Hacia la recuperación de la soberanía educativa en América Latina. Conciencia crítica y programa

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Análisis del impacto de las políticas del Banco Mundial en la educación latinoamericana. Reformas neoliberales desde los años ochenta. Estudios de 8 casos.

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  • Hacia la recuperacin de la soberana educativa

    en Amrica Latina: conciencia crtica y programa

    Raquel Sosa Elzaga

  • Esta investigacin arbitrada a doble ciego por especialistas en la materia, se privilegia

    con el aval de la Facultad de Ciencias Polticas y Sociales de la UNAM.

    Hacia la recuperacin de la soberana educativa en Amrica Latina:

    conciencia crtica y programa

    Primera edicin: abril de 2012

    D. R. Universidad Nacional Autnoma de Mxico

    Ciudad Universitaria

    Delegacin Coyoacn

    04510, Mxico, D. F.

    D. R. Raquel Sosa Elzaga

    ISBN:

    Queda prohibida la reproduccin parcial o total, directa o indirecta, del contenido de

    la presente obra, sin contar previamente con la autorizacin expresa y por escrito de

    los editores, en trminos as previstos por la Ley Federal de Derechos de Autor y, en

    su caso, por los tratados internacionales aplicables.

    Impreso y hecho en Mxico.

  • Hacia la recuperacin de la soberana educativa

    en Amrica Latina: conciencia crtica y programa

    Raquel Sosa Elzaga

    FACULTAD DE CIENCIASPOLTICAS Y SOCIALES

    FACULTAD DE CIENCIASPOLTICAS Y SOCIALES

  • UNIVERSIDAD NACIONAL AUTNOMA DE MXICO

    Jos Narro Robles Rector

    Eduardo Brzana Garca Secretario General

    Enrique del Val Blanco Secretario Administrativo

    Luis Ral Gonzlez Prez Abogado General

    David Turner Barragn Director General de Publicaciones

    y Fomento Editorial

    FACULTAD DE CIENCIAS POLTICAS Y SOCIALES

    Fernando Castaeda Sabido Director

    Roberto Pea Guerrero Secretario General

    Jos Luis Castan Zurita Secretario Administrativo

    Consuelo Dvila Prez Coordinadora de Extensin

    Universitaria

  • Raquel Sosa Elzaga 7

    ndice

    Introduccin: un ensayo sobre la educacin y el pensamiento

    crtico en tiempos neoliberales 15

    1. Colonizacin del pensamiento y de la educacin

    en el neoliberalismo latinoamericano 23

    La persistente afrenta de la restauracin oligrquica: del uso de la fuerza

    y la intervencin externa como recurso prolongado del poder 31

    Asedio al pensamiento crtico y sumisin institucional 35

    El Banco Mundial en la cruzada contra los Estados 39

    La educacin como territorio de inversin: del Estado a la empresa 43

    2. De la obediencia al desastre: empobrecimiento, desigualdad

    y exclusin en la ruta hacia la reforma educativa 47

    Ajuste estructural y generalizacin de la crisis: Estados y sociedades

    latinoamericanas ante el Fondo Monetario Internacional 49

    Los recursos del Estado: violencia y coercin econmica 53

    La sociedad abandonada: pobreza, desempleo, migracin y violencia social 58

    El acceso al conocimiento como privilegio 66

    3. Destruir la educacin para apropiarse del Estado: el diseo

    y la ejecucin de la reforma educativa por los organismos

    internacionales 71

    Descentralizacin y privatizacin: ejes de la reforma 71

    Cambios en el sentido y contenido de la educacin 77

    Flexibilizacin laboral en la educacin 79

    En busca de la elevacin de la tasa de retorno: consideraciones

    sobre los fundamentos de la reforma 81

    4. Territorios ocupados: la experiencia de la destruccin

    de la educacin 89

    Raquel SosaNota adhesivaFavor de poner cada ttulo o subttulo a un solo espacioEntre ttulo o subttulo s puede haber un espacio y medio

    Raquel SosaNota adhesivaMarked definida por Raquel Sosa

    Raquel SosaNota adhesivaMarked definida por Raquel Sosa

  • 8 Hacia la recuperacin de la soberana educativa en Amrica Latina: conciencia crtica y programa

    Rediseo institucional y cambios legislativos en los aos noventa:

    el paradigma chileno 90

    Colombia: la educacin en un escenario de guerra 98

    Mxico: tan cerca de los Estados Unidos 105

    5. Hacia la recuperacin de la soberana educativa: primeros pasos

    de un lento y tortuoso camino 121

    Argentina: el papel de los docentes en la reorientacin de la educacin 121

    Brasil: mejorar la educacin a partir de programas sociales 130

    6. Hacia la recuperacin de la soberana educativa: avances

    y dicultades de la transicin 137

    Cuba: la soberana como eje del programa social y educativo 138

    Venezuela: abrir el Estado para la satisfaccin de las necesidades

    de la sociedad 143

    Bolivia: el trnsito a la sociedad pluricultural 155

    7. Ejercicio de conclusin sobre un campo en movimiento 167

    Anexo estadstico 179

    Economa y nanzas pblicas 181

    Poblacin: pobreza, desempleo, exclusin 191

    Gasto pblico social y en educacin 193

    Poblacin: pobreza, desempleo, exclusin 201

    Gasto pblico social y educacin 215

    Educacin 219

    Bibliografa 239

    ndice de cuadros

    1. Amrica Latina/pases seleccionados. Evolucin del Producto Interno

    Bruto. 1970-1990. Millones de dlares a precios constantes de 1980 50

    2. Amrica Latina/pases seleccionados. Producto Interno Bruto.

    1970-1990. Tasas de variacin anual 51

    Raquel SosaNota adhesivaOtra vez, porfavor, tambin en los cuadros, a un solo espacio lo de cada cuadro.

  • Raquel Sosa Elzaga 9

    3. Amrica Latina/pases seleccionados. Deuda externa total. 1980-1990.

    Saldo a n de ao, en millones de dlares 52

    4. Pases seleccionados de Amrica Latina. Tipos de cambio utilizados

    en las series. 1970-1990. Unidad de moneda nacional por dlar 53

    5. Pases seleccionados de Amrica Latina. Gasto pblico social como

    porcentaje del Producto Nacional Bruto y de los gastos de gobierno.

    1980, 1990, 1996 56

    6. Pases seleccionados de Amrica Latina. ndice de precios

    al consumidor. 1970-1990. Promedios anuales 58

    7. Amrica Latina/pases seleccionados. Poblacin total por grupos

    de edad. 1970-1990. Miles de personas a mitad de ao 59

    8. Amrica Latina/pases seleccionados. Producto Interno Bruto por

    habitante. 1970-1990. Millones de dlares a precios constantes de 1980 60

    9. Pases seleccionados de Amrica Latina. Distribucin del ingreso

    de las personas. Ca 1999. Porcentajes 60

    10. Pases seleccionados de Amrica Latina. Poblacin en condiciones

    de pobreza e indigencia. 1990. Porcentajes 61

    11. Amrica Latina/pases seleccionados. Desempleo, total 1980-1990.

    Porcentaje de la poblacin activa total 63

    12. Amrica Latina. Principales agregados del mercado de trabajo

    para mayores de 15 aos. 1990. Miles de personas 64

    13. Amrica Latina. Volumen acumulado de emigrantes, censados en otros pases

    de la regin, Estados Unidos y Canad. 1970-1990. Nmero de personas 65

    14. Pases seleccionados de Amrica Latina. Distribucin del gasto pblico

    social. 1990. Porcentaje del Producto Interno Bruto 66

    15. Pases seleccionados de Amrica Latina. Poblacin analfabeta

    de 15 a 24 aos. 1970-1990. Miles de personas 67

    16. Pases seleccionados de Amrica Latina. Asistencia escolar en el rea urbana

    por niveles de ingreso familiar y grupos de edad. 1997. Porcentajes 69

    17. Pases seleccionados de Amrica Latina. Procesos de descentralizacin

    en la educacin. 1980-1994 73

    18. Pases seleccionados de Amrica Latina. Participacin pblica

    y procesos de privatizacin de la educacin. 1994-2006 75

    19. Pases seleccionados de Amrica Latina. Gasto pblico en educacin

    en Amrica Latina 1970-1990. Porcentaje del PIB y del gasto pblico 76

  • 10 Hacia la recuperacin de la soberana educativa en Amrica Latina: conciencia crtica y programa

