Historia de Cuba

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Historia Engalanada con extraordinarias gestas de proezas revolucionarias, y a menudo asediada por la intromisión de ejércitos de invasores extranjeros, Cuba ha adquirido una importancia histórica mucho mayor de lo que correspondería a sus dimensiones. La tónica histórica habitual ha sido la intromisión externa y los conflictos internos, y los resultados de ambos a menudo han sido sangrientos. Desde la llegada de Colón en 1492, el archipiélago ha padecido el genocidio, la esclavitud, dos encarnizadas guerras de independencia, un período de casi independencia corrupto y violento y, finalmente, una revolución populista que, a pesar de lo prometido, pulsó un metafórico botón de pausa. Las repercusiones han llevado a la emigración de casi una quinta parte de la población cubana, sobre todo a EE UU. En aras de la simplicidad, los períodos históricos de Cuba pueden dividirse en tres amplias categorías: precolonial, colonial y poscolonial. Antes de 1492, Cuba estaba habitada por un trío de civilizaciones migratorias originarias de la cuenca del Orinoco, en Sudamérica, que saltaron de isla en isla hacia el norte. Hasta el momento, sus culturas se han estudiado parcialmente ya que dejaron muy pocas pruebas documentales. El período colonial de Cuba estuvo dominado por los españoles y la incómoda cuestión de la esclavitud, que abarcó desde la década de 1520 hasta su abolición en 1886. La esclavitud dejó heridas profundas en la psique colectiva cubana, pero su existencia y abolición final fue vital para el desarrollo de la cultura, la música, el baile y la religión. Si uno comprende esto, estará cerca de comprender las complejidades de la Cuba actual. La Cuba poscolonial ha tenido dos etapas bien diferenciadas, la segunda de las cuales a su vez puede subdividirse en dos. El período desde la derrota de España en 1898 hasta el golpe de Castro de 1959 se suele considerar como una época de casi independencia con una marcada influencia estadounidense. También fue un período caracterizado por la violencia, la corrupción y frecuentes insurrecciones por parte de grupos opositores. La era Castro posterior a 1959 se divide oportunamente en dos etapas: el período de dominio soviético de 1961 a 1991, y la trayectoria histórica desde el Período Especial hasta la actualidad, en la que Cuba, a pesar de las abrumadoras dificultades económicas, se convirtió en una potencia realmente independiente por primera vez. Contenidos CUBA PRECOLONIAL CUBA COLONIAL CUBA POSCOLONIAL CUBA PRECOLONIAL Muchos textos históricos dedican solo un par de páginas a la historia precolombina de Cuba (unos 3500 años) y el resto del libro a los quinientos años posteriores. La descompensación

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Transcript of Historia de Cuba

Historia

Engalanada con extraordinarias gestas de proezas revolucionarias, y a menudo asediada por

la intromisión de ejércitos de invasores extranjeros, Cuba ha adquirido una importancia

histórica mucho mayor de lo que correspondería a sus dimensiones. La tónica histórica

habitual ha sido la intromisión externa y los conflictos internos, y los resultados de ambos a

menudo han sido sangrientos. Desde la llegada de Colón en 1492, el archipiélago ha

padecido el genocidio, la esclavitud, dos encarnizadas guerras de independencia, un período

de casi independencia corrupto y violento y, finalmente, una revolución populista que, a

pesar de lo prometido, pulsó un metafórico botón de pausa. Las repercusiones han llevado a

la emigración de casi una quinta parte de la población cubana, sobre todo a EE UU.

En aras de la simplicidad, los períodos históricos de Cuba pueden dividirse en tres amplias

categorías: precolonial, colonial y poscolonial. Antes de 1492, Cuba estaba habitada por un

trío de civilizaciones migratorias originarias de la cuenca del Orinoco, en Sudamérica, que

saltaron de isla en isla hacia el norte. Hasta el momento, sus culturas se han estudiado

parcialmente ya que dejaron muy pocas pruebas documentales.

El período colonial de Cuba estuvo dominado por los españoles y la incómoda cuestión de

la esclavitud, que abarcó desde la década de 1520 hasta su abolición en 1886. La esclavitud

dejó heridas profundas en la psique colectiva cubana, pero su existencia y abolición final

fue vital para el desarrollo de la cultura, la música, el baile y la religión. Si uno comprende

esto, estará cerca de comprender las complejidades de la Cuba actual.

