Historia de punta alta a partir de los boletines informativos de uciapa

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Municipalidad de Coronel de Marina Leonardo Rosales - Punta Alta. Buenos Aires. Argentina. El Archivo Histórico Municipal autoriza la utilización del presente mate- rial citando la fuente correspondiente. www.archivodepunta.com.ar

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Municipalidad de Coronel de Marina Leonardo Rosales - Punta Alta. Buenos Aires. Argentina.

El Archivo Histórico Municipal autoriza la utilización del presente mate-rial citando la fuente correspondiente. www.archivodepunta.com.ar

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HISTORIA DE PUNTA ALTA

A PARTIR DE LOS BOLETINES INFORMATIVOS DE LA UCIAPA

RECOPILADO Y CONVERTIDO EN PDF POR RAUL IFRAN.

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Boletín Informativo Nº 169 - Abril 2002

La Liga comercial y de Defensa Local. Parte I

Caricatura de Angel Prieto (Nueva Epoca

1916)

A partir de la segunda década del siglo XX, Punta Alta pro-metía ser un foco de atracción de inversiones de primer orden en la región sur de la Argentina. A la actividad pro-pia de la Base Naval, asiento de la flota de guerra de la República, se le sumó el aporte de capitales extranjeros, fundamentalmente de origen francés. En 1910, quedó i-naugurada la línea del Ferrocarril Rosario a Puerto Belgra-no y en 1912 comenzaron las obras de construcción del Puerto Comercial en Arroyo Pareja. Este último emprendi-miento estaba concebido por su creador, el ingeniero Abel J. Pagnard, como el puerto de aguas profundas más im-portante del litoral marítimo argentino. Sus proporciones eran colosales: cinco mil metros de muelles de atraque, dos diques de carena, dársenas de flotación, compuertas para regular las mareas, galpones e instalaciones moder-nas y terrenos previstos para instalar industrias relativas a la actividad portuaria. El proyecto era financiado por un poderoso consorcio francés concesionario de las obras, bajo el nombre de Compañía del Puerto Comercial de Bahía Blanca.

Las actividades de construcción emplearon un millar de obreros y, cuando las mismas ya llevaban dos años y medio desde su inicio, en 1914 estalló en Europa la Primera Guerra Mundial. Las consecuencias de esta conflagración en la economía y el comercio mundiales fueron vastísimas. La Argentina, como país dependiente para su desarrollo del capital foráneo, sufrió los embates durante los cuatro años que duró la contienda. En Punta Alta, el primer efecto fue la paralización de las tareas en el puerto comercial. En agosto de 1914 la empresa francesa suspendió los trabajos hasta tanto el panorama mundial se despejase y solicitó al gobierno nacional una prórroga de los plazos establecidos por la concesión para la finalización de las labores. Finalmente la Nación concedió por ley el aplazamiento hasta que el Poder Ejecutivo determine el fin de la crisis financiera y, a partir de allí, se concederían cinco años de gracia para la entrega de las obras. 1 Esta interrupción, como se comprenderá, afectó en gran medida no solo la actividad económica de Punta Alta en la coyuntura sino que privó a la ciudad de una herramienta indispensable para su despegue definitivo. En 1916, pese a que aún no había terminado la guerra, la Compañía informó que estaba dispuesta a reanudar los trabajos en Arroyo Pareja de inmediato, puesto que el abandono y la acción del mar amenazaban con destruir lo ya construido, perdiéndose los cuatro millones y medio de pesos oro invertidos. Sin embargo, la autorización del gobierno se demoraba y es cuando un grupo de comerciantes puntaltenses decidió ponerse en acción. El 27 de septiembre de 1916, se envía un telegrama al diputado nacional Oyhanarte solicitándole el tratamiento en la Cámara del asunto portuario. El cable estaba firmado, según el bisemanario Nueva Época por "varios comerciantes de la localidad", desgraciadamente sin nombrarlos 2. Pero la nota tuvo poco eco, dado que Diputados no resolvió el tema.

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Por iniciativa de Ángel Diego Prieto, Alejandro Filippucci y Estanislao L. Boffi, se celebró el 7 de diciembre una asamblea de vecinos y comerciantes a fin de formar una comisión para, aprovechando la visita del Ministro de Marina , elevar un petitorio al presidente Hipólito Yrigoyen. Filippucci era el representante local de las cervezas Palermo y Santa Fe. Boffi, dueño de una imprenta, era en esa época editor de Nueva Época. Prieto era martillero público, además de ser copropietario del café Puerto Rico y del bar y cine La Marina, donde se desarrolló la reunión. Asistieron unas setenta personas al encuentro y en ella quedó definida la comisión destinada a redactar y hacer firmar la nota para Yrigoyen. Presidía el organismo Miguel Caballero; como secretario actuaba Estanislao Boffi; vocales eran: Romeo Ferrandi, Ángel Prieto, Federico Ricart, Fortunato Costa, Cayetano Rocca y el Dr. Mario Carnero . Lo sustancial de la misiva cursada al presidente y firmada por cuatrocientas personas, era lo que sigue: "Los que suscriben, comerciantes, industriales y vecinos de esta localidad, respetuosamente , se dirigen a V.E. para ponerle en conocimiento, y por su intermedio, al P. Ejecutivo de la Nación que: Reunidos en asamblea han acordado dirigirse al P. Ejecutivo de la Nación , solicitando de éste, incluya entre los asuntos a tratarse en las próximas sesiones extraordinarias ,a que ha sido convocada la H. Cámara de Diputados, el pedido que conceda autorización para proseguir las obras de construcción del puerto de Arroyo Pareja, asunto que ya ha tenido sanción favorable por parte del H. Senado de la Nación. El comercio, la industria y demás factores progresistas de esta localidad, se hallan grandemente afectados por la paralización de estas obras, por cuya circunstancia, y usando del derecho de petición que acuerda la constitución Nacional, no trepidamos en dirigirnos a V.E. rogándole se interese por el pedido expuesto [...] con lo que quedaría satisfecho el anhelo de toda una población laboriosa, ansiosa de impulsar su progreso. Como la prosecusión de las obras en cuestión, no implicaría erogación alguna por parte del fisco, y teniendo en cuenta, que se daría inmediata ocupación a un millar de obreros, pues los materiales necesarios para el trabajo ya están listos, creemos que nuestro petitorio será resuelto favorablemente. Permítanos V.E., que le expresemos también, la conveniencia de que se apresure el despacho del proyecto de extención [sic] del ramal de Punta Alta a Bahía Blanca, del F.C. Rosario a Puerto Belgrano, en cuya obra se podría dar ocupación a otra cantidad numerosa de obreros. Brindamos, pues, al Exmo. Señor Presidente de la Nación, y a los dignos secretarios de Estado que le acompañan tan acertadamente, una doble oportunidad para que puedan llevar a la práctica los propósitos ya enunciados, tendientes a lograr la disminución del crecido porcentaje de trabajadores desocupados existente en el país."[...]3 Notas 1 Gustavo Chalier: Inversiones Francesas en Punta Alta. Historia del FC Rosario-Puerto Belgrano y del Puerto de Arroyo Pareja (1900-1930), Archivo Histórico Municipal, Punta Alta (inédito) 2 Nueva Época, 1° de octubre de 1916, p. 1 3 Nueva Época,9 de diciembre de 1916, p.1

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Boletín Informativo Nº 170 - Mayo 2002

La Liga Comercial y de Defensa Local. Parte II

Fachada Bar la Marina, circa 1917

Las cuatrocientas personas firmantes de la nota dirigida a Yrigoyen signifi-caban un número importantísimo en relación a los 10.000 habitantes con que Punta Alta contaba en aquel entonces. Hay que tener en cuenta que en esa época la intervención en asuntos políticos y sociales de la mujer era prácticamente nulo, lo cual hace el número de peticionantes aún más signi-ficativo. Este hecho, sin embargo, no era excepcional en una sociedad que hacía culto de la participación en hechos de interés comunitario. Sociedad muy distinta a la de hoy y en la que el sector comercial poseía una importancia mayúscula. Dentro de una población mayoritariamente compuesta por inmigrantes eu-ropeos (entre los que españoles e italianos constituían la mayoría), los co-merciantes puntaltenses de principios del siglo XX no eran la excepción: gran parte de ellos eran extranjeros que llegaron a la ciudad atraídos por las oportunidades de progreso material que presentaba la región. Dada la actividad económica centrada en la Base Naval como principal fuente de in-greso, no existía en Punta Alta las grandes fortunas vinculadas al campo o al comercio exterior que eran las bases donde establecieron su prosperidad las grandes ciudades de la Pampa Húmeda, como Bahía Blanca. Es por ello que el sector mercantil vino a suplir esta falta. Como la economía de la ciu-dad era de pequeña escala, aunque dinámica y en expansión, también las firmas lo eran. Faltaban aquí las grandes tiendas, sucursales de las de Bue-nos Aires o los amplios comercios generados por capital vernáculo y que eran típicos de otros centros poblados. Aquí descollaban los proveedores de la Base (mayoristas de alimentos, vestidos o materiales varios) y los pro-pietarios de los hoteles, fondas, restaurantes y de los grandes salones que hacían las veces de bares, billares y cinematógrafos. Además existían mul-titud de locales más pequeños para atender las múltiples necesidades de la población. De este sector comerciante, activo por naturaleza, salía lo princi-pal de la combativa dirigencia de la ciudad. El 4 de enero de 1917 volvió a reunirse en La Marina un grupo de vecinos para dar cuenta del avance de las gestiones por la reanudación de las obras del puerto y formar una comisión de defensa comercial, considerada indis-pensable para dar visos de formalidad a las solicitudes que en el futuro se hicieran.

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Interior del salón, circa 1917

Es así que el 10 de enero, a las cinco de la tarde, se encontraron en el am-plio salón propiedad de Ángel Prieto parte de la comisión vecinal. Provisoriamente presidió la asamblea Federico Ricart. Se acordó designar a la comisión con el nombre de Liga de Defensa Comercial y Progreso Local. Ya el nombre de la asociación indicaba que ésta actuaría no sólo en salva-guarda de los intereses mercantiles sino en todo asunto que interesara al desarrollo de la ciudad. Por ese entonces, Punta Alta contaba con serias deficiencias edilicias provocadas por lo espontáneo y veloz de su creci-miento1 y por la falta de atención dispensada por las autoridades bahien-ses, de cuya comuna formaba parte. Es por ello que se imponía la confor-mación de una entidad que impulsaran diversas acciones para el mejora-miento de la vida de la ciudad. En la misma reunión del 10 de enero y por voto secreto, fueron designadas las autoridades de la Liga.Presidente: Ángel Prieto, Vicepresidente: Feliciano Napal (h.). Secretario: Estanislao Boffi, Prosecretario: José Martino. Tesorero: Alejandro Filippucci. Protesorero: Obdulio Bargueño Vocales: Francisco Camps, Italo D'Aste, José Ighina, Higinio Fernández, Federico Ricart, Juan Rivata, Pedro Barrios, Ramón Casanova, Ramón Quinteros, José Porta, Francisco Azzarini, Juan Viloría, Tomás Sarrasola, Juan Torres, Salomón Scheinin, Antonio Bobillo, Robustiano Ugarte, Bautista Arozamena, Horacio Lonstaff, Veremundo Álvarez, Rafael Caparelli, Eulogio Goñi y el Dr. Ramón Ayala Torales2 . En la sesión del 26 de enero se acordó que los adherentes abonasen una cuota de un peso mensual para sufragar los gastos de organización de la entidad ( como referencia, cabe acotar que un peso costaba la suscripción por un mes del periódico Nueva Época). También se resolvió designar una comisión redactora de los estatutos, conformada por Scheinin, Ricart, Martino, H. Fernández, D'Aste y Filippucci. Se nombró otro grupo de socios ( Boffi, Bargueño y Ricart) para terciar en el conflicto entre el Arsenal y el Ferrocarril del Sur por la iluminación de la playa de maniobras. Se solicitó que se haga efectivo el alumbrado y se sugirió la instalación de un molinete para facilitar el paso del pueblo a la estación ferroviaria. Y se eligió a otra comisión para agradecer al Ministerio de Marina las gestiones por el asunto del puerto, las cuales llegaron a feliz término3 .

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En efecto, las obras en Arroyo Pareja se reiniciarían en marzo de ese año, aunque se obtuvo el permiso en forma precaria. Por otra parte, la magnitud de las tareas encaradas distaba mucho de las que se efectuaban antes del estallido de la I Guerra Mundial: solamente trescientos obreros- en lugar de los mil iniciales- completarían los trescientos metros de murallón faltantes para hacer operativo el puerto y que corrían el riesgo de arruinarse si proseguía el abandono del proyecto. Notas 1 Según datos censales, Punta Alta pasó de 790 habitantes en 1901 a 7500 en 1906 y a casi 10.000 en 1914. Estas cifras se hacen más ostensibles si tenemos en cuenta que, antes de 1898, prácticamente no había población en la zona. 2 Nueva Época, 13 de enero de 1917, p.3 3 Nueva Época, 27 de enero de 1917, pp 1 y3

Boletín Informativo Nº 171 - Mayo 2002

La Liga Comercial y de defensa Local. Parte III

Sin embargo la noticia de la reanudación de las obras en el puerto de Arro-yo Pareja no terminaron con los afanes de la Liga. La crisis derivada de la guerra europea proseguía y se hacía sentir en la economía del país y de la región. Por eso, a los pocos meses de iniciados los trabajos en el muelle co-mercial, surgieron versiones acerca de una nueva paralización. Estaba mo-tivada por la falta de la sanción definitiva del instrumento legal correspon-diente por parte del Congreso de la Nación y el vencimiento del permiso precario de construcción otorgado por el Poder Ejecutivo. Ante la posibili-dad que afectaría ciertamente la economía de la ciudad, la Liga envió en ju-lio de 1917 otro telegrama al presidente Yrigoyen. El mismo, según salió publicado en la edición del 28 de julio de Nueva Época, expresaba:" Liga Comercial de Defensa Local tiene el alto honor de dirigirse a Su Excelencia y le solicita se interese ante Cámara de Diputados para que ésta preste san-ción al proyecto que autoriza a la empresa de Arroyo Pareja la prosecución de las obras para finalizar trescientos metros de murallón. Si no se presta sanción la empresa paralizará los trabajos perjudicando al comercio local y a los trescientos obreros ocupados en las obras. Firmado: Ángel Prieto, presidente. "Sin embargo, con ser su preocupación constante, la labor de la Liga no se agotaba en el seguimiento de las tareas en los obradores portuarios. Como ya se dijo, la asociación se encargaba de otros asuntos vinculados con el desarrollo urbano. La Liga intervino, durante el año 1917, en la gestión por la apertura de escuelas nacionales en la ciudad, el pedido por la rebaja de las tarifas telefónicas, quejas ( en nombre de las dueñas) por el cierre de los prostíbulos, la solicitud de mayor vigilancia policial y la demanda a la Armada para que sea mayor el número de marineros autorizados a desem-barcar en Punta Alta. Una interesante cuestión se suscitó con la organización de los festejos de las Fiestas Mayas en la ciudad en 1917. Éstos eran organizados por la re-cientemente formada Sociedad Argentina de Socorros Mutuos, quien desig-nó una comisión al efecto. Pero la representatividad de esta sociedad fue cuestionada por la Liga, sea por el escaso número de sus adherentes (140 en 19191 ), sea - como se acusa en el periódico local -, que los integrantes de esta sociedad pertenecían a una filiación política determinada (no se

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precisaba cuál). Es por eso que la Liga llamó a una asamblea el 7 de abril para elegir la comisión encargada de organizar los festejos por el 25 de Mayo, pues existía el convencimiento " de que una comisión de esta índole debe elegirla el pueblo en masa y no una institución determinada aunque ostente el nombre de argentina"2 . Además, según una editorial de Nueva Época, del que el secretario de la Liga, Estanislao Boffi, era director, la Sociedad Argentina venía "usurpando" los festejos patrios de mayo y julio, reduciéndolas a "cosas de un pequeño conciliábulo", cuando en realidad debían ser organizadas por quien el pueblo designase3 .

Sr. Romeo Ferrandi

Sr. Estanislao Boffi

No sabemos cuántas personas estuvieron presentes en la reunión del 7 de abril, que designó a la siguiente comisión de festejos:Presidente: Feliciano Napal (h.), Vice: O. B. Silva, Secretario: L. Piñeiro, Pro: J. Martino, Tesorero: Diletto Gaudino, Pro: Ángel Prieto, Vocales: J.A. Doglioli, C. Brouchou, N. Marcalain, D. Ferrandi, J. Balaguer, O. Paz, J.P.Varela, J. Torres, A. Beretta, O. Gómez, A. Palacios, R. Etchart, F. Farías, S. Shortrede, L. Ciniselli y F. Sanpedro.

La Comisión Honoraria quedó conformada por el vicealmirante Domecq García, el comandante J. Lagos, el capitán de navío Beascochea, R. Ferrandi, F. Remondi, M. Caballero, F. Ricart, O. Bargueño, J. Ighina y los doctores Ayala Torales y Colomb.

Nadie pudo negar lo heterogéneo de la agrupación que contaba entre sus filas a conspicuos representantes de la armada, del comercio y dirigentes de diferentes partidos políticos (por ejemplo Ciniselli y Ayala Torales, radi-cales; Boffi, conservador). Sin embargo, la Liga contaba con detractores, sobre todo de un sector interno de la UCR local, que tenía como órgano al periódico Sarmiento, dirigido en la época por P. Siciliano 4 . Los ataques, que tenían el carácter de sistemáticos, criticaban la actitud de la Liga de atribuirse la representación de todo el pueblo. Sin embargo, no podemos dejar de atribuir a las críticas razones que se originaban en rencillas políticas locales, dado que buena parte de la dirigencia de la Liga era conservadora. Notas 1 Álbum de Punta Alta. 1816-9 de julio-1919, Punta Alta, Talleres Gráficos Nueva Época, 1919, s/p. 2 Nueva Época, 7 de abril de 1917, p. 4- 3 Nueva Época, 14 de abril de 1917, p. 1 4 Ver el trabajo de Fernanda Martel, La Autonomía y la gráfica local, Punta Alta, Archivo Histórico Municipal, 2000, pp. 5 y 6.

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Boletín Informativo Nº 172 - Julio 2002

La Liga Comercial y de Defensa Local. Parte IV

Una interesante y poco conocida cuestión que comprometió a la Liga Co-mercial como institución fue la propuesta tendiente a anexar a la ciudad de Punta Alta al entonces llamado Puerto Militar. Ya desde los albores de la población, pudo notarse en sus habitantes un cierto recelo ante la actitud de Bahía Blanca de cuyo gobierno municipal se dependía; en tanto polo económico y político de la región, trataba de usu-fructuar para sí los beneficios de Puerto Militar y de relegar, por descono-cimiento, desidia o cálculo premeditado, al pueblo que surgía a la vera del complejo naval. Es así que el movimiento autonomista tendiente a concretar un gobierno propio para Punta Alta surgió ya con fuerza a partir de 1908, como expre-sión de un reclamo ciudadano(1) . Varias comisiones pro autonomía se con-formaron a partir de esa fecha, con la finalidad de peticionar a las autorida-des y de expandir los ideales de autodeterminación. Incluso varios periódi-cos puntaltenses fueron fundados con el propósito más o menos expreso de servir de órgano difusor de estas ideas(2) . Se esperaba que, liberada del gobierno de Bahía Blanca, la ciudad (dueña de sus recursos), pudiera seguir una senda de progreso que el Puerto Militar y los proyectos de inversión privadas (el Ferrocarril de Rosario a P. Belgrano y el puerto comercial en Arroyo Pareja) mostraban como ineludible. Operaban a favor de este pro-yecto las quejas reiteradas de la población respecto a la falta de obras edi-licias que atendiesen a la comodidad e higiene de la población (construc-ción de veredas, desagües, mejoras de las calles, etc.) y los problemas que en ese entonces se llamaban "morales" (control de los prostíbulos y de me-nores en bares y cafés, prevención de robos, etc.). Ante estos problemas, y con la idea de autogobierno flotando en el aire, no pareció extemporánea la propuesta de la Liga, como tampoco alejada de sus propósitos. Era tentadora la sugerencia de que Punta Alta fuera anexa-da a Puerto Militar, constituyéndose en territorio federal.

Nueva Época, tradicional defensor de la Liga y de los principios autonomis-tas, publicó una extensa nota el 17 de noviembre de 1917 donde se hizo

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eco de la proposición de los comerciantes. En ella se refirió a la nota que la Liga envió, el 14 de octubre de ese año, al Ministro de Marina, solicitando la ampliación de la zona militar al área ocupada por Punta Alta. Y da cuenta también de la respuesta favorable que se recibió del ministerio. Al respecto, el periódico se preguntaba: "¿Punta Alta militarizado? Es el interrogante que se presenta, y en esto estriba el gran temor de la anexión (...) Todos sabemos que dentro de la zona militar vive numerosa población civil que goza de todas las libertades consagradas por la Constitución, y que existen allí dependencias de los Ministerios de Obras Públicas y Agricultura, que no dependen de la autoridad militar. El hecho mismo de que el pedido de la Liga haya sido pasado al Ministerio del Interior para el trámite correspondiente, demuestra claramente como la luz meridiana, que Punta Alta anexada a Puerto Militar dependería de ese ministerio que nada tiene que ver con el de Marina. Recordarán los lectores que con motivo de la última huelga, fueron deteni-dos varios obreros del Arsenal y puestos a disposición del juez federal de B. Blanca, lo que demuestra que en realidad, con la anexión P. Alta quedaría federalizada y no militarizada. Dejamos así desvanecida la errónea creencia de que aquí vendría a imperar el sable militar. A pesar de la anexión, no perderemos nuestros derechos de civiles."(3) Sorprende leer en La Época que la idea no fue exclusiva de los dirigentes de la Liga. Días después de elevada la nota a Marina, Estanislao Boffi y Ángel Prieto conversaron con el jefe de la escuadra vicealmirante Eduardo O'Con-nor. El marino no sólo consideró lógico el pedido sino que también narró que él y otros jefes navales habían solicitado algo similar años antes, pero que encontraron las esperadas resistencias del gobierno de la provincia4 .

No sabemos si hubo o no asambleas o movimientos en torno a la propuesta de la Liga, pero lo cierto es que no prosperó. La asociación de comerciantes formuló este pedido con tino. Lo hizo, según el periódico, en nombre de ella misma y sus socios, no involucrando al conjunto del comercio como así tampoco a la totalidad de los puntaltenses. Antes bien, ella deseaba poner el tema en la agenda de discusión del conjunto de la sociedad, sirviendo co-mo punto de partida para un debate integral del problema de la autonomía respecto al gobierno comunal de Bahía Blanca Notas 1 Ver el libro de Mabel C.de Bulnes: Autonomía. La autonomía comunal de

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Punta Alta, Punta Alta, Municipalidad de Cnel. Rosales, 1995, p.17 2 Véase el trabajo de Fernanda Martel: La Autonomía y la gráfica local, Punta Alta, Archivo Histórico Municipal, 2000 3 Nueva Época, 17 de noviembre de 1917, p. 1 4 Cf. Nueva Época, 17 de noviembre de 1917, p. 1

Boletín Informativo Nº 173 - Agosto 2002

La Liga Comercial y de Defensa Local. Parte V

El año 1918 comenzó con un pedido de la Liga a la Unión Telefónica para reba-jar las tarifas y extender el servicio a horas de la noche, ya que el mismo se cortaba a las 22. La empresa respondió en enero de 1918 que, debido a los costos de los materiales (encarecidos a causa de la I Guerra Mundial), no podía cumplir con la solicitud de abaratamiento del ser-vicio. Además por esos años estaba terminando de efectuar el tendido de cables para instalar una segunda línea telefónica en Punta Alta y la compañía debía recuperar los costos de inversión. No obstante, la misma nota expresaba que el servicio telefónico nocturno co-menzaría el 1º de febrero del año en curso(1) , lo cual fue cumplido en tiempo y forma.

Edificio ocupado por el Banco de la Nación en el año 1919. (Rivadavia y

Humberto)

Pero luego de este nuevo logro, la Liga se embarcó en cuestiones que ter-minaron por empañar su accionar. Si en otra entrega anterior consignamos las disputas que por cuestiones políticas enfrentaron a un sector de la UCR local con la Liga(2) , estas disidencias se hicieron más notorias cuando Ra-món Ayala Torales se hizo cargo de la presidencia de la agrupación de co-merciantes, a fines de 1917.

Sr. Feliciano Napal (h.) Sr. Ayala Torales En febrero de 1918 varios socios expresaron a la presidencia sus quejas contra Miguel Caballero, gerente de la sucursal local del Banco de la Nación

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Argentina, por ese entonces la única entidad financiera de la ciudad. El fun-cionario bancario, simpatizante del radicalismo, al parecer manejaba la car-tera de créditos de manera discrecional. " Es público y notorio (...) que para operar con el Banco, más que la solvencia de sus clientes, se necesita la afi-liación radical", consignó en sus páginas Nueva Época. La Liga presentó una nota de queja ante el Inspector de Sucursales del Banco Nación, donde se denuncia la presencia del gerente en actos partidarios y se dice que se arman "tertulias políticas" en su despacho con dirigentes del radicalismo puntaltense. Desgraciadamente, no contamos con otros testimonios que el de Nueva Época, de tendencia favorable a la Liga, ya que los números del Sarmiento, el órgano de la UCR, no se han conservado en ninguna parte (3). No sabemos si las imputaciones son ciertas o en qué medida están exageradas. Lo cierto es que, casi un año después de enviarse la nota, en enero de 1919, Caballero fue trasladado a la Casa Central del banco y reemplazado en sus funciones por Luis Lamban. Esta denuncia contra Caballero trajo muchísimos problemas internos a la Liga. Algunos socios que no concurrieron a la Asamblea donde se redactó la carta contra las actitudes del gerente, el 4 de febrero de 1918 firmaron una nota que desautorizaba a la Liga. Según ellos, un grupo de asociados afec-tados en lo personal por el accionar de Caballero no tenía ningún derecho a formular una queja formal en nombre de la entidad.(4) El 15 de febrero, la Asamblea plenaria discutió el contenido del escrito de los disidentes y decidió separarlos de la Liga. Los movimientos internos no cesaron. Ayala Torales renunció a la presiden-cia y en abril se designó una nueva comisión directiva, presidida por el mar-tillero y comisionista Feliciano Napal (h.), secundado por Emilio Álvarez, Alejandro Filippucci y José Ibarguren. A partir de ese momento, sucede algo extraño: la Liga dejó de tomar cartas en asuntos importantes de la comunidad. Por lo menos Nueva Época no re-flejó en sus páginas la postura de la asociación comercial ante el probable cierre de la usina, los proyectos autonomistas o los arreglos de los caminos de Punta Alta. Esto parece deberse o bien a una política de la Liga de man-tenerse al margen de todo asunto conflictivo que le generase más proble-mas internos o a una menor actividad de ésta, que se mantenía sólo formal-mente. El fin de esta primera Liga se hallaba próximo. Notas 1 Cf. Nueva Época, 19 de enero de 1918, p.1 2 Ver "La Liga Comercial y de Defensa Local (Parte III)", en el boletín de la UCIAPA de mayo de 2002. En ese entonces, el radicalismo bahiense estaba dividido en dos líneas internas, a las que respondían sendos comités pun-taltenses: la UCR oficial y el llamado Club Hipólito Yrigoyen, al cual pertene-cía Ayala Torales. Los enconos determinaron que, inclusive, el partido se fracture y ambas tendencias se presenten separadas en las elecciones. 3Tampoco se conservan los libros de actas de esta Liga. Los que obran en poder de la UCIAPA son de la década de 1930. 4 Cf. Nueva Época, 7 de febrero de 1918, p.1

Boletín Informativo Nº 174 - Septiembre 2002

Liga de Defensa Comercial de Punta Alta. Parte VI

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Esquina Humberto y Urquiza. Pueden observarse el almacén "La Estrella" de Manuel Vigil y Francisco Izarra y el almacén "El Faro" cuyos propietarios eran los señores Antonio Vicens y Juan Sivill, circa 1914 Pese a haber entrado en un cono de silencio y a haber reducido su actividad pública, la Liga prosiguió con su labor específica. En junio de 1918, se diri-gió al intendente para solicitarle el arreglo de las calles de la ciudad y la in-corporación de más personal en la cuadrilla municipal destinada a esas ta-reas. La respuesta se hizo esperar y el 9 de agosto la comuna comunicó que se atendía al reclamo por las mejoras en las arterias, pero nada se decía respecto a la cuadrilla.(1) Asimismo a partir de agosto, la Liga interviene activamente a favor de la propuesta de la Sociedad de Empleados de Comercio para la implantación del descanso dominical en los almacenes. Efectivamente, el 24 de agosto, la asamblea de la Liga trató sobre ese par-ticular. Una delegación de trabajadores expuso ampliamente las razones de la solicitud. El plenario decidió, entonces, la conformación de una comisión para estudiar la implementación del descanso dominical y realizar gestio-nes para su puesta en marcha de manera general.(2) Finalmente, el domingo 22 de septiembre de 1918 los almacenes de Punta Alta cerraron sus puertas en conformidad con la disposición de la Liga y la Sociedad de Empleados ,salvo " dos o tres almacenes que dan la nota dis-cordante"(3) . En febrero de 1919 ocurrió un hecho extraño. La Liga Comercial, hasta ese entonces, se servía para funcionar de los muebles (sillas, armarios, escrito-rio) que les dejó en calidad de depósito la logia masónica Monteagudo II, disuelta en 1917. La intención de los masones era recuperar el mobiliario apenas lograran poner en funcionamiento nuevamente la logia. Pero antes que ello ocurra, algunos de sus miembros solicitaron la devolución de los enseres para entregarlos a otras entidades, por lo cual la Liga tuvo que ad-quirir muebles propios.

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Sr. Pablo Imaz

Sr. Higinio Fernández

En julio de 1919 apareció el Álbum de Punta Alta. En él aparece, como institución de la ciudad, la Liga Comercial. Están los nombres de lo que, entendemos, es la última comisión directiva. Ella estaba integrada por:

Presidente: Higinio Fernández. Vicepresidente: Feliciano Napal. Secretario: Estanislao Boffi. Prosecretario: Cristóbal Hastoqui. Tesorero: Pablo Imaz Protesorero: Manuel Vigil. Vocales: José Turi, Ambrosio Trobajo, Pedro del Río, Pablo Fernández, Daniel Ferrandi y Belarmino Álvarez. Revisores de cuentas: Francisco Partida y Emilio Paolucci.

La misma nota da cuenta que, en ese momento, los socios de la Liga alcanzaban a sesenta. Si tenemos en cuenta que en diciembre de 1917 la asociación de comerciantes conta-ba con cien socios, nos damos cuenta de la lamentable de-cadencia experimentada en poco tiempo por ella.