    20. Amrica Latina frente a pases en desarrollo o desarrollados. Tasas de retorno

    de la inversin en educacin por tipo de pas y nivel. 1980. Porcentaje 83

    21. Amrica Latina frente a pases en desarrollo o desarrollados. Indicadores

    de eciencia interna. 1980. Porcentajes 84

    22. Amrica Latina frente a pases en desarrollo o desarrollados. Distribucin

    de recursos pblicos recurrentes por nivel educativo, 1965 a 1980. (%) 84

    23. Amrica Latina frente a pases en desarrollo o desarrollados.Gasto pblico

    en educacin por estudiante y porcentaje de cobertura. 1980 85

    24. Amrica Latina/pases seleccionados. Tasa neta de matrcula, nivel bsico.

    1970-1990 87

    25. Chile: matrcula total y porcentaje, segn propiedad y dependencia

    administrativa, 1980-1999 92

    26. Chile: desempleo por sexo. 1995- 2002. Tasas anuales 94

    27. Chile: distribucin del ingreso de los hogares. 1990-2000. Total nacional 94

    28. Colombia: gastos educativos como porcentaje del Producto Interno

    Bruto y de los gastos totales de gobierno. 1990-2000 101

    29. Colombia: poblacin en edad escolar. 1995 y 1999. Tasas netas

    de escolaizacin por nivel educativo 102

    30. Colombia: porcentaje de poblacin en edad escolar fuera del sistema

    educativo. 2000 102

    31. Colombia: proporcin de poblacin en edad escolar fuera de la escuela,

    por quintiles de ingreso per cpita del hogar, 1997-2001 103

    32. Mxico: gasto en educacin como porcentaje del PIB. 1980-2005 107

    33. Mxico: gasto en educacin por alumno. 1980-2005. Miles de pesos* 107

    34. Mxico: participacin de la poblacin en la educacin por deciles

    de ingreso. 1984-2004. Aos de estudio 111

    35. Mxico: absorcin, desercin, reprobacin y eciencia terminal

    por nivel, 1990-2007. Porcentajes 112

    36. Argentina: evolucin de la tasa de asistencia escolar en el pas,

    por grupo de edad. 1980-2001 125

    37. Argentina: distribucin de la poblacin de quince aos o ms

    segn mximo nivel educativo alcanzado. Segundo semestre de 2005 126

    38. Argentina: evolucin del gasto educativo. 1991-2000 128

    39. Brasil: poblacin fuera de la escuela, 2000. Personas de 7 aos

    de edad o ms, por aos de estudio (%) 132

    Raquel SosaResaltadoSustituir por Porcentaje

    Raquel SosaNota adhesivaMarked definida por Raquel Sosa

    Raquel SosaResaltadoescolarizacin

    Raquel SosaNota adhesivaMarked definida por Raquel Sosa

    Raquel SosaResaltadoPorcentaje

    Raquel SosaNota adhesivaMarked definida por Raquel Sosa

  • Raquel Sosa Elzaga 11

    40. Cuba: consumo nal del gobierno por nalidades. 2003-2008.

    Millones de pesos 141

    41. Cuba: tasas brutas y netas de matrcula por nivel educativo. 2004-2008 142

    42. Cuba: Indicadores generales de la educacin. 2003-2009. Unidades 143

    43. Venezuela: incidencia de la pobreza. 1995-2007 146

    44. Venezuela: brecha de la pobreza. 1997-2007 147

    45. Venezuela: inversin pblica en educacin como porcentaje del Producto Interno Bruto. 1990-2008 150

    46. Venezuela: tasa neta de escolaridad por nivel educativo. 1990-2009 151

    47. Venezuela: aos de escolaridad promedio de la poblacin

    mayor de 15 aos, 1995-2009 152

    48. Bolivia: promedio de aos de estudio de la poblacin de 19 aos

    o ms por sexo, segn rea geogrca, 1992 y 2001 162

    49. Bolivia: evolucin de la matrcula por nivel de educacin y rea

    geogrca, 1997-2002 163

    50. Bolivia: Producto Interno Bruto per cpita. 2005, y tasas

    de crecimiento por regin. 19882003. Porcentajes 164

    51. Bolivia: ingresos por regalas del sector de petrleo y gas, por nivel

    de gobierno, a partir de la aplicacin de las dos leyes de hidrocarburos.

    2006. Millones de dlares 165

    Economa y nanzas pblicas

    1AE/EFP. Pases seleccionados de Amrica Latina. Producto Interno

    Bruto. 1970-2010. Tasa de crecimiento anual porcentual 182

    2AE/EFP. Pases seleccionados de Amrica Latina. Producto Interno

    Bruto per cpita. 1970-2010. Tasa de crecimiento porcentual anual 183

    11AE/EFP. Amrica Latina/pases seleccionados. Deuda externa total.

    1980-2010. Saldo a nes de ao en millones de dlares 184

    4AE/EFP. Pases seleccionados de Amrica Latina. Tipos de cambio utili-

    zados en las series. 1970-2010. Unidad de moneda nacional por dlar 185

    5AE/EFP. Pases seleccionados de Amrica Latina. Inacin, ndice

    de deacin del Producto Interno Bruto. 1970-2010. Variacin anual 186

    6AE/EFP. Amrica Latina/pases seleccionados. Formacin bruta

    de capital jo. 1950-2010.Tasas de variacin media anual. Dlares

    a precios constantes de 2000 187

  • 12 Hacia la recuperacin de la soberana educativa en Amrica Latina: conciencia crtica y programa

    14AE/PDE. Pases seleccionados de Amrica Latina. Producto Interno

    Bruto por cada persona empleada. 1980-2005. Valores de Paridad

    de Poder Adquisitivo constantes de 1990 188

    Poblacin: pobreza, desempleo, exclusin

    15AE/PDE. Pases seleccionados de Amrica Latina. Desempleo total.

    1980-2010. Porcentaje de la poblacin activa total 192

    Gasto pblico social y en educacin

    AE2/GPSE. Pases seleccionados de Amrica Latina. Gasto pblico social

    por habitante*. 1990-2010Dlares a precios constantes de 2000 194

    AE1/GPSE. Pases seleccionados de Amrica Latina. Gasto pblico como

    porcentaje del Producto Interno Bruto*. 1990-2010 (Porcentaje) 196

    3AE/GPSE. Pases seleccionados de Amrica Latina. Gasto pblico

    en educacin, total. 1970-2005. Porcentaje del Producto Interno Bruto 198

    4AE/GPSE. Pases seleccionados de Amrica Latina. Gasto pblico

    en educacin, total. 1970-2005. Porcentaje del gasto del gobierno 199

    Poblacin: pobreza, desempleo, exclusin

    1AE/PDE. Amrica Latina/pases seleccionados. Poblacin total.

    1970-2010. Miles de personas, a mitad de cada ao 202

    2AE/PDE. Amrica Latina/pases seleccionados. Poblacin total.

    1970-2010.Tasas de variacin anual 203

    8AE/PDE. Pases seleccionados de Amrica Latina. Porcentaje

    de Poblacin Indgena. 2010 204

    3AE/PDE. Amrica Latina/pases seleccionados. Estructura de la poblacin

    total por grupos de edad. 1970-2010Porcentaje de la poblacin total 204

    4AE/PDE. Amrica Latina/pases seleccionados. Razn de crecimiento

    poblacional por quinquenio. 1970-2010. Al inicio del perodo (%) 205

    5AE/PDE. Pases seleccionados de Amrica Latina. Tasa de incidencia de

    la pobreza, sobre la base de $2dls. por da. 1980-2005. Porcentaje de la

    poblacin activa; porcentaje de la poblacin.Precios internacionales

    de 2005 206

    6AE/PDE. Amrica Latina/pases seleccionados. Porcentaje de la poblacin por

    debajo del nivel mnimo de consumo de energa alimentaria*. 1990-2006 207

    Raquel SosaResaltadosuprimir

    Raquel SosaNota adhesivaMarked definida por Raquel Sosa

    Raquel SosaResaltadoPorcentaje

    Raquel SosaNota adhesivaMarked definida por Raquel Sosa

  • Raquel Sosa Elzaga 13

    8AE/PDE. Pases seleccionados de Amrica Latina. Participacin economa

    formal -Poblacin indgena- 2010 208

    9AE/PDE. Pases seleccionados de Amrica Latina. Porcentaje de viviendas

    Poblacin indgena 2010 209

    10AE/PDE. Pases seleccionados de Amrica Latina. Participacin economa

    formal Poblacin no indgena 2010 210

    11AE/PDE. Pases seleccionados de Amrica Latina. Porcentaje de viviendas

    Poblacin no indgena 2010 211

    12AE/PDE. Pases seleccionados de Amrica Latina. Porcentaje de ocupados

    segn rama de actividad Indgenas. 2010 212

    13AE/PDE. Pases seleccionados de Amrica Latina. Porcentaje de ocupados

    segn rama de actividad No Indgenas. 2010 213

    Gasto pblico social y educacin

    5AE/GPSE. Pases seleccionados de Amrica Latina. Gasto por alumno, nivel

    primario. 1998-2008. Porcentaje del Producto Interno Bruto per cpita 216

    6AE/GPSE. Pases seleccionados de Amrica Latina. Gasto por alumno, nivel

    secundario. 1998-2008. Porcentaje del Producto Interno Bruto per cpita 217

    7AE/GPSE. Pases seleccionados de Amrica Latina. Gasto por alumno, nivel

    terciario. 1998-2008. Porcentaje del Producto Interno Bruto per cpita 218

    Educacin

    11AE/E. Pases seleccionados de Amrica Latina. Asistencia escolar

    de la poblacin indgena. 2010 220

    12AE/E. Seleccin de pases de Amrica Latina. Asistencia escolar

    de la poblacin no indgena. 2010 221

    12AE/E. Seleccin de pases de Amrica Latina. Nios que no asisten

    a la escuela, nivel primario. 1980-2010 222

    15AE/E. Seleccin de pases de Amrica Latina. Repetidores, escuela

    primaria. 1970-2010. Porcentaje de varones inscritos 223

    14AE/E. Pases seleccionados de Amrica Latina. Nias que no asisten

    a la escuela, nivel primario. 1990-2010 224

    16AE/E. Seleccin de pases de Amrica Latina. Repetidores, escuela

    primaria. 1970-2010. Porcentaje de mujeres inscritas 225

    1AE/E. Seleccin de pases de Amrica Latina. Poblacin analfabeta de 15

  • 14 Hacia la recuperacin de la soberana educativa en Amrica Latina: conciencia crtica y programa

    a 24 aos de edad, ambos sexos*. 1970-2010. Miles de personas 226

    2AE/E. Seleccin de pases de Amrica Latina. Poblacin analfabeta

    de 15 aos y ms, ambos sexos*. 1970-2010. Miles de personas 227

    3AE/E. Seleccin de pases de Amrica Latina. Matrcula por Nivel

    de Enseanza*. 1970-2010. Nmero de estudiantes 228

    4AE/E. Seleccin de pases de Amrica Latina. Inscripcin escolar,

    nivel preprimario. 1970-2010. Porcentaje bruto 230

    5AE/E. Seleccin de pases de Amrica Latina. Inscripcin escolar,

    nivel primario. 1970-2010. Porcentaje bruto 231

    6AE/E. Seleccin de pases de Amrica Latina. Inscripcin escolar,

    nivel secundario. 1970-2010. Porcentaje bruto 232

    7AE/E. Seleccin de pases de Amrica Latina. Inscripcin escolar,

    nivel terciario. 1970-2010. Porcentaje bruto 233

    8AE/E. Seleccin de pases de Amrica Latina. Tasa de nalizacin de

    la educacin de nivel primario, total. 1970-2010. Porcentaje

    del grupo etario correspondiente 234

    9AE/E. Seleccin de pases de Amrica Latina. Proporcin alumnos-

    maestro, nivel primario. 1970-2010 235

    10AE/E. Seleccin de pases de Amrica Latina. Nmero de Maestros

    por Nivel de Enseanza, ambos sexos. 1970-2010 236

    ndice de grcas

    1. Amrica Latina: Gasto social 1981-1995 57

    2. Chile: promedio de escolaridad de la poblacin de 15 aos y ms

    por grupo de edad. 1990 y 2000. Aos de estudio 95

    3. Colombia: Indicadores de Pobreza. 2005 100

    4. Bolivia: ejecucin del gasto en educacin con respecto al Producto

    Interno Bruto. 1990-2002 162

    5. Bolivia: ejecucin del gasto en educacin respecto al gasto total

    del gobierno. 1990-2002 163

    6. Pases seleccionados de Amrica Latina. Producto Interno Bruto

    Por cada persona empleada. Valores de paridad de poder adquisitivo

    constantes de 1990 189

    7AE/GPSE. Pases seleccionados de Amrica Latina. Gasto pblico

    en educacin. Porcentaje del gasto del gobierno 200

  • Raquel Sosa Elzaga 15

    Introduccin

    Un ensayo sobre la educacin y el pensamiento crtico en tiempos neoliberales

    Este libro es producto de muchas horas de lecturas y reexin, motivadas por una injusticia, entre tantas otras, que nos duele y conmueve profundamente: el contraste entre la existencia de poblaciones con una tradicin cultural y organizativa extraordinarias, una increble inteligencia para desarrollar estrategias de supervivencia, y su sometimiento y contencin a los designios del poder por la va del que debiera ser espacio privilegiado de su desarrollo: la educacin. La degradacin, deterioro y mercantilizacin de las escuelas, la imposicin de patrones que, en lugar de promover el aprendizaje a partir del despliegue de la natural creatividad de ni@s y jvenes, han sido construidos para disminuir, controlar y desviar su energa vital, no han sido simplemente producto del tiempo o el descuido, sino de una poltica internacional impuesta a los gobiernos, aceptada como necesaria por los expertos, y resistida por decenas de miles de maestr@s, madres y padres de familia y estudiantes.

