hermeneutica del lenguaje y simbolismo

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 HERMENÉUTICA DEL LENGUAJE Y SIMBOLISMO Luis  GARAGALZA ARRIZABALAGA Universidad del País Vasco RESUMEN.  En este artículo hacemos una presentación de la hermenéutica de H.-G. Gadamer a partir de su con cepción del lenguaje como  «•médium»  (y no mero «instru mento») en el que tiene lugar la interpretación-comprensión y la experiencia humana del mundo. Abordamos también la problemática del simbolismo como factor constitutivo de la cultura presentándola, con la ayuda de autores como C. G. Jung y E. Cassirer, desde una perspectiva psico-antropológi- ca y finalmente apuntamos la propuesta elaborada por A. Ortiz-Osés de reunir ambas perspectivas, la de la herme néutica filosófica y la del simbolismo, en una hermenéutica simbólica de la cultura. 1 La crisis de la cultura europea La filosofía del último siglo puede ser comprendida como el intento de dar respuesta teórica a la crisis global que coincidiendo con el paso del siglo XIX al XX afectó a toda la cultura europea. Dicha crisis consiste en una pérdida de con fianza en la capacidad del lenguaje establecido para articular y comunicar las inquietudes y problemas de las nuevas generaciones. La tradición europea pier de el contacto con la vida emergente bloqueándose y encerrándose en sí misma, incapaz de integrar la novedad: se torna estéril y comienza a descomponerse, por lo que no es de extrañar que R. Musil inventase el nombre de «Kakania» para referirse a la «buena sociedad» del Imperio de los Habsburgo . Cfr. A.  J NIK  y  S TOULMIN,  La  Viena de  Wittgenstein Taurus, Madrid, 1989. Cfr. así mis mo  J GARCÍA LEAL,  Arte y  conocimiento.  Universidad  de  Granada, Granada, 1995. ÉNDOXA:  Series  Filosóficas n °  20 2005 pp .  245-261. UNED adrid

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Luís Garagalza

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  • HERMENUTICA DEL LENGUAJE Y SIMBOLISMO

    Luis GARAGALZA ARRIZABALAGA Universidad del Pas Vasco

    RESUMEN. En este artculo hacemos una presentacin de la hermenutica de H.-G. Gadamer a partir de su con-cepcin del lenguaje como mdium (y no mero instru-mento) en el que tiene lugar la interpretacin-comprensin y la experiencia humana del mundo. Abordamos tambin la problemtica del simbolismo como factor constitutivo de la cultura presentndola, con la ayuda de autores como C. G. Jung y E. Cassirer, desde una perspectiva psico-antropolgi-ca y finalmente apuntamos la propuesta elaborada por A. Ortiz-Oss de reunir ambas perspectivas, la de la herme-nutica filosfica y la del simbolismo, en una hermenutica simblica de la cultura.

    1. La cr i s i s d e l a c u l t u r a e u r o p e a

    La filosofa del ltimo siglo puede ser comprendida como el intento de dar respuesta terica a la crisis global que coincidiendo con el paso del siglo XIX al XX afect a toda la cultura europea. Dicha crisis consiste en una prdida de con-fianza en la capacidad del lenguaje establecido para articular y comunicar las inquietudes y problemas de las nuevas generaciones. La tradicin europea pier-de el contacto con la vida emergente bloquendose y encerrndose en s misma, incapaz de integrar la novedad: se torna estril y comienza a descomponerse, por lo que no es de extraar que R. Musil inventase el nombre de Kakania para referirse a la buena sociedad del Imperio de los Habsburgo'.

    ' Cfr. A. JANIK y S. TOULMIN, La Viena de Wittgenstein, Taurus, Madrid, 1989. Cfr. as mis-mo J. GARCA LEAL, Arte y conocimiento. Universidad de Granada, Granada, 1995.

    NDOXA: Series Filosficas, n. 20, 2005, pp. 245-261. UNED, Madrid

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    En este contexto tiene lugar la revolucin lingstica de la filosofa: la mira-da filosfica se concentra crticamente sobre el lenguaje intentando dar cuenta del hecho de que el (supuesto) instrumento de comunicacin se haya tornado opaco. En este sentido podemos distinguir tres clases posibles de respuesta filo-sfica findamentales ante la mentada crisis de valores del fin de siglo, crisis que por otro lado no es exclusiva de esa poca, aunque en ella haya podido darse de un modo ms generalizado irrumpiendo en la conciencia colectiva, ya que ha seguido siendo experimentada a lo largo del siglo XX por cada generacin y ade-ms en todas las pocas la haban vivido los individuos creadores. Distinguire-mos, pues, por un lado la respuesta trascendental elaborada por Husserl y pro-longada de algn modo por Habermas, por otro lado la respuesta nominalista o analtica de Wittgenstein y en medio la hermenutica del lenguaje iniciada por Heidegger y urbanizada por Gadamer.

    Husserl pretende superar la crisis demostrando, frente a positivismo y psi-cologismo (sea vitalista o historicista), que el lenguaje est bien arraigado en algo slido, en una significacin pre-lingstica o un sentido pre-reflexivo. Este fun-damento estara vinculado a la vivencia, pero no se reduce a mera subjetividad ya que posee un contenido objetivo que puede ser conceptualizado, alcanzando precisamente en la expresin lgico-lingstica, que le concede universalidad, su adecuado acabamiento. As pues, si bien el lenguaje no puede acoger totalmen-te la plenitud del sentido pre-reflexivo, s capta y expresa lo esencial, su conte-nido objetivo, llevndolo a su cumplimiento. En cualquier caso, en su evolucin posterior el propio Husserl, si bien sigui rechazando el psicologismo, ftie reco-nociendo la importancia del mundo de la vida como lugar de surgimiento de un sentido irreductible a ninguna otra instancia y como condicin de posibili-dad de cualquier otra significacin.

