HISTORIA DEL ARTE EN LA ANTIGÜEDAD
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HISTORIA DEL ARTE EN LA ANTIGÜEDAD1
J. J. Winckelmann
IDEA GENERAL DE ESTA OBRA: En las artes que dependen del dibujo, lo mismo que en todas las
invenciones humanas, se ha comenzado por lo necesario; después se ha buscado lo bello, y finalmente se ha
caído en lo superfluo e innecesario: de aquí los tres principales periodos del arte.
Libro IV
3. La causa de la superioridad de los griegos en el arte debe ser atribuida al concurso de diversas
circunstancias como, por ejemplo, la influencia del clima, la constitución política y la manera de pensar de
este pueblo, a la cual debe añadirse la gran consideración de que gozaban sus artistas y el empleo que hacía
del arte.
5. Los griegos se daban cuanta de su superioridad sobre los demás pueblos por lo que se refiere a su aspecto
físico, y prestaban más atención a la belleza que ningún otro pueblo.
6. Las cuatro aspiraciones de los griegos: En una canción griega muy antigua, que un escoliadior atribuye a
Simónides o a Epicarmo, se expresaban cuatro deseos, de los que Platón nos habla sólamente de tres: el
primero era gozar de buena salud; el segundo, tener bello aspecto [ ]; el tercero, era poseer
riquezas, y el cuarto que es el que Platón no cita, era confiarse de las dicha de la amistad.
7. La belleza era un mérito para alcanzar la fama y la gloria de otros órdenes de la vida.
8. Es innegable el influjo del clima en la configuración física de los griegos…pero también se debe atribuir a
tal influjo la bondad, la dulzura de carácter y la serenidad del alma, cualidades todas que contribuyen a la
concepción de las bellas imágenes tanto como, en la naturaleza, a la generación de las bellas formas.
10. La libertad es una de las causas de la preeminencia de los griegos en el arte.
11. El arte fue empleado desde muy temprano para inmortalizar el recuerdo de las personas, y tal posibilidad
estaba abierta para todos indistintamente; todos los griegos podían aspirar a tal honor.
12. Una estatua. Fiel reproducción de un vencedor, colocada en el lugar más sagrado de Grecia, y expuesta a
la vista de todos, era un poderoso aliciente para que se aspirase tanto a ejecutarla como a merecerla.
18. La gloria y la fortuna de un artista no dependían de los caprichos de orgullo o de la ignorancia. Las obras
de arte eran apreciadas y recompensadas por los hombres más sabios del país en las asambleas generales de
Grecia…Desde el tiempo de Fidias había en Grecia concursos de pintores en Delfos y en Corinto.
19. También sucedía que la fama anteriormente adquirida no influía en modo alguno en los jueces, y no les
impedía hacer justicia al mérito real. Cuéntase de Parrasio que, habiéndose presentado en Samos en un
concurso de pintura cuyo tema era la elección de las armas por Aquiles, vio cómo los jueces declaraban que el
cuadro de Timanto era superior al suyo, a pesar de que él gozaba de la máxima fama.
21. El frecuente uso de los monumentos hizo que el arte conservase toda su grandeza. Consagrada únicamente
a las divinidades y a los objetos más útiles de la patria, las producciones de arte inspiraban al pueblo una
especie de respeto. La moderación y la sencillez reinaban en las morada de los ciudadanos, el artista no se
obligaba a decender a minucias para llenar los huecos de la casa de un rico, ni rebajar su genio al gusto
mezquino de un propietario opulento; lo que él ejecutaba estaba a tono con las elevadas ideas de todo el país.
137. La Belleza no puede ser concebida sin la proporción, que es su fundamento.
1 Geschichte der Kunst der Altertums, (selección). Johann Joachim Winckelmann (1717 - 1768) puede ser considerado como el fundador
de la Historia del Arte y de la arqueología moderna.
265. Los cuatro estilos: El estilo más antiguo es el que corresponde al arte griego, desde sus comienzos hasta
Fidias, al que daré el nombre de grande o sublime. Desde Praxíteles hasta Lisipo y Apeles, el arte gana en
gracia, en elegancia; por eso llamaré a este estilo bello o gracioso. Poco después de estos artistas, el arte
comenzó a declinar con sus imitadores; por esto llamaré a este último estilo de imitación. Por fin, el arte ya en
su declive, llegó insensiblemente a su más completa decadencia.
