Hiroshima

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VIERNES 7 DE AGOSTO DEL 2015 A26. EL COMERCIO T raducir “Hiroshima” de John Hersey fue un ejer- cicio conradiano: había que mostrar algo horrible pero a la vez hermoso. —Es increíble cómo un texto puede seguir siendo el mismo cuando se le ha cambiado lo esencial: la lengua. Si admitimos que uno aprende a es- cribir leyendo, entonces la traduc- ción debe ser la escuela perfecta de escritura, puesto que la traduc- ción es la lectura perfecta; nadie entiende tan bien como un traductor, na- die comprende tan bien los mecanismos literarios, estilísticos y formales de un autor como su traductor. —Como traductor esco- ges qué traducir, sin em- bargo, como novelista, dices que es el tema el que te elige… Yo creo que, como dice Javier Cercas, uno no escribe lo que quiere, sino lo que puede. Uno no escoge los libros que va a escribir. En ese sentido, el novelista, cuando habla de la famo- sa angustia de la página en blanco, se refiere a que el escritor está a punto de ir a un lugar donde no hay nada; en cambio, el traductor tiene esa feli- cidad de que ya hay algo. Claro, el tra- ductor tiene una inmensa responsa- bilidad porque puede echarlo todo a perder, aunque tiene un lugar donde pararse que es el texto original. —Sostienes que las cosas existen mientras se resisten a ser olvidadas, mientras haya alguien dispuesto a contarlas. Creo que los escritores estamos cons- tantemente tratando de poner talan- queras al olvido. Como sociedades tenemos tendencia a la desmemoria y como individuos también tenemos una capacidad muy limitada por acor- darnos de las cosas, pero los novelis- tas que a mí me interesan son la gente que está fascinada por el hecho que las cosas y las personas desaparecen. La única manera para evitar su desapari- ción es contar sus historias. —¿Y no te preguntas qué derecho tengo yo de mostrar a los demás esto que es terrible? No. Para mí el escritor tiene la obligación de contar lo incómodo donde los demás pre- ferían la comodidad. El escritor, como dice Vargas Llosa, es el ave carroñera que se alimenta de lo peor que somos co- mo especie los seres humanos. Ac- tualmente nuestro lado oscuro se ha convertido en algo interesante no solo desde el punto de vista humano sino literario: cómo transformar la fealdad moral en algo estéticamente POSDATA Nací en Colombia, tengo 42 años, soy escritor y traductor. He vivido en París y Barcelona. He publicado el libro de relatos “Los amantes de Todos los Santos”, las novelas “Los informantes”, “Historia secreta de Costaguana”, “Las reputaciones” y “El ruido de las cosas al caer”, que ganó el Premio Alfaguara en el 2011. He sido traducido a 14 lenguas y una treintena de países. Obtuve el Premio de Periodismo Simón Bolívar con mi ensayo “El arte de la distorsión”. Soy admirador de Joseph Conrad, de quien he escrito la biografía “El hombre de ninguna parte”. Juan Gabriel Vásquez Escritor LEONARDO FACCIO “La gran literatura contiene el potencial de una granada sin estallar” ALBERTO RINCóN EFFIO Desde Barcelona ‘Hiroshima’ no es una disquisición ensayística, no es un tratado moral, es una presentación narrativa de lo que sucedió”. Setenta años después de la bom- ba atómica, se reimprime el re- conocido reportaje “Hiroshima” del escritor norteamericano John Hersey, publicado en la revista “The New Yorker” el 31 de agosto de 1946, una de las crónicas más famosas de la historia. Colecciones El Comercio @elcomercio elcomercio.pe (51) 947-031-286 -- “HIROSHIMA” -- Hersey entregó 150 páginas a sus editores. Narró historias de 6 sobrevivientes. bello y cómo lograr que el lector pase por lo que yo paso. —En ese sentido, “Hiroshima” es ca- si un libro de lectura obligatoria… “Hiroshima” no es una disquisición ensayística, no es un tratado moral, no es una recomendación de com- portamiento, es una presentación narrativa de lo que sucedió y está condensado cómo el día en que se arrojaron las bombas nos faltó una noción de humanismo muy básica que hubiera sido muy fácil corregir. —Sostienes que la bomba se pudo evitar, que Japón ya estaba rendido y la bomba fue una advertencia a Ru- sia, algo contraproducente, porque terminó con una carrera atómica… Sí, y creo que la Guerra Fría, que es su consecuencia, es todo un gran vo- devil de estupidez humana. La más evidente y grotesca que hemos visto nunca. Allí estuvieron los infantilis- mos, el papel de nuestra bajeza mo- ral y, en esos años, creo que lo que se puso en escena fue un enfrentamien- to de patio de colegio llevado por chi- quillos