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1 Viejos lugares y nuevos rituales en La Boca Hilda Herzer, Carla Rodríguez, Adriana Redondo, Mercedes Di Virgilio y Fernando Ostuni Área de Estudios Urbanos, Instituto de Investigaciones Gino Germani Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires Introducción Este trabajo interroga la relación entre territorio, definición de referentes simbólicos, y las prácticas ritualizadas que se inscriben en él. Las coordenadas territoriales son las del barrio de La Boca, ubicado en la zona sur de la Ciudad de Buenos Aires (Argentina). Históricamente La Boca ha sido un barrio simbólicamente peculiar. Sus características edilicias, las de sus pobladores y las imágenes históricamente construidas lo han dotado de cierta impronta que lo caracterizan y que es captada rápidamente cuando recorremos artículos periodísticos, catálogos turísticos o las ofertas culturales de Buenos Aires. 1 La Boca se formó como barrio obrero de inmigrantes europeos que al asimilarse a la sociedad local, se fueron mudando y trasladando a otros barrios de clase media. Se caracterizó por sus viviendas en chapa, madera, pintadas en colores vívidos, prototípicas de la inmigración genovesa. En este proceso de construcción barrial, algunos lugares fueron constituyéndose en referentes simbólicos de su identidad: el Pasaje Caminito, el Riachuelo, la Vuelta de Rocha, etc. Originariamente se vinculan con la actividad en el puerto del Riachuelo 2 , eje de la actividad económica, y por ende, con la cotidianeidad de las familias que se organizaba en torno a él. Progresivamente, dichos espacios se incorporan al repertorio de identificación común del barrio. Desde mediados de siglo XX, La Boca experimentó un proceso de vaciamiento – entre 1947 y 1991 perdió el 40% de su población -- al que se sumó un proceso de degradación, agudizado a partir de los 70 con la desactivación del puerto y el paulatino cierre de gran parte de las industrias de la zona (navieras, textiles y de producción de alimentos). 3 En este contexto de pérdida de roles productivos y funcionales, despoblamiento y deterioro socioeconómico, el Gobierno de la Ciudad, en los ´90, a través de la construcción de defensas costeras impulsa el desarrollo del proceso de renovación en el barrio, habitado en buena medida por sectores de bajos ingresos, con una óptima localización urbana por su proximidad al centro de la ciudad. A las intervenciones del gobierno local se suman las impulsadas por grupos de mayor poder adquisitivo que inician su anclaje en el barrio a través de la adquisición, a bajo costo, de antiguos galpones, astilleros y viviendas para su reciclaje y uso posterior, ligado predominantemente a actividades comerciales y de servicios culturales que se instalan como la base de un polo turístico en el centro de la ciudad. Dichas intervenciones establecieron en lugares ligados a su identidad histórica -- el Pasaje Caminito, la Vuelta de Rocha, viejos bares sobre la costanera, entre otros -- nuevos usos que reconfiguran su sentido. La puesta en valor de algunas zonas, la recuperación de museos y casonas como galerías de arte, la generación de una nueva área comercial sobre la Vuelta de Rocha para consumo turístico, generan una fisonomía diferenciada del barrio y de los que hasta no hace mucho 1 La publicación Pasaporte de la Ciudad de Buenos Aires, de la Subsecretaría de Turismo de la Ciudad, por ejemplo, presenta los atractivos turísticos del barrio: el estadio Boca Juniors y su museo temático, el teatro de La Ribera, Museo Bellas Artes de La Boca, Vuelta de Rocha, Calle Museo Caminito, Museo Histórico de Cera, Nuevo y Viejo Puente Avellaneda. 2 Las pinturas de Quinquela Martín reflejan estas realidades y cristalizan esos espacios. 3 Estos procesos de despoblamiento han ocurrido en gran parte de los barrios de las ciudades donde luego se inician procesos de renovación urbana, como lo muestra David Ley (1996) y Neil Smith (1996).

