Hermeneutica analógica y condicion humana

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    HERMENUTICA ANALGICA YCONDICIN HUMANA

    Juan Tubert-Oklander

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    HERMENUTICA ANALGICA YCONDICIN HUMANA

    Juan Tubert-Oklander

    ANALOGA FILOSFICANmero especial 24

    ISSN 0188-896X2009

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    Revista ANALOGA FILOSFICADomicilio Social:Calzada de las Brujas No. 51Col. NUEVA ORIENTAL COAPA14300 Mxico, D. F.

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    NDICE

    Introduccin 9

    Naturaleza, mtodos y aplicaciones de lahermenutica analgica 13

    El museo y el taller. Algunas reflexiones so- bre la vitalidad de los textos 45

    Cuando la interpretacin y la enseanza seencuentran 57

    La hermenutica analgica como instrumentoindispensable para el dilogo entre filosofa y psicoanlisis 75

    Breve nota sobre la iconicidad 87

    Bibliografa 97

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    Juan Tubert-Oklander es mdico psicoanalista y analista degrupo. Es miembro titular de la Asociacin PsicoanalticaMexicana y analista didctico de su Instituto. Pertenecetambin a la Asociacin Psicoanaltica Argentina, la Aso-ciacin Psicoanaltica Internacional, la Group Analytic So-ciety y la Asociacin Internacional de Psicoanlisis y Psico-terapia Relacionales.

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    INTRODUCCIN

    Hace algunos das, un colega me preguntaba por qu yo,que soy psicoanalista, estoy escribiendo sobre hermenuticaanalgica. Comenc por responderle que, dado que la her-menutica es la disciplina que se ocupa de la teora y la prctica de la interpretacin, el psicoanlisis, cuya principal

    labor es interpretar el conjunto de las manifestaciones signi-ficativas de los pacientes durante las sesiones de su trata-miento, puede considerarse como un caso particular de laactividad hermenutica. Por otra parte, el psicoanlisis seha dedicado a estudiar los diversos procesos de pensamien-to que subyacen necesariamente a la actividad interpretativade todo ser humano; esto le permite brindar a la hermenu-tica un conjunto de valiosos conocimientos sobre los proce-sos mentales de la interpretacin, que enriquecen y com- plementan el estudio lgico y semitico que ella hiciera deesta ltima.

    Desde el inicio de mi prctica clnica, a comienzos dela dcada de los setentas, me preocup el hecho de que mismaestros y colegas parecan creer que sus interpretacioneseran un develamiento del sentido oculto preexistente de las

    manifestaciones de los pacientes. Mi propia naciente expe-riencia clnica, por lo contrario, me haca pensar que todainterpretacin era una aproximacin parcial al conocimien-to de la realidad psicolgica que se me presentaba, una des-cripcin de uno de los aspectos de la misma, tal como podavrselo desde una determinada perspectiva y en el contextode una situacin dada. Existira, por lo tanto, ms de unainterpretacin posible de un mismo material. No obstante,me resultaba evidente que no todas las interpretacionesimaginables podran ser igualmente vlidas, y que algunasde ellas estaran necesariamente equivocadas.

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    Estas reflexiones me llevaron a desarrollar una pro-longada investigacin respecto de la interpretacin en psi-coanlisis, a la cual conceba como unmodelo o metfora de aquella realidad que pretendamos describir y compren-der. Mis lecturas y mi produccin terica durante ese pero-do se orientaban hacia la epistemologa y la semitica. Fuehasta que conoc al filsofo mexicano Mauricio Beuchot, en2005, que encontr en su propuesta de lahermenuticaanalgica un conjunto de herramientas conceptuales queme permitiran formular con mayor claridad y precisin lasideas en las que haba venido trabajando. Daba la impresinde que ambos habamos estado indagando una misma pro- blemtica, pero desde perspectivas distintas y utilizandoconceptos y teoras tambin diferentes. ste fue el comien-zo de una muy fructfera colaboracin entre nosotros.

    En este volumen presento mis reflexiones, surgidasdel encuentro entre mi particular visin del psicoanlisis yla propuesta terica original de Beuchot para la hermenu-tica. Los trabajos aqu incluidos tratan sobre aspectos teri-cos de la hermenutica analgica y algunas de sus aplica-ciones, particularmente a la pedagoga y el psicoanlisis.Tambin introducen el dilogo posible entre este ltimo y lahermenutica analgica, y la luz que la confluencia entreestas dos disciplinas vierte sobre la condicin humana.

    En el primer trabajo me dedico a exponer la naturale-za de la hermenutica analgica, as como sus mtodos yalgunas de sus aplicaciones, tomadas de mi propia prcticacomo psicoanalista y analista de grupo.

    El segundo ensayo desarrolla algunos aspectos msdetallados de la teora de la hermenutica analgica, com- parando la lectura de los textos escritos con la de los textosvivientes, como lo es el dilogo. Ello me lleva a una seriede reflexiones sobre la vitalidad y la mortalidad de los tex-tos, a partir de la metfora del taller, donde se generan yelaboran textos nuevos, y el museo donde se preservan cui-

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    dadosamente los textos preexistentes, pero a expensas de suvitalidad.

    El tercer trabajo comienza a hacer aplicaciones de lahermenutica analgica a campos concretos. Aqu se tratade la pedagoga, a travs de la filosofa de la educacin. Semuestra, tambin, la articulacin entre una prctica educati-va basada en la hermenutica y el anlisis grupal.

    En el cuarto captulo, desarrollo algunos aspectos dela aplicacin de la hermenutica analgica al psicoanlisis.Lo hago en dilogo con Beuchot, comentando un trabajosuyo en el que compara la interpretacin hermenutica conla psicoanaltica. Exploro aqu las semejanzas y las diferen-cias de nuestras respectivas lecturas de la obra de Freud yde la prctica psicoanaltica.

    En el quinto y ltimo ensayo, escrito especialmente para esta ocasin, procuro subsanar una carencia que en-cuentro en los textos anteriores, ya que en ellos apenas tocoel tema de la iconicidad, que considero fundamental en la propuesta terica de Beuchot. Aqu desarrollo mis concep-tos sobre la articulacin entre los sistemas de representa-cin y procesamiento de los signos verbales e icnicos, ascomo la mutua fertilizacin entre ambas disciplinas.

    Agradezco a Mauricio Beuchot, quien concibi esta publicacin, sugiri un nombre para la misma y seleccion

    los primeros cuatro trabajos de entre mis escritos. Yo, por mi parte, he revisado estos textos, escritos en circunstanciasy para pblicos diferentes, con el fin de darles una ciertaunidad, y agregu el quinto captulo para completarlos.Confo en que la lectura de este conjunto de ensayos brindeal lector un panorama de las posibles profundizaciones te-ricas y aplicaciones prcticas de la hermenutica analgica,as como de la riqueza que puede derivar de un dilogo in-terdisciplinario, particularmente con el psicoanlisis.

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    NATURALEZA, MTODOS YAPLICACIONES DE LA

    HERMENUTICA ANALGICA

    I. La hermenutica y la interpretacinLa hermenutica analgica es, desde luego, una de lasformas que puede tomar la hermenutica, por lo que el primer paso para exponerla consiste en definir esta ltima.Llamamos hermenutica a la disciplina que estudialateora y la prctica de la interpretacin de textos . En uncomienzo, sta se refera a la interpretacin de la Biblia, pero luego se ampli a la de todo tipo de textos.

    El concepto de texto es, por lo tanto, fundamental para la hermenutica. Al principio significaba exclusiva-mente un documento escrito, pero luego se incluyeron en lotras formas de comunicacin humana, comenzando con eldiscurso hablado. Sin embargo, la definicin del diccionarioes un conjunto de palabras que componen un documento,un escrito en general.1 Por su etimologa, este trmino nosrefiere a otros tales como tejido y textura. Se trata, por lo tanto, de una metfora que compara el entrelazado de las palabras para conformar un escrito, con el de la urdimbre yla trama que da origen a un tejido. De all se deriva que, para entender un texto, no basta con conocer sus partes,sino que hace falta tambin estudiar la forma en que ellas serelacionan y la estructura que conforman.

    Los textos, tanto escritos como hablados presentandos caractersticas bsicas: a)los textos tienen un significa-do, o sea, quenos dicen algo , y b) la captacin del signifi- 1 El Pequeo Larousse Ilustrado 2002 , Bogot, Larousse, p. 973, primera acepcin.

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    cado o significados de un texto requiere de un trabajo deinterpretacin . Este ltimo rasgo es fundamental para lahermenutica: los textos no son obvios ni transparentes, norevelan su significado a primera vista, sino que requierenque el lector o el escucha realice un trabajo de desci-framiento para lograr el acceso a lo que dicen.

    De all podemos derivar una nueva definicin, msajustada, de lo que es un texto: algo escrito o hablado, a loque se considera como un objeto a examinar, explicar odeconstruir.2 O sea que ahora tenemos dos elementos que

    definen al texto: un tejido de palabras, escritas o habladas, yel intrprete, que es un ser humano que contempla al prime-ro, con la intencin de comprenderlo.

    Es en este punto que la hermenutica comienza a di-ferir radicalmente del punto de vista objetivizante de laciencia natural: eltexto y el intrprete se suponen el uno alotro y se definen mutuamente; no hay texto sin intrprete presente o virtual ni intrprete sin texto. Podramosdecir que el texto es un llamado dirigido a un intrprete posible, ya que una palabra que nadie escucha se transfor-ma en ruido y un escrito no es ms que un papel manchado,si no hay quien pueda leerlo. Este punto de vista implicaque toda interpretacin es necesariamente una forma derelacin . El intrprete, a diferencia del modelo ideal del bxervador cientfico, que intenta describir un estado decosas como si l no estuviera all para describirlo, es siem- pre una parte integral de su propio campo de observacin.

    Aqu cabe otra ampliacin del concepto de texto. YaHans-Georg Gadamer nos haba enseado que eldilogo

    2 Something written or spoken considered as an object to be exam-ined, explicated, or deconstructed, Merriam Websters Collegiate

    Dictionary , edicin electrnica en CD, Versin 2.5, Zane Publishing,1994-96, acepcin 8a, mi traduccin.

