sectores

delimitados redistribuyeron la residencia de los indios en barrios

especializados, los cuales debían ser inspeccionados por los

antiguos caciques y capitanes o sus descendientes, quienes a

cambio de los privilegios y reconocimientos señoriales

otorgados debían asegurar internamente la convivencia social, la

instrucción laboral, el pago tributario anual y la productividad

especializada a la que estaban acostumbrados los indígenas

mientras estuvieron sometidos a su vasallaje como señores

menores.

El “blanqueamiento” cultural de los indígenas al ser

sedentarizados en los pueblos trazados por los españoles fue

regulado por las ordenanzas para el buen gobierno de los

municipios españoles capituladas o dispuestas por las

instituciones indianas. Es decir, los indígenas se debían someter

a Dios, el Rey, la Patria y la pureza de la sangre española

representados simbólicamente por el templo parroquial o la

capilla de adoctrinamiento, la cárcel y horca pública, la casa

capitular o cabildo y las casas esquineras de dos pisos de las

familias fundadoras o hidalgas más prestantes de cada cabecera

urbana. Sin embargo, los caciques, shamanes e indígenas

asumieron el nuevo espacio urbano como el escenario para la

migración y ocultamiento de sus tradiciones culturales, sociales

y productivas preexistentes.

Ejemplo de esa adaptación y adecuación del vencido a las

normas y costumbres del vencedor es descrito de la siguiente

manera:

Aunque la traza urbana del pueblo se proyectó a la

usanza española las indicaciones sobre la distribución de

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189

los indígenas dentro de ella procuraban integrar la

estructura social que conservaban los indígenas. Con el

traslado al “pueblo” de la totalidad de la población se

mantenía la unidad del cacicazgo, su composición

interna con la distribución de sus partes o capitanías

mediante la división en barrios separados por calles, y la

jerarquía social con la asignación de solares en orden de

importancia o rango, partiendo de la plaza central. Se

mantenía así la autoridad del cacique sobre los indios y

de los capitanes sobre las partes respectivas y la plaza se

convertía en el nuevo centro del cacicazgo por analogía

con el asentamiento del cercado o casa del cacique.

Alrededor de la plaza se distribuyeron los barrios-

capitanías con los indios, que anteriormente se hallaban

dispersos, ocupando sus ranchos y bohíos con orden

proveniente del sistema de parentesco y de la relación de

residencia. La ley ordenaba que las tierras de los

resguardos se dividieran en dos clases: una dedicada al

cultivo de parcelas familiares, para el sostenimiento de

los indios y otra, compuesta por bosques, aguas y

campos comunales de explotación colectiva que aportaba

la producción agraria de las demoras.

… En los predios urbanos cada indio tenía su casa y

cocina, solar y labranza, mientras las parcelas eran más

bien sitios de trabajo. Aunque no hacían parte del

trazado del pueblo, el resguardo contaba con tierras

comunales cuya función era proporcionarle a la

comunidad recursos de agua, bosques y pastos… Cada

indio por familia disponía de 327.77 metros cuadrados,

un espacio vital urbano equivalente a un cuadrado de

18,5 metros de lado (Wiesner, 1996).

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190

El espacio urbano de los pueblos dio continuidad a las

relaciones verticales de poder como a las practicas horizontales

de cooperación productiva con fines tributarios, retributivos o de

afianzamiento de las relaciones culturales entre productores,

protectores y procuradores del orden primigenio que los

indígenas habían ya aprendido a realizar entorno a los cercados

urbanos desde los cuales los caciques y capitanes administraban

las provincias étnicas o las zonas de frontera que se les asignaba

hacer cultural y económicamente productivas.

Los trabajos especializados de la producción agrícola, pecuaria,

y especialmente la artesanal, fueron concentrados en su

instrucción como en su regulación productiva alrededor de los

espacios urbanos, mientras que los trabajos realizados por los

protectores corporales se redujeron a lo dispuesto por la

normatividad municipal española, así como los protectores

espirituales debieron integrarse, mimetizarse o generar procesos

de sincretismo religioso, ritual y ornamental al interior de los

templos de adoctrinamiento con el fin de someterse al vencedor

religioso sin abandonar de manera directa e inmediata los cultos

idolatras y paganos.

A la par de la reubicación espacial y simbólica de los caciques

en los espacios residenciales y administrativos propios de los

hidalgos españoles, los capitanes y shamanes indígenas

procuraron preservar a su vez su autoridad, prácticas y símbolos

de poder al ser nombrados los primeros como alcaldes de barrio

o partido quienes debían garantizaban el orden y la seguridad

externa e interna de los grupos socio-económicos reorganizados

espacialmente en uno de los cuarteles o extremos del orden

urbano mientras que los segundos encontraron en la veneración

monumental de imágenes, la entrega de ofrendas y la protección

ritual de espacios o días de culto para los dioses y santos de la

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191

corte celestial de los cristianos católicos el medio para ocultar e

integrar sus cultos y rituales a través de las imágenes del

santoral católico.

Una práctica de sincretismo cultural a la que también

recurrieron los brujos y ancianos traídos como negros esclavos

desde África al asociar, al igual que los indoamericanos, los

dioses y santos católicos con sus seres cosmogónicos de la

creación, la culturización, la protección y la lucha contra los

seres malignos o demoníacos.

2.2 PROTECTORES MILITARES Y ESPIRITUALES

La sedentarización urbana de los indígenas neogranadinos

acorde con el orden espacial y normativo de los municipios

castellanos se constituyó en la tercera y última etapa de

acomodamiento de las naciones americanas al orden productivo

y civilizador impuesto por el extranjero vencedor después de

haber prometido los primeros exploradores y adelantados paz y

amistad a todos los pueblos y caciques que aceptaran su

presencia a cambio de ofrendas, servicios y tributos voluntarios

para los reyes hispánicos.

Tributos que al ser exigidos de manera permanente, obligatoria

y en mayor cantidad conllevaron a la rebelión indígena, y

consigo, las guerras de conquista y pacificación que

extinguieron el orden cacical preexistente, diezmaron las

naciones más belicosas y justificaron la “justa” presencia,

reducción y colonización de las provincias ganadas en nombre

de los reyes de España.

Page 193: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

192

La derrota y subyugación de los indígenas a un nuevo orden

monárquico y señorial dio continuidad a los mecanismos de

vasallaje étnico y territorial, así como acrecentó en cantidad

como en obligatoriedad el acatamiento de las instituciones

tributarias precedentes caracterizada por la entrega temporal de

parte de las ganancias o productos obtenidos, la entrega de

ofrendas a los lugares de culto y la realización de obras o

trabajos colectivos demandados por los gobernantes. De igual

modo, transfirió la protección militar y espiritual que no

pudieron continuar prestando los capitanes y caciques indígenas

como los jeques y shamanes desde sus templos astronómicos a

través de los conquistadores - encomenderos e indígenas nobles

por medio de los cabildos municipales, así como los sacerdotes

y misioneros hispanocatólicos acorde con el patronato

eclesiástico dispuesto entre el estado español y estado pontificio

se hicieron cargo de la seguridad espiritual del nuevo mundo por

medio de templos parroquiales para los blancos y capillas de

doctrina para los indios.

Desde los primeros días de convivencia y subyugación del

indígena al español fueron establecidas las razones políticas y

los intereses económicos concretos que motivaban a los

europeos a permanecer temporal o permanentemente en las

tierras neogranadinas demostrando su superioridad militar e

institucional, apelando a las prácticas de servidumbre y vasallaje

empleadas por los castellanos contra los moros y judíos

conversos al reconquistar el dominio de la península ibérica, así

como al formalizar el dominio de las tierras descubiertas y

pacificadas al fundar ciudades como asentamientos permanentes

para la regulación de sus “feudos” representados por los

resguardos y pueblos de indios ubicados a distancias

equidistantes entre una ciudad y otra. Con lo cual, el primer y

principal interés de los europeos era recuperar con crecidas

Page 194: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

193

ganancias la inversión que habían hecho para llegar hasta esas

prósperas tierras reduciéndose sus esfuerzos al “rescate” de

objetos valiosos al interior de las casas, templos y sepulturas

indígenas, así como al cobro puntual y riguroso de los tributos

tasados.

Los primeros españoles que llegaron a las tierras andinas del

nororiente de la actual Colombia buscaban múltiples formas del

“dorado” económico que los indígenas de lengua chibcha habían

aprendido a elaborar y comercializar. La primera forma de ese

dorado fueron panes de sal encontrados en un puerto fluvial de

mercadeo a orillas del río Magdalena denominado La Tora (hoy

puerto petrolero de Barrancabermeja). De allí que al ingresar al

Nuevo Reino desde la provincia de Santa Marta, cuya población

se hallaba enferma, despoblada, empobrecida y asediada por

indios caníbales o insurrectos, los primeros tratados de paz que

pactaron los capitanes europeos con los caciques indígenas

caribes tenían como condición que a cambio del respeto a la

vida y la amistad con esos pueblos debían ser llevados a las altas

tierras andinas pues “…querían que los llevase y encaminase al

lugar y parte donde la sal que allí le mostraron se hacía”

(Aguado, 1956, parte 1) ya que asumían que una nación que

producía bienes de primera necesidad para el intercambio con

otros pueblos era una comunidad organizada con gobernantes

poderosos y fuentes de múltiples riquezas.

Durante la travesía a lo largo del valle y la cuenca del río Opón

en busca de las fuentes de la riqueza representada por la sal, los

exploradores europeos reconocieron que las gentes de las altas

montañas de la actual provincia de Vélez en el departamento de

Santander no sólo tenían riquezas vitales para los europeos

asentados en las costas pues en la primera correría que hicieron

hasta el primero pueblo de indios que encontraron no sólo se

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194

maravillaron con la abundante producción del apetecido maíz,

frutos andinos como las turmas (papas) y el vestido con mantas

de algodón de buena costura y tejido pues el capitán Céspedes

“… en un bohío que los indios tenían por templo, halló

ofrecidas a sus simulacros ciertas piedras, esmeraldas pequeñas

de poco valor, y un poco de oro fino” (Aguado, 1956, parte 1).

Ello evidenciaba que esa nación no sólo sabía extraer minerales,

tejer sus telas de vestir, cultivar la tierra, combatir a los intrusos

con su propia tecnología militar y comerciar sus excedentes

pues también extraían y acumulaban a modo de donativos

rituales las piedras y metales preciosos ambicionados por los

europeos. Sumándose a esos graduales hallazgos de riqueza,

prosperidad y capacidad productiva acordes con el orden

señorial que habían impuesto en las antillas y las costas

marítimas, las crecientes leyendas de los capitanes y caciques

menores de las zonas de frontera muisca. Según las cuales, los

reyes (o caciques mayores) de esas naciones eran tan ricos y

poderosos que sus cercados y cuerpos se embellecían con

grandes volúmenes de objetos de metal y piedras preciosas, e

incluso, algunos caciques se bañaban en oro mientras que sus

vasallos arrojaban ofrendas doradas a las lagunas que adoraban

al ser consideradas los lugares de origen de su civilización y

residencia de sus principales divinidades acuáticas.

Esas naciones no sólo eran ricas por su capacidad de producir

bienes y servicios de alto interés y valor para los europeos con

la tecnología y los conocimientos científicos que habían

desarrollado por sí mismos lo cual hacía altamente benéfica su

subyugación, vasallaje y encomienda señorial siguiendo el

modelo aprendido en las Antillas ya que acostumbraban a

acumular e intercambiar objetos elaborados con metales y

piedras preciosas lo cual contribuía a recuperar a corto plazo las

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195

inversiones que cada hueste y adelantado debió realizar,

especialmente los gastos incurridos como las ganancias

esperadas, para lo cual debían apelar al rescate militar, la

exigencia de ofrendas del vencido como el botín de guerra

hurtado o expropiado a los guerreros indígenas que fuesen

vencidos en combate bajo el principio de la “guerra justa”. De

allí que se asumiese que cada indígena como bárbaro semejante

al infiel africano “… en todo procuran imitar a los brutos

animales, ninguna cosa hacen ni cumplen por virtuosos ni

voluntarios respectos, sino forzados y constreñidos del castigo y

cuchillo que presente tienen” (Aguado, 1956, parte 1).

La capacidad guerrera de los indígenas y los recursos

tecnológicos con los que contaban para enfrentar el invencible

invasor motivaron a los soldados, funcionarios reales y

misioneros que escribieron las crónicas monumentales de esas

guerras de conquista a reconocer como parte de los principios de

las formas justas de la guerra europea el derecho de los

indígenas invadidos y vencidos a organizarse para combatir al

intruso a sabiendas que su técnica de combate y su tecnología

militar era superior, más eficiente y más experimentada.

El monje franciscano Fray Pedro de Aguado (1503 – 1590), por

ejemplo, describe situaciones en las cuales evidencia el deseo de

los indígenas por defender sus territorios, bienes y modos de

vida del intruso a la par de enaltecer el heroísmo y grandeza de

los guerreros españoles al expresar que los indígenas caribes del

río magdalena para expulsar los españoles que resguardaban sus

posiciones con barcas y bergantines les atacaron con “… más de

quinientas canoas de indios muy belicosos que con su

enherbolada flechería estaban dando batería; y si como los

capitanes le importunaban al general se hiciera, todos ellos

venían a dar en las canoas y manos de sus enemigos, donde en

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196

ninguna manera podían escapar de morir heridos de sus flechas

o ahogados en el río; y como todo aquel día el número de las

canoas de indios dichas, anduviesen disparando sus flechas

contra los españoles, sin haber de ellos ninguna victoria, venida

la noche se esparcieron y volvieron a sus puertos y casas”

(Aguado, 1956, parte 1).

Otros indígenas caribes del Opón, no necesariamente guerreros

belicosos, para defender los bienes que habían cultivado,

manufacturado o extraído de la insaciable expropiación

intimidante de los exploradores españoles, así como para liberar

a sus personas y familias del yugo de terror e intimidación

armada que empezaba a ser impuesto dieron muerte a los

españoles que habían ingresado al reino muisca por primera vez.

De allí que al llegar el General Gonzalo Jiménez de Quesada

hasta esas posiciones se “…hallaron con dos hombres menos,

que le habían muerte los indios dueños de aquellos bohíos, por

defender sus casas y quitarlas de poder de los españoles, que se

las tenían y en ellas estaban” (Aguado, 1956, parte 1).

Siendo reafirmada esa primigenia lucha del indígena por

preservar la continuidad de su mundo, cultura y modos de

producir al evitar que los españoles continuaran ampliando,

reafirmando y haciendo apto para las bestias equinas los

caminos que por generaciones habían conectado los puertos y

mercados indígenas fluviales con las zonas de producción

andina. Sin embargo, la penetración, exploración y ocupación

definitiva de los caribes – opones por los vecinos de la provincia

de Santa Marta resultó ser incontenible al llegar la hueste del

general hasta el valle donde se encontraba el Alférez que había

ingresado por primera vez a esas prósperas provincias, “al cual

hallaron herido con otros soldados, porque los indios de aquel

valle, queriéndolos echar de su tierra y casas, habían

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197

congregándose y venido con mano armada contra ellos, los

cuales peleando con ánimos varoniles, se defendieron de ellos,

mediante el favor divino, y los ahuyentaron, aunque con heridas

de algunos, como se ha dicho.

De igual manera, la penetración y dominio de los españoles

sobre las provincias muiscas occidentales fue incontenible desde

el momento en que la tecnología bélica de europeos y

americanos se enfrentaron en el valle de la Grita (o de los indios

que gritan). En la recopilación histórica de Aguado se evidencia

la superioridad de los españoles y el uso de los temores propios

de los indígenas ante los seres bestiales que los acompañaban al

relatar la primera batalla por el Nuevo Reino de Granada de la

siguiente manera:

Los naturales del valle de la Grita, y otros a ellos

comarcanos, admirados de la nueva manera de gentes

que por sus tierras tan atrevidamente se entraban,

apoderándose de sus casas y labranzas y haciendas, se

congregaron con designio de estorbarles el paso, y si

pudiesen, hacerles volver atrás, y tomando las armas en

la mano, que eran dardos pequeños de palma, tostados al

fuego, cuyas heridas suelen ser ponzoñosas, y unas

flechas largas que se tiran con ciertos amientos que los

propios naturales llaman quizque, y algunas lanzas largas

de a veinte palmos y más, y otro género de armas

llamadas macanas, que son también de palma, y les

sirven de espadas, para cuando llegan a romper y

juntarse pie a pie, las cuales son de largor de una espada

de mano y media y otras mayores, y otras menores, de

anchor de una mano y más y menos, y por los lados

delgadas y afiladas, y que con ellas suelen cortar y aun

descuartizar un indio, se vinieron muy gran cantidad de

Page 199: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

198

estos bárbaros a acometer y tentar las fuerzas a nuestros

españoles, y arremetiendo con buen ánimo, cesó su furia

al mejor tiempo, porque como los españoles, cabalgando

en sus caballos, saliesen a los indios a recibir en el

camino el ímpetu que traían, no siguiendo la opinión que

César reprobó en Pompeyo cuando en los campos de

Farsalia, estándose quedos los pompeyanos en sus

escuadrones, recibieron el ímpetu de los de César, con

que les fue hecho mayor daño, mas espantados los indios

de la ferocidad y grandeza de los caballos y hombres

armados que encima iban, que lastimados con sus lanzas,

se retiraron, y volviendo las espaldas llenas de

grandísimo temor y dejado el acometimiento que iban a

hacer, y alejándose algo de los españoles, se pusieron en

los lugares más altos, donde a manera de cerco se

estuvieron algunos días intentando rústicos modos de

acometer y guerrear, pretendiendo con sus flacas armas y

débiles ánimos, ver el cabo y ruina de los enemigos; pero

para frustrar de todo punto la bárbara determinación de

esta canalla y su rústica obstinación, no fue menester el

valor y fuerza de los soldados y capitanes, sino sola la

vista de algunos caballos que sueltos hacia sus

alojamientos vieron ir; porque como una noche algunas

yeguas que en el campo se llevaban se juntasen con los

caballos y fuesen movidos por su natural y bruto

accidente a querer tener exceso con ellas, huyendo las

yeguas de los caballos, y los caballos siguiéndolas,

fueron a meterse por los alojamientos y rancherías de los

indios, los cuales espantados de ver tan grandes

animales, creyendo que por mano de los españoles eran

enviados a que los comiesen y despedazasen,

comenzáronse a alborotar, y llenos de villano temor y

miedo, comenzaron ciegamente a huír por donde y como

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199

podían, desamparando sus alojamientos con todo lo que

en ellos tenían (Aguado, 1956, parte 1).

Siendo acometida la batalla final entre españoles e indígenas por

la penetración y el dominio del Nuevo Reino al combatir cerca

de Nemocón el ejército de Quesada contra el del “tirano”

cacique mayor de los muiscas conocido como “Bogotá”.

Cacique que no se amedrentó ante las noticias que le llegaban

sobre el avance bélico y la superioridad tecnológica de los

europeos pues en pocos días, y como parte de sus preparativos

para salir en guerra expansiva contra el cacique mayor de Tunja,

armó sus tropas y atacó la retaguardia de Quesada que al ser

defendida por su caballería diezmo a los guerreros indígenas,

obligó a su retirada a los sobrevivientes y propició la huida del

Bogotá quien había permanecido distante guiando el combate

sobre andas de nobleza cargadas en los hombros de algunos de

sus vasallos elegidos para tan magno honor.

