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    FRANCISCO CNDIDO XAVIER

    HACE 2000 AOS

    EPISODIOS DE LA HISTORIA

    DEL

    CRISTIANISMO EN EL SIGLO I

    Romance de

    EMMANUEL

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    INDICE

    En la intimidad de Emmanuel ...........................................................11

    PRIMERA PARTE

    I Dos amigos .....17II Un esclavo ..........29

    III En casa de Pilatos ......44IV En Galilea ......57V El Mesas de Nazaret .....70

    VI El rapto ...83VII Las prdicas del Tiberades ....99

    VIII En el gran da del Calvario ..112IX La calumnia victoriosa ....124X El Apstol de Samara .....142

    SEGUNDA PARTE

    I La muerte de Flaminio .181II Sombras y nupcias ...201III Planes de la tiniebla .....216

    IV Tragedia y esperanzas ......230V En catacumbas de la fe y en el circo del martirio ....252

    VI Alboradas del Reino del Seor .287VII Tramas del infortunio ...300VIII En la destruccin de Jerusaln .....324

    IX Recuerdos amargos ......346X En los ltimos minutos de Pompeya ....355

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    EN LA INTIMIDAD DE EMMANUEL

    AL LECTOR

    Lector, antes de penetrar al umbral de esta historia, es justo quepresentemos, a tu curiosidad, algunas observaciones de Emmanuel, el ex-

    senador Publio Lntulus, descendiente de la orgullosa genealoga Cornelia,recibidas de ese generoso Espritu, en la intimidad del grupo de estudiosespiritualistas de Pedro Leopoldo, Estado de Minas Gerais.

    A travs de estas observaciones, quedars conociendo las primeraspalabras del Autor, con respecto a esta obra, y sus impresiones ms profundas,en el curso del trabajo, que fue llevado a efecto, del 24 de octubre de 1938 al 9de febrero de 1939, segn las posibilidades de tiempo de su mdium y sinperturbar otras actividades del propio Emmanuel, junto a los sufridores que,frecuentemente, lo procuran, y junto al esfuerzo de propaganda del Espiritismocristiano en la Patria del Cruzeiro.

    El 7 de septiembre de 1938, afirmaba l en pequeo mensaje dirigido asus amigos encarnados:

    - Algn da, si Dios me lo permitiere, os hablar del orgullosopatricio Publio Lntulus, a fin de que algo aprendis en lasdolorosas experiencias de una alma indiferente e ingrata.

    - Esperamos el tiempo y el permiso de Jess.Emmanuel no olvid la promesa. Como en efecto, el 21 de octubre del

    mismo ao, volva a recordar en otro comunicado familiar:

    Si la bondad de Jess nos lo permitiere, iniciaremos nuestroesfuerzo, dentro de algunos das, esperando yo por la posibilidad queescribamos nuestras reminiscencias del tiempo en que se verific el pasodel Divino Maestro sobre la faz de la Tierra.

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    No se si conseguiremos realizar tambin, como lo deseamos,semejante intento. Sin embargo, de antemano, quiero sealar miconfianza en la misericordia de Nuestro Padre de Infinita Bondad.De hecho, el 24 de octubre referido, reciba el mdium Xavier la primera

    pgina de este libro y, al da siguiente, Emmanuel volva a decir:- Iniciamos, con el amparo de Jess, un sencillo trabajo ms.

    Permita Dios que podamos llevarlo a buen trmino.Ahora verificaris la extensin de mis flaquezas en el pasado,sintindome confortado en aparecer con toda la sinceridad de mi corazn,ante el plenario de vuestras conciencias. Orad conmigo, pidiendo a Jesspara que yo pueda completar ese esfuerzo, de modo que el plenario sedilate, ms all de vuestro medio, a fin de que mi confesin sea underrotero para todos.

    Durante todo el esfuerzo de psicografa, el Autor de este libro, noperdi la ocasin de ensear la humildad y la fe a cuantos loacompaaban. El 30 de diciembre de 1938 comentaba, en nuevo mensajeafectuoso:

    Agradezco, mis hijos, el precioso concurso que me vensprestando. Me he esforzado, cuanto era posible, para adaptar unahistoria tan antigua al sabor de las expresiones del mundomoderno, mas, relatando la verdad, somos llevados a penetrar, ante

    todo, en la esencia de las cosas, de los hechos y de las enseanzas.Para m, esas recordaciones han sido muy suaves, perotambin muy amargas. Suaves por la rememoracin de lasreminiscencias amigas, pero, profundamente dolorosas,considerando mi corazn empedernido, que no supo aprovechar elminuto radiante que sonara, en el reloj de mi vida de Espritu, hacedos mil aos.Permita Jess que pueda yo alcanzar los fines que me propuse,

    presentando, en este trabajo, no una historia interesante acerca demi pobre personalidad, sino, tan solo una experiencia para los quehoy trabajan en la siembre y en las mies de Nuestro DivinoMaestro.Otras veces, Emmanuel enseaba, a sus compaeros

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    encarnados, la necesidad de nuestra ligazn espiritual con Jess, en eldesempeo de todos los trabajos. El da 04 de enero de 1939, escriba l estaoracin, donde se refera an a sus memorias del pasado remoto:

    - Jess, Cordero Misericordioso del Padre de todas las gracias,

    han pasado dos mil aos y mi pobre alma an revive sus das, amargos ytristes!...

    Qu son dos milenios, Seor, en el reloj de la Eternidad?Siento que tu misericordia nos responde en sus ignotas

    profundidades S, el tiempo es el gran tesoro del hombre y veintesiglos, como veinte existencias diferentes, pueden ser veinte das depruebas, de experiencias y de luchas redentoras.

    Slo tu bondad es infinita! Solamente tu misericordia puedeabarcar todos los siglos y todos los seres, porque en ti vive la gloriosasntesis de toda la evolucin terrestre, fermento divino de todas lasculturas, alma sublime de todos los pensamientos.

    Delante de mis pobres ojos, se perfila la vieja Roma de mis pesaresy de mis cadas dolorosas Sintome an envuelto en la miseria de misflaquezas y contemplo los monumentos de las vanidades humanas.Expresiones polticas, variando en sus caractersticas de libertad y defuerza, detentoras de la autoridad y del poder, seoras de la fortuna y dela inteligencia, grandezas efmeras que perduran apenas por un da fugaz!

    Tronos y prpuras, mantos preciosos de los honores terrestres, togas dela deficiente justicia humana, parlamentos y decretos supuestamenteirrevocables!... En silencio, Seor, viste la confusin que se establecieraentre los hombres inquietos y, con el mismo desvelado amor, salvastesiempre a las criaturas en el instante doloroso de las ruinas supremasDiste la mano misericordiosa e inmaculada a los pueblos ms humildesy ms frgiles, confundiste la ciencia mentirosa de todos los tiempos,humillaste a los que se consideraban grandes y poderosos!...

    Bajo tu mirada compasiva, la muerte abri sus puertas de sombra y

    las falsas glorias del mundo fueron derruidas en el torbellino de lasambiciones, reducindose todas las vanidades a un acervo de cenizas

    Ante mi alma, surgen las reminiscencias de las construcciones

    elegantes de las clebres colinas; veo el Tber que pasa recogiendo losdetritos de la gran Babilonia Imperial, los acueductos, los mrmoles

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    preciosos, las termas que parecan indestructibles... Veo an las callescon su movimiento, donde una plebe miserable espera la misericordia delos grandes seores, las limosnas de trigo, los fragmentos de pao pararesguardarse del fro la desnudez de la carne.

    Regurgitan los circos Hay una aristocracia del patriciadoobservando las pruebas elegantes, en el campo de Marte, y, en todo,desde las vas ms humildes hasta los palacios ms suntuosos, se hablade Csar, el Augusto!...

    Dentro de esas recordaciones, paso yo Seor, entre harapos yesplendores, con mi orgullo miserable! De los velos espesos de missombras, tampoco yo te poda ver, en lo Alto, donde guardas tu solio degracias inagotables

    Mientras el gran imperio se deshaca en sus luchas inquietantes,traas tu corazn en silencio y, como los dems, yo no perciba quevigilabas!

    Permitiste que la Babel romana se levantase muy alto, pero, cuandoviste que se amenazaba la propia estabilidad de la vida en el planeta,dijiste: - Basta! Han llegado los tiempos de trabajar en la mies de laverdad!. Y los grandes monumentos, con las estatuas de los diosesantiguos, rodaron de sus pedestales maravillosos! Un soplo de muertebarri las regiones infestadas por el virus de la ambicin y del egosmo

    desenfrenado, despoblndose, entonces, la gran metrpolis del pecado.Desmoronndose los circos formidables, cayeron los palacios,ennegreciranse los mrmoles lujosos

    Bast una palabra tuya, Seor, para que los grandes seores,volviesen a las mrgenes del Tber, como esclavos misrrimos!...Deambulbamos, as, dentro de nuestra noche, hasta el da en que nuevaluz brotara en nuestra conciencia. Fue preciso que los siglos pasasen paraque aprendiramos las primeras letras de tu ciencia infinita, de perdn yde amor!

    Y aqu estamos, Jess, para loarte la grandeza! Permite que

    podamos recordarte en cada paso, orte la voz en cada sonido distradodel camino, para huir de la sombra dolorosa!... Extindenos tus manos y

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    hblanos an de tu Reino!... Tenemos sed inmensa de aquella agua eternade la vida, que figuraste en la enseanza a la Samaritana

    Ejercito de operarios de tu Evangelio, nosotros nos movemos bajoTus determinaciones suaves y sacrosantas! Ampranos, Seor, y no nos

    retires de los hombros la cruz luminosa y redentora, ms bien, aydanosa sentir, en los trabajos de cada da, la luz eterna e inmensa de tu Reinode paz, de concordia y de sabidura, en nuestra senda de lucha desolidaridad y de esperanza!...

    El 8 de febrero ltimo, vspera del trmino de la recepcin de estelibro, agradeca Emmanuel el concurso de sus compaeros encarnados,en comunicado familiar, del cual destacamos algunas frases:

    - Mis amigos, Dios os auxilie y recompense. Nuestro modestotrabajo est por terminar. Pocas pginas le restan y yo os agradezco decorazn.

    Reencontrando a los Espritus amigos de las pocas muertas,siento el corazn satisfecho y confortado, al verificar la dedicacin detodos al firme pensamiento de evolucin, hacia delante y hacia lo alto,pues no es sin razn de ser que hoy trabajamos en el mismo taller deesfuerzo y buena voluntad.

