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    HACE 50 AOS HUBO UN CONCILIO

    SIGNIFICADO DEL VATICANO II

    Vctor Codina

    1. INTRODUCCIN .............................................................................................................2. LA POCA PRECONCILIAR ...........................................................................................

    3. EL CONCILIO .................................................................................................................

    4. INTERLUDIO TESTIMONIAL: MIS VIVENCIAS DEL CONCILIO ...............................

    5. EL POSTCONCILIO .........................................................................................................

    6. CONCLUSIN: DEL CAOS AL KAIRS .........................................................................

    NOTAS ..................................................................................................................................

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    Edita Cristianisme i Justcia, Roger de Llria, 13 - 08010 Barcelona

    Tel. 93 317 23 38 - [email protected] - www.cristianismeijusticia.net

    Imprime: Edicions Rondas S.L. - Depsito Legal: B-31.805-2012

    ISBN: 978-84-9730-306-4 - ISSN: 2014-6509 - ISSN (ed. virtual): 2014-6574

    Dibujo de la portada: Roger Torres - Impreso en papel y cartulina ecolgicos

    Diciembre 2012

    La Fundacin Llus Espinal le comunica que sus datos estn registrados en un fichero de nombre BDGACIJ, titularidad de laFundacin Llus Espinal. Solo se usan para la gestin del servicio que os ofrecemos, y para mantenerlo informado de nuestrasactividades. Puede ejercitar sus derechos de acceso, rectificacin, cancelacin y oposicin dirigiendose por escrito a c/ Roger deLlria 13, Barcelona.

    Vctor Codina, sj. es doctor en Teologa. Desde 1982 reside en Bolivia donde ha traba-

    jado con sectores populares y en la formacin de laicos en Oruro y Santa Cruz. Profesor

    de teologa en la Universidad Catlica Bolivia de Cochabamba alternando con el trabajo

    pastoral en barrios populares. Ha publicado con Cristianisme i Justcia: Lluis Espinal

    (Cuaderno 64), Acoger o rechazar el clamor del explotado (Cuaderno 23), L. Espinal, un

    cataln mrtir de justicia (Cuaderno 2).

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    1. INTRODUCCIN

    Vivimos a un ritmo tan acelerado que un acontecimiento de hace cin-

    cuenta aos puede fcilmente quedar sepultado en el olvido si no sehace un esfuerzo por recuperar la memoria del pasado. Y esta recupe-racin no es fcil si van desapareciendo los testigos directos del acon-tecimiento. Esto sucede con el concilio Vaticano II (1962-1965).

    Lenta pero irremediable han ido desa-pareciendo los grandes protagonistasdel Vaticano II, los papas Juan XXIII yPablo VI y la inmensa mayora de obis-

    pos, tanto renovadores (Suenens, Al-frink, Frings, Dpfner, Knig, MximosIV, Lercaro, Helder Cmara) comoconservadores (Ottaviani y el gran opo-sitor Lefbvre). De los grandes telogosconciliares (Rahner, Congar, De Lubac,Schillebeeckx, Jungmann, Hring, Mu-rray) slo sobreviven Kng y Ratzin-ger, entonces muy jvenes.

    Tambin han fallecido los monjesde Taiz Roger Schutz y Max Thurian,los observadores ortodoxos como Ev-

    dokimov y el patriarca Atengoras deConstantinopla, con quien se abraz

    Pablo VI en seal de reconciliacin ecu-mnica.

    Incluso historiadores delVaticanoII,como G. Alberigo y E.Vilanova, han idolentamente desapareciendo. Los cristia-nos que de alguna manera vivieron elconcilio, hoy son personas ya jubiladas.

    Cmo transmitir a las jvenes genera-ciones de hoy un acontecimiento delcual la mayora de sus protagonistas yahan desaparecido?

    Pero el problema no es simplemen-te generacional o cronolgico, porquehay sectores de la Iglesia de hoy intere-sados en olvidar el Vaticano II, en ente-rrar su memoria peligrosa o por lo

    menos en hacer una lectura lighty mi-nimalista del concilio.

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    Qu signific realmente el Vati-cano II que para algunos constituye elmayor acontecimiento del siglo XX(De Gaulle), el paso del anatema al di-logo (Garaudy), un concilio proftico

    para nuestros das (Chenu), el paso dela Iglesia occidental a una Iglesia uni-versal (Rahner), una gran gracia delEspritu para la Iglesia (Juan Pablo II),mientras que para otros el concilio cons-

    tituye una especie de pesadilla o inclu-so una cloaca, como afirm un lefeb-vriano? Cmo recuperar hoy la memo-ria del Vaticano II para que su mensajesea una buena noticia para el mundo de

    hoy?Para ello nada mejor que recordar la

    poca preconciliar, lo que fue el acon-tecimiento del Vaticano II y cules hansido los avatares del postconcilio.

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    2.1. Una eucarista preconciliar

    El sacerdote celebra de espaldas al pue-blo, es el hombre de lo sagrado, media-dor entre Dios y los hombres, el otroCristo, separado del pueblo (inclusoexteriormente: sotana, tonsura o coro-

    nilla.), que acta en nombre de Cristoen los sacramentos, que reza y lee lapalabra de Dios en latn, no existe con-celebracin, muchas veces se celebranmisas simultneas en altares laterales,a veces la misa es con el Santsimoexpuesto o al final se hace la exposiciny bendicin. El sagrario preside el tem-

    plo. Lo central es el relato de la consa-

    gracin y la elevacin (campanitas), laadoracin parece ms importante que la

    comunin. La liturgia es accin de soloel sacerdote, el canon romano es elnico existente.

    El pueblo est pasivo, asiste a lamisa como a un espectculo, no entien-de el latn, reza el rosario o novenas, losms promocionados siguen la liturgiacon un misalito bilinge latn-lenguaverncula, los fieles estn arrodilladoscasi todo el tiempo, se comulga de rodi-llas y en la boca, con una sola especie,en ayunas desde la media noche,muchos no se atreven a comulgar si nose han confesado antes, otros asisten sincomulgar, la comunin se da a veces

    antes y despus de la misa o en unacapilla lateral. Muchos asisten a misa

    2. LA POCA PRECONCILIAR

    En lugar de comenzar con enunciados genricos sobre la Iglesia pre-

    conciliar, recordemos narrativamente cmo era la eucarista de antesdel Concilio.

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    simplemente para cumplir el preceptodominical, ya que de lo contrario se

    peca mortalmente y para que la misavalga hay que llegar por lo menos alevangelio.

    La eucarista no se comprende nivalora como celebracin comunitariadel misterio pascual, no hay oracin delos fieles, no se da la paz, se reza elcredo y el padre nuestro en latn, loscantos son mayormente en latn y gre-goriano, al final se lee el prlogo delEvangelio de Juan y luego todos rezanarrodillados tres avemaras y una ora-cin latina a san Miguel para que de-fienda a la Iglesia y lance el demonio alinfierno.

    El sermn u homila que, cuandohaba, era en lengua verncula, resumael evangelio interpretado muy literal-mente, la predicacin era muchas vecesmoralista. Lo poco que el pueblo sabade la Biblia era a travs de la predica-cin y del catecismo con preguntas yrespuestas, apenas se lea Biblia.

    2.2. Qu subyaca bajo estaliturgia?

    La celebracin litrgica no es algo acci-dental en la Iglesia ya que expresa su fe,

    su teologa y su modelo de Iglesia.1

    Loque subyace a esta liturgia tridentinapreconciliar es la Iglesia de Cristiandadque se origina en el siglo IV con Cons-tantino y Teodosio, se afianza en el si-glo XI con la reforma de Gregorio VIIque centraliza toda la Iglesia y que haestado en vigor hasta el Vaticano II. Es

    piramidal, en cuya cspide estn el Papa,

    obispos y sacerdotes y en la base loslaicos. Es desigual: unos pocos ensean,

    mandan y celebran, los dems obede-cen, aprenden, rezan, callan y paganEs clerical, la que posee el poder de con-sagrar, de perdonar y bautizar, la quetiene el Espritu. La Iglesia es el Papa,

    el obispo, el sacerdote. Una Iglesia enla que sacerdotes y religiosos estn lla-mados a la santidad por los consejosevanglicos, mientras que los laicos secontentan con cumplir los mandamien-tos para salvarse. Es una Iglesia unida alEstado, que la protege y ayuda, los ciu-dadanos del pas son simultneamentemiembros de ella, el bautismo de niosse generaliza, el cristianismo es algosocio-cultural, se es cristiano por tradi-cin ms que por conviccin. Fuera dela Iglesia catlica no hay salvacin, loque explica por una parte el afn misio-nero para salvar almas de la perdicin,el considerar diablicas las religionesde los paganos no cristianos y el juzgara los cristianos no catlicos como he-rejes y cismticos. No hay libertad reli-giosa pues el error no tiene derechos.La Iglesia es una sociedad perfecta co-mo el Estado que tiene poder espiritual

    pero tambin temporal (Estados ponti-ficios), el Papa puede conceder losterritorios descubiertos a los reyes cat-licos, puede consagrar y destituir empe-

    radores y reyes. Es el Reino de Dios enla tierra.La Iglesia de Cristiandad, llamada

    tambin Iglesia del Segundo milenio,ciertamente hizo un gran esfuerzo deencarnacin en la realidad, fue unafuente de humanizacin en momentoscrticos de la sociedad, mantuvo launidad de fe, evangeliz continentes,

    luch por su libertad, produjo muchosfrutos de santidad eximia, es la Iglesia6

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    de las catedrales y de las sumas teolgi-cas pero sus costos fueron muy gra-ves: separacin de las Iglesias del Orien-te y de la Reforma, cruzadas, guerras dereligin, antisemitismo, cerrazn al

    mundo moderno de la Ilustracin, opo-sicin a la revolucin francesa y a la deAmrica Latina, a la ciencia y tcnicamoderna, abandono de muchos intelec-tuales, obreros, polticos, etc. No es ca-sual que Juan Pablo II en el jubileo delao 2000 pidiera perdn por estos peca-dos y errores de la Iglesia del segundomilenio.