El papel de la carga aplastante de los caballos como elemento de

terror y desestabilización en las filas enemigas durante las

batallas, las técnicas de combate de los españoles al luchar

cuerpo a cuerpo con su rival aunado a los efectos mortíferos de

las espadas, hachas, lanzas y flechas europeas hechas con puntas

metálicas afiladas a comparación de las hechas por los indígenas

con varas de madera y puntas de piedras afiladas demostraban

que los guerreros americanos, apropiados de la condición de

protectores militares de sus comunidades, habían desarrollado y

aprendido técnicas de combate tribal muy semejantes a las

africanas al sólo combatir con el lanzamiento de objetos afilados

o luchar golpeándose con objetos alargados sin llegar al

combate mortal, directo y sangriento cuerpo a cuerpo

acostumbrado por los europeos.

Page 201: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

200

Técnicas nativas menospreciadas por los cronistas y guerreros

europeos al considerar que la falta de pericia y valor de los

indígenas a combatir contra sus guerreros a caballo y a pie a

campo abierto demostraba la cobardía de esas naciones.

Ejemplos de ese desequilibrio ideológico, técnico y tecnológico

empleado por los protectores militares de los muiscas se

evidencia en la siguiente descripción de la batalla de los

españoles al mando de Quesada con el ejército amerindio

organizado por el cacique de Duitama, súbdito del cacique

mayor de Tunja:

Los indios se acercaron todo lo que pudieron al

alojamiento de los españoles, donde con tanta facilidad

fueron rebatidos cuanta aquí se dirá. Porque como un

soldado llamado Antonio Bermúdez saliese de su rancho

y toldo con su espada y rodela a ver por dó venían los

indios, fue a dar con uno de los escuadrones, al cual

luego acudieron el general con otros dos de a caballo, y

rompiendo por él, hirieron los que pudieron en la

primera arremetida; lo cual visto por los demás indios

que en este escuadrón estaban, que eran más de dos mil,

comenzaron a abrirse y esparcirse y desamparar la

ordenanza que traían; porque esta cobarde gente, en

viendo a uno de sus compañeros herido, luego les

parecía que había de ser aquella propia fortuna la suya, y

que si no se apartaban y huían serían muertos y heridos

de la propia suerte; y asimismo dieron en otro escuadrón

de otros tantos indios, el capitán Céspedes y Gómez de

Corral, y fue con la propia facilidad desbaratado; y otros

soldados acudieron al tercer escuadrón y lo

descompusieron, y en un momento se vio aquel campo

lleno de cuerpos muertos, porque como esta canalla de

bárbaros era en tanta cantidad, y venían tan juntos, por

Page 202: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

201

huir caían unos sobre otros y se impedían y estorbaban el

volver atrás, y eran alcanzados de los peones, y heridos

cruelmente, a los cuales amedrentó tanto la ferocidad y

presencia de los caballos, que demás de ser ellos

pusilánimes de su natural inclinación, les dura hasta hoy

este temor (Aguado, 1956, parte 1).

Situación semejante experimentaron los guerreros asociados con

los indígena Laches que habitaban el valle, cañón y

estribaciones montañosas del río Chicamocha (Sogamoso o

Serrano), quienes eran considerados más belicosos y briosos que

los muiscas pero fueron derrotados fácilmente al emplear las

mismas técnicas de lucha ineficaces basadas en una tecnología

lenta, pesada e inútil como era dar goles con lanzas de gran

longitud, hechas con varas de madera o tallos de la palma

llamada macana.

Al respecto narraba el cronista Aguado: “… desde que los

indios se acercaron a los españoles se detuvieron y repararon

hasta que rompiendo por ellos los de a caballo, fueron movidos

a pelear, y meneando sus toscas lanzas y macanas de palo,

procuraban hacer daño a los nuestros, pero ninguna cosa les

dañaron y ellos recibían en sus desnudos cuerpos, grandes

lanzadas de la gente de a caballo y heridas de los peones, de que

morían y caían en el suelo muchos, lo cual les hizo perder el

brío que traían y aflojar en el pelear y así recibir más daño, que

les constriñó a volver en poco tiempo las espaldas y darse a huir,

después de dejar caídos y muertos mucha parte de los que

vinieron a trabar la pelea” (Aguado, 1956, parte 1).

Repitiéndose el mismo fenómeno de ataque contundente de los

españoles y desbandada temerosa de los indígenas al sufrir las

estrategias de choque los indígenas chitareros en lo que sería la

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202

provincia de la ciudad de Pamplona. Indios que al usar la misma

técnica y estrategia con la que habían derrotado un lustro antes

al explorador alemán de Venezuela Micer Ambrosio Alfinger:

“salieron bien pertrechados de lanzas, flechas y tiraderas, fueron

con mucha facilidad desbaratados y ahuyentados de los

nuestros, porque a los primeros que vieron derribar y matar no

curaron de esperar a recibir más daño en sus personas, antes

quedaron tan atemorizados que en cuanto duró la gente de

aquesta nación y lengua ellos mismos desamparando sus casas

les pegaban fuego y las quemaban antes que los españoles

llegasen a ellas” (Aguado, 1956, parte 1).

Con la violenta derrota y muerte del fiero y tirano Bogotá, la

sumisión del cacique Tunja y la sistemática derrota de los

caciques y guerreros de las naciones del norte, Quesada y sus

capitanes no sólo lograron imponer su autoridad sobre el Nuevo

Reino que habían hallado y dominado pues cumplieron el deseo

de encontrar el lugar donde se elaboraban los panes de sal que

se comercializaban en toda esa cordillera. De allí que descansara

y sentara su campamento en Nemocón, “que es uno de los

pueblos donde la sal se hace” (Aguado, 1956, parte 1),

observando y apropiándose de la rústica tecnología de ollas de

barro llenadas con agua sal natural hervida y evaporada con leña

para condensar el mineral preciado en la alimentación de

indígenas como españoles.

Las guerras de opones, muiscas, laches y chitareros contra los

españoles demostraron a su vez que los indígenas combatieron

con la tecnología que habían desarrollado acorde con los

recursos de su entorno ambiental siendo asumida como útil,

necesaria e infalible al ser las armas y objetos de combate con

los que habían expandido sus fronteras en el altiplano andino, y

consigo, con la que habían contenido las avanzadas y ataques de

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203

las hordas caníbales de indios caribes del valle del Magdalena

medio.

La destreza de los guerreros armados con metales filosos y el

uso intimidatorio de los perros y caballos como extensiones

mortíferas de los caballeros conllevó a que el resto de la

invasión y posesión de esos dominios fuese rápida y tranquila ya

que “del valle de la Grita salió el general con su gente en buen

orden y concierto puesta, y caminó por donde la guía lo llevaba,

pasando por diversas poblaciones de naturales, que a una y a

otra parte del camino quedaban todos, sin osar tomar armas en

las manos ni resistir el paso y camino, porque como de la gente

y naturales del valle de la Grita habían tenido noticia del valor y

constancia que los nuestros habían tenido en guerrear, no

curaban de salir a probar su fortuna” (Aguado, 1956, parte 1).

Desde la perspectiva de los relatos de los cronistas, a los

españoles solo les tomó un par de años ocupar y dominar las

naciones indígenas gracias a sus estructuras sociopolíticas y el

mejoramiento de las técnicas y tecnologías concebidas para la

guerra de invasión y subyugación tributaria de naciones

vencidas mientras que a los nativos de los andes neogranadinos

les había tomado por lo menos un milenio acondicionarse al

ambiente andino y hacer posesión efectiva como productiva de

las sabanas y páramos de los andes nororientales neogranadinos.

Tiempo durante el cual su capacidad de producir con suficiencia

alimento y vestido para toda la comunidad les había motivado a

especializarse en oficios diferentes a la caza o la agricultura

cuyos mejores trabajos de orfebrería, alfarería, tejido y

ornamentación se podía reconocer en los grandes centros de

formación o residencia de las elites cacicales que habían

protegido y procurado el orden para sus provincias.

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204

Ejemplo de ello fue la llegada de la hueste samaria al pueblo

indígena de Guachetá donde los españoles reconocieron en los

templos mayores de adoración al sol escuelas de formación y

adiestramiento a cargo de shamanes y jeques encargados de la

protección espiritual y la realización de los ritos religiosos en

cada provincia, constituyéndose así en complemento de la

autoridad y el orden terrenal representado por los capitanes y

caciques menores, quienes a su vez eran formados en las zonas

de frontera en donde debían aprender a luchar y sobrevivir

enfrentando a los enemigos más temidos y sanguinarios para su

nación.

La responsabilidad de esos sacerdotes por los templos religiosos

en los que se instruía la clase sacerdotal protectora de su nación,

así como por ser los lugares donde se realizaban los sacrificios

humanos o se pagaban las rogativas comunales para alejar

males, plagas o temores colectivos era de tales proporciones que

los españoles se sorprendieron en el pueblo y templo de

adoración al sol de Sogamoso, cuyo poderoso y enriquecido

cacique se considerada descendiente del astro rey y dios, al no

hallar:

… gente ninguna sino todas las casas yermas y

despobladas; y según algunos cuentan, un indio viejo, ya

cano, de crecida barba, que fue cosa que hasta entonces

no habían hallado, dentro de un santuario o templo de los

que en aquel pueblo había, que según se presumió debía

de ser jeque o mohán de aquel templo, al cual se le

preguntó dónde estaba el señor o cacique de aquel

pueblo, y la causa de haberse ausentado con su gente; y

dio por respuesta que había tenido noticia de la prisión

de Tunja, y de la ruina y saco que en su pueblo se había

hecho, y que temiendo el mismo suceso e infortunio, se

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205

había retirado a lugares muy apartados e ignotos con su

gente y haciendas (Aguado, 1956, parte 1).

En el caso del afamado y muy buscado templo del sol de los

laches, cerca al pueblo del Cocuy, el uso ceremonial, la

ornamentación con piezas brillantes y la tecnología ritual e

instruccional empleada por los sacerdotes en su interior tenía las

mismas características de los demás templos andinos como era:

Los indios que en esta casa del Sol idolatraban y habían

ofrecido gran cantidad de oro, tuvieron noticia de cómo

los españoles iban en busca y demanda de ella, y

acudieron con presteza temiendo que diesen con ella, y

sacando el oro de petacas en que lo tenían puesto sobre

unas altas barbacoas hinchieron las petacas de muy

grandes guijarros y dejáronlas allí, con que burlaron muy

graciosamente la codicia de los españoles. El capitán

Céspedes, con las guías que tenía, atravesó la cordillera y

dio en el valle y bohío de la casa del Sol, al cual decían

llamar de este nombre porque en cierta culata alta tenían

puestos unos platos o patenas de oro que cuando el sol

les daba resplandecían y se veían de muy lejos…”

“…Hallaron en este bohío algún oro y un rastro de haber

habido en él muy gran cantidad de oro; y hallaron

muchas cuentas que entre los indios tienen valor, y unos

caracoles grandes de la mar, colgados. Dícese que en

este santuario o bohío de la casa del Sol había muy ricos

enterramientos y de mucho oro, los cuales Céspedes, por

no detenerse y ser cosa incierta, no consintió cavar…”

“…y bajando los indios a él hallaron que habían cavado

muchas sepulturas, de donde parecía que habían sacado

cantidad de oro, por lo que por allí hallaron derramado y

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206

esparcido de lo que los indios habían sacado” (Aguado,

1956, parte 1).

Valga destacar que mientras los guerreros indígenas de las

fronteras fueron derrotados por el uso de técnicas y tecnologías

bélicas de menor contundencia y resistencia que las europeas, la

derrota indígena al interior de las provincias indígenas estuvo

asociado con el desuso de las armas y técnicas de lucha

persuasiva empleadas por las autoridades religiosas quienes al

igual que los sacerdotes aztecas (descritos en las crónicas de

Motolinia) e incas (descritos en las crónicas de Gracilazo de la

Vega), se rindieron y fácilmente fueron dominados por las

instituciones religiosas europeas. Imperios que consideraron que

los conquistadores de pieles brillantes, ojos claros, vellos

dorados y cuerpos metálicos, transportados por bestias

indómitas de cuatro patas y brillantes, eran la encarnación y

retorno de los dioses creadores y civilizadores esperados por

generaciones como parte de las leyendas y profecías sobre el fin

de sus mundos.

Contrario a la idolatría pagana con la cual los sacerdotes

indígenas trataron a los europeos conllevando así a la rendición

de muchos pueblos y caciques andinos, siendo fiel a la tradición

de los monjes formados en seminarios o en conventos religiosos

de clausura españoles para actuar en América como

perseguidores de paganos y destructores de idolatrías, el cronista

fray Pedro Aguado describió los centros de formación

sacerdotal y los centros religiosos más importantes de adoración

de los muiscas de la siguiente manera:

La ceguedad e ignorancia de estas gentes era tan grande,

Y ellos estaban tan metidos en el error y pecado de la

idolatría y de adorar y respetar tanta diversidad de

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207

simulacros y dioses imaginados por ellos, y hechos por

sus propias manos, que verdaderamente quisieron

también tener por tales a los españoles, y aun

afirmativamente con obstinación, cierto tiempo creyeron

y los tuvieron en reputación de hijos del Sol, a quien

ellos tenían y adoraban por su principal dios, al cual

tenían dedicados templos en que ofrecían y hacían sus

sacrificios de humanas criaturas, oro, esmeraldas, mantas

y otras cosas. Pues de tener en la imaginación los indios,

como he dicho, que los españoles eran hijos del Sol,

vinieron a llamarlos Xua; y asimismo imaginaron que

por mandado del Sol venían estos sus hijos, a quien ellos

tenían por inmortales, a castigarlos de sus deméritos y

culpas, a los cuales hacían sacrificios como a dioses e

hijos del Sol, ofreciéndoles por los caminos y

poniéndoles en algunas partes de ellos, por vía de

sacrificio, algunas mantas y oro y esmeraldas, y junto

con esto sahumerios de moque y otros pestíferos olores,

de los cuales suelen usar en sus templos los sacerdotes o

jeques (Aguado, 1956, parte 1).

Con la derrota de los protectores guerreros de los pueblos de

frontera cada uno de los protectores espirituales representados

por los mohanes, shamanes y jeques indígenas promovieron la

rendición, la huida, la resistencia o el ocultamiento de sus fieles

en lugares remotos para evitar la pacificación y reducción de los

españoles. Sin embargo, la rendición y los pactos de paz con los

caciques herederos conllevaron a su gradual retorno y

ocultamiento entre los demás indígenas siendo reconocido el

protagonismo final de esos sacerdotes indígenas por parte de los

misioneros cristianos en sus crónicas sobre la rebelión

antitributaria de los indios muiscas y guanes de 1540, y consigo,

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208

la guerra de pacificación y exterminio que debieron realizar los

españoles contra los mismos.

Según Aguado, aprovechando el reducido número de españoles

que habían quedado en las ciudades del altiplano al dispersarse

los demás en otras expediciones de exploración y conquista

hacia los valles interandinos y las llanuras orientales, los indios

se habían rebelado contra los españoles al ser:

…inducidos por los mohanes y jeques que a manera de

sacerdotes tienen cargo del servicio de los templos y de

la veneración de los simulacros e ídolos con quien tienen

sus oráculos y pláticas, por medio de los cuales el

demonio hablaba a los jeques diciendo que la diversidad

de sus dioses estaban airados contra ellos porque

consentían permanecer y estar en la tierra a los

españoles, con cuya presencia había de venir a menos su

veneración, y que debían procurar echarlos de ella para

que su idolatría fuese adelante; y que por esta vía fueron

promovidos los caciques de los jeques a tratar una

general conspiración, que así se puede y debe decir, pues

en ella trataban de matar generalmente a todos los

españoles (Aguado, 1956, parte 1).

Al ser contenida la conspiración y obligados a confesar los

sacerdotes denunciados a través de la tortura, empleándose para

ello técnicas de confesión semejantes a las usadas para exigir a

los caciques revelar dónde habían ocultado sus tesoros o las

valiosas tumbas de sus ancestros, Hernán Pérez de Quesada

como gobernador encargado y hermano del General Gonzalo

Jiménez de Quesada comprobó que la verdadera causa de la

rebelión que habían divulgado y promovido los sacerdotes era

porque:

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209

1. “Los encomenderos empezaban a pedir a los indios de

sus encomiendas los tributos y demoras que por razón de

las encomiendas les habían de dar, y como en esta sazón

no había ninguna tasa ni moderación en elevar y pedir de

los tributos, sino que cada un encomendero pedía lo que

le parecía, y los indios y señores principales no estaban

aún hechos a este yugo y entonces lo empezaban a

recibir, quisieron ver si lo podrían echar de sí con tiempo

o antes de tiempo” (Aguado, 1956, parte 1);

2. Acabar con el yugo impuesto por los españoles al

matar y quemar cada cacique o indio principal al señor

encomendero al que habían sido encomendados para lo

cual debían esconder las armas a esos guerreros,

prometer los caciques a los indios ladinos o amigos de

los españoles “grandes remuneraciones por el secreto, y

por parte de los jeques y personas que por tratar con los

simulacros e ídolos eran tenidos en gran veneración y

temidos espiritual y temporalmente, les eran puestos

grandes temores y amenazas con el castigo de la ira de

sus dioses, los cuales serían contra ellos indignados si

descubrían el hecho de la rebelión” (Aguado, 1956, parte

1) y;

3. Porque el influyente y venerado cacique mayor de

Tunja había ordenado a sus súbditos militares como

religiosos participar en esa conspiración para exterminar

a todos los españoles como una forma de vengar la

invasión de su territorio, los robos de oro a las tumbas de

sus ancestros y la expropiación de oro y piedras que se

había hecho a sus cercados y templos, para castigarlos

por haberlo tenido prisionero y para lavar con su sangre

la muerte de los caciques menores que habían sido

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210

derrotados o ajusticiados por los españoles en los

campos de combate.

Los españoles no reaccionaron inmediatamente sino que

actuaron como si desconocieran los planes de conspiración

mientras que preparaban una emboscada de enjuiciamiento

colectivo para lo cual pidieron al cacique Tunja convocar a

todos sus caciques, nobles, guerreros y sacerdotes, en su

mayoría implicados con la conspiración, a asistir al mercado que

se hacía cada cuatro días en el centro de su poblado. Asegurados

de que todos los invitados se hallaban en el centro de

intercambio y aprovisionamiento del pueblo como de la

provincia, Pérez de Quesada:

…hizo salir los españoles armados, así a pie como a

caballo, y que le cercasen y asegurasen el mercado, de

suerte que ninguna persona saliese de él, y él propio, con

algunos de sus amigos y ministros, se metió por entre los

principales y caciques, e informándose de quién era cada

uno, empezó por el cacique y señor de Tunja, al cual por

su propia mano cortó la cabeza con un alfanje que para el

efecto traía, y lo mismo hizo a todos los demás caciques

principales que en el mercado había; donde, con la

sangre de los más culpados, castigó y amedrentó a todos

los menores, de suerte que no hubo tan presto quién

tornase a tratar de otra conspiración (Aguado, 1956,

parte 1).

