Guiddens Capitulo. 2

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MÓDULO 0305- EL CAMPO APLICADO DE LOS PROCESOS SOCIOCULTURALES 1 Para profundizar en este tipo de contenidos consulte la obra: Giddens, A.(1995) Sociología. Cultura y Sociedad. Madrid: Alianza Universidad Textos UNIDAD I. EL PAPEL DE LA CULTURA Y LA SOCIEDAD EN LOS INDIVIDUOS Lectura 1 Giddens, A.(1995) Sociología. Cultura y Sociedad. Madrid: Alianza Universidad Textos. Cap. 2 pp. 63-75 CULTURA Y SOCIEDAD ............................................................... 2 El encuentro de las culturas........................................................ 2 Primeros contactos con otras culturas .................................... 2 El concepto de cultura ................................................................ 3 La especie humana .................................................................... 3 U U N N I I D D A A D D I I . . E E L L P P A A P P E E L L D D E E L L A A C C U U L L T T U U R R A A Y Y L L A A S S O O C C I I E E D D A A D D E E N N L L O O S S I I N N D D I I V V I I D D U U O O S S Evolución................................................................................. 4 Seres humanos y simios ........................................................... 4 Naturaleza y ambiente .......................................................... 5 Sociobiología ....................................................................... 5 Instintos ................................................................................... 6 Diversidad cultural ...................................................................... 7 Identidad cultural y etnocentrismo .............................................. 8 Universales culturales ................................................................. 8 Lenguaje ................................................................................. 9 Habla y escritura .................................................................. 9 Semiótica y cultura material ..................................................... 10 Tipos de sociedad premoderna ................................................ 10

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UNIDAD I. EL PAPEL DE LA CULTURA Y LA SOCIEDAD EN LOS INDIVIDUOS

L e c t u r a 1 Giddens, A.(1995) Sociología. Cultura y Sociedad.

Madrid: Alianza Universidad Textos. Cap. 2 pp. 63-75

CULTURA Y SOCIEDAD ...............................................................2

El encuentro de las culturas........................................................2 Primeros contactos con otras culturas ....................................2

El concepto de cultura ................................................................3 La especie humana ....................................................................3

UU NN II DD AA DD II ..

EE LL PP AA PP EE LL DD EE LL AA CC UU LL TT UU RR AA YY LL AA

SS OO CC II EE DD AA DD EE NN LL OO SS II NN DD II VV II DD UU OO SS

Evolución.................................................................................4 Seres humanos y simios ...........................................................4 Naturaleza y ambiente ..........................................................5

Sociobiología .......................................................................5 Instintos...................................................................................6

Diversidad cultural ......................................................................7 Identidad cultural y etnocentrismo ..............................................8 Universales culturales.................................................................8

Lenguaje .................................................................................9 Habla y escritura..................................................................9

Semiótica y cultura material.....................................................10 Tipos de sociedad premoderna ................................................10

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CCUULLTTUURRAA YY SSOOCCIIEEDDAADD

El encuentro de las culturas Hace alrededor de medio siglo los habitantes de las islas del Pacífico

occidental empezaron a construir elaborados modelos de aeroplanos de madera de grandes dimensiones. Horas y horas de paciente labor se emplearon en su construcción, aunque ninguno de ellos había visto nunca un avión de cerca. Los modelos no estaban diseñados para el vuelo, eran de una importancia vital para los movimientos religiosos dirigidos por los profetas locales. Los líderes religiosos proclamaban que si se celebraban ciertos ritos, el «cargamento» caería del cielo. El cargamento consistía en los bienes que habían traído los europeos a las islas para su consumo propio. Entonces desaparecerían los blancos y los ancestros de los nativos retornarían. Los isleños creían que como resultado de practicar con fe ciertos ritos iba a llegar una nueva era en la cual disfrutarían de la riqueza material de los intrusos blancos manteniendo sus modos de vida tradicionales (Worsley, 1970).

