Historia de Los Clicos

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Los Clicos, empieza la historia…. En una tierra lejana pero conocida, de playas paradisíacas y gente bellísima, en una tierra de piedra y lava está la vida. Entre la roca y el mar se encuentra un lago que no es ni azul ni transparente sino verde, pero no el típico verde oscuro algo ambiguo sino un verde brillante, chillón, vivo. Dicen los entendidos que el color se debe a las algas que en él habitan. Habrá que creérselo. Pero mucho más interesante que los vegetales que puedan haber son los cangrejitos que también habitan en el lago verde. Se trata de un grupo de crustáceos rojos que se dedican a lo suyo: cazan, cantan, comen, juegan, duermen… lo típico y poco más, todas estas actividades siempre dentro de su queridísimo lago verde. Así pues, nuestros cangrejos llevaban una vida tranquila y apacible en su lago, que una mañana estaba como siempre, sin cambios, hasta que uno ocurrió: 1

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Fábula sobre Los Clicos, creadores del blog "Los Clicos"

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Los Clicos, empieza la historia….

En una tierra lejana pero conocida, de playas paradisíacas y gente bellísima, en una tierra de piedra y lava está la vida.

Entre la roca y el mar se encuentra un lago que no es ni azul ni transparente sino verde, pero no el típico verde oscuro algo ambiguo sino un verde brillante, chillón, vivo.

Dicen los entendidos que el color se debe a las algas que en él habitan.Habrá que creérselo.

Pero mucho más interesante que los vegetales que puedan haber son los cangrejitos que también habitan en el lago verde. Se trata de un grupo de crustáceos rojos que se dedican a lo suyo: cazan, cantan, comen, juegan, duermen… lo típico y poco más, todas estas actividades siempre dentro de su queridísimo lago verde.

Así pues, nuestros cangrejos llevaban una vida tranquila y apacible en su lago, que una mañana estaba como siempre, sin cambios, hasta que uno ocurrió:

Sucedió por la mañana, cuando aún estaban algo dormidos, que todos sintieron como algo caía al agua desde fuera. Si hubieseis estado allí no os habríais ni percatado pero ellos lo notaron en seguida y, por supuesto, se estremecieron ante lo desconocido. Ninguno se movió, el lago se congeló en pleno verano, todo estaba quieto. De repente algo empezó a moverse. Se miraron entre ellos pero el sonido no procedía de nada conocido, y se estaba acercando.

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Poco a poco fueron capaces de distinguir una sombra a lo lejos. Se acercaba. Una silueta. Se acercaba. ¡Un cangrejo! Se acercaba. Un momento, ¡si es azul!. El cangrejo se les acercó y ellos retrocedieron, asustados. Pero entonces algo prodigioso sucedió:

- Buenos días - dijo el cangrejo azul.

Y nadie respondió, aunque eran bien capaces, pues son increíbles los efectos que puede causar un buen susto. Así se encontraban ellos, mudos de pura incredulidad hasta que el cangrejo azul tuvo la delicadeza de repetir su saludo:

- Buenos días - repitió. Y esta vez, como salidos de una ensoñación, los cangrejitos fueron capaces de responder.

- Buenos días - dijeron todos a coro algo inseguros.

El cangrejo azul se presentó y explicó que era un viajero, venido de tierras lejanas, y había venido a parar al lago sin saber muy bien cómo, pero se alegraba mucho de haber encontrado un grupo de cangrejos, hacía meses que sólo hablaba con las tortugas y ya se sabe que éstas no dan mucha conversación.

Aún un poco atolondrados, los cangrejos recordaron sus modales y le dieron la bienvenida, invitándole a explicar el relato de su viaje, pues al lago jamás había llegado ningún extranjero que se recordase.

Así se pasaron toda la tarde, escuchando el relato del cangrejo azul, la descripción de la tierra lejana de donde procedía, todos los sitios dónde había estado y lo que había hecho y cada nuevo escenario y personaje del relato desencadenaba una serie interminable de preguntas de los curiosos cangrejitos rojos.

Y se esfumó el día, casi sin darse cuenta, sumergidos como estaban en el relato del cangrejo azul, que resultó ser un narrador portentoso, llegó la hora de dormir. Como no podía ser de otra manera, los hospitalarios cangrejitos invitaron al recién llegado a quedarse con ellos, le ofrecieron comida y

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un sitio para dormir. Esa noche todos los cangrejos rojos soñaron con lugares fantásticos y aventuras.

A la mañana siguiente la vida reprendió su curso normal pero ahora con el cangrejo azul, quien se había añadido a sus actividades cotidianas. A lo largo del día los cangrejos rojos se le acercaban de uno en uno o en pequeños grupos para preguntarle cosas o simplemente para charlar con él. El entusiasmo y buenos ánimos eran palpables y al cangrejo azul se le ocurrió una idea y se la propuso: Se trataba de realizar una pequeña excursión al exterior del lago e intentar llegar al mar.

Hubo todo tipo de reacciones: mientras que unos estaban ya impacientes por partir, a otros les invadieron mil dudas. Al final decidieron que lo mejor era no separarse e intentar salir todos juntos. Para empezar hubo que salir del lago, que no fue muy complicado pero tampoco demasiado fácil o agradable.

Una vez hubieron salido todos, unos con más gracia que otros, hubo que aprender a andar por tierra firme y seca, por suerte tenían a alguien que les enseñara cómo hacerlo porque, aunque algunos demostraron tener un talento natural, otros eran realmente patosos y necesitaron tiempo y ayuda para lograrlo, pero todos lo consiguieron.

Al fin llegaron a la playa donde se detuvieron ante la inmensidad del mar. Jamás lo habían visto y se tomaron su tiempo para admirarlo y disfrutar de su belleza.

El cangrejo azul les dio algo de tiempo y luego se zambulló en el agua, invitándolos a hacer lo mismo.

Algunos se lanzaron sin pensárselo dos veces y otros vacilaron un poco pero todos entraron. Dentro descubrieron un mundo de infinitas posibilidades que jamás habían imaginado.

Y fue así como los cangrejos del lago de los clicos descubrieron el mar, su inmensidad, belleza y encanto.

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Y desde entonces los viajes fueron algo normal entre ellos que siempre recordarían al pequeño cangrejo azul que había desaparecido justo cuando se giraron para darle las gracias por haberles enseñado el mundo.

Laura HernándezBarcelona – Mayo 2009

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