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Guillermo Angulo Gómez Una vida dedicada a la política Por: Manuel José Álvarez Didyme–dôme

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Guillermo Angulo GómezUna vida dedicada a la política

Por: Manuel José Álvarez Didyme–dôme

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Guillermo Angulo Gómez

Guillermo Angulo Gómez

Nacido en la ciudad de Ibagué el 19 de julio de 1934, en el hogar que confor-maron el banquero Guillermo Angulo Ruiz, un hombre tranquilo y distante de la actividad política y Gabriela Gómez Solórzano, una ama de casa en el sentido tradicional del término. Guillermo Angulo Gómez dedicó su vida a la política, actividad de la cual, según sus propias palabras, “se enteró” muy joven, y desde entonces vivió inmerso en y para ella.

No fue difícil que la política llegara hasta él de manera prematura y lo permeara; primero, porque en el ámbito familiar escuchó los relatos fantás-ticos de las múltiples guerras civiles que se vivieron en el Tolima, como las actuales en el país, trasmitidos en su más tierna infancia por su abuela pa-terna, Trinidad Ruiz Bárcenas, como un recuerdo hereditario relatado con la pasión propia de alguien que creció en un pueblo azotado intensamente por las luchas partidistas, según lo cuentan sus hermanas Estela y Gloria, y luego por la propia vivencia de “…ese ciclón de locura y de pavura…”, que en su obra, Escrutinio sociológico de la historia colombiana (1956), denominó el profesor Luis López de Mesa Gómez a lo ocurrido el 9 de abril de 1948: El violento episodio de cuarenta y ocho horas de anarquía total de la muche-dumbre, ante el asesinato del caudillo Jorge Eliécer Gaitán.

Un breve período de tiempo con sensación de eternidad durante el cual desapareció el Estado y en cuyo discurrir Ibagué sufrió, junto con Bogotá, las más grandes pérdidas en vidas y bienes, en dramáticas circunstancias que fueron vividas por Angulo, personalmente, cuando apenas era un esco-lar que aún no llegaba a los catorce años de edad, como lo registró Camilo Pérez Salamanca en el tercer tomo de su Quinteto de Ibagué bautizado como Héroes sin Pedestal (2011), en el que reprodujo el recuento de aquel evento relatado por el exministro, bajo el título: El 9 de abril en Ibagué.

Casi el mismo texto que también vio la luz en la obra: Episodios del Congreso, que se publicó en el año 1976, en el que Angulo dio cuenta una vez más de lo vivido por él, en aquel fatídico noveno día del cuarto mes del año, cuando apenas era un “cachifo” –como entonces se llamaba a los muchachos

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en edad escolar, según cuentan algunos de sus contemporáneos–, que vivía en pleno centro de Ibagué con sus padres y sus dos hermanas, a media cua-dra de la Plaza de Bolívar, en la Calle 9ª entre las Carreras 3ª y 4ª, en el mismo sitio en donde, por una paradoja del destino, hasta no hace mucho funcionó la Fundación bautizada con el nombre del ilustre expresidente tolimense: “Darío Echandía”, que no obstante militar en un partido distinto al suyo, el Liberal, tanto influyó en su parábola política.

La ubicación de su hogar paterno, en aquel momento, se encontraba bastante alejada de la edificación que ocupaba el colegio de San Simón, situada por fuera del perímetro urbano, a donde hacía poco se había tras-ladado, luego de permanecer por años en el viejo caserón del parque Mu-rillo Toro que “originalmente correspondió al extinto Convento de Santo Domingo”, según narra Álvaro Cuartas Coymat, en su obra Ibagué, ciudad histórica (1994).

Las condiciones personales de aquel menor que era Angulo jamás le hubieran podido llevar a imaginar que en ese brumoso viernes, al tomar el bus en compañía de su condiscípulo y vecino Edgar Gallo Aya, que los lle-vara hasta el colegio para reiniciar la jornada escolar, después de almorzar y apenas pasadas las 2 de la tarde, iba a encontrar los internos del plantel, algunos de ellos compañeros suyos de pupitre, armados de palos y mache-tes, exacerbados por las proclamas incendiarias de su profesor de Educa-ción Física al enterarse de la noticia de la muerte del jefe liberal, y jugando a ser gente mayor al conformar la caricatura de un pelotón de combate que bautizaron como “Batallón San Simón”, que bajo amenazas, los obligó a devolverse a sus casas.

De esta forma, presos del temor, él y su amigo iniciaron presurosos el regreso a pie, tomando toda suerte de atajos con los que eludían la enfurecida turba que entre gritos, disparos y hogueras que brotaban por doquier, se daba a los saqueos indiscriminados de los pequeños comercios de la época, alteran-do la existencia de la ciudad apacible, hasta entonces como la que más.