¿Por qué surgieron estos «cultos cargo»? Se originaron a raíz del enfrentamiento entre las ideas y costumbres tradicionales de los isleños y los modos de vida introducidos a través de la influencia occidental. La riqueza y el poder de los blancos no eran difíciles de apreciar, y los isleños terminaron asumiendo que los misteriosos objetos volantes que repartían las riquezas de que disfrutaban los intrusos eran la fuente misma de tal riqueza. Desde el punto de vista de los isleños era lógico in-tentar controlar los aviones por medios religiosos y rituales. Al mismo tiempo estaban tratando de proteger y preservar sus propias costumbres amenazadas por la llegada de los colonizadores.

El conocimiento que los isleños poseían de los modelos de comportamiento y de la tecnología occidentales era relativamente escaso; interpretaban las actividades de los europeos en términos de sus propias creencias y de su posición en el mundo. En este sentido, sus reacciones eran similares en casi todas partes antes de la época moderna. Incluso los habitantes de las grandes civilizaciones en el pasado eran vagamente conscientes de los modos de vida de otros pueblos. Cuando los exploradores y los mercaderes occidentales viajaron por mar a zonas remotas del globo en los siglos XVI y XVII consideraban a aquellos con los que entraron en contacto como «bárbaros» o «salvajes».

Primeros contactos con otras culturas

Los europeos que viajaron a las Américas en el siglo XV iban

buscando gigantes, amazonas y pigmeos, la Fuente de la Eterna Juventud, mujeres cuyo cuerpo nunca envejecía y hombres que vivían cientos de años. Las imágenes familiares de los mitos europeos tradicionales les ayudaron a guiarse en los viajes emprendidos. Los indios americanos eran vistos inicialmente como criaturas salvajes, más afines a los animales que a los seres humanos. Paracelso, científico del siglo XVI, representó a América del Norte como un continente poblado por criaturas que eran mitad hombre, mitad bestia. Ninfas, sátiros, pigmeos y salvajes eran seres sin alma surgidos de la tierra de modo espontáneo. El obispo de Santa Marta, en Colombia, Sudamérica, describía a los indios locales «no como hombres sin alma racional, sino salvajes de los bosques, razón por la cual no podrían poseer nunca ninguna doctrina cristiana, ninguna virtud ni ningún tipo de aprendizaje» (Pagden, 1982, p. 23).

Por el contrario, los europeos que establecieron contacto con el Imperio chino durante los siglos XVII y XVIII fueron tratados con desdén por sus gobernantes. En 1793, el rey Jorge III de Inglaterra envió una misión comercial a China para pro-mover el intercambio comercial. A los visitantes «bárbaros» se les permitió establecer varios puestos comerciales en China, así como beneficiarse de los lujos que el país pudiera proporcionarles. Los propios chinos, se les decía a los visitantes, estaban poco interesados en lo que los europeos pudieran ofrecerles: «Nuestro Imperio Celestial posee todas las cosas en abundancia y no carece de ningún producto dentro de sus fronteras. No hay, por tanto, ninguna necesidad de importar las manufacturas de bárbaros extranjeros a cambio de nuestros productos.» Una solicitud de permiso para enviar misioneros occidentales a China encontró la respuesta: «La distinción entre chinos y bárbaros es estricta, y la petición de su embajador de que sus bárbaros obtengan total libertad para expandir su religión no es en modo alguno razonable» (Worsley, 1967, p. 2).

El abismo entre el Oriente y el Occidente era de tales dimensiones que cada uno tenía las creencias más extrañas sobre el otro. Por ejemplo, incluso en época tan tardía como finales del siglo XIX era ampliamente compartida en China la idea de que los extranjeros, y

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particularmente los ingleses, morirían de estreñimiento si se viesen privados de ruibarbo. Hasta hace dos siglos nadie poseía la «visión global» del mundo que ahora damos por supuesto.