    En el extremo opuesto Wittgenstein insiste, siguiendo a Kraus, en que el len-guaje descriptivo nos permite elaborar un modelo o una imagen {bilAliche Darstellun^ que represente de una manera significativa los fenmenos del mun-do, pero no nos sirve para decir las cuestiones relativas a la tica, los valores y la significacin de la vida, las cuales slo son susceptibles de una comunicacin indi-recta o potica . El sentido del mundo no est dado con los hechos, se encuentra fuera del mundo: hechos y valores quedan as radicalmente separados. Con esta

    . JANIK y S. TOULMIN, Op. cit., p . 232-241.

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    separacin Wittgenstein estara pretendiendo salvaguardar la autonoma de la ti-ca respecto a las intromisiones del discurso racional universalizador: los signifi-cados y valores no preexisten con independencia del lenguaje sino que se consti-tuyen en el interior de una prctica, de una forma de vida, de un juego de vida.

    2. La hermenutica del lenguaje Pues bien, entre la va trascendental de Husserl y el nominalismo wittgens-

    teiniano se va abriendo camino la va hermenutica de Heidegger y Gadamer. Partiendo del diagnstico del ltimo Husserl que atribuye la crisis de las ciencias y de la cultura a su prdida de contacto con el mundo de la vida, y asumiendo al mismo tiempo el fracaso de la fenomenologa, Heidegger critica la onto-teo-loga de la presencia que hace del ser el ente supremo. Esta crtica seculariza-dora de la metafsica acenta la contingencia del ser insistiendo inicialmente en su conexin con el tiempo y finalmente con el lenguaje, el cual no es entendido como estructura universal y necesaria sino como evento, envo, trasmisin, men-saje. El ser no es, pues, fundamento, causa, sino don, libertad, abismo {Ab-grund) y es por ello que la verdad puede tener historia, mltiples interpretaciones en las que se da, acaece'. Gadamer, por su parte, se propone restablecer la comunica-cin entre la filosofa y la vida, sacando al pensamiento de su reclusin en la con-ciencia reflexiva intelectualizada y abstracta, formal y acadmica, para que se abra al presente, a la existencia, al cuerpo, a lo pre-racional. Para ello no vale con recu-rrir a la razn ilustrada, cientfico-abstracta, que es incapaz de penetrar en ese territorio. Tampoco se puede renunciar a la razn: hay que transformar o refor-mar la razn, elaborar un modelo de racionalidad ms amplio y ms abierto, ms humano. La ciencia va a pasar a un segundo plano. En vez de interpretar des-de ella nuestra racionalidad, ahora es la ciencia la que va a ser contemplada como una de las modalidades de la interpretacin humana. La neo-hermenutica se centra as sobre el problema de la interpretacin, para volver a elaborar desde ah toda la reflexin filosfica. Ahora bien, la interpretacin ya no es considerada

    ' Cfr. G. VATTIMO, tica de la interpretacin, Paids, Barcelona, 1991, p. 41 y ss., 81 y ss. En este sentido Heidegger estara siguiendo y radicalizando a Schleiermacher cuando crtica las reduc-ciones conceptualistas y voluntaristas de la religin y plantea el problema de la interpretacin para mostrar que dogmas, preceptos y obligaciones no son el ncleo de la vida religiosa, no tienen sen-tido en s mismos sino en tanto que remiten y apuntan a la experiencia interior de lo divino, que consistira precisamente en el sentimiento de absoluta dependencia respecto al Creador.

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    como un modo de conocer sino como el modo de ser constitutivo del ser humano y va a quedar vinculada a la palabra, al lenguaje en tanto que autntico medio de su realizacin efectiva en el interior del dilogo, de la comunicacin, de la convivencia.

    La hermenutica del lenguaje de Gadamer constituye, pues, una crtica de la metafsica, bien que asumiendo su pertenencia a esa tradicin. Dicha crtica con-siste en una especie de cura de humildad filosfica que aplaca la hybris del entendimiento metasico (y, por tanto, de la doctrina teolgica cristiana) asu-miendo desde dentro sus propios lmites, su parcialidad, su relatividad, es decir, su carcter humano. Hay que entender en este sentido la sustitucin del clsi-co razonamiento abstracto, necesario e incuestionable, por la interpretacin, as como el desplazamiento del motivo de la reflexin desde el ser hasta el lengua-je. No hay propiamente renuncia a la razn, sino un descubrimiento de su con-dicionalidad lingstica: la razn no est ms all del lenguaje sino que, al igual que el propio ser, es lenguaje. El ser que puede ser comprendido es lenguaje^.

    En este sentido el lenguaje no debe ser pensado desde la metfora del espe-jo que devuelve, como copiando, la imagen de lo que se le pone enfrente. Pues, segn Gadamer, lo esencial de la copia consiste en que no tiene otra finalidad que parecerse al original, al modelo copiado , con la consiguiente cancelacin de su propio ser para s en favor de la mera presentacin de lo copiado. Frente a la copia, la representacin que el lenguaje instaura es concebida por nuestro autor tomando como modelo la relacin que vincula a la obra de arte pictrica (cua-dro) con la realidad. La obra de arte autntica tiene, a diferencia de la mera copia, un ser propio en tanto que es la imagen (Bild) en la que la realidad que le sirve de modelo se representa a s misma, realizndose. Un cuadro no ha de ser exa-minado atendiendo a lo que el autor tom como modelo, pues entonces no ver-amos lo que en el cuadro se esta representando sino tan slo una porcin de mate-rial an no transformado o transfigurado (as, si pudiramos poner a la Gioconda real, en carne y hueso, frente al retrato de Leonardo, seguramente no encon-traramos en ella nada del misterio de su sonrisa que se transparenta en el cua-dro). Precisamente lo que importa en la obra de arte es cmo se representa en

    '' H.-G. GADAMER, Verdad y mtodo, Sigeme, Salamanca, 1977, p. 567. ' Ibd. p. 186

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    ella lo representado, ganando en ella una plena presencia , es decir, acontecien-do as su verdad articulada. La intencin est, pues, dirigida hacia la unidad ori-ginaria de la representacin y lo representado en mutua concreacin:

    Cada representacin viene a ser un proceso ntico que contribuye a cons-tituir el rango ntico de lo representado. La representacin supone para ello un incremento de ser .