El Álbum en el artículo referido, indica que " diversas gestiones realizadas por la Liga, produjeron visible agitación y controversias en el vecindario" (4) . Casualmente estas polémicas (muchas de ellas perfectamente evita-bles), terminaron por restarle apoyo social, desangrarla internamente y embarcarla hacia una lenta disolución final. La nota del Álbum es la última referencia que se ha encontrado de la entidad. No se puede precisar la fe-cha exacta en que termina las actividades, pero lo cierto es que, a partir de mediados de 1919, no hallamos ninguna noticia al accionar de la Liga, ni ninguna señal que pueda indicarnos que su funcionamiento, aunque sea parcial, haya proseguido. Notas 1 Cf. Nueva Época, 21 de agosto, p. 3 2 Cf. Nueva Época, 28 de agosto, p. 3 3 Nueva Época, 21 de septiembre, p.1 4 Álbum de Punta Alta, Punta Alta, Talleres Gráficos Nueva Época, 1919

Boletín Informativo Nº 175 - Octubre 2002

La Liga Comercial y de defensa Local. Parte VII

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Balneario de Arroyo Pareja. Puede observarse la rambla, las bajadas a la arena y demás obras de infraestructura ( 1922) Luego de la disolución de la Liga Comercial y de Defensa Local en 1919 ( tal como se ha visto en la entrega anterior), el comercio puntaltense quedó du-rante un lustro sin una entidad que los represente y sin un instrumento vá-lido de presión para peticionar ante las autoridades los múltiples reclamos que debía hacer el sector. Esta situación, que debilitaba al círculo comercial en tanto comunidad de intereses, no estaba llamada a perdurar en el tiempo. Más allá de las disi-dencias personales o de la desidia de muchos, en 1924 se cristalizaron los proyectos de unión corporativa. Esos eran días promisorios para Punta Alta, luego de la depresión económi-ca sufrida durante la Primera Guerra Mundial. El país de la década del '20 logró poner en marcha nuevamente su mecanismo de exportaciones y los inmigrantes volvieron a afluir sobre la Argentina. En ese contexto, la nues-tra era una ciudad que, pese a las dificultades originadas en la desatención por parte de la comuna de Bahía Blanca, generaba los suficientes proyectos propios como para vislumbrar un futuro satisfactorio. El Ferrocarril Rosario Puerto Belgrano había inaugurado su ramal Almirante Solier- Bahía Blanca en 1922 y urbanizado el sector de Avenida Colón hasta calle Patagones del lado lindero a la Base Naval: se hizo el empedrado, desagües, cordón y las rejas de hierro tras las cuales corre la vía. En ese mismo año, la compañía ferroviaria francesa se hizo cargo del gerenciamiento del puerto en Arroyo Pareja, cuyas obras recientemente habían finalizado. Se esperaba que esta acción marcara el despegue del puerto, máxime que el manejo comercial había sido dejado en manos de la casa Bunge&Born, que se comprometía a hacer las obras de infraestructura necesarias. La construcción de un bal-neario con gran infraestructura en Arroyo Pareja- bungalows, hotel, confi-tería y hasta cine- por cuenta de la empresa ferroviaria francesa comple-mentaba esa imagen de progreso que alimentaron los primeros días del si-glo. Un interesante artículo aparecido en el diario puntaltense Nueva Época en 1922, nos muestra la actividad industrial de la localidad.

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Una muestra de la actividad industrial puntaltense en la década de 1920: interior del molino harinero propiedad de los hermanos Del Río Funcionaban: el molino harinero Marwell de Raimundo y Pedro del Río; la fábrica de fideos El Progreso, de Joaquín Paolucci; una "modesta" ( así ca-talogada por el artículo) fábrica de jabón y derivados, propiedad del sr. Cal-deroni; varios talleres metalúrgicos y mecánicos, como los de Luis y Miguel Ángel Arias, Juan Caraffini y el de Pablo Álvarez; varias imprentas; y la usi-na eléctrica con destiladora de petróleo de la firma Cattaneo y Franzetti.1 Precisamente en ese año 1924 se conforma una comisión provisoria que reunía los propietarios de almacenes y anexos tendiente a lograr la unión de los comerciantes en una Liga. El domingo 24 de abril de 1924, en el restauran y hotel La Pilarica de B. de Irigoyen al 100, propiedad de la sociedad Fruto García y Álvarez, se efectuó el encuentro mercantil convocado por dicha agrupación provisoria. En ella se acordó crear una entidad que nuclearia a los comerciantes, y que tendría por nombre Liga de Defensa Comercial. Según consta en Nueva Época, la comisión electa estuvo conformada de la siguiente manera: Presidente: Eugenio Anielli, Propresidente: Francisco Perales, Secretario: José Calvo, Prosecretario: Oreste Guerrino, Tesorero: Ulpiano Zapico, Vocales: Manuel Vigil, Santiago González, Galiano Antinori, Marcos Miskulin y Serafín Fernández Moro.2 Es de remarcar que la nueva asociación nucleaba en su seno solamente a los almaceneros minoristas. El resto del comercio y de la industria locales no estaban representados, lo que marca ya desde el inicio la debilidad intrínseca de la flamante Liga A partir de la creación de la institución, aparecen en el diario anuncios de la Liga indicando lugar y horario de atención: Irigoyen 323. Allí funcionaba el estudio del conocido martillero Elias Williams. Pero a partir del 11 de junio dejan de publicarse, ignorándose los motivos. Notas 1 Cf. Nueva Época, 5 de junio de 1922, p. 1 2 Nueva Época 30 de abril de 1924, p.1

Boletín Informativo Nº 176 - Noviembre 2002

La Liga Comercial y de defensa Local. Parte VIII

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Sr. Carlos Balbín, que junto a Francisco Reimondi y Félix Remondegui

poseían el corralón y ferretería.

La Liga no supo concitar la adhesión de la totalidad del co-mercio puntaltense y ni siquiera del conjunto de almacene-ros que constituían el núcleo de la agrupación. De este es-tado de cosas se quejaba en un reportaje a fines de 1924 Francisco Perales, presidente de la liga:"La defensa mutua de nuestros intereses nos ha impuesto la unión que hoy te-nemos, la mayoría de los almaceneros. Solo es de lamentar que existan tres o cuatro firmas que no se hayan adherido para hacer así más firme la defensa de nuestro gremio.

Esta defensa es lógica sobre todo necesaria en este gremio, por sus propias características en lo que respecta a la venta de mercadería."(1) Las razones que llevaron al resto del comercio a retacear apoyo a la entidad es cosa que sólo podemos suponer. La intención de los dirigentes de am-pliar su base de representatividad chocaba con las voluntades de sus cole-gas comerciantes. Al no contar con los libros de actas de la entidad, debe-mos pensar que el fracaso de la Liga anterior y su lento declinar haya influ-ido en el ánimo de quienes no quisieron repetir la triste experiencia. Con la finalidad de estrechar lazos entre los asociados y realizar una labor de propaganda de sus fines y accionar, la Liga realizaba varias acciones, con resultado incierto. Uno de ellas fue un publicitado almuerzo en marzo de 1925 en el corralón y ferretería que Carlos Balbín poseía en sociedad con Francisco Reimondi y Félix Remondegui (2) .

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Sin embargo en esos años la unión más importante del comercio local en su con-junto se produjo a raíz de la sanción de la ley nacional 11.289 de jubilaciones. En Buenos Aires, la llamada Comisión Patro-nal organizó un acto de protesta y pedido de la derogación o modificación de la nor-mativa y solicitó a las entidades comercia-les e industriales que se plegaran a un cierre de locales.

Frente del negocio instalado en calle Roca 623, (1919)

La Liga local adhirió al a protesta. Resolvió invitar a socios y comerciantes a cerrar las puertas el 4 de junio de 1925 desde las 12 hasta las 16. Asimismo, resolvió el envío de una comisión a la gran concentración que se efectuaría ese día en Bahía Blanca(3) y que juntó a un nutrido grupo de personas. Dicha delegación estaba integrada por: Francisco Perales, Carlos Balbín, Manuel Vigil, Isidro Calvo, Ulpiano Zapico, Marcos Miskulin, Juan Pugliese, Abdón Martín, Ángel Munafó y Elías Williams(4) , y esta lista es la única (aunque parcial) donde figuran los adherentes a la Liga. La protesta, según el periódico local, fue un éxito, tanto a nivel nacional co-mo en lo local. La mayor parte de los comercios cerraron sus puertas en el horario convenido y hubo hasta una pequeña concentración. Cabe aclarar que el éxito de la convocatoria en Punta Alta no implicó una a-dhesión de la totalidad del sector mercantil a la Liga: antes bien, todos se unieron circunstancialmente en defensa de sus intereses que pensaban es-taban lesionados por la ley de jubilaciones. Una de las acciones más publicitadas de la entidad fue la adquisición de una báscula de 6000 kg. de capacidad para controlar el peso exacto de la mer-cadería remitida desde distintos puntos de la república. Esta compra se hizo con el concurso de unos cuarenta socios y vino a llenar una de las necesida-des más sentidas de los comerciantes minoristas quienes muchas veces se sentían perjudicados en sus compras. (5) A partir de 1925, hay un silencio en las actividades de la Liga. Como el in-tento anterior, parece que su acción se disgregó con el correr del tiempo. No sabemos si se disolvió de hecho, pero recién en marzo de 1929, la pren-sa local destacó que se eligió una nueva comisión directiva a fin de activar su labor e ir reuniendo en su seno a los almaceneros y anexos (6). Esta reactivación no se daría en forma inmediata, pese a las voluntades. Había que vencer recelos y hostilidades. Pero la entidad que surgiría sería el germen del cual nacería otro nuevo agrupamiento de comerciantes, asen-tado en bases más sólidas y que, a la postre, se constituiría la unión defini-tiva de todo el sector mercantil puntaltense. Notas 1 Nueva Época, 24 de diciembre de 1924, p. 1 2 Nueva Época, 18 de marzo de 1925,p. 1 3 Nueva Época, 3 de junio de 1925, p. 1 4 Nueva Época, 6 de junio de 1925, p. 1 5 Nueva Época,26 de agosto de 1925, p. 1 6 La Nueva Comuna 12 de marzode 1929, p. 1

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Boletín Informativo Nº 177 - Diciembre 2002

Liga de Defensa Comercial de Punta Alta. Parte IX

La Comisión Directiva nombrada en marzo de 1929 estaba integrada por: Presidente: Higinio Fernández, Secretario: Isidro Calvo, Tesorero: Eugenio Anielli

Es una verdadera lástima que el diario no mencione el res-to de los miembros de la comisión, ni los vocales. No obs-tante, sabemos por la nota periodística que fue el propósito inicial del flamante cuerpo activar la labor de la Liga e ir reuniendo a los comerciantes del ramo de almaceneros y anexos(1)

No obstante, tal como se dijo en el número anterior de la revista, la iniciativa no prosperó y no dio los frutos espera-dos en lo inmediato. Fue menester esperar una año para que, en febrero de 1930, se funde la Liga de Defensa Co-mercial de Punta Alta.

A tal efecto, La Nueva Comuna dio cuenta del suceso con una extensa nota, donde saludaba gustoso la conformación de la nueva entidad.

Sr. Florentino Rubio

Sr. Rogelio Muñíz Acudieron a la reunión conformatoria de la Liga definitiva ( y que, con el tiempo, cambiaría de denominaciones hasta tomar el nombre actual de UCIAPA) los siguientes comerciantes: Higinio Fernández, José Márquez, Fernández Hnos., García y Giuliniani, S. Patrignani, Rafael Salvá, Ulpiano Zapico, Arsenio Romero, Félix Remondegui, Genaro García, Blas Soler, Antonio Lorenzo, Florencio Izarra, Feliciano Napal, Augusto Francischelli, José Patrignani, Marcelino Cuevas, Luis Delledone, Del Río Hnos., Eyroa Bello, Victoriano Cueto, Agustín Vañó, Cándido Unamuno, Manuel Vigil, Arnaldo Fabio, Muñiz y Cía., Anastasio Fernández, Félix Merino, Calvo Hnos., Acisclo López, Elías Williams y Cuevas y Heras.

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El esplendor de la calle Irigoyen en la década del ´30

La elección de autoridades se hizo luego de conformación de la comisión de escrutinio, formada por Emilio Álvarez, José Márquez, Félix Remondegui, Genaro García, Arnaldo Fabio e Isidro Calvo. Efectuada la votación, la Comi-sión Directiva de la nueva Liga quedó formada de la siguiente manera: Presidente: Higinio Fernández, Tesorero: Isidro Calvo, Vocales titulares: Higinio Fernández, Pablo Álvarez, Roberto Patrignani, Raimundo del Río, Salvador Maio, Domingo Ferro, Pío Rossi y Cándido Unamuno. Vocales suplentes: Feliciano Napal, Félix Remondegui, Emilio Heras y Gregorio Gil. Revisores de cuentas: Arsenio Romero y Acisclo López. La nota del diario destacaba que: según los estatutos aprobados, la finali-dad esencial de la Liga era "la unión de todo el comercio local para hacer e-fectiva la defensa de sus intereses comunes". Toda vez que fuera necesario en salvaguarda de estos intereses, la entidad solicitaría el concurso de o-tras asociaciones similares de la región. Por otra parte, también mediaría a-mistosamente en conflictos surgidos entre comerciantes tratando de evitar que recurran a la justicia. Asimismo, también la Liga velaría por el respeto de la honestidad comercial y la buena fe entre sus adherentes. La entidad se diferenciaba de sus predecesoras en cuanto al funcionamien-to interno de la misma y la calidad de servicios prestados a sus afiliados. Uno de los problemas que tuvieron las otras entidades era el divorcio entre los directivos y las bases. Para crear el canal de comunicación idóneo, se pensó en inaugurar una oficina de informes dotada de personal competen-te, para seguimiento de los problemas comerciales para ponerlos en cono-cimiento de la Comisión Directiva. Todos estos propósitos y recaudos lograron sus objetivos e hicieron de la Liga de Defensa comercial de Punta Alta la asociación definitiva que repre-sentó al sector comercial y productivo de la ciudad. Notas 1 La Nueva Comuna , 12 de marzo de 1929

Boletín Informativo Nº 178 - Enero 2003

Liga de Defensa Comercial de Punta Alta. Parte X

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Humberto esquina Irigoyen, donde se puede observar el antiguo Bar Cen-tral y al policía que en la década del ´30 ordenaba el tránsito. Afortunadamente para quien desea conocer los pormenores de los primeros años de la Liga de Defensa Comercial de Punta Alta, se conservaron los li-bros de actas. Por lo tanto, contamos con otra fuente de inestimable valor que se agrega a la de los periódicos, para saber más acerca de la etapa fun-dacional de la entidad. Así, conocemos los propósitos que animaron a los comerciantes a formar la asociación, según lo expresado en el el Acta Nº1 y que merecen ser trans-criptos en su totalidad. "a) Unir en una fuerte agrupación todas las fuerzas del Comercio e Industrias locales en sus diferentes gremios. b) Ser órgano constante de vigilancia de los intereses del mismo. c) Fomentar el espíritu de solidaridad y compañerismo entre los miembros del Comercio y la Industria, en sus diferentes ramos,para el amparo y defensa de sus intereses recíprocos y colectivos. d) Solicitar y prestar concurso a todas las Sociedades Comerciales del pais, en procura del mejoramiento comercial en general. e) Solucionar dentro de su esfera de acción, todo conflicto que pueda susci-tarse entre sus asociados o entre éstos y comerciantes que no pertenezcan a la Liga, evitando en cuanto sea posible las tramitaciones judiciales. f) Tender con la mayor tenacidad y por todos los medios a su alcance, a que la buena fe y honestidad sean reglas constantes en la conducta comercial de sus asociados. g) Fundar una Oficina de Informes que acoja todas las palpitaciones de los diversos gremios componentes a la Asociación y las transmita a la C.D. la que asesorará para la adopción de medidas que consecuentemente crea útil adoptar.La C.D. nombrará el personal necesario de esa oficina. h) Realizar toda otra gestión no especificada en los incisos precedentes que tiendan a la consecusión de los fines generales de la Asociación"(1) . Estos objetivos van a guiar permanentemente el devenir de la Liga y el comportamiento de sus asociados y su copia fiel fue procedente para apre-ciar el espíritu de los fundadores de la corporación comercial. Cuando empezó a sesionar, la Liga no contaba con local propio y la Comi-sión Directiva se reunía en las instalaciones cedidas a tal efecto por la So-ciedad de Fomento. Este inconveniente tuvo rápida solución. Ya el Acta Nº 2 establecía que se dispusiera alquilar un local que sirviera como sede propia y conseguir los muebles necesarios para el normal funcionamiento de la entidad. Para eso se comisionó a Raimundo del Río y Salvador Maio para que buscaran un

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salón acorde a los propósitos.(2) Finalmente, en la sesión del 10 de julio de 1930, se decidió, a partir de los informes de los socios comisionados, alquilar el salón propiedad de Urbano Gutiérrez, sito en Rivadavia y 25 de Mayo, en 60 $m/n. Asimismo, se adqui-ría una docena de sillas que complementarían el mobiliario consistente en una mesa que la Comisión Directiva ya había mendado a construir especial-mente (3) Notas 1 Liga de Defensa Comercial de Punta Alta, Libro de Actas Nº 1, acta Nº 1, 1º de junio de 1930, folios 1 y 2 2 Liga de Defensa Comercial de Punta Alta, Libro de Actas Nº 1, acta Nº 2, 12 de junio de 1930, folios 12 y 13 3 Liga de Defensa Comercial de Punta Alta, Libro de Actas Nº 1, acta Nº 5, 10 de julio de 1930, folio 17

Boletín Informativo Nº 179 - Febrero 2003

Liga de Defensa Comercial de Punta Alta. Parte XI

Vista de calle Colón, donde se puede observar el mayor asentamiento co-mercial, dada su cercanía con el principal acceso a la Base Naval. La seriedad con que la Liga encaró las cosas desde el principio queda pues-ta de manifiesto apenas se hojean los primeros folios del libro de actas ini-cial de la entidad. Uno de los propósitos que animaban a la asociación de los comerciantes era la de propender a la honestidad de las prácticas mer-cantiles ( inciso f ; véase nota anterior). Y, por consiguiente, luchar contra toda deslealtad comercial,combatirlas y denunciarlas. De este modo, leyendo el acta Nº 11 de la reunión acaecida el 21 de agosto de 1930, nos enteramos de una grave denuncia formulada en contra del propietario del " Almacén Hispano", sito en la calle Bernardo de Irigoyen. En el citado establecimiento, según el acta, "se expenden bebidas alcohó-licas introducidas de la zona militar, sin el estampillado correspondiente." Además, se hacía saber a los socios que "ésta casa [ por el "Almacén His-pano"] realiza el reparto de sus mercaderías en ésta localidad con vehículos sin patente municipal". Vale decir, un claro delito de evasión impositiva y contrabando. Ante esta actitud del establecimiento comercial denunciado, la Liga resolvió nombrar una comisión conformada por Emilio Álvarez, Higinio Fernández e Isidro Calvo para que se entrevisten con el Delegado Municipal y el responsable del Departamento Contable a fin de comunicar-

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les las actividades ilegales del almacén.(1) En la reunión del 25 de septiembre, se realizó una imputación similar contra otro establecimiento. La Comisión Directiva comisionó a Isidro Calvo, Emilio Álvarez y Domingo Ferro para expresar sus quejas ante el Delegado Mu-nicipal," y le manifiesten que los vehículos del "Almacén Colón", instalado en Puerto Belgrano, continúan haciendo el reparto de mercaderías en la localidad, sin estar provistos de la patente correspondiente, lo que redunda en desmedro del comercio honesto local"(2) No sabemos qué desino habrán tenido estas denuncias, si las autoridades se hicieron eco de ellas o si los comerciantes deshonestos tuvieron alguna multa o castigo. Pero, más allá de esto, se evidenció desde el comienzo una actitud de la Liga consecuente con los principios que justificaron su crea-ción.

Publicidad del almacen Hispano, "Album revista Punta Alta ayer y hoy, 1898 - 1931" Otra preocupación de las horas iniciales de la Liga fue el importante tema del ingreso a la Base Naval con el fin de comerciar y de cobrar las deudas contraídas por el personal militar que vivía allí. Es por esto que se comisio-nó a Emilio Álvarez, Raimundo del Río, Pablo Álvarez, Roberto Patrignani, Pío Rossi y Manuel Vigil para reunirse con el Jefe de Base, Contraalmirante Enrique Fliess y le expongan " los perjuicios que causa al Comercio local la falta de un pase regular para poder comerciar con el personal de dicha de-pendencia." Asimismo, le expondrían a Fliess las quejas contra las consabi-das maniobras del "Almacén Colón" . Las gestiones concernientes a estos permisos no iban a ser facilmente resueltas y serán tratadas en otras notas con mayor amplitud. Aquí nos interesa recalcar que por su actividad, la Liga se destacó amplia-mente de sus predecesoras inmediatas, impulsando una acción a todas lu-ces positiva para los intereses del comercio local. Notas 1 Liga de Defensa Comercial de Punta Alta, Libro de Actas Nº 1, acta Nº 11,

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21 de agosto de 1930, folio 22 2 Liga de Defensa Comercial de Punta Alta, Libro de Actas Nº 1, acta Nº 14, 25 de septiembre de 1930, folios 25 y 26

Boletín Informativo Nº 180 - Abril 2003

Liga de Defensa Comercial de Punta Alta. Parte XII

Primer cuadra de calle Irigoyen. Década del 30. Foto Roa

La Liga de Defensa Comercial de Punta Alta, fundada a mediados de 1930, se constituyó en la base de la actual UCIAPA. Básicamente es la misma en-tidad que, con diferentes nombres, actúa desde hace más de siete décadas en pro de la actividad productiva de la región de Punta Alta. Esta es, preci-samente, la importancia histórica que adquiere esta asociación: ser la que, dejando de lado la desidia de muchos y las diferencias personales, políticas y de otro orden que pudieron surgir, se convirtió en asociación permanente que nucleó a todos los comerciantes de la ciudad. Anteriormente, como se vino reflejando a lo largo de estas notas, hubo una serie de experiencias fa-llidas: la Liga Comercial y de Defensa Local (1916-1919) y la Liga de Defen-sa Comercial (1924-1929). Años después, la Liga obtuvo la Personería Jurídica el 6 de febrero de 1946, mediante por decreto 662 del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires. En-tonces, la entidad cambió su nombre por el de Liga de Comercio, Propiedad e Industria de Punta Alta(1) , abarcando también al sector industrial pun-taltense. Con esta denominación continuó su accionar hasta 1989. A principio de ese año, pasó a llamarse Unión del Comercio, la Industria y el Agro de Punta Al-ta (UCIAPA). Según palabras de su presidente de entonces, Primo Lupi, es-to no entrañó tan sólo un cambio de nombre. En efecto, la asamblea general aprobó un nuevo estatuto social dentro del que se contemplaron dos modi-ficaciones: la inclusión de establecimientos agrícolas (que carecían de re-presentación hasta ese entonces), y la participación de las diferentes cáma-ras comerciales dentro de la estructura del organismo. De este modo, todo el espectro productivo del partido tuvo cabida en el cuerpo (2) . Sería prácticamente imposible enumerar siquiera brevemente la acción de la UCIAPA y sus predecesoras en la comunidad puntaltense. Temas clave para la ciudad tuvieron a las distintas entidades comerciales que se suce-dieron como impulsoras, promotoras o adherentes en las acciones de recla-mo que la comunidad emprendía ante las autoridades. Así, los comerciantes agrupados no se desentendieron de asuntos como el suministro eléctrico, el puerto comecial, la autonomía comunal, el ferrocarril, la zona franca y tan-tos otros. Esta serie de notas termina aquí y pretendió tan sólo reflejar la lucha de co-

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merciantes y productores para lograr la conformación de una asociación que los represente, defienda y promocione. Lucha que se extendió prácticamente durante treinta años y que, finalmente, vio sus objetivos cristalizados. A partir del próximo número, el lector encontrará en estas páginas artículos correspondientes a los comercios más emblemáticos que tuvo la ciudad y a la actuación de algunos de los comerciantes y productores más importantes que dejaron su impronta en la comunidad. Notas 1 Cfr. Punta Alta y sus 82 Aniversarios. 1898-2 de julio-1980, Punta Alta, Imprenta Bühler, 1980,p. 81. 2 Cfr. "UCIAPA. No sólo un cambio de nombre", en La Vidriera, año 1, Nª 7, Punta Alta, 7 de abrilde 1989, p.12

Boletín Informativo Nº 181 - Mayo 2003

Don Manuel Vigil

Don Manuel Vigil

En el año 1909 don Manuel llegó a la Argentina, desde Es-paña, su país natal. Al año siguiente ya se iniciaría en el comercio, trabajando como dependiente en Coronel Prin-gles, en la firma de los señores Francisco Izarra y Cía., dueños de "La Estrella", una importante cadena de alma-cenes. Allí, al lado de su "mejor maestro", como siempre decía, aprendió el oficio y se formó, teniendo como premisa fundamental la honestidad comercial, como la base de la prosperidad.

Pronto supo ganarse la confianza y el aprecio de don Francisco, con quien en 1917 constituyó una sociedad titulada Manuel Vigil y Cía., para explotar "La Estrella" en Punta Alta, oficiando el primero de comanditario de la casa. Diez años después, en 1927, ingresó también a la sociedad su hermano, don Cipriano Vigil, transformándose la firma bajo el nombre de Vigil Hnos. y Cía.

Almacén "La Estrella", Humberto esquina Urquiza, en 1919

Durante muchísimos años el alma-cén "La Estrella" se colocaría entre los primeros lugares de las casas comerciales de Punta Alta, siendo uno de los más acreditados y mejor surtidos. El mismo estaba ubicado en la esquina de Urquiza y Hum-berto I, donde actualmente funcio-na una disco bailable, una zona bastante despoblada en aquel en-tonces. En este sentido, don Manu-el había sido todo un visionario, al prever allí un importante crecimien-to urbano. Aún en 1933, en una entrevista para la revista "Punta Al-

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ta", afirmaba: "Al instalarme en esta esquina Humberto y Urquiza, para algunos la idea fue atrevida y aventurada, en razón de estar casi toda esta parte de la población semibaldía.

Y sin embargo, todos los obstáculos e inconvenientes que de tal naturaleza emanaban fueron sorteados en la medida de nuestras fuerzas y quizás nos corresponda una buena parte del impulso que ha alcanzado este radio urba-no, al predecir con nuestro negocio, a los ojos atónitos de muchos, la im-portancia que alcanzaría" El espíritu progresista y la habilidad para los negocios de don Manuel lo lle-varon, en 1930, a incursionar en otras ramas del comercio, inaugurando un taller mecánico para automóviles. El mismo se ubicó en la intersección de las calles Urquiza y Roca, donde antes había funcionado, durante muchos a-ños, una de las principales fábricas o herrerías de carros, cuyo negocio de-cayó con el auge automotriz. Don Manuel intuyó que si una industria moría, otra nacía y por eso decidió dedicar el sitio para el servicio del automóvil.

Estación de servicio Pan-Am, Roca esquina Urquiza, en 1940

Hasta 1934 funcionó aquel taller, cuando optó por levantar una moderna estación de servicio. El diseño y los planos de la misma fueron confiados al arquitecto Gatamorta, quien proyectó un hermoso edificio de estilo moris-co. Expendiendo exclusivamente naftas y aceites "Pan-Am", además de re-puestos, cubiertas y cámaras, esta estación se promocionaba, en 1937, co-mo "la primera del sur argentino". Fuentes -Album de Punta Alta. Editado por Talleres Gráficos Nueva Epoca. Punta Alta. 1919. -Revista "Punta Alta". 26 de agosto de 1933. 25 de noviembre de 1937. 25 de agosto de 1938. -Crespi Valls, Antonio. "Gran Album de Punta Alta". Edit. Sureña. Bahía Blanca. 1941.

Boletín Informativo Nº 182 - Junio 2003

Los hermanos Maio

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Sr. José Maio Sr. Salvador Maio Don Salvador y José Maio arribaron a nuestro país siendo muy jóvenes, te-nían 19 y 17 años. Venían desde Italia, con las mismas esperanzas e ilusio-nes que el resto de los inmigrantes gringos de principios de siglo. Siempre juntos, pronto comenzaron a recorrer, aquí en Punta Alta, el camino del tra-bajo fecundo que sus antepasados habían sabido hacer florecer en la lejana Europa: la compra y venta de hacienda. En los primeros tiempos, con un pequeño sulki recorrían los campos de la zona hacien-do negocio con los chacareros y a los pocos años comenzaron a comercializar al público, abriendo en 1914 la carnicería "La Unión", ubicada en la calle Irigoyen 240, la primera de una larga cadena de carnicerías distribu-idas en todos las barrios de la ciudad.

En 1926 instalaron en la calle 25 de Mayo 331 la Administración General de la firma, a la vez que establecieron en esa misma propiedad la residencia de la familia. La empresa progresivamente siguió creciendo y agrandando su cartera de clientes, puesto que con el tiempo comenzó a proveer de carnes a los buques mercantes amarrados en el Puerto de Arroyo Pareja, como también a los de Puerto Belgrano, además de Baterías y Base Aeronaval Cte. Espora. Para cumplir sin inconvenientes con todos los compromisos construyeron una cámara frigorífica en los terrenos aledaños a las oficinas administrativas y en sus campos de Bajo Hondo y Coronel Pringles hacían acopio de haciendas.

A las actividades ya anotadas, a fines de la década del 40 se abocaron a un nuevo emprendimiento, esta vez, en sociedad con don Alejandro Hoffman y

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los hermanos Domingo y Pascual Suraci: la pesca del cazón. La firma se lla-mó "La Unión Pesquera" y pronto se encaró la construcción de una lancha, la "Stella Maris". Durante varias temporadas aquella barca surcaría las a-guas de la bahía, capturando en grandes cantidades a dichos especímenes, que luego eran vendidos a los frigoríficos de una empresa estadounidense radicada en la zona, encargada de exportarlos al país del norte, donde se los procesaba y elaboraba aceite, muy rico en vitamina A. Con los años, y con el descubrimiento de la fabricación de la vitamina sintética, la empresa norteamericana se retiró y la gran época de la pesca del cazón llegó a su fin. "La Unión Pesquera" terminó por disolverse. Los Maio, continuaron juntos trabajando en su negocio de abastecedores de carnes y derivados, dedicándose también a la explotación de la agricultura y ganadería en los campos de su propiedad. En 1969, y en agradecimiento al país que generosamente los recibió, dona-ron 5 manzanas de terreno a la Armada Nacional, para ser construidas allí viviendas para su personal. Así nació el Barrio Gaudi, siendo bautizada di-cha zona con el nombre de Villa Maio. Pocos años después, en 1971, don José falleció. Su hermano Salvador lo se-guiría cuatro años más tarde. Dejaron indeleble, sin lugar a dudas, el ejem-plo del espíritu de iniciativa y el sacrificio. Fuentes -Amarfil, Romina. "La Ría de la bahía Blanca". Editado por el Archivo Histó-rico Municipal. Punta Alta. 2001. -Crespi Valls, Antonio. "Gran Album de Punta Alta". Editorial Sureña. Bahía Blanca. 1941. -Pepe Recuerdos. "Historias y estampas (de la memoria popular)". Tomo II. Editado por el Honorable Concejo Deliberante de Coronel Rosales. Punta Alta. 1995.

