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HISTORIA, ARTE Y NATURALEZA XII JORNADAS DE ESTUDIO EN PAMPLONA

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Historia, arte y Naturaleza

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2011

IMSERSO

ACTIVIDADES

• Conferenciasmensuales, a cargo de especialistas en los más diversos campos y también, de los propios miem-bros de la Asociación.

• JornadasdeestudioyCongresos, en los que se tratan temas sociales y culturales de actualidad, con ponencias, visitas y mesas redondas.

• Participación en congresos de otras entidades a los que pertenecemos como: CEOMA, CEMA, AGE Europea, IAUPL, AEPJCCAABBIIAA y FIAPAM.

• ViajesculturalesporEspañayelextranjero.• Asistencia a conciertos, obras de teatro,museos y

exposiciones.• GruposdeestudiodeCienciasydeHumanidades.• Tertuliassobretemasvarios.• Estanciasenbalnearios.

AS.P.U.R.

ASOCIACIÓNDEPROFESORESUNIVERSITARIOSJUBILADOS

AS.P.U.R. es una Asociación de ámbito nacional fundada en 1987 y son sus principales funciones:• Reforzar nuestra amistad y mantener nuestras colabora-

ciones de la etapa activa profesional en la nueva jubilación.

• Estar unidos más solidariamente para superar posibles frustraciones humanas en la nueva etapa.

• Agruparnos para continuar siendo útiles a la socie-dad después de muchos años dedicados a su servicio. Nuestro lema “Per laborem ad astra”

Esta Asociación está abierta a Profesores de todos los niveles educativos.

En 2006 se creó la Sección Territorial de la Comunidad de Madrid con el nombre de EmeritorumAula.

OBJETIVOS

• Favorecer la actualización en los conocimientos cientí-ficos, técnicos, artísticos y literarios de todo tipo.

• Defender los derechos profesionales a sus asociados.

• Organizar actividades de carácter social, ciclos de confe-rencias, cursillos, jornadas de estudio, congresos, etc. sobre diversos temas y en especial sobre materia educativa.

• Celebrar convivencias en Centros Educativos y Culturales de las diversas Comunidades Autónomas.

• Realizar viajes culturales por España y el extranjero en interrelación con docentes de otros países.

CoordinaCión: Martín ibáñez Mangas

Historia, arte y naturaleza

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CoordinaCión: Martín ibáñez Mangas

ConseJo editorial de as.P.u.r.:

Presidente: D. José Campo ViguriCoordinador: D. Martín Ibáñez MangasVocales adjuntos: D. Victor Rubio Jerónimo y Dª. Alicia Rozas ViñéAutor fotografía: D. José Vicente Valdenebro

© Asociación de Profesores Jubilados de Escuelas Universitarias

ISBN: 978-84-938016-2-5Deposito Legal: M-26386-2011

Edición:

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Presentación de las XII Jornadas de Estudio de AS.P.U.R. en Pamplona, 2011 7

Ponencias

La Ciudadela de Pamplona 13 Por D. Juan José Martinena Ruiz.

Navarra. Estructura urbana y naturaleza de la Cuenca de Pamplona 25 Por D. Manuel Ferrer Regalés.

El Fuero de Navarra, ¿derecho o privilegio? 59 Por D. Jaime Ignacio del Burgo Tajadura.

comunicaciones

La Navarra de Don Antonio Ponz 75 Por D. Teodoro Martín Martín.

Peregrinando a Santiago por los caminos de Navarra 89Por D. Agustin Miguelez Posada.

El Camino de Santiago y el Románico 109Prof. D. Alberto José Lleonart Amsélem.

El Crismón: Historia y Evolución 117 Por D. Mariano Andrés Puente.

Liberalismo y Educación 125 Por Dª. Rosario Prieto García.

Perspectiva histórica de la educación en España 133 Por D. Ángel Gutiérrez Sanz.

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PresentaCión de las Xii Jornadas de estudio de as.P.u.r.

PaMPlona 2011

Desde que el hombre es hombre, desde los tiempos más remotos, en la prehistoria de la humanidad, la Historia y el Arte han estado ligados a la Naturaleza, razón por la que nuestras XII JORNADAS DE ESTUDIO 2011, han tenido como título, HISTORIA, ARTE Y NATURALEZA, términos que en la ciudad de Pamplona, definen el todo de esta Comunidad Foral del prepirineo, y fue la Universidad de Navarra la que nos abrió sus puertas para su realización.

Aunque su Prehistoria no es tan rica como la de otras regiones españolas, sí que conocemos los hallazgos en las terrazas de los ríos Ega, Arga y del mismo Ebro, y los descubrimientos de Los Cascajos, Elerdía, Larrumberri y las cue-vas de Abauntz, llegando a los asentamientos en poblados urbanísticamente construidos como los del Alto de la Cruz de Cortes, Castejón de Arguedas o el de Peña del Saco de Fitero.

Pero el término foral marca a la Comunidad Navarra de tal forma que, aun-que no se conozca la fecha del nacimiento del reino de Navarra, sí que es cono-cida la fecha en la que los navarros, antes de elegir a su primer rey, le exigieron un gran compromiso con su pueblo, pues habría de respetar los derechos y las libertades de hombres y mujeres del reino, así como amejorar sus fueros.

Con la elección del primer rey, Iñigo Jiménez, en el siglo VIII y de la di-nastía Arista-Iñiga, comienza su Historia, sus reyes y reinas: Sancho VII el Fuerte, gran caudillo en las Navas de Tolosa, de la dinastía Ximena, Juana I, de la dinastía Champaña, reyes con apodos simpáticos, como el Póstumo, el Largo y el Calvo, de la dinastía Capeta, o el Malo, el Noble y el Joven, de la dinastía de los Trastámara con la que, en 1512, Fernando II el Católico une la corona de Navarra a la de Castilla, pudiendo, desde entonces, hablarse de Reyes de España, reyes a la vez navarros y franceses, Austrias y Borbones, has-ta que con la Ley de Modificación de Fueros de 1841 es abolido el Reino de Navarra, aunque el título de Rey de Navarra permanece entre los pertenecien-tes a la Corona de España, y así hasta nuestros días. Historia de la que todos los españoles debemos estar orgullosos.

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Artísticamente, ¿qué población navarra no tiene una importante muestra del arte en pie-dra?, románico, gótico, neoclásico, barroco, todos los estilos. Palacios, iglesias, catedrales, edificios señoriales, muestras singulares de po-derío económico procedente de las Américas, riegan de arte y esplendor la geografía navarra. Poblaciones como Puente la Reina, Estella, Tudela, Tafalla, Olite, Roncesvalles y la misma Pamplona dan muestras de ese esplendor civil y militar. Su pintura, escultura y música son mundialmente conocidas. Y de ese otro arte, el culinario, qué podemos decir. Y cómo no ha-cer mención a su 7 de julio, sus San Fermines pamplonicas.

Y qué podemos decir de la naturaleza de esta comunidad, los grandes y profundos va-lles, el Pirineo y Prepirineo, las tierras llanas de Las Bardenas, en conjunto, la geología de la zona, una expresión de la potencia natu-ral en el movimiento de la corteza terrestre, creadora de la unión de la península al resto de Europa. Su diversidad botánica y zoológi-ca, un museo viviente.

Para la realización de estas Jornadas hemos contado con la inestimable colabora-ción de la Universidad de Navarra, que desde el principio puso a nuestra disposición sus más importantes instalaciones, con el Dr. Jesús Tanco Lerga como representante directo de la Institución, colaborando de forma entusiasta con nuestra Asociación. Antes de necesitar cualquier cosa, ya estaba conseguida. Muchas gracias.

Nuestro agradecimiento a la Alcaldesa de Pamplona, la Dra. Yolanda Barcina, que, como docente que es de la Universidad de Navarra, se manifes-tó espléndidamente en nuestra visita al Ayuntamiento, compartiendo unos minutos con nosotros.

Agradecer al Director del Archivo Real y General de Navarra, D. Carlos Idoate Ezquieta, el que, además de mostrarnos un grandioso edificio con sus interesantes instalaciones, nos ofreciera el café que solicitaba nuestro organis-mo en una tarde fresquita.

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Pedro I, Rey de Pamplona y de Aragón

A los ponentes, los doctores D. Juan José Martinena Ruiz que, además de hablarnos de la ciudadela pamplonesa, nos la mostró en directo en una tarde

fría; D. Ricardo Fernández Gracia, que nos deleitó con “la hora navarra” y a D. Manuel Ferrer Regalés con la puntual explicación del urbanismo navarro, muchas gracias.

Como broche a estas Jornadas nos pusi-mos al día en el conocimiento del Fuero de Navarra con la conferencia de clausura pro-nunciada por el Excmo. Sr. D. Jaime Ignacio del Burgo, expresidente de la Diputación Foral-Gobierno de Navarra que, desde los primeros días, nos honró con su presencia.

Desde estas líneas, a modo de presenta-ción, hemos de expresar nuestro agradeci-miento a nuestros compañeros y amigos. A Ramón Martínez como “nuestro hombre” en Pamplona, a Alicia Rozas y Gonzalo Yélamos artífices en gran parte de la buena realización de estas XII JORNADAS DE Pedro I, Rey de Pamplona y de Aragón

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ESTUDIO en Pamplona 2011. Igualmente, a todos los asistentes y a las per-sonas que, con sus comunicaciones, han estado al nivel que corresponde por la importancia de los diferentes temas tratados y la categoría cultural y social de nuestra Asociación de Profesores Universitarios Jubilados.

En fin, el arte y la naturaleza. El paisaje y la gastronomía. Historia y leyendas. Tentación en grado máximo y esencia de placer para los sentidos, son muchas ra-zones por las que hemos de visitar esta maravillosa Comunidad. En nuestro caso, no sólo ha sido una visita, ha sido el estar nuevamente en contacto directo con uno de los centros educativos, de los muchos en los que nos hemos formado como lo que siempre hemos sido y somos, Profesores de todos los niveles de Enseñanza, des-de la Enseñanza Primaria a la Universitaria, desde la Formación Profesional a las Ingenierías, desde los Idiomas a las Artes, en fin, enseñanzas todas, todas aquellas que han hecho y hacen al hombre más hombre dentro de la historia de la humanidad.

Julián Gayarre

MUCHAS GRACIAS A TODOS POR TODO.

José Campo ViguriPresidente de ASPUR.

Isabel y Fernando

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la Ciudadela de PaMPlona

Dr. D. Juan José Martinena Ruiz Exdirector del Archivo de Navarra

Breve historia de la fortalezaA mediados del siglo XVI, Pamplona contaba, aparte de sus murallas, con

una fortaleza ya obsoleta, que fue mandada construir por Fernando el Católico el 1513, nada más producirse la conquista de Navarra por las huestes del du-que de Alba, y en cuya defensa caería herido Iñigo López de Oñaz –que más tarde sería San Ignacio de Loyola– en el cerco de la ciudad por los franceses de Asparrot, ayudado por un buen número de navarros agramonteses, en 1521. Aquel castillo, que seguía un modelo todavía de transición entre el castillo me-dieval y la naciente fortificación abaluartada, se quedó anticuado en apenas medio siglo, por lo que, en 1560, el ingeniero Antoneli aconsejó a Felipe II la construcción en Pamplona de una nueva fortaleza “a la moderna”, preparada para resistir un ataque con unas piezas de artillería que se iban perfeccionando progresivamente, y que, en definitiva, garantizase la conservación de la plaza para la Corona de Castilla y la seguridad de esta parte de la frontera con Francia.

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El rey Felipe tuvo muy en cuenta el parecer del ingeniero y decidió poner manos a la obra, aunque no inmediatamente. La construcción de la ciudadela dio comienzo en 1571 –el mismo año de la célebre batalla de Lepanto– bajo la dirección del ingeniero Giacomo Palearo, llamado El Fratín, para algunos el más prestigioso que había entonces en España. El ilustre poliorceta la proyectó a imitación de la ciudadela de Amberes (1567), obra de Paciotto de Urbino, de planta pentagonal y con cinco baluartes, uno en cada ángulo, que serían bautizados con los nombres de San Antón, San Felipe el Real, Santa María, Santiago y La Victoria. La futura fortaleza fue bendecida con toda solemnidad por el obispo Diego Ramírez Sedeño de Fuenleal el 11 de julio, cuando aún solamente estaba trazado su perímetro en el terreno, delimitado por un cordel y apenas se había empezado a excavar el foso. Su primer alcaide fue Hernando de Espinosa, sobrino del inquisidor mayor, y la primera guarnición, mandada por el capitán Alonso de Cosgaya, se puso el 18 de octubre.

En la génesis del proyecto, que seguía los cánones del nuevo estilo de fortifi-car renacentista, intervino activamente el entonces virrey Vespasiano Gonzaga, marqués de Sabioneta y duque de Trayeto, personaje experto en la materia y muy relacionado con los poliorcetas de su tiempo, especialmente con los ita-lianos. La nueva fortaleza, concebida como pieza fundamental para la defensa de la parte occidental del Pirineo, tardaría muchos años en poder considerarse totalmente acabada. Encima de la puerta principal, que se abre a la actual ave-nida del Ejército, se puede ver una lápida con la siguiente inscripción:

AÑO 1571SIENDO BISORREY Y CAPITAN GENERAL EN NAVARRAY LA PROVINCIA BESPASIA-NO GONZAGA COLONA, DV-QVE, MARQVES Y CONDE

En su construcción se reutilizaron materiales procedentes del llamado Castillo Viejo, al que antes nos hemos referido, que se iba desmochando paula-tinamente. Al principio, la Ciudadela estaba rodeada de un foso sencillo, exca-vado en la tierra, y de una estacada de madera dispuesta alrededor del mismo. Desde el primer momento se le dotó de dos accesos: la puerta principal, hacia la parte de la ciudad –la misma que hoy existe mirando a la avenida del Ejército– y otra, llamada del Socorro, que salía hacia el campo, que es la que actualmente se abre al parque de la Vuelta del Castillo. En noviembre de 1592, Felipe II visitó las obras de la fortaleza, desde cuyos parapetos, todavía sin terminar, dispararon las salvas de ordenanza sesenta piezas de artillería. El rey alabó a los artífices y dio su aprobación a lo que se había ejecutado hasta entonces.

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En 1608 Felipe III mandó rodear todo el perímetro de la ciudadela con una estacada, para impedir el acceso al foso, que carecía de contraescarpa y estaba seco en sus dos terceras partes. El virrey Cardona se opuso, alegando que era mejor hacer el gasto en una obra permanente de cantería. En abril de 1646 visitó la fortaleza Felipe IV; con tal motivo, Martínez del Mazo, yerno de Velázquez, pintó en un gran lienzo la llegada de la regia comitiva ante la puerta principal. Dos años después, siendo virrey don Luis de Guzmán Ponce de León se abrió al culto una nueva capilla, dedicada como la antigua a San Antón, que permanecería en pie hasta 1890.

Aparte de los enormes gastos que supuso su construcción a la hacienda real, el emplazamiento de la ciudadela, algo alejado de la muralla antigua de la ciudad, que iba por el actual paseo de Sarasate, calle Navas de Tolosa, iglesia de San Lorenzo y plaza de Recoletas, exigió una costosísima ampliación del recinto fortificado, al que hubo que añadir dos nuevos frentes: el de la Taconera y el de San Nicolás, con los portales que llevan su nombre, y los baluartes de Gonzaga, Taconera, San Nicolás y de la Reina, que no quedarían acabados hasta mediado el siglo XVII.

En 1684, a raíz de una carta del marqués de Conflans sobre el penoso es-tado de la Ciudadela, el donativo del Reino destinado a costear las obras de fortificación alcanzó la suma de 30.000 ducados. Por entonces, la guarnición de la fortaleza contaba tan sólo con 50 soldados. Al año siguiente, siendo vi-rrey don Enrique Benavides, se dieron otros 10.000 ducados para las fortifi-caciones exteriores: los dos revellines que miran hacia la Vuelta del Castillo, a los que, en 1689, mientras se estaban realizando las obras, se decidió añadirles sendas contraguardias, cuya traza se relaciona ya con los nuevos sistemas de-fensivos del célebre mariscal de Vauban, ilustre ingeniero al servicio del rey Luis XIV de Francia, que revolucionó en su tiempo los métodos de ataque y defensa de las plazas y con ello el arte de la fortificación. Ambas construccio-nes defensivas se hicieron para proteger la ciudadela de un eventual ataque por la parte más propicia por ser la más llana, sustituyendo a las antiguas lunetas, más pequeñas y débiles. En las dos contraguardias, llamadas de Santa Clara y de Santa Isabel, junto al escudo de armas del virrey Benavides, hay sendas lápidas que llevan grabada la siguiente inscripción:

REINANDO CARLOS II DECASTILLA Y V DE NAVARRAVIREY I CAPITAN GEN. DES-TE REINO D. ENRIQVEBENAVIDES I BAZAN, DEL CON-SEJO DE ESTADO. AÑO 1685

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Dos años después se llevó a cabo también la obra de la contraescarpa que bordea el foso, que se ejecutó empleando mampostería, para abaratar su coste.

En 1726, pocos años después de la creación en España por Felipe V del Real Cuerpo de Ingenieros del Ejército, a imitación del de Francia, se tra-zó un plan general para la modernización de las fortificaciones de la Plaza y Ciudadela de Pamplona, que sólo se llegaron a ejecutar en una pequeña parte. Por lo que respecta a la ciudadela, se construyeron diferentes cuarteles y caser-nas y se dotó de bóvedas a prueba de bomba a construcciones ya existentes, como el polvorín construido en 1694 por Hércules Torelli, o el almacén de víveres y bodegas, que hoy se conoce como pabellón de mixtos, que acerta-damente restaurados se conservan todavía. El Marqués de Verboom, primer director del nuevo Cuerpo de Ingenieros, que tuvo contactos con Vauban a partir de 1702, intervino desde 1720, junto con don Ignacio Sala, en varios proyectos realizados en la Ciudadela. Uno de ellos el de la nueva Puerta del Socorro, que hasta entonces se hallaba arrimada a un flanco del baluarte de Santa María. En el frontis, con columnas de orden toscano, debajo del escudo cuartelado de Castilla y León, puede leerse la inscripción siguiente:

HAEC PORTA AUXILII SURGIT REGNANTE PHILIPOCERTA OBSESSORUM SPES PATRIAE QUI ...S ...US

También se construyó una serie de trece bóvedas a prueba de bomba, con-tiguas a la citada puerta, y la llamada Sala de Armas o arsenal de Artillería, que actualmente se utiliza como sala de conferencias, conciertos y exposiciones.

A lo largo del siglo XVIII se llevaron a cabo diferentes obras en los edificios del interior del recinto, como la construcción de cuarteles y otras dotaciones militares. En 1756, el ingeniero Juan Martín Zermeño elaboró un ambicioso proyecto para reordenar y reconstruir de nueva planta y a prueba de bomba todos esos edificios, y lo mismo hizo el teniente general Antonio Hurtado en 1795, a raíz de la Guerra de la Convención; pero ninguno de los dos proyec-tos se llevó a cabo a causa de su elevadísimo coste.

La ciudadela de Pamplona fue durante casi tres siglos la principal defensa de la parte occidental de los Pirineos, ya que la de Jaca, que es casi coetánea, data de 1593, es mucho más pequeña. Considerada la nuestra justamente como la “llave y antemural de las Españas”, fue la salvaguarda y segura protec-ción de la ciudad y del Reino hasta bien entrado el siglo XIX. La única vez que fue ocupada por el enemigo fue en el año 1808, mediante una estratagema casi pueril, pero nunca se tomó por la fuerza de las armas. Lo de los france-ses resulta hoy casi increíble, ya que no necesitaron disparar un solo tiro para

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ocupar Pamplona. La ciudad les recibió como aliados antes del inicio de la Guerra de la Independencia, y sorprendiendo la buena fe del virrey marqués de Valle Santoro, el 19 de febrero, al ir a recoger las raciones, los soldados del general D’Armagnac se hicieron con la Ciudadela fingiendo jugar a lanzarse bolas de nieve. Cinco años después, en 1813, fue necesario un bloqueo de 128 días para recuperar la plaza. Antes de la rendición, los franceses colocaron hornillos con intención de volar las murallas. Enterado el general Conde de España, advirtió al Gobernador francés que, si lo hacían, sus hombres serían pasados a cuchillo, lo cual les hizo desistir de su idea.

En 1823, la fortaleza fue bombardeada por la artillería del duque de Angulema, quien al frente de los llamados “Cien mil hijos de San Luis” vino a España a reponer a Fernando VII como rey absoluto tras el trienio liberal que se inició con la sublevación de Riego en 1820. Después de varios bombardeos con ocho baterías de 24 pulgadas, el brigadier Sánchez Salvador capituló el 17 de septiembre. En 1841, con motivo de la sublevación de O´Donnell, fue la artillería de la ciudadela la que disparó contra la ciudad, causando varios muertos y heridos, además de considerables daños materiales. Por último, desde septiembre de 1874 hasta el 2 de febrero de 1875, la ciudadela y la pla-za fuerte padecieron un duro bloqueo por parte de las fuerzas carlistas, en el que las baterías emplazadas en las laderas de San Cristóbal demostraron que las viejas murallas de poco servían ya frente a las modernas piezas de artillería.

La fortaleza sirvió durante mucho tiempo como prisión de estado, sobre todo con la Casa de Borbón. En sus calabozos estuvieron encerrados el duque de Medinaceli en la Guerra de Sucesión, el conde de Floridablanca en 1792, Mariano Luis de Urquijo en 1801 y el poeta Manuel José Quintana, por sus ideas liberales, de 1814 a 1820.

En 1888 una Real Orden autorizó la demolición parcial de dos baluartes de la Ciudadela –los de San Antón y la Victoria– con la mitad del lienzo de muralla existente entre ambos, y la inutilización del revellín y los fosos que la separaban de la ciudad, para posibilitar la construcción del Primer Ensanche y de los nuevos cuarteles. Derribados éstos a su vez en 1970, hoy discurre por allí la avenida del Ejército. Durante las obras de excavación previas a la construcción del actual Auditorio y Palacio de Congresos salieron a la luz los restos de la media luna o revellín de Santa Teresa, que defendía la puerta principal, con sus fosos y contraescarpa, que fueron lamentablemente destrui-dos. Únicamente se conservó parte de un muro del mutilado baluarte de San Antón, encajándola en una de las salas de la nueva dotación cultural.

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Mediante un Decreto de la Jefatura del Estado de 21 de mayo de 1964, la Ciudadela con sus edificios, fosos y obras exteriores, fue cedida a la ciu-dad para fines culturales y de esparcimiento. La toma de posesión por el Ayuntamiento tuvo lugar el 23 de julio de 1966, siendo alcalde Juan Miguel Arrieta y gobernador militar el general Ramiro Lago. A partir de 1970, tras su abandono por los militares, fueron derribadas las construcciones que había en su interior, respetando únicamente el cuerpo de guardia, de 1760; el horno de finales del siglo XVI; el llamado pabellón de mixtos, de hacia 1680, que era el antiguo almacén, granero y bodega; el polvorín proyectado por Hércules Torelli en 1694 y la sala de armas o arsenal de artillería, cuyo proyecto data de 1725, todos ellos hoy acertadamente restaurados. Por Decreto de 8 de febre-ro de 1973, la fortaleza fue declarada Monumento Nacional. Hoy constituye uno de los parajes más hermosos de Pamplona, en una armoniosa combina-ción de muros y baluartes con amplias zonas verdes, que se extienden por los glacis y fosos de la antigua fortificación en el amplio parque conocido como la Vuelta del Castillo. Actualmente se están realizando importantes obras de restauración en los revellines y contraguardias que conformaban las obras ex-teriores de la ciudadela.

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La ciudadela al tiempo de la ocupación francesa, hace ahora dos siglos

Se puede decir que las fortificaciones de la Ciudadela de Pamplona, salvo el frente en el que se abre la puerta principal, demolido en su mayor parte en 1889, no han variado mucho respecto a cómo estaban en los años que van de 1808 a 1813. No sucede así con las construcciones militares que albergaba dentro de su recinto, de las que hoy solo quedan en pie el cuerpo de guardia, el horno, la antigua bodega y almacén de víveres, la sala de armas o arsenal de artillería y el polvorín.

En cuanto a sus murallas, la parte de la fortaleza que ha experimentado una transformación más radical es la que mira a la actual avenida del Ejército y ca-lle del general Chinchilla. Entonces esta zona contaba con un sistema de obras de fortificación muy similar al que todavía existe hacia la Vuelta del Castillo. En primer lugar, los dos baluartes que flanqueaban este frente de la muralla principal de la Ciudadela, llamados de San Antón y de la Victoria, no estaban mutilados como ahora y falsamente alineados con la muralla, sino que sobre-salían de ella con su característica planta de punta de flecha que aún conservan los otros tres baluartes que completan el pentágono. De suerte que el acceso a la fortaleza desde la ciudad ofrecía un aspecto parecido al que hoy presenta el de la Puerta del Socorro, con sus contraguardias y medias lunas, sus puertas exteriores y sus puentes sobre el foso. Hay que tener presente que entonces no existían casas en esta zona de Pamplona, por tratarse de los glacis de la forti-ficación, en los que no se podía edificar, de manera que desde las ventanas de las casas situadas entre el Rincón de la Aduana y el Paseo de Sarasate se podían ver los muros exteriores de la Ciudadela. Para llegar a la puerta principal, por la que ahora se entra desde la avenida del Ejército, antiguamente había que atravesar antes una primera puerta, la llamada del Rastrillo, con su empaliza-da, cruzar el primer puente, atravesar la segunda puerta, que era la de la luneta o revellín de Santa Teresa y, una vez rebasado éste, cruzar el segundo puente estable, que conducía al puente levadizo de la puerta principal.

Cuando en 1889 se derribaron estas obras exteriores para realizar la ex-planación de los terrenos del Primer Ensanche y la construcción de los nue-vos cuarteles, que se mantuvieron en pie hasta 1973, el Ayuntamiento y la Comisión de Monumentos hicieron gestiones, con el fin de recuperar los es-cudos con las armas reales y las lápidas con inscripciones conmemorativas que lucía la puerta del revellín de Santa Teresa. No nos consta que se hubiera conseguido; creemos que el escudo en cuestión debe de ser uno que actual-mente se halla situado con su inscripción en el exterior del Museo del Ejército

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de Madrid. Algo más de un siglo después, cuando en 1995 se hizo la excava-ción de terrenos para realizar la cimentación del actual Auditorio y Palacio de Congresos, volvieron a salir a la luz, bastante bien conservados, los restos del revellín, fosos, puentes de comunicación y contraescarpa del foso, que fueron destruidos por las máquinas, sin tener en cuenta que aquellas estructuras eran parte del sistema defensivo de la Ciudadela, que está declarada Monumento Nacional desde 1973.

Una vez pasado el puente levadizo, había que atravesar el mismo pasadizo abovedado que en la actualidad, en cada uno de cuyos lados se pueden ver dos puertas. Antiguamente daban acceso a dos calabozos: el del Agua, así llama-do por la mucha que se filtraba a través de su bóveda, y el del Fraile, por un infortunado religioso de la orden de la Victoria, partidario del Archiduque de Austria durante la Guerra de Sucesión, que fue encerrado en él, dentro de una jaula de hierro, hasta que murió, tal como narra con todo detalle una curiosa crónica manuscrita de 1715 que algún día publicaré.

Dentro ya del recinto de la fortaleza, lo primero que uno se encontraba era el cuerpo de guardia, de 1767, que todavía existe con sus dos construcciones simétricas y su pequeño porche de gruesos pilares. Venía, a continuación, a mano izquierda, la casa del gobernador, que en algunos planos figura también con el nombre de San Antón, porque hasta 1571 perteneció al comendador de la Orden de los Antonianos. En 1906 se reconstruiría de nueva planta, pero enfrente de donde antes estaba, es decir entrando a mano derecha. A continuación, se hallaba situada la capilla, construida en 1648, siendo virrey don Luis de Guzmán y Ponce de León. Era, según una memoria de 1784, “bonita y bastante capaz”. De estilo barroco, con planta de tres naves sepa-radas por arcos sobre pilares de base cuadrada, tenía adosada una reducida sacristía y vivienda para el vicario y sacristán, pero no era una construcción a prueba de bomba, defecto que sería anotado en sus informes por varios inge-nieros militares. Además, la elevada torre de ladrillo que se le añadió a la parte de la cabecera, ofrecía un blanco fácil y muy peligroso en caso de bombardeo. Aquella iglesia vino a sustituir a otra mucho más antigua, del siglo XIV, que fue también de los frailes de San Antón y que, cuando se construyó la ciuda-dela, quedó incluida dentro de sus muros y el rey mandó mantenerla para el servicio religioso de la guarnición. La nueva, la de 1648, sería derribada en 1893 para levantar en su solar un picadero cubierto, que a su vez sería demo-lido en 1970. La capilla se trasladó en 1893 a una de las salas abovedadas de la cortina de la puerta del socorro, curiosamente la misma donde se celebran las bodas civiles en la actualidad.

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En el lado derecho, entrando por la puerta principal, estaba el horno a prue-ba de bomba, de finales del siglo XVI, que todavía se conserva y que tenía ado-sada una sencilla construcción, llamada la tahona, en la que en tiempos existió un curioso molino a brazo, para moler el trigo del pan de la guarnición, que causó la admiración de algunos viajeros del siglo XVII. A continuación, la casa del teniente de rey, que era el segundo jefe después del alcaide o gobernador. Contiguo al horno, con una calle por medio, se hallaba el almacén de víveres, granero y bodega, que se conserva en la actualidad su Diccionario. Data, al pa-recer, de finales del siglo XVII y fue reformado por el ingeniero Ignacio Sala en 1720, dotándolo de bóvedas a prueba de bomba. Mención especial merece el arsenal de artillería –lo que ahora se llama sala de armas– proyectado en 1725 y terminado en 1752, del que dice la memoria de 1784 que “en el piso bajo tienen las cureñas y efectos pesados y, en el principal, los estantes o armeros para colo-car más de 5.000 fusiles; en el día tienen 2.597”. Hay que decir que ya en 1756, recién terminado este edificio, el ingeniero Juan Martín Zermeño informaba a Madrid que “es de tan débil consistencia en su suelo, que no se han atrevido los oficiales de artillería a cargarlo” y, a pesar de todo, tenía ya “los suelos vencidos en algunas partes”, por lo que aconsejaba su derribo. Junto a él había un cubier-to en el que se guardaban las cureñas de los cañones que disparaban las salvas. El polvorín, capaz para 2.500 quintales, que también se conserva hoy como sala de exposiciones, fue construido por Hércules Torelli en 1694 y reformado por Francisco Mauleón en 1718, dotándolo de bóvedas a prueba.

Aparte, existían dentro del recinto cinco cuarteles para la guarnición. Según un informe del ingeniero don Antonio de Zara del año 1784, el de San Felipe contaba con 392 camas y por entonces lo ocupaban las banderas de recluta de los regimien-tos de infantería de Irlanda, Milán y Bravante. El de Santa Isabel, con 436 camas, alojaba tres compañías de Inválidos. Estos dos cuarteles, construidos por el inge-niero Francisco Mauleón en 1718, estaban situados en disposición simétrica junto a la muralla de la Puerta del Socorro, cuyo acceso quedaba en medio de ellos, y su trasera formaba un callejón que lo separaba de las trece bóvedas a prueba que aún existen en dicha muralla y que proyectó y ejecutó Ignacio Sala en 1719-20. El cuar-tel de la Victoria, detrás del actual pabellón de mixtos, lo ocupaban destacamentos de caballería y artillería; era de planta triangular y cabían en él 134 camas. El cuartel nuevo, junto a la subida al baluarte de Santiago, fue construido por Carlos Lemaur en 1773 y tenía capacidad para 288. Era también de planta triangular y vino a ocu-par el solar de la antigua armería del siglo XVI. Y estaba, también, el llamado cuar-tel de desterrados que, “en caso de no destinarse a esa finalidad”, podía contar con otras 78 camas. Contiguo al arsenal o sala de armas había otro cuartel de artillería y, detrás de él, a la izquierda de la rampa de subida al baluarte de Santa María, un pequeño almacén del mismo cuerpo, de planta triangular.

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El centro de la ciudadela, en el que confluían de forma radial las diez ca-lles que conducían a los cinco baluartes, a las dos puertas y al punto medio de los otros tres lienzos de muralla, formaba una pequeña plaza circular pre-sidida por una bonita fuente, construida por Carlos Blondeaux en 1725, en cuyo pilar había un reloj de sol, con dos cuadrantes, orientados a levante y a poniente. Alrededor de dicha plaza se hallaban diez reducidas manzanas de casas de dos plantas –los llamados pabellones– en los que tenían su vivien-da veinte oficiales de la guarnición. Se reedificaron en 1873-75. En uno de estos pabellones estaba situada la cantina. Saliendo de esta plazuela central hacia la Puerta del Socorro, entre el pabellón y el cuartel de San Felipe, estaba el presidio. Algunos presos ilustres tuvieron prisión atenuada: don Mariano Luis de Urquijo estuvo, en 1801, en el pabellón del sargento mayor y el poeta Quintana, encerrado por liberal en 1814, obtuvo permiso del virrey para reu-nir una tertulia literaria en sus aposentos.

De todos estos edificios, la mayor parte eran inútiles militarmente, porque sólo tres de ellos eran a prueba de bomba. Decía al respecto un informe de don Juan Martín Zermeño en agosto de 1756: “En lo interior de la ciudadela hay varios edificios para cuarteles, pabellones y almacenes y una iglesia, pero la mayor parte son tan débiles y de tan mala consistencia que no dan motivo de referir sus circunstancias, no teniendo ninguna que merezca conservarlos”. Por este motivo, dicho ingeniero presentó un ambicioso proyecto para construir todos ellos de nueva planta, plan que no se llevó a efecto, sin duda a causa de su elevado coste. Años más tarde, en mayo de 1797, Antonio Hurtado presentó un nuevo proyecto en el mismo sentido, que tampoco llegó a ejecutarse.

El 31 de octubre de 1813, a las cuatro y media de la tarde, después de un largo bloqueo que comenzó el 25 de junio, las tropas al mando del general Carlos de España ocuparon las contraguardias de la Puerta del Socorro. La guarnición francesa, unos 4.000 hombres al mando del general Cassan, entre-gó las armas tras la firma de la capitulación en el monasterio de San Pedro de Ribas. Una memoria militar de enero de 1814 dice que, cuando se recuperó la ciudadela, en los terraplenes de los baluartes “se encontraron abiertos nueve pozos como de 14 a 16 pies de profundidad cada uno, y en lo profundo dos ramales y al extremo de éstos un hornillo”, lo que prueba que, en algún mo-mento, tuvieron intención de volar la fortaleza antes de entregarla a las fuerzas españolas. Por otra parte, los cuarteles, pabellones y demás edificios militares, se recibieron en tal estado de deterioro, que su reparación, según un presu-puesto de fecha 11 de diciembre de 1813, se calculó en la suma de 528.141 reales y 23 maravedís.

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tar y política (Madrid, 2004), 213 pp. – Echarri Iribarren, V., Las murallas y la ciudadela de Pamplona (Pamplona,

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fotografías, realizada en 1965 y conservada en el Archivo Municipal de Pamplona).

navarra. estruCtura urbana y naturaleza en la CuenCa de PaMPlona

Dr. D. Manuel Ferrer Regalés Catedrático de Geografía Humana. Universidad de Navarra

IntroducciónEste trabajo tiene un doble propósito. En primer lugar, hacer una presenta-

ción somera de los elementos más significativos de la Navarra de nuestros días y de su evolución reciente, teniendo en cuenta a su capital, Pamplona y al en-torno regional y macro-regional. Después, se presenta la expansión industrial y urbana, a partir de los años sesenta del pasado siglo, de forma que la progresiva complejidad se despliega y concreta en un Área Metropolitana pequeña, pero muy dinámica y cualificada. En segundo lugar, la investigación se concreta en la Cuenca como un ente urbano en un contexto de naturaleza singular y fija la atención en los elementos principales de la estructura, en un contexto en el que la naturaleza artificial y la calidad formal del tejido construido convierten a Pamplona y su entorno en la más cualificada entre las ciudades medias de España. La Cuenca pertenece a una depresión longitudinal que separa las sierras exteriores del Pirineo y las interiores, estas al pie de la zona de alturas mayores, en la delimitación con Francia. Pamplona es en consecuencia una ciudad pirenaica.

Las serranías interiores del Pirineo. (J. J. Pons)

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NavarraNavarra y Pamplona en su entorno regional y macroregional

La situación de Navarra entre el País Vasco y por extensión de la zona cantá-brico-atlántica, y el Mediterráneo a través del Valle del Ebro en su tramo riojano y zaragozano, así como su conexión con Francia en el Sudoeste del país aquitano, le define como charnela o área de transición y de contacto entre marcos regiona-les de gran trascendencia. Esta situación ha influido en su devenir histórico, y en la contemporaneidad ha facilitado el ejercicio de los flujos de relación e inte-racción, en cuanto ha llegado la era del ferrocarril de forma parcial, y en especial a partir del momento en que predomina el transporte por carretera por medio del camión. Navarra es un ejemplo del influjo positivo que el transporte por carrete-ra ha ejercido en su desarrollo, al conectar con el sistema ferroviario del Nordeste español mediante un tramo secundario (Alsasua-Pamplona, y Madrid-Pamplona por Castejón). La red de carreteras, y el transporte por autobuses y camiones, regional y nacional, desempeña, en consecuencia, una función importante en el ámbito de las exportaciones y de las importaciones, tanto a nivel nacional como internacional, a pesar de que el ferrocarril va adquiriendo, a partir sobre todo de los años sesenta, –fecha clave para el abandono del retraso, y la incorporación a un presente y futuro prometedores–, la función de transporte de viajeros, acelera-da a partir del momento en que, durante dicha década, se inaugura el aeropuerto con vuelos a Madrid y a Barcelona. Sus relaciones con Madrid, dificultadas hasta los años sesenta, después se multiplican, paralelamente a la progresiva importan-cia de Madrid como capital nacional y capital internacional de servicios.