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Viejos lugares y nuevos rituales en La Boca

Hilda Herzer, Carla Rodríguez, Adriana Redondo, Mercedes Di Virgilio y Fernando Ostuni Área de Estudios Urbanos, Instituto de Investigaciones Gino Germani

Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires Introducción Este trabajo interroga la relación entre territorio, definición de referentes simbólicos, y las prácticas ritualizadas que se inscriben en él. Las coordenadas territoriales son las del barrio de La Boca, ubicado en la zona sur de la Ciudad de Buenos Aires (Argentina). Históricamente La Boca ha sido un barrio simbólicamente peculiar. Sus características edilicias, las de sus pobladores y las imágenes históricamente construidas lo han dotado de cierta impronta que lo caracterizan y que es captada rápidamente cuando recorremos artículos periodísticos, catálogos turísticos o las ofertas culturales de Buenos Aires.1 La Boca se formó como barrio obrero de inmigrantes europeos que al asimilarse a la sociedad local, se fueron mudando y trasladando a otros barrios de clase media. Se caracterizó por sus viviendas en chapa, madera, pintadas en colores vívidos, prototípicas de la inmigración genovesa. En este proceso de construcción barrial, algunos lugares fueron constituyéndose en referentes simbólicos de su identidad: el Pasaje Caminito, el Riachuelo, la Vuelta de Rocha, etc. Originariamente se vinculan con la actividad en el puerto del Riachuelo2, eje de la actividad económica, y por ende, con la cotidianeidad de las familias que se organizaba en torno a él. Progresivamente, dichos espacios se incorporan al repertorio de identificación común del barrio. Desde mediados de siglo XX, La Boca experimentó un proceso de vaciamiento – entre 1947 y 1991 perdió el 40% de su población -- al que se sumó un proceso de degradación, agudizado a partir de los 70 con la desactivación del puerto y el paulatino cierre de gran parte de las industrias de la zona (navieras, textiles y de producción de alimentos).3 En este contexto de pérdida de roles productivos y funcionales, despoblamiento y deterioro socioeconómico, el Gobierno de la Ciudad, en los ´90, a través de la construcción de defensas costeras impulsa el desarrollo del proceso de renovación en el barrio, habitado en buena medida por sectores de bajos ingresos, con una óptima localización urbana por su proximidad al centro de la ciudad. A las intervenciones del gobierno local se suman las impulsadas por grupos de mayor poder adquisitivo que inician su anclaje en el barrio a través de la adquisición, a bajo costo, de antiguos galpones, astilleros y viviendas para su reciclaje y uso posterior, ligado predominantemente a actividades comerciales y de servicios culturales que se instalan como la base de un polo turístico en el centro de la ciudad. Dichas intervenciones establecieron en lugares ligados a su identidad histórica -- el Pasaje Caminito, la Vuelta de Rocha, viejos bares sobre la costanera, entre otros -- nuevos usos que reconfiguran su sentido. La puesta en valor de algunas zonas, la recuperación de museos y casonas como galerías de arte, la generación de una nueva área comercial sobre la Vuelta de Rocha para consumo turístico, generan una fisonomía diferenciada del barrio y de los que hasta no hace mucho

1 La publicación Pasaporte de la Ciudad de Buenos Aires, de la Subsecretaría de Turismo de la Ciudad, por ejemplo, presenta los atractivos turísticos del barrio: el estadio Boca Juniors y su museo temático, el teatro de La Ribera, Museo Bellas Artes de La Boca, Vuelta de Rocha, Calle Museo Caminito, Museo Histórico de Cera, Nuevo y Viejo Puente Avellaneda. 2 Las pinturas de Quinquela Martín reflejan estas realidades y cristalizan esos espacios. 3 Estos procesos de despoblamiento han ocurrido en gran parte de los barrios de las ciudades donde luego se inician procesos de renovación urbana, como lo muestra David Ley (1996) y Neil Smith (1996).

