Hipnosis el hipnotismo y la sugestión

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EL HIPIOTISMO Ll SIGESTiii I

I ESTUDIO I acerca de tan curiosos fenómenos

RADOS BAJO DIFERENTES!

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I D. EDUARDO ARAGÓN OBEJERO, |

MÉDICO DEL HUSPITáL DE SAK JQAK BAUTISTA, | '

Y DEL EXCMO. SR. OBISPO Y CABILDO

DE LA SANTA APOSTÓLICA IGLESIA CATEDRAL DE AST0R5A

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EL IMOTISMO Y LA SUGESTIÓN

ESTimio m a DE m cunos FENÍIIEIIOS CONSIDERADOS

BAJO DIFERENTES PUNTOS DE VISTA

POR

D. EDUARDO ARAQÓN OBEJERO, MÉDICO DEL HOSPITAL DE SAN JUAN BAUTISTA,

y DEL EXCMO. SEÑOR OBISPO

Y CABILDO DE LA STA. A. I. C. DE ASTORGA.

CON UNA CARTA PRÓLOGO DEL DOCTOR

D. PEDRO RODRÍGUEZ LÓPEZ, CANÓNIGO SECRETARIO DEL OBISPADO DE CUENCA.

CON APEOBACIÓN ECLESIÁSTICA

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ASTOfiGA IMP. DE LA VIUDA É HIJO DE LÓPEZ

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=Q^/í>í^« ^6 t/e ^eá^cio e/e ^§<7. i»

/iai,a át€ €<x;ft7n€'n y, cetiáeiia.

t JUAÜ^, Obispo de Astorga.

PCR MANDADO DE S. E. I - ,

üoiiiO/ó 9e iBctttio, PBBO. Vici-Sfiío.

y

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DICTAMEN DEL CENSOR.

Por obediencia ai mandato de S. E, i., ex­presado en ei antecedente Decreto, iie leido con todo ei esmero posible ei opúsculo titula­do E L HIPNOTISMO, compuesto por el ¡lustrado médico de esta ciudad D. Eduardo Aragón, y no sólo no he encontrado en éi cosa alguna que se oponga á la pureza de la Fe católica y á la sanidad de las costumbres, como era de esperar de la mucha piedad de su autor, sino qie juzgo puede producir grandes bienes y evitar grandes daños á todos los que lo lean.

Por lo tanto, salvo siempre el mejor pare­cer de V. E., creo que se pueae conceder á D. Eduardo Aragón, licencii para dar á la prensa y á la luz pública dicho folleto de EL HIPNOTISMO.

Dios guarde á V. E. I. muchos años Seminario de Astorga, Marzo i.° de 1892.

S^^a11cií'C0 ^<ou.C'ái¿^ 'itcvtívo.

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LICENCIA DEL EXCMO. PRELADO

(s^storga 14 de Mar^o de i8g2.

Nos el Dr, D. Juan B» Qrau y Yallespinos, POR LA GRACIA DE DIOS Y DE LA SANTA SEDE APOSTÓ­LICA, OBISPO DE ASTORGA, CABALLERO GRAN CRUZ DE LA REAL ORDEN AMERICANA DE ISABEL LA CATÓ­LICA, ETC., ETC.

Tor la presente, y por lo que á ü^ós toca, concedemos nuestra licencia para que pueda imprimirse y publicarse el opúsculo titulado EL HIPNOTISMO, escrito por el Dr. en (Me­dicina 1). Eduardo sAragón, mediante que de nuestra orden ha sido examinado, y no con­tiene, según la censura, cosa alguna contraria al dogma católico y sana moral; antes, por el contrario, su lectura es reputada como reco­mendable y muy provechosa á los fieles.

Lo decretó, mandó y firma S. E. I., el Obispo, mi Señor, de que certifico.

t ©UCIH, U/wáAo ele ,£^átoiaa,

(LUGAR DEL S E L L O )

Por maMalo de S. E. I , el OÜISDO, mi Sr.,

Piro., Viee-SHo.

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GÍIDI Ooccmo. é cjtiuo. §ciXot- ©mópo,

ExcMO. É ILMO. SR. ü^i la servil adulación, ni la pueril vanidad, mueven mi ánimo á co­locar esta mi humilde obra bajo su tan pode­roso amparo y no menos valiosa protección. (sAl atreverme á estampar sus tan respetables nombres al frente de mi libro, lo hago obli­gado únicamente por el agradecimiento, que tanto pesa en toda alma bien nacida y en todo pecho generoso, ü^unca olvidaré, ni podría olvidar aunque lo pretendiera; la inmerecida honra que me hicieron al dignarse conferirme el cargo de médico de V. E. escogiéndome pa­ra esto de entre otros dignísimos compañeros que lo solicitaron; y aprovecho la primera ocasión que se me ha presentado, para consig­nar de Una manera pública y solemne mi re­conocimiento por tan honrosa distinción. Díg­nese V. E. aceptar este tan pequeño don de gratitud con benevolencia, y no vea en el mis­mo sino la sencilla expresión del respetuoso y agradecido afecto que profesa á S. E. I.

EL AUTOR,

W«ueate/(^ x£^i€taó*t €/<fe*ci»,

Asterga, día fiel Sacratísimo Comói fie Jests, alo fie 1892.

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O.A-:E3'r.A.-:E*I3cí>IjOQ-0

« ^ . ^ í . ^e/ttatt/o ^éiaaán. ^¿eteto.

Muy Sr. mío y respetable amigo: Ya que tuve algu­na parte en que V. escribiera para El Criterio Tri-dentina su libro titulado, EL HIPNOTISMO, ( I ) excitándole á manifestar sus profundos estudios sobre esta materia, que V., como médico católico, puede tratar con más conocimiento de la terminología usada por los hipnotis-tas, que los profanos en la ciencia de Esculapio, paré-cerne excusable el deseo manifestado por V., de que le diga mi opinión sobre el particular.

Rectamente procede V. en su estudio, dividiéndole en cinco partes y cada una de estas en capítulos distintos, para que no haya confusión en su desarrollo.

Lo primero en todas materias es suponerlas existien­do, pues, de lo contrario, se gastaría inútilmente el tiempo en las cuestiones que después se han de ventilar: que es lo que V. hace en la i.* Parte, donde examina la

(O En efecto, como hace notar el sabio critico y eminente filósofo Sr Bodriguez. que ha tenido la atención de escribir esta Carta-prólogo; esta obra de EL HIPNOTISMO fué debida í una indicación de dicho Sr. Rodríguez que animó á que la escribiera con objeto de publicarla en El Criterio, al autor de la misma. Después accediendo á los deseoB de varias personas respetables nos hemos decidido á publicar este libro en la forma que lo hacemos, con objeto de hacer mis fácil la lectura del mismo y apresurar su publicación, que de otro modo tenia que ser mucho más lenta.

Sota del Editor,

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X naturaleza del hipnotismo, definiéndole de esta manera: Es un estado fsio-patológico, provocado, que produce, 6 puede producir, síntomas, neurósicos, muj" variados, en el hombre. Definición, que comprende así los fenóme­nos naturales como los innaturales; separándose en esto del modo de pensar de ciertos católicos, que no ven en el hipnotismo sino una forma de la antigua magia, de la que, según V. dice, es una rama. Yo, salvo el pare­cer de los más doctos, casi estoy por afirmar que la peste del hipnotismo tiene algo de lo que llaman los moralistas, vana observencia, no poco de la divinición, con sus ribetes de idolatría. Y no es que niegue que pueda haber algo natural, al menos en la substancia, pero en el modo de producirse los fenómenos, no lo veo tan natural que excluya toda sospecha de que algún agente extraño ande en ese juego de gente non sancta.

Muy al por menor examina V. las diferentes escue­las, que actualmente existen, para explicar los fenóme­nos hipnóticos; á saber, la de Salpetriere, que concede más influencia de la debida á las causas físicas y fisioló­gicas, y la de Nancy, que todo lo explica por las causas psíquicas y la sugestión.

Oportuno juzgo yo para comprender lo absurdo de estas teorías, dejar antes sentados algunos principios de la filosofía cristiana, que servirán á maravilla al intento que me propongo.

Dado que las acciones vitales del hombre, vegetar, sentir y entender, exigen principio común de quien pro­cedan, este principio ¿es uno ó múltiple? O en otros tér­minos: ¿el principio de la vida vegetativa es igual en el hombre al de su vida sensitiva, y éste al de la intelecti­va, en tal manera que uno é idéntico sea el principio por quien el hombre ejerza las funciones de la vegetación, de la sensibilidad y de inteligencia? La verdadera doctri­na enseña que es uno sólo el principio vital en el hom­bre, y que de tal manera están unidos el alma y el

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cuerpo del hombre que forman unión esencial, substan­cial y personal. Ds suerte que el alma espiritual y racio­nal, y el cuerpo material, se pertenecen en el hombre mutua y naturalmente; resultando de su unión aquel modo de conocer y apetecer que diferencia al hombre tanto del bruto como del es{iíritu puro. El hombre tie­ne que recurrir al mundo perceptible para obtener el co­nocimiento, que le compete de la verdad; tiene que va­lerse de los sentidos, que no siempre están en disposi­ción de transmitir al alma las impresiones, con la exac­titud y verdad convenientes; ya proceda de falta de sen­sibilidad necesaria, ya sea por exceso en la imaginativa y fantasía.

Además, V., como inteligente y docto en la mate­ria, sabe mejor que yo, que la observación fisio-patoló-gica parece confirmar que ciertos centros nerviosos en la base del cerebro, las llamadas células perceptivas, son los que intervienen de modo predominante en la percepción sensitiva. Es verdad que las diferentes partes del cerebro ejercen desde adentro su actividad peculiar, con cierta independencia de las demás partes; pero tam­bién lo es que las facultades no están anejas al alma co­mo los brazos al cuerpo, sino que las facultades son propiedades del alma, en las cuales está presente. Uni« dad manifestada á menudo en la simpatía de los dife­rentes órganos del ser humano, que guardan también relación de mutua coordinación y subordinación entre sí.

Dicho esto así como por vía de preliminar, háme de permitir V. que no admita lo que en jerga hipnótica llaman transposición de sentidos, naturalmente explica­do: paes por algo y para algo, el ojo está constituido de diferente manera que la mano; la nari^ no tiene por oficio deglutir los alimentos, y así de los demás; ni he visto yo á persona alguna entender con la memoria, ni discurrir con los pies, aunque no faltan despropósitos que no le vengan en mientes al que esté del todo cuer-

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xn do, ó que no quiera burlarse de la credulidad de sus lectores, como parece leyendo las producciones litera­rias de los Bernheim y los Lombroso.

Que la sugestión, es decir, una idea intelectual del hipnotizante paraliza inmediatamente el cerebro del hipnotizado, es la idea más peregrina, que se le puede ocurrir á un simple mortal. Y que esto se haga sin la voluntad del hipnotizado, es verdaderamente original. Los simples mortales creemos que la idea puede influir en los órganos vitales, cuando es aceptada por la volun­tad, y en este caso lo hace mediatamente; pero contra la voluntad del hipnotizado, es ignorar los rudimentos de la antropología, que nos dice ser la vida, la fuente del movimiento, ab intrínseco. Paralizar el cerebro para producir el efecto que dicen, equivale á sostener que no obra su efecto naturalmente, pues que lo natu­ral es valerse de los sentidos, como dicho es; y estando paralizado el cerebro, ¿como llegan al alma las ideas ó manifestaciones de estas? Yo, á decir verdad, no lo com­prendo.

Dije ideas, porque no falta quien sostiene que obra el hipnotizado según quiere el hipnotizante, sin mani­festarlo exteriormente; y aunque no estén próximos ambos. Para el caso es lo mismo, por aquello de que el más ó el menos no varían la especie, y aquí la especie es entenderse dos almas sin ninguna manifestación exte­rior. ¿Hay, por ventura, un espíritu superior á ellas, que conoce ó conjetura sus voluntades, y que las pone en comunicación? Afirmar esto no se atreven los que niegan lo suprasensible: establecer corrientes á manera de electricidad, es muy burdo, por no decir tonto. Con razón dice Parville que las palabras: «alucinación tele­pática, transmisión de fuerza psíquica» y otras por el estilo, tomadas dt-l griego, son muy apropósito para las gentes de letras gordas, pero que no pasan por los que las tienen un poco más pequeñas.

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xm Mucha gracia me hace la barahunda de post-hipnotis-

mo. Porque, si no veo con buenos ojos el simple, menos grato me sería el compuesto, á no ser cosa de compa­dres, hacerse el dormido y el sordo, estando despierto y expedito el oído. Citan algunas palabras de Sto. To­más para explicar el sueño hipnótico imperfecto, (al cual puede, según ellos, referirse este fenómeno); pero una cosa son ficciones y otras realidades, como las prego­nadas por los secunces del hipnotismo.

El desdoble de persona, es cosa que le ocurre á cualquiera: soñaba el ciego que veta, y soñaba lo que quería, dice un adagio español; y no han de ser los hip-notistas menos privilegiados que el ciego. Para mí es enteramente gratuito que el hipnotizante se apodere del hipnotizado, por la sencilla razón de que el efecto natu­ral del sueño es hacer que desaparezcan de la mente las cosas y personas: así sucede á todos, que, fatigados por pensamientos ó ideas que molesten, una vez dormidos, ya nada les aqueja ni molesta. Al menos así tendrán que convenir con nosotros los que no encuentran distinción esencial entre el sueño natural y el hipnótico.

No menos gratuita es la aserción de que, teniendo fija en la mente á una persona, durante el sueño, pueda ésta sugerir al dormido ideas, actos, etc., etc.; porque, hasta ahora, siempre sucedió que el dormido, estando dormido, nada siente de lo que le diga, otra persona. Los dormidos, á lo más, tendrán ideas imperfectas, vagas y confusas.

A más de que la teoría de la sugestión es contradic­toria en sí misma: pues sabido es que los hipnotistas explican la sugestión diciendo que por ella se atontecen los centros superiores del cerebro, esto es, los intelec­tivos. De aquí que la sugestión obra únicamente en los centros inferiores que presiden al movimiento, al sen­tido, á otros oficios vitales, y, ante todo, obra en la po­tencia imaginativa, que es potencia orgánica. Ahora

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bien: dudo que las sugestiones obren sobre los centros espinales ú otros, sin que el cerebro (ó mejor, la mente) sepa nada, ¿cómo puede el hipnotizante dominar al hip­notizado por medio de las ideas sugeridas? ¿Por ventu­ra son aprendidas las ideas por los nudos nerviosos, ó gozan estos de entendimiento, memoria y voluntad al modo del alma racional? Esto debería admitirse, por cuanto la sugestión no es un impulso mecánico, sino moral é intelectual; resultando de tal admisión, que en el cuerpo humano habría tantos centros que pensaran, cuantos fueran los centros nerviosos reflexos, lo cual es falso. Ni puede suponerse que los centros nerviosos cor­ticales, ministros del pensamiento, no son paralizados al punto por la sugestión, sino que conservan su activi­dad; porque doctrina comunísima y certísima es en la escuela sugestionista que, desde el primer instante del sueño, se paralizan los centros superiores ó de la corte­za gris cerebral, y se excitan los centros inferiores y re­flejos, ó sea los de la médula espinal y otras. Y esta es la razón porque decimos que la teoría adoptada por los sugestiónistas, para explicar la sugestión moral y física, implica contradicción con las otras teorías del sistema sugestivo. Agregúese á esto que, si la sugestión excitase los centros secundarios y no los superiores, que están unidos con lazo tan estrecho con aquellos; ¿porqué ra -zón no se paralizan todos? No la darán los hipnotistas: siendo el resultado de su pretendido dominio (en su hipótesis), el dominio que se tiene sobre una máquina, á la cual falta el manubrio para ponerla en movimiento.

De todas estas cosas trata V., amigo mío, con am­plitud y criterio nada estricto, pero dentro de la doc­trina católica, en su ya citada obra, en la i.' y 4.' Par­tes, y en algunos capítulos de la Parte 5.'

Sin pretensión de dar lecciones á V., que, cierto, no las necesita, ni yo sería quién para dárselas, voy á permitirme trasladar á continuación algunas reglas que

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podrán explicar algunos puntos de su obra; por si al­guien deseara más claridad.

I.' Usted conviene conmigo en que el alma del hombre es forma substancial de todo el compuesto hu­mano: que es principio único de todas las operaciones de éste; por cuanto la forma superior contiene en sí, vir-tualmente, las perfecciones de la forma inferior. Y, por lo tanto, la forma racional é intelectiva encierra tam­bién la virtud de las formas sensitiva y vegetativa.

2.' Que existe mutua relación y convenio entre el alma y el cuerpo en el hombre; de tal modo que aquella mueve á-est« en sus operaciones; y el cuerpo, por medio de los sentidos, trasmite al alma las sensaciones recibi­das de los objetos exteriores; siempre que concurran las demás circunstancias que exige la psicología.

3.' Nadie, excepto Dios, puede mover eficazmente á la voluntad á obrar, porque sólo Dios tiene dominio absoluto sobre todo lo criado: el ángel y el hombre, úni­camente pueden hacerlo por modo de nación, ó exci­tando las pasiones ó la imaginativa ó alguna potencia inferior.

4.* Los agentes superiores pueden obrar de una manera más perfecta y más rápida los mismos efectos de los agentes inferiores. De aquí se infiere que los es­píritus exentos de materia, pueden producir mejor y con rapidez los mismos efectos que lenta y pausadamente producen íos agentes mixtos de espíritu y materia. Se entiende extrínsecos al agente.

5.' Dentro de la esfera de la actividad propia de cada substancia espiritual pura ó espiritual mixta, puede la substancia obrar como le plazca, siempre que no obste otra actividad superior, y la inferior esté en disposición de recibir su influencia.

6.* La esfera de actividad del espíritu puro es mucho mayor que la del espíritu unido substancialmente con la materia.

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7.' El espíritu puro conoce los futuros necesarios porque conoce todas las causas naturales; pero no puede conocer, por sola su actividad, los futuros contingen­tes ni los libres de la voluntad de otro agente creado.

8.' Los actos inmanentes libres, tanto del entendi­miento corno de la voluntad, no manifestados por algún efecto ó signo exterior, ó por la voluntad misma de cada uno, no pueden ser conocidos por ningún otro agente creado.

9.' • Los espíritus puros pu'iden mover los espíritus vitales, existentes en el hombre, y mediante este movi­miento excitar la fantasía para obrar, y por la fantasía el entendimiento: que es lo que se llama ilustrar ó ilu­minar. Y

10.' Sólo Dios puede obrar los milagros verdaderos ó propios; esto 'es, obrar fuera del orden de toda natu-rale\a creada. Los ángeles únicamente pueden obrar los milagros impropiamente tales; que son los efectos que superan las fuerzas de alguna naturaleza creada, cono­cida por nosotros, producidas por otra naturaleza crea­da;, desconocida. De estas verdades fácilmente se colige lo que pueda haber preternatural en los fenómeno.? del hipnotismo, ora sea por razón de los medios ó modos de producirlos, y de las cuales se ocupa V. en la 2.' Parte de su libro; ora tenga relación con las diferentes formas que presenta, tan minuciosamente detalladas en la 3:'Parte; y de alguna nianera vislumbrar cuáles efectos caerán ciertamente bajo la acción del compuesto huma­no, y á quienes habrá de mirarse con desconfianza. Que el diablo es más listo que el hombre, y se mete en mu­chas partes sin ser llamado directamente: como queco-noce por las señas y por los hechos la gran cosecha que le viene de cazar almas en sus redes por ese medio y otros, aun más rastreros. Harto lo demuestran, por desgracia, las páginas que V. dedica á narrar los efectos morales, religiosos y sociales producidos por el hipno-

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iVrt . tismo en los países donde se ha propagado, y con cuanto acierto han condenado su práctica las más doctas cor­poraciones científicas, según puede enterarse cualquiera que desapasionadamente lea los cuatro últimos capítu­los de El Hipnotismo.

Y porque no faltan impíos que atribuyen las llagas milagrosas de algunos santos, á un desarreglo men­tal, debido á una fuerte excitación producida por la con­templación religiosa, á los abusos de abstinencia y de ascetismo en las constituciones ya predispuestas á los desórdenes de la enervación; ó bien á sueño, en el cual se imaginaban los sujetos recibir heridas, y después de despiertos, bajo esa influencia, aparecían en los puntos ó partes de su cuerpo las llagas ó ulceraciones soñadas; vamos á transcribir literalmente lo que á este propósito dice el sapientísimo Benedicto XIV en el lib. IV, Parte I.", capítulo 33, número 19, de su celebérrima obra titu­lada: De Canoniíatione Sauctorum\ ya que lo que allí se escribe acerca de las llagas de S. Francisco de Asís, puede aplicarse también á cualquiera otra persona que haya recibido idénticos favores divinos, con alguna va­riante. «Se reconocerá, escribe, que la impresión de las llagas es un milagro divino, y no puede explicarse por causa natural, por artificio ó por imaginación, si se pien­sa en la forma de los estigmas de los pies y de las ma­nos, porque en los pies y manos del Santo se formaron clavos hechos de nervios ó de carne.

Estos clavos tenían una cabeza resistente, ancha y aplanada; su punta se prolongaba fuera del otro lado de los pies y délas manos, y se encorvaban de tal suerte que se podía meter un dedo en el círculo que formaban al encorvarse; así es como el hermano Buenaventura, Obispo de Albano, Cardenal de la Santa Iglesia Roma­na, dice haberlo oído de testigos que habían visto y to­cado estas excrecericias, y que lo verificaron bajo jura­mente—Supongamos por un instante, (jue una causa

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XVIB natural ó la imaginación tenga el poder de abrir los regidos de las carnes; pero aun cuando se las ayudase por medios artificiales, ¡amas podrían formar clavos de esta dureza y de esta forma con la materia de los ner­vios y de los huesos... Por las mismas razones la herida del costado no ha podido ser producida en la forma que tenía por efecto natural de una causa física ni de la imaginación: y, además, no siendo así, no hubiera po­dido conservarse dos años sin corrupción, como se con­servó en San Francisco.»

Y basta lo dicho para comprender cuan importante sea la materia que V. trata en su escrito, y cuan digna es de ser estudiada la hipnosis, que V. examina bajo un aspecto, que ninguno otro lo ha hecho tan cumplida­mente, como V., al menos en nuestra patria.

Por esto yo me atrevo á recomendar su obra á los. amantes de las letras y de la pureza de costumbres y de creencias, en la seguridad de que darán por bien em- picado el tiempo que, en su lectura, hayan gastado.

Que Dios conceda á V. salud y gracia para trabajar en defensa de la doctrina católica, es lo que desea su afmo. en los sagrados Corazones de Jesüs y María, S. S. y cap.,

q. b. s. m. taucí Jboe&z.

Cuenca, 24 de Octubre de 189a.

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EL HIPNOTISMO.

CUATRO PALABRAS COMO PREÁMBULO.

El magnetismo nos prepara tal vet el mayor ai los estu,'ores del siglo XIXy del siglo XX.

(Donato. Introducción á la Revista etc. pág. 35.) Kl lii¡.notismo agita en nuestros días las inteligencias

de los moralistas y cientificoi, para dar d sus difíciles y pavorosos problemas una soluc'.ón satisfactoria.

(Donadiu. Discurso leído en el último Congreso Católico español.)

Es un hecho hoy ya evidentísimo y que ha tra.stor-nado gran número de inteligencias de nuestros días, la gran conmoción producida en el mundo científico por ese fenómeno que nos parece surgir del abismo de lo desconocido, y presentarse á nuestros fascinados ojos en busca de una satisfactoria solución, cuando no es más que una de las múltiples fases con que se reviste un hecho, cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos.

Ese hecho al que nos hemos querido referir, es* el llamado Hipnotismo, que, como dice el ilustre Prelado de Madrid: «se ha presentado en nuestros días inva­diendo el hogar doméstico, exhibiéndo.se en e' poctáculo?

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. públicos, interesando en pro y en contra la vida de la prensa y suscitando frecuentes discusiones, que dan lu­gar á dudas y á opiniones contrarias en los contendien­tes, llegando éstos algunas veces á dejarse dominar de la pasión hasta el extremo de admitir unos ciegamente el hipnotismo como medio terapéutico para curar todas las enfermedades de la humanidad y clave milagrosa para descubrir todos los arcanos del orden natural y sobrenatural, y de rechazarle otros en absoluto como un principio de todas las desgracias que pueden com­prometer la salud del alma y del cuerpo y de conturbar la paz de las familias y de la sociedad.»

Preséntasenos hoy el hipnotismo como casi todos los errores, de moda; ataviado muy á la moderna, y la parecer provisto de muy ricas galas, adornado de una falsa juventud y con el corazón marchito por los afros, viene con un aparatoso pertrecho y como amenazando llegar á dominar este viejo mundo, y ¡triste es decirlo! endereza sus tiros con predilección contra esa inconmo­vible roca sobre la cual se levanta la Iglesia Católica, que tantas tempestades ha visto pasar y morir, sin es­tremecerse siquiera, y tantos ufanos bajeles estrellarse contra ella.

Pero si bien es un hecho ciertísimo que la barquilla del Pescador nunca naufragará por recia que sea la tor­menta, también es cierto que cada una de las borrascas por las que la misma barquilla es combatida, hace naufragar ó perecer á gran número de sus hijos; y co­mo pudiera muy bien suceder que algunos de éstos fue­ran seducidos al hablar del llamado hipnotismo, nos ha parecido conveniente condensar en pocas páginas lo más importante que hoy se sabe sobre esta cuestión, y con> densarlo en forma muy sencilla para que todo el mundo lo entienda. Este es nuestro objeto, y nada nuevo presu­mimos decir. Nos ha movido á escribir este pequeño tra­bajo lo útil que juzgamos es generalizar estos conoci-

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-olio-niíentos, supuesto que si bien es verdad que se han pu­blicado obras notables sobre la hipnosis, la mayor parte son ó se pueden llamar científicas; y nosotros creemos que generalizado como lo está hoy el hipnotismo, debe generalizarse asimismo lo que convenga saber sobre dicha cuestión, para evitar quizás que algunos puedan ser engañados fácilmente.

Los asuntos que vamos á tratar en nuestra modesta obra y el método de exposición que vamos á seguir en la misma, son los siguientes. Dividimos el estudio del hipnotismo en cinco partes, es á saber:

En la I.'parte examinamos si existe el hipnotismo, dado que no faltan autores que le niegan existencia real; lo que es el hipnotismo; su historia; si el hipnotismo es una ciencia; cuál es su fin; si el hipnotismo es la magia; si es el magnetismo animal; y si, por fin, es el histeris­mo ó urra forma de esta enfermedad, como han preten­dido varios autores.

En la 2.' parte estudiaremos los procedimientos de hipnotización; examinaremos si el hipnotismo se puede aplicar á todos los mdividuos; si son aplicables á todos cualesquiera de los medios de hipnotización, y si ésta es igual en todos los hipnotizados; que es el autohipnotis-mo; si es posible hipnotizarse por la sola imaginación; si existe relación entre el hipnotizado y el hipnotizador; cómo se realiza la vuelta al estado normal después de la hipnotización; si es precisa la voluntad ó cooperación del hipnotizado para la hipnotización; si hipnotizado un sujeto otras veces, es precisa su voluntad para nuevas hipnotizaciones; si el sueño natural puede pasar á hipno-tico; si existen zonas hipnógenas; si recuerdan los hip­notizados lo ocurrido durante su hipnotización; si con­serva el hipnotizado el uso de sus sentidos, y termina­remos esta segunda parte ocupándonos en la mayor ó menor facilidad con que se produce el hipnotismo.

En la 3.* parte estudiaretnos las formas qne preseO"

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ta el hipilotismo; la clasificación de los fenómenos hip­nóticos y del gran hipnotismo; las formas médicas del hipnotismo; el período -preparatorio del mismo; f.l sue­ño hipnótico; el estado de letargo ó letárgico; la hiper-exciiabilidad neuro-muscular; la catalepsia; el sentido muscular; los movimientos automáticos; el sonambu­lismo; la fascinación; los sueños expontáneos en el so­nambulismo; los f&nómenos psíquicos; algunas varieda­des de hipnotismo y del hemi-hipnotismo; la influencia de la música en el hipnotismo; si se puede simular el hipnotismo; los medios para reconocer el hipnotismo simulado; si pueden mentir los hipnotizados; la pérdi­da, cambio y desdoblamiento de la personalidad en al­gunos sonámbulos; el hipnotismo superior ó trascen­dental; el hipnotismo en los animales y la catalepsia; y por fin si los Santos y los Profetas fueron unos hipnoti­zadores, como pretenden muchos hipnólogos.

En la 4.* parte trataremos de la sugestión; del sueño hipnótico por sugestión; de si la aptitud para realizar los fenómenos sugestivos está en relación con la profun­didad del sueño hipnótico; de si existe la contra suges­tión; de la catalepsia y parálisis por sugestión; de la sugestión posthipnótica; de la sugestión á plazo; de la sugestión en estado de vigilia ó sin hipnotismo, ó vigilia hipnótica; de la sugestión mental, de la misma con pro­pósito criminal; del influjo de la hipnotización y suges­tión en las funciones de la vida orgánica; de las manchas de sangre y hemorragias por sugestión; de si pierde un hipnotizado en absoluto el imperio de su voluntad; de si pierde el mismo el uso de su conciencia; de si se reali­zan los actos sugeridos sin lucha alguna ó sin dudas por el hipnotizado; y por fin de si domina siempre el hipno­tizador al hipnotizado.

Y, por fin, en la 5.' parte estudiaremos la esencia, acción, ó modo de ser del hipnotismo; el examen de las teorías dadas para explicar dicha acción; si el hipnotis-

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mo es ó no una enfermedad; si hay un hipnotismo natura!; si el hipnotismo es innatural; qué fenómenos hipnóticos son innaturales, cuáles sospechosos y cuáles pueden ser naturales; las consecuencias del hipnotismo en los que sufren sus efectos; las consecuencias morales y sociales del mismo; el hipnotismo bajo el punto de vista médico legal; el hipnotismo aplicado á la medici­na; y por último si es lícita ó no la práctica del hipno­tismo.

Tal es el cuadro en que hemos comprendido los fenómenos del hipnotismo, cuyo estudio vamos á em­prender dentro del pian que han visto nuestros lectores; empresa vasta en extremo para nuestras débiles fuer­zas, pero que acometemos fiados en nuestro buen deseo y buena voluntad.

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HRÍT

PRIMERA PARTE.

¿EXISTE EL HIPNOTISMO?

Creemos que esta cuestión debe preceder á todas, porque aún existe gran número de personas que d prio-ri, y sin examinar este asunto, niegan que sea una ver­dad, inclinándose á no ver en el hipnotismo sino una superchería Q una farsa. No hace muchos años que la Academia de Ciencias, la Sociedad Real de Medicina y la Facultad de París, condenaron el hipnotismo como una superchería, y aun hoy mismo, que es tan evidente su existencia, hemos visto á gran número de personas instruidas, y hasta médicos, asegurar que todo es un puro engaño, y no hay nada de verdad en este asunto. Mesmer, Puységur, Pétetin, Faria, Braid, Elliolson, Esdaile, A!{ain, Guérineau, Demarquay, Gigot-Suard, Richer, Regnard, Bourneville, Dumontpallier, Féré, Voisin, Richet, Bernheim, Chambard, y otros mil autores que pudiéramos citar, todos están contestes en afirmar á su modo la existencia del hipnotismo, cuyos efectos han demostrado prácticamente, Mesmer y sus

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-eieo-discípulos en gran parte del mundo; Hausen en Ale­mania; Donato en Italia, Búlgica, Holanda y Rusia; Za-nardelli en Roma; Gon^aleí en Milán; Lombroso en Turin; Rattone en Sassari; Gruñes en América; V/ilson en Inglaterra;Oarco/en Francia; y muchos más que pu­diéramos mencionar, en varias otras naciones y países.

Bien sé que alguno me pudiera objetar que estos testimonios pudieran ser sospechosos por ser de hom­bres, tachados unos como charlatanes, y los otros como materialistas, pero á esto se contesta con facilidad, que es tal el numero de hombres de ciencia y Academias que hoy afirman la verdad del hipnotismo, que es im­posible que se hubieran puesto todos de acuerdo para sostener una impostura tan fácil de descubrir; que muchos de los testigos que aseguran la verdad de li hipnosis son hombres respetables por su ciencia y su veracidad, que los hay entre ellos hasta religiosos, y que los experimentos hipnóticos, se han hecho delante de miles de observadores y en todas las naciones del mundo; y si alguno recusara todos estos testimonios le diremos que la mayoría de teólogos que han examina­do esta cuestión, como el P. Franco, Fisard, Nampon, Martignon, Gaume, etc.; las Academias, Consejos de Sanidad y Gobiernos que se han ocupado de la misma, no negaron la realidad del hipnotismo, sino que lo con­denaren por los abusos á que daba lugar y consecuen­cias graves que su uso producía. Además, este juicio ha sido confirmado por gran número de Obispos católicos de diversas naciones, y recordamos las palabras que Sobre este punto dice uno de los más sabios é ilustres Prelados españoles de nuestros días. «Sería preciso echar por tierra las leyes morales de la vida social y adoptar un escepticismo histórico, tan contrario á la razón como al sentido común, pretender que centenares y millares de hechos, verificados en presencia de hom­bres prevenidos contra su realidad, de médicos, de acá-

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••17»' démicos y de sabios; realizados otros en presencia de multitud de hombres honrados y de personas de todas clases, edades y condiciones, y atestiguados los más por hombres serios, en periódicos, revistas y libros de todo género, no eran mas que fraudes ó ficciones vanas sin realidad alguna.»/^Fr. Zeferino Gon^álei. Filos. Elem. t. ir, pág. 249.)

Y no se diga que muy bien los hechos hipnóticos pueden parecer reales y ser un convenio entre el hipno­tizador y el hipnotizado, una especie de juego de pres-tidigitación; por que dichos hechos han sido observados en condiciones que alejan toda probabilidad de engaño, y entre los hechos atribuidos al hipnotismo hay algunos que si han sido bien observados, es imposible que sean simulados ó falsos.

I I .

¿QUÉ ES EL HIPNOTISMO?

El nombre de hipnotismo fué inventado por el Dr. Braid, y es una palabra que vale tanto como sueño ó adormecimiento; pero como esto no explica bastante lo que con dicha palabra se quiere representar, veremos de encontrar una definición del hipnotismo que nos deje satisfechos. Esta empresa es sumamente difícil por las vivas cuestiones que se agitan hoy sobre la esen­cia del hipnotismo, acerca de cuyo punto apenas hay dos sabios que se muestren conformes. Para unos es el antiguo magnetismo animal nuevamente bautizado con un nombre más á la moderna; para otros es el efecto de la parálisis y escitación del centro encefálico; estos dicen que es una neurosis experimental; aquellos

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- 1 8 -que es un sonambulismo artificial; algunos que es un sueño nervioso provocado; varios que es el resultado producido en el sistema nervioso por la concentración fija y abstracta del ojo mental y del visual sobre un objeto que no sea por su naturaleza escitante; no falta quien le defina como un delirio, un sueño artificial ó provocado, y así podríamos seguir acumulando citas de definiciones del hipnotismo, más ó menos Qxactas, más ó menos incompletas ó falsas.

Si nosotros no viéramos en el hipnotismo más que un hecho natural, le definiríamos diciendo: Es un estado üsio-palológico, provocado, que produce ó puede prodU' cir síntomas neurósicos muy variados en el hombre EJI efecto, el hipnotismo, considerado como un hecho puramente natural, es un modo de ser del organismo, siempre ó casi siempre provocado, que obra modifican­do profundamente dicho organismo y produciendo sín­tomas patológicos de diverso orden, en especial simu­lando los que presentan las enfermedades nerviosas, lla­madas neurosis, como el histerismo, la epilepsia, etc. Este modo de considerar el hipnotismo dista bastante de la opinión de ciertos católicos, que no ven en él sino una forma de la magia, un estado de obsesión produ­cido por un pacto tácito ó expreso con los espíritus ma­los. Pero para nosotros el hipnotismo es un estado anor­mal ó patológico del organismo provocado por causas diversas, que presenta dos clases de fenómenos: unos naturales y otros innaturales.

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-otg*-

I I I

BREVE HISTORIA DEL HIPNOTISMO.

No habiendo completa conformidad sobre casi nada de lo que se refiere al hipnotismo, disputan los sabios y médicos sobre si el origen del mismo está en los primi­tivos tiempos, ó si se ha de buscar en Mesmer ó en Ja^ mes Braid: Diremos con lisura lo que sobre esto nos parece más probable.

El hipnotismo es sin duda tan antiguo como el mun­do. En casi todos los pueblos de la antigüedad se en­cuentran prácticas hipnóticas. Se cree que los chinos hipnotizaban ya muchos cientos de años antes de la Era Cristiana; los caldeos hiciéronse famosos por esto en todo el Oriente; los Fakirs de la India practicaban el hipnotismo 2000 años antes de Jesucristo; en las fiestas del antiguo Egipto las mujeres y los niños llenábanse de entusiasmo profetice, y sus vaticinios se conservaban con respeto; los Faraones tenían sus magos que hacían ó aparentaban hacer maravillas, como las que hicieron delante de Moisés; y en un manuscrito egipcio, escrito cerca de 3Q siglos antes de la Era Vulgar, el Papiro mágico, ya se consignan hechos de hipnotismo. Los he­breos en sus frecuentes idolatrías cayeron en las supers­ticiones de ios demás pueblos y como éstos consultaban á las pitonisas, y entre otros hechos se puede citar lo que dice Josefa de Salomón y de Apolonio de Tiana. En Grecia y Roma los hechos se siguieron repitiendo en igual forma, y en estos países florecieron los magos, adivinos, profetisas, sibilas y pitillas: Esculapio se dice que curaba hipnóticamente; y en los templos de estos países la iiipnosis era conocida y practicada. En prueba

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- 2 0 -de ello recordemos lo que sucedía en el templo de Apo­lo en Delfos: la sacerdotisa, preparada desde algún tiem­po antes con el ayuno y la meditación, era sentada en el trípode colocado sobre una abertura del abismo, por la que salían abundantes vapores sulfurosos que envol­vían en una nube misteriosa su cuerpo, el cual se agi­taba en medio de violentas convulsiones, arrojaba espu­ma spnguinolenta por la boca, y se producía en ella un estado extático, durante el que pronunciaba palabras y frases misteriosas, que eran recogidas como inspiración divina. Areteo ya nos describió el tipo del sujeto hipno­tizado, que distinguió de otros estados nerviosos. Con frecuencia recorrían el mundo gran número de hombres y mujeres desde remotos tiempos, practicando el hipno­tismo ante los asombrados pueblos; y gran número de filósofos de la antigüedad nos ofrecen claros ejemplos de hipnosis. Los pueblos bárbaros, que vinieron á for­mar las naciones modernas, nos ofrecen asimismo prác­ticas hipnóticas, entre sus no menos bárbaras supersti­ciones.

Durante la Edad Media, la historia de la hipnosis se confunde con la de la brujería; y esta llegó á ser tan co­mún, que solo en un año contó un historiador cerca de 3ooo brujos tan solamente en Francia: y hay escrito­res como el monje Delépine que nos habla de una forma especial de letargía de que eran acometidos algunos brujos, los cuales quedaban entorpecidos y como muer­tos, y al despertar creían venir del conciliábulo; y enton­ces eran vulgares entre los mismos los diversos medios, propios para producir dicho estado letárgico. Este con­tagio llegó hasta á personajes de los de más renombre, y Paracelso, Bacon, Arnaldo de Vilano va y otros sabios padecieron fenómenos hipnóticos ó pasaron como ins­pirados por esta causa. En ios siglos posteriores siguie­ron siendo frecuentes los hechos hipnóticos, entre los que podemos recordar el de las extáticas de Nantes y

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- 2 1 -otros; en especial el del célebre irlandés GreatrukeS que recorrió triunfalmente la Inglaterra curando enfermos en todas partes por medio de procedimientos hipnóti­cos, como L\ imposición de manos y los pases que luego había de resucitar Mesmer, y produciendo frecuentes crisis nerviosas en gran número de individuos. Qué mucho que se llegase á creer en aquel tiempo que era un enviado de Dios? Recordemos asimismo las curiosas escenas ocurridas en el cementerio de San Medardo que en otro lugar relatamos, y que ya muy cerca de nues­tros días se levantaron en una sola región de Francia más de 8000 profetas, entre ellos niños de dos y cuatro años, que ofrecieron fenómenos hipnóticos singulares. También debemos hacer notar que, en la inmensa ma­yoría de pueblos salvajes se han descubierto asimismo prácticas de liipnotismo, las cuales son comunes entre muchas tribus árabes; y que estos mismos creen que su Profeta Mahoma estuvo sujeto á frecuentes éxtasis en los que le fué revelada la doctrina sagrada para ellos.

Tal es la brevísima historia del hipnotismo empírico ó práctico, que se confundía con la magia, no habién­dose pensado siquiera en darle un nombre particular. De ella dedúcese que la existencia y conocimiento del llamiado hipnotismo se remonta á los primeros tiempos de la humanidad, por más que se nos quiera presentar como una novedad flamante de nuestra época, como una maravillosa invención que ha de transformar el mundo.

En el siglo XVIII dá principio lo que se puede lla­mar historia científica del hipnotismo; tales son por lo menos, sus pretcnsiones. Los primeros estudios sobre esta cuestión fueron debidos al padre Hell y al jesuíta Kircher, que le dio el nombre de magnetismo animal, y por entonces se presentó en escena el célebre Mesmer, que expulsado por charlatán de Viena, llegó á tener un éxjto fabuloso en París con su sistema magnético, y á

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contar gran número de discípulos, entre los que se dis­tinguió el Marqués de Picysegur, que fué el que descu­brió el.sonambulismo magnético. Mesmer publicó una Memoria sobre su sistema, que fué llamado Mesmeris-mo, y condenado como una superchería por la Acade­mia de Ciencias, por la Sociedad Real de Medicina y por la Facultad, si bien es cierto que entre los sabios encar­gados entonces de examinar el Mesmerismo, hubo uno, Jussieu, que dijo que Mesmer estaba en camino de rea­lizar un gran descubrimiento, y admitió en los hechos descritos por este autor, un estado nervioso especial producido por la imaginación exaltada; con producción de síntomas de eretismo, éxtasis y ausencia de faculta­des volitivas. Barbarin inventó la teoría espiritualista para explicar el magnetismo: Pétetin descubrió el esta­dio cataléptico; Faria provocó el sonambulismo por simple sugestión; Bertrand, Recamier y Cloquet, trata­ron de aplicar el magnetismo á la medicina; Braid tra­tó de explicar científicamente el hipnotismo y fué el in­ventor de este nombre, aunque también recibió el nom­bre de Braídismo; siendo notable que este respetable hombre de ciencia Braid, que pretendió destruir las pre­ocupaciones que había sobre el magnetismo, cayó en el mismo escollo que trató de combatir; pues intentó unir el hipnotismo con el sistema frenológico del célebre Gall. Después de Braid gran número de médicos y charlatanes de todos los países han seguido estudiando el hipnotismo hasta llegar á nuestros dias, en los que Charcot ha pretendido hacer entrar el hipnotismo defi­nitivamente en las ciencias médicas, después de repeti­dos experimentos. Tal es muy en compendio la historia del hipnotismo.

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-as—

rv.

¿ E L HIPNOTISMO ES UNA CIENCIA?

FIN Ú OBJETO DEL MISMO.

Hay hipnotistas que cegados por el entusiasmo creen y afirman que la hipnosis forma una ciencia com­pleta, á la cual han dado el pomposo nombre de Hipno-logia. Nacida ayer, en opinión de los que niegan al hip­notismo su parentesco con el magnetismo animal, ya se presenta con la mayor arrogancia ante la humanidad, preiendiendb nada menos que el trastorno completo de todas las ciencias divinas y humanas: pues quiere hacer cambiar la Teología, la Filosofía, la Antropología, la Fisiología, la Medicina, la Moral, el Derecho, etc. Pero á esto contestaremos con el Sr. Donadíu: «que el hip­notismo no es un conocimiento cierto y evidente de sus fenómenos por sus causas y adquirido por la demostra­ción, por cuanto descansa en hipótesis más ó menos in­geniosas y en algunas verdades particulares resultado de los fenómenos que han ido observando y anotando los que se han consagrado al estudio del mismo. Para de­mostrar este aserto, bastará solo fijarse en los diversos y á veces contradictorios conceptos que ya sobre la na­turaleza del hipnotismo, ya sobre su historia, sus me­dios, fenómenos, efectos y causas emiten sus más deci­didos y entusiastas partidarios: prueba evidente de que no hay en é\. hipnotismo fijeza de principios, ni ese cú­mulo de verdades por ellos tan ensalzadas, careciendo por lo tanto en su totalidad de valor cienlifi.co.r> Y sigue el autor tratando en particular de cada uno de estos puntos para probar su aserto, lo cual nosotros tratare-

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-c Sis­mos en capítulos especiales, en los que estudiaremos todo lo relativo á los puntos indicados por el Sr. Do-nadíu.

Una vez que hemos visto que el hipnotismo no tie­ne más valor que una mera opinión; como dice el elo­cuente Prelado de Madrid Sr. Sancha, que en su nota­ble Pastoral sobre este asunto afirma asimismo que; «la hipnosis hasta el presente carece de títulos legítimos para aspirar á la nobleza y alta categoría de la ciencia, puesto que esta no consiste en meros experimentos y en la enumeración de hechos aislados y no todos verdade­ros, que son las únicas conquistas que presenta la histo­ria del hipnotismo:» debemos decir dos palabras sobre el fin que se propone ó á que tiende el hipnotismo.

Los fines para los que se ha empleado hasta el día el hipnotismo, han sido varios según los que le han usado, ó en las manos en que ha caido. Muchos lo han practicado por adquirir riquezas, gloria y honores, ó para servir de espectáculo y diversión al pueblo en tea­tros y circos; como Donato, Zanardelli, Hausen, Pa­ria y el mismo Mesmer. En algunas manos ha servido para cometer varios delitos á los que tan fácilmente se presta, como veremos más adelante. Otros pretenden que, el hipnotismo ha revelado secretos, arrancados á la naturaleza, y se expresan como Donato, que sobre este punto dice lo siguiente: «En el concepto filosófico el magnetismo nos revela un nuevo mundo. Nadie pue­de preveer que ventajas recibirá de él la investigación científica. El magnetismo nos prepara tal vez el mayor de los estupores del siglo décimo nono y del siglo vigé­simo.» En otras manos el hipnotismo pretende ser un ariete formidable para destruir la indestructible forta­leza de la Iglesia, y reduce ó trata de reducir las. prue­bas de la Divinidad de esta, á simples fenómenos hipnó­ticos. Algunos aprovechan el hipnotismo para la expli­cación de los misteriosos fenómenos de la magaa; y

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-25-^ por fin los más sabios y concienzudos, no ven en el hipnotismo sino un método de tratamiento de varias en­fermedades; á cuyo punto dedicaremos también un ca­pítulo especial. Tales son los fines principales del hip­notismo á )Uzgar,por las declaraciones de sus mismos partidarios; sin contar otras aplicaciones que se han que­rido dar á la hipnosis, como la de servir para el esclare­cimiento de los hechos criminales, la de poder servir de medio de educación, y otras de más ó menos impor­tancia.

¿ E L HIPNOTISMO ES LA MAGIA?

Muchos confunden ambas cosas y conviene fijar esta cuestión. El hipnotismo no es la magia, sino cuando más una variedad ó especie de la misma; como es la fas­cinación, la adivinación, los hechizos, etc.; y ya se sabe que la parte no es el todo. Para decidir la cuestión de si es ó no una forma de magia el hipnotismo, hay que ate­nernos á la manera como se considere á éste. Claro que los que solo ven en la hipnosis un conjunto de fenóme­nos naturales, no pueden asentir á que tenga ó pueda te­ner relación alguna con la magia; pero los que en la misma vemos un hecho innatural, por lo menos en parte de ella; no podemos menos de ver en el hip­notismo un fenómeno que pertenece á la historia de la magia, por lo menos en gran parte del mismo; y ahora no hacemos más que indicar nuestra opinión sobre este punto que desenvolveremos con más exten­sión al hablar de si el hipnotismo e.t itínatural.

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K) Sé* *

VI

¿EL HIPNOTISMO ES EL MAGNETISMO ANIMAL?

A nosotros nos parece esta una cuestión resuelta. Es indudable que el hipnotismo y el magnetismo animal son una misma cosa, aunque con nombre distinto. Ya ML'SIULT en sus clmrlalanescos experimentos llegó á dar pruebas de conocer los principales hechos que constitu­yen el hipnotismo; no sólo los llegó á conocer, sino que trató de explicarlos con cierta habilidad; y para nosotros el hipnotismo no es más que el magnetismo más des­arrollado, presentado bajo una forma moderna, y mejor conocido en cierto sentido; por más que en el fondo sub­sistan hoy casi los mismos misterios que en tiempos de Mesmer. Así que creemos que ligeras diferencias secun­darias no bastan para hacer dos hechos distintos de lo que es una sola cosa. El Padre Zeferino Goniále\ en su Filosofía, considera el hipnotismo como una especie ó rama del magnetismo, al que llama magnetismo hipnó­tico; y dice que éste apenas se distingue del vulgar, sino en que determina los fenómenos magnéticos por medio de la fijeza de la vista sobre objetos luminosos ó brillan­tes, sin necesidad de emplear los tocamientos, pases y demás medios de que hace uso el magnetismo vulgar.

El Sr. Obispo de Madrid en su notable Pastoral, sobre esta cuestión, nos dice que: practicándose el hipnotismo en público y privado con los mismos fenó­menos que el magnetismo que describe detalladamente; empleándose en uno y en otro los mismos medios para producirlos, declara que son una misma cosa y que la condenación pronunciada contra el magnetismo debe alcanzar del mismo modo al hipnotismo. Y en otro lu-

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gar de la misma Pastoral añade; que «siendo los fenó­menos de Ja hipnosis los mismos que los del magnetismo parece deducirse, sin inferir violencia alguna al criterio lógico, que la causa de la primera debe ser igual, al me nos específicamente, á la causa del segundo.»

El señor Sánchez Freiré, aunque en su discurso so­bre la hipnosis parece querer prescindir de lo que pode­mos llamar historia empírica de la misma, no puede menos de tomar á Mesmer, el pretendido fundador del hipnotismo animal, como punto de partida en el cono­cimiento del hipnotismo; siendo muy extraña la razón que dá dicho escritor para distinguir ambos hechos; pues dice que si bien es cierto que los fenómenos del magnetismo podrían mu}' bien ser los mismos que los del hipnotismo, la explicación que se ha dado de estos, hace de la hipnosis una cosa distinta. Pero son más satisfactorias y razonables, preguntamos nosotros las explicaciones dadas del hipnotismo? Puede esa distinta explicación borrar la identidad que hay entre ambos hechos, que no varian sino en que se nos presentan ves­tidos con distinto traje, conforme á la época en qüc ambos se han presentado ante el mundo?

El célebre Jussieu individuo de la Comisión nombra­da por la Academia Francesa para informar acerca del magnetismo, después de diversos experimentos sobre este asunto, admite que indudablemente se producia en estos experimentos un estado nervioso especial de di­versos grados, con eretismo, éxtasis, y ausencia de fa­cultades volitivas; afirmó que Mesmer estaba en camino de realizar un gran descubrimiento, y creia que los efectos magnéticos producidos eran un producto de la imaginación exaltada; y díganos cualquiera si no se pueden aplicar estas mismas palabras al hipnotismo de nuestros días.

Además, desde Mesmer se sigue sm interrupción la liistoria del magnetismo hasta Braid, sin solución al-

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-« 23o-

guna de continuidad: después de Mesiner siguieron tra* bajando sobre el magnetismo, entre otros, D'EsIón, Tardy, Bonnefq/, Villerd, Piiysegur, V/olfart, Hu-feland, Sprengel, Faria, etc.; todos son continuadores unos de otros y forman ios anillos de una cadena que termina en Braid, que, según Freiré fuá él que susti­tuyó la palabra magnetismo, que induce á errores teó­ricos, por la de hipnosis, que simplemente significa sueño, y cimentó sólidamente la Hipnología.

Ya en i8i3, Deleu\e, en su Historia crítica del mag­netismo animal, nos describa un conjunto de fenómenos que en nada se diferencian de los hipnóticos. También hace años que Foissac pidió á la Academia de Medicina de París que informase sobre el magnetismo, la cual nombró una comisión compuesta de distinguidos profe­sores, que después de seis años de experimentos, dijeron que; «merced á cierta técnica de procedimientos varia­bles se pruJucían en el magnetismo sorprendentes fenó­menos, como son el sueño, el sonambulismo, la debilita­ción y la energía de las fuerzas orgánicas anestesia gene­ral aun en las operaciones mayores, conservación en los sonámbulos de todas Jas facultades que tienen en la vigi -lia, olvido completo de cuanto ocurre en el sueño artifi­cial, y facilidad progresiva de los individuos para ser dormidos:» y vea cualquiera si esto no parece un retrato exacto del hipnotismo.

Koestrañen nuestros lectores que tratemos con algu­na extensión este punto, pues hay algunos escritores qne rechazan todo parentesco entre el magnetismo ani­mal y la hipnosis. Pero si ambos son una misma cosa con dos nombres distintos, y un mismo fenómeno, ha­biendo sido el magnetismo animal condenado por la Santa Iglesia, ya pueden s&c?iV las consecuencias los que esto lean.

Además estudíense los hechos, léanse con detenimien­to los fenómenos atribuidos al hipnotismo y los propios

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-0 2 9 »•

del magnetismo; y dígasenos qué diferencias verdade­ras existen entre unos y otros. Mesmer, Pujsegur, Pé-tin, y Faria, casi no han dejado nada que inventar á nuestros hipnotistas; y si nos fijamos en la cuestión de la interpretación de los hechos, el que vea esta cuestión con imparcialidad, no puede menos de confesar que á pesar de haber transcurrido un siglo, estamos poco más ó menos como en los tiempos de Mesmer. Y no crea nadie que los antiguos magnetizadores conocieran tan sólo los fenómenos que se llaman naturales de la hipno­sis, ó sea los más sencillos; sino que ya conocieron to­dos los del llamado hipnotismo superior ó trascenden­tal, y aun admitían algunos hechos no admitidos hoy por los modernos hipnólogos: así qu2 ya conocían la transposición de los sentid'js, la visión á través de cuer" pos opacos y de objetos lejanos, el conocimiento de las enfermedades internas y de los remedios que pudieran estas necesitar, sin tener estudios médicos; el conoci­miento del porvenir, la adivinación de los pensamientos de los demás etc:,... de modo que no se puede decir que se ha'laran muy atrasados en esta materia.

Así que gran número de escritores modernos en vista de todo esto, afirman como el P, Franco: «que el mo­derno hipnotismo, no es otra cosa que el antgiuo mag­netismo despojado de los juegos de los fenómenos tras­cendentales.» Para el Dr. Calatraveño,t\ hipnotismo nació de Mesmer: el Dr. Sanche^ Herrero no solo cree esto, sino que según él, el hipnotismo na podría pres­cindir de los mesmerianos, descubridores añade de gran parte de los fenómenos hipnóticos: «El hipnotismo no es sino una reproducción en gran parte del magnetismo animal, hoy ya tan desacreditado;» escribe el Sr. Posad-illa. £a T oM/'e// !? ha escrito asimismo: «El magnetismo, animal, conocido hoy con el nombre de hipnotismo, el cual entra en la medicina como parte de la misma.» Bernheim por su parte ha dicho que;» el hipnotismo es-

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un hijo del magnetismo mesmeriano, del cual ha nacido como de la Alquimia nació la Química.» Richer dice lo que sigue: «El hipnotismo toca muj'de cerca á los he­chos atribuidos al magnetismo animal, ¿es acaso conve­niente poner una decisiva separación, colocando de una parte el hipnotismo, y el magnetismo de otra? Nosotros creemos que no; á lo menos por ahora.» «Mesmer, dicen los Sres. Maira y Benavente, con su esclarecido talen­to, erigió el magnetismo animal, como entonces se lla­maba eJ hipnotismo de hoj^, en doctrina médica y con­tribuyó poderosamente á su propagación, etc.» Y estos mismos autores cuya opinión comparten otros muchos hallan el origen del hipnotismo en los más antiguos pue­blos de la tierra.

El Gobierno Italiano en su orden dada hace cuatro años prohibiendo el hipnotismo en v'sta del dictamen del Consejo Superior de Sanidad y de varias sociedades científicas, dice que: «El Consejo es de parecer que es­tos espectáculos de hipnotismo, (ó sea magnetismo, mesmerismo y fascinación) deben ser prohibidos.» Por lo que se vé que las sociedades científicas que informa­ron al Gobierno sobre esta cuestión hicieron una misma cosa ó fenómeno del magnetismo, mesmerismo y fasci­nación, que comprendieron bajo la dominación de hip­notismo.

De modo que en vista de que la mayor parte de los autores de Hipnologia admiten la identidad entre el magnetismo y el hipnotismo, ó que á lo sumo les sepa­ran ligeras diferencias, propias del tiempo en que am­bos han sido presentados en escena: en vista de que los modos de producir ambos estados son casi iguales, como se puede ver en Debrejne, Rostan, y los modernos au­tores de la hipnosis: en vista d^ que los fenómenos pro­pios del hipnotismo y del magnetismo también son idén­ticos en el fondo; de que de ambos pretenden iguales re­sultados sus pai-tidarios, y que los dos hechos se CKplican

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de un modo análogo; creemos poder dejar sentado como un hecho inconcuso, que el hipnotismo no es más que el magnetismo animal presentado hoy al público con un nombre nuevo; una vez que el antiguo se hallaba ya des­acreditado por sus escesos y locuras.

V i l .

¿KL HIPNOTISMO ES EL HISTERIS.MO?

Muchos han creído que la hipnosis era una simple afección histeriforme, pero es indudable que existen entre ésta y el histérico diferencias notables que les ha­cen dos estados distintos.

El histerismo es espontáneo, el hipnotismo provo­cado; éste se puede presentar en la mayoría de los in­dividuos sometidos á las pruebas necesarias para ello, aquel no se desarrolla sino en ciertos estados, condicio­nes, edades y aún sexos; los síntomas ó formas que presentan ambos, son distintos; el hipnotismo depen­de de la voluntad el padecerle ó nó, el histerismo es in­dependiente de la misma: el primero se puede curar en absoluto evitando las causas que le producen; el segun­do aunque el individuo que lo padece quiera y ponga los medios para curarse de esta enfermedad, no le es posible su curación las mas de las veces; y por fin en la práctica se vé que si se hipnotiza á una persona his­térica, pueden presentarse los dos estados ó seguirse uno á otro; que se distinguen porque entre tanto que dura la acción del hipnotismo, la persona afectada de­pende ó está sujeta del hipnotizador; en cuanto queda solo el histerismo queda el paciente completamente in-

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- 8 2 -dependiente de la acción del que le hipnotizó, que nó tiene influjo ninguno sobre el mismo. Así que el céle­bre Bernheim, dice en su tratado de la Sugestión lo si­guiente: «El estado hipnótico y el histérico son cosas absolutamente diferentes»; y en otro lugar añade: «La hipnosis no es una variante del histerismo.* De cuya opinión participan muchos y muy notables autores.

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SEGUNDA PARTE.

I .

MÉTODOS Ó PROCEDIMIENTOS DE HIPNOTIZACIÓN.

Son varios los métodos que se conocen para hipnoti­zar; es decir se han ensayado gran número de medios diversos para producir el hipnotismo en los sujetos en que se ha experimentado el mismo.

El célebre Mesmer se servía de los pases en distintas regiones del cuerpo por medio de una varilla de vidrio, valiéndose al mismo tiempo del gesto, de la mirada y de la música por medio de un piano que con aires variados contribuía á producir el efecto que deseaba; el mismo Mesmer ponía en comunicación unos con otros por me­dio de una cuerda á todos los sujetos que se sometían á sus operaciones. En algunos sujetos se puede producir el hipnotismo por medio de impresiones psíquicas; una or­den imperiosa, una intensa impresión moral, ó miradas expresivas, bastan para producir en ellos el sueño hipnó­tico, y hasta se citan casos de individuos á los que se les hizo creer que á una hora fija se les haría dormir, y.bas*

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- 3 4 -tó esto para producirles el sueño á la hora indicada; y omitimos citar algunos hechos demasiado extraordina­rios, como los relatados por el ür. UEslon, que ú mu­chos parecerían inverosímiles. Entre los hechos curiosos de hipnotismo producido por impresiones psíquicas, es notable el que cuenta Maira, de un joven bien consti­tuido que aseguraba que no era posible que á él le hi­cieran dormir por los procedimientos que él había visto hipnotizar; dicho autor le hizo creer que realmente su constitución le favorecía y no podría ser hipnotizado como los demás; p^ro que necesariamente sucumbiría, ó no podría resistir la acción de unos poderosos imanes que le iba á aplicar, y en efecto !e aproximó unos pe­dazos de hierro común á la cabeza, lo cual fué suficiente para que el individuo se durmiera en pocos minutos.

El célebre abate Faria recorrió la Europa á princi­pios de este siglo hipnotizando por simple sugestión, mandando cerrar los ojos á las personas que se some­tían á sus experimentos y ordenándolas imperativamen­te que se durmieran. Hay individuos, como sucede con las histéricas, á quienes es más fácil hipnotizar fatigando su atención con repetidas y variadas preguntas. Las im­presiones sensoriales monótonas, repetidas y de poca intensidad, pueden asimismo producir el hipnotismo; una lámina brillante en la que se fija la vista atentamen­te, el sonido acompasado del tamboril, el de la rueda de un molino, y la presión en ciertas regiones muy sensi­bles del cuerpo, consiguen desarrollar el hipnotismo en varios individuos; y en otros produce este mismo efecto una sensación muy fuerte, como la vista de una luz muy intensa. El contacto de los dedos y ia presión en ciertas partes del cuerpo producen á veces la hipnotiza­ción; así Donato cuando quería producir hipnotizaciones rápidas y completas, apoyaba una mano en la nuca de los sujetos sometidos á dicha operación; procedimiento que le dio un resultado seguro muchas veces.

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Muchas personas se hipnotizan por la supresión de ciertas excitaciones sensoriales, como el colocarlas en la oscuridad; y otras si se las comprime los ojos, por la pre­sión intra ocular, ó por la convergencia de los ejes óp­ticos, colocando un objeto cualquiera á una distancia determinada de la vista, y haciendo que ésta se fije te­nazmente en el mismo. Algunos autores aseguran que basta la voluntad y la fé en el hipnotismo para produ­cirse la hipnotización; otros dicen que para esto sólo hace falta una voluntad enérgica; y según Dupoteí, no hace falta la fé para conseguir dicho objeto.

Ciertos medios físicos como los imanes y la electri­cidad, pueden asimismo según algunos producir el hip­notismo; así como el uso de ciertas sustancias anestési­cas; como se ve á veces al emplear el cloroformo, que en algunos sujetos produce en ocasiones una especie de sueño hipnótico, pues si se les administr¿t»previniéndo-les que les va á producir el sueño, á las prjmeras aspi­raciones de dicha sustancia se quedan dormidoS^^in que se produzca el periodo de excitación y sin que el croro-formo haya tenido tiempo de producir sus efectos fi­siológicos; sueño que puede ser tan profundo que hasta origine la anestesia ó falta de la sensibilidad. El hipno­tismo puede ser producido asimismo por simple suges­tión, en individuos ya hipnotizados otras veces; y no fal­ta quien afirma que se puede producir también por la aplicación de ciertos vendajes en la cabeza, por las pala­bras suaves y persuasivas, por ciertos gestos, por órde­nes escritas, y algunos dicen haber empleado \in precep­to mental.

Bernheim dice sobre esta materia que, «cualquiera que sea la vía por la cual la sugestión llegue al entendi­miento produce su efecto;» y asegura que se puede pro­ducir la hipnotización por una carta, en la que se afirme al sujeto que se desea hipnotizar, que apenas la lea que-dará dormido; habiendo ocurrido casos de este género;

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y Liégeois dice haber producido el hipnotismo, por me­dio del teléfono. Concluiremos éste capítulo diciendo que se han visto casos de sujetos que han pretendido hipnotizar á otros y han sido ellos los que quedaron hipnotizados; y otros individuos que se han hipnotizado-uno á otro simultáneamente, quedando ambos sumidos en estado hipnótico, al intentar el uno la hipnotización del otro.

n.

¿SE PUEDE APLICAR EL HIPNOTISMO

Á TODOS LOS INDIVIDUOS, Ó, LO QUE ES IGUAL,

SON TODOS SUSCEPTIBLES DE SER HIPNOTIZADOS?

Los muchísimos experimentos hipnóticos hechos hasta el día, parece que permiten establecer, sobre esta cuestión las conclusiones siguientes.

El hipnotismo puede ensayarse y se ha ensayado en toda clase de personas, sexos y edades, y ha dado los resultados que citamos á continuación.

La mayoría de los autores que han escrito sobre esta materia, aseguran que hay individuos refractarios á la acción de la hipnosis; así lo afirman el célebre Braid y otros hipnotistas, Bernheim por su parte, dice que en la gran mayoría de individuos la esperiencia demuestra que se produce fácilmente el hipnotismo, y las personas re­fractarias á éste son la excepción; y en su obra «La Su­gestión, añade: «Creo que todos los hombres son hipno­tizables; pero no conocemos los procedimientos capaces de hipnotizarlos á todos. El día en que se haya descu­bierto un agente soporífero segai Q y constante, provo-

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—37— cando el sueño rápidamente, sin que este agente modi­fique la disposición psíquica, de manera que el sujeto pueda dormir con el pensamiento fijo en la persona pre­sente, entonces quizás ninguno escapará á la influencia sugestiva de otro.»

Hay individuos en los que no se puede determinar sino cierto grado de hipnotismo y no otro: los niños desde que ya comprenden y tienen uso de razón, se hipnotizan como los adultos; entre estos, unos caen con la mayor facilidad en el hipnotismo, otros resisten más, y varios son más rebeldes y necesitan repetidas sesiones para ser hipnotizados; unos se hipnotizan mejor con la dulzura y persuasión, otros fon procedimientos enérgi­cos; se han hipnotizado sujetos neurópatas, mujeres his­téricas, hombres robustos, bien constituidos y poco im­presionables, y personas de buena inteligencia é ins­trucción: en cambio se ha notado que á los dementes, melancólicos, é hipocondríacos, es muchas veces difícil y hasta imposible hipnotizarlos. «Hay neurópatas é histé­ricas, dice Bernheim, difícilmente hipnotizables y hasta refractarios á la hipnotización; los dementes, los melan­cólicos, los hipocondríacos, las personas de imaginación móvil, que no saben fijar su atención, aquellas á quienes absorbe ift emoción y los que tienen preocupado el ce­rebro g^ , ideas diversas, oponen á la hipnotización una resistencifi Tioral consciente ó inconsciente.... La gente del pueblo, los militares veteranos, los artesanos, los sujetos habituados á la obediencia pasiva, los cerebros dóciles, me han parecido más aptos para recibir la hip­notización.» Y Liébeaultañsidi por su parte lo siguien­te: «He notado que se prestan mejor á la hipnoti­zación la gente artesana, los labradores y los soldados mejor que la gente ilustrada, que á veces opone una gran resistencia moral para ello.»

La siguiente estadística que reproducimos del doctor Liébeault, puede ilustrar á nuestros lectores sobr« este

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punto, teniendo en cuenta que dicho médico operó sobre personas sencillas, y que estaban predipuestas á la hipnotización. De dicha estadística resulta que de loi i personas sometidas á la hipnotización, hubo 27 re­fractarias; 3o que llegaron tan solo á la somnolencia: ICO al sueño ligero: 460 al sueño profundo: 282 al sue­ño muy profundo: 3i al sonambulismo ligero: y i3i al sonambulismo intenso. De las estadísticas formadas re­sulta que la proporción de personas hipnotizadas es casi la misma entre hombres y mujeres, y que se encuentran hipnóticos en todas las edades de la vida, si bien hay mayor predisposición al hipnotismo en la infancia y en la juventud, que en las, eiftdes avanzadas de la vida. Debemos también consignar que entre los hipnotistas que no admiten la existencia de individuos refractarios á la acción hipnótica, se halla el Sr. Sanche^ Herrero; inventor de un aparato especial para producir la hipno­tización; aparato tal, que, según su autor, no hay indi­viduo alguno que resista su acción, por rebelde que ha­ya sido á dejarse hinoptizar.

Y por creerlo de importancia, y como quiera que tnuchos han creído que la mayor facilidad para ser hip­notizado, dependía de ser los individuos nerviosos y de débil constitución, ó bien ser sujetos histéricos los so­metidos al hipnotismo; recordamos las palabras de Ber-nheim sobre esta materia, el cual dice: «No vaya á creerse que los sujetos impresionados por el hipnotismo son personas neurópatas, cerebros débiles, histéricas, mujeres; que ia mayor parte de nuestras observaciones han sido en hombres escogidos á propósito para respon­der á esta objección, Braid en sus experimentos, ya hipnotizó á gran número de sujetos de buena salud: Fila:{ier prefería para hipnotizar X lÓs campesinos y á los soldados: Hansen, hipnotizaba con predilección á los individuos fuertes, robustos y de espléndida salud, aunque fueran personas sabias é instruidas en la misma

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- S é -medicina; y Donato hizo una cosa análoga; asi que éñ sus registros de hipnotizados se hallan los nombres de toda clase de personas de distinta edad, posición, salud, instrucción, etc. Así es que por lo general en la mayor parte de sesiones de hipnotismo se suele hipnotizar, ó intentarlo, á todos los que se presten sin distinción de sujetos.

I I I .

¿SON APLICABLES A TODOS LOS INDIVIDUOS,

CUALQUIERA DE LOS MODOS Ó MEDIOS

DE PRODUCIR EL HIPNOTISMO? ¿EL HIPNOTISMO

ES IGUAL EN TODOS LOS HIPNOTIZADOS?

Estas dos cuestiones van resueltas en parte en el capítulo anterior. .

No son aplicables á todos los individuos cualquiera de los medios de hipnotizar; unos se hipnotizan mejor fijando su vista en algún cuerpo brillante, otros por el contacto de los dedos y bajo el influjo de la mirada del hipnotizador, otros por la sugestión, etc... Los.diversos medios hiptiógeiios, ó productores del estado hipnóti­co, no obran del mismo modo en todos los sugetos; en unos se desarrolla mejor el hipnotismo por un medio determinado y en otros por otro distinto, y parece que el procedimiento más seguro para hipnotizar es aquel en el que se hace uso al mismo tiempo de la fijación de la vista y de la sugestión; debiendo tenerse en cuenta sobre este punto, que hasta se han inventado aparatos espe­ciales para producir la hipnotización, como el del señor Sánchei Herrero. «Parece, dice un autor de hipnología,

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- 4 í > -que, si en algunos sujetos se consigue mejor producir el sueño hipnótico procediendo con dulzura, en otros re­beldes á la sujestión suave, es mejor emplear la energía; hablar con tono de autoridad para reprimir la tendencia á la risa ó á la veleidad de resistencia involuntaria que esta maniobra puede provocar.»

Respecto á si el hipnotismo es igual en todos los su­jetos hipnotizados, parece que no en todos presenta igual carácter: se puede decir que cada individuo imprime una modificación especial al estado hipnótico ó que este estado se presenta en cada uno con diversa forma, y que el hipnotismo difiere en cada uno de los individuos sobre que obra.

«Los hechos magnéticos producidos por una misma acción, dice Donato; pueden diferir según sean los suje­tos, y aun ser opuestos entre sí. Esta diferencia de ac­ción unos lo atribuyen al hipnotizador ó medio hipnoti­zante, otros al mismo modo de ser del sujeto hipnotiza­do, y otros á ambas causas al mismo tiempo.» Y Ber-nheim añade: «Cada hipnotizado tiene por decirlo así, su propia individualidad, su manera de ser especial.»

IV.

AUTOHIPNOTISMO Y AUTOSUGESTIÓN.

Se hsi W&m&áo Autohipnotismo, al hipnotismo pro­ducido por el mismo hipnotizado sin auxilio de hipno­tizador alguno, como cuando un sugeto queda sumido en el sueño hipnótico por fijar la vista atentamente en alguna lámina brillante. Y se ha llamado por consiguien-

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- 41 -te Aulohipnoíi^ación, á la operación de hipnotizarse ürt individuo á sí mismo como hemos indicado.

Los casos di autohipnotismo, son conocidos desde la más remota antigüedad, si hemos de creer á los his­toriadores, que nos hablan de los religiosos cismáticos del monte Athos, de los Fakires de la India y otros muchos, que se hipnotiza,n con facilidad suma quedán­dose en contemplación fija de un objeto cualquiera aun­que sea imaginario, ó de alguna parte de su mismo cuer­po, como el ombligo; y hoy son ya muchos los casos de autohinotismo citados por los autores que han e"«:rito de la hipnosis; como el de que nos habla el Dr. Mosso, de una enferma que se hipnotizó fijando su vista en un bote de latón, y una vez que describió este*^cho, siem­pre que se sentía molestada por los dolores repetía la operación, para buscar un calmante á los mismos.

Se ha Wamado Autosugestión, á la sugestión produ­cida por el mismo individuo y no por influjo alguno ex­traño á él mismo, la cual provoca fenómenos ó actos que parten de sensaciones ó ideas del mismo suges­tionado; las autosugestiones son muchas veces más enérgicas que las sugestiones comunes ó producidas por agentes extraños, y aun se suelen sobreponer á éstas, porque los que presentan las autosugestiones, á los cua­les dase el nombre de autosugesíionistas, muchas ve­ces son víctimas de sus mismas sugestiones, solo se sue* len hallar en relación consigo mismos, y es difícil domi­nar estas sugestiones con otras producidas por indivi­duos extraños. Entre otros casos prácticos que pudiéra­mos citar de autosugestión, indicaremos el de que nos habla Bernheim; de una histérica atacada de una pará­lisis psíquica, que fué hipnotizada repetidas veces con objeto de curarla su padecimiento, lo cual no se pudo llegar á conseguir porque la misma enferma se había pro> ducidó la autosugestión previa de que el hipnotismo ^oh podía curar, ó no lenía virtud para obrar en ella,

5

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—42— como así sucedió; y dice el mismo autor que la autosu­gestión inconsciente producida en este caso era tal, que no fué posible hacérsela desaparecer.

V .

¿ES POSIBLE HIPNOTIZARSE POR LA SOLA

lAlAGhN'AClÓN?

Parece indudable que en algunos sujetos puede pa­sar así efectivamente; y son varios los casos de indivi­duos á quienes se hizo creer que quedarían hipnotizados en cuanto sufrieran el influjo de unos poderosos imanes ó de una corriente eléctrica, como quedaron efectiva­mente sumidos en estado hipnótico cuando se les aplicó unos pedazos de hierro que ellos creían ser los imanes de que s'e les había hablado; qu2 es una cosa análoga á lo que sucede con mucha frecuencia al aplicar el clorofor­mo á ciertas personas que conocen ya sus efectos, que suelen quedar anestesiadas con sólo aproximarles dicho anestésico, y aun antes de que el mismo haya podido producir sus efectos físiotógicos en dichos sujetps.

Entre los hechos curiosos de desarrollo del estado hipnótico por la sola imaginación que pudiéramos pre­sentar á nuestros lectores, tomamos el siguiente del Dr. Charpignón. (Estudios sobre la medicina anímica y vitalista): «Había malvados que creian tanto en los se­cretos que tenian para hacerse insensibles al dolor, que se constituían espontáneamente presos para h^cer desaparecer ciertas sospechas. Los hay que se sirven de ciertas palabras pronunciadas en voz baja, y otros de ciertos papeles que ocultan en cualquiera parte de su

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—48—

cuerpo.—El primero que conocí que se servía de esta especie de encantos, (refiérese el autor á hechos reuni­dos hace más de dos siglos) nos sorprendió por su cons­tancia superior á sus fuerzas naturales, porque después de aplicado el tormento por primera vez, durmió tan tranquilamente como si hubiese estado en una buena cama, sin lamentarse, quejarse ni gritar; y cuando se le aplicó el tormento por segunda y tercera vez, perma­neció inmóvil como una estatua de mármol, lo que nos hizo sospechar que estaba provisto de algún encanto, y para saberlo de cierto, se le desnudó completamente, y después de reconocido, no se encontró otra cosa sobre él, que un pequeño papel con el retrato de tres reyes, con estas palabras escritas en el reverso: «Bella estrella que has librado á los magos de la persecución de Hero-des, líbrame de todo tormento.» Este papel lo tenia me­tido en el oído izquierdo. Apesar de habérselo quitado, siguió siendo insensible á los tormentos, porque cuando se le aplicaban, pronunciaba en voz baja, entre dientes, ciertas palabras que no se podían entender, etc.»