Esa degollación colectiva de los nobles protectores, guerreros

como sacerdotes, de la nación muisca de Tunja se constituyó en

el ejemplo de ajusticiamiento a seguir para las demás naciones

que ese mismo año se rebelaron ante la muerte colectiva del

Tunja y sus nobles, al negarse a la subyugación y servidumbre

Page 212: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

211

cultural de sus naciones y por no estar dispuestos a pagar a

perpetuidad los tributo a sus nuevos señores. Con lo cual se

justificó y aseguró el exterminio sistemático de los guías

espirituales y los lideres guerreros de cada nación, se limitó la

influencia gubernamental de los descendientes de los caciques

amistosos y se condicionó a cada indio productivo a través de su

trabajo especializado o colectivo a asumir su perpetua condición

existencial como trabajador tributante de un Rey, un Papa y un

señor guerrero que habían vencido a sus reyes, sacerdotes y

señores primigenios.

Para ello, debían aceptar y someterse a la protección física y

material de un señor encomendero representado por uno de los

españoles conquistadores o fundadores de cada ciudad o villa,

así como debían renunciar a sus creencias paganas y reconocer

sólo un dios y señor celestial representado por un sacerdote o

misionero español al actuar como evangelizador o cura

doctrinero.

A la pacificación y subyugación militar de los indios nobles y

comunes que sobrevivieron a la represión genocida se sumó el

acatamiento por gobernadores y cabildos neogranadinos de las

leyes de indias de 1542 que promovían la conservación,

humanización y buen trato para los indios a través de los oidores

de las audiencias reales en América quienes debía nombrar

fiscales y visitadores reales de indios.

Leyes que impidieron que los encomenderos siguieran

asumiendo la encomienda de indios como nuevas formas de

esclavitud o servidumbre de vasallos apelando a maltratos y

prácticas inhumanas contra los nativos al ser considerados

gentes bárbaras y por ende animales sin alma, así como se

prohibió y reguló la tortura, la persecución y el exterminio

Page 213: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

212

sistemático de indios ya que sus excesos en años pasados había

sido de tales proporciones y barbarie que: “los que hoy son

vivos de aquel tiempo dicen que era tanta su ignorancia en esto

de matar indios, que les parecía que no sólo no se cometía en

ello pecado, pero que eran dignos de galardón por ella”

(Aguado, 1956, parte 1).

Al genocidio de los varones que actuaban como protectores y

procuradores de sus comunidades se sumó el sistemático e

incontrolado proceso de amancebamiento y adulterio de los

españoles, tanto los viejos guerreros (hidalgos) como los recién

llegados al reino (chapetones), con las mujeres indígenas de

todas las etnias y condiciones, ya fuesen sus encomendadas o

sus criadas, que conllevó a un acelerado proceso de crecimiento

de la natalidad de criollos, mestizos y bastardos de todos los

colores, y consigo, el exterminio genético y filial de las

relaciones exogámicas y matrilineales que habían acostumbrado

respetar las naciones de los andes nororientales.

Preocupado por la conducta pecaminosa, inmoral y bestial de

los europeos al promoverse la lujuria, el adulterio y el

amancebamiento entre los indios antes que por el exterminio

socio-genético de las comunidades indígenas encomendadas y la

imposibilidad de preservar la separación y distinción de razas a

través de los pueblos – resguardos de indios y los ejidos –

ciudades de blancos, el misionero franciscano Fray Pedro de

Aguado denunció ante las autoridades imperiales a través de su

crónica que:

Es tan grande la disolución que algunas partes hay entre

españoles de vivir lujuriosa y carnalmente que

verdaderamente me pone espanto y admiración; y ponen

en esta desorden y disolución tan poco remedio los

Page 214: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

213

jueces y justicias que si no son los que, como he dicho,

Dios Todopoderoso ha querido castigar para ejemplo y

enmienda nuestra, jamás he visto que sobre este caso se

haya hecho ningún castigo por la justicia, ni aun siquiera

impone terror o temor a los muchachos que nueva y

libremente crían, de los cuales pocos hay que no se

precien de tener una y dos y tres mancebas indias o

mestizas, y esto no muy cautamente, porque todos o los

más en son de criadas las tienen en sus casas sujetas a su

apetito y voluntad; y ya que las justicias son remisas en

esto y negligentes, no veo que por vía de los confesores

se remedie cosa alguna este daño, sino que cada año los

veo absueltos y confesados y recibir el santísimo

sacramento de la eucaristía, pues es cierto, y tengo para

mí que muy pocas cosas de estas ignoran los confesores,

porque en sus generales reprehensiones las publican los

predicadores, el cual vicio y disolución no pequeño daño

causa a los naturales sino muy grande y pernicioso,

porque con el común mal ejemplo que con este vicio y

otros les dan muchas personas, cuando les trataren de

que dejen la multitud de mujeres y mancebas que tienen

y que se queden con una para que naturalmente vivan,

bien claro está que responderán lo que ven, y así es tan

poco el fruto que en ellos se hace con la doctrina que se

les da a causa de este y de otros muchos ejemplos, que

los más de ellos entiendo que se están hoy en su antigua

barbarie y gentilidad sin plegarse casi nada siquiera a la

ley natural (Aguado, 1956, parte 1).

Con la guerra de pacificación de 1540 los españoles

desarrollaron y perfeccionaron a su vez nuevas tecnologías y

técnicas militares para enfrentar el uso contundente y mortal de

flechas envenenadas con “yerba” por parte de los opones,

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214

guanes y muiscas del “rincón de Vélez”, quienes al parecer

habían transferido esa tecnología de sus luchas e intercambios

comerciales con los indios caribes del valle del magdalena,

especialmente con panches y muzos. Siendo tal el ingenio

europeo que lograron identificar las características del arma, los

efectos que generaba, así como el diseño y uso de materiales

para mitigar el impacto de esas armas indígenas ya que según

Aguado en su recopilación historial:

A estos indios no los pone ni ha puesto en reputación de

belicosos los bríos que tienen, porque no son más

animosos ni de mayor vigor que los demás naturales del

Nuevo Reino, que todos son Moxcas; mas halos puesto

en esta reputación la fortaleza de los lugares en que

habitan y las armas de que usan, que son arcos y flechas

enherboladas de muy ponzoñosa yerba, que pocos

escapan con las vidas de los a quien hieren, y juntamente

con esto dieron en poner por los caminos mucha cantidad

de puyas untadas con hierba las puntas, contra los que

entran y van hacia sus pueblos. Y esta es la mayor y más

larga guerra que estos indios hacen, porque una sola

india vieja basta a dar guerra a un ejército de españoles,

porque tomando gran cantidad de estas puyas las va con

mucha presteza fijando en el suelo lo más

escondidamente que puede, poniendo siempre las puntas

contra los que van caminando, y como el número de las

puyas es tanto, no basta ningún remedio a

descomponerlas, y así se empuyan muchos españoles e

indios de los que en su servicio llevan, de los cuales,

como he dicho, escapan pocos.

Para contra estas puyas y género de guerrear que los

indios inventaron, tienen los españoles por remedio

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215

hacer unas antiparas de algodón, que son unas medias

calzas estofadas de algodón y colchadas que llevan de

grueso una mano, con sus peales de la propia suerte; y

los que van delante llevan calzadas estas antiparas y van

con ellas quebrando y descomponiendo las puyas, de

suerte que los que atrás vienen, si derechamente los

siguen pocas veces se empuyan ni lastiman; pero si se

apartan a un lado o a otro del camino por donde los de

los de las antiparas no han hollado ni pasado, fácilmente

tropiezan en las puyas y se hieren, como he dicho, sin

tener casi remedio ninguno, si no es hacer en ellos

carnicerías y anatomías (Aguado, 1956, parte 1).

Con las batallas de exploración de 1537, la guerra de conquista

contra el cacique Bogotá y sucesores en 1537, así como la

guerra final de pacificación de 1540, los españoles, los

considerados “hijos del sol”, demostraron que no comían a los

ancianos o niños ofrecidos en sacrificio para saciar su apetito y

aplacar su destructiva soberbia. Ellos avanzaron y consolidaron

los procesos de pacificación, reducción y encomienda de indios

ya que su verdadera e insaciable voracidad eran los seres

zoomorfos y antropomorfos, hechos con metales y piedras

preciosas, a falta de los mismos todos aquellos bienes u objetos

que eran comercializados en los mercados indígenas y en

ausencia de todo ello el trabajo servicial y los frutos o bienes

que pudiesen producir de manera familiar o colectiva sus

vasallos.

Mientras para los indígenas lo más importante era vivir y luchar

por el preciado maíz y el cálido algodón para poder garantizar

su supervivencia, para los españoles la supervivencia como

guerreros y seres humanos se basaba en los altos consumos y

acumulaciones de los incomestibles metales preciosos usados

Page 217: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

216

por los clases indígenas superiores como objetos de culto y

embellecimiento tan importantes como cualquier otro objeto que

reflejara la luz del sol o la luna, divinidades creadoras y

protectoras.

El desinterés de los europeos españoles por conquistar y

colonizar tierras para hacerlas productivas por su propio trabajo

y esfuerzo al imperar en su imaginario, cultura y sociedad la

insaciable necesidad de tener y acrecentar un botín de guerra

representado por valiosos objetos dorados y piedras preciosas

antes de regresar a su tierra natal. La codicia, criminalidad,

inmoralidad e indisciplina militar que generó usufructuar un

“tesoro” llegó a tales extremos que el General Jiménez de

Quesada tuvo que prohibir y ordenar bajo pena de muerte recién

iniciada la exploración y conquista andina “que ningún soldado

ni español de ninguna calidad entrase en los bohíos o casas de

los indios que estuviesen de paz, sin su licencia y

consentimiento, ni que a indio que de paz viniese se le tomase

cosa alguna de lo que trajese, aunque fuesen cosas de comer, ni

se les hiciese otras fuerzas ni agravios” (Aguado, 1956, parte 1).

Así, lograba consolidar la paz con los indios sin ofenderlos ni

maltratarlos, evitar la destrucción y profanación de las tumbas

de los nobles indígenas que estaban aderezadas con objetos de

oro dentro y fuera de las mismas, y especialmente, para

concentrar en su arca mayor el total de los rescates e

incautaciones obtenidos durante su campaña antes de ser

repartidos entre cada uno de los miembros de su hueste de

acuerdo a su condición, inversión y dedicación.

Siendo verificado el cumplimiento de esas constituciones y

ordenanzas al expresar el cronista que muchos de los tesoros

dorados de los templos religiosos fueron ocultados por los

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217

indios porque “…como el general había ahorcado a un hombre

porque recibió unas mantas que unos indios le dieron, y por sus

ordenanzas tenía vedado que no entrasen en bohíos ningunos, no

había soldado que se desmandase en cosa ninguna, ni fuese tan

escudriñador de lo que había en las casas de los indios como lo

son los de este tiempo; y por esta causa tuvieron lugar los indios

de venir de noche a los bohíos de sus sacrificios, y sacar todo el

oro que en ellos había y llevarlo a esconder a otras partes”

(Aguado, 1956, parte 1).

La relación productiva de los españoles no siempre se basó en el

hurto y la acumulación de un botín de guerra ya que se propició

una explotación minera incipiente para el beneficio del vencedor

como del vencido. La transición entre las tecnologías y técnicas

productivas de los indígenas a las de los europeos se evidenció

como tal en la exploración y ocupación española de minas al

pretender los generales y capitanes extraer un mayor número de

metales y piedras preciosas que los obtenidos regularmente por

los indígenas siguiendo sus prácticas y trabajos.

Un caso evidente de esa trasmigración de técnicas y el uso de la

tecnológica española se dio a mediados de 1537 al realizarse la

primera explotación de las minas de esmeraldas en territorio

muisca. Los indígenas tradicionalmente las habían explotado de

la siguiente manera:

Están estas minas en una cuchilla o loma de largo de

media legua, que sale de otras lomas y sierras más altas;

es la tierra de ella algo fofa y volcanosa; no las labraban

los indios estas minas todo el año, sino en tiempo de

aguas o que las aguas hubiesen acabado de pasar, porque

con sus avenidas robasen y llevasen la tierra que sobre

las minas caía, porque como estos naturales no tuviesen

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218

con qué cultivar la tierra artificios de hierro, sino

solamente los que de madera hacían para sus labores,

éstos eran tan flacos que no bastaban a desmontar ni

limpiar la tierra que en las minas caía; por eso esperaban

el remedio del agua. Hallase en estas minas dos vetas de

veneros, en que las esmeraldas se criaban, y hallaban el

uno de cristal, y el otro azul color del cielo (Aguado,

1956, parte 1).

El capitán Pero Fernández de Valenzuela al actuar como catador

de metales se dedicó a “sacar de estas vetas algunas esmeraldas

para muestras, y trabajando en ello harto, sacó ciertas piedras de

toda suerte buenas, y no tales y muy ruines, y viendo el gran

trabajo con que se sacaban, y la mucha flema que para ello era

menester, y al cabo el poco provecho que de ello redundaba, se

volvió a donde el general estaba”. Y llegando hasta allí logró

que el general se desplazara hasta Somondoco para confirmar el

hallazgo minero así como obtuvo el permiso para que las

herramientas usadas para la apertura de caminos como eran los

azadones, alfanjes y machetes sumado a los artificios propios de

la minería europea les sirvieran para “labrar y seguir las dichas

minas y ver si podía sacar de ellas alguna riqueza notable”

(Aguado, 1956, parte 1).

El suceso ha pasado inadvertido como un acto expropiador más

de la gesta conquistadora. No obstante, los españoles

observaron la técnica minera usada por los indígenas, mejoraron

sus procedimientos con la tecnología basada en herramientas

hechas en hierro, y especialmente, el general y sus capitanes

dispusieron continuar con la extracción de piedras durante las

siguientes semanas empleando los indios mineros derrotados y

subyugados a quienes les enseñaron a usar la tecnología

desarrollada a cambio de incrementar la explotación, extracción

Page 220: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

219

y tributo de las más finas y preciadas gemas acordes a su color,

dureza y brillo.

El general Jiménez al culminar cada una de sus exploraciones en

las provincias cercanas con la derrota de los caciques y señores

de las mismas retornaba a las minas de Somondoco a verificar

los avances en la extracción y los réditos en la producción a los

que tenía derecho en nombre del rey de España. Incluso,

finalizada la conquista e iniciada la colonización al pretender

regresar a España a dar noticia del Nuevo Reino hallado, pedir

la gobernación del mismo y el reconocimiento de la ciudad de

Santafé que había fundado, el General “…en el camino acordó

volver a Somendoco, a ver si podía haber algunos engastes ricos

de esmeraldas de las minas do se sacaban” (Aguado, 1956, parte

1).

Los exploradores y mineros españoles no sólo lograron develar

el misterio sobre el origen y extracción de las esmeraldas que

había sido divulgado desde los hallazgos europeos de esa piedra

preciosa en África, según el cual, “había por el mundo muchas y

diversas opiniones sobre el nacimiento y creación de las

esmeraldas, y no hubiese autor que diese entera noticia y

relación de ellas, cuanto a si se sacaban de minas o no, deseando

el general y sus soldados ver de todo punto declarada esta duda

y ver esta grandeza de minas, iban, como se ha dicho, con

mucha alegría a verlas y descubrirlas” (Aguado, 1956, parte 1).

A través de la minería, el renglón de la producción más

importante y rentable que caracterizó la presencia colonial

española en la Nueva Granada hasta el siglo XIX, se dieron las

primeras transferencias tecnológicas e instrucciones técnicas por

parte de los españoles a los indígenas para mejorar su destreza

productiva.

Page 221: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

220

La minería de gemas como la extracción o recolección de oro

cerca de los ríos y valles neogranadinos contribuyó finalmente

a que los conquistadores españoles cumplida su tarea de

pacificar la tierra, someter a los nativos y condicionar a los

caciques a entregar a los reyes españoles las ofrendas y tributos

recibidos, etc., pudieran concluir su principal tarea en las indias

occidentales como era la expansión y posesión material de los

dominios de los reinos hispanos. Y consigo, obtener el beneficio

de las mismas por medio del señorío feudal de vasallos

tributantes para cada uno de los españoles participes de esas

gestas al ser declarados, premiados y reconocidos como

encomenderos a perpetuidad de un grupo de indios de igual

manera encomendados a perpetuidad a ese nuevo señor.

Una mesiánica tarea civilizadora y evangelizadora de los

vasallos castellanos ejemplificada por Aguado al describir la

invitación del General G. Jiménez de Quesada al cacique

Duitama para que se rindiera y subyugara al rey católico

castellano al que servía, al expresar que: “El general envió a

decir que hasta entonces ni él ni su gente no habían hecho

ningún notable daño en tierra de Paipa ni en la suya, ni él venía

sino a procurar su amistad, con la cual todos los daños de la

guerra cesarían, y a que reconociese por supremo y universal

señor al Rey de Castilla, cuyo vasallo él era, como otros muchos

caciques y principales de aquella provincia lo habían ya hecho,

y vivían y estaban contentos de ello, por ser sujetos a un rey tan

poderoso como debía ser y era el de los españoles, el cual tenía

a su cargo la administración de todos ellos, y que haciéndolo

como él se lo enviaba a rogar, le daría entera satisfacción y paga

de cualquier daño que los españoles le hubiesen hecho”

(Aguado, 1956, parte 1).

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221

La derrota pacífica o bélica de los señores prehispánicos de los

andes como parte del nuevo reino neogranadino se constituyó

además en una tarea inaplazable para los conquistadores

llegados de la empobrecida y malsana Santa Marta. Las demás

provincias exploradas también se caracterizaban por climas

malsanos, tierras estériles, pueblos bárbaros, belicosos y

antropófagos en el valle del Magdalena, o en su defecto pueblos

salvajes y miserables como eran los residentes en los llanos

orientales “… una gente tan paupérrima y faltos de todas las

cosas necesarias para el humano sustento, que solamente comían

y se sustentaban de un género de hormigas gruesas, las cuales

criaban aposta junto a sus casas, y de ellas y de otras silvestres

raíces hacían ciertas tortas y comidas, con que se

sustentaban…” (Aguado, 1956, parte 1).

De allí que Aguado resaltara que la principal preocupación de

los españoles después de derrotar a los caciques mayores de los

muiscas, y consigo saciar su apetito de metales y piedras

preciosas, fuese la búsqueda del beneficio a perpetuidad con

vasallos tributantes que asegurasen sus condiciones materiales

de supervivencia cerca al vecindario en el que cada uno debería

habitar. Acorde con esos fines, el cronista describió el origen de

la fundación de Santafé de Bogotá de la siguiente manera:

Y resolutos de todo punto en esto, de nuevo nació entre

ellos contienda sobre en qué parte de las dos provincias

poblarían, si en Tunja, donde al presente estaban, o en

Bogotá, porque en este tiempo no podían dividirse a

poblar dos pueblos, por ser los españoles pocos y los

naturales muchos. Aunque en la tierra de Tunja habían

habido mucha cantidad de oro, parecíales mejor tierra la

de Bogotá, por ser más llana y apacible, y de mejor

temple y de más naturales, y demás de esto, como aún no

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222

tenían noticia de la muerte de Bogotá, parecíales que

estando todos juntos y de asiento de su tierra, con las

continuas persuasiones que le harían y asechanzas que le

pondrían, un día u otro vendría a sus manos él y sus

riquezas, y se apaciguarían los que por su respecto

estuviesen rebeldes.