    Esta relacin de representacin ontolingstica podra quedar caracterizada mediante el concepto platnico de la emanacin en tanto que exceso de lo uno que, como ocurre en el manantial, no disminuye por su excederse en lo mlti-ple. Ahora bien, para usar dicho concepto en este contexto es preciso evitar cui-dadosamente cualquier reduccin de la imagen al arquetipo platnico o mode-lo, pues precisamente la valencia ntica del lenguaje defendida por Gadamer consiste en el hecho de que en l lo dicho est de algn modo presente (re-pre-sentacin): una imagen sigue siendo una manifestacin de lo que se represen-ta, aunque ello slo se manifieste en virtud de la capacidad autnoma de hablar de la imagen . Segn esto el original slo es originario en tanto que est repre-sentado y trasfigurado en el lenguaje (o, paralelamente, en la imagen):

    En la imagen lo representado est ah en un grado ms perfecto, de una manera ms autntica, es decir, tal como verdaderamente es .

    En este sentido el lenguaje como imagen o cuadro de la realidad se dife-renciara, segn nuestro autor, del mero signo extrnseco, convencional, sustitu-

    ^ Ibd. p. 207. ' Ibd. p. 189. ' Ibd. p. 200. ' Ibd. p. 206. Podramos decir que la imiten a la que Gadamer se est refiriendo es una ima-

    gen simblica pues, si bien en Verdad y mtodo suele utilizar la palabra smbolo, contraponindola a la imagen artstica, como equivalente al mero signo extrnseco, convencional, sustitutivo, en una obra de 1977 titulada La actualidad de lo bello (Paids, Barcelona, 1991) cambia sustancialmente la terminologa y recurre a lo simblico, tal como lo entendieron Goethe y Schiller (p. 90) para caracterizar la obra de arte en cuanto que no slo remite a algo, sino que en ella est propiamen-te aquello a lo que se remite (p. 91) cfi-. al respecto J. GARCA LEAL, Arte y conocimiento. Uni-versidad de Granada, Granada, 1995.

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    tivo, cuya funcin consiste en apuntar fuera de s como mera referencia a algo. El signo (una seal de trfico, por ejemplo) no pretende atraer la atencin sobre su propio contenido, no intenta mostrarse a s mismo sino anunciar o referirse a algo que no est presente (una curva peligrosa oculta tras un cambio de rasan-te, digamos). Por el contrario, el lenguaje en la concepcin gadameriana, no se limita slo a referir otra cosa: invita a demorarse en l. No est escindido de lo que representa, sino que participa de algn modo en ello, de tal modo que lo representado experimenta en el lenguaje un incremento en su ser. La especulativi-dad lenguaje consiste en este su poder de representacin, no siendo ni pura referencia ni mera sustitucin. El lenguaje natural no debe su significacin a una findacin convencional, sino que le viene de su propia naturaleza y contenido: es smbolo en el que se revela lo real vivido.

    Ms que como un simple medio de comunicacin de algo dado y conocido independientemente, el lenguaje comparece ahora como un mdium de conoci-miento y de descubrimiento en el que tiene lugar, aunque el hablante no se d cuenta, una primera interpretacin sinttica o totalizadora del mundo, el cual viene as a quedar articulado, ordenado, estructurado y distinguido como tal mundo. Ya la simple denominacin de lo real comporta una conceptuacin que libera a lo particular de su aislamiento, mostrndolo en sus relaciones tanto con otros particulares como con el conjunto del ser, el cual se anuncia de algn modo en el lenguaje si bien queda como un trasfondo no dicho explcitamente.

    3. Simbolismo La reflexin filosfica se abre, pues, al lenguaje y al descubrir, como apunt

    Nietzsche, que tras l se encuentra la imagen (simblica) o, como dice Gadamer, que el lenguaje, mdium de nuestra comprensin, tiene un fundamento metaf-rico, la neohermenutica viene a desembocar en la orilla del mar del simbolis-mo. Recordemos a este respecto que Kant, siguiendo una tendencia predomi-nante en la historia de la filosofa, concibi el mbito del conocimiento, el pas de la verdad, por contraposicin al reino de la ilusin, la supersticin e igno-rancia, sirvindose para ello de la imagen de una isla encerrada por la naturale-za misma en lmites invariables y rodeada de vasto y tempestuoso mar. El fil-sofo desconfa de cualquier intento de adentrarse en ese ocano y advierte que bancos de nieblas y hielos que pronto se derretirn fingen nuevas tierras que incesantemente engaan con vanas esperanzas al marino ansioso de descubr-

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    mientos, encadenndolo a locas empresas que aventuras que nunca puede aban-donar ni llevar a buen trmino .

    As, frente al cerrojazo de la filosofa que clsicamente se constituye a s mis-ma mediante la exclusin del simbolismo (as como la Iglesia se estableci por la negacin de las herejas gnsticas y la ciencia moderna poniendo entre parnte-sis el sentimiento y la imaginacin), la hermenutica descubre finalmente su fin-damento simblico, iniciando, aunque de un modo muy prudente y limitado, la exploracin de ese mar desconocido (al menos para la filosofa clsica, pues desde siempre ha sido surcado por poetas, msticos, soadores, visionarios, locos, aventureros...). En este sentido se puede entender la afirmacin de Gadamer de que es una tarea propiamente filosfica al menos para la tradicin europea de la filosofa que vive mirando de reojo a la ciencia hacer justicia a la dimen-sin de lo mtico [...] La tendencia objetivadora de la conciencia (y no slo de la moderna ciencia) debe ser compensada con la experiencia mtica . En cual-quier caso, para la hermenutica del lenguaje el simbolismo representa de un modo u otro su lmite, pues, como heredera del intelectualismo de la filosofa clsica, concibe el lenguaje como mdium de la conciencia reflexiva, la cual pati-na sobre la superficie del smbolo, no puede interpretarlo salvo de una manera reductiva que anula su carcter simblico, su diferencia y trascendencia respec-to a la conciencia. Si se aborda desde la mera conciencia el smbolo no es pro-piamente interpretable.