* Y no debe extrañar á nuestros lectores que la sola imaginación pueda producir el estado hipnótico en al -gunas ocasiones, cuando á ella han atribuido hombres eminentes la virtud curativa de gran número de sustan­cias de las más poderosas con que cuenta la medicina para la curación de enfermedades rebeldes, y aun de métodos enteros de terapéutica, como ha sucedido con Is Hidropatía, la Homeopatía, etcí

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VI.

<JEXISÍTE RELACIÓN ENTRE EL HIPNOTIZADO

Y EL HIPNOTIZADOR?

Parece un hecho cierto que esta relación existe y que el hipnotizado se convierte por completo en un autóma­ta en manos de su hipnotizador; así que sobre este pun­to dice. Bernhimí, que cuando el hipnotismo es profundo, el hipnotizado oye lo que le dice el hipnotizador y. no lo que dicen las demás personas, ni entiicnde lo: que se ha­bla á su «alrededor: sus sentidos no están en comunica­ción más que con el hipnotizador, pero son susceptibles de ponerse en relacióniCon todo el mundo. Y. en otra parte añade: «En todos .loa períodos hipnóticos el hip­notizado oye aj operador, tiene la atención y el oido fi­jos en él. Con frecuencia contesta á las preguntas; res­ponde casi siempre si se insiste y se le dice que puede hablar. Hasta cuando queda inmóvil, insensible, con la cara sin expíresióny extraño en apariencia al mundo ex­terior, oye todo, aunque más tarde, al despertar, con-sfirvc-ó no ,cl recuerdo. La prueba es que. sin tocarle, sin soplare en los ops, la simple palabra: (iDesj^rtad» le despierta.

E\ hipnotizado no es más que un autómata, según la frase común, en manos del que le ha colocado en aquel estado; y son tantos y tan repetidos los hechos que prueban esto que dejamos expuesto, que nadie se podrá atrever á negarlo; aun cuando hay algunos casos qije pudieran considerarse como dudosos en esta cuestión, que son los de aquellos hipnotizados que caen en un sueño profundo sin recordar nada d este estado guando

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_ 4 l ^ despiertan, y los que, mientras duermen por machó que se les pregunte, no dan señales de entender nada, que en ellos se produce difícilmente la catalepsia; su­gestiva, y no realizan al despertar las ilüsidnes, aluci­naciones y sugestiones; pues eátos mismos individuos que parecen excepciones de la regla general, examinán­doles bien y haciendo varias pruebas con los mismos, se vé que conservan la misma relación que todos con su hipnotizador, y que en este punto siguen la ley común.

Otra de las pruebas del absoluto dominio que ejer­ce el hipnotizador sobre él hipnotizado, es él que hay casos en la que este último escucha todo lo que se ha­bla á su alrededor y sin embargo no obedece más que á la persona que le ha hipnotizado, que es la única con la que parece conservar relación. Esta relación es tal, que se citan casos de personas hipnotizadas por sí so­las y á las que fué posible hacer volver á su estado nor­mal, por la intervención de algún individuo que otras veces las había hipnotizado y que en aquella ocasión en nada había intervenido para producir aquel estado hipnótico. El Dr. Puga Borne, refiere el caso de un individuo en estado de catalepsia generalizada por cau­sa de una gran contusión; y con el que, ni Fbs médicos ni las hermanad de la caridad del hospital, podian ha­llar forma de comunicarse; y fué preciso acudir para esto á la mediación de otro enfermo á cuyo único in­flujo obedecía el catalépticoj y que- fué tal vez" el que le vio caer en dicho estado. '

El dominio del hipnotizador sobt»e él hipnotizado parece extenderse casi siempre',—¡-y es importante el .síiberlo,^^hasta más allá de la hipnotización; así es que casi todos loa' bipínotizad6s conservan un afectuoso ca­riño hacia el qüfe loV hipnotizó, c&mo se ve en los ex­perimentos; -de Donato, y otros muchos hipnotlstas. Obsérvase también'qüc al que ha'hipnotizado una Vfó á-'*1gtmap8ísotía¡ lees'flíuyfátít: volverle á hipncítii^

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Us'veces que quiera, quizás aun contra la voluntad de esta, como decimos en otro lugar.

Y por fin, téngase en cuenta que hoy la inmensa mayoría de hipnólogos, rechazan la existencia de todo fluido como causa productora del hipnotismo; lo cual parece confirmarse por el autohipnotismo y otras varias razones; y si esto es así; si en la hipnotización, el hipnotizador no es sino una causa secundaria y de nin­gún modo esencial para la producción del estado hip­nótico, y al mismo tiempo es indudable el influjo ó do­minio del hipnotizador sobre el hipnotizado en las ope­raciones producidas por medio de otra persona ó de otro sujeto distinto del hipnotizado, es inexplicable, naturalmente hablando, dicho influjo ó dominio ejer­cido por el hipnotizador, siendo uno de tantos misterios como abundan en el estudio de la hipnosis.

V I I .

¿CÓMO SE REALIZA LA VUELTA AL

ESTADO NORMAL DESPUÉS DE LA HIPNOTIZACIÓN?

Algunos hipnotizados vuelven á su estado natural de un modo espontáneo; otros en cuanto el hipnotizador se separa de su lado; muchos ante el mandato impera­tivo de este último, que á veces tiene que repetir más de una vez, y los hay también á quienes es preciso que el mismo hipnotizador sople sobre los ojos, ó les eche algunas aspersiones de agua fria en el rostro.

La vuelta al estado normal, ó el despertar del hip­notizado, no es siempre fácil; sobre todo si se ha hip­notizado por la autohipnotización ó por medio de una

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- 4 í -persona no conocedora del asunto; y se citan yd thuchos casos de graves compromisos sucedidos por esta causa» y entre otros, haremos mención de un joven hipnotizado espontáneamente por la acción de una luz de magnesio que encendió un niño. Viendo que no volvía en sí, inten­tó repetidas veces despertarle un individuo que se halla­ba presente, muy conocedor de la acción hipnótica, y que además ya le había hipnotizado otras varias veces, y con gran sopresa tanto de éste, como de todos los que presenciaban el caso, nada pudo conseguir, y el hipno­tizado continuó cu su sueño hipnótico, h^ sta que se le ocurrió á uno de los allí presentes que le despertara el niño que había encendido la luz y había sido causa oca­sional de aquel suceso; y efectivamente despertó el hip­notizado tan sólo bajo el influjo del infantil mandato.

Curioso es asimismo lo que»nos caenta. Zanardelii, el cual dice que le ha sucedido repetidas veces ser llama­do á toda prisa para despertar á sonámbulos impruden­temente magnetizados por algún aficionado; y asegura que salía fácilmente del paso valiéndose de la placa eléc­trica Fechner; y nos habla de uno de estos casos que le sucedió en Madrid en una aristocrática mansión á la que fué llamado para despertar á una señorita sumida en un estado cataléptico por la hipnosis, estado que había alarmado notablemente á su familia al encontrarse con la joven, pálida, rígida é inmóvil, cual si la vida la hu­biera abandonado por completo, ¡Justo castigo, añadi­mos nosotros, de los que se meten á lo que no deben ó pueden meterse.

Parece que la mayor facilidad para despertar del es­tado hinóptico, está por lo general en relación con el número menor de veces que el individuo se ha sometido á la hipnotización: los sujetos hipnotizados por primera ó segunda vez tienen gran tendencia á despertar fácil­mente, y el hipnotizador tiene que* seguir ejerciendo cierta acción ó influencia sobre los mismos para que

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- 4 é -ho despierten, ó mandarles de cuando en cuando qué duerman; esto en el caso que quiera prolongar el sueño hipnótico: en cambio los hipnotizados ya repetidas ve­ces suelen tardar en despertar, ó necesitan ser desper­tados por el hipnotizador, á quien muchas veces no basta para conseguirlo decirle: Despertad, orden que suele ser suficiente en la gran mayoría de hipnotizados; sino que tiene que decirle que ya sus ojos se pueden abrir, ó bien valerse del soplo ó de la aspersión de agua fria.

El despertar del hipnotizado suele ser como el del que vuelve de un profundo sueño del que no conserva recuerdo alguno. Aunque se halle bajo el influjo de un estado hipnótico muy graduado y un fenómeno de so­nambulismo, suele despertar repentinamente ante la orden del hipnotizador, y despierta sin idea alguna, ni recuerdo de nada de lo ocufrido. También se le puede decir á un hipnotizado que cuente una cantidad deter­minada de números y que despierte al llegar al que se le indique, como así sucede; con la particularidad, que si no ha concluido la cuenta, sigue contando despierto co­mo empezó dormido y sin saber lo que hace.

Bueno es advertir asimismo, que á la mayor parte de los hipnotizados al despertar les queda algún mal­estar, otras veces somnolencia, ó bien vahídos, ó pesa­dez ó dolor de cabeza; y que según algunos, basta decir á un hipnotizado: Despierta bien y sin molestia algu-7ia;n para que suceda así efectivamente.

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—«—

vm.

¿PARA LA HIPNOTIZACIÓN, ES PRECISA

LA VOLUNTAD Ó COOPERACIÓN DEL HIPNOTIZADO?

Esta cuestión es de suma tascendencia en el estudio del hipnotismo, dado lo mucho que éste se ha genera­lizado', pues son ya muy numerosos los médicos y char­latanes que han practicado cientos y miles de hipnotiza­ciones cada uno de ellos, y claro es que convendría fijar con claridad un punto tan importante.

Los hipnólogos dicen que para la hipnotización no sólo es necesario que la persona que va á sufrir dicha operación dé su consentimiento; sino que hasta tiene que cooperar para que dicha acción se produzca: así el célebre Braid, dijo que el estado hipnótico no puede ser determinado ó producido en alguno de sus períodos sin el consentimiento de la persona operada.» La mayoría de los autores que se han ocupado en esta cuestión con­vienen'en que cuando se quiera hipnotizar á un indivi­duo por primera vez hay que empezar por prepararle, hacerle comprender que aquella operación que se va á practicar con él es un mero entretenimiento, ó le va á resultar algún beneficio de la misma, y aun engañarle diciéndole; «que se le va d producir un simple sueño^ sueña tranquilo y bienhechor que restablezca el equili­brio del sistema nervioso:» una ve? obtenido el consen­timiento del interesado, el procedimiento más común para hipnotizarle, es sentarle en una silla frente al ex­perimentador, que le coge los pulgares y pone sus ro­dillas en contacto con las de aquel; luego se recomienda al ofMscado que se abstraiga de todas las cosas y qué st

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- f c o -ocupe tan solo del sueño que le va á sobrevenir, y qué se persuada que se dormirá pronto; luego el hipnotiza­dor fija tenazmente su mirada en la del hipnotizado, y le manda en tono imperativo que se duerma, cuando crea que ya está preparado para ello. A veces no basta una sola sesión para producir el sueño hipnótico á pesar de todos estos actos, y es preciso repetir la operación dos ó más veces, antes de llegar á hipnotizar á ciertos sujetos. Hay individuos como los epilépticos y las histé­ricas que quedan dormidos tan solo por la simple pre­sión de algún punto de la cabeza de los mismos, pero no sabemos si este es un verdadero sueño hipnótico, ú otrr. variedad de sueño.

Parece que en la gran mayoría de los casos no sólo es necesario que el sujeto que se va á hipnotizar preste su voluntad á dicho acto, para que la hipnotización se produzca, sino también su atención fija y sostenida á las operaciones del hipnotizador, sin lo que parece que «s muy difícil ó imposible en muchos casos hipnotizar á ciertos individuos, á no ser que estos tengan lo que se llama Educación hipnótica.

Por la relación que tiene con la materia este ca­pítulo, conviene que nuestros lectores se fijen en lo que decimos en el dedicado á si el sueño natural puede pasar á hipnótico, para imponerse bien en esta cuestión, para nosotros de notable importancia.

Pero ahora vamos á presentar á los que nos lean, el que podemos llamar reverso de este asunto; para que vean lo difícil que es darle una solución satisfactoria, y que no podemos guiarnos por lo que digan ciertos auto­res, por más que sean eminentes en otras materias, ó en estas mismas.

De gran fuerza y autoridad son algunos otros escri­tores y hombres de ciencia, que nos citan algunos casos en los que se ha producido el hipnotismo sin la voluntad

, ¡¡ti Q1 consentimiento de la persona hipnotizada, como el

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—il— tan célebre y repugnante citado por Despine, que dio lugar á la correspondiente causa ó proceso; caso ert ver­dad sumamente complejo, pues sobre la joven, víctima del mismo, obraron una porción de causas diversas, de gran fuerza para ella; por \o que se explica que desapa­reciera fácilmente su voluntad, en la tristísima situación en que se llegó á encontrar, y en la que fué hipnotizada forzosamente.

El Sr. Donadiu dice sobre el asunto de este capítulo por su parte lo siguiente: «¿No afirman también unos que es necesaria la voluntad y fe para la eficacia del hip­notismo, otros que basta lasóla fe, y otros que puede obtenerse dichos fenómenos hipnóticos con voluntad, sin ella y aún con voluntad contraria?» Pero hay auto­res, como Beaunis, que afirma que de nada sirve la re­sistencia del sujeto á ser hipnotizado, que aunque pueda evitar la mirada del hipnotizador, siempre encontrará éste algún procedimiento para dormirle. Y asegura que esta sumisión no solo se extiende al sueño hipnótico, sino también al estado de vigilia. El Dr. Voi^in, nos refiere el caso de una joven de muy desarreglada vida á la que trató de hipnotizar, y la cual resistió de tal modo al hipnotizador, que no había forma de hacerla fijar la vista y llegó hasta escupir al médico. El médico, empe­ro, después de una porfiada y tenaz lucha consiguió por fin hipnotizarla, hasta el punto que llegó á revelar algu­nos hechos que hasta entonces había tenido muy secre­tos. La Tourétte en su obra, El Hipnotismo; asegura que puede una persona ser hipnotizada, sin que ella lo consienta, Bertrand, muy práctico en estas cuestiones, dice que quizás haya magnetizado sin pretenderlo. El Padre Franco afirma que se dan muchos casos de hip­notizados contra su voluntad. Cullerre y otros autores, nos citan varios hechos de hipnotización por sorpresa y sin el consentimiento de los interesados. El Dr. Ro-bone^m hipnotizó asimistno i varios enfermos á pesw

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- 5 2 -dt ellos misinos y de toios sus esfuerzos en contra, Husón y Lafontaine, nos dicen que se puede hipnoti­zar á un sujeto por sorpresa y hasta contra su determi­nada voluntad; y no falta un escritor que afirma, que, a los fenómenos magnéticos, se pueden obtener con la voluntad., sin la voluntad, j ' contra la voluntad.»

De todo lo que parece resultar, que si bien es cier to que en la gran mayoría de ios casos es precisa la vo­luntad y cooperación del hipnotizado para que la hip­notización se produzca, puede en algunos casos produ­cirse el hipnotismo en algunos sujetos, sin la voluntad ni cooperación de los mismos, ó quizás aun contra su misma voluntad.

IX.

¿EN UN SUJETO YA HIPNOTIZADO OTRAS VECES, ES PRECISA SU VOLUNTAD .

PARA HIPNOTIZARLE DE NUEVO?

Sobre este punto se puede asegurar que'parece indu­dable que lá facilidad para ser hipnotizado un individuo cualquiera, está en relación directa de las veces que el mismo individuo ha sido hipnotizado. Para la primera ó primeras hipnotizaciones, es preciso/?or lo común, la voluntad y atención del que se hipnotiza; pero para las hipnotizaciones sucesivas, si la operación se repite varias veces; ya se puede hipnotizar á un sujeto sin que el mismo coopere á ello, y en especial si tiene lo que los autores llaman Educación hipnótica; que no es más qiie«l héhlxo de hipnotizarse, ó el haber sido bipnoti-

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- 8 S -zado varias veces: entonces se puede llegar á dormir á dicho sujeto, ó hacerle caer en el sueño hipnótico, auií contra su voluntad; y pudiéramos citar numerosos ejem­plos de hechos de este género.

Además, de los repetidos experimentos hechos sobre esta materia, resulta una cosa mucho más grave, y e s que algunas personas que tienen Educación hipnótica, adquieren una gran tendencia á dormirse espontánea­mente, ó á quedar á disposición de cualquiera, que las puede hipnotizar con suma facilidad valiéndose de cual­quier sencillo medio, como por ejemplo cerrarles los párpado?; por más que á la mayoría de hipnotizados sólo suele sucederles esto con su hipnotizador habitual, que dispone en absululo de ellosj' cuyo influjo no les es posible contrariar. Hechos son estos que encierran no­table gravedad y que deben ser meditados por los que se prestan á dejarse hipnotizar, como si esto fuera un juego cualquiera, y quizás sin comprender el alcance y consecuencia de tales actos; y también por los gobiernos á quienes incumbe poner los remedios consiguientes.

¿EL SUEÑO NATURAL PUEDE PASAR Á HIPNÓTICO?

Esta cuestión es de grande interés práctico, porqué cualquiera comprende fácilmente las consecuencias á que esto puede dar lugar. Pues á ser cierto que al que se hallara durmiendo naturalmente, pudiera hacérsele caer con masó menos facilidad en el sueño hipnótico, ¿quién puede calcular los abusos que esto podría origj-

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- B i ­nar, sobre todo si las leyes no castigaran severamente las prácticas y espectáculos hipnóticos?

Sobre el objeto de este capítulo escasean los hechos que nos pudieran servir de fundamento para sacar con­clusiones decisivas; sin embargo, parece poder afirmar­se que en sujetos que han sido ya hipnotizados; ó son fácilniente hipnotizables, es posible en algunos, si no en todos; que cogiéndoles durmiendo el que alguna otra vez les haya ya hipnotizado, pueda producir en ellos por sugestión el sueño hipnótico, con los fenómenos de ca-talepsia, anestesia, etc., de lo cual ya hay algunos he­chos que pudiéramos citar. Así que el 6>. Garrote, en sus Observaciones acerca del Hipnotismo, dice: «Las autoridades hipnóticas aseguran que puede aprovecharse el sueño natural ó fisiológico para hacer pasar á los suje­tos, desde él al sueño hipnótico; y por consiguiente, sin la voluntad del individuo.)^/?icAer en su ^Grande Hieté-rie,n nos presenta casos de hipnotización durante el sue* no de ciertos sujetos. Noi:{et, Liébeault, Bernheim y otros hipnólogos, nos refieren asimismo algunos hechos de personas que hallándose en sueño natural, fué trans­formado éste en sueño hipnótico; y el último autor dice lo siguiente sobre este punto: «El sueño natural es trans* formado en hipnótico Me ha sucedido con frecuen­cia encontrar á un enfermo dormido en mi sala de clínica y decirle: «No se despierte V,..., continúe dormido;» enseguida le pongo los brazos en el aire, y quedan asi en catalepsia sugestiva. Le doy una sugestión para cuan­do se despierte, y la ejecuta sin acordarse de nada; sin saber que le hablado.» Estos hechos encierran en sí una inmensa gravedad, sobre todo si han sido producidos en sujetos nunca hasta entonces hipnotizados.

También creemos conveniente hacer mención de un hecho aducido por varios autores, según los que, hay individuos como sucede en algunas histéricas, que si se comprífiíen ciertas partes de su cuerpo en tanto se ijaf

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lien en estado de sueño hipnótico, es probable ó fácil, que este sueño se convierta en sueño histérico, sobre el que no tiene influjo alguno el hipnotizador por lo común.

Pero pueden los sujetos que tengan la llamada Edu­cación hipnótica, ser sumidos en el sueño hipnótico ha­llándose en estado de sueño natural, por la influencia de su hipnotizador habitual ó de un individuo cualquíe* ra, ¿Y lo que es mucho más grave, la transformación del sueño natural en hipnótico, puede tener lugar en un individuo cualquiera no hipnotizado otras veces? Espe­ramos nuevos hechos que vengan á fijar esta cuestión, que en nuestro corto entender encierra no pequeña gra­vedad.

XI.

¿EXISTEN ZONAS HIPNÓGENAS?

Son llamadas :(onas hipnógenas, por los que las ad­miten, ciertas regiones del cuerpo cuya presión ó ex­citación produce el sueño hipnótico. Se ha observado efectivamente, en ciertas histéricas, que existen en las mismas, ciertas partes ó puntos de su cuerpo cuya pre­sión produce una- especie de sueño; pero se ha notado también que esto no sucede en todas las personas hip­notizadas, y que aún en las en que esto se verifica, co­mo quiera que, antes de caer en el sueño hipnótico, se las previno que al tocarles tal ó cual punto de su cuerpo caerían en dicho sueño, se cree, ó hay motivo para creer, que este sueño producido en estos casos es debido á la sugestión, y no á la presjóijpi del punto d$l

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—ce-cuerpo del sujeto que se haya comprimido. Pero espe­remos á que nuevos experimentos acaben de fijar esta cuestión.

X I I .

¿ RECUERDAN LOS HIPNOTIZADOS LO OCURRIDO

DURANTE SU HIPNOTIZACIÓN?

Sobre este punto diremos que la experiencia ha confirmado que existen dos clases de hipnotizados: unos que conservan más ó menos completo el recuerdo de lo sucedido en tanto se hallaban hipnotizados; y otros que no conservan al despertar, memoria alguna de lo que ha ocurrido durante su sueño. «El hipnotizador por medio de los sentidos, dice el Dr. Verga, reduce al • hipnotizado á un simple ser pasivo, ejecutor inconscien­te de cuanto se le impone, sin que naturalmente recuer­de lo ocurrido.»

Parece que el recuerdo de lo ocurrido durante el sueño hipnótico, subsiste en los primeros grados de hipnotización, ó sea cuando ésta no es muy graduada; que en tos grados avanzados de la misma, cuando hay sonambulismo, algunos individuos pueden recordar con­fusamente que han oído algo en ciertos momentos, se les puede hacer recordar algunos hechos, esto cuando ha habido un sonambulismo ligero; pero cuando éste es profundo, la memoria de lo sucedido durante el sueño, desaparecjB por completo, y por lo menos espontánea­mente, es imposible que el hipnotizado se pueda acor­dar de nada. Parece asimismo que el número de indivi­duos hipnotizados, á los que se puede hacer olvidar el

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—57— --'•^ rec.Li2rJo di lo SJCÍÜJD darant2 SU su^iío, puedí ser

mu:ho miyord^ loque es, >.\ el hip lotiza jor L-s manda olvi Jar lo su:eJiJo, cuan Jo despierte; ó sea si le sugiere la idea de que olvide, orden que parece ser obeJeciJa ciegimente. De modo que en estos casos el olvido pue­de ser natural ó espontáneo, como el del que olvida io que ha soñado duiante estaba dormido, y puede ser así mismo sugerido por el hipnotizador.

Algunos sujetos que han sido hipnotizidos, quedan •.uego ó se hallan en un estado indefinible pira ellos mismos y ni siquiera saben si h in dormiJo ó nó, como uno de los casos que cita Bjntheím; el de un tenedor de libros que fuá hipnotizado hasta el estado de cata-lepsia suge-itiva, coi movimientos auton.iticos y con­servación del recuerdo al despertar: cuín lo volvió á su estado natural, no sabía si había dormido realmente, creyendo que los actos ejecutados los había hecho úni­camente por pura complacencia.

Respecto á si los hipnotizados creen haber dormido ó no durante se han hallado en dicho estado, parece que algunos tienen, sí, conciencia de haber dormido aunque hayan llegado al sueiío profundo, pero sin que recuer­den nada más; y á otros les sucede lo que al sujeto de que acabamos de hablar; y claro es que en todo esto influye en gran manera la sugestión, es decir si se le manda al hipnotizado que olvide todo, ó no se le orde-' na cosa alguna.

Sobre esta cuestión, debemos también indicar lo que decimos sobre la memoria de loí hipnotizados, al hablar de los fenómenos psíquicos; donde se vé que si bien muchos que han sido víctimas del hipnotismo, no pueden recordar en estado de vigilia lo que les sucedió durante su hipnotización, si se les vuelve á hipnotizar y se íes pregunta, refieren todo lo ocurrido la vez ante­rior, con lo que dan pruebas de que la memoria de es-\os hechos c uedó latente, digámoslo así.

?

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- 6 8 — También parece que se puede hacer que el hipnoti­

zado recuerde todo lo sucedido durante su hipnotiza­ción, por medio de la sugestión; ó sea, diciéndole que al despertar se acordará de todo lo que pase mientras se halle en aquel estado, como así efectivamente sucede. Así sobre este punto dice el tantas veces citado Ber-nheím que existe un medio para recordar á los hipno­tizados lo ocurrido durante el sueño hipnótico, medio que asegura dar siempre resultado; y consiste en que el hipnotizador les diga que se acuerden de todo lo suce­dido, y, si es preciso, les coloque el mismo su mano sobre la frente. Ai instante se ensimisman un momento sin dormirse, y recuerdan entonces todo lo ocurrido, hasta en sus menores detalles.

X I I I

¿CONSERVA EL HIPNOTIZADO EL USO

DE SUS SENTIDOS?

Si el hipnotizado está despierto, ó en estado de vigilia, par£ce que conserva ó puede conservar dicho uso, salvo las modiñcaciones que en este punto ó en dichos sentidos imprime ó produce la sugestión del hipnotizador. Si el hipnotizado se halla en estado de sueño hipnótico, parece que en los primeros grados de hipnotización se conserva por lo menos el oído, pues los que se hallan en este caso, recuerdan haber oído todo. En lo.s grados avanzados de hipnotismo, parece que el hipnotizado no oye sino lo que le dice su hipno­tizador, sus sentidos no están en relación más que con éste, pero no son susceptibles de ponerse asimismo en {[elación con el mundo que le rodea.

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—5©— «En el estado de letargía, como en todos los pe­

ríodos hipnóticos, escribe Bernheím, (é insisto sobre este hecho,) el hipnotizado oye al operador, tiene la atención y el oído fijos en él. Con frecuencia contesta á las preguntas; responde casi siempre sí se insiste y se le dice que puede hablar. Hasta cuando- queda in­móvil, insensible, con la cara sin expresión, estraño en apariencia al mundo exterior, oye todo, aunque más tarde, al despertar, conserve ó no el recuerdo. La prue­ba es que sin tocarle, sin soplarle en los ojos, la sim­ple palabra despertad pronunciada una ó más veces ante él, le despierta.» fLa sugestión, i. ' p , c. VI.)

Y en otro lugar de su obra, afíade: «Es muy fácil demostrar que en todos los grados de hipnotización los sujetos oyen, y con frecuencia conservan todo, con una perspicacia muchas veces notable.»

Y por fin en la misma obra, dice asimismo lo que sigue: «En cuanto 'á la letargía, es decir la inercia com­pleta ó el organismo reducido á la vida vegetativa, no la he observado; todos mis hipnotizados, por muy inertes que pareciesen, estaban en relación, por medio de algún sentido, con el mundo exterior; la sugestión vocal ha bastado siempre para despertarlos.»

XIV

MAYOR Ó MENOR FACILIDAD

CON QUE SE PRODUCE íTL HIPNOTISMO.

La facilidad para ser hipnotizado ó caer en estado hipnótico, varía con la naturaleza de los individuos so­metidos á la acción de la hipnosis; con su estado de áni­mo, con la edad, impresionabilidad, educación, pre-

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- e o -ocupacíones, y número de veces que han sido ya hip­notizados. Muchas personas á la primera sesión son ya impresionadas por la acción hipnótica, otras á la segunda, otras á la tercera, otras necesitan más, otras son bastante refractarias al sueño hipnótico. En los que han sido ya hipnotizados otras veces, basta tan só!o que el hipnotizador les mire, les comprima los ojos ó les mande dormir, para que queden hipnotizados. A los individuos cuya sugestibilidad hipnótica está muy desarrollada, hay autores que aseguran que se las puede hacer dormir por medio de una carta ó de una orden por teléfono, como dice haberlo hecho Liégeois; lo cual si no es innatural lo parece á lo menos.

Parece que gran número de veces se produce con más facilidad el hipnotismo en sujetos del campo que en los de las ciudades, en personas poco instruidas que en las de cierta instrucción, en los de robusta cons­titución que en las débiles y nerviosas; y hay autores como Beniheim, que aseguran que han hipnotizado con frecuencia á individuos que ss sometían á la hipnotiza­ción sin tener iJsa alguna dil sueño hipnótico.

BraiJ en sus sesiones púlilicas de hipnotismo, hip­notizaba á los que el mismo público le señalaba ó quería que lo hiciera; pero dijo q«e á algunas personas es im­posible hipnotizarlas, y creía más fácilmente hipnoti­zables á las mujeres y á los jóvenes.

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i:«£Í^t2Í&Í^£!$£^£»£»£!k!ÍCi£iSÍS^^

TERCERA PARTE.

FORMAS QUE PRESENTA EL HIPNOTISMO.

El hipnotismo es un Proteo: tal es la multiplicidad de formas que toma en la práctica, sumamente difíciles de describir con claridad y método; y como prueba de lo que decimos, y para dar ¡dea general á nuestros lec­tores de tan curiosos fenómenos, vamos á trascribir al­gunos pirrafos del P. Franco, en los que relataJos he» chos producidos por el célebre Donato en varias ciu­dades de Italia ante un publico distinguido; hechos ates« tiguados por varias personas formales é imparciales, y por varios médicos, entre otros el profesor MorseUi, director del manicomio de Turin.

<tDo''ato fascinaba á los sujetos que voluntaria­mente se le presentaban, haciéndoles entrar en el estado de sueño magnético. En primer lugar los tenía unos instantes fuertemente apretadas las muñecas, luego les dirigía de improviso una mirada salvaje, fija y penetrante. Con esto solamente eran muchos los que se veían caer en .su poder ya adormecidos. Cu<nndo

' tenía al^n(k ciaidos con este primer ensayoi Uaoi^

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á uno ó á varios á la vez, y reducidos con un gesto ó con una palabra al estado hipnótico, les imponía los gestos á voluntad, extraiíos movimientos gimnás­ticos, actos de miedo, de gozo, de plegaria; movi­miento de quien sube, de quien juega, de quien cose, baila ó rema; ,y despertaba en ellos muy vivas sen­saciones de calor y de frío, de las cuales demosti'aban con sus actitudes sentir en realidad ios efectos. Veíase claramente que los sujetos se entregaban á una fuerza poderosa que les arrastraba y su obediencia parecía completamente pasiva, pero no podían oponer eficaz resistencia. Parecían dirigirse al magnetizador como perrillos falderos, ó moverse ó ajustarse á su simple mirada como se ajustan y mueven los autómatas al tirar de la cuerda. Cuando con sus grotescos gestos habían entretenido suficientemente á los espectadores, Donato, los despertaba de su sueño con sólo soplarles en el rostro, y con la misma facilidad con que se apaga una vela. Y los infelices necios que habían sido el ob­jeto de la distracción de la concurrencia, se mostraban más que nunca reconocidos hacia el magnetizador, ó mejor dicho, jefe y dueño.

ípn otra ocasión experimenta Dónalo uno á uno unos treinta jóvenes con su acostumbrado y peculiar sistema de apretarles las muñecas para conocer la fuerza muscular de sus brazos, é instantáneamente fija la mirada en sus ojos. Casi todos responden acto continuo á la fascinación, quedando rígidos; su faz toma un aspecto contraído, alucinado, algunas veces cadavérico; esos tales están á la completa disposición del fascinador, de quien siguen los movimientos como al imán sigue el acero. Entre 20, solo 4 ó 5 son re­fractarios; ó poco sensibles, por lo menos en aquel preciso momento. Qtros desde el primer instante, á un gesto de Dónalo caen al suelo como atacados de

^jegjlepsía^ retorciénidose en irresistibles convulsiones.

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- e s -Hay algo penoso y espasmódico en sus gestos y gro­tesco en sus movimientos. Unos están jadeantes mien­tras otros roncan y gimen. Un soplo en el rostro, y entran de nuevo en sí mismos. Restréganse los ojos como sí despertaran de un sueño, miran al rededor como atontados, y luego tranquilamente vuelven á sus bancos,

«Terminada esta primera selección, y vencidas las primeras resistencias. Donato les tiene ya en su poder y les atrae de tres en tres, de seis en seis ó en grupos de diez, con solo fijarse con rapidez en sus ojos, á pesar de su voluntad firme y de los grandes esfuerzos que hacen para resistir á la sugestión. Esta lucha éntrela voluntad impotente y la fuerza exterior que bien contra su voluntad les sojuzga, se revela al exterior por medio de cómicas y trágicas actitudes que producen sorpresa y pena, escitando unas veces la risa y otras una gran lástima. Durante la operación. Donato no pronuncia una sola palabra; piensa, quiere é indica. Parece que durante el experimento la conciencia de los sujetos es en extremo confusa. Tal es por lo menos la impre­sión que recibimos después de haber hablado con al­gunos. Estos tales ven sólo á Donato y aun sólo los ojos de Donato: y siguen viéndolos todavía cuando se coloca fuera de su alcance y á sus mismas espaldas. Tienen, en aquel momento, un convencimiento vago de que se mueven, saltan, corren y caen; pero todo como si estuviesen adormecidos, y como en sueños quisieran resistirse, pero hay solución de continuidad entre querer y poder. Queda en algunos un ligero atur­dimiento, jaqueca, vahídos, y quebrantamiento de hue­sos, pero es tojo pasajero. Cuando Donato advierte que hará sentir á sus sujetos el calor y el frió, parece que el escenario se convierte en una de las salas de furiosos de un manicomio. Todos soplan, se enjugan

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-64— un portentoso crescendo, se desabrochan, se quitan los vestidos y hasta los chaleclios con sus relojes, arro­jándolo todo al suelo; pero luego alguno, como si de pronto fuera presa de grandes escalofríos, recoge las prendas que halla á mano, las arrebata á sus compa­ñeros, se abriga bien con ellas.... «Esta mañana he visitado á varios estu.liantes que fueron ayer hipnoti­zados y algunos experimentaron muy vivas sensaciones de calor y frío, á voluntad de Donato. Temblaban de frío ó les sofocaba el calor. Alguna vez que otra ve­íanse obligados á desarroparse v desabrocharse la ca­misa, ó bien con rechinamiento de dientes correr en busca de sus vestidos llegando á disputarse las prendas, Albini no quería dar vueltas, temiendo el vértigo, pero hubo de doblegarse á la férrea voluntad del magne­tizador. Entonces empezó á hacer piruetas, dar ace­leradas vueltas de tarantela, vals ó polka. Le ordenó Z)o//a/o fijarse en un punto del techo, y seguía dando vueltas y más vueltas, siempre con la vista fija en lo alto, en el mismo punto y con la boca completamente abierta. Parecía alocado. Brol's vióse precisado á arrojarse al suelo, y por mis que lo intentaba no podía levantarse. Leifi alumno de agricultura bailaba como un trompo, y Jaría no podía de ningún modo subir á una banqueta, p.To cesaba tal imposibilidad á una orden de Donato, quedando inmóvil y en las más raras posiciones cuando así lo quería el hipnoti­zador. Otro sujeto muy hipnotizable con sólo que Donato le mirara, recibía una súbita impresión 'como herido del rayo. Tres sujetos caídos en catalepsia se vieron obligados á cantar con solo frotarles Donato la garganta con los dedos. Entonces pudo oírse un célebre terceto, un triple maullido ó simplemente tres voces de tan raro falsete que desternillaban de risa. Diver­tidísimos fueron los ejercicios de baile, de dentista y bartrpro', ejecutadoj-wn • adminttrte •precisión por ¡os

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- e s -mejores sujítos de Donato. Hubo un infeliz que estuvo comiendo patatas cru.ias, y se despertó cuando tenía llena la boca de aquella sustancia propia y apetecida por animales inmundos. Dos ó tres creyeron tener á mano sus carruajes y pusieron al galope los caballos que soñaban á ellos uncidos; uno tomó una silla cre-yéidola su caballo, y no se detuvo hasta que vino al suelo; otro empezó con tal brfo los ejercicios gimnás­ticos que bien parecía que de un salto había de quedar aplastado en las bainbalinas del teatro ó atravesar toda la platea. El público impresioiado exclamó, basta. Tu-rin y Montini fueron los que !""ás llamaron la atención. Donato les sugirió una salida al campo por la maña­nita, y desde el momento los dos empezaron á andar con paso lento y pat.'tico; el magnetizador les había puesto sobre la cabeza un abolladísimo sombrero de copa en estado de dar al barrendero. Di repente cho­caron entre sí; no dieron escusa alguna y se miraron de reojo.... Donato hizo que chocaran de nuevo; en­tonces A/o«/mí dio un buen puñetazo á las costillas da Tiiri'n, quien contestó con un soberbio sopapo apli­cado á las narices de sü compañero, que no queió con los brazos cruzados, sino que restituyó en la misma moneda cuanto del otro había recibido. Dispertados los dos contendientes en lo más recio de la pelea, per­manecieron di-'z minutos con la boca abierta y con tanta estupefacción como el público.

»En otra sesión, después de separar á algunos sujetos como refractarios, y de adormecer á los que se pre­sentaban fáciles, les dio á oler varias flores de papel, y experimentaban viva sensación de olor como si fue­ren rosas olorosas; les h'zo llorar y orar al rededor de un cadáver; hízoles reir y les llamaba á sí con la sola potencia de sus ojos, estando situado en el fondo de la platea y ellos en el escenario. Obligó á Re^is á

"'cdnveríifse eii barbero, hÍ20 sentir al estuJiáhíe Br'ogi

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—99 — el dolor de muelas y el de vientre; á otro á que cosiera una prenda de ropa como si fuera un sastre, y á Faria obligóle á escribir su testamento. El pobrecito en medio de actos de desesperación como si estuviera sufriendo con la idea de una muerte próxima, escribió: De/o cuanto poseo á mi buen hermano y después de al­gunas palabras ininteligibles habiéndole entregado un periódico arrollado, dándole á entender que era un puñal, el hipnotizado se le hundió en el pecho y cayó como muerto. Cuando Donato quiere obtener una hipnotización más completa y rápida, apoya una mano en la nuca del sujeto. Así lo hizo en una casa en Turin, con una joven á quien desde luego—avisada de ante­mano la familia, se entiende—puso un puñal en las manos ordenándola que matara á su propia madre. La muchacha deshecha en lágrimas, se dispuso á cum­plir orden tan horrenda. Quería, pero no podía sobre­ponerse d tan misteriosa voluntad, que la sojuzgaba por completo con imperio, y hubiera cumplido la orden si Donato no la hubiera detenido.

»Los refractarios de ayer noche no lo fueron de un modo absoluto. Ramporti confesó después que sa­len de los ojos de Donato dos rayos convergentes en un globo luminoso, como si fuese de'cristal, diciendo que no resistiría su mirada y que no duda que á no dirigir á otra parte la vista hubiera quedado también fascinado. Todos los que han sido hipnotizados por Donato, afrnian que la voluntad queda soju:{gada, por muchos que sean los esfuerzos para dejarla triunfante. Vense obligados á mirar á los ojos del hipnotizador. Pasados unos momentos, queda la vista ofuscada y deslumbrada y se concluye por no ver más que un punto luminoso y refulgente como un brillante ilu­minado por un foco eléctrico. Aunque Donato sé aleje 6 se ponga detrás del hipnotizado, continúa éste no vicirdo más que el citado punto brillante. Desaparece

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—«7— Donato, y desaparece del mismo modo la facultad de ver cualquiera otro objeto. No se ve más que el punto luminoso, siempre el mismo La inteligencia queda ofuscada, bien que no en máximo grado, y se tiene una idea vaga, como en la somnolencia, de cuanto ocurre al] rededor. Cuando cesa la acción, se experi­menta el cansancio propio de un gran trabajo, con pesadez y hasta dolor de cabeza sobre la frente. Al­gunos sufren un ligero temblor nervioso. Los estu­diantes hipnotizados por Donato, manifestaron luego ser entusiastas acérrimos del hipnotizador.

I I ,

CLASIFICACIÓN DE LOS FENÓMENOS HIPNÓTICOS.

GRAN HIPNOTISMO.

La pretendida clasificación de los fenómenos mag­néticos ó hipnóticos es moderna. Mesmer y sus dis­cípulos no se preocuparon de esto y al rededor de la cubeta del primero y bajo el influjo de su mágica varilla se veían revueltos convulsionarios, estáticos, sonámbulos, cfttalépticos, etc., sin que el maestro se cuidara de establecer separación entre estos diversos estados.

Después á medida que el conocimiento del hipno­tismo se ha generalizado más, han pensado los sabios é hipnólogos en clasificar los fenómenos del mismo; pero al mismo tiempo se ha producido una gran di­visión entre los escritores que se ocupan en este punto; hoy ya podemos clasificarlos ó dividirlos en dos.escudas distintas,..laJJamaíia dc,,Z.«,,5<í^í/rtí!re,

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- e s -cuyo principal representante es el célebre Chircot,- y la de Nancr, que representan entre otros B^ni'ii'i'n, Ziébeau/l, y otros. La prinera JiviJ.' el hipnotistno en tres períodos, de Catakpst'a, de LelargLi y de So­nambulismo. La segunda escuela admite los siguientes: Somnolencia, ó primer grado; Sueño Igcro, 6 segundo grado; Siicño profundo, ó tercer grado; Sueño muy profundo, ó en cuarto grado; Sonambulismo ligero, ó quinto grado, y Sonambulismo profundo, ó sexto grado. Añadiremos que según cierto autor, se distin­guen también estas dos escuelas rivales: La de la Sal-petriére, que concede más influencia á las causas físicas y fisiológicas en la producción del hipnotismo, y la de Nancy, á las causas psíquicas y á la sugestión Escusado es añadir que los católicos para la producción de los fenómenos hipnóticos juzgan indispensable la inter­vención y concurso del cuerpo y alma del hipnotizado que, operan el uno con la otra, r el uno sobre la aira; según la aguda expresión de V^acant.

R'cher por su parte, divide el hipnotimo en los cua­tro estados siguientes: i. ' de Letargo, ó sueño pro­fundo. 2.* de Calalepsia, ó sueño en que el individuo pierde total ó parcialmente el movimiento ó la sensibi­lidad. 3." Estado sugestit'o, durante el que el individuo se deja imponer por el hipnotizador hechos y movi­mientos diversos, y 4.* El Sonambulismo, que reduce al hipnotizado á un verdadero autómata.

Conviene advertir que estos estados en los que los autores dividen el hipnotismo, son purament: artifi­ciales y de pura convención y no tienen límites bien definidos, ni hay regularidad en su sucesión: un hipno­tizado .se puede encontraren un estado intermedio en­tre los estados indicados, ó saltar de uno á otro, sin presentar la regularidad que parecen indicar las divi-siones de los hipnólogos.

Séíia llamado Gran Uij>notismOf á la forma más

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característica dz\ misiim, ó sea al conjunto de fenó­menos que const¡tu_vcn la forma más intensa del sueño magnético, que ya explicaremos en otro lugar.

I I I .

FORMAS MÉDICAS QUE PRESENTA EL HIPNOTISMO,

No crean nuestros lectores que es completo el cuadro que hemos prcs;ntaJo del hipnotismo en el capítulo precedente; este á lo sumo só!o puede ser considerado como un bosquejo ó di^e^o del mismo, 3' por eso diji­mos antes que el hipnotismo era un Proteo en sus ma­nifestaciones, que son tales, tan variadas, tan obscuras y complica Jas, que apenas hoy dos autores que se mues­tren conformes en la descripción y clasificación de los fenómenos hipnóticos, que todos se reducen á unos cuantos grupo-i principales; pues tal es la confusión que hay sobre esta materia, que ni siquiera están con­formes los hipnólogos en quí formas de las que pre­senta el hipnotismo pertenecen á éste, y cuáles otras son propias úz otros estados, ó son nada más que fic­ciones ó ilusiones.

Nosotros vamos á estudiar en el hipnotismo el periodo preparatorio del mismo, y el sueño hipnótico; y en éste, tres estados principales, á los que se pueden referir todas las formis que el hipnotismo presenta, que son ía calalepsia, la l¿targ:a y el sonambulismo.

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-tó^

I V .

PERÍODO PREPARATORIO DEL HIPNOTISAÍO.

Ante todo, hay que tener en cuenta, como dice un autor que se ocupa en esta materia, que cada su­jeto hipnotizado tiene, por decirlo así, su propia in­dividualidad, su manera de ser especial, la cual se revela en la manera como cae en el hipnotismo y en la forma que este presenta; y que aunque los autores nos trazan descripciones del hipnotismo y de sus gra­dos, éstas no se pueden entender sino de un modo general. Hay que tener también en cuenta que en las personas ya acostumbradas á la hipnotización ó que han sido hipnotizadas ya varias veces, el período preparatorio falta porque caen en sueño hipnótico á la menor señal del hípaotizaJor, y con la intervención de la voluntad del hipnotizado, ó aun sin ella en ocasiones.

El período preparatorio cuando existe en el hip­notismo, suele ir acompañado de los siguientes fe­nómenos.

A los pocos minutos de someterse una persona á la hipnotización, nota que le lloran los ojos, los párpa­dos que se hallaban inmóviles, empiezan á agitarse con movimientos convulsivos, caen por fin y aun ce­rrados continúan estos movimientos, quedando ocultos los ojos hacia arriba: se notan asimismo movimientos del iris, se produce primero la contracción, luego la dilatación y después una serie de oscilaciones en los movimientos de la pupila: se nota asimismo hipere-^\i conjuntiva!, cierto grado de palidez y enfriamiento

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- n -de la piel, laxitud muscular, abatimiento del semblan­te, y bostezos. El individuo empieza á notar algo de sueño, y entonces el hipnotizador procura apremiarle ó estrecharle para que se duerma; al momento empieza á agiíárseie la respiración que llega á ser suspirosa, sus miembros se relajan, sus facciones se estiran, y la mandíbula inferior queda algo caída, y entonces el sugeto suele caer en e! sueño hipnótico más ó menos profundo, lo cual suele indicar él mismo al pregun­tarle el hipnotizador. Este sueño suele venir paula­tinamente en los sujetos que se hipnotizan las pri­meras veces, y suele ser pronto y profundo en los que tienen la llamada educación hipnótica.

Pero no todos los autores están conformes con el cuadro que acabamos de describir: «El sueño hipnótico se establece sin esa agitación previa que precede y acompaña á otros sueños artificiales, y en particular á la hipnosis clorofórmica,» dice Fonssagrives, aunque este mismo autor hace notar que esta regla no carece de excepciones, como ha indicado Braid, y Yung ha podido comprobar después de él.

V .

SUEÑO HIPNÓTICO.

Hay personas que una vez hipnotizadas, sólo ex­perimentan un adormecimiento más ó menos pronui\-ciado, con somnolencia y pesadez en los párpados: éste estado puede desaparecer en cuanto cesa la in­fluencia del hipnotizador, ó prolongarse más ó menos, tiempo todavía, citándose por álj unos autores ^ ^ 9

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—7S— de pro'ongnción d;l sueño hipnótico por espacio de muchas hora^, d-'spués ds cesar la acció i del hipnoti­zador. L>s sujetos q le S2 hallan en estado di som­nolencia, unos quejan inertes y otras cecutan ciertos movimientos. Otros que no caen en el estado de som­nolencia, contestan á las preguntas que se le^ hacen,

"hablan y creen estar despiertos; pero si el hipnotizador les dice que no pueden abrir los ojos, les es imposible abrirlos aunque lo intenten con grandes esfuerzos; hasta que el mismo hipnotizadjr les dice que ya pue­den hacerlo.

El sueño hipnótico unas veces se produce brus­camente y el hipnotizado cae de repente inerte; otras veces sobreviene po:o á poco. Kn varios hipnotizados los ojos quedan cerradas é mmóviies, en oíros se ven sus párpados animados de un estremecimiento con­vulsivo. En el sueño ligero los ojos tienen su posi­ción natural, en el sueño profundo se hallan á veces vueltos hacia arriba y oculta la pupila debajo del pár­pado superior. La mayoría de hipnotizados quedan inertes ó sin hacer movimiento de ningún género, varios tienen sacudidas musculares y movimientos re­flejos en variis partes del cuerpo. La sensibilidad Be conserva en el sueño ligero, y cualquier roce ó cosqui­lleo produce movimientos reflejos y el despertar del sueño; en el sueño hipnótico profundo la .sensibilidad disminuye notablemente ó desaparece del todo, empe­zando por las extremidades; y luego se entorpecen los órganos de los sentidos; y hay cierto niimero de individuos que aunque se les hipnotice repetidas veces y caigan en la soinnolencia hipnótica, nunca pueden pasar más allá de este estado.

El .sueño hipnótico suele ser producido valiéndose el hipnotizador de los procedimientos de que hemos hablado en otro lugar, y puede ser asimismo produ­cido por el mismo hipnotizado, fijaiido la vista teqa%«

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mente en una lámina brillante, una luz viva, etc.; y este sueño puede ser tan profundo corno el producido por un hipnotizador. Y téngase en cuenta que puedan ocurrir sobre este punto hechos tan raros como el siguiente citado por un autor. Un sujeto que se hip­notizaba fácilmente con la acción de la luz del mag­nesio, fué hipnotizado profundamente por un niño que encendió un alambre de dicha substancia, é hipnotizado de un modo tal, que hallándose delante un individuo que era el que le hipnotizaba habitualmente, y á quien siempre había obedecido ciegamente aun cuando hu­biera sido hipnotizado por otra persona, en vano trató en esta ocasión de volverle á su estado normal orde­nándole repetidas veces que despertara. El hipnotizado mostró deseos de cumplir la orden, y aun hizo esfuerzos para ello, pero no lo pudo realizar. Intentaron en­tonces despertarle abriéndole los ojos, echándole agua fría en)el rostro, y una corriente de aire, y todo fué inútil: hubo que apelar á que le despertara el niño que le habí» hipnotizado. El niño le ordenó que des­pertase, y al momento despertó.

Durante el sueño hipnótico, el hipnotizado obedece á su hipnotizador, pero las sugestiones post-hipnóticas no tienen lugar. Por lo común hay anestesia ó falta de sensibilidad durante este sueño, pero á veces existe el fenómeno opuesto, es decir, aumento ó exaltación de la sensibilidad. La excitabilidad de los músculos tam­poco está aumentada por lo general, aunque no faltan autores como Fonssagriues, que aseguran que se ca­racteriza el sueño hipnótico por la hiperexcitabilidad muscular que le acompaña, y que constituye una verda­dera catalepsia provocada, y que excepcionalmente, la contractura cataleptica es reemplazada por resolución y flacidez musculares; y Braid asegura que se puede hacer pasar á los músculos de aquel estado á éste por U acción del soplo dirigido por los músculos que sa

',4» •

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—74-quieren relajar. En el oído se produce una gran exal­tación, así que los hipnotizados en este estado oyen hasta los ruidos más ligeros.

A veces se produce en los individuos sometidos á la acción del hipnotismo un sueño ligero, sueño que cada vez va siendo más profundo á medida que se van repitiendo las hipnotizaciones en los mismos.

El sueño hipnótico según el Sr. Freiré y otros mu­chos, se produce de un modo análogo al sueño normal, por el cansancio de la vista y la idea del sueño que se va apoderando del alma del individuo; pero nosotros no creemos que la idea ó explicación sea del todo exac­ta, pues si el sueño hipnótico se produjera por la fi­jación de la vista, sí se podría admitir tal explicación, pero hay muchos casos en que no sucede esto, y dicho sueño se puede producir por varios medios distintos en los que no es posible el cansancio visual, y la idea del sueño, apoderándose de nuestro organismo, tampoco se puede admitir en todos los individuos, pues la mayor parte de los hipnotizados no saben lo que les va á suce­der, y no es posible, por tanto, en ellos una idea que no se pueden formar sino los que han sido ya hipnotizados otras veces, ó son personas conocedoras del asunto.

Respecto al sueño hipnótico en sí, el mismo escritor Sr. Freiré, le hace igual al sueño normal, pero creemos que esto tampoco es del todo exacto, porque si bien es cierto que el sueño hipnótico abandonado á sí mismo, presenta los caracteres del sueño natural, difiere entre otras cosas primero: por la manera de producirse el uno y el otro; segundo, por la facilidad con que el sueño hip­nótico se puede hacer pasar á sonambulismo, y á ese so­nambulismo extraño de la hipnosis y en el sueño normal es excepcional el poder hacer esto, y es otro sonambu­lismo; tercero, porque en el sueño hipnótico el hipnoti­zado parece conservar la relación con el hipnotizador, y solo con él; y cuarto, por el modo de despertar, espontá»

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—76-neo en el sueño normal, y sugestivo la mayor parte de las veces en el hipnótico y sugestivo de un moJo espe­cial, pues solo suele despertar el hipnotizado en virtud del mandato del hipnotizador.

Se ha llamado Hipotaxia (encanto); ácijrto grado de sueño hipnótico en el que los individuos se hallan con los miembros en resolución, los ojos cerrados, oyen to­do lo que se dice á su alrededor y tienen su voluntad su -jeta á la del que les ha hipnotizado.

V I .

ESTADO DE LETARGO Ó LETÁRGICO

Este estado suele ser el primero que se presenta usan­do el procedimiento que describimos en su lugar para producir la hipnotización, por más que pueda aparecer indiferentemente el letargo, la catalepsia ó el sonambu­lismo, sea cualquiera el medio que se emplee para hip­notizar.

En el estado de letargo se producen raros fenóme­nos, algunos de los cuales son los siguientes:

Hay anestesia, es decir, falta de la sensibilidad, y perversión de ia misma; las excitaciones más enérgicas no producen efecto alguno, no hay nada que pueda des­pertar el dolor, habiendo sido probada plenamente la analgesia ó insensibilidad para el dolor, por los expe­rimentos de Broca, A:{am, Guerineau y otros médicos; la cual puede existir con la anestesia, ó aparte de ella. Puede asimismo á veces presentarse una hiperalgesia de la piel, (exaltación de la sensibilidad dolorosa de la misma); en algunas ocasiones, en vez de la analgesia.

Según Liebeaulty la sensibilidad comienza á desapa-

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—76— recer en las extremidades, y siempre es la periferia del cuerpo la más anestesiada: examinando los órganos de las sensaciones se vé que ios sentidos cubiertos, la vista y el gusto, quedan entorpecidos los primeros, lo cual va sucediendo luego con el olfato, el oído y el tacto, que se amortiguan después; si se emplean otros procedimientos de hipnotización, la vista es la última que deja de fun­cionar. Si se atraviesa la piel ó un miembro con un al­filer o aguja, lo mismo que la mano ó la lengua, no sien­ten los hipnotizados la más ligera molestia; se puede electrizar, introducir cuerpos extraños en las narices, arrimar á estas un frasco destapado de amoniaco, sin que los hipnotizados ni tan siquiera pestañeen; algunos hipnotizados experimentan cierto deleite en estos expe­rimentos. Así se explica que ciertas tribus salvages que practican el hipnotismo, quizá desde tiempo inmemorial, se hacen morder, una vez hipnotizados, por serpientes; se pasan por varias partes de su cuerpo tizones encen­didos, se flagelan cruelmente, y se clavan puñales en sus carnes, con una expresión de gozo y satisfacción indefi­nibles. El doctor Guerineau asegura haber practicado una amputación de muslo á un individuo hipnotizado, que cuando volvió á su estado normal cogió vivamente la mano del opera'dor para besársela, diciéndole que en tanto duró la operación, le parecía haber estado en el paraíso. Maira cita el caso de una joven que en estado de sonambulismo arrimaba los dedos á la llama de una bujía, en lo que parecía encontrar inmenso gozo. Se puede pellizcar y desgarrar la piel de los hipnotizados, aun en sitios muy sensibles; sin que manifiesten dolor. La anestesia unas veces se desarrolla espontáneamente sin más que la hipnotización; pero en varios hipnotiza­dos no sucede así, y á pesar de su estado, siguen sin­tiendo todo lo que se hace con ellos, y en estos casos se puede desarrollar la anestesia por sugestión de lo que tratamos más adelante.

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—77— En el sistema muscular se nota durante el letargo

una gran irritabilidad; el pasar suavemente los dedos por la región superciliar de un hipnotizado produce el fruncimiento del ceño; el cojerle la mano hace que esta se contraiga enérgicamente, y se puede producir la con­tracción de casi todos los músculos del cuerpo, exci­tando ligeramente la región que les corresponde. Un pequeño golpe, un simple soplo, una corriente de aire, produce contracturas más ó menos enérgicas de los músculos, ó una rigidez tetánica; la compresión de los nervios produce el mismo efecto en los músculos en que se distribuyen, así que si se comprime el nervio cubital en la parte posterior é interna del codo, los dedos de la mano toman la figura de una garra.

En el letargo se demuestra fácilmente la hiperestesia táctil, así que en este estado puede un sujeto realizar ac­tos extraordinarios que no ejecutaría en estado normal.

Y por fin la anestesia que, como hemos dicho, no siempre se obtiene espontáneamente en el estado le­tárgico, puede tener ó presentar muchos grados, no siendo siempre la misma.

vn.

SIGUE LA L E T A R G Í A , H I P E R E X C I T A B I L I D A D

NEURO-MUSCULAB.

La letargia, para Charcot y otros autores, forma el segundo periodo de la hipnosis, que para otros es el primero; y cuando se presenta, sucede á la catalepsia por una transición insensible. Existe, según el mismo autor, un carácter que podemos llamar seguro ó patog-

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- 7 8 — nomónico entre la catalepsia y la letargía; en la primera la excitación de los músculos nunca produce la con­tracción, y en la letargia se manifiesta este fenómeno con viva intensidad, hasta el punto que la más pequeña excitación puede producir una contractura permanente, que sólo cede á la excitación directa de los músculus antagonistas. Este fenómeno recibió del mismo Char-cot, el nombre de Hipercxcitabilidad neuro-muscular. Pero se ha visto asimismo que la excitación de un ner­vio cualquiera produce los mismos resultados en los músculos por los que se reparte, por lo que algunos han tratado en hacer dos clases de hiperexcitabilidad; la una producida por la excitación de los músculos, llamada cutáneo-muscular; y otra por la de los nervios, llama­da neuro-muscular.

Otro hecho curioso vino á unirse á los que venimos citando, y fué que se notó que producida una contrac­ción en uno ó más músculos, puede hacerse que la mis­ma salte al lado opuesto tan sólo con aproximar un imán de alguna fuerza á los músculos correspondientes, y esto aunque el imán se halle á distancia de pocos cen­tímetros y sin tocar á la región que se experimenta; y como quiera que algunos han pretendido que este he­cho se producía de una manera sugestiva, se ha experi­mentado, ó varios autores pretenden haberle obtenido, aun cuando el hipnotizado se halle con los ojos cerrados, para alejar toda duda de que este fenómeno puede ser producido por sugestión. La experiencia parece ha con­firmado que para que se produzca esta contractura por causa de la hiperexcitabilidad, como hemos dicho, es preciso que el miembro sobre que se opera, reciba cier­ta cantidad de sangre, que si falta, no se produce dicha contractura, aun cuando se exciten los nervios ó los músculos correspondientes; sucediendo, sí, en estos ca­sos que queda dicha contractura en estado latente, para manifestarse ó producirse en cuanto vuelva el órgano ú

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—79— su estado normal. El mismo efecto tiene lugar, es de­cir, el salto al lado opuesto de la contracción, cuando se comprime con el dedo, ó se coloca el imán sobre el cen­tro motor del lado en que se experimenta.

Se ha notado asimismo que si excitamos un múscu­lo determinado, uno del brazo, por ejemplo, hasta pro­ducir la contractura del mismo; si se sigue prolongando la excitación del músculo, la contractura va ganando é invadiendo otros músculos del mismo lado del cuerpo; y si se sigue excitando aun más, puede llegar hasta la contractura cataleptoide de todos los músculos del cuerpo; y también se ha visto que si se produce la pa­rálisis en una región determinada del cuerpo durante el sueño hipnótico, no es posible producir la contractura de los músculos de e>ca región, aunque se exciten, sin ha­cer desaparecer primero la parálisis de dicho sitio.

También se produce á veces en el letargo hipnótico un estado complejo en un mismo individuo, que puede presentar una anestesia ó completa abolición de la sen­sibilidad, hasta el punto de no_ dar muestras de sensi­bilidad alguna aunque le claven un puñal en su cuerpo; presentando al mismo tiempo una hiperestesia ó grande excitación de la sensibilidad de ciertos órganos, así que el más ligero ruido le produce molestias intolerables, ó percibe ciertos olores que por ningún otro individuo son percibidos.

El estado letárgico ó letargo, es muchas veces el único que se puede obtener en un individuo, después de someterle á repetidas tentativas de hipnotización; y Bernheim por su parte, nos dice en su tratado de La Sugestión, que la letargía o la inercia completa, ó sea el organismo reducido á la vida vejetativa, no la ha ob­servado; que todos sus hipnotizados, por muy inertes que pareciesen, estaban en relación por medio de algún sentido con el mundo exterior; y que la sugestión vo-al le ha bastado siempre para despertarlos,

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—80—

VIII,

ESTADO DE CATALEPSIA,

Este estado se puede producir en un sujeto hipno­tizado en estado de letargo, poniéndole enfrente de una luz viva y abriéndole los ojos; en las personas his-tero-epilépticas se produce fácilmente dicho estado de catalepsia, haciendo que obren sobre las mismas impre­siones fuertes y repentinas, como la luz eléctrica, la de magnesio, el sonido de una campana, etc: siendo el ras­go más notable del estado cataléptico, ó su principal carácter, como dice Charcal; la inmovilidad.

«El sujeto cataléptico aun cuando se le coloque de pié en una actitud forzada, se mantiene en perfecto equilibrio y parece como petrificado. Los ojos están abiertos, la mirada fija, la fisonomía impasible.» La mi­rada, puede estar fija y los ojos abiertos aunque sea mucho tiempo seguido. Los miembros parecen suma­mente ligeros, y permanecen en la posición en que se les coloca: se puede hacer tomar al hipnotizado las más extrañas actitudes, las cuales conserva por un tiempo más ó menos largo.

Este fenómeno no siempre se verifica del mismo mo­do; «unas veces la catalepsia es débil, el miembro que ha quedado en el aire, cae á la menor presión ejercida sobre él; otras veces la catalepsia es más fuerte sin ser rígida, catalepsia cérea. Los miembros obedecen á los movimientos que se les imprimen, se dejan extender y poner en flexión dócilmente como la cera blanda, (flexi-bilitas cérea), se pueden extender ciertos dedos, doblar otros, doblar una pierna, extender la otra, sentar al hipnotizado, inclinar su cabeza sobre un hombro, comunicar á los diversos segmentos del cuerpo las acti-

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—81— tudes más raras: quedan fijos como un maniquí articu­lado en la posición que se les dio, sin ejecutar movi­miento alguno. También, á veces, viene la catalepsia rí­gida, acompañada de una verdadera contractura que no se resuelve sino por sugestión. Se le levanta un brazo verticaimente pOr ejemplo; queda fijo, en estado de contractura. Si se le quiere bajar, opone una gran resis­tencia á la mano que trata de deprimirlo; si se ha ven­cido esta resistencia, y se abandona el miembro, vuelve á tomar como un resorte, la posición primera, vertical en el aire.« Puede llegarla catalepsia á presentar tal in­tensidad, que aunque sea una joven débil y nerviosa la hipnotizada que se presenta en dicho estado, si coloca un brazo ó cualquiera parte de su cuerpo en una actitud determinada, no bastan los esfuerzos de dos ó tres hom­bres reunidos para que puedan vencer con todas sus fuerzas la resistencia que opone dicha joven á que des­truyan la actitud que presenta, y lo único que podrán conseguir será que arrastren todo el cuerpo de la hipno­tizada; y todo este estado tan extraño, al parecer tan invencible, cesa como por encanto con un leve soplo del hipnotizador. «Es una verdadera catalepsia rígida que llamaré catalepsia tetánica. En el momento que la per­sona queda dormida, se le levantan las piernas y los brazos sin decirle nada, y se fijan inmediatamente como tetanizados en la actitud comunicada. Esta rigidez es or­dinariamente mucho mayor en los miembros superiores que en los inferiores. En algunas personas todo el cuer­po puede ser así inmovilizado y tetanizado, tanto que se les puede poner la cabeza sobre una silla y los pies sobre otra, haciendo fuerza en el centro del cuerpo sin romper la contractura. Solo la sugestión consigue rom­per siempre este estado tetánico. Se les dice: Puede ba­jar los bracos y moferlos como quiera. Entonces la ri­gidez desaparece y la catalepsia persiste cérea ó débil, como en los grados precedentes.

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Hay que tener en cuenta que entre los hechos de catalepsia se ven algunos raros, como el citado por el Dr. Borne, de un enfermo, víctima de una catalep­sia generalizada por causa de una contusión, que quedó en un estado tal que ni los médicos, ni las hermanas que servían en el hospital donde ocurrió el hecho, podían comunicarse con él, y se le trasmitían todas las órdenes por otro enfermo que quizás estaba de­lante en el momento del accidente, y era el único individuo con que al parecer tenía relación.

Advertiremos, por fin, que el estado de catalepsia es á veces muy duradero, y que se registran casos de individuos en los que ha durado varios días; lo cual se presta á graves abusos y aun á hechos criminales.

I X .

SIGUE LA CATALEPSIA. EL SENTIDO MUSCULAR.

En el estado de catalepsia se puede hacer á ciertos sujetos imitar las diversas actitudes que vemos en las estatuas, y se les puede colocar en la posición que se quiera pudiendo un mismo individuo tomar varias pos­turas sucesivas; y para que todo guarde relación, se puede excitar los músculos de la cara del hipnotiza­do, para que la misma tome una expresión que esté en relación con la actitud del cuerpo. Pero hay oca­siones en que ni aun esto es necesario, teniendo en cuenta el curioso fenómeno que pasa en estos casos en ciertos individuos.

Dicen varios autores que el sentido muscular no se pierde durante el estado hipnótico, y que en virtud de este hecho cualquiera actitud que se dé á un hipnoti-

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—83— zado, obra como una sugestión sobre este. Entre los muchos casos prácticos de esto mismo que citan los hipnólogos, recordaremos el de la joven que con sólo que la juntaran las manos en actitud de orar, creía en­contrarse ante la presencia de Dios, al que ruega por todos los presentes, y exclama: ¡Oh! ¡que maravilla! •lif{ por todas partes! Se la colocó luego la cabeza so­bre el pecho y los brazos en estado de relajación, y es presa de una gran tristeza creyéndose sola y abando­nada. Luego se la volvieron á poner las manos juntas sobre su cabeza, y cayó de rodillas revelando en todo su organismo un éxtasis sublime. Y por fin se la se­pararon las manos, en una se la puso un pañuelo y la otra se la colocó en la cintura, y entonces sus faccio­nes se iluminaron, sonrió graciosamente y dio á en­tender que creía hallarse en un baile.

Otro caso curioso es el de otro hipnotizado que colocado en la actitud de pronunciar un discurso en­sartó una arenga, coordinando el gesto, la actitud, y los movimientos de una manera conveniente, luego se le cambió la actitud por la de un hombre preparado á defenderse, y tomó entonces los gestos, posturas y movimientos de un individuo que se hallara en re­ñida lucha con otros.

Una cosa parecida sucede, si á ciertos hipnotizados se les da algún objeto ó instrumento, lo cual parece ex­citar en ellos el deseo de hacer un uso conveniente y de­bido de los mismos, aún cuando de una manera incons­ciente: así ciertos hipnotizados cosen, como si estuvie­ran despiertos, si se les pone una aguja en la paño; otros dan golpes, si se les pone un martillo, como si clavasen clavos; escriben si se les da una pluma, etc.

El sentido muscular unido con la exaltación de cier­tos sentidos puede dar lugar á algunos hechos curiosos, como los de que nos habla Braid en su Nenripitologia, que dice ¡o siguiente: «La finura del oído y la precisión

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del sentido muscular, junto á la seguridad con que obran y á su tendencia á la simpatía y á la imitación, permiten á los hipnotizados estas imitaciones fonéticas verdadera­mente admirables y actualmente fuera de duda. Por ejemplo, numerosos pacientes repiten muy fielmente todo lo que se dice en una lengua cualquiera; pueden hasta cantar correctamente con otra persona en una lengua extranjera, siguiendo sonidos y palabras de un canto, que por primera vez están oyendo; (¿habrá exa­geración en el relato? ¿estaráti bien hechas las observa­ciones?) las palabras y la melodía les parecen tan fami­liares cuando imitan á otros cantores, como si las hubie­sen estudiado de antemano. Así una de mis pacientes que en estado de vigilia no conocía ni siquiera la gra­mática de su propia lengua, y apenas sabía lo que era la música, pudo acompañar correctamente á la señorita Jenny Lind en muchos cantos y en diferentes lenguas; repetía las palabras y la música de un modo manifies­tamente exacto.

Estos hechos y los demás análogos se han pretendido explicar por el principio formulado por Bertrand, y al que dio el nombre de Ley de Charcot, que es el siguien­te: Toda Juerga nerviosa desarrollada en el cuerpo por una excitación extraña d nuestra espontaneidad, deter­mina una serie de estados cerebrales y de modificado' nes susceptibles de manifestarse exleriormente por las actitudes y movimientos expresivos que habitualmente les corresponden.

Para concluir esta cuestión, diremos que varios autores pretenden haber producido estados de catalep-sia, parálisis, ó sonambulismo, por la presión ó toca­miento de ciertas partes determinadas de la cabeza, y otros, como Bernheim, niegan haber visto nunca hechos semejantes, que, si fueran ciertos, habría que admitir la teoría fluidista para la explicación de la hipnosis; y lo que si parece provocar la presión de los músculos en

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_ 8 6 -los hipnotizados, un contraccinoes de dichos músculos, cuyos movimientos parecen ser desconocidos para ios mismos hipnotizados.

Y por fin se ha visto que en ciertas enfermedades ó estados patológicos se presentan estados cataleptiformes que semejan algo la catalepsia del hipnotismo, como sucede á veces en la fiebre tifoidea.

X .

MOVIMIENTOS AUTOMÁTICOS.

En algunos sujetos hipnotizados que hayan llegado á un grado profundo de hipnotización, se pueden obte­ner movimientos automáticos extraños. Así, si se les hace girar los dos brazos, uno al rededor del otro, el in­dividuo continúa moviéndolos espontáneamente ó des­pués del mandato, ya lentamente ó como con cierta va­cilación, ó bien de una manera precipitada y regular. Si se les dice: Hagan por detener los bracos, y á unos no les es posible hacer esfuerzo alguno para ello; otros tratan de hacerlo dando una mano contra otra, no pu-diendo detener este movimiento que les parece irresisti­ble. Si se les detiene una de las manos, la otra puede continuar el movimiento, y al soltar la primera, hay ca­sos en que aún vuelve á su primitivo movimiento y se pone á dar vueltas al rededor de la otra. En algunos que tienen un sueño muy profundo, los movimientos automáticos se pueden efectuar por imitación: el hipno-

• tizador se coloca delante de ellos y mueve los brazos en un sentido determinado, y ellos hacen lo mismo; cambia el hipnotizador de movimientos y ellos hacen lo cnismo; si el primero pega un puntapié, lo mismo hacet) ellos,

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- 8 6 -y cualquier movimiento que al primero se le ocurre, es imitado fielmente por los hipnotizados; movimientos au­tomáticos que cesan en cuanto :i los hipnotizados se les cierran herméticamente los ojos. EscusaJo es decir que los que han sido hipnotizados varias veces, realizan es­tos movimientos con prontitud y de una manera más perfecta.

XI .

S o N A M B U L I S Al o

Es el estado más lucido del sueño hipnótico, y se manifiesta en las personas en las que la hipnotización ejerce una influencia más profunda.

El sonambulismo según una estadística de Beaiinis; suele desarrollarse en un i5 ó i8 por loo de indi­viduos. La proporción es casi igual entre los hom­bres que entre las mujeres, no habiendo diferencia aparente con respecto al sexo; pero sí muy grande con respecto á la edad; pues el sonambulismo es común en la infancia y en la juventud, y vá siendo raro des de los 5o años en adelante.

El sonambulismo se puede trasformar en catalepsia abriendo los ojos del hipnotizado, ó en letargía, cerrán­dolos y comprimiendo ligeramente los globos oculares.

En el estado de sonambulismo el individuo tiene las apariencias de estar despierto, pero la voluntad y la conciencia de ios actos que ejecuta, no existen. El auto­matismo es completo, el hipnotizado está trasformado en una máquina que se mueve á voluntad del hipnotiza-dor: Este automatismo ofrece muchos modos distintos, según el modo de ser ó aptitudes psíquico-orgánicas de los hipnotizados. El sonámbulo se levanta, se sienta, se

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arrodilla, pasea, escribe, lee, según se le ofáena; aunque unos obedecen con más prontitud que otros, y á varios hay que repetirles la orden, según su educación hipnó­tica y como obra en cada uno de ellos el hipnotismo. Se le dice al sonámbulo: «Solo puede andar hacia adelan­te;» 3' solo anda come se le indica. «No se puede mover sino hacia atrás;« y solo se mueve en esta dirección: "No puede andar en ninguna dirección;» y queda fijo em donde se encuentre, aunque haga esfuerzos para marchar hacia algún otro lugar. Se ordena á otro que tenga un palo en su mano cerrada, y son precisos los esfuerzos de muchas personas robustas para arrancársele.

En este estado se puede, según varios autores, ha­cer que los hipnotizados repitan automáticamente las palabras que se les dice, como ha hecho Berger; para lo cual ponía su mano después de calentada, en con­tacto de la nuca de los sujetos sobre que experimen • taba y repetían estos inconscientemente todas las pa­labras que les dirigía su hipnotizador.

Las sensibilidades general y sensorial pueden ser modificadas, exaltadas, disminuidas ó pervertidas á vo­luntad en el sonambulismo. En este estado, las alucítia-ciones de los sentidos pueden -ser muy variadas, y se pueden sugerir toda clase de ilusiones sensoriales. A los sonámbulos se les hace tomar sal ó acíbar por azú­car que saborean con placer; una carta arrollada pasa para ellos por un sabroso cigarro cuyo aroma aspiran con delicia, y del que hacen por arrojar bo­canadas de humo; y aún dan pruebas de embriagarse con el mismo. Agua natural es para ellos exquisito-Jerez ó Champagne, que les produce la embriaguez, y andan y se conducen como perfectos borrachos. Se les hace quedar sordos, y no les conmueve ruido algu­no por fuerte que sea; del mismo modo quedan mudos ó tartamudos. Tratan de ejecutar estos hipnotizados todos los actos que se les ordenan; cantan, bailan, es.

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- 8 8 -criben, trabajan, tocan diversos instrumentos, hablan, y al verlos ejecutar todo esto con los ojos cerrados ó abiertos, se juraría que no estaban dormidos; mucho más teniendo en cuenta loque dice Bernheim: «Muchos sonámbulos, escribe dicho autor, tienen una perspicacia muy grande; el menor indicio los guía; sabiendo que de­ben realizar el pensamiento del hipnotizador, se inge­nian para adivinarlo. Si se han repetido muchas veces sobre la misma persona los experimentos de trasferen-cia, (lo mismo sucede con otros); adivina con facilidad que debe trasferir tal ó cual fenómeno; y sin que se diga nada delante de él, puede apreciar en la actitud expectante del operador, ó en otro cualquier indicio si debe operarse la trasferencia.»

