Hacia El Fin Del Copyright

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Hacia el fin del 'copyright' La inmensa mayoría de las expresiones culturales producidas en el mundo, ya sean grabaciones musicales, películas o libros, es gestionada por un grupo cada vez más reducido de empresas multinacionales. Así lo expone Joost Smiers, profesor de Ciencias Políticas del Arte en el Grupo de Investigación y Economía de la Escuela de Arte de Utrecht (Holanda), en su libro Un mundo sin copyright, editado en España por Gedisa. "No es aceptable que unas pocas empresas controlen todo lo que podemos leer, ver y escuchar", opina Smiers. "Para asegurar la diversidad cultural, necesitamos normalizar el mercado y permitir que las pequeñas y medianas empresas puedan ofrecer sus productos". Para ello, Smiers defiende que "lo primero es eliminar el sistema de copyright". "Éste", prosigue el autor, "únicamente beneficia a las grandes empresas culturales y no a los artistas. Sólo un porcentaje muy reducido de los creadores obtiene una cantidad sustancial de dinero a través del copyright". "No es aceptable que unas pocas empresas controlen lo que leemos, vemos y escuchamos" "Con el sistema del 'copyright', la historia de la creatividad se detiene" La cita es en Madrid, tras su participación en la Conferencia Internacional de Software Libre 3.0, que se celebró hace unas semanas en Badajoz. Su libro, traducido a cinco idiomas, hace un diagnóstico de la problemática situación que, en su opinión, padece la industria cultural en el mundo globalizado. Titulado originalmente Arts under pressure (Artes bajo presión), el libro no define cómo sería "un mundo sin copyright", como sugiere la libre traducción del título al español. "El editor pensó en este título y yo estuve en desacuerdo, pero es verdad que llama más la atención", reconoce el autor. Smiers cuestiona el actual modelo de copyright, en el cual los derechos de reproducción, distribución, explotación o modificación de una obra artística están reservados a sus propietarios durante muchos años. Hasta setenta después de la muerte del autor, en la legislación española. "Un artista utiliza el trabajo de otros, se sostiene en los hombros de otros", explica. "Así es la historia de la creatividad, pero con el copyright esta historia se detiene. No me parece bien que, sólo por hacer un añadido, alguien obtenga una propiedad exclusiva para el siguiente siglo". Existen distintas corrientes de pensamiento que, como Smiers, cuestionan la idoneidad de la actual forma mayoritaria de gestionar los derechos de autor. Smiers cree en una futura abolición de cualquier tipo de derecho de autor, pero una corriente más extendida aboga por un modelo alternativo que ya se utiliza: las licencias Creative Commons. Cualquier autor español puede acogerse a alguna de ellas, como la que permite que el material creado por un artista pueda ser distribuido, copiado y exhibido

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Hacia el fin del 'copyright'

La inmensa mayoría de las expresiones culturales producidas en el mundo, ya sean

grabaciones musicales, películas o libros, es gestionada por un grupo cada vez más

reducido de empresas multinacionales. Así lo expone Joost Smiers, profesor de

Ciencias Políticas del Arte en el Grupo de Investigación y Economía de la Escuela de

Arte de Utrecht (Holanda), en su libro Un mundo sin copyright, editado en España por

Gedisa. "No es aceptable que unas pocas empresas controlen todo lo que podemos

leer, ver y escuchar", opina Smiers. "Para asegurar la diversidad cultural, necesitamos

normalizar el mercado y permitir que las pequeñas y medianas empresas puedan

ofrecer sus productos".

Para ello, Smiers defiende que "lo primero es eliminar el sistema de copyright". "Éste",

prosigue el autor, "únicamente beneficia a las grandes empresas culturales y no a los

artistas. Sólo un porcentaje muy reducido de los creadores obtiene una cantidad

sustancial de dinero a través del copyright".

"No es aceptable que unas pocas empresas controlen lo que leemos,vemos y escuchamos""Con el sistema del 'copyright', la historia de la creatividad se detiene"La cita es en Madrid, tras su participación en la Conferencia Internacional de Software

Libre 3.0, que se celebró hace unas semanas en Badajoz. Su libro, traducido a cinco

idiomas, hace un diagnóstico de la problemática situación que, en su opinión, padece

la industria cultural en el mundo globalizado. Titulado originalmente Arts under

pressure (Artes bajo presión), el libro no define cómo sería "un mundo sin copyright",

como sugiere la libre traducción del título al español. "El editor pensó en este título y

yo estuve en desacuerdo, pero es verdad que llama más la atención", reconoce el

autor.

Smiers cuestiona el actual modelo de copyright, en el cual los derechos de

reproducción, distribución, explotación o modificación de una obra artística están

reservados a sus propietarios durante muchos años. Hasta setenta después de la

muerte del autor, en la legislación española. "Un artista utiliza el trabajo de otros, se

sostiene en los hombros de otros", explica. "Así es la historia de la creatividad, pero

con el copyright esta historia se detiene. No me parece bien que, sólo por hacer un

añadido, alguien obtenga una propiedad exclusiva para el siguiente siglo".

Existen distintas corrientes de pensamiento que, como Smiers, cuestionan la

idoneidad de la actual forma mayoritaria de gestionar los derechos de autor. Smiers

cree en una futura abolición de cualquier tipo de derecho de autor, pero una corriente

más extendida aboga por un modelo alternativo que ya se utiliza: las licencias Creative

Commons. Cualquier autor español puede acogerse a alguna de ellas, como la que

permite que el material creado por un artista pueda ser distribuido, copiado y exhibido

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por terceros siempre que se muestre en los créditos la autoría y no se obtenga ningún

beneficio comercial. Más de 1.800.000 obras hechas en España tienen un derecho de

autor de este tipo. Son licencias a la carta, que reservan algunos derechos al autor

dependiendo de lo que éste desee. A diferencia del sistema del copyright, considerado

obsoleto por sus detractores, que significa la reserva de todos los derechos. "Creo que

el modelo de Creative Commons es una solución transitoria", defiende Smiers. "Sus

partidarios no se enfrentan al principal problema: la acumulación de la oferta cultural

en unas pocas empresas".

Hay pues todo un abanico de opciones alternativas al copyright, llamadas

genéricamente copyleft, y que se inspiran en los modelos de creación utilizados en el

software. "Deberíamos aprender de los creadores digitales", propone Smiers. "Ellos

están acostumbrados a que su obra sea utilizada y modificada una y otra vez por otros

para lograr mejores resultados". Los defensores del copyright como única opción

auguran que sin él los artistas, al ver menos protegida su propiedad intelectual,

dejarían de crear. Pero Smiers no está de acuerdo: "Sin copyright el mercado será

más diverso. Ahora vivimos una época de oscuridad porque hay miles de artistas que

hacen cosas muy interesantes que apenas vemos. Sin copyright vendrá una época de

luz". Smiers opina que en un mercado normalizado, el consumidor, pese a que pueda

acceder a su trabajo gratuitamente, tenderá a pagar al artista porque lo verá como

algo justo. "Los que intercambian música ilegalmente no son ladrones", explica, "es

simplemente que no creen en el sistema".

También se aventura a decir que el fin del copyright está cerca y pronostica la

desaparición de las grandes empresas culturales. Todo ello pese a que las

regulaciones parecen ir en dirección contraria. "La industria tiene problemas a la hora

de criminalizar a su público", dice. "Creo que hay una alta probabilidad de que el

sistema de copyright caiga por su propio peso". Smiers ha de vivir con la contradicción

de que la edición española de su libro tiene todos los derechos reservados. "No estoy

soñando", concluye, "entiendo que en este momento el mundo es copyright, y el editor

debe hacer lo que le permita proteger sus derechos".

¿Celebrar o criminalizar la creatividad?

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Archivado en: Derecho de autor, Prensa, Seguimiento OMPI — por bea @ 9:44, 26 de Abril de 2013

Compartir es su vida cotidiana y difícilmente alguien pueda convencerlos de que esoque hacen es ilegalPor Beatriz Busaniche | Para LA NACIONComo cada 26 de abril, la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual nos invita apensar sobre los sistemas regulatorios que definen las formas de apropiación decreaciones, inventos y otros bienes intangibles. Este año, la OMPI propone celebrar elfuturo de la creatividad a partir de una serie de preguntas sobre el mañana y el rol de lapropiedad intelectual para las nuevas generaciones de creadores.Lo que la OMPI omite decir en este llamado es que desde finales del siglo XX, y conaún más énfasis en el siglo XXI, los sistemas de propiedad intelectual y en particular elsistema de derechos de autor y conexos han entrado en una colisión permanente con lastecnologías que caracterizan el nuevo milenio y las prácticas creativas propias denuestro tiempo.Las tecnologías digitales no son otra cosa que máquinas de copiar disponibles y alalcance de la mano de cualquier persona que puede, de inmediato, intercambiararchivos, bajar y subir documentos a la red, multiplicar por millones una imagen encuestión de segundos. Buena parte de las prácticas que tanto nos admiran y sorprendende las nuevas generaciones colisionan con regulaciones que datan del siglo XIX y que laOMPI aún sostiene y defiende. El sistema de derechos autorales tal como lo conocemoshoy se forjó con el primer y más amplio tratado internacional en la materia, laConvención de Berna, firmada en 1886 y administrada actualmente por la OMPI. Estesistema fue respaldo de buena parte del surgimiento y auge de las industrias culturalespropias del siglo XX. Pero en el siglo XXI, un sistema de gestión de derechos de autorbasado en los derechos exclusivos y el monopolio sobre la copia parece poco viable.Cuando la OMPI se pregunta “¿qué tecnologías desconcertantes son por ahora tan solouna idea que agita la mente de un joven ingeniero? ¿quién creará la próxima revoluciónen Internet que volverá a cambiar la forma que tenemos de comunicarnos?”, habría queresponderle que no serán los monopolios sino la libre circulación de las obras las quepromuevan el desarrollo de estas tecnologías desconcertantes. La trágica muerte deAaron Schwartz, uno de los hackers detrás del protocolo RSS y de una enorme cantidadde contribuciones a la cultura global, da cuenta de la hipocresía de aquellos quepretenden celebrar la creatividad, pero sostienen sistemas legales que amenazan con 35años de prisión y millones de dólares en multas a quienes luchan por el acceso libre a lacultura.La OMPI se pregunta “¿cómo trabajan; cómo crean los creadores del futuro?” Buenaparte de los movimientos culturales de nuestro tiempo se basan en prácticas que sonconsideradas ilegales por parte de las oficinas de copyright que no comprenden lasnuevas formas de manipulación digital de las obras. Porque recordemos: hacer mashups,remixes y otras formas populares de obras derivadas son prácticas habituales peroilegales.Muchos futuros creadores están hoy estudiando en diferentes niveles, y lo hacen confotocopias, con libros digitalizados por ellos mismos o sus propios compañeros,intercambiando con sus pares la información y los documentos necesarios paraformarse. Músicos fotocopiando partituras e intercambiando archivos de audio.Escritores fotocopiando libros. Académicos y bibliotecarios infringiendo la ley.Videastas y cineastas accediendo a materiales inconseguibles en el circuito comercialpero indispensable para una cultura diversa.