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tiempo eran espacios comunes.4 Viejos lugares tienen ahora un modo renovado de definir ese uso típico que siempre fue el turismo en La Boca. En efecto, buena parte de esos nuevos usos no están destinados a sus habitantes e introducen nuevos actores y lógicas de actuación – a las que denominamos prácticas ritualizadas -- en este escenario barrial. En este marco, la pregunta que se intenta responder es qué ocurre con los sentidos asignados a los referentes simbólicos, soportes de la identidad barrial, cuando el territorio es intervenido desde las políticas públicas y/o desde la acción de los privados. Las nuevas prácticas ritualizadas5, plasmadas en el entorno barrial y vinculadas con la rehabilitación de algunas áreas y los usos orientados al turismo, expresan y condensan el conflicto por la apropiación del espacio urbano. Dichas prácticas se concentran en el enclave turístico6 delimitado por las calles Almirante Brown, Olavarría, Martín Rodríguez, Pinzón, Iberlucea, Lamadrid, Garibaldi y la ribera del Riachuelo. En ese contexto, los referentes históricos aparecen cargados de diferentes sentidos para los distintos grupos sociales que transitan por el barrio: sus habitantes, quienes sólo trabajan en él (por ejemplo, feriantes) y los turistas. ¿Cómo inciden los cambios en la dinámica y estructura barrial en los sentidos y significados asignados a los espacios que operan como referentes simbólicos? ¿Qué prácticas ritualizadas se desarrollan en dichos espacios? ¿Cómo perciben los habitantes del barrio a los otros y a los cambios? Sobre estas preguntas intenta avanzar el observador cuando captura algunas instantáneas que permiten dar cuenta de las disputas, los conflictos, los diferentes puntos de vista…7 Instantáneas de las prácticas ritualizadas en el enclave turístico La Plazoleta de los Suspiros y la Calle Museo Caminito, referente barrial internacionalmente reconocido definen el epicentro del enclave turístico, combinándose tramos adoquinados, preservados, junto al asfalto que se extiende más allá de esta pequeña área. La Plazoleta constituye para los boquenses un hito de su imaginario histórico ya que cerca de allí se asentaba la flota pesquera, y los suspiros eran de las mujeres que allí se ubicaban esperando el regreso de sus maridos pescadores. El proceso de renovación contribuyó a la constitución del enclave turístico cada vez más estereotipadamente intervenido que recorta, en parte, las trayectorias y recorridos de los vecinos, los feriantes, los turistas, los nuevos residentes. Cada uno de ellos, lo

4 El adjetivo comunes refiere básicamente a dos características de esos espacios. a) eran compartidos y socialmente construidos por los vecinos; b) eran generadores de identidad barrial o vecinal. 5 Definimos a las prácticas ritualizadas como aquellas pautas de comportamiento que los sujetos sociales actúan según las características del contexto espacial y temporal y que pueden involucrar el uso de símbolos (Marshall, 1998:569). En el contexto de este trabajo, el concepto refiere a los nuevos rituales que asociados a la introducción de actividades turísticas, culturales y comerciales se articulan sobre viejos lugares resignificados (véase, por ejemplo, la peregrinación turística por los conventillos). Estas prácticas ritualizadas se articulan con diversas operaciones ideológicas que también ocurren en el proceso y que, al mismo tiempo, contribuyen a caracterizarlo: desplazamientos de sentidos, sustituciones, omisiones de algunas voces, aceptación de unos y discriminación de otros, división de tareas y discursos entre algunos, se apropian de la disputa por el sentido histórico y otros viven el presente día a día de la supervivencia. 6 Enclave turístico hace referencia a un recorte territorial en el que se ha producido una marcada sustitución de usos, intensificándose los usos comerciales vinculados a la provisión de servicios turísticos. Esto se correlaciona con el incremento diferenciado del precio del suelo en ese subsector del barrio (Herzer et al, en proceso). Interesa destacar que el dinamismo económico que allí se genera no revierte necesariamente en beneficios o desarrollo para el conjunto de la población del barrio. Este enclave es nuestro espacio analítico de sustitución/coexistencia, yuxtapuesta, contradictoria, en disputa de nuevos y viejos usos y de prácticas ritualizadas que sustentan las diversas lógicas de actuación y apropiación del espacio urbano. 7 El análisis se realiza con base en registros de observaciones en los espacios barriales y entrevistas en profundidad que recuperan el punto de vista y significados que algunos vecinos asignan al proceso de renovación urbana: cómo definen el barrio y sus límites, cómo denotan los espacios, cómo definen sus recorridos y los de los turistas, etc.