La Cuba poscolonial ha tenido dos etapas bien diferenciadas, la segunda de las cuales a su

vez puede subdividirse en dos. El período desde la derrota de España en 1898 hasta el golpe

de Castro de 1959 se suele considerar como una época de casi independencia con una

marcada influencia estadounidense. También fue un período caracterizado por la violencia,

la corrupción y frecuentes insurrecciones por parte de grupos opositores.

La era Castro posterior a 1959 se divide oportunamente en dos etapas: el período de

dominio soviético de 1961 a 1991, y la trayectoria histórica desde el Período Especial hasta

la actualidad, en la que Cuba, a pesar de las abrumadoras dificultades económicas, se

convirtió en una potencia realmente independiente por primera vez.

Contenidos

CUBA PRECOLONIAL

CUBA COLONIAL

CUBA POSCOLONIAL

CUBA PRECOLONIAL

Muchos textos históricos dedican solo un par de páginas a la historia precolombina de Cuba

(unos 3500 años) y el resto del libro a los quinientos años posteriores. La descompensación

es comprensible teniendo en cuenta la falta de datos. Ninguna de las culturas originarias de

Cuba poseía una lengua escrita. Lo poco que se sabe se ha obtenido casi en exclusiva de

hallazgos arqueológicos y testimonios de los primeros colonizadores españoles.

Según la datación mediante el método del carbono 14, Cuba lleva cuatro mil años habitada

por humanos. En el período hasta la llegada de Colón en 1492, el archipiélago fue

colonizado sucesivamente por tres grupos antropológicos distintos procedentes de la cuenca

del Orinoco, en la actual Venezuela.

Culturas guanahatabey y siboney

La primera civilización conocida de Cuba fue la de los guanahatabeis, un pueblo primitivo

de la Edad de Piedra que vivía en cuevas y sobrevivía a duras penas con la caza y la

recolección. En algún punto a lo largo de un período de más de dos mil años, los

guanahatabeis se trasladaron hacia el oeste, a lo que hoy en día es la provincia de Pinar del

Río, desplazados por la llegada de otra cultura precerámica conocida como siboney. Los

siboneis eran una comunidad de pescadores y agricultores a pequeña escala algo más

sofisticada, que se instalaron más plácidamente en la costa sur del archipiélago. Hacia el

segundo milenio d.C., fueron desplazados a su vez por los más refinados taínos, a quienes

les gustaba usar a los siboneis como criados.

Se han encontrado testimonios de la cultura guanahatabey y, en menor grado, de la siboney

en cuevas de los alrededores de Viñales y en la península de Guanahacabibes, en Pinar del

Río, y se cree que sus descendientes todavía vivían allí cuando llegó Colón. Durante su

segundo viaje en 1494, el explorador tomó nota de cómo su traductor taíno no podía

comunicarse con los nativos del lejano oeste, e historiadores posteriores han confirmado

que la lengua guanahatabey no guardaba relación con la lengua arawak de los taínos. Otros

testimonios del primer gobernador de Cuba, Diego Velázquez, describen a la población del

oeste de Cuba como ‘salvajes’ que vivían en cuevas y eran arcaicos en comparación con

sus hermanos más evolucionados del este. En cualquier caso, los guanahatabeis se

extinguieron por completo en la década que siguió a la llegada de Colón, y su arcaica

cultura no ha dejado apenas huellas.

Los taínos

La tercera y más importante civilización precolombina de la isla, los taínos, empezaron a

llegar a Cuba en torno al 1100 d.C. en varias oleadas, concluyendo un proceso migratorio

que se había iniciado en Sudamérica varios siglos antes. Relacionados con los arawaks de

las Antillas Menores, los nuevos y pacíficos nativos escapaban de la barbarie de los

caníbales caribes, que habían colonizado las Antillas Menores desplazando a los taínos al

noroeste, a Puerto Rico, La Española y Cuba.

La cultura taína era más compleja y sofisticada que la de sus antecesores; fueron hábiles

agricultores, tejedores, ceramistas y constructores de barcos. El 60% de los cultivos que

todavía crecen hoy en Cuba los iniciaron los agricultores taínos y también fueron la primera

cultura precolombina del mundo que cultivó la delicada planta del tabaco de forma que

pudiera procesarse fácilmente para fumar.