Tanto lo marcaron estos hechos, que Angulo los narraba una y otra vez con lujo de detalles como una de las circunstancias más importantes vividas

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por él, al punto de incluirlos en el libro que editó en el mes de mayo de 1997, en el que destaca cómo su hogar paterno se salvó de la destrucción y las llamas, gracias a que don Jorge Chacón, suegro de uno de sus vecinos, el mé-dico Carlos Julio Cuartas, se mantuvo durante horas ondeando en la puerta una roja bandera del Partido Liberal y a que el jefe gaitanista del Tolima de entonces, el abogado Ernesto Lucena Bonilla, igualmente vecino suyo, acu-dió personalmente para impedir que la enardecida muchedumbre le causara algún daño a los suyos.

El resentimiento que despertó esta violenta experiencia entre los que la vivieron, bien como actores o sujetos pasivos, se amplificó cada vez más en el suelo del Tolima, ganando sin pausa, en virulencia, al punto que los conser-vadores a la vista de algún ejemplar del diario liberal El Tiempo, lo quema-ban públicamente en las calles, mientras los liberales hacían otro tanto con los del periódico conservador, El Siglo.

Mucho tiempo después lo narraría entre tinto y tinto Eduardo Uribe Uribe, un gigantesco inmigrante antioqueño, conservador a ultranza, cono-cido en las tertulias vespertinas del café París por el mote de “Maestro Uribe”, quien añadía con su elevado tono de voz cómo ese clima de belicosidad se repetía y aumentaba en los numerosos entierros de los caídos en los enfren-tamientos de los dos partidos, cuando al descender por la principal vía de la ciudad capital, la Carrera 3ª, hacia el viejo cementerio San Bonifacio, de la Calle 21, se convertían en motivos de agravios y disputas, que obligaron a que se impusiera al caer las sombras de la tarde y casi de forma permanente, el llamado “toque de queda”. Un toque de corneta con el que la Policía notifi-caba a la ciudadanía la imposición de recogerse en sus casas y abstenerse de salir de ellas hasta el amanecer siguiente, como último recurso para preser-var el sosiego y la tranquilidad ciudadana.

Como lo registró Germán Guzmán Campos, et al, en el libro: La vio-lencia en Colombia (1968), entre los años de 1949 y 1958, fueron 35.249 las muertes que esta tormenta de pasiones causó en el Tolima, hasta que gracias al acuerdo de los dos partidos tradicionales, el Liberal y el Conservador, de hacer un alto en ella y establecer la alternación en el poder, mediante la sus-

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cripción de un convenio conocido en la historia de Colombia como El Fren-te Nacional, se sosegaron los espíritus y menguaron el terror y la barbarie por un corto período de tiempo en todo el territorio nacional.

Claro que para que ese pacto de paz suscrito entre unos y otros fuese de general aceptación en el Tolima, el Gobierno nacional tuvo que designar, en el mes de agosto de 1958, al expresidente oriundo de esta tierra, Darío Echandía, como su gobernador, quien gracias a su reconocida bonhomía no generaba ningún rechazo entre el grueso de la población.

En el banquete de recepción que las gentes del Departamento le brin-daron entonces a Echandía y a su esposa, Emilia Arciniegas, actuó como orador y oferente el novel abogado conservador Guillermo Angulo Gómez.

Sus estudiosAngulo empezó a estudiar cuando apenas era un niño en el Liceo Especial, un pequeño colegio de primaria, fundado y regido por la reconocida edu-cadora, raizal ibaguereña, Soledad Rengifo Guzmán. Y fue tan indeleble la huella que esta maestra dejó en Angulo, que en reconocimiento suyo, cuan-do aquel se desempeñó como ministro de Educación Nacional, dispuso que se bautizara la Biblioteca Pública “Soledad Rengifo”, nombre que aún con-serva y que fue construida en esta capital en la intersección de la Calle 10ª con la Avenida 5ª por el Instituto Colombiano de Construcciones Escolares, que dirigía a la sazón otro destacado tolimense oriundo del municipio del Guamo, el arquitecto Alfonso Carrero Herrán.

De aquel pequeño plantel, Angulo pasó al colegio institucional de la Curia regional, denominado El Tolimense, que por entonces era rectorado por el sacerdote y sociólogo raizal, monseñor Germán Guzmán Campos, coautor de la obra que atrás aludimos, La violencia en Colombia, fallecido en la ciudad de México d.f. En dicho colegio cursó dos años hasta terminar su primaria, mientras el polémico sacerdote, confesor de víctimas y victimarios del apasionamiento político, permaneció al frente de esta institución, para hacer tránsito seguidamente al paradigmático colegio de San Simón, que

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como se sabe, fue fundado mediante Decreto del 21 de diciembre de 1822 por el general Francisco de Paula Santander.