Entre los numerosísimos hechos prácticos que pu­diéramos citar de |sonambulismo, mencionaremos dos de los citados por el mismo Bernheim: el de una reu­mática hipnotizada, á la cual decía: «Ya está curada; le­vántese y haga lo que tenga que hacer.» Y la mujer se levantaba, se vestía, se ponía á lavar los cristales, ha­cer su cama, barrer la habitación y demás operacio­nes de su clase, sin recordar nada una vez despierta. El otro hecho es de otra mujer, que creyendo cojer una sábana, tomando una aguja imaginaria, poniéndose un dedal ficticio; iba haciendo todos los movimientos pre­cisos para una costura, y de estos hechos repetimos que pudiéramos aducir muchísimos.

«En los grados avanzados del hipnotismo todas las ilusiones, todas las alucinaciones se realizan sucesiva­mente, con una precisión y una prontitud que sorpren­de. Se puede sugerir á los sonámbulos las ideas de que son de diferente sexo, soldados, sacerdotes, animales, reyes, obispos, niños, viejos, artistas, e t c . . y harán todo lo propio de estos personajes. Encontrarán malas las cosas de buen sabor y viceversa; percibirán un per­fume delicioso donde el olfato de una persona no encon-

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- é é -trará olor ninguno; oirán música alegre, frases agrada­bles, etc., según sean las determinaciones del experi­mentador.»

En el sonambulismo se pueden producir asimismo en el hipnotizado, alucinaciones que podemos llamar ne­gativas; las cuales consisten en hacer que no oiga, ni vea, ni sienta, lo que afecta sus sentidos ó su sistema nervioso; como el caso que nos cuenta un escritor fran­cés de una señora á la que produjo la sugestión en pre­sencia de varias personas, 'de que al despertar no le vería, á pesar de estar delante de la misma, y no sólo no le vería, sino que ni le oiría, ni podría darse cuen­ta, que estaba en su presencia, como así efectivamente se realizó; pues una vez despierta, busca inútilmente á su hipnotizador, que era su médico al mismo tiempo y que estaba enfrente de ella diciéndola en altas voces que se encontraba allí á su lado, yllega hasta pellizcar­la la mano que retira la señora bruscamente, sin darse cuenta del origen de esta sensación; y al decirla las personas presentes que allí delante de ella se hallaba su médico y la estaba hablando, ella cree que dichas perso­nas intentan jugarla alguna broma pesada. Y téngase presente que las alucinaciones opuestas á estas, que lla­maremos positivas; pueden alternar con estas negativas en el mismo individuo.

Cullere nos habla del efecto que los medicamen­tos producen en los hipnotizados, citando casos en que el opio hace dormir por su sola presencia delante del sonámbulo; en que el jaborandi produce salivación y sudor solo con aproximarle á ciertos hipnotizados; pe­ro suponemos que en estos casos se prevendría á los hipnotizados que se les aproximaba dichas sustancias cuyos efectos conocerían ó de los que se les daría al­guna indicación; en cuyo caso se explica todo por un efecto de su imaginación.

El sonambulismo se produce por la prolon-^ndón lu

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- 9 0 -del sueño hipnótico ea los individuos llevados de an­temano á la letargía; y en las personas histero-epilép' ticas se puede producir ds un modo casi instantáneo por la compresión de la cabeza. En algunos hipnotiza­dos cuesta muchas sesiones provocar en ellos el sonam­bulismo, y en otros no es posible por más que se in­tente repetidas veces. En el sonambulismo persiste la hiperexciiabilidad neuro-muscular, de que hemos habla-

. do en otro sitio; en éste estado, es fácil producir una contractura cualquiera, y hacer el cambio de la misma valiéndose del imán, como ya hemos dicho; con la par­ticularidad de qu2 si, por ejemplo, se toma una ma­no de un sonámbulo y se hace que.cada dedo de la misma adopte una posición distinta unos'á otros, apli­cando el imán, se verá que salta ó pasa esta misma disposición de una mano á otra del hipnotizado.

En el sonambulismo por lo común la sensibilidad general se suprime, hay lo que se llama anestesia; y ciertos individuos pueden experimentar los mayores tor­mentos sin dar pruebas de sufrimiento alguno; pero en algunos casos esta sensibilidad puede estar aumen­tada ©excitada. A veces sólo se suprímela sensibili­dad para el dolor, y subsiste aumentada la que.apre­cia la temperatura. El oído suele presentar una gran agudeza sensitiva y apreciar los más pequeños sonidos, el olfato aprecia los más insignificantes olores, no apre* ciables para los demás; y lo mismo sucede en el gus­to: la vista adquiere una penetración tan maravillo-' sa que es admirable; y algunos autores citan casos sor­prendentes de esto mismo, como el de un sonámbulo que dándole un cartón en blanco, le servía de per­fecto espejo, y en el mismo veía todo lo que pasaba á su espalda, que describía detalladamente. Se ha no­tado asimismo que si á un sonámbulo se le dá un pa­pel pintado con uno de los colores suplementarios (los (olores simples que sucnados unos «on otros dan el

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—Bl— blanco), y se le hace mirar fijamente unos instantes y sele vá retirando el papel poco á poco hasta co­locarle uno ijlatico, no verá este calor, sino el que su-míado con el primero produce este último; ^sí por ejemplo, usado el verde, verá el segundo papel blan­co de color púrpura. En las alucinaciones de los hipno-notizados respedto al sentido de la vista, hay que te­ner en cuenta que si a uno de estos se le hace ver por sugestión un objeto cualquiera; si se le comprime uno de los ojos hacia dentro, verá dos objetos ¡guales uno al lado del otro, uno-naásclaroy otro con algo más de confusión; si se comprime el objeto de arriba aba­jo, las imágenes se presentarán unas sobre otras; si de dentro á fuera, las imágenes estarán cruzadas, es decir la más ciara será la qüz está al frente del ojo que se comprime. En esto hay que notar también que si á un hipnotizado se le dice que está á oscuras, se dila­tan sus pupilas como si realmente se íhallara en la os­curidad; y si se le dice que hay una luz viva, las mis­mas se contraen, y si por fin se le manda que vea un objeto cerca ó lejos, procura asimismo acomodar su vis­ta para la distancia á que calcula se halla el objeto; lo cuales notable en sumo grado, porque ya se sabe que los movimientos de la pupila están bajo el imperio de la voluntad. Y más notable es asimismo lo que asegu­ran algunos hipnólogos, de que en estos casos no se pro­ducen en los hipnotizados, verdaderas alucinaciones visuales sino que en efecto se pintan en la retina las imá­genes de los objetos que se les indica que vean i los que se hallan en estado de hipnotización; cosa que si no es harto maravillosa, por lo menos lo parece. Bern-heim después de repetidos experimentos sobre otras cuestiones, que cita en su obra La Sugestión; ha lle­gado á deducir sobre las mismas la conclusión siguien­te: «La imagen alucinatoria (en los hipnotizados) puede ser para el sujeto tan clara, tan brillante j tan viva

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como la misma realidad. Pero nacida completamente en la imaginación de la persona, la vé como la conci­be, como la interpreta, como el recuerdo consciente ó inconsciente la hace renacer en el sensorium. Es una imagen cerebral psíquica y no física, que no pasa por el aparato visual periférico, que no tiene realidad ob­jetiva, que no obedece á las leyes de la óptica, sino á los caprichos de la imaginación.»

Las manifestaciones del llamado sentido muscular son notables en los sonámbulos. Si á uno de estos s¿ le dá una posición cualquiera, él mismo toma en su fisono­mía una expresión que completa la acción que se queria, obtener; y si se paraliza la mitad de su cuerpo, la expre­sión que se ha provocado no se presenta más que en la otra mitad del cuerpo, como si fueran dos seres distin­tos; y aún puede llegarse á hacer que medio cuerpo de un sonámbulo exprese la risa ó la alegría, y el otro me­dio el temor ó la ira; dando á sus dos brazos actitudes diversas y que guarden relación con estos afectos. La gran sensibilidad de .su .sistema muscular, hace que cier­tos sonánbulos marchen con seguridad completamente á oscuras, que puedan escribir correctamente con los ojos vendados; y que escriban con la misma corrección con la mano izquierda, casi que con la derecha. La acción de sobaren ellos metódicamente una glándula, hace que és­ta funcione de un modo escesivo, cuyo fenómeno se pue­de hacer saltar por la acción del imán á otra glándula del otro lado, si ambas son de una misma clase; y se­gún varios, esto no solo sucede con las glándulas super­ficiales del cuerpo, sino también con las profundas.

Notable es asimismo la influencia que tiene el imán en los movimientos de los hipnotizados. Si á uno de es­tos se le hace marchar hacia adelante, retrocede en cuanto se le coloca un imán en la parte posterior de la cabeza; si se le hace andar hacia atrás, retrocede hacia adelante, en cuanto se le pone el imán debajo de la man-

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—98— díbula. Si á un sujeto de estos, andando hacia adelante, se le coloca el imán detrás de una de las orejas, el hip­notizado empieza á dar vueltas hacia aquel lado sin po­der marchar hacia adelante, por más que lo pretenda; si uno de estos individuos mueve el brazo derecho de arri­ba abajo, y se le coloca un imán sobre el centro motor del brazo izquierdo, el primero se queda parado y el iz­quierdo empieza á moverse como lo hacia el otro; y se puede hacer con el imán mover los dos brazos, ó que ambos queden inmóviles. Lo mismo puede hacerse con los párpados, que si se hace á un hipnotizado que los le­vante, colocando un imán en la parte posterior de la ca­beza, tiene que cerrarlos sin poder abrirlos por más es­fuerzos que haga para ello.

Estos hechos de trasferencia verificados en el estado hipnótico por medio del imán, son vivamente discutidos por muchos: según Binet y Féré, pliede un imán apli­cado en los hipnotizados, trasferii- sobre el lado del cuer­po á que se aplique, los fenómenos de anestesia, con-tractura, parálisis, etc; provocados en el lado opuesto; y los mismos autores creen que dicha trasferencia ó sal­to, se verifica por un simple fenómeno físico, sin que la voluntad y conciencia del hipnotizado tengan parte alguna en el fenómeno; pero otros como Bernheim, que ha hecho repetidos experimentos sobre este punto; dice que estos fenómenos de trasferencia que produce el imán son debidos á la sugestión, y sin ella son imposi­bles. Y Vacant por su parte escribe sobre esta cuestión lo siguiente: «Muchos efectos que se producen por suges­tión han sido obtenidos por la aplicación de un imán. El imán obra directamente sobre el sistema nervioso, ó bien, una vez conocida por el enfermo su presencia, obra ésta sobre él por sugestión. Ambas explicaciones han sido dadas, y las dos pueden ser verdaderas.»

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-94—

X I I .

FASCINACIÓN.

Hé aquí como describen Bourneville y Regnard este fenómeno. «Se mira fijamente al hipnotizado, se hace que fije su vista en la punta de los dedos del experimen­tador, y éste retrocede lentamente. Desde entonces el sujeto lo seguirá á todas partes, pero sin abandonar sus ojos; baja el cuerpo, si el hipnotizador lo baja; se vuel­ve vivamente para encontrar su mirada, si aquel vuelve la cabeza. Si el experimentador avanza mucho, el su­jeto cae hacia atrás rígido como si fuera de una sola pieza.»

Se ha llamado también fascinación al método que consiste en hipnotizar á un individuo por medio de la fijación de la mirada del hipnotizador en el hipnotizado, que parece absorver y dominar por completo á éste último, por más que varios autores rechacen la acción fascinante de la vista, dudando de lo que afirman los entusiastas de dicho método hipnotizante.

Como prueba de lo que es la fascinación hipnótica, citamos las palabras de un espectador que observólos experimentos de Z)o«a/o, y dice: «Durante la operación Donato no,pronuncia una sola palabra: piensa, quiere é indica. Parece que durante el experimento la conciencia de los sujetos es en extremo confusa. Tal es por lo me­nos la impresión que recibimos después de haber habla­do con algunos. Estos tales ven solo á Donato y aun sólo los ojos de Donato; y siguen viéndolos todavía cuando se coloca fuera de su alcance y á sus mismas es­paldas. Tienen, en aquel momento, un convencimiento

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- 9 B — vago de que se mueven, saltan, corren y caen, pero todo como si estuviesen adormecidos, y como si en sue­ños quisieran resistirse, -pzx o haj solución de coniinui-dad entre querer j ^ poder.n Y un periódico italiano, ha­blando de un joven alto, grueso, de arrogante figura y formidablemente fuerte llamado Turin, dice que: «con sólo que Dónalo le mirara recibía una súbita im­presión como herido del rayo.» Y el periódico La Ita-/;d nos cuenta que el mismo Donato en una sesión de hipnotismo, celebrada en el teatro FHodramdíico, lla­maba £1 ,sí á varios sujetos con la so/a potencia de sus ojos, estando situado en el fondo de la platea y ellos en ePescenario.» El mismo periódico' nos habla de otro sujeto á quien Donato encontró en una galería, y le hip­notizó con solo mirarle, obligándole á ejecutar un ex­traño movimiento, en medio del entusiasmo de todos los que lo presenciaban.

La misma Italia, hablando de varios sujetos que ha bian sido hipnotizados por el referido Donato, dice en otro lugar lo siguiente: «De los refractarios de ayer noche Ramperti coníssó después, que salen délos ojos de Donato dos rayos convergentes en un globo lu­minoso, como si fuera de cristal, diciendo que no resis­tiría su mirada y que no duda que á no dirigir á otra parte la vista hubiera quedado también fascinado. To­dos los que han sido hipnotizados por Donato, afirman que la voluntad queda sojuzgada por muchos que sean los esfuerzos para dejarla triunfante. Vénse obligados á mirar los ojos de dicho Donato. Algunos instantes des­pués queda la vista ofuscada y deslumbrada, y llega á no verse más que un solo punto luminoso y refulgente como un brillante iluminado por un foco eléctrico. Aunque Donato se aleje ó se coloque detrás del hipnoti­zado, este no ve sino dicho punto luminoso y brillante. Desaparece Donato y deja de vérsele.

, La inteligencia queda ofuscada en cierto grados y se

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- 6 6 -tíene una idea vaga, como de ciertos sueños, de lo que pasa alrededor. Luego que cesa la acción se nota un cansancio como si se hubiera hecho un gran trabajo, con pesadez y dolor de cabeza y á veces se nota hasta un temblor nervioso en algunos hipnotizados.

X t l I ,

DE LOS SUEÑOS ESPONTÁNEOS

EN EL SONAMBULISMO.

Hay hipnotizados que al ponerlos en [estajo de so­nambulismo son asaltados por sueños espontáneos, que el hipnotizador puede dirigir y modificar como quiera; pero que pueden ser tan vivos, que borren el sentimien­to de la realidad. Así, la observación de Bernheim, una joven histérica de que durante el sueño de la misma, podía dicho autor dirigir sus delirios, pero sin poderla traer á la realidad: y al decirla que estaba durmiendo y paralizada sin poder andar, como era verdad, contestó que se querían burlar de ella, y que estaba levantada y andando; á ésta misma trató dicho médico de sugerir­la durante su sueño hipnótico, que recordase que estaba durmiendo y qu<í él estaba á su lado, sin poderlo conse­guir; pues se le borraba esta sugestión.

Otros hipnotizados tienen, sí, sueños espontáneos que desaparecen ante la orden del hipnotizador, y que son dirigidos por éste. Y hay hipnotizados que estan­do en estado de hipnotismo por los síntomas que pre­sentan, rechazan casi todas las sugestiones que les hace el hipnotizador, discuten con éste, y hablan y se expre­san como si se hallaran en estado de vigilia, no con­servando «1 recuerdo de nada al despertar de su sueño,

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- 9 7 -

xrv.

FENÓMENOS LLAMADOS PSÍQUICOS.

Por lo visto la mayor parte de los que se someten al influjo del hipnotismo pueden manifestar fenómenos hipnóticos, ó ser víctima de la hipnosis; pero no todos son susceptibles de llegar al estado de sonambulismo. Liébeault dice que de 2,534 hipnotizados, 385 llegaron al sonambulismo, lo que dá una proporción de po­co más de r5 por loo.

El estudio de los fenómenos llamados psíquicos de la hipnosis, es uno de los puntos más interesantes de la historia de ésta, por el sinnúmero de interesantes problemas científicos, dsiológicos, sociales y filosófico legales, que en sí encierra.

Hay un hecho que entraña en sí ó compendia todi la hipnosis, que es el llamado automatismo. Este no es rnas que la expresión de ese misterioso estado que se presenta en el que se halla bajo la influencia de la hipnotización, por el cual éste pierde por completo su conciencia, su voluntad y libertad; y no parece sino un autómata de la voluntad del hipnotizador, que dis­pone de él á su antojo como mejor le place; es decir, le trasforma de un hombre, ó sea un ser libre inteligente y racional en una máquina ciega y automática. «El cerebro, dice un autor que se ocupa de esta materia; el órgano más noble de la economía, ya que está en­cargado de las más elevadas y trascendentales de las funciones orgánicas.... se encuentra también en la mis-ma situación que las demás partes del organismo; la Voluntad pierde su impsrio y el individuo, en el drdcn

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—98-psíquico, es un autómata que obedece á las ordenes de su hipnotizador, como el músculo se contrae bajo el influjo del dedo que le excita ó la glándula segre­ga cuando después de ligeras frotaciones le hemos dado el impulso que necesitaba para principiar su tra­bajo. El cerebro, como el músculo y como las glándulas, obedece también durante el sueño hipnótico á cualquie­ra escitación venida del exterior, y cosa curiosa, tam­bién como estos, sigue bajo el influjo que le ha puesto en actividad, .hasta que una nueva orden del operador venga á dejarle otra vez en estado pasivo. «Andad hacia adelante.—Deten.'os.—Sentaos en esta silla.—Echaos en ésta cama.—Levantaos.—Arrodillaos.»—Lo dice el hipnotizador al hipnotizado que las obedece sin vacilar y solo obedece á aquél y á ninguna otra persona.

Esta pérdida de voluntad en los hipnotizados, casi siempre se tarda varias sesiones en obtener en la ma­yoría de los mismos.

Durante el sueño hipnótico la inteligencia de los hipnotizados parece hallarse en estado de reposo, siem­pre que no se produzca sugestión alguna durante el mismo sueño: la actitud, la inmovilidad y expresión de los hipnotizados, parecen indicar el descanso inte­lectual; y esto parece confirmado por las mismas decla­raciones de los hipnotizados, que si se les pregunta en que piensan, responden casi siempre: «En nada.» Pero si se produce alguna sugestión, esa inteligencia que parecía dormida, ó que no daba pruebas de existir; se revela de un modo que supera á su modo normal de funcionar, obra ó se manifiesta con exaltación y des­arrollando mayor suma de actividad; así que en este estado, el hipnotizado ejecuta actos intelectuales que quizás no ejecutaría en estado natural. Así que decla­man admirablemente, pronuncian discursos elocuentes y discurren de una manera original, personas que fue­ra del estado hipnótico no se hubieran creído capaces

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de esto mismo; así que estos hipnotizados han sido comparados á ciertos locos, que en algunos momentos desarrollan ó despliegan grandes fuerzas físicas y mo rales.

Notable es asimismj la influencia qus produce I3 aplicación del imán en los actos psíquicos de los hip­notizados, hechos análogos á los tan curiosos de qu2 hemos hablado en el sonambulismo: si se coloca á dichos individuos un imán en el lado derecho de la cabeza en el momento que se hallan recitando versos ó declamando, instantáneamente quedan cortados y sin poder continuar su discurso; y si el imán se pone al lado izquierdo parece no producir efecto alguno, lo cual se ha explicado de diversos" modos.

Respecto á la memoria, ya hemos dicho en otro lugar que la mayoría de hipnotizados no conservan el recuerdo de lo sucedido durante su hipnotización, aun­que varios conservan una idea confusa ó menos com­pleta de dichos hechos; pero con la particularidad, que si se vuelve á hipnotizar á los individuos que pa­recían haber olvidado lo sucedido en sus anteriores hipnotizaciones, y en este nuevo estado se les pre­gunta por lo sucedido en las mismas; entonces relatan con entera exactitud todo lo que ocurrió en aquellas hipnotizaciones, lo cual no hubieran podido hacer dís-pierios. Sobre este pimto debemos citar el hecho ca­rioso de que los hipnotizados recuerdan con facilidad suma, cosas que habían apr>:aiido h ¡cía m.i:ho tiem¡3o, y que parecían tener olvidadas; así Mairj, de quien tomamos muchos datos para esta obra, ha podido haíer que un joven hipnotiza Jo recordara unos versos da una comedia, que había aprendido hacíd tiempo, y do los quo en vano había procurado acordafse cuando sa ha­llaba en estado normal. El mismo autor nos habla de caaos de personas, ignorantes cjuc hwio podido rycitar dtirantei«i su.'ñíj bipaitko lanfgos trazos ci l.nif i « vtt

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—100-grlego que habían oído leer años antes; y que por su -puesto, jamás habían recordado. Cosa en sí harto ma­ravillosa, y parecida á lo que sucede en ciertas fiebres y locuras en las que se vé á los enfermos recordar cosas que nv siquiera recordaban híiber aprendido nunca.

En los hipnotizados se vé asimismo el fenómeno llamado «por Richet, memoria inconsciente: que con­siste, en el recuerdo que conservan los individuos de las sugestiones que se les hacen durante el sueno hip­nótico, para ser cumplidas en el estado de vigilia; pero este recuerdo no significa que el individuo pueda darse cuenta de que lo que vá á ejecutar no es obra de su vo­luntad sino el resultado de una orden extraña». Así si á un hipnotizado se le ordena que cuando despierte nos traiga un vaso de agua, lo efectúa como se le ha mandado, creyendo ejecutar un acto e.xpontáneo, y no sugerido.

«El raciocinio en los hipnotizados, dice Maira; se conserva, y tal vez podría casi asegurarse, tiene un mayor desarrollo. Se les puede sugerir las ideas más ex­trañas y hacerles discernir sobre ellas y siempre se podrá notar que aun partiendo de los mayores absurdos, sus deduciones son lógicas y sus juicios perfectamente pues­tos en razón. Si se les objeta cualquiera de sus argu­mentos y tratamos de engañarlos por medio de sofis­mas, poco trabajo les costará hacernos comprender que partimos de una base errónea y que son ellos los que están en la verdad».

«Los sentimientos morales parecen poder manifes­tarse con más libertad durante el sueño hipnótico; y, según algunos, hay casos en los que las inclinaciones del individuo no pueden dejar de salir á luz al instan­te. A este respecto se cita el casó de una enferma á quien se hacía dormir, y durante el estado hipnótico se entregaba siempre al robo.» Y como hecho curioso reproducimos el de la esposa de Zanardelli, que en es>

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—101— tado de hipnotismo, tocándola ligeramente con una va. rilla ó una tira de papel, si la persona que la >tocaba la era simpática, la apretaba la mano fuertemente sin que • rerla soltar, siendo preciso soplarla en los dedos para que dejara la mano que tenía entre las suyas; y si por el contrario, la mano era de una persona que la repug­naba, la rechazaba, y esto lo hacía siempre del mismo modo, con las mismas personas, aunque se repitiese la prueba cientos de veces; y siempre reconocía la hipno­tizada á la persona que la había inspirado simpatía, aun­que se hallara entre otras muchas y pretendieran en­gañarla: todo esto aunque se hallara dicha hipnotizada en el periodo álgido de la catalepsia magnética.

X V .

DE ALGUNAS VARIEDADES DEL HIPNOTISMO.

HEMI-HIPNOTISMO.

«Podríamos multiplicar las observaciones de hip­notismo, dice un autor de esta materia; sin agotar el asunto; cada persona tiene en el estado de sonambulis­mo, cómo en el despierto, su individualidad espe­cial.» En el hipnotismo además de la forma típica del mismo, descrita con cierto parecido en todos los autores, hay gran número de variedades que pueden de­pender de mil causas diversas, cómo la edad, consti­tución temperamento, educación, hábitos, profesión, ¡deas dominantes, y muchísimas otras condiciones, no bien determinadas todavía. Mucho influye también en la forma que presentan los casos de hipnotismo el

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íMado de saluJ ó enferineJai del hipnotizado, y la clase de enfermedad que padezca, en el caso de hallar­se enfermo; y el que dicho hipnotizado tenga ya idea de 'a hipnosis, ó haya visto casos prácticos de hipnotiza­ciones.

Varios.autores han citado formas mistas ó interme­dias de hipnotismo, como la que cita Janet; de hip­notizados con contractura del brazo derecho, cuya con-traciura se trasladó por la acción del imán sobre el brazo izquierdo, contractura que fué imposible hacer desaparecer obrando sobre dicho brazo izquierdo, y fué preciso para que desapareciera golpear los músculos antfigonistas de! brazo derecho que parecían hallarse en estado natural. Y apenas hay observador que no tenga que anotar hechos más ó menos extraños que ha visto en sus hipnotizados. Y Maira por su parte dice sobre este punto lo siguiente: «El sueño magnctico es muy vario. Según sea el carácter y el temperamento de ia persona, son las manifestaciones que produce.»

Entre las formas raras de hipnotismo ninguna lo es quizás tanto como el Hemi-hipnotismo ó Hipnotismo unilateral. Se ha llamado así al fenómeno de producir con independencia el sueño-magnético en cada una de las mitades del cuerpo, obteniendo así manifestaciones curiosas y extrañas. El hipnotismo unilateral se pro­duce de varias maneras según los autores; vendando Uno de los ojos al que se vá á hipnotizar é hipnotizán­dole el otro por el procedimiento común; ó bien hip­notizándole por el procedimiento general, y después tratando por medio de la sugestión de conseguir que quede- mía mitad de su cerebro como en el sueño pro­vocado; y se citan algunos casos de individuos dormi­dos á los que se les ha despertado de cualquiera de las mitades de suaaerpo, y se dice que la parte hipnoti­zada presenta los mismos síntomas que se observan ea el hipnotismo íoteU hiperexcitabiüdad muscular, ap-

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— 1 0 8 -titud para las sugestiones etc. El imán puede hacer que el hipnotismo salte de un lado á otro, sin que el indivi­duo pueda oponerse á ello. Es posible producir suges­tiones por medio de actitudes iniciadas en uno de los brazos, y lo curioso es que sólo la mitad del cuerpo que se encuentra hipnotizado, es la que complementa estos actos: los individuos hemi-hipnotizados bailan con solo un pié, ricn con la mitad de la cara, etc. El imán como hemos dicho, produce el cambio ó salto de las contracturas musculares ó de la insensibilidad que se ha producido por medio de la sugestión, pero es de no­tar que para que esto suceda, se necesita hipnotizar to­do el lado contrario y despertar el opuesto en el que se había provocado la contractura ó la- insensibilidad. En una palabra es preciso que se verifique el cambio ó salto total del hipnotismo de una mitad del cuerpo á la otra; y es posible que una mitad del cuerpo esté en catalepsia y la otra en letargía; ésta en sonambulis­mo y la otra en catalepsia, etc.»

X V I .

INFLUENCIA DE LA MÚSICA EN EL HIPNOTISMO.

El influjo de la música en la hipnosis es un hecho incuestionable y conocido hace tiempo. Ya el que po­demos llamar padre del moderno hipnotismo, el céle­bre Mesmer., se valía de la música como uno de sus prin­cipales medios para sus charlatanescas y misteriosas operaciones; sus discípulos siguieron muchos las mismas prácticas y en nuestros días hemos visto entre otros á

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— 1 0 4 -Zanardeüi, que hacía uso de una melodía musical para producir sus hipnotizaciones.

La mejor prueba del efecto que produce la música en jos hipnotizados, la tenemos en los experimentos del catedrático de Sassari, el Dr. Rallone, que so­metió al influjo de un piano á unos jóvenes que tenían la llamada educación hipnótica, pero que se hallaban en estado natural ó despiertos cuando este experimento. Al oir dichos jóvenes un trozo de música patética, la mayoría quedaron hipnotizados en las más extrañas actitudes, unos manifestando un gran sentimiento y tris­teza, otros una gran pesadumbre, y algunos quedaron sumidos en profundo éxtasis. Luego ei piano dejó oir un trozo de música alegre, y los jóvenes fueron presa de una gran excitación nerviosa, y aun varios fueron víctimas de violentas convulsiones, y por fin el piano dejó oir el himno de Garibaldi, y entonces se produjo una escena indescriptible. Todos los jóvenes dieron prueba de una exaltación indefinible, como locos fu­riosos arremetieron unos contra otros, tomaban acti­tudes provocativas y amenazadoras, rechinaban los dien­tes, vueltos los ojos en blanco, se revolcaban en el sue­lo y acometían á todos los circunstantes que tuvieron que huir de la habitación, costando gran trabajo al Dr. Rattone el volver á su estado natural á aquellos pobres jóvenes, que se reían y burlaban unos de otros al verse como se encontraban después de tan ruidosa sesión,

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—106—

XVII .

^SE PUEDE SIMULAR EL HIPNOTISMO?

Parece que hay fenómenos hipnóticos cuya simula­ción es bastante difícil ó imposible, como sucede con la anestesia, la catalepsia y algunos otros; pero hay otros en que puede caber la duda sin son verdaderos ó si­mulados; y como podría parecer algo exagerado esto que decimos, trascribimos á continuación las siguientes palabras de Bernheim. «Sin duda se pueden encontrar personas que simulen el hipnotismo á sabiendas; ó que por complacencia^^se crean obligadas á fingir; se pue­den encontrar casos dudosos que no producen convic­ción; el estado de sueño está separado del de vigilia por graduaciones; algunas veces, el operador duda si tal persona está realmente influenciada; por otra parte el que recuerda haberlo oído todo, puede creer que no ha dormido y figurarse que ha fingido. Aquí como en todo, la experiencia enseñará á conocer si la influencia obtenida es real... No es á la ligera, después de una sola observación positiva ó negativa, cuando debe emitirse un juicio, Y por si algut\o dudara todavía de lo que decirnos, recordemos que los más notables y prácticos hipnotiza­dores, han sido alguna vei victima de algún burlón, que ha jugado con ellos al hipnotismo. Recordemos entre otros lo sucedido al célebre abate Faria, que se dice era un hombre de talento, bajo muchos puntos de vista; y que después de practicar el hipnotismo en varios sitios, se estableció en París á principios de este siglo. En la gran ciudad atrajo por un momento á todos los entu­siastas y parte de la alta sociedad parisiense, y la fama

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—loe— del abate se extendió hasta los rincones más escondidos de la capital de Francia; hasta que un día un burlón tomó la cosa á juego y engañó al pobre Faria, que cayó en el más espantoso ridículo, y fué mirado como un vulgar charlatán. Esta historia no es única.

XVIIT.

M E D I O S

PARA RECONOCER EL HIPNOTISMO SIMULADO.

Muchas veces es posible reconocer el hipnotismo simulado, lo cual puede ser de importancia en muchos casos en que ciertos individuos quieran pasar por hip­notizados sin estarlo. El estado de sueño ligero es en el que ';s más difícil distinguir la simulación, si se tro-pieiía con un individuo adiestrado convenientemente. Enel sueño profundo ya suele haber anestesia y cata-lepsia, estados muy difíciles de fingir, pues mucho dominio necesita tener sobre sí el que no dé pruebas de sentir al pincharle ó quemarle, mucho más si esto se efectúa de improviso; y el estado de catalepsia se distingue bien, porque no hay sino colocar al individuo sospetboso en una posición violenta, ó ponerle un brazo ó una pierna en una postura en que tiene que cansarse enseguida si el hipnotismo es fingido. Bien sabemos que existen individuos de gran fuerza muscular y energía m'jral, que son capaces de estar algunos momentos en posturas insostenibles para la mayoría de los hombres, pero nunca pueden sostener dichas posturas como los hipnotizados, y además como tienen que hacer esfuerzo

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y no pequeño para ello, presentan el cansancio- de la parte que se haya colocado violentamente, el cuál se nota por un ligero temblor de la misma; y no solo esto, sino que se nota asimismo aceleración en la respiración y circulación, todo loque dá á entender que el hipno­tismo que se aparenta es ficticio ó simulado. La aneste­sia ó insensibilidad puede conocerse asimismo si es ver­dadera, haciendo pasar una corriente eléctrica por las partes anestesiadas; si el hipnotismo es verdadero, el hipnotizado no dará la menor señal de sensibilidad ni hará el mas pequeño movimiento al paso de la co­rriente. Téngase también en cuenta que en el estado hipnótico se produce la insensibilidad y catalepsia aun­que no se apele á sugestión alguna, lo cual no es posible simular. La insensibilidad hipnótica, dice Vacaní, no es posible simularla ó fingirla. Además, como son muy raras las personas que conocen bien la hipnosis, es fácil engañar al que pretende engañarnos, diciéndole por ejemplo si sospechamos que es un hipnótico fingido, y aparentando dirigirnos á los que rodean al presunto hipnotizado, que si éste lo está verdaderamente no podrá poner una pierna ó un brazo en la posición que se le vá á mandar ú otras pruebas por el estFlo, que podrán variarse en gran número, lo cual acabará de aclarar la cuestión.

Y por fin, para concluir este punto, diremos que también puede servir como medio de prueba de la hip­nosis fitig ¡da, el que como se sabe, el verdadero h-ipn©-tizado no conserva en este estado relaciones sino con su hipnotizador, y se le puede sonieter á la prueba de ver si esto es ó no verdad, ó tiene influjo sobre él otro individuo cualquiera.

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—108—

XTX.

¿PUEDEN MENTIR LOS HIPNOTIZADOS DURANTE

EL SUEÑO HIPNÓTICO?

Esta cuestión que parece pequeña, no deja dete­ner cierta importancia, liasta para resolver la verdad que puede haber en los hechos relativos al hipnotis­mo, ó atribuidos al mismo.

Beaum's, y varios otros autores, aseguran que ja­más han sorprendido á sus hipnotizados en mentira, y que si alguna vez dudaban de lo que hablaban; so­lían contestar que no podían mentir. Hasta se citan ca­sos como el de que nos habla el Dr. Voisin, de una joven de desarreglada vida que una vez hipnotizada, reveló ciertos actos de su vida que hasta entonces ha­bía tenido muy ocultos, los cuales parecen probar ó se quiere probar con ellos, por algunos, que los hip­notizados se ven obligados á revelar lo que hay en su interior, aunque no quieran, como obedeciendo á una fuerza que les es extraña y les domina. Pero en cambio otros escritores nos aseguran lo contrario, es­to es que han sorprendido en mentira varias veces á los individuos hipnotizados; y un hipnotista américa-jio nos dice que «no parece que haya razón suficien­te para pensar que durante el estado hipnótico haya imposibilidad para la mentira, aunque por lo general se ve que si se interroga á los individuos sobre tal ó cual punto que no les agrada ó sobre el que no su­ministrarían datos de buena gana, callan aunque se les ordene contestar.» Pitres, en su tratado de Las Su-

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gesltoiies, escribe que: «interrogados los hipnotizados sobre hechos que ellos conocen, ó sobre actos de los cuales tienen exacto recuerdo, pueden dar respuestas contrarias á la verdad.»

En la historia del hipnotismo hay un hecho cu­rioso que comprueba que los hipnotizados pueden en ciertas ocasiones, ya que no engañarse como unos ma­jaderos, ó engañar á los demás como á unos chinos; ser por lo menos víctimas de su acalorada imaginación y el hecho es que en la época de Mesmer, cuando hipnotizados é hipnotizadores creían cómo un artícu­lo de fé en la cKÍstencia del fluido magnético, hubo gran número de hipnotizados que afirmaron haber visto dicho fluido que rodeaba ó envolvía el cuerpo del mag­netizador como una especie de aureola, y algunos mas perspicaces hasta llegaron á distinguir el fluido positi­vo del negativo, por tener distinto color uno de otro así como por estar animados de distinta velocidad; y hoy ya se sabe que no hay hombre de ciencia que admita la existencia del fluido de Mesmer.

Beaunis mismo, dice que en ciertos casos de hip­notización habría necesidad de ponerse en guardia con­tra una probable simulación. Cullerre, por su parte asegura: «no aconsejaríamos á nadie que en lo suce­sivo todo cuanto afirme un hipnotizado, lo crea có­mo palabras del Evangelio.» Maira, sobre esta cues­tión, afirma que, sólo tomando alguna precaución se puede estar muchas veces á cubierto de toda super­chería, sobre todo cuando se trata de tomar datos que debe suministrar directamente el hipnotizado. Y Binet, hasta nos da un remedio para conocer cuando un hipnotizado miente, y consiste en sugerirle la idea que cada vez que no diga la verdad, repita una frase cualquiera que se le indique.

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—lio-

XX.

PÉRDIDA, CAMBIO Y DESDOBLAMIENTO

DE LA PROPIA PERSONALIDAD EN ALGUNOS

SONÁMBULOS.

Son comunes las obí.ervaciones de hipnotizados á los que se les ha hecho perder el sentimiento de su personalidad cambiándolfi en otra á gusto del hi­pnotizador, asi que á un mismo individuo es fácil sugerirle que es una niña ó un niño, que es un mé­dico, un sacerdote, un general, un maestro, y has­ta un perro ó gato, etc., todo consecutivamente, y el hipnotizado creyendo que es todo lo que se le va sugiriendo, obra en consonancia con la suges­tión, y juega como los niños, receta como un médi­co, reza como un sacerdote, manda como un gene­ral, ladra como un perro, etc., todo según su carác­ter propio que trata de acomodar á lo que cree ser en cada momento.

Maira nos cita varios casos de pérdida ú olvido de la propia personalidad, en hipnotizados á los que hizo creer que se llamaban de otro modo distinto; y hasta refiere haber visto algunos que creían que me­dio cuerpo suj'o era un individuo determinado, y el Qlro medio o-tro sugelQ distinto; como el de un hip-not(iz&do al que le sugirió que la mitad derecha de su cufirpo se llamaba Migtael y la izquierda José; y al man­darle escribir su nombre, escribía Miguel con la mano derecha, y José con la izquierda; y al repetir la prue­ba se le colocó un imán sobre el hemisferio cerebral del

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— H i ­lado derecho, y cambió de personalidad el hipnotiza­do, es decir se convirtió en Miguel la mitad izquierda de su cuerpo, y en José la derecha; hechos los de éste género que podemos llamar de hemi-hipnotismo, del que nos hemos ocupado en otro lugar.

La sugestión, dice cierto autor, también hace á ve­ces que un mismo hipnotizado exprese una idea con una mitad de su cuerpo y otra distinta con la otra mi­tad, como si en escos casos un mismo individuo se divi­diera en dos distintos que coexistieran en un solo ser. Beriiheim asimismo nos habla de un individuo á quien nunca se pudo hacer tomar carne á la que sentía gran repugnancia; se le hipnotizó y se le hizo cambiar de per­sonalidad, y entonces la comió sin escrúpulo alguno.

Varias explicaciones se han dado de algunos de los hechos relativos á lo que podemos llamar sugestión de actos intelectuales; una de ellas consiste en afirmar que en estos actos, en estado normal, para su ejecución no funciona sino el hemisferio cerebral izquierdo, y que por la sugestión hipnótica se puede hacer entrar en activi­dad el lado derecho, y hacer que funcionen cualquie­ra de los dos hemisferios según se quiera. No hacemos más que exponer esta teoría sin entrar en críticas de ningún género que nos apartarían de nuestro objeto, que no es más que exponer sencillamente el estado ac­tual de la hipnosis, ateniéndonos á los mismos autores que han tratado esta cuestión.

Más curioso es aún el llamado desdoblamiento de la personalidad en los hipnotizados; en virtud del cual ciertos individuos en estado de sugestión creen ser á un mismo tiempo dos personas distintas y obran como ta­les, según vemos por el caso del sargento que nos cita Bernheim, el que creía hallarse á un mismo tiempo en Difón donde se hallaba de guarnición, y en el hospital de Nancf; y sin embargo de conocer él mismo ésta contr&dLccióa absurda, no le llamaba l& auacióa. «Lw

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alucmaciones del sonambulismo, dice éste mismo autor, no son en realidad más que sueños provocados; la ima­gen produci 'a es más ó menos viva, la conciencia de la identidad puede persistir más ó menos confusa al lado del sueño, sin que el sonámbulo se admire de la con­tradicción.»

X X I .

HIPNOTISMO SUPERIOR Ó TRASCENDENTAL.

¿Existe esta clase de hipnotismo? Esta es una de las más graves cuestiones que abarca en sí la hipnosis, y cuya solución puede darnos la clave de otros muchos puntos obscuros ó dudosos ó aclarados por completo; pero por desgracia está tan embrollado este punto en los autores que se han ocupado del mismo, que \\ay que ir á tientas en busca de la verdad entre tantas y tan opuestas opiniones, que han dado lugar á que un ilus­tre Prelado de nuestra época, diga lo siguiente: «Ni aun los que fíguran como patriarcas de la evolución hipnótica en nuestros días, están de acuerdo sobre un punto tan capital como es el determinar y clasificar los fenómenos hipnóticos que han de tenerse por reales y verdaderos y los que deben reputarse como fruto de varias ilusiones ó de una maliciosa explotación.»

Si existe el hipnotismo trascendental, la cuestión que­da resuelta con toda claridad y con toda evidencia; y entonces nadie puede alegar ignorancia: en este caso el hipnotismo es evidentemente innatural, á lo menos en

•3

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— 1 1 3 -parte; y de nrngúa diodo se podría explicar todo él pcM* lo menos, en Virtud de leyes ó causas naturales; pefo la verdad es que la mayor parte de hipnólogos célebres son contrarios á todo lo sobrenatural, de ningún modo transigen en una cuestión que resuelven dpriori según su caprichoso deseo, no pueden comprender ningún' hecho que se salga fuera de las leyes naturales de la materia, leyes que por lo visto se ha dado ella mis­ma y á las que está condenada necesariamente á su­jetarse para siempre; así es que ó niegan sistemáti­camente todo fenómeno hipnótico que no puedan ex­plicar á su modo, ó prescinden del hipnotismo llama­do superior, no se ocupan del mismo para' nada, co-rtio si por esttí dejara: de existir este problema, que & muchos sabios del día les trastorna poi* completo: ¿Existe el hipnotismo t'rascendenlal, epidentemente in­natural, ó es ana grosera fársaT Excusado es decir que el testimonio de dichos hombres de ciencia es cuan­do menos sospechoso en la cuestión que hemos plan­teado. Contribuye á l'á obscuridad de este punto el con­fundirse Ibs fenómenos llamados trascendentales del hipnotisimtí con los del espiritismo;' y la mayor parte de los escritores de lá Hipnosis, no v)en en el espiri-tisttio sino' una* grosera superstición ó delirio de la ima-ginatión ettraviadá, íómo entre otros el 5r. Freiré, q.ue dice es una imperdonable ligereza el confundir el hip­notismo con el espiritismo; cuando los que ío" hacen soíl escritores como el eminente P. Zeferino, que en aa FHosofi'a, comprende bajo la denominación de' mag-n'etismo; «el conjunto de fenómenos extraordinarios que bajo ef nombre de manifestaciones nlagné'ticas y espiritistas se realizan principalmente en el hombre; t y comprende al espiritismo cómo una especie de ag • n'ettsmo, que llama trascendental. Lo mismo piensa d ilustre Obispo de Madrid, en cuya opiniiSn el híp-

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-114— notlsmo guarda un parentesco muy cercano con el espiritismo: y el docto P. Vilá, que dice: «El hip­notismo, miserable y desdichado engendro del mes-merismo y hermano legítimo del espiritismo.» Y nos-otros por nuestra parte preguntamos: si es verdad que existe este hipnotismo trascendental que estudia­mos, ¿en qué se diferencia del espiritismo? Asi que para el escritor católico la cuestión está muy clara. El hipnotismo trascendental, si existe, y el espiritis­mo son una misma cosa en su esencia, ramas am­bos del funesto árbol de la magia, que ha sido quizás la causa principal de las locuras y delirios de la hu­manidad; por lo cual el célebre Perrone, asegura que, «el mesmerismo, (nombre dado también al magnetismo} el sonambulismo y el espiritismo, son tres fases de una misma idea, que ha ido desenvol­viéndose poco á poco hasta llegar á manifestarse en su plenitud.»

Pero ante todo, ¿cuáles, son los fenómenos llama­dos trascendentales del hipnotismo? Los autores com­prenden muchos en este grupo, entre otros los siguien­tes: leer con cualquiera parte del cuerpo que no sean los ojos; ver objetos con los ojos cerrados; ver asi­mismo objetos situados á una distancia á la que nor­malmente no es posible verlos; ver lo que está suce­diendo á mucha distancia del hipnotizado; adivinar lo que piensan otras personas y preveer lo futuro; ver el interior del cuerpo humano y conocer las enferme­dades y sus remedios sin haber estudiado medicina; hablar lenguas estrañas sin conocerlas; hablar con el vientre;, suspender cuerpos graves en el aire; produ­cir efectos dados á muchas leguas de distancia: etc. Do-nadiu también cuenta entre estos fenómenos, el tras­paso de las enfermedades nerviosas de un sujeto en­fermo á otro sano; la acción de los medicamentos á distancia; el conocer el asiento de las enfermedades,

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—118— sus crisis y su duración; formar raciocinios y discur­sos científicos, elocuentes y elegantes sobre materias desconocidas, y predecir cosas futuras no solamente necesarias, sino también contingentes y libres. Es de advertir que según el testimonio de los hipnólogos, es­tos fenómenos hipnóticos superiores no se producen en cualquier hipnotizado, ni todos en un mismo in­dividuo; sino que puede presentarse alguno en unos individuos y en otros muchos no.

Gran número de escritores católicos, sabios Obis­pos, y teólogos, que han examinado esta cuestión, admiten los hechos hipnóticos superiores como verda­deros; y entre otros documentos se puede consultar la carta publicada por La Civilti Cattólica sobre este punto. En dicha carta se habla de Médiums provistos de una especie de sexto sentido, que veían países si­tuados á muchos miles de kilómetros con las personas y animales que en los mismos había; Veían todo lo que hacían todos estos, y hasta oían la conversación de los primeros; lo que pensaban las personas que que­rían y presenciaban la formación y desenvolvimiento de sus ideas y actos, aun cuando las personas estuvieran á la distancia dicha; y no solo podían esto, sino que les era posible asimismo determinar en la mente de cual­quiera persona que se hallara sujeto á ellos, toda clase de ideas é imágenes, y obrar sobre su voluntad obligán­doles á obrar como querían; pueden asimismo entablar conversaciones á miles de leguas, imitando la voz que quieran; pueden producir enfermedades graves como fie­bres, parálisis y hasta muertes repentinas; y pueden por fin hacer que asistan á la conversación magnética y al desenvolvimiento de todas las acciones á ella referentes, mayor ó menor número de personas, á las que pueden comunicar sus ideas de pn modo simultáneo. Dígasenos que autor de cuentos ó novelas ha podido inventar nunca un cuadro semejante. Si estos hechos son cier-

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-na-toSj que los califique qul^o quiera y como quiera. Se puede examinar asimismo la notable pastoral del s eñor Obispo de Madrid, en la cual nos habla de que se prac­tica el hipííotismOj «con la adivinación de pensamien­tos, la transposición de sentidos, el hablar idiomas des* conocidos, el ver las enfermedades internas, conocer su lu^ar su desenvolvimiento, su duración, y señalai" sus remedios, la clara visión, la lectura de cartas y li­bros cerrados, el cumplirniento de órdenes mentales ya 4adas de presente ó ya dentro de un plazo fijo, la perpetración de delitos sin responsabilidad criminal, el predecir los sucesos futuros, aunque dependan de upa causa libre y contingente, conocer los secretos de familias, el saber lo qm de presente sucede en luga­res distantes y el ver los objetos y personas que hay en una casa sin haber estado nunca en ella.»

Se pueden ver asíjnismo las resoluciones de la Sa­grada Congregación del Santo Oficio^ y de la Sagra­da Penitenciaría con aprobfición de Gregorio XVI; y la sabia consulta del Obispo de Lausana & la Sagrada Penitenciaría, en la cual habJ^de persogas hipnotizadas por órdenes comunicadas desde muchas leguas de dis­tancia, que conocen las enfermedades de las per­sonas presentes ó ausentes acerca las que se las con­sulta, aunque ellas no las conozcan personalmente; y no sólo las conocen, siflo que detallan su sitio, causa y naturaleza, con los datos anatómicos y prediciendo el resultado que han de tenef tuuchíis veces, y diciendo cuales son los remedios que deben a,plicarse los enfer­mos; que por un rizo de pe'o que sp entregue á los hip­notizados conocen de que persona es, doflde está el dueño de ios cabellos, lo que está haciendo en aquel momento, y si está enferma, detalla su enfermedad co­mo si se hiciera la autopsia del enfermo; que estas magnetizadas ven con los ojos vendados, leen sin saber ]e?r, y leen un Ubro cercado como abierto, y colocado

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—117—

&n la cabeza, el vientre ó cualquiera parte de su cuer­po, que parecen hablar con el vientre, y que vueltas á su estado normal hao olvidado todo lo que han hecho ó dicho en este «stado.»

Puede examinarse asíoiiscno Ja opinión del P. Ze-fetüno, que al hablar de esta cuestión en su Filosofía nos describe los fenómenos que llama de conocimiento en el magnetisoio; <}ue dice son los siguientes: «cono­cer intuitivamente la« enfermedades, su asiento, sus remedios, sus crisis y duración; conocer las cosas ocul­tas y -que se verifican en lugares distantes: ver los ob-fetos, interponiendo cuerpos opacos entre éstos y los ojos: conocer y predecir las cosas futuras, no sola­mente las que dependen de causas naturales y nece­sarias, sino tambiciü las que dependen de la voluntad libre del ho,mbre; formar raciocinios y discursos cien­tíficos sobre materias y ciencias que no se han estudia­do, y GaaliTientet hablar lenguas desconocidas ó que no se aprertdieron:» y el eminente Prelado añade que; «ía existencia y realidad de estos hnómfao^ no puede po­nerse en duda racionalmente, sopeña de abrir la puerta al escepticismo histórico. El que quiera convencerse de ello lea Ja obra de Bi^ouard «Des Rapports de l'homme avec le Demon.»

Pero como estas opiniones son de sacerdotes y es­critores católicos, que podrían ser sospechosos para los que no lo son; y hay autores notables como Beaunis, Cullerre, Sanche.'^ Herrero y otros muchos, qu« tla-nian á iLos hechos del hipnotismo trascendental, mara­villas apócrifas, errores nacidos de la ignorancia y de un charlatanismo vulgar, y otra porción de conceptos por éste estilo; nos parece conveniente citar el testimo nio de otros hambres de ciencia, como el de Maira y Benavente; que se esfuerzan en tratar de explicar por­que se mueven las mesas magnetizadas, y dicen que dichas mesas ejecutan movimientos sin que los que

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- 1 1 8 -forman la cadena se aperciban de ellos. Los mismos autores aseguran que la adivinación del pensamiento es cierta, y que todo esto es efectivo; y citan en apoyo de su opinión nada menos que á Faradaj^, Arago, Chevreul, Babinet, Foucault, y otros sabios de esta importancia. Y los referidos autores citados admiten sin género alguno de duda los hechos extraordina­rios de adivinación realizados en nuestros días por el célebre Mr. Sluart Cumberland, que han asombrado á la Europa civilizada, y no niegan en absoluto los no menos misteriosos realizados por Smith y Blackburn, en los salones de la Sociedad de Investigaciones psicoló­gicas de Londres. Los mismos Mairay Benavente, nos aseguran que han visto algunos individuos que no solo encontraban fácilmente los objetos pensados, sino que dibujaban en un papel una figura que cualquiera conce­bía en su imaginación, ó bien escribían frases enteras que otra persona dictaba mentalmente', y en nuestra Es­paña, el tan célebre como histórico personaje doctor Das, del que tanto se ha ocupado la prensa de muchas provincias, y á propósito del que puede consultarse el periódico El Día, número 3835; ha corrido gran parte de nuestra península dando sesiones de hipnotismo, y haciendo entre otras, cosas que la señora que le acom­pañaba adivinara lo que había en los baúles ó cofres cerrados.

Habiendo tenido tanta resonancia los hechos de Cumberland, y siendo tan importante esta cuestión; permítasenos que insistamos sobre este punto. Hoy pululan por todas partes los adivinadores del pensa­miento é imitadores de dicho Cumberland, que se valen de medios análogos á los de éste; y el célebre fisiólogo doctor Preyer ha tratado de demostrar que en ésta forma de adivinación no hay que ver ningún don especial, sino una aptitud particular fundada en una extrema sensibilidad táctil, que aprecia los más peque-

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—lla ­nos é inconscientes movimientos musculares; siendo hoy muy común en parte de Europa el intentar esta forma de adivinación en tertulias, conciertos, etc. Pero si bien se puede admitir la opinión de Prever en cierta forma de adivinación que se circunscribe á algunos puntos determinados, como el buscar algún objeto es­condido, estando en relación el hipnotizado con el hip­notizador, mediante el contacto de las manos, de un pa­ñuelo, bastón, etc.; adivinación que se ha llamado mus­cular, porque en ella sirve de guia ó indicación las vibraciones musculares del hipnotizador que percibe el hipnotizado, y cuyo fenómeno podría explicarse na­turalmente; aunque como decimos se pudiera admitir para estos casos dicha explicación; nos queda la llamada Telepatía; ósea adivinación' sobrenatural del pensa­miento, ó adivinación entre dos personas que pueden estar muy lejos una de otra, sin que por esto deje de verificarse la comunicación del pensamiento entre ellas, y sin que haya á veces conciencia de esta trasmisión del pensamiento entre los que la ejecutan. Este modo de trasmisión del pensamiento es explicado detalladamente en El Schorerfamilienblalt del que tomamos estos da­tos: y el que entre otros casos, nos habla de niños que al entrar en una habitación donde hay reunidas varias personas, que todas se ponen de acuerdo en pensar una misma cosa; dichos niños adivinan lo que las referidas personas habían pensado, sin haberles hecho indicación alguna, ni por gestos, miratjas, etc. Ó bien nos cita ca­sos de que un hipnotizador sugiera diversas órdenes ó mandatos á un hipnotizado sin orden alguna, solo por medio de gestos que hace á espaldas del mismo hipnotizado, el cual ejecuta lo que le ha ordenado aquél sin haber visto dichos gestos. ¿Pertenecerá á esta escuela ó sistema el que vemos en los periódicos de la corte se ha anunciado en la forma siguiente que tomamos del Día de 9 de Julio de 18^1

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—IKJ-«Fiíé ayer invitada la prensa á la priffleíat y preli­minar sesión de las qu& dará ew el' teatto del Prínci­pe Alfonso el nuevo adivinado? Mr. Oíiofroff. No ne>-ccsita este ponerse en contacto con el ittdividaO' eu-yo pensamiento ha de adivinar, ni tampoco busca los objetos escondidos llevando de la mano al que los ha ocultado ó á los que saben donde están. Por el modo de proceder puede decirse que es un Cumberland per' fecciottado. Antes de hacer algunos'experimentos, con' gran resultado, explicó ligeramente el akafice de ellbs. Como hemos indicado se propone dar alguna's' sesio­nes en el teatro del Príncipe Alfonso, en las cuales tendrái ocasión de admirar su- notafcilídad el' piSblfco madrileño

Bien sabemos que se° hai tratado de explicar al^-^ ñas de estas formas de ad'ivinaición cofflio'loi ha'ce Mau^ dskf, en' su Patología^ del éspit^ilu; el cual dice lo siguiente: «No estoy menos seguro-deque el'sonátií' bulo no; pueda! leer i»cofM5«riV«'/e»nie«'/#'eii el espíritu por una imitación' inconsciente de la accicud' y expresión de lai persona de: la que copia indistintamente y con exactitud las contracciones musculares; en' •v irtüd'de una ley bien conocida, según la cual las contracciones^ mus>-culáres combioadasv hacen neuceren el ánimo: del mismo' individuo que las- ejecuta ó en quien se hacen, l&s mismas ideas y sentimientos, da'que tales contracci'ones acostumbran á ser la representación mímica ó fisiog-nomónica.» Pero concluiremos este punto con la cita de un detecminado escritor que se ocupa de estas ma­terias y asegura lo siguiente. «El hecho es que el fe­nómeno existe y que á no buscarle una explicación std¡renaturaly forzosa es admirir la que nos ofrece con más garantían de acierlo'laH^ansinüión teUpdtíca dbl pensammao.v Encuya transmisión teli^ática si no ve­mos: un'fenómeno innatural, no sabetnos que vét-, sino VUT nuevo»jueg<<>>áe pslabFas:pars>MplKado itl<3xplicable.

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«Otros neurólogos, dice el P. Franco; materialistas declarados, aceptan á su vez como realeslos fenómenos extraordinarios, porque un gran número de testigos veraces les fuerza á admitirlos. Y después intentan ex­plicar la visión del pensamiento en otros, y la adivi­nación del porvenir sin que intervenga el ser espiritual. Increíbles son las absurdas paradojas que estos pro­palan con el objeto de echar fuera de la naturaleza las almas, los demonios, los ángeles y el mismo Dios. Puede esto leerse en Campili, quien compendía la doctrina.»

Berna, en 1837 hizo experimentos sobre la tras­posición de la vista, delante de una comisión de la Academia francesa. Lombroso cita casos de transpo­sición de los'sentidos, transposición que había sido descubierta por el Dr. Pétetín; casos ocurridos á el mismo Lombroso y á gran número de otros médicos y hombres de ciencia, como Heidenhain, Vi^ioli, Ra-faellif Carmagnola, Despine, Franch, Angonova y Gori: transposición admitida por, Eraid^ Venturoli y otros escritores, que la pretenden explicar naturalmente apelando á la ilusión y á la hiperestesia: así como la medicación á distancia; y en nuestra España el ya nombrado Dr. Das, en sus experimentos hipnóticos que efectuó en León y en otras ciudades hace poco tiempo, hizo entre otras pruebas de hipnotismo al­gunas de transposición de la vista en la señora que le acompañaba, pruebas hechas delante de numeroso y es­cogido publico, del que formaban parte gran número de médicos.

El Dr. Ricard nos refiere que una señora de Gre-noble que fué magnetizada, se levantó en el aire desde el lecho en que se encontraba con estupefacción de to­dos los allí presentes.

Bertrand, en su tratado del Sonambulismo; admi­te una forma de posesión, el instinto del remedio, la

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- 1 8 2 -comunicación de los pensamientos, la vista sin el auxi­lio de los ojos; y lo atribuye todo á una exaltación nerviosa; ¡cómo si los ciegos pudieran ver por exalta­da que se halle su imaginación!

El célebre hipnotista Donato, dice que se puede transportar á un hipnotizado, real ó imaginariamente, sus órganos de la sensación, y hacer que lea, por ejem­plo, con las rodillas; que se puede producir en el mismo sugestiones y alucinaciones falaces, físicas, psíquicas ó fisiológicas; como el cambio de la propia personalidad en otra persona distinta ó en un animal cualquiera, se pueden producir asimismo ilusiones morales, sue­ños acompañados de acciones, inspiraciones lógicas c ilógicas, la exaltación de ideas y sentimientos, las pre­visiones y el instinto de los medicamentos, como el co­nocimiento de los remedios propios para curar ciertas enfermedades, la doble vista interna ó externa, como la visión de las cosas lejanas, y la penetración de los pensamientos de los demás.

Grimes y sus discípulos, fundadores de un hip­notismo especial, al que llamaron Electro biología muy extendida en los Estados Unidos; tratarán de pro­bar que todas las funciones de un individuo pueden alterarse sin hipnotismo anterior por simple sugestión vocal, por una voluntad extraña. Zanardelli, nos cuenta una porción de fenómenos de clara visión hipnótica, de los cuales se vanagloria de haber sido testigo ó parte. Lombroso, nos habla de hipnotizados que du­rante el sueño hipnótico dicen y hacen cosas que nunca supieron, uno escribía el alemán que no sabía, otro tra­bajaba en fotografía sin conocerla, otro hacía el músico sin haberla estudiado, etc.

Y el mismo Lombroso nos habla de casos fulmi­nantes de adivinación del pensamiento; y aun nos ci­ta algunos ejemplos de adivinación á distancia, y á distancias muy lejanas.

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Los doctores Janet, Glej, CampilU j Richet, admi­ten Gorno verdaderos los casos de visión y de transmi­sión del pensamiento á distancia.

Hace casi un par de años, que en el extranjero han sido condenadas por los tribunales conipetentes unas adivitias sonámbulas; no habiéndose atrevido los jueces á condenar laclara visión como una superche­ría, sino que dijeron que: «La ciencia moderna no ha demostrado todavía que una persona en estado hip­nótico pueda ver al través de cuerpos opacos.»

Cierto autor célebre nos habla de los Djoguis de la India, para los que dormirse á distancia, quedar hip­notizados días y semanas enteras, tan inmóviles como columnas; entregarse á una voluntad superior que sus­tituye los cerebros de los unos á los otros, cambiar á millares de kilómetros las impresiones más precisas, no es más que un juego.

El Dr. Dupau nos habla de sonámbulas que han mostrado ser cierto que realmente existen en la luna seres sensibles y vivientes, que gozan como nosotros del espectáculo de la naturaleza y de sus ventajas; que nacen, se reproducen y perecen como nosotros; aun­que dice, son seres no muy hermosos, deforma chata y que andan arrastrándose.

El Qr. Filassier nos refiere un hecho sorpren-ííentc de adivinación y doble vista que describimos á continuación. «A medida que la señorita Clarisa í;uraba, su sonambulismo se hacía más lúcido, sorpren­diéndonos con su vista siempre infalible en el espacio y en el j iempo. Durmiendo esta sonámbula en París en el sglón del Sr- Chapelín, veía en Arcis—sur—Aube á su níadre, describía su ocupación en aquel momen­to, su actitud, ^uspensamientos íntimos; señalaba, en­trando en los menores detalles, el más p equeño cam­bio que su rnadre hacía; predecía por una hora, uno ó muchos dias, la visita de tal ó tal persona á su nna»

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—I»*— dre, su conversación, la llegada de tal ó tal carta, el efecto que ella produciría en su madre, sus reflexiones ulteriores Anunciaba también la joven sonámbula á su padre las cartas de su madre, y decía de antema­no lo que contenían, un día vio á su madre indispues­ta, y dictó para ella una consulta que llegó- á Arcis en el momento mismo que recibía su padre en París la primera carta anunciando la indisposición de aque* lia, etc.»

Y no nos pueden causar grande extrañeza todos estos hechos; cuando hay escritores como el Sr. Aceuedo, que al hablarnos de las fotografías obtenidas de los es­píritus, que aseguran ser un hecho incuestionable y bien probado; y que vemos admiten escritores tan formales como el P. Franco, y otros; nos dice: «que á veces del cuerpo de determinados individuos con organiza­ción especial se exleriorii^a una fuerza ó una materia, que por lo visto es lo mismo; que vaporosa en los pri­meros momentos, tanto como esta hipótesis: llega en la continuación del fenómeno á adquirir la apariencia de la carne, dando el aspecto de ser vivo al fantasma así formado. Estos fantasmas tienen relación íntima con otros que se aparecen, no experimentalmente por regla general, sino en casos dados de desgracias, y que son como el aviso de unas á otras personas formado por la comunión psíquica que nace del afecto que hay en­tre ellas y que toma Jorma material objetiva: son las alucinaciones telepáticas de Gurnej" Podmore y Mijers llamadas espontáneas; porque hay otros producidos voluntariamente, en los cuales el alma, el doble, él cuerpo astral, el espíritu de un individuo por la voluntad inteligente de este, se exteriori:{a y pro­yecta á distancias más ó menos grandes, revistien­do la aparición todo el carácter físico, moral é inte­lectual de la persona cuya imagen es. Así operan los sabios de la India, Mahatmas, Joguis, Faquires, etc...^

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-liB-que han aprendido á dominar la naturaleza y las fuer­zas que hay en el organismo humano..... Los fan­tasmas estudiados por ciertos autores pertenecen á los llamados espiritistas, esto es obtenidos por la influen­cia de un médium, inconsciente en la mayoría de los casos por el estado anormal en que cae de letargía en el que la vida del médium se debilita hasta casi desaparecer, para dar origen á un fantasma formado al lado suyo, y han sido fotografiados al mismo tiem­po que la imagen de la persona que los engendra, á la luz eléctrica ó del magnesio, ó bien en la oscuri­dad absoluta, ó por ser el fantasma luminoso, ó por la presencia de ciertos rayos luminosos y químicos no perceptibles para el ojo humano, pero sí sensibles pa­ra las placas fotográficas y que confirman los origina­les estudios de Reichembach sobre el Od y la luz Odica.»

(La Ilustración Artística. Año XI. N.° 529 Pag. loZ.J

Mesmer y sus numerosísimos discípulos, partida­rios de la existencia del fluido magnético, creyendo que este fluido era universal, y llenaba todo lo creado, y que era susceptible de recibir, propagar y comunicar todas las impresiones por leyes desconocidas, no po­dían extrañar, ni menos negar, los fenómenos supe­riores del hipnotismo, que dentro de su sistema eran muy naturales; así que Mesmer, aseguraba que sus magnetizados en el período de crisis conocían las en­fermedades y adivinaban el porvenir y las cosas ocultas, Reichenbach, con su fuerza ódica, se colocaba en el terreno de Mesmer. Pufségur, describió la clara visión, ó el estado lúcido; durante al que el magnetizado es tan aguda su perspicacia, que llega á comprender y descubrir verdades, que fuera del estado magnético le serían in­comprensibles, ly admitió como Mesmer, la predicción, lü adivinación, la doble vista, el conocitniento de las

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- I m ­propias y agenas enfermedades; y otros fenómenos superiores del magnetismo.

El Z)r. Pétetin dijo que en ciertos hipnotizados va­riaba el asiento de sus sensaciones, y vefan con el occi­pucio, oían por el vientre y olían por los ojos, que es la transposición de los sentidos; refiriéndonos este mis­mo aptor, observaciones de mujeres que oían por e} estómago; y en las que se habían transportado á esta parte de su cuerpo los sentidos del gusto y del olfa­to, pues reconocían los alimentos que .se les aplicaba á dicho sitio y los olores; y no solo esto, sino hasta los colores y las formas eran reconocidos en igual for­ma; veían asimismo el interior de su cuerpo, adivi­naban lo que contenían los bolsillos de los circuns­tantes, sin engañarse; y hasta adivinaban las intencio-^ nes ó pensamientos ágenos.

Rostan, distinguido profesor de la Facultad de Me diana de París en su artículo Magnetismo, del Diccio­nario de Medicina; nos cuenta haber hecho repetidas experiencias en una sonámbula, la cual distinguía la hora que era en un reloj que se la colocaba en el oc­cipucio, y habiendo mudado varias veces la aguja del reloj y habiéndosele puesto sin mirarle, siguió di­ciendo la hora sin equivocarse; experimentos que afir­ma fueron repetidos por el Dr. Ferrus. Filassier; {Algunas consideraciones j?ara sentirá la historia del magnetismo animal); nos dice que una vez puso un reloj sobre la frente de una sonámbula que se halla­ba en una habitación á oscuras, y además tomó to­das las precauciones para que no pudiera verle; y á pesar de todo, la magnetizada indicó con exactitud la hora que era; y habiendo mudado las agujas de di­cho reloj, volvió á aplicar éste al occipucio de la so-tiámbula con las mismas precauciones, la que indicó la hora que marcaba el reloj como si le estuviera vien­do; y por fin se le puso el reloj á la tnagtietizada so-

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—127-bre el épigastíio, y vio con este como con la frente y el occipucio; y dicho Rostan, no solo nos cuenta los hechos antes referidos, sino que afirma positiva­mente que los sonámbulos gozan de la facultad de dis­tinguir al través de los cuerpos opacos, y nos cita otro caso de otra sonámbula que siempre conocía sin engañarse, cuando tenía ó no el estómago lleno ó vacío.

Los Doctores Guenronpre^ y Bottey, nos hablan de hipnotizadiis que culocadas en posición horizontal, con los pies sobre el respaldo de una silla y la cabe­za sobre el respaldo de otra; levantando ó bajando la mano el hipnotizador, podía por este medio orde­narlas á distancia, movimientos de elevación ó des­censo sobre el nivel de su cuerpo; lo cual parece dar á entender que se elevaban en el aire bajo la suges­tión mental de su hipnotizador.

Prospero Saei, nos cita; «hechos indudables, ob­servados por multitud de médicos reunidos, ó sea por juntas ó comisiones médicas, de varias naciones; hom­bres experimentados en la ciencia y llenos de descon­fianza, quienes refieren lo que apreciaron, ya sea con respecto á la sugestión simplemente mental, como de clara visión propiamente dicha, y visión de hechos en el instante mismo en que ocurren en lugares muy remotos;» hechos que para dicho autor parecen pro­bar que no pueden ser producidos conforme á las le* yes naturales, sino por medios extranaturales.

Y respecto á la llamada transposición de los sen­tidos, de que antes hemos hablado; no podemos me­nos de consignar, que hombres de nota en la cien­cia, como los Doctores Braid y VenturóU; comparan este hecho auna ilusión, ó dicen que es un simple hecho de hiperestesia que comunica al tacto uña sen­sibilidad exquisita; paro que á dichos autores pode­mos contestarles repitiendo las palabras del P. Frán-^ co, en su * Hipnotismo y los médicos católidóáa eft

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Cuya obra nos dice que podría citar más de diez mé­dicos ¡lustres que afirman casos de transposición pro­piamente dicha, tal como lo sería el ver con la nuca ó con el epigastrio.

El Dr. Meric, en su libro Lo Maravilloso; ad­mite como efectos del hipnotismo que dependen de una causa extranatural, la vista al través de ios cuer­pos opacos, el conocimiento de ciertos hechos cuyo teatro está alejado del lugar del experimento, la lec­tura de Jlos pensamientos sin manifestación exterior, ó á una gran distancia: este mismo autor nos pre­senta varios casos de individuos que han visto con los ojos completameote cerrados, ó á través de cuer­pos opacos, como cajas de hierro ó de mármol her­méticamente cerradas, adivinando 6 viendo su conte­nido: ú otros objetos ociltos, sin que puedan adivi­narlo por superchería de ningún género; hasta de in­dividuos que han visto á muchos cientos de leguas de distancia sin moverse de su asiento, y describen todo lo que está pasando en aquel momento en di­chos puntos á la referida distancia; y nos cuenta otros hechos por este estilo; y dice, que negarlos, sería arrui-nar la certeza histórica y la autoridad del testimonio de los hombres.

Lélut, relata casos de magnetizados que por un mechón de cabellos, un guante, ó un objeto cualquie­ra de algún sujeto para ellos desconocido, nos di­cen el dueño del objeto con todos los detalles que al mismefíerao se ern, aun de su vida íntima, hábitos, costumbres, faltas y virtudes; y dice que aunque pa­rece que el magnetizado recibe las sensaciones por los sentidos internos, lo hace por una penetración ente­ramente interior, especial é independiente de los sen­tidos. El Dr. García, nos cuenta el caso de una hip­notizada que nada menos que dejando su cuerpo en |9 tierra, se permitía hacer sus viajes de recreo de

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ona {Ti ACra m;ntal ó espiritual, por los espacioj ce­lestes; volviendo denusvo á éste muiJo en virtuJ de las órdenes de su hipiotizaJir, qj2 pircibía hallán­dose en Saturno. fEí Dr. Gircú^El MxgHetismo explicaio por sí mismo. Pdg-. 129.7 AÍÍ que no nos puede extrañar que Figuier asombrado ante los fenó­menos del hipnotisiTi) trasc^nJjntal, no hi encoitra-do mejor medio para poderlos explicar, que el ad­mitir la existencia en el hombre de un sexto sentido artificial, que por lo visto ha sido desconocido anti­guamente.

El Dr. Adradas, en su estudio del Burquismo, etc. nos habla de una hipnotizada por él, en la que produjo una interminable serie de experiencias de sonambulis­mo, catalepsia y sugestión; y dice que le chocó mucho; la facilidad con que esta enferma veía á distancia aun cuado hubiese tabiques interniedios, de frente ó por detrás, ya fuera dentro de la misma casa ó en otra más órnenos distante. Esta experiencia asegura que la Re­pitió varias veces, siempre con igual rebultado, delatite de su familia, eligiendo para ello la época en que se y ía más exaltación y delicadeza en la sensibilidad es­pecial d? aquella muje,r.

El respetable P. Fi7a, nos habla d? un médico, ^ue en vitia ^esjón de hipnotismo celebrada no hace muclio tierppQ en el Palacio de la pla¿a de Oriente de Madr¡4; entre los experimentos curiosos que ejecutó, fué ^np ^e ellps el leer una carta cerrada, depositada en 9I ]>ol. sillo de una noble dama; hecho referido en Jos p^rió-dicos de la corte de aquella fecha, y 15Í misníP atiípr en 8U obra El Espiritismo j-Bl Hipnotismo; en la página 173 nos dice lo siguiente: «La decantada tras­posición de los sentidos y la tan cacareada visión á través de cuerpos opacos, tan frecuentesj- or4inarias ,)5n las s^sipníís espiritistas y en los experimentos;JWjp-jjiótfCQSiií c,» y uti poco máií'«<|pl4iJ.t!! afiíi e tqj e ^

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- 1 s o -debe aplicar el mismo criterio;» es decir, atribuirlo al poder diabólico: «los casos en que el hipnotizado habla idiomas para él del todo desconocidos, ó diserta sobre materias científicas que jamás aprendió, ó anun­cia hechos que se están realizando á largas distancias y en países remotos.» Hechos que nos asegura el autor que eran muy comunes ya hace siglos, y que Santo Tomás habla de ellos como de una cosa corriente en su tiempo.

El mismo Sr. Freiré tan incrédulo en otros pun­tos; pretende que por la sugestión hipnótica, se puede Ihgar hasta el grado en que el sujeto dormido llega á ponerse en tal relación con el hipnotizador ú ope­rante, que alguna vez adivina los pensamientos de este.

El Dr. Cervello, y el célebre Semmola, afirman la existencia de hechos recientes de transposición de los sentidos, de adivinación de cosas ocultas, y de hablar idiomas desconocidos los hipnotizados; y Lombroso, además de admitir la transposición de los sentidos co­mo antes hemos dicho; admite asimismo la visión y transmisión del pensamiento á distancia.

El mismo Lombroso nos acaba de ,dar á conocer á un discípulo del célebre Donato, el belga Pickman, antiguo saltimbanquis que hoy está llamando la aten­ción de las grandes ciudades europeas con sus expe­rimentos de adivinación. Parece que este Pickman es un histérico, un neuropático que él mismo confiesa ha­ber estado loco en algún tiempo, y que se halla en estado casi habitual de sobrescitación nerviosa, aumen­tada en su.H experimentos por la preparación que se impone, que consiste en el ayuno y en tomar fuer­tes dosis de café; Pickman prefiere para sus experi­mentos los teatros y sitios públicos, y ha realizado sus adivinaciones delante de numeroso é ilustrado pú­blico; y parece que sufre las sugestiones que se le producen con gran facilidad, pues basta que coja la

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—181— mano de cualquier sujeto y la aproxime á sus sie­nes para encontrarse en estado de lucidez, y poder adivinar los pensaniientos ágenos: dicho adivinador se vale de la música para sus operaciones prefiriendo la cítara alemana, y aunque él mismo nos asegura que sus adivinaciones son sencillamente un resultado de una enérgica excitación nerviosa; varios médicos que le han observado piensan como Lombroso, que di«

-chas adivinaciones las realiza Pickman por la auto-hipnotización; pues en sus experimentos aparece como adormecido é inconsciente y cual si se hallara en es­tado de sonambulismo; mucho más que se sabe que puede existir el hipnotismo en un individuo sin que se manifieste con todos sus síntomas ó existir sin quitar del todo al hipnotizado la razón y el libre albedrío, como nos asegura el P. Franco. Según la Ga:{!(etta Piemontese de i i y 12 de Marzo de 1890, (í Pickman, cogió la mano del profesor Fusinato, y dijo que mentalmente le mandara cumplir cualquie­ra acción: entonces se vio caer al adivinador en un estado hipnótico, y luego correr, teniendo siempre co­gida la, mano de Fusinato, hacia un caballero que se hallaba sentado en la parte opuesta del salón para darle cinco golpes á la cabeza. ¡Era lo mismo que el profesor Fusinato había pensado que debía hacer! Cuando Pickman estaba dando los golpes á dicho ca­ballero, al llegar al tercer golpe tuvo un momento de vacilación, después siguió y dio dos golpes más. Fu­sinato dice que al llegar al tercer golpe su pensamien­to dudó un instante, pues le parecía verlo sufrir de­masiado y deseaba abreviar el experimento, pero que luego mentalmente insistió en el número cinco. Des­pués de este experimento dos oficiales de cuerpos fa­cultativos se retiraban á un gabinete contiguo. Uno de ellos escribió en un pliego de papel que, trazada una línea de yeso en el suelo, Pickman debería r?"