Ujué en la Navarra media. (J.J. Pons)

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Haber sido periferia del País Vasco en la I Industrialización respecto a dicha región y a Cataluña, además de Madrid por ser capital nacional, la sitúa en un plano secundario cuando comienza a articularse el desarrollo de España. Por aquel entonces, finales del siglo XIX y principios del XX, la revolución técnica solo prende positivamente en la actividad agraria y en la explotación de re-cursos primarios o derivados de aquella –conservas vegetales y cárnicas–, con la salvedad de algunas industrias de capital intensivo, más o menos aisladas, como la textil, la química base o de consumo, cementos, y algunas industrias y talleres, repartidas entre la capital, el mediodía del Ebro, y puntos aislados en la provincia. Desde el País Vasco llegan algunos flujos complementarios muy lo-calizados en el Noroeste, que apenas influyen en el predominio de la ruralidad regional. Se explica que en los primeros cincuenta años del siglo XX sea una región de emigrantes, que suelen acudir al País Vasco, Cataluña o Zaragoza.

El sistema de ciudades del entorno de Pamplona. Fuente: Red urbana y urbanización na-varras. Geografía General de Navarra. Caja Navarra y Diario de Navarra, 1994. Ferrer, M.; Ciscar, Ignacio.

Con la I Industrialización, la capacidad creadora de un grupo de empre-sarios locales en el que destaca uno con experiencia de trabajo de promoción en Madrid, Navarra se asocia a la industria con algunos sectores, y, conforme pasa el tiempo, el proceso de industrialización avanza a gran velocidad, a la vez que se asiste al despegue de los servicios. La multinacionalización pasa a ser uno de los factores que influyen decisivamente en el desarrollo, de forma que, en pocos años, la región cambia su faz convertida en un semillero de ini-ciativas y en un fortalecimiento de la función de Pamplona, que, de ser una capital provinciana, administrativa y de profesionales, da el salto hacia una

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ciudad privilegiada por el urbanismo, y la capitalidad de una de las regiones españolas, punteras en España, que sigue ocupando, desde hace años, los pri-meros puestos del ranking de las regiones del país.

Este dinamismo robustece las relaciones con el País Vasco y las regiones próximas, que se intensifican conforme nos acercamos a nuestros días. Las tasas de variación acumulativa del VAB desde 1955 hasta el 2009 son bien expresi-vas del cambio. La estructura industrial a mediados de los años setenta es una muestra efectiva de la transformación regional. Lejos queda el predominio agra-rio, aunque éste se moderniza y expande. Hay recursos –potasas, magnesitas, sal– que desempeñan un papel de acompañamiento a la floración industrial, cuya balanza se inclina más por la especialización en desdoro de la diversidad. Los sectores industriales, se hallan presididos por el de automoción, que des-empeña un papel de gran magnitud económica y que hoy se halla en la primera línea, con diferencias, del resto de las industrias automovilísticas del país.

Nodo central y ejes articuladores de Navarra (I. Ciscar).

A nivel municipal la diferencia entre especialización y diversificación pre-senta diferencias notables. No es lo mismo el nivel regional que el municipal. Fijando la atención en Pamplona y las Cabeceras comarcales, se observan diferencias a favor de Estella y Tudela. Valga esta cita comarcal, para señalar que, como en cualquiera región, hay una jerarquía en el sistema de ciudades (Precedo, A, 1976). Pamplona y su corona de municipios, así como las cabe-ceras comarcales del segundo nivel, han experimentado un cambio jerárqui-co en el contexto de transformación desde una región atrasada a una región avanzada. Así, en 1950 la distancia, demográfica y funcional entre Pamplona y Tudela, la cabecera comarcal que le sigue en la jerarquía, era mucho menor

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que la actual. La red urbana era relativamente equilibrada. Después, la red ur-bana se transforma de tal manera que la distancia entre el A.M. de Pamplona y Tudela y el resto de las cabeceras comarcales se dilata: se pasa de 1 a 5 a 1 a 10 (Ferrer, M., 1981).

AñosPoblaciónNavarra

PoblaciónPamplona

PoblaciónComarca

Población Área Metropolitana %

S/Navarra1.900 307.669 28.826 20.273 49.099 15.91.910 312.235 29.472 21.063 50.535 16.21.920 329.875 32.635 21.618 54.253 16.41.930 345.883 42.259 21.618 63.877 18.51.940 369.618 61.188 23.076 84.264 22,81.950 382.932 72.394 22.651 95.045 24,81.960 402.042 97.880 24.373 122.253 30,41.970 464.867 147.168 47.061 194.229 41,81.981 507.367 182.941 63.302 246.243 48,51.991 523.563 191.197 75.630 266.827 51,02.001 556.044 183.964 104.805 288.769 52,02.004 584.734 191.865 115.740 307.605 52,62.010 636.924 197.488 144.429 341.917 53,6

Índice B./1001900-2010

207,0 685,1 712,4 696,4

Evolución comparada de la población de Navarra, Pamplona, Comarca y Área Metropolitana. La figura tiene como objeto mostrar los periodos de mayor crecimiento entre 1900 y 2010, que aparecen en azul. Fuente: Censos y Padrones. INE, IEN y Ayto. de Pamplona. A.M. 29 municipios. Elaboración: Unidad de Sociología. Gregorio Urdaniz.

Flujos de relación entre los municipios centrales de los subsistemas urbanos.

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Podría afirmarse que, de ser en un pasado cercano un sistema bastante po-licéntrico, se ha pasado en la actualidad a otro semipolicéntrico, ya que la cen-tralidad de Pamplona aumenta mucho más que la de las cabeceras comarcales.

Asimismo, esta centralidad pamplonesa se caracteriza por un sesgo disi-métrico en su área de influencia. Se expande en el ámbito de los servicios hacia la zona mitad meridional, cabeceras y ribera del Ebro en su treintena de municipios, pero hacia la mitad norte, y especialmente en el amplio sector noroccidental, Pamplona compite con el influjo de San Sebastián e incluso la también guipuzcoana Tolosa.

Bien puede decirse, por último, que en la España de las Autonomías, Navarra es la que ha sorteado las dificultades de estos años de crisis (“subprime” y bur-buja inmobiliaria) con mayor fortuna, junto, ciertamente, a Madrid y el País Vasco. Tenía que padecer, no obstante, la crisis, aunque del análisis de lo ocu-rrido en estos cuatro años, es escaso el efecto de la crisis de la construcción, que la hay, pero con menor intensidad que en la mayoría de las regiones españolas. El “Plan Navarra”, iniciado en 2008, significa una inversión pública de 4.500 millones de euros, tiene 94 proyectos prioritarios de los que 15 se hallan finali-zados, y 44 se encuentran actualmente en construcción, entre otros la Ciudad Agroalimentaria de Tudela, la terminación de las autovías, la 3ª y 4ª Fase de la Ciudad del Transporte, el Cubo de innovación en Sarriguren, el cierre de las rondas de Pamplona, entre otros, contando en la actualidad con 700 millones en obra pública contratada (Diario de Navarra, 22/III/2011).

Sarriguren es el último barrio construido en Pamplona, ecociudad y ecoinnovación. Contiene uno de los mejores conjuntos arquitectónicos del Área Metropolitana. El lago expresa uno de los elementos formales que abundan en el A.M.

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Navarra en sí misma

Navarra puede definirse como una síntesis de España (Floristán, A., 1993 y 1997), y también como plataforma de economías de valor ambiental y cultural. Desde el semidesierto de las Bardenas, cercano al Ebro, hasta las cimas pirenai-cas, discurre una variedad de relieves y de bioclimas, así como de sistemas agra-rios y, de vez en cuando, de restos romanos, castillos y bosques muy variados. Aquí están los climas básicos de la Península: oceánico-templado, húmedo de montaña, transición del oceánico al continental mediterráneo, continental-me-diterráneo, atlántico, de transición, y mediterráneo. A esta diversidad climática corresponde la gran variedad del substrato vegetal que oscila entre los extremos del bosque atlántico del NO. pirenaico y el semidesierto de las Bardenas.

En el conjunto de España, Navarra ha sido una de las regiones más afecta-das por la decadencia demográfica. Puede afirmarse que, en la década de los años setenta del siglo XX, comienza un deterioro del índice de fecundidad, que de forma alarmante desciende aceleradamente. La implosión demográfica o invierno demográfico adquieren aquí caracteres dramáticos, aunque, cierta-mente, refleja el deterioro general que padece España. En la época actual, la ideología de género, implantada sistemáticamente en España, y por lo tanto en Navarra, va avanzando por medio de una legislación programada que pre-tende que España sea la pionera en su deconstrucción de la sociedad, a fin de que los demás países la consideren como la pionera a imitar. Su impacto sobre la mentalidad de mujeres cada vez más jóvenes agudiza la denominada liber-

Evolución comparada de la población de Navarra, Pamplona, Comarca y Área Metropolitana. La figura tiene como objeto mostrar los periodos de mayor crecimiento entre 1900 y 2010, que aparecen en azul. Fuente: Censos y Padrones. INE, IEN y Ayto. de Pamplona. A.M. 29 municipios. Elaboración: Unidad de Sociología. Gregorio Urdaniz.

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tad sexual, promovida desde el poder y desde diferentes medios, así como la mayoría de los textos de Educación para la Ciudadanía, que la desacreditan. Abunda las separaciones y divorcios, aunque la familia recupera su imagen, sobre todo desde la crisis, en que el paro de los jóvenes (casi el 50 %) y el paro en su conjunto (el 20 %) es aliviado, junto con la economía sumergida.

Las tres variables han evolucionado, entre 1981 y 1996, de forma distinta, en las áreas en que se ha dividido Navarra. Puede observarse que la corona de Pamplona (Área Submetropolitana) es la que ha mantenido unos valores ma-yores en función de la inmigración. El sistema rural es el que más ha padecido el retroceso de la fecundidad y la natalidad. Las cabeceras comarcales se han mantenido por encima del resto de las áreas.

De ser una región de emigrantes –unos 100.000 entre 1900 y 1950–, como tantas otras regiones en España, en un plazo de veinticinco años cam-bian los flujos, ahora desde fuera. Actualmente hay unos 70.000 inmigran-tes (Departamento de Sociología del Ayuntamiento de Pamplona e INE de Navarra), en el contexto de una población total de 636.924 habitantes. Como en el resto de España nos hemos convertido en una sociedad étnica en la que hay algunos grupos predominantes (búlgaros, ecuatorianos, rumanos, bolivia-nos, marroquíes), cuya distribución discurre entre la concentración y la dis-persión a nivel urbano y rural. Al igual que España, hay que insistir, Navarra ha reducido su potencial demográfico, porque la fecundidad se halla muy por debajo de la reposición de generaciones (1,48 frente a 2,1 de renovación; 1,3 de las autóctonas, es decir, predominio casi absoluto de los hijos únicos, y 2,3 de las inmigrantes), sin que la vitalidad aportada por la inmigración compense nuestra penuria poblacional y, por si fuera poco, nuestro envejecimiento.

En el ámbito económico, y tras un periodo de casi cincuenta años en que se convierte en una región industrial de gran solidez, en consonancia con la crisis iniciada en 2007, la región sufre una contracción que afecta a los sectores de actividad, especialmente al comercio, que en parte va siendo o mermado o sustituido por una oleada de instalación china agudizada recientemente. La crisis del comercio de pequeña entidad y una parte de las Pymes, industriales y de servicios, unas desaparecidas y otras con limitaciones fuertes de empleo para poder sobrevivir, sirven de ejemplo crítico. Veámoslo.

Nuestra incorporación a la que denomino II Industrialización Española, sig-nifica un cambio desde el monopolio industrial del País Vasco, Cataluña, y de Madrid por sus servicios de capitalidad nacional, a los años 60 del siglo XX. Navarra gira desde la actividad agraria hasta entonces predominante a la in-dustrialización con la puesta a punto del Plan de Desarrollo Foral, a la par

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que otras regiones españolas se incorporan también a la industrialización y a la urbanización consiguiente. Dos décadas después se inicia la inmigración.

En el mapa superior se aprecian los principales focos migratorios (A.M. de Pamplona) y ejes (Ribera del Ebro al mediodía y Barranca-Burunda al noroeste) de la Navarra étnica. Por lo demás, la inmigración penetra en todos los municipios, y aumenta conforme pasan los años, como se verá en seguida.

Actualmente mantiene viva la herencia recibida en las pasadas décadas. Fue decisivo el liderazgo de una figura excepcional, Félix Huarte, promotor de empresas por medio del grupo de su nombre. La inyección de multinacionales varias en la década de los sesenta se halla presidida por la Fábrica Volkswagen,

INDICE SINTETICO DE FECUNDIDAD

Jerarquía Mujeres15-49 años Nacimientos Fecundidad

1981

Pamplona. 46.343 2.479 2,04

Area submetropolitana 15.169 1.065 2,45

Cabeceras comarcales 8.306 479 2,02

Municipios industriales 9.748 583 2.09

Ribera 21.424 1.185 1.93

Resto sistema rural 17.648 900 1,78

Navarra 118.638 6.691 1,97

1986

Pamplona 47.802 1.795 1,31

Area submetropolitana 17.550 878 1,75

Cabeceras comarcales 8.523 408 1,67

Municipios industriales 9.730 383 1,38

Ribera 21.394 897 1,47

Resto sistema rural 17.462 707 1,42

Navarra 122.468 5.068 1,45

(*) Cifras provisionales de nacimientos

1960 1970 1975 1981 1986

Navarra 2,73 2,64 2,63 1,96 1,44

España 2,94 2,79 2,73 2,09(*) –

El gráfico muestra el cambio de tendencia en las variables de edad, natalidad y fecundidad. Números absolutos y relativos. Fuente: M. Ferrer, J.J. Calvo, Papeles de economía española, 1988.

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cuyo Parque de proveedores se halla cercano a la fábrica, los polígonos de Arazuri y Orcoyen muy próximos y dotados de una cohorte de industrias de componentes y de servicios. Con todo, la fábrica cuenta con otros proveedo-res, no sólo en Tudela sino también en Zaragoza y otros sitios urbanos. Es la fábrica de automóviles entre las españolas, que posee más empuje exportador y continúa creando empleo en el final de esta primavera de 2011. Destaca con mucho sobre el resto de la actividad industrial, relativamente variada en los demás sectores, apoyada por el aterrizaje de las multinacionales, bastante más de 40 ya en los años ochenta. Al crear la segunda línea de montaje, inaugura nuevas series más complejas del Polo (GTI, Bifuel, techo abatible, además de otras). Es líder exportadora que se halla en una situación óptima. A partir de mayo de 2.011, la entrega media diaria de vehículos será de 1.559 Polos.

Otra modalidad importante es la fabricación de maquinaria de bienes de equipo para diferentes industrias, como la papelera, aeronáutica y de ener-gías renovables autogeneradores. Se trata de la empresa M. Torres, iniciada en 1975, en la que la innovación es su seña de identidad. Tras un primer período en el que se dedica al diseño y fabricación de maquinaria para la industria del papel, se lanza, a finales de los años ochenta, al desarrollo de maquinaria para la industria aeronáutica. Posteriormente, diseña un generador eólico multipo-lar, único en el mundo y se introduce en el campo de las energías renovables, creando su filial (M.T.O.I.) en Ólvega (Soria). Actualmente, investigan sobre desalinización y procesos de automatización para la fabricación de palas de aerogeneradores, en conjunción con Gamesa. Trabajan 450 personas, de las que más de un 60 % tienen titulación universitaria. Gamesa (800 empleos), cuya planta se halla en Sarriguren, es hasta la crisis el tercer fabricante de ae-rogeneradores del mundo, y sigue manteniendo un papel muy importante; pero la capacidad industrial se reducirá en España en un 50 %. Al principio, esta compañía se vale de diseños ajenos, pero, después, se halla realizando un muy im-portante esfuerzo de innovación propia, con nuevos diseños de generador, procesos de automatización antes citado y con alianzas externas (Northrop-Gruman, tercera empresa americana de defensa, tanto aeronáutica como naval), para el desarrollo de tecnología off –shore (generadores marinos)–. Otro edificio está previs-to para concentrar en Sarriguren los empleos que tiene en varios núcleos de Navarra, de forma que, en 2012, añadirá otros 800 empleos más. En total son 1700 empleos los que tiene en Navarra, que equivalen al 23 % de la plantilla internacional (Europa, China, EE.UU. e India, países donde centra actualmente su expansión). Al lado de Gamesa en Sarriguren se encuentra Acciona, cuyo origen es EHN (Energía Hidroeléctrica de Navarra), creada por el Gobierno de Navarra a fines de los años ochenta para el desenvolvi-miento de las energías renovables, siendo el propio gobierno el pionero en esta

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actuación. Posteriormente, el Gobierno de Navarra puso a la venta esta acti-vidad, siendo adquirida por Acciona, una de las grandes empresas españolas, que padece problemas por el “bajón” provisional de las energías renovables en función de la crisis.

Por último, a otra escala, vale la pena citar a “Viscofán”, que desarrolla un producto muy específico, envoltorio de embutidos en Cáseda (a 50 kms. de Pamplona). Se ha internacionalizado contando con plantas productivas en Alemania, Méjico y China.

En sus cumbres medias, sierras exteriores pirenaicas y pequeñas serranías en la Navarra media y cerca del Ebro, se ha multiplicado la instalación de au-togeneradores, los primeros en la Sierra del Perdón.

Además del Área Metropolitana de Pamplona, que cuenta con más de 300.000 habitantes, el eje del Ebro es la segunda zona dinámica de la región, presidida por Tudela, la capital comarcal con cerca de 30.000 habitantes. La red de asen-tamientos que salpican las terrazas del Ebro y de sus bajos afluentes, cuenta con más de 100.000 habitantes y una industrialización endógena y exógena.

Al comparar con las regiones españolas, solamente Madrid y el País Vasco se encuentran cada año por delante de nuestro desarrollo económico en los “ran-kings” elaborados por distintas instituciones: BBVA, CECA (Confederación de Cajas de Ahorros), La “caixa” barcelonesa, etc. Según la revista norteame-ricana “Forbes” (Diario de Navarra, 25-II-2011), la región ocupa el número 32 de las europeas según la renta per capita. Solo le antecedían en España el País Vasco (nº. 23), y Madrid (nº. 28). En marzo de 2010, señala Funcas (la Fundación de estudios de las Cajas de Ahorros), Navarra fue la Autonomía de mayor crecimiento en 2010 y este liderazgo continuará en 2011. Navarra, que

Acciona y la proyección mundial deenergías renovables

Gamesa y la internacionalizaciónde los generadores

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sólo ha destruido 20.000 empleos en los tres últimos años, empezará a crearlo, aunque con un débil 0.2 %, este año 2011, en tanto que continuará desvalida la construcción (Diario de Navarra, 4/III/2011).

Vistas de la sierra del Perdón con pino de repoblación como especie dominante. Ésta es la sierra exterior pirenaica donde se instalan los primeros aerogeneradores, como se puede observar desde Pamplona. El camino de Santiago la atraviesa y constituye uno de los parajes mas visitados en el entorno de Pamplona.

Cabía esperar, como así ha ocurrido, que el crecimiento económico haya producido una gran expansión de las clases medias, y alcanzado la región, un nivel de bienestar que difícilmente se encuentra en otras regiones españolas y en bastantes europeas. Los servicios a la empresa han adquirido un gran relieve, aunque no llegan a la densidad y trascendencia de los que aportan Zaragoza y Bilbao, por su calidad de metrópolis regionales. La empresa AIN (Asociación de la Industria Navarra, que posee un departamento de I+D+I) es un referente desde hace muchos años. La Cámara de Comercio se ha diversi-ficado en servicios a la empresa, y añádase a CEIN del Gobierno de Navarra.

Otros servicios cuentan como elementos de prestigio. Hay una gran tra-dición con el Hospital de Navarra, en continuo proceso de mejora. Por otra parte, está el complejo universitario. La Universidad de Navarra, que se pres-tigia en investigación y docencia. Grandes empresas han contribuido con su aportación a que se haga posible el Cima (Centro de Investigación Médica Aplicada), que ha fabricado, desde su no muy lejana creación, un total de 40 patentes en el marco de unos 400 investigadores. Añádase la Clínica, que se crea poco después de iniciarse en 1952 el denominado Estudio General, que es el antecedente de la Universidad. Por otra parte, la calidad de Navarra como foco universitario se completa con la Universidad Pública de Navarra, creada y alimentada económicamente por la Diputación de Navarra, a la par que el Estado ha creado la UNED.

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El CIMA

La Cuenca de Pamplona y el Área MetropolitanaUna ciudad se define por sí misma, por los valores morfológicos y ambientales propios, aparte los económicos y sociales antes diseñados, y por las cualidades y calidades de su entorno próximo. Los ciudadanos habitan en una región, cuyas distancias máximas desde la “puerta” pamplonesa a sitios privilegiados por la naturaleza y la historia no superan los 50 kilómetros y, excepcionalmen-te, no llegan a cien. Se halla próxima a lugares de prestigio histórico y Cascos Antiguos muy valorados, –la atraviesa el Camino de Santiago–, y a paisajes atractivos para el excursionismo, el paseo de fin de semana tras un pequeño trayecto a pie, en bicicleta o en coche, o a pie desde la ciudad. En la Navarra media y alta, de calidades arquitectónicas y ambientales muy firmes, hay una excelente oferta de segunda residencia o de alojamiento en las casas de labranza ofrecidas a los turistas ocasionales o estivales, bien aderezadas y preparadas para recibir al turista familiar. La casa navarra de la zona media y el caserío de la zona alta son de una belleza y porte arquitectónico muy sugerente y atractivo.

Naturaleza y poblamiento como soporte urbano

Un relieve suavemente ondulado caracteriza al fondo de una depresión, surcada por áreas planas de depósitos cuaternarios, es decir, de cantos o pie-dras más o menos rodadas y, de vez en cuando, por relieves de altitudes entre los 100 y los 300 metros de pendientes fuertes. Hacia el Norte, la Sierra de San Cristóbal (895 m.) es un referente morfológico de acompañamiento ur-bano; al Sur, la Sierra del Perdón, otro (1.037 m.).

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Robles secos y carrascales alfombran la mayoría del territorio forestal del cinturón de sierras que rodean la Cuenca. A menudo quejigos y encinas se mezclan. Las hayas solamente se encuentran orientadas hacia el norte más hú-medo, esto es, en los bordes septentrionales de la Cuenca, en las umbrías, por ejemplo, de las Sierras de Aranguren y Alaiz.

Sobre el fondo de la Cuenca, aprovechando las colinas centrales y los piede-montes de las Sierras, hay un inicio de poblamiento romano que comienza en el año 74 a.C. con la fundación de “Pompaelum” por Pompeyo. Una estructura celular de casas romanas muy dispersas se consolida en el siglo X como el área nu-clear de Navarra (Martín Duque, A., 1997), al definirse como un espacio político, creándose el reino cristiano de Pamplona. La Cuenca quedó al margen de la zona de poblamiento árabe establecida en las orillas del Ebro y sus bajo afluentes, en la que los “moros” explotaron las almunias o “villas romanas”, centralizada por la actual Tudela como centro del dominio musulmán.

Pues bien, esta estructura celular sirve de nacimiento de pequeñas aldeas y villas que hoy salpican el fondo de la Cuenca, y que fueron mucho más densas en el pasado que en la actualidad, aunque su tamaño se haya ampliado y sufrido alteraciones interesantes, como se verá en su momento. A finales del siglo X, el contorno de Pamplona se hallaba formado por células agrario-señoriales, que procedían de un poblamiento de origen tardo-romano e hispano-godo. La población campesina vivía en pequeñas aldeas que eran propiedad de la familia reinante, de establecimientos religiosos y, en especial, de linajes nobi-liarios. Era, pues, un sistema señorial de explotación del suelo que irradiaba más allá de la Cuenca de Pamplona (valles y cuencas interiores del Pirineo oc-cidental). Era una sociedad de guerreros y campesinos. La estructura social se

Lago de Barañain

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hallaba formada por tres grupos: la aristocracia hereditaria, esto es, los nobles. Después, los grandes dominios agrícolas bajo el dominio de un señor feudal, lo que explica la abundancia actual de Señoríos, alguno hoy dominio de vini-cultura de alta calidad, con su iglesia y palacio rehabilitados. Finalmente, los siervos campesinos, muy bien tratados. Durante los siglos XVI y XVII estos pequeños asentamientos permanecen inalterados.

Industrialización y terciario. La Pamplona étnicaPamplona es ciudad disimétrica. La estación y el viario ferroviario (1870)

se hallan en la baja terraza, en la margen derecha del río Arga. La ciudad de Pompaelum, la medieval, y las expansiones más importantes de la Pamplona de fines del XIX y primera mitad del XX se llevan a cabo en la terraza supe-rior. La densidad industrial y la terciarización son los elementos de que se vale, como siempre, la expansión urbana. Unas y otra responden a modelos que reiteran los de España y que, a su vez, tienen peculiaridades propias.

La margen derecha. Se puede apreciar el puente sobreel río Arga y al fondo el monte San Cristóbal

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La I Revolución industrial apenas se inserta en Navarra y Pamplona. En Vizcaya y Guipúzcoa se estaba llevando a cabo una industrialización siderometalúrgica y química, papelera, de máquina herramienta, que apenas lanza incrustaciones en algunos puntos aislados de Navarra, el Noroeste sobre todo. En la capital nace una industria de productos de consumo, textil y poco más, así como talle-res de reparación para asistir a la flota de autobuses y camiones. Su localización se reparte entre el centro urbano de aquel entonces, algunos caminos secunda-rios en la meseta, el de Barañain; y la margen derecha, esto es, en la baja terraza, que constituye un “puzzle” de viviendas de baja calidad, industrias y talleres cercanos a la estación de ferrocarril, yermos y pequeñas zonas arboladas no solo siguiendo al río (Ferrer, M., 1967). Accesos y terrazas fluviales son un factor de asiento de la industria en muchas ciudades medias como la nuestra.

La II Industrialización es una segunda fase iniciada en los años sesenta del siglo XX. Prende en Navarra, a la vez que tiene lugar en otras ciudades, bajo la iniciativa foral; en el resto, bajo la del Estado, en el que la primera se inspira. El sistema de polígonos propio de la época surge, por primera vez, en el de Landaben en la margen derecha del Arga, cerca de la estación de ferrocarril. El polígono, posteriormente, como caso de tipología de localización industrial, sigue las pautas de ubicación primigenias, axiales, siguiendo las carreteras de acceso y se adentra también en zonas intercalares entre los accesos, incluidos los secundarios, de las carreteras de Zaragoza y Guipúzcoa, y otras de jerarquía inferior; lo cual va a fructificar sobre todo en los años ochenta y noventa, prosi-guiendo hasta la crisis. A la localización axial, en definitiva, se añade la longitu-dinal. Este proceso de asentamiento industrial culmina en la zona de asiento de la ya citada Volkswagen (antiguas Audi y Seat) en la margen derecha, teniendo como referencia el ferrocarril, primero y, conforme pasa el tiempo, al camión, de la que Navarra es casi pionera, tras la guerra española de 1936-39, en su uti-lización como factor de distribución y de aporte de materias primas y útiles o complementos de la industria. De acuerdo con el proceso de industrialización y urbanización, la inmigración aumenta considerablemente en el municipio de Pamplona, sin olvidar las cabeceras comarcales y algunos núcleos de la Ribera.

Se ha señalado que la inmigración ha salvado a España, y a Navarra en par-ticular, de la invalidación económica. No obstante, la inmigración ha sido un repuesto, positivo a la vez que negativo, al hacer posible la burbuja inmobiliaria, servir de ayuda a algunas empresas y servicios en puestos de escasa relevancia, y a cubrir los vacíos que la emigración del campo a la ciudad ocasionaba. Los inmi-grantes comienzan a ser importantes en la zona de la Ribera del Ebro como obre-ros de la agricultura, que viven, al principio, en malas condiciones de hábitat, y en el A.M. de Pamplona. El hacinamiento es por lo común muy corriente, hay un período, a veces penoso, de búsqueda de la vivienda definitiva. Los modelos

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de instalación son diversos: de la pensión y el piso compartido en los Cascos Antiguos de Pamplona y de las Cabeceras comarcales, a su ubicación en pisos de clases medias; lo que comporta mayor hacinamiento, pasando por los bloques de casas baratas que abandonan los autóctonos en busca de mejores hábitats.

Como se indica en la figura 6, hay barrios donde los porcentajes de inmigran-tes adquieren una singular importancia, presididos por Buztintxuri, barrio que se encuentra al norte central de San Jorge, Rochapea, la Milagrosa y Echavacoiz. Este último se encuentra al final de la línea-avenida que separa a San Juan de Iturrama. Resulta asimismo muy interesante señalar lo que nos indica la figura 6 en relación con el cambio experimentado por la distribución de los inmigrantes empadrona-dos en la ciudad entre 1996 y 2009. Se aprecia fundamentalmente el aumento de los extranjeros y la “descentralización” migratoria de Pamplona. Por otra parte, el porcentaje de navarros, en consonancia con estos datos, ha disminuido considera-blemente, lo cual se aprecia en el gráfico inferior de dicha figura.

Poco a poco la ciudad eleva su nivel de servicios: aumenta su instalación, difundiéndose sobre todo según una localización ahora longitudinal a los ejes de penetración, que se adensan progresivamente, incluyendo grandes super-ficies, grandes almacenes, zonas de ocio, aprovechando la construcción de carreteras de circunvalación y variantes que facilitan el transporte.

Extranjeros por áreasgeográficas

7,1% (1.767)

5,9% (1.484)

0,2% (42)

32,1% (8.016)43,1% (10.787)

0,1% (20)

0,8% (206)

Europa comunitaria

América del Norte

Sin nacionalidad

Oceanía

América Latina

Europa no comunitaria

África sin Magreb

6,8% (1.699) 3,9% (984)Magreb Asia

Barrios con mayor porcentajede extranjerosBuztintxuriMilagrosa

EchavacoizSan Jorge

Casco Viejo

Rochapea

24,3%

20,0% 19,7%

17,3%

14,9%

14,2%

15.5%

Lugar de nacimiento de los empadronados en PamplonaExtranjero Extranjero

España

España

NavarraNavarra

PamplonaPamplona

19,8%

22,5%

55,8%

1,9%

17%

16,2%

51,3%

1996 2009

Varios son los datos de interés que aquí se recogen. En primer lugar, el elevado porcentaje de procedentes de Iberoamérica, seguidos por los de la Europa comunitaria, que no son propiamente inmigrantes. También hay que subrayar aquellos barrios que tienen porcen-tajes mayores de población inmigrante. Fuente: Diario de Navarra con datos del Área de Sociología del Ayuntamiento de Pamplona.

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Herencia patrimonial e incorporación de los Ensanches

La ciudad crece de acuerdo con modelos generales los unos y originales los otros. Desde ambos, localizados al lado del Casco, ocurre un proceso de difu-sión de la urbanización, desde el municipio central hacia los de la periferia, de forma que, a partir de la década de los setenta, comienza a configurarse el AMP.

La estructura se organiza a tenor de los procesos típicos de la ciudad españo-la. Comenzaremos por los primeros, los Ensanches, inspirados el más impor-tante y extenso en el barcelonés del gran urbanista Ildefonso Cerdá. Naturaleza patrimonial y edificación “exnovo” son en nuestro caso inseparables.

Hotel en área de jardines de la Taconera

Centro cultura y actividades Civivox. Margen derecha

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SAN JORGE-ROCHAPEA

SAN JUAN

ITURRAMAMILAGROSA

ENSANCHE MENDILLORRI

CHANTREA

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SAN JORGE-ROCHAPEA

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Distribución por distritos de los extranjeros residentes en Pamplona. Mapa 1: Porcentaje de población total del distrito. Mapa 2: Porcentaje sobre el total de inmigrantes del municipio. Fuente: Padrón Municipal de Habitantes a 16 de diciembre de 2002 (Área de Sociología del Ayuntamiento de Pamplona).

El Área Metropolitana (A.M.) de Pamplona en el marco del centro de la cuenca. (J.J. Pons y Gobierno de Navarra)

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Tal como señala el primer geógrafo moderno de la región (Urabayen, L., 1952), el Casco Antiguo había llegado, a finales de siglo XIX, a un grave estado de saturación. La dimensión de la Ciudadela pamplonesa, la mayor con gran diferencia de las pocas que hay en España, incluyendo la barcelonesa, es au-téntico baluarte patrimonial, que sirvió desde el XVII para la defensa de la ciudad, pero, desde los años sesenta y setenta, el Ayuntamiento la conquista para los pamploneses, una vez que el Ejército la cede a la ciudad, a cambio de terrenos para edificar casas para los militares. Patrimonio, naturaleza artificial

Ciudadela, I y II Ensanches. (J.J. Pons y Gobierno de Navarra)

El Área Metropolitana (A.M.) de Pamplona (Ortofoto, Consejería de Obras Públicas, Gobierno de Navarra).

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e importación del modelo general de Ensanche a costa de la Ciudadela y la muralla meridional se entrelazan. La ciudad como tal le debe mucho, porque la continuidad de sus fosos y murallas y los amplios glacis dieron lugar a la configuración de un complejo de jardines, espacios para abrigo de diversos tipos de animales, dividido en dos. Uno es más amplio, y se halla presidido por los jardines de la Taconera, desde los que, en un foso, hay un muestrario de cervatillos, pavos reales, patos, ciervos y otros animales que son lugar de referencia para el paseo y visita de mayores y pequeños. Otro tiene encanto y recientemente ha sido conectado por un puente de buena factura al Casco Antiguo, por encima de la carretera que desciende hacia el Arga y la margen derecha entre murallas y fosos.

Estación de autobuses

Pasarela inaugurada en 2011 sobre la cuesta de Labrit que conduce a la margen derecha y pone en contacto el Casco Antiguo en su borde oriental con la zona de jardines y fosos en la parte oriental de la Taconera. Ejemplo de innovación arquitectónica. A la izquierda el antiguo frontón de Labrit.

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La construcción de nuestro I Ensanche se llevó a cabo tras largas polémi-cas con el Ejército, debido a que la expansión requería mutilar una sección de la parte norte de la Ciudadela, concretamente dos baluartes de los cinco con que contaba, Victoria y San Antón (Martinena, J.J., 1996). Su época de construcción fraguó con intensidad entre 1884 y 1889: tuvo dos zonas, una civil y otra militar (Ordeig, J.M., 1992). La civil tiene una forma alargada, con una sola fila de seis manzanas, procurando poner en armonía la anchura, la altura y la relación con el ancho de la calle. Modernismo y eclecticismo, mudejarismo, lo ornan, y aunque los años sesenta le infligieron un duro ata-que, todavía quedan varios edificios presididos por el actual Parlamento y el que alberga a la Comarca de Pamplona y otro a la Cámara de Comercio. Los edificios militares conectaron con la zona de los fosos y el rebellín. La forma de este I Ensanche se asemeja al primero de Bilbao, en la margen derecha de la ría, en parte sacrificado con posterioridad.

El II Ensanche incorpora como el anterior un modelo preexistente en otras ciudades, presididas por Barcelona y Madrid. El II Ensanche de Pamplona amplía la ciudad en dos fases, antes y después de la guerra española, la pri-mera de mayor calidad que la segunda. Ambos, I y II, llegan con retraso a Pamplona, cuando la provincia sigue anclada en una estructura económica basada en la agricultura, y su primigenia industrialización (conservas vegetales en la Ribera, cárnicas en Pamplona, como las más representativas). El II incor-pora, además, la típica Ciudad Jardín, que da paso al Seminario, de grandes proporciones, que, como en otros edificios e Iglesias, desarrolla su inspiración el arquitecto epocal por excelencia, Víctor Eusa, antecedente de los grandes arquitectos de la actualidad. Téngase en cuenta además que una parte del via-rio principal, el que separa la I Fase (1920-1936) de la II (1940-1950), se ajus-tó en parte a los anteriores ferrocarriles de vía estrecha –el que iba a Sangüesa y

El Corte Inglés y edificio antigua estación autobuses

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otro a San Sebastián–, cuya traza y estaciones respectivamente dejaron huella en la avenida articuladora del II Ensanche y en el flanco sur del C.A. en su contacto, el Paseo de Sarasate.

Desde ambos ensanches, se derraman hacia las medias y bajas pendientes de la meseta barrios obreros (La Milagrosa, en especial), y llegan hasta la ca-rretera de Logroño en Echavacoiz, el barrio entonces de peor factura de cons-trucción.

Después, y una vez que se ha construido el acceso de la Avenida del Ejército, desde el II Ensanche hacia el mediodía, que deja en su margen izquierda un remedo de nueva muralla hosca (contrarrestado por el Baluarte, foco cultu-ral, edificio que al principio de la Avenida interactúa inteligentemente con el muro) y a la derecha edificios de muy alta edificabilidad, comienza el deno-minado III Ensanche, apelativo hoy desaparecido, y sustituido por San Juan e Iturrama, separados por otro eje articulador, Pío XII. Aquí estuvo el primer campo del Osasuna. El primero se adapta en sus ejes a los caminos preexisten-tes, también con los antecedentes de la época, donde los caminos de salida de la ciudad en dicha dirección influyen en el plano, de forma que el eje articu-lador se divide en dos por un alto y macizo edificio, de muy basto diseño. El

segundo es de organización ex novo. Después sigue, separado, por un antiguo barranco convertido en un parque, un nuevo barrio, de diseño vasco –edifi-cios de ladrillo de distinta altura coronados por “boinas negras” (Ermitagaña), y, después, otro más reciente, de gran calidad (Mendebaldea). En unos y otros se sigue la pauta racionalista de espacios intercalares de prados entre las torres, aisladas o en contiguo, o bien en el último de espacios peatonales. El camino de Barañain, antigua sede de huertas y una industria textil entre áreas agra-rias y alguna iglesia, es sometido a una remodelación de tejido al cercano ya construido.