Boletín Informativo Nº 183 - Julio 2003

El Bar Central

"Bar Central, / catedral del billar esquinero. / Bar Central, / de Irigoyen y Humberto Primero. / Bar Central, / sucursal del afán futbolero / donde to-do final se palpita, / y los sábados de tardecita / se da cita la barra de a-yer.../", dice la letra del tango escrito por Pedro Soulé Tonelli, en homenaje a aquel tradicional bar, cuya imponente arquitectura, intacta a pesar del paso del tiempo, le da un toque de distinción a una de las ochavas de la esquina Humberto I y Bernardo de Irigoyen.

Frente del Bar "Puerto Rico", en 1919

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Cambió, con el correr de los años, muchísimas veces de dueño, pero siem-pre funcionó como bar, desde 1916 hasta la fecha. Antes, hacia el 1900, ha-bía funcionado allí una panadería, la primera del pueblo de Punta Alta, per-teneciente a un tal Pablo Bos, hasta que don José Ighina adquirió la propie-dad, para destinarla a la renta. Fueron sus primeros inquilinos los señores Antonio Prieto y Delfino González, quienes instalaron el Café y Bar "Puerto Rico", cuyo nombre, según A. Sainges, hacía referencia al Puerto Comercial Arroyo Pareja, en plena construcción, considerado como el baluarte del de-sarrollo económico de la zona. Eran sus mismos dueños quienes lo trabaja-ban, acompañados por el personal de mozos y demás empleados. En sus páginas, el Album de Punta Alta, en 1919 afirmaba: "Por la amplitud del lo-cal que ocupa, por el servicio que en él se presta, y por la numerosa clien-tela que tiene el café y bar Puerto Rico, constituye uno de los negocios más importantes y acreditados de la localidad. En efecto, este comercio se halla instalado en un local que mide 18 metros por 30, y en el cual se hallan con-venientemente distribuidas las mesas para el público y los diez billares, que ocupan la mitad del salón.". Se caracterizaba por su exquisito "café express" y por la legitimidad de los licores. Todo eso hacía que los marine-ros y demás personal de la Armada fuesen sus más asiduos clientes.

Vista interior del salón

En 1922 don Delfino González abandonó la sociedad y su lugar lo ocupó un tal Badiola. Tres años más tarde, nuevamente el bar cambiaría de dueños, y también de nombre. Pasó a llamarse Bar "Japonés", siendo sus propietarios los señores Ichijo y Onuma, ambos de origen nipón. En aquellos años, apar-te de los ya conocidos billares, el bar ofrecía salones reservados para las fa-milias, café, minutas, cacao y los más variados licores, además de concier-tos musicales todas las noches. Lamentablemente, la tragedia se haría pre-sente a fines de 1928, cuando el local fue casi totalmente destruido por un incendio, en poco más de media hora. Luego de aquel suceso, Ichijo y Onu-ma decidieron trasladar su negocio y en su lugar don Ercolano Melani rei-nauguraría el bar, esta vez con el nombre de "Central", que perdura hasta hoy. En el diario local "El Regional" publicaba y exponía las cualidades de la casa: "Café express, bebidas legítimas, regio salón de billares (9 mesas de

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billar, medida reglamentaria de 1/2 y 1/4 match) y la gran Orquesta Típica compuesta por varios profesores, todos los días de 13 a 14 hs. y de 21 a 24 hs.". La gran innovación del espectáculo de la época era la orquesta estable de señoritas, que actuaba en un palco erigido sobre la actual barra, en aquel momento buffet. En 1934 nuevamente cambió de propietario, ahora era Emilio Chiaradía. Su innovación fue el esmerado servicio de lunch, que perduró luego, siendo propiedad del señor Juan de Negri, entre los años 1935 y 1945. También continuaron los billares, la orquesta de señoritas y el café express, incor-porando, sí, el servicio de té y cacao, y el guindado uruguayo, la especiali-dad de la casa. En 1945 el "Central" pasó a manos de los señores Angel Moison y Suárez, sociedad que con los años terminó por disolverse, quedando sólo Moison como propietario, en los años 60. Finalmente, a fines de 1973, se lo vendió a Antonio Di Giácomo, actual due-ño del bar. Reliquia arquitectónica, fiel testimonio de los tiempos pasados, sus paredes encierran miles de recuerdos...algunos teñidos de fatalidad , como el brutal asesinato de un marinero de apellido Gasparoli en manos de un policía, en 1927, hecho que conmocionó a todo el pueblo en aquel entonces, o el gran incendio del '28, que amenazó con destruirlo todo... Pero también el "Cen-tral" atesora anécdotas inolvidables, como el paso de Gardel, en el '33, cuando descubrió al genial pianista Carlos Di Sarli; Sandrini, mientras fil-maba la película "La muchachada de abordo"; Carlitos Balá; Monzón, y tan-tos otros... Fuentes *"Album de Punta Alta". Punta Alta. 1919. *Sainges, M. Alejandrina. "El Bar Central". 1998.Inédito. *Periódico "El Yunque". 24 de diciembre de 1927. *Diario "El Regional". 12 de diciembre de 1929.

Boletín Informativo Nº 184 - Agosto 2003

Farroni Hermanos

Fueron los hermanos Farroni algo así como los precursores del automovi-lismo en este paraje, pues a ellos se debe que en el citado año Punta Alta diera sus primeros impulsos para trocar el clásico mateo por aquel auto excesivamente cargado de accesorios bronceados y policrómicos, que para la época fue todo un acontecimiento y en la actualidad solo es un motivo de museo..." Han sido, seguramente, los iniciadores en nuestra ciudad de la industria automotriz, que poco a poco desplazó a los carruajes y coches de alquiler, por los primeros automóviles y colectivos...En 1933 un periodista afirmaba: "El apelativo Farroni está ligado a los prime-ros síntomas de progreso que se vislumbró en la tracción mecánica, allá por el año 1914, que era casi desconocida para este pueblo en embrión.

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Y han sido y son, sin duda, un claro ejemplo de unión y trabajo mancomu-nado, que logró mantenerse a través de tres generaciones, dedicadas a una empresa de verdadera utilidad pública: el transporte de pasajeros. Nacieron en Macerata, Italia, y uno a uno, los tres hermanos comenzaron a emigrar hacia la Argentina. El primero en arribar fue el mayor, Alberico, en 1910, ingresando poco después a los talleres de la Base Naval. En 1914 llegó el segundo de los hermanos, David, y en 1918 Pedro, el menor. Ambos también fueron em-pleados en los talleres navales.

El primero que incursionaría en el ámbito del transporte sería don David, trabajando como chofer de la primera línea habilitada entre Punta Alta y Puerto Belgrano, en 1924, pero la misma no duraría mucho en su actividad. Fue reemplazada por otra empresa, "Gambri-nus", que también tuvo que retirarse del ne-gocio por resultar de escaso rendimiento eco-nómico. Lejos de amilanarse ante tales fracasos en la línea a la Base Naval, los her-manos Farroni decidieron, el 4 de septiembre de 1926, probar suerte, po-niendo en servicio el primer ómnibus, totalmente carrozado en Bahía Blan-ca, de la flamante empresa "Farroni Hnos." Dos años después nuevas unidades integrarían la flotilla, cubriendo eficien-temente las líneas Nº 14, de Punta Alta a Puerto Belgrano, y la Nº 15, de Punta Alta a Arroyo Pareja, además de incorporar dos de los dieciocho óm-nibus de la línea Nº 9, de Bahía Blanca a Punta Alta, explotada por la em-presa "La Acción". Los tres hermanos se repartieron las tareas de la empresa, quedando don Alberico, el mayor, a cargo de la administración general. Como jefe de explotación de las líneas se desempeñó don David y el menor, Pedro, como supervisor de mantenimiento de las unidades. Para realizar éste trabajo, es decir, las reparaciones de los coches, como así también para almacenar las unidades, la firma instaló un taller propio, en un amplio local ubicado en la calle Rosales al 100.

Al fallecer en 1944 don David, la sociedad continuó, hasta que en 1954 se formó la empresa "Micro Ómnibus Belgrano" SRL, compuesta por don Pedro

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Farroni y sus dos hijos, Alberto y Oscar, y los señores Antonio Studio, Alfonso Trivellini y Fehid Rayes. En 1963 falleció don Pedro y pocos años después, en 1968, quedaron como únicos titulares de la empresa los hermanos Alberto y Oscar Farroni, la que se denominó "Micro Ómnibus Belgrano" de Farroni Hnos. Con los años la firma fue incorporando más personal y más unidades, espe-cialmente en los años '80, para cubrir sin inconvenientes el servicio de transporte de pasajeros residentes en Villa Arias, Villa del Mar, Villa Maio, Gottling, Nueva Bahía Blanca y Villa Mora, a través de las líneas 501, 503, 504 y 505; los "blancos", como se los identificaba comúnmente. Ya en los años '90 incorporaron cuatro unidades Combi Sprinter 0km. y tres moder-nos minibús Iveco, que fueron identificados con los nombres Centenario I, Centenario II y 2 de Julio, en homenaje al centenario de Punta Alta. En el 2000, habiendo fallecido don Oscar, don Alberto se jubiló y la empresa dejó de existir. Pero otra nueva generación de Farroni sería la continuado-ra, naciendo así la "Compañía de Ónmibus General Belgrano", integrada por los hermanos Alberto, Marcela y Norma Laura Farroni, hijos de don Alberto, y Fabián Farroni, hijo de don Oscar. Así, desde aquel histórico 4 de septiembre han pasado muchos años de tra-bajo y esfuerzo compartido, y han pasado, también, tres generaciones de u-na familia dedicada al transporte público de pasajeros. Fuentes -Revista Punta Alta. 30 de diciembre de 1933. -Crespi Valls, Antonio. "Gran Album de Punta Alta". Edit. Sureña. Bahía Blanca. 1941. -Entrevista al Sr. Alberto A. Farroni.

Boletín Informativo Nº 185 - Septiembre 2003

Garibaldi, la primera panadería

Nada de agricultura. Sólo tierras arenosas, paja brava, oli-villos y, sobre la costa, cangrejales. Así era el paisaje de Punta Alta a fines del siglo XIX, al momento de comenzar las obras del Puerto Militar.

Desde hacía algunos años, aproximadamente 1880, habi-taban la zona algunas tribus indígenas. Eran los Ancalao, establecidos en la actual Ciudad Atlántida, los Antenao, lindantes con aquellos, y los Linares, asentados a la altura de las baterías. Convivían pacíficamente entre ellos y tam-bién con los "blancos", quienes comenzaron a poblar la re-gión casi sobre el final de la década. Muy posiblemente José Nardini, apodado "el alto", haya sido el primero, pero en pocos años fueron varios los que lo imitaron. Así, entre los primeros habitantes se encontraban Juan Colla, el vasco Istueta, José Sardi, Ángel García, Felipe Zelaye, Marcelina Cruz, Manuel Díaz, Juan Lafalle, Pedro Hilario, y algunos más que lamentablemente se han traspapelado en las pá-ginas de la historia. Todos ellos vivían en precarios ranchos, distantes entre sí por una legua o dos, llevando adelante una vida rudimen-

Doña Lucía Panales de Zanotti

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taria y pastoril, con una pequeña majada de ovejas, algún caballo y un par de vacas. En este contexto, hacia 1888, dos nuevos habitantes se instalarían en las inmediaciones. Era el matrimonio constituido por don Francisco Zanotti y doña Lucía Panales, quienes vislumbraron su futuro en los campos próxi-mos a Arroyo Pareja, por ese entonces fondeadero de los buques de la Ar-mada, y decidieron instalar una panadería, la primera del lugar, denomina-da "Garibaldi", en alusión al acorazado adquirido por el Gobierno por esos años. En 1938, doña Lucía, ya viuda y considerada la pobladora más antigua, des-cribía de la siguiente manera el lugar y la forma de vida en aquellos tiem-pos, en unas páginas de la revista Punta Alta: "Era completamente desola-do. Este paraje no tenía ninguna vía de comunicación con Bahía Blanca u o-tro centro poblado, a no ser por vía marítima. No existía el ferrocarril, que vino años después. El medio de locomoción era la galera y por ahorrarse los sufrimientos que implicaba viajar en la misma, era preferible evitar su em-pleo, salvo en extrema necesidad." Más adelante afirmaba: "En el año 1888 arribé a estas playas, las que se encontraban sin vegetación de ninguna es-pecie, sin casas, es decir, daba la impresión de ser un desierto. En aquel en-tonces mi extinto esposo, considerando que el porvenir suyo y el de la fami-lia radicaba en la ciudad atlántica (sic), dado que los buques de guerra de nuestra Armada tenían su fondeadero en la rada de Arroyo Pareja, haciendo presumir un futuro halagüeño, compró varios lotes y a fin de localizar el punto donde se encontraba agua potable efectuó varias perforaciones. En el lugar donde obtuvo resultado favorable, edificó la que debía ser su casa y domicilio, y en este mismo lugar fundó más tarde la primer (sic) panadería de la localidad, que lo fue el 20 de septiembre de 1888, o sea el mismo año de nuestro arribo a ésta, la que se denominó "Panadería Garibaldi", funcio-nando en dicho lugar hasta el año 1904, más o menos. Luego la traslada-mos a esta localidad, en la calle Transval, hoy Bernardo de Irigoyen, hasta el año 1909, en que fue vendida." De esta manera don Francisco Zanotti y su esposa fueron los precursores de la industria panadera en Punta Alta, logrando cubrir, con sus productos, la gran necesidad de la población local como también los dotaciones milita-res, quienes hasta entonces consumían pan en escasas cantidades y en mal estado. "Era de mala calidad, enmohecido y verde por el forzoso almacena-je que debía hacerse, ya que por períodos más o menos largos se hacía la correspondiente provisión de Bahía Blanca", decía doña Lucía. "Nuestro producto era de una calidad tan aceptable, que hacíamos el suministro a los buques de la marina de guerra y después a todos los obreros de las obras de construcción de Puerto Belgrano".

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Doña Lucía, frente a la panadería en Arroyo Pareja

Fuentes -Album- Revista <Punta Alta.Ayer y Hoy>.Punta Alta.1931 -Revista Punta Alta. Año VI, Nº 69, julio 20 de 1938.

Boletín Informativo Nº 187 - Noviembre 2003

«Patrignani»: la primera sastrería

"La primera sastrería perteneció al vecino don José Patrignani, que en el presente sigue con el mismo ramo. Este tuvo como local primitivo un ran-chito de la calle Progreso, entre Transvaal y Urquiza. Empezó por el año 1903." Así lo afirmaba José P. Varela, en las páginas del Album Revista Punta Alta, editado en 1931, al hacer un breve resumen de los primeros comercios del pueblo. En efecto, cuando Punta Alta no era más que unas cuantas casas y algún que otro comercio e incluso las principales calles aún ostentaban la vieja nomenclatura, sobre la actual Colón había abierto sus puertas la sastrería "Patrignani". Su dueño era don José Patrignani, un inmigrante calabrés re-cién llegado desde Bahía Blanca junto a su esposa Natalia Semorile y su pe-queño hijo Roberto. Aquí tuvo a sus otros hijos, Dante, Celia y Héctor, y se desempeñó con es-mero al frente del negocio, el cual posteriormente se trasladó a la calle principal del pueblo, en un local alquilado de Irigoyen Nº 80. En 1930, ya recibido de oficial cortador, se incorporó al negocio Roberto, quien había estudiado en Buenos Aires dos años atrás.

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Gracias al trabajo, y seguramente a la calidad demostrada por ambos en el oficio, en 1932 "la acreditada sastrería Patrignani" se trasladó a "su amplio y flamante local propio construido en la calle Irigoyen 42"1 . Pero por aquel tiempo había dejado de ser la primera y la única sastrería del pueblo, de-biendo competir con varias más, las cuales, según el censo de la Sociedad de Fomento de 1925, sumaban 9, a las que con los años se agregaron mu-chas más, llegando a existir 34 en 1953. Todas, y por supuesto también Ca-sa Patrignani, eran de corte civil y militar, dedicándose a la confección a medida de los uniformes de los marinos de la Base Naval como también los trajes para los caballeros, infaltables en cualquier ocasión social de aquella época. "Gozábamos de una cantidad de sastrerías, para lo que era Punta Al-ta, pero una cantidad extraordinaria, diríamos. Todas, todas de primer ni-vel, eran sastrerías de corte civil y militar, porque el personal militar tam-bién, cuando ascendían a suboficiales se hacían los trajes acá en Punta Al-ta. Todo eso se perdió...", recuerda con nostalgia el señor Victoriano Zapa-tel, que en relación a la sastrería Patrignani agrega: "Era sino la mejor, una de las mejores sastrerías con que contaba Punta Alta. El Sr. Roberto Patrig-nani era un sastre de primerísima línea...Todas las prendas se hacían a me-dida[...] con casimires de primerísima marca, en fin, a mi modo de ver era una de las más prestigiosas sastrerías de Punta Alta..." Con los años, y ya fallecido don José, Casa Patrignani festejó con mucho or-gullo las bodas de oro en el rubro. Corría el año 1953. Por ese entonces, cinco empleados se encargaban de coser los trajes, los cuales previamente habían sido prolijamente cortados y armados por don Roberto. Hombre de empuje y gran capacidad de trabajo, siempre estuvo muy vincu-lado al quehacer puntaltense, formando parte de numerosas instituciones, como el Club Rosario o el Rotary. También participó en política, siendo de-signado en 1941 Delegado Municipal y llegando a ocupar, en 1960, una banca del bloque de la UCR en el Senado de la Provincia. Comprometido con el desarrollo local, fue vocal, junto a su hermano Dante, de la última Comi-sión Pro Autonomía Comunal y posteriormente presidente de la Liga de De-fensa Comercial e Industrial de Punta Alta, la que bajo su conducción se transformó, en 1946, en Liga de Comercio, Propiedad e Industria, anteceso-ra de la actual UCIAPA. Finalmente, Casa Patrignani cerró sus puertas en 1963, dos años después de haber fallecido don Roberto.

Don Roberto Patrignani frente a su máquina de coser, circa 1930

Don José Patrignani, en su sastrería de Irigoyen 80

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Fuentes . TÓTORO, José G.; "Pepe Recuerdos. Historias y estampas (de la memoria popular)"; Libro I; Link Comercial; Punta Alta; 1993. . CRESPI VALLS, Antonio; "Gran Álbum de Punta Alta"; Sureña; Bahía Blanca; 1941. . "Punta Alta Ayer y Hoy. Álbum revista editado con motivo del 33º aniversario de la fundación de Punta Alta. 1898-1931"; Punta Alta; s/ed.; 1931. . "El Regional"; 21 de enero de 1932. . "Revista Punta Alta"; 7 de septiembre de 1935. . "Segunda Guía del Partido Rosales"; s/ed.; 1953. . Entrevista a Victoriano Zapatel; 16 de octubre de 2003.

Boletín Informativo Nº 188 - Diciembre 2003

Casa Bargueño

Corría el año 1910 cuando los hermanos Bargueño abrieron las puertas de aquella tradicional tienda, aún presente en el recuerdo de muchos puntal-tenses. De acuerdo con la vieja nomenclatura, estaba ubicada en la esquina de Presidente Roca y Transvaal, luego Bernardo de Irigoyen, donde hasta hace poco funcionó la librería Impresur y recientemente inauguró Lucaioli. Don Isidro, Obdulio y Manuel Bargueño, inmigrantes españoles, eran due-ños por ese entonces de otra similar en Ingeniero White, luego casa matriz de las sucursales de Coronel Suárez y Coronel Pringles, fundadas con poste-rioridad. La gran actividad desplegada en sus negocios indujo a los hermanos Bar-gueño (habiendo ya fallecido don Manuel) a establecer un escritorio en la Capital Federal, matriculándose como importadores. En un principio la tienda establecida en nuestro pueblo se llamaba "Los Hermanos", tal como puede observarse en las publicidades de antiguos pe-riódicos, para transformarse luego en "Bargueño Hermanos". Se caracteri-zaba por sus insuperables ofertas, dirigidas mayormente a las familias de los suboficiales y civiles de la Base Naval (la oficialidad prefería surtirse en

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otras tiendas como por ejemplo "La Florida"), y sus créditos amplios y ac-cesibles. Abarcaba amplios rubros como zapatería, perfumería, colchonería, mercería, tejidos e indumentaria para damas, niños y caballeros, anexando posteriormente, en 1923, la sección mueblería. En 1934 la firma pasó a titularse "Casa Bargueño", transformándose en so-ciedad de responsabilidad limitada. Don Isidro y Obdulio Bargueño , ahora gerentes y socios mayoritarios, habían incorporado así, en calidad de co-propietarios, a antiguos empleados de la casa, como el caso de Manuel Mal-partida y Antonio Monjas, que pasaron a desempeñarse como sub-gerentes, y Fabián García y Marcos Andrada, que se convirtieron en socios menores. A la vez el antiguo edificio fue sometido a profundas reformas y ampliacio-nes, motivo por el cual comenzaron a atender provisoriamente y mientras duraron los trabajos en el local del biógrafo "La Marina", actual sede social del Club Rosario. En la mañana del día lunes 8 de abril de 1935 finalmente se reinauguró la tienda, "con una presentación exquisita y de gusto refinado" en todas sus secciones, distribuidas convenientemente en las dos plantas con las que a-hora contaba el inmueble, el que además presentaba "extensas estanterías, vitrinas y vidrieras de exposición". La remozada tienda, presagiaba en esos momentos el periódico La Nueva Comuna, "constituirá un punto llamativo, especialmente en los atardeceres de los días domingos y festivos, momento que nuestras niñas y familias aprovechan para el obligado paseo por las ca-lles centrales". Varios profesionales y firmas locales habían intervenido en la realización de los trabajos. Así, los planos y la dirección técnica estuvieron a cargo de Ca-lixto Barbieri, desempeñándose José Palasciano como contratista. La obra de carpintería fue ejecutada por el taller de José Gennari, mientras que la herrería quedó en manos del taller de Ernesto Crotti. Ángel Casas (h) se en-cargó de la instalación eléctrica y Adolfo Bustillo de la pintura de todo el e-dificio. El broche de oro lo constituía el llamativo letrero luminoso que co-menzó a ostentar la tienda, ejecutado por la firma bahiense Amaducci e hi-jos, especialista en ese tipo de trabajos. Fue, por decirlo de alguna forma, la época de oro de aquel comercio, en la que se llegó a contar con una veintena de empleados y se agregaron nuevas secciones, como sastrería a medida y bazar, a principios del 40. Pero la-mentablemente, la creciente inflación desatada en el país a fines de aquella década, lo afectaría progresivamente , hasta dejarlo sin capacidad de negó-ciar y obligarlo a liquidar todas las existencias1 . Finalmente , la tarde del 28 de febrero de 1968 bajó por última vez sus cortinas, dejando atrás casi sesenta años de trabajo ininterrumpido.

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Isidro Bargueño Obdulio Bargueño NOTA AL PIE 1 El edificio, antes perteneciente a Obdulio Bargueño, y las mercaderías fueron vendidas al señor Abraham Poliansky, un conocido empresario de Bahía Blanca. Fuentes: Fuentes . Album de Punta Alta; Talleres Gráficos Nueva Época; Punta Alta; 1919. . Gran Album de Punta Alta; Sureña; Bahía Blanca; 1941. . La Nueva Comuna; 5 de abril de 1935. . Revista Punta Alta; 20 de octubre de 1934; 13 de abril de 1935. . Entrevista a Cristóbal Palma; 31 de octubre de 2003.

Boletín Informativo Nº 190 - Marzo 2003

Almacén “La Marina”, de Florentino Rubio

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En la céntrica esquina de Bernardo de Irigoyen y Roca, donde hoy se en-cuentra la zapatería Novíssimo, durante muchos años funcionó el acredita-do almacén y bazar "La Marina", de don Florentino Rubio. Éste antiguo vecino de la ciudad, a la que llegó a poco de iniciarse el siglo, nació el 16 de octubre de 1884, en Fasgar, provincia de León, España, sien-do hijo de don Manuel Rubio y doña Fermina Gutiérrez. Contaba con poco más de veinte años cuando en 1906 llegó a Punta Alta. En un principio, relataba él mismo en una entrevista publicada en 1936, "[...]me inicié trabajando como asistente del capitán de fragata Félix Pron-sato. Luego trabajé en el Hotel España, de Federico González, más tarde en el almacén de Gregorio Brieva y por último tuve cantina a bordo de los bu-ques, hasta que en 1915 me establecí con comercio". En efecto, hacia 1915, luego de haber explotado la cantina del acorazado Pueyrredón y del Garibaldi, se instaló definitivamente en Punta Alta, a-briendo "La Marina", un negocio de almacén y bazar, donde así como en to-das las actividades anteriores, se manifestó su espíritu emprendedor y pro-gresista, llevando en poco tiempo a la nueva casa a figurar entre los prime-ros lugares de los comercios similares del pueblo. "La casa tiene un extenso surtido de artículos de los ramos que abarca, y la numerosa clientela que se acentúa, demuestra que se trata de un comercio vastante (sic) acreditado. El señor Rubio es único concesionario en esta localidad de los vinos embotellados de las famosas bodegas Tesoro, de Maipú (Mendoza) y que se denominan, Pinot, Blanco especial, Rhin, Morsela y Medoc", se afirmaba en el Álbum de Punta Alta de 1919. Dotado de relevantes condiciones comerciales, don Florentino Rubio en 1924 encargó la construcción de un imponente y amplio edificio en la men-cionada esquina de Roca e Irigoyen, donde trasladó el negocio, ubicado ini-cialmente en un modesto local sobre ésta última arteria. La prensa de la é-poca destacó este hecho como uno de los signos más patentes del progreso edilicio local. "En la parte baja que consiste en un local amplísimo con di-versas dependencias, quedará instalada la casa de comercio del señor Ru-bio y el piso alto será destinado a departamentos para familia", informaba "Nueva Época". Con posterioridad, en el primer piso se instaló un cónsul-torio odontológico y en los años 40 una Clínica de Enfermedades de los Ojos. Siguiendo la práctica antigua de ayudar a sus colaboradores, don Florentino decidió incorporar a dos de ellos al negocio. Así, en sociedad con los seño-res Elías Rubio y Manuel Vega, ex empleados de la casa, el 1 de febrero de 1941 conformó la razón social Rubio y Cía. Hombre entusiasta y comprometido con la comunidad, don Florentino Rubio ocupó cargos directivos en numerosas instituciones, como la Asociación Es-pañola de Socorros Mutuos, de la cual fue presidente en diversos períodos, el Orfeón Español, la Cooperativa Eléctrica y la Sociedad de Fomento Punta Alta, bajo cuya presidencia, en los años '30, lideró la Comisión Pro Autono-mía Comunal. De igual manera, ocupó la presidencia de la Confederación de Sociedades de Fomento del Partido de Bahía Blanca. En 1950 don Florentino se retiró de la actividad comercial, cediendo su par-te del negocio a dos sobrinos recién llegados de España, Manuel Gutiérrez Rubio y Placidia Rubio. De ésta manera La Marina pasó a ser regenteada por la nueva firma Gutiérrez Rubio y Cía. En 1970 el socio Manuel Vega se jubiló y Placidia Rubio vendió su parte para establecer, junto con su esposo Armando, un comercio en forma independiente. Finalmente, en 1974 Ma-

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nuel Gutiérrez Rubio y Elías Rubio disolvieron la sociedad y aquel viejo al-macén cerró sus puertas definitivamente.

Frente del almacén y bazar La Marina, circa 1928 - Florentino Rubio - Vista interior del almacén

Fuentes "Álbum de Punta Alta"; Talleres Gráficos Nueva Época; Punta Alta; 1919. "Nueva Época"; 28 de junio de 1924. Clar, Heredero y otro; "Los españoles en el centenario de Bahía Blanca" "El Regional"; 19 de febrero de 1933. . Revista "Punta Alta"; Año III; N° 39. . "La Nueva Comuna"; 9 de diciembre de 1941.

Boletín Informativo Nº 191 - Abril 2004

Almacén “Los Alvarez”

Si bien la primera sala que se construyó en Punta Alta exclusivamente para funciones teatrales y cinematográficas fue el Teatro Colón (en 1931), la ac-tividad artística en las primeras décadas del siglo XX se desarrolló en varios bares, como La Marina, Londres, La Bolsa o Edén, los cuales sumaban a su rubro principal un escenario o una pantalla donde disfrutar de algún espec-táculo. Estos bares poseían amplios salones y estaban ubicados a lo largo de la calle Humberto I, conformando una suerte de centro donde se concen-traba la actividad artística del pueblo. De todos ellos, sin duda el más importante era La Marina. Con diferentes dueños, se ubicó sobre la calle Humberto I entre Irigoyen y Urquiza que, de acuerdo a la vieja numeración, correspondía al número 654. Poseía un sa-lón amplísimo, con capacidad para seiscientas personas y sus instalaciones

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se utilizaban como bar, teatro y cinematógrafo, de manera tal que la clientela podía disfrutar, sentada a una mesa y tomado algo, de la puesta en escena de alguna obra teatral o la proyección de algún film. Numerosos avisos de aquel comercio aparecían en los sociales de los periódicos locales del momento, ya sea para promocionar los espectáculos o dar cuenta de las familias habitúes. Uno de los primeros propietarios del bar, sino el primero, fue el señor Ángel Diego Prieto, mientras que el profesor Egidio Mazzini era el encargado de a-menizar con su piano los entreactos, como así también dar sonido a las pe-lículas mudas. "[...]en la Marina tocaba el piano el señor Mazzini y de a-cuerdo al motivo tocaba el piano. Si era de caballos hacía el trote con el pia-no, los tiros nos daba la impresión que estábamos en un cine sonoro. Era un hombre de barbita, muy simpático", recuerda el señor Guillermo Morilla. En 1919 Juan Badiola se convirtió en propietario de aquel bar, asociándose luego con Baldomero Prada y posteriormente con José Turi. A principios de 1932 la firma se disolvió, quedándose Turi con el activo y pasivo de la mis-ma, para conformar junto al comerciante bahiense Genaro Amodeo (dueño del cine Spléndid) la nueva razón social Turi & Amodeo. Decidieron, por ese tiempo, emprender importantes trabajos de ampliación y modernización del local, bajo la dirección del conocido constructor Calixto Barbieri. Así, se re-modelaron los baños, se mejoraron la iluminación y el sistema de calefac-ción y las mesas y sillas que existían anteriormente fueron reemplazadas por butacas de primera clase. El jueves 17 de marzo de 1932 se reiniciaron los espectáculos. No obstante, en 1933 inauguró el Teatro y Cine Español, explotado por la firma Turi, Amodeo y Cía., por lo que La Marina quedó des-tinada exclusivamente como salón de baile. En 1936, ya habiéndose alejado José Turi, socio principal de la firma, el lo-cal de La Marina fue arrendado al Club Sporting como sede social por el tér-mino de un año. Luego allí comenzó a funcionar en forma definitiva el Boxing Club, hasta que en 1944 el Club Rosario adquirió la propiedad, re-modelándola e instalando su sede. La Marina supo congregar en su momento a las familias más destacadas del pueblo y su pantalla proyectó cientos de films, hoy convertidos en clásicos. Por su escenario desfilaron malabaristas, magos, telépatas, payadores... y su salón dio lugar a innumerables asambleas populares y acalorados deba-tes en torno a importantes temas como la fecha de fundación de Punta Alta o la autonomía comunal. Por allí pasó la vida misma del pueblo.

