Hipótesis de la apercepción

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Hipótesis de la apercepción: L. Bellack retoma el concepto amplio de proyección que Freud desarrolla en “Tótem y tabú” y crea el concepto de apercepción en el campo de la percepción. Ésta sería la Percepción significativamente interpretada. El estímulo actúa como desencadenante, que actualiza tanto actitudes activas (pensamiento, proceso secundario) como pasivas (ensoñación, proceso primario), las cuales no consisten solamente en representaciones de palabra, sino también en el afecto ligadas a ellas y los deseos que de ellos se derivan. La apercepción no es un proceso sensorial solamente, sino una actualización de complejas organizaciones de representación, afecto, deseo y el lenguaje ligado a ellos. Celener retoma a Husserl para explicar la apercepción. Husserl plantea que nuestra vida cotidiana es un flujo continuo de vivencias. Todas ellas se pueden considerar como modificaciones de la experiencia primaria, a las que llama “percepción”, en el sentido amplio que él le confería, como acto de conciencia intencional, que se vuelca hacia un mundo de objetos significativos, envueltos en las imágenes de múltiples horizontes, sobre un fondo de repercusiones afectivas. Los estados de ánimo, el comprender y el habla, son una tríada de existenciarios que constituyen la relación básica del ser en el mundo para Husserl. El percibir, en el sentido fenomenológico, incluye todos estos aspectos, no se restringe solamente a la captación sensible de lo que se muestra, sino que supone la asociación simultánea de estados afectivos, el horizonte de experiencias pasadas y anticipadas, y el fondo constituido por el lenguaje. Este percibir puede sufrir diversas modificaciones según las circunstancias, y entre ellas debemos mencionar aquellas que implican una actitud más activa (proceso secundario), o más pasiva (proceso primario). En la modificación activa, la conciencia se focaliza de un modo temático, en un objeto particular que sobresale del resto; en la actitud pasiva, se deja impregnar por los objetos o las pulsiones afectivas, que presionan sobre ella. Estas modificaciones constituyen el fundamento de la distinción entre afectividad y conocimiento. Las modificaciones pasivas comprenden las impresiones sensitivas, los estados de ánimo, el placer o el dolor, los deseos y pulsiones instintivas, las emociones, etcétera. Entre los estados pasivos normales en la vida cotidiana, se da la existencia de modificaciones que llevan al oscurecimiento e incluso a la desaparición del campo de objetos presentes, ante la invasión de un conjunto de imágenes retenidas que desplazan a aquellos en virtud de la fuerza de su impacto emocional. Si un estímulo cualquiera despierta las imágenes retenidas de una experiencia anterior, que ha afectado intensamente al sujeto, éste puede quedar totalmente absorbido por ellas, olvidando el mundo de objetos que tiene delante. La fuerza de estas imágenes depende del interés vital que tienen para el sujeto, o sea del juego de asociaciones que les confiere una significatividad particular. Así se distingue entre la actitud actividad en que la atención se dirige selectivamente

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Hipótesis de la apercepción:

L. Bellack retoma el concepto amplio de proyección que Freud desarrolla en “Tótem y tabú” y crea el concepto de apercepción en el campo de la percepción. Ésta sería la Percepción significativamente interpretada.

El estímulo actúa como desencadenante, que actualiza tanto actitudes activas (pensamiento, proceso secundario) como pasivas (ensoñación, proceso primario), las cuales no consisten solamente en representaciones de palabra, sino también en el afecto ligadas a ellas y los deseos que de ellos se derivan.

La apercepción no es un proceso sensorial solamente, sino una actualización de complejas organizaciones de representación, afecto, deseo y el lenguaje ligado a ellos.

Celener retoma a Husserl para explicar la apercepción.

Husserl plantea que nuestra vida cotidiana es un flujo continuo de vivencias. Todas ellas se pueden considerar como modificaciones de la experiencia primaria, a las que llama “percepción”, en el sentido amplio que él le confería, como acto de conciencia intencional, que se vuelca hacia un mundo de objetos significativos, envueltos en las imágenes de múltiples horizontes, sobre un fondo de repercusiones afectivas.

Los estados de ánimo, el comprender y el habla, son una tríada de existenciarios que constituyen la relación básica del ser en el mundo para Husserl.

El percibir, en el sentido fenomenológico, incluye todos estos aspectos, no se restringe solamente a la captación sensible de lo que se muestra, sino que supone la asociación simultánea de estados afectivos, el horizonte de experiencias pasadas y anticipadas, y el fondo constituido por el lenguaje.

Este percibir puede sufrir diversas modificaciones según las circunstancias, y entre ellas debemos mencionar aquellas que implican una actitud más activa (proceso secundario), o más pasiva (proceso primario).