La primera corona de los Ensanches tiene dos modalidades: 1ª Convierte las antiguas aldeas en microcentros rehabilitados rodeados de orlas de cha-

Plaza periférica C.A.

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lets, después colmatadas y unidas por una urbanización que deriva desde el núcleo aislado hacia su conexión; esta expresión morforresidencial se trasvasa también a las aldeas del piedemonte norteño pamplonés, para terminar hacia el Oeste en el gran espacio de la cuenca sembrado de aldeas muy bellas, que, conforme se hallan más próximas a Pamplona y su corona submetropolitana, van aumentando su conversión en micronodos urbanorrurales, en los que el tejido rural es rehabilitado y a veces renovado.

Por añadidura, los primeros municipios que despegan en la expansión me-tropolitana, Burlada, Villava y Huarte, se hallan recorridos por el ferrocarril de Sangüesa que hace, a su vez, de tranvía en primer eje de expansión en di-chos municipios y en la Avenida de la Baja Navarra, que separa las dos fases del II Ensanche. Otro ferrocarril, el Plazaola, que conduce a San Sebastián, da lugar a ejes articuladores. Las antiguas estaciones de ambos ferrocarriles de vía estrecha, se reconvierten en plazas o espacios en principio dedicados al primer parking de superficie de la ciudad adosado a la Ciudadela. Hasta nuestros días, la ciudad se ha cubierto de abundantes parkings, públicos y privados. También los viejos caminos de acceso a la ciudad medieval son elementos aprovechados por la planificación para el trazado urbano moderno.

La margen derecha del Arga. Renovación urbanaLa construcción de la estación de ferrocarril en 1870 inaugura un nuevo

barrio de destinación obrera e industrial, al que se van uniendo de forma anárquica edificaciones de poca monta, talleres, algunas fábricas, en un en-tresijo anárquico de arboledas, espacios yermos o arbolados, sobre todo en las orillas del río. Este escenario urbano, confuso –que era otro de los itinerarios pamploneses del Camino de Santiago– comienza a adquirir cierto rango con la construcción de un barrio, la Chantrea, que reitera las Casas Baratas de los años 20 y 30 –de las que quedan algunos residuos en el Barrio de San Juan, Pío XII–, cuya primera fase tiene calidad, tan es así, que ha sido declarado barrio patrimonial. Su prolongación posterior deja mucho que desear. En los extremos de la franja, las Torres de San Jorge y de Orvina son a modo de rei-teraciones de las del Tercer Ensanche en baja calidad.

Pues bien, en un espacio de tiempo muy corto desaparece todo el tejido viejo heredado de la época de la estación, esto es, hasta los años cincuenta, que es sustituido durante los noventa, en un claro ejemplo de renovación urbana, por un conjunto de barrios de abundancia de espacios abiertos, buenas ali-neaciones, equipamientos de ocio, de salud, culturales, aprovechamientos de antiguas permanencias patrimoniales, jardines, zonas de chalets, que incluyen no solo al municipio de Pamplona sino a otros, por ejemplo el de Ansoain.

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Quedan aún pocos retazos edificados del hacer edificatorio de antaño. Una avenida, Marcelo Celayeta, articula el Barrio y continúa con otro nombre hasta recalar hacia el O. en el polígono de Landaben. La renovación se ha he-cho no sólo derruyendo fábricas y casas, sino, en ocasiones, pequeños espacios ecológicos como el nicho forestal, arbustivo y acuoso que recibía aguas sub-terráneas de una laguna situada a varios kilómetros al Oeste de la Cuenca. A veces, la renovación urbana sacrifica por razones de continuidad, planificación y valor del suelo, pequeños enclaves que hubiera sido interesante conservar.

Esta renovación incluye, además, la construcción de un gran paseo, jardines, arbolados, bancos, espacios de juego que, de ser pamplonés, pasa a ser metropoli-tano, y surca varios kilómetros –se halla planeado para cuarenta kilómetros– mi-rando a un río, antes contaminado, y ahora liberado de inmundicias y sorteado de grupos de patos, nutrido de peces, y propicio para el uso de barcas de deporte.

Desde el paseo se aprecia uno de los elementos clave para facilitar la accesi-bilidad en una ciudad asimétrica. Dos rampas de ascensor comunican la terraza baja con la alta, lo mismo ocurre en otros desniveles de la margen izquierda. Mirar el frente del C.A. sobre el río desde la Pamplona de abajo es uno de los espectáculos más bellos y atrayentes, entre los que aparece el Museo de Navarra, y la Biblioteca que Moneo construyó sustituyendo a un viejo palacio militar.

Otro ejemplo podría considerarse como microrrenovación semiaxial, que tiene lugar en la Carretera de Zaragoza, desde la Plaza de los Fueros (Moneo, en espera de ser remozada) al río Sadar, en una de cuyas márgenes se ha lle-vado a cabo una transformación de un tejido obsoleto que ha sido, en gran parte, sustituido por edificaciones nuevas y plazas. En el cruce del Sadar con la carretera se halla planificada una Plaza de gran belleza que servirá de unión entre los ámbitos cercanos de ambas Universidades, una vez destruida la em-presa cárnica de El Pamplonica y talleres adyacentes.

La transformación de las aldeas cercanas en periferias urbanas

Conforme se lleva a cabo la expansión urbana, a partir de mediados de los años sesenta, comienza un triple proceso. En primer lugar, de urbanización de la corona de municipios que rodean al central, en bastantes casos a partir de una vieja aldea, que en estas últimas décadas ha sido conservada, renovada o rehabilitada, a la vez que rodeada por periferias de edificios a veces de muy alta densidad en las proximidades del municipio central, caso de Burlada, en tanto que otros que siguen el mismo eje de expansión (carretera a Sangüesa

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y a Roncesvalles) conservan densidades menores, Villava y Huarte y alterna un importante legado anterior junto con expansiones de una primera fase de altos vuelos de edificabilidad urbana. En todos hay una semiorla en la que a las altas densidades suceden otras de menor cuantía y mayor calidad arquitec-tónica. Lo mismo ocurre en otros municipios en el resto de la periferia, que se localizan en los ejes principales o secundarios de acceso a la ciudad central. Algunos como Noain (eje Zaragoza) y aguas arriba otro asentamiento con Potasas de Navarra, industria y residencia obrera, quedan al margen de este proceso, aunque en las últimas décadas su periferia ha sido remozada y embe-llecida por un hábitat.

El segundo tipo consiste en urbanizaciones mucho más amplias, macro- urba-nizaciones, inauguradas por una de la que es directamente responsable el Gobierno foral, y otras de iniciativa privada. Se hallan en la zona oriental al pie de los relie-ves y, a veces, sobre más de un relieve escalonado. Mendillorri posee tres niveles, un primero de edificación media a pie de carretera, un último en el área más alta, de chalets y adosado, y uno central, el de mayor interés. En torno a un lago y a un antiguo palacio, tras varios equipamientos, de los que el más cualificado es el Civivox, hay un tejido construido a modo de Ensanche, pero con la particularidad de que hay un eje interior de jardines, en torno al cual se extienden edificios gru-pales, que, transversalmente, afluyen a la zona del lago y a una carretera de acceso y comunicación interior. Las manzanas son, pues, abiertas y superan con mucho la idea de “Ensanche” decimonónico por su apertura interior y exterior. En otra colina cercana se extiende el más cualificado barrio, de grandes espacios en torno a un castillo reconvertido en restaurante y pequeño hotel. Se trata de Gorraiz. Su configuración es de chalets de dos pisos, que siguen un eje y ejes secundarios adap-tados al relieve en pendiente. Es sorprendente la variedad de tipologías edificadas.

Bloques racionalistas en el entorno de la Ciudadela.Antiguo campo de fútbol del Osasuna

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Desde ambos, por su situación en piedemontes escalonados al pie de las sierras orientales, se aprecia la ciudad central y una buena parte del resto de la ciudad y de la zona occidental de la Cuenca. El tercero se halla en el último escalón que hay al pie de la Sierra del Perdón, esto es, en comparación con los otros, es un gran barrio de llanura. Su tejido es resultado de dos programaciones. Una es micro y consiste en un intento logrado en los años sesenta de llevar a cabo una urbanización cuyo referente es el racionalismo, torres, rellanos interiores en altura e hilera de chalets de tipología modesta. La otra es de gran magnitud, posee un gran espacio central de jardines, paseos y equipamientos en torno al cual se levantan microbarrios, siempre de calidad arquitectónica y baja densidad, entre algunos equipamientos. En su periferia sigue, de un lado, la continuidad de los chalets racionalistas en for-ma de otros con distinto diseño y, al otro lado, se sucede una hilera de pareados.

Parque Yamaguchi

Espacios verdes A.M. de Pamplona(J. J. Pons sobre ortofoto Gobierno de Navarra)

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Ambas hileras terminan y se unen en una zona de equipamientos que completan los que se encuentran en el interior. El frente de la urbanización se halla cerrado por un gran bloque destinado a clases muy modestas, de bajo precio de alquiler, construido por el Gobierno. En los tres, los espacios verdes desempeñan un gran papel como elementos de ornato y oferta ambiental.

El tercer tipo de periferia urbana en relación con las aldeas integradas en la expansión se inaugura en el del concejo de Olza que, por estar en pendien-te, la microurbanización no lo rodea, sino que se encuentra a una pequeña distancia aguas abajo, para, últimamente, en este mismo entorno crearse el Museo de Oteiza. Lo normal, sin embargo, es que en el entorno inmediato de la aldea se adosen edificios de baja densidad, de chalets, pareados, edificios de, a lo sumo, cuatro plantas.

Ya se ha citado el lago de Mendillorri, pero hay otros que, por su belleza y significado en la evolución de un barrio desde los años sesenta a nuestros días, tienen un gran interés; además, es prototipo de lo ocurrido en las expansiones recientes de todos los tejidos de los municipios de la corona submetropolitana en torno al municipio central y de la propia Pamplona. En primer lugar, se construye un sector de bloques de gran altura –hasta catorce pisos– y escasos espacios abiertos, a un paso de la vieja aldea que, a modo de contraste, la vie-ja aldea es sustituida por un sector de edificios de baja densidad, de estilo y diseño que parecen a modo de réplica de los altos bloques, realizado con una batería de coloridos y matices del plano (Municipio de Barañain). A partir de ese frente, que mira a Pamplona, se va reduciendo la edificación, en forma de plano inclinado hasta llegar a su extremo final, en el que, en torno a un lago, se ha diseñado un entorno de chalets y edificios de escasas plantas de gran digni-dad. Este descenso de densidades ocurre en todos los municipios que rodean al central: de las torres de los años cincuenta a setenta se pasa a nuevas periferias de calidad y de baja densidad, sorteada o separada de los flujos de transporte por murallas vegetales de arbolado. En fin, hay que citar el barrio, que al pie de las colinas urbanizadas citadas con anterioridad, diseñado en torno a un lago central, suma también calidades arquitectónicas y urbanísticas y bellos equipa-mientos de servicios económicos. Se trata de Sarriguren, la llamada ecociudad, un ejemplo de buen urbanismo, en reciprocidad al que se lleva a cabo durante la expansión de Pamplona y sus municipios periféricos en los últimos años.

La peatonalización y los jardines periféricos

Volver de nuevo a la zona central, permite advertir el excelente provecho que se ha realizado al peatonalizar el eje articulador del Ensanche, que ha re-

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convertido una avenida congestionada por el tráfico en un paseo que, entre espacios verdes, primero, en conexión con la Plaza del Castillo y un suelo renovado que termina el eje hacia el mediodía, ha logrado un espacio de en-cuentro, que continúa por el Paseo Sarasate, paralelo al Casco Antiguo en su frente meridional, para torcer de nuevo hacia la Ciudadela y terminar en uno de los equipamientos por excelencia de la Pamplona Central, antes citado, el Baluarte (F. Mangado). Un gran portalón permite la entrada en el espacio central interior de la fortaleza, de nuevo ajardinado entre tres edificios del siglo XVIII de utilización cultural, rodeado en buena parte por fosos interio-res bien aderezados. Está previsto que, desde el final del eje articulador del Ensanche, en la Plaza de Conde de Rodezno, hasta la zona del Baluarte, haya una continuidad peatonal y vegetal, como muestran las transformaciones que acaban de hacerse en el Paseo Sarasate, uno de los microejes que componen este gran eje peatonal que recorre el corazón de la Ciudad Central y se halla pendiente, todavía, de algunos retoques peatonalizadores.

Cada barrio de Pamplona y sus municipios periféricos tienen sus espa-cios ajardinados. Hay tres, sin embargo, que completan esta estructura tan rica en combinados del edificado de varias épocas. Uno de ellos es el Parque Yamaguchi, diseñado al modo japonés, gran espacio verde pleno de sugeren-cias, que ha influido en la conversión de su conexión con un pequeño com-plejo edificado por un arquitecto catalán, es otro de los espacios de atracción y reunión, de socialización cuando el buen tiempo se adueña de una ciudad no mimada en exceso por el sol. Este espacio comparte con la Plaza del Castillo el foco simbólico de Pamplona. La Plaza sigue siendo referente principal en las grandes Fiestas y eventos de la ciudad. En conclusión, puede afirmarse que Pamplona es una de las ciudades más logradas de nuestro país, y que su trans-formación positiva y embellecimiento (Ferrer, M., 1981, 1995, 2007), han logrado la excelencia en los últimos quince años.

Aldea y museo Oteiza

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Los Campus Universitarios

Por último, terminamos en el valle del Sadar, antaño cubierto de cereales, por el que cruzaban los ganados trashumantes, entre un arbolado siguiendo el río Sadar y algunos riachuelos a él afluentes. Aquí está gran parte del Campus de la Universidad de Navarra, que se continúa aguas arriba del río Sadar, por el Campus de la Universidad Pública. En la meseta, los edificios de Ciencias, la Clínica y el Cima, se hallan lindando con el Hospital de Navarra. El autor se extiende en la descripción de la Universidad de Navarra por la variedad de especies, por su belleza de árboles en conjunto o aislados, y por su armonía con los edificios, así como por haber redactado este texto en homenaje a mis colegas catedráticos jubilados de ASPUR que se reúnen en su encuentro bi-anual, esta vez en el Aula Magna de la Universidad de Navarra.

El Campus es, sin duda, junto con la Ciudadela, el espacio más original y singular: esta es pieza clave de la ciudad, la otra es un gran referente de valor universal por su paisaje ecológico, que los visitantes de Universidades ex-tranjeras admiran. Se entiende por tales la variedad y diversidad de edificios, de arbolado y prados, de senderos, el cuidado de que ha sido objeto en la selección de especies arbóreas, de arbustos y de praderas. Desde la inaugu-ración del Edificio Central hasta nuestros días, la Universidad ha ido cons-truyendo poco a poco edificios, ampliando instalaciones, estando ahora en la fase de levantamiento de la Facultad de Económicas, hasta ahora pegada al Primer Edificio de Biblioteca por causa del I Plan General que ahogaba la expansión del Campus, hasta liberarse de las ataduras de la planificación. Todavía está pendiente la construcción del Museo que acogerá la gran co-lección de pinturas de la familia Huarte.

Campus Universidad de Navarra y al fondo ciudad y sierras exteriores del Pirineo

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Este Campus tiene tal entidad constructiva y vegetal que vale la pena describirlo con cierto detalle. Con anterioridad había plantaciones previas de chopos lom-bardos en un riachuelo que desciende al Sadar, y en la carretera que sigue al río había plátanos y fresnos, plantados por el Ayuntamiento hace unos 100 años. La Universidad se preocupa, desde un principio, de convertir, poco a poco, el Campus en una especie de jardín botánico, con el inconveniente de que sólo los suelos aluviales que seguían el río eran favorables, los demás son arcillosos de 1 a 2 metros de espesor sobre las margas de la Cuenca, con la consiguiente siembra de cereales. El río tiene un pequeño trayecto de siete kilómetros. El caso es que se van construyendo poco a poco los primeros edificios de la Universidad, dan-do como resultado, en un plazo de 40 años, una gran variedad arquitectónica: cada edificio responde a una inspiración de su autor o autores.

En un 70 % abundan las coníferas, porque en invierno se conserva la hoja, lo que facilita su belleza en los períodos lectivos. Predominan, pues, las formas cóni-cas lo que se compensa con formas redondeadas e incluso lloronas, que sirven de contrapeso. También hay plantación de arbustos de flor, compensando la inexis-tencia de parterres. La altitud, entre 450 y 410 metros, la sequía veraniega de dos o tres meses y las temperaturas muy bajas de invierno justifican las diversas tipolo-gías existentes. El falso abeto rojo, (Picea Abies), al poseer una vejez fea, se excluye en cierta medida y solo quedan los buenos ejemplares. El cedro se adapta bien, en especial el del Himalaya (Cedrus deodara), mientras el del Atlas (Cedrus atlántica) es vulnerable a las enfermedades; en cambio el pinsapo (Abies Pinsapo) crece muy suelto lo que se explica por ser autóctono de la Península. Los caducifolios son de belleza primaveral y otoñal. El valle es muy adecuado para las secoyas, con gran resultado al plantarse a unos 25 metros de distancia, así como los abetos enanos y el de Corea (Abies koresna). Respecto a los pinos, el resultado ha sido óptimo con el piñonero (Oinus pinea). Respecto a la metasequoia, solo hay 5 ó 6 ejemplares, bien distribuidos. Entre las piceas (Picea pungens) hay ejemplares bien enraizados. Por su parte, las criptomerias o cedros japoneses, de color rojo teja en invierno, proporcionan un tono cremático. Entre las otras coníferas, los falsos cipreses, re-saltan los dos ejemplares que hay frente al Edificio Central. Hay un árbol emble-mático, el Prunus Pisardi por el color de sus hojas, habiendo una hilera detrás del edificio de Ciencias Sociales, Premio Nacional. Hay además ejemplares de Prunus serrulka junto al Central, en Económicas, al lado de la Clínica, en el puente de los suspiros y detrás del vanguardista edificio de Arquitectura. Hay mucha encina plantada en las zonas duras, así como encinas y robles en las zonas laterales, ade-más de olivos, que se aprecian a la entrada al campus por el camino de Fuente del Hierro. Por añadidura, abundan mucho los tilos de distintas clases, que bordean, por lo común, algunos de los caminos que surcan el espacio. Magnolias, madro-ños, tulipanes, castaños de indias de flores dobles y sin fruto aparecen en el edificio

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de Humanidades. No faltan cipreses de Monterrey, de color otoñal atractivo, y el haya aparece en forma de jardinería y salvaje (Ragusa sivastica). Los robles ameri-canos no se adaptan muy bien en contraposición a los abedules. También el arce real da mucho juego, por ejemplo en el camino de la fuente del hierro. Respecto a los arbustos, la selección se ha condicionado a especies que proporcionan setos o dan flores. Todo el perímetro presenta un seto espinoso de flores especialmente olorosas. En fin, abundan las spireas, setos y floridos, granados, una gran cantidad de arbustos de cubrimiento que contribuyen a la definición del campus. En con-clusión, los aspectos estético, botánico y emblemático se hallan presentes.

Si a esta gran variedad de especies arbóreas y arbustivas convenientemente distribuidas, se añade la diversidad de edificios, podría afirmarse que este es un Campus académico-ecológico. Hay edificios clásicos, racionalistas, de vanguardia, de diseños varados y avanzados y sólidos, de colores distintos. Cada uno es distinto, y aunque su ubicación es, como es lógico, sobre todo central, se complementan muy bien con la dispersión de las especies. El Campus se ha trazado a lo largo de cuarenta años de vida de la Universidad, de forma que quienes llevamos años tra-bajando en ella hemos comprobado cómo se iba forjando en las márgenes de un río de escasa entidad, y en el que sólo existía una casa de citas, hoy convertida en Instituto de la Familia, y una pequeña fábrica de electrodomésticos, se ha consegui-do un espacio abierto al deambular de alumnos y profesores, el paseo y el footing de gente de la ciudad. Los colegas ingleses, que tienen buenos Campus, se admiran de la personalidad, originalidad y belleza del pamplonés (Fuente: Departamento de Botánica de la Facultad de Ciencias). No quiero terminar esta descripción sin citar los tres acebos (especie protegida) que mi mujer, también profesora jubilada, y yo plantamos hace veinticinco años, cuyos nombres son “padre, madre y descenden-cia”, localizados entre el Edificio antiguo de Bibliotecas y el de Arquitectura.

Universidad Pública de Navarra. Vista de una Facultad y Biblioteca al fondo

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Aguas arriba, la Universidad Pública de Navarra, además de un plantel vegetal en el que destaca sobre todo el complejo mundo de todas las especies navarras (es-cogidas por el Prof. Dr. Daniel Rodés), destaca la arquitectura y funcionalidad de un complejo de edificios diseñados por un gran arquitecto español, Sainz de Oiza.

Bibliografía – Ferrer, M., (1967). La industria de Navarra. Pamplona-Jaca, Pirineos. – Ferrer, M., (1981). Ecología y sociedad. Las ciudades navarras. Ediciones

y Libros, Diario de Navarra, 263 págs. – Ferrer, M., d´Entremont, A., Calvo, J. J. (1986). The Settlement System

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– Urabayen, L., (1954). Biografía de Pamplona. Librería Gómez, Pamplona.

el Fuero de navarra, ¿dereCHo o Privilegio?

Excmo. D. Jaime Ignacio del BurgoExpresidente de la Diputación Foral-Gobierno de Navarra

Conferencia de clausura de las XII Jornadas de Estudio de la Asociación de Profesores Universitarios Jubilados (AS.P.U.R).

Aula Magna de la Universidad de Navarra. Pamplona. 24 de marzo de 2011

A lo largo de estos días habrán podido darse cuenta de que la palabra “fue-ro” y el adjetivo “foral” están presentes en la vida de los navarros. Sin duda se habrán percatado de que sus Jornadas no se han celebrado en la Comunidad Autónoma de Navarra sino en la Comunidad Foral de Navarra. Sé que ayer vi-sitaron, en su recorrido por la capital del antiguo Reino, el Palacio de los Reyes de Navarra, sede del Real y General Archivo de Navarra, donde, sin duda, ha-brán tenido la oportunidad de asomarse a las vitrinas en las que se conservan los manuscritos de los principales textos jurídicos navarros, que van desde el Fuero General de Navarra de 1238, hasta el pacto alcanzado en 1982 para el “Amejoramiento del fuero”, que es a Navarra lo que los estatutos son para las comunidades autónomas en que se organiza el Estado español conforme a la Constitución de 1978. Y seguramente, de todo esto habrán podido deducir que Navarra goza de un estatus especial que el Fuero garantiza. Pues bien, la circunstancia de su singularidad ¿significa que se trata de un régimen privile-giado? Mi propósito es explicar el porqué de las cosas, para que sean ustedes mismos quienes juzguen la respuesta que ha de darse a semejante interrogante.

Permítanme, por tanto, que inicie esta conferencia exponiendo el significa-do que tiene entre nosotros la palabra “fuero”. Todo el mundo está de acuerdo en que la controvertida palabreja surge de una corrupción del vocablo latino “forum” –foro, en español–, que era la plaza donde los romanos se reunían para discutir sobre los asuntos públicos y donde los pretores impartían justi-cia. De ahí que el término foro haga referencia al derecho.

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Pues bien, tras la formación de los primeros reinos cristianos surgidos en la Península de la resistencia frente a la invasión de los árabes, que tuvo lugar a comienzos del siglo VIII, comienza a utilizarse en España la palabra “fuero”, para definir un código o cuerpo jurídico normativo de carácter municipal, que los monarcas cristianos concedían a las ciudades reconquistadas a los mo-ros o que fundaban ex novo, con el fin de consolidar su expansión territorial. Los habitantes de las poblaciones dotadas de un fuero municipal eran más libres que los sometidos al dominio de los señores en las zonas rurales.

Pues bien, en Navarra la palabra “fuero” alcanzó pronto otra significa-ción, al tratarse de un cuerpo normativo de aplicación a todo el territorio navarro. El nacimiento del reino de Navarra –que primeramente se llamó de Pamplona– se sitúa en las postrimerías del siglo VIII y comienzos del IX. Nadie sabe ni la fecha ni el lugar donde se produjo la elección del primer rey de Navarra. Pero sí se sabe que nuestro Fuero nació en el mismo momento en que tuvo lugar el alzamiento del primer caudillo sobre el pavés. Porque los primitivos textos jurídicos de Navarra relataron cómo los navarros, antes de alzar o elegir a su primer rey, le exigieron un solemne compromiso: que habría de respetar los derechos y libertades del reino. La legitimidad del poder real y el deber de obediencia de los súbditos sometidos a la autoridad de la Corona surgen, por tanto, de un pacto de lealtad recíproca. Esto es lo que vinieron a decirle al monarca antes de que los notables del nuevo reino lo proclamaran como tal, alzándolo sobre el escudo o el pavés: “Nosotros juramos obedecerte como rey, y tú, a cambio, jurarás respetar y amejorar nuestros fueros y liberta-des. Y si no lo hicieres, quedaremos desligados de la obligación de obedecer”.

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En el siglo XIII se extinguió la dinastía originaria de Navarra. Sancho VII el Fuerte, el héroe de la batalla de las Navas de Tolosa, murió en 1234 sin su-cesión. La nobleza navarra ofreció entonces la Corona a su sobrino Teobaldo de Champagne, hijo de su hermana Blanca de Navarra. Le pusieron como condición que habría de jurar los fueros, es decir, el conjunto de normas con-suetudinarias de la monarquía navarra. Teobaldo aceptó y fue proclamado rey en Pamplona. Pero, poco después, surgieron desavenencias sobre el alcance de los fueros y el rey decidió nombrar una comisión de juristas para que los pusieran por escrito y saber a qué atenerse. Así surgió el Fuero General de Navarra de 1238. En él se reflejaron las reglas fundamentales del pacto cons-titutivo de la monarquía navarra.

Destacaré que el Fuero General contiene una tabla de derechos y libertades de los navarros de contenido muy superior al de la “Carta Magna” promulga-da unos años antes, en 1215, por el rey inglés Juan sin Tierra para contentar a sus levantiscos barones, y que pasa por ser la primera declaración de derechos que hubo en Europa.

Mientras Navarra se mantuvo como reino separado de los demás reinos españoles, es decir, hasta comienzos del siglo XVI, las relaciones entre el rey, como supremo poder político, y el reino, como titular de derechos y liberta-des, se regían por el Fuero General. Era éste una constitución abierta, evolu-tiva y dinámica, susceptible de ser alterada mediante acuerdo entre el rey y el reino junto en Cortes Generales. En el régimen político navarro se obser-va una subordinación del poder político a la ley, propia de todo Estado de Derecho. La monarquía se fundamenta en aquel primigenio pacto de lealtad recíproca entre el rey y el reino, un pacto que se renovará en el juramento de todos los reyes habidos, desde entonces, con ocasión de su acceso al trono. Ningún acto de transcendencia para el reino –como hacer la guerra y firmar la paz o los matrimonios reales– podía adoptarse por el rey sin contar con el reino. Y sólo el reino junto en Cortes Generales tenía la facultad de imponer tributos para contribuir a los gastos de la corona.

En 1515, el reino de Navarra se incorporó a la Corona de Castilla. El cambio de dinastía fue traumático y se produjo en un contexto internacional, en el que Navarra o basculaba hacia Francia o participaba, junto a los reinos de Castilla y Aragón, en la gran empresa de construcción de la nación española. En ese en-frentamiento franco-español, en lucha por la hegemonía en Europa, la apuesta de los reyes navarros en favor de Francia, en contra de los sentimientos, cultura e intereses de sus súbditos, les costó la corona. Pero el reino se mantuvo consti-tucionalmente intacto. En realidad, al aliarse con Luis XII, enfrentado a la Liga Santa promovida por el papa Julio II, los reyes navarros optaron por mantener

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sus cuantiosos dominios y rentas al otro lado de los Pirineos, aun a riesgo de perder Navarra, reino que sólo les proporcionaba graves quebraderos de cabeza y se hallaba ensangrentado y empobrecido por una guerra civil entre dos clanes nobiliarios, los agramonteses y los beaumonteses, que duraba sesenta años.

Lo que comenzó siendo una intervención de carácter militar en 1512, de-cretada por Fernando el Católico en el marco de la guerra declarada a Francia por la Liga Santa para apoyar al papa Julio II, acabó convirtiéndose en 1513 en un pacto de incorporación, por el que Navarra reconocía como su señor y rey natural al monarca aragonés –a la sazón gobernador de Castilla–, a cambio de conservar su condición de reino. En 1515, Fernando el Católico, en su con-dición de depositario del reino, decidió que a su muerte reinaría en Navarra su hija, la reina Doña Juana, y quienes fueran sus sucesores en los reinos de Castilla, León y Granada, integrados en lo que acabaría por denominarse Corona de Castilla. En 1516, cuando subió al trono Carlos de Habsburgo, que más tarde se convertiría en emperador de Alemania, y que reinó con el nom-bre de Carlos I de Castilla y Aragón y IV de Navarra, incorporó a la fórmula del juramento de los fueros la obligación de conservar a Navarra como “reino de por sí”. Los textos legales proclamarán que la incorporación a la Corona de Castilla fue por vía de unión “aeqüae-principal” (de igual a igual), reteniendo cada reino su naturaleza antigua, así en leyes como en territorio y gobierno.

Todo el entramado institucional del reino permaneció intacto después de la incorporación a la Monarquía española. El rey español de Navarra se haría representar en ella por el virrey. Las Cortes con el rey asumían la potestad

Plaza de los Fueros (s. XVIII) de Tudela

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legislativa. Una Diputación nombrada por las cortes se encargaba de velar por el sometimiento del rey a los fueros del reino y a los derechos y liberta-des fundamentales de los navarros. El Consejo Real, con sede en Pamplona, se ocupaba con el virrey de la gobernación del reino y ejercía, en nombre del rey, las funciones de tribunal supremo. Navarra batía su propia moneda y del cuidado de la hacienda del rey se ocupaba la Cámara de Comptos, institución suprimida en 1836 y que, en 1979, fue restaurada para volver a desempeñar su función de tribunal de cuentas, no de la desaparecida corona navarra sino de la propia Comunidad Foral. Las aduanas separaban a Navarra de los reinos de Castilla y Aragón.

Lamento que esta conferencia se parezca mucho a una clase de historia; pero resulta inevitable hacer referencia a estos hechos históricos para com-prender la naturaleza del actual “status” de Navarra y de su inserción en el Estado autonómico español.

En el siglo XIX, España padecerá un período de grandes convulsiones fra-tricidas protagonizadas por los liberales, fervientes seguidores de las ideas de la Revolución francesa que plasmaron en la Constitución de Cádiz de 1812, y los realistas (que más tarde se denominarán carlistas), defensores de la mo-narquía tradicional enraizada en el Antiguo Régimen. Al final, triunfarán los liberales, que conseguirán afianzar el nuevo régimen constitucional español. Un régimen que apostó por un Estado centralizado y uniformista, al dividir al territorio español en provincias, sujetas a la voluntad del poder central.

Y así, del absolutismo propio del Antiguo Régimen monárquico –que res-petaba la condición de Navarra como reino de por sí– se pasará, ya entrado el siglo XIX, al régimen parlamentario liberal. Con una consecuencia muy negativa para Navarra: los liberales, además de acérrimos defensores de la li-bertad política y de la soberanía popular, consideraban que la centralización y el progreso eran conceptos inseparables. La primera Constitución española, la de 1812, aprobada por las Cortes de Cádiz, implanta un Estado uniformista y centralizado que pervivirá –con el paréntesis de la I y de la II Repúblicas– hasta 1978, y que era incompatible con la permanencia de Navarra como reino de por sí. En virtud de la Constitución, como ya he dicho, el territorio español quedaba dividido en provincias y al frente de cada una de ellas, el gobierno de la nación nombrará un jefe político –precedente de los desapare-cidos gobernadores civiles– asistido por una diputación provincial encargada de promover el progreso de su respectivo territorio.

La consecuencia de la imposición de esta nueva organización del Estado fue la desaparición del antiguo reino navarro. Y ello a pesar de que, en el “proemio”

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de la Constitución de Cádiz, leído por Agustín Argüelles en la sesión celebrada el 18 de agosto de 1811, se ensalzó a “la Constitución de Navarra” que “como viva y en ejercicio no puede menos de llamar grandemente la atención del Congreso”, porque “ella ofrece un testimonio irrefragable contra los que se obstinan en creer extraño lo que se observa hoy en una de las más felices y envidiables provincias del Reino; provincia donde, cuando el resto de la Nación no ofrecía más que un teatro uniforme, en que se cumplía sin contradicción la voluntad del Gobierno, hallaba éste un antemural inexpugnable en que iban a estrellarse sus órdenes y providen-cias, siempre que eran contra la ley o procomunal del Reino”. A continuación, el proemio se extiende en una detallada descripción del régimen constitucional de Navarra. Destaca el papel de las Cortes en el ejercicio del poder legislativo así como el de la Diputación del Reino como garante de los fueros y a su papel pri-mordial en todo lo perteneciente a los asuntos económicos y políticos de Navarra. Incluso se valora el hecho de que la autoridad judicial fuera también muy inde-pendiente del poder del gobierno.

Los liberales españoles, como nuevos intérpretes de la soberanía nacional, olvidaron el compromiso, siempre cumplido hasta entonces, incluso por los monarcas más absolutos, de mantener a Navarra como reino de por sí, y la re-dujeron a la condición de mera provincia, con un régimen exactamente igual al de las restantes provincias del Estado.

No será fácil el triunfo de la Revolución liberal. En 1833, España se desan-gró en una cruenta guerra civil que duró siete años y que acabó con la derrota de los carlistas, tildados de absolutistas y de defender el Antiguo Régimen. En Navarra, la mayoría de la población se sumó a la causa carlista, que pretendía la restauración de la antigua monarquía de los Austrias, respetuosa de las ins-tituciones propias de cada uno de los reinos que la integraban. Los liberales eran una minoría caracterizada por una adhesión sin reserva al nuevo régimen constitucional emanado de la Constitución de Cádiz. Amaban la libertad po-lítica y no les importaba la desaparición del reino navarro.

La guerra concluyó en el norte en virtud del convenio de Vergara, suscrito el 31 de agosto de 1839 por el general Espartero con el jefe del ejército carlis-ta, el general Maroto, que traicionó a Carlos V, hermano de Fernando VII y primer monarca de la dinastía carlista. En Vergara, Espartero se comprometió a recomendar al gobierno la concesión o modificación de los fueros.

Los liberales navarros temieron que la aceptación de esta recomendación de Espartero supusiera el restablecimiento de las antiguas instituciones. En tal caso, habrían ganado la guerra, pero podían perder la paz. Todos ellos eran fervientes constitucionalistas. Amaban por encima de cualquier consideración

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la libertad. Pero sea por propio convencimiento o para tratar de salvar la de-licada situación en que el convenio de Vergara les había colocado, derivaron hacia un foralismo pragmático. Bien está –se dijeron– que en Madrid se ocu-pen de hacer las leyes. Las harán bien, pues no se puede dudar de la bondad de todo aquello que sea fruto de la soberanía nacional representada en las Cortes. Pero otra cosa era el gobierno y la administración de Navarra que, de ninguna manera, estaban dispuestos a dejar en manos ajenas.

Así que decidieron pactar con el gobierno central. Y pusieron manos a la obra. Ofrecieron su renuncia a la condición de reino a cambio de un régimen singular que atribuía a Navarra un amplísimo poder económico-administrativo, reserván-dose entre otras cosas la plena potestad tributaria, que constituyó la piedra angular del nuevo edificio foral, pues se puede ser muy autónomo sobre el papel, pero, si no hay recursos económicos, la autonomía se convierte en papel mojado.

Aceptaron asimismo que el Fuero sólo tuviera como límite para su desenvol-vimiento el marco de la unidad constitucional. ¿Y qué se entiende por unidad constitucional? En la discusión parlamentaria de la Ley de confirmación de fue-ros de 1839, unos dijeron que se trataba de un rey para todos los españoles y una sola representación nacional, y otros hablaron de los grandes vínculos de unión entre todos los españoles. En definitiva, se trataba de un concepto indetermi-nado, que proporcionó excesivo margen a la interpretación jurídica y ya se sabe que, cuando entran en juego los juristas, las cosas tienden a complicarse. El prin-cipal problema residía en que, en una Constitución centralista, el concepto de unidad constitucional podía aplicarse con un criterio extraordinariamente res-trictivo y acabar jugando a favor del centralismo. Pero lo importante era que el nuevo “status” de Navarra, plasmado en un régimen de autonomía, al que desde un principio se denominó “régimen foral”, tenía naturaleza paccionada, por lo que era inmodificable sin el previo acuerdo de Navarra. Y, después, la capacidad negociadora y la tenacidad del pueblo navarro hicieron que, poco a poco, el ré-gimen foral se fuera llenando de un contenido cada vez mayor de autogobierno.

Este es el origen de la llamada Ley “paccionada” de 16 de agosto de 1841, fruto de un pacto previo entre la Diputación liberal y el gobierno de la nación forma-lizado a finales de 1840. Navarra dejó de ser reino de por sí. Desaparecieron el virrey, las Cortes, el Consejo real y los tribunales propios de justicia, amén de la Cámara de Comptos. En lo sucesivo, salvo en materia de Derecho civil, fiscalidad y el régimen económico-administrativo de Navarra y de los ayuntamientos, serían de aplicación las leyes generales de España. Se pactó, además, el traslado de las aduanas a la frontera francesa, de forma que Navarra ingresó en lo que, en lengua-je de hoy, llamaríamos “mercado común español”.

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Como ya he dicho, el gobierno y la administración, en su sentido más am-plio, correspondía a la Diputación de Navarra. El régimen foral se configuró, por tanto, como un régimen de autonomía fundamentalmente administra-tiva con algunos rasgos inherentes a la autonomía política. Y al igual que lo había sido durante el régimen absolutista, mientras duró la centralización del Estado –alrededor de ciento cincuenta años– Navarra volvió a ser un oasis de libertad en medio de un sistema radicalmente uniformista.

A pesar de las limitaciones inherentes a la unidad constitucional, el Fuero renovó su carácter de garante de la libertad colectiva de Navarra. Hubo algu-nos sobresaltos, como el contrafuero denominado “La Gamazada”, por haber sido protagonizado en 1893 por el ministro Valentín Gamazo, que trató de suprimir la autonomía tributaria de Navarra y que recuerda el monumento a los Fueros erigido frente al Palacio de Navarra. Pero el régimen foral sobre-vivió desde su fundación en 1841 a todos los avatares políticos de España. Baste recordar que, entre 1839 y 1975, España conoció cuatro guerras civiles y numerosos cambios constitucionales e, incluso, de régimen político, hasta llegar a la monarquía parlamentaria de Don Juan Carlos I después de cuarenta años de dictadura. La Ley paccionada logró salir siempre indemne a cualquier cambio constitucional o convulsión política y Navarra consiguió que prevale-ciera el principio de que, para introducir reformas legislativas en su régimen foral, resultaba imprescindible el previo acuerdo con sus instituciones forales. Durante la dictadura del general Franco, la Diputación Foral acabó por con-vertirse en un verdadero gobierno regional, aunque hubo momentos de ten-sión que consiguieron ser superados.

Y así llegamos a 1977. Al inicio de la transición al régimen democrático, los anhelos de autonomía se sentían con distinta intensidad en España. Eran es-pecialmente fuertes en Cataluña y el País Vasco. Casi nulo en las demás regio-nes. Pero los acontecimientos se produjeron de tal forma que pronto se tuvo conciencia de que, para evitar agravios comparativos, la futura Constitución española o respetaba el derecho a la autonomía de las todas las nacionalidades y regiones españolas, o carecería de viabilidad.

¿Qué hizo Navarra en tales circunstancias? Ya he dicho cómo el régimen foral había sobrevivido a todos los avatares políticos habidos en España desde 1841, sin que en ninguna Constitución española se hiciera la menor mención de su existencia. Había por eso voces procedentes de la derecha más conserva-dora que reclamaban no hacer nada. Sostenían que, si la Ley paccionada había sobrevivido a tantos regímenes políticos, no había por qué temer que no fuera a ocurrir lo mismo en la nueva España democrática.

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La cuestión foral se entrelazaba, además, con otro problema de gran cala-do político. El nacionalismo vasco, fundado a fines del siglo XIX por Sabino Arana, un vizcaíno xenófobo y racista, venía considerando a Navarra como parte esencial del proyecto de construcción de una nueva nación vasca inde-pendiente, con inclusión de todos los territorios franceses o españoles donde permanecía vivo el vascuence o euskera y a la que bautizaron con el nombre de Euskadi, a la que ahora llaman Euskal Herria o tierra de habla vasca.

Lo cierto era que en aquellos momentos este asunto dividía profunda-mente a la opinión pública navarra, hasta el punto de poder hablarse de una crisis de identidad. Sin embargo, no se conocía la verdadera fuerza del na-cionalismo en Navarra, lo que no era de extrañar pues, desde 1936, no se habían celebrado elecciones. Los nacionalistas consideraron que el renacer de la democracia en España era un momento propicio para sus aspiraciones, y lanzaron una gran ofensiva política para convencer al pueblo navarro de que la mejor opción sería la unión con las Provincias Vascongadas para convertir en realidad el proyecto de Euszkadi imprescindible para la construcción de la nación vasca. A todo esto, hay que reseñar que las legítimas aspiraciones del nacionalismo democrático quedaban empañadas por la actividad criminal de ETA. Desde las postrimerías del franquismo, la banda terrorista se considera legitimada para utilizar la violencia como método de acción política y doble-gar así cualquier resistencia a sus ideas separatistas.

Frente a las dos posiciones contrapuestas, es decir, al inmovilismo de la derecha conservadora y al unionismo nacionalista, secundado en un principio por socia-listas y comunistas, surge una tercera vía protagonizada por los centristas navarros integrados en la UCD, partido promovido por el presidente Suárez, que había sido nombrado por el rey para dirigir el proceso de transición hacia la democracia. Pido perdón por referirme a mi actividad política en aquella época, pues tuve el honor de presidir la UCD de Navarra y, por tanto, me correspondió la tarea de definir las líneas maestras de la oferta política que formulamos al pueblo navarro en aquellos cruciales momentos. Nuestra tercera vía, la reforma foral democrática, se basaba en la continuidad de la trayectoria histórica de Navarra y de su vocación española, así como en el respeto a su tradición jurídica.

Los centristas rechazábamos el unionismo vasco, porque la impresionante per-sonalidad de nuestro antiguo reino no podía quedar diluida dentro de un con-junto autonómico, en el que Navarra perdería autogobierno al quedar sujeta a las nuevas instituciones vascas. Ello sin contar, claro es, con que no estábamos dis-puestos a secundar ninguna aventura separatista. Considerábamos, asimismo, que entre Navarra y el Estado español no debía existir ninguna entidad intermedia. Ahora bien, tampoco estábamos satisfechos con el régimen foral vigente en aque-

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llos instantes pues, aun valorando su extraordinaria capacidad de autogobierno, entendíamos que había grandes carencias autonómicas. Nos hacíamos la siguiente reflexión: Si el régimen foral de Navarra había resistido durante siglo y medio los embates del centralismo y, si España estaba a punto de convertirse en un régimen democrático y profundamente descentralizado desde el punto de vista del poder político, el momento era el adecuado para que el Fuero se desarrollara en su ple-nitud. Y nos pusimos manos a la obra.

Había que comenzar por devolver al pueblo navarro el libre ejercicio del poder foral, pues el sistema electoral franquista constituía una auténtica cami-sa de fuerza para nuestras instituciones. De ahí que abogáramos por recuperar las Cortes del antiguo reino navarro desaparecidas a raíz de la Ley pacciona-da, para convertirlas en una asamblea democrática encargada de elegir a la Diputación Foral convertida en un verdadero gobierno parlamentario.

En segundo lugar, resultaba imprescindible renegociar con el Estado un nuevo pacto para la revisión en su integridad de la ley paccionada de 1841, a fin de incorporar al régimen foral, junto a las competencias históricamente ejercidas, todas aquellas competencias del Estado que no fueran inherentes a la unidad constitucional.

A todo este proceso jurídico-constitucional lo denominamos “Amejoramiento del Fuero”. Amejorar, que es sinónimo de mejorar o perfeccionar, era la palabreja utilizada por los reyes navarros en el momento de su coronación, cuando juraban respetar los Fueros. Democratizar el Fuero y amejorarlo para conseguir la plena autonomía política constituían, pues, los objetivos esenciales de la propuesta del centrismo navarro.

Resultó que, en 1977, los centristas navarros obtuvimos seis de los nueve escaños reservados a Navarra en las Cortes Generales. Los nacionalistas vascos cosecharon un gran fracaso. Se supo entonces que la penetración del nacio-nalismo en Navarra se situaba en torno al quince o veinte por ciento de los sufragios, un porcentaje que no ha variado prácticamente desde entonces. El triunfo electoral de los centristas navarros permitió impulsar el programa para la reforma foral democrática. El éxito coronó nuestros esfuerzos. Y no sólo porque la Constitución española de 1978 garantiza el derecho de Navarra a conservar su identidad, de forma que sólo el pueblo navarro en referéndum puede acordar la unión a Euskadi, sino que, además, y esto tiene una enorme transcendencia, en su disposición adicional primera, se amparan y respetan los derechos históricos de Navarra y, en consecuencia, todos los principios contenidos en su régimen foral.

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La Constitución facilitaba, de esta forma, la posibilidad de iniciar el proceso para el amejoramiento del Fuero, pues, a tenor de la naturaleza paccionada de los derechos históricos de Navarra, el futuro pacto para la reforma en su integridad de la Ley paccionada tenía pleno encaje constitucional. Sólo quedaba que el pueblo navarro se pronunciara acerca de la opción que deseaba para orientar su futuro.

Navarra eligió en 1979 un parlamento al que, en cierto modo, podemos calificar de constituyente, que adoptó dos decisiones de suma importancia. Rechazó poner en marcha la iniciativa para la integración de Navarra en Euskadi y, a renglón seguido, optó por el amejoramiento del Fuero. Y en efec-to, tres años más tarde, en 1982, después de casi dos años de negociación con la representación del Estado, el Parlamento foral y las Cortes Generales ratifica-ron el acuerdo alcanzado por el gobierno de España y la Diputación Foral para la reintegración y amejoramiento del régimen foral de Navarra. Lo que había comenzado, en un principio, como propuesta de un partido político se había convertido en patrimonio de la mayoría de las fuerzas políticas. Desde enton-ces, en el Parlamento de Navarra, más del ochenta por ciento de los escaños se distribuyen entre partidos políticos que apoyan el Amejoramiento del Fuero como fórmula de paz y de convivencia democrática para todos los navarros.

A estas alturas de mi exposición, quizás hayan adivinado en qué consiste la singularidad de Navarra en el modelo autonómico español. Tras la promulga-ción de la Constitución de 1978 surgieron las Comunidades Autónomas dota-das de un Estatuto de autonomía, que es la norma institucional básica de cada Comunidad. La Constitución no estableció el mapa autonómico, sino que re-guló el procedimiento a seguir para la creación de Comunidades Autónomas, partiendo de la voluntad de las provincias en que se dividía anteriormente el Estado español. Desde el punto de vista de la organización territorial, España se parece mucho a un Estado federal, pero no es un Estado federal, porque la so-beranía pertenece al pueblo español en su conjunto, sin que las Comunidades posean una soberanía compartida. El poder político autónomo está “blindado” frente a cualquier intromisión del Gobierno central, pues las competencias es-tatutarias constituyen un límite infranqueable para el Estado.

Pues bien, formularé unas breves consideraciones a la hora de explicar la in-serción de Navarra en el modelo autonómico. Es una simplificación decir que en España hay diecisiete comunidades autónomas, pues en rigor su número es de dieciséis al que hay que añadir una comunidad singular: la Comunidad Foral de Navarra. Y aunque en un análisis superficial del contenido del Amejoramiento del Fuero de 1982, pudiera llegarse a la conclusión de que se trata de un Estatuto de autonomía, que no difiere de los de las otras dieciséis Comunidades Autónomas, a nada que se profundice en aquél, se llegará a conclusiones algo distintas.

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Lo cierto es que hay diferencias muy notables entre la Comunidad Foral de Navarra y el resto de las Comunidades constituidas al amparo de lo dis-puesto en el título VIII de la Constitución española. Navarra no ha recorrido el camino estatutario, sino que, de acuerdo con la naturaleza jurídica de sus derechos históricos, amparados y respetados por la Ley Fundamental, pactó con el Estado el “amejoramiento” de su régimen foral. La Constitución no da fuerza legal al régimen foral, pues el Fuero, fruto de los derechos históricos de Navarra, es una institución preexistente. La Constitución se limita a constatar su vigencia y a ampararlo y respetarlo. Cualquier otra decisión contraria hu-biera sido una vulneración del derecho y, por tanto, un acto de fuerza.

En congruencia con su naturaleza histórica, el Amejoramiento del Fuero no constituye la norma institucional básica de la Comunidad navarra, porque todo el acervo jurídico foral permanece en vigor. El Amejoramiento se asienta en la Ley de 25 de octubre de 1839 –que confirmó los Fueros sin perjuicio de la unidad constitucional de la monarquía– y en el pacto-ley o ley paccio-nada de 16 de agosto de 1841, que modificó los Fueros del antiguo reino de Navarra, para acomodarlos a las exigencias de la referida unidad constitucional. Eso significa que en el Derecho navarro vigente conviven normas históricas anteriores incluso a la integración de Navarra en el Estado español, junto a las nuevas previsiones autonómicas regidas por las normas del Amejoramiento.

Esto hace que Navarra ejerza un buen número de competencias inherentes a su régimen foral histórico que exceden del marco estatutario contenido en el títu-lo VIII de la Constitución. Ya me referí anteriormente al régimen fiscal. Diré, úni-camente, que en Navarra no rigen los impuestos del Estado y que, mediante con-venio, se armonizan los sistemas tributarios estatal y navarro y se fija la aportación de Navarra a las cargas generales de la nación (defensa, justicia, servicio exterior, instituciones comunes, seguridad interior, etc.). Pero hay algunas otras, como la función pública, la regulación de la autonomía local en materia económica, la ordenación del transporte, el cuidado de los montes, y, sobre todo, la exclusividad en materia de carreteras, en los que Navarra posee un grado de competencias su-perior al establecido con carácter general para las comunidades autónomas.

Gracias al Fuero, Navarra es, probablemente, una de las regiones más autó-nomas de Europa. Por otra parte, la autonomía en Navarra no es una conquis-ta de hace treinta años sino que forma parte consustancial del ser navarro. No es extraño que, por su larga tradición histórica así como por su proximidad al ciudadano, la Administración de Navarra pase por ser una de las más eficaces de España. Ello ha permitido a nuestra Comunidad dar un gran impulso en estos treinta años de vigencia del Estado democrático. No es ajeno al Fuero el hecho de que Navarra se sitúe a la cabeza de España en la mayoría de los

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indicadores que miden el nivel de bienestar. Antes de la crisis económica, ha-bíamos alcanzado el pleno empleo y nuestra renta per capita superaba ligera-mente la media de la Unión Europea.

Antes de concluir, permítanme que formule algunas consideraciones sobre el momento presente. Estamos inmersos en una gravísima crisis económica y algunos hablan de que el sistema político que los españoles nos dimos en 1978 está agotado. La claudicación ante las demandas del nacionalismo cata-lán ha provocado una dislocación del Estado autonómico. Cataluña, al igual que ocurriera durante la II República, se ha convertido en un grave problema que amenaza la cohesión nacional. El pacto constitucional ha saltado por los aires, so pretexto de recuperar la memoria histórica, que sólo ha servido para remover las cenizas de la guerra civil. La independencia del poder judicial bri-lla por su ausencia cuando trata de asuntos que tienen repercusión política. Se producen brotes de intolerancia religiosa, provocados por un laicismo exacer-bado y enemigo de las raíces cristianas de España. Muchos ciudadanos des-confían de los políticos a los que se ha llegado a calificar de casta parasitaria. Los escándalos de corrupción se suceden sin cesar. Se denuncia el despilfarro de las Administraciones públicas, que tienen un fondo de razón pero que, en muchos casos, responde a las demandas de los ciudadanos en tiempos de bo-nanza. Estamos inmersos, sí, en una grave crisis nacional.

Pero, la solución no está en derribar el sistema sino en proceder a su regene-ración. No es la Constitución la que ha provocado la crisis. No estoy de acuerdo con las voces que reclaman la supresión de las Comunidades Autónomas o la recuperación de sus competencias por el Estado, como si la centralización fuera un antídoto contra el despilfarro y la corrupción y garantía de buen gobierno.

No debemos dejarnos llevar por el pesimismo. La solución está en la Constitución. En ella se encuentran las herramientas necesarias para que las cosas vuelvan a su ser. La politización de la justicia es directa consecuencia de la perversión de nuestra ley fundamental, que prevé que el Consejo General del Poder Judicial sea en su mayoría elegido por los propios jueces y magis-trados. En materia autonómica, el problema principal reside en que el Estado ha abdicado del ejercicio de las competencias que la Constitución le atribuye para garantizar la libertad, la igualdad básica de los ciudadanos españoles y el cumplimiento de los grandes objetivos de la nación española. Lo ocurrido con la ordenación de las cajas de ahorros demuestra que el Estado tiene herra-mientas necesarias para imponer una política común. Es cuestión de utilizar-las. Por último, entrar en un nuevo proceso constituyente sería una calamidad para España, entre otras razones porque es imposible que nos pongamos de acuerdo en el contenido de la reforma. Sin olvidar que, en una democracia,

sólo las urnas, donde se expresa la voluntad popular, pueden otorgar y quitar la legitimidad de ejercicio a la hora de gobernar.

En este contexto, Navarra puede servir de ejemplo. La lealtad constitucio-nal ha sido una constante de las instituciones forales. Estamos dispuestos a de-fender con uñas y dientes nuestro estatus fruto de la historia y de la voluntad de los navarros, pero sin perder de vista la solidaridad con el resto de los pue-blos de España. La foralidad navarra ha sido –y lo sigue siendo– un verdadero antídoto frente al centralismo y al separatismo disgregador.

Después de cuanto acabo de exponer, confío en que ustedes mismos po-drán dar respuesta al interrogante de esta conferencia. ¿Es el Fuero navarro derecho o privilegio?

Muchas gracias.

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la navarra de don antonio Ponz

Por D. Teodoro Martín MartínCatedrático de Geografía e Historia

IntroducciónTradicionalmente se había venido considerando que don Antonio Ponz y

Piquer no había descrito el viejo reino de Navarra a lo largo de su extensa y dilatada obra. Y efectivamente ello era cierto, si consideramos exclusivamente su conocido “Viaje de España”. En ninguno de sus 18 volúmenes, publicados entre 1772 y 1794 habló de aquellas tierras. Sin embargo sí hallamos un estu-dio sobre nuestro tema en su menos conocido “Viaje fuera de España”, publi-cado en 1785 en dos tomos. Después del viaje que llevó a cabo a Inglaterra, Holanda, Bélgica y Francia, cruzó el Pirineo navarro y atravesó de Norte a Sur su suelo. Es este relato el que vamos a utilizar preferentemente para desarrollar la presente comunicación. La descripción que hace se halla en la carta 12 del segundo volumen, páginas 334 a 348 de la edición que seguimos.

Pero, antes de fijar la imagen que del viejo reino tiene nuestro autor, es preciso acercarnos al personaje y al territorio que va a ser objeto de su descrip-ción. Para una mejor comprensión del texto estos dos temas constituirán los primeros apartados de este estudio.

I) Antonio Ponz y PiquerNuestro viajero nació en Bejis provincia de Castellón en 1725. Fue en la

episcopal ciudad de Segorbe donde recibirá una amplia formación en tres ra-mas del saber: Teología, Arte y Humanidades. Pasa, después, a la Universidad de Valencia donde proseguirá sus estudios superiores. Gandía y Madrid serán sus nuevas etapas formativas. El tomar las órdenes menores hizo que la poste-ridad le conociera como el abate Ponz, cuando, en realidad, fue un profundo y destacado prohombre de nuestra ilustración. A los 26 años marcha a Italia,

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donde permanece hasta 1760 ampliando sus conocimientos artísticos. Allí en-tabló amistad con el pintor Mengs y el culto duque de Almodóvar. Tuvo con-tactos también con J.J. Winckelmann que le orientó sobre el arte clásico y, en materia histórica, conoció a su paisano Francisco Pérez Bayer. Tras su estancia en Roma, marcha a Nápoles, desde donde se acercó a las recién descubiertas ruinas de Pompeya y Herculano. (1)

Antonio Ponz

Su regreso a España coincidió con la llegada al trono del ilustrado rey Carlos III. Ponz fue una figura esencial en la política cultural borbónica y tra-bajó, entre otros lugares, en la Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Allí recopiló obras y reliquias además de perfeccionar la nota-ble galería de retratos de humanistas célebres. Hizo asimismo copias de artis-tas italianos para el citado cenobio jerónimo.

En 1773 fue elegido académico de la Historia y en 1776 secretario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. No quedó aquí su carre-ra honorífica, fue miembro distinguido de las Reales Sociedades Económicas de Amigos del País de Madrid y de las Vascongadas. Por encargo de Campomanes y, gozando de una pensión, fue encargado de catalogar los tesoros y obras ar-tísticas existentes en los centros religiosos de toda España, lo que llevó a cabo en su conocido “Viaje de España”. El resultado es una colección de cartas en las que se da noticia de las cosas más apreciables y dignas de saberse que hay en España. Así reza el subtítulo de la gran obra de Ponz, compendiada en 18 volú-menes. Fueron impresos en el famoso taller de Joaquín Ibarra a partir de 1772.

La obra mencionada es un auténtico inventario de monumentos y un in-forme espléndido de la riqueza artística española. En su descripción de lugares y obras deja patente su gusto y sensibilidad proclive hacia el neoclasicismo y el espíritu ilustrado. Detestaba el arte barroco y, en menor medida, las corrientes medievales, todo lo cual observaremos en la descripción que hace en su viaje

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a Navarra. Sus comentarios y sus ausencias de opinión son muy significativos. También pone de manifiesto la despoblación y el escaso desarrollo de la agri-cultura o las costumbres que matizaban a las localidades por donde pasa. A parte de conocedor del Arte es un antropólogo y, en cierto modo, un ejemplo de fisiócrata hispano.

En 1785 publicó su segunda gran obra escrita titulada “Viaje fuera de España”, testimonio del recorrido que hizo por varios países europeos en 1783, con el doble propósito de defender a España de los ataques de los en-ciclopedistas franceses y buscar modelos para las reformas ilustradas. En esta obra se deja notar su admiración por el dinamismo económico y social de Inglaterra, así como las libertades políticas, intelectuales y religiosas que carac-terizaban a este país así como a Holanda. (2)

Fiel a su moderado espíritu reformista Ponz cree que los estamentos altos de la sociedad: Monarquía, nobleza e Iglesia tienen un papel crucial en el des-envolvimiento económico y social de la sociedad. Parece que está anticipán-donos que, con las reformas, se pueden evitar y prevenir las revoluciones. Su muerte aconteció en Madrid en el año 1792. (3)

II) El Reino de NavarraEl territorio que halla Ponz, al atravesar en 1783 el viejo reino, es el que

hoy día configura su comunidad foral. En 1753 se habían incorporado Los Arcos y su comarca, ocupados por Castilla desde 1463, configurándose defi-nitivamente el espacio que hoy contemplamos.

Se trata, pues, de un territorio dividido en las siguientes comarcas geográficas:• La Montaña, que comprende los valles cantábricos y pirenaicos, el corre-

dor de la Barranca, la cuenca de Pamplona y la de Lumbier-Aoiz.• La Navarra Media, subdividida en Oriental y Occidental.• La Ribera con dos zonas: la occidental o estellesa y la tudelana con capital

en Tudela.

Sobre esta infraestructura física se alzaban distintos distritos político-admi-nistrativos llamados merindades en número de 5: Pamplona, Sangüesa, Olite, Tudela y Estella. (1) A ellas habría que añadir el condado de Lerin y el mar-quesado de Falces, los dos en las márgenes del Ebro.

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Escudo de Navarra

Tras la incorporación de Castilla de 1512, aprobada por las Cortes de Burgos en 1515, Navarra se siguió rigiendo por sus ancestrales fueros, basados funda-mentalmente en el mutuo juramento del Rey y el Reino. (2) Este representado por las Cortes navarras, de representación estamental, de las cuales dependía la Diputación instituida en 1576. De esta dependían las distintas merindades y los ayuntamientos. El Monarca estaba representado por el Virrey, nombrado median-te carta-patente firmada por el Rey. A este le ayudaba el Consejo Real, con atribu-ciones judiciales, gubernativas y legislativas de tipo particular. De ambos dependía la Corte Mayor de Justicia y la Cámara de Comptos. Esta administraba las finan-zas obtenidas por vía de impuesto sobre el patrimonio, el donativo concedido al Rey por las Cortes o el impuesto de las tablas, percibido en las fronteras del reino. Las receptas o ingresos procedentes de la administración de justicia y penas de cá-mara además de los estancos del tabaco completaban los ingresos fiscales.

El régimen señorial a finales del siglo XVIII dominaba sobre el 20% del territorio navarro y abarcaba al 17% de su población. La mayoría de los se-ñoríos era de nobles (85%), el resto eclesiásticos. Los titulares mayores eran el ducado de Alba y el marquesado de Falces. Respecto a la organización eclesiás-tica, hasta cinco diócesis tenían jurisdicción en la tierra navarra: Pamplona, Calahorra, Tarazona y Bayona; esta pronto dejó de tener intervención. En 1783 se crea la diócesis de Tudela restando parroquias a la de Tarazona. El arzobispado del que dependían era el de Burgos.

Debemos decir también que la Inquisición fue introducida en 1513 por Fernando el Católico y tuvo su sede en Pamplona para, luego, trasladarse a

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Logroño en 1570. Respecto al ejército, los virreyes contaban con tres com-pañías de infantería que se ocupaban de los puestos fronterizos, del castillo de Pamplona y de ciertas poblaciones como Tafalla y Sangüesa. En casos de necesidad se establecía el llamamiento a filas llamado a fuero, que Carlos III sustituyó por el sistema de quintas.

En síntesis, se puede hablar en el caso de Navarra de la existencia de un régimen pactista, tal como lo defendía en el siglo XVI el canonista navarro Martín de Azpilcueta. No entramos en el tema de la fórmula de integración en Castilla que para algunos autores supuso la supresión práctica de los fueros (Zuaznavar 1827, Mª Cruz Mina 1981), mientras que otros sostienen que la anexión de 1515 revalidó y mantuvo el régimen foral (Yanguas Miranda, 1833, Jaime Ignacio del Burgo 1968). (3)

Concluimos este apartado diciendo que el primer virrey nombrado por el Rey Católico en 1513 fue el marqués de Comares, de la familia de los Fernández de Córdoba y Arellano. El último de los llamados interinos fue el conde de Belascoain en 1841. Este mismo año se designa al primer Capitán General del nuevo régimen establecido por los liberales. La Diputación Foral constituida tuvo como primer presidente a Justo Galarza en ese mismo año.

III) La Navarra que vio PonzFue en la 12ª carta del libro segundo de su “Viaje fuera de España” donde

Ponz nos expresa sus impresiones y vivencias sobre Navarra y sus gentes. La carta consta de 29 apartados de los cuales 27 están referidos a nuestra comu-nidad foral. El 28 y 29 los dedica a los demás lugares por donde ha de pasar de regreso a Madrid. (1)

Como un homenaje a la antigua Navarra, la entrada en España la realiza por lo que hoy llamamos la Navarra de Ultrapuertos o Navarra francesa. Nos dice a este respecto: “Salí de Bayona para San Juan de Pié de Puerto en un pésimo carruaje, que a pocas leguas se le tronchó una de las varas y quedé en un despoblado sin poder pasar adelante ni volver atrás. En todo el viaje me había sucedido semejante aventura… Por fin en este conflicto fue preciso ir a pié hasta un caserío de un pobre labrador, a quien nos dimos a entender como se pudo; pues en el campo no entienden más que el gascón o vascongado.” (2)

Resuelto el problema de locomoción, prosigue Ponz: “El camino es tan malo como los peores de España, pero van a hacerlo nuevo, y ya hay algo he-cho. Lo más de la población son caseríos esparcidos por el campo. A pesar del mal camino divierte mucho la variedad de altos y bajos al modo de Vizcaya,

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la frondosidad de los árboles, los arroyos y riachuelos que corren por todas partes y la vecindad de los encumbrados Pirineos”.

Hacia Roncesvalles

“Por fin llegué de este modo a San Juan de Pié de Puerto, capital en otro tiem-po de la baja Navarra y situado en la falda del elevado monte Altovizar, en cuya cumbre está la división por esta parte de España y Francia… San Juan es ciudad pequeña, con una ciudadela que la domina, su situación es sobre el río Nive y dista de España solo una legua… Después de haber caminado dos o tres leguas llegué de noche a Roncesvalles al pie de dicho puerto en España (alto de Ibañeta)”.

Roncesvalles

Ya, en la Navarra hispánica, nuestro autor sigue una ruta muy frecuentada entonces cual era el camino carreteril que unía Roncesvalles con Tudela a tra-vés de Pamplona y Tafalla. Esta senda atravesaba de Norte a Sur todo el anti-guo reino y posiblemente fuera la más transitada de las que había.

De Roncesvalles solo nos dice que “es una población reducida a los canó-nigos regulares de San Agustín que sirven su iglesia y a los criados y depen-dientes de los mismos. Hay dos o tres posadas, donde dan de comer a menos precio que en las inmediatas de Francia, pero les faltan otras conveniencias de aquellas. La iglesia tiene muy arreglado el retablo mayor, con varias figuras de escultura que acompañan bien. No vimos el zapatón de Bernardo Carpio, porque no aparecía la llave del armario donde lo guardaban”. (3)

Al día siguiente, nuestro caminante prosigue su viaje a Pamplona que dista 6 leguas, “entre valles y montañas cubiertas en parte de hayas, acebos, boxes y otras

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plantas”. Pasa, luego, por distintos lugares que cita como Burguete, Espinal, Zubirri y Zabaldica, donde dice que hay un puente de piedra sobre el rio Arga. A uno y otro lado del camino visualiza poblaciones a las que solo menciona, y prosigue: “A mano derecha viniendo de Roncesvalles queda el frondoso valle del Baztán, que me hubiera alegrado ver, pero no se puede todo. Para entrar en él, es preciso pasar el puerto de Velate (847 metros), su diámetro es de cinco o seis leguas. Me lo han ponderado por muy frondoso, y abundante en frutas, de castañares, de carnes, ganados, maíces, pero de poco trigo; allí tiene su principio el rio Vidasoa (Bidasoa), que atraviesa la provincia de Guipúzcoa”.

En Pamplona

Esta urbe señala “ya sabe todo el mundo que ha sido y podrá ser siempre una de las ciudades fuertes de España, mediante su famosa ciudadela y casti-llo, y por su situación elevada por el lado del río”.

Y prosigue más adelante: “La catedral de Pamplona tiene su magnificencia en el gótico, consta de tres naves y un gran crucero, y las dividen ocho arcos, contando los que se han de añadir con motivo de la nueva portada, que se ha de sacar más afuera, para la cual ha formado muy buenos dibujos el arquitecto don Ventura Rodríguez y consisten en un pórtico de tres ingresos, adornado in-teriormente de pilastras, y en lo exterior de cuatro columnas de orden corintio”.

Catedral de Pamplona

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Pasa, a continuación, a hablarnos del retablo mayor que dice es de buena arquitectura y consta de tres cuerpos. Critica el tabernáculo moderno que tacha de “ridículo”, y alude a “la insufrible deformidad de los retablos de las capillas”. El coro, que consta de cien asientos, lo califica de singular, delicado y rico en esculturas y ensalza a su artífice, un tal Ancheta; de él dice, “que lo trabajó en un excelente roble traído de Inglaterra.” Pondera las estatuillas y columnas que conforman los sitiales del coro, comparables a los de otras iglesias de España. En medio del coro, se conserva un sepulcro suntuoso de Carlos III el Noble, rey de Navarra y de doña Leonor, infanta de Castilla, “ejecutado con simplicidad” dice.

Pasa, después, a describir las rejas del coro y del presbiterio, así como el claustro, todo ello en estilo gótico. Y más adelante señala: “Se conserva parte de un claustro pequeño de grandísima antigüedad, en cuyos capiteles de sus columnas pareadas se representan pasos de la Pasión de Cristo, ejecutado con rusticidad, y se puede creer que es obra del siglo séptimo u octavo, antes de la introducción de la arquitectura alemana, que llamamos vulgarmente gótica”. Habla, a continuación, de los canónigos y las dependencias que habitan, resal-tando el Refectorio que dice es cosa magnífica. “Los canónigos dan de comer todos los días a doce pobres peregrinos y, si no los hay, a otros, suministrán-doles buena comida y buen pan”.

Respecto a las demás iglesias de Pamplona critica los retablos de San Lorenzo, San Saturnino y el Carmen, donde dice se manifiesta “la clásica monstruosidad del retablo mayor”. (Ponz, por regla general, detesta el esti-lo barroco). Del retablo mayor de los dominicos pondera sus bajo relieves y demás partes en estilo renacentista en lugar de “las mamarrachadas” de los otros retablos (por supuesto barrocos). De las demás iglesias y conventos de la capital considera que hay muy poco que contar a no ser “el tremendo retablo de las monjas recoletas en el paseo que llaman de la Taconera”. Pondera así mismo el sepulcro de mármoles del general Gages, que hizo erigir Carlos III en el convento de los capuchinos, pasado el río Arga. Dice textualmente: “Es una urna sobre basamento, en el cual hay dos niños, y en medio el escudo con las armas reales en bronce. Hizo dicha obra don Roberto Michel, director de la Real Academia de San Fernando y escultor de Su Majestad”.

De la capital navarra dice que “ha mejorado mucho algunos años a esta parte, así en la limpieza de sus calles como en su excelente enlosado: es lástima que las asombren y afeen no poco los grandes aleros de los tejados, el resalto demasiado de los balcones y las celosías en las ventanas. Me han dicho que la población de Pamplona es de unos 3.000 vecinos (12.000 habitantes), la concha de Pamplona es un pedazo de tierra que parecería un jardín si se hi-ciesen plantaciones. En las Cortes que el año pasado (1782) se celebraron en

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esta ciudad se han tomado providencias para efectuarlas en todo el Reino de Navarra, y no dudo que tendrán efecto, según el empeño con que aquí toman las cosas”. (Alusión a la pervivencia de las instituciones forales y el carácter de los navarros).

Hacia el surEn el apartado 17 de la carta nos dice que salió de la capital para Tafalla, pe-

queña ciudad hasta donde hay 6 leguas. Dice que atraviesa lugares como Noaín y Mendívil entre otros y que a un lado y otro de la ruta se ven, a corta distancia, Salinas, Esparza, Subiza, Beriaín, Biurrun y Pueyo entre otros que cita. Señala también que desde Subiza “empiezan las aguas para el gran acueducto que proyectó Ventura Rodríguez y está construyendo Ángel Santos Ochandátegui y que trata de llevar abundantes aguas a Pamplona. Los señores de Pamplona tienen genio para pensar y ejecutar cosas de mucha importancia”.

Retablo de Tafalla

Tafalla comenta que está rodeada de huertas que aprovechan las aguas de un riachuelo próximo. En esta población se detuvo a contemplar un singularí-simo retablo de varios cuerpos, “llenos de exquisita escultura de medio relieve en más de veinte tableros, y representan asuntos de Nuestra Señora y la Vida y Pasión de Cristo”. (Se trata de otra obra renacentista de Ancheta). De este retablo dice que “es una alhaja y de lo más peregrino que he visto. Lo creo de tiempos de Felipe II. Todo ello me ha parecido mejor que lo de Becerra y lo de Berruguete”. Sin duda, este retablo es la obra más valorada por Ponz de todas

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las que describe en su viaje por Navarra. Le dedica al mismo los apartados 18 al 21. En este dice exactamente: “Cualquiera persona de gusto que pase por Tafalla haría muy mal de no ver dicha obra”. También recomienda la figura del crucificado en el lado de la Epístola, que es una escultura muy bien hecha. Concluye diciendo que esta población fue elegida por Carlos III de Navarra para su residencia y aun enseñan un palacio de aquel tiempo.

De Tafalla se dirigió a Caparroso que distaba 4 leguas. Allí se detuvo solo a dormir, partiendo al amanecer sin visitarlo, “ni tampoco había para qué detenerme, según me informaron de no haber cosa notable. Pasa por junto a la villa, situada en una colina, el río Aragón, que va a unirse al Ebro. Entre Tafalla y Caparroso queda no muy distante la ciudadelita de Olite en situa-ción agradable, con un antiguo alcázar, donde vivieron los reyes de Navarra. Dicen por proverbio que Olite y Tafalla son la flor de Navarra”.

En la Ribera

Desde Caparroso a Tudela habría unas 7 leguas. A corta distancia del pri-mero dice que se pasa “un despoblado inculto, como de tres leguas de travesía llamado la Bardena, en donde se refiere que han sucedido trabajos a los ca-minantes”. Después, atraviesa los pueblos de Valtierra, Villafranca, Milagro, Alfaro y a más distancia, al parecer dos o tres leguas, Calahorra. “También queda por allí Peralta, célebre por su famoso vino”. Sin duda, nuestro autor aquí describe lo que ve independientemente de la pertenencia administrativa a que correspondan las poblaciones.

Catedral de Tudela

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En esta comarca cita el lugar de Arguedas y dice que toda la ribera del Ebro es una ancha vega que podría estar más poblada de plantas de lo que está aho-ra. Antes de entrar en Tudela cruza el Ebro por un puente de piedra.

Tudela señala “está en la mayor parte en el declive de un cerro, son muy malas sus calles y muy inmundas. La iglesia colegial en otro tiempo, y ahora catedral, es un edificio gótico muy antiguo, y por el mismo término su re-tablo mayor y colaterales, según parece, de la antigüedad de todo lo demás. Naturalmente les llegará su día, y más ahora que esta iglesia ha subido en dig-nidad; pero si ha de ser haciendo las obras como las de la capilla de Santa Ana y de la Concepción de enfrente, dentro de esta misma iglesia, mucho mejor será que dichos retablos mayor y colaterales permanezcan como están; porque aquellos son de lo más rematado que pueda darse, sin arte ni concierto”.

