"Historia de las Milicias de Medellín" Gilberto Medina Franco (1994 acabado) (2006 publicado)

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Ni una de cal ni otra de arena, tan sólo una mirada honesta al fenómeno de la Milicias a principios de los 90. Un testimonio de gran valor.

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UNA HISTORIA

DE LAS MILICIAS DE MEDELLÍN

Gilberto Medina Franco

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PRIMERA EDICIÓN

ISBN: 958-97830-0-7

INSTITUTO POPULAR DE CAPACITACIÓN -IPC(DE LA CORPORACIÓN DE PROMOCIÓN POPULAR)CARRERA 45 D N° 60-16PBX: (574) 284 90 35 / FAX: (574) 254 37 44A.A. 9690 - CORREO ELECTRÓNICO: [email protected]ÁGINA WEB: www.ipc.org.coMEDELLÍN - COLOMBIA, MAYO DE 2006

ILUSTRACIÓN CARÁTULA:ISABEL CRISTINA CASTAÑO P.

DISEÑO, DIAGRAMACIÓN, IMPRESIÓN Y CARÁTULA:L. VIECO E HIJAS LTDA.PBX: (574) 255 9610CORREO ELECTRÓNICO: [email protected]

NOTA: CUALQUIERA DE LOS CONCEPTOS AQUÍ RECOGIDOS PUEDE SER RETOMADO O TRANSCRITO,CITANDO EL AUTOR Y LA INSTITUCIÓN EDITORA RESPECTIVA.LAS OPINIONES Y CONCEPTOS EXPRESADOS SON ESTRICTAMENTE RESPONSABILIDAD DE LOS

AUTORES O LAS AUTORAS SIN COMPROMETER LA VISIÓN Y FILOSOFÍA GENERAL DEL IPC.

322.42 M491 Medina Franco, Gilberto Una historia de las milicias de Medellín / Gilberto Medina Franco Medellín : Instituto Popular de Capacitación, IPC., 2006. p. 188 Nota: Gilberto Medina Franco también conocido con el seudónimo literario de Paolo Costello ISBN: 97830-0-7 1. MILICIAS POPULARES - HISTORIA. 3. CONFLICTO URBANO. 4. BANDAS. 5. MEDELLÍN (ANTIOQUIA) I. Tít.

ISBN: 958-97830-0-7

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CONTENIDO

Prólogo

Un homenaje póstumo .......................................................................... 7

Capítulo IMilicias populares: La leyenda .................................................................. 11

Capítulo IIModelo guerrillero distorsionado ............................................................ 43

Capítulo IIIBasuca street: las milicias y el manejo de la droga ............................ 55

Capítulo IVUn loco llamado Lucho ................................................................................ 65

Capítulo VLas milicias se resquebrajan ...................................................................... 83

Capítulo VIMovim iento cívico ....................................................................................... 115

Capítulo VIIMoravia .................................................................................................... 131

Capítulo VIIIAranjuez .................................................................................................... 151

Epílogo .................................................................................................... 185

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PRÓLOGO

UN HOMENAJE PÓSTUMO

Este libro bien podría llamarse la historia sin fin. Durante años vimosa Paolo* escribir con paciencia cientos y miles de versiones a mano,con su diminuta caligrafía. Páginas que aumentaban al calor de losep isodios que se sucedían uno tras otro con vertiginoso ritmo. Alterminarlo, la historia aún estaba inconclusa, como lo sigue estandoahora. Seguro a Paolo no le hubiese sorprendido ver los barrios deMed e l l ín b a jo e l contro l d e los grupos p ara m i l itares. De a lgunamanera en las páginas que siguen se intuye que la espiral de violenciaes imparable, porque no es coyuntural. Sólo cambia de protagonistas,de banderas, de insignias, pero es la misma violencia que ha enterradoya a dos generaciones de jóvenes en la ciudad. Paolo quiso, desde suexperiencia como activista y como investigador, hacer este relatosobre e l nacim iento de las m ilicias en Mede llín , su génesis y sua margo d esen lace . Una h istoria q ue se siente en estas p á g inasimpregnada de mucho desencanto.

Sin duda, este libro fue para Paolo el exorcismo de toda su decepcióncon los grupos armados, especialmente con los que se empeñaron,ilusamente, en un proyecto insurreccional en los barrios más pobres

* Gilberto Medina Franco también conocido con el seudónimo literario de Paolo Costello

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de Medellín, en nombre del cua l aportaron una cuota enorme deviolencia, autoritarismo y lumpenización.

El texto siempre fue pensado como un libro, pero nunca alcanzó unacontinuidad y estructura que perm ita leerlo linea lmente. Por esoh emos crea d o ca p ítu los, ta l como Pa o lo los concib ió , un ta n tofragmentados. En estas páginas encontramos decenas de historiasinéditas, con una investigación detallada sobre la historia recientede los barrios de Medellín, en un peculiar lenguaje usado por Paolo.

Para facilitar la lectura a quienes no tienen antecedentes en estete m a , cre a mos una serie d e notas exp l ica t ivas q u e a m p l ía n e lcontexto o actualizan la información, pues el texto quedó tal y comoPaolo lo dejó en el año 1994, cuando se iniciaba la reinserción dedos de las más importantes organizaciones milicianas de la ciudad:las Milicias Populares del Valle de Aburrá, cuya principal influenciaestaba en el barrio Moravia y que se vincularon a la negociación dela Corriente de Renovación Socialista en 1994; y las Milicias Popularesdel Pueblo y para el Pueblo, quienes también firmaron un pacto depaz ese mismo año. Lo que siguió en los años posteriores ha estadop la g a d o d e in fa m ia . Un as m i l icias ca d a vez m ás t ira n as co n lap o b lac ió n si g u i ero n d o m i n a n d o a m p l ias zo n as m arg i n a l es d eMede llín.

Las autoridades y la élite, indolentes, cómplices y segregacionistas,han alimentado con su indiferencia la ley del más fuerte que reinaen estos barrios. Como era de esperarse, y para continuar la historiade grupos ilegales que asesinan y sustituyen a otros, los paramilitaresson los nuevos reyes de muchas de estas comunas, con más armas,más violencia, más autoritarismo. Y el Estado, apenas un visitante depaso por unas comunidades dónde el peor déficit que existe es elde credibilidad en las instituciones.

La mayoría de los principa les protagonistas de esta historia estánmuertos. Incluso Paolo Costello. En enero de 2002, un cáncer, contrael que batalló por años, le ganó la partida. No murió solo, porque los

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amigos y amigas de siempre crearon una cofrad ía a su a lrededor,aún en los tiempos aciagos de la quimioterapia, la que él, con humor,llamaba “quimiotertulia”. Murió, eso sí, en el exilio. Perseguido por laf ur i a v e n g a t i v a d e C a r l os C a s t a ñ o ; P a o l o a b a n d o n ó e l p a ísprácticamente obligado por sus amigos, que tanto lo amamos. El díaque recibimos la noticia de su muerte pocos se sorprendieron, puesd ura n t e l a s ú l t i m a s s e m a n a s q u i e n e s co n v e rs a m os co n é l ,escuchamos palabras de despedida. En el frio perpetuo de Winnipeg,term inaron los d ías de Paolo. Y a pesar de la me lancolía que nosproduce su ausencia, una recóndita satisfacción nos asiste: su muertefue un avatar de la vida; inevitable, inexplicable, pero al fin, un hechonatural, como debe ser. Logramos, sus amigos y él mismo, arrebatarlesu vida, por unos meses siquiera, a esa fiera devoradora de la guerra.Y en este país eso es un triunfo. Por eso, donde quiera que estés hoyPaolo, sos un triunfador, un ganador. Te saliste con la tuya. Regresastea l origen, a la nada . Y aqu í está por fin, tu libro pub licado, comotestimonio de tu paso por este mundo y de lo honrados que nossentimos de haber sido tus amigos y amigas.

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CAPÍTULO IMILICIAS POPULARES:

LA LEYENDA

N o só lo e n tre co m p a dres y co m a dres sin o e n tre p erio d ist as yescritores, las frías y aburridas pesquisas sobre nuestra historia hansido derrotadas por la infinita capacidad de nuestros paisanos paraurd ir h ist or i as q u e t erm i n a n p erd i é n d ose e n tre los esp esos yembrujados bosques de fábulas y leyendas. Un buen ejemp lo deesta capacidad son las historias que se han tejido sobre las miliciasd e M e d e l l í n . Y es q u e lo escurr i d izo d e l te m a f a vorece d ich asdivagaciones y le abre paso a la imaginación.

Uno de los primeros en aventurar una explicación sobre el tema fueel Coronel Bahamón, Comandante de la Cuarta Brigada, quien en sulibro Mi Guerra en Mede llín, describe así e l origen de las m iliciaspopulares:

. . .El primer semestre de 1991 se caracterizó por e l accion arviolento de las milicias populares, en la madrugada del 15 demarzo, una patrulla de la Policía Militar a llanó una residencia delbarrio Graniza l Alto, de la comuna nororienta l. Las tropas fueronrecibidas con fuego y obviamente los soldados dispararon. Unode los proyectiles a lcanzó una niña de dos años cercenándoletres dedos del pie derecho. Resultó que el padre de la niña quienhabía respondido a l fuego era Luis Pérez, a lias el Enano”, uno delos amnistiados del E.P.L. (...). Con los datos que se tenían más lainformación que dio el Enano, se comprobó lo que desde hacemeses se buscaba; la evidencia de que los guerrilleros del E.P.L.

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a mn ist i a dos en e l ca mp a m en to de L a bores , se est a b a ninst a l a ndo gra du a lmen t e en l as comun as de Mede l l ín y sededicaban a otros actos delictivos.

En 1993 re p ort a j es d e d iversos p erió d icos d e l p a ís p u b l icaro nversiones que iban desde afirmar que las m ilicias eran un nuevofrente que había abierto Pablo Escobar, luego de su huída de la cárcelde la Catedral, hasta decir que eran el coletazo final de una guerrillabandolerizada:

. . .C i ertos sectores de l a s nuev a s m i l ic i a s soport a b a n susact ividades, ba jo los fundamentos de l a luch a de cl ases (...)ataques de izquierda a obras y proyectos del gobierno, entoncesse dan cosas muy distintas a las que un principio; hay que robarpero a los ricos, usted puede ser un sicario, un asa ltante perofuera del barrio, el Estado es el enemigo y hay que darle duro. Asíun pillo puede ser miliciano en el barrio y en otra parte de laciudad un delincuente y se arma el desorden, porque milicianospasan a ser muchos que antes no lo eran.1

Existe también la versión parroquial según la cual las milicias fueronsilvestres, nacieron en las calles y caminos del barrio popular, sin elabono orgánico de la guerrilla. Esta versión rosa, la más ingenua detodas, fue desplegada ampliamente en el libro Somos Historia:

...El padre de acá tiene el don del exorcismo y le pidió permisopara echar a l demonio, a l Santo Papa y a todo el clero. Uno nopodía sa lir, esto era horrible, los niños con ataque de histeria ,recibiendo changonazos y con ba lines en todas partes, entoncesel padre dijo ¡vamos a hacer el exorcismo, para echar a l demoniode aquí, enterrando tantos muertos no se puede¡ (...) hicimos 40d í as de exorcismo y como a los 8 d í as ocurrió e l m i l a gro yaparecieron las milicias.

1 El Colombiano. Informe especial. Palabra de ex miliciano, Medellin, agosto de 1993.

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La rea lidad sobre el surg imiento de las milicias tiene un poco detodas las anteriores. El nacimiento de las milicias no es accidental, ysu crecim iento, se afianzó en una larga trad ición de autodefensapropia de algunas zonas de la comuna nororiental.

Algunos barrios una vez asentados en la década del 50, debíandefender el territorio de nuevos invasores o agentes externos a lbarrio. Fue el caso de los habitantes libera les del barrio SantaCruz , a n t es Moscú , qu i en es soport a ron e l a sed io de losconservadores que constantemente atacaban a piedra los busesdel sector. A esto hay que agregarle las consecuencias derivadasdel nombre “barrio Moscú” y las connotaciones incluso religiosas,asociadas a él, de ahí que se le cambiara el nombre por el deS a nt a Cruz . Luego de l a v io lenci a b ip art id ist a y h ast a muyentrada la década del 70 se reeditaría el mismo libreto, cuandoa lgunos pobladores, en asocio con la defensa civil, se entrenaronen los comandos de Policía . El grupo estaba formado por losciudada nos más reconocidos y honorab les y actuaba n conmucho s ig i lo . L a Jun t a y sus co l a bora dores se arm aron dem achete , g arrotes y h ast a arm as de fuego. Empez aron l asbatidas recogiendo a todo el que encontraban en las ca lles, selos llevaban, uno tras otro, prendidos de la correa o amarradoscon un lazo. Se cometieron injusticias con la pobre gente quemuch a s veces ven í a de l tr a b a jo . Como en tod a s l a sorganizaciones, participó gente poco honorable.2

A u n q u e a l p r i nc i p i o l a s m i l ic i a s n o a ct u a ro n a l e s t i l o d e l a sorganizaciones de izquierda, sí nacieron de su mismo tronco y sealimentaron con su savia. Del descalabro sufrido por la insurgencia apri nc i p ios d e l a d éca d a e l 80 , n ac i ero n l as m i l ic i as co m o u n aresp u est a a l a v i o l e nc i a b a n d o l er i l y p ara m i l i t ar v iv i d a e n l ascomunas populares. Esta generación, mucho más audaz y trajinada

2 William Márquez. Historia del barrio Santa Cruz. Medellin, 1986, citado en libro Rasgando velos.Universidad de Antioquia, 1993.

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en las lides de la guerra, propició el segundo resurgimiento del avefénix, esta vez blindada y artillada.

Los primeros en tocarse el corazón frente a la violencia de las bandasn o f u e ro n l a s e s truc t ura s ur b a n a s d e l a g u e rr i l l a si n o ,paradójicamente, combatientes del campo, que trajeron de paso suid e o lo g ía ca m p esin a y a u toritaria . Los act iv istas urb a n os d e laizquierda armada no tenían raíces en los sectores más atropelladospor esta violencia, pues en su mayor parte eran estudiantes de clasemedia. Por eso cuando llegaron las bandas a los barrios, batir enretirada no fue una salida decorosa pero sí saludable para salvar elpellejo. Por el contrario, muchas familias de los combatientes delcampo estaban en el corazón del fuego cruzado por la ferocidad delas bandas y no podían salir de allí por su situación de pobreza.

Según habitantes de la comuna nororiental, el primero en enfrentarlas bandas fue Federico, miembro de un frente guerrillero del ELN,quien en 1987 vino desde el Bajo Cauca para dar de baja a algunosreconocid os m iem bros d e b a n d as q ue ha b ía n a m e naza d o a suf a m i l i a . A l p arecer, Feder ico n o era t a n d i estro e n l a s l a b oresorganizativas como lo era en las militares y no tuvo la capacidadsuf iciente para convocar la pob lación de l sector a lrededor de ladefensa colectiva de la vida.

Al año siguiente, apareció Julio, quien tamb ién era guerrillero delELN, que supo aprovechar el problema de las bandas para promoverentre las familias del barrio una forma de autodefensa.

Julio se desplazó desde lejanas tierras y tra jo no sólo a lgunasarm as a utom á t icas, sino que t a mb ién vino arm a do con unmontón de ide as de cómo enfrent ar l as b a nd as, e l a boró l apropuest a de constru ir en Mede l l ín un proyecto a im agen ysemejanza de lo que eran las milicias obreras Gustavo Chacónde Barrancabermeja . Sin embargo, Julio se chocó con un granobstáculo: mientras en la violencia vivida en Barranca habíauna clara confrontación política entre guerrilla y organizaciones

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socia les de un lado, y fuerzas armadas y paramilitares en el otro,en Medellín lo que había era una mezcla enrarecida de elementospolíticos, pero también de violencia lumpesca.3

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Fue precisamente Julio quien d irigió las primeras acciones contral as b a n d as. U n o d e los f u n d a d ores d e est as pri m eras m i l ic i asrecuerda:

La primera acción se rea lizó en el año 87 y fue dirigida contra lab a nd a de L a Ca se t a , r a m i f ica c ión de los N a chos . Cu a trom iembros de est a b a nd a le ex ig í a n a los h a b i t a n t es de unpequeño sector de los barrios Popu l ar uno y dos un a cuot asemana l de $5.000 a cambio de mantener la virginidad de lasmujeres jóvenes y niñas del barrio. En esta acción se ejecutarondos de los muchachos y se les dio una oportunidad a otros dos,a cambio de rehacer su comportamiento. Lo anterior se hizo enun juicio improvisado, en media ca lle y de cara a la comunidad.Lo más anecdótico de esta primera acción es que ninguno de losmiembros del comando era del barrio y permanecimos toda lat a rde y p a rt e de l a noch e extr a v i a dos en ese l a ber in to deca llejones y de esca leras de caracol, sólo un bus que pasó poraccidente pudo sacarnos de a llí.

Sin embargo desde esta primera acción se establecieron las reglasd e l j u e g o d e l a s m i l ic i a s : e l a j us t ic i a m i e n t o co m o ca rt a d epresentación -ha b ía que entrar con energ ía-, la p ersuasión y e ldiálogo con la delincuencia como vía de pacificación, todo esto porsu p u esto b usca n d o la a pro b ación d e la com un id a d p ara d ichapropuesta.

3 Testimonio recogido del desaparecido líder miliciano Pablo García.

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Este primer grupo convoca do por Ju l io se escind e d e l ELN y seextiende a la comunidad y a otros grupos sociales. Como si fuera unimán se empiezan a congregar a su alrededor diversos grupos quehabían dejado al garete las organizaciones de izquierda. También seenro laron muchos jóvenes que ha b ían sido damn if ica dos por lav io le ncia d e las b a n d as, así co m o varios d e los n úcle os d e lasautodefensas. Un aporte importante a este nuevo proceso fue e lrealizado por algunos miembros del M-19 que participaron en losp r i m eros ca m p a m e n t os ur b a n os d e est a org a n i z a c i ó n y q u epusieron a su disposición bases de apoyo más firmes.

Las primeras acciones de las milicias populares se concentraron enlas b a n d as p l e b eyas, p ara m a n t e n er u n os m ín im os n iv e l es d econvivencia en la comun ida d. El lema que ten ían decía: “darle laoportunidad a uno de estos delincuentes, es quitársela a alguien dela comunidad”.

La vía m ilitar se impuso. Los grupos socia les y cu ltura les que seencontraban en repliegue se convirtieron en apoyos logísticos y deinformación para las acciones de las milicias. Estos grupos fueronp iezas claves p ara convocar a los sectores más conf ia b les d e lapob lación para que asistieran a reuniones donde se les exp licabade manera muy sencilla la propuesta de las milicias populares. Sib ien en un primer momento se utilizó la capucha para mantenerocu lt a la i d e n t i d a d d e sus m i e m bros, e n p oco t i e m p o ést a seconvirtió en un estorbo que impedía la comunicación más directaco n l a co m u n i d a d . “No fue muy f á c i l qu i t a rnos esos tra um a sclandestinistas de la izquierda tradiciona l”, dice uno de los fundadores.

Si bien esta guerra inicial contra las bandas tuvo sus ribetes heroicosy dramáticos, no fue propiamente una guerra a muerte. Al ver caer asus principales cabezas, la mayoría de los miembros de las bandasse acog ieron a los acuerdos de deponer sus hostilidades hacia lacomunidad y se desintegraron. Entre otras: los Calvos, los Nachos, losde la ga lla da de l loco Uribe , los de la Caseta y una parte de los

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ca p uch os. Los m ás b e l icosos t a m p oco f u ero n presas d i f íc i l es:carecían de d iscip lina y esta ban muy ma l arma dos, m ientras lasmilicias tenían buenos recursos bélicos y entrenamiento.

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La primera impresión que tuvieron los organismos de seguridad delEstado frente a las milicias fue la de estar enfrentando una nuevaramificación de las innumerables bandas de la ciudad:

La Presidencia ha limitado la actuación del Ejército contra lasllamadas milicias, que es el nuevo nombre dado por las guerrillasa las antiguas bandas de sicarios del cartel de Medellín4.

En los primeros enfrentamientos sostenidos por las milicias en elperíodo 89-90, la fuerza pública se encontró con una organizaciónbien entrenada y disciplinada, que distaba mucho de la noción debanda manejada por los organismos de inteligencia. Así nos comentaa lgunas de las primeras escaramuzas con la fuerza púb lica comod irigente miliciano.

Mientras rea lizábamos los patrulla jes de rutina , genera lmenteen triadas, chocábamos accidenta lmente con la policía. En estosenfrent a m ientos l a po l icí a l levó l a peor p arte y tuvo variosheridos, optando siempre por retirarse. Estaban acostumbradosa enfrentar aquellas bandas que a l menor asomo de problemat iraba n a un a za n j a e l ch a ngón y sa l í a n corriendo, pero noestaban preparados para enfrentarse a un grupo organizado,que se les parara en la raya, además, teníamos la gran venta jaque conocíamos cada recodo del terreno y ellos no.

En su b o le t ín in t erno , la p o l icía reconocería im p l ícita m e n t e suinoperancia para combatir este nuevo fenómeno de las milicias ymanifestaría cierta anuencia con el fenómeno:

4 General Gustavo Pardo Ariza, comandante 4ª. Brigada, La Prensa 24 de abril de 1991.

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O tro a specto que h a gen er a do l a luch a de l a s b a nd a sdelincuencia les lo constituye la aparición de las milicias popula-res, las cua les en una presunta operación limpieza del sectorhan invitado a estas agrupaciones a a lejarse de las actividadesdelictivas y a acogerse a la vida en sociedad, desmovilizarse comobanda y unirse a su agrupación o por último unirse a su agrupa-ción o enfrentarse a los milicianos... a nivel policia l existe unafa lta de infraestructura que nos permita un tota l cubrimientoespecia lmente de la comuna nororienta l ta les como: cuarteles,vehículos y los elementos necesarios para su desenvolvimientoya que en la actua lidad dicha comuna cuenta con una pobla-ción rea l de unos 650.000 habitantes y sólo cuenta a l momento,con una estación de policía con capacidad para 30 hombres,debiendo a lbergar aproximadamente 54 uniformados quienesresponden por la seguridad de dicha comuna, siendo insuficien-tes. Lo que ha motivado a que a lgunos grupos quieran ocuparel lugar, la autoridad ejecutando acciones de a just iciamientocon la complacencia de la comunidad. Esto aunado a la pérdidade confianza de la ciudadanía ante la fa lta de presencia y efec-tividad en su deber de protección ciudadana.

En este mismo boletín la policía judicial reconocería como antítesisde la actividad miliciana, la actividad de las bandas, especialmenteen el ámbito de su incidencia socioeconómica sobre la población:

...afectan la actividad comercia l en la jurisdicción, perjudicandoen especia l a l pequeño comerciante o industria l que ante lapresión de la de lincuencia opt a por trasladar o clausurar sunegocio, imp iden e l norma l desarrol lo de l as act ividades detransporte público y particular y afectan la actividad estudiantilcon la infiltración de miembros de bandas en los establecimientoseducativos.5

5 Boletín Interno Policía Metropolitana, Medellín, mayo 22 de 1991.

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En este período las milicias lograron someter a las bandas de mayorreso n a nc i a y l a p o l ic í a a d o p t ó c i er t o “ l esse f er ism o” fre n t e a lf e n ó m e n o m i l ic i a n o . P e ro e s t e m o m e n t o co i nc i d e co n e ltrast oca m i e n t o d e la n oció n d e ord e n p ú b l ico q u e se v iv e e nMede llín . Cuando se rom p e la a lianza táct ica entre sectores de lestablecimiento y el cartel de Medellín, los organismos de seguridaddel Estado fueron arrojados a una guerra a muerte contra las bandasde oficina, que eran los ejércitos privados del cartel. En esta guerracayeron abatidos un grueso número de policías, siendo los ataquesmás frontales los carros bomba contra la fuerza élite. Como retaliaciónest a f u erz a p o l ic i a l i n ic i ó u n a o l a d e m asacres q u e a f ect aro nprinci p a lm e n t e a los jóv e n es in d e f e nsos q u e d e p art ía n e n lasesq u inas. El m ie d o e n tonces a d q u irió cé d u la d e ciu d a d a n ía e nMed e l l ín y los b arrios popu lares se conv irt ieron en verda d eroscamposantos. Un líder de las milicias populares relata como se vivióel problema de las masacres en algunas zonas donde operaban lasm i l icias:

Por e l a ño 1989 , en los sectores m á s a l tos de l a comun anororienta l empezó el desfile de los llamados carros fantasmas,especia lmente taxis, atiborrados de persona l de la fuerza éliteen tr a j e de c iv i l . Pero subest im a ron l a fuerz a que t en í a l aorganización miliciana dentro de la población y eso les aguó lafiesta de desquite. Si bien en un primer momento y gracias a lfactor sorpresa los matones en sus carros fantasmas lograronasesinar a varios jóvenes en las esquinas, en cuestión de días yaest a s esqu in a s no er a n e l b l a nco perf ecto de jóven esmanicruzados. Las milicias populares con apoyo de la comunidaddiseñaron una estrategia de contención a esta práctica crimina lde l a m a s a cre . En muchos sectores de l a comun id a d seconstruyeron policías acostados -que todavía permanecen comomonumentos de esta trágica época- o simplemente se usaba elmétodo senci l lo de t a pon ar con p iedras, p a los y l l a nt as l asesqu in a s m á s propens a s a estos a t a ques . Gr a c i a s a l a

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información dada por la comun idad, o bien por una red deteléfonos ubicados en sitios claves, se lograron emboscar variosde estos ca rros y d a r de b a j a a a lgunos de sus ocup a n t es,emboscadas favorecidas por la topografía del terreno. Al fina lde cuentas vinieron por lana y sa lieron trasquilados. Con estast a re a s m i l i t a res con tr a l a s m a s a cres no só lo se a f i a nzódefinitivamente la confianza de la comunidad en las milicias,sino que se desprestigiaron aún más las fuerzas de seguridaddel Estado y, de paso, se acuñó el mito de que las milicias eraninvencibles en sus territorios, derrotando incluso a la fuerza éliteque no pudo ser desterrada ni por los narcos.

Sin embargo, no todas las relaciones con la fuerza pública estuvieronsa lp ica d as p or la acción corrosiva d e los od ios y las guerras d eentonces. Tamb ién aparecieron otras relaciones como la que nosrelata Pablo García6:

Cuando los sicarios del cartel le declararon la guerra a la policíaa fina les del año 89, recuerdo que un grupo compuesto por unos18 agentes subieron hasta el Popular a pedir protección de lasm i l icias. Su situación era desespera nte y est aba n a trapadosentre dos fuegos; de un lado, en los barrios donde vivían teníanque convivir con sus verdugos: los sicarios.

En muchos casos los a gen t es era n ases in a dos a m a nsa lv acuando se dirigían a l traba jo, llevando a sus hijos a la escuela, osimp lemente cua ndo se d irig í a n a l a t ienda de l a esqu in a acomprar cigarrillos, de esta manera los sicarios cobraban losdos m i l lones que ofrecí a n l as of icin as. Pero e l a gen t e rasotambién tenía que cuidarse de sus nuevos “colegas”, la fuerzaélite, que disfrutaba de todos los privilegios del caso y teníaden tro de sus p l a n es , s a ca r de l ca m ino a los a gen t es quesupuestamente servían de apoyo a las bandas. No pocas veces

6 Pablo García lideró en 1994 las negociaciones entre varios grupos milicianos y el gobierno nacional.Ese mismo año fue asesinado.

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la fuerza élite part icipó en el asesina to de agentes de policía .Estos agentes se radicaron con sus familias en los barrios deinfluencia de las milicias y si bien no se vincularon a la estructuram i l ici a n a , prest aron su co l a boración en l a vent a de arm asb a r a t a s a l a m i l ic i a , modern iz a ndo nuestros a rsen a l es ,igua lmente colaboraron con información sobre bandas, policíascorruptos, planes de dirección de la pol icía contra la mi l icia ,también llegaron a prestar uniformes y otra logística.

Posteriormente, según otros dirigentes milicianos, algunos agentesrenunciaron a la fuerza policial y se vincularon a las milicias. El espíritude limpieza social y de vengador anónimo presente en la mentalidadmiliciana, no hacía sonar tan descabellada esta idea. Gracias a supreparación militar, algunos de estos ex agentes lograron escalar amandos medios en las milicias. Es el caso de Jorge quien llegó a serresponsable de la zona de Santa Cecilia y murió en un enfrentamientocontra la policía en 1991 en Santa Cruz.

Sin embargo, fueron algunos dirigentes de las Milicias Populares delVa l le d e A b urrá (MPVA) q u ie n es pro fu n d izaro n re lacio n es m ásorgán icas con agentes de la fuerza púb lica . Un d irigente de estafuerza recuerda:

Desde un princip io se lograron estab lecer pactos de no agresióncon a lgunos mandos med ios de la policía así como el respeto dealgunas normas. Algunos dirigentes de la organización -visión queno compartía la mayoría de dirigentes del ELN-, fueron claros en queel agente raso no tenía por qué cargar con la “lana” de los corruptos,y que de alguna manera también eran víctimas del abandono delEstado, como cua lquier pob lador de un barrio popular. Recuerdoque se conversó con algunos mandos medios de la policía como elsargento Marín, un teniente de la estación del barrio Guadalupe yotro de la estación de Santo Domingo. Algunos de estos acuerdos,que en general se cumplieron, eran relacionados con delimitacionesen zona de tránsito, así las patrullas de la policía circularían por las

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vías principales, y los patrullajes milicianos por los callejones parade esta manera reducir al máximo la posibilidad de choques armados.También se logró a través de estas relaciones con mandos medios, ladevolución de armas confiscadas por la policía a algunos milicianos.Incluso dentro de la a lta of icia lida d de la po licía , no todos eranpartidarios de enfrascarse en una guerra con las milicias. El mayorPrada, quien dirigió el comando operativo de la policía en la comunanororiental por varios años, fue un tipo respetuoso de los derechoshumanos de la comunidad. No dejaba, por ejemplo, que torturaran alos milicianos capturados.

De alguna forma, el asesinato de agentes en esa época influyó sobreel crecimiento de las milicias en la comuna nororiental, pues la fuerzapública se enfrascó en una tarea de autoprotección y se desentendióde su tarea central: garantizar la vida y honra del ciudadano común ycorriente.

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Las milicias llegaron rodeadas de un aura redentora. Su aparición enel barrio El Popular coincide con el cenit en la carrera criminal de lasbandas, que habían convertido este pequeño barrio de la comunanororiental en una verdadera caldera del diablo.

A princip ios de l988, la banda de los Ca lvos asa ltó una tienda dev i d e o si t u a d a e n la ca l l e 45, cora zó n co m erc ia l d e la co m u n anororiental. Como en el barrio Popular un VHS o un betamax eranartículos exóticos, no encontraron a quien venderle las pe lículas,entonces se id earon un jugoso ne gocio , pro p io d e la invent ivacomercial paisa. Intimidando a los empleados de una fundación delsector, uno de los pocos lugares donde había equipos de video, losobligaron a que les prestaran la sede, el televisor, el VHS para hacerfunciones diarias con los videos robados. Así, mientras en el día lospromotores de la fundación realizaban video-foros sobre sexualidad,drogadicción y trabajo comunitario, después de las 6. p.m. se hacían

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largas colas de niños y adolescentes d ispuestos a pagar los $100que Los Ca lvos, nuevos empresarios del cine, hab ían fijado comotarifa para filmes “Cine X y Rambo”, todo ante la mirada impávida delas autoridades.

La vinculación de jóvenes a las bandas obedecía a motivacionesmuy disímiles. Para algunos la banda era sólo una microempresapara sobrevivir o acceder a su dosis personal. Para otros era un eslabónen la larga carrera de venganzas que heredaron los habitantes demuchos barrios de la comuna nororiental. Es así como se integrabana e l l a s v erd a d eros c l a n es f a m i l i a res , co m o e n e l ca so d e l os“montañeros”, tres familias que se unieron a Los Calvos para saldaruna vendetta que desde muchos años sostenían con otra familia deun pueblo del suroeste antioqueño.

Tamb ién se disolvieron en Los Ca lvos ejemp lares patológicos queveían en la banda una posibilidad para socializar sus aberraciones.Ta l es e l caso de El Pe ludo, de gustos bastante a t íp icos, pues noviolaba a las jovencitas del sector como el resto de sus compañeros,sino que, entrada la noche, esperaba a los señores que llegaban deltrabajo, y luego de saquear sus bolsillos, los violaba en algún callejón.Los que estaban entre los 40 y los 50 años eran los que mejor seacomodaban a sus apetencias gerontofílicas.

El Peludo hab ía logrado escurrirse repetidamente a la policía y a lgrupo de Famel Restrepo, una de las primeras personas del barrioVilla del Socorro en organizar un grupo de autodefensas contra lasbandas del Popular que ocasiona lmente incursionaban contra losvecinos del sector.

Famel Restrepo recuerda:

El Peludo lograba escabullirse de los intentos de ejecutarlo, puessu mero nombre era la desconfianza, en el día era liso como unavara de premios, y a l menor asomo de peligro o presencia de lapolicía desaparecía por los estrechos ca llejones del barrio y las

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terrazas de las casas -de las que conocía cada recodo- como sise lo hubiera robado una mano invisible. No eran pocos los quedecían que estaba rezado. Durante la noche se refugiaba en unranchito en el filo de un morro en el Popular, desde el cua l vigilabael sector. Como un gavilán a l cuidado de su camada, no permitíani que sus compinches se acercaran. La única forma de darlecacería a l Peludo fue matando a uno de sus hermanos, un jovende unos 15 años, y cuando se apareció en el velorio, lo dimos deba ja .

Los más temidos y afamados entre las bandas eran sin lugar a dudas,Los Nachos. Nacho había participado en los campamentos del M-19en 1985 y en 19867 logró relacionarse con Pardo Escudero, uno delos hombres de confianza de Pab lo Escobar y la p ieza clave en elre c l u t a m i e n t o d e “ j ó v e n e s k a m i k a s e s” p a ra p a r t ic i p a r e nmagnicidios de jueces, políticos, etc. Pardo Escudero fue detenidoen l988 y un año más tarde protagonizó una espectacular fuga enhe l icó p tero d e la cárce l Be l lav ista . En 1986 Nacho murió en unenfrentamiento con la policía, y el resto de la banda perdió los pocoscriterios de honorabilidad y autodefensa que les había inculcado sujefe en sus comienzos.

Dura nte los cursos d e inmersión revo lucionaria d icta dos en loscampamentos del M-19 en 1985, los que serían miembros de LosNachos aprend ieron dos inva luab les lecciones que les fueron degran utilidad en su gesta delictiva. La primera era que el comerciodel sector estaba llamado a cotizar para la guerra. Los ideólogos delM .-19 h a b í a n a d octr i n a d o a los m uch ach os q u e asist í a n a l asreuniones en el sentido de que el trabajo en la producción era unapérdida de tiempo, era entregarse en las manos de los mezquinoscap ita listas. De esta manera cuando los campamentos rea lizabanun sancocho comunitario, una retreta y otra actividad para ganarse

7 Se refiere a los campamentos urbanos que se instalaron durante el proceso de paz adelantado porel presidente Belisario Betancourt con el M19 y que tuvieron una alta incidencia en el nacimientode las milicias.

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el afecto de la comunidad, organizaban comisiones para solicitar lacolaboración en especie a los negocios del sector. Sacar un centavodel propio bolsillo para estos eventos era considerado de bajo perfilrevolucionario. El aporte del comercio se daba entonces sin mayoresreparos pues los campamentos del M-19 habían ofrecido seguridady recreación a estos sectores olvidados.

Cuando los jefes del M-19 salieron de El Popular, los aportes que enp r i n c i p i o e ra n d e b u e n a v o l u n t a d s e co n v irt i e ro n e n cu o t aob ligatoria o vacuna, la cua l se cobrara lista en mano. Los carroscolectivos tenían establecida una tarifa de cinco mil pesos sábadosy dom ingos, las carn icerías tres m il y graneros y t iendas dos m ilsemanales. La otra lección de gran utilidad para Los Nachos fue la deexp losivos caseros cuya fabricación estaba especificada al dedillo,co n g rá f ica s i nc l u i d a s , e n l os ru d i m e n t a r i os f o l l e t i n e smimeografiados de la guerrilla urbana de Carlos Marighela del Brasil,d e l MIR Ch i le n o o d e l FMLN e n El Sa lva d or. Ma t eria les q u e losdirigentes el M-19 pusieron en manos de los jóvenes que asistían alos campamentos y que resu ltó ser un método infa lib le para lasfuturas recaudaciones de la vacuna. Los artefactos más utilizadospor los Nachos eran las incendiarias que consistían en una botellade aguard iente vacía que llenaban con gasolina, aceite quemadomezclado con pedazos de llanta y una mecha de tela. Un día, sinembargo, se sobrepasaron en su vocación pirómana. Incineraron uncarro colectivo que no pagó la cuota. Quemaron en su interior a tresa d o l esce n t es q u e tra b a j a b a n co m o a y u d a n t es , l os cu a l es s eco ns u m i e ro n e n l l a m a s m i e n tra s l os v e c i n os o b s e rv a b a nhorrorizados la dantesca escena. La morada final de los adolescentesf u e u n a b o lsa n e gra d e p o l i e t i l e n o q u e sirv ió d e a t a ú d a trespequeños tizones corrugados.

Los vecinos, in d ig n a d os, se re u n ieron y e n turb a fu eron a u n ainspección del sector demandando una acción de los organismosde seguridad para hacer justicia ante este macabro hecho criminal.Ante la presión púb l ica fueron ca p tura dos 28 m iem bros d e Los

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Nachos, de los cuales sólo cinco fueron condenados a 30 años decárcel. Los demás fueron liberados, bien por falta de pruebas o porser menores de edad. Este fue llamado “el juicio del siglo” en el barrio.

En las mentes de los habitantes del Popular, luego de este hecho, sefue cocinando la idea de que solo formas más radicales y expeditasd e just icia d e b ía n ser a p l ica d as, id e a q u e las m i l icias su p iero ninculcar y recoger.

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Las m ilicias entraron p isando fuerte en El Popu lar donde hab íanestablecido los primeros contactos con pobladores y organizacionessociales de ese sector. Los primeros en experimentar los rigores delos cánones justicieros impuestos por las m ilicias son las bandasllamadas chichipatas o plebeyas, las cuales para 1988 formaban unmosaico amorfo de asaltantes callejeros, extorsionistas de pequeñasnegocios, violadores y otros depredadores silvestres.

Uno de los primeros sectores delincuenciales en recibir de frente elp u ñ o d e h i e rro m i l ic i a n o f u e a q u e l co n e c t a d o co n l afarmacodependencia. A medida que iba ganando terreno en ellos laadición de la bazuca, mayor era la pérdida de su espíritu gregario ypor ende de sus ca pacidades organ izat ivas y consp irat ivas en e lmundo del crimen, lo que los hacía el sector más vulnerable.

Este es el perfil psicológico y fisiológico en general de un basuquero:

La incapacidad de respuesta de este se debe en gran parte a lassustancias usadas en este narcót ico como los disolventes sinpurificar usados para su procedimiento que cont ienen plomoen a ltas proporciones, elemento que atrofia el sistema nervioso,ocasionando a lteraciones motoras (movimientos torpes y lentos)a l t era c iones sens i t iv a s ( a umen to de l umbra l p a ra perc ib irtempera turas, dolores, gra t if icación apet ito, sabores, olores)intelectua les (atención débil) afectivos (irritabilidad, desasosiego,

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síndrome de abstinencia) y dificultad en la interacción y relacióncon los que lo rodean.

La potencia l agresividad del delincuente está relacionada con elconsumo de bazuca en part icular pero a la vez esto conllevar a sgos de torpez a en sus mov im i en tos . Por lo a n t er ior e lbazuquero para obtener su sustancia por lo genera l no atracas ino que desempeñ a otras funciones como a l t erar sobre l apresencia de personas en la zona que frecuenta, o rea lizar a justesde cuenta por encargo. Cuanto atraca lo hace en sitios cercanosa a que l los en los que h ast a en ocas iones a t en t a con tra l aintegridad física de su víctima (chuzándola, atacándola con unob je to cort a nt e) lo cu a l se exp l ica por e l hecho de que nopudiendo huir ve lozmente decide acabar con e l la . Un perf i lpsicológico del basuquero muestra que son individuos formadosen ambientes agresivos y destructivos, con una pobre autoestimay un gran impulso autodestructivo. En la medida en que los dañosse h acen m ayores e l su jeto requerirá m ayores dosis de est asustancia hasta llegar a l grado de no poder vivir sin ella.8

Los basuqueros en su afán de proveerse de las cada vez más dosis dela droga, ven caer sus escrúpulos en el tobogán de la desesperación.En un abrir y cerrar de ojos pasan del asalto callejero al saqueo de lasviviendas de sus propias familias. Así las modestas pertenencias quedecoran las casas de algunos barrios populares: radios de dos bandas,lámparas, cubiertos y hasta bombillos tienen como destino final eljibariadero más próximo. La escalada de actividades indiscriminadasco n tra la pro p i e d a d aco m e t i d as p or los a d ict os a l b asuco h aconducido a que sean considerados como el peldaño más bajo alque pueda llegar un delincuente, los basuqueros son consideradospor los mismos delincuentes como seres despreciables que dañanla buena imagen de los negocios ilegales.

8 Perfil psicológico. Hecho por la psicóloga Martha Ruth Gómez, Citado en “la Violencia llamadalimpieza social”. Carlos E . Rojas, CINEP, Colección Papeles de Paz, 1994.

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La l ó g ica tra d ic i o n a l d e l a l l a m a d a l i m p i e z a soc i a l h a si d or i g uros a m e n t e re s p e t u os a d e l a j e ra r q u í a d e l i ncu e nc i a l e sejerciéndose no propiamente contra el delincuente profesional -que en e l lengua je juríd ico no es otro que e l que transgrede lasn orm a s p e n a l e s e s t a b l e c i d a s- si n o co n tra l os s e c t ore s m á svulnerables, sin mayores recursos logísticos y organizativos.

Como se ha hecho explícito en estas notas, la historia, de las miliciasha estado plagada de interminables divisiones, roces internos, y unagran fragilidad en sus postulados ideológicos. Bajo estas condicionesfue imposib le que la m ilitancia m iliciana y los d iferentes gruposasum iera n com p orta m ie ntos sim i lares p ara a frontar pro b lemascotidianos de la comunidad.

El mayor sesgo ideológico al interior de las milicias se presentó entresu base y su dirigencia, siendo estos últimos los más compenetradoscon las ideas de izquierda y con cierto humanismo social. Frente altratamiento de la droga y los adictos en las zonas de influencia de lasmilicias, este sesgo se hizo más visible.