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Los derechos de los autores no pueden limitar los derechos de la ciudadanía de acceso yparticipación en la cultura, únicos garantes de la existencia de más y mejores obrascreativas en el futuro.En la Argentina, la situación es aún más crítica. La ley 11.723, aprobada en 1933, hasido sistemáticamente modificada a fin de extender la duración y los alcances de losmonopolios de derechos de autor y conexos y muy pocas veces para velar por losderechos de los ciudadanos.En este Día Mundial de la Propiedad Intelectual, en el cual se pretende celebrar lacreatividad del futuro, debemos recordar que la Argentina cuenta con una de las leyes depropiedad intelectual más restrictivas del mundo. Es una de las pocas que no contemplaexcepciones y limitaciones a favor de bibliotecas y archivos, que violan la ley en casitodas sus tareas cotidianas. Tampoco se contemplan excepciones amplias para el sectoreducativo, que subsiste y sigue cumpliendo su misión de velar por el derecho a laeducación a fuerza de fotocopiar textos de manera masiva. En la Argentina, la parodiade una obra es ilegal porque requiere autorización del autor parodiado para serrealizada. Ni hablar de las obras derivadas en materia audiovisual: remixar, traducir,subtitular incluso un video puede ser considerado fuera de la ley. El cambio de formato,la copia privada, la descarga desde Internet, la fotocopia de apuntes, el escaneo delibros, entre numerosas acciones legítimas y cotidianas son consideradas ilegales en laArgentina.Nos dicen insistentemente que sin propiedad intelectual no habría cultura,desconociendo profundamente el hecho de que la gran mayoría de la cultura de lahumanidad fue creada por fuera de estos sistemas que son propios de la modernidad.Dirán entonces que eran otros tiempos de la humanidad en los que no hacía falta unsistema como este. ¿Hace falta hoy un sistema de este tipo? Los sistemas regulatorios dederechos autorales tienen un rol social, un fin utilitarista y de diversidad cultural quedebe ser evaluado regularmente para confirmar o no la necesidad de una legislación deeste tipo. Si las consecuencias negativas del sistema actual superan sus beneficiossociales, como de hecho lo hacen, se hace imprescindible barajar y dar de nuevo.La OMPI quiere preguntarle a los jóvenes cómo crean y producen. Para las nuevasgeneraciones, compartir es su vida cotidiana y difícilmente alguien pueda convencerlosde que eso que hacen es ilegal.La OMPI y los defensores de la propiedad intelectual siguen tratando de educar a losmás jóvenes en la idea de que compartir es malo, un delito. Pero como eso sólo nofunciona, se profundizan las regulaciones y la criminalización.Las nuevas tendencias en materia comercial indican que en el futuro, los tratadosinternacionales de propiedad intelectual serán superados por regulaciones más durascomo las propuestas incluidas en el Acuerdo Comercial del Pacífico (Trans PacificPartnership), que incluye a países de la región como Chile, Perú, Colombia y México.El fuerte debate desatado hace poco más de un año por las leyes SOPA y PIPA en losEstados Unidos no es otra cosa que un hito en la historia de la larga lucha por el controldel conocimiento y la estratégica disputa por el control de Internet.La pregunta que la OMPI no hace y que bien podríamos agregar es: ¿quién seráentonces el próximo delincuente de la propiedad intelectual?