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7 HECHOS POLÍTICOS Y DENUNCIA EL RELATO TESTIMONIAL CONTENIDOS El relato testimonial: entre la literatura y el periodismo ¿Quién mató a Rosendo?, de Rodolfo Walsh El nacimiento de un género El montaje y la reconstrucción de los hechos La ficción en el relato testimonial La non-fiction A sangre fría, de Truman Capote El nuevo periodismo ¿Quién mató a Rosendo? A la memoria de Domingo Blajaquis y Juan Zalazar Noticia preliminar Este libro fue inicialmente una serie de notas publicadas en el semanario CGT a mediados de 1968. Desempeñó cierto papel, que no exagero, en la batalla enta- blada por la CGT* rebelde contra el vandorismo*. Su tema superficial es la muerte del simpático matón y capitalista de juego que se llamó Rosendo García, su tema profundo es el drama del sindicalismo peronista a partir de 1955, sus destinatarios naturales son los trabajadores de mi país. La publicitada carrera de los dirigentes gremiales cuyo arquetipo es Vandor tiene su contrafigura en la lucha desgarradora que durante más de una década han librado en la sombra centenares de militantes obreros. A ellos, a su memoria, a su promesa, debe este libro más de la mitad de su existencia. En el llamado tiroteo de La Real de Avellaneda, en mayo de 1966, resultó asesinado alguien mucho más valioso que Rosendo. Ese hombre, el Griego Blajaquis, era un autén- tico héroe de su clase. A mansalva fue baleado otro hombre, Zalazar, cuya humildad y cuya desesperanza eran tan insondables* que resulta como un espejo de la desgracia obrera. Para los diarios, para la policía, para los jueces, esta gente no tiene historia, tiene prontuario; no los conocen los escritores ni los poetas; la justicia y el honor que se les debe no cabe en estas líneas; algún día sin embargo resplandecerá la hermosura de sus hechos, y la de tantos otros, ignorados, perseguidos y rebeldes hasta el fin. [...] RODOLFO WALSH Nació en Río Negro en 1927. Fue escritor y periodista. En 1950, ganó el concurso de cuentos policiales organizado por la revista Vea y Lea, de la que fue colaborador desde entonces. Con especial pasión, se dedicó a la investigación de una serie de hechos políticos y los relató dentro de un nuevo género, el relato testimonial: Operación Masacre (1957), ¿Quién mató a Rosendo? (1969) y Caso Satanowsky (1973) son algunos ejemplos. Entre sus libros de cuentos figuran: Variaciones en rojo (1953), Los oficios terrestres (1965) y Un kilo de oro (1967). Desapareció el 25 de marzo de 1977 en Buenos Aires. Se sabe que ese día fue herido de muerte por comandos militares del gobierno de facto, pero su cuerpo nunca fue encontrado. 96 Capítulo 7. Hechos políticos y denuncia.

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7 HECHOS POLÍTICOS Y DENUNCIAEL RELATO TESTIMONIAL

CONTENIDOS

❚ El relato testimonial: entre la

literatura y el periodismo

❚ ¿Quién mató a Rosendo?,

de Rodolfo Walsh

❚ El nacimiento de un género

❚ El montaje y la reconstrucción

de los hechos

❚ La ficción en el relato testimonial

❚ La non-fiction

❚ A sangre fría, de Truman Capote

❚ El nuevo periodismo

¿Quién mató a Rosendo? A la memoria de Domingo Blajaquis y Juan Zalazar

Noticia preliminarEste libro fue inicialmente una serie de notas publicadas en el semanario CGT

a mediados de 1968. Desempeñó cierto papel, que no exagero, en la batalla enta-blada por la CGT* rebelde contra el vandorismo*. Su tema superficial es la muerte del simpático matón y capitalista de juego que se llamó Rosendo García, su tema profundo es el drama del sindicalismo peronista a partir de 1955, sus destinatarios naturales son los trabajadores de mi país.

La publicitada carrera de los dirigentes gremiales cuyo arquetipo es Vandor tiene su contrafigura en la lucha desgarradora que durante más de una década han librado en la sombra centenares de militantes obreros. A ellos, a su memoria, a su promesa, debe este libro más de la mitad de su existencia.

En el llamado tiroteo de La Real de Avellaneda, en mayo de 1966, resultó asesinado alguien mucho más valioso que Rosendo. Ese hombre, el Griego Blajaquis, era un autén-tico héroe de su clase. A mansalva fue baleado otro hombre, Zalazar, cuya humildad y cuya desesperanza eran tan insondables* que resulta como un espejo de la desgracia obrera. Para los diarios, para la policía, para los jueces, esta gente no tiene historia, tiene prontuario; no los conocen los escritores ni los poetas; la justicia y el honor que se les debe no cabe en estas líneas; algún día sin embargo resplandecerá la hermosura de sus hechos, y la de tantos otros, ignorados, perseguidos y rebeldes hasta el fin. [...]

RODOLFO WALSH Nació en Río Negro en 1927. Fue

escritor y periodista. En 1950, ganó

el concurso de cuentos policiales

organizado por la revista Vea y Lea, de la

que fue colaborador desde entonces.

Con especial pasión, se dedicó a la

investigación de una serie de hechos

políticos y los relató dentro de un nuevo

género, el relato testimonial: Operación

Masacre (1957), ¿Quién mató a Rosendo?

(1969) y Caso Satanowsky (1973) son

algunos ejemplos. Entre sus libros de

cuentos figuran: Variaciones en rojo

(1953), Los oficios terrestres (1965) y Un kilo

de oro (1967). Desapareció el 25 de marzo

de 1977 en Buenos Aires. Se sabe que ese

día fue herido de muerte por comandos

militares del gobierno de facto, pero su

cuerpo nunca fue encontrado.

96 Capítulo 7. Hechos políticos y denuncia.

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Si alguien quiere leer este libro como una simple novela policial, es cosa suya. Yo no creo que un episodio tan complejo como la masacre de Avellaneda ocurra por casualidad. ¿Pudo no suceder? Pero al suceder actuaron todos o casi todos los facto-res que configuran el vandorismo. [...]

En la reconstrucción de los hechos que narra este libro, conté con la ayuda de los sobrevivientes Francisco Alonso, Nicolás Granato, Raimundo y Rolando Villaflor, y de su abogado defensor Norberto Lifschitz. La investigación en sí fue breve y simul-tánea a las notas. Cuando apareció la primera el 16 de mayo de 1968, ignorábamos aún los nombres de los ocho protagonistas “fantasmas” que la policía y los jueces no habían conseguido identificar en dos años (ahora han pasado tres). Nueve días más tarde los tuve en una conversación que grabé con Norberto Imbelloni, integrante del grupo vandorista. Número a número los invité desde el semanario a presentarse y decir la verdad, designándolos por iniciales. Mi intención no era llevarlos ante una justicia en la que no creo, sino darles la oportunidad, puesto que se titulaban sindicalistas, de presentar su descargo en el periódico de los trabajadores. Ninguno atendió esa advertencia. Si con alguno he cometido un error —cosa que no creo—, no ha sido por mi culpa. No hay una línea en esta investigación que no esté fundada en testimonios directos o en constancias del expediente judicial. [...]

Al relato de los hechos aparecido en el semanario CGT, he agregado un capítu-lo que resume la evidencia disponible; otro sobre sindicalismo y vandorismo, que aporta un encuadre necesario aunque todavía imperfecto.

Las cosas sucedieron así.

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Primera Parte: Las personas y los hechos

5. El incidente El mozo Antonio González calculó que eran ocho o nueve personas las que entra-

ron en La Real a las once y media de la noche, sin contar “uno que se ubicó en forma separada”. Juntó tres mesas a lo largo del salón familiar y recogió el pedido de coñac y whisky importado que llamó la atención no sólo a González, sino al patrón Hevia e incluso al mozo Oscar Díaz, por ser “poco frecuente”.