Por entonces este centro de educación era uno de los de mejor calidad académica en Colombia, en donde estudiaba la juventud destacada de la re-gión de la época y allí culminó su bachillerato en el convulso año de 1950, e ingresó, acto seguido, a la Facultad de Derecho y Ciencia Política de la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá, para cursar el ciclo básico de su formación en 1955, de donde egresó como abogado, para prolongar la tradi-ción del Tolima como cuna de juristas de destacado oficio en la ciencia del Derecho y en el escenario político nacional.

Eran los tiempos en que esta Universidad funcionaba en el antiguo claustro de San Bartolomé en Bogotá, cuyo decano era el padre Gabriel Gi-raldo, que en su momento era el jesuita más importante de esa comunidad en Colombia. De ello dan prueba, y solo basta traerlos a la memoria y sin orden alguno de prelación, nombres de tolimenses descollantes por su buen decir y hacer en el foro, el gobierno y la cátedra, como: Carlos y Juan Lozano y Lozano, Antonio Rocha Alvira, Darío Echandía Olaya, José Joaquín Cai-cedo Castilla, Augusto Ramírez Moreno, Alfonso Gutiérrez Bonilla, Alfonso Palacio Rudas, Alfonso Reyes Echandía, al lado de muchos otros.

El políticoVale destacar que el tránsito sin pausa de Angulo, desde los cargos que sirvió y las corporaciones municipales en las que actuó, hasta llegar a las más altas dignidades de los órganos Legislativo y Ejecutivo del Estado y de su Partido, fue consecuencia de una vocación política enmarcada por sus ideas conser-vadoras y una consistente actuación con ellas al “…entender la vida como un deber para con el Estado y las libertades tradicionales”, como alguna vez lo escribió.

Es que Angulo, una vez egresado de los claustros javerianos y habién-dose iniciado como Juez Civil Municipal y Fiscal Superior en Ibagué, pronto descubrió su verdadera vocación: La política, convertida en irresistible pa-

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sión. En ella terminó influido y en alto grado por la designación que le hicie-ra el alcalde Lisímaco Parra Bernal, como Personero Municipal de Ibagué, que lo ató de forma definitiva al servicio de lo público.

A aquella época pertenece la anécdota que Angulo jocosamente narra-ba: Una convocatoria que le fue hecha al despacho del gobernador de enton-ces, Echandía, la que atendió presuroso. Una vez allí, el expresidente le solici-tó que le colaborara para que el municipio de Ibagué le vendiera con carácter urgente a su nativo Chaparral una planta eléctrica, la cual había sido instala-da temporalmente en el Estadio de esta capital con motivo del Campeonato Nacional de Futbol y que recién acababa de finalizar. De manera tímida, Angulo le explicó al mandatario departamental que aquello solo se podía hacer mediante una licitación; respuesta que suscitó la cólera del Maestro, quien golpeando la mesa repetidamente con la mano derecha, como era su costumbre, le dijo: “¡Ajá, Guillermito, con que quieres mandarme a la cárcel por querer ayudar a mi pueblo!”, y dando media vuelta salió del recinto sin despedirse.

No obstante, unos días después, Echandía ya sosegado, participó en la licitación obligatoria y logró que se le adjudicara la planta al ente departa-mental que regentaba, y finalmente dispuso, como gobernador que era, que efectivamente se instalara en Chaparral.

Todo ese episodio concluyó con el viaje de Angulo al sur del Tolima por invitación de Echandía, para acompañarlo a un acto público con motivo de la entrada en operación de la planta, la que finalmente le solucionó los pro-blemas de luz al poblado, y en donde Angulo se vio forzado a pronunciar su primer discurso en plaza pública y ante un crecido auditorio, a instancias, claro, del expresidente.

Otra experiencia que tuvo que sortear durante el desempeño de aquel cargo, y que enriqueció su anecdotario, fue causada por la decisión que tomó la administración local de estatizar la empresa privada de teléfonos de Iba-gué de propiedad de sus amigos, los miembros de la familia de Aurelio Rey. Difícil tarea que tuvo que adelantar hasta su culminación, con absoluta leal-tad para con sus obligaciones como funcionario público, abstracción hecha

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de su consideración por la libertad de empresa y la propiedad privada, y los vínculos de afecto con sus dueños.

No obstante, la oportunidad más enriquecedora que le brindó aquel cargo de Personero Municipal de la Ciudad Musical, fue la de presidir la Jun-ta Municipal de Turismo, encargada de organizar y llevar a cabo el primer Festival Folclórico Nacional en el año de 1959; evento hito de la región que contribuyó en alto grado a la consolidación de la pacificación del Tolima y a ponerle fin a los enfrentamientos partidistas antes narrados y que a diario se sucedieron por décadas, dentro de sus fronteras.

Tanto lo marcaron aquellas vivencias administrativas y los vínculos que de allí le surgieron para con la comunidad, que al renunciar y retirarse de ese empleo y abrir su propia oficina de abogado, en 1960, optó por dejar de lado los expedientes y memoriales y retornar a lo público; esta vez por la vía elec-toral, aspirando al Concejo de varios municipios, entre ellos el de su ciudad natal, con positivos resultados.

Ante ello, el paso que dio a continuación fue presentarse a la opinión como aspirante a Diputado a la Asamblea Departamental del Tolima; cuer-po colegiado que presidió por un período y que le permitió alcanzar la su-ficiente figuración, para más tarde, en 1964, ser designado por el entonces gobernador del Departamento, Rafael Caicedo Espinosa, como Secretario de Educación del Tolima.

Así y ya encaminado por el sendero de la militancia activa en la colecti-vidad política a la que siempre perteneció, presentó en 1962 su nombre y fue electo como Representante a la Cámara, en medio de un polémica disputa electoral con el exministro de Agricultura y cofundador de la Universidad de Ibagué, Roberto Mejía Caicedo, que fue dirimida en su favor por el Consejo de Estado, por unos escasos votos.

Más tarde, la gracia de las urnas le dio la opción de convertirse en el se-nador que fue durante ocho períodos sucesivos, de 1966 a 1970, 1970 a 1974, 1974 a 1978, 1978 a 1982, 1982 a 1986, 1990 a 1991, 1991 a 1994 y finalmen-te de 1994 a 1996. Presidente de aquel órgano legislativo en 1967, cuando apenas arribaba a los treinta y tres años de edad, le correspondió arbitrar

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un período de excepcional conmoción política generado por la renuncia del entonces jefe de Estado, Carlos Lleras Restrepo.

La renuncia de LlerasSin duda, el inexorable destino le bridó a Angulo, en una de las oportunida-des en que fue elegido para presidir el Congreso de la República, concreta-mente en el período de 1967 a 1968, la opción de vivir como protagonista de primera línea uno de los episodios más recordados en el discurrir político nacional del pasado siglo, como lo relatan sus compañeros de entonces: La renuncia del doctor Carlos Lleras Restrepo a la Presidencia de Colombia y las dimisiones que en solidaridad con esta se desencadenaron por parte de ministros, gerentes de institutos descentralizados, gobernadores y sus secre-tarios, alcaldes y hasta inspectores de Policía, poniendo al país al borde de una grave crisis.

Este episodio surgió como consecuencia de los candentes debates polí-ticos iniciados al medio día del 6 de julio de 1968, en la presentación ante el Congreso del Proyecto de Reforma Constitucional, más conocido como la “Reforma Lleras”, que llevaron a pensar que fracasaría y se iría a pique: Un verdadero “salto al vacío”, como fue llamado en su momento por el expre-sidente Ospina Pérez en frase recogida por la casi totalidad de los medios informativos de la época, pues puso a Colombia al filo de la anarquía total ante la eventual vacancia de sus principales instituciones.

Algo de tanta gravedad, cuyo único precedente en el país fue la renuncia del presidente Alfonso López Pumarejo en la vigésima centuria, concreta-mente en 1945, pero por causas distintas, esas sí de carácter ético, que llevó a que los gremios económicos como la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia (andi), la Federación Nacional de Comerciantes (Fenalco) y la Sociedad de Agricultores de Colombia (sac), así como las centrales obreras: Confederación de Trabajadores de Colombia (ctc) y la Unión de Trabaja-dores de Colombia (utc), dado el desconcierto que generó tan intempestiva determinación, cerraran filas al unísono, al lado del primer mandatario.

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En ese día, el Congreso presidido por Angulo dio comienzo a la vota-ción del proyecto de modificación a la Carta Fundamental, síntesis de cuatro anteproyectos anteriores: Tres de ellos previa y cuidadosamente elaborados por el Gobierno con la colaboración de prestantes figuras de los partidos políticos tradicionales que trabajaron en él durante algo más de dos años, al lado del entonces ministro de Gobierno, Misael Pastrana Borrero y del juris-ta tolimense Jaime Vidal Perdomo, y uno más redactado por el jefe, Alfonso López Michelsen, a la sazón del denominado Movimiento Revolucionario Liberal (mrl).

El documento final resultante fue presentado por el Ejecutivo al Legis-lativo, luego de numerosas dificultades y se designó, para que fueran sus po-nentes, a los constitucionalistas Carlos Restrepo Piedrahita y Raúl Vásquez Vélez. Con el fin de viabilizar los acuerdos políticos que pudieran llegar a de-mandar su aprobación, igualmente se integró, por decisión de la presidencia del Congreso, una comisión parlamentaria conformada por trece miembros seleccionados del seno de la coalición entonces gobernante.

La circunstancia política que se vivía, con una oposición beligerante y numerosa y la trascendencia del tema tratado, hicieron que los ánimos se caldearan a medida que discurrían las horas y avanzaba el debate, hasta llegar al paroxismo cuando se inquirió y puso en discusión la mayoría nece-saria para la aprobación del articulado.

Frente a ese tema, algunos señalaban que para lograr tal aprobación bastaba la de la mayoría absoluta de los miembros de la Corporación, o sea, la mitad más uno de sus integrantes; en tanto otros, no pocos –entre los que se contaba Angulo, en contra incluso del criterio jurídico del maestro Echan-día–, sostenían la tesis de que tal mayoría debía ser calificada, o sea integrada por las dos terceras partes de los congresistas, tal como lo habían dispuesto las normas del denominado “Plebiscito” de 1957.

La encendida oratoria y la exhibición de armas por parte de algunos de los integrantes de la denominada Alianza Nacional Popular (Anapo), el partido de oposición de corte militar que había fundado el exdictador Gus-tavo Rojas Pinilla, y otros sectores políticos también desafectos al Gobierno,

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así como lo avanzado de la hora, le dieron la opción a Angulo de levantar la sesión con una nueva convocatoria para un día distinto, con el fin de definir el tema en disputa, cuando se esperaba que ya estuvieran decantados los ánimos.

El presidente del Senado, Gullermo Angulo Gómez, abandona el Capitolio tras tormentosa sesión que provocó la más grave crisis política de los últimos tiempos. Lo acompañan el Senador tolimense Pablo Casas Santofimio

y otros congresistas (El Espacio 1968)

Con el correr de las horas del siguiente día, se conoció la reacción pre-sidencial: La renuncia a su cargo del primer magistrado, típica expresión del explosivo temperamento de Lleras y la soberbia que lo caracterizaba; “pro-pia, apenas, de los ángeles caídos”, como Juan Lozano y Lozano lo señaló, echando mano de la Demonología, al advertir el posible fracaso del Proyecto de Reforma Constitucional que no solo constituía uno de los pilares funda-mentales, sino el de mayor trascendencia de su gobierno.

Fueron largos momentos de expectación y caos, tanto en los alrede-dores del Capitolio Nacional, como en las barras y en el recinto del Sena-do, en donde se enfrentaron violentamente partidarios y antagonistas del gobernante, bajo el arbitraje de Angulo, al punto de tener que requerir de

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la fuerza pública para apaciguar las zambras que se habían armado en los diferentes sitios.

Al retornar la calma y reanudarse la votación, se impusieron las ma-yorías que se abstuvieron de aceptar la renuncia de Lleras y aprobaron la Reforma, la cual fue promulgada el 12 de diciembre de 1968 por las dos terceras partes de los miembros del Congreso, como el Acto Legislativo Nº 1 de 1968, cuyo texto otorgó rango constitucional a la Planeación en Colombia y creó la novedosa y útil figura de la denominada Emergencia Económica.

Angulo, con tacto político no exento de autoridad, había superado con buena fortuna la situación más difícil de su carrera política, que mediante sucesivas y estudiadas pausas, logró desactivar el debate que se adelantó en la primera instancia, para continuarlo cuando ya se tuvieran controladas las adversas circunstancias. Definitivamente se había cumplido el deseo que le expresó el expresidente Mariano Ospina Pérez, cuando Angulo lo enteró de todo lo que empezaba a ocurrir: “Que Dios lo acompañe”.

En el libro que atrás fue citado, editado con el patrocinio del Congreso, Angulo historió y legó para el porvenir con un mayor detalle el anterior suce-so y muchos otros de los que hubo de protagonizar en su trajinar político, al señalar cómo aprendió desde siempre y elevó al rango de norma que lo más importante en la vida de un hombre, “es defender lo que se considera justo”.

A este álgido suceso le siguió su designación como presidente del Di-rectorio de una facción del que se conoció como Unionismo Conservador, de 1978 a 1980, en tiempos de división, y luego su elección como presidente del Directorio Nacional del Partido en pleno, con posterioridad a su exalta-ción como ministro de Educación el 22 de mayo de 1980, cargo en el cual permaneció poco menos de un año, hasta el 28 de febrero de 1981, durante el gobierno de Julio César Turbay Ayala.

Su estadía al frente del Ministerio coincidió en el tiempo con la inicia-tiva de algunos directivos del sector privado regional de fundar un centro de estudios superiores en Ibagué, que hoy se concreta en la institución de educación superior denominada Universidad de Ibagué, conocida en el me-

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dio estudiantil como Coruniversitaria o simplemente “La Cor”, en alusión al nombre que originalmente tuvo de Corporación Universitaria de Ibagué, en virtud de su naturaleza jurídica.

En su desempeño vital, Angulo Gómez sacó tiempo para fungir como docente en la Universidad La Gran Colombia de Bogotá, en la materia que lo apasionaba dada su vocación política y que llegó a conocer profundamente: El Derecho Constitucional.

Su actuar político lo llevó igualmente a servir al país en misiones di-plomáticas, bien como embajador extraordinario y plenipotenciario ante la Asamblea General de las Naciones Unidas o como representante de Co-lombia ante la Organización Internacional del Trabajo (oit), en Bruselas, o como jefe de la Delegación Colombiana a la Asamblea General de la unes-co, en Belgrado.

Por otra parte, en el mundo político y social lleno de compromisos y convencionalismos en el que le tocó moverse y tuvo que actuar, pleno de situaciones creadas, de ficciones y convenciones de todo género, Angulo aprendió a desempeñarse con propiedad, dadas sus condiciones de hombre inteligente y buen conversador, fogoso orador y talentoso político, aunadas a su pulcritud en el obrar, como lo destacaron siempre al describirlo sus ami-gos y adversarios.

Todos estas calidades probadas en momentos difíciles, como aquel que ya se reseñó, del 6 de julio de 1968, cuando tuvo que encarar la dirigencia nacional con su retórica y prudente acción, para que el presidente Carlos Lleras Restrepo revocara la renuncia a su cargo, en la que el mandatario es-taba empecinado.

A lo anterior, vale agregar que su devenir político siempre estuvo orientado por su fe católica y apego a la moral, fundamentalmente a la Ley, como abogado que fue, acendrado cultor de su profesión. Estas con-diciones lo llevaron a ser condecorado en reconocimiento de ello con la Gran Cruz de Boyacá, con la Orden del Congreso de Colombia, la Orden Regional del Tolima: Cacique Calarcá, y con la Orden de los Fundadores de la Universidad de Ibagué.

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Angulo recibe la Orden de los Fundadores de la Universidad de Ibagué de manos del fundador Enrique García. Archivo de Universidad de Ibagué

En su trasegar político, Angulo tuvo la suerte de contar con compañeros de viaje con quienes conformó un sólido equipo que por años lo acompa-ñó, a los cuales se vinculó estrechamente gracias a su militancia política de derecha y lo que esto implica, como su vocación por la justicia, el orden, la disciplina y el respeto de la iniciativa y la propiedad privada: Marco T. Padi-lla Guzmán, Hernando Bocanegra Guzmán, Jorge Montealegre Suárez, José Ramírez Castaño y José Liborio Osorio Gómez, entre muchos otros que han dejado en el Tolima una huella de corrección y recto obrar.

Amigo de la denominada Casa Ospina, formó parte del pequeño cír-culo de los afectos de doña Bertha, la beligerante esposa del expresidente Mariano Ospina Pérez, y de los elegidos de este, al punto de haber sido desig-nado por aquella para llevar en el funeral de su cónyuge la vocería de todos sus amigos, copartidarios y admiradores.

Angulo Gómez, con su voz y su gesto, siempre obtuvo el respeto y apre-cio de un copioso electorado que le fue fiel y que por lustros le resultó sufi-

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ciente para llegar en su representación al Congreso y destacarse como uno de los líderes del Tolima.

Sobre su vida y su obra, Angulo dejó como legado el mencionado libro titulado: Episodios del Congreso (1976), en el que rememora con amplitud todas y cada una de sus experiencias vividas, con una sencillez narrativa que no les resta la importancia que tuvieron en su momento.

El ministro de EducaciónEl arribo de Angulo Gómez al Ministerio de Educación Nacional fue el reco-nocimiento a su permanente actividad parlamentaria, en procura del avance y desenvolvimiento de la educación en su Departamento y el país, tal como lo corroboraron sus varias ejecutorias, pese a su corto tránsito por aquel cargo.

Como lo reconoció el órgano rector del sector de la educación en Co-lombia en documento que puso en circulación con posterioridad a su muerte, Angulo “…se caracterizó por la búsqueda del cambio y la diversificación de la educación del país…”, en cuanto “…fue uno de los máximos promotores de su educación secundaria y superior…”. Allí se señala que durante su ges-tión propuso la diversificación del bachillerato, manteniendo el académico tradicional, para ofrecer además de este, otro de naturaleza tecnológica, con el objeto que este último le agregara un valioso plus a aquel. De la misma ma-nera, desde su ministerio planteó la denominada: “Formación vocacional de los discentes”, con el fin de formar ciudadanos que estuviesen en capacidad de encajar en los cambiantes requerimientos del mercado laboral.

