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C2 l Tema del día El Comercio domingo 13 de setiembre del 2015 Si las películas y los tangos di- cen la verdad, y la historia de la humanidad se define hasta cierto grado por la nostalgia de tiempos pasados, lo mismo pue- de decirse del momento que nos ha tocado en suerte. Esta nostal- gia, superflua en el mejor de los casos, tiene múltiples raíces, y muchas de ellas se hunden en la década del sesenta. Una época que, vista desde nuestros días, ya ni siquiera puede ser cata- logada como parte de nuestra historia, ya que la noción gene- ral que se tiene de ella no es más profunda que la imagen de una tarjeta postal. Algo de ella ha quedado fuera del espejismo. Vista desde nuestros días, la década del sesenta es poco más que una fantasía pastoral: hip- pies predicando la paz y el amor al compás de las canciones de The Beatles y Bob Dylan, aliña- dos con un poco de LSD para comprender el mensaje que tra- tan de transmitir. Para coronar la época, dos grandes imáge- nes: en los Estados Unidos, Ji- mmy Hendrix tocando las no- tas que pusieron fin a los tres días de música en Woodstock en como en la teoría de Freud, es mucho más que instinto se- xual: es el impulso vital, aquel que empuja al hombre no solo a la reproducción sino también al juego, a la búsqueda del placer por el placer. Pero, nos dice el autor, esto no funciona así bajo el “princi- pio de realidad” impuesto por el sistema: aquí, el impulso vital es transformado sistemáticamente en energía de trabajo; el ser hu- mano es el combustible de una maquinaria tan compleja que, de hecho, ya es independien- te de la especie que la creó. Para Marcuse, el hombre es alimento de un sistema que, al consumir a aquellos entes que le dan forma, sobrevive a costa de devorarse a sí mismo. En cuanto a los valores (la trascendencia, la satisfacción de los deseos, la individualidad) son una mascarada: bienes de consumo que el sistema mismo crea y nos enseña a necesitar. Este es un resumen muy bá- sico de las ideas generales de este libro, el primero en el que confluyen las influencias de los que tal vez sean los tres pensadores más im- portantes del siglo pasado: Marx, Freud y Hei- degger (es- te último fue profesor de Marcuse). Una obra que busca- ba, como las de Foucault, desvestir a la civilización ante los ojos del individuo, de modo que este se hiciera consciente de las cadenas que lo ataban. TRANSFORMACIONES Pero este descubrimiento no era el final: la teoría de Marcu- se era, también, un llamado a la acción. Y hubo quienes recibie- ron el mensaje. “Eros y civilización” fue (co- mo la otra gran obra de Marcu- se, “El hombre unidimensio- nal”, de 1964) una pieza clave en el desarrollo de las grandes revoluciones que se dieron en los años sesenta, tanto en las ca- lles como en el plano estético. Por lo menos al principio (cuan- do todavía tenían algo parecido a un ‘proyecto’) lo que el movi- miento hippie buscaba era re- canalizar el impulso erótico y drenar así los reservorios de la hidroeléctrica del sistema. En Francia, la reacción fue diametralmente opuesta: con la intención de fundar un nue- vo “principio de realidad”, ellos tomaron las calles con el “Libro rojo de Mao” en una mano y las obras de Sartre y Marcuse en la otra. La de Marcuse, después de todo, es una revolución perma- nente de los instintos. Como él mismo escribió: “El pasado de- fine el presente porque la hu- manidad todavía no es dueña de su propia historia”. CLÁSICO DE LA FILOSOFÍA AP Un gran vuelco intelectual en la historia Seis décadas han pasado desde la publicación de “Eros y civilización”, de Herbert Marcuse. Este texto filosófico desarrolló uno de los análisis más críticos a la sociedad occidental, y marcó una época en la segunda mitad del siglo pasado. FRANCIA, 1968. Las manifestaciones estudiantiles tuvieron a sus instigadores en las obras de Marcuse, así como en Jean Paul Sartre. Santiago Bullard GETTY IMAGES GETTY IMAGES 1969; en Europa, las manifesta- ciones que llevaron a estudian- tes y trabajadores a apoderarse de las calles, y cuya cúspide se vivió en Francia en 1968. En resumen, una década que ha sido destripada por el olvido. ¿Qué motivó, al fin y al cabo, el surgimiento de los hippies en Norteamérica? ¿Qué encendió la mecha de las manifestacio- nes en Francia? ¿Dónde está el corazón de las tinieblas que agi- taba al mundo? Esta década am- bigua y convulsa, dominada por el impulso de la revolución per- manente, fue construida en par- te por un libro: “Eros y civiliza- ción”, del filósofo judío-alemán Herbert Marcuse. EL OJO CRÍTICO En 1933, Marcuse se unió a la llamada Escuela de Frankfurt: un grupo de pensadores que, impulsados por la influencia de las obras de Marx, buscaban hacer de la filosofía una discipli- na crítica, de modo que su labor no se redujera a analizar la rea- lidad, sino también a transfor- marla. Y, aunque hoy los nombres más famo- sos de este círculo son los de Theo- dor W. Adorno y Max Horkhei- mer, hubo una época en que la que Marcuse se convirtió en el más leído de to- dos ellos. Esto, sobre todo, a partir de la publi- cación de “Eros y civilización”, su primera gran obra. Este libro apareció en 1955. Estaba escrito en inglés, ya que por aquel entonces Marcuse re- sidía en los Estados Unidos. Lle- gó a este país en 1934, luego de que su carrera académica que- dara paralizada tras la instau- ración del Tercer Reich. Sus pá- ginas no tardarían en encender la pólvora en los ánimos de una generación entera. “Eros y civilización” es un li- bro un tanto extraño. Se trata del primer psicoanálisis crítico del sistema capitalista moderno, formulado a través de la teoría de Freud. La receta podía haber sido un desastre, pero no lo fue. En parte, por la forma brillante en que son expuestos y atados sus argumentos y observacio- nes. Pero también por la época en que se publicó: en la década del 50, el mundo no había termi- nado de lamerse las heridas que había dejado la Segunda Guerra Mundial cuando ya veía cernirse sobre sí la amenaza global de la Guerra Fría. En términos muy generales, “Eros y civilización” plantea que el sistema, para sostenerse en el tiempo y mantener los niveles de productividad, ha modifica- do el curso natural de los impul- sos más básicos del inconscien- te de las personas. “Eros”, aquí Década La otra gran obra de Marcuse, “El hombre unidimensional” (1964), confirma su importancia en los años 60. EROS LIBERADO. El movimiento hippie empezó en Estados Unidos, bajo la influencia de los planteamientos expuestos en “Eros y civilización”. EL AUTOR. Pese a la fuerza de su pensamiento, Marcuse siempre fue muy autocrítico, manteniendo su obra en una revisión constante. “El pasado define el presente porque la humanidad todavía no es dueña de su propia historia” (Herbert Marcuse). “Eros y civilización” Publicado por primera vez en 1955, esta es la primera gran obra de Marcuse. Aunque su proyecto ha perdido vigencia, muchas de sus observaciones y análisis siguen encontrando un eco en nuestros tiempos.