    Fue Nietzsche quien siguiendo la lnea del primer romanticismo constat el alcance filosfico del simbolismo. En su polmica con el platonismo en defen-sa de la primaca del arte sobre el conocimiento Nietzsche descubre que detrs del concepto que emplea la ciencia en su organizacin de la experiencia se encuen-

    "* I. KANT, Crtica de la Razn pura, vol. II, Losada, Buenos Aires, 1980, p. 9 (cfr. al respecto M. LE DOEUF, L'imaginairephibsophique, Payot, Pars, 1980, p. 17 y ss.). En la actualidad el fsi-co J.-M. Lvy-Lebiond dice que para poder concebir clsicamente el saber como una isla o conti-nente hay que imaginar sus costas como curvas fractales. Se tratara de costas formadas por penn-sulas separadas por golfos. Las pennsulas a su vez, estaran horadadas por bahas que separan largos cabos, cuyas costas se recortan formando ensenadas, que a su vez nos remiten a calas... En otras palabras, la longitud de esta costa aumenta sin cesar cuando crece la precisin con que se define. En realidad, la longitud exacta del lmite entre tierra y mar es infinita cfr. M. CAZENAVE (din). Diccionario de la ignorancia. Seix Barral, Barcelona, 2000, p. 21.

    " H.-G. GADAMER, Mito y razn. Paids, Barcelona, 1997, p. 64.

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    tra la imagen y el esquema que el instinto artstico o mitopotico del lenguaje ha impuesto al caos originario confirindole un sentido humano. Para Nietzs-che la interpretacin precede al concepto como rgano de configuracin de valo-res que posibiliten y promuevan la circidacin de la vida. La ilusin y la ficcin, la metfora y la mentira no se contraponen al conocimiento, sino que lo fian-dan. Adems Nietzsche aplica el concepto de interpretacin a la propia activi-dad filosfica, concibindola, segn reza uno de los subttulos proyectados para la Voluntad eiepoder, como ensayo de una nueva interpretacin de todo acon-tecer .

    En el campo de la psicologa ha sido C. G. Jung quien, desmarcndose de Freud, ha descubierto el carcter no meramente sintomtico sino propiamen-te expresivo del smbolo. As, mientras que el concepto o el signo convencio-nal es un instrumento de comunicacin elaborado conscientemente y cons-cientemente comprobado y controlado que tiene un carcter referencial, el smbolo sera ms bien una expresin espontnea de la personalidad entera, es decir, que en l se expresa tanto la personalidad consciente como la incons-ciente, tanto las finciones espirituales ms altamente desarrolladas como los movimientos ms bajos y primitivos , por lo que siempre contiene algo des-conocido, inatrapable, misterioso, innombrable. Ningn smbolo es simple. Simples no son ms que el signo y la alegora. Pues el smbolo oculta siempre una realidad compleja, tan fiera de toda expresin verbal que no es posible

    '^ Cfr. J. CONILL, El poder de la mentira^ Tecnos, Madrid, 1997, p. 95 y ss., donde plantea la cuestin de la interpretacin remitiendo a J. Figl, Interpretation aisphilosophisches Prinzips, Gruy-ter, Berln, 1982. En el mismo sentido cfr. G. VATTIMO, Introduccin a Nietzsche, Pennsula, Bar-celona, 1987. Para una revisin en positivo y en negativo de Nietzsche desde la hermenutica sim-blica cfr. A. ORTIZ-OSS, La nueva filosofia hermenutica, Anthropos, Barcelona, 1986, y Asi no habl Zaratustra, Anthropos, Barcelona, 1989. Para situar la ontologa trgica de Nietzsche en conexin con el pensamiento simblico, cfr. E LANCEROS, La herida trgica. El pensamiento sim-blico tras Hlderlin, Nietzsche, GoyayRilke, Anthropos, Barcelona, 1997.

    " C. G. JUNG, Tipos psicolgicos, Edhasa, Barcelona, 1994, p. 559. Jung diferencia la fantasa pasiva, que sera la mera irrupcin de contenidos inconscientes, de la fantasa activa que es desen-cadenada por una actitud expeaante, intuitiva. La fantasa pasiva necesita siempre de una cr-tica consciente, si no se quiere que haga valer unilateralmente el punto de vista del opuesto incons-ciente. En cambio, la fantasa activa, producto por un lado, de una actitud consciente no contraria a lo inconsciente y, por otro, de procesos inconscientes que no tienen un comportamiento opues-to a la consciencia, sino un comportamiento meramente compensador, no necesita de esa crtica, sino slo de comprensin (ibd., p. 511).

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    expresarla en el acto . La reflexin consciente no agota, pues, la riqueza del smbolo, que engloba tambin lo inconsciente, no puede traer al lenguaje, poner en palabras, el sentido que impregna y anima al smbolo en cuanto tal, es decir, al smbolo vivo. Si un smbolo se puede verter totalmente en palabras es por-que ya no es un smbolo: o bien ha dado ya todo lo que llevaba dentro, murien-do de muerte natural o bien el mpetu del pensamiento que pretenda pene-trarlo con la lgica lo ha matado, reducindolo. La conciencia ha de respetar el misterio del smbolo, ha de aceptar, en todo caso, que no puede agotarlo, que no puede comprenderlo totalmente, adoptando una actitud simblica' . Manteniendo ese respeto es posible ampliar la psicologa aplicndola a esas esfe-ras que el lenguaje religioso se esfuerza por expresar y a las que la ciencia no ha tenido acceso:

    Lo nico que hacemos es desplazar un poco ms atrs los smbolos y sacar a la luz del da un fragmento de su reino, pero sin incurrir en el error de creer que con ello hemos creado algo ms que meramente un smbolo nuevo del mismo enigma que ha sido enigma para todos los tiempos ante-riores a los nuestros. Tambin nuestra ciencia es un lenguaje figurado, pero en el aspecto prctico se adapta mejor que la vieja hiptesis mitolgica, la cual se expresaba en nociones concretas, en vez de hacerlo como nosotros en conceptos .