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    tambin es un texto.3 A ello Paul Ricoeur aadi losactos significativos , conscientes o inconscientes, como una formade expresin y comunicacin que es tambin susceptible deinterpretacin.4 Esta idea surgi de su inters por el psico-anlisis, disciplina que interpreta no slo las expresionesverbales del paciente, sino tambin sus actos, tanto proposi-tivos como involuntarios, y toda su expresin no verbal y paraverbal. Llegamos as a la situacin actual, en la queconsideramos a toda forma de expresin, portadora de sig-nificados, como un equivalente de texto. Ello incluye tam- bin a los rituales, la msica, la danza, las costumbres, lasartes plsticas y la arquitectura. De all la definicin am- pliada de la hermenutica, propuesta por Ricoeur, como laciencia de las reglas exegticas y la exgesis como interpre-tacin de un texto particular o deun conjunto de signos

    susceptible de ser considerado como un texto .5 El tercer elemento indispensable para la interpreta-

    cin, que ayuda al intrprete a determinar entre los muchossignificados posibles de un texto cul resulta el ms ade-cuado para su comprensin, es elcontexto . El contexto es elconjunto de circunstancias que rodea al texto, determinan-do as su interpretacin .6 La idea subyacente es que el sig-nificado surge de la concordancia y la armona entre ciertosaspectos del texto y del contexto. Por lo tanto,interpretar consiste en ubicar a un texto en un contexto pertinente .7

    3 Gadamer, Hans-Georg (1975),Verdad y mtodo I . El mismo (1986),Verdad y mtodo II .4 Ricoeur, Paul (1965), Freud: una interpretacin de la cultura .5 Ricoeur, op. cit., p. 27, las itlicas son mas.6 Ver la discusin sobre el concepto de contexto en Tubert-Oklander, Juan y Hernndez de Tubert, Reyna (2003),OperativeGroups: The Latin-American Approach to Group Analysis , pp. 82-85.7 Ver Beuchot, Mauricio (1997),Tratado de hermenutica analgica. El mismo (2003), Hermenutica analgica y del umbral . Toda estaexposicin sobre la hermenutica y la hermenutica analgica sigue las

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    Esta ltima afirmacin es fundamental: no basta conubicar el texto en cualquier contexto, sino que es necesarioque dicho contexto sea pertinente . Una consecuencia deello es queno todas las interpretaciones son igualmentevlidas , y esto nos lleva a considerar lostres modos posi-bles de significacin , que representan tres formas de distri- bucin de predicados: elunivocismo , el equivocismo y laanaloga , que desarrollar en la siguiente seccin.

    II. Tipos de hermenutica

    A lo largo de su historia, la hermenutica se ha presentadode tres formas posibles, que corresponden, como ya lo hesealado, a tres formas de distribucin de predicados. Laclave de dicha diferenciacin es el grado de certidumbreque cada hermeneuta asigna a las interpretaciones. As, elunivocismo plantea una certidumbre absoluta, elequivocismo, por lo contrario, maximiza la incertidumbre,y la analoga se ubica en un terreno medio, moderado y prudente, que reconoce las limitaciones de la certidumbre,sin renunciar del todo a ella.

    El univocismo sostiene que para cada expresin signi-ficativa existe un solo significado subyacente. Por lo tanto,las interpretaciones son, necesariamente, overdaderas ,cuando revelan dicho significado, o falsas , cuando afirmancualquier otra cosa. En cierto sentido, no sera realmente posible una hermenutica univocista, ya que en tal caso nosera necesario el acto interpretativo, porque el significadode una expresin o texto resultara inmediatamente aparen-te, sin que mediara operacin alguna. La hermenutica su-

    ideas de este autor. He optado, sin embargo, por no multiplicar las refe-rencias a los prrafos exactos de sus textos, en relacin con cada uno delos conceptos, sino tomar su obra en forma global. No obstante, algunos puntos que he de desarrollar, como la dinmica de los diferentes ele-mentos del acto interpretativo y su aplicacin al psicoanlisis y el anli-sis grupal, representan ideas mas.

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    pone, desde un comienzo, que el significado de un texto noes directamente accesible, sino que se requiere de un traba- jo especial para alcanzarlo. Sin embargo, las concepcioneshermenuticas cercanas a la filosofa analtica defienden latesis de un significado nico y objetivo, que es, por lo tanto,verdadero. Umberto Eco, por ejemplo, se pronuncia eneste sentido cuando afirma que la intencin del texto esindependiente de las intenciones del autor emprico delmismo y del lector.8

    Indudablemente, algunos textos relativamente simples

    se aproximan a este ideal de la interpretacin nica, como, por ejemplo, un directorio telefnico o una receta de cocina.Pero esto slo es as si presuponemos un contexto conven-cional que define el tipo de interpretacin que debe aplicar-se al mismo. Por ejemplo, un directorio telefnico es unvo-co si, y slo si, uno acepta que se trata de un directorio tele-fnico y lo trata como tal. De no ser as, uno puede sacar numerosas inferencias acerca de las intenciones de quien locompagin, su utilidad prctica, la forma de ordenarlo, lainformacin que incluye, las caractersticas de los nombresy direcciones incluidos, el sistema de marcacin de telfo-nos, el papel y la encuadernacin utilizados, e incluso latipografa y composicin de las pginas. Lo mismo se da enel caso de la receta de cocina, que nos permite hacer mlti- ples interpretaciones respecto de la cultura en la que surge,

    y hasta de la geografa y la ecologa del lugar en que se da.En consecuencia, todos los textos son polismicos es decir, que presentan mltiples niveles de significado,lo que lleva al lector a realizar una interpretacin de losmismos, ubicndolos en diversos contextos para ver lossignificados que as emergen, a menos que se acepte uncontexto convencional como el nico aplicable a ese texto

    8 Eco, Umberto (1990), I limiti dellinterpretazione . El mismo (1992), Interpretazione e sovrainterpretazione.

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    en particular. En este ltimo caso, el hecho de que todos losmiembros de un grupo, o de una comunidad o cultura, estnde acuerdo en dicha asignacin de contexto, reafirma sucreencia de que el texto en cuestin tiene un solo significa-do incuestionable.

    Pero cuando el intrprete realiza el ejercicio de apli-car diversos contextos posibles al texto a interpretar, de ello pueden derivarse mltiples interpretaciones, muchas de lascuales suenan convincentes. Elequivocismo sostiene que noexiste un criterio vlido para diferenciar entre las buenas y

    las malas interpretaciones, por lo que todas ellas son equi-valentes. En su versin extrema, planteada en trminos del pragmatismo, los nicos criterios posibles para elegir unainterpretacin entre muchas son el gusto personal y la con-veniencia prctica.9 En otras palabras, como lo dice el viejoaforismo: nada es verdad, nada es mentira, todo dependedel color del cristal con que se mira.

    Tanto el univocismo como el equivocismo tienen sus pros y sus contras. El primero resulta atractivo por la certi-dumbre que ofrece, al mantener el criterio de verdad nicay objetiva, pero a costa de la rigidez y el dogmatismo, yaque afirma que las interpretaciones formuladas por el intr- prete son las nicas posibles. Esto impide la comparacin,el dilogo y la mutua fertilizacin entre los diversos puntosde vista. Por lo contrario, el equivocismo reconoce la tras-cendental importancia del contexto y de la historia; ello le permite desarrollar una investigacin matizada de los diver-sos significados posibles de un texto, lo que tambin favo-rece una mayor tolerancia ante las diferencias. Su indaga-cin se ve, sin embargo, limitada por su total abandono dela ontologa como criterio de validez y su renuncia al con-cepto de verdad, lo que lo lleva a caer en un estril relati-

    9 Ver la polmica de Richard Rorty con Umberto Eco, en Rorty(1992), Il progresso del pragmatista.

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    vismo en el que todo vale. Curiosamente, su relativismoradical lo lleva a una posicin univocista respecto del pro- blema del conocimiento: todas las opiniones seran vlidas,con excepcin de aquellas que proponen la existencia deuna verdad independiente del punto de vista o las preferen-cias del intrprete.

    Entre estas dos posiciones extremas se ubica laana-loga . All donde el univocismo enfatiza la identidad y elequivocismo destaca la diferencia, la analogabusca la di-

    ferencia en la identidad y la identidad en la diferencia . Al-

    canza as un equilibrio dinmico entre ambas, pero siemprecon predominio de la diferencia. Esta ltima afirmacin hasido muy cuestionada por quienes se identifican con el con-cepto tradicional de la verdad por correspondencia, quesostiene que las cosas son lo que son, independientementede los puntos de vista de quienes opinan sobre ellas. Sinembargo, existe un fundamento lgico para la misma: laidentidad es una sola, por lo que no pueden existir gradosde ella, en cambio, la diferencia siempre es mltiple, lo ques permite gradaciones y matices. La nica verdad que pue-de alcanzarse, segn la perspectiva analgica, es la de la

    semejanza , que a diferencia de la identidad s admite gra-dos. Es una verdad parcial y relativa, pero lo suficientemen-te slida como para permitir al intrprete, o comunidad deintrpretes, que continen desarrollando su pensamiento y

    su accionar frente a la realidad.Existen, por lo tanto, mltiples interpretaciones posi- bles de un mismo texto, pero no todas tienen el mismo va-lor: algunas son mejores, otras no tan buenas, otras peoresy, finalmente, algunas son francamente malas. El criterioque nos permite valorarlas y clasificarlas de esta manera esla consideracin del sustrato ontolgico del texto comoobjeto y de la realidad no textual a la que ste se refiere lo que llamamos sureferencia , pero se trata de una onto-

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    loga parcial y acotada lo que Gianni Vattimo10 llama unaontologa dbil, necesariamente limitada, pero sufi-ciente como para operar y seguir pensando. En otras pala- bras, sera tambin una ontologa analgica.11

    En el curso natural de la historia de las ideas, hemos pasado por un largo perodo regido por el univocismo, alque denominamos Modernidad. sta fue la clara manifesta-cin del surgimiento de la burguesa y la Revolucin Indus-trial, con la certidumbre y la esperanza que surgan del mitodel Progreso Continuo y de la fe en la Ciencia. En la actua-

    lidad, el pndulo se ha invertido, y nos encontramos con un predominio del equivocismo, el cual determina esa visindesencantada y sin esperanzas de la vida, a la que llamamosPostmodernidad. Es frente a estas dos posiciones irreducti- bles y extremas, que llegan a parecerse en su absolutismo,que surge la hermenutica analgica como una tercera perspectiva que nos ofrece la posibilidad de salir del apa-rente callejn sin salida en el que nos encontramos.

    III. El acto de interpretarLa interpretacin es en los hechos un proceso sumamentecomplejo, que desmiente las versiones simplistas que proponen las dos versiones polares de la hermenutica. Parael univocismo, el significado existe como tal, aunque seencuentre oculto, como si estuviera enterrado o en estadolatente; la nica labor del intrprete consiste, por lo tanto,en encontrarlo y sacarlo a la luz, para que todos puedancontemplarlo podramos decir, desenterrarlo orevelarlo. Una vez expuesto a la mirada, su verdadresultar evidente, por su correspondencia con la cosa en s

    10 Vattimo, Gianni (1980), Le avventure della differenza. Che cosa significa pensare dopo Nietzsche e Heidegger . El mismo (1994),Oltrelinterpretazione. Il significato dellermeneutica per la filosofia .11 Ver Beuchot (2003), op. cit.