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-132— correrla, parándose en un punto dado enfrente de él, luego arrodillarse y cogiendo el ros hacer el saludo mi­litar. Doblóse la nota y se guardó en el chaleco del capitán. Luego Pickinan con los ojos completamente vendados con pañuelos y algodón, realizó todo loque estaba escrito en la nota, una vez puesto en comu­nicación con el capitán de sanidad. A otro de los presentes le adivinó y escribió en la pizarra, una can­tidad de guarismos que había escrito antes en un [pa­pel, cuyo pape! había colocado dentro de la tapa del reloj. El Dr. Rodina convino con los que le rodea­ban, hallándose Pickman en otra habitación; que este adivinador cogiera un cuchillo, Mriera á una persona, á la que quitara un objeto para esconderlo y qué vol­viera el cuchillo al sitio en que se hallaba hacien­do en 'é\ una señal que le distinguiera de los deniíás, y todo sucedió cómo se le había exigido. Durante el sueño tiene Pickm.%n momentos de vacilación, diríase que no comprende bien el objeto que busca, enton­ces recurre á aquellos de quienes recibe la sugestión les coge la mano y se la aplica á las sienes. Nos dtecía anoche que después de estos experimentos se halla en estado de postración, sufre, tiene expTósioñes d'e llanto, que no obstante' le alivian. Dice también que siente placeres y goces, que los demás en mañe­ra alguna conocen.» Dicho Pickníán en uno de áús cxperinientos manifestó cierta vacilación al tratar de adivinar y manifestó que sentía en sí una fuerza des-coiiócida que no le dejaba compireñder Ik orden "rtieft-tal que recibía, y efectivamente el sujeto que le d'a-Üá cficha órdéñ, dijo que ordenaba mentalmente p£ro con grande desconfianza.

'Éñ estols casos Pickman pedía órdenes enérgicas y precisas, y cuando se le daban en esta fórtriá, aca-Tjaba por adivinar lo que se quería que ejecutará. Lom-^i'Qso, nos diseque el poder de adivinación ílc 7*»" -

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maú, es lírtiitado, que gira al rededor de un círcu­lo siempre igual, como el adivinar un grupo de nú» meros ó palabras, que es asimismo relativo puesto que de diez adivinaciones solía acertar en cuatro ó cinco, que además es preciso que el sujeto con quien se pon­ga en relación tiene que inspirarle simpatía ó confian­za, y tiene que pjñsar lo que desea que se le adivine cotí energía, pero nos asegura que la lucidez de di­cho Pickman es cierta, por las precauciones con que ha sido observado, y por la dase de personas que lo han hecho.

El P. Franco al comentar estos hechos en su Hip' noüstiio claro-vidente, aun cuando no se atreve á afir­mar con seguridad la certeza de los mismos, nos di­ce \o siguiente: «En las sesiones hipnóticas y en las magnéticas de nuestros tiempos y en las reuniones es­piritistas, la adivinación del pensamiento es pan co­tidiano: lós faquires ma'hométartos, los bramihos de la India, los estregones de la China, los íatuquieres ne­gros, hacen su trabajo de la adivinación, según referen­cia de los misioneros. Volviendo al pasado y circunscri-'biértdotíos sólo á Europa^ hallamos innumerables ejem­plos en las reuniones de los mesmeristas. .. Eft resu­men, lós anales de la huínanidad desde los tiempos más remotos hasta los actuales magnetizados lúcidos, hipnotistas claro-videntes, médiums espiritistas, lec­tores del pensamiento (Gedénkleser, Liseurs de penseésj recuerdan casos de adivinación, ya de pensamientos, yá de hechos ocultos, y ningún pueblo ni ningirna éfJbca dejó de tener sus Hansen, Donato, Camaleón, Zánárde/li, Dax, Gumbéríand, Verbeck, Éischgff, y Pickman, con *su correspondiente cortejo, ya devoto, ya teii'tral.

¿Puede'e'xjjticarse la adivinación como algunos lo hicéti, diciendo que las emociones del áinrra se-tras-rhítén ál cerebro, 7 desde éste álafisonotnfa dclmiag-

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—184-nctizador, en la que lee como en un libro abierto c hipnotizado, cuya sensibilidad se halla sobrescitada en sumo grado por la influencia de la hipnosis? Los que esto dicen sin duda no han reflexionado que aunque se admitieran por un momento todas estas hipótesis como ellos pretenden, esto á lo más podría explicar las adivinaciones realizadas hallándose enfrente ó pró­ximos el hipnotizado y su hipnotizador, y aquél con los ojos abiertos, pero, ¿y las adivinaciones á distan­cia? ¿y las adivinaciones realizadas hallándose el hip­notizado con los ojos completamente cerrados y con seguridad de que la visión no se puede efectuar por estos órganos? ¿Y cuándo el hipnotizador se halla de espaldas al hipnotizado ó en otra habitación? ¿Y cuándo adivinan los hipnotizados lo que existe en cofres ó ca­jas que están herméticamente cerrados?

Con el deseo de acumular hechos que puedan te» ner relación con el hipnotismo trascendental, diremos que el Dr. Gil de la Tourette, fEl hipnotismo j - los estados andlogos, pdg. 436,7 nos habla de cierta se­sión oñcial y pública á la que él asistió como escép-tico, y en la que por el magnetismo espiritista vid no sólo moverse una mesa, sino dar vueltas y has­ta ejecutar movimientos desordenados á la misma, ro­dando sus pies terriblemente sobre el suelo y aun sal­tando sobre el mismo.

Recordemos asimismo por si á varios de nuestros lectores les hicieran poca fuerza los testimonios ante­riores, que en i83i una comisión compuesta de diez médicos notables, nombrada por la Academia de Medi­cina de París, para informar sobre el magnetismo; alirmó la existencia de hipnotizados que leían con los ojos cerrados, por más que demasiado sabemos que han sido frecuentes los casos de impostores que han fingido leer con los ojos cerrados, y que hasta no fal­tan escritores como sucede con Debrej-ne en sus Pen-

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- 1 3 6 -samtentos, que aseguran ser posible la visión al tra­vés de ciertos cuerpos opacos aplicados á los ojos co­mo una capa de arcilla por e)cmplo: pero aunque es­to así fuera, es indudable que hay muchos cuerpos opacos al través de los que es imposible que se efec­túe la visión de un modo natural; y suponemos que la comisión estudiaría este experimiento: pues nos­otros diremos con el Doctor Meric; «Parécenos difícil admitir que mí Jicos y fisiólogos de gran valor como Lordaí, el célebre profesot; de Montpeller, Gui­ñean de Mussy, Husson, Orfila, Pariset, Reveillé^ Parise, Arago, etc; hombres que han legado un nom­bre estimado en la ciencia hayan sido víctimas de una torpe ilusión cuando han creído ver un sujeto mag­netizado leer al través de una venda de seda muy espesa y jugar á los naipes». Dicha comisión afirmó asimismo que algunos magnetizados preveían la mar­cha de su enfermedad, que otros, indicaban los sínto­mas de las enfermedades de otros sujetos con los que se ponían en contacto y dichos médicos aseguraron el deseupolvimiento de nuevas facultades durante el magne­tismo, conocidas con los nombres de clara-visión, intui­ción y previsión interna.

Y por no amontonar más citas, concluimos repitien­do las palabras adjuntas del Dr. Dupotet, el que en su Tratado del Magnetismo, dice: «¿Qué me impor­ta que un nigromante indio ó egipcio tenga el poder de evocar las sombras, de fascinar á toda una concurren­cia, de curar ó engendrar tal ó cual enfermedad?... ¿No tengo yo también poder para curar con simples pa­ses magnéticos las enfermedades y para producir efec­tos benéficos ó maléficos?.... ¿Puédense suspender en alto los cuerpos materiales por medio de la acción magnética? Sí. (No olviden nuestros lectores que pa­ra nosotros el magnetismo es el mismo hipnotismo.) ¿Pueden algunos sujetos tomar en el estado magné-

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- 1 3 6 -tico posturas gimnásticas ó hacer movimientos inex­plicables por las leyes de la estática? Sí. ¿Puede el lucido hablar lenguas que nunca aprendió, y enseñar cien­cias que jamás estudió? Sí. iPütÚQ pegar golpes J dis­tancias inmensas'! Sí. ¿Pued2 arrojar piedras á lugares remotísimos y hechizar del modo que refieren los li­bros de magia, haciendo que aparezcan tierras, jardi­nes, ganados y hombres? Sí, ¿Puede hacerse de modo que una multitud reunida toque y coma objetos reales en la apariencia pero ilusorios en realidad? Sí. ¿Puede el hombre por medio del magnetismo tener duendes á sus órdenes y obtener servicios de ellos? Sí. ¿Puede en fin engendrar lluvias, vientos, granizos y hacerlos caerá su albedrío? Sí.?

¿Es posible explicarse estos tan fantásticos hechos que parecen sobrepujar hasta el límite de nuestra sor­prendida imaginación, como lo hacen ciertos autores, diciendo que en el hipnotismo, la. atención de los mag­netizados, una vez excitada sobre un punto, descubre indicios que son imperceptibles para todos los que no 56 hallan en este estado, y que por estos indicios pue­de adivinar, preveer etc. y no sabemos también si suspender los cuerpos pesados en el aire y arrimar pedradas á distancia? Nuestros lectores pueden juz­gar ellos mismos del valor de esta pretendida explica­ción 4el hipnotismo superior, y tan graves, tan enpr-mes digámoslo así, j)arecen estos hechos del bip^otis-mo trascendental; que hasta gran número de amores que los niegan, como Morselli, que llama con toi a suavidad nada menos que charlatanes^ á los que los creen, ó dicen haberlos producido; suspenso su pro­pio jiuicip é indeciso, añade qué: «no hay koy día ^&-tos científicos para afirmar con seguridad la existencia del estado de clara-visión y que los hechos de hipQp-tisoio tras(:endental son hecjtos llenos de exageración ó (nal interpretiadps;» cpn lo que np jpacepe sinp <) e

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su vacilante inteligencia teme condenar dichos hechos de una manera resuelta, como si sospechara que pu­dieran ser una realidad el día de mañana.

Antes de concluir este capítulo, debemos hacer cons­tar que muchos hipnólogos niegan los fenómenos tras­cendentales del hipnotismo, porque dicen que ellos no los han podido nunca producir ó comprobar; y no piensan que en esta cuestión un solo hecho posi-tivo bien observado prueba mucho y un hecho ne­gativo nada prueba; porque todos los autores ya par­ten de que este género de fenómenos trascendentales no se producen sino raras veces, y en determinados sujetos, que tienen una exquisita educación hipnótica: de modo que en esta cuestión lo que hay que ver si han dicho la verdad y son personas de crédito los que afirman haberlos visto y haberlos producido; y nos­otros hemos citado como testigos de prueba, los nom­bres de autores bien conocidos en las ciencias y en la Iglesia.

Y concluiremos diciendo que si alguno sin el de­bido examen y por un capricho inexplicable, nos re­chazara como un cuento todos los hechos y pruebas que hemos aducido en este capítulo, ó nos repitiera las á no dudar exageradas frases del P. Mateos, al ocupar-se de esta forma de hipnotismo de: «¡Y qué gran dosis de candidez, rayana en tontería, no se necesita para tomar en s riO' y aún para creer á pies juntillas, tan absurdo cumulo de c^saúoa» y pa­parruchas!» No nos importa: el hipnotismo trascen­dental se impone; entre los hechos de sugestíón, hay algunos admitidos por todos los autores, ó por la ma« yoría de eJlos; como la sugestión mental, y otros tan misteriosos como esta, con lo que se prueba de un modo indudable la existencia de hechos superiores ó trascendentales dentro del hipnotismo^ qu6eslaca«»> tiÓQ que nos hemos pcopuesto tocac eo estas págjRM,

I*

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—isa-La sugestión domina la práctica del hipnotismo y

no se dá un paso en el conocimiento de éste, sin en­contrarnos con aquella; por lo que muchos han confun­dido estos dos hschos, como hemos dicho anterior­mente.

La sugestión parece que tiene su máximum de fuer­za ó de energía en el sonambulismo; y á la misma han atribuido ciertos autores todas las curaciones atri­buidas al hipnotismo. Para producir la sugestión hay que atender al modo de ser ó sugestibilidad de cada in­dividuo, qu2 varía: en unos basta la simple orden para imponer una idea ó acto; en otros hay que darles razones y convínccrles de lo que se les dice ú ordena; en algunos hay que apelar á la persuasión y á la dul­zura, en otros á la energía; en varios, la sugestión es fácil desde las primeras hipnotizaciones, en otros se hace preciso hipnotizarles repetidas veces antes de efectuar sobre ellos sugestiones notables; y muchas ve­ces ayuda á el efecto de la sugestión, las fricciones, los toques, los pases, los movimientos, la electricidad, etc.; aplicados todos estos medios á la parte ú órgano que se desea. El grado de sugestión en el hipnotismo no parece que depende del procedimiento puesto en prác­tica para conseguirla, sino del temperamento del hip­notizado, y de la influencia ejercida sobre su imaginación por el hipnotizador.

Durante la sugestión, el hipnotizador impone al hipnotizado las ideas, actos ó movimientos que le place; que el último ejecuta ó trata de ejecutar, sea durante el sueño hipnótico, ó pasado éste, según le haya ordenado el primero; todo lo cual ejecuta el hip­notizado sin conciencia de ello, como de una manera fatal; y sin saber muchas veces que dichos actos ó ideas le han sido ordenados por otra persona, y cre­yendo en su interior que estos actos que hace es sólo por inspiración propia, ó por su solo impulso. La in-

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i

— 1 3 9 -mensa mayoría de las veces obra de tal manera, ó con tanta vehemencia, la sugestión sobre el ánimo del hipnotizado, que éste pone todos los medios que están á su alcance para realizar los actos que le han sido sugeridos; y los realiza cueste lo que costare, á no serle completamente imposible. Son actos que cumple de una manera fatal y necesaria el hipnotizado, que pone todo su ser al servicio de una idea que le ha sido co­municada y lo hace sin poder dejar de hacerlo aunque quisiera. Asi que si á un hipnotizado le ordena repe­tidas veces su padre, su marido, su mujer ó el ser que más le domine en el mundo una orden determinada y otra al mismo tiempo el hipnotizador, cumplirá pri­meramente ésta sin ningún ,t;énero de duJa.

El dominio de la sugestión se extien.ie á los diver­sos actos voluntarios del sujeto, y aun á los involun­tarios. Por medio de ella se puede producir contrac-turas extraordinarias en un hipnotizado, coniracturas que se manifiestan nada más darle la orden, y con una violencia ó fuerza extraordinaria aunque se trate de personas débiles; y se le puede mandar poner rígida la cabeza, una pierna, un brazo, etc.; ó lo que e? más notable, todo su cuerpo, hasta el punto de quedar éste todo rígido; de modo que se le puede coger por los pies ó la cabeza como si dicho cuerpo fuera de una sola pieza, ó bien colocarle trasversalmente en este estado de rigidez sobre dos sillas, en las que se apoya únicamente por la nuca y los talones; y hasta se pue­de en este estado sentarse otra persona encima del hip­notizado; todo esto sin que éste dé pruebas de cansan­cio, ni que se altere su pulso ni su respiración.

La sugestión puede producir parálisis diversas y alteraciones de la sensibilidad; puede originar aneste­sias ó insensibilidad de diversas partes del cuerpo, in­sensibilidad que llega hasta el grado de pellizcar y clavar alfileres ó navajas en él mismo sin que se sientan;

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- 1 4 0 -y por la sugestión se puede hacer que un mismo indi­viduo no sienta nada en uno de los lados ó mitad de su cuerpo, aunque le pinchen ó hieran en el mismo; y en la otra mitad se produzca una sensibilidad exage­rada, hasta el punto que el más leve contacto en esta parte, le sea sumamente doloroso. Las contracturas, parálisis, y anestesias, provocadas por la sugestión, pue­de el hipnotizador hacer que persistan algún tiempo después de despierto el hipnotizado; y hay sugestiones que prolongan su acción ó efecto aun después de la vuelta al estado normal del hipnotizado, y es preciso muchas veces volver á hipnotizar estos sujetos y pro­ducirles una sugestión contraria que destruya la an­terior. Así el caso que cita Richer, de una hipnotizada á la que se la aseguró que una de sus manos estaba contraída, como así efectivamente le sucedió; y aunque se la despertó, no hubo forma de hacerla abrir la mano contraída, teniendo que hipnotizarla de nuevo, y de­cirla que su mano se abría, para que la abriese en­seguida.

Creemos conveniente indicar aquí la discusión pro­movida entre varios hipnotistas, sobre si la presión ejercida sobre diversos puntos del cráneo, puede pro­vocar contracturas, parálisis, etc.; en algunos órganos; lí otros fenómenos, como la afasia ó privación de la palabra; pero parece más cierto que estos síntomas sólo se producen cuando media alguna clase de su­gestión, y que sin ésta, observando bien; no se produ­cen dichos fenómenos.

La misma sugestión puede provocar alucinaciones en los órganos de los sentidos, sin más que la orden del hipnotizador; así se le dice á un hipnotizado que beba Champagne y bebe el agua que se le dá con el mismo placer que si fuera realmente dicha bebida; se le hace tomar acibar ó quinina por azúcar; oler amo niaco por agua de azahar; que quede sordo de uno ó

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— 1 4 1 -de los dos oídos, y que perciba los ruidos más insig­nificantes y que difícilmente se oyen en estado normal: teniendo en cuenta que las parálisis, contracturas, anes­tesias y alucinaciones de los sentidos, se los puede hacer cambiar ó saltar de un lado al otro del cuerpo por medio de la acción del imán, de lo que ya hemos trata­do en otro lugar; siendo curioso también, el saber que según varios autores, los fenómenos hipnóticos pueden pasar de un sujeto á otro, ya por la acción del imán ya por el de la sugestión, como dicen otros hipnólogos.

Para mejor completar esta cuestión, indicaremos algunas palabras de los experimentos de Ochorowics, sobre la acción del imán en los hipnotizados. Este autor después de varios años de experiencias sobre éste punto y de millares de observaciones hechas en indivi­duos tomados á la casualidad, de diferentes países, clase social, edad, constitución y salud; en vista de los resultados obtenidos en estos experimentos, ha formu­lado la ley, de que todos los individuos sensibles á la acción del imán son hipnotizables; y que los que son refractarios á dicha acción, lo son también al hipnotis­mo; y hasta ha inventado un pequeño instrumento que ha llamado hicnoscopio para comprobar estos hechos, que no es más que un pequeño imán nikelado y for­jado en forma de tubo hendido, que si se aplica á un individuo hipnotizable produce insensibilidad, parálisis y sensaciones diversas; y si el individuo no es hipnoti­zable no produce efecto alguno; y según las consecuen­cias que deduce dicho escritor, apenas si llega al 3o por 100 el número de sujetos hipnotizables.

Respecto á la vista, se puede sugerir á un hipnoti­zado que está viendo el objeto que se quiera sin que exista delante de él, ó bien que no vea lo que tiene delante de sus ojos; así se le dice: cAquí^tiene V, un libro;» y le examina como si lo tuviera realmente en la mano, quedando completamente convencido de ello,

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—142— Ó bien se le puede hacer que tome un objeto por otro, una tarjeta por un retrato, un papel por un libro, etc.; ó también qu2 vea un palacio, una torre ó casa á ma­yor ó menor distancia; y efectivamente ve estos objetos á la distancia que se le ha señalado; ó se puede asimismo lo que es más extraño; presentarle una tarjeta cual­quiera á la que se hace una señal sin conocimiento del hipnotizado, y se le dice que vea en ella su retrato como así efectivamente cree éste; y se mezcla la tarjeta con otras muchas que se le dan para que busque su retrato, y siempre búscala misma tarjeta que señaló antes y la pone siempre en igual sentido, caso que le parezca hallarse invertida; y si se le dá el paquete de tarjetas sin la que él cree ser su retrato, la echa de menos: también se puede asimismo entregarle varias tarjetas diciéndole que son los retratos de varias personas, y señalándole cada tarjeta el retrato á que pertenece, y el hipnotizado designa siempre cada tarjeta como si fuera el retrato que se le ha indicado, y hasta si se le pide que dibuje el contorno de uno de estos retratos, dibuja un perfil con arreglo á sus conocimientos, é idea que se ha formado de la persona retratada; todo lo que es en extremo maravilloso, y de lo que tratamos tam­bién en el capítulo del sonambulismo.

Téngase en cuenta asimismo que las alucinaciones producidas durante el sueño hipnótico, por sugestión, pueden persistir del mismo modo una vez despiertos los hipnotizados; así si á uno de estos se le dice que está viendo una torre, no sólo la vé cuando se halla sumido en el sueño hipnótico, sino que una vez des­pierto la sigue viendo lo mismo, y se maravilla de que los que le rodean no la vean como él; cuando en lo demás ve todas las cosas como las otras personas que tiene próx¡t»as.

Otro experimento curioso en esta materia, es que si á un hipnotizado se le vendan bien ios ojos y se hace

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~ 1 4 3 -que le toque otra persona, y se le dice que esta tiene un ramo de rosas ó violetas, por supuesto ficticio; el hipno­tizado percibirá siempre que le toque dicho individuo olor á rosas ó violetas; y no percibirá nada cuan­do el que lo haga sea otro sujeto cualquiera; pero con la particularidad que si le toca otra persona distinta del primero, pero en contacto con éste, que fué el que le tocó por primera vez; vuelve á percibir el hipnotizado el olor que antes notaba; volviendo á desaparecer en cuanto se separa de él dicho individuo, que es el único en el que nota el olor que se le había indicado por sugestión, ó el que cree tener el ramo de flores cuya fragancia percibe á su contacto.

Por medio de la sugestión se puede producir, se­gún varios autores; aumento de la secreción intestinal, con diarrea ó extreñimiento según se quiera; excitar la traspiración, y la disminución ó aumento de los lati­dos del corazón, y aún la vexicación j " pequeñas hemo­rragias, cuyo punto tratamos en un capítulo aparte.

Por la sugestión se puede producir en los hipno­tizados el olvido de los hechos que se quiera, de una ó más palabras determinadas, ó de una ó más letras; así que en estos casos leen ó escriben sin las letras ó pala­bras cuyo olvido se les ha sugerido; ó bien también se les puede hacer olvidar una nota de música si saben tan divino arte. Por la misma sugestión se puede conseguir que un hipnotizado deje de ver las cosas ó personas que se quiera aunque se hallen delante de su vista; así que á veces oye hablar á una persona que se le ha dicho que no la había de ver, y la oye sin verla aunque la tenga delante. Estas sugestiones por las que se im­pone á un hipnotizado que no vea el objeto que quiera el hipnotizador, se han llamado inhibitorias. Así que son curiosos los hechos de este género que aducen varios autores; como el que cita Richer, de una hipnotizada á la que se la produjo la sugestión que

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— 1 4 4 -olvidara á su antiguo médico, y pasó varios días, ya después de despierta, sin reconocer al mismo, cuya presencia ia extrañaba en gran manera, á pesar de ha­berle tratado tanto antes; y fué preciso producirla una nueva sugestión, para suscitar en ella de nuevo ia me­moria y conocimiento de su olvidado médico. Haiisen hizo que varios hipnotizados suyos olvidaran su propio nombre, pueblo, edad y domicilio. Y Liégeois, cuenta de una señora que todo lo llegó á olvidar, y ni siquiera sabía si estaba viva ó muerta.

La sugestión, dice Vacant, puede hacer creer que se ha experimentado en un momento dado lo que ja­más se experimentó, ó hacer olvidar en absoluto lo que realmente se ha visto, oido y experimentado; se hace creer á un hipnotizada que ha sido golpeado, herido; que ha sido testigo de un crimen cometido por tal ó cual, siendo todo ello imaginario; así como por el contrario, podría cualquiera entregarse en su pre­sencia, ó cara á cara con él, á toda clase de críme­nes y hacerle que por completo los olvide.»

En los hipnotizados se puede producir el fenóme­no llamado Ecolalia, que ha sido descubierto por Ber-ger de Breslau; se produce aplicando la mano sobre la cabeza del hipnotizado, que se transforma en una especie de fonógrafo, pues en vez de responder á las preguntas que se le hacen, repite con facilidad todas las palabras que oye aunque sean pronunciadas en un idio­ma para él desconocido, ó todos los sonidos que es­cucha; ó imita de una manera automática todos los movimientos y gestos de su hipnotizador.

Por la sugestión se puede hacer creer al hipnoti­zado que todos los que le rodean hablan un lengua­je extraño, y no les entiende aun cuando se expresen en su propio idioma; la misma hace cambiar á un in­dividuo todas las ideas que posee, y aun su propia personAlidad; de lo cual hablamos en otro lugar. La

,í»

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—146— sugestión excita asimismo la llamada Hiperexcilabili-dad del sentido muscular, de la que tratarnos en otro capítulo: y se pueden sugerir al hipnotizado las más extrañas ideas con sólo poner uno de sus miembros en determinada actitud; ó sugerir á cada una de las mitades de su cuerpo distintas ideas, expresando una la ira por eje;nplo, y la otra algún religioso sentimiento.

La sugestión puede producir una especie de divi­sión de un hipnotizado, haciéndole creer que una mi­tad de su cuerpo es un individuo y la otra mitad otro individuo distinto, de lo cual hablamos en otra par­te; con la particularidad de que el imán hace cam­biar ó saltar este fenómeno de un lado al otro, de lo cual tratamos asimismo en el llamado desdoblamien-to de la personalidad. También el imán da lugar á algunos hechos curiosos; como el citado por un au­tor, de un hipnotizado á quien se le mandó contar y al llegar á 20 se le aplicó el imán cerca del lado derecho de la cabeza, quedando parado sin poder se­guir contando, aunque él lo intentó continuar hacien­do, lo cual por fin consiguió hacer con mucha difi­cultad después de un rato, y de repetidas órdenes de su hipnotizador; entonces éste le cambió el imán al lado izquierdo, y volvió á quedar de nuevo sin po­der continuar, hasta que á los mandatos del hipno­tizador, pudo seguir haciéndolo como al principio. Los fenómenos de trasferencia ó salto debidos al imán et\ los hipnotizados, ó provocados por éste, cuestionan ó discuten los hipnólogos, sobre si son debidos prin­cipalmente á la acción del imán, ó á la de la suges­tión; presentando algunos casos Bernheim, que incli­nan á admitir esta última opinión.

Por la sugestión se puede imponer á un hipno­tizado las ideas y alucinaciones más extrañas; |como la d€ que es un perro, un lobo, un pájaro, una mujer, un Miguel Ángel, un Gésar, un MurillO', «tc.,proc«*

7

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- I t e ­rando entonces el hipnotizado acomodarse según su al­cance á las condiciones del ser que cree representar; y no sólo cree ser el tipo ó personaje que le dice el hipnotizador, sino que puede pasar sucesivamente por varios estados diversos; y ün mismo individuo puede ser consecutivamente, rey, pordiosero, general, obis­po, comerciante, etc.; y procura ponerse en este ca­so en carácter del tipo que se le dice representa, y aun trata de imitar su papel con toda propiedad, creyendo ser todo lo que se le ha sugerido de una manera consecutiva.

La sugestión se puede hacer sobre ciertos ac­tos para después de un plazo determinado; así se le dice á un hipnotizado que despertará cuando pa­sen 30 ó 3o minutos; ó bien que despertará cuando toque una silla, y se volverá á quedar dormido en cuanto se siente en ella; y el hipnotizado realiza es-,tos actos de la misma manera que le han sido su­geridos.

Hay algunas sugestiones que realizadas durante el sueño hipnótico continiían algún tiempo después de di­sipado éste, como la joven que cita Richer, á la que se la hizo creer que estaba viendo un pájaro, el cual siguió viéndolo aun despierta, y no sólo lo veía sino que le tocaba, con tan profunda convicción de que tenía el pájaro, que se incomodaba con los que se burlaban de su creencia. El mismo autor, nos habla de otros sugestionados á los que se les había hecho creer que tenían alguna parálisis ó contractura en al­guna parte de su cuerpo, y una vez despiertos no hubo forma de hacerles mover las partes paralizadas ó en estado de contractura, teniendo necesidad de hip­notizarles de nuevo, y producirles la sugestión de que ya había desaparecido su enfermedad, para que mo­vieran libremente sus órganos. Todo lo que hará ver á nuestros lectores el extenso campo que nos ofrece

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—147— el estudio de la sugestión, si quisiéramos coríocerla en todos sus detalles,

11.

SUEÑO HIPNÓTICO POR SUGESTIÓN.

Se ha llamado así al estido de sueño hipnótico pro­ducido por la orden ó mandato del hipnotizador. De este modo de hipnotización se valía á principios de este siglo el célebre abate indo-portugués Far/a, que después de mandar cerrar los ojos y que se abstra­jeran á los individuos que querían ser magnetizados, les decía luego con vtSt fuerte y tono imperativo, «dor­mid,» orden que repetUí si era preciso, y en vista de la cual varios después és una ligera sacudida caían en el sueño, llamado por Faria sueño lúcido.

Bernheim y otros mucltos autores, usan la suges­tión para producir el suele con mucha frecuencia: y el referido escritor asegura que cuando emplea es­te medio, es raro que trascurran más de cuatro ó cinco minutos sin que se obtenga el sueño sugestivo nía imagen del sueño sugerida por el hipnotizador j que ha introducido en el cerebro del hipnotizado;» co­mo dice el mismo autor: que asegura á su vez ha-* ber empleado este medio de hipnotización hasta en los niños, desde que tienen uso de razón.

Sucede á veces que hay individuos que han pasa­do por el sueño hipnótico sugestivo y al despertar creen que no han dormido, que en lo que han hecho no han ejecutado más que un acto de mera complacencia pcfr que recuerdan haber oído todo lo sucedido duran;

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- 1 4 8 -te su sueño; pero si se les vuelve á producir éste es posible producir en ellos catalepsias sugestivas y otros síntomas hipnóticos, que prueban que el sueño era positivo,

I I I .

¿LA APTITUD PARA REALIZAR LOS FENÓMENOS

DE SUGESTIÓN, ESTÁ EN RELACIÓN

CON LA PROFUNDIDAD DEL SUEÑO HIPNÓTICO?

Parece que no: muchos sujetos apenas dormidos responden á todas las preguntas, las contracturas, mo­vimientos y sugestiones que se les mandan ó comu­nican, se ejecutan con facilidad; y en cambio hay hipnotizados con un suaño intensísimo que están iner­tes á todas las sugestiones, ilusiones, alucinaciones, que les trasmite el hipnotizador: sujetos de los que dice un escritor de hipnotismo; «que caen en un sueño pesado y no recuerdan nada absolutamente al despertar. Mien­tras duermen, por mucho que se les interrogue y se les hosjigue con preguntas, quedan inertes. La catalepsia sugestiva se obtiene difícilmente en ellos; no conser­van más que muy poco tiempo el brazo en el aire. Las sugestiones, actos, ilusiones, alucinaciones al des­pertar, no se realizan; se diría que no están en re­lación con el operador. Y sin embargo basta pronun­ciar la palabra, udespertad», para que se despierten es­pontáneamente; prueba evidente de que esta relación existe.» Así que, Bernheim, asegura que, «la aptitud para realizar lo§ fenómenos de sugestión, noessieoj-

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pre proporcional á la profundidad del sueiío.» Y que; «el sueño profundo, la debilitación de la voluntad y de la conciencia, no son necesarias para la manifestación de los fenómenos sugestivos.»

I V .

¿EXISTE LA CONTRA-SUGESTIÓN?

Este estado llamado contra-sugestión; consistiría en unmododes2r especial d; ciertas personas, que las ha­ría rechazar en absoluto la acción del hipnotismo, aun cuando se sometieran á el mismo, y se les aplicara con­venientemente; ya sucediera esto de una manera cons­ciente, ó ya inconscientemente; y parece que la expe­riencia ha comprobado que efectivamente existen in­dividuos que no es posible hacerles caer en el sueño hipnótico ni son sugestibles aun cuando se intente en la forma debida repetidas veces; y esto lo recono­cen así la inmensa mayoría de autores que se ocu­pan de esta materia, por lo cual no insistimos en la misma.

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-180- .

V.

CATALEPSIA, PARÁLISIS Y ANESTESIA

POR SU<rESTlÓN.

Por el sólo efecto de la sugestión, ó sea por la idea del fenómeno sugerido al hipnotizado por la palabra ó gestos del hipnotizador, ya tenga aquel los ojos abier­tos ó cerrados, y se hagan ó no fricciones sobre los músculos que se han de contraer, se pueden produ­cir contracturas; así si se le cierra una mano al hip­notizado y se le dice: «no puede abrirla,» la mano queda cerrada en contractura, hasta el punto que á veces no se la puede abrir, y si por fin se le abre y se le dice al mismo hipnotizado que la mano no puede cerrarse, la contrae en este nuevo estado y re­siste á los esfuerzos que se hagan para cerrársela. «Se pueden tetanizar los músculos de la mandíbula, pro­ducir el trismus, mantener las mandíbulas separadas, se puede producir un tortícolis, un opistótonos, y un pleurostótonos. Se puede producir esta clase de con-tractut-as en los hipnotizados de un modo sugestivo sí, pero sin necesidad de orden verbal: así si á un hip­notizado se le levanta un brazo ó una pierna, aun­que no se le diga nada; queda el miembro suspendi­do en el aire conservando pasivamente la actitud que se le ha dado; fenómeno que se acentúa más ó me­nos, según la profundidad del sueño y receptividad psí­quica del hipnotizado. En algunos individuos para pro­ducir estas contracturas no basta con levantarles el brazo ó la pierna sino que hay que tenerles un rato

*>>

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—151— levantado dicho brazo ó pierna para que la contrac-tura se produzca. En otros sujetos no es posible obtener la catalepsia por medio de estos actos, sino que es preciso apelar á una orden verbal; así que si á uno de estos individuos se le coloca su brazo en el aire le vuelve á dejar caer inmediatamente, y es preciso decirle que no le puede bajar, para que se pro­duzca dicho estado cataléptico.

La sugestión no sólo produce la contractura, sino que también puede producir parálisis; así si se le dice á un hipnotizado, «su brazo está paralizado,» cae inerte al levantárselo, mientras que el otro que no se ha para­lizado está cataléptico en el aire. Esta sugestión per­siste más ó menos tiempo, según las personas en las que se produce. Éstas parálisis producidas por suges­tión, han sido llamadas parálisis psíquicas experimen­tales^ por Charcot; parálisis á las que varios autores asignan ciertos caracteres que las distinguen de las otras; otros autores las niegan; y opinan algunos, que varían de carácter según la concepción individual de cada sujeto, y según el modo como se veriñca la sugestión en los mismos.

La anestesia, ó abolición de la sensibilidad; pue­de nacer en un sujeto espontáneamente por el solo hecho de la hipnotización, como hemos dicho en otro lugar; y en este caso se le puede inferir al hipnotizado heridas de todo género, pincharle ó clavarle alfileres en sus tegido.s, sin que dé pruebas de sentir nada; pero muchas veces no se consigue esto con sólo la hipno­tización; y hay que apelar para producir esta anestesia á la sugestión, diciéndole al hipnotizado que no siente nada, que su cuerpo es insensible; en cuyo caso se le puede ya pinchar, herir, quemar, hacer que huela amoniaco, etc., sin que dé prueba de sensibilidad alguna.

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- 1 6 2 —

V I

SUGESTIÓN POST-HIPNÓTICA.

Se han llamado sugestiones post hipnóticas aquellas cuyo cumplimiento ó realización se verifica después de despertar del sueño hipnótico. Maira, Berlrand, Noi-\et, Liébeault, Richet, y gran número de hipnólogos; admiten la «posibilidad de crear en un sonámbulo, su­gestiones de actos, ilusiones sensoriales y alucinaciones que se manifiestan no durante el sueño hipnótico, sino al despertar de éste. El hipnotizado ha oído lo que se le ha dicho durante su sueño, pero no ha conservado al parecer ningún recuerdo de ello, ni aun sabe si se le ha hablado. La idea sugerida se presenta en su ce-rebro al despertarse; ha olvidado su origen y cree en su espontaneidad.» Los mismos autores nos citan mu­chísimos casos prácticos de estas sugestiones, de los que tomamos los siguientes. A un individuo le sugiere su hipnotizador que al despertar se friccionara ó fro­tara una pierna y un muslo, que después se levantara de la cama, fuese á la ventana y se volviera á acostar, lo cual ejecutó como se le había ordenado y creyendo hacerlo espontáneamente. A otro sujeto se le sugiere que al despertar cogiera un sombrero, se le pu­siera, lo llevara á otra sala, y se lo pusiera á otro individuo en la cabeza, y lo ejecuta en igual forma que se le había dicho. Teniendo en cuenta, que á -veces el hipnotizado en estos casos, creyendo que estos actos que ejecuta son espontáneos en él, trata de darse una explicación á su modo de porqué lo hace.

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—153-A otro hipnotizado se le dice durante su sueño: Cuando despierte tomará el libro de química que tiene en una mesa, buscará la palabra oro en el índice, lo leerá en el texto, y después dirá: K¡el oro! si yo lo tuviese, Se 10 daría para recompensarlo de sus trabajos. Desgra­ciadamente no lo tengo. No se gana oro ni en la ma­rina, ni en el servicio de los ferro-carriles.» Y el in­dividuo lo ejecuta como lo habia oído.

Conviene advertir que varios de los casos prácticos de esta forma de sugestión, son sonámbulos bien cons­tituidos y poco nerviosos, y sin padecimientos notables anteriores; porque muchos creen que sólo en esta clase de sujetos, es posible producir el sonambulismo hip­nótico. Debemos prevenir asimismo, que el efecto de la sugestión post hipnótica es una cosa relativa; varios hipnotizados la resisten más que otros, y se observa la especie de lucha que se establece en el interior de los mismos, hasta que se resuelven á ejecutar lo que se les ha dicho; y cuando cede por lo común el hipno­tizado, es cuando tiene la llamada educación hipnótica, y el hipnotizador que le inspira estos actos post-hip-nóticos, le domina hasta inspirarle los actos más gra­ves y más peligrosos, que cumple el sonámbulo sin lucha aparente.

Seguiremos citando algunos casos prácticos de su­gestiones post-hipnóticas, por que estos dicen más que cuantas explicaciones intentáramos dar sobre este asun­to. A varios sonámbulos se les dice que cuando des­pierten sentirán calambres en las piernas, dolores en varios puntos de su cuerpo, una sed intensa con im­pulso á tomarse tres va?os de agua, una hambre devo-radora, ganas de orinar ó defecar, un picor grande en la nariz que estornudarían cierto número de veces, que bostezarían, que verían todos los objetos de color verde ó azul, que notarían olores extraordinarios que no existen, que abran un libro y en la página que sg

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—1 Ba­les señala se encontrarán con su retrato, que por supues­to no existe; que verán una hermosa rosa que es tam­bién imaginaría; que verán ó no verán á tal ó cual persona, que se halla ó no delante de ellos; que á un sujeto determinado le verán con narices de plata, ó media barba menos; que las personas que le rodean las verá trasformadas en perros ó gatos; que se Je presentará un individuo imaginario que le pedirá expli­caciones de alguna acción suya; que comerá tal ó cual fruta que no existe; que oirán una agradable música; que los pegarán en tal ó cual sitio; que tiene una pulsera ó una sortija puesta; y mil otros casos por el estilo que pudiéramos citar; y en estos casos el sonámbulo una vez completamente despierto, siente el picor, los dolo­res, los golpes, vé todo lo que se le ha dicho que vería, come lo que ha oido que comería, percibe todos los olores que se le han anunciado, habla todas las palabras que se le han inspirado, y ejecuta, y siente, y piensa como le place al hipnotizador. Pero hay veces que el hipnotizado acepta á medias la sugestión, por que al despertar no realiza sino una parte de ella; así un so­námbulo al que se le dijo'que al despertar vería un perro en su cama y le acariciaría; e! cual una vez despierto buscó el perro entre las sábanas de la cama, diciendo que creía haber soñado que había un perro en su cama.

Las sugestiones post-hipnóticas prolongan á veces sus efectos bastante tiempo, como vemos en un caso de Bernheim, de una hipnotizada que la dijo que al desper­tar vería el retrato de su marido, como así efectivamen­te sucedió; y le siguió viendo durante 24 horas, sabien­do que el retrato no existía. A la misma señora un día la dijo el referido autor que al despertar vería sentada á una amiga suya determinada delante de ella, cuando la que estaba sentada en el sitio referido era otra per­sona distinta; despertó la hipnotizada y tomó á esta oersona por la amiga que creía encontrarse en aquel

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—16B— sitio, y hubo que decirla que se liallaba equivocada; y apesar de esto siguió viendo á su,amiga y sólo á su amiga; y Bernheim tuvo que volverla á hipnotizar para destruir aquella alucinación, y volverla á la realidad.

En algunas personas las alucinaciones sugestivas provocadas durante el sueño hipnótico, toman para ellos la misma fuerza que si realmente existieran, aun cuando los mismos sujetos comprenden que dichas sugestiones son alucinaciones suyas; como el caso que nos refiere el escritor antes citado; de una joven hip­notizada á la que hizo ver una rosa ficticia por suges­tión; cuya joven veia realmente la rosa y percibía su olor, y después aun convencida de que había sido una alucinación sugestiva, decía que aunque quisiera no podría hacer desapare:er a |uella rosa que tenía delante y la que veia como si existiera realmente; y siguió vien­do la rosa despierta, lo mismo que antes y hasta creía tocarla; y fué preciso que el hipnotizador la hiciera des­aparecer por medio de una orden verbal.

En varios hinpotizados se pueden producir por sugestión post-hipnótica, las llamadas alucinaciones ne­gativas; ó sea que al despertar no verán á una ó varias personas que se hallen delante de ellos; alucinaciones negativas que suelen realizarse con tal perfección, ó de una manera tan marcada; que aunque el hipnotizado ya despierto de su sueño vea delante á la persona ó personas que se le ha dicho no vería, y aunque las mismas le hablen repetidas veces, y aunque le toquen no las vé en tanto que vé con toda claridad á todos los demás que le rodean.

No todos los sonámbulos obedecen igualmente á las sugestiones post-hipnóticap. En unos se producen con facilidad toda clase de sugestiones, otros solo cum­plen las sugestiones de actos, otros las alucinaciones, otros las ilusiones sensitivo-sensoriales, etc.; y muchos individuos que en las primeras hipnotizaciones eran

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— 1 5 6 -rebeldes, ó no ejecutaban las sugestiones post-hipnó­ticas; llegan á realizarlas con toda docilidad, si se les hipnotiza repetidas veces.

Y concluiremos este capítulo, diciendo que nosotros vemos cierta analogía entre las llamadas sugestiones post-hipnóticas, y lo que sucede en las llamadas pesa­dillas; en las que al despertar de las mismas, hay un momento en el que todavía vemos la imagen que creímos ver en sueños, ó sentir la mano que nos ahogaba, el peso que nos oprimía ó el abismo en que íbamos á sepultarnos; hasta que la realidad de las cosas se nos impone y nos trae al estado normal.

V I I .

SUGESTIÓN Á PLAZO,

Mucho más rara aún que la sugestión post-hipnó-tica, es la llamada Sugestión aplaco; que es una cosa singular como dice cierto célebre autor. Parece indu­dable que las sugestiones de actos y las ilusiones sen­soriales y alucinatorias, se pueden producir no sólo inmediatamente después del sueño, sino en un plazo ulterior más 6 menos largo; durante el que, el hipno­tizado, parece hallarse en su estado normal, y sin re­cuerdo alguno ni conciencia de lo que ejecutará nece­sariamente cuando llegue el plazo que le ha sido mar­cado. La sugestión á plazo se realiza por lo visto de una manera fatal y necesaria para los hipnotizados, y no deja de ser curioso que aunque se realiza de esta ma­nera y sin que pueda dejar de ejecutarla el hipnotizado á quien se k sugiere; si se le pregunta á éste porqué

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- 1 « 7 -ejecuta estos actos sugeridos, unas veces dicen que lo ignoran, pero otras veces ellos mismos tratan de buscar y dar una razón plausible de aquellos actos.

«La sugestión á plazo existe, escribe el docto P. Vilá; y se reproduce todos los días á la vista de sin­número de personas de todas las clases sociales, de modo que no cabe dudar de ella racionalmente.» En los casos de sugestión á plazo fatal, dice en otro lugar', se observa que el hipnotizado ejecuta al píe de la letra lo sugerido durante la hipnosis, á pesar de su resisten­cia, manifiesta en ocasiones, y de sus inclinaciones per­sonales y de su educación social y religiosa, sin darse cuenta por añadidura de lo que hace, del porqué lo hace y quedándole después de hecho, un recuerdo, cuando más vago, ya que no lo olvide por completo.»

Como ejemplo de las sugestiones á plazo, citamos los casos prácticos siguientes: Donato en Milán, á un hipnotizado le produjo la sugestión que un día que k marcó, y á una hora determinada, había de escribir una carta á cierto sujeto; y efectivamente en el día y hora que se le había indicado, se puso á escribir dicha carta, á pesar de estar delante la persona á quien la dirigía; que le dijo le expresara verbalmente lo que pensaba ponerle por escrito, Bernheim, produjo una vez á un antiguo sargento á el que hipnotizó, la su­gestión de que después que pasaran 63 días se presen­tara en tal casa, entrara en tal habitación y se encon­traría con el presidente de la República, que le daría en el acto una condecoración pensionada; y el níilitar así lo hizo. En el día marcado, llegó con toda pun­tualidad á la casa, entró en la habitación que le había sido señalada, creyó hablar con el Presidente al que saludó como era debido, recibió la condecoración según él creía, y dio las gracias militarmente; y preguntado después sobre esta acción, dijo que la idea de ir á la casa referida lé había ocurrido repentinanientc la rais-

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tna mañana del día en que lo realizó, y que todos los días anteriores no había pensado nada de esto. El mismo autor sugirió á una señora, de que á los cinco días á una hora designada tendría una cefalalgia, como así le sucedió. El P. Franco^ nos habla de un joven que hipnotizando á una parienta suya la impuso una vez que en un día determinado fuese á almorzar á casa de unos parientes; llegado el día, la muchacha recuerda de pronto la orden recibida, y sin admitir ni escuchar observación alguna, dice que de todos modos es pre­ciso que vaya á dicha casa á almorzar, y va con gran sorpresa de todos. Y el mismo ilustre escritor nos habla de casos de sugestión á plazo, de los profesores Lom-broso, Rí'cfiet, Richer, Liégeois, Vii^ioli, Bottey, Se-ppilli, Conca, Bufaliniy otros; sugestión á plazo que es admitida sin dificultad alguna por el Dr. Elias Meric, en su obra: Lo Maravilloso y la Ciencia. Es curiosa asimiismo la sugestión producida por Donato á un oficial de artillería, que iría al teatro á una hora determinada; sugestión de la que se burló dicho oficial; y sin em­bargo al llegar la hora que se le había señalado, el mismo es acometido de la manía de ir á dicho sitio, insulta á sus camaradas y superiores que querían evi­tarlo, y habiéndoselo impedido á la fuerza, se enfurece, cae en el sueño hipnótico, y luego despierto nada re­cuerda de lo sucedido.

Parece que no está bien conocido el plazo de du­ración de las sugestiones á plazo que no se cree que sea igual en todos los hipnotizados, y aunque va­ría para cada una délas distintas ideas que se pue­dan sugerir A los mistíios. Los escritores de la hipno­sis difieren en este punto y acabamos de ver que Ber-nheim, nos presenta un caso de sugestión á plazo, ocu­rrido según él, 63 días después de la sugestión: Beau-nis cita un caso de esta forma de sugestión, en el que mediaron 172 días de intervalo; y según Kicawí esta

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—159— sugestión á plazo se puede prolongar muchos meses.

«Por muy singulares, por muy inexplicables que sean estos fenómenos de sugestión á largo plazo, di* ce Bernheim; debiendo tener su ejecución en un mo­mento asignado anticipadamente, y que el cerebro prepara ó medita sin darse cuenta de ello el su­jeto, no he dudado en exponerlos; hubiera dudado en presencia de un hecho aislado, pero las he repro­ducido tantas y tantas veces sobre diversos sonámbu­los, que no tengo la menor duda de su realidad. Su interpretación es del dominio de la psicología.»

Varios autores explican las sugestiones á plazo y las alucinaciones post-hipnóticas, por el enlace que se establece entre la idea ó acto sugerido con la fecha en que se ha de ejecutar, y que esta trae el recuerdo de dicho acto ó idea, lo cual nos parece una explica­ción algo problemática. Esta explicación no nos dá cuenta del porqué el hipnotizado olvida en absoluto el acto que ha de realizar, y no lo recuerda hasta el momento de ejecutarle; no nos explica ciertas suges­tiones para las que no se cita fecha; como al que se le dice que una vez despierto se vaya á pasear por tal ó cual sitio más ó menos distante; no nos ex­plica porqué el hipnotizado realiza fatal y necesaria­mente la idea que se le ha sugerido, y la realiza á pesar de todas las observaciones que se le hagan y obs­táculos que se le presenten, siendo por supuesto ven­cibles; y la realiza; hasta con exposición de su vida si es preciso; y no nos explica como estando ya despier­to el hipnotizado, realiza ideas ó actos sugeridos que son hasta ridículos; y si se le pregunta al hipnotizado por la razón de estos actos, no sabe dar ninguna satisfactoria cual si fuera un hombre privado de razón; ni nos pue­de explicar hechos como el del Dr. Féré, de la hipno­tizada á la que se la sugirió la idea de que una vez despierta no conocería al médico que hacía mucho ti^n^-

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- l e o -po la venía visitando, como así sucedió; siendo pre­ciso volverla á hipnotizar para destruir aquella suges­tión; ni nos explica por fin otra porción de cosas inex-plicablesjcon dicha explicación; que en nada disminuye el misterio de esta clase de sugestiones.

V I H

SUGESTIÓN EN ESTADO DE VIGILIA

Ó SIN HIPNOTISMO.

VIGILIA HIPNÓTICA. ESTADO SOMNO-VIGIL.

Todos estos nombres se ha dado al conjunto de fenómenos que produce la sugestión en estado de vi­gilia. Se ha observado que cierto número de sujetos que han sido ya hipnotizados varias veces, y que tie­nen en más ó en menos la llamada educación hipnó­tica; pueden presentar estando despiertos ó en esta­do de vigilia, los mismos fenómenos sugestivos que presentaban hipnotizados, sin necesidad de hipnotizar­se nuevamente. Así si á un individuo de estos que acabamos de indicar, le ordena su hipnotizador, en las circunstancias ya dichas anteriormente: «abra la mano» y no puede cerrarla: «ciérrela» y no la puede abrir: «gire los brazos» no los puede detener; y los sigue moviendo aunque trate de detenerlos has* ta que le manda pararlos: «tuerza el cuello,» no pue­de ponerle derecho, y le tuerze: «su pierna dere­cha *stá paralizada,» y no la puede mover. Lo mis-nio ^e producen la contractura ó catalepsia de alguna pacte 4el cuerpo del sujeto [en el que se experimen-

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- 1 6 1 -ta, la ¡nsensibilidad ó anestesia; el aumento ó excita­ción de la misma sensibilidad de una parte cualquie­ra; la trasferencia ó salto de estos fenómenos de un miembro al del lado opuesto: todos estos fe nómenos se producen como en un sujeto en estado de hipno" tismo. También se pueden producir estos fenómeno_ de una manera cruzada; es decir, por ejemplo; la in sensibilidad en el brazo derecho y la pierna izquier­da, y aumento ó excitación de la misma sensibilidad en el brazo izquierdo y la pierna derecha.

A un hipnotizado de estos de que hemos hablado, pe­ro en estado completamente natural: se le puede decir, «En esa silla tiene una cesta con uvas:» y coje la finjida cesta y se come las uvas imaginarias, con el mismo pla­cer que si fueran verdaderas. «No ve nada, ó está com­pletamente sordo;» y así le sucede efectivamente. «Con el ojo derecho vé bien, pero con el izquierdo no vé na­da;» ó bien «con un oído oye con extremada agudeza y del otro no percibe sonido alguno;» y así le sucede efectivamente como se le ha dicho; pudiéndose hacer en estos casos la trasferencia ó salto de un ojo á otro, ó de un oído al otro, por la misma sugestión.

Bernheim para comprobar si las anestesias produ­cidas en estos casos eran verdaderas, ha hecho pasar por las partes interesadas corrientes eléctricas cuya percepción era insoportable en estado normal, sin que los interesados 'dieran pruebas de sentir lo más mí­nimo. El mismo escritor, cita otro hecho de sugestión en estado de vigilia en un individuo afectado de am-bliopía persistente, que por medio de la sugestión se le hacía ensanchar el campo visual hasta un límite mayor que el normaK Richer y Domontpallter, citan hechos análogos á los de Beniheinii y afirman haber observado con éxito completo en varios sujetos en es­tado de vigilia, las sugestiones que en los mismos pro* ducfan notable resultado cuando estaban hipnotizados,

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-162— De modo que parece un hecho probado, que la

sugestión en algunos individuos que se hallan en es-tado de vigilia ó despiertos, y que tengan educación hipnótica; puede producir fenómenos, de upardlisis, de contractura, de anestesia sensitiva y sensorial, ilu­siones sensoriales, y alucinaciones complexas, absoluta­mente como en el estado hipnótico.» «Por lo común, dice cierto autor; se observa esto en individuos que han sido anteriormente hipnotizados y que obedecen en el estado de vigilia á su hipnotizador habitual. Estos individuos están perfectamente despiertos y, sin embargo, presentan en ese instante dos caracteres que los diferencian de los demás: la pérdida de su volun­tad, pues e> posible producirles cualquiera alucinación, y la amnesia parcial reducidas á aquello de que se le habla ú ordena.» El Dr. Bufalini, añade: «Podréis decir á ciertos individuos hipnotizables que hayan ya sufrido algún experimento, pero ahora completa­mente despiertos; «moved tal brazo, abrid la boca, do­blad las rodillas,» y obedecerán como autómatas. Po­dréis hacer que se arrojen por una ventana sin que pue­dan en manera alguna oponerse.» Bernheim, añade, que «ciertas personas son sugestibles estando despiertas.» Vacanly que en su artículo sobre el hipnotismo pro­testa de no admitir como auténticos sino los hechos bien comprobados y universalmente aceptados; dice que gran número de hechos hipnóticos como las alu­cinaciones, las voliciones, ú otros fenómenos extraor­dinarios, pueden «ser sugeridos á los sujetos impre­sionables fuera del sueño (se entiende el hipnótico,) y en estado de vigilia.» Y Armangné y Tuset; en su obra El Mimicismo, dice: «Si se ordena algo á un individuo que está bajo la influencia de la sugestión aunque esté despierto y en el completo goce de sus facultades intelectuales, lo hace sin vacilación ni re; sistencia, excepto en contados casos.»

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I X .

DE LA SUGESTIÓN MENTAL.

En la historia que venimos haciendo del hipnotismo, podemos decir con toda propiedad que vamos ca­minando de sorpresa en sorpresa; es un mundo de cosas maravillosas el que se nos viene revelando á nuestra confundida mente, que se pierde en un verda­dero laberinto de confusiones, en el que no es tan fácil como se cree encontrar un hilo que nos lleve á alguna salida. Si sorprendentes son todos los puntos que hemos estudiado hasta iiquí, el que abraza el ca­pítulo actual es de una naturaleza tan extraña, que su­pera á todas las sorpresas que hemos recibido; y este punto es el de la tan discutida Sugestión mental.

Pero ante todo, ¿existe la sugestión mental? Es­ta sugestión que como dice un autor que no nos parece excesivamente ortodoxo, es un espinoso tema\ y que hasta los autores más materialistas parece que abordan este estudio como con miedo y sorpresa, lo cual se concibe fácilmente; porqué este punto tiene que des­concertarlos más que á nosotros humildes creyentes, á ellos que no ven nada sobre las fuerzas de la materia, y todo lo explican por las leyes naturales de esta; para ellos esto de la sugestión mental es un absurdo que destruye por completo todos sus raciocinios; así que cierto número de escritores que se ocupan de la hipno­sis pasan por alto sin describir este curioso é inexpli­cable fenómeno, como si por esto dejara de existir; y otros hipnólogos al encontrarse enfrente de este tan

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—164— misterioso fenómeno, hacen lo que Bernheim, que qui. siera poder no admitir los hechos de sugestión mental; y como á la fuerza, nos dice, que: «hombres ilustres y honrados han observado hechos de este género que parecen concluyentes.»

La sugestión mental es una comunicación misteriosa entre el hipnotizador y el hipnotizado, y por la que este adivina y realiza la voluntad del primero, sin que le sea manifestada de ningún modo ostensible. La su­gestión mental ,ha sido defendida con calor por cele -bres experimentadores, como Richet, y Maira y Bena-vente, se expresan acerca de ella del siguiente modo. «La sugestión mental parece que no puede dudarse de su existencia. Hay unos pocos individuos, en quienes la educación hipnótica ha llegado ya á un grado de per­fección que es posible imponerles órdenes ó ideas ex­presadas no de viva voz ó por escrito, sino solo pensa­das por el hipnotizador, órdenes ó ideas de que el pa­ciente se impone con mayor ó menor facilidad, según sean sus aptitudes especiales para poder verificar esta clase de experiencias.» El P. Vild, a.\ hablar de la su­gestión; dice, que es un impulso producido por una orden, por el que obliga el hipnotizador al hipnotizado á ejecutar actos no queridos libremente por éste, y que olvida completamente de ordinario, desde el momento en que recobra su libertad; añade, que éste impulso puede consistir en una orden dada de palabra, d sólo mentalmente, etc.

Janet de ideas poco sospechosas á los racionalistas y materialistas, después de varios detenidos experimen­tos y tomando todas las precauciones posibles, ha com­probado la existencia de la sugestión mental; cuyos experimentos se pueden leer en la Revue scientifique, 8 de Mayo de 1886. Estos experimentos han sido reno­vados varias veces por Gibert, y practicados por un método riguroso por otros varios hombres de ciencia,

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— 1 6 5 -como MyerSf médico y miembro de la Sociedad inglesa de investigaciones Jisiológicas; Mariller, de la sociedad de Psicología y de Filosofía en la Universidad de Lem-berg; y en especial por el profesor Dusart hace algunos años; hechos muy significativos que extractamos á con­tinuación de La Tribune édicale Más i5 y 3o de Marzo de 1875. Dicho Dr. Dusart tratando de probar su in­flujo sobre una Joven histérica á la que había hipnoti­zado varias veces, y habiendo llegado un día á la casa de la joven cuando ésta se hallaba dormida, entonces sin hacer gesto alguno ni mirarla, la dio mentalmente la orden de que despertara al momento, y enseguida fué obedecido; y dicha joven cayó en un estado de excita­ción con delirio también por la voluntad del hipnotiza--dor y por la misma voluntad de éste, solo pensada, y no expresada en forma alguna; volvió á caer la enferma en el sueño hipnótico; este experimento fué renovado más de cien veces y la joven aseguró conocer siempre la pre­sencia de Dusart por una vista especial al sentir la ne­cesidad de dormirse. Un día el Dr. formuló de una ma­nera mental á la joven la orden de dormirse hasta el día siguiente, hallándose, á 700 metros de la casa de la hip­notizada y fué obedecido puntualmente. Otro día repi­tió este mismo experimento á 7 kilómetros de distan­cia. «Por fin, escribe el mismo Dusart; el día i. ' de Enero suspendí mis visitas y cesé toda relación con la familia de la joven. Yo no había oído hablar más de ella, cuando el día 12, haciendo excursiones en direc­ción opuesta y encontrándome ¡á¡io kilómetros de la enferma, pregúnteme si, no obstante la distancia, el haber cesado toda relación y la intervención de una ter­cera persona, que magnetizaba á la enferma, en mi lu­gar, me sería aun posible hacerme obedecer. Prohibo á la enferma que se deje dormir; luego al cabo de media hora, reflexionando que si, por extraordinario, yo era obedecido, esto podría perjudicar á la desdichada mu-

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chacha, levanto la prohibición y dejo de pensar en ella. Quedé en gran manera sorprendido, cuando el día si­guiente, á las seis de la mañana, vi llegar á mi casa un propio, portador de una carta del padre de la seño­rita J.... Decíame éste que la víspera, 12, á las diez de la mañana, no había conseguido hacer dormir á su hija sino después de una lucha muy prolongada y dolorosa. La enferma una vez dormida, había declarado, que, si había resistido, era por orden mía y que no se había dormido sino cuando yo lo había permitido. Estas de­claraciones habían sido hechas ante testigos. «Así que en vista de todos estos hechos el ilustrado Dr. Me-ric, dice, que: «del conjunto de estos testimonios dados por hombres cuya ciencia y sinceridad son innegables se está en el derecho de inferir que la sugestión men­tal, ya próxima, ya á distancia, es un hecho cierto.*

Curioso es asimismo el experimento de sugestión mental que describe el Sr. Lélut, del Instituto; escritor poco sospechoso para muchos por sus ideas racionalis­tas. Dicho autor nos refiere que hipnotizando un día un docto magnetizador á una mujer, la mandó, ó la dijo: ^Despertad, lo quiero.» Pero al mismo tiempo se dijo mentalmente en su interior con toda la fuerza de su voluntad.» «A o quiero que se despierte. iCómo, le con­testó la sonámbula, toda turbada y confusa; me mandáis despertar y no queréis que me despierte?*

Cullerre, nos asegura que el hipnotizado rinde su voluntad ante las sugestiones puramente mentales, del mismo modo ó tan forzosamente, como si se le hubie­sen hecho de palabra ó por escrito. «Lo que se hailla-mado sugestión mental, dice Vacant; constituiría un fenómeno más extraordinario todavía que los de que acabamos de hablar, puesto que, conforme á ella, al­gunas personas histéricas habrían sido dormidas ó des­pertadas por la voluntad interior, en ninguna manera expresada de su hipnotizador, á quien üo podían ver y

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—167— que hasta se hallaba alejado de ellas por una distancia de muchos kilómetros; aquellas tenían conciencia de las órdenes que mentalmente les imponía, como si les hubiese hecho sugestiones de viva voz que ellas hubie­sen escuchado. Parece difícil negar pura y simplemente estos hechos asombrosos, que han sido cuidadosamente estudiados por los señores Ochorojvics, Gibert, y Pedro Janet; sin embargo, necesitan confirmación, etc.»

Lodge Presidente de la sección de ciencias físico-matemáticas en la Asociación francesa para el adelanto de las ciencias; afirma que la sugestión mental, ó me­jor dicho la trasmisión del pensamiento por medios diferentes de los ordinarios y conocidos, es un hecho que no se avergüenza de confesar públicamente. El P. Ma­teos al ocuparse de este asunto, dice por su parte, que: «prescindiendo de que la lectura del pensamiento perte­nezca á la categoría de los hechos demostrados ó al de las supercherías magnéticas, hemos creido siempre en su posibilidad apoj'dndonos en consideraciones filo­sóficas, dRostan, en el Diccionario de Medicina, nos asegura que se puede hacer dormir por sugestión men­tal á los hipnotizados con frecuencia, para lo cual bas­ta la voluntad, sin tener necesidad de manifestarla. Y la Comisión científica de la Academia Real de Me­dicina de París, nombrada para informar sobre el magnetismo; asegura que á veces la sola voluntad del magnetizador puede obrar sobre el magnetizado y hasta ponerle en completo sonambulismo, y esto aun fuera de la vista ó á alguna distancia del magnetizado, ó fue­ra de la habitación donde se halle aquel.

Zanardelli, realizó hechos de sugestión mental en su esposa Emma, en Romt, ante numeroso y distin­guido público, entre el qu2 hab'a notables médicos; y el mismo Braid, aunque se inchna á no admitir es­te fenómeno; dice que ha hallado sumamente dóciles á los sujetos para comprender todas las indicaciones

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- l a s ­que les hacían con la vista, con el semblante, y por medio de la palabra, y que se sentían inclinados á lo que ordenaba.

El procedimiento para esta clase de sugestión, sue­le ser el siguiente. Una vez hipnotizado el sujeto, el hipnotizador le aplica sus pulgares é índices extendi­dos y piensa fijamente en una cosa cualquiera, y en» tonces el hipnotizado se queda un momento como re­cibiendo la inspiración de lo que piensa el hipnotiza­dor, y después se separa de éste, y cumple la orden que el hipnotizador tenía en su pensamiento,

Hay autores que llegan á decir que; «hay indivi­duos especiales, que aún en estado de vigilia pueden i.nponerse de las órdenes ó ideas de su hipnotizador, con solo abstraerse por completo de lo que pasa á su alrededor y de concentrar toda su atención en so­meterse á la voluntad del operador.

Entre los hechos curiosos de esta forma de suges» tión, es digno de citarse el de Zanardelli coa su es­posa; la cual con solo que cualquiera individuo le en­tregase un pañuelo con idea que percibiera en el mis­mo un olor determinado, aunque no existiera en el lienzo; la hipnotizada lo percibía como había pensa­do el' dueño del pañuelo, y sin que el mismo hubie­ra expresado su pensamiento en forma ninguna: esta misma señora hallándose hipnotizada se hizo que un individuo cualquiera pensara alguna cosa; él escogió la representación en su mente de que estaba viendo una terrible serpiente que amenazaba á la hipnotizada; la cual sin habérsele dicho nada, ni que hubiera podido comprender por ningún signo ostensible el pensamien­to de dicho sujeto, se apoderó de ella de pronto un terror tan grande, que fué preciso para calmarla, ha­cer que el autor de aquel pensamiento se figurara'que la serpiente había desaparecido, con lo que se tran­quilizó por completo. A la misma hipnotizada la im-

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—169— pusieron otros espectadores, mentalmente; otra por­ción de cosas, que ella realizó; y describió con gran exactitud los objetos que dichos espectadores llevaban en sus bolsillos, la hora que tenían los relojes de los mismos, y hasta lo que tenían en aquel momento en su imaginación; como si fuera algún extraordinario ser que leyera los corazones de los hombres; y co­mo si esto no fuera bastante; por adivinar, adivina los objetos que los que la rodean creen tener, aun cuando no los tengan realmente, con tal que ellos crean de buena fe que en aquel momento los tienen, como la hipnotizadi les dice.

No es menos curiosa é improbable al mismo tiem­po la explicación que dan de esta clase de sugestión los que todo lo quieren explicar naturalmente; dicien­do que estos fenómenos son debidos á la gran agU' de^a de los sentidos del hipnoti^^ado, y i que el hip noti:[ador exterioriza sus ideas sin notarlo el mismo, ni los demás, fuera del hipnotizado. Explicación for­zada á no dudarlo, porque si nadie nota esta exterio-rización, ni aun el mismo hipnotizador; ¿de qué se sabe que existe? Y aun cuando existiera, ¿cómo es posible exteriorizar que se está viendo mentalmente una serpiente que amenaza á determinada persona, y que se la ve sus movimientos, y se la mira desapa­recer? Recuérdanos esto el cuento del que decfa que con la música era posible expresar todas las cosas; y le contestó un guasón: «Pues si es cierto, diga V. por medio de ella, que tengo hambre, que me traigan un panecillo» Y por fin, si fuera cierta la existencia de dicha exteriorización, en este caso ya dejaría de ser esta forma de sugestión, mental, convirtiéndose en­tonces en un hecho de agudísima percepción del hip­notizado.

No es menos hipotética é imaginaria la explica­ción que dá Ochoromei de esta sugestión, adiíiitien-

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- 1 7 0 -do; «la trasmisión de las ¡deas por medio de ondu­laciones del éter ó materia etérea. A cuya hipótesis se aproxima la del P. Mateos, que asienta, que: «por la hipnotización se excita sobremanera la sensibilidad in­terna ó externa; ahora bien; suponiendo que el cere­bro del sonámbulo se halle en un estado de exalta­ción funcional muy superior al ordinario, ¿cabe absur­do alguno en admitir que las vibraciones producidas en la sustancia nerviosa del hipnotizador, al formu­lar con la imaginación los sonidos articulados corres­pondientes á tales ó cuales ideas, se trasmiten por un medio conveniente al cerebro del hipnotizado, ori­ginando en él vibraciones idénticas? Creemos que no. etc.» O bien la del Sr. Freiré; que admite la sugestión mental como cierta, y sin duda para no caer en contra­dicción con la doctrina católica, que sobre este pun­to nos dice según el docto dominico P. Vilá; «que ningún ser humano ni angélico puede penetrar en el santuario del entendimiento ó de la voluntad de otro hombre, sin que éste por algún signo exterior le ma­nifieste su pensamiento ó le revele sus afecciones;» asegura que, «quizá modificando la circulación de la capa cortical del cerebro el sueño hipnótico, se co­loca el hipnotizado en relación íntima, á veces ex­clusiva con su único modificador, el hipnotista, y así sucesivamente tendrá que dirigir todas sus acciones so­brexcitadas en el sentido determinado por éste.» Hi­pótesis que ha sido expresada en otra forma por va­rios hombres de ciencia, diciendo, que, «en el cerebro del hipnotizado se produce una hiperexcitabilidad ac­cidental, por la cual, ó en cuya virtud puede ver el cerebro del hipnotizador, ponerse en relación con él, y leer en su pensamiento;» lo cual si así fuera «¿no es cierto, evidente, como nos dice Meric, que hoy ten­dríamos por fin la explicación que pedíamos del me­canismo del pensamiento, y el litigio secular entre el

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— 1 7 1 -materialismo y el espiritualismo estaría por último de­finitivamente resuelto?» Por lo que nos parece que es­tas teorías en nuestro corto sentir, no hacen más que volver más inexplicable, un hecho en sí tan sorpren­dente y misterioso.

DE LA SUGESTIÓN CON PROPÓSITO CRIMINAL.

Pocas líneas escribiremos sobre este punto que tra­tamos con alguna más extensión, al hablar del hip­notismo ante la moral y la ley, Ahora solo diremos que por desgracia es un hecho cierto, ciertísimo; que son ya muchos los casos conocidos de sugestiones coa propósito criminal, sin contar los numerosísimos que habrán quedado en las tinieblas; y que un fenóme­no tan sumamente grave, que produce la abolición de la voluntad, convirtiendo al hombre en un verdade­ro autómata, y que suprime asimismo la memoria de lo sucedido; se puede prestar á toda clase de críme­nes; y Dios nos libre de que la sugestión se gene­ralice, por bien de nuestra desdichada sociedad, que tantas locuras y no menos locos abriga en su para el mal, tan fecundo seno. Y no se nos conteste con esa ob-jección, qué parece no admitir réplica posible; que na­die puede ser hipnotizado sin su noluntad, y que por consiguiente esto evita los abusos ó puede evitarlos; por­que, primero, el hipnotismo no es bien conocido por casi nadie, y algo conocido sino por limitado núme­ro de personas de ciencia, así es que muchos se prestan á ser hipnotizados como por juego ó diversión: además

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- . 1 7 2 -la humanidad, es como un niño mimado y que se deja llevar de sus caprichos y pasiones, lo misterioso la atrae y la ha atraído siempre, sin reflexionar en el abis­mo á que muchas veces es arrastrada; como la lige­ra mariposa es atraída hacia la luz y la tímida ave­cilla por la serpiente que la devora; así que sobre este punto afirmamos con toda nuestra alma y nues­tras profundas convicciones católicas, que sino fue­ra por la vigilante y autorizadísima voz de Nuestra Santa Madre, que está siempre previniendo sin cesar de todos los peligros que puede correr, á esta ex­traviada sociedad; el hipnotismo se hubiera generali­zado á estas fechas hasta un punto incalculable, é in­calculables serían también sus consecuencias: y por fin recordemos que varios autores dicen que puede hip­notizarse á varios individuos sin su consentimiento, y quizás aún contra él; que á ciertos sujetos como á los histero epilépticos se les hipnotiza por la simple presión de la cabeza; y que es cuestionable si á algu­nos sujetos que se hallen dormidos se les puede asi­mismo hipnotizar sin saberlo ellos mismos; todo lo cual hace ver que no es tan absoluto el principio de que nadie puede ser hipnotizado sin su voluntad y con­sentimiento. Así que podríamos citar muchos casos de abusos cometidos por medio del hipnotismo de los que han tenido que entender los tribunales; como el de la joven de Cullere, hipnotizada por sorpresa con de­trimento de su honor; y el repugnante del mendigo de la aldea de Guiéis, citado por Bernheim; e t c . ; hechos que pueden abrir los ojos á los que los tengan más cerrados, si es que en su corazón queda algún rastro de buena fe,

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X I .

DEL INFLUJO DE LA. HIPNOTIZACIÓN Y SUGESTIÓN EN LA.S FUNCIONES DE LA VIDA ORGÁNICA.

Este punto es asimismo muy discutido entre los his­toriadores de la hipnosis. Maira y Benavente, aseguran que el pulso, la respiración y los movimientos reflejos, parecen que se excitan en los primeros momentos que obra la acción hipnótica; siendo notable que ni la res­piración ni la circulación, parecen alterarse, por masque el hipnotizado haga esfuerzos notables, tome actitudes forzosas y violencia, y ejecute trabajos de fuerza, según varios autores; aunque algunos alegan que en los experi­mentos hipnóticos hechos por Zanardelli en su misma esposa, se vio que al producirse en ésta el sonambulismo, la respiración se agitó con notable violencia, aumentó la temperatura en todo su cuerpo y llegó á dar su circu­lación 120 pulsaciones por minuto.

Según Braid, el pulso y la respiración son al prin­cipio más lentos que de ordinario; pero en cuanto em­pieza á funcionar el sistema muscular, se produce la aceleración del pulso y de la respiración, que puede llegar hasta ser fatigosa en extremo: según experiencias del mismo autor, la aceleración del pulso originada por el esfuerzo muscular que hace un sujeto normalmente para tener las extremidades extendidas durante 5 mi­nutos, es cerca de un 20 por 100; y en el estado de hip­notismo s'iría de un 100 por 100. El mismo escritor, ase­gura que en el estado de catalepsia se produce el au­mento de la acción del corazón, con el pulso pequeño y contraido, y congestiones á los centros nerviosos,

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—174— Pau de San Martín, hace notar en la letargía hipnótica, la frecuencia del pulso y de la respiración, la disminu­ción de la tensión vascukr, y la secreción de sudores abundantes; á cuyos mismos resultados parecen haber llegado con ligeras variaciones otros varios hipnólogos. Tamburini y Seppilli han hecho constar valiéndose del método gráfico y del plethysmógrafo de Mosso; que en el momento del paso del estado de vigilia al sueño hipnótico, los movimientos respiratorios se hacen irre­gulares, desiguales y más frecuentes; los latidos del corazón y de los vasos se precipitan, y la cabeza se congestiona.

Según la comisión científica nombrada para obser­var el magnetismo animal por La Academia Real de Medicina de Francia en 1826: «los efectos producidos por el magnetismo son muy variados: á los unos los agita, al paso que á otros les calma: por lo ordinario ocasiona el aceleramiento momentáneo de la circulación de los- movimientos convulsivos fibrilares, pasajeros, se­mejantes á sacudimientos eléctricos, una torpeza mas ó menos profunda, sopor, somnolencia, etc.»

Algunos autores y hombres de ciencia aseguran que varían los efectos de la hipnosis sobre el organismo, según la naturaleza y modo de ser de los hipnotizados y según el procedimiento empleado para la hipnotización; que si es el de la fijación de la vista, produce excita­ción en los primeros momentos, tanto en la respiración como en la circulación, con congestiones en varios si­tios; pero si se emplea la sugestión suave para producir el sueño hipnótico, no aparece ningún síntoma de excita­ción. El Sr. Freiré, nos dice que la sugestión puede modificar la mayor parte de las funciones y facultades psfquico-orgánicas, que modifica asimismo las secrecio­nes, determina isquemias é hiperemias, s^uidas ó no de hemorragias; y aumenta, disminuye y pervierte la actividad de los sentidos.