    La comunidad de la que solemos enorgullecernos los latino-americanos ha sido en gran medida violentada por la introduccin de lenguajes, procedimientos, actitudes y comportamientos muy distantes de los que nos heredaron quienes construyeron nuestra identidad, cultivaron nuestra imaginacin y habitan en nuestra memoria como ejemplo. Pueblos enteros enfrentan el deterioro de sus condiciones de vida con alternativas construidas en el estrecho espacio de todas las carencias: migracin, actividades informales, sobrevivencia en los mnimos mrgenes de lo humano, o victimizacin por el negocio de la violencia. Eso que los expertos llaman la exclusin es el saldo de una guerra librada para evitar a toda costa que nuestros pueblos dispongan y

  • 16 Hacia la recuperacin de la soberana educativa en Amrica Latina: conciencia crtica y programa

    desplieguen las herramientas necesarias para lograr la satisfaccin de sus necesidades, el cultivo de su capacidad de asombro y de gozo, el alivio ante el dolor.

    De entre todos los espacios que han ido estrechndose, el de la educacin es el nico que puede contribuir a restablecer la conanza de nuestros pueblos en su capacidad de enfrentar condiciones adversas y plantear soluciones a los problemas que encuentren en el camino de su vida en esta tierra. La educacin es el nico lugar desde donde se puede formar en la solidaridad, el respeto a la otredad, la tolerancia y el trabajo en comn para la solucin de problemas de tod@s. Espacio pblico por excelencia, es la nica base creble para la construccin de una efectiva soberana popular. Y es por ello que, si creemos que es posible construir mundos mejores, debemos proveer los elementos que requiera la educacin para que se convierta en un espacio de libertad, de imaginacin, de sensibilidad y, sobre todo, de resguardo de la memoria, la identidad, la voluntad y la esperanza de futuro de nuestros pueblos.

    Es indispensable que, para recuperar nuestro derecho a decidir sobre nuestro propio destino, reconozcamos que, lejos de la soberbia tecnocrtica y de la estulticia de los poderosos, los pueblos son, hace muchos siglos, sujetos principales de su propia historia y fuente fundamental del conocimiento que tenemos sobre cmo reproducir nuestras vidas sin destruir nuestro entorno y a nuestros semejantes. Hoy que por todos los medios, y particularmente en la escuela, se difunde la idea de que lograr ms quien adquiera determinadas competencias, quien se separe de su entorno para convertirse en modelo de repeticin de destrezas requeridas para integrarse a un mundo de mercado, tenemos que hacer todos los esfuerzos posibles para regresar al punto en que nos sintamos seguros y felices de ser lo que somos, en el orgullo por nuestra comunidad, nuestro pueblo y nuestra historia, dueos de nuestra imaginacin y de nuestros sueos, y poseedores de los conocimientos necesarios para defender los derechos de tod@s, e impedir que se daen nuestros recursos y espacios por beneciar a unos cuantos. Ese conocimiento, que muchos han llegado a denominar del buen vivir, despreciado por los gobiernos y negado por los especialistas, est obligado a ser la base de la reconstruccin de nuestro pensamiento y de

  • Raquel Sosa Elzaga 17

    las acciones con que hemos de remontar los gravsimos peligros que a la vida humana le han legado los ambiciosos de sta y otras pocas.

    Parte de lo que esperamos lograr con este trabajo es contribuir a que otros, ajenos a los lugares en donde se toman decisiones que afectan su destino, dispongan de los instrumentos bsicos de informacin sobre cmo hemos llegado al punto en que nos encontramos, que es el de haber perdido el sentido de los espacios pblicos por los que tantos han/hemos luchado; as podremos reconocer elementos en qu apoyarnos para armar una nueva dimensin del conocimiento y del aprendizaje de y para nosotros mismos. ste, por ello, no es un texto escrito para profesionistas, tan familiarizados con lenguajes tcnicos y miradas parciales a fenmenos especcos, que no sientan la necesidad de explicarse y explicar a los dems las relaciones entre fenmenos que suelen presentar como independientes o aislados. Despus de todo, cuntos pedagogos escriben hoy sobre las frgiles bases econmicas y sociales en que pretendi reconstruirse la educacin de Amrica Latina? Cuntos socilogos y politlogos se han planteado la pregunta de qu relacin existe entre el deterioro de la educacin y la prdida de sentido de la democracia en nuestros pases? Cuntos economistas han sacado conclusiones sobre la relacin entre pobreza, exclusin y crisis educativa? Cuntos universitarios pueden preguntarse hoy seriamente sobre la pertinencia del uso corriente de los conceptos y explicaciones del Banco Mundial en los textos cientcos, si nunca han tenido acceso a una publicacin directa de la institucin que ha regido por ms de treinta aos las polticas pblicas de nuestro subcontinente? Y lo ms grave, cuntos nios y nias de nuestro subcontinente tienen acceso en la escuela a conocer los problemas de su comunidad, la historia de su pueblo, a debatir sobre el mejor modo de hacer realidad sus sueos de vivir una vida digna y feliz?

    As, podemos explicar que este texto haya sido escrito pensando, sobre todo, en maestr@s de la educacin bsica, quienes se han visto obligad@s a enfrentar bajo riesgo de quedar desemplead@s concursos de oposicin y evaluaciones peridicas para mantener puestos de trabajo precarios, en escuelas en decadencia; maestr@s obligad@s a supervisar a sus alumn@s en la realizacin de las evaluaciones internacionales

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    que servirn para descalicarl@s, y a partir de las cuales enfrentarn mayores reducciones presupuestales y escuelas privadas, a quienes sufren impotentes la desacreditacin y el desprecio de los poderosos, que los culpan de la crisis de la educacin. Hemos pensado, sobre todo, en quienes se enfrentan todos los das con nios y nias cuya vida es tan dura, tan inclemente, que slo la mayor imaginacin y la mayor bondad de que hagan acopio puede lograr que el pequeo espacio de tiempo que pasan est@s ni@s en la escuela sirva de consuelo y siembre en ell@s esperanzas. Y ha sido escrito, por ltimo, para quienes no se resignan con los criterios impuestos y piensan que todava vale la pena seguir pensando con cabeza propia, y que siempre tiene que haber un espacio para que la creatividad nos permita derrotar a los enemigos de la vida.

    A lo largo de todo el texto, la pregunta ms importante que nos hemos hecho, y hemos procurado responder, es qu hizo posible la destruccin de la educacin en nuestros pases, pese a la riqueza de pensamiento, la existencia de tradiciones pedaggicas reconocidas y de larga data, y sobre todo, la gran creatividad e inteligencia de nuestros pueblos? Nos dedicamos a interrogar en nuestras lecturas a muchos sujetos: acadmicos, organismos internacionales, gobiernos, docentes y a nuestra propia memoria de los aos en que el pensamiento crtico latinoamericano pareca tener las mejores respuestas para transformar nuestras sociedades en el sentido de la justicia, la democracia, la paz. Con este trabajo logramos algo que valoramos enormemente: no slo descubrir las causas y a los responsables de la destruccin de la educacin (as como sus acciones y omisiones), sino, sobre todo, el eje principal de la disputa, que es, precisamente, el Estado, y su signicado como espacio pblico, espacio de tod@s y para tod@s. Y ese descubrimiento es apenas slo eso, el inicio de lo que puede ser un proceso de trabajo que nos permita reencaminar iniciativas en sentido contrario a lo impuesto a lo largo de estos cuarenta aos; iniciativas que puedan sustentar con rigor analtico, honestidad, mirada crtica y empata, los principios, objetivos y alcances que puedan compartir quienes se empean, desde el aula, la comunidad y la nacin, en realizar transformaciones sensibles y sustantivas para hacer de nuestra vida una experiencia amable.

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    En el primer captulo, exponemos brevemente la historia del derecho a la educacin y su vnculo con el pensamiento libertario de nuestra Amrica, as como los enemigos que ha debido enfrentar, en el pasado y en estos aos neoliberales. Nos detenemos, particularmente, a recoger la memoria de las cruentas guerras y dictaduras que sirvieron, durante los aos setenta y ochenta del siglo pasado, como escenario para la destruccin del pensamiento crtico en Amrica Latina y como preludio a la destruccin y perversin de lo que se haba conocido en el subcontinente como educacin pblica.

    El segundo captulo es un recuento del impacto econmico, social y educativo que tuvo el ajuste estructural impuesto por el Fondo Monetario Internacional a partir de las llamadas crisis de la deuda. Ponemos especial atencin al violento y repentino empobrecimiento y exclusin de la mayor parte de la poblacin de nuestros pases, as como al momento en que el Estado abandon sus responsabilidades sociales y convirti a la educacin en un objeto mercantil ms, entregado al mejor postor.

    El tercer captulo es una revisin de las tesis principales de la reforma educativa impuesta en nuestros pases. Recordamos tanto sus puntos tericos y prcticos de partida como los principios que las rigen, con el n de llegar a explicar sobre qu bases se sustituy el derecho a la educacin con esa frmula de igualdad de oportunidades, acceso condicionado y focalizacin, as como el modo en que se generaliz el uso de los trminos calidad y competencia para medir el desempeo educativo. Analizamos en este espacio los procesos de descentralizacin y privatizacin de la educacin, que fueron la base verdadera para que se consumaran tanto el debilitamiento del Estado, como la desacreditacin, desarticulacin y exibilizacin laboral del magisterio, sujeto clave en la resistencia a la poltica neoliberal en la educacin.

    En el cuarto captulo, procuramos reconstruir los casos ms extremos de intervencin y cumplimiento a la letra de las instrucciones del nuevo rector de la educacin en nuestros pases a partir de los aos ochenta: el Banco Mundial. Recordamos cmo un grupo de expertos internacionales que acompa a la dictadura de Pinochet ensay una reforma para luego aplicarla en otros espacios del continente; y cmo

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    se desplomaron, en Colombia y Mxico, la educacin y los derechos de la ciudadana.