… Estando, pues, ya resolutos, como atrás queda dicho,

el general y sus españoles en que la tierra se poblase y en

ella permaneciesen, el general llamó muchos de los

caciques y señores de esta provincia de Bogotá y les dijo

cómo para su bien y conversación y conservación, los

españoles querían permanecer en la tierra y vivir en ella,

y tenían necesidad de un sitio bueno y acomodado en

que hiciesen sus casas y moradas; que ellos, si de ello

eran contentos, se lo señalasen y diesen de su mano, tal

cual convenía. Los principales le dieron por respuesta

que se holgaban de que quisiesen permanecer en su tierra

los españoles, por el bien que de ello se les podía seguir,

y que ellos mismos, pues había de ser el sitio para su

habitación, lo buscasen, escogiesen y eligiesen en la

parte y lugar que mejor les pareciese, que ellos les harían

las casas en que viviesen.

El general, esto visto, envió de sus capitanes y personas

principales, por dos vías, a que viesen la tierra que caía

dentro del valle de los Alcázares, dicho ahora de Bogotá,

y mirasen con atención el lugar más acomodado para la

vivienda de los españoles (Aguado, 1956, parte 1).

La fundación de ciudades y villas en ese Nuevo Reino se

constituyó además en una estrategia necesaria para poder

abastecer con hombres, abastecimientos, medicinas, hospitales y

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223

herramientas las nuevas campañas de exploración y dominio de

las provincias mineras andinas asentadas al norte de los muiscas

(guanes, laches y chitareros), así como las de la cuenca alta del

río Magdalena, especialmente, los indios de lengua, costumbres

y progresos diferentes a las de los muiscas como eran los

subyugados al cacique de Neiva.

Una nación reconocida por los guías y traductores muiscas

como la de más “…fama y ruido y estruendo que con aquella

tierra les habían hecho, que no lo que en ella había, y aunque era

verdad que en ella se sacaba oro de minas de mucha calidad y

quintales, era poco en cantidad, y la tierra mal poblada de

naturales y algo acompañada de montes y arcabucos, que

juntamente con la constelación o influencia de las estrellas y

cielo y del sol, que arde con gran resplandor, la hacen enferma,

en tal manera que pocos españoles de los que en ella entraron

dejaron de enfermar, e indios ‘Moxcas’ que con los españoles

iban, de morir” (Aguado, 1956, parte 1).

Una obsesión por encontrar las minas artesanales, mejorar la

producción y tener el dominio de la explotación del oro y la

plata de los valles del río Magdalena al igual a lo realizado en

las minas de esmeraldas de Somondoco que se explicaba porque

el cacique de Neiva se había congraciado con el General

Quesada al ofrendarle cincuenta libras de oro muy fino y subido

en quilates”. A lo cual se sumó la leyenda, según la cual, en esa

provincia existía un pilar o poste de oro del cual se había

extraído la ofrenda otorgada a los españoles, el cual se

encontraba en cierto templo suyo al interior del cual “tenían un

estante y pilar, a quien particularmente hacían veneración por

sus supersticiones y vanidad de religión, al cual tenían cubierto

con unas grandes chagualas y planchas de batihoja que a los que

lo veían daba a entender que todo era oro cuanto relumbraba; y

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224

así en esto como en lo demás fueron frustrados los nuestros de

sus designios, porque al tiempo que los indios del pueblo donde

este pilar emplanchado y oro estaba, se quisieron ausentar, lo

descompusieron y despojaron del oro, y se lo llevaron consigo”

(Aguado, 1956, parte 1).

La ausencia geológica de metales, el desconocimiento de la

minería por los muiscas, la importancia del oro extraído

artesanalmente por los indios de Neiva y la explotación

industrial del valle del Magdalena por los españoles fue

comprobada y reafirmada en 1551 durante la primera visita a los

indios muiscas realizada por los primeros oidores que llegaron

al Nuevo Reino de Granada para instalar e institucionalizar la

administración del mismo a través de la Real Audiencia de

Santafé. Resumida por Aguado esa visita a los indios de Tunja

se encontró que:

Preguntábaseles que si el oro que pagaban [de] tributo si

lo sacaban en su tierra o dónde lo habían; a esto

respondieron que por vía de rescates lo compraban en los

mercados y lo juntaban para pagar a su encomendero,

pero que en su tierra no lo sacaban, como es cierto que

hasta este nuestro tiempo no se averigua que jamás los

indios Moxcas sacasen oro en su tierra, ni se ha hallado

en ella de minas, mas todo lo traían de rescate de

Mariquita y Neiva y otras provincias y [que] de la otra

banda del río grande hay, donde los propios naturales

antiguamente labraban minas y sacaban oro y lo fundían

y rescataban y hoy se halla en las minas que los

españoles han labrado y labran en Mariquita, los

socavones y espeluncas y otros vestigios y señales que

son clara muestra de haber en aquel lugar sacado los

indios oro (Aguado, 1956, parte 1).

Page 226: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

225

Para poder asentarse como colonos beneficiados por la

condición de vecinos al ser realizadas las fundaciones de nuevas

ciudades hispanoamericanas y usufructuar los repartimientos de

indios encomendados de las provincias étnicas dominadas era

necesario repartir previamente el botín colectivo que se había

acumulado durante la campaña de exploración, conquista

pacificación para dar por culminada y cesada esa relación

asociativa y empresarial. Aguado relata ese proceso de

liquidación de la empresa de conquista de la siguiente manera:

Perdida de todo punto la esperanza de haber el oro y

esmeraldas del cacique Bogotá, el general y sus

capitanes y soldados determinaron que todo el oro y

esmeraldas que en las contiendas y sacos pasados se

habían habido, se partiese y dividiese conforme al cargo

de guerreador que tenía; porque todo el oro que el

general y españoles habían habido en este Nuevo Reino,

desde que entraron en el valle de la Grita hasta esta

sazón y punto, todo se había juntado y traído a montón,

sin que ninguna persona osase defraudar un tomín, por

los grandes temores que el general les tenía puestos con

el rigor de sus ordenanzas; y así hechas las partes, cupo a

cada peón a quinientos y veinte pesos, y al jinete u

hombre de a caballo, doblado, que llamaron dos partes, y

a los capitanes, doblado que a los jinetes, y el general,

después de haber sacado el quinto de todo ello para el

Rey, lo repartió todo por la orden dicha, entre los

capitanes y soldados, todo lo demás.

En este tiempo ya había tan pocas cosas de las de España

en poder de los españoles, que valían a excesivos

precios. Todos o los más andaban vestidos de sayos y

capas de mantas de la tierra, hechas de algodón, blancas

Page 227: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

226

y coloradas, y pintadas de pincel; que las hacían esta

gente Mosca, muy curiosamente. Valía una herradura

para herrar los caballos treinta pesos, y un ciento de

clavos de herrar ochenta pesos, y así salía el caballo

herrado de todos cuatro pies en ciento cincuenta pesos de

buen oro, y así muchos tenían por mejor hacer

herraduras de oro bajo, que era medio oro, y herrar con

ellas sus caballos, que comprar herraduras de hierro. Un

caballo común, que se suele llamar matalote, valía y se

vendía en mil pesos, y desde arriba; y si era caballo de

buenas obras parecer, valía dos mil pesos; y a este

respecto eran los precios de las otras cosas que de

España acertaban a haber, que eran bien raras, pues las

hechuras de las capas y sayos y gorras que de mantas se

hacían, no eran en menos moderados que los precios de

las otras cosas que se vendían; y así se estuvieron

nuestros españoles con estos vestidos y trajes de mantas,

hasta que entró gente del Perú en la tierra con

Benalcázar, que por sus dineros les proveyeron de

muchas cosas para el ornato de sus personas (Aguado,

1956, parte 1).

La distribución del botín de lo rancheado, usurpado o

confiscado por la expedición del adelantado Gonzalo Jiménez

de Quesada reafirma el factor esencial que atrajo a los españoles

a quedarse durante los siguientes siglos en el nuevo mundo,

mucho más que la rapiña de los objetos dorados de los templos

del sol que faltaban por hallar o el encontrar el gran tesoro

oculto del cacique Bogotá (compuesto, según el Bogotá-Sagipa,

por un aposento pequeño llenó con objetos dorados y tres

escudillas muy grandes llenas de finas esmeraldas), el cual con

el tiempo fue asociado con otros lugares y fuentes de tesoros

indígenas denominados genéricamente como el “dorado”.

Page 228: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

227

Esa fuente de riqueza constante y creciente durante los tres

siglos de colonia española fue en los andes nororientales

neogranadinos la producción y comercialización de

manufacturas para el mercado local o provincial, especialmente,

la producción de telas y el comercio de los vestidos

manufacturados en telares denominados “mantas”, mientras que

en los valles y llanuras interandinas lo fue la explotación y

extracción de metales preciosos en lugares tan emblemáticos

como la provincia de oro atravesada por un “río de oro” en

cuyas aguas flotaba el preciado metal hasta que era atrapado por

las arenas de las riberas lo cual facilitaba su recolección o

extracción por medio del mazamorreo por parte de los indígenas

encomendados.

A falta de oro en todas las provincias para pagar los tributos

exigidos o tasados por el señor encomendero, la mayoría de los

indios en las visitas de los oidores desde 1551 declaraban que al

igual que cuando tributaban al cacique mayor o sus capitanes

“de dos a dos lunas” solo podían pagar la mayor parte de la

“demora” impuesta por los españoles recurriendo a la

elaboración de mantas blancas de algodón, o en su defecto

coloradas y pintadas, para lo cual al no contar con un habitat

apropiado para cultivar el algodón debían adquirirlo por medio

del intercambio de algunas de sus mantas más finas por cargas

de la fibra natural como de coca con los indios de los valles

cálidos, especialmente del Chicamocha.

Las cuentas aritméticas de las cargas intercambiadas como de la

población o los tributos a pagar se realizaban con ayuda de la

tecnología educativa y comercial con la que milenariamente

habían contado ya que el aporte científico como las enseñanzas

de los encomenderos y doctrineros al respecto era mínimo o

nulo. Para realizar sus conteos los indígenas andinos usaban

Page 229: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

228

cuentas de maíz basadas en el sistema numérico vigesimal que

también usaban los demás pueblos mesoamericanos con ayuda

de sartas o quipus.

Según lo descrito por el visitador como lo atestiguado por el

cronista Aguado: “…les demandaba cuenta de los indios que

tenían por sujetos y en el tal repartimiento había, y los capitanes

y caciques les daban, por granos de maíz, contados los indios

que les parecía y ellos querían dar: recibíaseles la cuenta por

granos de maíz, porque toda esta gente no saben contar de coro

más de hasta número de veinte, y en contando un veinte, luego

cuentan otro, y así, ratificando la memoria de los veintes con

granos de maíz, van acrecentando todo el número que quieren”

(Aguado, 1956, parte 1).

Para hacer las mediciones y cálculos de los pesos y volúmenes

que adquirían o tributaban, los indígenas empleaban

herramientas semejantes a las tecnologías usadas por los

europeos como eran la balanza y la romana elaboradas con

objetos rústicos de la siguiente manera: “…se les interrogaba la

demora y tributo de oro y mantas que daban en cada un año a su

encomendero; el cacique hacía demostración de cierta pesa de

plomo o de piedra que tenía, que pesaba una libra y media o dos

libras o más, y decía que daba a su encomendero cada año tantas

pesas de oro de aquella suerte, y también hacía demostración de

la suerte de oro que pagaba o daba de tributo, porque en este

tiempo no daban los indios oro fino sino oro bajo, desde siete

hasta trece o catorce quilates, porque siempre tuvieron por

costumbre estos bárbaros de humillar y bajar los quilates y

fineza del oro con echarle liga de cobre” (Aguado, 1956, parte

1).

Page 230: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

229

Conocimientos rústicos que demostraban después de una década

de reducción y encomienda que a los europeos no les interesaba

realmente la civilización científica ni la evangelización religiosa

ya que su deseo por hacerse señores feudales del nuevo mundo

les había llevado a fundar sus ciudades y a establecer la

jurisdicción de sus municipalidades en función del tributo y

comodidad que les pudiesen otorgar sus vasallos, con lo cual su

principal interés colonizador era asentarse en donde hubiese:

…muchos indios y que la tierra sea rica de minas de oro

o plata, y como estas dos cosas tengan, muy poco se les

da que el temple, sitio, aguas, yerbajes y constelación del

cielo sea lo más malo y perjudicial que puede ser y que

en ella nunca se críe trigo ni se pueda hacer casa ni cosa

que permanezca, porque hácense cuenta que lo que los

indios sembraren los ha de sustentar, que quieran que no

quieran, y ellos les han de sacar oro con que se provean

de las otras cosas necesarias; y como estas dos cosas son

perecederas e inciertas, muchos pueblos se han

despoblado y despoblarán andando el tiempo (Aguado,

1956, parte 1).

Los indígenas debían asegurar su propia subsistencia y al mismo

tiempo asumir la satisfacción de las demandas que les generaba

la relación parasitaria que les había sido impuesta por los

españoles quienes buscaban vivir de lo que sabían producir y

hacer los nativos sin más esfuerzo que la intimidación y la

violencia de sus armas al igual que los señoríos feudales

europeos. De allí que sumados a los cultivos cereales y los

trabajos serviles, los tejidos especializados en algodón

elaborados por los indígenas si bien fueron usados

temporalmente por los españoles al vestirlos como sayos, gorros

y capas decoradas hasta que otras huestes llegadas a Santafé les

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230

vendieron prendas suntuosas importadas directamente de

España, los españoles entendieron que en la dinámica

económica al interior de los resguardos y provincias étnicas la

falta de metales y piedras preciosas podía ser sustituida en valor

como en precio por las mantas al tener una demanda entre los

indígenas tan importante y constante como lo era el oro o el

hierro en los cuales se fundaba la economía española.

En los siguientes siglos la transferencia tecnológica de los

españoles a sus colonias americanas siguió estando basada en la

elaboración de herramientas metálicas para mejorar e

incrementar la producción agrícola (hachas y azadones),

pecuaria (herraduras y marcas), artesanal (agujas y refuerzos de

telares), minera (picos y vasijas) y de transportes, etc., mientras

que las técnicas y procesos básicos de producción agropecuaria,

manufacturera, minera y demás “artes mecánicas” siguieron

siendo en esencia las mismas que habían aprendido y heredado

los indígenas de sus milenarios ascendientes.

Situación que conllevó a que el poblamiento español basado en

ciudades y villas continuase siempre y cuando el régimen servil

de encomienda de los indios se preservase, pues de lo contrario,

con la muerte o improductividad de los encomendados se hacía

necesario el traslado y refundación de esos lugares de blancos

entre provincias pobladas por suficientes indios para satisfacer

las necesidades de los europeos. Siendo agravada esa tendencia

con el incremento en el número de encomenderos y familias de

blancos dependientes de la producción agropecuaria y el tributo

económico de los indígenas, cuyo número, capacidad y

productividad era cada vez más reducida al pretender los

blancos iguales o mayores tributos empleando las mismas

técnicas y tecnologías que las empleadas por los pueblos

prehispánicos.

Page 232: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

231

La ausencia de protectores espirituales, militares y

gubernamentales que defendiesen la condición primigenia de los

indígenas sumado a la plena subyugación tributaria e

institucional de los indígenas sobrevivientes a través de la

encomienda y la mita española conllevó a que desde finales del

siglo XVI fuese inevitable la extinción e improductividad de la

mano de obra indígena ante la incapacidad productiva como de

sostenimiento de los colonos españoles al no poder vivir y

subsistir de su propio esfuerzo y trabajo al considerarse seres

nobles que no podían ni debían realizar trabajos viles y

mecánicos. Todo lo cual conllevaba a un panorama de

deshumanización y materialización productiva del indígena al

ser la única fuente segura de recursos y abastos para la cómoda,

frugal, sedentaria e improductiva presencia de los cristianos

europeos en las colonias españolas.

Situación que podía cambiar y mejorarse con la importación y

compra de costosos y escasos esclavos africanos para realizar

los trabajos de los indígenas en las tierras cálidas y los climas

malsanos al ser instruidos y domesticados como mineros

mientras que los pocos indígenas sobrevivientes de la minería

mitaya podían regresar a sus resguardos y realizar los trabajos

especializados que los “bestiales, tribales e incivilizados”

africanos no sabían realizar para garantizar el abastecimiento no

sólo del blanco como del negro.

La inevitable extinción de la mano de obra indígena

especializada, la dependencia española de la producción y

tributación de los indígenas sin más aportes que las regulaciones

legales y el uso de herramientas metálicas para la minería, la

imposibilidad de los españoles pobres a trabajar en las tierras

resguardadas o encomendadas, aunado a la continuidad en las

técnicas y tecnologías productivas aprendidas y conservadas

Page 233: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

232

entre los indios para satisfacer las demandas de sus señores al no

estar interesados los blancos en formar vasallos indígenas

letrados, ingeniosos, creativos, prósperos y autónomos de sus

señores, etc. conllevó a que cronistas y misioneros como Fray

Pedro Aguado denunciaran a través de sus noticias historiales el

decadente e improductivo régimen señorial tributario impuesto

por los demás españoles a los indígenas americanos bajo la

excusa de querer civilizarlos y adoctrinarlos a través de espacios

urbanos como eran los pueblos de indios vigilados desde las

villas y ciudades de blancos.

Denuncias enmarcadas en descripciones sobre la explotación

indígena como la siguiente:

La causa [del despoblamiento de las ciudades] es que

como todo el trabajo de la labor y sustento de los tales

vecinos depende de los indios que les han de hacer las

casas y sustentárselas y hacerles las labranzas, y

cavándolas, sembrándolas, desherbándolas, segándolas,

cogiéndolas, trillándolas y encerrándolas, y les han de

dar sus hijos para las minas, servicios para sus casas y

otros cien mil géneros de imposiciones con que nunca

paran, y después de todo esto las demoras y tributos

principales, juzgue cada cual si bastarán estos trabajos a

consumir y acabar los animales cuanto más los hombres,

y muchas veces no les queda tiempo para hacer sus

labores para el sustento de sus casas. Todo esto va

consumiendo los indios muy poco a poco en poblezuelos

nuevos, donde la justicia y los vecinos todos son

encomenderos y los unos por los otros nunca cumplen

ley ni cédula enteramente que sea en favor de los indios,

y a estos tales pueblos, digo, que permanecerán y

durarán tanto cuanto durare el sustento que los indios

Page 234: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

233

dieren y dan a los españoles, y que acabados los indios

de ser muertos no hay sustentarse pueblo, porque ni los

españoles se dan a hacer heredades ni labores ni otras

cosas que sean perpetuas, ni la tierra donde habitan es

para ello, por el defecto dicho de no mirar con atención

las calidades que debe tener el lugar donde poblaren, a lo

menos por espacio de dos o tres leguas de tierra que

alrededor del pueblo sería justo que se les diese a los

españoles que pueblan y se van a vivir a semejantes

nuevas poblazones, con aditamento que las labrasen y

cultivasen y gastasen en ello parte de su hacienda, para

que después ni fuesen con facilidad movidos a dejarlo

perdido e irse, pues la imaginación de haber gastado sus

dineros en semejantes labores y trabajos puede mucho y

es causa de no moverse con facilidad los hombres; pero

esto dicen muchas personas no poderse hacer, por ser las

tierras de los indios comarcanos, a quien no se les debe

quitar, lo cual hallo yo las más veces ser invención de los

propios encomenderos, que según su ambición querrían

adjudicar a sí todo lo que es y no es de sus indios, los

cuales siempre tienen tierras sobradas para sí y para sus

vecinos, y así podrían partir con los españoles, a los

cuales también se les habla de apremiar a que no

viviesen ociosamente, sino que se diesen a hacer

heredades con que perpetuar la tierra, con pena de que si

en ello fuesen negligentes o descuidados se les quitasen

los indios, y que cada cual fuese obligado a tener bueyes

para arar y jumentos para cargar la comida, pues hay

abundancia de ellos; y así serían los indios reservados

del trabajo y conservados y aumentados, y estos bueyes

y jumentos que para reservar el trabajo de los indios cada

uno tuviese, debían ser exentos de toda obligación

expresa, pues eran y son los tales jumentos para

Page 235: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

234

conservar y relevar de trabajo a los naturales y sustento

común, y no sería bastante razón decir que van a poder

de otro encomendero, pues el a quien se los quitaron para

vender, en lugar de ellos, ha de arar y trabajar con los

indios (Aguado, 1956, parte 1).