285. Características del estilo sublime: Los reformadores del arte se aproximan a la verdad natural, que les
enseñó a pasar de las partes más pronunciadas y tajantes de una figura a contornos más libres y naturales; a
atenuar y moderar las actitudes forzadas y los gestos violentos, y dar a las figuras más belleza y grandeza.
Fidias, Policleto, Escopas, Alacamenes, Mirón y otros maestros se hicieron famosos por este progreso en el
arte. Su estilo merece el nombre de grande, porque el principal objeto de estos artistas parece haber sido
combinar la belleza con lo grandioso.
311. Agotamiento de temas y formas: Los dioses y los héroes habían sido representados en todas las actitudes
y posturas imaginables; los artistas tropezaban con invencibles dificultades para crear otras, circunstancias
que produjeron la imitación. Pero el espíritu de imitación acorta el genio. Como les pareció imposible
aventajar a un Praxíteles, también les fue imposible alcanzarlos, y desde entonces los artistas se contentaron
con imitarlos.
El Arte Griego durante la Guerra del Peloponeso
35. A comienzos de esta guerra, el arte produjo la obra más perfecta que haya creado humano alguno: la
estatua de Júpiter (Zeus) Olímpico, en Elis. Fidias, después de haber terminado su Palas Atenea se trasladó a
Elis, donde, ayudado por otro escultor llamado Golotes, realizó esta obra. Estaba hecha, lo mismo que la
estatua de Palas Atenea, de oro y marfil y tenía sesenta codos de altura.
36. Policleto era un poeta sublime en su arte. Trataba de elevar las belleza de sus figuras por encima de la
belleza individual. (37) Las obras más nobles y más hábiles suyas fueron dos estatuas masculinas que
representaban una juventud viril. Una de ellas recibió el nombre de Doríforo, sin duda por razón de la lanza
que llevaba. Lisipo mismo la tuvo como modelo en su estudio. La otra se conoce bajo el nombre de
Diadúmeno, es decir, el que coloca una cinta en la cabeza.
48. Entre los más famosos artistas de la LXXXVII Olimpíada, Mirón es el último de los que cita Plinio. (49)
En las excavaciones del monte Esquilino, se halló hace algún tiempo una estatua de mármol de una figura es
la actitud de lanzar el disco. Parece ser que tal estatua era una copia antigua del famoso Discóbolo, del que
Luciano nos hace una descripción muy exacta. Según este autor, el Discóbolo tenía la mirada fija y vuelta
hacia la mano en que tenía el disco; la punta del pie izquierdo, algo doblada y vuelta hacia atrás; su cuerpo,
inclinado y algo arqueado, precisamente en la actitud de una persona que se levanta para lanzar un disco.
El Arte después de la Guerra del Peloponeso
68. Lo que Praxíteles era en la escultura lo fueron Eufranor, Zeuxis, Nicias y Parrasio en la pintura. La pintura
fue llevada a su máxima expresión por esto maestros, pues Quintiliano nos dice que Zeuxis y Apolodoro, su
maestro, tenían fama de ser los primeros que introdujeron las luces y sombras en sus cuadros.
El arte bajo el reinado de Alejandro
82. Entre los escultores de este siglo, el más famoso fue Lisipo de Siciona, que solía trabajar en bronce y era
el único que tenía el privilegio de representar a Alejandro en obras de fundición. Plinio fija la época de este
artista hacia la CXIV Olimpíada. (83) A Lisipo le corresponde el honor de haber sido un imitador de la
naturaleza más fiel que sus predecesores. En cuanto a sus obras, no ha llegado a nosotros ninguna, aunque
parezca increíble la afirmación de Plinio de que llegó a hacer seiscientas diez figuras de bronce.
85. Después de tan gran cantidad de obras de arte pertenecientes a esta época de perfección, el monumento
más grandioso que nos ha llegado por completo es, sin posibilidad de duda, el Laocoonte. Plinio, al hablar de
este grupo, nos lo da a conocer como una obra que se halla por encima de todo lo que se ha hecho en pintura y
en escultura. Los autores del grupo del Laocoonte son Agesandro, Polidoro y Atenodoro, todos ellos de
Rodas, y este último hijo de Agesandro, como vemos por la inscripción de una base de estatua que se
conserva en la Villa Albani: “Atenodoro, hijo de Agesandro, la hizo”. Y según la misma estatua del
Laocoonte, es muy verosímil que Polidoro también fuese hijo de Agesandro, porque de otra manera es muy
difícil que tres artistas hayan podido ponerse de acuerdo, no digo en la ejecución de la misma estatua, sino en
la distribución del trabajo, ya que la figura principal del grupo, Laocoonte, padre, es una figura de mucha más
importancia que la de los dos hijos. Por eso, yo opino que Agesandro es autor del Laocoonte, padre, y
Polidoro y Atenodoro son las que han esculpido las figuras de los dos hijos. (86) Este monumento se hallaba
antaño en el palacio de Tito, y en las ruinas de este edificio fue descubierto.