Colón describió a los taínos con términos como “apacibles”, “dulces”, “siempre riéndose” y

“sin conocimiento de la maldad”, lo cual hace aún más incomprensible el futuro genocidio.

Aunque la cultura cubana conserva ecos taínos, los que más tarde se convertirían en líderes

de la independencia rara vez invocaron su antigua civilización de igual manera que otros

países latinoamericanos loaron a mayas y aztecas, sino que prefirieron identificarse con las

raíces africanas o españolas de Cuba. Aun así, las influencias taínas se filtraron en la lengua

de Cuba (p. ej., las palabras hamaca y huracán), en sus hábitos alimenticios (tubérculos), su

música (kiriká y changüí) y sus habitáculos (los campesinos cubanos siguen usando los

bohíos de estilo taíno).

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CUBA COLONIAL

Colón y la colonización

Cuando Colón se acercó a Cuba el 27 de octubre de 1492, la describió como “la tierra más

bonita que hayan visto ojos humanos”, y la nombró Juana en honor de la heredera española.

Pero como se engañaba en su búsqueda del reino del Gran Khan, y halló poco oro en la isla,

Colón no tardó en abandonar el territorio decantándose por La Española (que actualmente

conforman Haití y la República Dominicana).

La colonización de Cuba no empezó hasta casi veinte años después, en 1511, cuando Diego

Velázquez de Cuéllar dirigió una flotilla de cuatro barcos y 400 hombres desde La

Española destinada a conquistar la isla para la Corona de España. Tras atracar cerca de la

actual Baracoa, los conquistadores no tardaron en fundar siete asentamientos pioneros por

toda su nueva colonia.

Pese a que Velázquez intentó proteger a los indios del lugar de los excesos flagrantes de los

espadachines españoles, los invasores no tardaron en encontrarse con una rebelión

declarada entre manos. El líder del fugaz movimiento insurgente fue el beligerante Hatuey,

un influyente cacique taíno y arquetipo de la resistencia cubana, al que acabaron quemando

en la hoguera.

Tras acabar con la resistencia, los españoles se dedicaron a vaciar las escasas reservas de

oro y minerales de la isla usando a los nativos como mano de obra. El brutal sistema duró

veinte años, hasta que Fray Bartolomé de Las Casas, pidió a la corona española un trato

más humano, y en 1542 se abolieron las encomiendas para los nativos. Por desgracia para

los taínos, llegó demasiado tarde: los que no habían fallecido ya no tardaron en sucumbir a

enfermedades europeas como la viruela, y hacia 1550 solo quedaban unos cinco mil

supervivientes desperdigados.

Las guerras de independencia

Con los terratenientes cubanos preocupados porque se repitiera la rebelión de esclavos de

1791 en Haití, las guerras de independencia de Cuba se produjeron más de medio siglo

después de que el resto de América Latina se hubiera separado de España. Pero cuando

llegaron, no fueron menos apasionadas ni menos sangrientas.

Primera Guerra de Independencia

Hartos de las políticas reaccionarias de España y envidiosos del nuevo sueño americano de

Lincoln en el norte, los terratenientes criollos que vivían en Bayamo empezaron a tramar

cómo sublevarse a finales de la década de 1860. El conflicto tuvo un arranque prometedor

el 10 de octubre de 1868, cuando Carlos Manuel de Céspedes, un poeta en ciernes, abogado

y dueño de una plantación de azúcar, inició un levantamiento desde su molino de azúcar de

Demajagua, en la provincia de Oriente. Pedía la abolición de la esclavitud y liberó a sus

propios esclavos en un acto de solidaridad. Céspedes proclamó el famoso Grito de Yara, un

grito de libertad por una Cuba independiente, en el que alentaba a otros separatistas

desilusionados a sumarse. Para los administradores coloniales de La Habana, un intento tan

audaz de arrebatarles el control de su mando constituía un acto de traición, y reaccionaron

en consecuencia.

Por fortuna para los rebeldes, apenas organizados, el reservado Céspedes había hecho sus

deberes militares. Al cabo de unas semanas del histórico Grito de Yara el abogado

convertido en general había formado un ejército de más de mil quinientos hombres y

marchado desafiante por Bayamo, ciudad que tomaron en cuestión de días. Pero los éxitos

iniciales quedaron durante mucho tiempo en punto muerto. La decisión táctica de no

invadir la parte occidental de Cuba, además de la alianza entre peninsulares (españoles

nacidos en España pero que vivían en Cuba) y españoles no tardó en dejar rezagado a

Céspedes. Recibió la ayuda temporal del general mulato Antonio Maceo, un duro e

inflexible santiagüero apodado el Titán de Bronce, y del dominicano igualmente formidable

Máximo Gómez, pero pese al trastorno económico y la destrucción periódica de la cosecha

de azúcar, los rebeldes carecían de un líder político dinámico capaz de unirlos tras una

causa ideológica singular.