    En el quinto captulo, analizamos brevemente los esfuerzos para reorientar la poltica social y la educacin, as como las contradicciones que enfrentan en ese empeo los gobiernos de Argentina y Brasil. Reconocemos la conciencia que han mostrado estos gobiernos de la vulnerabilidad que amenaza a poblaciones sumidas en la pobreza y alejadas de la educacin, del mismo modo en que sealamos la intervencin (aceptada por ellos) del Banco Mundial como consultor y otorgante de recursos con el n de vigilar y contener cualquier esfuerzo que pueda poner en riesgo los logros de la reforma que durante tantos aos condujo.

    En el sexto captulo, recordamos las bases sobre las que la Revolucin Cubana se plante establecer que la educacin se considerara eje de la recuperacin de la soberana frente a las amenazas externas y para la construccin de un nuevo rgimen. Hacemos un recorrido breve sobre lo que ha signicado esta experiencia continua y consistente pese a limitaciones presupuestales, bloqueo y crisis en direccin a consolidar un espacio pblico verdadero. Y asumimos que ste es, hoy por hoy, el mayor cimiento de la defensa de una sociedad latinoamericana en que el gobierno no sea ejercido por los intereses empresariales. Estudiamos, igualmente, las experiencias de Venezuela y Bolivia, en materia educativa, en los ltimos aos. La amplitud y profundidad con que el gobierno venezolano se ha planteado remontar toda forma de exclusin en materia educativa nos parece ejemplar, aunque no libere a las escuelas de ser elementos en disputa en el debate sobre el espacio pblico, en el contexto de la polarizacin aguda que divide hoy a sectores importantes de la sociedad venezolana. Bolivia aparece hoy como el Estado que se ha propuesto avanzar a grandes pasos en la erradicacin de la desigualdad y la discriminacin, impedimentos mayores para la construccin de una verdadera democracia. Su Estado pluricultural y plurinacional se sustenta en un pueblo activo y organizado, que participa de todos los hechos y decisiones pblicas fundamentales, al tiempo que enfrenta el cercamiento y amenaza de intereses empresariales nacionales y extranjeros y, entre ellos, la presencia solcita de un Banco Mundial que

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    sabe que la disputa fundamental que enfrentar hoy y en el futuro, a los bolivianos y a sus socios extranjeros, ser sobre los recursos energticos. En esa disputa, la educacin constituye la esperanza de que se consoliden los cambios para lograr una sociedad ms justa, pero tambin puede ser la punta de lanza para la restauracin oligrquica que tanto ansan algunos.

    De todas estas lecciones tenemos mucho que aprender y slo podemos esperar que, a partir de la lectura de un texto como el que hoy presentamos, se abran puertas y ventanas a nuevas investigaciones, nuevas interrogaciones y un debate pblico y acadmico en que vuelvan a valorarse como fundamentales el pensamiento propio y el ejercicio de la crtica. Agradezco al Centro de Estudios Latinoamericanos, al Posgrado de Estudios Latinoamericanos y a la Facultad de Ciencias Polticas de la UNAM, su generosidad al albergarme por treinta y siete aos; al Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales por su apoyo para la realizacin de este trabajo; a l@s participantes en el seminario de educacin por la riqueza de los debates y el proceso de formacin colectiva al que hemos aportado tod@s en estos cuatro aos; el apoyo de Alondra Durn y Estela Rivera en la bsqueda, seleccin y ordenamiento de informaciones estadsticas que presento en este trabajo; a Emiliano Caldern, Raimundo Arts, Guadalupe Lucio y Gabriela Vzquez, por su acompaamiento, inteligencia y generosidad en muchos aos de trabajo juntos; y a mis queridos compaer@s y amig@s del magisterio democrtico de mi pas, de quienes tanto he aprendido y quienes me han permitido compartir tanto la indignacin como los motivos para la esperanza en otras posibilidades de la educacin, ahora y en el futuro.

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    Colonizacin del pensamiento y de la educacin en el neoliberalismo latinoamericano

    A partir de la conquista espaola, el territorio que hoy los pueblos originarios denominan Abya Yala fue sometido a vastas operaciones militares, a despojos innumerables de las riquezas naturales, al someti-miento de millones de seres humanos. En suma, la construccin del poder colonial signic la despiadada y sistemtica destruccin de recursos y vidas y, sobre todo, la imposicin de un estado perenne de guerra para impedir a toda costa que la fuerza de pueblos organizados se transformara en resistencia a la dominacin.

    sta es la razn por la cual la corona espaola y sus aliados internacionales en el negocio del saqueo de nuestras riquezas se vieron obligados a montar un inmenso aparato de control y contencin, a cuyo cargo estuvieron la mediatizacin masiva y la represin selectiva de quienes individual o colectivamente manifestaran inconformidad o rebelda a los designios de los invasores. Muchos escritores se han dedicado, a lo largo de los ltimos tres siglos, a analizar las caractersticas y temporalidades de la minuciosa operacin de desarticulacin del pensamiento y la voluntad de pueblos de historia milenaria que a cada paso y, pese a todo, renacan y rehacan lo fundamental de su historia y construan la esperanza de un mundo que se ncara en la justicia, la libertad y la felicidad de todos los seres humanos (Maritegui, [1928], Bag, 1950; Martnez Pelez, 1970).

    De todo este legado, es indispensable reconocer lo que la religin aport al proceso de conquista: el modo en que lo mismo destruy memorias y templos de la religiosidad originaria, que se estableci sobre las ruinas y smbolos de esa misma religin; las formas con las cuales contribuy a implantar en nuestros territorios la obediencia al nuevo

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    orden, la sumisin a los nuevos dueos de la tierra, las minas, las aguas; y, sobre todo, el efecto que impuso, de acuerdo con ellos: el terror al castigo, las prcticas constantes de la desaparicin, la tortura, la muerte y el despojo, la demonizacin de todo aquello que representara la otredad: lo no blanco, lo no catlico, lo no monrquico, lo no colonial, lo no oligrquico.

    La vasta operacin ideolgica, religiosa y moral sobre la que se montaron la conquista y la colonizacin de nuestras tierras y pueblos permanece como la obra de mayor trascendencia y la que propiamente abri paso a manipular y forzar la tradicin colectiva de los pueblos originarios, a partir de la sustitucin y sobreposicin de un sistema autoritario y teocrtico por otro. Slo que lo que antes haba sobrevivido gracias a que se aseguraba la vida sin penurias de todos los habitantes de estos territorios, se nc en la poca colonial en la sobreexplota-cin de la fuerza de trabajo indgena y africana, la expoliacin de los productos de la tierra y de las minas y, sobre todo, la brutal negacin del derecho de los pueblos de participar de los frutos de la abundancia y diversidad de estas regiones.

    Una temible combinacin del uso de la fuerza con la imposicin del pensamiento colonizado se retrata en los frescos de la iglesia de Atotonilco, Guanajuato, montada sobre el antiguo centro ceremonial originario del centro de Mxico, en cuyas bvedas se pintaron crueles batallas navales y episodios de la persecucin a Jesucristo por el ejrcito romano, slo que vestido ste a la usanza del ejrcito espaol y haciendo ostentacin de su ereza y desprecio por sus enemigos. Este macabro espectculo del terror, la guerra y la conquista de las almas fue la expresin sistemtica de la dominacin espaola.

    Y conviene recordarlo, porque tuvieron que pasar tres siglos para que lograra organizarse, con el apoyo de muchos propietarios criollos, una lucha de las dimensiones sucientes para derrotar a una parte signicativa del poder colonial: aqulla que se ncaba en imponer la obligacin de consultar, informar, entregar parte de las riquezas generadas y someterse a los designios de un orden tan distante como decadente. Y fueron nuestros pueblos los que no slo se unieron a esa lucha contra Espaa, sino que rebasaron con su entrega las intenciones de dueos

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    de minas, plantaciones y haciendas que aspiraban slo a la libertad de comercio y de explotacin de la fuerza de trabajo en los territorios de que se haban adueado gracias al orden colonial (Maldonado, 1810).

    La explosin colectiva recogi entonces de su pasado cientos de imgenes de la resistencia popular, la que haba sido silenciada durante tanto tiempo, y la convirti en mito y utopa, el camino que sera preciso atravesar para lograr el verdadero estado de felicidad de los habitantes de Amrica. En las voces de Toussaint LOuverture y Jean-Jacques Dessalines, Miguel Hidalgo y Costilla, Jos Mara Morelos y Pavn, Simn Bolvar, Simn Rodrguez, Jos Artigas, Bernardo OHiggins, Jos de San Martn y tantos otros cientos y miles de patriotas latinoamericanos se cosech por n un imaginario propio, que no el del conquistador, para hacer de l ideario de la libertad y de la independencia (Fernndez Retamar, 2004).

    La lucha por el derecho a la educacin pblica gratuita, universal, laica y democrtica ha ocupado importantes espacios a lo largo de dos siglos de reexiones, enfrentamientos polticos, elaboracin progra-mtica y edicacin constitucional en Amrica Latina. Podra decirse que constituy la primera y principal batalla ideolgica para decidir la independencia. Sin excepcin, todos los movimientos libertarios de nuestra regin se plantearon la necesidad y la urgencia de que la educacin fuera el punto de partida para construir patrias verdaderamente libres y ncar en ellas formas inditas de organizacin social, adecuadas a los requerimientos de las poblaciones, durante siglos excluidas de toda intervencin en la vida pblica.

    Desde que los libertadores establecieron las primeras normas que regiran sobre las nuevas repblicas, domin en stas la determinacin de introducir el ejercicio de la soberana del pueblo. En la Constitucin venezolana de 1811, se dena:

    El objeto de la sociedad, es la felicidad comn, y los gobiernos han sido instituidos para asegurar al hombre en ella, protegiendo la mejora y perfeccin de sus facultades fsicas y morales, aumentando la esfera de sus goces, y procurndoles el ms justo y honesto ejercicio de sus derechos. (Supremo Congreso de Venezuela, 1811)

    Raquel SosaResaltado

    Raquel SosaNota adhesivaPunto despus del parntesis, porfa.

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    Con ideas muy semejantes, Jos Mara Morelos plante como indispensable, en Los sentimientos de la Nacin, que se acabaran los privilegios y que slo separara a un ser humano de otro el vicio o la virtud (Morelos, 1813). En su turno, los constituyentes mexicanos que le acompaaban inauguraron una forma novedosa de plantear las bases de edicacin de la Repblica, a partir de incorporar al Decreto constitucional para la libertad de la Amrica Septentrional un derecho no considerado por ninguna norma previa: el derecho a la felicidad (Supremo Congreso Mexicano, 1814).

    La primera y principal felicidad de los americanos consistira en determinar, para modicarlo, alterarlo o eliminarlo totalmente, el tipo y la forma de gobierno que correspondiera a sus intereses y necesidades. As denida la soberana del pueblo, asegurar el acceso de los ciudadanos a su pleno ejercicio supondra dotar a todos ellos de los elementos indispensables que les permitieran determinar el rumbo de su nacin. En particular, la ley garantizara que la instruccin, como necesaria a todos los ciudadanos, debe(ra) ser favorecida por la sociedad con todo su poder (Supremo Congreso Mexicano, 1814).

