Historia de Nuestro Señor...

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Historia de Nuestro Señor Jesucristo Exposición de los Santos Evangelios Joseph Ephiphane Darras Madrid, Imprenta y librería de Gaspar y Roig editores, 1865. http://DescargarLibrosGratis.NET http://DescargarLibrosGratis.NET

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  • Historia de Nuestro Seor Jesucristo

    Exposicin de los Santos Evangelios

    Joseph Ephiphane Darras

    Madrid, Imprenta y librera de Gaspar y Roig editores, 1865.

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    Advertencia del traductor La Historia de Nuestro Seor Jesucristo, escrita por el sabio cannigo M.

    Darras, es acaso la ms importante de cuantas se han publicado en el presente siglo, satisfaciendo una de las necesidades ms imperiosas de nuestra poca.

    Despus de los estudios y esfuerzos hechos, para desnaturalizar y falsificar completamente la vida de Nuestro Seor Jesucristo, por las funestas escuelas naturalista y mtica de los Paulus y de los Strauss, y por la no menos fatal escuela crtica de Tubinga y sus sectarios Baur, Reus, Reville, Scherer, d'Eichthal y tantos otros corifeos de las nuevas doctrinas, y especialmente, despus de la ltima manifestacin del racionalismo, efectuada por M. Renan en su libro que lleva por ttulo: Vida de Jess, era absolutamente necesario escribir una obra en que se consignara y expusiera clara y completamente los hechos evanglicos que constituyen la verdadera Historia de nuestro divino Redentor, bajo el aspecto crtico, apologtico y filosfico, conciliando los textos con la exgesis, y desarrollando y exponiendo el dogma y la moral cristianas en todo su esplendor y pureza, y en sus aplicaciones a la esfera social y poltica, al paso que se refutara y destruyese radicalmente en esta obra, cuantos errores, objeciones, sofismas y calumnias han opuesto en contrario los nuevos incrdulos.

    Gran parte de escritores catlicos han tratado de atender a este objeto en los ltimos aos, y especialmente desde la publicacin de la nueva obra de M. Renan, saliendo, con sus luminosos escritos, al encuentro de aquellas funestas doctrinas. Unos, como el abate Freppel, Augusto Nicols, monseor Plantier y el padre Delaporte juzgaron ms breve y expedito limitarse a escribir refutaciones ms o menos extensas de las doctrinas de, M. Renan. Otros, como M. Walon [II] y M. Parisis, creyeron ms conveniente restablecer, segn los Evangelios, los hechos de la vida de Nuestro Seor Jesucristo alterados por el nuevo sofista. Mas no permitiendo, tal vez, a estos escritores su ardiente ansiedad por ofrecer al pblico el oportuno correctivo lo ms pronto posible, tomarse todo el tiempo necesario para adquirir, examinar y meditar con toda detencin y sosiego los datos y documentos que requera una obra profunda y completa de historia y de polmica a un tiempo mismo sobre tan importante asunto, y proponindose particularmente rebatir los errores que contena la de M. Renan, hubo de notarse en sus escritos algunos vacos y omisiones de importancia y aun faltas de erudicin y de datos notables.

    La presente Historia del abate Darras carece de estos defectos, al paso que llena cumplidamente los dos fines que llevamos referidos. Y en verdad, consagrado su ilustre autor por espacio de largos aos a escribir su grande Historia general de la Iglesia, de que forma parte la presente, haba reunido, por medio de exquisitas investigaciones, la multitud de datos y documentos necesarios para una obra de tan grande aliento; haba estudiado, con toda tranquilidad y tiempo, los expositores de los libros sagrados y las obras de las ms clebres filsofos del mundo catlico; interrogado los monumentos antiguos descubiertos ltimamente por la ciencia que atestiguan a maravilla la veracidad histrica de los textos evanglicos, y examinando las objeciones de la incredulidad moderna para rebatirlas y pulverizarlas completamente.

    Tales eran las felices disposiciones y las ventajosas circunstancias en que se hallaba M. Darras al aparecer la nueva obra de M. Renan sobre la Vida de Jess.

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    Aprovechando, pues, nuestro ilustre escritor los grandes elementos cientficos que ya posea, y redoblando nuevamente sus estudios y esfuerzos, le ha sido posible escribir una Historia de Nuestro Seor Jesucristo, notabilsima por ms de un concepto. Suma exactitud en la exposicin y concordancia de los cuatro Evangelios; gran saber y acierto en la explicacin del significado y trascendencia de los hechos a que se refiere; profundas y eruditas investigaciones filolgicas de las races hebreas y griegas y de las variantes de sus versiones a las lenguas orientales o a la Vulgata latina, para inducir aclaraciones y explicaciones [III] luminossimas de pasajes y textos de grande importancia; sumo conocimiento de los sucesos histricos y de las instituciones y costumbres contemporneas; un intenso estudio de la patrologa griega y latina, no menos que de la literatura rabnica; solidez y fuerza de lgica y de raciocinio y suma energa en la poderosa dialctica de que se vale para rebatir los argumentos de los nuevos racionalistas; grande elevacin de miras y un estilo nervioso al par que elegante: tales son las principales y sobresalientes dotes que dominan en toda esta obra.

    El mundo catlico ha acogido, pues, con general entusiasmo tan notable trabajo, no habiendo vacilado en tributarle los mayores elogios aun los mismos escritores que han dado a luz obras anlogas. As, M. Veuillot ha reconocido en la ltima edicin de su Vida de Jesucristo, hallarse en la bella y completa historia de Nuestro Seor Jesucristo, que M. Darras publica en este momento, excelentes respuestas a todas las objeciones antiguas renovadas en el da y el seor obispo de Quimper ha demostrado su entusiasmo por esta historia en una carta dirigida a su editor francs, que va impresa a continuacin de esta advertencia.

    Habindose publicado en la Europa sabia simultneamente a esta obra, estudios y trabajos parciales importantsimos sobre los hechos que constituyen la Historia de Nuestro Seor Jesucristo y contra las doctrinas de los nuevos incrdulos, hubiramos credo incurrir en una negligencia culpable, sino hubisemos enriquecido la obra de M. Darras, por medio de notas e ilustraciones, con los preciosos tesoros de erudicin y ciencia que aquellos nos ofrecan, y en especial los notabilsimos de Riggenbach y Luthard, publicados en Alemania, de Ghiringhello y de Cavedoni, dados a luz en Italia, y del padre Gratry, M. Wallon y el padre Flix, y tantos otros insignes escritores catlicos de la vecina Francia.

    Finalmente, en cuanto a la traduccin de los textos sagrados, teniendo en cuenta el gran respeto que les son debidos, hemos adoptado, concordndolas, las sabias versiones, autorizadas por la potestad eclesistica, de los padres Scio, Amat y Petit. [V]

    Advertencia del editor francs He recibido la carta siguiente

    Quimper etc.

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    Muy seor mo:

    El abate Darras ha tenido la complacencia de comunicarme las pruebas de su cuarto volumen de la Historia general de la Iglesia, que contiene la Vida de Nuestro Seor Jesucristo.

    Despus de haber ledo con un vivo inters este importante y extenso trabajo, ha sido mi primer idea empear a su autor a formar con l una obra dispuesta de modo que pueda darse al pblico por separado: bien entendido que esto haba de ser sin lastimar en lo ms mnimo los derechos de V., y solamente despus de haber aparecido esta obra en su forma de cuarto volumen de aquella publicacin.

    M. Darras me ha contestado como yo esperaba, que esto dependa de V. nicamente. As, pues, me dirijo a V. y creo conocerle sobrado tiempo para dudar de su asentimiento.

    No le detengan a V. los gastos de una segunda edicin, pues debe V. considerar nicamente que responde a las necesidades del da, y que ser til a muchas personas a quienes por falta de tiempo y de recursos no les es posible leer esta obra, ni comprar la grande Historia de M. Darras. Puede V. estar seguro de que no quedar esta edicin en sus almacenes. Deber formar dos volmenes al alcance de todo el mundo y que sern sumamente solicitados, porque se hallan en ella, desde la primera pgina hasta la ltima, las cualidades requeridas para una lectura de erudicin, de piedad y hasta de recreo. En ella se presentan los hechos evanglicos con [VI] las mismas palabras del texto sagrado; difundiendo tan brillante luz las explicaciones de los Padres de la Iglesia, las noticias tomadas de los autores profanos, y el profundo conocimiento de los acontecimientos histricos, que con una sola expresin y una sola palabra se ve brillar, no solamente la autenticidad de la narracin divina, sino tambin las pruebas ms claras y palpables.

    Reciba V. anticipadamente mis felicitaciones, aceptando los afectuosos sentimientos con los cuales, etc.,

    Renato, Obispo de Quimper

    Los consejos del ilustre y venerable prelado Monseor de Quimper sern siempre rdenes para m, pues no tengo otro deseo ms ntimo que contribuir en cierto modo a la defensa de la verdad.

    As, pues, he hecho reimprimir por separado en dos volmenes las partes de la Historia eclesistica, que contienen la Vida de Nuestro Seor Jesucristo.

    He deseado hacer ms an: a fin de que todo el mundo pueda procurarse un libro, cuya utilidad nos seala una autoridad tan respetable, he fijado un precio reducido a cada volumen de esta obra, esperando que el pblico cristiano comprender los motivos que me han inducido a ello, y que tratar por iguales razones de dar a conocer y propagar la verdadera Historia de Nuestro Seor Jesucristo, historia que no deja sin contestacin ninguna de las objeciones formuladas por el autor de la Vida de Jess.

    L. Vives [VII]

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    Introduccin

    El mundo antes de Jesucristo Dos nombres resumen todo el movimiento del pensamiento y de las

    civilizaciones greco-paganas; Atenas y Roma. Bajo el punto de vista geogrfico, realiz la primera de estas capitales intelectuales, la universalidad de la dominacin, en tiempo de Alejandro; la segunda, en tiempo de Augusto. Vencida Atenas como poder, fue absorbida en la vasta unidad romana; pero triunf la idea griega de los vencedores de Atenas, de suerte que reinaron en las orillas del Tber y en las riberas del Eurotas, en dos idiomas diferentes, la misma teologa, el mismo culto, la misma filosofa y las mismas doctrinas. El siglo de Augusto no fue ms que una reduccin del de Pericles. La musa de Tecrito y de Eurpides hablaba el latn de Virgilio y de Sneca el trgico; Horacio no vala lo que Pndaro, y Cicern intentando trasladar al Foro la elocuencia de Demstenes, no pudo conservar el varonil vigor de su modelo. Tal cual es no obstante, el brillo literario del siglo de Augusto, ha deslumbrado por largo tiempo las miradas mas firmes, y ha conseguido alucinar generalmente, cubriendo lo ignominioso del fondo con la riqueza de la forma. Aun en el da es muy comn elogiar hasta lo sumo la grandeza moral, la poderosa civilizacin, las instituciones, las costumbres y las leyes de lo que el nfasis clsico llama por excelencia: la Antigedad. Pero si realiz el mundo pagano el ideal de la perfeccin humana, qu vena a hacer aqu el Cristo Redentor, el Verbo cuya luz ilumina a todo hombre que viene a este mundo1 Dnde estaban los pueblos sentados en las tinieblas, en la regin de las sombras de la muerte2 a quienes deba iluminar el esplendor de la Encarnacin divina, segn el orculo de Isaas? Si merece todos los elogios que se le han tributado con sobrada liberalidad la antigedad greco-romana; son unos impostores los profetas; la expectacin de los pueblos fue un alucinamiento, el Mesas una superfluidad, y una barbarie el Evangelio! La [VIII] cuestin merece la pena de examinarse. Busquemos, pues, bajo las flores de la poesa, bajo el ritmo de la prosa, al par que bajo las guirnaldas y los dorados de los templos paganos; toquemos tras de la mscara la realidad; penetremos estos misterios infames y separemos toda clase de velos, en cuanto lo permite el pudor cristiano. Conviene sondear las llagas que vena a curar el Salvador, llagas sangrientas que no pudo cicatrizar el leo de la sabidura antigua, que no pudo cerrar el blsamo de las literaturas paganas, que no consiguieron ms que hacer revivir todos las mitologas del politesmo3.