Tras perder a Céspedes en la batalla en 1874, la guerra se prolongó cuatro años más, hasta

el punto de que la economía cubana cayó por los suelos y hubo más 200 000 víctimas.

Finalmente, en febrero de 1878 se firmó un pacto deslucido entre los españoles y los

separatistas agotados por la contienda, un acuerdo sin valor que no resolvía nada y concedía

muy poco a la causa rebelde. Indignado y desilusionado, Maceo dio a conocer su

disconformidad en la Protesta de Baraguá, pero tras un breve intento frustrado de reanudar

la guerra en 1879, tanto Gómez como él desaparecieron en un exilio prolongado.

Segunda Guerra de Independencia

Cuando llegó la hora, apareció el hombre: José Martí, poeta, patriota, visionario e

intelectual, se había convertido en una figura patriótica de proporciones bolivarianas en los

años posteriores a su ignominioso exilio de 1871, no solo en Cuba, sino en toda

Latinoamérica. Después de que lo arrestaran a los 16 años durante la Primera Guerra de

Independencia, Martí se había pasado veinte años formulando sus ideas revolucionarias en

lugares tan diversos como Guatemala, México y EE UU. Aunque le impresionaron la

habilidad para los negocios y la diligencia de los estadounidenses, le repelía igualmente el

materialismo del país y estaba decidido a presentar una alternativa cubana viable.

Entregado de manera apasionada a la causa de la resistencia, Martí escribió, habló, elevó

peticiones y organizó incansablemente para lograr la independencia durante más de una

década, y para cuando llegó 1892 había acumulado ímpetu suficiente para convencer a

Maceo y Gómez de que abandonaran el exilio y se sumaran al Partido Revolucionario

Cubano (PRC). Al fin, Cuba había encontrado a su Bolívar.

Martí y sus compatriotas pensaban que había llegado la hora de que se produjera otra

revolución, por lo que zarparon a Cuba en abril de 1895 y desembarcaron cerca de Baracoa

dos meses después de que las insurrecciones subvencionadas por el PRC contuvieran a las

fuerzas cubanas en La Habana. Los rebeldes reclutaron a 40 000 hombres con los que no

tardaron en reagruparse y dirigirse hacia el oeste, donde el 19 de mayo entablaron combate

por primera vez en un lugar llamado Dos Ríos. Fue en ese campo de batalla sembrado de

balas y extrañamente anónimo donde Martí fue tiroteado y asesinado mientras dirigía una

carga suicida hacia las líneas enemigas. Si hubiera vivido, se habría convertido con toda

seguridad en el primer presidente de Cuba, pero se convirtió en un héroe y mártir cuya vida

y legado acabó inspirando a generaciones de cubanos.

Conscientes de los errores cometidos durante la Primera Guerra de Independencia, Gómez

y Maceo marcharon hacia el oeste arrasando y quemando todo lo que pudieron entre

Oriente y Matanzas. Las primeras victorias condujeron a una ofensiva continua, y en enero

de 1896 Maceo había penetrado en Pinar del Río, mientras Gómez resistía cerca de La

Habana. Los españoles respondieron con un general igualmente implacable llamado

Valeriano Weyler, que construyó fortificaciones en dirección norte-sur por todo el país para

limitar los movimientos de los rebeldes. Para quebrar la resistencia clandestina, los guajiros

o campesinos fueron recluidos en campos de reconcentración, y todo aquel que apoyara la

rebelión podía ser ejecutado. Las tácticas brutales empezaron a dar resultados, y el 7 de

diciembre de 1896 los mambís (así se llamó a los rebeldes que se enfrentaron a España en

el s. xix) sufrieron un duro golpe militar cuando Antonio Maceo fue asesinado al sur de La

Habana cuando intentaba escapar hacia el este.