Solamente el parroquiano solitario, sentado junto al ventanal de Sarmiento, rechazó el convite de los notables, y pidió, modestamente, un vaso de moscato y dos porciones de muzzarella. Se llamaba Acha, le decían “Hacha Brava” y su misión aparente era cuidar la puerta.

Parecida función, cerca de la entrada de Mitre, cumplían tres hombres más a quie-nes los mozos no relacionaron con el grupo vandorista. Eran Luis Costa, también llamado “Arnold”, guardaespaldas que empezó su carrera en Mataderos al servicio del dirigente Carrasco, Tiqui Añón (o Agnon), del secretariado de la UOM*, y un meta-lúrgico de San Nicolás, Juan Ramón Rodríguez, que estaba de paso en Buenos Aires.

El despliegue protector, que reflejaba las aprensiones del dirigente metalúrgico, se repetía en su propia mesa. A su derecha, en la cabecera, estaba Armando Cabo, un hom-bre de la vieja guardia metalúrgica, héroe de la Resistencia, ahora dilapidado por las transacciones y el alcohol; a su izquierda, un guardaespaldas: Raúl Valdés; seguían Juan Taborda, chofer de Vandor; el asesor del gremio metalúrgico, Emilio Barreiro, y otro hombre que figuró en la Resistencia: José Petraca. Frente a ellos se ubicaron Norber-to Imbelloni, delegado de Siam Automotores, con licencia gremial; Rosendo García y Nicolás Gerardi, prosecretario del bloque justicialista de diputados de la provincia. [...]

Con excepción de Barreiro, Imbelloni y Gerardi, todos estaban armados.No se sabe con seguridad quién fue el primero que reparó en las mesas de Bla-

jaquis. Más tarde, declarando ante el juez, Vandor dirá que al levantar la vista “en forma instintiva” observó a un grupo de personas* en una mesa ubicada a unos ocho metros. Le pareció ver que buscaban espacio moviendo las sillas y eso le llamó la atención. Imaginó entonces “por un sexto sentido que esas personas tratarían de provocar”.

—¿Qué te pasa que estás tan nervioso? —le preguntó Rosendo.—De esa mesa me están mirando —dijo Vandor—, me están haciendo muecas.

Ya no se puede ir a ningún lado.Según Imbelloni, el asesor Barreiro atizó los temores. —Son trotskistas* —dijo.Armando Cabo quiso salir de dudas. Ordenó a Taborda:—Andá a buscarlo a Safi.El senador Julio Safi era uno de los que cenaban en el Roma, muy cerca de allí.

Había tenido contactos con el grupo de Blajaquis, y era la persona apropiada para establecer su filiación. Se despidió del pollo y acudió en compañía del dirigente del vidrio, Maximiano Castillo, y del propio Taborda. Éstas son las tres personas que todos los testigos vieron entrar unos minutos después de Vandor.

Lo que hizo Castillo, se ignora. Taborda cedió su silla a Safi, quien pidió un coñac que no llegaron a servirle, y según algunos pretendió disipar las dudas de Vandor; según otros, agravarlas.

*El grupo que despierta las sospechas de Vandor, y que más tarde participa en el enfrentamiento, estaba compuesto por siete personas: el Griego Blajaquis, el Negro Granato, Juan Zalazar, Francisco Alonso, Horacio y los hermanos Rolando y Raimundo Villaflor.

98 Capítulo 7. Hechos políticos y denuncia.

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Acababa de sentarse Safi, cuando del grupo opuesto se levantó un hombre, avanzó en dirección a ellos, siguió de largo hacia el baño ubicado en el fondo. Norberto Imbelloni se paró y fue tras él. Y detrás de Imbelloni, alguien más, que pudo ser el propio Castillo.

Rolando Villaflor estaba pagando la cuenta cuando vio que se levantaba Imbe-lloni: 710 pesos.

—¿Qué comimos, pepitas de oro? —bromeaba el Griego, pero Rolando no le hizo caso.

Cuando vi que Horacio no volvía, yo le digo a mi hermano: Mirá, aquí pasa algo, seguramente que lo están apretando. Y entonces yo me levanto y voy para el baño. Y efec-tivamente, lo tenían agarrado a Horacio, le decían que se las tomara. Entonces yo discutí con Imbelloni, le dije unas cuantas barbaridades. [...]

Horacio y Rolando volvieron a su mesa. —Vámonos —dijo Rolando–. Ya saltó la bronca.Fue entonces que Francisco Alonso se dio vuelta como presintiendo la cosa y vio

a su derecha la otra mesa con tres tipos que los observaban.—Mirá —dijo Alonso—, acá están los guardaespaldas.Granato miró y vio confusamente al hombre alto y rubio, al otro alto y moreno y

al tercero de poncho y anteojos.Estaban en una ratonera*.

6. RosendoRosendo García había escuchado los aplausos ahogados que venían tras las puer-

tas cerradas. Pensó: “Ya termina”, y miró su reloj pulsera de oro: las nueve. Cuando Vandor salió del salón de actos de la CGT, donde sesionaba el congreso de delegados metalúrgicos de Capital, lo miró con extrañeza.

—Dijiste que te ibas a Rioja.—Como vi que te aplaudían tanto, supuse que terminabas enseguida.Conocía los mecanismos, después de diez años: el breve discurso de inaugura-

ción donde se hablaba para el periodismo y “la gilada”. Después no hacía falta que-darse, el aparato funcionaba solo.

El día de Rosendo estuvo hecho de pequeños desencuentros, frustradas despedi-das. Nadie lo esperaba a almorzar en su casa —modesta— de tejas coloradas y raquí-tico jardín, a catorce cuadras de la estación Lanús, donde su mujer, Teresa Moccia, tenía el día entero para sí sola y el único hijo, Néstor, nacido dos años después del casamiento y de la revolución que Rosendo tal vez aplaudió, porque al menos al principio había sido radical. Allí paraba poco y a veces no paraba, porque la política, porque el sindicato, porque algunos dicen las mujeres y sin duda la quiniela bancada por sus acólitos* a la puerta misma de las fábricas a beneficio de “la organización”.

Solamente los fines de semana descansaba, y aun eso era relativo, porque los sábados iba Vandor a almorzar acompañado de su propia mujer, “y éramos todos una gran familia”, dirá Teresa. Pero ese viernes fue a mediodía, y comió solo y se marchó a las tres: ella no lo vio más.

Eran las siete cuando subió al auto de Vandor, manejado por Taborda: se sen-tó atrás. Media hora después llegaban al Ministerio de Trabajo, se entrevistaban en el cuarto piso con miembros de la federación empresaria, a los que entregaron un anteproyecto de convenio. De ahí fueron a la CGT y por algún motivo Rosendo se quedó ambulando, en vez de regresar a la UOM, como había dicho. [...]

Simple delegado de Siam en 1956, secretario de la UOM de Avellaneda en 1958,

*CGT: sigla de la Confederación General del Trabajo. Durante el exilio de Juan D. Perón en Madrid, un sector de la CGT entabló negociaciones con el gobierno de facto del general Juan Carlos Onganía (1966-1970), quien buscaba eclipsar la influencia del líder estableciendo un “peronismo sin Perón”. La CGT rebelde agrupaba a los gremios más combativos, que se oponían al diálogo con la dictadura.vandorismo: tendencia que agrupaba a los seguidores del dirigente metalúrgico Augusto Timoteo Vandor. Máximo representante de la línea que estableció negociaciones con el gobierno de facto, fue asesinado en 1969, acusado de traidor a Perón.