    Jess habr de recompensar la cuota de esfuerzo, amigo y sincero,que me prestasteis y que su infinita misericordia os bendiga es mi

    oracin de siempre.Aqu quedan algunas de las anotaciones ntimas de Emmanuel,suministradas en la recepcin de este libro. La humildad de ese generosoEspritu, viene a demostrar que en el plano invisible hay, tambin, necesidadde esfuerzo propio, de paciencia y de fe para las realizaciones.

    Las notas familiares del Autor son una invitacin para que todos nosotrossepamos orar, trabajar y esperar en Jesucristo, sin desfallecimientos, en lalucha que la bondad divina nos ofrece para nuestro rescate, en el camino de laredencin.

    Pedro Leopoldo, 2 de marzo de 1939.

    La Editora

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    PRIMERA PARTE

    I

    DOS AMIGOS

    Las ltimas claridades de la tarde haba cado sobre el casero romano.Las aguas del Tber, ladeando el Aventino, dejaban retratados los

    postreros reflejos del crepsculo, mientras en las calles estrechas pasabanliteras apresuradas, sostenidas por esclavos musculosos y alegres.

    Nubes pesadas se amontonaban en la atmsfera, anunciando aguaceros,

    prximos y las ltimas ventanas de las residencias, particulares y colectivas,cerrbanse con estrpito, al soplo de los primero vientos de la noche.Entre las construcciones elegantes y sobrias, que exhiban mrmoles

    preciosos, en la falda de la colina, haba un edificio que reclamaba la atencindel forastero por la singularidad de sus columnas severas y majestuosas. Unasimple mirada a su alrededor indicaba la posicin del propietario, dado elaspecto artstico e imponente.

    Era, de hecho, la residencia del Senador Publio Lntulus Cornelius,hombre an joven, que, a la manera de la poca, ejerca en el Senado funciones

    legislativas y judiciales, de acuerdo con los derechos que le competan, comodescendiente de antigua familia de senadores y cnsules de la Repblica.

    El Imperio, fundado con Augusto, haba limitado los poderessenatoriales, cuyos detentores ya no ejercan ninguna influencia directa en losasuntos privativos del gobierno imperial, pero se haba mantenido la herenciade los ttulos y dignidades de las familias patricias, establecindose las msntidas lneas de separacin de las clases, en la jerarqua social.

    Eran las diecinueve horas de un da de mayo del 31 de nuestra era. Publio

    Lntulus, en compaa de su amigo Flaminio Severus, reclinado en el triclinio,

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    terminaba de cenar, mientras Livia, la esposa, expeda rdenes domsticas auna joven esclava etrusca.

    El anfitrin era un hombre relativamente joven, aparentando menos de

    treinta aos, no obstante, su perfil orgulloso y austero, aliado a la tnica deamplia banda prpura, que impona cierto respeto a cuantos se le aproximaban,contrastando con el amigo que, revistiendo la misma indumentaria de senador,dejaba entrever edad madura, iluminada de canas precoces, en seal de bondady experiencia de la vida.

    Dejando a la joven seora entregada a los cuidados domsticos, ambos sedirigieron al peristilo, para buscar un poco de oxgeno de la clida noche, sibien el aspecto amenazador del firmamento anunciase lluvia eminente.

    - La verdad, mi querido Publio exclamaba Flaminio, pensativo -, es quete consumes a simple vista. Se trata de una situacin que precisa modificarsesin prdida de tiempo. Ya recurriste a todos los facultativos en el caso de tuhijita?

    - Desgraciadamente contestaba el patricio con amargura ya echmano a todos los recursos a nuestro alcance. Aun en estos ltimos das, mipobre Livia la llev a distraerse en nuestra vivienda de Tbur 1

    - Es una presuncin atrevida y absurda!

    , procurando unode los mejores mdicos de la ciudad, que afirm se trataba de un caso sin

    remedio en la ciencia de nuestros das. El facultativo no lleg a confirmar eldiagnstico, ciertamente, en razn de su conmiseracin por la enfermita y pornuestra paternal desesperacin; pero, segn nuestras observaciones, creemosque el mdico de Tbur presume que se trata de un caso de lepra.

    - Entretanto, si no podemos admitir ninguna duda con relacin a nuestrosantepasados, sabes que Roma est llena de esclavos de todas las regiones delmundo y son ellos los instrumentos de nuestros trabajos de cada da.

    - Es verdad - concord Flaminio, con amargura.

    1 Hoy Tvoli (Nota de la Editora)

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    Una nube de perspectivas sombras se haca transparente en la frente delos dos amigos, mientras las primeras gotas de lluvia satisfacan la sed de losrosales floridos que adornaban las columnas graciosas y claras.

    - Y el pequeo Plinio? pregunt Publio como deseoso de proporcionar

    nuevo rumbo a la conversacin.- Ese, como sabes, contina sano, demostrando ptimas disposiciones.

    Calpurnia se preocupa, a cada momento, para satirsfacerle los caprichos de susdoce incompletos aos. A veces, es voluntarioso y rebelde, contrariando lasobservaciones del viejo Parmnides, slo entregndose a los ejerciciosgimnsticos cuando le place; no obstante, tiene gran predileccin por loscaballos. Imagina que, en un momento de irreflexin propia de su edad,burlando toda la vigilancia del hermano, concurri a una corrida de bigasrealizada en los terrenos comunes de un establecimiento deportivo del Campode Marte, obteniendo uno de los lugares ms destacados. Cuando contemplo amis hijos, me recuerdo siempre de tu pequea Flavia Lentulia, porque biensabes de mis propsitos de estrechar los antiguos lazos que prenden a nuestrasfamilias.

    Publio oa al amigo, callado, como si la envidia le acribillase el corazncarioso de padre.

    - Sin embargo contest -, a pesar de nuestros proyectos, los auguiriosno favorecen nuestras esperanzas, porque la verdad es que mi pobre hija con

    todos nuestros cuidados, ms parece una de esas infelices criaturitas lanzadasal Velabro 1

    - No obstante, confiemos en la magnanimidad de los dioses- De los dioses? Repiti Publio, con mal disfrazado desaliento -. A

    propsito de ese recurso imponderable, he excogitado mil teoras en el cerebrohirviente. Hace tiempo, en visita a tu casa, tuve ocasin de conocer, msntimamente, a tu viejo griego. Parmnides me habl de su juventud ypermanencia en la India, dndome cuenta de las creencias hindes, con suscosas misteriosas del alma.

    1 Barrio de la antigua Roma que se localizaba sobre un pantano.

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    Crees que, cada uno de nosotros, puede regresar, despus de la muerte, alteatro de la vida, en otros cuerpos?

    - De ningn modo replic Flaminio, enrgicamente. Parmnides, noobstante su precioso carcter, lleva muy lejos sus divagaciones espirituales.

    - Entretanto, mi amigo, comienzo a pensar que l tiene la razn, Cmopodramos explicar la diversidad de la suerte en este mundo? Por qu laopulencia de nuestros barrios aristocrticos y las miserias del Esquilino? La feen el poder de los dioses no consigue elucidar esos problemas torturantes.Viendo a mi desventurada hijita con la carne dilacerada y ptrida, siento que tuesclavo est con la verdad. Qu habra hecho Flavia, en sus siete aosincompletos, para merecer tan horrendo castigo de las potestades celestiales?Qu alegra podran encontrar nuestras divinidades en los sollozos de una niay en las lgrimas dolorosas que nos calcinan el corazn? No ser mscomprehensible y aceptable que hayamos venido de tan lejos con nuestrasdeudas para con los poderes del Cielo?

    Flaminio Severus mene la cabeza, como quien desea apartar una duda,pero, tomando de nuevo su aspecto habitual, obtemper con firmeza:

    - Haces mal en alimentar semejantes conjeturas en tu fuero ntimo. Enmis cuarenta y cinco aos de existencia, no conozco creencias ms preciosasque las nuestras, en el culto venerable de los antepasados. Es precisoconsiderar que la diversidad de las posiciones sociales es un problema oriundo

    de nuestra jerarqua poltica, la nica que estableci una divisin ntida entrelos valores y los esfuerzos de cada uno; en cuanto a la cuestin de lossufrimientos, conviene recordar que los dioses pueden probar nuestras virtudesmorales, con las mayores amenazas a las fibras de nuestro nimo, sin quenecesitemos adoptar los absurdos principios de los egipcios y de los griegos,principios, adems, que los redujeron al aniquilamiento y al cautiverio. Yaofreciste algn sacrificio en el templo, despus de tan angustiosas dudas?

    - He hecho sacrificios a los dioses, segn nuestros hbitos respondiPublio, compungidamente y nadie ms que yo se siente orgulloso de las

    gloriosas virtudes de nuestras tradiciones familiares. Entretanto, misobservaciones no surgen tan solo a propsito de la hijita. Hace muchos dasando torturado con el espantoso enigma de un sueo.

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    - Un sueo? Cmo puede la fantasa sacudir de ese modo, la fibra deun patricio?

    Publio Lntulus recibi la pregunta sumergido en profundasmeditaciones. Sus ojos extticos presuman devorar un paisaje que el tiempo

    distanciara en el transcurso de los aos.La lluvia, ahora en chaparrones pesados, caa continuamente, haciendo

    los ms fuertes desbordamientos del impluvio y represndose en la piscina queadornaba el patio del peristilo.

    Los dos amigos se haba recogido en un largo banco de mrmol,reclinndose en los estofos orientales que lo forraban, prosiguiendo en la charlaamistosa.

    - Hay sueos prosigui Publio que se distinguen de la fantasa, tal es suexpresin de realidad irreplicable.

    - Volva yo de una reunin en el Senado, donde habamos discutido unproblema de profunda delicadeza moral, cuando me sent preso de inexplicableabatimiento.