    Desde el mbito de la filosofa ha sido Cassirer quien ha descubierto y recu-perado el valor epistemolgico y formal del simbolismo partiendo de un neo-kantismo ampliado y enriquecido que, bajo la influencia de A. Warburg y su gru-po, revaloriza la tercera Crtica kantiana estableciendo un esquema plural en el que comparecen como irreductibles entre s las modalidades findamentales del simbolismo cultural de acuerdo con las cuales tiene lugar la configuracin del mundo humano: la forma mtica (religin y arte), la forma lgica (matemticas y ciencias naturales) y la forma lingstica (lenguaje natural, filosofa y ciencias de la cultura) que, teniendo el mismo origen que la primera, apunta hacia la segunda, mediando as entre ellas .

    '* R. HoSTiE, Del mito a la religin en la psicologa de C. G. Jung, Amorrortu, Buenos Aires, 1977, p. 53.

    '^ Cfr. C. G. JUNG, op. cit., p. 557 as como 544. " Ibd. p. 301. ''' Cfr. E. CASSIRER, Antropologa filosfica. Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1977.

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    4. Hermenutica simblica

    Pues bien, entre hermenutica y simbolismo se plantea de entrada una opo-sicin similar a la que existe entre la consciencia y lo inconsciente, una oposi-cin que no es, empero, absoluta sino que puede ser mediada. Tal es la tesis desa-rrollada por A. Ortiz-Oss a lo largo de su compleja obra en la que va realizando una implicacin de la hermenutica con el simbolismo, los cuales quedan reuni-dos sin confundirse en una nueva hermenutica simblica. En tanto que herme-nutica la filosofa de Ortiz-Oss se centra en el lenguaje como objeto y sujeto de interpretacin, pero en tanto que simblica no lo considera con un inters meramente epistemolgico sino propiamente antropolgico: lenguaje dice di-logo tico-reflexivo (espiritual) y consenso racional, pero desde una apalabra-miento anmico-existencial y un consentimiento interpersonal . El lenguaje que-da as comprendido como relato de una determinada relacin vivida, de una determinada experiencia antropolgica: se trata de los lenguajes culturales en tan-to que mbitos de manifestacin (Heidegger) en los que se configura simblica-mente el sentido humano dando lugar a las diversas cosmovisiones, axiologas y mito-logias que el autor agrupa en torno a tres tipos fiandamentales: el matriar-cal-naturalismo, el patriarcal-racionalismo (reactivo fi-ente al anterior) y el fi-a-triarcal-personalismo, como proyecto inagotable de implicacin de ambos.

    Ortiz-Oss elabora una interpretacin simblica de la metafsica clsica, pre-sidida por el concepto de ser, que atiende al hecho de que su lenguaje se estruc-tura mediante una serie de oposiciones (como las de devenir y ser, cuerpo y esp-ritu, materia y forma, potencia y acto, lo mudable y lo permanente, lo sensible y lo inteligible, lo contingente y lo necesario, dxa y epistme, etc.) en las que el segundo trmino obtiene una valoracin positiva mientras que el primero que-da cargado de connotaciones negativas. Esta oposicin que el lenguaje de la filo-sofa plantea en un mbito conceptual remite, segn Ortiz-Oss, a otra oposi-cin ms bsica o infraestructural en el nivel antropolgico o psico-social: la existencia de dos lenguajes culturales, dos cosmovisiones religiosas, dos mitolo-gas o formas de vida que coexisten jerarquizadas en el interior de la cultura grie-ga. Tendramos por un lado la tradicin cultural autctona (tal como emerge en la Creta minoica) con su mitologa de signo matriarcal-telrico, heredera (al igual

    '* Cfr. A. ORTIZ-OSS, Comunicacin y experiencia interhumana, Descle de Brouwer, Bilbao, 1977, p. 87.

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    que la vasca, interpretada por primera vez por nuestro autor) de la cultura neo-ltica de la Gran Diosa, que encuentra su expresin simblica en el semi-subte-rrneo Laberinto; por otro lado comparece la tradicin de los diversas poblacio-nes indoeuropeas que se fueron asentando en las orillas del mediterrneo con su mitologa patriarcal-celeste presidida por Dyaus-Zeus (y ejemplificada en el ele-vado y simtrico Partenn) que se habra impuesto sobre la anterior, mante-nindola oprimida y reprimida'^. Segn esto, el concepto de ser (y, con l, el len-guaje conceptual de la filosofa clsica) se levantara, aunque de un modo velado, sobre un simbolismo (el mito patriarcal-heroico) al que concede reconocimien-to y expresin lingstica, mientras que silencia la otra simbologa matriarcal. Dicho concepto no sera entonces propiamente un smbolo, sino ms bien un sntoma del predominio unilateral de lo patriarcal sobre lo matriarcal, y estara por ello reclamando una reinterpretacin (firatriarcal) compensadora.

    La re-interpretacin simblica de la tradicin metafsica (y paralelamente tambin de la tradicin filosfico-teolgica cristiana) realizada por Ortiz-Oss comporta pues una trasgresin de la axiologa patriarcal y su imperativo de ver-dad, sumergindose cuasi-regresivamente en las aguas preconceptuales de las que surge la consciencia, para desde ellas proceder a una reversin o trasvaloracin de los valores guiada por la pretensin de sentido (la interpretacin como retro-progresin). La metafsica se reconvierte as en hermenutica simblica de la(s) cultura(s), en inter-cultura o bsqueda intercultural de un consentimiento con el/lo otro como necesario complemento de nuestra unilateralidad (individual y colectiva). La filosofa se proyecta as como un amistamiento o amigamiento de los contrarios realizado mediante la interpretacin (consciente) de los productos culturales (textos: rgon) como interpretaciones (simblicas), como resultado de un proceso (energeia) en el que la realidad inmediatamente vivida, lo sentido en la oscuridad de la inconsciencia sale a la luz de la conciencia, aparece, se expre-sa, manifiesta o revela, trasponindose en imagen . Lo real, que estaba encerra-do en s, se raja, se abre, se desdobla y redobla generando smbolos, mscaras (Campbell), im^enes, palabras, conceptos, ideas e ideales en los que se hace pre-

    " Esta interpretacin es un desarrollo de la tesis formulada por Bachofen sobre el derecho materno latente tras las formas clsicas del derecho griego y por Nietzsche al descubrir el impulso dionisaco presente en la tragedia y paulatinamente reprimido por el espritu socrtico.