Como aún sigue ocurriendo, explotados los recursos y sometidas

las comunidades indígenas los explotadores se marchaban en

buscan de nuevas fuentes de riqueza y mano de obra mientras

que los nativos supervivientes debían buscar nuevas formas de

subsistencia al ser mayor la miseria y la desesperanza que

cuando vivían bajo el yugo de los señores de su misma etnia.

CONCLUSIÓN. El régimen tributario de los españoles

contribuyó a acentuar y dar continuidad a las prácticas socio-

productivas prehispánicas porque la distribución vertical como

horizontal de la producción era muy semejante al régimen

productivo europeo asociado con los señoríos feudales.

Las naciones indígenas a semejanza de los españoles contaban

con una minoría nobiliaria que desempeñaba los oficios

estatales como gobernantes (caciques), guerreros (capitanes) y

sacerdotes (jeques) siendo sostenidos por el resto de la

población quienes a través de los tributos anuales y las tierras

comunales aportaban parte de su producción y ganancia para

que fuera redistribuida entre los procuradores y protectores

(militares como espirituales) de esas comunidades productoras.

Cada familia o pueblo del común a su vez tenía asignaciones

productivas directas en actividades especializadas como el

tejido, la orfebrería, la alfarería, la ganadería, y especialmente la

agricultura, con lo cual bajo el régimen de los “reyes indígenas”

como el de los reyes españoles los indígenas debieron asumir

vasallajes tributarios permanentes que impedían el arribismo

Page 236: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

235

social, económico o político al estar condenado cada individuo a

aprender, conservar y replicar los conocimientos productivos de

sus ascendientes.

Esa imposibilidad de ser o actuar de manera diferente al oficio,

responsabilidad o casta heredada conllevó a que los indígenas

nobles, al igual que la nobleza monárquica europea, fuese

aislada del resto de la población productiva a través de cercados

o murallas de palos, que al ser sustituidos por los pueblos

españoles para los indios pasaron a ser las casas más

monumentales de cada poblado desde las cuales se continuó

reafirmando las distinciones jerárquicas entre los miembros de

la sociedad, así como se acentuó la necesidad de que los

herederos de las familias fundadoras o los hijosdalgos fuesen los

vecinos privilegiados para ser elegidos o nombrados como

regidores, alcaldes o gobernadores.

Sumándose a esas acciones formativas y productivas

excluyentes, la existencia de espacios religiosos privilegiados

para la formación de los sacerdotes, pasando los indígenas de

las familias nobles de ser formados en los templos o casas del

sol a los seminarios diocesanos o los conventos de las

comunidades monásticas que los evangelizaron sin más novedad

que el cambio en el nombre de los dioses y rituales de paso; así

como los hijos de los españoles destinados para la vida militar o

el servicio al rey a través de las milicias tuvieron su semejanza

con la existencia de indios guerreros formados y comandados

por “capitanes” en las zonas de frontera.

Parafraseando los estudios recientes sobre la transición de la

educación colonial a la republicana bien se puede evidenciar a

lo largo del ensayo cómo la transición de la educación indígena

a la colonial también “…sale de un espacio doméstico, se ofrece

Page 237: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

236

en un espacio público en que su máxima autoridad es el

maestro…” (García, 2007, pág. 439) al ser los oficios prácticos

y los conocimientos tecnológicos de los indígenas aprendidos

entre familiares a través de las enseñanza impartidas por los

padres y tíos en las tareas productivas especializadas realizadas

en el campo, establos y talleres. O en el caso de los nobles, a

quienes se confería tareas de protección al ser públicamente

educados como sacerdotes en un templo por parte de un

anciano, como guerreros por los más aguerridos capitanes en las

zonas de frontera o como futuros caciques por parte de los

nobles y siervos a cargo de los cercados donde residían y

tomaban decisiones los procuradores predecesores.

Así, los oficios y los productos tradicionales demandados por

los españoles tuvieron su propio desarrollo entre los pueblos

indígenas prehispánicos al ser posible distinguir una minoría

nobiliaria que a través de las herencias consanguíneas

aseguraban su continuidad en el poder al formar y reconocer las

nuevas generaciones de gobernantes, guerreros y sacerdotes, lo

cual facilitó la sumisión y adaptación de los nobles indígenas al

régimen nobiliario español.

Las mayorías productivas, tanto las indígenas como las

españolas, sin más instrucción técnica o innovación instrumental

tecnológica que las heredadas de sus ancestros debieron asumir

como “vasallos” de un cacique, un rey, un presidente o un virrey

un destino existencial asociado con la dedicación productiva

intergeneracional a la agricultura, la minería, las manufacturas y

tardíamente a la ganadería acorde con las herramientas y

recursos comercializados por el mercado de bienes y servicios,

sentando así las bases productivas y las fuentes de la riqueza que

hasta inicios del siglo XIX caracterizaron la nación

neogranadina como la naciente nación colombiana.

Page 238: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

237

FUENTES CONSULTADAS

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historial. Primera parte. Recuperado 13 diciembre de 2010 de http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/historia/rehis1/indice.htm

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Cota. Tomo XII, folios 223-255.

Archivo General de la Nación (AGN) (1780-1781). Fondo

Bernardo Caicedo – Temporalidades. Rollo III, caja 28,

documento 3, folios.1-19

García Sanchéz, Bárbara Yadira (2007). De la educación

doméstica a la educación pública en Colombia.

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Universidad Distrital Francisco José de Caldas.

Langebaek, Carl Henrik (1992). Noticias de los caciques muy

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Pérez Pinzón, Luis Rubén (2006). Los Santandereanos. Origen y

destino de “la raza que lucha y sueña”. En El Estado

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Historia.

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Wiesner Gracia, Luis Eduardo (1996). Etnografía muisca: El

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238

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239

3. EMPRESARIOS MINEROS IMPACTO DE LAS INNOVACIONES TECNOLÓGICAS Y

LAS TRANSFORMACIONES DE LA MINERÍA COLONIAL

NEOGRANADINA120

INTRODUCCIÓN. El legado productivo, cultural,

institucional y existencial que lograron imponer los

conquistadores, colonos y descendientes de españoles durante el

régimen virreinal hispánico en América transformó y limitó las

condiciones de vida de los indoamericanos, así como condicionó

y frenó el espíritu demoliberal, utilitarista y autosuficiente que

pretendieron adoptar e imponer los criollos republicanos a las

repúblicas decimonónicas.

La cultura e imaginario hispanocatólico conllevaron a la

dependencia institucional del imperio desde la metrópoli

europea así como consolidaron procesos de codependencia

traducidos en relaciones sociales de producción entre señor y

vasallo, explotado y explotador fiscal, que contribuyeron al

origen y consolidación de las prácticas y tradiciones

productivas, especialmente las mineras y agropecuarias, que en

el caso de la actual república de Colombia se materializó en la

120

Ensayo doctoral inédito titulado: “Technology transfer and material

prosperity. Sociocultural impact of technological innovation and productive

transformation of the colonial mining in the Hispanic kingdoms overseas”

(USA: AIU, 2011. Course: Comparative History of Latin America and

Colombia II). El texto presentado es uno de los capítulos inéditos de la tesis

doctoral publicada como: PÉREZ PINZÓN, Luis Rubén. Revoluciones

tecno-educativas de los europeos ‘civilizadores’. Ciencias útiles, educación

técnica e Ingeniería Industrial en América Latina, siglos XVIII al XX. El

caso de la Universidad Industrial de Santander (Colombia). Bucaramanga:

Ediciones UIS, 2014.

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240

distribución y continuidad regional de la explotación de los

recursos minerales, así como la diversificación artesanal y

agropecuaria de las provincias que al agotar sus reservas de

metales preciosos se constituyeron en las proveedoras de los

insumos, suministros y bienes para los extractores de las tierras

calientes.

La concentración del interés fiscal de los españoles en la

extracción, tasa y amonedación de los metales preciosos para

poder obtener de manera directa derechos tributarios como el

quinto, el diezmo, la alcabala, etc., continuado por la

dependencia de las extracciones mineras para financiar el

naciente estado republicano durante la primera mitad del siglo

XIX, no sólo garantizó la existencia y consolidación del orden

institucional y demográfico aún vigente pues conllevó a que el

territorio neogranadino fuese reconocido por la Corona española

como una fuente secundaria de riquezas y recursos para la

financiación de todo el imperio, específicamente de oro y

minerales exóticos como las esmeraldas o el platino ante las

vastas riquezas y tributaciones extraídas y transferidas desde los

cerros de metales preciosos ubicados en México y Perú.

De tal manera, la concentración colonial y republicana de la

producción y la riqueza en la extracción minera, y consigo, la

incontenible crisis demográfica de la población indígena y

esclava que fue permitida y auspiciada para alcanzar el progreso

material, social y político esperados para la colonia como para la

república, hacen necesario demostrar que “…contra la

convención sostenida por los criollos [específicamente los

fisiócratas de finales del siglo XVIII] y aceptada por la

historiografía tradicional, de que la Colonia fue un largo período

de estancamiento económico, las evidencias sugieren que, al

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241

menos, durante el siglo XVIII, la Nueva Granada fue

relativamente próspera” (Kalmanovitz, 2010, p. 53).

Así, al compararse la prosperidad material, cultural y

socioeconómica obtenida por los nativos como por los

inmigrantes neogranadinos antes y después de las explotaciones

mineras del siglo XVI se puede evidenciar que la extracción y

prosperidad minera transformó las prácticas y convicciones

sobre las fuentes y formas de obtención de la riqueza, y en

especial, los recursos materiales, herramientas y conocimientos

necesarios para una explotación con mayor cantidad y calidad

que la obtenida tradicionalmente por los mineros prehispánicos

para sus usos rituales y ornamentales. Constituyéndose esos

procesos en medio para reducir y regular las muertes de nativos

por causa de los accidentes laborales a causa de las extracciones

en gran escala pero con las mismas prácticas e instrumentos

prehispánicos.

Es por ello que con la minería, especialmente la aurífera, en la

Nueva Granada se vivieron procesos de transformación

industrial de la producción semejantes a los incorporados por los

españoles en Nueva España y Nueva Toledo (Perú) al

transferirse las tecnologías y las técnicas mineras europeas

basadas en los metales de alta resistencia y funcionabilidad,

razón por lo cual, acorde con lo propuesto por Woodrow Borah

(1951) en su obra “New Spain’s century of depression”.

Las nuevas técnicas y cultivos introducidos por los españoles

debieron de incrementar la producción indígena, en cuanto sus

participantes adoptaron vehículos de rueda, el azadón, cereales

de invierno que permitían dos cosechas al año y animales

domésticos para vestido, alimentación y tracción, con el

resultado de una mayor eficiencia, que pudo contrarrestar el

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242

decremento en el número de trabajadores (Kalmanovitz, 2010,

p. 53).

Transferir, apropiarse y hacer funcionales las nuevas técnicas y

tecnologías requería por ende cambios graduales y significativos

entre los grupos humanos que harían uso de las mismas. Desde

esa perspectiva éste ensayo pretende demostrar ¿cuál fue el

impacto de la transferencia tecnológica europea a los nuevos

reinos hispánicos en América?, y consigo, ¿cómo fueron

transformadas las prácticas productivas de los indios

neogranadinos durante los siglos XVI y XVII?

3.1 LA NUEVA ESPAÑA Y EL PERÚ

El neoinstitucionalismo y el neoeconomicismo histórico han

contribuido a realizar revisiones, confirmaciones o

cuestionamientos interpretativos a los fenómenos

socioculturales tradicionalmente analizados desde perspectivas

ideológicas de índole político o social. Una de esos análisis han

sido los índices de prosperidad y transformación económica de

las sociedades emergentes que resultaron de los procesos de

ocupación, conquista y colonización europea.

Entre las transformaciones más significativas y vitales del

mundo prehispánico al pasar a ser parte del mundo hispánico de

ultramar se encuentra la alimentación. Mientras que los

indígenas basaban su dieta en los cereales cosechados y

conservados en vasijas de cerámica, los ibéricos centraban su

dieta en los derivados cárnicos obtenidos de la cría y ceba de

animales domésticos comestibles los cuales les permitía contar

con crecientes reservas en energía, fibra y salubridad. De tal

modo:

Page 244: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

243

Los españoles encontraron importantes civilizaciones

que concentraban grandes núcleos de población, que

imponían presión sobre el uso de los recursos naturales.

La dieta basada en el maíz de las tierras medias y bajas,

combinada con calabaza, fríjoles y aguacate, la caza y la

pesca, era suficientemente nutritiva como para garantizar

la reproducción ampliada de las poblaciones. No se

equiparaba, sin embargo, con los altos insumos

proteínicos de los españoles, con sus acervos de especies

avícolas, porcinos y vacunos, que les suministraron una

mayor estatura y masa muscular (López, 2010, p. 28 –

29).

El bienestar corporal era reflejo de la prosperidad productiva y

consigo de los avances y comodidades materiales que cada

nación requería. Así, el sedentarismo español se basaba en la

ocupación de tierras, la dominación de naciones, la fundación de

asentamientos urbanos para resguardar los cuerpos (las casas)

como las almas (los templos), y especialmente, la aclimatación y

crianza de los animales y plantas que cada empresa

conquistadora se preocupaba en conservar y trasladar hasta cada

lugar de destino al ser esos seres la base de su tranquilidad

existencial, su bienestar físico y su articulación civilizatoria con

el viejo mundo del que provenían. De allí que en la mesa del

conquistador, y luego la del colono, se requería la presencia

regular de carnes, derivados lácteos, cereales y bebidas

espirituosas, que a falta de vino de uvas fueron sustituidas por la

chicha de maíz y el guarapo de mieles fermentadas.

Del mismo modo, las características y rasgos de la prosperidad

personal como material evidenciaban los niveles de desarrollo

de la agricultura, las técnicas de cultivo, los asentamientos

humanos urbanísticamente sustentables, y especialmente, la

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244

capacidad de asegurarse el intercambio y abastecimiento con

productos de otros pisos térmicos o latitudes a través de

mercados regionales de carácter interétnico o con mercados

locales regulados por los gobernantes étnicos con el fin emplear

parte de la producción tributada para la redistribución o la

comercialización.

Técnicas autóctonas de los prehispánicos como la rotación de

cultivos permitieron la regeneración de la tierra, la rotación del

trabajo comunal por medio de la mita regulaba la tributación

servil y aseguraba la renovación de los lazos de vasallaje

cacical, así como la rotación del intercambio y el trueque de los

bienes producidos por los diferentes mercados de una misma

jurisdicción contribuían al aprovisionamiento material y la

articulación sociopolítica de las comunidades al llegar hasta los

pueblos de los caciques menores los excedentes comerciales del

mercado del cacique mayor.

Todo ello conllevó a la preservación y conservación del orden

estatal existente, a la continuidad de las exclusiones sociales

acordes con los vínculos de parentesco y los grados de nobleza

que se heredaban al nacer, y especialmente, a la aceptación y

codependencia del orden existencial basado en la relación entre

señor-vasallo que facilitó la rápida y gradual transición del

orden señorial indígena al orden señorial español entre las

naciones prehispánicas con los niveles de prosperidad y

bienestar más elevados. Para ello fueron empleados los antiguos

señores indígenas como representantes, reguladores y

facilitadores del nuevo orden a cambio de privilegios como la

hidalguía, el control policivo y la captación tributaria en los

territorios exclusivos para los indígenas denominados acorde

con la usanza novohispánica como “resguardos”.

Page 246: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

245

Valga destacar que esa condición señorial fue reflejo de los

privilegios que tanto encomenderos como caciques

encomendados gozaron al otorgársele el título de hidalguía

denominado “Don”, cuyo origen se remontaba a la versión

abreviada del latín “Dominus” cuya traducción y uso

neogranadino correspondió literalmente a “Señor” o “Amo”, así

como se usó y reconoció ese mismo título pero en su acepción

en alemán “Micer” para los gobernadores y conquistadores

alemanes que dominaron Venezuela como fue el caso de Micer

Ambrosio Alfinger, (Otero, 1972, p. 243 (71)).

Un efecto directo y consecuente del orden productivo y

comercial que habían consolidado los estados prehispánicos fue

además la constitución y consolidación de redes de intercambio

y abastecimiento especializado entre pisos térmicos como entre

regiones naturales. Por ejemplo, los indígenas productores de

objetos especializados de los andes nororientales

intercambiaban con los indígenas antropófagos de los valles

aluviales y los litorales marítimos bienes propios de las tierras

cálidas como eran sal marítima o rocosa, algodón, piedras

preciosas, coca, oro de aluvión, carnes, pieles, etc.

A cambio de esas materias primas, etnias como la muisca,

guane, lache, chitarera, etc., reinvertían la relación económica al

entregarles esos bienes transformados en mantas de algodón,

artesanías en oro, alimentos conservados con sal, etc. Acorde

con los análisis de autores como Carl Langebaek, después de las

mantas, consideradas el objeto – moneda de las sociedades

neogranadinas prehispánicas al ser trocadas por la mayoría de

objetos comerciales excepto cerámicas, leña, figuras de oro o

pieles, el oro eran intercambiado por alimentos agrícolas, carne,

pescado, sal, coca, algodón, mantas, leña, esmeraldas y pieles

(López, 2010, p. 37).

Page 247: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

246

Ese orden de redistribución y equilibrios en los intercambios

propiciaba beneficios mutuos para los intervinientes y

garantizaba la prosperidad material y espiritual anhelada o

requerida por cada comunidad indígena. Sin embargo, la

avaricia extractora de los españoles al buscar con el régimen de

factorías territoriales la fuente de una rápida y abundante

riqueza metálica, cíclicamente denominada como “fiebre del

oro”, condicionó a que el patrón monetario del oro se

constituyera en la base de todo intercambio, de las relaciones de

mercado, de las formas de tributación. Y especialmente, de las

actividades laborales al concentrarse la mayor parte de la mano

de obra en la extracción sistemática, permanente y obsesiva de

granos auríferos, de forma directa (los varones) o indirecta con

bienes y servicios de abasto (ancianos, mujeres, niños,

enfermos, etc.).