Igualmente, fue el primer ministro de esta cartera que reconoció públi-camente y sin ambages la importancia del papel que la universidad privada tiene en el desarrollo educativo del país, incluso al considerar el otorgamien-to de créditos especiales a tales instituciones para el mejoramiento de sus plantas físicas, la adquisición de laboratorios y equipos, y financiación de estudios a sus docentes, con miras a la mejoría de su calificación.

Así mismo, fue el creador y fundador del Instituto Colombiano de Construcciones Escolares (icce) y promovió de forma decidida el apoyo

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a los jóvenes de escasos recursos económicos para acceder a los distintos niveles de la educación superior, como medio excepcional de ascenso so-cial a través del Fondo Educativo Alfredo García Cadena, instituido con tal fin por el Instituto Colombiano de Crédito Educativo y Estudios Téc-nicos en el Exterior (Icetex) con el nombre de ese ilustre exgobernador de Santander.

La fundación de Coruniversitaria, hoy la Universidad de IbaguéSantiago Meñaca Castillo, en el documento testimonial bautizado con acier-to por él como Una historia para registrar, dejó un legado para el futuro con el propósito de evitar que el recuento de tan significativo acontecimiento para Ibagué y el Tolima se extraviara entre las brumas del tiempo, tan cierto como estaba de que “la vida de los muertos debe perdurar en la memoria de los vivos”, tal como lo predicaba el escritor y político romano, Marco Tulio Cicerón.

Este hito se remonta a los primeros años de la década del setenta, cada vez más lejana, cuando un grupo de inversionistas y gentes de empresa de la región, preocupados ante la escasez de profesionales tolimenses calificados para ocupar los cargos de dirección en las empresas que surgían, decidieron crear un centro de formación para suplir tal falencia, que complementara las carreras que entonces ofrecía la Universidad del Tolima, única institución por entonces en la región, pero de vocación agropecuaria.

Esta primigenia motivación coincidió con los trámites que se iniciaban ante el Congreso para que dentro de su agenda legislativa se incluyera la educación tecnológica, los cuales fracasaron en esa instancia, pese a lo cual en su reemplazo el Ejecutivo logró que se le dieran facultades para suplir la frustrada Ley por un decreto con fuerza de tal que satisficiera el propósito. Dicho logro se concretó en el Decreto Ley 80 de 1980.

Por entonces, Guillermo Angulo, como senador y en el mismo sentido, se encontraba tramitando el establecimiento de dos institutos tecnológicos

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para el Tolima: Uno en el municipio del Espinal y otro en Honda, lo cual se juzgó como circunstancia propicia para gestionar uno más para Ibagué.

Enterado del esfuerzo de Angulo, Meñaca lideró una convocatoria para tal fin, y se apersonó de realizar las gestiones indispensables para lograrlo. Para ello, contó con el apoyo decidido de la Asociación para el Desarrollo del Tolima (adt), que en esa fecha dirigía el médico y líder cívico, Eduardo De León Caicedo, y el concurso de otras entidades como el Comité de Cafeteros, presidido por quien escribe esta crónica; además de un grupo de personas amigas suyas, hasta concretar los esfuerzos en la constitución de una Cor-poración Civil sin ánimo de lucro bajo el nombre de Coreducativa, el 13 de septiembre de 1979.

Cuando se iban a iniciar las actividades de promoción y oferta de los programas académicos de Coreducativa, coincidió la designación de Angulo Gómez como ministro de Educación Nacional, y con la circunstancia que para celebrar tal hecho, las fuerzas vivas del Departamento ofrecieron un coctel en el Hotel Ambalá, al cual asistieron la casi totalidad de los amigos de dicha idea. Allí, “don Santiago”, como era llamado de manera familiar y afectuosa el líder empresarial y promotor del proyecto, conversando con el nuevo ministro, aceptó el consejo que este le dio de reformular el proyecto de Coreducativa, como el camino más expedito para llegar al ambicionado ente universitario, para diseñarla desde su origen como “institución univer-sitaria”, máxime si para ello se podía contar con la asistencia por parte del Ministerio rector del ramo para su aprobación.

Días más tarde, exactamente el 27 de agosto de 1980, acorde con esa recomendación de Angulo y gracias a la celeridad que don Santiago le imprimió a su trámite, nació una Corporación diferente, de naturaleza universitaria: La Corporación Universitaria de Ibagué, que seis meses más tarde, apenas en febrero del año siguiente, obtuvo la correspondiente li-cencia de funcionamiento por parte del Instituto Colombiano para el Fo-mento de la Educación Superior (icfes), e inició las actividades propias de su objeto exactamente un año después de su creación, en el mes de agosto de 1981.

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Un hombre de familiaDetrás de su imagen política de destacado verbo, en Angulo se encontra-ba un hombre de recatadas costumbres familiares y hogareñas. Mientras permanecía en Bogotá, se recogía temprano en el hogar materno al lado de sus hermanas Gloria y Estela –su padre había fallecido tempranamente–, y cuando se trasladaba a Ibagué, buscaba la mayor cantidad de espacios entre los múltiples compromisos que en esta ciudad le esperaban, para compartir su intimidad con su esposa Estella González de Angulo y con sus dos hi-jas mujeres, María Clemencia y María Victoria, y más tarde con sus nietas Natalia y Lucía. Con ellas, el severo político se transformaba en afectuoso abuelo dedicado a “maleducar y satisfacer hasta los más nimios caprichos de sus nietas”, tal y como lo describe su esposa Estela… y pasaba horas enteras dedicado exclusivamente a ellas.

Su muerteQuienes conocieron a Angulo lamentaron su muerte y lo destacaron como un ejemplo singular de honradez y decoro en el ejercicio de la polí-tica, e igualmente los gobiernos tanto de su ciudad natal como de su De-partamento y de Colombia, se sumaron a ello al señalarlo como alguien que “…se caracterizó en su vida pública por la prudencia y respeto hacia quienes profesaban ideas diversas a las suyas”, o como “…alguien que no profirió ofensa o descalificación hacia sus adversarios, a pesar del clima de sectarismo que predominó en varias de las épocas en que él participó en la liza como actor político, o cuando lideró su partido desde posiciones directivas”.

Al efecto, la Presidencia de la República recogiendo el sentir popular, expidió el Decreto 2994 del 13 de agosto de 2009 para honrar su memoria, así mismo lo hizo el Senado de la República, en el que permaneció por tanto tiempo oficiando su papel de legislador, al tramitar el Proyecto de Ley 88 de 2010, “por el cual rindió homenaje a su memoria”. Otro tanto hicieron el gobernador del Tolima y el alcalde de Ibagué.

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Aquellos testimonios de su muerte ofrecidos por su ciudad, su Depar-tamento y la Nación, exaltaban la utilidad que en su vida llegó a prestarles. Su deceso ocurrió de manera casi intempestiva el 11 de agosto de 2009, en la misma ciudad en la que nació 75 años atrás, apenas permitiéndole escuchar el anuncio final, de manera queda, casi en sordina, como lo expresa el bello texto de Alfredo de Musset: “Llegó la muerte viejo capitán…/ ya es tiempo, levemos el ancla”.

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Guía complementariaLas siguientes son preguntas sugeridas para desarrollar en el aula. Se reco-mienda complementarlas a criterio de docentes y estudiantes.

1. Escriba una reseña de no más de diez líneas para presentar el personaje a alguien que no ha leído el texto; destaque en su escrito los rasgos que a su juicio son más relevantes porque definen mejor al personaje y cons-tituyen un buen ejemplo para los jóvenes.

2. La vida del doctor Guillermo Angulo Gómez fue marcada por los acon-tecimientos que sucedieron posteriores al asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948. Aunque se sabe mucho de lo que ocurrió en Bogotá y en el Tolima, consulte en libros o con la ayuda de personas mayores, cómo se desarrollaron estos eventos en Ibagué.

3. Durante su vida política se evidenció su alto sentido ético al enfrentar situaciones complejas que le hicieron anteponer el sentido de la justicia y el bien común. Explique brevemente cuáles fueron estos hechos. ¿Qué piensa usted sobre las decisiones que tomó el doctor Angulo Gómez?

4. Consulte sobre la crisis que experimentó el gobierno en 1968 frente a la renuncia del entonces presidente de la república, doctor Carlos Lle-ras Restrepo y de todos sus ministros. ¿Qué papel desempeñó el doctor Angulo Gómez en estos hechos? ¿Qué es una reforma constitucional? ¿Cree que es importante para la democracia que se hagan reformas constitucionales? ¿Por qué?

5. En su papel de Ministro de Educación, entre 1980 y 1981, desarrolló proyectos que siguen siendo relevantes hasta nuestros días. Enumere los más importantes a nivel nacional y a nivel departamental. ¿Qué opi-na de sus aportes a la educación? ¿Qué sabe sobre los créditos que presta Icetex a los jóvenes de escasos recursos?