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    a la que se refiere texto, objeto o suceso. En esesentido, el univocismo adopta una visin realista, positivistay naturalista del conocimiento.

    El equivocismo, en cambio, concibe a la interpreta-cin como un acto creativo. El intrprete, al igual que un poeta, slo expresara su subjetividad sus valores, creen-cias, preferencias, gustos o conveniencias, por lo que lavalidez de una interpretacin vendra a coincidir con suatractivo para el resto de la comunidad. El mejor intrpretesera el que cuenta con el mayor poder de convencimiento.

    Por lo contrario, una visin analgica del acto de in-terpretar nos lo muestra como un complejo equilibrio din-mico entre diversos actores. Estos son: a) elautor , b) ellector , c) eltexto , d) lareferencia , e) elcontexto y f) el pro-ceso . Cada uno de ellos tiene sus derechos, para usar la felizmetfora de Umberto Eco,12 los cuales no son necesaria-mente compatibles, por lo que la bsqueda de una relacinviable entre estas diferentes intencionalidades requiere deuna negociacin, que d a cada uno de ellos su lugar. Podr-amos decir que el intrprete es como un malabarista, quehace girar sus clavas en el aire, tomndolas de a una por vezy volviendo a arrojarlas, para mantenerlas en constante mo-vimiento.

    A. El autor En una primera aproximacin, parecera que la inten-

    cin que cabra rescatar a travs de la interpretacin deltexto sera la de su autor. l y slo l sabra lo que quizodecir. Por lo tanto, un lector cuidadoso debera respetar siempre las intenciones del autor lo que Eco llamainten-tio auctoris ,13 en la medida en que sta puede inferirse a

    12 Eco (1990, 1992), op. cit.13 Eco, op cit.

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    partir del minucioso examen de su texto y de sus diversasdeclaraciones complementarias cartas, diarios, comenta-rios hechos ante testigos, etc., as como de lo que sabe-mos sobre su biografa y circunstancias. No obstante, estaforma de ver las cosas deja mucho que desear, ya que elautor, al igual que todos los seres humanos, dista mucho dela coherencia a la que aspiramos e ignora en gran medidauna buena parte de sus intenciones. El descubrimiento de ladimensin inconsciente de la existencia humana iniciado por Sigmund Freud y continuado y desarrollado por muchasgeneraciones de psicoanalistas nos obliga a considerar,no slo lo que el autor sabe respecto de las intenciones ysignificados que ha pretendido plasmar en el texto, sinotambin las que l ignora, pero que se reflejan necesaria-mente en su creacin. Ello no supone dejar de lado las in-tenciones conscientes del autor, ya que estas indudablemen-te tambin son parte del proceso de la creacin, sino sola-mente reconocer que ste siempre vuelca en el texto muchoms de lo que sabe, cree o supone, y que toda esta dimen-sin desconocida debe ser tambin objeto de la interpreta-cin.

    B. El lector La hermenutica nos ha demostrado que el lector no

    es solamente ese sujeto pensante, neutro y objetivo que nos

    propone el racionalismo cartesiano. Es, por lo contrario, unsujeto intencional, movido por intereses, creencias, valoresy pasiones la intentio lectoris de Eco, los que determi-nan inevitablemente la perspectiva que adopta al abordar eltexto. Su lectura no puede concebirse, entonces, como unmero reflejo de lo que en ste hay, una labor de desente-rramiento, rescate o revelacin de lo existente, sino quetiene siempre una dimensin creativa, que es expresin tan-to de su ser como del objeto que est considerando. A estose refera Nietszche con su famoso aforismo de que no hay

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    hechos, sino slo interpretaciones,14 que constituye la basede todas las posiciones equivocistas.

    Esta forma de ver las cosas nos lleva al tradicional problema del Crculo Hermenutico. Si toda interpretacinse basa necesariamente en una serie de conocimientos, es-quemas, intereses, opiniones, creencias y valores previosdel hermeneuta, que operan como pre-juicios en el senti-do de juicios previos a la experiencia que se est conside-rando, cmo podemos evitar que el intrprete encuentreen el texto solamente lo que l mismo ha puesto all? Por

    otra parte, sin dichos juicios previos no hay lectura posible.Lo anterior sugiere que la actividad interpretativa ge-

    nera un verdadero crculo vicioso, del que parece imposiblesalir. Que hacer entonces? Los univocistas pretenden re-solver la cuestin suponiendo que existe realmente la posi- bilidad de acceder al conocimiento de hechos no interpreta-dos, los que brindaran la firme base para someter a pruebatodas nuestras interpretaciones. Los equivocistas la evitan,al afirmar, como ya lo hemos visto, la esencial relatividad ysubjetivismo de toda interpretacin. La hermenuticaanalgica, en cambio, nos ofrece una posible solucin almismo.

    Obviamente, slo podemos aproximarnos a la inter- pretacin de un texto cualquiera (o equivalente de texto)con un prejuicio. No es posible mirar algo si no es connuestros ojos y desde el lugar en el que estamos parados.Sin embargo, dicho prejuicio se revela y se pone a prueba atravs de la confrontacin con el texto y con todo lo quesabemos del autor, y es este dilogo el que nos permitere-visar el prejuicio y transformarlo en juicio , para luego vol-ver a empezar. Pero ello requiere que el intrprete se tome as mismo tambin como objeto de estudio, que en lugar deconcentrar toda su atencin en el texto que pretende inter- 14 En sus Nachlass (fragmentos pstumos), en Potel, Horacio (2006).

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    pretar, se observe tambin a s mismo en el acto de hacerloy que explicite los prejuicios e intereses con los que seaproxima a su objeto, con el fin de permitir que sus propioslectores puedan interpretar su interpretacin. Cierto es queesta actividad reflexiva genera tambin un crculo, peroconfiamos en que el mismo ya no sea vicioso, sino una cir-cularidad abierta que avanza en cada una de sus vueltas, osea, unaespiral dialctica , que nos aproxima cada vez un poco ms al conocimiento del texto, pero sin llegar nunca aaprehenderlo o abarcarlo totalmente. En otras palabras, nos permite un cierto acceso a la verdad, pero slo parcial, con-textual y provisorio, es decir, unaverdad analgica , quesera compatible con otras versiones de la verdad que sur-gieran al abordarlo desde otra perspectiva, pero sin perder de vista jams aquella referencia no textual de la que hablanel autor, el texto y el lector por igual.

    La cuestin del crculo hermenutico aparece, enton-ces, como un seudoproblema, surgido de la presuposicinde que los intrpretes no son capaces de revisar sus precon-cepciones y aprender de la experiencia, lo cual no coincidecon la realidad. Es posible que la fuente de este error surjadel hbito de los lgicos formales de concebir a la argu-mentacin como un proceso totalmente unvoco, y no comoun sistema de aproximaciones y correcciones sucesivas.15

    C. El textoLa dialctica entre la intencionalidad del autor y la

    del lector ha sido tema de la hermenutica desde siempre, pero fue Umberto Eco quien introdujo el concepto de unaintencionalidad del texto, a la que llamaintentio operis .16 Su idea es que el texto dice siempre algo, apunta en cierta

    15 Ver Tubert-Oklander (2006d), Libros, personas, dilogos, danzas.La interpretacin hermenutica y la interpretacin psicoanaltica.16 Eco (1990, 1992), op. cit.

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    direccin, independientemente de las intenciones o volun-tades del autor y del lector, y que esto constituye el funda-mento objetivo de su interpretacin. Desconfa, por lo tanto,de las interpretaciones centradas en la persona de lo quellama el Autor Emprico, que nos resulta aun ms inasibleque el texto, y prefiere referirse al Autor Modelo, recons-truido a partir de la intencin central que el lector extrae deltexto, no el autor que fue, sino el que debera haber sido, para concordar con la intencin de una obra que circunstan-cialmente l cre, pero que ha adquirido vida propia y querecrea, a su vez, la propia imagen de su autor.

    Cmo es posible que el autor desconozca las ideasque l mismo ha vertido en el texto? Ya hemos visto una posible interpretacin psicolgica en el hecho de que unagran parte de sus motivaciones y del proceso mismo de lacreacin son inconscientes. Pero existe otra posibilidad, queno excluye sino que complementa a la primera. sta es quelos sistemas simblicos tienen una estructura y una lgica propias, que en muchos momentos obligan al pensador aseguir ciertas direcciones, independientemente de su volun-tad e incluso a pesar de la misma. Es un fenmeno parecidoal de ciertas canciones pcaras que sugieren obscenidades,sin llegar a decirlas, pero que inducen a quien las escucha a pensarlas, completando una frase inacabada o apenas dis-frazada, bajo el influjo de su estructura y contexto, y el po-

    der de la rima y el ritmo.En estas circunstancias, un autor puede verse llevado, por la fuerza de su propio argumento, a conclusiones que jams haba pensado o deseado, en forma semejante a loque le sucede a un novelista que descubre que sus persona- jes se rehsan a actuar como l lo planeara, imponindolesu voluntad y eligiendo su propio curso, que ha de llevarlosa su destino. As lo seala Ernesto Sabato, en El escritor y

    sus fantasmas , cuando acota lo siguiente:

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    Todos los personajes de una novela representan, dealguna manera, a su creador. Pero todos, de algunamanera, lo traicionan. [...] A medida que esos per-sonajes de novela van emanando del espritu de sucreador, se van convirtiendo, por otra parte, en seresindependientes; y el creador observa con sorpresasus actitudes, sus sentimientos, sus ideas. Actitudes,sentimientos e ideas que de pronto llegan a ser exac-tamente los contrarios de los que el escritor tiene osiente normalmente: si es un espritu religioso ver, por ejemplo, que alguno de esos personajes es un fe-roz ateo; si es conocido por su bondad o su genero-sidad, en algn otro de esos personajes advertir de pronto los actos de maldad ms extremos y las mez-quindades ms grandes. Y cosa todava ms singu-lar: no slo experimentar sorpresa sino, tambin,una especie de retorcida satisfaccin.17

    Lo que es vlido para el novelista, tambin lo es parael filsofo, el terico o el ensayista. As es que Freud, por ejemplo, tena la firme intencin de que el psicoanlisisfuera una ciencia natural como la qumica, pero se vioobligado, por el curso de su propia indagacin y pensa-miento, y por la naturaleza misma de su objeto de estudio el ser humano total y, particularmente, su dimensin in-consciente a desarrollarlo como una ciencia hermenuti-ca.18 Lo curioso es que lo hiciera sin reconocerlo, y mante-niendo su conviccin de que la epistemologa del psicoan-lisis en nada difera de la de las ciencias naturales, ya que l

    no aceptaba la concepcin de Dilthey de que las Cienciasdel Espritu diferan, en su naturaleza y mtodos, de lasCiencias de la Naturaleza.19

    17 Sabato, Ernesto (1963), El escritor y sus fantasmas , p. 120.18 Ver Tubert-Oklander (2006a), La hermenutica analgica comoinstrumento indispensable para el dilogo entre filsofos y psicoanalis-tas, incluido en este volumen. El mismo (2008a), Las contradiccionesde Freud y el carcter hbrido del psicoanlisis.19 Dilthey, Wilhelm (1883), Introduccin a las ciencias del espritu .