    La teologa greco-romana provino directamente de Sodoma, puesto que procede de la ausencia de Dios, para ir a terminar en la corrupcin ms horrible que existi nunca. La ausencia de Dios, en las sociedades paganas, admirar tal vez a algunos entendimientos superficiales que han retenido, sin comprenderlo, un dicho clebre de Bossuet, que caracteriza perfectamente al politesmo. Todo era Dios,

    1 Juan I, 9. 2 Isaas, IX, 2. 3 Isaas, I, 6.

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    excepto Dios mismo ha dicho el gran obispo de Meaux. Y en efecto, Jpiter, el parricida, el raptor de Ganimedes, el seductor de Leda, el infiel esposo de Juno, poblando el cielo con sus disoluciones y la tierra con sus vctimas, Jpiter era Dios. Siendo partcipe de su trono eterno, Juno, su compaera, no pudo hallar la felicidad en este enlace divino. As es que se indemnizaba, por medio de su orgullo, de los ultrajes inferidos a su belleza, y hallaba el secreto de dar a Jpiter un hijo, cuyo padre ha quedado desconocido, vengando el nacimiento de Marte al de Minerva y siendo todo esto dioses. Tal era el tipo divinizado de la familia que las teogonas de Homero y Hesiodo colocaban en la cumbre del Olimpo y proponan a la adoracin del gnero humano. Todo el sistema de la mitologa griega y romana se refiere a este interior domstico ideal. Minos, Eaco y Radamanto, jueces de los infiernos, eran fruto de una unin sin nombre en nuestras lenguas modernas. Su madre era Europa, su padre un toro, metamorfosis bestial de Jpiter. Apolo y Diana, divinidades de segundo orden, procedan de un adulterio del padre de los Dioses con Latona; Mercurio, el ladrn celestial, era hijo de Maya; Baco, la embriaguez deificada, tena por madre a Semele; Alcmena daba a luz a Hrcules, la fuerza erigida en divinidad. Pero Jpiter era el padre y de toda esta infame generacin, en medio de la cual se ostentaba la impudicicia, adorada con el nombre de Venus. He aqu las divinas imgenes que poblaban con sus estatuas, con sus templos y enseanzas, el mundo griego y romano. Nadie las tomaba por lo serio, dice Varron; considerbaselas como fuerzas diferentes de la naturaleza. Solo el mundo era Dios 4. En otras palabras, Dios haba desaparecido del mundo. [IX]

    Pero es cierto, como dice Varron, que nadie tom por lo serio estas teogonas en las que llega la falta de pudor al ltimo lmite de la demencia? Diez siglos de degradacin moral van a contestarnos. Los misterios de Eleusis, de Baco y de la gran Diosa, resuman para los iniciados toda la sublimidad de las enseanzas teolgicas. Qu eran estos misterios? Traslado aqu las palabras de San Agustn para cubrir con la autoridad de este ilustre doctor revelaciones de tal naturaleza. He aqu como se explica: Me ruboriza tener que hablar de los misterios de Baco; pero es preciso para confundir tan arrogante estupidez. Entre los numerosos ritos que me veo obligado a omitir, nos dice Varron que se celebraban las fiestas de Baco con tal cinismo, que se presentaba en honor suyo, para que la adorase la asamblea, una figura inmunda. Este culto, desdeando el pudor del secreto, ostentaba a la luz del sol el triunfo de la infamia. La horrible representacin era paseada en una carroza, recorra los alrededores de Roma, y entraba en la ciudad en medio de una muchedumbre ebria de vino y de disolucin. A estas fiestas se consagraba todo un mes, hasta que haba atravesado el Foro el dolo monstruoso para entrar en su santuario. Anteriormente era preciso que lo coronara en pblico con sus propias manos la madre de familia ms honrada 5. He aqu cmo se consideraban seriamente las divinidades del Olimpo. El mundo entero se model sobre la imagen del cielo pagano, siendo la tierra un vasto teatro de infamias. Por ms que ahora cubran los poetas con flores estas inmundicias de la teologa politesta, jams conseguirn disfrazarlas. Qu digo? Lejos de tratar de disimularlas, las ensean ex profeso todos los literatos griegos y romanos. No siempre ha celebrado la lira de Virgilio las praderas y los bosques; a veces ha

    4 Varron, citado por San Agustn, De civitate Dei, lib. VII, cap. IX. 5 August. De civit Dei, lib. VII, cap. XXI.

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    repetido inspiraciones que hubieran sido admiradas en Gomorra 6. Hase derramado el nctar de Homero en la copa del padre de los Dioses por otras manos que las de Hebe. Cornelio Nepote se encarga de ensear a nuestra juventud estudiosa secretos que deshonran a Alcibiades, Scrates y Platn7. Cicern, el grave moralista, ha escrito estas palabras: Nobis qui, concedentibus philosophis antiquis, adolescentulis delectamur, etiam vitia sape jucunda sunt

    8. Jams consentir en traducir estas palabras latinas una pluma cristiana! Quinto Curcio es tambin indiscreto respecto de Alejandro 9 y Pausanias 10. No es ms reservado Salustio respecto de Catilina 11. Soln constituye un privilegio de esta infamia en favor de los hombres libres, excluyendo [X] a los esclavos 12. Csar se aprovecha de l ampliamente, prohibindonos insistir en ello un proverbio tan famoso como su nombre 13. Si Csar ha dominado a las Galias, Nicomedes ha dominado a Csar 14. Plinio el joven nos dice lo mismo de Cicern 15 Todas las poesas de Pndaro no borrarn el oprobio que ha inferido a su memoria el nombre de Teoxenes 16; todas las odas de Horacio no harn olvidar a Ligurino. Antinoo tuvo altares en tiempo de Adriano y de Trajano. El modelo de los emperadores no fue ms escrupuloso que Plinio el Joven, su panegirista.

    La ausencia de Dios se traduca en este mundo degenerado por la ausencia del alma. Qu haba llegado a ser la dignidad humana, en este desbordamiento sin nombre que mancill las memorias ms gloriosas? No tenemos valor, despus de tan horribles pormenores, de considerar por el lado ridculo, una religin que autorizaba con el ejemplo de los dioses, semejantes infamias entre los hombres. Los graves romanos llevaban en pos de sus ejrcitos pollos sagrados para proveer a cada instante a la necesidad de los arspices, pues de lo contrario hubiera podido suceder, que en el momento de consultar a los dioses, no se hubiera encontrado otras aves, y hubiera tenido que suspenderse las operaciones militares. Colocbase, pues, delante de los pollos sagrados fuera de su jaula cierta cantidad de granos que era el pasto ritual: offa pultis. Si los voltiles se precipitaban vidamente sobre el alimento, y en especial, si en su afn y premura dejaban caer granos en tierra, se haba efectuado el Tripudium, esto es, el auspicio ms favorable. En el caso contrario, si rehusaban los pollos el alimento, si se obstinaban en permanecer en su jaula, era el auspicio desgraciado y reprobada la empresa. Y quin nos da oficialmente estos pormenores? Cicern que era augur aunque no

    6 Virg. Eglog. II. 7 Corn. Nepot. Alcibiadis Vita, cap. II, sub fine. 8 De Nat. Deorum, lib I, cap. XXIII. 9 Quint. Curt. edit. Lecoffre, ad usum tyronum, 1851, pg. 366, 367. 10 Quint. Curt. edit. Delatain, 1820, pg. 10. 11 Salust. Catilina, edit Hachette, 1851, cap. XIII, pg. 18. 12 Plutarco, In Solom, n. 1. 13 Plutarco, Parall. de Csar y de lex., n. 5. 14 Xiphil. et Dio., pg. 19. 15 Epist., lib. VII, epist. IV, Ad Pontium, edit, Miln, 1601. 16 Valer. Maxim, lib. IX, cap. XII.

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    crea en ellos, puesto que nos dice en una de sus obras que no podan mirarse sin rerse dos arspices. Pero era preciso que creyera la plebe romana, para que permaneciese dominada por estos sacerdotes sin fe, que hacan profesin de especular con la credulidad del vulgo.

    Mas, por lo menos nos indemnizarn los filsofos de estas vergonzosas y ridculas supersticiones? La filosofa que se separa de una fe religiosa no es ms que el movimiento perpetuo de la ignorancia humana, agitndose sobre s misma y recayendo siempre en el vaco. El materialismo fue el primer punto de partida de la filosofa griega. Thales de Mileto (600), fundador de la escuela Jnica, coloc el principio del [XI] mundo en los dos elementos generadores, el agua y lo hmedo. Esto era un absurdo en fsica y una blasfemia en religin. Pitgoras (608-500), padre de la escuela Itlica, despus de haber recorrido el Oriente, y hchose iniciar en los misterios de Baco y de Orfeo, repudi la fsica incompleta de Thales, sustituyendo a ella un sistema matemtico en que Dios es solo una mnada absoluta, el alma un nmero viviente, el mundo un conjunto armonioso de nmeros reunidos. La escuela de Elea (500) con sus jefes, Xenfanes, Parmnides y Zenn, desarroll el germen pantestico de las dos filosofas precedentes. El mundo entero, ser colectivo, omnipotente, inmutable, eterno, fue proclamado Dios. Leucipo descompuso esta vasta divinidad en tomos que se movan eternamente, en nmero infinito, en el vaco. Cada uno de estos tomos era una fraccin de Dios. La escuela de los sofistas (siglo V antes de Jesucristo), vino en breve a sacar la consecuencia prctica de estas extravagancias. Gorgias Leontino, Protgoras de Abdera, Prodico de Ceos, Hipias de Elis, Trasimaco, Eutidemo ensearon que la verdad y el error eran dos trminos igualmente desprovistos de significacin y de realidad. El escepticismo lleg a ser la ltima palabra de la razn humana. A esta gloriosa conquista fueron a terminar los trabajos del primer periodo filosfico en Grecia. Tal vez nunca hubiera salido de este caos la sabidura antigua sin la reaccin maravillosa de Scrates y de Platn, su discpulo (470-400). La aparicin de estos dos genios poderosos coincide con el periodo de la dispersin del pueblo judo en tiempo de los Achemnides. Sin embargo, a pesar de su elevacin incontestable y de las numerosas relaciones que ofrecen con la revelacin mosaica, las doctrinas de Scrates sobre la inmortalidad del alma, la unidad y la providencia divinas son ms bien rasgos y como relmpagos de verdad que no forman un conjunto ordenado, definido y compacto 17. Debemos necesariamente, deca

    17 En efecto, sabido es que si bien algunos talentos privilegiados de la antigedad expusieron

    doctrinas anlogas a las sublimes verdades de la revelacin, en medio del politesmo en que se haban amamantado, estas doctrinas tuvieron su origen en el pueblo hebreo, por quien llegaron a su conocimiento. Sabido es que Platn aprendi su doctrina del Dios nico, en Egipto, donde estudi la geografa, y en Caldea, donde estudi la astronoma.