    La palabra interpretacin tiene, pues, un signifcado doble: por un lado dice explicacin y por otro implicacin (cfr. A. ORTIZ-OSS, Cuestiones fronterizas, Anthropos, Barcelona, 1999).

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    sent (representndose al tiempo que se institucionaliza), con lo que se estable-ce la diferencia entre lo sagrado y lo profano, lo interior y lo exterior, el mensa-je y el medio, el sentido y el texto, abrindose una tensin (insuperable) entre esos dos polos opuestos, una herida que est a la base de todo desarrollo o des-pliegue cultural (es decir, humano). Pues bien, la tarea de la hermenutica sim-blica cultivada por Ortiz-Oss consiste precisamente en el intento inacabado e inacabable de suturar (simblicamente) esa herida (real). Pues la cultura, reme-dio simblicamente proyectado por nuestra naturaleza desgarrada, a medida que se consolida se va literalizando, va perdiendo la memoria de su carcter cultural-simblico, y se naturaliza, formaliza y burocratiza, esclerotizndose, perdiendo el alma, hasta el punto de que el remedio puede resultar peor que la enfermedad (como vio Nietzsche). Mantener vivo ese recuerdo devolviendo el alma a nues-tro mundo desencantado y a nuestras relaciones funcionalizadas: tal es la pro-puesta cultural de la hermenutica simblica iniciada por Ortiz-Oss y en la que desde distintas perspectivas trabajamos tambin un pequeo grupo de profeso-res formado fdosficamente en su entorno deustense e integrado por P Lance-ros, que se ocupa de las relaciones poltico-literarias de la hermenutica, J. Beriain, que trabaja el campo de lo socio-poltico en colaboracin con C. Snchez Cap-dequ, J. Balza, centrado en la lectura de la filologa vasca desde la filosofa y la simbologa, M. Egiraun, que cultiva una hermenutica situacionista, as como el que esto escribe, que se dedica ms bien a los aspectos filosficos y psico-antro-polgicos de la hermenutica .

    En este sentido cabe apuntar, como ha hecho el propio Ortiz-Oss, que a la base del giro lingstico de la hermenutica se encuentra un giro antropolgi-co, el mismo giro antropolgico que marca en Scrates el inicio de la filosofa. La filosofa de Scrates puede ser concebida, segn afirma P Hadot, como expli-cacin-exposicin dialgica de la opcin de vida implicada en el concete a ti

    '^ P. LANCEROS, La modernidad cansada. Ediciones Libertarias, Madrid, 1994; Avatares del hombre. El pensamiento de Michel Foucault, Universidad Deusto, Bilbao, 1996; La herida trgica, Andiropos, Barcelona, 1997; J. BERIAIN, Representaciones colectivas y proyecto de modernidad, Anth-ropos, Barcelona, 1990; La integracin en las sociedades modernas, Andiropos, Barcelona, 1996; La identidad colectiva: vascos y navarros, Harnburu Editor, San Sebastin, 1998; C. SNCHEZ CAP-DEQU, Imaginacin y sociedad, Tecnos, Madrid, 1999; J. BALZA, Hermenutica y lenguaje. Explo-racin de las categoras deleuskera. Tesis Doctoral, Universidad Deusto, 1997; L. GARAGALZA, La interpretacin de los smbolos. Hermenutica y Unguaje en la filosofa actual, Anthropos, Barcelona, 1990.

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    mismo'^ ^. Esa opcin de vida, que no proviene de la reflexin filosfica sino que la funda, exige un cambio total de vida, una conversin de todo el ser, un cierto deseo de ser y de vivir de cierto modo .^ Scrates abandona, como los sofistas, las reflexiones fsicas y cosmolgicas, pero a diferencia de estos, que se vuelcan en la actividad pblica, va a centrarse en la observacin y el cultivo de Iz psique, sede de la dimensin tica individual, y en la revisin continua de los pensamientos y comportamientos propios en el contexto de un dilogo tam-bin inacabable. En este sentido la filosofa consiste inicialmente en un ejerci-cio prctico-terico para volverse mejores y ms mesurados: aprender filoso-fa era asimilar un modo de vida y practicarlo^ . El posterior divorcio entre el modo de vida y el discurso filosfico se debe, segn este autor, al auge del cris-tianismo eclesistico o escolstico, en el interior del cual la filosofa va quedan-do reducida durante la Edad Media a mero material conceptual utilizable en las controversias teolgicas^^.

    En el mbito del cristianismo originario o nazareno podemos reconocer un giro antropolgico similar contenido en la doctrina o, mejor, misterio de la Encar-nacin del Verbo, que afirma que la Sabidura eterna ha penetrado dentro del mundo, de la historia, tornndose ser humano, humanizndose . Esta nueva dignidad del ser humano va a encontrar su expresin en la nocin de persona acuada inicialmente dentro de la reflexin teolgica sobre la Trinidad en un intento de salvar la diferencia entre el Padre, el Hijo y el Espritu sin caer en el tritesmo^^. Frente al sustancialismo (esttico) la nocin de persona que va a ser-

    ^^ Cfr. A. ORTIZ-OSS, La razn afectiva, San Esteban, Salamanca, 2000. ^' P. HADOT, Qu es k filosofa antigua?, Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1998, p. 13. ' ' Ibd. p. 170. " Ibd. p. 275. ^^ Como apunta Juan Damasceno, una consecuencia de la Encarnacin es que se anula la

    prohibicin veterotestamentaria de representar en imgenes lo divino (cfr. M. ELIADE, Historia de las creencias y di las ideas religiosas, vol. III, Ed. Cristiandad, Madrid, 1978, p. 73). En este senti-do, el primer icono sera la imagen que qued marcada en el velo con el que Vernica enjuag el rostro de Jess (cfr. G. DURAND, L'Ima^naire, Hatier, Pars, 1994, p. 11).