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    Cmo es esto posible? Al fin y al cabo, el novelistadescrito por Sabato sabe que sus personajes se han inde- pendizado de l, pero ste es el caso de un pensador que noreconoce los aspectos verdaderamente novedosos de su pensamiento, que ha cristalizado en textos. Lo que ocurre esque, como el propio Freud lo demostrara, los seres humanostendemos a impedir el acceso a nuestra conciencia de aque-llos pensamientos, sentimientos, impulsos, percepciones orecuerdos que podran poner en crisis nuestra concepcinde lo que somos y lo que hacemos. La realidad es quesiempre somos mucho ms de lo que creemos, y estas con-tradicciones nos llevan a una sistemtica censura de nues-tras experiencias. De all que aun el pensador ms racional pueda encontrarse diciendo cosas que no sabe que dice yque no querra decir.

    Por todo lo anterior, no cabe duda de que Eco tienerazn en su recomendacin de estudiar el texto en s, paraver lo que dice, independientemente de las intenciones de-claradas del autor. No obstante, el acto interpretativo repre-senta siempre un complejo y dinmico equilibrio entre lasintencionalidades del Autor, del Lector y del Texto. Si con-sideramos, con Eco, que cada uno de los tres tiene sus dere-chos, los que deben ser respetados, resulta imperioso en-contrar alguna transaccin viable entre ellos. El hermeneutase transforma entonces en un juez, de quien esperamos que

    cuente con la sabidura, la moderacin y la prudencia nece-sarias, como para dar a cada parte lo que le corresponde,incluyndose a s mismo en la negociacin como lector ointrprete.20

    D. La referenciaHemos visto cmo se forma, en el acto interpretativo,

    un tringulo dialctico entre el Autor, el Texto y el Lector.

    20 Tubert-Oklander (2006a), op. cit.

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    Personalmente, yo prefiero pensarlo como un tetraedro, concuatro vrtices, en uno de los cuales debemos ubicar la Re-ferencia, ya que aquella realidad ontolgica a la que el autor pretendi referirse tambin tiene sus derechos. ste es un punto fundamental: el Autor, el Lector y el Texto, en elcurso de su dilogo, estn hablando de algo, y ese algo delo que hablan tambin determina la forma, el curso y elsignificado de dicho intercambio. Es por ello que resultaabsurdo escrutar el significado de un texto sin saber nada deaquella realidad de la que el texto habla. Por ejemplo, cual-quier anlisis del libro de Lawrence Durrell Reflexiones

    sobre una Venus marina que cuenta sus experiencias enRodas o de Limones amargos que narra sus experien-cias en Chipre resultara insuficiente si no tomramos encuenta las caractersticas propias de ambas islas su geo-grafa, historia y cultura.

    De la misma manera, considerando que toda la obrade Freud se refiere permanentemente al psicoanlisis y a la particular experiencia que ste brinda, aun cuando aplicasus conocimientos y teoras a otros temas, resultan por lomenos dudosos los intentos de analizar sus textos psicoa-nalticos sin conocer ni tomar en cuenta las particularidadesde la experiencia analtica. Sera algo comparable a escribir un estudio sobre el amor sin haber estado jams enamora-do.21

    No obstante, no existen, acaso, textos que nos hablande entidades inexistentes, como los centauros o los vampi-ros? Y cul sera el caso de los libros sagrados, como laBiblia o el Corn? En esto no debemos dejarnos atrapar por la versin limitada de lo real que nos ofrece la metafsicamaterialista, para lo cual la nica realidad es el mundo ma-terial. Real es aquello que existe a pesar nuestro; es real

    21 He desarrollado esta idea en Tubert-Oklander (2006a), La hermen-utica analgica como instrumento, incluido en este volumen.

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    una roca que obstaculiza nuestro camino y que no podemossuperar, a menos que la destruyamos, la desplacemos o larodeemos, pero tambin lo son una tristeza o una clera quenos invaden a pesar de nosotros mismos, de nuestra volun-tad y nuestras convicciones. Lo mismo es cierto de un teo-rema o una teora que se resisten a nuestros intentos decomprenderlos. En otras palabras, las experiencias subjeti-vas, las emociones y los sistemas simblicos tambin sonreales. Por lo tanto, un texto sobre un objeto cultural, comolos centauros, tiene necesariamente su referencia. El autor del mismo no ha inventado esta criatura; ella tiene su propiaexistencia en un espacio simblico, l cree en su existenciao no lo hace, y necesariamente desarrolla una relacin consu objeto. Adems, los textos sagrados nos refieren unaverdad espiritual, independiente del autor, del lector y deltexto, la cual debe interpretarse necesariamente en formametafrica, no literal. El relato de la creacin del mundo delGnesis slo puede considerarse refutado por la cienciacontempornea si lo leemos literalmente, pero, si lo enten-demos en trminos simblicos, lo que nos presenta es una profunda reflexin respecto de cmo surge el orden delcaos, la cual concuerda notablemente con la de algunasteoras cosmolgicas actuales.

    En resumen, todo texto, y todo esfuerzo interpretati-vo, tienen necesariamente una referencia no textual, e in-

    cluso cuando aquello de lo que el texto habla es tambin untexto, se trata deotro texto , que existe independientementedel primero y al cual debemos recurrir para entenderlo. Por lo tanto, el acto interpretativo exige del intrprete que man-tenga en perpetuo movimiento estos cuatro elementos Autor, Lector, Texto y Referencia en la confianza de quede este proceso sin fin surja un nuevo conocimiento.

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    E. El contextoHasta aqu he desarrollado mi modelo del tetraedro,

    que relaciona cuatro elementos entre s, pero ahora cabeintroducir otro elemento, si bien de un tipo lgico diferenteal de los anteriores. Por tipo lgico me refiero al nivel deabstraccin: el autor, el lector, el texto y la referencia pue-den considerarse como equivalentes, pero el contexto es elespacio en el cual estos existen, se interrelacionan y evolu-cionan.22 La relacin entre el contexto y los elementos quelo habitan puede compararse a la de un pizarrn o pantalla

    en blanco y las palabras o imgenes que all se escriben o proyectan.Ya hemos visto que interpretar es ubicar un determi-

    nado texto en un contexto pertinente, y que la labor delintrprete consiste en jugar a ubicar el texto, o sus partescomponentes, en una serie de contextos posibles, para ver yevaluar los significados que as emergen. Obviamente, elAutor, el Lector, el Texto y la Referencia tienen sus propioscontextos, los cuales deben considerarse en este proceso, pero tambin hay un contexto propio del acto interpretativo,el cual da un sentido particular a toda esta labor. El encuen-tro entre el lector y el texto no se da en el vaco, sino en uncierto espacio que ha de determinar su mutua relacin. To-da lectura surge en una situacin particular, sustentada por una cultura y una tradicin intelectual, y atravesada por

    mltiples lneas de fuerza, provenientes de las circunstan-cias del lector, de su comunidad intelectual, de la sociedadms amplia, de la humanidad y hasta del planeta, en el mo-mento en que se desarrolla el acto interpretativo, los cualesdan forma a los significados emergentes. Para dar slo unejemplo, una lectura del Apocalipsis despus de Hiroshimay Nagasaki, o en el contexto del actual cambio climtico,

    22 Ver Bateson, Gregory (1972),Steps to an Ecology of Mind y elmismo (1979), Mind and Nature: A Necessary Unit , para una discusinsobre este uso del concepto de los tipos lgicos.

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    adquiere significados y matices que no hubiera tenido enotros tiempos.

    En consecuencia, habiendo puesto en marcha el te-traedro del acto interpretativo, ste se ubica en un campodinmico o contexto, que a su vez lo determina, por lo quedebe ser tomado siempre en cuenta. Podemos, entonces,considerar al contexto como la quinta intencionalidad quedebe negociarse como parte de la interpretacin.

    F. El procesoExiste, finalmente, una ltima dimensin del acto in-

    terpretativo, una nueva intencionalidad que entra en juego,y sta es la del proceso . Un proceso es una secuencia orde-nada de sucesos, que determina una evolucin autorregula-da, la cual tiende hacia cierto fin. En otras palabras, se tratade una evolucin en el tiempo, con direccin y sentido.Esto quiere decir que dicha secuencia no es aleatoria, sinoque representa una intencionalidad o tendencia, la cual nodepende de la voluntad de persona alguna. De la mismamanera en la que el desarrollo de un argumento lleva confrecuencia a un autor en direcciones insospechadas, la se-cuencia y el clima del proceso interpretativo determina allector y lo obliga a recorrer caminos que no se haba pro- puesto y cuya existencia poda incluso ignorar hasta que seencontr en ellos, pero que surgen de la dinmica misma deeste proceso.

    El acto interpretativo es, por lo tanto, algo diferentede la mera aplicacin de un esquema terico preexistente aun determinado texto. Obviamente, muchos lectores as lohacen, pero estos son los burcratas de la interpretacin. Laverdadera labor hermenutica es un proceso de indagacinabierta, por el cual el lector se estudia a s mismo y a sus presuposiciones, en el curso mismo de abordar la lecturadel texto, dejndose llevar por la evolucin de la complejarelacin que se da entre Autor, Lector, Texto, Referencia y

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    Contexto, y tomando en cuenta el Proceso, al que vive yestudia al mismo tiempo, ya que es parte del mismo.

    La interpretacin no es, en consecuencia, un meroinstrumento tcnico aplicado por el intrprete, sino una ex- periencia viviente que se independiza de sus intenciones ysu voluntad, arrastrndolo en el curso de su fluir. De qusirve, entonces, toda nuestra formacin acadmica e intelec-tual? Estamos acaso proponiendo una versin romnticadel conocimiento, que desecha la contribucin de la racio-nalidad humana y que se apoya nicamente en la intuicin?