de pantalones cortos con el poder de acabar el mundo. —Y ahora estamos en un tiempo pe- ligroso en que nadie asume respon- sabilidades… Sí, que incluso la noción de respon- sabilidad individual se ha visto tan deteriorada y que parece que hubie- ra desaparecido de la escena públi- ca. Es mi alegato en muchas cosas como, por ejemplo, la legalización de las drogas. Si la legalización de las drogas trae un mayor consumo, mi respuesta es que eso es posible, pe- ro eso es parte de la responsabilidad personal, cada uno decide cómo des- truir su cuerpo. Le daría a cada uno el poder sobre su destino y eliminaría el poder de las mafias. —¿Dónde encuentras el gran méri- to de John Hersey? Uno de los grandes hallazgos de “Hi- roshima” es haber vertebrado esta his- toria terrible desde el punto de vista de sus personajes y no desde la indigna- ción moral de quien los encuentra que hubiera convertido en un panfleto, un alegato, y no un testimonio descarna- do como este. No es una columna de opinión de doscientas páginas, sino que sirve para presenciar una escena. —¿Seríamos mejores con más li- bros como “Hiroshima” sobre tan- tos otros temas? Sí, creo que la gran literatura contiene el potencial de una granada sin esta- llar. Luego cada uno hace con esa com- prensión añadida lo que quiera, pero entender más y mejor a los seres hu- manos y al mundo que nos rodea, esa especie de ganancia emocional y mo- ral, es una de las grandes consecuen- cias de la gran literatura. Por lo menos en teoría, sí sería bueno que todo el mundo leyera un libro como este. N inguna amiga hay como las del colegio. Ninguna como la que compartió con una el huevo du- ro que venía en su táper dentro de la lonchera de paja, la pri- mera regla, la emoción del primer forma- dor, los boches que traíamos de casa y las inmensas paltas que, durante los recreos, se transformaban en nada. Mientras más maduronas nos ponemos, más queremos abrazarnos. Somos un grupo de niñas que superaron los 40. Será que la vida es dura y necesitamos regresar a la que- rencia. No todas la pasamos mal. Pero no to- das la pasamos bien. Es decir, todas vivimos, y por eso sentimos la imperiosa necesidad de compartir nuestras experiencias. Hace rato dejamos de ser las palomillas metidas en esos vomitivos uniforme grises que bailá- bamos al son de “Like a Virgin” y compartía- mos al galán de turno, Alfredito, la calavera con más ritmo que jamás haya conocido, y que hoy debe estar planchando en el salón de Biología del Santa Úrsula, si aún sigue muerto y con todos los huesos en su sitio. Algunas tuvimos hartos granos en la ca- ra. Otras, muchos enamoraditos. Hay las lerdas que se volvieron cuerazos y las ler- das que persistieron en serlo. Las que desde siempre tejieron ropones y hoy son madres de numerosos hijos, y hasta nietos tienen. Tenemos en la prom a librepensadoras que hoy son del Opus, hay las que eran consi- deradas mononeuronales y ahora son las mandamases, hay las chanconas que traba- jan como amas de casa, en buena hora, hay las gorditas que se corren maratones, más de una salió del clóset y es feliz, hay la que salió en Bolivia en quinto, estamos las ma- dres de familia que también somos padres de familia, las normalitas, que son las me- nos, para ser sinceras. ¿Saben? Nos conocemos desde que no sabíamos qué era el amor. Compartimos pupitres y comprimidos. Los divorcios, ban- carrotas y bonanzas de nuestros padres. Todo cambiaba afuera de la puerta que la madre María cuidaba celosamente. Entre las enormes paredes amarillas del colegio, siempre hubo muchas que rezaban el Padre Nuestro con los ojos apretados, pidiéndole con todas sus fuerzas que algo bueno pasa- se en casa. Siempre estuvo la gruta donde hicimos de las nuestras. Cada vez que nosotras nos reunimos, decimos lo mismo: fuimos una promoción de promociones. Pero estoy segura de que en cada colegio, cada promoción siente lo mismo. Somos un cuerpo que crece, una historia que se sigue escribiendo. El colegio fue nuestro segundo hogar, pero a veces fue el primero, y el único. Por eso muchas de nosotras no nos sentimos como amigas sino como hermanas. Cuando celebremos los cincuenta años de egresadas, estaremos riéndonos de las mismas estupideces que nos hacían reír en tercero de media, porque el tiempo no siempre pasa. Cuando nosotras nos junta- mos, el tiempo no existe. JOSEFINA BARRÓN URSULINEN KINDER “Cada vez que nosotras nos reunimos, decimos lo mismo: fuimos una promoción de promociones”. “HIROSHIMA” Autor: John Hersey Traductor: Juan Gabriel Vás- quez. Número de páginas: 192 pgs.