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C2 l Tema del día —El Comercio —domingo 13 de setiembre del 2015

Si las películas y los tangos di-cen la verdad, y la historia de la humanidad se define hasta cierto grado por la nostalgia de tiempos pasados, lo mismo pue-de decirse del momento que nos ha tocado en suerte. Esta nostal-gia, superflua en el mejor de los casos, tiene múltiples raíces, y muchas de ellas se hunden en la década del sesenta. Una época que, vista desde nuestros días, ya ni siquiera puede ser cata-logada como parte de nuestra historia, ya que la noción gene-ral que se tiene de ella no es más profunda que la imagen de una tarjeta postal. Algo de ella ha quedado fuera del espejismo.

Vista desde nuestros días, la década del sesenta es poco más que una fantasía pastoral: hip-pies predicando la paz y el amor al compás de las canciones de The Beatles y Bob Dylan, aliña-dos con un poco de LSD para comprender el mensaje que tra-tan de transmitir. Para coronar la época, dos grandes imáge-nes: en los Estados Unidos, Ji-mmy Hendrix tocando las no-tas que pusieron fin a los tres días de música en Woodstock en

como en la teoría de Freud, es mucho más que instinto se-xual: es el impulso vital, aquel que empuja al hombre no solo a la reproducción sino también al juego, a la búsqueda del placer por el placer.

Pero, nos dice el autor, esto no funciona así bajo el “princi-pio de realidad” impuesto por el sistema: aquí, el impulso vital es transformado sistemáticamente en energía de trabajo; el ser hu-mano es el combustible de una maquinaria tan compleja que, de hecho, ya es independien-te de la especie que la creó. Para Marcuse, el hombre es alimento de un sistema que, al consumir a aquellos entes que le dan forma, sobrevive a costa de devorarse a sí mismo. En cuanto a los valores (la trascendencia, la satisfacción de los deseos, la individualidad) son una mascarada: bienes de consumo que el sistema mismo crea y nos enseña a necesitar.

Este es un resumen muy bá-sico de las ideas generales de este libro, el primero en el que confluyen las influencias de

los que tal vez sean los tres pensadores más im-

portantes del siglo pasado: Marx,

Freud y Hei-d e g g e r ( e s -te último fue p r o fe s o r d e Marcuse). Una

obra que busca-ba, como las de

Foucault, desvestir a la civilización ante los

ojos del individuo, de modo que este se hiciera consciente de las cadenas que lo ataban.