    En absoluto, la inteligencia, la razn y el conocimiento pre-vio son herramientas indispensables para navegar con xitoel caudal del proceso interpretativo. Lo nico que estoyafirmando es que la labor hermenutica no puede ser slo elfruto del intelecto disociado, propio del sujeto meramenteracional y desencarnado de Descartes, sino el resultado dela participacin del intrprete como persona total, con con-ciencia e inconsciente, mente y cuerpo, razn y emocin,individualidad y comunidad, materialidad y espiritualidad.Ello supone desarrollar nuestra tolerancia a la frustracin yla incertidumbre, sin caer por ello en el total relativismo yambigedad que propone el postmodernismo. Aceptamosque ninguna certidumbre puede ser total, pero no renuncia-mos por ello a las certidumbres parciales y provisorias, pero en modo alguno arbitrarias que nos ofrece el anlisis

    hermenutico.Resumiendo, el acto interpretativo es resultado de un proceso dinmico y evolutivo, que se desarrolla como partede un contexto, y en el que entran en juego diversos acto-res: el Autor, el Lector, el Texto, la Referencia, el Contextoy el propio Proceso. La labor de intrprete consiste en poner en marcha este proceso, dejarse llevar por l, estudiarlo yestudiarse a s mismo reflexivamente, a un tiempo que es-tudia la relacin que se da entre el Autor, el Texto, la Refe-rencia y l mismo. De esta evolucin surgir una serie de

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    ideas aplicables a la experiencia, algunas de ellas ya cono-cidas y otras radicalmente nuevas, las cuales debern ser asu vez examinadas y valoradas. Sin embargo, y contraria-mente a lo prescrito por la tradicin acadmica occidental,que exige que las hiptesis sean evaluadas en s mismas,con independencia de su origen, en este tipo de investiga-cin la validez de las interpretaciones depender en granmedida del proceso mismo de su gnesis, ms que de prue- bas especficas que representan un control de calidad, comoen la versin ortodoxa del mtodo cientfico.23

    IV. Un caso ejemplar: el anlisis del dilogoCon el fin de ilustrar las posibilidades que presenta estaversin de la hermenutica, me referir a un caso particular,que adems coincide con mi propia experiencia profesional.Se trata de la interpretacin del dilogo interpersonal, hechadesde el propio dilogo. Esta modalidad interpretativasurgi con el psicoanlisis, pero luego se extendi al trabajoanaltico con grupos, teraputicos o no, que es lo queconocemos con el nombre deanlisis grupal o gruposoperativos .24

    El psicoanlisis surgi como una modalidad de psico-terapia, cuyo objetivo es hacer consciente lo inconscienteen las expresiones del analizado. En un comienzo, inspirado por los ideales de la ciencia positivista, Sigmund Freud se plante un intento de estudio objetivo de los procesos men-tales del paciente, en la medida en que estos se manifesta- ban en su discurso asociativo y en sus expresiones no ver- bales. El analista sera un observador cientfico, objetivo,impersonal y neutral, que se limitara a observar con aten-

    23 Tubert-Oklander (2008a), op. cit. El mismo (2008b), Hacia unaepistemologa del psicoanlisis.24 Ver Tubert-Oklander (1990), El grupo operativo de aprendizaje .Tambin Tubert-Oklander y Hernndez de Tubert (2003), op. cit.

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    cin estas manifestaciones e inferir sus posibles significa-dos inconscientes, para luego comunicar al paciente susinferencias, de una manera clara e inequvoca lo que de-nominamos una interpretacin, en el sentido tcnico psi-coanaltico del trmino, con el fin de que ste pudieraconsiderarlas y comunicar sus asociaciones subsiguientes,las que permitiran una contrastacin de estas hiptesis in-terpretativas.25

    En uno de sus primeros trabajos, el creador del psico-anlisis defini la funcin de la interpretacin en los si-

    guientes trminos:Freud ha fundado en estas basesun arte de la inter-

    pretacin al que corresponde la funcin de extraer del mineral representado por las ocurrencias invo-luntarias el metal de ideas reprimidas en ellas con-tenidas . Objeto de esta interpretacin no son slo lasocurrencias del enfermo, sino tambin sus sueos,los cuales facilitan un acceso directo al conocimien-to de lo inconsciente, sus actos involuntarios y ca-suales (actos sintomticos) y los errores de su vidacotidiana (equivocaciones orales, extravo de obje-tos, etc.). Los detalles deeste arte de interpretacino traduccin no han sido an publicados por Freud.Trtase, segn sus indicaciones de una serie de re-glas empricamente deducidas para extraer, de lasocurrencias, el material psquico, indicaciones sobreel sentido que ha de darse a una ausencia o cesacinde tales ocurrencias en el enfermo, y experienciasobre las resistencias tpicas que se presentan en elcurso de tal tratamiento.26

    Esta idea de que las expresiones del paciente son unmaterial objetivo, del cual el analista ha de extraer su con-tenido significativo, representa una teora hermenuticaunivocista, insertada en una epistemologa positivista, la

    25 Freud, Sigmund (1937), Construcciones en psicoanlisis.26 Freud (1904), El mtodo psicoanaltico de Freud, pp. 1004-1005,las itlicas son mas.

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    cual domin el pensamiento psicoanaltico durante muchosaos. Sin embargo, pronto se descubri que el psicoanalistano poda ser solamente racional, que estableca un vnculoemocional complejo con el analizado y que la relacin enteambos inclua una amplia dimensin inconsciente, quetambin debera ser analizada. Surgi as una nueva formade comprender el tratamiento y la investigacin psicoanal-ticos, por la cual el campo mnimo de observacin para elanlisis es de dos personas, no de una, de modo tal que el psicoanalista pasa a ocupar un doble lugar, como observa-dor e intrprete, por una parte, y como parte del campodinmico a observar e interpretar, por la otra.

    En otras palabras, el texto a interpretar en la indaga-cin psicoanaltica dej de ser solamente el paciente y sudiscurso, para abarcar ahora a la pareja analtica y su dilo-go entendiendo como tal, no slo los intercambios verba-les que se dan entre ellos, sino tambin sus manifestacionesno verbales y su relacin toda. En una de las versionescontemporneas del psicoanlisis, conocida como psico-anlisis relacional, se ha llegado a concebir el conocimien-to nuevo que surge del tratamiento analtico como unaconstruccin conjunta de analizado y analista, surgida de sudilogo y del proceso interpretativo.27 Esta forma de enten-der el psicoanlisis concuerda plenamente con la propuestade la hermenutica analgica.

    Al mismo tiempo, algunos psicoanalistas pioneros,como Wilfred R. Bion y Siegmund H. Foulkes en GranBretaa y Enrique Pichon-Rivire en Argentina, decidieronaplicar el mtodo interpretativo del psicoanlisis al trabajocon pequeos grupos. Bion comenz trabajando con solda-dos que padecan de neurosis de guerra, durante la SegundaGuerra Mundial, para luego explorar los grupos teraputi-

    27 Tubert-Oklander (2006c), I, Thou, and Us: Relationality and theinterpretive process.

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    cos de civiles, pero posteriormente dej estas investigacio-nes.28 Foulkes comenz en 1940 a desarrollar lo que deno-min anlisis grupal , primero con grupos teraputicos yluego con grupos de aprendizaje, experiencia, reflexin einvestigacin.29 Pichon-Rivire inici, a fines de la dcadade 1930, lo que l llam grupos operativos . A diferencia delos anteriores, su punto de partida fueron los grupos deaprendizaje y adiestramiento, con enfermeros psiquitricos,estudiantes de medicina, e incluso con pacientes internados.Posteriormente aplic los mismos principios a los gruposteraputicos y la terapia familiar, ya que el crea que habauna esencial identidad entre los procesos de enseanza,investigacin y terapia.30

    En la actualidad, considero que el trmino anlisisgrupal resulta ms ilustrativo que el de grupos operati-vos. Adems, encuentro una esencial coincidencia entreestos diversos abordajes al trabajo psicoanaltico con gru- pos, ya que todos ellos se centran en el estudio del fenme-no grupal, en vez de limitarse a aplicar la teora psicoanal-tica tradicional a la explicacin de la conducta de los indi-viduosen el grupo. En particular, los enfoques de Foulkes yPichon-Rivire son notablemente similares, a pesar de susdiferentes referencias tericas. Expondr, por lo tanto, mi propia visin de este tipo de trabajo, basada en la de Pi-chon-Rivire, con un nfasis en los aspectos no teraputi-

    cos, por ser los ms pertinentes para este seminario.31

    28 Bion, Wilfred R. (1961), Experiencias en grupos .29 Foulkes, S. H. (1948), Introduction to Group-Analytic Psychotherapy.Studies in the Social Interaction of Individuals and Groups . El mismo(1964),Therapeutic Group Analysis .30 Pichon-Rivire, Enrique (1971), El proceso grupal. Del psicoanlisis ala psicologa social (1) .31 La versin original de este trabajo se present en un Seminario deHermenutica Educativa, realizado en la Universidad Pedaggica Na-cional.

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    La idea central de los grupos operativos es la del tra- bajo en equipo; una de las definiciones ms conocidas de loque es un grupo operativo es un conjunto de personas conun objetivo comn, al que intentan abordar operando comoequipo.32 La existencia de un objetivo comn supone la ne-cesidad de que los miembros del grupo realicen un trabajo otarea comn, a fin de alcanzar sus objetivos. Dicha tarea seconstituye, por lo tanto, en unorganizador de los procesos de pensamiento, comunicacin y accin que se dan en y entrelos miembros del grupo.33 Por lo tanto, el anlisis de la din-mica del suceder grupal deber tener en cuenta, no slo lasmotivaciones, pensamientos, creencias y acciones de susmiembros individuales y las relaciones de estos entre s, sinotambin la relacin del grupo con la tarea propuesta y con elcoordinador o coordinadores, como representantes de la mis-ma.

    La tarea grupal es realmente doble. Hay unatarea ex-terna o explcita , que es aquella labor que los miembros delgrupo han acordado realizar. sta puede consistir en discutir una clase que acaban de escuchar o una lectura previamenteasignada, analizar un problema existente en la institucin a laque pertenecen y plantear posibles soluciones para el mismo,reflexionar en forma conjunta sobre las dificultades que losmiembros encuentran en el curso de su tarea cotidiana en unequipo de trabajo, indagar juntos lo que piensan sobre algn

    problema social de inters general, discutir y comentar sobrelas vidas de los miembros para lograr su curacin en elcaso de un grupo teraputico, o lograr que los miembros deuna familia encuentren formas ms eficaces de ayudar a unode ellos que atraviesa una crisis en una terapia familiar.Pero junto a esta tarea externa, es indispensable realizar tam- bin unatarea interna o implcita , que es la de observar y

    32 Bleger, Jos (1961), Grupos operativos en la enseanza, p. 57.33 Pichon-Rivire, Enrique y Bauleo, Armando (1964), La nocin detarea en psiquiatra.