Belarmino, José y Emilio Álvarez

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Fuentes . Nueva Época, septiembre de 1918. . Álbum de Punta Alta; editado por Nueva Época; Punta Alta; 1919. . CLAR, Herdero y otro; "Los españoles en el centenario de Bahía Blanca"; Bahía Blanca; 1928. . "Punta Alta y sus 82 Aniversarios"; s/ed; Punta Alta; 1980. . "Revista Punta Alta"; Año I Nº 1; 01 de julio de 1933. . Boletín Informativo UCIAPA; Nº 174; septiembre de 2002. . www.uciapa.com.ar/archivohistorico

Boletín Informativo Nº 192 - Mayo 2004

Bar y Cinematógrafo “La Marina”

Si bien la primera sala que se construyó en Punta Alta exclusivamente para funciones teatrales y cinematográficas fue el Teatro Colón (en 1931), la ac-tividad artística en las primeras décadas del siglo XX se desarrolló en varios bares, como La Marina, Londres, La Bolsa o Edén, los cuales sumaban a su rubro principal un escenario o una pantalla donde disfrutar de algún espec-táculo. Estos bares poseían amplios salones y estaban ubicados a lo largo de la calle Humberto I, conformando una suerte de centro donde se concen-traba la actividad artística del pueblo. De todos ellos, sin duda el más importante era La Marina. Con diferentes dueños, se ubicó sobre la calle Humberto I entre Irigoyen y Urquiza que, de acuerdo a la vieja numeración, correspondía al número 654. Poseía un sa-lón amplísimo, con capacidad para seiscientas personas y sus instalaciones se utilizaban como bar, teatro y cinematógrafo, de manera tal que la clien-tela podía disfrutar, sentada a una mesa y tomado algo, de la puesta en es-cena de alguna obra teatral o la proyección de algún film. Numerosos avi-sos de aquel comercio aparecían en los sociales de los periódicos locales del momento, ya sea para promocionar los espectáculos o dar cuenta de las fa-milias habitúes. Uno de los primeros propietarios del bar, sino el primero, fue el señor Ángel Diego Prieto, mientras que el profesor Egidio Mazzini era el encargado de a-menizar con su piano los entreactos, como así también dar sonido a las pe-lículas mudas. "[...]en la Marina tocaba el piano el señor Mazzini y de a-cuerdo al motivo tocaba el piano. Si era de caballos hacía el trote con el pia-no, los tiros nos daba la impresión que estábamos en un cine sonoro. Era un hombre de barbita, muy simpático", recuerda el señor Guillermo Morilla. En 1919 Juan Badiola se convirtió en propietario de aquel bar, asociándose luego con Baldomero Prada y posteriormente con José Turi. A principios de 1932 la firma se disolvió, quedándose Turi con el activo y pasivo de la mis-

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ma, para conformar junto al comerciante bahiense Genaro Amodeo (dueño del cine Spléndid) la nueva razón social Turi & Amodeo. Decidieron, por ese tiempo, emprender importantes trabajos de ampliación y modernización del local, bajo la dirección del conocido constructor Calixto Barbieri. Así, se remodelaron los baños, se mejoraron la iluminación y el sistema de calefacción y las mesas y sillas que existían anteriormente fueron reemplazadas por butacas de primera clase. El jueves 17 de marzo de 1932 se reiniciaron los espectáculos. No obstante, en 1933 inauguró el Teatro y Cine Español, explotado por la firma Turi, Amodeo y Cía., por lo que La Marina quedó destinada exclusivamente como salón de baile. En 1936, ya habiéndose alejado José Turi, socio principal de la firma, el local de La Marina fue arrendado al Club Sporting como sede social por el término de un año. Luego allí comenzó a funcionar en forma definitiva el Boxing Club, hasta que en 1944 el Club Rosario adquirió la propiedad, re-modelándola e instalando su sede. La Marina supo congregar en su momento a las familias más destacadas del pueblo y su pantalla proyectó cientos de films, hoy convertidos en clásicos. Por su escenario desfilaron malabaristas, magos, telépatas, payadores... y su salón dio lugar a innumerables asambleas populares y acalorados deba-tes en torno a importantes temas como la fecha de fundación de Punta Alta o la autonomía comunal. Por allí pasó la vida misma del pueblo.

El Sr. José Turi, uno de los socios y dueño del Bar. Sr. Egidio Mazzini, encargado de amenizar con su piano los entreactos.

Fuentes . Álbum de Punta Alta; editado en los Talleres Gráficos Nueva Época; Punta Alta; 1919. . Chalier, Gustavo; "Los italianos y la construcción del Teatro Colón de Punta Alta"; Archivo Histórico Municipal; Punta Alta; 2003. . Periódico Nueva Época; 1916-19. . Periódico La Nueva Comuna; 1928-40. . Periódico El Regional; 1932-33. . Entrevista a Guillermo Miguel Morilla; 15 de octubre de 1985.

Boletín Informativo Nº 193 - Junio 2004

Don José Turi

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José Turi desembarcó en el puerto de Buenos Aires en el año 1895, contan-do tan sólo con quince años de edad; había nacido en Bari, Italia, el día 11 de mayo de 1880. Instalado en Coronel Suárez, en 1910 se casó con doña Ángela Acera, y de dicha unión nacieron sus hijos Leonardo, José Orlando, Roberto, María Yo-landa y Amalia. En 1914, desde la mencionada localidad comenzó a prove-erle de cereales, forrajes y legumbres a los buques de la Armada, actividad que continuó realizando por quince años consecutivos. De esta manera se convirtió en el primer cerealista de la zona y a causa de ello, impulsó la cre-ación del camino entre Bajo Hondo y Punta Alta, pues era una necesidad imperiosa para posibilitar el acarreo de la producción. En ese entonces, no tardó en convencerse del porvenir de este pueblo, al cual se incorporó como vecino. Radicado aquí, instaló su casa de negocio, una especie de depósito de papas, maíz, forrajes, carbón, compra-venta de cereales, etc., ampliando progresivamente su cartera de clientes. Su cum-plimiento y lo ventajoso de los precios, permitieron que don Turi ascendiera rápidamente, logrando la adquisición de una propiedad, ubicada en la calle Mitre 145, consistente en un edificio con un depósito. Su espíritu progresista, le permitió formar sociedad con los señores Lovec-chio y Hno., una firma importante en Coronel Suárez, y así proveer de car-bón, leña, papas, cereales, a buena parte de los hogares puntaltenses, y Puerto Militar. También se convirtió en distribuidor exclusivo de la Cervece-ría Azul, de la bebida Sacic y de otra similar de nombre Fruydor. A principios de los años treinta, se asoció con Baldomero Prada y Juan Ba-diola, dueños del cine y bar "La Marina"; su habilidad para los negocios le había hecho ver la conveniencia de dicha iniciativa comercial. "[...]tenía varias propiedades en sus cercanías y me dijeron que estaba por cerrarse (La Marina), ¡usted comprenderá! mis propiedades se desvalorizarían...y entré en la sociedad", contaba don Turi a un reportero de El Regional. Tiempo después, disolvió dicha sociedad y conformó la firma Turi & Amo-deo, explotando el referido bar "La Marina" y el cine y teatro Español. Don Turi no se limitó sólo a las actividades lucrativas, sino que prestó en innumerables ocasiones su apoyo moral y material a cualquier iniciativa

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que significara el crecimiento de Punta Alta. Así fue miembro prominente de la Sociedad Italiana, y llegó a ser presidente de la misma. Colaborador incansable, propició e impulsó la suscripción y adquisición de los terrenos donde posteriormente se levantaría el edificio de la escuela Nº 8; realizando él mismo las gestiones ante el Gobernador de la Provincia, Dr. Valentín Vergara. También tuvo ocasión de ser el primer presidente del primer directorio de la Cooperativa Eléctrica, prestando importantes servicios a la incipiente insti-tución. El día 8 de julio de 1941 don José Turi falleció imprevistamente, causando hondo pesar en la población, donde ocupaba un lugar de destacada impor-tancia.

El Sr. José Turi

Fuentes . Crespi Valls, Antonio; "Gran Álbum de Punta Alta"; Sureña; Bahía Blanca; 1941. . "Álbum de Punta Alta"; Nueva Época; Punta Alta; 1919. . Bisemanario "El Regional"; 1932-1934 . Bisemanario "La Nueva Comuna"; 1932-1934

Boletín Informativo Nº 194 - Julio 2004

Farmacia Argentina

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Allá por 1902, cuando aún estaban en plena ejecución las obras del Puerto Militar y Punta Alta era apenas un pequeño grupo de casas levantadas a su vera, don Aquilino del Álamo abrió las puertas de la primera farmacia, ubi-cada en la avenida Progreso, hoy Colón. Con los años, y con el crecimiento mismo de la población, se fueron suman-do otras, como el caso de la farmacia Nueva y Del Puerto, pertenecientes a los señores Oscar B. Silva y Fortunato Costa respectivamente, las cuales a-bastecían al vecindario de todo tipo de medicamentos, preparados e incluso artículos de perfumería. A mediados de 1923 el periódico local "La Democracia" anunció la próxima apertura de un nuevo comercio del rubro: la Farmacia Argentina, ubicada en su tradicional local de Rivadavia esquina Roca. Eran sus dueños los se-ñores Gencarelli y Nieto. No obstante, la inauguración del negocio presentó ciertas dificultades, puesto que autoridades de la Dirección de Salubridad entendieron que di-cho emprendimiento no se encuadraba dentro de las exigencias y conside-raciones de la Ley de Farmacias vigente en aquella época, la cual en uno de sus artículos establecía que sólo los farmacéuticos diplomados podían esta-blecer farmacias, debiendo ejercer en forma personal la dirección efectiva de la misma(1). En el caso de la farmacia Argentina, aparentemente sus dueños habían nombrado al farmacéutico Juan Avanza como responsable de la misma aunque sus funciones en la Municipalidad de Bahía Blanca (era jefe de la Oficina Química) le impedían una dedicación exclusiva y perma-nente en su nuevo puesto. En relación a esto el bisemanario "Nueva Época" en aquellos días publicó sucesivas solicitadas de los anteriormente nombra-dos Silva y Costa, quienes deslindaban responsabilidades en lo concernien-te a las actuaciones de las autoridades de la Dirección de Salubridad pero a su vez apoyaban la medida(2). De alguna manera aquellos primeros inconvenientes fueron sobrellevados y la farmacia pudo comenzar a trabajar a pleno. Con los años, la sociedad de Nieto y Gencarelli se disolvió y la farmacia, siempre con el mismo nombre, pasó a manos de Enrique Álvarez, farmacéutico diplomado. Posteriormente la adquirió Reynaldo Bidini, también farmacéutico, en sociedad con el señor Morán, quienes fueron sus dueños hasta 1958, cuando la vendieron a la se-ñora? Señorita? Laureana Calvo. Nativa de Punta Alta, había obtenido en la Universidad de Rosario en 1954 el título de farmacéutica, recibiéndose tres años después de bioquímica. De aquellos primeros tiempos Laureana re-cuerda : " La primera semana fue con miedo, falta de experiencia... tuve que aprender a leer la letra de los médicos... y eso te lo da la práctica, a fuerza de conocerle el rasgo al médico, y saber el nombre del medicamento, sabés lo que quiere decir. La facultad no enseña eso, eso lo enseña la prác-tica." Mientras dos o tres empleados atendían al público, Laureana se desempe-ñaba en el laboratorio, realizando preparados tales como pomadas, cápsu-las, jarabes, hierbas fraccionadas, etc. Luego de 32 años de estar al frente de la farmacia, Laureana finalmente se retiró y procedió a la venta de la misma. En ese tiempo en el negocio tam-bién se había producido una gran ausencia, a partir del alejamiento (por ra-zones de salud) del señor Raúl Álvarez, un antiguo empleado de la casa que desde un principio se había dedicado especialmente a lo contable y admi-nistrativo. En 1991 se efectuó la operación, adquiriendo la farmacia el se-ñor Javier Mussini, su actual propietario.

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Hoy la farmacia Argentina tiene más de 80 años de trayectoria en la ciudad y constituye, en cierta forma, un retazo vivo de nuestra historia. (1)Bisemanario Nueva Época; 23 de agosto de 1923. (2)Ibidem; 29 de agosto de 1923.

El señor Raúl Álvarez y empleados de la farmacia.

Fuentes . Entrevista a Laureana Calvo; 11 de junio de 2004. . Bisemanario Nueva Época; 23 y 29 de agosto de 1923.

Boletín Informativo Nº 195 - Agosto 2004

Sastrería New Hollywood

Desde hace casi 70 años, en el local de la calle Humberto Nº 437, la familia Aizenberg tiene abiertas las puertas de la sastrería New Hollywood, una de las tantísimas que existieron en la ciudad y de las pocas que aún perduran. En su interior, sus estanterías y mostradores dan fe de lo dicho. Su dueño original, don Ziskind Aizenberg, había nacido en Varsovia, Polo-nia, el 30 de mayo de 1900, arribando al país en 1926, con el deseo de pro-greso de todo inmigrante. Sastre de profesión, pronto abrió en Buenos Ai-res una modesta sastrería. Posteriormente, se trasladó a Bahía Blanca y de allí a Punta Alta, donde residía un hermano suyo, Salomón. Corría el año 1935.

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Constituidos en sociedad, inauguraron la sastrería, a la que denominaron New Hollywood, nombre muy atractivo para la época, en una pequeña ciu-dad donde las calles pavimentadas no llegaban más allá de la plaza. Gracias a la calidad de sus confecciones, exclusivamente de corte civil, como tam-bién al surtido de los artículos para caballeros que ofrecía, bien pronto este negocio conquistó una amplia clientela tanto en Punta Alta como la Base Naval. En 1941, en el Gran Álbum de Punta Alta se afirmaba: "La casa se dedica en especial a sastrería y ofrece un surtido fino de artículos para hombre, habiendo implantado para beneficio de su clientela el cómodo sis-tema de créditos mensuales". Al respecto, el señor Victoriano Zapatel re-cuerda:"New Hollywood alcanzó a incorporarse en la época de oro, diría-mos, de la confección fina [...] y revolucionó también la forma de venta por-que aparte de dar muchas facilidades, usted podía, por medio de los sorteos , si tenía suerte, beneficiarse con un traje a medida habiendo pagado (sólo algunas cuotas), si salía favorecido en el sorteo" Con los años, Salomón Aizenberg se alejó de la ciudad, y el comercio co-menzó a regentearlo en forma exclusiva don Ziskind, contando con la cola-boración de su esposa, doña Hinda Krancenblum, también de origen polaco, y el menor de sus tres hijos, Samuel, quien desde muy pequeño se había in-teriorizado en los asuntos del negocio familiar. Juntos, padre e hijo, llevaron adelante la sastrería durante años. En 1966 don Ziskind falleció y Samuel se hizo cargo del negocio. No obstante, la confección a medida fue reemplazada por la venta de trajes e indumentaria de fabricación industrial. En la actualidad, Samuel Aizenberg continúa, con orgullo, al frente de New Hollywood, que constituye, sin lugar a dudas, un fiel testimonio de las épo-cas pasadas.

Publicidad del comercio publicada en el periódico El Regional, Punta Alta 1941 .

Fuentes . Crespi Valls, Antonio; "Gran Álbum de Punta Alta"; Sureña; Bahía Blanca; 1941. . Entrevista a Victoriano Zapatel; 16 de octubre de 2003. . Entrevista a Samuel Aizenberg; 27 de julio de 2004.

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Boletín Informativo Nº 196 - Septiembre 2004

Familia Cuevas

En la esquina de las calles Humberto I y Rivadavia se halla emplazado ac-tualmente Panificados Cuevas. Sus propietarios son, como bien lo dice el mural realizado en una de sus paredes exteriores, «herederos de una tradi-ción en el arte de amasar». El pionero fue don Marcelino Cuevas, inmigrante español, oriundo de la pro-vincia de Logroño, quien arribó al país en 1906. En los primeros tiempos trabajó como alambrador en La Pampa , para trasladarse luego a Ingeniero White, donde terminó por instalar una panadería. Desde allí advirtió el pro-greso creciente de Punta Alta y se estableció en 1910. Al año siguiente con-trajo enlace con doña Sebastiana Acera, también española, a la vez que co-menzó a incursionar en la actividad panadera, en sociedad con otro comer-ciante. El negocio estaba ubicado en la calle Humberto a la altura del 300, entre Urquiza e Irigoyen que, de acuerdo a la vieja numeración, correspon-día al 679. En mayo de 1919 finalmente se instaló en forma independiente, inauguran-do la panadería « La Estrella », en un amplio local de la calle Irigoyen Nº 252. «Esta panadería ha abierto sus puertas recientemente, pero esta cir-cunstancia no ha impedido de que se viera favorecida de inmediato por buena clientela. [...]Los elementos que se utilizan para la elaboración del pan y galleta reunen (sic) las condiciones necesarias, para ofrecer un buen producto, y así lo reconocen los clientes de la casa» , afirmaba en sus pági-nas el Álbum de Punta Alta en aquellos tiempos. Toda la familia colaboraba en el negocio. Su esposa atendía a la clientela y sus cinco hijos, Emilio, Eduardo, Rosalía, Alberto y Celina, desde muy pe-queños se habían ido involucrando en los asuntos de la panadería, ya sea

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desempeñándose en el mostrador, en el caso de las chicas, o ayudando en la elaboración de los productos y el reparto de los pedidos. Al respecto, Emilio Cuevas (h), nieto de don Marcelino, rescata los recuerdos de su padre: «En Punta Alta, en una época el reparto era a domicilio [...] Se repartía en carro. Ya se tenía la clientela fija, así como antiguamente se repartía la leche, casa por casa, el pan también. Me contaba mi padre que ya se tenían las familias y en una libreta se iba anotando lo que consumía y a fin de mes se les hacía la cuenta» Y luego agrega: «En la zona del castillo era todo médano, entonces se llegaba con el carro hasta donde se podía y después había que seguir a pie; o acá cerca, en el centro, cuando se inundaba, había que andar con los carros en el barro. Pero se hacía, porque el pan había que entregarlo todos los días». En 1938 « La Estrella » se trasladó a la esquina de 25 de Mayo y Urquiza, donde don Marcelino mandó construir el primer edificio propio de la familia pero lamentablemente, a fines de ese mismo año falleció, por lo que doña Sebastiana debió hacerse cargo del negocio, junto con sus hijos y una doce-na de empleados. Con esfuerzo, lograron mantener en alto el prestigio con-seguido a través del tiempo y El Regional en 1944, a propósito de las bodas de plata de « la Estrella » afirmaba: «Es hoy la panadería La Estrella un es-tablecimiento que ocupa un sitio de vanguardia entre sus similares en la zo-na. A la calidad de los productos que expenden se une el trato afable y res-petuoso de los propietarios. [...] Sus instalaciones modernas aseguran el máximo de higiene en la elaboración, cosa que tiene bien presente el públi-co y su numerosa clientela». Con los años, los hermanos Emilio y Eduardo comenzaron a regentear la pa-nadería, la cual logró conquistar un lugar destacado en el medio. Se carac-terizaba por la extensa variedad de productos, especialmente destinados a las cantinas y los buques de la Base Naval , los cuales debían aprovisionar-se para las prolongadas navegaciones: «Siempre la panadería se destacó por dedicarse a elaborar más variedad de productos que pan. En una época, en los años 40, se hacía tanta cantidad y variedad de productos de elabora-ción para la Base que no se fabricaba pan; se compraba a otra panadería de Punta Alta. La panadería prácticamente trabajaba las 24 horas para proveer a la Base », cuenta Emilio Cuevas (h). En los años 70 Emilio se independizó de « La Estrella », que quedó en ma-nos de su hermano Eduardo, e instaló en forma independiente la panadería «Cuevas», en un local propio ubicado en Brown Nº 1545. Junto a él se de-sempeñaba su esposa Nelly y su hijo Emilio, quien se hizo cargo del negocio por completo en 1980, luego de haber fallecido don Emilio. No obstante, nueve años después adquirió el viejo inmueble ubicado en la esquina de Humberto I y Rivadavia (donde originalmente funcionó el Banco Nación) e inauguró Panificados Cuevas, una fábrica modelo de productos panificados, mientras que el local de calle Brown se destinó a alquiler, así como también el inmueble ubicado en 25 de Mayo y Urquiza. En la actualidad, su hijo Luciano Emilio también se sumó al negocio, por lo que ya son cuatro las generaciones dedicadas a la actividad. Por ello Panifi-cados Cuevas, con sus modernas maquinarias y sus renovadas elaboracio-nes es, sin dudas, una orgullosa heredera de toda una tradición familiar.

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Fuentes . Álbum de Punta Alta, edit. Nueva Época; Punta Alta; 1919. . Entrevista a Emilio Marcelino Cuevas; 9 de agosto de 2004. . Entrevista a Nelly De Las Heras viuda de Cuevas; 11 de agosto de 2004. . El Regional; septiembre de 1944.

Boletín Informativo Nº 197 - Octubre 2004

Casa Ilacqua

«Casa Ilacqua» fue fundada por el señor Santos Ilacqua en el año 1923 y se inició como una casa de venta de bicicletas y taller de reparaciones. Santos había nacido en la ciudad de Palermo, capital de Sicilia, Italia, en 1891 y arribó a nuestro país en 1907. Aquí ya residía su hermano Víctor y, con el deseo de probar su misma suerte, viajó como polizón, ya que no te-nía el dinero suficiente para adquirir el boleto. Contaba tan sólo con 16 a-ños. Una vez en Argentina inmediatamente se radicó en nuestra ciudad e i-nició su vida laboral como empleado civil de la Base Naval Puerto Belgrano,

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más precisamente en Casa Bomba. No obstante, por ese entonces tenía claras intenciones de instalar el negocio, dada la gran cantidad de bicicletas que circulaban día a día en el pueblo, único medio de transporte de los empleados de la Base. Así comenzó, de a poco, a incursionar en el negocio de las bicicletas. Sus primeros clientes fueron sus connacionales, quienes a diario transitaban la calle Colón rumbo al puesto, y donde el idioma actuó eficazmente como ele-mento de afinidad y puente de comunicación. Su hijo Héctor «Coco» Ilac-qua explica: «Empezó con una bicicleta, aprovechando el auge de las bici-cletas que pasaban diariamente hacia la Base. Los llamaba a los italianos, que vivían cerca del cementerio y pasaban por la calle Colón y les arreglaba las bicicletas. [...] Y los paisanos venían todos ahí, y como hablaban Sicilia-no, que era más complicado...» Las buenas expectativas dadas en el rubro impulsaron luego a don Santos a dejar definitivamente el puesto de trabajo en la Base y montar un taller de reparaciones, al cual anexó con posterioridad un salón de ventas de bicicle-tas y repuestos. Así nació Casa Ilacqua, en 1923. El negocio estaba ubicado en la esquina de Rivadavia y Colón, en un local alquilado al señor Salomoni. El salón de ventas ocupaba casi toda la esquina y por un acceso lateral se ingresaba al taller, que era independiente del primero. Por aquel tiempo existían otras casas del rubro, como «Los Deportes», de Pablo Álvarez y Casa Testa. Todas trabajaban muy bien, pero Ilacqua poseí-a el taller de reparación y ello incrementaba su trabajo. Además, luego tam-bién incorporó la venta de motocicletas. Coco recuerda: «Papá empezó a vender motos porque como compraba bicicletas a Agar Cross, y ésta impor-taba motos , le vendían bicicletas y aparte también motos. Empezó a vender la Norton , AJS..., todas motos inglesas, no sé de qué años, con correas fini-tas, no cadenas» Con el tiempo y con el afianzamiento de Casa Ilacqua, don Santos adquirió la propiedad de calle Rivadavia Nº 29, donde se instaló con su esposa, doña Magdalena Páez y nacieron sus cuatro hijos: Nélida, Araceli, Celia y Héctor Santos, más conocido como Coco. A edad muy temprana todos sus hijos comenzaron a trabajar en el comer-cio, sobre todo en la atención al público, mientras que en el taller se de-sempeñaron por largo tiempo Nicola Impollino y José «Pepito» Canastra-chi, primo de don Santos. A partir de junio de 1939, al producirse su fallecimiento, el negocio comen-zó a ser regenteado por doña Magdalena, quien supo administrarlo eficaz-mente y mantener su reconocido prestigio. Posteriormente lo tomó a cargo su hija Celia y su nuera, Catalina Boiza, esposa de Coco, ya que éste desde tiempo atrás había comenzado a incursionar en el motociclismo de competi-ción, actividad que le restaba tiempo para poder dedicarse a lo asuntos del comercio. En 1955 finalmente Casa Ilacqua cerró sus puertas, pues Coco prefirió op-tar por un trabajo fijo en la Base Naval como también impulsar definitiva-mente su carrera como corredor de motos. Es así que llegó a cosechar 160 trofeos, 5 campeonatos locales y un subcampeonato a nivel nacional en la categoría sidecar. Años después sus hijos, Horacio, Oscar y Rubén, lo siguieron en su pasión por las carreras de motos y el primero de ellos continuó con la tradición fa-miliar en lo referente al negocio de venta de repuestos y reparaciones. En la actualidad Horacio es dueño de «Ilacqua Motos», ubicado en Belgrano

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Nº 988, donde también se desempeña su hijo Ceferino, la cuarta generación de una familia que, según sus propias palabras «no nació para números y boletitas, los Ilacqua son para tener mamelucos y estar con la grasa».

Taller Ilacqua, esquina Colón y Rivadavia, circa 1948.

Fuentes . Crespi Valls, Antonio; «Gran Álbum de Punta Alta»; edit. Sureña; Bahía Blanca; 1941. . Entrevista a Héctor Santos Ilacqua y Catalina Boiza de Ilacqua; 25 de agosto de 2004. . Tótoro, Gaspar; «Recuerdos y estampas (de la memoria popular)»; Tomo I; Punta Alta; 1993..

Boletín Informativo Nº 198 - Noviembre 2004

Relojería La Esfera

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En la primera cuadra de la calle Irigoyen, casi llegando a Colón y sobre la vereda impar, un antiguo reloj hace detener a cualquier transeúnte buen observador. Sus agujas, hoy ya inmóviles, indican que allí funciona, desde más de setenta años, la relojería y joyería "La Esfera". Mirando en el pasado, don José Pedro Varela en 1931 en el Álbum Revista Punta Alta, afirma: "El relojero de la primera hora fue un señor Bolebele, instalado por 1902 en calle Progreso, casi esquina Transvaal, habiendo re-sidido siempre en la localidad" . Luego le siguieron "La Reconquista", pos-teriormente denominada "La Precisión", de Arnaldo Fabio y "La Esmeralda", de Roberto Gezurian, ambas ubicadas en la calle Humberto al 600, según la vieja numeración. C on los años se fueron sumando otras, entre ellas "Casa Porcelli"; "Inter-nacional", de Rafael Nicoliche y "El Cronómetro", de Saúl Yusim y, en 1932, "La Esfera", en su tradicional local de Irigoyen Nº 21. Sus dueños eran el señor Santiago Kobelinsky y su esposa Lola Willensky. Oriundos del pueblo de Rivera, en la provincia de Buenos Aires, tiempo a-trás se habían establecido en Bahía Blanca, donde don Santiago se había empleado en una relojería. Allí aprendió el oficio y con el tiempo decidió probar suerte aquí instalando comercio propio. En un principio el negocio se especializó solamente en la compostura de to-do tipo de relojes, pero luego se agregó la venta, tanto de relojes como también joyas y fantasías. En 1939 se sumó al negocio Naum Simkin, hermano de Lola y actual propie-tario de La Esfera. Contaba por entonces con 15 años de edad. Nacido tam-bién en Rivera, había venido a vivir con ellos, con el objetivo de completar sus estudios secundarios. Estando en Punta Alta, a sus responsabilidades de estudio pronto agregó su empleo de cadete en la relojería. Naum recuer-da: "Yo de pantalón corto vine acá, en el '39. Hacía las cosas propias de un cadete, que ayudaba acá y también estudié el secundario, en la Escuela de Comercio de Bahía Blanca; viajaba todos los días en ómnibus[...]" Obser-vando permanentemente a su cuñado, pronto aprendió el oficio por lo que

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comenzó a incursionar en el arreglo de relojes y joyas. Cuenta Naum: " Después me dediqué a la compostura de relojes y alhajas, aprendí acá" y más adelante agrega: "Trabajábamos la marca Election, en venta, y en compostura cualquier tipo de relojes. Pero la parte principal del negocio era la compostura de relojes y alhajas" Regularmente viajantes de las grandes casas de Buenos Aires les proveían de mercadería, aunque con el tiempo optaron por la compra directa, de mo-do de adquirir mayor variedad en marcas y productos y, por ende, obtener alguna ventaja por sobre los demás comercios del rubro. "En un principio venían viajantes acá, con la mercadería, y nosotros comprábamos acá parte de la mercadería. Después ya empezamos a viajar nosotros a Buenos Aires; yendo a Buenos Aires uno traía quizá mercadería que los otros no tenían a-cá" , afirma Naum. A mediados de la década del 50 Santiago Kobelinsky y su señora, ya mayo-res, decidieron retirarse de la actividad e instalarse en forma definitiva en Buenos Aires, donde residían sus dos hijos. Así, La Esfera quedó en manos de Naum, con quien acordaron la venta del negocio y del inmueble en un plazo de diez años. En 1958 Naum contrajo matrimonio con doña María Calich, vecina de Bahía Blanca, de cuya unión nacieron dos hijos: Horacio y Alejandro. Éste último, desde muy pequeño, fue relacionándose con los quehaceres del negocio hasta terminar haciendo suyo el oficio. Él mismo recuerda: "Yo estoy en el negocio desde que andaba en triciclo, prácticamente...Cuando estaba ha-ciendo el secundario, a los dieciséis, ya arreglaba relojes. Estaban los ban-cos de trabajo y yo mirando y mirándolo a él siempre cómo arreglaba(a su padre) aprendí el oficio". No obstante, el avance de la tecnología obligó a Alejandro a aprender, innovar y perfeccionarse, a partir del auge de los re-lojes electrónicos, a fines de los años 70. " Yo me volqué más a la parte cuarzo. La base la tuve en los otros relojes e hice cursos en Buenos Aires, porque mi padre aprendió de su cuñado, pero cuando empezó la relojería electrónica yo no tenía de quién aprender" cuenta Alejandro, que agrega " [...]25 años atrás, a fines de los setenta principios de los ochenta, no había repuestos, muchas cosas no tenían solución...pero después se fue exten-diendo" En la actualidad, juntos, Naum y Alejandro Simkin, regentean La Esfera, la relojería y joyería más antigua de nuestra ciudad. Y su característico reloj, aunque en la práctica ya no funciona, parece marcar lenta y perseverante-mente sus largos años de trayectoria. Los nombres Progreso y Transvaal corresponden a las actuales calles Colón e Irigoyen respectivamente.