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transita portando una mirada distinta en relación a su contexto vital y a su particular inserción en el territorio. Micros y turistas… Micros con contingentes que llegan y se van, pasajeros que recorren con curiosidad las calles del lugar, turistas que gustan retratarse frente a La Vuelta de Rocha son de las escenas que el observador retiene cuando se sienta tranquilamente en una mesa del bar La Perla (frente a la Plazoleta de los Suspiros). Los turistas, con paso distendido recorren la zona y atrapan imágenes con sus cámaras; miran con curiosidad a los artistas que retratan los que ellos observan en vivo y en directo. Cada fin de semana, Caminito es el sitio elegido para la feria de arte en donde se puede comprar desde una pintura hasta un mate. Con la renovación, la iconografía barrial se globaliza. Así los íconos urbanos se convierten en legítimos elementos estructuradores de imágenes mentales del territorio. Se multiplican las expresiones destinadas al consumo masivo que quedan sujetas a percepciones diversas, en apropiaciones fugaces. La historia que les da sentido se banaliza y resulta una simple anécdota, con la que se construye una imagen externa, fuertemente mediática. “Esto es armar como un polo turístico a fuerza de una lavada de cara, ni siquiera con los materiales originales” (Entrevista a artesana). La diversidad es el signo distintivo de los otros y está claramente vinculada con los turistas. Dos mujeres, de origen nórdico, de piel muy blanca, rosadas mejillas, de una altura importante, y robustas, cruzan la plaza. La rutina se rompe con dos parejas de japoneses, cámaras fotográficas en alto, filmadoras, con gorros con viseras, que sonrientes y eufóricos, aplauden desde la plaza. Estas “situaciones de co-presencia con representantes de otras alteridades” (Romero, 1987:153) refuerzan la diferencia. Ese espacio preparado para el turismo, delimita un ámbito para los otros, en el que el nosotros de los residentes del barrio es objeto de desplazamientos que se construye, en parte, a partir de las actividades culturales pensadas para otros públicos.8 Los feriantes… Los fines de semana cobra protagonismo la feria de artesanos que convoca a feriantes, a un centenar de turistas y pasajeros que intentan rescatar allí instantáneas de un pasado lejano y cercano al mismo tiempo y a los vecinos del barrio que son, a su vez, observadores y objeto de observación. Cada uno de estos grupos se relaciona con el espacio barrial, introduciendo usos y sentidos propios. En el caso de los feriantes y comerciantes, esa relación se constituye a partir del desempeño de las tareas laborales (guardar la mercadería, atender el kiosco de diarios y revistas, etc.): “Tenemos gente de la feria que vive en La Boca y nosotros tenemos una relación constante con La Boca, porque el lugar que alquilamos para guardar las cosas es un conventillo que nos relaciona […] vos viste que tu trabajo te relaciona [es] como si fuera tu segunda casa, entonces 8 En las ciudades latinoamericanas, los procesos de expulsión vinculados a la renovación urbana no necesariamente se definen exclusivamente como expulsión residencial. Las poblaciones pueden ser desplazadas aún cuando continúan viviendo en el mismo entorno barrial en la medida en que sus lazos e interacciones sociales se modifican. Como lo demuestran Jones y Varley (1999), los habitantes del barrio son desplazados por una clientela – nacional e internacional -- de clase media y alta en busca nuevos servicios culturales, que introducen nuevos usos y eliminan aquellos asociados a los grupos de ingresos bajos.