“No puedo detenerme más aquí. Dejo para alguna otra ocasión, en que tratemos más de propósito de las cosas de Navarra, el hablar de lo que haya en las demás iglesias de Tudela, así de conventos como de parroquias. Su pobla-ción me dijeron que se acerca a la de Pamplona y su vino tinto tiene fama”.

Como podemos deducir de este texto, en el pensamiento de Ponz estaba realizar un posterior viaje al viejo reino para contemplar y analizar su riqueza artística y la variedad de su tierra y de sus gentes. No sabemos que lo realizara, pero sí nos legó sus impresiones ricas, variadas y en parte muy precisas. Desde Tudela sale de tierras navarras en dirección a Ágreda (Soria) distante 8 o 9 leguas. Antes de dejar Navarra, pasa por Citruéñigo, “muy bien situado entre grandes olivares, quedando a la mano derecha Corella. Después de Citruéñigo se descubre Fitero a mano derecha con buenos olivares y término cultivado”.

A modo de coda

A lo largo de este recorrido por las tierras navarras hemos percibido impre-siones, datos, en definitiva unas imágenes variadas y precisas de lo que era este reino a finales del Antiguo Régimen. No aparece la plena geografía de aquella zona con la ausencia de Elizondo, Sangüesa o Estella. Pero la muestra elegida sí es representativa de unas gentes y un espacio determinado modelo de lo que era el conjunto. Y ello también en el terreno histórico, social y artístico.

Percibimos también las ideas y preocupaciones de este gran ilustrado va-lenciano, conocedor de su país y de las gentes que lo habitaban. Un hombre que luchó como muchos de su generación por la reforma y regeneración de la sociedad y por hacer de España un país moderno y habitable. Estimo que Ponz permaneció en suelo navarro una semana más o menos.

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Notas

Capítulo I

1. Seguimos para este parágrafo fundamentalmente dos obras: La de Joaquín de la Puente: La visión de la realidad española en los viajes de don Antonio Ponz. Moneda y Crédito. Madrid 1968 y de José Mª de Jaime Loren su Antonio Ponz: Biografía ilustrada. Fundación Caja de Segorbe. Segorbe 1993.

2. Ver José Luís Ramos-Gorostiza: La percepción del cambio socioeconó-mico a finales del siglo XVIII: Viajeros ilustrados españoles en Inglaterra. Revista de Historia Industrial nº 44. Año XIX. Barcelona 2010.

3. Sobre el reinado de Carlos III y la Ilustración siguen siendo válidos: El libro de A. Domínguez Ortiz: Carlos III y la España de la Ilustración. Madrid 1988 y el de J. Sarrailh: La España Ilustrada de la 2ª mitad del siglo XVIII. F.C.E. México 1992.

Capítulo II

1. La merindad de ultrapuertos con capital en San Juan de Pié de Puerto pasó a Francia en 1530.

2. He seguido en este análisis sobre todo a Jesús Mª Usuñariz Garayoa: Las instituciones del Reino de Navarra durante la Edad Moderna. Revista del Inst. Estudios Vascos, 46, 2. 2001. Páginas 685-744.

3. Para este tema son básicas las siguientes obras: Alfredo Floristán Imizcoz, Historia de Navarra. 1994; Jaime Ignacio del Burgo, Historia General de Navarra. Rialp. Madrid 1992, 3 volúmenes; J. Lalinde Badía, El sis-tema normativo navarro. Anuario de Hª del Derecho Español. 1970 y la Gran Enciclopedia Navarra. Editada por la CAN. Pamplona 1990.

Capítulo III

1. Seguimos la edición del “Viaje fuera de España” hecha en Madrid en 1785 por Joaquín Ibarra. La Universidad de Alicante ha llevado a cabo en 2007 una nueva edición del Viaje fuera de España con una interesan-te introducción de Mónica Bolufer Peruga.

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2. En las citas textuales hemos tratado de acomodar las palabras al español actual y entre paréntesis incorporamos datos o rectificaciones obvias.

3. Para contrastar las obras de arte descritas por Ponz con la situación actual, hemos empleado el libro del profesor Jaime del Burgo titulado “Navarra”. Fue editado por Everest en León en 1977. También nos fue útil el Atlas de Navarra publicado por la CAN en Pamplona en el citado año.

Peregrinando a santiago Por los CaMinos de navarra

D. Agustín Miguélez PosadaCatedrático de Matemáticas

Si todos los caminos conducen a Roma, mejor podemos afirmar que por cualquiera de los caminos de España podemos llegar a Santiago de Compostela.

IntroducciónLa peregrinación a Compostela goza de itinerarios muy diversos y cada via-

jero puede elegir aquél que considera preferido por razones puramente perso-nales. No cabe la menor duda de que la edad dorada de las peregrinaciones a Compostela fue la época medieval en que los peregrinos emprendían la ruta motivados por una fe que, como habían leído en el evangelio, mueve montañas.

El historiador francés Jacques Heer nos dice del origen e implantación de las rutas peregrinas: “Hablar como se hace, a veces por hábito, de caminos de pe-regrinación es optar por lo más simple y presentar una imagen falsa de las cosas. Estos itinerarios no estaban inventados ni señalizados y los caminos de peregrina-ción son invenciones de los autores. De hecho, los hombres se desplazaban al azar, de acuerdo con las facilidades que se les presentaban y los requerimientos que se les hacían. En los grandes caminos competían las ciudades deseosas de imponerse como etapas mediante el descubrimiento o la exaltación de reliquias, prometiendo cada cual sus ventajas y utilizando una propaganda bien organizada. Estos “fina-les de etapa”, que ofrecían a la vez acogida material y consuelo espiritual, contri-buyeron mucho a mantener el prestigio de los santuarios más lejanos. Difundían su imagen, elogiaban sus virtudes, daban consejos y mantenían esperanzas”.

Como podemos ver a continuación, Aimeryc Picaud siguió, en el siglo XII, una ruta, de la que nos da su impresión personal, conocida como Camino

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de Santiago, si bien han existido y existen otras muchas las cuales confluyen como afluentes del camino francés que, partiendo de los diferentes puntos de España, arriban a él para continuar como un solo camino hasta Compostela.

La potenciación del camino que vamos a seguir llevó consigo la creación de iglesias, monasterios, hospitales y albergues que fueron determinantes para el desarrollo de las ciudades que iban creciendo y poblándose a lo largo de la ruta, intentando su engrandecimiento para ofrecer a los peregrinos todo aque-llo que creían necesario para su largo caminar.

Y, si como dice el refrán que todos los caminos conducen a Roma, igual podemos decir con respecto a Compostela. Así nos encontramos que dentro de un camino que podemos considerar como fundamental, se pueden tomar diferentes desviaciones, que más tarde confluirán en este camino que se ha dejado o discurrirán más bien de una forma relativamente paralela para, de alguna forma, encontrarse con el mismo que se había dejado para continuar por éste hasta Compostela. Nos encontraremos con diferentes caminos que, cada uno con su denominación, son considerados como rutas de peregrina-ción a Compostela.

Pero entre todos estos caminos, el camino por excelencia es el conocido como el camino francés que, desde sus orígenes, ha sido el mejor acondicio-nado, más preparado y, sin duda, el más transitado. Hay otros caminos que se han elegido por ser rutas muy antiguas dentro de las comunicaciones de nuestra península. Algunas de estas rutas fueron utilizadas por los primeros pueblos invasores como los fenicios, griegos y romanos que utilizaban estas calzadas como vías comerciales. Existen también las rutas marítimas que eran las utilizadas por los peregrinos de los países del norte que desembarcaban en ciudades del Cantábrico. En muchos casos, la elección de estos caminos se ha-cía en función de las preferencias personales para visitar lugares con reliquias por las que sentía una especial devoción. Como ejemplo de ello podemos mencionar la veneración que sentían por San Salvador de Oviedo y del que cuenta el antiguo dicho que “quien va a Santiago y no a San Salvador, honra al criado y olvida al Señor”. Una de las razones de la existencia de las rutas del norte, donde había monasterios de fundación antigua, era el peligro con que podían encontrarse más al sur, por los llanos de la meseta, por ser tierras inse-guras ante la dominación musulmana.

No podemos dejar de mencionar las rutas francesas, país que fue denomi-nado como la hija mayor de la Iglesia, con sus cuatro grandes rutas, a las que hay que añadir sus numerosas variantes, que vuelven a confluir con la ruta principal, si tenemos en cuenta la fe que movía a los peregrinos para visitar los

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numerosos santuarios e importantes monasterios, dado que el interés de los franceses por la veneración de las reliquias de sus santos era muy superior a la de los españoles. Y esto lo vemos confirmado por Aimeryc Picaud que invita a los franceses a visitar esos, para él santos lugares, ponderando la vida y mila-gros de los santos venerados en esos lugares de Francia.

La lluvia de estrellas, observada todas las noches por el ermitaño Pelagio desde su refugio en el monte Libredón, fue el principio de la vivencia desde hace siglos de un fenómeno, en principio religioso y más tarde también cultural, vivido por occidente desde el comienzo del culto a los restos del Apóstol Santiago, por cuyo motivo se iniciaron las peregrinaciones a Compostela que, quizás, han sido más multitudinarias que las que, en su momento, se dirigían a Jerusalén y Roma.

El aumento de las peregrinaciones coincide con los difíciles momentos que se daban en la cristiandad que necesitaba reafirmar su fe amenazada en España por los invasores del norte y los musulmanes del sur, quienes habían penetrado en el país no sólo con interés territorial sino, también, con el fin de acabar con la religión cristiana e imponer sus propias creencias religiosas. El peligro de su-cumbir ante los invasores fue motivo suficiente para cohesionar y unir a los in-dígenas para hacer frente a las invasiones. El Beato de Liébana, en el siglo VIII, proclamó a Santiago como patrón de España. Asimismo Alfonso II el Casto y el obispo Teodomiro propiciaron el culto a las reliquias del Apóstol. No podemos olvidar que la mayoría de las peregrinaciones cristianas se hacían en torno a las reliquias que están relacionadas con la vida o la muerte de los santos. Éstas han sido motivo de creación de templos, ermitas, santuarios o monasterios a los que acudían los peregrinos, motivados por la fe, con la esperanza de alcanzar favores o rendir agradecimiento por los ya obtenidos.

Sólo basados en la fe podemos entender el culto a los santos y el esplendor de las peregrinaciones jacobeas durante la Edad Media, si tenemos en cuenta los riesgos del camino atravesando montañas heladas, cruzando ríos cauda-losos y pasando por bosques donde no solo las fieras y alimañas atacaban a los peregrinos, sino que también los bandidos y atracadores eran un evidente peligro para ellos. Si bien eran conscientes de los riesgos, también lo eran de la recompensa que ello suponía, de acuerdo con las enseñanzas de Jesucristo y lo que se dice en los evangelios, ya que el premio sin esfuerzo o la gloria sin sufrimiento son inalcanzables.

En la baja Edad Media, de evolución progresiva, se transforma la anterior sociedad rural en urbana con el crecimiento de la conocida como burguesía. Nacen las universidades, se cambia la forma de gobernar y pierden su anti-guo poder tanto la Iglesia como los monasterios que dejan de seducir a la

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juventud. Las peregrinaciones pierden su atractivo y algunas pasan a ser me-ras romerías donde la piedad, e incluso la fe, son más bien actos con vistas al público, que pierden su carácter espiritual. Las reformas habidas en Europa se dejan sentir en el interés por los santos y sus reliquias y son un motivo más para la baja participación en las peregrinaciones.

Si bien se han iniciado en nuestro tiempo un nuevo tipo de peregrinacio-nes, como las que se hacen a Lourdes o Fátima, podemos ver que después de siglos de decadencia de las peregrinaciones al estilo antiguo, las peregrinacio-nes a Santiago se han ido revitalizando y, de una manera muy especial, en los años Xacobeos. Sigue haciéndose el camino a pie, se descansa en albergues y modernas hospederías y, en algunos casos, sigue utilizándose una vestimenta y utensilios peculiares.

El Camino de Santiago significa revivir las antiguas maneras de viajar, avivando las relaciones entre peregrinos, contemplando paisajes, aldeas, ca-lles y monumentos que han ido surgiendo a lo largo del camino desde tiem-pos remotos. En 1987 fue declarado Itinerario Cultural Europeo y, en 1983, Patrimonio Cultural de la Humanidad. Con motivo del Xacobeo de 2004, teniendo en cuenta que el Camino de Santiago sigue vigente y con un reno-vado auge testimonial, fue galardonado con el premio Príncipe de Asturias de la Concordia, al comprobar que es “un lugar de peregrinación y encuentro entre personas y pueblos que, a través de los siglos, se ha convertido en símbolo de frater-nidad y vertebrador de una conciencia europea”.

Si bien en el pasado era un camino de penitencia, de salvación con el cumplimiento de una firme promesa, de intercambio de culturas con países muy diversos, de desarrollo económico y estabilidad social, tanto para los pe-regrinos como para quienes han vivido y desarrollado no sólo el camino sino también las ciudades que fueron creándose, lo sigue siendo hoy, porque sigue siendo motivo de fe, cultura, espiritualidad y economía además de un motivo de reflexión y de relax.

Hacer el Camino de Santiago a través de cualquiera de sus rutas, llegar a Compostela, dar el abrazo al Apóstol según la costumbre peregrina, ganar el jubileo en los años compostelanos con el cumplimiento de los requisitos para ello y obtener la Compostela es realmente una conquista que anima a caminar a los numerosos peregrinos de los tiempos modernos.

Si bien las rutas actuales se encuentran muy mejoradas, son muchas las difi-cultades que encontraban los primeros peregrinos como nos dice Luis Barreiro “Alcanzados los Pirineos por las cuatro rutas del país galo, los pasos de este gran macizo refrendarían la pureza y consistencia de sus ideales. Después de los ríos na-

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varros, el Ebro anchuroso, el Pisuerga, el Esla, el Órbigo, el Sil lleno de ímpetu y el Miño; los macizos de la Cordillera Ibérica, la dura e inhóspita meseta castellana, los montes de León y el Bierzo, las sierras gallegas con empinadas pendientes y abun-dantes aguas, espesos bosques, el Cebreiro, nevado siempre etc., vendrían a comple-tar las dificultades que el Camino brindaba al espíritu más combativo”.

Por los caminos de NavarraLos peregrinos de Europa que iniciaban su peregrinación en los puntos más

lejanos del continente recorrían, allende los Pirineos, cuatro rutas bien defi-nidas. La primera de ellas partía de Arlés pasando por Montpellier, Narbone, Carcasone, Toulouse y Orlón. Era la ruta que seguían los peregrinos del sures-te francés, los procedentes de Italia y los alemanes del sur que, partiendo de Einsiedeln, a la que ellos denominaban como la ruta de Ober Strasse, llegaban a Nimes y por el valle de Aspe arribaban a España por Somport.

Después de seguir su ruta por tierras de Aragón, pasado el embalse de Yesa, 11 Km. de largo por uno de ancho, cuyo crecimiento anegará un tramo del Camino, entramos en Navarra pudiendo ir directamente a Liédana o cruzar el río Aragón pasando por Javier, que hay que visitar, para contemplar su castillo almenado del siglo XIII, y por el significado religioso y popular que tiene por haber nacido allí, a comienzos del siglo XVI, Francisco Jaso y Azpilicueta que, después de su largo peregrinar predicando la buena nueva del evangelio, se le

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reconoce como San Francisco Javier. Del castillo y paisaje nos dice Antonio Machado “Verás la maravilla del Camino / camino de soñada Compostela / -monte lila y flavo- peregrino, / en un llano, entre chopos de candela, / otoño con dos ríos ha dorado / el cerco del gigante centinela / de piedra y luz, prodigio torreado / que en el azul sin mancha se modela. / Verás en la llanura una jauría / de agudos galgos y un señor de caza, / cabalgando a lejana serranía, / vano fantasma de una vieja raza. / Debes entrar cuando en la tarde fría / brille un halcón en la desierta plaza”.

Sangüesa, donde confluyen los ríos Irati y Aragón, está situada a orillas del Aragón, construida sobre un antiguo solar romano. En el siglo XI se confir-mó como pueblo para confortar a los peregrinos procedentes de Somport. La ciudad fue repoblada hacia 1122, por Alfonso el Batallador quien, en 1131, daba a la Orden de San Juan de Jerusalén su palacio que estaba junto al puente de Sangossa, así como la iglesia de Santa María, de fachada con triple ábside románico, donde el juicio final, la gloria y el infierno están plásticamente re-presentados, y torre gótica octogonal, que estaba al comienzo del burgo de la nueva Sangüesa. Estaba fortificada con fuertes murallas y que llegó a tener tres hospitales. Tiene, además, la iglesia de San Francisco, de finales del siglo XIII, con claustro del XIV, y la iglesia de San Salvador, de finales del XIII, con la sillería del coro, procedente de Leyre, del siglo XVI.

Los que venían del norte habían pasado por el Monasterio de San Salvador de Leyre, panteón de los primeros reyes de Navarra. La portada de la puerta preciosa del monasterio, aparte de la riqueza ecológica que representan sus tallas de plantas y animales variadísimos, ofrece una síntesis de la teología que inspira el Pórtico de la Gloria, con un subrayado especial para el Misterio de la Anunciación. El monasterio consta de dos cuerpos: la cripta y sobre ella el templo. Su presbiterio es románico puro y la cripta, sobre todo, es uno de los primeros inicios de la arquitectura de este estilo. En Rocaforte se encuentra el primer convento fundado por San Francisco de Asís.

Pasado el desfiladero de Foz de Lumbier, donde el río Irati se pasaba en barca hasta el siglo XVI en que se construyó el puente del Diablo, y pasados peque-ños pueblos, se iba hacia la ermita de Nuestra Señora de Eunate, edificio ro-mánico del siglo XII, de arquitectura octogonal, inspirada en el Santo Sepulcro de Jerusalén, y rodeada de un claustro sin bóveda ni techumbre. Era meta de peregrinos y cruzados. En las excavaciones realizadas alrededor del templo se han encontrado sarcófagos con cuerpos de peregrinos, caballeros y hasta el de una joven reina desconocida. Según nos dice Juan G. Atienza “En sus capiteles vemos junto con representaciones de cabezas humanas, serpientes, aves y dragones, monstruos marinos, algas secas y petrificadas, pareciendo dar cuenta de esa tradición marinera primigenia que pertenece al contexto originario del mito jacobeo”.

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Desde aquí nos dirigimos a Puente la Reina donde, en Obanos, se unen las rutas europeas constituyendo un solo camino hasta Compostela, al que cono-cemos como el Camino francés.

Las otras tres rutas francesas del Camino de Santiago que llegaban a Roncesvalles a través de St. Jean Pied de Port y que entraban en España por el pueblo fronterizo de Arneguy, eran las siguientes:

1. La que seguían los borgoñeses partiendo de Notre Dame du Puy, conti-nuando por Conques, visitando el santuario de Santa Fe, Cohors y Moissac llegando a Ostabat donde confluían estas tres rutas.

Esta ruta, conocida con el nombre de vía podense, era a la que accedían los peregrinos de la zona alpina y los centroeuropeos que llegaban a Lyon, donde visitaban el santuario de Le Puy, en Velay. Como ya hemos visto an-teriormente, a mediados del siglo X, peregrinó a Compostela desde Le Puy Gondescalco, obispo de esta diócesis. Es una zona donde la fe estaba muy arraigada y donde, aún hoy, se conserva la veneración mariana en la catedral de Sainte Marie ubicada en el lugar donde se apareció la Virgen en la época romana. Entre las iglesias y oratorios que había en los montes de la Auvernia es de destacar la de La Magdelene. En la cima del monte Aubrac estaba el monasterio Aumont Aubrac con la iglesia de Notre Dame des Pauvres, cuya “campana de los extraviados” era utilizada como aviso tanto para los que po-dían perderse o ser presa de bandidos y salteadores.

Siguiendo por el valle del río Lot se llega a la abadía de Sainte Foy de Conques, con los restos de la mártir Santa Fe, de la que nos dice Picaud: “Levantaron una magnífica basílica en la que, para honra del Señor, hasta el día de hoy se observa diligentemente la regla de San Benito. Numerosas gracias se conceden allí a sanos y enfermos, y a la puerta de la basílica brota una magnífica fuente, admirable más allá de toda ponderación”. La abadía, que se conserva en la actualidad, es una importante muestra del arte románico. Fue construida en la segunda mitad del siglo XI con un tímpano policromado con la represen-tación del Juicio Final y una inscripción en piedra que dice: “Pecadores, si no cambiáis vuestras costumbres, sabed que sufriréis un juicio terrible”.

Orientados los peregrinos por el sonido de la campana de Notre Dame du Fort, se dirigían a Aubin, pasando por pequeños pueblos donde encontraban hospitales dedicados a Santiago, llegaban a Moissac donde estaba la impor-tante abadía de Saint Pierre de Moissac que, si bien fue atacada por árabes, wikingos y húngaros en los siglos VIII, IX y X, al fin fue recuperada por la abadía de Cluny, que renovaron los edificios para convertirlos en una de las

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obras más representativas del románico. Una vez pasado el río (La) Garona, ya en Gascuña, de gentes muy poco apreciadas por Picaud, podían venerar el brazo de San Antonio en la encomienda de Saint Antoine. Teniendo en cuen-ta los graves problemas que encontraban los peregrinos por las dificultades de esta región, se levantaron numerosos hospitales para atender a los peregri-nos enfermos. Había nueve en Lectoure entre los que había uno, Comdom, que permitía que los peregrinos enfermos pudieran seguir los oficios desde la cama. Después de visitar la abadía de Sauvelade, que cuarenta años después de su fundación se puso bajo el auspicio de Santiago con la observancia de la regla del cister, coincidían con los que hacían la ruta de Tours o Limoges.

2. Esta era seguida por los que procedían de Vezelay, donde veneraban las reli-quias de Santa María Magdalena, continuando su peregrinar por Bourges, Châteaurous, Limoges y Périguex.

Esta ruta, conocida como vía lemovicense, era la utilizada por los peregri-nos de Alemania y otros países de la Europa nororiental, que tenía su prin-cipio en Vézelay, donde se podían tomar dos diferentes rutas que llegaban a Bourges o Nevers unificándose en Limoges. Era Vézelay un centro de im-portancia peregrina como lo prueba la peregrinación de Ricardo Corazón de León en 1190 y Felipe II Augusto, rey de Francia. Aquí se veneraban los restos de María Magdalena como lo asegura Picaud que nos dice: “donde hasta el día de hoy reposan con todos los honores”.

Tras el paso del río Garona, nos adentramos en Las Landas para llegar a Saint Sever, lugar donde había predicado San Severo que, fue decapitado por los vándalos a principios del siglo V, y del que se dice que, cogiendo con sus manos su propia cabeza, después de ser decapitado, se dirigió a la cumbre de un cerro donde, posteriormente, se levantaron diversos hospitales entre los que cabe destacar el de Rotes, a poca distancia de Sauvaterre de Verán, donde ya se encontraban con los procedentes de la ruta turonense.

3. Esta ruta era la que seguían los flamencos y alemanes del Norte que se reunían en Aquisgrán para seguir el camino de París que, pasando por Orleáns, Tours, Poitiers y Burdeos, llegaba a Ostabat donde, como queda dicho, coincidían con los procedentes de Le Puy y Vezelay.

Podemos decir que realmente la peregrinación se iniciaba en París donde se daba acogida a los peregrinos del norte de Francia, a los de los Países Bajos y a los del norte de Alemania en el hospital de Saint Jaques aux Pélerins, del que aún se conserva su torre gótica. Si bien unos se dirigían a Chartres, para venerar las reliquias de Santa Ana que se encontraban en su catedral, la mayo-

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ría seguían hacia Orleáns donde Picaud nos aconseja visitar la iglesia de San Sansón, con el cuchillo de la última Cena, y la de la Santa Cruz, donde se conserva un trozo del lignum crucis.

Ciudad muy especial y la más importante es Tours, de quien recibe el nombre esta ruta, y en la que era imprescindible “visitar, a orillas del Loira, el glorioso cuerpo de San Martín, obispo y confesor, a quien se atribuye haber resucitado a tres muertos, y del que se dice que devolvió la ansiada salud a leprosos, energúmenos, erráticos, demoníacos y demás enfermos”. Durante la Edad Media, era grande la devoción que se tenía en toda Europa occidental por este santo por lo que a su basílica “acuden los enfermos y se curan, los paralíticos se yerguen, se cura todo tipo de enfermedades y los que piden reciben cumplidamente”. Si bien el templo se destruyó en 1802, ha sido reconstruido a fina-les del siglo XIX, de estilo gótico. Para Aymeric, natural de esta tierra, era Poitou “tierra fértil, excelente y llena de todo género de bienes, poblada por gente valiente y aguerrida, muy hábiles en el manejo del arco, de las flechas y de la lanza en las guerras, rapidísimos en la carrera, atildados en el vestido, de facciones distinguidas, astutos en su expresión, muy generosos en las recompensas y pródigos en la hospitalidad”. Es Poitiers, capital del Poitou, ciudad antigua y baluarte infranqueable donde, en el año 732, se frenó la expansión de los musulmanes por Europa. Ciudad próspera donde aún existían algunos edificios romanos con la iglesia de Notre Dame la Grande, mara-villa del románico y en cuyo lugar se construye más tarde la catedral gótica de San Pedro. Se disputó con Tours el cuerpo de San Martín sin conseguirlo.

Ya en la costa, “junto a Blaye se ha de pedir la protección de San Román, en cuya iglesia descansa el cuerpo del bienaventurado mártir Roldán, de noble estirpe, a saber, conde del rey Carlomagno, uno de los doce pares, que animados del celo de la fe, penetró en España para combatir a los infieles”. En Burdeos, en la iglesia de San Severino, Carlomagno dejó, para admiración de los peregrinos, el olifante que Roldán rajó por tanto inflar cuando pedía auxilio para las tropas de Carlomagno seriamente amenazadas por los vascones del lugar. Se deja la ciudad para pasar por tierra de Las Landas que era, según Picaud: “completamente desolada, carente de pan, vino, carne, pescados, ríos y fuentes, de escasas aldeas, llana, arenosa, aunque abundante en miel, mijo, panizo y puercos. Si se atraviesa en los meses calurosos, hay que guardarse el rostro de las vulgares moscas que habitualmente se llaman avispas o tábanos, que abundan por doquier. Y si no se mira atentamente donde se pisa, te hundes rápida-mente en la arena de la mar y en las zonas pantanosas que aquí abundan”. Para Hermann Künig era tierra maldita “muy dañosa para los pobres hermanos” por lo que da el siguiente consejo a los peregrinos: “provéete de pan y también de bebida, pues te aseguro que quien allí enfermare lo abandonan por completo los peregrinos; entierran en el camino a muchos hermanos que mueren allí de hambre, porque el de-tenerse sería también perderse ellos”.

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Ya próximos a España se pasa por Gascuña “abundante en blanco pan y ex-celente vino tinto, llena de bosques, prados, ríos y saludables fuentes, aunque los vascones son ligeros de palabra, parlanchines, burlones, libidinosos, borrachines, comilones, desastrados en la indumentaria, faltos de joyas pero hechos a la guerra y significados por su hospitalidad con los necesitados; tienen la costumbre de comer sin mesa, sentados alrededor del fuego, y beber todos del mismo vaso; comen y be-ben mucho, visten mal y se acuestan vergonzosamente todos juntos, los sirvientes con el amo y el ama, sobre un poco de paja entre la suciedad”, según nos relata Picaud. Acerca del paso del río Florón y un arroyo sigue diciendo: “que no pue-den cruzarse más que en barca; los barqueros merecen la más absoluta condena, pues aunque son ríos muy estrechos, por cada persona que pasan, sea rico o pobre, cobran de tarifa una moneda, y cuatro, que reclaman violenta y abusivamente, por la caballería; además tienen una barca pequeña, construida de un tronco de árbol, en la que apenas caben los caballos; una vez montados hay que andar con cuidado para no caerse al agua. En consecuencia será mejor que lleve el caballo fuera de la barca, por la corriente del río, arrastrándole por el freno; por eso monta en la barca con pocos, pues si se carga en exceso, pronto zozobrará. Además, mu-chas veces los barqueros suben tal masa de peregrinos, tras cobrarles el importe, que la nave vuelca, y los peregrinos se ahogan en el agua, de lo que se alegran macabra-mente, porque así se apoderan de los despojos de los náufragos”.

Una vez pasado el río, se encontraban con los peregrinos procedentes de Limoges y, en la Ostabat ultrapirenaica, con los procedentes de Le Puy. Ya, unidos, preparaban su ascensión para llegar a Roncesvalles encontrando, no sólo el peligro de los montes sino, también, el de las propias gentes de la re-gión de las que nos dice Picaud: “En las proximidades del Port de Cize, en las localidades de Ostabat, Saint Jean y Saint Michel Pied de Port, los recaudadores de portazgo son tan malvados que merecen la más absoluta condena, porque, ar-mados con dos o tres garrotes, salen al paso de los peregrinos arrancándoles por la fuerza injustos tributos, y si algún caminante se niega a pagar el dinero que le piden, lo golpean con los garrotes y en medio de amenazas le registran hasta las calzas y le quitan el censo. Es preciso saber que los recaudadores de portazgo no deben cobrar tributo alguno a los peregrinos y que los referidos barqueros no pue-den cobrar, como tarifa por la travesía, más que un óbolo por dos personas, si son ricas, y uno sólo por el caballo, y si son pobres, nada; y que están obligados a tener barcas grandes, en las que quepan cómodamente las personas con sus caballerías”. Al ser Ostabat punto de tránsito de peregrinos hacia Compostela, dada la confluencia de los mismos, aprovechándose de las instituciones caritativas, había extorsiones como se predicaba en un sermón: “no hay lengua que pueda contar todo el mal que se hace a los peregrinos; apenas pasa nadie por allí que no sea saqueado”.

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Se cruzaban los Pirineos por los puertos de Cisa, conocidos en el siglo XII como “Porta Hispaniae”, que, según Picaud, era pasaje admirable y legendario “tiene ocho millas de subida y otras ocho de bajada; su altura, en efecto, es tanta que parece que toca el cielo. A quien lo suba le parece que pudiera palpar el cielo con su propia mano. Desde su cumbre puede verse el mar británico y occidental, así como los confines de tres regiones: Castilla, Aragón y Francia. En la cima de este monte hay un lugar llamado la Cruz de Carlomagno, porque en él, en tiempos pasados, Carlomagno se abrió camino con hachas, piquetas, azadas y otras herramientas cuando, al frente de sus ejércitos se dirigía a España. A continuación alzó figurada-mente en el alto la Cruz del Señor, y doblando las rodillas en dirección a Galicia, elevó sus preces a Dios y a Santiago. Por este motivo, los peregrinos tienen por cos-tumbre hincarse allí de rodillas y orar vueltos hacia la patria de Santiago, y cada uno deja clavada una cruz, estandarte del Señor. Hasta mil se pueden encontrar. De ahí que se tenga a éste como primer lugar de oración a Santiago en el camino”.

Dado lo peligroso del paso, con objeto de ayudar a los peregrinos, se crea-ron pequeños refugios y ermitas. Lo más duro era la época invernal, como nos cuenta el peregrino Jean de Bonnecace: “En Roncesvalles la nieve llega a la rodilla”. No era difícil extraviarse en la maraña de la vegetación hasta llegar al hospital de San Salvador de Ibañeta, cuyo sonido de su campana orientaba a los peregrinos, pues ahí “vive un ermitaño para que taña la campana desde que se hace de noche hasta las diez de la misma noche, para que sirva de guía a los caminantes y peregrinos que en los montes circunvecinos caminan y llegado a la ermita hallan albergue y sustento para que los pobres no perezcan en las nieves y espesuras de los montes”. En el puerto de Ibañeta existió desde el siglo XI la capilla de Carlomagno o Roldán y en la parte superior de la llanura nos en-contramos el hito de piedra monumento a Roldán.

Se considera como punto de partida Roncesvalles, donde los vascones de-tuvieron el avance de Carlomagno. En la gesta Pseudo-Turpin se relata que el Apóstol Santiago se apareció a Carlomagno para manifestarle: “La ruta estre-llada que has visto en el cielo significa que marcharás a Galicia a la cabeza de un gran ejército y que, después de ti, todos los pueblos irán allá en peregrinación hasta la consumación de los siglos”.

En Roncesvalles se construyó en 1132 el Hospital de Nuestra Señora de Roncesvalles, cuya iglesia tenía la dignidad de colegiata y el Burgo de Roncesvalles con sus albergues. En el hospital de Roncesvalles se daba asilo a los peregrinos que podían comer y dormir durante tres días. Hoy, sobre sus ci-mientos, se alza la Colegiata, obra patrocinada por Sancho VII el Fuerte, don-de se encuentra su sepulcro. En la capilla de Sancti Spiritus reposan los restos de muchos peregrinos allí fallecidos. También se encontraban las tumbas de

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los doce Pares, consideradas como reliquias, que se extinguieron porque “pues los muchos franceses que acudieron a aquel acto –la llegada de Isabel de Valois, que iba a casarse con Felipe II– acabaron de vaciarlas, llevándose los pocos huesos que hallaron, y también los llevaron muchos españoles”. Unos años más tarde, también se hallaban en esta capilla “algunos recuerdos de los pares de Francia, que fueron abandonados en la derrota de Carlomagno, entre ellos dos bocinas de marfil, dos mazas de hierro y un grande estribo”. Pero la ilusión de los pere-grinos era ver los escenarios de glorias pasadas como nos cuenta Domenico Laffi, sacerdote de Bolonia, en una de sus peregrinaciones a Santiago: “Antes de abandonar este lugar quisimos ver, una vez más, el sepulcro de Roldán. Lo contemplamos largo rato y pusimos en una de las piedras, con la punta del cuchi-llo, nuestros nombres y apellidos. Después, habiéndolo contemplado por última vez, nos alejamos bastante, volviendo muchas veces la mirada para ver de nuevo Roncesvalles que tanto sentíamos dejar”.

A pesar de todo, el paso por estos lugares era muy temido por temor a la ferocidad de sus habitantes, según nos lo describe Picaud: “Navarros y vascones tienen características semejantes en las comidas, el vestido y la lengua, pero los vas-cos son de rostro más blanco que los navarros. Los navarros visten con ropas negras y cortas hasta las rodillas, como los escoceses, y usan un tipo de calzado que llaman abarcas, hechas de cuero, con el pelo sin curtir. Gastan en cambio unos mantos negros de lana que les llegan hasta los codos, y a los que llaman sayas. Como se ve, visten mal, lo mismo que comen y beben también mal, pues en casa de un navarro se tiene la costumbre de comer toda la familia, lo mismo el criado que el amo, la sirvienta que la señora, mezclando todos los platos en una sola cazuela, y nada de cucharas, sino con las propias manos, bebiendo todos del mismo jarro. Cuando los ve uno comer le parecen perros o cerdos. Y oyéndoles hablar te recuerdan los ladri-dos de los perros, por lo bárbaro de su lengua. Son un pueblo bárbaro, diferentes de todos los demás en sus costumbres y naturaleza, colmado de maldades, de color negro, de aspecto innoble, malvados, perversos, pérfidos, desleales, lujuriosos, bo-rrachos, agresivos, feroces, y salvajes, desalmados y réprobos, impíos y rudos, crueles y pendencieros, desprovistos de cualquier virtud y enseñados a todos los vicios e iniquidades, parejos en maldad a los getas y a los sarracenos y enemigos frontales de nuestra nación gala. Por una miserable moneda un navarro o un vasco liquida, como pueda, a un francés. En algunas de sus comarcas, en Vizcaya o Álava por ejemplo, los navarros mientras se calientan, se enseñan sus partes, el hombre a la mujer y la mujer al hombre”. No obstante lo dicho, reconoce que “sin embar-go se les considera valientes en el campo de batalla, cumpliendo en el pago de los diezmos, perseverantes en sus ofrendas en el altar, siendo semejantes a los escoceses en sus costumbres y aspecto”.

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Si, en un principio, fueron muchas las alternativas del trazado del Camino Navarro, fue Sancho III quien fijó, en 1030, el trazado definitivo del Camino Francés desde Ostabat, en la navarra ultrapirenaica. Después de caminar por bosques de especial belleza y pueblos medievales perfectamente conservados, nos encontramos en Zubiri con su airoso puente de piedra. Otro puente es-pectacular lo vamos a encontrar en Arre, donde cruzaremos el río Ulzama. Ya cerca de Pamplona, en Larrasoaña, localidad con un antiguo monasterio que llegó a tener dos hospitales, se conserva su iglesia y hospital de San Nicolás, donde eran atendidos los peregrinos enfermos. Es una ciudad típicamente peregrina como lo demuestra su urbanismo longitudinal.

Siguiendo el valle del río Arga, se pasa por Villaba, llegando hasta Pamplona, después de cruzar las murallas y el puente románico de La Magdalena. A la en-trada, y antes de las murallas, había un hospital para pobres, habilitado poste-riormente para peregrinos que llegaban cuando estaban cerradas las puertas de la ciudad. Pamplona es una ciudad de origen romano, sede episcopal con los visigodos, conquistada por los árabes y reconquistada en el siglo IX. La catedral ocupaba un cerro alrededor del cual se constituye la ciudad de la Navarrería, capital del reino Navarra-Nájera y, finalmente, Navarra. Fuera de las murallas, los francos fundaron dos barrios, uno el de San Cernin exclusivo de los francos y otro de San Nicolás para los que ya habían adquirido mestizaje con los na-varros. Unidos los francos, asaltan la ciudad de los navarros, lo que supone la decadencia de la ciudad hasta que, en 1423, se unen los poblados de la ciudad derrumbando las murallas. El rey navarro Carlos III el Noble creó una sola ciudad, con la unión de los tres burgos, mediante la cédula conocida como “El Privilegio de la Unión”. Fue Pamplona una ciudad típicamente hospitala-ria, destacando entre sus hospitales el de San Miguel, contiguo a la Catedral, donde los peregrinos recibían durante tres días cama, pan, vino y un plato de verdura, de carne o de legumbres. En calles contiguas, alrededor de la Catedral, como Dormitalería, Navarrería, calle del Obispo etc., había otros hospitales. Con la decadencia de las peregrinaciones “ya sea porque se va refinando la po-blación, o por las muchas herejías que se han levantado, o por las grandes guerras que estorban el paso de los peregrinos”, en el siglo XVI había solamente cuatro casas hospitalarias. Su Catedral, de fachada neoclásica e interior gótico, tenía una cocina que sirvió para alimentar a muchos peregrinos. De ello nos cuenta Domenico Laffi en su viaje a Compostela “mientras se celebraba la misa mayor ponen encima de una mesa alimento para doce peregrinos, y colocan ésta en la puer-ta de la iglesia. Los peregrinos tienen que ir a la cocina, donde se les sirve a cada uno una escudilla de caldo, no de sopa, porque en este país no la conocen. Una vez que los peregrinos reciben sus escudillas de caldo vuelven en fila de uno a uno a la iglesia y toman asiento en los lugares que les están reservados en la mesa. Llega después un

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hombre con un caldero de carne cocida y sirve a cada uno su porción, y otro le da a cada peregrino una loncha de cerdo, y un tercero le sirve un vaso de vino a cada cual. Por la tarde hay bendición del Santísimo Sacramento con música”. Así era, en el siglo XVII, como se recibía a los peregrinos.

Su interior de tres naves, su afinado gótico francés, sus arcos y vidrieras con la cadencia de sus voladuras y nervaduras, dan realce a esta catedral. Ésta se inició en 1390, durante el reinado de Carlos III el Noble, tras el hundimiento parcial de la primitiva seo románica, y no finalizó hasta finales del siglo XV. Es notable la sillería de su coro realizada hacia 1540. Son de notar la imagen de Santa María la Real y los retablos, siglo XVI, de San Juan Bautista y Santa Cristina. Delante del presbiterio están los sepulcros de Carlos III el Noble y su esposa Leonor de Castilla. No podemos abandonar la Catedral sin entrar en el claustro gótico que, según André Michel “es el más rico de todos los claustros del siglo XIV”. En él predomina la Puerta Preciosa con representación de la vida de la Virgen, referidas a la Anunciación, el Tránsito y la Coronación. En él están las puertas de la sala capitular y la antigua cocina y refectorio, estando ahora en las dos últimas estancias el Museo Diocesano.

También son a visitar la iglesia de San Cernín, del siglo XIII, de alta torre, fachada con cinco arcadas góticas, y la capilla de la Virgen del Camino que, en los tiempos de peregrinaciones importantes, era lugar de visita obligatoria para los peregrinos.

La iglesia de San Nicolás, del siglo XIII, de período de transición al gótico y que daba nombre a uno de los burgos primitivos, presenta un cierto aspecto defensivo, teniendo en cuenta las disputas habidas entre los burgos en que estaba dividida la ciudad.

Fuera del casco viejo está la iglesia de San Lorenzo que tiene en la capilla barroca de San Fermín una talla con el busto y relicario del santo que, el 7 de julio, es sacado en procesión por las calles y los mozos le cantan: “A San Fermín pedimos, / por ser nuestro patrón / nos guíe en el encierro / dándonos su bendición”.

El más antiguo de los edificios civiles es la Cámara de Comptos, siglos XIII-XIV, que albergó el tribunal de ese mismo nombre y es ahora la sede de la institución Príncipe de Viana. En el palacio de Navarra se ha establecido la sede del gobier-no autónomo. Asimismo el Hospital de Misericordia, de fachada renacentista, construido en 1556, alberga ahora el Museo de Navarra. Entre los palacios po-demos citar el de los Itúrbide, el de los Goyeneche, del siglo XVIII, el barroco de Ezpeleta y el de los condes de Guenduláin, también del XVIII.

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Pamplona fue una plaza fuerte, como puede apreciarse en parte de sus mu-rallas y la Ciudadela, siglos XVI-XVII.

Siguiendo nuestra ruta, pasaremos por el Alto del Perdón antes de Obanos y Puente la Reina. Ya en este lugar, confluencia de caminos, podemos admirar su puente romano, al que el pueblo debe su nombre, ya que fue levantado por Doña Mayor, esposa de Sancho el Mayor de Navarra, para paso de los pere-grinos jacobeos sobre el río Arga. Era Puente la Reina una ciudad de aspecto cosmopolita con sus artesanos, clérigos y monjes, obispos con nutrido séquito y vendedores ambulantes donde había gente de bien y de mal, porque era una ciudad atractiva para vivir por el prestigio y atractivo del Camino de Santiago. El ya famoso puente sobre el río Arga facilita el tránsito de los peregrinos y el desarrollo de su calle principal como vía más importante para el tránsito de los caminantes. Como otras muchas ciudades a lo largo del Camino, fue poblada por los francos y otros pobladores a los que se concedieron tierras por Alfonso I el Batallador. Es Puente la Reina lugar “donde todos los caminos se hacen uno solo para marchar juntos hasta Compostela”. Su Rúa Mayor, antigua calle de peregrinos, se adentra en la ciudad por la iglesia del Crucifijo situada junto al convento de Reparadores, levantado por los Templarios al igual que su contiguo Hospital. La iglesia de Santiago, de pórtico románico, tiene en su interior la imagen de Santiago Peregrino.

El viajero irlandés Walter Starkie nos la cita como una ciudad muy espe-cial, al describirla así en su diario: “Cuando me paseaba por las calles de Puente la Reina tenía sensación de haber vuelto a la Edad Media porque la calle Mayor es el auténtico antiguo Camino de Santiago, y las muchedumbres que caminan por ella al atardecer en dirección al puente, que se halla en el extremo de la población, hacen pensar en los antiguos peregrinos. Más tarde, cuando a las nueve y a las diez de la noche la campana de la iglesia toca cuarenta campanadas, la ilusión de vivir en los grandes días de las peregrinaciones se hace completa, porque las cuarenta campanadas servían en la Edad Media para advertir al peregrino solitario que caminaba cansadamente en la noche, que tenía a mano un puesto de descanso”.

Después de dejar Puente la Reina, hay una pequeña subida a una colina, en cuya bajada nos encontramos con el pueblo de Mañeru, cuya iglesia pa-rroquial fue construida por Ventura Rodríguez y que tiene un crucero en su entrada. En el dintel de una de sus casas blasonadas aparece el pareado “De toda palabra ociosa, dará el hombre cuenta rigurosa”. Esta localidad perteneció en el siglo XIII a la Orden de San Juan.

Desde aquí, y siguiendo el antiguo Camino francés, se subía hasta Cirauqui, villa que se encuentra en un cerro, que ha sabido conservar su gran carácter

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como lo prueban los escudos, galerías y balcones y sus grandes portalones. En la parte baja hay restos de la antigua calzada romana que fue utilizada por los peregrinos durante mucho tiempo. Esta ciudad medieval, bien conservada, tie-ne una plaza porticada donde resalta su noble Casa Consistorial. Un poco más arriba está la iglesia de San Román con portada románica de transición. En la otra cara del cerro, y en un plano inferior, está la iglesia gótica de Santa Catalina.

Antes de llegar a Lorca nos encontramos con el río Salado, del que nos ad-vierte Picaud “por el lugar que se llama Lorca, en su parte oriental, pasa el río que se llama Salado. Allí, ¡cuidado con beber en él, ni tú ni tu caballo, pues es un río mortífero! Camino de Santiago, sentados en su orilla encontramos a dos navarros afilando los cuchillos con los que solían desollar a las caballerías de los peregrinos que bebían de aquel agua y morían. Les preguntamos y nos respondieron mintien-do, que aquel agua era potable, por lo que dimos de beber a nuestros caballos, de los que al punto murieron dos, que los navarros desollaron allí mismo”.

Es interesante la visita al Monasterio de Irache, situado a pocos kilómetros de pasar Estella, de raíces visigóticas, con ábsides de estilo románico y claustro renacentista, que, desde mediados del siglo X, recibió el apoyo de los reyes na-varros y se fue engrandeciendo con la magnífica labor de sus abades. Aquí se creó el primer hospital de peregrinos en tierras navarras. Después de un perío-do crítico en el siglo XIII, el monasterio recuperó su primitivo esplendor con su Universidad, creada en el siglo XVI, donde se cursaban estudios de teología, artes, leyes y medicina, hasta la exclaustración de la abadía en el siglo XIX. Si bien en principio era el monasterio un final de etapa, ésta pasó a ser en Estella cuando el rey Sancho Ramírez hizo de la antigua Lizarra un pueblo de francos que creció rápidamente, creando iglesias, hospitales y albergues; lo que signifi-có un auge comercial en la ruta jacobea.

El nombre de Estella se deriva precisamente del nombre de Lizarra ya que, al perder la L, se convierte en Izarra que en vasco significa “estrella”. Estella fue Corte de Navarra y capital Carlista. Su poblado antiguo es atravesado por el río Ega el que, a su vez, rodea el nuevo ensanche.

Los peregrinos accedían a la ciudad por la puerta de San Agustín, donde existía una leprosería, caminando por la conocida como Rúa de las Tiendas. En distintos archivos se relacionan nombres y profesiones de los francos: cesteros, caldereros, pelaires, cambistas, albergadores, carpinteros… Entre éstos, como lo hemos citado en otros lugares, los había que abusaban de los peregrinos. Aquí fue ahorcado Domingo Fernández de Burgui por proporcionar bebidas aletargantes a los peregrinos con el fin de poder robarles. También fue preso Johan de Londres por robar a los peregrinos que dormían en el hospicio de Domingo Gallego.

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Sus monumentos más importantes están en torno a la plaza de San Martín. Ahí se encuentra la iglesia de San Pedro de la Rúa, de los siglos XII y XIII, a la que se accede por una impresionante escalinata. Tiene una gran torre defen-siva y una excelente puerta de arquivoltas apuntadas y arco central lobulado. Tiene tres naves con ábsides semicirculares y, en su interior, tiene la imagen románica de Nuestra Señora de Belén, un valioso báculo del siglo XIII y las reliquias de San Andrés que portaba el obispo griego de Patras, en su peregri-nar a Santiago con la ofrenda de un relicario del Santo, y que murió en uno de sus hospitales. Ante el resplandor nocturno que salía de su tumba, se exhumó el cadáver y encontraron en su pecho una cajita con las reliquias. La iglesia románica de San Miguel Arcángel, de los siglos XII-XVI, tiene sus arqui-voltas decoradas con profetas, santos, ángeles, ancianos del Apocalipsis y un Pantocrátor que lleva la inscripción “Ni es Dios ni es hombre lo que ves; pero es Dios y es hombre aquél a quien representa”. La iglesia gótica del Santo Sepulcro tiene una portada donde la Crucifixión muestra a un Longinos cegado. Las tres Marías están ante el sepulcro vacío, con soldados durmiendo y un ángel en la parte alta. La iglesia parroquial de San Juan Bautista, con retablo mayor renacentista, tiene una imagen de la Virgen de las Antorchas y un Santiago peregrino de época barroca. La iglesia de Santa María Jus del Castillo, de los siglos XII-XIII, fue antigua capilla real levantada sobre la sinagoga del barrio hebreo. Es interesante aclarar que, tras la expulsión de los judíos por los Reyes Católicos, como Navarra era un reino independiente de España, sus reyes pi-dieron a la ciudad de Estella que diese a los sefardíes de la diáspora pasaje libre y ayuda, recomendándole que “se asentaran aquí todos los que les fuera posible, porque son gente dócil y que se somete fácilmente a la razón”.

Cuenta con varios conventos: el gótico de Santo Domingo, siglos XIII-XIV, que lo fue de los Padres Predicadores, el de las Concepcionistas Recoletas, el de Santa Clara, siglo XVII, y el de San Benito del siglo X.

En la arquitectura civil tenemos el Palacio de los Reyes de Navarra, en el que destaca el capitel que representa la lucha de Roldán con Ferregut, cita-do en la Guía Calixtina, con letras grabadas en el ábaco que identifican a los personajes. Cuenta con la cárcel medieval y palacios de los siglos XIV al XVII como el del Gobernador, el de los Ruiz de Alda, el de los MODEM y el de los condes de San Cristóbal, de fachada plateresca, donde nació Fray Diego de Estella, profesor de la Universidad de Salamanca en el siglo XVI.

Como hemos dicho, es ciudad peregrina de la que nos dice Picaud “Estella es fértil en pan y excelente vino, así como en carne y pescado y abastecida de todo tipo de bienes, de agua dulce, sana y de agradable sabor”.

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En el siglo XIII, nos la describe el abad de Cluny, Pedro el Venerable, como ciudad “con castillo noble y famoso, en hermosa situación y rodeado de fértiles campos”.

Tal era el esplendor de la ciudad cuando pasó por ella el peregrino Starkie, que nos la describe así: “Los juglares del siglo XV, que eran por experiencia buenos jueces de las virtudes relativas de las poblaciones en las que cantaban y tocaban la viola, elogiaron esta ciudad llamándola Estella la Bella”.

Después del pueblo de Urbiola llegamos a Los Arcos, de la que nos advierte Picaud “Por la villa denominada Los Arcos discurre una corriente de agua mor-tífera; y después de Los Arcos, junto al primer hospital, es decir, entre Los Arcos y el mismo hospital, pasa una corriente de agua mortífera para las caballerías y los hombres que la beben”.

En Torres del Río nos encontramos con la iglesia románica del Santo Sepulcro, del siglo XII, de planta octogonal y rematada con una linterna, en la que según la tradición se encendía un fuego en su faro o linterna cuando fallecía un peregrino en sus proximidades. La planta de esta iglesia es octogonal por lo que, parece ser, querían reproducir la mezquita de la Roca de Jerusalén. Fue construida proba-blemente por los Caballeros Templarios. En su interior su bóveda de estilo califal presenta unos nervios, que, cruzados entre sí, forman una estrella de ocho pun-tas. Tiene un Cristo en majestad de finales del románico. Alrededor del templo había un cementerio con importantes sepulturas. Del mismo estilo, aunque de tamaño reducido, es la ermita de Nuestra Señora de Eunate.

Viana, ciudad fundada por el rey Sancho el Fuerte para frenar el acoso de Castilla, tiene su caserío sobre una fortificada altura con sus puertas y murallas. Nos dice J. del Burgo que “desde la atalaya de pétreos muros puede verse aún el Campo de la Verdad, que de muy antiguo estaba destinado para los combates de los nobles en desafío. Allí en 1067 se desarrolló una sangrienta batalla entre los tres reyes Sancho: Sancho de Castilla, Sancho de Aragón y Sancho de Navarra. El de Castilla fue vencido y aún perdura el recuerdo de su fuga en un caballo sin freno ni silla”.

Fue importante hito en el Camino de Santiago y, dada su importancia ja-cobea, llegó a tener cuatro hospitales. Su iglesia de Santa María, construida entre los siglos XIV y XVI, por sus grandes dimensiones tiene el aspecto de una catedral. Su fachada sur tiene dos cuerpos, con una hornacina central, con relieves y esculturas de la vida de Jesús, de mediados del siglo XVI. En su interior tiene pinturas y temples de Luis Paret. El retablo mayor tiene elemen-tos platerescos y barrocos. Delante de su portada renacentista está la tumba de César Borgia, cuñado del rey de Navarra Luis Lebrit.

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Se conservan las ruinas de la importante iglesia de San Pedro, siglo XIV, con su torre fortaleza que, ocupado por los liberales en la Primera Guerra car-lista, quedó en tan mal estado que se desplomó en 1844.

Su monumento civil más importante es el Ayuntamiento con soportales, escudo y dos torreones del siglo XVII. Tiene casas blasonadas como las de Añón y Busto, Marquínez-Aldunate y los palacios de los Dicastillo, los Urra y los Cereceda.

En esta ciudad nació el escritor del siglo XIX, Francisco Navarro Villoslada.

Aquí finaliza el Camino de Navarra ya que, pasado el puente sobre el río Ebro, se entra en la Rioja.

Camino de Bayonne–Baztan–PamplonaEl camino de Bayonne a Pamplona se realiza en torno al río Baztán que da

su nombre a la comarca por la que discurre esta ruta del Camino de Santiago. En sus orígenes, el camino que discurre por Velate y Baztán era utilizado para dar salida al mar por Bayonne y Pasajes. Los caminos, tanto comerciales como ganaderos, fueron utilizados por los peregrinos que, procedentes de Bayonne, se dirigían a Pamplona para coger, a partir de este punto, el camino francés. La tradición peregrina está controlada por las hospederías y establecimientos religiosos. Actualmente se está recuperando esta ruta mejorando su señaliza-ción y habilitando albergues.

Bayonne y Pamplona, separadas por 100 Km., han estado relacionadas du-rante largo tiempo por lazos socioeconómicos y culturales. Las hospederías y establecimientos religiosos existentes a la vera del camino: Uztaritze, Zuraide, Urdazubi/Urdax, Urrasun, San Blas, Elizondo, Aniz, San Blas de Almandoz, Belate o Arre, hablan de esa tradición de acogida a peregrinos y visitantes.

La recuperación como vía de peregrinación del camino de Baztán va con-solidándose día a día. Se está mejorando la señalización, habilitando alber-gues... Es una nueva e interesante oportunidad para conocer nuestros caminos y nuestra tierra, el mundo rural a pie, sin las prisas aromatizadas de gasolina, ni filtradas por cristales, según testimonio de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago en Baztán y Urdax.

Partiendo de Bayonne, siguiendo la ruta del río Aturri-Adour, pasados unos 40 minutos de nuestro caminar, encontramos la primera señal del Camino de Santiago. De Ustaritz a Urdax podemos contemplar el paisaje con prados y

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variados bosques con robledales, olmos, arces o avellanos. En Ainhoa nos encontramos la casa natal de Axular, literato en euskera del siglo XVII. En Urdazubi, además del Monasterio de San Salvador, nos vamos a encontrar la cueva de Ikaburua. En Amaiur está el emplazamiento del castillo, símbolo de la batalla de 1522, y un monumento conmemorando la resistencia de los últimos defensores de la independencia navarra.

Ya dentro del Valle del Baztán todos los pueblos tienen su belleza, tanto orna-mental como paisajística, hasta tal punto que es conocido como “la Suiza Navarra”.

Entre las numerosas mansiones palaciegas del siglo XVIII cabe destacar en Elizondo el Palacio de Arizcunenea, el mejor barroco baztanés que se puede encontrar. También, en su iglesia, nos encontramos un Santiago que da fe del camino que recorremos.

En el puerto de Velate se puede observar la antigua calzada romana por la que han pasado los peregrinos en su caminar hacia Compostela. Santa María, Santiago y San Bartolomé son vestigios del campamento edificado por los pe-regrinos. El templo de Santa María, del siglo XIII, ha sido restaurado hace po-cos años. En la Venta de San Blas estuvo una ermita y albergue de peregrinos.

En Arre, muy cerca ya de Pamplona, además del puente, del que ya quedó constancia, y su ermita-albergue, nos encontramos con la ruta navarra que viene desde Roncesvalles.

el CaMino de santiago y el roMániCo

Prof. Dr. D. Alberto José Lleonart Amsélem

Presentación. Contexto históricoHe de confesar que este es un tema académico típico, pues cantidad es lo

escrito, dicho y publicado acerca del Románico en el Camino de Santiago. Me pregunto por eso si es posible aportar hoy algo novedoso, y si merece la pena seguir escribiendo sobre este Camino y este Arte bien conocido por su estilo y orden tranquilo, Arte sereno, austero, simbólico, acogedor, en cuyo seno, si se trata de un templo, uno es anegado en claroscuros, rasantes luces y sombras propicias a la meditación espiritual; Arte quintaesenciado por lo poé-tico, por lo puro, sencillo y hermoso, pero de grandeza revestida por su misma simplicidad aparente… En estas líneas, intentaré proponer(os), sin embargo, algunas sugerencias, brevísimas notas, aportes, respecto a una manifestación artística cuyos esplendores, diríase con razón, hemos redescubierto o recupe-rado en nuestros días.

Encontrándonos en el Camino de Santiago, he creído oportuno hablar de él, aun cuando fueran cuatro palabras. Introduciré, en primer lugar, echando mano de la Historia, un previo comentario, acaso elemental.

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Que liberado de los árabes todo el Norte de la Península, los peregrinos se van abriendo paso, a partir del siglo X, por el Camino de Santiago o Camino francés iter francorum. Por él entran además corrientes culturales europeas, in-cluso nuevos ritos litúrgico-religiosos, a través de la Orden borgoña de Cluny, y también mercaderías y mercaderes que irán repoblando las despobladas re-giones reconquistadas a los moros. “Mercaderes”, por cierto, es el nombre de algunas calles de estos asentamientos.

Querría recordar, en este punto, que el año que se reconquistó Toledo (1085), tras casi 400 años de ocupación, en ese mismo año, los normandos conquistan Sicilia y Salerno, eventos todos considerados los más transcenden-tales del siglo XI. Comenzaba así el eclipse de la Media Luna arábiga sobre el Mediterráneo occidental, y el Al-Andalus es dividido en Taifas el mismo siglo. El río Tajo, camino de Lisboa, con sus valles y entre profundos cortes, cual si la tierra se abriera, era la gran gruesa raya que separaba Europa a un lado, y al otro el Islam.

Pues bien, la “Edad Media”, denominación de suyo discutible, aparte de peyorativa, representa un largo interminable tiempo, con sus noches y sus días, sus siglos, con su oscuridad y su luminosidad, un tiempo, digo, dema-siado largo, casi diez siglos, –una eternidad, para luego, sin más, distinguir en él, sólo dos o tres grandes partes, la Alta y la Baja Edad Media, simplifi-cando de un plumazo toda una enormidad, un universo complejísimo. ¿Con qué intención o ánimo?–, me pregunto. ¿Minimizar, reducir su importancia? Ignoramos, por ejemplo, que los siglos XII y XIII conocieron un importante Renacimiento cultural.

Así, irrumpen las primeras Universidades europeas: París, Bolonia, Salamanca, Oxford, Edimburgo, etc.; aparece una pléyade de famosísimos sabios y teólogos: Agustín de Hipona, Isidoro de Sevilla en el comienzo, y más adelante, Alberto el Magno, Tomás de Aquino, Anselmo, Buenaventura, Pedro Lombardo, etc.; en Hispania, por ejemplo, Raimundo Lulio, y en Al-Andalus, Averroes y Maimónides y otros sabios, amén de poetas y escritores cristianos, ya en la Alta, ya en la Baja Edad Media, como fueron los versos de Jorge Manrique, las inolvidables emotivas Coplas, honor y gloria de la lite-ratura hispánica. Son sólo ejemplos. Por otra parte, se levanta el Románico, y luego el Gótico, las grandes catedrales, verdaderos rascacielos de entonces, cubriendo la geografía europea; asímismo, entre otras aportaciones, el Canto Gregoriano, e invención de las notas musicales, los scriptoria y bibliotecas de los monasterios prerrománicos y románicos y, en fin, como decíamos, el Románico que dará paso al Gótico, otra invención genial.

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Es más, Europa, como se pregunta un especialista del Medievo, J. Le Goff, “Europa, –escribe–, ¿ha nacido en la Edad Media?” Su respuesta es afirmativa. Pienso que es, pues, insostenible y frívolo hablar de la Edad Media como si fuese un tiempo intermedio, de paso, y una página de la historia que poco o nada ha dado a la ciencia y la cultura.

El Románico, primer arte occidental y cristiano

Hablando ahora del Románico, digamos, primeramente, que este arte y que nuestras primeras letras castellanas se asoman a la luz de la historia casi en tiempos muy próximos. Es decir, que nuestro Románico se manifiesta casi al mismo tiempo con nuestras primeras palabras escritas en roman-paladino, o sea, con la que será la lengua española. Escritas en forma de anotaciones por monjes de San Millán de la Cogolla y Silos, las llamadas Glosas Emilianenses y Silenses (siglo X), pronto aparecerán los primeros hermosos versos en len-gua española, los famosos de Gonzalo de Berceo, dedicados a los Milagros de Nuestra Señora. Todo ello era probablemente resultado de los avances guerre-ros de la Reconquista cristiana.

Es el Románico, entre los siglos IX y XII, casi tres siglos, el telón de fondo de un arte que bordea los transitados Caminos peregrinos (porque los cami-

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nos a Santiago fueron muchos). El Románico formará parte fundamental de todo lo cristiano. Dio buena sombra, por así decirlo, a toda esta fe y a su litur-gia, y sus robustos muros fueron refugio espiritual de creyentes.

La Cristiandad Medieval que, de algún modo, formaba una cierta unidad política, cuasi social, aparte de espiritual y religiosa, con sede capital en Roma, tuvo en el Románico (luego en el Gótico) su identidad artística más acusada e inconfundible. Este arte, el Románico, creció y floreció por toda Europa, incluso más allá del Sena, del Rhin y del Danubio y esmaltó de ricas piedras preciosas el solar europeo.

En otro orden de cosas, entre los años 950 y 1050, se produjo sobre Europa un cierto crecimiento económico. Desgraciadamente, la guerra con-tra los invasores sarracenos privaría a España de estos beneficios. El historia-dor Américo Castro ya lo expresó con tal vez demasiada rotundidad. “España –dijo– fue apartada del curso seguido por los demás pueblos occidentales”. Pues bien, este cambio o desarrollo repercutirá principalmente en la construc-ción, ya de sedes episcopales y monasterios, ya de iglesias, así como en una primera principal emigración del hombre del campo a la ciudad.

Muy reproducida a este respecto ha sido la cita de un monje cluniacense, Raul Glaber, cita casi poética que, en estos primeros años del año 1000, escri-bió textualmente: “el mundo se sacudía para despojarse de su vetustez y reves-tirse de un manto blanco de iglesias, … incluso las pequeñas capillas fueron reconstruidas y embellecidas por los fieles”. Diríase que, sobrepasados los terro-res del milenio, el hombre del Medievo recobra la paz y la ilusión por la vida.

En cuanto a la Península, el Románico se extendió, especialmente, por todo el Norte, de Este a Oeste, hasta donde el sol se pone en la llamada “Costa de la Muerte” próxima al fin de la tierra entonces conocida (Finis Terrae). El Románico, como vanguardia artística y cultural, atravesó los Pirineos, por Cataluña, Aragón y Navarra, y penetró por el Camino francés (Navarra) y por la vía Tolosana (de Toulouse) que venía de Italia y de Arlés a través del puer-to de Somport y Jaca. Ambas vías, la que venía de Navarra y la que venía de Aragón, confluían en Puente la Reina, localidad medieval, La Reina, pues fue la esposa del gran Rey Sancho III el Mayor o el Grande, Señora que promovió la construcción del puente sobre el Arga que da nombre a la ciudad.

Ya hemos aludido a este Arte que va a coincidir, no por azar, con el gran avance de la Reconquista tras la toma de Toledo por Alfonso VI. Pero la Reconquista se eterniza. El nuevo gran avance hacia el Sur no tendrá lugar hasta el siglo XIII, es decir, hasta dos siglos más tarde, con la famosa batalla

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de las Navas de Tolosa, ya imperante el Gótico. Luego, Fernando III el Santo conquistará Jaén, Córdoba, Sevilla y se acercará tan sólo a Granada, la precio-sa fruta que tanto va a costar arrancarla del jardín palaciego del último Nazarí.

En realidad, Románico y Gótico coexisten por algún tiempo, imponiéndose este último, y Burgos y León, en plena ruta hacia el Sepulcro de Santiago, como brújulas, apuntarán sus torres y flechas góticas hacia los azules fríos cielos caste-llanos. Todo ello enriquecerá el patrimonio artístico y monumental del Camino.

Pese a la novedad y espectacularidad del Gótico, el Románico permane-ce como un clásico, como un referente de la vieja cultura europea, un estilo, con toda probabilidad, primero típicamente occidental-europeo y cristiano. El Románico, además de templos, monasterios, evocadores claustros, pequeñas capillas, también inspiró palacios, (como el Palacio de los Reyes de Navarra en Estella, tal vez la principal muestra del Románico civil en esta tierra), y tam-bién inspiró puentes, como el citado de la Reina (seguramente, el más hermoso de la España medieval, junto al romano-medieval de Orense sobre el Miño).

Sin embargo, no todo este legendario e histórico patrimonio permanece en pie. La pintura del románico ¡cuánto se ha perdido! pues no poco de este pa-trimonio fue abandonado y entregado a los implacables elementos y leyes de la naturaleza, y sobre todo, expuesto a los desastres de las guerras. En España, además, las denominadas Leyes de Desamortización de 1833, fueron tam-bién, en realidad, de desamortización-mortificación y de muerte.

Las cuatro grandes vías (Turonensis, Lemovicensis, Podiensis, Tolosana)

Recordemos ahora que eran cuatro las principales grandes vías que, atrave-sando el Centro de Europa, entraban en Iberia, como decía el clérigo Picaud en la Guía del Peregrino Medieval contenida en el Códice (Codex) Calixtinus o Libro de Santiago (Liber Sancti Jacobi). De estas cuatro, tres entraban por Roncesvalles, es decir, por Navarra, y una por el Pirineo oscense, por el puerto de Somport (sumo puerto), y luego, por Jaca. –como ya dijimos. Parajes estos, en especial, el de Roncesvalles y Valcarlos, anublados de leyendas y batallas antiguas, fuente de célebres poemas de gesta y de dolor. Ciertamente, había otras vías que venían de más lejos (por la Niederstrasse y Oberstrasse) centro europeas, aparte la que procedía por la Ruta de la Plata y por las vías maríti-mas, estas últimas, arrostrando tempestades, aunque quizás más seguras.

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También por estas cuatro vías llegaba el Románico transpirenaico fundido luego con el hispánico, –corrientes culturales que dieron lugar a las llamadas iglesias de “peregrinación”, donde se custodiaban reliquias de santos y mártires.

Muestras típicas de esta geografía románica será, por ejemplo, la catedral de San Pedro de Jaca, no lejos de donde entraba el peregrino por la vía de Arles-Toulouse, o en Navarra, el citado Palacio de los Reyes de Estella de mag-nífica arquitectura civil, ciudad que fue llamada, como es sabido, la “Toledo del Norte”. Otras importantes muestras religiosas románicas las encontramos también en Leyre y en Sangüesa. En Pamplona/Iruña se conservan restos de capiteles de la antigua catedral.

Más allá, ya fuera de los límites navarros, siguiendo los pasos de los andantes peregrinos, la iglesia de San Martín de Frómista en Palencia (cuya construcción patrocinó la citada Reina de Sancho el Mayor), así como la no menos célebre Colegiata Real de San Isidoro de León, lugar emblemático (que visitamos con ASPUR no hace tantos meses). De sus pinturas románicas sobre muros, bóve-das e intradoses del Panteón Real, famoso conjunto dentro del románico euro-peo, se han oído y escrito las máximas alabanzas y comparaciones.

Otros muchísimos ejemplos podrían añadirse, y a tal propósito yo men-cionaría la poca recordada catedral de Orense, ciudad secundaria del Camino, ante cuyo Pórtico del Paraíso uno no sabe muy bien dónde se halla, si en Orense o en el mismísimo Pórtico de la Gloria de la catedral de Compostela.

Precisamente, como es bien sabido, la Catedral compostelana es joya única o principal de la arquitectura y escultura jacobeas. Meta de la peregrinación, fue en esa época la más grande del románico hispano, y acaso la más bella o perfecta por su armonía, proporciones, estructura tectónica, espacios, - “tem-plo místico” la llamó la gran poetisa Rosalía en un vivísimo y emotivo Poema, que recitaré luego. Sin embargo, las dos gigantescas torres gemelas de la cate-dral, cual montañas barrocas, a más de 70 metros, construidas en la primera mitad del siglo XVIII, desfiguran o deforman la fábrica medieval y el perfil románico del templo.

La ciudad de Compostela, próxima al lugar del hallazgo del Sepulcro del Apóstol, siglo IX, no tardaría en convertirse en un centro de peregrinaciones en el contexto histórico europeo. La “Jerusalén de Occidente”, como fue de-nominada, y el Camino de Santiago “la calle mayor de Europa”; y no hubo un románico tan bello, desde que el Maestro Mateo compusiera el Pórtico de la Gloria, entre los siglos XII y comienzos del XIII.

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Por cierto, que la terminación y consagración de la catedral tuvo lugar el 11 de abril del año 2011. O sea, que 800 años justos contemplan, en este 2011, dichos eventos.

Las comparaciones con otras catedrales es inevitable. Dice así el refranero popular: De Toledo la riqueza,/De Sevilla la grandeza/De León y Santiago la delicadeza.

Para ir terminando, quisiera sugerir que no pocos pueblos y asentamien-tos serán frutos tempranos o tardíos de estos caminos. En España, Puente la Reina, San Juan de Ortega, Santo Domingo de la Calzada, Castrogeriz, Villafranca del Bierzo, etc. etc. fueron de alguna manera localidades generadas o desarrolladas al paso de estas largas marchas interminables de peregrinos (de peregrinos y también de mercaderes, juglares, mendigos, gallofos, etc.).

Y, por otro lado, muchos serán los pueblos que llevarán de apellido el to-pónimo de “el Camino”, como lugar de paso o de parada o de cruce de vías, caminos hollados que fueron por caballerías y sandalias peregrinas.

Pero antes de terminar, dejadme que os lea unos sentidos versos de Rosalía, versos escritos en gallego, dedicados al famoso maestro Mateo y al Pórtico de la Gloria, /Poema que he reproducido en mi Libro sobre El Camino de Santiago y Europa/. Dice así, transcrito aquí parcialmente:

“Santos e Apóstoles, ¡védeos!, parecen/qu’os labios moven, que falan quedo/os uns e os outres, e aló n’altura/d’o ceo, a música vai dar comenzo/pois os glo-riosos concertadores/tempran risoños os instrumentos/¿Estarán vivos? ¿Serán de pedra aqués semblantes tan verdadeiros/aquelas túnicas maravillosas/aqueles ollos de vida cheos?/Vos qu’os fixches de Dios c’axuda/d’inmortal nome, Mestre Mateo, xa qu’ahí quedasches humildemente/arrodillado, faláime d’eso; /mais co ese vosos cabelos rizos/santo dos croques, calás… y eu rezo”.

Sean, en fin, estos esbozos sobre “El Camino de Santiago y el Románico” una introducción a un tema y a un Arte que, como decía al principio, ha vuelto modernamente a interesar a propios y extraños, y a ser recuperado y exhumado y revalorado por los especialistas. También hoy las peregrinaciones a Santiago han vuelto a rebosar los caminos, y a llenar las cuatro grandes her-mosas plazas de piedra que, como antesalas, rodean la Catedral santiaguesa, geometría urbana que ha vuelto a reverberar de multitudes como solía en aquellos viejos tiempos medievales, tiempos tejidos entre las costuras de la historia y la leyenda.

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Otras fuentes, para mayor información – Bravo Lozano, M., Guía del peregrino medieval (“Codex Calixtinus”).

Centro de Estudios Camino de Santiago). Sahagún, 1997. – Castro, A., España en su Historia. Losada. Buenos Aires, 1948. – Caucci von Saucken, P.G., (Ed.) Santiago. La Europa del peregrinaje.

Lunwerg, Barcelona, 2003. – Cobreros, J., Guía del Románico en España. 3ª ed. Anaya, Madrid, 2010. – Florez, E., Historia Sagrada. T. III. Madrid, 1748. – Glaber, R., Historiae. E. Pognon (Ed.), L’An Mille. Gallimard. París,

1947. – Le Goff, J., L’Europe, est-elle née au Moyen Âge? Seuil. París, 2003. – Linage Conde, A., San Benito y los Benedictinos. I: La Edad Media.

Diario do Minho. Braga, 1988. – Lleonart Amsélem, A.J., El Camino de Santiago y Europa. BAC. Madrid,

2007. – López Ferreiro, A., El Pórtico de la Gloria. Seminario Conciliar Central.

Santiago, 1893. – Menéndez Pidal, R., (dir.). Historia de España. XI: La Cultura del

Románico. Espasa Calpe. Madrid, 1946. – Otero Pedrayo, R., Guía de Galicia. Galaxia. Vigo, 1980. – Porter, A.K., The Romanesque sculpture of the pilgrimage roads. Marshall

Jones, Boston, 1923. – Sánchez-Albornoz, C. España, un enigma histórico. II. Ed. Sudamericana.

Buenos Aires, 1956. – Vázquez de Parga, L., Lacarra, J.M., Uría, J., Las peregrinaciones a

Santiago de Compostela, 3 Vols. CSIC. Madrid, 1948; Gobierno de Navarra, Pamplona, 1993.

Marzo 2011

el CrisMón: Historia y evoluCión

D. Mariano Andrés PuenteCatedrático de Latín

En la actualidad, el símbolo por antonomasia del cristianismo es la Cruz; pero no siempre fue así. Durante el imperio romano, la cruz era considerada el más vergonzante de todos los instrumentos de castigo, hasta el punto que estaba prohibido aplicar este suplicio a ciudadanos romanos. Recuérdese que, cuando San Pedro y San Pablo fueron condenados a muerte, San Pedro fue crucificado, pero San Pablo fue decapitado porque, por su condición de ciu-dadano romano, no podía aplicársele la muerte en la cruz.

Por esta y otras razones, los primitivos cristianos, a la hora de buscar algún símbolo para expresar sus creencias religiosas, prefirieron recurrir al cordero, al pavo real, a la paloma, al pan y los peces, a los racimos de uva, al ancla, etc. símbolos más asépticos, más neutros y con menos connotaciones negativas. Rara vez utilizaron figuras antropomórficas y, cuando se decidieron a hacerlo, no dudaron en adaptar para estos fines imágenes clásicas, como la habitual representación del Buen Pastor, claramente inspirada en la clásica figura del Moscóforo griego; incluso para la representación de Cristo no tuvieron repa-ros en usar la figura del mítico Orfeo.

Los panes y los peces

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Cuando, debido a las persecuciones religiosas, necesitaron recurrir a un símbolo secreto para reconocerse entre sí, utilizaron preferentemente el pez, cuyo nombre en griego está formado por las iniciales de la expresión Jesús Cristo Hijo de Dios Salvador. Pero de todos estos símbolos paleocristianos el preferido y más extendido, tanto en el espacio como en el tiempo, fue el cris-món cuya historia podemos dividirla en dos etapas bien diferenciadas que dan lugar a dos tipos de crismón llamados cristológico y trinitario (pueden ponerse aquí alguna de las ilustraciones numeradas del 1 al 5).

Crismón cristológicoRecibe el nombre de cristológico el crismón más primitivo y sencillo que

únicamente hace referencia a Cristo. Está formado por las dos primeras letras de la palabra Cristo en griego: la X (ji) y P (rho) cruzadas y generalmente en-cerradas en un círculo. Muy frecuentemente aparecen también colgando de alguno de los brazos que forma la letra X las letras alfa y omega, primera y última letra del alfabeto griego, con las que Dios se designa a sí mismo en el Apocalipsis de San Juan: “Yo soy el Alfa y la Omega, aquel que es, que era y que va a venir”. Este tipo de crismón es el que está en uso hasta el siglo XI, en que es sustituido por el trinitario. (Ilustraciones 6, 7, 8).

Crismón primitivo Moneda romana de Constantino. S. IV

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Mosaico romano representando un crismón

Crismón de las catacumbas, en el que la alfa y la omega aparecen invertidas

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Origen del crismónNo sabemos con precisión cuándo surgió el uso del crismón. Parece que tuvo su

origen en el siglo II o III, pero lo que sí está claro es que alcanzó su mayor difusión en el s. IV, una vez promulgado por el emperador Constantino el Edicto de Milán (año 313) por el que se permitía a los cristianos la libre práctica de su religión.

Catacumbas. Crismón con palomas

¿A qué se debe este uso tan extendido?Cuenta Eusebio de Cesarea, Obispo y Padre de la Iglesia del s. IV, que el em-

perador Constantino el Grande, la noche anterior a enfrentarse con Majencio en la que iba a ser la batalla decisiva por el trono romano, tuvo una visión, en la que se le apareció este anagrama con una leyenda en la que podía leerse, en caracteres griegos, la expresión que hoy conocemos en su versión latina: in hoc signo vinces con esta señal vencerás. Constantino ordenó colocar el anagrama en todos los estan-dartes de su ejército y obtuvo la victoria en la famosa batalla del Puente Milvio. En agradecimiento permitió el libre culto del cristianismo. Desde este momento, en-contramos reproducido el crismón en multitud de objetos de uso cotidiano como monedas, lucernas, mosaicos, sarcófagos etc. (ilustraciones 9,10,11).

Moneda de Constantino. S. IV

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Moneda romana con crismón usada como medalla

Lucernas romanas con crismón

Ocaso del uso del crismónAunque Constantino es considerado santo por la iglesia ortodoxa, histó-

ricamente parece que no llegó a profesar la fe cristiana, pero sí su madre a la que la Iglesia venera con el nombre de Santa Elena. Cuenta la leyenda que, vi-sitando Elena los Santos Lugares, se interesó por encontrar la cruz donde mu-rió Cristo. Según la tradición se encontraron tres cruces, y la Cruz de Cristo pudo ser reconocida porque, con su solo contacto, sanó inmediatamente a un enfermo terminal. Una vez reconocida la Vera Cruz, esta pasó a ser la más preciada de las reliquias cristianas, y su madera, por haber estado en contacto con el cuerpo y la sangre de Cristo, llegó a alcanzar un culto casi divino y se convirtió en el símbolo cristiano por antonomasia. Toda la cristiandad deseó tener algún fragmento de esa madera santa, y la Cruz se dividió en multitud de pequeñas astillas que hoy conocemos con el nombre de Lignum Crucis.

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/El pez, símbolo cristiano

En la misma medida en que creció el uso de la Cruz como símbolo cristia-no, languideció el del crismón hasta prácticamente desaparecer. Por esta épo-ca, San Juan Crisóstomo (s. V) se felicita porque, por fin, la Cruz de Cristo se había impuesto a cualquier otro símbolo.

Sin embargo, el uso del crismón resurgió con enorme fuerza en la Edad Media, sobre todo en el sur de Francia y norte de España. Puede decirse, con razón, que la historia de este anagrama es casi tan larga como la del propio cristianismo, ya que todavía es frecuente verlo en la actualidad decorando ob-jetos de culto o edificios religiosos.

Crismón trinitario. El crismón de JacaCuando renace el uso de este tradicional anagrama, la mayoría de los fieles

no entiende ya el significado de los símbolos que aparecen en él, hasta el pun-to de que se hace necesaria una explicación que aclare su significado y justifi-que su uso. Esta explicación la encontramos en el famoso crismón situado en el tímpano occidental de la catedral de Jaca, en el que se pueden leer cuatro    inscripciones en lengua latina redactadas en ocho hexámetros con rima inter-na o leonina; la inscripción más extensa circunda el crismón y explica cómo deben interpretarse los símbolos que allí aparecen.

Texto de la inscripciónTexto distribuido en versosHac in sculptura, / lector, sic noscere cura:P Pater A Genitus / duplex est Spiritus almus.Hii tres iure quidem / dominus sunt unus et idem.

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TraducciónEste texto presenta algunos problemas de interpretación; concretamente el

segundo hexámetro. Algunos estudiosos de la inscripción sugieren hacer una pausa detrás del adjetivo duplex, y concertarlo con a genitus, en tal caso so-breentienden la palabra natura y proponen esta traducción:

En esta escultura, lector, debes interpretar lo siguiente: P (significa) el Padre; A el Engendrado de doble (naturaleza) y S el Espíritu vivificante.

Si hacemos una pausa detrás de Genitus, como proponen otros comenta-ristas, el adjetivo duplex iría referido a la palabra littera sobreentendida (du-plex littera SP) y la traducción podría ser la siguiente:

En esta escultura, lector, debes interpretar lo siguiente: P (significa) el Padre; A el Engendrado/ la (letra) doble (SP) el Espíritu vivificante. Estos tres son en verdad por derecho propio un único y mismo Señor.

Al comparar un crismón cristológico con otro trinitario, puede observarse que, desde un punto de vista formal, son prácticamente idénticos. La gran diferencia es la presencia de la letra S enroscada en el palo de la P que solo aparece en el trinitario. Pero desde el punto de vista doctrinal, la diferencia es considerable: el cristológico se limita a hacer una referencia a Cristo; el trinitario, en cambio, utilizando prácticamente los mismos signos, está con-cebido para recordar el misterio de la Trinidad. El autor del crismón de Jaca desconoce ya la lengua griega; interpreta la rho griega como si fuera una P del alfabeto latino, la ji del alfabeto griego no es considerada una letra, se ha con-vertido simplemente en los radios de una rueda que simboliza en el mundo cristiano la idea de la eternidad. También considera la alfa como una A latina, y la omega griega ni siquiera es comentada. Su interés es identificar la P, la A y la Sp con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo respectivamente, enfatizando esta relación con el último verso: “estos tres son en verdad por derecho propio un único y mismo señor”. Este afán por resaltar el misterio de la Trinidad proba-blemente se deba al interés en rebatir la herejía cátara tan extendida en el siglo XII por esta región y que, entre otras cosas, negaba el misterio de la Trinidad.

Esta idea parece confirmarse en el mensaje de las otras inscripciones que aparecen en el mismo frontón de la catedral. El texto del segundo y tercer hexámetro puede ser interpretado como un consejo de arrepentimiento ven aquí suplicante y renuncia a ideas envenenadas limpiando de vicios tu corazón. Si actúas de esta manera y pides perdón, Cristo, al igual que el león del tímpano, sabe perdonar al que se lo pide.

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Otras inscripciones del tímpano de Jaca“VIVERE SI QUERIS / QUI MORTIS LEGE TENERIS,

HUC SUPLICANDO VENI / RENUENS FOMENTA VENENI,

COR VICIIS MUNDA / PEREAS NE MORTE SECUNDA”

Si quieres vivir, tú que estás sometido a la ley de la muerte,

ven aquí suplicante, renunciando a los alimentos envenenados.

Limpia de vicios tu corazón para no perecer en una segunda muerte.

IMPERIUM MORTIS / CULCANS LEO FORTIS

Un fiero león aplastando el imperio de la muerte

PARCERE STERNENTI / LEO SCIT, XTUSQUE PETENTI

el león sabe perdonar al caído y Cristo al que le suplica

Crismón de Jaca

liberalisMo y eduCaCion

Dª. Rosario Prieto GarcíaCatedrática de Geografía e Historia

IntroducciónA partir de 1789, muchas cosas iban a cambiar en Europa, en nuestro en-

torno cultural. Cambiaron, sin duda, las estructuras pero no todas con el mis-mo ritmo. Hubo algunas, como las culturales que precisaron de varios años para recoger los frutos de los tiempos nuevos. La incultura y el analfabetismo, continuaron siendo, durante mucho tiempo, el patrimonio de las clases más desposeidas.

Monumento a las Cortes de Cádiz

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Estamos conmemorando el Bicentenario de las Cortes de Cádiz, y es oportuno situarnos en aquella época, fundamento y base de nuestra historia Contemporánea. Es difícil imaginarse una época de nuestra historia tan llena y rica en acontecimientos de índole diversa, como fue el período transcurrido entre los años 1808 y 1814.

La España de 1808-1814 vivirá un proceso simultáneo de GUERRA Y REVOLUCION:

• Una guerra de liberación contra un enemigo exterior, los franceses, que dio identidad a un deseo de unión del pueblo y de esfuerzo colectivo, de patriotismo de casi toda la nación.

• Una revolución política por la que un sector de esa nación, la burguesía liberal, intenta cambiar el modelo político, económico y social.

Vamos a considerar primero el aspecto político, el vacío de autoridad que se produjo en la España ocupada. Aunque los Borbones habían ordenado a las autori-dades que se obedeciera al nuevo rey José I, muchos españoles se negaron a obede-cerle porque le veían como una autoridad ilegítima. Y entonces surgieron las Juntas Provinciales para organizar la espontánea insurrección de los españoles, frente a los franceses. Las Juntas representaban un elemento institucional revolucionario y des-usado frente a las instituciones del Antiguo Régimen, entre las que no figuraban.

Durante el verano de 1808, las Juntas locales y Provinciales que diri-gían la resistencia, enviaron representantes para formar una Junta Suprema Central porque se echaba en falta una coordinación. La Junta Central asu-mió el poder; primero se reunió en Aranjuez, presidida por Floridablanca con la colaboración de Jovellanos. Ante el avance de los franceses huyó a Sevilla y de allí a Cádiz en 1810, donde aguantó el ataque francés. El 7 de octubre de 1808, Jovellanos presenta a la Junta Suprema una propuesta en la que señalaba que:

“La Junta Suprema debe convocar Cortes para la institución de un Consejo de Regencia con arreglo a las leyes y como las circunstancias del día no permi-ten esta convocación, por lo menos, debe anunciar a la nación, la resolución en que está de hacerla y señalar el plazo en que la hará”.

La Junta Suprema Central convocó Cortes en 1810. En opinión del histo-riador Juretschke:

“la idea de Cortes constituía, entonces una aspiración común a las ideolo-gías más dispares”.

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En enero de 1810 la Junta Central se disolvió y nombró una primera Regencia presidida por el entonces obispo de Orense. Había voces que se oponían al establecimiento de una Regencia. Entre estas voces discordantes, citamos por su contundencia, a Manuel José Quintana, oficial primero de la Secretaría General de la Junta Suprema que en el “Manifiesto” que acompaña al decreto de 28 de octubre de 1809, convocando Cortes se refiere a esa hipo-tética solución en los siguientes términos:

“Recorramos la historia de nuestras Regencias, ¿Qué hallamos? El cuadro tan lastimoso como horrible de la devastación, de la guerra de la depredación….”.

Nos referimos a la opinión de Quintana porque va a ser el protagonista de nuestro análisis educativo.

La Regencia ya constituida, volvió a convocar Cortes e inició el proce-so electoral en condiciones muy difíciles… Muchas provincias no pudieron mandar a sus representantes por lo que acudieron mayoritariamente, de zonas cercanas a Cádiz y representantes de las colonias americanas. El ambiente li-beral de la ciudad influyó también en que gran parte de los elegidos simpati-zaran con las ideas renovadoras.

En setiembre de 1810 se abrieron las Cortes de Cádiz adoptando el sistema de Cámara Única y proclamando que la soberanía nacional reside en el con-junto de los ciudadanos los cuales eligen a sus representantes.

En cuanto a la composición de la Cámara, se observa una fuerte presencia del clero, algunos miembros de la nobleza (casi ninguno de la alta) y el mayor número de Diputados; eran abogados, funcionarios y militares. No había ar-tesanos, ni obreros, ni campesinos; predominaban las clases medias urbanas. No había partidos políticos pero pronto se dibujaron tres tendencias:

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• absolutistas, partidarios de mantener el Antiguo Régimen.• los jovellanistas, que defendían un modelo liberal, que modernizara

España, sin modificar las estructuras del Estado.• los liberales doceañistas, como Muñoz Torrero, Villanueva y Arguelles.

La obra principal de las Cortes quedó plasmada en la Constitución de mar-zo de 1812, la llamada de Cádiz o la “Pepa”.

La Educación en la Constitucion de 1812Para nosotros, profesores que hemos dedicado gran parte de nuestra vida a

enseñar y educar, los temas relacionados con esta actividad, son prioritarios.

Todo proceso educativo puede considerarse desde distintos puntos de vis-ta, bien en el sentido etimológico de algo que va surgiendo y transformándose aumentando sus capacidades o bien como un sistema social. Pero siempre en un caso y otro, será fruto de una ideología.

Partimos, por tanto, del supuesto que no hay educación aséptica: siempre es fruto de la concepción que tenga del hombre el grupo que ejerce el poder. A su vez, éste se sirve de la educación como elemento de control o como motor que estimula y acelera, los procesos de cambio.

Pues bien, los liberales de Cádiz, los de 1812, demuestran un gran interés y acometen con fuerza el tema de la instrucción pública.

Van dando pasos para establecer un Plan General que abarque todos los niveles docentes y muestran su preocupación por formar un Profesorado idó-neo, sobre todo en Primaria.

La creación de un nivel secundario independiente que sirviera de base para la formación de los ciudadanos.

Una educación nueva sería la base para crear nuevas estructuras mentales que configurasen el mundo nuevo que anunciaba el liberalismo.

Si echamos una mirada a la educación en el Antiguo Régimen, lo primero que se constata es la inexistencia de un sistema educativo, sobre todo en lo re-ferente a la enseñanza elemental y secundaria. Es bien sabida la preocupación que sintieron los ilustrados por esta materia y los esfuerzos que le dedicaron. Conocemos las palabras de Jovellanos en su “Memoria sobre la educación pública”:

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“Con la ilustración todo mejora y florece, sin ella todo decae y se arruina en un Estado”.

Para ellos la ilustración era el gran soporte del Estado. Meléndez Valdés manifiesta sus inquietudes al respecto:

“Nos falta un Plan pensado y general, nos falta este Plan tan necesario como urgente”.

De este modo se iba preparando el camino para el trabajo de los liberales.

Siempre que nos acercamos a los temas educativos de la época contempo-ránea, percibimos la enorme inseguridad en que se mueven estas cuestiones, reflejo, sin duda, de la gran inestabilidad política… Entre 1836 y 1931 se aprobaron en España 25 planes diferentes. ( )

Los Diputados gaditanos dedicaron el Título IX de la Constitución al tema educativo. Comprende solo seis artículos, del 366 al 371, pero son densos en contenido. Y en ellos exponen su inquietud y las líneas generales del sistema que iban diseñando. Es la única Constitución que dedica un capítulo a estas cuestiones.

El art. 366 establecía que: “que en todos los pueblos de la Monarquía ha-bría una escuela de primeras letras en la que se expondrían brevemente las obligaciones civiles”… y el art. 368 exigía “la explicación de la Constitución en todas las Universidades”…. Es curioso que el último, o sea el 371, que está dedicado a la libertad de imprenta, figure junto a los temas de educación. Este articulado fue poco discutido y en síntesis expresa:

• Preocupación por extender a todo el Reino la educación Primaria como medio idóneo para formar ciudadanos.

• Se manifiestan a favor de la uniformidad del sistema en todo el Reino.• Para llevar a cabo estos proyectos se crea un Organismo competente, la

Dirección General de Estudios.

Por consiguiente, los Diputados doceañistas mostraron gran interés por activar el proceso educativo de un pueblo, en su mayoría analfabeto, y desean construir un Plan sistemático con una base amplia en la enseñanza Primaria.

En marzo de 1813, la Secretaría de Despacho de la Gobernación cons-tituye una Junta de Instrucción Pública y le encarga un Informe sobre la reforma general de la educación nacional…En su redacción intervino princi-palmente Manuel José Quintana, hombre ilustrado y liberal.

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Quién era este personaje?

Manuel J. Quintana nació en Madrid en abril de 1772 de padres extre-meños. Estudió primeras letras en Madrid y después latinidad en Córdoba. Estudió derecho en Salamanca y allí entabló amistad con Muñoz Torrero, uno de los que, años más tarde, formaría parte del grupo de diputados liberales de Cádiz. Sus maestros salmantinos fueron, entre otros, Meléndez Valdés, Alvárez de Cienfuegos y Jovellanos.

Ejerció como abogado en Madrid desde 1795 y al mismo tiempo empie-za una fecunda carrera literaria, inicialmente como obra poética. En 1802 publica una serie de Odas, con el nombre de “Poesías” y en 1805 el drama “Pelayo”. En 1897 fue nombrado Censor de teatros y publica “Vidas de espa-ñoles célebres”.

En cuanto a su pensamiento político, durante la Guerra de la Independencia militó en el bando liberal y ocupó varios cargos en la resistencia antibonapar-tistas, ganándose fama de patriota sobre todo por su dirección del “Semanario Patriótico”, idea que surgió en una tertulia celebrada en su casa madrileña.

En 1810 es nombrado Secretario de las Lenguas y participa en la Junta de Instrucción Pública. En 1814 ingresa en la Real Academia Española y en la de S. Fernando. En ese mismo año fue encarcelado en Pamplona por su colabo-ración en las Cortes de Cádiz, debido a la reacción absolutista de los “Persas”.

Vistos estos rasgos puntuales de su biografía, volvamos a su obra educativa colaborando con la Junta de Instrucción Pública, como ya se ha indicado, en el Informe encargado, cuyo enunciado completo es: “Informe para proponer los medios de proceder al arreglo de los diversos ramos de instrucción públi-ca”, el cual se considera como el primer documento importante que recoge los criterios y puntos de vista de los liberales sobre materia educativa.

El estado liberal se propuso como obligación ineludible, extender la en-señanza Primaria a toda la población. El art. 25 sexto de la Constitución de 1812 dice: “Desde el año 1830, deberán saber leer y escribir los que de nuevo entren en el ejercicio de los derechos de ciudadano”. Se da un plazo para alfa-betizar a la población. Los súbditos de la nueva Constitución, los ciudadanos, deberán saber leer y escribir.

En la Introducción, Quintana da por supuesto, que antes de estructurar un Plan, hay que fundamentar el sistema en unos principios generales. Partiendo de la realidad existente observa “que cada uno levanta centros docentes mo-

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vido por inspiraciones efímeras”… y por otra parte, era una enseñanza sin conexión: “La verdad se enseña de un modo en el norte y de otro en el sur”…

“Ningún Ministro, por bien intencionado que fuese, se atrevía a empren-der la reforma por entero”.

Sin duda que estas carencias que detecta, le hacen proponer y defender la unidad del sistema. Termina la Introducción cantando las excelencias de la enseñanza:

“La instrucción desenvuelve nuestras facultades y talentos… su objeto es que vivamos felices para nosotros, útiles a los demás”.

Muchas lecturas pueden hacerse de este documento que calificamos de re-volucionario e innovador y que será la base del credo educativo de los diversos gobiernos liberales: igualdad, universalidad, en el sentido de llegar a todos y de transmitir el “sistema entero de los conocimientos humanos”; gratuidad y libertad de pensar y de elección de centro. Todos estos presupuestos son el legado concreto de este ideario.

Una vez que el Informe fue remitido al Gobierno, éste lo entregó a las Cortes para su discusión y debate. En febrero de 1814 fue incluido en los dictámenes que tenían carácter prioritario, pero la vuelta de Fernando VII y el sexenio Absolutista impidió que el proyecto pasara a discusión parlamentaria.

De momento, las reformas quedan suspendidas pero la semilla estaba sem-brada y la educación será un tema que ocupará gran parte de las reformas liberales a lo largo del s. XIX.

PersPeCtiva HistóriCa de la eduCaCión en esPaña

Dr. D. Ángel Gutiérrez SanzCatedrático de Filosofía

La educación en España ha pasado por diversas vicisitudes históricas que voy a tratar de ir analizando, dedicando mayor atención a los tiempos actuales que son los que nos está tocando vivir.

El discurrir pedagógico de España hasta el siglo XVIII

Inicio este primer tramo del recorrido histórico, sirviéndome de valio-sos datos, tomados de la Historia de la Pedagogía de la compañera Isabel Gutiérrez Zuluaga, insigne catedrática de esta asignatura en la Universidad Complutense de Madrid y miembro distinguido de la asociación ASPUR.

Cuando se habla de educación en España hay que hacerlo teniendo en cuenta la deuda contraída con la cultura clásica greco-romana. A la memoria nos viene enseguida la trasformación pedagógica llevada a cabo por Pericles en el siglo V a. de Xto. Con la inestimable ayuda de los sofistas, sus colabora-dores, maestros a sueldo, que se encargaron de preparar a los ciudadanos para el ejercicio de la política en tiempos de democracia. La retórica, el arte del bien decir y la dialéctica para el correcto pensar eran las herramientas idóneas de una educación pensada para el triunfo político, aunque éste viniera de la mano de la mentira y el engaño.

La pasión pedagógica de los sofistas fue compartida por el gran maestro Sócrates pero con una intencionalidad bien distinta. Él no se conformó con la “Politeia” sino que incorporó la “Paideia” destinada a la formación del hombre virtuoso.

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A la memoria nos viene también Platón y Aristóteles. El primero com-prometido con la formación del filósofo, impartiendo sus enseñanzas en la Academia y el segundo preocupado con la formación del hombre integral, labor que llevó a cabo a través de sus enseñanzas en el Liceo. Uno y otro han dejado su sello no solo en la cultura española sino en la cultura occidental de todos los tiempos.

La “Paideia” griega habría de tener su traducción especial en la “Humanitas Romana” con dos representantes españoles de primera talla: Séneca que apun-ta a la consecución del hombre sabio, entiéndase virtuoso, el único que puede ser rico, que puede ser rey, que puede poseer la libertad absoluta y Quintiliano que piensa que el hombre a parte de hablar con elegancia ha de aprender a ser hombre.

La “Humanitas Romana” como meta del proceso educativo, comienza a perder vigencia con la aparición del “Paideia Cristiana” que nos ofrece una visón singular de la perfección humana, en consonancia con el evangelio y que tanta influencia habría de tener y aún sigue teniendo en la educación española. Durante muchos siglos los lugares de encuentro con la cultura van a ser las escuelas monacales y catedralicias. Ya en el siglo VI la presencia de clérigos ilustres se hacen sentir en nuestro País. En Sevilla tenemos a S. Isidoro y S. Leandro, impulsores del estudio de las artes liberales. Proliferan los cen-tros educativos donde se forman clérigos y monjes que son los exponentes del nivel cultural de la época, mientras al pueblo, a través de los gremios, se le instruye en sencillas aplicaciones artesanales y a los hijos de los señores se les prepara para le ejercicio de las armas.

Con el paso del tiempo estos centros de enseñanza monacales y episcopales amplían su radio de acción y se van convirtiendo en universidades. En el siglo

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XII encontramos en Salamanca una importante universidad, que con el favor de los reyes habría de convertirse en una de las más importantes de Europa y en el Siglo de Oro Español pasaría a ser un foco de cultura prestigioso y re-levante con figuras egregias como Francisco de Vitoria, considerado como el padre del Derecho Internacional. Importante fue también la universidad de Alcalá de Henares con un rico histórico pasado en su haber. Todo ello era el anuncio del floreciente apogeo cultural que en España se produce a inicios del Siglo XV. Baste recordar la corte de Juan II de Castilla o la corte de Isabel la Católica donde se aprenden ciencias y humanidades y sobresalen personali-dades intelectuales de la talla de Juana de Contreras, María de Pacheco, Isabel de Vergara, Magdalena de Bobadilla, Lucía Medrano, Florencia Pinar, Teresa de Cartagena, Isabel de Villena y sobre todo Beatriz Galindo, hasta a la propia reina la vemos preocupa por aprender latín y elevar cada vez más su alto nivel cultural.

En el siglo XVI tenemos varios humanistas españoles de reconocido presti-gio impartiendo sus enseñanzas dentro y fuera de España. Entre otros habría que mencionar a Ponce de León, Antonio Nebrija, Luis Vives, Huarte de S. Juan, todos ellos excelentes pedagogos. También el pueblo participa de estos tiempos de bonaza cultural y pedagógica. Se aprecia una mejora en las escuelas, se facilita la circulación de los libros, etc., algo que no sólo se da en España, también en Hispanoámerica comienzan a proliferar los centros de enseñanza primaria, profesional, media y universitaria. Y así llegamos al siglo de las luces.

La Ilustración nos traería unos ideales pedagógicos verdaderamente inno-vadores, bajo el lema del mayor nivel de conocimientos posibles para el mayor número de personas posible. Se pensaba que la educación era un bien público, se pedía una enseñanza gratuita para todos; aunque la mujer quedaba una vez más excluida de este hermoso regalo. En España, aunque no se vivieran con la misma intensidad que en otros países los anhelos de la Ilustración, sí apa-recieron hombres como B. Feijoo y Jovellanos, que vieron con clarividencia, que la prosperidad y progreso de los pueblos dependía de su grado de educa-ción. Eran los tiempos de Carlos III que según opinión de nuestra compañera Isabel Gutiérrez Zuluaga, no resultaban muy alagüeños para la enseñanza es-pañola ya que los maestros eran escasos e ignorantes y las escuelas monásticas habían quedado anticuadas.

(Historia de la Pedagogía pag. 286)

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Cambios del sistema educativo español en el siglo XIX

En el siglo XIX asistimos a cambios significativos que afectan al sistema educativo español; van surgiendo los diferentes sistemas educativos naciona-les. Con la Constitución de 1812 la educación española pasa a ser un asunto cuya organización y financiación competen al Estado, que será el encargado de regular el sistema educativo. A partir de aquí, iremos asistiendo a la apari-ción de diferentes informes, planes reglamentos, etc.

En el 1914 aparece el “Informe Quintana” que viene a ser una exposición del ideario liberal a favor de una instrucción igualitaria, universal, uniforme, pública y libre.

En 1821 aparece “El Reglamento General de Instrucción pública” que su-pone la redacción en forma de ley del Informe Quintana. El sistema educativo español quedaba dividido en planos diferentes que correspondían a la prime-ra, segunda y tercera enseñanza; organización inexistente anteriormente. Esta normativa también establecía la división de la instrucción en pública y priva-da y determinaba la gratuidad de la enseñanza pública.

En 1825 aparece el Plan y Reglamento de escuelas de primeras letras del reino.

En 1836 el Plan General de Instrucción del Duque de Rivas que apenas va a tener vigencia pero que prepara el camino a la Ley Moyano.

En 1845 aparece el Plan General de Estudios de Pidal en el que se estable-cen las bases para la construcción de un sistema educativo contemporáneo, que tendría su culminación con la Ley moyano.

En 1868 aparece ya la conocida y comentada Ley de Instrucción Pública (Ley Moyano) que habría de regular el sistema educativo español durante más de un siglo; sus bases fundamentales se encontraban ya en el Reglamento de 1821, en el Plan del Duque de Rivas de 1836 y en el Plan Pidal de 1845.

Esta ley se aprueba siendo ministro de Fomento, Claudio Moyano, con el consenso de progresistas y moderados, lo que daba consistencia y garantizaba su estabilidad, que se prolongaría durante más de un siglo.

Se trata de una ley centralista, moderada y ecléctica que deja las manos li-bres a la intervención de la Iglesia, que puede seguir regentando la enseñanza privada. Por otra parte se contempla la enseñanza técnica y profesional.

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La Ley Moyano consta de cuatro apartados. El primero dedicado a los ni-veles de estudios: primera enseñanza que es obligatoria y gratuita para quien no pueda costearla.

Segunda enseñanza, que dura seis años de estudios; paralela a ella discurre las enseñanzas profesionales y por fin la enseñanza superior o universitaria.

En el segundo apartado se habla de los establecimientos de enseñanza, di-vididos en públicos y privados.

El tercer apartado está dedicado al profesorado, regulándose su formación y vías de acceso al profesorado.

Un cuarto apartado se dedica al gobierno y administración de la instrucción pública con tres niveles de administración: la central, provincial y local, per-fectamente jerarquizadas e interdependientes.

Hasta finales de siglo, bien pude decirse que en España la enseñanza tiene un marcado signo religioso, manteniéndose vivo el espíritu de tres grandes pedagogos cristianos, que es de justicia mencionar y reconocer. Juan Bosco a través de las Escuelas Salesianas, de gran raigambre en nuestro país.

D. Andrés Manjón, uno de los principales didactas españoles, fundador de las Escuelas del Ave María, dedicadas principalmente a población humilde y marginal.

Pedro Poveda fundador de la Institución Teresiana, dedicada a la forma-ción de las Maestras y al gobierno de los internados femeninos para estu-diantes de Enseñanza Media y Universitaria. Junto a estos grandes pedago-

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gos católicos, tuvieron también su influencia nombres como Isidro Almazán, Francisco Blanco Nájera, El P. Ruiz Amado, D. Rufino Blanco.

Como contrapartida, comienzan a aparecer nuevas corrientes como es la llamada Escuela Nueva con sus notas distintivas de vitalismo, actividad, in-tereses, paidocentrismo y socialización. Digna también de mención por esta época es la Institución Libre de Enseñanza, fundada en 1876 por Giner de los Rios, basada en las ideas del krausismo, que defiende la libertad de cátedra y se rebela contra el dogmatismo religioso, político o moral. Desde 1876, en que fue fundada, hasta la Guerra Civil, la I.L.E. se convirtió en el cauce para la introducción en España de las más avanzadas teorías pedagógicas y científicas que se estaban desarrollando fuera de las fronteras españolas.

De principios del siglo XX a la España de FrancoA comienzos del XX la escuela adquiera un gran protagonismo, “hay que

salvar a España por la escuela”, se decía. Fruto de este sentimiento se acome-ten reformas en las Normales, Enseñanzas Secundarias; se aprueban nuevos planes de estudio para la universidad; pero la política educativa durante estos años careció de coherencia, dada la inestabilidad de los gobiernos que ape-nas duraban unos meses. En este tiempo aparece el ensayo que lleva a cabo Francisco Ferrer en 1901, en Barcelona, a favor de la escuela moderna de corte anarquista, sobre postulados de enseñanza racionalista, coeducación y ciencias naturales. Este ensayo de Ferrer fue bien acogido por los extremistas, que preparaban la revolución española. Hay que pensar que en el año 1933 existían ya varias escuelas de este tipo.

En 1923 se estabiliza la situación con el General Primo de Rivera con cuyo mandato se llevan a cabo reformas en el bachillerato y la universidad.

En 1926 se establecen las reformas del Bachillerato, conocidas con el nom-bre de Plan Callejo, siendo ministro de Instrucción Pública, D. Eduardo Callejo.

En 1931 se proclama la Segunda República y se abre una nueva época en el sistema educativo español. El 9 de Diciembre se aprueba la Constitución Republicana Española que iba a traer cambios importantes en materia de edu-cación. Quedaba establecida la escuela única; la enseñanza primaria es obliga-toria y gratuita, facilitándo a todos los españoles económicamente necesitados el acceso a cualquier grado de enseñanza; se restablece la libertad de cátedra y se instaura la laicidad de la enseñanza, quedando suprimida la obligatoriedad

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de la enseñanza religiosa. Los maestros, profesores y catedráticos de la ense-ñanza oficial son considerados como funcionarios.

En 1933 el triunfo de la derecha en las elecciones supuso dar marcha atrás en varios de los planteamientos educativos anteriores. El triunfo electoral del Frente Popular en 1936 anunciaba profundas reformas educativas que nunca llegaron a producirse por motivo del inicio de la guerra civil.

Con la victoria de Franco en 1939 el sistema educativo continuó rigiéndo-se por la Ley Moyano afianzándose el patriotismo y el catolicismo en materia de educación. La religión vuelve a ser obligatoria y a la Iglesia se le confiere la potestad de inspeccionar la enseñanza que ha de estar de acuerdo con la mo-ral y el dogma católico. Se permite la enseñanza diferenciada según los sexos.

En la década de los 40 se promulgan leyes significativas. La primera, el 29 de julio de 1943 es la ley que regula la ordenación de la universidad. La segunda ley es la que afecta a la Enseñanza Primaria del 17 de julio de 1945. La tercera es la Ley de la de Formación Profesional Industrial del 16 de julio de 1949.

En los años 50 se promulgan la Ley sobre Ordenación de la Enseñanza Media, del 26 de febrero de 1953.

El 22 de diciembre de 1953 se promulga la ley sobre construcciones esco-lares con el convenio entre Estado, ayuntamientos y diputaciones que resultó muy beneficiosa para escolarización infantil.

Importante fue también la ley del 20 de julio de 1955 sobre Formación Profesional Industrial sin olvidarnos de la Ley de 20 de julio de 1957 sobre Enseñanzas Técnicas.

Con esta variedad de reglamentos y desarrollos intermedios, se prepara el camino para la promulgación de la Ley General de Educación de 1970, siendo ministro de educación el Sr. Villar Palasí. Tan importante fue esta ley de 1970 que aún hoy día sigue siendo una referente para la educación en nuestros días.

La Ley de Educación General (LEG) supone una verdadera revolución en el campo de la enseñanza y representa una reforma integral del sistema educativo español. Hasta este momento, como ya se ha apuntado, el marco legal que venía rigiendo nuestro sistema educativo en su conjunto, respondía al esquema centenario de la ley Moyano, que habría de ser actualizado en con-formidad con las exigencias de los tiempos modernos.

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Villar Palasi

El año 1970 ha de ser recordado como una fecha importante en la historia del sistema educativo español. En Agosto de este año se aprobaba la Ley General de Educación y Financiamiento de la Reforma Educativa que venía a poner fin a la centenaria Ley Moyano de 1857, en la que se habían formado muchos de nuestros hombres ilustres pero que se había quedado anticuada y no respondía ya a las exigencias de los tiempos modernos. La ley Villar Palasí venía a sustituir-la; ello supuso una verdadera revolución en el campo de la enseñanza.

Como objetivo de la L.E.G. estaba el hacer partícipe de la educación a toda la población española. Objetivo importantísimo, tanto más si se tiene en cuenta que en el Sistema Educativo Moyano existía un 75 % de analfabetismo. Esta ley pretendía establecer también la igualdad de oportunidades educativas y repre-sentaba un avance gigantesco a favor de una sociedad más justa y de una vida más humana. Mejoraba sustancialmente la calidad de la enseñanza y favorecía la integración social de todos los españoles, abriendo las puertas de la educación a todas las clases sociales, sin discriminación económica, yo diría también sin dis-criminación política o religiosa. En ella se establecía la pre-escolar de 2 a 6 años. La obligatoria de 6 a 14 años. Enseñanza postobligatoria, integrada por el BUP de 14 a 17 con la opción de letras o ciencias y la F.P. de 14 a 19 años, destinada a la capacitación profesional. Una buena ley, al fin de cuentas, pero que nacía con una etiqueta de caducidad al dorso, lo que hacía que sus días estaban contados como lo estaban los días de Franco. Su vigencia no iría más allá de los cinco años.

Con ella se regulaba y estructuraba convenientemente el sistema educati-vo español. Fue una ley de gran alcance, en la que quedaba garantizada una buena educación para todos, unitaria por cuanto respondía a un sentido de centralización que daba uniformidad a la enseñanza en todas las áreas de la geografía española y flexible también, ya que creaba posibilidades para pasar de una rama a otra en los niveles superiores e incluso estaba abierto al mundo laboral, haciendo de la educación un preparación para el trabajo.

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Sistema educativo en la España DemocráticaA la muerte de Franco en 1975 se inicia un periodo de transición que

acabaría en un proceso de democratización de la escuela y de la sociedad. Durante este periodo de nuestra historia reciente, hace su aparición un tipo de escuela pública, monolítica, común para todos, ideológicamente plura-lista, aconfesional, intervencionista, gratuita, que discurre paralela con una enseñanza privada, confesional, con el ideario correspondiente para quien la desee, lo que sucede es que este tipo de enseñanza ya no es gratuita, sino de pago y no todos los españoles que lo deseen pueden disfrutar de ella.

La sustitución de la L.E.G. fue progresiva y comienza en el período de transición política en que en España gobernaba la U.C.D. En mayo de 1980 aparece la Ley Orgánica de Estatutos de Centros Escolares, LOECE, bajo la legislatura de Adolfo Suárez, siendo ministro de Educación D. José Manuel Otero Novas. Esta ley representa la urgente acomodación del sistema edu-cativo a los nuevos tiempos que acaban de inaugurarse con la constitución de 1978. El cambio se hizo apresuradamente por la premura del tiempo. Digamos un poco para salir del paso; había que dar la sensación de que, tam-bién en educación, España iniciaba un nuevo rumbo por los caminos demo-cráticos. Uno de los puntos más controvertidos de esta ley fue la libertad de enseñanza, en la que había que armonizar el derecho de cualquier ciudadano a crear y dirigir centros docentes, el derecho de cátedra de los profesores y el derecho de los padres a elegir la educación moral y religiosa para sus hijos. Cuestión importantísima ésta, a mi modo de ver, que desgraciadamente que-dó supeditada a la Ley de Financiación General de la Educación que nunca vería la luz, por lo que para nada sirvió ese derecho de los padres, reconocido por la Constitución, para elegir el tipo de educación que consideraran más conveniente para sus hijos.

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Los cambios no afectaron sustancialmente a la vertebración del sistema educativo para la enseñanza no universitaria, estructurado por la L.E.G. se-gún la cual el comienzo de la escolarización sería a los 2 años, a la edad de 6 años comenzaba la enseñanza general obligatoria (la EGB, Educación General Básica), que se prolonga hasta los 14 años estructurada en dos etapas: 1ª etapa de EGB hasta 5º inclusive con un solo profesor por aula que impartía todos los conocimientos y la 2ª etapa en la que las distintas áreas de conocimiento eran impartidas por distintos profesores preparados para tal menester. Pasada la EGB se seguía accediendo al BUP, (Bachillerato Unificado Polivalente) o a la F.P. (Formación Profesional).

El Bachillerato Unificado Polivalente (BUP) seguía siendo de tres años de duración, en los que se cursaban los estudios secundarios posteriores a la EGB. Con las dos alternativas: Bachillerato de letras o de Ciencias, lo que daba el paso al Curso de Orientación Universitaria (C.O.U.) que venía a ser una preparación para la universidad. El seguimiento del aprovechamiento del alumno se hacía a través del método de evaluación continua que habría de tener en cuenta los diversos aspectos de la personalidad expresados en nivel de rendimiento, capacidades y actitudes. Una vez superado el COU, se pasaba a la Universidad sin ningún tipo de discriminación.

Los Estudios universitarios nos vuelven a remitir a la L.E.G. que nos ofrecían tres niveles de titulación, el correspondiente a las carreras cortas, licenciatura y doc-torado. En la tímida reforma llevada a cabo por la U.C.D. se respeta también la Universidad Nacional de Educación a Distancia que estaba presente en la L.E.G.

El partido socialista asume el reto de la reforma educativa en profundidad

La izquierda siempre ha tenido muy claro que quien domina las mentes y los espíritus domina la vida de las naciones. El partido socialista cuando llega al poder, sabe muy bien lo que tiene que hacer en materia de educación y no quiere perder el tiempo. La Educación siempre ha sido para la izquierda un objetivo principal, así lo han confesado infinidad de veces. Durante el tiem-po que dura la legislatura socialista presidida por Felipe González, de 1982 a 1996, es cuando se produce en España una gran revolución educativa.

Nada más llegar al poder, a los pocos meses, saca la LRU Ley de Reforma universitaria 1983, siendo ministro de educación José Antonio Maravall. Se trata de ir acomodando la enseñanza universitaria a los nuevos tiempos demo-

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cráticos, ajustándola a la Constitución, la cual había consagrado la autonomía de las Universidades y garantizaba las libertades de cátedra, de estudio y de in-vestigación, así como la autonomía de gestión y administración de sus propios recursos. Se daban los primeros pasos para que las universidades comenzaran a ser autónomas y regirse por sus propios estatutos.

Felipe González

Se establece la prueba de idoneidad, según la cual los profesores interinos con cinco años de antigüedad, con la titulación de doctor, podían acceder a profeso-res titulares, con sólo que el tribunal de idoneidad de su área de conocimientos lo considerase oportuno; solamente se les exigía exponer el tema que traían ya pre-parado. El peligro de endogamia del que muchos se beneficiaron estaba ahí. La Universidad nombraba al presidente y al secretario del tribunal, que había de juz-gar al candidato de “casa”. El sistema de concurso establecido por esta ley, cuando menos, engendró sospechas de que cada concurso era favorable al aspirante local.

Muy rápidamente aparece también la Ley Orgánica del Derecho a la Educación (LODE), aprobada el 3-VII-85 y que viene a suplantar a la LOECE, siendo Ministro de Educación D.J. Antonio Maravall. Se trata de una Normativa General de corte socialista y representa un modelo de educación comprensiva, que busca la igualdad, favoreciendo a los alumnos menos capacitados. Esta re-novación del sistema educativo fue uno de los asuntos prioritarios del Gobierno Socialista con celeridad, cumpliendo así sus sueños, convencidos de que quien dispone de la escuela tiene los mandos de la sociedad, convencidos también de que para cambiar la sociedad hay que comenzar por la escuela.

Con la LODE, la escuela pasa a ser “comprensiva”, es decir, igualatoria, donde prácticamente no hay selección, desarrolla los principios constitucio-

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nales en materia de educación e introduce varias innovaciones. Mantiene la estructura de EGB-BUP de la L.E.G. incorporando novedades como el siste-ma de colegios concertados y la figura del Consejo Escolar, órgano de demo-cratización de los centros, integrado por profesores alumnos y padres.

La LODE era una ley Orgánica de carácter General a la que habría que dar forma y acomodarla a las situaciones concretas, de aquí surgió la necesidad de una nueva Ley Orgánica General del Sistema Educativo. (LOGSE, que es una explicitación, una instrumentalización de la LODE).

La LOGSE recoge el espíritu socialista en materia de educación y representa el buque insignia del modelo socialista. Es así como hace su aparición un tipo de escuela pública, muy de corte socialista, que discurre paralela con una ense-ñanza privada, confesional, pero eso sí, de pago. Con esta ley la enseñanza obli-gatoria se amplia hasta los 16 años quedando organizada de la siguiente forma:

• Educación Infantil de 0 a 6 años.• Educación Primaria de 6 a 11 años, con tres ciclos de dos años cada uno.• Educación Secundaria Obligatoria. ESO que comprende de 12 a 16, años con

dos Ciclos: Primer Ciclo (1º y 2º de ESO) y Segundo Ciclo (3º y 4º de ESO).• Bachillerato de17 a 18 años, con cuatro modalidades.

Se tiene muy en cuenta al alumno menos capacitado y la igualdad acadé-mica pasa a ser un criterio pedagógico. Fue aprobada el 30-X-90, siendo mi-nistro de Educación D. Javier Solana, toda vez que el Sr. Maravall había caído en desgracia, como consecuencia de los disturbios y manifestaciones en la ca-lle, durante esta época, y que han quedado asociados al famoso Cojo Manteca, destrozando con su bastón cuanto encontraba a su paso. Javier Solana, sería llamado posteriormente para otros menesteres y abandonó el Ministerio de Educación, sin poder ver consolidada la puesta en marcha de la misma.

A los 5 años de haber aprobado la LOGSE, los numerosos fallos que afec-taba a la calidad de la enseñanza, se van poniendo cada vez más de manifies-to, los niveles habían bajado ostensiblemente y los padres temían que este tipo de educación podía dejar en desventaja a sus hijos a la hora de tener que competir por un puesto en el mercado laboral; de aquí que se pensara en apuntalar la vigente legislación educativa poniendo énfasis en la eleva-ción de la calidad de la enseñanza. Esto obliga al gobierno socialista a sa-car una nueva Ley Orgánica. Así surgió la Ley Orgánica de Participación, Evaluación y Gobierno (LOPEG). Fue aprobada el 20-XI-95 siendo Ministro de Educación D. Gustavo Suárez Partierra (las famosas 77 medidas para la calidad de enseñanza).

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El paso del Partido Popular por el gobiernoLos Populares en su paso por el poder de 1996 a 2004, con el Sr. Aznar

a la cabeza, dieron muestras de que el tema de la enseñanza no era el asunto prioritario para ellos. Su preocupación se centraba en la economía y es aquí donde cosecharían sus logros. Es verdad que durante el tiempo que estuvie-ron gobernando, sacaron cuatro leyes orgánicas; pero de escasa relevancia, ya que sólo afectaban periféricamente a la reforma iniciada por los socialistas. Su voluntad de enderezar el rumbo educativo más bien fue escasa, como lo manifiestan los hechos. Al final el espíritu de la reforma llevado a cabo por los socialistas quedaría casi intacto. Veamos:

José María Aznar

Cuando los socialistas pierden las elecciones, en el año 1996, en favor del P.P., este partido se encuentra con un sistema educativo deteriorado pero los populares tardan en reaccionar y, cuando reaccionan, lo hacen de forma in-suficiente.

En el 1999 el P.P. saca la Ley de Modificación de la Ley Orgánica del Derecho a la Educación, siendo ministro de educación Mariano Rajoy, que afecta al traspaso efectivo de competencias y servicios educativos a todas las comunidades autónomas y a la colaboración entre las distintas administra-ciones implicadas en el servicio público educativo. En el Consejo Escolar del Estado se introduce la existencia de un nuevo grupo de representantes de las Corporaciones locales y se crean los consejos escolares autonómicos.

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Se estimula la cooperación de las corporaciones locales con las administra-ciones educativas en la creación, construcción y mantenimiento de los centros públicos docentes, así como en la vigilancia del cumplimiento de la escolari-zación obligatoria, se piensa en que esto puede ser beneficioso para que, por la cercanía al ciudadano, los centros educativos se conviertan en los referentes educativos, pero también sociales, deportivos, culturales, etc., del barrio o localidad en que éstos se asientan y puedan ser mejor aprovechados. Como se ve, las modificaciones no alteran sustancialmente al espíritu de la LODE socialista que sigue prácticamente intacto.

En los años de la ministra Pilar del Castillo se aprueban tres leyes orgáni-cas de educación: La Ley Orgánica de Universidades (LOU), la Ley Orgánica de Calidad de la Enseñanza (LOCE), la Ley de Cualificaciones y Formación Profesional (LOCEP).

En el 2001 aparece la LOU, Ley Orgánica de Universidades. Eran los mismos rectores los que estaban reclamando públicamente a los poderes políticos una so-lución urgente a los problemas de la universidad y poner fin a la endogamia, en-chufismo, clientelismo servilismo e inestabilidad. La modificación de la ley, que venía rigiendo las universidades, era algo que en el ámbito universitario se veía como urgente. Se necesitaba una universidad más abierta y flexible. Esta ley sus-tituye el catálogo oficial de títulos y trata de acercarnos al espacio europeo. Más democratización y menos poder de los catedráticos y directores de departamento. Se pretende un sistema más justo e idóneo en la selección del personal docente. Al final, después de dos intentos fallidos para reformar la anterior legislación univer-sitaria socialista, ve la luz esta ley, siendo ministra de Educación Pilar del Castillo.

El 19 de junio de este mismo año 2002, la ministra de partido popular Pilar del Castillo, saca adelante la Ley Orgánica de Cualificaciones y de la F.P. (LOCEP).

La presente Ley tenía por objeto la ordenación de un sistema integral de formación profesional, cualificaciones y acreditaciones, que respondiera con eficacia y transparencia a las demandas sociales y económicas a través de las di-versas modalidades formativas. Se pretendía actualizar la formación profesio-nal, teniendo en cuenta los criterios de la Unión Europea, se favorecía la cir-culación de trabajadores en el ámbito de la Comunidad Europea, se buscaba lograr una capacitación idónea que respondiera a los intereses del estudiante y de la sociedad. Al año y pico de ser aprobada esta ley el Partido Popular, pierde las elecciones y todo vuelve a estar en manos del partido socialista.

Al finales de este mismo año, 23-XII-02, el P.P. saca adelante también la Ley Orgánica de Calidad de la Enseñanza, LOCE, siendo ministra de Educación

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Dª. Pilar del Castillo, en la que tantas esperanzas se habían depositado. Esta ley iba encaminada a enmendar los desajustes existentes. Tenía como objetivo reducir el fracaso escolar, mejorar la calidad, exigiendo más a los alumnos, y favoreciendo la autoridad del maestro y la disciplina en los centros. Se su-primía el paso automático de curso, volvía la reválida en bachillerato y las pruebas de acceso a la Universidad. En realidad no se trataba de una reforma en profundidad del sistema educativo encarnado en la LOGSE, a lo más, sig-nificaba un parcheo de un edificio en ruinas, pero ni siquiera esto se llegaría a aplicar, pues con el triunfo de los socialistas en las urnas el 14 de Marzo del 2004, éstos volvieron por sus fueros y lo primero que hicieron fue derogar la LOCE y aprobar la décima ley Orgánica de Educación.

El regreso de los socialistas en el 2004 con el Sr. R. Zapatero al frente

Nada más llegar a la Moncloa el Sr. R. Zapatero, una de las primeras cosas que hace es darse prisa por derogar la ley de calidad de enseñanza, la LOCE de los populares, para que ni siquiera se pusiera en funcionamiento, lo que prueba una vez más el gran interés del partido socialista por evitar intromisiones en su sistema educativo. La ley que sustituye a la LOCE es la Ley Orgánica de Educación (LOE), aprobada 3-V-06, siendo ministra de Educación Dª. Mª. Jesús Sansegundo, que paradójicamente a los dos días de ser aprobada dicha ley, deja el Ministerio.

José Luis Rodríguez Zapatero

Volvíamos donde estábamos. El espíritu de la LODE de 1985 perma-nece intacto. Se establece una prueba única homologada para el acceso a la Universidad, con esta ley quedaba aprobada la implantación de la polémica

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asignatura de la Educación para la Ciudadanía que debería de estudiarse en uno de los dos últimos cursos de primaria y en uno de los tres primeros de se-cundaria, una asignatura de la que tanto se ha hablado y se seguirá hablando.

En el año 2007, es aprobada la LOU, ley de reforma de la ley Orgánica de Universidades, siendo ministra socialista Mercedes Cabrera. Esta ley concede mayor autonomía a las universidades y pretende adaptar el sistema educativo de la universidad española a las exigencias europeas en materia de educación, introduciéndose cambios en el proceso de selección del profesorado; se susti-tuye la tradicional habilitación por el proceso de acreditación. El nuevo mé-todo de selección valorará el currículum individual de los aspirantes, basán-dose en los principios de igualdad, mérito y transparencia. Las universidades podrán seleccionar, mediante un concurso oposición público y transparente, a los aspirantes, previamente acreditados, que mejor se adapten a su perfil.

Se da un impulso a la investigación y se estructura de forma definitiva los es-tudios universitarios en tres niveles: grado, master y doctorado. Además se aprue-ban medidas que permitan a los alumnos compatibilizar sus experiencias labo-rales con los estudios; experiencias que se les reconocerá a efectos académicos.

Desde el año 2007 hasta el 2010 ha habido un cierto silencio educativo perturbado por la puesta en funcionamiento de la controvertida asignatura de Educación para la Ciudadanía y las expectativas surgidas por las negociaciones encaminadas a alcanzar un pacto escolar, siendo ministro de educación D. Ángel Gabilondo, pacto tan necesario para dar estabilidad al sistema edu-cativo español, que al final, por los intereses partidistas sobre todo del PSOE, resultaría fallido, como era de prever. Algunos presentíamos que, cuando el partido socialista, por boca de su ministro Sr. Gabilondo, hablaba de pacto escolar, lo que pretendía no era sino el blindaje de unas leyes educativas am-paradas por ellos; lo que naturalmente impedía todo acuerdo.

Como se puede ver en esta breve exposición sale una media de ley orgánica por cada menos de tres años, un disparate, pues ni da tiempo a asimilar tanta ley, ni mucho menos a ponerlas en práctica; lo que dificulta la consolidación de un modelo educativo. Tal como están las cosas, no tardando mucho, la colec-ción de Leyes Orgánicas de Educación habrá aumentado.

Todo esto, si algo está poniendo a las claras, es la inestabilidad y falta de confianza de nuestro plan de estudios. Estos desarreglos en torno al sistema educativo han traído justificados recelos y desencantos. En el breve espacio de tiempo, que comprende poco más de 30 años, hemos ido asistiendo a refor-mas y contra-reformas del sistema educativo plasmado nada menos que en 11 Leyes Orgánicas. Muchas reformas, muchos cambios.

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Seguramente en España se estaba necesitando un cambio de rumbo en la enseñanza, de acuerdo con los nuevos tiempos; pero no se ha acertado al ha-cerlo. Tal vez ha faltado mesura, equidad y criterio pedagógico ajustado a las exigencias reales y ha sobrado oportunismo político.

Ha pasado ya algún tiempo y nuestro plan de educación ha ido cristalizan-do en resultados, susceptibles de algún tipo de valoración que de alguna manera nos pueda indicar qué es lo que le falta y qué es lo que le sobra a nuestro sistema educativo. No podemos decir que los sucesivos informes PISA le hayan sido favo-rables. Con cierto fundamento se ha dicho que la LODE y la LOGSE, base del Sistema Educativo hoy en España, está confeccionado con unas buenas leyes para un país que no existe. A Esperanza Aguirre le oí decir, en una ocasión, que todo el problema de la educación en España está en que llevamos 25 años de leyes so-cialistas. Puede que esto sea así; pero cabía preguntar ¿Qué hizo ella y su partido durante los 8 años que gobernaron en España?

Estamos esperando que los políticos se convenzan, de una vez por todas, que el sistema educativo ha de ser tratado con criterios pedagógicos y no po-líticos, que dejen a los expertos en educación y a los pedagogos formular las ofertas educativas y que sean los ciudadanos los que las elijan, sin excluir a la Iglesia y a las asociaciones que tienen que ver con la enseñanza, asunto com-plejo sin duda, pero que ha de ser abordado con responsabilidad, si queremos dar continuidad al proceso educativo. En asuntos de educación, los partidos han de olvidarse de los intereses que no sean estrictamente pedagógicos. Todos sabemos que a los políticos les va mucho en esto de la educación, pues a través de ella pueden modelar las mentes, según sus respectivas ideologías; pero han de ir comprendiendo que la buena educación, sólo puede hacerse con inde-pendencia de la política. Los políticos han de comenzar a comprender que la educación más que una cuestión política es un asunto social y familiar, que la escuela no es un patrimonio del Estado sino de la sociedad y las familias.

Nuestro actual sistema educativo a examenEn esta nuestra sociedad desarrollada del bienestar, vivimos bien y aún quisié-

ramos vivir mejor; exigimos mejores niveles de vida, mejores hospitales, mejores prestaciones y lógico sería exigir también mejores escuelas, que hicieran el milagro de conseguir que los hombres fueran más libres y humanos, mejores escuelas para que los hombres dejen de ser máquinas robotizadas y convertirse en personas in-tegras y cabales, escuelas para que los sujetos dejen de ser engullidores consumistas que todo lo devoran a su paso. En una sociedad como la nuestra necesitamos de

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una educación más humanizada y de mayor calidad que eleve al hombre a la dig-nidad que le corresponde. Ha llegado el momento en que hemos de preguntarnos si el sistema educativo español que tenemos responde a este tipo de exigencias. Preguntarnos si nuestro vigente sistema de enseñanza responde a intereses huma-nistas o está sirviendo a otro tipo de intereses.

Según mi opinión, se pueden señalar algunos errores que puedieran expli-car la situación desastrosa por la que atraviesa la educación en nuestro país. No hace mucho, el periódico IDEAL de Granada publicaba un artículo del escritor Jiménez Lozano en el que se podía leer lo siguiente: “La catástrofe educativa, producto de los sistemas aplicados en los últimos años, ha expul-sado, pura y simplemente, a cientos de miles de personas de la posibilidad no solo de entender un libro.... sino también de la posibilidad de hacer un mí-nimo discurso lógico-crítico, y de la mera identificación espacial (geografía) y temporal (historia) de un hecho. Y de la posibilidad, en fin, de utilizar una lengua –sea ésta la que sea– más allá de la mera comunicación más o menos aproximada, en un tren de frases estereotipadas y absolutamente idénticas cada una de ellas. Es decir, que los sistemas educativos han dado lugar ya a una especie de proletariado intelectual a merced de cualquier embaucamiento, una indigencia intelectual realmente “prodigiosa”. Con la LEG los estudios secundarios y los universitarios habían alcanzado un apreciable nivel en con-sonancia con el elitismo que en cierta manera le caracterizaba. Proyectemos la mirada sobre nuestro actual sistema y evaluémoslo.

Me voy a referir en primer lugar a la:

1. Masificación: Se habla de que ha sido un logro sin precedentes la plena escolarización de niños y adolescentes hasta los 16 años; pero ello ha traído un serio deterioro de la enseñanza. Puédese decir que lo que se ha conseguido en nuestro país es la escolarización plena o casi plena; pero yo no me atrevería a hablar de educación en el sentido estricto de la palabra. Los más críticos pien-san que los centros han dejado de ser ese lugar de encuentro con la cultura y se han convertido en aparcamientos de niños; de esta forma posiblemente es-tén cumpliendo una función social de recogida de niños, sin duda es siempre mejor que los niños estén en la escuela y no en la calle, lo que sucede es que si esto es así, los centros de enseñanza no están cumpliendo con la función que les es propia y al final, habría que preguntarse si lo que se ha democratizado ha sido la enseñanza o la ignorancia. Se está fallando en capacidades básicas, mal en matemáticas y geografía e historia; los niveles en Física y Química son bajos; la literatura brilla por su ausencia; se lee poco; se comprende mal y se escribe incorrectamente, incluso con faltas de ortografía. En cuanto a cultura religiosa hay casos que rayan el analfabetismo.

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Resultados promedio en comprensión lectora. Informe PISA.

Total OCDEPromedio OCDE

Corea del SurFinlandia

CanadáJapón

Países BajosMadrid

Castilla y LeónEstados Unidos

CataluñaLa Rioja

SueciaAlemania

NavarraFranciaAragón

País VascoReino Unido

AsturiasPortugal

CantabriaItalia

GaliciaGreciaEspañaMurciaAustria

AndalucíaFederación Rusa

BalearesChile

CanariasUruguay

MéxicoCeuta

ColombiaBrasil

MelillaArgentina

PanamáPerú

El Instituto de la Calidad y Evaluación ha manifestado el fracaso del siste-ma escolar: Son muchos los estudiantes que se encuentran en esta situación.

Parece cierto que la masificación ha supuesto una bajada en los niveles de la enseñanza y ello no tenía por qué ser así. Se nos ha dicho por activa y por pasiva que “es más grande el poco saber de muchos que el mucho saber de po-cos”, se nos ha dicho que es preferible una mala educación para todos que una buena educación para unos pocos, como si la cantidad necesariamente fuera incompatible con la calidad y la gente se pregunta ¿Hemos de resignarnos y conformarnos con una mala educación? ¿Es esto inevitable? El ideal al que se debe aspirar es una buena enseñanza para todos, la mejor posible, teniendo

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en cuenta eso sí, las diferentes capacitaciones de los alumnos y partiendo del hecho de que no todos los alumnos son iguales, no todos pueden aspirar a la misma titulación; por ello, a unos y a otros se les ha de ofrecer niveles diferen-tes según sus posibilidades.

El fallo ha estado en que se parte de un igualitarismo académico que no responde a la naturaleza de las cosas. Hay alumnos más capacitados que otros; siempre ha sido así y siempre lo será, por eso es un grave error tratar de medir a todos por el mismo rasero. El sistema de evaluación no es el adecuado.

El igualitarismo del que se parte y en el que se inspira el actual sistema educativo en España, puede que satisfaga ideales políticos pero no responde al realismo pedagógico ni es lo que más conviene para nuestra sociedad. Lo que se está haciendo con este absurdo igualitarismo académico es que, dada la imposibilidad de igualar a todos por arriba, se ha pensado en igualar a to-dos por abajo y ello ha traído como consecuencia rebajar considerablemente el listón, como ha puesto de manifiesto la OCDE en su informe de Pisa del 2003, el cual nos coloca en los furgones de cola del tren europeo en materia de educación.

Todos los niveles de conocimiento han bajado pero la peor parte se la han llevado los saberes de humanidades.

La masificación universitaria está produciendo más licenciados que la so-ciedad necesita, lo que hace que muchos adquieran su titulación universitaria para nada, desde luego, no para conseguir un puesto de trabajo correspon-diente a su titulación, lo que sin duda, está creando frustración.

2. Democratización: Con la reforma educativa ha venido también la lla-mada democratización de los centros, lo que ha permitido una mayor parti-cipación y colaboración de todas aquellas personas, (alumnos, padres, etc.) involucrados en el proceso educativo; pero no es menos cierto que ello ha conllevado cierta anarquía y la pérdida de autoridad del profesorado, con todo lo que ello significa, y la gente se pregunta ¿Qué está pasando en los Centros? ¿Qué hay que hacer para hacerlos medianamente gobernables? No hay dis-ciplina, los profesores han perdido la autoridad. El Director y el Claustro de Profesores carecen de las atribuciones que les son propias para ejercer respon-sablemente su misión y el resultado de todo ello es una cierta anarquía en los centros y un desencanto en los docentes. Se ha llegado al extremo de tener que pedir ayuda a los agentes del orden.

La democratización de los centros ha traído el malestar del profesorado en-frentado a los padres, más preocupados por que su niño apruebe que de otros

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problemas serios. Los Consejos Escolares están siendo un fracaso. Se supone que son los profesores los que saben de cuestiones de enseñanza; pues bien, el Consejo Escolar les impide, a veces, tomar decisiones en cuestiones que ellos conocen bien; el Consejo Escolar ha quitado protagonismo al Claustro, constituido por profesionales convirtiéndole en un organismo bastante intras-cendente, que apenas puede tomar decisiones en el gobierno de los centros.

3. Monolitismo: Un ideal igualitarista ha motivado que se nos imponga la escuela unificada, tradicionalmente vinculada a la ideología de izquierdas. D José Antonio Marvall, después de aprobada la LODE, dijo que ésta era “una ley socia-lista para todos los españoles” y decía verdad. Lo que sucede es que en España no todos son socialistas. Nuestro modelo educativo es monolítico, común para todos los ciudadanos, algo que evidentemente no se corresponde con el pluralismo so-cial de nuestra sociedad. A una sociedad plural le debiera corresponder también una escuela plural, que permitiera a los padres y alumnos elegir la enseñanza más acorde con sus convicciones, sus sensibilidades, sus aspiraciones. De la misma manera que existen diversos partidos políticos con diversas ideologías, inspirados en diferentes concepciones de la vida, debieran existir diversas escuelas públicas que respondieran a las distintas concepciones del hombre y así poder dar satis-facción cumplida al pluralismo existente en nuestra sociedad. Lo que no puede ser es tratar de tapar varias cabezas con un solo sombrero. Ésta es precisamente la contradicción que se da hoy en España: por una parte una sociedad plural y por otra un solo modelo de enseñanza publica y quien no esté a gusto con ese modelo de enseñanza publica tendrá que buscarse una escuela privada y pagársela de su bolsillo, algo que no todos pueden hacer.

La politización de la enseñanza está afectando a su calidad e incluso al pro-pio sentido de la misma.

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Referente a la coeducación tampoco es bueno el monolitismo. Se parte del principio de que hay que dar la misma educación a los chicos que a las chicas, como si la coeducación fuera un dogma pedagógico que no admite discu-sión. Hoy se está viendo que esto no es así. Los últimos estudios han puesto de relieve que la coeducación está teniendo más inconvenientes que ventajas. Ni los ritmos de aprendizaje, ni las sensibilidades son igual en las chicas que en los chicos. Existen sobradas razones para dudar de la eficacia de la escuela coeducativa y esto debería ser suficiente, cuando menos de dar opción a los padres para poder elegir el tipo de escuela mixta o diferenciada. La cultura de género, que se está imponiendo, parte del supuesto falso de que hombre y mujer son lo mismo por naturaleza y esto es un grave error. No decimos que el hombre sea superior a la mujer, lo que decimos es que son diferentes y, por lo tanto, están pidiendo una educación que respete sus específicas exigencias naturales. No digamos nada sobre la falta de formación humana, falta de va-lores, falta de autoexigencias, etc.

4. Aconfesionalismo: Otra de las objeciones serias que se puede poner a la escuela pública en España es su exclusivismo. En España la educación pública sólo puede ser aconfesional, obligatoriamente aconfesional, quedando exclui-da la escuela confesional y a esto se le llama neutralismo; pero de neutralismo no tiene nada, primero porque el neutralismo no es posible en la enseñanza. Cuando educamos siempre lo hacemos al trasluz de lo que uno es. Siempre se trasmiten unos valores, unas aptitudes ante la vida, unas convicciones y esto vale lo mismo para el creyente que para el no creyente. Diré mas, el fanatismo e intransigencia que están demostrado muchos de los no creyentes, supera con mucho el supuesto fanatismo del que ellos acusan a los creyentes. Lo cierto es que la escuela laica que se nos ha impuesto, como modelo educativo, no tiene en cuenta el derecho de muchos españoles que verían con buenos ojos una escuela confesional a la que poder llevar a sus hijos. ¿Por qué somos tan cuidadosos en respetar el derecho de los no creyentes y no tenemos esa misma sensibilidad con los creyentes en materia de educación?

Me parece bien una escuela laica para los que la quieran; pero también se-ría razonable una escuela confesional para los que la deseen. En realidad la es-cuela aconfesional es un modelo específico de escuela, bien distinto, eso sí, de la escuela confesional. En aquella no está presente Dios y en ésta sí. Pretender expulsar a Dios de las escuelas, so pretexto de que el Estado es aconfesional, no solo es un enorme disparate sino que también es injusto porque vulnera el derecho de millones de creyentes; además es empobrecedor porque una edu-cación sin Dios priva al hombre de los horizontes fecundos y esperanzadores de trascendencia. El Estado aconfesional, al que se supone neutralidad, no

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debe pronunciarse sobre esta cuestión. La educación para ser auténtica ha de abarcar todas las dimensiones personales, desde las físicas hasta las espiritua-les. Nada queda excluido de la realidad del yo, núcleo en el que convergen las diversas estructuras, que muestran la rica complejidad del ser humano. Nada queda excluido y mucho menos la dimensión trascendente.

Históricamente es fácil constatar que todos los proyectos educativos que han prescindido de Dios no han dado buenos resultados, ni han hecho al hombre más libre y solidario ni tampoco más satisfecho de sí mismo ni más feliz. Ésta es la realidad. No parece que sea una mera casualidad que la nueva deshumanización que padecemos se vea acompañada por la desteologización de nuestro mundo.

Es cierto que en España se tolera la escuela confesional pero ésta ha de ser privada y de pago, con lo que se rompe el principio de igualdad de oportu-nidades, ya que este tipo de escuela sólo se la pueden permitir los que tienen dinero, con lo que llegamos a la paradoja de que la administración progresista, con sus leyes modernas y reformistas, lo que ha hecho es ayudar a que se sigan manteniendo las diferencias sociales. Así las cosas, la gente se pregunta: ¿se puede seguir hablando de libertad de educación en España?

Cierto es también lo de la clase de Religión, un par de horas a la semana; pero esto resulta a todas luces insuficiente para dar una formación cristiana, insuficiente también para contrarrestar la atmósfera laicista que se respira en muchos centros.

5. El Fracaso escolar y la indisciplina: Una objeción más a nuestro sis-tema educativo lo representa el fracaso escolar que anda por el 60% en la enseñanza no universitaria y seguramente más en la universitaria. La falta de autoridad e indisciplina, a decir de los profesores, está haciendo imposible la

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enseñanza. La violencia no sólo se ejerce entre los alumnos sino que la ejercen contra los profesores. El aprobado por compensación y la forma de evalua-ción, tanto en educación universitaria como en la no universitaria, no es la idónea. Los exámenes han sido desprestigiados, se les considera competitivos, represivos, ineficaces y se les ha cambiado por la evaluación continua. Al fi-nal el suspenso se convierte en aprobado. Hay que volver a la disciplina y al esfuerzo.

En lo referente al concepto de Educación Permanente que ya aparecía en la L.E.G. con una duración indefinida de por vida y que comprometía a alum-nos y estudiantes a actualizarse continuamente, debiera tenerse más en cuen-ta, por que, según pienso, las exigencias del futuro van a ir por ahí. Hoy no es suficiente con la obtención de un título, éste hay que actualizarlo permanen-temente. Se hace necesario estar al día y para ello hay que actualizarse conti-nuamente. Los continuos cambios nos piden cada vez más y hemos de saber enfrentarnos a nuevos retos. Paralizarse es quedar descolgados de la marcha vertiginosa de la ciencia y de la cultura de nuestro tiempo.

6. Trasferencias: El proceso de reformas ha traído también la descentra-lización de la enseñanza en nuestro país, tema éste que está dando mucho que hablar. El territorio MEC ha ido perdiendo competencias a favor de las autonomías, que pueden presumir de tener una educación a su medida. ¿Es esto lo que la sociedad española estaba necesitando? Bien está que se tengan en cuenta las especiales circunstancias que concurren en las diferentes auto-nomías del territorio nacional pero no hasta el extremo de romper los lazos de conexión que unen a todos los españoles y que deben intensificarse a través de la educación. Bien está que se tengan en cuenta los valores culturales tradi-cionalmente vinculados a cada región, pero no hasta el extremo de poner en peligro la indispensable homologación cultural que nos identifica como una sola nación con muchos años de historia. La descentralización de la educación en España ha supuesto más inconvenientes que ventajas. Hoy los españoles tenemos que lamentar un olvido de valores, humanos, culturales, artísticos de carácter nacional a favor de los valores regionalistas, que en ocasiones más que para unir han servido para crear distanciamientos entre todos los españoles.

A través de un elemental análisis, lo que puede detectarse es una manifies-ta politización de nuestro actual sistema educativo. “El sistema de educación hoy en España representa la educación del sistema” y con esto hay que acabar. La educación en España hace tiempo que está al servicio de la política y no al revés como sería lo deseable. La implantación de forma obligatoria de la asignatura “Educación para la ciudadanía” vuelve a confirmar esto que estoy diciendo. ¿Qué se pretende con esta asignatura? Pues ni más ni menos que ir

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implantando en la sociedad un sistema de valores, una concepción del hom-bre que responde a las líneas directrices de la ideología socialista, cuando lo que estamos necesitando es un modelo de hombre universal de acuerdo con su naturaleza.

Por mi parte quisiera finalizar diciendo que de los errores también se apren-de y quién sabe si al final acabemos dándonos cuenta de que la educación que estamos necesitando es una educación humana y humanizadora, al servicio de la persona y no al servicio de intereses políticos u otra clase de intereses. En las comunidades autónomas la instrumentalización política de la educación es evidente, responde a distintos intereses regionalistas y provincianos.

Es triste ver cómo la enseñanza se ha convertido en el campo de batalla de un enfrentamiento ideológico, donde no ha sido posible acuerdos mínimos sobre cuestiones básicas. Cada cual ha tratado de arrimar el ascua a su sardina y en esas estamos. Ya es hora de que los políticos comiencen a darse cuenta de que las cosas no pueden continuar así, de que no es lícito utilizar la educación con fines partidistas.

La historia nunca está concluida, lo que hasta ahora hemos tenido es sólo una parte, falta lo que está por venir. Esperemos que el futuro sistema educa-tivo español sea mejor del que ahora tenemos. España a lo largo de su historia ha representado mucho en el concierto universal de la cultura; es de desear que esta tradición no se pierda.

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Bibliografía (para la etapa anterior a Franco) – Abellán, José Luis, (1976). La Institución Libre de Enseñanza cien años

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Historia, arte y Naturaleza

Xii JorNadas de estudio eN PamPloNa

2011

IMSERSO

ACTIVIDADES

• Conferenciasmensuales, a cargo de especialistas en los más diversos campos y también, de los propios miem-bros de la Asociación.

• JornadasdeestudioyCongresos, en los que se tratan temas sociales y culturales de actualidad, con ponencias, visitas y mesas redondas.

• Participación en congresos de otras entidades a los que pertenecemos como: CEOMA, CEMA, AGE Europea, IAUPL, AEPJCCAABBIIAA y FIAPAM.

• ViajesculturalesporEspañayelextranjero.• Asistencia a conciertos, obras de teatro,museos y

exposiciones.• GruposdeestudiodeCienciasydeHumanidades.• Tertuliassobretemasvarios.• Estanciasenbalnearios.

AS.P.U.R.

ASOCIACIÓNDEPROFESORESUNIVERSITARIOSJUBILADOS

AS.P.U.R. es una Asociación de ámbito nacional fundada en 1987 y son sus principales funciones:• Reforzar nuestra amistad y mantener nuestras colabora-

ciones de la etapa activa profesional en la nueva jubilación.

• Estar unidos más solidariamente para superar posibles frustraciones humanas en la nueva etapa.

• Agruparnos para continuar siendo útiles a la socie-dad después de muchos años dedicados a su servicio. Nuestro lema “Per laborem ad astra”

Esta Asociación está abierta a Profesores de todos los niveles educativos.

En 2006 se creó la Sección Territorial de la Comunidad de Madrid con el nombre de EmeritorumAula.

OBJETIVOS

• Favorecer la actualización en los conocimientos cientí-ficos, técnicos, artísticos y literarios de todo tipo.

• Defender los derechos profesionales a sus asociados.

• Organizar actividades de carácter social, ciclos de confe-rencias, cursillos, jornadas de estudio, congresos, etc. sobre diversos temas y en especial sobre materia educativa.

• Celebrar convivencias en Centros Educativos y Culturales de las diversas Comunidades Autónomas.

• Realizar viajes culturales por España y el extranjero en interrelación con docentes de otros países.