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secretario nacional adjunto ese mismo año, estaba en esa encrucijada de los caudi-llos: era el segundo, destinado a heredar a un hombre apenas seis años mayor.

Había crecido, sin embargo. Avellaneda era su feudo, y en Avellaneda se discuti-ría esa noche el problema central del peronismo enfrentado con Perón. ¿Le gustaba a Rosendo ese papel? Hay un indicio para conjeturar su posición: en abril se niega a viajar a Mendoza en apoyo del candidato vandorista a gobernador y prohíbe que ninguno de sus hombres intervenga en esa campaña.

No era quizás el único punto de fricción. Después de lo ocurrido en Mendoza, muy pocos pensaban que el gobierno de Illia pudiera durar hasta las elecciones de gobernador en la provincia de Buenos Aires, previstas para marzo de 1967. Ése era en realidad el obstáculo que acortaría su gobierno. Estaba claro que el peronismo volvería a triunfar como ocurrió en 1962, cuando la elección de Framini provocó la caída de Frondizi. Pero esta vez los golpistas iban a salvar las apariencias. Desde un semanario enrolado en la conspiración, el doctor Cueto Rúa predijo certeramente el 28 de abril: “Es evidente que el golpe de Estado se produciría antes de abrirse el proceso electoral”.

Uno de los pocos que al parecer creía en las elecciones era Rosendo García. Su nombre figuraba ya como candidato a gobernador de la provincia. Para dar ese salto, que lo arrancaría quizá definitivamente de la órbita secundaria a que estaba relegado, era preciso, desde luego, que hubiera elecciones. Pero Vandor no quería elecciones: Vandor estaba en el golpe.

Quizás hablaron de eso cuando volvieron esa noche a la Unión Obrera Meta-lúrgica y se encerraron casi dos horas en la oficina de Rosendo. Después viajaron separados a Avellaneda.

Fue el propio Vandor quien propuso que no fueran al Roma, donde los espera-ban como las figuras centrales de la noche. Los motivos que alegó son interesantes: al llegar juntos, empezarían los aplausos y les ofrecerían la cabecera. Siempre habían tratado de evitar estas “situaciones” (agrega Vandor en su declaración judicial) para que no hubiera lugar a interpretaciones de “golpes políticos personales”. ¿Temía qui-zá que le ofrecieran la cabecera a Rosendo, y no a él, que Rosendo le hiciera escuchar una réplica de los aplausos que sonaron esa tarde en la CGT?

Lo cierto es que Rosendo aceptó. Estacionaron sus automóviles frente al sindi-cato de Municipales, donde debía realizarse después el verdadero debate. Para hacer tiempo, caminaron a La Real. Pidieron sus whiskys. Allí Vandor sintió el aguijón de su sexto sentido. Cada vez más inquieto, habría sacado un arma de la cintura y la habría puesto sobre sus rodillas.

Él mismo admite que previno a Rosendo contra aquellos hombres, que desde la otra mesa lo miraban con cara burlona: “Seguramente intentarían algo contra ellos —declaró más tarde—,ya que la expresión de sus rostros no era tranquilizadora”.

Rosendo echó un vistazo.—Bueno —dijo–, no te hagás problemas.Y agregó esta extraña frase:—¿O qué querés, que nos matemos entre todos?

[...]

[...]La bronca En el capítulo 8, “La bronca”, se narra la balacera que dura “alrededor de doce segundos”. Se inicia a partir de un insulto; algunos de los presentes se ponen de pie y se arrojan sillas; comienza una pelea cuerpo a cuerpo, mientras que otros huyen y los disparos se entrecruzan. El final de la escena encuentra a los hermanos Villaflor, Granato y Alonso observando los cuerpos de Rosendo García, el Griego Blajaquis y Zalazar.

*insondable: que no se puede averiguar o saber a fondo.UOM: sigla de la Unión Obrera Metalúrgica.trotskistas: partidarios o simpatizantes de León Trotski, político soviético que preconizaba la revolución permanente internacional.ratonera: trampa para atrapar a una persona. acólito: persona que sigue u obedece a otra.Fiorito: referencia al Hospital Pedro Fiorito, ubicado en Avellaneda, provincia de Buenos Aires.

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10. “Justo a mí...” Con el balazo que lo derrumbó había saltado de la mano de Rosendo García el

revólver 38 especial que alcanzó a sacar de la cartuchera ceñida al cinturón. Mientras manoteaba desesperadamente el piso de La Real, oyó el resto de los tiros que zumba-ban sobre él, se arrastró entre convulsiones hasta quedar casi sentado, con la espalda apoyada en la cabecera de la mesa: en esa posición alcanzó a verlo Raimundo Villaflor.

Después cesó el tiroteo, lo rodeó el tropel de pasos fugitivos. Una mano —la de Armando Cabo— lo sacudió por el hombro, trató inútilmente de enderezarlo. Con ojos turbios pudo contemplar el desastre —Gerardi inmóvil, los caídos en el bando adversario— mientras se preguntaba quién a su espalda, qué cuenta arreglada; y cómo era que todos lo dejaban solo. Entonces, volvió a arrastrarse en dirección a la puerta, la salida, la vida que se escapaba y comprendió lo jodido que estaba cuando tuvo que apoyarse nuevamente contra la pared de La Real. Allí lo vería el desespera-do Rolando mientras cargaban pesadamente con Zalazar y Blajaquis, los metían en el taxi de Jorge Próspero Álvarez y volaban al Fiorito*.

Entonces Rosendo volvió a arrastrarse hasta la calle y quedó tendido a lo largo sobre la vereda de Sarmiento, mientras Norberto Imbelloni buscaba un auto que el dirigente Izetta le negó por no estropear el tapizado, y conseguía al fin el Fiat 1500 de Maximiliano Castillo, donde lo cargaron con la ayuda de Tiqui Añón, y ése fue el momento que eligió Rosendo para decir, tal vez con tristeza o como una simple comprobación, porque ya se iba, el momento que eligió para decir a sus amigos:

—Justo a mí me la fueron a dar.Sí, justo a él, el hombre que había crecido demasiado en Avellaneda y en la

UOM, el hombre que aspiraba a ser gobernador de la provincia, el único que a corto o largo plazo podía desplazar a Vandor. [...]

Segunda Parte: La evidencia

12. La Policía destruye la prueba —Pero ¿cómo van a hacer eso? —exclamó el cortador de pizza Carlos Sánchez al

ver que los primeros baldazos caían sobre el piso ensangrentado de La Real—. ¡No hay que tocar nada!

—¿Y tú qué sabes? —dijo el patrón Hevia.—Es que yo he sido policía militar en Paraguay.Los cepillos de goma y los trapos de piso quedaron en suspenso.—Hombre —repuso Hevia—, si ya estuvieron ellos aquí, y no han dicho que no

laváramos. Ésta es la hora de la limpieza, así que a limpiar.Sánchez de todas maneras llamó por teléfono.—¿Podemos limpiar?—Sí, claro —le respondieron de la comisaría.Los mozos volvieron a su tarea. Recogieron vasos rotos, enderezaron mesas y

sillas caídas, lanzaron nuevos baldes de agua sobre las manchas de sangre. En seis minutos la confitería quedó reluciente, como si no hubiera pasado nada.

—Así da gusto —suspiró Hevia.

Rodolfo Walsh: ¿Quién mató a Rosendo?, Buenos Aires, Ediciones de La Flor, 2004.

aACTIVIDADES1. ¿Cuál es el hecho que da origen al

relato de Rodolfo Walsh? ¿Qué datos aporta la “Noticia preliminar” en relación con ese hecho?2. Relean los capítulos 5, 6 y 10. Escriban una síntesis de los acontecimientos narrados, ordenándolos en forma cronológica.