    " Cfr. A. MORENO, El aro y la trama, C.I.E, Caracas, 1994, p. 497 y ss. R. Panikkar recoge la versin ms dinmica de este misterio en la siguiente frmula: Todo cuando el Padre (Absolu-to) es lo transmite (knosis) al Hijo. Todo cuanto el Hijo recibe lo entrega a su vez al Padre. Esta donacin (al Padre, en ltima instancia) es el Espritu (R. PANIKKER, La Trinidad, Siruela, Madrid, 1998, p. 69). En el interior de la cultura griega cabe sealar una superacin homologa del sustan-cialismo en el neoplatonismo de Plotino con la tesis de que el Uno est por encima del ente (y su

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    vir para caracterizar al ser humano acenta la importancia y aun primariedad de la relacin (dinmica) tanto externa (inter-humana o comunitaria) como inter-na (intimidad: Agustn). La persona entendida por Juan Damasceno como lo que se expresa a s mismo va a ser definida por Agustn como relacin y trans-ferida al ser humano, a cada ser humano, que se convierte as, por ser-en-rela-cin-a-Dios, en fin en s mismo, adquiriendo un valor incondicional al que que-da subordinado el mbito de las cosas, el mundo y sentando las bases de una igualdad universal .

    Estas dos tradiciones antropolgicas (la socrtica y la nazarena) siguen vas ms o menos independientes, pero vienen a confluir a travs de Petrarca, Eck-hart, Nicols de Cusa, etc., en el sincretismo humanista del Renacimiento que hace radicar la dignidad del hombre en ser grapa del mundo: en virtud de su creatividad, que deriva de haber sido creada a imagen y semejanza de Dios, el alma humana enlaza lo inferior con lo superior, el cuerpo con el espritu, la sen-sibilidad con el entendimiento, la tierra con el cielo. En este sentido habra que hablar, como ha hecho J. Hillman, de un humanismo ms centrado en el alma que en el propio hombre, es decir, de un humanismo anti-humanista por cuan-to que almista o animista, ya que el alma no se identifica con lo estrictamente humano del sujeto consciente, sino que consiste precisamente en la relacin con lo no propiamente humano, con lo trashumano o traspersonal (sea natural, dem-nico o divino)^^ En tanto que dotado de alma el ser humano concreto, cada ser

    contrapartida: lo uno es un no-ente). Con ello, apunta Aubenque, Plotino no pretende poner en cuestin la coherencia de la ontologa clsica: pero esta ontologa se halla en Plotino relativizada, situada en un lugar segundo, que es el que le corresponde a la segunda hipstasis P. AUBEN-QUE, Plotino o la superacin de la ontologa clsica griega. Los cuadernos de la Gaya Ciencia, vol. II (1975), p. 10

    *^ Cfr. L. DUMONT, Ensayos sobre el individualismo. Alianza, Madrid, p. 42. A. Moreno con-sidera, empero, que Agustn supera conceptualmente el sustancialismo-individualismo, pero lo hace desde categoras de la filosofa griega, es decir, pensando desde el individuo, sin establecer otra episteme. Slo en nuestros tiempos el concepto de persona adquiere rasgos verdaderamente novedosos. El concepto clsico ms avanzado de la persona como expresin (de sO, manifestacin, evoluciona al de apertura total, comunicacin, tras-cendencia... el centro del hombre no est en el hombre sino fiera de l, en el otro. Esto es, el hombre es un descentrado, un fuera-de-s {op. cit., p. 500). Habra pues que pensar desde la relacin, no desde el individuo, y afirmar que la persona es intrnsecamente relacin. La relacin es su existencia concreta, su ser-existente (ibd. p. 502).

    ^' Cfr. J. HILLMAN, Re-imaginar la psicologa, Siruela, Madrid, 1999, p. 382 y ss., donde, recor-dando que la palabra humanismo empez a utilizarse en el siglo XIX, denuncia la falacia huma-

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    humano, es un microcosmos en el que concurren todas las lneas del macro-cosmos cobrando una significacin humana, una expresin simblica: como escribi Nicols de Cusa a Giuliano, todas las cosas se giulanizan en ti^. En el individuo que atiende a su alma y recorre su senda los opuestos se van reunien-do y armonizando: es un centro en el que se equilibran los extremos (extremos que coinciden en su origen: origen que de acuerdo con la definicin de Cusa sera la circunferencia cuyo centro est en todas partes y su circunferencia en nin-guna). En este sentido, Pico della Mirndola afirma que entre Dios y el hom-bre hay esta diferencia: que Dios contiene todas las cosas en s mismo porque es su origen, mientras que el hombre contiene todas las cosas porque es su centro^'. Pero ahora, frente al propio Pico y al humanismo ascensional o centralizador (liberal-abstracto), que corre el riesgo de recaer en el esquema de la metafsica tradicional bien que desplazando el findamento desde el Ser hasta el hombre (y su yo-consciencia), ese centro ha de ser concebido no como un centro abso-luto sino como un centro descentrado en y por un lenguaje-smbolo que en la interpretacin lo abre (descensionalmente: catafricamente) a lo otro de s (incons-ciente) desfiandamentndolo (anarcohumanismo que no responde a la determi-nacin racional del ente sino a lo que en la convivencia anmica emerge como con-sentido). Podramos hablar pues, como ha hecho A. Oniz-Oss, de un huma-nismo hermenutico en el que lo especficamente humano es la interpretacin simblica que descentra al sujeto-intrprete en virtud de lo consentido con el/lo otro: El hombre trata de remediar simblicamente la propia escisin produci-

    nstica que consistira en confundir la psique con lo humano y con el sujeto consciente. Cfr. tam-bin C. G. JUNG, Tipospsicolpcos, p. 298: El alma no pierde nunca su posicin intermedia. Por ello ha de ser invocada como una funcin situada entre el sujeto consciente y las profundidades de lo inconsciente, inaccesibles al sujeto. Una reciente investigacin filolgica que compara la len-gua ibera con el euskera, el etrusco y el minoico apunta que la palabra nima proviene del tras-fondo cretense de la cultura europea. Dicha palabra estara presente en las inscripciones funerarias del llamado disco de Festos que sera precisamente una de las primeras composiciones sobre el viaje del alma al ms all subterrneo (cfr. A. ARNIZ y J. ALONSO GARCIA, Minoicos, cretenses y vascos, un estudio lingstico, Estudios Complutenses, Madrid, 1999, p. 187 y ss. Dicho viaje tie-ne lugar a travs de la simblica puerta (ate en euskera) donde reside la Seora de la vida y de la muerte Ataa, Atena o Dikatina en euskera ate-an = en la puerta, ibero atin, etrusco ata-nolatin (p. 80, 46; cfr. tambin A. ARNAIZ y J. ALONSO, El origen de los vascos. Estudios Com-plutenses, Madrid, 1998, p. 102).