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Primera cuadra de la calle Bernardo de Irigoyen, donde se puede apreciar desde la derecha, el comercio La Esfera, circa 1930. .

Fuentes .Entrevista a Naum y Alejandro Simkim; 28 de septiembre de 2004.

Boletín Informativo Nº 199 - Diciembre 2004

Casa Roa

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Al hablar de los antecedentes de casas de fotografías en nuestra ciudad hay que hacer referencia a un pequeño comercio instalado en el medio, desde principio del 1900, ubicado por la calle Luiggi al 250. Consistía en una pe-queña construcción de madera, devenido en taller fotográfico de relativa importancia, del que lamentablemente se desconoce el nombre de su due-ño. Nueve años después, se instala la segunda casa del ramo, perteneciente al señor Ramón Gil. Luego se incorporarían C. Mellado con su casa A. Polo, u-bicado en la calle Irigoyen 31, Migone y Rigonelli, con la fotografía Sud-A-mericana, en la calle Humberto 626, y unos años más tarde, Rafael Nicoli-che, dueño de la fotografía Internacional. A fines de la década del 20' se establecieron en nuestra ciudad, una familia que llegaría a perdurar en el tiempo. Ellos eran los Roa. Francisco Roa había nacido en España, Antequera, provincia de Málaga, el 13 de abril de 1885. Hacia 1912 arribó a nuestro país, instalándose prime-ramente en Ingeniero White, donde residió por un tiempo, y contrajo matri-monio con la señora Elena Martínez, también de nacionalidad española. Allí desarrolló actividades en el rubro gastronómico, más precisamente co-mo cocinero. Al tiempo, decidió trasladarse a nuestra localidad, donde inmediatamente logró afianzarse, permitiéndole ello agrandar la familia. Aquí nacieron sus cuatro hijos: José, Bautista, Esperanza y Francisco. Aquí instaló un kiosco, en la esquina de Bernardo de Irigoyen y Humberto 1º y posteriormente inauguró una agencia de venta de diarios y revistas, anexando librería y cigarrería. El negocio se llamaba "La Malagueña" y es-taba ubicado en la calle Bernardo de Irigoyen al 100, donde funcionó hasta el año 1925, cuando un voraz incendio afectó al negocio y se decidió su traslado. Ubicado una cuadra más adelante, más precisamente en Bernardo de Irigo-yen Nº 10, en 1929 incursionó en la fotografía, a instancias de un ofreci-miento realizado por una distribuidora de Bahía Blanca, para recibir revela-dos y vender rollos para fotografía. Así nació Foto "La Rápida", siempre a cargo la señora Elena Martínez y su joven hijo José Roa , quien había aprendido el oficio a través de un curso en la vecina localidad de Bahía Blanca. Al respecto La Nueva Comuna, en 1934, afirmaba que éste, a sus 17 años, era el más joven de los artistas fotográ-ficos de Punta Alta. En el reportaje José expresaba: "Desde una edad muy temprana el hogar ya reclamó mi ayuda, debí encarar la lucha por la vida, y después de mis estudios abandoné el colegio para empezar a trabajar, y es-to fue lo que primero tomé en mis manos, hasta que poco a poco se fue en-carnando en mí, contaba entonces catorce años." El trabajo que realizaba la casa era totalmente artesanal, utilizando cáma-ras de fuelle con placas de vidrio. En casa "La Rápida", luego denominada “Casa Roa” , además de sus propie-tarios, trabajaban también tres empleadas: Alba García, Blanca Ramírez e Inés Carrasco. José Roa, estuvo al frente del mencionado negocio hasta el año 1963, cuan-do se produjo su fallecimiento. No obstante su hermano Francisco continuó con la tradición familiar, hasta su deceso en 1993. Los continuadores de Francisco fueron su esposa, la señora Rosa Marini y sus hijos Oscar y José Luis Roa, quienes se sumaron en el año 1982. Hoy son ellos quienes continuan al frente de Casa Roa, la casa de fotografía

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de más amplia trayectora de la ciudad. El cambio de denominación data de la década del 40, cuando comienzan a aparecer las publicidades del comercio con dicho nombre.

Fuentes Reseña histórica aportada por los señores Roa. La Nueva Época, 1916 Álbum - Revista; Punta Alta, Ayer y Hoy, 1931. La Nueva Comuna; 07 de octubre de 1934. La Nueva Época; 24 de noviembre de 1934.

Boletín Informativo Nº 200 - Enero 2005

Almacén del Sud

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Sr. Romero Ferrandi “Don Romeo, es uno de los pocos pioners (sic) del trabajo que después de 20 años de lucha, permanece radicado en esta localidad, al igual que un símbolo demostrativo de lo mucho que se puede lograr por medio de la fe y la perseverancia en la labor cotidiana. Hace dos décadas, cuando lo que hoy es Punta Alta se reducia a unas cuan-tas casas, construidos a la buena de Dios entre médanos y pajonales, el se-ñor Ferrandi, se radicó en esta población y entregado de lleno al trabajo ho-nesto pudo, a la vuelta de pocos años, constituirse en un factor de significa-ción, propulsor de todas las iniciativas que tuvieran por objeto contribuir al progreso y desarrollo de esta localidad. Sin incurrir en exageraciones, podemos afirmar que gran parte del adelanto general de Punta Alta, se le debe al señor Ferrandi [...].” De esta forma La Nueva Época, en 1916, hacía alusión a la persona del señor Romeo Ferran-di. Don Romeo había nacido en Italia el 21 de octubre de 1865 y siendo un ni-ño, en 1868 arribó junto con sus padres a nuestro país. En 1871 , contando tan sólo con seis años, perdió a su padre a causa de la fiebre amarilla que asoló Buenos Aires en aquel tiempo. Años andando, cuando se inauguró el ramal desde la capital hasta Mar del Plata se trasladó a este último lugar y tres años después, en 1888, llegó a la zona. Actuó primeramente en la ciu-dad de Bahía Blanca, formando la vieja y prestigiosa firma Ferrandi & Tella-rini.

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Hombre visionario, tuvo la sensación anticipada del porvenir que le aguar-daba a Punta Alta y fue asi que ya en 1898 formó la sociedad Ferrandi & Cía para trabajar en mercaderías de almacén y ramos generales, estableciendo una sucursal en Baterías. En 1902 extendió sus actividades a esta ciudad, en la que terminó por radi-carse definitivamente. Fue tan exitosa su actuación comercial en el medio que llegó a constituir la más alta entidad en ese orden. En efecto, en socie-dad con el señor Domingo Briatore, fundó el Almacén del Sud, el cual paula-tinamente fue progresando de manera asombrosa. Se ubicaba en una amplia propiedad situada en la calle Rivadavia, corres-pondiendo a la altura del 30-46, donde hoy se halla emplazado Crudelle Au-tomotores. Al frente del mismo se encontraba Raúl Ferrandi, hijo mayor de don Romeo, quien poseía extraordinarias capacidades para mantener una excelente calidad de productos, asegurando así una regular e importante clientela. Gracias a sus ventas al por mayor y menor, llenaba una sentida necesidad del pueblo y del Puerto Militar. Paralelamente a dichas actividades comerciales, la sociedad poseía el “Ho-tel Colón”, ubicado en la zona militar, como así también un establecimiento agrícolo-ganadero en San Román, administrado casi exclusivamente por el señor Domingo Briatore. La firma era, además, propietaria de numerosas fincas y terrenos situados en el casco del pueblo, de los cuales muchos progresivamente fueron vendi-dos a particulares, no así una fracción de la manzana Nº 20, que fue donada a la municipalidad con el fin de habilitar una calle cortada entre Bernardo de Irigoyen y Urquiza. Al respecto el periódico local La Nueva Época, en 1924, comentaba: “ El comisionado municipal doctor González produjo una resolución autorizando a los señores Ferrandi y Briatore para fraccionar la manzana Nº 20 de nuestro pueblo, con un pasaje de 16 metros que se hará en el centro de ella, entre las calles B.de Irigoyen y Urquiza. Por el decreto se acepta la donación que los señores Ferrandi y Briatore hacen a la munici-palidad del terreno correspondiente a dicho pasaje que comprende una su-perficie de 2382 metros , siempre que los donantes tranfieran el dominio li-bre de gastos de escrituración.” Desde su radicación en nuestra ciudad, don Romeo se constituyó en un ac-tivo y fervoroso participante de todas aquellas gestiones inherente a el pro-greso de la localidad contando siempre con su apoyo moral como material. En 1924, después de una vida muy activa se retiró de los negocios a su re-sidencia “El Retiro”. En ella, lejos de la fiebre mercantil diaria, y consolida-da su situación económica, se dedicó a disfrutar, junto con su esposa doña Rosa Laureri, de la apacible tranquilidad de su hogar. Éste se convirtió, asi, en el punto elegido de las reuniones sociales de nuestra ciudad, y de agasa-jo a diversas personalidades visitantes de nuestra ciudad. “Don Romeo, es uno de los pocos pioners (sic) del trabajo que después de 20 años de lucha, permanece radicado en esta localidad, al igual que un símbolo demostrativo de lo mucho que se puede lograr por medio de la fe y la perseverancia en la labor cotidiana. Hace dos décadas, cuando lo que hoy es Punta Alta se reducia a unas cuan-tas casas, construidos a la buena de Dios entre médanos y pajonales, el se-ñor Ferrandi, se radicó en esta población y entregado de lleno al trabajo ho-nesto pudo, a la vuelta de pocos años, constituirse en un factor de significa-ción, propulsor de todas las iniciativas que tuvieran por objeto contribuir al progreso y desarrollo de esta localidad.

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Sin incurrir en exageraciones, podemos afirmar que gran parte del adelanto general de Punta Alta, se le debe al señor Ferrandi [...].” De esta forma La Nueva Época, en 1916, hacía alusión a la persona del señor Romeo Ferran-di. Don Romeo había nacido en Italia el 21 de octubre de 1865 y siendo un ni-ño, en 1868 arribó junto con sus padres a nuestro país. En 1871 , contando tan sólo con seis años, perdió a su padre a causa de la fiebre amarilla que asoló Buenos Aires en aquel tiempo. Años andando, cuando se inauguró el ramal desde la capital hasta Mar del Plata se trasladó a este último lugar y tres años después, en 1888, llegó a la zona. Actuó primeramente en la ciu-dad de Bahía Blanca, formando la vieja y prestigiosa firma Ferrandi & Tella-rini. Hombre visionario, tuvo la sensación anticipada del porvenir que le aguar-daba a Punta Alta y fue asi que ya en 1898 formó la sociedad Ferrandi & Cía para trabajar en mercaderías de almacén y ramos generales, estableciendo una sucursal en Baterías. En 1902 extendió sus actividades a esta ciudad, en la que terminó por radi-carse definitivamente. Fue tan exitosa su actuación comercial en el medio que llegó a constituir la más alta entidad en ese orden. En efecto, en socie-dad con el señor Domingo Briatore, fundó el Almacén del Sud, el cual paula-tinamente fue progresando de manera asombrosa. Se ubicaba en una amplia propiedad situada en la calle Rivadavia, corres-pondiendo a la altura del 30-46, donde hoy se halla emplazado Crudelle Au-tomotores. Al frente del mismo se encontraba Raúl Ferrandi, hijo mayor de don Romeo, quien poseía extraordinarias capacidades para mantener una excelente calidad de productos, asegurando así una regular e importante clientela. Gracias a sus ventas al por mayor y menor, llenaba una sentida necesidad del pueblo y del Puerto Militar. Paralelamente a dichas actividades comerciales, la sociedad poseía el “Ho-tel Colón”, ubicado en la zona militar, como así también un establecimiento agrícolo-ganadero en San Román, administrado casi exclusivamente por el señor Domingo Briatore. La firma era, además, propietaria de numerosas fincas y terrenos situados en el casco del pueblo, de los cuales muchos progresivamente fueron ven-didos a particulares, no así una fracción de la manzana Nº 20, que fue do-nada a la municipalidad con el fin de habilitar una calle cortada entre Ber-nardo de Irigoyen y Urquiza. Al respecto el periódico local La Nueva Época, en 1924, comentaba: “ El comisionado municipal doctor González produjo una resolución autorizando a los señores Ferrandi y Briatore para fraccio-nar la manzana Nº 20 de nuestro pueblo, con un pasaje de 16 metros que se hará en el centro de ella, entre las calles B.de Irigoyen y Urquiza. Por el decreto se acepta la donación que los señores Ferrandi y Briatore hacen a la municipalidad del terreno correspondiente a dicho pasaje que comprende una superficie de 2382 metros , siempre que los donantes tranfieran el do-minio libre de gastos de escrituración.” Desde su radicación en nuestra ciudad, don Romeo se constituyó en un ac-tivo y fervoroso participante de todas aquellas gestiones inherente a el pro-greso de la localidad contando siempre con su apoyo moral como material. En 1924, después de una vida muy activa se retiró de los negocios a su re-sidencia “El Retiro”. En ella, lejos de la fiebre mercantil diaria, y consolida-da su situación económica, se dedicó a disfrutar, junto con su esposa doña Rosa Laureri, de la apacible tranquilidad de su hogar. Éste se convirtió, asi,

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en el punto elegido de las reuniones sociales de nuestra ciudad, y de agasajo a diversas personalidades visitantes de nuestra ciudad.

Almacén del Sud en calle Rivadavia a la altura del 30.

Fuentes . Álbum d Punta Alta; edit. Nueva Época; Punta Alta; 1919. . Álbum-Revista Punta Alta ayer y Hoy; Punta Alta; 1931. . Gran Álbum de Punta Alta; edit. Sureña; Bahía Blanca; 1941. . Nueva Época; 25 de noviembre de 1916; 16 de abril de 1924.

Boletín Informativo Nº 201 - Marzo 2005

Don Julio Sandrini

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Don Julio Sandrini Don Julio Sandrini nació el 11 de noviembre de 1889 en Pontagna, provincia de Brescia, Italia. Era hijo de don Pedro Eustaquio Sandrini y doña Magdale-na Marchione, siendo el menor de siete hermanos. Allí en su tierra comenzó a estudiar, en la Escuela Técnica de Edolo, la carrera de Geómetra a la vez que inició sus actividades en la empresa constructora de su padre. En 1905, contando con 16 años, arribó a nuestro país junto con sus herma-nos, quienes constituyeron en Buenos Aires una firma dedicada al mismo rubro. Allí se desempeñó don Julio, mientras que continuó sus estudios téc-nicos en la Escuela Técnica Industrial “Otto Krause” de la misma ciudad. Contratada por el Ferrocarril del Sud y del Pacífico, la empresa de los San-drini construyeron puentes, alcantarillas e innumerables otras obras. En ta-les circunstancias, cuando se tendían los rieles entre Nueva Roma y Huinca Renan Có, don Julio llegó a Bahía Blanca por primera vez, aunque recién en 1915 regresaría para establecerse. En la vecina ciudad inició su trayectoria como empresario minero, tomando a su cargo la explotación de una mina de arena en Arroyo Maldonado, la primera en ser industrializada de manera activa. Diez años más tarde, ya afianzado en la actividad, adquirió unas tierras costeras cercanas a la Base Naval, a la altura de la actual localidad de Villa del Mar y lindante con la última parte de los Polvorines. La mina de arena,

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Inaugurada oficialmente el 19 de mayo de 1927, fue denominada “Puerto Belgrano” y pronto se convirtió en la más importante del sudoeste de la provincia. Poseía una extensión de 40 hectáreas y producía arena mezcla, gruesa, mediana, fina y fina tipo oriental. En 1931, el Album-Revista Punta Alta afirmaba: “La mina Puerto Belgrano es considerada como la única existente en todo el sur de la Provincia y de la República, por la calidad del material que posee. En efecto, el Ministerio de Obras Públicas de la Nación y de la Provincia, por decreto de los poderes ejecutivos, la han declarado apta para toda clase de trabajos que efectúen estos estados, como ser pavimentos, construcciones de ormigón (sic), edificios, etc.” En efecto, la naturaleza de la arena extraída de la mina hizo que sea de uso obligado para la construcción de muchas obras que se llevaban a cabo en la zona, como el pavimento de las calles de Punta Alta, Bahía Blanca, Tres A-rroyos, González Chaves, Azul, Bolívar, 25 de Mayo, Pergamino y 9 de Julio, entre otras localidades, como también el camino asfaltado a Punta Alta, los elevadores del puerto de Ingeniero White, etc. Tal intensidad de explotación hizo necesario disponer de desvíos ferrovia-rios propios, por lo que don Julio inició las gestiones pertinentes ante las autoridades del Ferrocarril del Sud. Así la cantera llegó a contar con un des-vío ferroviario para facilitar la carga del material en los vagones, como tam-bién líneas internas de trocha angosta, por las que circulaban vagonetas es-peciales. Casado desde 1920 con doña Benita Carli, fue padre de cinco hijos: Aldo, Perla, Víctor Hugo; Elda y Julio César, los últimos tres nacidos en nuestra ciudad, en la que se estableció de manera permanente a partir de 1928. Su residencia particular era una amplia casona ubicada en calle Paso 776, pero también don Julio construyó, en terrenos ubicados frente a la mina de are-na, una hermosa casa quinta forestada con frutales y olivos. Hombre muy comprometido con la comunidad, participó activamente en va-rias instituciones. De él, Pepe Recuerdos, en su libro Historias y estampas de la memoria popular, rescata: “Era elegante en el vestir y de impecable presencia. No se dirigía a sus ocupaciones habituales en la cantera, sin an-tes no haberse él personalmente, lustrado los botines, trabajo que realiza-ba con total dedicación. Fue (según el decir de quienes tuvieron tratos con él) “un caballero lombardo”, por su pulcritud, sus modales refinados y su puntualidad. Debo rescatar, además su proverbial solidaridad demostrada para con sus empleados, a quienes apoyaba y protegía económicamente [...]”

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Espléndida vista panorámica de la explotación de arena.

Fuentes . José María Rodríguez; “Álbum-Revista Punta Alta Ayer y Hoy”; Punta Alta; 1931. . Antonio Crespi Valls; “Gran Álbum de Punta Alta”; edit. Sureña; Bahía Blanca; 1941. . Pepe Recuerdos; “Historias y estampas de la memoria popular”; Tomo II; Link Comercial; Punta Alta; 1995.

Boletín Informativo Nº 202 - Abril 2005

Heladería La Argentina

En la década del 30 abrió sus puertas la heladería “La Argentina”, pertene-ciente a don Domingo Calvo Carro, la cual llegó a convertirse, gracias a la

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calidad y variedad de sus cremas heladas, en una de las heladerías de ma-yor renombre, no sólo en Punta Alta, sino también en Bahía Blanca, ciudad desde la que se realizaban numerosos pedidos. Su hija, Irene Calvo, recuer-da: “Helados había muchísimos gustos. Eran muy famosas, bah, no sé si fa-mosas, a la gente le gustaba mucho el chocolate, el dulce de leche y la cre-ma rusa, les gustaba un montón, dicen que nadie hacía esos helados como mi papá. [...] Venían a buscar helados de Bahía Blanca, se llevaba muy bien acondicionado, en aquellos años no había heladeritas como ahora, (se lle-vaban) en cajas y envueltos en mucho papel de diario [...]” Don Domingo Calvo había nacido en España el 26 de febrero de 1904. Poco antes de cumplir los 16 años, emigró junto con su padre hacia nuestro país, escapando de la guerra de Marruecos. Corría el año 1920. En la Argentina se estableció en Bahía Blanca, trabajando por algunos años en varios hoteles de aquella ciudad, desempeñándose como lava platos, a-yudante de cocina y otras tareas. En las temporadas de veranos solía em-plearse en el hotel de madera de Monte Hermoso o el Hotel Vasconia de Co-ronel Dorrego. Allí conooció a la mujer que se convertiría en su esposa, do-ña Irene Colino, también española, de la provincia de Zamora. De dicha u-nión nacieron dos hijas, Laureana e Irene. Años andando la familia Calvo decidió radicarse en Punta Alta, establecien-do un negocio de rotisería con anexo de heladería, rubro que finalmente perduraría en el tiempo. El comercio se ubicaba en la primera cuadra de la calle Irigoyen, vereda par, hasta que en 1939 se trasladó a un local más amplio de enfrente, más precisamente al Nº 35. Don Domingo fabricaba personalmente los helados, esmerándose siempre por mantener y mejorar la calidad. Irene afirma: “A mi entender aprendió solo todo. Viendo, observando, no fue de lecturas. No sé, nunca vi que tu-viera un libro de fabricación de helados, no sé.” Su esposa colaboraba en la tarea, como así también en la atención al público. “Mi mamá siempre estu-vo al lado de mi papá trabajando junto con él. En la elaboración también [...] En la elaboración de los helados un recuerdo que yo tengo es la mesa en el pasillo llena de fruta [...] que había que cortar, exprimir, ananás que se pelaban, limones que había que exprimir, duraznos. Porque todo se hacía con frutas naturales, las frutillas inclusive, cuando nosotras (Laureana e Irene) nos fuimos a estudiar a la Universidad de Rosario, las mandábamos desde Coronda, en el tren comisionista, que venía en el Rosario a Puerto Belgrano [...]” ; más adelante agrega:“Las bolsas de nueces estaban en un depósito chiquito que había. [...] y se rompían las nueces en casa. La al-mendra se solía comprar pelada, porque no se estropea [...] se utilizaba pa-ra el torronchino. Mi papá decía que no había que mezquinar en la mercade-ría, que no tenía sentido ahorrar en medio kilo de nueces, porque a la gente le gustaba un helado bien preparado, bien compacto de mercadería ¿no?” Las otras especialidades de la casa eran los churros, los submarinos fríos, que estaban preparados con helado de chocolate y leche fría o crema, y los sandwichs. Irene rescata los recuerdos de su infancia y cuenta: “ [...] cuan-do yo era chica se llenaba el negocio de militares, muchos de ellos a veces me encuentran por la calle y me dicen “¡Cómo me acuerdo de tu papá, de a-quellos submarinos, de los helados...!” [...] Había muchas mesas, con su ta-pa de mármol amarillo. (el helado) se vendía en cucuruchos, se vendía en vasitos de pasta, vasitos de cartón, se vendía sandwichs [...] eran dos ta-pitas con el helado en el medio. Los cucuruchos se compraban, yo recuerdo haber acompañado a mi papá algunas veces a comprar a Bahía. [...] Había

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de todo, chocolate con churros, submarinos con churros era lo característi-co de la casa [...] Las bolitas de fraile y los churros se hacían en casa.” Durante más de 30 años don Domingo Calvo y su familia estuvieron al fren-te de la heladería “La Argentina”, trabajando constantemente, casi sin co-nocer de feriados y vacaciones. “La familia se mantenía con el negocio, el negocio fue productivo, el negocio rindió. [...] Se trabajaba mucho, ahí no había sábados, ni domingos ni lunes. Ahí el único día que se descansaba era el 1º de Mayo, el 25 de Diciembre y el 1º de año mediodía. No recuerdo otro día que se dejara de trabajar” , afirma Irene Calvo. En 1968, don Domingo finalmente vendió el negocio y se jubiló, dejando a-trás muchos años de trabajo, los cuales le permitieron disfrutar de una tranquila situación económica. Falleció el 30 de diciembre de 2003.

Irene Calvo tomando helado en la puerta de la heladería.

Fuentes . Entrevista a Irene Calvo; 4 de octubre de .2004.

Boletín Informativo Nº 203 - Mayo 2005

Farmacia Del León

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En la calle Humberto al 400 se halla emplazada desde hace muchísimos a-ños la farmacia “Del León”, una de las más antiguas de la ciudad. En su in-terior, sus mostradores y sus vitrinas lo reflejan fielmente. Hoy pertenece a la farmacéutica Maria Rosa Morán pero en sus inicios, allá por 1907, se denominaba “Nueva” y era propiedad del señor Oscar B. Silva, químico farmacéutico de profesión dedicado también a la política, llegando a ser electo concejal por el partido conservador. La farmacia no sólo expendía medicamentos y se encargaba de realizar pre-parados sino también análisis químicos. Tenía su local en Humberto Nº 540, de acuerdo a la antigua numeración . En el Álbum de Punta Alta, editado en 1919, se afirmaba: “Esta farmacia está montada de acuerdo con las exigen-cias modernas, y ocupa el amplio local de la calle Humberto Iº Nº 540. Sin incurrir en exageración, puede decirse, que la Farmacia Nueva, ha venido a prestar señalados servicios a este vecindario, cuando la población se en-contraba en su estado embrionario. Fue fundada en 1907, y su propietario el señor Oscar B. Siva, no omitió sacrificio alguno, para ir dotando a su ne-gócio de las mejores especialidades farmacéuticas, estando hoy a la altura de las principales casas similares de la provincia. En efecto, el señor Silva, empezó modestamente en el ejercicio profesional, y por la escrupulosidad más acertada en el despacho de las recetas, y por sus precios módicos, se vio bien en seguida favorecido por numerosa clientela y pronto el negocio tomó vuelo, y las operaciones aumentaron en escala. La casa, montada con los aparatos más modernos y teniendo personal competente, posee un extremo surtido de productos del ramo, cuya legitimidad es bien apreciada. [...] Ha obtenido el señor Silva título de químico-farmacéutico en las uni-versidades de Buenos Aires y La Plata, y unido a esto, la práctica de 12 a-ños, siempre al frente de su farmacia, son factores que evidencian tratarse de una casa de confianza, y esto se demuestra, igualmente, por el prestigio adquirido por la misma.” Con los años la farmacia y droguería, según antiguas publicidades, pasó a denominarse “Silva”, con domicilio comercial en Humberto Nº 553 . Hacia 1930, luego de obtener el título de farmacéutico, Oscar B. Silva hijo se puso al frente de la farmacia, la cual pasó a llamarse “Del León”. Era a-tendida por éste y el señor Joaquín Sánchez, dependiente idóneo diploma-do. En 1946, la farmacia le fue vendida al señor Pedro Morán Carrera, quien por ese entonces recientemente había obtenido en La Plata el título de depen-diente idóneo. Era oriundo de Copetonas, partido de Tres Arroyos. Siendo un adolescente, dejó la chacra familiar y comenzó a desempeñarse como cadete en la farmacia “Morán”, de Ingeniero White, perteneciente a un tío. Con los años trabajó en otras farmacias de Bahía Blanca, hasta recibirse y casi paralelamente adquirir aquí en Punta Alta “Del León”. Como responsable de la farmacia estuvo en los inicios el primo de Pedro Morán Carrera, el farmacéutico Pedro Morán Obiol, y posteriormente lo re-emplazó la farmacéutica Haydeé Mondino de Albertini. Finalmente, a mediados de 1981, se hizo cargo de “Del León” la hija de Pe-dro Morán Carrera, María Rosa Morán, recientemente recibida de farmacéu-tica. Por aquellos años el viejo local fue sometido a varias reformas, entre otras cosas, el cambio de los pisos, el cielo raso y el reemplazo de la anti-gua puerta de madera por una de vidrio tipo blindex. Se ubicaba más precisamente en la calle Humberto entre Rivadavia y Mitre. También en otras publicidades aparece Humberto 555 y 565como domicilio comercial.

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Vista Interior de la Farmacia Nueva, 1919.

Fuentes . Álbum de Punta Alta, edit. Nueva Época; Punta Alta; 1919. . Álbum-Revista Punta Alta Ayer y Hoy; s/ed; Punta Alta; 1931. . La Nueva Comuna; 3 de febrero de 1931. . Revista Punta Alta; editada por la biblioteca Carlos Marx; Punta Alta; 1928.

boletín Informativo Nº 207 - julio 2005

Casa Porcelli

A principios de los años 20 abrió sus puertas en Punta Alta «Casa Porcelli»,

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dedicándose al ramo de joyería, relojería y óptica. Se convertiría, con los años, en una de las de mayor trayectoria comercial. Su fundador fue el señor Joaquín Porcelli, uno de los más antiguos vecinos del pueblo, quien había arribado desde su Italia natal a la ciudad de Mar del Plata, para luego incorporarse en nuestro medio como un obrero del Puerto Militar, trabajando a las órdenes del ingeniero Luiggi. Se desempeñó, entre otras cosas, como maquinista de las excavadoras y dragas que abrieron los primeros cimientos. Allá por 1905, una vez terminadas las obras de construcción, don Joaquín continuó trabajando y prestando sus servicios especializados en la Base Na-val durante muchos años, hasta jubilarse, en 1933. Desde su arribo a la zona se estableció en nuestra ciudad, formando su fa-milia junto a la señora Nicolina De Martino, de cuya unión nacieron Francis-co, Clara y Benito Antonio. Paralelamente a sus labores en el puerto, a principios de la década del 20 inauguró Casa Porcelli, ubicada primeramente en calle Irigoyen N° 115 y trasladada, años andando, a su tradicional local de Irigoyen N° 162, donde actualmente se encuentra Makiwara. Don Joaquín se desempeñaba al frente de la joyería, realizando los trabajos propios del taller, mientras su esposa se dedicaba a la atención al público. En 1922 se sumó su hijo menor, luego de haberse perfeccionado en Italia. Hacia allí había partido a la edad de 8 años, residiendo en la casa de su a-buela paterna, junto con su madre y hermanos. En 1941, el Gran Álbum a-firmaba: «El señor Benito Antonio Porcelli residió en Italia durante unos a-ños, estudiando y perfeccionándose en los conocimientos del grabado, la óptica y la relojería, al lado de expertos artífices y cinceladores italianos» Con el espíritu de iniciativa y el entusiasmo propio de la juventud, Benito Porcelli pronto logró rodear al negocio de un renombrado prestigio y hacer-se de una destacada clientela. En 1930 quedó al frente de Casa Porcelli, una vez que don Joaquín se retiró de la actividad comercial. A partir de esa fecha se fueron produciendo ampliaciones e introduciendo nuevas marcas de productos y nuevos rubros, por caso, la sección óptica, a cargo del doctor Yera, hasta que en los años 40 Benito Porcelli se puso al frente de la misma. Al respecto en el Gran Álbum se lee: «El señor Porcelli tiene montado un taller para fabricación de joyas, ya que es un experto cin-celador y además se dedica a la compostura de toda clases de relojes. La sección óptica que anexó a su establecimiento el Sr. Porcelli, es una de las más acreditadas de la localidad, y está a cargo directamente del propio dueño, ya que se trata de una actividad delicada y que exige en sus cultores la posesión de conocimientos adecuados.» Benito Porcelli había realizado sus estudios de óptica en la Facultad de Far-macia de Buenos Aires, luego de prepararse con el profesor Benito Faceta. Se convirtió así en el primer óptico de Punta Alta. En su taller colaboraban varios empleados, entre los que Margarita recuerda a Mario Sturmann. A partir de los años 70 Casa Porcelli comenzó a estar a cargo de Joaquín Porcelli, hijo de don Benito, junto a su esposa María Filipini; también se de-sempeñó su hermana María Cristina Porcelli, quien se había recibido de óp-tica. Juntos, regentearon Casa Porcelli hasta 1997, año en que decidieron su cie-rre como consecuencia, en parte, de un robo de gran envergadura acaecido en ese tiempo.