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aunque todos no vivamos en La Boca hay una relación muy fuerte con La Boca” (entrevista a dirigente de la Asociación de Artesanos de La Boca). En el relato aparece el trabajo como un elemento aglutinador de los feriantes con un territorio que supera los límites de la residencia. “Los artesanos, en su amplia mayoría, no son residentes en el barrio ya que llegan a la feria por concurso, pero terminan integrándose al barrio al que consideran como propio” (Conversación con Liliana, artesana). Si bien ellos no viven en La Boca, su pertenencia al barrio la define la permanencia del vínculo en lo cotidiano, de su perdurabilidad, de su íntimo entrelazamiento con las actividades realizadas en el día a día laboral. Se observa, entonces, la importancia de las rutinas cotidianas para la formación de las subjetividades, dichas rutinas se estructuran en redes sociales de afiliación ancladas en una territorialidad definida por actividades cotidianas (Romero, 1987:153). El conventillo… En los relatos surge también la figura del conventillo (verdadero icono del barrio) que es identificado por los entrevistados como lugar de mediación con lo local y como referente a través del que se teje el vínculo con la historia barrial. El conventillo ha sido históricamente una de las tipologías de vivienda propias del barrio; sin embargo, los que no viven en él o tienen acercamientos circunstanciales lo evocan disociándolo de las precariedades asociadas a las vidas de sus habitantes. Los sentidos que se construyen acerca de la territorialidad, incorporan el conventillo como una curiosidad para los visitantes y extranjeros.9 Aparece como un producto que puede consumirse culturalmente, ignorando que el conventillo es aún un sombrío presente.10. Así aparece de manera paradigmática la operación ideológica de sustitución simbólica a través de la introducción de nuevas prácticas ritualizadas. Su presentación como oferta cultural y la peregrinación de los turistas por ese espacio -- ahora de uso comercial que se reviste de un pasado mítico -- omite la vigencia presente del uso habitacional ligado a la pobreza y la precariedad. En este caso, a diferencia del espacio de los artesanos, no hay resquicio de inserción. Un uso ha sido desplazado por otro y una narrativa de la historia ha sido omitida. Los habitantes de la Boca… Los vecinos que recorren el área lo hacen, a veces, desde la indiferencia… “una pareja de mujeres, vestidas sencillamente, la atraviesan (la plazoleta) en diagonal, y denotan preocupación en su conversación. Una de ellas, extremadamente flaca, dejaba ver en un relieve tristemente ostentoso, gruesas várices que parecían no dejar lugar para espacios libres de ellas. La imagen de la desnutrición se asoció inmediatamente con esa figura enjuta y menuda” (registro de observación). La pobreza aparece como un elemento estructural del barrio, que emerge en sus habitantes fisurando la construcción, ficticiamente policromada, de un espacio armado para otros, los turistas, que buscan en el paisaje la complacencia a su ánimo festivo. La pobreza se observa sin demasiados esfuerzos cuando el observador atento recorre las calles de los alrededores y mira con detalle el entorno que rodea a los puntos de interés turístico. Así, la pobreza de la mayoría de los vecinos moviliza la construcción simbólica del barrio actual “que no es sólo un anclaje al pasado, sino que se renueva y reactiva periódicamente” (Ruiz Ballesteros; 2000:199).

9 Actualmente existen dos conventillos promocionados al turismo para que se observe esta forma de hábitat popular, como elemento de curiosidad folklórica. 10 Un análisis de las condiciones de vida en el conventillo puede leerse en Herzer et al 2002 y en Gazzoli, 2004.