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—178— Si la sugestión puede ó no modificar las funciones

de la vida orgánica independientes de la voluntad, exis­ten todavía pocos hechos para decidir este asunto; por más que Beaunis, pretende que sí; en vista de algunas experiencias suyas sobre la circulación de la sangre, en varios sujetos en los que se hizo obrar la sugestión.

Focachon, delante de varios hombres de ciencia, or­denó á un hipnotizado que moderase los latidos de su corazón, y se averiguó con el esfigmógrafo de transmi­sión de Marey, una disminución notable y creciente en el pulso y en los latidos cardiacos, pues el término me­dio de las pulsaciones que era de 96 por minuto antes del sueño provocado, bajó á 92*4, y subió á 102 con la vuelta al estado normal; y la sugestión de la aceleración del corazón hizo subir el pulso de 102 á 115 por minuto, volviendo á bajar á 100 al despertar: por más que bue­no es asimismo hacer constar que la ciencia registra al­gunos casos de individuos que modificaban sus latidos cardiacos sin hallarse en estado de hipnotismo, pero que por lo visto han sido casos excepcionales.

Bernheim, nos habla de un individuo al que se le hacía verificar deposiciones repetidas, produciéndole la sugestión, una vez hipnotizado; de que bebía una bote­lla de Sedlitz imaginaria, que le hacía dicho efecto. Y no faltan otros autores que se inclinan á la opinión de Vacant; el cual después de protestar que no admite del hipnotismo sino los hechos de realidad incontesta­ble, cree que el mismo hipnotismo produce fenómenos extraordinarias ó más ó menos permanentes en las funciones de nuestros órganos, aun de los que en estado normal, parecen completamente independien­tes de nuestra voluntad. Lo cual si fuera cierto, nos indica la poderosa inñuencia de la hipnosis en nues­tra economía; pues si llega hasta modificar ó influir en los órganos independientes de la voluntad, en es­tado fisiológico; ¿cuál será su influjo en las que se ha-

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lian normalmente bajo el imperio de la voluntad, cuan­do el hipnotismo anula esta por completo, y se apo­dera de la misma en absoluto? Y el mismo Vacant, en otro lugar, escribe lo siguiente. «Importa consignar que la sugestión obra sobre las funciones orgánicas que en condiciones ordinarias se substraen al influ­jo de la voluntad. Por sugestión se puede obtener una aceleración ó un retraso de los movimientos del co­razón, ó la afluencia de sangre y una fuerte colora­ción en un punto determinado del cuerpo. En algu­nos sujetos, aunque escasos en número, se ha obte­nido por sugestión, no solo rubicundeces, sino también el levantamiento de la piel, y una vesicación median • te la aplicación de simples sellos de correo, que el hip­notizado tomaba por vejigatorios.»

XU.

I

MANCHAS DE SANGRE

Y HEMORRAGIAS POR SUGESTIÓN.

El punto que abraza este capítulo no deja de tener alguna importancia, porque todos los que niegan lo so­brenatural y tratan de ¡buscar una explicación natura­lista á los milagros de nuestros Santos, pretenden hoy explicar por la hipnosis casi todos los hechos extraordi­narios de la vida de los mismos; y entre ellos, las hemo­rragias espontáneas y milagrosas que presentaron algu­nos; sin comprender en sus apasionadas explicaciones de tales hechos, que aunque se admita por un mo­mento que la hipnosis es toda natural y que ios casos

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—277— de hemorragias por sugestión sean ciertos; estos 50I0 se habrán producido en estado de sugestión, y los Santos no sabemos cómo, ni cuando, ni en qué forma, habrían sido colocados en dicho estado: además, la Iglesia, no nos ha dicho que dichos individuos fueron S intos, por­que presentaron dichas hemorragias; sino también por­que llevaron una vida ejemplar y llena del amor de Dios y del prójimo, practicaron una doctrina admira­ble, y otras señales, por las que la Iglesia, Maestra In­falible; les calificó de Bienaventurados, no tan sólo por­que tuvieran ó dejaran de tener las referidas hemo­rragias.

Varios autores como B^auuis, y otros, pretenden haber conseguido en algunos hipnotizados man:has encarnadas, y aún la vexicación, ó formación de am­pollas ó vejigas, de algún punto de la piel; por medio de la sugestión.

Focachdn, delante de Bsrnbeim, Liebeault, Beaunis y otros hombres de ciencia; parece que produjo una especie de vexicación en una hipnotizada por medio de la sugestión, aplicándola unos sellos de correo, hacién­dola creer que era un vegigatorio.

El Sr. Freiré, entre los fenómenos que puede pro­ducir la sugestión; menciona igualmente la congestión y la anemia de los órganos, seguidas ó no las primeras, de hemorragias. Este mismo autor explica como na­turales estas hemorragias, que dice son producidas por la sugestión, la cual influye sobre el sistema nervioso y los nervios sobre los vasos y tegidos, de este modo se producen las sugestiones y las hemorragias consi­guientes. Pero todo esto parece una mera hipótesis, pues no creemos posible se pueda producir hemorragia alguna, ni en estado fisiológico, ni patológico; sin lesión ó alteración de la sangre, de los vasos, ó de algún órgano importante, que pueda influir en la circulación; ^ es muy cuestionable si por el sólo influjo del sistema

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—178— nervioso, es posible que se produzca alguna vez hemo­rragias de más ó menos importancia; mucho más que cierta clase de nervios no están bajo el imperio de la voluntad, que parece hallarse más ó menos afectada por la acción de la hipnosis.

Pero en esta cuestión el hecho importante y que vamos á reproducir, es el de los Sres. Bourru y Bnrot, profesores de la Escuela de Medicina de Rochefort; que pretenden haber conseguido de un sujeto fácilmente hipnotizable é histero-epiléptico, una vez sugestionado; hemorragias espontáneas, y que hasta derramara san­gre por unas letras que le fueron trazadas en sus bra­zos. El doctor Seppilli, refiere un caso de otro sujeto al que se le sugestionó que pre?entaría en su brazo una V con efusión de sangre, como así efectivamente su­cedió según cuenta. Nosotros sin negar en absoluto estos hechos; citaremos las palabras de un escritor poco sospechoso en esta materia, que al hablar de estos casos, dice que los fenómenos de este orden se realizan muy rara vez, son excepcionales, y solo se obtienen en cier­tas personas; y que él (es Bernheim) ha tratado de reproducirlos inútilmente.

X I I I .

¿ P I E R D E EN ABSOLUTO EL HIPNOTIZADO

EL IMPERIO DE SU VOLUNTAD?

Esta cuestión ha sido muy debatida por los hipnó-logos, que cada uno ha resuelto según sus ¡deas sobre la hipnosis. La mayoría de los mismos se inclina á creer que el hipnotizado pierde el uso de su voluntad

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-179 -en tanto dura la acción hipnótica; y tanto lo creen así, que en el lenguaje hipnótico es muy comi'in decir: apo-derarse de la voluntad de uva persona^ cu^Lnáo esta se halla hipnotizada, ó bi;:n que alguno tiene educación hipnótica, cuando no es más que un verdadero autó­mata en manos de su hipnoti/cador; por esto dice el sabio teólogo Dr. Men'c, en la pág. 233 de su obra Lo Maravilloso etc. El hipnotizado está privado acci­dentalmente de las prerrogativas que constituyen su grandeza sobre los animales, la razón y la libertad.» Y más adelante, añade: «La hipnosis hace pesar sobre el alma una especie de inhibición, ó de parálisis.» Pero no faltan algunos escrit-ores que aseguran á su vez que el hipnotizado conserva en parte el dominio de su vo­luntad, y que el automatismo no es tan absoluto como se ha querido afirmar; así Freiré asegura, que; «el hip­notizado acepta y cumple todo cuanto le sugiere el hip­notizador, si bien oponiendo á veces una resistencia vencible.1^ Y el P. Franco, escribe, que dánse muchos casos de sujetos rebeldes ó refractarios á la acción hip­nótica; y refiere el caso del Dr. Féré, de una hipno­tizada que tenía una verdadera pasión por un hombre que había sido su tormento y del que conservaba muy doloroso recuerdo; y cuando se hallaba en estado hip­nótico y se la sugería la presencia de aquel hombre, daba desde luego á conocer una grande aflicción y pro­curaba huir el peligro; pero era del todo imposible ha­cer que diera asentimiento á cualquier acto que pudiese dañar al hombre que tanto la había hecho sufrir; y no obstante, fuera de este hecho determinado, obedecía de una manera automática á todo lo que se la or­denaba.

Este mismo ilustre escritor nos asegura en su Hipnotismo clarovidente, que puede existir la hipnosis en un sujeto sin suprimir en absoluto ó quitar del todo i eat-os la razón y el libre albedrío, y nos presenta

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—180— el caso de un médico evidentemente magnetizado, y reducido á pesar suyo, á impotencia absoluta de todo movimiento, y, con todo, claro de inteligencia y con pleno conocimiento de sí mismo.

La experiencia parece haber confirmado que casi siempre consigue el hipnotizador dominar la voluntad de sus hipnotizados; en especia! en ciertos grados de hipnotismo, y en los sujetos que tienen costumbre de hipnotizarse ó educación hipnótica; así que ya se sabe que uno de los caracteres de los grados avanzados de la hipnosis es el automatismo; es decir, que el hipno­tizado se convierte en un autómata ó maniquí en manos del hipnotizador; y casi todos los escritores que se han ocupado de esta cuestión, Liégeois, Beaunis, Pitres, Bernheim, Bínet, Ferré, etc., opinan de esta misma manera, y citan numerosos hechos en apoyo de esta opinión; pero también es verdad que por lo común para llegar á este estado, es preciso que el individuo haya su­frido repetidas hipnotizaciones, tenga lo que venimos llamando educación hipnótica.

El Dr. Seppillt, en la Revista sperimentale di fre-niatria del año i885; dice sobre esta materia lo siguien­te: «El hipnotizado se asemeja á un autómata, á un me­canismo vivo que obra, sin discrepar un ápice, según los impulsos exteriores, que á manera de resorte le ponen en movimiento; por esta cualidad puédense fa-cilísimamente provocar en el hipnotizado á voluntad y capricho del operador, y valiéndose de ciertas exci­taciones en los órganos sensitivos, una serie innume­rable de fenómenos, desde los más simples á los más complicados, en todo el radio de la actividad cerebral, los cuales quedan comprendidos bajo la nomenclatura de sugestiones hipnóticas.» Cuyo hecho ó fenómeno ya viene siendo conocido hace tiempo; pues ya hace años que Rostan y Filassier, aseguraron que el magneti­zado sentía una sumisión tan entera, y una dependencia

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—181— tan grande hacia su magnetizador, que la comparaba á la de un perro hacia su amo.

Creemos conveniente asimismo advertir para el completo conocimiento de este asunto, que en los casos en que el hipnotizado se convierte en un autómata, es decir, que pierde por completo su voluntad propia ó su iniciativa para obrar; el mismo interesado no se dá con­ciencia de su nuevo estado, y cree que sigue obrando con libertad y espontáneamente; sin pensar que las acciones que ejecuta le han sido inspiradas ó mandadas por otra persona durante su estado hipnótico; fenómeno notable, porque casi siempre que el hombre pierde su voluntad propia y obra sólo movido por la ajena, se dá más ó menos cuenta de este estado, y de la razón de su conduc­ta; y en el estado hipnótico, se produce un hecho que se sale por completo de esta ley, y parece hacer del hom­bre un ser distinto de lo que es en su estado natural.

Pero si bien parece cierto lo que hemos dicho sobre la pérdida de la voluntad en el hipnotismo, también es verdad que se citan frecuentes casos de hipnotizados que han resistido á su hipnotizador en algunas cosas, á pesar de tener la referida educación hipnótica; y es curioso ver en estos casos la especie de lucha ó resisten­cia que opone el hipnotizado á las reiteradas órdenes de su hipnotizador, acabando por fin por ceder, aunque con gran dificultad ó repugnancia. «No volverá á fu­mar;» manda un hipnotizador á uno de los que podría­mos llamar sus víctimas; que era un fumador habitual; y repetidas veces contesta éste secamente, que: «No le dá la gana obedecer;» hasta que reiterando aquel su orden imperiosamente repetidas veces, acaba por ceder éste, que exclama como con dolor y trabajo: «No fu­maré más en adelante;» cuyo mandato cumple al des­pertar, sin poderse explicar él mismo porqué el tabaco que antes le gustaba tanto, le inspira tanta repugnancia en a<jue| nipmento,

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—isa-Por lo visto las ideas que se hallan en contradicción

manifiesta con las inclinaciones y pasiones del hip­notizado, son las que más trabajo cuesta hacer aceptar á los mismos; siendo notable asimismo, que el senti­miento del pudor es el que más cuesta dominar en dichos sujetos, siendo muchas veces imposible conseguir que ciertos hipnotizados renuncien á dicho sentimiento.

«Hay sin embargo hipnotistas, dicen Maira y Be-navenle; que ponen muy en duda el éxito de las suges­tiones criminales á causa de la negativa de algunos hipnotizados, que á veces se resisten largo tiempo á recibir la idea que se les sugiere. Es verdad que esto tiene lugar en muchas personas, y que esta resisten­cia se observa cuando se trata de una idea que el sujeto ha rechazado ya en estado de vigilia, ó de la cual ha tenido conocimiento antes de dormirse; pero lo general es que ceda á la voluntad del experimentador y se do­blegue después de alguna insistencia de parte de éste. Si se le dice sencillamente á un hipnótico: «Asesinareis á fulano,» es muy probable que se niegue rotundamente, como si le sugiere la idea de pellizcar á un vecino suyo sin exp'icación ni motivo de ningún género. Así hemos visto repetidas veces á sonámbulos negarse obstinada­mente á ejecutar algo, nada más que por disgustarles un poco, ó más bien por serles más ó menos indife­rentes. Pero para hacerlos variar de este manera de proceder hay un medio sencillísimo y que dá constante­mente el resultado que se desea: ésta es la persuasión. Persuadir á un sonámbulo es una de las cosas más fá­ciles. A un niño no se le engaña con menos trabajo. Así, pués^ si á un sonámbulo se le ordena, que es fl<eccSíirio asesinar á alguien y que e] crimen se rea­lizará por su propia mano, el rechazo será inmediato, excepto en algunas personas, las cuales se prestan me­jor á la sugestión; pero si se le añade, que se le ha ofendido gravemente, que aquel individwo ha muerto

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<-188— á su padre ó ha insultado á su madre, que le ha robado su honor ó su dinero, ó que sus compatriotas se lo ruegan, que el país se vería a-JÍ libre de un tirano ó de una persona peligrosa, que, en fin, llevando á cabo lo que se le pide, lejos de ser castigado, recibirá las felicitaciones de sus conciudadanos y el reconocimiento de la posteridad no tardará en convencerse de la jus­ticia de estas observaciones y se entregará en cuerpo y alma á su hipnotizador.»

Bernheim por su parte, nos dice que en los primeros grados de hipnotismo, la conciencia y la voluntad existen, y cita casos de individuos que hipnotizados se dan cuenta de todo, asisten con su inteligencia des­pierta á In catalepsia de sus párpados, ó á la de sus brazos, hacen esfuerzos infructuosos para abrir los 'ojos ó para bajar sus brazos, y dicen: aQuiero hacerlo^ pero no puedo. y> El mismo escritor, como hacemos notar al tratar de si conserva el hipnotizado la conciencia; afirma claramente; que en lodos los grados de la hipno­sis, la conciencia y la voluntad pueden sobrevivir, Y al final de la primera parte de su obra: «La Sugeslión,i> nos presenta un caso práctico de un hipnotizado de gran inteligencia y brillante carrera, al cual produjo catalépsia, contractura y movimientos automáticos por medio de la sugestión; fenómenos que trató el mismo hipnotizado de combatir y dominar para convencerse si tenía voluntad, y nada pudo conseguir; y cuando despertó, estaba convencido añade Bernheim, que había imposibilidad material de resistir al acto sugerido. «Aún en el sueño hipnótico, asegura éste mismo escri­tor médico; hemos visto que la voluntad de los hipno­tizados no está siempre abolida; rechaza el aceptar la sugestión ó si la acepta momentáneamente, no con­serva su influencia.» Entre los casos que éste mismo autor nos muestra referentes al asunto de que nos ve­nimos ocupando, se halla el de una joven de desarre-

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—184— glada vida, á la que llegó á hipnotizar muchas veces por ser una excelente sonámbula: entre las sugestiones que la produjo á la misma, fué una de ellas que abandonara su vida y se convirtiera en una mujer honrada, como así lo prometió ella; pero nada más dejar el hospital donde se hallaba, volvió á su antigua y disipada vida; lo cual prueba que aun en personas fácilmente hipnoti­zables y que llegan á tener ó presentar verdadera educa­ción hipnótica puede haber y hay en efecto, sugestiones cuyo cumplimiento ó ejecución rechacen ó resistan.

Mas no todos caen en la hipnosis perfecta, dice Vacant; este estado tiene grados, y puede ser más ó menos profundo como el sueño natural, de lo cual se sigue que las sugestiones se imponen más ó menos, es decir, que paralizan más ó menos nuestras faculta­des y pueden dejar una especie de semivoluntad. Tam­bién importa estudiar este estado de hipnotismo im­perfecto; en el cual se manifiesta una resistencia á las sugestiones que procede de la voluntad, pero de una voluntad paralizada, como la que conservamos al ha­llarnos en un sueno imperfecto. Y en otro lugar añade: «Una sugestión que contraría los hábitos del hipnotiza­do puede hacer cesar la hipnosis, sobre todo la imper­fecta, ó también puede ser imposible hacer recibir esta sugestión, como parece que ciertos ejemplos lo demuestran.*

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—185-

X I V .

¿DESTRUYE EL HIPNOTISMO

EL LIBRE A L B E D R Í O DEL HOMBRE?

Esta cuestión ha sido propuena por Beatmis, que en su obra El Sonambulismo provocado, dice lo si­guiente: «Yu puedo decir á un hipnotizado durante su sueño: dentro de diez días hará V. tal cosa, á tal hora,» y puedo escribir en un papel fechado y sellado lo que le haya mandado; en el día que se haya dicho, á la hora consabida, el acto se realiza, y el sujeto ejecu­ta palabra por palabra todo lo que le fué sugerido; lo ejecuta convencido de que es libre, de que obra así porque así lo ha querido y hubiera podido obrar de otro modo, y no obstante, si le hago abrir el plie­go sellado, en él hallará anunciado con diez días de anticipación el acto que acaba de ejecutar. Por con­siguiente, podemos creernos libres y no serlo. Por tan­to, ¿qué base nos suministra el testimonio de nuestra conciencia? ¿Y no hay derecho á recusar su testimonio ya que de tal modo puede engañarnos? Y ¡en qué se convierte el argumento que en favor de nuestro libre albedrío se saca del sentimiento que tenemos de nues­tra libertad!»

Tal es la objeción de Beaunis, y para contes­tarla es preciso estudiar este asunto, que tanta rela­ción tiene con el del capítulo anterior; y para esto veamos lo que sucede sobre este punto en los hipno­tizados.

«Si la hipnotización de un individuo es perfecta ó completa, y es un individuo de los <jue se dice <jue

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—186— tienen educación hipnótica; el hipnotizado queda casi siempre, ó por lo común, á merced del hipnotizador, que le puede imponer las sugestiones que le plazca; que trata de realizar aquel como actos propios y es­pontáneos inspirados por él mismo, y con una espe­cie de aparente ó falsa libertad. Pero es indudable que en este estado el individuo no tiene libertad, y su razón está más ó monos impedida de funcionar por la acción hipnótica; por la cual las sugestiones del hipnotizador se imponen como una idea fija y ncce saria que uo puede ser discutida ni analizada por el razonamiento, porque éste no existe ó está embota­do, pues como dice un célebre autor, aunque con al­guna exageración, al tratar este asunto: «Solo hay li­bertad donde la facultad de razonar se ejercita sin im­pedimentos.»

«Este estado se semeja al sueño, en el cual cesa el ejercicio de la facultad de razonar y sólo vive la vida vegetativa, y queda nuestra imaginación entregada á sí misma: además la hipnosis no impide la percepción de sugestiones variadas, que se aceptan como hechos ciertos que no pueden ser razonados, y si se realizan, es por consiguiente sin verdadera libertad.

«Además, por mucho que probara el argumento de Beaunis, no tendría fuerza sino en el estado de ,hip-notismo; y los hombres no- siempre obran hipno­tizados; y fuera de dicho estado el argumento no tiene fuerza alguna, porque de que un hipnotizado no tenga verdadera libertad en sus acciones, aunque él crea que si la tiene; no se sigue que todos los hom­bres al obrar no la tengan, ó no [se pueda demostrar en la inmensa mayoría de las veces cuando se obra sin libertad y cuándo con ella. También el loco cree obrar con juicio y razón en sus actos, y de que haya hombres locos que obren de este modo, no se sigpe que todos los hombres obren como los locos;

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-187— ó que en la inmensa mayoría de los casos no se pueda determinar si tal ó cual acción es propia de un hom­bre loco ó de un cuerdo.

«Y como alguno pudiera decirnos que si bien estas razones tienen su fuerza en el estado de hipnotismo, y no parece que tengan la misma en las llamadas su­gestiones á plazo; ó sea en las que media un espa­cio mayor ó menor, ó intervalo de tiempo, entre la sugestión del acto y l-i realización del mismo; en cuyo intervalo el hipnotizado vuelve á su modo de ser nor­mal al parecer; le diremos al que nos arguyera de este modo, que hoy casi todos los autores convienea en que cada vez que se realiza una de estas suges­tiones á plazo, el hipnotizado parece caer en un es­tado análogo al de cuando se le produjo la sugestión, ó sea que vuelve á h;illarse en estado de hipnotismo, como estaba antes cuando fué sugestionado; como se prueba estudiando los casos sucedidos de este género^ como el del sujeto que nos cita Bernheim, y los que citan Donato, el /-*. Franco y demás autores.

«Pero el estada hipnótico como decimos en otro lu­gar es muy complejo, y tiene muchos y muy diver­sos grados ó por mejor decir varía en cada individuo de modo de ser; así que cuando la hipnotización no es completa, ó recae en un individuo que no tiene la llamaJit educación hipnótica, las sugestiones impues­tas por el hipnotizador se realizan de un modo in­completo, ó no se realizan; es decir, el hipnotizado en estos casos conserva una especie de voluntad; así que se puede decir como regla general, que el suje­to conserva ó tiene tanta ó más libertad y voluntad dentro del hipnotismo, cuanto menos hipnotizado; se halle; y su voluntad y libertad desaparecen tanto mis cuanto mas, avanzado ó más completo es su gra­do de hipaotismo. Así que en la hipnosis completa^ por regb general no hay libertad; y en la incomple>

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—188— ta hay tanta más libertad cuanto más ligera es la hipnosis.

«Desde luego no puede decirse, afirma el Dr. Me-ric, al ocuparse de esta cuestión; que el hipnotizado obedece con la fatalidad de la piedra que cae, y los fisiologistas que han formulado este axioma han exa­gerado los hechos observados. Hay que descartar los casos de simulación y superchería que, lo repetimos, son más frecuentes de lo que quiere creerse, en los hos­pitales; donde los sujetos acostumbrados por un largo ejercicio obedecen á una consigna, y en los experimen­tos particulares, en que ia vanidad de figurar y la ten­dencia á la mentira, esencial á las personas afectadas de histerismo, puede engañar al obsef vador de buena fe. Queda, pues, un número asaz restringido de experi­mentos científicamente rigurosos, y alguna vez de su­jetos que resisten enérgicamente en el estado hipnótico, á las sugestiones que se les dan. El temperamento del sujeto, su carácter sus disposiciones morales, su estado intelectual y su personalidad reveíanse entonces de una manera enérgica y súbita, y en la negativa que opone á la orden de su magnetizador, el sujeto afirma aun con autoridad la existencia del sentido íntimo y de la personalidad. Sábese, por los ejemplos que hemos cita­do, que con frecuencia, á fin de evitar una crisis vio­lenta de los nervios, un ataque ó quizá un desenlace más fatal, el hipnotizador se vé obligado á ceder ante la re­sistencia de la persona hipnotizada, y renunciar á la sugestión.» Y el Dr. Pitres, nos dice, que: «Cuando se ordena á ciertos sujetos hipnotizados, que al despertar efectúen un acto que repugna á su conciencia, declaran formalmente que no quieren obedecer semejante orden y que no se dejarán despertar hasta que se les dé la seguridad de que no la cumplirán. Y, en efecto, si se mantiene el mandato es imposible despertar los.y> Es indudable asimismo que los hipnotizados {5ueden men"

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—1 B a ­tir y burlarse del hipnotizador, con lo cual revelan ellos mismos su libertad en estas ocasiones, como lo revelan en la resistencia que hemos dicho oponen á veces á la sugestión.

Pero si bien esto es cierto, la experiencia nos pre­senta algunos casos de hipnotizados de una manera completa que han conservado cierta libertad, ó han resistido de un modo más ó menos completo, las su­gestiones que les han sido impuestas por el hipnoti­zador; pero la misma experiencia ha confirmado que estos casos, que son raros; han tenido lugar en indi­viduos especiales, á los que se les había impuesto su­gestiones que contrariaban en gran manera sus ideas, inclinaciones, ó modo de ser; en cuyos casos parece se puede presentar una resistencia especial á estas su­gestiones, aun cuando sea la hipnotización completa.

En cuanto á los hipnotizados habituales, ó indivi­duos á los que podemos llamar hipnóticos; ó sea que se hallan en un estado de hipnosis casi perpetua, lla­mada vigilia sonambúlica ó condición segunda provo­cada; los actos ó acciones de estos sujetos es indu­dable que no se ejercen ó desempeñan con comple­ta libertad, sino con una semilibertad, según su ma­yor ó menor grado de hipnotización, carácter, edu­cación hipnótica, etc. Si este estado prolongado pue­de llegar á modificar de un modo definitivo el carác­ter y libertad del individuo, y destruir esta de una manera permanente, es imposible resolver hoy esta cuestión. Respecto á si de estos hechos se puede sa­car una prueba que destruya la libertad humana; ó sea, que de que un hipnotizado pueda obrar ú obre sin verdadera libertad, se quiera sacar la consecuen­cia de que no existe la libertad humana; nos parece un esfuerzo de imaginación; pues para esto sería pre­ciso que el estado hipnótico fuera igual al modo de ser natural del hombre, y el primero se halla carac-

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- 1 9 0 -terizado, como dice un célebre escritor de quien toma­mos algunas ideas que noi lun servido para este ca­pítulo, porque; «liga las facultades del hombre para cuanto se halla fuera de los actos ó de Iss imágenes sugeridas;» mientras que en estado normal somos li­bres porque podemos elegir para obrar del modo que creemos más conveniente; lo cual es lo contrario de lo que sucede en la hipnosis, en la que no es posible tal elección.

X V .

¿PIERDE EL HIPNOTIZADO

EL USO DE SU CONCIENCIA?

En esta cuestión se han dividido los hipnotistas en tres distintos grupos: unos afirman que durante el es­tado hipnótico persiste la conciencia, otros lo niegan terminantemente, y por fin un tercer grupo admite un sistema intermedio, ó .sea que en el hipnotismo sólo subsiste cierto grado de conciencia, pero no la con­ciencia completa del estado natural. Parece que si no en todos, en la mayor parte de los hipnotizados se conserva cierto grado de conciencia; como parece probarlo que el hipnotizado en cualquier estado hip­nótico en que se encuentre, no sólo oye al operador, sino que tiene la atención y el oído fijos en él, con­testa á las preguntas del mismo, y se esfuerza por ejecutarlas órdenes de éste; y cuando le manda des­pertar, despierta, aun cuando no le toquen ni le so­plen en los ojos.

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- 1 9 1 -Bernheim, sobre este punto nos dice lo siguiente;

<tEn todos los grados de hipnotización, lo repito, el sujeto queda consciente, y hemos observado millares de casos en Nancj.

En las doce tínicas personas en las cuales se ha ob­servado durante el periodo letárgico Una inconsciencia aparente, tengo la convicción de que no era más que una ilusión; el sujeto educado inconscientemente en esta sugí'sliói!, no poJ.'a conservarse en este estado; porque creía ito poder resistir j ^ porque se había in­troducido en su cerebro la idea que, en tanto que no se hiciese sobre él la manipulación necesaria^ no podía sa­lir de esta situación, ni aceptar ninguna sugestión.» Y á continuación cita el mismo autor el caso de una mujer que nunca había visto las experiencias hechas con el imán en los hipnotizados, la cual colocada en estado hipnótico y puesto su brazo izquierdo en ca-talepsia y el derecho en resolución, se la aplicó el imán al brazo derecho sin producir resultado alguno; entonces Bernheim, dijo en voz alta que iba á apli­car un imán á dicha mujer, que haría saltar la ca-talepsia al brazo derecho; habiéndose realizado el he­cho como acababa de decir; hecho que se siguió re­pitiendo, las veces que sejensayó. Et mismo autor nos dice que queriendo hacer observaciones, aplicó luego á esta hipnotizada, en vez del imán, un objeto cual­quiera, como un lápiz, un cuchillo, etc., y que se pro­dujo igualmente el mismo fenómeno. 'Muchos sonám­bulos, escribe este distinguido médico: tienen unapers-picacia muy grande; el menor indicio los guia; sa­biendo que deben reali:{ar el pensamiento del hipnoti­zador, se ingenian para adivinarlo. Si se han repe­tido muchas veces sobre la misma persona los expe­rimentos de trasferencia, adivina con facilidad que debe trasferir tal ó cual fenómeno; y sin que se di­ga nada delante de él, puede apreciar en ¡a acíittal

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—192— especiante del operador, ó en otro cualquiera indicio, si debe operarse la trasfcreucia.^> Y en otro punto añade: «Loí sonámbulos despliegan algunas veces fno siempre) una sagacidad extraordinaria para dilucidar el problema que se les plantea; tienen el deseo de re­solverlo, se esfuerzan por hacerlo, y concentrando to­da su atemion consciente ó inconscientemente sóbrela cuestión, etc.» Y concluye el capítulo diciendo. tEn cualquier grado de hipnoti:-ación, el hipnotizado, en­tiende y retiene en su mente todo, con una agudeza de percepción, con frecuencia admirable.-^

Donato, por su parte nos asegura que, «aun cuan­do el sonámbulo, pierde la conciencia de su propia personalidad y con ella la memoria, la razón y el uso de los sentidos, llegando al delirio y á extravagantes alucinaciones: también puede el sonambulismo producir efectos opuestos; delicadeza suma en los sentidos, memo­ria vivísima, lucidísimas percepciones mentales, espí­ritu exaltado y alucinaciones lógicas y coherentes.» Y añade este mismo autor, que si estos fenómenos no apareciesen espontáneamente, puede el hipnotizador despertarlos con su palabra. Y poco después nos dice, que puede el hipnotizador hasta anularla inteligencia del hipnotizado.

Y sabido es que la Comisión de la Real Academia de Medicina de París nombrada para informar sobre el magnetismo, aseguró que los magnetizados conser­vaban el ejercicio de las facultades que tenían duran­te la vigilia; y su memoria aparecía aún más fiel y extendida, esto por supuesto cuando dichos magneti­zados se hallaban en estado de sonambulismo.

Otra de las pruebas de que persiste cierto grado de conciencia en el hipnotismo, es que en las sugestiones que no agradan ó contrarían al hipnotizado, hay ó se establece en su interior cierta lucha, á veces notable, antes de ceder á dichas sugestiones; de lo que tratamos

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—1«3 -en otro lugar. Asimismo por creer conveniente el cono­cimiento de la misma para esta cuestión, puede verse en el capítulo de (i) si: Domina siempre el hipiioti:¡ador al hipnotizado; la cita que hacemos en dicho lugar del /)r. Adradas.

Un célebre méJico francés nos asegura que; «E^ hipnotizado, piensa, razona, discute, acepta más fácil­mente que en estado de vigilia, pero no siempre, sobre todo en los grados ligeros de sueño. «El tantas veces citado Bernheim, en el capítulo VIH de su obra. La Sugestión; cita algunos casos de hipnotizados á los que produjo sugestiones á plazo; y habiéndoles hipnotizado cuando las cumplieron, les preguntó entonces si habían pensado en las sugestiones que les había producido, á lo que contest^iron qui sí dichos hipnotizados; quj habían pensado mientras dormían. Este mismo es­critor nos afiruia, que: «Aun en el sonambulismo activo, las facultades psíquicas no están abolidas; el sonámbulo ta:nbi:n resiste á ciertas su gestiones, re;:ha-z.mdii cumplir ilguius actos; refl .'xiona antes de res­ponder á ciertas preguntas y realiza su trabajo i nelec* tual activo. Por otra parte, los actos, la.s ilusionen, las alucinaciones post-hipnóticas mandadas durante la hip­nosis, se realizan después de despiertos, cuando la con­ciencia y las facultades coordinadoras han recobrado verdaderamente su imperio. En fin, la manifestación de estos mismos fenómenos en estado de vigilia, en una persona campos sui, admirada de no poder luchar contra el automatismo que le domina, demuestra clara­mente, que en todos los grados de la hipnosis, la con­ciencia j ' la voluntad,pueden sobrevivir.»

Heidenhaim y Berger, pretenden que los síntomas más característicos del automatismo pueden existir sin la producción del sueño, y con la completa conservación

(1) véate la fiffint. 20i de eéte túüetíi,

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- 1 9 4 -de la conciencia. El Dr. Richel, ha tratado de probar; que la ilusión y la alucinación podían descubrirse en sujetos apenas adormecidos, cuando no han perdido todavía ni la conciencia de su estado y de su personali­dad, ni la memoria de los hechos ocurridos durante el sueño. El-/)r . Tuke, dice que el hipnotizado puede quedar consciente pasando con rapidez ó lentitud á la plenitud de la conciencia, y que las manifestaciones hipinóticas no dependen de la permanencia ó de la sus­pensión de ésta, que es puramente un epifenómeno. Richer, nos asegura que él nunca pudo observar los casos de hipnosis incompleta, con persistencia de con­ciencia hasta un grado vario; y Vi^ioli, nos habla de hipnotizaciones en las que quedó vivo algún vislum­bre de conciencia.

El Dr. Brouardel, en la célebre causa reciente del asesinato del escribano Gouflé, en París; ha declarado refiriéndose á la acusada Gabriela, que había sido hip­notizada por los médicos para aclarar su participación en dicho crimen; dicho hombre de ciencia como decía­mos ha declarado, que Gabriela aunque obrara ó co­metiera dicho delito, era responsable de sus acciones, porque siempre conservó conciencia de todos sus actos; de modo que la opinión de Brouardel, es también la de que se conserva cierto grado de conciencia en el es­tado de sugestión hipnótica; porque es preciso tener en cuenta que se ha pretendido que dicha acusada tomó participación en tan repugnante hecho, arrastrada tan solo por la sugestión.

Otra prueba de que persiste cierto grado de concien • cía en ei hipnotismo, es la de que en las tan misteriosas sugestiones á plazo realizadas como sabemos de una manera fatal y necesaria por los hipnotizados; si bien es cierto que algunas veces cuando las realizan, si se les pregunta la razón de sus actos, no saben que contes­tar; otras muchas ocasiones, tratan de buscar una como

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— 1 9 6 -explicación de dichos actos, que les parece que son ins­pirados por ellos mismos, y formados con conoci­miento del porqué de aquellas acciones sugeridas. Otro hecho que también puede servir de prueba en este asunto; es el de que desechada como lo está hoy día la teoría de los fluidos para explicar la hipnosis, por la mayoría de los hombres de ciencia; si el hipnotizado no conservara cierto conocimiento ó alguna conciencia: ¿cómo se explicarían los hechos de sujetos en estado de hipnotismo que conocen siempre las personas que les son simpáticas, y las que le son antipáticas, sin equivocarse nunca; y las reconocen, aunque se trate de confundirles y desorientarles, valiéndose de mil medios diversos? También puede servir de prueba de lo que venimos diciendo y de que puede persistir cierto grado de conciencia, aun en algunos casos muy graduados de hipnotismo; lo que sucede á veces en la fascinación, como se vé en los hechos que hemos citado de Donato en otro lugar, y otro que citamos del mismo autor al hablar de si se realizan los actos sugeridos sin lucha de ningún género. Y recordaremos por fin como nueva prueba de lo que hemos asentado, ó sea de que se puede conservar cierto grado de conciencia en el hipnotizado; las palabras de Maira y Benavente, que hemos aducido al tratar de si los hipnotizados conservan ó no la volun­tad; por ellas vemos que en gran número de sujetos que se hallaban bajo la acción de la hipnosis, no es tan fácil producirles las sugestiones que les desagradan; y que si se consigue que por ñn las admitan, es necesario convencerlos, presentarles un motivo ó razón poderosa que les mueva á hacer lo que se desea de ellos; y aun

. así y todo, hay casos en los que algunos hipnotizados se resisten largo tiempo á recibir las ideas que se les sugiere.

Pero concluiremos advlrtiendo que aunque persista la conciencia en mayor ó menor grado en gran número

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—1 d e -de hipnotizados; no por eso, dejan estos de obedecer casi siempre fatalmente las sugestiones del (hipnotiza­dor, aunque le sean repugnantes; lo cual es para nos­otros uno de los grandes misterios de la hipnosis.

X V I ,

¿SE REALIZAN LOS ACTOS SUGERIDOS

SIN LUCHA ALGUNA,

Ó SIN DUDAS, POR PARTE DE LOS HIPNOTIZADOS?

Esta cuestión no deja de tener cierta importancia, no tan sólo por la curiosidad que la misma puede ofre­cer para el conocimiento de la hipnosis, sino también para el estudio del hipnotismo bajo el aspecto médico-legal, y para la decisión de si el mismo es ó no inna­tural.

Sobre este punto recuérdese lo que decimos sobre si pierde el hipnotizado en absoluto el imperio de su voluntad, y allí se vé que el sujeto en estado hipnótico no pierde en absoluto el dominio de su voluntad y de su conciencia, sin cierta lucha, que se establece en to­dos ó en casi todos ios casos de sugestión; fuera de los que, si el inidividuo tiene la llamada educación hipnótica, suele ceder ante la voluntad de su hipnotizador sin va­cilación ni lucha de ningún género. Es notable á no dudar la fuerza de la sugestión, que obliga casi siempre á ceder al sujeto que la recibe, y le obliga de una ma­nera fatal y necesaria, aunque el mismo hipnotizado la haya resistido, misterio que en vano nos explicarán* los )iipnóIo^os.

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Beaunis y Bernheim, expresándose sobre esta cues­tión, como piensan la mayoría de los autores que han tratado de la misma, dicen lo siguiente: «Nada más curioso bajo el punto de vista psicológico^ que seguir en la fisonomía de los sugestionados, el nacimiento y desarrollo de la idea que se les ha sugerido. Sea por ejemplo en medio de una trivial conversación que no se relacione con la sugestión; en un momento dado, el hipnotizador que está advertido j - que vigila al su­jeto, sin que éste se aperciba, observa como una es­pecie de pausa ó detención en el pensamiento, un cho­que interior, que se traduce por un signo impercep­tible, una m'rada, un gesto, una arruga de la cara; vuelve después á seguir la conversación, pero repro­dúcese la idea; débil todavía é indecisa; ha/ algo de admiración en la mirada; se advierte que alguna cosa inesperada atraviesa por momentos su ra^ón, como un relámpago; bien pronto la idea toma cuerpo, se apodera más j - más de la inteligencia^ ha empegado la lucha; los ojos, los gestos, todo habla, todo re­vela el combate interior; se pueden seguir las fluc­tuaciones del pensamiento: todavía la persona escucha la conversación, pero está en ella vaga y maquinal-mente; todo su ser es dominado por la idea fija que seimplanta más y más en su cerebro; en cuanto ha lle­gado el momento, toda duda desaparece, el rostro to­ma un carácter notable de resolución; el sujeto se levanta y cumple el acto sugerido. Esta lucha interior es más ó menos larga, más ó menos enérgica, según la naturaleza del acto sugerido y sobre todo, según el estado mismo del sonámbulo. Cuando el sujeto ha sido ya hipnotizado con frecuencia, y principalmen­te, si lo fué por la misma persona, ésta adquiere sobre él tal dominio. que los actos más excéntricos, los más graves, y hasta los más peligrosos se cumplen sin lucha aparante/ sin íenlatiua apreQÍabk de resistencia. •»

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T 198—

«Otras veces, dice Vacant; parece que el sujeto lucha contra la sugestión, que le atormenta como una idea fija; resígnase á ella con vacilación, ó bien soio en parte la ejecuta ó no quiere ejecutarla.» Para ad­quirir más datos sobre esta cuestión, pueden ver nues> tros lectores la cita que aducimos del Dr. Adradas, al tratar de, si domina siempre el hipnoti:{ador al hip­notizado.

Bernheim, entre otros casos de hipnotismo; nos presenta el de una mujer excelente sonámbula; la cual tenía suma repugnancia á la carne, y á la que no hu -bo fuerza de hacer que la comiera, rechazando siem­pre esta sugestión cuando se la producían, hasta que tuvo que apelar dicho autor para vencef esta repug­nancia y hacer que cumpliera dicha sugestión, á pro­ducir el cambio de personalidad en la hipnotizada, y sólo así logró su intento el que llegara á comer dicha sustancia, lo que antes no se había podido conseguir. Sobre este punto debe verse asímisnío la cita que ha­cemos de este mismo escritor, al hablar de si el hip­notizado conserva el uso de conciencia; y allí se ve­rá que el sonámbulo puede resistir á ciertas sugestio­nes, que sus facultades psíquicas no están abolidas, que rechaza cumplir algunos actos, y reflexiona antes de responder á lo que se le pregunta; la misma cita nos hace ver que la lucha del hipnotizado contra las ideas sugeridas es muy común, pero que casi siem­pre queda vencido éste, admirándose de no poder re­sistir al automatismo que le domina por completo. He aquí otro caso tomado del mismo Bernheim^ que no deja de ser curioso para la historia de la hipnosis, y en especial del punto que venimos tratando; y he­cho que al referido autor le inspira las siguientes pa­labras: «En tste caso se aprecia la lucha y se asiste á la vacilación de la persona hasta que la sugestión, al fin, triíjnfa. \)M joveo histérica fué presentada por

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Mr. Dumout á la Sociedad de Medicina. Durante su sueño provocado, se la ordena que vaya cuando se des­pierte á coger el tubo de la lámpara de gas, colocada encima de la mesa, que lo meta en el bolsillo y se lo lleve cuando se marche. Una vez despierta, se di­rige tímidamente hacia la mesa, parece confusa y aver­gonzada de ver todas las miradas fijas en ella, luego, después de algunas vacilaciones sube de rodillas sobre la mesa, se queda en esta posición cerca de dos mi­nutos, teniendo el aspecto de una persona avergonza­da de su situación, mira alternativamente los indivi­duos presentes y el objeto de que debe apoderarse, alarga la mano, luego la retira, y por último súbita­mente coge el tubo, lo guarda en el bolsillo, y se ale­ja casi corriendo. No consiente en restituir dicho ob­jeto, sino cuando ha salido de la habitación.» Hecho curioso en extremo en el que se vé claramente la lu­cha que se verifica en los hipnotizados antes de eje­cutar ciertos actos, y la fuerza de la sugestión que les hace saltar por todo, y llegar hasta el crimen si es preciso.

Y Rostan por su parte nos asegura que al tratar de hacer dormir á algunos hipnotizados, ha habido al­guno de estos que le ha dicho: «¿Q«¿ me hacéis? No me hagáis dormir; queréis que duerma; jo no quiero dormirme.»

Puede verse asimismo para ilustrar este asunto, en­tre otros casos prácticos que pudiéramos citar; el de la joven que nos cuenta el periódico La Italia; joven que fué hipnotizada por Donato, y á la que dio un puñal mandándola que matara á su propia madre; la muchacha deshecha en lágrimas se dispuso á cumplir orden tan terrible. Qiaería, pero no podía sobreponer­se á tan misteriosa voluntad, que la dominaba por completo con imperio, y hubiera cumplido dicha or­den, si el miscftó Donato, no la hubiera detenido; he-

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cho que encierra en sí una gran enseñanza bajo mu­chos puntos de vista, en la historia ó proceso que ve­nimos haciendo del hipnotismo.

Pueden consultarse asimismo para ¡lustrar este punto, los casos que nos cita el ilustrado Dr. Meric, en su obra de Lo Maravilloso, capítulo III, libro i."en los que se vé auna hipnotizada resistiéndolas sugestiones de su hipnotizador, y que llega hasta im­pacientarse y patalear por creer que se las quiere im­poner; aunque concluye como la mayoría por ceder á dichas sugestiones.

Y por fin, otra nueva prueba de la lucha que se establece á veces en el hipnotizado, es lo que sucede en éstos, cuando en ellos se producen algunas catalep-sias sugestivas, ó sean contracturas producidas por su­gestión; en cuyo caso si se les dice á dichos hipnotiza­dores que vuelvan el miembro afecto á su estado nor­mal, trata de hacerlo su voluntad adormecida, y unas veces sí consiguen volver los órganos á su situación ordinaria, pero otras no les es posible aun cuando lo intenten, como cuando se les dice teniendo los ojos cerrados, que los abran; ellos tratan de hacerlo así y ponen todos los medios que les es posible para con­seguirlo, lo cual no pueden realizar, en la inmensa mayoría de las veces.

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X V I I .

¿DOMINA SIEMPRE EL HIPNOTIZADOR

AL HIPNOTIZADO?

Aunque parece indudable en la hipnosis que el hip­notizado se convierte por completo en lin autómata en manos del hipnotizador, como así lo prueba la inmensa mayoría de hechos recogidos por los observadores; hay sin embargo casos especiales en los que parece conser­var el hipnotizado su libertad, y resiste las sugestiones reiteradas que le hace su hipnotizador: hay s-.ntimientos como el del pudor que es muy difícil hacer perder á los sugestionados; y á muchos de estos, es muy difícil ó casi imposible hacer que se conviertan en ladrones. Entre los hechos curiosos de resistencia á la sugestión, citamos el de una señora cuya historia nos cuenta Ber-nheim, la cual, hipnotizada, se resistió á casi todas las sugestiones que se la hicieron; y llegó hasta contestar á su hipnotizador, una vez que éste la ordenaba tomar una cucharada de una poción. «Ya sabe V. doctor que esto no cuela.» El mismo autor nos habla de una joven de vida desarreglada á la que hipnotizó muchas veces, y dice era una perfecta sonámbula; y á la que ordenó de una manera sugestiva, que se convirtiera en una mujer honrada, como así lo prometió; pero enseguida volvió á la misma vida que hasta allí había llevado, sin hacer caso alguno de la sugestión que se la había pro­ducido. Dicho Bernheim, nos cita asimismo el caso de otra joven que muchas veces no ejecutaba las sugestio­nes que se la hacían, aunque fueran sobre actos insigni-tícantes; y atribuye esta falta de cumplimiento de los

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—soa— actos sugeridos á cierto espíritu de contradición, ó á una falsa vergüenza.

Richer, nos ha mostrado el caso de una hipnotizada que tenía verdadera pasión por un hombre que había sido su tormento y del que conservaba un triste re­cuerdo, y la que, cuando creía verle en virtud de la sugestión, aparentaba un sentimiento grande; pues bien, fué completamente imposible hacer que esta hipnoti­zada consintiera en .acto de ningún género que pu­diera perjudicar á dicho hombre; cuando en todo lo demás obedecía automáticamente en todo lo que la ordenaba el hipnotizador.

En la obra de El hipnotismo de G. de la Touretle\ podemos leer algunos otros casos notables de resisten­cia á tas sugestiones, referidos por Pitres.

Otra de las pruebas de que el dominio del hipno­tizador no es siempre absoluto sobre el hipnotizado, es la de que muchas veces cuando aquel jsroduce á este alguna sugestión que no le agrada ó le repugna, el último la rechaza, y hay que buscarle una forma conve­niente para que la admita, lo cual no sucede á veces ni aun en esta forma, sin una especie de lucha más ó menos importante, como hemos visto en otro lugar. Y también es' prueba de lo que hemos dicho; que se vé con frecuencia á varios hipnotizados sumidos en un muy pro­fundo sueño, y los que por más que intente el hipnoti­zador nada puede conseguir de los mismos; actos suges­tivos, ilusiones, alucinaciones al despertar, todo es inútil que lo intente; y nadie diría que en estos casos existe relación alguna entre el hipnotizador y el hipnotizado, relación que sin embargo es indudable, por que este obedece con toda docilidad la orden de despertar; pero que fuera de esto, en nada se conoce el dominio que ejerce el primero sobre el segundo.

Otra nueva prueba dé lo que venimos diciendo, es lo ocurrido en la célebre causa del asesinato del escri-

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—ao9— baño Gouflé, en París; en la cual el Dr. Sagresi, manifestó haber hipnotizado á la acusada de dicho crimen, Gabriela, para inducirla al bien; habiendo sido inútiles sus esfuerzos para esto, por completo; hecho que viene á corroborar que no siempre domina el hip­notizador al hipnotizado. EQ k» capítulos de si el hip­notizado conserva su voluntad y su conciencia, pueden asimismo encontrar nuestros lectores algunos hechos que sirvan para poder aclarar ó confirmar lo que deci­mos en éste. Es notable también el hecho que nos cuenta el Dr. Adradas, en su estudio de Burquismo: trátase de una mujer hipnotizada por él, y en la que provocó una interminable serie de experiencias hipnóticas; y dice que le chocó en extremo; «lo difícil, mejor dicho, lo imposible que me ha sido siempre sugerirle una idea falsa referente á fenómenos que ella no hubiese sentido. No se ha dado el caso de que haya podido sorprender su conciencia orgánica. A mis afirmaciones de que la había sucedido esto ó lo otro, contestaba con energía: «No es cierto; yo no he tenido eso, ni he dicho lo otro, y no lo creeré ni lo diré ahora ni cuando me despierte.» Recuerda hasta la más pequeña molestia que haya su­frido y la refiere con facilidad, pero no se deja sugerir. Tiene una conciencia interna tan clara de lo que sucede en su vida orgánica que sabe con alguna anticipación lo que le vá á suceder y el momento preciso, etc.»

Curiosos son asimismo los experimentos realizados por el Dr. Meric, para destruir la acción sugestiva, y hacer que los hipnotizados no cumplieran las suges­tiones de su hipnotizador, como así efectivamente lo consiguió; y no se diga que en estos casos era reem­plazada una sugestión por otra, pues ya cuida dicho es­critor de decirtíos que é pesar de seguir repitiendo sus órdenes el hipnotizador, sus sugestiones no se realiza» ron. Dice así dicho autor: «Muya menudo, durante nuestros experimentos, hemos impedido á un sojet«

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hípnotizado obedecer la orden dada y llevar á cabo una sugestión de robo, ú otra sugestión cualquiera. Basta­ba nos arrimáramos al sujeto, despertar en él el sen­timiento adormecido de la personalidad, y prohibirle con autoridad, con voz severa, cometer el acto malo que se" le había sugerido. El sujeto parecía visiblemente contrariado, descontento, casi irritado por la contra-diciónque turbaba su ánimo, pero acababa siempre por obedecernos, hasta á pesar de la intervención re­novada y del mandato del magnetizador. Estos hechos y otros experimentos, sigue diciendo el mismo autor; confirman esta proposición y permiten afirmar que el hipnotizado conserva en el sueño su naturaleza moral, sus inclinaciones, su personalidad, y un poder debili­tado pero real de resistencia al mandato que repugna á su carácter y á sus instintos. Escucha al magne­tizador, discute sus órdenes, pide sus razones, y no da su consentimiento sino á sabiendas. En ciertos casos, si se quiere, por ejemplo, obtener una confesión que comprometa, el sujeto guarda silencio, se niega á con­testar, mentirá hasta descaradamente para no com­prometerse. »

En esta cuestión hay que tener también en cuenta que según resulta de los experimentos hipnóticos, el dominio del hipnotizador íobre el hipnotizado solo suele conservarse, en tanto que este último permanece en este estado, ó sea bajo el influjo de la hipnosis; siendo fuera de ella impotente la voluntad del primero para dominar la del segundo; así que los autores citan casos de anestesia y de parálisis producidas durante el sueño hipnótico, con orden de que persistieran aún en el estado de vigilia, como así sucedió efectivamente; y que en este último estado ó ya despierto el hipnotizado, fué completamente impotente la voluntad del hipnotizador <Íue había producido aquellos síntomas de anestesia ó parálisis, para hacer que el sugestionado volviera á su

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—aols— estado normal; habiendo habido necesidad para esto, de tener que volver á hipnotizar á estos sujetos, para hacerles desaparecer tan molestos estados, por medio de una nueva sugestión, que destruyera el efecto de la anterior.

Pero aunque esto es así; y pasa en mayor ó menor número de casos, que el hipnotizador no siempre pue­de ser dueño absoluto de la voluntad del hipnotizado; no olvidemos que la regla generales como dice Aíai-ra, que; «en el hipnotismo, el ser moral se entrega por completó, no solo en sus actos , sino también en sus pensamientos y sentimientos más íntimos; todo se pone de relieve, vicios y faltas, virtudes y pasio­nes; todo se destaca con implacable franqueza, con el desenfado más completo.» Así lo prueban miles y miles de hechos, algunos tan significativos, como el que vemos en Vot'sin; de una joven de desarreglada vida que se resistió á ser hipnotizada hasta un grado tal, que llegó hasta escupir al médico y obstinarse en no que­rer mirar al objeto que se la indicaba; hasta que por fin dicho autor logró sumirla en el sueño hipnótico, des­pués de muchos esfuerzos, y entonces á las pregun­tas de su hipnotizador, llegó hasta revelar hechos de su vida que siempre había tenido muy secretos, y obe­deció automáticamente en adelante todo lo que la fué mandado. El Dr. Seppüli, en la Revista experimental de Medicina legal; y la inmensa mayoría de escri­tores de la hipnosis sostienen esta misma opinión y comparan al hipnotizado con un autómata. Esto lo prueba asimismo el estado de la misma hipnosis; pues vemos que cuando una persona se halla hipnotizada y se trata de despertarla, en vano lo intentará nin­guna otra persona que la misma que la hipnotizó; ade­más, en tanto que se hallaba en ese estado de hipnotismo puede un hipnotizador gran número de veces; no sólo ordenarle lo que le plazca, seguro de ser obedecido ci«-

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gamente; sino hasta traspasar su dominio ó influjo avasallador á cualquiera otro individuo, al que obe­dece el hipnotizado como lo hacía antes á su mismo hipnotizador; hecho notable en extremo, y que ha sido comprobado por varios y repetidos casos prácticos; y con é tos mismos hechos podríamos probar que es tan absoluto por lo general el dominio del hipnotismo so­bre las vtcttnms que ejerce su acción, que si se manda á una de estas que llegue hasta asesinar á su esposo ó espo$a, á su hijo, ó á su misma madre; coge un puñal, y se lo clava á estos seres tan queridos, aun­que quizás lo haga con el llanto en los ojos; como se vé en el caso que nos citó Z>on<i/o de este género, y del que hemos hecho mención en otro lugar.

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QUINTA PARTE.

I .

ESENCIA, ACCIÓN DEL HIPNOTISMO,

Ó SU MODO DE SER.

Esta es, digámoslo así, la principal cuestión relati­va al hipnotismo; y por cierto que es la más difícil de resolver en determinado sentido, ó imposible en el estado actual de nuestros conocimientos.

Ante todo, hay dos modos de ver esta cuestión, y por consiguiente de resolverla. Para los autores que creen que todo el hipnotismo es innatural, la cuestión es bien sencilla; todo el hipnotismo. no es más que un conjunto variado de fenómenos de posesión, y todo es debido á la acción diabólica. El hipnotismo es el hijo legítimo del espiritismo según el P. Vilá. Pero para los escritores que en todo ó en parte admiten que el hipnotismo es natural, son infinitas las confusiones en que entran al tratar de explicar una cosa, que bajo muchos puntos de vista parece hoy inexplicable; razón por la (\\s,z Sanford^ dando forma á una idea que está

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cn más ó en menos en toJos los hipnotistas; dice, que la natunvleza del hipnoüsm j está envuelta en la ma3'or obscuridad

Ya en los sistemas y doctrinas de la antigüedad, encontramos ciertas teorías que pueden servir de base á las que hoy se nos presentan para explicar la hip­nosis, muy adornadas y provistas de ufi ropage más ó menos brillante. En las antiguas cosmogonías ya se vé establecida cierta relación entre todos los cuerpos del universo; y se menciona una/uer:^a superior pot^ la que se podía ser dueño de la existencia j ' de los pensamientos de otros. Los sabios más antiguos é ilus-ifes de los primeros tiempos civilizados, como Tales de Mileto, Demácrito, etc., creían en un fluido sutil que relacionaba entre sí todo lo existente; algunos co­mo Ficinio, llegaron á creer que había personas do­tadas de un poder que atraía y de una fuerza espe­cial, que podía influir en la voluntad de los otros hom­bres. Paracelso partidario del fluido simpático que unía todo lo creado, admitía en el hombre un doble magnetismo; ideas que en masó menos fueron afirma­das por muchos sabios de su tiempo y tiempos pos­teriores; así que cuando se dio á conocer el magne­tismo, muchos creyeron haber encontrado el fluido universal de que tanto se había hablado; después su­cedió lo mismo con la electricidad, hasta que vino el célebre Mesmer, al que muchos han tomado por fun­dador del sistema del fluido universal; este autor creía que existe un fluido sutil y universal que llena todo el mundo del cual dependían las propiedades de todos los cuerpos, fluido capaz de recibir y comunicar to­das las impresiones del movimiento en virtud de le­yes desconocidas; fluido que se encontraba asimismo en el sistema nervioso del hombre; y comparaba el cuerpo de éste á un imán con- sus polos, que podían Ctmbiar y reforzarse su actividad. Este fluido poc^a

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comunicarse de unos cuerpo-, á otros aun á cierta distancia, sin necesidad de cuerpos intermedios; y su acción podía ser reforzada por algunos cuerpos, ha­biendo otros en cambio que la destruían; así por ejem­plo, decía que los espejos aumentaban y reflejaban la acción magnética, lo mismo que e! sonido, que le atri­buía casi las mismas propiedades; y creía que los ima­nes eran una especie de acumuladores de fluido mag­nético.

Puysegiir, aseguraba que la causa del magiietismo se hallaba más bien en la voluntad que en el fluido descrito por Mesmer: Barbarin, atribuyó dicha causa á las fuerzas del alma: Pétetin creyó que el magne­tismo era producido por la electricidad: Faria, atribu­yó los fqnómenos magnéticos á la sugestión y decía que la causa del magnetismo se hallaba en el sujeto mis­mo, y no en el hipnotizador:/«í«e«, uno de los vo­cales de la comisión que examinó la doctrina de Mes­mer; cree que los hechos observados por éste, son un simple producto de la imaginación exaltada: á cuya opinión se inclinó asimismo Deslón. El general Noi\et, creyó el hipnotismo producido por un fluido vital; y Berlrand, le atribuyó á una forma particular de exal­tación nerviosa que llamó éxtasis. Para el célebre Braid no existe fluido alguno magnético, ni fuerza alguna misteriosa que proceda del hipnotizador; el hipnotis­mo y todos sus fenómenos son producidos por el sis­tema nervioso del mismo hipnotizado, que puede caer en estado hipnótico por sí mismo sin influencia algu­na extraña, por una especie de tensión intelectual; en cuyo estado su imaginación toma una actividad tal, que toda idea, bien que se desarrolle espontáneamente, 6 bien que sea sugerida; adquiere en el hipnotizado una gran fuerza de actualidad y realidad.

Grimes, fundador de un hipnotismo que llamó niecfro Holog^ía; funda éste en una niélela de braidismo

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y de hipótesis indemostrables. Reichenbach^ creyó el hip­notismo producido por un agente especial, que llamó fuer:{a ddica. El Od ú Odilo, según Cahagiiet; «es el espíritu de Dios, el espíritu universal, el éter, el fluido electro magnético, el fluido de la vida.» Para Philips, inventor del electro dinamismo vital, es producido el hipnotismo por una especie de congestión intelectual^ ó sea la acumulación de fuerza nerviosa en un punto determinado del cerebro. Charpignón, admite la in­fluencia moral y una fuerza magnética (fluido magné­tico), análoga á la luz y á la electricidad, para la produc­ción de los fenómenos hipnóticos. Para Donato, estos son el resultado de una atracción especial; que no es más que una forma de la gravitación universal, y de la influencia que todo cuerpo ejerce sobre los que se hallan en su esfera de acción; forma especial, que en el hombre, ser inteligente; es asimismo una fuerza intelectual. Liebeault, expresa sobre este punto ideas parecidas á las de Durand de Gros fPhilips J Charcot y Richer, dicen sobre la esencia de la hipnosis; que es un estado nervioso artificial. Barétj', volviendo al fluido de Mesmer; admite una fuerza néitrica radiante, que se escaparía por los ojos, los dedos y los soplos del hipnotizador, produciendo los fenómenos hipnóticos; teoría de la que parece participó el Dr. Desplats, di­rector de la Clínica médica de la Universidad católica de Lille. El Dr. James, ilustre médico francés, trató de explicar la hipnosis por un fluido histérico. Rostan cree que el cerebro segrega una sustancia particular, que es la que trasmite ó recibe el querer y el sentir; sustancia que circula por los nervios y se reparte no sólo por todo el organismo, sino que se lan^a fuera del mismo con gran fuerza y energía, formando una verdadera atmósfera nerviosa con su esfera de actividad propia; cuya atmósfera se pone en contacto y relación con la del magnetizado; y le parece asimismo indudable

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23 r— que este agente nervioso puede penetrar los cuerpos sólidos. Riimpf, explica el hipnotismo por cambio ó alteraciones de la circulación del cerebro, ya aumentan­do ó ya disminuyendo ¡a cantidad de smgre que vá al mismo. Prej-er, cree que la concentración del pensa­miento que se produce en el hipnotismo, determina una actividad exagerada de las células cerebrales, de la que resultan productos fácilmente oxidables, conio los lactatos; que amodorran el encéfalo por sustracción del oxígeno de sus diversas regiones.

Schneider, atribuye el hipnotismo á que toda la ac­tividad psíquica del individuo en lugar de estar disemi­nada en una gran extensión se concentra en pocos pun­tos; é ¡deas parecida emite á su 'vez Berger. Heide-nhain, cree que la excitación de los nervios sensoriales acústico ú óptico, suspende la actividad de las células de la sustancia gris del cerebro, á lo que se añade una excitación de los centros reflejo motores subyacentes á la sustaticia gris, sea por la parálisis de esta sustancia, falta la acción moderadora de los reflejos, ó sea por que por esta misma parálisis, toda excitación centrípeta, trasmitida al encéfalo, se propaga en un dominio ner­vioso más circunscrito, obrando por esto, más eficaz­mente sobre este dominio excito motor. Espinas, des­arrolla teorías psicológicas análogas. Para Cullerre, es el hipnotismo el resultado de la parálisis de ciertas ve-giones del cerebro y de la excitación de otras. Para Gi­líes de la Tourelte, es el magnetismo animal, lo mismo que para Sanche^ Herrero. Para el Dr. A^an, es un modo especial de provocar un sonambulismo artificial, acompañado de varios fenómenos que obran sobre el sentido muscular y la inteligencia. Y para el Sr. Cala-iraveño, no es más que un delirio, un sueño a,rtificial ó provocado,

Despine, dice que existe una actividad cerebral auto-ifiática, que se puede manifestar en ocasiones con 4if-

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—asa-tinción de la actividad cerebral consciente, cuyas dos actividades se hallan íntimamente ligadas entre sí en estado normal y no forman más que una sola actividad; y según él, el hipnotismo es el producto del ejercicio de la sola actividad automática del cerebro. Luj's, admite diferentes funciones en las capas de la sustancia gris cortical del cerebro, y cree que el hipnotismo es produ­cido por la parálisis nerviosa de la capa más superficial de dicha sustancia, persistiendo la actividad de ks otras capas de dicha sustancia gris. Para Bernheim, todo el hipnotismo procede de la sugestión; es decir, de la in­fluencia provocada por una idea sugerida y aceptada por el cerebro. Morin, vé la causa del hipnotismo en cier­tas vibraciones orgánicas propias del alma, que ponen á esta en comunicación con los objetos externos aunque se hallen lejos. Otros, como Bi^ouard, explican la hip­nosis por la existencia de cierto fluido llamado Odó flui­do Odilo, del que ya hemos hablado; y por el que se establece comunicación entré el espíritu del hom­bre y los objetos externos. Otros ven en un fluido nervioso la causa de la hipnosis; otros la atribuyen á un fluido :{oomagnélico\ algunos á un fluido eté­reo ó éter; varios al calor animal comunicado; mu­chos, han pensado en una fuerza nerviosa transmisible para explicar el hipnotismo; no ha faltado quien cree ptx>ducido éste por un fluido llamado espiródico; para Gorres, existe el reverbero de las ideas y de los deseos del magnetizador al magnetizado, como agente pro-ductor del estado hipnótico; Gregory, explica éste; porque una mitad del encéfalo, inactiva en estado nor­mal, entra á funcionar durante la hipnosis. Varios au­tores han pretendido que esta era producida por facul­tades desconocidas; otros han apelado á las fuerzas desconocidas y latentes de la naturaleza; olvidando sin duda el pensamiento del sabio Pailoux, de que; «las fuerzas desconocidas de la naturaleza no son sino el

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recurso de los ignorantes;» no ha faltado quien ha pen­sado en los ángeles como agentes productores del hipno­tismo; y hasta ha habido quien le ha atribuido á un pri­vilegio especial concedido á varios hombres desde los tiempos de nuestro común padre Adán; y algunos como creyendo poco todo esto para explicar la hipnosis; la han atribuido á un fluido magnético especial, dotado hasta de una poderosa inteligencia, una especie de Dios; y por fin, no falta quien como Debreyne, corta todas las dificultades negando que el tan discutido hipnotismo exista realmente, y diciendo que es absurdo el afanarse en buscar sus causas, como lo sería el tratar de discutir científicamente la existencia del ave fénix.

Resulta de todo esto; que el gran número de teorías é hipótesis que se han dado para explicar el hipnotismo, se pueden reducir á cinco grupos ociases, i." Teorías negativas; ó que niegan la realidad del dicho hipnotis­mo. 2.* Teorías de los fluidos; que explican éste por la acción de algún fluido determinado; fluidos que son distintos según los autores, que los han bautizado á su gusto y voluntad. 3.° Teorías animistas; que explican la hipnosis como un efecto de ciertas fuerzas latentes del alma racional. 4-' Teorías orgánicas, que la explican por ciertos estados materiales del cerebro, como la con­gestión, la anemia, la alteración de las células cerebra­les, etc. y 5." Teorías que podemos llamar sobrena­turales; que suponen producida dicha hipnosis por seres extraños y superiores á los naturales; y de estas teorías; unas suponen producido el hipnotismo por los mismos espíritus de los hombres, en varios estados de encarnaciones y reincarnaciones, que es el llamado es­piritismo; que en este caso comprende al hipnotismo dentro de sí como una de sus formas; ó bien otras teorías sobrenaturales suponen los fenómenos hip­nóticos producidos por los ángeles ó los demonios, y es el llamado espiriiualismo.

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I I .

BREVE EXAMEN DE LAS TEORÍAS ANTERIORES.

Las teorías negativas no se pueden admitir dé nin­gún modo porque hoy la realidad del hipnotismo se im­pone de una manera tal que es imposible su negación, pues coolo afirma Liégeois: «Desde 1875, los muchísi­mos autores que se han dedicado á este estudio, han todos, digo todos, sin ninguna escepción, sacado la con­clusión que el sonambulismo es un hecho indiscutible.» Y lo que dá más fuerza á este modo de ver la cuestión, es que rtiuchos sabios y hombres de ciencia si han lle­gado á íreer en el hipnotismo, ha sido al estudiarle de una manera práctica; como pasó entre otros al célebre James Braid, que era sumamente escéptico en este asunto, hasta que vio los experimentos del magnetiza­dor suizo Lafontaine, y estudió de cerca este punto. Ej negar la hipnosis hubiera sido fácil cuando se em­pezó á conocer, en cuyo tiempo fué tenida por charla­tanería, hasta por los hombres de ciencia. Además estas teorías siielen envolver en sí mismas cierto fondo de contradicción, como sucede con la doctrina del crítico Dechamkre¡ que no pudiendo menos de admitir ciertos hechos del hipnotismo, que no podía negar sin ponerse en ridícuio, saca la conclusión de que; nel magnetismo aninial no existe, n Hoy son tantas las pruebas de la existencia de la hipnosis y es tal la autoridad de los autores que así lo admiten, que sería menester un es­cepticismo absurdo para negar la realidad de los fe­nómenos hipnótico*; así que no puede menos de pro­ducirnos cierta extrañeza ver que hombres de ciencia

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—286— Cómo Double, Laennec, Rochoux, Recamier, Magendie, Cornac, Dubois de Amiens, etc., que en más ó menos negaron la existencia del hipnotismo, llegando algunos como Dubois, hasta llegar á creer comprometidos el decoro y dignidad de la Academia de Medicina Francesa, al ocuparse de este asunto, y nombrar una comisión que le estudiara. Y no hace tanto tiempo que en la Academia de Ciencias Morales de Francia se levantó Des/ardin, para sostener con cierta indignación, que; «si los hechos hipnóticos fuesen alguna vez demostra­dos, el espjritualismo filosófico estaba condenado á desaparecer, y que sería preciso dejar de creer fen la dignidad humana, en la espiritualidad del alma, en la libertad moral, en todos los elementos que constituyen la personalidad.*

Las teorías de los fluidos que tanta boga tuvieron hace algún tiempo están hoy en descrédito; y efectiva­mente, no se comprende que fluidos materiales puedan producir ciertos fenómenos del hipnotismo, corrió la Sugestión á plazo y los fenómenos llamados trascendeti-tales ó superiores; así que el célebre FonssagrtPes en su Tratado de Materia Médica; dice lo siguiente: «La crítica que tantas veces ha juzgado al mesmerismo, ha formulado legítimamente la conclusión de que el pre­tendido fluido magnético que transmigra de uno á otro individuo, mediante pases manuales, miradas ó simples irradiaciones voluntarias, es pura y simplemente Uria creación fantástica de la imaginación exaltada; pero abstracción hecha de esta absurda doctrina... etc.» Ade­más los experimentos de Braid y otros autores, han prtjbírdo que el hipnotismo se puede desarrollar en un individuo sin ninguna influencia extraña visible, de ana manera SUbjeti'i a al parecer, y sin influjo de ninguna otra jjersóna; con lo que se prueba que no puede ¿er producido por ningún fluido trasmisíble de unos su­jetos á ©tros; como la experiencia ha com¿»robado pa-

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-ase— derse producir el hipnotismo en los ciegos, con lo que se prueba que el hipnotismo no se puede producir única­mente por la vista como creyeron algunos.

Las teorías animistas se destruyen, porque las fuer­zas ó facultades de cada ser están en relación con las necesidades de éste y su modo de obrar, y este modo de obrar guarda perfecta analogía con la naturaleza es­pecífica de cada cosa, y de admitir dichas fuerzas laten­tes ó extraordinarias en el alma, resultaría según dice el P. Vilá, que serían inmensamente superiores á su constitución y á su modo de obrar. Además, aunque se admitiesen ciertas fuerzas extraordinarias en él alma que no se desarrollasen sino en ciertas circunstancias, como el estado hipnótico; esto á lo más podría explicar algunos y determinados fenómenos de la hipnosis, pero no los verdaderamente extraordinarios ó superiores, que son en los que tropiezan casi todas las teorías, por há­biles que sean.'

Con más razón se puede decir todo esto de las teo­rías que llamamos orgánicas, hoy tan en boga; porque aunque supongamos que el cerebro por sí pueda produ­cir todos los fenómenos atribuidos al alma, se las puede aplicar la argumentación que á las teorfas anteriores; que á lo sumo no pueden explicar sino los fenómenos sencillos de la hipnosis, de ningún modo ios superiores ó trascendentales, como las sugestiones á plazo, las mentales, el automatismo del hipnotizado y todos los demás fenómenos de este mismo orden; ante los que los autores más inclinados á explicarlo todo de un modo material, no cesan de repetir lo misterioso y obscuro de estos hechos, que parecen inexplicables aun estudián­dolos detenidamente.

Las teorías espiritistas parten de una hipótesis com­pletamente gratuita y es seguida por escaso número de hombres de ciencia. Efectivamente que hay que em­pezar por probar que el espíritu humano pasa, por todas

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-18T— esas encarnaciones que se dice, y que en estos estados puede ser susceptible de producir los efectos que se le atribuyen; lo cual no nos parece pequeña empresa que digamos.

Y por fin, las teorías espiritualistas son las que parecen satisfacer mejor al entendimiento del hombre razonable; porque parten de un hecho completamente demostrado, cual es la existencia de espíritus superiores y de su acción sobre los hombres; además son las que mejor nos explican todos los hechos del hipnotismo, hasta los que más inexplicables parecen; pues ya se sabe que estos seres, ángeles ó demonios, pueden producir sin grande esfuerzo ios hechos que se atribuyen á k hipnosis; y creemos que estas teorías son asimismo las que más se conforman con la doctrina de la Iglesia Ca­tólica, Maestra infalible de la verdad para nosotros. Y ya supondrán nuestros lectores que dentro de las teorías espiritualistas, nosotros nq, podemos admitir que los ángeles sean los agentes productores de los fenómenos hipnóticos, por las razones dadas por los teólogos, de que estos espíritus no pueden realizar acciones extra' ordinarias sino con sujeción á la voluntad de su Onini-potente Criador; y esta Voluntad Santa, nunca ni en ningún caso, puede servir de entretenimiento para los desocupados mortales, ó de medio para satisfacer in­dignas pasiones.

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—¿as­

ín.

¿EL HIPNOTISMO, ES Ó KÓ UNA ENFERMEDAD?

Sobre este pynto ríos parece fácil el dar una solución categórica, dada la casi unanimidad de los autores que sé hári ocupado del mismo. Sin embargo no negaremos qué algunos de ellos, y entre estos algún escritor de nota, cnrño Bernheim; opinan que la hipnosis no es mas qué ün estado fisiológico, porque no se conoce bien su causa; y á lo más admiten que es un estado fisioló­gico exagerado: la sola concentración de la mente en üh objeto, produce el sueño según estos autores; así sé vén caSós de sonambulismo en individuos sanos sin que {JddéZcart ninguna otra enfermedad, y el hipnotis­mo ho déjá rastro alguno cuando no es habitual.

Hósótros creemos que de admitir la hipótesis que hadé déí hipnotismo un estado ó fenómenos todo na­tural, ó én el qué no hay nada que se salga de los hechóá y leyes comunes á todos los cuerpos de la na­turaleza; hay si es cierto alguna forma del mismo que puede tomarse por un estado fisiológico, como el sue­ño hipnótico sencillo, tan fácil de confundir por sus caracteres con el sueño normal; y por esto dij/mos nos­otros en otro lugar, que si creyéramos que la hipnosis era toda natural, la definiríamos diciendo; era un estado fisio-patológico, provocado, que produce ó puede pro­ducir síntomas neurósicos muy variados en el hombre; es decir, es un estado que en alguna de sus manifes­taciones parece no es sino un modo de ser del organismo sin perturbación alguna de naturaleza patológica, y en otras de sus manifestaciones reviste francamente un

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— « 8 9 -

modo de presentarse francamente patológico, ó se» de alteración del modo de ser normal del mismo organis­mo. Por más que se nos pudiera decir que ni aun el sueño hipnótico era completamente fisiológico, porque en el mismo parece existir ya alguna alterációti en las funciones orgánicas del hipnotizado, y porque además es producido como todos los fenómenos hipnótkos, de una manera artificial ó provocada; y es asimismb dicho sueño, la puerta digámoslo así, de las otras for­mas graves de hipnotismo.

Pero es indudable que la inmensa mayoría de formas de presentarse éste, es decir, el hipnotismo; y qué «un éste mismo estudiándole en su conjunto, es una verda­dera enfermedad, tanto por la manera forzada ó arti* ficial como se produce, como porque casi todas sus manifestaciones tienen otras análogas en las verdaderas enfermedades: el sonambulismo, el éxtasiis, d letargo, la catalepíia, la epilepsia, el histerismo, la manía, la locura, la melancolía, la parálisis, etc.; son estados patológicos ó enfermedades muy semejantes á las formas hipnóti­cas, hasta el punto de que algunas veces es difícil dis­tinguir un sonámbulo hipnótico de un loco, á un afec­tado de delirio hipnótico de un maniático agudo^ á un extático hipnótico de otro patológico,, etc. El hipnotis­mo asimismo altera en más ó en menos el sistema ner­vioso, los sentidos, el sistema muscular, el circulatorio y otros varios órganos y funciones; y á vecós.hei(a un purito extraordinario, como sucede al sisteiña tmneúiar en la catalcpsia, lo cual no haría si no firerá utia es­pecie de entidad morbosa ó enfermedad. Ademán, la hipnosis suele desarrollarse mejor en lós individuos de temperamento nervioso, y en las histéricas y epilép­ticos pueJe aparecer espontáneamente, y hasta de utia manera epidémica yegún varios autores. «Las inves­tigaciones y experiencias practicadas por el braidiiwio, dice Fonssagrives; han dado por resultado pro}te«tar

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-240— sobre los fenómenos atribuidos al magnetismo la cla­ridad de una luz análoga muy significativa, demostran­do al mismo tiempo, que el organismo magnetizado como hipnotizado, debe esta situación o condiciones in -trinsecaSy de orden patológico siempre ó casi siempre, obrando las circunstancias exteriores como simples me* dios capaces de provocar aquellos estados, pero insu­ficientes por sí para crear el magnetismo ni el brai-dismo.»

Es asimismo un hecho cierto, ciertísimo por des­gracia; que el hipnotismo muchas veces despierta ó produce ciertas enfermedades nerviosas que estaban como ocultas ó latentes en los sujetos hipnotizados, y que sin esto quizá no se hubieran presentado. Así que los más célebres autores, como Charcoi, Dumontpalier, Magnin, Richer, Heidenhaim, Hoffman, Morselli, Vi-:{ioli, el Consejo Superior de Sanidad de Roma, y otros muchos; todos opinan que el hipnotismo es una neuro­sis; y una neurosis en lenguaje médico, es una enfer­medad determinada.

Además, no es cierto como algunos han dicho que el hipnotismo no quede resultado alguno al volver el.hipno-tizádo á su estado normal; suele notarse después cierto malestar, cansancio, debilidad, temblor, dolor de cabeza, y por fin, tendencia muy marcada á ciertos padecimien­tos que estudiaremos más adelante en otro capítulo.

No faltan escritores que les parece un absurdo la existencia del hipnotismo como tal .hipnotismo; y dicen que los hechos conocidos por estados hipnóticos no son nnás que formas de epilepsia, ó de gran histerismo ó de histerismo superior; pero esta opinión se refuta fá­cilmente; porque aunque el hipnotismo es en sus formas Representación una neufosis análoga á las que hemos citado, tiene un conjunto tal de fenómenos tan carac­terísticos, son tan distintas su causa, sus síntomas, su éursciófl ó trataffiiento, y todo lo que á él se regefé;

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~M1— que no hay duda que el hipnotismo es una entidad dis­tinta de las otras enfermedades nerviosas, con las que sí tiene semejanza, pero nada más que semejanza; como la tiene el histerismo con la locura, ó la melancolía con el mal epiléptico.

Si el hipnotismo es una enfermedad idiopática ó sintomática, ó sea si está ó no ligado á alguna altera­ción material del sistema nervioso; es una cuestión de no muy fácil solución, y que además como en esta obra no estudiamos el hipnotismo bajo su punto de vista médico, sino de una manera accidental; no nos parece propia de un libro de este género. Pero nos parece que aunque la hipnosis no sea un mero modo de ser de la manera de funcionar normalmente el organismo, y que parece presentar un cuandro bien marcado de un fun­cionalismo morboso ó patológico en el hombre; parece asimismo indudable que los que solo ven en el hipno­tismo un simple conjunto de hechos puramente natu­rales, se encuentran ante un verdadero imposible al querer clasificar la hipnosis en el cuadro de las enfer­medades que conoce la medicina. ¿Qué es el hipnotismo, tan raro y desconocido, y acerca del que cada hombre de ciencia emite una opinión diversa? ¿Qué enfermedad es 1 dicho hipnotismo, que presenta síntomas tan opuestos entre sí, que varía ó puede variar á cada mo« mentó de forma, que presenta síntomas de locura, epi­lepsia, histérico, catalepsia, éxtasis, anestesia, hiperes­tesia, y otros mil estados patológicos diversos; y sin embargo no es la locura, ni la epilepsia, ni el histérico, ni la catalepsia, etc.? ¿Qué enfermedad es el hipnotismo que no tiene causa exclusiva que le produzca, y es pro­ducido sin embargo por mil causas diversas? Que apa* rece casi siempre cuando se quiere y cuando se quiere desaparece; que se presenta repentinamente y repenti­namente deja de existir; que produciendo síntomas fí-stfos marcados, aparece por un« simple orden, y se

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~24í— cura sit) más tratamiento que otra simple orden verbal-; ggj/os síntomas dependen casi única y exclusivamente d& Ifl/voluntad de otro hombre, que hace del hipnotiza-áo- un auí^mata según su capricho y voluntad. Que nos diga el médico más eminente en qué clase hemos de CoteejftresÉa enfermedad, y con qué otro padecimiento tiene idieoítidad ó semejanza; así que no vacilamos en afirmar, que el hipnotismo considerado como una en­fermedad, no tiene precedente ni igual en la ciencia de Esculapio.

I V ,

¿HA.Y UN HIPNOTISMO NATURAL?

Este punto tiene graves dificultades, porque al tratar el. misma disienten entre sí los mismos escritores católi­cos; habiendo alguno de estos mismos, de muy claro y agudo ingenio, como el P. Franco; que se inclinan á craer sospechosos todos los fenómenos hipnóticos, aun le^mds inocentes en apariencia; en tanto que otros varios como el P. Mateos, aseguran que no está reprobado el valerse en, medicina de la hipnosis como de un agente terapéutico de reconocida eficacia para combatir lasen* fermeda^es. Y no puede menos de engendrar en nosotros gran vacilación y timidez al tratar esta cuestión, las no­tables pí labras del Prelado de Madrid. «Desde tiempo in-meajorial, escribe este sabio Obispo, «han sido detenida-toai^e tratadas y con sobrada» amplitud dilucidades esas niateriasi en las escuelas, y, sin embargo, prsumiría x^masiado de simismo..... cualquiera que afirmase que

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-348— en la innumerable variedad de fetvómenos que puedlen darse, así en el orden psicológico como fisiplógicp, es fácil determinar con certeza absoluta la causa de donde proceden, si está encerrada dentro de las potentes ener­gías de la naturaleza contingente, ó si hay que byscarla en el orden sobrenatural.» Así, que antes de continuar nuestro trabajo, creemos conveniente hacer constar que no quisiéramos errar en nada contra la fe que profesa­mos; y que suj.-tnmos c taobra, así como todo lo que havamos escrito al infalible juicio de nuestra Santa Madre la Iglesia, con completa humildad cristiana y sencillez de corazón. Hecha esta protesta de sinceridad de nuestras creencias religiosas; creemos, ó nos aven­turamos á asentar la opinión, que es probable que haya un hipnotismo natural, lo cual nada tiene que ver con la utilidad y licitud del mismo hipnotismo.

Podríanlos aducir en apoyo de esta opinión, la, de la inmensa mayoría de los hombres de ciencia que han tratado de este asunto; pero como estos testimonios se nos pudieran rechazar por creer á dichos sabios par­tes interesadas en este punto, y algo sospechosos por las ideas religiosas de gran número de ellos, aunque en­tre los mismos hay escritores probos y religiosos, como el célebre James Braid; haremos caso omiso de dichos testimonios, y aduciremos los de algunps escritor;e5 ca­tólicos, que no puedan ser tachados por sus ideas. El mismo P. Franco, tiene varios párrafos en su notable obra, en los que parece inclinarse á la opinión que he­mos indicado cómo entre otros uno del capítulo.XXIII en el que dice: «Qje no son precisamente ni bobos», ni fanáticos, ni dementes.... aquellos que empiezan á sos­pechar fundadamente, que la hipnom no sea del iodo natural, si no mas bien una mezcla dé natural y sobre' nattiral;» y'en el capítulo XXXII, admite que vfirios de lo? fenómenos hipnóticos son nafur^ales en sq[^encia ó materialidad, qiue se pueden presentar algmiós semje,'-

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-444— jantes en cienos enfermos, y que muchos médicos y muchas personas de conciencia, que rechazan con horror los fenómenos claramente sobrenaturales, no saben con­denar los de apariencia natural.^Taca/}/, que considera como hechos naturales hipnóticos, hasta las hemorra­gias y vexícaciones del hipnotismo; dice asimismo lo siguiente: «En cuanto á los fenómenos que hemos mi­rado como casi auténticos, ciertos autores sostienen que exceden á las fuerzas de la naturaleza; por nuestra par­te, parécenos, hasta que á más amplia información se llegue, que nada demuestra que nú sean naturales. Se­guramente son fenómenos extraños y nuevos, pero se asemejan por algunos lados á hechos naturales.^)

Otro escritor católico de rectas intenciones, Liberali; admite como naturales, hasta fenómenos que no pare­cen serlo, como sucede con la clara visión. Santo To­más afirma que hay ciertos estados en los que el alma racional se halla abstraída de las cosas corporales y sensibles como sucede en el sueño natural; y entonces adquiere cierta aptitud y facilidad para percibir tas im­presiones más delicadas de la imaginación, las cuales pasan desapercibidas durante la vigilia; y que también recibe con más facilidad la influencia de los espíritus puros.

El respetable médico 5r. Sinchei Freiré, que cre­emos sea ferviente católico; asienta afirmaciones sobre esta cuestión, que no vacilamos en calificar de aventu­radas. En su obra sobre esta materia, escribe lo siguien­te: «.Por mis que la hipnosis no rebase del término del orden natural, ni agite otras actividades que las propias

j'consuetudinarias de cada individuo, es lo cierto que por el corte/o de fenómenos extraordinarios que lleva apareadosj' por el dominio avasallador que ejerce en quien la recibe, tiene la virtud de conmover las suscep­tibilidades y aptitudes de muchas gentes indiscretas ^ue^ sin darse treguas para conocerla, murmuran de

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—216— ella j ' la maltratan. Tiempo es de que los hombres de saber y buena fe la estud'en en lodos sus alcances y la defiendan como propiedad suj'a.» K\ mismo autor, quí admite haita la adivinación y las hemorragias hipnóticas y demás fenómenos LÍÍ qu3 hemo? hablUo en su lugar y hasta la sugestión á plazas; sz burla Je los que atribuyen ai diablo: el hipnotismo, diciendo que; «Atri­buir al diablo lodo acuello gue parece salirse délo rutina • rio y cotidiano, sólo es propio de personas de vulgarí­sima lajra é insolventes en achaques de ciencia.» Dicho Sr. Freiré, rechaza qué el hipnotismo sea una parte del espiritismo, fo cual cree que es una imperdonable lige­reza el afirmarlo, y dice: uQue puede haber enlre una doctrina basada en absurdas prácticas j - quiméricas ob­servaciones, cien veces reducidas á polvo por el racio­cinio sensato; j un hecho natural, innegable y sencillí­simo, del que la ciencia se dd entera cuenta.^ Opinio­nes estas del Sr. Freiré expresadas quizi con más ve • hemencia que la que fuera necesaria, pues demasiado sabe dicho ilustre escritor que celosos católicos y sabios teólogos opinan como el notable Perrone, que nos dice sobre esta cuestión, que; oes bien claro que el magne­tismo y el espiritismo convienen sustancialmente y se identifican, y así lo declaran lo mismo los magnetistas que los espiritistas, j Y podríamos presentar otras va­rias citas de dicho Sr. Freiré, que no sólo cree natural el hipnotismo en todas sus formis admitidas par los hombres de ciencia, sino hasta lo cree un hecho senci­llísimo; lo cual nos parece no poco atrevido, y que po­cos escritores católicos se atreverían á subscribir.

El abate Meric, el docto católico Ferrand, el reve­rendo jesuíta P. Bonniot, Lelong, Guermonpre^, y otros escritores, admiten igualmente un hipnotismo na­tural; Venturoli, en su estudio de la Hipnosis, trata de distinguir en la misma aquello que parece naturalmente explicablCí d« aquello que no parepe explicarse de un

'I

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- tie— modo natural; y lo que es posible, de aquello que no parece posible en el presente orden de cosas. Este autor forma en el hipnotismo una clase de fenómenos que son motivo de admiración para el público ignorante, los cuales excitan con algún fundamento la sospecha de engaños ú otras cosas todavía peores, de cuyos fenóme­nos prescinde y limita su estudio; «á los fenómenos verdaderos y legítimos, que tienen su origen en la acción que una persona ejercita sobre otra persona y que hallan su asiento en las facultades orgánicas y sen­sitivas del hombre.» Y en otra parte de su obra al hablar de los fenómenos de doble vista y presciencia magné­tica, dice, que aunque los hechos de este género/"«eríin incontestables, se vé por todo el mundo que seirían de un orden tal que traspasa el poder de las leyes de la natu­raleza, por cuyo motivo no podrían explicarse de otro modo que acudiendo á virtudes sobrenaturales; y reúne estos hechos con los del espiritismo que no pueden ser objeto de estudio médico. Con lo que se vé claro que ad­mite un hipnotismo natural, y duda del llamado superior 6 trascendental, cuyo conocimiento cree no corresponde á las ciencias médicas, Y no han faltado quienes se han marcado hasta tal punto en la defensn de esta idea, que han llegado á defenderla desde el pulpito; como sucedió con el abate Herut'er, que lo hizo en la catedral de Bur-déos, saliendo á la defensa del magnetismo, que para nos­otros era el hipnotismo de ayer. El sabio y célebre escri­tor P. Zeferino Gon^dle!{, escribe en su Filosofía lo si­guiente: (¡Entre los fenómenos magnéticos ha/algunos que absolutamente hablando, no repugna que sean pro­ducidos por causas materiales y humanas, etc.... y en otro lugar, habla de; (ufenómenos del magnetismo que, ó exceden manijiestairente las fuerzas jr medios que para su producción se emplean ó se obtienen mediante la evocación é intervención de espíritus^ que deben atribuir­se d los demonios;» con lo que parece dar á enten4er

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que hay otros fenómenos magnéticos que pueden ser naturales. Doctrina análoga sostiene el ilustrado domi­nico P. Vild, que en su obra, * El Espiritismo y el Hip­notismo; nos dice: «Queda probado ya que entre los efectos del espiritismo y ád hipnotismo, hay algunos que suponen necesariamente la presencia de un ser do­tado de conocimientos naja vulgares y superiores sin duda á los que poseer pueda la inteligencia más privi­legiada de la especie humana, etc.;» con lo que dá á entender que hsy otros efectos que- no son producidos por este ser superior y que pueden ser naturales. En la sección primera de las sesiones privadas del último Congreso católico español^ el doctor Sr. Donadiu, leyó un discurso sobre el hipnotismo, cuyas conclusiones fueron aplaudidas por los oyentes, y en el cual afirma­ba que, la teoría de considerar preternaturales los fenó­menos hipnóticos sencillos ó elementales, no está bien justificada en el terreno científico; y admitía algunos fenómenos hipnóticos sencillos ó elementales, que se pueden explicar de un modo natural, y son reconocidos por todos como naturales en su esencia y materialidad; y que son naturales, ó al menos probablemente naturales en su modo y circunstancias, alejando toda sospecha de intervención preternatural. Estas citas y otras que pu­diéramos hacer, nos prueba que hay notables escritores católicos que han estudiado esta cuestión, que se incli­nan á considerar como naturales ciertos fenómenos hip­nóticos; aunque á decir verdad, pocos de entre estos, se han atrevido á llegar á las afirmaciones del Sr. Freiré.

Pero no nos mueven solamente á creer probable­mente naturales algunos fenómenos hipnóticos, los ar-gunientos que podemos llamar de autoridad, y que acabamos de exponer; aunque son dignos de tomarse en cuenta, sino también las siguientes razones. Ciertos fenómenos de la hipnosis parece se pueden explicar nat^rtlracntft, como el sueño hipnótico; que puede sc^

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—»48— producido por el cansancio de la vista, la impresión mo­ral que produce el acto de la hipnotización en los sujetos sometidos á la misma, la virtud que estos conceden á dicha operación, ó que la dá el mismo hipnotizador, los detalles que suelen acompañar á la misma según el que la practica, la concentración del pensamiento del hipnotizado, y por fin la acción sugestiva que á veces produce dicho sueño. La sugestión se puede explicar como lo hace el Sr. Fmre;queen el hipnotizado se halla en suspenso ó interrumpido el juicio y el descernimien-to, y en virtud de la credulidad, que es el estado na­tural de la inteligencia; cualquiera afirmación ó suges­tión del hipnotizador, á quien el hipnotizado concede una virtud extraordinaria, es aceptada sin restricciones ni temor. Bien comprendemos que esta hipótesis tiene algunos puntos falsos, como el de que hay muchos ca­sos en los que parece que el hipnotizado conserva cierta conciencia ó discernimiento, y resiste con cierta fuerza las sugestiones que no le agradan, acabando casi siem­pre por ceder á ellas; y otros casos en los que los hip­notizados obedecen sí automáticamente al hipnotizador; pero con repugnancia ó gran desagrado; ó bien obede­cen unas órdenes sí y otras no; pero también es verdad que en las ciencias relativas al hombre, son pocas las cosas que nos podemos explicar satisfactoriamente, y no basta que una cosa sea inexplicable para que sea innatural. Podemos también explicar naturalmente que un hipnotizado realize hechos con más intensidad que en estado natural, admitiendo que durante el sueño hipnótico hay una especie de descanso del cerebro, y la sugestión hace que se concentre toda la energía del hip­notizado sobre un sólo hecho ó fenómeno.

Se puede asimismo creer que ciertos hechos hipnó­ticos son naturales por la semejanza que muchos de ellos tieiien con otros que se producen en el organismo «n estado^He salud ó enfermedad; y decimos semejanza,

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y no igualdad; porque hay diferencias importantes en­tre unos hechos y los otros; así el sueño hipnótico tien^ ' femejanza con el sueño natural, y otros fenómeíios hipnóticos con el delirio, el sonambulismo, la epilepsia, la catalepsia, el éxtasis, las varias formas de locüraj etc. Nada decimos sobre las causas aparentes de los fenómenos hipnóticos, porque si bien parecen en extre­mo naturales, pues no puede haber cosa más sencilla y natural, que una mirada, un soplo, etc., es' chocante así mismo y poco natural, que causas tan pequeñas puedan producir tan grandes efectos; ó por lo menos el caso es demasiado extraordinario. Para resol vi c la cuestión que nos ocupa, también hay que tener en cuenta la obscuridad que reina acerca de las fun-, clones del sistema nervioso, el más importante del organismo, y sobre el que parece que dirije su ac­ción la hipnosis; y aun no se sabe donde puede llegar la acción de dicho sistema, por más que se sabe á donde no puede llegar. También debemos tener en cuenta en este asunto, que hay una porción de sus­tancias naturales como el opio, el haschisch, el estra­monio, el beleño, la belladona, la cicuta, el éter, el clo­roformo, la nuez vómica, la coca, el curare, etc.; que producen en el organismo efectos parecidos á algunos del hipnotismo; y claro es que la acción de dichas sus tancias es meramente natural. No olvidemos asimismo que en tanto que un hecho ó fenómeno se pueda explicar por causas naturales, no podemos buenamente atribuir­le á causas sobrenaturales; y ciertos fenómenos hipnó­ticos parece pueden explicarse por las primeras, aunque dichas explicaciones no nos satisfagan por completo: pero es bien sabido que el misterio nos rodea por todas partes, y el hombre, bien, apenas puede com­prender nada en el mundo; sus luces son muy limitadas para penetrar en la esencia de la cosas.

Bueno es hacer observar asimismo que sabios y

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prudentes médicos, y aun católicos; han practicado el hipnotismo sin más idea que la de buscar el bien y adelanto de la humanidad, y sin ánimo de ejercitar acto alguno de posesión, ni intención de ponerse en peligro de ejercer actos ilícitos; y han observado los fenómenos hipnóticos con la misma regularidad que los charlatanes y embaucadores, y como, si fueran rigurosos hechos cienttñcos.

Pero á pesar de todo esto, de que admitimos que ciertos fenómenos del hipnotismo pueden ser naturales; contesamos que nos hacen gran fuerza las razones que dá el P. Franco, para probar que todos los hechos hipnóticos son innaturales ó sospechosos; y que no he­mos visto una refutación victoriosa de las mismas, que citamos en su lugar correspondiente: recordemos ese ejemplo puesto por dicho autor, ejemplo que puede darse fácilmente en la práctica de la hipnosis; el de un ¡oven honrado que trata de hipnotizar por diversión á una señorita; en tanto que no produce en ésta si« no algunos de los fenómenos sencillos, todo parece tan natural é insigniñcante, en tanto que la cosa no pasa de aquí; pero éste mismo joven, en este mismo caso, sin hacer nada de nuevo, nada más que querer; produce á aquella señorita fenómenos claramente no naturales: ¿quién en este caso se atreverá á negar que los unos no son lo mismo en el fondo que los otrosí y producidos por la misma causa, y que por conse­cuencia todo el hipnotismo es una misma y sola cosa ó solo hecho? jQue traze, el que se atreva á ello; una línea de separación entre unos fenómenos y los otros, y diga en qué se distinguen en el fondo ó en su esencia!

Pero aunque se probara que ciertos hechos hipnó­ticos eran puramente naturales, siempre los creeríamos sospechosos por la razón siguiente. Es evidente para todos los católicos que hay fenómenos del hipnotismo claramente innaturales en mayor ó menor número;

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que de ser innaturales, no pueden ser efecto sino del espíritu del mal: y si éste puede producir estos fenó­menos, con más ra/.ón ó facilidad puede producir los llamados naturales; que aunque muy bien puedan ser estos últimos producidos por causas naturales, pueden serlo asimismo por la otras; así que todo el hipnotismo no puede menos de ser sospechoso para los católicos. Así que sobre este punto, se expresa con harta razón el P. Zeferino, del siguiente modo: «Luego al menos los fenómenos magnéticos que revelan y exijen la in­tervención de seres inteligentes, d-íben su origen á los espíritus malos, es decir, á los demonios; á los cuales permite Dios esta intervención en justo castigo de la vana curiosidad, superstición é incredulidad de los hombres. He dicho almenas, porque dada la interven­ción del demonio en algunos fenómenos del magnetis­mo es posible que intervenga en todos, ó por lo me­nos en muchos de los que, absolutamente hablando y considerados en sí mismos, pudieran ser producidos por otras causas.» Y el P. Fi/rf, en una de las notas de su estimable obra sobre El Espiritismo y el Hipnotismo, escribe, que: «Vése claramente como, según Santo To­más, hay poder suficientísimo en la naturaleza de los espíritus malignos para causar de sobra todos los efec­tos patológicos y fisiológicos, que vanamente y sin sólido fundamento se atribuyen en muchas ocasiones al magnetismo, espiritismo é hipnotismo. Los mismos agentes naturales,' manejados por éstas naturalezas superiores, producen mejor sus efectos y más sor­prendentes maravillas, debido á la habilidad y destreza del ángel que de ellos $e vale para sus fines malvados.»

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-aw-

^EL HIPNOTISMO ES INNATURAL?

El hipnotismo parece que no puede du Jarse que es claramente innatural; este juicio parece ser el que mejor resuelve to4as las cuestiones relativas á la hipnosis, pero es también el que más subleva á los que quisieran borrar de una plumada todo lo sobrenatural, como sucede por desgracia á muchos hombres de ciencia. En apo3'0 de lo que acabamos de decir, si escribiéramos para un público esdusivamente católico; nos bastaría para dar la cuestión por resuelta, el trascribir el adjunto párrafo de la célebre pastoral sobre el hipnotismo, del respetable Obhpo de MaJrid, Sr. Sancha, «La ense­ñanza de hs Obispos de todo el mundo católico, cuando levantaron su vó^ para condenar los abusos del mag­netismo j - del espiritismo, y para prohibir d los fieles de sus respectivas diócesis la' asistencia á las sesiones magnéticas y espiritistas, á fin de que el genio del mal j ' el espíritu de las tinieblas^ que informaba tan perniciosos expectáculos, no engañase d las almas que estaban encomendadas d su vigilanc'a pastoral, y las arrastrase d su eterna perdición.» Doctrina confirmada por la Sagrada Congregación del Santo Oficio en Ju­nio de 1840, la que aíif'mó; «que la aplicación de prin­cipios y de medios puramente físicos á cosas ó efectos de suyos sobrenaturales para explicarbs naturalmente, debe tenerse como un engaño Ilícito y heretical:» y en 1841, condenando claramente al magnetismo que he­mos l!amac|o trascendental, Coníjrniaia «simismo por la

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- 2 5 8 -Sagrada Penilenciaria en Julio de 1841, con mayor ex­presión y energía; por la Sagrada Inquisición en una cir­cular de Julio de 1847; y pjr fin por la S. C. de la Inquisición Universal, con aprobación de S. S. Pío IX1 en 1856; en la cual se declara- que: «Cualquiera que sea la ilusión ó el arte con que se hagan los fenóme­nos magnéticos, como quiera que los msdios (ísicós que se emplenn con esc fin se ordenan á conseguir efectos qu; no sin naturales, no cabi daJar que ta­les procedimientos encierran una divagación cdmple-tamente ilícita y heretical, y además un escándalo con> traía honestidad de las costumbres:» doctrina que ha sido recordada últimamente por el Concilio Provin­cial ctlc'iTaio en ValUiolid en 18* 7; en el cual al tra­tar de las Supersticiones y arles ilícitas, incluye muy principalmente al magnetismo, al que aplican los Pa­dres del Concilio, las condenaciones indicadas anterior* mente. ,

Y no cabe decir que las anteriores condenaciones , se refieren tan sólo al magnetismo, porque ya hemos probado en otro lugar, que el hipnotismo no es más que el magnetismo animal; y además, el que quiera con­vencerse de la verdad de lo que decimos, lea el nota­ble documento del Sr. Obispo de Madrid, de que he­mos hablado, y en el cual dice, que, ejerciéndose el hip­notismo en igual forma que el magnetismo, la con* denación de éste debe comprender á aquel en igual for­ma. «Así en el hipnotismo como en el magnetisino, escribe dicho sabio prelado; ¿no se emplean medios fí­sicos para conseguir efectos que no son naiturales? ¿No se producen por ambos, fenómenos, qu& son contra­rios á las leyes psicológicas, éticas y fisiológicas, y á los principios axiomáticos en que descansa la cer­tidumbre de la filosofía y demás ciencias naturales?» Y el docto escritor Próspero Saei, al tratar de esta cues-Í1ón;cfee asimismo que el hipnptismo vjene áreicpgerde

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nuevo la desacreditada bandera del magnetismo, y des< pues de citar hechos indudables del llamado hipnotismo trascendental observados por varias comisiones científi­cas, concluye diciendo que tales fenómenos se oponen abiertamente á las leyes de la naturaleza, y que semejan­tes hechos no se pueden explicar de otro modo que por la intervención de un agente preternatural que ilumi­na mentalmente al sujeto, presentando á su imagina­ción, como en un cuadro, el objeto solicitado; de cu­ya opinión parece participaba el notable médico Cons­tantino James.

Pero como esta obra puede ser leida por perso­nas de diversas ideas, nos parece conveniente apelar á otro género de pruebas que convenzan al que de buena fe estudie ésta cuestión.

La primera prueba de otro género que ofrecemos, es el mismo testimonio de los autores que han tratado de este asunto; y que por no alargar mucho este ca­pítulo, reducimos á el de los dos más grandes escri­tores que se han ocupado de la hipnosis; el del cé­lebre James Braid, mirado como el fundador científi­co del moderno hipnotismo; y el da el no menos re­putado Charcot, que dedicó diez años á el estudio prác­tico de la hipnosis, en la que es reputado como su princi­pal Apóstol: pues bien, el primero hablando del hipnotis­mo, dice: «Hube de confesar que me era imposible expli­car el modas operandi de la producción de ciertos fenó­menos, de los que nadie ha podido darme explicación y me consideraría obligado d quien supiera iluminar­me en este punto. Y el segundo no ha dado expli­cación alguna científica de los fenómenos hipnóticos, diciendo que no las conoce, según el testimonio del Dr. Cartaí; publicado en la revista parisiense; «Z,a na-tura át 18 de Enero del año 1879.»

"Pero dejando á un lado los argumentos de auto­ridad, veremos los que resultan del tnismo estudio d«

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- a s i ­los hechos, los que sin duda han inspirado al P. Vild las siguientes palabras. «Hay hechos ó fenómenos hip­nóticos que no se puede decir en absoluto que no sean naturales, sino que por la causa que se les asigna, por el modo como se producen y por la manera como des­aparecen, acusan evidentemente el influjo de un ser preternatural, y la presencia de un ser inteligente y libre que tenga extraordinario dominio sobre lá mate­ria.» O bien podemos exclamar con el Sr. Garrote., en sus Observaciones al hipnotismo. «¿Cuál de las le­yes físicas, químicas ó biológicas puede explicar los he­chos anómalos y verdaderamente raros y sorprenden­tes del hipnotismo? ¿Podrá decírnoslo alguno de sus partidarios?»

Por todo lo cual el distinguido médico y religio­so trapense Debreyne, exclama en su obra, • Pensa­mientos de un crej'ente; «que si los hechos magnéticos alegados fueran verdaderos, (se refiere á los 'de\ llamado hipnotismo trascendental); deberían atribuirse á la ac­ción de un poder sobrehumano ó sobrenatural.»

El caos y confusión que reina entre los hombres de ciencia al querer explicar el como se produce el hipnotis­mo, el abismo que media entre las ideas dadas para ex­plicar esta cuestión, en la que apenas hay dos sabios que se hallen conformes; y los delirios que ésta explicación ha producido, como lo que nos dice el alemán Garres, del reverbero de ¡as ideas y de los deseos del magneliíador al magnetizado;* todo esto nos autoriza á afirmiar que la hipnogénesis, ó producción del hipnotismo es un pro­ducto caos, según la exacta expresión át\P. Franco, y por consiguiente parece -revelar un sello no natu­ral. Así vemos que efectivamente ninguna de lastres clases de teorías dadas para explicar la hipnogénesis nos pueden quedar satisfechos. Ni la teoría expontá^ uea, ó que cree el hipnotismo producido por una alu­cinación personal: ni la teoría objetiva, que explica el

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—a6«- hipnotismo por la existencia de un fluido de una es­pecie A ó B: ni la subjetiva que hace nacer el hipno­tismo del mismo hipnotizado por una idea fija; en na­da nos aclaran un problema tan complejo y no resis­ten á un severo juicio crítico. La teoría objetiva se destruye en el momento que se ha probado ser un hecho la antohipnotizacion, ó hipnotización sin nece sidad de hipnotizador; y las teorías que hacen nacer el hipnotismo del mismo hipnotizado, se destruyen por cuanto se vé que en la miyor parte de las hipnotiza­ciones, el hipnotizado no contribuye á ellas, sino á lo más con su consentimiento, y hay casos de hipnotiza­dos contra su voluntad, ó hallándose dormidos, en cu­yo caso en nada pudieron estos individuos ser ori­gen ó causa de su propia hipnotización.

Pero bien sabemos que algunos hipnotistas dicen que si fuera cierto este modo di discutir, si porque no se conoce la esencia de una cosa se pudiera decir que era innatural, que entonces lo sería la luz, el calor, la electricidad, etc. Pero á esto diremos que aunque no se conoce la esencia de estos últimos fenómenos, sus efectos se vé claro que son naturales; y aunque no se conozca su causa, á nadie se le ha ocurrido decir que la luz ó el calor eran sobrenaturales: pero en el hipnotismo no sucede nada de esto, no sólo su esencia es desconocida, sino que sus efectos ó por lo menos par­te de ellos, son innaturales. Que el hipnotismo es un hecho innegable como dice el Sr. Freiré, hoy nadie lo duda. Este mismo ilustrado escritor sigue diciendo que los impugnadores del .hipnotismo por lo mismo que no conocen su esencia ó que dicen ser desconocida, en vez de aguardar A que este problema se resolviera y suspender el juicio, ¡peregrina inconsecuencia! se apre­suran á asegurar que por lo mismo que no se sabe lo que es, debe ser, más todavía, es el hipnotismo cosa de mala ley. Locual tiene.una contestación muy sencilla, y crcd*

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- 2 5 7 -mos que pocos autores discurrirán de un modo tan gra­tuito como supone el digno catedrático de Santiago. Los escritores que dicen que el hipnotismo es sospe­choso, se fundan en muchas razones; j esta de la esen­cia del hipnotismo no es más que una de ellas, que se va uniendo á las demás que resultan del estudio comple­to de la hipnosis, para decidir la cuestión de si es ó no innatural. Demasiado sabe el Sr. Freiré, que todo hecho ó fenómeno que no sólo se presenta con señale? extra» ordinarias ó prodigiosas, sino que no se pueda explicar naturalmente y se presente como en oposición á la Ver­dad revelada, hay motivo para sospechar del mismo; y esta es la regla que se ha aplicado al hipnotismo por los escritores católicos.

Y bien sabe también el Sr, Freiré, que como dice Meric, ahay espíritus que emprenden el estudio tan delicado y tan vasto del magnetismo con la pretensión de explicarlo todo naturalmente y la firme voluntad de no reconocer jamás la intervención de un agente ó de una causa extra-natural Bajo el imperio de esta preocupación y de ese error de lo sobrenatural, persis­ten estos escritores en negar los hechos que no saben explicar, cuando ya no pueden negar la realidad de su existencia afirmada por testigos y consagrada por los principios de la certeza histórica, se contentan con des­naturalizarlos, apartar lo que les estorba, y conservar de esos fenómenos en los que cortan á su antojo, lo que les parece susceptible de interpretación natviral; en su concepto, lo demás no existe.»

fMeric. Lo Maravilloso jr la Ciencia,rtj La explicación hoy predominante entre los hombres

de ciencia sobre el origen de la hipnosis, que hacen partir de un modo de ser especial ó anormal del ce­rebro ó imaginación del hipnotizado, esotro misterio y no pequeño; pues no se comprende conio puede ser esto, cuandoelhipnotüadono concurre á la.proda<;':

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ción del estado hipnótico sino casi scjo «a>Ti su consen­timiento, y aun á veces sin él, como sucede en los ca­sos de hipnotización durante el sueño, ó hipnotiza­ción por sorpresa y sin consentimiento de los interesa­dos; y aun cuando siempre diera ó prestara el- hipno­tizado su consentimiento, éste, como dice el P. Fran-co, «no es causa física de efectos físicos.n Y aun cuan­do se llegara á probar que el hipnotizado cor\curría con toda la actividad de su ser á la hipnosis; ¿cómo redu­cido á un estado de autómata y sin conciencia de ello, puede realizar actos que ningún individuo puede rea­lizar en su estado natural, aun cuando intentara ha­cerlo con toda la energía física é intelectual de que sea capaz? Mucho más que como dice el célebre Ber-nheim: «En ninguno de mis sonámbulos, he visto que la sugestión hipnótica exalte en grado extraordinario co­mo pretenden algunos, las facultades intelectuales, ni creen de repente aptitudes nuevas,» Y si esto es así; ¿cómo explicar lo que decimos en varios lugares de ésta obra, de hechos notables como los que cita Braid, de hipnotizados que se expresaron con facilidad suma en una lengua cualquiera aun cuando no la conociesen, ó que cantaban correctamente en muchos cantos y en di­ferentes lenguas sin conocer la música, y sólo con oir cantar ó hablar á cualquiera una sola vez? Esto parece asimismo {presentar un aspecto innatural; mucho más que si fuera la imaginación del hipnotizado la causa del hipnotismo ó la fuerza productora de dicho estado, se produciría entonces mejor la hipnotización en los suje­tos nerviosos^ de imaginación sensible, de cierta ins­trucción, y que se sometieran á ser hipnoti-cados con idea ó conocimento de los efectos hipnóticos; cuando en Ja práctica se vé que suele suceder todo lo contra­rio; que se suelen hipnotizar mejor y más fácilmente la gente sencilla, poco nerviosa, y de robusta constitu-ciónt y el tnismo Bernheim nos dice en su obrs de

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—856 — La Sugestión, Parte primera, Cap. I, que «le ocurre con frecuencia producir el hipnotismo con una gran fa­cilidad en sujetos que se le presentaban Í/« lener idea algiftia de lo que es el sueño hipnótico^ opinión que está de acuerdo con los experimentos de Liebeault-, y otros célebres hipnólogos.

Pero se puede objetarnos, dice el P. Franco, de quien tomamos muchas ideas para este capítujo; que la causa del hipn-tismo puede ser la acción hipnoti­zante puesta en juego por el hipnotizador ó por el mismo hipnotizado, pero si así fuera, dicha acción hip­notizante sería constante y necesaria en su efecto como las causas físicas, y no hay nada más inconstante y libre que la acción hipnotizante. Sabido es que son in­numerables los medips hoy conocidos para producir el hipnotismo; las varillas y cubetas mágiéas, los pases mesmerizantes ó desmemerizantes, el contacto de las manos, el cosquilleo, un mismo movimiento, los mo­vimientos á distancia, el soplo, las aspersiones de agua, el mandato imperativo, la orden interna del hip­notizador; )a sola presencia de éste, la orden á plazo del mismo, los objetos materiales, como las copas, ani­llos, lápices, árboles, tarjetas; el üjar la vista en un cuerpo brillante, la fascinación ó la fíjación de la vista, la luz, un ruido grande, otro monótono y acom­pasado, la compresión de ciertas partes del cuerpo, el imán, la electricidad, los tocamientos, el sonido de ciertos instrumentos, la contemplación fija de un objeto determinado; etc.; son muchísimos los medios emplea­dos para hipnotizar; de modo que no parece sino que la hipnotización no tiene causa determinante verdade­ramente, siendo un conjunto de fenómenos tan im­portantes y hoy tan conocidos; y siendo también cu­rioso como ya lo hizo constar Braid, que un niismo movimiento ó una misma causa puede producir efectos contrarios al hipnorizar. Así que si la hipnosis fuera

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un fenómeno mer&msnte físico ó natural, es un prin­cipio indudable que, ntoJo efeclo físico tiene su causa física propia y determinada, que nada puede hallarse en el efecto que no preexista formal ó eminentemente en la causa, y que una causa que no contenga la entidad del efecto nada puede causar, ni puede por lo tanto, escogerse una causa á voluntad para producir un de • terminado resultado.r> ¿Sucede esto en la hipnosis? ¿Y si no sucede, se puede considerar como natural? Y tan absurdo ha parecido á muchos hipnotistas la idea de que el hipnotismo fuera un fenómeno puramente físico, que el mismo Donato dice, que; «lógicamente, el mag­netismo humano, siendo de esencia humana é inteli­gente, debe producir ¡efectos humanos é inteligentes, y no efectos que son del dominio de la observación físi­ca.» Yotro escritor de la hipnosis, dice que; si el hip­notismo fuera natural, la diferenciación de la materia organizada, el funcionalismo de cada órgano, y la divi­sión del trabajo fisiológico, desaparecen ante ia hipno­sis; porque'según esta cita, toda la materia orgánica sir­ve para todos los actos de la vida; y lo mismo puede oir la lengua, que ver las narices, y esto puede llevarse quizás hasta las células y los últimos elementos orgá­nicos. ¡Qué conjunto de absurdos!

Fijémonos también en la inmensa desproporción de la causa con el efecto en el hipnotismo. Una cosa tan sencilla como un soplo, la fijación de la vista, ó contem­plar una lámina brillante; ya basta para producir un conjunto de fenómenos sorprendentes, como los que hemos visto en los capítulos oportunos. ¿Puede esto ser natural? Algunos salvan esta dificultad diciendo que el hipnotismo se produce por la mirada del hipnotiza­dor, ó fdscinacidn; que según ellos es causa suficiente para producir el estado hipnótico. Pero si esto fuera así, obraría más sobre los sujetos nerviosos ó mujeres iDistéfícas;. y en los casos observados. de hipnotlzacl<is,

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- s e i ­se ven más individuos adultos, robustos; de buena con­formación, sin antecedente» nerviosos y hasta de es­merada instrucción, pues se cuentan entre estos has­ta médicos, abogados y hombres de ciencia, más que débiles ó nerviosas mujeres: además la fascinación ha sido rechazada por gran numero de hipnólogos; y si todas las hipnotizaciones se produjeran por medio de la mirada del hipnotizador, podría tener cierta fuer­za la objeción; pero ya hemos visto que son innu­merables los medios de producir la hipnosis ó de hip­notizar.

Respecto á la predisposición latente que según algu­nos hipnólogos existe en ¡os hipnotizados, y que el hip­notizador no hace más que despertar; es una hipó­tesis completamente gratuita; y si fuera cierta su exis­tencia una vez que según los modernos hpinotistas, la inmensa mayoría de los hombres es capaz de ser hip­notizada; ¡pobre humanidad!; ^sta no sería sino un conjunto de futuros locos ó sugestionados, lo cual si que sería una cosa extraordinaria y gravísima. Ade­más esta predisposición pierde gran fuerza ante lo afirmado por gran número de hipnotistas notables, de que para la hipnosis no hace falta predisposición alguna en los individuos que se someten á la misma. La lla­mada predisposición latente es una quimera, según el P. Franco; porque la acción hipnotizante es á vo­luntad escogida por el hipnotizador, y no siendo ver­dadera causa física mal puede despertar, físicamente, predisposición alguna, ni otra fuerza del organismo hu­mano. Además, aun cuando fuese verdadera causa, es pequeña ó nula atendido al efecto que se produce, y por fin la supuesta predisposición no se puede ad­mitir sino á lo más en un número muy reducido de casos, como en algunos enfermos de determinados pa­decimientos nerviosos.

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- M í -hipnotismo, muchas veces basta una mirada ó una sim­ple orden para ello; el venir el mismo sin pródromos ó preludios, como suelen producirse las enferme­dades con las que el hipnotismo tiene semejanza; el pronóstico de la hipnosis, tan diferente al de todas las enfermedades médicas, pues en estas no se puede for­mar sin. tener conocimientos médicos, y es sumamen­te incierto; y en el hipnotismo puede hacerse con to­da seguridad hasta por una persona imperita; la de­pendencia del hipnotismo de la voluntad humana y el modo tan sencillo con que desaparece un estado tan grave al parecer y misterioso, pues con una simple orden, un soplo, etc, se disipa todo instantáneamen­te como un cuadro fantasmagórico; todo esto son nue­vas razones que nos inclinan á ver un sello no na­tural en la hipnosis.

Varios hipnotistas han tratado de explicar natural­mente dicha hipnosis por la fuerza de la sugestión, en la que nosotros vemos una nueva prueba de lo que tratamos de probar; «porque la sugestión como dice el varias veces citado P. Franco; puede dar ra­zón de algún acto de sonambulismo natural, acto co­munmente habitual y según sus costumbres; pero una orgía tan desenfrenada de la imaginación y de las fa­cultades mentales, no es natural que se obtenga con la simple sugestión.» Recordemos que el sueño hip­nótico se produce siempre de una manera provocada, es decir artificial; y el cuadro de fenómenos que pro­voca la sugestión en el hipnotismo, que nos hace ver al­go innatural, á poco que reflexionemos en este asunto.

Empecemos por ese automatismo, absoluto la ma­yor parte de las veces, que convierte al hipnotizado en un verdadero maniquí en manos de su hipnotizador y del cual los señores Maira y Benauente, que son contrarios á la idea que sostenemos, dicen lo que sigue; «Vti punto obscurp y ca i impenetrable 99 observa

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- 2 6 8 -en el hipnotismo, ante ei cua callan muchos auto« res y es ¿porqué un sujeto hipnotizado queda so­metido á la discreción del experimentador ó de la per» sena que éste designe? Las hipótesis lanzadas para ex­plicar este hecho son numerosas, pero ninguna satis­face siquiera medianamente la ra^ón.D Automatismo del que hx dicho Venturoli, que, «si la cosa ocurrie­ra como se asegura, sería difícil, tal vez no impo­sible, explicar el fenómeno por las solas razones físicas y psicológicas.»

Y es más misterioso todavía ese automatismo y más inexplicable, porque admitiéndose como hoy se admite por casi todos, que no existe fluido alguno en la hipnosis que sea causa de ésta; y que el hipnoti­zador no tiene sino una acción muy secundaria en la producción del hipnotismo, puesto que se puede pro­ducir éste siempre que se quiera; ¿si esto es así; co­mo se puede explicar de un modo natural, que á pe­sar de todo, el hipnotizador tiene un dominio absolu­to sobre el hipnotizado, y le reduce al estado de au­tómata de que hemos hablado? Y por cierto que no comprendemos la estrañeza de ciertos escritores co­mo el Sr. Freiré; al ver que se tacha de inmoral al hipnotismo; porque es indudable que un fenómeno como la hipnosis, tan fácil de producir en gran nú­mero de personas y que á tantos abusos se presta y se ha prestado; bien puede decirse de él que es inmoral y depresivo de la dignidad humana; y esto no es de­cir que siempre lo sea, ni que todos los que han he­cho uso de la hipnosis haya sido con un fin inmoral, pues creemos que muchos lo han hecho movidos única­mente por un fin científico ó curativo.

Dicho Sr. Freiré, á quien tantas veces citamos en nuestra humilde obra, parece que tratando de recha­zar -el sello de innatural dado al hipnotismo, explica la pérdida de U libertad del hipnotizado de una (nfnv

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- 8 6 4 -ra : original. Dice que esta nuestra decantada liber­tad está empecida o entorpecida casi á diario por nu­merosas cortapisas. Pero, ¿cabfr comparación entre una cosa y la otra?; En el hipnotismo la pérdida de la li­bertad es absoluta y forzosa, y en el estado normal dicha pérdida ni es absoluta ni forzosa, y la prueba es que se puede decir á un individuo cualquiera que se pegue un tiro ó tome una sustancia venenosa, segu­ros de que se reiría de nosotros; y en cambio el hip­notizado concluye por ceder siempre ó casi siempre á la voluntad del hipnotizador, aunque éste le orde­ne el mayor desatino, Además, si en estado normal creyendo muchas veces obrar libremente lo hacemos movidos por alguna pasión, el hábito, etc.; todo esto está en nuestra mano remediarlo y obrar de otro mo­do opuesto aun cuando nos cueste cierta lucha; pero el hipnotizado no puede menos de obedecer á su hip­notizador y obedecerle quizás contra su voluntad y con la mayor repugnancia, y la voluntad de este úl­timo le domina de un modo fatal y necesario. Sigue diciendo el Sr. Freiré, que el hipnotizado abdica é\ mismo de su. libertad en beneficio de sí mismo como hace el hombre muchas veces en su vida; pero es sa­bido que la gran mayoría de hipnotizados no saben ni se les previene anticipadamente las consecuencias de la operación á que se someten, pues si conocieran bien el liipnotismo, serían escasos los individuos que voluntariamente se prestaran á sufrir su acción: y si fuese como dice este escritor, el hipnotizado no abdi­caría de su libertad sino en los actos que no le fue­ran repugnantes; y en la práctica se vé que no es así, que suele abdicar en absoluto de la misma. El mis­mo escritor nos asegura qus la sugestión no obra con tan necesaria fuerza; que el hipnotizado en la hipno­sis conserva su carácter, su manera de ser, y su pro­pia {)er«onaiidad, y «in duda no recuerda el misqig

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- 2 6 5 -Sr. Freiré, que en otro lugar asegura, que; «el hip­notizado acepta y cumple tojo cuanto le sugiere el hip­notizador, si bien oponiendo á veces una resistencia Pí'ncible»: es decir que siempre sucumbe ante el hipno­tizador. ¿No es esto una pérdida absoluta y rarísima de la libertad del hipnotizado? Además ya sabe el Sr. Freiré, que hasta la propia personalidad pierde el hipnotizado si se quiere, como hemos visto en otro lugar. Y concluye dicho escritor, diciendo que la su« gestión hipnótica no produce pérdida de voluntad en el hipnotizado, sino que es un impulso interior que lu­cha con su voluntad como otro impulso cualquiera, lo cual por si solo se contesta. Si no es más que un impulso, siempre se impone aunque sea un absurdo ó cause gran repugnancia al hipnotizado. ¿Es posible, para el que conozca la hipnosis, que se pueda sostener que la sugestión hipnótica sea un impulso como otro cualquie­ra? La cosa nos parece un tanto forzada, dicho sea con todo el respeto debido á tan ilustre escritor.

Los ya citados Sres. Maira y Benavente, dicen en otro lugar: No menos obscuro que el anterior, (el au­tomatismo) es el punto que se refiere á la sugestión. ¿A qué se debe esta impulsión irresistible á ejecutar lo que el experimentador desea?» Y el Sr. Donadiu en su Discurso sobre el Hipnotismo; nos asegura, que: «casi todos los partidarios más celosos del hipnotis­mo dicen que los sujetos hipnotizados se entregan á una fuerza poderosa que les arrastra sin poder opo­ner eficaz resistencia, que se mueven y se agitan á una simple mirada del hipnotizador como se mueven y se agitan los autómatas al tirar de la cuerda, que se acercan y dirigen al mismo, como perros falderos, y que éste los despierta con solo soplarles el rostro con la misma facilidad con que se apaga una vela» perdiendo por lo tanto en su estado hipnótico la con-ckacia, la .personalidad .y. la liberx^d ds. siu..ac.tos.»

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-aee— Es tal el conjunto del cuadro de la sugestión hipnóti­ca, lleva esta tan[en sí misma el sello innatural, que sin tiiás que contemplarla una vez sola, parece que lleva el convencimiento al ánimo más despreocupado. ¿Qué estado sano ó enfermo de los que el hombre pre­senta se puede comparar con el de la hipnosis suges­tiva? ¿Qué pasa en el hipnotizado, que se le dice que no puede andar, y se clavan sus pies en el suelo, que corra y no le es posible detenerse, que no sienta y nada sufre aunque se le queme ó se le hiera, que sien­ta en extremo y el más ligero contacto le produce grandes molestias, que al mismo tiempo que su piel sea insensible, puede percibir olores que no tienen exis­tencia, ver objetos que tampoco existen, tomar el agua por exquisito Jerez ó Champagne, sufrir grandes mo­lestias con ruidos imaginarios, sentir un frío glacial en el mes de Agosto, ó un calor tropical en Diciem­bre; que se le dice que. hace frío y se hiela, que ha­ce calor y se abrasa, que su mano está paralizada y no la puede mover, que no puede abrir dicha ma­no y no hay fuerzas humanas que se la abran, que el acíbar es azúcar, y el agua vino de Burdeos, que te duele la cabeza y sufre violenta jaqueca, que no pue­de abrir los ojos y aunque se halle despierto y haga esfuerzos extraordinarios no puede separar sus párpa­dos, que está ciego y no distingue la luz, que está sor­do y no percibe el disparo de un arma de fuego? Bien sabemos que ciertos escritores explican estos hechos diciendo que como en los casos de hipnotismo falta la atención 4 las impresiones que se reciben, la sensa­ción no se verifica y así falta el conocimiento de di­chas impresiones. Pero en el estado normal no hay estado alguno comparable á esto, sino algún caso ex­cepcional como el que se cita de Arqiiimede%\ y por abstraído qué se halle un sujeto siempre le irtipresio-pa una lúe intensa ó el ruido del disparo de una pis-

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—í«7— tola; y en el hipnotismo, como quiera el operador; no se percibe impresión por enérgica que sea, y en cam­bio la simple orden de este puede cambiar repenti­namente el fenómeno, haciendo que el hipnotizado vea ú oiga lo que quizás no existe; y entonces no puede tole­rar éste la más débil luz ó el más ligero ruido, que le molestan de una manera extraordinaria. ¿Todo es­to puede ser natural?

¿Puede serlo asmismo que se le dice á un hipnotiza­do que se convierta en asesino de su padre, ó que mate á su misma madre por quien daría quizás toda su vida; y dicho hipnotizado, llorando, víctima de una lucha ho­rrible dentro de sí mismo y con conciencia del parrici­dio que vá á cometer, y sin embargo le comete obligado por una simple orden de un desconocido, ó de una per­sona que solo le produce miedo ó desconfianza, y cum­ple esta orden sin vacilar muchas veces, y por un acto tan sencillo se convierte en asesino de la persona á quieti más ama en este mundo? ¿Puede ser esto natural?

¿Puede ser natural asimismo que se diga á un hip­notizado que no puede abrir su mano y la contrae con­vulsivamente, no solo durante el estado hipnótico, sino que no la vuelve á abrir muchas veces aun cuando se halle en su estado normal, y es preciso hipnotizarle de nuevo y decirle que ya puede abrir la mano, para que así lo haga? ¿Puede ser natural asimismo que se diga á otro hipnotizado que ya nunca podrá volver á escribir, y una vez vuelto dicho individuo á su estado natural no vuelva á poder escribir ni una sola letra aunque lo in­tente repetidas veces; y en cambio con esa misma mano puede seguir haciendo todos los demás actos que ejecu­taba con la misma?

¿Es natural que aunque se admita como un hecho sencillo y fácilmente explicable que el hipnotizado que­de convertido en un verdadero autómata en manos de su hipnotizatdor/que su voluntad propia desaparece ea

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—268— absoluto; ¿cómo y porqué realiza el primero, actos y hechos que no es capaz de realizar el segundo, aun cuando pretenda hacerlo con todas sus fuerzas? ¿Por ventura puede el hipnotizador ver con los codos, oir con las narices, adivinar, ó ponerse en estado de cata-lepsja?

Algunos délos estados que provoca la sugestión, como los fenómenos musculares, las parálisis, contrac-turas, etc; parece preciso una causa física que los pro­duzca, y la sugestión es una causa puramente moral; y parece que naturalmente no había de poder producir di­chos efectos físicos. Y si consideramos en la hipnosis, la alteración de las facultades intelectuales, la pérdida de la voluntad, de la memoria, de la conciencia, el de­lirio, las alucinaciones, el cambio de personalidad, el desdoblamiento de la misma, el hemi-hipnotismo, y demás fenómenos análogos; parece marcarse más aún el carácter innatural del hipnotismo. Además, si la su­gestión fuera una cosa natural, serían sus efectos nece­sarios siempre que la causa obrara; y en la práctica se vé que solo el hipnotizador es el único que puede influir sobre el hipnotizado, y que otros individuos aunque apelen á los mismos medios que aquel, nada consiguen. También es notable que el conjunto de fenómenos tan extraordinarios que provoca la sugestión, no dependen de la sugestión misma, sino de la voluntad del hipnoti­zador, que con una sola palabra conjura el cuadro más desordenado que se pueda imaginar; cuando en la prác­tica de la medicina nunca se ha dado un hecho semejan­te, el poder curar con una simple palabra un grave es­tado morboso; lo cual parece asimismo poco natural; asunto tratado de una manera brillante por el P. Fran­co, en su obra sobre esta materia.

Tampoco parece natural, el que una voluntad ex­traña al hipnotizado pueda sugerir fenómenos tan graves y extraños como los que presenta el hipnotismo; y que

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esta misma voluntad pueda alterar hasta el punto que lo hace el organismo del hipnotizado, el cual en este estado presenta un conjunto de síntomas ó fenómenos que parecen requerir una causa real y suficiente que los origine no pareciendo causa bastante la voluntad de otro individuo, que con una simple orden cambia á su gusto la naturaleza del sujeto que es víctima de la hip­nosis. No falta, como ya hemos dicho antes, quien trata de explicar los fenómenos hipnóticos por la misma su­gestión; pero si esto fuese así, los síntomas producidos serían inciertos, no guardarían regularidad alguna, lo cual no sucede así; y no solo no sucede así, sino que el sugestionado obedece la voluntad del sugestionador con todo su ser y de un modo extraordinario, todo lo que no parece posible pueda ser producido por la sola pala­bra del hipnotizador, mucho más si tenemos en cuenta las palabras del fundador del hipnotismo, Braid; que en su Neuripnologia, afirma, que jamás ha podido obtener cosa alguna en la hipnosis por medio de la sola i'olutt' tad; de cuyo modo de pensar son varios hipnólogos, co­mo Guermonpre^; que asegura que la voluntad delibe­rada del hipnotizador puede contribuir á producir el hipnotismo en cuanto excita la imaginación, pero que no estima necesaria dicha voluntad en el hipnotismo, ni tampoco estima necesario en la producción de la hip­nosis la voluntad del hipnotizado, que es solo un medio coadyuvante, y nada mis. ¿Poirá decirse como algunos lo hacen, que el cuadro de síntomas que presenta el hip­notizado, depende de la gran excitación mental proidu-cida por la sugestión? Pero si así fuera, dichos síntomas se parecerían á los que presentan ciertos locos ó aluci­nados; pero en los sugestionados, se nota en medio del grado extraordinario á que pueden llegar en los fenó­menos sugestivos, que estos solo se producen á discre­ción del hipnotizador, y según la voluntad de éste, y el hipnotizado parece una máquina- movida por

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el capricho de aquél. Si la sugestión fuese solo natural, sería impotente para originar las exaltadas alucinaciones y activísimos delirios de todo su ser que se producen tan fácilmente en los hipnotizados, y que no se pueden obtener sin un trastorno profundo y gravísimo de todo S'i organismo, ó sin una causa sobrenatural que le do­mine por completo.

¿Podrá decirse asimismo como hacen otros, que los fenómenos hipnóticos dependen tan solo del ejercicio de la actividad automática del cerebro, durante la pará­lisis de la actividad consciente que manifiesta el j^oP Pero esta teoría se destruye en el mero hecho de que hay estados hipnóticos sugestivos con persistencia de la conciencia y de la voluntad, y sin embargo el hipno­tizado no puede menos de realizar los actos que le son sugeridos, quiera ó no quiera. Recuérdese también que siendo cierto que el hipnotizador conserva alguna in­fluencia sobre el hipnotizado, en la inmensa mayoría de los casos, no puede llevar su influencia sobre éste hasta el automatismo, cuando dicho individuo se halla en estado de vigilia; y si hallándose sumido en el sueño hipnótico le ha producido su operador algún fenómeno de parálisis, contractura, etc.; el mismo hipnotizador no puede aunque quiera hacerle desaparecer estos fenó­menos, sino solo volviendo á hipnotizar al sujeto y produciéndole una nueva sugestión que haga desapare­cer la anterior; así que solo en estado de hipnotismo son obedecidas les sugestiones, y si fuera solo la suges­tión la causa del hipnotismo, lo mismo obrarían las sugestiones en estado de hipnotismo que fuera de este estado.

El Sr. Freiré, explica la sugestión, diciendo; quí en el hipnotizado se suprime ó debilita el juicio y subsiste la credulidad; y en éste estado toda sensación percibida, todo hecho observado y toda afirmación sentida, se cr^eo áa vacilición por «1 hipnotizado, y luego aplica á

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realizar las ideas sugeridas toda la energía de que e$ capaz, concentra en aquella idea toda la energía de su ser, energía despertada asimismo por la sugestión; y en cambio quedan los demás órganos cerebrales en es­tado de apatía ó inercia y sin energía alguna. En este estado, cautiva del convencimiento la inteligencia, se entrega la voluntad casi sin lucha, y por este medio se realizan todos los fenómenos hipnóticos. Esta teoría parte de hipótesis misteriosas. ¿Cómo se explica que el hipnotismo suprima ó debilite el juicio, y no suprima también la credulidad? ¿Porqué en éste estado solo obran las afirmaciones ó ideas sugeridas por el hipno­tizador, y no las 5ugeridas por otros individuos, aunque las oigan los hipnotizados; y porqué el hipnotizador puede transmitir esta facultad ó autoridad que tiene sobre el sugestionado, á cualquiera otra persona? Ade­más, está probado que en muchos casos las ideas suge­ridas al hipnotizado son resistidas por éste, le producen tristeza, pesar ó repugnancia, y sin embargo casi siem­pre ó siempre concluye por ejecutar lo que se le ordena, aunque sea un absurdo, aunque se perjudique gravemen­te, ó perjudique á la persona que le sea más querida. Pero también en el estado hipnótico el discernimiento y el juicio no están tan suprimidos como supone el señor Freiré, pues todos los autores aconsejan al hipnotizador que procure siempre convencer al hipnotizado de que loque le dice le es conveniente, útil ó necesario, ó hay alguna razón poderosa para que haga lo que se le man­da; y aun así y todo, muchas veces resiste dicho hipno­tizado obedecer lo que se le ordena, y su hipnotizador tiene que buscar nuevas razones que le muevan la vo­luntad á cumplirlo ordenado.

Y aun respecto á la persistencia de la credulidad en los hipnotizados, como nos asegura dicho escritor; no faltan autores de la hipnosis, como Z>e/en e en la His­toria crítica del Magnetismo; que jios afir^acR <jue ia

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fe es necesaria al magnetizador y no lo es al magnetiza­do, con lo que parece dan á entender que significa poco que en los hipnotizados persista ó no la credulidad.

El autor citado, Sr. Freiré, explica naturalmente las sugestiones que se pueden llamar negativas; ó sean [as que hacen que dejen de existir para el hipnotizido, lo que además de existir, le afecta á sus sentidos; cumo cuando éste es víctima de un dolor violento, y su hip­notizador le dice que ya no le duele nada; y esto lo explica dicho escritor, diciendo que el hipnotismo su­prime la atención del hipnotizado y así no se verifica la sensación; pero nosotros creemos que hay impresio­nes tan enérgicas, como ciertos dolores, quemaduras, etc.; que solo en un caso excepcional dejará de sentirlas el individuo por abstraído que se halle; y en la hipno­sis esto no es excepcional, sino que sucede casi siempre que quiere el hipnotizador.

Además, veamos como se producen muchas suges­tiones, sobre todo las que contrarían las inclinaciones ó ideas del hipnotizado, y la especie de lucha que se establece en el interior de éste, antes de realizar las ideas que se le han sugerido; como hemos visto en el capítulo XVI de ¡a cuarta parte; y fíjense, nuestros lectores en el caso que citamos en dicho lugar tomado de Bernheim, y en el cual se vé una joven hipnotizada, que una vez despierta, ejecuta un robo que se le había sugerido por el hipnotizador durante su sueño hipnótico; y nótese que realiza dicho robo ya despierta, con conciencia del acto que ejecuta, y con vergüenza de su acción; y verifica esta el robo que la había sido sugeri • do, delante de una porción de personas y sin poder resistir aquella fuerza que la impulsaba á cometer tan mala acción, y que ella comprendía bien la malicia de la misma, por la lucha que se verificó en su interior antes dc.ejecutarla, como lo prueban sus vacilaciones en aquel actO} y. %\K dicha joven desconocedora de la fuerza

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que la impulsaba á aquel robo, no podía menos de pen» sar que aquella acción tenía que arrastrarla á una cár­cel; y en estos casos parece qu» claramente se vé la lucha que existe entre la voluntad del hipnotizado y la fuerza extraña que se le impone, fuerza que no pare­ce que pueda ser natura!, por que natural no podía ser otra que la voluntad del sugestionadof, y esto no sé explica; porque ésta la resistiría el sugestionado, siempre que quisiera y en la práctica no es así; es cierto que en estos casos hay lucha, pero lucha en la que casi siempre sale vencido el sugestionado y vencido de un modo que sorprende, porque llega hasta ejecutar lo que más le repugna y contraría, y ejecútalo sin vaci­lación alguna, pues hasta el mismo Beniheim, dice, que en el sonambulismo provocado el acto sugerido se im­pone con un imperio irresistible; y dígannos nuestros lectores si esto es ó parece natural.

Tampoco nos parece natural lo que sucede en los actos producidos por las sugestiones á plazo, actos que no solo realiza el hipnotizado fatal y necesariamente á pesar de hallarse en su estado natural, y sin poder dejar de hacer lo que se le ha mandado; sino que si se le pre­gunta por qué ha hecho ó hace aquel acto dice que no lo sabe; y sin embargo no puede dejar de hacerlo con todo su conocimiento y todas sus fuerzas, y como si no tuviera voluntad propia; á pesar de que no se dá razón de porque lo hace, y de haber trascurrido cierto tiempo desde la sugestión al acto realizado: sugestiones á plazo, de las que Venturoli, que le cuesta trabajo el admitirlas como hechos comunes y cree que no son más que unos casos accidentales, ha dicho de las mismas^ que: «tal vez superan todo poder para que puedan ex­plicarse según las leyes de la naturaleza.»

Debemos asimismo hacer notar sobre la cuestión que debatimos, que según opinión de ilustrados hipnó-lo^Qs, el hipnotizaio conserva •ieinprc It «Qncitnck^

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-274— y sí no véase efltre otras citas que pudiéramos hacer, lo que nos dice Bernheim, en su obra de La Sugestión; el cual dice que; En todos ¡os grados de hiptioti^ación lo repito, el sujeto queda consciente, y hemos obseruado millares de casos en Nancy. Y si esro es así, ¿si el hip­notizado tiene conciencia, porqué no tiene ó no puede tener voluntad para resistir ¡as sugestiones que le con­trarían? ¿Qué fuerza le domina para esto? Y si aun ad­mitimos que el hipnotizado tiene en algunos casos con­ciencia y voluntad; ¿porqué entonces no puede menos de ejecutar los actos que se le sugieren? ¿Puede ser esto natural? Y no se diga que esto es una suposición gratuita. Léase en el capítulo VIII, de la parte i. ' de La Sugestión, de Bernheim, y se verán pruebas de lo que decimos; pues allí nos dice que hay estados hipnó­ticos en los que existen conciencia y voluntad, y sin embargo en ellos no se pueden resistir las sugestiones; y nonos cita un caso de un hipnotizado que decía que oía todo lo que le decían durante su hipnotización, y tenia la voluntad de resistir, puso los medios para esto, y sin embargo no le fué posible; no pudo dejar de cum­plir las sugestiones que se le hicieron: «tenía conoci­miento de causa de todo y sin embargo no pudo ha­cerse dueño de sí,» concluye diciendo Bernheim, al ocu­parse de este caso. Y no se nos diga como escriben algunos, que en el sueño normal profundo se hallan de­bilitadas la conciencia y la voluntad, por que les di­remos con el tantas veces citado Bernheim, que; «este sueño profundo, esta debilitación de la voluntad y de la conciencia, no fon necesarias para la manifestación de los fenómenos sugestivos.»

¿Y si el hipnotizado tiene conciencia, porqué siempre ó casi siempre, olvida, ó no conserva, el recuerdo de lo sucedido én su sueño hipnótico? ¿Porqué olvida al des­pertar, todo lo que le ha ocurrido en su sueño? Y no es (^« «c b0rre e«to de su memoria; porque éste mismo

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hipnotizado que vuelto á su estado normal no podía recordar nada de lo sucedido durante su sueño; todo jo recuerda perfectamente con solo que se le vuelva á hipnotizar; y aun si quiere el hipnotizador, puede hacer que el hipnotizado recuerde perfectamente lo sucedido durante su hipnotización, sin más que mandarle quQ cuando despierte se acuerde de todo: lo que prueba que en los hipnotizados no es la memoria la que desaparece, sino la facultad de recordar voluntariamente el mismo hipnotizado sin la sugestión correspondiente. ¿Y cuál es la virtud ó fuerza del hipnotismo, que obliga á los individuos á recordar hechos de su vida ó ideas, que hacÍ3 muchísimo tiempo que no habían podido recor­dar, aun cuando lo hubieran intentado muy de veras? En verdad que esto tampoco parece muy natural que digamos.

¿Es posible considerar como un desarrollo natural de las facultades humanas, dice el abate Barran; ese fenómeno que hace á uno anatómico y médico, que hace hablar el idioma de estas ciencias, usar las voces propias que los magnetizados nunca habían oído pro­nunciar, que manifestasen patentemente el organismo del cuerpo humano de las personas ausentes cuando se halla establecida la relación? (y nótese que basta para ello un simple cabello). ¿De dónde les viene á esos suje. tos esa facultad de conocer lo que se hace á distancias considerables, de transferirse mentalmente á sitios leja­nos y contar en ellos los muebles de un aposento, las personas que allí se encuentran é indicar detalladatnettte las acciones que pasan? ¿Dígase de dónde puede provenir el conocimienso súbito de una lengua extraña y de SDC<;-sos remotos? ¿De dónde esa instantánea curación 4e una enfermedad grave que se manifiesta en el hipnoth zado con síntomas imponentes? Lo que pasa en ,el so­nambulismo artificial, parece tan prodigioso á ciertos ma^netiMdores distinguidos <{ue «e ven obligados «1{M

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—ave-mismos á atribuirlo á influencia de los espíritus.» El abate Frere, viene á sostener opiniones parecidas, y que, «algunos magnetizadores asombrados por los fenó­menos magnéticos se ven precisados á reconocerlos como desproporcionados con las fuerzas humanas, y entonces admiten la presenciado un agente espiritual di­ferente del alma, y que los médicos alemanes no tienen repugnancia en reconocer la influencia de los ángeles ó los demonios.»

También debemos tener en cuenta que los sujetos que padecen enfermedades que tienen semejanza con la hipnosis, como la epilepsia, la catalepsia, etc.; que­dan más ó menos cansados y con un malestar indefini­ble después de cada uno de los ataques de su padeci­miento; y en cambio los recien salidos de algún estado hipnótico parecido á alguna de las enfermedades dichas, y en cuyo estado han tenido que hacer violentos esfuer­zos musculares, mayores si á mano viene, que los que producen los ataques de histerismo, sonambulismo, etc; no aquejan malestar ni cansancio alguno gran número de veces. ¿Es natural que después de un esfuerzo tan intenso, como el que se ha producido en ciertos fenó­menos hipnóticos, quede el hipnotizado como si nada le hubiere sucedido?

Es notable asimismo que la hipnosis, si es como dicen muchos hombres de ciencia, una neurosis mar­cada; esté en manos del hipnotizador el curarla cuando le dé la gana, haciéndola desaparecer en un momento, quizás cuando está produciendo un cuadro morboso como no le hay semejante en la patología, ni siquiera si tomamos el tipo de la locura furiosa ó del delirio más extravagante; y todo desaparece con la palabra; Desper­tad. En verdad que lodo esto parece un fantástico cuen­to de tas Mil y una noches. Si el hipnotismo es una neu­rosis, ¿cómo hay la seguridad de curarla repentinamen-!«! lo (^uejio sucede con ninguna otra enfermedad ncr-

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viosa, en las que ningún médico puede tener segundad ni tnuclio menos de curarlas cuando quiera, y con lo que quiera? ¿Cómo un estado tan grave como el produ­cido por la hipnosis, desaparece al instante con una cosa tan pequeña, como un soplo, una orden verbal, etc? Y por lo visto tampoco es una cosa sola determina­da la necesaria para esto; pues son varios los medios conocidos para producir la deshipnotización, habiendo llegado á usarse para ello hasta una copa de Ginebra; con la particularidad de que algunos de estos medios lo mismo sirven para hipnotizar que para deshipnoti* zar, como sucede con el soplo. «¿Creen realmente los hombres de ciencia, pregunta con sobrada rozón el P. Franco; que un soplo, un bofet(Sn, ó hs cosquillas son remedios físicamente bastantes para interrumpir fcl curso de una desenfrenada neurosis, enfermedad que saben es casi incurable? Y sin embargo los fenómenos de alta neurosis son palpables, y un soplo los destruye; ¿qué contestan? Digan lo que opinan, que á nosotros nos parece raciocinar con !a lógica y la filosofía si de­cimos que esta enfermedad es misteriosa é innatural en el rc'^uitaJo y en la curación como en todo lo demás?»

Y si se admite la teoría de Bernheim, vestida con tan fuerte sabor materialista: el hipnotismo parece cla­ramente innatural: dice, así este autor: «La sola cosa cierta, es que existe en los sujetos hipnotizados ó im­presionables á la sugestión, una aptitud particular para transformar la idea recibida en acto. En el estado nor­mal toda idea formulada es discutida jpor el cerebro que no la. acepta sino á beneficio de inventario; percibida por los centros corticales, la impresión se propaga, por decirlo así, á las células de las circunvoluciones próxi­mas; poniéndose en juego su actividad propia, las diver­sas facultades de la sustancia gris del encéfalo intervie­nen; la impresión es elaborada, comprobada y <ui«/i{a-da por m trabajo cerebral complejo fu9 termina en'v^

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- 8 7 9 -Bceptación ó neutralización; el órgano psíquico opone, si ha lugar, su veto al mandato. En el hipnotizado, por el contrario, la transformación de la idea en acto, sensa­ción, movimiento ó imagen, se verifica tan pronto, tan activamente, que la comprobación intelectual nq tiene tiempo de producirse; cuando el órgano psíquico inter­viene, ya es un hecho ejecutado lo que registra frecuen­temente con sorpresa, confirmándolo por lo mismo que le consta la realidad, sin que su intervención pueda im­pedirlo.» Es decir, que en un hipnotizado las ¡deas se transforman en actos, movimientos, etc.; sin que su voluntad que no ha desaparecido, pueda impedirlo; y no se diga que no se dá cuenta, como dice Bernheim; por (\\it^\ órgano psíquico interviene ya tarde; porque hay muchos casos, como probamos en otro lugar, que dicho árgano interviene oportunamente, porque se vé la lucha que hay en el mismo hipnotizado antes de ejecutar los actos sugeridos, lucha que termina siempre 6 casi siempre por declararse la voluntad del hipnotizado im­potente ante la fuerza que la domina. ¿E'4 esto natural? Y si no, véase lo que dice el mismo Bernh¿iin sobre este punto, en su obra La Sugesiivi. «Aún en el sonambu­lismo activo, las facultades psíquicas no están abolidas; el sonámbulo también resiste á ciertas sugestiones, re­chazando cumplir algunos actos; reflexiona antes de responder á ciertas preguntas y realiza un trabajo inte­lectual activo. Por otra parte, los actos, las ilusiones, las alucinaciones post-hipnóticas mandadas durante la hipnosis, se realizan después de despiertos, cuando la conciencia y las facultades coordinadoras han recobra­do verdaderamente su imperio. En fin, la manifestación de estos mismos fenómenos en estado de vigilia, en una persona compos sui, admirada de no poder luchar con­tra el automatismo que le domina, demuestra claramen­te, gwe en todos los graios de la hipnosis, la conciencia yUávoluntad pueden sobrevivir.»

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Misteriosas y poco naturales nos parecen asimismo las sugestiones negativas, de las que hemos hablado an* tes; en las que no dejan de producirse en nuestros sen­tidos las sensaciones de los objetos que les impres;ion8n, y según dicen los autores, falta en estos casos la percep*

ción cerebral; y no se explica como una ¡dea sugerid» pueda producir esta falta de percepción, no pudiendo compararse estos casos con los llamados de inhiHción de Brown-Séquard; porque en estos, si bien e» <ierto que se puede proJucir suspensión di ciertas fttndiínés, es siempre á consecuencia de excitaciones físicas de tos nervios ó ganglios; y en la hipnosis, no se vé más que la voluntad del hipnotizador obrando sobre el hipnoti­zado para producir efectos, que no nos parecen natu­rales.