Por otra parte, la fiebre minera de los blancos desencadenó

formas concretas de fiebres y de muerte propiciadas por

acciones como el trabajo mitayo al ser desplazados los indígenas

encomendados a pisos térmicos o zonas malsanas a las que los

indígenas no estaban acostumbrados siendo debilitados por los

insectos y las enfermedades ambientales como por hábitos

sanitarios y alimentos de menor calidad a los tradicionalmente

consumidos. Factor determinante de mortalidad al cual se

sumaban las fiebres asociadas con el trabajo excesivo y la

exposición permanente al sol en ambientes de alta temperatura y

humedad que debilitaban, enfermaban o hacían inútiles a los

trabajadores indígenas insolados y deshidratados.

No obstante, aquellas masas de población indígena que no

fueron exterminadas por las guerras de pacificación, los

suicidios colectivos promovidos por los sacerdotes

apocalípticos, las guerras de resistencia en las fronteras

Page 248: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

247

provinciales, las persecuciones a los conocedores de las tumbas

y sendas asociadas con las múltiples formas y versiones del

“Dorado”, los que perecieron huyendo a los llanos y valles

malsanos en su intento de evitar el maltrato hispánico, los

castigos ejemplarizantes de los encomenderos enceguecidos por

sus fiebres de cólera productiva o la sobreexplotación laboral y

disciplinante como siervos encomendados o esclavos cazados,

etc., fueron diezmadas de forma rápida y contundente por las

fiebres que caracterizaban las enfermedades epidémicas que los

cuerpos europeos estaban acostumbrados a portar y sufrir por

siglos.

Enfermedades como era el caso de la viruela, el sarampión, el

tifo, la gripe, la lepra, las fiebres tropicales y las plagas portadas

por los insectos y roedores que desembarcaron con los

conquistadores, con lo cual la falta de inmonudeficiencia y

resistencia a esos agentes patógenos propició una catástrofe

demográfica, sanitaria y de bienestar de proporciones aún

desconocidas e incomprendidas para el caso de los andes

neogranadinos.

Acorde con ese panorama, el mayor problema productivo para

la minería en los andes neogranadinos fue la escasez de mano de

obra. Sin embargo, la producción minera neogranadina no se

detuvo sino que por el contrario alcanzó ritmos y dinámicas

acordes con la demanda europea y las crisis inflacionarias,

especialmente en provincias alto-andinas como la de Pamplona

en donde se extraían grandes volúmenes de oro y plata mientras

que la población indígena y mestiza demográficamente crecía

gracias al clima benigno, las aguas potables y la abundancia de

alimentos.

Page 249: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

248

A ello se sumó la necesidad de formar, especializar y confiar

tareas productivas esenciales a los blancos pobres, los mestizos

y los indios leales con lo cual los trabajadores más importantes

de la minería aurífera dejaron de ser los mitayos estacionales

para dar paso a una protoclase trabajadora que recibía salario

por su trabajo, bienestar social como alimento, vivienda,

medicina, etc., así como la posibilidad de independizarse o

servir productivamente a otro amo empleando los

conocimientos, vivencias y técnicas precedentes. El resto de la

producción se especializaba en la producción y comercialización

de bienes agrícolas, pecuarios y artesanales que requería y

demandaba el sector minero, limitando o haciendo poco

rentables los monopolios de bienes importados directamente

desde España.

Fenómeno de liberalización productiva que marcó el

desequilibrio económico y de prosperidad social entre la

metrópoli y la colonia, entre la región andina y las regiones

costeras, así como justificó los movimientos de insurgencia e

independencia colonial del siglo XIX ya que “América y el

Reino Nuevo de Granada prosperaron sobre la base de una

agricultura criolla de haciendas en expansión y una minería del

oro que se reanimaba por la oferta renovada de esclavos y de

mineros independientes” (Kalmanovitz, 2010, p. 49).

Los daños a la economía fiscal estatal y a los privilegios de los

españoles peninsulares tuvieron un efecto mucho más

devastador si se tienen en cuenta las cifras por la evasión

tributaria de la minería y el contrabando de los bienes

estancados (o monopolizados en su compra y venta) por el

Estado. De allí que algunos historiadores de la economía

colombiana planteen que durante el período colonial el

aprovechamiento fiscal del Estado español y sus autoridades de

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249

la producción minera fue limitado y a perdida siendo los criollos

(o españoles americanos) los mayores acumuladores de capital

aurífero y bienes adquiridos con oro no tasado en las provincias

más distantes, aisladas e inaccesibles para el control de la real

hacienda española.

Autores como Salomón Kalmanovitz (2010), citando los

trabajos de Germán Colmenares, Jaime Jaramillo, Adolfo

Meisel, entre otros autores contemporáneos, considera que:

… posiblemente la producción de oro fue mayor que la

acuñada, ya que así se evadía el impuesto del quinto

(20% del producto), que por esa misma razón sería

reducido progresivamente hasta alcanzar un 3% en 1777.

La evasión de parte del oro extraído financiaba el

contrabando, que pudo alcanzar un 15% del comercio de

la Nueva Granada, unos 300000 pesos plata anuales al

final de la Colonia, lo que daría un promedio de 15% de

la producción anual de oro (p. 50).

Si bien durante el primer siglo de conquista y colonización los

metales de las tierras andinas fueron la base de la explotación

minera, el uso de la mano de obra indígena encomendada y la

captación de los metales y piedras preciosas de los ríos y minas

durante los dos siglos restantes de colonización la riqueza

minera del nuevo reino neogranadino se concentró en las

extracciones de plata realizadas en el valle interandino del río

magdalena, así como las de oro y platino en el valle interandino

del río Cauca y sus afluentes por mano de obra esclava.

El cambio tecnológico en lo concerniente al tipo de mano de

obra empleada para la extracción de metales se puede reconocer

a su vez en el auge de la extracción minera del siglo XVI a la

par de la abundancia regulada de la mano de obra indígena, la

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250

crisis demográfica de los amerindios del siglo XVII, la

decadencia productiva del siglo XVII en los cerros andinos, y

finalmente, el crecimiento de las explotaciones mineras en los

valles interandinos a la par de la creciente importación de

esclavos africanos, la reproducción de los esclavos importados

en siglos anteriores. Aunado al trabajo asalariado de las gentes

pobres y libres de otras castas y colores que encontraron en la

minería su única alternativa laboral sin exclusiones ni

condiciones sociales al ser el mazamorreo un sistema individual

de extracción y producción que permitía la participación de

todas las clases y razas al basarse en los volúmenes individuales

de exploración y explotación.

Evidencias del crecimiento anual del 2,5% desde 1790 son

analizadas por los historiadores económicos colombianos al

afirmar que “… hasta 1640, las regiones que aportan son Santa

Fe de Antioquia, Cartago y Popayán. Es particularmente en

Antioquia –en las localidades de Cáceres y Zaragoza, con la

explotación de esclavos, que la producción alcanza su cenit

hacia 1790. Después viene la larga depresión anotada, de la que

se comienza a salir de 1680 en adelante, con base en las minas

del Cauca. Chocó se suma en 1715 y Antioquia se expande

mucho más de 1735 en adelante” (Kalmanovitz, 2010, p. 51 -

52).

A pesar de esas dinámicas de prosperidad provincial, la Nueva

de Granada siguió siendo un reino pobre al ser la mayor parte de

sus provincias productoras de frutos agrícolas, pecuarios y

artesanales para abastecer a las provincias mineras o portuarias

de donde se extraían o inyectaban los caudales monetarios con

los cuales circulaban y se renovaban los mercados internos.

Page 252: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

251

Algunas de esas provincias abastecedoras de provisiones

agropecuarias en los siglos XVII y XVIII habían sido los

centros de la producción minera en las tierras altas de los andes

en el siglo XVI y parte del XVII siendo explicada su decadencia

y transformación por las mismas malas prácticas acostumbradas

en las provincias mineras asociadas con las tierras bajas y los

climas cálidos como eran: la sobreexplotación de los indios

“salvajes”, la extracción del oro por mazamorreo en las playas o

los aluviones con las herramientas y abastos más precarios, y el

desconocimiento de la fragilidad corporal, cultural y productiva

de los indígenas mitayos, etc. Todo lo cual impedía a los

españoles calcular el costo de la sobreexplotación laboral, el

distanciamiento de las parejas para poderse reproducir, y con

ello, equilibrar por medio de nuevos nacimientos y lugares de

poblamiento las pérdidas ocasionadas por los accidentes de

trabajo y las enfermedades epidémicas durante el siglo XVI,

especialmente por la viruela y el sarampión transportadas e

importadas por los europeos a través de sus cuerpos.

La consecuencia de esas acciones indirectas de exterminio de la

mano de obra con la que se contaba fue el incremento

desproporcionado de los costos de producción al deber comprar

mano de obra esclava importada de las tierras y climas malsanos

de África con el fin de reconcentrar los indígenas en la

producción prehispánica de bienes y servicios en los

resguardos, asegurar la producción con cuadrillas de seres –

bestiales- resistentes a las adversidades ambientales de los

lugares de extracción, e incluso, concentrar, legalizar y

acumular la riqueza minera a través de la compra,

comercialización y reproducción de esclavos cual animales

domésticos de “bozal”. Sin embargo, la fiebre esclavista

también sufrió crisis y pérdidas económicas pues “el hecho que

los esclavos fueran costosos y escasos indujo a que se les

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252

cuidara de mejor manera pero también resultaron vulnerables a

los agentes patógenos de los españoles” (Kalmanovitz, 2010, p.

46), especialmente a enfermedades (‘plagas’) deformantes y

discapacitantes como eran la lepra o la sífilis.

A diferencia de la producción industrializada y organizada de

México o el alto Perú, la minería aurífera neogranadina se

desarrolló por medio de “yacimientos dispersos que obligaban a

desplazamientos permanentes” (Colmenares, 1973, p. 127), lo

cual implicaba mantener grandes corredores de abastecimientos

de víveres y carnes en valles malsanos, y consigo, mercados

distantes hasta donde sólo llegaban los comerciantes que

especulaban con los abastos. Fenómeno que propiciaba que el

metal extraído se constituyera en la moneda directa de

intercambio por otros metales como el hierro para elaborar los

picos y palas con los que se extraían los minerales, en fuente

directa de la evasión fiscal, en combustible sociocultural para el

contrabando interprovincial y en fuente de liberación de activos

al pagarse las obligaciones tributarias más esenciales como era

el pago del diezmo eclesiástico.

Un elemento macroeconómico que permite ahondar aún más en

las diferencias tecnológicas, los volúmenes productivos, los

intercambios comerciales y el bienestar social que

proporcionaba la explotación minera entre los principales reinos

españoles en América era que mientras en Nueva España el PIB

por habitante era de 41 pesos en la Nueva Granada sólo

alcanzaba a 27,4 pesos, así mismo, la producción per capita de

la minería en México era de 3,6 pesos por habitante mientras

que entre los neogranadinos sólo alcanzaba a 2,5 pesos

(Kalmanovitz, 2010, p. 58).

Page 254: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

253

Los avances y desarrollos tecnológicos de los virreinatos con el

mayor número de indígenas productivos, con una experiencia

metalúrgica precedente, con las mayores reservas y hallazgos de

metales precisos y la presencia de mineros expertos enviados

directamente desde Europa para mejorar e incrementar la

producción y administración minera permiten tener criterios

mucho más precisos para comprender la sustitución del patrón

oro por la plata, así como la pérdida de interés en las

exploraciones horizontales al reino del “dorado” para dar paso a

las exploraciones verticales y diagonales a los reinos con cerros

argentinos.

Al igual que los indígenas de las Antillas y tierra firme, los

indios neogranadinos habían acumulado “durante centurias

objetos de oro producidos mediante una compleja técnica

conocida como fundición de la cera perdida (low-wax casting)”

(Fisher, 2000, p. 154). Para ello, los orfebres y fundidores

portadores del conocimiento especializado milenario moldeaban

sobre cera de abejas los objetos que se deseaban elaborar en oro,

al estar secos los moldes eran cubiertos con una capa de arcilla

que debía endurecerse y soportar el calor del fuego, así como

debían asegurarse en compactar la arcilla contra la cera para que

quedaran moldeadas en altos y bajos relieves las formas

delineadas. Al ser puesto el objeto cerámico dentro de un horno

o fogata la cera interna se derretía y se dejaba salir por un

orificio inferior a través del cual se procedía a vaciar oro líquido

hasta llenar su volumen.

A falta de vetas o aluviones de oro en las montañas andinas, el

oro empleado era obtenido por medio del trueque de sal, tejidos,

tintes, cereales, cueros, etc., con los indígenas de los valles

interandinos de dónde se extraía por recolección en veneros y

playas de forma manual o con instrumentos hechos con puntas

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254

de piedra. Enfriado el oro se procedía a romper la capa arcillosa,

así como se limpiaba y pulía la figura metálica contenida en su

interior, la cual era compacta y muy duradera al ser maciza y sin

filtraciones.

Los incas, por el contrario, contaban con artesanos orfebres que

eran “expertos en avanzados métodos de fundición con moldes

cóncavos (hollow-case casting) y en técnicas decorativas que

implicaban el uso de la soldadura” (Fisher, 2000, p. 155) cuya

destreza y belleza llegó a tal nivel que elaboraron “figuras

animales y humanas de talla real realizadas en oro puro”. De allí

que Pizarro y su hueste no hubiese requerido construir ni

enseñar a los indígenas de la costa peruana a usar hornos de

fundición porque los que encontró contaban con avances

metalúrgicos semejantes a los europeos, razón por la cual,

durante cuatro meses se emplearon los nueve hornos existentes

en Cajamarca para fundir y acuñar el oro y la plata que habían

obtenido por captura, secuestro o regalos de los señores

indígenas de cada territorio.

El resultado final fue la fundición del patrimonio cultural de los

incas para producir y acuñar “no menos de 13240 libras de oro

de 22,5 quilates por un valor de más de cien millones de dólares

a precios de 1990) y 26000 libras de plata” (Fisher, 2000, p.

155).

Al agotarse las fuentes externas y superficiales de oro que

tradicionalmente habían explotado los súbditos de incas y

aztecas, las autoridades, encomenderos y ensayadores de

metales de Nueva España y Perú optaron por la inversión,

formación y desarrollo de la extracción minera como una

actividad industrial fundamentada en los principios de la

ingeniería y la química. Por el contrario, en la Nueva Granada la

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255

tradicional extracción y explotación por medio del lavado de las

arenas de los ríos y quebradas (mazamorreo) con presencia del

polvo dorado propició la continuidad de las tradiciones

productivas en los valles interandinos mientras que las pocas

vetas que requerían socavones fueron gradualmente

abandonadas u ocultadas al ser mayores los gastos que los

ingresos que se podían obtener al escasear los indios mitayos.

Así, mientras en los valles del río Cauca y Magdalena se

fomentó desde finales del siglo XVII la exploración y extracción

minera concentrándose la riqueza en provincias como Cauca y

Antioquia, en antiguas provincias extractoras de oro y plata

como Pamplona en donde se emplearon socavones superficiales

o minas a campo abierto la actividad productiva se reorientó

desde inicios del siglo XVII hacía la agricultura intensiva y la

ganadería extensiva para enfrentar los efectos de la gran crisis

minera del “siglo de oro” cuya principal causa fue la escases de

mano de obra al ser protegida por el Estado y los altos costos de

la mano de obra esclava que podía sustituirla.

Desde esa perspectiva, la pobreza y el atraso productivo de los

neogranadinos era inevitable al continuar confiando en el oro

filtrado por el subsuelo como la fuente de riqueza colectiva

mientras que en los virreinatos mexicano y peruano la plata en

precio, producción y volúmenes de extracción minera paso a

una razón de 10 a 1 desde el momento en que se descubrieron y

explotaron industrialmente los inagotables depósitos de plata en

el Potosí desde 1545 como en Zacateca desde 1548. Siendo tal

el impacto de la plata para la economía imperial que “entre 1500

y 1650, el comercio registrado transportó 181 t de oro y 16000 t

de plata hacia la metrópoli, provenientes de sus reinos

americanos” (Fisher, 2000, p. 156).

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256

Para alcanzar esas cifras no sólo bastó que los españoles

hubiesen continuado la exploración y explotación de las vetas y

las zonas mineras que habían sido explotadas previamente por

incas y mexicanos, que se apropiaran de la tecnología de

fundición en hornos metalíferos (guayras) desarrollada y

heredada entre sí por las diferentes culturas indígenas de la costa

peruana, que perpetuaran la Mita y los indios mitayos como

sistema de tributación laboral o que diesen continuidad a las

prácticas de perforación vertical o diagonal de los cerros

empleada por los mineros prehispánicos, etc. Era necesario

reducir los costos de operación de esas minas, especialmente los

correspondientes al uso de molinos para romper y pulverizar la

roca, así como la fundición de ese polvo con madera comprada

y traída de lugares cada vez más lejanos a los centros de

extracción y producción metalífera.

Es por ello que la gran innovación de la minería industrial

española del siglo XVI en los reinos americanos, y consigo el

origen de la explotación con efectos secundarios y colaterales al

medio ambiente y la salud de los trabajadores, fue la

amalgamación de los metales preciosos, tanto los extraídos y

pulverizados de las minas como los filtrados de las arenas de los

ríos. Una técnica revolucionaria descubierta y comprobada en

1556 por Bartolomé Medina en Pachuca (Nueva España) con la

cual se dio fin a la crisis productiva de mediados del siglo XVI

al reducirse las pérdidas y los costos de extracción del metal de

la mena. Sin embargo, fueron los mineros peruanos en su afán

de optimizar la producción del Potosí quienes perfeccionaron la

técnica para las minas a cualquier altura, así como garantizaron

el suministro regular del mercurio líquido (azogue) requerido

para tal fin.

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257

Ese proceso de mejora en la producción y la consolidación de la

extracción industrial de la plata peruana, y en general de la

minería hispanoamericana, se caracterizó, según Fisher (2000)

por los siguientes acontecimientos:

Tres años más tarde [1559], Enrique Garcés llevó al Perú

este procedimiento con el que obtuvo plata en 1560,

usando mercurio obtenido en Palca, cerca de Huamanga.

Desde 1538, se conocía la existencia de depósitos de

mercurio en Perú, pero hacia 1564, Amador de Cabrera

encontró los más famosos de todos en Huancavelica. Su

descubrimiento no resolvió de forma inmediata los

problemas de Potosí, ya que existían algunas dificultades

en la adaptación del procedimiento de Medina para su

uso a gran altura, pero, en 1571, Pedro Fernández de

Velasco superó este obstáculo y perfeccionó el proceso

de refinado que habría de permanecer prácticamente

igual durante los 300 años siguientes. En una sola

década, Huancavelica produjo más de 7000 quintales de

mercurio por año y la producción de plata en Potosí se

recuperó, aumentando de unos 47 millones de pesos en

la década de 1570, a 64 millones en la de 1580 (p. 163 –

164).

A diferencia de México que requería importar el mercurio de las

minas españolas en Almadén o del Perú, los mineros del Potosí

contaban con fuentes cercanas del azogue que era empacado con

los cueros de los animales andinos (llamas, alpacas, vicuñas,

ovejas, etc.), la mena era de primera calidad y se prestaba para

la amalgamación, los transportes para el ascenso de los 5000

quintales de mercurio anuales contribuían a llevar hasta el

puerto marítimo del Callao las cargas de plata acuñada, y

especialmente, se contaba con mano de obra constante al ser

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258

regulado por el gobierno virreinal la mita (o repartimiento) de

los indígenas en Potosí al destinarse no menos de cuatro mil

indígenas para extraer, transportar y operar el mineral en los

molinos de refinación.