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Algunos vecinos intentan usufructuar la convocatoria turística de Caminito y sus alrededores, desde los que constituyen también símbolos del patrimonio intangible como lo son las murgas (representantes del carnaval) y el tango. Modelizan y reproducen una imaginaria reconstrucción del pasado, que desde el peso de lo historiográfico pareciera una mascarada. La parodia se convierte en la fantasía esperada por los extranjeros. “Una nueva pareja exhibe cierto virtuosismo de saltos y saltitos, en una expresión de lo que sería el tango como baile” (registro de observación). Este ritual ficticio, utilizado como recurso laboral, resulta también un espectáculo para los propios residentes del barrio. “Cuando termina el espectáculo, sólo seis o siete personas sentadas en los escalones aplauden, con escaso entusiasmo. Son, por su apariencia, todos vecinos del lugar” (registro de observación). Otros vecinos dan uso al espacio que les es propio y su recreación parte de la observación de aquellos otros que confluyen en él. “un matrimonio se sienta a tomar mate en un bloque horizontal e irregular de mampostería, que era parte del simbólico monolito emplazado en la Plazoleta y destruido por un colectivo. Desconocen o son indiferentes al valor patrimonial de ese lugar” (registro de observación). Convertirse en espectadores de aquellos que llegan al barrio se convierte para los vecinos en una práctica rutinizada en el tiempo libre. La murga… La murga resulta una expresión cultural que integra elementos propios de la identidad barrial. “Sus integrantes llegan a la plaza vestidos con los clásicos azul y oro del club Boca Juniors, en trajes de raso y precedidos por el “oso Carolina” personaje histórico en la formación de las murgas” (registro de observación).Pasado y presente se articulan y parecieran querer proyectarse desde una manifestación más genuina, como un verdadero sentir, como una vertiente no especulativa de ese nosotros barrial. También suscita entre los vecinos un reconocimiento diferente que el espectáculo de tango. “Otros jóvenes se detienen en el otro extremo de la plaza, también con atuendos veraniegos (hojotas de colores, remeras cortas y polleras hindúes) a observar los pasos de los murguistas. Algunos otros paseantes igualmente esperan y observan sonrientes” (registro de observación). Así, se conjugan simultáneamente segmentos poblacionales heterogéneos, sin espacios de interacción entre sí, en una coexistencia asentada en la fragmentación dada por su pertenencia a espacios sociales diversos, con mayores o menores niveles de integración con la historia barrial. En este caleidoscopio de miradas y vivencias en torno a ser o percibirse como de La Boca, aparecen elementos aglutinantes tales como el trabajo, la apropiación del espacio barrial y el patrimonio tangible e intangible que se hace visible. Las percepciones sobre la renovación y las distinciones identitarias Las percepciones acerca de la renovación urbana en La Boca son múltiples y se sostienen en “el modo en el que los individuos se relacionan con los lugares históricos para reunir elementos y dar sentido a su propio lugar en el mundo contemporáneo” (Fortuna, 1998:66). Para algunos esta estetización del paisaje urbano, en algunos casos meramente cosmética y artificial, es válida en tanto genera la dinamización del barrio. Para otros, en cambio, representa el deterioro y un manejo arbitrario del patrimonio cultural vigente: “En el fondo de Caminito, hicieron una plaza y una estación de trenes. Ahí antes había una estación que tenía muchísimos años, que tenía inclusive un mirador, una garita única […] Habían venido del exterior a sacar fotos de esa garita, porque no existen en el mundo ya y cuando llegaron había un montón de escombros, ¡la habían tirado abajo! y si vos vas a verla es vergonzoso realmente” (dirigente barrial). Para algunos otros,