Sobre la resolución del caso Hacia el final de la segunda parte del libro, Walsh expone su hipótesis sobre el caso: la bala que atravesó el cuerpo de Rosendo García fue disparada por Vandor. Y si bien las pruebas con las que cuenta no son suficientes para condenarlo, agrega: “Sobra, en todo caso, para probar lo que realmente me comprometí a probar cuando inicié esta campaña: que Rosendo García fue muerto por la espalda por un miembro del grupo vandorista”.

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El relato testimonial: entre la literatura y el periodismo

A mediados del siglo XX, y en relación con una serie de aconteci-

mientos políticos que tuvieron lugar en la Argentina, surgió un nuevo

género literario, denominado relato testimonial por algunos críticos.

Se trata de relatos que parten de hechos reales, pero cuya narración

utiliza procedimientos propios del relato de ficción. Estos relatos no

pueden incluirse estrictamente dentro del campo del periodismo, dado

que los autores utilizan estrategias narrativas propias de los relatos de

ficción; pero tampoco pueden ubicarse llanamente dentro del campo

de la literatura, pues los temas que tratan son acontecimientos que

ocurrieron en la realidad. De ahí que se los ubique en una zona inter-

media, “entre” la literatura y el periodismo, que se sirve de elementos

presentes en ambos campos, pero los cuestiona y pone en tensión los

conceptos de ficción y de realidad.

Rodolfo Walsh (1927-1977) fue, en nuestro país, quien inició este

género. Hasta la publicación de Operación Masacre (1957), el primero

de los textos que fue considerado un relato testimonial, Walsh se había

dedicado a la escritura de relatos policiales, a la edición de antologías (tanto policiales

como fantásticas) y a la labor periodística. Sin duda, sus destrezas como escritor de fic-

ción, así como el conocimiento del oficio periodístico, se pusieron en juego en la inven-

ción de este nuevo género.

Operación Masacre: el nacimiento del géneroOperación Masacre (1957) narra el fusilamiento clandestino de un grupo de civiles

por parte de la Policía en el levantamiento del general Valle, hecho que ocurrió en junio

de 1956. Walsh conoce a uno de los sobrevivientes, Juan Carlos Livraga, quien hasta ese

momento había sido dado por muerto en aquel episodio. Como testigo directo de los

hechos, Livraga le cuenta lo que sucedió esa noche y, a partir de ese encuentro, Walsh

comienza su trabajo de investigación: entrevista a otros testigos, busca pruebas y, con la

información que obtiene, logra reconstruir los hechos.

Entre mayo y junio de 1957, publicó en el periódico Mayoría varios artículos sobre el

caso. Y hacia fines de ese año, el libro. Sin embargo, Operación Masacre no es una simple

recopilación de artículos periodísticos. Tampoco es una novela. Como en el relato policial,

el relato testimonial se organiza en torno a un delito cometido y se busca la verdad sobre

ese hecho. Sin embargo, no se espera que se haga justicia, pues, como ocurre habitual-

mente en el “policial negro”, la corrupción ha invadido todos los ámbitos. En los casos

que investigó Walsh, el Estado siempre se encontraba involucrado, por lo que se dificulta-

ba la posibilidad de que la justicia actuara y sancionara a los culpables.

A partir de este texto, Walsh abandonó la escritura de ficción y asumió como escritor el

compromiso de dar testimonio y denunciar, convirtiéndose en lo que algunos llamaron un

“historiador del presente”. Los temas narrados en Operación Masacre y en los libros siguien-

tes estaban vinculados con la actualidad, la política y, sobre todo, con los manejos del

poder de su tiempo. Por ese motivo estos textos no son novelas, sino relatos testimoniales.

“Carta abierta a la Junta Militar”

En marzo de 1977, al cumplirse el primer año de la dictadura militar iniciada el 24 de marzo de 1976, Walsh escribió una carta pública en la que denunciaba los crímenes cometidos por el gobierno de facto. El autor decía que escribía “sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles”. Al día siguiente de publicar la carta, Walsh fue asesinado por un grupo comando del Ejército que intentaba secuestrarlo.

Durante el gobierno de facto encabezado

por Videla, Rodolfo Walsh creó la Agencia

Clandestina de Noticias (ANCLA).

“El terror se basa en la incomunicación.

Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la

satisfacción moral de un acto de libertad.

Derrote el terror. Haga circular esta

información”, fue la premisa de ANCLA.

102 Capítulo 7. Hechos políticos y denuncia.

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El montaje del relato y la reconstrucción de los hechosA la publicación de Operación Masacre siguieron ¿Quién mató a Rosendo?

(1969) y el Caso Satanowsky (1973). ¿Quién mató a Rosendo? narra el

asesinato del dirigente sindical Rosendo García, ocurrido el 16 de mayo

de 1966; el Caso Satanowsky, el crimen del abogado Marcos Satanowsky,

que tuvo lugar el 13 de junio de 1957.

El trabajo de investigación y el procedimiento de construcción del

relato que Walsh realizó en estos casos fueron similares a los de Ope-

ración Masacre. Luego de conocer los crímenes, Walsh entrevistaba

a los testigos y buscaba datos y pruebas, en ocasiones poniendo

en peligro su propia vida. Durante esta etapa de investigación,

publicó algunos avances en forma de artículos periodísticos. Una

vez terminada la investigación, el escritor realizaba un trabajo

de montaje para reconstruir el caso: seleccionaba los datos que

creía necesarios, los fragmentos de las entrevistas directas reali-

zadas y, con esos materiales, escribía el relato.

Considerando este procedimiento, es posible afirmar que el relato testimonial es una

versión de los hechos construida por el autor.

A diferencia de la crónica periodística, el relato testimonial no se vincula en forma

inmediata a los hechos, al día a día de la investigación. Tampoco los hechos se relatan

siguiendo una línea cronológica, pues en ocasiones la narración vuelve atrás en el tiempo.

Tanto en Operación Masacre como en Caso Satanowsky y en ¿Quién mató a Rosendo? es

posible advertir una estructura similar. En general, estos relatos se dividen en dos partes. En

la primera se presentan “Las personas y los hechos”, mientras que en la segunda se detalla

“La evidencia”, esto es, el relato continúa incorporando los diálogos con el juez, la participa-

ción policial y las referencias a documentos judiciales, entre otros elementos probatorios.

¿Quién mató a Rosendo?La primera parte de ¿Quién mató a Rosendo? comprende once capítulos. Varios llevan

por título el nombre de una de las personas presentes en el momento del hecho (“Raimun-

do”, “El Lobo”, “Rosendo”, “El Griego”, etc.), mientras que otros remiten al lugar para

contextualizar el relato (“Avellaneda”, por ejemplo) o al acontecimiento propiamente

dicho que da origen al texto (“El incidente” o “La bronca”).

Desde el punto de vista de la organización temporal de la narración, los cuatro pri-

meros capítulos presentan a cuatro de las personas presentes en el hecho; en todos los

casos, el relato se detiene en el mismo momento: la llegada de esa persona a la confitería

La Real. El capítulo siguiente, “El incidente”, retoma el hilo narrativo temporal, pues se

presenta lo que sucedió en la confitería a continuación de lo narrado en los cuatro capí-

tulos iniciales.

La reconstrucción de lo sucedido a partir de una organización particular de los acon-

tecimientos, mediante la técnica del montaje, contribuye a generar intriga y suspenso

en el relato. A la vez, esta técnica permite al narrador tomar distancia de los hechos y

diferenciarse de las formas habituales del relato periodístico.