    Recogindome temprano y, cuando pareca divisar junto am la imagende Temis, que guardamos en el altar domstico, considerando las singularesobligaciones de quien ejerce las funciones de la justicia, sent que una fuerzaextraordinaria me sellaba los prpados cansados y adoloridos. No obstante,vea otros lugares reconociendo paisajes familiares a mi espritu, de los cuales

    me haba olvidado enteramente.Realidad o sueo, no lo s decir, pero me vi revestido de las insignias decnsul, al tiempo de la Repblica. Me pareca haber retrocedido a la poca deLucio Sergius Catilina, pues lo vea a mi lado, as como a Ciceron, que se mefiguraban en dos personificaciones, la del mal y del bien. Me senta ligado alprimero por fuertes e indestructibles lazos, como si estuviese viviendo la pocatenebrosa de su conspiracin contra el Senado, y participando, con l, de latrama ignominiosa que apuntaba a la ms ntima organizacin de la Repblica.Le prestigiaba las intenciones criminales, adhirindome a todos sus proyectos

    con mi autoridad administrativa, asumiendo la direccin de reuniones secretas,donde decret asesinatos nefastos En un relmpago, reviv toda la tragedia,sintiendo que mis manos estaban manchadas de la sangre y de las lgrimas delos inocentes. Contempl, atemorizado como si estuviese regresando,involuntariamente, a un pretrito obscuro y doloroso, la red de infamiasperpetradas con la revolucin, en buena hora aplastada por la influencia deCiceron; y el detalle ms terrible, es que yo haba asumido uno de los papelesms importantes y destacados en la ignominia Todos los cuadros srdidos

    del tiempo, pasaron, entonces, frente a mis ojos espantados

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    Pero, lo que ms me humillaba en esas visiones del pasado culposo,como si mi personalidad actual se avergonzase de semejantes reminiscencias,es que me prevaleca de la autoridad y del poder, para, aprovechando la

    situacin, ejercer las mas acerbas venganzas contra enemigos personales,contra quienes expeda rdenes de prisin, bajo las ms terribles acusaciones.Y, a mi corazn desalmado, no bastaba el recogimiento de los enemigos a loscalabozos infectados, con la consecuente separacin de los afectos msqueridos y ms dulces de la familia. Orden la ejecucin de muchos, en laobscuridad de la noche, acrecentando la circunstancia que a muchosadversarios polticos mand arrancar los ojos, en mi presencia,contemplndoles los tormentos con la frialdad brutal de las venganzascrueles!... Hay de m que esparca la desolacin y la desventura en tantasalmas, porque un da acordaron eliminar al verdugo cruel!

    Despus de toda la serie de escndalos, que me apartaron del Consulado,sent el trmino de mis actos infames y misrrimos, delante de verdugosinflexibles que me condenaron al terrible suplicio del estrangulamiento,experimentando, entonces, todos los tormentos y angustias de la muerte.

    Pero, lo ms interesante, es que volva a ver el inenarrable instante de mipaso por las aguas obscuras del Aqueronte, cuando me pareca haberdescendido a los lugares sombros del Averno, donde no penetran las

    claridades de los dioses. La gran multitud de vctimas se acerc, entonces, a mialma angustiada y sufridora, reclamando justicia y reparacin, y reventando enclamores y sollozos, que me parecan en lo recndito del corazn.

    Por cunto tiempo estuve, as, prisionero de ese martirio indefinible? Nos decirlo. Apenas me recuerdo de haber percibido la figura celeste de Livia,que, en medio de ese vrtice de pavores, me extenda las manos flgidas ycariosas.

    Parecame que mi esposa me era familiar de pocas remotsimas, porqueno hesit un instante en tomarle las manos suaves, que me condujeron a un

    tribunal, donde se alineaban figuras extraas y veneradas. Canas respetablesadornaban el semblante sereno de esos jueces del Cielo, emisarios de los diosespara juzgar a los hombres e la Tierra. La atmsfera se caracterizaba por extraasuavidad, llena de luces cariciosas que iluminaban, ante todos los presentes,mis ms secretos pensamientos.

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    Livia deba ser mi ngel tutelar en ese consejo de magistradosintangibles, porque su diestra acariciaba mi cabeza, para imponerme

    resignacin y serenidad, a fin de or las sentencias supremas.Innecesario ser hablarte de mi espanto y de mi recelo, ante ese tribunal

    que yo desconoca, cuando la figura de aqul que me pareci ser la autoridadcentral me dirigi la palabra, exclamando:

    - Publio Lntulus, la justicia de los dioses, en su misericordia, determinatu regreso al torbellino de las luchas del mundo, para que laves las manchas detus culpas en los llantos remisorios. Vivirs en una poca de maravillososfulgores espirituales, luchando con todas las situaciones y dificultades, noobstante, la cuna d oro que te recibir al renacer, a fin de que edifiques tuconciencia ennegrecida, en los dolores que purifican y regeneran!... Feliz de tisi supieres aprovechar bien la oportunidad bendita de la rehabilitacin por larenuncia y por la humildad Se determin que seas poderoso y rico, a fin deque, con tu desprendimiento de los caminos humanos, en el instante preciso,puedas ser un elemento valioso para tus mentores espirituales. Tendrs lainteligencia y la salud, la fortuna y la autoridad, como posibilidades para laregeneracin integral de tu alma, porque llegar un momento en que serscompelido a despreciar todas las riquezas y todos los valores sociales, si

    supieres preparar bien el corazn para la nueva senda de amor y humildad, detolerancia y perdn, que ser rasgada, en breves aos, a la faz obscura de laTierra!... La vida es un juego de circunstancias que todo espritu debe engranarpara el bien, en el mecanismo de su destino. Aprovecha, pues, esasposibilidades que la misericordia de los dioses coloca al servicio de turedencin. No desprecies el llamado de la verdad, cuando suene la hora deltestimonio y de las renuncias santificadoras Livia seguir contigo por la vadolorosa del perfeccionamiento, y en ella encontrars el brazo amigo yprotector para los das de pruebas rspidas y acerbas. Lo esencial es tu firmeza

    de nimo en el camino escabroso, purificando tu fe y tus obras, en lareparacin del pasado delictuoso y obscuro

    A esa altura, la voz altiva del patricio se iba tornando angustiada ydolorosa. Amargas conmociones ntimas se le represaban en el corazn,atormentado por incoercible desaliento.

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    Flaminio Severus lo oa con inters y atencin, rebuscando el medio msfcil de desvanecerle impresiones tan penosas. Senta mpetus de desviarle elcurso de los pensamientos, arrancndole el espritu de aquel mundo de

    emociones impropias de su formacin intelectual, apelando a su educacin y asu orgullo; pero, al mismo tiempo, no consegua calmar sus propias dudasntimas, en base a aquel sueo, cuya nitidez y aspecto de realidad, lo dejabanaturdido. Comprenda que era necesario restablecer primero su fortaleza denimo, entendiendo que la lgica de la suavidad debera ser el escudo de suspalabras, para esclarecimiento del amigo, que l ms consideraba comohermano.

    Fue as que, posando la mano larga y blanca en sus hombros, preguntcon amable dulzura.

    - Y despus, qu ms viste?Publio Lntulus, sintindose comprendido, recobr nuevas energa y

    continu:- Despus de las exhortaciones de aqul juez severo y venerable, no

    percib ms la figura de Livia a mi lado, pero otras criaturas graciosas,envueltas en peplos que me parecan de nieve translcidas, me reconfortaban elcorazn con sus sonrisas acogedoras y bondadosas.

    Atendindoles al llamado carioso, sent que mi espritu regresaba a la

    Tierra.Observ a Roma, que ya no era la ciudad de mi tiempo; un soplo debelleza estaba reconstituyendo su parte antigua, porque not la existencia denuevos circos, teatros suntuosos, temas elegantes y palacios encantadores, quemis ojos no haban conocido antes.

    Tuve ocasin de ver a mi padre entre sus papiros y pergaminos,estudiando los procesos del Senado, tal cual como se verifica hoy con nosotros,y, despus de implorar la bendicin de los dioses, en el altar domstico denuestra casa, experiment una sensacin de angustia en lo ntimo de mi alma.

    Me pareci haber sufrido dolorosa conmocin cerebral y qued adormecido enun vrtigo indefinible

    No s describir literalmente lo que pas, pero despert con fiebre alta,como si aquella disgregacin del pensamiento, por los mundos de Morfeo, mehubiese trado al cuerpo dolorosa sensacin de cansancio.

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    Ignoro tu juicio, en vista de esta confidencia amarga y penosa, perodeseara me explicases algo al respecto.

    - Explicarte? obtemper Flaminio intentando imprimir a la voz una

    tonalidad de conviccin enrgica Bien sabes del respeto que me inspiran losaugures del templo, mas, al final, lo que te ocurri no puede, pasar,simplemente, de un sueo, y tu no ignoras como debemos temer a laimaginacin dentro de nuestras perspectivas de hombres prcticos. Por soaren exceso, los atenienses ilustres se transformaron en esclavos misrrimos,constituyendo obligacin de nuestra parte el reconocimiento de la bondad delos dioses que nos concedieron el sentido de la realidad; necesario paranuestras conquistas y triunfos. Sera lcito que renunciases al amor de timismo y a la posicin de tu familia, tan solo llevado por la fantasa?

    Publio dej que el amigo discurriese abundantemente sobre el asunto,recibindole las exhortaciones y consejos, pero despus, tomndole las manosgenerosas, exclam angustiado:

    - Mi amigo, yo sera indigno de la magnanimidad de los dioses si medejase conducir al sabor de los acontecimientos. Un simple sueo no me daramargen a tan dolorosas conjeturas, pero la verdad es que an no te lo dije todo.

    Flaminio Severus frunci el entrecejo, rematando:- An no me lo dijiste todo? Qu significan stas afirmaciones?

    En su ntimo generoso, angustiosa duda fuera implantada ya con ladescripcin minuciosa de aquel sueo impresionante y doloroso, y era con granesfuerzo que su corazn fraternal trabajaba por ocultar al amigo las penosasemociones que ntimamente lo atormentaban.

    Publio, mudo le tom del brazo, conducindolo a las galeras del tablinolocalizado a un canto del peristilo, en las proximidades del altar domstico,donde se oficiaban los ms puros y ms santos afectos de la familia.

    Los dos amigos penetraron al escritorio y a la sala archivo con profundasseales de respetuoso recogimiento.

    A un canto, se disponan en orden numerosos pergaminos y papiros,mientras, en las galeras abultaban retratos de cera, de antepasados y abolengosde la familia.

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    Publio Lntulus tena los ojos hmedos y la voz trmula, como siprofundas emociones lo dominasen en aquellas circunstancias. Aproximndosea una imagen de cera, entre las muchas que all se alineaban, llam la atencinde Flaminio, con una simple palabra:

    - Reconoces?- S respondi el amigo, - estremeciendo -, reconozco esta efigie. Se

    trata de Publio Lntulus Sura, tu bisabuelo paterno, estrangulado hace casi unsiglo, en la revolucin de Catilina.

    - Hace precisamente noventa y cuatro aos que el padre de mi abuelo fueeliminado en esas tremendas circunstancias exclam Publio, con nfasis,como quien est en posesin de toda la verdad. Observa bien los trazos deesta figura, para que verifiques la semejanza perfecta que existe entre m y eselejano antepasado. No estara aqu la clave de mi sueo doloroso?

    El noble patricio observ la notable identidad de trazos fisonmicos deaquella esfinge muerta con el semblante del amigo presente. Sus vacilacionesalcanzaron el auge, en vista de aquellas demostraciones alucinantes. Iba aelucidar el asunto, encareciendo la cuestin del linaje y la herencia, pero elinterlocutor, como si adivinase los mnimos detalles de sus dudas, anticip eljuicio, exclamando.

    - Yo tambin particip de todas las hesitaciones que hieren tu raciocinio,luchando contra la razn, antes de aceptar la tesis de nuestras conversaciones

    de esta noche. La semejanza por la imagen, aun la ms extrema, es natural y esposible; pero, esto no me satisface plenamente. Exped, en estos ltimos das, auno de los siervos de nuestra casa, a Taominina, en cuyas adyacenciasposeemos antigua vivienda, donde se guardaba el archivo del extinto, que hicetransportar hasta aqu.

    Y, en un movimiento de quien estaba seguro de todos sus conceptos,sostena en las manos nerviosas varios documentos, exclamando.

    - Analiza estos papiros. Son notas de mi bisabuelo, acerca de susproyectos en el Consulado. Encontr en ste acervo de pergaminos, diversas

    minutas de sentencias de muerte, las cuales ya haba observado en misdisgregaciones del sueo inexplicable Confronta stas letras! No separecen con las mas? Qu desearamos ms all de estas pruebas decaligrafas? Hace muchos das que vivo este obscuro dilema en lo ntimo delcorazn Ser yo Publio Lntulus Sura reencarnado?

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    Flaminio Severus dej pender la frente, con patente inquietud e indecibleamargura.

    Numerosas haban sido las pruebas de la lucidez y de la lgica del amigo.Todo conspiraba para que su castillo de explicaciones desmoronase,

    fragorosamente, delante de los hechos consumados, pero procurara nuevasfuerzas, a fin de salvaguardar el patrimonio de las creencias y tradiciones desus mayores, intentando esclarecer el espritu del compaero de tantos aos.

    - Mi amigo murmur, abrazndolo -, concuerdo contigo, frente a estosacontecimientos alucinantes. Los hechos son de los que arrebatan el espritums fro, pero no podemos arriesgar nuestras responsabilidades en el rumboincierto de las primeras impresiones. Si l nos parece la realidad, existen alasrealidades inmediatas y positivas, aguardando nuestro concurso activo.Considerando tus ponderaciones y creyendo incluso en la veracidad delfenmeno, no pienso que debamos sumergir el raciocinio en estos asuntosmisteriosos y trascendentes. Estoy en contra de estas investigaciones,ciertamente en virtud de mis experiencias de la vida prctica. Concordando, demodo general, con tu punto de vista, te recomiendo no extenderlo ms all delcrculo de nuestra intimidad fraternal, porque, no obstante la propiedad de losconceptos con que me das testimonio de tu lucidez, te siento cansado y abatidoen ese torbellino de trabajos del ambiente domstico y social.

    Hizo una pausa en sus observaciones conmovidas, como quien razonase

    procurando un recurso eficaz para remediar la situacin y sugiri con dulzura:- Podras descansar un poco en Palestina, llevando la familia para esaestacin de reposo.

    Existen all regiones de clima adorable, que operaran, tal vez la cura detu hijita, restableciendo simultneamente tus fuerzas orgnicas. Quin sabe?Olvidaras el tumulto de la ciudad, regresando ms tarde a nuestro medio, conenergas nuevas. El actual Procurador de Judea es nuestro amigo. Podramosarmonizar varios problemas de nuestro inters y de nuestras funciones, porcuanto no me sera difcil obtener del Emperador dispensa de tus trabajos en el

    Senado, de modo que continuases recibiendo los subsidios del Estado, mientraspermanecieses en Judea. Qu juzgas al respecto? Podras partir tranquilo, puesyo tomara a mi cargo la direccin de todos tus negocios en Roma, celando portus intereses y por tus propiedades.

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    Publio dej transparentarse en la mirada una llama de esperanza, y, comoquien estuviese examinando, ntimamente, todas las razones favorables ocontrarias a la ejecucin del proyecto, ponder:

    - La idea es providencial y generosa, pero la salud de Livia no meautoriza a tomar una resolucin pronta y definitiva.

    - Por qu?- Esperamos, pronto, el segundo retoo de nuestro hogar.- Y para cundo esperas ese advenimiento?- Dentro de seis meses.- Te interesa el viaje despus del invierno prximo?- S.- Pues bien: estars, entonces en Judea, precisamente de aqu a un ao.Los dos amigos reconocieron que la charla haba sido larga.Cesara el aguacero. El firmamento resplandeca de constelaciones

    lavadas y lmpidas.Se iniciara ya el trfico de las carrozas y barullos, con los ritos poco

    amales de los conductores, porque en la Roma imperial, las horas del da eranreservadas de un modo absoluto, al trfico de los palanquines patricios y almovimiento de los pedestres.

    Flaminio se despidi conmovedoramente del amigo, tomando de nuevo

    la suntuosa litera, con el auxilio de sus esclavos prestos y hercleos.Publio Lntulus, tan pronto como se vio solo, se encamin a la terraza,donde corran cleres las brisas de la media noche.

    A la claridad de la opulenta luna, contempl el casero romano, esparcidopor las colinas sagradas de la ciudad gloriosa. Explay los ojos en el paisajenocturno, considerando los problemas profundos de la vida y del alma, dejandopender la frente entristecido. Incoercible tristeza le dominaba el nimovoluntarioso y sensible, mientras una onda de amor propio y de orgullo lecontena las lgrimas ntimas del corazn, atormentado por angustiosos

    pensamientos.

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    II

    UN ESCLAVO

    Desde los primeros tiempos del Imperio, la mujer romana se habaentregado a la disipacin y al lujo excesivo, en detrimento de las obligacionessantificadoras del hogar y de la familia.

    La facilidad en la adquisicin de esclavos, empleados en los serviciosms groseros, como en los ms elevados menesteres de orden domstico,incluso en los de la educacin e instruccin, haba determinado gran cadamoral en el equilibrio de las familias patricias, por cuanto la diseminacin delos artculos de lujo, venidos del Oriente, aliado a la ociosidad debilitara lasfibras, de energa y de trabajo, de las matronas romanas, encaminndolas a lasfrivolidades de la indumentaria, a las intrigas amorosas, preludiando la mscompleta desorganizacin de la familia, en el olvido de sus tradiciones msapreciables.

    Sin embargo, algunas casas haban resistido, heroicamente, a esainvasin de fuerzas pervertidas y criminosas.

    Haba mujeres, para la poca, que se enorgullecan del patrn de lasantiguas virtudes familiares, de cuantas las haban antecedido en la laborconstructiva de las generaciones de tantas almas sensibles y notables.

    Las esposas de Publio y Flaminio eran de ese nmero. Criaturasinteligentes y valerosas, ambas huan de la onda corruptora de la pocarepresentando dos smbolos de buen sentido y simplicidad.

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    Las ltimas expresiones del invierno ya haban desaparecido, en el ao32, entornando por la tierra, primaveral y alegre, una taza inmensa de flores yperfumes

    En un da claro y asoleado, vamos a encontrar a Livia y Calpurnia, en laresidencia de la primera, en amable conversacin, mientras dos niitosdibujaban, distradamente, en un rincn de la sala.

    Las dos seoras organizan los aprestos del viaje, corrigiendo defectos dealgunas piezas de lana y cambiando impresiones ntimas, a media voz, en tonoamigo y discreto.

    En dado momento, los dos muchachos alcanzan uno de los cuartoscontiguos, mientras Livia llama la atencin de la amiga, en estos trminos:

    - Tus pequeos no tienen hoy los ejercicios habituales?- No, mi buena Livia respondi Calpurnia, con delicadeza fraternal,

    adivinndole las intenciones -, no slo Plinio, sino, tambin, Agripa,consagraron el da de hoy a la enfermita. Adivino sus vacilaciones y escrpulosmaternos, considerando la buena salud de nuestros hijitos; pero, tus recelos soninfundados

    - Sin embargo, saben los dioses, como he vivido en estos ltimostiempos, desde que o la opinin franca y sincera del mdico de Tbur. Biensabes que, para l, el caso de mi hija es un mal doloroso y sin cura. Desde

    entonces, toda mi vida ha sido una serie de preocupaciones y martirios. Tomtodas las providencias para que la pequea fuese aislada del crculo de nuestrasrelaciones, atendiendo a los imperativos de la higiene y a la necesidad decircunscribir, con nuestro propio esfuerzo, la terrible molestia.

    - Pero quin te dice que el mal es incurable? Acaso semejante opininproviene de la palabra infalible de los dioses? No sabes cun engaosa es laciencia de los hombres?

    Hace tiempo, mis dos hijos enfermaron con fiebre insidiosa ydestructora. Llamados los mdicos, observ que ellos se revezaban en el

    ministerio de salvar a los dos enfermos, sin resultados apreciables. Despus,reflexion mejor en la providencia de los cielos e, inmediatamente, ofrec unsacrificio en el templo de Castor y Plux, salvndolos de una muerte segura.Gracias a esa providencia, hoy los veo sonrientes y felices.

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    Ahora que no tienes, slo a la pequea Flvia, sino tambin al pequeoMarcus, te aconsejo hacer lo mismo recurriendo a los dioses gemelos.

    - Es verdad, mi buena Calpurnia, as lo har antes de nuestra prximapartida.

    - Y por hablar del viaje, cmo te sientes ante esta mudanza imprevista?- Bien sabes que har todo por la tranquilidad de Publio y por nuestra paz

    domstica. Hace mucho, noto a Publio abatido y doliente, en razn de susluchas exhaustivas al servicio del Estado. Jovial y expansivo, de un tiempo aesta parte, se volvi taciturno e irritadizo. Molesto con todo y por todo,creyendo yo que la salud precaria de nuestra hijita contribuya decisivamentepara su misantropa y mal humor.

    Considerando esas razones me dispongo, con satisfaccin, a acompaarloa Palestina, pesndome en lo ntimo slo la circunstancia de ser obligada,aunque temporalmente, a alejarme de tu intimidad y de tus consejos.

    - Descanso al orte hablar as, porque a nosotros no nos competeexaminar la situacin de aquellos que nuestro corazn eligi para compaerosde toda la vida, debiendo hacer el mayor esfuerzo por suavizarles losaborrecimientos del mundo.

    Publio es un buen corazn, generoso e idealista, pero como patricio

    descendiente de una de las familias ms ilustres de la Repblica, sentidopsicolgico por parte de la mujer, siendo justo y necesario que aparentesigualdad absoluta de sentimientos, de modo que puedas conducirlo siempre poel mejor camino.

    Faminio me dio a conocer todas las circunstancias de tu permanencia enJudea, pero, existen algunos pormenores que an desconozco. Permanecersde hecho en Jerusaln?

    - S, Publio desea que nos fijemos en la misma residencia de su toSalvio, en Jerusaln, hasta que podamos elegir el mejor clima del pas, de

    manera que se beneficie la salud de nuestra hijita.- Est bien exclam Calpurnia, asumiendo aires de la mayor discrecin,

    - en vista de tu inexperiencia, estoy en la obligacin de esclarecer a tu espritu,considerando la posibilidad de cualquier complicacin futura.

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    Livia se sorprendi con la observacin de la amiga, pero toda odos,contest impresionada:

    - Pero qu quieres decir?

    - S que no tienes un conocimiento detallado de los parientes de tumarido, que hace tanto tiempo se conservan ausentes de Roma murmurCalpurnia, con las particularidades caractersticas del espritu femenino yconstituye un deber de amistad aclarar a tu espritu, a fin de que no teconduzcas con demasiada confianza por donde pases.

    El pretor Salvio Lntulus, que hace muchos aos fue destituido delgobierno de las provincias, y ahora tiene simples atribuciones de funcionario,junto al actual Procurador de Judea, no es un hombre idntico a tu marido, que,si tiene ciertos defectos de familia, es un espritu muy franco y sincero. Erasmuy joven cuando se verificaron acontecimientos deplorables en nuestroambiente social, con referencia a las criaturas con quien vas a convivir ahora.La esposa de Salvio, que an debe ser una mujer joven y bien cuidada, eshermana de Claudia, mujer de Pilatos, a quien tu marido va recomendado encamino de la alta administracin de la provincia.

    En Jerusaln, vas a encontrar a toda esa gente, de costumbres muydiferentes a las nuestras, y necesitas pensar que vas a convivir con criaturasdisimuladas y peligrosas.

    No tenemos el derecho de reprobar los actos de nadie, a no ser enpresencia de aquellos que consideremos culpados o pasibles derecriminaciones, pero, debo prevenirte que el Emperador fue compelido adesignar a esa gente para servicios en el exterior, considerando graves asuntosde familia, en la intimidad de la Corte.

    Que los dioses me perdonen las observaciones en su ausencia, pero esque, en tu condicin de romana y mujer de un senador an joven, sershomenajeada por nuestros coterrneos distantes, homenajes que recibirs, ensociedad, como ramilletes de rosas llenos de perfumes, pero tambin llenos de

    espinasLivia oy a la amiga, entre espantada y pensativa, exclamando con

    discrecin, como quien quisiese deshacer una duda:- Pero, el pretor Salvio no es hombre de edad?

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    -Ests engaada. Es un poco ms joven que Flaminio, pero, sus esmerosde caballero hacen de su personalidad un tipo de soberbia apariencia.

    - Cmo podr llevar a buen trmino mis deberes, en caso de que me

    cerquen las perfidias sociales, tan comunes en nuestro tiempo, sin agravar elestado espiritual de mi esposo?

    - Confiemos en la providencia de los dioses murmur Calpurnia,dejando entrever la magnfica fe de su corazn maternal.

    Pero, las dos no pudieron proseguir en la conversacin. Un ruido msfuerte denunciaba la aproximacin de Publio y Flaminio que atravesaban elvestbulo, procurndolas.

    - Entonces? exclam Flaminio de buen humor, asomando a la puerta,con maliciosa sonrisa. Entre la costura y la conversacin, debe sufrir lareputacin de alguien, en esta sala, porque ya deca mi padre que mujer solitapiensa siempre en la familia; pero, si est con otra, piensa enseguida en los otros.

    Una sonrisa sana y general coron sus palabras alegres, mientras Publioexclamaba contento:

    - Estemos sosegados, mi Livia, porque todo est listo y a nuestras enterasatisfaccin. El Emperador se ofreci para auxiliarnos generosamente con susrdenes directas, y de aqu a tres das, una galera nos esperar en las cercanas

    de Ostia, de modo que viajemos tranquilamente.Livia sonri, satisfecha y confortada, mientras del apartamento de lapequea Flavia asomaban dos cabezas risueas, preparndose Flaminio pararecibir en los brazos, de una sola vez, a los dos hijitos.

    - Vengan ac, ilustres pillos! por qu huyeron ayer de las clases? Hoyrecib la queja del colegio, en ese sentido, estoy my contrariado con eseprocedimiento

    Plinio y Agripa oyeron la reprimenda paterna, sorprendidos,respondiendo el ms viejo, con humildad:

    - Pero, pap, yo no soy culpable. Como el seor sabe, Plinio huy de losejercicios, obligndome a salir para procurarlo.

    - Eso es una vergenza para usted, Agripa exclam Flaminio,paternalmente -, su edad no le permite ms la participacin en las travesuras desu hermano.

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    Iba la escena a esa altura cuando Calpunia intervino, apaciguando:- Todo es verdad, pero tendremos que resolver el asunto en casa, porque

    la hora no permite discusiones entre padre e hijos.

    Ambos nios fueron a besar la mano materna, como si le agradeciesen laintervencin cariosa, y, de ah a algunos minutos, se despedan las dosfamilias, con la promesa de Flaminio, en el sentido de acompaar a los amigoshasta Ostia, en las proximidades de la desembocadura del Tber, en el da delembarque.

    Transcurridas aquellas setenta y dos horas de barullo y preparativos,vamos a encontrar a nuestros personajes en una galera confortable y eleganteen las aguas de Ostia, donde an no existan las construcciones del puerto,edificadas all ms tarde por Claudio.

    Plinio y Agripa ayudaban a acomodar la pequea enferma en el interior,instigados por los padres, que los preparaban desde temprana edad para lasdelicadezas de la vida social, mientras Calpurnia y Livia instruan a una sierva,con respecto a la instalacin del pequeito Marcus. Publio Flaminiointercambiaban impresiones, a distancia, oyndose la recomendacin delsegundo, que elucidaba al amigo confidencialmente.

    - Sabes que los sbditos conquistados por el Imperio muchas veces nosmiran con envidia y despecho, hacindose necesario que nunca desmerezcamos

    de nuestra posicin de patricios.Algunas regiones de Palestina, segn mis propios conocimientos, estninfestadas de malhechores y es necesario que ests precavido contra ellos,principalmente en tu marcha en demanda de Jerusaln. Lleva contigo, tanpronto aportes con la familia, el mayor nmero de esclavos para tu garanta yla de los tuyos, y, en la hiptesis de ataques, no hesites en castigar conseveridad y aspereza.

    Publio recibi la exhortacin, atentamente, y, en algunos minutos ms, semovilizaban ambos en el interior de la nave, donde el viajero interpelaba al jefe

    de los servicios:- Entonces, Aulus, todo est listo?- S, ilustrsimo. Slo aguardamos vuestras rdenes para la partida. En

    cuanto a nuestros trabajos, podis quedar tranquilos, porque escog uno poruno a los mejores cartaginenses para el servicio de los remos.

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    Como en efecto, comenzaron all las ltimas despedidas. Las dos seorasse abrazaban con lgrimas enternecedoras y afectuosas, mientras se expresabanpromesas de perenne recuerdo y votos a los dioses por la tranquilidad general.

    Postreros abrazos conmovidos y largaba la suntuosa galera donde labandera del guila romana tremolaba orgullosa, al soplo suave de las brisasmarinas. Los vientos y los dioses eran favorables, porque, en breve, al esfuerzohercleo de los esclavos en el ritmo de los poderosos remos, los viajeroscontemplaban de lejos la cinta verdosa de la costa italiana, como si avanzasenen la masa lquida hacia inmensidades insondables del infinito.

    Transcurra el viaje con el mximo de serenidad y calma.Publio Lntulus, no obstante la belleza del paisaje en la travesa del

    Mediterrneo y a la novedad de los aspectos exteriores, considerada lamonotona de sus quehaceres en la vida romana, junto a los numerososprocesos del Estado, tena el corazn lleno de sombras. En balde la esposaprocuraba aproximarse a su espritu irritado, buscando taer asuntos delicadosde la familia, con el fin de conocer y suavizarle los sinsabores ntimos.Experimentaba l la impresin de que caminaba hacia emociones decisivas enel desenvolvimiento de su existencia. Conoca parte del Asia, porque, en lajuventud, haba servido un ao en la administracin de Esmirna, paraintegrarse, de la mejor manera, en el mecanismo de los trabajos del Estado,

    pero no conoca a Jerusaln, donde los esperaban como enviado delEmperador, para la solucin de varios problemas administrativos, de los quefuera incumbido junto al gobierno de Palestina.

    Cmo encontrara a to Salvio, ms joven que su padre? Haca muchosaos que no lo vea personalmente, entretanto, era un poco ms viejo que lmismo. Y aquella Fulvia, liviana y caprichosa, que le desposara al to en eltorbellino de sus numerosos escndalos sociales, tornndose casi indeseable enel seno de la familia? Recordaba los pormenores ms ntimos del pasado, pero,se abstena, de comunicarle a su esposa las ms penosas expectativas.

    Reflexionando, igualmente, en la situacin de la esposa y de los dos hijitos,encaraba con ansiedad los primeros obstculos a su permanencia en Judea, encalidad de patricios, mas tambin como extranjeros, considerando que lasamistades que los aguardaban eran problemticas.

    Entre sus meditaciones y las splicas de la esposa, estaba por terminar,

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    la travesa del Mediterrneo, cuando llam la atencin de su siervo deconfianza, en estos trminos:

    - Comenio, dentro de poco estaremos a las puertas de Jerusaln; peroantes que eso se verifique, tendremos que realizar una pequea marcha,

    despus del punto de desembarque, reclamndose mucho cuidado de mi parte,con relacin al trasporte de la familia. Se esperan algunos representantes de laadministracin de Judea, pero, ciertamente, estaremos acompaados de tuscuidados, pues vamos a aportar a una regin para mi desconocida y extranjera.Rene a todos los siervos bajo tus rdenes, de modo que garanticemos absolutaseguridad por el camino.

    - Seor, contad con nuestro desvelo y dedicacin respondi el servidor,entre respetuoso y conmovido.

    Al siguiente da, Publio Ltulus y la comitiva desembarcaban en elpequeo puerto de Palestina, sin incidentes dignos de mencin.

    Lo esperaban, adems del delegado del Procurador, algunos lictores ynumerosos soldados pretorianos, comandados por Sulpicio Tarquinius,provistos de todos los aprestos y elementos exigidos para un viaje tranquilo yconfortable, por las vas de Jerusaln.

    Despus del necesario reposo, la caravana se puso en camino, pareciendoantes una expedicin militar que el transporte de simple familia, a travs de lasestaciones peridicas de descanso.

    Las armaduras de los caballos, los capacetes romanos reluciendo al Sol,los trajes extravagantes, palanquines adornados, animales de traccin y loscarros pesados del equipaje daban idea de expedicin triunfal, si bienapresurada y silenciosa.

    Iba la caravana a buen trmino, cuando en las proximidades de Jerusaln,ocurre un imprevisto. Un cuerpo silvante cort el aire fino y claro, alojndoseen el palanqun dl senador, oyndose al mismo tiempo un grito estridente ylamentoso. Minscula piedra hiriera levemente el rostro de Livia,determinando gran alarma en la masa enorme de siervos y caballeros. Entre los

    carros y los animales que pararon asustados, numerosos esclavos rodean a losseores, buscando, con precipitacin, enterarse del hecho. Sulpicio Tarquinius,en un golpe de vista, da largas al galope de la montada, buscando prender a unjoven que se alejaba, receloso de las mrgenes del camino. Y, culpable o no,fue presentado un joven de sus dieciocho aos a los viajeros, para la punicinnecesaria.

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    Publio Lntulus record la recomendacin de Flamnio, momentos antes

    de la partida, y, ahogando sus mejores sentimientos de tolerancia ygenerosidad, resolvi prestigiar su posicin y autoridad a los ojos de cuantoshubiesen de seguirle la permanencia en aquel pas extranjero.

    Orden medidas inmediatas a los lictores, que lo acompaaban, y allmismo, ante las claridades mordientes del Sol abrazador y bajo la miradaespantada de algunas decenas de esclavos y numerosos centuriones, determinque castigasen sin conmiseracin al joven, por su liviandad.

    La escena era desagradable y dolorosa.Todos los siervos acompaaban compungidos el estallido del chicote en

    el dorso semidesnudo de aquel hombre joven, que gema, las rdenesimpiadosas, hasta que Livia, no consiguiendo contemplar por ms tiempo larudeza del espectculo, pidi al esposo, en voz suplicante.

    - Basta, Pblio, porque los derechos de nuestra condicin no traducendeberes de impiedad

    El senador consider, entonces, su severidad excesiva y rigurosa, ordenla suspensin del castigo doloroso, pero, a una pregunta de Sulpicio, en cuantoal nuevo destino del infeliz, habl en todo rudo e irritado:

    -Para las galeras!...Los presentes estremecieron, porque las galeras significaban la muerte ola esclavitud para siempre.

    El desventurado se amparaba, exnime, en las manos de los centurionesque lo rodeaban, sin embargo, al or las tres palabras de la sentenciacondenatoria, ech a su orgulloso juez una mirada de odio supremo y desupremo desprecio. En lo ntimo de su alma brillaban relmpagos de venganzay de clera, cuando la caravana se puso nuevamente en camino, entre el ruidode los carros pesados y el tintinear de las armaduras, al movimiento de los

    caballos fogosos e irrequietos.

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    La llegada a Jerusaln transcurri sin otros hechos dignos de nota.La novedad de los aspectos y la diversidad de las criaturas es lo que ms

    impresionaron a los viajeros, en su primer contacto con la ciudad, cuya

    fisonoma, con raras mudanzas, en el transcurso de todos los siglos, fuesiempre la misma, triste y desolada, preludiando los paisajes resecos deldesierto.

    Pilatos y su mujer se encontraban en las solemnidades de la recepcin alsenador, que iba, como enviado de Tiberio, adjunto a la administracin de laprovincia, encarnando el principio de la ley y de la autoridad.

    Salvio Lntulus y la esposa, Fulvia Prcula, recibieron a los parientescon ostentacin y prodigalidad. Numerosos homenajes fueron prestados aPublio Lntulus y a su mujer, destacndose que Livia, fuese en razn de lasadvertencias de Calpurnia, o en vista de su agudeza psicolgica, reconoci, deinmediato, que en aquel ambiente no palpitaban los corazones generosos ysinceros de sus amigos de Roma, experimentando, en lo ntimo, dolorosasensacin de amargura y ansiedad. Verificada, con satisfaccin, que supequea Flavia haba mejorado, no obstante el viaje exhaustivo, pero, al mismotiempo, se torturaba percibiendo que Fulvia no posea amplitud de coraznpara acogerlos siempre con cario y bondad. Notara que, al presentarle a lahijita enferma, la patricia vanidosa hiciera un movimiento instintivo de

    retroceso, apartando a su pequea Aurelia, hija nica del matrimonio, delcontacto con la familia, presentando pretextos inaceptables. Bast un da depermanencia en aquel hogar extrao, para que la pobre seora comprendiese laextensin de las angustias que la esperaban all, calculando los sacrificios quela situacin exigira de su corazn sensible y carioso.

    Y no era solamente el cuadro familiar, en sus detalles impresionantes,que le torturaba la mente llena de expectativas pungentes. DeparndoselePoncio Pilatos, en el mismo momento de su llegada, sintiera, en lo ntimo, quehaba encontrado un rudo y poderoso enemigo.

    Fuerzas ignoradas del mundo intuitivo hablaban a su corazn de mujer,como si voces del plano invisible le preparasen el espritu para las pruebasasprrimas de los das venideros. S, porque la mujer, smbolo del santuario delhogar y de la familia, en su espiritualidad, puede, muchas veces, en una simplereflexin, descubrir insondables misterios de los caracteres y de las almas, enla tela espesa y sombra de las reencarnaciones sucesivas y dolorosas.

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    Publio Lntulus, al contrario, no experiment las mismas emociones dela compaera. La diversidad del ambiente le modificara un tanto lasdisposiciones ntimas, sintindose moralmente reconfortalecido frente a la

    tarea que le competa desempear en el escenario nuevo de sus actividades dehombre de Estado.

    En el segundo da de permanencia en la ciudad, tan pronto regresara de laprimera visita a las instalaciones de la Torre Antonia, donde se acuartelabancontingentes de las fuerzas romanas, observando el movimiento de loscasuistas y de los doctores, en el Templo famoso de Jerusaln, fue procuradopor un hombre humilde y relativamente joven, que presentaba comocredencial, tan slo, el corazn afligido y carioso de padre.

    Obedeciendo ms a los imperativos de orden poltico que al sentimientode generosidad del corazn, el senador quebr las etiquetas del momento,recibindolo en su gabinete privado, dispuesto a orlo.

    Un judo, poco ms viejo que l mismo, en actitud de respetuosahumildad y expresndose difcilmente, para hacerse comprender, le habl enestos trminos:

    - Ilustrsimo senador, soy Andr, hijo de Gioras, operario modesto ypauprrimo, no obstante tengo numerosos miembros de mi familia conimportantes atribuciones en el Templo y en el ejercicio de la Ley. Oso venir

    hasta vos, reclamando a mi hijo Sal, preso, hace tres das, por vuestra orden yremitido directamente para el cautiverio perpetuo de las galeras Os pidoclemencia y caridad en la reparacin de esa sentencia de terribles efectos parala estabilidad de mi pobre casa Sal es mi primognito y en l he puesto todami esperanza paternal Reconocindole la inexperiencia en la vida, no vengoa declararlo inocente de la culpa, sino a apelar a vuestra clemencia ymagnanimidad, en vista de su ignorancia de joven, jurndoos, por la Ley,encaminarlo de ahora en adelante por la senda del deber austeramentecumplido

    Pblio record la necesidad de hacer sentir la autoridad de su posicin,contestando con el orgullo caracterstico de sus resoluciones:

    - Cmo osa discutir mis determinaciones, cuando guardo la concienciade haber practicado la justicia? No puedo modificar mis deliberaciones,extraando que un judo ponga en duda la orden y la palabra de un senador delImperio, formulando reclamaciones de esta naturaleza.

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    - Pero, seor, yo soy padre- Si lo eres, por qu hiciste de tu hijo un vagabundo y un intil?

    - No puedo comprender los motivos que llevaron a mi pobre Sal acomprometerse de esa manera, pero, os juro que l es el brazo fuerte de mistrabajos de cada da.

    - No me cabe examinar las razones de tu sentimiento, porque mi palabraest dada irrevocablemente.

    - Andr de Gioras mir a Pblio Lntulus de arriba abajo, herido en suemotividad de padre y en su sentimiento de hombre, descargando de dolor y declera reprimida. Sus ojos hmedos traan ntima angustia, en vista de aquellanegativa formal e inapelable, pero, despreciando todos los convencionalismoshumanos, habl con orgullosa firmeza:

    - Senador, yo descend de mi dignidad para implorar vuestra compasin,mas, acepto vuestra negativa ignominiosa!...

    Acabis de comprar, con la dureza del corazn, un enemigo eterno eimplacable! Con vuestros poderes y prerrogativas, podis eliminarme parasiempre, sea reducindome al cautiverio o condenndome a perecer de muerteinfamante; pero prefiero afrontar vuestra soberbia orgullosa!... Plantasteisahora, un rbol de espinas, cuyo fruto, un da, amargar, sin remedio, a vuestro

    corazn duro e insensible, porque mi venganza puede tardar, pero, comovuestra alma inflexible y fra, ella ser tambin indefectible y tenebrosa!...El judo no esper la respuesta de su interlocutor, amargamente

    emocionado con la vehemencia de aquellas palabras, saliendo del recinto conpaso firme y rostro erguido, como si hubiese obtenido los mejores resultadosde su corta y decisiva entrevista.

    En una mezcla de orgullo y ansiedad, Publio Lntulus experiment, enaquel instante, las ms variadas gamas de sentimiento dominndole el corazn.Dese determinar la prisin inmediata de aquel hombre que le lanzara en el

    rostro las ms duras verdades, sintiendo, simultneamente, el deseo de llamarloa s, prometindole el regreso del hijo querido, a quien protegera con suprestigio de hombre de Estado; pero la voz se le sumi en la garganta, en aquelcomplejo de emociones que de nuevo le robara la paz y la serenidad. Dolorosa

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    opresin le paraliz las cuerdas vocales, mientras en el corazn angustiadorepercutan las palabras candentes y amargas.

    Una serie de reflexiones penosas se aline en su mundo ntimo,sealando los ms fuertes conflictos de sentimientos. Tambin l no era padrey no procuraba retener a los hijitos cerca de su corazn? Aquel hombre posealas ms fuertes razones para considerarlo un espritu injusto y perverso.

    Record el sueo inexplicable que, relatado a Flaminio, fuera la causadirecta de su venida a Judea y consider las lgrimas de compuncin quederramara, en contacto con el torbellino de recuerdos perniciosos de suexistencia pasada, frene a tantos crmenes y desvos.

    Se retir del gabinete con la solucin mental de la cuestin enfocada,ordenando que trajesen al joven Sal a su presencia, con la urgencia que elcaso requera, a fin de enviarlo nuevamente a la casa paterna, y modificando,de esa manera, las penosas impresiones que haba causado al pobre Andr. Susrdenes fueron expedidas sin demora; pero, lo esperaba desagradable sorpresa,con las informaciones de los funcionarios a quienes competa laresponsabilidad de semejantes servicios.

    El joven Sal desapareciera de la crcel, haciendo creer en una fugadesesperada e imprevista. Los informes fueron transmitidos a la autoridad

    superior, sin que Publio Lntulus viniese a saber que los malos servidores delEstado negociaban, muchas veces, los prisioneros jvenes con los ambiciososmercaderes de esclavos, que operaban en los centros ms populosos de lacapital del mundo.

    Informado que el prisionero se evadiera, el senador sinti la concienciaaliviada de las acusaciones que le pesaban ntimamente. Al final, pens que setrataba de un caso de menor importancia, por cuanto el joven, distante de lacrcel, procurara inmediatamente la casa paterna; y, consolidando sutranquilidad, expidi rdenes a los dirigentes del servicio de seguridad,

    recomendando que e abstuviesen de cualquier persecucin al forajido, a quiense llevara oportunamente, el indulto de la ley.

    Pero, el camino de Sal, fue otro muy diferente.

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    En casi todas las provincias romanas funcionaban terribles agrupacionesde malhechores, que, viviendo a la sombra de la mquina del Estado, se habantransformado en mercaderes de conciencias.

    El joven judo, con su juventud promisora y saludable, fuera vctima deesas criaturas desalmadas. Vendido clandestinamente a poderosos tratantes deesclavos de Roma, en compaa de muchos otros, fue embarcado en el antiguopuerto de Jope, con destino a la Capital del Imperio.

    Anticipndonos en la cronologa de nuestras narrativas, vamos aencontrarlo, de ah a algunos meses, en un gran tablado, cerca del Foro, dondese alineaban, en penosa promiscuidad, hombres, mujeres y nios, casi todos enmseras condiciones de desnudez, teniendo cada cual una pequea etiquetacolgando al pescuezo. Ojos chispeando sentimientos de venganza, all seencontraba Sal, medio desnudo, una gorra de lana blanca cubrindole lacabeza y con los pies descalzos levemente untado de yeso.

    Junto aquella masa de criaturas desventuradas, paseaba un hombre deaire innoble y repulsivo, que exclamaba con la voz gritante a la multitud decuriosos que lo rodeaba:

    - Ciudadanos, tened la bondad de apreciar Como sabis, no tengoprisa en disponer de la mercadura, porque no debo a nadie, mas aqu estoypara servir a los ilustres romanos!...

    Y, detenindose en el examen de ese o de aquel infeliz, prosegua en suarenga grosera e insultante:- Ved a este mancebo!... Es un ejemplar soberbio de salud, frugalidad y

    docilidad. Obedece a la primera seal. Prestad buena atencin al aplomo de sucarne firme. Ninguna enfermedad tendr fuerza sobre su organismo.

    Examinad a este hombre! Sabe hablar griego correctamente y es bienhecho de la cabeza a los pies!...

    En sus gestos de negociante, continu la propaganda individual, teniendoen cuenta la multitud de compradores que lo asediaba, hasta que toc el turno

    al joven Sal, que dejaba traslucir, en el aspecto miserable, sus mpetus declera y sentimiento crueles:

    - Observad bien este mancebo! Acaba de llegar de Judea, como el msbello ejemplar de sobriedad y salud, de obediencia y de fuerza. Es una de lasms ricas muestras de mi lote de hoy! Prestad atencin a su juventud, ilustresromanos!... Os lo dar al precio reducido de cinco mil sestercios!...

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    El joven esclavo contempl al mercader con el alma escaldante de odio yalimentando, ntimamente, las ms feroces promesas de venganza. Susemblante judo impresion a la multitud que estacionaba en la plaza, aquella

    maana, porque un intenso movimiento de curiosidad le rode la figurainteresante y originalsima.

    Un hombre se destac de la multitud, procurando al mercader, a quien sedirigi a media voz, en estos trminos:

    - Flacus, mi seor necesita de un joven elegante y fuerte para las bigas delos hijos. Ese joven me interesa. No lo daras al precio de cuatro milsestercios?

    -Cmo no! murmur el otro en tono de negociante -, mi inters esservir bien a la ilustre clientela.

    El comprador era Valerio Brutus, capaz de los servicios comunes de lacasa de Flaminio Severus, que le ordenara adquirir un esclavo nuevo y debuena apariencia, destinado al servicio de las bigas de los hijos, en los grandesdas de las fiestas romanas.

    Fue as que, imbuido de sentimientos innobles y deplorables, Sal, el hijode Andr, fue introducido, por las fuerzas del destino, junto a Plinio y Agripa,en la residencia de la familia Severus, en el corazn de Roma, al preciomiserable de cuatro mil sestercios.

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    III

    EN CASA DE PILATOS

    La sequedad de la naturaleza, donde se yergue Jerusaln, proporciona, ala clebre ciudad, una belleza melanclica, tocada de pungente monotona.En el tiempo de Cristo, su aspecto era casi igual al que se observa hoy.

    Apenas la colina de Mizpa, con sus tradiciones suaves y lindas, representabaun rincn verde y alegre, donde reposaban los ojos del forastero, lejos de laaridez y de la ingratitud del paisaje.

    Empero, debemos registrar que, en la poca de la permanencia de PublioLntulus y de su familia, Jerusaln acusaba novedades y esplendores de lavida nueva. Las construcciones herodianas pululaban en sus alrededores,

    revelando nuevo sentido esttico por parte de Israel. La predileccin por losmonolitos tallados en roca viva, caracterstica del antiguo pueblo israelita,fuera sustituida por las adaptaciones del gusto judo a las normas griegas,renovando los paisajes interiores de la famosa ciudad. Sin embargo, la joyamaravillosa era, el Templo, todo nuevo en la poca de Jess. Su reconstruccinfuera determinada por Herodes, en el ao 21, notndose que slo los prticosllevaron ocho aos para edificarse, y considerndose, adems, que los planosde la obra grandiosa, continuados lentamente en el curso del tiempo, solamente

    quedaron concluidos poco antes de su completa destruccin.

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    En los inmensos patios, se reuna diariamente la aristocracia delpensamiento israelita, localizndose all el foro, la universidad, el tribunal y eltemplo supremo de toda una raza.

    Incluso los procesos civiles, despus de las discusiones ingeniosas deorden teolgico, reciban all las decisiones finales, resumindose, en el temploimponente y grandioso, todas las ambiciones y actividades de una patria.

    Los romanos, respetando la filosofa religiosa de los pueblos extraos, noparticipaban de las tesis sutiles y de los sofismas debatidos y examinados todoslos das, pero la Torre Antonia, donde se acuartelaban las fuerzas armadas delImperio, dominaba el recinto, facilitando la fiscalizacin constante de todos losmovimientos de los sacerdotes y de las masas populares.

    Publio Lntulus, despus del incidente del prisionero, que continuabaconsiderando como un episodio sin importancia, tomaba cierta serenidad parael desempeo de sus obligaciones consuetudinarias. Los aspectos ridos deJerusaln tenan, para sus ojos cansados, un encanto nuevo, en el cual elpensamiento reposaba de las numerosas e intensas fatigas de Roma.

    En cuanto a Livia, sta guardaba el corazn vuelto hacia sus afectosdistantes, analizando la aridez de los espritus al alcance de su convivencia.Como por milagro, la pequea Flavia haba mejorado, observndose notabletransformacin en las heridas que le cubran la epidermis. Pero, las actitudes

    hostiles de Fulvia, que no le perdonaba la simplicidad encantadora y los dotespreciosos de inteligencia, sin perder ocasin para echarle en el rostro pequeasindirectas, a veces irnicas y mordientes, le dejaban el espritu aturdido en untorbellino de expectativas alucinantes. Semejantes acontecimientos erandesconocidos por el marido, a quien la pobre seora se abstena de relatar susms ntimos disgustos.

    Pero, esos hechos, no eran los elementos que ms contribuan paraapesadumbrarla en aquel ambiente de penosas incertidumbres.

    Haca una semana que se encontraban en la ciudad y se notaba que,

    contrariando tal vez sus hbitos, Poncio Pilatos compareca diariamente a laresidencia del pretor, con el pretexto de sentir predileccin por la conversacincon los patricios recin llegados de la Corte. Horas al hilo eran empleadas enese menester, mas Livia, con las secretas intuiciones de su alma, comprendalos pensamientos inconfesables del gobernador al respecto, recibiendo con elespritu prevenido sus amables madrigales y alusiones indirectas.

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    En esas aproximaciones de sentimientos, que prenuncian el pleamar delas pasiones, se vea, tambin, la contrariedad de Fulvia, llena de venenososcelos en vista de la situacin que la actitud de Pilatos iba creando. Por detrs deaquellos bastidores brillantes del escenario de la amistad artificial, con que

    fueron recibidos, Publio y Livia deberan comprender que exista una marismade pasiones inferiores, que seguramente, habran de tiznar la tranquilidad desus almas. Sin embargo, no entendieron los detalles de la situacin ypenetraron, con el espritu confiante e ingenuo, en el camino obscuro ydoloroso de las pruebas que Jerusaln les reservaba.

    Reafirmando incesantes obsequios y multiplicando gentilezas, Pilatospuso nfasis en ofrecer una cena, en la cual toda la familia se reconfortase y lafraternidad y la alegra fuesen perfectas.

    En el da convenido, Salvio y Publio, acompaados por los suyos,comparecan a la residencia seorial del gobernador, donde Claudia igualmentelos esperaba con una sonrisa bondadosa y acogedora.

    Livia estaba plida, en su traje simple y sencillo, siendo de notar que,contra toda la expectativa del esposo, pusiera nfasis en llevar a su hijitaenferma, en el supuesto caso de que sus cuidados maternos representasen algocontra las pretensiones del conquistador que su corazn de mujer adivinaba, atravs de las actitudes indiscretas y atrevidas del anfitrin de aquella noche.

    La cena se serva en condiciones especialsimas, segn los hbitos ms

    rigurosos y elegantes de la corte.Livia estaba aturdida con aquellas solemnidades que se desdoblaban conla ms alta suntuosidad de la etiqueta romana, costumbres esas oriundas de unmedio del cual ella y Calprnia siempre se haban apartado, en su simplicidadde corazn. Numerosa falange de esclavos se movilizaba en todas lasdirecciones, como verdadero ejrcito de servidores, frente a tan reducidonmero de comensales.

    Despus de los platos preparados, llegan los vocalizadores recitando losnombres de los invitados, mientras los infertores traen los platos dispuestos con

    singular simetra. Los convidados, entonces, se recuestan en los triclinios,forrados de cojines de plumas y ptalos de flores. Las carnes son presentadasen platos de oro y los panes en azafatas de plata, multiplicndose los siervospara todos los menesteres, inclusive aquellos que deban probar los manjares

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    a fin de certificarse de su sabor, para que fuesen servidos con la mximaconfianza. Los coperos sirven un vino palermitano precioso y antiguo,

    mezclado de aromas, en tazas incrustadas de piedras precios, mientras otrossiervos los acompaan presentando, en bandejas de plata, el agua natural o fra,al gusto de los invitados. Junto a los lechos, donde cada comensal deberecostarse cmodamente, se conservan esclavos jvenes trajeados con esmeroy ostentando en la frente gracioso turbante, brazos y piernas semidesnudos,cada cual con su funcin definida. Algunos agitan en las manos largos ramosde mirto, ahuyentando las moscas, mientras otros, curvados a los pies de losinvitados, son obligados a limpiar discretamente las seales de su gua eintemperancia.

    Quince platos diferentes se sucedieron a travs de los esfuerzos de losesclavos dedicados y humildes, cuando, despus del banquete, brindaron lossalones con centenares de antorchas, oyndose agradables sinfonas. Siervosjvenes y bien puestos ejecutan danzas apasionadas y voluptuosas en homenajea sus seores, mimosendoles los sentimientos inferiores con su arte extico yespontneo, y, solamente no fue llevado a efecto un nmero de gladiadores,segn la costumbre de los grandes banquetes de la Corte, porque Livia, con losojos suplicantes, pidi que eliminasen en aquella fiesta el doloroso espectculo

    de sangre humana.La noche era de las ms clidas de Jerusaln, motivo por el cual,finalizada la cena y las ceremonias complementarias, la caravana de amigos,acompaada ahora de Sulpicio Tarquinius, se diriga hacia la amplia y bienordenada terraza, donde jvenes esclavos tocaban deliciosa msica del Oriente.

    - No juzgaba poder encontrar en Jerusaln, una noche patricia como sta exclam Publio, sensibilizado, dirigindose al gobernador con respetuosacortesa. Debo a vuestra bondad hidalga y generosa la satisfaccin de revivirel ambiente y la vida inolvidable de la Corte, donde los romanos distantes

    guardan el corazn y el pensamiento.- Senador, esta casa os pertenece replic Pilatos con intimidad.

    Ignoro si mi sugestin os ser agradable, pero solo tendramos razn paraagradecer a los dioses, si nos concedieseis la honrosa alegra de hospedarosaqu con vuestros dignos familiares. Creo, que la residencia del pretor Salvio,no os ofrece el necesario confort, y, aadiendo la circunstancia del ntimo

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    parentesco que une a mi mujer con la esposa de vuestro to, me siento a gustopara hacer este ofrecimiento, sin violentar nuestras costumbres, en sociedad.

    - Vaya eso s que no!, exclam por su parte el pretor, que acompaara

    atento la gentileza de la oferta. Yo y Fulvia nos oponemos a la realizacin deesa medida. Y, dirigindose confiante a la consorte, terminaba suponderacin -, no es verdad, querida ma?

    Fulvia, entretanto, dejando transparentar una pizca de contrariedad,contest, para sorpresa de todos los presentes:

    - De pleno acuerdo. Publio y Livia son nuestros huspedes efectivos; sinembargo, no podemos olvidar que el objetivo de su viaje se prende a la saludde la hijita, objetivo de todas nuestras preocupaciones en el momento, siendojusto que no los privemos de cualquier recurso que se venga a verificar, a favorde la pequea enferma

    Y dirigindose instintivamente hacia el banco de mrmol, dondedescansaba la enfermita, exclam para escndalo general.

    - Adems, esta nia representa una seria preocupacin para todosnosotros. Su epidermis dilacerada acusa sntomas especiales, recordando

    Pero, no consigui terminar la exposicin de sus recelos escrupulosos,porque Claudia, alma noble y digno, constituyendo una anttesis de la hermanaque el destino le haba dado, comprendiendo la situacin penosa que sus

    conceptos iban creando, se le adelant redargiendo.- No veo razones que justifiquen esos temores; supongo a la pequeaFlavia mucho mejor y ms fuerte. Hasta quiero creer, que bastar el clima deJerusaln para su curacin completa.

    Y avanzando hacia la enfermita, como quien desease deshacer ladolorosa impresin de aquellas observaciones indelicadas, la tom en losbrazos, besndole el rostro infantil, cubierto de tonos violceos de maldisfrazadas heridas.

    Livia, que traa el semblante sonrojado por la humillacin de las palabras

    de Fulvia, recibi la gentileza como un blsamo precioso para sus inquietudesmaternas; en cuanto a Publio, este amargamente sorprendido, consider lanecesidad de restablecer su serenidad y energa varonil, disimulando eldisgusto que el episodio le causara, tomando la direccin de la conversacin,conmovido sobremanera:

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    - Es verdad, amigos. La salud de mi pobre Flavia representa el objetoprimordial de nuestro largo viaje hasta aqu. Resueltos los problemas del

    Estado, que me trajeron a Jerusaln, hace algunos das que examino laposibilidad de localizarme en cualquier regin del interior, de modo que lahijita pueda recuperar el precioso equilibrio orgnico aspirando un aire mspuro.

    - Pues bien replic Pilatos, con seguridad -, en asuntos de clima, soyaqu un hombre entendido. Hace seis aos que me encuentro en estos parajesen funcin del cargo y he visitado casi todos los rincones de la provincia y delas regiones vecinas, teniendo motivos para afianzar que Galilea est en primerplano. Siempre que puedo reposar de las labores intensas que me atan aqu,busco inmediatamente nuestra villa en los alrededores de Nazaret, para gozar laserenidad del paisaje y las brisas deliciosas de su inmenso lago. Concuerdo enque la distancia es muy larga, pero la verdad es que si permaneciese en lascercanas de la ciudad, en mis estaciones de reposo, perdera el tiempo,atendiendo a las solicitudes incesantes de los rabinos del templo, siempreabrazados a innumerables pendencias. Por cierto que ahora Sulpicio habr departir, a fin de dirigir algunos trabajos de reparacin de nuestra residencia, puesintentamos seguir hacia all dentro de poco tiempo, a rehacer las energas

    agotadas en la lucha cotidiana.Puesto que mi hospedaje no os ser necesario en Jerusaln, quin sabe sitendremos el placer de hospedaros, ms tarde, en la villa que me refiero?

    - Noble amigo exclam el senador, agradecido -, debo ahorraros tantotrabajo, pero, os quedara inmensamente agradecido si vuestro amigo Sulpicioprovidenciase en Nazaret la adquisicin de una casa confortable y simple, queme sirva, reformndola de conformidad con nuestros hbitos familiares, ydonde podamos residir despreocupadamente por algunos meses.

    - Con el mximo placer.

    - Muy bien ataj Claudia, con bondad, mientras Fulvia ml disimulabael venenoso despecho -, quedar con la incumbencia de adaptar a nuestrabuena Livia a la vida campestre, donde la gente se siente tambin al contactodirecto con la naturaleza.

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    - Siempre, que no se transformen en judas - dijo el senador, de buenhumor, mientras todos sonrean alegremente.

    En ese momento, oyendo sobre los detalles de los servicios le seranconfiados en los prximos das, Sulpicio Tarquinius, hombre de confianza delgobernador, se sinti con libertad de intervenir en el asunto, exclamando, consu sorpresa a cuantos le oan:

    - Y por hablar de Nazaret, ya osteis hablar de su profeta?- ?- S continu -, Nazaret posee ahora un profeta que viene realizando

    grandes cosas.- Qu es eso, Sulpicio? pregunt Pilatos, irnicamente - pues no

    sabes que de los judos nacen profetas todos los das? Acaso las luchas en eltemplo de Jerusaln se verifican por otra cosa? Todos los doctores de la Ley seconsideran inspirados por el Cielo y cada cual es dueo de una nuevarevelacin.

    - Pero, ese, seor, es muy diferente.- Estars, acaso convertido a una nueva fe?- De ningn modo, inclusive porque comprendo el fanatismo y la

    obcecacin de esas miserables criaturas; pero qued realmente intrigado con la

    figura impresionante de un galileo an joven, cuando pasaba, hace algunosdas, por Cafarnam.Al centro de una plaza, acomodada en bancos improvisados, hechos de

    piedra y arena, vi a considerable multitud que le oa la palabra, en xtasis deadmiracin y conmocin

    Yo tambin, como si fuera tocado por una fuerza misteriosa e invisible,me sent para orlo.

    De su personalidad, extraordinaria de belleza simple, vena un no sequ dominando a la turba que se aquietaba, suavemente, oyndole las

    promesas de un eterno reinado sus cabellos revoloteaban a las brisas de latarde mansa, como si fuesen hilos de luz desconocida en las claridades serenasdel crepsculo; y de sus ojos compasivos pareca nacer una onda de piedad yconmiseracin infinitas. Descalzo y pobre se le notaba la limpieza de la tnicacuya blancura se adaptara, a la levedad de sus trazos delicados. Su palabra eracomo un cntico de esperanza para todos los sufridores del mundo, suspendido

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    entre el cielo y la tierra, renovando los pensamientos de cuantos loescuchaban Hablaba de nuestras grandezas y conquistas como si fuesen

    cosas bien miserables, haca amargas afirmativas acerca de las obrasmonumentales de Herodes, en Sebasto, aseverando que por encima de Csarest Dios Todopoderoso, providencia de todos los desesperados y de todos losafligidos En su enseanza de humildad y amor, considera a todos loshombres como hermanos muy amados, hijos de ese Padre de misericordia yjusticia, que nosotros no conocemos.

    La voz de Sulpicio estaba saturada del tono emocional caracterstico delos sentimientos hijos de la verdad.

    El auditorio se haba contagiado de la conmocin de su narrativa,escuchndole la palabra con el mayor inters.

    Sin embargo, Pilatos, sin perder el hilo de sus vanidades de gobernador,lo interrumpi exclamando:

    - Hermanos todos! Eso es un absurdo. La doctrina de un Dios nico noes una novedad para nosotros, en esta tierra de ignorantes; pero, no podemosconcordar con ese concepto de fraternida