    Cicern, que lleg en el Sueo de Scipin casi hasta los umbrales de la verdad sobre el dogma de la inmortalidad del alma, adquiri estas luces de un maestro de los Scipiones, que era hebreo. Suetonio, Tcito y Josefo se autorizaron con los orculos judos, los cuales fueron recogidas con el nombre de Sibilas, al repetir la grande expectacin del gnero humano sobre la venida del Mesas.

    Virgilio al predecir en su clebre gloga 4. Sicelides musae, la venida del Dios uno, que haba de traer al mundo la edad de oro, se instruy de este misterio en Roma misma, por Pollion, a quien dedic aquella gloga, que compuso poco despus de haber ido a Roma y hospeddose en casa de Pollion Herodes el Grande, rey de Judea, por quien supo Virgilio las profecas sagradas. (Vase Josefo, Antigedades, lib. XIX, cap. XXV y libro XV, cap. XIII). Sin embargo, el respeto y admiracin con que aceptaron estos grandes talentos las sublimes doctrinas de la religin del Crucificado, sirven de prueba y son un brillante testimonio de lo bien que se adaptan, de lo conforme que son la moral evanglica y sus dogmas a las inteligencias ms superiores, aun guiadas solamente por la luz de la

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    Scrates, [XII] esperar un doctor desconocido que venga a ensearnos cules deben ser nuestros sentimientos para con los dioses y los hombres.-Cundo vendr este maestro? replicaba Alcibiades. Con qu gozo le saludar, sea quien fuere 18!. La gloria filosfica de Scrates consiste precisamente en haber proclamado la impotencia de la filosofa humana. Partiendo del conocimiento del hombre, en sus dos naturalezas corporal y espiritual, discierne con lucidez todas las leyes de la moral, y las expone con una claridad, una pureza y una precisin admirables. Adems, entrev por los fenmenos exteriores, la inteligencia divina presidiendo los destinos del mundo; pero al llegar a este punto extremo, mas all del cual no puede apercibir nada la humanidad reducida a sus propias fuerzas, apela a un revelador desconocido. Para oprobio del paganismo, el nico de sus filsofos que lleg a tal altura, fue precisamente el nico contra quien se armaron todos los brazos. A los escpticos se les coronaba de flores; a Scrates se le dio a beber la cicuta. Platn (429-347), su discpulo, formul en cuerpo de doctrina, con el nombre de Escuela Acadmica, la enseanza oral del maestro. Su filosofa es eminentemente espiritualista. Los tipos de todos los seres son las ideas, siendo las nicas que tienen existencia real y absoluta. Los sentidos slo perciben lo particular, lo individual; en cuanto a las ideas, residen en Dios, que es su sustancia comn, y son percibidas por una facultad superior, la razn, o quiz forman en el alma como reminiscencias de una vida anterior. El alma es una fuerza activa; la virtud un esfuerzo hacia el bien ideal que es Dios; el arte una imitacin del bello ideal, que es Dios. Verdaderamente estas doctrinas son nobles y grandes, protestando con su sublimidad, contra la degradacin politesta; pero son estriles en su aplicacin. Al lado de estas luces tan vivas en teora, permanece la prctica del filsofo envuelta en sombras opacas, puesto que establece su repblica ideal, no solamente en la poligamia, sino en la promiscuidad. De esta suerte suprime la familia, la autoridad paterna, la piedad filial; puesto que quiere que sean educados los hijos por el Estado, sin conocer siquiera a sus padres; que encierra [XIII] su sociedad imaginaria en castas, como el antiguo Egipto; y despus de haber dado tan elevada definicin del arte humano, proscribe a los artistas. Tan impotentes y contradictorias eran estas elevaciones individuales del alma hacia una sabidura y una verdad inaccesibles! Aristteles (384-322), discpulo de Platn, trastorn el sistema de su maestro, y volvi a emprender el estudio de la filosofa, elevndose del efecto a la causa, en lugar de descender de la causa al efecto. As es que fueron su punto de partida lo variable, lo contingente, las sensaciones, o las relaciones de los sentidos. Nihil est in intellectu quod prius non fuerit in sensu. Su filosofa que llev el nombre de Experimental, deba resumirse con Epicuro, con relacin a la moral, en este axioma: El placer es el bien supremo del hombre. El da en que se introdujo tan solemnemente la inmoralidad 19 en el dominio de la filosofa, se espantaron los sabios de su obra, y volvieron a arrojarse con Zenn (300-260), en la exagerada rigidez del estoicismo. El cuerpo es todo deca Epicuro; el cuerpo no es nada decan los estoicos; el placer es el bien supremo dicen los unos; el dolor no es un mal responden los otros. De estas

    razn, al paso que demuestran que la religin cristiana no es una simple invencin, contraria a la naturaleza humana, sino adaptable a ella, como que ha sido criada e iluminada con la razn natural por el mismo Dios del Cristianismo. (N. del T.)

    18 Plat. II, Alcibiades, cap. XIII.

    19 [inmortalidad corregido de la fe de erratas del original (N. del E.)]

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    contradicciones deba salir el escepticismo universal. Arcesilao (300-241) lo erigi en principio, en la Nueva Academia de que fue fundador. La base de toda sabidura, deca, es que no podemos saber nada, puesto que carecemos de un criterio para discernir la verdad.

    Qu era entre tanto de la humanidad, sacudida del materialismo al espiritualismo, del espiritualismo al empirismo, del empirismo a la incredulidad dogmtica? La humanidad se mora! No haba familia, porque el celibato del vicio haba matado todas las generaciones en su fuente, y fue preciso que inventara Augusto una legislacin penal para obligar a los jvenes romanos a casarse. Y sin embargo, hacan bastante fcil de soportar el yugo conyugal, el divorcio, la poligamia y el concubinato. En Roma, en tiempo de Augusto, como en el da en la China, se expona, se venda, se mataba a los nios. El padre tena este brbaro derecho y lo pona en prctica. Esparta arrojaba tambin a las aguas del Taigeto a sus hijos deformes. La humanidad pereca entre las garras de las fieras en los circos, al hierro de los gladiadores, al ltigo sangriento que desgarraba las carnes desnudas de los esclavos; porque la esclavitud era la base de la sociedad greco-romana. El esclavo era una cosa, una bestia de carga, menos que un perro. El portero esclavo era atado junto a la puerta 20 con una larga cadena 21, sujeta a un anillo de hierro, que se le pona en el [XIV] pie 22. El seor no se dignaba las ms veces ni aun hablar a sus esclavos; llambales sonando los dedos 23, y cuando tenan que dar ms explicaciones, llevaban algunos su orgullo hasta escribir lo que deseaban, temiendo prostituir sus palabras 24. La ley condenaba a la misma pena al individuo que haba muerto a un esclavo que al que haba muerto a una bestia de carga de otro, debiendo pagar su precio 25, que variaba segn que era robusto o dbil el esclavo 26 y el mayor o menor perjuicio irrogado con su muerte a su dueo 27. En cuanto a ste, tena un derecho absoluto sobre el esclavo. Augusto hizo degollar en un solo da seis mil de estos desgraciados, culpables de haberse alistado bajo las rdenes del Senado para servir a la Repblica, porque los esclavos no tenan derecho de llevar las armas y de morir en campaa como un soldado 28. El clemente emperador supo otra vez que uno de sus esclavos se haba comido una codorniz, y le hizo morir crucificados 29. Vedio Polin hace arrojar a sus murenas un esclavo, que ha quebrado por descuido un vaso precioso 30. Cuando se comete un crimen pblico, cuando es asesinado un dueo de esclavos en su casa, condena la

    20 Ovid. Amor. lib. I, 6, vers. 1; Sueton. De Clar. reth. cap. III. Columel. libro I, Proefat. 21 Ovid. ibid. vers. 1 y 25. 22 Mart. cap. II, 29; Dezobry, Roma en el siglo de Augusto, tom. I, pg. 432. 23 Cicern, De officis, lib. III, cap. XIX, Petron., cap. XXVII. 24 D'Herbelot, Bibl. orient., art. Zardascht. 25 Carta de M. Lajard, loc. citat., pg. 508. 26 Numer., cap. XXIV, 17. 27 Gaii, lib. III, 212; Dezobry, ibid. 28 Dezobry, Roma en el siglo de Augusto, tom. I, pg. 434. 29 Plutarco, Apoplegm. Rom. pg. 779. 30 Sneca, de Ira, cap. III, 40.

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    ley a perecer en el suplicio de la cruz a todos los esclavos sin distincin alguna que se encuentran bajo el mismo techo, en el momento del crimen. 31. Y la esclavitud en Roma, en Atenas y Esparta se hallaba en la espantosa proporcin de doscientos esclavos por un hombre libre, y an se conoci a simples ciudadanos romanos que poseyeron hasta veinte mil esclavos32. La humanidad pereca, pues, en estas regiones desoladas de la servidumbre. La guerra mantena la esclavitud. Servi servati, deca el proverbio romano. Tal era el escaso valor que tena la vida humana a los ojos de la moral pblica y oficial, que Julio Csar, aquel ideal del hroe, haca reducir a la esclavitud a cuatro mil Helvecios vencidos, y cortar a otros tres mil las dos manos.

    Era preciso alimentar para la seora del mundo esta jaura humana de que deca Sneca: Qu horror si llegaran a contarnos nuestros esclavos! 33El Egipto, la Libia, el Oriente, la Grecia, la Galia, todas las provincias del universo enviaban, pues, sus vencidos en largas e interminables caravanas para poblar el ergstulo de los patricios. [XV] En las tabernas en que se haca constantemente el trfico de esta horrible mercanca, tena el prisionero de guerra la corona en la cabeza 34, cual marca irrisoria de su procedencia. Los que venan de ultramar llevaban frotados los pies con yeso o greda 35. Al entrar en aquella Roma a donde iba a sepultrseles vivos, se ofrecan a sus ojos las cruces infames, siempre enhiestas con los cuerpos abandonados, cerca de la puerta Esquilina. Entonces comprendan que la ciudad de Rmulo haba aplicado contra ellos aquella palabra de Breno. Ay de los vencidos! Y se encaminaban silenciosos a la morada de su seor, donde les esperaba la horquilla, los azotes, el tormento, la marca, las cadenas, la crcel y la muerte 36! Siempre la muerte! Las matronas romanas y las jvenes vestales la indicaban, alzando el dedo, en los juegos sangrientos del anfiteatro. Los gladiadores que iban a morir saludaban a Csar! No haba festines en que no debieran matarse mutuamente algunos esclavos, para dispertar, con el aspecto de la sangre, a los convidados medio dormidos en el triclinio de oro. Los romanos opulentos legaban por testamento a sus herederos la muerte de sus esclavos como un recuerdo de inmortal afecto 37.