    Los dos concilios de la cristiandadmoderna, Trento (s. XVI) y Vaticano I(s. XIX) reforzaron esta eclesiologa,fueron defensivos (contra protestantes,contra el mundo moderno), identifi-caron la Iglesia con la jerarqua, sobretodo papal. En los dos ltimos siglos,con los Papas Po IX, Po X, Po XI yPo XII (la poca piana en expresinde Rahner), esta Iglesia de cristiandadllega a su cumbre. La Iglesia se con-vierte en una institucin clerical, lega-lista y triunfalista, muy alejada de laque Jess quera y de la de los primerossiglos (la llamada Iglesia del primermilenio) que era una Iglesia de comu-nin, de fraternidad, del Espritu, unaIglesia estructurada a imagen de lacomunidad trinitaria.

    2.3. Algo se mova en la Iglesia

    La teologa de los aos del preconcilioera la escolstica y en el mejor de loscasos la neoescolstica, siguiendo las

    pautas de Len XIII en la enccica

    Aeterni Patris. Su mtodo era deducti-vo, en forma de tesis, en latn, con gran

    rigor lgico, pero completamente ajenoa la historia y a la cultura moderna.Era lo que Rahner calificara como lateologa del Denzinger, es decir unateologa basada principalmente en los

    documentos de concilios y del magis-terio2.

    Y mientras tanto, la modernidadavanzaba: ilustracin, tcnica, progreso,la revolucin rusa del 17 se extenda porel Este europeo y en parte del Este asi-tico, las dos guerras mundiales ensan-grentaban el horizonte, los pases del lla-mado Tercer mundo cobraban autono-

    ma e independencia y hacan escucharsu voz. Nuevas filosofas y nuevos mo-dos de pensar se apartaban cada vez msdel pensamiento cristiano tradicional.

    Pero no todo era quietud en el senode la Iglesia catlica. Entre la primera yla segunda guerra mundial, una serie demovimientos teolgicos surgieron, sobretodo en Centroeuropa y sembraron elterreno para la cosecha que luego el Va-ticano II deba recoger. Este aspecto hasido ampliamente estudiado3 y bastarenunciar sus principales componentes.

    El movimiento bblico (Escuelabblica de Jerusaln, Instituto bblico deRoma) se acercaba a la Biblia connuevas perspectivas y nuevas metodo-

    logas histrico-crticas. El movimientopatrstico (De Lubac, Danilou) des-cubra la importancia de los SantosPadres latinos y orientales y enriquecala teologa, la espiritualidad y la pasto-ral con nuevas ediciones de los Padres(coleccin Sources chrtiennes). Elmovimiento litrgico (monasterios deSolesmes, Maria Laach, Montserrat)

    valoraba la asamblea litrgica y se cen-traba en la celebracin del misterio pas-7

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    cual. El movimiento ecumnico (Cou-turier, Congar) haba comenzado eldilogo con protestantes, anglicanos yortodoxos, cerrando as una etapa deconfrontacin y apologtica. La pastoral

    tambin abra nuevos caminos, sobretodo en contacto con jvenes, ambien-tes descristianizados y obreros. Es lapoca de los sacerdotes obreros y de loscuestionamientos sobre si los llamados

    pases cristianos no son ahora pases demisin. Nace una nueva sensibilidad so-cial, fruto, tanto de una profundizacincristolgica de la vida de Jess de Na-

    zaret (Cardjin, Abb Pierre, Gauthier,Voillaume, estudios bblicos de Duponty Gelin) como del dilogo con lasciencias sociales, en concreto con elmarxismo. Aparece tambin la llamadateologa de las realidades terrenas, quevalora las ciencias, la economa, la his-toria, la poltica, el progreso, el cuerpoy el sexo (Thils). En fin, Teilhard deChardin abre nuevas perspectivas a lateologa desde una visin evolucionistadel cosmos.

    Y todos estos movimientos se fo-calizan en centros de estudios teol-gicos europeos como Lyon-Fourvire,Lovaina, Le Saulchoir-Paris, Innsbruck,Munich, Tbingen etc, donde emergen

    figuras teolgicas relevantes comoRahner, Balthasar, Chenu, Congar, Da-

    nilou, Schillebeeckx que reempla-zan la teologa escolstica dominantehasta entonces por una teologa ms

    bblica, antropolgica e histrica. Estostelogos no slo conocan las fuentes

    y tradicin de la Iglesia sino que dialo-gaban con el mundo moderno, algunosvivieron la guerra y fueron prisioneros,

    participaron de encuentros ecumnicos,estuvieron en contacto con sacerdotesobreros, con cientficos, con marxistas...

    Esta nueva teologa fue censuradapor Po XII en su encclica Humanigeneris (1950), pero estos telogos san-

    cionados y en algunos casos destituidosde sus ctedras, sern luego los grandestelogos del Vaticano II.

    Digamos que a nivel eclesiolgicotambin se prepara el terreno para laeclesiologa del Vaticano II, tanto conlos estudios bblicos sobre el conceptode pueblo de Dios (Cerfaux, Koster),como desde el punto dogmtico con losaportes de Mersch y Tromp, que luegodesembocarn en la encclica Mysticicorporis de Po XII (1943), que presen-ta una visin menos jurdica y ms ms-tica de la Iglesia.

    Pero toda esta renovacin teolgicay eclesial que surga desde las bases dela Iglesia encontr en Juan XXIII sucatalizador. Sin su figura no se com-

    prende el concilio.

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    arzobispo en Venecia (1953-1958) lehicieron comprender lo difcil que era

    proclamar el evangelio en la sociedadmoderna.

    3.2 Un Papa de transicin?

    A la muerte de Po XII en 1958, Ron-calli es elegido Papa como un Papa detransicin pues no se vea fcil superarel pontificado de la figura noble, culta yen muchos aspectos extraordinaria delPapa Eugenio Pacelli.

    Roncalli representaba otro estilohumano y eclesial, un Papa campesino,bajo y regordete, bonachn y perspicaz,que comenz haciendo un guio hist-rico al asumir el nombre de Juan XXIII,un antipapa depuesto por el concilio deConstanza. A sus 77 aos de edad sor-

    prendi a todo el mundo al convocar en1959 un Concilio Ecumnico que deba

    completar lo que el Vaticano I (1870)haba dejado inacabado, pero que nodeba ser la mera continuacin de este,sino un nuevo Concilio, el Vaticano II.l mismo reconoci que esta idea le

    brot del corazn y aflor a sus labioscomo una gracia de Dios, como una luzde lo alto, con suavidad en el corazn yen los ojos, con gran fervor.

    Muchos eclesisticos quedaron at-nitos, creyeron que el Papa era ingenuo,precipitado, impulsivo, inconsciente delas dificultades con las que se deberaenfrentar con la misma curia romana, oque tal vez chocheaba. Sin embargo laidea despert gran entusiasmo en todoslos movimientos eclesiales y teolgicosde la poca, tuvo un gran impacto ecu-

    mnico y suscit en todo el mundo cris-tiano una gran esperanza. En realidad

    Juan XXIII no continu la trayectoriade Po XII, cumbre de la Iglesia deCristiandad, sino que cambi de mo-delo eclesial: una Iglesia que volva alas fuentes de la fe y responda a los

    signos de los tiempos.El Papa buscaba el aggiornamento

    de la Iglesia, palabra tpica roncallianaque significaba la puesta al da de laIglesia, dilogo con el mundo moderno,inculturacin en las nuevas culturas,vuelta a las fuentes vivas de la Tradi-cin cristiana, renovacin doctrinal y

    pastoral, un salto hacia delante, incre-

    mentar la fe, renovar las costumbres delpueblo cristiano, poner al da la disci-plina eclesistica. Como el Papa le ex-pres a un obispo africano, se trataba deabrir la ventana para que un aire nuevoentrase en la Iglesia y sacudiese el pol-vo acumulado durante siglos.

    Poco a poco se fueron concretandoms los fines del Concilio: dilogo conel mundo moderno, renovacin de lavida cristiana, ecumenismo y devolvera la Iglesia el rostro de la Iglesia de los

    pobres.Y comenzaron cuatro aos de pre-

    paracin, con consultas a toda la Igle-sia, de las que salieron algunas peticio-nes tan dispares como la condena del

    comunismo, el fomento de la devocina san Jos o la moralidad en las playas.Una sorpresa todava mayor caus

    el discurso inaugural del Concilio el 11de octubre de 1962. La Iglesia, dijoJuan XXIII, no quiere condenar a nadie,

    prefiere usar la compasin y la miseri-cordia, desea abrirse al mundo moder-no y a todos los cristianos, ofrecerles el

    mensaje renovado del Evangelio. Fren-te a los profetas de calamidades, Juan10

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    XXIII profesa un optimismo esperan-zador basado en la accin de Dios en lahistoria. Tambin distingue el conteni-do esencial de la fe de las adaptacionesa las nuevas circunstancias del tiempo y

    de la cultura.Este discurso, segn el historiador

    Alberigo, constituye el acto ms rele-vante del pontificado roncalliano y unode los ms desafiantes de la Iglesia enla edad moderna. Es, como el Papa que-ra, un salto hacia delante.

    Cuando en la noche de aquel hist-rico da, el Papa cansado de la largaceremonia de la inauguracin se aso-m a la plaza de San Pedro iluminada yrepleta de gente, ponder la luna llenaque brillaba, salud a todos y pidi alos padres de familia que al llegar a sushogares abrazasen a sus hijos de partedel Papa. Algo estaba cambiando en laIglesia Las florecillas del PapaJuan reflejan este nuevo estilo.

    Inaugurado el Concilio, pronto sevio que los obispos llegados de todo elmundo a Roma no iban a limitarse aaprobar sin ms los documentos que lascomisiones de la curia vaticana haban

    preparado. Las intervenciones en elaula conciliar de los cardenales JosephFrings de Alemania y Achille Linart

    de Francia consiguieron que se creasennuevas comisiones con los obispos dela periferia, como se llamaba a los ve-nidos de fuera.

    Pero toda esta ilusin pareci venir-se abajo cuando, al acabar la primerasesin del concilio, los rumores de laenfermedad del Papa se difundieron pordoquier. La muerte serena y creyente de

    Juan XXIII el 3 de junio de 1963 im-pact no slo a la Iglesia sino a todo el

    mundo. Quedaba flotando en el aireel interrogante sobre el futuro del Vati-cano II.

    El nuevo Papa Pablo VI, cardenalGiovanni Battista Montini, asegur la

    continuidad conciliar. Montini tena untalante muy diferente al de Juan XXIII:menos carismtico, menos intuitivo,hombre de la curia vaticana, intelectual,

    buen conocedor de la teologa sobretodo francesa, dubitativo le llamabanHamlet, buscaba ante todo el bien y launidad de la Iglesia y condujo el Con-cilio a buen trmino, pero en el postcon-cilio sufri mucho y lleg a decir que eldiablo haba entrado en la Iglesia

    3.3. Claves de lectura delVaticano II

    Ms que explicar detalladamente los 16documentos del concilio (4 constitucio-

    nes, 9 decretos y 3 declaraciones), sucontexto, su gnesis y su hermenutica,preferimos dar algunas claves de lectu-ra que permitan detectar las constantesde fondo de todos los documentos querevelan el espritu de aggiornamentoconciliar de Juan XXIII.4

    3.3.1. Nueva postura ante el mundo:

    legtima autonoma de la creacinEsto traduce la postura de Juan XXIIIde realismo y apertura a todo el mundo,su bondad, su mirada tierna, el buscarhacer bien a todos y no ser profetas decalamidades, sino optimistas y miseri-cordiosos.

    La teologa anterior era profunda-

    mente dualista (cuerpo y alma, tierra ycielo, mundo e Iglesia, profano y sagra-11

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    do, naturaleza y gracia). El VaticanoII, sobre todo en Gaudium et spes(Constitucin pastoral sobre la Iglesiaen el mundo contemporneo) deja esta

    postura para afirmar que Dios y el mun-

    do no son dos rivales, sino que el mundoes obra de Dios, Dios es el misterio lti-mo del mundo, el mundo es sacramen-to de Dios, lo mundano es constitutivode la Iglesia y del cristiano, y por tantoslo existe una historia nica de salva-cin. La Iglesia no se considera supe-rior al mundo o contra el mundo mo-derno, sino que est inserta en el mundo

    y en la historia. Se pasa del anatema aldilogo, se toma en serio el progresohumano y se reconoce la autonoma dela creacin [GS 36]. Por esto la Iglesiano slo da, sino que recibe del mundo[GS 44] y no siempre los pastores tie-nen la respuesta a todas las cuestiones[GS 43].

    Por esto el Vaticano II inicia unnuevo mtodo teolgico, inductivo. Esla llamada doctrina de los signos de lostiempos [GS 4:11;44], que descubre aDios en los acontecimientos, sabiendoque el Espritu del Seor dirige la his-toria y derrama semillas del Verbo entodas las culturas. Se inicia una teologa

    pastoral, que no es simple aplicacin

    del dogma a la prctica, sino que ve lopastoral como constitutivo de la mismateologa, como punto de partida y puntode llegada. El Vaticano II ser un Con-cilio pastoral.

    Para concretar lo dicho, podemosver cmo el Vaticano II tiene una valo-racin positiva de toda la creacin, dela persona humana [GS 12-17], del tra-

    bajo [GS 33-36], de la cultura [GS 53-62], afirmando que los bienes de la tie-

    rra estn destinados a todo el mundo[GS 69]. Dentro de esta valoracin dela persona se destaca el respeto a la li-

    bertad religiosa, afirmacin novedosa,pues en 1832, el Papa Gregorio XVI en

    Mirari vos, la llamaba delirio y errorpestilente y Po IX en1864 la conde-naba en el Syllabus. El documento

    Dignitatis humanae est consagrado adefender la libertad religiosa: cada per-sona tiene el derecho a seguir su propiaconciencia en materia religiosa.

    Pero el concilio no es ingenuo, reco-noce la presencia del mal y del pecadoen el mundo y una lucha constanteentre la luz y las tinieblas [GS 13].

    Por esto mismo condena todo aque-llo que destruye la dignidad de la crea-cin, el pecado que esclaviza a la per-sona humana [GS 13-14], el atesmo[GS 19-21], la discriminacin racial,sexual o cultural [GS 29], el egosmo

    que degrada el trabajo humano [GS 37]y la cultura [GS 56], las desigualdadeseconmicas [GS 66], el totalitarismo yla dictadura [GS 75] la tortura y la gue-rra [GS 82].Y todo ello est fundamen-tado en Cristo, el hombre nuevo [GS22, 45].

    Consecuentemente la misin de laIglesia no es simplemente religiosa y

    espiritualista, sino integral y puede de-cir su palabra evanglica a la sociedadsiempre que lo exija el bien de las per-sonas [GS 76].

    3.3.2. Redescubrimiento dela comunidad: el Seor constituyun pueblo

    Frente a una situacin marcada por elindividualismo econmico, social, pol-12

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    tico y religioso, se redescubre la impor-tancia de la dimensin comunitaria. Elser humano es social, varn-mujer [GS12], la familia es la primera comunidadhumana [GS 47-52], la vida humana

    est llamada a la comunidad, a formaruna sola familia entre todos, a imagende la Trinidad, buscando el bien comnde todos [GS 23-32], una comunidadeconmico-social, donde los bienes sir-van a todos [GS 63-72], una comunidad

    poltica que respete los derechos de to-dos y busque el bien comn [GS 73-76],una comunidad internacional, en paz,

    colaboracin y justicia [GS 77-91]. Es-to se fundamenta en Cristo que quiereformar la comunidad de hijos de Dios[GS 32].

    Pero esta dimensin comunitariainsinuada ya en Gaudium et spes, al-canza su dimensin eclesial en la Cons-titucin dogmtica sobre la Iglesia

    Lumen gentium. El primer esquemaelaborado por la curia romana fue re-chazado por ser considerado clerical,triunfalista y legalista, es decir tpico dela Iglesia de cristiandad del Segundomilenio. El nuevo documento define ala Iglesia como una comunidad unida

    por el Padre, el Hijo y el Espritu [LG4], pueblo de Dios [LG II] en marchahacia al escatologa [LG VII], misterioy sacramento de salvacin [LG I], pre-cisamente en cuanto comunidad quenace del bautismo y que responde al

    plan de Dios quien quiso salvar a lahumanidad no de forma aislada sinoconstituyendo un pueblo que le cono-ciera y sirviera santamente [LG 9].

    Por esto fue una verdadera revolu-

    cin eclesiolgica el anteponer el pue-blo de Dios [LG II] a la jerarqua [LG

    III], a los laicos [LG IV] y a la vida reli-giosa [LG VI]. La jerarqua y los diver-sos carismas estn al servicio del Pue-

    blo de Dios, se orientan a la comunidady son colegiales. La afirmacin de la

    colegialidad episcopal de todos losobispos con el Papa se sita en esta vi-sin comunitaria y sinodal de la Iglesia[LG 22-23]. Tambin el reconocimien-to de la autonoma de las Iglesias loca-les en comunin con Roma brota de es-ta visin no piramidal sino colegial dela Iglesia [LG 23]. La eclesiologa de la

    Lumen Gentium, centrada en el pueblo

    de Dios, en la Iglesia local y en la cole-gialidad episcopal ser, ante todo, unaeclesiologa de comunin. De este mo-do se pasa de la eclesiologa de Cris-tiandad del Segundo milenio a la ecle-siologa de comunin tpica del Primermilenio.

    Esta preocupacin por la comunidady la comunin es la que lleva a abordar

    el tema del ecumenismo con las Igle-sias cristianas [LG 15] y el dilogo conlas religiones no cristianas [LG 16], quese desarrolla ms ampliamente en el

    Documento sobre el ecumenismo (Uni-tatis redintegratio) y en la Declaracin

    sobre la relacin de la Iglesia con lasreligiones no cristianas (Nostra aetate),respectivamente.

    Despus del Vaticano II, este espri-tu comunitario se reflejar en las confe-rencias episcopales, snodos, consejos

    pastorales, la preocupacin por la pazdel mundo, dilogos El mismo PabloVI dedic su primera encclica Eccle-

    siam suam, al dilogo.Ahora bien, un lugar prioritario don-

    de se manifiesta el misterio de la Iglesiacomunidad y comunin es la celebra-13

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    cin litrgica, sobre todo la eucarista.Por ello no es casual que el primer do-cumento aprobado por el concilio fuesela Constitucin dogmtica sobre la li-turgia (Sacrosanctum concilium), que

    recoge y profundiza los aportes delmovimiento litrgico de los aos 50.

    Ya vimos cmo la liturgia eucarsti-ca preconciliar, idntica desde Trento(1545-1563), reflejaba la eclesiologade Cristiandad. Un cambio de eclesio-loga implica tambin un cambio litr-gico, porque la liturgia es la celebracinde la salvacin de Cristo en comunidad

    y nos hace penetrar en el misterio pas-cual: la eucarista es fuente y cumbre dela vida cristiana [SC 10].

    La liturgia segn el Vaticano II noes una accin de solo el sacerdote sinoque toda la asamblea es el sujeto de lacelebracin, las acciones litrgicas noson devociones privadas sino celebra-ciones de toda la Iglesia, de todo el pue-

    blo de Dios [SC 26] que participa acti-vamente en la celebracin [SC 17;18;30]. Es necesaria, tanto para el clerocomo para los fieles, una reforma y edu-cacin litrgica [SC 15-18]. La Palabraes la que da Espritu a la liturga [SC25;33].

    Consecuencia de esta nueva visin

    teolgica es la reforma litrgica con lastransformaciones en los ritos: lenguadel pueblo, lecturas bblicas abundantesy escogidas, reforma del marco de lacelebracin: altar de cara al pueblo, se-de en el centro, sagrario a un lado, ple-garia de los fieles, saludo de paz, comu-nin bajo las dos especies, renovacinde los rituales de los sacramentos, etc.

    Todas estas reformas litrgicas noson una concesin a la moda sino la for-

    ma concreta de expresar que la Iglesiaes una comunidad de bautizados en laque todos somos iguales ante la Palabray ante Dios.