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VIERNES 7 DE AGOSTO DEL 2015 A26. EL COMERCIO Traducir Hiroshima de John Hersey fue un ejer-cicio conradiano: haba que mostrar algo horrible pero a la vez hermoso. Es increble cmo un texto puede seguir siendo el mismo cuando se le ha cambiado lo esencial: la lengua.Si admitimos que uno aprende a es-cribir leyendo, entonces la traduc-cin debe ser la escuela perfecta de escritura, puesto que la traduc-cin es la lectura perfecta; nadie entiende tan bien como un traductor, na-die comprende tan bien los mecanismos literarios, estilsticos y formales de un autor como su traductor. Como traductor esco-ges qu traducir, sin em-bargo, como novelista, dices que es el tema el que te eligeYo creo que, como dice Javier Cercas, uno no escribe lo que quiere, sino lo que puede. Uno no escoge los libros que va a escribir. En ese sentido, el novelista, cuando habla de la famo-sa angustia de la pgina en blanco, se reere a que el escritor est a punto de ir a un lugar donde no hay nada; en cambio, el traductor tiene esa feli-cidad de que ya hay algo. Claro, el tra-ductor tiene una inmensa responsa-bilidad porque puede echarlo todo a perder, aunque tiene un lugar donde pararse que es el texto original. Sostienes que las cosas existen mientras se resisten a ser olvidadas, mientras haya alguien dispuesto a contarlas.Creo que los escritores estamos cons-tantemente tratando de poner talan-queras al olvido. Como sociedades tenemos tendencia a la desmemoria y como individuos tambin tenemos una capacidad muy limitada por acor-darnos de las cosas, pero los novelis-tas que a m me interesan son la gente que est fascinada por el hecho que las cosas y las personas desaparecen. La nica manera para evitar su desapari-cin es contar sus historias.Y no te preguntas qu derecho tengo yo de mostrar a los dems esto que es terrible?No. Para m el escritor tiene la obligacin de contar lo incmodo donde los dems pre-feran la comodidad. El escritor, como dice Vargas Llosa, es el ave carroera que se alimenta de lo peor que somos co-mo especie los seres humanos. Ac-tualmente nuestro lado oscuro se ha convertido en algo interesante no solo desde el punto de vista humano sino literario: cmo transformar la fealdad moral en algo estticamente POSDATANac en Colombia, tengo 42 aos, soy escritor y traductor. He vivido en Pars y Barcelona. He publicado el libro de relatos Los amantes de Todos los Santos, las novelas Los informantes, Historia secreta de Costaguana, Las reputaciones y El ruido de las cosas al caer, que gan el Premio Alfaguara en el 2011. He sido traducido a 14 lenguas y una treintena de pases. Obtuve el Premio de Periodismo Simn Bolvar con mi ensayo El arte de la distorsin. Soy admirador de Joseph Conrad, de quien he escrito la biografa El hombre de ninguna parte. Juan Gabriel VsquezEscritorLEONARDOFACCIOLa gran literatura contiene el potencial de una granada sin estallarALBERTO RINCN EFFIODesde BarcelonaHiroshima no es una disquisicin ensaystica, no es un tratado moral, es una presentacin narrativa de lo que sucedi.Setenta aos despus de la bom-ba atmica, se reimprime el re-conocido reportaje Hiroshima del escritor norteamericano John Hersey, publicado en la revista The New Yorker el 31 de agosto de 1946, una de las crnicas ms famosas de la historia.Colecciones El [email protected] (51) 947-031-286--HIROSHIMA--Hersey entreg 150 pginas a sus editores. Narr historias de 6 sobrevivientes. bello y cmo lograr que el lector pase por lo que yo paso.En ese sentido, Hiroshima es ca-si un libro de lectura obligatoriaHiroshima no es una disquisicin ensaystica, no es un tratado moral, no es una recomendacin de com-portamiento, es una presentacin narrativa de lo que sucedi y est condensado cmo el da en que se arrojaron las bombas nos falt una nocin de humanismo muy bsica que hubiera sido muy fcil corregir. Sostienes que la bomba se pudo evitar, que Japn ya estaba rendido y la bomba fue una advertencia a Ru-sia, algo contraproducente, porque termin con una carrera atmicaS, y creo que la Guerra Fra, que es su consecuencia, es todo un gran vo-devil de estupidez humana. La ms evidente y grotesca que hemos visto nunca. All estuvieron los infantilis-mos, el papel de nuestra bajeza mo-ral y, en esos aos, creo que lo que se puso en escena fue un enfrentamien-to de patio de colegio llevado por chi-quillos de pantalones cortos con