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Frente del local en su tradicional ubicación de Irigoyen N° 162, 1942. Foto derecha: interior del primer local, 1929. Foto izquierda: taller de óptica, 1950.

Notas: . Entrevista a Margarita Porcelli; marzo de 2005. . Crespi Valls, Antonio; «Gran Álbum de Punta Alta»; edit. Sureña; Bahía Blanca; 1941

Boletín Informativo Nº 206 - junio 2005

75 años de la UCIAPA

La Liga de Defensa Comercial de Punta Alta, fundada el 1° de junio de 1930, se constituyó en la base de la actual UCIAPA. Anteriormente, hubo una se-rie de experiencias de unir al comercio de la ciudad, todas ellas fallidas por distintos motivos: la Liga Comercial y de Defensa Local (1916-1919) y la Li-ga de Defensa Comercial (1924-1929). Pero la Liga que se creó en el año 30 estaba destinada a pervivir. Básicamente es la misma, bajo nombres diver-sos, actúa desde hace más de siete décadas en pro de la actividad produc-tiva de la región de Punta Alta. Esta es, precisamente, la importancia histó-

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rica que adquiere esta asociación: ser la que, dejando de lado la desidia de muchos y las diferencias personales, políticas y de otro orden que pudieron surgir, se convirtió en asociación permanente que reunió a todos los comerciantes de la ciudad. En el marco de la depresión mundial que comenzaba a sentirse en nuestro país de manera aún débil, en febrero de 1930, el periódico La Nueva Comu-na dio cuenta de reuniones entre los comerciantes a fin de reflotar la anhe-lada sociedad. Acudieron a la reunión preliminar de la Liga definitiva los si-guientes comerciantes: Higinio Fernández, José Márquez, Fernández Hnos., García y Giuliniani, Rafael Salvá, Ulpiano Zapico, Arsenio Romero, Félix Re-mondegui, Genaro García, Blas Soler, Antonio Lorenzo, Florencio Izarra, Fe-liciano Napal, Augusto Francischelli, Roberto y José Patrignani, Marcelino Cuevas, Luis Delledone, Del Río Hnos., Eyroa Bello, Victoriano Cueto, Agus-tín Vañó, Cándido Unamuno, Manuel Vigil, Arnaldo Fabio, Muñiz y Cía., Ata-nasio Fernández, Félix Merino, Calvo Hnos., Acisclo López, Elías Williams y Cuevas y Heras. La mayor parte de los nombrados eran pequeños y medianos comerciantes (panaderos, constructores, almaceneros, etc.), inmigrantes de origen espa-ñol o italiano pero compenetrados con el acaecer diario puntaltense. La elección de autoridades se hizo luego de conformación de la comisión de escrutinio, formada por Emilio Álvarez, José Márquez, Félix Remondegui, Genaro García, Arnaldo Fabio e Isidro Calvo. Efectuada la votación, la Comi-sión Directiva de la nueva Liga quedó formada de la siguiente manera: Presidente: Higinio Fernández, Tesorero: Isidro Calvo, Vocales titulares: Higinio Fernández, Pablo Álvarez, Roberto Patrignani, Raimundo del Río, Salvador Maio, Domingo Ferro, Pío Rossi y Cándido Unamuno. Vocales su-plentes: Feliciano Napal, Félix Remondegui, Emilio Heras y Gregorio Gil. Revisores de cuentas: Arsenio Romero y Acisclo López. La nota del diario destacaba que: según los estatutos aprobados, la finali-dad esencial de la Liga era «la unión de todo el comercio local para hacer efectiva la defensa de sus intereses comunes». Toda vez que fuera necesa-rio en salvaguarda de estos intereses, la entidad solicitaría el concurso de otras asociaciones similares de la región. Por otra parte, también mediaría amistosamente en conflictos surgidos entre comerciantes tratando de evi-tar que recurran a la justicia. Asimismo, también la Liga velaría por el res-peto de la honestidad comercial y la buena fe entre sus adherentes. La entidad se diferenciaba de sus predecesoras en cuanto al funcionamien-to interno de la misma y la calidad de servicios prestados a sus afiliados. Uno de los problemas que tuvieron las otras entidades era el divorcio entre los directivos y las bases. Para crear el canal de comunicación idóneo, se pensó en inaugurar una oficina de informes dotada de personal competen-te, para seguimiento de los problemas comerciales para ponerlos en conoci-miento de la Comisión Directiva. Todos estos propósitos y recaudos lograron sus objetivos e hicieron de la Liga de Defensa comercial de Punta Alta la asociación definitiva que repre-sentó al sector comercial y productivo de la ciudad. Conocemos los propósitos que animaron a los comerciantes a formar la aso-ciación, según lo expresado en el Acta Nº1 y que merecen ser transcriptos

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en su totalidad. «a) Unir en una fuerte agrupación todas las fuerzas del Comercio e Indus-trias locales en sus diferentes gremios. b) Ser órgano constante de vigilancia de los intereses del mismo. c) Fomentar el espíritu de solidaridad y compañerismo entre los miembros del Comercio y la Industria, en sus diferentes ramos, para el amparo y de-fensa de sus intereses recíprocos y colectivos. d) Solicitar y prestar concurso a todas las Sociedades Comerciales del país, en procura del mejoramiento comercial en general. e) Solucionar dentro de su esfera de acción, todo conflicto que pueda sus-citarse entre sus asociados o entre éstos y comerciantes que no pertenez-can a la Liga, evitando en cuanto sea posible las tramitaciones judiciales. f) Tender con la mayor tenacidad y por todos los medios a su alcance, a que la buena fe y honestidad sean reglas constantes en la conducta comercial de sus asociados. g) Fundar una Oficina de Informes que acoja todas las palpitaciones de los diversos gremios componentes a la Asociación y las transmita a la C.D. la que asesorará para la adopción de medidas que consecuentemente crea útil adoptar. La C.D. nombrará el personal necesario de esa oficina. h) Realizar toda otra gestión no especificada en los incisos precedentes que tiendan a la consecusión de los fines generales de la Asociación»1. Estos objetivos van a guiar permanentemente el devenir de la Liga y el comportamiento de sus asociados y su copia fiel fue procedente para apre-ciar el espíritu de los fundadores de la corporación comercial.

Higinio Fernández Primer Presidente de la La Liga de Defensa Comercial de Punta Alta.

Notas: 1 Liga de Defensa Comercial de Punta Alta, Libro de Actas Nº 1, acta Nº 1, 1º de junio de 1930, folios 1 y 2

Boletín Informativo Nº 208 - Agosto 2005

Álvarez Gordo

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«Una de las más modernas y bien instaladas casas de negocio de la calle Bernardo de Irigoyen, en Punta Alta, es sin duda la conocida con el nombre de «Los Deportes», situada en el número 118 de dicha arteria y que tuviera por fundador al malogrado y antiguo vecino señor Pablo Álvarez, que alcan-zó destacada actuación en nuestro medio comercial y social», se lee en las páginas del Gran Álbum de Punta Alta, editado en 1941. En efecto, don Pablo Álvarez allá por 1918 inauguró la armería y bicicletería «Los Deportes», comercio que, en manos de sus descendientes, lograría perdurar en el tiempo y hacerse de una larga trayectoria. Había nacido en España, tierra desde la que pronto emigró en busca de un porvenir mejor. Desde Francia, donde estuvo pocos meses, arribó a nuestro país, empleándose como mecánico. Corría el año 1905. Deseando probar mejor suerte, a fines de 1907 se estableció aquí en la zona, trabajando en los galpones de máquinas de Ingeniero White, logrando al poco tiempo, emplearse como mecánico en los talleres de la Base Naval. De allí pasó a la casa de bombas N°1 y luego a los remolcadores, hasta que solicitó la baja en 1917, época de la cesantía de los trabajadores extranjeros. A partir de allí, don Pablo, con buena visión comercial, decidió adquirir la casa de ciclismo de Miguel Goldesteins, instalada modestamente en Irigo-yen 116. Lo secundaban en la empresa sus hijos Aurelio, Roberto y Pablo. Dedicado por completo a su especialidad, el negocio adquirió mucha activi-dad, por lo que al tiempo surgió la necesidad de ampliar el local. En efecto, posteriormente «Los Deportes» se trasladó a la calle Humberto 568, según la vieja numeración. Además de la más variada gama de marcas de bicicle-tas, anexó la venta de máquinas de coser, bordar y escribir, como también fonógrafos y victrolas. Don Pablo tuvo en su familia sus más estrechos colaboradores, por lo que progresivamente el negocio fue incorporando nuevos y extensos rubros. Cuando en septiembre de 1932 falleció, la trayectoria emprendida continuó en ascenso, bajo la firma Viuda de Álvarez e hijos, conformada por la seño-ra Aurelia G. de Álvarez y los hijos, anteriormente nombrados. Pronto «Los Deportes» demandó mejoras y ampliaciones de local, y a prin-cipios de 1940 inauguró en un nuevo local, levantado en el propio solar del antiguo. Por aquellos tiempos, en el Gran Álbum de Punta Alta, se afirmaba:

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«Los Deportes es en la actualidad representante de las famosas marcas de bicicletas «Peugeot» y «Bianchi», poseyendo un taller montado espe-cialmente para el arreglo de las máquinas. En otras actividades, la casa tiene una amplia sección de materiales para electricidad, al por menor y mayor, siendo a su vez representante de los aparatos de radiotelefonía de la acreditada marca RCA Víctor, de fama mundial. También para el ajuste y rectificación de aparatos de radio, Los Deportes tiene instalado un moderno y eficiente equipo. Por lo descripto (sic) […] se demuestra palpablemente que la casa Los Deportes, dentro de sus especialidades, ocupa uno de los lugares destacados del comercio del ramo en Punta Alta.» Una vez fallecida doña Aurelia, el negocio comenzó a girar bajo la firma Ál-varez Gordo Hnos., cambiando luego a Pablo Álvarez Gordo y Cía. Desde muy joven Pablo Álvarez Gordo (h), apasionado por el ciclismo y la caza deportiva, que practicaba con sus amigos y con el conocimiento adqui-rido en su taller, pronto manifestó su inquietud comunitaria, canalizada en su desempeño en la ex Liga de Comercio (hoy UCIAPA), el Rotary Club y la Comisión Pro Autonomía Municipal, conformada en 1944. En calidad de vo-cal, concurrió a La Plata y presenció el histórico hecho de la firma del de-creto de autonomía, en marzo de 1945. Una vez creado el partido de Coro-nel Rosales, don Pablo también luchó tenazmente en pos de la reactivación de Puerto Rosales, convencido, como muchos otros, de que el futuro econó-mico del distrito radicaba en la explotación económica de nuestra costa. Falleció el 8 de marzo de 1988, a los 82 años de edad, dejando atrás toda u-na trayectoria como deportista, dirigente y empresario.

Alvarez Gordo

Notas: . Gran Álbum de Punta Alta; editorial Sureña; Bahía Blanca; 1941. . Álbum Revista Punta Alta Ayer y Hoy; s/ed; Punta Alta; 1931. . Revista «Punta Alta», editada por la biblioteca Carlos Marx; Punta Alta; 1928. . La Nueva Provincia; columna «Los hacedores puntaltenses»; 5 de marzo de 2005.

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Boletín Informativo Nº 209 - septiembre 2005

Constantino Corinaldesi

La Liga de Defensa Comercial de Punta Alta, fundada el 1° de junio de 1930, se constituyó en la base de la actual UCIAPA. Anteriormente, hubo una se-rie de experiencias de unir al comercio de la ciudad, todas ellas fallidas por distintos motivos: la Liga Comercial y de Defensa Local (1916-1919) y la Li-ga de Defensa Comercial (1924-1929). Pero la Liga que se creó en el año 30 estaba destinada a pervivir. Básicamente es la misma, bajo nombres diver-sos, actúa desde hace más de siete décadas en pro de la actividad produc-tiva de la región de Punta Alta. Esta es, precisamente, la importancia histó-rica que adquiere esta asociación: ser la que, dejando de lado la desidia de muchos y las diferencias personales, políticas y de otro orden que pudieron surgir, se convirtió en asociación permanente que reunió a todos los comer-ciantes de la ciudad. En el marco de la depresión mundial que comenzaba a sentirse en nuestro país de manera aún débil, en febrero de 1930, el periódico La Nueva Comu-na dio cuenta de reuniones entre los comerciantes a fin de reflotar la anhe-lada sociedad. Acudieron a la reunión preliminar de la Liga definitiva los si-guientes comerciantes: Higinio Fernández, José Márquez, Fernández Hnos., García y Giuliniani, Rafael Salvá, Ulpiano Zapico, Arsenio Romero, Félix Re-mondegui, Genaro García, Blas Soler, Antonio Lorenzo, Florencio Izarra, Fe-liciano Napal, Augusto Francischelli, Roberto y José Patrignani, Marcelino Cuevas, Luis Delledone, Del Río Hnos., Eyroa Bello, Victoriano Cueto, Agus-tín Vañó, Cándido Unamuno, Manuel Vigil, Arnaldo Fabio, Muñiz y Cía., Ata-nasio Fernández, Félix Merino, Calvo Hnos., Acisclo López, Elías Williams y Cuevas y Heras. La mayor parte de los nombrados eran pequeños y medianos comerciantes (panaderos, constructores, almaceneros, etc.), inmigrantes de origen es-pañol o italiano pero compenetrados con el acaecer diario puntaltense. La elección de autoridades se hizo luego de conformación de la comisión de

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escrutinio, formada por Emilio Álvarez, José Márquez, Félix Remondegui, Genaro García, Arnaldo Fabio e Isidro Calvo. Efectuada la votación, la Comisión Directiva de la nueva Liga quedó formada de la siguiente manera: Presidente: Higinio Fernández, Tesorero: Isidro Calvo, Vocales titulares: Hi-ginio Fernández, Pablo Álvarez, Roberto Patrignani, Raimundo del Río, Sal-vador Maio, Domingo Ferro, Pío Rossi y Cándido Unamuno. Vocales suplen-tes: Feliciano Napal, Félix Remondegui, Emilio Heras y Gregorio Gil. Reviso-res de cuentas: Arsenio Romero y Acisclo López. La nota del diario destacaba que: según los estatutos aprobados, la finali-dad esencial de la Liga era «la unión de todo el comercio local para hacer efectiva la defensa de sus intereses comunes». Toda vez que fuera necesa-rio en salvaguarda de estos intereses, la entidad solicitaría el concurso de otras asociaciones similares de la región. Por otra parte, también mediaría amistosamente en conflictos surgidos entre comerciantes tratando de evi-tar que recurran a la justicia. Asimismo, también la Liga velaría por el res-peto de la honestidad comercial y la buena fe entre sus adherentes. La entidad se diferenciaba de sus predecesoras en cuanto al funcionamien-to interno de la misma y la calidad de servicios prestados a sus afiliados. Uno de los problemas que tuvieron las otras entidades era el divorcio entre los directivos y las bases. Para crear el canal de comunicación idóneo, se pensó en inaugurar una oficina de informes dotada de personal competen-te, para seguimiento de los problemas comerciales para ponerlos en conoci-miento de la Comisión Directiva. Todos estos propósitos y recaudos lograron sus objetivos e hicieron de la Liga de Defensa comercial de Punta Alta la asociación definitiva que repre-sentó al sector comercial y productivo de la ciudad. Conocemos los propósitos que animaron a los comerciantes a formar la aso-ciación, según lo expresado en el Acta Nº1 y que merecen ser transcriptos en su totalidad. «a) Unir en una fuerte agrupación todas las fuerzas del Comercio e Indus-trias locales en sus diferentes gremios. b) Ser órgano constante de vigilancia de los intereses del mismo. c) Fomentar el espíritu de solidaridad y compañerismo entre los miembros del Comercio y la Industria, en sus diferentes ramos, para el amparo y de-fensa de sus intereses recíprocos y colectivos. d) Solicitar y prestar concurso a todas las Sociedades Comerciales del país, en procura del mejoramiento comercial en general. e) Solucionar dentro de su esfera de acción, todo conflicto que pueda sus-citarse entre sus asociados o entre éstos y comerciantes que no pertenez-can a la Liga, evitando en cuanto sea posible las tramitaciones judiciales. f) Tender con la mayor tenacidad y por todos los medios a su alcance, a que la buena fe y honestidad sean reglas constantes en la conducta comercial de sus asociados. g) Fundar una Oficina de Informes que acoja todas las palpitaciones de los diversos gremios componentes a la Asociación y las transmita a la C.D. la que asesorará para la adopción de medidas que consecuentemente crea útil adoptar. La C.D. nombrará el personal necesario de esa oficina. h) Realizar toda otra gestión no especificada en los incisos precedentes que tiendan a la consecusión de los fines generales de la Asociación»1. Estos objetivos van a guiar permanentemente el devenir de la Liga y el comportamiento de sus asociados y su copia fiel fue procedente para apreciar el espíritu de los fundadores de la corporación comercial.

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Eugenio Serpilli

Notas: . Crespi Valls, Antonio; Gran Álbum de Punta Alta; editorial Sureña; Bahía Blanca; 1941.- . La Nueva Provincia; 18 de septiembre de 2004.

Boletín Informativo Nº 210 - octubre 2005

TALA SRL

«En el año 1948 [...] junto con los señores Ángel Arias y Pablo Pisani, com-pañeros de tareas, solicitamos al señor Director de los Talleres Generales de la Base Naval de Puerto Belgrano, la autorización para desarrollar des-pués de la jornada diaria, experiencias orientadas a la fabricación de un ar-ma de fuego de mano. De esta forma podíamos disponer de máquinas, he-rramientas adecuadas, de laboratorios químicos-metalogáficos y de otras dependencias. Con la autorización otorgada nos abocamos a la tarea de de-sarrollar un programa de trabajo.», relata el señor Osvaldo Núñez, al reme-

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morar los inicios de TALA SRL, la tan recordada fábrica de armas livianas con que contó nuestra ciudad durante muchos años. Los primeros pasos tendientes a la fabricación de dicho arma consistieron en el análisis de las funciones específicas de cada una de las piezas compo-nentes de la misma en su trabajo mecánico, de forma de tener en claro las especificaciones técnicas requeridas en cada caso, como ser, tipo de mate-rial, tratamiento térmico correspondiente, normalizado, templado, etc. En lo que hace en la precisión, pusieron especial énfasis en el cañón, partiendo del material a utilizar, la terminación interior, cantidad de estrías y otras condiciones de balística. Posteriormente se dedicaron a la tarea del diseño y proyecto, para poder construir un prototipo propio de una pistola semiautomática calibre 45, el que oportunamente fue presentado a la Dirección de Talleres Generales, «donde apreciaron el modelo y las experiencias realizadas y gentilmente se ofrecieron a darle carácter oficial si fuera ese nuestro interés; agradecimos la intención e hicimos saber que nuestro propósito era poner una pequeña fábrica de armas de uso deportivo calibre 22 LR [...]», cuenta el señor Nú-ñez, quien luego agrega: «Posteriormente encaramos la construcción de un modelo propio también de una pistola calibre 22 LR, con cargador para 10 cartuchos. El arma lograda reunía las condiciones necesarias de seguridad, funcionamiento y precisión. Era el momento adecuado para pensar en for-mar una sociedad y ver la posibilidad de fabricación en serie». A la altura de estas circunstancias varias personas se habían interiorizado acerca de las experiencias realizadas, por lo que fueron invitadas a una reu-nión para tratar el tema de la constitución de dicha sociedad. La misma quedó formada, en principio, por los señores Orlando Gallego, Zvonimir, Matkovich, Germán Frías y Galdino y Aristóbulo Carminatti. Así nació TALA, siglas que significaban Taller Armas Livianas Argentinas, y cuyo logo era el esquema del árbol homónimo. Con algunos cambios, construyeron otros dos prototipos, que fueron pre-sentados en Fabricaciones Militares para ser sometidos a las pruebas regla-mentarias para todo tipo de armas nuevas que se pretenden fabricar en el país y asi obtener la autorización correspondiente. Una vez logrado esto, se buscó un lugar físico donde montar la planta, adquiriéndose la propiedad u-bicada en Paso Nº 648 de nuestra ciudad. Esto ocurría en 1949. «A partir de ese momento, relata el señor Núñez, tomamos la tarea de ha-cer la planificación del taller con las distintas dependencias, la ubicación convencional de las máquinas herramientas y equipos de forma de tener u-na ruta adecuada a la producción en serie, partiendo de la materia prima en planta [...]» y luego agrega: «Se llamó a operarios calificados para formar la nómina de personal con cargo en las distintas dependencias, entre ellos los señores Mario Corinaldesi, Manuel Jurado, Héctor Concetti, Ignacio San José, Fortunato Nastasi, Domingo Bini, Osvaldo Fuertes y así se formó una familia donde todos trabajábamos en equipo sin horario y no menos de 8 horas , algunos lo hacíamos entre 10 y 12 horas diarias» TALA inició su producción con la dirección técnica del grupo inicial, mien-tras que las distintas secciones quedaron a cargo del personal arriba men-cionado; el señor Orlando Gallego se hizo cargo de la administración, Sal-vador Ilacqua de la sección de dibujo técnico y posteriormente el ingeniero Raúl Diez se sumó como asesor técnico en metalurgia y Mitkovich en el ta-ller de carpintería. Progresivamente, se fue incrementando la producción, tanto en cantidad

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como en variedad, como así también el plantel de operarios. «La constante preocupación por mejorar el producto, hizo que se abrieran amplios horizontes y sus armas se impusieran en el mercado nacional e internacional (EE UU y Canadá). Actualmente cuenta su fábrica con una dotación de 75 personas, produciendo 8 modelos distintos de armas. Como prueba evidente de la inquietud de sus directivos por mejorar e incrementar sus líneas de producción, en próximos días, dicha empresa lanzará a la venta la nueva Pistola S/ automática TALA M-77, calibre 22 LR [...] se puede leer en las páginas de «Punta Alta 75º Aniversario», editado en 1973. A principios de los años ochenta, finalmente TALA SRL cerró sus puertas, convirtiéndose en un valioso recuerdo de lo que fue la industria puntalten-se. Dice el señor Núñez: «Por razones varias, después de aproximadamente 30 años de actividad, la empresa fue entregada al personal, sin cargo. Poco tiempo después los nuevos socios vendieron la misma, y la persona que compró cerró sus puertas, y de esa manera terminó sus actividades una in-dustria que en un momento fue orgullo de nuestra ciudad y también de nuestro país. Mucha gente pasó por sus talleres, muchas de ellas se forma-ron técnicamente y aprendieron un oficio que posteriormente aprovecha-ron».

Notas: . Núñez, Osvaldo; Reseña histórica de TALA SRL.- . «Punta Alta 75º Aniversario»; editorial Punta Alta; Punta Alta; 1973.-

Boletín Informativo Nº 211 - noviembre 2005

Marcos Nieto

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Marcos Nieto fue uno de los más antiguos y destacados vecinos de la ciu-dad. Durante años fue propietario de una peluquería y es en su carácter de comerciante preocupado por la cuestión social en que hoy se lo quiere ho-menajear, a pocos días de su fallecimiento. Nació en la Base Naval de Puerto Belgrano, el 16 de octubre de 1911, en u-na casa que la familia Nieto habitó, a la entrada de Villa del Mar. Sus pa-dres, inmigrantes españoles nativos de Salamanca, llegaron a Punta Alta en 1907 y formaron el hogar con cinco hijos y cinco hijas. «Primero anduve en el campo, fui medio tamberito, ordeñé muchas vacas también, repartí leche. [...] Yo después empecé ya la escuela, esto, después ya empecé el oficio de peluquero y ya teniendo la peluquería fue cuando empecé en la sociedad de fomento a trabajar por las cosas de Punta Alta.», dijo en una oportunidad. Pero en realidad, realizó muchas más cosas. Luego de cursar la primaria en la Escuela N° 8, fue lavacopas en el conocido Hotel «Las 14 provincias», en Humberto I al 300. Luego, los padres le insistieron para aprender un oficio y el optó por la peluquería. Terminado su servicio militar, abrió su negocio al lado del local donde entonces funcionaba la escuela «D.F. Sarmiento», en calle Luiggi al 100. Fue uno de los pioneros del fomentismo local, al integrar la Sociedad de Fo-mento de Punta Alta.Y recordaba la ímproba labor fomentista de aquellos a-ños, dotando a la ciudad de la mayor parte de las obras de infraestuctura que se hicieron «La Sociedad de Fomento de Punta Alta se le debe el 90 % de las cosas que se han hecho y todo. Lo primero el asfalto.[...] La Comisión de Pavimento que la creó la Sociedad de Fomento (Punta Alta) duró seis años en ejercicio hasta conseguir el pavimento. [...] Y no sólo fue el pavimento, porque yo lu-ché por el ensanche de calles. Que se hicieron ensanche de calles en algu-nas y después todos los intendentes que hemos tenido, ninguno se le ocu-rrió ensanchar una calle más. [...] ¿Qué ciudad era Punta Alta en el momen-

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to de la Autonomía? Prácticamente era una población de casas nada más. No teníamos, asfalto, no teníamos hospitales, no teníamos, este... agua corriente tenía un sector de la población. La municipalidad de Punta Alta mantenía tres o cuatro camiones para repartir el agua diariamente con tomas en la calle para cargarlos. [...]» También desde allí se bregó por el aspecto sanitario de la población: «Sala de Primeros Auxilios [...] que la convertimos en hospital de emergencia, le pusimos cama, le pusimos una radio con auriculares en las camas y todo [...]. (Lo hizo) La Sociedad de Beneficencia, [...] es la dueña de ese local y fue la que permitió la Sala de Primeros Auxilios y después cuando se vino el hospital se convirtió y se fundó el Hogar del Anciano. [...] Del cual soy fundador y socio de la primera comisión también». Pero a don Marcos se lo recordará siempre por su papel destacado en la au-tonomía del Partido, formando parte de la comisión que culminó su lucha el 12 de mayo de 1945. «[...] Yo cuando más actuación tuve fue un año o dos años de la Autonomí-a, quiero decir en el cuarenta y... tres, cuarenta y cuatro. Ahí empecé a ac-tuar. Mucho, porque ya te digo, no había de los delegados, no se ocupaban, en Punta Alta no se podía vivir, porque vivir en Punta Alta era una desgra-cia, por las calles, por el agua. [...] Yo quiero y siempre [...] he sido muy silencioso, nunca entré en guerra con nadie, nunca peleé con nadie. Yo en Punta Alta llegó un momento que prác-ticamente era el intendente de Punta Alta. Y nunca, ni hay ningún diario, no hay ningún funcionario nadie que se haya tirado una palabra en contra mía. Siempre tuve la aprobación, silenciosa pero la aprobación de todos. [...]» Los autonomistas eran concientes que la autonomía política del distrito se tenía que asentar sobre las bases de una autarquía económica. Por ello, el tema del Puerto de Arroyo Pareja cobró singular importancia: «Las propuestas de defensa del puerto, que no se tocara el puerto y que no se destruyera el puerto, que el puerto tenía que seguir trabajando. Nosotros queríamos el puerto de Arroyo Pareja, lo queríamos porque nos lo habían quitado! [...] Y para habilitar el balneario hicimos una gestión de la Sociedad de Fomento todos, llegamos hasta el vicepresidente de la Nación, Teseire, para que se habilitara el balneario mientras Marina no lo necesita-ra, que no nos quitaran el placer de tener un balneario. Y vino la orden de habilitar el balneario en contra del señor Ciurano, de que se habilitara el balneario, lo hizo la Sociedad de Fomento y lo hizo éste que les habla. [...]» Humildemente, Don Marcos supo resumir su infatigable actividad que cubre buena parte del siglo pasado, siempre en pos del progreso de la comunidad: «Yo en un tiempo estuve... era: presidente de la Sociedad de Fomento, pre-sidente de los Bomberos, era presidente de los peluqueros y que se yo, cuanta comisión hubiera por ahí, todos los días luchando.»

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Notas: . Núñez, Osvaldo; Reseña histórica de TALA SRL.- . «Punta Alta 75º Aniversario»; editorial Punta Alta; Punta Alta; 1973.-

Boletín Informativo Nº 212 - diciembre 2005

Los Coulembier

La Sidonia

Al momento de hablar acerca de los primeros impulsores del agro en nues-tro medio, debemos hacer una especial mención a don Gustavo Coulembier, fundador y dueño de la estancia “La Sidonia”, en Bajo Hondo, e iniciador de toda una tradición familiar en el trabajo rural de la zona. Nativo de Bélgica, arribó a la zona en 1883, convirtiéndose en uno de los primeros compradores de aquellas tierras, sobre las cuales se desconfiaba si servirían para algo más que la cría de ovejas, pero en las que pronto se cultivaron cereales con éxito.