Presencia estadounidense

Para entonces Cuba estaba sumida en el caos: miles de personas habían fallecido, el país

estaba en llamas, y William Randolph Hearst y la prensa sensacionalista de EE UU dirigían

una campaña bélica histérica basada en noticias macabras y a menudo inexactas sobre las

atrocidades españolas.

Preparándose quizá para lo peor, el acorazado Maine fue enviado a La Habana en enero de

1898, para “proteger a los ciudadanos estadounidenses”. La tarea nunca se llevó a cabo: el

15 de febrero de 1898 el Maine explotó inesperadamente en el puerto de La Habana,

matando a 266 marineros estadounidenses. Los españoles afirmaron que había sido un

accidente, los estadounidenses culparon a los españoles, y algunos cubanos acusaron a EE

UU, afirmando que les proporcionaba un pretexto para intervenir. Pese a que se realizaron

diversas investigaciones durante los años siguientes, el auténtico motivo de la explosión

puede que siga siendo uno de los grandes misterios de la historia, ya que el casco del barco

fue hundido en aguas profundas en 1911.

Tras el desastre del Maine, EE UU se desplegó para apoderarse de la isla. Ofrecieron 300

millones de US$ a España por Cuba, y cuando se rechazó este acuerdo, exigieron a los

españoles que se retiraran totalmente. El tan esperado enfrentamiento entre EE UU y

España que se había ido fermentando imperceptiblemente bajo la superficie durante

décadas desembocó en guerra.

La única batalla terrestre importante del conflicto tuvo lugar el 1 de julio, cuando el ejército

de EE UU atacó posiciones españolas en la colina de San Juan al oeste de Santiago de

Cuba. Pese a ser muchos menos y contar con armas limitadas y anticuadas, los españoles

asediados resistieron durante más de veinticuatro horas hasta que el futuro presidente de EE

UU Theodore Roosevelt puso fin al estado de sitio dirigiendo una famosa carga de

caballería de los Rough Riders hasta la colina de San Juan. Fue el principio del fin para los

españoles, y se les ofreció la rendición incondicional ante los estadounidenses el 17 de julio

de 1898.

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CUBA POSCOLONIAL

La era Batista

Fulgencio Batista era un astuto y perspicaz negociador que fue responsable de los mejores y

los perores intentos de Cuba de constituir una democracia embrionaria en las décadas de

1940 y 1950. Tras un golpe de Estado de oficiales del ejército en 1933, se hizo con el poder

casi por eliminación, abriéndose camino gradualmente en el vacío de poder entre las

facciones corruptas de un gobierno agonizante. A partir de 1934, Batista ejerció como jefe

del estado mayor y, en 1940 en unas elecciones relativamente libres y justas, fue elegido

presidente. En su mandato oficial, Batista empezó a aprobar diversas reformas sociales y

comenzó a redactar la Constitución más liberal y democrática de Cuba hasta la fecha. Pero

ni la luna de miel liberal ni el buen humor de Batista duraron mucho tiempo. El antiguo

sargento del ejército dimitió tras las elecciones de 1944 y entregó el poder al políticamente

inepto Ramón Grau San Martín; la corrupción y la incompetencia no tardaron en triunfar.

Salta la chispa revolucionaria

Consciente de su latente popularidad y considerándolo una oportunidad fácil de forrarse

con una última paga, Batista llega a un acuerdo con la Mafia estadounidense,

prometiéndole carta blanca en Cuba a cambio de una tajada de los beneficios procedentes

de las apuestas, y se posiciona para regresar al poder. El 10 de marzo de 1952, tres meses

antes de las elecciones que parecía que iba a perder, Batista llevó a cabo un golpe militar.

Implacablemente condenado por los políticos de la oposición dentro de Cuba, pero

reconocido por EE UU dos semanas después, Batista pronto deja claro, al suspender varias

garantías constitucionales entre las que figura el derecho de huelga, que su segunda

incursión no sería tan progresista como la primera.

Tras el golpe de Batista, se formó un círculo revolucionario en La Habana en torno a la

carismática figura de Fidel Castro, abogado de profesión y excelente orador que iba a

presentarse a las elecciones canceladas de 1952. Apoyado por su hermano menor Raúl y su

fiel teniente Abel Santamaría (que más adelante torturaron hasta la muerte los matones de

Batista), Castro no halló más alternativa que el uso de la fuerza para liberar a Cuba de su

dictador. Con pocos efectivos pero decidido a hacer una declaración política, Castro lideró

a 119 rebeldes en un ataque al estratégico cuartel de Moncada, en Santiago de Cuba, el 26

de julio de 1953. El asalto audaz y mal planeado fracasó estrepitosamente cuando el chófer

del rebelde tomó el giro equivocado en las calles mal señalizadas de Santiago y se disparó

la alarma.