88. Entre la inmensa cantidad de estatuas que fueron transportadas a Roma de las ciudades de Grecia, el
primer lugar corresponde, sin duda, al Laocoonte. En la misma antigüedad fue considerada como la más
perfecta obra del arte, y este famoso grupo merece tanto más la atención y admiración de la posteridad cuanto
que jamás se hará otra que pueda compararse con esta obra maestra.
Laocoonte nos presenta el espectáculo de la naturaleza humana sometida al mayor dolor de que es capaz,
presentada bajo la imagen de un hombre que concentra todas las fuerzas de su alma. El exceso de su dolor
hincha sus músculos y mantiene en violenta tensión todos sus nervios y, no obstante, en su frente hinchada se
ve toda la serenidad de su espíritu; y su pecho, forzado por la respiración y la fuerza cruel que le oprime, se
eleva con energía para contener y concentrar el tormento que le agita. Los suspiros que no se atreve a exhalar
y su aliento contenido le comprimen el vientre, especialmente a los costados, de manera que podemos ver el
movimiento de sus vísceras.
Pero sus propios sufrimientos parecen afectarle menos que los de de sus hijos, que miran al padre pidiéndole
ayuda. La paternal ternura de Laocoonte se manifiesta en su mirada tierna y la compasión parece velar sus
ojos como una niebla sombría. Toda su fisonomía expresa sus quejas, pero no sus gritos; sus ojos, dirigidos
hacia el cielo, imploran la ayuda divina. Su boca está llena de angustia, y su labio inferior, caído, parece
fatigado por el esfuerzo que hace al contenerse; mientras que el labio superior, estirado, parece obedecer al
sentimiento del dolor, y el conjunto de la abertura de la boca dibuja un movimiento que expresa la ataraxia
unida a la indignación irritada por la idea de un sufrimiento inmerecido. Este labio superior se levanta hasta la
nariz, que se hincha y deja ver las cavidades nasales extendidas y elevadas, o más bien estiradas hacia arriba.
Una lucha tan violenta entre la naturaleza que padece y el espíritu que se encrespa contra el dolor, se muestra
bajo la frente dentro de la mayor serenidad, pues mientras que la violencia de los tormentos hace que las cejas
se vean acentuadas, la resistencia comprime la carnosidad de la parte superior del ojo que cae sobre el
párpado de arriba que cae hasta cubrirle casi por completo. Como el artista no podía embellecer la naturaleza,
se ha ceñido a darle más desarrollo, más contención, más vigor, y donde más dolor ha representado, más
belleza ha acumulado también. El costado izquierdo, donde la serpiente ha dejado, al morder, su veneno, es la
parte que más debe sufrir, por la proximidad del corazón y la proximidad del veneno; pues bien, esta parte del
cuerpo puede ser considerada como un prodigio de perfección artística.
Las piernas parecen iniciar un movimiento para librarle de su desgracia. En una palabra, ninguna parte de su
cuerpo está en reposo, e incluso las huellas del cincel aumentan la expresión de la piel arrugada por la tirantez
extremada de todos sus músculos y nervios.
La forma de los edificios
27. Triglifos: Los triglifos están en el lugar en que sobresalen las vigas del techo interior de los edificios, las
cuales descansaban también sobre otra viga de madera, que era la que se apoyaba directamente en las
columnas.
28. Metopas: El intervalo que queda entre dos extremos de vigas y sus triglifos, espacio denominado metopa,
estaba revestido de obra de albañilería, como lo observa el arquitecto romano (Vitruvio); mas parece ser que
en los tiempos más antiguos este espacio estaba vacío, quedando el entablamento más despejado. Esta idea
me la sugiere un pasaje de Eurípides, pues en el momento en que Orestes y Pílades se ponen de acuerdo sobre
la manera de entrar en el templo de Diana, en Táuride, para robar la estatua de esta diosa, Pílades propone a
su amigo que pase entre los triglifos, por “la parte que quedaba abierta”2
2 Eurípides, Ifig. en Táur., v. 113: