Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

286
Obras de Jay Haley en esta biblioteca Terapia para resolver problemas Terapia no convencional. Las técnicas psiquiátricas de Milton H. Erickson Terapia de ordalía. Caminos inusuales para modificar la conducta Técnicas de terapia familiar Jay Haley y Lynn Hoffman

Transcript of Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Page 1: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Obras de Jay Haley en esta biblioteca

Terapia para resolver problemas

Terapia no convencional. Las técnicas psiquiátricas de Milton H. Erickson

Terapia de ordalía. Caminos inusuales para modificar la conducta

Técnicas de terapia familiar Jay Haley y Lynn Hoffman

Page 2: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Jay Haley

Amorrortu editores Buenos Aires

Page 3: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Directores de la biblioteca de psicología y psicoanálisis, Jorge Colapinto y David MaldavskyLeaving Home. The Therapy of Disturbed Young People, Jay Haley<¡lD Jay Haley, 1980Primera edición en castellano, 1985; primera reimpresión, 1989; segunda reimpresión, 1995 Traducción, Leandro Wolfson

Unica edición en castellano autorizada por el autor y debida­mente protegida en todos los países. Queda hecho el depósito que previene la ley n- 11.723. © Todos los derechos de la edi­ción castellana reservados por Amorrortu editores, S. A., Para­guay 1225, 1- piso, Buenos Aires.

La reproducción total o parcial de este libro en forma idéntica o modificada por cualquier medio mecánico o electrónico, inclu­yendo fotocopia, grabación o cualquier sistema de almacena­miento y recuperación de información, no autorizada por los editores, viola derechos reservados. Cualquier utilización debe ser previamente solicitada.

Industria argentina. Made in Argentina.

ISBN 950-518-472-7ISBN 0-07-025570-9 McGraw-Hill Book Company, Nueva York, edición original

Impreso en los Talleres Gráficos Color Efe, Paso 192, Avella­neda, provincia de Buenos Aires, en mayo de 1995.

Tirada de esta edición: 1.000 ejemplares.

Page 4: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Dedico este libro a Ingrid y a Magali

Page 5: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar
Page 6: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Indice general

11 Introducción20 1. Ideas que han perjudicado a los terapeutas39 2. Una orientación familiar61 3. Control social y terapia78 4. El sistema de apoyo del terapeuta95 5. La primera etapa

129 6. Un buen comienzo en la primera sesión150 7. La segunda etapa: apatía181 8. La segunda etapa: conducta alborotadora210 9. El proceso de la terapia: un problema de heroína236 10. Un caso crónico259 11. Cuestiones especiales resueltas e irresueltas

Page 7: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar
Page 8: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Introducción

En este libro se expone una manera de hacer terapia con las familias que se encuentran en la etapa en que los hijos sueltan amarras y se emancipan del hogar. Versa sobre una época particular de la vida de una familia, pero no ofrece datos relativos a esa etapa que deriven de investigaciones. Más adelante, en esta introducción, analizaremos algunos resultados obtenidos con nuestro enfoque terapéutico, pero no contamos aún con un estudio científico de tales resultados para confirmar la eficacia de dicho enfoque. Tampoco ofrece esta obra un método para que las familias hagan frente por sí mismas al tipo de crisis que aquí se examinan. Nuestro propósito es definir una esfera problemática, describir las fuerzas sociales que están en juego y presentar un enfoque terapéutico que da lugar a cambios positivos sin correr excesivos riesgos de causar algún daño a las personas. El objetivo del libro es dotar a los terapeutas de mayor habilidad para su tarea y de una mejor estrategia.

La clasificación que aquí hacemos de los jóvenes con problemas no es la corriente: los incluimos a todos en la misma categoría, a despecho de la gran variedad de conductas que puedan presentar. Una de las principales preocupaciones de la psiquiatría y la psicolo­gía ha sido establecer las diferencias que hay entre distintos tipos de individuos. El hecho de que una persona deba ser considerada esquizofrénica, delincuente, deprimida o víctima de una afección psicosomática ha dado origen a exámenes, investigaciones y discusio­nes de casos clínicos que insumieron un tiempo enorme. Si la meta que uno persigue es lograr un diagnóstico correcto o reunir datos confirmatorios mediante una investigación, esas diferencias tienen importancia; pero para el clínico ellas son en gran medida inútiles, salvo que el diagnóstico determine una especial manera de hacer terapia (y por cierto, en el pasado no ha ocurrido así).

Opinarán algunos clínicos que clasificar en un mismo grupo a jóvenes diagnosticados como esquizofrénicos, adictos a la heroína, vagabundos que deambulan sin rumbo, anoréxicos, delincuentes, retardados mentales o perpetradores de recurrentes actos de violen­cia, puede crear confusiones. No obstante, lo que importa es si se aplicará a todos ellos la misma estrategia terapéutica. Sostenemos que, cuando el objetivo es terapéutico, más que la categoría sintomática del joven interesa la particular etapa de la vida en que se encuentra su familia. Aunque proponemos una estrategia general, obviamente la táctica específica variará, no sólo con cada caso

11

Page 9: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

individual, sino con la clase de conducta que presente. Por más que el terapeuta adopte un modo de acción particular para desenganchar al joven de sus progenitores, no abordará de la misma manera a la Familia de un retardado mental, de un muchacho que se niega a alimentarse o de otro que incurre en repetidos actos de violencia.

Resultados

Los resultados que se alcanzan con esta terapia aún no han sido adecuadamente investigados. Ella se basa en veinte años de experien­cia en la práctica y la enseñanza de la terapia, durante los cuales se asistió a éxitos y fracasos. Sólo comentaremos aquí algunos datos sugestivos que parecerían venir en apoyo de nuestro enfoque. Un plan tendiente a aplicarlo a una muestra de considerable tamaño y a controlar los datos recogidos mediante un grupo testigo equiparado no pudo concretarse, por la imposibilidad de obtener los fondos necesarios para llevar ese plan a la práctica. En consecuencia, los resultados provienen de datos reunidos en forma incidental, y no como parte de una investigación concienzuda.

Hace unos años comencé a supervisar a terapeutas en formación que se ofrecieron voluntariamente para atender, junto con sus familias, a jóvenes diagnosticados como esquizofrénicos. Este “Pro­yecto Esquizofrenia”, según se lo tituló, no formó parte de un programa regular de formación, sino que fue una tarea colateral. En él se tomaron como base los siguientes criterios: un joven con problemas internado en una institución era incluido en la muestra únicamente si esa era su primera internación, si alguien ajeno al proyecto había hecho el diagnóstico oficial de esquizofrenia y si se podía tomar contacto con sus dos progenitores. Doce terapeutas trataron, por un período de cuatro años, a un total de catorce familias a las que pertenecían estos jóvenes. Entre los terapeutas había nueve psiquiatras residentes, dos psicólogos que estaban haciendo su internado y un asistente social (Charles Billings, Charles Fishman, Paul Gross, David Heard, David D. Hunt, Gary Lande, Lawrence Miller, David Mowatt, Lee Petty, Alberto Rjsh y Fran Ziegler). En el cuadro 1 y en lo que sigue resumimos los datos procedentes de un seguimiento que abarcó entre dos y cuatro años, según la fecha de terminación de la terapia.

Los objetivos primordiales de la terapia eran que los jóvenes no fueran internados nuevamente, y que no se constituyeran en un fracaso. A veces es difícil evaluar un fracaso terapéutico, pero la internación es un acto inequívoco (aunque los motivos que llevan a ella pueden ser complejos, como en el caso de los jóvenes que quieren ser internados para recibir el subsidio por invalidez). Dicho de otro modo: definir el éxito no es fácil, mientras que el fracaso

12

Page 10: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Cuadro 1. RESULTADOS

Problema N° de Familia inter­

presentado vencio­nes

Interna­cionesante­riores

Interna­ciones

durante la tera­

pia

Inter­nacio­

nes des­pués de la tera­

pia

Tiempode

segui­miento

Proyecto 1 Diag. de esquiz. 16 1 0 0 2 añosEsquizofrenia 2 Diag. de esquiz. 2 1 0 0 2 años

3 Diag. de esquiz. 4 1 0 0 2 años4 Diag. de esquiz. 20 1 1 0 2 años5 Diag. de esquiz. 12 1 1 0 2 años6 Diag. de esquiz. 20 1 0 0 3 años7 Diag. de esquiz. 30 1 0 0 3 años8 Diag. de esquiz. 21 1 0 1 3 años9

10Diag. de esquiz. Diag. de esquiz.

66

11

00

1Suicidio

3 años 3 años

11 Diag. de esquiz. 7 1 0 0 4 años12 Diag. de esquiz. 1 1 0 0 4 años13 Diag. de esquiz. 27 1 0 0 4 años14 Diag. de esquiz. 20 1 0 2 4 años

Promedio 14 4

Departamento 1 Violento 10 1 0 0 3-6 mesesde Psiquiatría 2 Depr., suicida 7 1 0 0 3-6 meses

3 Drog.huyo d/hogar2 1 0 0 3-6 meses4 Alcoholico 13 1 0 3 1 1/2 años5 Psicosis p/drog. 12 1 0 0 11/2 años6 Psicòtico 4 1 0 0 11/2 años7 Psicót. alcohólico 15 4 0 1 1 1/2 años8 Psicót. violento 15 3 0 0 11/2 años9 Suicidio, alcohol. 9 8 1 _0 1 1/2 años

Promedio 10 2

Instituto 1 Psicòtico 3 5 0 0 6 mesesde Terapia 2 Suicida 20 1 0 0 6 mesesFamiliar 3 Suicida 1 1 0 0 6 meses

4 Psicotico 16 1 0 0 6 meses5 Psicotico 15 1 0 1 6 meses6 Anoréxico 15 0* 0 0 1 año7 Anoréxico 12 0* 0 0 1 año8 Anoréxico 0* 0 0 1 año9 Psicót., violento 7 1 10 1 1 1/2 años

10 Psicosomàtico 7 3 0 0 11/2 años11 Suicida 9 1 0 0 1 1/2 años12 Psicotico 12 2 0 1 1 1/2 años13 Psicòtico 7 1 0 0 11/2 años14 Suicida, psicót. 5 3 0 0 2 1/2 años15 Fòbico, obses. 11 3 0 0 2 1/2 años16 Violento 4 1 0 0 2 1/2 años17 Drogadicto 7 1 0 1 2 1/2 años18 Depres., suicida 7 2 0 0 2 1/2 años19 Exhibicionista 16 1 0 _0 2 1/2 años

Promedio 10 4

Promedio total 11

* Los anoréxicos, todos ellos de 18 años o más, habían recibido tratamiento médico pero no habían sido internados en un hospital psiquiátrico. Ninguno estuvo en ningún tipo de hospital después de la terapia.

13

Page 11: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

suele ser evidente. En las catorce familias de que nos ocupamos aquí, hubo cuatro notorios fracasos (un 29%). Uno de ellos fue un trágico suicidio cuando la terapia se acercaba a su fin; los otros tres fueron jóvenes que debieron ser reinternados, y que con posterioridad no lograron valerse por sus propios medios, o sólo lo lograron en forma intermitente. En dos casos, si bien hubo reinternación en el trascurso de la terapia, los jóvenes se desempeñaron con éxito más adelante. En los ocho casos restantes no hubo reinternaciones durante el período de seguimiento de dos a cuatro años.

Si uno pretende juzgar la validez de estos resultados en términos de una metodología rigurosa, surgen muchos problemas. Se careció de un grupo testigo de personas no tratadas; el seguimiento no fue realizado por un investigador ajeno, sino por los propios terapeutas; y la confiabilidad de los datos, así como el período trascurrido desde el fin de la terapia, hacen que los resultados sólo puedan considerarse indicativos. En el éxito o fracaso que se logre con estos problemas influyen tantos factores, internos o externos a la terapia, que se precisa una muestra muy numerosa para poder afirmar qué cambios sobrevinieron a causa de la terapia y cuáles obedecieron a otros motivos. En muchas circunstancias, el éxito del terapeuta depende de la cooperación de la policía y de la comunidad médica, o de la situación económica de la familia. Algunas de las familias de este grupo eran de gente de color, de bajos ingresos; encontrar trabajo para uno de sus jóvenes integrantes, con lo cual se alcanzaría uno de los objetivos perseguidos (el autovalimiento), puede constituir un problema.

Se han obtenido, con otras dos muestras, resultados que confir­man la eficacia de este enfoque terapéutico, pero tampoco esos estudios siguieron una metodología científica, y por ende esos datos sólo poseen, asimismo, valor indicativo. En dos programas de capacitación, los que se realizan en el Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Maryland, y en el Instituto de Terapia Familiar de la ciudad de Washington, se solicita a los terapeutas que informen acerca de los resultados. Entre los casos allí atendidos, que son muy variados, hay algunos pacientes internados. Al final del tratamiento, el terapeuta debe llenar un formulario consignando su éxito o fracaso. Este procedimiento no forma parte de una investigación, sino que tiene propósitos didácticos, ya que de este modo se orienta a los terapeutas para que atiendan a los resultados de su labor y a la vez los supervisores pueden llevar un registro de sus éxitos o fallas en el abordaje de determinados problemas. De ordinario no se hace un seguimiento de estos casos a largo plazo, pero a los terapeutas que pudo localizárselos se les pidió que presentaran un resumen.

Como muestra el cuadro 1, de los nueve casos atendidos en el Departamento de Psiquiatría debieron ser reinternados dos luego de la terapia (un índice de fracasos del 22%), en tanto que de los diecinueve tratados en el Instituto, debió reintemarse a cuatro

14

Page 12: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

(19%). En conjunto, el índice de fracasos en los 42 casos que componen las tres muestras fue del 24 %. La cantidad promedio de entrevistas fue de once. En la última columna del cuadro se aprecia el tiempo trascurrido desde el fui de la terapia, que varía entre un período de tres a seis meses (o sea, cuando las indagaciones se efec­tuaron dentro del mismo año en que se realizó la terapia didáctica) y un período de dos años (en aquellos casos en que sólo se ubicó a las familias y a los terapeutas con bastante posterioridad).

Las muestras del Departamento de Psiquiatría y del Instituto de Terapia Familiar eran más diversificadas que la del Proyecto Esquizo­frenia, e incluían varias clases de diagnóstico y no sólo el de esquizofrenia (los que aparecen como “psicóticos” en el cuadro eran, en general, “esquizofrénicos”). Salvo los anoréxicos, como se apunta en la nota al pie, todos los demás jóvenes habían sido internados una vez como mínimo, y algunos de ellos eran crónicos con varias internaciones. En ciertas familias sólo pudo concurrir a la terapia uno de los progenitores o algún otro familiar. El grupo etario fue idéntico en todas estas muestras, abarcando una gama que va desde la adolescencia tardía hasta cerca de los treinta años -la edad de la “emancipación”—.

Los terapeutas que trabajaron con la muestra del Departamento de Psiquiatría fueron Barbara Cephas, Kay Dónahoe, Gerald Hunt, James Hill, Sheldon Starr y Stanley Weinstein; en la muestra del Instituto participaron George Brown, Lila Caffery, Jean Driggers, Phillip Hill, Joan Hoffman, Judy Lansing, Betsy Lawrence, Marcha Ortiz, Kathy Reuter, Ralph Scoville, Jane Terry, Stuart Tiegel, Jerry Waletzky, Gene Waterman y Melvin Williams.

Terapeutas con distinta formación profesional y diverso grado de , experiencia aplicaron este enfoque con éxito. Hubo, asimismo, dos supervisores diferentes en el Departamento de Psiquiatría y en el Instituto; la tercera supervisora fue mi esposa, Cloé Madanes. Con ella hemos trabajado juntos en la supervisión de casos tanto en la Universidad de Maryland y el Instituto de Terapia Familiar como en el Departamento de Psiquiatría de la Universidad Howard, donde atendimos a familias de bajos ingresos con un miembro hospitaliza­do, casos estos particularmente difíciles.

Cloé Madanes ha aportado muchas ideas a esta obra y, en general, a este enfoque terapéutico a lo largo de los años en que trabajamos en colaboración.1 Posee una rara habilidad para enseñar a los profesionales cómo hacer terapia con familias en las que hay un joven “loco”.2

Nuestro enfoque se ha visto confirmado por otros dos proyectos

1 C. Madanes y J. Haley, “Dimensíons of Family Therapy”, J. Nerv. Ment. Dis., 165: 88-98, 1977.

2 C. Madanes, “The Prevention of Rehospitalization of Adolescents and Young Adults”, en prensa.

15

Page 13: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

en los que el procedimiento terapéutico fue, en. muchos aspectos, similar. Uno de ellos fue un proyecto de investigación sobre el resultado de la terapia familiar con adictos a la heroína, de difícil curación. Este estudio, cuidadosamente controlado, abarcó a 24 familias y tuvo un amplio período de seguimiento. Se obtuvo un índice de éxitos del 80%, definiendo como éxito la abstención definitiva del uso de la heroína.3 Yo participé en la planificación de la estrategia terapéutica y en la supervisión; el enfoque fue en esencia análogo al presentado aquí. Algunos terapeutas participaron en ambos proyectos; en el capítulo 9 se examina uno de los casos de heroinomanía.

Otro proyecto de investigación que aplicó un enfoque terapéutico semejante y tuvo un índice de éxitos del 86% fue iniciado por Salvador Minuchin.'’ .Tomó también como foco la organización de la familia, como lo hicimos nosotros, aunque la población con la que trabajó difería de la nuestra tanto por su problemática como por la etapa de la vida familiar en que se hallaba. La similitud estaba dada por el énfasis en la jerarquía y en que los padres se hicieran cargo del hijo problemático y asumieran la responsabilidad de hacerlo cambiar. En ciertos casos de anorexia nerviosa hubo además una intensa focalización en el problema presentado, dado que por las caracterís­ticas de la situación la vida del sujeto corría peligro. En el enfoque de Minuchin, igual que en el nuestro, el terapeuta traza entre padres e hijos una línea demarcatoria de las generaciones y hace que los primeros cooperen para resolver el problema de su hijo.

No es de sorprender que existan similitudes entre la manera de operar del doctor Minuchin y la nuestra, ya que durante diez años trabajamos juntos en el mismo sitio, empeñados, con Braulio Montalvo, en aclarar los problemas que plantea la terapia y en encontrar una mejor manera de capacitar a los terapeutas.5 El trabajo común de Minuchin y Montalv.o con familias “caóticas” de escasos ingresos los llevó a desarrollar un enfoque estructural,6 enfoque que Minuchin y sus colegas aplicaron luego a la terapia familiar de afecciones psicosomátioas y otros tipos de problemas. Mi propia modalidad derivó del proyecto de investigación dirigido por Gregory Batesón, en el cual, a través del tratamiento de familias

3 Proyecto de investigación financiado por el Instituto Nacional de Abuso de Drogas, que dirigen M. D. Stanton y T. C. Todd, en calidad de consultor y supervisor clínico, respectivamente. Ellos son autores de un informe sobre el programa, titulado “Structural Family Therapy with Drug Addicts”, en E. Kaufman y P. Kaufmann, eds., The Family Therapy of Drug and Alcohol Abusers, Nueva York, Halsted, 1979.

4 S. Minuchin, B. L. Rosman y L. Baker, Psychosomatic Families: Añore- xia Nervosa in Context, Cambridge: Harvard University Press, 1978.

5 B. Montalvo, “Aspects of Life Supervisión”, Family Process, 12: 343- 359, 1973.

6 S. Minuchin, B. Montalvo, B. Guemey, B.L. Rosman y F. Schumer, Fa­milies of the Slums, Nueva York: Basic Books, 1967.

16

Page 14: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

caóticas de esquizofrénicos, desarrollamos (particularmente Don D. Jackson y yo) un enfoque estructural. En la década en que Mon- talvo, Minuchin y yo trabajamos juntos, compartimos muchos problemas y propusimos numerosas innovaciones. Pese a las diferen­cias del caso, hay una evidente similitud entre pedir a los padres de un chico que se niega a comer que lo obliguen a hacerlo, y pedir a los padres de un joven perturbado que lo hagan abandonar sus ideas delirantes y le exijan que consiga algún trabajo.

Y ya que estoy pasando revista a las influencias de nuestra labor, quisiera mencionar a John N. Rosen.7 En 1954 el proyecto Bateson estudió el tipo de trabajo que realizaba Rosen, y este pasó a formar parte de nuestras ideas acerca de la naturaleza de la terapia. Por esa época, él y una docena de otros terapeutas se habían especializado en el tratamiento de esquizofrénicos; todos ellos gravitaron en quienes nos ocupábamos de los “locos”. Cabe mencionar a Murray Bowen, Don D. Jackson, Thomas Malone, Ed Taylor, John War- kentin y Cari Whitaker. Uno de los servicios que prestaba Rosen consistía en recorrer los hospitales públicos de los estados y entrevistar a los pacientes en presencia del personal del estableci­miento; allí los persuadía de que los llamados esquizofrénicos eran seres humanos sensibles y accesibles al diálogo. A la sazón, esa era una idea revolucionaria. Creo que la posibilidad, si no la necesidad imperiosa, de tratar a los esquizofrénicos fuera del marco hospitala­rio fue establecida por Rosen.

Otra persona que tuvo gran gravitación en nuestro enfoque tera­péutico fue Milton H. Erickson. 8 Dotado de una especial habili­dad para tratar con jóvenes y de una orientación familiar de la que carecían entonces la mayoría de los terapeutas, Erickson trabajó con muchachas y muchachos sobre los cuales sus padres habían perdido el gobierno, y lo hizo tomando en cuenta la jerarquía familiar. Ya en 1958 me hizo ver una distinción que en ese momento era difícil advertir. El proyecto Bateson había mostrado que de nada servía tratar de apartar al esquizofrénico de su familia, y promovió en esencia un procedimiento opuesto, procurando la reunión de la familia, interpretando y aclarando sus comunicaciones y explorando sus orígenes en el pasado. Erickson me enseñó que en este estadio de la vida familiar, la tarea de desarrollo no consistía en lograr la reunión de la familia, sino, por el contrario, en conseguir que los miembros se desengancharan uno del otro. Al principio nos costó aceptar esta idea, pero con el tiempo nuestro objetivo terapéutico fue reunir al joven con sus padres para ayudarlos a separarse.

7 J. N. Rosen, Direct Analysis, Nueva York: Gruñe & Stratton, 1951.8 Cf. J. Haley, ed.: Advanced Techniques of Hypnosis and Therapy: Selec-

ted Papen of Milton H. Erickson, M.D. Nueva York: Gruñe & Stratton, 1967, y J. Haley, Uncommon Therapy: The Psychiatric Techniques of Milton H. Erickson, Nueva York: Norton, 1973. (Terapia no convencional. Las técnicas psiquiátricas de Milton H. Erickson, Buenos Aires: Amorrortu editores, 1980.)

Page 15: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Harry Stack Sullivan fue otro de los que influyeron enormemente sobre mí y sobre todos los adeptos del enfoque familiar.9 En mi caso, la influencia vino a través de Don D. Jackson, el primer supervisor que tuve en mi labor con esquizofrénicos, quien a su vez había sido supervisado personalmente por Sullivan. En la década de 1950 los integrantes del proyecto Bateson trabajamos en forma individual con esquizofrénicos, supervisados por Jackson, hasta que empezamos a atender familias. Entre todos los que tratábamos a estas familias con jóvenes “locos”, Jackson era el más innovador, y pese a su formación médica convencional, de algún modo había tomado conciencia de que, fuera de su situación social, nada hay intrínsecamente malo en un esquizofrénico.

A lo largo de veinte años de indagación de los misterios de la terapia de la locura, trabajé junto a muchas otras personas, con las que estoy en deuda. Durante el decenio que duró el proyecto Bateson,10 John Weakland fue no sólo mi colega sino mi amigo en esta empresa. El escribió, en colaboración con Jackson, uno de los primerísimos informes sobre los resultados obtenidos con familias de esquizofrénicos.11 A Braulio Montalvo, con quien pasamos inconta­bles horas discutiendo los problemas de la terapia, le debo muchas de las ideas incorporadas a mi enfoque. Le estoy particularmente agradecido, además, por haber dedicado un tiempo a la lectura de este manuscrito y haberme proporcionado numerosas sugerencias útiles para su revisión.

Otros muchos colegas y estudiosos contribuyeron con sus ideas; de ellos, sólo unos pocos se mencionan en el texto, al citar las entrevistas que llevaron a cabo. Y no debo olvidar a las familias que mejoraron nuestro entendimiento de lo que debe hacerse en estos casos, tanto cuando tuvimos éxito como cuando fracasamos. A fin de proteger su identificación, aquí permanecen anónimas; los nom­bres y circunstancias mencionados son ficticios.

Las entrevistas familiares se exponen en estas páginas en trascrip­ciones literales, con excepción de unas pocas correcciones tendientes a eliminar las redundancias.

^ En algún momento consideré la posibilidad de incorporar como apéndice de este libro una declaración de admiración hacia Sullivan que había escrito como comentario de una reseña bibliográfica en 1967. Fue publicada con el titulo “The Doctor as Part of the Schizophrenic Interchange”, Internat. J. Psychiat., 4:531-542, 1967.

10 Para una historia de las ideas relacionadas cor el proyecto Bateson, véase J. Haley, “Development of a Theory: A History of a Research Project”, en C. E. Sluzki y D. C. Ransom, eds., Double Bind, Nueva York: Grune & Stratton, 1976. (Dofrle vínculo. Fundamentos interaccionales de la terapia fa­miliar, Buenos Aires: Amorrortu editores, en preparación.)

11 D. D. Jackson y J. Weakland, “Conjoint Family Therapy: Some Consi­derations on Theory, Technique and Results”, Psychiatry, 24:30-45, 1961.

18

Page 16: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Nota importante

Hay un punto que, para evitar equívocos, debe quedar bien en claro. En ciertos enfoques terapéuticos se presume que la filosofía del terapeuta y su manera de proceder en relación con el cliente tienen directa relevancia para la vida normal de este. No ocurre lo mismo aquí. Para nosotros, no hay una relación directa entre lo que se hace en ía terapia y la vida corriente. La terapia que aquí exponemos está destinada a aumentar el poder y la autoridad de los padres con respecto al joven problemático; esto no significa suponer que las familias “normales” deben ser autoritarias o que los padres deben estar investidos de un poder y autoridad extremos para criar a sus hijos. Como he dicho en otro lugar, que se le ponga un yeso a un chico que se ha fracturado una pierna no quiere decir que todos los chicos deben ser criados con yesos en sus piernas. Este libro no se ocupa de la manera correcta de criar y educar a los hijos, sino de lo que puede hacerse por ellos cuando se han vuelto “locos”.

19

Page 17: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

1. Ideas que han perjudicado a los terapeutas*

Las técnicas terapéuticas para atender a jóvenes con problemas han ido perfeccionándose con los años. Se descartaron muchas de ellas que originaban permanentes fracasos, y se crearon nuevas estrategias más fructíferas. Ahora bien: descartar ideas y teorías que uno ha asimilado en su formación con respetados maestros no es sencillo. Parecería que un terapeuta, hombre o mujer,1 sólo puede modificar su ideología y su proceder cuando cambia el medio social que lo rodea. Es arduo renunciar a la ilusión de que el individuo escoge libremente esas ideas y teorías, sea cual fuere la red social en que está inmerso.

Haremos en este capítulo una reseña de las ideas que han perjudicado a los terapeutas de jóvenes (particularmente los defini­dos como esquizofrénicos) y que han sido abandonadas en los últimos veinte años —o que lo han sido, al menos, por aquellos terapeutas que extraen enseñanzas de la experiencia—.

A fin de determinar si una idea es útil para una teoría de la terapia hay que basarse en ciertos criterios, los más evidentes de los cuales son los siguientes:

1. Las ideas deben ser pertinentes para una teoría que conduzca a resultados satisfactorios. Esa teoría no sólo debe dar mejor resulta­do que otras, y mejor resultado que la ausencia de terapia, sino que no debe llevar al terapeuta a proceder de un modo que dañe a las personas.

2. La teoría debe ser lo bastante simple como para que pueda ser comprendida por el terapeuta corriente. Si los problemas importan­tes se entienden con claridad, el terapeuta no se dejará distraer por clientes que son expertos en complicarlo y ofuscarlo todo.

3. La teoría debe tener un grado razonable de amplitud. No es forzoso que explique todas las eventualidades posibles, pero sí que prepare al terapeuta para hacer frente a la mayoría de ellas.

* Este capitulo, en una versión algo distinta, fue leído originalmente en la conferencia realizada en 1977 bajo el título “Más allá del doble vínculo”, y publicado como parte de las actas de dicha reunión en M. M. Berger, ed., Beyond the Double Bind, Nueva York: Brunner/Mazel, 1978.

1 Salvo indicación en contrario, en todas las referencias que aquí haga­mos a un terapeuta o a un cliente debe entenderse que puede pertenecer a cualquiera de los dos sexos. El autor considera injusto el empleo tradicional del género masculino para estas designaciones, adoptado por motivos de sim­plicidad.

20

Page 18: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

4. La teoría debe orientar al terapeuta con respecto a la acción más que a la reflexión: debe sugerirle cómo proceder.

5. La teoría debe generar esperanza en el terapeuta, el cliente y la familia, de modo tal que todos depositen su expectativa en la recuperación del individuo con problemas y su retorno a la normali­dad.

6. La teoría debe definir el fracaso terapéutico y explicar por qué se ha producido.

Si estos son los criterios más evidentes en que debe fundarse una teoría de la terapia, el terapeuta sensato tendrá que evitar las teorías que se opongan a ellos. Debe serle inaceptable una teoría que origine magros resultados, que provoque daño a las personas o que impida la definición de un objetivo para la terapia. Evitará las teorías harto complejas que inhabilitan para actuar, así como las que procuran ■ explicarlo todo, o llevan a la especulación filosófica y no a la acción, o no generan esperanza, o hacen que cunda la duda sobre si se tuvo éxito o se fracasó.

Ideas infortunadas

Resumamos las ideas que más han perjudicado a los terapeutas que trabajan con jóvenes problemáticos.

Teoría organicista

Una tradición que nos viene de la psiquiatría europea del siglo XIX sostiene que los jóvenes “desviados” de lo normal, en particular los que han sido diagnosticados como esquizofrénicos, tienen alguna deficiencia orgánica o genética. Cierto es que aun dentro de la psiquiatría, y especialmente éntrelos terapeutas clínicos, hay quienes no toman en serio esta idea, pero ella sigue siendo uno de los presupuestos principales con que se opera en este campo. En la bibliografía y en los cursos para residentes en psiquiatría se trasmite la impresión de un sólido cúmulo de pruebas en favor de una causa genética o fisiológica de la psicosis. Esto es simplemente falso. De hecho, la literatura contiene enunciaciones de que existen “indi­cios”, “ideas orientadoras”, “tendencias previsibles”, “posibles cami­nos para la investigación” y “promisorias posibilidades” en esa dirección; pero ninguna prueba física u orgánica ha logrado demos­trar que una persona diagnosticada como esquizofrénica es diferente de una persona normal, ni existen tampoco hallazgos genéticos bien fündados al respecto. Si un clínico tiene dudas acerca de esto, debería solicitar un examen físico de su paciente para determinar si

21

Page 19: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

es o no esquizofrénico: obtendrá como respuesta un análisis de vagas expectativas futuras.

Millones de dólares se canalizaron hacia los laboratorios de in­vestigación con el objeto de hallar pruebas de organicidad. No hay duda de que esas investigaciones fueron necesarias e importantes; pero, por desgracia, la tarea de relaciones públicas que implicó la recolección de esos fondos persuadió a numerosos profesionales y al público lego en general de que los diagnosticados como psicóticos debían poseer alguna deficiencia orgánica. Es probable que jamás una categoría de personas haya sido estigmatizada hasta tal punto sobre la base de pruebas tan escasas. Todos los meses se anuncia que está por producirse el tan prometido avance para el próximo siglo; los debates biológicos y bioquímicos se han vuelto más complicados y mistificadores, y los resultados siguen siendo insignificantes. (Hay más datos que abonan la presunción de que ser psiquiatra —y, mucho más aún, médico— está determinado genéticamente, de los que abonan la presunción del origen genético de la esquizofrenia.)

La polémica entre las concepciones orgánica y social ha cobrado magnitud en nuestros días. Las consecuencias de suscribir la idea de que la locura tiene una causa fisiológica han sido significativas:

1. La hipótesis de una causa física de la psicosis ha hecho que se internara a muchos jóvenes con problemas en instituciones de custodia. Se los tituló “enfermos” y se los confinó en hospitales bajo el cuidado de médicos y enfermeras, pese a que no se pudo descubrir en ellos ninguna falla orgánica.

2. La presunción de un problema orgánico llevó a aplicar a esos individuos enormes dosis de medicamentos, de un modo que los ■ defensores de los derechos civiles no habrían permitido con ningún otro sector “desviado” de la población, como los delincuentes. Esta medicación demostró ser no sólo inhabilitante en muchos aspectos, a causa de sus efectos colaterales, sino en verdad peligrosa. El uso responsable o irresponsable de tales drogas ocasionó en miles de personas daños neurológicos irreversibles, como la diskinesia tardía. Muchos profesionales de la medicina siguen drogando a la gente aunque ello contraríe sus deseos, simplemente porque su formación puso el énfasis en la administración de drogas y fuera de eso no saben qué otra cosa hacer. Los legos no pueden impedir el uso de esas drogas debido al poder de que gozan en este campo los profesionales de la medicina, y debido a sus propias dudas sobre si la teoría organicista es o no es un mito.

3. La teoría organicista le exige a un terapeuta de orientación familiar suponer que un esquizofrénico se conduce de modo extraño a causa de una misteriosa enfermedad, y también como reacción frente a su familia. Vale decir, la teoría de la enfermedad sostenía que el paciente reaccionaba en forma impropia e inadaptada porque padecía una deficiencia en el interior de su organismo; la concepción

22

Page 20: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

de la terapia de familia, por el contrario, pensaba que el extraño proceder del individuo era apropiado y adaptado a su situación social. El intento de combinar estos dos puntos de vista dio origen a una terapia mistificadora y confusa no sólo para el terapeuta sino para su clientela. Se le decía al terapeuta que los psicóticos tenían una incurable deficiencia biológica subyacente, pero a la vez se le decía que debía tratarlos terapéuticamente para curarlos. Esto lo situaba frente al cliente como alguien que procuraba curarlo median­te una teoría según la cual era incurable —un ejemplo bastante clásico de “doble vínculo”, que generó extravagantes procedimien­tos-.

4. El terapeuta adepto a la teoría organicista concebía al joven esquizofrénico como una persona con una deficiencia, limitada en su inteligencia o en su capacidad. Como lo corriente es que esos jóvenes fracasen en su vida, dicha teoría tenía visos de verosimilitud para los profesionales noveles, quienes llegaban a pensar que algo

’ malo debía tener un joven que no se afanaba por lograr el éxito. Pero si uno admite que la función social de los jóvenes psicóticos es fracasar, pese a no tener en sí mismos nada malo que les dé la excusa para ello, sus capacidades se hacen acreedoras a un mayor respeto. Puede presumirse que esos jóvenes son más habilidosos en el plano interpersonal que el terapeuta promedio: este, por más que se esfuerza, no consigue que tengan éxito, mientras que ellos consiguen con todo éxito fracasar. La teoría de la deficiencia orgánica llevaba al terapeuta a subestimar su habilidad interpersonal, y por ende a sa­lir perdidoso en la batalla entablada con ellos. Suponer que un joven loco es defectuoso y luego tratar de vencerlo en la contienda, es como iniciar un campeonato de ajedrez con la idea de que todos los demás contrincantes son retardados mentales.

Estas objeciones nuestras a hallazgos médicos que siguen siendo míticos no implican en modo alguno que no deba practicársele a un joven loco un cuidadoso examen orgánico y, en los casos en que esté indicado, someterlo a las más escrupulosas y avanzadas exploracio­nes neurológicas. Una de las críticas que se les hacen a los departa­mentos actuales de psiquiatría es que se muestran tan prontos a presuponer un desequilibrio químico como factor causal, que no practican los más rutinarios exámenes de este tipo.

Como broche final de nuestra argumentación, digamos que las teorías médicas y la consecuente administración de drogas no han resuelto el problema, y es así que centenares de miles de jóvenes siguen fracasando en la vida y conduciéndose de manera extravagan­te. En consecuencia, la estrategia más sensata para un terapeuta es presumir que la conducta de los locos no tiene base orgánica, y proceder como si el problema fuese social. Afirmamos que de este modo su éxito aumentará.

Ateniéndonos a los criterios expuestos para una teoría de la

23

Page 21: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

terapia, la teoría organicista es una verdadera calamidad, que ha impuesto una gravosa carga a la psiquiatría. Al confundir terapia con control social, no permitió alcanzar éxito alguno y aun impidió la remisión espontánea en clientes que podrían haber cambiado si se los hubiera apartado a tiempo de la atención profesional. El tratamiento en instituciones de custodia, la administración de drogas y el pesimismo por una presunta deficiencia orgánica, reforzaban la necesidad de instituciones de custodia, la administración de drogas y el pesimismo. Las teorías biológicas no eran nada sencillas; ni siquiera los investigadores médicos parecían comprenderlas. La teoría no alentaba esperanzas en el cliente o su familia, ni definía qué debía entenderse por éxito. Si un sujeto tildado de esquizofréni­co se volvía normal, se aducía que, o bien estaba en un período de remisión temporario, o había sido mal diagnosticado.

Teoría psicodinàmica

Otra teoría que probó ser infortunada fue una ideología basada, como la teoría organicista, en la noción de que el individuo lleva en sí mismo algo malo que es independiente de su situación social. Me refiero a la teoría psicodinàmica de la represión y a la consecuente terapia. Es difícil describir dicha teoría en términos simples sin que parezca que uno está parodiándola, pero trataremos de mencionar aquí los puntos más significativos para la terapia de jóvenes. Según esa teoría, las personas se conducen como lo hacen a causa principal­mente de representaciones y experiencias del pasado que han repri­mido o desalojado de la conciencia. Se admitía que, secundaria­mente, la situación social actual influye en la persona, pero po­niendo énfasis en la forma en que esta concibe tal situación en virtud de las representaciones que se erigieron en su interior en el pasado.

Esta teoría tuvo el mérito de ofrecer a los investigadores intere­santes hipótesis sobre una gran variedad de conductas extrañas; pero aplicada a la situación terapéutica, constituyó un estorbo. La doctrina de la represión tomaba difícil al terapeuta ver la interrela- ción de los miembros de la familia a medida que cada uno respondía ante la conducta de los otros. La unidad era el individuo singular, no la diada o la tríada. Se consideraba a cada persona como un sujeto reprimido que respondía a proyecciones y falsas percepciones. Sus síntomas no se juzgaban apropiados al medio social y una respuesta frente a este, sino que se los estimaba inadaptados, irracionales, y producidos en respuesta a experiencias del pasado más que a las circunstancias presentes. De este modo, el presente, que es todo cuanto podemos modificar, no era enfocado como el ámbito que se debía modificar. Esta concepción llegaba a veces a formas extremas, como lo ilustran ciertos terapeutas a quienes he visto trabajar en

24

Page 22: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

hospitales, tan ocupados en el pasado de sus pacientes que ni siquiera sabían si estos eran casados o solteros.

La teoría psicodinàmica vuelve difícil adoptar un enfoque tera­péutico positivo, pues se orienta hacia los aspectos negativos de las personas: lo reprimido por ellas es su lado oscuro, sus temores, su agresividad, sus odios, sus pasiones incestuosas. Si la técnica primor­dial de la terapia consiste en formular interpretaciones para traer a la conciencia todo ese material reprimido, es forzoso centrarse en los aspectos hostiles y desagradables de la gente. (Recuerdo a un equipo de terapia familiar que, al exponer el caso de un joven esquizofré­nico, informó con orgullo que luego de tres años de terapia la madre de este joven había admitido, finalmente, que odiaba a su propia madre. A mí me pareció que esto poco tenía que ver con la vuelta a la normalidad del hijo y de la familia, pero para ellos, que se basaban en la teoría de la represión, constituía un resonante triunfo.)

La teoría psicodinàmica tiende a alentar al terapeuta para que se convierta en un inquisidor que ofrece su asesoramiento a la familia, en vez de alguien que le imparte directivas y procura que las cosas cambien. La inclinación del terapeuta a explorar el pasado lleva a culpar a los progenitores, dado que en el pasado fueron ellos los responsables. Cuando la cuestión se centra en las acciones del pasado, implícitamente se acusa a los padres de haber causado el problema del hijo. Con su teoría de las causas históricas, el terapeuta suele verse a sí mismo como alguien que viene a salvar al paciente de la nociva influencia de los padres, y así sus interpretaciones indagato­rias suelen enajemarle la buena voluntad de los progenitores e impedir que logre su colaboración. Y al observar su falta de coope­ración, se robustece en el terapeuta la idea de que la conducta pre­térita de estos padres hoscos fue la causante del problema, y de que él debe rescatar al joven de entre sus padres.

Otro procedimiento terapéutico que derivó naturalmente de la doctrina de la represión consistió en estimular a la gente para que expresara sus emociones. La idea era que si las personas manifesta­ban sus malos sentimientos recíprocos y sacaban fuera toda su rabia, gritando y vociferando si ello era necesario, todos se aliviarían de sus sentimientos reprimidos y el esquizofrénico saldría del consultorio silbando contento por la calle.

La libre expresión de los sentimientos puede ser válida en algunas situaciones, por ejemplo en las reuniones religiosas de los evangelis­tas, pero en la terapia familiar fue una desgracia que impidió lograr cambios en la organización de la familia. Los terapeutas experiencia- listas, entrenados para provocar emociones en grupos ad hoc, carecían de una teoría de la organización y no sabían, por ende, de qué modo debía reorganizarse una familia. Si uno de los miembros de la familia eludía la discusión de un problema o interrumpía la sesión en un momento cualquiera para descargar sus emociones, contaba para ello con el beneplácito del terapeuta. Todos podían

25

Page 23: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

nraiir l 11 catarsis y no se veían obligados a seguir ningún pian tmpélltlco ni a alcanzar ninguna meta. El joven, cuya tarea consistía MI Impedir que se desarrollara un conflicto entre los padres, podía dar rienda suelta a sus sentimientos y trastornarse toda vez que le pareciera indispensable, evitando así la resolución de cualquier conflicto entre aquellos. Las sesiones basadas en la toma de concien­cia sobre la propia conducta y en la exteriorización de las emociones tendían a centrarse en la defensa y en la prueba de inocencia, y se volvían incoherentes, desordenadas, desgastadoras e interminables.

Por la peculiar comunicación que se generaba en esas sesiones, estimularon, además, un “enfoque comunicacional” de las familias de esquizofrénicos.

La teoría de la represión no producía buenos resultados, no era sencilla, no conducía al terapeuta a la acción (sino más bien a la reflexión) y no permitía abrigar esperanzas, ya que las presuntas causas de la conducta actual enraizaban en vivencias infantiles inmodificables. Tampoco definía el fracaso ni lo explicaba cuando él se producía.

Teoría de los sistemas

Las teorías organi cista y psicodinàmica se venían aplicando des­de hace tiempo; las teorías sociales surgieron a mediados de siglo. La noción de sistema familiar se fundó en la cibernética, desarrollada a fines de la década de 1940.2.Esta teoría hizo posible, por primera vez, concebir a los seres humanos, no como entidades separadas, sino como un grupo en curso dentro del cual los integrantes reaccionaban uno al otro en formas homeostáticas -y por lo tanto, la conducta tenía causas presentes—. Sostenía que el sistema familiar era estabili­zado mediante procesos de regulación autocorrectivos, activados como respuesta a un intento de cambio. La idea de que la familia, o cualquier otro grupo en curso, era un sistema mantenido por procesos de re alimentación incorporó toda una nueva dimensión a las explicaciones sobre el comportamiento de los seres humanos. Se hizo el apabullante descubrimiento de que, al parecer, la gente hacía lo que hacía a causa de lo que otra gente hacía; la cuestión del libre albedrío se replanteó con nueva forma. Pudo apreciarse que los miembros de la familia estaban atrapados, impotentes, en secuencias que se reiteraban y reiteraban a despecho de sus deseos y de sus tentativas de conducirse de otro modo. También los terapeutas estaban atrapados en estas reiteradas secuencias, por un lado en sus

2 f Vease Norbert Wiener, Cybemetics, Nueva York: Wiley, 1948. La idea de los sistemas tuvo su origen en una variedad de círculos; una de las fuen­tes más importantes fueron las conferencias auspiciadas por la Fundación Josiah Macy (h.) a fines de la década del cuarenta y comienzos de la década del cincuenta.

26

Page 24: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

interminables tratamientos, y por el otro, en Jos inagotables conflic­tos y polémicas que mantenían con los demás miembros del personal de las instituciones y hospitales en los que trabajaban.

La principal virtud de una teoría sistemática es que toma predecibles ciertos acontecimientos; 'su principal defecto, para los fines terapéuticos, que no es una teoría del cambio sino de la estabilidad. La terapia familiar, que es la tentativa de cambiar a las familias, surgió en el seno de una teoría que explica cómo actúa la familia para seguir siendo siempre igual. Por interesante que fuera para elucidar el comportamiento animal y humano, la teoría de los sistemas no constituía una guía sencilla acerca de la manera de proceder en la terapia, y hasta estorbaba al terapeuta haciéndole creer que todo intento de intervenir en la familia activaría sus resistencias, a causa de los procesos reguladores que tendían a mantenerla inmodificada. Esto condujo a un pesimismo idéntico a aquel en que desembocaron las teorías sobre la resistencia de la concepción psicodinàmica. Como la teoría de los sistemas sugería, además, que si se provocaba un cambio en un sector de la familia, se produciría una respuesta en algún otro, en ciertos terapeutas esto reactivó el antiguo mito sobre la sustitución de síntomas e hizo que vacilaran antes de emprender cualquier acción que indujera un cambio.

Tal como se la aplicó a las familias, la teoría de los sistemas solía describir a los partícipes como situados en un pie de igualdad, lo cual tomaba difícil su uso cuando se trataba de planificar la reestructura­ción y reorganización de la jerarquía familiar. Para una teoría que tendía a equiparar a todos como unidades con igual capacidad de respuesta, era difícil tomar en cuenta el poder de una abuela o apoyar la autoridad de los padres por oposición a la de los hijos.

El problema primordial que esta teoría plantea al terapeuta es que despoja a los participantes del sistema de su responsabilidad indivi­dual. Afirma que cada persona es movida a hacer lo que hace por lo que hace alguna otra persona. Para un filósofo que especula sobre el libre albedrío, esto puede ser sumamente interesante, pero en la práctica terapéutica parece indispensable destacar la capacidad de iniciativa de cada cual. Así pues, a esta teoría, según la cual la gente no puede dejar de comportarse como lo hace, adhirieron terapeutas que sostenían que los integrantes de una familia actúan de otro modo.

La teoría del sistema familiar no parece haber dado buenos resul­tados. No es una teoría sencilla, como se comprueba asistiendo a los debates teóricos sobre ella: con frecuencia, uno no entiende lo que el expositor está diciendo, aunque suena muy profundo. Al poner el a- cento en altos niveles de abstracción, incluso llegó a utilizársela para relegar a un segundo plano la comprobación de si alguien había cam­biado realmente con la terapia.

27

Page 25: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

El “doble vínculo’' o “doble ligadura”

Finalmente, en 1956 se dio a publicidad la teoría del “doble vínculo” o “doble ligadura” [double bind], que no era estrictamente una teoría sobre la terapia familiar pero pasó a formar parte de estas indagaciones. Incorporaba la idea de que la comunicación podía

■describirse en términos de niveles, y de que estos niveles podían provocar un conflicto y generar una paradoja o “ligadura” frente a la cual no existía ninguna respuesta aceptable. Con esta teoría se procuró describir determinados procesos de la situación de aprendi­zaje del esquizofrénico. Al principio se concibió esa situación como una “ligadura” impuesta por los padres al hijo, y más tarde como una ligadura recíproca que unas personas imponían a otras. Se sugería, asimismo, que era posible ligar a una persona en un “vínculo terapéutico” de modo tal que se viera obligada a comportarse nor­malmente ?

El concepto de niveles resultó útil para la descripción de la conducta, y la teoría del doble vínculo era interesante, pero a mi juicio no fue de gran provecho para los terapeutas que trataban a familias de esquizofrénicos. Era una hipótesis acerca de lo que ya había sucedido, más que la exposición de un procedimiento para modificar lo que estaba sucediendo en el presente;además, fomentó que se describiera a la familia en términos de “víctimas” y “victima­rios”, y que los serviciales terapeutas se aliaran con la víctima en contra de sus progenitores. Dado que la terapia es el arte de formar coaliciones, si la teoría que uno sustenta lo lleva a tratar de salvar a un integrante de la familia, se le hace difícil planear con cuidado su propia participación en las luchas de facciones familiares. La noción de la “víctima” de la doble ligadura fue tan infortunada para la terapia como la del “chivo expiatorio”. Por lo que hoy sabemos acerca de la naturaleza e importancia de la jerarquía familiar, el hecho de que un especialista se coligue con una “víctima” que ocupa

3 G. Bateson, D. D. Jackson, J. Haley y J. H. Weakland, “Toward a Theory of Schizophrenia”, Behav. Set, 1:251-264, 1956. Para una historia de ese pro­yecto, véase J. Haley, “Development of á Theory: A History of a Research Pioject”, en C. E. Sluzki y D. C. Ransom, eds. Double Bind, Nueva York: Gruñe & Stratton, 1976. (Doble vínculo. Fundamentos interaccionales de la terapia familiar, Buenos Aires: Amorrortu editores, en preparación.) El lector interesado en los conceptos del proyecto Bateson sobre la comunicación debe remitirse a los escritos de sus participantes, quienes fueron: Gregory Bate- son, Jay Haley, John Weakland, y como consultores con dedicación parcial, Don D. Jackson y William F. Fry. Desde 1956, en que se publicó el artículo citado al comienzo de esta nota, hasta que concluyó el proyecto, en 1962, todos ellos dieron a conocer muchísimos trabajos; una bibliografía en el ar­tículo “A Note on the Double Bind, 1962” (Fam. Proc. 2:154-161, 1963) enumera en total setenta artículos y libros. Las ideas básicas de Bateson se encontrarán en Steps to an Ecology of the Mind, Nueva York: Ballantine, 1972, y en Mind and Nature, Nueva York: Dutton, 1979. (Espíritu y naturale­za, Buenos Aires: Amorrortu editores, 1982.)

28

Page 26: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

r

una baja posición en esa jerarquía, en contra de otra persona que ocupa una posición superior, puede aumentar los padecimientos de la familia en lugar de aliviarla.4 •

Esta teoría de las víctimas y victimarios adhería implícitamente a un punto de vista negativo, según el cual la gente se perjudica mutuamente; con esta orientación, el terapeuta tenía dificultades para organizar sus ideas en forma positiva y ganarse la cooperación de la familia a fin de lograr un cambio.

Los problemas inherentes a la utilización del enfoque del “doble vínculo” para la descripción de la familia se complicaron al combi­narlos con la idea de que el cambio se produce mediante interpreta­ciones que ayudan a la gente a entender lo que le pasa. Los miembros de la familia se vieron forzados a escuchar, de boca de bienintencionados terapeutas, qué terribles dobles vínculos se impo­nían uno al otro, y sintiéndose incomprendidos, reaccionaron en forma airada y se pusieron a la defensiva. Los terapeutas interpretaron esto como resistencia, condenando así la conducta que ellos mismos habían provocado —lo cual se parece bastante a un “doble vínculo”-.

Desde el punto de vista de la investigación, la teoría del doble vínculo y el concepto de niveles volvieron mucho más interesantes los procesos comunicacionales en el seno de la familia. Salieron a relucir los sorprendentes vericuetos de los movimientos corporales, la entonación de la voz y los múltiples significados de una misma palabra. Había metáforas sobre metáforas sobre metáforas. Pero al indagar estos significados en las entrevistas, el terapeuta dqaba involuntariamente en el trasfondo otras cuestiones más fundamenta­les. Tal vez se embarcara en una fascinante e interminable polémica con una madre acerca de su deseo de obligar a un hijo a hacer espontáneamente lo que ella quería, o le señalara a un padre que estaba condenando a su hijo por pensar igual que él. La familia, aparentemente, prefería estas polémicas a cualquier acción dirigida a promover un cambio.

Investigadores y clínicos

Luego de resumir algunas de las ideas que presidieron en el pasado la teoría y la investigación, quisiera añadir otra hipótesis que hoy nos resulta extraña. Se dio por sentado que un terapeuta y un investiga­dor pertenecen a la misma especie (aunque el primero ocupaba una posición de segunda clase); hasta llegó a pensarse que la capacitación para hacer investigaciones era un buen procedimiento para formar

4 Para una descripción de la jerarquía en estos términos, véase J. Haley, Problem Solving Therapy, San Francisco: Jossey-Bass, 1976. [Terapia para re­solver problemas, Buenos Aires: Amorrortu editores, 1980.)

29

Page 27: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

terapeutas, y muchos jóvenes debieron hacer investigaciones durante años, en sus cursos superiores, a fin de obtener el título habilitante para practicar la terapia. Hoy es más notorio que la postura del investigador y la del terapeuta son exactamente opuestas. El primero debe mantener distancia respecto de los datos, ser objetivo y no entrometerse en lo que estudia ni influir en ello. Y puesto que su objetivo es la búsqueda de la verdad, está obligado a indagar y explicar todas las complejas variables que constituyen un determina­do fenómeno. El terapeuta, por el contrario, no debe permanecer distante ni ser objetivo, sino que debe comprometerse personal y humanamente, entremezclándose en forma activa con los datos para así influir en las personas con vistas a que cambien. Además, debe recurrir a ideas simples, que le permitan alcanzar sus objetivos espe­cíficos, y no distraerse en indagaciones acerca de interesantes aspec­tos de la vida y de la mente humana.

Parece obvio que la formación de un investigador y la formación de un terapeuta son empresas bien distintas, y sin embargo en el pasado se las confundió hasta tal punto que al observar una sesión era imposible saber si se estaba investigando a la familia o procuran­do cambiarla.

Efectos de estas ideologías en la terapia familiar

¿Qué terapia se derivó de estas teorías para aplicar a la familia de un esquizofrénico? Lo típico, cuando el terapeuta reunía a la familia, era que los padres pensasen que iban a ser acusados de enloquecer a su hijo; de lo contrario, ¿por qué no hacer la terapia con el hijo solo? Este contexto acusatorio promovía en ellos una actitud distante y defensiva. A veces preguntaban: “¿Cree usted que es culpa nuestra que nuestro hijo esté loco? ”, y el terapeuta respondería tal vez que la causa era compleja. Si en cambic afirmaban: “No es culpa nuestra que nuestro hijo esté loco”, el terapeuta diría: “ ¿Les parece? ”, con una inflexión de voz suficiente para darles a entender que la culpa era de ellos. La escena se asemejaba a un proceso kafkiano en el cual los padres comenzaban por defenderse contra cargos que jamás se les habían hecho. Como el enfoque del terapeuta era psicodinámico y no directivo, no se hacía cargo de lo que sucedía ni organizaba lo que habría de suceder más adelante: no hacía nada, simplemente esperaba que la familia tomase la iniciativa. La familia no sabía qué se suponía que debía hacer, y por consiguiente esperaba a que el especialista hiciese algo. Había así largos y significativos silencios. A veces el terapeuta los interrumpía diciendo: “¿No les parece interesante lo silenciosa que es esta familia? ”, o bien: “¿Qué se siente al guardar tanto silencio? Para llenar esos vacíos sin revelar señales de culpabilidad, el padre quizá

Page 28: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

tratara de hablar de otras cosas, por ejemplo del frío que hace en la Antártida. El terapeuta le señalaría entonces que se estaba desviando del tema y eludiendo las verdaderas cuestiones. Si el padre pregunta­ba cuáles eran las verdaderas cuestiones, le replicaba: “¿Cuáles piensa usted que son? Si la familia empezaba a incomodarse o enfadarse, el terapeuta les inquiría: “¿Se dieron cuenta de que están incómodos y enfadados? ”, lo cual enfadaba aún más a la familia. Esto era del agrado del terapeuta, ya que en su opinión la expresión de sus emociones ayudaría a los pacientes a dejar de reprimirlas. Si los padres se incomodaban demasiado, el hijo esquizofrénico cumpliría con su misión manifestando alguna idea delirante o actuando en forma violenta, para dejar bien en claro que el problema no eran los padres sino él. Aliviados, los padres charlarían entonces con el terapeuta acerca de las ideas irracionales de su hijo. En ocasiones, al terapeuta no se le ocurriría nada para hacer y entonces interpretaría a los familiares sus movimientos y ademanes, señalándoles su verdadera significación. Muy pronto ellos no sabrían siquiera de qué manera sentarse para evitar los comentarios del terapeuta sobre sus impulsos negativos subyacentes.

La tarea del terapeuta consistía en conseguir que la familia siguie­se asistiendo a las entrevistas y lograr que hablase, en la esperanza de que algo pudiera cambiar de ese modo. La tarea de la familia consis­tía en descubrir qué se presumía que debían hacer y decir en las en­trevistas, y el motivo por el cual estaban allí. El terapeuta estaba im­posibilitado de decir a los parientes que hicieran esto o estotro, por­que hace treinta años eso se hubiera considerado una manipulación contraria a las reglas de la terapia. Tampoco podía pedir a los padres que se hicieran cargo de su hijo y lo obligaran a conducirse como corresponde, estructurando así una jerarquía, ya que la teoría en la que se fundaba sostenía que los padres eran una influencia nociva, que habían dañado al hijo en el pasado y no debían hacerse cargo de

.él en el presente. Otra razón por la cual el terapeuta no podía instar a nadie a que se hiciera cargo de nadie, es que él tampoco podía: su misión se reducía a responder a la familia como mero asesor, en la convicción de que ellos encontrarían la manera de valerse por sí mis­mos; tenía que hacerles tomar conciencia, esperar lo mejor, y nada más. Su única técnica terapéutica era la interpretación, o sea, el co­mentario sobre el significado de una palabra o un hecho, por triviales que fueran. Si la familia renunciaba a descubrir qué debía hacer y permanecía muda en sus asientos, el terapeuta los ayudaba a com­prender cuánta resistencia oponían a enfrentar su resistencia para abordar el sistema familiar.

Lo habitual era que el terapeuta trasmitiese una subterránea apa­tía, a despecho de su forzada jovialidad, porque según su teoría el paciente tenía en realidad un problema biológico o genético, o había quedado incapacitado por traumas infantiles provocados por sus padres y de los que jamás se recobraría.

31

Page 29: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Si el paciente comenzaba a conducirse en forma más normal y se producía una incipiente reorganización de la familia, con frecuencia el terapeuta se enteraba, sorprendido, de que alguno de sus colegas estaba cavándole la fosa al paciente con medicación o lo había hecho internar por su conducta díscola y perturbadora. Debía enton­ces empezar de vuelta, esperar a que la familia tomase alguna inicia­tiva para responderle con una interpretación, y confiar en que todos, sea como fuere, habrían de “mejorar” —aunque el significado preciso de esta mejoría no lo sabía nadie—.

Nuevos avances

¿Cómo lograron recobrarse los terapeutas, después de haber pade­cido todas estas teorías? No era posible dejar de lado simplemente las teorías del pasado y adoptar una nueva, ya que no había ninguna nueva teoría satisfactoria. Cada terapeuta se vio ante la ardua tarea de decidir cuáles ideas debían descartarse y cuáles debían conservarse.

La evolución que yo he experimentado en mi propio pensamiento guarda semejanza con el cambio evidente en la labor de muchos tera­peutas. Luego de tratar durante décadas a jóvenes locos, se hizo cada vez más notorio para mí que la locura es expresión de una falla en el modo de funcionar de una organización. Aprendí que todos los ani­males dotados de la capacidad de aprender se organizan, y no pueden dejar de hacerlo. Esas organizaciones adoptan la forma de una jerar­quía en la que algunos individuos tienen una posición superior a otros y gozan de más autoridad. Este hecho obvio sólo llegó avalo­rarse lentamente en el campo de la terapia familiar. Las familias eran descriptas como grupos de individuos, como un sistema de coalicio­nes o como un sistema comunicacional, pero poco a poco se fue ad­mitiendo que eran organizaciones con una jerarquía que merecía que se le prestase atención. Era pura ingenuidad por parte del terapeuta hacer caso omiso del poder de una abuela o coligarse con un hijo contra sus padres. El hecho de que los niveles de poder de una orga­nización deben ser reconocidos por cualquier extraño que entra a ella no estaba contemplado en su teoría. A veces, en los sanatorios y hospitales en que trabajaban, los terapeutas se interesaban y preocu­paban mucho por las cuestiones vinculadas al status y al poder; no obstante, soslayaban por entero esas cuestiones cuando abordaban la organización familiar. Tal vez alentasen a un niño para que manifes­tara en la sesión la hostilidad que sentía hacia los padres, desdeñando el efecto que puede tener en la organización familiar que el especia­lista llamado en consulta por los padres de un niño problema aliente a este último a agredirlos.

Al pasar los años y observar a un mayor número de familias, se fue tornando cada vez más evidente que el joven loco respondía,

Page 30: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

tanto en el hospital como en su hogar, a una clase particular de organización. No se trataba aquí de la jerarquía usual, en laque los padres se hacen cargo de la familia y tienen autoridad ejecutiva sobre sus hijos, acudiendo a veces al consejo de los abuelos; sino que se producían coaliciones intergeneracionales, coligándose uno de los progenitores con un hijo contra el otro progenitor, o una abuela con un nieto contra los padres de este; o bien el especialista se sumaba a una de las facciones de la familia contra la otra. Había confusión en estas familias, y también la había en los hospitales, donde no resultaba claro si era el médico, la enfermera o algún auxiliar el que gozaba de autoridad sobre toda la sala. Análogamente, no estaba bien definido el poder de un asistente social o un psicólogo sobre los demás profesionales del hospital o sobre el paciente.

Cuando se puso en claro que la psicopatología era el resultado de una organización que funcionaba deficientemente, se hizo palmario que la tarea del terapeuta consistía en modificar la organización vi­gente, y que algunas de las teorías utilizadas en el pasado volvían muy difícil, o imposible, esa tarea. Por ejemplo, fomentar la asocia­ción libre en una sesión con miembros de la familia era una manera de introducir un elemento aleatorio en la organización, en vez de reestructurarla.

He aquí la evolución de mi propio pensamiento y del de muchos otros terapeutas. En la década del cuarenta creíamos que un indivi­duo loco padecía ideas confusas y que estos procesos mentales eran la causa de que se comunicara con los demás de extrañas maneras y de que estableciera relaciones personales anómalas. La tarea del tera­peuta era corregir sus ideas desordenadas y falsas percepciones de la realidad, en el supuesto de que así comenzaría a comunicarse de otro modo y a organizar diferentes relaciones. En la década siguiente se observaron familias con jóvenes locos, y se comprobó que sus parien­tes íntimos se comunicaban de manera anómala. Empezamos enton­ces a sospechar que las ideas desordenadas y anómalas del joven se debían a que vivía dentro de un sistema de comunicación en el que tales ideas eran apropiadas. Si una madre le decía a su hijo que debía obedecerla en forma espontánea, esta comunicación paradójica en más de un nivel se consideraba causal respecto del trastorno de pen­samiento del hijo. La terapia debía centrarse en el cambio del siste­ma de comunicación mediante intervenciones pedagógicas y de otra índole, con lo cual cambiarían los pensamientos locos del hijo.

En la década de 1960 caímos, finalmente, en la cuenta de que si la gente se comunicaba en forma anómala, ello obedecía a que estaba organizada de un modo que exigía esa clase de comunicación. El trastorno de pensamiento era, por consiguiente, el producto de un trastorno en la comunicación derivado de una organización que fun­cionaba mal. Por ejemplo, la madre que le requería a su hijo obede­cerla espontáneamente pertenecía a una organización en la que care­cía de suficiente autoridad ejecutiva sobre el hijo como para mandar­

33

L

Page 31: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

le que la obedeciera. Algún otro adulto ubicado en el mismo nivel que la madre, como el padre, se había aliado con el hijo contra ella y le había conferido al chico más poder del que ella tenía. O bien la alianza con el hijo la había establecido una figura de autoridad de otro nivel, como la abuela o el experto profesional. La naturaleza de esta organización del poder y las consecuencias que podía traer en esa organización el ejercicio de su autoridad hacían que la madre no se hiciese cargo de su vástago. Así confundidas las cosas, la misión del terapeuta radicaba en reorganizar la estructura familiar para que los adultos —particularmente, la madre y el padre conjuntamente— recuperaran su autoridad ejecutiva. Una vez reorganizada la familia, se modificaría el sistema de comunicación, y por ende los procesos de pensamiento del hijo loco.

La difusión de este punto de vista puso en evidencia que otras teorías estorbaban la tarea terapéutica y, por cierto, con ellas no se lograría cambiar al joven loco. Si el terapeuta entendía que el hijo era víctima de sus padres y que estos habían sido en el pasado una influencia nociva para él, procuraría salvar a este “chivo emisario”. Para ello, debía aliarse con el chico contra los padres, intensificando el mal funcionamiento de la organización y confundiendo aún más la jerarquía en vez de reestructurarla.

Con esta perspectiva, podemos pasar revista nuevamente a las teo­rías antiguas para ver de qué manera estorbaban al terapeuta.

Teoría organicista

La dificultad de la teoría biológica o genética de la esquizofrenia no es sólo la falta de pruebas que la abonen, sino que ella define el problema del joven loco como perteneciente al ámbito del profesio­nal médico más que al de los progenitores, con lo cual el terapeuta carece de gravitación para reestructurar la jerarquía familiar. Todo lo que puede hacer es lamentarse junto con los padres por tener un hijo incurable. Estas dificultades se agravaron tanto que decidí prescindir en la práctica del término “esquizofrenia”. Este rótulo inhabilita al terapeuta, sobre todo si es un psiquiatra novel, y le impide aproxi­marse al problema con una cuota de esperanza. Me costó renunciar a él, pero su uso imposibilitaba trasladar el foco desde las cuestiones diagnósticas y los interminables debates sobre la medicación que debía prescribirse, a la técnica terapéutica. Si la Dirección de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos resolviera prohibir las drogas psiquiátricas a causa de sus peligrosos efectos colaterales y los daños neurológicos irreversibles que provocan, es probable que esta generación de psiquiatras no tenga de qué hablar en la discusión de casos clínicos.

Pero la razón fundamental por la cual abandoné el término “esquizofrenia” es el estorbo que constituía para tal enseñanza de la

34

Page 32: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

terapia. Me resultaba casi imposible persuadir a los residentes en psiquiatría —o a los asistentes sociales; que siguen las huellas de los psiquiatras— de que podía abrigarse la esperanza de devolver la normalidad a un “esquizofrénico”. Habrían vacilado antes de instar a un sujeto tal para que se condujera normalmente, y su vacilación hacía vacilar también a la familia. Al poco tiempo, todo el mundo, pensaba que el “paciente” tenía sin duda algún defecto irremediable, y la terapia fracasaba.

Nunca entendí por qué algunos terapeutas podían desprenderse de la concepción biologista y otros no. En mi tratamiento de estas familias influyó mucho en mí Don D. Jackson, quien pensaba que na­da tenía de malo diagnosticar a una persona como esquizofrénica. Era aleccionador verlo trabajar a Jackson con una familia en la que había un hijo loco experto en fracasar. Recuerdo el caso de una mu­chacha que se negaba a hablar; pasaba todo el tiempo mesándose los cabellos como una idiota. Jackson la trataba, no obstante, como si fuera perfectamente capaz de un comportamiento normal, siempre y cuando se produjera un cambio en la situación familiar y terapéutica. Y en parte por la seguridad con que afirmaba esto, la familia se vio obligada a aceptar que la muchacha era una persona normal.

En la formación de terapeutas procuré abordar este problema de distintas maneras. En algunos casos me daba resultado asegurar al fu­turo terapeuta que, pese a las alucinaciones y delirios del sujeto, el diagnóstico de esquizofrenia había sido erróneo. No siendo un genui­no esquizofrénico, él podía tratarlo como un ser humano.

Presa de la desesperación, establecí una nueva categoría diagnósti­ca: la “seudoesquizofrenia”, vale decir, la condición de todas esas personas que, aunque presentan todos los síntomas de la esquizofre­nia, no son realmente esquizofrénicas. Pero tampoco esto dio resulta­do, y al fin resolví abandonar, lisa y llanamente, la categoría “esqui­zofrenia”. Hice todo lo posible para evitar designar a alguien como esquizofrénico, apelando a otras expresiones: “loco”, “demente”, “chiflado”, “excéntrico”, “persona con problemas”.

Hay psiquiatras que eluden esta cuestión permaneciendo dentro del ámbito de la política médica, aí par que recurren en mayor medi­da a los progresos de la medicina moderna. La noción de que la es­quizofrenia es una condición irreversible, de origen genético o bioló­gico, pertenece a la ideología médica del siglo XIX. En nuestro siglo la medicina se ha vuelto más flexible en materia de diagnóstico, más preocupada por las diversas etapas de una enfermedad, más suspicaz en cuanto a la irreversibilidad de una dolencia y más innovadora en el uso temporario de drogas.

35

Page 33: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Teoría psicodinàmica

La teoria psicodinàmica se funda en la idea de que el problema radica en la psique del individuo, no en la situación en la cual desa­rrolla su vida. Es por ende difícil o imposible aplicarla eficazmente para cambiar una organización. El terapeuta que adhiere a esta teoría se centrará en la errónea percepción que el sujeto tiene de esa organi­zación; la teoría lo lleva, en esencia, a estimular la expresión emocio­nal del joven loco, y sugiere a las personas dotadas de autoridad que sean permisivas con él y acepten esas manifestaciones. Con esta pos­tura, ningún terapeuta está en condiciones de requerir de los padres que asuman una autoridad ejecutiva sobre el hijo y se hagan respetar por este. Si lo que se pretende es reestructurar una organización, la charla debe ser dirigida y organizada por el terapeuta, en lugar de ser una libre exteriorización de asociaciones y emociones. La pasividad y permisividad del terapeuta es incompatible con la modificación de la jerarquía.

Los clínicos de tendencia psicodinàmica suelen criticar las tera­pias más activas y objetar el uso de cualquier tipo de fuerza. Esta es una posición hipócrita, ya que esos críticos con frecuencia eluden el tratamiento de los locos, y no acompañan sus críticas de ninguna alternativa; más aún, tienden a contratar a otras personas para que hagan uso de la fuerza que ellos no desean aplicar. Vienen a mi men­te permisivos y benévolos profesionales que hacían terapia psicodinà­mica en hospitales para enfermos mentales, sobre todo privados; sos­tenían que el terapeuta debe ser amable con el paciente y alentar sus exteriorizaciones, e impugnaban que se solicitara a los padres del pa­ciente restringir los movimientos de este si se ponía violento; pero esos mismos terapeutas trabajaban en una institución en que había empleados contratados para manejar los casos violentos, mientras ellos simulaban no ocuparse de eso. Musculosos auxiliares les enseña­ban a los pacientes internados en las salas cómo debían comportarse, apelando para ello a la fuerza física, mientras el terapeuta psicodiná- mico podía conversar tranquilamente con él en su consultorio y lla­mar a esos auxiliares de producirse algún disturbio. La institución contaba también con electrochoques, drogas de todo tipo, baños de agua fría, compresas calientes y celdas de confinamiento, de modo tal que el terapeuta pudiera recibir en su consultorio a un sujeto dó­cil, con el cual podría mostrarse amable y permisivo. Su foco en la psique y su desentendimiento de la situación social permitía al tera­peuta despreocuparse del sistema social del cual él era parte.

Otro importante aspecto de la teoría psicodinàmica es su hipóte­sis de que la gente obra movida por la agresividad, la hostilidad hacia los demás y la autodefensa. Esta visión es opuesta a la que ofrecemos en el presente libro. Creemos más conveniente que el terapeuta pre­suma que, por destructiva que sea en apariencia una acción, se la rea­liza con el fin básico de proteger al otro. Lo que origina problemas es

36

Page 34: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

la benevolencia de la gente, no su maldad. Si una esposa tiene un repentino ataque de angustia que pone en grandes aprietos a su mari­do, lo mejor es suponer que con ese problema lo está protegiendo; por más que una esposa esté angustiada o furiosa, hay que presumir que la mueven sentimientos benévolos hacia su marido. Análogamen­te, no conviene suponer que con su comportamiento turbulento un joven loco se está defendiendo de su familia o exteriorizando su hos­tilidad hacia ella; la cuestión es esta: ¿qué pasaría con la familia si él no se condujera de ese modo? Para los fines terapéuticos, hay que partir de la base de que los jóvenes locos se sacrifican con el objeto de que su familia se estabilice; vale decir, que la fuerza motivadora que impulsa a los familiares es la estabilidad del sistema. Esta visión de las cosas permite al terapeuta adoptar un enfoque más positivo hacia todos los que padecen infortunios.

Si uno quiere hacer una terapia eficaz con ios locos, lo mejor es abandonar sin más la teoría psicodinámica. El terapeuta que preten­da ser amplio y conjugar la teoría psicodinámica con un enfoque ba­sado en la reestructuración de la familia, sufrirá los mayores per­juicios.

Teoría de los sistemas

El caso de la teoría de los sistemas no es tan sencillo, ya que ella tiene virtudes y defectos. Me fue indispensable restar importancia a las cuestiones de la homeostasis y la estabilidad y centrarme más en los aspectos del cambio. Si uno piensa en función del sistema, puede planear la terapia provocando una crisis en la familia, de modo tal que esta deba reorganizarse para hacerle frente. Alternativamente, puede iniciar un cambio de menor magnitud y ampliarlo en forma persistente hasta que el sistema, para adaptarse a él, tenga que reor­ganizarse.5

El mérito principal de la teoría de los sistemas es que habilita al terapeuta para discernir secuencias de comportamiento reiteradas y para hacer predicciones, pudiendo entonces programar la terapia con un conocimiento anticipado de lo que habrá de suceder. Quedan en pie dos problemas: cómo simplificar esas secuencias para que se vuel­van discernibles y útiles, y cómo aplicar en el sistema los conceptos de jerarquía y de secuencia. En el pasado privaba la tendencia a con­siderar que todos los elementos del sistema familiar estaban situados en un pie de igualdad en cuanto a su poder, lo cual volvía consecuen­temente difícil conceptualizar las posiciones y el poder respectivos dentro de la jerarquía.

5 M. Maruyama, “The Second Cybernetics: Deviation-Amplifying Mutual Causal Processes”, en W. Buckley, ed., Modern Systems Research for the Behavioral Scientist, Chicago: Aldine, 1968.

37

Page 35: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

El doble vínculo

He abandonado en gran medida la expresión “doble vínculo” o “doble ligadura”, volviendo al término originariamente empleado por Bateson: “paradoja”. Aquella expresión era utilizada por tantas per­sonas con tan diverso significado, que me di cuenta de que yo mis­mo no sabía ya qué quería decir un “doble vínculo”. “Paradoja” es un término más claro y preciso para describir niveles antagónicos de comunicación. Además, efectuar una “intervención paradójica” tiene menos connotaciones negativas que imponer a un cliente una “doble ligadura”.

Las ideas sobre la comunicación que surgieron del proyecto Bate- son constituyen un valioso medio para describir el trato mutuo de los seres humanos. La idea de que un mensaje en un nivel mantiene un antagonismo paradójico con un mensaje en otro nivel puede hacerse extensiva a la descripción de una organización, ya que esta no es otra cosa que un sistema de secuencias reiteradas de comunicación: cuan­do la gente se comunica entre sí de manera sistemática, esa comuni­cación deviene la organización. Si una persona le dice a otra qué de­be hacer y esta lo hace, dicho proceso define una jerarquía. Si una persona le dice a otra: “Desobedéceme”, la comunicación es paradó­jica, y es probable que la organización funcione mal,

Las lides de los terapeutas con los jóvenes problemáticos y sus familias han dado origen a una variedad de ideas; la teoría de los sistemas y la de la comunicación han suministrado elementos valiosos, y a la vez fue cobrando cuerpo una nueva concepción del poder organizacional. Tanto los éxitos como los fracasos terapéuti­cos generaron el punto de vista de que lo más conveniente es concebir la locura de un joven como el producto de una etapa de la vida familiar en que tiene lugar una reorganización, y pensar que la conducta del joven se adapta a su contexto social. Su comportamien­to normal sólo será apropiado si sobreviene un cambio en dicho contexto. La misión de los terapeutas familiares es modificar la organización social a la que pertenecen esos jóvenes, y para que su terapia sea eficaz, necesitan teorías que los orienten sobre la manera de provocar ese cambio.

38

Page 36: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

2. Una orientación familiar

Hay una cantidad de jóvenes que se conducen en forma desacos­tumbrada y extravagante, atemorizando a quienes los rodean con su conducta asocial e impredecible. Hablan con interlocutores imagina­rios, o presa de la agitación realizan actos en apariencia ajenos a su voluntad, o vagabundean por todas partes o desperdician su vida con­sumiendo drogas y bebidas alcohólicas, o perpetran delitos absurdos, como el hurto de objetos que no necesitan. Típicamente, la conduc­ta de estos jóvenes se sitúa en uno de los dos extremos: o bien cau­san tumultos y violencias, o bien se muestran apáticos e impotentes y no saben valerse por sí mismos. En cualquiera de estos dos casos extremos provocan la intervención, en la vida de su familia, de agen­tes de la comunidad que velan por el control social. Lo característico de estos jóvenes es que son unos fracasados: no subvienen a sus nece­sidades económicas, no logran terminar con éxito sus estudios o pre­pararse para una carrera profesional, no entablan relaciones íntimas con otros jóvenes para así cimentar una base social normal fuera de su familia. Sea que procedan en forma francamente agresiva o que enmudezcan en su retraimiento, todos estos jóvenes tienen en común su fracaso en desarrollar una vida normal.

Por lo general, no es difícil establecer quiénes pertenecen a esta clase de jóvenes fracasados y quiénes no. No es que se aparten mera­mente de ciertas normas populares y marchen al compás de un tam­bor diferente, pero legítimo. Hay jóvenes sin dinero o rechazados por la comunidad a causa de su adhesión a una secta política que no goza del favor general, o por su condición de artistas distintos al co­mún de la gente, o por ser rebeldes de algún otro tipo; pero ninguno de ellos es un fracasado. Pertenecen a esta clase los jóvenes que pro­ceden ineficazmente hagan lo que hagan, y por promisorias que sean sus aptitudes potenciales. Fracasan en su vida laboral, y su familia no tiene más remedio que seguir involucrada con ellos, aunque sólo sea para rechazarlos permanentemente.

Es importante escoger un rótulo apropiado para designar a esta clase de jóvenes problemáticos, ya que el nombre que se les aplique puede determinar la forma en que se defina su problema y las medi­das que se tomen con ellos. Hasta hace pocos años, se solía utilizar un término médico o psiquiátrico, pero si uno pretende dejar de lado el encuadre médico y buscar una designación que tome más en cuen­ta lo social, no es fácil encontrar una apropiada. “Desviados sociales” es una expresión demasiado amplia y poco rotunda como para hacer

Page 37: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

justicia a un ser que tal vez sacrifique su vida en una lóbrega sala de hospital para enfermos mentales; hablar de un sujeto “perturbado”, “trastornado” o “problemático” es subestimar también los compor­tamientos extremos que estos jóvenes manifiestan.

La palabra “loco” tiene una historia desgraciada y algunas conno­taciones desagradables; su defecto principal es que podría pensarse que llamar a alguien “loco” es menospreciarlo. No obstante, en esta obra la emplearemos para rotular a esta clase de jóvenes, pero con la siguiente salvedad: definiremos un acto “loco” como una manera de prestar un servicio a los demás, a menudo a expensas de un conside­rable sacrificio personal. Con esta definición despojamos a la palabra de toda connotación de menosprecio. Otro término que podría em­plearse es “excéntrico”: un joven puede por cierto ser un excéntrico por la forma en que su comportamiento se aparta de lo normal. A veces, estos jóvenes actúan también de una manera “salvaje”. Podría pensarse que “excéntrico” es un apelativo harto intrascendente para una persona que desperdicia su vida en un manicomio, pero tiene la ventaja de que no implica menosprecio alguno ni categoriza al indivi­duo, como antes se hacía, de un modo que llevaba a perder toda esperanza sobre él.

Personas excluidas de esta categoría

Este libro no se ocupa de investigaciones científicas sobre los jó­venes excéntricos, su naturaleza o su historia. Se centra solamente en la cuestión práctica de cómo modificar a esos jóvenes. Tampoco ver­sa sobre todas las personas problemáticas, ya que excluye a los niños y a las personas de mediana edad o ancianas; abarca desde la adoles­cencia tardía hasta el final de ¡a segunda década de la vida, vale decir, la edad en que los jóvenes se emancipan de su hogar. La obra se ocu­pa de las personas que se encuentran en esta etapa de la vida familiar.

Aquí hablaremos, pues, de jóvenes cuyas dificultades reconocen como origen la inestabilidad de su familia. Para evitar polémicas, concederemos de entrada que existen, sin duda, cierto número de excéntricos cuyas dificultades no son causadas por su familia. Hay jóvenes con tumores cerebrales no diagnosticados o que han sufrido una lesión irreversible por el uso legal o ilegal de ciertas drogas. Otros padecen algún tipo de retardo mental o alguna enfermedad orgánica no descubierta que genera su extraña conducta; o han sido marcados en forma indeleble por la pobreza, los malos tratos, los abandonos frecuentes, las numerosas internaciones hospitalarias o el hecho de haber sido criados en hogares adoptivos. El enfoque terapéutico que aquí describiremos sólo es parcialmente eficaz con esos jóvenes. Nuestros sujetos son los jóvenes “locos” más corrientes, los que pueblan las salas psiquiátricas, los reformatorios y los centros para rehabilitación de drogadictos. y los que causan trastornos en la

40

Page 38: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

rcomunidad a la que pertenecen por obra de su excéntrico proceder.

Frente a un joven loco, la primera premisa del terapeuta ha de ser que él responde adaptativamente a una situación social loca; la segun­da, que tiene la capacidad potencial de convertirse en una persona normal. Muy de vez en cuando, le tocará un caso excepcional, por ejemplo un problema orgánico irremediable; pero esto es lo bastante infrecuente como para que sólo lo tenga en cuenta como última hi­pótesis. No es raro que el terapeuta sea llevado a pensar equivoca­damente que el joven problemático no es expresión de un problema familiar; la habilidad del joven excéntrico radica en parte en persua­dir a los especialistas de que tiene algún defecto orgánico o una tara congènita. También hay que tener en cuenta que uno de los objeti­vos de la terapia es ampliar al máximo las posibilidades de una perso­na, de modo que aun las que sufren alguna afección orgánica pueden beneficiarse con una terapia de orientación familiar. Es común ver a jóvenes retardados que, si bien padecen una lesión orgánica, esta no es tan extrema que obligue a los padres a abotonarles la camisa y mantenerlos siempre dentro de la casa. Existan o no dolencias orgá­nicas, una conducta menoscabada hasta ese punto cumple una fun­ción en la familia.

La imposibilidad de desengancharse de la familia

En una época la teoría rezaba que si un joven se comportaba en forma extravagante cuando lograba algún éxito, ello se debía a su frágil naturaleza y a su incapacidad para tolerar las responsabilidades. También se postulaba que el joven arrastraba, tal vez desde su infan­cia, un temor interior, y que enfrentado a una situación de autosufi­ciencia y autonomía, se aterrorizaba. Se estimaba que el fracaso era provocado por su angustia interior. Esa explicación era la única a la que se podía recurrir, dada la hipótesis de que las causas estaban den­tro del individuo y no en su contexto social, que no era objeto de observación. En la década del cincuenta, cuando comenzó a reunirse a familias y a observarlas con una concepción sistemática, se advirtió que la conducta extravagante del joven podía describirse como una respuesta adaptativa a la peculiar comunicación existente en el seno de su familia. Por vez primera se sugirió que los procesos de pensa­miento y la angustia interior de una persona eran respuestas ante el tipo de sistema de comunicación en que estaba inserta: si la gente se comunica de manera anómala, sus procesos de pensamiento terminan siendo anómalos.

Al proseguir la observación de familias, se notó que la gente se comunica de manera anómala como respuesta a una estructura orga- nizacional de tipo anómalo. Una particular organización da origen a una particular conducta comunicativa, que a su vez da origen a pecu­liares procesos interiores de pensamiento.

41

Page 39: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

En la actualidad, cuando los clínicos e investigadores se hallan an­te un joven de conducta extravagante, tienden a conceptualizar el problema de otro modo:

1. Ciertos clínicos presuponen que la cuestión radica en los pecu­liares procesos de pensamiento de ese joven, los cuales provocan una conducta comunicativa peculiar tal que el joven entabla relaciones que conforman una organización anómala. La terapia se centra en la modificación del pensamiento perturbado y de las percepciones falsas.

2. Otros clínicos presumen que lo que provoca la conducta e ideas extravagantes del joven problemático es la conducta comunicativa, perturbada y anómala, de quienes conviven con él. Por consiguiente, orientan sus empeños terapéuticos a elucidar y cambiar la comunica­ción entre los parientes íntimos.

3. Hay, en fin, clínicos que parten de la base de que el problema reside en el funcionamiento anómalo de la organización, la cual de­manda una conducta comunicativa peculiar, y por ende, procesos de pensamiento peculiares.

Nuestra propuesta es que la intervención terapéutica tendrá máxi­ma eficacia si apunta a la estructura organizacional básica, cambiada la cual cambian también todos los otros factores. Y el terapeuta que piensa en términos organizacionales no puede, de hecho, dejar de considerarse parte integrante de esa organización familiar. Si conver­sa con un joven acerca de sus procesos de pensamiento, lo hace en su calidad de extraño a la familia, y la organización familiar posee reglas que indican cómo tratar a los extraños. Si procura aclarar la comuni­cación de la familia, por ese solo hecho se convierte en una figura de autoridad dentro de la jerarquía de esta. Si soslaya la situación en que se encuentra la organización, puede caer en intervenciones inge­nuas que impidan todo cambio o empeoren las cosas. La familia aprovechará la ingenuidad del clínico para estabilizarse y eludir el cambio.

La importancia de la situación social ha sido desestimada en el campo de la clínica por varias razones. Una de ellas es que durante siglos se puso el acento en el carácter y la personalidad del individuo, y se consideró que la labor científica consistía en clasificar en tipos a los individuos, no a las situaciones sociales. Otra es que las institucio­nes culturales se fundan en la idea de que el individuo es la unidad responsable; considerar a la situación social como el agente causal habría llevado a encarcelar u hospitalizar, no a los presuntos indivi­duos responsables, sino a sus familiares y amigos. Muchas son las fa­cetas de la cultura que se basan en este hecho, o más bien en este mito, de que el individuo es una unidad.

Hasta que surgió el concepto de sistema no existía una teoría ade­cuada de las situaciones sociales. Describir una conducta que se reite-

42

Page 40: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

rra una y otra vez, creando así una estructura organizacional de res­puestas habituales, es una nueva manera de reflexionar sobre la gen­te. A muchos les resulta difícil captar (no hablemos de tomarlo co­mo algo incuestionable) el concepto de un sistema autocorrectivo de relaciones personales; es más sencillo decir que una determinada per­sona causó cierta dificultad, que concebir a esta última como un pa­so o etapa de un ciclo repetitivo en el que todos intervienen.

Otro obstáculo para aceptar la situación social como unidad es, simplemente, que la gente vive en situaciones sociales, y entonces las da por sentadas y no se detiene a examinarlas. Las situaciones ordi­narias, como las diversas etapas de la vida de una familia, eran tan obvias que no se las estimaba tema digno de preocupación científica. Todos sabían que hay una etapa de la vida familiar en que los jóve­nes se emancipan del hogar y no le asignaban importancia, así que nadie advirtió la conjunción entre el mal funcionamiento de las per-' sonas y esa época de la vida. Hoy estamos comprobando que, en cualquier organización, la época de mayores cambios sobreviene cuando alguien se incorpora a ella o la abandona.

Si un joven logra éxito fuera del hogar, no se trata de una mera cuestión individual. Simultáneamente se estará desligando de su fa­milia, y esto puede acarrear consecuencias para la organización ínte­gra. El éxito o fracaso extrahogareño de un joven forma parte inex­tricable de la reorganización familiar, ya que se establecen nuevos ordenamientos jerárquicos y nuevas vías de comunicación.

En el decurso normal de una familia, los jóvenes terminan sus es­tudios y comienzan a trabajar y a bastarse a sí mismos sin haber deja­do aún el hogar. A veces deben mudarse si su trabajo así se lo exige. Cuando ya pueden valerse por sí solos, están en condiciones de casar­se y de fundar su propio hogar. Por lo común, los padres participan dando su aprobación al cónyuge elegido y ayudando a sus hijos a establecer su nuevo domicilio. Si esos hijos tienen hijos a su vez, los padres, convertidos ahora en abuelos, siguen involucrados, y la fami­lia va modificando su organización con el correr de los años. En mu­chos hogares, el hecho de que los hijos se emancipen origina apenas’ una leve perturbación, y para los padres hasta puede ser un alivio que suelten amarras y los dejen con mayor libertad de hacer tantas cosas que siempre quisieron hacer.

Si un adolescente o un joven veinteañero empieza a conducirse de extrañas maneras y a tener un tropiezo tras otro, cabe presumir que algo funciona mal en esta etapa de emancipación y que las organiza­ción tiene dificultades, las cuales adoptarán diversas formas según cuál sea la estructura de aquella. Si en una familia falta el padre, por ejemplo, es corriente que convivan madre y abuela y críen juntas a los hijos; cuando estos empiezan a desligarse de ellas, la diada madre-abuela debe enfrentar una reorganización. Otras veces la madre es soltera, separada o viuda, y siendo ella y su hijo los únicos miembros de la organización, la emancipación del hijo representa un

43

Page 41: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

desquicio fundamental. Si ambos progenitores están vivos, se halla­rán con que después de funcionar durante muchos años en una organización pluripersonal, de pronto quedan solos. En ocasiones, su comunicación se desenvolvió primordialmente a través de uno de los hijos y el trato mutuo directo les crea grandes dificultades; al irse el hijo del hogar, tal vez queden incapacitados para seguir funcionando como una organización viable, y penda la amenaza del divorcio o la separación. Si bien aquí nos centramos en los problemas de los vástagos, en esta etapa de la vida pueden aparecer problemas en uno de los progenitores o en ambos. Muy a menudo la emancipación del hijo coincide con el divorcio de sus padres de mediana edad o con el surgimiento de una depresión o algún otro síntoma en uno de ellos, problema que es una respuesta frente al cambio en la organización.

Puede ocurrir que la dificultad de la familia alcance su apogeo cuando se emancipa el primer hijo, o sólo cuando lo1 hace el último; a veces, cuando se va un hijo intermedio con el cual los padres están especialmente ligados. El problema se plantea en una relación trian­gular: la que forman los padres con uno de estos hijos que hace de puente entre ellos; al irse este hijo de la casa, la familia se desestabili­za, y los padres deben enfrentar aquellas cuestiones que antes, debi­do a la presencia del hijo, no abordaban. Si el hijo deja de tener un papel activo en el triángulo, toda la temática conyugal, antes comu­nicada en función de aquel, debe encararse ahora de un modo diferente.

Si la desligazón del hijo crea reales trastornos a una familia, ha­bría por cierto una manera de resolverlos y estabilizar la familia: que el hijo no se vaya; pero cuando los jóvenes ya son veinteañeros, no sólo su maduración fisiológica sino además las fuerzas sociales de la comunidad presionan sobre la familia para que lo deje ir. Se pre­tende que siga estudianto, o que trabaje, y que desarrolle una vida social fuera de su familia. Por más que permanezca junto a los suyos durante meses o incluso años, esa expectativa irá en aumento, y a la postre los padres quedarán solos, frente a frente.

Una solución

Uno de los recursos con que cuenta el joven para estabilizar a la familia es desarrollar algún problema que lo inhabilite y lo convierta en un fracaso, de manera que continúe necesitando a sus padres. La función del fracaso es permitir que los padres se sigan comunicando a través del joven y por referencia a él, persistiendo la organización tal cual. Si al joven y a sus padres les es imposible desengancharse, la estabilidad triangular puede perdurar por muchos años, indepen­dientemente de la edad del hijo, aunque el problema se haya declara­do cuando estaba en la edad de la emancipación. El “chico” puede tener cuarenta años y los padres más de setenta y seguir llevándolo de médico en médico y de hospital en hospital.

44

Page 42: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

r

La estabilización de la familia puede darse de dos modos. Uno de ellos consiste en que los padres acudan a una institución formal para que restrinja la libertad de movimientos de su hijo y le impida alean* zar la independencia y el autovalimiento. Internándolo en un hospi­tal neuropsiquiátrico o en alguna otra entidad de control social, o consiguiendo que un médico le administre una fuerte medicación, los padres mantienen la estabilidad de la familia. La comunidad profe­sional se troca así en el instrumento de la familia para limitar al hijo y preservar su estado de desvalimiento. Recuerdo, verbigracia, que años atrás, cuando la terapia de electrochoque gozaba de más popu­laridad, era habitual que una madre amenazara a su hija diciéndole que, si no se conducía como debía, la llevarían al médico para que le aplicase un tratamiento de choque. Las familias adineradas suelen in­ternar a sus hijos durante años en instituciones privadas; mientras es­tán recluidos la familia conserva su estabilidad. Un terapeuta ingenuo que mantiene charlas con un joven en esas instituciones tal vez crea que es un agente de cambio, cuando en realidad ha sido contratado por la familia para estabilizar la organización de modo que no se pro­duzca cambio alguno. Los padres pueden entonces visitar regular­mente el establecimiento y seguir ligados a su hijo sin los inconve­nientes que provoca la vida en común, y sin tener que hacerse cargo de él.

El otro modo de estabilizar a la familia mediante el fracaso del hijo consiste en que este se vaya de la casa y malogre su vida vaga­bundeando por ahí; para seguir cumpliendo su papel de agente esta­bilizador no tiene más que hacer saber a sus padres con regularidad que sigue siendo un fracasado. Le bastará con escribirles cada tanto pidiéndoles dinero, o comunicándoles que está en la cárcel o que se halla en alguna otra infortunada circunstancia.

Hay situaciones fronterizas, en las que el joven fracasa en un sen­tido pero no en otro. Tal vez viva contento en una comuna margi­nada de la sociedad, pero a los ojos de los padres será un fracaso; o quizá -situación más común en estos tiempos— adhiera a algún culto religioso esotérico; dentro de este, el hijo puede tener mucho éxito pidiendo limosna o reclutando nuevos adeptos, pero para los padres seguirá siendo un fiasco. Estos con frecuencia no sólo se compadece­rán mutuamente por la mala pasada que les jugó el destino con su hijo, sino que llegarán incluso a contratar personas para que secues­tren al hijo y le saquen de la mente todos los programas que le fue­ron inculcados. El foco sigue estando en el hijo.

Sea que el hijo quede a cargo de una institución elegida por la familia o por la comunidad, o de una institución buscada por él mis­mo, los padres lo definen como un fracaso y se comunican en torno de él como si no hubiera abandonado el hogar. Tal vez se culpen uno al otro de haber causado el problema o discutan agriamente sobre lo que aún pueden hacer. El hijo no desaparece de sus planes, como lo haría si se ganara la vida y tuviera éxito. Tampoco modifican los

45

Page 43: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

padres su relación mutua, que permanece congelada, como si ellos, lo mismo que el hijo, fueran incapaces de pasar a la etapa siguiente de la vida familiar. Sus dificultades mutuas no se resuelven nunca porque, toda vez que surge algún problema, lo entrometen al hijo igual que si estuviera junto con ellos en la casa. El padre se quejará, por ejemplo, de que su esposa hizo algo que lo irritó, pero él no quiso decirle na­da; al preguntársele por qué no se lo dijo, comentará: “Bueno, sé que mi mujer está preocupada por nuestro hijo”. La inquietud y pre­ocupación por el joven impide cualquier cambio en la organización, ya que el triángulo se mantiene intacto.

La crisis familiar y el fracaso del hijo suelen producirse cuando este se halla en los últimos tramos de su adolescencia o tiene poco más de veinte años, pero no es raro que acontezca más adelante. A veces un hijo que se fue del hogar sufre un colapso y retroceso al hacer lo propio sus hermanos menores. Una mujer de cerca de cua­renta años hacía mucho que había abandonado su casa, cuando co­menzó a conducirse de manera extravagante; sus padres resolvieron ayudarla disponiendo su internación y planeando su posterior retor­no al hogar. Esto coincidió con la época en que el hijo menor dejó el hogar a fin de iniciar sus estudios universitarios. El fracaso de la hija mayor y su vuelta al hogar posibilitó que la familia continuara orga­nizada con un hijo en la casa.

Si uno aborda el problema del joven loco orientándose hacia un cambio organizacional, le resulta evidente que ese cambio no sobre­vendrá con una hospitalización sino más bien con un comporta­miento normal en el seno de la comunidad. El cambio terapéutico se produce entonces más rápidamente si se alienta a la familia para que presione al hijo a fin de que retome de inmediato actividades norma­les -vale decir, si se acciona en la familia-.

El ciclo

Puede describirse la situación en términos de un ciclo recurrente. Cuando el joven alcanza la edad de emanciparse de su familia co­mienza a tener éxito en su vida estudiantil o laboral, o forja relacio­nes íntimas fuera del núcleo familiar. En ese momento la familia se torna inestable, y el joven empieza a manifestar una conducta pertur­bada y extraña. Si bien todos los parientes parecen trastornados y se conducen de manera anómala, cuando es el vástago el escogido como problema su comportamiento resulta más extremo, y los otros fami­liares se estabilizan y en apariencia reaccionan frente a él. Los pa­dres, que discrepan acerca de muchas cuestiones, están tan divididos que ya no pueden manejar al joven, y este empieza a hacerse cargo y a adquirir poder sobre la familia. Si en su manejo del hijo los padres parecen coincidir, no es infrecuente que aquel busque apoyo en pa­rientes más lejanos, como su abuela paterna, para enfrentarlos. A me-

46

Page 44: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

di da que el sistema más amplio de parentesco entra en pugna con los padres en lo tocante al joven, ellos se vuelven más incapaces de con­trolarlo, y se genera una escalada en su conducta. Los padres recu­rren al auxilio de un especialista, en el caso típico, para que sofrene al hijo con medicación o medidas de custodia; estas restricciones estabi­lizan a la familia, pero el conflicto sigue su marcha porque se acusan uno al otro de lo sucedido. El especialista, en el caso típico, trata entonces de rescatar al joven creando con él una alianza intergenera­cional contra los padres, con lo cual mina su autoridad ejecutiva. Es­ta loca situación se vuelve cíclica si se eliminan las restricciones o co­acciones impuestas al joven y él recobra su funcionamiento dentro de la comunidad: bastará que dé unos pocos pasos preliminares para progresar en sus estudios o en su trabajo, o para formar relaciones íntimas extrafamiliares, y de nuevo se instaurarán el conflicto y la inestabilidad. El joven empezará a comportarse de manera excéntri­ca, la familia afirmará que no puede con él y solicitará el auxilio de especialistas. El joven será enviado otra vez al lugar de donde había salido. En esta oportunidad, todo el mundo sabe cuál es el lugar que le corresponde: la institución donde se lo internó primero. Una vez allí, se lo trata durante un período y luego vuelve a enviárselo a su casa. Se recupera la estabilidad, hasta que el joven comienza a avan­zar en sus estudios o en su trabajo, los padres amenazan separarse, recurre la inestabilidad y se repite el ciclo.

El objetivo de la terapia aquí propuesta es poner fin a ese ciclo, lograr que el joven deje atrás su episodio excéntrico y pueda actuar con éxito fuera de su familia, y esta se reorganice en forma tal que sea capaz de sobrevivir a ese cambio.

Fracaso de las relaciones íntimas establecidas fuera de la familia

De ordinario, los jóvenes entablan fuera de su familia relaciones íntimas que, con el tiempo, se vuelven para ellos más importantes que las que mantienen en su seno. Se produce una transición desde la familia de origen a otra nueva. Por lo común, la familia de origen es la base a partir de la cual uno ensaya diferentes relaciones perso­nales, hasta que al fin escoge compañero o compañera e inicia una nueva familia.

Cuando es necesario que el joven permanezca involucrado con sus parientes directos, se crean procedimientos para impedir que pueda entablar relaciones íntimas fuera del hogar. Una barrera impenetrable se levanta en tomo de la familia de origen y el joven no puede tras­poner esa frontera. Sus tentativas de mezclarse con extraños son abor­tadas, y a la postre sólo queda mezclado con sus propios familiares.

Lo característico en estas situaciones es que el joven sea incapaz de forjar amistades externas, se vuelva tímido y retraído, y evite to­

47

Page 45: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

do contacto con sus pares o sólo se asocie esporádicamente con jóve­nes perdidos e inestables, etc. A veces, contraerá matrimonio, pero este será de un tipo especial. En vez de permitirle establecer un nue­vo hogar, el esposo o esposa es absorbido por la familia de origen. O sea, ciertos progenitores permitirán que su hijo se case, siempre y cuando perciban con claridad que su cónyuge no lo alejará de ellos sino que, por el contrario, se agregará complaciente a la familia. En esas condiciones, el hijo no se va de su casa.

Fracaso de la familia para modificar la conducta excéntrica

Cuando la familia no puede hacerse cargo de las dificultades que surgen en su seno por el problema del joven, pide la ayuda de agentes de control social. Si los padres amenazan divorciarse o provocarse algún otro daño mutuo, el hijo generará tanto alboroto en la comuni­dad que aquellos se verán forzados a ocuparse de la injerencia de esta última. Su unión frente a la comunidad puede hacer que se estabili­cen. Es el mismo caso de un país que inicia una guerra con otro cuando el disenso interno lo pone al borde del desquicio total.

El joven se entregará a una conducta díscola o simplemente per­manecerá inmóvil y apático, demandando a los padres que no se se­paren y cuiden de él. Si los hermanos, u otros parientes, insisten en que los padres hagan algo con ese “vegetal”, la situación se tornará inestable. O bien un extraño hará un comentario que molestará tanto a los padres, que de inmediato buscarán una terapia, para poder afir­mar luego que están haciendo lo que se debe. Si esa terapia se limita ala custodia en una institución, la administración de drogas o un tratamiento por insight a largo plazo, la familia recuperará su estabi­lidad y quizá convenza a los demás de que está haciendo todo lo que puede, al par que ningún cambio la amenaza.

Los terapeutas se sorprenden a menudo del grado de tolerancia de los padres frente al comportamiento anómalo y excéntrico de sus hi­jos. Ejemplo: un joven se quema la palma de las manos con cigarri­llos y declara ser Cristo; sus padres no dan importancia alguna a su conducta y dicen que es sólo una “travesura”. Puede haber una gran disparidad entre el choque que sufre la comunidad ante la conducta excéntrica y la aceptación con que la acoge la familia; esto se debe a veces a que la conducta se fue desarrollando gradualmente y fue a- ceptada en cada una -de las etapas sucesivas, de modo que la etapa siguiente no pareció nunca tan extrema. En ocasiones la familia su­fre un verdadero impacto por lo que sucede, pero jamás io admitiría, ya que implicaría conceder que existe un problema, respecto del cual ellos piensan que no pueden hacer nada. Si la familia pasa a ser moti­vo de atención para la comunidad, significa que se le ha pedido a esta que resuelva la conducta extrema del joven, y que la familia lia sido

48

Page 46: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

víctima de un cambio tan bruscamente desencadenado que dio por tierra con su estabilidad anterior.

Esbozamos a continuación una descripción de esta clase de jóve­nes de acuerdo con el enfoque de la comunicación:

1. Problemas sociales fundamentales (están presentes en todos los casos)

a. El joven no logra desengancharse de la familia o la familia no logra desengancharse de él. Por consiguiente, no puede crear para sí una base social fuera de la familia, ya que no consigue establecer relaciones íntimas duraderas.

b. El joven fracasa en sus estudios o en su trabajo, y exige así el apoyo permanente de otras personas.

2. Problemas especiales de comunicación (pueden presentarse o no en determinado momento con una persona determinada).

a. Comunicación descortés y desordenada1. Amenaza producirse un perjuicio a sí mismo o es violento

con los demás.2. Actúa de modo confuso e incierto, exigiendo interrumpir el

discurso normal y hacer algo, aunque por otra parte torna difícil o imposible hacer cualquier cosa.

3. Tiene estallidos imprevisibles de malhumor sin que el mo­tivo quede claro, provocando incertidumbre y confusión en el me­dio social que lo rodea.

4. Toma bebidas alcohólicas o drogas de manera irresponsable, conduciéndose luego como si estuviera físicamente incapacitado o desvalido, o en forma ruda y agresiva.

5. Suele quebrantar, sutil o groseramente, las reglas de urbani­dad, quizás interrumpiendo las conversaciones, o pasa la noche ente­ra caminando de un lado para otro de la casa y duerme luego todo el día, con lo cual desquicia la vida hogareña.

6. Desobedece a los padres o a las personas dotadas de autori­dad en la comunidad, con frecuencia de un modo que parece invo­luntario, de manera tal que esas figuras de autoridad vacilan en apli­carle las sanciones usuales en estos casos.

b. Comunicación anómala: acciones1. Perpetra actos delictivos (hurtos, etc.), aparentemente sin

buscar el propio provecho o en forma fortuita.2. Presenta el aspecto de un muerto de hambre casi esqueléti­

co, o es desagradablemente obeso.3. Usa ropas extravagantes, anda sucio o demasiado pulcro y

acicalado llamando la atención por su atuendo o comportamiento y atemorizando a los demás o suscitando su hostilidad.

4. Camina y gesticula en forma envarada y llamativa, incomo­dando a la gente que lo rodea.

5. Se niega a hablar o a moverse.

40

Page 47: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

c. Comunicación anómala: palabras1. Se expresa verbalmente con un lenguaje amanerado y poco

corriente, inventando palabras.2. Su escritura es excéntrica, por las ideas que contiene y por

su inusual caligrafía y la disposición de lo escrito en la hoja.3. Se dirige o escucha a interlocutores imaginarios.4. Encuadra las situaciones de modo peculiar, diciendo, por

ejemplo, que el tiempo, el lugar, la finalidad o los participantes en una determinada situación social no son realmente lo que otras per­sonas afirman.

5. Comunica dolencias físicas de las que no hay evidencia al­guna o que parecen extravagantes.

Fracaso de los profesionales

La naturaleza extraña de la conducta o de los agravios de los jóve­nes puede hacer que uno se distraiga y pase por alto el tema funda­mental que recorre su vida: el fracaso. Si el éxito está cercano para ellos, algo harán que le ponga fin. Si bien los criterios para medir el éxito varían según cada familia, aquí lo definimos, en líneas genera­les, como un comportamiento idóneo en el estudio o el trabajo y la capacidad de establecer relaciones íntimas fuera de la familia. En esencia, ese éxito implica, por definición, el autovalimiento y la posi­bilidad de formar el propio hogar. No significa que un individuo fra­casa si no se casa y tiene hijos, pero sí que debe ser capaz de entablar relaciones íntimas fuera de su familia de origen.

Es típico de estos jóvenes excéntricos que fracasen cuando su éxi­to es inminente. Y un momento típico para empezar a conducirse extrañamente es cuando están por concluir sus estudios secundarios. Para muchos, terminar la escuela secundaria es un símbolo de éxito y un primer paso hacia la emancipación de su familia. Es frecuente que el joven abandone la escuela pocas semanas antes de la graduación y cometa algún extraño acto delictivo o exhiba una conducta extrava­gante, que obliga a internarlo e impide que se gradúe. En muchas otras familias, terminar la escuela secundaria es una meta menos tras­cendente, y el verdadero momento de éxito es la finalización del ci­clo universitario. En tales casos, el joven excéntrico empezará a ma­nifestar una conducta “inapropiada” cuando está a punto de termi­nar la universidad. A menudo dejará de asistir a un curso indispensa­ble para la graduación; o simplemente abandonará los estudios en el último semestre declarando que la universidad carece de importan­cia, o intentará suicidarse antes del examen final.

Repitamos que cada familia define el éxito a su modo. En algu­nas, el solo hecho de entrar a la universidad se considera un exito, en cuyo caso el joven sufrirá el colapso en el primer semestre de la ca­rrera, teniendo que volver a su casa sin poder proseguirla. En otras,

50

Page 48: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

ni siquiera el título universitario es señal de éxito, ya que se lo da por descontado, y el joven no fracasará hasta que esté a punto de completar su doctorado. El éxito se define como el momento en que el joven ha completado su formación y, a ojos de la familia, se vuelve capaz de bastarse a sí mismo. Esa formación tanto puede ser un cur­so técnico de pocos meses como la carrera de medicina o de aboga­cía, que llevan varios años.

Cuando la liza en que se libra batalla por el éxito o fracaso se halla en el campo laboral y no en el del estudio, el joven que inicia su carrera excéntrica simplemente no puede conseguir empleo. No es raro que se conduzca de una manera tan peculiar en las entrevistas previas que jamás sea contratado. Y cuando consigue empleo, este resulta a todas luces inferior a su real capacidad; siendo un joven bri­llante, tal vez acepte una tarea servil y vulgar. Quizá continúe en ella y gane algún dinero, pero como para la familia ese empleo es sinóni­mo de fracaso, el joven ha fracasado.

A veces el joven trabaja para el padre o algún otro pariente, de lo cual se infiere que no está en condiciones de manejarse en un empleo donde realmente se le exija competencia. En estos casos el comporta­miento excéntrico y el fracaso sobrevienen luego de que el joven ha sido definido como exitoso por haber trocado el trabajo con su pa­riente por otro empleo ajeno a la familia.

Para ciertas familias cualquier trabajo remunerado es un éxito, en tanto que para otras sólo lo es aquel que sobrepasa un cierto nivel de remuneración. Con frecuencia, el joven excéntrico se desempeña bien en un muy buen empleo, y amenaza convertirse en un éxito, pe­ro entonces lo pierde (para conseguir otro al poco tiempo), y es defi­nido como un fracaso a causa de su permanente imposibilidad de conservar un empleo regular.

Enfoque comunicacional

La clase de conducta de un joven que, con su fracaso, mantiene la estabilidad de su familia, es sumamente variable, y en todos los casos su función consiste en impedir el desenganche de la familia. Desde el punto de vista de la terapia, lo que importa es concebir el problema de un modo que aclare cómo puede obtenerse un cambio. Un encuadre organizacional y una descripción en términos de la co­municación propenden a esta meta en mayor medida que otros enfo­ques teóricos. El primer requisito de una descripción comunicacional es que sea como mínimo diàdica, y preferiblemente triàdica; vale de­cir, que parta de la base de que cualquier conducta de una persona que se comunica está dirigida a una, dos o más personas. Así, si un joven se comunica vistiendo ropas extrañas, está emitiendo un men­saje con una función social. No se trata meramente de una expresión personal o de una notificación acerca de sus procesos de pensamien­

51

Page 49: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

to, sino de un mensaje que es a la vez una respuesta a otras personas.Para destacar la diferencia que implica este punto de vista, recor­

daré aquí el caso de un psiquiatra que atendía a un joven que se negaba a hablar, e incluso a ir al baño; este muchacho de veintidós años se orinaba y defecaba encima como si todavía usara pañales. El terapeuta le dio una escupidera para que orinase en ella, y él se la puso de sombrero y comenzó a caminar por todas partes con eso en la cabeza. Para el psiquiatra este era un acto fortuito que expresábala confusión del joven; el enfoque de la comunicación lo vería, en cam­bio, como un mensaje dirigido a los demás en esa situación social. Es característico de los jóvenes excéntricos que se nieguen a hacer lo que se les pide, ingeniándoselas para que los demás queden descon­certados y se pregunten si es o no una cuestión de desobediencia.

La motivación básica es proteger la organización

La desobediencia constituye de hecho un problema con los jóve­nes excéntricos, pero antes de considerarlo, el terapeuta debe acep­tar, como premisa fundamental, que la conducta excéntrica y loca es, básicamente, una conducta protectora.1 No importa lo extraña, violenta y extrema que sea esa conducta, su función es estabilizar una organización. Desobedecer es en sí una manera de obligar a un grupo a que se organice en forma más estable.

Quizá podamos ilustrar con un ejemplo este punto de vista sobre la locura. En cierta oportunidad se me pidió que diera una charla para el personal de una sala de psiquiatría, integrado por una mezcla de enfermeras, auxiliares, asistentes sociales, psicólogos y psiquiatras de todas las edades, sexos y razas. Esperé a que el grupo se ubicara en sus asientos y se dispusiera a escuchar. En ese momento entró en la habitación en que estábamos reunidos un joven con el piyama he­cho jirones y cubierto por una bata arrugada, que parecía confun­dido y desconcertado. Un hombre de barba, miembro del personal, se le acercó y le dijo: “No puedes entrar ahora, Peter, esta reunión e; sólo para el personal”. Lo tomó del brazo y lo hizo salir; cuando el profesional volvió, los asistentes cuchichearon y se sonrieron, com­partiendo su embarazo ante la intrusión. Volví a esperar que se aco­modaran antes de empezar a hablar, y entonces Peter reapareció en la sala. El hombre de barba se levantó y le dijo: “Peter, la terapia de grupo no empieza hasta la una. Esta reunión es para el personal sola­mente”. Tomó otra vez al joven del brazo y lo sacó. Al volver, son­reía, y hubo risas sofocadas en los demás, que se volvieron hacia mí, expectantes. Cuando Peter entró por tercera vez todo el mundo soltó

1 Debo a Qoé Madanes la idea acerca de la protección que ejerce el joven sobre sii familia; véase su trabajo “The Prevention of Rehospitalization of Adolescents and Young Adults", en prensa.

52

Page 50: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

la carcajada. Alguien que parecía estar a cargo le dijo a un auxiliar: “ ¡Sácalo afuera! ”. Un individuo corpulento escoltó a Peter hasta el pasillo, volvió y se sentó. El joven no entró de nuevo.

Mientras yo observaba al grupo y reflexionaba sobre lo sucedido, tenía la convicción de que mi propia explicación acerca de las entra­das y salidas de Peter era distinta de la que se darían ellos. Desde luego, hay toda una gama de explicaciones posibles. En un ambiente médico, la idea más común sería que Peter estaba desorientado en el tiempo y en el espacio, y que mientras deambulaba entró casi por azar en ese cuarto particular. Otra explicación sería que las entradas del joven fueron en parte fortuitas, pero en parte obedecieron a su deseo de expresar su hostilidad hacia la autoridad, y por ende al per­sonal que allí la simbolizaba. La extraña vestimenta que se le había puesto, así como su confusión y sus gestos idiotas, instarían a los demás a observarlo de manera condescendiente y divertida.

Permítaseme que describa qué pensé yo que había hecho el joven conmigo y con el personal del establecimiento. Mientras este se reu­nía y tomaba asiento, percibí entre ellos un sentimiento sumamente negativo. Es habitual que haya tensión y conflictos encubiertos entre las personas que trabajan en un hospital neuropsiquiátrico, pero en ese momento y en esa sala, parecían particularmente serios. El perso­nal había acudido a regañadientes a mi conferencia y expresaba con sus gestos el desagrado que sentían mutuamente y hacia mí. Cual­quiera podía advertir, por su hosquedad y malhumor, las pugnas y rencillas entre ellos.

Yo percibí este sentimiento desagradable y cada vez tenía menos ganas de dar la charla. Me pregunté qué podría hacer para aligerar ese talante adusto o aliviar la tensión, y me dije a mí mismo que nada podía hacer. En ese punto comenzaron las entradas y salidas de Pe­ter. En su tercer arribo y partida todos rieron, y el grupo se trasfor- mó. Les encantaba que Peter demorase al orador que los visitaba; con su acción, Peter había conseguido unirlos en un grupo amable y estable. El disenso desapareció de la superficie; todos se mostraban amigables en su conversación recíproca y conmigo. Me sentí aliviado de poder hablar ante un agradable auditorio. Concluida su misión, Peter no retornó: había logrado lo que ni yo ni ninguna otra persona habríamos conseguido en ese lugar. Ese joven excéntrico había pues­to orden y cierta armonía en una organización en la que hasta enton­ces esos elementos eran casi inexistentes.

En este libro sostenemos que la locura de los jóvenes cumple pre­cisamente esa función en los hospitales neuropsiquiátricos y en las familias.

Es conveniente partir del supuesto de que los jóvenes excéntricos que estabilizan a un grupo mediante su sacrificio personal lo hacen a conciencia y voluntad. Con este supuesto se evita el vano intento de que el excéntrico entienda lo que hace. El sabe lo que hace y cómo lo hace mucho mejor que el terapeuta que pudiera señalárselo. Es un

53

Page 51: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

sacrificio perpetrado por un individuo que está dispuesto a convertir­se en un payaso, provocarse algún daño o hacer cualquier otra cosa necesaria con tal de cumplir con esa función. Las tentativas de per­suadir al joven excéntrico de que renuncie a su carrera sacrificada casi siempre fracasan. En raras ocasiones, el terapeuta puede mera­mente asegurarle que conoce la gravedad de la situación familiar y es lo bastante competente como para manejarla. El joven volverá enton­ces a la normalidad, y dejará a sus padres en manos del terapeuta. Pero sólo una acción competente puede conseguir persuadirlo de ese modo, no una simple charla o la promesa de que uno hará todo lo posible.

Conducta comunicativa anómala

Los extraños gestos, actitudes y palabras del joven excéntrico pueden fascinarlo o provocarlo tanto a uno, que pase por alto su fun­ción y se olvide de que el foco debe estar en el cambio. Hay que tener presente que la distracción respecto del conflicto familiar es, precisamente, uno de los objetivos que persigue esa extraña conduc­ta. Para que un grupo sea estabilizado por un individuo que se aparta de lo normal, este debe atraer la atención de los demás sobre su a- nomalía. Si una excentricidad moderada le resulta insuficiente, ame­nazará con suicidarse o volcará gasolina alrededor de toda la casa y se pondrá a jugar con fósforos, para así obligar al grupo a organizarse de modo funcional a fin de dominarlo.

Parecería obvio que un grupo en el que hay un joven excéntrico no funciona bien, pues de lo contrario no sería necesario ese indivi­duo anómalo. Pero a menudo no es tan obvio. Quizás una hija se niegue a alimentarse y esté próxima a la inanición cuando su familia decida llevarla, convertida ya en un esqueleto andante, al terapeuta y presentarla como el problema. Aunque los padres y hermanos parez­can personas razonables que se preocupan y sacrifican por la desnu­trida, hay que partir de la premisa fundamental de que la organiza­ción familiar no debe estar operando como corresponde, ya que de no ser así esa muchacha se alimentaría normalmente. Una de las ma­neras cié poner en evidencia ese mal funcionamiento es pedir a los padres que obliguen a la hija a comer. La situación deja de estar com­puesta por unos padres amorosos y una hija obediente, y se entra en una confusión total donde nadie se hace cargo de nada, salvo el es­queleto andante. A veces, la índole de las dificultades de la organiza­ción sólo se revela cuando el joven excéntrico se torna más normal -en este caso, cuando la esquelética muchacha empieza a comer y aumenta de peso—.

Una descripción científica de la conducta comunicativa anómala dentro de la familia con un joven problemático es enormemente compleja, pero a los fines terapéuticos puede resumírsela en estas

54

Page 52: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

dos funciones principales: 1) Función social: Con su conducta ex­céntrica, el joven estabiliza a un grupo de personas de su intimidad. A esta función se aplica básicamente la intervención terapéutica. 2) Función metafórica: Cada acto anómalo es también un mensaje diri­gido a los miembros del grupo y a los extraños. Puede considerárselo una metáfora (a menudo una parodia) de un tema que al grupo le re­sulta importante. Por lo general ese tema crea conflictos en el grupo.

Un joven que se hace un agujero en la mano quemándola con un cigarrillo puede estar expresando algo relacionado con la religión de su familia. Si se le da una escupidera para orinar y se la pone de sombrero, tal vez exprese algo que tiene que ver con ser un payaso. Un excéntrico que camina como un robot puede estar indicando la excesiva rigidez de las normas grupales. Un muchacho agresivo está marcando la presencia de la violencia entre los íntimos con quienes convive.

La función metafórica de la conducta excéntrica es compleja y a menudo difícil de desentrañar. Cada acción tiene múltiples signifi­cados, y al poner el acento en uno de ellos tal vez se pase por alto otro mensaje significativo. Ni la familia ni el grupo de profesionales ven con beneplácito las indagaciones tendientes a descubrir esos sig­nificados, y esto torna difícil la verificación de los mensajes. Lo típi­co es que el comportamiento excéntrico sea expresión de un tema que el grupo preferiría negar u ocultar. Así pues, carece de eficacia práctica procurar la verificación del significado de un mensaje me­diante el consenso grupal: por lo general, el grupo responderá a la indagación con una metáfora, que dará origen a otras metáforas, y así sucesivamente. No sólo la familia: tampoco el personal del hospi­tal o el terapeuta verán con buenos ojos la traducción del mensaje expresado por la conducta excéntrica. Por ejemplo: no es raro que un excéntrico que comete hurtos esporádicos pertenezca a una fami­lia en la que prevalece una encubierta deshonestidad; los familiares saben qué significan las acciones del excéntrico, por más que asegu­ren que lo ignoran. De ordinario, como ese significado no les cae en gracia, ellos y el personal preferirán definir la conducta excéntrica como carente de sentido y causada por algún mal orgánico.

En una época se consideraba importante explorar el significado del comportamiento metafórico de la familia, pero hoy se piensa que no es prudente. Puede crearle un problema al terapeuta, ya que si saca a relucir significados que incomodan a la familia (o al personal), se enajenará la buena voluntad de un grupo cuya cooperación es in­dispensable para producir un cambio. Es importante, entonces, que el terapeuta no señale cuál es, a su juicio, el significado de esa con­ducta; por otra parte, puesto que todo el mundo lo conoce, no sirve de mucho explicitarlo. Un terapeuta prudente acogerá todos esos sig­nificados y se los guardará gentilmente para sí, como guía de lo que está aconteciendo. Si así lo hace, el excéntrico y la familia podrán orientarlo con más claridad.

55

Page 53: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Las metáforas ponen al terapeuta sobre aviso, además, acerca de ciertas eventualidades que podrían producirse si amenaza con un cambio. Si un joven intenta infructuosamente suicidarse, es decir, co­mete lo que los demás llaman un “amago” de suicidio, el terapeuta debe interpretar ese amago como revelador de que el suicidio es un problema relevante para esa familia; si el joven amaga incendiar la casa, interpretará que hay cuestiones explosivas en la familia.

Estas metáforas pueden orientar al terapeuta, pero no debe dirigir a ellas su preocupación fundamental, como sería el caso si estuviera realizando una investigación. Aun la exploración del significado me­tafórico para verificar una idea puede suscitar resistencia en la fami­lia y echar por tierra la terapia (por este motivo, las interpretaciones intelectuales o las confrontaciones que instan a asumir la “realidad” pueden ser fatales para el éxito de una terapia).

Y justamente porque el mensaje trasmitido por la conducta ex­céntrica puede ser útil para estabilizar al grupo, este no va a tener ningún interés en que sea explicitado. Si en una familia la madre mantiene una relación amorosa extraconyugal que pone en peligro su matrimonio, quizá su hija exprese ese mismo tema con insinuaciones verbales y ademanes particularmente seductores; a sus padres no les gustará que se señale la relación entre su conducta y la de la madre. Análogamente, si una muchacha hospitalizada habla en forma deli­rante acerca de un aborto, quizás eso se relacione con que proviene de una familia católica y con el hecho de que su madre esté abruma­da de hijos; pero conviene partir de la base de que la familia se perca­ta del significado de la conducta de la muchacha, y no querrá que el terapeuta explique lo que “realmente” dicen sus palabras. El com­portamiento excéntrico siempre es a la vez útil y amenazador, así como suele aludir en forma cómica a temas que revisten una desespe­rante gravedad.

Suele escucharse que la locura es algo digno de admiración, o que los locos y excéntricos son más creativos y viven más intensamente que otras personas. Se dice que se rebelan contra una sociedad repre­sora, y ciertas autoridades en la materia han llegado a opinar que cono­cen mejor que los demás los secretos de la vida. La admiración por el loco no forma parte del enfoque terapéutico que aquí recomenda­mos. El loco es un fracasado, y el fracaso no es digno de admiración. Alentar la locura, como hacen algunos entusiastas, es alentar el fraca­so. Hacerles un lugar a los excéntricos para que puedan seguir siéndo­lo no los conduce a la normalidad.

Pero una vez admitido que no admiramos a los locos, no podemos dejar de reconocer la habilidad que muchos de ellos muestran en las relaciones interpersonales. Lo mejor es que el terapeuta respete esa habilidad si no quiere parecer un tonto. También conviene suponer que las locuras que comete el joven excéntrico son actos positivos, en el sentido de que son una búsqueda de algo mejor, una lucha por salir de una situación inaguantable y dar un paso adelante. Aunque,

56

Page 54: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

por la reacción de la comunidad, el resultado de esa tentativa sea catastrófico, el jbven loco se hace acreedor a todo nuestro respeto por intentar mejorar su suerte y la de su familia.

La cuestión de la responsabilidad

Donde hay locura, hay, por definición, comportamiento irrespon­sable. El luco no hace lo que debería hacer, o hace lo que no debería hacer, según las normas aceptadas de comportamiento social. Lo que diferencia a la conducta loca y excéntrica de otras conductas es, ade­más de su carácter extremo, el hecho de que el sujeto no puede abs­tenerse de hacer lo que hace y no es responsable de sus acciones. Esta incapacidad de controlar su conducta es comunicada, asimismo, por la reiteración de actos que conducen a fracasos y padecimientos. Los jóvenes problemáticos se caracterizan por hacer algo que que­branta las reglas sociales y luego calificar su acción diciendo que ellos no tuvieron la culpa de lo que hicieron. El drogadicto afirma que una compulsión lo fuerza a llevar esa vida anómala, y que no es responsa­ble de ello porque no puede impedirlo. La muchacha a punto de mo­rir de inanición sostiene que ella no es responsable de su falta de apetito o del rechazo que le provoca el alimento. El excéntrico que roba objetos que no necesita se declara incapaz de dejar de hacerlo.

Los verdaderos locos son grandes expertos en cometer actos que luego califican de un modo tal que los libra de toda responsabilidad por esos actos. A veces dicen que no fueron ellos sino otra persona la que los cometió, o que el tiempo y lugar de la acción perpetrada no coinciden con lo que afirman los demás, y por ende esa acción no les pertenece.2 Un joven puede rehusarse a buscar trabajo alegando que tiene ocultos millones de dólares en un sitio lejano e indicando así que no sabe lo que hace.

Es importante que el terapeuta admita que el joven problemático se está conduciendo de manera irresponsable y que debe hacérsele asumir la responsabilidad por sus actos. También tiene que admitir que las personas que rodean al excéntrico se conducen irresponsable­mente. El excéntrico sostendrá que su conducta chiflada no es culpa de él, ya que una voz de otro planeta le mandó proceder como lo hizo. Sus padres se descargarán mutuamente de la responsabilidad, o atribuirán el comportamiento del hijo a las malas compañías, las dro­gas o la herencia. Los especialistas llamados a consulta suelen culpar a los padres, o a la “enfermedad”, o a la genética; no quieren recono­cer que sus intervenciones complican la cuestión. Si el joven es encerrado en alguna institución contra su voluntad, el psiquiatra dirá

2 Para una descripción de la esquizofrenia desde este ángulo, véase J. Haley, Strategies of Psychotherapy, Nueva York: Gruñe & Stratton, 1963.

57

Page 55: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

que el responsable de esa medida es el juez de menores y no él. El juez, por su lado, negará su responsabilidad por la sentencia indefi­nida arguyendo que él depende del juicio emitido por los expertos en enfermedades mentales. Es así que nadie asume la responsabilidad por lo sucedido o por las medidas que se deben tomar.

Esto significa que hay confusión en la organización, debido a que no existen claras líneas demarcatorias de la autoridad. Cuando la je­rarquía de una organización está confusa, la conducta loca y excén­trica que así genera es adaptativa: tenderá a estabilizar la organiza­ción y a aclarar las líneas jerárquicas. Si todo vuelve a su curso nor­mal, la organización entra otra vez en fln estado de confusión. Para corregir el comportamiento loco es preciso corregir la jerarquía, de modo que aquel ya no resulte necesario o adecuado.

Etapas de la terapia

Contemplado el problema desde este ángulo, pueden esbozarse las siguientes etapas para la terapia de jóvenes excéntricos:

1. Si la conducta del joven atrae la atención de la comunidad, los especialistas tienen que organizarse en forma tal que un solo terapeu­ta asuma la responsabilidad del caso. Es conveniente que no interven­gan múltiples terapeutas ni se apliquen diversas modalidades de tera­pia. El terapeuta responsable debe hacerse cargo de las dosis de medi­camentos y, en lo posible, de internar al paciente en una institución.

2. El terapeuta convocará a la familia para un primer encuentro. . En caso de que el joven viva solo o con su esposa, se citará junto con él a su familia de origen. No se les enrostrará ninguna culpa a los padres (o a la madre y abuela, o a quienquiera asista a la reunión) por la conducta del hijo, pero se los hará responsables de resolver el problema de este, persuadiéndolos de que ellos son los mejores tera­peutas posibles de su vástago. Se parte de la base de que hay un conflicto entre los miembros de la familia, expresado por el hijo. Al requerírseles que se hagan cargo de él y le fijen normas de conducta, se los hará comunicarse en torno del joven como habitualmente lo han hecho, pero de manera positiva. Es menester aclarar ciertas cues­tiones:

a. El foco de la terapia es la persona problemática y su conducta, no el debate de las relaciones familiares. Si el joven es un drogadicto, la familia debe centrarse en lo que va a suceder si reincide en el con­sumo de drogas; si es un chiflado violento, en lo que harán si genera un nuevo alboroto como el que obligó a internarlo anteriormente.

b. No se indagará el pasado y las causas pretéritas del problema; eso se dejará de lado. El foco está puesto en lo que hay que hacer en el presente.

58

Page 56: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

c. Como se presume que existe una confusión en la jerarquía fami­liar, si el terapeuta, en su condición de experto, atraviésalas fronte­ras generacionales y se aiía con el joven contra sus padres, no. hará más que empeorar la cosa. Deberá coligarse con los padres contra el joven problemático, aunque así parezca privar a este de sus derechos y de su libertad individual, y aunque el joven parezca tener demasia­da edad como para considerarlo hasta tal punto dependiente. Si al jo­ven no le gusta esta situación, puede abandonar la terapia y comen­zar a valerse por sí mismo. Cuando haya vuelto a conducirse en for­ma normal, se reconsiderarán sus derechos.

d. Los conflictos entre los padres o entre otros integrantes de la familia serán subestimados y pasados por alto, por más que las perso­nas en cuestión los saquen a relucir, hasta que el joven retorne a la normalidad. Si los progenitores afirman que también ellos necesitan ayuda, el terapeuta les dirá que podrán ocuparse de eso una vez que su hijo o hija vuelva a conducirse normalmente.

e. La expectativa de todos ha de ser que el joven problemático recobre la normalidad; no habrá excusas para sus fracasos. Los espe­cialistas aseverarán que no tiene nada malo, y que debe comportarse como los demás jóvenes de su edad. La medicación debe suprimirse lo antes posible. Se esperará del joven que retome de inmediato sus estudios o su trabajo, sin demoras escudadas en una internación par­cial o por una terapia de largo plazo. El retomo a la normalidad es lo que genera la crisis y el cambio en la familia, en tanto que la perdura­ción de una situación anormal la estabiliza en sus padecimientos.

f Presumiblemente, a medida que el joven vuelva a la normali­dad, retomando con éxito sus estudios o su trabajo o haciendo nue­vos amigos, la familia perderá estabilidad. Quizá los padres amenacen separarse o divorciarse, y uno o ambos sufran algún trastorno. Uno de los motivos que abogan para que eí terapeuta se ponga plenamente del lado de los padres en esta primera etapa de la terapia, al punto de aliarse con ellos contra el hijo, es que así está en mejores condiciones de ayudarlos. Si no puede hacerlo, el joven perpetrará alguna locura, y la familia volverá a estabilizarse en tomo de él y de su excentrici­dad. En este punto hay que evitar una internación, para impedir que continúe el ciclo hogar-institución-hogar. Un modo de expresar esto consiste en decir que el terapeuta toma el lugar del joven excéntrico en la familia, con lo cual aquel queda libre para comportarse nor­malmente y ocuparse de sus cosas. El terapeuta debe entonces resol­ver el conflicto familiar, o bien alejar al joven para que dicho conflic­to se manifieste en forma más directa y no a través de él. Así, el joven podrá seguir con su vida normal.

3. La terapia debe consistir en una participación intensa y un rá­pido desenganche, más que en una prolongada serie de sesiones regu­lares a lo largo de varios años. Tan pronto sobrevenga el cambio, el terapeuta empezará a planear el receso y la terminación. Su tarea no es resolver todos los problemas de la familia, sino sólo aquellas cues­

59

Page 57: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

tiones organización ales que giran en torno del joven problemático —a menos que la familia desee establecer un nuevo contrato para el tra­tamiento de otros problemas—,

4. El terapeuta debe practicar un seguimiento ocasional de la fa­milia para saber qué ha sucedido y cerciorarse de que continúe el cambio positivo.

En esencia, nuestro enfoque terapéutico es como una ceremonia de iniciación. El procedimiento apunta a desligar a los padres del vás- tago para que la familia ya no lo necesite a este como vehículo de su comunicación, y el joven pueda hacer su propia vida. Hay dos méto­dos extremos que casi siempre fracasan. Uno de ellos consiste en atri­buir toda la culpa a la nociva influencia de los padres y procurar que el joven abandone a su familia; lo típico es que el joven sufra un colapso y vuelva al hogar. El otro consiste en tratar de mantener al joven en el hogar y de conseguir que impere la armonía entre él y su familia; esto también falla, porque en esta época de la vida familiar, lo que importa no es la conciliación sino la desligazón. El arte de la terapia radica en hacer volver al joven con su familia como una ma­nera de desligarlo de ella para iniciar una vida independiente.

Si el terapeuta es capaz de concebir la situación en términos orga- nizacionales simples, podrá definir para el tratamiento el simple obje­tivo aquí esbozado, aunque alcanzar dicho objetivo sea una empresa complicada, que exija de él la máxima destreza y aptitud para ayudar a los demás.

Page 58: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

3. Control social y terapia

Los jóvenes recluidos en instituciones tienen en común el hecho de ser unos fracasados, de no haberse desempeñado bien en sus estu­dios o en su trabajo y tener que ser mantenidos económicamente por sus familiares. Pero no es este el aspecto que presenta el problema cuando esos jóvenes atraen la atención de la comunidad. Se los ha recluido por perturbar el orden público con sus alucinaciones o sus ideas delirantes, su ingestión de heroína u otras drogas prohibidas, sus hurtos o trasgresiones a la ley, o porque sus padres dicen que han escapado a su control. Algunos parecen poner en peligro su vida o la de los demás, otros se conducen como seres sin rumbo, olvidados de todos e impotentes. Requieren que la comunidad haga algo por ellos. Y las personas que se ocupan de hacerlo son agentes de control so­cial: funcionarios policiales o profesionales que trabajan en centros médicos y psiquiátricos.

Al tomar contacto con un joven gravemente perturbado, el tera­peuta suele encontrarse con que algunos de estos agentes de control social están a cargo de él. La terapia con jóvenes locos implica ocu­parse permanentemente de cuestiones referidas a su medicación, su custodia y la limitación de sus movimientos. Uno de los aspectos principales de la terapia es la negociación con los colegas que se de­sempeñan en esos establecimientos de control social: hospitales neu- ropsiquiátricos, centros para la rehabilitación de drogadictos, casas de convalecencia, juzgados de menores, reformatorios y cárceles. Y pueden surgir problemas entre el terapeuta, cuya pretensión es cam­biar a las personas, y tales agentes de control social, cuya misión con­siste en aplacar y reformar a los trasgresores, ponerlos bajo custodia o eliminarlos de la sociedad.

Los jóvenes encuentran ingeniosas maneras de llevar una vida a- nómala y marginal, pero son comparativamente pocos los que causan suficientes dificultades como para atraer la mirada de los agentes de control social o de los terapeutas. Estos suelen ser clasificados por la ley en dos categorías: se los define como delincuentes o se los tilda de “enfermos mentales”. Los trasgresores de la ley han cometido al­gún acto criminal y son puestos bajo custodia en bien de la comuni­dad, aunque -se sostiene- esa custodia persigue el propósito de re­habilitarlos. Los trasgresores de la normalidad médica tildados de en­fermos mentales son de dos tipos: o bien son alborotadores que no puederi ser manejados por su familia, o no hacen nada para ganarse la vida y su familia renuncia a hacerse cargo de ellos. No es habitual que se interne a las personas en hospitales neuropsiquiátricos por

61

Page 59: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

presentar síntomas tales como delirios o alucinaciones, sino porque han provocado algún disturbio o porque son apáticos y no cuidan de sí mismos. En los últimos tiempos se ha puesto de moda el diagnósti­co “maníaco-depresivo”, posiblemente porque ahora existe un trata­miento (litio) que ha tenido cierto éxito con los deprimidos. Los jó­venes incluidos en esta categoría se las ingenian para actuar de acuer­do con los dos extremos: en su fase maníaca, son alborotadores, en su fase depresiva, apáticos.

El trasgresor de la ley y el trasgresor de la normalidad médica no son dos clases claramente diversas de personas, cuyo comportamien­to sea diferenciable. A veces este es tan similar en uno y otro caso, que resulta un verdadero misterio el motivo por el cual se escogió para ellos una carrera y no la otra. Con frecuencia, más que sus actos parecería ser su situación social la que determina que se los catalogue de criminales o de lunáticos. Un agente de policía puede decidir a qué categoría pertenece el joven según el lugar en que lo aprehende, y a veces la familia colabora con la policía. No es infrecuente que la decisión se base en la clase social: es más probable que los ricos sean derivados al ámbito psiquiátrico y que los pobres pasen a formar parte del sistema criminal. Si un joven roba un automóvil, se clasificará su acción como una infracción criminal o como un síntoma de “defi­ciente control de los impulsos”, según la posición económica de su familia. Hay también casos fronterizos, como los de abuso de drogas o de bebidas alcohólicas, en los que decidir si el problema es criminal o médico es como tirar una moneda a cara o cruz.

Una de las diferencias entre los diagnósticos de “delincuente” y de “loco” se funda en la curiosa idea de que el primero es responsa­ble de lo que hace y opta libremente por su inconducta. Por más que desperdicie su vida entrando y saliendo de las cárceles, debe partirse de la base de que su decisión es racional, pues de lo contrario no tendría asidero un sistema legal que presume que ha optado libre­mente por el delito. Si comete sus actos criminales deliberadamente, merece castigo. Por eso el personal de una prisión tiene menos escrú­pulos de conciencia que el de un hospital neuropsiquiátrico cuando tiene que imponer algún severo castigo a un recluso. Se afirma que los “enfermos mentales” no pueden dejar de hacer lo que hacen; por consiguiente, si el paciente de un hospital neuropsiquiátrico actúa de manera improcedente, sólo a regañadientes el personal lo castigará, y disfrazará su castigo como ayuda, ya que ese personal se define a sí mismo como “curador” a la vez que protector de la comunidad. Se estima siempre que la administración de drogas, tratamientos de electrochoque, punciones cistemales y lobotomías forman par­te de un tratamiento médico, negando que se los aplique con fines disciplinarios.

La teoría de que el criminal obró por decisión conciente hace que los profesionales que actúan en penitenciarías y correccionales no se entiendan bien con los terapeutas tradicionales. La terapia que se

62

Page 60: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

ocupa de procesos “inconcientes” no es bienvenida entre quienes se encargan de la custodia de los delincuentes, que consideran que su misión consiste en persuadir al trasgresor de que no debe cometer más felonías; por ende, se centran en su rehabilitación por el estudio o el trabajo. Además, suelen mostrarse renuentes a mezclar en algún grado significativo a la familia del delincuente; prefieren creer que este obró por decisión propia, y no que su delito es consecuencia de una dificultad familiar.

El infractor a la ley suele ser procesado en un tribunal, de acuerdo con normas que la sociedad ha creado para protegerlo a él y a la comunidad. La tarea de la comunidad es más complicada si el indivi­duo ha sido definido como enfermo o loco. Se lo recluye igual que a un criminal, pero también se lo limita con sustancias químicas bajo la forma de medicamentos. Algo hay que hacer con un sujeto que provoca un tipo de disturbios que no justifica un proceso y senten­cia judiciales: he ahí el dilema. No es fácil recurrir a las normas de la justicia cuando no se sabe con certeza si se ha cometido o no un delito, o cuando no parecen adecuadas las penalidades impuestas a los criminales. Si un joven deambula desnudo por el vecindario recitan­do versos estrambóticos, se llamará a la policía y lo más probable es que esta lo lleve a un hospital para enfermos mentales. El joven será recluido allí, en lo que equivale a una sentencia judicial indefinida, y tal vez pase su vida entera bajo custodia por el solo hecho de pertur­bar el orden público.

Si un terapeuta trata de hacer algo por el joven o su familia, debe­rá debatir el asunto con agentes de control social responsables de cui­dar que aquel no vuelva a molestar a sus vecinos. Los psiquiatras, enfermeros, auxiliares y asistentes sociales del hospital tienen su modo particular de tratar a esos jóvenes, que no coincide con el del tera­peuta de orientación familiar. A menudo, la confusión entre los pro­cedimientos de control social y las medidas terapéuticas origina un conflicto entre los profesionales, que discutirán entre sí, tal como los miembros de la familia se pelean por establecer quién está en lo cier­to con respecto a un hijo loco. Y lo que suceda en este debate entre profesionales puede influir en la terapia tanto o más que lo que suce­de en el seno de la familia.

Los problemas con que se topan en estas circunstancias los tera­peutas pueden describirse en términos de las instituciones con las que deben tratar, y en términos de las premisas y teorías evidentes en los métodos de control comunitarios.

Instituciones de control social

No todas las instituciones plantean a los terapeutas idénticos problemas; en general, cuanto más alejada de la comunidad se en-

63

Page 61: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

cueníre la institución, tanto más dificultosa resultará la tarea del terapeuta.

No hay lugar más absolutamente inapropiado para intentar una terapia que una institución total en la que los trasgresores son aparta­dos por completo de su comunidad. Salvo en las grandes ciudades, por lo general estos lugares están aislados de esa comunidad y lejos de la familia y amigos del individuo allí recluido. En la anormal situa­ción de la custodia total es impracticable una terapia de orientación social. Esta sólo puede iniciarse cuando el individuo ha sido puesto en libertad.

Pero no sólo las cárceles y penitenciarías, sino también los hospi­tales neuropsiquiátricos suelen estar alejados de la comunidad. Por lo común se trata de grandes establecimientos adonde se envía a los in­deseables sociales. A causa del gran tamaño y la rigidez de su plantel profesional, las ideas modernas entran allí con dificultad; estas institu­ciones suelen estar integradas por profesionales capac'iados para tra­bajar en hospitales y que no entienden cuál sería el objeto de practi­car la terapia en la comunidad misma. Se dedican predominantemen­te a persuadir a los pacientes para que acepten la “cultura” del hospi­tal y se amolden a ella, y la forma como debe comportarse la persona en su vida ordinaria nada tiene que ver con esta finalidad. El perso­nal ha olvidado —o nunca ha comprendido claramente- que su ta­rea consiste en cambiar a la persona dentro de la comunidad en la que surge su problema. ¡Cuántos de nosotros dialogamos en esos hospitales varias veces por semana, durante años, con los pacientes, en la certidumbre de que esa charla de algún modo los habilitaría a vivir fuera del hospital! Estábamos convencidos de que, con sólo de­cirle al paciente las palabras adecuadas —las que le brindaran una in­telección de su problema y una experiencia emocional curativa—, él ya estaría en condiciones de salir y vivir normalmente en la comu­nidad.

Como ejemplo de lo apartado que está de la realidad el personal de estos establecimientos psiquiátricos, viene a mi mente una reu­nión de personal en la que dos residentes informaron sobre una co­munidad terapéutica que habían logrado crear en una de las salas. Contaron el método empleado, la forma en que respondió el perso­nal de la sala, los procedimientos democráticos instituidos, etc. En el debate posterior, alguien Ies preguntó si, desde la creación de la co­munidad terapéutica, habían sido dados de alta un número mayor que antes de pacientes. Se produjo un silencio; los dos jóvenes psi­quiatras se miraron estupefactos. No sólo carecían de las cifras perti­nentes, sino que ni siquiera se les había pasado por la cabeza la idea de llevar ese cómputo. Su proceder en la sala no tomaba en cuenta el contexto hospitalario como un sitio destinado a modificar la vida de la gente en su comunidad.

Cierto es que los hospitales para enfermos mentales están llevando a cabo osadas tentativas de reforma y desarrollo de nuevos enfoques,

64

Page 62: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

pero se levanta como escollo en su camino la gran inercia que carac­teriza a toda gran burocracia. Psiquiatras más avanzados han procura­do durante años que se hiciera participar a la familia de los pacientes en la internación o el alta de estos, para traer así al hospital su situa­ción de vida.1 Hemos visto iniciarse muchas de esas tentativas de cambio, y las hemos visto desvanecerse cuando sus propugnadores abandonaban el establecimiento. La sala en que ellos habían trabajado volvía entonces con frecuencia al estilo de vida tradicional que había tenido durante un siglo.

En años recientes, se ha reducido la población de los hospitales públicos, por la creación de centros de salud mental comunitarios y el uso más amplio de sedantes y otras drogas. En ocasiones, este em­peño por vaciar los hospitales ha sido una desgracia. Casos crónicos, que habían estado recluidos durante mucho tiempo, fueron de súbi­to arrojados a la comunidad, siendo allí objeto de frecuentes malos tratos; algunos de estos pacientes, en particular los que tomaban fuertes dosis de medicamentos, eran incapaces de cuidar de sí mis­mos. Aun cuando se hubiera contado con clínicos especialmente adies­trados para ayudar a los pacientes a reintegrarse a su comunidad des­pués de tantos años de vida en reclusión, la tarea habría sido difícil; no habiendo tales clínicos, lo que se ha hecho es imperdonable. Re­cuerdo que tuve que atender a sujetos que habían pasado más de diez años en un hospital, y cuya falta de experiencia social se puso de manifiesto tan pronto los soltaron; uno de ellos hacía diez años que no entraba a un restaurante, y el solo hecho de pedir el menú al mozo era para él una tarea llena de incertidumbres, capaz de provo­carle el pánico.

La incapacidad para desempeñarse adecuadamente en la comuni­dad una vez liberado por la institución no se vincula forzosamente con una “enfermedad mental”. Un convicto que ha cumplido una condena de veinte años será un alma perdida al volver a su comuni-. dad, donde tal vez ya no tenga familiares ni amigos, y hasta es posi­ble que procure regresar a la cárcel.

El hospital público para enfermos mentales difícilmente pueda ser defendido como forma de terapia,2 pero tampoco es defendible la liberación de pacientes mentales crónicos en la comunidad desprovis­tos de toda orientación. Al iniciar una terapia con un joven, un obje­tivo básico es evitar que sea internado en una de estas instituciones, para que veinte años más tarde no salga de ella convertido en un inú­til y un inadaptado.

Para los terapeutas, una importante diferencia entre el trasgresor de la ley y el trasgresor de la normalidad médica es que el primero no

1 Heniy Harbin, “A Family-Oiiented Psychiatric In-Patient Unit”, Fam. Proc., 18: 281-291,1979.

2 Comité Interino sobre Normas y Procedimientos de la Legislatura de Cali­fornia, The Dilemma of Mental Commitments in California: A Background Document, California, Subcomité sobre Servicios de Salud Mental, 1967.

65

Page 63: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

se deja recluir voluntariamente (a menos que se defina un delito de­fectuosamente cometido como una búsqueda de reclusión), sino que acata la sentencia de un tribunal. Los trasgresores de la normalidad médica deben clasificarse en dos categorías, estando constituida la primera por aquellas personas que el Estado interna contra su volun­tad por recomendación psiquiátrica. Aunque no siempre resulta clara la línea divisoria entre un paciente voluntario y otro involuntario (o entre salas hospitalarias “abiertas” y “cerradas”), para el terapeuta que quiere trabajar en un hospital esta distinción es importante. Co­mo la reclusión bajo custodia es algo que suele molestar a los psiquia­tras, tal vez finjan que no existe; el terapeuta que va a tratar a un paciente hospitalario debe ocuparse también de esta simulación.

Tanto el sistema médico como el penitenciario han experimenta­do con procedimientos de custodia parcial, a fin de establecer una mejor relación entre la institución y la comunidad. Los presos, según este experimento, pasan la noche en la cárcel y trabajan en la comu­nidad durante el día, mientras que en las instituciones psiquiátricas se obra al revés: el paciente es mantenido en el hospital durante el día y enviado a su casa por la noche. En contraste con el primer procedimiento, que permite a los reclusos continuar sus estudios o ganarse la vida normalmente, el segundo impide a los pacientes man­tenerse a sí mismos.

Otra alternativa frente a la custodia total son las llamadas “casas de convalecencia”, a las que recurren ambos sistemas. Se trata de hogares en que el individuo se recobra de su estadía en la institución total al par que se va reintegrando poco a poco a su vida normal. Pero a veces se olvida que estos son hogares de transición y los ex reclusos terminan pemaneciendo allí para siempre, estableciendo una “cultura” especial y no volviendo jamás a una vida comunitaria nor­mal.

El delincuente, unas veces sin ser recluido y otras veces después de haber completado su condena, es liberado y controlado mientras vive en la comunidad; se lo vigila durante un tiempo, y si no incurre en ninguna falta obtiene su libertad definitiva. A los trasgresores de la normalidad médica se los deja en libertad “bajo palabra” para que visiten de vez en cuando a sus familias o se queden un tiempo con ellas a modo de prueba; si incurren otra vez en inconducta, se los vuelve a internar en la institución sin que puedan salir.

Sanatorios privados para enfermos mentales

Los trasgresores de la normalidad médica tienen acceso a un tipo especial de institución que no existe para los delincuentes: el sana­torio u hospital privado. Estos sanatorios suelen estar destinados a los adinerados, capaces de pagar sus altos aranceles, o a los afiliados a algún sistema de seguro de salud. Los familiares se sienten menos

66

Page 64: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

culpables si ubican a un hijo en uno de estos establecimientos priva­dos en vez de hacerlo en un hospital público, pues piensan que con el pago del arancel ellos tendrán allí más influencia y su hijo será mejor atendido. Una forma típica de estabilización de una familia es pagar a un tercero para que confine al joven, preferiblemente en algún dis­tante lugar de la campaña.

Salas psiquiátricas en establecimientos universitarios

A los departamentos universitarios de criminología no se les ha autorizado a mantener, en algún sitio aislado dentro de la universi­dad, prisioneros con los cuales el alumnado puede adiestrarse, pero sí se permite esto en los departamentos de psiquiatría. Aun las uni­versidades privadas reciben apoyo oficial para esta capacitación en contacto directo con los enfermos, o bien el Estado destina fondos especiales a tal fin. Por lo común los pacientes son recluidos allí con su venia, pero también se recurre a medidas legales para forzar su internación si ellos no están de acuerdo. En caso de que el paciente no se cure en esos establecimientos de enseñanza, son trasladados a un hospital público.

Por desgracia, que el paciente sea o no recluido contra su volun­tad en estos lugares está determinado a veces por las necesidades do­centes. Tanto estas salas universitarias como los sanatorios privados y los hospitales públicos necesitan contar con un cierto número de per­sonas internadas para desarrollar sus programas de enseñanza y para justificar sus gastos generales. Si el número de los pacientes que acu­den en forma voluntaria no es suficiente, quizá se resuelva que aque­llos que lo hacen deben estar bajo custodia total. En los sanatorios privados, suele llevarse a cabo una tarea de relaciones públicas con los familiares a fin de convencerlos de que paguen la internación y terapia del sujeto por un período de tres años, que casualmente es el tiempo que precisan los residentes para practicar una psicoterapia “profunda” con el sujeto. El período de internación y la “profundi­dad” de la terapia están habitualmente limitados por la situación económica de la familia o las normas que fija el seguro de salud.

A los psiquiatras y al personal de los hospitales no les gusta consi­derarse a sí mismos como agentes de control social, sino como cura­dores de enfermos. Los problemas surgen cuando las necesidades económicas o las presiones de la comunidad los obligan a curar al en­fermo aunque este no quiera. Los profesionales de la psiquiatría acep­tan esta responsabilidad, pero suelen manifestar que preferirían no hacerse cargo de los marginales de la sociedad. No obstante, por ra­zones humanitarias, tampoco les gusta que esa responsabilidad recai­ga en otros. No es raro que se sientan incomprendidos, porque en­frentan —sostienen— la pesada tarea de tratar a locos que amenazan suicidarse o perpetrar actos violentos, y además deben bregar con la

Page 65: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

policía, que exige que se haga algo con el loco, con los familiares de este, que quieren encerrarlo, con los propios pacientes, quienes insis­ten en que son seres normales, y con los sociólogos y los defensores de las libertades individuales, que, escandalizados por las condiciones vigentes en los hospitales, afirman que no son más que penitenciarías psiquiátricas. Ser a la vez un curador de enfermos y un carcelero es una situación tensa y paradójica que, si bien beneficia a los profesio­nales de la psiquiatría, también les ocasiona padecimientos. No sólo para los pacientes, sino para el personal, la sala de hospital es un mundo de locos.

Premisas de control social

Por definición, la tarea de un agente de control social consiste en mantener la paz y armonía de la comunidad. Ese es su objetivo pri­mordial, y si debe eliminar a un alborotador para proteger a los veci­nos poco importa que actúe amable y humanitariamente o que recu­rra a métodos crueles e inhumanos.

Es previsible que todo agente de control social obre según ciertos supuestos. En primer lugar, partirá de la base de que el problema es del individuo y no de la situación social. Tanto en las categorías de diagnóstico psiquiátrico como en el sistema de clasificación de crimi­nales, la mayor unidad social es la persona. Si una familia íntegra tiene un estallido de violencia o sí una pareja de cónyuges actúa de manera extravagante, lo típico es que se seleccione a un solo indivi­duo para su diagnóstico y su apaciguamiento mediante drogas o in­ternación. Es rarísimo que se ponga bajo custodia a más de un miem­bro de la familia, o que se medique a todos sus integrantes. El siste­ma está edificado sobre la idea de que la fuente de alboroto en una comunidad es un alborotador individual.

Pero amén de centrarse en el individuo, por lo general, los agentes de control social son antifamiliares. A veces ignoran lisa y llanamente a los parientes, sin tener en cuenta las consecuencias que su acción de control social puede tener sobre el grupo familiar. Por ejemplo, arrancarán a un individuo de su familia y lo internarán sin miramien­to alguno por lo que pueda sucederle a aquella con esta pérdida, aunque sólo sea temporaria, de uno de sus integrantes. O bien admi­nistrarán a una mujer alborotadora una fuerte droga sin considerar el efecto que esto tendrá en la crianza de sus hijos. Si un sujeto causa trastornos a su esposa, se lo medicará y aplacará, pasando por alto que esa medicación puede ejercer en él efectos imp re decibles, que lo lleven a insensibilizarlo con respecto a su esposa, generando así ma­yores dificultades.

Los agentes de control social suelen presumir que la familia es la influencia nociva que causó el problema, y que ellos son los salvado­

68

Page 66: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

res de las “víctimas”. La postura antifamiliar de muchos centros de rehabilitación de drogadictos procede, en parte, de que algunos miem­bros de su personal son ex drogadictos que tienen dificultades con sus propias familias, y por consiguiente no ven con buenos ojos la participación de la familia en la terapia. En vez de practicar la terapia con los parientes, prefieren hacerlo con el grupo de pares, los otros dro­gadictos.

También hay psiquiatras que se alian con los familiares en contra del hijo excéntrico, suponiendo en este un mal orgánico o heredita­rio; por ende, no acusan a los padres de haber criado mal a su hijo, sino que tienden a simpatizar con ellos a causa del defecto incurable de este.

En resumidas cuentas: los agentes de control social representan a la comunidad, y su misión fundamental es hacer algo para aquietar a los alborotadores y otros desviados sociales. Sólo secundariamente su tarea consiste en ayudar al desviado..Acostumbran ver el origen del problema en una persona más que en una situación social, e ignorar a la familia o considerarla una influencia nefasta. Estas premisas y las instituciones que en ellas se basan, son un impedimento para el tera­peuta que desea provocar un cambio.

Diferencia entre terapia y control social

El objetivo de un terapeuta es introducir una mayor complejidad en la vida de la gente, en tanto y en cuanto quiebra los ciclos repeti­tivos de conducta y genera nuevas alternativas. No es su propósito que la persona problemática dé su conformidad simplemente a lo que le dice, sino que quiere dejar en manos de ella la iniciativa de formular ideas o realizar acciones novedosas, en las cuales el terapeuta tal vez ni siquiera había pensado. En este sentido, estimula la imprevisibili­dad. Su labor consiste en promover el cambio, y en consecuencia, un comportamiento novedoso y a veces imprevisto.

El objetivo del agente de control social es el opuesto. Como su misión radica en estabilizar a la persona en bien de la comunidad, procura reducir la impredecibilidad al máximo. Quiere que la perso­na problemática se conduzca según lo previsto, de la misma manera que otros miembros de la comunidad, para que estos no se vean per­turbados por aquella. Lo que él busca no es el cambio o un compor­tamiento novedoso, sino la estabilidad y la falta de quejas de los ciu­dadanos.

Vemos, pues, que hay entre ambos un inevitable conflicto. El te­rapeuta tiene que correr riesgos, en tanto que el controlador social quiere reducirlos. Allí donde el terapeuta diría: “Dejemos a esta per­sona en libertad, quitésrriole la medicación y permitámosle que vuel­va a la comunidad”, el controlador social dice: “No seamos irrespon­sables, obremos con precaución.” En todo empeño terapéutico hay

69

Page 67: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

flujos y reflujos, y hay ciertas oportunidades que no pueden desapro­vecharse; por lo tanto, la precaución no es siempre buena consejera. Suele haber un momento óptimo para que los padres acojan de nue­vo al hijo en el hogar, o para que este aproveche una posibilidad de trabajo, y si entonces el terapeuta no actúa, puede fracasar.

También en otros aspectos el terapeuta necesita ser flexible. En caso de administrar medicación, lo mejor es contar con la libertad de darla o de quitarla, cambiarla, usar placebos, medicar a más de un miembro de la familia, etc. La medicación, como cualquier otra for­ma de limitación, debe formar parte de la estrategia de cambio. Si sólo se la emplea para apaciguar a alguien, o porque una norma ideo­lógica o administrativa establece que una persona con tales caracte­rísticas debe ser siempre medicada (o debe serlo durante un período prefijado de varios meses), la terapia sufrirá trastornos. Es típico que los progenitores de un joven quieran medicarlo porque no coinciden entre ellos en cuanto a la manera de controlarlo. No es lo mismo que el psiquiatra medique a un joven porque sus padres lo quieren apa­ciguar, a que lo haga por motivos estratégicos —p. ej., como parte de un trato con los padres, para que estos colaboren en la terapia—.

Ya sea para dar de alta o de baja a un paciente, para ponerle o sacarle la medicación, el terapeuta necesita, pues, ser flexible. El con­trolador social siente que su responsabilidad es diferente. No desea que se deje en libertad al joven loco o se le saque la medicación pre­maturamente. Esta cautelosa demora es un problema para el terapeu­ta, ya que estabiliza la situación e impide el cambio, al permitir que la familia y la comunidad se organicen respecto del joven tomándolo como un inválido. Cuanto más tiempo permanezca este bajo custodia o en tratamiento, más embarcado estará en una carrera de enfermo mental, no sólo en el seno de su familia sino en los medios terapéuti­cos en que se asocia a otros jóvenes anómalos. Por lo demás, el estig­ma que acompaña a todo individuo que ha estado internado afecta su búsqueda de trabajo y su posibilidad futura de ingresar a algún establecimiento de enseñanza. La profecía formulada por los contro­ladores sociales de que se trata de un sujeto incapacitado, que tendrá que permanecer bajo custodia o seguir tomando remedios toda su vida, suele cumplirse a sí misma mediante el “tratamiento”, que en verdad lo incapacita socialmente para toda la vida. Con el correr del tiempo, el joven loco deviene un paciente profesional, así como otros se trasforman en delincuentes profesionales. Su internación institucional se convierte en su carrera.

A la inversa, los controladores sociales opinan que algunos tera­peutas se apresuran demasiado a restituir al sujeto a su situación nor­mal, provocando así recaídas y haciendo la vida más difícil para é! y su familia; esto obliga a internarlo de nuevo, se gasta más dinero, y el objetivo de que encuentre trabajo o siga sus estudios se torna más distante. A ello el terapeuta replica que a veces una recaída es parte necesaria de una terapia. Que un joven mejore luego de haber come-

70

Page 68: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

tido una primera trasgresión no significa que seguirá en la normali­dad. Al intensificarse los problemas en su familia puede sufrir una recaída. Si en ese momento se ayuda a la familia a resolver sus difi­cultades sin la intervención de agentes de control social, podrá reor­ganizarse de manera tal que no sean necesarias nuevas recaídas. Las intervenciones que procuran evitar las recaídas pueden ser un obstáculo para el cambio, vale decir, para dejar atrás una etapa de desarrollo.

Otra diferencia entre los terapeutas y los controladores sociales es que estos suelen acoger con beneplácito la intervención de otros au­xiliares, en tanto que muchos terapeutas prefieren que se abstengan de intervenir. Ya el solo hecho de tratar con la familia de un joven problemático es una tarea difícil, que se complica aún más si se lo interna, porque hay que tratar entonces con los miembros de la insti­tución de custodia. Por un lado, el terapeuta tiene que conseguir que los especialistas no intervengan, por el otro que el joven se restituya normalmente a su comunidad. El agente de control social prefiere aislar al joven problemático de la comunidad, y valora la custodia como un medio útil de manejar a aquel sin la interferencia de la fa­milia. Además, lo complace la colaboración de otros especialistas, ya sean médicos, enfermeras, expertos en terapia de grupo o en terapia expresiva a través del arte.

Finalmente, hay una diferencia de actitud. El profesional que tra­baja en un medio de control social suele volverse pesimista acerca de lo que puede hacerse por el joven problemático; no ve a su alrededor más que fracasados y reincidentes. En tal situación, uno pierde las esperanzas y considera bienvenida una teoría organicista que le ase­gure que no es él el motivo del fracaso. El terapeuta, por el contra­rio, ha logrado suficientes éxitos como para confiar en una mejoría y en la posibilidad de restituir al joven a la normalidad. Los pesimistas lo exasperan, ya que únicamente la gente esperanzada realiza esa cuota de esfuerzo adicional que a veces marca la diferencia entre el éxito y el fracaso.

Una clasificación de los agentes de control social

La psiquiatría y la criminología sostienen que han hecho grandes avances y que han sobrevenido muchos cambios en la esfera institu­cional; pese a ello, muchas personas siguen pensando que, en lo que al control social se refiere, todavía estamos en la era de los dinosau­rios. En tal sentido, es posible establecer una clasificación de los agentes de control social que trabajan en instituciones, desde los más anticuados y de más difícil trato hasta los más modernos.

Pithecanthropus. La forma más extrema de controlador social es el psiquiatra o criminólogo que parte de la premisa de que el joven

71

Page 69: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

problemático tiene un defecto orgánico. Argumenta que la dificultad, es de orden genético, y por ende nada puede hacerse. Peor aún, táci­tamente sugiere que nada debe hacerse. Las personas problemáticas deben estar bajo custodia para impedir que procreen y reproduzcan la especie. Si obligado por un defensor de los derechos individuales, tiene que dejar en libertad a una de esas personas, se inclinará por recetarle drogas inhabilitantes, o, como dice Gregory Bateson, por la “intoxicación crónica mediante la quimioterapia”. Hace poco una muchacha que ya había sido internada en varias oportunidades en un hospital debió ser llevada de nuevo a él; el médico que la atendió dijo que en realidad lo que tenía que hacer ella era matarse y acabar de una vez. Expresó así una concepción típica del Pithecanthropus, cuya teoría sobre la delincuencia es análoga, vale decir: lá conducta criminal tiene causas fisiológicas y es inmodificable. Por lo tanto, es vano cualquier intento de rehabilitación.

Los terapeutas deberían evitar todo trato con los Pithecanthropus y no entrar con ellos en ninguna clase de negociaciones. Educarlos es imposible. Todo lo que puede hacerse es impedir que la gente caiga en sus manos.

Cromagnon. Si bien este tipo de profesional presume que hay un defecto orgánico, y que probablemente sea imprescindible una in­ternación de por vida, procura mostrarse más liberal, y afirma que quizás, en algunos casos, hubo en realidad una espantosa experiencia infantil que dejó marcada a la persona para siempre. Se mostrará dis­puesto a dejar en libertad al recluso, siempre y cuando se le adminis­tre una fuerte medicación. Suprimir esta última es contrario a su filo­sofía; por más que se le diga que ella puede causar un daño neuroló- gico irreversible, el Cromagnon sostendrá que, aun así, más vale eso que vivir en el hospital, y añadirá que de todos modos el paciente ya está orgánicamente dañado por su falla genética. Este tipo de agentes controladores se avendrá a que un terapeuta intente demostrar que su tratamiento no sirve de nada, pero en los momentos decisivos (p.ej., cuando esté en juego la internación o la medicación) se opon­drá a cualquier cambio.

Los terapeutas deben evitar en lo posible a este tipo de agentes, pero si no tienen más remedio que tratar con ellos, conviene que los escuchen con aspecto inocente e ingenuo, ya que así quizá se les con­ceda la oportunidad de “probar que estamos equivocados”.

Clásico. Este tipo siempre sostendrá que existe con toda probabi­lidad una causa orgánica o genética de la grave perturbación del jo­ven, pero también le gusta pensar que hay una causa in trap síquica, por ejemplo un problema edípico. Practica entonces dentro de la ins­titución una terapia de conversación que, según prevé, ha de llevar muchos años. Se calcula a veces que el tratamiento durará tantos años como tenía el sujeto al entrar a la institución; para un joven de veinte años, se estiman veinte años de terapia. Este tipo de agente presupone que el problema puede resolverse dentro de la institución

72

Page 70: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

y que la persona sólo debe ser dada de alta cuando haya llevado allí un largo período de normalidad. Por lo general, se encuentra a este tipo de agentes en establecimientos privados onerosos, donde practi­can la terapia con jóvenes provenientes de familias acaudaladas. En el pasado, evitaban usar drogas, pero ahora las utilizan “para hacer que el enfermo pueda acceder a la terapia”, toda vez que el sujeto provo­ca algún disturbio en la sala.

No es frecuente que un terapeuta de orientación familiar se vea mezclado con esta clase de agentes, ya que habitan en sanatorios si­tuados lejos de los centros poblados. Pedir que se deje en libertad a uno de los Chentes del establecimiento para tratarlo en otro lado es ardua tarea, ya que la solvencia de la institución corre peligro si sus pacientes comienzan a abandonarla y a regresar al seno de su familia y de su comunidad.

Pragmático. Este tipo, sumamente común en los modernos hospitales psiquiátricos, no se apoya en esencia en ninguna teoría. Cree a sus maestros cuando estos le dicen que la causa de un proble­ma es genética o biológica, pero también cree a su analista cuando le dice que la causa es psicodinámica; no le parece mal la teoría inter­personal que sostiene que los pares son importantes, y para mante­nerse actualizado lee algún libro sobre terapia familiar, de modo de poder hablar del asunto si surge el tema. En la práctica, por lo co­rriente medica a los pacientes y les da el alta tan pronto puede; si reinciden, aumenta la dosis y vuelve a darlos de alta, hasta que la ultima vez que aparecen ya casi no pueden caminar de tantas drogas que tienen encima. Para este tipo de agentes, la conducta loca es un misterio, y, como ocurre con todos los misterios, de vez en cuando es abordado con ideas supersticiosas. Se intentará entonces aplicar ciertas cifras mágicas, como un período de internación de tres meses o seis meses de medicación pase lo que pase. Habitualmente, en su formación psiquiátrica no se les ha enseñado otra cosa que escuchar al paciente, alentarlo a hablar sobre cualquier cosa y asegurarse de que tome la medicación.

Este tipo de figuras dotadas de autoridad es el más útil para un terapeuta, ya que no se opondrá a que este se haga cargo de la perso­na problemática, siempre que no le cause ningún trastorno ni solicite nada en particular de él.

Tales son los tipos de agentes de control social que pueblan los hospitales neuropsiquiátrícos y prisiones, lo cual no significa que no haya también terapeutas en esos sitios. Muchos psiquiatras trabajan con las personas problemáticas en el contexto de su familia, pues no confían en que una píldora resolverá problemas humanos. Numero­sos asistentes sociales, psicólogos y enfermeras de hospitales o prisio­nes tienen, asimismo, un enfoque terapéutico más que de control so­cial. Sin embargo, las instituciones totales tienden a organizar de un modo desgraciado el comportamiento de todos los que están en ellas.

73

Page 71: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Así como los*padres actúan a veces, contra su voluntad, en formas no terapéuticas, lo mismo le sucede al personal de estos establecimien­tos. Los psiquiatras, en especial, pueden ser forzados a adoptar pos­turas de control social muy ajenas a sus deseos. Recuerdo el caso de un joven profesional que debió abandonar la ciudad en que vivía y buscar trabajo en otro sitio muy alejado, ya que en todos los em­pleos que se le ofrecían se veía obligado a aplicar a seres infortuna­dos dosis regulares de medicación, sin que se le permitiera hacer otra cosa por ellos.

Tal vez un terapeuta se sienta tentado a librar batalla contra el personal de un hospital para impedir que un joven problemático cai­ga en manos de estos agentes de control social, pero eso es un error. Aclarar quién es responsable del paciente, y negociar en torno de ello, es esencial; pero utilizar al paciente como excusa para lidiar con un colega o demostrarle algo genera la misma clase de conflictos que se producen en una familia cuando algún miembro trata de rescatar al hijo problemático para que no sea presa de los otros. Un conflicto de esa índole puede crear el problema que el terapeuta presuntamen­te debe resolver.

Cómo aumentar las probabilidades de éxito

La terapia con familias difíciles no sólo exige habilidad, sino una situación en que el éxito sea probable. Hay determinadas circunstan­cias que aumentan las probabilidades de lograr éxito con un joven problemático, y son más importantes que una internación prolonga­da o crónica.

1. Si el individuo está internado bajo custodia y no existen planes inmediatos para darlo de alta, el terapeuta no debe iniciar el trata­miento. La terapia con pacientes internados fracasó durante muchísi­mos años. Reunir a la familia una vez por semana en sesiones conjun­tas con su hijo encarcelado no sólo es antiterapéutico, sino que pue­de provocar pesares inútiles.

2. Si el individuo está internado, el terapeuta debe recibir autori­zación de los directivos superiores del establecimiento para iniciar un plan terapéutico. En toda organización conviene respetar la jerar­quía: si los directivos principales dan su aprobación, el personal de menor jerarquía colaborará.

3. Parte del plan establecido para un individuo internado debe consistir en fijar junto con sus familiares una fecha para el alta. El alta no debe basarse en una norma vigente en la sala, en una senten­cia preestablecida o en el dictamen de una comisión representativa de las diversas terapias que coexisten en la institución. Lo ideal es que el terapeuta pida a los padres que ellos mismos decidan cuándo

74

Page 72: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

han de llevar a su hijo a casa. Esto los dota de poder a ojos del hijo, y les confiere una ventaja inicial en su plan de hacerse cargo en mayor medida del joven excéntrico en el hogar.

4. El mismo terapeuta que comienza la terapia con la familia en la institución debe proseguirla fuera de ella. El cambio de terapeuta cuando el sujeto es dado de alta suele acarrear dificultades. La fami­lia precisa el apoyo de un terapeuta que haya trazado los planes jun­to con ellos y los acompañe en su seguimiento hasta lograr el éxito.

5. Es menester que la medicación esté bajo el control del terapeu­ta. Si este no es médico y por ende no está autorizado a recetar dro­gas, necesita contar con un médico que las recete según los requeri­mientos de cada terapia particular y sus diversas etapas, y no según una fantasía ideológica cualquiera.

6. La reinternación eventual del sujeto debe estar, asimismo, bajo el control del terapeuta. Se establecerá un acuerdo con las institucio­nes a fin de que estas no decidan una reinternación sin discutirlo pre­viamente con él. Si la familia ha de contener el problema y resolver­lo, no debe estar habilitada a recurrir a una fácil estabilización me­diante la internación del joven.

7. No se autorizará a ningún otro terapeuta a inmiscuirse con la familia sin el permiso del terapeuta principal. No es posible que dife­rentes especialistas empujen a la familia cada cual según su dirección.

Resumiendo, la regla es simple: el terapeuta debe hacerse cargo de la familia de modo que ninguno de sus integrantes sea internado en una institución, y a ninguno se le inyecte o se le instile nada sin per­miso. Para lograr que la familia se haga cargo, el terapeuta debe a su vez hacerse cargo de ella dentro de la comunidad profesional.

Ilustraremos con un último ejemplo uno de los procedimientos erróneos de un terapeuta en su trato con un colega dotado de poder de control social.

Una muchacha de 21 años fue internada en una sala universitaria de psiquiatría por haber intentado suicidarse. Después de haber pasa­do allí dos semanas, una asistenta social tomó el caso y reunió a la familia a fin de planear el reintegro de la chica a su hogar. En la primera sesión familiar participaron doce personas, incluidos los her­manos y parientes más lejanos. Decidiéndose que, tan pronto vol­viera a su casa, la muchacha continuaría sus estudios universitarios, y que el viernes siguiente la joven sería dada de alta. La asistenta so­cial pensó que contaba para este plan con la aprobación de las autori­dades del establecimiento. No obstante, en este punto entró en esce­na un psiquiatra que estaba haciendo su primer año de residencia y acababa de ser designado jefe de esa sala. Este profesional se negó a dar el alta, argumentando que era él, no la familia, quien debía deci­dir cuándo retornaría la muchacha a su casa, y que a su juicio toda­vía debía permanecer en el hospital. La amenaza de suicidio no le preocupaba; sus objeciones pártían de que, en sus sesiones de terapia

75

Page 73: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

individual con la joven, esta se había rehusado a dirigirle la palabra, y tampoco tenía una adecuada participación en la terapia grupal y otros programas de tratamiento que se llevaban a cabo en la sala.

La asistenta social pidió a su supervisor que tuvieran una reunión con el joven psiquiatra para debatir el problema; así lo hicieron, y este se mostró inflexible. Dijo que la muchacha no sería dada de alta hasta tanto estuviera dispuesta a dirigirle la palabra y a participar en las actividades de la sala. Ofreció el argumento de “Catch 22”,* vale decir: sólo se permitiría a la joven dejar el hospital si ella admitía que necesitaba permanecer allí; si, en cambio, creía que no era ese el lugar que le correspondía, tendría que quedarse. El residente dio a entender con arrogancia que la posición que él ocupaba en ese con­texto le daba el poder de decidir qué se debía hacer.

El supervisor se sintió exasperado por lo que, a su juicio, era una inadecuada interferencia en un plan terapéutico cuidadosamente tra­zado. Aconsejó a la asistenta social que dejara el caso y tomara otro en una sala distinta. Ella canceló la terapia, y la muchacha fue dada de alta unas semanas más tarde sin ningún plan. Los padres no supie­ron bien qué hacer, y se preguntaron si tenían que internarla en un hospital neuropsiquiátrico público.

Este caso ejemplifica el dilema básico que enfrenta el terapeuta en su trato con colegas que poseen poder de control social. Si coincide con la posición adoptada por estos, es posible que la terapia fracase; si discrepa y lucha contra ellos, generará el mismo tipo de conflictos organizacionales que él procura modificar en la familia. En el caso de los terapeutas que tratan a jóvenes problemáticos, la unidad está da­da por la familia más los profesionales involucrados. El terapeuta de­be ejercer en su trato con los colegas una paciencia a ingenio no me­nores de los que aplica para tratar a las familias difíciles. Así como es un error encolerizar a una abuela poderosa, provocando que retire a toda su familia de la terapia, también lo es provocar a un colega do­tado de poder.

En el ejemplo dado, el “villano” de la historia no era el joven psi­quiatra: la falta la cometió el supervisor al irritarse con él por no coope­rar con los primeros y exitosos pasos que se habían dado con la fa­milia. Ese supervisor era yo. Probablemente podría haberlo persuadi­do de que diera el alta a la joven aunque esta no le dirigiese la pala­bra, o ejercido mi autoridad para forzarlo a ello. Con una visión más objetiva de lo que aconteció, me percato ahora de que no tuve en cuenta el hecho de que la unidad terapéutica no incluía únicamente a la muchacha y su familia, sino además al personal de la sala y a mí

* En la novela Catch 22, y en la película homónima, los pilotos de bombar­deros podían solicitar ser relevados de intervenir en una misión muy peligrosa “por razones de desequilibrio emocional”, pero precisamente si invocaban esas razones no les era concedido el relevo, ya que ningún aviador en su sano juicio podía querer participar en tales misiones; con esta argucia “psicolegal”, se los- declaraba “emocionalmente equilibrados”, y aptos para la prueba. (N. del 71)

76

Page 74: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

mismo. Me irritó e impacientó la interferencia del psiquiatra, y te­mo haber utilizado a la muchacha para demostrarle algo a aquel. La que salió perdiendo fue la joven. Si yo hubiera actuado con mayor responsabilidad, los riesgos de que en definitiva pasase el resto de su vida en un hospital para enfermos mentales habrían sido meno­res. Incumbe a los profesionales evitar que se generen entre ellos con­flictos semejantes a los de las familias que tratan. Hay que tener siem­pre presente que una de las funciones primordiales de los jóvenes locos, ya sea en el seno de su familia o entre los profesionales, es la de consti­tuirse en vehículos de una batalla y ser sacrificados.

77

Page 75: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

4. El sistema de apoyo del terapeuta

Al tratar a la familia de un joven loco, el terapeuta debe partir de la base de que, en lo tocante a las relaciones interpersonales, los miembros de la familia son más hábiles que él. Para aumentar sus posibilidades de éxito, debe disponer un encuadre que le otorgue al­guna ventaja. El encuadre ideal es el que ofrece el vidrio de visión unidireccional detrás del cual un supervisor experimentado observa el decurso de la sesión desde otro cuarto y se comunica telefónica­mente con el terapeuta en caso de que tenga que hacerle alguna suge­rencia. Si a esto se añade el registro en videocintas, las sesiones pue­den ser más tarde estudiadas cómodamente, a fin de aclarar las difi­cultades y planear las estrategias.

El medio profesional que establece el terapeuta, y en particular su relación con el supervisor, tiene fundamental importancia. Hay una relación recíproca entre esta estructura de supervisión y la estructura de la familia. Si el vínculo de autoridad que une a supervisor y tera­peuta está claro, se podrá reestructurar con mayor facilidad la jerar­quía de la familia. Si esta jerarquía padece una especial confusión, como ocurre cuando en ella aparece la locura, es primordial que exis­ta entre el supervisor y el terapeuta una nítida y firme organización jerárquica.

Dentro de nuestra disciplina suele hacerse hincapié en que en el sistema de apoyo del terapeuta lo importante es su vida personal; no obstante, en esta obra no insistimos en ello. Es de presumir que cual­quier individuo trabajará mejor si tiene una vida personal estable. Si su vida personal obstaculiza su trabajo, debe abordar el problema. Doy por sentado que algunos terapeutas, al igual que otros indivi­duos, necesitan someterse a una terapia cuando sobrellevan dificulta­des; pero no me parece válido sostener que la terapia personal del terapeuta mejorará su capacidad para practicar la terapia en otros. No conozco ninguna investigación que haya demostrado que un tera­peuta obtiene mejores resultados después de haber tenido un trata­miento personal. Por el contrario, la experiencia me dice que los terapeutas que más se han sometido a su terapia personal son, frecuen­temente los que más inconvenientes presentan para convertirse en te­rapeutas eficaces, debido a que están excesivamente envueltos en sus propios asuntos. Aquí hacemos hincapié, como sistema de apoyo del terapeuta, en su situación profesional, no en su situación personal.

Page 76: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Co terapia

Hay terapeutas que sostienen que se sienten apoyados cuando tra­bajan con un coterapeuta, y que es tan difícil tratar a las familias locas que es menester que haya más de un terapeuta. Se ofrecen acer­ca de esto diferentes argumentaciones, desde la opinión de que los coterapeutas se sustentan mutuamente y pueden intercambiar ideas, o de que es bueno para la familia asistir a las disputas entre ambos, o el punto de vista expresado por Cari Whitaker, según el cual mientras uno de los coterapeutas administra la sesión, el otro puede compor­tarse de manera tan extrema como la familia.

Además de que el costo de la coterapia es doble y de que, confor­me a los informes sobre resultados, estos no son mejores que con un terapeuta único, pueden hacerse otras varias objeciones desde la pers­pectiva adoptada en esta obra. La primordial se refiere a la habilidad de la familia. En una coterapia, la familia tiene que enfrentarse con una relación personal, y es justamente en el campo de las relaciones personales donde ella es maestra. No solamente pueden influir, ya no en una persona, sino en dos, puesto que frente a dos especialistas en relación mutua las variaciones se incrementan en proporción geomé­trica, sobre todo si entre esos dos especialistas la relación jerárquica es ambigua.

En el caso típico, cuando hay un solo terapeuta hay también un solo supervisor; pero si los terapeutas son dos, habitualmente cada uno tiene sil propio supervisor (y a veces existe un tercer supervisor para el caso). Lo característico es que los coterapeutas, y sus supervi­sores, pertenezcan a diferentes profesiones. Los supervisores suelen . establecer una relación jerárquica ambigua entre ellos, como suele ocurrir si un psiquiatra es supervisado por un asistente social. Los conflictos que surgen en la familia pueden trasuntar los que prevale­cen entre los coterapeutas, que a su vez quizás estén reflejando los conflictos de sus supervisores. Esta red profesional se vuelve tan complicada con referencia al caso como la red de la familia extensa.A medida que se multiplican las personas dotadas de poder, abundan las oportunidades para la falta de información y la manipulación.

Por lo común, la coterapia no se practica teniendo en cuenta las necesidades dé la familia, sino la comodidad del terapeuta. Si para un terapeuta fuese realmente necesario estar acompañado, siempre es posible que un colega de él se siente a observar detrás del vidrio. Qui­zá se lo presente a la familia al comienzo de la terapia diciéndole a esta que durante la mayor parte del tiempo permanecerá fuera de la habitación; luego, el colega entrará y ayudará al terapeuta o se que­dará en su sitio según cómo le vaya a este.

La presencia de colegas o de un supervisor detrás del vidrio es va­liosa para consultar ante problemas difíciles. Pueden contribuir a pla­near la estrategia, y dar al terapeuta una base segura para orientarse frente a las ideas a veces extravagantes que surgen en el consultorio

79

Page 77: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

en que se desarrolla la sesión. Pero, al estar solo en esa habitación, el terapeuta tiene la ventaja de que puede impartir una directiva sin de* moras, aprovechando las ideas que emergen de la acción misma y haciendo lo que a su juicio debe hacerse en el momento oportuno, sin vacilaciones.

Supervisión

La tarea del supervisor en función didáctica no consiste única­mente en ayudar al terapeuta para que logre éxito con una familia en particular, sino además en enseñar una manera de practicar la tera­pia. Suele suceder que los antecedentes ideológicos de los terapeutas, producto de su formación previa, interfieran con su intención de eje­cutar una terapia provechosa. No siempre un supervisor puede descu­brir cuál es esa ideología charlando con el terapeuta. Lo que el indi­viduo dice y lo que efectivamente hace en la terapia pueden ser dos cosas muy diferentes, así como es diferente lo que los miembros de la familia aseguran que sucede en ella y lo que se observa. Y así co­mo el terapeuta debe observar a la familia para saber qué acontece en su interacción, el supervisor debe observar al terapeuta en acción pa­ra determinar cuáles son sus ideas y de qué modo opera.

A fin de ilustrar el proceso de supervisión, expondremos algunas conversaciones mantenidas por terapeutas con sus supervisores mo­mentos antes de la primera entrevista con una familia, como parte de una sesión de planificación. En el primer ejemplo, el supervisor y el terapeuta sólo se conocían de vista, por pertenecer a la misma clíni­ca. El terapeuta era el doctor Gary Lande, un psiquiatra que a la sazón se estaba capacitando como terapeuta de niños. Supervisor y terapeuta trabaron relación conversando acerca de la familia que habrían de atender y planificando el enfoque general. Su relación de trabajo se establece, pues, en torno de un caso específico y no en torno de ideas generales sobre la terapia. Trascribimos la charla lite­ralmente, con sólo unas pocas correcciones y supresiones para evitar redundancias y palabras intrascendentes.

Haley: ¿La chica está actualmente en el hospital?Lande: Ha estado internada las dos últimas semanas.Haley: ¿Para qué la trajeron? ¿Lo sabes?Lande: Decía locuras, tenía delirios. Creía que los médicos habían encerrado en algún sitio a dos de los fetos de ella, y no le permitían que los tuviera. Oía voces, me parece.Haley: Estaba provocando algún tipo de lío.Lande: Sí. Sus padres estaban bastante perturbados.

El destino que corra la terapia estará determinado por la elección del problema, y el problema de la muchacha de este ejemplo podía

80

Page 78: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

ser descriptu de múltiples maneras. Ciertos datos- pertinentes para formular un diagnóstico o para una investigación son irrelevantes pa­ra el terapeuta, y hasta pueden constituir un obstáculo. Si el terapeu­ta alude a delirios y alucinaciones, bien podría ocurrir que el supervi­sor entablara una discusión con él acerca de su naturaleza y significa­do. Esto sería un error, ya que al discutir el problema de ese modo se podría estar orientando al terapeuta para que pensase de ese modo. Si esas ideas cobran prominencia en su pensamiento, al saludar a la muchacha ya la estará clasificando mentalmente como una enferma mental con delirios y alucinaciones. Es probable que esto lo lleve a creer que el problema está en ella y que es una persona defectuosa, desestimando así las habilidades interpersonales de la joven. Si se quiere situar el problema en la familia, debe ser definido como un problema que la familia está en condiciones de abordar. Una “pertur­bación’' es algo que los padres pueden abordar y hacer algo al respec­to, en tanto que las alucinaciones y delirios escapan al dominio de la familia y caen dentro de la jurisdicción de los “especialistas en salud mental” Según como se defina el problema que hay que resolver, uno puede llegar a invalidar a los padres como autoridades sobre su hijo o hija. En nuestro ejemplo, el supervisor destaca ef “lío” que provoca la chica, y el terapeuta responde de modo apropiado a esa orientación.

Importa advertir tamjbién que en este diálogo la única mención al pasado de la chica fue la pregunta acerca del motivo por el cual fue puesta bajo custodia. Si el supervisor no demuestra interés por el pa­sado, contribuye a que el terapeuta se preocupe sólo por el presente al tratar a la familia. La charla prosigue así:

Haley: ¿Y cuántos años tiene ella?Lande: Dieciocho.Haley: ¿Cuál es su posición en la familia?Lande: Por lo que yo entiendo, hay dos hijos mayores. Creo que el mayor de todos tiene veintiún años. No sé muy bien dónde están viviendo ni cuál es la situación. El hijo menor está en segundo grado, tiene unos siete u ocho años.Haley: ¿Cuántos son en total? .Lande: Creo que son siete hijos.Haley: ¿Se supone que vendrán todos (ala entrevista)?Lande: Les pedí que vinieran.

Si bien para determinar la estructura de la familia hay que realizar la entrevista, a veces es posible conjeturar el tipo de esa estructura basándose en información general. Dada la posición que ocupa la muchacha en esta familia, es posible que sea una “hija parentalizada” o en función parental, vale decir, alguien que no pertenece a la gene­ración de los padres pero a quien tampoco se permite pertenecer a la de los hijos, porque se le impone el cuidado de sus hermanos meno-

81

Page 79: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

res,1 El hijo parentalizado, atrapado en la difícil situación de ser res­ponsable de sus hermanos menores pero sin gozar de poder sobre ellos, suele desarrollar síntomas. La posición de este hijo está indi­cando que uno de los progenitores o ambos han abdicado de su pro­pia responsabilidad, o de que están tan divididos entre sí que son incapaces de conducir la familia, y descargan un peso demasiado grande sobre la hija.

En este ejemplo, el hecho de que la muchacha estuviera “parenta- lizada” resultó evidente por el comportamiento de los demás hijos en la primera entrevista. Sus hermanos no la habían visto durante dos semanas, ya que en la sala de psiquiatría no se permitía la presen­cia de niños, y el modo en que la saludaron señaló la probabilidad de que ella estuviera situada en esa posición. La conversación continúa:

Ha ley: ¿Qué se les dijo acerca del motivo por el cual vienen aquí? Lande: Se les dijo que la mejor clase de seguimiento (es decir, terapia posterior a la internación) recomendado para Annabelle sería ver a la familia entera. Como los padres ya estuvieron con el consejero psico­lógico de parejas y en un grupo de análisis transaccional. .. parecen ser gente que abandona pronto lo que empieza. Los padres se dan cuenta de que algo anda mal entre ellos, y piden ayuda y luego aban­donan, piden ayuda y abandonan. . . No sé exactamente hace cuánto tiempo fue eso.

Se produce una larga pausa, mientras el supervisor reflexiona so­bre esta explicación no muy clara del terapeuta, y se pregunta de qué manera le va a responder. Para el supervisor, la cuestión se plantea así: o él entiende mal lo que el terapeuta le está diciendo, o el tera­peuta se expresa confusamente, o existe un problema ideológico que tendrá que abordarse en la supervisión.

Una de las ideas que pueden causar dificultades a un terapeuta es la de que hay que hacer tomar conciencia a la gente de la forma en que se tratan unos a otros, cuáles son sus problemas y qué hay detrás de esos problemas. Se supone que hay algo que las personas ignoran y que el terapeuta puede ayudarlas a que lo descubran. Este supuesto proviene en gran medida de la teoría de la represión, que estimuló a los terapeutas a hacer que la gente se percatase de lo que estaba fuera de su conciencia, por vía de las interpretaciones. El método de la interpretación puede ser una desgracia para un terapeuta que debe_ tratar a la habilidosa familia de un joven loco (así como a otras fami­lias). Mucho mejor es suponer que todo lo que el terapeuta pueda señalar ya es sabido por la familia, aunque tal vez esta no desee con­cederlo en forma expresa. El problema de la familia no radica en lo que ignora, sino en su imposibilidad de seguir conduciéndose como

1 Cf. S. Minuchin, B. Montalvo, B. Guemey, B. L. Rosman y F. Schumer, Familiesof the Slums, Nueva York: Basic Books, 1967.

82

Page 80: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

lo hace. El terapeuta que les formula interpretaciones despierta en ellos resistencias que pueden hacer naufragar la terapia.

En el presente caso, el terapeuta afirma que “al parecer, los pa­dres se dan cuenta de que algo anda mal entre ellos”. Esta afirmación es desconcertante, ya que si han estado en asesoramiento psicológico y en otra terapia en pareja, tienen que saber que algo anda mal entre ellos. Quizá la ideología del terapeuta se oriente hacia el insight y a señalarles a las familias lo evidente. Esta actitud condescendiente es desastrosa cuando se trabaja con personas que saben cómo sacar par­tido de un terapeuta condescendiente para no cambiar.

Más adelante se pudo comprobar que el terapeuta no adhería a esa orientación hacia el insight, pero en ese momento el supervisor no lo sabía y se enfrentaba con la posibilidad de que la labor de supervi­sión fuera ardua. Decidió dejar,de lado el asunto para retomarlo luego.

Haley: ¿Se fijó una fecha para dar de alta a la chica?Lande: El viernes hablé sobre eso con el residente y traté de obtener cierto control de ese aspecto. Ellos pensaban que la chica debía quedarse un par de días más, por lo menos, hasta que expirara el período cubierto por el seguro. (Se ríe.) En ese momento ella estaría mejor. Dijeron que estaba con treinta miligramos de Estellazina, y que finalmente empezaba a actuar, quizá. No estábamos muy seguros. Lo que los inquietaba es que la chica tuviera asociaciones incoherentes.

No es correcto que la compañía de seguros fije la fecha del alta; ni siquiera lo debe hacer el personal del hospital: lo mejor es que esa decisión la tomen los padres, ya que después de todo, son ellos los que van a convivir con la persona. Pero hay algo más importante to­davía: un objetivo fundamental es modificar la jerarquía familiar pa-( ra que sean los padres los que se hagan cargo, y no el hijo. Si la deci­sión del alta queda en manos de los especialistas y el joven quiere dejar el hospital, se apoyará en la autoridad de los profesionales y hará caso omiso de sus padres. Si la familia y los especialistas discu­ten el alta, el joven, que sabe dónde reside el poder, se mostrará más respetuoso de los profesionales que de sus padres. La situación es muy distinta si los padres tienen el poder de decidir en qué momento recibirán de vuelta a su hijo en la casa, pues entonces el hijo tendrá que persuadirlos de que no les causará más trastornos y acatará las condiciones que le impongan. Así, los padres cuentan con una venta­ja inicial, y el control comienza a pasar de los profesionales, a la fa­milia, que es la meta de la terapia.

Lande: La idea que prevalecía en el hospital era que la chica probable­mente no podría volver al colegio, y quizá necesítase atención diaria. Haley: ¿Sabes qué hacía ella? ¿Iba a la secundaria o a la facultad? Lande: Sí, estaba en el último año de la secundaria.Haley: ¿Cuál es tu idea acerca de lo que ella debería hacer?

83

Page 81: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

En una situación didáctica, es mejor pedir al propio terapeuta que establezca un plan. Si él no lo hace, el supervisor podrá sugerirle al­guno; si lo hace, el supervisor tratará de respetarlo, ya que siendo de su propio cuño el terapeuta lo seguirá con más entusiasmo. El mismo principio se aplica a la familia: el terapeuta le pide que fije un plan, en la esperanza de que proponga uno al que él pueda dar su apoyo.

Lande: Bueno, mi plan, mi plan para empezar, era que. . . por eso hablé con e! residente. . . en vez de que él les dijera a los padres dón­de tenía que ir la chica, yo pensaba emplear la primera o segunda sesión, mientras ella estaba aún en el hospital, para charlar con la familia acerca de lo que iban a hacer con la chica para que se separa­se. Mi plan, en lo superficial. . . era tratar de que se ligaran más, se involucraran más con ella, que es lo que siempre hicieron, pero esta vez el proceso apuntaría a que ella se fuera de la casa. De modo que si decidían que ella iba a ser atendida en el hospital, de día al menos ella no estaría en su casa. Mudarse a algún lado, conseguir que los padres participaran y la ayudaran a dejar la casa. Ese sería mi objeti­vo, en líneas generales.

El mérito de esta sugerencia es que el terapeuta posee un plan estratégico; piensa que es él quien debe decidir lo que va a pasar, en lugar de responder meramente a la situación de una manera no direc­tiva. Las fallas del plan son que implica un engaño que puede fraca­sar, y que el objetivo inmediato, en caso de alcanzárselo, echaría por tierra el objetivo de largo plazo.

Hay que partir de la base de que, si un terapeuta pretende separar a la hija de los padres logrando que ella deje el hogar, los padres no deben ser engañados en cuanto al propósito de esta mudanza. Si sospechan que el terapeuta quiere apartarlos de su hija, es probable que reaccionen en forma negativa, porque pensarán que se les enrostra la culpa por el problema de aquella. Este enfoque, en lugar de ayudar a los padres a hacerse cargo, mina su autoridad, al insinuar que la chica estará mejor fuera de la casa y lejos de su influencia.

Un defecto más grave del plan es el siguiente: si el objetivo de largo plazo es que la joven recupere la normalidad desenganchándose de su familia y manteniéndose por sí sola, este objetivo no se podrá alcanzar considerando a la joven “enferma” o “inválida”. Una joven incapacitada debe quedarse en la casa con sus padres; sólo si está sana podrá irse. De este modo, al definir a la joven como necesitada de atención en un hospital de día, si bien se la hará salir de la casa durante el día, se la estará manteniendo dentro de ella por juzgarla incapaz de hacerse cargo de sí misma.

Hay otras objeciones contra el hospital de día. Al apartar a un joven de sus estudios o de su trabajo para seguir un tratamiento de esta índole, se lo aleja cada día más de sus pares y se lo define cada vez más como anómalo o “desviado”. En nuestro ejemplo, a la chica

84

Page 82: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

le faltaban pocos meses para terminar su escuela secundaria; si se la colocaba en un programa de hospital de día, iba a tener que dejar sus estudios y repetir el curso al año siguiente, suponiendo que volviera a la escuela. En caso de repetir el curso, se le impondría el estigma de enferma mental que había fracasado en la escuela y quedado a la zaga de sus compañeros. Además, en vez de seguir asociada a los jóvenes normales de su colegio, empezaría a socializarse junto con el tipo de jóvenes “desviados” que frecuentan los hospitales de día, e iniciaría tal vez la carrera social del enfermo mental. Si es forzoso que tal cosa ocurra, hay que aceptarlo como una desgracia del destino, pero no parece muy sensato planear un destino así.

Más razonable es organizar las cosas para que el joven se restituya de inmediato a la situación normal que abandonó cuando fue puesto bajo custodia. Si está cursando la escuela secundaria, allí debe volver; si está trabajando, debe retomar cuanto antes a su trabajo para no perderlo; si está en la universidad, debe reintegrarse a las clases. Al dejar la institución de custodia, el joven debe empezar en el mismo punto de autonomía en que se hallaba cuando le sobrevino el proble­ma, por avanzado que estuviera en ese aspecto.

Existen otras razones aún para tender de inmediato a la situación normal. Cuando se reinstaura esta situación, enseguida se pone en evidencia otra vez el problema que provocó la crisis. Si, por ejemplo, cuando el joven empezó a vivir con más autonomía los padres estu­vieron a punto de divorciarse, el retorno a ese punto tal vez suscite de nuevo el problema conyugal. La situación problemática puede ser recreada y abordada de manera diferente. La mera conversación so­bre las causas pretéritas de un problema no permite averiguarlas: de lo único que uno se entera es de las teorías que tiene la persona acer­ca de esas causas. La causa de una crisis sale a relucir cuando la fami­lia enfrenta la situación, y a menudo la familia preferirá hablar sobre el pasado y no recrear la situación.

Suele ocurrir que al retornar a la situación normal, el problema ha desaparecido, debido a los cambios que tuvieron lugar durante la cri­sis. La situación se ha modificado y el comportamiento problemático del joven ha dejado de ser necesario. Empero, a veces ese compor­tamiento continúa porque lo requiere el tratamiento. El terapeuta debe siempre procurar el éxito en la situación normal, y sólo recurrir a medidas anormales si falla esa tentativa. Dicho de otro modo: tiene que separar de la terapia las cuestiones relativas al control social, co­mo la internación o la medicación, reinstalando al joven en su fun­cionamiento normal. Su premisa constante será que si el conflicto familiar es abordado en forma correcta, el joven no se verá precisado a fracasar y su desempeño será normal. Si uno acepta que la conduc­ta se adapta a la situación, debe tratar de establecer una situación normal para lograr que la conducta sea normal.

En ocasiones es menester convencer a la familia o a los profesio­nales de la conveniencia de volver de inmediato al estudio o al traba­

85

Page 83: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

jo. Para los que tienen una orientación médica puede ayudar esta analogía: si a un individuo se le extirpa el apéndice, debe permanecer en cama un par de semanas, pero una vez que se recupera puede em­pezar a funcionar como antes sin demora.

Haley: Creo que una de las cosas que hay que evitar, en lo posible, es la atención en el hospital de día o cualquier otra cosa conectada con un tratamiento, ya que ello define a la chica como anormal. Y si se la define como anormal, va a ser muy difícil que salga de la casa. Sola­mente una persona normal puede dejar su casa. Aunque por esa me­dida permanezca fuera de «u casa una parte del día, seguirá dentro de la familia, porque sería una chica incapacitada a quien sus padres de­ben cuidar. Me parece que tendrías que aparentar que dejas a los pa­dres decidir, mientras procuras que “espontáneamente” decidan que la chica vuelva al colegio.Lande: ¿Eso tendría prioridad sobre comenzar a redefinir, de alguna manera sutil, lo que ocurre en la familia, es decir, quién es normal y quién no lo es?Haley: No, yo no haría eso.

La propuesta del terapeuta pone en apuros al supervisor. En un momento de la terapia se estimó prudente persuadir a todos los miembros de la familia de que cada uno de ellos era un problema, y no únicamente la persona problemática. Fue, presuntamente, una manera de aliviar la presión que soportaba la “víctima”. Pero es­te enfoque probó ser infortunado. Los padres trajeron a uno de sus hijos, que había fracasado, y se los quiso persuadir de que en reali­dad ellos habían fracasado con todos sus hijos, y hasta eran anorma­les. Después de menoscabarlos así, el terapeuta solicitó su coopera­ción y se mostró extrañado de que manifestaran resistencia.

Tal vez aquí el terapeuta estuviera sugiriendo una solución de compromiso: lo que él quiere insinuar es que no sólo la persona pro­blemática es anormal, sino toda la familia; pero quiere hacer esto “de alguna manera sutil”, para no granjearse el antagonismo de los pa­dres. Ahora bien: no hay ninguna manera sutil de sugerir que todos los miembros de la familia están tan locos como la hija: o bien los padres se sentirán culpables y se deprimirán, restando así toda coo­peración, o bien se dedicarán a demostrar en todo momento que la única loca es la hija. Si los padres se trastornan por esta acusación, su hija se comportará de un modo cada vez más alocado, para de­mostrar que el problema está en ella. El intento de rescate del tera­peuta no habrá logrado otra cosa que generar más conducta loca.

Prosigue el diálogo:

Lande: ¿Ni siquiera acercarse a eso?Haley: Si son ellos los que tocan el tema, tú tendrás que abordarlo. Pero pienso que debes plantearlo sobre bases muy prácticas. Cuando

86

Page 84: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

la chica salga del hospital, ¿cómo van a recibirla los demás? ¿Quién es­tará en la casa cuando ella vuelva? ¿Qué planes tiene ella para cuando termine su convalecencia?Lande: O sea, plantearlo en términos de cómo volverá ella a la nor­malidad en uno o dos días, y cómo van ellos a. . .Haley: Lo más próximo posible a las cosas cotidianas y lo más lejos posible de averiguar quién causó el problema o quién trastornó a la chica. Me inquieta un poco cuando tú dices que los padres deben darse cuenta de que algo anda mal entre ellos; estoy seguro de que se dan cuenta de que algo anda mal en su matrimonio. La cuestión re­side en manejar eso con cortesía, no en ayudarlos a que se den cuen­ta de que hay algún problema en su matrimonio. Creo que es para preocuparse que tengan una historia de ir a pedir ayuda y abando­nar y luego ir a pedir ayuda a algún otro sitio. Tal vez la gente siem­pre los enfrentó con su problema, o tal vez simplemente esa es la pauta de esta pareja, y si queremos atraparlos tendremos dificul­tades.Lande: Puede ser que una de las maneras de conseguirlo... así lo es­pero.. .. sea averiguar qué hacen el padre y la madre, averiguar si son competentes en algo, y tratarlos como padres competentes que van a manejar juntos a su hija.Haley: Sí, sobre todo si se manejaron bien con sus otros hijos o si ya hay un par de ellos que dejaron el hogar.Lande: Muy bien.

El terapeuta tiene un buen propósito: ha adoptado un enfoque más positivo, y en lugar de buscar patologías está tratando de descu­brir competencias.

Haley: Los padres vendrán suponiendo que se los va a acusar de haber enloquecido a su hija, aunque no haya sido así, porque el solo hecho de citarlos para la entrevista los acusa de eso. De lo contrario, se citaría solamente a la hija. Así que tú te encuentras en un juego de “buena conducta”: ellos procurarán probar su inocencia aunque uno no los acuse de nada. Esto los ubica en una situación graciosa, por­que no podrán probar su inocencia si nadie los acusa. Si uno no los acusa, se verán en verdaderas dificultades; si los acusa, dirán: “Claro, sabíamos que sería así”, y no volverán nunca más.Lande: Entonces, yo realmente tengo que apoyarlos también a ellos en su normalidad y en su salud. Si han ayudado con tanto éxito a sus otros dos hijos, cómo aplicarán ahora sus recursos para ayudar a esta hija.Haley: Exactamente.Lande: Así que, por más que la etiología esté en la familia, hay que dejar eso de lado.Haley: Ya lo saben. No sería ningún descubrimiento para ellos. Tu proceso de trabajo debe consistir en hacer que decidan en qué mo-

87

Page 85: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

mentó va a regresar la chica a ia casa, qué va a hacer, y en lograr que se unan para que la chica haga lo que debe hacer, en su cuarto o fuera de él. Lograr que la traten como una chica que tiene que regre­sar al colegio y alcanzar algo en la vida, y no como una chica enfer­ma. En realidad, a la larga, si no se puede en la primera sesión, lo que tú debes lograr es definirlo como un problema de conducta y no co­mo un problema de enfermedad. Y si ella dice algo retorcido, o si tiene asociaciones incoherentes... en la primera sesión debes tratar real­mente de entenderlo. Más adelante, tal vez no puedas. Pero debes enfocarlo como que ella no se está comunicando claramente, y no como que está chiflada. Y sus padres deben hacer que se comunique con claridad, para que ellos puedan saber qué demonios quiere. De­bes lograr que eso se entienda como una especie de inconducta: si las demás personas pueden comunicarse con claridad, ¿por qué no pue­de hacerlo ella?Lande: ¿Qué pasa si ellos traen a colación la medicina, la medica­ción?Haley: Lo traerán a colación al principio y al final (de la entrevista), probablemente. Creo que en la primera sesión tienes que encararlo. En un determinado momento, cuando la chica esté lista para comen­zar una nueva vida, podrá dejar la medicación. Yo la definiría, de algún modo, como algo temporario, para que no piensen que es de por vida. La cuestión se reduce entonces al momento y la manera en que la chica va a dejarla, si la irá dejando de a poco cada día o si la cortará de golpe. Pero diles que eso se puede repensar en el futuro. Tienes que conseguir que ellos acepten que la chica es la paciente, que el problema en sólo ella, pero al mismo tiempo asegurarles que la medicación es temporaria.

En este punto llegó la familia y la conversación terminó. Las cues­tiones debatidas en este fragmento final son decisivas para la conduc­ción de la terapia.

Para el especialista, en particular para el médico que actúa en un entorno médico, la cuestión radica en definir el problema de modo tal que la familia le pueda hacer frente. Si el problema es médico, sólo los médicos lo puede tratar; en tal caso, es justificado que los padres se retraigan y paguen a profesionales para que se hagan cargo de su hijo problemático. Si así sucede, el joven tenderá a adaptar su conducta a la institución médica en vez de adaptarse a una vida nor­mal. Por consiguiente, importa definir el problema ante la familia de manera que no sólo pueda resolverlo por sí misma, sino que tenga la obligación de hacerlo. El terapeuta debe hacer que los padres se cen­tren en su hijo para cambiarlo; continuarán así en una relación trian­gular con este, pero que será positiva, y en la que contarán con la ayuda de un terapeuta que está promoviendo su recíproco desengan­che. El primer paso es, pues, trasformar el problema en algo sobre lo cual los padres pueden hacer algo. Ellos pueden hacer algo sobre un

88

Page 86: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

problema de conducta o disciplinario, como también pueden motivar a un hijo apático para moverlo a que haga algo.

En este enfoque, la medicación plantea una dificultad especial. Uno le da medicamentos a los enfermos, o a las personas con proble­mas de conducta. Por lo tanto, es imprescindible definir a la medica­ción como un artificio para el control de la conducta, pues eso es, y no definirla como un remedio para una enfermedad, pues no es eso. Lo que es más importante, debe definírsela como algo temporario. Si se la define como un remedio para una enfermedad, del tipo de la diabetes, se estará dando a entender que está destinada a una persona incapacitada, para que recurra a ella toda la vida. Cuanto más énfasis se ponga en la medicación, más difícil será lograr que la familia se haga cargo del problema. Un escollo especial es que habitualmente son los padres los que insisten en darla. Como se sienten impotentes para gobernar la conducta del joven y discrepan entre sí en cuanto a lo que tienen que hacer, prefieren que alguna otra persona se encar­gue de dragarlo.

En el curso de este libro examinaremos diversos modos de actuar frente a la medicación; aquí basta subrayar que puede usársela para conseguir alguna ventaja, como también para tornar difícil o imposi­ble la terapia. La ventaja -corriendo el riesgo de los posibles peijui- cios neurológicos— deriva del hecho de que los padres quieren medi­car al hijo, y por ende aceptarán la terapia para obtener dicha medi­cación y cooperarán con el terapeuta si este, a su vez, coopera con ellos medicando a su hijo.

En este enfoque, importa destacar de entrada que el problema es el joven y sólo él. Esto da pie a agenciarse la cooperación de la fami­lia para provocar un cambio. El joven está dispuesto a ser conside­rado el problema, y el terapeuta debe avenirse a esto. Sin embargo, debe definirlo como un problema temporario y no como una perso­na con una incapacidad vitalicia.

En el punto en que dejamos la conversación entre supervisor y terapeuta, ambos han entablado ya una relación de trabajo. El tera­peuta ha adoptado un punto de vista positivo y está dispuesto a defi­nir el problema como una inconducta.de la hija. El pasado no viene al caso, y la internación y medicación se consideran temporarias. Los padres tienen que recuperar el control sobre su hija y hacer que vuel­va al colegio cuanto antes. Las dificultades conyugales y otros pro­blemas familiares se abordarán como parte del tratamiento de la hija problemática.

La separación del hogar

Otro diálogo mantenido entre un terapeuta y un supervisor servirá para ilustrar cómo debe encararse el comienzo del trabajo con un joven de más edad, que ya vive fuera de su casa. El terapeuta del

89

Page 87: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

ejemplo que daremos, Charles Fishman, citó para la entrevista a la familia de un joven que se había ido de su casa cuatro años atrás para seguir estudios universitarios, y en ese plazo había contraído matri­monio. En el último semestre de estudios, cuando estaba a punto de recibirse, comenzó a actuar en forma extraña y volvió, acompañado por su esposa, a su ciudad natal, donde fue internado mientras la es­posa se alojaba en casa de los padres de él.

Un hecho que atrajo el interés del terapeuta tue que en la familia de origen de este joven ya habían habido varios pacientes psiquiátri­cos, pero el supervisor lo dejó de lado, considerando que no era per­tinente para la terapia y que su análisis haría que el terapeuta queda­ra enfocado en la patología del joven. Lo más relevante para la tera­pia era el plan sobre la manera en que viviría el joven cuando dejase el hospital. La charla tiene lugar antes de la llegada de la familia para su primera entrevista.

Fishman: Estuvo en el hospital casi dos meses. Realmente le dieron una buena sacudida. Está tomando una dosis enorme de medicación. Haley: ¿Actualmente?Fishman: Sí.Haley: ¿Controlas tú esa medicación?Fishman: Sí, lo haré.Haley: ¿A partir de cuándo?Fishman: Tan pronto salga. Creo que se va a quedar aquí, viviendo con los suyos. Y el plan es que vaya a un hospital de día.Haley: Lo ideal sería que volviese enseguida y terminara sus estudios. Ahora bien, no puede hacer eso y está lleno de remedios. ¿Qué pen­saste para esta entrevista? ¿Cómo te gustaría que terminase, al irse la familia?Fishman: Bueno, llegar a alguna comprensión de lo que va a suceder cuando él salga del hospital.Haley: ¿Qué quieres tú que suceda?Fishman: Bueno, yo quiero que él goce de mayor autonomía cada vez.Haley: Eso no es un suceso, es un estado de alguna índole. (Se ríe.) Creo que sería buena idea que les fijaras un plazo para vivir con sus padres. Que hagas un contrato, destacando que es un hombre casado y debe vivir en su propio sitio, aunque, si así dice el contrato, debido a su incapacidad por el momento vivirá con ellos. Comprueba si es eso lo que van a hacer, y después haz que acuerden una fecha para que él se mude a vivir de nuevo por su cuenta, con su mujer. De modo que al salir del hospital sólo pasaría un lapso temporario con sus padres. Esto es decisivo.Fishman. Ajá, ajá.Haley: No se irá permanentemente a su hogar hasta que esté mejor, algo así. Se le fija un plazo para mudarse e irse con su mujer. Tu objetivo es sacarlo de allí para que constituya una unidad autónoma

90

Page 88: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

con su mujer. Anteriormente, él se fue, tuvo un colapso y debió vol­ver. Tienes que hacer que se vaya de vuelta, porque el retorno tras el colapso lo estabilizará allí para siempre. Si esa es la situación, y no debe ser así, yo no me dedicaría a explorar mucho con ellos qué pasó o por qué pasó; recalcaría que tu tarea consiste en ayudarlo a que se baste por sí mismo, y averiguar qué es lo que quiere él, y qué quiere su esposa, y lograr que todos puedan ayudarlo. Si ellos quieren analizar el porqué o la historia familiar, lo cortaría de cuajo. Tú par­tes con una serie de desventajas. El es un hombre casado que retorna a su casa después de un colapso, y eso es confuso. Se le ha aconseja­do que asista a un hospital de día, lo cual lo define como un anor­mal. Y empiezas cuando él ya ha pasado dos meses en el hospital y todo el mundo se ha estabilizado con la idea de que ahora él es real­mente el paciente. Y en una familia en la que hay toda una historia de pacientes. Así pues, en esta familia hay un montón de argumentos en favor de la estabilidad con la enfermedad mental.Fishman: Sí.Haley: Creo que el enfoque general debe ser llegar a un acuerdo de que el problema es él, no sus padres ni su esposa. Y si el problema es él, ¿qué puede hacerse para lograr que se baste de vuelta por sí mismo?

En la primera entrevista el terapeuta estableció una fecha con la familia para que el joven y su esposa se mudaran a su propio hogar. Se escogió el “Día de los Inocentes”, en abril. Llegado ese día el doc­tor Fishman superó las dificultades y consiguió que el joven se muda­ra con su esposa.

El énfasis operacional

La trascripción de otro diálogo entre un supervisor y un terapeuta pone de relieve la relación entre ambos así como ciertas cuestiones técnicas vinculadas en este caso a la supervisión. Es básicamente un monólogo del supervisor al impartir orientación a David Mowatt, un doctor en psicología, acerca de este enfoque, previamente a su sesión con la familia.

Haley: Bueno, aclaremos la situación entre tú y yo. Lo que yo pre­tendo es hacer una supervisión responsable. A veces, en una supervi­sión actúo meramente como asesor. Si soy el supervisor responsa­ble y la terapia fracasa, yo fracaso tanto como tú. En este sentido, es diferente que lo habitual. Trataré de estar presente en todas las sesiones o de disponer que alguien lo esté. Quiero que, si asumes este caso, tu actitud sea llevarlo hasta el final, ya sea que cures a ese chico o que te mueras en el intento. Esto puede significar tener que traba­jar algún fin de semana, o atravesar un período de crisis. Tal vez exija

Page 89: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

(if ti más de lo corriente, porque si no lo vas a internar ni a medicar, tú, los padres y todo el mundo tendrán que esforzarse más.

En el curso de esta supervisión te telefonearé a menudo durante la sesión. Siempre lo hago a regañadientes, y recurro a eso lo menos posible. Entonces, cuando te telefonee, no será porque tenga ganas de pasar el rato. Como desde detrás del vidrio uno nunca sabe qué acontece realmente en el consultorio, ya que la pantalla suprime mu­chas emociones, quiero que entiendas lo que yo te diga sólo como una sugerencia. No estás obligado a hacer lo que te sugiero. Pero si te digo expresamente: “Tienes que hacer esto o estotro”, entonces haz­lo, pues significa que sé que algo está por echar a perder todo, que ellos no vendrán nunca más, o una cosa semejante. Pero de ordinario guíate por tu propio juicio. Si te sugiero algo y tú no estás del todo de acuerdo, puedes no hacerlo, o bien excusarte ante ellos y salir de la habitación para que lo charlemos. Bien puede pasar que a mí se me ocurran ideas desacertadas acerca de lo que está sucediendo.

Creo que al empezar con la familia, lo correcto es siempre definir ante todo tu posición. Di lo que te gustaría hacer. Una de las mane­ras de empezar es decirles que los citaste porque quisieras ayudarlos a que su hijo se plante sobre sus propios pies lo antes posible. Te gustaría ayudarlos a que se hagan cargo de esto, para que la familia pueda por sí misma manejar el problema y recobrar la normalidad. Una formulación de este tipo pone en claro que procurarás circuns­cribir el problema a la familia y ayudarla a resolverlo. Pienso que debes aclararles que estás de acuerdo con el rfesto de los profesionales del hospital y que ellos ven bien lo que tú haces. Les explicarás que, por lo que atañe a la medicación, tú eres un psicólogo y en conse­cuencia no recetarás ningún medicamento, pero contarás con un psi­quiatra que lo hará. Así, quedará en claro que llegaste a un acuerdo con los profesionales, y que tú quieres que las cosas estén bien orga­nizadas. Porque para poder organizar a la familia, primero tienes que organizar a la comunidad profesional. Necesitas decirles que estás haciendo eso, aunque sea como al descuido; por ejemplo: “Tengouna buena relación con el hospital, y todo esto ya ha sido arreglado”.

Después, pienso que deberías manifestar qué es lo que quisieras obtener al término de esa primera reunión. Decirles que te gustaría que ellos decidiesen cuándo volverá el joven del hospital, y por lo menos algunas de las reglas que gobernarán a partir de ese momento su vida dentro de la casa. En esto, tu actitud debe ser aliarte a los padres. Con el hijo puedes mostrarte cortés, pero dando a entender que no crees que él tenga muchos derechos en esta materia, realmen­te. El ha abdicado de sus derechos al aceptar la .internación. Y si tra­ta de decir que tal cosa o tal otra deben hacerse así o asado, replica­rás: “Eso depende de tus padres ahora, hasta que tú te bastes por ti mismo”. Pienso que tu actitud con él debe ser que esperas que se conduzca como una persona normal. En realidad, tratarás de definir su proceder como inconducta.

92

Page 90: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

A mi juicio, no hay motivos para que este chico asista a un hospi« tal de día y concurra a sus clases de la facultad como oyente. O estu­dia en forma regular, o tiene que trabajar y mantenerse así mismo. Ni tú. ni él, ni la familia deben apoyar que haga las cosas a medias. No sé cómo se presentará esto en la sesión, pero cuando surja tendrás que preguntar si prefiere ir a la universidad o trabajar. Más aún, yo 110 se lo preguntaría a él sino a los padres . . .Mowatt: Yo iba a preguntarte eso,, en mi opinión hay que indagar a los padres sobre lo que desean para él.Haley: Correcto, y si quieren que vuelva a la facultad, charlaría con ellos acerca de si prefieren seguir pagándole los cursos, como has­ta entonces, en caso de que él no estudie ni le vaya bien en su tra­bajo , o si en el caso de que no le vaya bien en los estudios prefieren que salga a trabajar. Debes hacer todo lo posible por abordar el asunto como una situación normal, y no como una situación loca. Partiendo de la premisa de que, al ayudar a los padres a establecer las reglas para manejar a su hijo, los estás ayudando en su matrimonio. Comienzas con el problema parental, y si consigues que coincidan al respecto, pasas entonces a su coincidencia como marido y mujer. Si, sacan a relucir alguna desavenencia entre ellos, tienes que manifestar- les: “Ya sé que tuvieron desavenencias, pero lo mejor es que desde el momento en que él abandone el hospital ustedes se pongan de acuer­do. Quiero que lo hagan. Para eso estamos aquí”. Si alguno de ellos quiere explayarse sobre los inconvenientes conyugales del pasado, con la mayor cortesía interrumpes la conversación. En general, ten­drás que cancelar el pasado y expresar que esta va a ser una nueva vida para todos. Entiendo que es el último hijo que les queda en la casa. Mowatt: Sí.Haley: Pienso que tú necesitas definir, de algún modo, para que ellos lo escuchen, que ese hijo al final se irá de la casa, y que ellos tienen que ayudarlo a que se baste por sí mismo y siga su propio camino. Vale decir, tú no quieres que esto se defina como que él se va a entender con ellos y se va a quedar ahí. Tú quieres aclarar que a la larga él se va a ir, y que esta es la primera etapa de esa separación. Si ellos plantean algún asunto sobre cómo va a hacer para seguir sus estudios, de inmediato los tranquilizas asegurándoles que no se irá a ningún lugar que a ellos los haga sentir inquietos, sin saber dónde está ni qué sucede con él.

Una de nuestras dificultades va a ser que los padres se hagan cargo de un muchacho de esta edad; sería más sencillo si fuera más joven. Y si ellos o el muchacho dicen que lo estás tratando como a un chi­co, deberás replicar: "Creo que tus padres deben tratarte como a un chico hasta que tú te bastes solo”. Con ello, dejas en claro que no va a ser un acuerdo definitivo. ¿Ya llegó la familia?Mowatt: Sí, acaban de llegar. Están todos, salvo el hermano casado que no vive en la casa de los padres. Les dije que en el futuro nos gustaría que concurriera.

93

Page 91: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Haley: Me parece una buena idea incluir a todos los hermanos en este momento, ya que el hecho de que ese hermano se las haya inge­niado para irse de la casa tal vez derive en parte de que este joven aún reside allí.Mowatt: ¿Te parece que debería asistir desde la primera sesión? Haley: Sí, y probablemente su esposa también. No tanto porque ella podría estar involucrada, sino porque está en condiciones de dar una visión más objetiva de la situación. A veces un pariente político ayu­da a aclarar la situación si uno está desconcertado, porque declara lo que ellos piensan pero no manifiestan. Desde luego, en ocasiones pre­fieren quedarse cortésmente al margen. Una cosa más: no te olvides de explicar a todos la especial naturaleza de esta habitación; muéstra­les el vidrio de visión unidireccional y las cámaras de videocinta, e infórmales que serán observados. Queda en tus manos decirles que detrás del vidrio hay junto a ti un supervisor o un colega. Basta con que les diga que hay otra persona.Mowatt: ¿Debo presentarte a la familia?Haley: No, ellos no se encontrarán nunca conmigo. Si una familia ex­presa reales deseos de conocer al supervisor, a veces se le puede decir que podrán conocerlo cuando' haya terminado la terapia y ellos hayan superado el problema.

Algunos supervisores prefieren estar en el consultorio junto con el terapeuta, pero en este enfoque no lo recomendamos, y menos con una familia tan difícil como esta. La familia está en desventaja si sa­be que el terapeuta colabora con alguien con el cual ellos no pueden tener trato. Si el supervisor está presente en la misma habitación, la familia no sólo puede estimar sus verdaderas aptitudes sino que ade­más puede provocar más fácilmente discrepancias entre el terapeuta y el supervisor. Si el supervisor se halla distante, apoyará al terapeuta acrecentando la influencia de este. Suele ocurrir que al ingresar el supervisor al consultorio el terapeuta quede en desventaja, pues la familia tiende a recurrir para su orientación a la persona de más alto rango; y cada vez que el supervisor sale del cuarto luego de haber intervenido, el terapeuta debe recuperar el terreno perdido. Otra ra­zón fundamental para que el supervisor no ingrese en el consultorio es que, por más que el terapeuta sea guiado desde el cuarto vecino, el trabajo lo tiene que hacer él. Cuanto más responsabilidad se le asigne en ello, más responsabilidad trasmitirá —lo cual es válido, asimismo, para los jóvenes locos y sus familias—.

Page 92: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

5. La primera etapa

Lo más adecuado es concebir la terapia con un joven problemáti­co dividida en etapas. La primera etapa consiste en disponer un buen regreso del joven desde la institución en la que estuvo internado a su hogar, a fin de que no tenga que volver a ser colocado de inmediato bajo custodia. En los casos en que no ha habido internación, la pri­mera etapa consiste en lograr que la familia supere la crisis y el joven recobre la situación normal.

En la segunda etapa se aborda la crisis generada por las inevitables “recaídas” del joven. Tal vez la palabra “inevitable” suene muy de­terminista, ya que a veces no se produce recaída alguna; sin embargo, en el curso habitual de los acontecimientos, pocas semanas después de haber recobrado la normalidad, el problema del joven vuelve a hacer erupción. La cuestión consiste en contener la erupción dentro de la familia sin recurrir a la custodia. Si la erupción origina un retor­no a la institución de custodia, la terapia debe empezar de nuevo como si nada hubiera pasado. En esta situación reviste extrema im­portancia impedir una segunda internación. (Esto no constituye una contrariedad tan grande si el problema del joven es crónico y ha esta­do internado en varias oportunidades.) Evitar que se instaure el ciclo de sucesivas internaciones y altas es el objetivo principal de la segun­da etapa.

La tercera etapa de la terapia consiste en desenganchar al joven de su hogar, quizá consiguiendo que se mude a otra casa. Si bien es posi­ble desenganchar al joven del triángulo familiar aunque siga viviendo bajo un mismo techo y concurra a su colegio o su trabajo, el traslado físico asegura el cambio.

En el sistema del joven loco y la familia se generan dos ciclos re­petitivos, el primero dentro del propio seno de la familia, y el segun­do en la relación entre la familia y la comunidad. Dentro de la fami­lia, la secuencia típica es que los progenitores (o bien otras dos per­sonas adultas, como la madre y la abuela) amenacen con separarse, ya sea porque pretendan divorciarse o porque uno de ellos sufre un colapso y debe ser internado en un hospital u otra institución de cus­todia. Ante esta amenaza, se produce en el joven la erupción de un comportamiento alocado o alguna acción extrema, que exige a los demás integrantes permanecer juntos para hacer frente al trastorno. Por lo general, lo que hacen es internar al joven. Cuando este retorna al hogar y reinicia una vida normal, aquellos vuelven a amenazar con separarse, el joven tiene otra erupción de locura y de nuevo crea difi­cultades.

95

Page 93: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Este ciclo repetitivo adopta diversas formas en cada familia. En al­gunas familias los padres hablarán expresamente de divorcio, mien­tras que en otras la madre dirá meramente: “Me gustaría tomarme unas vacaciones sola”. Ante esto, el joven reacciona en forma exage­rada, como si su vida dependiera del estado de los padres o de su matrimonio. Con sus trastornos, o al quedar incapacitado para aban­donar el triángulo, el joven estabiliza a sus padres. Todo amago del joven hacia la normalidad, en el sentido de retomar sus estudios, su trabajo o sus relaciones íntimas, provoca una nueva amenaza de sepa­ración, que a su vez lleva a un fracaso estabilizador.

La conducta perturbadora del joven que estabiliza a la familia hace entrar en escena a la comunidad en la que viven. Los agentes de control social ponen manos a la obra y lo internan, hasta que des­pués de un tiempo se le da el alta y vuelve a casa. La estabilidad continúa en tanto y en cuanto al joven se lo rotula como incapacita­do, ya sea por la medicación que se le da o por la internación misma. A fin de que este ciclo se perpetúe deben participar todos los familia­res, con la asistencia de los agentes de control social. La tarea del terapeuta radica en poner fin al ciclo dentro de la familia y entre esta y las instituciones de la comunidad.

Mencionemos al pasar que la decisión de internar a un miembro de la familia puede parecer arbitraria; aveces, en este estadio del de­sarrollo de la familia, se resuelve internar a uno de los progenitores o a otras personas adultas. Cuando el terapeuta inicia su intervención en la crisis, puede pensar que todos, los miembros de la familia se conducen de manera suficientemente extraña como para tomar algu­na medida. Suele suceder que se elija internar al joven, en cuyo caso los padres y otros parientes parecerán más normales, y el joven, más anómalo, de modo tal que la resolución adoptada sonará lógica. El motivo de que sea el joven el elegido tiene, empero, una explicación sociológica. Si todos están trastornados pero sólo se puede declarar fracasado a uno de ellos, el más vulnerable es el joven porque es el que menos esencial le resulta a la familia. Con frecuencia, el padre es quien provee al sustento de esta, y debe conservar su trabajo; la ma­dre también es necesaria en la casa, ya sea porque trabaja, o porque cuida de los otros hijos, o por ambas cosas. El joven no cumple nin­guna función práctica y es por ende prescindible. Una vez que se lo ha escogido a él, continúa su nuevo “trabajo” dentro de la familia con su incapacitación.

El terapeuta que aborda esta situación problemática no debe sub­estimar el poder del triángulo. Es como si tres planetas se mantuvie­ran unidos en sus órbitas respectivas por lazos invisibles: si uno de ellos se sale de órbita, se quiebra la unión entre los otros dos y tam­bién empiezan a desorbitarse. Todo ocurre como si la alternativa an­te la existencia del triángulo fuera la destrucción total. No es raro pasar por alto estas ligazones distrayéndose con lo que la gente dice. El joven dirá que está harto de los padres y quiere irse de una vez.

96

Page 94: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Los padres dirán que anhelan que el hijo se aleje de ellos y se baste ft sí mismo. Los diálogos sobre los deseos de separarse nada tienen que ver con las acciones emprendidas. Ante un joven que fracasa conti­nuamente y no sabe independizarse, los padres protestarán que ya están hastiados de él y prefieren que se vaya o que se muera. Sin embargo, esta protesta se exterioriza al par que el joven incapacitado sigue bajo el mismo techo. La reacción es muy distinta si el joven avanza en pos de la normalidad y el autosustento.

El triángulo clásico con un joven problemático es el constituido por un progenitor que, cruzando las fronteras generacionales, se alia con el hijo contra el otro progenitor. Otra alternativa es que un abue­lo cruce las fronteras y se alíe con el nieto contra un progenitor. Este “triángulo patológico,, es típico de los niños con problemas. Frente a esta coalición trasgeneracional, el terapeuta recurre por lo corriente al procedimiento de coligarse con la persona más periférica en primer término, consiguiendo que establezca una ligazón con el hijo. Por ejemplo, si la madre está aliada al hijo contra el padre, el terapeuta hará que padre e hijo se unan en alguna empresa común que deja afuera a aquella. La madre objetará entonces lo que hace el padre con el hijo, o la forma en que lo hace, y el terapeuta cambiará de foco, pasando a ocuparse de la batalla entre los progenitores. En ese momento el niño queda libre de su síntoma y el terapeuta empieza a tratar a la pareja.1 Esta clase de intervención puede emplearse con los problemas rutinarios de los niños y también con los problemas graves que presentan los jóvenes excéntricos (como en un caso de adic* don a la heroína que comentaremos luego). No obstante, en lasfami* lias que poseen una gama más amplia de habilidades, como las que tie­nen un miembro loco, esta concepción del triángulo resulta simplista.

Si en la familia hay un joven lo suficientemente loco como para exigir la atención de la comunidad, no basta presumir que el triángu­lo está conformado por la unión de uno de los progenitores con el hijo contra el otro progenitor periférico: aquí se comprueba que los dos progenitores se alian con el hijo para enfrentarse entre sí, en un “doble lazo” [double bond]. La madre establece una estrecha coali­ción con el hijo contra el padre, pero este por su parte establece otra estrecha coalición con el hijo contra la madre. El terapeuta no puede entonces, simplemente, hacer que uno u otro de los progenitores se haga cargo del joven, sino que debe centrarse en lograr el acuerdo de aquellos acerca de lo que este tiene que hacer. Esto mantiene activa­mente comunicados a los padres en torno del hijo y sus problemas, lo mismo que antes, pero en el nuevo contexto de concordar acerca del cambio que debe sobrevenir en el hijo. Dejan de quejarse de su mal comportamiento y pasan a planear lo' que debe hacer.

1 Se hallará una descripción de estas etapas en una sesión en la que se tra­tan los problemas habituales de los hijos en J. Haley, Problem-Solving Thera* py, San Francisco: Jossey-Bass, 1976. (Terapia para resolver problemas, Bue­nos Aires: Amonortu editores, 1980.).

97

Page 95: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Es dable suponer que, cuanto más loco esté el joven, mayor será la cantidad de conflictos trasgene ración ales en que estará atrapado. Estos conflictos no sólo incluirán los intentos de cada progenitor de rescatar al hijo de las garras del otro, sino también a ios abuelos y a los profesionales. Evidentemente, el contexto global de la familia y la comunidad es pertinente para el problema, pero a los fines tera­péuticos habitualmente es mejor empezar tomando como foco el triángulo central, y generando un cambio en él. Al producirse el cam­bio, se torna activa y cobra relevancia la red global. Sacar a un joven del triángulo que ha constituido con sus padres sin producir una desgracia es todo un desafío para el terapeuta, quien al penetrar en ese sistema extraerá muchas más enseñanzas que ante cualquier otro problema terapéutico. La amenaza del cambio y la intensidad de los lazos que provoca pondrán a dura prueba su carácter.

A menudo se puede modificar el triángulo sustituyendo a una de las partes. El terapeuta puede ocupar el lugar del joven problemático frente a sus padres, dejándolo en libertad para volver a la normali­dad. Luego, el terapeuta tendrá que encontrar el modo de liberarse él mismo sin provocar una recaída del joven ni remplazarlo en el trián­gulo por alguno de sus hermanos. Otras veces uno de los progenitores tiene un enredo amoroso, que suele ser con alguien de menor edad que él o ella, y el triángulo pasa a estar formado por los cónyuges y el amante, liberando al hijo problemático.

Sea que el terapeuta se coloque, como táctica deliberada, en el lugar del hijo problemático, sea que para liberar a este se centre en la diada conyugal, no debe olvidar que la meta no es necesariamente obtener una pareja feliz una vez que el hijo ha recobrado la normali­dad —salvo que esas sean las condiciones del contrato terapéutico—, sino conseguir que el joven se desenganche de sus padres e inicie su propia vida. También debe recordarse que son muy raros los casos de padres que se divorcian cuando su hijo mejora, pese a que la amenaza está presente de continuo.

Hay un hecho paradójico: a medida que los jóvenes problemáticos se toman más desvalidos e incapacitados, más predominan en la fa­milia.2 Los padres, divididos, son incapaces de ejercer autoridad, y se tiende a que el joven decida lo que hay que hacer. Que el joven ad­quiera autoridad sobre sus padres, particularmente que adquiera po­der mediante su desvalimiento, está indicando la existencia de una jerarquía confundida. Cuando los padres consiguen mancomunarse y ejercer autoridad, el joven se vuelve normal y amenaza con hacer abandono del hogar, lo cual puede otra vez dividir a los padres y despojarlos de su autoridad compartida. El peligro de que el joven deje la casa obra como poderoso disuasivo para que los padres ejer­zan su autoridad y resuelvan lo que debe hacerse.

2 Esta idea fue desarrollada por C. Madanes; véase su trabajo “The Preven- tion of Rehospitalization of AdoLescents and Young Adults”, en piensa.

98

Page 96: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

La primera etapa

Parte del objetivo de este enfoque terapéutico consiste en corregir la jerarquía familiar para que los progenitores sean quienes estén a cargo. En la primera etapa, cuando el joven está por ser dado de alta en una institución de custodia, lo hace sin ambages, preocupándose poco o nada de los derechos del hijo. Se alienta a los padres para que a- suman una exagerada autoridad sobre el hijo, quien suele protestar que es una tiranía.

Debe destacarse especialmente que conceder a los padres esta au­toridad excesiva podría ser totalmente inapropiado con hijos meno­res, por locos que estén. Si un joven de más de dieciocho años se rehúsa a aceptar la autoridad parental, puede irse de la casa y ganarse el sustento por sí mismo; los de menor edad, en cambio, están atra­pados: no pueden abandonar su hogar. Así pues, con ellos hay que a- doptar un enfoque diferente. Es más razonable que los padres se hagan careo del hijo pero destacando al mismo tiempo que este tiene ciertos de redi us en materia de privacidad y de adopción de decisiones.

Si el problema lo presenta un adulto joven, el terapeuta puede confiar en que la tiranía no será un gran obstáculo. El motivo reside en que hacer que los padres se hagan cargo del hijo problemático y le fijen normas de conducta poco tiene que ver con la autoridad paren- tai: apunta a resolver las desavenencias entre los cónyuges que los invalidan como conductores de la familia. El debate mutuo de las normas que fijarán al hijo es un modo de comunicarse y de resolver sus diferencias. Y cuando ellos empiezan a mantener esta comunica­ción directa, el hijo queda liberado de su papel de mediador de la comunicación, libertad que no deriva de su participación en las reso­luciones familiares, sino del hecho de que los padres dialoguen y no necesiten de su inconducta para conservar la estabilidad matrimonial. Ejemplo típico: el joven no tendrá que expresar ideas excéntricas en materia sexual si los padres discuten sin tropiezos esas cuestiones en­tre sí. Pueden hacerlo primero al establecer las normas que seguirá el joven, y luego en su relación recíproca. La comunicación mutua más directa entre los padres y la modificación de la jerarquía familiar son procesos simultáneos. Al pedir a los padres que se hagan cargo de un vástago incompetente, el terapeuta los está forzando a que lleguen a un acuerdo comunicándose mutuamente lo que cada cual piensa que se debe hacer.

Reproduciremos fragmentos de entrevistas que ilustran este pro­ceso típico de la primera etapa de la terapia. El terapeuta es Gary Lande. La familia es numerosa: en la primera sesión estuvieron pre­sentes siete hijos. La joven problemática, Annabelle, había estado hospitalizada durante dos semanas, mientras cursaba el último semes­tre de la escuela secundaria, tras haber incurrido en ciertos compor­tamientos extraños. El terapeuta sugirió que los padres programasen en qué momento debía volver a casa y qué haría al salir del hospital.

99

Page 97: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Madre: Me gustaría saber cuál sería ahora la mejor situación para ti, de modo que terminaras cuanto antes la curación que necesitas. Tú sabes.. .Arma: Mi curación es que soy demasiado rápida.Madre: Estoy tratando de que tú quedes completamente bien. Tú sabes, y.. . bueno, no sé.Anna: ¿Qué quiere decir “completamente bien”?Madre: Bueno, no estoy segura de que. . . No sé. Quisiera ser asesora­da por todos los que. . .Padre: Vamos a ver: ¿acaso tú estás completamente bien? Es eso lo que ella quiere decir.Anna: Lo estoy.Padre: No lo estás, tesoro.Anna: No me digas que no lo estoy.Padre: ¿Puedes decirme qué diablos eres tú? ¿Qué quieres decir? Anna: Yo sé lo que soy. Sé lo que puedo hacer, y quiero hacerlo.

Las confusiones en torno del problema de la locura se agigantan por el modelo médico en que está atrapada, la familia. Vivir en un hospital rodeado de médicos y enfermeras, y ser llamado “enfermo ” cuando uno no padece ningún mal físico, es una mistificación del problema. La madre sigue tratando de aclarar la situación. En su enunciación siguiente, al referirse a “cualquier situación ” que fuera la mejor para la chica, lo que está queriendo decir es que ella tal vez no debería ir a su casa.

Madre: Me estoy refiriendo a la transición desde el hospital hasta. . . cualquier situación que fuera la mejor para ti. No estoy.. .Anna: Para mí lo mejor es ir a casa. ..Madre: Me gustaría saber qué quieres tú hacer. Me gustaría saber qué recomienda la gente del hospital que te estuvo atendiendo, Y luego quisiera expresar lo que a mí me gustaría, lo que yo pienso de esto. Anna: En otras palabras, estás procurando planear mi vida.Madre: No. Pienso que partiendo de todo eso, es un buen camino para decidir qué se va a hacer.

(Más adelante, en la misma sesión.)

Lande: Concuerdo en que hay toda una serie de decisiones, pero qui­zá podríamos hablar sobre las que hay que tomar primero. En algún momento de esta semana tú saldrás del hospital, ¿no es así?Anna: Así es.Lande (a la. madre): Entonces, ¿dónde irá su hija cuando vuelva a casa?... Me refiero a las cosas concretas, en el nivel más simple. Anna: Podría seguir mis estudios secundarios, pero perdí tres sema­nas de clase y no puedo recuperarlas.Madre: Ella vendrá a casa. Por lo que sabemos, vendrá a nuestra casa.

Page 98: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Lande: ¿Irá a su casa?Madre: Sí.Lande: Bien. ¿Y quién estará en casa para recibirla?Hijo: Estaremos todos lo que estamos aquí.Madre: ¿Qué quiere usted decir con “¿quién estará en casa para recibirla?”Lande: Permítanme que. . .Anna: Amold estará allí para recibirme.Lande: ¿Quién es Amold?Anna: Arnold es mi amor. (Los niños se ríen.)Lande: ¿Vive cerca de tu casa?Ama: Sí.Lande: Creo que lo que hoy tenemos que hacer, para obrar con orden, es tomar ciertas decisiones prácticas que no son profundas pero sí muy importantes, y debemos tomarlas. Creo que este período de transición, como dicen ustedes dos, es importante. ¿Cómo saldrá Annabelle del hospital y volverá a su vida normal? Madre: Exactamente.Lande: Una de las cosas que escucho, y en las que todos parecen coincidir, es que parte del retorno a la normalidad consiste en volver al colegio. Y aun podría coincidir con ustedes en algo más.

El terapeuta define prontamente el retorno al colegio como parte de una vida normal y sugiere que la chica debería volver enseguida a sus estudios. Lo hace de modo tal que parezca formar parte tanto del plan de la familia como del suyo propio, y por ende se lo dé por aprobado sin necesidad de mayor discusión o negociación. Si, en cambio, manifestara dudas acerca de la posibilidad de que la hija loca retornase al colegio, la familia podría organizarse fácilmente en tor­no de mantener a la chica en la casa como una inválida, o de enviarla a un hospital de día o a un hogar transitorio para convalecencia. Al concordar con los padres, define a estos como las personas que to­man la iniciativa en esta situación, que es precisamente lo que él bus~ ca. Al proseguir la sesión, averigua quiénes viven en la casa y qué posición ocupa allí la chica.

Lande: De las hijas que viven en la casa tú eres la mayor, ¿no es así? Anna: Sí.Lande: ¿Ayudas en algo a tu mamá con los quehaceres?Anna: Sí, decididamente.Madre: Sí, decididamente.Anna: Soy la segunda mamá.Lande: La segunda mamá.Hija (en voz baja): Yo soy la tercera.Madre: No estoy del todo segura, pero ella se lleva bien con los chi­cos. Ellos la quieren realmente. Realmente pasan buenos ratos con Annabelle, y la han extrañado.

101

Page 99: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Lande: ¿Todos ustedes extrañaron a Annabelle las dos últimas se­manas?Anna: Sí señor. Tendría que escucharlo cuando llamo por teléfono. Susan decía: “¿Cuándo vuelves a casa? ¿Cuándo vuelves a casa? ¿Cuándo vuelves a casa? ”.Lande: ¿Cómo te sientes al oír eso?Anna: Caray, me siento deprimida.Lande: ¿Al oír eso?Anna: Sí.Lande: ¿Cómo te sientes ahora que estás por volver?Anna: Me siento muy feliz.Lande (refiriéndose a la pequeña que está sentada sobre el regazo de Annabelle): Ahí tienes al comité de recepción.Anna: Sí.

El terapeuta inquiere a la muchacha cómo se siente al oír que sus hermanitos le piden que vuelva a casa. Este es un error. Perseguía el fin positivo de sacar a relucir el sentimiento cariñoso que provoca el ser querida en la casa, pero al tratar una familia con tanta habilidad interpersonal como la de un joven loco, lo mejor es no permitirle que se entregue a las metáforas. Y es esto lo que sucede cuando se le pregunta a alguien cómo se siente.

Dicho de otra manera, cuando el terapeuta pide a la familia que se 'limite a las cuestiones prácticas y a normas o unidades pequeñas de conducta, pisa terreno seguro.3 En cambio al pedirles analogías, del tipo de los sentimientos y significados, entra en un terreno en el que la familia es una autoridad y él no; los familiares sacarán partido de esa comunicación atacándose uno al otro de sutiles maneras. No importa cuál haya sido el fin perseguido por el terapeuta, lo cierto es que fomentó ese resultado. Pisará terreno más seguro si nunca le pre­gunta a nadie cómo se siente acerca de nada. Al proseguir la charla, veremos cómo la depresión de la hija por volver a casa pone al padre a la defensivat y cómo saca partido la hija de esta oportunidad meta­fórica para establecer un “doble vinculo ” con su madre.,

Padre: ¿Qué es lo que te deprime cuando los oyes decir eso?Ánna: Cuando ellos dicen “quiero que vuelvas a casa”, me deprime el no poder volver a casa.Padre: Ya veo.Anna: Y si no voy a casa me voy a poner a llorar.Hijo: Vas a ir a casa. Vas a ir a casa en un par de días.Padre: Bueno, no sabemos cuándo vas a volver a casa. El hospital no nos ha dado ninguna palabra oficial.

3 Fue Cloé Madanes quien sugirió que en el tratamiento de estas familias conviene poner el acento en la “comunicación digital” más que en la “analó­gica”.

102

Page 100: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Lande: Creo que, en parte, lo que ahora estamos decidiendo se rela­ciona con eso.Atina (mientras la madre comienza a llorar): Llora, llora, tú puedes hacerlo. En serio, de las viejas del hospital aprendí que ya no les bro­taban las lágrimas, porque las contuvieron durante demasiado tiempo cuando querían llorar.Madre: Yo también voy a estar contenta de que vuelvas a casa.Anna: Hay mujeres de tu edad que no pueden soltar lágrimas, mamá. Las he visto.

Tan pronto el terapeuta inquiere por los sentimientos, la madre empieza a llorar. La respuesta de la hija es curiosa: se conduele de su madre y la alienta a que siga llorando, a la vez que la clasifica junto a las “viejas" del hospital que ya no pueden llorar. Aparentemente, por algo que dirá la hija más adelante, a la madre le preocupa no ser joven, de modo que está en. una posición difícil Las condolencias de su hija le resultan inaceptables porque la sitúa en la clase de las “vie­jas”, pero al propio tiempo no puede reaccionar airada frente a ese comentario, ya que la hija se está condoliendo de ella. Fue el tera­peuta, al inquirir por lo.s sentimientos, el que posibilitó esta “ligadu­ra” [fand]. En el intercambio que sigue, el terapeuta empieza a cam­biar de táctica y a aliarse con la madre.

Lande (a la madre): Seguramente fue para usted un período bastante tenso, ¿no?Anna: Sí, claro, sin mi ayuda.Madre: Vea, para mí fue un período triste, bien triste.Anna: Fue un período de presiones.Lande (a la madre): ¿“Período de presiones” es una buena descrip­ción? ¿Cómo lo llamaría usted?Madre: Triste.Lande: Triste.

(Más adelante, en la misma sesión.)

Madre: ¿Nos dará el hospital alguna recomendación sobre lo que más conviene hacer, una vez que lo hayan estudiado? ¿Sobre cuál sería la mejor situación?Lande: No. En un plano importante, ya hicieron una recomenda­ción, y es por eso que ustedes están hoy aquí.Madre: Aja.Lande: De modo que esta es su derivación básica. La semana pasada hablé en varias oportunidades con el médico y la asistente social que atendieron a Annabelle. Hemos estado en estrecho contacto. Así que ya nos hemos formado la idea básica en cuanto al seguimiento y to­do eso. Pero restan cosas muy importantes, referentes a los estudios y otras cosas por el estilo.

103

Page 101: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

T

(Más adelante, en la misma sesión.)

Padre: Hay un par de grandes decisiones que tenemos’ que tomar, o que tendrían que tomarse, antes de que Anna vuelva a casa. Una es lo que hará respecto de la escuela.Lande: Coincido con usted.Padre: Y lo que va a pasar con ella y Arnold. Quiero decir, particu­larmente, las horas que van a estar juntos y cosas como esa. Yo pien­so que ella necesitará mucho tiempo de descanso, sin estar sometida a ninguna presión.

Si un terapeuta pretende que la familia tome ciertas medidas, a veces lo mejor es expresar lo que él desea que suceda como si la ini­ciativa partiera de la familia. De esa manera manifestará su acuerdo con ellos. En un momento inmediatamente posterior de la sesión, el terapeuta concordará con la idea de que los padres deben fijarle cier­tas normas a la hija, según -dirá- ellos propusieron, aunque ellos no propusieron eso.

Lande: Creo que todo el mundo está trayendo un montón de cosas importantes. Pero de lo que estamos hablando, me parece, es de cuándo Anna volverá a casa, que es algo que le interesa a todos; y de algún modo ustedes están diciendo que se deben establecer ciertas clases de normas, y yo coincido con eso. En otras palabras, ¿quién decidirá en qué momento puede volver Annabelle a casa, qué días puede salir de noche, y cuáles serán sup demás responsabilidades? Creo que debemos llegar a alguna decisión, porque hasta que eso su­ceda su vuelta a casa será...Anna: Un momento. ¿Puedo hacer un pedido, o una sugerencia? ¿O formular una pregunta?Lande: ¿Se refiere a esta idea, Annabelle?Anna: Sí. Mamá, mira, estás usando mis zapatos, ¿no?Madre: ¿Sí?Anna: Y es porque estás tratando de volver a ser joven. (Risa general.) Hablo en serio.Madre: Me puse tus zapatos porque pensé que eran los que mejor combinaban con este vestido.Anna: Vean ustedes, vean ustedes.Madre: Bueno, confío en que estés equivocada. Pero dejemos eso por un instante.

Por lo que luego se pudo averiguar en la terapia, la muchacha pro­bablemente tenía mucha razón en lo que decía de su madre. Sin em­bargo. en este punto del tratamiento eso no viene al caso. Si el tera­peuta se pusiera a explorar por qué la madre quer ía ser más joven, la ba­jaría de rango en la jerarquía y encumbraría a la hija loca, cuando las circunstancias exigen alentar a la madre para que se haga cargo de esta.

104

Page 102: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Anna: Está bien, mamá, está bien.Lande: Creo que tendríamos que llegar a algún entendimiento con usiedes tres, de manera que yo pueda recomendar al hospital en qué momento, aproximadamente, Anna debería dejarlo.

(Más adelante, en la misma sesión.)

Lande: Sospecho que en este período de convalecencia de Annabelle y de su retorno a su normal manera de ser, ustedes dos van a tener que adoptar muchas decisiones.Madre: Sí, yo pienso lo mismo. En el pasado, nuestra experiencia al respecto no ha sido buena. En otras palabras, Annabelle ha pretendi­do más libertad, mucho más libertad, de la que quizá pueda manejar una persona de su edad. Y yo siempre, durante mucho tiempo... Dick estaba en el extremo opuesto, se puso muy restrictivo y no quería ni oír hablar sobre mucho de lo que ellos querían hacer realmente... Y yo estaba en el medio, por así decir.

Desde el punto de mira de una investigación o de una terapia orientada hacia la patología, se tomaría en cuenta esta declaración de la madre y se indagarían más a fondo las discrepancias de los pa­dres en torno de la joven problemática. No obstante, lo típico es que tales indagaciones hagan fracasar la terapia. Cualquier indagación so- bre los sentimientos negativos o los problemas entre los padres, por bienintencionada que sea, les impedirá resolver sus dificultades mutuas haciéndose cargo del hijo problemático. Tal vez la madre saca a relucir este tema porque ha tenido experiencias terapéuticas. Si el terapeuta pone en claro que no le interesan las dificultades mutuas de los padres, sino más bien las soluciones, la madre se orientará en esta dirección. Un proceso similar tuvo jugar entre el terapeuta y el supervisor: cuando aquel notó que el supervisor apuntaba primordialmente a los aspec­tos positivos y las soluciones, tomó esa orientación.

Lande: Ahora bien, el problema es que ustedes no tienen por qué to­mar en este momento decisiones para los próximos tres meses, o para el mes que viene, o para dentro de uno o dos años. Estamos hablan­do acerca de lo inmediato: el regreso de Annabelle a su casa esta semana. ¿Qué noches podrá salir, y qué otras noches deberá quedar­se en casa? ¿A qué hora debe volver cuando salga? Si yo pudiera, ahora mismo. . .Padre: Muy bien, hablemos sobre eso. Yo entiendo que las noches en que tengan colegio, en que tengan que ir al colegio al día siguiente... ¡Lande: ¿Podría usted dirigirse a su esposa? (Alentando asi el diálo­go entre ambos.)

El terapeuta aspira a que haya una comunicación más directa en­tre el padre y la madre, y por ello les pide que se dirijan uno al otro.

105

Page 103: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Esto pone de relieve la tensión y los desacuerdos entre ellos. Cuando se cuenta algo al terapeuta, los problemas no se manifiestan del mis­mo modo que cuando las personas dialogan entre sí. El terapeuta debe ser lo suficientemente hábil como para ocupar en ciertos mo­mentos el lugar central, de modo que todos se dirijan a él, y en otros momentos un lugar periférico, para que los miembros de la familia se vean obligados a enfrentarse.

Padre: Bien. Hemos llegado al entendimiento de que esas noches de­ben estar de vuelta entre las diez y las once, mientras que los fines de semana pueden pasar fuera todo el tiempo que quieran.Madre: ¿Y yo no opino? (El padre no procuró dirigirse a ella, como lo había sugerido el terapeuta.)Padre (a la madre): Estoy hablando, simplemente. Cualquiera puede decir lo que opina. ¿Escuchaste lo que dije?Madre: ¿Qué es lo que estás recomendando ahora?Padre (airado): Estoy tratando simplemente de contar lo que, según yo creía, habíamos acordado hacer antes de que ella viniese aquí. Madre (en actitud paciente): Está bien, pero, ¿y ahora, que ella está por volver a casa?Padre: Ya llegaré a eso. No creo que si ella hiciera eso, fuera un gran problema. No sé qué cosas le permitirán hacer los médicos. Pero, en primer lugar...Lande: Creo que lo importante... Permítanme que trate de ayudarlos. Creo que lo importante es lo que ustedes dos decidan ahora. En otras palabras, qué planes tienen para cuando Annabelle vuelva a casa el miércoles, jueves, viernes o el día que sea, y diga: “Quiero salir esta noche. ¿A qué hora debo regresar? ” Ustedes dos tienen que decidir qué respuesta darán a esa pregunta..

Es muy probable que la hija presente objeciones ante esta alianza del terapeuta con los padres para definirlos como autoridades com­petentes respecto de ella. El arte de esta modalidad de terapia reside, en gran parte, en lograr sumarse a los padres pero sin provocar en la hija un antagonismo tan grande que se rehúse a cooperar con la terapia. Lo mejor es que el terapeuta aclare estos dos factores: que él no;está desestimando los intereses de la hija sino que su proceder hacia ella es benevolente, y que lo que él hace es ayudar a los padres, que es también lo que la hija desea que se haga.

Anna: ¿Por qué no puedo dar yo esa respuesta?Lande: Creo que tus padres están bastante metidos en esto, durante este período de tu regreso a casa, hasta que reinicies los estudios y vuelvas a la normalidad.Anna: Oiga, yo ya soy una adulta.Padre: Mire, hemos tenido un grave problema. En esta época los jo- vencitos piensan que su vida es c osa de ellos. Está bien, quizás deba

106

Page 104: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

permitírseles que den su opinión, en mayor medida de lo que yo se los permití, pero es una batalla continua.

En esta clase de terapia no se discute la filosofía pedagógica ni se examina en qué consiste ser un buen padre o una buena madre. La terapia está agudamente focalizada en tomo de la situación inmedia­ta con el vastago.

Lande: Sí, me doy cuenta. Ahora no estamos debatiendo lo que va a ocurrir dentro de un año, sino mañana o en los dos próximos días. Ustedes necesitan una suerte de plan de batalla.Madre: Sí, un plan de acción.Lande: Un plan de acción.

(Más adelante, en la misma sesión.)

Madre: Creo que ni siquiera sé qué cosas puedes manejar tú en la primera semana.Anm: Pero ese no es problema tuyo, mamá.Lande: Annabelle, ese es un problema de tus padres. Discrepo conti­go. Creo que este período de tu reunión con ellos es.. . en gran me­dida un problema de tus padres.

Cuando comenzaron las desavenencias entre los progenitores, el padre presentó el problema al médico. El terapeuta se lo restituyó. La hija entró en la liza para sostener que ella debía decidir por si misma sobre sus asuntos. El terapeuta tenia que dejar de lado esa afirmación y restituir la responsabilidad a los padres. El padre quiso iniciar una discusión filosófica, y el terapeuta la convirtió de nuevo en cuestiones o fragmentos de problemas específicos y precisos, acortando el lapso a los pocos días venideros y pasando por alto un enfoque pedagógico para toda la vida. La hija quiso otra vez sacarles la responsabilidad a los padres y asumirla ella, y el terapeuta otra vez se la concedió a los padres. En esta primera etapa de la terapia, gran parte de la tarea del terapeuta consiste en desplazar pacientemente hacia los padres la responsabilidad y la autoridad.

Una de las maneras de abordar la cuestión de la autoridad paren-' tal es que en la segunda sesión estén presentes únicamente los padres. En la primera, es de suma importancia que estén todos presentes, para ver cómo es la familia y quiénes están involucrados dentro de ella, así como para que todos escuchen cuál será el plan terapéutico. Si luego se atiende a los padres a solas, se define una jerarquía en la cual son ellos los que están a cargo y los que toman las decisiones ejecutivas privadas.

Antes de la segunda sesión, terapeuta y supervisor comentaron lo que debía hacerse en su trascurso.

107

Page 105: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Lande: ¿Hoy tú querrías limitar a los padres a que examinen, princi­palmente, qué “toque de queda” se impondrá, qué hará la chica y quién estará en la casa?Haley: Creo que debes hacer que fíjen ciertas reglas.Lande: Para el próximo período.Haley; Mira, en apariencia trabajarás en las normas que se fijarán a la chica; en realidad, estarás trabajando para llegar a un acuerdo en la vida conyugal de los padres, pero necesitas formularlo en términos de la chica.

(Más adelante, en la misma conversación.)

Haley: Una de las maneras de solucionar esto es sugerirles que fijen normas, no sobre el modo en que ella debería conducirse, sino sobre lo que sus padres están dispuestos a tolerar. Haz esa distinción. No se trata de decidir hasta qué hora puede estar ella afuera de su casa. Se trata de que la madre se siente inquieta si no vuelve a las once. Si pasadas las once ella está fuera y su madre se siente inquieta, entonces ella debe volver antes de las once. Lo importante es cómo se siente la madre, no cómo se siente la chica. El hecho de que la chica quiera o no quiera volver al colegio debe pensarse en términos de qué es lo mejor para los padres. Estos se sentirán mejor si su hija termina su escuela secundaria; por lo tanto, debe terminarla.

(Más adelante, en la misma conversación.)

Haley: Una vez que ella pierde la chaveta, los padres tienden a so- brecompensar siendo más bondadosos y cordiales, precisamente en el momento en que tendrían que mostrarse más firmes con ella. Y si tú les dices que deben mostrarse firmes, te contestan que no piensan lo mismo, porque la chica está enferma, etc. Pero tú debes argumen­tarles que sí ellos adoptan una posición clara, su confundida hija también podrá adoptar una posición clara; mientras que si ellos están confundidos, la chica también lo estará. Entonces, los padres tienen que elaborar algo entre ambos, algo sobre lo cual puedan ponerse de acuerdo. Por ejemplo: ¿podrá la chica salir de noche el mismo día en que vuelva del hospital? Deben tenej un plan: o la dejan o no la dejan salir. No se trata de que para ella sea bueno salir, sino de que sus padres se queden tranquilos. Esa es la distinción.Lande: ¿Esta es una regla general para toda las familias?Haley: No, para estas familias y en esta época... Tienes que instarlos a tomar con la chica una posición normal, como lo harían con otros jovencitos. Eso va a ser lo mejor para la muchacha. Porque, como has visto, ellos no saben qué hacer con ella cuando pierde la chaveta.

(Madre, padre y terapeuta toman asiento en el consultorio.)

108

Page 106: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Padre: Sospecho que estamos aquí para reafirmar, digamos, lo que te­nemos que hacer con Anna cuando estemos en casa con ella, ¿no? Lande: Suena como que eso va a ser algo muy importante.Padre: Pienso que lo es, y hemos charlado mucho sobre esto desde la última vez... en diversas oportunidades... No creo que lleguemos real­mente a nada en firme, porque pienso que no sabemos aún qué es bueno para ella y qué no lo es.

Estos comentarios iniciales son un índice de que la primera sesión tuvo éxito. Si en la segunda sesión los padres empiezan defendiéndo­se de ideas que surgieron en la primera, el terapeuta erró el tiro. Si persiste en ellos el afán de corregir malentendidos y absolverse de responsabilidades, es porque se los ha culpado. Si, en cambio, inician esta segunda sesión poniendo manos a la obra, como en este caso, el terapeuta lo aceptará y seguirá adelante. Posteriormente, se verá que el terapeuta aclara la cuestión del retorno de la chica a la casa y de la consecuente preparación de los padres.

Lande: Permítame que me refiera a algo que usted dijo. Porque creo que la vuelta de Annabelle al hogar dependerá mucho de que ustedes lleguen a un acuerdo, y, como usted dijo, para eso concertamos esta sesión, para establecer una serie de reglas y normas. Pienso que cuan­do ustedes dos hayan llegado a un acuerdo que los haga sentir cómo­dos, ella estará en condiciones de ir. Porque esto es algo que ella ne­cesita mucho. Así que...Padre: Pienso que lo necesita, pero no entiendo exactamente qué quiere usted decir. ¿Cree usted que ella piensa que lo necesita? Lande: No estoy seguro de que eso tenga"tanta importancia. Lo deci­sivo es que ustedes concuerden acerca de lo que los hará sentirse có­modos cuando ella regrese a casa.Madre: Creo que lo que usted quiere decir es que uno de los proble­mas puede ser que nosotios dos tal vez no estemos unidos en lo to­cante a Annabelle, y que para ella eso sería importante en este mo­mento.

La madre vuelve a presentar un problema entre ella y su marido, que el terapeuta no acepta considerar.

Lande: Lo que estoy diciendo es que va a ser importante, cuando ella vuelva a casa...en otras palabras, si al término de esta sesión... Madre: Ella sabrá a qué atenerse.Lande: Exacto. Al término de esta sesión ustedes dos tienen que es­tar de acuerdo, digamos, sobre las horas en que ella debe volver o cualquier otra cosa, en los próximos dos o tres días, y sentirse cómo­dos con esa decisión. No me parece importante lo que Annabelle pue­da pensar sobre esto, porque ella tiene dieciocho años y ustedes son sus padres.

109

Page 107: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Madre: Ajá.Lande: Sí al final podemos llegar a un acuerdo y ustedes se sienten cómodos, tal vez ella esté en condiciones de volver a su casa mañana. Ella estará en condiciones de volver a casa cuando todos hayamos alcanzado ese acuerdo.Padre: Muy bien. Tengo algún temor de que no resulte tan sencillo, pero confío en que usted tenga razón. Porque cuando Annabelle no quiere hacer algo, puede ingeniárselas de una manera realmente in­fernal.

(Más adelante, en la misma sesión.)

Lande: Ella está por salir del hospital, y pienso que en este momento necesita normas muy firmes.Padre: Está bien, aunque se la pasa diciendo cosas como esta: “Yo soy adulta. No necesito que la gente me diga lo que tengo que hacer. No me gusta este hospital porque siempre me están diciendo qué de­bo hacer”. Y sé que ella precisa que la dirijan.Lande: Si no precisara que la dirigiesen no estaría en el hospital aho­ra. Así pues, parte del problema radica en que ella necesita que la dirijan. Por supuesto, cuando ella demuestre —dentro de una semana, un mes o un año— que es adulta, las cosas podrán renegociarse.

(Más adelante, en la misma sesión.)

Madre: Lo que siento verdaderamente es que preciso que se restaure cierta confianza; que tengo el derecho de esperar que Annabelle me demuestre que es confiable, porque he tenido algunas pruebas de que no lo es. No sé si esta es la mejor manera de expresarlo, pero sospe­cho que estoy asustada. Estoy realmente asustada por lo que pasó antes. Tal vez ahora yo esté demasiado sobreprotectora, pero me gus­taría que, al menos por un tiempo, se viera con sus amigos en casa.

(Más adelante, en la misma sesión.)

Padre: De veras estoy un poco preocupado por su novio. Este chico tuvo relaciones sexuales con ella, y se drogaron juntos. Esto escapa a mi sistema de valores. Realmente no sé cómo... realmente estoy ra­bioso contra él ahora.Lande: Bueno, si por ejemplo Annabelle les pregunta mañana: “¿Puedo salir con Arnold?”, ¿qué van a responderle? Esto tiene que estar dentro del plan.Padre: Este es el camino: hablar con franqueza del asunto. Cuando ella fue por primera vez al hospital, lo llamé al doctor Marsh. Ella estaba... tenía muchísima rabia.y realmente fantaseaba una barbari­dad. Tenía miedo de estar embarazada; pensó que la habían llevado allí para hacerle un aborto. Tenía toda clase de ¡deas estrambóticas.

110

Page 108: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Y sin embargo estaba menstruando, no estaba embarazada. De todos modos, se había vuelto muy evidente, ¿no? ... y entonces ella... le había contado antes a su madre acerca de lo que había entre ella y el muchacho, y yo no estaba al tanto. Y es como si yo hubiera descu­bierto qué diablos pasaba mientras ella estuvo en el hospital. Y en la última semana, más o menos, ella me habló de eso. Aparentemente ya había hecho vida promiscua con otros muchachos antes.Lande: Si no le entiendo mal, ¿usted no se siente del todo cómodo por la relación de Annabelle con Arnold?Padre: ¡No me siento cómodo en absoluto!Lande: Esto es algo que ustedes dos realmente tienen que...Padre: Bueno, hemos hablado muchísimo sobre eso.Lande: ¿Qué va a pasar cuando Annabelle vuelva a casa?Padre: Quiero hablar con usted sobre eso. Porque le dije al doctor Marsh: “Mire, averigüé que pasó tal y tal cosa. Esto escapa de mí... No lo veo en absoluto. Lo que me gustaría hacer es decirle a ese mucha­cho que se vaya y no aparezca más por aquí. Voy a darle una patea­dura”. Bueno, no se lo dije en esos términos. Sea como fuere, él me respondió, dijo que no consideraba prudente hacer eso ahora, en el estado en que ella se encontraba, porque él no quería cambiar dema­siado el entorno en que ella vivía. Muy bien, así que no hice nada. No le dije una sola palabra, y ni siquiera me gustó lo que me dijo.

El comentario, del padre ilustra hasta qué punto un especialista puede incapacitar a un padre; pero hay otro punto no menos impor­tante que debe destacarse aquí. ¿Por qué motivo un padre y una ma­dre no pueden ponerse de acuerdo en lo tocante a fijar reglas de con­ducta para su hija? Si una estudiante secundaria se queda fumando marihuana hasta las cuatro de la mañana fuera de su casa, ¿por qué sus padres no fijan y aplican de común acuerdo ciertas reglas? La cuestión con el novio de la chica sirve para ejemplificar de qué mane­ras las dificultades conyugales impiden a los progenitores hacer fren­te a la inconducta de su hija.

Si el padre y la madre no se llevan bien, tal vez aquel se vuelva hacia su hija en busca de compañía y afecto. En tal caso, tenderá a ponerse celoso si la chica sale con un amigo y a volverse demasiado estricto con ese amigo. En estas sesiones se puso en claro que el pa­dre pensaba permanentemente que el castigo para su hija debía con­sistir en impedir que se viera con el muchacho. La madre, en natural competencia con su hija, preferirá apartarla de su marido y alentarla a que salga con su novio. Así, los padres quedan incapacitados para ponerse de acuerdo sobre el modo de tratar a los dos jóvenes ante un caso de inconducta. (A esto se sumarán en ambos padres otros ambi­guos sentimientos: el padre querrá también que la chica tenga un no­vio, y la madre preferirá que el padre se ocupe de otras cosas cuando no se lleva bien con él.) La imposibilidad de los padres de abordar sus problemas de pareja introduce forzosamente confusión en su fun­

111

Page 109: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

ción parental. La terapia puede centrarse en las reglas que se fijarán a la hija, y de ese modo abordar el acuerdo entre los padres.

Lande: Me resulta llamativo que ustedes dos se preocupen tan con­cienzudamente por los sentimientos de Annabelle, los sentimientos de Arnold y los sentimientos del doctor Marsh, pero se dejan poco margen para ustedes mismos, como padres. Parece que sólo en terce­ro o cuarto lugar vienen sus propios sentimientos y lo que puede resultarles más cómodo. Yo pienso que ustedes tienen sentimientos muy fuertes e intensos hacia su hija, que está por salir del hospital... pero les asignan un lugar secundario.Padre: La razón de que yo obre as í es que me siento en parte res­ponsable por el estado de ella. Pienso que probablemente no hice un buen trabajo, de lo contrario ella no estaría así. Así que, bueno, es­toy necesitado de alguna orientación.

(Más adelante, en la misma sesión.)

Lande: Así que para la próxima semana... antes de que terminemos, me parecería magnífico que se le diera el alta a Annabelle si ustedes establecieran una especie de cuaderno de bitácora diario acerca de lo que ella tiene o no tiene que hacer. Estoy tratando de ser muy con­creto, para que. . .Padre: Muy bien. Me gusta trabajar de esa manera. Creo que eso será magnífico.Lande: Yo soy como usted. Es como si me gustase pensar en las co­sas concretas y en los detalles. La vida me resulta más fácil. De modo que mañana, si cuando Annabelle vuelve a casa pregunta: “¿Puedo salir hoy? ”, la respuesta en la que ustedes coinciden será...Madre: A ver qué te parece esto: Yo le diría: “No, pero si Arnold o algún otro quieren venir a casa, será bienvenido”.Padre: Sí.

Los cónyuges dialogan y se muestran razonablemente concretos. No obstante, es previsible que tiendan a retractarse luego de una de­cisión ya tomada. El padre dirá: “Por un lado, tal cosa... pero por otro lado... ”. El terapeuta debe reunir la paciencia suficiente como para soportar durante cuarenta minutos una discusión acerca de la hora en que debe regresar la hija de noche. La cuestión no es la deci­sión a que lleguen los padres, sino el hecho de que se comuniquen entre si. Alcanzada la decisión, en un momento posterior de la sesión la madre comienza a retractarse.

Madre: No es que quiera convertirme en un vigilante terrible y no deje mover siquiera a los pobres chicos. Quiero decir que.. .Padre: Eso es verdad. Pero, por un lado, en su propio bien creo que, bueno, que tenemos que volver a dirigirla a ella en muchísimas cosas.

Page 110: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Pienso que realmente nos ha estado engañando. Pero, por otro lado, tendríamos que haber sido lo basxante perspicaces, yo tendría que haber sido, para que cuando una chica llega a su casa a las tres, las cuatro o las cinco de la tarde (quiso decir de la madrugada), y todo lo que uno hace es un escándalo al día siguiente, nada más, y el hecho se vuelve a repetir y a repetir... uno debería darse cuenta de que algo está pasando.

Una vez que los padres concuerdan en fijar una norma, inevitable­mente surge otra discusión igualmente ardua sobre la manera en que deben llevarla a la práctica. Lo mejor es que el terapeuta empiece por conseguir que se establezca una norma clara, y luego se ocupe de la manera de ponerla en práctica. Esto aparece más adelante en la sesión.

Padre: Salvo por esto: los chicos no lo harán, y nuestro problema es cómo lograremos que lo hagan.Madre: Es lo que pasa cuando se quebrantan las normas.Lande: ¿Qué va a suceder? Ustedes le dicen que vuelva a las diez, y Annabelle, supongamos, estalla en una rabieta o...Padre: Le diré como procedía antes. Primero, se iba a cualquier parte y entonces, bueno, teníamos que salir a buscarla y traerla de vuelta. Tal vez. Y a veces no quería volver.Lande: Bueno, ¿qué harán ustedes dos si ella resuelve irse a cualquier parte?Padre: En verdad, no lo sé.Lande: ¿Usted está físicamente en condiciones de...?

El terapeuta inquiere al padre si puede restringir físicamente a su hija. Es una pregunta necesaria. Aquí el debate es breve, pero en algunas familias puede dar lugar a una discusión prolongada. Si no se piensa rein temar al joven, la familia deberá hacer frente a sus amena­zas de violencia o a sus actos efectivos de violencia en la casa. Así pues, el terapeuta debe planear con los padres cómo contener esa violencia potencial.

Padre: Por supuesto que sí, ese no es el problema, sino si es bueno o no para su estado mental, provocar todo ese escándalo.Lande: Esto es lo más extraño de todo. Ustedes se preocupan tanto por su estado mental... Yo me preocupo por ustedes como padres. Ambos están atravesando un período de mucha tensión.

(Más adelante, en la misma sesión.)

Lande: Creo que ella va a... su esposa va a necesitar mucho su ayuda durante este período del retorno de Annabelle a casa. No sé si escu­charon eso. Es una época muy mala.

113

Page 111: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

El terapeuta recurre al problema de la hija para unir más a los padres.

Padre: Sospecho que no lo haré, porque en el pasado ella nunca ne­cesitó mi ayuda. No, me parece que no...Madre: Eso no es cierto...Padre: Bueno, ¡vamos, vamos!, cada vez que yo digo algo, tú me con­testas que estoy equivocado, y yo no puedo hacer nada. Y siempre ter­mina con que no se hace nada.Madre: Bueno, tengo que discrepar con...Padre: Y pienso que hemos sido bastante coherentes en esto. Por ejemplo, “Debes volver a las once”, le hemos fijado una hora, y nun­ca varió mucho. A lo sumo media hora de diferencia entre una noche y otra.

(El terapeuta deja de lado los desacuerdos y pasa a los puntos de acuerdo.)

Lande: ¿Cómo va a ayudar usted a su esposa cuando Annabelle insis­ta en salir a alguna parte y su esposa le diga que no debe ir? ¿Cómo la ayudará a hacer frente a eso?Padre: Bueno, yo le diría a Anna que debe volver, y no se hable más del asunto. Eso es lo que hago habitualmente.

(Más adelante, en la misma sesión.}

Lande: ¿Qué pasa si ella se las ingenia para hacerlos sentirse culpa­bles? Si les dice: “Ya soy una mujer crecida, tengo dieciocho años, y ustedes me tratan como si tuviera quince”.Padre: Bueno, eso es lo que escuchamos todo el tiempo de los tres mayores. Ellos siempre han cargado sobre sus padres todos los pro­blemas que han tenido. En realidad es así... tratan de cargamos con un montón de culpas.Lande: Pienso que, si Annabelle regresa mañana a la casa, sería una buena idea que esta noche, cuando los chicos estén durmiendo y haya un rato de califta, ustedes se sienten solos y durante una hora, más o menos, se dediquen a poner por escrito —en general, hemos comprobado que eso es lo que mejor funciona— que firmen, diga­mos, en un papel lo que decidieron aquí, y cualquier otra cosa que pueda suceder en los tres o cuatro próximos días. Para asegurarse verdaderamente de que están los dos en el mismo bando.

Esta tarea encomendada a los padres apunta a ayudarlos a que lleguen a un acuerdo sobre su hija y, lo que es quizá más importante, a que pasen juntos mayor tiempo en comunicación. Cuanto más charlen entre sí, menos necesitará la muchacha actuar las diferencias que existen entre ambos. Además, las tareas entre sesiones mantie­

114

Page 112: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

nen la presencia del terapeuta en el curso de la semana, ya que la cumplan o no la cumplan, de todos modos deben pensar en él.

Se solicita a los padres que acudan a la tercera sesión acompaña­dos por la hija, a fin de exponerle su plan. Puede presumirse que la muchacha intentará echarlo por tierra, y el terapeuta tendrá que dar su apoyo a los padres. Supervisor y terapeuta conversan antes de la sesión.

Haley: Hagamos una pequeña revisión. Mantuviste una sesión con los padres, y quedaron en que la chica volvería a casa cuando ellos se hubieran puesto de acuerdo sobre las normas. ¿Volvió a su casa el viernes?Lande: Sí, el viernes.Haley: ¿Qué pasó luego? ¿Qué supiste sobre el fin de semana?Lande: Los llamé el sábado por la tarde para averiguar cómo habían ido las cosas... si el regreso a casa anduvo bien. Pedí hablar con la madre. Me dijo que las cosas iban mucho mejor que lo previsto, pero Anna tomó el tubo y expresó su enojo porque fueran los padres quienes fijaban las reglas. Yo me hice el sordo. Ella estaba muy enfa­dada, no quería venir a sesión. Bueno, le dije, podemos hablar de eso el lunes. Ella repitió que no iba a venir, y agregué: “Parecería que tienes un problema con tus padres. Si yo fuera tú, trataría de resol­verlo. Estás viviendo en casa”. Ella mencionó algo referente a la me­dicación; no estaba contenta con eso. Todo eso intercalado con un montón de malas palabras.

Al producirse un conflicto entre los padres y un joven problemáti­co, el terapeuta puede sentirse atrapado entre ellos: procura aliarse a los padres y apoyar su autoridad, pero a la vez tiene presentes los mejores intereses del hijo. A veces puede ser de ayuda que haya en el consultorio alguien más, ajeno a estas dos facciones. Tal es la prefe­rencia que manifiesta el terapeuta.

Lande: La otra cosa que me preocupa es que haya sólo tres personas en la sesión, y pensé en pedirles que hicieran venir a otro hermano cualquiera, tal vez otro adolescente. Me preocupa mi capacidad de a- liarme... una cosa es aliarse con los padres, pero no sé si podré aliar­me con los padres y con la muchacha...Haley: Bueno, en ello reside el arte de este oficio.Lande: ¡Ahora sé cómo hacerlo! (Se ríe.)

(Tercera entrevista con la familia. Concurren Annabelle y sus pa­dres.)

Anna: Usted luce espontáneo hoy comparado con mi mamá. Ella pa­rece muy formal. (A la madre.) ¿Te das cuenta del dibujo que tienes

115

Page 113: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

ahí? Bueno, con mi psiquiatra en el hospital, estaba completo y te­nía la cruz para arriba. Parecía como si la pintura estuviera goteando, y hubiera un pájaro muerto colgado así. (Alza los brazos y los deja caer, imitando el dibujo estampado en el vestido.)Lande: Acá no congeniamos con esa clase de cosas. (Todos ríen) Somos mucho más informales.Arma: Sí, así parece.Lande: Bueno, ¿cómo se siente una en casa?Anua: Se siente confundida, porque ahora se me imponen demasia­das restricciones.

(Más adelante, en la misma sesión.)

Lande: ¿Tienes tú, bien, bien en claro lo que piensa tu madre, no en términos generales, sino qué piensa exactamente?Anna: ¿Qué piensa mi madre?Lande: Sí. Le inquieta mucho cómo se sucederán ciertas cosas pa­ra ti.Anna: Bien, vamos, no lo sé exactamente, pero pienso...Lande: ¿Por qué no se lo preguntas, si no lo sabes exactamente? Es importante que si ella piensa algo...Anna (a la madre): Muy bien. ¿Qué?Madre: ¿Qué me inquieta?Anna: ¿Te inquieta lo de las drogas? ¿Te inquieta mi vida social? Madre: Me inquieta lo de las drogas. Me inquieta que... este... que puedas caer en alguna situación ridicula.Anna: ¡Caray, puedo soportar el ridículo! ¡He sido ridiculizada desde que tenía tres años! Puedo soportarlo, y reírme de los que me ridiculi­zan. No me afecta.Lande (ala hija, inclinándose hacia ella): ¿Por qué no le preguntas a tu mamá qué le pasa con las drogas?Anna: Sí. ¿Qué te pasa con las drogas?Madre: ¿Qué me pasa con las drogas? Bueno, digamos que tú has experimentado con ellas. Y pienso que la mayoría de los chicos que andan con drogas gustan de la compañía de alguien que también an­de con drogas. 'Anna: Entonces ellos buscarán mi compañía.Madre: Sí, querrán que vuelvas con ellos.Anna: Sería demasiado malo para ellos. Es todo cuanto puedo decir.(Se ríeJ

(Más adelante, en la misma sesión.)

Lande: ¿Quisieran aclararlo? Porque estoy confundido en cuanto a lo que usted...Madre: ¿Sobre lo de las drogas?Lande: Sí

116

Page 114: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Madre: No habrá drogas.Lande: Bueno, eso...Arma: No habrá drogas, pero me gustaría fumar marihuana, porque es un buen calmante para los nervios, ¿sabe? Es como si usted, des­pués de una dura jornada, necesita algo que le calme los nervios. Ma­má y papá pueden tomar un Martini, pero yo, ¿qué puedo tomar? Padre: Mira, esa es una antigua... todo el tiempo escuchamos esa frase repetida acerca de la marihuana y losMartinis. Aunque, dicho sea de paso, es rarísimo que yo tome un Martini.Anna: Ya me di cuenta.Padre: Ni siquiera tuvimos muchas bebidas alcohólicas en casa, du­rante mucho tiempo.Lande: Lo que ustedes dos están diciendo, o lo que usted está dicien­do, es que han acordado esto: no habrá drogas.Padre: Sí señor. Con toda seguridad.Anna: Pero soy yo la que quiere, y ellos los que no quieren. Yo no quiero drogas, todo lo que quiero es marihuana, ¿no?

(Más adelante, en la misma sesión.)

Lande: Es probable que ustedes se pregunten cómo le irá a Annabe- lle en su primer día de vuelta a la escuela y otras muchas cosas, así que parecería importante saber a qué hora esperarán su regreso de la escuela.Madre: Sí.Lande: Pienso que deben establecer con Annabelle a qué hora ella... Madre: Sí. Pero las clases terminan a la una y media, ¿no? ¿Tu últi­ma clase no es a la una y media?Anna: No sé, porque mi última clase es la de arte.Padre: Anna, tú sabes por qué es importante para nosotros saberlo, es porque te saldremos a buscar enseguida.Anna: Miren, no sé, pero escúchenme, ¿quieren escucharme un se­gundo? Mi última clase es la de arte, y por lo tanto coincide con el almuerzo. Pero como nunca puedo terminar el almuerzo a tiempo, habitualmente llego tarde a clase, y le dije a la profesora que normal­mente llegaría tarde. Pero que podría recuperar el trabajo perdido. Así que es probable que me caiga por allí a...Padre: ¿Qué te contestó la profesora? ¿Estuvo de acuerdo con eso? Anna: Sí, estuvo de acuerdo. Mis profesores son gente tranquila. Sa­ben a qué me estoy refiriendo.Lande: Vamos, Anna, creo que lo que ocurre es que esto se está poniendo demasiado... tus padres solamente quieren preguntarte a qué hora llegarás a casa, y tú no les estás dando una respuesta directa.Anna: Porque no lo sé. Por eso.Padre: Bien, muy bien, mira, podemos decidirlo ahora. No tienes por qué quedarte un tiempo adicional en arte.

117

Page 115: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Anna: Sí que tengo, sí que tengo, porque soy lenta para .los trabajos de arte.Padre: Está bien, digamos que no te quedarás en la clase de arte des­pués de las dos de la tarde.Anna: Muy bien.Padre: Y llegarás a casa a las dos y cuarto.Anna: A esa hora termina la cíase, a las dos, y como yo habré llegado tarde no podré terminar el trabajo. Me aplazarán en arte, ¡y es una de las materias principales!Lande: Annabelle, ellos se están refiriendo... creo que tus padres sólo te preguntan qué harás mañana.Padre: No estamos hablando de lo que pasará durante todo el año. . . sino mañana, martes.Lande: No están hablando de todo el año.Anna: ¡Ah! Bueno.Padre: Porque pienso que mañana va a ser una jornada demasiado dura como para que encima te quedes a trabajar tiempo extra.Anna: Muy bien. Entonces, regresaré a casa cuando termine la clase, y no sé a qué hora puede suceder eso.Padre: A las dos. Lo acabas de decir tú misma.Anna: Bueno, eso es lo que normalmente...Padre: Bien, serán las dos de la tarde o una hora muy próxima a esa. Entonces, te esperamos en casa a las dos y cuarto.Anna: Está bien, pero si me retraso no se inquieten, ya saben...Padre: Probablemente nos inquietemos si te retrasas. Te espera­remos ...Anna: Bueno, yo tengo que ir... miren, tengo que... ¿me van a dejar hablar y escucharán lo que diga?Padre: Sí. Habla, habla.

(Más adelante, en la misma sesión.)

Lande: Hay algo más que ustedes dos deben decidir. ¿Qué pasa si ella es lo bastante terca como para no hacerles caso? ¿Qué harán ustedes si...?Madre: ¿Si la'pillamos?Lande: Si ustedes lo descubren. O sea, tienen que ponerse de acuerdo ambos en... ella todavía no sabe cuáles pueden ser las consecuencias. Como ven, es aún...Anna: ¿Por qué les está encargando todas estas reglas a mis padres? (La madre se ríe.)Lande: Simplemente estoy tratando de ayudarte a salir de la confu­sión. Pues me doy cuenta cuán confusas son las cosas para ti desde tu perspectiva.Padre: Tú sabes que eso va a ocurrir. El realmente está ayudándote, Anna, cuando hace eso.Anna: ¡No me está ayudando nada!

Page 116: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

(Más adelante, en la misma sesión.)

Padre: Tus privilegios respecto de encontrarte con Arnold serán... Anna: Oh, por Dios...Padre: ...suprimidos...Anna: Yo puedo ver a Arnold cuando quiera.Padre: No, te serán suprimidos si se te encuentra fumando marihua­na.Anna: Muy bien, entonces, si ustedes me suprimen a Arnold, yo me iré a fumar marihuana.Lande: ¿Coinciden ustedes dos con eso?Madre: Yo pienso que decididamente ciertos privilegios tienen que suprimirse..Lande: ¿Concuerda con la sugerencia de su marido?Madre: Déjeme pensarla un minuto. Sí, creo que sí. Si es tan eficaz, sí.

(Más adelante, en la misma sesión.)

Lande: Bien. ¿Sienten ustedes que esto ha quedado bien establecido con ella?Padre: ¿Que ella va a telefonear? No estoy seguro.Lande: ¿Qué pasará si ella no viene?Padre: No, no lo hemos establecido.Lande: Porque tal vez tú no veas, Annabelle, lo que estoy viendo yo aquí sentado. Ustedes dos están procurando con todas sus fuerzas ser flexibles con Annabelle. Realmente les sale del corazón. Lo percibo. Pero, aquí sentado, siento que, por esforzarse tanto, no son claros. En otras palabras, en el lugar de Annabelle yo tendría dificultades para saber exactamente qué debo y qué no debo hacer. Podría afir­mar que mis padres se están empeñando en cuidarme y que me dan mucho cariño, pero no sabría qué esperan ellos de mi.

(Más adelante, en la misma sesión.)

Madre (a Anna): Muy bien. Si tú no telefoneas a tiempo...Anna: ¿Qué significa “a tiempo”?Madre: A las dos y cuarto.Atina: A tiempo es entre las dos y las dos y media.Padre: No. A las dos y cuarto.Anna: A tiempo es entre las dos y las dos y media.Padre: Entre las dos y las dos y cuarto.Anna: Muy bien, ¿y entonces qué?Madre: Me vas a llamar a las dos y cuarto. Y si no llamas a las dos y cuarto...Anna: ¿Qué pasa si tú estás hablando en ese momento por teléfono? Padre (a la madre): Díselo, ¿quieres?

Page 117: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Tampoco respetar los horarios razonables que te hemos fijado y que tú te rehúsas a respetar.Henry: Sí, eso lleva tiempo, eso sí...Padre: ¿Lleva tiempo volver a medianoche en lugar de hacerlo a las tres de la madrugada?Henry: ¡Vamos, vamos, hombre! ¿Cuántas veces yo. . .?

(Más adelante, en la misma sesión.)

Lande: ¿Así que tú estás atrapado: o bien colaboras con tu madre y con tu padre, o bien colaboras con tu hermana?Henry: Sí, eso es. ¿Así que a mí me incumbe decidir qué es bueno para Anna, no es cierto? Y como he decidido que en realidad no sé qué es lo bueno para Anna, me atendré a sus reglas. ¿Saben?, antes yo pensaba que podía manejar a Anna. Lo cierto es que este asunto sucedió un martes, y no supe cómo manejarla. No se me ocurrió na­da mejor que enfurecerme con ella, y probablemente lo último que ella necesita es que alguien se enfurezca con ella. De modo que, por lo que a mí respecta, no sé cómo manejar a Anna.Anna: Yo no podía creer lo que ustedes (los padres) hicieron. Luego de que me pasó eso, empezaron a gritarle a él y a aporrearlo. Y él empezó a gritarme y aporrearme a mí.Madre: No grité. Simplemente lo agarré de los brazos y...Anna: Gritaste. Gritaste.Henry: Gritaste, mamá. Todo el mundo gritaba.Anna: Yo gritaba, quería zafarme de todos.Lande (al hijo): ¿Así que, según dices, asumir esa responsabilidad es demasiado para ti?Anna: Es una responsabilidad que él mismo se impuso.Henry: Es una responsabilidad que no quiero manejar, amigo. Esa es la cosa.

(Más adelante, en la misma Sesión.)

Lande (al hijo): ¿Por qué no acercas tu silla a la mía y te sientas a tus anchas, y ambos nos ponemos cómodos, los dos hombres que están al margen, y escuchamos lo que dicen?Henry: Me daría sumo placer quedarme dormido.Lande: Deja que esta gente discuta sobre lo que hará o no hará mañana.

(El terapeuta hace que el hijo se siente junto a él, fuera del círcu­lo familiar, y se vuelve para charlarle, mientras los padres y la hija debaten los problemas de esta.)

Anna: ¿Qué es lo que ustedes planearon para que yo haga mañana? Madre: Bueno, creo que tenemos que preparar una lista de las cosas

122

Page 118: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

que es necesario hacer, y luego te daremos para que elijas, sin tratar de ...Anna: Mañana limpiaré todos los cuartos de baño.Madre: Aún no lo sé.Anna: Preferiría limpiar mañana todos los cuartos de baño y mi pro­pia habitación, y quedar libre de las cosas de la casa el resto del tiem­po.Madre: ¿Qué quiere decir “libre de las cosas de la casa”?Anna: Poder salir.

(Luego de la sesión, supervisor y terapeuta conversan.)

Haley: Con respecto al objetivo que, se buscaba en esa sesión, nunca vi que se lo cumpliera tan bien. El objetivo era sacar al joven de la situación para centrarse en los otros tres, y el joven fue sacado efecti­vamente, visible y físicamente.Lande: Dedicándose a fantasear sobre la novia que le lavaba la ropa, o algo así.Haley: Se quedó ahí sentado, peinándose, al margen de todo lo que ocurría. Fue extraordinario. Ahora bien, la escena, tal como yo la veo... no sé cómo la ves tú, todo anda de mil maravillas; todo suce­de en el plano de “Hagamos que todo vuelva a reunirse como antes”. Aún no sabemos realmente qué diablos puede haber trastornado to­do este asunto. Y pienso que lo que ahora tienes que hacer es instar a la chica a que cobre mayor independencia, y eso empezará a provo­car inestabilidad. Pero como la impulsarás a una mayor independen­cia paso a paso, no se desestabilizará de una manera enloquecida.

(En un momento de inquietud, en el curso de la semana la madre le había mencionado al terapeuta telefónicamente que pensaba se­pararse de su marido. Estando el otro hijo presente, este tema no se sacó a relucir en la sesión, pero supervisor y terapeuta habían exami­nado qué se debía hacer en caso de producirse una separación.)

Haley: Si alguno de ellos comienza a hablar de separación, pienso que. debes decir que en este momento no tienen que hablar del asunto siquiera. Que tienen una obligación para con su hija, que no va a quedarse con ellos mucho tiempo más, pero por lo menos, durante el tiempo que se quede, ellos deben estar juntos para ayudarla a tener éxito y a valerse por sí misma. Esa debe ser la actitud correcta. Ade­más, en algún momento de la sesión, tienes que mencionar que ella en última instancia se irá de la casa.

La cuestión de la separación se planteó en la siguiente sesión, la quinta. Los padres, que habían concurrido acompañados sólo por la

123

Page 119: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

hija, manifestaron que todo iba bien con ella, y a continuación pre­sentaron sus problemas mutuos.

Lande: ¿Cómo anduvieron las cosas?Padre: Muy bien. Creo que las cosas están muchísimo más tranquilas desde la explosión de la semana pasada. Anna parece bastante mansa y tranquila esta noche. No obstante, hoy no tomó aún su medica­mento. No sé si eso la afecta o no. Esta tarde estabas durmiendo la siesta, ¿no es verdad, Annabelle?Anna: Ajá.Padre: No la he visto tan tranquila desde que volvió del hospital. Pe­ro eso es bueno.Lande (a la madre): ¿Cómo lo ve usted?Madre: ¿Su tranquilidad?Lande: Cómo andan las cosas, en general.Madre: ¡Ah!, bueno, creo... ella se ha amoldado muy bien a todas las limitaciones que le impusimos. Ha sido muy buena.

(Más adelante, en la misma sesión .)

Madre: Hubo cierta dificultad en este asunto con mi marido, en la medida en que... me parece que él y yo no estamos muy de acuerdo. Lande: ¿Acerca de Annabelle?Madre: Sí, acerca de Annabelle, y tarde o temprano afectará a los otros chicos. Nos hemos concentrado mucho en Annabelle. Me pare­ce que el sábado a la noche no hicimos las cosas bien. Yo armé un escándalo porque no me parecía que estuviéramos llevando bien a la práctica lo que habíamos concordado.Padre: Me gustaría hablar un poco de eso, si es posible. No creo que sea así en absoluto. Nunca se me dio la oportunidad de expresar mi opinión.Madre: Me siento incómoda discutiendo esto frente a Annabelle. Lande: ¿Usted cree que es algo entre usted y su marido?Madre: Sí.

(El terapeuta pide a Annabelle que salga y aguarde en la sala de espera.)

Padre: Bueno, ¿de qué querías hablar sin que ella estuviera pre­sente?Madre: Principalmente, quisiera saber si sería muy irritante para Annabelle que en este momento mi marido y yo nos separásemos.

(El terapeuta se sorprende... ¡la terapia iba tan bien!)

Lande: ¿Si sería muy irritante para Annabelle?Madre: Psicológicamente, quiero decir.

Page 120: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Lande: ¿Han charlado sobre esto ustedes dos?Madre: Lo hemos charlado durante varios meses.Padre: Bueno, esa es una manera de decirlo. Yo creo que es algo con lo que tú me has estado amenazando durante bastante tiempo. Madre: Está bien, entonces es algo que yo he estado charlando du­rante Varios meses.Lande: Me pregunto si lo que quieren de mí es que les dé una res­puesta sobre Anna, o si es hora de que empiece a ocuparme de algu­nas cuestiones conyugales, y no sólo de Anna.Madre: Debo ser sincera y decirle que me he ocupado de estas cues­tiones conyugales durante un buen tiempo. Me interesa realmente conocer su opinión sobre Anna.Lande: ¿Qué le pasaría a Anna si usted abandona a su marido? Madre: Sí.Lande (después de una larga pausa): Esa es como la pregunta final por 64.000 dólares. De veras, si tuviera una respuesta pronta, se la daría. No puedo, realmente no puedo responder. Pienso que, en pri­mer lugar, ustedes deben decidir qué es lo que consideran bueno para ustedes.

En este punto el terapeuta debe manifestarles a los padres que es­tán obligados a permanecer unidos hasta que su hija se valga por sí misma. No se trata de una cuestión moral vinculada con la separa­ción y el divorcio; simplemente, debe quebrar el círculo vicioso se­gún el cual, cuando el joven problemático deviene más normal, apa­recen las dificultades conyugales de los padres y la amenaza de sepa­ración. El terapeuta debe intervenir en el sistema familiar a fin de romper este círculo, disponiendo que los padres permanezcan juntos cuando el joven se conduzca normalmente. A medida que los padres se tratan más directamente uno al otro, ya no necesitan comunicarse tanto a través de la hija, quien así tiene una oportunidad de desen­gancharse y adquirir autonomía. En ese momento los padres podrán decidir si quieren o no seguir juntos, sin que la hija quede envuelta en el asunto.

El supervisor telefoneó al consultorio y le dijo al terapeuta que aconsejara a los padres quedarse juntos hasta que la chica terminase la escuela secundaria, para lo cual faltaban sólo unos meses. Los tera­peutas adiestrados como consultores piscológicos de familias con en­foques no directivos suelen encontrar difícil el asumir la responsabili­dad de pedir a los padres que no se separen. Vacilan en hacerse cargó de esa posición extrema. En el presente caso, el terapeuta lo logra, pero plan te nado la cuestión de una manera cortés.

Lande: Mi respuesta sería que encarar un asunto que se arrastra des­de meses o tal vez años en este preciso momento, cuando su hija acaba de salir del hospital y las cosas están yendo realmente bien, pero todavía no se han establecido, en las semanas trascurridas,

125

Page 121: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

cimientos sólidos... Creo importante que al menos por el momento ustedes dos puedan trabajar juntos de manera suficientemente eficaz y estable como para que Annabelle salga adelante con lo que tiene que salir adelante.

Esta amenaza de separación pone término a la primera etapa. Qui­zá sea útil repasar algunos de los pasos que es preciso dar cuando se ayuda a una familia a reorganizarse tras un episodio perturbador.

Para establecer una estructura operativa con una jerarquía clara, los profesionales cuya asistencia se ha solicitado deben, en primer lugar, resolver las confusiones que existen en la organización. Lo más eficaz es que trabaje un solo terapeuta con un solo supervisor, y que haya entre ellos una relación jerárquica clara.

En segundo lugar, el terapeuta debe obtener de la comunidad pro­fesional el reconocimiento de que él es la autoridad competente en el caso, y de que no habrá otros profesionales mezclados en el asunto.

Si la red profesional está correctamente organizada, es posible or­ganizar a la familia haciendo que los padres se hagan cargo. Al ini­ciarse este proceso, el joven problemático insistirá en tomar él las riendas del asunto. Con la mayor cortesía, debe hacérselo a un lado. Otra de las maneras en que procurará hacerse cargo será el uso de extrañas metáforas que los demás no entiendan. Este procedimiento debe ser bloqueado.

Cuando el joven problemático comienza a aceptar la autoridad pa- rental, a menudo surge un hermano o hermana que introduce confu­sión en la jerarquía impidiendo que los padres se hagan cargo —como sucedió en este caso—: hay que hacerlo a un lado.

Gran parte del trabajo terapéutico consiste en negociar las discre­pancias entre los padres para que puedan hacerse cargo mancomuna- damente de la familia en vez de atacarse uno al otro.

Por último, cuando la familia se estabiliza y los padres se han he­cho cargo, se presenta la amenaza de una separación entre estos capaz d? desorganizar al grupo familiar, provocando que el joven surja co­mo salvador. El terapeuta debe mantener unidos a los padres y con­seguir una estabilidad siquiera temporaria.

En la quinta sesión de nuestro ejemplo, la hija había retornado a sus estudios, tenía un trabajo de jornada parcial y había dejado por completo la medicación. Estos son los signos de que la primera etapa de la terapia llega a su fin y de que está por empezar el lío. Cabe prever que pronto habrá una crisis que será la segunda etapa de la te­rapia.

Completada la primera etapa, pues, la joven ha dejado el hospital, se ha incorporado adecuadamente a la vida familiar, y la familia está pronta a abordar las cuestiones precipitantes de la crisis inicial.

Para terapeutas que atienden a familias de muy diversa índole, es oportuno indicar ciertas variaciones de este enfoque. La familia de

Page 122: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

nuestro ejemplo es típica, en el sentido de que los padres se mues­tran ineptos y vacilantes, y la hija loca ha cobrado autoridad sobre ellos. Para manejar a la hija, los padres se vieron obligados a solicitar auxilio externo. La estrategia terapéutica consiste en colocar a los padres a cargo persuadiéndolos a que emprendan las acciones necesa­rias. La hija es situada en un lugar inferior de la jerarquía, no tanto porque se la rebaje a ella como porque se los eleva a los padres. En nuestro caso, estos eran personas inteligentes y de funcionamiento normal, capaces de cooperar. Pero en otros casos los padres son tan desvalidos o ineficaces que no reaccionan. Por ejemplo, los padres de muchos drogadictos parecen tan pasivos e impotentes, y el drogadic- to es tan hábil para manejarlos, que pedir a aquellos desde el comien­zo que se hagan cargo es exigirles demasiado. A veces, uno de los progenitores tiene a su vez un problema serio; por ejemplo, es al­cohólico. En tales circunstancias, el enfoque terapéutico consiste en subestimar al drogadicto, situándolo en un lugar inferior al que en verdad le corresponde, con lo cual los padres resultan jerarquizados.

A título de ejemplo, viene a mi memoria la forma en que Paul' Riley, un terapeuta muy hábil, trató el caso de un adicto a la heroína cuyos padres parecían pasivos e impotentes. Cuando se inició la se­sión, Riley pidió al drogadicto que se quitara su gorra; lo hizo con a- mabilidad pero dejando bien en claro que el hijo no pod ía mostrarse descortés si los padres no lo eran. El muchacho, de veintisiete años, se consideraba superior en muchos aspectos al resto de la gente. Enu­meró todos los empleos importantes que había tenido en el curso de los años. Este relato permitió notar que había sido incapaz de mante­ner un trabajo, mientras que su padre conservó el suyo durante veintiún años y su madre durante diecisiete. A esto el joven replicó que no le agradaba esa vida burguesa. Riley retrucó que el estilo de vida que él hab ía elegido lo había llevado a la cárcel por una adicción para ía cual él ahora pedía ayuda, en tanto que sus padres continua­ban viviendo y trabajando en el seno de la comunidad. Esta gradual degradación del joven problemático en relación con sus padres es el primer cabo que más tarde permite a estos imponer su propia autori­dad. La tarea del terapeuta no consiste en mostrarse permisivo, ama­ble y empático, sino en rehusarse a reconocer los méritos del droga- dicto al par que consigue que siga cooperando con la terapia.

Quienes han estudiado la historia de los métodos terapéuticos re­cordarán quizá que John Rosen destacó, en su obraDirect Analysis,4 la importancia de que el terapeuta se hiciera cargo del joven foco, siendo criticado por los terapeutas no directivos que escuchaban pa­sivamente a esos mismos jóvenes (y fracasaban en sus intentos tera­péuticos con ellos). Conté en otro lugar el caso de ese joven que in­sistía en que él era Dios, y a quien el doctor Rosen le dijo: “Yo voy a mostrarte quién es Dios”, e hizo que sus ayudantes obligaran al

4 J. N. Rosen, Direct Analysis, Nueva York: Gruñe & Síratton, 1951.

127

Page 123: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

joven a ponerse de rodillas.5 En la década de 1950 ya se había vuelto evidente que los jóvenes locos ejercían una autoridad que no guarda­ba correspondencia con la responsabilidad que ofrecían asumir, y que el terapeuta debía hacerse cargo. En tales circunstancias, no era raro que lo lograse, estableciendo una jerarquía en la que él, y no el joven loco, estaba a cargo; pero entonces el joven era enviado a su hogar, donde nada había cambiado, y allí volvía a hacerse cargo de una manera loca, sus padres respondían con impotencia, y la jerar­quía seguía funcionando mal. Sólo más tarde se advirtió que el asun­to no estaba en corregir la jerarquía en el medio artificial de una ins­titución, o sin la presencia de los parientes cercanos: la jerarquía debe modificarse en el grupo íntimo dentro del cual vive el joven.

5 J. Haley, Strategies of Psychotherapy, Nueva York: Grune & Stratton, 1963.

Page 124: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

6. Un buen comienzo en la primera sesión

La primera sesión con la familia de un joven loco y excéntrico no es igual a cualquier otra sesión terapéutica de rutina. Reunirse con una familia de esta índole sin un plan previo es incitar a que sobre­vengan dificultades y desgracias. No es el mejor de los caminos para el terapeuta esperar simplemente, en actitud exploratoria, lo que ha de suceder.

Si el joven está internado en un hospital psiquiátrico, un centro para rehabilitación de drogadictos o la cárcel, no es necesario averi­guar cuál es el problema, ya que este es evidente: el joven se halla en un severo trastorno de su vida en la comunidad, y la familia no está funcionando bien, Un supuesto semejante puede hacerse a veces si se trata de un niño: si un chico añoréxico es poco más que un esqueleto andante, lo que importa no es averiguar cuál es el problema sino qué debe hacerse para que el niño no muera de hambre o por una enfer­medad que sus bajas defensas han causado.

Obviamente, en el caso de un joven internado la meta es que deje la institución en que se encuentra y viva de manera normal, y que su familia y la comunidad profesional superen ese cambio. El terapeuta no tiene que explorar cuál es el problema y las metas, sino hacerse cargo. Al hacerlo, de hecho indagará y reunirá información sobre los pormenores de la situación, pero esa indagación no es lo central de la sesión. En verdad, puede originar dificultades y hacer que la terapia fracase. Por lo común, el terapeuta tendrá que avenirse a trabajar con menos información de la que quisiera tener para poder intervenir en el caso.

Como ocurre en muchas situaciones terapéuticas, cuanto más extremo es el problema, más evidente resulta la estrategia. Si el joven se encuentra bajo custodia, en la primera sesión las cosas pueden ser más claras que si el joven se conduce alocadamente pero aún no ha activado a agentes de control social. Si la internación ya tuvo lugar, eí joven y sus familiares se sentirán confundidos e inseguros, lo cual da pie al terapeuta para operar. Si se trata de una primera interna­ción, el joven por lo común querrá que lo dejen en libertad, y esto es una ventaja para sus padres y para el terapeuta. A la segunda o terce­ra internación, el joven ya ha aprendido a sacar partido de esa cir­cunstancia, o aun de la amenaza de que se produzca, y también la familia. Cuando un niño es separado por primera vez de su familia, ni él ni sus padres saben qué hacer ante esa crisis, y están prestos a se­guir las directivas que conduzcan a un cambio; pero una vez que la familia ha aprendido a recurrir a la institución para lograr estabili­

129

Page 125: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

dad, el cambio es más difícil. Al solicitar que el joven sea restituido de inmediato a la comunidad, el terapeuta le está pidiendo a la fami­lia que vuelva a experimentar la inestabilidad y la tensión momentá­neamente superadas.

Pero del hecho de que el terapeuta y la familia tengan más margen de acción en una primera internación no se desprende que deba ape­larse a la internación como un modo de facilitar la terapia. El estig-

»ma de estar en una institución puede pesar más que cualquier venta­ja. Por añadidura, una vez activada una agencia de control social, or­ganización con necesidades y finalidades propias, es imposible prede­cir si se podrá conseguir que el joven sea dejado en libertad.

Si el joven está internado (y a veces, también cuando no lo está), hay ciertas reglas para lograr la cooperación de la familia. Vale decir, a veces el joven es presentado como problema y es menester que la familia acuda a la terapia, en cuyo caso determinados procedimien­tos aumentan la probabilidad de que coopere.

Ante todo, hay que pedirles que vengan a ayudar a su hijo o hija, no a hacer “terapia familiar”. Pocas personas quieren verse mezcla­das en una terapia familiar, sobre todo cuando piensan que se indaga­rá sobre su pasado, sus problemas y sus culp.as; en cambio, casi todos están dispuestos a ayudar a sus hijos.

El joven loco no es quien ha de resolver cómo se realizará ía tera­pia; es el especialista y no él, quien decidirá si la familia va a partici­par o no. En esta etapa del “soltar amarras”, la familia tiene que participar, lo quiera o no lo quiera el joven. A veces este se muestra renuente a mezclar a sus padres porque quiere protegerlos, y sólo al comprobar la idoneidad del terapeuta estará dispuesto a permitir que sus padres se expongan a él.

El terapeuta no ha de esperar que sea el joven quien invite y traiga a la familia; le incumbe al profesional la responsabilidad de tomar contacto con los padres personalmente y solicitarles que acudan a una entrevista con el joven problemático. Si se niegan, se les pedirá, sin criticarlos, que colaboren suministrando información y datos orientadores! Tampoco de una esposa esperaría el terapeuta que tra­jera a la sesión a su renuente marido, sino que lo citaría a este perso­nalmente; lo mismo en este caso. Esto hará que todo lo que acontez­ca en la sesión sea responsabilidad del terapeuta, y no del joven pro­blemático.

Premisas

Para un terapeuta que emprende la primera sesión, hay ciertas premisas sociales útiles. Cierto es que no son siempre válidas, y que ocasionalmente se presentan excepciones y sorpresas; pero es mejor descubrir la ocasional excepción que andar a tientas en todos los ca­sos, en medio de la incertidumbre y la falta de planificación.

130

Page 126: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

r1. Se partirá de la base de que la jerarquía familiar está confusa y de

que el estancamiento en que se encuentra la pareja conyugal es más grave que lo usual. La forma de iniciar la entrevista, incluso la perso­na a quien el terapeuta se dirija en primer lugar, será un modo de em­pezar a corregir la jerarquía.

2. Hay que presumir que la persona problemática es orgánica­mente sana e inteligente, aunque no lo manifieste. Si está fracasan­do, lo hace como un modo de proteger a su familia, y hay que apro­ximarse’ a ella con paciencia y respeto —lo cual no quiere decir que se le permita desorganizar las sesiones—. La expectativa es que podrá desarrollar una vida normal Ubre de medicación. El terapeuta debe expresar este punto de vista para así dejar sentado que la familia es capaz de sobrevivir a la normalidad de dicha persona.

3. El hecho de que el joven abandone a su familia al convertirse en un ser normal que se autosustenta es una seria amenaza para aquella: el terapeuta debe partir de esta premisa por más que los pa­dres declaren enfáticamente que tal es su voluntad. Hay que reasegu­rar a la familia que el joven no abandonará su hogar de una manera impredecible e irresponsable, sino bajo la conducción de sus padres.

4. Los padres presentarán como problema al joven, y no a la fa­milia en su conjunto. El terapeuta aceptará esto, aunque sepa que los padres no ignoran que también la familia en su conjunto está proble- matizada.

Dificultades previsibles

Aunque todas las familias tienen una organización similar, cada una de ellas es peculiar y presentará en la sesión contenidos diferen­tes. A veces es difícil ver la semejanza entre una vociferante mucha­cha de diecisiete años que libra ruidosas batallas contra sus padres en torno del consumo de drogas, y un tranquilo estudiante universitario que entra en un estado de apatía justo cuando tiene que rendir sus e- xámenes orales. El terapeuta debe diferenciar los problemas de con­tenido de los organizacionales, y discernir cuáles son las pautas y se­cuencias importantes en cada situación. Tal vez un hijo trastornado por abstrusas disquisiciones filosóficas en torno del pecado funcione, dentro de la organización, exactamente igual que un hijo retardado que ni siquiera, puede atarse los cordones de los zapatos.

Cuando ios padres y el joven están empeñados en una ardua ba­talla, a algunos terapeutas no les es fácil establecer coaliciones con ambas generaciones. En los momentos de crisis el terapeuta debe po­nerse del bando de los padres sin dejar de mantener una alianza con el joven. Es un error aliarse con este -en contra de los padres, pero hacer lo contrario e ignorar u hostilizar al hijo puede provocar la quiebra de la terapia, y tal vez signifique que el joven ha superado en sagacidad al terapeuta, ya que continúa fracasando.

131

Page 127: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Por disparatadas que parezcan las declaraciones del joven, el tera­peuta necesita prestarles oídos para orientarse; pero no ha de permi­tir que la conducta loca interfiera en la sesión cuando surgen impor­tantes cuestiones familiares. El joven problemático conoce perfecta­mente estas cuestiones, pues esa es su tarea, y el terapeuta debe dejar que él lo conduzca hacia los problemas más significativos; pero no debe permitir que el joven exponga sus opiniones de una manera tan ruda y ofensiva que impida el logro de los objetivos de la sesión. Vale decir que la tarea del joven loco es doble: por un lado, ayuda a sus padres al convertirse en un fracasado y crear trastornos cuando ellos se encuentran en dificultades, de modo que se unan para hacer­le frente; la otra es ayudar a los padres orientando al terapeuta acer­ca de lo que se tiene que hacer. El terapeuta aceptará esta orien­tación, procurando que no cause excesivo desorden.

Aunque los padres se conduzcan en forma incompetente o inade­cuada, deben ser apoyados en cuanto a la posición que les cabe en la jerarquía: la de estar a cargo de sus hijos. La dificultad del terapeuta consiste en establecer una jerarquía correcta en un momento en que personas de status superior luchan entre sí de tal modo que quedan incapacitadas y no pueden ejercer un buen liderazgo.

La etapa social

Como en cualquier otra sesión terapéutica, en la de terap a fami­liar los participantes deben sentirse cómodos y sueltos. Sus caracte­rísticas peculiares son la incertidumbre de los padres acerca de lo que se espera de ellos, y a quién se le enrostrará la culpa por la situación. Si el joven ha sido acusado de un delito, los padres pueden sentirse más justificados en pensar que la falta es de aquel y no de ellos. Habitual­mente, que haya de por medio un hospital psiquiátrico los pone más inquietos. ¿Acaso el haber sido citados para la sesión no significa que se los considera culpables? ¿No se pensará que también ellos están locos? Les preocupa lo que pueda surgir en cuanto a los motivos que llevaron a la crisis y a la internación del hijo, y presumen que los profesionales se aliarán con este, ya que han conversado previamente con él y han escuchado sus opiniones, y no las de ellos. Por consi­guiente, importa que el terapeuta trate a los padres y demás miem­bros de la familia con cortesía y deferencia. Por la forma en que se presenta, en que les pidfe que se saquen los abrigos o tomen asiento, el terapeuta tiene que dejar en claro que no le echa la culpa a nadie.

Aparte de la cuestión de las culpas, en la etapa social debe abor­darse el problema de la jerarquía. Se dirigirá la palabra primero a los padres, y luego a los hijos. Se pondrá de relieve de inmediato que no se­rá una sesión de un “paciente” enfrentado a su familia, sino que todos los familiares estarán envueltos y que el especialista se sumará a los pa­dres para tratar de resolver el problema de su hijo.

132

Page 128: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

En esta etapa, se aclararán las características físicas del consulto- rio, si así se lo estima necesario; por ejemplo, la presencia de observa­dores detrás de un vidrio, de cámaras de videocinta y micrófonos, et­cétera.

Por lo común, en esta etapa se tranquiliza a la familia respecto de cualquier malentendido o aprensión, a fin de poder seguir adelante con la terapia. Si el hijo problemático plantea la dificultad enseguida o si los padres se refieren al problema no bien entran, el terapeuta sugerirá que antes de ocuparse de ello preferiría estar reunido con todos. Si el hijo problemático se muestra particularmente inquieto y trastornado, el terapeuta tranquilizará a los padres tornando menos amenazadora para ellos la situación. A medida que los padres se sien­tan más serenos, el hijo problemático normalmente se aquietará y dejará de actuar turbulentamente para ayudarlos.

De ordinario, una vez que en la primera sesión se ha tranquilizado a la familia, el terapeuta la indaga sobre el problema. En una situa­ción extrema, en lugar de ello el terapeuta le hará una formulación orientadora.

La formulación orientadora

La forma en que se inicie esta formulación orientadora dependerá del curso que siguió la familia hasta llegar al terapeuta. Una cosa es que vengan de antemano convencidos de que necesitan terapia y dis­puestos a empezarla; el comienzo no será igual si han venido contra su voluntad, porque su hijo está en la cárcel y se ha requerido la presencia de ellos. En ambos casos, el terapeuta expresará de algún modo su deseo de que concurran todos, y luego establecerá el horario de las sesiones y los objetivos de la terapia. Aquí no se trata de que el terapeuta se muestre ambiguo o misterioso para ver de qué manera reacciona la familia; no hay por qué hacer largos silencios esperando las intervenciones de la familia. El terapeuta hará una formulación clara, y la familia podrá estar o no de acuerdo con su posición.

Las palabras empleadas variarán según la clase social, la edad de los sujetos, el número de integrantes de la familia, etc. Sólo destaca­remos las cuestiones que la formulación debe abarcar:

1. Se dirá a la familia que el objetivo de la terapia es que el joven retorne a la normalidad lo antes posible. Se definirá a la terapia como un procedimiento breve y práctico para conseguir que él reto­me sus estudios o su trabajo.

2. La terapia se centrará en la situación actual y no en el pasado. No se explorará la forma en que el joven ha sido criado, sino que se pondrá el acento en lo que debe hacerse ahora.

Estos dos puntos ahorrarán malentendidos. Muchas familias supo­nen que una terapia tiene que ser prolongada, o sea, abarcar años de

133

Page 129: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

sesiones, y explorar todas las faltas y sufrimientos pasados. Con el tipo de enfoque terapéutico aquí definido se evitan muchas resisten­cias de la familia, en particular de las que ya han tenido experiencias terapéuticas previas. A menudo la familia pondrá a prueba al terapeu­ta trayendo un problema del pasado, y él debe conducirse en forma coherente con su formulación inicial.

3. Si la terapia se inicia estando el joven bajo custodia en una institución, el terapeuta expresará su deseo de que esa sea su última internación; si aún no ha habido internación, dirá que su deseo es evitarla. Manifestará que el objetivo de la terapia es ayudar a la fami­lia a resolver sus dificultades sin tener que recurrir a poner a su hijo bajo custodia. A veces es preciso agregar que puede generarse un ci­clo, recurriéndose a la internación una y otra vez, y que esta misma impide que los problemas se resuelvan. Así pues, a partir de ese mo­mento la familia tendrá que resolver los problemas con ayuda del terapeuta.

4. Se hará hincapié en que para un joven no hay mejores terapeu­tas que sus propios padres. De este modo, se define al problema co­mo familiar, y no como una cuestión que deben resolver los exper­tos. Los padres son quienes mejor conocen a su hijo, y si aúnan sus esfuerzos podrán devolverlo a la normalidad.

5. Si el joven problemático es de conducta díscola y violenta, en algún momento de la sesión se preguntará al padre si está en con­diciones de sofrenarlo físicamente, por ejemplo, si puede darle una tunda, o azotarlo. En caso de que el padre se muestre vacilante, se preguntará si pueden hacerlo el padre y la madre juntos. Si se sigue vacilando, se preguntará por la posible ayuda de un hermano, o tal vez de un vecino. Estas preguntas no se harán de entrada, sino cuan­do los padres ya se encuentren más tranquilos. (En ocasiones son los padres los violentos, y la cuestión debe encararse de otra manera.) La indagación tiene como propósito destacar que el problema será re­suelto en el hogar y no por medio de internación y de agentes de control social. Además, se trasmite así a los padres que el terapeuta conoce la gravedad de la situación y no subestima la conducta per­turbadora del joven.

6. Si el joven es de la variedad apática, se les dirá a los padres que esperar a que él haga algo no servirá de nada: debe empujárselo a que concurra a su colegio o su trabajo, por más que se rehúse, ya que nada sucederá hasta que los padres inicien alguna acción. (Si los padres insisten, el joven se percata de que ya están prontos a tolerar que él reasuma una vida normal.) No puede obligárselo a que consiga un trabajo, pero sí a que salga de la casa a las ocho de la mañana a buscar uno.

7. El amago o amenaza de suicidio constituye un problema espe­cial. En la formulación orientadora, el terapeuta debe adoptar la po­sición de que la familia es la responsable de la vida del joven. Como

134

Page 130: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

parte de esa responsabilidad, los padres se turnarán para vigilarlo o harán cualquier otra cosa que sea indispensable. En el proceso de vi­gilar al joven suicida se modifica la estructura familiar.

8. Se instará a los padres a ponerse de acuerdo en cuanto a lo que el joven ha de hacer. No importa quién de ellos tenga razón, sino de que tiren ambos para el mismo lado, única manera de enderezar al hijo.

La modificación de la jerarquía

Con frecuencia, los padres no oponen objeciones a aunarse con el terapeuta y a hacer lo que este sugiere, pero a veces lo hacen. Hay seis meneras, como mínimo, en que los padres reaccionan declinando hacerse cargo de su hijo, que enumeraremos a continuación (el co­mienzo de la terapia puede tener como eje esta cuestión):

1. Los padres pueden negar autoridad al terapeuta. En ocasiones, se rehúsan a invitar a las sesiones a las personas que el terapeuta de­sea que concurran, o bien ellos mismos faltan cuando es necesario que asistan. O simplemente impugnan el plan terapéutico. Es impor­tante que el terapeuta se haga cargo del problema en estas circuns­tancias. (Como subraya Cari Whitaker, es probable que la terapia fra­case si el terapeuta no gana la batalla desde el comienzo.1 (Si los pa­dres no aceptan la relación jerárquica con el terapeuta, tampoco sus hijos aceptarán la relación jerárquica con ellos.

2. Cuando los padres no se conducen adecuadamente con sus hi­jos, por lo común los abuelos, a su vez, no se conducen adecuada­mente con los padres. A veces estos declinan su autoridad en aque­llos; o los abuelos se entrometen impidiendo que los padres ejerzan su autoridad, suponiendo habitualmente que deben rescatar a su nieto, víctima de los padres. Si tal cosa ocurre, el terapeuta debe des­plazar a los abuelos a una posición de consejeros de los padres, y hacer que estos se hagan cargo del hijo problemático sin la benevo­lente interferencia de aquellos.

3. Al tratar el terapeuta de que los padres se hagan cargo, estos se niegan y apelan a especialistas y autoridades externos. Si declaran que no hacen sino seguir el consejo de tal o cual especialista, el terapeuta debe reafirmarles que en este caso no hay otro especialista ni autoridad que él, y que ellos deben hacerse cargo tal como se les pide. Por ejemplo:

Padre: No sé qué le permitirán hacer a ella los médicos (del hospital). Terapeuta: Creo que lo importante... Permítanme que trate de

1 Véase el capítulo titulado “The Growing Edge”, en J. Haley y L. Hoffman, Techniques of Family Therapy, Nueva York: Basic Books, 1967. (Técnicas de terapia familiar, Buenos Aires: Amorrortu editores, 1976.)

135

Page 131: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

darles mi apoyo. Pienso que lo importante es lo que ustedes dos decidan ahora.

(Más adelante, en la misma sesión, luego de haber surgido algunas dificultades entre los miembros de la familia.)

Madre: ¿Nos dará el hospital una recomendación sobre lo que más conviene hacer, una vez que lo hayan estudiado? ¿Sobre cuál sería la mejor situación?Terapeuta: No. En un plano importante, ya hicieron una recomenda­ción y por eso ustedes están hoy aquí. Esta es su derivación básica. La semana pasada hablé en varias oportunidades con el médico y la asistente social que atendieron a Annabelle. Hemos estado en es­trecho contacto. Así que ya nos hemos formado la idea básica en cuanto al seguimiento y todo eso.

Habiendo dejado bien establecido que el caso le ha sido derivado a él, el terapeuta pasa entonces a discutir el regreso de la chica a la escuela, etcétera.

4. Otra variante es que los padres se rehúsen a hacerse cargo de­jando la decisión en manos del joven, pese a la evidente incapacidad de este. Es lo que sucede típicamente cuando los padres se hallan en la incertidumbre, y es esto lo que confiere al joven mayor autoridad que la de sus padres. No corresponde que un padre pregunte a su hijo de qué manera tiene que ser disciplinado, o solicite el consejo de su hija adolescente sobre la manera en que esta debe conducir su vida sexual. Ni siquiera se debe actuar así con un joven de más edad, que normalmente puede o debe participar en muchas decisiones vincula­das con su vida (o tomarlas él mismo por entero), cuando este se halla en la situación anormal de haber sido encarcelado a raíz de su irresponsabilidad en la adopción de decisiones sensatas. Si los padres no vuelcan su autoridad en el joven, suele suceder que este insista en hacerse caírgo y en tomar las decisiones por su cuenta. Veamos un ejemplo:

Terapeuta: Una de las cosas es que Annabelle va a volver a casa bien temprano, y creo que todos ustedes tendrían que planear qué hará ella, y cosas por el estilo.Annabelle (a los padres): ¿Ustedes harán planes para mí?Padre: Qué raro es esto...Annabelle: ¿Por qué no puedo planear mis cosas yo misma?Padre: Creo que al decir nosotros, te incluyo a ti.

Según este enfoque, el igualitarismo del padre no es adecuado. El terapeuta lo corregirá sugiriendo que los padres se encarguen de pla­near el futuro inmediato de la hija, dado que a esta hubo que hospi­talizarla por conducirse de modo irresponsable y obligar a otros a

136

Page 132: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

que se hicieran cargo de ella. Es frecuente que los jóvenes pongan objeciones a esto, y el terapeuta debe encontrar la forma de impedir que ejerzan autoridad sin granjearse su antagonismo.

Si el joven es algo mayor en edad, el problema se agudiza. Un drogadicto dijo a sus padres: “Nadie va a fijar regla alguna para nin­gún muchacho o chica de veintiséis años”, que puede traducirse: “Ningún progenitor fijará reglas a un joven de veintiséis años”. En otros casos, la estratagema empleada por el joven para hacerse cargo es más sutil, como en el ejemplo siguiente. Están en et consultorio los padres con su hijo; el terapeuta dice unas breves palabras inicia­les, y el joven le contesta.

Terapeuta: Me gustaría que tuviéramos este tipo de encuentros más o menos una vez por semana. Yo me encargaré de darte la medica­ción, y entre ambos decidiremos la dosis. Estaré en contacto con la gente del hospital de día para ver cuánto tiempo te has de quedar. Ya veremos eso. Veo mi papel como el de... quiero que recobres la normalidad, que vuelvas a tu vida normal.Hijo: Muy bien, puedo entender eso.Terapeuta: Podemos trabajar todos juntos en pos de ese objetivo. Hijo: Francamente, no creo que lleve tanto... creo que llevará menos tiempo de lo que tal vez piensan mi madre y mi padre.Terapeuta: Ya chariaremos sobre eso a medida que avance la te­rapia...

A veces es el propio terapeuta el que pone a cargo al joven proble­mático. Nervioso e indeciso frente a los padres, el terapeuta se vuelve al joven para preguntarle qué piensa acerca del alta u otras cuestio­nes. Quizás entonces el joven se haga cargo de una decisión que en rigor corresponde a los padres, y esta reversión de la jerarquía habrá sido provocada por el terapeuta.

De hecho, cuando este pide al joven que asocie libremente o que “ventile” todo lo que tenga que decir, le está entregando las riendas de la terapia al hacer que determine él qué acontecerá en la sesión. El nervioso terapeuta y los nerviosos padres pueden así verse aliviados de responsabilidad y, además, contarán con alguien a quien echar la culpa de lo que suceda en la terapia.

5. Por lo regular en un momento posterior de la terapia y no en la primera sesión —cuando el joven problemático se está normalizan­do debido a que los padres reafirman con éxito su posición ejecuté va—, interviene un hermano protestando de que los padres están ma­nejando mal la situación, de que ellos no entienden a la nueva gene­ración, etc., y haciéndolos a un lado se hace cargo. En cualquier mo­mento que esto ocurra, el terapeuta debe impedirlo ratificando que son los padres quienes están al frente de la familia y deben tomar las decisiones.

6. Puestos a cargo ambos cónyuges, pueden iniciar entrambos

137

Page 133: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

una riña que evita que ejerzan su autoridad en forma conjunta. El terapeuta debe impedirlo solicitándoles que lleguen a un acuerdo y decidan. En otras familias, los padres son tan negativos o violentos que el terapeuta queda convencido de que no son capaces de hacerse cargo de su hijo, de que no son idóneos para la función parental. Pero aun en estos casos el terapeuta simplemente debe insistir en que los padres concuerden y se hagan cargo, dejando otros problemas pa­ra ser debatidos cuando el joven ya se valga por sí mismo.

Estas seis formas en que los padres eluden su propia autoridad pueden presentarse con muchas variantes en las primeras etapas. Cuando el terapeuta les hace asumir esa autoridad, los padres la dele­gan en él, en otros especialistas, en el joven problemático, en un her­mano de este, o bien sufren un colapso o se atacan mutuamente de un modo que pone en evidencia su falta de idoneidad. El terapeuta ha de aclararles con paciencia y pertinacia en quién recae la responsa­bilidad de la situación, destacando, en especial, que en definitiva el problema recaerá sobre ellos, ya que las demás personas —incluidos los especialistas— solamente ejercerán una autoridad temporaria. Los padres seguirán siendo padres de su hijo durante todo el resto de su vida.

A veces el desquicio causado por el hijo facilita que los padres se desentiendan del asunto y con un gesto de impotencia declaren que nada pueden hacer. Veamos un ejemplo típico, tal como se dio en un caso tratado por Salvador Minuchin.2 A los padres de una joven que padece anorexia nerviosa se les dice que deben responsabilizarse de que su hija aumente de peso; para ello, se programa una comida en la sesión, en la cual tendrán que obligar a su hija a ingerir alimento. También se puede planear qué harán en su hogar de allí en adelante. Ante la vacilación de los padres sobre sus posibilidades de influir así en su hija, esta empieza a gritar protestando y diciendo que abando­nará la sesión, con lo cual estimula a sus padres a sentir que real­mente el problema los desborda. Se les menciona entonces la muerte eventual, o se les insiste en que una internación es una alternativa sólo temporaria, ya que la hija volverá a estar en idéntica situación cuando, al salir del hospital, se rehúse nuevamente a comer. Se les destacará una y otra vez que, a la larga, algo tienen que hacer... ¿por qué no hacerlo ahora? De esa sesión saldrá un plan relativo al peso que debe aumentar cada semana, quién se encargará de controlarlo, quién preparará la dieta con ella, etcétera.

Mostrándose firme y persistente, aunque también reconfortante, el terapeuta hará que los padres resuelvan sus desavenencias y se ha­gan cargo. La confianza que él les demuestra los alentará a intentarlo y los absolverá de culpas respecto del pasado.

2 S. Minuchin, B. L. Rosman y L. Baker, Psychosomatic Families: Anore­xia Nervosa in Context, Cambridge: Harvard Universtty Press, 1978.

Page 134: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

¥

La organización de la comunicación

Para poder hacer su formulación orientadora y prever la posible reacción, el terapeuta debe organizar la sesión y la forma en que se trabajará en ella. Además de negarse a ocupar la posición que les compete en la jerarquía, los miembros de la familia pueden impedir que esa formulación se concrete o bien responder a ella de un modo tan caótico, con tantas interrupciones, que sea imposible hablar de nada. El terapeuta debe tomar los recaudos para que nadie se vaya del cuarto, cada cual hable a su turno y no se desarrollen conversa­ciones paralelas o simultáneas. A veces el caótico comportamiento de la familia obedece a que no ha tenido experiencia en cuanto a hablar de a uno por vez. Para muchas personas, esta puede ser una experien­cia novedosa, y requerirla de ellos exige cierto adiestramiento.

Un problema corriente de la primera sesión es que el joven loco procura salvar a sus padres conduciéndose en forma inapropiada y desquiciando la reunión. Recuerdo un caso notable, sucedido mu­chos años atrás. Habíamos puesto en marcha un proyecto de investi­gación sobre familias locas cuando nos visitó una psiquiatra japonesa describiéndonos las familias de los pacientes internados a los que ella estaba tratando en su país; su similitud con las familias norteamerica­nas era tan grande que resolvimos incluir en la muestra a una familia japonesa-norteamericana en la que los padres apenas hablaban inglés y tres hijos adolescentes que apenas hablaban japonés. La joven psi­quiatra que trataba a la familia debía enfrentar este problema lin­güístico además del comportamiento desquiciador del hijo problemá­tico. Era un muchacho de dieciocho años, de un metro ochenta de altura (poco común en un japonés), que había sido internado en di­versas ocasiones. Cuando surgía una situación de tensión entre los padres, se tiraba al suelo del consultorio con todo el largo de su cuer­po, gruñendo de vez en cuando para que no se dejara de advertir su presencia. Los padres intentaban seguir dialogando con el terapeuta al par que urgían al muchacho para que se incorporase; el terapeuta, a su vez, hac ía como que lo ignoraba y procuraba tocar algún tema impactante para los padres.

En situaciones como esta, el terapeuta debe proceder con firmeza y paciencia, ayudando a los padres a organizar a la familia, de modo de continuar con su tarea de planificación de las próximas activida­des de su hijo. Esta organización de la comunicación importa más que todo lo que se diga. Lo que hay que modificar es este proceso actuado en el consultorio, típico de la vida familiar. El terapeuta no sólo debe aclarar que cada integrante del grupo tiene que hablar por turno y que los padres deben estar a cargo, sino ademas que el joven debe manifestar respeto hacia sus progenitores... lo cual no es nada fácil cuando los propios padres no insisten en que se los respete.

Recuerdo una experiencia de Salvador Minuchin en una sesión con un padre y tres hijos adolescentes que lo trataban en forma ruda

139

Page 135: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

y agraviante. (Según el padre, el problema era la madre, que estaba internada en un hospital psiquiátrico.) Minuchin dijo a los jóvenes que en esa habitación no les estaba permitido faltar el respeto a su padre; que lo hicieran en su casa era otro asunto, pero allí eso estaba vedado. Los jóvenes comenzaron a hablarle a su padre con más respe­to, y en un momento en que una hija lo hizo con lenguaje descortés, el padre exclamó: “ ¡Eso no está permitido en esta habitación!”.

Varios factores contribuyen a que los padres se hagan cargo. Uno de ellos es la autoridad que les trasmite el terapeuta, el especialista que goza de poder a causa de que se ha activado el control social. Si él escucha a los padres con respetuosa atención y los inviste de auto­ridad, los jóvenes siguen el mismo camino. El poder pasa entonces de un experto a otros. La presencia de hermanos incrementa el efecto, ya que los hijos tienden a imponerse mutuamente limitaciones cuan­do ven que es eso lo que se espera de ellos. Así, puede ser más senci­llo tratar a una familia muy numerosa que a una pareja con un solo hijo. Otra manera de imbuir de poder a los padres es dejar en sus manos la decisión sobre el alta; si se quiere que la persona problemá­tica salga de la institución en que está internada, los padres deben ser persuadidos a dar su consentimiento y a aceptar de vuelta a su hijo' en el hogar. Dentro de la jerarquía establecida por esa autoridad, el hijo comenzará a orientarse como corresponde.

Una de las cosas que más convence a un joven de que debe coope­rar en la sesión es ver que el terapeuta comprende las dificultades de sus padres y que hará algo por ellos. Si el terapeuta se muestra idó­neo en su manejo del joven, este lo sabrá capaz de manejar bien a sus padres. Por consiguiente, es importante que el terapeuta, sin decla­rarlo expresamente, haga notar al joven que él ayudará a sus padres, que los tratará con respeto y no los trastornará de manera irresponsa­ble. Viendo ésto, el joven no sólo cooperará, sino que no tendrá mo­tivos para dejar de hacerlo.

En unas sesiones conducidas por Don D. Jackson hace muchos años podrá apreciarse la habilidad de un terapeuta para tratar con tino a los padres y a una joven a la vez. La chica, de dieciocho años, había sido llevada a su casa y luego hospitalizada por su proceder extraño en la facultad. Su conducta violenta en el hospital —había llegado a golpear a una enfermera— hacía prever que la sesión sería turbulenta. En ella, el doctor Jackson le dejó decir a la chica que ella y sus padres conformaban el “eterno triángulo” y que su comunica­ción estaba bloqueada. Luego se volvió hacia el padre:

Jackson: ¿Qué piensa usted de esta idea, de que hay un bloqueo en la comunicación?Hija: Lo hay.Padre (simultáneamente): ¿Me habla a mí?Jackson: Ajá. (Pausa.)Hija: Puedo decirle de qué se trata.

140

Page 136: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

rJackson: No, ahora le tienes que dar una oportunidad a tu padre. (Se

^ nejPadre: No estoy enterado de ningún bloqueo en la comunicación. Este. .. Yo siempre, durante muchos años, pensé que. .. este... Sue era una buena chica, y... este... fui muy liberal con ella, y... este...Hija: Ajá, sí.Padre: . . . y su madre, para compensar mi liberalidad, este.. . era excesivamente estricta con ella.Hija: ¡Espera un momento, papá!Padre: . . . y.. . este. .., entonces.. .Hija: Espera un momento.Padre: . .. algunas veces tú...Hija: Necesitaba que me impusieran disciplina.Jackson (interrumpiendo a la hija, le hace un gesto que indica la con­fianza que hay entre ellos, y dice): Por cierto que consigues tu opor­tunidad (ríe) de refutar, pero conseguimos lo que estamos buscando. Padre: Hay dos a la vez aquí.Hija (superponiéndosele): Continúa.

El diálogo prosigue y la hija escucha al padre sin interferir, aun­que él está hablando sobre una desavenencia con su esposa. Cuando el padre termina, la hija toma la palabra, pero Jackson la aquieta y se vuelve hacia la madre pidiendo su opinión.

Jackson era muy diestro para lograr que el joven problemático no entorpeciera la sesión, y en cambio se sumaba a él a fin de abordar con eficacia los problemas parentales.

Ejemplo del comienzo de una terapia

Para ilustrar algunos de los problemas que se presentan en una primera sesión, reproduciremos fragmentos de una terapia con una familia en la que había un hijo de veintiún años adicto a la heroína y a las anfetaminas desde hacía cinco años, que fuera sometido en di­versas oportunidades a tratamientos desintoxicantes. En esos cinco a- ños, el período más extenso que había estado sin drogarse fue de dos meses. Además de sus padres, concurrieron a la sesión dos hermanos varones, menores que él. El terapeuta era Sam Kirschner.

La terapia formó parte de un proyecto de investigación; el tera­peuta conoció a la familia en una de las entrevistas de este proyecto, y la convenció de que se sometiera a la terapia. En la primera sesión, dio por sentado que había entre ellos un contrato terapéutico, y se sorprendió cuando la madre sostuvo de entrada que ella no asistiría nunca más.

El terapeuta no hizo en un comienzo ninguna aclaración acerca de los horarios de sesión y el objetivo del tratamiento, porque había hablado de ello en la entrevista del proyecto de investigación, y con-

141

Page 137: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

sideraba que no debía repetirlo. Cuando la familia tomó asiento, el padre declaró que eran un grupo familiar triste, y el terapeuta se de­dicó a indagar acerca de esto, generándose una confusión que en de­finitiva obligó al terapeuta a impartir a la sesión una nueva orienta­ción y, en esencia, a empezar de nuevo.

Kirschner: ¿Qué sucede, pues?Padre: Este es un grupo triste.Kirschner: ¿Un grupo triste?Padre: Un grupo muy triste.Madre: Sí, porque, este. . . yo no voy a venir más.Kirschner (sorprendido): ¿No va a venir más?Padre: No lo dije por eso. Dije simplemente que es un grupo triste. Hijo: Todos tenemos algo que hacer esta noche.Madre: Yo no tengo nada que hacer.Hijo: Yo sí.Kirschner (al padre): ¿A qué se refiere la tristeza?Padre: Para decirlo con franqueza, es una familia retorcida. Con fran­queza, una familia realmente retorcida.Kirschner (a la madre): Y usted no volverá más.Madre: No, no lo creo necesario. Ante todo, me voy a ir de casa. El (el segundo hijo) se las arregla solo, tiene su vida propia. El (el tercer hijo) vendrá conmigo. El (el hijo problemático) puede hacer lo que le plazca. Va a cumplir veintiséis años, y si no empieza ahora mismo. . . así es. Ya ha cometido un error desde que salimos para aquí. Kirschner: ¿Quiere decir que se ha drogado?Hijo: Sí, una vez. Porque hice más dinero que el patrón del negocio, y me dejó ir. (Serie.)Madre: Quiero decir que no.. . que no es necesario que ellos.. . ellos dos (los otros dos hijos) toleren esto.Hijo: De acuerdo.Madre: Quiero decir que yo estoy.. .Hijo (superponiéndosele): No soy yo el que los molesta, eres tú. Explícaselo al doctor. Yo no molesto en absoluto a estos chicos. Madre: Bueno, ¿y de dónde crees tú que proviene todo?Hijo: De mí. Ha sido así durante cinco años, ¿no es cierto?

(El hijo pretende asumir la culpa del problema, pero también quiere dejar sentado que hace lo mejor que puede.)

Hijo: Lo intento. ¿No sabes acaso lo difícil que es?Madre: No te esfuerzas lo suficiente.Hijo: ¿Por qué no piensas que lo intento, y que me es muy difícil? Madre: Ni siquiera lo intentas. Pasas el día entero durmiendo.Hijo: ¡Carajo!, ¿por qué no piensas en lo que estoy pasando, y lo duro que es pasar por esto?Madre: No puedo imaginarlo, no puedo imaginarlo.

142

Page 138: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Hijo: ¡Exactamente! ¡Maldita sea, no puedes imaginarlo!Madre: No, no puedo imaginar que yo le hubiera hecho una cosa así a mis padres. No puedo imaginarlo.Hijo: ¡Ah, te lo estoy haciendo a ti! ¡Tú crees que te lo estoy haciendo a ti!Madre: ¿Cuánto tiempo estuviste yendo a la facultad?Hijo: Dos semanas.Madre: Y ayer no fuiste tampoco.Hijo: Ayer fui.Madre: Y hoy no vas.Hijo: Estaba nevando.Kirschner: ¿Podría alguien informarme qué sucedió desde la última vez que los vi? (Al padre.) Por qué no me cuenta.Padre: Es como le dijeren pocas palabras; es una familia retorcida. Hijo (interrumpiéndolo): Tenía un empleo, lo perdí y me drogué. Padre (continuando): Ella se irá con él, o él se irá conmigo, ella se irá por su lado, yo me iré por el mío. Este chicote/ segundo hijo), creo que es el más. . . ruego a Dios que se quede.Kirschner: Ustedes dos se quieren separar. Eso es lo que pasa, ¿no? Padre: Bueno, yo. .. yo no sé. Creo que es lo mejor para nosotros. Hijo: Tú crees eso.. . ¡Estás lleno de mierda!Padre: De veras lo creo.Hijo: Ustedes se separan a causa. . . a causa de mí.Padre: No.Hijo: ¿Ah, no?

Lo primero que debe hacer un terapeuta es hacerse cargo de la sesión. No puede permitir que cada cual hable cuando se le antoje, pues de lo contrario la familia seguirá tan desvalida como antes y la terapia fracasará. En esta etapa el terapeuta debe organizar quién de­be hablar en cada oportunidad, y, en lo posible, sobre qué. Para mo­dificar la jerarquía, debe degradar al hijo y sosegarlo.

Se parte del supuesto de que los padres se comunican a través del hijo, y si permanecen juntos es por él Cuando el hijo comienza a abandonar el hogar y los padres quedan frente afrente sin su presen­cia, amenazan con separarse. Entonces el hijo se droga y tiene algún fracaso vital, de modo de seguir atado a ellos. Desde este punto de vista, el hecho de inscribirse para un tratamiento de metadona y de retomar los estudios es un progreso en el hijo; cuando sus padres amenazan con separarse, deja la facultad y se droga.

Kirschner: George, cállate.Hijo: Ahí está la cosa, che.Kirschner: George, cállate.Padre: No, no es por tu causa.Hijo: No me voy a callar. Cuando... cuando yo quiero decir algo, lo digo.

143

Page 139: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Kirschner: Tú. . . Todas las personas aquí presentes tienen la oportu­nidad de hablar. Ahora estoy hablando con tu padre.Padre (al hijo): ¿Por qué eres tan incoherente?Hijo: Precisamente porque ustedes hacen esto, porque ustedes están diciendo. . . ustedes. . . ustedes. . .Padre: No.Hijo: Tú te irás por tu lado, ella se irá por su lado, porque yo soy un drogadicto.Madre: Bueno, ¿cómo hemos estado conviviendo?Hijo (interrumpiéndola}: . . . intento hacerlo, ¿se dan cuenta? . . . Padre: Escucha. . .Hijo: ... ¿y acaso no saben lo difícil que es? Es como tratar de tirar de un elefante.

El objetivo del terapeuta es sacar al joven de su posición interme­dia entre los padres. Un primer paso es hacerlo físicamente allí mis­mo, en el consultorio, y ubicarse él en lugar del joven. Por ende, le pide a este que cambien mutuamente de asiento. El joven se rehúsa.

Hijo: Tengo veinticinco años y me siento donde quiero.Kirschner: Es un pedido, me gustaría que te sentases aquí.Hijo: Está bien, relajémonos. (Cambian asientos.}Kirschner: Gracias.Hijo: Siéntese y sea feliz.Kirschner: Muy bien.Hijo: Ellos piensan que me encajo la droga porque los odio. Porque quiero que sufran.Kirschner: Así es.Hijo: Están confundidos, están totalmente confundidos.Kirschner: Muy bien. Déjenme ver. . . Déjenme averiguar qué. . . qué clase de pelea es esta. ¿Qué ha pasado en los últimos, este. . .?Padre: Ha sido un constante. . . un constante disturbio entre ella y él (madre e hijo).Hijo: ¿Y yo?Padre: Entre ella y él.Madre: No es cierto.Padre: Ella no lo soporta, y él no la soporta.Hijo: ¿Te das cuenta que soy un drogadicto?

Esta breve secuencia ilustra el triángulo familiar. Cuando el padre afirma que la madre no puede soportarlo, criticándola y dando a en­tender que entre él y su esposa hay una discrepancia, el hijo los apar­ta situándose él como problema. Esta secuencia se presenta en mu­chas formas en la vida de la familia; una de las formas típicas es que el hijo inicia una discusión con el padre cuando surge un conflicto entre sus progenitores, de modo tal que el problema entre estos no se les vaya de las manos y, a la vez, no sea resuelto.

144

Page 140: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

F. Kirschner: Aguántate, ya llegaremos a ti. Aguántate,i Padre (al hijo): No estamos hablando de drogadictos. Tú cometiste el* error. . .

Hijo: ¡Cometí un buen error, viejo!Padre: Nosotros incurrimos.. . tú incurriste en el error esa vez. Quie­ro decir que fue muy estúpido de tu parte, muy estúpido.Hijo: Y sigo drogándome.Padre: Tu motivo fue . . . primero querías tener una excusa, y te bus­caste la excusa más barata que podías haber encontrado.Hijo: No quería ninguna excusa.Padre: Bueno, conseguiste una excusa.Hijo: Lo pasé bien.Padre: De acuerdo.Hijo: Fue mi. . . Yo no creía. .. Yo no dije. . .Padre: Así te irá, seguirás pasándolo bien toda la vida.Hijo: Yo no dije que fuera a.. . porque quería que mi madre y mi padre rompan relaciones..Padre: Tú no tienes nada que ver con esto.Hijo: ¡Ah, cómo me gustaría que se quedasen fritos. . . y morir de un ataque al corazón!Padre: Tú no tienes nada que ver con esto.Kirschner: George, tu padre te está diciendo que tú no tienes nada que ver con el hecho de que ellos rompan relaciones.Hijo: i No? Entonces. . . ¿cómo fue,que lo mencionaron.de entrada? Padre: Tú sabes, nuestra vida no es muy...Hijo (interrumpiéndolo): Ella los está volviendo locos (a los otros dos hijos} gritándoles por causa de mí.Padre: No.Hijo: La dejé hecha una piltrafa de nervios.Padre: Ella grita por cualquier cosa.Kirschner: Continúe.Padre: Y no hay razón para que no lo haga, porque tú no haces un carajo.Kirschner: Continúe.Padre: ¿Comprendes?Kirschner: Continúe. Este. .. . me gustaría hablar con ustedes dos a solas. George, ¿podrías llevar a tus hermanos a la sala de espera?

Ahora el terapeuta se hace cargo, y en esencia comienza la sesión de nuevo. Habla con los padres a solas y establece con ellos un con­trato y una agenda.

Padre: El seguirá buscando excusas como esta, pequeñas excusas. Co­mo este incidente de hoy, ahora saldrá y se irá a drogar. Sé que es un

i error, que estamos ciento por ciento equivocados. No lo estamosayudando.Kirschner: Eso es lo que tenemos que intentar hacer.

L145

Page 141: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Padre: El muchacho procura hacer algo para ayudarse, pero nosotros necesitamos tanta ayuda como él, o más. Ahora bien, este no es asunto suyo (al terapeuta). Usted sabe lo que quiero decir. Quiero decir que él le ha traído problemas.

He aquí un punto decisivo: el padre afirma que los problemas de marido y mujer no son asunto del terapeuta. La manera en que este responda determinará el enfoque terapéutico. Podría preguntarle al padre qué clase de ayuda necesita; o bien ofrecer su ayuda a ambos para cualesquiera problemas que tengan; o definir la terapia como dirigida a toda la familia y no únicamente al hijo.

Según el enfoque aquí expuesto, seria un error ofrecerse a ayudar a la pareja con sus dificultades. La meta de la terapia es establecer una jerarquía correcta, en la que los padres estén a cargo de su hijo irresponsable. Cualquier énfasis en los problemas de los padres dividi­ría a estos en un momento de crisis. Una conducción dividida está destinada al fracaso. De modo que el terapeuta debe concordar en que el problema es el hijo y mantener el foco en su adicción. Podrá ofrecerles ayuda en el futuro pero les manifestará que en este mo­mento los problemas de la pareja no son el eje de la cuestión.

Kirschner: Exacto, y es para eso que estamos aquí.Padre: De acuerdo.Kirschner: Bien. Eso es lo que estoy tratando de decir. Ustedes. .. los tres tenemos que trabajar mancomunados para tratar de ayudar a George a que se ayude a sí mismo. Eso es todo. ¿Están dispuestos? Lo fundamental es que nosotros, tres personas adultas, tenemos que enderezarlo, y podemos lograrlo si trabajamos juntos. He tenido éxi­to con problemas más difíciles, y les digo que si los tres trabajamos juntos venceremos. Cualquier otra cosa que.suija entre ustedes dos es otro asunto.

El terapeuta ha expuesto su plan. Acuerda con los padres que se­guirán trabajando con él para tratar de curar el problema de adicción de su hijo. Cuando hace entrar al hijo, ya ha empezado a establecer a los padres como autoridades conjuntas sobre aquel, más que como dos esposos eh conflicto y pugna impotente frente al problema. Está cumpliendo así con la tarea de la primera sesión: aclarar el plan de la terapia y corregir una jerarquía que funciona mal.

La averiguación sobre las otras personas afectadas

Otra tarea de la primera sesión es reunir cierta información, ya que la estrategia terapéutica dependerá de esta y conociendo dicha información puede evitarse un fracaso. Una pregunta importante es: ¿Hay alguna otra persona afectada en la familia, que no haya concu-

146

Page 142: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

mao a esa primera sesión? Algunos sostienen que una persona por sí sola jamás puede enloquecer a otra; incluso se ha llegado a afirmar que ni siquiera puede hacerlo una sola generación, o sea, que la gene* ración de los padres no basta para enloquecer al hijo, sino que por encima de ellos debe haber otra generación, o nivel de poder, que está confundiendo la jerarquía. Por supuesto, esto depende en parte de la cantidad de personas que el terapeuta incluya al trazar el mapa del territorio.

Inicialmente se pensaba que bastaba con describir a una sola per­sona, el hijo problemático- Luego se incluyó a la madre, y más ade­lante al triángulo formado por madre, padre e hijo. Hacia fines de la década de 1950 se cobró conciencia del influjo de la familia extensa. Lo que importa no es el número de personas que haya en el consul­torio sino en la mente del terapeuta. Por ejemplo, si ei terapeuta ayu­da a los padres a que se hagan cargo del joven problemático, pero, mientras ellos ejercen su autoridad, una abuela que vive en otro esta­do se confabula con el joven contra ellos, la terapia puede fracasar, por haber soslayado el terapeuta a una persona poderosa en esa situa­ción.

Lo mejor es averiguar en la primera sesión qué otras personas sig­nificativas hay en la familia. En lugar de preguntar a los padres: “¿Quién interfiere con la autoridad de ustedes? ”, es preferible pre­guntarles: “¿Hay alguien más que los ayude a manejar a este jo­ven? En lo posible, hay que evitar granjearse enemistades. Deberá averiguarse si están vivos los abuelos maternos o paternos; en caso afirmativo, dónde residen y con qué frecuencia se visitan. Conven­dría, asimismo, saber qué clase de apoyo financiero brindan a los pa­dres. Tembién importa saber si hay algún tío o tía que pesa en la familia. Si uno de los progenitores se ha casado en segundas nupcias, es vital averiguar si su ex esposo o esposa vive aún, y qué relación hay con él o ella. Padres divorciados pueden continuar librando su batalla a través del hijo.

Al término de la primera sesión, el terapeuta debe disponer de suficientes datos sobre la familia extensa como para decidir la pre­sencia de quiénes será necesaria en la sesión siguiente. Si los abuelos ejercen una influencia poderosa, tendrán que concurrir por lo menos a esa sesión, a fin de aprobar el plan terapéutico. Si uno se mete en una tribu primitiva para hacer algo con relación a un aborigen, lo mejor para tener éxito es comunicarle primero sus planes al cacique.

Además de los parientes significativos, es aún más importante que el terapeuta indague acerca de los demás profesionales vinculados al caso. A tal fin, en la primera sesión es preciso preguntar si algún miembro de la familia está sometido a tratamiento en otro lado. Co­mo sucede con los abuelos, los profesionales especializados ocupan en la jerarquía un lugar más alto que los padres y por su manera de intervenir pueden confundir la organización. Hay veces en que todos los miembros de la familia están en tratamiento con terapeutas diferen­

147

Page 143: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

tes, y es menester que se tome alguna medida al respecto. Por lo co­mún, lo mejor es que durante el período de convalecencia del joven loco el terapeuta familiar sea el único. Quizá sea necesario convocar a todos los demás terapeutas para llegar a ese acuerdo. Si el terapeuta comprueba que no puede desprenderse de colegas significativos que obstaculizarán su enfoque, es prudente que les pase el caso a ellos y se ocupe de otra familia.

No es raro que uno se entere antes de la primera sesión de la parti­cipación de colegas, pero en ciertos casos esa información sólo surge más adelante. Recuerdo una familia en la que los padres debían exi­gir al hijo que buscase un empleo. Como hacia la quinta sesión aún no lo había hecho, el terapeuta inquirió a la madre por qué motivo no obligaba a su marido a que cumpliera el plan. Ella replicó que no podía insistirle, porque también él era un enfermo mental y no esta­ba en condiciones de ello, Al explorar esto más a fondo, el terapeuta descubrió que años atrás el marido había iniciado una terapia por un estado depresivo. En la actualidad se lo atendía una vez por mes en “terapia de apoyo” con medicación. El “apoyo” que recibía era sufi­ciente para ser tildado de incompetente en su familia. Sin duda, el psiquiatra que lo atendía pensaba que estaba haciéndole un favor, ayudándolo incluso con esas entrevistas mensuales a cobrar el subsi­dio por invalidez, pero lo cierto es que esto era una desgracia para la familia. Como ocurre en muchas situaciones parecidas,la información no apareció hasta que se produjo la intervención terapéutica: la presión ejercida sobre los padres para que se hicieran cargo de su hijo problemático. Fue preciso ver al otro terapeuta, pedirle que se retirara del caso, extender al padre un limpio certificado de salud, y retomar el problema de conseguir que los progenitores ejercieran autoridad ejecutiva y una posición correcta en la jerarquía.

A veces está envuelto y tiene peso en la familia un individuo que no es pariente ni terapeuta, pero que debe ser tomado en cuenta; por ejemplo, un amigo íntimo, un novio o novia. En ocasiones, esta per­sona puede ser a la vez amigo y profesional; recuerdo un caso en el cual el mejor amigo de la madre era el médico de la familia, quien insistía en ver al hijo problemático todos los días y aun medicarlo sin autorización del terapeuta.

Cuando el terapeuta tomó el caso, indagó acerca de la participa­ción de otros psiquiatras, pero de este médico no se dijo palabra. Finalmente resultó imposible lograr que concurriera a las sesiones o se apartara del caso, y la terapia fracasó.

Las tareas de la sesión

Al final de la primera sesión ya se habrán cumplido ciertos objeti­vos: los padres estarán a cargo o se habrá definido su papel como tales;

148

Page 144: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

el joven problemático les manifestará respeto; se habrá averiguado acerca de otras personas significativas, incluyéndolas en el plan tera­péutico; se habrá fijado una fecha para que el joven encuentre traba­jo o retome sus estudios, y sus actividades normales quedarán planifi­cadas, no de manera vaga, sino con fechas precisas marcadas en el calendario. La terapia puede aplicarse entonces al logro de esa activi­dad normal.

Si el joven convivirá con sus padres, estos tendrán que fijarle ñor? mas de comportamiento; reafirmar las normas que deben cumplir sus hijos es una manera de alcanzar una correcta posición ejecutiva en la familia, y gran parte de la primera sesión se dedica a establecerlas, teniendo presente que la cuestión no radica en las normas mismas, sino , en el debate y acuerdo entre los padres y en la comunicación que eso origina.

El joven problemático y sus padres serán tranquilizados de diver­sas maneras durante la sesión. Se dejará bien en claro que el terapeu­ta no habrá de culpar ni acusar a los padres, ni tampoco explorar un pasado desagradable o permitir la asociación libre y la expresión des­enfrenada de los sentimientos presentes. El terapeuta debe señalar que su expectativa es que el hijo vuelva a la normalidad, y que redu­cirá o eliminará cualquier medicación. También tiene que tranquili­zar al hijo mostrándole que se percata de las dificultades de sus pa­dres, que cuidará de ellos y no sacará a relucir cuestiones delicadas de una manera irresponsable.

Al término de la primera sesión, los padres comenzarán a sospe­char —bien lo sabe el terapeuta- que les espera una ardua batalla por delante. El terapeuta tendrá que establecer con ellos un vínculo no sólo profesional sino además personal, para que sepan que él está de su lado en esa lid con su vástago loco y entre ellos mismos.

Page 145: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

7. La segunda etapa: apatía

A los jóvenes se los interna no sólo cuando son violentos y pertur­badores, sino también cuando son apáticos y no hacen nada. El joven apático presenta un problema quizá más difícil que el alborotador. En ambos casos hay que organizar a los padres para que hagan algo al respecto, pero los alborotadores suelen obligar a la gente a organi­zarse, mientras que no ocurre lo mismo con los apáticos. Muchos de estos jóvenes permanecen inactivos en sus hogares mientras sus pa­dres anhelan impotentes que se pueda hacer algo por ellos. Y sin embargo, los padres tendrían un poder total sobre el joven si desea­sen ejercerlo: podrían rehusarse a darle alimento o ropa, encerrarlo en un cuarto o echarlo de la casa, llamar a la policía si se les resiste físicamente y origina reales trastornos. Si los padres no ejercen dicha autoridad, por lo común ello obedece a que. están en conflicto y divi­didos entre ellos. Discrepan en cuanto a la acción a emprender, y cuando comienzan a actuar, cada cual invalida al otro. Además, sa­can partido de la situación, ya que se convierte en el eje de sus vidas y les permite olvidarse de otros problemas. Siguen manteniendo eco­nómicamente al joven al par que protestan, en su impotencia, de que algo debe hacerse.

Varios procedimientos pueden seguirse para abordar el problema de la apatía. Una cuestión fundamental es motivar a los padres para trasformar la benevolente manifestación de su inquietud: en lugar de conmiseración hacia el joven, disposición a la acción. No es raro que los padres decidan esperar, confiados en que su hijo o hija cam­biará voluntariamente. El terapeuta debe persuadirlos de que eso no acontecerá: su hijo seguirá fracasando a menos que ellos asuman la responsabilidad y actúen. A veces es útil adelantarles que el proble­ma puede persistir por cinco, diez o veinte afíos, como ha sucedido en otras familias. Si no se obra, el futuro será la continuación del presente. A menudo, aceptarán la idea de ir dando un paso por vez, siendo el primer paso la decisión de que en definitiva son ellos los que deben hacer algo.

La apatía del joven puede manifestarse en una inactividad y mu­tismo totales, o eñ inútiles protestas de que dentro de un tiempo se ocupará de buscar trabajo o de retomar sus estudios. La rutina diaria consiste en pasar casi toda la noche mirando televisión y dormir du­rante el día. Los padres reaccionan airados contra este régimen, pero lo permiten. Con frecuencia, el joven da una razón trasparentemen­te inapropiada para explicar su inacción; dice, verbigracia, que los trabajos deberían serle ofrecidos en vez de tener que buscarlos. Un

150

Page 146: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

muchacho contó a sus padres que había pasado por un negocio que tenía en la vidriera un cartel en el que se leía: “Se precisan auxilia­res”, y decidió entrar; cuando los padres le inquirieron acerca de lo que el dueño del negocio le había dicho sobre el puesto, replicó que él no había preguntado nada a nadie acerca de ese puesto. El padre manifestó que, si no preguntaba, no podía esperar conseguir trabajo. El joven se indignó y le dijo que debería valorar el hecho de haber salido a buscar trabajo, e incluso de haber entrado en un negocio con un cartel como ese.

Cuanto más inadmisibles resultan los motivos aducidos para la inacción, más evidente se torna que la verdadera cuestión radica en otros problemas, por ejemplo en las dificultades conyugales de los padres.

Varias etapas debe seguir el terapeuta con una familia apática para lograr, junto con los padres, que el hijo se valga por sí mismo:

1. Es preciso que los padres definan una meta para el joven. Debe persuadírselos a que declaren que quisieran verlo trabajando o estu­diando, y comportándose adecuadamente para su edad. Habitual­mente, cuando todavía no tienen bien en claro que deberán esforzar­se en pos de esa meta, los padres la aceptan sin ambages. Una vez que han expresado este anhelo, el terapeuta puede remitirlos a dicha me­ta cada vez que tengan dificultades para activar al joven.

2. Coincidido que se hubo sobre la meta general, el terapeuta debe hacer fijar a los padres un plazo, como paso primero y fundamental. Es importante que este paso sea factible. De nada valdría decir que el hijo comenzará a trabajar tal o cual día, ya que quizá para entonces no haya ningún empleo a su alcance. Lo que sí puede establecerse es que a partir de cierta fecha se levantará a las ocho de la mañana y saldrá a buscar empleo. Análogamente, tal vez no pueda reiniciar los estudios un día determinado, pero sí matricularse. Hay que registrar esa fecha por escrito, para evitar cualquier ambigüedad. La terapia se centrará en los preparativos previos para esa fecha.

El terapeuta debe arreglar las cosas de modo que los padres esco­jan un plazo razonable. Aplicando el método de Milton Erickson pa­ra reducir el margen de elección, podría decir, por ejemplo, que ese plazo tendría que ser de una semana “hasta un mes como máxi­mo”.1 Si la fecha elegida es muy remota, el terapeuta tendrá que ne­gociar otra más satisfactoria. La meta de esta etapa es que los padres acepten, digamos, que el lunes 12 de abril el joven estará buscando trabajo a partir de las ocho de la mañana.

3. Establecida la fecha, las sesiones se dedicarán a preparar a la

1 J. Haley, Uncommon Therapy: The Psychiatric Techniques of Milton H. Erickson, M.D. Nueva York: Norton, 1973. (Terapia no convencional Las téc­nicas psiquiátricas de Milton H. Erickson, Buenos Aires: Amorrortu editores 1980.)

151

Page 147: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

familia para lo que debe hacerse en ella. Hay que adoptar ciertas me­didas antes, y estipular las consecuencias si el joven no hace para en­tonces lo que se le ha indicado.

La preparación puede incluir enseñar al joven a vestirse apropiada­mente para la búsqueda que ha de emprender, dirigirse a las personas en forma correcta y aun ensayar en el hogar un trabajo como el que vá a buscar. Los padres pueden acompañarlo a la tienda a elegir ropas adecuadas, y llevarlo a restaurantes y otros lugares públicos vigilando su comportamiento allí. Se le indicarán, quehaceres domésticos que le enseñen a trabajar bajo una dirección. Puede empezar a levantarse temprano, en forma gradual o no, de modo que luego eso no le resul­te difícil. Parte del objetivo que se persigue en esta etapa es tenerlo lo bastante ocupado en el hogar como para que no le sea tan molesto salir a trabajar.

Desde luego, todos estos preparativos requieren de lös padres adoptar ciertas medidas, y allí residirá el foco de la terapia. Si obje­tan que no pueden hacer nada para levantar a su hijo de la cama, se discutirá con ellos cuál de los dos le arrojará un balde de agua fría. También debe prepararse a los padres para que superen el trance cuando él salga efectivamente a buscar trabajo, ya que entonces dis­cutirán entre sí acerca de lo que hace el hijo o quién de ellos tiene que obligarlo a hacer tal o cual cosa. El terapeuta mantendrá a los padres centrados en el hijo y no en su relación mutua, y en el presen­te y el futuro, y no en los fracasos del pasado.

La preparación puede incluir, asimismo, que los padres empiecen a preocuparse e inquietarse menos por su hijo. Pueden ensayar el ali­vio que significará para ellos que su hijo se mantenga por sí mismo, pasando juntos una velada fuera de casa. Los cónyuges (o la madre y la abuela, o cualesquiera otras personas involucradas) deben ayudarse el uno al otro para atravesar esta época difícil.

4. Como parte de esta preparación, padres e hijo discutirán qué ha de hacerse si este no cumple con lo previsto para la fecha fijada. ¿Qué harán los padres si no se levanta y sale a buscar trabajo? Las consecuencias deben estipularse de antemano, y pueden abarcar des­de la supresión de todos los aparatos de televisión que haya en la casa para que el hijo (y los padres) no pierdan horas de sueño noctur­no, hasta la obligación de irse de la casa en esa fecha. Si se ha de recurrir a la fuerza, debe planificárselo. ¿Puede el padre levantarlo de la cama por la fuerza y echarlo a puntapiés? ¿Pueden hacerlo los dos padres juntos? ¿O con la ayuda de los hermanos o de los vecinos?

Adecuadamente motivados, si el terapeuta se muestra lo bastan­te persuasivo, los padres no sólo aprenderán a arrojar baldes de agua fría sino también a cambiar cerraduras e impedir que el joven regrese a casa en su horario de trabajo aunque afuera esté nevando.

Hay que tener presente que el problema principal no es lograr que el joven actúe, sino elaborar una relación entre los padres que los haga cooperar en la empresa común. El disenso entre ellos surge den­

152

Page 148: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

tro de un contexto de hacer algo positivo por su hijo. Al negociar en torno de hacer actuar al hijo, también negocian cuestiones mutuas que antes se comunicaban a través de aquel: si el padre es demasiado apático y pasivo, si la madre no cumple con sus quehaceres como debiera, etc. Al cifrar más expectativas en el hijo, también cifrarán más expectativas uno en el otro, y podrán surgir conflictos y ser re­sueltos. A medida que los padres empiezan a congeniar mejor, el hijo queda libre para actuar y ya no debe seguir sacrificándose.

5. También deben preverse las dificultades que podrían obsta­culizar la acción en la fecha designada. Supóngase que ese día el jo­ven se declara enfermo: ¿qué harán los padres? Decisiones habitua­les son las de no aceptar sus reclamos a menos que tenga fiebre o que un médico consigne por escrito que no debe abandonar su domicilio. ¿Qué ocurre si se pone a llorar y dice que tiene miedo y se siente espantosamente? Deberá ir de todos modos, y en esto los padres se apoyarán mutuamente. A menudo ayuda preguntar ai joven cómo se imagina él que podría librarse de la tarea, o pedir a los padres que imaginen la forma de ceder para poder bloquear estas estratagemas una vez sacadas a la superficie.

Cuando llega el día establecido, pueden ocurrir varias cosas: que el joven salga a buscar trabajo; que décline hacerlo en medio de su apatía y los padres pongan en marcha los pasos previstos; que los padres cedan y no hagan lo planeado en las sesiones. Si sucede esto último, la actitud del terapeuta debe ser decirles que le han fallado, no a él, sino a su hijo.

Si se produce este fracaso paren-tai, lo primero es averiguar por qué. A veces existe una excusa legítima, en cuyo caso simplemente se postergará la acción hasta el día siguiente o poco tiempo más tar­de. Pero si no la hay, el terapeuta tiene que compadecerse de ellos y del joven, manifestando su pesar por haber perdido este una oportuni­dad que otros jóvenes tienen en la vida. El terapeuta se condolerá con los padres en un tono benevolente, para no granjearse la antipa­tía de la familia, pero no permitirá que se culpen uno al otro.

En ocasiones puede ponerse un matiz dramático. Por ejemplo, si se trata de una hija anorética, el fracaso de los padres en instrumen­tar un plan para hacerle recobrar peso puede manejarse refiriéndose a los funerales de la muchacha: ¿Han elegido el lugar de la tumba? ¿Saben ya quiénes serán invitados a la ceremonia? Si la muerte por desnutrición o por la merma de las defensas ante la enfermedad es inminente, esa clase de preguntas parecen razonables. El problema es cómo formularlas manteniéndose, al mismo tiempo, del lado de los padres. La jerarquía debe respetarse, y para ello no hay que criticar a los padres ni menoscabarlos delante de sus hijos. Nuevamente, hay que apelar al arma definitiva: la conmiseración.

Si el problema es simplemente la búsqueda de empleo, puede es­cenificarse el mismo duelo. El terapeuta se condolerá con los padres

153

Page 149: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

por el fracaso de su hijo en la vida. El objetivo de estas maniobras es que la familia se movilice y vuelva a hacer un intento. Luego de la conmiseración y el duelo, el terapeuta puede manifestar su confianza en que realmente lo lograrán si lo intentan. Si los padres quieren vol­ver a probar suerte de inmediato, es mejor demorarlos hasta tanto hayan padecido por no haber puesto en práctica el plan original.

Uno de los problemas especiales a que deben hacer frente terapeu­ta y familia es la amenaza de suicidio. Una conducta alborotadora y quizá violenta no es tan perturbadora como una amenaza de suicidio, ya que esta obliga a internar al joven para proteger su vida, dándole así el poder de determinar qué va a suceder, y, por lo tanto, el poder de echar por tierra el plan terapéutico. Varios son los puntos que deben considerarse en el caso de las amenazas de suicidio. Uno es el hecho de que la internación no impide necesariamente que se cometa el acto; más aún, a menudo aumenta su probabilidad. Las personas hospitalizadas pueden perder su trabajo o su año lectivo, quedando con el estigma de un enfermo mental, que se añade a sus otros moti­vos de depresión. Puede decirse que la internación posterga el suici­dio pero no lo evita, ya que un individuo resuelto seguirá adelante con sus propósitos al salir del establecimiento, o aun cuando está en él. Sin embargo, el terapeuta no quiere cargar con la tragedia de un suicidio, y además, si no toma las medidas que se juzgan adecuadas para evitarlo, su posición dentro de la comunidad profesional queda vulnerada. Así pues, para protegerse a sí mismo, y no sólo la vida del paciente, tal vez deba hospitalizarlo aun cuando no considere que la amenaza es seria. Esto tiene el inconveniente de que el joven logra éxito en su fracaso, con sólo anunciar como al descuido que ha pen­sado en matarse.

En tales circunstancias, una alternativa consiste en pedir a la fami­lia, en particular a los padres, que asuman la responsabilidad por la vida del joven. Esto significa que deben establecer una vigilancia per­manente y asegurarse de que no se le presente ninguna oportunidad para el suicidio. Toda la familia puede organizarse a tal fin, quedan­do la organización a cargo de los padres. En tal caso la amenaza de suicidio deja de ser un revés y se trasforma en una posibilidad tera­péutica de reorganización de la familia.

Persistencia

El terapeuta debe mostrar su decisión de proseguir con el trata­miento de la familia hasta que el hijo funcione normalmente, aun­que ello suceda cuando el terapeuta tenga 85 años. Esta persistencia debe ponerse de manifiesto para la familia en una sola sesión. A me­nudo, en una de ellas todo gira en tomo de esa única cuestión y a la familia le queda en claro que no tiene otra alternativa que hacer algo. Los requisitos de una intervención persistente son su simplicidad y

154

Page 150: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

claridad. Si la familia no actúa en el momento en que se acordó hacerlo, el terapeuta tendrá que enfocar esta cuestión y pedir que desplieguen su repertorio de conductas.

Veamos un ejemplo. Un hombre de 23 años se había separado de sus padres cuatro años atrás a fin de seguir estudios universitarios en otro estado del país, donde contrajo matrimonio y residía ahora con su esposa. Poco antes de recibirse, comenzó a conducirse extraña­mente, volvió a la ciudad en que vivían sus padres y fue hospitaliza­do. Su mujer también se trasladó a la casa de los padres de él. Des­pués de dos meses de internación, cuando se le estaba por dar el alta, el terapeuta comenzó a atender a la familia.

En la primera sesión se planteó la cuestión de los planes para el futuro. La joven pareja, así como los padres del muchacho, declara­ron que en definitiva aquellos se mudarían a un lugar propio. El tera­peuta les pidió que establecieran una fecha para el traslado a su nue­vo departamento. Se concordó en una fecha y se la fijó por escrito. La terapia se orientó al logro de esa meta. El joven y su esposa vivi­rían en su departamento hasta que él terminase los dos cursos que necesitaba para graduarse. El plan terapéutico consistió en que el jo­ven recuperase lo antes posible la posición de desenganche de su fa­milia que tenía antes de la terapia. Aún no estaba claro si su colapso se relacionaba con su esposa, con sus padres, o con todos ellos. El traslado desde la casa de sus padres esclarecería ese punto.

Cuando dos meses más tarde llegó la fecha prevista para la mudan­za de la pareja a su departamento, que estaba totalmente listo, no hubo traslado: ese día el joven se quedó durmiendo hasta muy tarde. Su mujer estaba muy perturbada, y el terapeuta concertó una entre­vista con ambos esa misma tarde. La entrevista, que duró casi tres horas, se centró en torno de las explicaciones que dio el joven sobre por qué no se habían mudado. El plan terapéutico consistía en que el terapeuta no preguntaría más que una sola cosa: “¿Porqué usted no se mudó? ”. No se habló sino del repertorio de excusas que ofre­ció el joven, incluidos sus síntomas y su conducta de desvalimiento. Airada y decepcionada por tales excusas, su esposa manifestó que a su marido le era difícil abandonar a sus padres y dedicarse a ella. Cuando la pareja volvió a la casa de los padres, la madre del mucha­cho le inquirió sobre qué habían estado hablando tanto tiempo. El respondió que era un asunto privado entre él y su mujer; por primera vez trazaba ese límite. Dejó de actuar como un inváüdo y se muda­ron esa misma semana.

En este enfoque, se escoge una cuestión decisiva y no se habla de ninguna cosa que no esté vinculada con ella. La interacción se torna intensa para todos. Todas las demás cuestiones pertinentes giran en torno de ese punto central, como los travesanos de una rueda en tor­no de su eje.

Page 151: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

La búsqueda de trabajo

Daremos aquí un largo ejemplo de una entrevista centrada en el problema habitual de conseguir que un joven apático se decida a bus­car trabajo. Hemos escogido una familia que habla mucho, ya que sería tedioso presentar una sesión con una familia casi muda. Hay fa­milias que hablan poco y hacen poco; otras hablan mucho y hacen poco. Tal la de nuestro ejemplo.

En esta sesión el joven y sus padres no hablaron de otra cosa que de la búsqueda de trabajo de aquel. Este fue el único tema de que se ocupó, simple y persistentemente, el terapeuta. El padre seguía la costumbre característica de eludir toda discusión en la casa cuando se enojaba con su esposa e hijo. Padre y madre no podían iniciar ningún curso de acción porque el primero .se negaba a hacer planes, y, ál primer signo de oposición, se enfurruñaba y se iba del hogar. En esta sesión se le prohibió abandonar el consultorio, viéndose obliga­do a intervenir en el debate. Como muchos padres impotentes, por más que se enojaba, levantaba la voz y profería amenazas, tenía difi­cultades para influir en su familia.

En este enfoque, a la familia le es difícil disgustarse con el tera­peuta por perseguir tan tediosamente un mismo tema, ya que aquel ló hace en bien de ellos. Como lo que los obliga a proseguir el debate es la benevolencia del terapeuta, al recurrir a esta intervención debe ponerse particular acento en ella.

Se trataba de un joven buen mozo, de 22 años, que había sido internado a causa de su extraño comportamiento en la facultad don­de cursaba el primer año. Allí había compartido un cuarto con su no­via. Entrevistada, esta indicó su deseo de dejar al joven, y así lo hizo. Al salir del hospital, él volvió a su hogar fuertemente medicado. La familia incluía un hermano de diecisiete años, siempre callado y hu­raño, y una hermana de veintitrés años que estaba siguiendo estudios universitarios en otro estado del país.

El objetivo de la terapia era lograr que el joven volviera a la facul­tad, pero no podría hacerlo hasta el próximo semestre, y aún falta­ban varios meses para ello. La familia concordó en que en el ínterin de­bía trabajar, idea que a él no le pareció mal, pero se mostró apático y no hizo nada por ponerla en práctica. Durante las primeras sema­nas de terapia, a medida que iba dejando la medicación, se alentó en vano la búsqueda de empleo. Cuando ya estuvo a punto de no tomar más remedios y de funcionar normalmente, el terapeuta organizó una sesión en torno de la fijación de una fecha por los padres para que comenzara a trabajar. Se reproducirán aquí fragmentos de dicha sesión, que muestran la persistencia del terapeuta y la gama de cues­tiones vinculadas con el autosustento del joven.

Esta familia negra exhibía la pauta típica de las familias con movi­lidad social ascendente. El padre era un operario muy trabajador que había tenido éxito como constructor de edificios; la madre tenía un

156

Page 152: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

empleo más intelectual en una universidad. La ambición de ella era que sus tres hijos completaran la universidad y tuvieran carreras pro­fesionales; la de él, que los hijos trabajasen; no le entusiasmaba de­masiado que recibieran instrucción superior, aunque en el caso de la hija lo veía con mejores ojos. La hija seguía sus estudios normalmen­te; el hijo de diecisiete años tenía dificultades para aprobar sus mate­rias en la escuela secundaria; el de veintidós fue a la universidad, pe­ro se volvió loco y debieron internarlo. En el contexto en que se ha­llaba, tenía dos opciones: o bien convertirse en un operario para sa­tisfacción de su padre y mortificación de su madre (que no quería que fuera tan inculto como su esposo), o instruirse complaciendo así a su madre pero siendo definido como un “maricón” por su padre (que así veía este a los jóvenes cultos que no realizaban trabajos físi­cos). La solución, para el hijo, era no hacer nada: ni ir a la facultad ni trabajar, ya que estaba “incapacitado”.

El terapeuta, David Heard, impone en esta sesión el tema de la búsqueda de trabajo, que a todas luces era un punto decisivo en la familia. Además de él, están presentes los padres y el hijo problemá­tico. El otro hijo no concurrió.

Heard: Albert, se te ve realmente bien.Albert: Muchas gracias, me siento bien.Heard: ¿Sí?Albert: Sí, todo lo que necesito ahora es un trabajo. Esa es la cosa. Heard: Bueno, ¿y qué hiciste últimamente para eso?Albert: Bueno, llené una solicitud para un empleo donde trabaja un primo mío, eso es. Sólo que. . . en realidad no estuve buscando nada. Heard: ¿Qué clase de solicitud llenaste?Albert: No sé para qué es. .. una especie de lugar donde se hacen hamburguesas como las de MacDonald.Padre (superponiéndosele): Es como trabajar, en una . . . ¿qué es ... qué es una hamburguesa?Albert: Un lugar donde hacen hamburguesas o carnes preparadas, o algo así.Heard: ¿Cómo es que llenaste la solicitud y no sabes de qué se tra­ta?Albert: No, lo que pasa es que no sé... no sé cómo se llama ese lugar. Preferiría hacer trabajos de oficina, para decirle la v.erdad. Pero en estos momentos tomaría cualquier cosa, todo me da igual.Heard: ¿Qué pasó con ese asunto de carpintería con tu tío?Albert: Bueno, él trabaja cuando tiene ganas. La próxima vez que trabaje, no sé si me precisará o no.Heard: ¿Trabajaste en algp durante estas dos semanas, desde que los vi por última vez?Albert (sacude la cabeza): N—no.Heard: ¿Cómo pasaste el tiempo?Albert: Dando vueltas por la casa de mis abuelos, viendo televisión,

157

Page 153: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

porque allí siempre hay alguien, ¿no? Perdiendo el tiempo, esa es la cosa.Padre: Quejándose.Albert: Quejándome, quejándome.

He aquí un diálogo típico con un joven apático acerca de su bús­queda de trabajo. Habla como al descuido, dice que consideró tal o cual posibilidad, pero deja bien en claro que no está dispuesto a ir a trabajar. Además, se anticipa a cualquier objeción manifestando que está perdiendo el tiempo. El terapeuta comienza a indagar a los pa­dres, como ya lo hizo antes, acerca de lo que esperan del joven en materia de trabajo.

Heard (a la madre): ¿Qué piensa usted en cuanto a que él no tiene nada que hacer?Madre: Le digo que pienso que debe ir a buscar empleo. Todos los domingos reviso el diario por él y le digo dónde debe ir. Así que. . . quiero decir, no sé, él debería hacer algo, lo sé. Ante todo debe en­contrar trabajo, pero para mí, no es suficientemente emprendedor. El piensa que para buscar trabajo necesita un automóvil, que no pue­de andar en ómnibus. Son sus palabras.Heard: ¿Qué dices a eso, Al?Albert: Conseguiré un empleo . . . sólo que ... no sé, realmente. No me gusta andar en ómnibus por que es una pérdida de tiempo. Voy a algún lugar y me dicen: “Llene una solicitud y lo llamaremos”. (Agrega una frase inaudible.) Ya lo hice una vez, y es moverse inútil­mente. Así que únicamente voy a un lugar seguro, cuando alguien me dice: “Sí, en mi empresa están contratando gente, ven”. Enton­ces sí puedo ir a ese lugar, o hacer algo.Heard: ¿Qué clase de trabajo quieres?Albert: Cualquier cosa. Ahora estoy por ponerme a lavar platos. Creo que voy a conseguir un puesto de lavacopas. Siempre se puede trabajar de lavacopas, ¿no?, así que probablemente me decidiré y conseguiré uno.Heard: ¿Estás seguro?Albert: Sí, puedo conseguir un trabajo.Heard: ¿Estas seguro de que siempre se puede conseguir un puesto de lavacopas?Albert: Sin duda, hay un montón. . . Yo estoy, yo estoy.. . Ya tuve un puesto de lavacopas, era empleado en. . . ¿dónde era? Estuve en la casa Gino.Heard: No estoy hablando del pasado, estoy hablando de mañana. Albert:' Mañana. ¿Quiere usted decir mañana? (Se ríe.)Heard: Mañana.Albert: Mañana. No sé qué haré mañana. Tal vez me levante y vaya a algún lado, no lo sé. Simplemente miraré en el diario y veré dónde queda el puesto de lavacopas más cercano. El más seguro que se pue­

Page 154: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

da conseguir. Me pondré en campaña y lo conseguiré. Ya lavé platos antes. Es lo más fácil que puedo conseguir, y. conservaré ese trabajo por un tiempo, hasta que me canse y busque otra cosa.Madre: ¡Siempre lo mismo! Se cansa y se va del trabajo. Su actitud es equivocada.

(Suena el teléfono, y el terapeuta se levanta y habla con el super­visor, quien le indica que incluya al padre en el debate y se centre más en fijar una fecha para encontrar empleo.)

Albert: Necesito algo de dinero, voy a lavar platos durante un cierto tiempo.Madre: No haces más que hablar sobre eso, en lugar de hacer algo. Albert: Probablemente vaya mañana.Madre: Todos los días dices ío mismo.- (Alpadre.) ¿No es cierto? Padre: Así es.Albert: No hablo de conseguir trabajo todos los días.Madre: Sí, hablas.Heard (vuelve del teléfono y toma asiento): Ya que estamos charlan­do de empleos y de ganarse el pan, usted dijo, señora, que en reali­dad su marido es el principal sostén del hogar. Señor Nelson, ¿duran­te cuánto tiempo . . . este ... cree usted que debe mantener en su casa a hijos físicamente sanos, y alimentarlos, y darles de todo? Padre: De mañana no pasa.Heard (riéndose): ¡De mañana no pasa!Madre: Lo hará. Lo está repitiendo todo el tiempo. Ya se está can­sando. Les ha dicho que se está cansando de los tres. Quiere que sal­gan a trabajar.Padre: Deben trabajar.Heard: ¿Los tres?Madre: Sí. John y Marlene (la hija universitaria.)Padre: Deben. . . no para mí, porque, como usted sabe, no tenemos problemas. Sino por ellos mismos. Quiero decir que no es bueno que anden vagando todo el tiempo. Nadie debería andar vagando por las calles de aquí para allá, sin nada que hacer. Debería tener siempre alguna actividad. Y, usted sabe, trabajar es . . . bueno, aÜvia en parte las tensiones.Heard: A usted le parece bien el trabajo duro.Padre: Bueno, no tiene por qué ser necesariamente trabajo duro. Heard: No.Padre: Pero sí tener un empleo, algún sitio donde ir todos los días. Heard: ¿Qué hacía usted cuando tenía la edad de Albert?Padre: jTrabajaba! Conducía un camión. Conduje un camión de trasportar carbón, trabajé en el camión por dos años y medio. Heard: ¿Le gustaba?Padre: Me gustaron todos los trabajos que hice.Heard: ¿De veras?

159

Page 155: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Padre: Sí.Heard: Entonces, ¿cuánto tiempo más proyecta mantener a sus hi­jos?Padre: Hasta que consigan trabajo.Heard: Bien, digamos. .. ¿la semana que viene, el mes que viene? Padre: Si no tienen trabajo, los mantendré hasta el año que viene. Heard: ¿El año que viene?Padre: Si no tienen trabajo, ¿qué otra cosa puedo hacer? Por más que me gustaría, no puedo echarlos a la calle para que vayan a buscar trabajo.

Al afirmar el padre que mantendrá a los hijos todo el tiempo ne­cesario, incluso hasta el año siguiente, y que no puede echarlos a la calle, le crea un problema al terapeuta, ya que con esa actitud impide tomar una medida inmediata, que es lo que hay que hacer. Si el te­rapeuta replicase que los padres podrían tener derecho a 1 echar a su hijo a la calle, tal vez surgirían objeciones. En lugar de ello, hábil­mente desplaza la cuestión al futuro. Habla de los años venideros y hasta contempla la posibilidad de que los padres mantengan al hijo cuando este se case. Esta sugerencia provoca en los padres la reacción correcta.

Heard: ¿Qué pasaría, digamos, si de aquí a tres o cuatro años Albert se casa, tiene hijos, y aún no consiguió trabajo?Padre: Bueno, esa es una situación totalmente diferente.Madre: Si sucede eso, me mudaré a California. (Se ríe.)Padre: Tendré que volver atrás un poco en ese aspecto.Heard: Eso es lo que usted dijo.Padre: En primer lugar, si él no tiene trabajo, por supuesto que no se va a casar, si de mí depende.Heard: Pero tal vez no dependa de usted.Padre: Tal vez no depende de mí.Heard: No, quizás él simplemente termine. . .Padre: Permítame que le explique algo. Si él se casa, bueno, tendrá que mantenerlo su mujer, porque yo no lo voy a mantener.Heard: ¡Ah!Padre: Porque no me parece correcto.Heard: Bien. Porque usted dijo que sería hasta que él consiguiese tra­bajo.Padre: Exacto.Heard: Podría pasar mucho tiempo.Padre: Bueno, eso está decididamente descartado, no hay discusión. Si él no tiene trabajo,Heard: Sí, es. . .Padre: ... no voy a permitir que se haga responsable de alguna dama y no sea capaz de cuidar de ella. Realmente, eso no sería justo para ella.

Page 156: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

H Heard: Lo que quiero decir es que.. . en la actualidad, en especial, es■ difícil conseguir empleos.W Padre: Es difícil.■ Heard: Pero me pregunto si . . . ¿está usted satisfecho con la clase de I esfuerzos que hace Albert?I Padre: ¡No, y él lo sabe!i Albert: No estuve haciendo nada.1 Padre: Los tres lo saben.

Albert: Conseguiré trabajo cuando quiera conseguirlo, cuando esté listo para conseguirlo. Un empleo no es ningún problema, no es nin­gún problema.Heard: De acuerdo.Albert: Eso ni siquiera me preocupa.Heard: El ha puesto las cartas sobre la mesa. Ha puesto las cartas sobre la mesa. Conseguirá trabajo. . .Padre (interrumpiéndolo): . . . cuando esté listo para conseguir tra­bajo.Heard: Cuando esté listo para conseguir trabajo.Padre: Sí, escuché perfectamente lo que dijo.Madre: Así es.

La declaración del hijo es importante. No ha dicho que es incapaz de conseguir trabajo, o que está demasiado enfermo y por eso se comporta de manera loca y excéntrica. Simplemente se ha negado a hacerlo, comportándose como un hijo rebelde. Esta declaración ayu­da al terapeuta a definir el problema como disciplinario. Hecha esa declaración, el padre puede poner sobre el tapete la división existen­te entre él y su esposa en esta cuestión del trabajo.

Padre: Por eso es que le estoy encima. Por supuesto, por eso es que le estoy encima, ¿se da cuenta? Es por ese motivo que ellos no me piden nada a mí, sino que recurren a su madre. Si necesitan dinero, acuden a su madre y lo consiguen. No vienen a pedirme dinero a mí. Es decir, de vez en cuando viene y me dice: “Necesito un dólar”, o algo así, y John también dice: “Necesito un dólar”. Les doy un dó­lar. Si quieren dinero para cualquier cosa, les digo: “Mira, muchacho, tienes que conseguir un empleo.” Pero ellos van a ella y les da algo. Porque ella tiene.

La estructura de la situación es clara, y típica de una familia con un hijo problemático. El padre no puede insistir en que el hijo traba­je, y privarlo de dinero hasta que lo haga, porque la madre no coope­ra con él, y como ella trabaja tiene dinero propio. Sin embargo, en tales casos uno comprueba que si la madre se pone firme en la cues-

1 tión del dinero, el padre cambia su postura y lo da él. Los padrestienen discrepancias básicas en cuestiones de dinero, trabajo y educa­ción, y el hijo no es sino un vehículo para expresar esas discrepancias.

161

Page 157: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Si se repasan las afirmaciones del padre, se pone en evidencia que no adopta una posición clara en cuanto a que el hijo debe ira traba­jar: debe hacerlo, dice, en bien de su salud -para aliviar sus tensio­nes-, También dice que los hijos no le piden dinero a él sino a la madre, y luego añade que vienen a pedirle dinero y se los da, incre­pándoles al mismo tiempo que deben conseguir trabajo.

A medida que avanza la sesión se tornan más evidentes los inten­sos sentimientos que esta situación provoca en el padre. En otras se­siones se había mencionado que el padre madrugaba para ir a su tra­bajo, y volvía por la tarde. Al llegar a su casa, encontraba a sus dos hijos, físicamente sanos, jugando al billar en la mesa que él les había comprado y bebiendo con sus amigos la cerveza que también él les había comprado. Por más que el padre protesta y protesta de que deben ir a trabajar, nada sucede, y no puede hacer otra cosa que irse temprano de su casa y trabajar duro, rabioso porque su esposa no intervenga.

A veces, un hijo apático y hábil plantea un problema a sus padres pidiendo tan poco de ellos, que si quieren castigarlo, o alentarlo a que trabaje, no pueden privarlo de nada. Esos hijos obtienen una ventaja en la batalla librada contra sus padres por vía de no pedirles dinero, comiendo lo mínimo indispensable y usando ropa vieja.

Albert: La mayoría de las veces ni siquiera le pido dinero a mamá, realmente, la última vez. . . ni siquiera le pedí mi asignación mensual. Padre: Queda en pie el hecho de que necesitan trabajar. Sobre eso no hay ninguna duda. Necesitan algo que los mantenga activos.Heard: ¡Todos están de acuerdo en eso!Padre: Bueno, por supuesto.Albert: No voy a estar viajando en ómnibus todos los días para no conseguir ningún empleo.Padre: Lo que pasa es que. . . Mire, no sé qué pasó en el curso de los acontecimientos, pero lo que sucedió conmigo es distinto. Si yo ne­cesitaba trabajo, no dejaba un solo día de salir a batir el asfalto. Mi­ren, les diré algo: si mi madre me daba algo así como un dólar y medio o dos dólares para salir a buscar trabajo, yo me ahorraba ese dinero y salía en bicicleta, o “hacía dedo” para viajar gratis, o me juntaba en la esquina con los demás muchachos que buscaban traba­jo y nos íbamos todos juntos. Pero ellos no son como yo. No hacen las cosas de la manera emprendedora en que yo las hacía.Albert (riendo): ¡Vamos, vamos!Padre: Si mañana me quedase sin trabajo,mañana mismo tendría otro. Heard: Bueno, mi impresión es que los dos han sido padres muy, muy generosos.Padre: Siempre hemos cuidado bien de ellos, sobre eso no hay ningu­na duda. Pero queda en pie que, por cuánto tiempo . . . vea, él está enfermo, ¿no es cierto? El no está enfermo, sino que para mí, está andando bien. El otro. . .

162

Page 158: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Heard (interrumpiendo): ¿Estás enfermo, Albert?Albert: Estoy bien.

El terapeuta debe definir el problema como de disciplina o de pe­reza, pero no de enfermedad. Esto es difícil, a causa de la interna­ción y medicación (que ahora está siendo suprimida) a que fue some­tido el joven, que lo definen como enfermo. Cuando ya no se lo con­sidere enfermo, los padres podrán insistir en que debe conducirse normalmente. Se está a punto de llegar a eso, y en este instante de transición se evidencia la confusión del padre en manto a si debe considerar a su hijo enfermo o no.

Padre: Ahora está bien, pero algo debe estar pasando allí dentro, porque en cualquier momento viene y me dice que “conseguiré tra­bajo cuando esté listo para conseguirlo”. Y eso sabiendo que necesita trabajar.Madre: Bueno, él no dice lo contrario.Padre: El dice lo que dice.Madre: Seguro.Padre: Y eso es lo que me pone un poco molesto.Madre: Lo que él quiere decir es que si no tiene auto, no va a conse­guir trabajo.Padre: No creo que necesite un auto para buscar trabajo.Madre: El dice que no va a andar en ómnibus para buscar trabajo. Heard: Volvamos atrás: él no va a conseguir trabajo hasta que tenga un auto.Madre: Eso es.Padre: Pero él no dijo eso.Madre: Sí, sí, eso es lo que él quiere decir.Albert: Quiero conseguir trabajo porque quiero tener un auto. Quie­ro tenerlo para setiembre.Heard: Bien, aguarda un momento. Entonces, ¿Tú no quieres ir en ómnibus por todos lados?Albert: No, es una pérdida de tiempo.Heard: Es una pérdida de tiempo, así que. ..Albert: Una pérdida de tiempo. A menos que sepa de un trabajo de­finido al que pueda ir, en ese caso sí. Pero no voy a andar buscando ningún trabajo en ómnibus todas las mañanas.

(Suena el teléfono y el terapeuta se levanta para atender.)

Albert: Voy a tener un puesto de lavacopas, sé que puedo conseguir ese trabajo.Madre: Bueno, toma el ómnibus y consíguelo.Albert: Bueno, no me importaría.Padre: Antes debes llenar una solicitud.Madre: No sé por qué sé-te antojó un puesto de lavacopas.

163

Page 159: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Albert: Simplemente porque ofrecen esos puestos.Madre: No. ¿Dónde?Albert: Allí, donde dice “Lavacopas”, consigues trabajo.Madre: En el diario hay también algunos avisos, pero eso no significa que vayas a conseguirlo. ¿Acaso quieres decir que saldrás a caminar para conseguirlo?Albert: Podría conseguirlo.

La siguiente intervención del padre es un ejemplo típico del uso que hacen los padres de un problema vinculado con un hijo para co­municarse sus mutuas discrepancias. Superficialmente, el padre pa­rece referirse a que el muchacho debe mostrarse más activo y levan- tarse~tempra.no para buscar trabajo; en realidad, está objetándole a su esposa que lo deje dormir tanto y no lo empuje a conseguir empleo. Así pues, aunque el padre se expresa en términos del hijo, se dirige a la madre.

Padre: No puedes confiar en lo que aparece en el diario.^ la madre.) Hay diez probabilidades contra una de que lo que aparece en el dia­rio, la gente que pone un aviso ofreciendo trabajo.. . Déjame que te explique algo. .. Si ponen un aviso en el diario del domingo, puedes apostar hasta el último dólar que a las cuatro de la mañana ya hay alguien enfrente de esa oficina para conseguir el puesto. Ese tipo no se va a levantar a las diez o a las once de la tarde [sic], va a estar en esa esquina el primero o el segundo de la fila, aunque tenga que le­vantarse a las tres. El estará allí aunque no haya más que una o dos personas. Pero a Albert le digo y le repito que no quiero que se que­de en cama hasta las once. . . uno no puede salir a buscar trabajo a las once déla tarde. Tiene que levantarse temprano en la mañana.Madre (señalando al hijo): Díselo a él, no me lo digas a mí.Padre: Le dije... (frase inaudible).Albert (interrumpiéndolo): Sé cómo se debe buscar trabajo. Tengo veintidós años, sé cómo se debe buscar trabajo.Padre: ¿Lo sabes? Bueno, desgraciadamente no lo estás haciendo. Pero de todos modos, eso no me preocupa ahora. (Ala madre.) Lo que quiero decir es que no puedes quedarte sentado y repetir: “Ne­cesito un trabajo, necesito un trabajo5’. Tienes que salir y atropellar. Tal como está hoy la situación, todos necesitan lo mismo que buscas tú, trabajar, no hay duda de eso. Lo mismo le dije a John.Albert: Si hubiera sabido que era tan importante que yo consiguiese trabajo, lo habría conseguido cuando salí del hospital.Padre: Posiblemente no hubieras podido conseguirlo cuando saliste del hospital.Albert: Entonces, desde mañana voy a salir a buscar todos los días. Padre: Ya tendrías que haberlo hecho. Eso es lo que quise decirte. Madre (al hijo): ¿Por qué te estás enloqueciendo por esto, por qué te estás enloqueciendo?

164

Page 160: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Albert: Porque no sabía que fuese tan importante que yo consiguie­se trabajo. Pensé que cuando estuviese listo para ir y ,. .Padre: No es tan importante para nosotros, lo es para ti. A mí no me preocupa que consigas trabajo, pero tú necesitas trabajar.Albert: Quiero decirles otra cosa. Iré mañana mismo a conseguir tra­bajo. A mí, a mí, a mí no me importa trabajar, ¿no?, porque lo que quiero es irme y tener un departamento propio. Porque no tengo ga­nas de quedarme en casa. Así que voy a salir y conseguir trabajo, eso es todo.

(El joven plantea la típica amenaza de abandonar a sus padres si estos siguen presionándolo.)

Padre: Eso me parece bien.Heard {señalando con un ademán a los padres): Tienes que hablarles a estas dos personas.Albert: No me gusta quedarme en casa.Madre: Ya lo sé.Padre: Siempre lo supimos.Heard: Albert, me gustaría que cambiases de asiento con tu mamá. (El hijo se sienta junto al terapeuta, y la madre junto al padre.) Quie­ro que vengas y te sientes cerca de mí. (A la madre.) Quiero que acer­que su silla a la de su marido.Albert: Mañana saldré a conseguir trabajo.Heard: Sobre eso tienes que hablarles a estas dos personas.Albert: No tengo nada de que hablar. Cuando trabajo, trabajo. Así de simple.Heard (apartando su silla hacia atrás): Tienes que hablarles a tus pa­dres sobre eso.Madre (al hijo): Pero él siempre. . . siempre te enloqueces.. . cada vez que alguien te dice que hagas algo correcto, algo que nosotros pensamos que debes hacer, enseguida te enojas.Albert: Si ustedes quieren que consiga trabajo, deberían decirme: “Al, quiero que consigas trabajo”.Madre: No tengo por qué decirte eso.Albert: Es todo lo que tendrías que decirme.Padre: ¿Sabes qué me enfurece de todo este asunto?Albert: Nadie mencionó de que yo debía conseguir trabajo, que por eso vinimos esta noche aquí. ¿No es horrible?Padre: ¿Qué dices?Albert: No sabía que me estaban presionando para que consiguiera trabajo.Padre: Te lo hemos dicho siempre, todo el tiempo.AlbertA John lo presionaban, pero a mí no.Padre: Tan pronto saliste del hospital -“Albert, cuando estés me­jor. .te dijijnos que al salir tendrías que tratar de buscar algo y de mantenerte activo. Ya te lo he dicho, te lo dije hace un par de se­

165

Page 161: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

manas, que era mejor que dejases de rondar todo el día por lo de tu abuela chismorreando con los holgazanes que andan por ahí. Esa gente no me gusta.Albert: Son gente que trabaja.Padre: Lástima que les llevó tanto tiempo conseguir trabajo, porque hace treinta y cinco años que lo necesitan. Tienen treinta y cinco años o más. Ya tendrían que tener trabajo, empezaron a trabajar allí ayer, como yo lo veo. Y por casi tres meses no trabajaron. Así que tu­vieron suerte con el trabajo que consiguieron. Y si no lo hubieran con­seguido, alguien tendría que haberles dado trabajo y empujarlos para que lo tomaran, o no lo tendrían. Si nadie les diera trabajo estarían allí tirados pidiendo cheques, sin hacer nada. Los conozco, no se puede confiar en ellos. Se puede charlar con ellos, todo muy bien, pero no me gusta que andes rondando por ahí porque evidentemente es probable que caigas en la misma pauta. Eso es lo que no me gusta de ese asunto.Albert: Voy a conseguirme un trabajo.Padre: Porque ellos no tienen ganas de hacer nada.Albert: Voy a conseguirme un trabajo, un trabajo. . .Padre: Hace mucho tiempo que te pedimos que lo hicieras. No te estamos forzando a que tengas un empleo. Hace años que te dijimos que debías trabajar. Consigues uno y después lo dejas. “No tengo ga­nas de trabajar”, dices. (Al terapeuta.) Mi esposa me comentó un día que tenía un empleo para él . . . para hacer algo en e l . . . en la Dirección General Impositiva. Bueno, se pasó todo el día en cama, diciendo: “No quiero ir a trabajar, no quiero ir a trabajar”. No se puede mantener un trabajo así. A mí también me gustaría quedarme1 en ca­ma hasta las once o las doce de la tarde.Madre (al hijo): ¿Por qué crees tú que miro el periódico todas las semanas?Albert: Si ahora esto es un problema, voy a conseguirme un trabajo. Madre: No es un problema, Albert, no es un problema.Albert: Sí, lo es. Debe ser un problema.Madre: No es un problema.Albert: Voy a conseguirme un trabajo. Quiero un empleo y algo de dinero en el bolsillo. No he buscado ningún empleo. De todos mo­dos, no hay trabajo por allí.Heard: Al, tú sabes que no estoy discutiendo que en la actualidad es difícil conseguir trabajo. No estoy diciendo, por ejemplo, que sería lógico que mañana a las once de la mañana tuvieras un empleo. Pero lo lógico, lo razonable es saber cuándo Albert va a tener un empleo. Padre: Bueno, realmente no podría asegurarlo. . . lo único que puedo decir es que me daría por satisfecho con que él hiciera algún esfuerzo por ir a buscar trabajo. Pero no lo hace. No sé a qué hora se levanta, porque yo salgo de casa muy temprano.Madre: Se levanta temprano.Padre: A veces a las siete menos cuarto. Quiero decir que si él fuera,

Page 162: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

si él me dijera “Hoy voy a salir a buscar”, o si le dijera a su madre “Hoy salí a buscar”, me daría por satisfecho; al menos sabría que está buscando. Pero ocurre que vuelve a casa por la tarde y empieza a lamentarse ante ella: “Creo que debería conseguir un trabajo, creo que debería conseguir un trabajo”. Bueno, esto es bien conocido, no se puede conseguir trabajo viendo televisión el día entero, y gastando en el automóvil el dinero que uno le ha dado para que coma un bi­fe. Después vuelve a casa de noche y se queja de que le duele el es­tómago .Albert: Me conseguiré un trabajo. No sé qué bicho les picó. Me con­seguiré un trabajo.Padre: No nos picó ningún bicho.Albert: Terminado: voy a conseguir un trabajo. Hablemos de otra cosa. Mañana me voy a levantar a las ocho de la mañana para buscar trabajo.Padre: A las siete y media.Madre: Tienes que ir. . .Albert: Sé a qué hora debo ir a buscar trabajo.Madre: Te dije varias veces dónde debías ir.Heard: ¿Cuál sería. .. cuál sería para ustedes un período razonable para que él. . .?Padre: ¿Consiga trabajo?Albert: No tiene por qué fijarme ninguna norma o regla para que yo consiga trabajo, yo sé cómo hacerlo, así de simple. No tiene por qué fijarme normas para hacer nada. Sé buscar trabajo.Madre: Ahora te vas a enojar, porque a veces te digo... le digo, por ejemplo, que si quiere trabajar y no encuentra trabajo, y quiere estu­diar, bueno, pues que vaya a estudiar. Puede retomar sus estudios.

Al continuar focalizando el diálogo en el trabajo, la madre intro­duce su propia preferencia, los estudios universitarios. Esta es una alternativa que el padre no propone jamás. En este punto, el tera­peuta deja al hijo fuera del diálogo y pide a los padres que hablen entre ellos.

Este diálogo entre los padres es una etapa de la sesión que guarda paralelismo con las etapas de la terapia. Primero se produce una dis­cusión general en la familia acerca del empleo que debe conseguir el hijo. Luego el terapeuta hace sentar a este junto a él y se aparta, dejando que los padres y el hijo debatan la cuestión. A continuación, hace hablar entre sí a los padres e impide que el joven los interrum­pa, para que aquellos se comuniquen directamente. Cuando lo inten­tan, se desarrolla tensión entre ambos y el joven interviene, lo cual indica que los padres aún no están en condiciones de comunicarse sin que el hijo venga en su auxilio.

Heard: ¿Cuándo empiezan las clases?Madre: Creo que en mayo se inicia el curso de verano. Así que le

167

Page 163: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

dije, ¿no? , si para entonces no tienes trabajo, ve a la facultad duran­te el día. Y si tienes trabajo, tal vez puedas trabajar medio día y estudiar medio día.Heard: Albert, me gustaría que esto lo debatieran tu padre y tu ma­dre, y que tú te mantengas apartado. Quisiera que ustedes dos discu­tan durante un minuto cuál sería una expectativa razonable, un pe­ríodo de tiempo razonable.Padre: Es imposible decirlo con exactitud.Heard: Bueno, tal vez por sí mismo él no consiga trabajo, pero el esfuerzo es que. . . coincido en gran parte con usted.Padre: Lo que usted está preguntando, probablemente, es si él va a realizar el esfuerzo de buscar trabajo.Heard: Eso es, eso es lo primero.Madre: Sí.Padre: Bien.Heard: ¿Y cuánto esfuerzo, cómo estarían ustedes...?Padre: Esa es la cuestión, me parece.Heard: ¿Cómo estarían. . . cómo quedarían satisfechos ustedes dos? Padre: Bueno, en cualquier momento puede pedirnos viáticos para buscar trabajo, casi todos los días, si lo desea.Madre: Sí.Padre: Casi en cualquier momento, ¿no?Heard (tras una pausa): Ustedes piensan que él debe buscar por sí mismo en el periódico, y piensan que debe tener una o dos entrevis­tas por día, o por la mañana.Padre: Bueno, no es necesario salir a última hora de la tarde a buscar trabajo, a menos que alguien le pase un dato.Heard: Es decir. ..Padre: Yo preferiría que se levantase temprano en la mañana, y que busque en uno o en dos periódicos tal vez. Y diga, bueno, podría probar esto hoy, y vaya en ómnibus. . . independientemente de que le guste o no el trasporte público.Heard: Quisiera que ustedes dos charlen sobre eso.

(El terapeuta se incorpora para consultar con el supervisor que se halla detrás del vidrio. Además, los padres no se dirigen uno al otro, y piensa que dejando la habitación los estimularía a que lo hicieran.}

Padre: Bien, yo. . . ya he dicho cuanto tenía que decir sobre esto. Heard: ¿Han charlado de esto. . . ustedes. . .?Padre: Charlamos de esto todo el tiempo. Le digo a Albert: “Sale cuan­do yo me levanto”. Me gustaría que él se levantase cuando yo me voy.

(El terapeuta deja la habitación.)

Madre: Tú no. .. no se lo dices a ellos.Padre: Te lo digo a ti.

168

Page 164: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Madre: ¿>i.Padre: Tú eres la última en salir.Madre: Me lo dices a mí, y yo no les paso todo este asunto a ellos.Albert está levantado todas las mañanas. No necesito todo este asun­to. A mí misma no me gusta oír hablar de ello.Albert: Yo voy a conseguir trabajo, así que por el momento está ter­minado.Padre (a la madre): Yo tampoco quiero oír hablar de ello, pero me gustaría ver que se levantan por la mañana y van a trabajar.Madre: Tengo ganas de. . .Albert: Voy a conseguir trabajo, así que. . . ¿para qué esta charla? Padre: No te estoy hablando a ti.Madre: Yo le estoy hablando a él (al padre).Albert: Yo estoy hablando ... No me importa que me hablen a mí o no.Padre: Permítame que le diga algo, señor. . .Albert (con rudeza): ¿Qué es lo que quiere usted decirme, señor? Madre (alzando las cejas): Uy, uy.Padre: Te estás poniendo. .. ya sabes... Estoy. .. ¿qué dijiste? Albert: ¿Qué me vas a hacer, me sacarás a golpes? (Se incorpora.) Padre: Eso no sería ningún problema.Albert: Ya estoy harto de estas porquerías, viejo.Padre: Tú tenías ... tu hiciste . ..Albert: Quieres que consiga trabajo. (Se acerca al padre y lo mira des­de arriba.) ¿Por qué no me dijiste: “Al, consíguete un trabajo”, eh? Padre: Siéntate antes de que te tire de una trompada.Albert: Me gustaría que me tirases de una trompada.Padre: Nunca más te atrevas a encararme así.Albert: Me gustaría que me tirases de una trompada. Me gustaría que me tirases de una trompada.Padre: ¡Te sientas, porque estás por meterte en líos!Albert: Tú también te meterás en líos.Padre: Déjame que té diga esto. . .Albert (interrumpiéndolo): Jamás en la vida volveré a dirigirte la pa­labra. ¡Así que todo lo que tenías que decirme era que consiguiese trabajo!

He aquí la secuencia típica que hemos destacado muchas veces en este libro. Surge una discrepancia entre la madre y el padre cuando aquella le reprocha a este que no les diga directamente a sus hijos que deben levantarse temprano. Según la madre, el padre se lo dice a ella, quien presuntamente debe trasmitírselo a los muchachos. Dice que está cansada de tener que traspasar ese asunto. El padre empieza a encolerizarse con ella y dice que tampoco él quiere oír más acerca de eso. En ese momento el hijo actúa con rudeza contra el padre, y este abandona el debate con su mujer y reacciona contra su hijo. Lo típico de la secuencia es que el hijo se entrevera con el padre precisa­

169

Page 165: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

mente cuando sus progenitores discrepan y la tensión entre estos va en aumento. Es una secuencia muy corriente, y a menudo el terapeu­ta pasa a ocuparse de lo que acontece entre padre e hijo y olvida lo que desencadenó la dificultad. El hijo consigue su propósito de sacri­ficarse, ya sea actuando en forma extraña o, tal como sucede en esta circunstancia, provocando al padre, a riesgo de que lo “pongan con­tra la pared ”

Padre: Tú le habías jurado a tu madre, ¿no?, sabes que estás por meterte en un montón de problemas. Ella cuida de ti. Tú haces lo que ella. .. déjame decirte que. . . ¡Me pones furioso, te mandaría de una trompada al otro lado de la pared!Albert: Me gustaría que lo hicieses. (Se sienta.)Padre (comenzando a alzar la voz): ¡Por tu culpa, ella no puede ni salir a comprarse un vestido decente!

(El terapeuta vuelve a la habitación y se sienta.)

Albert: No tenías otra cosa que hacer que decirme que consiga tra­bajo.Padre: Hace años que te venimos diciendo eso. Te metiste con otra mujer y te fuiste a vivir con ella. No haces caso a nadie (frase inaudi­ble) mi esposa (frase ininteligible, gritando.) ¡No haces caso a nadie! ¡Ya estoy hartándome! (Se incorpora y se inclina sobre el hijo.) ¡Es­toy tan harto de ti y de ese otro holgazán en casa! Pues bien, a la larga, voy a. . .Albert: ¿Qué quieres decir?Padre: A ustedes dos. Ni siquiera la escuchan a ella. ¡Me enfurecen! Albert: Todo esto sale a relucir ahora.Padre (dice una frase inaudible mientras discute con el hijo, quien deja de gritar; la madre permanece impasible): Tienes veintidós años. (Se sienta.)Albert: Mañana saldré y conseguiré trabajo.Padre: Hace años que te venimos diciendo que debes intentar hacer algo. (Frase inaudible.) Tú no quieres ensuciarte: “Ve a limpiar el pa­tio trasero”; “No quiero ensuciarme”.Albert: Fue un chiste.Padre: ¿Fue un chiste? Pero no fuiste a limpiarlo. Haces lo que te dice ella. No quieres ensuciarte, no quieres ensuciarte.Albert: Me ensucié durante muchos años, no me molesta.Padre: Y me dices que John no hace nada. No te preocupes por lo que hace John. Mire, señor, déjeme que le diga algo: usted no.. . Me estás poniendo furioso. Ahora mismo. . .

(El terapeuta se levanta para atender el teléfono, el supervisor le dice que pare esta pelea porque puede conducir a hechos de vio­lencia. )

170

Page 166: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Albert: Yo tengo. .. ffrase inaudible).Padre (luego de una frase inaudible): No me importa la edad que tengas, tenemos que cuidarte. Tú no te cuidas a ti mismo, no estás capacitado para cuidarte a ti mismo.

Una de las tragedias de hospitalizar a un joven, en particular si pertenece a una familia de clase obrera, es que si bien ostensiblemen­te se lo tilda de “enfermo”, su familia suele dar por sentado que es una persona débil de carácter. Ser hospitalizado puede indicar que uno no es viril, lo cual constituye un estigma especial.

Albert: Mañana mismo puedo demostrarte que soy capaz de cuidar­me a mí mismo.Padre: Mira lo que pasa incluso ahora, ya te fuiste antes y no pudiste soportar la presión.

. Albert: ¿No pude soportar la presión?Padre: Ella (la madre) te estuvo cuidando todo el tiempo en que vi­viste con esa maldita mujer.Heard (haciendo un ademán para que corten): Ya es hora. (Acerca su silla.)Albert: ¿Dónde quieres ir. . . (frase inaudible)?Madre: Bueno, deja de ser tan.. .Padre: No le digas nada, no le digas nada.Heard: Este es, en verdad, el problema del que partimos. Y es un serio problema.Padre: ¡Es un serio problema! (Frase ininteligible; podría entender­se: “El ha sido un necio"). .. toda su vida. Ahora tratamos de ende­rezarlo. (Hace un ademán con el dedo al terapeuta.) Permítame que le diga una cosa. Cuando algo les sucede a estos chicos, no vienen a verlo a usted, vienen a casa; y nosotros nos quedamos sentados y les decimos: “Bueno, estás equivocado. Yo no voy a hacer esto por ti”. No, todavía tenemos que cuidar de ellos, porque seguirán siendo nuestros hijos toda la vida. Si tan sólo. . . cada vez que uno de mis chicos salta y me dice algo, y la idea que yo les doy no les gusta, pienso para mí: “Si no te gusta lo que te digo, entonces, arréglate de otro modo”. Una vez él hizo algo. . . que no estaba capacitado para hacer. Piensa que es un hombre, pero en el fondo es un niño. No es capaz de mantener la posición de un hombre, y nosotros tratamos de enderezarlo por la buena senda. Ya se lo dije antes, y se lo voy a de­cir una vez más, te vas y tratas de conseguir trabajo, no vengas luego a lamentarte ante tu madre de que has estado. .. de que has tenido que tener. Sabemos que necesitas trabajo.Albert: Conseguiré un trabajo. . .Padre: Y ten cuidado en lo que haces conmigo, porque conmigo. . . porque conmigo no se juega.Albert: Tampoco yo estaba jugando contigo.Padre: Me voy a enojar demasiado y te voy a hacer algo. . .

Page 167: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

n

Albert: Me gustaría que me pegases. . . Me gustaría que. . .Heard: No, no. . . Es vérdad que Albert siempre será su hijo, pero ya está en la edad adulta.Padre: Completamente de acuerdo. Pero él no. .. déjeme que le diga esto, ninguno de mis hijos me va a contestar de mala manera, porque a mí no me gusta. No soy uno de esos tipos que dicen: “Puedes de­cirme lo que quieras”. Porque sin pensarlo dos veces te voy a hacer algo. No necesito ayuda de nadie. Yo no les contesté jamás de mala manera a mis padres, y eso-que era uno de los peores muchachos del mundo. Pero ahora soy uno de los mejores.Heard (tras una pausa): Empezamos conversando acerca del tiempo que era razonable esperar. . .Padre: Ya se lo dije, me es imposible determinarlo. Todo lo que quie­ro es que ellos hagan algún esfuerzo. Eso es todo lo que les pido. Heard: Muy bien, eso es lo que estoy diciendo. . .Padre: No me vengas a decir (imitando al hijo) “Tengo que conse­guirme un trabajo”. Ya sabemos que tienes que conseguirte un traba­jo. pero haz algún esfuerzo para eso.Heard: ¿Cuál sería un esfuerzo razonable? ¿Pueden ponerse de acuerdo al respecto ustedes dos?Padre: Pensamos que debe levantarse de mañana y salir a buscar tra­bajo.Heard (con un ademán a los padres para indicarles que hablen entre si): Si ustedes dos. . .Madre: Sí.Padre: Eso es lo que. . . Siempre pensamos así.Heard: Muy bien. ¿Eso no. . . no ha sucedido últimamente?

Pese a la tensión y al malestar que imperan en la habitación, el terapeuta insiste en que los padres hablen entre si y fijen una fecha para que el hijo consiga trabajo. Sin dejarse distraer por la pelea en- tre padre e hijo, vuelve a pedirle a los progenitores que se pongan de acuerdo sobre eso,

Padre: No. El otro día mi esposa fue a ver a una de sus sobrinas, que le habló de un trabajo. Y yo lo llevé a él en el auto y firmé la solici­tud. Eso fue el domingo. Yo trato, le digo a mi hijo, mira. .. Usted sabe, llego hasta lo que tengo que decir y no digo nada. Yo trabajo, y en la medida en que ellos tengan en casa lo suficiente para comer y yo tenga algo para hacer, me doy por satisfecho. Pero me molesta tanto. . . A la larga, algo les digo, o bien. . . bueno, usted sabe, yo mismo me enfurezco. Pero en vez de entrar en peleas, me digo “ ¡Que hagan lo que quieran!”. Porque ya me estoy hartando.Heard: Pero el problema sigue en pie.Padre: Sigue en pie.Heard: Y a eso quisiera. . . a eso estoy tratando de llegar. A que me digan, por ejemplo, con qué se darían por satisfechos.

172

Page 168: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Padre: Yo me daría por satisfecho con que él se levante de mafiana y salga a buscar trabajo. Eso es todo. Si no lo consigue, al menos salló y lo intentó. Yo sé que es difícil conseguir trabajo.

Heard: Ajá. Señora Nelson, ¿qué opina usted?Madre: Creo que él debería, no digo que salir todos los días, pero tampoco salir por salir, ir a cualquier parte. Tiene que tener algo de­finido. Hay que mirar el diario, o, como le he sugerido, ir a alguno de los empleos remunerados que ya tuvo. Si ya lo hizo una vez, pue­de obtenerlo. Tal vez así consiga algo. Eso es lo que le dije el otro día. El me respondió: “Sí, podría hacer eso”, pero después no fue. Así que, si fuera allí, o como le dije, a la compañía de electricidad, donde habitualmente contratan gente ...Padre: ¿Y qué te contestó?Madre: No quería ir en ómnibus. (Pausa.) Pero de ahora en adelante irás en ómnibus, ¿de acuerdo?Albert: Iré en ómnibus y conseguiré trabajo.

La madre y el padre empiezan a comentar sus expectativas, pero ahora es la madre la que se entrevera con el hijo en lugar del padre, y no dialoga con este.

Madre: Mira, esto no lo haces para irritar a nadie, sino para ayudarte a ti mismo.Albert: Ya lo sé, mamá.Madre: No lo debes hacer con rabia, sino porque quieres hacerlo. No quiero que lo hagas con la actitud de “Voy a conseguir trabajo por­que ustedes me quieren hacer trabajar.” Tú mismo debes querer tra­bajar. Haz algo... (frase inaudible).Heard: Realmente creo que. . .Albert: Resulta que yo. . . no busqué trabajo por una semana, alrede­dor de una semana, y de pronto él empieza a decirme: “Consigue trabajo”. Mientras que John hace tres meses que no trabaja. A él al menos le da tres meses, a mí no me da más que dos o tres semanas. ¿Cómo sabes que la próxima semana no voy a conseguir trabajo en alguna parte?Padre: ¿Qué quieres decir con “dos o tres semanas”? Yo no he . . . Es raro que yo te diga que debes buscar trabajo.Heard: Me parece que es importante. . .Padre: Jamás te he dicho que fueras a buscar trabajo.Albert: Eso es ío que me pone. . . viejo, porque. . .Padre: Jamás te he dicho una sola palabra acerca de que fueras a buscar trabajo.Albert: . . . ellos buscan trabajo durante una semana, una o dos se­manas.Heard: Albert, yo pienso. . .Albert: Ahora es algo importante.Padre: ¿Cuándo te he dicho que fueras a buscar trabajo?

173

Page 169: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Típicamente, el padre define ahora su posición diciendo que ja­más le pidió al joven que buscara trabajo. Lo mejor es que el tera­peuta no se ocupe de esta incongruencia, ya que el problema es man­tener el status del padre, y eso no se lograría criticándolo. Ahora se debate la situación del hijo menor, John, y el padre insiste en que quiere que también él trabaje.

Padre: Le estoy encima a John todos los días, le estoy encima a John todos los días.Heard: ¿Sobre esta misma cuestión del trabajo?Padre: Sobre conseguir trabajo, tener algo que hacer. Todo el día. ¿A quién puede gustarle que su hijo ande vagando por las calles sin hacer nada? A la larga se meterá en dificultades. Yo no estoy para vigilarlo, y mi esposa tampoco puede vigilarlo, ella trabaja todos los días. No sabemos qué hacen cuando están en casa. Pero si supiéra­mos que él consiguió algo que lo mantiene activo, al menos sabría­mos que desde que nos vamos hasta que volvemos, hasta la hora de la cena, están los dos haciendo algo, algo constructivo para su persona­lidad.Madre: John afirma que él va.. . al centro. Le doy viáticos para que vaya dos o tres veces por semana.Padre: Dudo de que lo haga.Madre: El dice que va ... que pasa medio día buscando trabajo; al menos eso es lo que me dice que hace durante el día. Va al centro y recorre diversos negocios, negocios de comestibles.Padre: Y a veces anda dando vueltas con un par de amigos, quién sabe qué es lo que hace, quizá fume un poco de marihuana, pero por lo menos se mueve un poco. No me gusta que nadie se quede en la cama hasta las diez de la tarde. Quiero que tú te levantes cuando me levanto yo, ¿eh?, que te levantes, porque si no uno se vuelve pere­zoso.Madre: Albert no es así. A menudo está levantado antes de que yo salga a trabajar.Padre: No digo que no. No sé si se levanta o no se levanta. Eso es lo que tú me cuentas, ¿no? Yo no lo despierto.Madre: Es John el que no se levanta.Heard: Por eso dije que era una lástima que John no hubiera venido. Porque esto se vincula con ambos.

El esquema de las coaliciones parece ser este: La madre defiende al hijo problemático, quien está interesado en seguir estudios univer­sitarios; el padre defiende a John, quien, como él, no está interesado en una carrera profesional El terapeuta continúa con la cuestión del tra­bajo, y más adelante en la sesión refiere este problema a ambos hijos.

Heard: ¿Saben?, me parece realmente muy importante que tengan dos jóvenes, dos hijos en su casa, y se ocupen de algunas cuestiones

174

Page 170: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

que, este. .. creo que son normales en los hijos que crecen. Pienso que ustedes dos han sido padres muy generosos..Padre: No molestamos a nuestros hijos.Heard: Y. . .Padre: Sólo que nos gusta que trabajen, eso es todo.Heard: ... es muy normal, la clase de problemas que ustedes cono­cen, el lograr. . .Albert: ¿Qué le hace pensar que alguien tuvo problemas?Heard: Creo importante que ustedes no permitan la clase de. . . que esta cuestión de la que se ocupan ahora los divida.Padre: Escuche, hemos estado casados durante veintidós años, ¿y quiere saber algo?, seguiremos casados.Heard: Sí.Padre: En eso no tenemos ningún problema. Lo único en que insisto, por una razón u otra, ¿no?, es que no quiero que nadie se la pase sentado como un holgazán.Albert: Eso es lo único en que tú. . .Padre: A la larga, esto tiene que llevar a eso.Albert: Eso es todo . . . Voy a conseguir trabajo.Padre: Te hemos estado diciendo que lo hagas.Albert: ¡Vamos, hombre!, ustedes no me han estado diciendo nada. Padre: Cuando saliste del hospital.. .Albert (interrumpiéndolo}: No me dijiste nada.Padre: ¿Terminaste? (Pausa.) Cuando saliste del hospital y viniste aquí, esa misma noche te dije: “¿Sabes, Al?, tal vez si salieras a buscar trabajo, conseguirías uno”. (A la madre.) ¿No le dije eso? “Muéstrate un poco activo y volverás a valerte por ti mismo. Eso te podría ayu­dar un poco. Tener algo que hacer”. El día que vine a esta clínica, y nunca te dije nada respecto del trabajo, excepto cuando vinimos aquí y conversamos de eso. No te he dicho que te levantes por la mañana y busques trabajo. A John sí se lo he dicho.Heard: Bien, señor Nelson, yo. . . yo comprendo lo que usted quiere decir. Usted no le está diciendo a Albert que tiene que tener un tra­bajo, ni le está diciendo a John que tiene que tener un trabajo; lo que usted les está diciendo.. .Padre: El no tiene trabajo, está en casa.Heard: ... es que debería hacer el esfuerzo.Padre: Debería hacer el esfuerzo para conseguir trabajo. El no deja de enrostrarme que tiene veintidós años. Bien, a ver si me demuestras qué edad tienes.Albert: No voy a demostrarte nada.Padre: Puedes decir que eres un hombre, pero no puedes probarlo. Heard: De acuerdo.Albert: ¡Carajo, siempre te estás preocupando por saber si alguien es o no es un hombre!Padre: Es lo único que escucho de ti, que tienes veintidós años.Heard: Albert. ..

175\

Page 171: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Padre: Tampoco me gusta que uses malas palabras, yo no las uso. Heard: ¿Puedes sentarte, por favor? (Albert se ha puesto a caminar por la habitación.)Albert: No tengo ganas de sentarme.Madre: Siéntate, de todos modos. (Albert se sienta.)Heard: ¿Qué . . . este .. .? (Pausa.)Albert: ¡Toda esa chachara sobre ser un “hombre”!Heard: Lo cierto es que no nos queda mucho tiempo, realmente. Lo que quisiera ...Padre: Yo no necesito mucho más tiempo, tampoco.Heard: Bien. Lo que quisiera hoy es ver si podemos llegar a alguna clase de acuerdo claro. (Al padre.) Le oí decir a usted que considera importante que Albert busque trabajo todos los días, pero no estoy seguro acerca de cuál es exactamente su posición con respecto a John. ¿También él debe buscar todos los días? Señora Nelson, le oí decir que “Bueno, tal vez todos los días, pero no necesariamente”. Y a mi entender ustedes dos deben concordar en esto para no dividirse. Padre (a la madre): Bueno, yo pienso que debe buscar trabajo todos los días.Madre: Yo no pienso lo mismo, a menos que tenga que ir a algún lugar bien definido.Padre: No quiero decir que salga a la calle todos los días. . .Madre; Se puede abarcar. . . se puede abarcar en un día tres o cuatro puestos de la ciudad.Padre: Por supuesto que puedes, y es probable que para entonces ya tengas uno.Madre: Exacto. De las nueve a las tres, así que no es necesario salir todos los días, a menos que aparezca algo en el periódico o que al­guien te dé Una pista. Así que quizá podrías salir tres o cuatro veces por semana. No pretendo que lo hagas todos los días.Padre: No es suficiente. . .Albert: Yo me. . . tendré un trabajo mañana. Me conseguiré un tra­bajo mañana.Heard: ¿Qué. ..?Padre: Yo digo que debes ir a buscar trabajo todos los días.Madre: Bueno, eso es.. .Heard: ¿Qué significa buscar? ¿Significa efectivamente salir a en­contrar?Padre: Podría significar buscar en el diario, pueden leer el diario, que ninguno de ellos lo hace. Mirarlo y decir: “Bueno, aquí están los em­pleos ofrecidos, quizá mañana intente aquí”. Lo sé porque tengo el diario.Heard: De modo que tal vez ustedes dos estén hablando de lo mis­mo. Porque usted, señora Nelson, dijo que buscar. . .Madre (en diálogo con el padre): Sí, no quiero decir exactamente salir a buscar todos los días. Tal vez un día toma el diario y no hay nada, supongamos que sea un jueves, si ha salido el lunes, el martes y

176

Page 172: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

el miércoles y ha llenado solicitudes, y ese jueves no hay nada, nin­gún lugar definido donde ir, bueno. .. ¿para qué ir hasta el centro y esperar. ..? ¿Dónde va a ir? O de todos modos, si no tiene ningún lugar definido donde ir. ..Padre: Bueno, hay un montón de negocios en el centro. Sastrerías, panaderías y. . .Madre: Para sastrerías, panaderías, uno tiene que tener experiencia. Padre: ¿Cómo lo sabes? Yo quiero decir algo simplemente. . .Madre: Ya sé.Padre: . . . para empezar, después uno siempre puede ver la manera de progresar.Madre: El tiene ... Tú tienes una actitud equivocada . . .Padre: No pretendo que nadie entre a un establecimiento ganando diecinueve dólares por hora. Es imposible. Yo trabajé para una com­pañía y cuando entré ganaba dos mil cien dólares por año; no empe­cé a ganar quince mil dólares por afío hasta años más tarde.Madre: Esta época es distinta.Padre: Lo que estoy diciendo es que hay que empezar en algún lado, y tal vez uno después cobre algún interés por la tarea y pueda trepar por la escala. Hay que empezar en algún lado. Sabes que él no tiene experiencia en nada. ..Heard: ¿Cómo podrían ustedes dos llegar a un acuerdo sobre esto, de manera que ambos estén satisfechos con.. .?Padre: Lo único que yo quiero es que busque trabajo, nada más. Me importa un bledo que sea todos los días, simplemente que salga a buscar.Heard: Muy bien.Padre: No digo ni dos ni tres. .. Digo que salga a buscar todos los días.Heard: ¿Señora Nelson?Madre: Si él les da los viáticos, pueden ir todos los días. Yo no voy a darles viáticos todos los días.Padre: Porque piensas que probablemente no irán.Madre: No, sino porque se necesita algo más de viáticos, los empleos no están uno al lado del otro. Y para ir muchas veces a distintos lugares se precisa más dinero, según donde uno vaya.Padre: Mira, permíteme que te diga que cualquier persona que se di­ce y repite: “Necesito trabajo, necesito trabajo, necesito trabajo”, irá al mismo infierno —perdonen la expresión— con tal de encontrarlo. Aunque tenga que ir al centro y caminar quince o veinte kilómetros por día, o recorrer toda la zona para entregar una sola solicitud. Muy bien, allí no hay nada, pero al menos has dejado la solicitud... no se sabe qué puede ocurrir luego.Heard: De acuerdo. Vean, este es . . . pienso que este es un punto importante. No quiero que los divida a ustedes dos. Y no estoy. .. Padre: ¡Quiero que ellos se levanten de mañana cuando me levanto yo! Cuando subo la escalera y les digo, “Levántense y vayan a traba-

177

Page 173: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

jar”, de vez en cuando ella dirá: “Déjalos que se queden hoy”. Madre: Nunca digo que los dejes quedarse en cama.Padre: ¿Por qué levantarlas temprano? Yo digo: “Muy bien, no diré una palabra”. No digo una palabra. Quiero que se levanten cuando yo me voy. Yo me voy a las siete, a las siete menos cuarto. Que se levanten, se vistan, bajen y salgan a buscar trabajo, pero no pueden conseguir ningún trabajo.. .

El padre y la madre han dialogado largo rato, sin desavenencias, y el hijo no ha venido en rescate de nadie. Ya no hay sacrificio en la sesión.

Madre: Eso no significa nada. Cuando yo acudo, muchas mañanas, tú le gritas, “ ¡Sal de la cama, holgazán!”.Padre: Hasta que se levanta.Madre: De acuerdo. Se levanta, y cuando tú te vas, vuelve a la cama. Padre: Eso no lo sabía.Madre: Yo lo sé, porque estoy allí.Padre: No lo sabía, tal vez piense que está fuera haciendo algo, yo no. . .Madre: No, no lo hace.Padre: Preferiría que se levante y haga algo, aunque tenga que levan­tarlo y sacarlo a la calle y apostarlo en la esquina de casa para que salga a buscar. No necesitan quejárseme, sabemos que necesitan tra­bajar. Sé que es difícil conseguir trabajo, pero sin duda charlando no tendrás uno.Heard: Muy bien. ¿Puedo. . .?Albert: Quiero irme. Salgamos de aquí.

A fin de incrementar la comunicación directa entre los padres, suele ser útil asignarles como tarea hogareña que todas las noches mantengan una charla vinculada con el hijo. En este caso el terapeuta intenta que participe en esa charla toda la familia, pero la idea no es recibida con entusiasmo. La madre comenta cuán difícil resulta dia­logar con el padre.

Heard: ¿Ustedes dos siempre cenan juntos?Madre: Ajá.Padre: Sí.Heard: Iba a decirles, a modo de sugerencia ... que tal vez al térmi­no de cada día podrías tú, Albert, cenar con tus padres y John. Albert: No, no, yo.. . como algo con mi gente.Heard: Estaba preguntándome si cenas.Padre: A la hora de la cena está en casa.Heard: ¿Podría ser Albert un tema, un tema de conversación en la mesa durante la cena?Padre: No, para mí no. No quiero conversar de ese asunto.

178

Page 174: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Heard: ¿No quiere conversar de eso?Padre: No.Albert: El nunca habla mucho de nada.Madre: Es la verdad, no lo hace. Simplemente se sienta y me eleva sus quejas a mí. Por eso le dije: “Dirígete a Albert y explícale que quieres que consiga trabajo, no te dirijas a mí.” Así que yo sé, todos los días, lo que le dice a Albert. Creo que debería decírselo él mis­mo. Porque yo le digo lo que quiero. No me digas que lo haga yo, hazlo tú mismo. El no sabe siquiera cómo hablarles a sus hijos de buenas maneras. (Pausa.) Y como él dijo, no quiere conversar de eso. Es verdad, no va a conversar nada con nadie. Una vez que lo dijo, es el acabóse, probablemente empiece a gritamos a Albert y a mí en el auto.Heard: Bien. Como saben, a mí me preocupa realmente que esto no sea un motivo de división entre ustedes dos. Ambos .tienen que dar a sus hijos un mensaje unitariq.Padre: ¿Sabe qué es lo que me enfada de todo este asunto? Ya se los dije una vez. No tendría por qué decirles todos los días que salgan a buscar trabajo. Con que se los diga una sola vez es suficiente. Eso es todo.Albert: Ya me lo has dicho, así que todo el mundo a casa, yo conse­guiré trabajo mañana, no será nada difícil.Padre: Entonces, ¿qué hay que conversar? Si le digo: “John, anda a buscar trabajo”, y a él se le ocurre ir una vez, tan pronto vea que no hace nada le salto encima de vuelta: “¿Has . . . ido a algún lugar hoy? ¿Ah, no? Entonces baja de ahí y vete a alguna parte”. Y él quizá . . . No sé qué hace cuando anda por ahí.Madre:. Nada.Padre: Bueno, no lo sé, pero quiero que salga. Yo voy a mi trabajo todos los días.Heard: ¿Piensa que basta con que se lo diga una vez?

Aunque la sesión continuó un poco más, en esencia termina aquí. El padre se hizo acreedor a una disculpa, porque se había permitido que se turbara lo suficiente como para amenazar a su hijo con gol­pearlo. Había que tranquilizarlo diciéndole que la terapia no exige esta cíase de enfadosas escenas afectivas, y que inadvertidamente la situación había quedado fuera de control. Era previsible que el padre se sintiera avergonzado por perder el control de sí mismo y gritar de ese modo: al disculparse, el terapeuta le estaba ratificando que la próxima vez que viniese no se abrigaría la expectativa de que se enfa­dara y perturbara tan extremadamente.

Repasemos las etapas de esta sesión. Primero se estimuló a padres e hijo a que hablaran entre sí. El terapeuta, como partícipe central, organizó el diálogo, motivándolos a todos para que se ocuparan de la cuestión del trabajo. Luego, se apartó hacia la periferia y dispuso que los padres charlaran con el hijo; para facilitarlo cambió de asien­

179

Page 175: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

to, ubicándose en un extremo del grupo y pidiendo al hijo que se sentara junto a él y frente a sus padres. Por último, solicitó a los padres que discutieran el asunto entre ambos, e intervino para blo­quear la posible injerencia del hijo.

Cuando los padres empezaron a hablar entre sí, se creó tensión entre ellos. El hijo inició una disputa con el padre, distrayéndolo del problema que este debatía con su mujer. El terapeuta, que había de­jado la habitación por un momento, retornó y provocó un diálogo entre los cónyuges, dejando fuera al hijo. Esta vez el hijo no se lan­zó al rescate de los padres pese a la tensión y a las discrepancias ma­nifestadas por ellos. Al comunicarse los padres más directamente, en vez de hacerlo a través del hijo, este quedó desligado del triángulo.

Esta sesión, tediosa por el hecho de enfocar una sola cuestión, cumplió con sus objetivos. Los padres fueron capaces de debatir en forma directa, y no a través del hijo, un tema delicado. También se logró otro objetivo: que el hijo consiguiera trabajo. Obtuvo un em­pleo de medio día y más tarde comenzó sus clases en la universidad.

A la larga, el joven resolvió el problema de satisfacer los deseos conflictivos de ambos padres en cuanto a trabajo o estudio: entró en el ejército, satisfaciendo así el anhelo del padre de tener un hijo viril y, por la avanzada instrucción que allí recibió, también el anhelo de la madre de tener un hijo culto.

Page 176: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

8. La segunda etapa: conducta alborotadora

Si un joven ha sido puesto bajo custodia a raíz de su conducta alborotadora, cabe presumir que existe una causa social en su familia o comunidad. Internar y medicar a alguien significa ponerlo “en con­serva” hasta que retorne a la comunidad para hacer frente a las mis­mas dificultades de antes. En un cierto porcentaje de casos, la crisis producida por la internación, la conmoción y las molestias propias de esa situación, hacen que la familia se reorganice. A veces, el trau­ma de la internación lleva al joven a escoger otra forma de conducta adaptativa. Pero en la mayoría de los casos es previsible que luego de la primera internación el trastorno reaparecerá, a menudo justo cuan­do el sujeto problemático parecía andar bien.

En el caso típico, el joven que regresa a su hogar está en libertad “condicional” y se lo trata como a alguien que sufre una minusvalía. La dosis diaria de medicamento le recuerda a la familia que la perso­na está “enferma”. Mientras se siga definiendo al joven como anor­mal, la familia, que tiene que enfrentar esta crisis, puede desenten­derse de sus problemas habituales. Pero en algún momento la con­valecencia termina, y entonces puede reactivarse la situación social que originó la conducta problemática. La familia vuelve a enfrentarse con lo que sucedía al hacer erupción el problema del hijo; vuelve a funcionar mal y amenaza disolverse. El joven ofrece un segundo epi­sodio del mismo problema presentado antes; si cometía desatinos, vuelve a cometerlos; si era un anorético, otra vez deja de alimentarse; si pasaba los días apático sin hacer nada, vuelve a rondar por la casa y deja de buscar trabajo; si cometió actos de violencia, incurre en ellos nuevamente; si se embriagaba o se drogaba, vuelve a embriagar­se o a drogarse. Por lo general no se presenta ningún problema nue­vo, sino que se repite la conducta que provocó la internación. Por esta razón, en la primera etapa de la terapia es posible planear de antemano con la familia qué hará si esa conducta se repite. Lo im­portante es manejar la recaída de la segunda etapa sin recurrir a la internación, para que la familia no retroceda y empiece de cero como si nada hubiese pasado. De lo contrario, la internación tendrá que reiterarse una y otra vez.

A veces, tras una primera hospitalización, se intenta prolongar la convalecencia en la esperanza de que el problema se solucione de al­guna manera con el correr del tiempo. Se prescribe medicación du­rante un período fijo, seis meses, pongamos por caso, sea cual fuere el comportamiento del individuo, de modo tal que durante ese pe­

181

Page 177: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

ríodo queda definido como incapacitado. En la mayoría de los casos este empeño fracasa. La familia tiene dificultades, el joven sufre una recaída, y sus familiares dicen que necesita otra droga porque la que está tomando no le hace nada, o bien informan que ha dejado de tomarla. La píldora pasa a formar parte de la contienda social, y si hay algún cambio positivo no se lo atribuye a las personas sino a una sustancia química. Hasta que no cesa la medicación de la persona problemática, la familia no sabe si es capaz o no de vivir dentro de la normalidad.

Otra manera de prolongar la convalecencia consiste en dejar al jo­ven en un hogar temporario o en un hospital de día, definiéndolo como una persona que está a mitad de camino de la normalidad. Sue­le confiarse en que* en esta situación, logrará apartarse la mitad de camind de su familia. Con este enfoque, el joven sigue definido como anormal y la familia preserva su estabilidad durante ese lapso. Por lo general nada se hace por la familia, ya que la mayoría de los profe­sionales que residen en hogares temporarios son contrarios a ella: in­tentan salvar al joven de sus padres, al par que el joven intenta salvar a sus padres y, pase lo que pase en el hogar temporario, hará una escalada en su conducta si lo juzga necesario para ello.

La situación causal

Repasando lo ya dicho, puede concederse que son muchas las ra­zones por las cuales un joven se aparta del buen camino. Puede man­tener desgraciadas alianzas con pandillas, juntarse con drogadictos, atravesar crisis en sus estudios, sobrellevar trágicos enredos amoro­sos, ligarse con amigos que se han autodestruido, etc. La cultura de los pares ejerce una poderosa influencia en los jóvenes y puede gene­rar, presumiblemente, suficientes conflictos sociales como para origi­nar problemas de conducta. No obstante, en el caso de los problemas graves, y a los fines de la terapia, lo mejor es partir de una explicación simple basada en las relaciones familiares. Debe suponerse que el jo­ven está atrapado en un triángulo familiar, y que su comportamiento anormal constituye una reacción frente a una crisis entre esos seres íntimos. Lo típico es que sea presionado a desligarse de ese triángulo y abandonarlo, a la vez que se lo amenaza con las desagradables con­secuencias que ello le traería. Su solución consiste, o bien en sufrir un colapso, o bien en conducirse de un modo incorrecto que hace que el triángulo se estabilice para tratar con él.

En la terapia que nosotros propugnamos, la primera etapa está destinada fundamentalmente a preparar a las personas para este se­gundo episodio de modo tal que el problema quede dentro de los límites de la familia, que se reorganizará a fin de que el joven pueda procurar su independencia. No es difícil explicar cómo se ha de de­senganchar al joven para que su conducta problemática no sea indis­

182

Page 178: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

pensable a la estabilidad familiar; mucho más difícil es ponerlo en práctica. Para ello es menester: 1) corregir la jerarquía, de manera que el joven quede en posición inferior a sus padres, y 2) hacer que los padres se comuniquen directamente entre sí, y no metafórica­mente a través del joven problemático. A veces estos dos pasos se dan en forma simultánea, pero por lo común primero hay que lograr que Jos padres se hagan cargo del joven, y luego, poco a poco, resol­ver las desavenencias entre los cónyuges.

Si la primera etapa culmina con éxito, cuando el joven es dado de alta en la institución y vuelve al hogar los padres ya están a cargo de él y se comunican mutuamente de modo más directo, en primer lugar acerca de las reglas que han de fijarle, y en segundo lugar acerca de cualesquiera otras cuestiones. El terapeuta ha instado de inmediato a que el joven retomara su actividad normal (estudio o trabajo) y la familia enfrenta la cuestión fundamental: la posibilidad de que aquel se vuelva autónomo y abandone el hogar, disolviendo así el trián­gulo. En ese punto, los padres funcionan mal: tienen dificultades pa­ra la comunicación directa y para acordar quién tiene autoridad so­bre el joven. Si llegan a amenazar con separarse, se producirá una escalada en el mal comportamiento del-joven y este sufrirá una recaí­da. Entonces la terapia habrá ingresado en su segunda etapa, y la la­bor del terapeuta consistirá en aprovechar la recaída para contribuir a resolver los problemas de la familia de algún otro modo, sin conver­tir en inválido a uno de sus miembros. El terapeuta requerirá de los padres que se hagan cargo del joven en su recaída, impulsando a la pareja a unirse y a comunicarse mejor. Los padres oscilarán entre alentar a su hijo para que recobre la normalidad y desalentarlo preo­cupados por las consecuencias.

Hay dos factores que vienen en ayuda de los padres en esta etapa. Uno es su relacióri personal con el terapeuta. Si el terapeuta no actúa sólo profesionalmente sino también en forma personal, los padres acudirán a él en sus dificultades y además estarán motivados para explayarse sobre sí mismos. Por ejemplo, suele ser útil que en los comienzos del tratamiento el terapeuta haga una visita al hogar. No es difícil concertar una invitación a cenar. La disposición del terapeuta para explayarse, así como el carácter personal de la visita, hacen que los padres se muestren más dispuestos a dirigirse a él y no a otro cuando surjan dificultades. En estas circunstancias, lo mejor es defi­nirla como una visita social para ver cómo es la familia; la cena com­partida tiene que tener un carácter social. La discusión de los proble­mas debe quedar reservada al consultorio; en el hogar, sólo se desta­carán los aspectos positivos de la familia, y se disfrutará el momento.

Otro factor que motiva a los padres en la segunda etapa es la can­tidad de esfuerzos que hicieron en la primera. Si han luchado entre sí y con el hijo a fin de enderezar las cosas, frente al subsiguiente fraca­so del hijo reaccionarán como cualquier persona que se ha empeñado en lograr éxito en algo. Tomemos el ejemplo de un hijo drogadicto.

183

Page 179: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

r

Si es desintoxicado en un hospital sin intervención de la familia, los padres son meros espectadores; cuando el joven reincida, como ya lo ha hecho tantas veces, se sentirán decepcionados, pero en esencia el problema es de los especialistas. Si, en cambio, se dispone que la de­sintoxicación se realice en el hogar y que los padres se hagan cargo del joven (como fomenté que se hiciera en un programa terapéutico para adictos), puede obtenerse un resultado muy distinto. Los pa­dres, que han soportado todo el dolor y la angustia que les provocó el período de desintoxicación, se indignarán en caso de que el joven vuelva a la heroína, viendo desperdiciado todo su esfuerzo, y es más probable que le insistan en que debe corregir su vida.

Errores

Es más fácil sugerir qué debe evitar el terapeuta que indicar lo que debe hacer en esta situación, debido a que surgen hechos imprevisi­bles. Pueden describirse algunos errores corrientes —errores en el sen­tido de que causan dificultades en vez de conducir al éxito—.

1. Todo tratamiento que define a la persona como anormal tien­de a perpetuar el problema. La familia queda cristalizada en esta eta­pa de su vida: el hijo se queda en casa y los padres no avanzan hacia una nueva etapa de su matrimonio.

2. Es un error que el terapeuta explique o interprete a los padres lo que él piensa que está aconteciendo. Mejor es presumir que ellos lo saben, pero no pueden dejar de actuar como lo hacen. Si se les señala que se aferran al hijo por sus problemas conyugales, habitual­mente se defenderán de esa acusación protestando que es el hijo el que realmente constituye el problema. Como la acusación ha turba­do a los padres, el hijo estalla con su inconducta a fin de estabilizar­los. Entonces todo el mundo puede señalar como un hecho obvio que es él, y no sus padres, el problema.

A veces conviene explicitar que el joven incurre en su inconducta por temor de que los padres se separen, pero-el terapeuta sólo debe ' hacerlo cuando su relación con los padres sea lo bastante buena co­mo para que estos entiendan que está en lo cierto y se dispongan a enfrentarlo. (Este proceder se ilustra en la sesión que reproduciremos . en el presente capítulo.) El propósito de su comentario no es ayudar a los padres a que comprendan lo que sucede, sino forzarlos a abor­dar la cuestión de modo más directo.

3. Es un frecuente error el de no definir bien las tareas o no acla­rar las cuestiones. Para que la terapia se mantenga centrada en torno del problema, el terapeuta debe focalizarse en “bits” o fragmentos concretos de conducta. Si se entabla una charla sobre puericultura, o los problemas actuales de los jóvenes, u otros asuntos generales, no se hace sino perpetuar una situación anormalmente estable. El cam-

184

Page 180: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

bio sobreviene cuando los actos son definidos, se les fija una fecha para que acontezcan y determinadas consecuencias si no se los cum­ple.

4. El terapeuta promedio no debe procurar mostrarse inteligente, dar directivas ingeniosas o realizar intervenciones paradójicas. Las cartas del triunfo son las de un claro y simple énfasis en que el joven vaya al trabajo o a la escuela, y de que los padres se hagan cargo de quien vive bajo su mismo techo.

5. No hay que tratar el abandono del lugar por el joven como una amenaza para los padres, pero debe mencionarse —preferiblemente, en forma casual— la perspectiva en las primeras sesiones, para que to­do el mundo sepa que en definitiva habrá que aceptar ese hecho. Sin embargo, si el joven amenaza con dejar el hogar, o si los padres afir­man que debería hacerlo, el terapeuta replicará de inmediato que no hay prisa, y que la partida del joven debe organizarse bien.

En general, la manera de proceder consiste en empujar a los pa­dres para que se hagan cargo y luego replegarse y ver si lo hacen es­pontáneamente. Si no lo hacen, deberá empujárselos de vuelta. Uno de los objetivos es lograr que ellos definan en forma espontánea su matrimonio como un asunto que les incumbe a ellos y no a su hijo. Al obrar así, trazan la línea demarcatoria de las generaciones, corri­gen la jerarquía y liberan al joven de la relación triangular que esta­bleció con ellos.

Una sesión de la segunda etapa

En el caso que a continuación reproduciremos, la segunda etapa de la terapia se da en una sola sesión en lugar de abarcar varias. Se trata de la misma familia de cuya primera etapa nos ocupamos en el capítulo 5. Estamos ahora unas nueve semanas después que Anna- belle ha sido dada de alta en el hospital, y hasta este momento le ha ido bien: concurrió al colegio y a su trabajo, y obedeciólas normas parentales. Los padres amenazaron con separarse pero se les pidió que postergaran su decisión unos meses, hasta junio, fecha en que su hija terminaría sus estudios secundarios. Aceptaron, y están recibien­do sesiones de pareja con su terapeuta.

En este punto surge un problema que inaugura la segunda eta­pa. Supervisor y terapeuta se reúnen antes de una sesión de emergen­cia con la familia, para ver cómo han de obrar. La chica ha tenido dificultades y corre peligro de que la internen nuevamente.

Lande: Los vi el lunes a la noche, y al día siguiente recibí una lla­mada de la madre comunicándome que Annabelle no había dormido

185

Page 181: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

en toda la noche y los había mantenido despiertos a todos. Y fw como si la hostilidad general que manifestaba hacia mí se hubiese difundido a todos, al punto de que les dijo a dos de sus profesores que “se dejaran de hinchar” y se fueran del colegio. Estaba funda­mentalmente agresiva con todos, incluido su novio; no parecía una respuesta específica a algo que hubiese sucedido en la terapia. Los padres estaban preocupadísimos; la conducta de ella era realmente alocada, en un momento hasta golpeó a su madre. Durante toda la semana la familia entera giró en torno de ella. Como no pude comu­nicarme contigo el martes, decidí contenerla con una pequeña dosis de medicación, en parte por el hecho de que los tuviera despiertos a todos por las noches. Creo que la tolerancia de ellos estaba a punto de acabarse. Esa noche ella no se despertó en ningún momento, y sus padres parecieron más capaces, gracias a eso, de hacerse cargo. Ver­daderamente, capearon muy bien el temporal; al menos por lo que me dijeron el fin de semana. La madre elogió la fuerza con que hab ía actuado su marido y el apoyo que le había brindado.Haley: ¿Y no cumpliste con tu propósito de ir a cenar? (El tera­peuta había resuelto visitar el hogar para mantener con la familia una cena de carácter social.)Lande:-No cumplí con mi propósito por una combinación de cir­cunstancias. Creo que debería haberlo hecho, pero no me sentía se­guro durante la crisis. La madre me llamó para decirme que no se estaba dedicando a la cocina porque pasaba todo el tiempo con Annabelle. Y yo estuve enfermo la semana pasada, de modo que aproveché la oportunidad para zafarme. Probablemente tendría que haberlo hecho.Haley: Sí, durante una crisis tienes que cumplir, en lo posible, con todos tus planes, sean cuales fueren, porque eso hace que.. . porque estabiliza las cosas. Si no recuerdo mal, en la cuestión de la medica­ción intentaste en cierto modo hacerles una jugarreta. Lo que sugiero es que con esta gente tienes que ser absolutamente franco en cuanto a lo que deseas que se haga. Lo más simple, claro y sincero que pue­das, dado lo complejo de la situación.Lande: Sí.Haley: ¿Qué harás hoy cuando ellos lleguen?Lande: Bueno, hay varios planes de acción, que surgieron por sí so­los, digamos. Uno se refiere al llamado de la madre para tratar de persuadirme de que Annabelle volviera al colegio. Dijo que Anna­belle estaba muy turbada con el colegio, y le respondí que tenía por qué estarlo. Y quiero que ella lo tome como una real preocupación de graduarse con su curso y sentir que no quiere rezagarse. Me gusta­ría ocuparme de eso, como algo de lo que realmente hay que preocu­parse.Haley: Con cuerdo contigo en que la chica debe estar turbada por lograr en la escuela lo que necesita lograr, pero definiría su inconduc­ta escolar en términos de las molestias que le causa a sus padres. O

186

Page 182: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

sea, ellos deben fijar la norma de cuánto tolerarán en la casa para no sentirse molestos. Ellos no tienen por qué mandar a la escuela a una hija que les causa trastornos. Si ella va a provocarles esas molestias, entonces que se quede en casa. Vale decir, esto no se hace en bien de ella', ¿por qué tiene que causarles disgustos una chica que les dice a sus profesores “que se dejen de hinchar”? Y creo que te irá tanto mejor cuanto más insistas en lo que es bueno para los padres y en lo que ellos deben o no deben soportar, y cuanto menos insistas en lo perturbada que está la muchacha.

Esto se funda en lo siguiente: Si la decisión de volver al colegio estuvo basada en la conducta y el talante de la chica, es ella laque goza de poder; sus padres quedan incapacitados de actuar, y todo lo que pueden hacer es esperar que ella cambie de talante. Pero si la cuestión se plantea en términos de las posibles molestias y disgustos de los padres, son ellos quienes decidirán cuándo ha de Volver su hija al colegio, y por ende los que poseen autoridad.

Lande: ¿Qué tal si. . . hablamos de volver atrás y explorar qué fue lo que desencadenó esto?Haley: Creo que tienes que empezar a explorar eso, y empezar por charlar de algunos de los problemas de la pareja en presencia1 de Annabelle. Confío en que te sea posible debatir abiertamente sus dis­cusiones sobre la separación en presencia de Annabelle, porque tal vez no lo hayan hecho. Quizás en cierto momento decidas hacer salir a los chicos. Una vez establecido de qué se trata, yo estaría tentado de hacer salir a los chicos y pedirle a Annabelle que se quede, si vas a tocar los problemas conyugales. Por más que desees trazar una línea demarcatoria entre las generaciones, también es tu propósito definir a Annabelle como mayor que los otros. Creo que ella está en el, medio.

En la sesión están presentes el terapeuta, los padres, la hija y dos hermanos menores. El terapeuta solicitó a los padres que trajeran a dos de los varones de más edad, ya que prefería trabajar con un gru­po familiar más amplio; no obstante, ellos vinieron con un chico de quince años y una nena de ocho. Las edades de estos niños no hacían conveniente que estuvieran en la sesión de la crisis, pero se resolvió incluirlos, reservándose la posibilidad de pedirles que salieran en ca­so necesario.

Lande: ¿Cómo anduvieron las cosas en casa?Madre: Hoy anduvieron realmente bien. Tuvimos un buen día.Anna: ¿Sabe una cosa? Pienso que todas las preguntas que usted hace son demasiado personales. (La familia se ríe.)Lande: ¿Demasiado personales?

187

Page 183: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Anna: Sí.Lande: ¿Cuáles son las preguntas que no debería hacer?Anna: Preguntas básicas. Preguntas “que no son cosa suya”. (Se ríe.) Madre: Debería hacer preguntas de tipo impersonal.Anna: Exacto. Preguntas de tipo impersonal.Padre: Bueno, aquí estamos tratando de brindarte una ayuda perso­nal, así que es de esperar que él haga preguntas personales.Anna: No quiero su ayuda personal.Padre: Bueno, yo quiero. . . De todos modos, la necesitas.Madre: Necesitamos su ayuda personal.Anna: Ustedes necesitan su ayuda personal, no yo.Madre: Yo la necesito.Anna: Bueno, quédense con ella, yo no la quiero más.Padre: Está bien.Lande: ¿Preguntar sobre el regreso al colegio es personal?Anna: No.Lande: ¿Has reiniciado?Anna: Nó.Lande: ¿Qué. .. qué va a pasar con eso?Anna: Nada.Padre: Creo que la situación es que.. . en la escuela quieren que an­tes de que ella vuelva, usted les dé algo.Anna: ¡Ah, un informe sobre mi comportamiento!Padre: O algún tipo de análisis de Anna.Lande: ¿De análisis?Madre: Una evaluación.Padre: Sí, una evaluación.Lande: ¿Personal' o impersonal?Anna: Supongo que quieren una personal, no sé. No me importa lo que quieran. Odio esa escuela. Huele mal. Huele a basura.Lande: Bien, yo estoy. . . ¿quiere usted decir que el regreso de ella a la escuela depende de mí?Madre: Así es (El terapeuta se ríe.) La escuela preferiría no incorpo­rarla hasta que usted les confirme su opinión de que puede asistir a la escuela normalmente, y también quisieran tener alguna evaluación sobre lo que sería mejor para ella en materia de educación. Quiero decir, si para ella es mejor concurrir normalmente a la escuela, o si es mejor tener un profesor. . . particular.Padre: O una combinación de ambas cosas.Lande: ¿Han hablado ustedes acerca de esto. . . ustedes tres?Padre: Sí, lo hicimos.Anna: ¿Lo hicimos?Padre: No llegamos muy lejos, Anna.Anna: Lo único que yo dije es que odiaba la escuela. Eso fue todo. Padre: Recuerdo que el otro día dijiste que no querías un profesor particular.Anna: No quiero nada de esa escuela.

188

Page 184: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Padre: Sí, pero creo. .. y no hemos vuelto a hablar del asunto, y probablemente deberíamos haberlo hecho.Anna: Volver a la escuela o volver a qué se yo. . . ¡las charlas!Padre: Simplemente hablar contigo un poco más de esto.Anna: Bueno, si ellos me pueden ofrecer un profesor particular, lo aceptaría. De lo contrario voy a abandonar.Lande: Bien. Estoy verdaderamente confundido.Anna: Usted está habitualmente confundido.Lande: Me confundo con suma facilidad.Anna: Ya lo sé.Lande: Sobre todo en esta cuestión, porque pensé que a ti te intere­saba mucho terminar la escuela este año.Anna: ¿Cómo puedo terminar la escuela si tomo medicamentos? Lande: ¿Qué quieres decir?Anna: ¿Cómo puedo terminar la escuela si tomo medicamentos? Lande: ¿Eso es un obstáculo para que asistas a clase?Anna: Sí, es un gran obstáculo. Es un obstáculo para mi vista, y es un obstáculo para mis sentimientos, es un obstáculo para todo. Y no soporto esa escuela.Madre: Bueno, si concurres a la escuela en una situación normal, de­jas de ser para la escuela un problema disciplinario.Anna: ¿Quién es un problema disciplinario? Son ellos el problema. Madre: Me estoy refiriendo a cuando no obedeces las normas de la escuela.Anna: Pues entonces no vuelvo más a la escuela y se acabó.Lande: ¿Saben lo que me preocupa? . . . porque creo entender lo que piensan ambos. . . Es que. . .Anna: Una pregunta: ¿Por qué están Stuart y Sarah aquí?Lande: Perdóname un segundo, Anna. Lo que me preocupa es que esto tiene que haber sido algo muy molesto para ustedes dos. . . lo que sucedió con Annabelle.Anna: Por cierto que lo fue.Madre: Bueno, déjeme decirle. ..Anna: Si digo lo que pienso te molesto...Madre: Es molesto sí, es decididamente molesto, pero su bienestar es más importante que eso, ¿no?Lande: Bueno, estoy pensando que ustedes, por su propio b ien . . . porque creo que los sentimientos de ustedes importan mucho, pienso que deben tener la plena certeza de que si Annabelle vuelve a la es­cuela, no será otra vez una molestia para ustedes. Comparto con us­tedes totalmente la idea de que un objetivo es que Annabelle se con­duzca normalmente y concurra a la escuela en situación normal. Madre: Correcto. Por cierto que tenemos que asegurarnos de eso. Anna {interrumpiéndola): Yo estaba comportándome en forma deci­didamente normal en esa oficina. Me senté allí y le dije lo que pensa­ba de ellos, y de sus normas, y lo que pensaba que ellos debían hacer. Y ustedes saben qué me respondieron. Bueno, que se podía ir

189

Page 185: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

al colegio sin necesidad de ir precisamente a ese colegio. Yo dije: “No señor, si me voy a graduar, será en este colegio”.Padre: Está bien, Annabelle, no precisamos repetir todo lo que sucedió.Anna: Sí, lo precisamos. ¿Para qué creen que estamos aquí?Padre: Bueno, estamos aquí, digamos, para conversar acerca de lo que sentimos acerca de eso, no para conversar de todo lo que pasó. Aunque es parte de ello, sí.Madre: Linda, ¿no crees que podrías volver al colegio sin crear un gran. ..?

(La hija se lleva el dedo índice a la sien y hace un gesto de burla indicando que su padre está loco.)

Anna: Eso es para los que están detrás del vidrio.Madre: ¿Qué me dices, Anna? ¿No crees que podrías volver al cole­gio sin que se presente de nuevo una situación embarazosa?Anna: ¿Embarazosa para quién?Madre: Para nosotros.Anna: Lo dudo.

El problema principal del terapeuta podría enunciarse como si­gue. Se supone que la conducta loca de la hija es resultado de una crisis matrimonial de sus padres, que ha creado inestabilidad en la familia. Si el terapeuta expone esa idea ante los padres, es posible que estos lo nieguen y culpen a la hija, sosteniendo que ella es el problema. Es la respuesta típica cuando un terapeuta se alia con un adolescente en contra de sus padres. Cuando ello sucede, el triángulo familiar no puede resolverse, y es probable que la muchacha sea hos­pitalizada otra vez. La terapia debe entonces recomenzar. Si el tera­peuta no saca a relucir el problema conyugal y en cambio trata de que los padres lo hagan en forma espontánea, quizás ello no suceda. La muchacha, por su parte, se autodefinirà como la persona proble­mática, para impedir que se indague en el conflicto de sus progenito­res. Cuanto más inestable sea la pareja, más trastornos ocasionará la chica tanto en su vida como en la sesión. Distraerá al terapeuta, quien, si es provocado por ella o trata de hacerle frente, se encontra­rá abordando, no el problema conyugal, sino sólo el de la chica. La tarea del terapeuta consiste en lograr que los padres pongan sobre el tapete la crisis marital sin dejar que la hija lo impida. El supervisor llama por teléfono al terapeuta y le sugiere que debilite la posición central que ocupa la hija, conversando para ello con sus hermanos.

Anna: Cuando estoy bajo los efectos de la medicación no puedo con­trolarme. Ese día fumé un cigarrillo, y me desesperó que me suspen­dieran por eso, pues yo fumo habitUalmente, y no veo por qué si puedo fumar en casa no puedo fumar en la escuela.

190

Page 186: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Padre: Anna, la razón de que no puedas es que formas parte del alumnado y debes atenerte a las reglas. ..Anna (interrumpiéndolo): Entonces no formaré parte del alumnado, y. .. Está bien, no estoy ateniéndome a las reglas.Padre: Eso se aplica a todos allí.Anna: Está bien, peor así. No volveré a esa inmunda escuela.Lande (dirigiéndose al hijo de quince años): ¿En qué grado estas tú, Stuart?Stuart: En décimo grado.*Lande: ¿Vas al mismo colegio que Anna?Anna: Por cierto. ¿Qué piensas del colegio, Stuart?Stuart: Más o menos lo mismo. Es dirigido en forma muy.. . No tienen micros.Anna: Ni siquiera tienen micros y la gente tiene que pagar por ellos. Stuart: Está bien. Es mejor que. . . Creo que es el mejor colegio, aun­que aun así no es muy bueno.Anna: Es mejor que Galmore, es mejor que. . .Padre (al hijo): ¿Y qué es lo que te disgusta del colegio?Lande: Bueno, permítanme, tal vez los pueda ayudar...Anna: La forma en que es dirigido.Stuart: Son cosas secundarias, que no tienen verdadera importancia, pero bueno, ustedes saben...Lande: Stu, déjame que lo ayude a tu padre a formular su pregunta, porque este año, dado que tú estás en ese colegio, eres una especie de experto con respecto a él. ¿Qué piensas tú... tu hermana está en el 12° grado, cuál es tu opinión?Stuart: ¿Sobre qué?Lande: Estamos conversando sobre el volver a la escuela.. . los pros y los contras.Anna: Yo no volveré a la escuela si va a ser de esa manera.Lande: ¿Tienes alguna idea al respecto?Anna: Si tengo que respetar esas reglas podridas, no volveré.Madre: A tu entender, Stu, ¿qué es lo mejor que Anna podría hacer? Stuart: No lo sé. Probablemente volver a la escuela.Madre: ¿Te parece importante que se reciba?Stuart: Algo así.Anna: Tiene que ser. Necesito un diploma para conseguir cualquier trabajo decente. Y cuando salga de la escuela quiero trabajar.Madre: De modo que tú piensas que es importante, por cierto.Anna: No podré estar vagando por la casa todo el día, ya que. . .

(Suena el teléfono y el terapeuta atiende.)

Anna: Me gustaría que usted apartara ese teléfono, me molesta.

* En Estados Unidos, los grados de la escuela primaria o elemental y los de la escuela secundaria se numeran correlativamente. La primera suele abarcar los ocho primeros, y la segunda, los grados 9o a 12° (A', del T.).

191

Page 187: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

La hija continúa dominando la sesión y provocando al terapeuta contra la voluntad de este. El supervisor sugiere que el terapeuta lo­gre que el padre se haga cargo de la muchacha. Con esto se obtiene uno de los objetivos, que es poner a un progenitor a cargo, y además se incluye a la hija en la disputa familiar{ sacándola de su contienda con el terapeuta.

Lande: Tal vez una de las razones por las cuales no se puede aprove­char lo que todos saben aquí es que Anna sigue, por así decir. . . Anna: Entrometiéndose.Lande: Sí. (Al padre.) Tal vez usted pueda, digamos, ayudar a Anna, por un segundo, porque hay muchísima gente con experiencia en el colegio y que conoce muy bien a Arma. Todavía no... todavía no tengo claro qué piensas tú, Stu, que conoces el colegio y sabes qué exigen y qué no exigen.Stuart: Bueno. . . este. .. No sé.Lande: ¿Es un colegio muy riguroso?Stuart: Sí, algo así. Uno tiene que quedarse quieto y tranquilo, y todo eso. No se puede andar juntándose con cualquiera ni quebran­tar las reglas, o algo así. Y además, si uno no tolera el castigo que le imponen cuando quiebra las reglas. ..Anna: Te hacen quedar fuera de hora.Padre: Ahora está hablando Stu.Stuart: Exacto. Entonces, pienso que uno no puede, ¿nb/, andar bien en la escuela.Madre: ¿A ti te va.bien?Stuart: Sí.Anna: Pero es duro, ¿no?Stuart: Algo así.Anna: Es duro por la forma en que te tratan los profesores. Te tratan como si fueras un bebé, pero si uno llega a actuar como un adulto... Padre: Anna, dejémoslo hablar a Stu ahora. ..Lande: Es difícil resolver las dificultades, porque el pímto de vista de Anna, que por cierto es importante, es el único que logra mani­festarse.Anna: Eso es endiabladamente cierto, porque yo siento que soy aquí la única persona capaz de salir por sí misma de aquí.Padre: No entendí.Lande: Dije que una de las razones por las cuales es tan difícil resol­ver esta clase de dificultades es que el punto de vista de Anna, que por cierto es importante, es el único que logra manifestarse, ya que es como si ella interceptara a todos los demás.Padre: Sí, ella domina.Anna: Domino todo lo que hago.Padre: No, linda, no es así.Anna: Sí que lo es. Cuando estamos cenando, domino la mesa. Cuan­do limpio la casa, domino la casa.

192

Page 188: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Padre: Relájate.Anna: ¿Cómo puedo relajarme si estoy con la medicación?Padre: Creo que puedes si te esfuerzas por ello.Anna: Me duelen los ojos.Lande (tras una pausa): Bueno, esta cuestión está lejos de haber sido resuelta, creo, en el interior de cada uno de ustedes.Padre: Creo que está bien resuelta en el interior de todos menos Anna.Anna: Correcto. ¡Y yo soy quien tiene que hacerlo todo! ¿Por qué deberían ustedes tomar decisiones en mi lugar?Padre: Y pienso que una de las cosas. . . ¿sabe?... cuando esté lista para volver. .. eso será parte de ello. .. su actitud al hacerlo. No creo que esté lista todavía.Lande: Sí, en la medida en que exista un peligro para ustedes dos. . . eso será embarazoso.Madre: Más aún. No sé hasta qué punto el colegio tuvo que ver en. . . Anna: En mi crisis nerviosa.Madre: ... en la forma en que ella estuvo reaccionando la semana pasada, porque desde que supo que por un tiempo no puede volver a la escuela, ha estado realmente muy tranquila.Anna: En otras palabras, disfruto tanto con mi suspensión que si vuelvo allí, pienso que tal vez me hiciera suspender adrede.Madre: ¿Te hiciste suspender adrede?Anna: ¡No, mujer!, simplemente hacía lo que hacía. Quería fumar un cigarrillo, y ellos vinieron y me dijeron: “¿Con que estás fuman­do? O te quedas después de hora o te suspendemos”. Yo respondí: “Por todos los diablos, no voy a quedarme después de hora”.Lande (al padre): Quizás usted pueda ayudamos. Annabelle pare­ce. . . tal vez usted podría ayudarla a que les dé a los demás miem­bros de la familia la oportunidad de hablar.Padre: Mira, Anna, somos cinco aquí, y todos tenemos.. .Anna: Está bien, dejemos hablar a Sarah, quiero oír lo que dice. Padre: Escucha, tú no eres la coordinadora de esta reunión. ¡Cállate y tranquilízate!Anna: Sí, señor.Padre: Así que me desafías...Anna: Todo lo que usted diga, señor.Padre: Empieza a hacer lo que te digo.Anna: Seguro, enseguida. Lo llaman desafío.Padre: Te gusta discutir, siempre quieres tener la última palabra. Anna: Lo sé.Lande: La cuestión que ustedes plantean parece ser central, y por cierto ignoro la respuesta. Tal vez todos podrían ayudar en esto. ¿Qué ocurrió.. . digamos... la última semana, que pudiera ser im­portante ... pensando en el futuro?Madre: Bueno, el domingo ella se alteró mucho, se puso a llorar y se volvió muy hostil y beligerante...

193

Page 189: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Lande: Pienso que...Madre: Y el lunes no fue al colegio.Lande: Pienso que tal vez no formulé mi pregunta con suficiente cla­ridad. Usted estaba especulando.. . ¿qué es lo que desencadena estas cosas?Madre: Bueno, yo estaba especulando que durante toda la semana pasada ella demandó ir al colegio, y fue bastante... este... tuvimos que insístirle mucho en que no podía ir esa semana. Ella no esta­ba. .. este. ..Lande: Permítame que la interrumpa. Ha sido un error mío, dejénme qué pruebe de nuevo. Lo que me interesa es.. . eso que pasó el do­mingo, o el sábado, o en algún momento del otro fin de semana... no la semana pasada, sino la anterior.Madre: Bueno, el martes fue suspendida por su comportamiento in­solente.Lande: Sí, pero incluso antes de eso.. . incluso antes de eso, algo sucedió que la alteró y la angustió a Annabelle.Anna: ¿Quiere saber qué sucedió? Se lo diré. Estaba en mi trabajo, y tenía el período, y sentía calambres. Y no tenía ganas de quedar­me en el trabajo. Así que llamé a papá y él me dijo: “Escucha, Ed anda con el auto, de modo que puedes llamar a Amold” (el novio de Annabelle), y yo me puse frenética y le contesté: “Bueno, si yo hubiese llamado a Amold, tú me habrías pegado cuatro gritos”. De modo que llamé a Amold. . .Padre: Es algo que pasó antes que eso.Anna: ¿Me dejarás que le diga lo que sucedió, para que él pueda ana­lizarlo?Padre: Está bien, linda, pero creo que ya se lo dijiste la semana pa­sada.Anna: De cualquier manera... me alteré y empecé a llorar y llorar y llorar. Y llamé a Amold y él tampoco estaba. Entonces llamé a la señora Henderson para que me pasara a buscar. Entonces le dije al viejo que era mejor que pensase en algo. Porque yo sé qué anda mal en mí ahora. Y él.dijo: “¿Qué pensarás tú acerca de... qué debo yo...?”

Esta sesión ejemplifica un punto fundamental: la joven incurre en un mal comportamiento y se sacrifica para salvar a los padres no sólo cuando estos atraviesan dificultades en su vida, sino también en las interacciones que se suceden dentro de la sesión. El terapeuta señaló que quería averiguar qué había trastornado a la hija. Presumiblemen­te, su trastorno fue causado por un conflicto parental, y Annabelle quería forzar a sus padres a que dejaran de lado ese conflicto y se ocuparan de ella. En esta sesión, recurre a mil intentos para distraer al terapeuta y a los padres a fin de que se ocupen de ella y no se permita manifestarse a la tensión entre los padres. En este caso los distrae con sus divagaciones y con sus acciones alocadas; otra técnica

194

Page 190: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

es iniciar una lucha con uno de ellos. Su “obstruccionismo ” está in­dicando que debe haber un conflicto parental que ella procura es­conder.

Lande: Me estoy confundiendo.Padre: Me lo dijo cuando llegó a casa.Anna: Sí...Madre: ¿Puedo decir algo sobre esto?Anna: No.Madre: Quiero dar mi opinión.Anna: Da tu opinión.Madre: Mi opinión era una pura especulación, pero toda la semana pasada tú estuviste muy alterada por cualquier cosa.Anna: Estaba perdiendo' todos mis cursos.Madre: Hasta que te impusimos que no fueras al colegio. Ahora que el colegio quedó fuera y el trabajo quedó fuera, estuviste muy tran­quila.Anna (al terapeuta): Dejé mi empleo.

En esta situación, el peligro es exactamente el enunciado por la madre: todo anda bien en la casa desde que la chica dejó la escuela y el trabajo y permanece sin salir, aquietada por la medicación. El problema del terapeuta no consiste en aquietar a la muchacha sino liberarla de una situación anormal para que pueda participar en acti­vidades normales.

Madre: Así que sin escuela ni trabajo, te has comportado muy bien en la casa.Padre: Bueno, la forma en que a mí me gustaría.. .Anna: Por la casa.. . Soy una persona doméstica.Madre: ¿Sabe?, tal vez ella creó todo este asunto porque quería. .. Lande: Eso es lo que estoy tratando de averiguar de todos ustedes... qué... algo tiene que "haber sucedido, en algún lugar, por lo cual Anna se vino abajo.Anna: Pregúntele a Sarah, ella no está ahí sentada para ño hacer nada.Madre: Fue todo muy horrible, ¿no es cierto, Sarah?Anna: ¡Ah, usted no conocía la parte en que me puse frenéticá! Lande: Algo sabía, por lo que conversé con tu mamá.Anna: Ella es tan retorcida para decir todo.Lande: Sigo sin. . . ¿Sarah, Stu, tienen ustedes alguna idea de lo que pudo suceder para que Anna se angustiara tanto?Anna: Sí.Lande: ¿Es un misterio para ti, Sarah?Anna: Vamos, hombre, fue la medicación todo el tiempo.Padre: Creo que hubo un par de cosas. Una es que estábamos tra­tando de sacarle los medicamentos, a modo de experimento, y lo

195

Page 191: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

hicimos y creo que eso no ayudó; y en segundo lugar, nosotros... este. .. No estoy seguro, pero. .. (Pausa.)Anna: Me seguía obligando a tomar la pildora, y seguía diciéndome: “Tómala, tómala”, ¿y sabe lo que hizo en una oportunidad?

Cabe presumir, por la vacilación del padre y el hecho de que la hija acuda en su rescate, que el padre estaba por sacar a relucir un conflicto anterior con su mujer. Si ahora el padre puede ignorar la operación de salvataje de la hija y retornar a la cuestión conyugal, es porque el terapeuta se ha aliado permanentemente con los padres.

Anna (continuando): Yo quería cenar, y él y su esposa estaban be­biendo unos aperitivos. Así que pregunté: “¿Puedo comer ahora?”, y él respondió: “No, vamos a esperar un poco más”.Lande (al padre): Creo que usted tendrá que ayudar a Annabelle para que no se vaya por las ramas, porque estamos hablando de. .. creo que de un par de días antes de todo esto.Padre: Sí, veamos qué paso en ese par de días...Anna: Te estoy diciendo lo que sucedió, ¿me quieres escuchar? Padre: Está bien, Anna.Anna: Me senté a la mesa para cenar y papá dijo: “ ¡Levántate y sal de la mesa! Yo le contesté: “No”. ¿Y sabe lo que hizo? Se acercó y tiró de la silla en la yo me había sentado, y yo me caí al suelo y me puse a llorar sin parar, y entonces él dijo que Arnold no iba a poder venir a verme, y yo seguía llorando. Luego telefoneé a Arnold y Ar­nold vino de todos modos, y tan pronto como él llegó, yo dejé de llorar.Padre: De acuerdo. Bueno mire. . . este. . . para llegar a lo que pudo haber sido el origen de todo, creo que fue, que fueron una serie de cosas. No lo sé realmente, es mera especulación de mi parte, pero creo que una fue, ¿no?, el hecho de que se le hubieran quitado los remedios, y también. . . este. .. ciertas disputas que tuvimos con Ja­ne (la esposa). .. y que probablemente ella escuchó.

(La hija hace un gesto de exasperación, como queriendo decir que él sigue adelante pese a todos sus intentos por detenerlo.)

Lande: ¿Disputas que tuvieron usted y su esposa?Padre: Sí.

Al fin uno de los cónyuges ha puesto sobre el tapete la división entre ellos. El objetivo del terapeuta es reorganizar a la familia, y para que los padres se hagan cargo tienen que conceder que tienen dificultades entre sí y negociarlas. La familia no puede ser reorgani­zada si ellos niegan sus problemas e insisten en que el único proble­ma es la hija. Si se atacan mutuamente, no pueden hacerse cargo; como cualquier otro tipo de liderazgo, también este fracasará si es

196

Page 192: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

fragmentado por una batalla emocional. El énfasis del terapeuta en las necesidades y derechos de los padres, hasta el punto de subesti­mar los de la hija, fue un preparativo para que los padres pudieran conceder, sin sentirse incómodos, que su división era un problema familiar. Que hayan tenido sesiones de pareja con el terapeuta para debatir sus discrepancias no resta importancia a su discusión en pre­sencia de la agitada hija, que trata de apartarlos de sus problemas conyugales. Sin embargo, esto no implica que el terapeuta deba de inmediato acoger con beneplácito la batalla conyugal y dedicarse a in­dagar en ella: aún tiene que decidir qué va a hacer al respecto. Procede a normalizarla batalla convirtiéndola en tema general de debate.

Anna: No soporto que ellos se peleen. Riñen tanto y hacen tanto ruido, porque él se pone rígido y se la toma con ella, y con él y conmigo (solloza). ¡No lo soporto!Lande: ¿Todos los chicos estaban enterados de estos altercados? Padre: Bueno, el altercado que tengo ahora presente sucedió tarde, de noche, pero creo. . . no sé si ella lo escuchó o no. . . Ella estaba en la cama.Anna: Escucho todas las peleas de ustedes.Lande: ¿Y Stu, y Sarah?Madre: ¿Qué dices, Stu?Stu: ¿Qué digo de qué?

Esta reacción de Stu, muchacho de quince años, ante el altercado de sus padres es la manera clásica de un chico para permanecer den­tro de su propia generación y fuera del triángulo de sus padres. La hija perturbada considera, desde luego, que su hermano es un irres­ponsable - si no un canalla- por no procurar salvar al matrimonio de sus padres. La diferente situación y respuesta de los dos hermanos nos aclara cómo, en una familia, un hijo puede volverse loco y el otro no.

Madre: ¿Qué piensas tú de las peleas?Stu: ¿Las peleas entre quién?Madre: Entre tu padre y yo.Stu: Yo no. .. (Pausa.)Padre: Vamos, habla con sinceridad.Madre: ¿Qué haces tú? ¿Te apartas de ellas, eh?Stu: Ajá.Anna: ¿Quieres decir que ni siquiera te importan?Stu: No.Anna: ¿Ni siquiera te importa que ellos discutan?Stu: No.Anna: Se nota.Madre: Bueno, el viernes a la noche tuvimos. . . sí, el viernes y casi todo el sábado tuvimos. . .

197

Page 193: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Padre: ¿Este último fin de semana, o el anterior?Madre: El fin de semana. . . este fin de semana.Padre (irritado): Bueno, pero estamos hablando del fin de semana pasado. ¿Cuál fue el origen de los problemas que ella tuvo en el co­legio?Madre: No sé nada sobre el fin de semana anterior. No sé cuál fue la causa...Anna (interrumpiéndola): Yo sí lo sé. No tomé el medicamento. Lande: Me interesaba lo que estaba diciendo Stu. Es interesante que cuando en una familia los padres se pelean, lo cual sucede en muchí­simas familias, distintos hijos reaccionan en forma distinta. Tú esta­bas diciendo, no te pude seguir muy bien, que tú te apartas, o. ..? Stu: Yo no digo nada, no me meto. Me quedo tranquilo, eso es todo. Madre: Apareces lo menos posible.Stu: Espero hasta el final.Lande: ¿Cómo te. ..?Anna: Lo llaman “el descolgado”.Lande: ¿El descolgado?Anna: Anda siempre descolgado. Ni siquiera se ocupa de nada en la casa.Lande: ¿Anda suelto, sin hacer nada, quieres decir?Anna: Anda descolgado. Le encargan que haga alguna cosa, y refun­fuña, pero la hace. Refunfuña cinco horas seguidas, y uno tiene que decirle que se calle.Lande: ¿Pero te vas de la habitación, o. ..?, si mamó y papá están discutiendo, quiero decir.Stu: Si, algo así, si puedo. . . me voy de la habitación y listo.Madre: ¿Y cierras la puerta cuando te vas, no?Stu: No.Lande: Sarah, ¿qué haces tú cuando mamá y papá discuten?Sarah: Nada.Lande: ¿Nada? ¿Intervienes en la discusión, o te pones a mirar tele­visión, o. ..?Sarah: Generalmente miro televisión.Lande: ¿Eso es lo que haces?Sarah: Ya lo estoy haciendo.Lande: Ya estás mirando televisión. ¿La pones más fuerte? Cuando papá y mamá discuten, ¿actúas como tu hermano o como tu her­mana?Sarah: No sé.Lande: ¿No sabes? (Pausa.) Es interesante^ Supongo que con muchí­simos chicos se tiene la oportunidad de ver. . . este.. . deben reaccio­nar en forma diferente frente a un montón de cosas diferentes. Madre: Lo hacen.Padre: Tengo la impresión de que ellos, tanto Sarah como Stuart, se sienten un poco embarazados para decir lo que piensan en este mo­mento.

198

Page 194: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Lande: Están embarazados por el hecho de que. ..Padre: De que ellos están allí.Lande: ¿De que ustedes dos discuten?Padre: Oh, sí, probablemente, pero tal vez tengan sobre esto senti­mientos que les cuesta expresar.Lande: ¿No quieren herir los sentimientos de ustedes?Padre: Sí, probablemente.Lande: ¿Es un secreto que ustedes discuten?Padre: No, no lo creo. (La familia se rie.)Madre: No lo creo.Anna: Intentamos mantenerlo en secreto, pero no funciona.Padre: ¿De qué manera intentamos mantenerlo en secreto?Anna: Procuramos cerrar todas las ventanas y todas las puertas, para que ningún vecino pueda oímos.Madre (riéndose): ¡Sí, exactamente!Anna: Papá, escuché tantas veces pelearse a los vecinos, y me impor­ta un comino que se peleen. Todo lo que me preocupa es que se peleen tú y mamá.Padre: Sé que te preocupa, linda.. . Pienso.. .Anna: Trato todo el tiempo de decirte que te calles, pero tú me con­testas que yo soy la que debo callarme, que debo quedarme en mi asiento y cerrar la boca.Madre: Anna, Anna, tú no eres la responsable.Anna: Pero me siento responsable. Por Dios, ¿qué puedo hacer para que la gente me escuche?Madre: ¿Por qué te sientes responsable?Anna: ¿Qué es ese ruido?Padre: Son las cosas que te has puesto ahí. (Annabelle está sacudien­do los brazos y hace sonar unos colgantes que se ha colocado en los puños del vestido.) Realmente tienes todo un armamento de esas cla­vijas colgantes allí.Anna: Las encontré hoy y me las puse en cualquier parte, porque no sabía dónde iban.Padre: De esa manera Anna ha cargado con un montón de. . . este. . . ansiedades, y provoca un montón de problemas en la casa.Lande: ¿De esa manera, ansiedades?Padre: Bueno, no sé si es la palabra correcta, pero ella.. .Anna: Ansiedades es la palabra correcta, sí.Padre: Está bien. Pero anda muy preocupada por la forma en que nosotros nos llevamos. Y tiene preestablecido un orden de cosas que quiere que se hagan como ella dice, pues de lo contrario se torna muy hostil.Anna: No, hostil no.Padre: \ Oh, Anna, si realmente te dieras cuenta! Por ejemplo, “Quiero come r ahora mismo”.Anna (al terapeuta): Se le cayeron los fósforos.Padre: Y yo te dije: “Comeremos dentro de unos minutos”, y tú

199

Page 195: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

insististe en que fuese ahora mismo, y tal como van las cosas, tú ma­nejarías la casa si te dejáramos.Anna: La manejo perfectamente.Padre: Estoy seguro de que alguna vez serás capaz de manejar tu pro­pia casa. .. en muy buena forma. Pero no quiero que manejes la mía. Anna: ¡Hombre, no puedo evitarlo, porque tú no la manejas como se debe!

El padre se ríe. Golpean a la puerta y el terapeuta se levanta y sale para conversar con el supervisor. Mientras pasean de uno a otro lado del vestíbulo, deciden explicitar la amenaza de separación conyugal, como un modo de reducir el poder que tiene la hija en la jerarquía.

, Se parte de la base de que la familia sabe perfectamente bien qué es lo que está detrás del problema, y que el verdadero problema es no poder resolverlo. Por consiguiente, el comentario que hará el tera­peuta no será una interpretación, en el sentido de descubrirle a la familia algún aspecto de sí misma. Todo el mundo sabe que la hija está actuando como respuesta a la amenaza de separación. El pro­pósito del comentario no es instruir a la familia sino bloquear la se­cuencia en la que un conflicto parental escondido origina en ¡a hija una conducta perturbada. Una vez que la cuestión es sacada a la luz, la hija prosigue con sus intentos de distraer al terapeuta para que no se ocupe de aquella.

Lande: La cuestión de que parecen estar hablando todos.. . no estoy un ciento por ciento seguro, pero me gustaría aventurar esta hipóte­sis. .. es algo que, según creo, todos enuncian de distinta manera: que cuando ustedes dos se pelean, eso influye en todos, particular­mente en Annabelle.Anna: Sin lugar a duda, en especial con esa medicación.Lande: De manera que yo quisiera.. . Estoy casi seguro de que, res­pecto de todas las cosas que están en juego, Annabelle no sabe có­mo obrar, lo mismo que Stu. . . algo así como que cuando los escu­cha pelear muy intensamente, teme que se estén por separar, que la abandonen. No sé qué pasará entonces por la mente de ella, pero conjeturaría que es eso lo que hace que esta angustia aumente tanto. Padre: Sí, cuando estuvo toda la noche despierta y tan temerosa, se la pasó diciendo que. . . no quería que nos separemos, que uno lo abandonara al otro. Así que pienso que ella está muy preocupada por eso.Lande: Esto vendría a corroborar mi hipótesis.

Al ponerse en evidencia que la muchacha se trastornaba como re­sultado de la amenaza de separación de sus padres, nuevamente ella intentó distraer al terapeuta, trayendo a colación algo que para un psiquiatra joven seria interesante. El terapeuta responde ateniéndose a la cuestión principal

200

Page 196: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Anna (interrumpiéndolo): Doctor, ¿quiere saber lo que vi?Lande: Bueno, más bien. . . me preocupa más este asunto sobre 06» mo tus padres. . .Anna: ¿Sabe lo que vi? Vi fantasmas en mi cuarto.Lande: Me estaba preguntando si cuando ustedes dos se pelean, y, Annabelle se angustia y trastorna y ve e imagina cosas... si esa no el una manera en que ella les brinda una gran ayuda, al permitirle! que se unan y empujen juntos. Cuando ella empieza a conducirse como una chiflada, digamos, los ayuda a ustedes a juntarse.Anna: No, eso lo único que logra es que se aparten más. Salvo hoy, cuando nos encontramos en el restaurante. Papá no le lanzó ni uní sola palabra dura a mamá porque yo le sonsaqué todo a él. Le djje: “¿Desde qué hora estás aquí? ¿Hacía mucho que nos esperabai? Hombre, lo sentimos verdaderamente. Estábamos discutiendo con esa señora porque no podíamos hallar los tonos adecuados”.Padre: Annabelle, no tenías que preocuparte por eso, yo no iba a pronunciar ninguna palabra dura.Anna: Parecías tan enloquecido...Padre: No parecía enloquecido.Anna: Dijiste que no te gustaba ser un cero a la izquierda. . .pidiendo los platos y esperándonos por nuestra tardanza.Padre: Exacto, no me gusta eso. Pero eso no quiere decir que estuvie­ra enloquecido.Anna: Pero parecías enloquecido.Lande: Todo esto es como decir que mi idea estaba probablemente muy cerca de dar en el blanco. Annabelle teme mucho que sus dispu­tas signifiquen que ustedes van hacia un rompimiento, y ella procura realmente —aunque no siempre lo haga en forma conciente-, procu­ra hacer lo mejor para mantenerlos unidos. Y lo hace de una manera algo.Anna: Extrema.Lande: Extrema, sí. Procede como una persona extremista, pero creativa.

La chica trata de pronunciar una palabra pero lo hace con dlfícul' tad; aparentemente quiso crear un neologismo con “creativa”y "cu* rativa”.

Anna: Procediendo en forma extrema y creativa-curativa.Lande: ¿Saben?, yo creo que para que Annabelle retorne al colegio y las cosas vuelvan a la normalidad, tiene que tener realmente la tal» presión de que eso no va a suceder por el momento. Que ustedei no se van a separar ahora.Anna: Ellos no se van a separar. No se separarán, porque si se iepi< ran, ¿sabe lo que haré? Me mataré. Lo juro, si se separan, me doy muerte con mis propias manos.Madre: ¿Por qué?

201

Page 197: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Anna: Porque esos chicos los necesitan. Esos chicos necesitan el amor. .. Lo juro, ¿cómo pueden ustedes mostrarles amor...?Padre: Linda, no nos separaremos.Anna: No estoy preocupada por eso, porque sé que no se van a sepa­rar, pero esas peleas de ustedes por minucias son tan estúpidas... Especialmente las que se refieren a mí: “¿Puede ir Anna al cine esta noche?” “No lo sé, discutámoslo” “Oh, ¿crees tú que Anna puede ir al cine con Arnold?” “No sé. ¿Puede Anna ir al cine con Arnold?” Lande: Pienso que Anna tiene que oírles decir a ambos, probable­mente con más firmeza, que eso no va a suceder por ahora. . . entre ustedes dos. Pues de lo contrario, las fantasías de ella... cada vez que ustedes tienen un pequeño altercado. . .Padre: Creo que ese es el problema. Para ella, toda vez que charlamos sobre algo y no nos ponemos de acuerdo, es una pelea.Lande: Bueno, pienso que por ese motivo ella debe oír de boca de ustedes dos que en la actualidad esa no es la realidad de lo que su­cede.Anna: ¿Lo es?Madre: Bueno, creo que una de las cosas más importantes es que no necesariamente. . . creo importante que ella sepa que no nos vamos a separar, pero más importante todavía me parece que no tengamos que soportar una conducta intolerable simplemente porque no pode­mos separarnos.Lande: Conducta intolerable. . .Madre: Quiero decir que también hay límites en cuanto a lo que las personas deben tolerar para permanecer juntas.Lande: Usted quiere decir tolerarse una a otra.Anna: ¿Por qué entonces ustedes, señores, tratan de que Arnold y yo nos separemos?Padre: No es así, linda.Anna: Por cierto que así parece, con todas estas reglas y limitaciones que nos imponen a mí y a él. Suena como que no confían para nada en él.Padre: Arnold y yo tuvimos una buena charla el otro día. El me comprende. ¿Te contó algo sobre eso?Anna: No, no lo hizo.Padre: Oh, bueno. . .

He aqu í una maniobra típica de un joven problemático. Cuando los progenitores sacan a relucir un conflicto conyugal en torno de alguna cuestión, como la conducta “intolerable”arriba mencionada, la muchacha inicia una reyerta con uno de ellos.

Lande (interrumpiendo): ¿Saben algo?, es interesante que Anna- belle, al ayudar tanto en la familia. . . una de las formas en que lo hace es centralizando todo en ella. Es muy difícil mantener siquiera una mínima discusión sobre un sándwich cuando. .. ella es verdade­

202

Page 198: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

ramente una artista en lo que respecta a focalizar todo y controlarlo a su modo.Anna: Mi madre acostumbraba decirme permanentemente que yo era una artista, y yo no podía entender por qué.Lande (a la madre): Debemos funcionar en igual longitud de onda. Madre: Eres muy talentosa, Annabelle.Lande: Realmente ella realiza un esfuerzo especial... si cobrara por sus servicios, sería muy cara... para ayudar realmente... ella tiene la idea de que ustedes dos necesitan ayuda, ¿no?, para mantener unido al matrimonio.Anna: Es porque ellos creen que yo necesito la ayuda de ellos. Y eso no es cierto, ya les pasó la hora. Soy una mujer adulta, y no preciso nada de ustedes. .. salvo la comida, la casa, la televisión, las plantas, y todas esas cosas materialistas de ustedes.Madre (riendo): ¿Te parece poco?Padre: Probablemente tengas razón, ¿sabes?Anna: Si pudiera arreglarme sin eso, saben que lo haría ahora mismo. Me compraría mi casa propia y viviría en mi casa propia.

(Suena el teléfono y el terapeuta se levanta a atender.)

La hija dijo que se mataría si los padres se separasen. Esa afirma­ción exige que se haga algo. No debe permitirse que los padres utili­cen esa amenaza de suicidio como excusa para permanecer juntos, ya que esto mantiene a la hija mezclada en su relación matrimonial; y ella sólo se tornará normal si es sacada de la lucha que libra con sus padres para que haga su vida con sus pares. El objetivo de la terapia es organizar a la familia, para lo cual los padres deben establecer espontáneamente una frontera generacional e impedir que la hija se mezcle en su matrimonio. En este punto, el terapeuta procurará mantener la unión conyugal, pero la decisión última en cuanto a se­pararse o permanecer unidos no debe estar fundada en la salud de la hija. Una intervención tendiente a abordar esta cuestión tiene que ser algo más que un comentario intelectual. Si el terapeuta pretende ex­cluir a la hija del matrimonio de sus padres, debe involucrarse con ella. Dicho de otro modo, ante todo debe situar a la hija en un esca­lón inferior de la jerarquía familiar, y sólo entonces los padres esta­rán en condiciones de seguirlo. Así pues, el supervisor le pregunta al terapeuta si se cree capaz de enojarse con la chica; el terapeuta res­ponde afirmativamente. El supervisor le sugiere que se enoje con ella por reclamar su derecho a la independencia a la vez que priva injusta­mente de ese mismo derecho a sus padres.

Anna: ¿No quieres hablar sobre la medicación?Padre: Ahora no.Anna: Yo sí.Madre: En algún momento tendremos que hablar de ello.

203

Page 199: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Anna: Tenemos diez minutos para hacerlo.Lande: Creo que aquí están pasando otras cosas de apremiante im­portancia.Anna: No hay ninguna otra cosa. La medicación es lo que quebranta mis nervios. ..Padre: El doctor Lande es el que dirige esto.Anna: El doctor Lande es un estúpido. No sabe nada de nada.Padre: ¡Annabelle!Madre: ¡Annabelle!, ¿quieres calmarte?Anna: No.Madre: Quiero hablar, quiero hablar todo el tiempo. (Se ríe.)Anna: Muy bien, habla. Tienes diez minutos.Padre: ¡Cálmate, Anna, qué endiablado es esto!Anna: ¿Qué endiablado es quién?Padre (en un susurro): Esto. Ahora cálmate.Anna: ¿Qué es “esto”?Lande: Hay un par de cosas importantes que han surgido, y no estoy seguro del todo... al menos así me impresionó. . . una de ellas es que usted (ala madre) siente que hay determinadas conductas intole­rables que debe soportar. . .Madre: Exacto.Anna: ¿Qué pasó hoy, mamá?Lande: La impresión es. . . la impresión es. .. porque Anna ha traído hoy algunos elementos importantes. Tal como ella los ha traído, al­gunos son difíciles de entender. .. pero. .. es decir, ella' tiene cierta idea realmente extraña, en cuanto a que ya es crecida y debería ser independiente, tener su propia casa y ser respetada por ustedes. . . lo cual para mí es muy lógico. En igual sentido, ella afirma que si uste­des alguna vez se separan, se matará.Anna: ¿Para qué voy a seguir viviendo, si mis padres. ..?Lande (interrumpiéndola): Esto me enfurece de veras, porque es una de las cosas más estúpidas que he oído.Anna: Sí, es muy estúpida.Lande: Tú quieres que tus padres. .. tú quieres ser independiente de tus padres, lo cual parece natural, pero no les das la posibilidad de que ellos sean independientes de ti. No comprendo por qué, si ellos quieren hacer algo que ellos mismos. . .Anna: ¿Y'por qué se tienen que preocupar tanto por mí y por todas mis cosas? ¡Eso es asunto mío!Lande: Sí, pero si ellos quieren hacer algo. . . si alguna vez deciden hacer algo, que tú tomes como asunto tuyo el provocarte un daño, es una de las cosas más necias que jamás he oído.Anna: De acuerdo, pero, ¿para qué voy a seguir viviendo si mis pa­dres no seguirán viviendo juntos?Padre: Tu vida no depende de eso, linda.Lande: No veo. .. si tú pretendes tener cierta privacidad e indepen­dencia, también tienes que tratarlos a ellos como adultos.

204

Page 200: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Anna: Ellos no se comportan como adultos.Madre: Bueno, es probable que tengas razón en eso, pero la verdad es que lo estamos intentando, y necesitamos tener. .. por el simple hecho de que nos separemos, no quiere decir que tú debas dejar de vernos.Lande: Lo cierto es que en la actualidad no se están por separar, sino que viven soportando la conducta intolerable de ambos. .. de to­dos. . . La palabra “intolerable” significa “que no se puede tolerar”. Pero parecería que la salud de Annabelle se conecta de algún modo con eso.Anna: Me duelen los ojos.Lande: Así que por allí andan rondando ciertas ideas que necesitan ser rectificadas cuanto antes.Madre: Sí.Lande: Y en parte es que la gente piensa que ciertas cosas deben ser modificadas para que ellos puedan vivir juntos, y esta parecería ser una regla básica de la convivencia familiar. Y asimismo que la gen­te sabe a quiénes se refieren esas cosas. Quiero expresarles (a los padres) que este parece ser un asunto entre ustedes dos, no entre los hijos.Madre: Así creo.Lande: Y de alguna manera Annabelle ha quedado atrapada... ella se siente atrapada en eso.

Aquí queda bien ilustrada la capacidad del terapeuta para mante­nerse calmo y aliarse tanto con la hija como con los padres. Por más que esté sometido a presión, con una familia en crisis, un supervisor que se entromete en lo que él hace y una hija que se muestra provo­cativa y ruda con él, se las ingenia para no atacar a la chica, y más bien afirma que ella está tan atrapada en la situación como los pa­dres.

Anna: Atrapada en el medio.Madre: ¿Puedo decirle algo que. ..?Lande: Seguro.Madre: Durante varios años, Annabelle me preguntó una y otra vez: “¿Por qué no te divorcias de papá?”. Así lo hizo durante años. Lue­go tuve el asesor amiento matrimonial, y hemos tratado de elaborar nuestra relación, y desde el punto de vista de Annabelle las cosas mejoraron, porque así me lo ha dicho ella. Por eso, pienso que ella siente culpa por lo que me decía en años anteriores. Piensa que tal vez yo tomé demasiado en serio sus ideas, y no es así. Yo voy a deci­dirlo por mí misma.Lande: Creo que Annabelle necesita que usted le diga esto, necesita oír este mensaje suyo.Anna: Lo oigo, lo oigo.Lande: Me parece que no lo oyes realmente.

205

Page 201: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Madre: Yo no voy a hacer necesariamente lo que tú me digas, ni que viva con tu padre ni que me separe de él.Anna: Lo sé.Madre: Voy a decidir por mí misma qué es lo mejor para mí y para la familia.

Esta declaración de la madre puede considerarse el punto crucial de la sesión y de la terapia. El objetivo era que los padres se hicieran cargo y mantuvieran apartada a la hija de sus problemas conyugales. Al definir sus propios derechos, la madre reduce el poder de que go­za la hija en la familia. La muchacha se entremezcla prontamente con la pareja sacando a relucir algo que pueda dividirla, con lo cual aumenta su poder. Con la misma prontitud, el terapeuta vuelve a si­tuarla en la posición correcta dentro de la jerarquía organizacional, A partir de este momento la chica comienza a conducirse en mayor medida como una hija normal, y la familia adquiere estabilidad.

Anna: ¿Cómo es entonces que cada vez que quieres algo le preguntas a papá?Madre: Bueno, procuro mostrarme considerada con tu padre.Lande (interrumpiéndola): Permítame. . . Aquí está usted, justificán­dose ante su hija de dieciocho años por lo que usted hace con su ma­rido. Por su propio bien, no quiero ver que esto suceda.Madre: Esa es una buena opinión.Lande: No pienso... Pienso que hay algunas cosas que son asunto suyo. ..Anna (interrumpiéndolo): Doctor, ¿a quién le importa realmente lo que usted piensa?Padre: A mí.Madre: A mí me importa.Lande: Es de esperar que algunas personas que. . .Anna: Y bien, a mí no.Lande: Quisiera que te importase.Padre: Sí, así pienso.Anna: ¿Así piensas?Padre: Tiene toda la maldita razón. Ahora cállate.Anna: ¡Sí, señor! (Se ríe, por primera vez en la sesión.)Lande (a Sarah): ¿Tu hermana es actriz de comedia? ¿Es la graciosa de la familia?Sarah: No.Madre: Pero le hace cargar a la familia un buen fardo, ¿no, Sarah? Lande: Apuesto a que sí. Apuesto a que tienes por lo menos tres padres.Anna: Seguro que lo hace.Lande: En esta familia. .. todos tratan de ser los adultos, los padres. Madre: ¡No hay duda de que aquí hay muchos padres! (Se ríe.) Anna: Yo quise que mamá se levantara para hacer gimnasia conmigo.

206

Page 202: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

¿Y saben lo que hizo, en cambio? Se quedó durmiendo y me dijo que le preparase una taza de café.Madre (riendo): ¡Sí, hoy sí que tuve un buen servicio !Lande: Creo que usted tiene que decidirse (se ríe), puede jubilarse y hacer el trabajo de ella.Anna: ¿Sabe lo que hizo, 45 minutos después? Gimnasia. (Risas.) Lande: No sé qué harán ellos sin ti, si tú te vas y fundas tu propia familia.Anna: Yo tampoco lo sé. Si es eso lo que desean, van a tener que romper relaciones.

(Más adelante, en la misma sesión.)

Anna: En otras palabras, no me gusta la gente de Nueva York porque tengo prejuicios.Madre: ¿Los tienes?Padre: Los tienes, esa es la verdad.Anna: Exacto, esa es la verdad. Soy una prejuiciosa, una rígida, una terca, una estúpida, una jovencita inmadura, que trata de actuar co­mo adulta. Pero no puede, porque son demasiadas reglas. . .Padre: Está bien, Anna. Pasemos a otra cosa por un momento.Anna: Sólo nos quedan tres minutos. ¿De qué otra cosa podríamos hablar?Padre (gritando): ¡Calíate! (La hija se ríe.)Lande: Creo que este es un terreno que no va a ser. . .Anna (refiriéndose a una invitación que se le hizo al terapeuta para que fuese a cenar con la familia): No puedo esperar hasta que usted venga a nuestra mesa.Lande: . . .despejado esta noche. (Se ríe.) Yo tampoco puedo espe­rar. (Risa general)Madre: Tendré que probar todos sus platos.Lande: ¿No me vas a llevar a tu propia pista de carrera [turf], Anna­belle?Anna: ¿Pista de carrera? ¿Qué es eso?Padre: ¿No sabes. . . no sabes lo que es una carrera de caballos? A tu propio terreno. A tu lugar predilecto.Anna: ¿Turf? ¿Eso no es algo así como un tipo que. . .?Lande: Este va a ser bueno.Anna: ¿Un turf no es un tipo que trabaja en propiedad ajena? (El terapeuta se ríe.)Padre: No, ese es un siervo [serf]. Un turf es como una cancha de fútbol.Lande: Creo que Annabelle sabía lo que estaba diciendo.Padre: Ajá.Lande: Annabelle tendrá que terminar la sesión diciendo la última palabra. Veremos qué ocurre en casa.Anna: Lo veremos, ¿no?

207

Page 203: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Lande (con voz más grave): Lo veremos, jovencita.Anna: Suena igual que él (el padre).Lande: ¿Sí? (A los padres.) La cuestión acerca de quiénes integran este matrimonio y quiénes están envueltos en él va a llevar. ,. no va a resolverse ahora, pero creo. .. que al menos hemos trazado los linca­mientos. En cuanto a si Annabelle debe ir o no al colegio, pienso que eso es algo que ustedes tendrán que resolver cuando se sientan en condiciones de hacerlo sin presiones y sin sufrir molestias ni inquie­tudes. En ese momento, una vez tomada la decisión, uno de ustedes puede ponerse en contacto conmigo, y hablaremos sobre ello y yo haré lo que deba hacer con el colegio. Pero creo que la decisión. . . Pónganse en contacto conmigo cuando les parezca cómodo, ya que son ustedes los que conocen a Annabelle y los que conviven con ella. Y creo que deben hacerse las cosas que no les provoquen molestias.

Después de esta sesión, la hija volvió al colegio y a su empleo de medio día. En junio terminó sus estudios secundarios. Todo andaba bien en la familia y se interrumpió la terapia.

En agosto la madre decidió separarse de su marido y mudarse con los tres niños menores a otro estado del país. Allí comenzó a trabajar fuera del hogar. La pareja intentó más tarde una reconciliación, pero volvió a separarse. En este período el terapeuta mantuvo unas entre­vistas con el padre y los hijos, para ayudarlo a organizar los quehace­res domésticos. También se consideró importante verificar que Anna­belle no hubiese remplazado a la madre,; no lo había hecho, sino que compartía los quehaceres con sus hermanitos, desarrollaba una inten­sa vida social y seguía trabajando. En esta época el terapeuta sostuvo una charla telefónica con la madre; ella le confesó que no deseaba volver a juntarse con su marido, aunque le costaba trabajar y cuidara los niños.

Un año después de la terapia, la madre sufrió un estado depresivo por el cual pasó un breve lapso internada en una clínica psiquiátrica. Allí narró su historia; informó que había sido criada en un hogar “rígido”, había asistido a un colegio “rígido”, trabajó en un empleo que la limitaba, y luego tuvo ocho hijos uno tras otro, no porque ese fuera su deseo sino por sus creencias religiosas. Cuando Annabelle tuvo su episodio, la madre se estaba preguntando si no habría desper­diciado la vida, y procuraba hacer algo diferente en el resto de sus días. Más adelante se trasladó a otro estado sin los hijos para trabajar como maestra.

El episodio de Annabelle era expresión del problema familiar, por cuanto ella tuvo el delirio de haber quedado embarazada de múlti­ples hijos (mellizos) y estaba muy preocupada por el aborto. Mani­festó que se sacrificaría dándose muerte si los padres se separaban y abandonaban a los niños. Su perturbado estado obligó a la madre a permanecer junto al marido e hijos para ayudarlos a enfrentar el pro­blema de Annabelle. Cuando esta fue desprendida del problema con­

208

Page 204: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

yugal, la madre pudo irse. Al notar que le era imposible trabajar y a la vez hacerse cargo de los hijos más pequeños, regresó junto a su marido, pero entró en una depresión, hasta que al fin pudo alejarse de su familia para trabajar y vivir sola. Después se divorció de su ma­rido.

En una entrevista de seguimiento realizada cuatro años más tarde, se pudo averiguar que a Annabelle le iba bien y no había tenido pro­blemas psiquiátricos, pese a haber sufrido un grave accidente, el cual le provocó una lesión que dificultó su búsqueda de trabajo. Dos años después del final de la terapia se había mudado a un departamento propio y se mantenía con sus propios medios económicos. El padre y la madre continuaban separados. A los restantes hijos les iba bien en sus estudios primarios o secundarios.

209

Page 205: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

9. El proceso de la terapia: un problema de heroína

Una de las maneras de iniciar la terapia con la familia de un joven problemático es hacer que los padres lleguen a acuerdos discutiendo entre ambos el problema de aquel. En este caso se destaca que los padres, conjuntamente, asumen en la familia el papel ejecutivo. Al encabezar de manera conjunta la jerarquía familiar, la comunicación que entablan acerca del hijo puede resolver las divisiones entre ellos.

Otra manera consiste en que los padres se turnen en esa función ejecutiva; si cada uno se hace cargo del hijo problemático durante un cierto lapso, se evita el conflicto entre los cónyuges. Cuando uno de los dos está a cargo, el otro simplemente permanece al margen. Este enfoque torna más difícil que el joven quéde atrapado entre ambos, o que los enfrente uno con otro. Se supone que siempre habrá una persona a la cabeza de la jerarquía, pero no una persona determina­da, ya que los padres pueden turnarse.

Una tercera manera de iniciar la terapia le exige al terapeuta de­terminar previamente cuál es el progenitor más involucrado con el hijo y cuál es el más periférico, poniendo a este último, para empezar (primera etapa), a cargo del hijo; el progenitor más involucrado im­pugnará entonces la situación y aun iniciará un ataque, sacando a relucir los problemas conyugales (segunda etapa). Este enfoque es comúnmente utilizado en el caso de problemas de niños y en muchas familias donde hay adultos jóvenes.1' Funciona del modo más efi­ciente con familias que carecen de habilidad para las relaciones inter­personales, como aquellas en las que hay drogadictos.

Antaño se consideraba inadecuado adoptar con los esquizofréni­cos un enfoque social, pues esos pacientes están “apartados de la rea­lidad” y “viven en otro mundo”, pero muy pronto, al admitir la im­portancia de las familias, se comprobó que la terapia familiar consti­tuía el mejor abordaje. También en el caso de los drogadictos se cre­yó que la terapia familiar no era conveniente, porque esas personas vivían en la calle, orientadas por el proceder de sus pares. Durante años se los trató en grupos de adictos, más que en familia. La adic­ción a la droga parecía tan patentemente un problema individual y el joven integraba con tanta frecuencia el mundo callejero, que se pen­só que la familia no tenía significatividad. Sólo en época reciente se ha apreciado que el drogadicto está mucho más involucrado con su

1 Las etapas en que se divide este enfoque se describen en J. Haley, Pro~ bletn-Solving Therapy,, San Francisco: Jossey-Bass, 1976. {Terapia para resol­ver problemas Buenos Aires: Amorrortu editores, 1980.)

210

Page 206: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

familia de lo que se suponía, y que en verdad una terapia orientada hacia la familia es la más eficaz.

Los creadores de uno de los proyectos de investigación de terapia familiar que más éxito tuvo dieron a conocer las siguientes cifras, tomadas de un estudio que realizaron en 1972 con 85 adictos a la heroína del Centro de Tratamiento contra la Dependencia de la Dro­ga, perteneciente a la Dirección de Veteranos de Guerra de Filadel- fia. Informaron que, entre los adictos “cuyos padres estaban vivos, el 82% veía a su madre y el 59% a su padre por lo menos una vez a la semana; el 66% vivía con ambos progenitores o bien veía diariamente a su madre”.2 La edad promedio de los sujetos era 28 años y todos habían vivido antes fuera de sus casas, en el servicio militar. Hallaz­gos similares hicieron otros autores que examinaron los contactos fa­miliares de los adictos a la heroína.3 Una vez que se ha advertido que los adictos a la heroína están íntimamente mezclados con sus fami­lias, se vuelve evidente que el abordaje terapéutico debe hacer parti­cipar sistemáticamente a esas familias.

En el caso que trascribiremos a continuación, la intervención tera­péutica colocó al padre a cargo del hijo en la primera etapa, comen­zando a desenganchar así al hijo de la madre. Este hijo problemático, de 25 años de edad, había sido adicto a la heroína durante cinco años, y poco tiempo atrás había iniciado un programa de terapia por metadona. Ya hemos reproducido anteriormente fragmentos de la entrevista familiar (supra, págs. 14146). Una vez comenzada la se­sión, el terapeuta (Sam Kirschner) hizo salir al joven y renego­ció un acuerdo con los padres para que continuaran acudiendo a la terapia a fin de ayudar a su hijo. El informe sobre este caso se basa en el guión cinematográfico de fragmentos escogidos de la terapia, que compilamos juntos.4

Después de charlar a solas con los padres, el terapeuta hizo que volvieran al consultorio el hijo problemático y dos hermanos meno­res. Al reingresar en el cuarto, el adicto seguía hablando sobre la amenaza de separación de los padres.

Kirschner (al hijo): Bueno, ya te dije lo que debía decirte en el vestí­bulo, que cualquiera sea el asunto entre tus familiares, tiene poco que ver contigo.

2 M. D. Stanton y T. C. Todd, “Structural Family Therapy with Heroin Addicts”, en E. Kaufman y P. Kaufmann, eds., The Family Therapy of Drug and Alcohol Abusers, Nueva York, Hatsted, 1979.

3 G- F. Vaillant, “A Twelve-Year Follow-up of New York Narcotic Addicts: I. The relation of Treatment to Outcome”, Amer. J. Psychiat., 122:727-737, 1966.

4 Este tratamiento formó parte de un proyecto de investigación dirigido por M. D. Stanton con T. C. Todd como consultor. Los resultados de la terapia prolongada de este caso se dan a conocer en M. D. Stanton y G. Zug, “Case History of a Male Addict and His Family”, informe presentado a la División de Servicios de Investigación del Instituto Nacional sobre Abuso de Drogas, 1978.

211

Page 207: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Hüo: Correcto.Kirschner: ¿Totalmente correcto?Hijo: Correcto. Ya registré eso. Ellos no se tienen simpatía.Madre: Eso no es verdad.Hijo: Bueno, yo no sé cuál es la verdad. ¿Tú lo sabes? ¿Cuál es la verdad?Kirschner: Digámoslo así: Si ellos no se llevan bien, no es forzosa­mente por causa de ti. ¿Es correcta esta enunciación?Padre: Perfectamente.Kirschner: Bien, esa es entonces una enunciación correcta.Hijo: Oh, no, sólo en un noventa por ciento es por mí, ¿qué tal? Madre: No, estás equivocado.Hijo: ¿Un cincuenta por ciento?Madre: Estás equivocado.Hijo: ¡Carajo, viejo, no sabes cómo es esto! Por lo menos muéstren­se realistas conmigo. ¿Les he causado. . .Padre: Oh, sí.Hijo: . . . una gran aflicción?Padre: Oh, sí, bueno, por cierto que lo has hecho.Hijo: ¡El hijo de ustedes nunca fue arrestado, ustedes... el pequeño y rápido asno, el marica, el estúpido, nunca fue arrestado, pero era un drogado, se convirtió en un drogado, ¿pueden comprenderlo? ¿Cómo podrías tú comprenderlo, padre mío? (Llora.) Comprender todo eso... ¿Saben qué maldita cosa haré? Odiense, me importa un comino, yo intentaré lo mío. Intentaré hacerlo, y no es fácil, viejo. Kirschner: Muy bien, dinos.. . dinos.. . ¿Por qué no les explicas a tus padres lo que estás pasando?Hijo: Ellos no quieren escuchar nada.Kirschner: Ahora te están escuchando atentamente.Hijo: Ellos me quieren ver achispado, en todo momento, controlar mis brazos.Kirschner: Te están escuchando.Hijo: Quieren hacer lo que quieren.Kirschner: Te escuchan, te están escuchando ahora. Diles qué estás pasando.

Se podría considerar un error del terapeuta alentar al joven a ex­presar sus sentimientos, si lo hace con la idea de que esa expresión de sentimientos es curativa. Todo adicto ha tenido experiencias de tera­pia grupal que incluyen la expresión de emociones y se desempeña bien en eso, pero para la terapia carece de importancia. Tal vez vuel­va más interesante la sesión, pero pueden manifestarse cosas que tor­nen difícil organizar a la familia para que cambie. Este terapeuta esti­mula al adicto a expresar su desesperación porque con ello busca ten­der un puente sobre el abismo que lo separa de sus padres. Argumen­ta que la mayoría de los adictos no creen que sus padres puedan comprender la lucha que ellos libran.

212

Page 208: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Kirschner: Dijes a tus padres lo que te está pasando.Hijo: ¡Al diablo, viejo, al diablo!Kirschner: Bien, bien. ¿Qué está pasando?Hijo: ¿Sabe?, me portaré bien, y tan pronto como la palabra “dro­ga”. . . todo se para allí. No creo que nadie, ni usted. . . ni ella. . . nadie. Sólo la señorita Heroína.Kirschner: Te portaste bien, te portaste bien. ..Hijo: La señorita. .. Cuando estoy achispado. ..Kirschner: Dime, ¿cuánto tiempo te portaste bien?Hijo: Dos meses.Kirschner: Muy bien.Hijo: Y la conseguí gratis, ni siquiera de Tommy o Marión. Ellos se achispan, pero saben cómo controlarlo; yo soy un glotón.

(Más adelante, en la misma sesión.}

Kirschner: Tan pronto consigas un trabajo, quieres decir. Así que el plan consiste en que consigas trabajo, hagas algún dinero y luego te mudes. ¿Esa es la idea?Hijo: No quiero mudarme.Kirschner: ¿No quieres mudarte?Hijo: Porque creo que él (señala al padrej también necesita ayuda. Los dos necesitan ayuda, como la necesito yo.Kirschner: Ese es otro problema. Ya hablamos de eso cuando tú sa­liste.Hijo: No, él podría caerse muerto ahora mismo. Eso es lo que pien­so, ¿sabe? Pienso más en eso que en mis propios problemas. Así es cómo me escapé de mí mismo, pensando de qué manera podía ayu­dar a mi padre y a mi madre.. . a estar menos nerviosos. Pero estoy loco. Es una cosa loca pensar en ayudarlos si estoy achispado.

El hijo expresa muy bien cuál es la situación. Cuando está “achis­pado” con la droga, piensa en la manera de ayudar a sus padres. En este punto el terapeuta hace exactamente lo que debe: en vez de em­pezar a discutir si el padre necesita o no ayuda (el hijo entiende de esto más que él), se ofrece a asumir los problemas del padre. Debe hacer esto para liberar al hijo. El especialista al que se le paga su labor debe ayudar al padre, al mismo tiempo que libera al hijo para que este haga su vida.

Kirschner: Oye, George, ¿puedes hacerme un favor? Hazme este fa­vor: pásame a mí esa tarea. Deja que yo me ocupe de la salud de tu padre.Hijo (llorando): Sí, pero él no lo procreó a usted, él me procreó a mí.Kirschner: Sí, ¿y qué?Hijo: ¿Tiene algún sentido que yo pronuncie esas palabras?

213

Page 209: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Kirschner: Te escucho.Hijo: El me procreó a mí.Kirschner: ¿Y entonces, qué tienes tú que. . .?Hijo: Me preocupo por él.Kirschner: Sé que te preocupas. Está bien. Yo. . .Hijo: Me preocupo más que nadie.Kirschner: Quiero llegar a un acuerdo contigo. Si tú te preocupas por la salud de tu padre, como sé que lo haces, bueno, pásame esa tarea a mí. Y preocúpate de tus propios asuntos.Hijo: Tan pronto ellos se vayan, todo se tranquilizará, como en un hogar feliz. Yo entro, quiero ir y quedarme con una chica, ella tiene tres niños. Si lo estoy pasando bien, quiero quedarme. Tengo25 años. (A la madre.) Siento como si tuviera que informar al ejército, pero quiero llamarte a ti, porque se que estás preocupa­da, que no duermes, que estás nerviosa. Mamá, tú comprendes por qué Llamo a mi madre: “Mami, estoy en la casa de tal y tal y anoche lo pasé bien, y estoy perfecto”. ¿Cómo le suena eso a una chica de26 años? Que yo. . . suena como que estoy dándole cuentas a mi sargento.

El terapeuta debe hacerse cargo y organizar la acción para que se produzca un cambio. El objetivo de la terapia es trazar una línea de- marcatoria entre las generaciones, de modo tal que los padres se unan en relación con el hijo sin que ninguno de ellos se pase de ban­do y se alíe con el hijo contra el otro cónyuge. Para alcanzar este fin, un primer paso es pedir al progenitor que parece más periférico que se haga cargo del hijo. El terapeuta encomienda al padre que se haga cargo del hijo, y pide a la madre que se comunique con este a través del padre. Asi, el padre es colocado en el medio de la intensa relación entre el hijo y la madre. Aunque esta movida se define como un beneficio para la madre, probablemente esta reaccione reactivan­do su anterior involucración con el hijo. El terapeuta debe impedir que ello suceda. Si consigue mantener al padre en una posición inter­media entre madre e hijo, habrá dado el primer paso para unir en definitiva a la madre y al padre.

Kirschner: Me gustaría intentar algo. Muy bien, dado que George está tan perturbado, me gustaría intentar algo.Hijo: No estoy perturbado, me estoy divirtiendo. Me siento realmen­te chiflado.Kirschner: Quisiera, quisiera, este. . . (Largapausa.) Sí, esto es lo que quisiera intentar, por una semana. Sólo por una semana y como un experimento, eso es, en la casa de ustedes. (A la madre.) Si usted tiene alguna queja, o quiere controlar algo referente a George, o cual­quier cosa que quiera hacer, bueno. . . dígale a su marido que lo haga.Hijo: Todo el mundo me controla, Sam.

214

Page 210: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Kirschner: Espera, espera.Madre: Bueno, ese no es ningún problema, porque todo lo que le pregunto me lo dice.Padre: Tú nos diste permiso para decir...Hijo: Yo digo. ..Kirschner (las voces se superponen): No, no, no, no.Hijo: ¿Sabe?, la última vez que me achispé...Kirschner (a la madre): Pero no quiero que usted lo haga.Hijo (sin detenerse): ... y cómo yo le alcé la voz.. . dile a él, dile que estoy achispado. Quiero decírtelo, pues tú no lo entiendes. Kirschner (continúa hablándole a la madre mientras el hijo le habla al padre): Quiero darle a usted un descanso. En serio. Quiero darle un descanso. De veras. Usted tiene demasiadas cosas en la cabeza, usted tiene. . .Madre (señala al padre): El me lo ofrece, me dice: “Por favor, tran­quilízate. Si algo anda mal, dímelo, que yo hablaré con él”. Pero parece ser que yo no puedo tranquilizarme.Kirschner: Bien. Esperen. ..Madre: Siento que soy la única que puede mejorarlo, y que lo estoy poniendo peor.Kirschner: Espere. Muy bien, muy bien, entonces intentémoslo de otro modo. . .Hijo (superponiéndosele): Tienes que hacerlo, lo sé, mamá, ¿sabes có­mo me daña el drogarme, eh?Kirschner: George, espera, estamos intentando algo diferente.Madre: Yo no creo que él (el padre) ni él (el segundo hijo), ni él (el tercer hijo) sean capaces de ayudarlo.Kirschner: Bueno, lo cierto es que lo que ustedes están intentando ahora no camina, evidentemente. ¿No es así? Veamos las cosas co­mo son. . . no camina. Ustedes se preocupan, pero por la forma en que se desenvuelven, esto no camina. Eso es todo. Usted tiene dema­siadas cosas en la cabeza, tal vez por eso no camina. Usted tiene aho­ra demasiadas cosas en la cabeza, ¿no?

Si los padres perpetúan un problema con su hijo, el terapeuta debe modificar su manera de obrar. Si lo hace dando a entender que hay algún defecto en el carácter de los padres, se desperdiciará una enor­me cantidad de tiempo terapéutico, que los padres emplearán en de­mostrar su inocencia o en probar que el terapeuta está equivocado. Si en cambio el terapeuta objeta los procedimientos concretos de los padres, estos aceptarán su objeción. En el comentario que ahora le hace a la madre, el terapeuta se las ingenia para corregirla sin ofen­derla.

Madre: Ajá.Kirschner: Así que quisiera que usted se ocupe de sus propios asun­tos, y si le preocupa algo respecto de George, se lo diga a su marido,

215

Page 211: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

y que sea este el que se lo trasmita a George. ¿De acuerdo? ¿Le pa­rece bien?Madre: Sí.Hijo: El me ha estado diciendo cosas, también.Kirschner: Bien, espera un poco.Hijo: Y yo le dije cosas a él. Nos estamos llevando. . . ¿no nos esta­mos flevando mqor que nunca, papá?Kirschner: Espera, espera, George. (Alpadre.) ¿Se muestra dispuesto a esto?Padre (desconcertado): Repítalo, por favor.Kirschner: Si a su esposa la inquieta algo respecto de George, si hay algo que quiera averiguar, alguna información, o lo que sea, ¿acepta­ría usted preguntárselo en lugar de tener que hacerlo ella?Padre: Por supuesto.

La aceptación del padre es clara, y en sus próximas intervenciones comienza a hacerse cargo del hijo.

Kirschner: Acepta.Hijo (ala madre): ¿Cuándo van a mudarse al Barrio Sur?Madre: Vimos una casa allí.Padre (al hijo): ¿Tomaste tu. .. este. . . tomaste tu medicamento el lunes?Hijo: Nooo, porque estaba... al diablo, no puedo tomar mi medica­mento, el que tengo ahora. Ustedes saben que esa metadona me hace hablar, me vuelve chifaldo. Como dicen ustedes, soy una droguita. Padre: ¿Fuiste a la clínica?Hijo: La metadona tiene efecto durante ochenta horas, papá. Puedo pasar. . . puedo estar cuatro días sin sentirme mal.Madre: ¿Y entonces por qué tienes que ir todos los días?Hijo: ¿Por qué? Porque esa es la ley, eso es lo que uno tiene que hacer.Madre: Bueno, ¿entonces por qué. . .?Padre: Pero tú no fuiste...Kirschner (a la madre): ¡Espere1 ¡Ahí tiene! ¡Ya le está haciendo preguntas de nuevo!Hijo: No, no fui... porque estaba... no fui, eso es todo. Estaba con una chica. Y estaba. . . bien, en algún lado debía estar.Padre: No les estás hablando con sinceridad, porque tu tienes que to­mar. ..Hijo: Les mentí.Padre: ¿Me dejas hablar un minuto? ¿Ellos te tienen que hacer el análisis de orina, no? ¿No te lo hicieron el lunes? ¿Acaso tienes problemas para orinar?

La directiva de que la madre se comunique con el hijo únicamente a través del padre parece simple, pero constituye una intervención

216

Page 212: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

fundamental, y el desenlace de la terapia depende de la habilidad con que el terapeuta sepa instrumentarla. En el consultorio el terapeuta se convierte en una suerte de agente de tránsito de las comunicacio­nes, alentando a padre e hijo a que dialoguen e impidiendo que la madre lo haga con el hijo sobre los problemas de este. El terapeuta debe evitar permanentemente que la inercia del sistema lo haga re­caer en una intensa relación madre-hijo con el padre en la periferia. Es previsible que los tres harán algo para retornar al sistema anterior, incluyendo amenazas de abandonar la terapia.

Hijo: No, hombre. No me lo hicieron, saben que yo me puse heroí­na. Se lo dije a Henry. “Me puse heroína”, le dije. Lo hago tanto que me olvido. Habitualmente no me olvido, pero me inyecté.. .Padre (interrumpiéndolo): ¿Cuándo lo hiciste, el domingo?Hijo (prosigue sin responder): Me hace más daño cuando estoy achis­pado. ¿Tiene sentido esto? Yo mismo no me puedo dar cuenta, mamá.Padre (interrumpiéndolo): ¿Cuándo lo hiciste ? ¿El domingo pasado? Hijo: No, el sábado.Padre: ¿Lo hiciste el sábado pasado?Madre: Otra vez.Kirschner (frenando a la madre para que no siga hablando): Espere. Padre: ¿Por qué?Hijo: ¿Por qué? ¿Por qué otra vez? No lo sé. Simplemente estaba allí. Nadie comprende.Padre (al terapeuta): Usted se da cuenta.

(Más adelante, en la misma sesión.)

Hijo: Se lo digo, Sam, yo no voy a venir más.Hijo tercero: Bueno, yo vendré.Hijo: Le pediré a Henry (el especialista en drogas que lo atiende) un medicamento. Tú puedes venir, pero yo no vendré.

Frente a la amenaza del joven de abandonar el tratamiento, el te­rapeuta responde, correctamente, personalizando la cuestión.

Kirschner: Quiero que vuelvas. Quiero que vuelvas, por lo menos una semana más, para que veamos cómo funciona esto durante una se­mana.Hijo: Porque tan pronto como.. . Voy a conseguir un préstamo y me alejaré de ellos. Después que me vaya. . .Madre: Tú no puedes pedir un préstamo a nadie.Hijo: ¿No? ¿Quieres apostar?Madre: La única manera en que podrías'conseguirlo es vendiendo heroína a tus amigos.Hijo: Oh, hay formas, mamá. Me empeñaré para lograrlo.

217

Page 213: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Kirschner (interrumpiendo): ¡Eh, George! (Le silba.) ¡Eh, George, una semana más! Quiero ver, quiero ver cómo camina esto.Hijo: No quiero venir, Sam. Tú hablarás con ellos.Kirschner: Entonces hablaré en privado contigo.Hijo: Sí.,. eso sí.Kirschner: Muy bien. Te diré lo que. . .Hijo: Nadie me -comprende, soy un chiflado. Ya saben, soy un retar­dado mental, un chiflado. Tengo una enfermedad. . .Hijo tercero: Eso es lo que quieres ser.Hijo: ¡Oh, sí, seguro, lo quiero!Hijo tercero (llorando): ¿Entonces para qué lo sigues diciendo, eh? ¿Cómo es esto? ¿Es realmente gracioso, no?Hijo: Mira, yo.. . sabía que ibas a llorar.Hijo tercero: ¡Oh, sal de aquí, hombre, vete!Hijo: ¡Tiene razón!Hijo tercero: Sí, tengo razón. (Se va del cuarto llorando.)Hijo: Tiene razón. (Levantándose.) Tienes razón, ven y siéntate. Kirschner: No se irá a ningún lado.Hijo: No me importa dónde se vaya, no me importa.Padre: A ti no te importa nada.Hijo: No me importa nada, quiero. ..Padre (superponiéndosele): Simplemente no le importa.Hijo: Ya he torturado tanto a esta gente, no quiero preocuparme más. Es por eso que me voy.Padre (incorporándose, al mismo tiempo que el hijo): Sam, le esta­mos haciendo perder el tiempo.Kirschner: No me hacen perder el tiempo. (Al hijo, que abre la puer­ta para salir.) ¿Dónde te vas ahora?Hijo: Haré “dedo” para que alguien me lleve a casa. No necesito que me conduzcan.

Para el terapeuta siempre es un dilema que alguien se perturbe tanto que quiera abandonar el consultorio. Si se trata del joven pro­blemático, tendrá que decidir si se lo hará regresar, y en tal caso, quién irá a buscarlo. A veces, cuando el joven se va, el terapeuta debe simplemente continuar la sesión con los padres, considerancj la par­tida de aquel como una indicación de que sus padres necesitan hablar con él. En este caso, como el terapeuta ya había hablado a solas con los padres, esta respuesta no parecía adecuada. Lo típico es que la méjor solución sea enviara uno de los progenitores tras el joven, con lo cual se define el dilema como una cuestión jerárquica de la fami­lia. El terapeuta pedirá que vaya a buscarlo el cónyuge a quien está alentando para que se haga cargo del joven. En la presente situación, no está del todo claro si el padre, en caso de pedírselo, habría podi­do traer al joven, o si la presencia del padre allí era tan vacilante que él mismo se habría ido. El proceder que adopta el terapeuta parece ser el correcto: va él mismo a traer al joven, quien entra junto con

218

Page 214: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

sus dos hermanos para proseguir la sesión. Quizás esta determinación de mantener involucrado al joven influyó en el padre para que más tarde fuera él en busca de su hijo.

Kirschner (tomando asiento): Ya tenemos otra porquería para hablar aquí. Bien. (Alpadre.) ¿Quiere un cigarrillo?Padre: Sí.Kirschner (al hijo): Bien. Así que tú estás perturbado, y es por ese motivo que yo no quiero que te vayas de tu casa.Hijo: No.Padre: ¿Fuiste a la clínica el lunes?Hijo: ¿Qué?Padre: ¿Fuiste a la clínica?Hijo: No, no fui a ninguna parte. No quiero ir a ninguna parte. Kirschner: ¿Has estado en la clínica esta semana?Hijo: ¿Eh? Desde que me achispé esa vez. . . oh, sí, estuve allí esta noche. Henry ni siquiera. . . voy a hablar con él y preguntarle una vez más si me soportará. . . porque todo lo que estoy haciendo es macanear y macanear. Si me mantengo. . . lo estoy intentando, pero parece como si no lo intentara. Estoy. . . estoy diciendo incoheren­cias ahora. Realmente lo estoy intentando, pero a veces es imposible. Kirschner: Te escucho.Hijo: ¿Me comprende?Kirschner: Comprendo.Hijo: Nadie lo cree, cómo.. . de repente alguien dice (susurrando) “Me tocó una flor de mierda” ¡Todo se detiene! (Deja caer despacio el saco que lleva puesto.) Mi saco se cae, toda mi ropa, estoy desnu­do, y así es como es. “Nena, voy a ser bueno contigo”. Así es como es, eso es lo que le hace a uno.Madre (al terapeuta): ¿Es esto una enfermedad mental?Kirschner (a la madre, superponiéndosele): ¿Comprende usted eso? Madre: ¿No es eso una enfermedad mental?Hijo: Seguro que eso es una enfermedad mental.Madre: No, no comprendo.Hijo: Es una dolencia, una enfermedad.Madre: No comprendo.Kirschner (al hijo): Espera un poco. Dices que tu madre y tu padre no comprenden lo duro que es eso.Hijo: No, no comprenden.Kirschner (a la madre): ¿Entiende usted lo duro que le resulta a él resistir eso?Madre: No.Hijo: No comprenden. Yo los quiero, pero.. .Madre (interrumpiéndolo): No cuando el chico dice que me quiere, y que quiere a su padre, y que desea.. .Hijo (la interrumpe, se incorpora y grita): ¡Pero me olvido de todo lo que son ustedes cuando veo a mi nena Heroína!

219

Page 215: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Madre: ¡Bueno, en ese caso, lo mejor que puedes hacer es empacar tu ropa e irte con tu nena!

Al término de esta primera sesión, ya ha quedado establecido el plan terapéutico. El terapeuta tiene un contrato con la familia y un plan a seguir. Hará que el padre se ocupe del hijo, y que la madre tra­te con el padre acerca de los problemas de aquel Es de prever que es­to originará tensiones conyugales y amenazas de separación. Cuando ello suceda, el hijo tendrá una recaída para salvar a sus padres. El te­rapeuta debe ayudar a estos a consolidar la relación con él y su reía- ción mutua. El foco debe estar puesto en el problema que la familia quiere resolver: la adicción.

(En la segunda sesión el terapeuta se entrevista solamente con los padres.)

Kirschner: Las próximas cuatro semanas van a ser duras.Madre: ¿Para Georgie?Kirschner: Y quiero prepararlos con anticipación para eso, de modo que sepan con qué van a enfrentarse. Va a ser un período muy duro. Y. . . dependerá de lo que decidamos hoy, en cuanto a cómo puedo yo. .. cómo pueden ustedes aprovecharme de la mejor manera, en términos de asegurar que este chico se aparte de las drogas durante los próximos.. . Yo diría que las próximas cuatro semanas van a ser críticas. De qué modo reaccionará ante la desintoxicación, etcétera.

En el curso de la segunda semana el joven fue sometido a un trata­miento de desintoxicación, con supresión gradual de una gran dosis de metadona. Como se informó en la sesión siguiente, los padres tu­vieron una pelea en la que la madre arrojó platos por toda la casa. Luego de esto, el hijo se inyectó heroína y el padre libró con él un combate cuerpo a cuerpo. Así pues, la secuencia prevista se desarro­lló en el curso de una semana: el joven mejoró, los padres se pelea­ron, aquel tuvo úna recaída. Lo nuevo fue que el padre intervino activamente para impedir que su hijo volviera a la heroína.

(En la sesión que sigue están presentes el terapeuta, los padres y el hijo.)