Y si abordamos el estado crítico y detallado de la sugestión á plazo, que según la oportuna comparación del P. Viláx convierte al hombre en un reloj disper-tador que en llegando la hora y el minuto designados por la manecilla, desarróllasele el mecanismo, ábrese

^el martillito y empieza á golpear la campanilla. Su­gestión de la que ha dicho Bentheim, en su obra tan­tas veces citada, que; «es entre todos los^fenómenos hipnóticos tan particularmente interesante que en vano se han evocado todos ios conocimientos de la psico-. logia para recibir algún ensayo de interpretación.» Y no se nos diga para explicar esta sugestión á plazo Có­mo dicen algunos; que en el estado hipnótico htf un grado de concentración nerviosa especial, y que étt las sugestiones á plazo hay un estado especial de eoncien • cía en el hipnotizado; y qae no es cierto qué queden latentes dichas sugestiones, porque todo lo más que podía explicarnos esta teoría, el porqué recuerdan los hipnotizados las sugestiones á plazo cuando llega el momento de cumplirlas y no es poco si esto sucedie» ra: pero lo cjue no ao$ puede explicar, ni out cás n^*

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~6é6-ía se haga satisfactoriamente, es e! porqué se realizan necesariamente dichas sugestiones, sin saber el liipno^ notizado el porqué las cumple, libre como se halla al parecei" de la influencia del hipnotizador, saltando por todo género de obstáculos para cumplirlas, y cuando quizás dichas sugestiones repugnan ó peri'udican a/ mis­mo hipnotizado. Y si abordáramos este estudio, como decíamos al empezar este párrafo, no parece sino que lo innatural se vé de una manera inevitable.

Si de estas sugestiones pasamos á la llamada su­gestión mental, y á los fenómenos hipnóticos superio­res cuyos hechos es preciso rcordar para tenerlos bien presentes en este caso; aquí 3'a lo innatural se nos impo­ne con una fuerza tal; que hasta los escritores más ene­migos de lo sobrenatural no pueden menos de.con-fesar los grandes misterios que hay en estos hechos ó negarlos rotundamente si se atreven, y así salen más fácilmente del paso.

«Confesamos por lo tanto, dice el P. Franco; que los síntomas ó fenómenos á plazo, son inexplicables. ¿Quién puede entender una enfermedad que desapa» rece por completo con tojos sus sí'itom is, v que des­pués á la hora libremente escogida por el máJico, rea­parece por un momento y se di<ipi? S-'ría una enfer medad dependiente de la voluntad, lo cvnú es absur do en física, en patología y en el sentido común. Y no obstante existe el caso evidente de Ja neurosis hipnó­tica, en lo cual todos los síntomas son más ó menos dependientes de la voluntad.... Q ie si además^se ve­rificaran los hechos de sugestión mental y la acción

. de los tnedicainentos á distancia, hecho que ha inspi-rído al Dr. Litys las siguientes palabras: «No vacilo en confesar que asistimos con esto á una serie de fe-riómenos extratíos que se desarrollan fuera de ¡as le-

yes naturales, de su evolución normal, y que descq»-(iirtarí todo lo que creemos saber sobre la acción del

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euefpo;» el argumento volveríase aun más conduyen-tc; concluyentísimo aún más, si se realizaran los fe-

, nómenos trascendentales de visión de cosas ocultas, de conocimiento de hechos lejanos ó por venir, de pen­samientos internos, etc.»

Y por fin, como argumento de presunción y pro­babilidad, digámoslo así; no podemos dejar de consig­nar para ilustrar la cuestión de si el hipnotismo es in­natural, que pnrece muy significativo que cuándo se ha sometido á la acción de Is hipnosis á alguna persona á la que Dios adornara de gracias extraordinarias ó á la que concediera favores especiales; el hipnotismo como si llevara en sí un sello.de innatural y diabóli­co se ha estrellado contra dicha persona: como suce­dió por ejemplo con la dichosa jovencita que tuvo la incomparable suerte de recibir las visitas de la San­tísima Virgen, y el señaladísimo honor de ser la pro­tagonista de los sorprendentes milagros realizados en ese rincón de los Pirineos, llamado Lourdes. En Lour­des, cuando la impiedad y el racionalismo inauguraron -su infernal campaña para desacreditar las operaciones de la DivinidaJ que sa estaban verificando á vista de todos los que quisieran ver, para consuelo y esperanza de nues­tra extraviada generación; uno de los medios de que se valió la in<:redulidad para conseguir sus propósitos fué del hipnotismo: no solo la falsa ciencia se atre­vió á sostener que los milagros de la gruta eran simples hechos hipnóticos, sino que se atrevió á poner la ma­no sobre la escogida del Señor; y como dice Lasserre, un día salió no se sabe de donde un discípulo de Mesmer, que trató con excesivo celo de hipnotizar á Bernardi-ta; y á pesar de que esta joven se prestó á ello con la mayor buena fe é inocencia, sin conocer el peligro y la malicia que pudiera^ envolver esta operación; á pesar de ser proverbial la sencillez d corazón y la po­ca experiencia de las (;o$$s 4er mutuiQ en nuestra ira-

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milde pastorciía; á pesar de ser esta de temperamen­to tranquilo y apacible y nada nervioso; condiciones todas favorables para ser hipnotizada, según los hom­bres de ciencia; le fué completamente imposible al des­conocido magnetizador el poder hipnotizar á Bernar' dita, i ia cual esta operación no la produjo sino una fuerte y violenta jaqueca ó dolor de cabeza. Hecho cu­rioso y que pudiera ser una especie de hilo que nos sirviera de guía en este enredado laberinto, cuyas sa­lidas tratamos de aclarar.

De modo qvie en vista de que las causas natura­les no bastan para explicar la hipnosis, y de que no hay efecto sin causa; y de que cuando veamos hechos ó fenómenos que revelan fuerzas no naturales, el agen­te ó causa que produzca dichos hechos no puede ser natural, por aquello de que cada agente obra según su propio ser, ó según la virtud que le es propia; cre­emos lógica la opinión de atribuir dicho estado ó neu­rosis, á causas innaturales; con lo que se explican fá­cilmente todos los puntos dudosos del tan debatido hipnotismo: y como quiera que alguno pudiera ob­jetarnos, que como es posible que la causa de la hip­nosis sea innatural, cuando gran número de hipnotis-tas no creen en la existencia de espíritus de ningu­na clase, ni en el mundo sobrenatural, les diríamos con BJtrran, que; «no es necesario invocar cxplícíta-(Ttente al demonio para obrar bajo su influencia; que basta entregarse á prácticas de las cuales sé esperan efectos que no pueden resultar de causas naturales.»

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--IftS

VI.

QUÉ FENÓMENOS HIPNÓTICOS SON INNATURAl^S,

CUÁLES SOSPECHOSOS,

Y CUÁLES PUEDEN SER NATURALES.

Sobre este punto seguiremos e! método de la mayo­ría de los escriiore<5 católicos y conforme hacen estos, dividiremos los fenómenos hipnóticos, en tres clases. Innaturales. Probablemente innaturales-. Y que pueden ser naturales.

En la primera clase A innaturales, se incluyen los fenómenos de adivinación, la previsión del porvenir, el conocimiento de cosas ocultas ó lejanas, la penetración de los pensamientos de los demás, no manifestados de ningún moJo; la comunicación de ideas entre el hipno­tizado y otros individuos, en especial con su hipnoti­zador sin intermedio de signos exteriores; la clara vi­sión, ciertas formas dé sonambulismo lúcido, como el dar contestaciones sobre ciencias que no ha estudiado el hipnotizado; la manifestación de ciertas ideas que éste no puede formar por sf mismo, como el hablar al­guna lengua para él desconocida; la visión y transmiuón del pensamiento á distancia, y demás hechos análogos, Estos fenómenos son tan claramente innaturales, que en sí mismos llevan itnpresos dicho sello, y apenas hay autor alguno que se atreva á considerarlos como natu­rales; y algunos que no se atreven á darles el carácter de innaturales, los consideran como no pertenecientes al hipnotismo, ó los nitegan, y así salen más fácilmente

j ^ \ mal pasQ,

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- 8 8 4 -Entre los fenómenos probablemente innaturales, se

cuentan entre otros; la sugestión menta!; ciertas alu­cinaciones que simulan violentas locuras con vivo de­lirio, que versa sobre las ideas que comunica el hip­notizador al hipnotizado; la visión al través de los cuer-

'pos opacos, en la obscuridad,ó con los ojos bien ven­dados; la transposición de los sentidos, como el ver con los dedos, oler con el occipucio, oír con las na­rices, etc; y la sugestión á plazo; de todo lo que he­mos tratado en su lugar correspondiente.

Teniendo en cuenta que en este punto no hay com­pleta conformidad entre los autores católicos; pues hay algunos como sucede con Venluroli, que considera va­rios de estos fenómenos como claramente preternatu­rales, como por ejemplo: la visión al través de los cuer­pos opacos.

Por fin, se consideran como fenómenos hipnóticos que pueden ser naturale?, y ñ los que cabe aplicar la doctrina que expusimos al tratar este punto; el sue­ño hipnótico, el letargo, la anestesia, la catalepsia, el sonambulismo sencillo, las ilusiones, alucinaciones, de­lirios, las parálisis rigideces, alteraciones de la sensi-bilidad, los desórdenes de los sentidos ó de las funcio­nes orgánicas y demás análogos. Y no okidemos al que­rer clasificar los fenómenos hipnóticos, el consejo del P.Zeferino sobre esta cuestión, el cual dice, que; «exi­ge mucho pulso y sobriedad el determinar con pre­cisión cuales .son los fenómenos magnéticos que no re­pugna que sean producidos por causas materiales y hu­manas; y que la historia de las ciencias y los anales de la medicina ofrecen fenómenos y casos extraordi­narios, debidos probablemente á ciertos estados mor­bosos y fisiológicos, en que se desarrollan y manifies­tan las fuerzas de la imaginación y. del alma de una manara sorprendente.»

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^ S 8 8 -

X I I .

CONSECUENCIAS DEL HIPNOTISMO

EN LOS QUE EXPERIMENTAN SUS EFECTOS.

Hemos creído conveniente dedicar un capitulo á esta cuestión, porque hay muchos que consideran al hipnotismo cano un mero entretenimiento, propio pa­ra divertir á gente desocupada y ociosa, sin • conse­cuencia alguna desagradable; ó bien otros varios, «olo ven en la hipnosis un medio experimental del que pue­den prometerse grandes resultados las ciencias rela­tivas al estudio del hombre, ó bien la curación de gran niímerode sus padecimientos; así que creemos de gran utilidad el generalizar la verdad sobre este punto que tiene tanta trascendencia, para que muchos no pue­dan ser fácilmente engañados gravemente, ó de una manera irremediable.

Todos los hipnotistas ya nos habUn de las molestas sensaciones que casi siempre siguen á la hipnotización, que pueden llegar hasta el vértigo; y aconsejan que pa­ra evitarlas, se le produzca al hipnotizado la sugestión de que despertará bien y sin molestia alguna; lo cual indica alguna de las consecuencias de la tan cacareada hipnosis. Además el simple buen sentido ya nos dá re-.suelta en gran parte esta cuestión, pues si hay enferme­dades como sucede con el histerismo que se pueden propagar á muchos individuos tan solo por imitación; ¿qué ha de suceder con el hipnotismo que lleva eri sí un sello misterioso é innatural, y excita en tan alto gr^do la curiosidad de toda clase de personas? \si, ^Qe«ien49

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el hipnotismo, de ayer corno quien dice, en el sentido de hecho científico; son ya innumerables ios testimonios que podríamos citar de sus perniciosos efectos con res­pecto á la salud de los hombres.

En cuanto empezó á conocerse el magnetismo, que es el hipnotismo de hace un siglo; ya la Academia de Medicina de París, prohibió el uso del mismo, hasta á los médicos, por el daño que se seguía de su uso á la salud, excitando enfermedades nerviosas en los que presenciaban los espectáculos magnéticos, enfermeda­des que podían convertirse en habituales y propagarse como una epidemia, según dictamen de los médicos que dieron dicho informe, entre los que había hombres de ciencia, de la talla de Franklin y Lavoisier. Y es­tos mismos hombres de ciencia ya señalaban con ener­gía los graves peligros que ofrecían los procedimientos del magnetismo para la moral pública, y decían que el magnetismo no podía menos de producir á la larga funestos efectos,

• El fundador del hipnotismo científico, 5ríií'í/; dice por su parte lo siguiente: «He condenado siempre en, los términos más enérgicos el uso del hipnotismo por ma­no de personas extrañas á la medi:ina.—Hánme ocurri­do casos en los cuales creí peligrosa su aplicación. Para quien se halle dispuesto á la apoplegía, ó sufra un aneu­risma, 6 notable afección orgánica del corazón hay pre­cisión de usarlo con grandísima cautela.» «El célebre Charcot, es sabido que felicitó al Consejo Superior de Sanidadde Italia, porque prohibió los espectáculos pú­blicos de hipnotismo; fundándose en los peligros y daños qué los mismos ocasionaban á la salud. Richer, dice, que: «los experimentos hipnóticos sobre personas jóvenes y sanáSi hechos sin método, pueden favorecer el desen­volvimiento de disposiciones neuropáticas latentes, y qae<l est»do de desorden mental momentáneo, carácter pvopie d<d btpnotisino, e de lemer <\w persista «ntre

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- 8 8 t -una y otra prueba convirtiéndose en permanente,» «Co» rren gran riesgo ios que frecuentan los cxperinentos liipnóticos, escribe Zanardelli\ de sufrir ataques de sangre á la cabeza ó al corazón, la pérdida de la respi­ración y de la voz, sofocaciones, convulsiones y sínco­pes.» El célebre Hoffmann, al informar ante la Facul­tad Médica de Viena sobre el hipnotismo, nos dice, que: «se trata de estados anormales en los que no se puede establecer hasta que punto se puede llegar sin daño del individuo; que algunos de estos estados, cotno los de pérdida de la conciencia y contracción tetánica podrían traer graves inconvenientes; que podría sobrevenir una parálisis repentina del corazón en ciertos sujetos; que la representación de estados neuropáticos, anormales en realidad ó en apariencia, podía ejercer, sin duda, una nociva influencia sobre ciertas personas predispuestas á desórdenes nerviosos ó mentales, como /a experiencia lo había jitslifcado.»

• Grasset, por su parte; nos asegura, que; «si se ador­mece repetidas veces á un sujeto aunque Sea d€ buena salud, pero predispuesto al hipnotismo, es fácil que de un simple nervioso se haga un neuropático, después un histérico y no rara vez un IOCO.D Rostan, en su DicciO' nariode Medicina; afirma, que el hipnotismo es tan pe­ligroso para la mural Como para la salud, y aconseja que debe ser prohibido por los Gobiernos, .Éste mismo autor nos asegura que el hipnotismo mal dirigido puede causar graves accidentes. El mismo le ha visto prochi-cir malestar general, dolores vivos, cefalalgias pertina­ces, cardialgías violentas, pasajeras parálisis, pero ínuy incómodas y dolorosas, un trastorno general que pre­dispone á todas las neurosis, una fatiga excesiva, una gran debilidad, una extrema demacración, Is sofoca­ción y la asfixia; y no dudd que pudiese piHsducír la muerte misma, si alguno se atreviese á paralizar los músculos de la respiración. Muchaa VQC^,-«^aKbi

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se han visto resultar la rDclancolía y la enajenación mental.

SeriranJ nñrmn, que: «nada es tan común como ver experimentar á los magnetizados los más terribles acci­dentes, de resultas de las ideas que concibieron en el so­nambulismo.» Dupau por su parte, escribe, que: «el resultjado más común de las prácticas del magnetismo animal es el desarrollar enfermedades nerviosas y oca­sionarlas á las personas que á ellas estaban predispues­tas. Debrej'ne en sus Pensamientos, nos habla de en­fermos que han sucumbido en manos de sus magne-tizadores. El Dr. Meric, nos dice que el hipnotismo es peligroso para la salud de la persona, y provoca á menudo una especie de diátesis espasmódica, una pre­disposición temible al sonambulismo espontáneo, con­tracciones que pueden degenerar en parálisis y ten­dencia á las convulsiones.

El mismo Bernheim, tan entusiasta de' la suges­tión; se inclina á <jue en algunos hipnotizados las alu­cinaciones hipnóticas pueden producir la locura. Richel, Vi:{ioli, Benedikt, Lbmbroso, Gon^dle'{, Tebaldi, y otros muchísimos médicos eminentes, nos aseguran loS perniciosos resultados del hipnotismo con relación á la salud de los que se someten al mismo; llegando al­gunos como los Dres. Bossi y Malespine á decirnos que se pueden seguir, agraves consecuencias no solo del abuso, sino aun del solo uso de la propagación de los fenómenos hipnóticos.» El Dr. Charpignon nos cuenta el caso de una joven que habiendo sido hip­notizada varias veces, llegó á padecer tales accesos de «onambuüsmoj.que tuvo que abandonar sus ocupacio­nes habituales; y su estado la llevó á un punto ta|, que concluyó por el suicidio, y un día fué encontrado su cadáver en el Loira.

Gasi todos- los partidarias mis celosos del hipno-tisoao y jefes de, eacjieU, conñesan qo^ los efectos pro-

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ducidos por el hipnotismo son altamente nocivos á la salud, á la razón, á las buenas costumbres yá la dig­nidad personal del individuo,» afirma Donadiu, en su discurso sobre el hipnotismo.

Los consejos de Higiene j Sanidad de las nacio­nes civilizadas, han aconsejado que se prohiba el uso del hipnotismo público, por los daños que se siguen, á la salud de ios individuos que ios presencian ó to­man parte en los mismos: y por si alguno no conten­to con las citas que acabamos de presentar, nos pi­diera hechos concretos y determinados, y no palabras por respetables que fueran; citaremos algunos que prue­ben concluyentcmente lo que venimos diciendo. «Son bastante frecuentes y numerosos los casos de demen­cia y suicidio que deben su origen al magnetismo, y especialmente el trascendental; «dice el P. Zeferino Gon'^ále^ en sU Filosofía elemental. Vi\ioli, asegura haber prestado asistencia médica á un joven que se volvió loco por haber sido hipnotizado. El Dr. Sene. rf/7f/, después de varias líneas que dedica á los incon-venÍ2iites del hipnotismo, dice. «Los experimentos hip­nóticos pu.'den por úliimo producir un daño directo. Yo mismo estoven el caso de aducir un ejemplo. Tu­ve ocasión de ver que el experimento hipnótico que se realizó en un estudiante, engendró la amaurosis (ce­guera absoluta) de un ojo, y ambliopía (ceguera im­perfecta) del otro, sin que se haya podido restable­cer jamás la perdida fuerza visual. Aun en laa clíni­cas no debieran someterse frecuentemente á la piré­tica (hipnótica) individuos muy excitables, ya que sin duda su estado nervioso queda, como consecuencia, gravemente aumentado.»

D'Hondt, afirma que en lós hipnotizados persisten aun después de despiertos las convulsiones prolongadas y algunas manifestaciones de epilepsia, idiotismo y lo-fura itroducida por el hipnotiaino. El 5»*. frtximi

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—290-con todo su entusiasmo por la hipnosis; confiesa que el médico que se meta á hacer experimentos de éste gé­nero, y no sepa bien una porción de cosas, como Psi-cofsiologia, etc.; «presenciarií tantos fracasos cuantos sean sus ensayos, y correrá el riesgo de ocasionar ma­les que no pueda remediar.» Y las condiciones que pide dicho autor, á las que nosotros uniríamos alguna otra; creemos no son muy comunes que digamos. La Administración Superior de Alemania, cree que en los ensayos hipnóiicüs no solo hay probabilidades de per­der la salud, sino hasta la vida. Las desgracias produ­cidas por el Dr. Hausen, en Viena, con sus prácticas hipnóticas, hicieron que el Gobierno nomSrara una comisión de médicos para que estudiase los hechos criminales ocurridos; comisión que acordó por una­nimidad de votos, que se debían prohibir las expe­riencias de hipnotismo, por los graves mates que las mismas producían.

Ya en tiempo de Mesmer, hubo muchos casos fu­nestos por causa del hipnotismo de entonces, que provocaron la intervención de la Facultad de Medi­cina de París; pues el mismo Mesmer, viendo la fre­cuencia con que se presentaban los ataques convulsivos histero-epilépticos en sus sesiones de magnetismo, ha­bía dispuesto junto á la sata de experimentos, un salón acolchonado que se llamó, Cámara de las crisis, y tam­bién: El inferno de las convulsiones. Y quizás por esto mismo ha dicho Meric, que del hipnotizado al convul­sionario no media más que un paso, y éste se dá con suma facilidad. Y pueden decimos nuestros lectores si no serán frecuentes los estados patológicos consecutivos á el hipnotismo, si los hipnotizadores siguen el consejo que les dá el Dr. Bremand, el cual, dice: &que le parece útilísimo que, á lo menos las primeras veces que se trate de hipnotizar, se empiece por escitar el cerebro; 9ft hactetido ^irar rájpidamente al suj^o, ó ^a, obli*

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—sal­gándole á inclinar la cabeza hacia abajo, hasta procurar una verdadera congestión cerebral.n

El autor del Hipnotismo svelato, dice que puede ocurrir que por causa del hipnotismo algún individuo se debilite su espíritu ya de una manera temporal ó bien permanente; que se pueden causar alguna vez accidentes irremediables, que en ¡algunos sujetos fe puede presentar al ser hipnotizados una sofocación que si no se remedia puede producirles la mucjrte, que es posible en algunos una congestión cerebral duran­te el sueño hipnótico, ó si se les hipnotiza estando haciendo la digestión; y que en otros pueden persistir después de la hipnotización las convulsiones, ciertas formas de epilepsia, el idiotismo y hasta la misma locura. Maira y Benavente, nos aseguran, que; «las personas que se hipnotizan espontáneamente están ex­puestas á graves peligros y á groseros abusos. Hay sujetos que después de numerosas sesiones de hipno­tismo quedan tan sensibles, que una luz cualquiera, que los faroles de las calles, de los coches, un sonido más ó menos intenso basta para traerles el sueño. Si se trata de un hombre, podría ser robado, herido y aun ase­sinado sin que opusiera resistencia alguna; fácil es com­prender cuáles serán los desmanes que pudieran come­terse si fuen una mu)er, y le acaeciera esto en un sitio más ó menos solitario.» «El hipnotismo, dicen estos mismos autores; ¿es un fenómeno fisiológico 'perfecta» mente natural, cuya práctica no origina petígtros para el individuo que se somete á ella? ¿Se puede impu­nemente abusar de las hipnotizaciones y repetirlas 4 voluntad, sin tener que lamentar graves trastornos en la salud del individuo? Por último, si es aplicable á cual* quiera persona, ó, por el contrario, hay necesidad de elegir cuidadosamerte los individuos en quienes se de­see experimentar examinarlos y cerciorarse dean-t^inano (}ue pueden ser M.i3etídos sin |>eli^ro á l | « ia |*

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niobras hipnóticas. Se lia dicho y se ha repetido en todos los tonos que el hipnotismo es inocente, que no influye en la salud del individuo y que su práctica, excepción hecha de ciertos y determinados enfermos, no ofrece el menor peligro, aun repitiendo las sesiones un gran niimero de veces.... No pensamos como la gran ma­yoría de los que se ocupan del hipnotismo, que su práctica en todos los individuos es inocente, ni mu^ cho menos que se puede abusar de las sesiones y re­petirlas á voluntad, sin peligros. Afirmar algo seme­jante sería tan absurdo á nuestro juicio, como asegu­rar también que impunemente podía cloroformizar­se á un individuo 40 ó 60 veces, sin tener que abri­gar temores por el estado de su salud. Estamos se­guros de que nadie querría hacer semejante atírma-ción, y esto para un procedimiento que indudablemen­te influencia nuestro organismo de una manera mu­cho menos apreciable. Entrando á los fenómenos del orden psíquico, se sabe también cuanto trastorna nues­tro bienestar futuro cualquiera impresión desagrada­ble, de aquellas que tenemos que recibir tantas veces; como obra sobre nuastro organismo u,ia impresión mo­ral que nos conmueve y nos aterra, y como, por úl-titno, sin otra causa muchas veces, hay individuos que por el poder de una sola de estas impresiones van á terminar sus días en los rincones de una casa de Ora­tes. ¿Porqué el hipnotismo que conmueve rjjás profun­damente el organismo, que permite la sugestión de muchas ideas qiie son verdaderamente desagradables para el paciente, y que, por último, tiene un meca­nismo de acción que no se conoce y cu/as consecuencias pueden tal peí presentarse muchos años mds tarde, ha­bía de ser inocente? El hipnotismo ofrece todavía otros peligros para un cierto número de personas. Los enfermos del corazón, por ejemplo, no pueden ser I9i;)níetid09 ¿ las cnaniobrds hipnóticas, pu«s eti mv>c|)Q«

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- S 9 8 -de ellos pueden sobrevenir síncopes mortales y^ac-cidisntes tan temibles como estos. De la misma manera las personas de temperamento nervioso exa­gerado, aquellas demasiado susceptibles á toda cla­se de impresiones, deben ser hipnotizadas con suma prudencia, y mejor sería todavía proscribir en abso­luto la hipnosis para esta clase de enfermos. Los ac­cidentes que suelen ocurrir coa estos pacientes, y aún con personas perfectamente sanas, si bien no muy se­rios si son combatidos por un facultativo con la Opor­tunidad debida, hacen de todo punto indispensable que la práctica de la hipnosis sea estrictamente prohibida, como se ha hecho en casi todos los países de Europa, á los que no poseen un título de médico. De otra ma­nera, en caso de accidentes, se tendría que lamentar muchas veces una desgracia por no haberse prestado al enfermo los auxilios del caso con la rapidez exigida por las circunstancias.»

Los mismos escritores que venimos citando ó que acabamos decitar, dicen asimismo en otro lugar; «Al­gunos ejemplos han venido á probar que el hipno­tismo despierta las neurosis que se encontraban la­tentes, y que tal vez habrían ó no estallado en épo­ca más ó menos lejana. S: dice que las personas en las cuales se ha notado este fenómeno, no habían te­nido jamás manifestación alguna de afección nerviosa y que al volver al estado de vigilia después del sue­ño provocado, los circunstantes han sido dolorosá-mente sorprendidos al encontrarse frente á un loco ma­niaco, que ni las más cuidadosas atenciones han sido suficientes para volverlo á la razón. Entre los peli­gros del hipnotismo se menciona la predisposición qu« se adquiere para las enfermedades nerviosas, sobre to* do para el histerismo, por la repetición continuada y desmedida de las sesiones de hipnotización, Esto ea com<ln en las mujeres. Alguna» que jamás habrtaflf«<f

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decido de ataques de histerismo, han conseguido te­nerlos, y muy frecuentes, por el abuso de la hipnosis. Se ha observado casos de hombres robustos atacados de la misma enfermedad por una causa semejante.» Y los mismos autores, dicen asimismo, que «los hip­notizados en estados superiores de hipnotismo deben ser tratados como verdaderos enfermos,»

Y para no alargar demasiado éste capítulo, con­cluimos relatando los hechos citados por Lombroso, de varios casos observados pof este autor relativos á las corisecuencias de la hipnosis; y que son los siguientes:

C , ilustre escritor atacado de parálisis por haber asistido á un espectáculo de hipnotización. Una señora, I..., presa de una catalepsia por dicha causa. Otra id. R..., sumida en un continuo delirio histérico. Otra X..., con convulsiones epileptiformes después de asis­tir á un espectáculo hipnótico. C..., estudiante, que había sido sonámbulo y ya estaba curado; volvió á tener accesos de sonambulismo por haber sido hipnotizado. L..., como otros varios, quedó que no podía mirar un objeto brillante sin quedar hipnotizado. I..., teniente de artillería, como otros varios hipnotizado por Donato, trató de asistir á una cita á plazo dada por el hip­notizador, produciéndole un acceso de fviror al tratar de impedírselo sus superiores, y habiéndole impe­dido asistir, á la fuerza, cayó en un acceso de sue­ño hipnótico, con olvido, de lo sucedido al despertar. R..., estudiante, Curado de una antigua epilepsia, vol­vió á recaer en ella después de hipnotizado. R,.., por esta causa perdió la memoria y fué acometido de un grave eczema. X..., militar, no puede ver una luz sin ser atraído por ella, E..., empleado, cayó por la hipivotización en una especie de hipnotismo continuo después fué acometido de convulsiones epileptiformes y por fin de un delirio maniaco. V..., teniente, des­pués de hipnotizado cayó en una especie de sonam-^

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-é95— bulismo con tendencia á incitar todos los gestos de los que le rodeaban y en una manía melancólica. C,..., joven de inteligencia sana fué acometido de lo:ura después de ser hipnotizado. C..., joven ro­busto, lo fué de cefalalgia y debilidad de la cabeza. D.... por igual causa, lo fué de formas neurósicas va­riadas como insomnio, gritos nocturnos, pérdida de la memoria y mal humor. Y dicho Lombroso conclu­ye su relación con las palabras siguientes; «Por lo tanto las consecuencias más frecuentes que produce el uso del hipnotismo son la continuación aunque ate­nuada del grande acceso provocado de neurosis hip­nótica, el estado de sonambulismo ó semi-sonambu-lismo, la propensión marcada á volver á caer en él por ligerísimas causas, la tendencia casi insuperable á imitar los actos y gestos de los circunstantes, lle­vada hasta la exjigeración del Miriachit, (éste es una neurosis imitante); las convulsiones, la locura, la debi­lidad mental, la pérdida de la memoria.» Y estos casos fueron observados por un solo médico en una sola ciudad de Italia, Turín; después de los espectáculos de hipnotismo, dados en la misma por Donato, cuyos re­sultados se repitieron en Milán, según aseguran los Dt-es. Sapoliniy Strambio.

Piensen nuestros lectores en vista de esto, si estos resultados produjo un solo hipnotizador en dos ciuda* des, las enfermedades que se habrán producido en el mundo por causa del hipnotismo, cuyo conocimiento científico escomo quien dice de ayer, y ya se presenta en escena rodeado de un sin número de peligros y gra­ves Consecuencias, que pueden llegar hasta hacer per­der la razón á los insensatos que se entreguen á tan dañinas prá<;ticas; que no parecen sino, un mal rem '* do, de las de la antigua magia,

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~ S 9 e -

V I I I .

CONSECUENCIAS MORALES Y SOCIALES

DEL HIPNOTISMO.

Estas 'consecuencias no han podido ser más desas* trosas. El conocimiento científico del hipnotismo es de ayer como ya hemos dicho en otro lugar, y á ¡cuántos abusos se han cometido por causa del mismo; '.cuántos crímenes ha producido!; y eso que hasta ahora su prác­tica ha estado relegada á unos cuantos hombres de ciencia, que la han compartido con varios audaces char­latanes. ¡Aj^ del día que el hipnotismo se generalice! ¡Pobre humanidad! Y que el mal lleva este camino, lo prueba el que los jespectáculos públicos de hipnotismo se han multiplicado de un modo tal, que en palacios, salones, tertulias, cafés y teatros, se hacen experimentos hipnóticos como si fueran de un juego cualquiera ó un mero entretenimiento; y cuando escribimos estas lí­neas, se halla en todas las esquinas de la Corte de Es­paña, el siguiente anuncio:

«SALÓN SOMERO.

Conferencia del Dr. Dax. Hoy i6 de Mayo de 1891. Experimentos de electro-biología.—Visión á dis­

tancia. —Sonambulismo.— Éxtasis. —Encanto — A nes • tesia.—Catalepsia.—Acción de los medicamentos d dis­tancia.—Cambio de personalidad.—Sugestión mental ó irasnmisión del pensamiento.

Y los periódicos por su parte, ese abusivo y tirá­nico regulador de la sociedad llamado 4.' ]3oder del instado, y que nosotros llamarfamos el i.'¡ vienento-

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dos los días con anuncios como el que tomamos de uno de los diarios de más circulación hoy de España; El Imparcial á^ ti de Junio de iSgt. y que dice así:

SOMNAMBULE

et cartomanciere, Mme. León 232, rué Sainte Catherine á Bordeaux (Franee), est la plus renommée du monde pour diré l'avenir, la pensée des gens, ieurs intentíons. Elle fait re.ussir en tour et consulte par correspondence. Elle viendra consultar á Madrid, si plusieurs persortnes la demandent. Príx: lo, 25 et 5o francs. ó bien éstos otros que hemos visto posteriormente en El Dia de 16 de Marzo de 1892, y en El Jmparcial de Mayo del mismo ai .o.

ADIVINADORES DEL PENSAMIENTO.

De paso para París, han llegado á esta corte y debutarán hoy en el teatro-circo de Parish, Mr. Kreps, y su hija, adivinadora del pensamiento humano y do­ble vista natural. La prensa de la capital del Principado, hace grandes elogios de estos artistas.

ANUNCIOS. .

En la cuarta plana de un solo número del Fígaro de París (la capital del mundo civiliíadoj, encontramos los siguientes anuncios:

MAGNETISMO—ADIVINACIÓN.

«Mad. Cibau, 70. calle Lafayette, la cartomántica más célebre de Francia, única en París para explicar ei pasado, présente y porvenir y los pensamientos más ¡secretos; consultas por correo sobre pleitos, bodas pe­nas del corazón, etc.»

«Mad. de Salveuno, we<A«w, predice lo porvenir en francés é inglés, por el espiritismo.») , ,

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- 8 9 8 — «Sieunamosa, célebre sonámbula egipcia que no

teme la competencia. Talismanes.

El día que el hipnotismo se haga vulgar, y vulgar la facilidad de producirle; el mundo no será mas que una gran casa de locos, y una reunión de seres enfermizos y criminales. Y por si nuestros lectores creen que exa­geramos, á continuación damos las pruebas de la verdad de nuestras palabras, por las que se verá que más bien nos hemos quedado cortos en lo que acabamos de afirmar.

«Apenas principiaron á propagarse las prácticas magnéticas, dice el Sr. Obispo de Madrid; los teólogos vieron en ellas grandes peligros contra la moral y las costumbres, y publicaron trabajos numerosos y llenos de erudición para demostrar que aquellas eran contra­rias á las tradiciones cristianas, é inductivas á la su­perstición y á la impiedad.» Juicio que aunque parezca severo ha sido conlirmado por los obispos de Alema* nia,Baviera, Francia, España, Italia y América.

Ya en 1784, la Facultad de Medicina de París, á la que pertenecían los hombres rhás eminentes de su tiempo; prohibió hasta á los médicos, la práctica del magnetismo; fundándose en los perjuicios que causa­ba á la salud, á las costumbres y á los intereses, y por lo misterioso de sus procedimientos.

«No hay desorden personal que no pueda imponer­se al hipnotizado, ni existe delito al cual no ponga la mano, en cuanto se le ordene. El hipnotizado es un hombre que fírmó en blanco una letra de cambio poniéndola en mano desconocida, y en ella puede to­davía el fiduciario, escribir todo daño, toda vergüen­za y todo delito:» escribe el P. Franco^ en su obra sobre la hipnosis; cuyo autor afirma asimismo la in­moralidad del hipnotismo, porque ni al mismo hom­bre le es lícito renunciar á $u propia libertad moral,

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y dicho hipnotismo parece destruir la libertad hurtiana. Y este mismo ¡lustre escritor, en su recién publi­

cado folleto. El Hipnotismo j los médicos católicos, ex­clama: «El hipnotismo, causa de horrible daño á la moderna sociedad.»

El Obispo d& Moulins, Mr. de Pons; en su Pasto­ral sobre este asunto, dijo: «Nos levantaremos con­tra esas tenebrosas invenciones, esos misteriosos des­cubrimientos de pretendidos sabios modernos, adeptos del materialismo y corruptores de la moral;.. Señalarer mos con particularidad esa ciencia funesta del mag­netismo animal, cuya denominación sola caracteriza también la inmoralidad de tos que la profesan, U prac­tican y se esfuerzan en propagarla; ciencia perturba­dora cuyo efecto es introducir el desorden eij todas las facultades físicas y morales del hombre.»

El mismo respetabilísimo Prelado de Madrid, que antes hemos citado, asegura que: «si son grandes los daños físicos que el hipnotismo causa á las personas que se someten á su acción, son mayores y más enor­mes todavía los que de él se siguen á la moral y á la honestidad de las costumbres, así públicas como privadas. Quisiéramos el omitir el ocuparnos de este punto por ei rubor que se siente al enumerar los crí­menes y sucesos repugnantes á que han dado lugar las prácticas hipnóticas.».Y el mismo Obispo añrma en otro lugar: «El hipnotismo es por tanto atentatorio de la conciencia, del individuo, de la familia y de lá ñus-ma humana sociedad.» uEl hipnotismo aun el aplicado á la medicina es inmoral é ilícito, mientras la Iglesia no lo consienta y se dicten leyes y reglas que quiten al remedio la inmoralidad que su uso actuar entraña, y se hagan imposibles ó muy difíciles los crímenes que por el hipnotismo á mansalva pueden cometerse;» nos dice el Excmo. Sr. Obispo de Bafcelona, Sr. Catald, en »u Pay/ora/de Mayo de i§88.

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—800-«No tenernos noticia de que se haya publicado,

fuera de las traducciones diciías, en nuestro nativo idioma..... ningún libro que desentrañando la malicia y el veneno encubierto en esa llamada conquista de la ciencia médica, ponga de manifiesto lo insostenible de esas hipótesis absurdas en el terreno filosófico, y los peligros gravísimos en el orden físico y mora!, que de la práctica del hipnotismo están llamados á reportar los individuos, la sociedad, la moral, y las creencias católicas;» escribe á su vez con un profundo acento de convicción el ilustrado P, Vild, al hablar de esta materia; el cual en otro lugar dice, que; «el hip­notismo y el espiritismo se han propagado con una velocidad prodigiosa entre las naciones tenidas por alguno.s como las más cultas y civilizadas reciu-tando un sinnúmero de prosélitos entre los hijos de la impiedad y de la duda, cautivando á millares las personas de todas las clases de la sociedad moder­na y causando en ellas estragos indecibles:» extra­ñando con gran razón el mismo autor, como sucede esto en pleno siglo XIX, en el siglo de la incredu­lidad y del escepticismo, y como en esta época se ha hecho de moda la nigromancia, los encantamientos, las adivinaciones, las brujerías, que tanto hicieron reir á los filósofos de la última centuria... ¡Y esto los que nos culpan á los católicos de crédulos, fanáticos y su­persticiosos! Y por fin. el mismo P. Vilá, dedica en otro lugar de su obra las .siguientes palabras á pin­tar las consecuencias sociales del hipnotismo. «Tam­poco en este orden (el social) son más sazonados y saludables los frutos producidos por el hipnotismo, sino quizás más amargos y de más funestas conse­cuencias.... El hipnotismo, miserable y desdichado en­gendro del mesmerismo y hermano legítimo del es­piritismo háse atrevido á más y ha ido más alta que 9US ascendkntea, y ha aplicado la segur al corazón mis-

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- ^ O l ­mo del árbol social y ha minado por su b%se los prin­cipios en que este descansa. De una plumada ha bo­rrado la libertad y la conciencia humanas, fundamen­to sólido é indispensable de todo orden social y re­ligioso, y sin el cual no es posible, ni concebir siquiera la sociedad, cualquiera que sea el estado en que se la considere, convirtiendo al hombre en un mtdmatn^ etc. etc.»

Ideas análogas sustenta el docto escritor Dr. Meric, al creer al hipnotismo peligroso porque hace perder al hombre la libertad, le convierte en un autómata in« consciente, en una especie de loco; y le hace perder la memoria, con lo que puede convertirse en terri­ble instrumento de toda clase de crímenes y delitos que le son sugeridos por su hipnotizador, que queda á salvo de todas las malas consecuencias de estas ac­ciones que han sido sugeridas por él; y este mismo escritor dice que no es lícito considerar el hipnotismo como una de las conquistas de nuestro siglo, puesto que dicho hipnotismo convierte al hombre en un ser sin razón sin conciencia y sin libertad, y que perturba de una manera tan temible nuestra sociedad inquieta por su presente, incierta de su porvenir.

Pero como quiera que se nos pudiera tachar de par­cialidad y que no presentábamos sino los testimonios de escritores de nuestras ideas, que por más que pa­ra nosotros sean sumamente respetables, hoy por des­gracia, para muchos, son sospechosos, por lo mismo que son autores católicos; vamos á recopilar la opi­nión de los hombres de ciencia de distintas ideas y opiniones personales, y que mejor han llegado á conocer la hipnosis.

«Cuando el sujeto ha sido ya hipnotizado con fre­cuencia, y princi|»lmente, si lo fué por la misma per­sona, ésta adquiere sobre él tal dominio, que los ac­tos más excéntricos, los más graves y hasta.jos o^a

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—Boa-peligrosos se cumplen sin lucha aparente y sin tenta. tiva apreciable de resistencia.» (i)

Este mismo autor, al final del capítulo IX de su referida obra; dice que es una exageración el decir que el mundo entero esté destinado á la alucinación uni­versal, y que una mirada echada sobre el primer tran­seúnte baste para hipnotizarle; pero no lo niega tam­poco, solo dice que es una exageración. El mismo Ber-nheim nos cita algunos casos demasiado notables en este género, entre otros el del mendigo Castellan, tomado de las actas del tribunal de Draguignan, he­cho que es el límite de la inmoralidad y llega hasta inspirar repugnancia, por lo que no nos atrevemos á reproducirle. Y este hecho no es único, por desgracia, de varios semejantes han tenido ya que entender los tribunales; y ¡cuántos y cuántos análogos, habrá sepulta­dos en el olvido! Pues no parece sino que el hipnotismo trae como suele decirse un vicio de origen; pues su fundador ó propagador en Europa, Mesmer, no solo se valía de las cubetas y de la varilla mágica para hip­notizar, sino también de otros medios lúbricos y obsce­nos; como el de tocar y apretar el magnetizador el bajo vientre del magnetizado, manipulaciones que á veces duraban horas enteras; ya sus magnetizaciones dieron lugar á funestísimos casos, que motivaron la interven­ción de la Facultad de Medicina de París.

y que no hay exgeración alguna en lo que acaba­mos de decir, se ve con solo referir como se practicaba el hipnotismo de hace algunos años. Se procuraba para esto como dice Rostan, que el hipnotizador fuera un individuo de buena salud, que se hallara en la fuerza de la edad, fuera hermoso y de simpática presencia, grave, cariñoso, y á ser posible que fuera asimismo vivo, ardiente y entusiasta y pudiera ejercer cierto

(1) BwaMiá. U ittg«iUéa. 0«p. i." p&g. 88.

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—sos-influjo sobre las personas magnetizadas; y la magneti­zada se procuraba que fuera joven, pues por lo visto las viejas eran poco á propósito para el caso; que fuera además nerviosa, sensible, impresionable, y mejor aún ardiente, apasionada y erotómana como dice Debreyne; y,después se juntaban estos dos seres para procurar la magnetización, se sentaban el uno enfrente del otro, tocándose con los pies, con las rodillas, unidos estrecha­mente de las manos, y mirándose fijamente el uno al otro; y después se practicaban otros tocamientos en la cabeza, en las espaldas, en los brazos que se po­dían estender hasta los pies y aun hasta el vientre. Así que con sobra de razón decía este último autor: «No es ciertamente necesario ser gran moralista, ni tener un gran conocimiento del corazón humano, para juzgar del efecto que pueden producir estas misteriosas maniobras en una joven impresionable y toda palpitan­te de trastorno y de emoción, y tal vez en el grave y es­toico magnetizador, que no ofrece nada de repugnante, que está en perfecta salud y en la fuerza de la edad,y> etc., etc.

Los Sres. Maira y Benavente, sobre esta cuestión, escriben lo íiiguiente: «El estado nervioso particular que se conoce con él nombre de hipnosis, se presta, sin duda, para cometer mil abusos en las personas que se hacen dormir artificialmente, ó en aquellas en que los fenómenos de sueño ó de sonambulismo se pre­sentan espontáneamente. No disertamos en el terreno imaginario ó de las posibilidades; ya se han llevado

.algunas causas ante los tribunales de otros países, y esto hace pensar que á medida que la sutileza de los criminales se haga cada día más grande llegue á explo­tarse más extensamente estos fenómenos, tan aptos para llevar á cabo atentados de todo género contra las personas. Si el lector se ha tomado la molestia de echar la vista sóbrelo dicho anteriormente de los

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- 8 0 4 -carateres y estado de los individuos sumergidos en el sueño {nagnético, no le costará mu;ho trabajo suponer cuantos caminos accesibles pudieran seguirse para rea­lizar un intento abusivo cualquiera. La abolición de la voluntad, la perversión del recuerdo, los hechos admi* rabies del sonambulismo y de la sugestión, son circuns­tancias que, como dice cierto médico legista, incitan al crimen con la esperanza muy fundada de quedar completamente impune. ¿Qué sería un sujeto suscep­tible de recibir el sueño magnético en manos de un individuo de conciencia poco escrupulosa? nada más que un instrumento dócil para ejecutar sus planes.»

CuUerre, por su parte, nos dice, que: «Bien sea que la causa del sonambulismo se atribuya á cualquier ori­gen, todo? los autores convienen en que el hipnotizado durante el sueño artiñciai, pierde su conciencia, su personalidad y su libertad y queda absoluta é incondi-cionalmente sujeto á la voluntad del hipnotizador, en cuyo arbitrio está el quitarle la facultad de obrar y la de hablar y de obligarle, sin que pueda resistirse, á ejecu­tar los actos que le sugiera.» El Dr. de la Tourette, conforme con otros varios autores, asegura, que; «las prácticas hipnóticas son tan funestas é inmorales que á ellas son inherentes la violación y los atentados con­tra el pudor.

El/)r./?t'Cj/MíVr, nos ha referido mucho casos de preñez sobrevenida de resultas del magnetisoio animül; Magendie ha contado por su parte Víirios hechos de personas que han fallecido bajo la influencia de la misma causa; Rostan, á su vez, escribe lo siguiente: «Supuesto ese fenómeno tan trascendental del magne­tismo ¿qué consecuencias tan terribles no pueden se­guirse de semejante omnipotencia? ¿Qué mujer ó <|ué doncella estará segura de salir sin mancha de manos de un tnagnetizador que habrá obrado sobre ella con tsnta ta&.% séguri4a4) cuanto que el recuerdo de lo que

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le ha pasado se borró enteramente al despertar? Pero supongamos un momento que el hipnotizador resiste á la facilidad de abusar, que su virtud le haga triunfar de la impunidad y rechazar con horror toda idea cri­minal, ¿cuántos otros peligros quedan todavía? ¿No puede robar secretos importar.tes de familia y conver­tirlos en su provecho? ¿Se ignora muchas veces que el honor de las familia depende muchas veces del secreto de ciertas circunstancias?-~Se ha negado la influencia de los sexos y se ha hecho mal, porque esta influen­cia es poderosa. La sonámbula contrae hacia su mag­netizador un reconocimiento y una inclinación sin límites, y de esto á una verdadera pasión no es largo el camino. Yo creo que si es fácil la violencia, lo es más la seducción menos odiosa que la primera. ¿Quién puede preveer los resultados?» y concluye diciendo: «Así el" magnetismo puede ser perjudicial á la salud, y per­judicial á la moral pública: para obviar estos incon­venientes debería el Gobierno prohibirlo con severi­dad.

Dupaii sostiene ideas parecidas y nos asegura que: «No puede ponerse en duda el que no ejerza el magne­tizador una influencia moral muy grande sobre la perso­na sonámbula. Su voluntad dormida en algdn modo, no se resiste á las órdenes de su magnetizador; ¿no se pue­den, pues entonces conocer los secretos de las familias, penetrar en los intereses más caros y los más sagrados^ etc.? Má.>: de estas relaciones íntimas, de este catnbío'de miradas animadas en los sentimientos más dulces, con impresiones singulares y agradables, de este estado total­mente nuevo en el que caen los sonámbulos, nace una in­clinación entera y absoluta hacia el magnetizador. Lle­vado el reconocimiento hasta el entusiasmó de la pa­sión, exalta todos los sentimientos afectuosos; ahora juzgad de loque sucederá si la sonámbula «s una joven y $1 magnetizador tiene cualtdadea para á^rAdiTi* 1f

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—sos-sostiene que el magnetismo: «Es un arte del todo fan­tástico, cuyos procederes misteriosos no tienen poder sino sobre los cuerpos enfermos, y que por una sin­gular virtud envuelve en el mismo velo del error á sus propagadores y á sus víctimas; es finalmente una ciencia falsa en sus teorías, y perniciosa en sus prác­tica.»» Desgenettes; al ocuparse \&Real Academia de Me­dicina de Parts de esta cuestión, dijo. «Desde que s$ ha leido el parte ha hecho mucho mal; ha trastornado las cabezas de la generación médica naciente, y esta sé pregunta asimisma si deben quemarse ios libros y cerrarse las escuelas, pues que para todo basta el mag­netismo. El célebre fisiólogo Magendie, aseguró al tra­tar este asunto ante la Academia antes citada: «Me parece que la Academia se ha engañado; que la han

, colocado en una falsa posición cuando la han su­gerido la idea de nombrar una Comisión particular para saber si se ocuparía ó no del magnetismo... So­lo la noticia de esta discusiones perjudicial. Esta es una circunstancia explotada con solicitud por los mu­chos picaros que pululan en la capital; porque hasta se citan enfermos que han fallecido en manos de los magnetizadores.»

Debrej^ne, en sus Pensamientos, sostiene, que; «el sonambulismo ha sido en Francia uno de los secretos diaJsólicos más poderosos para desmoralizar á los hom­bres, y que esa inmoralidad no es un accidente for­tuito ni pasajero, sino que es inherente al magnetismo que mancha casi todas las víctimas, excita emociones condenables y enciende pasiones vergonzosas.» Y este mismo ilustre sacerdote liega hasta afirmar, que; «el magnetismo animal puede llegar á ser el medio de co> rrupción más execrable que haya jamás salido del in-ñerno.»

El conde de Robiano, asegura, que el libertinaje lonambüUcó «xcita y fomenta brutalmente pasion«9

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—867— desordenadas, provoca la licencia de las costtimbre$ y degrada las conciencias y otro escritor citado por dicho conde Robiano afirma, que: «En Alemania y en Francia el libertinaje sonambúlico ha sido uno de los secretos poderosos del infierno para desmora­lizar á los hombres; y nótese bien que la inmorali­dad de que hablamos no es un accidente fortuito ni pasajero; inherente al sonambulismo, mancha casi to­das las víctimas, excita emociones condenables, y en­ciende pasiones vergonzosas.» El autor ya citado, La Tourette; afirma, que durante el sonambulismo pueden establecerse relaciones sexenales, que desde luego pueden asemejarse á la violación. Lombroso, haciendo ver un nuevo aspecto de esta cuestión; nos habla de que el mo­mentáneo cambio del carácter moral que se observa en los accesos de hipnotización, se puede perpetuar si se repiten los experimentos en el mismo individuo y pue­de hasta cambiar su carácter y su moralidad; y se ha visto que los hipnotizados se vuelven con facilidad fal­sos, inmorales, ó por lo menos débiles, hasta el pun­to de ceder á las más ligeras presiones, no solo del hipnotizador, sino de todos los demás. El mismt) au­tor, nos habla del hipnotismo que se va generalizan» do como una epidemia, que se practica ya por sim­ple diversión y llega hasta las escuelas; y dice: «¿Quién puede medir los daños de una epidemia semejante, que no permite ya que se cuenten como raros los indi­viduos hipnotizados, como lo eran hasta hoy en loa gabinetes, sino en gran número, y no con las reser­vas y precauciones de las clínicas, sino á toda hora del día y por obra del primero que llega?» Y no se crea que en esto hay exageración, porque el mismo Braid, nos habla,de una niña de cinco años y me­dio, que habiendo presenciado una sesión hipnótica, hipnotizó á su propia aya imitando lo que había vis­to hacer, Y Cam^ili, en su Casuisticaf explica los frau^

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des que se pueden cometer fáciltnentej^por mediojdel hipnotismo.» •]

Es notable asimismo el dictamen presentado por el profesor de neuropatología, Vi{ioli, sobre el hipno­tismo, al Congreso superior de Sanidad en Roma; dic­tamen que fué aprobado por unanimidad por dicho Con­sejo', y en la imposibilidad de transcribirle íntegro lo que sería una prueba no pequeña de lo que tratamos de probar; nos limitamos á copiar los párrafos siguien­tes de dicho documento. «¿Aconsejaríais vosotros, que en nombre de la moral pública se prosigan los es­pectáculos hipnóticos, para disponer que nuestras mu­jeres se transformen en otras tantas malasias afectadas de lalahf en quienes un gesto, una mirada, ó un mo­vimiento, son capaces de inducir á una mujer de la respetable edad de 65 años á que se porte como una ramera de 20 abriles? ¿Aconsejaríais por ultimo, que prosigan los espectáculos en nombre de la civilización, de la libertad y del progreso, para observar en los jó­venes inconscientes de su estado y naturaleza, siquier fuese momentáneamente, los indianos mosquitos, los malasios y los afectados de Jumping, quienes tienen un rebajamiento moral é intelectual, y cuyo estado es una triste herencia de razas y tribus degeneradas?»

En Viena, por causa de las desgracias producidas por ú Dr. Hausen, con sus experimentos hipnóticos; el Gobierno nombró una comisión de médicos para que estudiara los hechos criminales que habían sido denun­ciados; y dicha comisión, acordó por unanimidad de votos que se debían prohibir las prácticas de hipno­tismo, por los graves males que de ellas se seguían, lo cual ha ido sucediendo en otras varias naciones á tnedida que se han ido conociendo los efectos de la hipnosis: conducta que ha sido imitada por el Coff5£-jo de Higiene de Viena, (Francia), que ha dispuesto que ^ prohiban las sesiones dé hipnotismo por razón de

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- s o d ­ios múltiples accidentes que provocan; y cuando es­cribimos este capítulo, vemos en la Correspondencia Médica de fínes del año 90, que el Gobierno de la Isla de Cuba ha prohibido la práctica del hipnotismo has­ta á los mismos médicos en los hospitales. Esto poco más ó menos han hecho Rusia, Dinamarca. Prusia, Suecia y otras naciones, las cuales ó han prohibido el hipnotismo, ó han reglamentado su uso como una co­sa peligrosa, y en la duda de si podía ser de alguna aplicación científica: y en cambio en nuestra desgracia­da patria, en la que los gobiernos no hacen más que política generalmente hablando; no solo se consien­te la práctica, del hipnotismo en los hospitales y á los médicos, sino que cualquier charlatán ó doctor según ellos se titulan, ha podido correr toda la Península dan­do sesiones de hipnotismo, empezando por Madrid) residencia del Supremo Gobierno de la Nación, como ya hemos visto más adelante, y concluyendo por las más pobles villas y ciudades, sin que nadie les haya venido á las manos, ni les haya prohibido tan edifican­tes espectáculos.

En Lille, fueron tales los males y escándalos causa­dos por el hipnotismo, que hubo personas respetables, como el magistrado de Besancon, Mr. de la Croix; que se levantaron pidiendo con urgencia leyes especiales para reprimir dichos abusos. Y como dato que pue­de servir para formar el proceso del hipnotismo en todos sus aspectos, copiamos á continuación él siguien­te suelto de El Movimiento Católico, de 16 de Marzo de 1891; y que dice así: «feV Colegio de Abogados áe París ha celebrado varias importantes sesiones para examinar el hipnotismi en el concepto/«r/iíco. Excepto algunos votos de no grande significación, la ifiayoría se ha de­clarado en contra de la nueva doctrina, como corrup' toraÚQ todas las verdaderas nociones Je la moral y del <Ur<<:ho y cotno han pedido ya varias veces los tnQ*i

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- 1 1 0 -ralistas y los políticos, el Colegio ha solicitado del Go-

, bierno que prohiba con todo rigor las públicas sesio­nes del hipnotismo.»

Cullerre, nos hace relación de una joven hipnoti­zada par sorpresa, con gran detriniento de su honor; de una señora hipnotizada, ultrajada en este estado, y loca dje. vergüenza después que se dio cuenta del aten­tado cometido; y de una muchacha que en su segundo acceso de sonambulismo conoció su deshonra. El Doctor Mabille, nos habla de una muchacha que quedó suje­ta á frecuentes accesos de catalepsia á consecuencia de abusos cometidos en ella por tres malvados. El Doc­tor Btllan§-er, habla de un médico libertino que asis­tía á una señora que padecía accesos de sonambulismo, de la que abusaba durante los ataques. Se citan muchos casos de violaciones y atentados al pudor durante las epidemias de sonambulismo y convulsiones de que ha­ce mención la historia; y aun son desconocidas las es­cenas que ocurrieron en la cámara en que Mesmer encerraba á las mujeres en crisis, y en la cual el solo penetraba. «Las personas que se hipnotizan espontá­neamente, exclama un autor; están expuestas á gra­ves peligros y á groseros abusos Si se trata de un hombre puede ser robado, herido y aun asesinado sin que oponga resistencia alguna; fácil es comprender cuales serían los desmanes que pudieran cometerse si fuera una mujer.»

Para ver lo inmoral y peligroso para la sociedad que es el hipnotismo, hay que tener en cuenta que algunas veces puede tomar y ha tomado el mismo, una forma, digámoslo así, epidémica. La historia nos ofrece curiosos ejemplos de lo que decimos, y para no molestar á nuestros lectores, recordaremos tan solo 1& epidemia de los convulsionarios del cementerio de San Medardo: Sabido es que estos hechos á que nai Ifferimo», tuvieron lugar en París, i principios dtlsi^lo

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psl^áQ' én «} cementerio que heñios ñom\>táá6, eif él que habfa nido enterrado un diácono Jansenista rnúérfo én olor de santidad. Nada más morir este exaltado ii-cerdo», empezó á Correr la voz por Parü de <fde sé fffalizaban milagros y curaciones sorprendente^ stí-bré s'a tumba; y la cuestión llegó á tomar tal impoi:'-tanciÉ, qué se publicaron infinidad de escritos dé tótíds géneros sobre este asunto, salieron varios décimos cótí-déna\ñdo los supuestos níiilagros que ftitéron aiiatettiatf-zadbi desde él pulpito; y tuvo que intervenir el gdbrér-no y él mismo rey, que mandaron cerrar él cemen­terio y conducir á la Bastilla, Bicétre y otros sitios se­guros, á los más célebres convulsionarios; y aun así costó mucho trabajo y muchos años dominar aquella locura que iba contagiando á los buenos vecin^osdéta cáj^tal de Francia. He aquí como; describé Ptichauá, las escenas qUe entonces oturrierron. «Exaltados más y más ios espíritus, se velan' diariamente largas pro-Cesiones de jansenistas dé ambos sexos dirigténdú'sé én peregrinación hacia la tumba del diácono. Los pobres, los enfermos, los cojos, los paralíticos iban en itfas|i 6 se hacían trasportar á latumba del santb diáébhb para implorar su in^rcesióh; rezaban niticho, se éthaba^ so­bré la lápida á ün dé ponerse en comunicación ttíá^di« recta cotí el santo, besabsn con fervor la tierra qué l€ rodeaba. En aquella innumerable reunión de Ittírtibres y mujeres confurididos, nfiézclado^ déntiro de aiiltiél'cementerio, aparecen pórprittiéra vez la*fiohviil-stbne Loa desgraciados que habfatl tenido exalta­da su imafihatión durante meses con la níárracióti dt Isís maravillas que se contaban, franqueaban, temblando, las tapias deí cementerio. Cuando se aproximaban al septíicro del sttnto, se sentían atacados del delirio é)^ tático,' de cspaSnhíísr convulsivos y de una esjffe'cie' dé lÜCüra epiléptica qué rio dejaba dé* tétiéir virtudf plfifiéi *r 4^ttí(i#lo» «üWéi dé ¿((adíúst fietn^bs» rití-tó:^

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- e l i ­día sin ella aspirar á la curación de las enfermedades, á la visión intuitiva y al don de profecía.,.. Hasta entonces la epidemia no se presentaba aún con el ca­rácter que había de revestir mas tarde, y es fácil re­conocer ya en estos fenómenos convulsivos cuya deta­llada relación nos han dejado los autores, en las altera* cionesintelectuales y físicas súbitamente desarrolladas en aquel contagio que se extiende de unos á otros, la acción preponderante del sistema nervioso.... El ras­go más común en las mujeres, que en todas las circuns­tancias desempeñaban el principal papel, era una com­binación extremadamente rara de excitaciones nerviosas y de esa insensibilidad momentánea que ¿los magne­tizadores consiguen producir algunas veces á los sonám • bulos. En la violencia de sus espasmos, estas mujeres, que se dividían en aulladoras, maulladoras, saltado­ras, según ios gritos y movimientos á que se entrega­ban, se dejaban pisotear y golpear, se sometían á la prueba del fuego y á otras mil torturas, y suponían' experimentaban consuelos divinos. Cuatro ó cinco hom­bres apretaban con fuerza á una muchacha ó la golpea­ban, sin que ella manifestase el menor sufrimiento.»

Y como pudiera suceder que cualquiera nos obje­tara que una cosa así es excepcional y que esto ya no sucedía hoy; le presentaremos en nuestros mismos, días ios delirios hipnóticos del Miriachit, que invade países enteros en la Sibería y la Rusia; el enloquecedor Jum­ping, de los Estados Unidos, que domina en muchos pueblos de esta nación, donde se ven individuos salta­dores, ladradores, mauUadores, rebuznadores, gruñido­res, y convulsionarios; t\ Latah de las Malasias; tas prácticas hipnóticas de los Djognis y Fakirs de la /«-4ia^ cuya antigüedad se remonta á miles de años, y páralos que, según cuentan; el comunicarse entre »f á millares de kilómetros, sin ningún medio físico, es un verdades }ue (>vPrádtic;Q9. anál(>|as existen en ^an n -

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- s i s -mero de tribus y pueblos árabes, y en la Persia, ¡Asía Menor, África, China, el Egipto y otra porción de naciones, dominan igualmente prácticas del mismo gé­nero, ¿y por ventura se hallan muy distantes de es­tos hechos, los que han tenido lugar á nuestra misma vista en las principales ciudades de la Europa, dirigi­dos por Donato, Zanardelli, Rummo, Rattone, Hansen y tantos otros hipnotizadores; hechos que en nada di­fieren de los citados anteriormente, sino son más ex­traordinarios todavía, y de los qué, uno solo de estos hipnotizadores, en una sola de las ciudades que co­rrió, Donato en Milán; dejó una muy grave epidemia hipnótica, nociva á la moral y á la higiene; según la exacta expresión del P. Franco, en su hipnotisnio cla­rividente? Con que sumen nuestros lectores si pueden, ó calculen todas las consecuencias que habrán dejado en la llamada ¿Europa civilizada toda esa caterva de char­latanes é hipnotistas.

Y no solo es el hipnotismo antimoral y antisocial, sino que deprime |la dignidad humana hasta un pun­to repugnante. ¡Qué espectáculo, el que se ha ofrecido repetidas veces en nuestros teatros y casinos; el ver un numeroso grupo de jóvenes de buenas fabilias; co­merciantes, abogados, militares y médicos, reducidos á un rebaño de autómatas, funcionando para divertir al público que los rodea; que á la voz de su hipnotiza­dor, aullan, gritan, corren, se paran^ se revuelcan en el suelo, saltan en todas direcciones, se dan áé punta­piés, adoptan posturas extrañas y ridiculas; y otras mil locuras por el estilo, que sino se vieran, no. fueran creidasl Léase entre otros casos de este género que pudiéramos citar, el publicado por el Correo Catalán, de un teatro de París, en el que una joven hipnoti­zada, Lucía; era obligada por su hipnotizador á entrar con él en una jaula donde había varios leones, x}ue e£«Q o^ügádos por el hipnotizador 4 saltar dando espiiui;

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tósos rugidos por encima 4e la sjugestionada joven, que estaba colocada hon;;ontalmente sobre dos sillas en estado de rigidez eafaléptica; y este tan dtpertido es^ pect4culQ $e ofreció una porción de noches, á un pú­blico que nos abstenemos de juzgar. Y aunque nc^ du iii el confesarlo, los abusos del hipnotisnio conver­tido ep una espacie de espectáculo teatral, han pa$ado tambiién 4 (lo^ hospitales, con el pretesto de un9 no siempre bien jystificada experimentación científica; y no han faltado ya espíritus generosos que han levan­tado \^. V09 contra estos abusos, como el Dr. James quf h | tronfido elocuentemente contra los excesos de este géperjd que se han cometido en los hospitales de t arísJ V los excesos ó abusos ejecutados bajo la ban­dera de la hipnosis han tomado hoy múltiples y va­riadas formas, ^t lo qqe dice el Dr. Meric: «qué hon­ra para iiiiestro siglo el ver como pululan por tod^s partes reclutadores ó ganchos de hipnotismo, miserables que and^n recogiendo jóvenes abandonadas no para inst;;u|rUs y moralizarlas, sino para convertirlas en in^ (jyj hpf instrumentos de U hipnosis que sirvan de re-creio y dty!?i;9ión á los ociosos y al populacho y luego las c«4?n 4 vil precio á otros hipnotistas de café que las exi>lotaii de v>na manera infame. Por todo lo que di­ce con liaría razón e} P. Franco: «El hombre, no de* be SQn?eff!rse á otro hombre, sino cuando éste posea legítimo derecho sobre él; porque en este caso, no se in-ciina ante el hombre su semejante, sino á la ley y al mismo Dios.»

Perp aunque ningún autor lo 8^g,ura3¡e, ni se hubie> ra piofdido presentifr un solo caso de abusps hipnótkos; cthipnotismo es en su esencia profundamente inoioral y antisocial; poique si el hipnotismo se generalizara, rQ es ^ijj^le un pueblo moral ni que subsista sin grin-> 4es jrMf^Utabies abusos y eiifermedades, ío quf dif ía

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pretende la destrucción de todo fundamento religioso; pueí según él, los milagros, las profecías, los martirios de los santos, y los éxtasis y revelaciones de los mismos, no son sino simples hechos de hipnotismo; y para el qué> nuestros Santos, nuestros Profetas, nuestros Mártires, nuestros Doctores y Confesores, y aun nuestro mismo Divino Salvador, no son más que hipnotizadores vul­gares, no puede menos de atacar la base de la sociedad, la cual para nosotros, tiene en la religión católica, su principal y robustísimo fundamento. Y no crean nues­tros lectores que exageramos al decir estas palabras: si revisáramos la mayor parte de las obras hipnóticas, las encontraríamos llenas de citas impías, heréticas ó ateas, conio la que citamos á continuación del Dr. Donato, que dice con el mayor aplomo y frescura, que; «Jesu­cristo fué el mis prodigioso hipnotizador, y sanaba los enfermos magnetizándolos.» Por lo que dice con sobra de razón el P. ¿eferino, que; «la incredulidad sistemá­tica de nuestro siglo, toma ocasióu de estos fenómenos, (los magnéticos y espiritistas) unas veces para atacar la doctrina revelada, y otras para negar ó poner en duda la existencia délos milagros.» Y el hipnotismo no tWta tan solo de destruir toda idea religiosa como acabamos á¡c decir; sino que además paraliza ó anula, digámoslo así; la parte más noble del hombre, que es su alma; y le convierte á el mismo en un esclavo, peor aún; pór-qiK en el esclavo subsiste la conciencia y cierta especie de libertad y dignidad, y el hipnotizado no es más que un verdadero autómata, una máquina, en misinos de su hipnotizador; ló cual hace á la hipnosis necesariamente innioral, quieran ó no quieran sus ciegos partidiarips.

Pero pudiera suceder que alguno nos arguyera di­ciendo, que desaparecen todos los inconvenientes del hipnotismo, en el momento que está .en manos de los htjphotizadós el dar ó no su consetltiniiento para la Hip-Técfúzittíiñi y á tsto direaos; que es cuestionable, como

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htmos visto en otro lugar, si se puede ó no hipnotizar aun sin la voluntad de los individuos en los que se practica, ó aun contra la voluntad de estos mismos, pues son varios los testimonios de hombres de ciencia que aseguran haberse dado casos de hipnotismo sin la voluntad de los interesados; y algunos como Guermon-pre^, en su obra; El Hipnotismo; llegan hasta á asegurar que la voluntad de los hipnotizados no es más que un medio coadyuvante en la hipnosis y nada más; y aun cuando fuera cierto que hacía falta el consentimiento de los interesados, son pocos los hombres que conocen á, fondo los peligros y consecuencias de la hipnosis; la mayoría y hasta muchas personas instruidas, la creen un juego propio para entretener al público como la pres-tidigitación ó la gimnasta, ó un medio oportuno para curar á varios enfermos. Y por ñn; aunque adniitiéra-mos que la mayoría de las personas compreridían los peligros del hipnotismo, la humanidad es tan loca que la atrae el peligro aunque perezca en 61; así se ha visto que á pesar de los peligros que se hallan en las socieda­des secretas, y de haber sido estas perseguidas por los gobiernos y anatematizadas por la Iglesia, dichas socie­dades prosperan, cuentan con millones de adeptos, y en cierto sentido se puede decir que disponen de la suer­te del mundo. ¿Puede ser conducente para remediar los inconvenientes del hipnotismo, el remedio propuesto por algunos, de que basta decir á los hipnotizados que de allí en adelante nadie podrá volver á dormirlos, sino su hipnotizador? Remedio completamente ilusorio; por* que lo primero, falta probar que esto siempre pudiera suceder en esta fornja, cuando se vé que algunos se hipnotizan con solo mirar una luz cualquiera; y aún cuaildo fúefa como se dice; ¿quién nos garantiza que el hifHíCítikádor fuera siempre un hombre de conciencia, CutHido " áistos cliai'latanes se han metido á hipnotizado­res, y 'están Yáci) la pr4ctica de la hipnosis, hasta per«

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- . l í a ­las más inñmas gentes? ¿Y cuand? la hipnosis eal^ «A: manos criminales?

¿Puede compararse el hipnotismo con la doroformi* zación, como hacen algunos, que quieren hacer.de la hipnosis una cosa sencilla y natural, y que no. hay par» qué perseguir ni prohibirla? Esto nos parece un absurdo. La cloroformización es una operación completamente natural, que aunque puede ser peligrosa, no. debe usar­se sino con tas precauciones coiisiguieittes, y cuando, de la misma se espera un bien mayor; y dicha operación no produce si no un sueño especial con:anestesia:..y en cambio el hipnotismo ya hemos visto todas las conse­cuencias que puede producir, y que es un hecho innatu­ral por lo menos en parte de sus fenómenos; lo cual es­tablece entre la hipnosis y la cloroformización una ha-; rrera verdaderamente insuperable; por lo que el Doc­tor Meric áict con sohTíádi nzÁn al tocar este punto: «Media un abismo entre los fenómenos inseparables del hipnotismo y el empleo de los narcóticos y de los anes­tésicos encírujía.9

I X .

EL HIPNOTISMO

BAJO EL PUNTO DE VISTA MÍ01€O LEQAL.

Este capftulo encierra no pequeña importancia tan* topara el porvenir del hipnotismo, como para el por-veniir de la.sociedad. Si las leyes han de ser la salva» guardia de las naciones; los encargados de su ejecueiói} y planteamiento iio pueden menos de ocuparse con vivo i n t ó ^ de estf.feaóiiteiio t |á e Urafio, tan torpccBtdenle»

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que dá lugftr á hechos tan raros y puede influir de tan gran manera en las acciones de los hombres. Recuerden nuestros lectores las nobles y expresivas palabras que copiamos en el capítulo anterior, de dos autores entu-lÍMCas de la hipnosis, los Srts. Maira y Benavtnir, y DO olvidemos la enseñanza que las mismas encierran. «Es ua hecho positivo, vienen á decir estos escritures; que el hipnotismo se presta para cometer miles de aba-' sos. y que esto no es un temor imaginario puesto que ya son muchas las causas que se han llevado ante los tr^unales por esta causa.»

Así lo han comprendido ilustres escritores át ^ rteho, y son ya varios los que se han dedicado al esttf" dio de esta cuestión, como entre otros que pudiéramos citar el catedrático de Derecho de Nancy, Liégeói»; CampUi en Italia, Culkre, y otros varios; y á meáié^ que el hipnotismo vaya siendo conocido, creemos que han de ser muchos más los autores que dediquen a'{ eí* tudio del mismo sus trabajos intelectuales.

Bufalini, ocupándose de este asunto, dice que \6i hechos tan curiosos que presenta el hipnotismo no sólo tienen importancia para los hombres de ciencia y para el publico que maravillado los admira; la tienen mucho mayor para el sociólogo y para el legislador, porque suponiendo que caigan en manos de un bribón, no será pueril ni exagerado suponer que puedan utilizarlos con intención de cometer delitos. Por que, ¿no podrían suge-rirscrifor desgracia, hechos criminales, falso* testigos y otros mil actos que entraran de lleno en el dominio del Código? Vacant, al tratar de este punto, nos asegu-fa^ que: «sí w manda al hipnotizjide» hacer inmediata-mente dcflipaés de despertar, é bien transcurrido afgiSA tíetlipo, que se ha proltmgadbí en ocasiones á mudió's iH«s«i, wnaaecióti ridicula ó cHmhtal, y la c u m ^ ebtt tsdt pwntustidid; as( ti iürAdí s^ kt keeho^Oómiti^ tai-

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sÍQ acordarse de que la acción le ha sido sugerida; de ordinario se conduce como un autómata que procede sin ninguna deliberación; parece que no ve á los testigos que le miran, y que no se hace cargo de lo que su accién contiene de censurable.» Beaunh, nos dice que: «Guan-f do el sujeto ha sido hipnotizado con frecuencia, y sobre todo cuando lo ha sido por la misma persona^ ésta adr quiere sobre él tal poder que los actos más excéntricos los más graves, aun los más j/eügrosos, se cumplen sia lucha aparente y sin tentativa perceptible de resisten*-cia;» á cuya opinión se adhiere el célebre Bemheim. Y nosotros por nuestra cuenta añadimos; que la hipnosis puede servir de tal modo á los malvados para la ejecu­ción de crímenes á mansalva, que nunca la malicia humar na pudo inventar un medio tan seguro y tan terri^, y por desgracia de tan seguros efectos. Y para que se rea que no hay exageración en estas palabras, vamos á estu­diar por partes esta cuestión.

Hoy es un hecho innegable que es posible producir 90 la mayor parte de los hipnotizados sugestiones.jque podemos llamar, ó que pueden ser criminales: asi ti se I9 dice á UQ hipnotizado que robe, que, maltrate á tnaui-r t9 á otro, ó que le mate; el hipnotizado obedece en estos casos casi siempre á su hipnotizador, y roba, pe* gao mata sin vacilar, aun cuando se trate de una per­sona para él desconocida, ó á la que profese el mayor cariño; pues se ha probado que han hecho estonúsmo padres con sus hijos, hijos con sus padrea, ó hermanos cpiv hermanos. Y estos hecho? que se bwn r«ali a«io de Mn modo experimenta, nadie duda que a« pueden repe* tir,ea igual forma y con gran fadlidad en t» vida real. Y lo que hace mucho más grave esta cijestiófi, es qij<» es un hecho 4>robado que al inspirar el hipnotizadora un hipnotizado un criimaa cualquiarÁ^ al mi«no tiempo liQi puede, mandar que olvide que él'le ha <M?denado «qtw*-

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eñtre otros casos en el que cita Bernheim en su obra de la Sugestión, capítulo 3;' de un hipnotizado á quien manido cometer un crimen y que olvidara que se lo habla mandado, como así sucedió efectivamente; pues una ve2 que dicho hipnotizado ejecutó ó creyó eje­cutar el crimen que se le había ordenado, al ser con­ducido ante un simulado juez, contestó que había ma-tado á aquel hombre porque le había insultado; y á las preguntas reiteradas del fíngido juez se sostuvo en que el solo había realizado aquel delito, sin ser ins­tigado por nadie para ello; ó bien en los casos de que hace mención el Dr. Mer/c, en el Capítulo III, del libro i / de Lo Maravilloso; de una hipnotizada á la que se sugirió que robara unos guantes y después envenenara á un individuo determinado, cuyas suges­tiones realizó; aún cuando ofreció cierta resistencia á ello al indicárselas; y de cuya hipnotizada nada pu* do sacar el fingido juez que simuló formar el corres­pondiente sumario.