En la modificación activa, la conciencia se focaliza de un modo temático, en un objeto particular que sobresale del resto; en la actitud pasiva, se deja impregnar por los objetos o las pulsiones afectivas, que presionan sobre ella. Estas modificaciones constituyen el fundamento de la distinción entre afectividad y conocimiento.

Las modificaciones pasivas comprenden las impresiones sensitivas, los estados de ánimo, el placer o el dolor, los deseos y pulsiones instintivas, las emociones, etcétera.

Entre los estados pasivos normales en la vida cotidiana, se da la existencia de modificaciones que llevan al oscurecimiento e incluso a la desaparición del campo de objetos presentes, ante la invasión de un conjunto de imágenes retenidas que desplazan a aquellos en virtud de la fuerza de su impacto emocional.

Si un estímulo cualquiera despierta las imágenes retenidas de una experiencia anterior, que ha afectado intensamente al sujeto, éste puede quedar totalmente absorbido por ellas, olvidando el mundo de objetos que tiene delante. La fuerza de estas imágenes depende del interés vital que tienen para el sujeto, o sea del juego de asociaciones que les confiere una significatividad particular. Así se distingue entre la actitud actividad en que la atención se dirige selectivamente hacia el campo de objetos, y la actitud pasiva, en la que aquella queda invadida por imágenes o estímulos no intencionales.

En ambos casos, existe un juego de imágenes retenidas debido a su interés vital (visuales, táctiles, sonoras, introceptivas, cinéticas, etc.), pero, en el primero, este juego lleva a establecer comparaciones, relaciones, tipificaciones, juicios, etc. (pensamiento), mientras que en el segundo, se produce una invasión espontánea, de alto contenido emocional (ensoñación).

La máxima expresión de la actitud pasiva, la tenemos en la experiencia onírica: allí no hay en general ningún objeto presente. En otros casos, como en el ensueño, la emoción profunda o en los estados de pulsión instintiva, o excitación nerviosa, el objeto presente queda como desdibujado o deformado.

Husserl menciona otra tipo de modificación que se une a las anteriores, la apercepción analógica. En ella el objeto presente (estímulo: consigna de los métodos proyectivos) no desaparece ni se desdibuja, aunque no es considerado en sí mismo, sino que remite a otro. En la apercepción analógica la conciencia se vuelca hacia un objeto que tiene analogía, contigüidad o relación con el primero, quedando éste como simple intermediario. La apercepción analógica puede darse en la actitud activa, en la búsqueda de relaciones o conexiones explicativas (proceso secundario), o en la actitud pasiva, cuando la imagen presente despierta espontáneamente las imágenes de otros objetos análogos (proceso primario-imaginación).

El despertar de imágenes análogas en la actitud pasiva no es un fenómeno enteramente aleatorio, tiene su propia legalidad, que se vincula con los intereses vitales fundamentales y sus posibles obstáculos. Estos intereses pueden sen entendidos como estructuras básicas, que orientan al individuo hacia la sobrevivencia,

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en la búsqueda de sus posibilidades existenciales (hipótesis de la causalidad o determinismo psíquico de Freud).

Cada vez que estas estructuras se ven amenazadas o cuando están en vías de alcanzar algunos de sus objetivos, las imágenes correspondientes acrecientan su impacto emocional y adquieren un alto poder retentivo. Quedan entonces fijadas y pueden reaparecer en cualquier circunstancia similar. Pero en razón de la ligazón analógica, se encadenan con otras, que las reemplazan y representan, para adquirir el mismo carácter evocativo.

Nuestro comprender precategorial es inseparable de los estados afectivos que envuelven cada momento de nuestro existir. En consecuencia, las imágenes evocadoras del rostro amigo o enemigo, de lo viviente como amenazador o gratificante, aparecen por todas partes. En todo momento es posible encontrar objetos que apresenten inmediatamente las emociones en que se pone en juego toda la existencia.

En la actitud activa, la retención de imágenes y su encadenamiento asociativo, constituye la base del pensamiento racional. La mente humana compara imágenes, las combina, articula y desarticula, establece relaciones para resolver los problemas que se presentan diariamente.

En los estados pasivos, en cambio, las asociaciones se producen espontánemante, y se cubren de fuerza emocional, como sucede en el sueño o la ensoñación. Pero es posible concebir situaciones intermedias, en las cuales, la pasividad se combina con una cierta cuota de actividad. Se puede hablar, entonces, de modificaciones de la actitud pasiva, que se presentan como derivaciones o transformaciones. Entre ellas, se encuentra el juego infantil, la fabulación adulta y el fantaseo explicativo.