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las áreas renovadas son sólo para los turistas por lo que se sienten excluidos en su propio territorio. Los cambios en los colores de Quinquela Martín11 en las paredes de Caminito y en las calles circundantes generan también oposición entre los vecinos. Para algunos, la conservación de los colores históricos evoca la defensa de su identidad; para otros, los cambios se perciben sólo desde las mejoras obtenidas a nivel individual, donde el peso de lo identitario ligado a lo histórico no tiene significación. “Está la gente que dice: “Mirá qué barbaridad el fucsia!” y hay otra gente de La Boca, que no tuvo nunca bien el frente de su casa y está recontenta que se la hayan pintado de fucsia! (risas) ¿se entiende? Entonces respetando todas las posibilidades hagamos lo mejor que se pueda, porque ese frente también se puede pintar del color que corresponde” (artesano). “El fucsia” es la categoría que identifica una intervención negativa sobre el patrimonio barrial, contrapuesto a la paleta pictórica de Quinquela , pintor emblemático del barrio y que para algunos entrevistados, asume una fuerte relevancia: “[De] la fantochada de Caminito se hizo todo un estudio .un día apareció así pintado...Ahora, en el Museo Caminito han trabajado dos arquitectos y han hecho un estudio sacando las diferentes capas, (…), hasta encontrar los verdaderos colores que eran en realidad lo que les sobraba a los barcos de pintarlos (…).O sea, que los colores en realidad serían los colores de los barcos, así que los fucsias, amarillos, verdes no sé..¿.que quede más divertido?” (Dirigente de la Asociación de Artesanos). Las percepciones acerca de las intervenciones patrimoniales en marcha12 se diversifican entre quienes pertenecen o no a organizaciones vecinales y difieren entre diversos líderes barriales planteándose una polémica, explícita o soslayada, en la que se descifra el presente a la luz de diversas versiones del pasado y de miradas diferenciadas sobre el futuro. Así, resulta relevante en los testimonios de los vecinos entrevistados la relación planteada entre las obras de renovación y la intervención sobre el patrimonio cultural, que representa en definitiva, la medida en que dichas intervenciones afectan la configuración de la identidad barrial. Para aquellos, como los miembros de la Asociación de Artesanos y la Fundación de la República de La Boca “gente que ha trabajado durante toda la vida que no tiene bandería política […] pero que quiere a La Boca” (entrevista a dirigente), la intervención del gobierno local en el aggiornamiento de la Vuelta de Rocha a través de la Dirección de Turismo, es presentada como una obra inconsulta, y armada con una cosmética “for export”, que desconoció los orígenes del pasaje Caminito, por ejemplo, y estableció continuidades arquitectónicas entre los paseos ribereños de La Boca y Puerto Madero, que configuran escenarios sociales y con divisorias históricas muy fuertes. Es en el nosotros barrial donde se delinean nuevas fragmentaciones, dadas a partir del posicionamiento frente a la renovación. “Acá se fabrica la historia, no se exhuma, no se respeta” es la conclusión que cierra el análisis sobre la destrucción de una garita ferroviaria de 1866 en 1999, que se acompaña por la creación “sobre Caminito, de una estación falsa, escenográfica, que parece la estación de una ciudad norteamericana, que no tiene nada que ver con lo nuestro [...] cuando tenían a metros del lugar, la verdadera estación que deberían haber reciclado, restaurado”.13 11 Benito Quinquela Martín fue quien pintó Caminito por primera vez. 12 Alude a la selección de determinados referentes y exponerlos de alguna u otra forma. Ello equivale a articular un discurso que dependerá de los referentes escogidos, de los significados de estos referentes que se destaquen, de la importancia relativa que se les otorgue y del contexto (Prats, 1998). 13 Son numerosos los ejemplos que aparecen en las conclusiones del “Primer Cabildo por el Espíritu de La Boca”13, o en denuncias periodísticas posteriores, acerca de las distorsiones dadas, por ejemplo, por la instalación de carteles publicitarios en áreas de preservación histórica, la modificación del uso de la Avenida Pedro de Mendoza, el abandono de la Plazoleta de los Suspiros, entre otros. Su participación en la detención de algunas acciones y/o en la denuncia de otras la sintetizan así: “Somos los ‘enemigos del progreso’ (...) Así atacan a toda la gente que trabaja, digamos, para conservar la identidad de un lugar”...