    ^^ Citado porT. MOORE, El cuidado del alma, Urano, Barcelona, 1998, p. 335. '^ P. WiND, Los misterios paganos, Barral, Barcelona, 1972, p. 101. Wind concluye a este res-

    pecto que el equilibrio no es ms que un eco de la trascendencia.

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    da por su misma aparicin a travs de un lenguaje suturador. El lenguaje her-menutico constituye ese espacio abierto (celeste) del tiempo humano-terrestre del sentido, el cual es ms que lo mentado: lo consentido . El consentimiento transgrede, pues, lo meramente mentado, el significado instituido, y se inmerge en lo que no tiene nombre y al asumirlo le confiere significacin humana, sen-tido consentido. Estaramos as dentro de lo que E. Grassi ha llamado el huma-nismo no platonizante: Esta tradicin "humanstica" no parte del problema del conocimiento racional del ente. El Humanismo hace del problema de la pala-bra su punto de arranque, considerando que es en su mbito donde se experi-menta la interpelacin existencial del ser^ .^

    La hermenutica simblica proyectada por Ortiz-Oss se apoya precisamen-te en ese punto de concurrencia pagano-cristiano que posibilita una visin trans-versal de nuestra realidad. Pues, lo queramos o no, somos herederos de un patri-monio cultural: ni logramos liberarnos totalmente de sus defectos, ni podemos renunciar a sus beneficios. Asumir crticamente la propia herencia reinterpre-

    '^ Cfr. A. ORTIZ-OSS, Nueva presentacin, en A. Ortiz-Oss y P. Lanceros (eds.), Diccio-nario interdisciplinar de Hermenutica, Universidad de Deusto, Bilbao, 200 L

    " E. GRASSI, Lafilosofla del humanismo, Anthropos, Barcelona, 1993, p. 177. Segn apunta E. Grassi, dicho humanismo se da en Italia desde la segunda mitad del siglo XIV hasta el lti-mo tercio del XV, vindose interrumpido por el giro platnico propiciado por Ficino, y es pro-longado posteriormente por autores como Nizolio o Vives y Gracin (con su teora del ingenio) desembocando en la obra de Vico (cfr. E. GRASSI, Vico y el humanismo, Anthropos, Barcelona, 1999, p. 93). Frente a la interpretacin ms habitual a partir de Burckhardt, Jaeger, Garin, etc. (seguida tambin por Heidegger), que ve la esencia del humanismo en el redescubrimiento del hombre y de sus valores inmanentes, E. Grassi sostiene que no se centra propiamente en el hom-bre sino que lo central es la cuestin del contexto originario, del horizonte o 'apertura' en que aparecen el hombre y su mundo (p. 98). Frente a la tradicin metafsica, para la que el lenguaje slo desempea la funcin de expresar la determinacin racional de los entes (p. 202), la tradi-cin humanista sita la fuente del mundo humano en la fantasa (p. 118), viendo en el lenguaje metafrico el mbito en el que lo ente queda claro, se abre en su significado para el hombre: mediante el lenguaje metafrico lo ente se revela entrando en la apertura del mundo humano (p. 149). Mientras que el pensamiento occidental, desde Platn a Hegel, concede la primaca a la lgica y al lenguaje racional, incapaz de alcanzar las pasiones, la tradicin humanista reconoce el alcance filosfico de la retrica: No es la antropologa o la filosofa platnica lo que caracteriza la problemtica fundamental y especficamente nueva del Humanismo, sino la cuestin de la res-puesta existencial a la interpelacin del ser, por obra de la cual adquiere el ente su diverso signifi-cado en consonancia con la respectiva situacin concreta. Este problema ser dilucidado en y a tra-vs de la palabra, y no por medio de la definicin racional del ente (E. GRASSI, U filosofa del humanismo, Anthropos, Barcelona, 1993, p. 180).

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    tndola proyectivamente es la alternativa realista, evitando tanto la repeticin dogmtica y mecnica como las actitudes meramente iconoclastas. Y asumir la herencia greco-cristiana desde ese punto de concurrencia permite conjurar un peligro real como es su marcada propensin al dualismo: su tendencia a dividir todo en dos partes estableciendo una frontera que las separa ntidamente. Lo peor, de todas formas, no radica en la propia tendencia, que quiz sea una ten-dencia universal y necesaria del pensamiento humano, sino en el hecho de cre-erse que la realidad es as efectivamente: que hay una frontera real que como un abismo separa absolutamente a buenos y malos, espritu y cuerpo, cultura y naturaleza, amor y odio, mito y razn, oscuridad y luz, lo sagrado y lo profano, etc. Con ello la distincin se instituye como perenne, se consagra la incomuni-cacin como sinnimo de virtud. Los habitantes de la frontera quedan, as, suprimidos. Pues bien, la hermenutica simblica de Ortiz-Oss se empea en mantener vivo el recuerdo de que cada frontera que se absolutiza est ocultando algo valioso y necesario en la contextura de lo real: de ah su carcter relacional y su intento de implicar los contrarios. Situarse ah no significa detenerse en el lmite, sino transitarlo. Este trnsito se realiza a travs del hilo conductor del sim-bolismo, ya que la razn simblica no es una razn pura o purista sino impura y relacional. El alma sera, concretamente, el mbito de una tal razn, ltima-mente caracterizada como razn pattica o afectiva, y tendra un alcance metafsico pues, como realiza la animacin del ser, constituye simblicamente el corazn de lo real^ .

    '^' Cfr. A. ORTIZ-OSS, La razn afectiva, op. cit.