Engañados, asustados y superados en número, 64 de los conspiradores de Moncada fueron

rodeados por el ejército de Batista y torturados y ejecutados brutalmente. Castro y unos

cuantos más lograron escapar hasta las montañas cercanas, donde fueron hallados unos días

después por un comprensivo teniente del ejército llamado Sarría, que había recibido

instrucciones de matarlos. “¡No disparéis, no se pueden matar las ideas!” fue lo que

supuestamente gritó Sarría al encontrar a Castro y sus exhaustos colegas. Al llevarlo a la

cárcel en vez de eliminarlo, Sarría arruinó su carrera militar, pero le salvó la vida a Fidel.

(Una de las primeras acciones de Fidel tras el triunfo de la Revolución fue sacar a Sarría de

la cárcel y darle un cargo en el ejército revolucionario.) La captura de Castro no tardó en

convertirse en noticia nacional, y se defendió a sí mismo en el juicio, para el que escribió

un discurso elocuente y ejecutado con maestría que más adelante transcribió en un

completo manifiesto político titulado La historia me absolverá. Castro empezaba a disfrutar

de su nueva legitimación y se veía reforzado por una sensación creciente de insatisfacción

con el conjunto del antiguo régimen del país cuando fue sentenciado a 15 años de cárcel en

Isla de Pinos (el antiguo nombre de Isla de la Juventud). Cuba ya estaba en camino de

conseguir un nuevo héroe nacional.

En febrero de 1955 Batista obtuvo la presidencia en las que se consideraron unas elecciones

fraudulentas, y, en un intento de ganarse el favor de la oposición interna creciente, accedió

a amnistiar a todos los presos políticos, Castro incluido. Como creía que la auténtica

intención de Batista era asesinarlo en cuanto saliera de la cárcel, Castro huyó a México y

dejó al maestro de escuela baptista Frank País a cargo de una nueva campaña de resistencia

clandestina que los vengativos veteranos de Moncada habían bautizado como Movimiento

del 26 de julio.

La Revolución

En Ciudad de México, Castro y sus compatriotas volvieron a conspirar y a trazar un plan,

involucrando a figuras nuevas como Camilo Cienfuegos y el médico argentino Ernesto Che

Guevara. Huyendo de la policía mexicana y decidido a llegar a Cuba a tiempo para un

levantamiento que Frank País había planeado para finales de noviembre de 1956 en

Santiago de Cuba, Castro y 81 camaradas zarparon rumbo a la isla el 25 de noviembre en

un viejo y abarrotado yate recreativo llamado Granma. Tras siete días nefastos en el mar

llegaron a la playa Las Coloradas cerca de Niquero, en Oriente, el 2 diciembre (dos días

tarde), y tras un desembarco catastrófico. Tres días más tarde, los soldados de Batista los

descubrieron y persiguieron por un campo de caña de azúcar en Alegría de Pío.

De los 82 soldados rebeldes que habían salido de México poco más de una docena logró

escapar. Los supervivientes vagaron desesperados durante días, medio muertos de hambre,

heridos y pensando que el resto de sus compatriotas había sido asesinado en la escaramuza

inicial. No obstante, con la ayuda de los campesinos del lugar, los desventurados soldados

logró finalmente reagruparse dos semanas más tarde en Cinco Palmas, un claro en las

sombras de la sierra Maestra.

El resurgimiento se produjo el 17 de enero de 1957, cuando las guerrillas consiguieron una

importante victoria al saquear un pequeño puesto militar en la costa sur, en la provincia de

Granma, llamado La Plata. A esto siguió un devastador golpe propagandístico en febrero

cuando Fidel persuadió al periodista del New York Times Herbert Matthews de que subiera

a la sierra Maestra para entrevistarlo. El artículo resultante otorgó fama internacional y

simpatía de los estadounidenses liberales a la figura de Castro. Claro que para entonces no

era el único agitador antibatista. El 13 de marzo de 1957, estudiantes universitarios

dirigidos por José Antonio Echeverría atacaron el Palacio Presidencial de La Habana en un

intento fallido de asesinar a Batista. Dispararon y mataron a dos tercios de los 35 atacantes

mientras huían, y las represalias en las calles de La Habana fueron contundentes.