Uno de los primeros y más dramáticos encuentros entre occidentales y otras culturas ocurrió en la tardía fecha de 1818. Una expedición naval inglesa que iba en busca de un paso hacia Rusia entre la isla Baffin y Groelandia, dentro del círculo ártico, tuvo un encuentro fortuito con los esquimales polares. ¡Hasta ese día los esquimales habían pensado que eran los únicos habitantes del mundo!

El concepto de cultura

En este capítulo trataremos de la unidad y la diversidad de la vida y la

cultura humana. El concepto de cultura, junto al de sociedad, es una de las nociones más ampliamente utilizado en sociología. Cultura se refiere a los valores que comparten los miembros de un grupo dado, a las normas que acatan y a los bienes materiales que producen. Los valores son ideales abstractos, mientras que las normas son principios definidos o reglas que las personas deben cumplir. Las normas representan el «hazlo» y el «no lo hagas» de la vida social. Así, la monogamia —ser fiel a la pareja de un único matrimonio— es un valor prominente en la mayoría de las sociedades occidentales. En otras muchas culturas se permite que una persona tenga varias esposas o varios maridos simultáneamente. Las normas de comportamiento en el matrimonio incluyen, por ejemplo, el modo en que se espera que los maridos y las esposas se comporten para con sus cónyuges. En ciertas sociedades, se espera que un esposo o una esposa mantengan una estrecha relación con sus suegros; en otras, se espera que mantenga una marcada distancia respecto a ellos.

Cuando utilizamos la palabra «cultura» en nuestra conversación cotidiana muchos piensan en ella como equivalente a «los aspectos más elevados de la mente» —arte, literatura, música y pintura. El empleo que de ella hacen los sociólogos incluye tales actividades, pero también otras. Cultura se refiere a los modos de vida de los miembros de una sociedad o de los grupos de la sociedad. Incluye el modo de vestir, sus costumbres matrimoniales y la vida familiar, sus modelos de trabajo, las ceremonias religiosas y sus pasatiempos. Cubre además los bienes que crean y que adquieren significado para ellos —arcos y flechas, arados, fábricas y máquinas, ordenadores, libros, viviendas.

«Cultura» se distingue conceptualmente de «sociedad», pero existen estrechas conexiones entre ambas nociones. Una sociedad es un sistema de interrelaciones que conecta a los individuos entre sí. Ninguna cultura podría existir sin sociedad. Pero, por la misma razón, no puede haber una sociedad carente de cultura. Sin cultura no seríamos «humanos» en absoluto, en el sentido en que normalmente empleamos dicho término. No tendríamos una lengua con la cual expresarnos ni un sentido de autoconsciencia, y nuestra habilidad para pensar y razonar se vería notablemente limitada —como veremos a lo largo de este capítulo y del capítulo 3 («Socialización y ciclo vital»).

El tema central de este capítulo y del siguiente es la herencia biológica versus la herencia cultural de la humanidad. Las preguntas relevantes son: ¿Qué es lo que distingue a los seres humanos de los animales? ¿De dónde proceden nuestras características típicamente humanas? Son preguntas cruciales para la sociología porque sientan las bases de todo el campo de estudio. Para responderlas deberemos analizar tanto lo que los seres humanos tienen en común como las diferencias entre las distintas culturas.

Las variaciones culturales entre seres humanos están ligadas a los distintos tipos de sociedad, y seguidamente estableceremos una comparación entre las principales formas de sociedad que pueden identificarse tanto en el pasado como en el presente. A lo largo del presente capítulo la atención se centrará en el modo en que el cambio social ha afectado el desarrollo cultural humano —concretamente desde los tiempos en que los europeos empezaron a exportar sus modos de vida alrededor del mundo.