    La primera Constitucin del Chile independiente establecera, en 1818, que:

    Todo individuo de la sociedad tiene incontestable derecho a ser garantido en el goce de su tranquilidad y felicidad por el Director Supremo y dems funcionarios pblicos del Estado, quienes estn esencialmente obligados a aliviar la miseria de los desgraciados y proporcionarles a todos los caminos de la prosperidad. (El Supremo Director de Chile, 1818)

    Por su parte, la Constitucin colombiana de 1821 otorg al Congreso la facultad de establecer las leyes de educacin de la Repblica (Congreso de Ccuta, 1821), mientras que la Constitucin boliviana de 1826 instituy un Cuerpo de Censores, un rgano que constituira una novedosa procuradura en defensa de los derechos ciudadanos, y le atribuy la funcin, entre otras, de determinar todas las leyes de imprenta, economa, plan de estudios y mtodo de enseanza pblica (Congreso General Constituyente de la Repblica Boliviana, 1826). La

    Raquel SosaResaltado

    Raquel SosaNota adhesivaOtra vez, punto despus del parntesis

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    Constitucin argentina de 1853 consagraba, junto con el derecho al trabajo, el derecho de todo ciudadano a ensear y aprender (Congreso General Constituyente de Argentina, 1853). Finalmente, la Constitucin cubana, conocida como de La Yaya, en 1897, estableci la enseanza libre en todo el territorio de la Repblica (Asamblea Constituyente de Cuba, 1897).

    Como hemos podido ver, existen tres nociones bsicas, vinculadas entre s, en las constituciones de los pases latinoamericanos que hemos elegido estudiar (pero podramos generalizar esta reexin a todas las constituciones latinoamericanas): en primer lugar, lo que hace a nuestros pases verdaderamente libres e independientes, es el ejercicio de la soberana popular, es decir, el derecho libre, sin condicionamientos ni cortapisas, de determinar la forma y tipo de gobierno que rija nuestros destinos, sin la intervencin de ninguna potencia extranjera ni de cualesquiera intereses ajenos a las necesidades del pueblo.

    En segundo lugar, el ejercicio de la soberana popular supone que los ciudadanos estn en condiciones de tomar decisiones, a partir del hecho de que disponen de la informacin, del intercambio de opiniones y puntos de vista, y sobre todo, de la libertad de asociarse para denir el rumbo que deben tomar las decisiones pblicas en cada uno de nuestros pases.

    Desde el inicio, la educacin form parte importante de las preocu-paciones de los libertadores, en la medida en que constituira el vehculo principal para realizar la soberana popular. Por eso, mientras que en algunos textos constitucionales se la dene como responsabilidad de toda la sociedad, en otros se plantea como obligacin del Congreso o de una defensora de los derechos ciudadanos. En denitiva, la educacin hara posible la creacin de un autntico espacio pblico, y permitira alimentar, con ideas, propuestas e intercambio de cono-cimientos, las determinaciones colectivas.

    La educacin sera, en denitiva, la garanta principal de que perdurara la soberana popular, la principal salvaguarda de la memoria y de la voluntad colectivas, la expresin de la identidad nacional. Sera una creacin colectiva, un ejercicio autnomo de la imaginacin. Todo en ella debera promover el libre ejercicio del pensamiento, ser un

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    estmulo a la capacidad de formular posibilidades antes no consideradas o ensayadas para construir instituciones sociales acorde a las necesidades de los pueblos: inventamos o erramos, deca el gran educador Simn Rodrguez, en 1821 (Rodrguez, 1821).

    A partir de entonces, enmascarado en el discurso de la libertad y de la apelacin a la justicia para los pueblos, y en contra del espritu y la voluntad de los iniciales libertadores, se instituy en los territorios formalmente independientes un orden tan autoritario y jerrquico como el orden colonial, pero que tuvo dicultades en basar su dominacin fundamentalmente en la religin, toda vez que la Iglesia se haba convertido en formidable competidora en la lucha por apropiarse de las tierras, en el dominio de las nanzas y en la construccin de instituciones educativas. Los idelogos liberales de las repblicas poscoloniales construyeron su propio discurso con el apoyo de la nocin laica de progreso y su oferta a los pueblos en el establecimiento de una modernidad legitimada en Europa en la batalla contra las monarquas absolutas (Laski, 1939).

    Con todo, sustituir el poder de la Iglesia result mucho ms difcil de lo que se supuso en los primeros aos. El poder econmico genera ambiciones desmedidas y descompone toda pretensin de legitimidad y de estabilidad. La construccin de ejrcitos no hizo sino ampliar el espectro de los aspirantes a compartir la riqueza y el despojo. La sucesin de golpes de Estado, de invasiones extranjeras y la institucin de la inestabilidad como forma permanente de precario equilibrio poltico apenas tuvieron breves respiros en las experiencias de las fuerzas liberales que trataron, con inmensas dicultades, de construir una cierta legalidad republicana.

    A principios del siglo XX, la batalla fundamental sera contra el poder de la oligarqua. La Soberana Convencin Revolucionaria de Aguascalientes evento que preludi el acuerdo poltico del que surgira la Constitucin de 1917 en Mxico abri la consideracin de la educacin como reivindicacin de la justicia social, concibindola como un derecho de todos los ciudadanos. Paulino Martnez, miembro de la delegacin zapatista, y quien present ante la Convencin el Plan de Ayala, sintetiz de esta manera las aspiraciones de los desposedos mexicanos: un hogar

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    para cada familia, una torta de pan para cada desheredado de hoy, una luz para cada cerebro en las escuelas-granjas que establezca la Revolucin despus del triunfo, y tierra para todos (Barrera, 1965).

    Del mismo modo, los estudiantes y maestros que demandaron la autonoma de la Universidad con respecto al poder econmico y poltico sealaron, desde el nal de la segunda dcada del siglo XX, la necesidad de que la educacin se mantuviera como espacio pblico democrtico en que se practicara la libertad de ctedra que no es otra que la libertad de examinar todo asunto de inters pblico de manera crtica e independiente del inters del poder y del dinero. As se expresaban los defensores de la transformacin democrtica de la Universidad en Crdoba, en 1918:

    Hombres de una Repblica libre, acabamos de romper la ltima cadena que, en pleno siglo XX, nos ataba a la antigua dominacin monrquica y monstica. Hemos resuelto llamar a todas las cosas por el nombre que tienen. Crdoba se redime. Desde hoy contamos para el pas una vergenza menos y una libertad ms. Los dolores que quedan son las libertades que faltan. Creemos no equivocarnos. Las resonancias del corazn nos lo advierten: estamos pisando sobre una revolucin, estamos viviendo una hora americana.

    La rebelda estalla en Crdoba y es violenta porque aqu los tiranos se haban ensoberbecido y era necesario borrar para siempre el recuerdo de los contrarrevolucionarios de mayo. Las universidades han sido hasta aqu el refugio secular de los mediocres, la renta de los ignorantes, la hospitalizacin segura de los invlidos y lo que es peor an el lugar en donde todas las formas de tiranizar y de insensibilizar hallaron la ctedra que las dictara. Las universidades han llegado a ser as el reejo de estas sociedades decadentes que se empean en ofrecer el triste espectculo de una inmovilidad senil. Por eso es que la ciencia frente a estas casas mudas y cerradas, pasa silenciosa o entra mutilada y grotesca al servicio burocrtico. Cuando en un rapto fugaz abre sus puertas a los altos espritus es para arrepentirse luego y hacerles imposible la vida en su recinto. Por eso es que dentro de semejante rgimen, las fuerzas naturales llevan a

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    medio trizar la enseanza y el ensanchamiento vital de los organismos universitarios no es el fruto del desarrollo orgnico, sino el aliento de la periodicidad revolucionaria. (Barros et al, 1918)

    Quien se asome a los dramticos textos que han sido escritos sobre nuestra historia independiente encontrar innumerables similitudes entre el desorden oligrquico de principios del siglo XX y el que mal gobierna los principios del siglo XXI en muchos pases de la regin. Y sta no es, desde luego, slo una trgica coincidencia, sino el resultado de la experiencia repetida de regmenes entregados a garantizar que el enriquecimiento de unos cuantos no d lugar a la masiva inconformidad de sus empobrecidos y oprimidos pueblos (Cueva, 1979). Cubrir la desnudez de esta ignominia ha sido el empeo muchas veces vano, muchas veces parcialmente exitoso de los propagandistas de la modernidad y del progreso, aunque sus frutos anunciados no hayan sido vistos jams en la regin.

    Por su parte, formular proposiciones distintas a las repetidas en el discurso de la dominacin, constituir una identidad propia a partir de las historias de lucha transmitidas de boca en boca por los pueblos, restablecer una y otra vez la esperanza en la utopa, esa experiencia parcialmente realizada de libertad, de justicia, de dignidad y de soberana, sigue siendo el empeo de millones de seres humanos que pueblan estas tierras.

    Esta es la razn por la cual la historia y el pensamiento crtico proponen en Amrica Latina arrojar una nueva mirada, un punto de vista distinto al que ha inundado nuestra regin a lo largo de los dos siglos en que el orden oligrquico se impuso sobre las aspiraciones de nuestros pueblos, a partir de darles un nombre y una orientacin completamente distintas a aqullas que dieron sentido a la lucha en contra de la dominacin colonial. Nombrar a la manera de los opresores ha signicado, en nuestra regin, distorsionar, desarticular, pervertir los motivos por los que se han organizado las fundamentales batallas por una vida mejor para todos y todas.

    Reconstruir, en cambio, desde la memoria, interrogar con ella a los sujetos de nuestro presente es, tal vez, una manera poco ortodoxa pero

    Raquel SosaResaltado

    Raquel SosaNota adhesivaPunto despus del parntesis

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    segura de reencontrarnos con nuestra identidad, con nuestras razones verdaderas y con los pasos que hemos de dar para lograr los objetivos que nos hemos planteado como pueblos que vienen de muy lejos en lucha por conquistar su soberana plena. Y es con esta aproximacin que buscamos reconstruir algunos episodios fundamentales de estos cuarenta ltimos aos en que, una vez ms, la voracidad con piel de cordero se enfrent a la esperanza y le impuso, como es su costumbre, una nueva era de despojo, empobrecimiento y marginacin a cambio de renombrar falsamente la bsqueda de una vida mejor, apoderndose de una parte fundamental de nuestra esperanza: la educacin.

    La persistente afrenta de la restauracin oligrquica: del uso de la fuerza y la intervencin externa como recurso

    prolongado del poder

    La ferocidad de las dictaduras civiles o militares en nuestros pases fue enfrentada siempre con las exigencias del derecho a la educacin y a la libertad de pensamiento y asociacin. Y ambas constituyeron los elementos fundamentales que dieron sentido a las reformas sociales que promovieron los gobiernos democrticos de la regin, a lo largo del siglo pasado. Lo que importa destacar es que el derecho a la educacin se ha asociado histricamente a la formacin de una conciencia crtica y al fortalecimiento de una opcin de transformacin en el sentido de la construccin de la soberana popular en nuestro continente.

    Y es por ello que las dos experiencias revolucionarias que marcaron el inicio y el cierre de la primera mitad del siglo XX, las de Mxico y Cuba, estuvieron en condiciones de romper los paradigmas de su poca y constituir verdaderos pilares del pensamiento y la accin soberanos, populares y antimperialistas, ejemplo de todos los pases de la regin y enemigos formidables de la ideologa y el orden aterrorizador de las oligarquas latinoamericanas. La creacin de un imaginario libertario result tan poderoso como incontestable y por primera vez, los nombres de Emiliano Zapata, Francisco Villa, Jos Mart, Fidel Castro y el Ch Guevara se convirtieron en smbolos de una resistencia social de larga

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    data, que no haba encontrado en el espacio de las realizaciones prcticas un camino cierto para la entronizacin de la esperanza. Cincuenta aos de revoluciones sociales en el continente lograron que la tarea ms difcil, la del cuestionamiento de las ideas de progreso y modernidad, se realizara bajo el signo de la construccin de un verdadero poder popular (Mires, 1988).

    Ello explica que, una y otra vez, las experiencias democrticas perecieran ahogadas en sangre y se reconstituyera, siempre a la sombra del poder de los Estados Unidos, el orden oligrquico: El Salvador, en 1932; Nicaragua, en 1934; Chile, en 1942; Bolivia, en 1952; Guatemala, en 1954; Brasil, en 1954; Argentina, en 1955. A cada nuevo esfuerzo de transformacin democrtica respondieron las oligarquas asestando feroces golpes: Cuba, en 1961, Brasil, en 1964, y Repblica Dominicana, en 1965 como lo ha documentado Gregorio Selser (Selser, 2010) fueron los salvajes antecedentes de la que sera la ms brutal restauracin y refundacin oligrquica de nuestros pases, que ocupa parte importante de nuestro estudio.

    En efecto, las realizaciones del gobierno popular paccamente electo en el Chile de 1970 fueron la piedra de toque para una perspectiva oligrquica trasnacional que no pudo soportar el empuje de lo que pareca ser ya el slido inicio de una nueva era en el continente: la tarea a emprender desde los crculos del pensamiento conservador sera la construccin de un nuevo sistema de pensamiento y accin que reconquistara de una vez por todas el espacio perdido por exitosas y prometedoras luchas sociales y derrotara por n la esperanza. Como en otras pocas, la combinacin en que se asent la cruzada reaccionaria fue el uso de la fuerza y la imposicin de una nueva ideologa. Slo que esta vez no habra, como durante la conquista espaola, concesiones a las comunidades originarias en benecio de la pacicacin. El enemigo a vencer sera, precisamente, la colectividad, y con ella, la fuerza de su identidad, de su memoria, de su voluntad organizada.

    Luego del golpe militar que acab con el gobierno de Salvador Allende, se arranc de tajo la esperanza fundada durante la primera mitad del siglo pasado y se seal la ruta que seguira la mayor regresin econmica, social y poltica de nuestro subcontinente al

    Raquel SosaResaltado

    Raquel SosaNota adhesivaBrasil, 1964 (va despus de Argentina, 1955

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    nal de un centenio tan destructivo como el dcimo sexto. La expe-riencia democrtica de prcticamente todos los pases del Cono Sur fue aplastada en sangre entre 1973 y 1976 y sustituida por dictaduras militares de cuyo salvajismo dan cuenta millones de afectados, entre muertos, desaparecidos, desplazados y refugiados. Si se hiciera un recuento serio de esa poca, encontraramos que la tragedia humana es probablemente mayor, en trminos proporcionales, a la de la Segunda Guerra Mundial, incluyendo el empobrecimiento de la poblacin, la acumulacin y concentracin desenfrenada de riquezas y la violenta reorientacin de las condiciones de vida y trabajo de millones de obreros, campesinos, empleados y profesionistas de la regin (Torres Rivas, 1998; Sosa, 1996).

    Los golpes que derrocaron a los gobiernos populares en el Cono Sur y la intensicacin de acciones represivas de los gobiernos autoritarios en Mxico y Centroamrica hicieron posible que se impusiera un brutal reordenamiento del Estado y la vida pblica. De hecho, los anuncios de la crisis venan de lejos. Desde nes de la dcada de los sesenta estaba planteada una contradiccin, de una parte, entre los Estados, que consuman cada vez ms recursos para atender las crecientes demandas de infraestructura y servicios; subsidiar al capital y pagar la deuda pblica; de la otra, los empresarios nacionales y extranjeros, que demandaban mayor apertura a la inversin, privilegios scales, contencin a movimientos populares y menor presencia del Estado en la economa y en la vida social; y junto a ellos, los organismos internacionales, que exigan transferencias de capital cada vez ms cuantiosas para hacer frente a los compromisos contrados en dcadas anteriores, as como la aplicacin de frmulas distintas a las del Estado de Bienestar para resolver los problemas de relacin entre el Estado, las empresas y la sociedad. La crisis econmica internacional y la imposibilidad de atender los requerimientos de pago de la deuda externa a inicios de la dcada de los setenta fueron el contexto en el que los organismos nancieros internacionales impusieron en nuestros pases un programa denominado de ajuste estructural, basado en la liberalizacin econmica y comercial, la privatizacin de empresas estatales y la exibilidad laboral, lo que signicaba rmar la renuncia a la soberana econmica de los Estados.

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    Amparados por el Fondo Monetario Internacional, los grupos empresariales nacionales y extranjeros que operaban en nuestros pases se insubordinaron a las regulaciones establecidas por los Estados y dieron por terminado el pacto para el desarrollo. Bajo el frreo control poltico impuesto por nuevos gobiernos represivos, los organismos internacionales condicionaron la negociacin del pago de la deuda y la apertura de nuevas lneas de crdito para la reactivacin econmica a la aplicacin de este rgido programa de medidas estatales. Exigieron el reordenamiento general y la compactacin de los Estados, la apertura al capital extranjero y la disminucin de la intervencin estatal en la actividad econmica. Impusieron, como parte de las reformas, la acepta-cin de la ideologa del mercado como base para la modernizacin de nuestros pases. Los programas de ajuste condujeron a la privatizacin de la mayor parte de las empresas estatales y al desmantelamiento de las reas estratgicas de la economa; al deterioro de los servicios pblicos, la reduccin de los gastos en educacin y salud, la privatizacin de la seguridad social y de los sistemas de pensiones, al desconocimiento de derechos laborales y sociales de millones de trabajadores del campo y de la ciudad, y al empobrecimiento generalizado de la poblacin (Calcagno, 2001; Born, 1999).

    Con el n de enfrentar la resistencia social y civil en contra de las reformas, los partidos y las fuerzas polticas conservadoras, que mayoritariamente avalaban la contencin y mediatizacin de la inconformidad, comenzaron a discutir las opciones de un cambio. Su perspectiva sera lograr pactos polticos que dieran lugar a la superacin de las dictaduras militares o de gobiernos autoritarios, sin que ello signicara retroceder en la reforma econmica aplicada: las llamadas transiciones democrticas ocurrieron, as, en el contexto de reacomodos del poder para consolidar formas duras de dominacin econmica y social en el subcontinente. Liberalizacin poltica limitada, como garanta de control de la economa (Cueva, 1989, 1987).

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    Asedio al pensamiento crtico y sumisin institucional

    Puede reconocerse el nivel de las turbulencias ocurridas si analizamos el comportamiento del organismo que haba sido el principal responsable de la promocin del desarrollo en la regin: la CEPAL, que pas de la constatacin de los daos a la economa y a la vida social durante la dcada perdida (entre 1970 y 1980), a sumarse a la conviccin de que las reformas daran lugar a una nueva etapa de crecimiento y prosperidad econmica o transformacin productiva con equidad (CEPAL, 1990; Iglesias, 1980). De hecho, funcionarios pblicos de casi todos nuestros pases y expertos internacionales asociados a la ideologa de los Chicago Boys se convirtieron en los principales promotores y asesores de la reforma. Debidamente protegidos por las nuevas polticas de seguridad pblica aprobadas con la transicin, que sustitua la presencia militar directa por policas militarizadas y grupos paramilitares como formas esenciales de control de la poblacin, pusieron manos a la obra y se prepararon para consolidar y, eventualmente, hacer irreversibles los cambios econmicos efectuados durante la dcada anterior (Figueroa, 2005; Sosa, 2004).

    La batalla del pensamiento crtico fue tan dramtica como insuciente. A poco menos de cuarenta aos de distancia del inicio de la refundacin capitalista en el continente, resulta difcil no reconocer que los golpes fueron tan certeros y contundentes, como imprevistos. Al horror de los crmenes sin tregua de las dictaduras militares que se sucedieron en el Cono Sur y Centroamrica, siguieron las persecuciones y masacres de la inteligencia, de campesinos y obreros organizados y de dirigentes polticos de la izquierda en Mxico y Colombia. Pocos se salvaron del desastre: entre otros, un reducido y valiente grupo de intelectuales latinoamericanos crticos, procedentes de Chile, se refugi en instituciones acadmicas mexicanas, particularmente en la UNAM, y desde all relanz una respuesta aguda a la tremenda crisis que viva Amrica Latina. Sus aportaciones fueron ampliamente reconocidas, y parte de ellas est recogida en la revista Estudios Latinoamericanos, que se public a partir de 1986 (Sosa, 1990).

  • 36 Hacia la recuperacin de la soberana educativa en Amrica Latina: conciencia crtica y programa

    Creo poder armar ahora que stos y otros acadmicos e intelectuales que combatieron con sus plumas al neoliberalismo se concentraron en dos o tres de los principales elementos de la transformacin reaccionaria que atestiguaban, en primer lugar, en el hecho de que se estaba llevando a cabo una mayscula reorganizacin del sistema capitalista a nivel mundial, en que, a un repentino y organizado incremento de los precios internacionales del petrleo, se dio una respuesta no menos agresiva, que fue la concentracin de capitales en el sistema nanciero y en el negocio de la especulacin. Una vez que los precios de prcticamente todas las materias primas exportadas por los pases pobres se derrumbaron, fue posible concentrar las decisiones y el rumbo del sistema en los organismos nancieros al servicio de las potencias que ms se beneciaron con la crisis: Europa, Japn y los Estados Unidos se convirtieron en bloques econmicos de inmenso poder, frente a la catstrofe internacional (Cueva, 1979; Valenzuela Feijoo, 1991; Vuskovic, 1990; Marini, 1993).

    El segundo hecho sobre el que trabajaron nuestros intelectuales crticos fue el proceso de destruccin de los aparatos estatales que se haban convertido en los grandes reguladores de la vida econmica, poltica y social de nuestros pases. La denuncia del autoritarismo estatal, del peso que haban tenido las oligarquas nacionales en los Estados latinoamericanos y la memoria reciente de la represin constituyeron elementos esenciales para explicar por qu prcticamente ninguno de ellos asisti al funeral de estos Estados latinoamericanos. Por lo dems, en el contexto de las guerras internas que viva la mayor parte de nuestros pases, restarle poder al Estado era inmediatamente ledo como restarle fuerza a una burocracia corrrupta, a un ejrcito-maquinaria de la represin, y a la voracidad e impunidad de los grandes ricos de cada pas. No obstante, la liquidacin de empresas estatales acusadas por los organismos internacionales de inecientes e innecesarias, la privatizacin de las industrias estratgicas, la reduccin de los gastos sociales que fue del orden de 40% en promedio en la regin y el violento empobrecimiento de las mayoras, no slo causaron escndalo, sino que fueron la base sobre la que se analiz crticamente al capitalismo depredador que se estaba construyendo sobre los restos del Estado desarrollista (Vuskovic, 1993).

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    Recuerdo bien que no pas desapercibido que se sustituyera, en el lenguaje de los economistas tecncratas que comenzaron a aduearse de los cargos pblicos de economa y nanzas cuando no de la presidencia de nuestros pases, el trmino desarrollo por el de crecimiento. Y estaba claro que no se trataba slo de un par de palabras, sino de una concepcin estratgica segn la cual deba erradicarse una poltica redistributiva por principio, e imponerse en su lugar una poltica en la que la distribucin de los recursos, an a los ms pobres, dependera de un incremento en la productividad de cada pas y de la existencia de excedentes. Nada de populismo, se dijo entonces. En el futuro, slo podra hablarse de eciencia y competitividad.

    Es importante destacar, con relacin a este punto, que si bien los intelectuales crticos podan reconocer, aun en sus disparidades, el desarrollo del modelo econmico que estaba imponindose, era en general ms difcil que tuvieran los elementos para evaluar no slo el tremendo impacto que tendra en las sociedades latinoamericanas, sino el grado de homogeneidad que asumira la estrategia neoliberal en toda la regin. Fue slo bien entrados los aos noventa que fue posible dimensionar lo que haba signicado la destruccin del aparato estatal: no slo se haba paralizado la produccin econmica, se haban reducido y deteriorado las instituciones sociales y abandonado en la miseria a millones de seres humanos, sino que se implant la ms feroz intervencin externa en los asuntos de nuestros pases y una prdida de soberana semejante a la sufrida durante la primera conquista.

    En tercer lugar, el pensamiento crtico se concentr en la exigencia: del retorno a la democracia, del cese de toda accin represiva, de la pros-cripcin u hostigamiento a las organizaciones sociales y polticas, del n de la persecucin de la oposicin y sus personeros, y, naturalmente, de la realizacin de procesos electorales sin exclusiones, que pudieran dar lugar a la asuncin de gobiernos verdaderamente representativos de sus pueblos. Es evidente que, a lo largo de ese proceso, muchos de los acadmicos que intervinieron en el debate fueron orientndose hacia la crtica del precario orden que destruyeron las dictaduras, al que atribuan la prolongacin del atraso en nuestros pases, y en particular, comenzaron a expresar sus diferencias con relacin a todo autoritarismo, tanto

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    de izquierda, como de derecha, que asuman habran daado a la regin (Lechner, 1986; Garretn, 1987).

    El inters mostrado por diversas fundaciones internacionales en restaurar condiciones para la investigacin social en nuestros pases dio lugar, a lo largo de los aos ochenta, al incremento en el nanciamiento externo de proyectos cuyo nfasis fundamental fue la transicin a la democracia, y en especial, la realizacin de procesos electorales. Cientos de seminarios se realizaron para discutir y tratar de inuir en los inevitables cambios polticos que ocurriran en la regin. Muy poco espacio se dej al anlisis de las transformaciones que estaban ocurriendo en todos los rdenes de la vida social, particularmente en los mbitos de la educacin, la salud, el trabajo y la cultura, lo que tard en organizarse casi una dcada ms. Parece difcil de explicar que, salvo excepciones, despus de aos de empobrecimiento y represin de la poblacin, fuera tan complejo imaginar las prioridades de la reconstruccin social e ideolgica de nuestro subcontinente. (Sosa, 1995). Casi nada pareci quedar entonces de los proyectos de transformacin radical que se haban experimentado en el pasado: slo Cuba obligaba a recordar, una y otra vez, que era indispensable ir ms all del capitalismo para resolver los problemas de nuestros pueblos. Mas, cuando comenz a hacerse pblica la crisis econmica, poltica y social de los pases del este europeo, incluida la Unin Sovitica, su voz qued todava ms aislada y solitaria.

    Estos elementos nos inducen a explicar as el hecho de que, pese al esfuerzo desplegado por los intelectuales crticos de nuestro subcontinente, el lenguaje y las prcticas de la modernizacin neoliberal se impusieran en el proceso de restauracin de un orden formalmente democrtico. Lamentablemente, la crtica a las polticas implementadas en materia de salud y de trabajo no tuvo eco mayoritario en la educacin (Laurell, 1992; De la Garza, 2000); en tanto, la resistencia organizada desde los sindicatos magisteriales en defensa del derecho a la educacin y al trabajo, as como la crtica valiente y solitaria de unos cuantos pedagogos tampoco tuvo la fuerza necesaria para vencer esta embestida (CTERA, 2005; Puiggrs, 2004).

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    El Banco Mundial en la cruzada contra los Estados

    Hacia nes de los aos ochenta, los organismos nancieros internacionales tenan la certeza de que existan las condiciones propicias para intervenir de manera directa en la poltica pblica de los pases que haban llevado a cabo reformas econmicas neoliberales. La cada del Muro de Berln y, poco despus, la crisis poltica que dio lugar al n del rgimen socialista en la Unin Sovitica y los pases del Este europeo constituyeron un aliento extraordinario para rearmar sealamientos de que la ruta a seguir estaba clara y que el resultado de los cambios ocurridos signicara el triunfo del mercado sobre el Estado. Versiones delirantes como las de Fukuyama, que proclamaba el n de la historia fueron recibidas con furor por intelectuales conservadores de todas partes, deseosos de festejar el n del totalitarismo y el inicio del reino de la libertad individual (Born, 1999).

    Luego de dirimir su rol en la restructuracin econmica y social en nuestros pases, as como los mbitos en que actuara de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial se consolid con el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y, posteriormente, de la Organizacin para la Cooperacin y Desarrollo (OCDE) como conductor principal de la poltica social latinoamericana. Aos despus, un dramtico texto elaborado por sus expertos mostrara cmo, mediante el uso de evidencias empricas sobre el deterioro social que produjo la aplicacin de programas de ajuste, esta institucin asegur el respeto de empresarios y gobiernos a una nueva y peculiar intervencin en la vida pblica de nuestros pases. El Banco Mundial consideraba, haca mucho tiempo, que la pobreza sera la mayor amenaza al xito de la reingeniera econmica operada en la regin. Su visin se mont sobre la base de demostrar la urgencia de proceder a la implementacin de programas compensatorios que permitieran mantener la estabilidad poltica, y, desde luego, la viabilidad econmica del nuevo orden impuesto en la regin (De Ferranti et al, 2000).

    La intervencin del Banco Mundial se bas en varios supuestos: el primero, que consideraba indispensable evitar el despilfarro de recursos pblicos y reorientar el gasto social para empatarlo con los esfuerzos que

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    se estaban llevando a cabo en la economa. Esto signicaba que deban otorgarse apoyos econmicos, si no exclusiva, al menos fundamental y prioritariamente a aquellos sectores de la sociedad que estuvieran en condiciones de integrarse al mercado. En su perspectiva, el Estado debera asumir una posicin subsidiaria: complementar o reforzar programas donde la intervencin privada no fuera suciente, al tiempo de potenciar y facilitar las condiciones para la ampliacin de la inversin privada. El Estado, en lugar de regulador, sera un complemento a la iniciativa del mercado (Lerner, 2009).

    Con el n de abrirle paso a la inversin privada, el Banco Mundial consider, en segundo lugar, conveniente proceder a la descentralizacin de los servicios pblicos. Con ello, se cumpla un doble propsito: desmantelar la capacidad de intervencin del Estado, y convertir dichos servicios en objeto del inters y del acceso del mercado. La privatizacin, subrogacin y disminucin de los sistemas de salud, seguridad social y educacin se realizaron, as, en todos los pases, sin que las detuvieran las protestas ni las conmoviera el evidente deterioro de la infraestructura y de las condiciones del otorgamiento de los servicios, como tampoco la ruina que fue corroyendo los precarios vnculos de los Estados con la poblacin. La ilegitimidad en que fueron cayendo gobiernos cuya prctica era ostensiblemente cada vez ms contraria a sus promesas de campaa, no parece haber sido motivo de preocupacin de los reformadores.

    El tercero y ms importante de los pasos fue la divulgacin del pensamiento empresarial como nica alternativa posible de superacin del deterioro social, opcin racional y no populista, para asegurar el trnsito hacia sociedades modernas. Los gobernantes latinoamericanos adoptaron inmediatamente las formas y el discurso de la nueva utopa reaccionaria, que se present con el pomposo nombre de globalizacin, es decir, el inicio de una era en la que nicamente los objetivos de la libertad de acumulacin y de intercambio comercial podran sustentar las relaciones internacionales y determinar las polticas pblicas. Naturalmente, dicha versin no dejaba de ser como lo han expresado Noam Chomsky y John Saxe-Fernndez una legalizacin de la nueva era de piratera de las grandes potencias sobre los recursos estratgicos

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    y las fuerzas sociales de los pases sometidos a la expoliacin colonial (Chomsky, 2003; Saxe, 1999).

    La operacin de las transformaciones que implicaba el nuevo modelo de crecimiento econmico con estabilidad poltica requera de habilidades de las que, obviamente, careca la mayor parte de los gobiernos de los pases sometidos. Fue as que se estableci sin reservas el apoderamiento de las decisiones y el comando en la ejecucin de las polticas pblicas por parte de los funcionarios internacionales. El mayor logro declarado del Banco Mundial sera el estar sentado en todas las mesas en que se tomaban decisiones pblicas en cada pas (World Bank, 1995, 2006).