    Carencia de Dios; la humanidad degollada por do quiera; el alma envilecida en una monstruosa disolucin; he aqu el espectculo del mundo greco-romano! No lo hemos dicho todo, y por otra parte se resiste a ello el corazn. En esta rpida carrera, por entre tantas torpezas morales, tan feroz barbarie, y tan infernal degradacin, se aplana sobre el alma un disgusto profundo, mezclado a no s qu terror lleno de angustia. San Pablo ha dicho una palabra que resume la civilizacin antigua. Deus venter est. Se coma, para vomitar; se vomitaba para comer

    31 Dezobry, ibid. pg. 438. 32 Athen. Conviv. lib. VI, pg. 272 y libro XV, pg. 658. 33 Sneca, de Clement. cap. 1, 24. 34 Tit. Liv., cap. II, 17; XXIV, 42; XXXVIII, 29 etc.; Tcit. Annal., cap. XIII, 29; A.Gell., cap. VII, 4. 35 Plin., cap. XXXV, 17; Tibull. II, 6, vers. 42; Juvenal, Satir. I, vers. 3. 36 Acerca de los pormenores de estos suplicios graduados con un arte que envidiara la China,

    vase a Dezobry en su obra titulada, Roma en el siglo de Augusto, tom. I, pg. 435, 436. 37 Nicol. Damase., Historiar., lib. CX.

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    continuamente: sin dar tiempo siquiera para digerir comidas cuya magnificencia tena por tributarlos todas las comarcas del mundo. As habla Sneca el filsofo; y aade: Cayo Graco, a quien produjo la naturaleza en mi concepto para dar el ejemplo de un conjunto de todos los vicios, en el seno de la fortuna mas elevada, gast un da 100,000 sestercios en un banquete, llegando apenas su imaginacin, auxiliada en esta tarea por todos sus convidados, a agotar, en una comida gigantesca, las rentas anuales de tres [XVI] provincias 38. Esopo, el trgico, sirve un plato que cuesta 73,800 reales. Clodio hace disolver una perla en vinagre, y se bebe de un trago, 738,000 reales. Conocidas son las cenas de Lculo y de Antonio; sabido es el nombre de aquel Apicio, que despus de haberse comido millones, se mat diciendo que no poda vivir un romano con solo 760,000 reales de renta. Coronarse de flores; tenderse sobre cojines de seda y de prpura en salas de festines servidos por jvenes doncellas despojadas de todos sus velos 39, y en donde se celebraba el espectculo de gladiadores que se degollaban al pie de lechos de oro; devorar la sustancia del universo; embriagarse a un tiempo mismo con vino, voluptuosidad y sangre, tal era la vida en el siglo de Augusto!

    El suicidio formaba su natural desenlace. Arruinado Apicio, no haca ms que poner en prctica los preceptos de Cicern: Injurias fortunae, quas ferre nequeas, defugiendo relinquas

    40. Cuando no hay fuerza para soportar los reveses de la fortuna, es preciso salir de este mundo. He aqu la ltima frmula de la filosofa. Y no es de temer que se califique de cobarda el desertar de la vida como un soldado que arroja sus armas y abandona el puesto confiado a su honor. El suicidio es un acto de herosmo supremo. Si eres desgraciado y te queda algo de virtud, aade Cicern, mtate, a ejemplo de los ms grandes hombres 41. Pero tal vez detengan tu brazo la vida futura, los destinos del alma inmortal. Hblase del negro Cocito, del Aqueronte, ro de los infiernos, y de tormentos que no acaban nunca. Me juzgis, pues, tan insensato, contesta el mismo Cicern, que crea en estas fbulas? Qu entendimiento hay tan imbcil que pueda admitirlas 42? O sobrevive el alma a la muerte, contina el mismo, o muere con ella. Algn da nos dir un Dios lo que hay sobre esto, porque, para nosotros, es ya muy difcil distinguir cul de estas dos opiniones es ms probable. Como quiera que sea, si muere el alma, la muerte no es un mal; si el alma sobrevive, tiene que ser feliz. Si manent beati sunt 43. En virtud de este dilema que simplific mas Sneca, reducindolo a esta palabra tan conocida: Aut beatus, aut nullus, Felicidad o nada se cerna sobre el mundo el suicidio, como sobre una presa; marcando con su vergonzoso estigma las memorias ms ilustres. Anbal, Temstocles, Antonio, Pompeyo, Mario, Catn de tica, Clemenes, Craso, Demstenes, Cayo Graco, Otn, todos estos hroes de Plutarco, son los hroes del suicidio. Si queremos interrogar hasta el fin, como termmetro de la moralidad pblica, la lista [XVII] de los nombres que ha inscrito este historiador en su coleccin biogrfica, como sobre las tablas o registros de la

    38 Sneca, Consol. ad Helviam, cap. IX yep. 122. 39 Timaeus, Histor., lib. I, Athen., lib. XIII, pg. 566. 40 Cicern, Tuscul, lib. V, cap. XLI. 41 Cicer. Oratio pro Cluent., cap. LXI. 42 Cic. Tuseul., lib. I. 43 Cicer. Tuscul., lib. I.

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    inmortalidad, vendr el asesinato a formar el reverso o la parte contrapuesta de la muerte voluntaria. Agis, Alcibiades, Csar, Cicern, Coriolano, Din, Tiberio Graco, Nicias, Numa, Filopemenes, Sertorio, caen vctimas del pual o del veneno. Los ms afortunados mueren en el destierro. De los cincuenta grandes hombres de Plutarco, tan solo diez 44 tuvieron la dicha de terminar gloriosamente su vida en un campo de batalla o en la calma y tranquilidad del hogar domstico. Ahora comprendemos la palabra del profeta. La humanidad se hallaba realmente sentada en las tinieblas y en la regin de las sombras de la muerte.

    El libro de la Sabidura presenta un cuadro del mundo idoltrico, cada uno de cuyos rasgos ofrece una realidad palpable. Los hombres, deca, sacrifican sus hijos en altares impuros, verifican ritos insensatos, en misterios nocturnos, manchados de infamias. No respetan las vidas, ni la pureza de los matrimonios: el odio arma todos los brazos; el adulterio mancilla todos los corazones en el seno de una horrible confusin. Por todas partes sangre, homicidio, robo y mentira, corrupcin e infidelidad, rebelin y perjurio, opresin tumultuosa, olvido de Dios, contaminacin de las almas, nacimientos vilipendiados, instabilidad en las uniones, desorden entre esposos, y suprema lujuria! Tal es el culto de los dolos infames, causa, principio y fin de todos los males 45. He aqu, pues, despojado de todas las seducciones de la forma, de todos los encantos de la poesa, de todos los prestigios del arte oratoria, he aqu, en su terrible desnudez, el cadver del paganismo antiguo. Ah est, a nuestra vista, ostentando el espectculo de sus oprobios. Pero quin le ha matado? Por qu no vive ya en el seno de la humanidad, cuyas entraas desgarr y cuya sangre bebi a torrentes durante cuarenta siglos? Quin fue el David de este Goliat, el vencedor de este gigante, a quien no supieron vencer ni Scrates, ni Platn, ni Alejandro, ni Csar, ni el gran genio de los sabios, ni las armas de los hroes? Hallbase lleno de vida en el siglo de Augusto: haba conquistado el mundo. Arrojbasele vctimas, de Oriente a Occidente; devoraba cuerpos y almas, infancia y vejez, pudor, virginidad, virtud, y hombres a millares! Todo pareca afirmar la duracin a su reinado. Los poetas le cantaban en obras inmortales; coronbanse sus estatuas; abalanzbanse todos a sus fiestas; [XVIII] perfumaban sus altares los vapores del incienso; saludaban su divinidad los pueblos y los reyes, y los mismos sabios. Suponiendo una progresin en el porvenir, anloga a su desarrollo en lo pasado, debi haber llegado hasta nosotros por una serie no interrumpida de victorias. Figurmonos lo que sera en el da disponiendo de los poderosos agentes de nuestra civilizacin moderna. Las hecatombes de la antigedad seran degollaciones en masa; los treinta mil gladiadores que murieron en el reinado de Augusto, seran reemplazados por naciones enteras, trasladadas con el auxilio del vapor al centro de un anfiteatro de que formara el antiguo Coliseo apenas el local de un palco. Las fieras no seran bastantes para devorar las vctimas; hasta el fuego sagrado de los altares sera demasiado lento, y habra que suplirlo con esos nuevos y ardientes fuegos que ha puesto en nuestro poder la electricidad; con esas mquinas que vomitan llamas, y cuyos rodajes pulverizaran sin cesar miembros palpitantes. El sensualismo tendra por tributario, no ya a provincias, sino al mundo entero; las vas romanas,

    44 Para los que quieran comprobar en Plutarco la exactitud de esta curiosa estadstica, advertirnos

    que no se cuenta en ninguna de nuestras categoras la muerte de Alejandro de un exceso de intemperancia. En compensacin, contamos a Syla, que muri de un verdadero acceso de rabia, entre los diez que no perecieron de muerte violenta.

    45 Sapient., cap. XIV, 23, 27.

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    reemplazadas por nuestros caminos de hierro, transportaran en algunos das lo que tenan que esperar por aos enteros la voluptuosidad o la glotonera de los patricios. Quin mat, repito, al paganismo? Quien quiera que sea, verific el ms grande de los milagros histricos. Slo Dios poda hacerlo, y la humanidad moribunda peda a voz en grito un Salvador divino.

    Expectacin universal Hace largo tiempo que se ha insistido en este grande hecho que domina la

    antigedad e ilumina las tinieblas del politesmo, quiero decir, la expectacin general de un Dios Salvador; habindosela considerado con justo ttulo, como una brillante y manifiesta confirmacin de la verdad bblica. Porque verdaderamente es el comentario ms magnfico de aquella palabra del patriarca: Et ipse erit exspectatio gentium

    46, todo el gnero humano proclamando con sus ms lejanos y diversos ecos, la fe en el Mesas, cuyo profeta haba sido la nacin juda al travs de los tiempos. Por ms que diga el racionalismo incrdulo, no puede arrancar el rbol divino, cuyas races penetran en las profundidades de la historia antigua, y cuyas ramas cubren las sociedades modernas. Antes de atacar la divinidad de Jesucristo, sera preciso trastornar la historia de los cuarenta siglos que le esperan; destruir la fe de los dos mil aos que le adoran; sepultar la historia en una destruccin universal, y si an quedase algn sofista que sobreviviera a sus ruinas, [XIX] debera crear un mundo nuevo para ponerlo en el lugar del mundo histrico y real que acabase de destruir. No se trata ya en efecto de ahogar solamente cada una de las voces que se han odo en Israel. Aun cuando se destruyera a Moiss, el Pentateuco, David, los Profetas, todos los monumentos de la fe juda, quedara el grito espontneo, universal, unnime del gnero humano que pide un Salvador, de Oriente a Occidente, del Septentrin al Medioda, en todos los idiomas y en todas las literaturas conocidas. Toda la tierra habla como ha hablado Moiss. Sobre este punto estn acordes los orculos de Delfos y de Cumas con los Profetas: el mundo espera y atiende durante cuatro mil aos. En la segunda vertiente de la historia, el mundo adora y cree: esta magnfica unidad de esperanza y de fe, desafa todos los esfuerzos del escepticismo.