    3.3.3. Retorno a las fuentes: Cristomediador y plenitud de la revelacin

    Juan XXIII era un hombre tradicional,pero arraigado en la verdadera Tradi-cin, que quera que la Iglesia fuesecomo las fuentes de los pueblos, siem-

    pre dispuestas a ofrecer a todo el mun-do el agua viva del evangelio, pero sin

    forzar a nadie a beber de esta agua.La Iglesia de cristiandad haba vi-vido muy centrada en leyes, normas yestructuras. Po VII, en 1816, mandretractarse al obispo Mohilev, por haberrecomendado a todos los cristianos lalectura de la Palabra de Dios; ahora elVaticano II propicia una vuelta a lasfuentes, a los orgenes de la verdadera

    Tradicin, a Cristo. Por esto el Conciliovuelve a la Palabra de Dios, sobre todoen la Constitucin dogmtica sobre la

    Palabra de Dios (Dei Verbum). Esteacercamiento a la Palabra propiciarel dilogo con las Iglesias de la Refor-ma.

    Siguiendo las pistas del movimientobblico, el Concilio devuelve a la Pala-bra el lugar central en la vida cristiana:desconocer la escritura es desconocera Cristo (DV 25, citando a S. Jerni-mo). Si la teologa tradicional conside-raba la revelacin como un conjunto deverdades que Dios nos haba comunica-do (o incluso dictado) y que constituancomo el depsito de la fe, el Concilio

    entiende la revelacin como la comuni-cacin viva de Dios en la historia por14

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    medio de Jess y del Espritu: la reve-lacin no son slo ideas, es la vida delEspritu que se nos comunica en la per-sona de Jess.

    As aparece que lo primero no es labsqueda de Dios por parte del serhumano sino la libre comunicacin delSeor a la humanidad en la creacin yen la historia. La revelacin se noscomunica no slo a travs de palabras,sino tambin a travs de hechos, comola liberacin del xodo o el misterio

    pascual de Jess. Dios que nos habl enel pasado a travs de su Hijo, mantienehoy un dilogo con la esposa de suHijo, la Iglesia [DV 8].

    A travs de la contemplacin, el es-tudio, la experiencia espiritual y la pre-dicacin, la revelacin puede ser mejorcomprendida y profundizada [DV 8].Puede ser estudiada cientficamente ycon mtodos modernos, pero siempredentro de la fe de la Iglesia, que tiene elEspritu del Seor. Frente a los que de-seaban hablar de las dos fuentes de larevelacin, Vaticano II afirma que laTradicin de la Iglesia y la Escritura[DV 9] proceden de la misma y nicafuente: Cristo y su Espritu .

    Para el concilio la Palabra reveladaen la Escritura [DV] est presente en la

    Iglesia [LG 1-2;8] y actuante en la litur-gia [SC] y ha de ser el alma del estudiode la teologa. Toda la Iglesia est bajola Palabra de Dios. Esta afirmacin con-ciliar se profundizar luego en la Iglesiay hallar una nueva expresin en laExhortacin postsinodal de BenedictoXVI, Verbum Domini (2010).

    Es interesante tambin recordar que

    el Decreto sobre ecumenismo, (Unitatisredintegratio) afirma que existe una

    jerarqua de verdades de modo que notodas tienen la misma fuerza e impor-tancia [UR 11]. No es lo mismo negarla divinidad de Jess que el primado dePedro.

    3.3.4. Redescubrimiento del Espritu:el Espritu del Seor llenael universo

    Juan XXIII vea el Vaticano II como unsoplo del Espritu en la Iglesia, comorenovacin y aggiornamento, un ver-dadero Pentecosts. El viento que de-

    ba renovar la Iglesia y sacudir el polvode siglos pasados era el soplo del Esp-ritu.

    El Espritu, muy olvidado por lateologa y por la Iglesia latina, es redes-cubierto por el Vaticano II. A ello con-tribuy, sin duda, la presencia en elConcilio de los observadores cristianos,sobre todo de los cristianos ortodoxos

    de la Iglesia oriental, que siempre acha-can a los catlicos su poca sensibilidadal Espritu. Este Espritu es la clavesilenciosa y oculta pero presente y vivi-ficante que ilumina todos los documen-tos conciliares. El concilio es un acon-tecimiento del Espritu que sopla dondequiere.

    El concilio reconoce y reafirma queel Espritu acta en el mundo, en elAntiguo Testamento, en los profetas, enJess y es el que vivifica, santifica, gua,instruye, unifica, renueva y rejuvenecela Iglesia [LG 4]. El Espritu inspira lasEscrituras, las cuales deben leerse a laluz del mismo Espritu [DV 7;9;12;18;21]. El Espritu acta en los sacramen-

    tos de la Iglesia y sobre todo en la euca-rista [SC 6,43]. El Espritu unge inte-15

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    riormente a los fieles y les da el sentidode la fe y su adhesin infalible a ella[LG 12], derrama dones y carismas so-

    bre todos los bautizados [LG 12], susci-ta vocaciones a la vida religiosa [LG

    44-45] y transfigura la historia y elmundo hacia la plenitud escatolgicadel Reino [GS 37-39]. La vida cristianaes, pues, una vida segn el Espritu.

    El Espritu es el que ha suscitado elmovimiento ecumnico en estos lti-mos aos [UR 1,4] y el que acta en lasrestantes comunidades cristianas [LG15; UR 3-4]. Ms an, si el Vaticano IIafirma que fuera de la Iglesia hay posi-

    bilidad de salvacin porque la Provi-dencia no niega los auxilios necesarios

    para la salvacin a los que sin conocerla revelacin siguen una vida recta [LG16] es porque el Espritu Santo ofrecea todos la posibilidad de que, en la for-ma de slo Dios conocida, se asociena misterio pascual de Cristo [GS 22].En el fondo del Decreto sobre el ecu-menismo (Unitatis redintegratio) y dela Declaracin de relacin con los nocristianos (Nostra aetate) subyace lamisteriosa pero eficaz presencia delEspritu. Este mismo Espritu es el quemueve desde dentro la actividad misio-nera de la Iglesia (Ad gentes).

    Pero el Espritu no slo es el queconduce a la Iglesia a su plenitud esca-tolgica sino el que dirige la historia dela humanidad, llena el universo y semanifiesta en los signos de los tiempos[GS 4;11;44]. Por ello mismo recono-cer la libertad religiosa (Dignitatis hu-manae) no es ceder a la moda del rela-tivismo ni negar la identidad cristiana

    sino responder a un signo de los tiem-pos del Espritu.

    3.4. La sntesis final de Pablo VI:una espiritualidad samaritana

    El discurso de clausura del Vaticano IIde Pablo VI del 8 de diciembre de

    1965, sintetiza toda esta novedad:La religin del Dios que se hahecho hombre, se ha encontrado conla religin porque tal es del hom-

    bre que se hace Dios. Qu ha suce-dido? Un choque, una lucha, unacondenacin? Poda haberse dado,

    pero no se produjo. La antigua histo-ria del samaritano ha sido la pauta

    de la espiritualidad del Concilio. Unasimpata inmensa lo ha penetradotodo. El descubrimiento de las nece-sidades humanas y son tanto ma-yores cuanto ms grande se hace elhijo de la tierra ha absorbido laatencin de nuestro Snodo. (n 8)

    Y si recordamos, venerables her-manos e hijos todos aqu presentes,

    cmo en el rostro de cada hombre,especialmente si se ha hecho trans-

    parente por sus lgrimas y por susdolores, podemos y debemos reco-nocer el rostro de Cristo (Mt 25,40),el Hijo del hombre, y si en el rostrode Cristo podemos y debemos ade-ms reconocer el rostro del Padrecelestial Quien me ve a m dijo

    Jess ve tambin al Padre (Jn14, 9), nuestro humanismo se hacecristianismo, nuestro cristianismose hace teocntrico, tanto que pode-mos afirmar tambin: para conocera Dios es necesario conocer al hom-

    bre. (n 16)

    El espritu del aggiornamento de

    Juan XXIII haba invadido todo el con-cilio, del comienzo al fin.16

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    4. INTERLUDIO TESTIMONIAL: MIS VIVENCIASDEL CONCILIO

    Viv en Roma la etapa del Concilio de Pablo VI (1963-1965), mientraspreparaba el doctorado en teologa. El acontecimiento conciliar des-bordaba el aula del Vaticano e inundaba las calles. La ciudad vibrabacon un entusiasmo, pasin y alegra hasta entonces desconocida. Losdebates y las votaciones conciliares eran seguidas da a da. Nos dis-putbamos los comentarios de la sala de prensa vaticana y devorba-mos las crnicas de conocidos periodistas como Raniero La Valle enLAvenire dItalia, Henri Fesquet en Le Monde o Martn Descalzo en LaGaceta del Norte. Acudamos a la plaza de San Pedro para ver la entra-

    da o salida de los obispos y de los telogos famosos.

    Por las noches haba ruedas de prensay conferencias, donde obispos, observa-dores y telogos comentaban la marcha

    del Concilio. Karl Rahner nos hablsobre la colegialidad episcopal, JeanDanilou sobre el captulo de la vidareligiosa, Yves Congar sobre la Iglesia,Henri De Lubac sobre la revelacin, eltelogo protestante Oskar Cullmansobre la historia de la salvacin, elcardenal Agustn Bea sobre ecumenis-mo, Roger Schutz sobre Taiz, Su-

    granyes de Franch sobre el esquemaXIII

    En un colegio romano se reunan al-gunos obispos del tercer mundo, con el

    brasileo Helder Cmara a la cabeza,

    para tratar de sus problemas, dibujar elnuevo rostro de la Iglesia de los pobresy enviar comunicados profticos a losobispos conciliares. Tambin algunoscardenales pronunciaban conferencias.Recuerdo las que tuvieron en la Grego-riana el cardenal Franz Knig de Vienasobre el dilogo con las religiones nocristianas y el cardenal Pellegrino de

    Turn sobre los signos de los tiempos,lamentando que la Iglesia haya sido a

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    veces tan poco clarividente en captarestos signos.