La importancia del mercurio para la producción metalífera fue

de tan grandes proporciones que al escasear propició la crisis

metalífera de 1635 a 1690 a la par de la crisis demográfica y la

superinflación europea por abundancia de metales. Así mismo,

las cifras contrapuestas sobre la cantidad real de metales

extraídos y exportadores al variar con el contrabando, el tráfico

ilegal, el comercio local, la transformación artesanal, la evasión

fiscal al ser trasladada a través de los puertos del Pacífico hasta

Filipinas, etc., motivó a autores como David Brading y Harry

Cross a proponer métodos indirectos de análisis de la

producción metalífera americana entre 1571 y 1700 a partir de

los volúmenes de mercurio empleados para la amalgamación de

todos los metales extraídos sin importar su destino final.

El método seguido para realizar esos cálculos aproximativos de

las tendencias generales fue el siguiente: “En primer lugar,

calculaban la producción de plata por amalgamación, dando por

supuesto que con cada quintal de mercurio distribuido se podían

producir 110 marcos (es decir 935 pesos de 8 reales). Luego

agregaban un 25% más al suponer que debía tenerse en cuenta

un 15% para la plata, producida por fundición, y un 10% para la

producción de oro (la mayor parte de esta producción se

realizaba en Nueva Granada)”. (Fisher, 2000, p. 168).

Durante el siglo XVIII, el perfeccionamiento en el uso del

mercurio en la amalgamación, aunado al control del despilfarro

en la mena, gracias a la instrucción recibida por los mineros

americanos de expertos europeos en ingeniería, química y

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259

metalurgia como fue el caso de los hermanos D’Elhuyar (Fausto

Fermín y Juan José) en México y Nueva Granada conllevó a que

la producción mexicana de la plata aumentara en 600% mientras

que las prácticas tradicionales peruanas al ser reacondicionadas

a esos mismos cambios sólo permitieron incrementar la

producción en 250%, demostrándose así que la plata fue durante

todo el tiempo colonial la fuente de dinamización productiva,

tributaria, fiscal y comercial de los reinos americanos.

Sin embargo, la abundancia de plata tenía un costo menor al

escaso y muy preciado oro neogranadino cuya producción

requiere un análisis particular sobre el impacto de las

tecnologías metalíferas españolas en las transformaciones

provinciales del virreinato de la Nueva Granada pues si bien

Fisher (2000) reconoce que la explotación del oro fue de

segundo orden productivo, fiscal y comercial en el ámbito

imperial de igual manera reconoce que:

… en las regiones productoras – en especial, al Oeste de

Nueva Granada (Colombia) – su significación para la

vida económica local y para la estructura social que la

apuntalaba, era de evidente importancia. Al igual que las

esmeraldas de Nueva Granada – y, en menor medida, al

platino que comenzó a explotarse allí a mediados del

siglo XVIII -, buena parte del oro tendía a eludir los

registros formales (y, por lo tanto, el pago de impuestos)

para ingresar en los canales del comercio de

contrabando, en especial con los intrusos extranjeros de

la costa caribeña del virreinato; esta actividad informal

se veía facilitada, ciertamente, por el alto valor del metal

en relación con su volumen (p. 172).

Page 261: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

260

3.2 LA NUEVA GRANADA

La incursión conquistadora y el asentamiento colonizador de los

vasallos europeos de la corona española transformaron el orden

de relaciones sociales y económicas basadas en el equilibrio del

intercambio y el parentesco sanguíneo como cultural. Los

blancos hicieron del oro un objeto de interés sociocultural con

un valor y precio desde sí y para sí en cada una de sus etapas de

existencia, con lo cual, el oro dejó de ser un mineral metálico

que reflejaba los brillos de la divinidad solar prehispánica para

constituirse en yacimientos de extracción potencial para los

cuales se requería mano de obra abundante y plenamente

dedicada a esa actividad.

Razón por la cual, se realizó la segmentación de cada

comunidad indígena en grupos de indios encomendados a un

señor minero y guerrero por medio de cuadrillas de rotación que

cumplían con el sistema tributario denominado mita en

Sudamérica y repartimiento en Mesoamérica.

La extracción y solidificación del oro con objetos de barro,

herramientas de piedra y hornos primitivos fue reemplazada por

la tecnología europea basada en el reforzamiento de socavones,

el uso de picos, palas y palancas de metal, la separación y

pulverización de metales con ayuda de molinos mecánicos o

hidráulicos, el uso industrial del azogue (mercurio) y la

fundición para amonedación. Así mismo, el objeto y uso final

del oro metálico prehispánico dejó de ser la ostentación corporal

de los miembros de las elites que se consideraban herederos

directos de la vida y el poder de las divinidades astrales o como

ofrenda preciada donada a los templos para obtener con la

intermediación de los sacerdotes la satisfacción de las

necesidades y rogativas personales, gremiales, comunales, etc.

Page 262: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

261

El oro se constituyó en la unidad monetaria del imperio como de

las relaciones sociales y económicas de la sociedad naciente al

fundirse, amonedarse y sellarse con las insignias reales cada una

de las onzas del metal dorado extraído de ríos, socavones o

tumbas con el fin de ser reconocido y legalizado como riqueza

propia de aquel que lo había extraído, trasladado y registrado en

polvo, pepitas u ornamentos ante las casas de moneda de cada

reino o provincia minera previo pago de impuestos reales

(quinto, acuñado, alcabala, diezmo, etc.), así como de la

reducción de los pesos netos ante las mermas y perdidas propias

de la fundición de metales.

El oro representó para la Nueva Granada lo que en tecnología y

prosperidad fue la plata para Nueva España y Perú siendo

reflejo de las diferencias entre los volúmenes y las ganancias

reales obtenidos en los reinos auríferos como en los argentíferos

las monumentales obras públicas y la magnificencia de la

arquitectura pública y privada de los virreinatos de primer orden

con capital en México y Lima. Sin embargo, el verdadero

trabajo de extracción y producción fue realizado por los

indígenas, esclavos y finalmente las gentes libres (o de todos los

colores), mientras que los españoles, fieles a sus órdenes de

diferenciación socioeconómica de la existencia, se mantuvieron

al margen de todo trabajo directo en los campos mineros

delegando esas responsabilidades a blancos pobres en su

condición de mayordomos, mineros o capataces, y consigo,

optando desde las comodidades urbanas por constituirse en los

verdaderos administradores, agentes fiscales, poseedores o

beneficiados directos de las riquezas metalíferas acumuladas o

intercambiadas con Europa.

La condición de conquistador o adelantado asociada con el

hallazgo de nuevos reinos en ultramar propició que los

Page 263: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

262

empresarios y operarios militares de las huestes conquistadoras

fueran compensados por el Imperio con la condición de

hidalgos, cuyos efectos directos y reales fueron el dominio del

vencedor sobre el vencido, tanto en la condición de vasallaje

como de la posesión y explotación de los territorios que

ocupaban en el momento de ser pacificados y dominados,

asegurándose así como nuevos señores de la tierra la

subsistencia tributaria y la dependencia productiva de los bienes,

servicios y tributos que debían proveerles periódica y

anualmente sus siervos.

Al ser contraria a la condición de hidalguía toda actividad

laboral de carácter mecánico o social, la producción colonial

continuó enmarcada en la labor especializada que debían

realizar los indígenas encomendados acorde con su vocación,

prácticas o riquezas ambientales consolidándose así la relación

parasitaria que los indígenas habían reconocido y rechazado al

darse desde los primeros encuentros con los europeos un

ambiente en el cual debían saciar al invasor de todos los bienes

y riquezas a cambio de no ser maltratados o asesinados.

Al hidalgo europeo le interesaba hacer los oficios propios de su

condición como eran gobernar, rezar, guerrear o transportar

dejando a los vencidos las tareas necesarias para satisfacer las

necesidades básicas de esas actividades. De allí que las

provincias de donde se extrajeron y comercializaron en el siglo

XVI las mayores fuentes de riqueza minera fuesen los territorios

más pobres y atrasados de los siglos XVII y XVIII al interesar a

los encomenderos, y posteriormente a los hacendados, tan solo

la extracción y remisión de productos sin reinversiones

económicas, materiales o sociales al primar solo el lucro de la

clase, raza y estamento dominante en las repúblicas urbanas.

Page 264: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

263

A diferencia del proyecto de autoabastecimiento y prosperidad

basada en el esfuerzo individual como colectivo de los colonos

británicos que ocuparon la costa este de Norteamérica, los

colonos españoles delegaron ese esfuerzo a sus súbditos, a pesar

de ser jerárquicamente súbditos de los señores nobles de su

reino como del estado imperial, razón por la cual “el rechazo a

la noción de <<labor>> marcó profundamente el carácter de la

colonización y daría lugar a formas extensivas y concentradas

de apropiación de la población encontrada y de las tierras

disponibles” (Kalmanovitz, 2010, p. 39).

El trabajo de exploración, extracción, exacción (pago de tributos

por quinto, diezmo, etc. del oro manifestado, fundido y

ensayado) y exportación (ex4) del oro desde los lugares de

procesamiento hasta las casas de moneda, o en su defecto a los

centros de contrabando e intercambio de oro no registrado y

quintado, era una tarea realizada por la mano de obra subyugada

a encomienda, servidumbre o esclavitud.

Se requería seguir técnicas, procesos y normas que sólo podían

ser dispuestas y hechas cumplir por el beneficiado final de la

producción, de allí la importancia de comprender qué aportaba

de forma directa el amo a la relación productiva para

incrementar la producción en calidad como en cantidad, y

consigo, qué actividades realizaba el señor de la tierra para

mantener el orden y la productiva minera. Un caso significativo

de explotación y organización de la minería colonial aurífera

neogranadina fue el caso de los reales de Minas de Vetas,

Montuosa y Bucaramanga, adscritos a la jurisdicción del

circuito minero descubierto, fundado e institucionalizado por los

vecinos y autoridades de la provincia de Pamplona.

Page 265: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

264

La minería en los andes nororientales colombo-venezolanos se

estableció e institucionalizó con la explotación expansiva que

los vecinos de la ciudad de Pamplona hicieron en los páramos,

valles interandinos y puertos de desembarco asociados con la

cuenca del “Río de Oro” durante el primer ciclo minero

neogranadino que se desarrolló desde mediados del siglo XVI

hasta mediados del siglo XVII. En especial, con el

descubrimiento y explotación de las minas catadas en altos

quilates en los andes orientales, específicamente en la

jurisdicción de Pamplona, como en los andes occidentales en la

jurisdicción de ciudades mineras como fueron Santafé de

Antioquia, Cartago y Popayán.

Ese ciclo primigenio de explotación metalífera se centró en la

explotación de oro a partir de las zonas precolombinas de

explotación indígena, la imposición del régimen de mita y

encomienda para garantizar mano de obra indígena gratuita,

permanente y renovada que garantizara la explotación

permanente de los yacimientos, así como la distribución de

encomiendas y licencias de extracción a los vecinos fundadores

de cada ciudad quienes estaban dispuestos a defender la

soberanía jurisdiccional de sus provincias y la conexión

comercial permanente con los centros urbanos por medio de las

redes de caminos que conectaron los puntos de explotación

fronterizos con los caminos reales.

De allí que al decrecer la población nativa, prohibirse su uso en

trabajos de minería al ser concentrada y reducida en resguardos

agropecuarios, aunado a la sustitución metalífera del escaso oro

neogranadino por la abundante y circulante plata mexicana y

peruana, la expansión minera se contrajo a los reales de minas,

especialmente al de Bucaramanga, así como los encomenderos

mineros dejaron de emplear sus estancias de tierras para la

Page 266: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

265

producción de abastos de consumo de sus propios trabajadores

para constituirse en agricultores y ganaderos que abastecían las

provincias mineras más distantes. Específicamente, se

constituyeron en productores extensivos de monocultivos

demandados y estancados por el Estado virreinal como fueron el

tabaco y sus derivados, las mieles y sus derivados, así como

tintes vegetales como el achiote (bixa) y el añil que

originariamente habían servido a los indígenas chitareros, laches

y guanes como patrón de intercambio a la par del maíz, la papa,

la sal y el algodón con sus derivados más preciados

denominados de forma genérica como “mantas” o “ruanas”

(paño grueso de ruán-andino).

La mano de obra indígena fue factor fundamental en el

crecimiento como en la decadencia de la minería en los andes

colombo-venezolanos, siendo la necesidad misma de asegurar

más y mejores indios encomendados para las minas

pamplonesas lo que motivó el proyecto de fundación de nuevas

villas y ciudades a lo largo de la cordillera andina como fueron

San Faustino, Ocaña, San Cristóbal y Mérida. Sobre ésta última,

se relacionó en 1560 al rey las causas de su fundación de la

siguiente manera:

El año de cuarenta y ocho no hallando oro los vecinos de

esta ciudad en el páramo donde los solían sacar, enviaron

un vecino con treinta soldados a descubrir minas,

andándolas buscando llegó a una provincia muy poblada

de naturales, gente vestida de mantas como las del

Nuevo Reino y muy abundante de todo género de

comida, hallóse en ella cacao que usan de ello como la

Nueva España y en gran cantidad hallaron en dicha

provincia minas de oro (Martínez y Buendía, 1992, p.

503).

Page 267: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

266

Con el agotamiento de las minas descubiertas en los páramos y

las vetas ubicadas en las cuencas de los ríos nacidos en los

mismos, el proyecto fundacional se reafirmó en la necesidad de

enfrentar y pacificar a los indios flecheros motilones de los

valles del Catatumbo, explorar y explotar nuevas minas en los

territorios andinos recién colonizados, así como al agotarse las

minas y los mineros indígenas se promovió el proyecto de

expansión y dominio del territorio para garantizar las rutas

comerciales con el Caribe a través del puerto de Ocaña o los

puertos del lago de Maracaibo.

Para las autoridades y los vecinos de Pamplona su principal

razón de existencia como municipalidad era su capacidad de

financiar y organizar expediciones de exploración y dominio de

nuevas fuentes de riqueza minera, asegurar la exportación e

intercambio de los productos locales y, garantizar el

abastecimiento de la provincia por medio de rutas y caminos

que debían pasar forzosamente por esa capital jurisdiccional.

Si bien Pamplona y la vecindad de los pamploneses habían

nacido (noviembre 1549) con el final de la etapa conquistadora

de rescate y reducción representada por la fundación e

institucionalización de la Real Audiencia de Santafé (abril de

1550), la necesidad de nuevas fuentes y rutas de riqueza para los

vecinos fundadores y sus descendientes los llevaba a reafirmar

que “el ciclo de la conquista no estaba definitivamente cerrado

ni el espíritu inquieto y aventurero que no se conformaba con

disponer de unos pocos indios o con una posición subordinada”

(Colmenares, 1999, p. 50).

La acumulación de oro no se podía obtener sin los indios, los

indios necesitaban el oro para poder tributar y comerciar con los

españoles, así como el dominio de indios sanos y capaces de

Page 268: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

267

realizar actividades mineras se constituía en factor necesario

para garantizar la obtención de riquezas auríferas. De allí que las

grandes disputas de los vecinos fundadores no fuesen el

otorgamiento de minas o permisos para hacer catas y ensayos en

sitios inexplorados pues era imprescindible asegurar los títulos

que otorgaban la mano de obra encomendada con la que se

extraerían los metales que fuesen explorados.

Los vecinos más ricos y poderosos eran aquellos que contaban

con las encomiendas más grandes en los sitios más deseados por

su potencial minero como fue el caso de Don Ortún Velasco

quien por ser confundador de Pamplona se le otorgaron las

encomiendas occidentales de la provincia de indios chitareros,

específicamente en Guaca y Bucarica. Y consigo, controló la

explotación de los valles del “Río de Oro” cuyo potencial había

sido descubierto y ensayado en su cauce alto al encontrar granos

de oro de más de veintidós quilates, siendo reafirmado su

hallazgo por el minero español Álvaro de Villanueva, a quien

trajo de Santafé.

El trabajo directo, constante y con las técnicas tradicionales por

parte de los indígenas encomendados aseguraban la prosperidad

y consolidación de Pamplona como una ciudad neohispánica

viable en la frontera nororiental del reino neogranadino aunque

el costo demográfico y cultural para los indígenas fuese de

niveles propios del exterminio y la mezcla interétnica al ser

concentrados y reducidos los sobrevivientes a los trabajos y las

enfermedades en nuevos pueblos de indios. De allí que los

análisis contemporáneos de la historia socio-económica

colombiana insistan que para el caso de Pamplona existió una

asociación directa entre “el debilitamiento general de la

economía con el fenómeno de la despoblación, pero la

necesidad de mantener un ritmo de producción metalífera y de

Page 269: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

268

abastecer los centros mineros y la ciudad de Pamplona

presionaba cada vez con mayor intensidad sobre los indígenas

supervivientes” (Colmenares, 1999, p. 63).

La presión sobre el dominio de la mano de obra indígena a

perpetuidad y durante varias vidas o generaciones conllevaba a

que los indios, antes que el oro mismo, fuesen la verdadera

riqueza de un encomendero pues desde un primer momento el

fundador Pedro de Orsua había informado a las autoridades

reales que la cantidad de indios existentes en la jurisdicción

chitarera asociada con la ciudad y gobernación de Pamplona no

eran suficientes para el número de integrantes de la hueste

fundadora que habiendo adquirido la condición de vecinos no

sólo aspiraban a tener un solar, tierras, títulos o cargos públicos

pues su mayor interés era el dominio señorial de indios a través

de los repartimientos de encomiendas y mitas.

A ello se sumaban las prerrogativas obtenidas por los vecinos

principales como comprobó el escribano Cristóbal Bueno al

visitar en 1559 la provincia. De los 10313 indios encomendados,

10262 estaban ubicados en pueblos cercanos a las minas de

explotación (99,5%). Un grupo específico de 1535 indios era

mitayos mineros (1:7) quienes representaban “el 16% de la

población masculina activa y el 10% de la población total

masculina”. El cofundador de la ciudad Ortún Velasco contaba

en cinco encomiendas - pueblos de indios con 637 mineros que

sumaban un total 1825 indios (1 minero: 3 familiares

acompañantes) bajo su dominio desde el 26 de febrero de 1550,

seguido del escribano municipal Juan Ramírez de Andrade

quien usufructuaba el trabajo y tributo de 609 indios mineros

para un total de 1807 indios (1:3) (Colmenares, 1999, p. 55, 97,

130-133).

Page 270: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

269

Las posesiones indígenas de Ortún Velasco eran mucho más

amplías. Era señor de la encomienda de Arcabuzazo con sus

pueblos, de la Cácota que fue apellidada “de Velasco” para

diferenciarla de la encomienda de Cácota de Suratá y de la

heredada por su esposa en el valle de Comenda cuyos indios

reconocían el dominio del cacique de Tocalá (Otero, 1972, p.