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Dice el Gran Album en sus páginas: “Fue allá por el año 1882 cuando el se-ñor Coulembier llegó de Bélgica, su país natal. Apenas desembarcado en Buenos Aires, volvió a embarcarse nuevamente en uns de los barcos que hacían la carrera a Bahía Blanca. Ya llegado a Bahía Blanca, monta a caballo con unos compañeros y se dirige hacia el Sauce Grande. No conociendo ni el país ni el idioma, anduvieron tres días perdidos por la llanura hasta que pu-dieron orientarse convenientemente. Sin embargo, el paraje llenaba las as-piraciones del señor Coulembier, quien un año después de su llegada adqui-rió la primera superficie de tierra argentina [...] Con la fundación de “La Sidonia” don Gustavo Coulembier inició su vida de estanciero argentino, dejándose tentar prontamente por la siembra de ce-reales, diversificando la explotación zonal, hasta entonces únicamente ga-nadera. Así, a principios del 1900, comenzó la roturación de los campos y además de los cereales cultivó en sus tierras, en gran escala, las arvejas, que en aquellos años conseguiría una alta cotización. Casado con doña Sidonia Rogg, tuvo varios hijos, conformando una extensa familia, correspondiéndoles con justicia el título de primeros pobladores de la región. “No en balde vivieron en ella por espacio de muchos años, sin a-bandonarla jamás, y vieron todas sus transformaciones y sucesivos progre-sos” se afirma en el Gran Álbum de Punta Alta, que más adelante agrega: “El apreciado matrimonio que llegó a Bajo Hondo cuando las grandes exten-siones eran destinadas únicamente a la cría de vacunos y lanares, vivió la era de transición, al subdividirse los grandes latifundios y surgir en la re-gión una colonia agrícola que cambió radicalmente la economía rural”. A principios de 1925, luego del fallecimiento de doña Sidonia, las tierras de la estancia se fraccionaron, entregando don Gustavo a sus hijos la parte co-rrespondiente de campo, para que cada uno se abriera camino por sus pro-pios medios. Así, don Valerio S. y Ludovico B. Coulembier, fundaron las es-tancias “La Sidonia” (homónima de la primitiva) y “La Margarita” respecti-vamente. Don Valerio había nacido el día 8 de septiembre de 1887, en la ciudad de Bahía Blanca. Desde muy joven actuó junto a don Gustavo en los campos de la familia pero, una vez producida la desaparición de su madre, heredó el lote en que estaba edificada la antigua estancia, una vieja casa construida en piedra, que pronto fue inhabilitada y reemplazada por una nueva cons-trucción, dotada de mayores comodidades. La misma se edificó en 1929. Junto a aquellas tierras, también recibió una fracción de 331 hectáreas, que se dedicaron a la explotación ganadera y agrícola. Habiendo contraído en-lace con doña María Magdalena Rogg, en Río Colorado, en octubre de 1926, tuvo tres hijos: Enrique Valerio, Medardo y Celina. Su hermano, don Ludovico, había nacido también en Bahía Blanca, el 24 de agosto de 1894, siendo el menor de la familia. Desde pequeño aprendió al lado de su padre los conocimientos de la industria rural, hasta que, muy jo-ven aun, intentó indepenizarse y emprender la lucha por la vida con sus propias fuerzas. Contrajo matrimonio, en marzo de 1919, con doña Dionisia Caviglia, de cu-ya unión nacerían Renée, Héctor, Ema y Sidonia Betty, y paralelamente de-cidió arrendar una fracción de 330 hectáreas, que posteriormente le vinie-ron a quedar como parte hereditaria, una vez fallecida su madre. En el año 1928 edificó “La Margarita”, dotada de las mayores comodidades de la épo-ca. “Amplia, moderna, con luz eléctrica, llena de comodidades, rodeada de jardín, quinta y huerta, La Margarita es una de las mejores construcciones

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que se encuentran en la zona de Bajo Hondo y dice bien a las claras del criterio estético que presidió su diseño y es una muestra palpable de que la vivienda rural, en campo propio, puede contener todos los adelantos y comodidades de la edificación urbana” se puede leer en el Gran Álbum de Punta Alta. Además de la fracción de tierra donde estaba la estancia, don Ludovico ad-quirió otras 300 hectáreas, que destinó a la producción agrícola y ganadera, y arrendó una fracción de 1300 hectáreas en las proximidades de la esta-ción Paso Mayor. “Para las tareas rurales posee una colección completa de implementos mecánicos, incluyéndose tractor, cosechadoras, camión, etc. En su campo existen amplios galpones e instalaciones adecuadas, donde se guardan maquinarias y productos, al abrigo de la intemperie” afirma el Gran Álbum. Fuentes: . Crespi Valls, Antonio; Gran Álbum de Punta Alta; editorial Sureña; Bahía Blanca; 1941.

Valerio Coulembier

Gustavo Coulembier

Boletín Informativo Nº 213 - enero 2006

Don Manuel Ederra

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Vista de la casa habitación.

Con justicia puede decirse de don Manuel Ederra que fue uno de los prime-ros pobladores y adelantados de la colonización de la zona de Punta Alta y Bajo Hondo, junto a su esposa, doña Eulalia Usoz. Nativo de Izaba, Navarra, don Manuel emigró hacia la Argentina hacia 1880 , «cuando ésta ofrecía a los temperamentos arriesgados y trabajadores una cantidad ilimitada de posibilidades de progreso, siempre que dejaran las molicies de las ciudades para internarse en el campo»1. Se inició inmedia-tamente en las labores pastoriles, explotando una majada de ovejas, princi-pal actividad agropecuaria de la época y a la que permaneció fiel toda su vida. Cinco años más tarde, en 1885, arribó doña Eulalia, también navarra, de Linzuain, estableciéndose directamente en Bahía Blanca, ciudad donde resi-dían algunos familiares suyos. Allí se conocieron y al año contrajeron matri-monio, más precisamente el 17 de marzo de 1886, en el antiguo templo. Desde un año antes, don Manuel estaba establecido en el paraje situado en-tre Bajo Hondo y Punta Alta, o sea, el campo de Santamarina, donde arren-dó unas 2000 hectáreas «poblándolas con ovejas y mejorando continua-mente los pastos silvestres de aquel entonces, constituidos en gran parte por el olivillo», dice el Gran Álbum de Punta Alta, que más adelante agrega: «Al establecerse en un campo bruto, abierto por todos los rumbos, tuvo que levantar las instalaciones, alambrar, etc. dando así un ejemplo de labo-riosidad y de perseverancia que fue prontamente imitado por otros criado-res de ovejas». Además, su asentamiento en fecha tan temprana en aque-llas tierras hizo que don Manuel tome un contacto bastante cercano con los grupos indígenas del lugar, como el caso de los Ancalao y los Linares: «Fue don Manuel un gran amigo de los indígenas que poblaban la zona, Ancalao, Linares, etc. quienes encontraron en el carácter franco, honrado y noble de don Manuel a un verdadero consejero, a quien apreciaban y respetaban» De su apego al campo que arrendó en la zona, da buena prueba el hecho que lo ocupó por espacio de treinta años consecutivos. Cuando con los años penetró y se difundió la agricultura en los campos de Bajo Hondo, también don Manuel se dejó atraer por el arado y dedicó una porción de sus tierras a la explotación cerealera, aunque siempre su ocupa-

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ción predilecta fue la cría de ganado lanar. En julio de 1909 finamente don Manuel falleció, en Bahia Blanca, «tras una vida de verdadero provecho para sí, su familia y el país al que tan noble-mente ofrendó lo mejor de sus energías». Unos años después, en 1916, el campo, ahora arrendado por doña Eulalia U. de Ederra e hijos, fue subdividido, adquiriendo éstos una parte. Efectivamente compraron unas 400 hectáreas , en las cuales tenían su pro-pia casa habitación. Del matrimonio de don Manuel Ederra y doña Eulalia Usoz nacieron siete hi-jos: Antonio, Tomás, Manuel, Josefa, María, Eulalia y Modesto, quienes for-maron a su vez sus respectivas familias. Al frente de la explotación agrícola ganadera se colocó Manuel, formado bajo el ejemplo de laboriosidad de su padre, quien a su vez desempeñó útilmente en beneficio de Bajo Hondo y sus instituciones, como la Cooperativa Agrícola «El Porvenir» y la Sala de Primeros Auxilios.

Don Manuel Ederra con el traje típico de antaño.

Doña Eulalia U. de Ederra.

Fuentes:. Crespi Valls, Antonio; «Gran Álbum de Punta Alta»; editorial Sureña; Bahía Blanca; 1941.- Nota 1 Gran Álbum de Punta Alta, Bahía Blanca; 1941.

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Boletín Informativo Nº 214 - marzo de 2006

Criadero de nutrias Don Máximo

A lo largo de la historia, en el pueblo de Punta Alta, luego devenida en ciu-dad, y sus alrededores surgieron y florecieron varios emprendimientos in-dustriales, muchos de los cuales no pudieron mantenerse en el tiempo y a-cabaron por desaparecer. No obstante es posible saber acerca de ellos gra-cias a que permanecen en la memoria de algunos vecinos o están registra-dos en alguna nota periodística de antaño. Tal es el caso de «Don Máximo», un criadero de nutrias que funcionó aquí, en los años 30, más específicamente en la manzana comprendida por las calles Colón, Humberto I, San Martín y 9 de Julio, y que oportunamente fue visitado por un cronista del diario bahiense «El Atlántico», a fin de darlo a conocer a la comunidad. «A un paso de Bahía Blanca, en Punta Alta, existe, desconocido casi para la generalidad de la gente, un criadero de nutrias montado conforme a las exigencias que la práctica ha indicado más convenientes para un mayor éxito en la reproducción de este mamífero […]» comienza diciendo el periodista, quien más adelante agrega « una gentileza del propietario de «Don Máximo», nombre del criadero, nos permite ofrecer a los lectores de El Atlántico una referencia gráfica y descriptiva que, seguramente, ha de resultar curiosa e interesante, no ya solo por ser la nutria un animal considerado de excepcional valía por el costo de su piel, sino también por la importancia de las magníficas instalaciones que, a través de tres años de inteligente y perseverante labor hacen de «Don Máximo» un criadero modelo» Su dueño era Daniel Ferrandi, hijo de don Romeo Ferrandi, uno de los pri-meros y más destacados vecinos de nuestro pueblo. El criadero, iniciado hacia 1934, fue en principio más un pasatiempo que un emprendimiento comercial, aunque no tardó en generar notables ganan-cias, dada la importante valorización de la piel de nutria. Dicha especie, an-tes abundante en todos los campos donde cruzara un río o un arroyo o exis-

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tiera una laguna, lentamente fue disminuyendo, ya que su caza era una de las dedicaciones predilectas de la gente de campo, no existiendo dispo-sición oficial prohibitiva alguna. Afirma el cronista: «Enfocado por don Daniel Ferrandi la cría de la nutria no como un criadero puramente comercial, sino más bien como un pasatiempo en sus comienzos, la solicitud con que se dedicó durante tres años a la re-producción de los que constituyó el plantel primitivo, dentro del desarrollo de un plan racional de instalaciones que cada vez fueron agrandándose u cobrando mayor importancia, lo ha colocado en la actualidad en condiciones de poder afirmar que el criadero que posee es uno de los mejores de la región y sin duda en el que se forma en forma más racional y perfecta se siguen las indicaciones teóricas y prácticas tendientes a la obtención de ejemplares de alta calidad» Las instalaciones básicas las constituían los corrales de cemento, destina-dos uno por cada pareja de nutrias y sus crías, como así también casillas de cemento con una canaleta dispuesta de forma tal que circule permanente-mente agua potable, elemento fundamental para el crecimiento saludable de la nutria y muy especialmente para el logro de una piel fina y aterciopelada. «En cada corral, se cría una pareja joven y sus pichones, que alcanzan en el año de ocho a diez aproximadamente, los cuales, una vez en condiciones de procrear, son cuidadosamente separados en nuevos corrales, por parejas de distintas madres. De esta manera el pequeño plantel primitivo ha llegado a construir hoy una colonia que alcanza a unas quinientas un-trias.», se lee en la nota, y más adelante agrega: «Los corrales se complementan con pequeñas casillas también de cemento, donde se albergan las nutrias, y una canaleta de unos cincuenta centímetros de profundidad don-de corre permanentemente agua potable, extraída mediante una gran bomba eléctrica.» Otra de las instalaciones del establecimiento era la enfermería, provista de las drogas indispensables para el tratamiento de las enfermedades usuales de las nutrias, como así también del instrumental necesario en caso de tener q realizarse alguna intervención quirúrgica, que practicaba el propio Daniel Ferrandi. Dos de-pendencias anexas eran el criadero de conejos de raza y el colmenar, éste último a cargo del hermano mayor de Daniel, Roberto, la cual contaba con alrededor de 70 colmenas y producía hasta 1.500 kg. de miel por año. La propiedad contaba también con una imponente huerta, donde se cultiva-ban toda clase de hortalizas, y vistosos jardines tipo inglés, que adornaban la entrada.

Don Daniel Ferrandi, propietario del criadero de nutrias «Don Máximo», explica al ex-director del diario El Atlántico Sr. Smilovich la compleja labor que entraña la explotación de la cría de nutrias. En segundo plano aparece el Sr. Mariano Blenjman.

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Manuel Villalba.

Notas: . «El Atlántico»; Bahía Blanca; miércoles 2 de diciembre de 1936. . Entrevista a Manuel Villalba; 9 de febrero de 2006.

Boletín Informativo Nº 215 - Mayo 2006

La Vascongada

Hacia 1897, cuando lentamente comenzaban los primeros trabajos tendien-tes a la construcción del Puerto Militar, daba comienzo en la zona uno de los primeros emprendimientos económicos, a partir de la fundación de «La Vascongada», dedicada a la fabricación de conservas de pescado. Su dueño era don Francisco Torrontegui, un inmigrante vasco arribado a nuestro país a fines de la década de 1880 junto a su familia, constituida por su esposa doña Águeda Jaureguizar y sus tres hijos Prudencia, Norberto y Aureliano, a la q se sumarían luego Juan y Nieves. Al llegar, se estableció primeramente en Bahía Blanca, emprendiendo la ac-tividad pesquera en las cercanías de Puerto Galván, en sociedad con otros

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vascos ya radicados con anterioridad, para luego independizarse y esta-blecerse en forma independiente en la zona de Arroyo Pareja. Así nació La Vascongada, cuyas instalaciones se ubicaron cerca del actual puente de acceso a Punta Cigüeña. «La construcción principal constituía un amplio galpón de aproximadamente 60 m2 de superficie, donde se realiza-ban las tareas de procesado del pescado. Allí se encontraba una autoclave para la esterilización de las conservas, y una prensa a tornillo con la que se troquelaban partes componentes de los envases. Otras construcciones me-nores, todas en chapa y madera, rodeaban a la fábrica y se utilizaban como cocina-comedor y dormitorios», relata don Francisco Torrontegui, su nieto. Era una empresa netamente familiar, donde don Francisco, junto a sus hijos mayores y algunos pescadores contratados, obtenían la materia prima en las inmediaciones costeras, utilizando para ello dos lanchas de vela latina, canoas y botes a remo. Las especies que se explotaban eran corvinas, pes-cadillas, congrios, lenguados, anchoas y lisas. Cuenta su nieto: «Casi todas las especies ictícolas obtenibles en el mar costero, se procesaban de diver-sas maneras. La corvina, la pescadilla, el lenguado, etc., se dedicaban a la conserva en escabeche, mientras que la anchoa se sometía al proceso de salazón. Especial elaboración recibía la lisa que acondicionada en aceite de oliva español, se comercializaba como «Atún Blanco» con alto aprecio en el mercado consumidor». El proceso de fabricación comenzaba con el hervor y escurrido del pescado, que luego se lo colocaba en la lata y rellenaba con aceite de oliva. Las latas eran confeccionadas en la misma fábrica, a través de un proceso que el mismo Francisco Torrontegui detalla: «Los envases requeridos se prepara-ban artesanalmente; para ello se contaba con el insumo inicial, adquirido en Buenos Aires; consistente en planchas de «hojalata iluminada», denominación que recibe por estar previamente rotulada y diseñada. De las grandes planchas se cortaban tiras que constituían las superficies laterales de los envases, dándoles forma cilíndrica; luego el fondo circular y tras el rellenado, la tapa. Tanto el fondo como la tapa se troquelaban en la prensa mecánica. Las uniones de todas las partes se realizaban mediante soldadu-ra manual con estaño.» Una vez encajonadas las latas, se enviaban a Bahía Blanca para ser distribuidas en los distintos comercios, como así también a otros centros poblados. Cerca de 15 años se mantuvo en actividad La Vascongada, debiendo cerrar sus puertas de manera definitiva luego de una paulatina declinación en su rentabilidad. Las razones fueron varias, por un lado, la escasa aceptación que tenía no sólo el pescado sino mas aun los productos en conserva, a los cuales no se les tenía demasiada confianza, como también la fuerte compe-tencia de los productos importados desde Europa, que ingresaban al país sin restricciones. Tras el cierre de la fábrica, la familia Torrontegui se trasladó a Punta Alta e instaló un almacén, ubicado en la calle Roca al 400. En 1938, a los 87 años, don Francisco Torrontegui abandonó esta vida, mientras que su esposa lo sobrevivió hasta 1957. Sus descendientes per-manecieron en esta ciudad, contribuyendo a su progreso, tal como lo hizo aquel visionario vasco.

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Dn. Francisco Torrontegui

Notas: . Núñez, Osvaldo; Reseña histórica de TALA SRL.- . «Punta Alta 75º Aniversario»; editorial Punta Alta; Punta Alta; 1973.-

Boletín Informativo Nº 217 - Julio 2006

Los hermanos Merino Hernández

Interior de la herrería “El Progreso“ que funcinó en calle Roca 251.

Merino Hernández. Seguramente, pocos apellidos se han popularizado tanto como éste en nuestra ciudad, a la vez de asociarse fuertemente a una acti-vidad específica, como lo es, para el caso, la construcción. Efectivamente, tanto don Félix como Juan Merino Hernández se dedicaron durante muchos años a la venta de materiales de construcción como también la edificación

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de viviendas, actividad que luego fue continuada en el tiempo por sus des-cendientes. Eran hijos de don Antolín Merino y doña Florencia Hernández. Habían naci-do en Valdelacasa, provincia de Salamanca, España; Félix, el mayor, el 20 de noviembre de 1881 y Juan el 27 de marzo de 1897. El primero arribó a nuestro país en 1908, junto a su esposa Aquilina Her-nández y su pequeña hija Juliana. Casi de inmediato se establecieron en nuestro pueblo, donde don Félix comenzó a trabajar en su oficio de herrero con su pariente Francisco Merino, dueño de una de las primeras herrerías locales. Pocos años después, don Félix decidió independizarse instalando un taller de herrería y carpintería de carruajes y carros al que denominó «El Progre-so». Se ubicaba en la calle Urquiza. Dice el Álbum Revista Punta Alta: «Hombre de trabajo, constante en la lucha cotidiana, ha podido moldear, empezando desde los primeros peldaños, una situación económica sólida, producto de un cuarto de siglo de labor.» Y más adelante agrega: «Llegado a la localidad en el año 1908, se ocupó en la herrería de Francisco Merino, con un sueldo mensual de pesos 60. Trabajó con don Francisco dos años y con la poca cantidad de pesos economizados, instaló en la calle Urquiza al 150 una herrería». A partir de 1922, optó por volcarse al rubro de la construcción, por lo que la vieja herrería «El Progreso» se convirtió en un negocio de ferretería, pintu-rería y corralón de materiales de construcción, el cual llegó a ser uno de los más tradicionales de la ciudad y símbolo de la pujanza comercial puntalten-se. Funcionó en la calle Roca Nº 251, en un edificio que don Félix mandó construir especialmente. Desde los comienzos del nuevo emprendimiento, contó con la colaboración de su hermano Juan, recién llegado desde España junto con su esposa Luciana Rodríguez. Trabajaron juntos hasta el año 1931, cuando Juan decidió independizarse y trabajar por su cuenta. Así, ambos hermanos siguieron caminos diferentes, aunque desempeñán-dose en el mismo rubro, es decir, la ferretería y la construcción. Don Félix regenteando «El Progreso» y don Juan al frente de una ferretería ubicada en la calle Paso. Cada uno de ellos formó aquí su familia, cuyos integrantes pronto se suma-ron al negocio, dándole impulso y continuidad en el tiempo. Félix, por su parte, a su primogénita Juliana, nacida en España, sumó María, Juana y Je-rónimo mientras que Juan trajo al mundo a tres varones: Antolín, Juan y Florencio. Don Félix con los años también se dedicó a la construcción de viviendas e-conómicas, dado el permanente crecimiento poblacional de la ciudad, las cuales ponía a disposición de los interesados a través de planes de pago de largo plazo, acordes a sus ingresos. Aquella actividad fue en constante au-mento, al punto que en 1946 la empresa se transformó en Sociedad Anóni-ma, funcionando de esta manera hasta 1969, en que cerró definitivamente sus puertas. La inquietud comunitaria de don Félix, lo tuvo como protagonista en la cre-ación de instituciones tales como la Cooperativa Eléctrica, la Comisión de Fomento Punta Alta, la Asociación Española de Socorros Mutuos y la Liga de Defensa Comercial, hoy UCIAPA. Falleció el 15 de julio de 1967. Los Merino Hernández dejaron una ciudad en cuyo crecimiento tuvieron mucho que ver, dado la permanente preocupación en proyectar a la misma hacia un futuro de importante protagonismo.

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Dn. Felix Merino Hernández (sentado) junto a su familia.

Fuentes: . Álbum-Revista Punta Alta Ayer y Hoy; Punta Alta; 1931.- . Crespi Valls, Antonio; «Gran Álbum de Punta Alta»; editorial Sureña; Bahía Blanca; 1941.- . Pepe Recuerdos; «Historias y estampas de la memoria popular»; tomo II; Link Comercial; Punta Alta; 1995.-

Boletín Informativo Nº 218 - Agosto 2006

Don Rafael Nicoliche

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Interior del comercio “La Internacional“ Fábrica de cuadros, marcos y varillas, donde se observa a Nicoliche realizando reparaciones.

Siempre sobre la calle Irigoyen, durante cerca de quince años tuvo abiertas sus puertas la afamada casa de fotografía, óptica y joyería «Internacional» , negocio que fue el primero de los tantos emprendimientos comerciales de aquel trabajador incansable que fue don Rafael Nicoliche. Nacido en 1888, siendo muy joven emigró de Montenegro, su tierra natal, y recaló en estas tierras, huyendo de la guerra y buscando un lugar donde a-sentarse y progresar, como tantos inmigrantes europeos de principios del siglo XX. Su hijo Héctor relata: «Mi papá vino acá cuando tenía 15 años, es-capando de la guerra; vino como polizonte. Y su verdadero apellido no era Nicoliche, era Nicolich, pero después acá se argentinizó. Y bueno, primero trabajó en la Base, fue cocinero del Moreno, del Rivadavia, aquellos cruce-ros… y después fue cuando empezó a armar ahí en Irigoyen la fotografía […] Puso la óptica, la fotografía y se hizo más popular, más popular, cada vez más, y las cosas le empezaron a ir bien…bueno, en ese entonces no ha-bía muchos negocios para competir […]». En efecto, una vez arribado a nuestro pueblo actuó como empleado de la Base Naval, para luego instalarse como propietario de Internacional, una casa de fotografia. Primeramente funcionó en un local ubicado en Irigoyen Nº 179/183 y lue-go, con los años, ocupó, siempre sobre la arteria principal de nuestro pueblo, los locales Nº 37, 18/20 y 26 sucesivamente. A la par de mudar de domicilio, don Nicoliche también fue anexando nuevos rubros a su comercio, como la relojería y la óptica, además de realizar retratos al lápiz, pastel, sepia y óleo y fabricar marcos y cuadros. El último local, el de Irigoyen Nº 26, era propiedad del señor Nicoliche y fue construido en 1934. Según los periódicos de la época, su realización ocasio-nó un curioso concurso, propiciado por su propio dueño, a fin de elegir el

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estilo arquitectónico más atractivo para la fachada del edificio. En las pági-nas de La Nueva Comuna se puede leer: «Casa Nicoliche obsequiará con u-na medalla de oro de 18 kilates al dibujante que presente el mejor croquis del futuro frente del segundo piso de la propiedad de Rafael Nicoliche, en construcción» Al poco tiempo, apenas tres años después, don Nicoliche decidió cerrar las puertas de «Internacional» para probar suerte en la zona de Arroyo Pareja, paraje que por aquellos años estaba dando sus primeros visos de progreso poblacional. Dice el Gran Álbum de Punta Alta: «Viendo un porvenir con la afluencia de actividades en el puerto Arroyo Pareja, decidió trasladarse a aquella casi abandonada zona en el año 1937, empezando por abrir su casa y seguidamente haciendo levantar una serie de adecuados chalecitos que destinó a renta, los que desde el primer año contaron con inquilinos deseo-sos de instalarse cerca de la playa» En pocos años, según cuenta su hijo Héctor, don Nicoliche dio impulso a va-rios emprendimientos: una carnicería, una panadería y una fábrica de hela-dos, además de los ya citados departamentos para alquiler. Tenía, además, un generador propio de energía eléctrica y un surtidor de nafta, el único de Arroyo Pareja. Pero su mayor inversión estuvo dada, sin dudas, en la cons-trucción del recordado Hotel «Player», emplazado en un extenso terreno de 170 por 100 metros, que desde su misma inauguración de convirtió en el si-tio de descanso y esparcimiento de empleados del puerto comercial, tripu-lantes de los barcos mercantes extranjeros como asi también representan-tes de las empresas y numerosos turistas. Dice el Gran Álbum: «[…] fue i-naugurado en 1939, habiéndose convertido en lugar de afluencia de viaje-ros, vecinos y camioneros que actúan en Arroyo Pareja, asi como de fami-lias de Bahía Blanca que acuden al hermoso paraje.» En cuanto a sus actividades comunitarias, a don Nicoliche se lo recuerda co-mo un vecino muy comprometido con el lugar, trabajando siempre en pos del adelanto y el progreso de Arroyo Pareja, paraje habitado por aquellos tiempos por unos 300 habitantes. Miembro de la Comisión Vecinal de Fo-mento, intervino ante las autoridades pertinentes para conseguir las como-didades necesarias como lo es el servicio de aguas corrientes, el funciona-miento de la escuela, etc. También es importante recordar su actuación en los orígenes de la Coope-rativa Eléctrica de Punta Alta, allá por julio de 1926. En efecto, fue precisa-mente don Nicoliche quien, en respuesta a los abusos y el mal servicio ofre-cido por la empresa Industrial Eléctrica, convocó a cerca de cuarenta veci-nos y destacados comerciantes en la sede de la Sociedad de Fomento Punta Alta a fin de aunar los esfuerzos y dejar en claro la firme decisión de formar una cooperativa eléctrica.

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Dn. Rafael Nicoliche.

Fuentes: . Crespi Valls, Antonio; «Gran Álbum de Punta Alta»; editorial Sureña; Bahía Blanca; 1941.- . Chalier, Gustavo; «Orígenes del cooperativismo eléctrico argentino. La Cooperativa Eléctrica de Punta Alta»; Punta Alta; 2003. . Entrevista a Héctor Nicoliche.

Boletín Informativo Nº 219 - Septiembre 2006

CAIPAL

Fachada del edificio, 1997.

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Está tan cerca del consumidor que la frescura de los productos es induda-ble. La leche se obtiene cada día a escasos kilómetros de la ciudad, se pro-cesa en esa misma jornada y llega a los hogares a pocas horas. Se obvian así largos viajes y la necesidad de incorporarle conservantes. La creación de CAIPAL, Cooperativa Agropecuaria de Industrialización y Co-mercialización de Punta Alta Limitada, se remonta a 1950, cuando los pe-queños productores agropecuarios de la zona decidieron trabajar en común a fin de optimizar el rendimiento económico de su producción lechera, dada la necesidad de hacer frente a los grandes capitales que fijaban el precio de la materia prima y monopolizaban la actividad industrial del sector. Su fe-cha fundacional es el 30 de enero de 1950 más precisamente, siendo el se-ñor Primo Montani el primer presidente. Aquellos primeros tiempos fueron sumamente difíciles e incluso estuvo a punto de disolverse. Sólo se logró adquirir cuatro lotes, ubicados sobre las calles Irigoyen y Rodríguez Peña, donde años andando se construiría la planta, y levantar allí un galpón. Ya en los años sesenta, la cooperativa tambera tomaría un nuevo empuje, a partir de las disposiciones sanitarias del momento. Don Dámaso Rodríguez recuerda: «En el 64 vino la ley de pasteurización que establecía que la le-che que se vendiera al menudeo tenía que estar pasteurizada y envasada […] y se formó la primera comisión». La misma quedó constituida de la si-guiente manera: presidente Amadeo Gentile (después lo reemplazó José María Gervá), vicepresidente Héctor Silva, tesorero Vicente Goycochea, secretario Dámaso Rodríguez, vocales Antonio Mezquita, Enrique Cicarelli y Querejeta. Por su parte José Ibarguren y Víctor Cattáneo oficiaron como síndico y gerente respectivamente. «Al principio se juntaba la leche y se la mandaba a Trenque Lauquen para pasteurizar y embotellar. Y estuvimos trabajando mucho tiempo así hasta que después pudimos empezar a trabajar con la fábrica media hecha ya, en la parte de quesería, porque ya teníamos las tiras para almacenar, la pileta de salmuera, la cámara de frío, la caldera…, pero mientras se seguía llevan-do la leche a Trenque Lauquen». Corría mediados de 1971. De aquellos ini-cios, difíciles, donde las ganancias prácticamente eran inexistentes y las deudas y compromisos eran muchos, don Dámaso recuerda: «Los que nos dieron una buena mano fueron los de Casa Tansi, de Rosario, que era la que nos vendía las máquinas […]. Muy buena gente, nos fiaban y le íbamos pa-gando de a poco y ellos mismos nos consiguieron el quesero, de Casbas». En efecto, un señor de apellido García, oriundo de Casbas, fue el primer maestro quesero, contando con la colaboración de dos ayudantes. En mayo de 1972, con la construcción de la planta concluida y los modernos equipos de pasteurización y homogeneización adquiridos, como así también la máquina sachetadora, comenzaron las gestiones para obtener la habilita-ción para procesar la leche y lanzarla al mercado. Fue una tarea no exenta de obstáculos y dilaciones. «La fábrica lechera La Carlitos, de Bahía Blanca, vendía leche en botella y nos frenaba la autorización de la provincia para vender la leche pasteurizada» relata don Dámaso, y agrega: «hasta que u-na vuelta vino el gobernador […] y lo fuimos a ver y nos dijo que a la tarde iba a ver la planta. Entró, vio la planta, vio que todo estaba bien y nos dijo «Bueno, el lunes ya tienen la autorización para salir». Y así fue, salimos con la leche pasteurizada y fue un éxito enorme, porque era de buena cali-dad y estaba a buen precio. Empezamos con poco y se fue agrandando, a-grandando y llegó el momento que entregábamos a Bahía Blanca diez o do-

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ce mil litros de leche pasteurizada, en sachet» CAIPAL comenzaba así el camino ascendente, con la colocación de toda su producción en la ciudad y la zona, representada en la leche, y los sub-productos que se sumaron como el queso en todas sus variedades, yogurt, ricota, dulce de leche, manteca y crema. A principios de los noventa, la mejor época de la empresa, la planta llegó a contar con cerca de cuarenta empleados, divididos en las secciones de en-sachetado, subproductos, quesería y expedición. Hermenegildo Prieto era el jefe de personal y Héctor Appelhanz, su hermano Emilio y Oscar Echeveste los encargados de las secciones. Lamentablemente a partir de mediados de esa década CAIPAL comenzó a transitar por un período crítico en términos de capacidad de acopio como de producción, crisis que se vio agravada con el cierre del Banco Buci, que re-percutió sensiblemente en el movimiento financiero de la cooperativa. Con ayuda y asistencia del IPAC (Instituto Provincial de Acción Cooperativa) hoy CAIPAL está procurando mejorar su situación y continuar siendo lo que es: una empresa alimenticia local de inestimable valor.