Roberto Arlt, otro escritor y periodista Como periodista, Roberto Arlt produjo también una serie de textos que pueden ubicarse entre la literatura y el periodismo. Se trata de las conocidas Aguafuertes publicadas en el diario El Mundo. En “He visto morir” (1931), narra el fusilamiento del anarquista Severino Di Giovanni a la manera de un relato, describiendo con detalle las personas, la presencia de otros periodistas en la escena y el efecto que le provoca la ejecución.

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Los procedimientos de ficcionalización Los relatos testimoniales son notablemente más extensos que los periodísticos, lo que

le permite al narrador detenerse en momentos clave de la historia para focalizar detalles

vinculados con el lugar, las personas o el hecho en sí. Por otra parte, a diferencia de la cró-

nica periodística, las personas ya no se presentan como simples testigos anónimos que pre-

senciaron los hechos y aportan información. Por el contrario, se convierten en verdaderos

personajes del relato. Así, el lector puede conocer la historia personal de cada uno: cómo se

compone su familia, sus hábitos, sus sueños e, incluso, sus fracasos. Por ejemplo, al presen-

tar a Rosendo García, el narrador dirá: “El día de Rosendo estuvo hecho de pequeños desen-

cuentros, frustradas despedidas. Nadie lo esperaba a almorzar en su casa —modesta— de

tejas coloradas y raquítico jardín...”. A partir del carácter anticipatorio del título —el lector

ya sabe que García será una de las víctimas—, esta breve presentación adquiere una fuerza

particular. Del mismo modo, más adelante, se mencionan los almuerzos que los sábados

solía compartir con Vandor: “Éramos todos una gran familia”, dice la mujer de Rosendo.

Conociendo la responsabilidad de Vandor en el caso, la frase contribuye a incrementar la

intensidad propia del relato testimonial.

Otras características del relato testimonial lo relacionan con el género policial: el modo

de presentación de los personajes y la organización de los acontecimientos. Así, los testigos,

incluso los secundarios, como los mozos o el dueño del local, son descriptos desde una pers-

pectiva singular que los acerca al lector. Además, el narrador es el investigador de los hechos.

Se trata de una voz que hilvana la reconstrucción del caso, que da cuenta de las entrevistas

realizadas y de la información obtenida a través de otras fuentes, como las judiciales.

La narración del relato entrama así una serie de voces diferentes. Por un lado, aparecen

las voces de las personas, en diálogos contextualizados tanto en el espacio como en el tiem-

po en los que transcurren los hechos, reconstruidos o reelaborados por el autor a partir de

sus investigaciones, pero también presentados al modo de un relato ficcional: —¿Qué te pasa que estás tan nervioso? —le preguntó Rosendo.—De esa mesa me están mirando —dijo Vandor—, me están haciendo muecas.

Ya no se puede ir a ningún lado.A esas voces se suman los testimonios directos obtenidos, que se presentan en la misma

trama narrativa. El siguiente es un fragmento de una entrevista con Rolando Villaflor, que se

entreteje en la narración:

Cuando vi que Horacio no volvía, yo le digo a mi hermano: Mirá, aquí pasa algo, seguramente que lo están apretando. Y entonces yo me levanto y voy para el baño. Y efec-tivamente, lo tenían agarrado a Horacio, le decían que se las tomara. Entonces yo discutí con Imbelloni, le dije unas cuantas barbaridades.

Así, la descripción que se detiene en detalles mínimos, en los pormenores de la vida

de las personas, en los datos que sitúan al lector en el momento y en el lugar donde trans-

curren los hechos, junto con las voces que aparecen hilvanadas por el narrador, confor-

man algunos de los recursos propios del relato ficcional utilizados en estos textos.

aACTIVIDADES

1. Relean el capítulo 5, “El incidente” y revisen en qué hecho se detiene el relato desde el punto de vista temporal. 2. ¿Con qué acontecimientos se abre el capítulo 6, “Rosendo”? ¿Qué incidencia tendrán en lo que sigue?

3. Expliquen por qué la frase que cierra ese capítulo (“Estaban en una ratonera.”) contribuye a generar intriga y suspenso en el lector.4. Vuelvan a leer los capítulos 6 y 10 y busquen ejemplos en los que el relato se detiene en detalles que permiten conocer a los personajes más íntimamente.

El semanario CGTAsí como los primeros textos sobre el caso de Operación Masacre fueron publicados en los periódicos Revolución Nacional y Mayoría, los artículos vinculados con ¿Quién mató a Rosendo? se incluyeron en las páginas del semanario CGT, que comenzó a publicarlos dos años después de ocurrido el hecho.

Rc

2c

M: 10731 C1: 10000 C2: 10000 C3: 10000 C4: 10000 M: 10731 C1

104 Capítulo 7. Hechos políticos y denuncia.

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¿Cómo se lee el relato testimonial?Si bien los procedimientos ficcionales contribuyen a generar intriga y suspenso en la

narración testimonial, a la manera de un relato policial, el lector sabe que esos aconteci-

mientos ocurrieron en la realidad. Por eso, la lectura suele oscilar entre el develamiento

de los enigmas —a medida que aparecen datos que indican la realidad de los hechos

narrados— y el seguimiento de la intriga.

Los datos o elementos que remiten a la realidad se incorporan a la obra, en gran medi-

da, a partir de la puesta en página del texto, es decir, en la edición del libro: son parte

del paratexto, es decir, textos e imágenes situados alrededor del texto narrativo. Por este

motivo, en los relatos testimoniales, la lectura de las dedicatorias, prólogos, notas al pie,

gráficos e imágenes adquiere una importancia singular.

El paratexto La edición de ¿Quién mató a Rosendo? se inicia con

una “Noticia preliminar” que funciona como prólogo del

relato. A través de esa noticia, el lector conoce el hecho

real que da origen al relato y algunas de las circunstancias

relacionadas (quiénes murieron y quiénes sobrevivieron,

por ejemplo). Por otra parte, conoce algunos pormenores

relacionados con la investigación del caso, por ejemplo,

la ayuda brindada por los sobrevivientes que aportaron

información o las publicaciones de los primeros artículos.

En la “Noticia preliminar”, Rodolfo Walsh tam-

bién expresa su propósito al escribir el libro. Cuando

se refiere a los protagonistas del hecho, afirma: “Mi

intención no era llevarlos ante una justicia en la que

no creo, sino darles la oportunidad, puesto que se

titulaban sindicalistas, de presentar su descargo en el

periódico de los trabajadores”. Se trata, entonces, de

una investigación que pretende dar a conocer la ver-

dad sobre los hechos. En este sentido, subraya: “No

hay una línea en esta investigación que no esté funda-

da en testimonios directos o en constancias del expediente judicial”.

Sin embargo, y dadas las características ficcionales del relato, el autor advierte: “Si

alguien quiere leer este libro como una simple novela policial, es cosa suya”. Sin duda, la

narración del texto posibilita su lectura ficcional, como si fuera una novela. Pero, al mismo

tiempo, la condición real de los hechos queda expresada en el prólogo, de manera que el

lector ya no podrá obviarla.

Otros elementos paratextuales presentes en la edición de ¿Quién mató a Rosendo? son

el plano o croquis de la escena en la confitería La Real y varias notas al pie que remiten a las

fojas judiciales donde constan las declaraciones de las personas involucradas ante el juez.

El periodismo clandestino Como periodista, Walsh se dedicó con pasión a la tarea de denunciar e informar sobre las acciones de la dictadura militar (1976-1983) a través de La cadena informativa, un sistema de circulación clandestina de textos y noticias. Esa clandestinidad habla de las condiciones concretas de circulación de la información y el peligro que suponía dar a conocimiento público los hechos que ocurrían en aquella época.