    Hay, dice Plutarco, una doctrina de la ms remota antigedad, que se ha trasmitido de los telogos y de los legisladores a los poetas y a los filsofos; es desconocido su autor, pero se apoya en una fe constante e inalterable, y se halla consagrada universalmente, no tan solo en los discursos y en las tradiciones del gnero humano, sino tambin en los misterios y en los sacrificios, entre los Griegos y entre los brbaros. Esta opinin es, que el universo no ha sido abandonado al acaso, y que tampoco est bajo el imperio de un poder nico, sino que existen dos principios vivientes, el uno del bien, el otro del mal. El primero se llama Dios, el segundo se llama el demonio. As es como hablaba Zoroastro. Dios era Oromazes, el demonio se llamaba Ahrimanes. Pero entre los dos colocaba un mediador llamado Mithras. Pues bien, vendr un tiempo fatal y predestinado en que

    46 Genes., cap. XLIX, 10.

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    Ahrimanes despus de haber abrumado al mundo con toda clase de plagas, ser destruido y exterminado. Entonces se aplanar la tierra como un valle llano y unido 47; no habr ms que una vida y una clase de gobierno entre los hombres y todos hablarn el mismo lenguaje y vivirn felices. -Teopompo es- escribe tambin que los dos poderes del bien y del mal combatirn uno contra otro, en una lucha que durar siglos; pero que al fin ser vencido, abandonado, destruido Plutn, (el poder infernal): entonces sern felices los hombres, y el Dios que habr obrado, hecho y procurado este triunfo, reposar un tiempo conveniente a su divinidad 48. La filosofa moderna ha reconstruido, con el auxilio de los monumentos caldeos y del texto de Zend-Avesta, todo el sistema de Zoroastro, de que [XX] slo hace Plutarco un anlisis incompleto. He aqu la manera como resume M. Lajard el dogma persa: Zaruan, Ormuzd y Mithra componen una triada divina que representa el pensamiento, la palabra y la accin. Ormuzd, rey del firmamento, ha creado el mundo por medio de la palabra. Esta palabra es: Yo soy. Mithra, rey del cielo movible, rey de los vivos o de la tierra, rey de los muertos o de los infiernos, pronuncia sin cesar esta palabra, como encargado por Ormuzd de presidir a la reproduccin de los seres. Su nombre significa tambin, en Zend, la Palabra lo/goj Verbum. Debe combatir incesantemente y por todas partes a Ahrimanes y al mal, conservar la armona en el mundo, servir de modelo a los hombres, y ejercer las funciones de mediador entre ellos y Ormuzd; pero no entre Ormuzd y Ahrimanes como crea Plutarco. El texto de Zend-Avesta justifica completamente mi observacin: Yo dirijo mi splica a Mithra, a quien cre el gran Ormuzd mediador sobre la montaa elevada, en favor de las numerosas almas de la tierra. En uno de los ms clebres monumentos del culto romano de Mithra hallado en Roma en una gruta del monte Capitolino 49, se leen estas palabras: Namasebesio, que pronuncia este Dios en el momento en que clava su pual en el cuerpo del toro (vctima sagrada de los Persas). Estas dos palabras, la primera de las cuales pertenece al idioma de los Persas, significan: Gloria a Sebesio, que es el mismo Dios que Ormuzd. Esta frmula es un resumen lacnico de la oracin que dirige Mithra en los libros de los Persas 50, con las manos elevadas al cielo, a Ormuzd, para implorar el perdn del pecado cometido por la primera pareja humana; y las palabras de Mithra estn aqu en perfecta armona con las que Zoroastro pone en boca del mismo Ormuzd, y cuyo sentido es que si no hubiera tributado Meschia (el primer hombre) a Ahrimanes un culto que slo deba rendir a Ormuzd, hubiera arribado su alma, criada pura e inmortal, a la mansin de la felicidad, en cuanto hubiese llegado el tiempo del hombre creado puro 51. El mediador, el Verbo, el Mithra de Zoroastro, que debe restablecer la armona entre el cielo y la tierra, que debe triunfar del principio infernal, segn Teopompo, vuelve a encontrarse con su nombre de lo/goj, en Platn 52. Resumiendo, aade M. Lajard, dir que el sistema religioso de los

    47 Es evidente que Zoroastro, citado aqu por el historiador griego, traduca as las palabras de

    Isaas: Erunt prava in directa et aspera in vias planas (Isaias, cap. XL, 4; Lucas, cap. III, 5). 48 Plutarc., Isis et Osiris, n. XLI, XLII, XLIII. 49 Flix Lajard, Investigaciones sobre Mithra, pl, LXXV. 50 Zend-Avesta, tom. II; Jescht de Mithra, XIII Card, pg. 214. 51 Zend-Avesta, Jescht de Taschter, VI Card, pg. 189. 52 No llega a ser evidente, dice tambin M. Lajard, que tom Platn de una fuente oriental la

    doctrina del Logos o Salvador? No debe contarse tanto a Platn como a Zoroastro y a Pitgoras

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    Persas reconoca [XXI] un Dios supremo, invisible, incomprensible, sin principio ni fin; una triada que rige al mundo, y que se compone de este dios, y de estos dos dioses, creados y visibles, uno de los cuales ejerce las funciones de Mediador y de Salvador. Finalmente, erigindose Zoroastro en Mesas o en Libertador, anunci al mundo entero que naceran de l, despus de su muerte de una manera milagrosa, tres hijos: Oschedermani, Oschedermah y Sosiosch. A la voz de este ltimo, abrazar todo el mundo la ley. Arrojar del mundo de dolor el germen del Daroudj de dos pies (el hombre impuro); destruir al que da al puro; sern puros los cuerpos del mundo 53. Finalmente, este ltimo libertador verificar la resurreccin de los muertos y la renovacin de los cuerpos 54. D'Herbelot en su Biblioteca Oriental, haba sealado ya esta importante tradicin del nacimiento maravilloso del Libertador, prometido por Zoroastro. He aqu sus palabras: Aboul-Faradj, en su quinta dinasta, dice que Zardascht (Zoroastro) autor de la Magoussiah, haba anunciado que nacera de una virgen el Libertador 55. Ahora comprendemos por qu vendrn los Magos a adorar al divino Hijo de Mara, al establo de Beln. Una constante tradicin, dice tambin M. Lajard les hace venir de la misma Persia, y los primeros homenajes que recibe al nacer, el Hijo de Dios, el Salvador del mundo, son los que ellos vienen a ofrecerle 56. No haban olvidado los Magos, discpulos de los Caldeos, la palabra del hijo de Beor: Nacer una estrella de en medio de Jacob 57.

    La China, acantonada en su aislamiento, como en el Invariable Medio, no tiene otro lenguaje que la Persia. El ministro Phi consult a Confucio y le dijo: Oh Maestro, no sois un santo?- Y ste contest: Por mucho que me esfuerce, no me recuerda mi memoria a nadie que sea digno de este nombre.- Pero, replic el ministro, no fueron santos los tres reyes 58?- Los tres reyes, respondi Confucio, dotados de una gran bondad, poseyeron una prudencia ilustrada y una fuerza invencible. Mas por mi parte, Khieou, no s si fueron santos 59.- El ministro replic: No han sido santos los cinco seores 60?- Los cinco seores, contest Confucio, dotados de una gran bondad, han hecho uso de una caridad divina y de una justicia inalterable, pero yo, Khieou, no s si han sido santos.- El ministro le pregunt [XXII] otra vez: No han sido santos los tres Augustos 61?- Los tres Augustos, replic Confucio, han podido emplear bien el tiempo, mas yo, Khieou, ignoro si han sido santos.- Sorprendido el ministro, le dijo al fin: Pues entonces a quin se puede llamar santo?- Confucio conmovido, respondi, no obstante, con dulzura a esta

    entre los discpulos de los Caldeos de Asiria? (Carta de M. Flix Lajard, Estudios filosficos de M. Augusto Nicols, tom. III, pg. 503, 505, 506.

    53 Zend-Avesta, tom. II, Jescht des Ferviiers, pg. 278. 54 Ibid., tom. II, Boun Dehesch; pg. 364 413.; cf. pg. 411, 413. 55 D'Herbelot, Bibl. orient., art. Zardascht. 56 Carta de M. Lajard, loc. citat., pg. 508. 57 Numer., cap. XXIV, 17. 58 Los fundadores de las dinastas Hia, Chang y Tseou (Nota de M. A. Remusat). 59 Palabra por palabra; Sancti, non, Khieou, quod noverim (Ibid). 60 Cinco emperadores que reinaron en China, antes de la primera dinasta. 61 Personajes de la mitologa china.

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    pregunta: Yo, Khieou, he odo decir que habra en las comarcas occidentales un Hombre Santo, que sin ejercer ningn acto de gobierno, prevendra las turbulencias; quien, sin hablar, inspirara una fe espontnea; quien, sin alterar el orden de las cosas, producira naturalmente un ocano de acciones meritorias. Nadie sabe decir su nombre; pero yo, Khieou, he odo decir que ste ser el verdadero santo 62. He aqu las palabras no menos explcitas que tomamos al Tchoung-Young 63, traducido recientemente por nuestro sabio sinlogo M. Pauthier: El prncipe sabio, dice Confucio, busca la prueba de la verdad en los espritus y en las inteligencias superiores, y por tanto conoce profundamente la ley del mandato celestial; hay que esperar por cien generaciones al Hombre Santo, el cual no est sujeto a nuestros errores 64. Que aparezca este Hombre supremamente Santo con sus virtudes y sus poderosas facultades, y los pueblos no dejarn de demostrarle su veneracin; que hable, y los pueblos no dejarn de tener fe en sus palabras; que obre, y no dejarn de regocijarse los pueblos. As es como la fama de sus virtudes es un Ocano que inunda el imperio por todas partes, extendindose an hasta a los brbaros de las regiones meridionales y septentrionales; por todas partes donde pueden abordar las naves o llegar las carrozas, o penetrar las fuerzas de la industria humana, en todos los lugares que cubre el cielo con su inmenso dosel, en todos los puntos que abraza la tierra, que iluminan el sol y la luna con sus rayos, que fertilizan el roco y los vapores de la maana: cuantos seres humanos viven y respiran, no pueden dejar de amarle y reverenciarle. Por esto se ha dicho que le [XXIII] igualan con el cielo sus facultades y sus poderosas virtudes 65 Parece que se oye en estas admirables palabras una parfrasis de las inspiraciones de Israel: Marcharn las naciones guiadas por su luz, y los reyes por el esplendor de su aurora 66.- Levntate, Jerusaln, sube a las alturas, mira hacia el Oriente, y ve congregados tus hijos desde el Oriente al Occidente, en virtud de la palabra del Santo, gozndose en la memoria de Dios 67.

    La India, con sus encarnaciones milenarias de Visnu, habla como la China y la Persia, segn ya hemos tenido ocasin de observar en otra parte 68. La parbola del hijo extraviado que forma el captulo IV del Lotus de la Buena Ley, uno de los libros sagrados ms extendido entre los que componen la voluminosa literatura de

    62 Remusat, El invariable Medio, not. pg. 144, 145. El padre Intorcetta refiere tambin en su Vida

    de Confucio, que este filsofo hablaba de un santo que exista o que deba existir en el Occidente. -Esta particularidad, dice M. de Remusat, no se llalla ni en el King, ni en los Tse-Chou, y no apoyndose el misionero en ninguna autoridad, hubiera podido sospecharse que atribua a Confucio un lenguaje favorable a sus miras; pero esta palabra del filsofo chino se halla consignada en el Sse wen loui thsiu, captulo XXXV; en el Chan thang sse Khao tching tsi, captulo I; y en el Liei tseu thsiouan chou (Remusat, El Invariable Medio, not., pg. 143).