Muchos milicianos de base aceptaron sin ambages manejar criteriosafines a la limpieza social:

Sí, claro que las milicias son un grupo de limpieza. A este barriono se podía entrar, si entraba un taxista le robaban el taxi, lodesva lijaban y mataban el chofer. Antes esto era un tremendoburdel: si una pelada le gustaba a uno de los pillos y ella no seprestaba a sus exigencias, la mataban a ella o su familia. Con lasm i l ici as ya no pasa eso, l a gente así lo a test igua ... nosotrosconsideramos a a lgún ladrón, a lgún basuquero, un cochino, unsucio.9

A la mayoría de los d irigentes milicianos el concepto de limp iezasocial les parecía inadmisib le e indigno como legitimación de sus

9 Fragmento Historia de vida de “Natacha”, miliciana de base entrevistada.

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actividades contra la delincuencia, y el hecho de que alguien fuerala dró n , dro g a d ict o o p a n d i l lero n o le o t org a b a la e t i q u e t a d econdenado a muerte.

Las milicias acudieron al método del diálogo y la persuasión. Si noera posible lograr un cambio de actitud, al señalado se le proponíauna salida del barrio y se le advertía varias veces. Pero si permanecíaen el barrio no quedaba otra sa lida, sino actuar. Si fuéramos ungrupo de limpieza social tendríamos que extinguir a todo el mundo,porque todos tenemos errores, nosotros ven imos en un p lan detra b a j o soc i a l y d e s e g ur i d a d , p e ro n o co m o u n g ru p o d eexterm in io .10

Las milicias adoptaron cierta tolerancia hacia los adictos, sinembargo los que fueron pillados en flagrancia cometiendo a lgúnde l i to con tra l a prop ied a d era n p asa dos por l as arm as s incontemplaciones.

Las o p eracio n es in icia les q u e d esa t aro n las m i l icias co n tra losde lincuentes menores fueron fulm inantes y contundentes. Pab loGarcía* nos relató algunos pasajes de estas guerras que muestran elabismo existente entre las tácticas empleadas por las milicias y lasempleadas por la delincuencia.

Entre 1988 y 1991, los tres primeros años en El Popular, sóloperdimos dos hombres y estos no cayeron propiamente en losenfrentamientos con las bandas. El primero se llamaba FredyA lva rez y l e dec í a mos ca r iños a m en te “Bo l l i to” por su b a j aest a tur a , pero lo que l e f a l t a b a de est a tur a l e sobr a b a ensagacidad y va lent ía , las que no siempre result an suf icientespara ganar una guerra . Un día sa lió de su casa con rumbo a lliceo donde estudiaba bachillera to en el centro de la ciudad;como sa lió de afán escogió un camino que le resultaría morta l.Cuando el colectivo en que via jaba se detuvo en un lugar llamado

10 Fragmento. Historia de vida de “Silvia”, dirigente miliciana entrevistada del sector de Moravia.

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la caseta en el Barrio El Popular, los miembros de la banda de LosN achos que se m a nten í a en ese lug ar, se perca t aron de supresencia, lo ba jaron del colectivo y lo destrozaron a puña ladassin darle tiempo de defenderse.

Es a m ism a noch e nos reun imos a lgunos comp a ñ eros yorgan izamos un comando de tres personas. Al día siguientefuimos a una casa del sector de la caseta , donde vecinos noshabían informado que se refugiaban miembros de la banda ,irrump imos en l a ca s a ind ica d a port a ndo un r a d io decomunicaciones y un braza lete del F2 y efectivamente había tresde los que habían asesinado a “Bollito”.

Lo cierto es que a duras penas se incorporaron de la cama, puestodavía tenían viva la traba de la noche anterior, con la quefestejaron la muerte del compañero. Casi cargados los sacamosde la casa y afuera los ejecutamos. Siempre tratábamos de evitarrea lizar los a justiciamientos en presencia de los niños.

El otro comp a ñero que t a mb ién murió se l l a m a b a Herm a nAlbeiro Pabón y su nombre de guerra era “Carlos”. Este no muriócomo consecuencia de los enfrentamientos con las bandas. Undía le encomendamos la misión de llevar unas armas a un sitio alas a fueras de la ciudad, a un lugar que habíamos escogidopreviamente para hacer una práctica de tiro, pues como en laciudad era imposible rea lizarlas, sa líamos hacer acampadas losf ines de sem a n a para m a ntenernos en form a , con un pu lsocertero.

En el cometido de su misión se desplazaba en un taxi y cuandose acercaba e l puente e l pa ndequeso, en l a ví a a Ca ldas, seencontró con un retén policia l y a l ver que no podía evadirlo, seenfrentó a la policía con una pistola 45 que llevaba a la mano, ycuando se le terminó la munición, le arrojó una granada a lospolicías del retén. En el enfrentamiento murió Carlos, dos policíasy varios agentes resultados heridos, entre ellos una mujer policía

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que era madre de familia. El periódico El Colombiano hizo unacampaña de solidaridad recogiendo fondos para la mujer policía,arguyendo que no había terminado aún el curso de agente.

El compañero apareció ante la prensa como un sicario a l serviciodel cartel de Medellín, pues en la época era lo que estaba demoda en los periódicos.

El resultado de la confrontación de las m ilicias contra las bandasde lincuencia les en El Popu lar y sus a lrededores, se reso lvió conra p idez a favor de las m ilicias, gracias, en parte , a la ingen iosacombinación que hicieron de varias tácticas, entre ellas la explotaciónd e las riva l id a d es e n q ue se d e b a t ía n las b a n d as d e l sector, a lmomento de la llegada de las milicias.

Pablo García continúa con su crónica de los hechos:

Los Capuchos, banda que actuaba en el barrio Pablo VI y la Isla,tenían casada una guerra a muerte con Los Ca lvos en el BarrioEl Popular Dos. La táctica de las milicias fue atizar estas guerras.Hay un viejo principio que reza: divide y reinarás, y dejar que lasba ndas se d iezmara n entre e l l as era un proced im iento muyeconómico.

Pablo García reconoció haber apoyado en sus inicios a Los Capuchos,que eran los más moderados en sus actividades delictivas, y a su vezlos que tenían mejores armas para sacar del camino a Los Calvos,que eran los más chichipatos de todos.

En la guerra contra las bandas también empleábamos a lgo quea lgunos habíamos aprendido en las filas de la guerrilla, a travésde un manua l de operaciones psicológicas que utilizó la CIA y laCon tra p ara a t acar a l a revo lución sa nd in ist a . A tra vés deinformantes, ex miembros de bandas o miembros act ivos deestos, a llegamos información que sólo conocían los jefes de lasbandas, por ejemplo, en quién confiaban y en quién no. Entoncesdábamos golpes que ponían en evidencia que uno de ellos había

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tra icionado. Cuando se desmoronan los mandos, también sedesmorona la base de un organismo. Las bandas necesitabanen el fondo psicólogos y nosotros fuimos los psicólogos.

Ta mb i én a provech a mos que noso tros est á b a mos m e jorprep a ra dos p a ra l a guerra urb a n a . L a m a yor í a de los queiniciábamos las milicias habíamos participado en escuelas deinstrucción m i l i t ar con e l ELN , e l M-19 y e l R icardo Fra nco ,principa lmente. También teníamos un buen armamento, casitodas las armas eran ca libre 9 milímetros.

Las bandas, por su parte, eran desordenadas para actuar, no teníanm ay or form ac i ó n m i l i t ar, só l o era n va l i e n t es e n m a n a d a y suarmamento era casi todo casero: changones calibre 16 y trabucos38 d e un t iro fa brica dos en e l b arrio . Entre los je fes d e b a n d asimperaban el orgullo y la pedantería. Sin embargo, pudo más la razóny el sentido común en ellos.

Una creencia que se ha difundido con respecto a las milicias, es queestas entraron en los barrios populares en medio de un baño desangre, para ganarse el respeto y la credibilidad de los pobladores.Esto es falso. No fueron muchos los líderes de bandas que llegaronhasta el final y se hicieron pasar por las armas; quizás sólo el “Mico”de Los Nachos, la “Vaca” de los Ca lvos y el “Cela” de los Capuchos,este último cargaba con la fama de ser el más duro jefe de banda delsector y el más bravo a la hora de desafiar a las milicias.

El “Cela” fue el último jefe de los “Capuchos” y le debía parte de sufama a que fue uno de los pocos que logró enrolarse con el cartel deMedellín, concretamente con el clan de los Ochoa, pero un día se les“torció” y con la información que consiguió al lado de estos, secuestróa una anciana tía de Jorge Luis Ochoa y cobró un rescate millonario.Con este dinero logró armar una fuerte resistencia contra las miliciasjunto a lo que quedaba de los Capuchos. Su fama de escurridizo yacorría de voz en voz, y es que siempre que las milicias intentabanhacerle una emboscada, se escabullía como por encanto.

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Su secreto era que siempre mantenía una moto de alto cilindraje ene l sit io donde se encontra ba , con un comp inche a l vo lante y asídesaparecía dejando sólo el rastro de polvo.

La muerte de los duros y los invencibles casi siempre va de la manode la ironía, y no del heroísmo que todos esperaban.

Un día, el “Cela” estaba compartiendo unos tragos con unos amigos delas bandas de la Germania, en el barrio El Playón, en una heladería, y lasmilicias d ispusieron de un comando de tres milicianos para darlecacería. Cuando el “Cela” se percató de la presencia de los milicianossalió disparado con un arma en cada mano. Durante el intercambio dedisparos hubo un apagón. No se volvió a saber nada hasta el otro díaque la gente comentaba que habían matado al “Cela” , lo que en unprimer momento nadie creyó. Para confirmar la noticia, las miliciasmandaron a una persona hasta la morgue de la ciudad, quien se hizopasar por familiar del “Cela” y así pudo entrar y ver el cadáver. Pero lomás sorprendente fue encontrar que el Cela no tenía ni una sola ojivaen su cuerpo. Había muerto de un ataque cardiaco, de físico susto. Esefue el final del más legendario jefe de bandas del sector.

Los pocos miembros de las bandas que persistían en su beligeranciay no quisieron acogerse a las ofertas de paz de las milicias, tampocofueron presas muy difíciles. En su mayoría eran delincuentes bastantedescompuestos y drogadictos y completamente rechazados por elvecindario. Incluso en a lgunos casos las mismas familias de estosdelincuentes los entregaban por ser “ovejas negras”. Un día llegó unamadre y les dijo: “¡mi hijo llegó drogado a la casa, me golpeó a mí y alos otros niños, destruyó las pocas cosas de la casa, hagan con él loque crean conveniente!”

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Pasado el pacto con carnaval y comparsa celebrado en el barrio Villadel Socorro, entre las milicias y las bandas, aún era muy pronto paraun parte de victoria de las m ilicias sobre la de lincuencia . Si b ien

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buena parte de la delincuencia plebeya había desaparecido ante elpoderío mostrado por las milicias (basuqueros, violadores, asaltantes,callejeros, jíbaros), los enemigos de más calibre aún estaban vivos ycoleando. Es decir: las bandas de delincuencia profesional que teníanpresencia en el sector y las oficinas ligadas al narcotráfico.

El barrio Santa Cruz, como se mencionaba con anterioridad, hacep art e d e l cord ó n m er i d i o n a l d e l a co m u n a n oror i e n t a l y est ácatalogado como de estrato medio-medio y medio-bajo. De tiempoatrás ha existido una hermandad entre algunos barrios de la comunanororiental y las llamadas zonas de tolerancia, las cuales frente a losp l a n e s d e m o d e rn i z a c i ó n ur b a n ís t ica , i m p u e s t a p or l aa d m i n is tra c i ó n m u n ic i p a l , n o d e s a p a re c i e ro n , si n o q u e s etrasla daron , llevando consigo las práct icas y costum bres de susantiguos negocios. Santa Cruz, fue uno de estos barrios. Por la décadade los 60 llegó de la zona de tolerancia de Lovaina una mujer a laque apodaban “La Camajana”11, quien era propietaria de una casa delenocinio en esta zona. Fiel a la tradición paisa, la Camajana se trajosu casa al hombro e instaló una casa-bar en el corazón del barrioSanta Cruz. El interior del lugar está tenuemente iluminado por unaluz rojiza, una vitrola vociferando toda la noche música de DanielSantos y la Sonora Matancera, y en la entrada un oso de peluche conu n a se ñ a l lu m in osa , inv it a n d o a los cl ie n t es. La casa q u e d a b aestra tég ica mente u b ica da d etrás d e la ig lesia d e l b arrio; así losclientes podían llegar puntuales a la misa de seis para cumplir consus deberes religiosos.

A lre d e d or d e la casa d e “La Ca m a ja n a” prosp eraro n n o só lo laprostitución de las jóvenes del sector, sino más tarde los expendiosde droga y, por supuesto, la sombra de los clientes que frecuentabanla casa. Los delincuentes menores empezaron a rondar como hienasen la madrugada, esperando la salida de los clientes para terminarde desplumarlos.

11 Camaján: en lenguaje lunfardo es una variedad de malevo.

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A med iados de los 80 uno de los delincuentes menores, llamado“Rigo” y protegido por “La Camajana”, se logró conectar con los Priscos,que operaban en el vecino sector de Aranjuez. Así logró participarfugazmente en algunas actividades del Cartel de Medellín. Corría elaño l985, un año de bonanza para las bandas de la ciudad, época depleno empleo por la creciente demanda de mano de obra criminaldel entonces cartel de Medellín.

Con e l d inero conseguido, “Rigo” armó su prop ia banda en SantaCru z . Co m o l a m a n o pro t ect ora d e l p a tró n so bre l as b a n d asdiferentes a Los Priscos languideció en la medida que su organizacióniba pasando a la clandestinidad, la banda de Rigo se trasladó a otrosnegocios: la distribución de la basuco en su barrio, el robo de carros,la extorsión y el secuestro.

Posteriormente la banda de Rigo fue m ira da con rece lo por LosPriscos, que no compartían la práctica de enrolar rateros de barrio.Sin embargo, la reputación alcanzada por Rigo al lado de Los Priscosle sirvió para proyectar la imagen de oficina, algo que daba estatus.

En Medellín era frecuente ver grupos de diez o más jóvenes en carrosy motos a las que se les extra ía e l exhosto para que fueran másru idosas, qu ienes en cua lqu ier esta b lecim iento púb lico, despuésde destapar una o dos botellas de aguardiente, se ufanaban en vozalta, para asegurarse que todos en el establecimiento escucharan:¡Yo tra ba jo para e l patrón¡ ¡Aca bamos de go lpear en un tra ba jo!¡Matamos y comimos del muerto! Coronados por la inmunidad queles daba un sistema jud icia l corrupto. De esta forma propagabanpor el mundo del crimen su fama y sus ejecutorias.

Desde que llegaron las milicias a la comuna nororiental la oficina deRigo fue la primera en declarar a las milicias su enemigo númerouno, y las milicias a su turno hicieron lo mismo. La peor parte en estadisputa la llevaron los pobladores. La banda de Rigo asesinó a losestudiantes de barrios con influencia miliciana que estudiaran en elLiceo Moscú, el único oficial del sector; ametrallaba los colectivos

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que transportaban la gente del centro a los barrios más altos por laslomas de Santa Cruz; asesinaron a los pacientes de estos barrios queacud ían a la un ida d de enfermería de Santa Cruz, la ún ica de lacomuna nororiental.

El barrio Santa Cruz, al igual que Manrique, fue del 88 al 92 el mása fecta d o p or las masacres rea l iza d as p or la b a n d a d e Rigo . A l l íocurrieron unas cuatro masacres y en Manrique unas diez12.

Fa m e l Restre p o q u ie n fu n d ara u n o d e los pr im eros gru p os d eautodefensa en la comuna Nororiental, había tenido que salir de subarrio Villa de l Socorro, por los múltip les enem igos que se hab íacreado. Luego de que la policía derrotara los que fueran sus peoresenemigos: Los Nachos y Los Calvos, Famel quiso regresar al barrioV i l l a d e l Socorro d o n d e h a b í a d e j a d o a s u f a m i l i a y v a r i a spropiedades. Sin embargo, las milicias se lo impidieron. Lo acusaronde ser un paramilitar, ya que para combatir a las bandas se hab íaaliado con varios oficiales y suboficiales de la policía. Famel Restrepoera u n e n e m i g o d e res p e t o . Era pro p i e t ar i o d e v ar i os c l u b esn oc t urn os e n l a c i u d a d ; m a n e j a b a u n a p e q u e ñ a o f ic i n a d edelincuencia y era un enlace clave del cartel de Medellín con losbajos fondos.

Las milicias recib ían delegaciones de gente de todos los rinconesde Medellín, desde los barrios más altos hasta los de invasión, quereclamaban desesperadamente la presencia de las milicias para queles solucionaran los graves problemas de inseguridad en sus barrios.

En un a brir y cerrar d e o jos, las m i l icias MPVA p asaron a ser lasve d ettes. Los ha la gos y ofertas no só lo l lov ía n por p arte d e losp o b l a d ore s d e l os b a rr i os d e M e d e l l í n a m e n a z a d os p or l adelincuencia. Los cortejos y atenciones venían también de parte de

12 Tomado del libro Las masacres en Colombia. 1980-1983 M.V.Uribe, T. Vásquez. Fundación Terre desHommes y CPDH, Bogotá.

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la nueva oficialidad elena, endurecida ahora hasta los tuétanos comoreacción al surgimiento de una disidencia a su interior, la CRS.

La nueva propuesta miliciana brindaba la posibilidad de matar dospájaros de un solo tiro. Era el momento largamente acariciado paraponerse a tono con la inusitada bonanza de las Milicias del Pueblo ypara el Pueblo del barrio el Popular, que se habían independizadode la influencia del ELN. Tamb ién, las nuevas milicias (MPVA), eranuna organización guerrillera en plena pujanza y significaban para elELN la puerta para entrar a los barrios popu lares de las grandesc i u d a d e s . A p e s a r d e l a s m u l t i m i l l o n a r i a s i n y e cc i o n e s d e l apetrobonanza, de una planta gigantesca de militantes, de los audacesgolpes de mano realizados en Medellín, en la década de los 80, elELN no había logrado su meta principal: salir de las penumbras de lamarginalidad y el anonimato en los barrios populares.

En las milicias, el control territorial era lo más parecido, según loscódigos de la guerra de guerrillas, a una aldea estratégica. Sólo queen esta ocasión no era de paja y bambú como en Vietnam, sino depavimento y cemento y en el corazón de una gran ciudad.

Con la nueva propuesta miliciana, la dirección nacional del ELN teníaen mente una tarea subsidiria, pero no menos importante: consolidarun polo de atracción fuertemente galvanizado para la guerra queatrajera a su militancia en Medellín, que había quedado reducida apolvo cósmico luego de la profunda división entre corrientosos yoficia listas.

En cuestión de meses, las impetuosas milicias de Villa del Socorro seconvirtieron en el prototipo de milicias a impulsar por el ELN en elresto de la ciudad. En la comuna noroccidental se llamarían AméricaLibre, en Bello Pueblo Unido, y en el sur Milicias Obreras.

El modelo de milicias barranqueñas que tuvieron su edad de oro enlos 80 en medio de las luchas campesinas y petroleras, ya habíanpasado por su cuarto de hora. Apuballadas, ante la ilimitada capacidad

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de reclutar jóvenes en las barriadas de Mede llín y e l torrente desim p a t ías que ib a n d e ja n do a trás las acciones just icieras d e lasm ilicias, la nororienta lización de l pa ís parecia irreversib le en loscordones periféricos de las principales ciudades: Ciudad Bolívar enBogotá, Agua Blanca y Florida en Cali.

Para acometer las tareas mesiánicas que los d irigentes del ELN lehabían encomendado a las nuevas milicias, aún quedaban muchaspiedras en el camino: muchos de los militantes elenos, atraídos porla nueva propuesta miliciana, desfa llecieron frente a las cruentasguerras y los desafíos que los esperaban en estos barrios populares.Lucas, un ex militante del ELN que participó como instructor de estasmilicias relata parte de la crónica de los viejos militantes en el nuevoescenario miliciano:

Primero que todo los enem igos trad icion a les de l a guerri l l ahabían cambiado, ya no era la policía y el ejército como antes.Ahora las milicias eran la nueva fuerza policia l, igua lmente elmodus operandi de la vieja militancia urbana no parecía muyapropiada para la guerra que asolaba en los barrios popularesde Medellín: guerras silvestres donde todo se va lía, sin derechohumanitario. En el pasado, los operativos eran planificados consemanas y hasta meses de anticipación, ba jo la sombra de laclandestinidad y el secreto, era muy difícil que una informaciónse inf iltrara a l enemigo. Cuando f ina lmente un comando eradesp ach a do a un opera t ivo gra nde , todo est a b a frí a menteca lcu l a do , e l t iempo se med í a con re lo jes sincron iz a dos, l ainteligencia era meticulosamente recolectada, se hacia tambiénsimu l acros en e l sit io con a nteriorid a d y ex ist í a n p l a nes decontigencia: una gruesa suma dinero por seguridad en caso deun soborno de emergenc i a , s i un a p a tru l l a se a tra ves a b a .Servicios jurídicos garantizados en caso de captura, unidades des a lud a mbu l a tor i a s equ ip a d a s con m a t er i a l qu irúrg ico deem ergenc i a p a r a tr a t a r a los h er idos , person a l méd ico enhospita les oficia les para casos de mucha gravedad, como partede una cadena perfectamente ensamblada .

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En las m ilicias todo era d istinto; los operativos eran de reaccióni n m e d i a t a . A l g ú n v ec i n o t e l e f ó n ica m e n t e d a b a l a a l arm a q u ebasuquito -un miembro de la banda de Rigo- andaba rondando porahí; que asaltaron una casa, y las milicias entonces se movían comoimpulsados por un resorte. En las comunas populares todo se muevea grandes velocidades. En cuestión de minutos las milicias se reuníanen una casa, a cualquier hora del día o de la noche - casi siempre almando de Martín- hacían un improvisado plano sobre una hoja depape l periód ico, luego se desenca letaban las armas que estabanesco n d i d as e n e l co lch ó n d e a l g u n a casa d e l b arr i o ; l u e g o l adistribución de los fierros cargados y con tiro en la recámara y paraafuera a parar el primer colectivo que se atravesara en el camino.Estos safaris casi siempre terminaban en algún nutrido tiroteo, enesos infinitos callejones de la comuna nororiental.

La vida cotidiana para la mayoría de los viejos militantes guerrillerosurbanos había transcurrido en un pequeño cuartucho, de paredesdesprovistas de decoración, sin muebles; a duras penas una esterahaciendo las veces de cama y, cuando se extendía en el suelo, desil la . Estos cu b ícu los era n la se d e d iaria d e las re un ion es d e laorg a n ización q u e , com o un a l iturg ia , in icia b a n con un acto d econtrición donde todos confesaban los pecados pequeño-burguesesde la semana. A esto se le llamaba sesión de crítica y autocrítica, unamisa sin hostia y sin vino y sin consagración.

Luego venía la lectura diaria del informe de la organización, leída enun tono solemne por el responsable del grupo, escrito en un lenguajecifrado que sólo el responsable del grupo decodificaba. Ese era elobispo de la ceremonia, finalmente, como culminación del rito, secavaba un foso profundo en el jardín o el solar donde se guardabanlos documentos, como si se tratara de los tesoros del pirata Morgan.

Las milicias eran otra cosa. No sólo llegaron a ser ejércitos territorialesbien organizados, sino que asumieron funciones de consejos localesde gobierno por los que tenía que pasar hasta el más trivial eventosocia l o polít ico organ izado a l interior de l barrio. Sin ganarse la

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aprobación de las milicias, los planes de cualquier entidad de adentroo de afuera del barrio eran letra muerta.

Para muchos de los militantes del ELN, que vinieron a probar fortunaa barrios como Villa del Socorro, las universidades eran territoriosdemasiado pequeños para instalar el nuevo gobierno. Sin embargo,esos barrios de apariencia aldeanos, les quedaban grandes. Y es queeran incontables las gamas de personajes y nuevos problemas quedesfilaban diariamente ante los nuevos emperadorcillos: vecinos ycom ercia n tes d e casi to d os los b arrios d e Me d e l l ín q ue ve n ía nofreciendo sus casas, carros y hasta hacer parte de sus negocios a lasmilicias, a cambio de seguridad en sus comunidades, desechas porla acción de la delincuencia común. También se acercaban políticosq ue a ntes no p o d ía n arrimarse a los b arrios p o p u lares, p ues lade lincuencia les robaba megáfonos y equ ipos de son ido en susactos públicos. Cuando no era que violaban a las jovencitas que lospolíticos llevaban como porristas o bastoneras para amenizar susactos públicos, con la promesa de media beca para la universidad.Algunos políticos, en seña l de agradecimiento por la tranquilidadque las milicias habían llevado a su electorado, les prometían desdese g u n d os re n g lo n es e n sus l ist as h ast a a lca l d ías e n p e q u e ñ ospueblos de Antioquia.

Las milicias también atendían gentes de negocios de Medellín. Consu agudo olfato comercial, habían encontrado un nuevo paraíso parala inversión en los territorios pacif ica dos de la ciuda d: ta bernas,d iscotecas, casas de apuestas, graneros, empezaron a pu lu lar denuevo en los barrios populares. La mayoría le pagaban d iscretosmárgenes de ganancias a las milicias.

Fueron realmente muy pocos los viejos militantes guerrilleros quese acomodaron a este nuevo mundo que eran los barrios popularesde Medellín.

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Los desuetos manuales de la guerrilla campesina no resultaban muyapropiados en la nueva empresa miliciana, como tampoco el cortobagaje que llevaban a los barrios populares los revolucionarios in-vitro de las universidades.

Pero entonces ocurrió algo; una especie de súbdita revelación enmedio de algún oscuro callejón de Villa del Socorro, no se sabe siinsp irada por e l pragmatismo esta linista o por Maria Auxiliadora.¿Por qué no reclutar jóvenes de los barrios para dirigir las milicias?A l fin y a l cabo eran e llos qu ienes hab ían nacido y crecido en laazarosa película de los barrios populares, y les tocaba a ellos ponerleun final rosa a este filme.

Así, el poder de decisión fue quedando lentamente en manos de losnuevos dirigentes milicianos, los nuevos ejecutivos yupies de tenisy bermudas. Jóvenes que se formaron a l ca lor de las cátedras deesquina y las tertulias de granero.

Esta decisión imp licaba hacer a lgunas concesiones: no preguntarp a sa d os q u e p o dr í a resu l t a r i ncó m o d os ; t a m p oco p re g u n t a rfiliaciones políticas ni ideologías (si es que alguna vez existió algunadistinta a la supervivencia y el mejor postor). En tiempo de guerrano se oye misa, dice un viejo dicho. Se supone que la misa vendríadespués.

En traro n e n acc i ó n l os i nstruct ores p o l í t icos y sus p l a n es d eformación. Píldoras de marxismo, leninismo; pe lículas de 20 a 30minutos, donde se mostraban con toda crudeza los campos de batallade la revolución nicaragüense y salvadoreña; luego un discurso delChe en la trilatera l llamando a la unidad de los pobres del tercermun d o o un d iscurso d e F id e l. Estos cursos no resu ltaron muyprometedores para cambiar la actitud de un joven promedio de lacomuna nororienta l que lleva a cuestas una vida de película másparecida a las de vaqueros.

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Los mensajes de Camilo Torres o “El Che”, se hacían papilla al primerenfrentam iento con un p illo, a lgún a just iciam iento sumario, o a lprimer soborno de algún hombre de negocios o traficante para ponerun miliciano a su servicio.

Los instructores políticos de estas nuevas generaciones milicianasse parecían a Sísifo: acomodar una bien apretada enjalma de teoríarevolucionaria sobre los hombros de recién incorporados milicianos;empujarlos hasta la cima de algunos de estos morros de la comunan oror i e n t a l p a ra l u e g o v e r l os ca e r d e cu l os , p or u n a d e l a spolvorientas faldas de la comuna.

Lo que no se logró con el adoctrinamiento ideológico, lo logró eldinero, el sésamo que abre todas las puertas. Un modesto pero puntalaporte de 50 mil pesos, más un seguro de guerra en caso de muerteo h e r i d a e n co m b a t e , t e rm i n a ro n si e n d o e l e s t a n d a rt e q u egarantizaba la lealtad de la base miliciana con su organización.

El dinero terminaría siendo como siempre un gran espejismo. A lasm i l icias les p asó ig u a l q u e a a lg u n os g o b iern os p o p u l ist as d eA m érica La t in a : cua n t iosas inversion es q u e d ieron d iv id e n d osinmediatos, pero a largo plazo, la bancarrota.

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CAPÍTULO II

MODELO GUERRILLERO

DISTORSIONADO

Desde su nacimiento las milicias populares fueron una amalgamaideológ ica . Sus primeras ideas políticas fueron aprend idas de lasorganizaciones guerrilleras, especialmente del ELN, del que fueronaventajados discípulos, aprendiendo de sus manuales prácticos laparte “multiusos y versátil” de dicho bagaje. El primer ítem retomadofue e l método orga n iza t ivo , la d iv isión territoria l por cé lu las, e lestablecimiento de niveles de militancia, la división interna de tareas,etc. A l m ismo tiempo que incrementaban las acciones contra lasb a n d as d e l incu e ncia les, se h iciero n prese n t es e n las práct icasmilicianas a lgunos códigos éticos prop ios de estos guerrilleros; laproscripción de la tortura , la no man ipu lación n i mut ilación de lcuerpo de la víctima, el respeto a la población civil no armada, y larealización de los llamados juicios populares. En el terreno ético, lasv i e j as pré d icas p art i d ist as so bre l a l e a l t a d i nco n d ic i o n a l a l aorg a n iz ac i ó n y a l p u e b l o f u ero n ese nc i a l es p ara m a n t e n er l acohesión de este primer núcleo miliciano.

A pesar de que en sus orígenes las milicias actuaban siguiendo losprece p tos g u erri l leros, a los p ocos a ños tra taron d e b orrar susvínculos con la insurgencia. A esto contribuyó la pobre asimilacióndel indescifrable entramado ideo-político de la izquierda. Al respectoPablo García dice:

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La fama de las milicias no sólo creció ante la ciudadanía y losorg a n ismos de segur id a d , s ino que l a m ism a guerr i l l a sesorprendió. Como a lgunos de sus fundadores habían pasadopor el ELN, los guerrilleros de ese grupo empezaron a creer y adec ir que l a s m i l ic i a s de Mede l l ín er a n l a s m ism a s deBarrancabermeja. El propio Manuel Pérez estaba convencido deque los dos grupos de milicias eran una misma cosa . Cuandoesto se aclaró, la CGSB 13 trató de absorber en su organización al a s M i l ic i a s Popu l a res de l Pueb lo y p a r a e l Pueb lo pero seencontró con la nega t iva de los dirigentes. Entonces la CGSBsolicitó que la asesoraran en este traba jo para crear sus propiosgrupos milicianos. Corría el año de l990, un compañero de ladirección nos puso en contacto con Martín, un enviado del ELN,recuerdo que Mart ín nos decía : “¡No tengo como expresar mifelicidad, esto es como en el monte, la misma va ina!”. Nosotrosandábamos con los fusibles para arriba y para aba jo, las ca lleseran barricadas y le poníamos las condiciones a l enemigo paraque entrara, teníamos el control desde que ingresaban a l barrioy podíamos planear infinidad de ofensivas y defensivas.14

En igua les térm inos se refirieron a lgunos líderes m ilicianos de laMilicias Populares del Valle de Aburrá, respecto a la guerrilla, en unaextensa entrevista en l991 “el pasado diciembre, empezamos a lgunoscon t a ctos con l a CGSB , qu i en es nos h ic i eron un a v is i t a y sesorprendieron de que nosotros en unos pocos meses hayamos crecidoen la ciudad más que la CGSB en 30 años15.

En otro de los terrenos donde la herencia de las organ izacionesguerrilleras sa lió ma l librada fue en e l de sus propuestas para la

13 La CGSB es la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar, agrupación de varios grupos guerrillerosfundada a finales de los ochenta pero que para principios de los noventa sólo contaba con las Farc,el Eln y un sector del Epl.

14 Declaración de Pablo García y Denis Felipe Santamaría, negociadores por un sector de la MPPP yde las MPVA respectivamente. Periódico El Colombiano, viernes 11 de marzo de 1994.

15 Entrevista a los dirigentes “Lucho” y “Mateo” de las MPVA. El Colombiano, octubre de 1991.

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conexión en las milicias. El secular caudillismo de las comunidadesterminó aplastando las fórmulas colectivistas traídas de la guerrillacomo: centra l ismo d emocrá t ico , d emocracia interna , d ireccióncolectiva, entre otras.

Así lo ve la investigadora Ana María Jaramillo:

...el principal factor de cohesión en las milicias populares dependíadel carisma y la capacidad de los respectivos jefes para mantenerla disciplina en su respectivo grupo y del caba l cumplimiento deun código ét ico, donde se establezca sanciones para quienesactúen por su propia cuenta.16

De ahí que sobre el esquema partidario del centralismo democrático,hayan triunfado ciertos caudillos con un aire colonizador si se hablade la zona de Lucho, la zona de Pablo, la zona de Andrés, la zona delCosteño, etc.

El peso de los liderazgos individuales fue igualmente decisivo paraque las milicias con el correr del tiempo terminaran siendo más unaconfederación de jefes, de emperadorcillos locales gobernando sucondado, lo que contrasta con la tendencia a la homogenización, alfu ert e ce n tra l ism o y f érre a d isci p l in a im p u est a p or los gru p osguerrilleros.

En materia de técnicas militares, las milicias introdujeron novedadesa l os p esa d os o p era t i v os p ro p i os d e l a a ct i v i d a d g u err i l l era ,planificados con filigrana de detalles, precedidos por una meticulosay paciente inteligencia. Las acciones de las milicias contra las bandaseran más silvestres, el arrojo reemplazó los arduos entrenamientos,y la malicia indígena para infiltrar y desmantelar las bandas resultómás eficaz que la paciente inteligencia practicada por la guerrillaurbana.

16 Noviembre de 1993. Milicias Populares en Medellín, lo privado y lo público. Ana M. Jaramillo.

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D e la é p oca b a n d o leri l ta m b ié n q u e d aron e n las m i l icias otroslegados atávicos: la ostentación (el champú), la fuerza y la habilidadcon las armas como ceremonia máxima de graduación (el duro) yco m o f orm a d e gra n j e ar l a resp e t a b i l i d a d a n t e l os d ir i g e n t esmilicianos y ante la comunidad. Igualmente las milicias reeditaronalgunos métodos utilizados por bandas con buen resultado como elde ut ilizar a las mu jeres y los menores de eda d como med io detransporte de armas (los carritos), así mismo la vocación donjuanescadel duro. A la práctica heredada de las bandas que más acudieronalgunos miembros de las milicias fue la del cruce para salir de susapuros económicos. Estos eran frecuentes no sólo entre milicianosd e b ase sin o e n tre m uch os d e sus d irig e n t es, los cu a les n o seresigna ban a sobre llevar la vida franciscana de sus ancestros, lam i l i t a nc i a i nsurg e n t e , q u e so p ort a b a est o ica m e n t e t o d os l ossuplicios y privaciones propias de la clandestinidad, a nombre de lasacrosanta causa de la revolución.

De un lado, en esta base miliciana no existía en general la preparaciónpsicológica ni ideológica de otroras generaciones militantes paraeste estilo de vida. Los jóvenes de las comunas eran una base socialmuy permeada por fenómenos propios de la ciudad, principalmentepor el narcotráfico, que pasó como un ciclón arrasando muchos delos valores provinciales de los barrios populares y dejó una enormeest e la d e d esco m p osició n ; u n m o d e lo d e pre d a d or d e asce nsoeconómico entre los jóvenes de las barriadas con un perfil muy pocoproletario.

Un dirigente de este primer grupo miliciano recuerda un caso quegrafica esa doble y resbaladiza moral.

Álvaro fue un miembro de la dirección del primer grupo milicianode las MPPP y tenía ba jo su responsabilidad buena parte de losrecursos bélicos. Ba jo cuerda y aprovechando su acceso a estosrecursos, coronó con otros muchachos un negocio de varios“p a que tes”. Á lvaro se ded icó en tonces a d arse l a gra n v id a

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m ien tras l a m ayor í a de l a b ase m i l ici a n a v iv í a en gra ndespenurias; no había billete para casi nada , ni para montar unproyecto product ivo p a r a que tr a b a j a r a n los much a chos .Muchas veces hab í a que re a l izar un fest iva l para recoger a lmenos con que movernos, debido a esa fa lta de f inanzas. Sedieron casos muy tristes como el de Mario, destacado militantede base que murió heroicamente en un enfrentamiento con elEjército en e l Picacho y tuvo que ser enterrado en una fosacomún en el cementerio universa l, pues no había plata para elfunera l. Mientras cosas como estas pasaban, Álvaro se dedicó aderrochar, asumiendo una doble faz; en el día con la organizacióntenía una cara, se le veía severo, intachable y cumplidor de susresponsabilidades, en la noche se transformaba, como el hombrelobo.

Álvaro estuvo visitando casi todos los días por espacio de variosmeses El Club Fantasía, propiedad de Famel Restrepo, de ingratarecordación en barrios como El Popular y Villa del Socorro. Estec lub er a un sórd ido cen tro noct urno de stre a p t e a se yprostitución, donde casi todo el que “goleaba” en Medellín iba aderrochar sus pesos. Como en cua lquier puerto libre del mundoa llí se puede pagar en joyas, dólares o moneda extranjera; notiene licencia pero es uno de los pocos sitios en Medellín dondese rumbea hasta las cinco de la mañana; si un policía o un oficia lva a merodear, las chicas se encargan de persuadirlo con susservicios. Álvaro, a l me jor est i lo Gacha , l legaba a este lugarrepartiendo dólares a las divas, llegando a l extremo incluso demostrar como trofeo un a Mp-5, un arm a muy costosa queconsiguió con mucho esfuerzo la milicia . Esta arma la dejabaguardada en la barra del negocio o en el taxi en el que siemprese movilizaba.

En lo que aparentemente fue una “picada de arrastre” apareciósu cadáver en el basurero de Medellín junto con dos divas, ni eltaxi, ni el subfusil, ni los dólares aparecieron. Muchas de estas

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intimidades sólo se vinieron a saber luego de que Famel comoviejo zorro que era , para curarse en sa lud y que no le echaranese “ganso”, le mandó un casete a la organización con testimonios,versiones que lo exim í a n de cua lqu ier responsab i l idad en l amuerte de Alvaro.

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Caba lgando sobre una eficiente y barata propuesta de seguridadciudadana, las MPPP lograron expandirse en un tiempo récord. Delbarrio Popular que sirvió de cuna a las primeras MPPP, saltaron asectores vecinos como Santo Domingo, Granizal, Santa Inés e inclusoa sectores de la llamada zona del Limbo. Más tarde llegaron tambiéna b a rr i os co m o e l P ica ch i t o y 12 d e oc t u b re e n l a co m u n an orocci d e n t a l , y la F lorest a y 20 d e ju l io e n la co m u n a ce n trooccid enta l, entre otros. Este crecim iento se logró gracias a tresfactores: una pro p uesta d e funciona m iento muy o p era t iva q ueconsistía en células por cuadras, una coordinación en cada zona yuna dirección central llamada la móvil. En segundo lugar la holguraeconómica lograda gracias al éxito en algunos golpes de mano dadosa sectores financieros y económicos poderosos en la ciudad, lo cualpermitió que se dotara de un buen arsenal. Por último, el trabajo dea doctrinam iento brinda do por a lgunos m iem bros sa lidos de lasorganizaciones guerrilleras daba la impresión de ser suficiente parapreservar la unidad interna en dicho grupo. Para finales de l990 todoparecía andar sobre ruedas.

El principio y el fin de la época de las vacas gordas en las MPPP lamarcó la realización de la primera escuela de milicias de esta fuerzaen en ero d e l991 en una zona d e in f luencia d e l EPL, p or a q ue lentonces próximos a su desmovilización. Esta escuela que constabatanto de adoctrinamiento político, como de una intensa capacitaciónde técn icas de guerrilla urbana , les perm itió verificar un enormecrecimiento en sus filas, así como la amplificación de sus zonas de

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influencia. Sin embargo este fue el último evento donde se reunieronlas MPPP como un solo proyecto.

Pasados unos cuantos meses empezó el descuadernamiento generalde esta primera fuerza miliciana. El primer signo de naufragio fueronlas luchas desata das por ca da uno de los líderes en d isputa de lliderazgo, en un grupo que termina pareciéndose cada vez más a lashuestes de Pancho Villa que a la moderna guerrilla urbana, propuestapor Ernesto Che Guevara en la década del 60. Cada uno de esos jefeslidera ba su prop ia bata lla por ganarse e l reconocim iento de lascom un id a d es; se esforza b a e n con q u istar e l m ayor n úm ero d esardinas del barrio. Los roces personales con otros líderes se volvieronfrecuentes, cada uno hacía un despliegue verbal de sus hazañas, todolo cual fue imponiendo un estilo tribal para resolver las diferenciasinternas. Así quedaron fracturadas estas MPPP en grupos de afectosy simpatías que cada vez tenían menos en común.

Por esta época hicieron su entrada las MPVA, apadrinadas por el ELN,e n m e d io d e u n ru id oso d e b u t d e fu erza y d a n d o triu n fa l ist asd eclaracio n es a la pre nsa . Los ce los y e l a h o n d a m ie n t o d e lasd iferencias entre estos dos grupos m ilicianos prop iciaron que lad irigencia de las MPPP d iera un g iro en sus afectos ideo lóg icos,decretando la defunción a su herencia elena. Es así como se arrimana la sombra de grupos sindicales maoístas, los que vivían un inusitadoauge en Medellín por aquellos días. En una entrevista concedida aprincipios de l992, a un medio de prensa norteamericano afirmaronhaber recibido entrenamiento por parte de miembros del SenderoLuminoso del Perú17.

Como ratificación de sus nuevos sanedrines fundamenta listas, lasMPPP expidieron un comunicado público despotricando contra laCGSB y otras organizaciones sociales. A los primeros por plantear laposibilidad de diálogos con el gobierno, que luego se realizarían en

17 National Catholic Reporter. 13 de marzo de 1992.

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Caracas, y a la segunda por ava lar la participación e lectora l de lmovimiento cívico que se venía perfilando en la comuna nororiental.

Las CGSB se encontraban en una actitud de proponerle diá logosa l gobierno que culminaran en su desarme, esto constituye unatra ición a los principios revolucionarios y a la comunidad comoya lo viene haciendo l a CUT y otras orga n izaciones soci a lesadeptas a la socia l democracia, que se plantean la reconciliaciónde los enemigos de clase.

El comunicado remata haciendo un llamado “a cerrar filas alrededorde la guerra revolucionaria en el Perú liderada por su presidenteGonza lo.18“

Este fundamentalismo propició un alejamiento entre las MPPP y lacomunidad. En la comuna nororiental las organizaciones cívicas ysociales prefirieron sumarse a movimientos con planteamientos másf l ex i b l es q u e l es p erm i t i era n p art ici p ar e n las e l eccio n es p araconcejo y alcaldía con candidatos propios.

Como respuesta a l movim iento en formación, a lgunos d irigentesde las MPPP endurecieron su posición política. A principios de l992in iciaron una cam paña tend iente a im p ed ir que los po lít icos encampaña electoral pudieran acceder a las plazas públicas de su zonade influencia. Boicotearon las reuniones políticas irrump iendo ene l l a s e n ca p uch a d os y co n a rm a s p a ra a m e d re n t a r a sí a l osparticipantes. Con esta campaña también resultaron afectados otrossectores de la izqu ierda lega l como la UP y e l recién constitu idomovim iento político de los desmovilizados de l EPL que sintieronlos estragos del bloqueo a su actividad proselitista.

Por aque llos d ías, las MPPP desataron la ira sobre la sede de lospart idos po lít icos tra d iciona les e jecutando varios atenta dos conb o m b a s , a cc i o n e s q u e re i v i n d ica ro n a tra v é s d e e scu e t os

18 Boletin de las MPPP, octubre de 1991.

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comunicados, pues a sus dirigentes les estaba prohibido concederd ec l arac i o n es a l a pre nsa , q u e p or e n t o nces est a b a á v i d a d einformación sobre e l en igmático fenómeno de las m ilicias en losbarrios de Medellín.

Las nacientes MPVA aprovecharon esta coyuntura para afianzar susrelaciones con algunas organizaciones cívicas de la zona por mediode una política más flexible. En lugar de desenterrarlos optaron porcanalizar los recursos que los políticos llevaban a los barrios durantela campaña y acapararon la atención de los medios de comunicacióncon constantes declaraciones y entrevistas donde las MPVA posabancomo la nueva imagen de la milicia. La brecha entre las MPPP y lasorganizaciones sociales de la zona se amplió sin que sus dirigentesmostraran n inguna preocupación por ganarse los a fectos de lacomunidad. Por el contrario, no dispuestas a ceder en su precariomonopolio de la fuerza sobre los barrios donde estaban asentados,seguían aferrados a la mentalidad de grupo compacto que manteníaalgún nivel de control territorial para ejercer su fugaz reinado antela comunidad.

Una d e las princip a les consecuencias d e este m i l itarismo fue laincorporación de muchos ex miembros de bandas delincuencialeso personas de pasado muy dudoso, considerando sólo su habilidadmilitar, so pretexto de que de esta manera se ganaría capacidad defuego contra aquellas bandas que persistían en su beligerancia. Estono sólo contribuyo al descrédito de algunos sectores de la milicia,sino que pervirtió el modelo de justicia para todos que había probadosu ecu a n i m i d a d e n u n pr i m er m o m e n t o . Much os d e est os exm i e m bros d e b a n d as a pro v ech aro n su n u e v o est a t us e n u n acomunidad que aun fetichizaba a las milicias y se dedicaron a saldarviejas rencillas, a sacar del camino a viejos enemigos, o a buscar unacomisión cuando mediaban en algún litigio. Lo más catastrófico detodo, fue que jóvenes cuya ún ica escue la “civilista” fue sobrevivirf eroces g u erras, se vo lv i ero n los árb i tros d e la co m u n i d a d e n

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conflictos domésticos, donde el prob lema de las bandas ya hab íasido virtualmente superado.

Un ejemp lo que grafica los excesos a que llegaron las m ilicias eseste episodio que relata un dirigente miliciano:

En una de las zonas recuerdo que una familia acudió a nosotrospara que le ayudáramos a entrar a la casa un pariente borrachitoque est a dando “lora” en la ca l le. Este señor era un padre defamilia , una persona honorable, que sólo cuando se tomabaunos tragos se descontrolaba, como jefe de zona recuerdo haberenviado dos muchachos para ayudar a la familia a entrar a lborr a ch i to . A los pocos m inu tos se escuch a ron v a r i a sdetonaciones, los muchachos mataron a l borracho con la mayorde la sangre fría en medio del llanto de su familia; la explicaciónque dieron los muchachos fue que el borracho los insultó. A pesarde las reuniones que se hicieron con el vecindario, la expulsiónde los muchachos de la organización, no se logró subsanar elma lestar dentro de la comunidad de la cuadra.

Ante el retiro masivo de muchos militantes provenientes de la viejaizquierda que aún permanecían en las milicias, la formación políticaimpartida a la base miliciana quedó reducida a un lánguido discursoesco lást ico q u e n o p erm it ía e l a va nce n i e l d esarro l lo d e susintegrantes.

El epitafio a la unidad interna dentro de las MPPP, fueron las disputasacerca del manejo de las finanzas y la inconformidad de un grupo ded irig e n tes in term e d ios q u e no se se n t ía n re prese n ta d os e n lasdirectivas de dicho grupo. Esto propició que algunos dirigentes sedeclararan en rebeldía y desconocieran a su dirección.

Como consecuencia de estas diferencias empezó una escalada defraccionamientos. Los primeros en armar rancho aparte fueron ungrupo de dirigentes medios de las MPPP, quienes a comienzos de1991 se reun ieron con varios ex m ilitantes de l EPL que esta ban

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desencantados con el proceso de desmovilización de este grupo.Juntos conformaron los COB (Comandos obreros) que tomaron comosu centro de operaciones varios barrios de la comuna noroccidentalcomo Paris y Santander.

Pocos meses después varios habitantes del Limbo, respaldados pora lgunos dirigentes inconformes dentro de las MPPP empezaron amanifestar su inconformidad por algunas actitudes de irrespeto del a s MPPP fre n t e a l os n a c i e n t e s p roc e sos org a n i z a t i v os q u eempezaban a cobrar fuerza en estos barrios. La gota que derramó elv aso f u e l a m u ert e , e n c ircu nst a nc i as a ú n n o c l ar i f ica d as, d e lpresidente de la acción comunal del barrio el Carpinelo, a manos delas MPPP. Así como se fundó el núcleo miliciano conocido como elCOAR (Comandos Armados Revolucionarios).

La división más fuerte de las MPPP ocurrió a mediados de l993 cuandoun gru p o d e d irigentes, enca b eza dos p or Pa b lo García , d ecid ióenta b lar un proceso d e negociación con e l gob ierno , lo que seconvirtió en la nueva manzana de la discordia entre los partidariosde esta posición y los que decidieron continuar en armas.

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CAPÍTULO IIIBASUCA STREET: LAS MILICIAS Y

EL MANEJO DE LA DROGA

La marihuana fue el emblema cultural de toda una generación dentrode la que se destacó el malevo de barrio, cuya cotidianidad transcurríaentre lanzar p iropos a las co leg ia las, jugar fútbo l y protagon izarocasionales grescas con piedra y hondas contra otras galladas delbarrio. En una época de fuerte censura social frente al consumo de lamarihuana , estos inofensivos ma levos que la fuma ban preferíandesplazarse a las llamadas zonas rojas o de tolerancia de la ciudad.Lova ina , Guaya qu i l y e l b arrio Ant ioqu ia , l legaron a ser las másafamadas zonas de alta densidad moral pues sirvieron también derefugio a otros gremios del malevaje, más ligados a la delincuenciaprofesiona l, bohem ios y obreros que h icieron de estas zonas, suciudad luz.

Estas zonas se crearon por obra tanto del comp lot urbanístico devarias administraciones municipales que decidieron por la décadadel 50 rediseñar a Medellín con el llamado Plan Wiesner y Sert, asícomo por la h ipócrita mora l de la socieda d de entonces que serasg a b a las vest i d uras recla m a n d o a las a u t ori d a d es m e d i d astend ientes a trasla dar de l centro de la ciuda d la prost itución , laindigencia y sitios de diversión. Los mejores clientes de estos camposde concentración, donde eran confinados todos los submundos dela sord idez, eran paradójicamente los m ismos fariseos burguesespaisas que despotricaban contra estos lugares en los salones de té

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El Colón y La Bastilla. En una época en que no existían los costureroste lev isa dos d e Margoth Ricci y Poncho Rentería , en estos sit iosdiscurrían las páginas sociales de la ciudad. En privado, estos mismosaristócratas paisas, junto con sus hijos, iban a los burdeles reinstaladosen éstas zonas rojas a ejecutar el rito de iniciación sexual conocidocomo el descorche.

Prostíbulos, malevos y negocios turbios trajeron otros lunares a lamoral pública confesional que todavía se predicaba en la década delos 60 y 70. La venta de narcóticos fue otro de ellos. Siendo patrimonioexclusivo de estos ghettos, los que necesitaban proveerse de su dosispersonal de marihuana, en ese entonces la droga por antonomacia,no ten ían muchos lugares para escoger. Los viciosos de la épocat e n í a n q u e i n ic i ar u n l arg o p ere gr i n a j e d esd e e l b arr i o d e suresi d e nc i a h a s t a l os l u g a res d o n d e l a v e n d í a n , reco n oc i b l esfácilmente porque esta ban envue ltos en los sahumerios de estecáñamo indio conocido como la canabis sativa. Los sitios de expendioestaban localizados así: a una cuadra justo al frente del actual jardínbotánico, en el barrio el Bosque; en Lovaina en la calle del costadooriental del cementerio San Pedro; en el Sector de El Pedredero enGuayaquil y en un costado oriental del Zoológico Santa Fé en el barrioTrinidad*. (Eufemismo canónico con el cual los mojigatos dirigentesantioqueños bautizaron el viejo barrio Antioquia pues considerabanque este era un bache en el glosario que desdecía de las buenascostumbres de la ciudad).

Otros marihuaneros empedernidos obligados a realizar este diarioitinerario eran los hippies y nadaistas que florecieron en Medellín enla década del 60 y principios del 70 como versiones maiceras de losm o v i m i e n t os co n tra cu l t ura l es y e x is t e nc i a l is t a s d e Euro p a yNorteamérica; los cuales hicieron en Medellín su propia comuna deParís y su Woosdstock. Los hippies en la década del 70 sufrieron unanovelesca persecución que parecía salida de las crónicas de La leycontra el hampa, un programa radial que se transmitía diariamenteen Medellín, narrando los casos policiales más espectaculares.

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A esos fa u n os d e larg as ca b e l leras se les acusa b a d e ser p ocoamantes del champú y los jabones aromatizados; y de que lo únicoque sa b ía n hacer todo e l d ía era escuchar música rock y fumarmarihuana en cantidades industria les. El DAS, en e l pape l de LosIntocables, estuvo al frente de la implacable persecución, que tuvoal hippismo al borde de la clandestinidad. Fumar marihuana en estaépoca tenía cierto aire de candidez, romanticismo y hasta de rebeldíasocial.

La década de l 80 vería e l nacim iento de una nueva droga en losbarrios populares de la ciudad: el basuco, cocaína basura, tambiénversión maicera del mortal crack de las calles norteamericanas.

Se re p e t í a l a v i e j a h ist or i a d e l a p asi l l a d e l ca f é t ost a d o t i p oexportación: basofia alimentando las porquerizas del tercer mundo.La basuca, a diferencia de la marihuana, los diablitos y las roches*,drogas tradicionales en la ciudad, creaba un tipo de adicción másintensa y un comportamiento hiperactivo y compulsivo en el argotde dicha subcultura llaman amuramiento.

El a ire d e los b arrios d e la la d era d e Me d e l l ín , q u e a lg u n a vezestuvieron inundados por esencias de florales; gardenias, margaritas,begon ias, clave les y de sahumerios du lces desprend idos por loseucaliptos y limoncillos abundantes en los antejardines de las casasdel sector, empezó a enrarecerse con el vaho del basuco, el cual separecía a un neumático derritiéndose sobre el asfalto fresco de unacalle recién pavimentada. Cruda evocación del olor de los desechosindustria les que en el otro extremo de la ciudad, recordaban quehabía un sur, superpoblado de factorías que amenazaba morirse conel haraquiri de sus propios gases deleterosos.

Los expendios de basuco empezaron a multiplicarse en la geografíade los barrios populares. Ya no eran necesarias las grandes caminatasde antaño para proveerse de la droga, pues esta se conseguía congra n faci l id a d en los m ismos vecin d arios, p e q ueñas t ien d as d eesquina, zapaterías, vendedores ambulantes, legumbrerías y hasta

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casas de intachables matronas se volvieron, de la noche a la mañana,jibareaderos. Para l988 se estimaba que en la ciudad existieran unos20 mil jíbaros de droga al por menor en la ciudad19.

La DEA y el gobierno norteamericano, preocupados no sólo por estepequeño cap ilar roto causado a los ingresos de su fisco naciona l,azuzaron campañas internacionales contra el Cartel de Medellín ene l cua l presentaba “una megaestructura poderosa embarcada enuna conspiración criminal contra el mundo occidental”; espejismoque eclipsó casi por completo otros fenómenos que se han movidoalrededor del mercado de las drogas.

El consumo interno de droga en Colombia y los capos que manejabaneste negocio en el país y en la ciudad han permanecido intocables.Los minicarteles que manejan este negocio se han movido comorémoras a la sombra de las bonanzas de los grandes del negocio enlos carteles internacionales.

En el mercado interno de la droga sólo han manejado una pequeñafracción del mercado: la cocaína de alta pureza que en Medellín tieneun selecto grupo de clientes, con tabiques refinados, dentro de losque se cuenta desde oficiales de policía, de la rama judicial hastatraquetos medios y hombres de negocios que la consumen con grandiscreción en algunos centros de diversión exclusivos de la ciudad.

La única plaza oficial de cocaína para el consumo personal que haexistido en Medellín lleva más de una década funcionando con laaquiescencia de las autoridades en los a lrededores de l d iamantedel béisbol, a unos cuantos metros de la IV Brigada, la base militarmás grande del departamento de Antioquia.

El 90% de l mercado interno de la droga está representado en e lbasuco, negocio mane ja do por grem ios de l ham pa que só lo enocasiones excepciona les han servido de d ivisiones inferiores de l

19 ARANGO JARAMILLO, Mariano. Los Funerales de Antioquia, 1990.

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cartel de Medellín. Incluso las relaciones de la mayoría de las oficinasde sicarios con los jíbaros fueron más tensas que amigables. Es sabidopor ejemplo que Los Priscos combatían los expendios de drogas enAranjuez asesinando a los jíbaros o expulsándolos del barrio, en latarea de benefactores del vecindario que animaba a los fundadoresde esta banda delincuencial al servicio del cartel de Medellín. En elmun icip io d e Env iga d o ocurrió lo m ismo , so lo q ue a l l í era n lasautoridades locales al servicio de Pablo Escobar quienes mataban ajíbaros y viciosos.

Los grem ios de lincuencia les que han mane jado la droga para e lco nsu m o in t ern o e n Me d e l l ín h a n re u n i d o tra d icio n a lm e n t e atraquetos de tercera categoría, que carecen de grandes cap ita les.Estos nunca han podido ascender a los carteles de exportación, losmiembros de éstos son reclutados en selectos clanes familiares.

El premio de consolación para estos minicarteles es quedarse conel trabajo sucio, o sea, organizar la venta al detal de droga en lascalles. Siguiendo el abc de los gremios de mayor perfil en el mundod e l cr i m e n org a n iz a d o , i n ic i a n su v orá g i n e e n l os ce n tros d ep rocesa m i e n t o d e coca í n a , l oca l i z a d os e n l a fro n t era sur d eColombia, en pueblos apartados clavados en medio de la selva, comoPuerto Asís en el Putumayo, en la bota caucana, Caquetá, Nariño, etc.

Los grandes contratan allí químicos que trabajan para ellos durantee l ciclo de producción que es de tres o cuatro meses, quedandocesantes e l resto de l tiempo. La manera como estos quím icos sehacen a un dinero extra, para completar sus ingresos, es reciclandola basura o pasta de coca20, que no tienen interés comercial para loscarteles orientados a la exportación.

20 “Puesto que la pasta posee demasiadas impurezas (residuos de querosene, ácido etc), es sometidaa lavado o purificación: sobre el sulfato seco se vierte una solución de ácido sulfúrico y se agita paradisolver las impurezas, seguidamente se añade una solución de permanganato de potasio y lamezcla así lograda y filtrada se agrega amoniaco. El residuo es un producto cristalizado que luegode recuperarse por filtración se somete a secado al sol, éste se conoce generalmente con e lnombre de base”. Tomado de Contrabandistas, marinberos y mafiosos. D. BETANCUR, M. García,TM. Ediciones, agosto de 1994.

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Desde que se inició el negocio de la exportación de cocaína ha sidodado como un hecho la mala calidad de la hoja de coca colombiana, ylos grandes productores prefieren traer la materia prima de Bolivia yPerú, lo que ha convertido a los narcos del país en procesadores ycom ercia l iza d ores. El pro d ucto f in a l q u e re prese n ta u n in t eréscomercial para los carteles de exportación es sólo aquella que superael 90% de pureza. El resto es rechazado y satisface fundamentalmenteel consumo interno.

Uno de los compradores de esta pasta en Medellín reconstruye lospasajes que siguen a la compra del producto:

En L a Horm ig a , Pu t um a yo , un s i t io con muchos ho t e l es yrestaurantes de propiedad de antioqueños y ca leños, lo primeroque hacen cuando llega a lgún visitante es decirle: ¿Cuánto letra ígo? Y en los 10 y 15 minutos llegan con costa les de fique, conlo que p ida . En este pueb lo se ven cosas muy extra ñ as, porejemplo, todo el mundo vende la coca como si fuera cebollas otomates, pero para conseguir cebollas o tomates hay que via jarhasta Villavicencio o Mocoa , pues en Puerto Asís no se ve sinococa y gente cargando costa lados de billetes para depositar enla Ca ja Agraria. En este pueblo se ve la gente andando desca lzay montando en lujosas motos, y contrastes de este tipo en todaspartes. El camino de regreso a Medellín no es problema. En lospuestos militares de control sólo tratan de detectar si el via jeroes guerri l lero; por eso le busca n en los hombros l as m arcasdejadas por morra les. Si se pasa la prueba, una liga es suficientepara que te dejen pasar tranquilamente sin requisa.

Para 1985, cuando empezó a llegar masivamente la basuca a lascalles de Medellín, el precio de una libra de pasta de coca oscilabaentre 150 y 200 mil pesos en Puerto Asís. En Medellín los mayoristasla compraban a 300 mil y med iante un proceso llamado el corte,que se rea liza ba en casas de la ciuda d , hacían rend ir esta pastam e d i a n t e l a a d ic i ó n d e s us t a nc i a s q u e v a r í a n d e s d e l a d r i l l o

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pulverizado, leche en polvo hasta maicena. Al final el precio de estalibra oscilaba entre 600 y 700 mil pesos. Finalmente, el precio en lascalles podía ascender hasta a un millón doscientos mil pesos, lo queconvierte el expendio en un negocio nada despreciable, si se tomaen cuenta que un adicto promedio se gastaba tres mil pesos diariosen basuca, en una época que el salario mínimo era de unos 40 milpesos mensua les.

Fammel Restrepo recuerda como aterrizó la basuca en los barriosaltos de la comuna nororiental como El Popular:

El mayorist a que empezó e l negocio en l985, se l lama Ja imeZuluaga , que hacía parte de esa larga l ist a de persona jes deAra n juez y e l b a rr io An t ioqu i a que p a ra l a déca d a de l 70incurs ion a ron en e l tr a que t a j e o ed a d de p i edr a de losn a rco tr a f ica n t es , como l a que p a só Pa b lo Escob a r en sumomento. Ja ime Zuluaga por esta época, no contó con la buenafor t un a de l “p a trón” y va r ios de sus ca rg a m en tos ca yerondecomisados, quedando a l borde de la ruina . Pero como todobuen pa isa emprendedor se sobrepuso y empezó a incursionaren el mercado, mucho menos rentable que el de la exportaciónde coca ína, pero mucho más seguro.

Luego de incursionar con éxito en este nuevo filón, Jaime Zuluagaamasó una pequeña fortuna y volvió al negocio de la exportación,actualmente está detenido en una prisión del país, como el primerzar de la heroína en ser capturado en 1991. Jaime Arenas, un sociode Zuluaga, se encargaba de vender la droga por libras, a través deun sistema de créd ito semejante a las de facturas mensua les quemanejan las farmacias. Estas redes de distribución estaban en manosde la banda de Los Calvos en el Popular y de la banda de Germaniaen el Playón y Zamora.

Un caso que ilustra el proceso anterior es el de Cata lino, quien aprincip ios de los 80 hizo parte de un comur, especie de colectivorevolucionario al servicio del EPL en el barrio el Popular durante los

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acuerdos de paz con Be lisario Betancur. Después de rotos estosacuerdos, Cata lino, ya como rueda sue lta fundó la banda de “LosCa lvos”. En un primer momento entró en contacto con los Ochoa,pero en las primeras tareas que le encomendaron dio muestras deindisciplina y falta de profesionalismo y no llegó a hacer una carreraen el Cartel de Medellín. Catalino vio entonces en la venta de drogasen las calles un nuevo nicho económico, aprovechando para ello losproblemas de descomposición social, familiar y desempleo, que sevivía en barrios como el Popular.

Una hermana de Catalino trabajaba como enfermera en la clínica dela p o l ic ía , q u i e n serv ía d e ca n a l p ara q u e Los Ca lvos p a g ara nd iscretamente e l impuesto a a lgunos agentes, a camb io de quemantuvieran a raya los decomisos en las calles.

La otra plaza fuerte de expendio en el sector estaba sobre el barrioZamora, que está situado en los confines de la Comuna Nororiental.En los linderos entre la Comuna (barrio el Playón) y el municipio deBello (Machado), estaba uno de los grandes expendios de basuca,m uch o m ás org a n iz a d o q u e l a d e l b arr i o e l Po p u l ar p u es eraadministrado por la banda de la Germania, una de las más poderosasde la comuna que era manejada por un primo y hombre de confianzade Pablo Escobar. La Germania manejaba otras bandas menores: losPembas y los Recatos, primero, y luego la banda de Plante, todasellas del pelambre depredador de Los Calvos, sin mayor vuelo.

Estas últimas bandas, aparte de reforzar las labores de protección del a p l a z a , ocu p a b a n e l rest o d e l t i e m p o e n l o q u e t e n í a n m ásexperiencia: asaltar los buses que transitaban por la congestionadavía Medellín–Bogotá que cruza por un costado del barrio Zamora;asaltar a los peatones que madrugaban a sus trabajos y asaltar lascasas de los barrios vecinos de Bello y la Comuna Nororiental.

Las plazas de expendio de droga son centros de gravedad para lamayoría de los gremios del bajo mundo. Los adictos, que casi siemprese mueven en las escalas delincuenciales más bajas (atracadores,

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apartamenteros, etc); los reducidores que van allí a gastar el fruto delo robado; los jaladores de carros en busca de compradores, etc.

Las plazas de expendio como la de Zamora, se convirtieron en oficinasde segunda categoría a las que en contadas ocasiones acudió PabloEscobar en su primera época como capo. Pero las cosas cambiaronpara el patrón luego de su fuga de la Catedral. Este no era ya la figuraomnipresente y todopoderosa que trataban de mostrar los mediosde comunicación y la DEA. La estampa de Pablo Escobar era más lade un hombre acorralado; eso sí, con un poderoso ego heredado delmegalómano que fue en el pasado. Para l992, del poder acumuladoen el pasado, sólo quedaban cenizas: sus hombres incondicionalesestaban muertos, en prisión o en e l exilio; sus cuentas bancariascongeladas; sus propiedades confiscadas, y con más enemigos quenunca. A sus viejos y encarnizados perseguidores de la DEA y losbloques de búsqueda se habían sumado varios de sus ex socios: losparam ilitares de l Magda lena Med io, F ide l Castaño en Córdoba yUrabá y los Moncada y los Galeano en Medellín.

Sus recursos e m p ezaron a escasear y no te n ía cómo co brar e limpuesto o peaje que le imponía a otros mafiosos para que pudieranutilizar sus rutas de exportación.

El secuestro se volvió entonces el recurso de sa lvación, a l menosp a ra m a n t e n er p ro v is i o n a l m e n t e su g u erra co n tra e l Es t a d oco l o m b i a n o y g a ra n t i z a r l e , co m o m í n i m o , l os re cursos p a rapermanecer escond ido.

La imagen temeraria que proyectaba su nombre, se convirtió en elm e j or a v a l p a ra e l co b ro d e l os re sca t e s o d e l a cu o t a d eintermediación que exigía para averiguar por el paradero de algúnsecuestrado.

Las oficinas de segunda categoría como las plazas de vicio, ganaronentonces un inusitado protagonismo. Todos los gremios del hampaque se movían a lrededor de la p laza eran ojos y oídos, b ien para

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detectar potenciales secuestrables o para averiguar el paradero desecuestrados a fin de cobrar la cuota de intermediación.

El pago de Pablo Escobar por los favores recibidos también empezóa languidecer. El pago se hacía estrictamente a los duros de la plaza,y ya no eran las astronómicas cifras de dólares en efectivo del pasado,sino modestos cheques que rara vez excedían los cinco guarismos.Los duros de la plaza, a su vez, hacían sus ligas a los subordinados delas bandas satélites que, como casi siempre eran adictos, se limitabana una dosis personal de una semana, con lo que se daban por bienservidos.

El desenlace de las bandas como los Mecatos, los Pembas o los Planteparece salido del mismo libreto. Estas bandas chichipatas, por reglageneral, no fueron diezmadas ni por la policía ni por las milicias, sinoque en su mayoría fueron víctimas de la depredación interna y lasvendettas con otros grupos delincuenciales. En otros casos fueroneliminados por supuestas víctimas indefensas que consideran unacu est i ó n d e h o n or resarc ir e l d a ñ o su fr i d o , asesi n a n d o a susvictimarios. Estas bandas dejaron unos pocos sobrevivientes entresus m iembros, los que fina lmente perecieron en la indefensión,e jecutados por las m ilicias, luego de ser entregados, en trampastendidas por otras bandas, para mostrar gestos de buena voluntaden los pactos que posteriormente llevaran a cabo algunos gruposde milicias y bandas como la Germania y de los cuales se hablarámás adelante.

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CAPÍTULO IVUN LOCO LLAMADO LUCHO

El 12 de junio de l993, Lucho22 salió de Moravia ya entrada la noche,en su vehículo, un viejo y destartalado Fiat, ideal para no levantarsospechas.

En los días de soldado revolucionario, como el mismo los llamaba,había soportado las inclemencias de vivir en Moravia: una losa decemento que algún colaborador le ofrecía por cama, la enrarecidaatmósfera que allí se respiraba, mezcla de los olores de metano quese filtran por los surcos del viejo basurero, con los de cloaca frescaque se desprenden del río Medellín y, por supuesto, las nubes demosquitos que ensombrecen el día más claro y radiante.

La vida para él, tenía ahora un mejor semblante; ya podía disfrutardel confort de un apartamento en un barrio residencial de Medellín,la situación en Moravia ya estaba controlada y una visita diaria erasuficiente para pasar revista en los que llamaba sus territorios. Laconfianza y el optimismo se veían en su rostro. Ese optimismo quelo acom paña ba esta ba b ien a f inca do; los d ioses ú lt imamente lehabían sonreído.

Sus archienemigos estaban liquidados, en prisión o habían fumadocon él la pipa de la paz; llegando incluso a considerar a algunos de

22 Lucho fue un dirigente sindical, militante del ELN quien dirigió durante varios años las MiliciasPopulares del Valle de Aburrá, con gran incidencia en el barrio Moravia. Lucho desmovilizó luego asus milicias y posteriormente fue asesinado. Durante 1993 y 1994 estuvo detenido en la cárcel demáxima seguridad de Itaguí.

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ellos como sus amigos y gente de confianza. En diciembre de 1992,por ejemplo, había celebrado un pacto de paz -con misa y marranadaa b ord o- co n los q u e h ast a e n to nces era n sus m ás e nco n a d osenemigos: la oficina de Rigo en Santacruz (o al menos lo que quedabad e e l l a , p u e s och o d e s us l í d e re s h a b í a n si d o ca p t ura d osrecientemente por la policía, acusados de participar en la muertede policías, pagados por Pablo Escobar). Esta banda era la única quehabía logrado causarle una herida a Lucho: un tiro en la pierna cuando,junto a Martín, participaron en un operativo contra esta banda en1990.

Con Comanche, quien hab ía asumido el mando de los Priscos enAranjuez luego de la muerte de los hermanos Ricardo y ArmandoPrisco Lopera, tamb ién a princip ios de 1992, hab ía celebrado unaespecie de h istórico pacto de Versa lles, donde las m ilicias que é lencabezaba (las MPVA) y Los Priscos, se dividían por medio de pactosde no agresión el mapa territorial de Aranjuez, lo que le permitía aLucho expandir su zona de influencia.

Con el resto de bandas de oficina de la comuna nororiental tampocot e n í a m uch os m o t i v os p a ra d e sv e l a rs e : h a b í a h a b l a d opersona lmente con e l Patrón en varias ocasiones y éste le ha b íadado su palabra de que las rivalidades eran cosa del pasado; que elfuturo anunciaba por e l contrario una larga convivencia pacífica .Lograr en este momento la palabra del Patrón era razón suficientepara dormir tranquilo. Si bien Pablo Escobar había perdido sus amigosen el gobierno y de algunos de sus escollos como Fidel Castaño enUrabá, o los Galeano en Itaguí, su imagen en el mundo del hampaorg a n iza d o se h a b ía co nso l id a d o : Para e l los ya n o era só lo u nimpersonal Patrón, sino un Napoleón, que desafiaba al Estado y seaprestaba a lanzar un nuevo frente insurgente “Antioquia Rebelde”.

Por e l lado de sus d iferencias con sus ex camaradas de l ELN, losresultados de su última reunión con los d irigentes naciona les dedicha organización lo habían tranquilizado sobre manera.

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Los organismos de seguridad del Estado tampoco lo alarmaban. Sehabía entrevistado con altos oficiales de la Policía de Medellín, delF-2 y había recibido de ellos la aquiescencia tácita hacia la labor delimpieza social que ejercían las milicias. Ahora que Lucho no estabatrabajando con la guerrilla, lo que las MPVA hacían no tenía diferenciasde fondo con las actividades de los organ ismos de seguridad enMedellín: combatir jíbaros, cuidar la propiedad privada y deshacersede los delincuentes de poca monta.

Por lo d e m ás, a lg unos o f icia les a ltos y m e d ios d e la Po l icía noparecían muy ávidos de capturar a Lucho, quien era un asiduo clienteen la compra de armas, equipos de comunicación, municiones, fuenteextra de ingresos para muchos de ellos. Matar la gallina de los huevosde oro nunca ha sido una fórmu la inte ligente; ca da vez que unmiliciano era capturado con armas o en flagrancia, un jugoso sobornosalvaba el impase.

Lucho tamb ién contaba con la amistad de influyentes persona jesde la política. A todos les habían prometido exclusividad en sus piezaspara las elecciones de 1994 para el senado. Había otra exclusividadque todos ellos esperaban también con ansiedad: salir a la palestracomo ada lides de la paz. Lucho desde e l m ismo momento de suseparación del ELN venía franqueando una negociación política conel gob ierno, lo que reencaucharía a l político más quemado. Estasinfluyentes amistades, podrían ponerlo sobre aviso, si los organismosde seguridad estuvieran cocinando algún plan para su detención osi por desgracia caía en prisión, le ayudarían a salir pronto.

Su mente imbuida en la morfina de la euforia, repasaba sobre suposib le futuro político: una p laza púb lica arengando a las masas,una corporación pública, o hasta inmunidad parlamentaria.

Sólo había avanzado unas cuantas cuadras, cuando un taxi Chevetteúltimo modelo, haciendo un giro en U se atravesó en su camino. Larapidez de esta maniobra no le dio tiempo de reaccionar antes quelograra sacar de su lugar dos tornillos que había dejado flojos en la

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parte interior de la portezuela delantera, detrás de la cual ocultabauna subametralladora mini-uzi.

Varios ocupantes del taxi, fuertemente armados, tenían rodeado elvehículo Fiat. Uno de ellos, el de complexión más gruesa, subió a lapuerta delantera y de un solo tirón sacó a Lucho del vehículo paraluego introducirlo a empellones en la parte posterior del taxi. Allíe m p e z ó a d arse cu e n t a d e l o q u e est a b a p asa n d o . U n j o v e nencapuchado, quien lo había señalado, se apeó del taxi. A pesar de lacapucha reconoció dentro de ella a Martincito, el miliciano que habíatrabajado en la plaza Minorista y que Lucho había expulsado de suorganización miliciana.

El taxi chevette tomó la vía de las Palmas, en las afueras de Medellín,una ruta que sólo tiene un tiquete de ida para las personas que hacensu recorrido en esas condiciones.

Cuando e l veh ícu lo tomó la pend iente de esta vía , su ve locida dd isminuyó y Lucho aprovechó para abrir la portezuela y arrojarsehacia un d esecho . A l ver q ue e l taxi no se d e tuvo su marcha yconvencido de que hab ía perd ido a sus perseguidores, Lucho seacercó a la carretera para pedir ayuda a los carros que pasaban. Perono contaba con que un trooper venía escoltando de cerca a losocupantes de l taxi, y fue reca pturado. Lucho se puso a gritar sunombre para que escucharan los carros que se habían detenido enel lugar a curiosear; decía además que denunciaran a la Procuraduría,que sus captores eran policías de civil que querían matarlo. Eso lesa lvo la vida, a l menos provisiona lmente. Luego de la golp iza derigor, fue conducido a la estación de la Policía motorizada en Laurelesy de allí a los calabozos del F-2.

Al enterarse de la detención, sus amigos empezaron a llegar al F-2. Elprimero fue Famme l Restrepo, quien ten ía fuertes contactos conoficiales del F-2, gracias a los cuales había salido de allí cuando fuedetenido por el asesinato de dos agentes de esa institución. Luegollegaron otros políticos que trataron de interceder por su liberación.

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Sin embargo, los oficiales al mando del comando del F-2 en el barrioBelén no podían ofrecer mucha ayuda.

Los que tra jeron a Lucho aquí son de Bogotá, son parte de ungrupo especia lizado de inteligencia del Bloque de Búsqueda dePablo Escobar y nosotros no podemos hacer nada. Para empezar,los rangos de ellos son de capitanes para arriba y nosotros nollegamos ni a mayores. Lo que sí podemos hacer es permitirleque haga desde nuestras oficinas las llamadas que necesite ypor favor díganle a los milicianos que nosotros no tuvimos quever nada con eso.

Si bien los contactos e influencias de Lucho no lograron sacarlo de lacárcel, al menos si le garantizaron que no sería enviado a Bellavista,donde uno de sus tantos enemigos hubiera podido asesinarlo, sinoa la cárcel de máxima seguridad de Itaguí, donde estaría a salvo.

2

Esta no era la primera vez que Lucho p isaba la cárcel o sufría lossinsabores que dejan las guerras. Para mediados de la década del 70,Lucho se vinculó al ELN, antes de cumplir los 20 años. En los años 60e l cura Ca m i lo Torres e n Co lom b ia y e l Ch e Gu evara e n Bo l iv iamordieron el polvo en medio de las montañas, sin ver el día en quesus grupos guerrilleros pisaran el asfalto de las ciudades.

Las imágenes de estos dos líderes guerrilleros en los años 70 yaestaban en todos los rincones de la ciudad, pintadas en los muros lasu n iv ersi d a d es p ú b l icas, e n m arca d as e n sin d ica t os, b i b l io t ecasp ú b l icas, e n sa las y a lco b as d e in t e lect u a les y est u d ia n t es, e ncalcomanías y vinilos traslúcidos, en espejos y vidrios de taxis, busesy carros particulares. Igualmente sus imágenes eran dibujadas a lápizen las últimas pág inas de los cuadernos de coleg ia les, a l lado decorazones flechados, fragmentos de canciones de Ana y Ja ime ydirectorios telefónicos de cupido.

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Estos líderes guerrilleros hacían parte ya de la iconografía popular all a d o d e l os s a n t os . Sus n o m b re s t a m b i é n e ra n core a d osrepetitivamente como un mantra en los motines estudiantiles, enlas huelgas, en las marchas que tenían lugar en los barrios populares,que en me d io d e p e dreas y cóc te les mo lotov, d ema nda b a n d e lgob ierno, transporte, servicios púb licos. Los años 70 fueron añossacudidos por docenas de estos actos, escenificados en las calles deMede llín.

Iconografía más acción: una pócima afrodisíaca capaz de persuadir acualquier joven con una pizca de romanticismo y de sed de aventurasen sus venas, para unirse a cualquier organización detrás de la revueltasocia l , l lá m ese co m it é est u d ia n t i l , sin d ica t o , co m it é d e b arrio ,brigada, etc.

Cu a n d o Luch o se v incu ló a l ELN , n o h a b ía g u erri l la urb a n a e nColombia. Su lugar lo ocupaban pequeños grupos de creyentes enla lucha armada, estud iantes y obreros que estaban convencidosque lo del Che y Camilo no era un sueño, sino algo tan real como elpan del desayuno.

La labor de estos pequeños grupos en los que empezó la militanciaLucho era reco lectar log íst ica . Es decir, los recursos para que losfrentes guerrilleros que op era ban en las montañas ant ioqueñaspudieran funcionar como quijotes modernos. Algunos obreros deciudades como Medellín y Barrancabermeja sacaban aportes de susmodestos sa larios a l fina l de l mes, como cotización a la guerrillacampesina. Los estudiantes de algunas universidades sacaban estacuota de sus palúdicas mesadas semanales o saqueaban de su casaa hurtadillas, durante la noche, las provisiones de la alacena o mantasviejas, lámparas de kerosene y medicinas de los cuartos de san Alejo.

Dos obreros de Mede llín eran los encargados de coord inar estasre d es urb a n as d e a p oyo a la g u erri l la ca m p esin a : Lu is CarlosCárdenas que conducía una volqueta del municipio, la cual usabaalgunas veces para llevar camufladas estas recaudaciones a las zonas

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campesinas. Y Ramiro Vargas, quien trabajaba en una empresa delsector automotriz. Al lado de ellos estaba Omaira Montoya Henao,una estudiante de bacteriología de la Universidad de Antioquia, quehacía lo propio en las universidades.

Los dos primeros caerían asesinados a sangre fría, por miembros delB2, organismo de inteligencia de la IV Brigada, con sede en Medellín.Luis Carlos Cárdenas fue acribillado en el vehículo en que trabajabay R a m iro Varg as e n su casa , fre n t e a su f a m i l i a . En l977 ser í adesaparecida Omaira Montoya, en la ciudad de Barranquilla, mientrasrealizaba una compra de armamento a la Policía. Omaira Montoyaf u e l a p r i m e ra p e rso n a q u e o f ic i a l m e n t e s e re g is tró co m odesaparecida en Colombia.

1978 sería un año crucial para los grupos del ELN en Medellín y paraa lgunos jóvenes act ivistas como Lucho. Ya esta ban cansa dos dere a l izar ca d a se m a n a t e le t o n es pro le t arias p ara a b ast ecer a laguerrilla rural. Cansados de recoger a los guerrilleros enfermos depaludismo y leshmaniasis, enfermedades selváticas por excelencia,para luego llevarlos a la consulta médica. Pujaban al interior del ELNpara que este actuara más decididamente en las ciudades y así darlerienda suelta a sus ímpetus belicistas.

E l M-19 h a b í a s e ñ a l a d o u n n u e v o ca m i n o p a ra l a g u e rr i l l acolombiana. Con sus intrépidas acciones había demostrado que eramás publicitado un golpe de mano de un comando guerrillero en laciudad, que el de un frente rural que se tomara un apartado pueblo.Ese suero costeño para rehidratar a la guerrilla lo había ideado unsamario: Jaime Bateman Cayón, quien a su vez lo había descremadod e gru p os com o los Tu p a m aros e n Uru g uay y los Monteros e nArgentina. La alternativa entonces para el ELN era arriesgar lo pocoque se tenía y lanzarse a la ofensiva, o esperar un golpe de gracia delos aparatos de seguridad como los que ya habían sufrido.

Un sector de l ELN , que se llamaría así m ismo “re p lan team iento”,d ecid ió en este a ño , ta nto en Me d e l l ín como en las princip a les

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cap ita les, poner en práctica la nueva fórmula e iniciar en firme laurbanización de su organización. Los primeros que tuvieron la osadíade urbanizar el ELN no vivieron mucho tiempo para contarlo.

En 1972, Manuel Medina Morón, dirigente obrero del sector petroleroe n Barra nca b erm e ja y Ja im e Are nas d irig e n te d e la F e d eraciónUniversitaria Nacional. Casi una docena de dirigentes fueron pasadospor las armas por orden de Fabio Vásquez Castaño, quien dirigía lasfilas guerrilleras inspirado en los métodos con que Sangre Negra y elCapitán Rayo habían dirigido las guerrillas liberales en la décadadel 50.

El delito del que se le acusaba a los dirigentes fusilados era uno solo:pro p o n er q u e los j e f es g u erri l leros b a jara n d e las m o n t a ñ as ytrasladaran la dirección política a la ciudad, donde por entonces seescenificaban los grandes conflictos sociales, huelgas, movimientosestudiantiles y paros cívicos.

Varios años después, en 1978, en un pequeño salón de la UniversidadAutónoma Latinoamericana de Medellín, se reunieron un pequeñocírculo de hombres. La reunión giraba en torno a un hombre altohuesudo con lentes grandes que ocultaban sus ojos de seminarista yque con una voz pausada daba la palabra. Se trataba de Manuel Pérez,sacerdote español que había asumido la jefatura del ELN despuésde que Fabio Vásquez huyó del país. Los asistentes eran los delegadosde los primeros grupos de esa organización que buscaban que enMedellín la guerrilla urbanizara sus actividades.

La presencia de Manue l Pérez insp ira ba confianza . Todos pod íanha b lar sin ta pu jos. Con los métodos de democracia y d ireccióncolectiva que e l cura Pérez hab ía imprim ido a la organ ización sehabía cerrado un capítulo de canibalismo interno en el ELN. MedinaMorón, los bertulfos y otros dirigentes guerrilleros que una vez fueronf usi l a d os co m o tra i d ores , f u ero n exa l t a d os co m o i n t ach a b l esrevolucionarios que le habían abierto las puertas de las ciudades alELN.

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En esta reunión los que hablaban más fuerte y se mostraban másseguros de sus palabras eran varios de los guerrilleros seguidoresde Anibal Leguizamón, un abogado santandereano que hacía partede la jefatura nacional del ELN y que sostenía que la única forma deurban izar la guerrilla en Co lomb ia era a bandonando las armas ylanzándose a la actividad política legal. Leguizamón ya había realizadoalgunos contactos secretos con el gobierno del presidente AlfonsoLópez Michelsen, para pactar los términos de esa desmovilización.

A fina les de l978 se sumaría a esa propuesta e l frente guerrilleromás grande con que contaba el ELN en ese momento: el FrenteCentral o José Solano Sepúlveda, que operaba en Barrancabermejay parte del Magdalena Medio y tenía unos 150 hombres armados.

Su propuesta era simple: sin parafernalia; sin quemas de arsenalespara construir monumentos inertes a la paz; sin cámaras de televisión;sin promesas de ministerios para los guerrilleros y sin funcionariospúblicos que, desfilando en pasarela, afirman estar sellando la paze t e rn a e n C o l o m b i a ; l os m i e m b ros d e e s e fre n t e g u e rr i l l e roenterrarían sus armas y se reincorporarían a sus faenas cotidianas enel agro y se disolverían en el movimiento político Firmes, lideradopor Gerardo Molina.

Sin embargo, otros de los asistentes a la reunión seguían pugnandoapasionadamente por cont inuar la lucha guerrillera en la ciudadM a n u e l P é re z , u n h o m b re i n tro v e rt i d o q u e a p e n a s e s t a b aconociendo el país, no fue capaz de llegar a un acuerdo y organizar alELN en Medellín. Algunos de los asistentes a esta reunión decidieronse g u ir los p asos d e Le g u iza m ón ; los d e m ás sig u e n e n la luch aguerrillera en diversos grupos desconectados entre sí, pero todosbajo el nombre del ELN.

Luch o , d ese nca n t a d o p or lo q u e co nsid era b a u n a tra ició n a larevolución, siguió aferrado a la escolástica marxista. Posteriormentemuchos de estos elenos radica les se encontraron un grupo de exm i l i t a n t es d e l EPL , i g u a l m e n t e cr í t icos d e su org a n i z ac i ó n , y

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comenzaron a fundar una pleyade de minúsculos núcleos guerrillerosen Medellín. El nombre con que bautizaban estos grupos, no tenían a d a q u e e nv id iarle a l ko m m in t ern sov ié t ico : No pre (Núcle osPopulares Revolucionarios), Oro (Organismo Obrero), Estrella Rojaetc.

Para los fundadores de estos grupos, con ellos había nacido una nuevaera de la lucha guerrillera, e hicieron la solemne promesa de quealgún día, por fin, iban a fundar el verdadero partido del proletariado.El yagé que mantenía esa alucinación colectiva era su febril retórica,muy semejante a la que exhibía Sendero Luminoso en el Perú.

Se gún estos núcleos, otro síntoma d e la tra ición d e los gru p osguerrilleros que operaban en Medellín era su actividad pública. Laque hacía la Unión Patriótica, ligada al Partido Comunista; la UniónDemocrática Revolucionaria, ligada al EPL; incluso la participacióndel ELN en frentes amplios como la Coordinadora de Solidaridad yProtesta.

En una sociedad radicalizada como la de Medellín, no era muy difícilco nse g u ir a d e p tos a pro p u est as m esiá n icas co m o las d e estosp e q u e ñ os gru p os. Act iv ist as d e los m ov im ie n t os est u d ia n t i lesincendiarios, como los del Liceo Antioqueño, el Marco Fidel Suárez yel Liceo de la Universidad de Antioquia, fueron carne fresca parae llos.

La historia para Lucho y estos pequeños grupos, no empezó muyb ien. A d iferencia de las guerrillas trad iciona les, e l método de lacotización para financiar sus actividades fue descartado. Asaltos apequeñas sucursales bancarias, a carros de valores y hasta a pequeñossu p erm erca dos fueron e l centro d e la p o l ít ica d e f ina nzas p arasostener la guerra.

En el año 1984, en uno de estos pequeños asaltos a un supermercadode Itaguí, donde se concentraba la actividad de estos grupos, seprodujo un enfrentamiento con el personal de vigilancia del lugar y

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varios d e los e m p le a d os resu lt aro n h erid os. Los asa lt a n t es seretiraron y pensaron que ese accidente se iba a quedar en el olvido.Pero no contaban con que el supermercado era propiedad del clande los Galeano, la oficina de narcotráfico más grande del sur de laciu d a d y socios ta n p od erosos d e l carte l como e l m ismo Pa b loEscobar.

Los Galeano empezaron a mover todas sus redes de informantes enla ciudad, ofreciendo una recompensa de tres millones de pesos,para dar con el paradero de los asaltantes.

Ya d esd e la d éca d a d e los 70, a lgunos ex m i l ita ntes d e l EPL enM e d e l l í n cre y ero n h a b er d es p ert a d o d e l su e ñ o d e l C h e y s evincularon a las redes del negocio de la cocaína. Muchos de ellos yaestaban cerca del cartel. Por eso es que precisamente a lgunos exmilitantes del EPL fueron quienes delataron los nombres de los jefesde estos grupos a los Galeano. La sed de venganza tuvo espera: sicariosa l servicio de los Ga leano, tras pacientes segu im ientos, lograronlocalizar una heladería en el centro de la ciudad a Carlos, máximodirigente de La Estrella. Dos sicarios se aproximaron a su mesa, loencañonaron, lo hicieron sa lir a la mitad de la ca lle. Allí mismo loacribillaron. No contentos con esto, los agresores se dirigieron a unacamioneta Ranger que tenían estacionada cerca del lugar y pasarondos veces sobre el cadáver.

La guerra estaba casada. Los dirigentes de estos núcleos iniciaron laretaliación. Detectaron varios negocios de propiedad de los Galeano,pero pusieron su atención especialmente en uno: una compraventade carros lujosos donde los sicarios a l servicio de los Ga leano sereunían a planear sus ataques. Pero cuando se decidieron a atacar,no lograron liqu idar a n inguno de los sicarios, pues e l comandoencargado de la acción no tenía instrucción militar, ni experiencia.

En medio del ataque, uno de los guerrilleros tuvo de frente a Joaquin,entonces jefe militar de la oficina de los Galeano. Inmediatamentele vació e l proveedor d e la metra l leta que porta b a , una Ingra mautomática calibre 45, con tal mal tiro, que los 30 proyectiles en su

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mayoría fueron a parar a una de las piernas del narcotraficante. AJoaquín – a quien se le conoce hoy en el mundo de la droga comoDon Berna- le amputaron la pierna, pero eso no evitó que con unamuleta en una mano y una pistola en la otra dirigiera personalmenteel contra ataque.

Este sería más feroz que el anterior; no sólo cayeron asesinados docemiembros de esos núcleos, saliendo de sus liceos o sus fábricas, sinoque asesinó a una veintena de sindicalistas de Itaguí. Para los Galeano,todo lo que oliera a izquierda debía ser borrado.

A Lucho, que era sindicalista, le correspondió preparar la defensa.Había que conseguir más armas y municiones para una gran batalla,pero primero, por supuesto, había que levantar el billete. Es así comosus act iv i d a d es se co nce n traro n e n l as f i n a n z as; o p erac i o n esplaneadas sobre la marcha, sin tomar las medidas del caso, como loharía un guerri l lero ducho . Esta act itud le h izo cometer erroresgarrafales por los cuales cayó a la cárcel Bellavista.

3

Desde la distancia, la Cárcel Naiconal de Bellavista parece un socavónyerto de una de las tantas canteras agotadas que, como manchonesrojizos, se dibujan en las montañas alrededor de la prisión. La primeraimpresión que se nos viene a la mente sobre su interior es la decientos de presidiarios como zombies deambulando y oxidando susosamentas m ientras cump len su sentencia . Si b ien la rea lidad esigualmente lúgubre, es distinta en muchos aspectos.

En primer lugar, Bellavista, como el resto de prisiones del país, tienemás de las dos terceras partes de su población carcelaria en calidadde sindicados, muchos de los cuales son “ganchos ciegos”; víctimasde un sistema judicial incompetente e inhumano.

Dentro de los mitos que se han construido alrededor de esta prisiónes el de ser un centro de rehabilitación, como el letrero que encabeza

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la entrada de e lla, pretende resa ltar: “Aquí entra e l hombre, no e ldelito”. En la realidad, entra el hombre y sale el delito, pues al salir dela cárcel muchos de estos sind icados term inan como los canerosviejos, sin muchos incentivos para rehacer su vida en sociedad.

Bellavista fue concebida para albergar mil quinientos presos, y desdela década del 80 ha superado los 3.500, llegando en l992 al pico de4.200. De otro lado la crisis industria l de Medellín en los 80 tra jocomo consecuencias que los programas de rehab ilitación labora lpara los presidiarios se fueran a pique y la mayoría de las empresasret iraran sus ta lleres por fa lta de recursos. Así los programas decapacitación, estudio y recreación se convirtieron en letra muertade los códigos penitenciarios.

Sin oportun idades de tra ba jo, estud io o recreación, consp irar sevuelve el pasatiempo de la mayor parte de los internos. En el argotcarcelario se le dice “patinar” a l movimiento pendular y casi ritua lque los presos ejecutan de un extremo a otro de los patios. Muchospensarán que por tener sus ojos clavados en el piso, y la pose reflexivade sus manos, están resolviendo a lgún comp licado prob lema deastronomía, o una ecuación diferencial; pero en la mayoría de loscasos es un negocio, un cruce, lo que se zambulle en sus cerebros.

La cárcel también, como lo demostró El Patrón en su momento, esun lugar ideal para hacer contactos. Bellavista es como un campusuniversitario compartimentado por especialidades representativasde los distintos gremios del hampa de la ciudad. En el quinto patio,p or e je m p lo , h a n si d o co n f in a d os tra d icio n a lm e n t e los presospolíticos y las bandas organizadas; en el segundo, los delincuentesde cuello blanco y profesionales; y en el cuarto y el octavo los bajosfondos. Sin embargo, todos e llos term inan por un irse formandoexp losivas mezclas.

En este penal abandonado a su suerte por el Estado, la regulaciónde l orden interno recae sobre los pactos de caba lleros a los quellegan d istintos grupos que conviven a llí. Hacerse a l control de l

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patio o cacicazgo es el principal propósito de los grupos del penal.Las directivas y la guardia han claudicado en su misión de mantenerel orden interno. Soportan condiciones de traba jo y sa laria les tanprecarias como los presos. A duras penas asp iran a mantener supuesto, asumiendo los menores riesgos posibles y recaudando unoque otro soborno para complementar sus ingresos.

El grupo que logre el poder del patio, decide por ejemplo sobre elporte de armas internas, quien las tiene y de que clase corto punzanteo armas de fuego. Ordena redadas internas, conducidas por comandosde gente leales del cacique. El uso de armas de fuego no es rara: enl992 fueron asesinados en uno de los patios dos socios de Pab loEscobar, crimen que se cometió con una pistola 25 con silenciador, ysegún se dice, ordenado por los Galeano.

El cacique al mando del patio, el que tradicionalmente han llamadoen el argot carcelario “la casa”, también controla el mercado internode la droga narcótica, el manejo y administración de los caspetes, yel cumplimiento cabal de los asuntos de deudas económicas o decómo se zanjan las deudas de honor al interior del patio. La casaimpone un régimen interno de normas y sanciones a su manera. Lasin fracciones m enores como grescas, ro b os a l interior d e l p a t io ,deudas, mirar la mujer del cacique un día de visita, son penalizadascon escarmientos como las palizas, el estanque (un baño de aguafría en med io de la noche). Si el infractor reconoce su delito y searrep iente en púb lico, los castigos pueden ser ejercicios físicos oaseo del patio.

Los crímenes mayores como el porte de armas o vender narcóticospor fuera de la órb ita de la “casa”, así como la creación de gruposdiferentes, que conspiren contra ésta, tiene sanciones más severasque pueden ir desde la expulsión del patio, la expropiación de todassus pertenencias, hasta la ejecución. La expulsión puede llegar a sertan cruel como la ejecución.

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Lo mínimo que le pasa a quien arrean del pa t io es que no loreciben en otro porque hay acuerdos entre los caciques.

Todos los arriados van a parar a la Guayana, que es la cárcel dela cárcel. Son unos ca labozos oscuros, de cuatro metros por dos,donde acomoda a diez o doce presos. No caben acostados, tienenque hacer sus necesidades en bolsas y tirarlas a l corredor. Cadasemana los sacan a tomar el sol por unos minutos. Usted consólo verle la pinta a un man sabe que está en la Guayana. Eso esla pa lidez más hijueputa, son transparentes. El tunel es la cárcelde la Guayana como quien dice el infierno del infierno. Es unacelda húmeda por donde pasa la mierda. Al túnel caen las peoresporquerías de Bellavista . Las gonorreas.23

En este pequeño microcosmos que es Bellavista, por la época enque entraron Lucho y una gra n ca nt ida d d e presos po l ít icos, e lliderazgo no se ganaba con los pergaminos que se trajeran de lacalle. Para ganárselo había que sudar la camiseta y tener dos grandescualidades: la capacidad de imponer la fuerza, la única ley que allí seaprende se acepta y la capacidad organizativa para sanear la vidainterna de l pat io, para med iar, interpretar y d ia logar frente a losconflictos internos suscitados entre los grupos del patio.

En esa época, por primera vez en la historia del pena l, los presospolíticos se hicieron al control de los patios de Bellavista. De un ladoeran una abrumadora mayoría –superaban los 400-, y por otro ladola formación d e izq u ierd a les d io las con d icion es org a n iza t ivasnecesarias para acometer esta tarea.

Fue así como lograron convocar a los presos comunes alrededor dealgunos motines y huelgas de hambre, con el propósito de mejorarlas condiciones de vida para los internos del penal. Les enseñaron aprotegerse de los gases lacrimógenos, a elaborar comunicados depre nsa , e tc. A lg u n os presos co m u n es incluso se u n iero n a los

23 SALAZAR, Alonso. No nacimos pa’semilla. Corporación Región, CINEP, 1990, pag.129.

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co lect ivos que ten ían los presos po lít icos de Be llavista . Hay unfragmento de un diálogo que retrata algunas relaciones, entre presosp o l í t icos y p resos co m u n es , q u e a u n q u e f u e escr i t o e n a ñ osanteriores, conserva su actualidad. Estas son las reflexiones que lehace un consumado estafador del penal, a un médico guerrillero:

A mi no me gusta la política, pero de todos modos que cara jo! entu caso uno tiene que morir en su ley, como dicen. Hay muchostrucos que si esa gente que anda en la guerrilla los supieranhacer, la cosa se pondría difícil para el gobierno. Te propongoentonces un plan capita lista, me cuentas tu vida, yo la escribo ycu a ndo e l l ibro se h a y a vend ido mucho , a s a l t a mos a loseditores.24

Fue en esa dura escue la de l presid io, que p ersonas como Lucho,Pablo Garcia, y otros presos políticos, aprenderían la dura glosa delid iar con la de lincuencia; adentrarse en su psicolog ía , Leccionesque más tarde resultarían inva luab les en las milicias, a la hora detransar acuerdos con los delincuentes o conocer sus debilidades a lahora de combatirlos.

Para finales de la década de los 80, Lucho y la mayoría de los presospolíticos habían alcanzado su libertad, en muchos casos gracias a lasamnistías decretadas por el gobierno tras las negociaciones con elEPL y el M-19. Sin embargo en la faz del penal, quedarían hondashue l las, d e lo q ue fueron los leva nta m ientos d e los presos y laconvivencia entre dos presos comunes y los presos políticos.

Cuando Lucho salió de prisión, la mayoría de miembros de los gruposque habían logrado sobrevivir a la vendetta contra la banda de losGaleanos y el cartel de Medellín se habían incorporado al regionaldel ELN en Medellín, que entonces era el más fuerte de la ciudad. AsíLucho reingresa a las filas elenas. El ELN ocuparía en el marco de laguerrilla urbana, el lugar dejado en las principales capitales del país

24 Gancho Ciego, trescientos sesenta y cinco noches y una misa en la cárcel. Tulio Bayer.

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por el M-19, quien se había desmovilizado y convertido en partidopolítico lega l.

En la ciudad de Medellín, todos los vientos soplaban a favor de dichaorganización; todavía gozaba de la liquidez económica dejada por lapetrobonanza y se había fortalecido después de la fusión de un grupollamado Patria Libre, que operaba en la costa Atlántica y en Medellínprincipa lmente .

La guerra entre el cartel de Medellín y el gob ierno colomb iano, ap a rt ir d e l a m u e rt e d e Lu is C a r l os G a l á n e n 1989 , h a b í aresquebrajado la alianza entre el cartel de Medellín y sectores delEjército, que eran la mano invisible detrás de la guerra sucia, y de lasentencia de muerte que Pablo Escobar había decretado contra elELN como reta liación porque este grupo masacró a varios de sushombres en Belén Aguas Frías, en 1987.

Si b ien la inf luencia d e l ELN , se ha b ía mengua do en los b arriospopulares de Medellín por la irrupción de las bandas delincuenciales,su tra b a jo co n act iv ist as est u d ia n t i l es h a b ía creci d o e n variasun iversid a d es y l iceos, igua l acon teció con su tra b a jo o brero ysindical, lo cual dotaba a dicha organización de un promisorio filónde reclutamiento.

Lucho, luego de trabajar algún tiempo con el sector sindical y obrerodel ELN en Medellín, donde se hacía cargo de actividades militares,se desencantó ráp idamente de la inercia sindica l y del traba jo deescritorio. Convencido de que había problemas más candentes y deque la guerra revolucionaria reposaba en las comunas populares, sedesplazó a la comuna nororiental en compañía de otro sindicalista.La misión era conformar en Villa del Socorro, un núcleo milicianoque se pusiera a tono con el fortalecimiento que estaban alcanzandolas MPPP en el barrio popular.

Lucho recuerda:

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Cuando llegamos a Villa del Socorro, no conocíamos ni el barrio.El compañero con que yo había llegado había vivido en ese sectoren los tiempos del padre Vicente Mejía, pero de la a ldea que eraentonces Villa del Socorro ya no quedaba nada, pues el barrio sehabía convertido en un hervidero de gente.

Aparte de eso, sólo contábamos con una charanga ca libre 12 yuna Ingram que nos había prestado el frente obrero del ELN.También teníamos a lgunas relaciones con miembros de las 6 y 7de noviembre, las milicias que oficia lmente apoyaba el ELN yque se suponía nos iban a asesorar aquí en Villa del Socorro. Enlos inicios, cuando nos enteramos de la situación de seguridadde l b a rr io , h ic imos l a pr im er a reun ión con e l grem io de ltransporte y los pequeños comerciantes. Por entonces reinabala incredul idad, se coment aba que est ábamos locos, que noseríamos capaces de insta larnos en ese sector, que si no habíapodido la ley, menos nosotros”.

Al poco tiempo llegaron refuerzos para esa nueva empresa. LlegóMartín, el cual asumió la jefatura militar de las nuevas milicias. Perot a m b ié n l le g ó A l b erto q u ie n era e l co m a n d a n t e m áx im o d e lacompañía Anorí en el nordeste Antioqueño; el frente rural más activode d icha organización; un hombre tosco que hab ía llegado a esaposición por su facultad para dar órdenes, por su autoritarismo.Ambos personajes incidirían de manera radical en el futuro de Lucho.

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CAPÍTULO VLAS MILICIAS SE RESQUEBRAJAN

Muy pocos, quizás su familia y los padrinos que lo acompañaron a lapila bautismal, conocieron su verdadero nombre. Para la guerrilla,l a s m i l ic i a s y l os p o b l a d ore s d e l a co m u n a n oror i e n t a l e rasimp lemente el compañero “Martín”.

Martín era hijo putativo en la larga y casi eterna tradición guerrillerarural de Colombia; aunque luego se convirtió en un experto en losvericuetos de la guerrilla urbana. Martin fue el estratega detrás delas mil y una argucias empleadas por las milicias para derrotar a ladelincuencia y llevarlas en un tiempo récord a ser los nuevos amosde los barrios populares de Medellín

Cada organización guerrillera del país carga con un pasado atavismoregional en cuanto a su origen y afectos, del cual difícilmente lograsacudirse. El ELN echó sus raíces en el nororiente colombiano, desdesu fundación, cuando se tomó la población de Simacota, en Santander.

Martín nació con el ELN. Su familia hizo parte de las muchas quedieron aliento a las guerrillas liberales que defendían sus tierras porlos años 50, muchas de las cuales se vincularían una década despuésa las nuevas guerrillas guevaristas del ELN. Siguiendo la línea familiar,Martín ingresaría oficia lmente a l ELN en p lena adolescencia, pero

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desde niño tuvo contacto permanente con la organización. Su primerjuguete fue un fusil AK41 que los guerrilleros guardaban en la casad e sus p a dres y q u e Mart ín arm a b a y d esarm a b a sin n in g u n ad ificultad.

Sus primeras letras no las aprendería como los otros niños de suedad que asist ían regu larmente a la escue la púb lica , en cart illasdidácticas con las letras grandes del abecedario gruesas y reteñidasde negro, con sugestivos dibujos de colores, formando un ideogramaperfecto. Sus cartillas serían los folletines y los volantes con consignasde guerra y proclamas incendiarias, escritas con la tinta corrediza delos rúst icos m im eó gra fos; m a teria les q u e e d ita b a n e l ELN p aradifundir su pensamiento entre la población campesina.

M art í n sa l i ó d e l ca m p o h ac i a Bucara m a n g a p ara t erm i n ar subachillerato. Por orientación del ELN pasó luego a la universidad aestudiar algo que fuera de utilidad en la guerra. Sin duda, medicinaera la me jor opción. El ELN le financió los estud ios a camb io de ltra b a jo p o l ít ico q u e Mart ín p u d iera re a l izar e n e l m ov im ie n t oestudiantil, entonces en plena efervescencia.

A los pocos semestres de su estadía en la universidad, las prioridadesde la organización cambiaron. Lo que pasaba en la universidad erauna bagatela al lado de las nuevas necesidades de su organización.Luego de la crisis del 1978, el ELN había quedado vuelto añicos. Habíaque reconstruir las redes urbanas del ELN y a Martín le correspondiól a d e Buca ra m a n g a , a m e d i a d os d e l os och e n t a . C u m p l i d aparcialmente esa misión, seguían en la lista varios frentes periféricosa Bucaramanga que el ELN proyectaba construir. Es así que Martín sedesplaza a norte de Santander a San Vicente de Chucurí, al Carmen,con una sola idea fija en la cabeza: el crecimiento del ELN. Al fin y alcabo el ELN era como sus huesos: crecía y se quebraba a l mismoritmo que los suyos.

Para mediados de los ochenta la acción política y militar del ELN enel nororiente colombiano era un espiral imparable. En cada golpe

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de mano exitoso, en cada toma guerrillera, más y más simpatizantesse unían a sus filas, pero con una forma particular de reclutamiento:las redes fam iliares y de compa drazgo fueron la a lternat iva queencontraron para mantener el secreto en sus filas. Una discreciónque nunca pasó por la cabeza de los dirigentes locales del ELN enMedellín. Si bien las redes urbanas del nororiente no crecieron cone l m ism o d in a m ism o q u e e n Me d e l l ín , t a m p oco a fro n t aro n ladescomposición entre algunos de sus miembros como en Antioquia,donde se prestaron para tareas de delincuencia común y narcotráfico.

En 1988, cuando lideraba una marcha campesina, Martín fue delatadopor un infiltrado del ejército. A Martín no le quedó otra opción quepermanecer enclaustrado en una casa por largo tiempo. Acorraladopor esas circunstancias, la organización decidió trasladarlo a Medellíncon su familia. Si bien en ciudades pequeñas como Bucaramanga losorg a n ism os d e i n t e l i g e nc i a p o d í a n d e t ect ar l o f ác i l m e n t e , e nmetrópolis como en Medellín sería una aguja perdida en un pajar.

Al llegar a la nueva ciudad, el destino vendría a su encuentro. Ningúndirigente del ELN reunía, como Martín, las cualidades para asumir lajefatura de las nuevas milicias. Martín era algo así como un sabajónperfecto; la densa experiencia de la guerrilla campesina , con suspesadas maniobras; y la fluidez y agilidad de la experiencia militarurbana, condensadas en una sola persona. El posicionamiento deMart ín e n su n u evo carg o e n las m i l icias fu e u n a d e las p ocasdecisiones en las que no hubo controversia.

Cuando Martín se sumergió por completo en la comuna nororiental,ya contaba con 37 años. Un hombre maduro y curtido, al lado de lab ase d e l k in d erg ard e n m i l icia n o , co n form a d a p or jóve n es q u eapenas si experimentaban el cambio púberal de su timbre de voz; yde jovencitas a las que apenas se les empezaban a insinuar sus curvasfemen inas por encima de sus apretadas b lusas y b luyines. Todosestos jóvenes giraban como polillas alrededor de una lámpara demercurio sobre mitificados jefes milicianos como Martín.

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Si los có d i g os d e su v i e ja tra d ició n g u erri l l era p erm a n eci ero nin a m ov i b les, su vest im e n t a evo lucio n ó ve lozm e n t e . Sus v ie joszapatos grulla, uniforme de rigor en los otrora círculos obreros deBarra nca , l os ca m b i ó p or l os v ersá t i l es t e n is m a d e i n Ta i w á n ;instrumentos de gran utilidad a la hora de una veloz retirada, aferradaa las perpendiculares superficies de la comuna nororiental.

A las camisillas y b luyines informales que reemp lazaron el adustoka k i d e los overo les d e o brero , se su m ó u n a n u eva pre n d a : lacachucha americana de las grandes ligas; que en el lenguaje de callelos muchachos llaman la teja, por su gran utilidad para protegersede las caniculares tardes de la comuna nororiental, menos efectivacomo camuflaje urbano, pero menos siniestra que capucha.

Los cambios en el temperamento de Martín también se dejan sentir:la lozan ía y jovia lidad menguada por e l encierro en sus años declandestinidad revivieron en su rostro. Así fue como rápidamente seconfundió con la gente de la comuna, como cualquier muchacho dela esquina.

M a rt í n n o e ra u n s a n e d r í n a l a so m b ra , d ir i g i e n d o d e s d e l atranquilidad y la distancia de alguna garita. Tampoco era partidariod e l m é t o d o p ra c t ica d o p or o tros d ir i g e n t e s m i l ic i a n os : “e la just a m i en to sum a r io”. “A h í só l o ca e n ca rr i tos, s u b a l t e rn os ycolaboradores de las bandas grandes, hay que buscar a las cabezas;los empresarios del delito que han hecho de muchos jóvenes de losbarrios populares, una corruptela y un modos vivendi”, decía.

Dar de baja una de estas cabezas no era como quitarle un confite aun niño. Eran sicarios profesionales con un largo prontuario delictivo,acostumbrados -como Martín- a sobrellevar sus calendarios bajo lazozobra y alerta propios de la vida ilegal; sabían como permanecerb i e n resg u ard a d os , ro d e á n d ose d e a n i l l os d e se g ur i d a d , co npequeños ejércitos fuertemente armados.

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Cuando Martín salía al frente de algún comando miliciano a desafiara las bandas de oficina, se dejaba sentir el tab leteo de las armas.Escara m uzas d o n d e l lov ía n las rá fa g as d esd e las t erra zas y loscallejones, enfrentamientos que se prolongaban en ocasiones porhoras. Cuando las bandas iban sintiendo su desventaja militar y sufríanlas primeras bajas, alertaban al ejército; esa era la señal de que habíaque retirarse.

Colombia es el país de los guerrilleros más viejos del mundo, tantoque algunos de ellos se dan el lujo de morir de los achaques propiosde la vejez. Muchos de estos matusalenes espartanos, ya tienen supropia leyenda y su puesto en la historia. Pero muchas generacioneshan pavimentado ese camino de leyenda y pueblos enteros se hanhabituado a la guerra, como si fuera su oxígeno.

Martín era parte de esa generación que tiene la convicción que loscartuchos y las salvas no pueden agotarse en un solo día y en unasola batalla.

Lue go d e los prim eros éxitos m i l itares d e las m i l icias so bre lasbandas, el aire de los barrios populares se tornó adiposo y etílico. Seabrieron tabernas, los festivales eran frecuentes y las rumbas a puertaabierta eran el largamente esperado reencuentro con la verdaderavocación de los barrios populares de Medellín: el arrabal. Nada deeso seducía a Martín: una o dos copas de licor por cortesía, pero nomás. Su hígado parecía estar calibrado para no recibir más de doscopas de licor.

Durante la fiesta y festivales, en lugar de cortejar a las sardinas comolos demás milicianos, prefería prestar guardia sigilosamente al ladode cualquier miliciano, en una terraza o en una cuneta. “Todavía haymucho pillo por aquí merodeando”, era todo lo que decía.

Así recuerdan a lgunos de sus ex compañeros otros pasa jes de lavida de Martín:

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Su forma de desplazarse por los barrios de la comuna nororienta lten ía la rigurosidad de una marcha guerri l lera en e l campo.Siempre a pie, esca lando de sur a norte estas paredes que sonlas ca lles de estos sectores, haciendo una pausa en cada esquinapara cerciorarse que no había plaga. Nunca desamparaba unapistola Wa lter P38 aceitada y brillante, que tenía una inscripciónque decí a FA de Venezue l a , l a cua l nunca qu iso borrar, puescontaba que él persona lmente se la habla recuperado a un oficia lde la guardia naciona l, mientras participaba en un asa lto con elFrente Domingo La in a la guardia venezolana. El decía que esaarma era su amuleto y por ello la había tra ído desde Santander.

Rara vez abordaba algún vehículo, solo lo hacia cuando se trataba detransportar un herido de emergencia o algún operativo relámpago.El decía que por la presencia de retenes militares por el sector andarmotorizado era muy riesgoso, que él no podía darse el lujo de sercapturado vivo. Los callejones y barrancos de la comuna Nororientaleran ahora su montaña.

Fue esa disciplina marcial, largamente adobada, la que le permitióarm ar un p e q ue ño e jército prusia no e n m e d io d e las comunaspopulares, por entonces pequeñas babilonias de la autodestruccióny la deslealtad.

Algunos jefes milicianos veían detrás de los jugosos cheques que elcomercio, el transporte y personas con alguna liquidez económicade l barrio g ira ban a las cuentas de las m ilicias. Un com prom isoendosado: las milicias deb ían devolver el favor convirtiéndose enuna especie de guardia personal de los más pudientes.

Martín tenía otras ideas. Pensaba que las milicias debían tener uncarácter guerrillero; que después de sacudirse de las bandas habíaque preparar otra guerra, la más difícil: organizar a los pobladorespor sus derechos y preparar una guerra insurrecciona l contra e lgob ierno.

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Al parecer la comunidad y la mayor parte de milicianos no pensabanlo mismo. Creían mejor que era hora de disfrutar del fugaz armisticio.

En el lenguaje castrense, el accidente que le costó la vida a Martínsería llama do lacón icamente una cont ingencia por los ga jes de loficio.

En un lenguaje cabalístico, su muerte sería algo así como el espejoroto anunciando un futuro marcado por “la depreciación” interna yexterna de los distintos grupos de milicias. Así describen algunos desus ex compañeros las circunstancias de su muerte:

Mart ín se encontra b a en un a reun ión con gente que h a b í allegado de otro barrio, buscando que las milicias los auxiliaransaca ndo un a ba nda que ten í a aso l ada su barrio. Un vecinoirrump ió de pronto en l a sa l a de l a casa , h ab l a ndo con vozagitada sobre la presencia de un joven que andaba cerca dellugar, caminando con sigilo y en act itud sospechosa . Mart ínpensaba que ese podría ser el comienzo de un asa lto de a lgunabanda de delincuentes, o del F2. Pistola en mano sa lió de la casay luego de esperar a l joven sospechoso detrás de un muro, conla idea de sa lirle a l paso e interrogarlo. A Martín y a l muchachose les vio intercambiando pa labras por varios minutos, dentrode las que, a l parecer, estaban las del santo y seña convenidocon otros grupos milicianos que operaban en sectores vecinospara evitar encuentros inesperados. Martín había empretinadocasi por completo su arma, su Wa lter P38, cuando sonaron dosde ton a c ion es . Un joven que a los pocos m e tros est a b aescoltando a l primero, sin percatarse de lo que estaba ocurriendo,reaccionó como un soldadito de plomo automatizado y le clavópor la espa lda a Martín dos proyectiles de un fusil Mini 14 que letraspasaron sus órganos vita les.

Allí mismo, sobre la calle de la paz, cayó agónico Martín. Como nopodía ser llevado la unidad intermedia de Santa Cruz, que era la máscercana, pues allí estaban sus más enconados enemigos, lo llevaron

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hasta un hosp ita l de Bello, donde fa lleció a los pocos minutos dehaber entrado.

El joven con el fusil emprendió veloz carrera abriéndose paso a puntade d isparos. El que minutos antes hab ía estado conversando conMartín estaba confundido y no paraba de decir que fue un accidente,que él era de las milicias, que no le fueran a hacer nada.

Todo fue inútil pues igua lmente fue acrib illado por los milicianosque ya habían llegado al lugar. Esa fue una venganza muy barata.

El resto de la tarde y la noche hubo un largo silencio que decía agritos que la guerra popular, de la que tanto había hablado Martín,empezaba a convertirse en un juego de adolescentes con armasmortales en sus manos.

Al día siguiente las MPVA, a las que pertenecía Martín, y las MMPP alas que pertenecía su homicida y el otro joven muerto, se citaronpara una evaluación de los hechos.

Pablo García llevaba la vocería de las MMPP y Lucho de las MPVA.Pablo García recuerda el desarrollo de estas citas:

Después de reun ir l a m áxim a inform ación posib le sobre loshechos, tratando de reconstruir lo que rea lmente ocurrió, nuestraposición fue que esto había sido un terrible accidente, que losdos compañeros nuestros habían sido enviados a llevar unasarm as a otra zon a de nuestra in f luenci a . Autocrí t ica ment ereconocemos que e l comp a ñero que port a b a e l fusi l en esemomento apenas estaba iniciando en la organización, que eraaún muy inexperto: sólo contaba con 14 años. De nuestra parte,recr im in á b a mos l a muert e innecesar i a y a quem arrop a denuestro comp a ñ ero . H a b í a n pod ido re t en er lo m i en tr a s seaveriguaban los hechos, el compañero contaba con 16 años.Lucho, por su parte, replicó que ellos también lo lamentaban,que e l compañero de las MPVA que reaccionó así lo h izo sinautorización, que también era un novato e inexperto de 15 años.

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Yo refrendé mi aprecio por el ELN y por Martín, a los que siempreestuve muy cercano. Comenté incluso que con Mart ín habíah a b l a do sobre l a pos ib i l id a d de vo lver a l a org a n iz ación yfusionar las dos milicias, que todo no se podía echar a perder poreste trágico accidente.

Lucho, sin embargo, en una actitud arrogante que siempre locaracterizó, continuó sumando intrigas: que nosotros rea lmenteíbamos era a asesin arlo a é l , a Lucho, porque e l los era n l asverdaderas milicias y todo era cuestión de celos.

Esa fue la reunión más tensa a la que a lguna vez haya asistido.La última parte de la reunión me la pasé con las manos en michaqueta, nadie lo supo, pero siempre acariciaba con la puntade m is dedos una p istol a que l levaba en caso de que Luchofuera a pasar a los hechos.

La calle de la paz sería por enésima vez, testigo de un acontecimientomemorable: las honras fúnebres de Martín.

El p oco t ie m p o q u e Mart ín estuvo a l fre n t e d e las m i l icias fu esuficiente para que su popularidad se esparciera por los distintosbarrios de la comuna nororiental.

Dolientes de barrios como Las Esmeraldas, Manrique, Santo Domingo,Santa Cruz, La Ranchera , se at iborraron a lrededor de su féretro,turnándose en largas filas para ver unos segundos su rostro y despuésacompañarlo en caravana hasta el Cementerio Campos de Paz. Variasrutas de buses paralizaron su servicio usual para transportar la gentea l cem e n terio . No fa ltaron b a n d eras trico lores a m e d ia asta e nmuchas casas.

El funeral de Martín no se pareció en nada a la tradicional ceremoniadel guerrillero anónimo: una fosa común perdida en las estribacionesde alguna cordillera, una cruz de madera y algunas salvas al aire, ellosi contaba con algún rango en su organización.

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Nu nca se h a b ía n v isto u n as h o nras fú n e bres así e n la co m u n anororienta l. Varias coma dres en una esqu ina juga ban a a d iv inarcuánto valía el féretro con baño de plata en el que lo sepultarían ocuánto había costado la contratación de los equipos de filmación, ocuántos carros habían asistido.

La música póstuma que retumbó a todo volumen en las grabadorasde los muchachos de barrio no eran las alegóricas canciones de VíctorJara, Violeta Parra o Soledad Bravo. Se escuchaban los sones: de CheoFeliciano “Sobre una tumba humilde”; de Hector Lavoe “Todo tienesu final”. Estas canciones de tanto sonar en los entierros de los jóvenesque a d iario mueren violentamente en los barrios populares, hancalado en la memoria de la gente, que tararean sus líricas de memoria.

Pero lo rea lm ente extra ño d e l funera l d e Mart ín era un funera lpúblico. Cuando una familia de la comuna nororiental pierde algúnmiembro de su familia, los velorios son privados, tratan de abreviare l ca m ino d e la casa a l cementerio. Luego la m isa d e rigor, unal a có n ica p l e g a r i a y a l g u n a d e m ostra c i ó n l a cr i m ó g e n a d e l osdolientes hasta que el ataúd caiga al foso que será la última morada.

La razón de todas estas simp lif icaciones es que los ve lorios hanterm inado por ser escenarios favoritos para las reta liaciones. Losenemigos del finado no contentos con haber terminado con los díasde éste, esperan terminar también con los amigos dolientes que sehayan presentado en el velorio. Matar, rematar, contramatar, es partede la ceremonia fúnebre implantada por nuevos oráculos; las bandasde lincuencia les, e l narcotráfico y a lgunos m iembros de la fuerzap ú b l ica .

Los funera les de Martín sólo serían homologados por el de otrosjefes m ilicianos que sucederían después: Pab lo García en 1994, yNacho en 1991.

Durante estas agridulces celebraciones postreras, med io carnava lmedio tragedia, sólo quedó claro que en la vida como en la muerte

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las m i l icias era n los nuevos dueños d e los b arrios popu lares d eMe d e l l ín .

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Martín, le había imprimido un carisma especial a las milicias; era elce n tro d e u n a f u ert e d isc i p l i n a m arc i a l , p ero a l a v e z era u nconciliador natural. Tenía el apoyo irrestricto de la dirección del ELN,la simpatía de la base miliciana y la credibilidad de la población. Laguerrilla, las milicias y la pob lación después de la muerte de ested irig ente , sería n como p la netas en curso d e co l isión . Era d if íci lencontrar entre todas estas camadas de jóvenes milicianos el aplomoy las convicciones de los viejos dirigentes. Parecía que el temor queMartín tantas veces expresó, estaba a punto de volverse rea lidad:“No podemos perm itir que ese pequeño Frankeste in que son lasm i l icias, en las que la comun ida d em p eñó su v ida a ca m b io d eseguridad, terminen usando su poder para que unos pobladores seaprovechen para aplastar sus vecinos”.

Con la muerte de Martín vinieron aparejados otros reveses para lasm i l icias.

Ante el ruidoso fracaso en su intento de lanzarse a la arena pública,las m i l icias f u ero n p erd ie n d o su asce n d e ncia p o l ít ica so bre lamayoría de organizaciones cívicas y sociales de la comuna nororiental.

Otro pacto tácito se teje nuevamente, los pactos que no se rubricanen notarias, sino en callejones y corrillos, pero que todo el mundoentiende y acata. Las milicias solo serían aceptadas como un cuerpode vigilancia. Empresa iluminada por unos estatutos y unos códigosmorales tan ambiguos, como por las luchas de sus dirigentes queiniciaban una carrera desenfrenada en búsqueda de figuración.

Lucho es e l primero en robarse e l show, convert ido luego de lamuerte de Martín en una ce lebridad de la farándu la . Su mañanaempezaba muy temprano, con una sesión de mascarillas, estilistas y

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maquillaje. En la comuna nororiental estos gremios abundan comoen botica, lo que le permitía lucir cada día un nuevo look y un nuevoteñido de cabello. Tras ese meticuloso retoque de camuflaje urbanopara protegerse de sus enem igos, se ocu lta ban otras cua lidadeshistriónicas. El resto del día lo ocupaba en recibir en alguna de suscasas de seguridad, o en alguana heladería, las nutridas comitivas defuncionarios púb licos, instituciones de l gob ierno, comerciantes ypobladores de otros barrios buscando una mano de las milicias. Fueprecisamente en una de estas visitas que conoció a las personasm ás c l a v es d e l a v i d a d e Mora v i a , l u g ar d o n d e f i n a l m e n t e sepertrecharía con su grupo miliciano.

Pero su verdadera vida púb lica empezaba en la noche cuando see nc e n d í a n l a s cá m a ra s d e l os n o t ic i e ros i n t e rn a c i o n a l e s yempezaban las largas romerías de la prensa nacional que indagabana los jóvenes aglomerados en las aceras, por los pormenores de lasen igmát icas m ilicias.

Los fines de semana estaban reservados para e l esparcim iento ypara atender, como figura estelar, agasajos y festividades. Actividadesque varían al paso de las horas. En las tardes, por ejemplo, están losreinados. La comuna nororienta l en esta materia es un traslúcidoesp e jo d e los re i n a d os n ac io n a l es. A l l í d esd e las escu e las, loscoleg ios, las parroquias, se programan toda clase de g lamorososconcursos. Las caravanas y los gastos son, por supuesto, mucho másm o d est os . En l u g ar d e l os m u l t i m i l l o n ar i os tra j es d e g a l a d eCartagena, embadurnados de oropel y lentejuelas, las jovencitas usanmodelos confeccionados en papel periódico, pero no por eso menosimaginativos. A las niñas por estos lados les inculcan desde la casa lanecesidad de asegurarse un futuro. Llegar a ser re ina , mode lo oco n tra er n u pc i as co n u n m a f i oso resu l t a u n b u e n prosp ect o ,obviamente si se logra lo primero lo segundo viene por añadidura.

Ya entrada la noche el ambiente se iba cargando de rumba, con laprox im i d a d d e l f est iva l d e la cerv e za . A l l í su co m p ort a m i e n t o

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debería estar presidido por la mesura, aunque con algunas recaídas(como él mismo lo explica mas adelante), la cuestión no era sólo deconservar la imagen inmaculada de los dirigentes ante la comunidado por razones de seguridad (borracho no vale, reza un viejo dicho),sino, ante todo, porque por aquellos días tenía lugar una cita religiosae ineludible con los dirigentes nacionales y locales del ELN.

Estas reuniones se iniciaba con animosos informes que daban cuentade los progresos de la organización en estas escarpadas repúblicas,q u e l u e g o d e co n q u ist a d as , ser í a n o b j e t o d e l a co l o n i z ac i ó nrevo lucionaria . Como contra p arte , los d irigentes d e l ELN da b a nmuestras de su gratitud financiando las actividades sugeridas porLucho, refrendándole al mismo tiempo sus votos como hombre deconfianza.

La acumulación de funciones en un solo hombre -Lucho-, despertól a e nv i d i a y l os ce l os d e A l b e r t o y M a r l e n y, s us i n m e d i a t o scolaboradores, quienes taimadamente urdían un plan para sacarlode l cam ino. La pare ja p lanea ba un comp lot con un fuerte sa bormora liza dor, que em p ezó con una tarea a parentemente insu lsa :reco g er f irm as d e n tro d e u n m e m oria l d o n d e se ce nsura b a e lcomportamiento estrafa lario y rela jado de Lucho. Las firmas eranrecog idas por jóvenes m ilicianos a l mando de A lberto y Marlenyque se a postaron en los grupos más sensib les a estos esp inososasuntos de la moral pública, los grupos de oración y las ancianas dela legión de Maria. Este procedimiento surtió sus efectos.

Lucho recuerda desde la prisión:

Todo se inició un día de las madres, cuando por mi iniciativa serea lizó una fiesta para ellas, la cua l incluía serenatas con músicade carrilera; programación que se rea lizó en la ca lle de la paz enVilla del Socorro. Todo el mundo sabe que a llí me embriagué. Yono soy como otros que vanagloriándose de ser revolucionariosen público, después se esconden no sólo para emborracharsesino para ser adúlteros y otras cosas peores. Siempre he sido

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transparente hasta en mis errores. A uno la comunidad debeconocerlo ta l y como es, con sus virtudes y defectos. De nadasirve l levarle a la comunidad una imagen art if icia l de que e lrevolucionario es perfecto.

Bueno, pero siguiendo con la historia , cuando sa lí de la fiesta ,rayando la madrugada, me disponía a ir a dormir en una casaloca lizada en un lugar llamado Tres Esquinas, a varias cuadrasde donde era la fiesta. No permití que nadie me acompañara; miúnica compañía era una subametra l ladora uzzy que l levabaconmigo. Desafortunadamente llegando a la casa rodé por unasesca linatas y en la ca ída se me disparó el arma. Eso fue todo, dea llí me fui a dormir y no hubo nada que lamentar.

A l b er t o y Mar l e ny, q u i e n es h a b í a n cu m p l i d o p arc i a l m e n t e sucometido de erosionar la imagen de Lucho, vieron la oportunidadcodiciada para sa ltar a l tinglado en ca lidad de sa lvaguardas de lacastidad. Al día siguiente de este incidente citaron a toda la direcciónde las MPVA a una reunión de carácter urgente. La moral guerrilleraca m p esin a , t ie n e co m o g u ía e n u n a m a n o , las m ora le jas y losejemplos de los ascetas revolucionarios como Camilo Torres, el Che,y en la otra mano la apología de los santos y el catecismo del padreAstete. Ambos son usados, según el caso.

La moral de los pobladores de los barrios populares también es unproducto híbrido. En ocasiones evoca a l Islam con sus paradojas,donde el adulterio es la peor afrenta contra Alá, mientras el asesinatoco m o a ct o d e d esa gra v i o es p erf ect a m e n t e co n v a l i d a d o . E nocasiones esta moral tiene visos de plutocracia, no se le perdona aldescalzo haber robado unos zapatos pero se rodea al bandido audazexitoso, con un halo de leyenda y respeto.

Lucho relata, grosso modo, el desarrollo de esta reunión:

De entrada Alberto y Marleny sacaron los trapos a l sol. Sa lió arelucir lo de los tragos que me tomé en la fiesta y una nueva

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versión sobre mi accidente con el arma: que yo como un JohnWayne sa lido de una película de vaqueros había sa lido de laf iesta haciendo t iros a l a ire. El ambiente de la reunión se fueviciando minuto a minuto, convirtiéndose en un juicio a toda miv id a person a l p a s a d a . D i j eron que yo er a un p a rr a ndero ,mujeriego, sin vergüenza incorregible; acusaciones de gruesoca libre. Como si gustar de las mujeres bonitas, de la idiosincrasiadel pueblo que es tropica l, fuera contrarrevolucionario.

Yo por mi parte seña lé a mis acusadores de estar jugando a ladob le mora l , como sostener re l aciones a fect ivas y sexu a lestr ip a rt i t a s con comp a ñ eros y comp a ñ er a s de l a m ism aorganización, a lgo que yo no hice, ni haría . Para zanjar estaaca lorada discusión sobre a lta mora l propuse que se conformarauna comisión eva luadora sobre los hechos que se me imputaban.Allí participarían un delegado de mis acusadores, un líder natura ldel barrio, una de las abuelas que asistió a la fiesta y, por supuesto,yo . L a m a yor í a de m i embros de l a com is ión h a r í a un arecom end a c ión f in a l : s i uno los l íderes de l a s m i l ic i a s seemparranda no deberían hacerlo todos a l mismo t iempo, losotros deber asumir el mando y hacerse cargo de la seguridadpersona l del ebrio.

A pesar de los resultados y recomendaciones de esta comisióneva luadora , los dirigentes del ELN tomarían como criterio deveracidad, la voz de la envidia y las intrigas fraguadas por miscontradictores que vinieron a recoger lo que no habían sembradoy prest aron oídos sordos a mi abnegado traba jo, a todos laspropuest as y proyectos que yo h ab í a leva nt ado en Vi l l a de lSocorro.

Como un acto de reta liación fui removido fulminantemente demi cargo como jefe máximo de las MPVA sin haber escuchadolos descargos como era la norma con cua lquier compañero enun a situación sim i l ar. Se me trasl adó a l sector de l bosque yMoravia .

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Como buen soldado empaqué mi ropa y me fui para Moravia apart ir de cero, sin m ayores recursos económ icos, bé l icos, n ilogísticos, dejando atrás, en la llamada zona centra l de Villa delSocorro y Anda lucía, a los compañeros de más experiencia militar.Muy pocos estuvieron dispuestos a correr el riesgo de dejar sutranquilidad y sus novias en un barrio donde prácticamente ladelincuencia había sido reducida a la impotencia, para venirse aesta nueva zona infestada de bandas.

Al problema de las bandas se sumaba el de la insa lubridad. Enlas noches, cuando dormíamos en las casas de los colaboradores,con un a m a no empuñ á b a mos nuestra a rm a y con l a o traespantábamos los zancudos y bichos que aún rondaban por elviejo basurero. Los olores que desprendía el río Medellín, tambiénhacían difícil la vida allí.

La pelea no la dimos sólo en el terreno militar. A los pocos mesesya habíamos reconstruido las dos acciones comuna les, la deMoravia y el Bosque, cuyos líderes habían tenido que abandonarel barrio presionados por las bandas. También creamos variosgrupos e impulsamos actividades recreativas y cultura les.

3

Luego de haber coronado con éxito la primera parte de su p lan:“cortarle las a las a Lucho”, Marleny y Alberto d ieron el siguientepasó. Marleny se hizo cargo de visitar a los viejos camaradas del ELNpara convencerlos de que ellos eran los más idóneos para tomar lasriendas de la organización: discretos, amantes de la vida familiar, pocoamigos de exhibirse en eventos sociales, con fobia por las cámaras ylos flash, aclimatados a la vida monacal de la guerrilla en el campo.Sin mayores problemas convencieron a los altos mandos del ELNpara que les entregaran las credenciales y los votos de confianza. Asís e h ic i e ro n a l co n tro l d e l os re sort e s m á s p o d e rosos d e l aorganización miliciana. Alberto se apropió del área de finanzas, los

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aportes del comercio, el transporte y algunos vecinos para preservarla seguridad del barrio. Y bajo la discrecionalidad de la clandestinidad,organizaron a espa ldas de los jefes guerrilleros una b ien aceitadaindustria del crimen, especialmente del secuestro, mimetizado bajola facha da de una de sus funciones: la compra de armamento ymunición. Así lograron acercarse a oscuros personajes del hampa,miembros de los llamados “combos” (conformado por ex militantesd e iz q u ierd a d e d ica d os a la d e l incu e ncia org a n iza d a), p o l icíascorruptos y miembros del narcotráfico, sin despertar las sospechasde sus jefes y compañeros inmediatos.

La base miliciana era aun más fácil de engañar. Jóvenes reclutadoscon ligereza a los que los dirigentes del ELN, bajo el espejismo dev iv ir u n a co m u n a d e París prerevo lucio n aria e n los b arrios d eM e d e l l í n , y a h a b í a n co n d ic i o n a d o a re s p o n d e r a e s t í m u l ospavlovianos: gratificaciones económicas, ofrecimientos de carrerasefímeras aunque coronadas por la gloria y el respeto de sus vecinos.¿qué más puede pedir un proxeneta del delito?

Las técnicas de los manuales de seguridad de la guerrilla tenían aquísu nuevo significado: desinformar, contrainformar, distorsionar segúnla conveniencia.

Un día, Alberto fue sorprendido por sus jefes en la negación de unsecuestro. Su respuesta fue que esperaba que maduraran más lascosas para informar a la organización. En el secuestro se cobraron100 millones, sólo reporto 30 a su organización.

En otra ocasión les ordenaron a dos jóvenes de la base miliciana queejecutaran a un viejo que traían atado de pies y manos en un carro.La exp l icació n es q u e era u n p e l igroso p ara m i l it ar q u e h a b ía ncapturado. La realidad era otra, era la victima de un secuestro cuyaf a m i l i a n o p a g ó resca t e . A l b ert o h a b í a l l e g a d o a l extre m o d esecu estrar p e q u e ñ os y m e d ia n os co m ercia n t es p or d os o tresmillones de pesos, lo que vale una tienda en un barrio popular.

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En una ocasión un compañero los sorprendió en otra interrogaciónde un secuestro el cual guardó un cómplice silencio.

La capacidad gerencia l de A lberto para esas retorcidas empresasera menos que sorprendente . No se necesita ba la contundenciad iscursi v a d e u n D e m ós t e n e s p a ra co n v e nc e r a u n a f a m i l i acampesina de alguna zona de influencia guerrillera, para que esta seofreciera a custodiar a alguien que era llevado en calidad de “viejoe n e m i g o d e la org a n iz ació n so bre e l q u e h a y q u e h acer u n asaveriguaciones antes de resolver su caso”.

Por su parte lo barrios populares donde las milicias ya ejercían algúncontrol territorial eran terrenos privilegiados para una de la etapasmás delicadas del cobro del rescate, donde el grupo que actúa seh a c e m á s v u l n e ra b l e a l a a cc i ó n d e l os d i f e re n t e s g ru p osespecializados de los organismos de seguridad.

En estos barrios populares todos eran “ojos y oídos al servicio de lasmilicias”. También existían otros atractivos: los estafetas listos a llevarinformación, sistemas de escaneo para detectar las comunicacionesde la policía, radios walkie-talkie de dos metros instalados en terrazasestra t é g icas, la cri p to gra f ía p ara d ar m e nsa jes t e le fó n icos q u epasaran desapercibidos y que las familias de más confianza manejaba:un joven portando una cachucha en cierta posición, una camisa rojaen una ventana . Todo hacía parte de ese m inucioso a lfa b eto decódigos y señales de comunicación que la milicia y la comunidadhabían diseñado especialmente en los años de las masacres de lafuerza élite.

Nunca se imaginó la comunidad y la base miliciana que toda esainiciativa al servicio de su autodefensa estaba siendo utilizada porgente inescrupulosa como A lberto para enriquecerse a expensasde una de las actividades más denigrantes: el secuestro.

Marleny, a su turno, asumiría otra de las funciones vitales en dichaorg a n i z a c i ó n m i l ic i a n a : l a j e f a t ura m i l i t a r. Co n tro l a n d o e l

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presupuesto asignado para cubrir la nómina de la base miliciana ydotando a sus más leales subalternos con las mejores armas, logrócautivar otra pequeña clientela. Marleny y Alberto eran sin lugar adudas la pareja perfecta.

Esta lucha enfermiza por la figuración y el poder en que se vierona tra p a d os a l g u n os d ir i g e n t es d e est a org a n i z a c i ó n n o es u ncomportamiento sui generis de las organizaciones clandestinas. Estefenómeno se ha anclado en todos los estamentos de la sociedad, unmal para el que un periodista ha sugerido un nombre muy apropiado:“sín dro m e d e l t in o“ . E l q u e co n d u jo a la ca í d a d e la se lecció nCo l o m b i a e n e l m u n d i a l d e f ú t b o l d e Est a d os U n i d os p or l asenconadas rivalidades entre los miembros del equipo; el que llevóa l ex campeón del mundo del boxeo, Pambelé, a los excesos delalcohol y la droga; y al Huracán Palacios a la ruta suicida del sida. Elsíndrome del tino es sucedáneo del síndrome del traqueto, que llevaa l q ue t ie n e un p oco d e p o d er a d eshacerse d e sus o p ositoreshaciendo constantes y sonantes las monedas del plomo.

Estos dos síndromes tienen sin embargo la m isma trayectoria: e lpaso de un estado de carencias y privaciones, al estado alucinadodel derroche y el poder, un salto mortal al vacío sin paracaídas.

Para algunos de los viejos guerrilleros de la milicia el paso de la vidafranciscana y anónima a la de estrella de ese fugaz firmamento, fueun despeñadero.

4

Antes de la llegada de las milicias, la escena de la comuna nororientalera dominada por pequeños núcleos de autodefensa que alternabanla protección de su terruño con actividades delictivas fuera de subarrio.

El sent ido común de los d irigentes m ilicianos ind ica ba que eranmás las cosas que se com part ían con estos grupos, que las que

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ca usa b a n riva l id a d . Lo más im p orta nte era que p ara a m b os loschichipatos eran los más despreciables delincuentes. Además estosnúcleos de autodefensas goza ban de la a b ierta sim pat ía en susvecindarios. Por último, los pragmáticos dirigentes milicianos veíanen estos grupos a combat ientes en crisá lida: reun ían una buenaexperiencia en el uso de las armas y en la vida conspirativa difícil deencontrar en otros núcleos de jóvenes. Quizás agrupados en otrasasociaciones, con ideas de camb io socia l y de b ienestar para susbarrios pero completamente lejos de la rudeza de la guerra, podránconvertirse en verdaderos revolucionarios.

De estos núcleos de autodefensa los mayores eran uno llamado la49 que op era ba en Anda lucía y e l de la 45 en Villa de l Socorro.Mientras más arreciaban las disputas entre los dirigentes milicianos,más flo jas se iban haciendo sus ataduras con la estructura de laorganización.

La 49 fue el primer grupo en volver a sus andanzas y buscar a susviejos patrones. Avezados en la brega de la piratería terrestre, connostalgia encontraron que ya les habían conseguido reemplazo. Estegrupo no desfalleció y se mete en otros filones delincuenciales: robode carros, motos, asaltos a almacenes de electrodomésticos y joyeríasdel centro. El grupo de la 45 sigue sus mismos pasos.

Los dirigentes milicianos lograron reaccionar momentáneamente,hicieron un alto en sus querellas y tomaron algunas medidas. Lesquitaron su apoyo económico y sus armas, así como el aval que leshabían dado para operar a nombre de las milicias.

No todos los milicianos que se torcían en el camino contaban con lasuerte de una feliz separación de la organización. Los que trabajabana t itu lo ind iv idua l y se v incu laron sin resp a ldo d e sus p a drinos,quedaron a merced de la ley del ta lión miliciano. Esa justicia quesólo había sido ensayada contra los delincuentes del barrio, empezóa tocar las puertas de la propia organización.

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Edison era un joven de pocas palabras. Su poca fluidez verbal en unbarrio donde todo el mundo habla y vocifera, lo hizo retirar tempranode sus estud ios. La ún ica escue la para n iños que necesita ba una prend iza je especia l era la ca lle, si en la escue la sus pa la bras sepodían contar en un ábaco, en las milicias sus frases se reducían amonosílabos. En una organización que no es deliberante, como encua lquier institución, esto resulta más una virtud a la obed ienciaque causa de malestar o preocupación.

Había llegado a la comuna nororiental a los seis años, para vivir en lacasa de su hermano mayor, pues sus padres habían muerto por laviolencia en una zona campesina de Antioquia. Cuando ingresó a lasmilicias, no había cumplido ni los 18 años. Como era un joven sina n t ece d e n t es d e p ert e n ecer a n in g ú n gru p o d e l incu e ncia l , u nmuchacho servicial que le hacía los mandados a los vecinos, la gentede su cuadra lo recomendó para que hiciera parte de las milicias.

La m i l icia est a b a estruct ura d a p or n ive les se g ú n e l t ie m p o d evinculación y el grado de confianza del miliciano. La cutícula, la partem ás externa d e esta estructura , la form a b a n los co la b ora d oresencargados de reunir información sobre los delincuentes, transportarlas armas, conseguir casas para las reuniones y otras tareas. De estámanera se iban adentrando a l tercer y segundo nivel, recib iendomayor instrucción política y militar, y asumiendo tareas grandes, enuna tenaza d e com prom isos que se ib a cerra n do m ientras másresponsabilidad era depositada en el miliciano.

Edison hacia parte de este primer nivel: jóvenes que con la mejore x p e r i e nc i a m i l i t a r y l a p l e n a co n f i a n z a d e s us j e f e s p o d í a ndesplazarse por orientación de su organización a cumplir tareas porfuera o por d entro d e l p erímetro d e su b arrio . Ca da uno d e losmiembros de la milicia podía conservar todo el tiempo un arma ded o t ació n y reci b ía u n a p ort e eco n ó m ico m e nsu a l , e n tre o trosb enef icios.

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De este primer n ive l era muy d ifícil sa lirse, pues era improba b leque la organización accediera a aceptar la renuncia de uno de estosmilicianos, y sus viejos enemigos de las bandas adentro o afuera delbarrio lo esperarían como una fauce abierta tomando ventaja de sunuevo estado de indefensión. Edison se habia ganado el puesto deresponsable de escuadras por varias razones: fue uno de los primerosmilicianos en ser reclutado, si bien en las sesiones de estudio políticoo entrenamiento militar no era lo que podía llamar el niño genio dela clase, era uno de los primeros en llegar, d iez o quince minutosantes de lo estipulado.

Lo más importante para sus jefes era la d isponib ilidad. Ed ison seproponía como voluntario para encabezar la línea de fuego cuandolas milicias atacaban algún objetivo; nunca se retiraba antes de queel comandante de la acción lo ordenara. Solía decir que las miliciaseran su única familia y que no podía decepcionarlas.

Pero después de dos años en la organización, su comportamientoempezó a cambiar repentinamente.Sus ausencias en las reunionesde estudio se hacieron cada vez más frecuentes.

En materia de gustos cinematográficos, Edison prefería ir a una videotienda del barrio -en este barrio no hay una sola biblioteca popularpero hay tres de esos negocios-, se acercaba al estante de películaspornográficas y se llevaba dos o tres. El administrador no le cobrabay algún vecino le prestaba un vhs o un beta y Edison se encerrabadías enteros en la pieza de su casa saliendo sólo a comprar un pan ouna gaseosa a la esquina.

Cuando fina lmente sa lía a darse un vueltón por el barrio, con unlibrito de comics en la mano, su mirada estaba rara, quieta en algúnlugar del horizonte. Cuando volvió a encontrarse con sus compañerosde organización, no quedaba nada de sus modales blandos de antes.Las pa la bras em p ezaron a d ispararse de su boca como un vie jo“trabuco” a l que le han puesto el mecanismo de una “tartamuda”(ametralladora).

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Almorzar al lado de Edison era un verdadero sacrificio. En ocasionesco g í a co n s us m a n os l os a l i m e n t os y e m p e z a b a a h a c e rd e s a g ra d a b l e s co m p a ra c i o n e s d e é s t os co n l a s v ís e ra ssanguinolentas de sus enemigos, las que esperaba colgar en un árbolde navidad este diciembre, según sus palabras. En varias ocasionesEdison fue sorprendido por sus compañeros haciendo disparos a laire con su arma de dotación, desde la terraza de su casa.

Los d irigentes milicianos eran conscientes de que a lguna termitaestaba carcomiendo al cerebro de Edison, pero no prestaron mayoratención al caso. Consultar a un siquiatra siempre estaba fuera detoda consideración. Por eso gente del barrio con trastornos mentalesque caían en alguna conducta antisocial era eliminada. ”En tiempode guerra no se oye misa”, era todo lo que decían.

Si a algún miliciano se le fundía una neurona, era imposible ver a unsiquiatra. Frente al comportamiento anormal de Edison, Marleny yAlberto, que estaban al mando de la situación en Villa del Socorro,cerraban la discusión diciendo: son sólo algunas de las presiones alas que ha estado sometido. Eso le pasará como nos ha pasado atodos.

Como era de esperarse, ni siquiera tomaron una medida disciplinariaque mantuviera por un tiempo a Edison fuera de este ambiente queenfermaba su mente. Y su estado empeoró.

La hermana de Edison sostenía relaciones homosexua les con unaamiga, relación que habia mantenido en la mayor de las privacidades.Para toda la gente de l barrio eran sólo dos niñas de coleg io quesalían los fines de semana a hacer deporte fuera del barrio, pues ahíno había ni una placa deportiva. Las lenguas del barrio no habíansaboreado la colombina de ese escándalo.

Una mañana las dos amigas tuvieron un altercado en la vía pública,una de ellas iracunda le recriminaba a la otra por haberse conseguidoun novio, una discusión que dejaba traslucir el telón pasional de lasjovencitas.

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Y así en un momento de ira, todo el vecindario se enteró del secretoguardado con celo por varios años.

Esa misma tarde un joven que cubría su rostro con un pasamontañassacó a empellones de su casa a la amiga de la hermana de Edison, yla condujo a un matorral donde la atravesó con una estaca. Su cuerpocrucificado quedó tendido allí, como si hubiera hecho parte del ritualvengador de una tribu mohicana.

Ni en los momentos críticos de la acción de la bandas delincuencialesla comunidad había presenciado un crimen de esa naturaleza.

La gente se preguntaba cómo algo así podía ocurrir en las propiasnarices de las milicias.

Las milicias organizaron una comisión para investigar el caso. Unavecina, que lavaba ropa en un solar en el momento de los hechos,se ñ a ló a Ed ison com o e l jove n d e l p asa m on ta ñ as; versión q u edespués confirmaría él mismo. Edison fue trasladado a otra zona detra b a j o y u n a s e m a n a d e s p u é s , i n v i t a d o a u n a e scu e l a d eentrenamiento militar en una zona rural de influencia elena. Quienesestuvieron a llí sólo recuerdan haberlo visto sa lir del campamentoe n co m p a ñ í a d e u n a co m is i ó n g u e rr i l l e ra , a l os m i n u t os s eescucharon varias detonaciones y luego la noticia que Edison se habíasuicidado; sólo que al fusil que portaba a su llegada del campamentole habían extraído la aguja percutora. Esa es una de las formas másp iadosas de e jecución en la guerrilla: sin cuerpo, sin testigos, sinsufrim iento.

5

Desde el 10 de octubre de 1992 y durante varios días, el parque deBolívar, el más tradicional del centro de Medellín, vería alterado sutradicional rutina. No había ni rastro de los personajes que a diario ellugar, n i d e la b a n da los “me lones” conforma da p or muchachosexpulsados de los barrios de la comuna nororiental que merodeaban

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por el parque buscando desplumar a los desprevenidos peatones.Tampoco se escuchaba el pregón de los dementes ya pintorescosde l parque: Jerem ías que durante todo e l d ía pred ica versícu loscom p letos d e la Bib l ia y F id e l, que recita d e memoria p árra fosenteros de los discursos de Fidel Castro, aprendidos en radio de dosbandas en los que sintoniza radio Habana Cuba. Las palomas, quizáslos huésp e d es más v ie jos d e l p arque ta m b ién se ha b ía n ido endesbandada.

So l o u n os p ocos m e n d i g os y g a m i n e s p e rm a n e c i e ro n p a rapresenciar el espectáculo de sus nuevos visitantes. Bajo una inmensaca r p a cu y os m á s t i l es co l g a b a n d e l a s p u ert a s d e l a ca t e d ra lmetropolitana, estaban reunidos campesinos, indígenas y jóvenesque, por su vestimenta: tenis nike hechizos, bermudas con motivosde flores en colores fosforescentes y cachucha, llevaban la marquillade fábrica de los barrios populares de Medellín.

A l fre n t e d e lo q u e p arecía u n a verb e n a d e p u e b lo h a b ía u n ai m p ro v is a d a t a r i m a d o n d e a l t e rn a b a n co n j u n t os d e m úsical a t i n o a m e r ica n a , ch ir i m í a s y b re v e s p e rf orm a c e s d e t e a tro ,interrumpidos periódicamente por el maestro de ceremonias quien,e n un tono iracun d o e ince n d iario , d esp otrica b a con tra la q u eco nsi d era b a ce l e brac i ó n b urg u esa d e l q u i n t o a n iv ersar i o d e ldescubrimiento de América.

Nadie se imaginaba, sin embargo, que por esa folclórica e histriónicaconmemoración y los singulares actos detrás de esta, la historia delas milicias del Valle de Aburrá se partiría.

Lucho recuerda:

Con un mes de anterioridad a la celebración de los 500 años deldescubr im i en to de Amér ica , e l 12 de Octubre de 1992, losdirigentes de las CGSB nos llegaron con la propuesta de armaruna gesta insurreciona l en los barrios populares a lrededor deésta celebración. La ofensiva , que ellos llamaban El vuelo del

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águila, consistía en dos partes, una que llamaban la intervenciónde la vanguardia y otra que l lamaban de masas. La primeraconsistía en dinamitar unas 20 entidades bancarias en el centrode la ciudad y rea lizar varios ataques contra la fuerza pública. Elprincipa l objetivo era atacar con rockets y fuego de fusilería labase militar ubicada en Aranjuez, la más grande en la comunanororienta l y que a lberga cerca de 500 soldados profesiona les.La zona que los a tacantes proponían como retaguardia paragarant izar su ret irada era Moravia , por su cercanía . Esta , porsupuesto, era una tarea suicida , por la magnitud de la fuerzamilitar concentrada a llí. En la segunda parte proponían tapizarde tachuelas las ca lles principa les de la comuna nororienta l parap ara l iz ar e l tra nsport e , as í como a lgun as m arch as con lospobladores.

Como en la ciudad de Medellín las milicias sobrepasaban ennúmero y experiencia militar a las filas de la guerrilla urbana dela CGSB, sus dirigentes proponían que las milicias llevaran todoel peso de esa campaña.

Mi respuesta, en la que me respa ldaron los dirigentes milicianosde Moravia, era que si bien en la comuna nororienta l existían lasl l a m a d a s cond ic ion es ob j e t iva s , es dec ir, los pob l a doresa tra vesa b a n por un a s i tu ación económ ica a prem i a n t e ; noexistían las subjetivas, es decir, la conciencia de la población noest aba preparada para lo que signif icaba una insurrección ymucho menos para emprender ofensivas de ese tamaño.

De todas las zonas donde el ELN tenia a lgunas influencia sobrelas milicias Moravia era la más organizada , sin embargo, aquísó lo ex ist í a n unos pocos grupos re a lm en t e prep a r a dosm i l i t a rm en t e , , los denom in a dos ADR ( a u tode f ens a srevolucionarias) que sólo disponían de 10 changones ca libre 12de un tiro a los que les decimos mata patos; sólo unas 27 familiasnos insp ira ba n un a tot a l conf i a nza y un re a l respa ldo para

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arriesgar su pellejo en tareas como la que los dirigentes de laCGSB proponían.

Ap a rt e de esto t en í a mos dos gr a ndes ob j ec ion es a est apropuest a : ent achue l ar los barrios popu l ares de l a comun anoror ien t a l equ iva l í a a poner much as f a m i l i as a a gu a n t arhambre. Mucha gente del barrio se reúne para comprar un carrocolectivo del cua l derivan su sustento, fuera de la gente que segana la vida chiviando (ayudantes, conductores). Además, decirlea la gente que labora en las empresas de Medellín y vive en elbarrio que dejen de asistir a sus puestos de traba jo les implicaríaque les dedujeran una semana de sa lario o en e l peor de loscasos ser despedidos.

La razón más contundente de nuestra parte para oponernos ad icha t are a era que n i l as m i l ici as n i l a comun idad est aba npreparadas para soportar la arremetida de los organismos deseguridad del gobierno, después de este tipo de actividades.

Para que los dirigentes de la CGSB no nos acusaran de escurrirleel bulto a la guerra o nos tildaran de esquiroles, les hicimos unacontrapropuesta para sa lvar este impase.

Les propusimos que los militantes a los que el ELN les pagaba unsa l ario -que só lo ven í a n de vez en cu a ndo a h acer turismorevolucionario a los barrios populares, pero que casi siemprevivían en barrios de clase media y estudiaban en la universidad-vin ieran a barrios como Moravia y se pusiera a l frente de laca mp a ñ a que e l los l l a m a b a n vue lo de l á gu i l a , p a r a quecoord in a r a n person a lm en t e l a s a ct iv id a des de s a bo t a j e ,explicándole de paso a la gente en que consistía su propuesta. Yque no se m arch ara n de l b arrio a pen as p asara n los juegosp iro t écn icos , s ino que perm a n ec i er a n por v a r ios d í a sorganizando las tareas de defensa con la población, cuando losorganismos paramilitares o la fuerza pública vinieran a cometermasacres.

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Frente a la campaña de entachuelamiento proponíamos que enlug a r de h a cer l a en nuestros b a rr ios popu l a res ca us a ndoperjuicio a los pobladores, la hiciéramos mejor en el poblado oLaureles donde viven los ricos de Medellín. Las familias de a llá noiban a aguantar hambre si sus vehículos resultaban averiados odestruidos.

Aunque e l comp a ñ ero respons a b l e en ese mom en to de l adirección naciona l del ELN nos dio la razón, luego de hacer lasconsultas de rigor regresó a l barrio y nos dijo simplemente quela cúpula de ésta organización guerrillera había tomado unadecisión por mayoría: si las milicias no ejecutaban las tareas ta ly cua l estaban planeadas, ellos le quitarían el apoyo económicoa las milicias, se llevarían las armas que les pertenecían y sólosegu irí a n apoya ndo l as m i l ici as a cond ición de nombrar unrepresentante distinto a Lucho”.

Ese chanta je que nos hacían los dirigentes del ELN fue la gotaque derramó el vaso. Desde ese punto y hora las MPVA ya notenían nada que ver con el ELN.

El ELN, con otros pequeños grupos milicianos que los respaldabanen la comuna noroccidental llamados América Libre, y dos pequeñosg ru p os q u e a u n l e e ra n l e a l e s e n l a co m u n a n oror i e n t a l , s erea gru p aría n en una nueva orga n ización m i l icia na l la ma da BPR(Brigadas de Resistencia Popular), luego de lanzar un comunicadoanunciando llanamente que la nueva organ ización m iliciana nocomparte el estilo promovido por los dirigentes de las MPVA.

M i l icia n os d e la n u eva org a n izació n (BPR) y las MPVA , jóve n esamarrados a sus pequeños terruños, atrapados en roces e intrigasdomést icas, verían e l momento prop icio para hacer esta llar unapequeña guerra. Una quebrada que dividía los dos barrios dondeoperaban ambas organizaciones era ahora llamada el muro de Berlín.Desde un lado a otro eran frecuentes los intercambios de disparos y,como en la guerras modernas, gentes de ambos barrios cayeron

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silenciosamente ba jo las miras telescóp icas, los silenciadores y, enocasiones, las luciérnagas rojas de las miras láser, que ahogaban eltraqueteo de las armas pero no de las víctimas que cayeron en éstanueva guerra fratricida.

Las milicias que hace menos de dos años habían traído la paz a estosbarrios derrotando a las bandas, habían inventado una nueva guerra:la guerra de las milicias por conquistar territorios.

Lucho recuerda:

A los pocos días de oficia lizar nuestra división concertamos unareun ión con los d ir igen t es n a c ion a l es de l ELN y noscompromet imos para hacer nuestro mejor esfuerzo de tra tarcon discreción nuestras diferencias ante la opinión publica, frenaresas guerras inút i les que sólo deterioraban la imagen de lasmilicias ante la comunidad y mantener a l máximo posible unarelación fraterna l.

A los pocos días, aprovechando que los miembros del ELN podíantransitar libremente por las zonas de influencia de las MPVA yhablar abiertamente con los líderes comunitarios del barrio omiembros de nuestra organización miliciana, empezó un traba joencubierto. A compañeros de nuestra organización empezarona llegar coqueteos para que se unieran a las filas de la guerrilla,les decían que las milicias no tenían futuro ni patrocinio, que laCGSB sí era una organización naciona l y sí tenía aga llas paraaspirar a l poder en Colombia.

No fa ltaron incluso otras preguntas más directas: que si Luchorea lmente tenía relaciones con el cartel de Medellín. Incluso unode estos m i l i t a n t es de l ELN que h a b í a est a do con a lgunosmilicianos en una escuela de entrenamiento militar en el campo,va liéndose de la camaradería que había ganado con a lgunosde ellos les preguntó: ¿Bueno y si a Lucho llega a pasarle a lgograve ustedes con quién seguirán traba jando?

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No creo que la gente del ELN estuviera midiendo mi popularidaden los barrios populares, lo que rea lmente estaban fraguandoera mi asesinato.

Nuevamente cite a los dirigentes con los que había hablado enl a pr im er a reun ión , l es record a b a que de m i p a rt e h a b í amantenido en firme mi pa labra, ellos unánimemente recordaronque yo había sido un dirigente sindica l destacado a l servicio delELN, que no habían quedado dudas sobre la transparencia en lap art ición de los recursos bé l icos, luego de l a escis ión . El losrem a t a ron a segur á ndom e que “esos rumores reca í a nenteramente sobre individuos o militantes irresponsables, quela posición oficia l del ELN a nivel regiona l y naciona l es la demantener la relación en los términos en que se había pactadoen la primera reunión”. Conociendo persona lmente la trayectorialas ca lidades y la seriedad de los dirigentes con que me entrevistedi por cerrado este capítulo de disputas con el ELN.

Desde el mismo momento en que Lucho fue removido de su cargocomo d ir ig e nte m áximo d e las m i l icias e n V i l la d e l Socorro, lasrelaciones con el ELN no habían tenido la misma cortesía.

A medida que pasaba el tiempo la relación con CGSB era como unapiedra causando ampollas dentro de su zapato. En Moravia, Luchocontaba con un grupo bien organizado, bien armado y con algunaso lidez económ ica . Manten ía sus re laciones con la CGSB no porconvicción sino por conven iencia . La guerrilla d ispon ía de zonasca m p esinas p ara rea l izar tra nqu i la mente entrena m ien to m i l itar,económicamente era una inyección más y le brindaba la posibilidada Lucho de tener una proyección nacional y regional para encabezaren un momento propicio las milicias.

Lucho no d esa provech a b a o p ortu n id a d p ara e nrostrarles a losdirigentes del ELN su ineptitud. Acusaba a sus dirigentes de llevar alfracaso el movimiento cívico que las milicias hab ían acompañadoen las elecciones:

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...los dirigentes del ELN por su esclerosis política no apoyaron elmovimiento, siguiendo fórmulas abstencionistas en desuso enel mundo entero. Además, a lgunos dirigentes manejaban unadoble mora l a l respecto, acogían con aparente beneplácito laspropuestas de ir a elecciones, pero después concitaban el privadoa la gente a no votar, a no hacerle el juego a los politiqueros.

En las declaraciones púb licas que Lucho cont inua ba dando a laprensa hablada y escrita, tampoco faltaban los contrapunteos: “lasmilicias en dos años han crecido en las ciudades a un ritmo que la CGSBno ha a lcanzado en 25 años.... e l pasado diciembre recibimos unacomitiva de la CGSB donde nos pedían que les enseñáramos nuestrosmétodos para traba jar en la ciudad”.

Con frecuencia, Lucho creaba una atmósfera desfavorable hacia losenviados del ELN que venían a ejercer tareas de fiscalización sobrelas milicias. En ocasiones se refería a ellos como: “N.N. o intelectua lesde laboratorio que vienen a barrios populares a ganar reconocimientosocia l que no han podido ganar con sus compañeros de estudio, peroaquí no saben ni como dirigirse a los dirigentes comuna les”.

Ser í a f i n a l m e n t e e l m a n e j o f i n a nc i ero y d e l a s a rm a s , e l q u eprofun d izaría más la brecha entre la guerri l la y la orga n izaciónm i l icia na .

Los dirigentes del ELN pasaban semanas enteras sin asomar sucabeza por aquí, sólo llegaban a prestar las armas conseguidaspor nuestr a org a n iz a c ión b a jo e l pre t exto de n eces i t a r l a surgentemente para ejecutar una campaña militar en otro barrioo fuera de Medellín; armas que nunca regresaban a nuestrosbarrios. Con las finanzas pasaba lo mismo. Cuando empezó ladetención en masa de milicianos, sus familias y vecinos del barriotom a mos l a decisión de consegu ir recursos prop ios pues e lsoborno a l oficia l de turno que comandaba el operativo de lapolicía o el ejército era la única fórmula para liberar a nuestroscompañeros de la cárcel. Como no podíamos darnos el lujo de

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esperar las semanas que tardaban en llegar los emisarios delELN, decidimos acometer nuestras propias tareas de finanzas,casi siempre asa ltando compañías de va lores de bancos. El ELNnos d io a u tor iz a c ión p a ra esto . A l momen to de env i a r susem is a r ios a rec l a m a r desca ra d a men t e l a m i t a d de l d inerorecupera do , ya no se demora b a n l as sem a n as de a ntes, encuest ión de horas o minutos ya estaban con ca lculadoras enmano para hacer su porcenta je.

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CAPÍTULO VIMovimiento cívico

En un amplio reportaje concedido por las MPVA en 1991 y publicadop or e l E l Co lo m b ia n o , las h ast a e n t o nces e n i g m á t icas m i l iciassorprendieron a Medellín con el anuncio de que participarían en laactividad política legal.

En diciembre de este mismo año, en una escuela del barrio Villa delSocorro , s e d i e ro n c i t a c e rca d e 100 org a n i z a c i o n e s c í v ica sproven ientes de la comuna nororienta l y re presenta t ivas de lossectores más d isím iles: grupos juveniles, asociaciones femeninas,m icroem presas, tra ba ja dores de las un ida des púb licas de sa lud ,org a n izacion es no g u b erna m e n ta les, d irig e n tes d e p art id os d eizquierda como la Unión Patriótica.

De afuera también habían llegado algunos sindicatos, delegados deorg a n izacion es in d íg e n as y d irig e n t es d e los p art id os p o l ít icostradicionales. En este caso las elecciones para el concejo y la alcaldíade Medellín, así como la Cámara y el Senado, que se realizarían enmarzo de 1992, eran la meta.

Los asistentes más destacados por su numerosa comitiva fueron losde los barrios de invasión conocidos como e l Limbo, que mesesatrás se habían declarado en rebelión contra las Empresas Públicasde Medellín.

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Los barrios que conforman el cordón del limbo son polos lejanos,coronados por una n ieve amarillenta y quebrad iza , que a su vezforman iglúes de barro que se erosionan con las lluvias.

Antes de que sus habitantes derramaran la primera capa de gravillapara construir los caminos vecinales, ya los piquetes de trabajadoresde las Empresas Públicas instalaban los tubos de pvc que irrigabande agua potab le hasta el más remoto rancho, en medio de a lgúnfangoso potrero. Así mismo ya habían tendido el entramado de cablep ara q u e f u nc io n ara n las l ín e as t e l e f ó n icas d o m ic i l iarias y loste léfonos púb licos. No en vano las Empresas Púb licas se ha b íanganado el reconocimiento como la cuarta empresa más grande delpa ís, la em presa de servicios púb licos más ef iciente de Américala t ina y, p or supuesto, la más renta b le. Con casi dos b i l lones d epatrimonio en 1994, sus utilidades alcanzaron casi el medio billónpara este año.

Detrás de esas cifras, de sus conquistas tecnológicas, y de ostentar elt ítu lo de ser p ionera en ef iciencia y en ha ber imp lementa do losprincip ios de la ca lidad tota l, se esconden inexorab les leyes de lap lutocracia.

Los hab itantes de barrios marginados como El Limbo, que son loque el ex presidente Barco llamaba pobres absolutos, tenían queechar mensualmente una moneda al aire: cara y mercaban, sello ycancelaban las facturas de los servicios públicos.

Aunque los barrios marginados estaban catalogados como estrato 1y 2, estaban obligados a pagar prácticamente las mismas tarifas delos b arrios arist ocrá t icos, co m o e l Po b la d o o los La ure l es q u efiguraban como 5 y 6.

Los asistentes a esta reunión tomaron dos decisiones: la primera eraa b ra z a r l a ca us a d e l os h a b i t a n t e s d e l L i m b o o p o n i é n d os efirmemente a que se pagaran la cuentas de las Empresas Públicas,hasta que esta empresa reformara su estructura tarifaria. La segunda

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era lanzar una lista ún ica a las e lecciones para las corporacionespúb licas. Para el concejo de Medellín se propusieron a los líderesque habían encabezado el movimiento cívico en El Limbo.

Para algunos dirigentes milicianos esta propuesta cayó como manádel cielo. Ese era el momento que hab ían venido esperando paraponer en práctica sus ideas de lanzarse a la actividad política legalde la ciudad. Estaban convencidos que si no se le daba un segundoaire a la milicia, ésta terminaría asfixiándose en ese oscuro callejónsin salida de sus guerras: pobres matando pobres.

Cuando las m ilicias rea lizaron las primeras visitas a gentes de lacomunidad, su abanico de propuestas políticas y socia les apenasd e ja b a n sent ir su v iento . A los que consid era b a n sus enem igosfundamentales, las bandas, les pusieron las cosas en blanco y negro:hacían una conversión de vida o se iban del barrio junto con su familiapara siempre. De lo contrario: plomo.

E l acerca m i e n t o d e l as m i l ic i as a l as org a n iz ac i o n es c ív icas ypopulares de estos barrios fue en los mismos términos de la infaliblefórmula siciliana: aquellos d irigentes comuna les que la pob laciónseñalara como corruptos se les invitaba a dimitir de sus cargos o seexpondrían a recibir la mano de hierro de la justicia miliciana. A losdirigentes que la comunidad señalara como honestos e idóneos, seles asignarían cargos estratégicos de la administración local.

El contenido de esta campaña moralizadora estaba expresado conclaridad en un bo let ín em it ido por la organ ización m iliciana porentonces.

“Toda persona a la que se le compruebe el manejo dudoso de losrecursos públ icos en la comun idad, ma lversación de fondos,peculado, chanchullos y serruchos será condenado a la pena demuerte, previa investigación y comprobación de ta les denunciaspúblicas hechas por la comunidad25”.

25 Boletin El Miliciano, enero de 1991.

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El corruptómetro, réplica de los consejos revolucionarios instaladosdurante la revolución francesa para juzgar a los rehenes de la tomade La Bast illa , fueron llamados ca b ildos popu lares; pero esta banigua lmente insp ira dos por la ira de la turba que en cuest ión deminutos condena a la picota pública a quienes considera esbirros ytra idores.

Estos cabildos populares se organizaban de la siguiente manera:

Los jóvenes milicianos, puerta a puerta, citaban a los vecinos conmedia hora de anticipación; esto para no dar tiempo a una posibledelación por parte de alguien. El cabildo tenía entonces en un lugar,previamente convenido: a la orilla de una cañada, en una cancha, enel atrio de una iglesia, donde se reunían hasta 500 personas.

A lg unos d e los l íd eres m i l icia nos exhorta b a n a los prese n t es adenunciar a sus d irigentes corruptos. En ocasiones estos cab ildoslograban deliberar sobre otros temas, por ejemplo qué propuestastenía la comunidad para deshacerse de los expendios de droga; y enuna ocasión se consultó a los vecinos sobre la va lidez de que lasmilicias participaran en la asamb lea naciona l constituyente. En elúltimo de estos eventos se decidió no obstaculizar las campañas delos políticos para la campaña de 1992, y por el contrario, sacar elmáximo provecho de las dádivas de los políticos en campaña.

Si b ien estos ca b ildos fueron un instrumento para socia lizar loscódigos milicianos, estaban muy lejos de ser llamados tribunas dedemocracia, no sólo por representar un pequeño segmento de lospob la dores sino porque a l f ina l los jefes m ilicianos eran los quetomaban las decisiones.

La corrupción dibujada como un dionisio despilfarrador, debería estaracuñada en las monedas y escudos de los países latinoamericanos, yen Colombia, en alto relieve.

Cuando las milicias llegaron a los barrios populares de Medellin, enl a s a cc i o n e s co m u n a l e s , i n s p e cc i o n e s , j u n t a s p o p u l a re s ,

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corp oracion es socia les, e l m é to d o d e a pro p iarse d e los fon d ospúblicos era frecuente.

Aunque la Asamblea Constituyente de 1991 declaró inconstitucionalla ley de auxilios, convertida en botín de guerra de los directoriospolíticos en los barrios populares, esto no hab ía logrado borrar laambición de algunos líderes populares que había hecho de éste unsistema de vida y, como gorgojos del erario público, no dejaban ni elolor de las migajas de lo que el gobierno central dejaba caer sobrelos pies de la comunidad de Medellín.

Bu ltos d e ce m e n to , are n a , gra v i l la y m uch os d e los m a t eria lesentrega dos p or las inst ituciones gu b erna menta les p ara rea l izarm e joras e n los b arrios p o p u lares, t e n ía n co m o d est in o f in a l e lmejoramiento de las viviendas de estos líderes o para los depósitosde construcción de su propiedad.

A la sombra de l terror de las bandas y la int im idación que éstasejercían sobre la población, los líderes corruptos fueron los primerosen tomar ventaja de esa ley del silencio.

Un dirigente comunal de Villa del Socorro recuerda cómo funcionabael barrio en 1990, antes de que llegaran las milicias:

En Vi l l a de l Socorro ex ist í a gen t e como Elk in R a m írez , quepertenecía, a un grupo político adscrito a l directorio libera l. Esteera considerado como el cacique de estos lados, administrandouna pequeña pero bien organizada clientela, que incluía a lgunasorganizaciones comunitarias, como los hogares comunitarios,donde los h i jos de las personas de pocos recursos de l barrio(todos) tenían a limentación y guardería , gracias a un auxilioestata l. Elkin Ramírez llegaba a l extremo de desviar la minuta devíveres que enviaba el gobierno para mantenimiento de estoshogares con el fin de organizar un restaurante persona l; a llí losmiembros de las bandas que le eran lea les podían a lmorzar y

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comer gra t is, mientras los n iños de los hogares aguant abanfísica hambre.

Las bandas pagaban el favor de varias maneras: amedrentadoa los dirigentes populares que elevaran a lguna denuncia contrasus actividades o en el peor de los casos, imponiéndole la vendadel silencio eterno. Elkin Ramírez también servía de intermediarioentre la delincuencia y la economía lega l del barrio; comprabalas máquinas de tejer y otras cosas que robaban las bandas eno tros lug a res de Mede l l ín y mon t a b a con e l l a s pequeñ a sempresas en los barrios populares. Así mataba dos pá jaros deun sólo tiro: ponía a circular sus capita les aprovechando el ba jocosto de la mano de obra en los barrios populares y, a su vez,tenía asegurada su clientela de votos.

Las m i l icias h icieron suyas la consigna d e A fra n io Parra , primerd irig ente naciona l d e M19 en p la ntear y d esarro l lar las m i l iciasurbanas en 1984: “las milicias deben garantizar que la comunidadentre por el umbral de una nueva era del cuarzo y la transparencia”.

Esa entrada , como era de esperarse, tamb ién cubría su cuota desangre en los barrios populares de la comuna nororiental.

A lo largo de 1991 y 1992 fue un período de e lección de nuevasjuntas de acción comunal (JAC), máximo órgano de decisión de losb arr i os p o p u l ares . En est as n u e v as JAC re n ac i ó e l esp ír i t u d ep a rt ic i p a c i ó n co m u n i t a r i a q u e h a b í a e s t a d o d orm i d o . Es t a sorganizaciones renovaron sus cuadros directivos con gente joven.Las nuevas JAC citaron a rendición de cuentas a los viejos líderesque tenían cuentas pendientes por malos manejos. Algunos de éstos,sintiendo pasos de animal grande, pusieron sus cuentas en orden,otros se fueron del barrio y los más corruptos fueron pasados por lasarmas.

Las MPVA , e n cu m p l im ie n to d e sus pro m esas d e sa n e a m ie n to,asesinaron a la que fuera la presidente de la acción comuna l de l

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barrio Andalucía, quien luego de ser removida de su cargo, apeló alas autoridades. Esa ola de ajusticiamientos también tocó las puertasde las milicias cuando Darío, un joven profesional al que las miliciasle habían encomendado la tesorería de la acción comunal del barrioVilla del Socorro, fue ejecutado tras comprobársele la apropiaciónde dineros para su propio bolsillo.

2

La otra cara de los dirigentes populares que no se alinearon ni conlos políticos corruptos ni con las fórmulas de las milicias, la poníagente como “Moncho”. Moncho, dirigente social y deportivo desdelos doce años, había escogido su propio camino para enfrentar losproblemas de barrio. Teniendo su carta de presentación como líderdeportivo, llegaba a los jóvenes con problemas de drogadicción ov incu lación a las b a n d as y org a n iza b a pro gra m as d e p ort ivos ycu ltura les, torneos de fútbo l, intercamb ios deport ivos con otrosbarrios, tardes culturales. El hacia todo lo que estaba a su alcancepara mantener a los jóvenes fuera de su rutina fatal, guerras entrebandas, delincuencia, droga y ocio.

En 1991, Moncho encontró una ventana que le abría espacio a susideas de convivencia: la consejera presidencial para Medellín, MariaEmma Mejía, y el alcalde Omar Flórez, diseñaron un plan de acciónsocial (PAS). Este era el primer intento del gobierno, en décadas, deintervenir en los barrios populares con inversión y presencia estataly no con la fuerza bruta de los organismos de seguridad.

M o n ch o , co n u n a p a r t i d a d e d i n e ro d e l PA S , org a n i z ó u n amicroempresa de bloques de cemento para la construcción dondejóvenes ex drogadictos y ex pandilleros trabajaban al tiempo que serehabilitaban, haciéndole una gambeta a lo que parecía un destinoinevitable para los jóvenes: una carrera delictiva y seguramente caeralgún día bajo las fórmulas sumarias de las milicias.

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Moncho había sido el alma de los procesos de desmovilizacion delas bandas de Villa del Socorro y había logrado un pacto que servíade dique a futuros derramamientos de sangre en el barrio. Además,le ha b ia exig ido a las m ilicias una prerrogat iva para los jóvenesdesmovilizados de las bandas: si algún problema se suscitaba entrelos jóvenes que él orientaba, él en compañía de los jóvenes de lacasa juven i l El Parche , reso lvería n e l pro b lema con sus pro p iosmétodos.

Apoyándose en a lgunos jóvenes sanos de l barrio que hacían suscarreras en la universidad, había fundado la casa juvenil del Parche,d o n d e t a m b i é n j ó v e n e s e x p a n d i l l e ros y e x d ro g a d ic t os s eorganizaban en grupos de danza, de teatro y un grupo de prensa quedesarrollaban sus actividades en toda la comuna nororiental.

Varios funcionarios del gob ierno y políticos de oficio, conociendolas cua lidades como líder que ten ía Moncho, le hab ían ofrecidocargos públicos en el gobierno, puestos directivos en sus partidos eincluso algunos le habían ofrecido viajar al exterior y a otras ciudadesdel pa ís para que d ifund iera esas cua lidades de conciliador entrejóve n es. Pero Moncho no a b a n d onó su b arrio n i e n los p eoresmomentos. Vivía en un pequeño camarote en la tienda de su familia,que quedaba contiguo a la empresa de b loques, pues sab ía quetenía que estar disponible las 24 horas del día.

Algunos líderes milicianos veían en Moncho una de las columnas enlas que descansaba esa frágil paz que se vivía en el barrio. Para otros,lo que hacía Moncho era sospechoso. Como hombre pragmático,mantenía buenas relaciones con funcionarios del gob ierno que leayudaran a gestionar recursos para no dejar morir la cooperativa.O tros l í d eres m i l icia n os se n t ía n ce los h acia las act iv i d a d es d eMoncho; creían que eliminar a los jóvenes de las bandas era la únicaso lución a l prob lema y ve ían en la pequeña parce la de paz queconstruía Moncho como una amenaza para su poder armado.

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Moncho, que hab ía manten ido siempre su independencia de lasmilicias y de cualquier propuesta que pusiera por delante el uso delas fuerza, se vio finalmente atrapado por los fuegos de la guerra.

Moncho vió con tristeza cómo el cerco se iba cerrando sobre él. Conlas bandas del pasado en el barrio, fue fácil hablar. Al fin y al cabo losjóvenes de estas bandas habían crecido en los mismos vecindarios,arrastrando sobre las arrugadas arenas las bolitas de cristal, las tapasde coca cola rellenas con esperma de vela, y las rutas de la vuelta aColombia dibujadas con tiza, o corriendo en las guerras libertadasque se jugaban en las calles. Luego, en la adolescencia, el fútbol y laesquina también habían creado sus lazos. Apelar al amor al barrio, alp a s a d o y s us f a m i l i a s h a b í a f u nc i o n a d o p a ra fre n a r l osenfrenamientos entre bandas.

Con las milicias la cosa era a otro precio. Unos jefes comandando lasacciones desde la distancia, enmascarando sus odios bajo la nieblade la retórica ideológica y en una megalomanía no negociable, sedisputaban centímetro a centímetro los barrios populares.

La tercera vía que Moncho encontró para tratar de salvar los procesosde convivencia entre los jóvenes que él orientaba, los cuales habíanabandonado sus pandillas, iba contra sus principios de no alinearsecon propuestas armadas. Después de agotar un acercamiento conambas fracciones de las milicias en guerra, Monchó quemó un últimocartucho y buscó a las milicias Bolivarianas, orientadas por las FARC,para que intercedieran con el uso de la fuerza, si era necesario, paraque los dirigentes de ambas fracciones en guerra frenaran su asedioa los líderes populares del barrio.

Esto fue lo que las grandes potencias mundiales, en los tiempos dela guerra fría llama ban “e l equ ilibrio de l terror”. Ciertamente estaterapia de choque funcionó y el barrio pudo volver de nuevo a sucotidianidad.

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Moncho fue asesinado el 16 de septiembre de 1994, fuera del barrioy lejos de los jóvenes por los que tanto batalló.

Varias organizaciones cívicas y populares de la zona centroriental,que en los 90 atravesaban por un cuadro de enfrentamientos entrebandas similar al vivido en la Comuna Nororiental al final de los 80,habían pedido la mediación de Moncho, para que iniciara un procesosimilar al del barrio Villa del Socorro.

Al parecer, un agente vinculado a un organismo de seguridad delEsta do, que le vend ía armas a las bandas de ese sector, no muyinteresado en que floreciera un proceso de paz, delató a Monchoco m o su p u est o m ie m bro d e las M i l icias Bo l ivaria n as. Cu a n d oMoncho acudía a una cita de mediación entre las bandas, le tendieronuna trampa y fue acribillado por los sicarios que lo esperaban.

3

El Movimiento Cívico Independiente que había nacido en los barriosde las cimas y las laderas de la Comuna nororiental, rueda como unabola de nieve, en la medida que atraviesa los barrios de planicie dela comuna, nuevas gentes se suman a la propuesta de no pagar lasfacturas de Empresas Públicas.

Los comercia ntes d e la zona centra l d e Ma nrique se un ieron a lmovimiento. Barrio por barrio los trabajadores del sector energéticode la ciudad realizaban foros explicando los vericuetos técnicos quele p erm it ía n a las Em presas Pú b l icas ingen iárse las p ara que lospobres terminaran subsidiando a los ricos en esta materia.

La última semana de enero de 1991 se organ izaron cerca de 20fogatas comunitarias, donde los hab itantes sacaron sus cuentas yavivaron con éstas las hogueras. Por su parte, la campaña de loscand idatos cívicos no pod ía ir mejor: durante todo d iciembre losjefes de campaña realizaron en los barrios del Limbo marranadas,p e s e b re s , re p a rt ic i ó n d e a g u i n a l d os e n tre l os n i ñ os y f oros

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explicando la propuesta del movimiento. Todas las organizacionesdel barrio estaban comprometidas.

Los escenarios más grandes de la comuna nororiental: la cancha defútbol del barrio Granizal, (donde en junio de 1994 se protocolizaríala desmovilización de la MPPP ante las autoridades de l gob iernonacional y departamental), el Parque Gaitán en Manrique (que juntocon el de Aranjuez son los parques más tradicionales de la comuna),se vieron colmados con actos públicos.

El Movim iento Cívico Independ iente recib ió la adhesión de otrosm o v i m i e n t os y ca n d i d a t os: l os Cr ist i a n os In d e p e n d i e n t es , l osindígenas agrupados en la OIA (Organización Indígena de Antioquia),organizaciones de minusválidos, etc.

Como es tradicional en el país, cuando se aproximan las eleccionesel panorama de orden público se caldea. Esta vez la primera piedrala arrojó el entonces gerente de las Empresas Públicas, quien dijo:“los líderes del Movimiento Cívico y las milicias han quemado cercade 40 carros y motos de la empresa y le han realizado atentados a lostrabajadores para que no corten los servicios públicos”, afirmaciónque, por supuesto, carecía de veracidad pues en el seguimiento deprensa de esa época no existe registro de tales hechos, ni denunciap ena l o invest igación a los l íd eres d e ese mov im iento p or esasacciones.

La re s p u e s t a i n m e d i a t a l u e g o d e e s t a s d e c l a ra c i o n e s f u e l am ilitarización de la comuna Nororienta l y esco lta m ilitar para e lpersonal de las Empresas Públicas que cumplía labores en la comuna.Igua lmente ha b ita ntes d e los b arrios d e l Lim b o d enunciaron laincursión de hombres encapuchados, d istintos a las m ilicias, queimpidieron las reuniones políticas, amenazaron a los pobladores ypreguntaron insistentemente por los ca nd ida tos d e El Lim bo a lconce jo.

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De allí en adelante el cristo terminó de voltearse para el MovimientoCívico. Varias fuerzas políticas le retiraron su adhesión: los indígenas,los cristianos y la dirección de las MPVA, excepto Lucho, decidieronseguir pregonando la abstención electora l a sólo una semana deldía de elecciones.

La ún ica esp eranza que le queda ba a l Mov im iento Cív ico era e ltrabajo de agitación y el compromiso que habían ofrecido algunasorganizaciones cívicas de la comuna nororiental.

El día de la verdad finalmente llegó y las urnas dictaron su veredicto.Un f iasco e lectora l sin a nteced entes: en la zona 1, dond e está nubicados los barrios del Limbo, los votos fueron 212; y en la zona 2,donde está Villa del Socorro los votos fueron 58.

Para el Movimiento Cívico algo mitigaba su desconsuelo: esa habíasido en parte una campaña simbólica de austeridad y pregoneros.

En p ocos d ías la p ara ferna l ia p u b l icitaria su fre los estra gos d e ltiempo. Los postes que lucían las imágenes sonrientes y triunfalesde los candidatos, cayeron descascarados bajo la lluvia ácida, y lospasacalles que colgaban como orgullosas banderas de los postes,fueron rasgados para confeccionar las colas de las cometas que losmuchachos del barrio elevan con los vientos de abril.

En las sedes de las campañas del Movimiento Cívico aún abiertas yen las reuniones de evaluación, el fracaso electoral todavía seguíareso n a n d o co m o e l t a m b or e n u n a procesió n . E l ir y v e n ir d epreguntas y respuestas se escuchaban en todos los pasillos.

El 80 por ciento de los pob la dores de la comuna nororienta l nopodían votar porque ni siquiera tenían inscrita la cédula, fruto deaños de abstencionismo. Los dirigentes del nuevo Movimiento Cívicofueron víctimas de su propio invento. Desde que nacieron los barriosde invasión de la comuna nororiental los llamados curas rebeldes,luego los estud iantes desca lzos de las un iversidades y luego los

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activistas de las organizaciones de izquierda, habían hecho políticaprecisamente a expensas de l no voto: “votar es apoyar la tiran ía”,“abstención activa y beligerante”, “no vote, no sea güevón”, son muchosde los grafittis que todavía se leen en los barrios populares.

La pequeña franja del electorado, por su parte, tenía su voto en lacaja fuerte de las casas de empeño de los caciques tradicionales delb arrio . A l m e n os eso d e ja ver e l t est im o n io d e a lg u n os d e loshabitantes del barrio Villa del Socorro:

Un d í a me puse a m irar p a ’ l cie lo yo , p id iéndo le a l señor ydiciéndole: señor, yo que tanto he traba jado con ese azulito señory no son capaces n i de colocarlo a uno; y entonces en unaselecciones vinieron del directorio a ver por qué yo no había vueltoy yo les dije: por qué no han ayudado en tantos años a mi esposoa conseguir coloca. Ahí mismo mandaron una carta y empezó atraba jar en el municipio. Entonces yo seguí traba jando por aquí.Ahora , pa ’ lo de la Constituyente yo no estaba traba jando cone l los y vinieron los de Juan Gómez y di jeron que si íbamos atraba jar con ellos. Yo dije: yo voy a traba jar con Alvaro, entoncesm e d i eron p l a t a , h ice un a o l l a d a de a rroz , busca mostraba jadoras bonitas, muchachos, ba jamos la grabadora, y todoel mundo cantaba ; yo cantaba un ra to por Alvaro y otro porJuan y cantaba hasta por Navarro. Entonces la gente decía: ¿yusted de quién es pues? Y yo les dije: pues de todos, en mi familiasomos muchos, hay 30 votos y los podemos repartir pa todos26.

La suerte corrida por el Movimiento Cívico Independ iente no fuedistinta a la de los otros movimientos cívicos y de izquierda en elpa ís.

En 1988, e n la prim era ca m p a ñ a d e l M19 e n Bo g o tá , lu e g o d eabandonar las armas y convertirse en movimiento político lega l,tuvo un desenlace parecido.

26 ESTRADA, William y GÓMEZ, Adriana. Somos historia. 1992.

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Ciudad Bolívar en la capital de la República, ha sido comparada pormuchas razones a la comuna nororiental de Medellín. Ambas son laszonas más densamente pob la das de las ciuda des, forma das porgentes inmigrantes del campo. Son zonas intervenidas desde todoslos flancos por los grupos delincuenciales y las bandas juveniles, porl a s org a n i z a c i o n e s g u e rr i l l e ra s , p or l a s o n g s y p or t o d a s l a sinstituciones del Estado con “planes de emergencia”.

El M19 esperaba por supuesto para esta campaña que Ciudad Bolívarse convirtiera en su plaza fuerte en la capital; como el movimientocívico independiente de la comuna nororiental, la mayor parte delos dirigentes cívicos y asambleas populares, le habían prometidoun respaldo irrestricto a la campaña del M19.

A la hora de la votación, la avalancha de votos terminaría eligiendo aForero Fetecua , ca b eza de los urban iza dores p ira tas de Bogotá ,célebre por su estratagema de cambiar votos por tejas de eternit.Los dirigentes del M19 quedaron con un palmo de narices.

Pedro Santana, quien había dedicado la mayor parte de sus trabajosde invest igación a los movim ientos cívicos en Co lom b ia , seña lacómo muchos de ellos nacen muertos.

Presas d e l a i n org a n ic i d a d y d e u n a cu l t ura p o l í t ica d e l a n opart icipación y la no pactación , son fácilmente burla das por loshábiles tecnócratas, funcionarios del gobierno. Pedro Santana afirmaque un 90 por ciento de estos movimientos en el país aparecen yd e s a p a re c e n si n v e r n u nca e l cu m p l i m i e n t o d e l a s a c t a s d ecompromiso firmadas por el gob ierno. Tamb ién afirma que un 70por ciento de los dirigentes con estos movimientos no tienen nocióndel qué y cómo negociar, de donde se desprenden pactos ambiguos.Por lo demás, si estos movimientos logran a lzar rea lmente vuelo,terminan aplastados por la acción de la fuerza pública. Discrepar oprotestar contra e l gob ierno se ha vue lto un prob lema de ordenpúblico y quien lo haga llevará el estigma de testaferro de la guerrilla,

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enfrentando los estrados de la justicia sin rostro, donde se es juzgadosin conocer siquiera al juez27.

Con el quiebre del movimiento electoral de la comuna nororientall a co m isi ó n n e g oc i a d ora so bre serv ic i os p ú b l icos t a m b i é n sedisolvió. Lo único que logró pactar el Movimiento fue la inclusión delos hab itantes del Limbo en el perímetro urbano de Medellín, asícomo una amnistía para diferir el pago de las cuentas atrasadas des e rv ic i os p ú b l icos d e l os p o b l a d ore s co m p ro m e t i d os e n e lMovim iento.

27 Pedro Santana. Ponencia presentada al VII Congreso de Antropología. Junio 15-18 de 1991. Univ.De Antioquia, Medellin.

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CAPÍTULO VIIMORAVIA

M ora v i a – E l Bos q u e e s u n p e q u e ñ o s e c t or, cu y a u b ica c i ó nestra t é g ica , resi d e n e n ser l a p u ert a d e e n tra d a a l a co m u n anororiental. Antes de ser poblado como barrio en 1977, Moravia erael depósito de basuras de Medellín y de sus municipios vecinos. Loshabitantes de Medellín habían oído hablar de este sector al menospor tres cosas: desechos, recicladores y por ser cuna de uno de losbotaderos de cadáveres más tradicionales de Medellín: La Curva delD ia b lo.

Moravia es uno de los pocos sectores de Mede llín, cuyo nombrecoincide con unos límites perfectamente definidos: en su costadosur la mole de viaducto del metro, lo circunda como una serpientede concreto, hacía el occidente, lo cierra el río Medellín alrededorde una franja de casuchas de techo de cartón, y en el oriente la viejaautopista Medellín Bogotá.

Moravia, un barrio que hoy es un hervidero de gente, está construidosobre una montaña de cenizas y desechos industriales, y su corazónno es de tierra sino de metano. Cuando caminamos por sus estrechoscallejones, sobre los muros desnudos de las casas, ennegrecidos porlas quemas de desperdicios del pasado, se leen por todas partes,graffitis exhortando “a la liberación de Lucho”. Lo primero que salta ala mente es que Lucho fue a lgún a lca lde, o a lgún misionero que

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puso el primer ladrillo (o cartón) de este pequeño barrio. Indagandoun poco más la literatura periodística se llega a la certeza de queLucho no ha sido ni el primero ni el último de los “héroes locales” enhacer parte de la imaginería popular de este sector.

A los pocos meses de fundada Moravia, cuando el gobierno local yatenía planeado instalar una base militar sobre este sector, se dio laorden de desalojar por la fuerza los primeros pobladores de Moravia.

Estos primeros invasores encontraron sin embargo una ta b la dedonde a garrarse , e l cacique po lít ico de más largo re ina do en lah istoria de Mede llín: Bernardo Guerra Serna , ofreció sus buenosof icios e in f luencias en la a d m in istración p ú b l ica p ara frenar e ldesa lojo, todo a camb io de una b icoca: e l voto irrestricto de suspob ladores.

Para to d os los ca n d id a tos d e l g u errism o , a u n q u e h oy m uch osmoradores de Moravia se refieren en términos despectivos al Estado,no admiten que se hable mal del que fuera su primer patrón, GuerraSerna.

En abril de 1983 el río Medellín se desbordó arrasando a su paso lasfrágiles casuchas que bordeaban su rivera en Moravia varios cientosde familias, quedaron revueltas en medio del fango y de los desechosdel antiguo basurero. Una semana después un regordete borrachónde 34 años, vestido como cua lquier emp leado de clase med ia, sea brió p ara a d e n tro d e los rest os d e b asura y d esp u és d e u n aimprovisada reunión política, ofreció restaurar el barrio: era Pab loEscobar, entonces un prom itente po lít ico en p lena campaña . Unmes después Moravia estaba reconstruido y 360 familias se habíandesplazado a un nuevo barrio donde encontraron casas pequeñasp ero só lidas de la drillo. Con serv icios púb licos, a gua , luz y conamplios jardines, todo gracias a la Corporación Medellín sin Tuguriosf ina ncia d a en su tota l id a d p or los d ineros a p orta dos p or Pa b loEscobar, un habitante de Moravia entrevistado en ese entonces porun periodista extranjero decía:

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...nunca en el pasado ningún rico ni empresario de Medellín, habíaconstruido casas para ser habitadas por los pobres, de ahora enadelante para él nosotros será el padre de los pobres.

“Fercho” es uno de los jefes milicianos de Moravia reinsertados conl a C orr i e n t e d e R e n o v a c i ó n Soc i a l is t a (CRS) . D e s p u é s d e l areinserción, los milicianos tienen un nuevo nombre: gestores de paz.De las sangrientas guerras que asolaron este pequeño barrio en elp asa do, hoy so lo que d a n ma los recuerdos. Ya no se ve a los exmilicianos, como en el pasado, parapetados con sus fusiles en losca l l e j o n es , o t e n d i d os e n l as ca ñ a d as y t erra z as d e l as casas ,preparando las emboscadas para la llegada de los “pillos” del barrio,a los que les disputaron cada palmo de terreno hasta derrotarlos ye x p u ls a r l os d e l b a rr i o . A l os e x m i l ic i a n os s e l e s v e a h orapúb licamente en lugares como la cancha de fútbol de su barrio -que fue una de las primeras en Medellín en ser iluminadas por PabloEsco b ar-; orga n iza n do act iv ida d es d e p ort ivas con los jóvenes yrondas infant iles con los n iños de l barrio. A los gestores de pazt a m b i é n se l es v e p art ic i p a n d o act iv a m e n t e e n proy ect os d em icro e m presa , d e e d ucació n n oct urn a co n a d u lt os y h ast a e npropuestas políticas.

Los códigos también han empezado a cambiar en el barrio. Primeroel tratamiento a los “pillos” era con mano de hierro, hace dos añospor ejemplo un noticiero japonés que vino atraído a Medellín por elboom periodístico generado por las milicias, filmó algunas escenasque luego ced ió a l noticiero QAP. En estas escenas aparecían dosjóvenes m ilicianas con el rostro cub ierto con pasamontañas, quesó lo d e ja b a n ver sus o jos d e a d o lesce n t es tru nca d a , lu e g o d eproceder a allanar un expendio de droga, sacaron a empellones asus prop ietarios, para luego ejecutarlos en la mitad de la cuadra,con la sangre fría de un veterano de guerra. Los televidentes quedaronestupefactos con esas escenas.

Actualmente Fercho y sus compañeros, asesorados por un grupo deorgan izaciones socia les, cívicas y re lig iosas luchan por constru ir

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jueces d e p az , com isarías d e una fa m i l ia y otras pro p uestas d econvivencia dentro de su comunidad, de tal forma que los problemasse resuelvan en las mesas de conciliación y no en el patíbulo.

Luego de la detención de Lucho, fundador y máximo jefe de esafacción de milicias, Fercho fue uno de los líderes milicianos que dela b ase p asó a asum ir la jefa tura d e esa orga n ización m i l icia na ,tomando posteriormente parte activa en las negociaciones de estegrupo con el gobierno.

Cuando Lucho se desplazó desde Villa del Socorro con el propósitode combatir las bandas delincuenciales en Moravia a finales de 1991,Fercho fue uno de los primeros en acompañarlo en su nueva misión,pues gracias a sus habilidades militares se había ganado la confianzade los viejos dirigentes milicianos.

Es t a s so n s us i m p re si o n e s so b re e l e sc e n a r i o e n e l q u e s edesenvolvían barrios como Andalucía y Villa el Socorro, cuando en1990 llegaron los primeros elenos:

Mi papá vino de la Ceja, un municipio antioqueño y en Medellínse casó con la que sería mi madre. Aquí mi padre aprendió eloficio de la zapatería y con sus ingresos apenas si pudo a lquilaruna casa a medio terminar en el barrio Anda lucía; un barrio dela comuna nororienta l, contiguo a Villa del Socorro, que era laúnica parte de Medellín donde no exigían como requisito dosfiadores con propiedad ra íz y tres referencias bancarias.

La nuestra siempre fue una familia católica, cada ocho días a lamisa dominica l, los martes a la misa de María Auxiliadora y ensemana sant a todos los días. Todavía sigo siendo devoto ena lgunas cosas, cuando estoy muy llevado le leo una oracioncitaa Maria Auxiliadora, a la que le pido favores como que me ayudea ser más ca lmado, y que me de la tranquilidad necesaria paraque los prob l em a s no l l eguen a un pun to donde se a nirremediables. Lo que yo si no acostumbro son cosas como ir a

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confesarme donde el cura, cuando tengo a lgún pecado encimao tengo a lgún lío mejor tengo una charla con mi papá , el quesiempre ha sido uno de mis mejores confidentes, y a l que ademásno tengo que darles diezmos, como a los curas.

La familia mía siempre fue muy unida: fiestecita en el cumpleañosde cada uno, un deta llito el día del padre y de la madre, los mássagrados, navidad era época de más unión para todo el barrio.Todo el mundo hacía las fiestas en la ca lle o en sus casas perocon las puertas abiertas, a las que llegaban las madrinas, lostíos, las tías, y hasta parientes que uno no conocía y todos consus novias.

Las ca l les se l lenaban de guirna ldas y luces mult icolores, losvecinos se reunían y recolectaban fondos en todas las casas conlas que se compraban cadenetas que enredábamos en todoslos postes de la cuadra , y la natilla y los buñuelos a l ca lor delpesebre, que se hacía a l fina l que la cuadra. Como en esa épocahabía tantas mangas, el pesebre quedaba como un establo a lnatura l.

Cuando estas fiestas y celebraciones iban acompañadas de laganada del año, las cosas se ponían más emocionantes y habíaun rega lito extra . El tratamiento de los problemas en la casasiempre era el diá logo, si nos llegábamos a sulfurar, sa líamosa fuer a un r a to y nos re frescá b a mos , y con e l nuevo a ireregresábamos. Todo se veía más claro entonces, cada uno tirabasu rollo, se desahogaba y a l fina l de cuentas todo se endereza.Los mayores y los padres tomaban la decisión. Estas reunionescasi siempre terminaban con un chiste o una risa, si había unasanción esta no era más severa que trapear o barrer la casa poruna semana.

En la casa se enseñaban cosas como no coger nada sin permisodel dueño, a respetar las cosas de la casa, que si necesitaba lacamisa de mi hermano pedirle consentimiento, que si necesitaba

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el ta lco de mi hermana lo mismo. Como en esa época éramostan pobres todo tenía que ser compartido. En la escuela se hacíalo mismo: se enseñaba que si a lguien empezaba por robarse unl á p iz o un ca r a m e lo después lo h a c í a n con un cu a derno ,empezando la carrera que lo llevaría a la perdición. Lo que si norecuerdo es que a lguien me haya dicho a lguna vez que si unoexpropiaba a un rico le pasaría a uno lo mismo. En la escuelatambién se enseñaba que cuando pasara por el medio de losseñores y de la gente mayor había que decir “con un permiso porfavor” a cua lquier favor recibido “gracias a la orden” y si se tratabade una viejita “Dios le pague y le dé el cielo”. Por la noche cuandouno iba para la cama , e l p iquito de las buenas noches paradespedirse del papá y de la mama y decirles que la virgen lasacompañe, y antes de dormir el rosario. Nos enseñaban que siuno le fa ltaba a a lguien o hacía a lgo indebido a uno se lo llevabael chucho, que se lo tragaba la tierra o una mano negra y peludaque sa íia de la taza del sanitario.

Para 1985 las cosas empezaron a cambiar en el barrio. Estoempezó a joderse. Los muchachos a robarse la plancha de lacasa o quitarle el reloj a l papá cuando estaba borracho; todopara comprar el vicio o jugar maquinitas o billar.

Por esa época también empiezaron a aparecer el problema dela violencia, y las bandas en toda la década el 80. Existió gentecomo e l loco Uribe que siempre se ponía a l lado de los máspobres y los más débiles.

Las cosas cambiaron cuando éste desapareció y a l mando de sugente quedó Ron a ld. Yo siempre fu i un much acho de pocaspa labras, más bien dado a ser casasola, una vida tranquila de lacasa a l colegio, a llí el fútbol, la natación y de nuevo a la casa; aver te levisión , carica turas era lo que m ás me gust a ba . Peroaunque ca llado, todo lo reflexionaba.

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Rona ld era ma lo, pero no del todo. Nunca lo pillé robándose unreloj o ba jando a a lguien de tenis. Como el loco Uribe, manteníala tradición de traba jar por lo a lto.

El loco Uribe les enseñó también a ser organizados, a usar lasub a me tra l l a dora , a h acer po l ígonos y a mont ar casas deseguridad para ponerse a sa lvo cuando los persigue la ley. Ellossabían que cuando hubiera una orden de captura en su contra,la primera casa donde aterrizaban era la de la famila. En esascasas de seguridad, t ambién se enca let aba e l bot ín cuandocoronaban un negocio. Ellos pagaban el arriendo de la familiaque v iv i er a a l l í y estos a su vez ca n t a b a n s i por e l sectormerodeaba la pol icía , por eso era indispensable que la casacontara con teléfono. A esas familias les decían los campaneros.

Un sistema parecido de casas de seguridad lo pusimos luego enpráctica en las milicias, aunque en esta ocasión las familias no lohacían por plata sino por amor a las milicias. Rona ld, Rosco ytodo el combo que andaba con ellos empezaron a tomar pordeporte para ganarse el respeto de la gente y de las sardinas.

La otra vez estaban unos muchachos en la ca lle jugando fútboly un muchacho de las Empresas Públicas enfrente montado enun poste de luz reparando las cuerdas. Por accidente se le soltóuna cuerda en el momento que pasaba Rona ld en la moto. A losminutos apareció Rona ld en la moto, le disparó y el muchachocayó como una guayaba madura cae de l pa lo, estre llándosecontra el pavimento.

Rona ld y su gente eran muy aficionados a l fútbol y patrocinabansu propio equipo y si este iba perdiendo sacaban la metra, y sela pelaban a l árbitro. A este no le quedaba más remedio queinventarse tarjetas rojas contra el equipo contrario, así su equipono tenía pues chico de perder o empatar. Así lentamente el fútbolse fue muriendo en el barrio, ya nadie quería jugar.

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Si bien Rona ld y su gente no robaban en el barrio, a diferenciadel loco Uribe ya no hacían nada para frenar a los chichipatos yladronzuelos que hacían su agosto de cuenta de los vecinos delbarrio.

La otra vez cuando gané el año, mi mamá, después de quebrarel marranito de la a lcancía, me compró un wa lkman y unos tennisNike. Esa semana me los robaron. Las cosas se pusieron de estetamaño. Ya no se podía sa lir ni ir a rumbear sábados y viernespor la inseguridad. Así perdí a mi primera novia. El desparche defin de semana era ponerse el reloj, los buenos tennis, la chaquetade cuero, un toque de la buena locioncita y para donde la noviaa sacarla aunque fuera a chupar cono. Pero se aparecían por ahíen cua lquier ca llejón dos o tres pintas, lo quiñaban a uno y lomandaban desca lzo para la casa. No contentos con eso, cogíanla novia y la manoseaban y hay veces se la robaban para violarlao hacerse el revolión, es decir, se turnaban en esa tarea. A variosamigos les violaron la novia y les tocó comer ca llaos.

Los ba ilecitos empezaron a dañarse. Aquí, a fa lta de discotecaso grilles, los ba iles de puertas abiertas eran el desparche de lagente del barrio. Estaba uno en la rumba y llegaban cinco o seismanes enchangonados y se llevaban todo, el equipo de sonido,el trago, las chaquetas.

En los buses y colectivos la misma historia. Se subía uno a l bus yse robaban el paquete, el reloj y a tracaban de paso a l chofer.Llegaba el carro de la leche se llevaban los quesitos, las cocacola.Esa era la semana norma l en el barrio cuando yo estaba en 10grado.

Todos los parches empezaron a ca lentarse donde yo estudiaba,que era el único liceo del barrio. Allí también se infiltró la violencia,los compañeros de clase empezaron a decir: a mí me patrocinafulano que es de oficina, o yo traba jo con aquel, o mi hermano es

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ta l pillo. El respa ldo, el apoyo con que cada uno contara era elpoder de cada quien.

Ya los profesores no lo podían regañar a uno cuando cometierauna fa lta porque a la sa lida lo esperaban con revólver en manoy les decían: “cuá l es la guevonada con el pelao”.

Las bandas de aquí se apoyaban en los peladitos de 9 a 12 añosa los que llamaban carrolocos, los que todavía no diferenciabanentre jugar golosa y jugar con la muerte. Les daban pistolas yh a st a me tra s . Un a vez me tocó un ca so que l a s b a nd a s l eprestaron una pistola a un peladito y ese dejó estirado a otrocompañerito en la puerta de la escuela. Casi me parte el a lmaver esa miga jita con camisa blanca bien a lmidonada, bluyines yzapatos negros, que era el uniforme del colegio, tendido comocon 10 tiros en la cabeza y con la lonchera deba jo del brazo. Losdos eran del mismo combito, sólo que ese día era el cumpleañosdel agresor y el peladito le había tirado un huevo en la cabeza,un a ch a r l a insu ls a con l a que por a qu í se ce l ebr a b a n loscumpleaños. Un huevo por cada año que cumplía. Sin embargoel otro peladito se lo tomó muy a pecho y pensó que tumbandoa su amiguito iba a probar finura con la banda que lo patrocinaba.Las bandas les prestaban armas a los peladitos para sonsacarlos,y después cobr a r l es los f a vores conv irt i éndo los en fuerz adisponible.

Un día se reunieron don Iván Yepes, el dueño del supermercadomás grande de Villa del Socorro, con otros dueños de negocios(a don Ivan lo ma taron el año pasado por cobrarle una viejavenganza), o sea , la gente que movia el billete en el barrio sereunió y decidieron que Rona ld y su gente estaban cogiendomucho vue lo, est aban crecidos y empezaban a ma t ar genteinocente en el barrio. Entonces contrataron una banda del sectorde Manrique por 300 mil pesos pesos para deshacerse de esaslacras. Uno de los comerciantes les armó la película y los invitó a

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beber a una cantina del sector. Rona ld y su gente se estabantomando sus guaros y ahí mismo les tendieron la trampa . Losfumigaron a todos. Esa noche se contaron 8 muertos y variosheridos. Desde ese día la cantina que se llamaba Tuberquia ledicen la Ba lacera: que cuca de homena je.

Desde mucho antes de la l legada de las mi l icias a l barrio, e lcomercio se hacía cargo del problema de la seguridad, apoyandoa gente como el Loco Uribe.

A mi lo que me revolvió las tripas fue cuando tocaron con mifamilia y decidí romper el silencio.

Mi hermano no era maqueta como yo. Ese man si era consagradoa l estudio. Había terminado su bachillerato en un colegio de losque llaman tecnológicos donde había aprendido el arte de laelectrónica.

Como yo era más bien ca llado, el era los ojos a través de los queyo conocí el mundo. Con él me sentaba largas horas a meditar loque estaba pasando en el barrio, de por qué gente que habíacrecido junta y que habían comido del mismo plato años atrás,ahora se estaban ma tando entre ellos. Todas las familias notienen la suerte de nosotros, le decía yo. O si no mire a Carlos, elvecino. Esa familia se levantó a punta de garrote, y recordamoscomo el cucho de esa casa llegaba de madrugada borracho, yempezaba la gritería , los hijos a braviarlo, y las hijas haciendoescánda lo porque se les intentaba pasar por la noche. Tambiénhab l ábamos de l a f á n que ten í amos los pa isas de sa l ir de l apobreza a toda costa .

Aunque ahora pienso que en parte mi hermano tenía razón,ahora que he tenido oportunidad de tener una mejor claridadpolítica veo también otras cosas. Por ejemplo, el gobierno y sucuota de responsabilidad, pues ellos desde hace muchos años,sólo han venido a las comunas con la policía y el ejército a dar

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plomo, a cometer masacres y después, con el mayor cinismo delmundo, como si no hubiera pasado nada , montaban un circocon m i l it ares y bases m i l it ares, con soldados de inte l igenciadisfrazados de payasos, preguntándole a los niños por la gentede izquierda. Al menos así hicieron en el barrio Popular.

Un a cosa que a hora veo cl aro t a mb ién es que a qu í no h a nexist ido espacios para que la gente ocupe su t iempo libre ena lgo productivo como la recreación y el deporte. La primera placadeportiva en todo este barrio, que puede tener más de 10 milhabitantes, así como la primera casa juvenil, sólo las vinieron aconstruír cuando las mi l icias se les pararon en la raya a lospolíticos. Les dijeron que si querían venir a hacer política, primerotenían que abrir el camino con obras.

Mi hermano aparte de ser mi consejero también era mi ídolo. Elera muy pinta y las mujeres lo perseguían. Cuando me veía ma ldel corazón me decia: si quiere cotizar con esa sardina , lléveleest as rosit as y verá que ah í m ismo la t iene a sus pies, luegod íg a les que l a qu iere y l a h a pensa do. Yo h ací a eso y todofuncionaba. Ese man sí sabía como eran las cosas con las mujeres.

Como por este tiempo la situación económica empezó a joderseen la casa, el dinero sólo a lcanzaba para comprarle a mi hermanounos tenis de marca. Al fin y a l cabo él estaba estudiando en uncolegio de gente bien, y el tenía que mantener su buena mecha,pues toda la gente a llá lo juzga de pies a cabeza. Yo estaba enun nivel más ba jo y en un colegio de menor ca tegoría . El, sinembargo, me prestaba los tenis y me decía “de fresas que cuandoyo traba je nos vamos a sobrar, nos vamos a vivir a un barrio queno sea tan ca liente y sacamos los cuchos de aquí, con el cuchotraba jando y yo también, no van a existir tantas preocupacionesen el futuro”. Mi hermano era el rasero con el que me comparabanca da vez que yo h ací a a lgun a ca ga da , todos lo a dm ira ba nmucho a él.

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De pronto apareció una invitación a una fiesta de disfraces, a lacua l él asistió. Cuando él estaba ba ilando con una de las peladasque se babiaba por él, como a eso de la una o dos de la mañana,est a ndo ya todo e l mundo con l as cop as encim a , entraronbraviando unos manes, todos drogos, y entonces cogieron lafiesta de parche. Como mi hermano estaba enva lentonado cona lgunos guaros les di jo: si nos va n a ma t ar de jen e l visa je yempiecen, entonces uno de los asa lt antes levantó e l f ierro ydisparó por asustarlo no más, y se lo pegó en la mano, con tanma la suerte que también el proyectil se desvió y le perforo unpulmón. Los amigos lo subieron a un t axi pero no a lcanzó allegar vivo a l hospita l, pues le dio una hemorragia interna . Yopensé, con rabia e impotencia , si uno se va a morir por nadacomo mi hermano, pues es mejor morirse por a lgo que va lga lapena.

Hasta la muerte de mi hermano yo había camellado en lo quea p a rec í a , en o f ic ios v a r ios o como se d ice en e l b a rr io :todoterreno.

Cuando sa líamos del colegio con los amigos y necesitábamosplata nos íbamos a, recoger chatarra del camino para despuésvenderl a en un depósito. Cogí amos un t arro por e jemp lo, lem e t í a mos un a p i edr a y lo a p l a st á b a mos; de est a m a n er aquedaba pesadito. Nos tirábamos a la avionada y nos daban elbillete.

También fui un mesero en un bar, panadero, hornero y hastatraba jé en la construcción. Ese fue el traba jo más mamón, notanto por el desgaste físico pues a la fina l uno se acostumbra ylas ampollas terminan volviéndose cayos. Lo que daba piedraera construír a lgo para otros, si uno supiera que la casa era parauno, hubiera trabajado con satisfacción y hasta con orgullo, comolo hizo mucha gente por aquí que construyó su casa con suspropias manos. Pero esos apartamentos que construíamos los

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compraban mafiositos que tenían hasta cuatro o cinco de estos,para poner a vivir sus mozas.

Lo ú l t imo en que tr a b a j é fue como a yud a n t e de un ca rrocolectivo, a mi me tocaba atrás de la cabina recibir la plata. Esefue uno de los pocos ca m e l los que re a lm en t e m e tr a mó ,pasábamos por el barrio y yo miraba a toda la gente y la genteme sa ludaba . Y la ve locidad: estos carros ba jan a mil por laslomas del barrio y el viento contra la cara, lo hacían sentir a unoafuera de la rutina del barrio. Desde entonces uno de mis sueñosfue conseguir una moto.

Hace dos años, tuve un accidente en una moto de la organizaciónque casi me cuesta la vida. La parrillera, que era una compañerade la organización llamada Marcela , murió en el acto, ella erauna mujer muy bella y muy guerrera , tenía muchas ba ta llasencima y nunca había perdido ninguna . Las bandas de SantaCruz le tenían pánico. Ella había ingresado en las milicias concasi toda su familia porque la banda de Rigo había matado doshermanos de e l la . Nadie esperaba que fuera a morir de est aforma tan tonta, a manos de un taxista de más de 60 años.

En este accidente perdí una pierna . Esta fue una de las peoresexperiencias de mi vida. Es como cuando uno se acuesta y tieneuna pesadilla feroz, y cuando uno se despierta se da cuenta deque la pesadilla es parte de la rea lidad. Los primeros días fueronhorribles, pues la pierna desaparece pero el cerebro cont inúadándole órdenes. Esa sensación de vacío fue igua l o peor a la dela pérdida de mi hermano. Afortunadamente la vida tambiént iene sus retribuciones y con el apoyo de la organización melogr a ron imp l a n t a r un a pró t es is con l a cu a l puedodesenvolverme casi norma lmente. Por ese golpe del destino logréinclinarme un poco más a l estudio político y despreocuparmeun poco de ese desenfreno de actividades militares en que estaba.

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Después de la muerte de mi hermano el dinero empezó a escasearen mi casa y me vi forzado a retirarme de decimo grado. Esta fueuna de las épocas más duras de mi vida, donde se mezclaban lafrustración y la amargura por la muerte de mi hermano, con laspenurias económicas. Si bien la pla ta me a lcanzaba para lospasa jes para ir y volver a l colegio, uno se crea otras necesidadesque se vuelven cuestión de orgullo. Además, no tenía el estadoanímico para continuar estudiando. Con los años que tenía yame sentía como un viejo apacharrado por la vida . Este fue eltiempo en que muchos de mis amigos del barrio empezaron amantener las buenas lucas en el bolsillo. Había una muchachadel barrio que me gustaba bastante, y después de muchos díasde traba jo en la ca lle, logré buscarle el lado y empezar a visitarla.Una tarde, estando con ella en la puerta de su casa , llegó otroman en una moto y le dijo que fueran a l centro a ver una cinta yluego a l Astor a tomar a lgo. Y uno sin billete, arrugado y a lica ído,sin tener pa’ invitarla a la esquina pues a veces no tenía ni parael pasa je. A veces, cuando sa líamos, yo me hacía el bobo en unaesqu in a convers a ndo con un a m igo m i en tr a s p a s a b a uncolectivo que hubiera traba jado conmigo para que nos diera elarrastre.

Yo me manten ía a ras de bi l lete a toda hora y me ten ía queaguantar las ganas. Yo estaba en una época en que todo mellamaba la atención y necesitaba aprender a sobrevivir.

Entonces, me relacioné con unos amigos del barrio Anda lucíaque había conocido desde la inf ancia y me propusieron quetraba jara con ellos, que tenían unos pa trones muy discretos,unos catanos que pasaban de los cuarenta y los cincuenta años.

Ellos traba jaban en carretera y tenían una organización bienaceitada . Tenían bodegas y fincas para guardar la mercancía ,estaban conectados con policías, amigos y con despachadoresde empresas transportadoras en todo el pa ís, “que tocaban pitos”,

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cu a ndo sa l í a un buen desp a cho . Esos cuchos era n buenospatronos. En ese traba jo no se le hacía ma l a un pobre, pues lasmercancías estaban aseguradas y las empresas no perdían nada.Además nunca se quedaron con el carro asa ltado; ellos teníansus carros lega les para moverse. El que mandaba a los cuchosera un man que conocía todo el roda je de los camioneros. Un díanos contó que el fue un camionero común y corriente y estabapagando las cuotas de su camión. Un día le ofrecieron traer uncargamento de pasta de coca desde el Ecuador y cruzando lafrontera se cayeron. Estuvo varios años en esos morideros queson las cárceles del Ecuador. Cuando sa lió, estaba en la ruina .Desde entonces se dedicó a la piratería terrestre, con la que habíaconseguido la casa, el carro y todo lo que tenía.

Si bien a los muchachos les tocaba frentear el corte, el traba jo demayor riesgo, abordar a l chofer de la mula , que muchas vecesestaba armado y con el escolta, el billete era fijo y los patroneseran gente de confianza y responsables.

Un día por ejemplo, uno de los compañeros sa lió herido en untraba jo, pues el chofer empezó a disparar por la ventanilla; y lospatrones respondieron con todos los gastos médicos.

El grupo con que traba jaba se constituyó como una autodefensadel barrio, especia lmente de la cuadra donde vivíamos, para nopermitir que gente de afuera viniera a cometer fechorías. Ademásteníamos un apoyo financiero para mantener buena mecha ya lgo en el bolsillo para gastar. Al grupo nadie lo tocaba, todo elmundo lo respetaba .

De pron to a p a rec i eron l a s m i l ic i a s: a lgo nuevo , que est á nhaciendo las cosas bien y por todas partes se riega la fama.

Se decía que las milicias estaban acabando con las bandas, queno eran como los pillos que pasaban mirando feo a la gente; porel contrario les gustaba jugar con uno, y que hacían amistad con

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los muchachos. Que si uno rompía un vidrio mientras jugabafútbol, ya la gente de esa casa no sa lía dando ba la , sino quehablaban con la familia y simplemente se hacía una colecta y sepagaba el vidrio roto. Y después del partido se entablaba unaamistad con toda la gente y se programaba un festiva l o unafiesta en la cuadra , como en los viejos t iempos. Así fue comoconocí a Martín, en un partido de fútbol. Después del partido seme acercó y me invitó a tomar una Coca Cola, me dijo que era delas milicias que ellos no querían inspirar miedo sino devolverle laconfianza a l barrio, que ellos querían acabar con los pillos.

Desde la muerte de mi hermano a mi siempre me había gustadore l a c ion a rm e con gen t e m a yor, gen t e ser í a que pud i eraenseñarme a lgo. Para mí los carrolocos no tenían futuro, estabancondenados a estrellarse en el primer muro que se toparan. Lagente de más edad, más veterana tenía más experiencia y unopara sobrevivir necesita aprender las ma las experiencias. Así merelacioné con las milicias, primero con los señores y después conlos muchachos.

Todo el grupo de autodefensa de la cuadra se unió conmigo alas milicias. A la fina l todos hacíamos lo mismo: defender el barrio,de f ender l a cu a dra . L a s m i l ic i a s era n p a ra m i p a rt e de m ia prend iz a je , de l a me t a que me h a b í a tra z a do: a prender asobrevivir.

Lo primero que me enseñaron como colaborador de las miliciasfue a rea lizar inteligencia para loca lizar los cochinos. Para esoh a b í a que cont ar con l a gente de l b arrio que fuera de m ásconf ianza . En ese ambiente de guerra que se vivía había quedesconfiar hasta de la sombra.

Yo tenía una venta ja : era del barrio, era de la cuadra y podíamantenerme de arriba para aba jo, sin despertar sospecha.

Yo subía a l colegio donde los viejos amigos y les preguntaba porel hombre de los pillos y donde vivía la familia y si eran derechos

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o s i l e f a l t a b a n a l a gen t e de l b a rr io . En m ed io de t a n t a saveriguaciones, cosas van cosas vienen, me dí cuenta de quiénhabía matado a mi hermano y las milicias me dieron autorizaciónpara sonarlo.

En las milicias también empecé a comprometerme más a fondocon el traba jo socia l que hacían. Iba a las reuniones de formación,a las películas sobre la guerrilla en El Sa lvador, charlas políticas ycosas así.

Luego empezó la paranoia en la casa : que pilas que lo van amatar; que se acuerde de su hermano; que la policía y los pillosandan detrás de las milicias; que no se reuna con ellos.

Pero e llos empezaron a ver e l traba jo con la tercera edad, larecreación que hacían las milicias con los niños y empezaron aentender la cosa. No digamos que apoyar, pero a l menos ya noechaban canta leta, que era mucho decir.

La relación mia con el barrio empezó a cambiar: la gente me veíapasar y me sa ludaban ¡Que hubo Fercho, todo bien¡ y lo invitabana uno a todo: cumpleaños, bautizos, etc.

Un día me invit aron a unas bodas de pla t a y me a tendieronmejor que a los festejados. Me presentaron a las hijas y terminésiendo el centro de la fiesta. Eso era, sin duda, lo mejor de estaren las milicias.

Todas esas familias, después de los ha lagos, venían a poner unaque j a : ve a que e l señor de l a ca s a h a tr a t a do de a bus a rsexua lmente de las hijas, y uno iba y hablaba con el cucho de lacasa, y reunía la familia para ser correcto. Cuando tenía dudasiba donde Martín y el tenía la pa labra precisa para el momentojusto y enseñaba la ca lma ante todo, claro siempre. Cuando nose trataba de escuchar los puntos de vista de todos los miembrosde la familia, llegábamos a una definición: hay que buscarle unpsicólogo el cucho. Y yo le decía: cucho, si le da pena yo voy con

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usted. Y el cucho ahí mismo reflexionaba y decía: eso fueron sólounos tragos y no va a volver a ocurrir. A los pocos días llegabanl as much ach as tod as a gra decid as, ¡Ay F ercho , e l cucho h acambiado un poquito!

Con los viciosos era lo mismo, primero el diá logo, la persuasión.Es fa lso que las milicias mataran a todo aquel que tirara vicio,si esto fuera cierto había que ma tar a medio mundo, porquehasta la policía tiene gente que tira vicio. En el gobierno tambiénhay gente que tira vicio, o si no píllese ese señor que cogieroncon una dosis de bareta en el ma letín, en el aeropuerto de Bogotáy era dizque un fuerte del Banco de la República.

Nosotros sólo le decíamos a l vicioso: tire su vicio en su casa, odonde no lo vean los niños. ¿Le parece muy bonito el ejemplopara los muchachos del barrio? Entonces ellos se encerraban atirar su vicio en su casa, pero las familias venían a poner la queja:ese man tiene encorvada la casa a punta de basuca. Entonces elvicioso seguía más metido en la clandestinidad de su vicio, ena lgún sótano o en a lguna casa en ruinas.

Con las casas donde vendían vicio las cosas eran mas radica les:una advertencia, un plazo para dejar el negocio o si no...

No es cierto que las milicias sólo ofrecian plomo. O si no veacuando se pactó en l990 un acuerdo de paz con las bandas deVilla del Socorro y Anda lucía. El pacto de paz se celebró con unasemana cultura l que se clausuró con un fest iva l, cuando lasbandas estaban a sus anchas y las fiestas ca llejeras se habíanacabado por temor a que terminaran en una matanza.

En esa semana los muchachos de las bandas y la gente sana delbarrio se pusieron camisetas y guayos y hubo concursos de todaclase: de costa les, vara de premios, un torneo de fútbol. Los viejitost ambién tuvieron su espacio en las aceras jugando dom inó,cart as y tomando guaro. Esa fue una ocasión t ambién para

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reunir grupos juveniles y gente de la cultura que se interesó porconocer el traba jo de las milicias. Esas fiestas fueron animadaspor papayeras y bandas marcia les, por supuesto. Desde ese díala ca lle 45 empezó a llamarse la ca lle de la paz.

Ahora que las milicias han negociado con el gobierno, después detantos años de guerra, en lo que hoy parece una paz de más alcanceen el barrio Moravia, Fercho mira hacía el futuro, y parado en la cimadel cerro de metano, recalca la necesidad de crear en el sector dondetra b a ja u n a Co o p era t iva d e se g uri d a d co m o Co oserco m , p eroadvierte “a fortunadamente tenemos varios meses de venta jas parano cometer los mismos errores de ellos que tienen ya varias demandasen la Procuraduría y la Fisca lía por abusos a los derechos humanosde la población”.

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CAPÍTULO VIIIARANJUEZ

El 24 de julio de 1994, la calle llamada La Arboleda en Aranjuez separecía más a una calle de barranquilla después de un día de carnaval,tapizada de latas de cerveza y vasos desechables vacíos. Sobre lospostes en las esquinas emergían montañitas de botellas de BrandyDomec, whisky Chivas Regal y Aguardiente antioqueño, revueltoscon cajas de chicharrones y otros snacks baratos. En la mitad de lacalle una mancha de ceniza todavía humeante delataba lo que fueun fogón callejero.

De las rejas que enmarcan los ventanales de la mayoría de las casas(las rejas en puertas, patios y ventanas son elementos esenciales dela nueva arqu itectura Ro b oco p d e la ciud a d), tod av ía co lga b a nalgunos globos de colores y serpentinas.

En medio de todo eso, aún quedaban algunos casquillos de balas.Era n los rest os d e u n a n och e d e sá b a d o d e m urg a y sin ig u a lce le bración . Jóvenes d e varias b a n d as d e of icina d e la comunanororienta l, la de Rigo en Santa Cruz, La terraza y la tre inta deManrique y, por supuesto, Los Priscos de Aranjuez, los anfritiones, sehabían unido a la usanza de la cultura de derroche, para festejar variascosas. Lo más importante era celebrar el pacto de paz que ponía fina los enfrenta m ientos trib a les en que las b a n das d e la comuna

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nororiental se habían visto envueltas. Las bandas de Aranjuez, quealguna vez se habían federado en Los Priscos, se habían trenzado enuna feroz guerra t erritoria l. En Ma nriq ue la b a n d a d e LaTre intad iv i d i d a a h ora e n p e q u e ñ os f e u d os, t a m b ié n se d e b a t ía e n e lcaniba lismo interno.

La paz interna era a su vez la condición que habían puesto los nuevospatrones para contratar los servicios de estas bandas. Los Pepes, losGaleano, los hermanos Castaño y el Cartel de Cali, que en el pasadose hab ían declarado enemigos a muerte de a lgunas bandas de lacomuna nororiental, estaban ávidos por alimentar nuevas guerras yles habían ofrecido la benevolencia de un borrón y cuenta nueva. Eld inero d e por med io era e l me jor a nestésico p ara los od ios d e lpasado, cuando los incondicionales de Pablo Escobar borraban sinclemencia a sus contradictores.

Los efectos de esta nueva a lianza param ilitar sobre Mede llín; nodemoraría en sentirse. El 28 de julio de 1994 sería asesinado cuandosa lía de una reun ión en e l aud itorio de l seguro socia l, Gu illermoMarín, Secretario de Educación de Futran, la centra l sind ica l másgrande de Antioquia . Desde ese d ía , y durante todo e l segundosemestre de 1994, serían asesinados en e l Va lle de Aburra nuevesindicalistas, dos de ellos en un ataque armado al interior de la propias e d e d e Fu tra n e n M e d e l l í n . To d os e s t os a t e n t a d os s e r í a nreivindicados por el grupo Colsingue (Colombia sin Guerrilla)28. Esasson las paradojas de las guerras en Medellín: la reconciliación de unsector de bandas fue el calvario para los obreros sindicalizados de laciudad.

Había finalmente otro motivo de regocijo, para los participantes enesa ru idosa ce lebración en la ca lle “La Arboleda”: e l asesinato dePab lo García la noche de l 7 de ju lio de 1994. Jefe de las m iliciasdesmoviliza das de l Pueb lo y para e l Pueb lo (MPPP), qu ien en e l

28 Datos tomados del “Boletin por la Vida”, editado en el IPC y la ENS en enero de 1995.

Iker Díaz de Durana
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pasado había sido uno de los más obstinados en su guerra contra lasb a n d a s d e l a co m u n a n oror i e n t a l . To d os l os a sist e n t es a esacelebración habían tenido al menos un doliente en las guerras contralas milicias que encabezaba Pablo García.

Antes de su asesinato, Pablo había narrado así su vida:

Nací el 22 de marzo de 1966 en Medellín. En la vida he sido unhombre de pocos agüeros; una de las cosas a las que le tengoma la fe es a caminar deba jo de una esca lera. Un día en el barrioEl Popular había que hacer un operativo para a llanar una casaque era un jibareadero. Yo no fuí a esa tarea porque para llegara la entrada principa l de la casa había que pasar por deba jo deuna esca lera , que conect aba la ca lle con la terraza ; ese es e lúnico operativo en mi vida a l que me le he mareado.

El otro agüero a l que le doy credibilidad es a l horóscopo, quedebe tener sus trampas. Yo por ejemplo, según mis cartas astra les,estoy regido por el dios Marte, el dios de los campos de bata lla.En más de la mitad de los años que llevo encima, sólo he conocidoel tropel. A mi edad no hay un arma de guerra que no hayapasado por mis manos.

A través de las armas he conocido más geografías que las queaprendí en todo el bachillerato. A los 14 años tuve en mis manosla primera arma; me la mostró un amigo del barrio. En un bordede l a p isto l a dec í a Zch eca . Me d io por a ver igu a r en un aenciclopedia que había en la casa y me enteré que había un pa ísque se llamaba Checoslovaquia, que era un pa ís socia lista y quesu capita l era Praga.

En este momento llevo encima una Pietro Beretta 9mm, la tengodesde que empezó la negociación con el gobierno. Es una de lasmejores armas de su clase. Últimamente me ha dado por leerhistorias sobre Ita lia, el pa ís donde las hacen.

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Creo que la pasión por las armas me viene desde niño. A la horade ver televisión terminaba agarrado con mis hermanos, yo noquería perderme ni un capítulo de Bonanza y ellos preferían vercaricaturas.

Después, cu a ndo t en í a 15 a ños, empecé a co leccion ar un aenciclopedia que vendían por fascículos en los puestos de revistas.Se llamaba Armas de Fuego. Todavía tengo la colección en lacasa .

En el bachillerato, cuando empecé en el Marco Fidel, siempre queveía una estampa del Ché o de Camilo, estaban armados. Lapolicía, que se mantenían parada todo el día a l frente del liceo,también estaba armada . Los cuchos de las casas de Aranjuez,donde yo v iv í a , t a mb i én m a n t en í a n ca s i todos su f i err i toguardado. Yo creo que ese problema de las armas no es sóloconmigo. El emblema que identificaba a nuestros abuelos era lamazorca, el ma íz, eso era lo que más cultivaban en el campo. Sime preguntan por a lgo que identifique nuestra generación, yodiría una Colt 45.

Otra de las cosas que me apasionó desde niño fue la política. Yovengo de un ambiente donde todo el mundo tenía eso comohobby. Cua ndo m is primos, m i pa pá , m is a bue los o m is t íosllegaban a la casa, armaban tertulias de todo el día sobre política,discutían por bobadas que ya eran historia patria. Unos decíanque Mariano Ospina fue lo mejor que le hubiera pasado a l pa ís,los otros que fue el peor de los matones; que Pastrana se habíaganado con just icia las elecciones en el 70, los otros que esohabía sido un robo. Esas discusiones no terminaban en puños,pero en ocasiones terminaban en insultos y ofensas persona les.

Mi familila ha sido de tradición de intelectua les de clase media, loque en la izquierda llamaban pequeño-burgueses. En mi casatodos son profesiona les, menos yo, la guerra no me ha dadotiempo. En la casa, las discusiones más bravas se armaban entre

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dos bandos, los que habían estudiado cosas práct icas comoingeniería, comercio, administración y que traba jaban en buenasempresas y h a b l a ba n de cómo busca ba n que sus empresasprodujeran más, haciendo que los obreros traba jaran más; y losotros, los que habían estudiado cosas humanistas como derechoque hablaban de que los traba jadores ten ían derechos. Esaseran discusiones de todo el día.

Como a los 12 años yo entré a l Marco Fidel Suárez. Creo que ahífue que la política empezó a hacer parte de mi vida. Esa fue laépoca del gobierno de Turbay, de la toma de la Emba jada de laRepúb l ica Dom in ica n a por e l Em e , y de l a s a cc ion es m á sespectaculares de esa organización.

En el sa lón de clase en que yo estaba, había un muchacho quetodos los días llevaba un radio transistor y ponía las noticias porla mañana . Siempre que el M-19 hacía una acción grande, elhombre se paraba y contaba en voz a lta lo que había pasado.Los muchachos se paraban de su pupitre y sa ltaban de júbilo,era como si estuvieran celebrando un gol de Naciona l en unaf in a l de l a Cop a L ibert a dores . Pero , a h í no t erm in a b a l ace lebración. Después de eso sa l imos a l frente a t irar p iedra .Cuando e l Eme no hacía nada pa ’ ce lebrar, a veces l legabanmuchachos de la Universidad de Antioquia, pasaban por todoslos sa lones y reunían a la gente en el patio. Allí a lguno de losuniversitarios se echaba un discurso, pidiendo solidaridad efectivacon el movimiento estudiantil. Yo no entendía la mayor parte delo que decían, sólo se que siempre terminaba diciendo: “por lalibertad de los compañeros detenidos”. Ahí mismo todo el mundosa lía a la ca lle y a t irar piedra a los carros que pasaran, a lapolicía y a las vitrinas de los a lmacenes de la ca lle Colombia.

A lo último ya no necesitábamos que el M19 hiciera una acciónpara celebrar o que viniera gente de la de Antioquia a incitarnos,ya lo hacíamos de pura goma.

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Nosotros sa líamos a las 12:00 a .m. t irábamos piedra un ra to,íbamos a la casa a a lmorzar y volvíamos a l tropel. Había inclusoun muchacho que se paraba en la puerta y empezaba a venderlos petos (petardos) ya hechos. Sí tenían una sola capa va líandiez pesos y por cada capa adiciona l iba subiendo el precio.

Pero en el Marco Fidel no todo fue tropel. Había gente que teníasus ideas polít icas más ordenadas. Recuerdo en especia l a unprofesor que se llamaba Gilberto Ochoa, que dictaba socia les yno desaprovechaba clase para meter sus cuñas para hablar delos desmanes del gobierno y hasta le sacaba chistes a Turbay. Elhombre defendía en clase las ideas socialistas, él no era guerrillero,era de un grupo troskista (PSR). A esos les decíamos “mamertos”,porque estaban contra el gobierno, pero no estaban a favor del a lucha armada . Pero eso de ser “mamerto” no lo sa lvó. Pororden del rector, que se llamaba Silvestre Guerra, lo trasladarona l Liceo Superior, de a llí lo sacaron de clase un día unos hombresy lo desaparecieron. A los dos días apareció muerto. En la épocade Turbay fue que empezaron a matar sindica listas y gente quese opusiera a l gobierno.

Unos años más tarde, los Núcleos Ché Guevara del ELN entraronpor Silvestre Guerra y lo mataron en el liceo. Lo acusaban de sermiembro del B-2 del Ejército y de hacerles el cuarto para quedetuvieran estudiantes. Esa vez a llanaron el Marco Fidel Suárez.Ese año logré terminarlo pero no me recibieron para el próximo.Silvestre Guerra había elaborado una lista negra como de 100muchachos que estaban vetados por revoltosos. Yo era de losprimeros. En ninguna parte me quisieron recibir. Al parecer, lalista había circulado por liceos y colegios de Medellín. Gracias alas influencias de mi papá con el rector del liceo Pedro Luis Villa,me acept aron ahí*. Ese es un liceo pequeño y modesto, peromuy unido. Ahí los profesores orientaban los muchachos haciael deporte. Me incliné por la natación y me inscribí en las piscinas

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olímpicas del Estadio y luego me incorporé a l equipo de waterpolo.

Al año siguiente conseguí puesto en el Liceo Ant ioqueño. Losentrenadores de la liga de natación me habían recomendadocomo una promesa del deporte y con esos créditos me abrieronlas puertas. Ahí se me volvió a encender la chispa que se habíaaplacadao en mí, después de un año largo de chapuzones en lapiscina.

Si el Marco Fidel Suárez era una ca lentura, el Liceo Antioqueñoer a un h erv idero de a g i t a c ión . Pr im ero que todo , e l L iceoAntioqueño era dos veces en tamaño el Marco Fidel Suárez. Porlo demás, el contacto con los estudiantes de la Universidad deAntioquia era más directo.

En el liceo estaba insta lado el restaurante que Bienestar Socia lde la Universidad de Ant ioquia , tenía para los estudiantes. Elrest a ur a n t e ben e f ic i a b a pr inc ip a lm en t e los est ud i a n t esun ivers i t a r ios de l a prov inc i a ; los cost eños y los v a l lunosformaban la colonia más grande y, como por pura coincidencia,la mayoría de los activistas y agitadores de la Universidad erande esas tierras.

Desde las 11:00 de la mañana hasta las 2:00 de la tarde no seveían sino ir y venir buses del Liceo a la Universidad cargados deestudiantes.

Los estudiantes de la Universidad de Antioquia , trataban a losdel Liceo como si fueran sus hermanos menores. Un compañerodel Liceo decía que nosotros éramos la facultad de bachilleratode la Universidad de Antioquia.

Los est ud i a n t es de l a Un ivers id a d t en í a n un a s t ique t er a sespecia les para tener derecho a l restaurante. Los activistas de lade Antioquia cedían a lgunos tiquetes para que los activistas delL iceo pud i er a n ir a l rest a ur a n t e . Pa r a los pe l a dos que no

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a lcanzaran tiquete, los de adentro llenaban bolsitas plásticascon comida, a través de unos agujeros que daban con la pareddel restaurante. Y es que quedarse uno todo el día en el Liceo eraun p a rche tremendo . Uno pod í a qued a rse jug a ndo fu tbo l ,nadando (había una piscina semi-olímpica), ensayando teatro(había un grupo de teatro que ensayaba todos los días, que sellamaba “La Mancha”).

Pero también había otra a lternativa: la gente de la Universidadde Antioquia, cuando sa lía de a lmorzar, formaba improvisadasreun iones sobre l a grama que borde aba los corredores, conestudiantes del Liceo. Eso parecía como un pastor, ordenandosus rebaños. Nos hablaban de l movim iento estudiant i l de laUniversidad de Antioquia y nos invitaban a las asambleas de laUniversidad.

Cuando llegábamos a la Universidad, por ese entonces (82-83),l as vacas sagra das de l movim iento estud i a nt i l se l l a m a ba nCom i t és Amp l ios . Ah í los a n a rcos , que t a mb i én l es dec í a nJuanchos (a todo el mundo le decian Juancho), traba jaban enl lave con una disidencia radica l de l EPL, que se l lamaba PLA(Pedro León Arboleda), que estaba formada principa lmente porintelectua les, teatreros, escritores, músicos y hasta poetas de laUniversidad, y con los NEG (Núcleos Ché Guevara) del ELN, elgrupo más activo de la guerrilla en Medellín por esos días, queest a ba form a do por estud i a ntes de l Liceo Ant ioqueño y de lMarco Fidel Suárez.

Los Comités Amplios se llamaban así porque para uno entrarsólo necesitaba dos cosas: hablar ma l contra el gobierno y sermetelón, es decir, tener aga llas para armar el descontrol. Yo nuncarea lmente entendí el resto, es decir, lo que los dirigentes decíanque era la política de esa organización.

Un día un grupo de compañeros le propusimos a los dirigentesde Los Amplios que creáramos un consejo estudiantil en el Liceo

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Ant ioqueño y casi nos peg a n . Sus caras se pusieron ro j as eiracundas, era como si a lguien les hubiera insultado su mismamadre. Después uno de ellos, ya más ca lmado, me explicó quepara Los Amplios, las organizaciones gremia les como sindicatos,consejos estudiantiles, donde unos pocos están delegados parah a cer l a s cosa s por los dem á s, era n n idos de corrupc ión yburocracia. Los Amplios también eran “antítodo”: antielecciones,contrarios a formar comisiones de diá logos entre direct ivas yestud i a ntes, e tc. Un a de l as cosas que m ás repe t í a n en susd iscursos er a que est a b a n en con tr a de l a a u tor id a d y l aburocracia. Una de sus consignas, que habían sacado de un libritosobre el mayo francés era: “La humanidad será feliz sólo cuandoe l ú lt imo de los cap it a l ist as cue lgue de l as tripas de l ú lt imoburócra t a”. Lo ún ico que ten í a un verd a dero va lor p ara LosAmplios era la lucha directa.

Ahora veo que en org a n iz aciones como Los Amp l ios h a b í amucha hipocresía. Decían que a su interior no tenían jerarquías,ni presidentes, ni secretarios, ni fiscales, que allí todos eran iguales.Ahí lo que mandaba en rea lidad era la verbocracia; los que mejory más hablaran eran los que decían qué se hacía y qué no. Habíaun costeño a l que le decían el “Zeus” o el “Dios”. Ese hombre teníaun verbo que asust aba . Se quedaba en l as asa mb le as de l auniversidad desde las 8:00 a.m. que empezaban, hasta las 6:00de la tarde, sin tomarse un vaso de agua, y cuando se tomaba lapa labra, gesticulaba con manos, pies y cabeza, como el directorde una orquesta sinfónica.

La división en Los Amplios no era sólo entre los que hablaban yno hablaban, sino entre los que hacían y los que pensaban.

Los or a dores , los in t e l ect u a l es , prend í a n l a m ech a en l a sasamb le as y cua ndo se sa l í a en marcha de l as asamb le as aarmar el descontrol, por la ca lle Barranquilla, hasta encontrar laavenida del Ferrocarril, los anarcos y los pelaos del liceo sa lían a

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ponerle la cara a los antimotines; los “dioses” parece que estabanmuy cansados y se iban a dormir a su olimpo con las musas.

En las asambleas, los Comités Amplios tomaban posiciones desdemuy temprano en la parte más a lta del tea tro Camilo Torres,donde la ma la iluminación desdibujaba las caras. Ahí parecíanuna pol ifón ica de diabl itos que a punt a de grit ar consignas,hacían retumbar el teatro Camilo Torres. Cuando ellos gritabansus consignas o a lguno de sus “dioses” se dirigía a l auditorio demort a les, todo e l mundo (menos e l los) t en í a que qued arsecallado. Si alguien interrumpía o alguien pronunciaba un discursoque disonara con Los Amplios, le pegaban la banderiada delsiglo: sacaban cornetas, pitos y rechiflas, como los hinchas delMedellín el día de un clásico, apabullando el árbitro.

Había activistas de la Universidad que sa lían tan humillados deasambleas, que les tocaba ir donde el psicólogo y sin ganas devolver a dar la cara por una cafetería de la Universidad, por unbuen tiempo.

En una ocasión, un muchacho del PST (troskystas), pronuncióun discurso que iba en contravía a lo que había dicho uno de los“d ioses” de Los Amp l ios, y estos lo sacaron en hombros de lauditorio y lo tiraron a la pileta de la fuente, que queda a fueradel teatro Camilo Torres; ya era de noche y el frío se dejaba sentir,desde ese día bautizaron a l muchacho como “Acuaman”.

El hombre, sin embargo, era muy terco. Al otro día volvió a laasamblea (eran asambleas permanentes, es decir, todos los días)e insistió en su discurso, pero esa vez fue bien preparado, llevópanta loneta .

Por esa época empecé a visitar asiduamente la Universidad deAntioquia. Yo estaba en la selección antioqueña de water polo yteníamos dos escenarios oficia les: la piscina olímpica del Estadioy la de la Universidad de Antioquia.

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Los anarcos tenían su cuartel genera l precisamente a lrededorde la piscina de la Universidad. Esos prados, como que no lospodaba n sino cada 10 a ños, era n muy a ltos, además h ab í aárboles de mango y euca l ipto. Atrincherados en ese lugar sehacían tres cosas principa lmente: se fumaba marihuana corrida,era el motel bara to de colchones verdes para los estudiantesuniversitarios y era sitio de reuniones clandestinas. A ese lugar letenían dos nombres: el aeropuerto y el pichódromo.

Yo sa lía de mis entrenamientos en la piscina y me sentaba acharlar con los anarcos. Al que comandaba el grupo le decían“Fidel”, ta lvez por ser el jefe o por tener una barba larga, espesa ydesordenada. Le seguía en mando uno a l que le decían “el negroGaviria”, era de Buenaventura y de piel negra, aunque sus rasgoseran finos, como a lguien del interior del pa ís. Había uno a l que ledecían “el indio”, del Va lle del Cauca, por sus rasgos parecía a lguiende un resguardo, que se ga nó un a beca para estud i ar en l aUniversidad. Había una mujer que llamaban “Buga lu”, y a lguienque recuerdo con much a c l a r id a d , ese er a un verd a deropersona je, le decían “El tino”. Tenía una enorme giba, más grandeque su cuerpo, que se proyectaba desde sus caderas y llegabaarriba de su cabeza; era como un duendecito contrahecho, quen i con tod a s l a s ca puch a s de l mundo pod í a d is imu l a r sudeformidad. El hombre estudiaba derecho y era a lgo así comoun ideólogo, ta l vez el único de esa ga llada que en rea lidad habíaleído a Bakunin.

Con asesoría de ellos empezámos a armar el descontrol en elLiceo. Como en el 83 o 84 las directivas del Liceo empezaron aliquidar el servicio de restaurante: ese era el Florero de Llorenteque necesitábamos. Armamos un combate los del Liceo y unat arde le quem a mos l as of icin as a l a d irectora de b ienest aruniversitario, que funcionaban en el Liceo. También quemamosel loca l donde antes había funcionado el restaurante. Había unprofesor muy mierda que le hacía perder el año a los estudiantes,

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como estábamos enva lentonados, un día le echamos gasolinaa l carro que estaba parqueado en el Liceo y lo prendimos. En esaépoca estábamos contagiados por la misma locura que vivíanlos a n a rcos de l a de An t ioqu i a . Pa rec í a mos un a p l a g a delangostas, acabando con todo lo que aparecía a nuestro paso.Con decirle que de t anto trope l iar y t irar piedra en e l Liceo,t erm in a mos a rm a ndo un a guerr a ca mp a l con p i edr a s ype t a rdos , con los est ud i a n t es de l Pa scu a l Br a vo , un L iceocontiguo. Un día ellos vinieron e incendiaron los laboratorios delLiceo y a l otro día, nosotros les hicimos la visita y les hicimos lomismo.

La historia de los anarcos de la de Antioquia, los que promovíantodas esas cosas terminó muy ma l, como la de los ma los en laspelículas policíacas o como los protagonistas de las tragediasgriegas que representaba el grupo de teatro del Liceo.

Los a n a rcos form a b a n l a que l l a m a b a n l a com is ión demovilización de finanzas de los Amplios, es decir, no sólo teníanen la mente la idea de armar el descontrol, sino levantar el billetepara poder f inanciarse; comprar los químicos para hacer losexplosivos y tirar los volantes. No se sabe cuá l de las dos cosaser a m á s incend i a r i a . Pa r a consegu ir b i l l e t e los Ju a nchosasa ltaban un banco en el Poblado, o una tienda en un Barriopopu l a r; er a su form a de pon er en pr á ct ica sus ide a s de ligua litarismo.

Esos Juanchos eran tan corridos que el negro Gaviria, mientrasestaba paseando en Ca li, donde su familia, se fue solo a asa ltarun banco. Necesitaba conseguir plata pues en Medellín habíancapturado a l Indio. Pero sa liendo del banco la policía le metió untiro en la frente a l Negro Gaviria.

Fidel, el jefe de todos, sintiéndose solo y desamparado aquí enMedellín, se met ió a una casa que tenía a lquilada en el barioAntioquia, dejó una carta con la Buga lu donde decía que si bien

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había fracasado en la tierra en su empeño de construir un reinode igua ldad, donde emancipar a toda sombra de poder, ta l vezreunidos en los infiernos, tuvieran una segunda oportunidad.Fidel armó una bomba con dinamita gelatinosa, puso el estopíneléctrico en el taco y unió los cables. Su deceso no fue registradosólo como uno de los tantos NN de Medellín (no hay nombre),sino también como un N.C. (no hay cuerpo). Su propósito era quenunca pudieran darle cristiana sepultura. A la Buga lu y a l Tino,los otros dos que quedaron vivos, los mataron años después.

Aparte de lo que sign if icó para m i todo ese traum a de esasmuertes tan esca lofriantes, tuve un incidente por esos días en elL iceo . S a l i endo de un a de l a s m a n i f est a c ion es de l L iceoAntioqueño, yo tenía como 17 años, me cogieron los tombos yme encontraron como 100 volantes de los NEG (Núcleos ChéGuevara) del ELN, me llevaron para la IV Brigada y me entregarona los de l B-2; m e pregun t a b a n por e l com a nd a n t e de es aorganización, que dijera quién era él y me soltaban. También medecían que yo tenía que saber de la muerte de Silvestre Guerra yde Diego Roldan (un profesor que los NEG habían asesinado enmedio de una clase, acusándolo de ser del B-2), asesinados en1982. Yo rea lmente no sabía nada , yo no est aba en n ingunaestruct ur a , no er a m i l i t a n t e a ct ivo ; só lo tr a b a j a b a en e lmovimiento estudiantil. Había conocido ahí un compañero quehabía estudiado en el Marco Fidel y que era de los NEG. A mí sólome decían: “ponga esta propaganda, haga estas pintas” y yo merega laba. Como no les dije nada porque nada sabía, me aplicaronlas terapias que ya toda la gente conoce: a lgo de electricidad yun tren de pata y golpes. Como yo era tan joven (y por ser tande lg a do y b a j i to a p a ren t a b a tres a ños m enos), secompadecieron de mí y me dejaron ir.

Cuando terminé ere azaroso grado décimo (que casua lmentedicen que es el más difícil del bachillerato), yo creo que estabatan confundido y también tan asustado, como cuando un bebé

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l lega a l mundo después de un a cesáre a , lo saca n con unosfórceps en la cabeza y no le dan una pa lmadita en las na lgas,sino una patada en la güevas.

Cuando terminé décimo grado me dediqué a llevar una vidanorma l en el barrio. En aquél entonces vivía el Los Álamos deAra n juez . Hast a med i a dos de los 80 Ara n juez era un barriotranquilo, la vida de los muchachos era estudiar y jugar fútbolen la ca lle. Lo único que de vez en cuando dañaba esa armonía,era a lguna pelea a trompadas en la ca lle.

Pero en 1985 llegó a l barrio un man que se había ido a la USA aprobar suerte y había llegado ganado. Se llamaba Ja iro Villa ydesde que l legó orga n izó su ba ndol a . Por esos a ños hab í a nempezado a coger fama en todo Aranjuez los Priscos, que erancombitos regados en todo el barrio ba jo las órdenes de un solopatrón: Pablo Escobar. La gente de Villa empezó a traba jar conlos Priscos. Un combito de mucha confianza de Villa, compró lasprimeras motos. Pero Vi l la siempre quería ser diferente a losdemás, por eso no se compró una moto sino un caba llo de paso.Todas las noches sa l ía a pavonear sus bambas que sonabancomo un cascabel a l paso del anima l.

Un día, mientras Villa andaba en uno de esos paseos a caba llo,me paró en la ca lle. A mí se me enfrío todo, pensé que me iba amatar por deporte o a lgo así, pero me citó a una reunión conotros pelaos del barrio. Me propuso que traba jara con él, queporque tenía fama de ser tropelero y él necesitaba gente quemostrará finura .

Lo medité bastante. No era fácil rehusarse. La mayoría de lospelaos del barrio habían aceptado la propuesta, incluyendo losque uno creía que eran un dechado de virtudes.

Si me rehusaba , Villa me iba a coger la ma la y hasta hubieraten ido que irme de l barrio. Lo que más pesaba a favor de la

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propuesta de Villa era el billete pues él era reconocido por sugenerosidad a la hora de pagar los favores.

Por esos días yo andaba encarretado con una sardina del barrio,ella me había dicho que yo la había embarazado y que conmigoo sin mi iba a tener su hijo. Yo le dije que iba a contar con miapoyo. Est aba urgido de bi l lete y necesit aba un fondo paratodos los gastos que se derivan de una maternidad: honorariosmedicos, paña les desechables y todo eso.

Una cosa terminó de convencerme. Lo que Villa me ofrecía noera muy d ist into a lo que yo h ab í a hecho a ntes: un cam inoempedrado con acción y buenas armas.

Así empecé a colaborar con el grupo de Villa. Mi tarea era guardarlos f ierros, hacer ca let as en los rastrojos, mane jar las motoscuando estuvieran borrachos o muy empericados; y guardarlesla marihuana y el perico que ellos consumían. Ellos eran muyprecavidos y no cargaban droga ni fierros encima para evitarde t enc ion es inn eces a r i a s . A m í t a mpoco m e in t eres a b acomprometerme muy a fondo con esa gente. La relación no durómucho. A principios de ese año, el ejército hizo una operaciónrastrillo en el barrio y me cogió ma l parado. Cuando ellos vieronlo que estaba pasando se descargaron conmigo. No a lcancé areaccionar porque esos anima les del ejército estaban encima yme pescaron con varios gramos de perico encima . Esa fue laprimera y única vez que pisé una cárcel. Estuve recluido un mesen Bellavista .

Llegué a l quinto patio y me encontré con los presos políticos.Había uno de l ELN que había estudiado conmigo en e l LiceoAntioqueño, entonces yo le dije que me habían encanado porquetenía una propaganda de la “empresa” (así le decían a los elenos)y él me invito a varias reuniones con los presos políticos y ahí mefui enganchando otra vez

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La ma la racha

La ma la racha empezó en marzo de 1992. Una noche de tantasnecesit aba desp l azarme a l centro a cump l ir un a cit a con l adirección de la organización, fa ltaban cinco para las 6:00 de latarde y yo todavía estaba atascado en el barrio Popular. Ese díaa los vecinos de una cuadra les dio por ponerse de ruana sucuadra y como yo era med i ador, no hab í a logrado za f arme.Entonces apareció un muchacho del barrio y se ofreció a llevarmeen su moto. Mi instinto sobre las cuestiones de la conspiratividadde l a guerra me decí a que no deber í a tom ar ese med io detransporte. Los militares habían insta lado un año atrás una baseprovisiona l en el Popular No 2 y merodeaban en todos lados.Pero la cita con la dirección era ineludible, llevábamos semanassin reunirnos y varios problemas se habían acumulado.

Cuando ba jábamos por una de las pendientes del Popular nostopamos con soldados que patrullaban a pie las ca lles. Si hubieraba jado solo, los hubiera esquivado Yo siempre anduve en motoy sabía como escabullirme si andaba cargado.

Para no emba lar a l vecino que me llevaba de parrillero le dijeque tra nqu i lo, que parara en e l retén . No me queda ba m ásremedio que confiar en mi buena espa lda y tirar tranquilidad.Llevaba encima un revolver 38 con un sa lvoconducto más fa lsoque una moneda de cuero. Lo había conseguido en la IV brigadacon unos oficia les que las sacan ba jo cuerda por 300 mil pesos.En o tr a oca s ión m e h a b í a encon tr a do en l a s m ism a scircunstancias y el sa lvoconducto había aguantado. No es queme gust ara a nd ar en f ierra do a tod a hora , só lo asum í a l asconsecuencias de vivir cinco años como uno de los jefes de lasmilicias, enculebrado hasta la risa, con liebres en todas partes.

Cuando los soldados nos hicieron ba jar de la moto, lo primeroque tocaron fue el bulto de la chapuza en mi camisa. Ni siquierapreguntaron por el sa lvo conducto. Ahí mismo me encendieron

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a pata , con sus botas reforzadas por platinas. Para reponermede ese tren de pata , tuve que estar como un mes haciéndomepaños con domeboro y bicarbonato en agua ca liente.

Si a lgo me ha enseñado la causa revolucionaria es que uno debetener el va lor y el orgullo para que no lo pisotee nadie, muchomenos los enemigos. Después de todo, yo no era lisiado, ni unode esos monjes masoquistas que se flagelan en la espa lda, parahacer votos.

En l a escue l a que h a b í a mos h echo con l a s m i l ic i a s , en e lcampamento de labores del EPL y en otras escuelas guerrillerascon el M-19, con el ELN, había aprendido técnicas de defensapersona l. Cuando un adversario hace sus cosas enceguecidopor e l od io y l a r a b i a , es a es un a deb i l id a d que uno debeaprovechar.

Uno de los soldados cogió su fusil y utilizándolo como si se tratarade un bastón de mando, tomándolo de los dos extremos, empezóa golpearme. En uno de los golpes que trató de descargarme, leagarré el fusil, hice un torniquete sobre el arma y lo empujé. Elsoldado cayó y yo empecé a correr. Los soldados me dispararoncon los fusiles y un tiro me rozó la pierna. No sé de dónde saquéfuerz a s , qu iz á s m e qued a ron reserv a s de a ire de cu a ndopracticaba polo acuático; lo cierto es que pegué un sa lto y fui ap arar por unos m a torra les por los que me logré esca bu l l ir.F ina lmente un vecino me socorrió, me cambié de ropa y meescondí en su casa.

Creo que desde lo que pasó esa noche se me empezó a voltear elcristo. Los soldados se habían quedado con todos mis papeles:mi cédula, mi pase de conducción, la matricula de la moto y elsa lvoconducto del revólver. Yo ya no era Pablo, el que comandabalas milicias desde la clandestinidad. Ya estaba identificado antelos org a n ismos de segur id a d como Car los Germ á n Corre a .D espués con f irm é m i sospech a con un a bog a do : a l que

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mane jaba la moto lo habían capturado y torturado, y habíarevelado que la persona que se había escapado de manos de lossoldados era “Pablo”.

La organización me trasladó de zona . Me encomendaron losbarrios a ltos de Manrique: Versa lles, Ra iza l, Villa Roca , La Cruz.Allí la banda más fuerte era La 30, unos muchachos que habíanempezado como chichipatos, de carritos de bandas de sicariosdel Cartel de Medellín, pero que nunca habían llegado muy lejos.En 1989, sin embargo, les había cambiado la suerte. Habíanlogr a do ub ica r un a ca l e t a de uno de sus p a tron es y l adesbancaron, se les torcieron. Ahí se lograron a lzar como contres millones de dólares. Lo primero que hicieron con el dinerofue armar otras bandolitas en el barrio para que les sirvieran deescudo. Y con ese billete se compraron a la policía de la Estaciónde Manrique, la base centra l para la Comuna nororienta l.

Con todo el poder que había acumulado, La 30 se dedicó a matargente de su vecindario. Cuando La 30 cometía a lguna masacrecontra la población29, los policias se hacían los locos (a pesar deque la base queda a tres minutos en carro del barrio). Cuando lagente llamaba por teléfono a la Estación de Manrique, la únicarespuest a era : “Tra nqu i los que en un a hora m a nd a mos l aneverit a de D ecypol a recoger los muertos”. Pero cua ndo l asmilicias trataban de organizar un ataque contra esta banda, alos c inco m inu tos y a est a b a n los re fuerzos de l a po l ic í apatrullando en el barrio.

Sólo habían transcurrido dos meses desde el incidente con losso ld a dos cu a ndo m e tocó org a n iz a r l a pr im er a a cc ión deenvergadura contra la banda La 30.

29 Hay ocasiones en que se ensañaban con sus victimas; luego de acribillarlos, los amarraban de loscarros y las motos y arrastraban sus cuerpos por el barrio.

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Varios vecinos nos habían contado que el viernes 1º de mayo, enuna casa de l barrio Versa l les, los jefes de la banda se iban areunir para celebrarle el cumpleaños a uno de ellos.

Org a n icé un com a ndo con c inco de m is me jores hombres,encabezados por mí. Todos llevábamos armas largas. La mía eraun fus i l R-15. Nuestra me jor arm a en est a ocas ión ser í a l asorpresa .

La propuesta es que yo entraba con otro compañero a la casa ylos otros compañeros se apertrecharían en los a lrededores de lacasa para hacer un cerco sobre el lugar y evitar que a lguien seescapara. Yo toqué la puerta y grité que éramos de la policía, queabrieran la puerta . Como los ocupantes de la casa no dieronninguna respuesta, derribamos la puerta. Yo entré de primero ylo que vi fue que habían apagado la música y todo el lugar seveía desierto. Estaba en la mitad de la sa la cuando sentí variasexp los iones por l a esp a ld a . No ca b í a dud a de que est a b a na lertados. Por a lguna parte se había filtrado la información ynos estaban esperando.

Ca í atontado a l piso por el impacto de las ba las. La chaquetacon protección antiba las que llevaba puesta me sa lvó la vida .Era una chaqueta que había conseguido desde que empecé enlas milicias, de fabricación israelí. Por fuera era como gabáncomún y corriente, pero estaba recubierta de arriba aba jo conun materia l antiba las.

Cua ndo los m iembros de l a ba nda nos vieron en e l p iso, sea cerca ron a rem a t a rnos . Como a r a ñ a s en un a ca s aabandonada, empezaron a sa lir de todos lados. El primero quese me acercó me puso un revólver en la boca y disparó. Lo únicoque sentí fue un zumbido que me invadió, como si se me hubieraentrado un enjambre de abejas por los oídos.

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Aún así tuve tiempo de reaccionar. Hice varios rollitos y cuandoestuve cerca de una ventana saqué una granada de un bolsillo,la arrojé y me t iré por la vent ana hacia la ca l le. Después meenteré por El Colombiano que habían tenido cuatro muertos ynueve heridos.

Cuando gané la ca lle, con el rostro entumecido, a lcancé a mirarhacia el firmamento, esa noche estaba clara y estrellada , erauna noche de luna llena. Pensé que una noche de esas, tan abierta,tan despejada, no era como pa’ uno morirse. Seguí caminando.No podía hablar y mucho menos gritar. La sangre sa lía de migarganta en borbotones, me ahogaba la voz. El proyectil meh a b í a p a r t ido l a l engu a , rebo tó en e l p a l a d a r, tra sp a so l agarganta y quedó incustrado en una cost illa cervica l, por esoera que me sentía entumecido.

Los compañeros que se habían quedado afuera se me unieron yme auxiliaron. La policía llegó de inmediato, mientras estábamosret irándonos.

Aunque los muchachos no querían, yo les dije que me dejaran;me metí por un claro entre unos matorra les y seguí caminado.Los policías que venían en las patrullas y las motos ni siquiera seba jaron, como sabían que íbamos bien armados, desistieron dela persecución.

A los minutos de caminar sentí que se me doblaban las piernasy una sed como de excursionista perdido en el desierto. Llegué auna casita a la orilla del camino y a llí me dieron agua y unamuchacha de la casa me llevó a coger un taxi. Cuando llegué a lSan Vicente perdí el conocimiento.

Como a eso de las dos de la mañana ya había llegado mi mamá.El hospita l estaba militarizado, todos los heridos habían llegadoa l l í esa noche; los de l as ba ndas y yo reclu idos en e l m ismohospita l, quizás siendo vecinos de camilla. La policía y el ejército

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sabían exactamente qué había pasado, la voz por estos barrioscorre más rápido que las ambulancias.

Para poder entrar, mi mamá dijo que necesitaba ver a su hijaque se había accidentado en una moto esa noche. Los agentessecretos interrogaban a todos los visitantes para saber haciadónde se dirigían. La gente de la banda La 30 también estabahusmeando por todas partes. Se hacían pasar por familiares delos heridos, se acercaban a las camillas mirando caras. Ta l vezpor t en er e l rostro en lod a do y ens a ngren t a do no m ereconocieron.

A esa hora yo ya h a b í a recobra do e l sent ido pero no pod í agesticular pa labra; todavía estaba ahogado en sangre. Con lamano temblorosa le escribí en una nota a mi mamá: “sacame”.Desde que yo me había montado en esta azarosa película de laguerra, le había dado instrucciones a mi mamá para que no mede j ara en un hosp i t a l púb l ico e l d i a que cayera her ido . L aorganización tenía un fondo para sa lud y podía pagar una buenaclínica privada en la ciudad.

M i m a m á no se durm ió en los p a pe l es y re a cc ionóinmed i a t a men t e , no se qué fuerz a in t er ior l a mov ió , s i l a spulsiones intensas del amor de madre o la adrena lina del susto.Lo cierto es que ella sa lió del hospita l y se fue en un taxi para lacasa . Allí sacó los mejores ropa jes del armario: unos taconespla teados, un vest ido largo de seda fría que m i padrastro lehabía mandado de Estados Unidos y una peluca rubia que leprestó una vecina. Lo cierto es que como a los 40 minutos, cuandollegó de nuevo, parecía una de las señoras encopetadas del ClubMedellín y había cambiado completamente su apariencia física.

Medellín es una ciudad plást ica , como dice el disco de RubénBa ldes, aquí siempre juzgan a la gente por lo que lleva puesto. Mim a m á sa b í a que eso era import a nte para resca t arme de l aclínica.

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Cuando entró a la clínica de nuevo, nadie le preguntó nada. Seacercó donde una enfermera, que como cosa extraña no se meh ab í a despegado desde que l legué , y le d i jo que necesit abas a ca rm e de a h í porque yo er a e l h i jo de un po l í t ico muyimportante y que me habían herido por robarme el carro. Lacuch a s a có l a ch equer a y l e pregun tó cu á n to v a l í a es acolaboración. La enfermera no quiso recibir plata y le habló enplata blanca: “yo conozco a su hijo, es Pablo, el jefe de las milicias.Tranquila que yo no soy policía. Donde vivo trabajan las miliciasy por eso reconocí a su hijo. El es un muchacho muy querido porel barrio y le voy a colaborar para sacarlo de aquí”.

La enfermera habló con uno de los médicos que había sido delmov im i en to est ud i a n t i l , l e exp l icó e l ca so y é l t a mb i én secomprometió a colaborar.Entre los tres armaron la película demi sa lida: el médico hizo un parte diciendo que necesitaba unaneurocirugía de urgencia ; la enfermera cambió el registro deentrada y mi mamá se sostuvo en la versión del carro robado yel político. Con una sábana sobre el rostro, logré sa lir.

Mi mamá me llevó a la clínica Medellín. Llegué como un anima l,empantanado, ensangrentado, sucio, como un indigente, peroeso fue solo mostrar la plata y ni siquiera preguntaron quien eraese arrastrado. Por la plata ba ila el perro. Me bañaron con aguadestilada, ozonizada y yo creo que hasta perfumada; me pusieronsuero, sangre, me trataron como si en rea lidad hubiera sido elhijo del mismo Gaviria ; después se me borró el casete. Luegosupe que me habían llevado a cirugía. Esa clínica es tan buenaque la única cicatriz que me quedó en la cara parece más unasecuela del acné que a una perforación de ba la. Todo el dineropara la operación lo desembolsó la organización. Ese es un gestoque nunca voy a olvidar. Ellos en cierta forma me sa lvaron lavida . Aunque a partir de la negociación de las milicias con elgobierno rompí con la vieja dirigencia del Eln, no me interpondréen su ca m ino y sé que e l los no s a bo t e a r a n est e proceso .

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Mantengo la esperanza que así como arrastré tanta gente parala guerra, voy a hacer lo mismo para la paz. Sé que ellos a lgúndía también se sentaran a hablar de paz, como nosotros.

Recobré la conciencia como a los cuatro o cinco días. Ciertamenteme sent ía en deuda con la vida y con mis compañeros, perotambién sentía debilidad e impotencia . Si hay una época de lav id a p a r a re f l ex ion a r sobre su p a s a do , es dur a n t e l aconva lecencia de una enfermedad o un accidente.

Yo, tan poderoso y reconocido, ensa lzado por todo el mundocomo el fundador y jefe de las milicias, y verme tan vulnerableque bastaba retirarme la mascarilla de oxígeno para morir.

Ahí me sentí como el hombre, como el morta l y no como el héroe,que era el papel que me había tocado desempeñar hasta esemomento en esta vida .

Todos los ído los ca en a lgún d í a y s i empre h a y qu i en losre emp l a ce . M i en tr a s se es h éroe todos son v iv a s , s a lves ,reverencias, honores, pero después que el ídolo desaparece, lagente vuelve a l fútbol, a los ba iles, a la telenovela, a Tola y Maruja.A los meses, cuando todo vuelve a la norma lidad, le ponen elnombre de uno a un comando, estampan el nombre de uno conun aerosol en una pared y listo.

Pensaba en la diferencia entre ser líder y ser héroe. En este puebloh ay much a gen t e que se en treg ar í a gustosa a un a muert eheroica antes que morir a manos de un borracho o por una ba laperdida. Pero ser líder es otra cosa. Son muy escasas las personasque son seguidas en sus ideas y proyectos, gente con carismapara arrastrar.

Este es un pueblo de fanáticos religiosos, pero incrédulos en elfondo. Les gusta que la gente se muera , se sacrifique por ellos,pero no son fáciles de convencer. En la clínica pensé: voy a dejarde ser un héroe y voy a empezar a ser un líder. A los ocho días los

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médicos me dieron de a lta. Una señora del barrio El Popular meofreció una finquita para que terminara de recuperarme a llá .Mucha gente del barrio me hizo esa clase de ofrecimientos. Yoescogí esa porque era la más cerca de la ciudad y de esa manerami madre y mis compañeros podían ir con más frecuencia avisitarme.

Cuando llegué a la finca todavía estaba muy ma l. Me habíanretirado el oxígeno, el suero y la sangre, pero todavía permanecíaconectado a l aparato que medía la mucosidad pulmonar. Mipiel era pa lúdica , como una hoja seca ; estaba más f laco quenunca y lo peor de todo: había cambiado mi voz. El proyectilhabía afectado seriamente mis cuerdas voca les. Mi voz ya nosonaba como aquellos días en que yo impart ía ordenes a losmuchachos, una voz de mando. Ahora sonaba como un susurroagudo y chillón como la voz de un cantante de ópera china, a lque le han cortado los testículos para que cante como un niñotoda la vida.

La gente de la organ ización no me desamparaba en n ingúnmomento, siempre había a lguien a mi lado. Me a lentaban, mecontaban de los progresos de la organización afuera. La direccióndecidió cambiarme a otra finca pagada por la organización, másclandest ina y con un buen disposit ivo de seguridad. Era unacasa cerra d a en su p art e de a trás por un b arra nco , dondecomenzaba un espeso bosque. En las entradas insta laron variasminas klemor o vietnamitas y todo el tiempo había dos hombresde la organización encargados de mi protección.

Mi mamá era mi único familiar autorizado para visitarme, peroincluso la organ ización la tra ía en un carro y con la m iradaclavada en el piso todo el trayecto, para que no lograra ubicar ellugar. Mi mamá me hablaba de mi familia y muy especia lmentede mi hija recién nacida: aprovechaba para pasar sus cuñas. Medecía que tomara distancia de esa vida, que pensara en mi hija.

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Que en mi casa las cosas estaban bien de billete, que mi padrastroestaba bien en la USA y que podía irme para a llá a traba jar conél; o que me dedicara a estudiar que en la casa me financiabanla carrera; que podía estudiar derecho como mi padre, que desdeesa actividad también le podía servir a l pueblo, a la gente de losbarrios. Yo me imaginaba de abogado de los pobres y no deguerrero y me daba risa .

Todas esas súplicas de madre sólo me ca laban a medias. Estabade acuerdo en que deberí a cu id arme m ás, pero l a ide a dere t ir a rm e de l a org a n iz a c ión se choca b a con tr a e l muroinfranqueable de mi fanatismo. Yo estaba convencido de que ala organización miliciana le fa ltaba todavía mucho camino porrecorrer; h a b í a muchos b a rr ios de Mede l l ín presos de l adelincuencia y que demandaban la presencia de las milicias. Mesentía como un apóstol con a lguna misión sagrada para cumplir.Por eso era muy poco lo que escuchaba. Pero de a lgo sí estabaconvencido: había que revisar la clase de guerra que estabanlibrando las milicias. Deberíamos hacer menos traba jo sucio,de j a r de m a t a r gen t e de l pueb lo , un a s a cc ion es que só loinsensibilizaban aún más la gente frente a la violencia . Habíaque buscar también otras a lternativas socia les.

Pensaba que un buen comienzo sería la formación política delos muchachos, cosas que los volvieran más sensibles a la rea lidadsoc i a l . Q uer í a que v i era n l a s pe l ícu l a s que yo h a b í a v isto ,escucharan las canciones que había escuchado y a lgunos de loslibros que había leído, pues mostraban el aspecto humano de lavida; todas esas cosas me habían inclinado por ese camino. Yono fa ltaba los sábados a l cineclub. Recuerdo dos de las películasque más me impactaron: Enséñame a vivir, con música de CatStivens, y Alas de Libertad, del mismo director de la La Pared. Allíno h a b í a n a d a de v io l enc i a , pero uno s a l í a con g a n a s decomprome t erse en a lgun a cosa , con g a n as de v iv ir en un asociedad más humana.

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Lo mismo un libro que se llama “Los condenados de la Tierra”que tra t a sobre l a guerra de Arge l i a y de cómo muchos excombatientes, nunca lograron superar las secuelas sicológicasde las bata llas de liberación y no pudieron disfrutar el triunfo dela revolución.

A pesar de las ref lexiones para cambiar a lgunas cosas en laorganización, todavía estaba convencido de que los métodosde la organización eran vá lidos.

Como a l mes de estar en esa finca, mi mamá llegó con mi hijita, ala que no conocía. Mi mamá me la puso a l lado de la cama y esofue como si me hubieran puesto un dínamo en la cama , queemitía poderosos choques eléctricos.

No sé si fue cosa de electricidad o de química, pero yo me enamoréde mi niña, de sus gestos, de su inocencia, de su desprotección.¿Qué iba a ser de ella si yo moría? Eso me reafirmó para teneruna va loración distinta de la vida y despertar mi capacidad dedar afecto, que estaba hibernando como un oso esperando elsol. Pensé: así como yo he traba jado por la comunidad, mi hijatambién tiene derecho a un padre que traba je por ella , y a unfuturo. Mi formación militar fanatizada , que había aguantadolos tra jines de la guerra, se quebró de un sólo golpe, el golpe deese frágil cuerpecito.

Cuando asistí a una de las primeras escuelas de comando, en elfren te José So l a no S epú lved a de l ELN , a l sur de Bo l ívar, unguerrillero curtido, que era el instructor, en una charla nos insistíaque e l hombre en un com a ndo se debe endurecer. Nos le í afra gmen tos de un l ibro sobre l a revo luc ión rus a , sobre unmilitante que había renunciado a todo por la causa. El libro sellamaba “Así se templó el acero”. El instructor también nos contabaanécdotas que le habían pasado, de cómo en un combate con elejército habían tenido que dejar a sus compañeros muertos yheridos. En la guerra no hay tiempo de llorar, remataba en cada

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a nécdot a . Eso me h a b í a ca l a do profund a mente en m i v id aposterior; el va lor de la vida para mi era inocuo. Desde entonces,siempre he andado con un tiro en la relojera; dentro de mis planesnunca estuvo rendirme en un comba te, por eso cuando unopelea hasta lo último y ve que uno está perdido, monta el tiro enla recámara y se suicida.

Ahora con lo de la negociación pol ít ica , tengo otras ideas a lrespecto , s in emb a rgo , l levo e l t iro en l a re lo jera por puracostumbre. Eso de cambiar interiormente es un traba jo muy duro,requiere de un tratamiento lento y mucha voluntad, pero sé quea lgún día lo voy a lograr.

El impacto de ver a mi hija en ese momento fue ta l, que cuandoya me había recobrado casi por completo y sa lí de esa finca, pedíl a renunci a a l a orga n ización . Hab í a tomado l a decisión detraba jar para mi hija.

Renunciar a la organización fue muy triste y la dirección entendiómis razones. El resto de ese año se lo dediqué a mi hija, a sa lir apasear con ella, a jugar con ella, a hacer lo que hace cua lquierpadre. Pero no fue fácil. Me daba mucho guayabo y frustraciónhaber de jado la m it ad de m i vida a trás y con e l la todos m isamigos. Esos días, esos meses, los aprovechaba para leer, volvera escuchar música rock, ver videos y escuchar noticias, cosas quehabía dejado de hacer durante mucho tiempo.

Cuando era comandante de las milicias ni siquiera sabía quéestaba pasando en el pa ís y el mundo. Yo creo que la orientaciónque le daba a mi traba jo era de la pura inercia , la misma quehace que los planetas se muevan. Con decirle que yo a duraspenas conocía el nombre del Presidente, pero no sabía ni el deun ministro, ni qué guerras había en el mundo. Me preciaba detener mucha conciencia, pero en rea lidad estaba en la oscuridadmás verraca. Aunque está fue una época de mucha soledad, me

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sirvió para ver mejor muchas cosas, que sólo es posible ver desdela distancia.

En noviembre de ese año me encontré con cinco viejos militantesde la organización que se habían retirado por la misma razón:p a r a ded ica r l e m á s t i empo a sus f a m i l i a s . Un a noch e nosreunimos y toda la noche no la pasamos contando historias delos viejos tiempos. Parecíamos una reunión de viejitos, jubiladosy nostá lgicos, como los que se sientan en las bancas de un parquea l e er e l per iód ico y a h a b l a r de po l í t ica . En m ed io de l aconversación uno de los comp a ñeros d i jo que é l t en í a un ahermana que vivía en el barrio “La Para lela”. Un día fuimos avisitarla. Ese barrio es lo que uno puede llamar un barrio pobrede verdad: los techos eran casi todos de cartón y todavía sacabanel agua con mangueras del acueducto, la luz también era decontrabando. El barrio queda en el lado noroccidenta l de la víadel ferrocarril y cuando pasa el tren todas las casas t iemblancomo si fuera un terremoto. En ese barrio se ven deambulandouna gran cantidad de niños a los que el tren les ha amputadosus piernitas o brazos.

Nosotros seguimos visitando a la gente de La Para lela y un díame encontré con un miembro de la acción comuna l que habíavivido en El Popular y me conocía. El contó que se había tenidoque ir del barrio porque había vuelto la gente de las bandas. Medijo: “Pablo, desde que sa liste del Popular, el barrio ha vuelto adañarse”.

Con l a Acc ión Comun a l me en t eré de que e l b arr io est a b acomprometido en una protesta. Por el barrio pasaba un trayectodel viaducto del Metro y la orden de la administración municipa lera desa lojar a la gente que vivía en los ranchos que flaqueabanel viaducto. La Acción Comuna l también me contó que había uncombito de ocho muchachos que decían ser de las milicias, peroque en re a l id a d er a n un a p a rr a nd a de gu iñ a dores que

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esper a b a n en l a a u top ist a l a gen t e que m a drug a b a a sustraba jos para desplumarle hasta el pasa je.

Eso fue lo que más me irritó, me saco de la ropa de la pura rabia.Todo lo que nos h a b í a cost a do constru ir un a org a n iz aciónm i l ic i a n a , g a n a rnos l a cred ib i l id a d y l a a cep t a c ión de lospobladores, para que un puñado de chichipatos enlodara esenombre.

De esta manera, decidí organizar otra vez una milicia en el barrio,con los otros compañeros. Yo tenía toda la experiencia pasadade la milicia y había aprendido de los errores. Lo primero quedecidimos en el primer colectivo, era que no íbamos a reclutarmás jóvenes de l barrio, jóvenes que t ienen a lgún poder y sesuben como la cerveza, empiezan a caminar distinto y a braviara todo el mundo. Nosotros éramos suficientes.

Por lo demás, los problemas de seguridad que afrontaba el barrioeran una chichigua si se los comparaba con el problema de lasbandas que me había tocado enfrente en el barrio El Popular.También decidimos que no nos íbamos a presentar inicia lmentecomo m i l ici as pues eso nos tra í a prob lem as. Las m i l ici as sepusieron a hacer mucho ruido, a desafiar de una vez a l gobiernoy los militares y ¿qué habíamos ganado? Que pusieran una basem i l i t a r en todo e l cor a zón de l b a rr io . Reconozco que m icomport a m iento en ese momento fue a presura do . Cu a ndoempezaron a llegar los primeros soldados, hicimos tomas deiglesias, de parques, incitando a la gente a no colaborar con lossoldados, amenazamos a las peladitas que les hacían ojos a lossoldados; diciéndole a la gente que no les ofrecieran ni agua yque si podían les echaran mata siete o cua lquier raticida. Eso fuepeor, llegaron más soldados, acciones cívico- militares y todoeso. La gente de barrios como Santo Domingo o el Limbo fueronmás ingeniosos. Allí también habían montado bases y la genteiba todos los días a visitarlos, a charlar con ellos, les llevaban

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hasta desayuno y a lgo; los invitaban a los ba iles, a todas partes.La gente de l barrio h izo t a nt a ca m ara derí a con los jóvenesreclutas que a los pocos meses los superiores retiraron las bases.“Aquí los tra jimos a hacer la guerra y no hacer vida socia l”, y conesa frase se los llevaron.

Para nosotros en “La Para le la” era más funciona l un grupitocomp acto , a nón imo . Dest in a mos a un comp a ñero , e l m ásconocido en el barrio, para que se metiera a la acción comuna l.Los otros nos empezamos a presentar en la comunidad comoun grupo de vecinos de l barrio, que queríamos organ izar uncomité cívico de vigilancia. Yo trataba de no aparecer mucho. Lalabor del grupo, pensábamos, debía ser más disuasiva que defuerza .

Para diciembre ya funcionábamos desde Solla (que está en laentrada de Bello), El Tricentenario (un barrio de clase media), elbarrio El Minuto de Dios (habitado por a lgunos desplazados deL a Igu a n á ), un a p a r t e de Z a mora y Tosca n a . L a época dediciembre nos sirvió para consolidar nuestra influencia, como lohacíamos en El Popular: ayudábamos a organizar y a mantenerla seguridad en natilladas, verbenas de ca lle, festiva les y en todaslas celebraciones tradiciona les de esta época.

Todo iba viento en popa hasta febrero cuando nos topamos conunos elenos que traba jaban en el Playón, Pablo VI y Zamora .Cuando se separaron de las milicias de Lucho, se empezaron allamar B.R.P. y como estaban en una guerra territoria l con lasviejas MPVA de Lucho, habían descuidado el traba jo político ysocia l por esos sectores.

Nosotros manteníamos buenas relaciones con las B.R.P; despuésde todo, yo h ab í a sido e leno. Ese mes nos propusieron quep art icip ara mos en un a jorn a d a de prot est a ; un a act iv id a d

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organizada por la CUT, pero los elenos aprovecharían para armarun polvorín en las ca lles de la comuna nororienta l.

L a t a re a que nos propon í a n no era n a d a de l o tro mundo :debíamos para lizar el acceso del transporte de Bello a Medellínregando tachuelas y llantas quemadas sobre la vía. Ellos poníanlo que se necesitara, el materia l para fabricar las tachuelas, armasy radios de comunicación.

Yo no est aba muy convencido de que act ividades como esasnos fueran a poner en las puert as de la revolución; como decostumbre la gente se iba a quedar en la casa viendo televisióny nosotros aquí afuera jugando a los héroes. Pero a l fin y el caboyo todavía sentía mucho afecto por los elenos, de los que habíaaprendido muchas cosas y había tenido grandes compañeros,muchos hoy muertos.

Nos dispusimos para esa tarea . Me sentí otra vez como en losaños de adolescente en el Marco F idel y el Liceo Ant ioqueño,convirt iendo l as ca l les en pa t ios de juegos, de trope les y derevuelta .

De nuevo, cometí un grave error de apreciación. En la guerra nohay tarea pequeña y subestimamos a la plaga que ese día iba aestar en estado de a lerta .

Ma drug a mos a l a s c inco de l a m a ñ a n a a reg a r t a chue l a s .Madrugar es mucho decir porque en rea lidad habíamos pasadola noche en vela, elaborando las tachuelas. Como la tarea eratan sencilla, habíamos desechado la idea de llevar armas.

Cuando se nos terminaron las tachuelas y nos íbamos a dormir,un Sprint rojo, con varios hombres en su interior, frenó en secojusto en nuestras narices. Inmediatamente se apearon del carrocuatro hombres, con chaquetas negras y enmetrados. Nosotrosnos echamos a correr. Como yo todavía estaba a lgo débil, por mi

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larga convalecencia, tropecé en un piedra y caí al suelo. Ahí mismome encendieron con las culatas de sus armas, a darme golpespor todos lados; me arrastraron hasta el carro y me subieron aempellones a la banca trasera.

Todos los ocup a n tes de l ca rro se fueron a p ersegu ir a losmuchachos que habían logrado fugarse y sólo se quedó unoafuera, cuidándome. Pensé que el fina l no tenía reversa. Si erandel F–2, como yo pensaba, ese era un paseo fijo. Desesperanzadomiré a l piso del carro, cuando ví por deba jo del asiento delanteroque se asomaba una cacha negra, con recubrimiento antihuellas.Era como si mi ángel de la guarda la hubiera puesto ahí. Pero laexplicación era más prosa ica. Los tiras, cuando andan en carro,siempre meten un revólver deba jo de la silla, como precaución.Sigilosamente, logré armar una tenaza con mis pies y sacar todoel cuerpo del revólver.

Cuando el tira que custodiaba el carro giró su cabeza hacía otrolado, me aba lance sobre el arma e hice el primer disparo, el cua lno dío en el blanco. Yo estaba muy tenso. El hombre le hizo unaráfaga a l vehículo pero tampoco me a lcanzó. A la segunda vez,yo vacié el resto del tambor sobre su silueta y lo vi desplomarsesobre la carretera. Sa lí del carro y me eché a correr. Me refugié enuna panadería, cerca de la autopista.

A los cinco minutos todo el lugar estaba acordonado por unacarava n a toyot as cua tro puert as, de los que usa e l F-2. Lostra b a j a dores de l a p a n a derí a me prest aron un de l a n t a l detraba jo y sa lí como un traba jador, en un carro de ese negocio.Los agentes secretos, casa por casa, estaban sacando la gente.Después me enteré que había dado de ba ja a un sargento queera comandante de la división antipiratería terrestre del F-2.

A La Pa ra l e l a se l a mon t a ron muy f eo. Tod a es a sem a n aestuvieron a llanando residencias, ma ltratando a los habitantes

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del barrio. Incluso se llevaron detenidas a diez personas del barrio,casi todos de la acción comuna l. Entonces le pedí colaboración alos e l enos , pero e l los nos d i eron l a esp a ld a . Nos de j a ronemba lados, sin un abogado que les prestara asistencia jurídicaa los detenidos.

Por esos días, andando en e l centro, me encontré con MarioAgudelo, al que había conocido en una escuela militar que hicimosen el campamento del EPL, en el municipio de Labores, cuando elEPL ya estaba próximo de desmovilizarse.

Por ese entonces yo todavía estaba fanatizado por la guerra. Enese campamento ellos hablaban de sus planes en la vida políticalega l, para cuando se desmovilizaran. Nosotros, los que fuimosa la escuela , armábamos polémicas bastante agrias con ellos.Les decíamos que más fácil los mandaban a un panteón en elcementerio que dejarlos hablar en las plazas públicas. Inclusoemp le á b a mos h aci a e l los p a l a bras de grueso ca l ibre como“tra idores”.

Nosotros h ab í a mos l legado a l ca mpa mento de Labores porrazones estrictamente de seguridad. Por los acuerdos de pazque habían firmado el EPL y el Gobierno, esa era una zona dedistensión, es decir, donde el ejército tenía prohibido meterse.Esa zona brindaba condiciones de tranquilidad para rea lizarnuestra escuela .

Cuando me lo encontré, Mario Agude lo ya era un guerri l leroreinsertado. Me sa ludó efusivamente y me dijo: “en dos años dere insert ado, he logrado hacer lo que no logré en 20 años deguerri l lero”. Me contó por e jemplo, los programas que est abahaciendo en La Chinita, una finca de Urabá invadida por cincom i l f a m i l i a s , donde Esper a nz a , Pa z y L ibert a d re a l iz a b aactividades como cooperativas, lega lización de tierras, etc. “Losprogramas de reinserción que pactamos con el Gobierno no sólo

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nos h a n f avorecido a nosotros s ino que podemos ofrecerleempleo también a muchas familias de las zonas de influencia, alos que antes no les ofrecíamos sino plomo, para dar o pararecibir, pero sólo eso, plomo”.

Mario Agudelo también me ayudó a conseguir abogado, pagadopor Progresar, una fundación que crearon los reinsertados. Mariome puso en contacto con Tomás Concha y otra gente que habíaasesorado a l gobierno en negociaciones, como Juan GuillermoSepúlveda .

H a b l é con los much a chos de l grupo y con los d ir igen t escomuna les de los barrios que influenciábamos y a todos les sonóla idea . Quizás así, negociando con e l Gobierno, se puedanconseguir más cosas para la gente, que matando ladrones.

Un dí a sub í a a l barrio El Popu l ar a consegu ir un bus y unosco lect ivos p ara un a mov i l iz ación que ten í a progra m a d a l acomunidad de La Para lela, frente a la Alpujarra, para protestarpor e l des a lo jo de l m e tro . Ah í , m e encon tré con v a r ioscompañeros de base de las milicias; luego de los abrazos y laa legría del reencuentro, me comentaron de su situación, que ladirección los había abandonado, que desde que yo había sa lidode l Popu l ar, l a d irección no h a b í a env i a do gen te p ara queasumiera la responsabilidad del grupo. Me dijeron que la crisisde las Milicias del Pueblo y para el Pueblo era tan grande, que lasMilicias Bolivarianas de las Farc ya habían empezado a aparecery a llenar el vacío que ellos habían dejado. Lógicamente tambiénestaban muy ma l. No les enviaban armas ni munición y estabanendeudados. Además una banda de policías y paramilitares leshabía declarado la guerra; se les metieron a l barrio, hicieron unamasacres y ellos no tuvieron ni gente ni munición para frentearel corte. Les hablé de la negociación, les comenté de los planespara la reinserción y a ellos les gustó la idea. La propuesta ya eraun a lud imparable.

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EPÍLOGO

2004

Lucho salió de la cárcel en 1997 y fue desaparecido meses despuéscuando salía de la casa de su madre en el barrio Belén de Medellín.Carlos Castaño admitió que hombres a su mando lo secuestraron ylo llevaron hasta uno de sus campamentos en Córdoba. Allí, segúnCastaño, fue fusilado, acusado de haber participado en el secuestrode un niño. Durante muchos meses en el barrio Moravia no creyeronla historia y se hablaba de que Lucho estaba escondido. Muchos delos milicianos bajo su mando fueron asesinados, incluido Fercho.

Pa b lo García fue asesinado poco después de la negociación. LasMilicias del Pueblo y para el Pueblo crearon, en virtud de los acuerdoscon e l gob ierno , una coop era t iva d e v ig i la ncia arma da l la ma daCoosercom que en pocos meses se salió de madre y tuvo que serliquidada por los abusos que se cometieron contra la población. Altiempo, diversos grupos milicias se enfrascaron en una guerra internaque los aniquiló. De los negociadores de este proceso, no quedaninguno vivo.

A lb er to m urió e n u n accid e nt e d e trá nsito. To d os sus a nt ig uoscamaradas, socios y enemigos lo buscaban para matarlo por criminal,ladrón y mentiroso.

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No contentos con ver una generación entera de jóvenes enterrada,las guerrillas incrementaron su a lucina da carrera de armar a losmuchachos de los barrios. Al final de la década de los 90, el Eln y lasFarc habían copado los espacios dejados por muchas de las miliciasdesmovilizadas. A principios del nuevo siglo, los paramilitares, conla anuencia de las autoridades, entraron a disputarles el territorio enuna guerra fraticida que dejó tantos o más muertos que los relatadosen este libro. Nuevamente Medellín se convirtió en la vedette de losmedios nacionales y extranjeros que con sólo subir a algunos barriosp o p u l a re s e nco n tra b a n v e r d a d e ros e j é rc i t os g u e rr i l l e ros yparamilitares, armados con fusiles y rockets, d ispuestos a matar ymorir por el control de los barrios.

Las bandas de oficina siguen operando, como siempre, al serviciod e l narcotrá f ico q ue está v iv ito y co lea n d o. Y como hace a ños,e x p ort a n sica r i os p a ra o tros si t i os d e l p a ís . A l i a d os co n l osparamilitares, esperan el indulto que el gobierno les ha prometidopara todos sus crímenes.

Mientras tanto, la imagología sigue triunfando. Medellín se vendeante el país y el mundo como la meca de las oportunidades. Quienesv iven en la p eriferia sa b en que Me d e l l ín está gob erna da por e llumpen: llámese banda, milicia, paramilitar. O, por qué no, policía,ejército o llámese gente bien. Por algo Medellín ha sido llamada porFernando Vallejo, la capital mundial del odio.

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2006

Otra acepción de esta historia sin fin, son los ciclos de violencia quese han desarrollado en Medellín en los últimos 20 años, donde hancamb iado los actores, se han imbricado, han negociado, pero lapoblación de estos barrios, las comunas que designan, no tanto ladivisión político administrativa sino el ser de los sectores popularesd e la ciuda d , siguen sufrien do y conv iv ien do con la escasez d eoportunidades para el empleo digno, para el acceso a la educacióny a la salud, a una vivienda de calidad, a tener seguridad brindada porla fuerza púb lica y no por los particulares o los grupos armados;escasez d e a l im e n tos p ero ta m b ie n d e esp acio p ú b l ico p ara e ld isfrute; escasez de espacios de decisión políticas más a lla de lasconsultas y multiplicidad de convocatorias a la participación.

Son 20 años donde hemos visto crecer la esp iral de violencia cond os ex presi o n es m uy c l aras: e l n arco trá f ico , co n sus cart e l es ,“cartelitos” y “oficinas” y los grupos armados: bandas, milicias, miliciasguerrilleras, paramilitares, etc.

En estos 20 años hemos visto tres y medio procesos de negociación:el primero (que no fue tratado públicamente y oficialmente comouna negociación), con el narcotráfico a principios de la década delnoventa , que ba jo la moda lidad de somet im iento a la just icia leofreció a los jefes del Cartel de Medellín, la oportunidad de hacer eltránsito a la legalidad (personal y de bienes) a cambio de colaborary pagar unos años de cárcel.* El segundo, fue el proceso de diálogocon las milicias populares en el año 1994, en la que sería la primeranegociación con un grupo con asiento urbano y quizás una de lasúltimas negociaciones a nivel nacional. El tercero, es el proceso depactos entre bandas que se desarrolla entre los años 1995 y 1999

* Los Ochoa pagaron cerca de ocho años. Pablo Escobar se entregó, luego se fugó y fue asesinado.Los Rodríguez Orejuela fueron capturados y pagaron alrededor de ocho años. En ambos casos,después de pagar la pena en Colombia , fueron extraditados a los EE.UU. acusados de seguirdelinquiendo desde la cárcel.

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con e l ob jet ivo de d ism inu ir los ind ica dores de v io lencia en losterritorios donde actuaban y buscar un camino de integración a lasociedad, proceso que contó con el apoyo de la municipa lidad através de la Asesoría de Paz y Convivencia de ese entonces. El cuarto,es la desmovilización de los grupos paramilitares que se inicia enMedellín en noviembre de 2003 con la entrega de armas por partedel Bloque Cacique Nutibara de las Auc, y que finalizó a nivel nacionalen el primer semestre del 2006.

Son veinte años donde ha cambiado el signo de los actores, dondese han innovado las formas de incluir a más capas de la población,don d e se ha a m p l ia do e l esp acio d e actuación incluyen do máscomunas de la ciudad, donde los sectores populares que viven enestas zonas representan el 60% de la ciudad, siguen esperando aúnque mejoren las condiciones sociales y donde la primavera que sev ive con la re d ucción d e hom icid ios, q u isiera q ue no vue lva e linvierno con bandas y paramilitares removilizados, con el narcotráficoa limentando la violencia, con guerrillas actuando en las comunasrepitiendo la espiral de violencia, de esta historia sin...

Por ser el relato de un momento importante de Medellín, por nohaberse term inado esta h istoria , e l IPC ha decid ido pub licar estelibro organizado por los amigos y las amigas de Paolo.

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Este libro se imprimió enL. Vieco e Hijas Ltda.,

en el mes de mayo de 2006

La carátula se imprimió en propalcote 250 gramos,las páginas interiores en propalibros beige 70 gramos.

La fuente tipográfica empleada es: Myriad Roman