1. Busquen en la “Noticia preliminar” a ¿Quién mató a Rosendo? la distinción que hace el autor entre lo que considera el tema superficial del libro y el tema profundo. Expliquen en qué basa esa distinción. 2. ¿Qué fragmentos de la “Noticia preliminar” permiten comprender a quién dedica Walsh su libro?

aACTIVIDADES3. Expliquen la posición del autor a partir de interpretar

la siguiente frase de Walsh: “Esta gente no tiene historia, tiene prontuario”.

Durante la última dictadura militar, la

prensa y la actividad editorial y cultural

en general sufrieron serias restricciones,

al igual que la actividad política, que

estaba prohibida.

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A sangre fríaCapítulo I. Los últimos que los vieron vivos

El pueblo de Holcomb está en las elevadas llanuras trigueras del oeste de Kansas, una zona solitaria que otros habitantes de Kansas llaman “allá”. A más de cien kilóme-tros al este de la frontera de Colorado, el campo, con sus nítidos cielos azules y su aire puro como el del desierto, tiene una atmósfera que se parece más al Lejano Oeste que al Medio Oeste. El acento local tiene un aroma de praderas, un dejo nasal* de peón, y los hombres, muchos de ellos, llevan pantalones ajustados, sombreros de ala ancha y botas de tacones altos y punta afilada. La tierra es llana y las vistas enormemente gran-des; caballos, rebaños de ganado, racimos de blancos silos* que se alzan con tanta gra-cia como templos griegos son visibles mucho antes de que el viajero llegue hasta ellos.

Holcomb también es visible desde lejos. No es que haya mucho que ver allí... es simplemente un conjunto de edificios sin objeto, divididos en el centro por las vías del ferrocarril de Santa Fe, una aldea azarosa limitada al sur por un trozo del río Arkansas, al norte por la carretera número 50 y al este y al oeste por praderas y campos de trigo. Después de las lluvias, o cuando se derrite la nieve, las calles sin nombres, sin árboles, sin pavimento, pasan del exceso de polvo al exceso de lodo. En un extremo del pueblo se levanta una antigua estructura de estuco* en cuyo techo hay un cartel luminoso —BAILE—, pero ya nadie baila y hace varios años que el cartel no se enciende. Cerca, hay otro edificio con un cartel irrelevante, dorado, colocado sobre una ventana sucia: BANCO DE HOLCOMB. El banco quebró en 1933 y sus antiguas oficinas han sido transformadas en apartamentos. Es una de las dos “casas de apartamentos” del pueblo; la segunda es una mansión decadente, conocida como “el colegio” porque buena parte de los profesores del liceo local viven allí. Pero la mayor parte de las casas de Holcomb son de una sola planta, con una galería en el frente.

Cerca de la estación del ferrocarril, una mujer delgada que lleva una chaqueta de cuero, pantalones vaqueros y botas, preside una destartalada sucursal de correos. La estación misma, pintada de amarillo, es igualmente melancólica: El Jefe, El Super Jefe y El Capitán pasan por allí todos los días, pero estos famosos expresos nunca se detienen. Ningún tren de pasajeros lo hace... sólo algún tren de mercancías. Arriba, en la carretera, hay dos gasolineras, una de las cuales es, además, una poco surtida tienda de comestibles, mientras la otra funciona también como café... el Café Har-tman, donde la señora Hartman, la propietaria, sirve bocadillos, café, bebidas sin alcohol y cerveza de baja graduación (Holcomb, como el resto de Texas, es “seco”).

Y, en realidad, eso es todo. A menos que se considere, como es debido, el Cole-gio Holcomb, un edificio de buen aspecto que revela un detalle que la apariencia de la comunidad, por otro lado, esconde: que los padres que envían a sus hijos a esta moderna y eficaz escuela (abarca desde jardinería hasta ingreso a la universidad y una flota de autobuses transporta a los estudiantes —unos trescientos sesenta—

CON

EXIO

NES

Algunos años después de la publicación de Operación Masacre, Truman Capote escribió A sangre fría (1966). El relato se basa en un hecho real: el asesinato de una familia en un pueblo de Kansas, en los Estados Unidos. Para designar el género de ese texto, Capote usó la denominación non-fiction, es decir, novela no ficcional.

El caso policial y los asesinos En 1959, el violento crimen de cuatro integrantes de la familia Clutter alteró la vida del pueblo de Holcomb. Dick y Perry, los asesinos, fueron detenidos en Las Vegas y condenados a morir en la horca.

TRUMAN CAPOTE Nació en 1924 en Nueva

Orleans; murió en 1984

en Los Ángeles (Estados

Unidos). Fue escritor y

periodista. Entre sus novelas

figuran Otras voces, otros

ámbitos (1948),

Un árbol de noche y otros

cuentos (1949), El arpa de

hierba (1951), Se oyen las

musas (1956) y Desayuno en

Tiffany’s (1958). Su relato más

difundido es A sangre fría

(1966).

106 Capítulo 7. Hechos políticos y denuncia.

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a distancias de hasta veinticinco kilómetros) son, en general, gente próspera. Ran-cheros en su mayoría, proceden de orígenes muy diferentes: alemanes, irlandeses, noruegos, mexicanos, japoneses. Crían vacas y ovejas, plantan trigo, sorgo, pienso y remolacha. La labranza es siempre un trabajo arriesgado, pero al oeste de Kansas los labradores se consideran “jugadores natos”, ya que cuentan con lluvias muy escasas (el promedio anual es de treinta centímetros) y terribles problemas de riego. Sin embargo, los últimos siete años no han incluido sequías. Los labradores del condado de Finney, del que forma parte Holcomb, han logrado buenas ganancias; el dinero no ha surgido sólo de sus granjas sino de la explotación del abundante gas natural, y la prosperidad se refleja en el nuevo colegio, en los confortables interiores de las granjas, en los elevados silos llenos de grano.

Hasta una mañana de mediados de noviembre de 1959, pocos norteamericanos —en realidad, pocos habitantes de Kansas— habían oído hablar de Holcomb. Como la corriente del río, como los conductores que pasaban por la carretera, como los tre-nes amarillos que bajaban por los raíles* de Santa Fe, el drama, los acontecimientos excepcionales nunca se habían detenido allí. Los habitantes del pueblo —doscientos setenta— estaban satisfechos de que así fuera, contentos de existir de forma ordina-ria... trabajar, cazar, ver la televisión, ir a los actos de la escuela, a los ensayos del coro y a las reuniones del club 4-H. Pero entonces, en las primeras horas de esa mañana de noviembre, un domingo por la mañana, algunos sonidos sorprendentes interfirieron con los ruidos nocturnos normales de Holcomb... con la activa histeria de los coyo-tes, el chasquido seco de las plantas arrastradas por el viento, los quejidos lejanos del silbido de las locomotoras. En ese momento, ni un alma los oyó en el pueblo dormi-do... cuatro disparos que, en total, terminaron con seis vidas humanas. Pero después, la gente del pueblo, hasta entonces suficientemente confiada como para no echar llave por la noche, descubrió que su imaginación los recreaba una y otra vez... esas sombrías explosiones que encendieron hogueras de desconfianza, a cuyo resplandor muchos viejos vecinos se miraron extrañamente, como si no se conocieran.