    63 Tchoung-Young, o la Invariabilidad en el Medio, recogida por Tseu-Sse, nieto y discpulo de Khoung-Heu (Confucio). Los libros sagrados de todas las religiones excepto la Biblia, edit. Migne, tom. I.

    64 Tchoung-Young, cap. XIX; Libros Sagrados, tom. I, pgina 174.

    65 Tchoung-Young, cap. XXXI; Libros Sagrados, tom. I, pg. 175. 66 Isaas, cap. LX, 3. 67 Baruch, cap. V, 5. 68 Vase el tomo I de nuestra Historia general de la Iglesia, pgina. 193.

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    los budistas, ha sido traducida hace algunos aos por MM. E. Burnouf y Foucaux. En ella se representa al gnero humano como en el Evangelio, bajo la imagen de un hijo separado por largos aos del padre ms tierno. Nos extraviamos, somos impotentes, somos incapaces de hacer un esfuerzo, dicen los sabios. Baghavat les lleva la ley que no haban odo anteriormente. Pasmados de admiracin y sorpresa, posedos de la mayor alegra los sabios, se levantan, hincan la rodilla derecha en tierra, se inclinan y juntan las manos ante Baghavat. Su alegra es igual a la del hijo extraviado que vuelve a encontrar a su padre 69.

    Las islas lejanas os esperan, haban dicho los profetas inspirados, saludando por entre las edades, el advenimiento del Deseado de las naciones. No es poca la sorpresa que causa hallar el eco de esta palabra en las dos Amricas, estos vastos continentes, que sospech el antiguo mundo, sin conocerlos nunca. Una horrible serpiente, dicen los Salivas, talaba en otro tiempo las orillas del Orinoco. El Dios Pura envi del cielo a su hijo a la tierra, a combatir esta temible serpiente, y fue vencido y muerto el monstruo. Pura dijo despus al demonio, que habitaba el cuerpo del reptil. Vete al infierno, maldito! Ya no volvers a entrar nunca en mi casal 70. Los americanos del Norte no son menos explcitos que los del Medioda. Una profeca antigua, dice M. de Humbold, haca esperar a los mejicanos una reforma benfica en las [XXIV] ceremonias religiosas. Segn esta profeca, deba triunfar al fin Centeolt de la ferocidad de los dems dioses, y deban reemplazarse los sacrificios humanos por las inocentes ofrendas de las primicias de las mieses. Es la traduccin, en el idioma nativo de los salvajes, de la clebre prediccin de Malaquas: Desde que sale el sol hasta que se pone, mi nombre es grande entre las naciones; en todo lugar, se rinde a mi gloria un sacrificio y una oblacin pura 71. En todos los recuerdos del gnero humano se encuentra el dogma de la rehabilitacin estrechamente ligado con el del pecado original. La mujer de la serpiente, llamada tambin mujer de nuestra carne, porque la consideraban los mejicanos como madre de todos los mortales, contina M. de Humboldt, se halla representada siempre en relacin con una gran serpiente, y otras pinturas nos ofrecen una culebra con penacho, despedazada por el gran espritu Tezcatlipoa, o por el sol personificado, el dios Tonatuch, que parece ser idntico al Krischna de los Indios, cantado en el Bhagavata-Purana, y al Mithras de los persas. Esta serpiente, derribada por el gran espritu, cuando toma la forma de una de las divinidades subalternas, es el genio del mal, un verdadero Kakodai/mwn 72. Finalmente, para completar estas nociones de tan capital inters, aade M. de Humboldt: Hllase en muchos rituales de los antiguos mejicanos, la figura de un animal desconocido, adornado con un collar y una especie de arns, pero traspasado de dardos. Segn las tradiciones que se han conservado hasta nuestros das, es un smbolo de la inocencia padeciendo: bajo

    69 Parbola del Hijo extraviado, que forma el captulo IV del Lotus de la Buena Ley, publicada por

    la primera vez en sanscrito y en thibetano, a la manera de los libros de Thibet y acompaada de una traduccin francesa, segn la versin thibetana del Kanjour por Ph. E. Foucaux, profesor de thibetano en la escuela imperial y especial de las lenguas orientales vivas (Libros Sagrados, tom. II, pg. 568-574).

    70 Gumilla, Hist. natural del Orinoco, tom. I, pg. 171 71 Malaq. cap. I, 11 72 De Humboldt, Vista de las Cordilleras, tom. I, pg. 235 y 274; Lamenais, Ensayo sobre la

    indiferencia, tom. III, pg. 439-440, edicin en 8. 1823. [Kakodaimwn en el original (N. del E.)]

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    este concepto, recuerda esta representacin al cordero de los hebreos o la idea mstica de un sacrificio expiatorio destinado a calmar la clera de la Divinidad 73.

    Pasmosa unanimidad de esperanza y de fe en un libertador, en las regiones ms apartadas y ms remotas del mundo! El Mediador de la Persia, de la China, de la India y de las dos Amricas, era cantado en los bosques del Norte, bajo el cielo nebuloso de los Escandinavos por la Vola, o profetisa sagrada, en la asamblea de los dioses. Tenemos tambin, con el nombre de Voluspa, este himno extrao que llama M. Meril, el canto de la Sibila y M. Ampere, el Apocalipsis del Norte. Las tradiciones en que se apoya este poema, dice M. Ampere, pertenecen a la ms antigua mitologa escandinava. Aqu son los dioses seres csmicos y no personajes hericos. Es un fragmento, o mejor, el conjunto de muchos fragmentos que contienen el sumario de los principales mitos escandinavos, ms bien recordados que vueltos a trazar [XXV] con algunos grandes rasgos de una poesa por lo comn oscura, siempre extraa, y algunas veces sublime 74. Despus de haber vuelto a trazar el origen del mundo, la creacin del hombre y los trabajos de los dioses, refiere la Vola la llegada del genio del mal y la perversidad de los hombres que fue su consecuencia. Entonces se eleva su acento: La llanura en que se encontraron Sutur y los dioses buenos, dice la Vola, para combatir, tiene cien jornadas de camino a lo ancho y a lo largo! Este es el lugar que les est asignado. Todo lo que se refiere a este gran combate, cuyo resultado decidir de la suerte del mundo, se halla desarrollado, aade M. Ampere, con la complacencia de un profeta que amenaza a sus enemigos. Al fin quedar la victoria por los dioses, se renovar el mundo, y volver a comenzar el reinado de la justicia para no terminar nunca 75.

    Hasta aqu ha estado el crculo de nuestras investigaciones fuera del mundo greco-romano. Volvamos a entrar en este centro, cuyas llagas intelectuales y sociales hemos sondeado ya. En l encontraremos tambin la misma fe en el Redentor futuro que llama Aristteles el verdadero Libertador y Salvador.- Este Dios, engendrado antes que todos los dioses, dice Platn, es el que da la paz al gnero humano, inspira la dulzura y extingue el odio. Misericordioso, bueno, reverenciado de los sabios, admirado de los dioses, los que no le poseen, deben desear poseerle, y los que le poseen, deben conservarle preciosamente. Ama a los buenos y se aleja de los malos. Nos conforta en nuestros temores; dirige nuestros deseos y nuestra razn; es el Salvador por excelencia. Gloria de los dioses y de los hombres, y jefe suyo, suma belleza y bondad suma, debemos seguirle siempre y celebrarle en nuestros himnos 76. Posea Platn ese Dios Salvador? No, puesto que en otro pasaje nos dice que vendr un da a ensear a los mortales 77. Sin embargo, anteriormente, le implora. Al principiar esta pltica, dice, invoquemos al Dios Salvador para que nos salve con su enseanza extraordinaria y maravillosa, instruyndonos con su doctrina verdadera. Esto recuerda la profesin de fe de Scrates que hemos indicado ms arriba, y que creemos conveniente citar por

    73 De Humboldt, Vista de las Cordilleras, tom. I, pg. 251. 74 M. Ampere, Literatura y Viajes (Libros Sagrados), tom. II, pg. 814. 75 Libros Sagrados, tom. II, pg. 814-816. 76 Aristt., De Mundo, cap. VIII; Oper. omn., tom. I, pgina 475; Plat, in Conviv., Oper. omn., tom.

    X, pg. 177, 218, 219, edit. Bipont. 77 Plat. Tim., Oper. omn., tom. IX, pg. 341.

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    completo. Despus de haber demostrado el filsofo que Dios no mira ni a la multitud, ni a la magnificencia de los sacrificios, sino que considera nicamente la disposicin del corazn que los ofrece, no se atreve a explicar cules deben ser estas disposiciones, ni lo que debe pedirse a [XXVI] Dios. Sera de temer, dice, alguna equivocacin, pidiendo a Dios verdaderos males, que se consideraran 78 como bienes. Es preciso, pues, esperar, hasta que nos ensee alguno cules deben ser nuestros sentimientos hacia Dios y hacia los hombres.- Alcibiades. Quin ser este maestro, y cundo vendr? Con gran gozo ver a este hombre, sea quien fuere.- Scrates. Es aquel de quien eres querido desde ahora; mas para conocerle, es preciso que se disipen las tinieblas que ofuscan tu entendimiento y que te impiden discernir claramente el bien del mal; al modo que abre Minerva, en Homero, los ojos a Diomedes, para que distinga al Dios, oculto bajo la figura de un hombre.- Alcibiades. Que disipe, pues, esta nube espesa, porque estoy pronto a hacer todo lo que me mande para ser mejor.- Scrates. Te repito que aquel de quien hablamos desea infinitamente tu bien.- Alcibiades. Entonces me parece que hara yo mejor en remitir mi sacrificio hasta el tiempo de su venida.- Scrates. Es verdad; ms seguro es esto que exponerte a desagradar a Dios.- Alcibiades. Pues bien, cuando yo vea ese da deseado, ofreceremos coronas y los dones que prescriba la nueva ley. Yo espero de la bondad de los dioses que no tardar en venir 79. Dnde haban, pues, tomado estas ideas, tan opuestas al orgullo filosfico, Scrates y su intrprete Platn? Nadie duda, dice el sabio Brucker, que se conservase en el seno de la antigedad, en todos los pueblos extraos a la civilizacin griega, la doctrina tradicional de un Mediador entre Dios y los hombres, que participara a un tiempo mismo de la naturaleza divina y de la naturaleza humana. Puede, pues, conjeturarse, con mucha verosimilitud, que se inspire el genio de Scrates y el de Platn en esta fuente 80.