Kirschner (ala madre): Se la ve relajada.Madre. Sí.Kirschner: ¿Cómo es eso?Madre: Cuando todo anda bien, yo ando bien.Kirschner: Así que el otro día tuvieron una noche tormentosa.

220

Page 216: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Madre: Ajá.Hijo: No fue tan tormentosa.Kirschner (al padre): ¿Sabe una cosa?, me doy cuenta de que usted está haciendo un verdadero esfuerzo para que este chico. . . este. .. sea lo que tiene que ser.Padre: Es hacerlo o morir.Kirschner: Y seguirá firme en ello, ¿no? Usted realmente va a.. . Padre: Si él no hace algo esta vez. . . No voy a volver. . .Kirschner (a la madre): Debe estar orgullosa de él, ¿eh?Madre: Ajá.Padre: No sé por qué.Kirschner: ¿Estaba orgullosa de él?Hijo: ¿De qué estabas orgullosa?Madre: Bueno, yo no los paré.Hijo: ¿No paraste qué?Madre: Quiero decir que yo sabía que ninguno de los dos habría de dañar realmente al otro.Kirschner (interrumpiendo a George, que empezó a hablar): Aguar­da un poco, George.Madre: El nunca le haría daño a su padre.Kirschner: Correcto.Madre: Y podría haberlo hecho.Kirschner: Sé que podría haberlo hecho.Madre: Podría. . . podría haberlo matado.Padre: Y desde el lunes o martes estuve inválido. (Todos ríen.)Hijo: No, no fue así. Ocurre que me siguió por la calle, me siguió por la calle todo el tiempo. “Ven aquí, bastardo. Ven aquí. ¿Tienesmie­do? ¿No? ¿Quieres que te vuelva a matar?”Padre: Lo que te dije fue: “Quiero hablar contigo”.

Así como el terapeuta salió a buscar al hijo y lo trajo de vuelta en la primera sesión, así también el padre salió a buscarlo en esta si­tuación.

Hijo: Hablar contigo, sí, y hacer otro tiro. (Hace un ademán imitan­do un golpe con el brazo.) ¿Quieresprobar otra derecha? Eso me puso la cabeza así. (Se ríe.) Dos veces. Te estás salvando de la cárcel, Pete. Tú me enseñaste cómo tirarles golpes de zurda, Pete. Tú asesta- bas. . . asestabas tu derecha con tanta facilidad que les dabas justo en el mentón. ¿Allí duele?Kirschner: ¿Pero qué me dices, qué me dices del hecho de que tu padre está haciendo un verdadero esfuerzo por mantenerte en línea, y asegurarse de que tú haces lo mejor para ti?Hijo: En realidad, yo no lo. . . no lo había apreciado lo bastante, pero no hice nada la otra noche. Estaba allí parado, simplemente, entré y de repente empezaron a arrojarse lámparas y todo lo demás. Padre: Tú sabes lo que pasa. Sabes lo contentos que estábamos.. . la

221

Page 217: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

última vez que charlamos acerca de él estábamos tan contentos, iba bien. Y nos íbamos a aguantar esa. . . este. .. “Atresín” [Notrexón], o como se llame. Y justo entonces él larga todo. Así que hubo un pequeño. . . este. .. error médico.Kirschner: Ajá.

Es importante que el terapeuta llegue a un acuerdo con sus colé- gas para que no se efectúe ninguna intervención médica sin su autori­zación. Si se interna al paciente o se lo medica sin su autorización, el terapeuta fracasará. En este caso no se estableció al comienzo de la terapia e$te acuerdo médico. Durante la segunda semana el joven fue desintoxicado, administrándosele una droga que le haría rechazar la heroína. Este experimento se llevó a cabo sin tomar en cuenta la te­rapia, y salió mal: el joven volvió a la heroína, tal vez como reacción al tratamiento medicamentoso, tal vez como reacción a su familia. El terapeuta no debe condenar por ello a sus colegas sino tratar de justi­ficar el procedimiento de estos, como hace aquí cuando se retoma el tema.

Padre: Así que aparentemente ese pequeño error médico le dio a él una excusa.Kirschner: Ajá.Padre: Ahora bien, yo estoy casi seguro de que él se inyectó después de dejar el hospital. ¿Lo hiciste?Hijo: Una vez.Padre: Ahí está, una vez. Necesitaba esa excusa.

(Más adelante, en la misma sesión.)

Kirschner: ¿No les dije que iba a ser una semana dura?Madre: Sí, lo dijo, pero yo imaginé que, bueno, una semana...Padre: Cuando vinimos aquí, había sido dado de alta en el hospital, y eso fue lo que me desilusionó. Echó a perder todo ese esfuerzo, y simplemente. . .Madre: Por tercera vez (se refiere a la desintoxicación}. Se lo ve es­pléndido, ¿no?Kirschner: Un poco cansado, pero bien. Sí, realmente bien.Madre: Se lo ve bien, y él me dice que. . .Kirschner (interrumpiéndola y volviéndose hacia el padre): Espere un minuto, espere. ¿Dijo usted que fue perder el tiempo?Hijo: No fue perder el tiempo.Madre: Es perder el tiempo porque él no quiere hacer nada.Padre: Haber ido a ese hospital.Hijo: No quiero que me apliquen Notrexon.Kirschner: Fue desintoxicado, así que no fue perder el tiempo.Madre: Bueno, quiero decir que. . . nosotros pensamos. . -Hijo: Me daban cuarenta miligramos, para rebajarlo en seis días. ¿Sa­

222

Page 218: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

be lo que es eso? ¿Sabe lo que son. . . cuarenta miligramos? Si se lo dividieran entre usted y él (el padre), se morirían.Madre: Bueno, eso es lo que yo quiero decir. ..Kirschner: De modo que, en primer lugar, no fue perder el tiempo, porque él se desintoxicó. Eso es lo primero, su sistema quedó limpio, y eso es importante.Padre: Y ahora su sistema volvió a ensuciarse.Hijo: No, no es así. Eso fue la semana pasada, el viernes pasado.

El terapeuta procura ahora desplazar el foco hacia la pareja con­yugal, con la intención de iniciar la segunda etapa de la terapia.

Kirschner: Ahora bien, qué. . . volvamos a nuestra tarea. Así que, di­cho de otro modo, él quedó empotrado entre ustedes dos, y agravan­do lo de ustedes dos, amén de todo el resto que estaba sucediendo, ¿no es así?Madre: Esto complica todo lo demás.Kirschner: De acuerdo, esto complica todo lo demás.Madre: Exacto, agranda todo lo demás.Kirschner: Sí. Ahora bien, la cuestión es esta: ¿cuánto tiempo más van a permitir que George les haga eso? Se están por mudar a una ca­sa nueva, y yo veo en ello una posibilidad de recomenzar bien.

Siempre es conveniente aludir a un “recomienzo” en la terapia como un punto de viraje. Más adelante, en la misma sesión, el tera­peuta intenta otro abordaje de los problemas de la pareja.

Kirschner (a la madre): Si su marido asume la tarea de ayudar a su hijo a enderezarse, junto conmigo, ¿esto la dejará satisfecha? Según usted, ¿qué otra cosa es necesario hacer? Me preocupa el hecho de que usted tiene actualmente muchas cosas en la cabeza. Se están mu­dando, y usted está haciendo un montón de cosas; tiene su empleo, un trabajo de mucha responsabilidad. . . Sigo preocupado por el hecho de que usted termine abrumada.Padre: Ella no puede dejar que George se vaya, no soporta la idea de que él ande por la calle como una persona abandonada, o comience a robar, o. . . ese es su problema. Ella tiene que ser fuerte. Si él no va a ayudarse a sí mismo. . . yo no quiero tener a un inválido en casa. Quiero decir, si le faltaran los brazos o las piernas, sería distinto. Madre: ¿Y sabe usted lo que pensé? Que lo abandonaría a él (el padre) y me haría cargo de él (el hijo).Kirschner: Ajá.Padre: ¿Y sabe lo que pensé yo? Iba a hacer eso mismo. Iba a dejar que. . . Iba a abandonarla a ella y dejar que ella se hiciera cargo de él.

El terapeuta enfrenta aquí un difícil problema. La madre ha enunciado con claridad la cuestión fundamental: se siente tentada a

223

Page 219: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

hacer caso omiso de las fronteras generacionales e irse a vivir con su hijo. El padre simplemente lo acepta. En vez de afanarse por tra­zar una frontera generacional entre ellos dos y el hijo, los padres aceptan una jerarquía totalmente confundida, en un clásico triángulo edipico. Si el terapeuta se aviene a examinar esta situación ya sea como una cuestión práctica o como una cuestión filosófica, estará aceptando la premisa de que esa solución es válida. El terapeuta esco­ge otra vía y desestima la propuesta de la madre.

Kirschner: ¿Sabe lo que pienso? Es la idea más falsa que he oído jamás.Madre: Ya lo sé. (Todos ríen.)Padre: Eso. . . eso es lo que pienso.Kirschner: ¿Hay algo que su marido pueda hacer por usted para ali­viar la inquietud suya por su hijo?Madre: No, él no puede hacer nada. El (el hijo) es quien tiene que hacerlo. El... es lo que él..,Kirschner: No, no vamos a trabajar.. . Yo estoy trabajando con George por separado, y nos reuniremos todos. Pero, ¿qué puede hacer su marido por usted para aliviar su inquietud? Quiero decir, además de hablarle a Georgie y ayudarlo, controlarlo, y todo eso. ¿Qué puede hacer por usted? ¿Qué puede hacer su marido por us­ted?Madre: No puede hacer nada por mí, porque yo siento que soy la única que puede hacerlo.Padre (a la madre): Me pierdo en esto, no sé. No entiendo lo que quieres decir.Madre: Siento que puedo cumplir con la tarea mejor que tú. Kirschner: Ajá.Padre: ¿La tarea con Georgie?Madre: Siento como que puedo hacerlo.Hijo: Aflojas con demasiada facilidad.Kirschner: Entonces, usted dice que se siente capaz de cumplir la tarea, y realmente no quiere pasarle el fardo a su marido. Tiene mie­do de que él lo golpee y lo patee a Georgie, lo eche de la casa, por­que entonces usted se trastornaría por completo y se iría con Georgie. Madre: Bueno eso es.. . eso es lo que pienso que haría.Kirschner: Sí, exacto.Madre: PeTo no sé cómo me las arreglaría.Kirschner: Correcto; pero lo que yo le estoy diciendo es lo que pasa por su mente, ¿se da cuenta? La forma en que funciona su imagi­nación.Madre: Ajá.Kirschner: Y le digo, a usted y a George. .. el padre de George ya lo ha dicho, que siendo un hombre, él entiende mejor que usted, los problemas de su hijo y lo que necesita hacer en su vida, por más que usted.. . sea su madre.

224

Page 220: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Más adelante, en la misma sesión, el terapeuta resume lo que, a su juicio, el marido debería decir pero no ha dicho.

Kirschner: Lo que usted dice, lo que usted está diciendo, entonces, es que querría encaminar a su hijo por la buena senda para así poder aproximarse más a su esposa. ¿Es eso lo que usted está diciendo?

El terapeuta parte de la base de que él y los padres buscan obte­ner los mismos resultados. Define la tarea parentál como una interfe­rencia con los placeres conyugales. La mención de esta interferencia no hace que los padres se muestren dispuestos a pasar del problema parental al conyugal Cuando el terapeuta dice que la meta de los padres es lograr más proximidad como marido y mujer, se producen pausas significativas y otros indicios de que ellos prefieren tratar uno con otro a través del hijo problemático.

Padre: Si él se enderezara, yo lo criaría de nuevo desde la época en que era un niño, en esta nueva casa.Kirschner: Si él se enderezara, usted estaría más próximo a su mujer, ¿es eso lo que nos está diciendo?Padre (tras una pausa): Bueno, naturalmente. Cuando haya.. . Cuan­do haya paz y alegría en la casa, este. . . decididamente todo andará mejor encaminado.Kirschner (a la madre): ¿Y es eso lo que usted quiere?Madre (tras una pausa): Sí, quisiera eso con él (el hijo), pero no suce' derá si él no está. . . si. . . si él no está bien. Porque cuando yo no me siento bien, ninguna otra cosa me importa.Kirschner: Lo sé. Lo sé. Bien, de modo que. . . allí queremos llegar. Queremos que él se enderece, y que ustedes dos estén más cerca uno del otro.

Es mejor que el terapeuta acoja las vacilaciones de los padres co­mo indicios de que tendrá que esforzarse para reunirlos. Estos men­sajes no informan únicamente acerca de cómo se sienten los padres, sino que son guias para el terapeuta y así debe recibirlas. El terapeu­ta prosigue con este tema proyectándolo al futuro.

Kirschner: Muy bien, supongamos que él consigue un trabajo, y co­mienza a trabajar, durante un mes, más o menos. Las cosas andan bien. ¿Qué querría usted entonces? Me gustaría que se lo dijese a George. ¿Qué querría usted que George hiciera?Padre: Ahorrar su dinero.Kirschner: Dígaselo, dígaselo.Padre: Ahorra tu dinero. Cómprate lo que te gusta, las cosas que dices que te gustan, eso sería magnífico... Le das a tu madre un poco de dinero para la comida. Y listo.Kirschner: ¿Quiere que él se quede en casa?

Page 221: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

i*adre (continúa con lo anterior): Tienes tu cuarto.Kirschner: ¿Quiere que él se quede en casa?Padre: Sí, en la medida en que. . .Hijo: Me gustaría, Sam, para decirle la verdad.Padre: El puede quedarse con nosotros el resto de su vida. Quiero decir, queremos verlo casado, con hijos y todo lo demás.Hijo: Quiero decir que ellos no tienen a nadie, ¿se da cuenta? Kirschner (notando que la madre sacude la cabeza): Su esposa. . . su esposa no opina lo mismo.Padre: Oh, ella siempre. ..Madre: No quiero que se case.Padre: Ella no quiere que se case. Lo quiere consigo el resto de su vida.Hijo: Ella no tiene a nadie.Padre (al terapeuta): Usted. . . interpretó mal. Ella lo quiere consigo el resto de su vida. Yo también, en la medida en que ande derecho. Hijo: ¿Derecho?Kirschner: ¿Usted quiere que viva con ustedes el resto de su vida?

Los valores del terapeuta, representativos de la cultura global, son contrarios a los de los padres. Para desenganchar al adicto, el terapeuta formula sus propios valores de un modo que conduzca a un cambio constructivo.

Hijo: Seguro.Madre: ¿Por qué no?Hijo: Mientras yo ande derecho, Sam, se lo dije.Kirschner: ¿Qué opinas de casarte y tener una familia, para poder tener nietos?Hijo: Eso ni siquiera me preocupa.Madre: Si eso sucede, supongo. . . Quiero decir, ¿qué haré yo? Pero prefiero que se quede.Padre: Supongamos que yo envejezca, que empiece a ponerme senil, ya llegaré a esa edad.Madre: Especialmente que tenga hijos. ... No quiero que ninguno de mis hijos tenga hijos.Kirschner: ¿Por qué no?Madre: Simplemente no quiero.Kirschner: A ver si la entiendo. . . ¿Usted quiere tenerlo a él y cuidar­lo el resto de su vida?Padre: Yo no voy a cuidarlo.Hijo: Naturalmente, naturalmente, yo quiero. .Kirschner: Tendrá que alimentarlo, y todo eso.Madre: Ya tengo que alimentarme a mí y a mi marido, ¿qué me hace uno más?Padre: Siendo que él ya está listo para irse.Hijo: La única manera.

226

Page 222: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Madre: Sí, queda a criterio de él. Yo no. . . no estoy insistiendo en ello.Kirschner: Un momento; pero usted está diciendo que preferiría que él viviese con ustedes el resto de su vida.Padre: No, lo que ella prefiere es que no se case.Kirschner: Aguarde un poco, a ver si averiguamos esto.Madre: No, si él decide que él está. . . que él quiere valerse por sí mismo, y uno sabe que todo marcha bien, magnífico. Quiero decir que él podría tener un lugar propio. Podría tener y hacer lo que qui­siese, y. . . este. . . eso no es posible en casa.Kirschner: ¿Estaría bien para usted que él se mudase?Madre: Sí, si él lo desea, silKirschner (al padre): ¿Y usted qué piensa?Padre: Sin duda.Hijo: ¿Es ese un objetivo?Padre: Es realmente, es. . . es su objetivo. Es nuestro objetivo, que él se encamine bien, es nuestro objetivo.

El terapeuta, con su persistencia, está persuadiendo a los padres de que deberán renunciar a su hijo y abordar los problemas entre ellos, aunque, como el hijo dice, sientan que no tienen a nadie más. Como se verá, esta persistencia a lo largo de toda la hora rinde sus frutos. En este punto, el terapeuta separa físicamente al hijo de sus padres.

Kirschner: Siéntate junto a mí. (Trae la silla hacia sí, y ambos asisten al diálogo entre los padres.)Hijo: Esto es ridículo.Kirschner: Espera, espera, vamos a ver qué pasa ahora.Hijo: Lo veo todo el tiempo, Sam.Kirschner: Espera.Hijo: No necesito observarlos aquíKirschner: De acuerdo. Lo que quiero es sacarte de esto. Por favor, ustedes dos como padres, ¿podrían dialogar acerca de lo que tienen pensado para su hijo, y llegar a un acuerdo al respecto? Acerca de si. . . específicamente, qué idea tienen como objetivo futuro para Georgie. Quiero que usted (al padre) le hable a ella, no a mí.Padre: La única discrepancia entre nosotros es que ella no quiere que se case. No obstante piensa que si él. .. si él anda derecho, podría buscarse una chica e irse.Madre: ¿Cómo puede una decir si quiere o no que alguien se cáse, cuando no hay siquiera una chica, ninguna chica en vista, ni la hubo nunca, nada parecido o cercano a eso? ¿Cómo puede una decir qué es lo que siente?Hijo: ¿Cómo sabes que yo nunca estuve cerca de eso?Kirschner: Aguarda.Madre: Yo sé quién estaba cerca tuyo, ¡aquella que empezó toda esta basura!

227

Page 223: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Kirschner: Usted.. . le está hablando nuevamente a su hijo, en vez de hablarle a su marido.

(Más adelante, en la misma sesión.)

Kirschner: Usted quiere que él esté en un buen ambiente, en su pro­pio departamento.Padre: Correcto.Kirschner: Una vez que esté listo. ¿Es eso lo que quiere?Madre: Eso me parece muy bien.Kirschner: Eso está muy bien.Madre: Ajá.Kirschner: Y van a trabajar para llegar a eso.Madre: ¿Para llegar a qué?Kirschner: Para llegar a asegurarse de que él está preparado, que no los va a dejar prematuramente, que cuando se vaya. . . su marido lo • ha ayudado a preparar sus finanzas, ¿no? enseñándole todo lo que necesita. Y dándole luego su bendición.

Para algunos terapeutas, el problema es que los padres se aferran al hijo; pero conviene tener presente que también el hijo se aferra a los padres. Cuando estos parecen dispuestos a dejar que el hijo se vaya, él responde con una cierta renuencia.

Hijo: En tanto ellos no me necesitan, piensan que no me necesitan, van a necesitarme.Madre: ¿Por qué?Padre: ¿Por qué?Hijo: Me necesitarán.Madre: ¿Para qué?Padre: ¿Para qué?Hijo: No lo saben todavía.Madre: Bueno, debes haberte hecho alguna idea, George. Quiero de­cir, me quieres asustar, como si supieras que yo tengo algún tipo de, este, de cáncer o algo así, que me voy a morir.Padre: Quieres decirnos que yo puedo caerme muerto y tu madre puede necesitarte.Madre: ¡Eh, miren qué bueno! ... ¡A mí me gustaría estarce ríe) en mi propio, en mi propio departamento!Kirschner: ¿Puede decirle a su hijo que usted no lo necesita?Madre: No.Kirschner: Vamos, dígaselo. Dígaselo.Madre: Yo creo que nadie necesita a nadie, si se tiene a sí mismo. Kirschner: Dígale a George que no lo necesita.Madre: Ya se lo he dicho. Se lo dije mientras veníamos en el auto. Kirschner: Dígaselo.Madre: De acuerdo. No te necesito, George.

228

Page 224: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Kirschner (interrumpiendo): Dígale de la manera más llana posible que no lo necesita, que cuando ande derecho y se controle, no quie­re verlo alrededor suyo porque no lo necesita Padre: Lo amamos, pero no lo necesitamos. El se necesita a sí mismo.Hijo: Ahora.Padre: ¿Ahora? Luego.Madre: Uno se necesita a sí mismo todo el tiempo.Padre: Nos necesitamos unos a otros.Kirschner: Usted quiere que él viva con ustedes y los cuide, ¿es eso lo que quiere?Madre: No, no por el resto de su vida.Kirschner: No es eso lo que quiere.Madre: No cuando nosotros seamos dos viejos. ¿Qué beneficio va a sacar él de dos viejos?

Esta tercera sesión fue un punto de viraje en la terapia A comien­zos de la sesión, la madre, refiriéndose a los hijos que vivían con sus madres, dijo:

Madre: Hay tantas familias en las que los hijos siguen viviendo con ellos, y son felices. Los muchachos van y vienen a su antojo. A veces no retornan a su casa los fines de semana. . . Conozco a un mucha­cho que trabaja con mi otro hijo, su tía es compañera mía de traba­jo. Este muchacho tiene alrededor de 28 o 30 años y vive con su madre y con su padre. Supongo que vive con ellos porque son an­cianos. Tiene hermanas mayores que están casadas. No hay allí nin­gún problema.

Hacia el fin de la sesión, luego de los persistentes empeños del terapeuta, la madre dijo:

Madre (al hijo): Tal vez deberías hablar con Edgar, verías la vida mi­serable que lleva viviendo con su madre. Le gustaría sacarse a su ma­dre de encima. Eso es lo que siente sinceramente. No es que no la ame, sino que él no tiene ideas propias. En absoluto. A Edgar le habría encantado casarse; y podía haberlo hecho. Lo mismo que Ro- bert. Robert ni siquiera desea permanecer en la misma casa que su madre.Padre: Edgar lleva una vida miserable en su casa.Madre: Es tan infeliz, es patético. Todas esas risas y bromas no son más que una fachada. Habla con Edgar, y sabrás lo que siente.

La entrevista prosigue, pasando a centrarse en los estudios de George, su trabajo y su desasimiento de los padres. Se les pide a estos que hablen más a menudo entre sí, primero acerca del hijo, y luego sobre otros aspectos de su vida.

229

Page 225: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Kirschner: Su hijo ha tenido unas ganas tremendas de aplicarse he­roína Si no se la aplicó, es porque están sucediendo grandes cam­bios. Eso significa. Y significa que lo que ustedes hacen en casa y lo que todos hacemos juntos aquí lo está ayudando a recobrarse.Padre: Eso mismo pienso yo.Madre (al hijo): Bueno, pero te digo, no quiero que andes con ese muchacho.Hijo: Yo ando con quien quiero andar.Madre: Esto es lo que me trastorna, porque no me gusta ese mucha­cho. Y tú sabes que. . .Kirschner: Pero no es usted la que tiene que andar con él.Madre: No, pero yo. . . lo va a tentar de vuelta, lo sé. Conoce la for­ma, usted no se imagina. . .Padre: Cuando lo tiente, será problema de él Madre: Es realmente una mala persona.Kirschner: Escuche lo que le dice su marido. Dígaselo de nuevo. Padre: Es problema de él, nada más. Si no viene a casa una noche, es problema de él.Hijo: Exacto.Kirschner (al padre): ¿Qué quiere usted decir?Padre: Quiero decir que no me gusta que pase la noche afuera, si quiere vivir con nosotros y está en tratamiento. No quiero que pase la noche afuera.Kirschner: Muy bien. Entonces, fijemos. . .Padre: Eso es todo.Kirschner: . . . fijemos una regla acerca de esto.Madre: Eso es lo que le dije,Hijo: No van a hacer ninguna regla para un tipo de 26 años.Madre: Bueno, aquí hay ciertas reglas, tu padre y yo venimos aquí, hacemos cosas para ayudarte.Kirschner (al hijo, que se mira en un espejo para peinarse): ¡Eh, George! ¿puedes dejar de acicalarte por un momento, para la gran ci­ta que tienes hoy?ni}o: No tengo ninguna cita. Estoy aquí para hablar de mí.Kirschner: Tus familiares. .. tus familiares están diciendo que no quieren que pases toda la noche fuera.Hijo: ¿Ah, sí? Ese es uno de los motivos por los cuales voy a conse­guirme un lugar antes de lo que pensaba. ¿Se da cuenta? , ellos no me necesitan. Ustedes no necesitan que haga este trabajo que estoy haciendo. Ustedes no. .. no me necesitan. Simplemente me están di­ciendo que no me necesitan.Kirschner: ¿Cómo es que escuchaste eso?Hijo: Eso es lo que escuché.Kirschner: ¿Cómo te lo imaginas?Hijo: Porque si yo.. . si hago el trabajo para ellos, tendré que salir.

Tres semanas más tarde, en la séptima sesión, el progreso continúa.

230

Page 226: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Kirschner: Ellos no dicen que tú no puedes salir, dicen que ellos, este. . .Hijo: Toda la noche.Kirschner: Sí, es en eso que se han puesto rígidos.

Cuando los padres y el hijo enfrentan el tema de la separación, este se toma más real para ellos. No hay recaídas y la mejoría prosi­gue. Tres semanas más tarde el joven está trabajando y planeando asistir a clases y mudarse a un departamento propio. Cabe predecir que los padres tendrán conflictos entre ellos a medida que se aproxi­ma este momento de la separación. Hablan de separarse uno del otro, o de sustituir al hijo por otra persona.

Hijo: Ya he tenido bastante con esa zona maldita, me enferma. Me mudaré al Este, a ver si consigo algún lindo lugarcito allí. Y trabajaré allí.Padre: Está bien.Hijo: Entonces ustedes sabrán dónde estoy, habrá un teléfono en el edificio, o donde me encuentre, y si necesitan ayuda o alguna cosa me llaman.Kirschner: De acuerdo. Así que el primer paso consiste en que consi­gas trabajo.Padre: El segundo paso es. . . ella tiene que cambiar de parecer, no quiere venir más aquí.Kirschner: Sí. George. . .Madre: Las dos próximas semanas no vendré. Vendrás tú.Kirschner: George, ¿nos disculpas unos minutos? Te lo agradecería. Toma, aquí tienes el boletín de calificaciones. Me reuniré contigo a solas, charlaremos de algunas cosas. Tal vez lleve punteros, porque trabajé en colegios.Hijo: Está bien. (Sale.)Kirschner (a la madre): No necesita .. venir siempre. Tómese un res­piro, si piensa que eso es lo mejor. Porque yo creo que usted ha teni-' do una muy. .. a pesar de que usted y George se instigan uno al: otro. . . creo que usted ha tenido una gran influencia en su mejoría. Lo crea usted o no.Madre: Bueno, ya no lo aguanto más. Tengo noticias para usted. Kirschner: ¿Qué es lo que no aguanta más?Madre: Todo. Estoy cansada. Lo único que quiero es que me dejen sola.Kirschner: ¿Cómo es eso de que nunca fue a bailar a ese lugar de Nueva Jersey con su marido?Madre: ¿Dónde?Kirschner (al padre): ¿Cuál era ese lugar del que nos estaba con­tando?Padre: No sé.

231

Page 227: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Kirschner: ¿Asi que quiere que la dejen sola?Madre: Ajá.Kirschner: Usted y su marido están al borde del agotamiento.Madre: ¿Está tratando de averiguarlo?Kirschner: No, no estoy tratando de averiguarlo. (Pausa.) El otro día, cuando hablé con George por teléfono, le dije algo: uno délos problemas de su hijo es que permanentemente tiene miedo de que ustedes dos rompan relaciones.Madre: Bueno, tal vez sería una manera de sacarlo a él de esto. Lo estuve pensando.Kirschner: No. Esto es lo que él más teme.Madre: ¿Porqué?Kirschner: Porque él se siente responsable de eso. Y ese es su mayor temor, y la culpa. ..Madre: Bueno, aparentemente él sería responsable.Kirschner: No lo creo. ¿Por qué sería responsable?Madre: ¿No lo cree? Bueno, no sé, pero cada vez que este chico ha estado en el hospital, o ha estado fuera de casa, nosotros nos lleva­mos bien.Kirschner: ¿Ustedes se llevan mejor cuando él no está?Madre: Sí.Kirschner: ¿Es cierto eso? George, ¿es cierto eso?Padre (tras una pausa): Estoy un poco confundido.Madre: Sólo cuando está en el hospital, no cuando está en cualquier otro lado. Porque entonces yo sigo nerviosa y .preocupada por saber dónde está.Kirschner: Oh, oh, sí, cuando él está en el hospital. Y bien, ¿qué pasa el resto del tiempo?

Tenemos aquí una reacción típica en familias de jóvenes perturba­dos. Cuando el joven problemático está en el hospital, el triángulo familiar y la pareja parental se mantienen estables. El tratamiento mediante custodia y limitación de movimientos estabiliza a la familia a expensas de la perpetuación del problema.

Madre: Bueno, es distinto.Kirschner: De todos modos, ese es el motivo de q u e . . . ese es su ma­yor temor, ¿se dan cuenta?, cuando él está en la casa asegurándose de que ustedes continúan viviendo juntos. De una manera un poco loca, ¿no?, ese es su mayor temor, de que él será el responsable de ello. . . de que ustedes rompan relaciones. El vive con ese tremendo temor, no se imaginan hasta qué punto es intenso su temor.Padre: No sé qué es lo que va a lograr ella, pensando, siquiera, en un rompimiento.Kirschner: Bueno, averigüelo. (Le sugiere que se lo pregunte a la es­posa)Madre: No tiene nada que ver contigo, es una cuestión mía. Estoy

232

Page 228: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

pensando en mí misma. Tú lo pasas bien, no te preocupas por nada. Vas y vienes como se te antoja, haces !o que quieres. Yo simplemen­te quiero una salida. Iré a lo de mí hermano, no sé dónde pensarás tú que yo me iré. Espero que no pienses que me escapé con alguien. Padre: ¡Ojalá lo hicieras! Tú necesitas a alguien.Madre: Sí, te gustaría que lo hiciese.Padre: Lo juro por Dios.Madre: No existe ninguna persona.Padre: Me gustaría que encontrases a alguien.Madre: Son todos iguales.Padre: Porque, créeme, te mereces una vida mejor que la que has tenido. Decididamente. Te doy mi palabras de honor, realmente te mereces a alguien.Madre (al terapeuta): Sentimos pena uno del otro.Padre: Yo no siento pena por ti. Pienso que es estúpido.Kirschner (tras una pausa): Dígale por qué es estúpido. No creo que ella.. . que ella lo tenga claro. ¿Por qué es estúpido que piense en irse?Padre: Pienso que sería lo mejor del mundo que ella encontrase a alquien. . . incluso que tuviera un asunto amoroso.Kirschner: ¿Quiere que ella tenga un asunto amoroso?Madre: Sí, ¡qué bien podría tener un asunto amoroso con todo esto acumulado dentro mío, eh?Padre: Bueno, eso es lo que tú quieres.Madre: Necesito algún otro idiota.Padre: Bueno, eso te quitaría una parte de tu cuerpo y de tu mente. Madre: ¿Lo haría? Estás hablando por ti, no por mí.Kirschner: ¡No lo puedo creer! Usted le aconseja a su mujer que ten­ga un enredo amoroso, y ella se niega. (Se ríe.) Este es un diálogo extraño.Madre: Bueno, es lo más sencillo.Kirschner: ¿Qué cosa es lo más sencillo?Madre: Ir a buscarse a alguien. Para una chica es sencillo.Kirschner: Sin embargo, usted no lo hizo.Madre: Es que no me interesa. Y él sabe. . . si me encuentro a al­guien, él sería el primero en enterarse. Porque lo dejaría, no me pon- dría yo ni lo pondría a él en ridiculo.Kirschner: Pero no lo hizo.Madre: No, no me interesa.

Nunca debe subestimarse la involucración de un padre periférico con un hijo que deja el hogar, ni la intensidad de su reacción frente a esto. Es muy importante que padre e hijo dialoguen para acallar an­tiguas disputas y permitir asi al hijo trabar una nueva relación con su padre al separarse. El terapeuta dispone una sesión con el padre y el,hijo.

233

Page 229: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

f

Padre: ¡ Estoy tan harto de toda esta jnierda!Kirschner: Así es.Padre: Me hace pasar una vida endemoniada. ¿Quién-es él para hacer­me pasar una vida endemoniada?Kirschner: Tiene razón.Hijo: Yo no le hago pasar una vida endemoniada a nadie.Kirschner: Es cierto, él es su hijo.Padre: ¿Usted cree que él no me hace pasar una vida endemoniada? Hijo: ¿Quién fue el que me dijo: “Soy un asno, y tú serás un asno el resto de tu vida”?Padre: ¡Te has pasado repitiendo eso toda la noche!Hijo: Y hasta sueño siempre con eso.Padre: Y hasta. . . ¡por Dios!, ¿has estado soñando siempre con eso?Hijo: Sí.Padre: Qué terrible suena esa declaración. “Soy un asno, y él tam­bién será un asno el resto de su vida”. En otras palabras, no he sido más que un estúpido. .. Sí, lo admito.Kirschner: Perfecto. ¿Y cómo cree que lo hace sentir eso a su hijo? Padre: El lo dice.Kirschner: Lo hace sentir mal, ¿no es cierto?Padre: Como un asno, es un asno igual que yo.Kirschner: No, lo que lo hace sentir mal es lo que usted dice de sí mismo. Más que lo que dice de él, lo hace sentir mal por usted.Padre: Tú tienes veinticinco años, yo tengo cincuenta años, tengo veinticinco años más que tú.Hijo: Exacto.Padre: ¿Qué diablos me queda por delante, aparte de unas pocas car­cajadas? Tú lo tienes todo por delante.Hijo: ¿Unas pocas carcajadas? Te queda algo más que unas pocas carcajadas.Kirschner: El dice que le queda algo más que unas pocas carcajadas. Padre: Puras mentiras.

Hábilmente, el terapeuta aligera el aire trágico de la sesión.

Kirschner: ¡Vamos, vamos! Todavía le quedan unos cuantos parti­dos de golf.Padre: Sí; unos cuantos partidos de golf.Kirschner: ¿Cómo le va en el golf, dicho sea de paso?Padre: Este domingo me ganó una mujer. Con 21 de hándicap, y yo 18, y me ganó dejándome para el carajo.Kirschner: Ese día usted estaba en otra parte. Ahora bien, concuerdo con usted en que no es bueno para nadie que él esté allí (en la casa). Concuerdo con eso. Y creo que usted está procediendo correctamen­te. Pero tenemos que planearlo de modo que a él le vaya bien econó­micamente.

234

Page 230: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Hijo: Mañana mismo puedo irme de allí. . . con todo empacado. Kirschner: No, no es así como quiero que se haga. Cuando las cosas se hacen así.. .Hijo: Cuando uno se va. . . cuando uno piensa que se va a ir, que se va a ir lo más rápido posible, no hay más complicaciones.Kirschner: No, no hay más complicaciones, si te vas dentro de dos semanas. ¿Cuál es la complicación?Hijo: No me iré dentro de dos semanas. El me necesita dos semanas más tal como necesita. .. este. .. la peste.Kirschner (al padre): George, ¿cree usted que podría aguantar a su hijo por un par de semanas más? ¿Si sabemos que se va a ir, y que conseguirá un cuarto, y usted comprueba que ha arreglado su situa­ción pecuniaria? ¿Cree que podrá convivir con él otras dos sema­nas? Sé lo que digo. Quiero que esto se haga bien.Padre: Por cierto que sé lo que usted dice.

Hubo una o dos sesiones más con la familia, pero en esencia la terapia finalizó aquí, después de unos pocos meses de entrevistas se­manales. Al término de la terapia el hijo se mudó de casa. Al poco tiempo, los padres se separaron. El joven volvió al hogar, y los padres se juntaron de vuelta.

En un seguimiento realizado dos años después, los padres seguían juntos. El joven vivía en el hogar; ocupaba un puesto de responsabili­dad, de¡ nivel gerencial, y le iba bien. Ya no se administraba heroína ni lo había hecho en ese lapso de dos años.

En un seguimiento cuatro años después, el hijo seguía apartado de la heroína y trabajando; luego de mudarse a un departamento pro­pio en la misma ciudad, se había trasladado a otro estado del país. Los padres continuaban juntos.

¿35

Page 231: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

10. Un caso crónico

Si un joven tiene dificultades para abandonar su hogar, la familia puede debatirse con este problema muchos años. Se torna entonces crónico el ciclo repetitivo: hogar-institución de custodia-hogar. El problema cansa y exaspera tanto a los familiares como a los agentes de control social, pero persiste. Si la persona problemática es díscola y alborotadora, algunas instituciones se rehúsan a admitirla de nue­vo, obligando a la familia a buscar y buscar hasta encontrar al fin un sitio que la acepte. Las familias de buena posición económica suelen pasar de sanatorios privados caros a otros menos caros, para terminar en los hospitales públicos, donde el Estado corre con los gastos. Cuando se instaura un ciclo de hospital psiquiátrico, lo típico es que los psiquiatras mediquen a la persona problemática -aun a sabiendas de que la droga no será útil y hasta puede ser dañina—, pues no saben qué otra cosa hacer.

Si un nuevo terapeuta trata de intervenir en ese ciclo crónico y persuadir a todos de que debe comenzarse de cero, no es recibido, por lo común, con entusiasmo. La familia y sus colegas ya han inten­tado empezar de vuelta, y tuvieron demasiados fracasos. En ocasio­nes, los profesionales están tan exasperados con el cliente a repeti­ción que no quieren cooperar con ningún plan terapéutico novedoso.

El terapeuta debe empezar por comprender que no está tratando a una persona crónica sino a una situación crónica, que involucra tanto a los profesionales como a los integrantes de la familia. Debe evitar verse atrapado en el ciclo y perpetuar inocentemente la situa­ción. Recuerdo una familia neoyorquina con dos hijas problemáticas internadas, que habían estado en diversos tipos de terapia durante más de veinte años. Eran atendidas por un equipo nuevo de jóvenes terapeutas, que estaba por proceder de la misma manera que tantas veces había fallado. En tono casi lastimero, el padre dijo que había estado en terapia 24 años, que tenía más de 65 de edad y que no podría sobrellevar muchos años de terapia más.

En una situación crónica, es común que la familia, inicie la terapia pero no haga en realidad nada de lo que se le pide en ella. De alguna manera, las directivas no llegan a ejecutarse. A veces se comprometen al principio a que el problema quedará contenido dentro de la fami­lia misma, pero cuando surgen las dificultades vuelven a internar a la persona problemática, y todo empieza otra vez. Por momentos pare­cería haber algún progreso, pero luego estos progresos se diluyen y ninguna cuestión queda verdaderamente resuelta. Otras veces el tera­peuta no puede afirmar con certeza si se está progresando o no, ya

236

Page 232: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

que las crisis se suceden, y por lo tanto hay actividad, pero la perso­na problemática no logra bastarse a sí misma o entablar relaciones íntimas fuera de la familia.

En una situación crónica, la tarea consiste en parte en cambiar de profesional y modificar las rutinas familiares. Todos los participantes se hallan en una rutina crónica, motivo por el cual llaman “crónico”, al individuo problemático. Es importante encontrar una cuestión bá­sica para cambiar la situación, de modo que la rutina no se repita más. Por ejemplo, recuerdo a una muchacha a quien sus padres in­ternaban regularmente cada vez que se sentía trastornada y actuaba de modo extraño. Y como al regresar del hospital declaraba que el personal la había maltratado, todos sentían culpa por haberla inter­nado. Los padres la aplacaban, hasta que volvían a exasperarse y a internarla. La situación cambió cuando pude persuadirlos de que no la llevaran al hospital la próxima vez que ella se sientiera mal. Siem­pre es conveniente que la persona problemática se haga responsable de las consecuencias de sus actos. En una sesión familiar, los padres le dijeron que si ella pensaba que debía estar en el hospital, podía tomar el ómnibus e irse allá. Airada, la muchacha declinó hacerlo y se encaminó a la casa de su abuela, lo cual puso en marcha una nueva secuencia familiar.

Ya sea que el joven que se ha constituido en un problema crónico viva en su casa o sólo permanezca junto a sus padres esporádicamen­te, lo importante es que estos concuerden acerca de lo que deben hacer pase lo que pase. Si el hijo consigue trabajo pero luego es des­pedido, ¿lo mantendrán los padres hasta que consiga otro? Si no hace intento alguno de conseguir empleo, ¿le seguirán pasando fon­dos de por vida, o fijarán una fecha tope para suministrárselos? ¿Qué harán si el joven amenaza con volver al hospital? Si es interna­do, ¿lo visitarán? ¿Le permitirán luego que vuelva a la casa? Sea cual fuere su plan, ellos deben exponérselo con claridad al joven, de modo que sepa qué sucederá exactamente, ante cada eventualidad. Lo que los padres resuelvan hacer o no hacer es menos importante que el hecho de que se pongan de acuerdo entre sí y se mantengan firmes con respecto a su plan, por más que el joven intente, con pro­vocaciones o lamentaciones, dividirlos o hacerles cambiar de opinión.

Un modo de abordar una situación crónica es encontrar una cues­tión clara, en cuya solución la terapia demostrará su éxito o su fracaso. Si fracasa en ese punto, es mejor abandonarla que continuarla con la vaga esperanza de que algo, de alguna manera, se podrá lograr. Si el problema del joven es su apatía, puede establecerse un plan claro, fijando una fecha para que realice determinada acción. Toda la tera­pia se centra entonces en torno de esa fecha. Si la acción consiste en que se mude a otra casa, se fija una fecha para la mudanza, se hacen todos los preparativos del caso y se organiza a la familia en tomo de esa cuestión.

El caso que reproduciremos aquí se centró, al modo de un drama,

237

Page 233: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

en una cuestión bien específica. Como uno de los problemas cróni­cos era en este caso la violencia, la terapia enfocó todo lo vinculado con las armas y con los hechos de violencia. La familia había estado bajo control social comunitario el tiempo suficiente como para ser considerada crónica. Existía el antecedente de que se la rechazó para terapia familiar, porque se vio en el hijo a un ser harto primitivo y porque se juzgó que la familia misma era inadecuada. Él padre, un obrero, estaba en su cincuentena; la madre tenía más o menos la mis­ma edad. Había fuera del hogar dos hermanos mayores; en la casa vivía y trabajaba una chica de 19 años; había también un hermanito de 9 años que acudió a todas las sesiones porque iba donde lo lleva­ban sus padres. El joven problemático tenía 26 años; era un mucha­cho buen mozo, con bigotes y una agradable sonrisa. Hacía ocho años que constituía un problema para su familia y para la comuni­dad, desde que fuera internado por primera vez, a los 18 años de edad. Había estado varias veces internado y dado de alta, con diag­nósticos de esquizofrenia tipo paranoide y esquizofrenia paranoide crónica —lo cual ya nos está diciendo que no era una persona muy bien vista en los hospitales—. También dijeron que era una personali­dad pasivo-agresiva y lo rotularon como retardado mental fronterizo. El muchacho padecía una sordera completa congériita y no hablaba. No tenía capacidad verbal para funcionar en el mundo de las pala­bras audibles, pero tampoco había aprendido suficientemente el len­guaje de signos como para participar sin inconvenientes en la comu­nidad de sordos. Era, además, epiléptico. Se lo había expulsado por mala conducta tanto de la escuela común como de establecimientos especializados. En época reciente había conseguido que se le diesen bonos de asistencia social. No podía trabajar, y a menudo consumía drogas ilegales que lo ponían en manos de la policía.

El terapeuta en este caso fue Sam Scott, quien conocía el lenguaje de los sordomudos. En las sesiones, debía comunicarse con el joven en este lenguaje mientras hablaba con sus familiares, y traducirles a estos lo que aquel decía. Los padres desconocían el lenguaje de sig­nos y el joven no sabía leer los labios como para que la comunica­ción fuera fluida. Por lo tanto, los diálogos familiares eran burdos, limitándose a señalamientos y a ideas simples. La terapia se llevó a cabo en un contexto de capacitación, con supervisión directa.

Cuando la familia fue derivada, se previo que habría una sesión de crisis. Se dijo que el joven acababa de escapar del hospital psiquiátri­co público en que se encontraba; en realidad, simplemente se había ido a su casa en ómnibus. Cuando el terapeuta telefoneó a la madré, esta le dijo, como al pasar, que el hijo había entrado, se había cam­biado de ropa y luego salió a alguna parte. De inmediato se concertó una primera entrevista con toda la familia, pero los hijos que vivían fuera y la hija de 19 años no acudieron. Sólo lo hicieron los padres con el hijo problemático y el de 9 años. Lo primero que preguntó el terapeuta fue cómo se comunicaban entre sí los padres y el hijo.

238

Page 234: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Scott (al padre): ¿Puede él entenderlos cuando ustedes hablan? Padre: No sé.Scott: Bien, bien.Padre: Unicamente que preste atención a mis labios.Scott (a Steve, el hijo problemático): ¿Puedes entender lo que él está diciendo? ¿Puedes entenderlo? (El hijo le indica que lee los labios.) Bueno, ya veremos, ¿eh?

(El terapeuta duda de que el joven sepa leer los labios lo suficien­te como para entender. Decide comenzar por el tema de la inter­nación. )

Scott: Sé que el objetivo del hospital es que la persona se vaya.Padre: Sí, pero, ¿porqué dejarlo ir prematuramente?Scott: No entiendo qué significa “prematuramente”.Padre: Bueno, él sólo había pasado allí la última semana.Scott (traduciendo en lenguaje de signos al hijo mientras continúa hablando en voz alta): Pasó allí la última semana.Padre: Ahora bien, como él decidió que no podía aceptar la discipli­na, o regimentación, que había allí. . .Scott (traduciendo): No obedeció.Padre: Decidió venir a casa y se fue. ¿Pero cómo puede dejarse a una persona en libertad de acción si está en esas condiciones? El ni si­quiera sabe lo que hace.

(Más adelante, en la misma sesión.)

Padre: Cuando él está en el hospital no tiene la libertad que tiene en casa.Scott (traduce): No tiene la libertad que tiene en casa. (A la madre.) ¿Y usted qué piensa al respecto?Madre: ¿Sobre el hecho de que Steve esté en casa?Scott: Sobre el hecho de que Steve esté en casa, sí.Madre: No me importa que él esté en casa, con tal de que. . .Scott (traduce): No le importa que tú estes en casa.Madre: ... él aprendiera a autocontrolarse.Scott: Si tú aprendes a controlarte. (Traduce ahora del lenguaje de signos de Steve.) “Después de un tiempo, quiero tener mi propio departamento.” (A la madre.) ¿Qué otras cosas siente usted, mamá?

Las preguntas del terapeuta acerca de los sentimientos de las per­sonas, que en este caso obedecían a la formación anteñor que este terapeuta había recibido, no son fomentadas en nuestro enfoque.

Madre: Bueno, en la medida en que él se comporte bien, no me im­porta, es uno más de la familia.Scott (a Steve): Dice que tú eres parte de la familia, y que en la

239

Page 235: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

medida en que obedezcas, no habrá ningún problema. (Traduce.) “No”, dice él, “no habrá ningún problema”.Madre: Eso ya se lo oí antes.Scott: Dice que ella ya oyó eso muchas veces. (Traduce los signos de Steve.) “Después de un tiempo, primero quiero un bono”. No sé de qué bono se trata.Madre: Su bono, siempre su bono.Scott: No sé de qué bono se trata.Madre: ¿Sabe usted por qué volvió Steve a casa? No lo hizo por mí, ni por él (elpadre).Scott: Ella me pregunta si sé por qué volviste del hospital. (Steve hace signos y el terapeuta traduce.) “A ti no te gusta el hospital”. Madre: Por su bono.Scott: Por tu bono. No hay más bonos.Madre: Eso mismo.Scott (a Steve): No hay bonos. No hay bonos. No hay más. (A la madre.) Pero usted piensa que si él tuviera trabajo y obedeciera las normas de la casa, podría vivir perfectamente en la. casa hasta que consiguiera un cuarto o un departamento.Madre: Sí.Scott (al padre): ¿Qué piensa usted de eso?Madre: Pero no va a andar.Scott (traduce): Ella dice que no va andar. Ella no te cree. No te cree.Padre: ¿Sabe?, fue la primera vez en siete años que tuvimos paz, cuando él se fue.Scott (traduce): Es la primera vez en siete años que tú no causaste trastornos a la familia. Esta es la primera vez.Padre: El siempre se va. En siete años yo no he tenido vacaciones. Scott (traduce): Siete años, sin vacaciones.Padre: No se puede confiar en él cuando está en casa.Scott: No confían en ti en casa.Padre: Se excitará con la droga, y pueden robar la casa entera.Scott (traduce): Píldoras. (El joven hace un signo y se señala la cabe­za. El terapeuta traduce.) Dice que las píldoras le dan dolor de ca­beza.Padre (manifestando sus dudas y su exasperación): Sí, sí.. .

(El terapeuta concertó una entrevista con los padres solos a fin de analizar las dificultades que tenían para tratar a su hijo.)

Scott: A lo largo de su vida ustedes han sido llamados tantas veces por causa de Steve. Es como un ciclo: algo anda mal y él termina en el hospital, y después regresa a casa, o bien ustedes tratan de conse­guirle un cuarto, y le va bien. Pero entonces algo vuelve a andar mal y va al hospital. ¿Cuántas veces ha estado en el hospital?Madre: ¿En el hospital municipal? Unas seis veces.

240

Page 236: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Scott: Seis veces.Madre: Y dos veces estuvo en el hospital provincial.Scott: Ahora bien, las dos oportunidades en que ustedes le consiguie­ron un cuarto, ¿en una de ellas él tuvo un ataque, me dijo usted? Madre: Ajá.Scott: ¿Y en la segunda qué pasó?Padre: Bueno, él se drogó.Scott: ¿Y adonde fue entonces?Madre: Vino a casa.Scott: ¿Volvió a casa? ¿Y ustedes lo enviaron al hospital?Madre: Exacto.Padre: No lo enviamos esa vez, lo llevó la policía.Scott: Ya veo.Padre: En la calle 3, el próximo lugar en que él estuvo.Madre: Ajá.Scott: ¿Tuvo tres lugares, o dos?Madre: Dos.Scott: Dos en total.Padre: Esa vez quiso echársele encima a la dueña y casi lo matan, porque el marido de la mujer, su hermano y un amigo fueron a su cuarto y deben de haberlo vapuleado.Scott: Ajá.Madre: Yo pienso esto: Steve quiere tener un lugar propio por la simple razón de que le gusta hacer lo que se le antoja.Scott: De acuerdo.

El terapeuta da por sentado que es lógico que un muchacho de veintiséis años quiera hacer lo que se le antoje, pero lo que la madre quiere decir es que él incurriría en un mal comportamiento.

Madre: Pero no sabe cómo hacerlo, y vuelve a meterse en dificulta­des. No puede vivir por su cuenta.Scott: Bien. Entonces, lo que ustedes me están diciendo es que hay un ciclo y que él se mete en dificultades. Y que lo que queremos es romper el ciclo de alguna manera. Pues bien, ¿cómo podemos rom­per el ciclo?

Una de las formas de romper un ciclo es suprimir una de sus partes bloqueándola. Si el ciclo incluye un hospital psiquiátrico, es posible modificar la secuencia pidiendo que en vez de recurrir a él, se recurra a una cárcel. Si el sujeto está recluido en una cárcel goza de mayores libertades civiles, pero además la situación de sus padres cambia Es­tos pueden influir en mayor medida en los psiquiatras del hospital que en el personal de la prisión, y por ende si su hijo va a prisión es más probable que pierdan control sobre él. Y como los padres quie­ren influir en lo que le acontece al hijo, no se avendrán a que vaya a la cárcel. No obstante, en caso de que acepten esta alternativa, la

241

Page 237: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

enfermedad mental desaparece y el problema es rede finido como de disciplina. En el caso del que aquí nos ocupamos, esa alternativa fue planteada en la primera sesión y los padres la aceptaron. Luego de eso, no volvió a surgir en la terapia la cuestión de la enfermedad mental y de la internación

Scott (a los padres, mientras traduce para SteveJ: Supongamos que él no se conduce como es debido. ¿Qué harán ustedes si él no se condu­ce correctamente?Padre: Pues, en ese caso tendrá que irse.Scott {traduce): Dice que tendrás que irte. A la cárcel diría yo, si golpeas a alguien. (A la madre.) ¿Firmaría usted un papel donde diga que si él le pega a usted, irá a la cárcel?Madre: Sí, por cierto, sí, sí.Scott (a Steve, con signos): Si tú le pegas a ella, firmará un pápele irás a la cárcel. ¿Quieres ir a la cárcel? (Steve dice que no con la cabeza) Lo mismo con las píldoras. Lo mismo con las píldoras. La misma cosa. (Al padre.) ¿Firmará usted el papel si él quebranta las reglas?Padre: Sin lugar a dudas.Scott: Si quebrantas las reglas irás a la cárcel. ¿Qué? Dímelo con signos. (Traduce.) Renunciarás, renunciarás a las píldoras. Muy bien, muy bien, ¿Eres capaz de respetar las reglas de la familia? ¿Eres ca­paz de obedecer a tu padre?

Cuando el joven no se separa bien de su hogar, una de las partes del ciclo es que se vaya cuando todo el mundo está airado y trastor­nado. Si pudiera irse en forma agradable, el ciclo se modificaría. Una de las maneras de cambiar la forma en que se va del hogar consiste en cambiar la forma en que procede dentro de él, estableciendo ciertas reglas que deberá acatar. En la primera sesión con la familia, el tera­peuta les solicitó que formularan una lista de reglas para el hijo; en la segunda trajeron la lista. La hija de 19 años tenia una sugerencia para hacer.

Scott (traduce): Bernice dice, y mamá y papá concuerdan con ella, que no debes entrar en su cuarto cuando ella te pide que no lo hagas. (Traduce los signos de Steve.) El dice que golpea antes de entrar. Bernice: Nunca golpea antes, nunca.Scott: Díselo.Bernice (a Steve): No golpeas (hace el ademán de golpear y mueve la cabeza en señal de negación), no, no lo haces.

Cuando el terapeuta pide a los padres que formulen reglas, no su­pone que necesariamente el hijo vaya a acatarlas o aquellos vayan a aplicarlas. En esta etapa, lo que busca es que los familiares se centren

242

Page 238: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

en algo concreto. Si los padres se ponen de acuerdo sobre las reglas, ello habrá ocurrido por primera vez en la vida, y el solo hecho de su acuerdo liberará al hijo. Si no se ponen de acuerdo, sus discrepan­cias podrán sacarse a la luz y examinarse abiertamente. Ya no se mantendrá más la ficción de que todos son muy amables con excep­ción del hijo problemático. Ya sea que los padres concuerden o no, el hijo podrá irse de la casa de un modo diferente.

Al establecer las reglas se pone de manifiesto el aspecto más posi­tivo de la conducta del hijo. Es importante que el terapeuta destaque su aptitud, porque los padres no se avendrán a que el hijo se vaya si no están seguros de que puede cuidarse solo. En esta sesión se pone en evidencia que el hijo es lo bastante responsable como para devol­ver a sus padres el dinero que estos le presten, asi como para pagar el alojamiento y la comida que recibe en su casa. También debe destacarse que si bien la terapia ha pasado a centrarse en tomo de la separación del hijo de su hogar, el terapeuta no introduce precipita­damente esta idea. Al analizar ¡as reglas, pregunta cuál es la voluntad del joven, y comprueba que los padres no tienen muchas ganas de que él se mude a un departamento solo.

Madre: El quiere un departamento para él solo.Scott: De acuerdo, eso está bien, él debe arreglárselas solo. Eso es lo que él quiere. Pero en el otro lugar en que estuvo no se pudo quedar, se volvió a casa.Padre: Veámoslo de esta manera: supongamos que él quiere un de­partamento para hacer lo que se le antoje. ¿Qué puede uno hacer al respecto? Porque no creo que él esté dispuesto a decir “no”.Scott: Ajá. Vayamos por partes. Veamos qué sucede con las reglas de la familia. No tengo nada que objetar a que le busquen un departa­mento, eso está bien. Pero creo que debemos hacer esto despacio. Padre: No me gusta.Scott: ¿Cuál es la dificultad?Padre: No creo que él pueda cuidarse por sí solo.Scott: Muy bien: por ahora se quedará en casa y aprenderá a acatar las reglas, y a medida que avancemos veremos qué pasa. ¿Qué hay del dinero en préstamo?Madre: Bueno, normalmente él me lo devolvía cuando recibía su bono.Scott: Muy bien, entonces eso no la preocupa.Madre: No, si sé que me lo va a devolver.Scott: Siempre lo hizo hasta ahora.Madre: Ajá.Scott: Así que no hay inconvenientes en prestarle dinero. ¿Y en cuanto a lavarle y plancharle la ropa?Madre: Lo hago.Scott: ¿No puede hacerlo él en casa?Padre: No.

243

Page 239: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Scott: ¿Por qué dice que no? Usted quiere preparar al muchacho para que pueda vivir fuera de casa, ¿no es así? ¿No es eso lo que desea para él?Madre: El sabe usar la lavadora automática. Puede usar una lavadora automática.Scott: ¿No puede usar su lavarropas?Madre: No sé si podría usar el mío, puede usar el de ellos. Quizá podría usar el mío también.Scott: Bien, bien. (Traduce para Steve.) Si te quedas en casa, ¿pue­des lavar tu ropa? ¿Puedes hacerlo? ¿Sabes planchar? (Traduce pa­ra los padres.) Y pagarás dos semanas. . . (A la madre.) Le pagará a usted la mitad de su bono de asistencia social a cambio del aloja­miento y comida por dos semanas. ¿Es eso lo que está haciendo en este momento?Madre: Ajá.Scott: Eso es lo que está haciendo.Madre: Quince dólares.Scott (al padre): ¿De qué se ríe?Padre: Yo nunca veo ni uno. (Aparentemente, nunca escuchó hablar de esto.)Madre: ¿De los quince dólares? Me los da a mí. Soy yo la que traba­ja en casa. Me los da a mí.Scott (sorprendido): Un momento, un momento. Mamá dice que tú le das quince dólares cada dos semanas, cuando recibes el bono, y papá dice que no ve nada de eso. (Al padre.) ¿Qué piensa usted de esto?Padre: Mire, si él no. . .Scott: No, pero usted dijo que no sabía nada de esto.Padre: Bueno. . .Madre: No es cierto, yo siempre te cuento. ¿No me crees?Padre: Pasan muchas cosas en la casa de las que no me dices nada. Madre: Hago ciertas cosas para mantener la paz.Padre: Con paz o sin paz, si él te da {se encoge de hombros), si él no.. .Madre: Sí, él me da y yo te lo comento.Padre: Nooo.Scott: ¿Quién está tratando de mantener la paz en la familia?Madre: Yo lo hago.Scott: ¿Qué pasa con Pop?Madre: Bueno, solían suceder diversas cosas, y yo no me molestaba en decírselo, en lo tocante a Steve.Scott: ¿Como qué?Madre: Como cuando Steve nos amenazaba, a mí o a ella (la herma­na).Scott: Sí, pero, ¿por qué no se lo decía a su marido?Madre: Bueno, porque él. . . él tiene un temperamento acalorado. Scott: Tiene un temperamento acalorado y se encoleriza.

244

Page 240: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Madre: Exacto.Scott: Si Steve hace algo que no corresponde.

Cuando la familia se encuentra en un ciclo acongojante, los miem­bros se movilizan con gran rapidez para mantener la estabilidad de la familia, para mantener las cosas como están. Aquí, el terapeuta ha puesto de relieve el hecho de que el hijo en apariencia inepto e irres­ponsable paga su alojamiento y su comida. La madre le ha ocultado esto al padre, y el padre comienza a encolerizarse con ella por haber escondido este aspecto positivo de su hijo. En pocos segundos, con ayuda del terapeuta, la madre ha redefinido la situación, que se con­virtió en un benevolente ocultamiento de cosas negativas del hijo para proteger a este de la violencia de su padre. Había otros secretos en esta familia -como es de prever cuando uno de los miembros ha sido rotulado como paranoidePor ejemplo, en una sesión poste­rior, el padre le oculta al hijo la existencia de un frasco con pildoras; la sordera del muchacho posibilita este secreto pese a que se hace alusión a las píldoras en presencia de él.

Padre: Esto que le voy a decir ahora queda entre usted y yo: la poli­cía lo cazó en el bulevar y lo revisó, y lo único que le encontraron fue esto.Scott: ¿Cómo sabe que la policía lo cazó?Padre: Me lo contaron los muchachos. Volvían de la facultad, y has­ta me dijeron que él estaba drogado. Uno de los muchachos era un vecino y le dijo a los agentes que lo conocía a Steve y que lo llevaría a su casa.Scott: Ajá.Padre: Así que la policía le encontró esta cápsula.Scott: Bueno, si la policía lo revisó, yo puedo comentarle a Steve acerca de lo sucedido, ¿no? (o sea, que puede traducirle en signos a Steve, sentado junto a su madre).Padre: Más tarde usted podrá decidir si puede o no, pero ahora no quiero que sepa que yo tengo esto en mi poder.

(Más adelante, en la misma sesión.)

Padre: Ellos se achispan... no, no se achispan, se atontan con estas píldoras. Igual que los borrachos.Scott: Bueno, esas píldoras lo abaten a uno, le dan mucho sueño. Padre: Oh, él estaba atontado, ¿vio cuando un borracho parece za­fado?Scott: Sí, es que tiene mucho sueño. Bien, creo que no tiene nada de malo que le diga que usted tiene las píldoras, creo que no hay pro­blema con eso.Padre: No se lo diré.Scott: ¿Por qué no?

245

Page 241: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Padre: Porque quiero seguirle la pista hasta sacarlo de esto.Scott: ¿Qué quiere decir con “seguirle la pista”?Padre: Voy a seguir revisándolo. El las esconde. Sé dónde las es­conde.

Salió a la luz otro secreto cuando en la primera sesión la madre comentó que los bonos de asistencia social del hijo no habían llega­do, para revelar luego que en realidad habían llegado pero ella los escondió, porque no estaba legalmente autorizada a entregárselos. Más adelante la situación legal cambió y ella ya podía darle los bo­nos, pero igual los mantuvo ocultos.

Madre: Tengo bonos en casa, pero no puedo dárselos. No estoy auto­rizada a hacerlo, ya que él se encuentra en un hospital estatal.Scott: ¿Ah, él sigue recibiendo bonos?Madre: Sí, pero yo no puedo dárselos todavía, hasta que ellos me lo notifiquen.Scott: Oh, ya veo. Muy bien. Ella dice que cuando tú recibas tu pri­mer bono, te irás. Conseguirás un departamento.

fEn una sesión posterior.)

Madre: Ahora bien, él no sabía que había llegado un bono para él. No sabe nada de esto. No se lo queremos decir hasta que consiga un cuarto. Tan pronto lo consiga lo cobraremos y lo tendrá. Creo que eso es lo mejor. Dejemos que vaya todos los días al correo a buscar­lo, porque ya vino y él no lo sabe. Creo que eso es lo mejor.Scott (a Steve, en signos): ¿Cuánto dinero tienes ahora? (Steve res­ponde con signos ) Estás en la ruina.

El hijo esperaba día tras día al cartero, en tanto su madre mante­nía en secreto que el bono haoía llegado. Una de las razones por las cuales la madre guardaba secretos es que ella era protegida de un mo­do que no resultaba apropiado, como comentó en la sesión que el terapeuta realizó únicamente con los padres. Dijo que “había pasa­do un verano infernal”. Esta sesión continuó así:

Padre: Steve estaba bajo el efecto de las drogas, más el alcohol, y se creía Tarzán. Se fue detrás del mozo del bar, y este se dio vuelta, lo reprendió y lo degó a la miseria. Le fracturó la mandíbula. Debe de haber estado así un par de días antes de...Madre: Ajá.Scott (a la madre): Dijo usted que ellos. . .Madre: Sí, Steve y. . .Scott: ¿Steve y su marido le hicieron pasar un verano infernal? Madre: Bueno, mi hijo Dick, que entonces era soltero, estaba en ca­sa, y Steve inició esa pelea contigo (señala al marido).

246

Page 242: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

rPadre: No, la pelea empezó en la planta baja, yo estaba durmiendo. Madre: Ah, sí, empezó conmigo. . . Dick entró y vio que Steve me estaba amenazando, y entonces lo golpeó. Luego Dick subió, y entre los dos (el padre y Dick) lo zarandearon a Steve, porque estaba pe­leando con ambos. Lo mandaron al hospital.Scott: Bueno, para empezar, ¿Steve estaba golpeándola a usted? Madre: La empezó en la cocina cuando entró mi hijo. Y entonces, Steve tenía una pierna enyesada y unos alambres, ¿no?, en la boca, y yo debí llevarlo al hospital para que el doctor lo controlara y viese su mandíbula.Scott: Pero usted dijo que ellos le hicieron pasar un verano infernal. Madre: Sí, al menos para mí fue un infierno.Scott: Cuénteme.Madre: Cada vez que lo llevaba al médico por su mandíbula, él pen­saba que se la iba a sacar. Porque él no podía comer solo, yo tenía que introducirle todo a través del mezclador. El ponía furioso al mé­dico, y luego salía cojeando, con las muletas, y las tiraba y no quería entrar al auto.Scott: ¿Qué hizo su marido para que usted pasara un verano in­fernal?Madre: Bueno, con todo eso, yo tuve un verano infernal.Scott: Lo que usted quiere decir es que necesita un poco de ayuda de su esposo.Madre: Yo les dije lo que tendrían que haber hecho. . .Scott: Vamos, dígaselo ahora.Madre: Ya se lo dije.Scott: Dígaselo de nuevo, para que yo la escuche.Madre: Bueno, él es así. simplemente que tratase de calmarlo. El se pone terriblemente pendenciero con las drogas.Scott: Dígaselo.Madre: Se lo dije. Oh, él lo sabe muy bien, yo siempre se lo decía, ¿recuerdas?Scott: Dígaselo de vuelta.Madre: Pasé un verano infernal.

Si el hijo tiene un buen comportamiento se crea tensión entre los padres, tras lo cual el comportamiento del hijo empeora, y los pa­dres, al atacarlo juntos, se sienten mejor entre si. Este ciclo ya se presentó en las primeras semanas de la terapia: buen comportamien­to del hijo, tensión conyugal, mal comportamiento del hijo, unión de los padres para atacarlo. Ahora, los padres informaban que el hijo se había conducido lo más bien. No obstante, repasando las reglas fija­das, el terapeuta comprueba que había quebrado una regla secunda­ria, ai ponerse a fumar en su habitación.

Scott (a la madre): Usted no le contó a su marido que Steven estuvo fumando.

247

Page 243: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Madre: ¿Esta semana?Padre: No me lo dijo.Madre: No.Scott: ¿Por qué?Madre: Como a veces él me somete al tratamiento del silencio, no se puede confiar en él.Scott: Bueno, hablemos del asunto ahora, ¿sí? Por favor, hablen de esto ustedes dos. Alguna vez tenemos que hacerlo.Madre: Ajá.Scott: El debe saber que si fuma en su cuarto, usted tomará alguna medida. Ahora bien, ¿qué medida va a tomar?Padre: Lo echaré.Scott: ¿Lo echará? ¿Adonde?Padre: Fuera.Scott: ¿Por cuánto tiempo?Padre: Esa es la cosa.Scott: ¿Para siempre?Padre: Bueno.Scott: En estos momentos eso parece muy duro. Como inflexible. Padre: Porque no quiero ni un solo lío más en la casa. Ya estoy harto hasta aquí de eso. . .Scott: ¿Concuerdan ambos en que es eso lo que hay que hacer? Padre: ¿Y qué otra cosa podría yo hacer?Scott: No sé, pregúnteselo a su mujer. ¿Qué piensa usted?Madre (airada): ¿Quieres decir que lo echarás simplemente porque ha quebrantado una regla?Padre: Si es. . .Madre: ¿Que se consiga un lugar propio? ¿Eso quieres decir?Padre: Algún día se tendrá que ir.Scott: Así que ustedes dos. . . tendrán que ponerse de acuerdo ambos. Padre: Bueno, hasta ahora, desde que está en casa, no nos ha causado ningún trastorno.

En este punto comenzaban a aparecer las dificultades conyugales. La semana siguiente, el hijo fue llevado a la casa después de que se escapara para drogarse, y las dificultades desaparecieron.

Scott: Así que los muchachos lo trajeron a casa.Padre: Sí, lo encontraron tirado en la calle.Scott: ¿Tirado en la calle? (Traduce para el hijo, quien indica con señas su inocencia:) “Yo había tomado un café”. (Al hijo.) Quiero que papá me cuente un poco más sobre lo que pasó, y luego hablare­mos contigo, que nos podrás explicar algunas cosas. (Al padre.) Lo trajeron a casa, los muchachos dijeron que lo encontraron tirado en la calle. ¿Estaba desmayado, o qué?Padre: Oh, sí, estaba frío, y lo tuvieron que arrastrar.Scott: Bien.

248

Page 244: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Padre: Y después yo lo tuve que llevar al primer piso cargándolo so­bre mis hombros. Ahora bien, esto es lo que viene sucediendo desde hace siete u ocho años.Scott: Es una tremenda, una enorme responsabilidad, lo sé, pero lo que estoy intentando hacer es. . .Padre: Si quiere matarse, que lo haga, uno pega el grito una vez y ya está. Scott: ¿Eso es lo que usted piensa?Madre: Créame que a veces pienso eso, cada vez que él se mete en líos, y tengo policías en la casa, y lo trajeron esposado la última vez. Scott: Usted se debe sentir horriblemente mal.Madre: ¿Sabe lo que siento?Scott: ¿Qué?Madre: Llegué al punto de decirle a mi hermana que preferiría ir al ce­menterio con un ramo de flores, sabiendo que está allí y que no puede sucederle nada malo. Créame.Scott: ¿Así se siente?Madre: Realmente me siento así.Padre: Seguro.Madre: Sé que entonces ya no le sucederá nada malo y él no podrá hacerle daño a nadie. Porque esto no va a terminarse nunca. ¿Se da cuenta?Scott: Díganselo a él.

(El terapeuta deja el consultorio y pasa detrás del vidrio de visión unidireccional, donde se halla el supervisor.)

Padre (al hijoj: ¡Si tú te mueres, todo el mundo estará en paz! To­dos felices. Sí, si te mueres, mamá y yo nos pondremos contentos. No, no, muérete, te pondremos en la tumba. Sí, a ti.Madre: En un departamento, volverás a meterte en líos.

Si los padres fueran coherentes en su condena y expulsión del hijo, este tendría buenas oportunidades de desligarse de ellos. Pero primero lo atacan y quieren sacárselo de encima, y cuando él se va procuran que vuelva. El terapeuta debe presuponer que, por frecuen­tes y perniciosos que sean sus ataques contra el hijo, por debajo su actitud permanente es de benevolencia hacia él. Esta benevolencia sale a relucir más adelante en esta sesión, cuando el terapeuta retorna al consultorio.

Padre: No quiero tener nada que ver con él. No me interesa lo que le pase. Haré todo lo que pueda para que se vaya, y una vez que se vaya será cosa suya.Scott (a la madre): ¿Qué piensa usted de lo que acaba de decir su marido?Madre: Bueno, eso es lo que yo quiero también, quiero que Steve ocupe su lugar.

249

Page 245: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Scott: Bueno, ¿y qué dijo él recién?Madre: Ya se lo dije a Steve.Padre: Ella no tiene los mismos sentimientos que yo. Ella es un po­co. ., es la madre.Scott: De acuerdo. Bueno. .. creo que podemos indagar un poco es­to. Usted dice que ella. ..Padre: Ella puede contemporizar y ceder más que yo.Scott: Ajá.Padre: Pero creo que yo hice todo lo que pude, cedí tanto que casi me destrozo. Incluso cuando empezamos a venir aquí vacilé sobre si dejar o no que tuviera un lugar propio, pensé que eso tal vez lo haría cambiar.Scott (a la madre): ¿Qué piensa de lo que acaba de decir su marido, acerca de que no le interesa lo que le pase a Steven, sólo quiere que se vaya, y punto?Madre: Bueno, yo también quiero que se vaya, pero a mí me preocu­pa lo que le pase.Scott: ¿Qué le preocupa?Madre: Bueno, yo me inquietaría por él, me inquietaría, no importa que. . .Scott (al padre): Si ella se inquieta, va a constituir un problema para usted.Madre: No, yo no seré ningún problema para él.Scott: ¿Por qué no?Madre: Bueno, porque yo soy así, y él es como es. No pensamos o actuamos de la misma manera. Mire, yo me guardo un montón de sentimientos, no soy del tipo de las que gritan o pegan aullidos o co­sa así. Así soy yo.Scott: ¿Piensa que su esposo conoce sus sentimientos?Madre: Creo que sí.Padre: Los conozco.Scott: Seguro que los conoce, mire su cara.Madre: Bueno, le diré: cuando Steve estaba en el hospital, él iba a verlo, no yo. Yo no hubiera ido. Cuando volvía a casa, con el per­miso de fin de semana, tenía su casa. Pero yo nunca fui a buscarlo a él.Scott: Todo este asunto de mantener callados sus sentimientos. . . Madre: Sí, así soy y he sido siempre. Desde soltera, nadie pudo cam­biarme.Scott: Yo no pretendo cambiarla, creo que usted es encantadora tal como es.Padre: Así es ella.Scott: ¿Encantadora, no? ¿Eso es lo que quiso decir?

A fin de romper el ciclo, era menester que el hijo tuviera buena conducta durante un tiempo suficiente para que los problemas con­yugales pudieran ocupar el foco de la terapia. No obstante, no era

250

Page 246: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

fácil motivar al hijo a que tuviera buena conducta. Dado que su inte­rés fundamental en la vida era el dinero, se lo empleó con tal objeti­vo: el terapeuta le apostó que sería incapaz de dejar las drogas. Esta apuesta fue el tema de la séptima sesión. Los padres observaron la negociación de la apuesta entre el hijo y el terapeuta, quien anotó en un pizarrón la cantidad de días y pidió al padre que custodiara el pozo de la apuesta. Se la resumió así a Steve: “Si te metes en líos, pierdes cinco dólares; si no te metes en líos de drogas, ganas cinco dólares. ¿Tienes cinco dólares? Ponlos ahí”.

Durante dos semanas el hijo no se metió en líos de drogas y ganó la apuesta. Volvió entonces a repetirse la apuesta, por el doble de tiempo. El hijo volvió a ganar, con lo cual habían pasado seis sema­nas sin que se metiera en líos. A medida que mejoraba su conducta se incrementaba la tensión entre los padres. No obstante, en vez de librar alguna pelea sobre la cual pudiera centrarse el terapeuta, tuvo lugar un tipo especial de separación: el padre se fue en una partida de caza, cosa que no había hecho en los últimos siete años. Mientras estaba fuera hubo entre madre e hijo un episodio perturbador, que quizá lo decidiera al padre a no volver a tomarse vacaciones.

Dicho episodio se produjo en la novena semana de terapia, que es más o menos el período en que suelen presentarse dificultades con los jóvenes en este enfoque terapéutico, ya que allí suele iniciarse la ardua segunda etapa a que antes nos hemos referido. En cierta opor­tunidad, el hijo, la hija y la madre se hallaban cenando cuando el primero amenazó cometer un acto de violencia contra esta. La madre le respondió que debía salir más a menudo. El le indicó que se calla­se pero ella continuó insistiéndole que debía salir más. El hijo se en­fureció, tomó un cuchillo y se le abalanzó. La hija se interpuso y le exigió que dejara de amenazar a su madre. El fue al armario, sacó un palo de béisbol y amenazó a la hermana con él. No hubo ningún ata­que concreto, pero tanto la madre como la hija quedaron amedrenta­das por este episodio violento. La madre telefoneó al terapeuta, quien fijó una entrevista pidiendo que asistiera la hija (que no lo hi­zo) y el padre, quien acababa de regresar de su partida de caza.

En una situación de esta índole, particularmente cuando se trata de un caso crónico, lo importante es dar contextura dramática a la conducta problemática, ya que el mero hablar sobre ella probable­mente no impida que se siga repitiendo. En esta familia sucedía algo especial: el hijo jamás concedía que había hecho algo malo: negaba haber tomado drogas o haberse metido en líos; y aseguraba que cual­quier día de esos se iba a mudar de todos modos. Si simplemente se hubiera charlado sobre el episodio mencionado, es probable que él lo hubiera desmentido —como había desmentido otras situaciones per­turbadoras— y le hubiese restado importancia.

Al planear la novena sesión, como primera medida se pidió colo­car en el consultorio un cuchillo de cocina y un palo de béisbol. Al in­gresar la familia en la habitación, la madre, el joven problemático y el

251

Page 247: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

hijo de nueve años caminaron en derredor de ellos, contemplándolos como a sabiendas del motivo por el cual estaban allí. Como al padre no le habían dicho nada del episodio, él no confirió ninguna significa­ción a esos objetos. Al entrar dijo alegremente: “¿Va a haber una fies­ta?”. El terapeuta respondió: “Sí, una fiesta”, y tomaron asiento.

Scott (a la madre): Sáquese el abrigo.Madre: No, déjeme entrar en calor.Scott: Muy bien.Madre: No me molestó el cambio.Scott: Se la ve bien. (Hace un ademán señalando el cuchillo y el bate en el piso, y comienza a hablar, traduciendo a la vez en el lenguaje de signos.) Escúchenme: he puesto en el piso un cuchillo y un bate, pe­ro no quiero que hablen de ellos ni usted (el padre), ni tampoco us­ted (la madre), ni tú (el hijo de nueve años). Quiero que hable Steve. ¿Cuál es el signo para nombrar esto? (Toma el bate, y el joven le responde haciendo un signo.) Cuchillo. ¿Por qué piensas que puse esto aquí? ¿Porqué? ¿Por qué los puse aquí? ¿Qué? (Steve indica aparentemente que estaban allí por casualidad.) No, yo los puse. Yo puse el cuchillo. ¿Por qué? ¿Qué crees? ¿Cuál es la razón? (Steve hace signos.) ¿Para los niños? No. ¿Cuál es la razón? No, yo los traje, son míos. Yo los traje y los puse allí. ¿Por qué? ¿Qué pien­sas? (El joven sonríe y hace un signo.) ¿Golpear? ¿Con esto? ¿A quién? ¿Golpearle en la cabeza a alguien? ¿Golpear? ¿A quién? Sí, yo los traje. (El hijo hace un signo significando una pelota.) No hay pelota. No hay pelota. El bate y el cuchillo. ¿Porqué? (Elhijo hace un signo y el terapeuta traduce.) “Cuando yo era chico, béis­bol”. (El terapeuta alza el cuchillo). ¿Y esto? ¿Qué me dices de es­to? ¿Por qué? ¿No lo sabes?

El terapeuta continúa este tipo de interrogatorio durante más de veinte minutos. Entretanto, el hijo abandona su actitud despreocupa­da y bromista y se empieza a encolerizar. La tarea del terapeuta es persistir hasta que reaccione y reconozca que el bate y el cuchillo están ahí porque él amenazó con ellos a su madre y hermana. Se le ha pedido a los padres y al hijo menor que se queden sentados y no intervengan. La madre sabe, evidentemente, a qué responde el inte­rrogatorio; el padre no sale de su perplejidad. Después de unos veinte minutos, el hijo sigue clamando inocencia, pero ya está casi furioso.

Scott: ¿Qué? (El hijo hace un signo.) ¿Estoy loco? De acuerdo, de acuerdo. Esa es una de las razones. ¡Otra idea, a ver! No, no estoy loco. Piensa un poco, piensa un poco.

(En este punto el terapeuta se incorporó y dejó el cuarto para hablar con el supervisor. De inmediato la madre se da vuelta hacia su esposo y le dice:)

252

Page 248: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Madre: Sabes por qué puso eso en el piso, ¿no?Padre: Tengo alguna idea.Madre: Son las cosas que él usa, ¿no es cierto? Las usó la semana pasada, por eso le conté a él (el terapeuta).Padre: ¿Usó qué?Madre: Bueno, se puso furioso conmigo porque le dije que debía sa­lir más a menudo.Padre: ¿Qué usó?Madre: Bueno, tomó el cuchillo, pero no lo usó.Padre: ¿Mientras yo estaba afuera?Madre: Y después amenazó a Bernice con el bate. . . que no es un bate, en realidad, es el palo que tú sueles tener en el armario.Hijo menor: El garrote.Madre: Así que cuando el señor Scott llamó, le conté, y por eso trajo esto aquí.

(El terapeuta, que ha estado observando la conversación desde detrás del vidrio, vuelve al consultorio y toma asiento.)

Scott (alpadre): ¿Qué piensa usted? ¿Sabe por qué traje esas cosas? Padre. Hila me lo acaba de decir.Scott: Entonces, chárlelo con Steve.Padre (a Steve): ¿Qué pasó ia semana anterior, cuando me fui de cacería? ¿Qué pasó, eh? (El hijo hace la señal de cuernos sobre su cabeza para indicar que el padre se fue a cazar.) No, no, con mamá. Scott (traduce): Dice que mamá nunca se fue a cazar.Padre: Sí, cuando yo me fui, ¿que pasó en casa?Scott (traduce los signos de Steve): “No pasó nada, yo salí con mi amigo”.Padre (ala madre): ¿Salió con su amigo?Madre: No salió en absoluto. Solamente sale los viernes a la noche, los sábados a la rtoche.Scott (al padre): Continúe.Padre: ¿Qué pasó, pues? (Steve se encoge de hombros, y el padre se vuelve hacia la madre.) ¿Qué fue lo que sucedió? ¿Cuál fue la cau­sa?Madre: Estábamos comiendo. ..Padre: Sí.Madre: ... y le dije que debería salir.Padre: Ajá.Madre: Y él se puso furioso y dijo que no tenía ningún lugar donde ir, y yo le contesté que el señor Scott había dicho que debía salir, aunque sea un par de horas al día; entonces él se encolerizó, se dio vuelta y tomó uno de los cuchillos pequeños.Padre: Sí.Madre: Le dije que lo volviera a poner donde estaba. En ese momen­to Bernice comenzó a insinuarle, ¿no? que se detuviera, y él fue al

253

Page 249: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

armario y sacó eso que se parece a un palo de béisbol y le indicó a ella que se callase porque le iba a pegar.Padre: Ajá.Scott (reaccionando ante el tono indiferente de la madre): ¿Sabe una cosa?, cuando usted me contó esto por teléfono yo me alteré bastante. Cuando usted me llamó, cuando hablé con usted por telé­fono, sentí temor.Madre: Ajá.Scott (mientras habla traduce para Steve): Usted dijo que Steve la había amenazado con el cuchillo, y a su hija con el palo. A mí esto me asusta, pero a usted no.Madre: No es la primera vez que sucede.Scott: ¿No la asusta?Madre: Bueno, creo que me estoy acostumbrando. Si algo tiene que pasar, que pase.

Podría indagarse quién provocó el disturbio entre madre e hijo durante esa cena, pero ese no es el problema. Lo importante es que el hijo debe asumir responsabilidad por lo que hizo. El ciclo familiar se mantiene, en parte, debido a la indiferencia del hijo y su fingida inocencia ante cualquier situación Incluso después de revelarse que amenazó a su madre y a su hermana, hace gestos indicando que esos actos carecieron de importancia. Incurre en alguna inconducta y lue­go, o bien simula que nada pasó, o le echa la culpa a otro y desestima el asunto como un hecho pretérito. La reacción del padre ante la ame­naza de violencia indica una de sus funciones: mantener al padre en el hogar para que proteja a su esposa.

Padre: ¿No ve?, no puedo irme de casa.Scott: Sí que puede.Padre: La solución es que se vaya él.Scott: Pero en buenos término.s. Esa es la diferencia. No es posible que usted lo odie cuando él se vaya, o que lo odie él a usted.Madre: No, porque él te aprecia mucho. Créeme que es así. Por eso no te lo conté cuando volviste.Padre (se vuelve hacia Steve y señala el cuchillo y el palo): ¿Para qué hiciste eso?

De pronto Steve se incorpora, toma el palo del suelo y lo sostiene sobre la cabeza del terapeuta, a la vez que abre la puerta. Su actitud hacia el terapeuta es claramente amenazadora; emite sonidos de cóle­ra, y aparentemente quiere que el terapeuta se vaya del cuarto. Final­mente el padre le quita el bate y lo hace sentar, cerrando la puerta.

La terapia se torna más eficiente si es posible traer el problema al consultorio en forma activa, en vez de hablar sobre él simplemente. Si el caso es el de un niño incendiario, lo mejor es hacer que pren­da una fogata en el cuarto; si el niño suele golpearse la cabeza con­

254

Page 250: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

tra el piso, conviene que lo haga en la sesión en vez de contarlo. Este joven amenazaba proceder con violencia, y es preferible que eso apa­rezca en vivo en la terapia. Es de suma importancia que el terapeuta, una vez recobrado del temor que le provoca la situación, siga proce­diendo hacia el joven con firmeza. Debe persuadir a los padres de que no cedan ante esas amenazas, no cediendo él.

(Steve gesticula y emite sonidos indicando que le partirá en dos la cabeza al terapeuta, j

Madre: ¿Ve? Ahora usted se dará cuenta de cómo es él, realmente. No le gusta eso.

'Scott (alpadre): Pero usted lo puede manejar.Padre: Yo lo puedo manejar.Madre: No quiere decir que lo hagas a puñetazos.Padre: No me gustaría, pero si debo...Madre: No hagas igual que él. En otras palabras, si él toma un garro­te, no tienes que enseñarle que haga eso tampoco. Tiene un tempera­mento horrible.

(Steve, que sigue concentrado en el terapeuta, gesticula señalando que no quiere el dinero que ganó en la apuesta.)

Scott: Diez dólares. No, no, tú ganaste la apuesta, ganaste, ganaste. Padre: Soy yo el que tiene el dinero.Scott: Tú ganaste.Madre: Está furioso con usted, no quiere sus cinco dólares.Scott: Le tocan los diez dólares, ahí están.Padre (tras una larga pausa): Y bien, entramos ahora en otra fasf Scott: Exactamente, otra fase.Madre: Me alegra que esto haya pasado delante suyo.Scott (traduce): Se alegra de que esto haya pasado. Yo digo que sí, pero que no me gusta. No me gusta que te acerques y agarres ese palo. No me gusta. (Traduce la contestación de Steve.) “No lo moles­taré. No lo molestaré. Nunca más, no vendrá. Esta es la última vez”. ¿Quieres interrumpir? Está bien, pero le diré a tu madre que no me gus­ta que atemorices a la gente. No me gusta. ¿Qué? (Traduce.) ¿“No lo molestaré”? No entiendo. ¿Tiene la boca grande? (A la madre.) ¿Eso quiere decir?

Madre (al hijo): ¿Qué yo tengo la boca grande? ¿Por qué se lo conté? Scott (traduce): No, se refiere al aparato de televisión. ¿Tuvo que ver con él, en parte?Madre: No, eso fue el lunes a la noche, cuando llovía.Scott: ¿Qué pasó9

Madre: El quería ver por televisión lo que se le antojara, y a Dickie (el hermanito de nueve años presente en la sesión) no le deja ver lo que se le antoja.

255

Page 251: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Scott (a la madre): Bueno, le diré algo. Si usted se escapa de él cuan­do agarra un palo y un cuchillo, le está dando motivos para que la próxima vez se encolerice de la misma manera. Usted no puede so­portar eso, no puede. Debe ser terrible para usted.Madre: Bueno, digamos que él (el marido) es más fuerte que yo. Scott: Entonces usted tiene que recurrir a él.Madre: Sí. Lo cierto es que yo sabía que él vendría y que usted le explicaría todo. Pero la razón de que yo no se lo contase es que no quería que él supiese que usted lo sabía. No quiero que piense que le oculto algo.

(Más adelante, en la misma sesión.)

Scott (a Steve): No con esto (señalando lo que él empleara como arma.) Cuando tú te enfureces con ella, usas esto. Y está mal. Está mal. No puedes usar esto. (Alpadre.) Tiene que conversarlo con él.Padre: Lo haré.Scott: Ahora, prosigan.Padre: Mire, nuestras intenciones son tratar de que él siga en casa hasta después de las vacaciones. Le hemos encontrado un lugar (un departamento para vivir).Scott: ¿Se lo dijeron?Padre: No.Scott: Dígaselo. Como usted sabe, esto forma parte del asunto. No podemos seguir con los secretos. Tenemos que contarle lo que está pasando.Padre: Bien. Esta noche, cuando salgamos de aquí, irás a ver un lu­gar.

Si el objetivo es desenganchar al joven de sus padres, una mudan­za del hogar debe contar con el permiso de los padres, y lo mejor es que estos se hagan cargo de ella. Los padres deben decidir dónde vivi­rá el hijo y requerir de él que, una vez trasladado, los visite regular­mente. En apariencia, esto podría tornar al hijo más dependiente de los padres; pero en la práctica tiene el efecto opuesto. Si los padres han asumido la responsabilidad por la mudanza del hijo, lo dejarán irse; y una vez que él se haya ido contando con su aprobación, tiene más posibilidades de desarrollar una vida independiente.