En otros lugares, las pasiones estaban igual de exaltadas, y en septiembre de 1957 oficiales

navales en la ciudad de Cienfugos organizaron una revuelta armada y empezaron a

distribuir armas entre la población desafecta. Tras algunas luchas encarnizadas puerta a

puerta, la insurrección fue aplastada brutalmente y rodearon y mataron a los cabecillas,

pero los revolucionarios habían demostrado lo que querían: los días de Batista estaban

contados.

Mientras, en la sierra Maestra, los rebeldes de Fidel aplastaron a 53 soldados de Batista en

un puesto del ejército de El Uvero en el mes de mayo y consiguieron más suministros. El

movimiento parecía ir ganando impulso y pese a perder a Frank País, asesinado por un

pelotón del Gobierno en Santiago de Cuba en julio, el apoyo y las simpatías crecían

rápidamente por todo el país. A principios de 1958 Castro había instalado un cuartel

general fijo en La Plata (que no debe confundirse con La Plata de la provincia de Granma)

en un bosque nuboso en lo alto de la sierra Maestra, y emitía mensajes propagandísticos

desde Radio Rebelde a todo Cuba. Las cosas estaban empezando a cambiar.

Batista comenzó a percatarse del descenso de su popularidad y envió un ejército de 10 000

hombres a la sierra Maestra en mayo de 1958 con el fin de terminar con Castro, en una

misión conocida como Plan FF (Fin de Fidel). Los rebeldes lucharon desesperados por sus

vidas hasta que la ofensiva dio un vuelco –con la ayuda de los campesinos de la zona. A los

estadounidenses cada vez les incomodaba más la táctica de terror ilimitado de su antiguo

aliado cubano, por lo que Castro percibió la oportunidad de convertir la defensa en ofensa y

firmó el innovador Pacto de Caracas con ocho grupos principales de la oposición donde

pedía a EE UU que cesara la ayuda a Batista en todos los sentidos. El Che Guevara y

Camilo Cienfuegos fueron enviados enseguida a los montes Escambray a abrir nuevos

frentes en el oeste y para cuando llegó diciembre Cienfuegos retenía a las tropas en

Yaguajay (la guarnición acabó rindiéndose tras un asedio de once días) y Guevara tenía

cercada Santa Clara, por lo que el fin parecía próximo. Se encargó al Che Guevara que

sellara la victoria final, utilizando tácticas clásicas de guerrilla para hacer descarrilar un tren

blindado en Santa Clara y partir en dos el maltrecho sistema de comunicaciones del país.

En Nochevieja de 1958, el juego había terminado: el entusiasmo se apoderó del país, y el

Che y Camilo se dirigieron a La Habana sin hallar resistencia.

En el amanecer del 1 de enero de 1959, Batista huyó en un avión privado a la República

Dominicana. Mientras tanto, Fidel se presentó en Santiago de Cuba y pronunció un

enardecedor discurso de victoria desde del ayuntamiento del parque Céspedes antes de

subirse a un jeep y recorrer el campo hasta La Habana en una cabalgata. Aparentemente el

triunfo de la Revolución era total.

La historia de Cuba desde la Revolución ha sido una narración de enfrentamiento, retórica,

pulsos de la Guerra Fría y un omnipresente embargo comercial por parte de EE UU que ha

involucrado a 11 presidentes estadounidenses y a dos líderes cubanos, ambos llamados

Castro. Durante los primeros treinta años, Cuba se alió con la Unión Soviética y EE UU

empleó varias tácticas represivas (todas fallidas) para hacer entrar en vereda a Fidel Castro,

entre ellas una invasión chapucera, más de seiscientos intentos de asesinato y uno de los

bloqueos económicos más largos de la historia moderna. Cuando el bloque soviético cayó

en 1989-1991, Cuba se quedó sola tras un líder cada vez más terco que sobrevivió a una

década de rigurosa austeridad económica conocida como Período Especial. El PIB se

redujo a más de la mitad, los lujos desaparecieron, y una actitud de tiempos de guerra en

cuanto a racionamiento y sacrificio arraigó entre una población que se consideraba liberada

de las influencias extranjeras (neo)coloniales por primera vez en la historia.