el poder de acabar el mundo. Y ahora estamos en un tiempo pe-ligroso en que nadie asume respon-sabilidadesS, que incluso la nocin de respon-sabilidad individual se ha visto tan deteriorada y que parece que hubie-ra desaparecido de la escena pbli-ca. Es mi alegato en muchas cosas como, por ejemplo, la legalizacin de las drogas. Si la legalizacin de las drogas trae un mayor consumo, mi respuesta es que eso es posible, pe-ro eso es parte de la responsabilidad personal, cada uno decide cmo des-truir su cuerpo. Le dara a cada uno el poder sobre su destino y eliminara el poder de las maas.Dnde encuentras el gran mri-to de John Hersey?Uno de los grandes hallazgos de Hi-roshima es haber vertebrado esta his-toria terrible desde el punto de vista de sus personajes y no desde la indigna-cin moral de quien los encuentra que hubiera convertido en un paneto, un alegato, y no un testimonio descarna-do como este. No es una columna de opinin de doscientas pginas, sino que sirve para presenciar una escena.Seramos mejores con ms li-bros como Hiroshima sobre tan-tos otros temas?S, creo que la gran literatura contiene el potencial de una granada sin esta-llar. Luego cada uno hace con esa com-prensin aadida lo que quiera, pero entender ms y mejor a los seres hu-manos y al mundo que nos rodea, esa especie de ganancia emocional y mo-ral, es una de las grandes consecuen-cias de la gran literatura. Por lo menos en teora, s sera bueno que todo el mundo leyera un libro como este.Ninguna amiga hay como las del colegio. Ninguna como la que comparti con una el huevo du-ro que vena en su tper dentro de la lonchera de paja, la pri-mera regla, la emocin del primer forma-dor, los boches que traamos de casa y las inmensas paltas que, durante los recreos, se transformaban en nada.Mientras ms maduronas nos ponemos, ms queremos abrazarnos. Somos un grupo de nias que superaron los 40. Ser que la vida es dura y necesitamos regresar a la que-rencia. No todas la pasamos mal. Pero no to-das la pasamos bien. Es decir, todas vivimos, y por eso sentimos la imperiosa necesidad de compartir nuestras experiencias. Hace rato dejamos de ser las palomillas metidas en esos vomitivos uniforme grises que bail-bamos al son de Like a Virgin y comparta-mos al galn de turno, Alfredito, la calavera con ms ritmo que jams haya conocido, y que hoy debe estar planchando en el saln de Biologa del Santa rsula, si an sigue muerto y con todos los huesos en su sitio. Algunas tuvimos hartos granos en la ca-ra. Otras, muchos enamoraditos. Hay las lerdas que se volvieron cuerazos y las ler-das que persistieron en serlo. Las que desde siempre tejieron ropones y hoy son madres de numerosos hijos, y hasta nietos tienen. Tenemos en la prom a librepensadoras que hoy son del Opus, hay las que eran consi-deradas mononeuronales y ahora son las mandamases, hay las chanconas que traba-jan como amas de casa, en buena hora, hay las gorditas que se corren maratones, ms de una sali del clset y es feliz, hay la que sali en Bolivia en quinto, estamos las ma-dres de familia que tambin somos padres de familia, las normalitas, que son las me-nos, para ser sinceras.Saben? Nos conocemos desde que no sabamos qu era el amor. Compartimos pupitres y comprimidos. Los divorcios, ban-carrotas y bonanzas de nuestros padres. Todo cambiaba afuera de la puerta que la madre Mara cuidaba celosamente. Entre las enormes paredes amarillas del colegio, siempre hubo muchas que rezaban el Padre Nuestro con los ojos apretados, pidindole con todas sus fuerzas que algo bueno pasa-se en casa. Siempre estuvo la gruta donde hicimos de las nuestras.Cada vez que nosotras nos reunimos, decimos lo mismo: fuimos una promocin de promociones. Pero estoy segura de que en cada colegio, cada promocin siente lo mismo. Somos un cuerpo que crece, una historia que se sigue escribiendo. El colegio fue nuestro segundo hogar, pero a veces fue el primero, y el nico. Por eso muchas de nosotras no nos sentimos como amigas sino como hermanas. Cuando celebremos los cincuenta aos de egresadas, estaremos rindonos de las mismas estupideces que nos hacan rer en tercero de media, porque el tiempo no siempre pasa. Cuando nosotras nos junta-mos, el tiempo no existe.JOSEFINA BARRNURSULINEN KINDERCada vez que nosotras nos reunimos, decimos lo mismo: fuimos una promocin de promociones. HIROSHIMAAutor:JohnHerseyTraductor: JuanGabriel Vs-quez.Nmerodepginas: 192pgs.