De modo que un criminal cualquiera puede por medio del hipnotismo, producir toda clase de delitos que se le antoje, valiéndose de dóciles instrumentos que nqnca ni en pingún caso revelarán, ni podrían ha­cerla aunque quisieran; quien les había inspirado aque­llos crímenes ó delitos. Y lo que da más gravedad á esta cuestión, en que Ita sugestiones criminales no so­lo te pueden provocara realizar estando el hipnotí» zadoen estado de sueño ó sonambulismo; sino lo que es de gravísimas consecuencias, que se pueden pro­vocar en estado de vigilia ó para que se realicen en dicho estado; coaio vemos en el hecho citado por Maira y BeMvtntet del individuo al que una vez hip« notizpdo se, le dijo que un amigo suyo que estaba de­lante (excitaba engañando, y al oirlo el primero se fué hacia el con los puños cerrados, excbmaTído: «/OA/

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dole con gran dificultad, le dijo: cuando deSf)«neís b castigareis como es debido.» Y efectivamente una v « despierto y al ver á su amigo, su semblante se des ^ compuso, se lanzó hacia él lleno de cólera y profiríen* do las más enérgicas amenazas, costando mucho tra­bajo sujetarle, siendo preciso volver á hipnotizarle pa­ra quitarle aquella peligrosa alucinación.

Y hay que tener en cuenta que por hacer olvidar al hipnotizado, hasta se le puede hacer olvidar que cono­ce ó ha conocido á su hipnotizador, que muy bien le ha podido inspirar algún delito, y que llevado dicho hipno» tizado,ante un tribunal, jurará y perjurará creyendo no mentir, que no conoce á el que le mandó la acción cri« minal por la que es llevado ante los tribunales, y esto aun cuando le conozca de muchos años. Y como lás su-

-gestiones á plazo es un hecho probado y evidente, y estas sugestiones pueden ser criminales si quiere el hip­notizador, pueden darse con facilidad casos como el siguiente. «Vuestro amigo os ha ofendido gravemente» puede decir Un hipnotizador á su hipnotizado; dentro de cinco días le matareis como que es cosa vuestra, y Olvi­dad que yo os lo he dicho y hasta que me conoéeii.» Y sino véase el hecho que cita el P. Fravco, de (iquellá honradísima joven á la que se impuso durante el iueñO magnético que en el día y hora que se le marcó, tomaría una pistola y la descargaría contra el pecho de su mis­ma madre. La pobre muchacha cumpliólo todo «i pie de la letra, sin que variara el día ni la horai y no ftstiltó un verdadero crimen, por hallarse la pistola descargada. Y análogo á este es el caso que cita Liégisois, del ¡oVeh á .quien se dieron unos polvos de arsénico pai% que se los echara en agua á su tía para eñvenenáriai como así lo hizo efectivamente sin dudas de ningún génefO. El mismo Ltégeois, presentó una numerosa relación de cá^ sos ante el tribunal que juzgó en París la ¿élebre ¿auíÉü .#$1 lis<9in«^ Oel tá ribaitó Qdikfkf^^fif^^^

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- or eUrn^jo de' la sugestrón se puede cometer un cri­men, pidtáá dicho trrbanal que se le permitíeni hlptíd-tizará hr acusada de dicho delito, Gatñrieia, coa objeto 4e pltobar lo que decía; á lo que se negaron los tíisg\S^ trados; pero á nosotros nos parece, según van los tietÁ-pos, que no está lejano el día en que se verifiquen expe­rimentos hipnóticos ante los tribunales de justicia, para dilotklar ó aclarar ciertos hechos criminales. Y erf esta causa que hemos citado es curioso asimismo el dictamen fiscal dado en 1» mismav en lo referente al hipnotismo. Wl¡ fiscal en su acusación parece que negó categórica­mente que se puedan coniíeter crímetves baio el imperio de la sugestión: sosteniendo que el hipnotizado conserva úempre la voluntad suficiente para resistir á la' impo^-oión de su hipnotizador: afirmaciones aventuradas' á nuesüro parecer, y falsas si se quieren tomar en un sen­tido absoluto. Escusado es decir que el defensor de &a-

. brilla se a|}oyó en que su defendida estuvo sujeta ai' in-flujoy voluntad del acubado Eyraud al cometer et de« Htode que se l«'acusaba, y que por consiguiente dicha Ga¿r/e/« debia ser considerada como enferma, y no co-

, rao una críminftl; y s ^ n los periódicos', se comentó vivamente en Peíffsú discurso del fiscal, por la enerva con que combatió las teorías actuales de la sugestión y la irresponsabilidad consiguiente en muchos casos; <rmtf-Hc^M ^e ptsoH sobre la sociedad y que la conducirdn ¿U Oríado aitdr^^oy segi&n dke el periódico El Díaáe

,,ai( de Diciembre de 1890. Richtilt n«H Cita et caso de que se hizo robar á tUi

rhonfadísiin'o joveji, una cuchara de plata; y en un peHé-d i ^ deFlorenioiase publicó asimismo el de un catet^á-

. ttco.de Ñapóles y diputado, que obtuvo por medio éél bipn^ismo una confesión escrita de un robo ima^itÉifib en cuyo asunto entendieron los tribunales del pafsvno

,:U«a<lo esteyacK único hedto de este género, en el que ]H>yaiv-te»id<> tte ioülrveitir lo» magistrados jrios jtKC^^

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Y tniapoco debemos dejar de cita:r Mttnismo ótrolttcHo que nos cuenta el mismo Liégeois, de una tentativa de asesinato que proJujo por medio del hipnotismo en un antiguo magistrado, delante del Gomisarto central de Nancy, que fué testigo del caso.

Si que es una verdad en la inmensa mayoría de la» veces, que si se propone sencillamente la sugestión ert-tninal á un hipnotizado, la rechaza con frecuencia, ó muchas veces suceie esto; pero si se les: trata digámo»> Ip así de justifícar el acto que se les propone: como si se trat-Sf de hacerlos creer que la persona á quien se la ordena matar, ha ofendido á su padre ó á su madre, que les ha robado el honor ó las riquezas, ^ue es an enemigo terrible, ó bien un tirano político, ó un fs<Ráti-co religioso, y que la patria quedará etcrnameme agra^ decida al que la libre de un monstruo semejante; enton­ces casi todos los hipnotizados aceptan la sugestiónv que suelen realizar sin vacilación alguna, y se convierten en Mrones ó asesinos, según la voluntad de «j hipnotiza<-dor; y nuestros lectores pueden calcular las consecuen­cias de todo esto, si el hipnotismo se vulgariza como ya .casi está, si cae en manos criminales, y dado el modo de ser de las sociedades modernas. Estas consecosneka pueden ser terribles en la práctica.

Es asimismo muy fácil, sugerir á cusilquior hipnmi-zado que ha cometido un crimen sin haberler «atizffdoi, por supuesto, y esto aunque sea en la per pjntf píelra él más querida, como su hijo ó suimismio pkdre, cmciO'tMi oaso que nos citan Mútra j - Bwaúeittíi- áie^nñ h^o á quien se hizoereer^ue hable dado ofmrtoá sa^pidre, y el sonámbulo con el semblante desencajada cont«m-plabaaquel cuadro imaginario para* él tan hort^roío, siendo presa al despertar, de ana vivfsima ansiedad, lo que hizo preciso tener que'volverá hipnotizarle dé rttM^ voy producirle otra;sugestión que hiciferadtesasirtf^ U primer»» : >•.

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Es asimismo posible conVertir á un hipnotizado en denunciador de delitos ó crímenes no cometidos, lo mismo que trasnformarle fácilmente en testigo falso. Se puede hacer que dichos hipnotizados oigan ó vean todo lo que quiera su hipnotizador, lo que ellos toman por costis reales, y así lo jurarán de buena fe ante los tribunales, si se los llama A declarar: como se vé en varios hechos citados por los Sres. Bernheim y Lié* geois, sobre este punto, Y téngase en cuenta, como ha-ceii notar ciertos autores; que las sugestiones de este género podrían modificarse y repetirse indefinidamen­te; por no presentar en estos casos los hipnotizados las resistencias qué oponen en otras ocasiones.» Por medio de la sugestión, dice Feré; el bipnotiíado puede llegar áser un instrumento del crimen de una espantosa precisión tanto más terrible cuanto que inmediatamente después de consumado e l acto todo queda extraño á la memoria y en el más profundo olvido.» Se puede hacer firmar á los hipnotizados los documentos que más les puedan cofnprometer ó repugnar. Pueden los pri­meros contraer deudas, préstamos, firmar pagarés y recibos, hácér y deshacer testamentos, compras y ven­tas, regalar gruesas sumas á gusto del hipnotizador; y apenas hay actos á que no se les pueda obligar á que los ejecuten, hallándose bajo el influjo del hip­notismo.

También es preciso considerar que se pueden pro­ducir por medio de la hipnosis; sugestiones ó alucina-dones llamAdasrttroactivas, con un fin criminal: estas consisten en sugerir á ios hipnotizados que en un dfa y hora que se les determina, y ya en un tiempo que ha pisado hace más ó menos días, han cometido tal ó cual tatOfóhan visto ú oido taló cual cosa; sugestiones que quedan tan fijas en la iriente de dichos hipnotizados, que «un cuando se hallen despiertos, juran y perjuran m e es verdad <\^ h*n b«cho ó visto aquellot actos, j

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-^836 — no solo esto, sino que darán todos los detalles que se les pida, y dirán todo esto creyendo aürniar una verdad; lo cual cualquiera puede figurarse las conse­cuencias de estas sugestiones, una vez hechas con un objeto criminal. Hay más todavía sobre esta cuestión, como dice Bernheim. Hemos visto que en ciertas perso­nas hipnotizables pueden, sin hipnotizarlas de.nuevo, sufrir ilusiones ó alucinaciones variables, pof, simple

•afirmación estando despiertas, jr sufrir también atú-cinaciones retroactivas. Así que á uno de estos sujetos se le puede sugerir estando despierto que ha cometido

ró visto cometer tal crimen ó delito y lo afirmará ro­tundamente y lo jurará con conciencia de que jura un hecho verdadero: Así que el mismo autor no puede menos de decir; que graves reflexiones surgen de esto; y que, ¿cómo ocultar la verdad?

Además, deb;:mos mencionar otro género de peligros propios del hipnotismo, que pueden dar lugar asimismo á frecuentes casos criminales: nos referimos á losí abu­sos que se pueden cometer con los sujetos que se hallan bajo la acción de la hipnosis. En este estado un indi­viduo no tiene voluntad pi libertad, ni se puede defeOr

' der, ni aun vé el peligro que le amenaza, y ié halla á merced completa, no solo de su hipnotizador, sino de cualquiera'que lo sorprenda en dicho estado; y si el sujeto hipnotizado es una mujer, cualquiera se puede figurar todos los graves delitos que se pueden «joieter con la infeliz que se halle ^n dicho estado, ea «I'Iqüe puede ser ultrajada á mansalvra, sin coneiencia «Igánt de ello, y sin que pueda por consiguletite aabet quien

:ha sido su ofensor. Y no olvidemos que Ipsindiyidioa que se dejan hipnotizar con frecuencia, pueden Uegaf

recaer en el sueño hipnótico, soló con ver? una lüjt • cualquiera. «Ciertas personas, nos asegura Berttheiéti i e pués de haber sido hi{)noti2ada$ cierto numeró-él

í ÍiQt&,conf¿i'PMuná fécii <m^5ÍQÍán 4 «hrm»*m :-m

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- s a e -póntdneamente. Algunas apenas despiertas del sueño hipnótico, se vuelven á dormir de nuevo por sí mismas, pocos instantes después con el mismo sueño hipnótico. Otras se duermen así durante el día. Otras personas se hacen hipnotizables con mucha facilidad; cuando se las ha puesto con frecuencia en sonambulismo, cual­quier persona puede por sorpresa ponerla en este es­tado, por la simple oclusión de los párpados. ¡Es un peligro real semejante sugestibilidad hipnótica! ¡Entre­gados á la voluntad de cualquiera, desprovistos de re­sistencia psíquica y moral, ciertos sonámbulos se con­vierten en seres dúctiles y maleables á gusto de los sugestionistas!» Y el mismo autor, más adelante añade: «Ciertos sujetos después de numerosas hipnotizaciones y alucinaciones provocadas durante, el sueño, se hacen sugestibles y alucinables estando despiertos. Su cere­bro realiza con pxtrema facilidad todas, las concepciones que se le dan: toda idea ' se hace acto, toda imagen evocada se convierte en ellos en una realidad;, no distin­guen el mundo real, del imaginario que se les sugiere. Entre estos sujetos,—algunos pueden ser alucinables y sugestibles por cualquiera, por todos los que saben imponérseles. Y una vez producida esta alucinabilidad extremada, una vez creada esta enfermedad nerviosa, no es siempre fácil de curar ó de atenuar por una nue­va intervención sugestiva. ¡Por tanto no debe entre­garse el cerebro humano á juegos de esta naturaleza!» Y entre los hechos prácticos de abusos criminales co­metidos en el caso de que hemos hablado, recordare­mos el citado por Bellanger, de un médico disoluto que asistía á una señora de la que abusaba indignamente siempre que la veía sumida en algún acceso de sonam­bulismo, la cual no conoció este atropello hasta que se vio embarazada, embarazo inexplicable para ella, y que la hizo perder la razón.

^ebe^mp^ indicar asimismo/la cuestión de. si i«a

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- 8 8 7 -bipnotizados incurren ó no en responsabilidad civil 6 criminal, por las acciones cometidas bajo el influjo d¿l hipnotismo; y de cómo se asegurará un tribunal yi cual­quiera individuo alegara haberse hallado en estado hip­nótico al cometer ciertos actos ó delitos, y quisiera eximirse de la responsabilidad consiguiente con este pre­texto ó razón. Parece natural y evidente que los hip­notizados deben compararse en la cuestión de respon­sabilidad por sus acciones con los locos y que deben ser tan irresponsables como estos; dado el estado en que se encuentran cuando obran obligados por la acción hipnótica. El hipnotizado es un verdadero alienado, es­cribe el Dr. Barth; su inteligencia está falseada en sus resortes más secretos; no tiene más personalidad, ni más responsabilidad que un loco.»

Pero téngase en cuenta, que el hipnotismo es un estado muy complejo, que ofrece una infinidad de formas y grados diversos, todo lo que debe influir necesariamente en la responsabilidad de las accio­nes de los individuos hipnotizados; y que sería un trabajo que no corresponde á la presente obra el dilu­cidar dichos grados, y la mayor ó menor responsabi­lidad de dichos hipnotizados én estos casos. Lo que s( nos parece que tiene una responsabilidad grande y debe­ría exigírsele, al individuo que se presta á ser instrumen­to de charlatanes ó embaucadores, y se deja hipnotizar á sabiendas de lo que es el hipnotismo; y esto, hoy ya hay pocos que se puedan decir inocentes en este asunto, porque hasta en las aldeas se sabe ya que el hipnotizado no es más que un ridículo maniquí en manos del que le coloca en tal estado. '

Pero lo que puede complicar en extremo esta tút%* tión, y que es fácil que ocurra algún día en la prácticai es el caso de un hipnotizado que cometa un acto puní* ble, no durante un acceso hipnótico, ó en un estado Wp«ót¡co claro y marcado; sino en virtud de la sug«5«

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tión á plazo, y cuando el mismo hipnotizado ha olvidado ó no sabe quien le ha sugerido aquella acción; ó bien

'está én la idea que fué una inspiración suya ó un acto deliberado y espontáneo de ÍÜ voluntad. En estos casos podía aclarar mucho la cuestión legal el estudio de los antecedentes del hipnotizado, el de los del hecho puni­ble y la forma en que este se ejecuta, y aun las explica­ciones que dá después el mismo hipnotizado: pues si unítidivíduo que comete un delito extraño, inexplicable,

'como iisésiñar ¿«u padre á sangre fria, sin provocación alguna, sin antecedentes que expliquen este parricidio, 16 hace sin tomar precaución de Tiingún género y delante de varias personas; y luego no sabe dar explica­ción satisfactoria de aquel hecho, habiendo dado antes pruebas de ser un buen hijo, y además se puede llegar á probar plienamente que dicho sujeto ha sido hipnoti­zado en algunas ocasiones; hay motivos para temer que en este caso éste infeliz haya sido víctima de alguna su­gestión á plazo: y de este modo podríamos citar algunos

' otros ejemplos para aclarar la cuestión. También deben los tribunales de justicia estar pre­

venidos, por que han de ocurrir frecuentes casos én los que verdaderos criminales pretextaran haber come-

' tido sus delitos hallándose bajo la acción hipnótica; ~ como hoy se ha hecho hasta una moda por los deltn-cueiítes y sus defensores, alegar que siempre se hallan los primeros privados de razón. Y por lo que pudiera servir, y.por si algún caso hubiera necesidad de decidir si un individuo determinado se hallaba ó no en estado

~ de hipnotismo; remitimos al lector al capítulo XVIII, de gla 3.* parte de esta obra, en el ciial tríatamos de esta cuestión; y añadiremos ahora que además papíi resolver los casos dudosos de hipnotismo, se ha hecho réspji%r á los presuntos hipnotizados amoniaco líquido

'y ácido sulfuroso, se les ha aproximado una luzencen* '^ida á ün centímetro escaso de sus ojos, sin que estáf

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pruebas originasen sensación alguna si el sujeto se harí liaba verdaderamente hipnotizado; se ha hecho uso asimismo del aparato de Marej^; que cuando se trata de un falso hipnotizado que simula una catalepsia, el apara-] to revela oscilaciones cuyo número y amplitud aumen- tan con la fatiga, lo cual no sucede en los verdaderos] hipnotizados; además de que en los falsos hipnotizados la respiración se efectúa en estos casos desigual y entre­cortada, y el pulso se hace también más frecuente. También se puede como medio de prueba, si el sujeto se halla en estado de letargo, mandarle contraer sepa­radamente cada uno de sus miembros; y si no sabe el modo de funcionar del cuerpo no es posible la simula­ción, y la contracción es prueba de la sinceridad del individuo; y por fin en estos mismos casos se'puede ver si la pupila se dilata ó se estrecha cuando el objeto fingido se aleja ó se aproxima al hipnotizado; si se pre­senta duplicada la imagen alucinatoria á través del prisma, y la ilusión de los colores complementarios; y valiéndose de estos medios es casi imposible el engaño ó fraude en estas cuestiones.

El hipnotismo es tan cómodo ó más que la. locura, y aun más misterioso que ésta, para eludir ciertas res­ponsabilidades; y el día que se acabe de generalizar el conocimiento de la hipnosis, ha de ser un medio ó un recurso que á muchos parecerá escelente y muy soco­rrido para librarse de la acción de los códigos ,y de los tribunales encargados de aplicarles. Así que creemos que no bastando las prohibiciones del hipnotismo púr blico que han hecho casi todos los Gobiernos, fundados «n el parecer de las Juntas de Sanidad de sus países respectivos, (i) deberían los códigos del porvenir de-

(I) Después de escrito este libro, vemos eú Et M»>li>nie>tto Católico iñ i d« Diciembre dé 1891{ qtie basla en la CdmM^ deBtpresenífinees de Bruselas Se iia presentado un proyecto de ley sobre el hipnotismo, y qus sa había •_ aprobado el articulo 1.° del mismo, eh el que seprobibaa las litpQotizacioa«Í p t t u c w . - • • • . • . - . - • - • • • • - • • • • • . '•- . • • . , . . j : . ' , y < '

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-ÍÍSO"-;

dfcar algunos artículos al hipnotismo, donde podrían imponer la pena correspondiente, tanto al hipnotismo público como al privado, á excepción del hipnotismo que podemos llamar científico, esto caso, de que se pruebe su utilidad y ser lícita su aplicación; tanto al que se meta á hipnotizador como al que se deje hipno­tizar; y esto según los efectos producidos por el dicho hipnotismo, las veces que se practique, y las circuns­tancias que le acompañen. /• También puede darse el caso de que un hipnotizador pueda ser acusado de abusos imaginarios por hipnoti­zados malévolos; pero como esto tiene fácil remedio, no hacemos más que una ligera indicación sobre este punto. Que no se meta nadie á hipnotizar, ó si lo hace, sea con las precauciones debidas; esto en el caso que sea lícito el hacerlo, y sea en casos de verdadera nece-

1 sidad, y con esperanzas de conseguir un beneficio de la V J>ráctica de esta operación.

^^ No debemos concluir este capítulo, sin indicar que por varios escritores se ha suscitado la cuestión, de si sería lícito que los ¡tribunales apelaran al biprío-tismo, para conseguir de los reos la confesión de sus delitos, y facilitar la recta aplicación de las leyes, simplificando notablemente al mismo tiempo la mar­cha de los procesos criminales, y evitar quizás la condenación ¡de algún inocente. Esta idea se ha de-fetldido en España por varios publicistas, cuando la célebre causa de Higinia Balaguer; y cuando escribi­mos estas líneas, vemos que' se ha apelado al procedí •

•miento de la hipnotización, según los periódicos; en l'a causa seguida en París, por el asesinato del escribano Gouffé, hipnotizando á la acusada de este delito, Ga« brt'ela, el médico de la prisión, ¿)r. Voisin; por más que este profesor se evadió de declarar lo que hubiera averiguado por estt meáio, &nte el tribunal »entencia-dór, atnparándoie para ello en el deber profesional d«

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guardar secreto; por lo que es para nosotros inexpli­cable qué idea fué la que guió á dicho médico en este caso al hipnotizar á Gabriela pues no podemos suponer que lo hiciera movido únicamente poruña mera curio­sidad, que á nada práctico ni útil podía conducir. Por cierto, que según los partes telegráficos que tenemos á la vista; esta cuestión de la hipnotización ha producido un vivo interés en esta causa, en la que se dedicó más de una sesión á tratar de la aplicación del hipnotismo it la SiCui&áSi., Gabriela, que había sido ya hipnotizada también por los doctores Brotiardely Sagresl; así como también se ocupó el tribunal de la discusión ptomovida entre estos profesores y el Dr. Liegeois de Ñancy, que pidió que le dejaran hipnotizar á la dicha Gabriela en presencia del jurado, para probar que había- cometido el crimen por el influjo de la sugestión; y aseguró que él si fuera juez, antes se cortaría la mano que condenar á la acusada; pero habiendo rechazado los jueces estas peticiones, no se llegaron á efectuar los experimentos de hipnotismo en la referida Gabriela. Todo lo que nos indica, que ya empiezan los problemas hipnóticos á in­fluir, ó lo pretenden por lo menos; en la práctica de los tribunales de justicia. Y como quiera que la idea que hemos apuntado anteriormente, ó sea la de valerse del hipnotismo como medio de descubrir la verdad en todos los crímenes y delitos; dicha idea repetimos pa­rece muy seductora; bueno es aclaraf esta cuestión, para echar por tierra ciertas ilusiones. Porqae I» cosa según nos la pintan no puede ser más conveniente ni más sencilla: ocurre un crimen ó delito, pues nada más fácil; el juez no tiene que romperse mucho la ca­beza, manda hipnotizar al presunto reo y demás per­sonas que puedan dar luces sobre el caso,, cantan todos lo sucedido, y la causa se acabó, en un momento, sin dificultad alguna y sin grandes molestias; y luego p«rai que Qo padezcan lo& criminales, si hubiera «jue «gH^

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tarles la pena capital; se les puede ei'ecutar hipnótlca-tnente, y todo queda concluido, gracias al hipnotismo.

Pero vengamos á la realidad. Primero; está por Jorobar que el hipnotismo puede ser lícito en alguna de sus formas, y de no ser lícito, no hay tribunal que en justicia pueda hacer uso de un medio reprobado: ó condenable. Segundo: parece un poco fuerte é in-huniano el privar á un reo de todos los medios de de­fensa é imposibilitar esta ó hacerla ilusoria, apelando al hipnotismo; caso que se pruebe que este medio po­día conducir con seguridad al descubrimiento de la ver­dad. Tercero; como para casi todas las operaciones de hipnotización hace falta que coopere el que va á sitr hipnotizado, en cuanto estos supieran de lo que se trataba, no iban á ser tan candidos que ellos mis­mos habían de dar la soga con que les iban á ahorcar; y niuchp más probable sería, que muchos criminales en cuánto se apercibieran de esta cuestión, lo que ha­rían sería fingir un falso hipnotismo para extraviar á sus jueces y librarse de la pena que merecieran: pues la ciencia registra ya varios casos de falsos hipnotiza* dos que se burlaron por largo tiempo de sus sabios hipnotizadores, como sucedió & Uublier; el que duran­te algunos años fué un sencillo ó simple juguete de su sonámbula Emilia', la que abusó tan largo espacio de tiempo de su credulidad; y ya hace años que el Dr, Hus^ son, «ncargado por la Academia francesa de Medici­na de informar sobre el magnetismo; decía, que: «En­tre los efectos atribuidos al sonambulismo, los hay que pueden fingirse, el mismo sonambulismo puede á ve­ces ser fingido y proporcionar al charlatanismo medios desengañar.» Y dicho escritor aconseja para librarse de: e?t05 «ngaños, un examen muy atento al estudiar estas .cuestipoes, las precauciones más severas, y mu­chas y variadas pruebas. Cuarto: porque como está probado <?»?..U hipnotización, puede producif algunas

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íififérme^ades, quizás graves, en los " que son víciítíváS de la misma; parece que nígútr juez ni tribunái'tie­ne derecho á exponer á un acusado, que puede'tiiify bien ser inocente, á tan lamentables consecuentiffej y que se halle expuesto á encontrarse cotí una enferrnéf dad, no solo grave, sino además incurable. F' tVi/ó.*-porque aunque todas las anteriores razones no tuvie­ran fuerza alguna; las hay y no pequeñas, para creer que los verdaderamente hipnotizados puedM mentir al­gunas veces, como ya hemos visto en otro lugar; pues ya hace años que Rostan, afirmó, que: «los sonámbu­los más lúcidos cometen frecuentes errores, diré más, que los casos en que se engañan son. los más ordi­narios.» Y en otro lugar añadió: «Es preciso confe­sar que se engañan en la mayor aparte de los casos, y que el deseo de parecer perspicaces los hace afir­mar que ven lo que muchas veceá no han visto.» Y Mefic nos cita asimismo un caso de que él fué-tes* tigo; el de una hipnotizada que engañó al célebre' Bert nfetw, tan práctico en estas cuestiones; así que dicho Dr. Meric nos asegura que si la realidad del sonam" bulismo es indiscutible, es también cierto que :se;né> cesita gran, sagacidad para evitar el error y averiguar la: sinceridad del sujeto hipnotizado;] con J o qué cae por su base todo el castillo de naipes fabricado por algunos entusiastas escritores de la hipnosis, al. qúet-rer aplicar esta al auxilio y ayuda de la recta :ad tf nistración de la justicia, y castigo de los criihió«fes^y malvados. ,; \ >

Ctjncluimos este capítulo, insistiendo en: la imporv-tancia que estás cuestiones pueden llegar á tener lá»-, géa día. en la práctica; y creyéndolas de: dportdnida^i reproducimos las siguientes palabra» <te-JosiSn!s¿:.M¿»l-j'a f Benavente, los cuáles cxclamam;«.5/¿íe« hi'mal-yados no han hecho uso todavía de la iugestiótt^it»-i^.pfdr.ia asegurar, ^ue. trañscutrJetido 9/^z(i^^JK»

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—484-este sistema no podría llegar d ser común.i^ A lo que nosotros añadimos: y, ¡pobre sociedad entonces, si con todos los problemas que tiene á cuestas, la echan en­cima esta no pequeña carga del hipnotismo.generali-zisdo ó puesto en moda, según la feliz expresión del P. Franco\

EL HIPNOTISMO

EN SUS APLICACIONES Á LA MEDICINA.

El hipnotismo ha recibido gran número de apli­caciones en medicina, y este es el lado por donde los entusiastas de la hipnosis la defienden con más ahinco y se deshacen en elogios de la misma. Ya el hipno­tismo se dio á conocer en sus principios como una ver­dadera panacea para curar toda clase de enfermeda­des; se creyó que era el remedio universal por es-celencia; y ya Mesmer en su tiempo, decía, que; ano existia más que una sola enfermedad _y un solo reme­dio;» y claro que este no era sino el hipnotismo: este n^mo autor afirmaba asimismo, que; por medio del magnetismo conoce el médico el estado de la enfer­medad de cada individuo, y juzga con certeza de su origen, de la naturaleza, y de los progreisos de los ma­les más complicados; evita su incremento, y llega á la curación sin exponer nunca al enfermo iá efectos peKgrosos ó consecuencias funestas, cualquiera que sea far edad, el sexo y el temperamento.»

Cuando el hipnotismo fu¿ dado á conocer, ó hizo su ppcstfütación ante el mundo civilizado bajo el nombre de mágnettsma',«epresemá ostentando lasraásincraible»

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íútaciones y los más estupendos milagros: antiguos p«» ralíticos, ciegos de largos años, sordos de antigua fe cha, mudos de mucho tiempo, y miles y miles de an­tiguos enfermos, recobraron como por encanto su sa­lud, en virtud del influjo de la varilla mágica del re­ferido Mesmen y este fué mirado poco menos que co­mo un genio sobrenatural, y dichoso poseedor del secre­to de la inmortalidad. Pero como dice cierto hipnó-logo; por desgracia todo pasa en esta vida con una re-pidez que verdaderamente asombra;... el magnetismo animal no ha podido escapar tampoco á esta ley inexo­rable; si bien es cierto que todavía el nombre de Mes-mer simboliza, podríamos decirlo así, una parte de su historia, sino la más brillante, por lo meóos la más ruidosa; en cambio, las fabulosas curaciones operadas mediante su influencia y el magnífico éxito de sus apli-cacionés terapéuticas,, tan variadas Como absurdas, no han alcanzado á llegar hasta nosotros sino envueltas por una nube de escepticismo y de duda.

Pero antes de hablar de las aplicaciones curatiAnts ó terapéuticas del hipnotismo, nos parece convenien­te dedicar algnnas líneas á la hipnosis como medie experimental para el estudio de la ñsioiogía hf»na-na; que es uno de los puntos puestos á la orden del día, digámoslo así; por los hipnotistas entusiastas.

Hay autores, como el Sr. Freiré; que creen que* «el hipnotismo es un hecho sorprendente y fecumdó en consecuencias, aun considerado en so aspecitt píX' rameóte especulativo, que permite apreciar lo que pa^ sa en el sueño normal,- ese tercio de la vida entwa tan mal comprendido hasta el presente; las funciones inervadoras, las más obscuras y peor conocidas dsl organismo, pueden también hallar en el hipnotisnio un medio experimental, no estéril en proveeliosos resultados; y hasta por sa intermedio llegaremos á i^clacecer algunos de los varios %n^eaoft. (|Us| >^^

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reslizat) én la intimidad de los órganos, y de cuyO: conociniiento. penden no pocos ni pequeños progresos. Si.-noí. permite activar y debilitar las diversas ener­gías orgánicas; si con su auxilio podemos residenciar, una parte del cuerpo, si en ñn nos facilita el análi­sis de -la complicada funcionalidad de la vida, no po-, drá menos de encerrar altísimo interés é indiscutible -valor, tanto para la organización como para el espí-; rito que la aflima. Háblese cuanto se quiera en fa­vor del método subjetivo aplicado á la Psicología; de­fiéndase en buen hora; que no es por cierto de ex-: clüjr'el estudio del espíritu por dentro en materia de tanto bulto; pero no nos empeñemos en sostener la observación interna como único medio de investiga-c¡ó;i. Tiempo es que la Psicología tome entre las cien­cias biológicas el lugar que le corresponde; que sin concretarse á poco acertados procedimientos, abrace con fe y entusiasmo todo lo que la ciencia pone hoy á su alcance: y que el estudio del alma se apoye tam­bién en los firmes cimientos de la experimentación. En este terreno fácil es comprender los importantes servicios que puede prestar el hipnotismo á los psi­cólogos. . Aflojados en cierto modo los lazos, que unen er alma con el cuerpo, y atenuada la influencia que sobre el individuo el mundo exterior ejerce, pueden ver­se, con más claridad ios ,caracteres primordiales que á cada cual pertenecen; deslindarse con facilidad ma< yor, funciones y actos; apreciarse circunstancias y con­diciones que de otra suerte pasarían inadvertidas. Bue-nii: :prucbá de esto son los estudios ya en este senti­da, encaminados, á . los cuales se debe no poco el co^ nacimiento de lo« grados de libertad moral y de los dreersós- estados- de conciencia. La Psicología experir •mañíal pe • abrirse ya d impulsos del hipnotismo di­latados-horizontes, {de donde han de partir fecundas «oseóonzás;:. Mocho habría fu:ogresado la: ciencia d

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dfa en que se disipara la densa niebla que envuelve • cuanto dice relación á nuestro modo de ser: entonces la ciencia prin^era entre las naturales, \& Ántropdó^ ^/a, despediría destellos de vivfsima'luz, que Henilña^ ría muchas de las sombras en que nuestra ignoran^ cía yace. Y preciso es confesar que la Hipnología, no obstante su reciente formación, va realizando prór gresos de marcada importancia. Si en la hipnosis sie pueden aislar hast¿i cierto punto las facultades psíqui' cas y vafiat los grados de su actividad, es bien cier­to que Con inteligente dirección, se han de corregir Tas deficiencias de las unas y la exaltación de las otra»; y allí donde surgían resistencias muy tenaces, obstá­culos orgánicos deben motivarlas, que podían ó no •ser vencidos poi* los solos esfuerzos de la hipnosis,'ó auxiliados de otros recursos terapéuticos., Y'Ssí es có­mo se llega á extinguir hábitos, que ya malean nues­tra normalidad moral ya la orgánica; y etí últiiSíO téfáíiino llegaremos ~á tener algún día una guía segU^ ra del diagnóstico de lesiones, cuya existencia hoíy sé-lo la necroscopia demuestra.»

Y el P. Ma/eof sosteniendo estás AiisRtas ópinioV nes, escriba lo siguiente: «Los fetTÓai«^9'|}i*o[Hárif^ te hipnóticos, los que consisten en sinlple» raáñifes^a* ciories anormales de la vida de relacióii-, contribuyen di­rectamente á exclarecer importantes cüestidáésñáió-^* tológicaá, y de ellos ha sido fácil sacar algún partidid^ái el alivió ó curación de dolencias rebeldéá -á ottWtráté-mientos. Y en efecto, la hemi-catakpsia, Kieíni-ktaTgía,-^ heDQÍ'SOáanibulismo,que se manifiestan perla^üpeiáisiAi ó desórdenes de la actividad sensitiva y mediiinte laaf'iu»' les se logra como dividir el organismo hufnánd-eñ di» partes, una de ella» en pleno ejercicio de-siisfuftóiánés- ir otra totalmente paralizada, ó-el que ambas obren-«íi completo desacuerdo y experimenten sensaciones distittí tas y aun coatrapuéstas, han añadido nue.m..caiQ|)(^^

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- B W -^pn-á la hipótesis emitida por alguaos fisiólogos y ana­tomistas sobre la dualidad cerebral. Hoy es gasi una ver­dad apodícticamente demostrada que los mamíferos de organización superior, y sobre todo el hombre, tienen dos cerebros perfectos, cuyas operaciones se harmo­nizan en el estado normal unificando las percepciones y regularizando los movimimientos, al modo que se observa en el órgano de la vista. Asi como forzan­do á los globos oculares á tomar una disposición dis­tinta de la natural y ordinaria aparecen duplicadas las imágenes de los objetos, así también por la semi-hip­nosis se logra desdoblar al hipnotizado en dos indivi­duos diferentes; un ojo solo basta para la visión en caso de pérdida ó enfermedad del otro, y de igual suerte la catalepsia, artiíicíalf^ente producida en uno de los hemisferios cerebrales, no impide al paciente ejecutar con la parte de cerebro activa y órganos de ella de­pendientes los jnismos actos de que es capaz durante la vigilia» si bien con menor perfección. En consonan­cia con estos hechos Flourens, Muller, y Vlpian, ha­bían probado ya, mediante repetidas experiencias de vivisección, que era posible sustraer cualquiera de los hemisferios cerebrales sin destruir en el animal operado ninguna de sus funciones psicológicas.»

tLas experiencias hipnóticas, añade dicho escritor taás adelante; 'pueden sun^inistrar además datos intere­santes y luminosos acerca de las íntimas y secretas rela­ciones de la energía vital con las fuerzas físico-químicas y del lespíritu con la materia, contribuyendo á demostrar coino puede concillarse en el compuesto humano el ^pcicio d t libre albedrío con la íntlexible rigidez de las Uyesdela mecánica, y cual sea la naturaleza de esa acción Mr^ctrii que hasta los miamos materialistas se ¡usen forzados á reconocer en todos los vivientes.» (i}^

, i^ j($,qMMii^mM. Aiioxn, Voi. xxvu . itAm- iv.

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Qué podemos nosotros añadir por nuestra parte; < las anteriores palabras de tan respetables autores, cuya» ideas se ven mucho más extremadas en el célebre Z)o-nalo, al decir, que; «en el concepto físiológico el mtg* netisoio nos revela un nuevo mundo. Nadie puede preveer qué ventajas recibirá de él la investigación científica. El magnetismo nos prepara tal vez el mayor de los estupores del siglo XIX y del siglo XX.»

Atan entusiastas afirmaciones bien podríamos opo> ner las severas palabras del ilustrado Dr. Constantino: James, que en 1887, decía: «Una ciencia inútil, inmoral y peligrosa, y el hipnotismo es todo esto; no es ciencia» sino un azote, y azote, de la peor especie.» Pero nos­otros solo añadiremos á tan seductoras teorías, qué renunciando á entrar en el análisis de las mismas por no apartarnos del objeto que nos ha animado al escri­bir esta obra, cuyo objeto más bien que el hacer la crítica de la hipnosis, ha sido el de exponer sencilla­mente el estado actual de la cuestión hipnótica i aun­que se supusiera por un momento que la hipnotización era lícita y no producía los graves perjuicios que hemoa expuesto en otro lugar: mucho nos tememos qtae I* experiencia no justifique las entusiastas palabras del Sr. Freiré, y no pase con el hipnotismo, lo sucedido con la electricidad, en la que tantas esperanzas se fun* daron en la medicina, al empezar á aplicarla á la misma.

El tratar ahora detalladamente de todas las enfer­medades á las que se ha indicado la cónvenietída de aplicarlas el hipnotismo, y de los casos citados por loi. autores sobre este punto; sería un asunto muy prolijo que daría lugar casi á un libro dedicado á esta materia; como el que ha publicado el tan nombrado Bérnheim sobre estaa cuestiones. Así que tan solo indicarenaos que el hipnotismo ha sido aplicado á la curación de gran •número de enfermedades, por varios médicos depaífKca diversos; como, Liebeauit, Mesmer^ Braid^ S*r^tíH^

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- 8 4 0 --Voisin, Ségla\y Berger, Rt'eger y otros muchos; y „quí;,ha,sido ensayado contra el insomnio, el histeris-jnOj.elreumatismp, las afecciones orgánicas del sistema ,ner.vÍQ,so, las neurosis, las parálisis, las enfermedades .meotales, las diversas clases de dolor, las enfermedades ,del estómago é iniestinos, los partos distócicos ó, djfí-. ciles, y otras varias afecciones; de modo que casi §e puede decir que se ha recomendado el hipnotismo cocitra la mayor, parte de las enfermedades conocidas.

^^X(|u^ ha resültadp de todo esto? Sobre este punto ¡se hallan muy divididas las opiniones de los que han podido observar la hipnosis en sus aplicaciones cura-

'^ivas.. En verdad que muchos de los autores que han .epsay^do el hipnotismo en los enfermos, cuentan,cura-...ciones sorprendentes de dicho medio; pero también lo jesV^que otros no se expresan con. tanto entusiasma, jj,ni Con mucho ojjre este asunto; y aun á algunos les ha j[ijcedidQ,|o q'ue .g^iDr. Das, en Ledn; que hipnotizóla , un.epÍÍépt|co, y,,le sugirió que no le volverían á dar, más accidentes de. aquella. enfermedad, á lo que contestó el

Jfiní?ptiio:«JNo prve darán más los accidentes;» que le ,si-giii i:on repitiendo "como antes de su hipnotización. •;

..'/Analizando los juicios emitidos sobre estja cuestión, vefnos. que la comisión nombrada por \si Ac¿fífem}a ¿fe

^^kcíiaim de /'af/íV^'í'uegos de Foissac, para examipar i;!,f t ^gnetismo;. coqiisián compuesta de 11 dlstinggii^ps

" •íí>iéj[nprÓ3. <Íe lápiísmá Academia; hizo constar después (¡íé 'sfiis, añas. Ai. Ql)s?rvaciones; que los hechos observa-

' doÍ4raD,mV«^ii?n acerca de la utilidad „"4^el.rDíigi)etismQj lerapéutica. , .i ,.'• ,JJos nipcj'os pucsitos en acción para producir el mag-' qéHsnno animal,?,* ^ dañosos o perjudiciales;» diceja 'Academia de diencias de PaHs, cuando fué encargada Je1lj784.de infotmp sobre esta cuestión; informe sus-

^«jro por Fratikliji^ Majeault, Lerqy, Baill/, Sallin^ ^Par<;efÚeBorj^^UiUotíni^ \ j^

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- S 4 1 -Bajo el punto de vista curativo, decía la Sociedad

Real de Medicina; el magnetismo animal no es más que el arte de hacer caer en convulsión á las personas sen­sibles; siendo por la tanto, inútil ó peligroso. La Comi­sión Científica nombrada por esta Sociedad, después de Observar gran número de enfermos tratados por el mag­netismo animal; afirmó que en los verdaderos enfermos no habían visto ninguno curado ni aun aliviado, aunque los hubieran observado muy cerca de 4 meses, y aun cuando después siguieran dicho régimen curativo un año más; que en algunos inapetentes notaron que di­gerían mejor; y que los efectos observados en algunos melancólicos no eran dignos de tenerse en cuenta, por­que todos los médicos saben el poco caso que se merece su aserción y testimonio; y dicha Comisión concluye diciendo, que la teoría del magnetismo es un sistema desnudo absolutamente de pruebas; que los medios usados para emplearle pueden ser perjudiciales, y que los remedioí administrados por estos procederes pue­den determinar accidentes espasmódicos y convulsivos de mucha gravedad.

El mismo Bernheim, entusiasta de la aplicación del hipnotismo en medicina, dice al final del capítulo I .*, de la parte 2.' de su obra, sobre esta materia; «que á pesar de los hechos observados, la terapéutica suges­tiva tiene muy pocos adeptos. J> El mismo autor en dicho capítulo admite que el imán y los metales producen curaciones en casos análogos á los que cura la sugestión hipnótica; concede igual virtud á la imaginación y á la fe religiosa, á la cual dice son debidas gran número dc! Curaciones auténticamente comprobadas, y asienta que las curaciones auténticas obtenidas en Lourdes, como él dice en estilo racionalista, son análogas á laa del hipnotismo. Charcot, tiene opiniones parecidas, y Litlréy Lasserre, citan casos de este género. «¿Ha Droporcionado • reaíinente el bfaídismo, dice Fo«w<i*''.

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- S 4 a -grtves; algún nuevo medio terapéutico á la medicación hipnótica,/o¿re en el fondo, á pesar de sus recientes descubrimientos? No sabemos que el sueño braídico baya sido provocado hasta ahora con otro objeto que el de la experimentación; sin embargo la simplicidad é inocuidad de este hipnotismo autorizan ciertamente á recurrir á él en varios casos que cita dicho autor, en los que aconseja el procedimiento de Braid, que llama de insuflación muscular; que consiste en provocar el sueño útil, con independencia de toda contractura completamente extraña.» Y el mismo Fonssagrives, en otro lugar, añade que; «hasta el presente las observa­ciones curativas del hipnotismo son escasas, siendo preciso esperar el resultada de nuevas investigaciones.» Y Rostan, hace años viendo que la inmensa mayoría de hombres de ciencia rechazaban en su tiempo las vir­tudes del magnetismo en las enfermedades; llamaba poco médicos y poco fisiólogos á los que negaban estas mismas virtudes.

El tantas veces citado Bernheim, duda de las ex­plicaciones dadas por Braid, para explicar las curacio­nes que dice haber conseguido por medio del hipnotis­mo; y dice, que la medicina entera del magnetismo no es más que medicina de imaginación; y en otro sitio añade: «Los fenómenos morbosos no ceden siempre á tina primera sesión. Algunas veces el dolor persiste ó está simplemente calmado; puede desaparecer gradual­mente después de dos ó más sesiones. Una» veces cal­mado al despertar, continúa así atenuándose y termina siti otra hipnotización. El dolor abolido puede presen» tarse después de algunas horas ó más tarde, y no ceder definitivamente sino al cabo de un número variable de hipnotizaciones. Últimamente, no todas las alteraciones sentidas por el enfermo pueden curarse^ hay muchas que resisten. Se concibe que el efecto obtenido está su-j Qrdinado á la sugestibilidad de la persona y á la Cftasf

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- 348— orgánica que determina el síntoma.» El mismo escritor se vale á veces para ayudar el efecto de la sugestión hip» nótica, de los toques, las fricciones, los movimientos impresos á la parte enferma, del calor y la electricidad; lo cual complica en extremo la cuestión, con respecto á saber la parte que tiene cada uno de estos medios en la curación de los pacientes. El mismo Bernheim, én otro lugar, escribe lo siguiente: «La terapéutica sugestiva, aún siendo manejada con inteligencia y tenacidad puede fracasar.—Aún en afecciones poco graves, que parecen simplemente funcionales, la psico terapéutica hipnótica fracasa muchas veces, siendo el sujeto perfectamente sugestible.»

Uno de los casos en que el hipnotismo en medicina podría prestar más servicios á la humanidad, caso de ser lícita su aplicación en ciertas circunstancias; es á no dudar, para producir la anestesia en cirujía para la prác­tica de las grandes operaciones, en las que al adminis­trar como hoy se hace, el cloroformo á los operados siempre hace temblar al médico más resuelto, el pensa­miento de que aquel desgraciado cuya vida tiene entre sus manos, se le quede muerto en el acto, por el efecto de ia cloroformización, aún cuando sea sabiamente em­pleada; este caso sería el principal para probar el valor de la hipnosis, y el más útil para los enfermos; y sobre este punto si consultamos al mismo Bernheim, nos dice que á pesar de las operaciones llevadas á cabo con el auxilio del hipnotismo, por varios cirujanos; como C/o-quel, Loysel, Fanton, Toswel, Joly, Ribaud, y otrosí éí hipnotismo no puede ser erigido en método general de anestesia quirúrgica; no puede reemplazar al cloro-formo, porgue las preocupaciones ansiosas que agitan el espíritu de los enfermos en el momento de una opera' ció»^ impiden con frecuencia la concentración pslquicé necesaria al desarrollo del estado hipnótico, v Matíés Qwal^ en el NmvQ Diccionario de MQdiiim / Cirt^'fyi

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- 3 4 4 -tíos dice, que: «Los hechos que á su favor tiene el hip­notismo son incontestables; pero ¿qué ha venido á ser después esta anestesia quirúrgica? Una simple curiosi­dad, una colección de hechos que prueban mucho mejor que todas las experiencias realizadas a\ ob]eto, la pér­dida de la sensibilidad para el dolor durante el sueño magnético. Pero nadie piensa en hacer aplicaciones prácticas de este hecho, disponiendo los cirujanos de un agente más seguro y más cómodo, que es el clorofor­mo. Ciertamente que el sueño hipnótico no se puede producir en todos los individuos, exponiéndose además áprovocar una hiperestesia peligrosa j - molesta, bus­cando la anestesia.^

El eminente cirujano inglés Erichsen, en su Ciencia y arte de la Cirujía; al hablar de la anestesia en las operaciones, afirma, que: «la producción de la insensibi­lidad por el mesmerismo adoptado por Esdaile y otros, es un medio de anestesia inejica:{, peligroso ó quiméri­co.» (Obra citada. Tomo I, Pág. 40.) En Calcutta, el Dr. Esdaile, cirujano de los hospitales; pretendió reali­zar importantes operaciones durante el sueño hipnótico, y el Gobierno nombró una comisión que informara so­bre este punto, la cual dijo que los pacientes sometidos á estos experimentos se parecían á mudos que fueran sometidos á un gran tormento sin poder oponer resis­tencia alguna; que no se quejaban ni articulaban sonido alguno, ni abrían los ojos, ni había necesidad de sujetar­los; pero sus fisonomías estaban agitadas y expresaban un dolor indecible, con torcedura de las facciones que daban al rostro una horrible expresión de dolor compri­mido; presentaban asimismo contorsión del cuerpo, movimientos vagos y convulsivos en las extremidades superiores y la respiración estaba comprimida y mar­cadamente suspirosa; por lo que dice el Dr. Meric: «ha parecido preferible la anestesia clorófórmica y se ha OT«scindido de la anestesia por hipnotismo, cuyo$ resul-

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- 8 4 8 —

tados son lentos, incompletos, á veces hasta infieles é' inciertos.» Y-el distinguido Dr. Venluroli, que es uno de los profesores católicos que admite como lícito el hipnotismo, nos dice de él; que es un agente terapéutico incierto.

Muchas citas pudiéramos aducir para resolver la cuestión del presente capítulo, pero por no alargar éste demasiado, nos contentamos con extractar las de varios autores competentes en esta materia. Uno de estos, Richer; no llega á creer que la sugestión pueda apro* vechr.r en terapéutica para curar las enfermedades, aun­que sean las nerviosas; duda de los casos de curación re­feridos por Braid, y concluye diciendo, que; «aunque varios autores modernos refieren tentativas de curación por el hipnotismo, pereque son hechos aislados que no pueden servir de pauta para un método general.» Maira y Benauenie, en su tratado de la hipnosis, escriben lo que sigue. «El hipnotismo como medio terapéutico, tiene una esfera de acción bastante limitada, á nuestro juicio, ya que, como lo dejamos consignado, no participamos de las ideas de muchos de los que lo preconizan en toda circunstancia y para cualquiera clase de personas.—Fue­ra de las aplicaciones que dejamos enumeradas á la lige­ra, nos parece que el hipnotismo no tiene otro campo de acción y que la idea de querer emplearlo en toda clase de afecciones y el preconizarlo como la panacea por excelencia, no obedece sino á la idea de hacer de este maravilloso fenómeno una explotación vergonzosa. En íesumen, las aplicaciones terapéuticas del hipnotismo y las de la sugestión son todavía bastante reducidas^ para que el médico serio se ilusione de querer hacer entrar este agente en la práctica diaria.» Estos mismos autores dan á entender que las curaciones producidas por la su­gestión hipnótica son efecto nada más que de la misma imaginación, y no de que dicha sugestión tenga virtud alguna por sí propia; y comparan dichas curaciones á

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las obtenidas por la homeopatía y por medio de las pü-. doras de miga de pan, con las que á veces se ha conse­guido curar rebeldes neuralgias. Pero debemos hacer constar en honor de la verdad, que algunos autores, como el Sr. Freiré, atribuyen los fracasos que han te­nido algunos profesores en sus experimentos hipnóticos, al desconocimiento que los mismos tenían de la Psico-Jisiologia y del proceso de la hipnosis y su técnica, así como de las aptitudes ¡desorgánicas de los sujetos so­metidos al tratamiento hipnótico; lo cual en su opinión corre el riesgo de producir males que no pueden re­mediar.

¿Es posible en vista de esto admitir la doctrina de ciertos escritores, que pretenden que el hipnotismo es una especialidad terapéutica, cuya importancia en nada Cede á la de las otras especialidades médicas; cuando ni siquiera está plenamente probado que el hipnotismo tenga por sí virtud alguna curativa, ó es efecto de la imaginación las pretendidas curaciones hipnóticas, como aseguran tantos autores? ¿Quién puede comparar el hip-notisnio por ejemplo, con la Hidrología, ó la Oftalmo­logía, que tienen sus reglas ó principios científicos, y sus procedimientos y curaciones auténticamente comr probadas?

Y en este asunto no hay que perder de vista asi­mismo para aplicar la sugestión hipnótica á la curación de las enfermedades, que para esto hay que empezar por educar hipnóticamente á los enfermos la mayor aparte délas veces; lo cual puede originar en los mismos enfermedades que antes no tenian por consecuencia de la hipnotización, enfermedades quizás difíciles ó im-

•posibles de curar.' También se ha tratado de hacer otra aplicación del

hipnotismo no menos sorprendente que algunas de sus pretendidas extraordinarias virtudes. Varios médicos, f orno el Dr. £)as^r\ España, en varias veladas públicas

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que dio en Madrid en el año 1888, y en algunas duda» des de la península; y el Dr. Luys en Francia, que dip á conocer varios hechos de este género á la Academia de París, lo que dio lugar al informe que luego citare^ mos; han pretendido dichos profesores que en los hipno­tizados obraban los medicamentos de una manera espe­cial; que no necesitaban tomarlos, sino que obraban tan solo por contacto, y aún á distancia en los enfermos! y no solo producían los medicamentos su acción curatÍTa en esta forma, sino que obraban del mismo modo tó­xicamente; de modo que cualquier hipnotizado podía ser envenenado fácilmeníe, con solo aproximarle una sustancia tóxica ó venenosa; y tan adelante llegó el asun-? to, que la Academia de Medicina de París nombró hace no mucho tiempo una comisión para que estudiara esta cuestión; de la que entre otros formaban parte los céle -bres doctores 5er^ero«, Brouardel, y Dujardín-Beau-' met\; cuya comisión después de detenidos experimento? aíirmó, que; «ninguno de los efectos apreciados por la comisión se hallaba en harmonía con la naturaleza d« las sustancias experimentadas, y que por lo tanto, ni la Terapéutica ni la Medicina legal tenían porque preocu­parse de semejantes efectos.» Pero á pesar dé todo esta, en obsequio á la justicia, detemos manifestar, que hay hombres de ciencia de algún nombre, como los Docto­res Bourru, Burot, Lombroso, Saei, Meric, y el citado Luys\ que citan hechos y experimentos que según los mismos comprueban la acción de los medicamentos A distancia, lo cual si algún día se llegara á probar; s&ría un nuevo hecho de hipnotismo superior ó trascendental,

Y terniinaremos este capítulo, mencionando otra aplicación mucho más sorprendente aún que todas las ya citadas, que se ha dado al hipnotismo; aplicación que es capaz por sí sola de cambiar el mundo por completo y convertirle en un paraíso, no sabemos si con serpí*»' tes. Por lo visto se ha tratado de aplicar «sts añeja Í8>

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vención de la hipnosis para corregir ó curar toda clase de malos hábitos por inveterados que sean, y para la dirección de la educación de la juventud; y ya hay autores que rebatan hechos de este género, extraordina­rios en sumo grado; y cierto autor de Hipnologfa, nos asegura que es verdaderamente admirable la facilidad con que dejan el vicio personas que inútilmente habían intentado hacerlo mil veces antes, «No solamente se su­gieren en el hipnotismo voliciones especiales, dice Va-cant', si no, lo que es más extraordinario, que se podría por medio de sugestiones repetidas modificar,/lor tient' j?o indefinido las disposiciones morales, los hábitos y el carácter del sujeto.

También se ha intentado aplicar este nuevo medio á la educación y á la corrección de los niños viciosos, y parece que algunas veces se ha llegado á resultados reales.... Nosotros, entiéndase bien, no pretendemos apreciar este sistema de educación, sino que referimos los hechos como se nos han contado.» Y Bernheim con cierto entusiasmo exclama: «La' doctrina de la suges' tión. ¡En psicología es una revolución! ¿Hasta qué pun­to las pasiones, los instintos, los gustos, las facultades psíquicas, pueden ser modificadas por una sugestión prolongada y hábilmente conducida, sea en estado de vigila, sea en estado hinótico? ,!La educación del niño, las nociones y los principios inculcados en su cerebro por la palabra y el ejemplo, las doctrinas filosóficas y religio-&M en las cuales está criado desde su más tierna edad, ¿no son ya una verdadera sugestión en estado de vigilia, que si es practicada metódicamente y dirigida en un sentido uniforme, no combatida'por ideas ó ejemplos contradictorios, se impone con frecuencia con una fuer­za irresistible?... Lo que una sugestión en estado de vi­gilia puede realizar sobre ciertos cerebros jóvenes, la sugestión hipnótica que suprime el raciocinio, lo. efec-túa á la fuerza cpn una eficacia muy, poderosa, ¿Se

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puede decir corr Durand, que el hipnotismo nos suin!> nistra la base de una ortopedia intelectualj^ moral que se inaugurará positivamente algún dfa en las casas de educación y en los establecimientos penitenciarios?» Y el misrao\5cr«Aeí>« que nos habla de este modo tan fwrsuasivo, nos cita entre otros casos, el de una jp-ven de vida desarreglada á la que hipnotizó repeti­das veces y llegó á convertir en una perfecta sonám­bula, y á la que produjo la sugestión de que cambia­ría Jde vida y se convertiría en una mujer virtuosaf lo cual prometió la interesada; que enseguida se lan­zó á la misma vida que hasta allí había llevado. De modo que en adelante, añadimos nosott*os; jueces, tri­bunales, autoridades, fuerza pública, presidios y leyes criminales, todo está demás: ya no es preciso ni hace falta nada más que algunos, establecimientos de hipno­tización en cada país, y llevar á los mismos estable­cimientos á todos los enfermos físicos <S morales, pues ya es sabido que los delincuentes no son nada oJás que enfermos; y allí, someterlos al tratamiento de las cu­betas, los pases, los tocamientos, las miradas y demás medios conducentes para el caso; y con unas cuantas sesiones, el criminal más empedernido se convertirá en un santo; y así la sociedad sería ó será, lo que fá­cilmente pueden suponer nuestros lectores,

XI .

¿ES LÍCITA LA PRÁCTICA DEL HIPNOTISMO?

Esta cuestión es muy sencilla bajo cierto punto de vista, y difícil mirada bajo otro distinto. Para los ra­cionalistas el asunto no tiene dificultad de ningún gí -

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-880— neto, como la mayoría de estos niegan el mundo so­brenatural, no ven en el hipnotismo sino un fenómeno meramente natural del que el hombre debe sacar to­do el partido posible, y tratar dü estudiarle hasta sus ultimas consecuencias; y no pueden reconocer más lí-tnites para esto que el perjuicio que el hipnotismo pue­da seguir á los mismos hipnotizados, ó los abusos á que la hipnosis generalizada ó pública se pueda prestar.

Para el católico la cuestión varía por completo; y es como nosotros debemos y podemos considerarla, y en este punto también los mismos católicos se han dividido en más ó en menos, en dos campos algo dis* tanciados entre sí: el de los católicos que consideran todo el hipnotismo como una sola cosa y todo él in­formado por el mismo espíritu no natural; y los íjue no ven este sello innatural sino en los fenómenos su­periores ó trascendentales de la hipnosis, y los sen­cillos, creen que pueden producirse de una manera meramente natural. Para todos los católicos les fenó­menos llamados trascendentales, no cabe duda que nó es lícito el provocarlos bajo ninguna forma posible; y los llamados sencillos son ilícitos para los-primeros y lícitos para los segundos, en tanto que la Iglesia no decida esta cuestión, como ha dicho el Sr. Donadiu en su discurso leído ante el último Congreso Católi­co Español, no faltando algunos como el P. Mateos, que afirmen, que: «No está sin embargo, reprobado el que la Medicina se valga de las prácticas hipnó­ticas como de un agente terapéutico de reconocida efi-cacia P&T& combatir algunas enfermedades.»

Nosotros en nuestro humilde sentir creemos ilíci­ta la práctica de la hipnosis, y nunca nos hemos atre­vido á producir fenómenos hipnóticos de ningún gé­nero; y creemos ilícitos hasta los fenómenos llama­dos naturales, que serán sospechosos para nosotros Pforta razones que ya hemos apuntado fta otro lugar.

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- . 3 8 1 -Bien sabemos que autores tan católicos como el Sr. D6-nadiu, dice, que; la práctica de los fenómenos hipnó­ticos llamados naturales, es lícita en ciertos casos que marca; y no conviene en que pueda aplicarse á esta cuestión el proverbio latino aplicado por ciertos escrito­res; «de que no se debe hacer lo malo para produ­cir un bien;» y dice que; aun cuando no se debe obrar nunca ei mal, se puede no obstante permitirlo ó to­lerarlo en ciertos casos; pero en esta cuestión nos pa-rece que no está bien aplicado el argumento por el res­petable escritor; porque el católico que hace uso del hipnotismo creyendo que es sobrenatural ó teniendo sospechas de esto, no tolera un acto malo, sino que nos parece á nosotros que lo comete á sabiendas. La comparación de que hace uso dicho Sr. Donadiu, en­tre el hipnotismo y los anestésicos, como el clorofor­mo, el éter, etc; á ninguno se le ha ocurrido decir que sean sustancias malas en sí mismas; porque son malas ó buenas según el uso que se haga de las mis­mas; y además todos las reconocen por sustancias na­turales y naturales son sus efectos; lo que no suce­de con la hipnosis. Esto no obstante; admitimos que los fenómenos llamados naturales, pueden ser natu­rales en su esencia y producción; y no condenamos al que los practique, en tanto que la Maestra Infa­lible de la Verdad no juzgue el asunto de una manera definitiva y concluyente.

Hay otra teoría, dice el mismo Sr. Donadiu; sobre la licitud del hipnotismo, la de los que apoyándose en la autoridad de escritores y medios sinceramente ca­tólicos, reconoce por un lado que es altamente inmoral é ilícito el uso actual del hipnotismo, pero que existen casos en que la prudencia aconseja que se consientan tales prácticas como cuando se trata de la salud del individuo y se aleja toda sospecha de inmoralidad en el magnetizador y de superstición en la operación, Mvy

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-862— circunstancias del acto. Y el mismo escritor continúa diciendo, que, en su sentir; el buen ó mal uso que se haga del hipnotismo es la regla á qufe debe atempe­rarse el moralista católico, debiendo manifestar que será ilícito si lo es el modo y procedimiento empleado para causar semejante estado hipnótico, si tiene algo de ilí­cito el efecto que se produce y si se intenta algún fin malo ó de alguna manera reprobado como así lo decla­ró el Santo Oficio en su respuesta dada sobre el uso del magnetismo; y por el contrario será licito y podrá tolerarse, si se usa con medios y fines no reprobados, ya para prestar alguna utilidad á la ciencia, ya como remedio para adormecer la sensibilidad en las opera­ciones quirúrgicas y para curar las dolencias cerebrales ó nerviosas.

Pero en cambio el P. Zeferino, en su Filosofía ele­mental, nos dice, que; «la práctica y ejercicio del mag-nedsmo, es ilícita y contraria á la moral cristiana: i .** por los peligros de inmoralidad, pecados, demencia y sui­cidios á que dá ocasión; 2.° y principalmente, porque semejante práctica envuelve pacto ó esplícito, ó implí­cito con el demonio, ó al menos peligro del último, toda vez que es cierto que muchos de sus fenómenos y con especialidad las manifestaciones espiritistas proceden de él.» Y el sabio y celoso prelado de Madrid, llega hasta, asegurarnos, que; «tampoco es lícito aplicar el hipno­tismo con fines exclusivamente terapéuticos, si, como atestiguan los hipnólogos, produce de suyo en el orden psicológico y en el orden moral los fenómenos que que­dan mencionados; porque jamás será lícito renunciar á la augusta dignidad de las almas á cambio de la salud de los cuerpos,, ni el conservar la integridad y vida de

jístos, poniendo á riesgo seguro la eterna salvación de aquellas. Eso sería invertir el orden natural.»

Loí católicos bastante instruidos para poder decidir estos casos y aplicar el hipnotismo, caso deque lo cretin

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ifcito y permitido en alguna ocasión; claro que ftO pue­den hacerlo, sin estar bien seguros del medio que van á emplear, los resultados que el mismo pueda producir, si puede ó no seguirse de su uso alguna enfermedad, en casos verdiideramente graves y cuándo no haya otros remedios de resultado que aplicar á los mismos, con todas las precauciones que prescribe la ciencia y la mo­ral médica para el uso de un medio tan peligroso bajo muchos puntos de vista, cuando se espere,un resultado probablemente ventajoso del uso de dicho hipnotismo, previo consentíriiiento del interesado ó de las personas más allegadas al mismo, siempre delante de testigos formales ó de la familia del que vá á ser hipnotizado, á ser posible; y con la correspondiente protesta en el hipnotizador de que no vá á buscar nada, no espera nada, ni quiere nada, con el enemigo comün del linage humano; reglas muy parecidas á las que exige el Doc­tor Lehmkuhl, en su Teología Moral, al tratar esta tan debatida cuestión.

Para concluir: hace 40 años, escribió el Dr. Virey en 1818, nos dice Debreyne; que en diversos países se ocupan de la teórica y de la práctica del magnetismo animal, y después de tantos escritos como han salido y salen todos los días, sería tiempo de no hablar más de él, dejando á la observación y al porvenir el cuidado de juzgar de la utilidad ó de la realidad de este descubri­miento. Si lo que llaman magnetismo no es sino un error, ¿porqué cuarenta años de experiencias, de sarcas­mos y de desprecios no le han anonadado? Si es una ver­dad, ¿porqué después de tantas pruebas se arrastra to­davía eti la sombra?....» Si Fire^ volviera átratar este asunto, poco tendría que añadir á sus anteriores pala­bras. El moderno magnetismo animal, ó hipnotismo, sigue hoy tan misterioso ó más que en tiempos de Vi­re/; su esencia es tan desconocida ó más que entonces supuesto que ya nó se puede pensaren aquel fluido^Slq

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antes parecía explicar tan bien todos sus fenómenos; estos son hoy tan misteriosos ó más que en aquel tiem­po, y la cuestión del hipnotismo superior ó trascen­dental se presenta con tantas nubes y está tan en las titvieblas como entonces; y dicha forma de hipnotismo parece darse la mano con el Espiritismo, que es la Ma­gia del siglo de las luces, que tantas cabezas ha tras­tornado en nuestros días. El magnetismo de hoy sigue provocando las mismas tempestades y vivas polémicas que á principios de este siglo, y es incalculable el nume­ro de teorías é hipótesis inventadas para explicarlo; dicho magnetismo se presenta cada día más y más ame­nazador, y revestido de un brillante ropage científico pretende absorverlo todo y producir una verdadera re­volución en este ya viejo y carcomido mundo: la ciencia pretende darle cartas de naturaleza en su inmenso y dilatado campo, él por su parte promete á ésta, reve­larla gran número de secretos de los que por lo visto él solo tiene la llave; su modo de ser y sus hechos son fatales para el individuo, para la familia y para la socie­dad; y los Consejos de Higiene y de Sanidad, las Aca­demias, y hasta los hoy poco previsores Gobiernos de nuestros tiempos, se han creído en el caso de amorda­zarle y contener sus terribles progresos, en bien de los mismos pueblos cuya custodia les está encomendada; y la Religión por su parte le estudia de cerca y observa sus resultados, para aplicarle aquella sentencia de la Sagrada Escritura, de que por el fruto conoceremos el árbol; y en tanto el hipnotismo por no perder sus char­latanescas tradiciones y sus supersticiosas costumbres, sirve de espectáculo y entretenimiento en teatros, ca­sinos, cafés, palacios y tertulias, á gran número de des­ocupados, curiosos y necios, que mezclados con algunos pocos sabios forman ese mundo, que hoy más que nun­ca ávido de emociones y novedades, corre tras de cual-úuier charlatán ó falso profeta que alhague sus vicios,

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^ s i s -adule su vana ciencia, ó sepa estimular su gastaáoéó-razón. Así, que damos fin á este trabajo, haciendo nues­tras las notables palabras del ¡lustre discípulo del céle-; bre Magendk, el Dr. Constantino James', que después de estudiar el hipnotismo, dijo: «Mi convencimiento ín­timo, después de bien meditado el asunto, es, que el verdadero preservativo contra el hipnotismo debe ser la educación sólidamente cristiana.... esta nos enseña á desconfiar de nosotros mismos^ y á tener fe, para las luchas que nos sorprendan, en Aquel i quien debemos la existencia. Él nos advierte, por fin, que estemos en guardia contra los poderes ocultos. Tomemos un ejem­plo del Padre nuestro, el Breviario de los niños. Se dice al final: Et ne nos inducas in tentationem: «Y no nos dejes dominar por el espíritu tentador.»

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Í N D I C E .

PlOlMAg

Dictamen del Censor V Licencia del Excmo. Prelado de Astorga. • • • • VI Dedicatoria Vil Prólogo IX

, BLHIPNOTISMO.

Cuatro palabras como preámbulo 8

PRfMERA PARTE.

1. ¿Kxiste el Hipnotismo? JI. ¿Qué es el Hipnotismo?

II!. Brev'C Historia del Hipnotismo [V. ¿El Hipno,ismo es tjna ciencia? -Fin ú objeto

del mismo V. ¿El Hipnotismo es la magia?

VI. ¿El Hipnotismo es el niagnetismo animal?... Vil. ¿El Hipnotismo e? ei histerismo? , .

i5 '7 '9

23

a6 3í

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. , 3 5 8 -

SEGUNDA PARTE.

Pig^A

I. Métodos Ó procedimientos dehipnotjzacíóni. _;.3J II. ¿Se puede aplicer el Hipnotismo á todos los r.

individuos, ó lo que es igual, son todos sus> ceptibles de ser hipnotizados? , 36

III. ¿Son aplicables á todos los individuos, cual- -, quiera de los modos ó medios de producir el Hipnotismo? í El Hipnotismo es igual en todos los hipnotizados?. 39

IV. Auto-hipnotismo y Autp-sugesiión,......... 40 V. ¿Es posible hipnotizarse por la sola imagina­

ción? 42 VI. ¿Existe relación entre el hipnotizado y el hip­

notizador? ..^ 44 VII. ¿Cómo se realiza la vuelta al estado normal

después de la hipnotización? 46 ^ H I . ¿Para la hipnotización, es precisa la volun­

tad ó cooperación del hípnotizadci?......, 49 IX. ¿En un sujeto ya hipnotizado otras veces, es

precisa Su voluntad para hipnotizarle de .. -nuevo?.. . . . . . i . . . 5a

X. ¿E;Í sueño natural puede pasar á hipnótico?... 53 XI. ¿Existen zonas hipnógenas? 55

XII. ¿Recuerdaíí los hipttotizados lo ocurrido du­rante su hipnotización? 56

XIII.' ¿Conserva el hipnotizado el uso desvissentidos? 58 XIV. Menor ó mayor facilidad con que se produce

el Hipnotismo 59

TERCERA PARTE.

' . I. Formas que presenta el Hipnotismo 6i II. Claslflcactón de los fenómenos hipa¿ticos.

Gran Hipnotismo 67 m . Formas médicas que presenta el Hipnotismo. , 6 3 IV. Perfodfa'pwparatorjo deí Hipnotitmo,.. , . , . . 70

ai'V, é\ii^6twlti}6úci>^. ...;. 71

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fÁOlNAI.

VI. Estado de letargo Ó letárgico .75 ruXU^ Sigue la letargia. Hiperexcitabilidad neuro-

muscular 77 Vlll. Estado dé «íátalépsia. 8p

IX. Signe lá catalépsia. El sentido muscular 82 X. Movimietttos automáticos . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85

XI. .Sonairibiilismo 86 XII. Fascinación........... 94.

XIII. De tólstieños espontáneos en el sonambulismo 96 XIV. FéniíStííenos llamados psíquicos 97 XV. De algunas variedades del Hipnotismo.—He-

lai-hipnotismó •• ». 101 XVI. Influenciade la música en el Hipnotismo.... io3

XVII. ¿Se puede simular el Hipnotismo?. io5 XVIIÍ. Medios para reconocer el Hipnotismo simu­

l a d o . . , . . . . . . . . . . . . . . . . . .*.. 106 XIX. ¿Pueden mentir los hipnotizados durante el

sueño hipnótico? 108 XX. Pérdida, cainbio y desdoblamiento de la pro­

pia personalidad en algunos sonámbulos.,. n o XXI. Hipnotismo superior ó trascendental 112

XXII. El Hipnotismo en los animales. La catalepsia. i38' XXIH. ¿Los santos y profetas fueron unos hipnotiza*

dores? 140

CUARTA PARTE.

I. De la Sugestión..'.. i^S. II. Sueño hipnótico por sugest ión. . . . . . . . . . . . . . 147

III. ¿La aptitud para realizar los fenómenos de su­gestión, está en relación con la profufididad del sueño hipnótico? 148

IV.' ¿Existe la contra-sugestión . . • • 149 V. Catalépáia, parálisis y anestesia por sugestión. i o

VI. Sugestión post-hipnótÍca< • . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15s -VII. Sugestiona plazo.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . , .„. . . , .• . vbG VIII. Sugestión en estafto de vi^Jiaó sin.liipnotis-

mo. Vigilia hipnótica, E«ado!Íwwo-yigiK vifi© IX. D^lasugeítióolíiiji^skvv.. t¿3

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- 3 6 0 — • PÁGINAS.

X. De la sugestión con propósito criminal >. 171 XI* Del influjo de la hipnotización y sugestión en

las funciones de la vida orgánica 173 XII. Manchas de sangre y hemorragias por Suges­

tión 176 XIII. ¿Pierde en absoluto el hipnotizado el imperio

de su voluntad?. 178 XIV. ¿Destruye el Hipnotismo el libre aibedrfo del

hombre? 18S XV. ¿Pierde el hijpnotizado el uso dé su conciencia? 190 XVI. ¿Se realizan los actos sugeridos sin lucha al­

guna, ó sin dudas, por parte de los hipno­tizados? ig6

XVII. ¿Domina siempre el hipnotizador al hipnoti­zado?..,. < , . . , . . . . . , . . . . . 201

QUINTA PARTE.

I. Esencia, acción del Hipnotismo, ó su modo de ser.. 107

II. Breve examen de las teorías anteriores....... a34 III. El Hipnotismo, es ó nó una enfermedad? a38 IV. ¿Hay un Hipnotismo natural? 242 V. ¿El Hipnotismo es innatural? 252

VI . Qué fenómenos hipnóticos son innaturales, cuáles eo"!pechosos, y cuáles pueden ser na­turales ... 283

Vil. Consecuencias del Hipnotismo en los que ex­perimentan sus efectos 2t-b

Vlll. Consecuencias morales y sociales del Hipno­tismo ,....'.,;...,... 296

IX. Et Hipnotismo>a}o el puhtp de vista médico-legal ...; 3i7

X. El Hipnotismo eo sus aplicaciones á la medi-c i n j i . j . ."•:..,, 3 3 4

XI. (Es Kcita la práctiMvdel HvpA ttsmo? 849

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TABLA DE ERRATAS DE ESTA OBRA, 9

Págs. Lineas Dice Debe decir

•9 »o cerca de So siglos siglos 39 3 Pétin Pétetin 41 14 describió este echo, descubrió este hecho 48 »4 un fenómeno con fenómenos 58 7 para recordar para hacer recordar id. 28 pero no son pero son 62 •4 ajustan agitan It 21 en ellos que obre en ellos It I un contraccinoes son contracciones 9> M pupila están pupila no están I28 29 mismefierao se ern mismo se refieran 144 12 recuerdo mundo ib3 2 0 hinpo tizados hipnotizados. 16b 3 Filosofía en la Filosofía, Ochoromcs

profesor asimismo en la Universidad

Filosofía, Ochoromcs profesor asimismo en la Universidad

id. 6 édicale Mde medicóle de 277 177

id. 229 2»9 sigue alterada la pa­ginación.

274 18 no nos cita nos cita 302 nota 1 Cap. I.* Cap. «.* 304 9 idesorgánicas ideorgánicas

NOTA.—Bl pliego 16, tiene repetida U numeración del anterior.

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Page 356: Hipnosis   el hipnotismo y la sugestión

Este folleto se hallará de venta en las Librerías si-guienies:

Madrid.—D. Gregorio del Amo, Paz, 6. 1) —Sra. Viuda de Hernando y Comp.\ Arenal, 11. » —D. Fernando Fé, Carrera de San Jerónimo, 2.

Barcelona.—D. Miguel Casáis, Tipografía católica, Pino 5. » —Sres. Subirana, Hermanos, Puertaferrisa, 14. » —D. Juan Grabulosa, Buensuceso, i 3 .

Sevil la.—D. Alejandro Izquierdo y Sobrino, Francos, 62. Zaragoza. —D. Cecilio Gasea, Plaza de la Seo, 2.

Y en todas las Librerías Católicas, en los demás puntos.

Los pedidos al por mayor, se dirigirán á la Imprenta y Libreua de la Viuda e Hijo de López, ASTORGA.