210). Así mismo, al serle otorgado el título de la encomienda de

Guaca por la Real Audiencia (12 de abril de 1553) se le

encomendaron los indios principales y sucesores de Guaca y

Bicha representados por los indios de los pueblos y

asentamientos indígenas que desde los páramos pamploneses

iban hasta el cañón formado por los ríos Manco, Umpalá y

Chicamocha hasta los valles de los ríos del Oro y Suratá como

eran: “Burco y Largua, Griticota, Babala, Quitimacua, Quibuca,

Arribuca, Cupocata, Labaja, Empala, Bobri, Ruri, Manuere,

Cepeta, Cuscuta, Muncucata, Piritas y Gatoca y el señor

Imagara con todos sus sujetos con cuatrocientas casas pobladas

que en la dicha población se incluyen que son en la provincia de

Mechica” (Otero, 1972, p. 186 (55 bis)).

Provincia chitarera conformada por al menos veinte

asentamientos indígenas al servicio de los Velasco, los cuales

fueron transferidos en su totalidad al capitán fundador al serle

entregada la mano del cacique Mecucha por el alcalde ordinario

de Pamplona (2 de enero 1554) como símbolo de la “posesión

real, corporal e civil del dicho indio en nombre de todos los

indios del dicho señor Imagara” (Otero, 1972, p. 187 (55 bis)).

Las cifras de la visita del oidor Tomás López permiten

reconocer, por el contrario, 20130 indios encomendados en 110

pueblos a 57 vecinos de Pamplona conquistadores y/o

pobladores, de los cuales 1465 eran llevados como indios de

minas, siendo los mayores infractores a la prohibición de esa

Page 271: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

270

práctica los encomenderos Ortún Velasco (98 indios), Juan

Ramírez (50), Martín Ximénez y Juan de Pinilla (44 cada uno)

y, Francisco de la Parra (43) (Martínez y Buendía, 1992, p.

502).

Ese número desproporcionado de encomiendas – pueblos e

indios entre unos encomenderos y otros era a su vez el resultado

de los repartimientos de encomiendas que rehicieron los vecinos

fundadores y conquistadores más acaudalados, armados y

tributantes del Estado en su condición de gobernadores, alcaldes

y regidores de Pamplona (Colmenares, 1999, p. 104-105), e

incluso por pérdida y apropiación de las mismas por los vecinos

más importantes y poderosos de la provincia como fue el caso

de Don Ortún Velasco quien le “quitó y desposeyó” de los

indios del pueblo y encomienda de Ocomomarí a Don Francisco

Sánchez (Gamboa, 1999, p. 301), así como la Real Audiencia le

confirió el derecho de dominio sobre la encomienda de Opaga al

ser expropiada a Juan Rodríguez por sus maltratos a los indios

que tenía encomendados al no cumplir con sus exigencias

productivas (Gamboa, 1999, p. 189).

Los datos de los indios encomendados y empleados en la

minería pamplonesa resultan mucho más dicientes si se tiene en

cuenta que el visitador contabilizó 2282 indios e indias

dedicados a trabajar en las minas del total de 31855 que fueron

empadronados en la provincia (7,1%) (Colmenares, 1999, p.

65), superándose así la tendencia hispanoamericana descrita por

autores como Fischer (2000), según la cual, durante el período

colonial “la industria minera hispanoamericana proporcionaba

empleo directo tan sólo a menos del 1% de la población del

imperio” (p. 173).

Page 272: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

271

La tendencia de la población productiva en las minas es

reafirmada para el caso de Pamplona en la primera mitad del

siglo XVII, específicamente entre 1622 y 1623 con la visita del

oidor Villabona Zubiarre quien promovió la reconcentración y

retasa de los indios encomendados en seis doctrinas provinciales

asociadas con los pueblos y resguardos de indios dispuestos

desde 1602, acordes con la legislación indiana.

Sesenta y cuatro años después del primer conteo demográfico

preservado, la situación productiva de los yacimientos

emblemáticos de Vetas y la Montuosa era crítico pero la

dinámica laboral y el número de indios encomendados se había

incrementado como se reconoce en el siguiente análisis de

Colmenares (1999): “Según un informe del escribano Rodrigo

Zapata había en Vetas 314 indios útiles (el visitador había

agregado 105) con 431 familiares. En la Montuosa había 197

(con 62 agregados) y 297 familiares. Así, el total aumenta en

1239 almas. Con esta nueva cifra se totalizan 10149 indios en

1623, cifra cercana a la de 9315 deducida al suponer una

disminución proporcional a la de 36 pueblos entre 1559 y 1623”

(p. 68).

Desde esas cifras se infiere que existía una relación

inversamente proporcional en la minería pamplonesa pues en la

medida que los volúmenes y la calidad del oro disminuía la

población indígena empleada en las actividades mineras había

crecido al 13,3% lo cual demostraba que las vetas eran menos

ricas que las explotadas superficialmente en el pasado ó que las

técnicas y tecnologías empleadas para extraer el oro seguían

siendo ineficaces para procesar toda la mena sin caer en

despilfarros, con lo cual, no se podía llegar a los índices

productivos del pasado a pesar del aumento en el número de

Page 273: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

272

trabajadores organizados en cuadrillas de mitayos como en los

volúmenes extraídos de material con rastros auríferos.

El aumento en el número de indios mineros en los lugares de

excavación trajo consecuentemente otro problema a la

producción como fue la reducción gradual de los indios sanos y

capacitados para trabajar al morir o quedar muchos de ellos

lisiados por las epidemias que se reproducían con rapidez y

contundencia ante las condiciones sanitarias malsanas en las que

vivían y trabajaban los indios mitayos. Si bien la real cédula del

22 de febrero de 1549 prohibía el trabajo de los indios en las

minas para evitar su exterminio masivo a causa de los contagios

epidémicos, razón por la cual después de las epidemias de

viruela de mediados del siglo XVI se dejaron de llevar a las

minas, como bien pudo atestiguar el visitador Tomás López en

1560.

El número de indios dedicados a la minería demostraba que las

prohibiciones reales sobre el número de indios por encomendero

y el uso laboral de los indios como mitayos mineros no podía

ser cumplida por los vecinos pamploneses quienes requerían

hacer rentables los títulos de minas obtenidos, así como por

estar amparados en la autorización y derecho que tenían los

encomenderos de la provincia en cargar a sus encomendados

siempre y cuando fuese con cargas laborales “moderadas”

(Colmenares, 1999, p. 70).

Esa práctica fue tan generalizada que en marzo de 1568 la

Corona cambió la legislación precedente al autorizar el trabajo

de los indios en las minas y reales de minas donde la mano de

obra escasa no existiese o fuese insuficiente la de los negros

esclavos importados para la explotación metalífera aunque

preservó la prohibición precedente de: no obligar a los indios a

Page 274: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

273

trabajar en la minería, no obligar a los indios de tierras frías a

trabajar en las tierras calientes y viceversa, moderar el trabajo de

los indios a sus capacidades, se les debía pagar un jornal que les

sirviese para su sostenimiento como para pagar la tributación

tasada a su comunidad, así como los alcaldes de minas debían

prevenir y castigar todo maltrato de los indios de la provincia

por parte de los blancos como de los negros esclavos o los

indios de otras provincias, por ejemplo los capataces de la etnia

“mosca” (Colmenares, 1999, p. 116) y, dirimir los conflictos

entre mineros y encomenderos por el mutuo secuestro y rapto de

indios para ser “sonsacados” de sus encomiendas de origen con

el fin de trasladarlos y subyugarlos a trabajar en otras.

La creciente contrariedad entre las prohibiciones y las

autorizaciones a los encomenderos mineros en pro del bienestar

de los indígenas reafirmó la necesidad de constituir y hacer

cumplir desde inicios del siglo XVII las “repúblicas de indios”,

acorde con el modelo novohispano franciscano, en las cuales a

través de resguardos y pueblos de doctrina se pudiese corregir a

los encomenderos que exigían servicios personales o trabajo en

las minas para cumplir el pago de sus tributos dando así más

importancia al trabajo metalífero que a la salvación de las almas

de los vasallos reales quienes debían ser congregados

periódicamente en la capillas de doctrina y tributar solo lo que

produjesen en sus tierras asignadas, excepto los residentes en los

reales de minas quienes estaban adscritos a las cuadrillas

mineras.

La consecuencia directa de esa medida para la salvaguardia de

los indios, como se evidenció desde 1622, no fue la reducción

en el número de trabajadores a pesar que las cifras productivas

decaían constantemente pues los indios de los pueblos dispersos

en los reales de minas de los páramos andinos fueron

Page 275: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

274

reagrupados en diez doctrinas, dándose preferencia a la

reagrupación y reconcentración de indios de diferentes etnias

(parcialidades) en las doctrinas asociadas con las minas más

prósperas, razón por la cual, “los pueblos (o doctrinas) más

afectados fueron Cácota de Suratá y la doctrina de los Páramos

o Silos, debido a su cercanía a los centros mineros”

(Colmenares, 1999, p. 74).

En las tierras bajas se concentró otra decena de cuadrillas

étnicas de indios mineros residentes en la provincia minera del

“Río del Oro” al ser refundado el pueblo y la capilla doctrinera

de indios en Bucaramanga, jurisdicción de Pamplona, siendo

creados barrios o parcialidades para ubicar y separar una

cuadrilla o etnia de otra. El efecto de ese proceso de

regularización de los indios mitayos para cumplir con su demora

minera fue el incremento en las cantidades explotadas como en

los tiempos de labor dedicados cuyo impacto fue el

agotamiento, el exterminio y la crisis demográfica que sufrió la

población indígena al ser su crecimiento poblacional nulo o

negativo al no entrelazarse las parcialidades étnicas congregadas

o por no poder reproducirse y constituir familias estables los

mitayos solteros al estar la mayor parte de su tiempo dedicados

a la extracción y fundición metalífera.

El esfuerzo por tener mayor mano de obra indígena extrayendo

mayores volúmenes de materia prima de las minas pamplonesas

no se veía correspondido con las cifras de producción y

fundición real de oro durante la primera mitad del siglo XVII

pues de los 32062 pesos, 7 tomines y 9 granos que se extrajeron

en 1618 se cayó a 13335 pesos en 1623 (-58,5%), se alcanzó

una recuperación significativa de 25412 pesos hasta 1627 (-

21,8% comparado con 1618 y +47,5% comparado con 1623)

para decaer finalmente en 1635 a 2234 pesos (-92,1% de 1618).

Page 276: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

275

La situación de crisis productiva en Pamplona no resultaba ser

diferente a otro de los grandes centros de minería aurífera

neogranadina como era Mariquita, un territorio ubicado en

tierras bajas y cálidas del valle interandino del río Magdalena

cuyas minas eran explotadas en su mayoría por la costosa y

escasa mano de obra esclava africana o afrodescendiente. En

1618 se reportaron 46923 pesos, 7 tomines y 3 granos, en 1626

se cayó hasta 16290 pesos (-65,3%), en 1627 se alcanzó una

recuperación de 37405 pesos y, en 1633 se produjo solo 10907

pesos (-76,8%) (Colmenares, 1999, p. 93).

Valga advertir que la recuperación de 1627 en ambos centros

productivos fue la consecuencia de la intervención y regulación

tecnológica que en 1626 el corregidor de Tunja hizo a los

abastos e instrumentos de producción que incrementaban los

costos de producción, desestimulaban la inversión y

desmotivaban a los mineros a invertir y trabajar al ser las

ganancias mínimas o nulas.

Esa coyuntura en los medios de producción y el uso de los

mismos permite inferir que ante la abundancia de mano de obra

y los yacimientos con grandes reservas de oro de la mejor

calidad, los grandes problemas de la crisis aurífera estaban

directamente relacionados con la especulación y la usura en los

abastos metalíferos, los sobrecostos en el transporte de materias

primas como de productos extraídos, los incipientes

conocimientos científicos de los catadores españoles, las

técnicas tradicionales usadas por los mineros y las tecnologías

vetustas o mal usadas que se empleaban para extraer los metales

al no controlarse el despilfarro de la mena ni el reprocesamiento

de la escoria.

Page 277: Historia del empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 1: Colonia

276

En reacción a la posición ambientalista y proteccionista de las

zonas de biodiversidad del presidente de la República de

Colombia con motivo de la visita del premio nobel de paz y

promotor del cambio sociocultural de la humanidad para

enfrentar el cambio climático, el exvicepresidente de Estados

Unidos Al Gore, sumado a la presión social y política de

gremios y ambientalistas, Greystar renunció públicamente el 18

de marzo de 2011 a su petición de licencia ambiental para

explotar a cielo abierto el oro de los páramos ricos

santandereanos. Cuatro años después el Gobierno nacional

delimitó el área reservada para la protección del páramo y sus

fuentes acuíferas que limitaban toda forma de explotación

minera o agropecuaria.

Los mineros extranjeros no renunciaron a su título de

explotación minera, así como a la posibilidad de que otra

multinacional pudiese pedir la autorización para realizar la

extracción minera proyectada, razón por la cual los gobernantes

departamentales y municipales optaron buscar una salida

preventiva para riesgos futuros declarando la zona de reservas

mineras como parque natural y reserva acuífera de la región al

Páramo de Santurbán. En el imaginario colectivo regional se

asume que después de 230 años del alzamiento comunero del

Socorro, el espíritu rebelde y belicoso de los santandereanos se

reafirmó al oponerse las gentes del común a las acciones legales

que afectan su supervivencia material, económica y vital.

CONCLUSIÓN. La transferencia tecnológica y la prosperidad

material asociadas con la minería con fines monetarios en los

nuevos reinos hispánicos de ultramar durante los siglos XVI y

XVII estaban directamente relacionadas con las técnicas de

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extracción y las tecnologías de fundición que habían

desarrollado las naciones prehispánicas al realizar actividades

mineras con fines rituales u ornamentales.

Mientras que en reinos como México (Nueva España) y Perú

(Nueva Toledo) los españoles concentraron las actividades

mineras en la explotación, extracción, acuñado y amonedación

de la plata en grandes volúmenes y con nuevas tecnologías

físico-químicas, en la Nueva Granada la producción de

pequeños volúmenes de oro con las tecnologías rudimentarias

de los indígenas fue una constante por más de un siglo. Sin

embargo, los mineros españoles aportaron en cada reino dos

innovaciones concreta a las prácticas prehispánicas como fue la

construcción y puesta en uso de molinos eólicos o hidráulicos

para el triturado de los minerales, así como el mejoramiento,

ampliación e institucionalización de los hornos de fundición de

metales preciosos al hacer parte de las cajas reales y las casas de

moneda establecidas en las provincias mineras como en las

ciudades capitales donde se asentaron las audiencias reales.

Con la concentración de las actividades económicas y

productivas de blancos, indios, negros y demás castas

interétnicas en función de la minería de metales preciosos, las

actividades agrícolas y pecuarias de tributación se reorientaron

al abastecimiento de las cuadrillas mineras de mitayos y

esclavos, se renovaron y ampliaron las redes y mercados

regionales o locales de abastecimiento que habían establecido

las etnias indígenas para el intercambio interno o

interprovincial, así como se mejoraron los abastos y alimentos

que consumían los indígenas al incluirse en su dieta las carnes y

los derivados lácteos de ganadores mayores, harinas o granos

extraídos de los cereales nativos o europeos que empezaron a

ser fomentados por los encomenderos, así como sales y dulces

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naturales. Generando así la minería renglones de producción,

riqueza y trabajo paralelos para otros sectores de la población,

los cuales se constituyeron en las alternativas regionales que

sostuvieron la economía durante los ciclos de crisis de los

metales de exportación.

Desde una perspectiva sociopolítica, la minería reafirmó el

poder y predominio de las instituciones hispánicas sobre los

indios quienes al ser reconocidos como seres humanos, con un

alma que podía ser adoctrinada en el cristianismo y con

capacidades intelectuales como productivas fueron reconocidos

y considerados como vasallos con derechos y garantías

semejantes a los demás vasallos hispanocatólicos, con lo cual,

debían ser protegidos de los abusos y maltratos laborales que

habían propiciado su exterminio.

Así mismo, se incorporaron y respetaron las jerarquías

preexistentes entre los indígenas prehispánicos al pasar a ser

reconocidos los caciques como señores de los pueblos y de las

cuadrillas mineras con el título nobiliario y de hidalguía

denominado “Don”, así como por medio de capillas, pueblos y

resguardos de doctrina se procuró respetar sus tradiciones

sociales, políticas y productivas al mantenerlos aislados de las

ideas y vicios de los blancos, los negros y las gentes de los

demás “colores” étnicos.

La “fiebre” minera que se desencadenó en los reinos hispánicos,

tanto los europeos como los de ultramar, propició a su vez el

debilitamiento y la muerte gradual de los indios mineros al ser

trasladados a otros climas y biomas donde sus cuerpos no tenían

inmunidad para las enfermedades tropicales o de montaña,

específicamente para las fiebres transmitidas por la picadura de

insectos, así como motivó a los químicos y catadores al

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descubrir y probar nuevas técnicas para provocar la “fiebre” y

exudación de los minerales preciosos ocultos en la mena de los

socavones como en las arenas de los ríos al lograr perfeccionar

la exudación metalúrgica por medio de la amalgamación y la

rotación de los metales en molinos.

La etapa de conquista pacificadora de las naciones salvajes y

flecheras regulada por la Audiencia Real de Santafé, y consigo,

el final del ciclo de fundaciones de ciudades y villas en las

fronteras del reino neogranadino, estuvo directamente

relacionado con la decadencia, crisis y sustitución productiva de

la minería al dejar de ser la extracción de metales la razón de

existir y subsistir los asentamientos humanos de blancos en los

andes nororientales.

El incremento en las prohibiciones sobre el uso de la mano de

obra indígena encomendada para realizar servicios mineros, el

empoderamiento de los indios de las cuadrillas mineras como

vasallos con garantías y privilegios, aunado al aislamiento y

ocultamiento de los indios útiles en los resguardos territoriales

como en los pueblos de doctrina que se les confirieron para

garantizar su supervivencia, subsistencia y pago de las

obligaciones tributarias tasadas rompió e impidió el

restablecimiento del circulo de seguridad y codependencia

económica establecido por los encomenderos con los

encomendados.

Círculo, según el cual, la acumulación de oro no se podía

obtener sin los indios, éstos a su vez necesitaban el oro para

poder tributar y comerciar con los españoles, el oro tributado a

los españoles les permitía financiar sus gastos y vivir como

hidalgos con los artículos importados desde la metrópoli, así

como con el oro tributado por vía de quinto, diezmo, noveno,

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requinto, alcabala, etc., el Estado indiano podía financiar sus

instituciones y funcionarios, entre los cuales se encontraban los

corregidores, fiscales y oidores encargados de asegurar el

bienestar de los indios que extraían el oro de los socavones

como de los lavadores fluviales.

Con el decrecimiento de la población nativa apta para trabajar

como mitayos y el incremento en las prohibiciones sobre uso de

indios en trabajos de minería al ser concentrada y reducida su

existencia a los resguardos agropecuarios, aunado a la

sustitución metalífera del escaso oro neogranadino por la

abundante y circulante plata mexicana y peruana, la expansión

minera se contrajo a sólo los reales de minas, mientras que los

encomenderos mineros dejaron de emplear sus estancias de

tierras para la producción de abastos de consumo de sus propios

trabajadores para constituirse en agricultores y ganaderos que

abastecían las provincias mineras más distantes, especialmente

las de las cuencas del río Magdalena y Cauca.

FUENTES CONSULTADAS

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