Scott: Muy bien, consiguieron un cuarto y eso es bueno. Eso es bue­no. Pero Steve tiene que seguir yendo a su casa. Tiene que visitarlos, y ustedes tendrán el mismo tipo de problema. Y de eso tenemos que ocuparnos en primer lugar. Steve dijo que algo funcionaba mal con respecto a la televisión; que usted (la madre) y Dickie querían ver televisión y pasaban de uno a otro canal, usted y Dickie, ¿no? Aho­ra bien, usted dijo que no fue sobre eso (la pelea), pero esto forma parte del asunto, porque le añade un nuevo factor. Steve dice que lo

256

Page 252: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

regaña por todo. Ahora bien, las madres tienen derecho a regañar a sus hijos. Y él tiene derecho a la crítica, pero no de esta manera (se­ñala el cuchillo y el palo). Y usted (al padre) debe dejar bien en claro que no permitirá que esto acontezca en su casa. Tiene que decirle qué sucederá si él utiliza esas cosas.Padre: Bueno, todo eso se acabará cuando él tenga ese cuarto.Scott: No, no es suficiente. No es suficiente. Que consigan el cuarto está bien, él quiere un cuarto para él, y eso está bien, es bueno. Pero él tiene que seguir yendo a la casa. Y no tiene nada de malo que Steve se enoje con su madre, la critique y le conteste algunas cosas, pero no tiene derecho a usar estas cosas. Eso está mal y usted tiene que aclarárselo perfectamente, que hay una diferencia, una diferen­cia. Discutir, sí; hacer signos con las manos o con la boca, pero no usar esto. Bueno, ustedes tienen que charlarlo con él y me parece que deberían hacerlo ahora mismo.Padre (al hijo): En la casa no usarás eso; hablarás pero no usarás eso, ¿de acuerdo?Scott: Y si lo hace, ¿qué pasará?Padre: Oh, él lo sabe Trien.Scott: ¿De veras?Padre: Le pegaré.Scott: Dígaselo, dígaselo.Padre: Tú usas eso y yo me enfurezco, y no quiero enfurecerme. Scott: Usted se enfurece. ¿Qué pasa entonces? Tiene que decirle lo que pasa, ser muy explícito.Padre: Bueno, él lo sabe.Scott: Dígaselo, dígaselo.Padre: Mira, cuando tú te enfurezcas, no uses estas cosas, porque si las usas, tú y yo tendremos que pelear, y yo no quiero tener que hacerlo.Scott: Pero lo hará. Dígale que lo hará.Padre: De acuerdo, lo haré. Tienes que ser bueno y hablar.

(Steve hace señas afirmativas con la cabeza.)

Scott: Puedes discutir.Padre: Puedes discutir, pero esto. . . no. Yo no uso esto. Discuto, pero con esto no. Los chicos usan esto. ¿Tú eres un chico?

El terapeuta sacó el cuchillo y el palo de su sitio en el centro del cuarto, y la sesión prosiguió. A la semana siguiente, el hijo se tras­ladó a un lugar propio, y comenzó a visitar su casa en forma regular. Los padres soportaron su ausencia y lo trataron con más respeto cuando se metió en dificultades. Por ejemplo, no mucho después el joven estuvo envuelto en un asunto de drogas, y ellos dejaron que resolviera la cuestión por sí solo.

257

Page 253: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Padre: Llamaron de este hospital y dijeron que estaba bajo el efecto de drogas, “¿Lo está?”, pregunté yo. “Oh, sí”, insistió la mujer, “es­tá drogado”. Y quería que yo fuese a buscarlo.Scott: ¿Y qué les dijo usted?Padre: “Así como llegó, de la misma manera déjenlo que se vaya”. Scott: Muy bien. (A la madre.) ¿Qué piensa usted de esto?Madre: Yo no estaba en casa.Scott: Bueno, supongamos que hubiera estado. Imaginemos que es usted la que recibe la llamada.Madre: Yo les habría dicho que lo volvieran a mandar a su cuarto, que él tiene un cuarto propio y no vive más aquí.

Esa fue la última vez que el joven estuvo envuelto en problemas de drogas. El terapeuta continuó viendo periódicamente a la fami­lia para asegurarse de que tanto el hijo como los padres toleraban bien su separación. En un seguimiento tres años más tarde, el joven seguía viviendo fuera del hogar y no se lo había vuelto a internar.

(Una sesión terapéutica posterior.)

258

Page 254: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

11. Cuestiones especiales resueltas e irresueltas

Razones prácticas abogan por el empleo de un enfoque terapéuti­co simple y directo con familias de jóvenes locos. Los terapeutas ave­zados pueden arriesgarse a emplear tácticas complejas, pero el tera­peuta promedio operará mejor con tácticas simples. La habilidad interpersonal gracias a la cual estas familias preservan su estabilidad debe ser respetada. Cuando el terapeuta provoque un cambio incipien­te en tales familias, lo someterán a prueba. En forma imprevisible pa­sarán por un tamiz cualquier flaqueza, hipocresía o vulnerabilidad de su carácter, su idoneidad profesional o su situación administrativa, y es probable que se quede desconcertado por lo que le sucede. Si el terapeuta adhiere a un método directo, será capaz de mantener su orientación y defender y llevar adelante sus propios procedimientos.

Examinaremos aquí ciertas técnicas más complejas, como el uso de la paradoja, como variantes que deberán emplearse con cautela. También analizaré varias cuestiones que se presentan en la terapia y el modo en que el terapeuta puede sacar partido de ellas. Los proce­dimientos y las etapas de este enfoque terapéutico están diseñados para manejar personas que no sólo gozan de habilidad interpersonal, sino que se inclinan por comportamientos extremos.

Intervenciones paradójicas

Las familias en las que hay un miembro que incurre en comunica­ciones extravagantes y anómalas en extremo tienen más experiencia y habilidad que otra gente con el uso de la paradoja. Estas familias están habituadas a los niveles conflictivos de mensajes. Si un joven envía a su madre una tarjeta para el Día de la Madre, y le dice en ella: “Tú siempre has sido como una madre para mí”, hay que respe­tar esa habilidad comunicacional.1 Pero por más que la familia domi­ne el uso de la paradoja mejor que el terapeuta promedio, es vulnera­ble a un estilo de persuasión simple y directo como el que aquí se re­comienda.

Las intervenciones paradójicas son sumamente eficaces en una amplia variedad de problemas terapéuticos, motivo por el cual la ap­titud para emplearlas debe fortalecerse como parte de la formación

1 J. Haley “The Family of the Schizophrenic: A Model System”,/. Nerv. Afent. Dis., 129:357-374, 1959.

259

Page 255: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

lie cualquier terapeuta. El terapeuta promedio tendrá quizá que recu­rrir a ellas con familias de drogadictos o de depresivos. El caso de los locos es especial, no porque sean más frágiles que otras personas sino porque su gama de comportamientos es más amplia.

Aunque aquí no examinaremos el uso terapéutico de la paradoja, cabe hacer algunos comentarios pertinentes para los jóvenes locos. La reacción frente a una intervención paradójica -impuesta por el propio terapeuta o que este pide a los miembros de una familia que se impongan recíprocamente— es siempre extrema.2 Si el terapeuta una vez establecida su relación asistencial, alienta a la persona o fa­milia, dentro de ese marco, para que permanezca igual o empeore, normalmente se encuentra con una reacción extrema y debe estar preparado para abordarla. Y la reacción será más extrema todavía si ha solicitado a los miembros de la familia que actúen paradójicamen­te entre sí. Un cónyuge no podrá mantener un síntoma como forma de convivir con su consorte si este alienta dicho comportamiento sin­tomático; y es previsible que dentro de un sistema familiar las rela­ciones cambien con rapidez y se produzcan respuestas inimaginables. En otro lugar he sugerido que los terapeutas empleen la paradoja con gran precaución, siguiendo una serie congruente de etapas.3

El uso de la paradoja con los locos tiene larga data; habitualmente funciona mejor cuando el terapeuta está dotado de una especial habi­lidad y controla las reacciones de su cliente. John Rosen, por ejem­plo, le pedía a su cliente, cuando este había comenzado a mejorar, que volviera a su conducta sintomática -que tuviera alucinaciones, digamos, si eso es lo que hacía antes-.4 A medida que el paciente progresaba, le insistía en que debía escuchar esas voces detrás de la lámpara como antaño; el paciente se negaba y dejaba de alucinar.

También puede fomentarse, más que el síntoma mismo, un tema sintomático. Milton H. Erickson tuvo un paciente que se cubría con una sábana y aseguraba ser Jesucristo; le dijo: “Entiendo que usted tuvo experiencia como carpintero”. El paciente debió admitirlo, y pronto estaba desempeñándose como carpintero de una obra en construcción.5

La paradoja puede emplearse en el abordaje individual del joven problemático, o para un vínculo particular dentro de la familia, o para la conducta sistemática de la familia total. Puede indicarse, ver­bigracia, que cuando les padres tengan dificultades conyugales, el jo­

2 J. Haley, Strategies of Psychotherapy, Nueva York: Gruñe & Stratton, 1963.

3 J. Haley, Problem-Solving Thcrapy, San Francisco: Jossey-Bass, 1978. (Terapia para resolver problemas, Buenos Aires: Amorrortu editores, 1980.)

4 J.N. Rosen, Direct Analysis, Nueva York: Gruñe & Stratton, 1952.s J. Haicy, Uncommon TherapyThe Psychiatric Techntques of Milton H.

Erickson, M.D., Nueva York: Norton, 1973. (Terapia no convencional. Las técnicas psiquiátricas de Milton H. Erickson, Buenos Aires: Amorrortu edito­res, 1980.)

260

Page 256: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

ven se sacrifique provocando trastornos. La misma secuencia de con­ductas puede ser dividida de otra manera solicitando a los padres que amenacen con separarse cuando el joven mejora, con lo cual este empeorará a fin de que ellos permanezcan juntos para ayudarlo. En ocasiones es posible ensayar ese comportamiento en el consultorio. El terapeuta deberá dar un motivo benevolente para solicitarlo, ex­plicando que eso hará que los miembros de la familia se ayuden mu­tuamente o les permitirá comprender mejor su problemática. Tam­bién debe estar preparado para reacciones inesperadas.

Las paradojas de Milán

Un grupo dirigido por Mara Selvini en Milán se ha especializado en el uso de paradojas con familias locas.6 El grupo publicó un libro sobre su labor, en el que describe sus técnicas innovadoras e ingenio­sas. Podría objetársele que su sección teórica, al no abarcar la teoría organizacional, no suministra un marco adecuado para sus procedi­mientos terapéuticos, aparentemente destinados a generar un cambio organizacional. Pero su terapia es poco común y está muy bien des­cripta.

Los terapeutas examinan con sumo cuidado la situación familiar antes de escoger una intervención determinada. Con frecuencia po­nen las intervenciones por escrito para que la familia las lea y no pueda extraviarse por causa de la ambigüedad o del olvido. Veamos un ejemplo.

Una hija de 20 años tenía dominada a su familia con sus ideas deli­rantes y su comportamiento psicótico, que era parte de una jerarquía familiar inapropiada. Los terapeutas resolvieron que estaba haciendo las veces de un padre tiránico, en contraste con el suyo débil e inep­to. Así pues, podía convertírsela en la autoridad paterna de la fami­lia. Como paso en esa dirección, le pidieron en la terapia que se hi­ciera cargo de su familia, y a esta, que solicitara su permiso para cual­quier cosa. Los terapeutas señalaron que aunque ellos no compartie­ran sus ideas, respetaban su sincera convicción y el sacrificio que, en aras de esa convicción, ella había hecho de su juventud y de su femi­nidad. Añadieron que no podían decirle de qué manera se haría ella cargo de la familia, pues ya estaba a cargo de esta (definición paradó­jica de la jerarquía, siendo que ellos mismos la habían puesto a car­go). La reacción familiar frente a esta intervención paradójica fue de mejoría, y los terapeutas continuaron alentando entonces la con­ducta que deseaban modificar.

Antes de procurar imitar el enfoque del grupo de Milán, los tera­peutas deben estudiar su labor y examinar cuidadosamente el con­

6 M. S- Palazzoii, G. Cecchin, G. Prata y L. Boscolo, Paradox and Counter- paradox, Nueva York: Jason Aronson, 1978.

261

Page 257: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

texto social en que se desenvolvió. Pueden mencionarse los siguientes aspectos principales:

1. Las familias que ellos escogen son grupos especialmente selec­cionados, en vez de la aleatoria colección con que uno se topa en los

' sanatorios u hospitales para enfermos mentales. Son pocas las fami­lias por ellos descriptas en las que exista el problema de un joven que quiera soltar amarras, y por lo tanto en su tarea no se centran en la separación de un joven respecto de su familia.

2. Normalmente, esas familias han recorrido cierta distancia con algún sacrifìcio para ser atendidas dentro del programa; por consi­guiente, las directivas terapéuticas tienen todo el peso de la inversión que ha hecho la familia.

3. Habitualmente se le solicita a la familia que corte su vínculo anterior con otros terapeutas o fuentes de apoyo terapéutico; así pues, no está en condiciones de declinar un ofrecimiento volviéndose hacia esos otros terapeutas.

4. Una vez que la familia ha presentado su problema, se realiza con ella una prolongada entrevista y se la somete a una consulta mi­nuciosa con varias autoridades en la materia. Las directivas emanadas de esa consulta tienen fuerza: los especialistas, después de haber exa­minado cuidadosamente la situación, han llegado a una única conclu­sión.

5. La familia no vuelve a ser entrevistada durante un mes; los te­rapeutas no ofrecen sesiones en caso de producirse una crisis o una situación de emergencia. No hay, así, una respuesta inmediata de la familia a la directiva recibida. Esto contrasta con la situación en que la familia es atendida diaria o semanalmente, estando el terapeuta siempre disponible para su llamado (y siendo por ende más vulne­rable).

El terapeuta promedio, que trabaja en contacto con agentes de control social, colegas que tienen poder sobre sus casos, directivos de la clínica o del hospital a los que los miembros de la familia pueden recurrir pasando por encima de él, planes de terapia fijos, medicación inconveniente y familias que se comprometen poco y sólo provisio­nalmente con la terapia, debe abordar con precaución estas interven­ciones paradójicas. La eficacia de una intervención paradójica está dada por la capacidad del terapeuta para manejar la respuesta de la familia: la terapia paradójica no consiste en una intervención única, sino en una secuencia de intervenciones y de respuestas.

Un elemento admirable del enfoque del grupo de Milán es la cui­dadosa atención que prestan a la situación familiar. Parten de la base de que la conducta loca es funcional y modificable, y que la podrán modificar si escogen la intervención correcta; y planean, no sólo la intervención en sí, sino la oportunidad y la forma en que darán las directivas.

262

Page 258: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Ejemplo de intervención paradójica

En el ejemplo que sigue, se recurrió a una intervención paradójica (como a menudo sucede) luego de haberse frustrado una variedad de tentativas directas de cambio. Un joven de 22 años había estado en tratamiento, incluida una terapia familiar, en diversos lugares. La fa­milia inició una terapia con el doctor Gary Lande con supervisión en vivo, y tuvo varias sesiones. El problema primordial era la apatía del joven, recientemente dado de alta en un hospital psiquiátrico, y que pese a ser un muchacho de apariencia sana y atlética no quería traba­jar ni estudiar. Había dos hijos menores, que funcionaban razonable­mente bien. La madre era una mujer callada y distante; el padre, un hombre rollizo y desvalido, incapaz de exigirle nada al hijo y pronto a perdonarle cualquier fracaso. Tenía una empresa familiar que había heredado y en la que no se sentía cómodo, pese a lo cual quería que el hijo trabajase en ella. El hijo se negaba; iba a la empresa pero se ponía a dormir.

La familia le había fijado una fecha al hijo para encontrar trabajo, estableciendo cuáles serían las consecuencias si no lo lograba; pero cuando el hijo se rehusó, el padre cedió y fue incapaz de cumplir con la penalidad impuesta. Todos los planes directos de los padres y el terapeuta fracasaron a causa de esta incapacidad del padre de mos­trarse firme con su hijo. Se le había exigido al hijo que realizara cier­tos quehaceres en el hogar de vez en cuando, pero en esencia pasaba sin hacer nada el día entero. Intentamos diversos enfoques, hasta re­solvernos a emplear una técnica paradójica. La primera etapa consis­tió en aceptar la benevolencia del padre y preguntarle si estaba dis­puesto a ayudar a su hijo. Contestó afirmativamente. El terapeuta le pidió entonces que conviniera en hacer algo que garantizase que el hijo consiguiera un trabajo; ese “algo” sería bueno para el padre, pe­ro no le diría en qué consistía si primero no aceptaba hacerlo. Se le dio una semana para que lo pensase. El padre vaciló en aceptar este trato a ciegas, pero a la postre lo hizo, por la garantía de que su hijo tendría trabajo. Este tipo de directivas son acatadas con mayor fre­cuencia si hay un intervalo entre su formulación y su cumplimiento y si se obtiene una promesa por anticipado. Además, el énfasis en que el éxito está garantizado alienta a la gente a demostrar que el terapeuta se equivoca, pues ya lo han intentado todo y piensan que no hay nada que pueda resolver el problema.

El terapeuta forzó al padre a aceptar hacer todo lo que él le dijese si el hijo no conseguía trabajo esa semana. La semana entrante los padres acudieron con el hijo e informaron que este no había salido a buscar empleo.

Lande: Es un hecho extraordinario.Padre: ¿Qué es extraordinario?Lande: Que un joven y sano. . . (Al hijo:) Levántate un segundo. (El

263

Page 259: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

hijo se incorpora, evidenciando que es un joven atlético.) Que un jo­ven y sano jugador de rugby (el hijo jugaba al rugby en la escuela secundaria) no sea capaz en dos semanas. . . de buscar siquiera un empleo, es un hecho extraordinario.Padre: No es cierto que se pasara las dos semanas sin buscar trabajo. La semana pasada lo intentó.Lande: ¿Cuánto tiempo pasó sin buscar?Madre: Una semana.Padre: Una semana.Lande: ¿Una semana sin buscar?Padre: Sí.Lande: Es una inversión.Padre: Exacto. (Al hijo.) ¿Te desalentaste cuando saliste la primera semana?Hijo: No.Padre: ¿No?Hijo: No. (El hijo jamás saca al padre del brete haciéndole el juego a sus excusas; simplemente se niega a buscar empleo.)Lande: Eso está bien, Eric. Mira lo que hará tu padre ahora.Padre: ¿Dar una excusa por él?Lande (riendo junto con la madre): El es demasiado débil y dema­siado pequeño, y demasiado. . .Hijo: Está tratando de comprenderme, está tratando de comprender­me.Lande: Está tratando de comprender. Es un buen muchacho.Hijo (se ríe): Bueno. ..Lande: Tú no quieres pensar en el único pensamiento posible.Padre: ¿Qué?Madre: ¿Qué?Hijo: Oh, no, no, eso es cierto. Soy perezoso.Madre: Sí.Hijo: Eso es cierto.Lande: Pero eso es lo que él no quiere decir, que tú eres perezoso. Dirá que tú eres demasiado esto y demasiado estotro. Y tú te quedas con esta compleja historia psiquiátrica.Padre: Exacto.Lande: Pero Dios no le permita decir que tú eres perezoso.

Es evidente que la familia no necesita “insights” sobre su manera de proceder. Han tenido un buen número de terapeutas que se los suministraron. En este caso, anticipan fácilmente la insinuación del terapeuta de que el padre justificará al hijo y no dirá nunca que es un perezoso. Más adelante, en la misma sesión, se formula la directiva.

Lande: Como parte de nuestro convenio de la semana pasada, que es lo que usted estaba esperando.Padre: Sí.

264

Page 260: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Lande: Es algo que usted iba a tener que hacer si Eric no empezaba a trabajar, un convenio entre usted y yo. ¿Lo recuerda?Padre: Sí.Lande: De eso hablaremos ahora.Padre: De acuerdo.Lande: Bien. ¿En qué fecha le hicieron el último examen médico?

La conversación prosigue en torno de la salud física del padre. Tiene sobrepeso y fuma dos o tres paquetes de cigarrillos diarios. En su último examen el médico le dijo que debía bajar de peso y fumar menos.

Lande: Como parte de nuestro convenio de la semana pasada, si Eric no empezaba a trabajar usted tendría que hacer algo factible, pero duro. ¿De acuerdo? Lo que quiero que haga es algo que lo vuelva a poner en forma.Padre: Está bien.Lande: Voy a confirmarle lo que le dijo el médico en su último exa­men: que usted tiene más peso del que debería, dada su edad y su estado de salud.Padre: Sí.Lande: Y no hay motivos para ello. Y también que está fumando más de la cuenta.Padre: Sí.Lande: Yo también soy médico, y creo que no hay motivos para ello.Padre: Correcto.Lande: Así que lo que yo quiero, según nuestro convenio, es esto: mañana iniciará un programa que yo voy a fijarle, para que usted se ponga en mejor forma. Que comience a cuidar mejor su cuerpo, en parte bajando de peso, y en parte cuidando sus pulmones y evitándo­se problemas pulmonares, para lo cual tomará alguna medida en cuanto a su hábito de fumar. ¿De acuerdo? Y continuará con este programa todos los días hasta que Eric empiece a trabajar. Ese mo­mento marcará el final de nuestro convenio.Hijo: Eso dignifica que si yo no trabajo. . . (pausa) . . . cuanto me­nos trabaje yo, más en forma se pondrá él. (Se agarra la cabeza.) Bue­no, ¿eso es. . . es así, realmente?Lande: Esto es algo entre tu padre y yo. ¿En cuántos kilos está exce­dido de peso?Padre: En la actualidad ando por los ciento quince.Lande: ¿Y cuánto debería pesar?Padre: Noventa y dos, noventa y cinco. Estoy excedido en veinte, veintidós kilos.

Así comenzó la intervención paradójica Nótese que el hijo loco apreció de inmediato su significación; dijo: “Cuanto menos trabaje yo, más en forma se pondrá él”.

265

Page 261: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Se partía de la base de que sí el hijo no conseguía trabajo, estaría ayudándolo a su padre a “mantenerse en forma”. El padre evitaba hacer frente a los problemas de su vida y de su matrimonio centrán­dose en los fracasos de su hijo. Ahora, al presumir que si el hijo no trabajaba, lo hacía en bien del padre, al pedirle que no trabajase para favorecer al padre, se le estaba impartiendo una directiva paradójica.

Con esta intervención el terapeuta tiene éxito pase lo que pase. Si el hijo no consigue trabajo, el padre recobra una mejor forma per­diendo peso y dejando de fumar, y ese beneficio hace que sea capaz de adoptar una conducta más ejecutiva en la familia. Si, por el con­trario, presionado por el padre, que quiere comer y fumar, el hijo consigue trabajo, se beneficia él. Si el padre intenta seguir una dieta y dejar de fumar pero fracasa, su pretensión de ser un padre dedica­do al bienestar de su hijo se desinfla como un globo, dada su inepti­tud para cumplir siquiera con esta simple tarea para ayudarlo. Queda destruida así la infortunada proximidad entre padre e hijo, y se ayu­da a este para que se desenganche de sus progenitores.

El terapeuta prosigue asegurándose de que la tarea será cumplida.

Lande: Lo que él hará -y por eso me dirijo a usted (la madre)—, lo que hará es esgrimir diversas razones por las cuales es incapaz de es­to. Porque él no se coloca a sí mismo ante todo, ¿no? Pero es un caballero, un hombre que mantiene su palabra, y ha cerrado un trato conmigo. Ahora la consulto a usted porque.., ¿le gustaría a usted ver a su marido dentro de un par de años, quiero decir, teniendo en cuenta que fuma tanto. . .?Madre: Tiene preocupados a todos.Lande: Así que usted está preocupada por él.Madre: Sí.Lande: Entonces, ¿no le molestaría colaborar para que él mejore su salud?Madre: No, no me molestaría.

Al encargar una tarea a la madre como parte del plan, el terapeuta estimula más aún al padre para que cumpla con la directiva. Cuanto mayor sea el número de miembros de la familia envueltos en una tarea, más probable es que se la cumpla. Se le pide a la madre que se encargue de cuidar la dieta de su marido. Más tarde el terapeuta aborda la cuestión del cigarrillo.

Lande: ¿Está fumando entre dos y tres atados de cigarrillos diarios? Padre: Sí.Madre: Ajá.Padre: Tres atados. Hay un solo modo en que puedo dejar de fumar, y es cortar de cuajo. No he podido dejar. . . eso de disminuir la canti­dad no corre. O dejo del todo o. .. si me propongo diez o cinco ci­garrillos diarios, no funciona.

266

Page 262: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Lande: ¿Qué sucede en esos casos?Padre: Ando de un lado para el otro todo el día pensando en el ciga­rrillo.

(Luego de conversar sobre el tema, el terapeuta establece cuál será la tarea con relación al cigarrillo.)

Lande: Usted es un hombre que hace una buena descripción de sí mismo y siempre es sincero consigo mismo. Así que, como parte de nuestro convenio, y esta será Ja última parte. . . No tengo una ter­cera escondida por ahí. . . A partir de esta noche, no hay más cigarri­llos, hasta que su hijo empiece a trabajar. Después de eso, queda en sus manos decidir lo que hará.Padre (señalando al hijo problemático): El sabe perfectamente que si yo estoy a dieta y no fumo, andaré por la casa como un oso enfure­cido, con los cables.pelados. El lo sabe, lo sabe. (Al hijo.) ¿Entien­des eso? ¡Mejor te consigues un trabajo! (Todos se ríen.) De lo con­trario te apartas de mi camino.

Con esta consigna se ha completado la intervención paradójica. El hijo, quien ayuda a su padre fracasando, es instado a fracasar para ayudar a su padre a mejorar su estado de salud. La salud del padre ha estado a cargo de él, y ahora se lo hace cargo de la salud de su padre. Es previsible que el padre se enfurecerá con su hijo si no trabaja -ca­da vez que quiera fumar un cigarrillo, se acordará de que es el hijo el que lo está privando de eso-, y al mismo tiempo se ve obligado a conceder que la pereza de su hijo es buena para él, ya que le permite perder peso y dejar de fumar. La madre, que quiere que el hijo traba­je, está complacida de que su marido pierda peso y no fume, cosa que llegará a su fin si el hijo empieza a trabajar.

El resultado fue que el padre respetó la dieta la semana siguiente y sólo fumó unos pocos cigarrillos en momentos de desesperación. El hijo no buscó trabajo. La otra semana, consiguió un empleo como lavacopas en un restaurante. El padre abandonó la dieta y empezó a fumar.

Este desenlace consumó el objetivo de lograr que el joven apático trabajase; en tai sentido, la intervención paradójica tuvo éxito. No obstante, cuando se emplean paradojas con estas familias hay que tener presente sus habilidades y mirar por los resultados a largo pla­zo. Con suma frecuencia uno se pregunta luego si no fue objeto de una maniobra. En este caso, el hijo consiguió un empleo y lo mantu­vo varios meses, pero no estaba de acuerdo con su capacidad. Fraca­só, en el sentido de no conseguir un trabajo apropiado a la posición de su familia de clase media. Esta no lo definió, entonces, como una persona normal o exitosa, sino como una persona desfavorecida con un empleo inferior a sus aptitudes. Cierto es que el hecho de que el hijo consiguiera trabajo redujo la presión intrafamiliar, ya que ha-

Page 263: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

bfan acudido a terapia básicamente por su necesidad de que el hijo saliera de la casa y trabajase. Cuando así sucedió, empezaron a per­der interés en el tratamiento. Fue difícil mantenerlos involucrados, y pocas semanas después dijeron que ya habían logrado su objetivo y pusieron fin a la terapia.

En un seguimiento un año después, se averiguó que la familia esta­ba llevando al hijo a un programa de terapia vitamínica, porque se­guía con su trastorno. Así pues, a despecho del éxito inmediato de la intervención paradójica* el desenlace que tuvo la terapia no fue satisfactorio.

Los padres inculpados

Como aquí hemos destacado que las familias de jóvenes con gra­ves perturbaciones son idóneas en el plano interpersonal, podría pre­guntarse: “Si son tan sagaces, ¿por qué incurren en estos trastor­nos?”. Puede respetarse la habilidad de esas familias, pero admitir que, en general, se han conducido mal a causa de las equivocaciones terapéuticas. El antagonismo evidenciado por los terapeutas hacia es­tos progenitores es notable; de algún modo, los terapeutas resolvie­ron que el “paciente” estaba bajo su responsabilidad y que la familia no era más que una desventaja desafortunada. En el pasado, no era raro que sólo se tratara al joven problemático, diciéndoles a los pa­dres que permanecieran al margen y pagaran los honorarios. La incul­pación de los padres y el intento de practicar esa “parentectomía” fue el origen de vanas e innecesarias angustias. Con un enfoque de esa índole, la terapia solía fracasar con el joven, a veces de manera trágica.7 Los progenitores que acudían en busca del auxilio del espe­cialista eran a menudo culpados y rechazados, y tras considerables fatigas seguían padeciendo con su hijo problemático, quien no había experimentado ninguna mejoría. No era infrecuente que el joven de mal comportamiento terminara con un problema neurológico irrever­sible a causa de las drogas antipsicóticas empleadas por el experto, que sólo había sido instruido para medicar. Diskinesias tardías, tem­blores en las manos y movimientos compulsivos de la lengua pasaron a ser la señal indicadora de un tratamiento psiquiátrico con medica­ción.

Por añadidura, con frecuencia los padres eran confundidos por di­ferentes especialistas, cada uno de los cuales aconsejaba procedimien­tos diversos y hacía diagnósticos y pronósticos que no coincidían con los de los demás, de modo taJ que nadie parecía saber lo que estaba

7 La trágica historia de una familia tratada sin éxito alguno mediante pro­cedimientos ortodoxos se relata en James A. Wechsler, In a Darkness Nueva York: Ace Books, 1972.

268

Page 264: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

haciendo. Recuerdo que en una familia, la hija, de 18 años, cayó en un estado de depresión y turbación luego de ingresara la universidad. En la escuela secundaria había sido una alumna brillante, obteniendo di­versas becas. Los padres, intelectuales y profesores ellos mismos, dota­dos de experiencia en teoría psicodinàmica, siguieron la recomen­dación médica e internaron a la chica en un hospital psiquiátrico; pe­ro luego de observar su desenvolvimiento allí, vieron que empeoraba y valientemente la sacaron del hospital, contraía opinión de los mé­dicos y sus amenazas respecto del riesgo de suicidio. Se les aconsejó que la llevaran a un psiquiatra privado y así lo hicieron. Lamentable­mente, este profesional atendía lejos de la ciudad donde residían los padres y se hallaba la facultad a la que concurría la muchacha. Deci­dieron, entonces, dejarla en la casa de sus abuelos, desde donde sólo tendría una hora de viaje hasta el consultorio del psiquiatra. Allí la chica no podía estudiar ni trabajar, no desarrollaba vida social y se pasaba todo el día sentada en la casa sin hacer nada. Dos veces por semana iba a lo del psiquiatra y le contaba cuán deprimida estaba. Los fines de semana visitaba a sus padres y también se quedaba en la casa sin hacer nada. A medida que se deprimía más y más se le au­mentó la medicación y se hicieron ensayos con nuevas drogas. Esto no hizo sino deprimirla y trastornarla más aún. Su psiquiatra consi­deró primero la posibilidad de internarla, luego resolvió lo contrario, y finalmente les dijo a los padres que consultaran a otro psiquiatra respecto de la internación. Se concertó una cita con el consultor, pe­ro antes de ir a verlo la chica mejoró; no obstante, los padres decidie­ron ir lo mismo, y este segundo psiquiatra les recomendó que la in­ternaran en su clínica privada. Al ser informado, el primer psiquiatra dijo no estar del todo seguro de que eso fuera lo mejor, pero añadió que no quería contrariar la opinión del consultor que él mismo había recomendado. Los padres no supieron qué hacer, ya que su hija se sentía mejor ahora, y había empeorado cuando la internaron. Por lo demás, eran lo bastante inteligentes para vacilar ante esta recorrida de uno a otro médico y seguir agregando nuevos consejos contrarios a los ya recibidos.

La situación social en que se hallaba la muchacha era capaz de provocar una depresión, pero ni los padres ni los psiquiatras le conce­dieron importancia o bien la juzgaron secundaria. Su teoría era que la depresión de la chica obedecía a sus conflictos interiores. Unica­mente los abuelos sostenían que era previsible que una chica se de­primiera si pasaba toda la semana sentada sin hacer nada ni planear nada para el futuro. Sin embargo, no podía volver a la universidad donde cursaba sus estudios, ya que ello hubiera significado correr el riesgo de interrumpir la terapia, ante la dificultad de viajar a lo del psiquiatra que la estaba atendiendo. Además, los padres no se atre­vían a pedir nada de ella, porque más de uno de los psiquiatras con­sultados les dijo que habían sido harto rígidos y estrictos con ella, y que su depresión provenía de los conflictos internos causados por el

269

Page 265: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

afán de responder a las demandas de ellos en el pasado. Los padres pensaban, al contrario, que habían sido permisivos con su hija; no recordaban haberse puesto estrictos con ella ni demandarle excesivas cosas; pero como ella seguía deprimida, y los expertos aseguraban que la causa era su rigurosidad, renunciaron a sugerirle lo que debía hacer. En lo fundamental, la dejaron sin guía alguna a los dieciocho años de edad. Sintiéndose culpables por los problemas de su hija, acogieron con beneplácito la idea de pasársela a los abuelos, en la es­peranza de que ellos se desempeñarían mejor. Pero desde el punto de vista de la chica, si mejoraba junto a sus abuelos habría acusado a sus padres y sostenido que su abuela materna tuvo con ella más éxito que su madre. La chica no mejoró. El conflicto entre los especialistas tuvo su réplica en el conflicto entre los padres, y entre los padres y los abuelos, acerca de qué debía hacerse con la muchacha.

El terapeuta, los consultores, la chica, sus padres y abuelos, todos estaban insertos en un contexto en el que la depresión era apropiada, y ninguno de ellos podía hacer nada para cambiar alguna cosa. Perso­nas inteligentes, habían quedado atrapadas por la manera de definir el problema. En una situación de estas características, la habilidad interpersonal de los miembros de 3a familia se aplica a eludir el cam­bio y no a producirlo. El terapeuta que, alerta sobre dicho contexto y sobre las formas prácticas de resolver la cuestión, piense que sus sensatos consejos serán bienvenidos y acatados, se equivoca. Deter­minar qué se debe hacer suele ser más sencillo que lograr que se haga.

Cómo unirse a la familia

Si uno pretende que una familia haga ciertas cosas, tendrá que persuadirla, para lo cual el primer paso es hablarle en un lenguaje comprensible. No se puede hablar en chino a una familia que sólo habla en inglés, y pretender que cooperen con uno en la empresa común. Análogamente, si la familia piensa que el problema radica en la “enfermedad” de uno de los hijos, los desconcertará el haber sido invitados a concurrir en pleno a la sesión, salvo que el terapeuta en­cuadre el asunto de un modo que cobre sentido para ellos. (Muchas familias se resisten a una “terapia familiar” porque ello podría signi­ficar tener que exponer todas sus desgracias ante otros, pero en cambio no ponen objeciones si se les pide que vengan a las sesiones terapéuticas para ayudar a que su hijo pueda valerse por sí solo. Me­jor que publicitar ante la familia los beneficios de la “terapia fami­liar”, es persuadirlos a que concurran juntos con determinados obje­tivos concretos.)

Cada familia es un mundo aparte y habla un lenguaje propio. Cuanto más entrenado esté el terapeuta en ese lenguaje, mayor será la cooperación que suscitará. Debe escuchar atentamente de qué ma­

270

Page 266: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

ñera formulan el problema y la situación en que se encuentran, y lue­go ofrecer una solución en idéntico lenguaje.

Daremos ahora un ejemplo de un terapeuta que emplea como marco de referencia el lenguaje propio de la familia. El terapeuta es Dan Merlis; el tratamiento se inició como parte de un programa de formación con supervisión en vivo, llevado a cabo en la ciudad de Baltimore; el paciente era un individuo de veintiséis años que aca­baba de ser dado de alta en un hospital perteneciente a la Direc­ción de Veteranos de Guerra. Se le había diagnosticado psicosis maníaco-depresiva sin que respondiera a una variedad de medicacio­nes, incluido el litio. Estuvo internado y vuelto a dar de alta en diversas oportunidades a lo largo de seis años. Quizá sus episodios habían comenzado con alguna experiencia con drogas, aunque eso no estaba del todo claro. (En un hospital público afirmó que le gustaba tomar LSD clandestinamente, porque prefería las alucinacio­nes a tener que ver a los demás pacientes.)

Cuando inició la terapia, su padre, su madre y un hermano mayor manifestaron su descreimiento al respecto. El hermano trabajaba, y vivía en el hogar paterno. El padre tenía un empleo típico de clase media y la madre había trabajado fuera del hogar hasta seis años atrás. Según dijeron en una sesión posterior, ambos progenitores confiaban en que dentro de unos años se jubilarían y podrían irse al estado de Florida, llevando consigo a sus dos hijos.

En la primera sesión el joven dijo que su objetivo era ser un indí­gena para obtener un subsidio del Estado. Ya había soportado dema­siadas cosas de los blancos y pensaba que como indio le iría mejor. Se le había concedido un bono de incapacidad, por una pequeña su­ma que no le alcanzaba para vivir; pero su plan era permanecer en la casa y conseguir que sus padres le dieran más dinero. Daba por senta­do que ellos lo mantendrían toda la vida. No estaba entre sus inten­ciones mudarse a un lugar propio, aunque en una ocasión anterior había vivido más de un año en un departamento, lejos de la casa de los padres. También había terminado un curso de contabilidad, pero sin conseguir empleo. Los padres decían que se la pasaba durmiendo el día entero, y si salía de noche era para ir de bar en bar con muje­res que la madre consideraba unas desgraciadas. El hijo replicó que no le importaría encontrar una mujer mayor que él que lo mantuvie­ra; era joven y buen mozo, de buena constitución física, aunque úl­timamente había engordado un poco. Con su saco de cuero negro, tenía toda la apariencia de alguien a quien no le gusta trabajar y vive a costillas de los demás —y no le preocupaba admitirlo-. Durante todo el año anterior no había hecho absolutamente nada. Estaba me­dicado, y sus padres lo consideraban “enfermo”.

En la primera sesión, el terapeuta y los padres fijaron como fecha el 3 de febrero para que el hijo se mudase a un departamento propio. Los padres aceptaron complementar su bono por incapacidad con di­nero de ellos hasta el Io de abril. Se suponía que para entonces él ya

271

Page 267: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

estaría trabajando. He aquí la reacción del joven tres sesiones des­pués:

Merlis: ¿Qué has hecho para prepararte?John: No mucho, simplemente, este. . . Quiero quedarme en casa, pero ellos no me dejan. Eso es todo. No me parece que tenga que irme.Merlis: ¿Qué has hecho con respecto a la búsqueda de trabajo?John: Nada, no quiero ir a trabajar.Madre: Volvimos a la antigua rutina de sus salidas nocturnas. Tan pronto se pone el sol, John se convierte en un tipo magnífico, pero pasa el día entero en cama. Se levanta y baja a desayunar a la una de la tarde; luego vuelve a la cama, y cuando termina de comer, se duer­me sobre la mesa así (apoya la cabeza en los brazos). Después sube a su cuarto y se queda tirado hasta la hora de la cena. Cuando empieza a oscurecer llama alguna chica y él siempre está listo para salir. Y sale todas las noches.John: Salgo para buscar el subsidio de Bienestar Social.Madre: Volvimos a la misma situación en que estábamos dos años atrás, antes de que él consiguiera su otro departamento. Quiero decir que para mí es muy deprimente ver a alguien tendido en la cama todo el día. .. todo el día, ¿se da cuenta?, es como estar en un hos­pital, o algo por el estilo.

Cuando en la ocasión anterior él había vivido en su propio depar­tamento, la madre iba todos los días a limpiar, hacer las compras y a menudo le hacía la comida. En la vida de ella había pocas cosas im­portantes fuera del cuidado de su hijo.

John: En el hospital lo único que quería era quedarme en cama. Madre: Sí, pero esta es.. . tu casa, no el hospital; no estás en el hos­pital.Merlis: Coincido con ustedes en que su tarea como padres, en este momento, es ver que él tenga un buen comienzo.

(Más adelante, en la misma sesión, el hijo plantea sus objeciones a mudarse.)

John: ¿Pero por qué no puedo vivir en casa?Madre: Porque a mí no me gusta andar pisando los talones de nadie todo el día, John.John: Sostengo que lo que pasa es que tú no quieres que yo esté allí. ¿Por qué no puedo quedarme en casa? Mi hermano se queda.

Merlis: Vean, el problema que ustedes traen es importante. La forma en que parecen estar organizadas las cosas, el uso que él hace de su tiempo.Madre: No usa su tiempo en nada, salvo por las noches.

272

Page 268: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

John: ¿Cuándo dejaré estas píldoras?Padre: Hace poco tiempo que su vida social se ha reanimado.Madre: Y le estamos agradecidos por eso; quiero decir, está bien que consiga una buena chica.Padre: El sale con sus amigos, y se cita con esta chica, una buena muchachita.

El hijo continúa con sus objeciones, por lo general haciendo hin­capié en que está “mentalmente incapacitadoEl terapeuta charla con los padres acerca de sus planes de irse a Florida. Cuando se jubi­len, ellos no estarán en condiciones de dar al hijo el dinero que aho­ra le pasan, de modo que él tiene que empezar a mantenerse por si mismo. Conversan sobre lo desilusionados que están con respecto a John y las esperanzas que habían cifrado en él cuando era más joven.

Madre: Pensábamos que no había nada en el mundo que John no pudiera conseguir, ya que había conseguido tanto a lo largo de la escuela secundaria. Yo imaginaba que sería científico, o médico, o algo así.Padre: Yo también pensé que aspiraba a ser científico.

Cuentan que cuando estaba en los primeros años de la escuela se­cundaria obtuvo premios por su redacción y por sus estudios de cien­cias naturales.

Padre: Conocía el nombre de todos los moluscos; ya a los siete años conocía perfectamente todas las clases de dinosaurio que hubo. Y nos íbamos al museo a ver los huesos.

También se averigua que a los nueve años John era un coleccionista de mariposas lo suficientemente destacado como para que apareciera su nombre en el periódico local. Ganó premios en ferias del distrito y del estado por sus colecciones de mariposas, polillas, rocas y plantas.

Así, pues, el presunto incapacitado que pretende vivir a costilla ajena resulta tener un notable currículo. Uno siempre debe partir de la premisa de que los jóvenes que fracasan a esta edad, en que deben soltar amarras, no son fracasados por naturaleza: sólo parecen serlo. En la mayoría de los casos, tienen una inteligencia fuera de la co­mún, y a veces también tuvieron importantes logros en el pasado.

Este joven, por ejemplo, no sólo había sido un descollante alum­no de ciencias en la escuela secundaria, sino además un atleta que en una sola jornada ganó cuatro primeros premios en carreras de veloci­dad y de resistencia. La autodisciplina que exige una hazaña de esa índole es extraordinaria, sobre todo si se tiene en cuenta que este joven ahora parece no tener ninguna y ser incapaz incluso de levan­tarse de la cama a la mañana.

273

Page 269: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

El terapeuta inicia la labor de motivar a padres e hijo para inten­tar, nuevamente, que este logre algo en la vida. La contabilidad no era una materia que despertara su entusiasmo, y ese fue quizá el mo­tivo de que la dejase. Le interesaban la naturaleza y el atletismo. El problema del terapeuta consiste en hacer que los padres lo insten a volver a realizar algo en esas esferas. Como la madre parece tan depri­mida como el hijo e incierta acerca de lo que quiere hacer de su vida, el terapeuta tendrá que motivarla a que haga algo. Ella ya ha desisti­do de buscar trabajo, volver a estudiar o hacer alguna cosa que le interese personalmente. Por lo tanto, se resolvió que indagaría las po­sibilidades existentes para su hijo dentro del campo de las ciencias naturales. Debía averiguar los tipos de empleo disponibles y llevar al hijo para que los solicitase. El padre, que estaba excedido de peso, practicaría con el hijo en el gimnasio local, ocupándose así de su as­pecto atlético.

El terapeuta necesita instar a esta familia desesperanzada para que actúe. Se enfrenta con un hijo que ha abdicado, un hijo que dice: “Quiero quedarme en casa y vivir merced a estos bonos. Lo que real­mente pienso es que ahora estoy mentalmente incapacitado a causa de mis concepciones y de mi filosofía de vida. Todo el mundo se preocupa para que consiga empleo y dinero, y pague el alquiler; que viva en algún lugar distinto y haga una vida propia, pero en realidad no es eso lo que yo quiero. A mí me gustaría seguir como hasta aho­ra’".

Esta firme posición depresiva del joven es casi equiparada por la renuencia de los padres a intentar que él vuelva a hacer alguna cosa: sólo piensan en que se mude a su departamento, para yacer tendido allí en vez de hacerlo en su casa. Cuando el terapeuta saca a relucir la posibilidad de un empleo en el ámbito de las ciencias naturales, el hijo desestima la idea.

Merlis: Tú eres un muchacho interesado en la naturaleza, la vida al aire libre y esa clase de cosas. ¿Qué tal la idea de trabajar en parques o bosques, o algo de ese tipo?John: Sí, eso sería lindo, pero ellos no me necesitan. Ya lo he inten­tado.

El terapeuta apela entonces a hablarles en un lenguaje que puedan entender, un lenguaje que a lo largo de los años se ha vuelto conoci­do para ellos. En primer lugar deja de lado los términos “enfermo”y “maníaco-depresivo”, utilizados tanto por la familia como por los

profesionales anteriores, y dice en vez de eso: “Bueno, tú has tenido un bajón. Muchísimos tipos han tenido que salir de estos bajones an­tes que tú. Muchísimos buenos atletas”. El hijo contesta: “Si, real­mente es así”.

Lo bueno del “bajón" como analogía es que es algo común, tem­porario, y que tener uno significa que el sujeto es idóneo, porque un

274

Page 270: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

bajón implica un descenso desde una posición más alte, A una analogía usual en la familia de un atleta.

El terapeuta comienza a hablar de competencias y deporMté sus reglas, y el hijo responde como se había previsto.

John: ¿Alguna vez usted se sintió así? ¿Que ya no quiere participar más en la competencia?Merlis: Me parece natural que quieras cambiar algunas de las reglas del juego. Una de las reglas que has mostrado y remostrado y señala­do a todo el mundo es que tú tienes condiciones. Que tienes valores suficientes para estar a la altura de cualquiera.John: Me hicieron muchísimas críticas.Merlis: Y esa es una de las reglas que tú no quisieras cambiar. . . tú tienes condiciones.John: Sí, tengo condiciones.Merlis: Y eres un tipo bravio. Tienes muchísimo coraje.John: Sí, así es. Sí, pero no vale de nada, parece. . . parecería que a nadie le importa.Merlis: Bueno, si estamos reunidos aquí es porque a nosotros nos importa, porque hemos asistido a tu bajón.John: Pienso que todo el mundo se preocupa por mí, así es.Merlis: Sé que en el pasado los tuyos ya te han visto salir de bajones. John: Sí.Merlis: Cualquier atleta que tiene verdaderas condiciones encuentra la manera de salir. Y para salir de un bajón, por lo general un atleta necesita un buen instructor. Alguien que lo ayude a organizarse. Un buen jugador de béisbol que tiene un bajón precisa un entrenador. John: Un entrenador.Merlis: Un jugador de rugby que no le está pegando lo bastante fuer­te a la pelota necesita un buen entrenador que lo instruya, que lo ayude a organizarse.John: Usted parece ser un buen instructor.Merlis: Lo soy. Tu gente te ha instruido durante mucho, mucho tiem­po. Desde la época en que empezabas a caminar, en que apenas te sostenías sobre tus pies, aferrándote a los objetos, te ayudaron a pa­rarte sobre tus propias plantas cuando tenías. . . ¿cuántos años? Madre: ¿Cuándo empezó a caminar? Oh, antes del año.Merlis: Antes de que él tuviera un año. Y t lo largo de todo el cami­no, cada paso que dio, cuando necesitó un poco de ayuda, un poco de instrucción, recurrió a ustedes dos.John: Creo que hace mucho tiempo necesité eso.Merlis: Es un hecho sumamente afortunado que ahora, cuando él ne­cesita ayuda, cuando necesita un poco de instrucción, cuando necesi­ta encontrar alguna manera de mostrar sus condiciones y pasar real­mente al frente de la competencia, pueda tener lo que precisa.Madre: Sí.Merlis: Ustedes tienen realmente formas de ayudarlo. Ayudarlo a

275

Page 271: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

que consiga un trabajo que de veras le guste. Eso es algo que será importantísimo para él. ¡Y son tantas las cosas que le interesan en la naturaleza, en la vida al aire libre! ¡Las cosas simples, las buenas y simples cosas de la vida! Y sin duda alguna hay en esta zona, entre parques, zoológicos y otros lugares, muchas posibilidades que ni si­quiera han explorado.Madre: Es cierto.Merlis: Cosas que él podría hacer, algo valioso en lo que se sentiría a la altura de cualquiera.

(Más adelante, en la misma sesión.)

Merlis: Creo que cuando uno cae en ese estado c|e ánimo no tiene ganas ni siquiera de moverse, y en verdad necesita un poco de asis­tencia para volver otra vez a la pista.John: Yo quedé fuera de la pista, eso lo sé, debo estar fuera de la pista si estuve en el manicomio.Merlis (a los padres): Hay formas en que ustedes pueden lograr eso, ya lo hicieron muchas veces a lo largo de los años. Ya lo han hecho. Han tenido que enfrentar repetidas veces su estado de ánimo, y luego tuvieron la satisfacción de sentarse y verlo correr y salir primero en la competencia. Hay medallas y trofeos que lo muestran.John: Sí.Merlis: Que lo mostrarán siempre.John: Cuando saltaba con garrocha, solía quedarme casi una hora, una hora después que todos se habían ido a casa, cuando todo el res­to del equipo, agotado, se había ido del campo, yo me quedaba una hora más practicando.

(Más adelante, en la misma sesión.)

Merlis: Uno de los problemas que más despertó mi curiosidad fue cuando vi las olimpíadas... La persona que se entrena para el déca- tlon tiene que dominar muchas destrezas diferentes.John: Sí.Merlis: Se me ocurrió qué problema logístico tiene que plantearse si uno. .. si uno quiere mantenerse en el primer puesto como entrenador e instructor. . . ver que alguien domina el lanzamiento del martillo, por ejemplo, pero notar que esa semana estuvo un poco lento con la jabalina. Debe ser muy complejo prestarle ayuda.. . cómo sabe el instructor, intuitivamente, que alguien que está andando bien en la pista, que ese atleta, para realmente poder triunfar en el décatlon, que es una competencia múltiple, tiene que moverse a la vez en otras direcciones. Y, sin duda alguna, en ciertas cosas John sigue estando en el primer puesto.John: ¿Ha visto usted esas polillas grandes que en verano vuelan de noche? ¿Las ha visto alguna vez?

276

Page 272: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Merlis: No, no las he visto.John: ¡Hombre, es lo más hermoso del mundo!Madre: ¿Por qué no traes una para mostrársela?Merlis: Sí, trae una.John: Cuando estoy en la naturaleza, no hay nada que yo no sepa. Quiero decir que soy como esos indios. Es decir, no es que quiera jactarme, nada de eso. Pero en cierta época del verano las polillas se echan a volar, y uno puede agarrar unas muy grandes, verdes o amari­llas, de toda clase, en diferentes momentos. Y hay una polilla negra más pequeña, que es muy poco común. La verdad es que yo soy la única persona, en toda la historia de este estado, del pasado y del presente, que ha agarrado una. Ahora la tienen en el Instituto Smith- soniano.

(Más adelante, en la misma sesión.}

Merlis: Lo que estaba diciendo antes es que tú estás en una suerte de competencia múltiple, y en cierto número de las pruebas no hay nin­guna duda de que puedes pasar al primer puesto.John: Sí, soy bueno en todas ellas.Merlis: Lo que ahora les estoy pidiendo a tus padres es que realmen­te entren al campo de juego y colaboren con tu entrenamiento, te ayuden en todas las formas en que ellos saben para que tú pases al primer puesto en estos otros asuntos. Y no puedo creer que eso se dé de patadas con la otra competición, la que se libra por alguno de esos buenos empleos en que ahora no puedes ocupar el primer puesto. John: Sí, yo pienso lo mismo.Merlis: Quizá debas destinar cierto tiempo a organizarte y conseguir información acerca de tales empleos.

El terapeuta asigna a la madre la tarea de reunir información en la oficina de empleos y de juntar folletos en distintos organismos ofi­ciales, para saber qué posibilidades de trabajo existen en el campo de la naturaleza. Se presume que si la madre se interesa en esto, el hijo pronto se desempeñará mejor. Y cuando a la madre y al padre les vaya bien él empezará a tener éxito. El uso por el terapeuta de esta especie de analogía es un medio poderoso para persuadir a los padres y al hijo de que se pongan en marcha y hagan algo, pero ni la analo­gía ni la persuasión bastan: el terapeuta debe requerir también de los padres y del hijo que realicen una serie de acciones, comenzando por levantarse este último temprano en la mañana y seguir un plan de actividades preestablecidas, hasta que esté en condiciones de hacerlo por si solo.

Tres semanas después de la sesión citada, los padres telefonearon al terapeuta durante el fin de semana para anoticiarle que el hijo es­taba angustiado y muy perturbado, y según ellos había que internar­lo. El terapeuta no estuvo de acuerdo. En la sesión siguiente, cuando

277

Page 273: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

la madre relató lo que había acontecido en el curso de la semana, se puso de relieve que la analogía del atletismo empleada había prendi­do en los padres y en el hijo, así como también la firmeza demostra­da por el terapeuta.

Merlis: Un poco de tormenta, ¿no?Madre: Sí, así fue. Comenzó a llorar. Un par de mañanas tuvimos unas francas reyertas. Y él me rogaba que lo pusiera de vuelta en el hospital. Le dije: “John, me parece que si fuéramos allí nos repren­dería (el terapeuta) pero si tú lo deseas, te llevaré”. Llamé a Henry (el marido) a la oficina, y tuve que telefonear tres veces hasta que al fin lo ubiqué. Pero entonces John no quiso ir. Así que mi marido vino a casa y le dijo: “John, tú no estás enfermo, pero iremos”. Hen­ry llamó al doctor Fox (Michael Fox, consultor en este caso) y este nos habló a los dos por teléfono, y nos dijo que parecía que John esta­ba aproximándose a un punto de viraje; que su vehemente reacción mostraba que él entendía que estábamos haciendo lo correcto, y que subconcientemente (sin que él se diera cuenta) notaba que esta vez estábamos de veras empeñados en que trabajase. Por eso lo convenci­mos a John de que en realidad no estaba enfermo, y hasta llamamos a la psiquiatra (del hospital público) para contarle la situación. Y ella dijo: “Ño lo quiero de vuelta aquí”. Así se lo dije a John. Como usted sabe, yo soy sincera con él; le conté sobre las llamadas que habíamos hecho y todo lo demás. Ella declaró: “No permitan que vuelva”, y así se lo dije: “No te quieren allí, no quieren que vuelvas porque no estás enfermo”.

Uno de los factores importantes en este punto de viraje fue que la comunidad de profesionales se mantuvo unida: tanto el terapeuta co­mo el médico de consulta y la psiquiatra del hospital público se nega­ron a internarlo. A continuación la madre narró las dificultades de esa semana y el nerviosismo del hijo.

Madre: Esta mañana le dije: “John, cuando tú ibas a hacer salto con garrocha debías sentirte tremendamente nervioso”. Respondió que no. Yo continué: “¿Sabes por qué no lo estabas? Porque estabas preparado para todo lo que tenías que hacer. Ahora bien, estas reco­rridas de ahora, todo lo que estás haciendo, te están preparando para hacer frente a la vida. Y ya estás preparado”. El contestó: “No estoy en condiciones de trabajar”. Yo le dije: “No hoy, estoy de acuerdo, pero seguiremos intentándolo”.Merlis: Las cosas están cambiando, y a medida que él supere su de­presión va a estar hecho un manojo de nervios por un tiemoo Madre: Sí, bueno, hoy no vomito. Estuvo comiendo. Como usted sabe, no quería comer. Tuvo una notable pérdida de peso. Pero creo que lo más importante es que dijo: “¿Por qué debemor ir allí (a la terapia)T\ Le respondí: “A mí no me gusta, porque ellos no creen en

278

Page 274: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

la enfermedad mental. Simplemente no quieren quedarse de brazos cruzados”. Continué diciéndole: “Su tarea consiste en lograr que la gente deje el hospital y no vuelva a él. Por eso les tengo confianza. Tú no estás enfermo, no tienes un trastorno mental. Estás nervioso y sufres angustias, pero también yo las sufro y puedo comprenderte, puedo identificarme contigo. Porque es horriblemente penoso. Y es­to significa que tengo que conducir el auto en medio del tránsito” (hecho este que atemoriza a la madre). Pero a lo largo de toda esta terapia con John, recién ahora empiezo a darme cuenta plenamente de qué es lo que todos ustedes buscan. Mi marido es mi madre, y yo tengo que comenzar a soltarme un poco. El ocupa demasiado mi vi­da, ¿no es así?Merlis: Esta semana usted ha tenido mucho trabajo con John. ¿De qué manera la ayudó su marido?Madre: Bueno, él se encargó de levantarlo todas las mañanas.

El terapeuta felicita a los padres por la forma en que están tratan­do el problema de su hijo, y hasta le pregunta a la madre si no le importaría dar su consejo a otras madres cuyos hijos tengan proble­mas similares.

Una de las teorías vigentes acerca de la causa de la depresión de los jóvenes es que sus padres pretenden demasiado de ellos. Aunque esta argumentación no puede esgrimir muchas pruebas en su apoyo, ella ha llevado a formular críticas contra los padres: los terapeutas los han acusado de la depresión de sus hijos diciéndoles que les fija­ron normas demasiado altas y cifraron en ellos esperanzas excesivas. Frente a esta interpretación, la respuesta típica de los padres ha sido no exigirle nada a sus hijos, por temor a demandarles demasiado y agravar su depresión. La consecuencia puede ser que el hijo se pasa el tiempo hundido en un sillón y vegetando.

En este caso, el terapeuta adoptó el enfoque opuesto: en vez de recriminar a los padres sus exageradas expectativas, elevó el nivel de logros del hijo para que se adecuaran a las expectativas de aquellos, sean estas cuales fueren. Estableció que en el mundo actual, en que las preocupaciones ecológicas y ambientales constituyen un foco central para la conservación de los recursos, el interés de una persona por trabajar en el campo de la naturaleza tiene suma importancia. Por lo demás, el interés del hijo no era trivial, en comparación con el que tenía hacia otras profesiones, sino que podía hacer grandes con­tribuciones al campo de la ciencia y de la conservación. Al definir de este modo ese interés, el terapeuta pudo lograr que los padres insis­tieran en urgir al hijo a salir a buscar empleo todos los días e iniciara acciones tendientes a su autosustento, en vez de vegetar. Cumplió así con la tarea terapéutica, que no consiste meramente en motivar al hijo para que recobre la vida, sino también en motivar a los padres para que den los pasos que, en última instancia, les harán perder a su

279

Page 275: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

hijo, ya que si este tiene éxito en la vida ellos se quedarán sólo en su mutua compañía.

Ejemplo de motivación terapéutica: ana madre de mellizos

Los progenitores pueden tratar con eficacia a su hijo loco si no se les echa la culpa del problema y si es posible persuadirlos a que to­men medidas. En el siguiente ejemplo, a una madre de dos mellizos diagnosticados como esquizofrénicos paranoides se la instó a que los presionara para que salieran aunque hiciera frío. Ella pensaba que a un hijo enfermo no se le puede pedir nada.

La terapia estuvo a cargo de John Barnett. La familia residía en un suburbio de Filadelfia. Los mellizos, de 22 años de edad, pasaban el día entero en la casa sin hacer nada, sumidos en la apatía. No habían hecho nada o casi nada durante tres años, y la situación se había agravado en los últimos meses. Al mellizo A lo habían hospi­talizado, siendo el diagnóstico de esquizofrenia paranoide; volvió lue­go a su casa, y en el momento de iniciarse la terapia era el problema presentado. Su hermano, B, también regresó al hogar una vez inicia­da la terapia, y tuvo asimismo un colapso. Ambos parecían rivalizar entre sí por ser el peor enfermo mental (como aparentemente han de­mostrado los estudios genéticos sobre mellizos). Ninguno quería sa­lir de la casa. El mellizo A aseveraba que “el Pirata” -tal vez un perso­naje imaginario- y otros secretos enemigos lo perseguían; B afirma­ba que sus enemigos estaban empleando rayos especiales para atra­parlo, y que en la calle su vida corría peligro. Como consecuencia de esto, ambos se quedaban en casa el día entero mirando lelevisión mientras los padres iban a trabajar. Había además dos hermanas, una en la escuela secundaria y la otra en la universidad, que andaban bien.

La terapia se centró en conseguir que los mellizos salieran de la casa y aprendieran a ganarse el sustento. El terapeuta persuadió a los padres a que fijaran una fecha tope para empezar a buscar trabajo diariamente. Se estableció el 1? de febrero, o sea, un mes después. Los hijos protestaron argumentando que su vida estaba en peligro. A me­dida que trascurrían las semanas y se aproximaba la fecha estableci­da, A se iba poniendo cada vez más nervioso y angustiado, en tanto B increpaba con más vigor al televisor y hasta concertó una visita a un psiquiatra, siendo su caso diagnosticado asimismo como esquizo­frenia paranoide. El terapeuta aceptó,- a instancias de la madre, esta visita, partiendo de la base de que era una consulta y no el inicio de un tratamiento. No obstante, el psiquiatra medicó al mellizo B e in­dicó internación, negándose por otra parte a atender los llamados te­lefónicos del terapeuta familiar, que respondían al intento de esta­blecer una colaboración entre ambos profesionales para abordar este, complejo problema.

280

Page 276: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

La situación de los mellizos en materia de medicación terminó siendo poco habitual. El mellizo A había sido el paciente primario, y el médico consultado le estaba suprimiendo poco a poco la medica­ción que le habían dado en el hospital. Cuando B fue al psiquiatra, se le medicó la inusual combinación de Meleril con Cogentin para con­trarrestar los efectos colaterales; B dejó de tomar el Meleril pero continuó con el Cogentin, y como parecía sentirse mejor, y hasta un poco achispado, también su hermano empezó a tomar Cogentin. Así pues, los dos jóvenes estaban tomando una medicación para los efec­tos colaterales de otra que no estaban tomando, y ambos se sentían complacidos del resultado.

Cuando faltaban dos semanas para que expirase el plazo, la madre manifestó sus dudas al respecto. Ella era, en esta familia, la “blanda” y el padre el “duro” con los hijos. Este último sostuvo que había que seguir adelante con el plan, pero la madre argüyó: “Pienso que si funcionara sería un plan magnífico, pero ¿cómo es posible que fun­cione? Realmente, me perturba la idea de que anden por ahí, ron­dando en torno de la casa en medio del frío”. El padre dijo: “Bien, puedo dejarlos en el salón de bowling o en la terminal de ómnibus, y que se queden sentados todo el día, hasta que al final tal vez decidan que tiene más gracia conseguir un empleo y trabajar en una oficina con calefacción, ¿no?”. Los mellizos protestaron aduciendo que “se les enfriaría el culo”, y A agregó: “Tú no me vas a dejar en ninguna parte, me iré de esta casa”. Esta es la amenaza rutinaria de los hijos cuando sus padres se ponen firmes. El padre le inquirió cómo pagaría el alquiler, y él replicó: “No lo sé”.

Se solicitó al padre que tranquilizara a la madre en cuanto a que nada les pasaría a sus hijos; él lo intentó, pero ella replicó que hacía frío (mientras el mellizo A afirmaba estár mentalmente enfermo). La madre comentó que A se había presentado a un programa de rehabi­litación mediante laborterapia, y que debía ser sometido a unos exá­menes; dijo que quería posponer el plazo “un par de semanas, hasta que él vea qué pasa con eso”. El terapeuta respondió: “Bueno, hace dos semanas hicimos un convenio, y yo he comprobado que cuando se hace un convenio y se fija un plazo, tiende a influir para que algo se consiga. Cuando se empieza a modificar el plazo y posponerlo un poquito más, se establece la expectativa de que luego podrá nueva­mente ser pospuesto. Creo que es mucho mejor atenerse al plazo ori­ginal”. Se discutió si, en caso de aceptarse una postergación, se apli­caría a ambos mellizos, ya que sólo uno se había presentado para la rehabilitación. La familia se condujo en este caso como es típico: El padre les gritó a los hijos que eran básicamente unos holgazanes; la madre discrepó con él y pretendió que se alargara el plazo en vez de exigirles nada. Los mellizos adujeron que soltarlos en medio del frío era una injuria y una injusticia. Cuando el padre acotó: “¡No esta­mos enviándolos a la cárcel! ”, el mellizo A lo interrumpió diciendo que patearlos fuera “en el mes más frío del año era peor que mandar­

281

Page 277: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

los a la cárcel. A los prisioneros no se los trata tan mal”. Los padres, que todos los días salían a la intemperie para acudir a sus trabajos, aceptaron continuar examinando el asunto la semana próxima. La madre dijo que le gustaría pedir opinión al psiquiatra particular que había atendido al mellizo B.

La semana siguiente el terapeuta se encontró con los padres única­mente, y la madre informó sobre su conversación con el psiquiatra:

Madre: Hablé con el doctor Wise esta mañana. En primer lugar le pe­dí un diagnóstico: “Esquizofrenia paranoide’\ Suena terrible. “¿Pue­de trabajar?”, le inquirí. “En realidad no, a menos que consiga algún puesto ideal, en un depósito de mercaderías”. Dijo que no tiene la concentración que debiera, y que según él no podría manejarse en el trato con gente. Agregó que lo veía mejor que hace un mes, pero que iba para atrás y para adelante. Le dije: “Lo estamos hinchando a muerte para que consiga trabajo”. “Bueno”, contestó, “si es un trabajo ideal, está bien, si consigue algo que pueda manejar”. Le pregunté si era una cuestión cíclica; respondió: “Podría ser, sí”. De todos modos, no es una persona muy optimista, ¿no?

El psiquiatra ha presentado una visión del hijo que es esencial­mente desesperanzada: está enfermo y se presume que sólo podría trabajar en ciertas especiales condiciones. De ello se infiere que siem­pre estará igual que ahora. Si hay una mejoría, ella no es más que una parte de un ciclo: ya volverá a empeorar. Esta visión de las cosas inhabilita totalmente al terapeuta y a los padres, y lleva a todos hacia una impotente apatía.

El terapeuta explícita esta situación a los padres.

Barnett: Nos encontramos en una difícil situación, porque el doctor Wise les está diciendo una cosa y yo les estoy diciendo, en realidad, otra. Ustedes están forzados a decidir a quién van a creerle y a quién van a seguir. Nuestro enfoque es nuevo en algunos aspectos, pero es también un enfoque que cuenta con buena aceptación en el trata­miento actual de esta clase de problemas.

El terapeuta señala que no es una cuestión de salud o enfermedad, fingimiento o locura, pues la terapia debe ser la misma sea cual fuere el diagnóstico. Si se considera enfermo al joven y se lo interna en un hospital, sólo se logrará que vuelva a su casa tan apático como antes. Si los padres lo tratan como a un inválido, se desmoralizará cada vez más, y se pasará los días sentado sin hacer nada. Cualquiera fuera la causa de su impotente apatía, debe instárselo a que recobre un com­portamiento normal. El terapeuta lo expresa así: “Con independen­cia de todo lo demás, lo que realmente importa es que ambos se reintegren al seno de la sociedad y empiecen a funcionar de la mane­ra más normal posible

282

Page 278: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

La madre asegura que el mellizo B habla solo: “Decididamente, mantiene diálogos verbales con algo”.

Barnett: ¿Ha vuelto a hacerlo en los últimos tiempos?Madre: Son cosas más aceptables; ya no se trata de ideas locas, dispa­ratadas, como que lo persigue el FBI, la CIA o los rayos especiales. Son, digamos, como dentro. . .Padre: Dentro del reino de lo posible.Madre: Exacto.Padre: Creo que ahora lo hace adrede. Su hermano es igual, solía hacer lo mismo, y después empezó a no decir palabra. Pero creo que aún. . . que aún oye voces.Barnett: ¿Por qué piensan ustedes que se han frenado en este asun­to?Padre: Porque les hemos dicho que no nos gusta, saben que no nos gusta.Madre: Sí, por qemplo: “Si quieres quedarte en este cuarto y ver televisión, cállate. Yo tengo ganas de disfrutar de este partido, o de este programa”.Barnett: Yo lo veo así: cuantas más expectativas cifran ustedes en ellos, y más insistentemente les comunican esas expectativas, parece­ría que ellos más se enderezan y empiezan a conducirse normalmen­te. Y ese es el camino que estoy tratando de seguir ahora. . . que ustedes dos esperen de ellos ciertos comportamientos, y que ellos es­tén a la altura de sus expectativas.

La madre dice que a veces se enoja con ellos, pero luego se siente mal por “estar tan enojada con una persona enferma”. El padre dice: “Sí, uno no sabe si reprocharles o tenerles compasión, o bien darles una buena patada en el culo”.

El terapeuta señala que al esperar de ellos algo más, han mejora­do. “He comprobado esta mejoría. La puedo ver hoy, y la vi la sema­na pasada”.

La madre sostiene que si el mellizo A no pasa el examen para el programa de rehabilitación, tendrá una regresión. Quiere darle una oportunidad. Que él no quería siquiera concurrir a la sesión, pero ella le insistió. El terapeuta la felicita por haber conseguido que el hijo hiciera lo que ella quería, y ella responde: “Puedo hacerlo una vez, puedo hacerlo dos veces, pero luego cedo. Mi marido puede ha­cerlo una o dos veces, pero después se siente mal”.

Se conversa sobre la posibilidad de tratar a los mellizos como per­sonas separadas; la madre acota: “En verdad, el año pasado estuvie­ron separados casi todo el tiempo, incluso durante el verano”. El pa­dre: “Sí, uno era alcohólico y el otro un maníaco-depresivo”. La ma­dre agrega que eran unos cabezas huecas. El terapeuta señala que se los ha rotulado como esquizofrénicos, maníaco-depresivos, cabezas huecas y alcohólicos, y probablemente ahora no saben cómo com­

283

Page 279: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

portarse. La madre añade que ahora ya no eran ninguna de esas co­sas, simplemente pasaban el tiempo sentados como plantas.

Finalmente se llega a una solución de compromiso: los padres aceptan que saldrán de la casa al día siguiente del examen del mellizo A; durante tres días, se irán a las nueve de la mañana y volverán a las cinco de la tarde. Luego, tendrán otra sesión terapéutica para exami­nar cuál será el próximo paso. En esta como en muchas otras situa­ciones, la negativa a hacer algo puede abordarse mediante una solu­ción de compromiso. El terapeuta dice que hará entrar a los mellizos para que los padres les expongan este plan. Desea que ellos hagan algo distinto. “No estoy seguro de que ustedes sean capaces”, les di­ce. “Lo que quiero es que usted (la madre) sea esta vez la que se ponga dura con ellos, ¿de acuerdo? Cuando entren, quiero que usted sea la dura, y usted (elpadre), el blando”. El padre contesta que eso va a ser muy difícil. La madre se ríe y acepta.

Se hace pasar a los hijos, y la madre les fija las condiciones con sorprendente firmeza, teniendo en cuenta las dudas que había mani­festado antes en la sesión. En el lapso de una hora ha pasado a adop­tar una posición resuelta. Les dice que saldrán de la casa los días 6, 7 y 8 del mes, y que en esos días ambos buscarán trabajo. El hijo que quería someterse al examen podrá hacerlo, pero mientras tanto ten­drá que conseguir empleo. Al terminar les pide que repitan lo que ella ha dicho, y así lo hacen. El padre, pese a que el terapeuta lo estimuló a que se mostrara blando con sus hijos, no puede: es tan duro con ellos como la madre, lo cual los presenta a ambos firme­mente resueltos a esperar de sus hijos un comportamiento normal.

Duración y regularidad de la terapia

En los casos de familias difíciles, la conducta del terapeuta debe ser lo bastante previsible como para que la familia pueda confiar en él, pero no tanto como para que la familia anticipe fácilmente sus reacciones; de esa manera, podrá producir un cambio. Debe ser pre­decible y coherente en su aplicación a resolver el problema familiar, pero impredecible e incoherente en sus maniobras circunstanciales.

Antes era costumbre atender a las familias con la regularidad de un cronómetro, plan que con frecuencia llevaba al fracaso. Las se­siones se llevaban a cabo siempre en ciertos días, a ciertas horas y con la presencia de ciertos miembros, semana tras semana y mes tras mes. La familia aprendía a utilizar este mecanismo de relojería para estabilizarse, aunque también aprendía muy pronto a producir ios “ruidos” apropiados a la teoría del terapeuta. Los encuentros a inter­valos regulares, en forma ñja y por un período indefinido, en los que se indagaba: “¿Cómo han ido las cosas esta semana?”, en vez de promover el cambio conducían a la recurrencia y a la estabilidad.

284

Page 280: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

Mi recomendación es que las entrevistas iniciales se ajusten a un patrón fijo, pero de ahí en más el terapeuta varíe lo que ha de hacer un día determinado. Tal vez atienda a la familia entera, o 4 la madre o al padre por separado, o a ambos, o sólo a los hijos, o cualquier otra combinación que parezca pertinente en ese momento. Estos dis­positivos imprevistos desbalancean a una familia preparada para una combinación específica; tomados por sorpresa, los miembros brindan una información muy diferente y se gestan nuevas alianzas.

El terapeuta se injiere en una organización compactamente estruc­turada y con secuencias recurrentes, para quebrar o modificar las cuales es útil que él varíe su manera de injerirse. Puede ser conve­niente entrevistar a la familia dos días seguidos en lugar de esperar una semana, o modificar el día y la hora. Por supuesto, a veces es difícil introducir tales cambios, dado que todos tienen establecidos sus propios horarios de actividad; pero lo fundamental es cambiar a la familia, los esquemas administrativos son secundarios.

Si se trata de jóvenes con problemas graves, el terapeuta debe es­tar siempre disponible en el momento en que se los da de alta o abandonan la institución en que estaban internados; pero no es indis­pensable que este compromiso persista luego de la primera o segunda semana de terapia. Por lo común, es suficiente que los encuentros sean regulares y planeados de antemano. Si después que el joven ha estado en su casa una semana vuelven a surgir tropiezos y hay una amenaza de reintemación, nuevamente el terapeuta debe estar en to­do momento a disposición de la familia para ayudarla a superar este trance.

El lema general de este enfoque terapéutico es: involucración in­tensa y rápido desenganche, toda vez que sea posible. A medida que empieza el cambio, el terapeuta puede ver a la familia con menos frecuencia, quizá sólo una o dos veces por mes. Esto no significa que se abandone a la familia, sino que el cambio puede continuar sin ne­cesidad de encuentros tan asiduos. De hecho, aveces los cambios pa­recen producirse mejor si el terapeuta no interviene para fijarles el ritmo. Si la familia ha entablado una relación tal que en caso de estar en apuros acudirá a él, la menor frecuencia de las sesiones ayuda al desenganche mutuo. Sin embargo, si la familia recurre al terapeuta cada vez que se ve en dificultades, aquel puede pasar a formar parte del ciclo familiar: queda inserto en el sistema, y los problemas fami­liares ya no pueden resolverse sin su participación. Una manera de evitar esto es concertar encuentros cuando la familia anda bien, en­cuentros que no instauran un ciclo autocorrectivo con respecto a las dificultades. También puede ayudar que el terapeuta postergue sus encuentros con la familia que se ve envuelta en tales dificultades; si bien corre el riesgo de que la crisis lleve a una reinternación, puede beneficiarse por la posibilidad de que la familia resuelva la dificultad sin su intervención, atendiéndola más tarde, cuando ella ya ha elabo­rado una solución. En tales circunstancias, se convierte en un espec­

285

Page 281: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

tador interesado, más que en una parte del problema o de la solución familiar.

Los objetivos de la terapia son ayudar ai joven a vivir normalmente y estabilizar a sus padres cuando aquel se ha desenganchado del trián­gulo familiar. Lo típico es que el foco de la cuestión se desplace del joven problemático, al comienzo de la terapia, a los problemas con­yugales, más adelante. Este desplazamiento del foco suele producirse sin tropiezos, pero en ocasiones los hay. Los padres tienen que sen­tirse seguros de que el terapeuta está en condiciones de manejar su problemática conyugal, pues de lo contrario seguirán centrados en el hijo. El momento adecuado para el cambio de foco suele ser cuando aparece una mejoría en el hijo problemático. Al salir a relucir las difi­cultades conyugales, el terapeuta podrá manifestar explícitamente que es menester tratar esas cuestiones, o bien abordarlas sin una va­riación formal en el contrato terapéutico.

En esta obra no se ha recomendado que el terapeuta fomente la comunicación analógica o metafórica de las familias; no obstante, en una etapa de transición como la que acabamos de mencionar, puede ser conveniente que lo haga. Por ejemplo, si en esta etapa la madre dice que el hijo amenaza con dejar el hogar si se ponen en práctica la reglas, el terapeuta puede entenderlo de esta otra manera: el padre amenazará con dejar el hogar si ella insiste en que él haga lo que ella desea. Vale decir, el ítem de la clase de mensajes es “hijo amenaza”, pero la clase de mensajes es “personas de esta familia amenazan abandonarla”. De manera similar, si un padre sostiene que su hija nunca termina nada de lo que empieza, puede estar refiriéndose tam­bién a la conducta de su esposa. Si el terapeuta no puntualiza el sig­nificado de lo que dicen los miembros de la familia, sino que respon­de de un modo que alienta una comunicación similar, los padres qui­zá se suelten en sus comunicaciones vinculadas con sus relaciones mutuas. A veces es útil que el terapeuta le dé a entender a un inte­grante de la familia, sin decírselo expresamente, que se da cuenta de que está aludiendo a alguna otra cosa, además de referirse al hijo pro­blemático. Por ejemplo, si la madre afirma que el hijo es un tozudo y se niega a hacer lo que ella le pide, el terapeuta podría responderle que “a veces, los hombres reaccionan así ante las mujeres”. Destaca de este modo cuál es la clase del mensaje (“los hombres”), incluyen­do como ítems de esa clase tanto al padre como al hijo. La madre sobrentenderá que el terapeuta comprende lo que ella quiere decir, y si el terapeuta ha actuado cortésmente sin hacer explícita la cues­tión, ella suministrará más información acerca de su problema con­yugal, al par que habla de su hijo. Otro ejemplo: el padre puede refe­rirse a la actitud de la hija hacia los hombres en general de modo tal de incluir la forma en que lo trata su esposa, forma que él objeta. El ítem de la clase es la hija, pero en un nivel general también se está haciendo referencia a la madre. No se aconseja esta clase de comuni­cación analógica en los inicios de la terapia, pero en una etapa poste­

286

Page 282: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

rior puede contribuir a la transición desde el hijo problemático hacia otras cuestiones familiares.

Al abordar los problemas conyugales de los progenitores de un joven loco, el terapeuta debe tener presente que el objetivo de la te­rapia no es, necesariamente, lograr que aquellos tengan una vida ma­trimonial más feliz. Si bien puede establecerse un nuevo contrato concerniente a la relación conyugal, siendo el vastago el problema presentado el desenlace será satisfactorio si este consigue autosusten- tarse, aunque el matrimonio de sus padres no llegue a ser todo lo bueno que se quisiera. Con frecuencia, el terapeuta inicia una terapia conyugal que resulta interminable; debe asegurarse de que el joven no volverá a insertarse en la pareja de sus padres cuando esta pierda estabilidad. El terapeuta puede sustituir al joven en el triángulo fami­liar, y la familia permanecerá estable en tanto continúe la terapia de parga. Sólo al final del tratamiento puede el terapeuta estar seguro de que los padres no reinstaurarán al joven en el triángulo. Por consi­guiente, es su deber realizar seguimientos y controles de la familia durante varios meses, de modo de garantizar que el joven permanez­ca fuera de dicho triángulo una vez concluida la terapia.

Se presentan con los jóvenes ciertos problemas que exigen tomar decisiones especiales. Uno de ellos ocurre cuando el joven problemá­tico se recupera y comienza a conducirse con normalidad, pero sigue viviendo con sus padres. Estudia o trabaja, se desempeña normalmen­te, y parece así haber conseguido los objetivos de la terapia;pero sigue en el hogar paterno. T al vez suceda que aún no se ha desenganchado del triángulo y, cuando llega el momento de irse de la casa, la familia se desestabiliza igual que antes, cuando él tuvo el problema.

El terapeuta podría pedir una interrupción del tratamiento hasta que llegue el momento de la mudanza; pero si no asiste a la familia durante varios meses, bien puede ocurrir una perturbación que lleve a reinternar al joven sin su conocimiento. En tal caso, la terapia debe empezar de nuevo.

Una alternativa consistiría en seguir con la terapia y alentar al jo­ven para que se mude, pero esta imposición de la mudanza conlleva problemas. En ocasiones, el joven se ha desenganchado efectivamen­te de sus padres por más que siga viviendo con ellos, y la mudanza física no es más que un trastorno. Esto es válido, en particular, si el joven sigue estudios universitarios o se está capacitando para traba­jar, y por ende no cuenta con muchos fondos para vivir separado de su familia. Además, en muchas subculturas no se juzga correcto que el hijo se vaya de la casa cuando todavía es muy joven. En muchas de ellas las mujeres no se van hasta que contraen matrimonio, y se con­sideraría anómalo que una chica soltera de 18 o 20 años se mudara a un sitio propio. Esta mudanza originaría entonces una situación anormal.

No hay para este dilema una respuesta única; cada caso debe ser tratado individualmente. A un muchacho que se acerca a la treinte­

Page 283: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

na, o a una chica que ha sido internada varias veces o tiene grandes conflictos con sus padres, convendrá alentarlos para que se separen. A veces uno no puede determinar si la renuencia del joven y de sus familiares a separarse físicamente se debe a la resistencia a soltar amarras, o es lógica y natural en su situación. Tal vez la regla debería ser: en caso de duda, estimular la separación.

Otra cuestión debatible es la frecuencia de las sesiones indivi­duales que se realizarán con el joven. En este enfoque se estima me­jor no atender al joven individualmente con más frecuencia que a sus padres, salvo que estos tengan claramente dicha expectativa. Al fina­lizar la terapia, los padres se ocuparán menos del hijo y más de su vínculo recíproco y el joven estará capacitado para vivir indepen­dientemente de su familia, vale decir, para trabajar, hacerse de ami­gos, cortejar a las personas del sexo opuesto (o del mismo sexo, si eso prefiere) y amoldarse a las normas de la sociedad. A veces el jo­ven ha sacrificado tantos años luchando con su familia, que cuando deja la casa es inepto desde el punto de vista social. Es entonces ten­tador ofrecerle tratamiento para ayudarlo en su nueva vida; pero hay que tener en cuenta varias cosas. Primero, hay que admitir que estos jóvenes están dotados de habilidad para las relaciones persona­les; el hecho de que hayan empleado esa habilidad para fracasar no significa que, en la ocasión oportuna, no la puedan emplear para triunfar. Me ha impresionado ver qué repentina facilidad tenían para socializarse jóvenes retraídos de la sociedad, cuando estuvieron en libertad de hacerlo. También he visto jóvenes en apariencia sordomu­dos que se tornaron en lo opuesto en un brevísimo lapso. Pero aun reconociendo la existencia de esta habilidad, lo cierto es que los jóve­nes que han sido periódicamente internados en instituciones a lo lar­go de los años presentan también déficit. En muchos aspectos mar­chan a la zaga de sus pares. Por ejemplo, suelen aprenderá cortejar en serio a una persona del otro sexo muchos años después de lo habi­tual. También en materia laboral son más inexpertos que sus compa­ñeros. En estos jóvenes problemáticos suelen exagerarse la timidez y las dudas propias de todo joven, porque su historia no los deja bien parados ante los ojos de los demás, ya se trate de novios o de com­pañeros de trabajo.

Para ayudar a estos jóvenes a iniciar su nueva vida, en Estados Unidos las comunidades disponen de organizaciones como los hoga­res de convalecencia, las casas colectivas, los programas de capacita­ción laboral y los grupos de autoayuda formados por ex pacientes mentales. El problema es cómo utilizar estas facilidades sin confinar al joven dentro de una cultura atípica para desfavorecidos. En algu­nos estados, aun para recibir capacitación laboral el individuo tiene que ser jurídicamente declarado incapacitado, con lo cual se lo estig­matiza oficialmente. (Si un individuo no presenta ninguna lesión físi­ca, es poco prudente que el terapeuta firme cualquier documento que lo declare incapacitado. Con ello no hace sino proclamar su fra­

288

Page 284: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

caso como terapeuta y alentar al individuo a que prosiga su carrera de persona desfavorecida o en desventaja.)

Lo que hay que hacer es estimular a los jóvenes para que vivan en situaciones normales y realicen trabajos normales toda vez que sea posible. La capacitación laboral es el más fructífero de todos los pro­gramas de convalecencia aludidos, pues promueve que el sujeto se sustente a sí mismo.

En esta etapa, los jóvenes suelen precisar el aliento de un terapeu­ta dispuesto a ampliar su tarea a fin de conseguir que se establezcan en un trabajo dentro de la comunidad. No obstante, para entonces el terapeuta familiar puede estar agotado por el caso, sobre todo si tuvo que lidiar con un caso crónico y le demandó un gran esfuerzo desen­ganchar al joven de sus padres. En tales circunstancias, suele ser útil incorporar a un nuevo terapeuta, capaz de abordar los estadios fina­les del tratamiento con más energía y entusiasmo. El terapeuta pri­mitivo tiene la responsabilidad de cuidar que tanto los padres como el hijo sean asistidos en estos difíciles momentos; pero si está fati­gado, y por ende responde a las situaciones nuevas con reacciones estereotipadas, un nuevo terapeuta satisfará mejor las necesidades del joven.

Mientras el joven reingresa en su comunidad y se separa de su fa­milia, al contemplar la posibilidad de atenderlo en forma individual lo mejor es sopesar si sus dificultades son solubles por vía de una terapia. Por cierto que el aliento y el confortamiento le servirán de mucho, pero tal vez no sea del todo prudente concertar sesiones tera­péuticas regulares para ayudarlo a “crecer”. Escucharlo hablar de sus tropiezos e incertidumbres o alentarlo a que lo haga puede ayudar o no, pero hay un hecho fundamental: cada sesión terapéutica define al joven como un individuo todavía incapaz de bastarse por sí solo. El procedimiento más seguro consiste en atender al joven en los esta­dios finales del tratamiento si, y sólo si, existe un problema formula- ble con suficiente claridad y que el terapeuta está en condiciones de resolver. Esto se aplica tanto a los problemas conducíales en el traba­jo o el estudio como a la vida social. Cuando estos problemas espe­cíficos han sido eliminados, la terapia toca a su fin.

La postura del terapeuta

Como broche final de esta obra, puede ser útil aclarar la diferen­cia entre un terapeuta y otros profesionales. Un asistente social, un psiquiatra, un psicólogo, no son necesariamente terapeutas. Esas pro­fesiones incluyen muchas tareas que nada tienen que ver con la tera­pia. El denominador común de los terapeutas es independiente de una profesión en particular. Hace rato que los establecimientos de formación profesional deberían haberse dedicado a capacitar tera-

289

Page 285: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

pe utas para el desarrollo de habilidades tendientes a cambiar a la gente con problemas, independientemente de otros cometidos aca­démicos.

Las habilidades con que debe contar un terapeuta competente son harto numerosas como para enumerarlas aquí, pero es posible formu­lar algunas generalizaciones. Un terapeuta debe encontrar el modo de acatar las normas imperantes en su profesión clínica y seguir siendo terapeuta, y estas dos cosas son a veces incompatibles entre sí. Aná­logamente, ser un profesional especializado sin dejar de actuar como un ser humano es, para algunos terapeutas, una ardua tarea. Como las situaciones que el terapeuta ha de enfrentar son sumamente varia­das, debe disponer de una amplia gama de conductas. A veces tendrá que hacerse cargo del problema; otras veces, tendrá que mostrarse impotente para que otros se hagan cargo. Debe proceder con serie­dad, aunque introduciendo una cuota de humor, coquetear con sus clientes en determinado momento y poner distancia en otros, partici­par intensamente en una situación y a renglón seguido situarse en su periferia. En ocasiones tendrá que ser repetitivo, insistiendo una y otra vez en la misma conducta, pero también deberá ser voluble y no dar dos veces la misma directiva.

Entre los muchos problemas que uno encuentra en la formación de terapeutas, hay dos que revisten particular importancia. Uno es saber enseñar qué es lo fundamental y qué lo secundario en una si­tuación. En este libro he puesto de relieve este problema examinan­do cómo evolucionó, en los últimos veinticinco años, lo que se ha considerado “fundamental”. Antaño se juzgaba de primordial impor­tancia explorar el significado de las ideas locas de un joven, partien­do de la premisa de que eran esas ideas las causantes de su loco com­portamiento. Luego se consideró que las ideas locas eran el producto de una situación comunicacional entre los familiares íntimos; la cues­tión básica fue, ya no las ideas mismas, sino su origen: la conducta que dentro del sistema las provocaba. Se tomó fundamental enfo­car la conducta comunicativa dentro de la familia o institución, y los terapeutas debieron aprender a frenar su curiosidad acerca del mara­villoso mundo de las ideas alocadas. Hemos sostenido en este libro que ahora se está produciendo otro cambio, y ha comenzado a consi­derarse fundamental el tipo de organización que genera la conducta comunicativa, generadora a su vez de las ideas locas. Las tareas tera­péuticas fundamentales son la comprensión de la conducta sistemáti­ca que crea una jerarquía desquiciada y la planificación de medidas que modifiquen dicha jerarquía. Todas las demás cuestiones son secundarias.

Además de enseñar a distinguir lo fundamental de lo secundario, hay en la formación de terapeutas un problema más decisivo aún. Uno puede enseñarle a un buen alumno todo lo que sabe, pero el co­metido principal es enseñarle a innovar, a forjar nuevas ideas y méto­dos que uno ignora. Cuando se aprende a discernir lo fundamental de

290

Page 286: Haley - Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar

lo secundario el mundo se modifica, y las cuestiones fundamenta* les pasan a ser otras. La misión de la enseñanza, y también la mi­sión de la terapia, es capacitar a los estudiantes para que logren a- daptarse a los cambios e inventen nuevas maneras de abordar los problemas.

291