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    pensar juntos acerca de la forma en que el grupo y sus miem- bros abordan la tarea externa, con el fin de identificar y resol-ver los obstculos que para ello encuentran y considerar abordajes alternativos que pudieran ser ms operativos.34

    Todo ser humano o grupo que decide abordar una tareao resolver un problema, lo hace desde una serie de hbitos de pensamiento, sentimiento y accin que constituyen su formahabitual de relacionarse con el mundo. A esto Pichon-Rivirelo llama el Esquema Conceptual, Referencial y Operativo(ECRO), y constituye nuestro instrumento bsico para la per-

    cepcin, la relacin, el pensamiento, la experiencia y la ac-cin.35 Dicho esquema es inconsciente en su mayor parte, por lo que se requiere de un proceso interpretativo (anlisis) parahacerlo consciente.

    Cada miembro del grupo intenta abordar la tarea exter-na partiendo de sus propias presuposiciones o hbitos. Dadoque estos suelen diferir de los de sus compaeros, ello lleva afrecuentes malentendidos y conflictos polares (dilemas) queobstaculizan el trabajo en comn. La labor del coordinador,de corte netamente hermenutico, consiste en sealar e identi-ficar estas presuposiciones y hbitos, que han pasado des-apercibidos para los miembros del grupo, mostrar cmo estosgeneran un bloqueo a la comunicacin y la cooperacin entreellos, sugerir las posibles funciones que su mantenimientotiene para el equilibrio emocional de los miembros, e invitar-los a reflexionar juntos sobre todo esto.

    Por ejemplo, en la discusin de un texto sobre psicolog-a social, el grupo se divide en dos subgrupos, que se oponencon cierta violencia. Unos defienden la tesis de que un grupono es otra cosa que un agregado de individuos, por lo que

    34 Tubert-Oklander (1990), op. cit. El mismo y Hernndez de Tubert(2003), op. cit.35 Pichon-Rivire (1971), op. cit. El mismo (1977): Concepto deE.C.R.O.

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    para comprender lo que all ocurre hay que analizar la psico-loga individual de sus miembros, mientras que el otro sostie-ne que los procesos sociales son reales y que determinan laexperiencia y la conducta de los individuos, por lo que slo es posible entender las creencias, sentimientos y conducta deestos ltimos en funcin de la cultura a la que pertenecen y laideologa de su clase social. El coordinador seala que ambosestn partiendo de presuposiciones diferentes respecto de lanaturaleza de lo real, es decir, de lo que existe efectivamentey de lo que es mera apariencia, y que esta oposicin se co-rresponde con la que se ha dado a lo largo de la historia del pensamiento, mencionando algunos ejemplos de ello. Tam- bin sugiere que esta adhesin inflexible que ambos grupostienen hacia su punto de vista, puede ser una forma de evitar la angustia generada por la incertidumbre inherente a tratar deestudiar y pensar un terreno ambiguo, en el que se superpo-nen y confunden las categoras de nuestro pensamiento co-rriente, en trminos del sentido comn. Todo esto lo haceapoyndose en observaciones concretas de lo dicho y hecho por los miembros del grupo durante su discusin. Finalmente,los invita a considerar la posibilidad de que cada uno de losdos puntos de vista pueda tener algo que aportar a la mejor comprensin del problema que se est abordando, y buscar una forma de pensarlos que permita aprovechar dichas apor-taciones, aparentemente incompatibles. De la discusin poste-rior puede surgir la solucin, claramente analgica, de que elser humano es siempre, inevitablemente y a la vez, un indivi-duo con intereses, sentimientos, pensamientos, decisiones yacciones propias, y un miembro de una comunidad, a la que pertenece y lo determina. Al trascender la posicin dilemticay excluyente inicial o esto o lo otro, el grupo puede pasar a una nueva posicin problemtica e incluyente estoy lo otro, que permite la resolucin conjunta de los pro- blemas a los que se enfrenta.36

    36 Pichon-Rivire y Bauleo (1964), op. cit. Hernndez de Tubert

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    El anlisis de los ECROs individuales de los miem- bros y de la forma en que estos se enfrentan e interrelacio-nan, permite al grupo llegar, con el tiempo, a un nuevoECRO grupal compartido, que basndose en los acuerdosalcanzados, permite sin embargo el mantenimiento y reco-nocimiento de las diferencias entre los miembros, que ahoralogran convivir con el conocimiento de que no todos pen-samos igual, lo que no obsta para que podamos establecer un terreno comn, parcial pero suficiente como para traba- jar juntos y cooperar en el abordaje de la tarea emprendida.El resultado es que se reducen los malentendidos y el grupoencuentra cmo abordar en forma productiva los problemas planteados, sin caer en enfrentamientos polares que se con-vierten en verdaderos dilogos de sordos, esterilizado lalabor grupal y disminuyendo su productividad. El resultadoes que el pensamiento que funciona en el grupo va desdeel pensar vulgar o comn hacia el pensamiento cientfico,resolviendo las aparentes contradicciones y establecindoseuna secuencia o continuidad gentica y dinmica entre unoy otro.37

    Sin embargo, para que esto pueda lograrse, es indis- pensable que el grupo pueda tambin discutir el ECRO delcoordinador, en la medida en que ste se manifiesta en susintervenciones, su presencia y su forma de trabajar. Y el propio coordinador, as como los dems miembros del gru-

    po, acaba por aprender algo nuevo de toda la experiencia.Como podr apreciarse, el anlisis grupal es una labor netamente hermenutica, que no es realizada slo por el profesionista que coordina el grupo a pesar de que l esel principal inductor de esta actividad, al menos al comien- (2000), El principio de la exclusin en el desarrollo del movimiento psicoanaltico. La misma (2004), Inconsciente y concepcin de mun-do.37 Pichon-Rivire, Enrique; Bleger, Jos; Liberman, David y Rolla,Edgardo (1960), Tcnica de los grupos operativos, p. 113.

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    zo de la labor compartida, sino por todos sus miembros y por el grupo como totalidad. Adems, es un tipo de labor interpretativa que slo puede comprenderse en trminos dela hermenutica analgica. De otra manera, una hermenu-tica univocista llevara a una forma de trabajo en la que lasinterpretaciones del coordinador se plantearan como larevelacin dela verdad oculta que slo l puede ver y ex- plicar, mientras que una hermenutica equivocista esterili-zara el intercambio, ya que todos los puntos de vista severan como meras opiniones personales, ciertamente respe-tables, pero renunciando al proyecto de lograr, a travs dela labor conjunta, establecer alguna verdad compartida,verdad parcial y temporaria, pero suficiente como para se-guir pensando y actuando.

    V. ConclusionesHemos visto que la hermenutica analgica es una forma deconcebir la labor interpretativa que ha coexistido, a lo largode la historia, con las hermenuticas univocistas yequivocistas. En realidad, podemos pensar que se trata deuna actitud subyacente a gran parte de lo que conocemoscomo hermenutica, sin que hubiera recibido hasta hacemuy poco un nombre especfico. Fue Mauricio Beuchotquien sugiri este nombre para identificar una posturafilosfica que rescataba una actitud interpretativa cuyos

    orgenes se remontan a Aristteles. En la dcadasubsiguiente a su publicacin, en 1997, de suTratado dehermenutica analgica ,38 Beuchot se ha dedicado aexplorar, en mltiples conferencias, artculos y libros, elcampo abierto por esta propuesta.

    No he tratado, en esta breve exposicin, la ampliacindel concepto que surgi de la introduccin de la iconicidadcomo una forma de representacin e interpretacin. Sin

    38 Beuchot (1997), op. cit.

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    embargo, sta ha sido fundamental para completar nuestracomprensin de esta propuesta hermenutica, ahora rebau-tizada comohermenutica analgico-icnica .39 Confo en presentarla posteriormente en un nuevo trabajo.40

    Hemos odo, con frecuencia, la objecin de que lahermenutica analgica se presenta como una panacea, ca- paz de resolver todos los problemas en filosofa y cienciashumanas, por lo que se constituira en un nuevo univocis-mo, dogmtico y autoritario. Creo que esta crtica se basaen una comprensin inadecuada de lo que es esta propuesta.

    Si la hermenutica analgica fuera una teora ms o unatcnica interpretativa a utilizarse en la lectura de textos, estecuestionamiento estara plenamente justificado. Pero ocurreque es algo mucho ms amplio: una manera de pensar y deconcebir los problemas del pensamiento humano, una estra-tegia general para el pensamiento, la reflexin, la discusiny la investigacin. Como tal, tiene relevancia para la lecturay comprensin de todo tipo de problemas y teoras, y cier-tamente puede identificarse su presencia en muchos de losms grandes pensadores de la historia de las ideas. Es, por lo tanto, mucho ms que una teora, un mtodo o una tcni-ca. Es un punto de vista, una perspectiva o incluso una con-cepcin del ser humano y del mundo.41 Uno puede o nocompartirla, pero es necesario reconocer que, si la adopta,ello va a cambiar su forma de ver y comprender todo tipo

    de problemas tericos y prcticos. De all que haya llamado

    39 Esta nueva aportacin se present en Beuchot (1998), Perfiles esen-ciales de la hermenutica y se ampli y profundiz en el mismo (1999),

    Las caras del smbolo: cono e dolo . La historia y evolucin de la her-menutica analgica puede verse en Conde Gaxiola, Napolen (2006),

    El movimiento de la hermenutica analgica .40 Un texto posterior, en el que plante extensamente la problemticade la iconicidad es Tubert-Oklander (2008c), Analoga, iconicidad ysimbolismo en la interpretacin.41 Ver Hernndez de Tubert (2004), op. cit.

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    la atencin de profesionales de disciplinas tan diferentescomo la filosofa, la historia, la sociologa, la psicologa, el psicoanlisis, la educacin, la fsica, la ingeniera de siste-mas, la msica, la crtica de arte, el derecho, la administra-cin y la teologa, entre otras. En ese sentido, la hermenu-tica analgica puede llegar a ser una de las principales con-tribuciones al desarrollo de ese nuevo paradigma de la rea-lidad, el conocimiento, el ser humano y la existencia toda,que tanto necesitamos y que parece estarse desarrollando endiversos puntos y reas del pensamiento contemporneo.42

    42 Hernndez de Tubert (2007), Hacia un nuevo paradigma del ser humano: contribuciones de la hermenutica analgica. Tambin Tu- bert-Oklander y Hernndez de Tubert (2007), En los dominios deHermes. La hermenutica analgica como paradigma.