El amo de la granja de River Valley, Herbert William Clutter, tenía cuarenta y ocho años y, como resultado de un reciente examen médico para su póliza de seguros, sabía que estaba en excelentes condiciones físicas. Aunque llevaba gafas sin montura y era de estatura mediana —algo menos de un metro setenta y cinco—, el señor Clu-tter tenía un aspecto muy masculino. Sus hombros eran anchos, sus cabellos conser-vaban el color oscuro, su cara, de mandíbula cuadrada, había guardado un color juve-nil y sus dientes, blancos y fuertes como para partir nueces, estaban intactos. Pesaba setenta y seis kilos, lo mismo que el día en que se había licenciado en la Universidad Estatal de Kansas terminando sus estudios de agricultura. No era tan rico como el hombre más rico de Holcomb... el señor Taylor Jones, propietario de la finca vecina. Pero era el ciudadano más conocido de la comunidad, prominente allí y en Garden City, capital del condado, donde había encabezado el comité para construir la nueva iglesia metodista, un edificio que había costado ochocientos mil dólares. [...]

Seguro de lo que quería en la vida, el señor Clutter lo había obtenido, en buena medida. En la mano izquierda, en lo que quedaba de un dedo aplastado por una máquina, llevaba un anillo de oro, símbolo desde hacía un cuarto de siglo de su boda con la mujer con quien había deseado casarse: la hermana de un compañero de estu-dios, una chica tímida, piadosa y delicada llamada Bonnie Fox, tres años menor que

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él. Bonnie le había dado cuatro hijos: tres niñas y después un varón. La hija mayor, Eveanna, casada y madre de un niño de diez meses, vivía al norte de Illinois, pero iba con mucha frecuencia a Holcomb. [...] Tampoco Beverly, la segunda hija, vivía ya en la granja; estaba en Kansas City, cursando estudios de enfermería. Beverly estaba prometida con un joven estudiante de biología, que su padre apreciaba mucho; las invitaciones para la boda, que se realizaría en Navidad, ya estaban impresas. Eso dejaba en casa al varón, Kenyon, que a los quince años ya era más alto que el padre y a una hermana un año mayor... la mimada del pueblo, Nancy.

[...]Como el señor Clutter, el jovenzuelo que desayunaba en un café llamado Joyita

no tomaba nunca café. Prefería root beer.* Tres aspirinas, una root beer helada y un cigarrillo Pall Mall tras otro, era lo que él consideraba un desayuno “como Dios manda”. Mientras bebía y fumaba, estudiaba un mapa desplegado sobre un mostra-dor, un mapa “Philips 66” de México, sin lograr concentrarse porque esperaba a un amigo y el amigo no llegaba. Lanzó una ojeada a la silenciosa calle de aquel pueblo que hasta el día anterior jamás había pisado. De Dick, ni rastro. Pero seguro que vendría. Al fin y al cabo, el motivo de la cita era idea suya, un “golpe” planeado por Dick. Y cuando la cosa hubiera concluido... México. El mapa estaba todo roto y de tan manoseado se había vuelto suave como la gamuza. A la vuelta de la esquina, en

la habitación que había tomado en el hotel, tenía centenares de mapas como aquél: gastados mapas de todos los Estados que forman los Estados Unidos, de todas y cada una de las provincias del Canadá, de todos y cada uno de los países de

América del Sur. Porque aquel jovenzuelo era un infatigable soñador de viajes, alguno de los cuales había realizado, pues

había estado en Alaska, en las Hawai, en el Japón y en Hong-Kong. Ahora, gracias a una carta, a la invitación a dar “un gol-pe” juntos, se hallaba allí con todos sus bienes terrenales: una

maleta de cartón, una guitarra y dos enormes cajas de libros, mapas y canciones, poemas y cartas que pesaban una tonelada. (¡La cara que puso Dick cuando vio todo aquello! “¡Cristo! ¿Es que lle-vas siempre a cuestas toda esta basura, Perry?” Y Perry le contestó: “¿Qué basura? Uno de esos libros me costó treinta dólares.”) Ahora

se hallaba allí, en Pequeña Olathe, Kansas. Curioso, si se paraba a pensar, imaginar que estaba otra vez en Kansas cuando apenas cuatro

meses atrás había jurado, primero al State Parole Board* y luego a sí mismo, que no volvería a poner los pies allí. Bueno, no iba a que-

darse mucho tiempo. [...]

—Aquí es, aquí es, tiene que ser aquí. Allí está el colegio, aquí el garaje, ahora tenemos que girar hacia el sur.

A Perry le parecía que Dick estaba murmurando alborozados conjuros. Dejaron la autopista, atravesaron a toda velocidad la desierta Holcomb y cruzaron las vías del ferrocarril de Santa Fe.

—La loma, ésa debe de ser la loma: ahora tenemos que volver al oeste, ¿ves los árboles? Aquí es, tiene que ser aquí.

*dejo nasal: se refiere a un modo de pronunciación en el que el aire sale por la nariz. silo: lugar donde se guardan granos o semillas.estuco: mezcla de cal y mármol pulverizado.raíl: carril de las vías del ferrocarril.root beer: bebida gaseosa hecha con raíces.State Parole Board: oficina del Estado que concede libertad bajo palabra.

108 Capítulo 7. Hechos políticos y denuncia.

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Los primeros en llegar a la casa de los Clutter El crimen tuvo lugar durante la noche del sábado. El domingo por la mañana, la primera en llegar fue Nancy Ewalt, amiga y tocaya de la menor de los Clutter. Más tarde, Nancy, sus padres y un par de vecinos, entre los que se encontraba la señora Susan, regresaron a la casa.

Los faros del auto descubrieron un camino bordeado de olmos de China yrecorrido por matas de cardos que arrastraba el viento. Dick apagó los faros, amino-ró la marcha y se detuvo hasta que sus ojos se acostumbraron a la noche iluminada por la luna. Poco después el coche avanzó cautelosamente.

Holcomb se halla a veinte kilómetros al este del huso horario de la montaña, cir-cunstancia que provoca más de una queja porque significa que a las siete de la maña-na —y en invierno a las ocho e incluso después— todavía está oscuro y las estrellas, si las hay, brillan aún como ocurría aquel domingo. [...]

La casa tenía cuatro entradas y, cuando después de llamar repetidamente nadie acudió a abrir, pasó a la otra, la que daba al despacho del señor Clutter. La puerta estaba entreabierta. La abrió un poco más, lo suficiente para comprobar que en el despacho no había más que sombras, pero se quedó allí diciéndose que a los Clutter no les gustaría una intromisión. Llamó con los nudillos, tocó el timbre y al final fue hasta la parte posterior de la casa. Allí estaba el garaje y vio que los dos coches estaban dentro: dos Chevrolet sedán. Lo que quería decir que tenían que estar en casa. Después de recurrir en vano a una tercera puerta, que daba a la despensa, y a una cuarta, que daba a la cocina, se volvió donde estaba su padre, quien dijo:

—Quizá duerman todavía. —Eso es imposible. ¿Te imaginas al señor Clutter dejando de ir a la

iglesia? ¿Y sólo para dormir un poco más?–Vámonos, entonces. Iremos al Profesorado. Susan debe de saber qué

ha pasado. [...]—De modo que lo hice —dijo Susan en una declaración de fecha

posterior—. Llamé a la casa y dejé que el teléfono sonara (o por lo menos me dio la impresión de que sonaba), oh, durante un minuto, o más. No contestó nadie y entonces el señor Ewalt sugirió que volvié-semos a la casa y tratáramos de “despertarlos”. Pero cuando llegamos allí... yo no quería hacerlo. No quería entrar a la casa. Me daba miedo y no sé por qué, porque ni me había pasado por la cabeza... Bueno, algo así nunca se le ocurre a uno. Pero el sol era tan fuerte, todo parecía brillante y tranquilo. [...] Al fin, Nancy dijo que entraría conmigo. Nos fuimos hacia la puerta de la cocina y, claro, no estaba cerrada con llave, pues la única persona que cerraba puertas con llave en casa de los Clutter era el señor Helm. Nadie de la familia lo hacía. Entramos y, enseguida, me di cuenta de que los Clutter no habían tomado el desayuno: nada de platos, nada en el fuego. Entonces vi algo extraño: el bolso de Nancy. Estaba en el suelo, abierto. Atravesamos el comedor y nos detuvimos al pie de la escalera. La habitación de Nancy estaba arriba. La llamé y empecé a subir los escalones, seguida de Nancy Ewalt. El ruido de nuestros pasos me asustó más que nada: sonaban tan fuertes y todo estaba tan silencioso... La puerta de la habitación de Nancy estaba abierta. Las cortinas no habían sido corri-das y el cuarto estaba lleno de sol. No recuerdo haber gritado. Nancy Ewalt dice que grité sin parar. Sólo recuerdo el osito de peluche de Nancy que me miraba. Y Nancy. Y que eché a correr....