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Es posible preguntarse si el desarrollo de los procesos de renovación urbana anula las articulaciones identitarias o simplemente desnaturaliza algunas e interpone otras. Uno de los fenómenos asociados a dicho proceso en La Boca, que es la irrupción del turismo14, por el que aparecen “estratos espaciales de consumo” (Ortiz, 1996:62) incorpora una nueva demarcación en la frontera entre el “nosotros” y el “otros”, disparando reagrupamientos móviles y configurando una nueva dinámica identitaria entre los vecinos percibida a través de los rituales incorporados. En tanto que las expresiones simbólicas locales están orientadas hacia un fin y con un valor de uso dentro del sistema global, reconstruidas y/o producidas con vistas al turismo, aparece una nueva complejidad en las relaciones entre los valores económicos y sociales. La atención de los turistas no genera necesariamente beneficios concretos para las personas cuya vida en escenarios particulares se ha convertido en una atracción. La cruda exhibición de las intimidades de la vida cotidiana y su puesta en escena15, convierte “el ideal de la vida en espectáculo” (MacCannell, 1988:225) generando choques en las relaciones sociales. Los niveles de autenticidad expresados por las diversas manifestaciones ancladas en cierto discurso identitario, suscitan posiciones de reafirmación o desestimación del mismo. En este último caso, sostienen una mirada de hostilidad hacia los cambios dados tanto en las intervenciones patrimoniales como en las manifestaciones culturales, por la pérdida de su valor histórico en pos de la atracción turística. En el primero, validan el valor de uso asociado al consumo que supone la reconstrucción ficcional de la vida de aldea en la que expresiones culturales como el tango se convierten en rituales dirigidos a otros, objeto de relaciones comerciales. Surgen nuevas fronteras interiores. Los otros nativos, que irrumpen como migrantes limítrofes en esa historia barrial que debe sostenerse, son estigmatizados, al no encajar en “la definición turística” (op. cit.:225). El rechazo que genera la presencia física de estos extranjeros en el entorno barrial, se conjuga con la aceptación del otro, extranjero turista. A éste se le asigna un valor autorreferencial de distinción, que remite a los otros invisibles, quienes, desde una temporalidad fundacional, mantienen, en el relato, la trama identitaria barrial. Conclusiones Durante los últimos años La Boca ha sido escenario de un proceso de competencia y conflicto por la apropiación y usos del espacio urbano. Esta disputa tiene lugar a través del desarrollo de diferentes prácticas y la atribución de distintos sentidos vinculados al barrio y a su patrimonio. Estas prácticas se desarrollan en un juego de resignificaciones que incluye los modos en que se usa, habla y piensa el espacio urbano. Un circuito turístico cultural muy acotado – al que denominamos el enclave -- configura el lugar paradigmático en la redefinición de la centralidad barrial boquense. Hemos analizado una serie de instantáneas, que dan cuenta de la forma en que distintos grupos y actores sociales se relacionan de manera diferencial con ese espacio barrial, introduciendo usos y sentidos propios, en una trama compleja donde se juegan redefiniciones de inclusiones y algunas exclusiones. El espacio preparado para el turismo, delimita un ámbito en el que el nosotros de los residentes del barrio es objeto de desplazamientos y se construye, en parte, a partir de las actividades culturales pensadas para otros públicos.

14 En el enclave delimitado por la Vuelta de Rocha y la calle Caminito. 15 Es el caso de los dos conventillos transformados en galerías comerciales y que combinan la curiosidad por las formas características del hábitat local con los supuestos intereses de consumo de los turistas.

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Las instantáneas muestran, cómo se conjugan en un mismo momento segmentos poblacionales heterogéneos, sin espacios de interacción entre sí, en una coexistencia asentada en la fragmentación dada por su pertenencia a espacios sociales diversos, con mayores o menores niveles de integración con la historia barrial. En este caleidoscopio de miradas y vivencias en torno a ser o percibirse como de La Boca, aparecen elementos aglutinantes tales como la posibilidad del trabajo -- en las propuestas de los feriantes -- y las acciones simbólico culturales de apropiación del espacio barrial, como la murga abriendo resquicios de reinserción a través de la presencia de la cultura popular, que los grupos residentes de bajos ingresos y en particular los jóvenes, pueden disfrutar en sus propios recorridos por el circuito. Por otra parte, hay límites. La presentación del conventillo como oferta cultural y la peregrinación de los turistas por ese espacio -- ahora reconvertido para uso comercial revestido de un pasado mítico -- omite la vigencia presente de su uso habitacional ligado a la pobreza y la precariedad en los bordes y más allá del enclave. Un uso ha sido desplazado por otro y una narrativa de la historia, junto con los sujetos habitantes, ha sido omitida. De este modo, la irrupción del turismo, incorpora una nueva demarcación en la frontera entre el nosotros y los otros, disparando reagrupamientos móviles y configurando una nueva dinámica identitaria entre los vecinos expresada a través de los nuevos rituales incorporados. Esta se entrelaza virtuosamente en la nueva mitología for export. Pero más allá de los bordes del enclave, subsiste la extendida presencia de inquilinatos y viejas casas en estado de deterioro, así como la expansión de nuevas villas-miseria altamente precarias y densificadas sobre la zona ribereña. Es la otra cara de “Caminito”, la cara aún no reconocida en los mapas oficiales. Bibliografía Baumann, G. (1992). “Ritual implicates Others. Rereading Durkheim in a Plural Society”. En de

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