    A medida que precipitan los tiempos su marcha, se traducen las esperanzas del mundo con acentos ms enrgicos. Algunos meses antes del nacimiento de Augusto, dice Suetonio, se divulg un rumor en Roma, acreditado por los orculos. Anuncibase por todas partes, interpretando un prodigio reciente, que dara a luz la naturaleza un rey para el pueblo romano. Atemorizado el Senado, tom una medida violenta, dando un decreto que prohiba criar los nios que nacieran en este ao. Este rasgo histrico lo trae Julio Marcelo 81. Augusto naci el ao 63 antes de Jesucristo, subiendo treinta aos despus, con el ttulo de emperador, al trono del mundo. Deba, pues, haberse satisfecho [XXVII] la expectacin universal; y no obstante nos dicen Tcito y Suetonio que continu el mundo esperando un soberano que haba de venir de Oriente. Hallbase convencida la multitud, de que, segn antiguas tradiciones sacerdotales, dice Tcito, deba el oriente recobrar en esta poca la supremaca, y que llegaran a ser seores del mundo, hombres

    78 [consideran corregido de la fe de erratas del original (N. del E.)] 79 Plat. Alcibiades II, Oper. omn., tom. V, pg. 100-102. 80 Brucker, Hist. crit. philasoph., par. II, part. I, lib. II, sec. IV, tom. II, pg. 434. 81 Auctor est Julius Marathus, ante paucos quam nasceretur (Augustus) menses, prodigium

    Romae factum publice, quo denuntiabatur regem populi Romani naturam parturire, senatum exterritum censuisse ne quis illo anno genilus educaretur (Sueton, August., n. 94).

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    provenientes de Judea 82. Todo el Oriente, dice Suetonio, tena fijos los ojos en una antigua y constante tradicin, segn la cual prometan los destinos el cetro del universo a hombres que saldran en aquel tiempo de Judea 83. Coincidencia singular! Mientras vean los judos trascurrir los ltimos aos del periodo setenta veces semanal de Daniel, anunciaban los sacerdotes etruscos la proximidad del Gran Ao, de la era dcima, era fatdica en que reinara, al fin, en el mundo la felicidad universal 84. Algunos meses antes del rompimiento de Mario y de Sila que deba ser tan fatal para los romanos, dice Plutarco, reson el aire puro y sereno sbitamente con sonidos lgubres y doloridos que descendan del cielo. Apoderose la consternacin de todos los corazones. Reunironse los sacerdotes etruscos en el templo de Belona, y consultados oficialmente por el Senado sobre la significacin del fenmeno, respondieron: La trompeta celestial anuncia una era nueva que cambiar la faz del universo 85. Todos saben de memoria los bellos versos de Virgilio. Ha llegado, dice el poeta, la ltima edad de los orculos de Cumas. Renuvase ntegramente el gran periodo de los siglos. Ya aparece la Virgen 86 y vuelve a traer las felicidades del reinado de Saturno. Descender de las alturas de los cielos una nueva raza, y nacer un nio que cerrar el siglo de hierro y restablecer la edad de oro. Tu consulado, ilustre Polin, tendr la gloria de dar fecha al venturoso advenimiento de los grandes meses que van a sucederse. Borrranse todas las antiguas manchas de nuestros crmenes, y quedar libre la tierra del temor secular que la oprima 87. Este nio recibir la vida de los dioses, y reinar en el universo pacificado, con la fuerza y la virtud paternas. A tus pies, divino Nio, brotar la tierra espontneamente, sus primeras ofrendas; los tapices de hiedra con sus flores pendientes, las colocasias mezcladas al gracioso acanto. La cabra de las montaas traer [XXVIII] para ti sus ubres henchidas de leche; el len cesar de ser el terror de los ganados; espirar el lagarto junto a tu cama cubierta de flores; secarnse las plantas venenosas, remplazndolas los rboles perfumados de la Asiria 88. Tal es el siglo, cuyo hilo se apresuran a plegar en sus ligeros husos las Parcas, dciles a la suprema voluntad de los destinos. Hijo amadsimo de los dioses, augusto vstago de Jove, date prisa, te esperamos para honrarte. Mira al mundo que vacila en su inmensa rbita, y los continentes, y los

    82 Pluribus persuasio fuerat, antiquis sacerdotum litteris contineri, eo ipso tempore fore, ut

    valesceret Oriens, profectique Judaea rerum potirentur (Tcit., Histor, lib. V, n. 13) 83 Percreburat Oriente toto vetus et consians opinio, esse in falis, ut eo tempore Judaea profecti

    rerum potirentur (Sueton., Vespasian., n. 4). 84 Vase Brucker, tomo I, pg. 334; Micali, L'Italia avanti il dominio de Romani, tomo II, pg. 212,

    edit. de Silvestri; Creuzer, Religiones de la antigedad, tom. II, lib. V, captulo II; Niebuhr, Historia romana, tom. I, etctera, etc.

    85 Plutarc., Sylla, n. 10. 86 Ecce Virgo concipiet et pariet filium (Isa., captulo VII, 14). 87 Dimissa est iniquitas illius (Isa., cap. XL, 2) 88 Laetabitur deserta et invia, et exultabit solitudo et florebit quasi lilium: germinans germinabit, et

    exultabit laetabunda et laetans (Isa., cap. XXXV, 1, 2). Parbulus enim natus est nobis el filius datus est nobis. Princeps pacis, multiplicabitur ejus imperium, et pacis non erit finis (Isa., cap. IX, 6, 7). Habitabit lupus cum agno, et pardus cum haedo accubabit, et puer parvulus minabit cos (Isai., cap. XI, 6). Lupus et agnus pascentur simul, leo et bos comedent paleas: et serpenti pulvis panis ejus; non nocebunt, neque occident in omni monte sancto meo (Isa., cap. LXV, 25). Pro saliunca ascendet abies, et pro urtica crescet myrtus (Isa., captulo LV, 13).

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    mares, y las profundidades de los cielos. Todo se agita y se estremece a la gozosa expectativa del siglo que va a venir. Oh! ojal se prolongue mi vida hasta este da afortunado, y quede en mis labios un postrer aliento para cantar tus hazaas! Aparece, pues, Nio, y principia a reconocer el semblante de tu madre en su sonrisa 89!

    Ha causado admiracin or a la Iglesia de Jesucristo, hace algunos siglos, proclamar en su lenguaje litrgico la correlacin de los orculos paganos con las esperanzas y los terrores de Israel. No hay un protestante, en las ciudades de Alemania, de Inglaterra o de Suiza, que no se ra de lstima al considerar bajo las bvedas de las catedrales gticas, trasformadas actualmente en plpitos calvinistas o luteranos, la imagen de la Sibila esculpida al lado de las estatuas de los cuatro grandes Profetas, en los sitiales de los antiguos cannigos. Con una inspiracin anloga se verific en Francia, bajo este punto de vista, la reaccin litrgica del siglo XVII. Sentase rubor en cantar con la Iglesia romana el famoso versculo: Teste David cum Sibila. Cmo no se ha visto la magnificencia de la demostracin catlica en esta alianza del mundo entero en la fe en Jess, Salvador y Juez? Sobre sus trpodes, en el fondo de sus cavernas, bajo las encinas de Dodona, sobre la piedra del dolman o de los menhires 90 en los bosques de las Galias, en las dilatadas llanuras del Oriente, por todas partes donde agita siquiera un soplo religioso pechos humanos, brilla y se desborda en el mundo antiguo la misma fe en el Redentor, que ha de venir a ensear y juzgar a los mortales. Perpetase el eco de la promesa del Edn, bajo la bveda sonora de las edades, y se rehsa a la Iglesia catlica el derecho de recoger [XXIX] una de las pruebas ms patentes de su divino origen! Se deca: Las Sibilas son una invencin monacal, que apareci en las tinieblas de la edad media! Pero era acaso monje Virgilio? l es, pues, quien deca en el ao 43 antes de Jesucristo!

    Ultima Cummaei venit jam carminis aetas.

    Viva Cicern en la edad media? Pues he aqu lo que escriba: Interroguemos los versos que la Sibila arroja a los vientos, en su inspiracin divina sobre hojas esparcidas. No ha mucho se divulg en Roma el rumor de que iba un intrprete de los libros sibilinos a desarrollar, en presencia del Senado, la doctrina que en ellos haba ledo. Segn l, debamos para salvarnos, consentir en llamar Rey al Seor que iba a venir a reinar sobre nosotros. Si se halla efectivamente esta palabra en los libros sibilinos cul es el hombre a quien designa? en qu tiempo debe nacer? Ah! Obremos todos de acuerdo, augures y arspices, para hallar en estos libros algo ms que un rey! Porque ni los dioses ni los hombres dejarn que suba jams un rey al Capitolio 91. Y no domina en el Capitolio, a pesar de los dioses y de los hombres, la cruz, cetro del rey inmortal? No hay duda que se rebelaban contra el orculo sibilino las simpatas republicanas de Cicern. El orador

    89 Virg, Eglog. IV. 90 Piedras elevadas en forma de columnas que servan para el culto religioso de los antiguos

    Galos.-(N. del T.) 91 Sibyllae versus observamus quos illa furens fudisse dicitur. Quorum interpres nuper falsa

    quadam hominum fama dicturus in senatu putabatur, eum quem revera regem habebamus, appellandum quoque esse regem, si salvi esse vellemus. Hoc si est in libris, in quem hominem et in quod tempus est?... Cum antistitibus agamus ut quidvis potius ex illis libris, quam regem proferant, quem Romae posthac neque dii neque homines patientur (Cicer., De Divinatione, libro II).

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    filsofo arroja una negacin enftica a la prediccin de la Sibila, y slo consigue consignar mejor para lo futuro, su propio error y la veracidad de la profetisa. Finalmente, para justificar desde ahora, sin tener que insistir en ello, la mencin simultnea de David y de la Sibila, en el canto litrgico, en que traza la Iglesia romana en la tumba de sus hijos, la catstrofe final que reducir a polvo el mundo, nos basta reproducir aqu otro texto de Cicern: Futura praesentiunt, ut deflagrationem futuram aliquando coeli atque terrarum. Este texto es seguramente, si se reflexiona, la confirmacin del texto litrgico:

    Solvet saeclum in favilla, Teste David cum Sibylla.

    La existencia de las Sibilas ha sido demostrada recientemente por un miembro del Instituto, que ha consagrado a este fin dos volmenes, cuya erudicin, sabia crtica e imparcialidad, le han conquistado los [XXX] aplausos del mundo sabio 92. El autor de esta obra, Mr. Alexandre, ha dado el golpe de gracia a la limitada y mezquina filosofa del ltimo siglo, que crea resolver las cuestiones ms graves con una carcajada. Remitimos a esta obra magistral a nuestros lectores que deseen hacer un estudio ms profundo de la cuestin. Por nuestra parte, antes que nos hubiera dado esta confirmacin tan irrecusable la ms autorizada crtica, pensbamos que bastaban los testimonios de la antigedad pagana para cortar la dificultad. Pues qu! decamos, atestigua Cicern que la Sibila anunciaba el advenimiento de un rey, cuya soberana deban reconocer los romanos, si queran salvarse, Si salvi esse vellemus. Se exalta el orador republicano al solo pensamiento de un monarca, que volviera a levantar en el Capitolio el cetro hecho trozos de Tarquino el Soberbio. Pregunta: Dnde est ese rey? Quin le ha visto? para qu siglos se halla reservado? Requiere a los dioses y a los hombres que no toleren jams semejante usurpacin, y habamos de cerrar nosotros los ojos a la luz, habiendo sido testigos de la vanidad de las recriminaciones del orador romano, y del cumplimiento, al pie de la letra, de las predicciones sibilinas, y no habamos de ver la correlacin de las tradiciones paganas con las profecas mesinicas en la persona de Jesucristo! Nombra Virgilio a la Sibila de Cumas, y comenta sus orculos en versos inmortales, y no se ha de tener esto en cuenta!

