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- Historia de España - Cuba 1898 ARG. Curso: 2018-2019 1 Introducción El acorazado Maine en la bahía de la Habana (en La Ilustración Española y Americana). A finales del siglo XIX España solo conservaba de su antiguo imperio colonial Cuba, Puerto Rico y las Filipinas. Pero a finales del mismo siglo lo perdió todo tras una guerra rápida contra Estados Unidos. La pérdida las últimas colonias significó un durísimo golpe para la opinión pública española que dio lugar a la conocida como crisis del 98, al Regeneracionismo y a la Generación del 98. 1. GUERRA COLONIAL Precedentes A finales del siglo XIX Cuba era la principal posesión española, de lo que quedaba de su antiguo imperio, porque concentraba numerosos intereses, negocios y, además, era un importante foco de atracción de emigrantes procedentes de la metrópoli. La vida económica de la isla se basaba en una agricultura de plantación, esencialmente de la caña de azúcar, el café y el tabaco para la exportación al mercado estadounidense del cual, además, obtenía su capital y máquinas de vapor (para posibilitar la industrialización de las plantaciones). Esta actividad constituía una importante fuente de ingresos para el Estado y algunas empresas españolas. Sin embargo, la política arancelaria que imponían los gobiernos españoles convertía a las islas en unos mercados cautivos, esto es, obligados a comprar a elevados precios los productos españoles, fundamentalmente el trigo castellano y los tejidos catalanes. Además, la legislación española dificultaba la exportación hacia Europa o Estados Unidos.

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    ARG. Curso: 2018-2019 1

    IES Enrique Nieto. ARG

    Introducción

    El acorazado Maine en la bahía de la Habana

    (en La Ilustración Española y Americana).

    A finales del siglo XIX España solo conservaba de su antiguo imperio colonial Cuba, Puerto Rico y las Filipinas. Pero a finales del mismo siglo lo perdió todo tras una guerra rápida contra Estados Unidos.

    La pérdida las últimas colonias significó un durísimo golpe para la opinión pública española que dio lugar a la conocida como crisis del 98, al Regeneracionismo y a la Generación del 98.

    1. GUERRA COLONIAL

    Precedentes A finales del siglo XIX Cuba era la principal posesión española, de lo que quedaba de

    su antiguo imperio, porque concentraba numerosos intereses, negocios y, además, era un importante foco de atracción de emigrantes procedentes de la metrópoli.

    La vida económica de la isla se basaba en una agricultura de plantación,

    esencialmente de la caña de azúcar, el café y el tabaco para la exportación al mercado estadounidense del cual, además, obtenía su capital y máquinas de vapor (para posibilitar la industrialización de las plantaciones). Esta actividad constituía una importante fuente de ingresos para el Estado y algunas empresas españolas.

    Sin embargo, la política arancelaria que imponían los gobiernos españoles convertía

    a las islas en unos mercados cautivos, esto es, obligados a comprar a elevados precios los productos españoles, fundamentalmente el trigo castellano y los tejidos catalanes. Además, la legislación española dificultaba la exportación hacia Europa o Estados Unidos.

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    El caso de Filipinas fue distinto, porque la población española era escasa y los

    intereses económicos españoles se basaban en la producción de tabaco, y en el hecho de que el archipiélago daba acceso a intercambios con el continente asiático. Las Filipinas estaban controladas por un contingente del ejército y contaban con una gran presencia de órdenes religiosas.

    A nivel político, estos territorios recibían un trato colonial y no tenían ningún

    derecho a enviar a representantes a las Cortes españolas, ni a tener instituciones de gobierno o a intervenir en la elaboración de las leyes que les afectaban.

    El problema cubano El inicio de este problema arranca el 10 de octubre de 1868

    (coincidiendo con la revolución Gloriosa en España), cuando el terrateniente criollo Carlos Manuel de Céspedes se pronunció a favor de una República cubana independiente. Para ello necesitó el apoyo de los esclavos y de los plantadores pobres de la provincia de Oriente (democratizando, de este modo, el movimiento independentista).

    Una vez estallada la guerra tras el “el Grito de Yara” (manifiesto), el gobierno de

    España envió al general Dulce cuya política de conciliación fracasó. Esta guerra suponía un despilfarro y en 1870 había 100.000 soldados en Cuba.

    El peor enemigo de esta contienda, según el Gral. Martínez Campos, eran

    las enfermedades, pues consideraba “insignificantes” las bajas en campaña comparadas con las fiebres y otras enfermedades tropicales.

    Finalmente, con la

    llegada de la Restauración y el final de la III Guerra Carlista, el

    Gobierno de Cánovas del Castillo, fácilmente, acabó con la insurrección cubana conocida como la Guerra de los Diez Años (1868-1878), que concluyó con la firma de la Paz de Zanjón (1878).

    En dicha paz se incluían: una amplia amnistía, la abolición de la esclavitud y la

    promesa de autonomía y la presencia de diputados cubanos en el Parlamento español. Pero el retraso, o incumplimiento en otros casos, de estas reformas provocó el inicio de un nuevo conflicto en 1879 (Guerra Chiquita) y la posterior insurrección de 1895.

    El malestar de la población cubana se incrementó a partir de 1891, cuando España

    introdujo en Cuba un impuesto a la importación de productos no procedentes de España, el llamado arancel Cánovas. Esta medida incomodó a Estados Unidos, que adquiría la mayor parte del azúcar y el tabaco isleño, pero debía pagar fuertes aranceles por los productos que vendía en Cuba.

    La mayoría de los políticos españoles eran contrarios a conceder la autonomía a

    Cuba. Aunque los gobiernos liberales eran partidarios de introducir mejoras en las islas, solo concretaron la abolición de la esclavitud en 1888. En 1893 el Plan de reformas Coloniales, elaborado por el ministro Antonio Maura, fue rechazado por la oposición de su propio partido (el conservador) en las Cortes.

    Carlos M. de Céspedes

    Martínez Campos

    Muertos en Cuba y Filipinas entre 1895-1898

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    William McKinley

    El estallido de la guerra en 1895 El incumplimiento, como hemos visto, de los compromisos de la Paz de

    Zanjón, junto con el arancel Cánovas y el apoyo de Estados Unidos hicieron que, en febrero de 1895 se reiniciara el conflicto cubano en la zona oriental de la isla, bajo el denominado “grito de Baire”.

    La revolución fue protagonizada por un grupo de independentistas:

    Máximo Gómez y Antonio Maceo, los líderes militares, y José Martí, fundador del Partido Revolucionario Cubano, cerebro de la insurrección y autor del Manifiesto de Monte-Christi, verdadero programa independentista.

    Ni Cánovas ni Sagasta estaban dispuestos a perder un territorio que tan buenas

    expectativas económicas ofrecía y cuya pérdida hubiera significado una deshonra. Al gobierno no le quedó otra salida que el envío del general Valeriano Weyler, militar enérgico y buen conocedor de la isla.

    Weyler dividió el territorio mediante largas líneas fortificadas de mar a mar (trochas),

    como forma de evitar el apoyo civil a los sublevados y obligó a los campesinos a concentrarse en determinadas aldeas, castigando a los rebeldes prisioneros.

    La población sufrió las duras consecuencias del conflicto como el hambre y las

    epidemias. Por su parte, Weyler, sufrió una campaña de desprestigio por parte de la prensa norteamericana. Se entraba así en una guerra larga y dura como consecuencia del envío de armas, municiones y equipamientos desde Estados Unidos.

    General Valeriano Weyler El General Valeriano Weyler (1896-1897) fue designado para hacer frente a los guerrilleros cubanos que

    aplicaban táctica guerra de guerrillas, basadas en emboscadas y ataques por sorpresas, contra el ejército español

    (superior en número). Menos escrupuloso que su predecesor, optó por la “guerra total”, esto es, concentró a

    los campesinos en aldeas cerradas y vigiladas por el ejército con el fin de aislarlos y evitar que apoyasen a los

    independentistas. Además, dividió la isla en tres sectores separados por líneas fortificadas, “trochas”, y vigiladas para impedir

    que las tropas cubanas se extendieran desde oriente, donde eran más fuertes, hasta La Habana en el occidente.

    La prensa norteamericana denunció sus prácticas como bárbaras a las que calificó como “campos de concentración”, contribuyendo a soliviantar los ánimos de la opinión pública norteamericana.

    Finalmente fue sustituido en el año 97, tras la muerte de Cánovas, por el Gral. Blanco, quien se ocuparía de

    llevar la oferta de autonomía del gobierno de Sagasta. Weyler fue un técnico militar y no el bruto que presentó la prensa norteamericana.

    Valeriano Weyler.

    España envió casi 200.000 soldados a la isla. Muchos soldados enfermaron o murieron a causa de las enfermedades tropicales y la falta de medios sanitarios. A pesar del elevado contingente, las tropas españolas no lograron derrotar militarmente a los insurgentes cubanos, mucho más adaptados a la lucha en zonas tropicales y a la guerra de guerrillas.

    En el año 1897 fue elegido presidente de Estados Unidos William

    McKinley y, desde este momento, se precipitó la intervención norteamericana. En el verano de ese mismo año, el gobierno norteamericano protestaba ante el español por la dureza del general Weyler, al tiempo que exigía una rápida pacificación de la isla. Meses después, McKinley amenazaba con la intervención militar si España no accedía a la venta de la isla por 300 millones de dólares, oferta que fue rechazada.

    José Martí

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    José Rizal

    Por otro lado, en Puerto Rico, se había desarrollado un movimiento autonomista

    criollo desde los años ochenta a partir del descontento generado por la miseria, el analfabetismo y la estructura agraria. Todo ello acrecentado, además, por la insurrección cubana. No obstante, las manifestaciones de fidelidad a España fueron constantes.

    En España, el asesinato de Cánovas del Castillo, en el verano de 1897, dio lugar a

    un imprevisto cambio de gobierno en el que Sagasta (el nuevo presidente), inició una estrategia de conciliación: destituyó al general Weyler, decretó la autonomía de Cuba, el sufragio universal masculino, la igualdad de derechos entre los insulares y peninsulares y la autonomía arancelaria. Sin embargo, estas medias llegaron demasiado tarde para convencer a los partidarios de la independencia.

    En Filipinas, el malestar provenía del descontento de la población con

    los métodos de la administración española y el excesivo poder de las órdenes religiosas. El independentismo fraguó en la formación de la Liga Filipina, fundada por José Rizal (1892), que exigía la expulsión de los españoles y la confiscación de sus latifundios. La insurrección se inició en 1896 y se extendió por la provincia de Manila. El capitán general, Camilo García Polavieja, llevó a cabo una política represiva, condenando a muerte a Rizal a finales del 1896. El nuevo gobierno liberal de 1897 nombró capitán general a Fernando Primo de Rivera, quien promovió una negociación

    indirecta con los principales jefes de la insurrección, la cual dio como resultado una pacificación temporal del archipiélago.

    La guerra contra Estados Unidos y la pérdida de las últimas colonias

    Eje cronológico del 98 - Febrero: hundimiento del Maine. - Abril: ultimátum estadounidense e inicio de la guerra en Filipinas. - Mayo: destrucción de la flota española en la bahía de Manila, Filipinas - Junio: Desembarco norteamericano en Guantánamo. - Julio: batalla naval de Santiago de Cuba y ocupación de Puerto Rico. - Diciembre: Paz de París.

    La política española había intentado evitar un enfrentamiento con Estados Unidos. Por su parte, la opinión pública y la mayoría de los políticos estadounidenses, instigados por la prensa y los intereses económicos de las compañías azucareras, eran favorables a la intervención militar en Cuba y sustituir a los españoles en el dominio de la isla.

    Prensa norteamericana

    Periódico New York World.

    Pulitzer, propietario del periódico New York World, es conocido por su competencia con William Randolph Hearst y por los premios periodísticos que llevan su nombre, los Premios Pulitzer.

    Por su parte, en 1895, William Randolph Hearst adquirió el periódico rival New York Journal, al que condujo a una guerra de difusión con Pulitzer.

    La guerra hispano-estadounidense es recordada como el producto de muchas fuentes fraudulentas y

    carentes de hechos concretos, la ambición y egoísmo de dos hombres que crearon una guerra con el solo

    objetivo de vender periódicos.

    "You provide me with the photographs, and I'll provide you with the war", William Randolph Hearst.

    Así pues, la insurrección cubana presentó la ocasión para mostrar el apoyo abierto de Estados Unidos a los independentistas cubanos, más aún tras la llegada de McKinley a la Presidencia, partidario de la intervención y que enviaba armas a los rebeldes.

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    Desarrollo de la guerra en Filipinas

    Estados Unidos utilizó como pretexto para declarar la guerra la explosión y

    hundimiento, el 15 de febrero de 1898, de su buque de guerra Maine, que se encontraba anclado en la bahía de La Habana durante una visita, con la excusa de proteger los intereses norteamericanos en Cuba.

    El hundimiento del Maine

    Hundimiento del acorazado Maine.

    Mckinley envió el acorazado estadounidense Maine a Cuba para proteger los intereses de

    Estados Unidos en la isla. El 15 de febrero de 1898, el buque se hundió y Estados Unidos no dudó en culpar del hecho a España.

    Por su parte, el gobierno español negó su responsabilidad y propuso una comisión

    internacional para investigar el asunto. Tras las reiteradas negativas de España a acceder a la compra de la isla, Estados Unidos lanzó un

    ultimátum exigiendo su renuncia a la soberanía sobre Cuba. España lo rechazó y el Congreso

    americano declaró la guerra. En la actualidad se sabe que la explosión del Maine se produjo desde adentro hacia afuera y lo

    más probable es que se tratase de un fatal accidente.

    Fallecieron 256 militares y ante la reiterada negativa de España a renunciar a la venta de Cuba y, por último, de acatar el ultimátum estadounidense del 18 de abril de 1898, al poco se inició la guerra entre ambos países.

    Ultimátum a España “Considerando que las horribles condiciones que han existido en la isla de Cuba, tan próxima a nuestras costas, por más de tres años, condiciones que han ofendido el sentido moral del pueblo de los EE UU […], y que han culminado en la destrucción de un acorazado de los

    EE UU durante una visita amistosa al puerto de la Habana […], no pueden soportarse por más tiempo como lo afirma el presidente de los

    Estados Unidos en su mensaje de 11 de Abril de 1898, sobre el cual el Congreso ha sido invitado a pronunciarse. En consecuencia, el Senado y la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, reunidos en Congreso han resuelto:

    Primero: que el pueblo de la isla de Cuba es, y tiene derecho a ser, libre e independiente.

    Segundo: que los Estados Unidos tienen el deber de pedir, y por tanto el Gobierno de los Estados Unidos pide, que el Gobierno español renuncie inmediatamente a su autoridad y gobierno sobre la isla de Cuba y retire de Cuba y de las aguas cubanas sus fuerzas terrestres y

    navales [...].

    Si a la hora del mediodía del sábado próximo, 23 de abril, no ha sido comunicada a este Gobierno por el de España una completa y satisfactoria respuesta a la Resolución, en tales términos que la paz de Cuba quede asegurada, el presidente procederá sin ulterior aviso a

    usar poder y autorización ordenados y conferidos a él, tan extensamente como sea necesario.”

    Ultimátum a España, Congreso de los EE.UU, 18 de abril de 1898.

    El 20 de abril llegó, formalmente, el ultimátum de los Estados Unidos a España. Sagasta pronunció un discurso en el Congreso de los Diputados, donde decía: “ni el gobierno ni la nación española podrían transigir con las pretensiones de otra nación de intervenir en nuestros asuntos y en nuestros propios territorios. Pero como si esto no fuera bastante, han pretendido ofendernos con una calumnia infame… La guerra se ha hecho inevitable. No podíamos sufrir ya tanta afrenta. La nación española puede ser vencida, pero jamás impunemente afrentada.”

    En España se subestimó el potencial militar de Estados Unidos y se vivieron días de verdadero entusiasmo patriótico. Se creía en la posibilidad de ganar a Estados Unidos a pesar de su potencial industrial.

    La guerra comenzó el 25 de abril (tras el ultimátum norteamericano) y se desarrolló

    en dos escenarios muy alejados entre sí: Filipinas, en el Pacífico y Cuba, en el Atlántico. Esto presentaba una dificultada añadida dada la distancia que separaban a ambas colonias. La guerra se desarrolló, fundamentalmente, en el mar y España fue vencida fácil y rápidamente en dos breves combates navales.

    Los primeros combates tuvieron lugar en aguas del

    Pacífico, donde la escuadra española, cuyo navíos tenían el casco de madera, estaba mandada por el almirante Montojo. Este había ordenado buscar refugiado en las costas de Manila y allí tuvo lugar la batalla de Cavite, que apenas duró tres horas y fue aniquilada el 1 de mayo, por la escuadra del comodoro estadounidense Dewey.

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    Desarrollo de la guerra Filipinas

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    Como consecuencia de la rendición de Cavite, Filipinas se sublevó al mando de

    Emilio Aguinaldo. El gobierno español intentó enviar refuerzos lo más rápidamente posible a través del canal de Suez, pero los ingleses no los dejaron pasar por dicho canal.

    El domino español sobre el archipiélago se redujo a la ciudad

    Manila que, finalmente, cayó en manos norteamericanas, el 14 de agosto, cuando ya se había firmado el armisticio. Un destacamento español prolongaría la resistencia hasta el 2 de junio de 1899 en la iglesia de Báler (en la isla de Luzón), Los últimos de Filipinas.

    Paralelamente a estos acontecimientos, los norteamericanos desembarcaron en

    Guantánamo (Cuba), el 6 de junio, lo provocó un duro enfrentamiento terrestre con las tropas españolas que fueron derrotadas tras duros combates en El Caney y las Lomas de San Juan, claves para la defensa de Santiago (al occidente de la isla), por lo que la suerte de la escuadra española estaba echada.

    La batalla de Cuba por tierra

    Las Lomas de San Juan, El Caney (Cuba).

    En la batalla de El Caney, 520 españoles estuvieron cerca de vencer a unos 6.000

    estadounidenses. A pesar de la derrota, El Caney ha pasado a la Historia como uno de los mayores ejemplos de valor y abnegación militar.

    Hicieron falta 11.000 militares en las Lomas de San Juan para acabar con un número irrisorio

    de soldados españoles (menos de un millar). Hombres que defendieron hasta la extenuación su posición contra el invasor yanqui

    Al final, en las jornadas posteriores de las Lomas de San Juan y El Caney, quedaron bajo

    dominio yanqui. Los combates costaron 215 muertos y 374 heridos a los españoles, y 205 muertos y 1.180 heridos a los estadounidenses.

    Finalmente T. Roosevelt (futuro vigésimo sexto presidente de EE.UU.) reconoció el valor de

    los nuestros: “Aquel día, los españoles demostraron ser unos valientes enemigos, dignos de honor por su

    bizarría (valor)”.

    Theodore Roosevelt, The Rough Riders.

    Por otro lado, la escuadra española del Atlántico, salida de Canarias al mando del almirante Cervera con rumbo a Puerto Rico, hubo de entrar en Santiago de Cuba para proveerse de carbón. Allí quedó fondeada como consecuencia del bloqueo impuesto por la fuerza naval norteamericana.

    El Almirante Cervera tenía dos opciones que comunicó a Madrid: salir fuera del puerto

    para que fuera destruida o rendirse y ahorrar vidas. El Gobierno español ordenó la salida y el enfrentamiento.

    El 3 de julio la flota española fue, literalmente, aniquilada en el combate naval de Santiago en menos de cuatro horas.

    A partir de este momento, los acontecimientos se precipitaron: doce días después capitulaba Santiago y ocupaban toda la isla. Durante la última semana de julio las fuerzas americanas desembarcaban en Puerto Rico y ocupaban la isla.

    El 10 de diciembre de 1898 se firmaba el Tratado de París, en realidad un dictado de exigencias norteamericanas que España tuvo que acatar sin posibilidad de réplica, y de cuya ratificación fueron excluidos cubanos, puertorriqueños y filipinos.

    Desarrollo de la guerra en Cuba

    Los últimos de Filipinas

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    Este Tratado constaba de 17 artículos, de los cuales los tres primeros consagraban el cese de la soberanía española en Cuba, el abandono de Puerto Ricos (y demás islas de las Indias Occidentales), así como de la isla de Guam y de las Filipinas.

    Las últimas colonias en el Pacífico se vendieron a Alemania, en 1899, debido a la

    imposibilidad de mantener y hacer efectiva su ocupación. Con ello se perdían los últimos restos del antiguo imperio colonial español en América y Asia.

    Tratado de París

    Caricatura de la paz de París. EE.UU.

    impone sus condiciones.

    “S. M. la Reina Regente de España, en nombre de su augusto hijo D. Alfonso XIII y los

    Estados Unidos de América, deseando poner término al estado de guerra hoy existente entre ambas naciones [….] previa discusión de las materias pendientes han convenido en los

    siguientes artículos:

    1º) España renuncia a todo derecho de soberanía y propiedad sobre Cuba. En atención a que dicha isla, cuando sea evacuada por España, va a ser ocupada por los Estados Unidos…

    (IMPOSICIÓN Y PÉRDIDA DE CUBA).

    2º) España cede a los Estados Unidos la isla de Puerto Rico y las demás que ahora están bajo su soberanía en las Islas Occidentales y la isla de Guam en el archipiélago de las Marianas o

    Ladrones.

    3º) España cede a los Estados Unidos el archipiélago conocido por las Islas Filipinas […] los Estados Unidos pagarán a España la suma de veinte millones de dólares dentro de los tres

    meses después del canje de ratificaciones del presente Tratado […]”

    Tratado de paz entre España y Estados Unidos de América, 10 de diciembre de 1898.

    2. Las consecuencias de la Crisis del 98 La derrota en la guerra con Estados Unidos resultó humillante para toda la sociedad

    española y comportó una conmoción moral colectiva. El impacto es conocido como el “Desastre del 98” y despertó las conciencias de sus contemporáneos mostrando el panorama de un imperio definitivamente derrotado y de un país en crisis.

    La polémica del Desastre “¿Qué quería S.S. que hubiese hecho? ¿Qué ante ese ultimátum requiriéndonos para que abandonáramos

    Cuba hubiésemos cedido en el acto y les hubiéramos entregado Cuba sólo porque los norteamericanos la

    querían? ¡Ah! Su Señoría que se lamenta de cómo ha venido el ejército español, Su Señoría que se lamenta de la situación en que se halla España, ¿cómo se lamentaría... si hubiéramos cedido sin más ni más a la

    pretensión de los Estados Unidos de despedirnos, como se puede despedir a un lacayo, de un país en que

    llevábamos 400 años de dominación y en que teníamos 200.000 soldados y entre voluntarios y guerrilleros otros 100.000, es decir, un ejército de 300.000 hombres? ¡Ah! ¿Era eso posible? Claro está que

    nosotros no podíamos hacer más de lo que hemos hecho, defendiéndonos de la agresión como hemos

    podido y hasta donde hemos podido; hemos sido vencidos, pero después el vencido no ha quedado deshonrado [...].”

    Sagasta [Presidente del Consejo de Ministros] a Salmerón.

    Diario de Sesiones del Congreso, 23 de febrero de 1899.

    Práxedes Mateo Sagasta. Presidente del Consejo de

    Ministros.

    El Desastre produjo un hondo pesimismo, que se plasmó en un grupo heterogéneo de literatos y pensadores, conocidos como la Generación del 98: Pío Baroja (El árbol de la ciencia), Miguel de Unamuno (Niebla; San Manuel bueno, mártir, etc.), Ramón del Valle-Inclán (Luces de bohemia), Antonio Machado (Campos de Castilla), Azorín, Menéndez Pidal, Maeztu, Ortega y Gasset, Ángel Ganivet, Blasco Ibáñez…

    Todos ellos intentaron analizar el problema de España en un sentido crítico y

    argumentaron que, tras la pérdida de los últimos restos del Imperio español, había llegado el momento de una regeneración moral, social y cultural del país.

    Generación del 98

    Pío Baroja Miguel de Unamuno Valle-Inclán Machado Azorín Menéndez Pidal Maeztu

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    Escuela y despensa El pueblo gime en la misma servidumbre que antes, la libertad no ha penetrado en su hogar, su mísera suerte no ha cambiado en lo más mínimo, como no sea para empeorar, (…) el régimen liberal ha hecho

    bancarrota. ¿Y sabéis por qué? Porque esa libertad no se cuidaron más que de escribirla en La Gaceta,

    creyendo que a eso se reducía todo; porque no se cuidaron de afianzarla dándole cuerpo y raíz en el cerebro y en el estómago; en el cerebro, mejorando y universalizando la instrucción, en el estómago,

    promoviendo una transformación honda de la agricultura, que la haga producir el doble que al presente y

    disminuya el precio de las subsistencias, y , mediante la difusión de la propiedad territorial, elevando a los braceros a la condición de terratenientes.

    Se contentaron con la sombra, olvidando la verdadera sustancia de la libertad y su verdadera garantía, que

    se hallan en la escuela y en la despensa (…) Joaquín Costa, La tierra y la cuestión social, 1902.

    Joaquín Costa.

    Entre los regeneracionistas destacó Joaquín Costa (1846-1911), que denunció el fraude electoral y el atraso

    económico y social de España. La regeneración debía apoyarse en el fin del caciquismo, en la mejora del

    campo español y en la elevación del nivel educativo y cultural del país. Escuela y despensa sería su lema.

    Aunque la guerra comportó notables pérdidas materiales en la colonia (Cuba quedó devastada, arruinada, hambrienta y quedó subordinada a EEUU), no fue así en la metrópoli, donde tuvo incluso algún efecto beneficioso a medio plazo, como la vuelta a España de los capitales cubanos, origen, a su vez, de nuevos bancos y que permitió la recuperación económica de España a inicios del siglo XX. Sin embargo, los efectos económicos fueron graves a largo plazo porque supusieron la pérdida de los ingresos procedentes de las colonias, así como de unos mercados preferentes.

    El desastre del 98 puso en jaque al sistema de la Restauración y a los dos partidos

    políticos del turno. La crisis estimuló también el crecimiento de los movimientos nacionalistas, sobre todo en el País Vasco y Cataluña, donde se denunció la incapacidad de los partidos dinásticos.

    La necesidad de renovación y regeneración del sistema político, y de la sociedad

    española, fue ampliamente defendida por el Regeneracionismo, corriente que denunció los defectos del sistema de la Restauración (caciquismo y corrupción) y que proponían, como medidas para salir de la crisis, el saneamiento de la Hacienda y la mejora de la educación.

    El político conservador Francisco Silvela, y autor del famoso artículo España sin

    pulso, formó un gobierno con una clara voluntad regeneracionista. En él integró a personas de prestigio, como el general Polavieja y a Fernández Villaverde (éste último con la misión de reformar la Hacienda). Sin embargo, el empuje regeneracionista se prolongó poco tiempo. Silvela presentó, antes de finalizar el año 1900, su dimisión y el turno dinástico continuó a pesar de la crisis.

    Sin pulso Los doctores de la política y los facultativos de cabecera estudiarían, sin duda, el mal; discurrirán sobre sus

    orígenes, su clasificación y sus remedios; pero el más ajeno a la ciencia que preste atención a asuntos públicos observa este singular estado de España; dondequiera que se ponga el tacto, no se encuentra el

    pulso (…).

    Hay que dejar la mentira y despojarse (desnudarse) con la verdad; hay que abandonar las vanidades y

    sujetarse a la realidad, reconstituyendo todos los organismos de la vida nacional sobre los cimientos,

    modestos, pero firmes, que nuestros medios nos consienten, no sobre los formas huecas de un

    convencionalismo que, como a nadie engaña, a todos desalienta y burla (…). Francisco Silvela, España sin pulso. Diario el Tiempo, 16 de agosto de 1898.

    Francisco Silvela.

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    PREGUNTAS PEvAU TERCERA CUESTIÓN 17-18 Junio

    a) ¿Qué tratado de paz puso fin a la guerra colonial de 1898? b) Explique brevemente su contenido y consecuencias.

    Bibliografía VV.AA. Historia. Bachillerato. Anaya. 2005 VV.AA. Historia de España. Algaida. 2009. VV.AA. Historia de España. Vicens Vives. 2016.

    Solucionario a las pruebas de acceso a la Universidad 2013. Facultad de Ciencias Sociales de Melilla. Leguineche, M. Yo pondré la guerra. El País Aguilar. 1998.

    Webgrafía www.wikipedi.org

    https://es.wikiquote.org/wiki/William_Randolph_Hearst

    www.etb.eus

    www.rtve.es

    www.boe.es

    www.abc.es