    Los procedimientos de intervencin del Banco Mundial han sido analizados de forma brillante y crtica, entre otros, por Joel Samo, quien ha reseado con detalle cmo pasaron los funcionarios de este organismo de la deteccin de necesidades y la formulacin de propuestas para resolver las dicultades que en buena parte ellos mismos haban creado; a ofrecer los recursos econmicos indispensables para llevar a cabo las reformas que ellos consideraban necesarias; la consecuencia sera que ellos mismos se hicieran responsables de dirigir la operacin y supervisar los resultados de los programas pblicos en que se involucraban recursos internacionales. Los funcionarios de cada pas se convirtieron en testigos, diligentes ejecutores y sumisos receptores de las duras evaluaciones con que el Banco Mundial calica frecuentemente los pobres resultados de las reformas realizadas, sobre los que no asume responsabilidad alguna. Todo esto, mediado por la autoridad de los expertos y la constante raticacin de que su intervencin no tiene otro objeto que colaborar con la modernizacin de las sociedades en que interviene de acuerdo con sus socios, principalmente tercermundistas (Samo, 2004).

    Los prstamos otorgados por el Banco Mundial y, despus, por el Banco Interamericano de Desarrollo, se condicionaron en todos los casos al cumplimiento estricto de las instrucciones para la realizacin de cada programa, as como a la implementacin de procesos de capacitacin de todos los involucrados en su aplicacin (Inter-American Development Bank, 2005, 2000; Di Gropello, Emanuela, 2004; International Bank for Reconstruction and Development, 1999; De Moura Castro, 1997;

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    World Bank, 1995, 1980). De manera vertical fueron establecindose las prioridades, modalidades y formas de evaluacin de las polticas pblicas que deban adoptarse. En la medida, adems, en que los recursos econmicos otorgados se entregaban a los Ministerios de Hacienda, todos los dems Ministerios se vean obligados a acatar disposiciones completamente ajenas a la lgica de las instituciones especcas a las que se dirigan los prstamos. Una moderna y no menos fatdica versin de Fausto atac sin piedad a todos los espacios pblicos de nuestro subcontinente (Berman, 1994).

    El aparato desplegado para imponer la reforma a los servicios pblicos era tan abrumador que pareci incontestable. Cmo no iban a saber los expertos internacionales qu convena a nuestros pases si ellos disponan de la autoridad y la experiencia necesarias para determinarlo? Y as, una de las primeras armaciones contundentes que lanzaron fue la de que los Estados se haban equivocado al basar sus polticas en el logro de una cobertura universal. El acceso a los servicios, como empezaron a denominarlo los expertos internacionales, poda ser importante, pero era slo un primer paso que, adems, no tena resultados rpidos ni ecaces, mientras que lo que s era asequible sera mejorar rpidamente la calidad de las polticas pblicas.

    Se determin entonces que deba trabajarse ms bien en identicar aquellos sujetos susceptibles de lograr mejores resultados, si se les otorgaba un apoyo temporal y condicionado a su desempeo. Fue ste el origen de los programas sociales que se conocieron en todo el subcontinente entre nes de los ochenta y principios de los noventa: de Progresa, Bolsa Escola, Bolsa Familia, a Oportunidades. El principio con que operaron todos estos programas fue el de la focalizacin, es decir, el direccionamiento territorial y sectorial en funcin del impacto social y poltico esperado y el condicionamiento, es decir, el control y contencin de las poblaciones objeto (Repetto y Acua, 2006).

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    La educacin como territorio de inversin: del Estado a la empresa

    De todas las reformas propuestas por los organismos internacionales y aceptadas por los gobiernos latinoamericanos, la ms riesgosa, la de mayores alcances, fue la reforma educativa. Los organismos internacionales consideraron tempranamente que no podran llevarse a cabo transformaciones sustanciales en la vida pblica de nuestros pases y, consiguientemente, en los proyectos de inversin de las empresas y gobiernos extranjeros que pretendieran acercarse a ellos, si no se modicaba a fondo el modo de pensar de los latinoamericanos. Esa fue la razn por la cual la educacin se volvi el eje de la reforma social de los aos noventa; ayud, desde luego, el descubrimiento de que no menos de 10%, y en algunos casos ms de 15% de los recursos pblicos de nuestros pases son invertidos anualmente en educacin.

    Como hemos visto en el apartado anterior, la intencin hubiera parecido descabellada en cualquier otro contexto que no fuera el de las crisis posdictaduras y el ajuste estructural: se trataba, nada menos que, de eliminar los fundamentos de una extensa tradicin pedaggica en el continente y sustituirlos por los principios de la rentabilidad econmica! Los primeros estudios de la Universidad de Columbia sobre rentabilidad de la inversin educativa se publicaron en los aos sesenta (Schulz, 1963; Becker, 1964), pero, como ocurri en toda la gama de programas de refundacin capitalista en Amrica Latina de mediados de los aos setenta, no fue sino hasta entonces que, a partir de sus postulados, comenz a desarrollarse un nuevo planteamiento estratgico que empataba la reduccin de los presupuestos sociales exigida en los programas de ajuste por el Fondo Monetario Internacional con la exigencia de superacin de todo derroche en el gasto pblico, racionalizacin de los gastos y reorientacin de las inversiones educativas con la participacin de las empresas, bajo el supuesto de los anlisis de costo-benecio y la tutora del Banco Mundial y del BID (Schiefelbein, 1998; Psacharopoulos, 1986; World Bank, 1980, 1995).

    Desde el inicio, el Banco Mundial coincidi con los objetivos planteados antes por el Fondo Monetario Internacional: el gran enemigo

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    a vencer eran los Estados latinoamericanos. El triunfo de la reforma sera, en cambio, que el Estado actuara slo como complemento de la inversin privada. Casi veinte aos despus de su intervencin, expertos del Banco Interamericano de Desarrollo reconoceran abiertamente que el ideal de la reforma era que el Estado se retirara totalmente de la operacin de la educacin, dejndosela exclusivamente al sector privado, mientras se concentraba slo en la normatividad educativa (Wolf y De Moura, 2001).

    La tarea ms compleja de realizar, teniendo en mente estos objetivos, era, indudablemente, lograr acotar la actividad estatal al punto en que slo se concibiera necesaria en aquellas condiciones extremas en las que el empresariado no pudiera o no estuviera interesado en intervenir. Esa fue la razn por la que el programa educativo del Estado fue planeado como un programa complementario, y no rector de la actividad educativa. Y, desde luego, as se justic pblicamente que, en adelante, el Estado intervendra de manera calculada para corregir los defectos de la participacin privada.

    La aplicacin del programa de focalizacin y condicionamiento para la determinacin de los beneciarios individuales de gastos educa-tivos se constituy como base de la nueva poltica compensatoria que aplic el Banco Mundial con el nombre de modernizacin. No sera difcil que los funcionarios pblicos, involucrados en los programas de ajuste y socios de la desnacionalizacin de las empresas pblicas, se dispusieran a convencer a la poblacin de que el programa que sera aplicado signicara un salto cualitativo respecto a los anteriores, y que una mejor preparacin de los estudiantes bajo los nuevos paradigmas asegurara no slo el crecimiento econmico, sino el incremento de la productividad y el empleo para todos. Asumir las demandas del nuevo programa educativo podra llevar a ciertos sacricios, al ejercicio de un mayor control y disciplina. Mas estos sacricios seran compensados con el reconocimiento a los mejores estudiantes.

    En la visin de la tecnocracia neoliberal, plantear que a la educacin tuvieran acceso todos los estudiantes haba conducido al empobrecimiento y a la mediocridad. Si, en cambio, se otorgaban estmulos para que realmente aprovecharan los benecios de la educacin

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    quienes demostraban el talento y la persistencia para lograr una exitosa culminacin de sus estudios, se estara verdaderamente entrando en una nueva era. Con argumentos semejantes se ech al cesto de la basura el principio de universalidad de la educacin, as como la concepcin que la dene como derecho social y responsabilidad del Estado (Sosa, 2007), y se procedi a argumentar que la educacin deba verse y valorarse como una oportunidad, un privilegio al que slo podra accederse si se aceptaba cumplir con reglas impuestas para mostrar el dominio incuestionado de un nuevo orden. La igualdad de oportunidades se volvi parte del lenguaje de expertos y polticos, an de izquierda (Schiefelbein, 1987).

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    De la obediencia al desastre: empobrecimiento, desigualdad y exclusin

    en la ruta hacia la reforma educativa

    La puesta en marcha de las reformas educativas supuso, antes que nada, una conanza total en los designios del Banco Mundial y de la OCDE. Las reiteraciones del desastre previo y la psima conduccin de la poltica educativa transformaron las orientaciones de los expertos en una gran tabla de salvacin para los funcionarios de la mayor parte de los pases latinoamericanos: si se aplicaban los cambios, tal vez no inmediatamente, pero veinte o treinta aos despus, la diferencia sera visible. Para entonces, los cambios seran irreversibles y habran marcado un hito en la historia de la regin. Y los cambios se produjeron como una avalancha: lenta, pero inexorablemente, transformaron el lenguaje, los mtodos y prcticas educativos, los programas de estudio, las formas de evaluacin y las direcciones hacia las que se buscaban resultados.

    Una pesada, costosa, ineciente y en muchos casos inerte maquinaria burocrtica cedi, no sin dicultades, ante el impulso y, sobre todo, la inyeccin de recursos que trajo consigo la subordinacin al programa de los organismos internacionales. En realidad, vindolo a la distancia, es claro que entre los funcionarios gubernamentales, incluidas las autoridades educativas, no hubo una reexin seria con relacin a qu iba a ser del sistema educativo en su conjunto. Por su parte, si los diseadores internacionales tenan un plan completo de reforma y nos referimos, en su propio lenguaje, a costos, plazos y metas, nunca lo hicieron pblico siquiera en sus documentos y, desde luego, los sujetos de los procesos educativos se vieron simplemente compelidos a cumplir con instrucciones de procedencia desconocida.

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    En una especie de asalto del pensamiento mgico, se entreg la conduccin de la poltica educativa de nuestros pases a los organismos internacionales, sin detenerse siquiera a considerar las condiciones especcas, las dicultades y los resultados esperados de la reforma. Como lo dice Vernor Muoz, relator especial de la Organizacin de Naciones Unidas, se entreg oro por cuentas (Muoz, 2006).

    Los documentos escritos desde los organismos internacionales, del Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, la OCDE, hasta el PREALC, son prolijos en mediciones y, desde luego, en doctas reexiones y recomendaciones sobre los principios de tal o cual aspecto de la reforma educativa: el anlisis costo-benecio de la educacin, la descentralizacin, la reforma curricular, la reformulacin de la carrera magisterial, las nuevas formas de evaluacin. No as, respecto al signicado y consecuencias de la convulsin que provocaran en los sistemas educativos o del impacto que las reformas tendran en los sujetos involucrados en la educacin. No he visto un solo documento y he revisado centenares de ellos en que se precise un resultado especco esperado sobre cualquiera de los temas centrales de la reforma. Tomemos como ejemplo la relacin educacin-trabajo: nunca hubo un compromiso directo de cuntos empleos ms estaran asegurados si se impl