    Comenzaban a escucharse, ademsde los ya citados, los nombres de losobispos ms avanzados. Recuerdo a

    Suenens de Blgica que tuvo gran im-portancia en la introduccin del cap-tulo sobre el Pueblo de Dios en laConstitucin sobre la Iglesia, Alfrink deHolanda, Dpfner deAlemania Federal,Lercaro de Italia que tuvo una famosaintervencin sobre la importancia de los

    pobres en la Iglesia, el Patriarca orien-tal Mximos IV clebre por su libertad

    de espritu y por hablar siempre en fran-cs, Bettazi de Italia quien defendi conardor la colegialidad episcopal, etc.Tambin se hicieron famosos los nom-

    bres de los obispos ms conservadores,como el cardenal Ottaviani, Presidentedel Santo Oficio y el obispo francs M.Lefbvre, acrrimo enemigo de la liber-tad religiosa y que acabara provocando

    un cisma eclesial en el postconcilio.Aadamos a todo esto las celebra-

    ciones que coincidan con el Vaticano II:el viaje de Pablo VI a Tierra Santa don-de abraz al patriarca Atengoras deConstantinopla, o su viaje a Bombayque dej al Papa profundamente im-

    presionado por la pobreza y religiosidaddel pueblo indio. El asesinato de JohnF. Kennedy caus una honda conmo-cin en el aula conciliar y se celebr unsolemne funeral en la baslica de SanJuan de Letrn. Mientras tanto, el pue-

    blo romano acuda con devocin a latumba de Juan XXIII, siempre adorna-da con flores y macetas.

    El aula de San Pedro, con su inmen-so gradero para 2000 obispos, quedabareservada a los obispos, telogos, peri-

    tos y observadores de otras Iglesias.Pero con el aval de algn obispo se

    poda conseguir un pase para asistir deoyente a una sesin conciliar.

    Gracias al obispo jesuita cubano

    Mons. Azcrate, pude presenciar unamaana conciliar. Comenzaba con laeucarista, durante la cual una serie deobispos hacan fila para confesarse, locual ofreca una imagen nueva de unaIglesia humilde y pecadora, conscientede la necesidad del perdn de Dios.Luego se entronizaba el Evangelio, co-mo signo de que todo cuanto se discu-

    ta no era ms que una profundizacinde la Palabra de Dios y que, para DeLubac, constitua el momento ms im-

    presionante de la jornada conciliar: laIglesia est bajo la Palabra.

    A continuacin se iniciaba el deba-te, en latn, sobre el tema del da. Aquelda trataban de los matrimonios entrecatlicos y protestantes. Recuerdo queel cardenal de Londres Heenan aboga-

    ba por la celebracin festiva de estosmatrimonios para evitar la tristeza de lanovia de tener que celebrar su boda sinflores ni msica, como algunos obispos

    pretendan. A media maana, obispos yexpertos desaparecan y acudan silen-ciosamente a una cafetera situada enuna capilla lateral popularmente lla-madaBar Jona donde tomaban su cafo cocacola y compartan las impresio-nes de la jornada con los telogosexpertos. Al finalizar la sesin de la ma-ana, el secretario del Concilio, monse-or Pericles Felici, dio avisos a los obis-

    pos para la sesin siguiente en un latnciceroniano.

    Realmente el Vaticano II fue unacontecimiento del Espritu.

    18

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    5.1. Una primavera eclesial

    El Vaticano II fue un concilio de laIglesia sobre la Iglesia, tanto en torno ala Iglesia misma (ad intra), como en su

    relacin con el mundo (ad extra). Entodos los campos eclesiales hubo unaverdadera renovacin:

    En el terreno ecumnico se levan-taron las excomuniones mutuas en-tre Roma y Constantinopla con en-cuentros en Jerusaln y Roma entrePablo VI y el Patriarca Atengoras;

    el Primado de Inglaterra Ramsey vi-sitalPapayPabloVIviajGinebra

    para un encuentro con las Iglesias dela Reforma.

    En la liturgia, como ya hemos in-sinuado ms arriba, hubo una reno-

    vacin de los rituales sacramentalesy en especial de la eucarista: mayorabundancia de la Palabra, mayor

    participacin activa de los fieles, usode lenguas vernculas

    Se intensific el dilogo con las re-ligiones no cristianas y con el mun-do moderno en general, en un clima

    antes desconocido de dilogo y res-peto a la libertad religiosa.19

    5. EL POSTCONCILIO

    El deseo y oraciones de Juan XXIII que peda que el Vaticano II fuera

    un Pentecosts para la Iglesia, fue ampliamente escuchado por elSeor. El Vaticano II fue una autntica irrupcin del Espritu sobre laIglesia, un acontecimiento salvfico, un verdadero kairos, un nuevoPentecosts. Hay un antes y un despus del Vaticano II.

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    A nivel eclesial surgen nuevas for-mas de participacin y colegialidad:conferencias episcopales, snodosde obispos en Roma, consejos pas-torales diocesanos y parroquiales,

    asambleas y snodos diocesanos ynacionales

    Hay una renovacin teolgica yespiritual en la formacin sacerdo-tal, en la vida religiosa, en el laica-do que toma conciencia de su prota-gonismo eclesial.

    A nivel teolgico se da una pro-

    fundizacin bblica, patrstica, litr-gica, eclesial y pastoral con una ma-yor apertura a la realidad y a lossignos de los tiempos.

    En fin nace una nueva mentalidadque se llamar conciliar para distin-guirla de la preconciliar de antes delVaticano II.

    Estos cambios reflejan los cambioseclesiolgicos producidos en el Conci-lio:

    De la Iglesia de Cristiandad, tpi-ca del Segundo milenio, centrada enel poder y la jerarqua, se pasa a laIglesia del Tercer milenio que recu-

    pera la eclesiologa de comunintpica del Primer milenio y se abre al

    desafo de los nuevos signos de lostiempos [GS 4;11;44].

    De una eclesiologa centrada ens misma, se abre a una Iglesia orien-tada al Reino, del cual la Iglesia es,en la tierra, semilla y comienzo [LG5].

    De una Iglesia sociedad perfecta,

    tan visible e histrica como la rep-blica de Venecia o el Reino de los

    francos (segn Roberto Belarmino),se pasa a una Iglesia misterio, radi-cada en la Trinidad, una muchedum-

    bre congregada por la unidad delPadre, del Hijo y del Espritu Santo

    [LG 4]. De una eclesiologa exclusiva-mente cristocntrica (cristomonis-ta segn la formulacin de telogosdel Oriente), se pasa a una Iglesiaque vive tanto bajo el principio cris-tolgico como bajo el principio

    pneumatolgico del Espritu, que la

    rejuvenece, la renueva y la conducea la unin consumada con Cristo[LG 4].

    De una Iglesia centralista, a unaIglesia corresponsable y sinodal querespeta las Iglesias locales, en lascuales y por las cuales existe la Igle-sia universal [LG 23].

    De una Iglesia identificada con lajerarqua, a una Iglesia toda ella Pue-blo de Dios con diversos carismas yministerios [LG II].

    De un Iglesia triunfalista queparece haber llegado a la gloria, auna Iglesia que camina en la historiahacia la escatologa y se llena del

    polvo del camino [LG VII].

    De una Iglesia seora y domina-dora, madre y maestra universal, auna Iglesia servidora de todos y enespecial de los pobres, en los que re-conoce la imagen de su Fundador

    pobre y paciente [LG 8].

    De una Iglesia comprometida conel poder, a una Iglesia enviada a

    evangelizar a los pobres, con los quese siente solidaria [GS 1; LG 8].20

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    De una Iglesia arca de salvacin, auna Iglesia sacramento de salvacin[LG 1;9;48], en dilogo con las otrasIglesias y con las otras religiones dela humanidad, en pleno reconoci-

    miento de la libertad religiosa.En este sentido se ha dicho que el

    Vaticano II ha sido un Concilio de tran-sicin, entendida esta transicin comoel paso de una eclesiologa tradicional aotra renovada.5 Es el paso del anatemaal dilogo, un verdadero aggiornamen-to de la Iglesia, que para algunos, qui-

    zs excesivamente optimistas, significael rquiem del Constantinismo, la tum-ba de la Iglesia de cristiandad. Pero, se-gn Comblin, la euforia del concilio du-r solamente 3 4 aos

    5.2. De la primavera al inviernoeclesial

    As como en la primavera se producendeshielos que acaban en avalanchas denieve y en peligrosos deslizamientos, la

    puesta en prctica el Vaticano II, luegode quince siglos de constantinismo ecle-sial, produjo muchas reacciones y exa-geraciones en el seno de la Iglesia.Desde la sociologa esto no debera ex-traarnos, pues una gran masa de fielesno cambia fcilmente su modo tradicio-nal de pensar y de actuar.

    Algunos telogos conservadores seresistieron a aceptar el Vaticano II, cre-yeron que la Iglesia doblaba sus rodillasante la Modernidad (J.Maritain, L.Bouyer). Mucho peor y ms intransi-gente fue la postura del Mons. Marcel

    Lefbvre que acab formando un grupodisidente (Fraternidad de Po X) y que

    al proceder a nombrar sus propios obis-pos fue excomulgado por Juan Pablo II(1988). La cuestin litrgica (el deseode volver a la liturgia latina de Po V),no fue lo ms importante: en el fondo

    haba un rechazo frontal del Vaticano IIal que acusaba de protestantismo y mo-dernismo.

    Estas posturas reaccionarias estabanalimentadas por una interpretacin ex-cesivamente libre y alegre del VaticanoII por parte de algunos grupos progre-sistas, como si el Vaticano II hubieseoperado una ruptura con la verdaderaTradicin eclesial del pasado, lo cual

    produjo excesos, abusos en terrenosdogmticos, litrgicos, morales, ecum-nicos, en la misin ad gentes.Loquefuems doloroso, el abandono del ministe-rio por parte de muchos sacerdotes y demiembros de la vida consagrada.

    A esto se sum un descenso de la

    prctica dominical y sacramental, el au-mento de divorcios, la indiferencia reli-giosa, la disminucin de las vocacionessacerdotales y religiosas, un ambientemuy secularizado y crtico frente a laIglesia. Todo lo negativo se achac alConcilio.

    Ya Pablo VI desde mayo del 68 sesiente preocupado por la contestacin

    en la Iglesia y se plantea el tema de lainterpretacin del concilio por miedo aque en nombre del espritu del conciliose vaya ms all de sus textos. Y co-mienza una nueva etapa en la que lacta por su cuenta y sin contar conlos obispos publica la encclica sobreel celibato (Sacerdotalis coelibatus),la Profesin de fe del Papa (1968) y la

    encclica contra los anticonceptivos(Humanae vitae) en contra del parecer21

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    mayoritario de la comisin pontificiacreada por l.

    Esto explica el hecho de que perso-nas muy responsables y representativasde la Iglesia hicieran una crtica si no

    del Vaticano II, s ciertamente de suaplicacin. Aqu hay que sealar la en-trevista que mantuvo el Cardenal JosefRatzinger, entonces Prefecto de la Con-gregacin de la fe, con el periodista ita-liano Vittorio Messori en 1985.6

    Ratzinger no critica al Concilio sinoal anti-espritu del Concilio que se ha in-troducido en la Iglesia, fruto de los em-

    bates de la modernidad y de la revolu-cin cultural sobre todo de occidente.

    No defiende una vuelta atrs sino unarestauracin eclesial, una vuelta a losautnticos textos conciliares para buscarun nuevo equilibrio y recuperar la uni-dad y la integridad de la vida de la Igle-sia y de su relacin con Cristo. No sesiente muy inclinado a resaltar la histo-ricidad de la Iglesia, ni los signos de lostiempos, ni el concepto de Pueblo deDios, ni a apoyar las conferencias epis-copales que asfixian el papel del obispolocal. Cree que los ltimos veinte aosdespus del Concilio han sido desfavo-rables para la Iglesia y opuestos a las ex-

    pectativas de Juan XXIII. Ni la teologa

    liberadora de Amrica latina, ni las reli-giones no cristianas, ni el movimientofeminista gozan de su simpata. El tonodel dilogo es ms bien pesimista ysombro, mientras que para l un rayoluminoso de esperanza lo constituyenlos nuevos movimientos laicales y ca-rismticos.7

    Frente a esta postura crtica de Rat-

    zinger sobre el postconcilio, el cardenalde Viena, Franz Knig, que jug un pa-

    pel muy importante en el Vaticano II, es-cribi un libro, Iglesia, adnde vas?8,donde afirma que la minora conciliarvea el concilio como una amenaza yutiliz todo su poder para vaciarlo de

    contendido. Para Knig, la Iglesia dehoy, sin el Vaticano II, hubiera sido unacatstrofe y segn Knig son sospecho-sos los intentos actuales de restauracineclesial.

    Este cambio de clima eclesial que seinicia en tiempos de Pablo VI, se con-solidar en el largo pontificado de JuanPablo II, quien, como se ha dicho, era

    post-marxista y avanzado en el camposocial, pero en el campo eclesial tenauna mentalidad premoderna.9

    En 1984 Juan Pablo II concede a losobispos diocesanos el permitir la misaen latn segn el rito anterior al concilioy en 1985 convoca un snodo extraordi-nario sobre el concilio, que defendi laidentidad del Vaticano II frente a susimpugnadores, pero que sustituy elconcepto de Pueblo de Dios por el deIglesia comunin y Cuerpo de Cristo (elconcepto Pueblo de Dios pareca pro-clive a ser interpretado sociolgica y

    polticamente), resalt la importanciade la santidad y de la cruz en la Iglesia(seguramente se crea que Gaudium et

    Spes era demasiado optimista y huma-nista), cambi la palabra pluralismopor la pluriformidad, e intent leerGaudium et Spes desdeLumen Gentiumy no al revs.

    La minora conciliar que fue derro-tada por el Vaticano II, poco a poco haido enarbolando la interpretacin yconduccin del Vaticano II (Alberigo).

    Lentamente hemos ido pasando de laprimavera al invierno conciliar (K.22

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    Rahner), a una vuelta a la gran discipli-na (J. B. Libanio), a una restauracineclesial (G. C. Zzola), a una nocheoscura eclesial (J. I. Gonzlez Faus). Ala revista Concilium, liderada por los

    grandes telogos conciliares, se le aa-de en 1972 la revista Communio inspi-rada por Hans Urs von Balthasar conuna lnea teolgica diferente. Von Bal-thasar parece constituirse en la granfigura teolgica del postconcilio, frentea Rahner que lo fue del concilio. Algoest cambiando.

    Muchos de los documentos eclesio-

    lgicos del magisterio que se han idoproduciendo en tiempo de Juan Pablo II,como Apostolos suos (1998) sobre lasconferencias episcopales, Communio-nis notio (1992) sobre las Iglesias loca-les y la Instruccin sobre la colabora-cin de los fieles laicos en el ministeriode los sacerdotes (1987), marcan unclaro retroceso respecto a la inspiracin

    ms profunda del Vaticano II.10

    Se habla del fin de los experimentos,el Derecho cannico se convierte en lanorma de autntica interpretacin delconcilio, hay censura a telogos disi-dentes (Pohier, Schillebeeckx, Kng,Boff, Curran, Balasurya, De Mello,Dupuis, Haight), conflictos con algu-

    nas rdenes religiosas (jesuitas, francis-canos, carmelitas), se intenta demolerlo anterior: control de las Iglesia loca-les, prevalencia de los nuncios, eleccinde obispos conservadores, se cuestionala prctica de las conferencias episco-

    pales y se controlan sus decisiones, lacolegialidad se vaca de contenido, lossnodos romanos son slo consultivos y

    abordan temas meramente intraeclesia-les, reaccionando negativamente a de-

    mandas pastorales (la comunin de se-parados vueltos a casar, celibato, acce-so de las mujeres al ministerio, discipli-na sacramental), hay una reforma de lareforma litrgica, el gobierno vuelve a

    ser muy piramidal, clerical y autoritario,se diluye todo lo que se refiere a comu-nidades de base, a la opcin por los po-

    bres se la adjetiva de preferencial y almismo tiempo hay un apoyo a los mo-vimientos laicales de aire tradicional y

    poca sensibilidad e incidencia social:Opus Dei, Comunin y liberacin, Le-gionarios de Cristo, Movimiento Neo-catecumenal

    Sin embargo hay que reconocer queJuan Pablo II tuvo algunos gestos deapertura, como la reunin de Ass conlos representantes de todas las religio-nes (1986), la invitacin a repensar en-tre todos los cristianos el ejercicio actualdel primado de Pedro en la Iglesia, Ut

    unum sint (1996), la exhortacin a serfieles a las enseanzas del concilio(Ante el Tercer milenio, 20) y la peticinde perdn de los pecados de la Iglesiaen el Segundo milenio durante el jubi-leo del ao 2000.

    Benedicto XVI accede al pontificado(2005) coincidiendo con una situacineclesial de confrontacin y conflicto,

    crece el debate sobre la interpretacindel concilio. Benedicto XVI habla de laconfrontacin entre dos hermenuticas,la hermenutica de discontinuidad oruptura y la hermenutica de la refor-ma.11 En 2007 el Papa permiti a toda laIglesia usar el ritual del misal romanode Po V en latn, anterior a la reformadel Vaticano II de 1970 y en 2009 le-

    vant la excomunin a varios obisposlefebvrianos. Estos hechos han provo-23

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    cado gran consternacin e incluso in-dignacin en muchos sectores eclesiales

    pues lo consideran como un error pas-toral (Hnermann), una marcha atrsrespecto del concilio y una cesin a las

    presiones de los grupos ms conserva-dores que al rechazar la reforma litrgi-ca del Vaticano II en el fondo rechazanla eclesiologa del Vaticano II, la liber-tad religiosa y el dilogo con las reli-giones no cristianas.12

    5.3. Sntomas de un malestar

    A cincuenta aos de la clausura delConcilio, algunos se preguntan si enel Concilio realmente sucedi algo.13

    Frente a esta postura crtica y dubitati-va, historiadores como G. Alberigo yOMalley han demostrado que elVaticano II fue un verdadero aconteci-miento, pero no han faltado reaccionesen contra, como la de Mons A. Marche-tto, para quien el Vaticano II no operaningn cambio histrico, sino que es

    preferible hablar de continuidad.14

    Asistimos de hecho a una lenta peroprogresiva regresin al tiempo pre-con-ciliar, se inicia una contra-reforma con-ciliar, una reforma de la reforma, Romaha seguido actuando como antes de con-

    cilio, la curia se ha impuesto a las fuer-zas renovadoras, el centralismo ha do-minado frente a las Iglesias locales,

    pieza a pieza se ha ido desmontado elconcilio (E. Biser), no se ha conocido enla historia de la Iglesia una suspensinsemejante de las conclusiones de unconcilio legtimo (P. Hnermann). Se haintentado minimizar la enseanza del

    concilio, anular el vuelco conciliar, elsalto hacia adelante.

    La contraposicin entre continuidado novedad es incorrecta. Ningn telo-go serio afirma que el Vaticano II su-

    ponga una ruptura respecto a la granTradicin de la Iglesia, sino una conti-

    nuidad abierta a la novedad o una no-vedad en profunda continuidad con laTradicin, en la lnea del desarrollodoctrinal de Newman. Como escribiJuan XXII en su Diario pocos das an-tes de su muerte: No es que haya cam-

    biado el evangelio: somos nosotros losque hemos comenzado a comprenderlomejor. En todo caso, la ruptura ms

    grave no ha sido la de los progresistas,sino la de la extrema derecha deLefbvre.

    Esta involucin ha llevado a unagran desilusin de los sectores que es-

    peraban que el concilio renovase laIglesia, hay abandonos masivos y silen-ciosos de la Iglesia por parte de muchossectores cristianos de buena fe, espe-cialmente de jvenes y mujeres. LaIglesia tiene el riesgo de convertirse enuna subcultura, en un gueto, confun-diendo el pequeo rebao con una secta(Rahner), contra lo cual surge un clamorcreciente: un clamor contra el gueto.15

    Estamos ante una gran crisis eclesial,que algunos comparan con la crisis que

    precedi a la Reforma en el s. XVI.Hay una prdida de credibilidad de

    la Iglesia que se ubica con dificultad enel nuevo contexto social y cultural: esclerical en una sociedad muchas vecesanticlerical; tutela sobre seglares en unasociedad laica; es vertical en una socie-dad democrtica; silencia a las mujeresen momento de auge del feminismo en

    el mundo. La Iglesia vuelve a impreg-narse de rasgos antimodernos.16

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    5.4. Causas de esta involucineclesial

    El Vaticano II presenta una serie de d-ficits que lastrarn sus elementos posi-

    tivos y los ensombrecern.El concilio para lograr el mayor con-senso de los obispos tuvo que admitiruna serie de enmiendas (o modos)delosgrupos ms conservadores, que hacenque la eclesiologa conciliar contengauna cierta ambigua dualidad entre elacento jurdico de la eclesiologa tradi-cional y la afirmacin de la eclesiologa

    de comunin, como el telogo italianoL. Acerbi ha sealado.Se aade a ello que el Vaticano II no

    lleg a concretar los grandes temasabordados, dejando sin mediaciones

    prcticas los enunciados generales.Muchas veces se formularon solamente

    principios tericos, se minusvalor ladificultad de llevar a cabo las reformas

    conciliares. Falta institucionalizacinde sus documentos. No se concretan lostemas como la eleccin de los obispos ydel Papa, el valor de las conferenciasepiscopales y la autoridad de los sno-dos romanos, la relacin de los laicoscon los ministros ordenados y su poderen la Iglesia, etc.

    Pero adems de ello, el Concilio notrat y guard silencio sobre temas yaentonces candentes: el celibato sacerdo-tal, la disminucin de ministros ordena-dos, la ordenacin de hombres casados(viri probati), el papel de la mujer en lasociedad y en la Iglesia, la sexualidad yel control de la natalidad, la disciplinadel matrimonio, el estatuto eclesiolgi-

    co de los obispos auxiliares, de los nun-cios y de los cardenales, la funcin de la

    curia romana, la relacin entre leyes ci-viles y morales

    El mismo Papa Pablo VI, deseoso deevitar divisiones en la Iglesia, mand in-troducir una Nota previa al final de la

    Lumen Gentium por miedo a que la co-legialidad restara poder al papado pro-clamado en el Vaticano I, para que que-dase bien clara la funcin primacial delPapa en el colegio episcopal.

    Aadamos a todo ello que el Vatica-no II no logr realizar el sueo profti-co de Juan XXIII de que la Iglesia fueserealmente la Iglesia de los pobres. Fuerade alguna breve alusin al tema en

    Lumen Gentium 8 y Gaudium et spes 1,el concilio, elaborado sobre todo porobispos y telogos centroeuropeos ydel norte, no fue sensible a este tema. LaIglesia de Amrica Latina en Medelln(1968) lo asumir al hablar de la opcin

    por los pobres y denunciar las estructu-ras injustas de pecado que oprimen al

    pueblo.Estas lagunas han hecho que la mag-

    nfica eclesiologa de comunin delVaticano II, en la prctica haya queda-do muchas veces a mitad de camino.Muchos de estos temas se convertirnen el postconcilio, sobre todo en tiempode Pablo VI, en cuestiones no slo can-

    dentes sino conflictivas. Pensemos, porejemplo, en la polmica surgida en tor-no a la Humanae vitae.

    Pero a lo anterior hay que aadirque la curia romana, que liderada porOttaviani siempre mir con prevencinel concilio y que sin duda tema perder

    poder con su aplicacin prctica, ha sidoun elemento de freno en el postconcilio,

    interponindose muchas veces entre elPapa y los obispos de todo el mundo y25

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    haciendo una lectura literal y minima-lista del Vaticano II, es decir reinterpre-tndolo desde la Iglesia de Cristiandad,desde Trento y Vaticano I. Ejemplos deesta involucin pueden ser tanto el nue-

    vo Cdigo de derecho cannico (1983)como el Catecismo de la Iglesia catli-ca (1992).

    El magisterio de la Iglesia se asustante las corrientes tradicionalistas deobispos y telogos atemorizados de lasconsecuencias no previstas del concilio,lo cual hizo que la curia frenase las re-formas, censurando posturas profticas

    que eran consideradas peligrosas y ac-cediendo a peticiones conservadoras.

    5.5. Cuestiones pendientes

    Hay temas que el concilio no pudo tra-tar o que no logr desarrollar adecuada-mente. Enumeremos una larga lista de

    los principales: Reforma del ministerio petrino,conforme al deseo de Juan Pablo IIen su encclica Ut unum sint,paraqueel ejercicio actual del Papado deje deconstituir el mayor obstculo para launin de los cristianos: que el Papadeje de ser Jefe de Estado, que haya

    profunda reforma de la curia que ha

    sido el mayor freno para el desarro-llo del concilio y que se interponeentre el Papa y los obispos; revisarla cuestin del poder en la Iglesia,aunque se llame poder sagrado.

    Revisin de la estructura de nun-cios-obispos diplomticos y de loscardenales que responden a la Igle-

    sia de Cristiandad y no a la del Vati-cano II.

    Participacin del pueblo cristianoen la eleccin de sus obispos.

    Hacer efectiva la colegialidad epis-copal con una mayor autonoma delas Iglesias locales en temas de doc-trina de la fe, derecho y liturgia y quelos snodos de Roma sean delibe-rativos y no meramente consultivos.

    Mejorar la relaciones entre laCongregacin de la fe y los telogos,en un clima de dilogo sincero, res-

    petando los derechos humanos, sinprocesos secretos y humillantes que

    van contra la dignidad humana. Abrirse a otras formas de ministe-rio ordenado que puede incluir laordenacin de hombres casados,maduros en la fe (viri probati) y quese deje de considerar el celibato co-mo una condicin obligatoria para elministerio latino.

    Revisin del papel de la mujer enla Iglesia, superando toda forma depatriarcalismo machista y andrcen-trico; dentro de esto se debera re-

    pensar si la prohibicin al ministerioordenado de la mujer que se consi-dera como algo definitivo, es real-mente algo intocable, ya que esta ex-clusin no tiene fundamento bblico

    ni tradicional. Promocin del laicado, de su for-macin y de sus ministerios, dndo-les plena confianza y autonoma, es-cuchndoles y asesorndose de ellosen temas de su competencia como

    pueden ser matrimonio y familia,economa, poltica, ciencia, cultura.

    Mayor respeto a los carismas dela vida religiosa, tambin de la vida26

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    religiosa femenina y de hermanos,sin manipularla para suplir la falta declero ni parroquializarla indistin-tamente.

    Profunda revisin de la doctrinaoficial sobre control de natalidad yanticonceptivos; deben repensarseseriamente desde la antropologa,

    psicologa y ciencia moderna la se-xualidad, homosexualidad, relacio-nes prematrimoniales, comunin dedivorciados vueltos a casar, lo mis-mo que muchos temas de biotica

    que necesitan un mayor dilogo conla medicina y gentica.

    Relanzamiento del ecumenismohoy frenado y una mayor apertura

    para el dilogo inter-religioso.

    Proseguir la reforma litrgica, dan-do mayor espacio al pluralismo deformas segn culturas y tradicionesy concediendo mayor libertad a lasconferencias episcopales.

    Renovacin del lenguaje eclesialtanto el teolgico y catequtico co-mo el del magisterio y de la liturgiaque resulta algo anacrnico, aburri-do, repetitivo, moralizante e inadap-tado al tiempo de hoy (H. Boulad).

    Finalmente, pero no lo ltimo, la

    Iglesia del postconcilio ha de tomarmuy en serio la propuesta inicial deJuan XXIII de que la Iglesia, cierta-mente universal, debe ser ante todola Iglesia de los pobres.

    Hay sin duda otros temas nuevosque el Vaticano II no pudo prever como

    por ejemplo el de los nuevos movi-

    mientos eclesiales laicales y su inser-cin en la Iglesia local y sobre todo el

    de la ecologa, medio ambiente y respe-to a la naturaleza

    5.6. Cambio de acentos

    Pero sin dejar de lado las diversas her-menuticas y aplicaciones del VaticanoII, si nos fijamos en el nuevo contextosocio-eclesial que hoy vivimos, consta-taremos que en estos 50 aos ha habidoun corrimiento de acentos y de intersen la apreciacin y actualidad de losmismos documentos conciliares.

    Para poner algn ejemplo, si la ecle-siologa del Vaticano II estuvo centradaen Lumen gentium una Iglesia ya cons-tituida, hoy da vemos que el decreto

    Ad gentes sobre la actividad misionerade la Iglesia recobra mayor actualidad yurgencia y esto no slo para los llama-dos pases de misin sino tambin yquizs sobre todo para los mismos

    pases de tradicin catlica, convertidoshoy en verdaderos pases de misin,donde es necesaria una nueva evange-lizacin. Es casual que el Snodo deobispos de 2012 haya sido sobre la nue-va evangelizacin?

    El ecumenismo conciliar, expresadosobre todo en el decreto Unitatis redin-tegratio, parece quedar un tanto des-

    plazado ante la actualidad del dilogointer-religioso que el mismo Vaticano IIpropici en su decreto Nostra aetate.Qu sentido y urgencia tienen las dis-cusiones domsticas entre cristianosortodoxos, evanglicos y anglicanos,cuando el grave problema es la relacincon las grandes mayoras no cristianas?Toda la problemtica ecumnica, evi-

    dentemente no desaparece, pero quedaen un segundo lugar ante los problemas27

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    religiosos y polticos del dilogo con elIslam, Hinduismo, Budismo, Judasmoy las religiones tanto originarias como

    postmodernas.Qu est sucediendo? Cmo inter-

    pretar estos cambios que afectan al mis-mo ser eclesial?

    5.7. De la eclesiologa al problemade Dios

    Esta mirada sera excesivamente intrae-clesial y en el fondo falsa si no tuvira-mos en cuenta los acontecimientos so-ciales, polticos, econmicos culturalesy religiosos que han acaecido en estos50 aos: del mayo del 68 a los indigna-dos del 2011, cadas del muro de Berlny de las Torres gemelas, globalizacin,

    postmodernidad, neoliberalismo y lacrisis econmica actual, descoloniza-cin africana, nuevas tecnologas, losavances en ciencia y biologa, el cam-

    bio climtico, el nuevo tiempo axial conel cambio de paradigma religioso Es-tamos ante un terremoto y tsunami queha sacudido todo y naturalmente tam-

    bin la esfera religiosa. Estamos ante unnuevo mundo, ante un cambio de po-ca, estamos entrando en una crisis decultura mundial, no precisamente des-tructiva, pero s de proporciones indi-tas que afecta a todas las dimensionesde nuestra existencia: sociales, econ-micas, polticas, culturales y tambinreligiosas y espirituales.

    Culpar al Vaticano II o a la curia ro-mana de todos estos desfases sera ex-cesivamente parcial.

    Todo esto naturalmente afecta a

    nuestra conciencia religiosa y eclesial.J. B. Metz ha formulado en una especie

    de sorites los cambios que vivimos anivel religioso y eclesial. Frente a unapoca de pertenencia pacfica a laIglesia hoy se ha ido pasando primero aafirmar Cristo s, Iglesia no, para lue-

    go ir avanzando a Dios s, Cristo, noy ms adelante religin s, Dios, no,

    para acabar diciendo espiritualidad s,religin no.

    En este clima catico de cambio eincertidumbre generalizada, la proble-mtica del Vaticano II ha quedado dealgn modo desplazada o incluso supe-rada. Ya no tiene mucho sentido limi-

    tarnos a discutir sobre ritos litrgicos,la curia vaticana, la disminucin de la

    prctica dominical, el control de natali-dad, la comunin a los divorciados o las

    parejas homosexuales por ms quesea muy necesario hacerlo. Los proble-mas son mucho ms radicales y de fon-do. Las generaciones jvenes son lasque ms lo perciben y sufren.

    El Vaticano II fue un concilio fuer-temente eclesiolgico, centrado en la

    Lumen Gentium y en la Gaudium etSpes. Responda a la pregunta que PabloVI haba lanzado a los padres concilia-res: Iglesia qu dices de ti misma?Todos los dems documentos giran entorno a la Iglesia o convergen hacia ella:revelacin, liturgia, laicado, Pueblo deDios, jerarqua, vida religiosa, ecume-nismo, dilogo con el mundo moderno,libertad religiosa, etc.

    Pero pocos aos despus del Vatica-noII,elmismoPabloVI,enunasemanasocial de Francia cambi la pregunta delConcilio: Iglesia qu dices de Dios?.

    El telogo y cardenal Walter Kasper

    reconoce que el Vaticano II se limit de-masiado a la Iglesia y a las mediaciones28

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    eclesiales y descuid de atender al ver-dadero y autntico contenido de la fe, aDios.17 Y Rahner lleg a afirmar que elconcilio Vaticano I fue ms audaz queel Vaticano II al haberse atrevido a tra-

    tar la cuestin del misterio inefable deDios. Y a este propsito escribi:

    El futuro no preguntar a la Iglesiapor la estructura ms exacta y belladelaliturgia,nitampocoporlasdoc-trinas teolgicas controvertidas quedistinguen la doctrina catlica de loscristianos no catlicos, ni por un r-

    gimen ms o menos ideal de la curiaromana. Preguntar si la Iglesia pue-de atestiguar la proximidad orien-tadora del misterio inefable que lla-mamos Dios. [] Y por esta razn,las respuestas y soluciones del pasa-do Concilio no podran ser sino uncomienzo muy remoto del quehacerde la Iglesia del futuro.18

    La Iglesia ha de concentrarse en loesencial, volver a Jess y al evangelio,iniciar una experiencia espiritual deDios (mistagoga), es tiempo de espiri-tualidad y de mstica.Y tambin de pro-

    feca frente al mundo de los pobres yexcluidos que son la mayor parte de lahumanidad, y frente a la tierra, la ma-dre tierra, que est seriamente amena-zada. Mstica y profeca son insepara-

    bles. La Iglesia ha de generar esperanzay sentido a un mundo abocado a lamuerte. No es tiempo de retoques par-ciales.

    No nos engaemos, ni caigamos enla tentacin de tocar violines mientrasel Titnic se hunde La Iglesia ha deser una comunidad mistaggica,19 unacomunidad hermenutica, que sea me-diacin y no obstculo para el encuen-tro con el Dios de Jess y con los po-

    bres.

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    6. CONCLUSIN: DEL CAOS AL KAIRS

    En este clima de perplejidad y de crisis universal, los cristianos cree-

    mos que no es un momento de muerte sino de parto, que en medio deeste caos, est presente la Ruah, el Espritu que se cerna sobre elcaos inicial para generar la vida, el mismo Espritu que engendr aJess de Mara Virgen y lo resucit de entre los muertos. El Espritu esquien dirige la Iglesia y la humanidad. No es la primera crisis por la queatraviesa la Iglesia. Puede ser un momento pascual, el paso de lamuerte a la vida. Del caos puede surgir un tiempo de gracia, un kairs,una Iglesia renovada, nazarena, ms pobre y evanglica.

    Msan,atravsdelasquejasydeldes-contento del pueblo cristiano que clama

    por esto estilo nuevo de Iglesia para sa-lir de este impase eclesial, podemos dis-

    cernir la presencia viva del Espritu quegime y clama por una Iglesia diferente:otra Iglesia es posible, otra Iglesia es ne-cesaria (Jon Sobrino).

    Pero mientras tanto hemos de conti-nuar con el proceso de recepcin delVaticano II, an inacabado, explotar suherencia, pues slo desde su luz y susintuiciones podremos responder a los

    retos de hoy. Hemos de convertirnos almismo Espritu que movi a Juan XXIII

    a convocar el concilio, imitar su bondad,su actitud de dilogo, misericordia,serenidad, confianza en Dios y al mis-mo tiempo sus deseos de aggiornamen-

    to y de dar un salto hacia adelante. Y sindesilusionarnos, trabajar desde abajo enrenovar la Iglesia como lo hicieron losmovimientos renovadores de los aos50 del siglo pasado. Despus del duroinvierno nace siempre la primavera.

    No podemos ser profetas de cala-midades, hemos de sentir con la Iglesiao mejor an sentirnos Iglesia incluso

    en medio de este invierno eclesial: Diosy su Reinado es mayor que la Iglesia, la

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    Iglesia es pecadora, pero est bajo lafuerza del Espritu del Seor que no laabandona nunca, la Iglesia no se identi-fica simplemente con la jerarqua, es laIglesia del Jess histrico y pobre de

    Nazaret, encarnada en la pequeez y fra-gilidad de la raza humana, signo de con-tradiccin como el mismo Jess. Hemos

    de agradecer que la Iglesia nos haya da-do lo mejor que tiene, Jess, y hemos deconvertirnos todos, jerarqua y fieles, alevangelio. Hemos de mantener una fi-delidad crtica y rebelde, pero esperan-

    do contra toda esperanza en Aquel queda la vida a los muertos y llama a exis-tir lo que an no existe20 (Rm 4,17).

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    1. Existe el axioma clsico de Prspero de Aqui-tania que afirma lex orandi, lex credendi, esdecir, la forma de orar expresa la forma decreer.

    2. H. Denzinger, jesuita alemn, es autor de unaobra clsica que recoge los textos de conciliosy del magisterio pontificio. Esta obra ha sidoactualizada en los ltimos aos con la colabo-racin de otros autores como Rahner, Schn-metzer, Hnermann.

    3. Vase el libro clsico de R. AUBERT, La tholo-

    gie catholique au milieu du XXe. sicle,Tournai 1954.

    4. Para un estudio ms completo del Vaticano IIremitimos a las obras especializadas: G. ALBE-RIGO (dir), Historia del Concilio Vaticano II,V volmenes, Salamanca, Sgueme, 2008.S. MADRIGAL, Vaticano II: Remembranza yactualizacin, Santander, Sal Terrae, 2002;MADRIGAL, Unas lecciones sobre el Vaticano

    II y su legado, Santander, Sal Terrae, 2012.

    E. VILANOVA

    , El Concili Vatic II, Barcelona,Facultat de Teologia de Catalunya 1995;J. M. ROVIRA BELLOSO, Vaticano II: Un con-cilio para el tercer milenio, Madrid, B.A.C.1997.

    5. A. J. DE ALMEIDA, Lumen Gentium. A transionecessria, So Paulo 2005.

    6. V. MESSORI / J. RATZINGER, Informe sobre la fe,Madrid, B.A.C. 1985.

    7. Para comprender el pensamiento teolgico deJ. Ratzinger puede ayudar el texto de J. MAR-

    TNEZ GORDO, La cristologa de Josef Ratzin-ger-Benedicto XVI. A la luz de su biografateolgica, Barcelona, Cristianisme i Justcia,Cuaderno 158.

    8. K. KNIG, Iglesia adnde vas?, Santander, SalTerrae, 1986.

    9. J. I. GONZLEZ FAUS, Comprender a Karol Woj-tyla, Santander, Sal Terrae, 2005.

    10. J. MARTNEZ GORDO, Datos y razones de lainvolucin eclesial, xodo, n 109, junio2011, pgs. 5-12.

    11. BENEDICTO XVI, Discurso de felicitacin deNavidad a la curia romana, 2005, AAS 9882006, pgs. 40-53.

    12. J. PEREA, J. I . GONZALEZ FAUS, A. TORRES

    QUEIRUGA, J . VITORIA: Clamor contra elgueto, Madrid, Trotta 2012, pgs. 9-23.

    13. D. G. SCHULTENHOVER (ed), Vatican II, DidAnything Happen?, New York 2007.

    14. A. MARCHETTO, El Concilio Ecumnico Va-ticano II. Contrapunto para su historia,Valencia, Edicep, 2008. Vase S. MADRIGAL,

    El aggiornamento, clave teolgica para lainterpretacin del Concilio, Santander, SalTerrae, 2010, pgs. 111-127.

    15. PEREA

    , GONZALEZ

    FAUS

    , TORRES

    QUEIRUGA

    ,VITORIA, Clamor contra el gueto...16. J. A. ESTRADA, La prdida de credibilidad de

    la Iglesia en Clamor contra el gueto, l.c.pgs. 205-207.

    17. W. KASPER, El desafo permanente del Vati-cano II, en Teologa e Iglesia, Barcelona,Herder, 1989, pg. 414.

    18. RAHNER, El Concilio, nuevo comienzo, Barce-lona, Herder, 1966, pg. 22.

    19. F. J. VITORIA, No hay territorio comanche

    para Dios, Madrid, HOAC, 2009, pg. 163-19320. Me permito remitir a mi cuaderno, V. CODINA,

    Sentirse Iglesia en el invierno eclesial,Barcelona, Cristianisme i Justcia, EIDES 46.

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    NOTAS

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