    Entre los orculos sibilinos, cuyo texto ha llegado hasta nosotros, hay algunos que son posteriores a la era cristiana. As deba ser, puesto que no sucumbi definitivamente el paganismo hasta tres siglos despus del nacimiento de Jesucristo. Pero qu nos importa la mayor o menor autenticidad de estos textos conservados actualmente? En la poca de Virgilio y de Cicern no exista an el Cristianismo: Virgilio y Cicern no son sospechosos de monarquismo: en su tiempo anunciaba la Sibila el nacimiento de un Dios en forma humana; el advenimiento de un rey que salvara al mundo, y finalmente, la catstrofe final que cerrara el tiempo con una conflagracin universal. Pues bien, en la poca de Virgilio y de Cicern hablaba la Sibila como Isaas y David. Tenemos, pues, el derecho de consignar con la Iglesia catlica, este movimiento unnime de la humanidad que corre precipitadamente al encuentro del Redentor.

    No fue tan solo el santo anciano Simen quien fue divinamente avisado en los prticos del nuevo Templo de Jerusaln, que consolara su vejez la venida del

    92 , Oracula sibyllina, curante C. Alexandro, 2 vol. en 4., FerDi idot. Pars, 1856.

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    Mesas esperado 93. No es solamente la profetisa Ana 94 [XXXI] la que participa de esta esperanza embriagadora. No son tan slo los Judos los que computaron los tiempos y los que vieron nacer la aurora divina. Mientras intentan los cortesanos de Herodes aplicar a su seor el beneficio de esta expectacin general, y decoran al rey idumeo con el ttulo de Mesas 95, los aduladores de Augusto aplican igualmente al Csar de Roma las predicciones de los orculos sibilinos. La expectacin es general. El mundo parece suspender su marcha: interrgase a todos los puntos del cielo: se escucha; se espera! Hanse cumplido los tiempos: su plenitud se ha consumado. El recogimiento de la humanidad en esta hora solemne se reviste de un carcter misterioso. Hubo entonces un silencio que record el del universo creado, cuando esperaba de la mano de Dios un seor futuro, en la poca en que meditaba la Santsima Trinidad la formacin del hombre. Cunta sangre, cuntos crmenes ignominiosos cayeron sobre esta raza humana desde el momento en que sali radiante y pura de la creacin primitiva! Todava ser ms maravil losa la obra de la creacin. El da cuyos esplendores van a ostentarse a nuestras miradas, es el que ha de iluminar el triunfo de una hija de Eva sobre la antigua serpiente; el que ha de realizar las bendiciones con que deba dotar un hijo de Abraham a todas las tribus de la tierra. El sacerdote, segn el orden de Melquisedech; el Isaac del monte Moria; el Enviado de las colinas eternas, predicho por Jacob; el Profeta suscitado por Dios, como Moiss; el Conquistador, hijo de David; pacfico como Salomn; cuyo imperio significa la paz; cuyo nombre es Dios con nosotros; cuya madre debe ser una virgen; cuya patria es Beln; cuyos enviados deben recorrer el mundo, pasando hasta a las islas remotas para anunciar el reino de los cielos: el Mesas, en fin, va a aparecer. Ya su estrella, anunciada por Balaam, ha sido distinguida por los Magos del Oriente. Venid, Hijo de los patriarcas, Heredero de los reyes de Jud, Esperanza de los justos, verdadero Cordero de los sacrificios, Arca de alianza inmortal; realizad todas las figuras; cumplid todas las promesas; consumad el mundo en la unidad! El Antiguo Testamento, con su squito de esperanzas seculares rodea vuestra cuna. La humanidad encorvada bajo el yugo del error, sentada en la sombra de cuatro mil aos, espera vuestra luz, Estremcese como el ciervo sediento que suspira por las aguas de las fuentes y ansa sumergirse en los manantiales de aguas vivas, abiertos por el Salvador y que saltan hasta la vida eterna. [33]

    93 Non visurum se mortem nisi prius videret Christum Domini (Luc., cap. II, 26). 94 Id., ibid. 38 95 Tertuliano y San Gernimo nos dicen esta singular particularidad: Herodianos qui Christum

    Herodem esse dixerunt (Tertull., De Proescrip., cap.XLV; Patrol. lat., tom. II, col. 61). Herodiani Herodem regem suscepere pro Christo (Hieron. Dilog. adversus Luciferianus, n. 23; Patrol. lat., tom. XXIII, col. 178.

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    Captulo primero El evangelio y el racionalismo moderno

    Sumario

    I. LA BUENA NUEVA.

    1. In principio erat Verbum.- 2. Divinidad de la doctrina del Verbo hecho carne.- 3. La Buena Nueva.- 4. El In principio del racionalismo.- 5. Una pgina de Platn.- 6. Superioridad del Evangelio.- 7. La revelacin evanglica es un acto, al mismo tiempo que una doctrina.- 8. Una palabra de San Atanasio.- 9. Milagros permanentes del Evangelio.- 10. Milagro de la conversin del mundo pagano.- 11. Milagro de la conversin social por el Evangelio.-12. Milagro de la conversin individual por el Evangelio.- 13. Jesucristo siempre vivo.- 14. El Evangelio siempre viviente.

    II. EL EVANGELIO DEL RACIONALISMO.

    15. La revelacin evanglica y el libre albedro de la conciencia humana.- 16. El Evangelio, segn el racionalismo. Primeros aos de la vida de Jesucristo.- 17. El Jess de los racionalistas en Galilea.- 18. El Jess de los racionalistas en Jerusaln. Invencin pstuma de la Eucarista.- 19. ltimo ao del Jess de los racionalistas. Demencia caracterizada.- 20. Seudo-resurreccin de Lzaro. Muerte del Jess de los racionalistas. Su no resurreccin.- 21. El Jess de los racionalistas no es ni Dios, ni hombre, ni an un hroe de novela aceptable.- 22. El Jess del racionalismo adorado por su autor.- 23. Base histrica y filosfica del sistema racionalista.- 24. San Papas.- 25. Los Logias de San Mateo.- 26. Texto ntegro de San Papas.- 27. Sentido real de la palabra Logia.

    III. JESUCRISTO.

    28. Pobreza del programa racionalista.- 29. El nombre de Jesucristo. El Cristo en el mundo antiguo.- 30. El Cristo en el Antiguo Testamento.- 31. El Cristo en las profecas.- 32. Imposibilidad de una usurpacin del papel mesinico.- 33. Jess, Salvador en el da.-34. Jess, Salvador en la historia moderna.- 35. Jess, Salvador ante el Cristianismo. Lo que habra que destruir, antes de tocar a la divinidad de Jesucristo.

    I. La Buena Nueva 1. En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios.

    l estaba en el principio con Dios. Todas las cosas fueron hechas por l, y nada de lo que ha sido hecho se hizo sin l. En l estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la [34] luz luce en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron. Hubo un hombre enviado por Dios que se llamaba Juan. Este vino como testigo

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    para dar testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por l. No era l la luz, pero vino para dar testimonio de la luz. El Verbo era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. Estaba en el mundo y el mundo fue hecho por l, y el mundo no le conoci. Vino a lo que era suyo, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, dio el poder de ser hijos de Dios, a aquellos que creen en su nombre. Que no nacieron de la sangre ni de la voluntad de la carne ni de la voluntad del hombre, sino de Dios. Y el Verbo 96 se hizo carne y habit entre nosotros, (y vimos su gloria, gloria como de Unignito del Padre), lleno de gracia y de verdad. Ninguno vio jams a Dios. El Unignito que est en el seno del Padre, ste es quien le dio a conocer 97.

    2. Las profundidades de la Divina Trinidad, se haban entreabierto por vez primera en el nacimiento de los tiempos; a la hora en que Dios, fecundidad sin lmites, dio su principio a los seres creados. Moiss haba reanudado el primer anillo de la genealoga de los mundos, al Criador omnipotente, infinito, eterno, existiendo antes de todo principio y de quien recibi la vida todo lo que debi comenzar por ser. Por segunda vez resplandecen a nuestros ojos los esplendores de la Divinidad. Por sobre todas las cumbres terrestres, dice San Agustn, ms alto que las regiones del ter y que las alturas siderales, por encima de los coros anglicos se elev el guila, el Hijo del trueno! Medid todas las alturas que ha superado su vuelo, desde el punto de donde vino, para llegar all. Este es el seno mismo de la Divinidad en el cual nos ha introducido. En el principio era el Verbo, el Verbo estaba en Dios y el Verbo era Dios. Era, no un elemento confuso, un germen que ha de desarrollarse por medio de una incubacin laboriosa; era el Verbo, la Palabra interior, como dice Bossuet, el Pensamiento, la Razn, la Inteligencia, la Sabidura, el Discurso interior, Discurso sin discurrir, donde no se deduce una cosa de otra por medio del raciocinio, sino la Palabra sustancial que es la Verdad, el Discurso eficaz que es Creador, la Razn permanente que es la fuente de toda vida, porque el Verbo era Dios. No estaba separada de Dios [35] su existencia, porque l estaba en Dios; no se hallaba confundida y sin distincin en la esencia divina, porque l estaba con Dios. Palabra eterna, en el seno del Padre, el Verbo, ha producido en el tiempo los seres criados. Todo ha sido hecho por l. l ha cooperado directamente al conjunto y a cada pormenor de la creacin; nada de lo que ha sido hecho se hizo sin l. Pero el mismo jams ha sido hecho, puesto que era antes de todo principio; era Dios, en Dios, con Dios. Ser y hacer todo lo que ha sido hecho, he aqu la naturaleza y el poder del Verbo, Ser hecho, tal es la condicin de todo cuanto existe por el Verbo. As el Verbo era la Vida; no ya esta vida contingente, que est en nosotros y que no procede de nosotros, vida caduca, limitada, llena de oscuridad y de desalientos, sino la vida en la plenitud, en su misma sustancia, en su indestructible integridad, en su esencia radiante. Se llama vida, dice Bossuet, ver, gustar, sentir, ir ac y all, segn su inclinacin. Cun animal y muda es esta vida! Llmase vida, or, conocer, conocerse a s mismo, conocer a Dios, amarle, querer ser feliz en l, serlo por su goce. Esta es la verdadera vida. Mas cul es su fuente si no es el Verbo? En l estaba la vida, la vida era la luz de los hombres.- Y la luz brill en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron. Hemos medido el espesor de estas tinieblas palpables que cubran el mundo desde el da en que rompiendo con la vida que est en el Verbo, se sent la humanidad en la sombra

    96 [verbo corregido de la fe de erratas del original (N. del E.)] 97 San Joan I, 1, 14, 18.

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    de la muerte. Desde entonces hubo, entre el Verbo y su criatura, un abismo de separacin, abismo ms profundo, ms tenebroso, ms insuperable que el antiguo caos. Ya no penetraba la luz en estas bvedas sombras; el hombre no comprenda ya nada. Era preciso que descendiera el sol de los esplendores eternos hasta el fondo de las regiones oscuras y desoladas. Pero su aurora tuvo un rayo precursor. El mensajero que deba preparar los caminos al Verbo, esperado por Israel y por la humanidad entera fue un hombre enviado por Dios; su nombre era Juan. No era l la luz pero era testigo de ella. Entonces, el Verbo se hizo carne y habit entre nosotros. Se hizo carne el Verbo, Hijo unignito del Padre, Dios eterno, Dios creador, Dios infinit