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    EL MUSEO Y EL TALLER Algunas reflexiones sobre la vitalidad de los textos

    Deseo comenzar con el relato de una experiencia personal.Hace unos cuantos aos, viaj a Londres con mi esposa ydecidimos visitar la National Gallery . Nos interesaba parti-cularmente ver los cuadros impresionistas. Preguntamos auno de los guardianes, quien nos dirigi hacia la sala co-rrespondiente. An dudosos de si bamos en la direccincorrecta, cruzamos una puerta entre muchas y nos encon-tramos, repentinamente, frente a uno de los famososGira-

    soles de van Gogh. La experiencia fue conmovedora. steno era slo un cuadro, sino un cono de nuestro mundo ac-tual, un punto nodal de nuestra cultura. Lo habamos vistoreproducido tantas veces y, sin embargo, no pudimos evitar un dejo de incredulidad al ver que realmente exista.

    En nuestra concepcin hermenutica actual, el cuadrode van Gogh es tambin un texto, aunque no est hecho de palabras, sino de lneas, formas y colores que componenuna imagen. Nos habla de un vaso con flores, que algunavez se encontr frente al sensible y tormentoso Vincent, pero tambin nos remite, icnicamente, a todos los giraso-les que han sido, son y sern, a todas las flores, a la vidamisma expansiva, exuberante y buena, que se desarrollafrente a, a travs de y en nosotros y al Dios creador quese expresa en ella, de la misma manera en que un sufridoholands lo hiciera por medio de su pincel y su paleta. stees un mensaje, un llamado que van Gogh nos enva a travsdel tiempo y la distancia, ms all incluso de la irreversible barrera de la muerte, un pedazo de su alma que clama por elreconocimiento y la respuesta de otras almas afines.

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    Algo semejante ocurre cuando me sumerjo en la lec-tura de El cuervo , de Edgar Allan Poe, Eugenie Grandet , deBalzac, o Bodas de sangre , de Federico Garca Lorca. Lasituacin cambia radicalmente, no obstante, cuando asisto ala ms modesta representacin de esta ltima obra. Antes,en la soledad de mi estudio, me extasiaba ante la belleza delverso lorquiano, como, por ejemplo, cuando Leonardo dice:

    Pero montaba a caballoy el caballo iba a tu puerta.Con alfileres de platami sangre se puso negra,y el sueo me fue llenandolas carnes de mala hierba.Que yo no tengo la culpa,que la culpa es de la tierray de ese olor que te salede los pechos y las trenzas.43

    Pero ahora me encuentro fsicamente ante Leonardo y la Novia, un hombre y una mujer desgarrados por el conflictoy arrastrados por la pasin, perdidos en el bosque nocturnoy embarcados en el irremediable curso que los lleva a latragedia. No es esto ya el texto de Garca Lorca, sino unaencarnacin del mismo, entre muchas otras posibles. Ya notransitamos solamente por las intencionalidades del autor,del lector y del texto, como lo quiere Umberto Eco,44 sinoque intervienen tambin otras voces y otros corazones: losactores, el director e incluso el pblico.

    Esto ltimo es decisivo: si asisto a tres funciones se-guidas, me encontrar con tres obras diferentes, si bien to-das ellas con un cierto parecido de familia, ya que se inspi-ran en el mismo texto escrito y en la misma tradicin inter-

    43 Garca Lorca, Federico, Bodas de sangre , p. 1258.44 Eco, Umberto (1990), I limiti dellinterpretazione . El mismo (1992),

    Interpretazione e sovrainterpretazione.

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    pretativa, y son realizadas por el mismo equipo de artistas.Y es que el pblico de un espectculo semejante no se limi-ta a presenciarlo e interpretarlo en su interior, sino que setransforma en parte activa y coautor de lo que all sucede.

    sta es una situacin indita en la lectura de los textosescritos o pintados. Los museos y las bibliotecas estnhechos para preservar la integridad de antiguos textos, re-flejos distantes de una vida que fue, y que slo habrn derecuperar al entrar en contacto con un ser vivo, capaz deconmoverse y trasformarse con ellos. Pero, si bien el lector

    tiene la libertad de asignar todo tipo de significados nuevosa lo que lee sean ellos justos o injustos, nada de lo quehaga habr de modificar esas pequeas manchas negras,que duermen sobre un lecho de celulosa, y que representanel nico aspecto apropiable de lo alguna vez fuera un pen-samiento libre y fluido. Incluso cuando el lector se atreve allenar los mrgenes de notas, como yo suelo hacerlo con loslibros que ms me conmueven, ello no afecta en absoluto altexto original, ya que ambos escritos se limitan a coexistir en el impvido espacio de la pgina, sin llegar a tocarse,aunque otro lector pudiera tomarlos a ambos como parte deun nuevo texto complejo, a dos voces, que a l le tocarainterpretar.

    Lo que ocurre es que, en la relacin entre un textocongelado y su intrprete, slo hay vida actual y concretaen el segundo. En cambio, en una representacin teatral oen un concierto, lo que se da es una compleja relacindinmica entre una serie de personas fsicamente presentes,en relacin con un texto o partitura, que genera un fenme-no y una experiencia radicalmente nuevos, el cual puedetomarse a su vez como un texto a interpretar.

    Pero existe todava otro ejemplo an ms interesante,que ilumina aspectos novedosos de la relacin entre lostextos y el pensamiento viviente y creativo: el taller litera-rio. ste es un grupo de escritores que se renen a veces

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    con un lder formal o maestro, y otras sin l para compar-tir y comentar sus escritos. Tpicamente, se acuerda quecada uno de sus miembros escribir un texto cuento, rela-to o poesa, tal vez sobre un tema prefijado, y que luegose leern y discutirn sus creaciones, con el objeto de revi-sarlas y posiblemente mejorarlas. Despus de la discusin,cada uno de ellos modificar lo que crea pertinente de suobra, generado as un nuevo texto, cuya autora trasciendeya los procesos mentales de un individuo aislado, para vol-verse tambin un reflejo del colectivo.

    Algo semejante se da en la curiosa relacin que surgede la colaboracin, propia de la industria editorial estadou-nidense, entre un escritor y su editor. A veces, la interven-cin de este ltimo trasciende los lmites de la mera correc-cin de estilo, para transformarse en una verdadera coauto-ra, o incluso en la fantasmal creacin de un escritor desco-nocido que se expresa a travs del autor formal, tomadocomo testaferro. Un ejemplo histrico de ello se encuentraen la relacin entre el cuentista Raymond Carver y su editor en la revista Esquire , Gordon Lish, quien recortaba y modi-ficaba drsticamente los textos del autor.45 Otro caso bienconocido, fuera de este contexto institucional, es el de EzraPound, que hizo lo mismo con el extenso poema de su ami-go T. S. EliotThe Waste Land .46

    Finalmente, podemos considerar todava otra expe-riencia: la de las jam sessions . All tenemos un grupo demsicos que se renen para tocar juntos. Comienzan conuna pieza bien conocida, que interpretan conjuntamente enforma convencional, para luego lanzarse a improvisar a

    45 Este episodio fue analizado por Max, D. T. (1998), en su artculoThe Carver chronicles, publicado en el New York Times Magazine :46 Pound recort el manuscrito de Eliot, de sus 800 lneas originales alas 433 de la versin publicada. Ver la nota The Waste Land and criti-cism, de la Encyclopaedia Britannica en lnea.

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    partir del sta. Lo que entonces ocurre es algo sorprendente:los ejecutantes pasan a jugar con la msica, transformandoel tema original hasta tornarlo irreconocible. Cada uno deellos, por turno, ocupa el lugar del solista, mientras que losotros lo acompaan. De pronto, se da un verdadero dilogomusical entre dos o ms de ellos. Uno propone un ciertotema, que es tomado y modificado por los dems, quienesluego se lo devuelven para que siga elaborndolo. Mientrastanto, el pblico que suele encontrarse bien cerca deellos, ya que este ritual se da habitualmente en locales pe-queos participa activamente en el proceso, con gritos,aplausos, comentarios y con toda su respuesta emocional.Finalmente, despus de un buen rato de esta exploracin, a partir de un silencioso acuerdo, el grupo regresa al temaoriginal, que al ser reconocible brinda un descanso, despusde esa intensa experiencia musical y emocional, lo queconduce a un previsible final.

    Quin es el autor de la msica que as se ha desple-gado, a la cual podemos considerar tambin un texto a ser interpretado? El compositor de la pieza original? El lder del conjunto? El grupo de msicos? El pblico? Todosellos juntos? O se trata acaso de un espritu dionisaco quelos posee y los usa para manifestarse? Lo cierto es que entodo ello no hay una partitura, un texto preestablecido, sal-vo en los breves momentos del comienzo y el final de la

    experiencia, que ciertamente son necesarios, pero tal vezlos menos significativos, una especie de marco que defineel contexto de ese acto creativo.

    La diferencia radical que se da entre esta msica vi-viente y aquella otra preservada en las partituras, puedeilustrarse con una conocida ancdota. Cuentan que el com- positor Maurice Ravel asisti una vez a una de estas sesio-nes. Al entrar al local, donde ya estaban tocando los msi-cos, se detuvo, como golpeado por un rayo, e inmediata-mente comenz a escribir febrilmente en un cuaderno lo

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    que estaba escuchando. Cuando posteriormente le mostresta partitura a un clarinetista de orquesta clsica, ste lerespondi, escandalizado: Pero esto no se puede tocar!

    Y cul es el objeto de todas estas divagaciones? Paraexplicrselos, es necesario que me presente, siguiendo elesencial principio hermenutico de que toda interpretacindebe incluir informacin sobre la persona del intrprete, susintereses, objetivos, prejuicios e intenciones, para poder entender la forma en que la intencionalidad del lector inter-acta con las del autor y del texto.

    Yo soy psicoanalista, es decir, un intrprete profesio-nal de los significados que se manifiestan en el dilogo quese da entre psicoanalista y paciente, en el curso de un tra-tamiento. La interpretacin hermenutica de textos y la in-terpretacin psicoanaltica son perfectamente comparables,si bien se realizan en condiciones dismiles, lo que determi-na tambin una diferencia en sus respectivas prcticas.47

    Sigmund Freud, el creador del psicoanlisis, realizun descubrimiento fundamental: que toda expresin y todaconducta humanas son intencionales es decir, que tienenun propsito y un sentido, idea que tom de su maestroBrentano, pero que estas intenciones y estos sentidosresultan en gran medida desconocidas para el sujeto de lasmismas; en otras palabras, soninconscientes .48

    A partir de esta hiptesis constitutiva del mtodo psi-coanaltico, Freud pas a considerar todas las expresiones

    47 Ver Beuchot Puente, Maurcio (2006), Psicoanlisis e interpretacinanalgica. Tambin Tubert-Oklander, Juan (2006a), La hermenuticaanalgica como instrumento indispensable para el dilogo entre filso-fos y psicoanalistas, incluido en este volumen. El mismo (2006d),Libros, personas, dilogos, danzas. La interpretacin hermenutica y lainterpretacin psicoanaltica.48 Freud, Sigmund (1912), Algunas observaciones sobre el conceptode lo inconsciente en el psicoanlisis.

