Harris, Marvin. Vacas, cerdos, guerras y brujas: los enigmas de la cultura.
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Universidad Autónoma de Colombia
Facultad de Ciencias Humanas
Carrera de Historia
Historia del arte y de la cultura: medieval y renacimiento
Javier Francisco Pilonieta
Reseña. Harris, Marvin. Vacas, cerdos, guerras y brujas: los enigmas de la cultura. Madrid:
Alianza Editorial, 1980. p.p. 181-221
El antropólogo Marvin Harris, conocido por sus distintos trabajos de campo en varios
lugares del globo y por el desarrollo de una teoría científica para la antropología, nos presenta en
esta ocasión tres capítulos referentes al significado de la brujería y sus distintos abordajes. Con
un interés en demostrar las causas materiales de esta formación cultural, el autor analizará la
manera en que la brujería halla sus causas en una correlación con su contexto histórico, un
tratamiento que difiere de otros autores, y que culmina con una sorprendente comparación con
configuraciones culturales de los últimos años. Sin duda son tres capítulos que están centrados en
el desarrollo de la brujería en la Europa medieval, y que sorprenderán al lector al momento en
que, por el tratamiento propio del autor, se pongan en mesa de discusión aspectos que
normalmente pasan desapercibidos.
En el primer capítulo, “Escobas y aquelarres”, el autor se cuestiona el por qué ejecutaron
a 500.000 personas declaradas culpables de herejía. En un primer momento plantea la cuestión
de la confesión sobre la brujería, arguyendo en su más distinguida variación – la tortura - la
posibilidad de encontrar una declaración verdadera. Analizando estudios de caso, deduce que
aquel martirio impuesto a las personas que se les culpaba de brujería tiene su causa en las
declaraciones que relacionasen a otras personas –amigos, familiares, gente del pueblo, etc. – que
mantengan y/o sostengan la causa herética de la brujería. Así mismo, a través de una ley papal
“Canon Episcopi”, describe el proceso sistemático de caza de brujas y la importancia que la
autoridad del momento, la Iglesia, le fue dando. La importancia de este capítulo recae en la
relación que tiene la brujería con su presente: alzamientos en contra de la Iglesia y la pérdida del
monopolio europeo de Roma, que permiten que el autor infiera que estas formaciones son una
amenaza contra la cristiandad (Harris, 1980, pág. 190), una afirmación expuesta que no sostendrá
por los estudios que se han logrado sobre alucinógenos y demás que aquellos que iban a los
aquelarres usaban, denotando entonces la poca relación entre las personas que “verdaderamente”
asistían a estos viajes alucinógenos y los casos de tortura, manteniéndose en vilo el por qué
quemar a 500.000 personas, cuestión que retomará en el próximo capítulo.
Identificando la realidad del tiempo como distinta a la consciencia y estilo de las brujas y
de los inquisidores, y exponiendo que la brujería tiene una estrecha relación, sin más su causa,
con las gentes pobres de Europa, que verían en la Inquisición la salvación frente a distintos
fenómenos –aumento de precios, robo de ganado, etc. – y ayudaría a mantener a la Iglesia como
la institución que monopolizaría la creencia y mucha de la riqueza. Primero, el autor desmitifica
la concepción social que se tienen sobre las brujas, como una forma de movimiento rebelde
contra la tradición eclesiástica, llevada abajo por el tratamiento especial que tiene la brujería,
como una doctrina con unos pasos específicos o con una verdad totalmente diferente a la de
movimientos de insurrección o contra-eclesiástico, como los levantamientos de índole
mesiánico-militar de aquel presente Estos movimientos que se centran primordialmente en la
actual Alemania, hallan su importancia en el posible levantamiento de las clases bajas:
alzamientos de autoflagelantes, anabaptistas, etc. que se imponían frente a las dificultades
económicas y a la disconformidad con la Iglesia por su poderío económico y riqueza, que vería
su punto de inflexión hacia el año 1550 con la conocida Reforma. De manera que se intentaba
evitar que los pobres se enfrentasen con la institución misma, centrasen su atención en la bruja
vecina o en la hija del panadero, pues esta manía era el reverso del mesianismo radical-militar
(Harris, 1980, pág. 206).
Es común creer que todo este tipo de insurrecciones y movimientos quedaron siglos atrás,
y que la brujería como tal está en el pasado y la examinamos desde el ojo del presente. En parte
es cierto, pero las brujas aún están, y ya no solo se circunscriben a la mujer, a casos de rebeldía o
a mantener el monopolio de la Iglesia católica. En este último capítulo tratado, el autor enfatiza
en la contracultura como una exposición de la vuelta a las brujas, que si bien ya no es como
antaño, trae al presente algunas de sus características. Usando el caso de Carlos Castañeda,
expuesto en el libro de Las enseñanzas de don Juan, observa las manifestaciones de la
contracultura y cómo el uso de drogas, alucinógenos, entre otros, responde a que aquella persona
bajo estos efectos busca celebrar una vida natural, alejada de “la realidad”. Pero ¿de qué
realidad? ¿Viajó realmente Carlos Castañeda en uno de sus viajes con don Juan? He aquí uno de
los aspectos que el autor relaciona directamente con las brujas de antaño, a diferencia de que
ahora ya no se están quemando a las gentes.
La contracultura y la Conciencia III como corrientes que restablecen el sentimentalismo
en un mundo objetico y tecnificado, centrando su actuar en los grupos de jóvenes de estratos
medios que suelen ir a conciertos de rock y pueden permitirse alejarse de la verdadera realidad y
someterse a su propia realidad, son cuestiones que se desarrollan en armonía con la brujería de
antaño, nunca perdiendo de vista su claras diferencias – liderazgo o la misma quema -. Esta
situación que sitúa el autor para el presente permite que se pueda pensar la contracultura en
aspectos materialistas: ¿por qué un joven tomaría LSD? O ¿por qué hay grupos disidentes de
todo tipo de elementos propios de la modernidad? La respuesta a estas preguntas supone una
relación con la realidad misma, un nexo que clarifica el pensamiento y la popularización de la
“brujería actual” como un compromiso político - ¿o antipolítico? – que, como en antaño, no se
refiere a las protestas de sublevación de clases bajas, sino a un algo más propio de una doctrina,
algo que no es sólido y que no se desvanece en el aire.
La revisión que hace Martin Harris sobre estas formaciones culturales permite que se
puedan poner en cuestión diversos aspectos tanto del pasado como del presente. El abordaje de
distintas disciplinas – sociología, historia, antropología e incluso literatura o ciencias exactas
como la misma biología – permite que el enfoque interdisciplinar se tenga en cuenta al momento
de que el autor vaya a dar una afirmación fuerte o una desmitificación sobre otro autor. Las
brujas existieron, y aún existen, pero no son hechos aislados de la realidad, sino que,
inverosímilmente, es este su propósito, logrado antes, quizá, y que se logrará ahora, no se sabría
afirmar, pues muchas son las distensiones y pocos son los logros, aunque no sé si las gentes estén
dispuestas a abandonar muchos de sus aparentes lujos por un viaje de unas horas por LSD, más
aun cuando se toma como algo que no es normal y que es benigno. He aquí la Inquisición del
presente.
BibliografíaHarris, M. (1980). Vacas, cerdos, guerras y brujas: los enigmas de la cultura. Madrid: Alianza Editorial.