Primeros pasos en la construcción del edificio, de izquierda a derecha: Miglioretti director de obra, Ibarguren, Cereijo, Goycochea, Gentil, Rodriguez, Gerbas, atrás Ibarguren. 1964

Fuentes: . «La Vidriera» 11/05/90 . «La Nueva Provincia» 06/08/96; 21/03/97; 27/05/97 . Revista Reporter . Entrevista a Vicente Goycochea; 08/09/2006 . Entrevista a Dámaso Rodríguez; 15/09/2006

Boletín Informativo Nº 220 - Octubre 2006

Casa Rampérez

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Fachada del local comercial instalado en Irigoyen 155.

Seguramente en la memoria de muchos puntaltenses está aun presente la Tienda Rampérez. Y no es para menos, pues fue una de las más surtidas, a-demás de contar con una amplia trayectoria comercial. Su propietario era don Abilio Rampérez, un inmigrante español arribado al país en 1914, cuan-do en Europa comenzaba la Primera Guerra Mundial. Su hijo Abilio relata: «Mi viejo nació en 1900 y vino en 1914, escapando de la Primera Guerra Mundial. Él tenía un hermano acá y se lo llevó para Saldungaray, donde tu-vieron almacén. Después se fueron a Patagones y después se vinieron para acá y pusieron la tienda en la calle Humberto […] ahí estuvieron un año y después se fueron, en el 26 o 27, frente al Banco Nación. Y ahí estuvieron un tiempo largo. Se llamaba Tienda Mar del Plata» En 1930 se trasladaron nuevamente, instalándose en Irigoyen Nº 155, «ahí donde está Tempo Líbero, frente al (bar)Tokio, pegado al teatro Español» precisa don Abilio (h). Al tiempo, la sociedad se disolvió y su padre quedó como único dueño de la tienda, que por ese entonces se la conocía simple-mente como Casa Rampérez. A base de mucho sacrificio don Abilio, junto a su esposa y su único hijo, convirtió a la tienda en una de las más grandes y surtidas de la ciudad «Tienda Rampérez fue una de las más grandes que había. Y vendía de todo: hombres, niños, mujeres, zapatos, zapatillas, mercería, de todo. […] la tienda tenía de todo, desde el último botón al último cierre relámpago» re-cuerda éste último, y agrega «mi mamá era profesora de corte y confección y entonces acá, cuando estaba el puerto, se vendía mucho. Mi papá vendía muchas bombachas batarazas y las alpargatas. Entonces cuando se le ago-taban las bombachas mi mamá sacaba de la estantería, porque se vendía tela suelta, y agarraba la máquina y hacía las bombachas y se vendían» En Punta Alta en una época fueron muy populares los carnavales, con el desfile de innumerables carrozas y disfraces. Y cada verano Casa Rampérez ofrecía todos los artículos de cotillón propios de la ocasión. Don Abilio (h) cuenta: «Mi viejo tenía mucha visión para los negocios y un día recibió un

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catálogo de Rosario, de un tal Tersolo y Cía y entonces le mandó una carta y contrareembolso le mandaron cosas de Rosario; papá compraba las bolsas llenas de papel picado, los cajones de pomos, todo. Y nosotros lo frac-cionábamos y vendíamos. La serprentina doble a 20 centavos y yo me ponía en la vereda a vender, era chico, todavía iba a la primaria. A mi viejo no había nadie que le ganara, acaparábamos la zona acá. Mi papá vendía las matracas, los pitos, los antifaces, las caretas, todo. Porque era un desastre el carnaval antes, se jugaba mucho con el lanzaperfume, que venía en pomo de plomo, las serpentinas, que se hacían de de carroza a carroza […]». Casa Rampérez también ofrecía los disfraces en alquiler. «Teníamos como 400 disfraces. Cuando los alquilábamos, no se perdía ninguno, jamás. Teníamos un talonario donde le poníamos el nombre, el apellido, el número de documento, el domicilio y lo firmaba. Y mi mamá hacía los dominó negro y los disfraces de gitana. El dominó negro se alquilaba a 1,50 y el floreado a $1, y el pierrot igual.» En los años sesenta Tienda Rampérez se mudó nuevamente, y por última vez, al local ubicado en la esquina de Paso e Irigoyen, donde actualmente funciona un tienda de ropa, Don Abilio estuvo al frente del negocio hasta 1972, cuando se jubiló. A partir de allí, su esposa, doña Cristina Vidal, con-tinuó con esa labor. Finalmente, en 1979 Casa Rampérez cerró sus puertas, liquidando al públi-co la totalidad de su mercadería y dejando atrás muchísimos años de traba-jo y esfuerzo familiar.

Abilio Rampérez

Fuentes: . Entrevista a Abilio Rampérez; 28/09/06.- . El Yunque; 10/09/27.- . El Regional; 27/04/30.-

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Boletín Informativo Nº 221 - Noviembre 2006

Farmacia Del Puerto

Fachada del local comercial.

Ubicada en la esquina de Paso e Irigoyen, esta farmacia es una de las más antiguas de la ciudad, cargando una trayectoria comercial de más de 90 a-ños. «A la farmacia Del Puerto algunos la consideran como la primera de Punta Alta; según la documentación oficial de Salud Pública de la provincia de Buenos Aires que nosotros tenemos, la farmacia consta desde el 16 de noviembre de 1912, pero muchas personas nos comentaban que la farmacia existía prácticamente al poco tiempo que comenzó la construcción de la Ba-se Naval», relata el señor Arnaldo Fabris, actual propietario de la misma. Según el Álbum de Punta Alta, editado en 1919, la misma abrió sus puertas en 1912, en la esquina de Irigoyen y 25 de Mayo. Su primer propietario fue el señor Fortunato Costa quien, antes de establecerse en nuestro medio, había tenido farmacia en la ciudad de Bahía Blanca e Ingeniero White. Dice el Álbum: «Ocupa esta farmacia el moderno local situado en la calle Ber-nardo de Irigoyen Nº 301, y que forma esquina con la de 25 de Mayo. Siete años hace que el señor Fortunato Costa fundó su casa de negocio, en cuyo lapso de tiempo ha logrado cimentarla sólidamente. Antes de establecerse en esta el señor Costa estuvo radicado en B. Blanca y después en Ingeniero White también con farmacia.» Y luego agrega: «Inició sus tareas en esta profesión, hace 28 años, en la farmacia del Hospital Italiano de la capital federal, pasando luego a la del Hospital Municipal de Bahía Blanca, de don-de se retiró para establecerse independientemente. En tantos años de labor el señor Costa ha adquirido conocimientos prácticos tales, que le acreditan una amplia competencia profesional en el ramo de farmacopea, de modo que las preparaciones facultativas se realizan en su farmacia con el más

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escrupuloso cuidado, teniendo todas verdadero sello de garantía. El establecimiento que nos ocupa está montado de acuerdo con el progreso alcanzado por su ramo, teniendo un extenso surtido de especialidades, ya sea en específicos como en el resto de artículos.» Miembro de la UCR, Costa además de sus funciones al frente de la farmacia, ocupó en el pueblo el cargo de juez de paz y en el partido de Villarino el de comisionado municipal, misiones ambas que le fueron encomendadas por el Poder Ejecutivo de la Provincia. De acuerdo a los avisos publicitarios de la época, se sabe que en los años veinte la farmacia dejó su local inicial (donde posteriormente se instaló el molino harinero de los hermanos Del Río) y se trasladó a la esquina de Roca y Luiggi. Finalmente en mayo de 1931 se instaló en su definitivo local de Paso e Irigoyen, pero ya estando a cargo de su nuevo dueño el señor Do-mingo Gencarelli. A su fallecimiento, en 1935, la farmacia quedó a nombre de su esposa doña María M. viuda de Gencarelli. Dos años después el quími-co farmacéutico Mario Facchinetti Luiggi adquirió el comercio, para pasar luego a estar a cargo del señor E. Queijeiro Bustillo y posteriormente de Gil-berto O. Bilbao. Farmacéutico de profesión, el señor Bilbao fue propietario de la farmacia, en sociedad con el señor Octavio Mussini, hasta el año 1978, fecha en que transfirió la llave del comercio a la sociedad formada por los señores Arnal-do Fabris y Cristian Verón, socio comanditario y farmacéutico respectiva-mente. De aquellos primeros tiempos, de los cuales aun se conserva alguna docu-mentación, Fabris comenta que era usual el expendio de sustancias tóxicas, venenos, para combatir a los roedores, las vizcachas y los zorros, que abun-daban en la zona y constituían un verdadero problema para los dueños de quintas y gallineros. También se elaboraban en gran cantidad los prepara-dos, o sea, las fórmulas magistrales, aunque con el tiempo fueron siendo reemplazados por los medicamentos de laboratorios. «Es una farmacia muy tradicional en Punta Alta y hay un viejo slogan, que nació por los años treinta, que decía que la farmacia Del Puerto es la farma-cia de la Base Naval y Punta Alta. Y los que recogimos esa herencia siempre tratamos de mantener ese prestigio», relata el señor Fabris, y finaliza «Siempre trató de mantenerse esa seriedad, ese compromiso, porque no pasa todo por la actividad comercial sino pensando que el paciente que está del otro lado del mostrador puede ser uno o un familiar de uno»

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Interior del local.

Fuentes: . Álbum de Punta Alta; editorial Nueva Época; Punta Alta; 1919.- . Revista Punta Alta; editada por la Biblioteca Carlos Marx; 11/04/28.- . Revista Punta Alta; 14/03/37.- . La Nueva Comuna; 1931-1943.- . El Regional; 1943-1947.- . Entrevista a Anualdo Fabris; 30 de noviembre de 2006.-

Boletín Informativo Nº 222 - Diciembre 2006

El desarrollo del Casco histórico de Punta Alta.

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Capitán Félix Dufourq, mentor de la construcción del Puerto Militar.

Introducción El presente trabajo abordará el desarrollo del casco histórico de la ciudad de Punta Alta experimentado entre los años 1898 (fecha de fundación) has-ta 1945 (fecha de su autonomía comunal). Por razones de espacio, se publi-cará en notas sucesivas en esta revista. Para mayor comprensión del tema se lo ha dividido en partes que no nece-sariamente evidencian otros tantos cortes cronológicos. Esto es debido a lo complejo del tema a tratar, que involucra no solo el plano urbano, sino, fun-damentalmente a lo político, social y económico. Período fundacional En 1880, la Argentina se aprestó para dar un formidable desarrollo econó-mico conocido como “crecimiento hacia afuera”. Proveía de materia prima, fundamentalmente cereal y carne, a los países industriales de Europa. A cambio, recibía manufacturas e inversiones, el excedente de los capitales de las potencias europeas. Estas inversiones se materializaron en obras de infraestructura que facilitaron el proceso agro exportador argentino. La pampa húmeda se cubrió de una extensa red ferroviaria que finalizaba en puertos de ultramar: Buenos Aires, Ing. White, Rosario, La Plata. Estas obras de infraestructura necesitaban de mano de obra, que, a la vez, contribuiría a expandir el mercado nacional. Entre 1880 y 1930, llegaron al país 6.000.000 de inmigrantes, en su mayoría europeos (lo que se llamó “la gran Inmigración”). Este transferencia de población trajo inmensas conse-cuencias sociales, económicas y culturales. El sistema agro exportador, tibiamente evidenciado a mediados del siglo XIX, cobraría mayor fuerza hacia 1880 y perduraría en líneas generales hasta 1930, cuando la crisis del 29 arrastró a las grandes potencias y, con ellas, a los países económicamente dependientes como Argentina. La región de la Bahía Blanca no escapó a este fenómeno. El ferrocarril que la vinculaba con Buenos Aires llegó en 1884: era de la empresa británica Ferrocarril del Sur. Al año siguiente, en 1885, inauguró la misma compañía su muelle en Ing. White. Estas obras sacaron a la población de Bahía Blanca

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de su pobreza y letargo y la hicieron experimentar un brusco cambio de-mográfico: de los 3500 habitantes en 1884 a los 31500 habitantes de 1906. Esto provocó el desarrollo de una burguesía comercial de gran empuje que pretendió copiar los modos de vida de los países europeos. De esta forma Bahía Blanca se transforma en el centro político, social y económico del sudoeste bonaerense. Paralelamente a estos hechos, surgió la necesidad de construir una Base Naval atlántica. Las tensas relaciones con Chile hacían muy probable un conflicto bélico y debían extremarse el potencial ofensivo y defensivo de la Armada. Estudios del capitán Félix Dufourq determinaron como lugar más propicio a Puerto Belgrano, situado en la ensenada de la bahía Blanca

Boletín Informativo Nº 223 - Marzo 2007

El desarrollo del Casco histórico de Punta Alta. Nota II

En 1898 se iniciaron formalmente los trabajos de construcción del aposta-dero naval militar, bajo la dirección del ingeniero Luis Luiggi. La tradición hace coincidir los comienzos de las tareas en la Base Naval con el nacimiento de Punta Alta. Sin embargo anteriormente a 1898 ya existían asentamientos en la zona y una embrionaria actividad económica. Por las particularidades propias de la extensión de nuestro territorio y de la ocupación de los mismos, el proceso de urbanización se vio matizado por la formación de núcleos espontáneos que se estructuraban en torno a un ele-mento generador: en rededor de las vías de comunicación y comercializa-ción, o cercanas a los puntos de producción. En la zona de Coronel Rosales puede decirse que el movimiento alrededor de las obras del Puerto Militar aceleró el proceso de poblamiento de la re-gión y que Punta Alta creció al amparo de las mismas. Pero el Puerto Militar constituyo un hito importante, pero no el punto inicial en el fenómeno for-mativo. En efecto la ocupación de la zona es muy anterior. Existían grupos indíge-nas como los de Ancalao o Linares, dedicados a actividades ganaderas y ha-bitantes de «suerte de estancias» con que el gobierno había recompensado

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sus servicios de colaboración de la Fortaleza Protectora Argentina (hoy Bahía Blanca). Además, en tierras cercanas a Arroyo Pareja se había gestado un breve desarrollo de actividades industriales: el criadero de ostras, del francés Eugenio Pinsolles y la envasadora de pescado del vasco Francisco Torrontegui e hijos. En 1898 se realizó el remate de 1194 hectáreas divididas en chacras y quintas, en Ciudad Atlántida. La cercanía a Arroyo Pareja permitió un espectacular negocio especulativo de tierras, contemplando que los terrenos se valuarían merced a los trabajos del Puerto Militar. De las obras surgieron los campamentos de obreros: alrededor de 15 man-zanas ocupadas por unos mil trabajadores. El asentamiento estaba en Arro-yo Pareja debido a que el abastecimiento (materiales de construcción, ali-mentos y pertrechos), llegaba vía marítima(ver croquis N° 1) Para acelerar el traslado de materiales se gestionó la prolongación del Fe-rrocarril del Sur para transportarlos. El ferrocarril también determinó que el núcleo de población se trasladase desde Arroyo Pareja a lo que hoy es el centro de Punta Alta (ver croquis N° 2). Provocó un nuevo asentamiento que le permitía estar en relación directa con la llegada de provisiones y mantener su cercanía a su fuente de trabajo. Si bien el nuevo núcleo tuvo un crecimiento espontáneo, respetaba un cierto orden según puede obser-varse ya en el primer plano de relevamiento que se hace aproximadamente en 1903.

Varadero en Arroyo Pareja, 1899.

Boletín Informativo Nº 225 - Junio 2007

El desarrollo del Casco histórico de Punta Alta. Nota III

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Al observarse el plano del núcleo inicial de poblamiento, se constata la exis-tencia de un cuasi damero de unas 25 manzanas cuadrangulares parcial-mente edificadas. Las construcciones se agrupaban principalmente en la a-venida Progreso (luego Colón), frente a la estación ferroviaria. También se advierte una concentración edilicia en las dos primeras cuadras de la calle Transvaal (hoy B. de Irigoyen), que presagiaba el eje articulador del futuro centro comercial. Este conjunto podría considerarse el primer anillo de cre-cimiento de la trama urbana (ver croquis). Este primitivo ordenamiento no respetaba la orientación catastral que po-seían los terrenos según los planos. Las calles seguían la alineación de los puntos cardinales, lo cual determina, aún hoy, múltiples inconvenientes a los transeúntes y habitantes (el sol en el rostro en horas del amanecer o del crepúsculo, vientos encontrados, etc.). Los motivos de esta particular situación de la trama deben buscarse en dos situaciones concretas. Ésta se ordenó paralela al eje que determinaba las vías de Ferrocarril del Sur y su estación, elemento vital, como ya se explicó, en el poblamiento. Por otra parte, a partir de allí, hubo un crecimiento veloz y espontáneo que conspiró en contra de la adopción de reglas elementales de urbanismo: piénsese que el pueblo, inicialmente, no poseía solar desti-nado a la plaza pública.

Estación Punta Alta (Estación Puerto Militar) en construcción, septiembre

de 1898.

Boletín Informativo Nº 226 - Julio 2007

El desarrollo del Casco histórico de Punta Alta. Nota IV

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Período de consolidación de la traza urbana En los años subsiguientes Punta Alta experimentó un brusco e impresio-nante crecimiento demográfico. En 1901 se contaron 790 habitantes, que fueron 7.500 cinco años después, en 1905, y 9.626 en 1914. El aumento de la población, compuesta mayoritariamente por inmigrantes europeos en e-sos años (italianos, españoles, pero también mucha gente de la Europa cen-tral, Francia, etc.) estaba sin duda vinculada a las actividades económicas desarrolladas en el distrito - la construcción de la Base Naval- y también las perspectivas de desarrollo vinculado al capital privado de origen francés: los proyectos del Ferrocarril Rosario-Puerto Belgrano y del Puerto comer-cial en Arroyo Pareja. En estos años liminares del siglo XX (que coinciden con el boom exportador argentino y la máxima entrada de capitales extranjeros) se aprecia un cre-cimiento del comercio vinculado al consumo directo a los operarios de la Base Naval. Almacenes, hoteles, bares, fondas, etc. fueron las ramas co-merciales que más se desarrollaron. Pero el establecido era un comercio básicamente minorista, sin que existiera grandes firmas vinculadas al co-mercio exterior o establecimientos industriales que contaran con gran ca-pital. Estas circunstancias hicieron que la Punta Alta inicial careciera de una burguesía comercial fuerte como Bahía Blanca. Por tanto, no existían aquí las grandes fortunas ni los profesionales de peso (médicos, abogados, es-cribanos), al menos en número suficiente como para dejar su impronta edi-licia en la ciudad. Es por ello que no hubo en esta época grandes edificios privados, ni muestras arquitectónicas de estilos notables como en otras ciudades del país, que procuraban copiar en lo posible los usos de Buenos Aires o de las capitales europeas. Además, en ese entonces, Punta Alta ca-

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recía casi por completo de infraestructura urbana mínima: calles de tierra, inundables o intransitables en época de lluvias, sin desagües (o cuando los había, éstos eran zanjones a cielo abierto), sin veredas y con pésima provisión de energía eléctrica. La creación de núcleos urbanos en el ámbito provincial siguió diferentes disposiciones y normativas que organizaron el territorio en forma física, urbana y rural. Estos modelos se enraizaban con las antiguas Leyes de Indias, impuestas por los conquistadores españoles, que, a su vez, seguían el modelo helenístico griego: la tradicional planta en damero, con calles rectas que se cortan en ángulos rectos, ideal para las zonas de llanura como las que imperan en Buenos Aires. A estos patrones los arquitectos Molteni y Galceran los denominan "monocéntricos". Hay en ellos una plaza central, principal, dos avenidas en cruz y una avenida de circunvalación. Se añadían otras plazas en número par, generalmente equidistantes de la principal. Alrededor de la plaza principal, se ubicaban los edificios para el gobierno, el culto, la seguridad y la educación. Es la disposición típica de las plantas urbanas en casi toda la provincia. Pero veremos cómo y por qué en Punta Alta estas normas se cumplieron de manera parcial.

Boletín Informativo Nº 227 - Agosto 2007

El desarrollo del Casco histórico de Punta Alta. Nota V

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En Punta Alta, se respetaron parcialmente las disposiciones de organización de la traza urbana, que son comunes a la mayoría de las poblaciones bonaerenses. En 1907 Francisco Nocito y Eliseo Casanova realizaron una donación de tierras aledañas al ferrocarril y frente al Puerto Militar, para la construcción de oficinas públicas, soli-citando la aprobación de los planos confeccionados en 1906 de subdivisión del pue-blo.

Este plano contaba con una traza ortogonal que le permitiera un crecimiento orde-nado y planificado, respetando como eje ordenador la Avenida Colón ubicada para-lela al tramo ferroviario. El pueblo formado por 55 manzanas, 38 quintas y 20 cha-cras, en el que se proyectó el futuro asentamiento de la plaza donde se ubicarían los edificios administrativos. El sector del pueblo estaba delimitado por la Avenida Co-lón, calle 9 de julio, calle Murature y calle Villanueva (ver croquis N° 4).

El trazado de Casanova-Nocito se adaptó a lo que era ya la realidad del pueblo. Es extraño que no se haya tenido en cuenta la creación del éjido que permitiera el cre-cimiento ordenado de la ciudad. Asimismo se obviaron las avenidas axiales. En la realidad, los edificios públicos y educativos estaban alrededor de la plaza, que no era central, ya que se ubicaba al extremo de Rivadavia e Irigoyen. Tanto la dele-gación municipal como la primitiva iglesia y las escuelas estaban en un área muy próxima a las vías ferroviarias. Esto puede leerse como que el ferrocarril y su eje vertebrador actuaba como foco de atracción mayor que toda disposición de ordena-miento legal. De esta forma consideramos que el proyecto del plano para la planta del pueblo, si bien fue planificada, se adaptó al polo de atracción que generó la llegada del ferro-carril junto al Puerto Militar. Conjuntamente los trabajos de mejoramiento del Muelle C de la Base Militar potenciaron el asentamiento del casco histórico. Se generó un perfil de crecimiento paralelo al cordón ferroviario y manteniendo la relación directa con el Puerto Militar.

El 15 de septiembre de 1908 el Ing. Abel Julien Pagnard consiguió la concesión para la construcción de un puerto comercial en la desembocadura del Arroyo Pareja, con una profundidad de 30 pies en marea baja. El 27 de Junio el poder ejecutivo junto al Ingeniero Abel Pagnard firmó el contrato para la construcción del puerto de Arroyo

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Pareja.

La concesión para la realización de esta obra de envergadura trajo aparejado el au-mento del valor de la tierra y la especulación en función de las ventas. Como ya ha-bía ocurrido en 1898, Ciudad Atlántida fue el lugar donde se centró principalmente este negocio inmobiliario, por estar ubicadas en cercanías al emplazamiento del fu-turo puerto comercial.

Estación Punta Alta (Estación Puerto Militar) en construcción, septiembre de 1898.

Boletín Informativo Nº 228 - Octubre 2007

El desarrollo del Casco histórico de Punta Alta. Nota VI

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Mientras la ciudad de Punta Alta se aprestaba a dar el gran salto demográ-fico y veía cómo se iban desarrollando las etapas finales de la construcción del Puerto Militar, los ojos del gran capital nacional e internacional se po-saron en ella, con la intención de hacerla centro de un nuevo polo de desa-rrollo en el sur de Buenos Aires. El 16 de diciembre de 1903 un ferrocarril que unía Rosario con Punta Alta fue concesionado por ley N° 4279 a Diego de Alvear, poderoso terrateniente que negoció la concesión a un grupo fi-nanciero francés. El proyecto se construyó siguiendo diferente y particular que lo transformó en especialmente peculiar para el sistema ferroviario de la época.

La traza de la línea evitaba el modelo radial, con una orientación oeste-es-te, centralizado en el puerto de Buenos Aires; el modelo seguía una línea norte- sur, partiendo de Rosario, adentrándose en el sur de Santa Fé y pe-netrando Buenos aires casi por su límite con La Pampa, para, luego de pa-sar por las Sierras de la Ventana, pasar por Coronel Suárez y Coronel Do-rrego, cruzar el Sauce Grande en Paso Mayor y arribar por fin a Punta Alta, cortando transversalmente los principales ramales de las compañías ingle-sas.

Este particular trazado hizo necesarias obras de ingeniería destinadas a salvar empalmes de los ferrocarriles de la competencia, o para franquear la topografía, a veces complicada, de la zona. En el distrito, aún hoy puede observarse los siete puentes de hierro que atraviesan el Sauce Grande.

El 22 de septiembre de 1906 quedó constituida la Compagnie de Chemin de Fer de Rosario à Puerto Belgrano (Compañía del Ferrocarril de Rosario a Puerto Belgrano), con sede en París y que contaba con la participación de importantes capitales franceses (además de Alvear, se contaban el finan-

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cista Otto Bemberg, los bancos Paribas, Bénard et Jarislowsky y Societé Générale, la constructora Hersent, etc.). Los rieles comenzaron a tenderse en 1908. La línea fue inaugurada el 12 de diciembre de 1910, con la llega-da del primer tren a la Estación Almirante Solier.

Las vías, que venían desde el norte, se adentraban en nuestra ciudad al borde del casco histórico, corriendo en forma paralela a Ciudad Atlántida, conformando una suerte de límite. Es digno de señalar que la estación Al-mirante Solier, al igual que en su momento la del Ferrocarril del Sur, actuó como punto generador de una nueva realidad urbanística en el sector de Ciudad Atlántida. Fue a partir de la especulación de tierras y posterior lote-o del sector cuando, con la llegada del ferrocarril, se pobló efectivamente el sector.

Otro factor a tener en cuenta al momento de hablar del desarrollo de Ciu-dad Atlántida fue la construcción por parte de un consorcio francés del Puerto de Arroyo Pareja. El concesionario de estas obras fue el ingeniero Abel Pagnard, que llegó a la Argentina como representante de Hersent et Cíe para la ejecución de o-bras para el -puerto de Rosario. Desvinculado laboralmente de sus patro-nes, con los que mantuvo una excelente relación personal, integró la comi-sión oficial que en 1905 realizó estudios para el establecimiento de un puerto de aguas profundas en la bahía Blanca. Pagnard utilizó como base para su propio proyecto estos estudios y lo presentó al Estado. El 15 de septiembre de 1908, la ley N° 5574 otorgó la concesión al ingeniero fran-cés quien, luego de varias prórrogas, constituyó en París el 23 de enero de 1912 la Compañía del Puerto Comercial de Bahía Blanca. En dicha socie-dad, de la que Pagnard era ingeniero consultor y director de obras del puerto, formaban parte las constructoras Régie Générale de Travaux Pu-blics, Hersent y varios directivos del Ferrocarril Rosario-Puerto Belgrano.

Boletín Informativo Nº 229 - Noviembre 2007

El desarrollo del Casco histórico de Punta Alta. Nota VII

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Los trabajos en Arroyo Pareja empezaron inmediatamente a principios de 1912, en base a un plan monumental concebido por Pagnard: cinco mil metros de muelles, dársenas, grúas, galpones, vías férreas.

Sobre aguas del arroyo se recostaría un muelle de 600 metros de longitud, cuya punta llegaría al canal de acceso, lo que permitía el ingreso de gran-des barcos sin necesidad de dragado. Casi llegando a la Base Naval, una serie de muelles perpendiculares al primero conformaban una suerte de peine gigante que delimitaba una dársena de marea, que tenía por objeto compensar las bajamares y las pleamares, a fin de mantener constante la cantidad de agua existente para el anclado de los buques. Esta dársena es-taba conectada a la ría por un sistema de compuertas eléctricas. En la punta del complejo estaba prevista la construcción de un gran dique de ca-rena de tamaño similar a los del Arsenal.

Pagnard introdujo técnicas de construcción novedosas para la zona, pero ya probadas en otros puertos donde desarrolló tareas. Así, por ejemplo, hi-zo uso de un carro automático de su invención, que servía para el trans-porte de materiales y que ya fuera ensayado con éxito en los trabajos por-tuarios de Amberes y Rosario.

Pagnard utilizó, a causa de su rapidez y versatilidad, el sistema construc-tivo de cajones de hormigón que servían como fundación para asentar la futura infraestructura portuaria y ganar terreno al mar. Los cajones, de hormigón armado, tenían dimensiones colosales: treinta metros de largo por quince de alto. Se construían en tierra en el sector del varadero del arroyo. Se realizaba allí una estructura de madera que hacía las veces de encofrado o molde, donde posteriormente se incorporaba las mallas de hierro y se volcaba el hormigón. Luego de un periodo de fragüe o secado, se los transportaba por el arroyo con remolcadores hasta el lugar de su

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ubicación definitiva. Una vez allí, eran rellenados con hormigón plástico en su parte exterior (para evitar el ataque del agua marina), conformándose una pared de 2,75 m. de espesor. En el centro, se completaban con arena proveniente del dragado, para que se asentaran en el fondo. Sobre estos cajones se construyó la parte emergente de los muros de atraque.

La I Guerra Mundial (1914-1918) frenó el ímpetu inicial. La Compañía sólo pudo habilitar, hacia 1919, unos trescientos metros de muelle, los que hoy constituyen la base de Puerto Rosales.

Pese a los inconvenientes citados, podemos afirmar que Punta Alta era, a principios del siglo XX, un polo de desarrollo que atraía inversiones de todo tipo, tanto de capital estatal como privado. En este último aspecto, las in-versiones francesas en el ferrocarril y el puerto comercial hicieron posible que la ciudad creciera, no sólo en el aspecto demográfico sino en superfi-cie: lentamente se traspasó el cordón de las vías del Rosario-Puerto Bel-grano y se comenzaba a construir viviendas en dirección al puerto, poblán-dose el sector conocido como Ciudad Atlántida.

Municipalidad de Coronel de Marina Leonardo Rosales - Punta Alta. Buenos Aires. Argentina.

El Archivo Histórico Municipal autoriza la utilización del presente material citando la fuente correspondiente. www.archivodepunta.com.ar