TransformacionesPero este descubrimiento no era el final: la teoría de Marcu-se era, también, un llamado a la acción. Y hubo quienes recibie-ron el mensaje.

“Eros y civilización” fue (co-mo la otra gran obra de Marcu-se, “El hombre unidimensio-nal”, de 1964) una pieza clave en el desarrollo de las grandes revoluciones que se dieron en los años sesenta, tanto en las ca-lles como en el plano estético. Por lo menos al principio (cuan-do todavía tenían algo parecido a un ‘proyecto’) lo que el movi-miento hippie buscaba era re-canalizar el impulso erótico y drenar así los reservorios de la hidroeléctrica del sistema.

En Francia, la reacción fue diametralmente opuesta: con la intención de fundar un nue-vo “principio de realidad”, ellos tomaron las calles con el “Libro rojo de Mao” en una mano y las obras de Sartre y Marcuse en la otra. La de Marcuse, después de todo, es una revolución perma-nente de los instintos. Como él mismo escribió: “El pasado de-fine el presente porque la hu-manidad todavía no es dueña de su propia historia”.

clásico de la filosofía

AP

Un gran vuelcointelectual en la historiaSeis décadas han pasado desde la publicación de “Eros y civilización”, de Herbert Marcuse. Este texto filosófico desarrolló uno de los análisis más críticos a la sociedad occidental, y marcó una época en la segunda mitad del siglo pasado.

francia, 1968. Las manifestaciones estudiantiles tuvieron a sus instigadores en las obras de Marcuse, así como en Jean Paul Sartre.

Santiago Bullard GEtty IMAGES

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1969; en Europa, las manifesta-ciones que llevaron a estudian-tes y trabajadores a apoderarse de las calles, y cuya cúspide se vivió en Francia en 1968.

En resumen, una década que ha sido destripada por el olvido. ¿Qué motivó, al fin y al cabo, el surgimiento de los hippies en Norteamérica? ¿Qué encendió la mecha de las manifestacio-nes en Francia? ¿Dónde está el corazón de las tinieblas que agi-taba al mundo? Esta década am-bigua y convulsa, dominada por el impulso de la revolución per-manente, fue construida en par-te por un libro: “Eros y civiliza-ción”, del filósofo judío-alemán Herbert Marcuse.

el ojo críTicoEn 1933, Marcuse se unió a la llamada Escuela de Frankfurt: un grupo de pensadores que, impulsados por la influencia de las obras de Marx, buscaban hacer de la filosofía una discipli-na crítica, de modo que su labor no se redujera a analizar la rea-lidad, sino también a transfor-marla. Y, aunque hoy los nombres más famo-sos de este círculo son los de Theo-dor W. Adorno y Max Horkhei-mer, hubo una época en que la que Marcuse se convirtió en el más leído de to-dos ellos. Esto, sobre todo, a partir de la publi-cación de “Eros y civilización”, su primera gran obra.

Este libro apareció en 1955. Estaba escrito en inglés, ya que por aquel entonces Marcuse re-sidía en los Estados Unidos. Lle-gó a este país en 1934, luego de que su carrera académica que-dara paralizada tras la instau-ración del Tercer Reich. Sus pá-ginas no tardarían en encender la pólvora en los ánimos de una generación entera.

“Eros y civilización” es un li-bro un tanto extraño. Se trata del primer psicoanálisis crítico del sistema capitalista moderno, formulado a través de la teoría de Freud. La receta podía haber sido un desastre, pero no lo fue. En parte, por la forma brillante en que son expuestos y atados sus argumentos y observacio-nes. Pero también por la época en que se publicó: en la década del 50, el mundo no había termi-nado de lamerse las heridas que había dejado la Segunda Guerra Mundial cuando ya veía cernirse sobre sí la amenaza global de la Guerra Fría.

En términos muy generales, “Eros y civilización” plantea que el sistema, para sostenerse en el tiempo y mantener los niveles de productividad, ha modifica-do el curso natural de los impul-sos más básicos del inconscien-te de las personas. “Eros”, aquí

década

La otra gran obra de

Marcuse, “El hombre

unidimensional”

(1964), confirma su

importancia en los

años 60.

eros liberado. El movimiento hippie empezó en Estados Unidos, bajo la influencia de los planteamientos expuestos en “Eros y civilización”.

el auTor. Pese a la fuerza de su pensamiento, Marcuse siempre fue muy autocrítico, manteniendo su obra en una revisión constante.

—“El pasado define el presente porque la humanidad todavía no es dueña de su propia historia” (Herbert Marcuse).

“Eros y civilización”Publicado por primera vez en 1955, esta es la primera gran obra de Marcuse. Aunque su proyecto ha perdido vigencia, muchas de sus observaciones y análisis siguen encontrando un eco en nuestros tiempos.