La especie humana A pesar de los enfrentamientos y los malentendidos que se

produjeron, la creciente intrusión de los occidentales en otras partes del globo permitió comprender, de forma gradual, lo que los seres humanos comparten en cuanto especie, así como las variaciones en la cultura humana (Hirst y Wolley, 1982). Charles Darwin, pastor de la Iglesia de Inglaterra, publicó su obra El origen de las especies en 1859, después de dos viajes alrededor del mundo a bordo del Beagle de Su Majestad la Reina. Partiendo de sus detalladas observaciones de las distintas especies animales, Darwin elaboró una visión del desarrollo de los seres

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humanos y de los animales muy distinta de las mantenidas hasta entonces.

Como hemos visto, no era infrecuente en esa época que la gente creyera en seres mitad bestia mitad hombre, pero tras los hallazgos de Darwin dichas posibilidades quedaron completamente descartadas. Darwin aspiraba a encontrar una continuidad de desarrollo entre los animales y los seres humanos. Según él, nuestras características humanas emergieron de un proceso de cambio biológico que se remonta a los orígenes de la vida en la Tierra, hace más de tres mil millones de años. La visión que Darwin tenía de los humanos y de los animales era para muchos más difícil de aceptar incluso que aquella de las criaturas mitad bestia mitad hombre. Puso en acción una de las teorías más debatidas, y también más persuasivas, de la ciencia moderna: la teoría de la evolución.

Evolución

Según Darwin, el desarrollo de la especie humana se produjo como

resultado de un proceso aleatorio. En muchas religiones, incluida la cristiana, se considera que los animales y los seres han sido creados por voluntad divina. La teoría evolucionista, por contraste, concibe el desarrollo de las especies animales y humana como desprovisto de intencionalidad. La evolución es resultado de lo que Darwin llamó selección natural. La idea de la selección natural es sencilla. Todos los seres orgánicos necesitan alimentos y otros recursos, tales como protección frente a las inclemencias del tiempo, para subsistir, pero no existen suficientes recursos para mantener a todos los tipos de animales que existen en un momento dado, ya que su prole es más extensa que la que el medio es capaz de alimentar. Los mejor adaptados al medio sobreviven, mientras que otros, menos capaces de soportar sus adversidades, perecen. Algunos animales son más inteligentes, más rápidos o tienen un mayor alcance visual que otros. En la lucha por la supervivencia poseen ventaja sobre los menos dotados. Viven más tiempo y son capaces de procrear, transmitiendo sus cualidades a las generaciones siguientes. Han sido «elegidos» para sobrevivir y repro-ducirse.

Existe un proceso continuo de selección natural debido al mecanismo biológico de la mutación. Una mutación es un cambio genético casual

que altera las características de algunos individuos de una especie. La mayor parte de las mutaciones son o bien perjudiciales o bien inútiles en términos de su valor para la supervivencia, pero algunas proporcionan al animal una ventaja competitiva sobre los demás: los individuos que poseen los genes mutantes tenderán a sobrevivir a expensas de los que carecen de ellos. Este proceso explica tanto los cambios menores dentro de una especie como los grandes cambios que llevan a la desaparición de especies enteras. Por ejemplo, hace muchos millones de años aparecieron reptiles gigantes en diversas regiones del mundo. Su tamaño se convirtió en un handicap, mientras que los cambios que sufrieron otras especies menores les proporcionaron capacidades adaptativas superiores. Los primeros ancestros de los humanos se encontraban entre estas especies con una mayor capacidad adaptativa.

Aunque la teoría de la adaptación ha sufrido modificaciones desde la época de Darwin, lo esencial del planteamiento darwiniano aún sigue siendo ampliamente aceptado. La teoría evolucionista nos permite adquirir un conocimiento claro sobre el surgimiento de las diferentes especies y de sus relaciones entre sí.