Truman Capote: A sangre fría, Barcelona, Anagrama, 2004.

aACTIVIDADES1. Ubiquen en un mapa de los

Estados Unidos el pueblo de Holcomb, a partir de la descripción que aparece en el texto. Averigüen si está ubicado en la zona conocida como “Lejano Oeste”.2. Busquen ejemplos en la descripción del pueblo relacionados con la idea de que en Holcomb “nunca pasa nada”.3. ¿Cómo se modifica la vida en el pueblo después del asesinato de la familia Clutter?

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El nuevo periodismo

Desde sus orígenes hasta nuestros días, el género periodístico fue modificando y

reelaborando las formas de transmitir las noticias, es decir, el relato de los acontecimien-

tos ocurridos en el país y en el mundo. A comienzos del siglo XX, existía una tendencia

dentro del periodismo que proponía un relato objetivo de la información, neutro, que

describiera los hechos “tal como ocurren”. Se respetaba el modelo clásico de la crónica

periodística, cuya forma más difundida era la conocida “pirámide invertida”, que distribu-

ye la información en el texto según el grado de importancia.

A mediados del siglo XX, en forma paralela a una serie de acontecimientos que conmo-

vieron a la sociedad (la guerra de Vietnam, por ejemplo), surgió una tendencia conocida

como “nuevo periodismo”, que apostaba a un relato más subjetivo de los hechos. Nuevos

subgéneros periodísticos comenzaron a desarrollarse, tales como los artículos conside-

rados de “interés humano”, a través de los cuales el periodista se acercaba a la realidad

cotidiana del lector y a sus emociones, y que, al mismo tiempo, permitían un mayor

despliegue de la percepción del propio periodista. Gracias al auge de otras técnicas de

documentación, se comenzaron a redactar reportajes o entrevistas a personalidades, de

modo tal que sus opiniones se difundieron a un amplio público lector.

De la mano de una genuina reflexión sobre los modos de narrar los acontecimientos,

el nuevo periodismo desarrolló otras formas de analizar la realidad e informar sobre ella,

como un intento de establecer otro tipo de comunicación con sus lectores. Algunos repre-

sentantes de esta tendencia fueron Tom Wolfe, Norman Mailer y Truman Capote.

A sangre fría y el género non-fictionVarias ediciones de A sangre fría se inician con un breve texto cuyo título es “Agrade-

cimientos”. En ese paratexto, Truman Capote explica que para escribir el libro utilizó los

archivos oficiales que documentan el caso, entrevistas a personas afectadas y sus propias

observaciones. Para esa época, Capote escribía reportajes para la revista The New Yorker, y

manifestó su deseo de escribir una “novela periodística”, un relato que partiera de hechos

reales, actuales, que le permitiera desarrollar “la profundidad y libertad de la prosa”.

El hecho finalmente se presentó: en 1959 ocurrió el asesinato de la familia Clutter, en

Holcomb. Después de instalarse seis años en Kansas, en 1966 Capote publicó A sangre fría,

relato que consideró como ejemplo de un nuevo género: el non-fiction, traducido como

“novela verídica” o “novela no ficcional”. Sin embargo, algunos años después de escribirla,

el autor revisaría ese texto. Una de las preocupaciones que lo guiaban era cómo un escritor

podía hacer uso de todo lo que había aprendido en su oficio, sin restringirse a una forma.

En este sentido, él mismo consideraba que, al escribir A sangre fría, se mantuvo alejado

de la narración, de manera que su presencia en el relato resultara “invisible” a los ojos del

lector, con la intención de lograr mayor objetividad. Esta técnica fue revisada posterior-

mente cuando escribía Féretros tallados a mano, en el que, como narrador a cargo de esos

hechos, logró colocarse en “el centro del escenario”.

aACTIVIDADES 1. ¿Qué personajes aparecen mencionados en el

fragmento inicial de A sangre fría? ¿Qué relación tiene cada uno con el caso policial que se narra?2. Expliquen la distinción mencionada en la narración entre acontecimientos ordinarios y excepcionales. 3. Comparen las descripciones de los habitantes de

Holcomb con las descripciones de las personas vinculadas al caso Rosendo García.4. ¿Quién narra la historia en A sangre fría? ¿En qué persona y desde qué perspectiva se narran los hechos? c. ¿Encuentran similitudes o diferencias respecto del narrador de ¿Quién mató a Rosendo??

Hemingway y Dos Passos Otros escritores norteamericanos que también ejercieron el oficio de periodista fueron Ernest Hemingway y John Dos Passos. En algunas de sus obras es posible advertir la influencia que tuvo esa segunda actividad, como en el caso del montaje de noticias periodísticas en Paralelo 42, de Dos Passos.

110 Capítulo 7. Hechos políticos y denuncia.

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TALLER DE ESCRITURAInforme de lectura1. Busquen información sobre los acontecimientos

políticos ocurridos en la Argentina entre 1955 y

1968, vinculados con los hechos que se relatan en

¿Quién mató a Rosendo?

2. Comparen los datos obtenidos con los narrados en

la obra. ¿Qué similitudes y diferencias encuentran?

3. Escriban un informe de lectura sobre el texto

que incluya algunos de los aspectos expuestos en

este capítulo: procedimientos de construcción de la

ficción, montaje de la historia, presentación de los

personajes, elementos paratextuales, etcétera.

El relato de una entrevista1. Elijan un personaje característico del barrio o la

ciudad donde viven: puede ser un viejo almacenero,

un canillita, algún vecino que siempre pasea por

la plaza.

2. Definan una serie de preguntas para entrevistarlo.

Pueden tomar las que siguen como ejemplo. ¿Cuál

es su opinión sobre el barrio? ¿Visita habitualmente

algún lugar? ¿Por qué? ¿Tiene recuerdos de su

infancia o juventud vinculados al barrio?

3. Busquen información sobre la historia de su

ciudad o su barrio.

4. Escriban un texto que combine la información

obtenida en la investigación y en la entrevista.

Recuerden que las palabras del entrevistado pueden

aparecen en forma directa o indirecta. Incluyan una

descripción de la persona.

❚ De Rodolfo Walsh pueden leer

los libros ya mencionados:

Operación Masacre (1957) y

Caso Satanowsky (1973). El

primero de ellos, en el que

se narra el fusilamiento

clandestino de un grupo de

civiles por la Policía en el

levantamiento del general

Valle en 1956, es un

ejemplo paradigmático y

fundador del género.

❚ Del norteamericano Norman

Mailer pueden leer Los ejércitos

de la noche (1968), donde narra

la marcha de protesta contra

la guerra de Vietnam hasta el

Pentágono, y La canción del

verdugo (1979), basada en la

muerte del asesino Gary Gilmore.

ITINERARIOS DE LECTURA

❚ De Truman Capote, además

de completar la lectura de A

sangre fría (1965), pueden leer

Féretros tallados a mano, un

relato que lleva por subtítulo:

“Narración verídica de un crimen

americano”.

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