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    de sus pacientes verbales o no verbales, pero sobre todolas primeras como si fueran textos a ser interpretados. Yas lo haca, basndose en la intencionalidad del propio tex-to y las circunstancias del contexto, pero sin tomar en cuen-ta las intenciones conscientes del autor de las mismas, yaque supona que era mucho lo que ste ignoraba acerca desus propios procesos mentales. Posteriormente, le informa- ba sobre la interpretacin que haba alcanzado y tomaba susrespuestas como elementos de juicio para determinar lavalidez de la interpretacin.49

    Sin embargo, este proceder tambin le planteaba pro- blemas, ya que, si bien su mtodo interpretativo era clara-mente analgico y multvoco, su ideal de ciencia era unvo-co y estaba construido sobre el modelo de la fsica.50 Ob-viamente, ello le generaba una gran ambivalencia hacia sus propios resultados, ya que estos demostraban a las claras laimposibilidad de lograr una interpretacin fehaciente delmaterial con el que trabajaba.

    Una solucin que adopt, en su intento de superar loque podra haberse considerado una limitacin de su mto-do, fue la de establecer con precisin el texto antes de ini-ciar su interpretacin. Por ejemplo, al analizar los sueos desus pacientes, les haca realizar un relato preciso de losmismos antes de iniciar el proceso de su interpretacin, basado en el estudio de las asociaciones del propio soante.En el autoanlisis de un sueo propio, lo escriba minucio-samente, luego anotaba todas su asociaciones ante el mismoy finalmente pasaba a interpretarlo.51 Con esta separacintemporal entre el momento de recabar los datos y el de in-terpretarlos, pretenda garantizar la objetividad del proce-

    49 Freud (1937), Construcciones en psicoanlisis.50 Tubert-Oklander (2006a), La hermenutica analgica como ins-trumento indispensable..., op. cit.51 Freud (1900), La interpretacin de los sueos.

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    dimiento, pero tambin lo someta a una rigidez que slo poda empobrecerlo.

    Una de las escuelas de pensamiento en el psicoanli-sis contemporneo, conocida con el nombre de psicoanli-sis relacional, tom un camino diferente.52 ste parte delreconocimiento de que no slo el paciente, sino tambin elanalista, desconocen la mayor parte de sus procesos menta-les. Por lo tanto, toda la conducta del psicoanalista, inclu-yendo sus interpretaciones, tiene tambin una dimensininconsciente, la cual debe ser interpretada. En consecuen-

    cia, toda la interaccin que se da entre estas dos personas,que se han reunido en una habitacin cerrada con el objetode hacer psicoanlisis, se constituye como un proceso que sigue sus propias leyes, independientemente de la vo-luntad de ambas partes. Dicho proceso, que incluye su di-logo manifiesto, pero sin limitarse a l, deviene a su vez untexto a ser interpretado, desde su intercambio verbal yconsciente. Pero se trata de un texto fluido, en perpetuaconstruccin, que tambin habla de s mismo, a un tiempoque pretende hablar de otras cosas. Ellas son los universalesanlogos de la experiencia humana, particularmente en laforma en que se manifiestan en su mutua relacin y en lavida del paciente, que fue el tema que los reuni en primer lugar.

    Sabemos que, desde Hans-Georg Gadamer,53 el con-cepto de texto se ha ampliado para abarcar al dilogo yque, desde Paul Ricoeur,54 tambin incluye la accin signi-ficativa. Esto ltimo era lgico, ya que Ricoeur pretenda

    52 Sobre el anlisis relacional, ver Aron, Lewis (1996), A Meeting of Minds: Mutuality in Psychoanalysis . Tambin Tubert-Oklander (2006b), Retos de la prctica psicoteraputica en la actualidad: la impor-tancia de la interrelacin.53 Gadamer, Hans-Georg (1975),Verdad y mtodo I . El mismo (1986),Verdad y mtodo II .54 Ricoeur, Paul (1965), Freud: una interpretacin de la cultura .

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    incorporar la perspectiva del psicoanlisis al edificio her-menutico. Pero es importante tomar en cuenta que estavisin hermenutica contempornea renuncia entonces atrabajar siempre con textos establecidos. Podramos decir que ha salido del museo y que ha llevado la interpretacinal taller, en el cual los roles de autor, intrprete y comenta-rista se alternan con una fluidez tal, que llegan a ser deltodo intercambiables.

    La prctica psicoanaltica, a la que me dedico cotidia-namente, es una particular forma de hermenutica, muy afn

    a la hermenutica analgica. Se parece, sin embargo, mu-cho ms a un taller literario, una danza compartida o una jam session , que a mis silenciosos dilogos con Maupas-sant, Shakespeare, Neruda, Sabato u Ortega y Gasset. Ellonos seala la imperiosa necesidad de que la hermenuticaestudie el particular caso de los textos vivientes y fluidos,ms all de su vasta y centenaria experiencia en la interpre-tacin de los textos establecidos y diligentemente preserva-dos.

    Queda, no obstante, un problema pendiente, que pro- bablemente haya inquietado a mis interlocutores. En mi presentacin he contrastado, una y otra vez, a los textosvivos con los inanimados, de manera tal que pareciera queestos ltimos son, desde mi punto de vista, algo as comomomias o fsiles, que retienen la forma del ser viviente quealguna vez fueron, sin nada de su vitalidad original. Puedoimaginarme la indignacin que esto pudiera generar en al-guien que valora los clsicos y que encuentra en ellos unestmulo siempre renovado y creativo. Estara totalmente deacuerdo con esta objecin, si se pretendiera defender esa postura, pero ciertamente yo no lo hago. Mi comprensinde los clsicos es bien diferente, y creo que debo aclararla.

    El contacto con los textos es un verdadero alimento para el espritu y en este terreno, al igual que en el del cuer- po, la nutricin requiere siempre de alimentos frescos, no

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    de los grandes banquetes del pasado, cuidadosamente con-servados. La funcin de la lectura interpretativa consiste enreavivar antiguos textos, devolvindoles sus propiedadesoriginales. En esto, no todos los textos son iguales. Algunosnos resultan, efectivamente, rgidos, estriles y polvorien-tos, por lo que se encuentran ms all de todo intento derestaurarlos, mientras que otros parecen retener siempre suvitalidad, la cual brota gozosa ante el menor esfuerzo inter- pretativo. A estos ltimos los llamamos clsicos, inde- pendientemente de la poca en la que hayan sido generados.Esta diferencia puede notarse, incluso, en autores prove-nientes de un mismo entorno cultural y pertenecientes a lamisma generacin. William Faulkner, por ejemplo, siguetan vivo como siempre, mientras que pocos leen ahora a sucoetneo y compatriota John Dos Passos, que en su mo-mento goz de gran prestigio.

    Pero qu es lo que define a un clsico? Los clsicosson textos que se caracterizan por su potencialidad para ser reavivados, lo cual se deriva dedos propiedades fundamen-tales . La primera es que son susceptibles de mltiples inter-

    pretaciones , o sea, que pueden ubicarse en diversos contex-tos, lo que les da vigencia en lugares, pocas, y con perso-nas muy distantes del contexto original del autor. Ello esconsecuencia de la segunda propiedad, que es quetienen unanclaje ontolgico fuerte , es decir, que se refieren a los

    universales anlogos propios de la condicin humana. Sin pretender extenderme sobre el tema, baste con decir queestos corresponden a experiencias y necesidades comunes atoda la humanidad, tales como la vida y la muerte, el amor y el odio, el inters propio y el bien comn, el destino y ellibre albedro, el deseo y la responsabilidad, entre otros.Estos universales anlogos son los analogados principales,a los que se refieren implcitamente todos los analogadossecundarios, tanto los generales, propios de toda una cultu-ra, como los particulares, que se manifiestan en los casosconcretos, en situaciones y con personas o personajes

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    tambin concretos. Estos universales los calificamos deanlogos porque son susceptibles de mltiples expresio-nes alternativas, con diversos grados de validez; muchas deellas las podemos considerar correctas, pero son siempre parciales y determinadas por el contexto, aunque suficientes para poder pensar y actuar. Es esta ltima propiedad de losclsicos la que les da significado e impide su trivializacina travs de la proliferacin de interpretaciones superficialese irrelevantes. Tanto la rigidez de la lectura univocista co-mo la frivolidad de la equivocista esterilizan el potencialtransformador y evolutivo de los clsicos. Slo la interpre-tacin analgica puede cumplir con la indispensable labor de actualizarlos, una y otra vez.

    He abordado, por lo tanto, dos problemas relaciona-dos con la vitalidad de los textos. Por un lado, he descrito laexistencia de textos vivientes y fluidos, cuyo prototipo es eldilogo, que se encuentran en un permanente proceso derenovacin, en una situacin reflexiva en la que todos los participantes son parte del propio texto, autores e intrpre-tes del mismo a la vez. Podramos decir que son textos quese escriben y se interpretan a s mismos. Por la otra, heabordado el paradjico problema de los textos establecidose inmutables, que no obstante manifiestan su vitalidad aladquirir mltiples formas y significados en funcin del lec-tor y del contexto. Tal vez estos ltimos sean los nicos que

    merezcan ser ledos, ya que los dems son slo informacino entretenimiento.Con todo lo anterior, he pretendido explorar la par-

    ticular dialctica de la vida y lo inanimado, tal como semanifiesta en el caso de los textos, tema que consideromerece una mayor exploracin y discusin. MauricioBeuchot nos dice que el mundo humano es unmundo

    simblico , o tal vez sera mejor decir que es unmundo

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    emblemtico .55 Entonces podramos preguntarnos de quson emblemas estos mltiples textos de los que he estadohablando. Tal vez sean emblemas de la Vida, de la quesomos parte y que es a la vez parte de nosotros, consti-tuyndonos y latiendo en nuestro interior, independien-temente de nuestras intenciones y nuestra voluntad. Yms all de la vida se encuentra, al menos para los cre-yentes, la intuicin de aquello que llamamos Dios.Cuando un texto cualquiera nos recuerda y