Seres humanos y simios

Hoy día está generalmente admitido el hecho de que la vida tuvo su

origen en los océanos. Hace unos cuatrocientos millones de años aparecieron las primeras criaturas terrestres. Algunas de ellas evolucionaron hasta convertirse en grandes reptiles, y fueron más tarde desplazadas por los mamíferos. Los mamíferos son criaturas de sangre caliente que se reproducen mediante intercambio sexual. Aunque los mamíferos eran de un tamaño mucho menor que los grandes reptiles, eran más inteligentes y más hábiles. Los mamíferos tienen una mayor capacidad de aprendizaje por medio de la experiencia que otros animales, y esta capacidad ha alcanzado su máximo desarrollo en la especie humana. Los seres humanos pertenecen a un grupo de mamíferos superiores, los primates, que tuvieron su origen hace unos treinta millones de años.

Nuestros parientes más cercanos entre las especies animales son el chimpancé, el gorila y el orangután. Se dice que, al conocer el contenido del discurso sobre la evolución de Darwin, la esposa del obispo de

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Worcester dijo: «¿Descendientes de los monos? Querido, esperemos que no sea cierto. Pero si fuera cierto, esperemos que la noticia no se difunda.» Como muchos otros desde entonces, la dama malinterpretó lo que la evolución implica. Los seres humanos no somos descendientes de los monos; los humanos y los monos han evolucionado a partir de grupos de especies ancestrales mucho más primitivas que vivieron hace muchos millones de años.

Los antepasados de los seres humanos fueron primates que caminaban en posición erguida y que tenían un tamaño aproximado al de los actuales pigmeos. Su cuerpo era probablemente poco peludo, pero en otros aspectos se parecían más a los monos que a los humanos. Otros tipos de homínidos (seres pertenecientes a la familia humana) existieron entre ese período y el surgimiento de la especie humana como la conocemos hoy. Los seres humanos con una apariencia idéntica a la actual en todos los sentidos aparecieron hace unos cinco mil años. Existe una evidencia clara de que el desarrollo cultural precedió a, y probablemente conformó, la evolución de las especies humanas. Es prácticamente seguro que el empleo de herra-mientas y el desarrollo de formas de comunicación más o menos elaboradas, junto con la formación de comunidades sociales, desempeñó un papel central en el proceso evolutivo. Ofrecía unos valores de supervivencia mucho mayores para los ancestros de la especie humana que para otros animales. Los grupos que los poseían eran capaces de dominar su medio de un modo mucho más eficaz que aquellos que carecían de dichos instrumentos. Sin embargo, con el surgimiento de la especie humana el desarrollo cultural propiamente dicho se intensificó.

Debido a las líneas paralelas de desarrollo, la especie humana y otros primates comparten una serie de características. La estructura física del cuerpo humano es similar en casi todos los aspectos a la de los monos. Al igual que los seres humanos, los monos tienden a vivir en grupos sociales, poseen cerebros proporcionalmente grandes al tamaño del cuerpo y atraviesan por un período en el que las crías dependen de los adultos.

Sin embargo, los seres humanos difieren apreciablemente de sus parientes más cercanos. Los seres humanos tienen una posición erguida, mientras que los monos están encorvados. El pie humano difiere notablemente de la mano, mientras que en la mayor parte de los monos ambos se asemejan. El cerebro humano es considerablemente mayor, en relación con el cuerpo, que el cerebro de los monos más

inteligentes. Mientras que el período de dependencia infantil entre los animales superiores es de dos años o menos, en los seres humanos se prolonga hasta los siete u ocho años.

Naturaleza y ambiente

Sociobiología Aunque reconocieron la continuidad evolutiva entre los animales y los

humanos, hasta hace poco la mayoría de los biólogos tendían a sobre valorar las cualidades distintivas de la especie humana. Los sociobiólogos que ven un estrecho paralelismo entre el comportamiento humano y animal han desafiado esta postura. El término sociobiología proviene de los escritos del norteamericano Edward Wilson (Wilson, 1975, 1978). Se refiere a la aplicación de principios biológicos a la explicación de las actividades sociales de todos los animales sociales, incluyendo a los seres humanos. Según Wilson, muchos aspectos de la vida social humana se basan en nuestro componente genético. Por ejemplo, algunas especies animales han elaborado rituales de cortejo por los que se llega a la unión sexual y a la reproducción. El cortejo y el comportamiento sexual humanos, según los sociobiólogos, implican por lo general rituales similares, basados asimismo en características innatas. En la mayor parte de las especies animales, por poner un segundo ejemplo, los machos son de mayor tamaño y más agresivos que las hembras, y tienden a dominar al «sexo débil». Tal vez los factores genéticos expliquen por qué en todas las sociedades humanas que conocemos los hombres tienden a ocupar posiciones de mayor autoridad que las mujeres. Un modo en el que los sociobiólogos han intentado aclarar las relaciones entre los setos ha sido a través del concepto de «estrategia reproductiva». La estrategia reproductiva es un patrón de comportamiento, adquirido por medio de la selección evolutiva, que favorece las oportunidades de supervivencia de la descendencia. La inversión en células reproductivas del cuerpo de la mujer es mucho mayor que la del hombre. En consecuencia las mujeres no malgastarán esa inversión y no serán inducidas a mantener relaciones sexuales con muchos compañeros; su principal objetivo es el cuidado y la protección de su prole. De otro lado, los hombres tienden a la promiscuidad. Su

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deseo de mantener relaciones sexuales con muchas compañeras es una sólida estrategia desde el punto de vista de las especies; cumplen su función, que es la de maximizar la probabilidad de fecundación, y con-tinúan con otros asuntos. Se ha sugerido que, de esta forma, podemos explicar las diferencias en el comportamiento y en las actitudes de hombres y mujeres y dar cuenta de fenómenos tales como la violación.

Las dudas que han despertado estas ideas han sido ampliamente debatidas en los últimos años (Sahlins, 1976; Kitcher, 1985). Pero aún no se han resuelto. Los científicos se dividen en dos campos, dependiendo en cierta medida de su educación. Los autores que se inclinan por la perspectiva sociobiológica se han formado con más frecuencia en la biología que en las ciencias sociales, mientras que la gran mayoría de los sociólogos y antropólogos se muestran escépticos ante las afirmaciones de la sociobiología. Probablemente su saber acerca de las bases genéticas de la vida humana sea escaso, y lo mismo ocurra con los biólogos en cuanto a la investigación sociológica y antropológica. Cada una de las partes encuentra dificultades para comprender en todas sus dimensiones la fuerza de los argumentos propuestos por la otra parte.

Algunas de las pasiones que desató en el pasado el trabajo de Wilson se han calmado, y ahora parece posible realizar una apreciación razonable. La sociobiología es importante —pero más respecto a lo que ha mostrado de la vida de los animales que por lo que ha demostrado sobre el comportamiento humano. Combinados con los estudios de los etólogos (biólogos que llevan a cabo «trabajo de campo» en grupos animales, más que estudiar a los animales en circunstancias artificiales como zoos o laboratorios), los sociobiólogos han sido capaces de demostrar que muchas especies animales ejercen una considerable influencia sobre los miembros individua-les de la especie. Por otro lado, existe escasa evidencia que demuestre que la herencia genética controla formas complejas de la actividad humana. Las ideas de los sociobiólogos sobre la vida social humana son, por ello, meramente especulativas. Por ejemplo, muchos rechazan la interpretación del comportamiento sexual humano dada anteriormente. No hay modo —afirman— en que pueda ser demostrada. Además, no todos los hombres son promiscuos y, si observamos el comportamiento sexual en las sociedades modernas, en las que las mujeres son mucho más libres de escoger sus compromisos sexuales que antes, por término medio tienen tantos asuntos como los hombres. Incluso si la generalización fuera correcta, existen muchos factores psicológicos, sociales y culturales que

podrían explicarla. Por ejemplo, los hombres ostentan mayor poder en la sociedad; en su búsqueda de muchas compañeras podrían estar llevados por el deseo de ejercer ese poder y mantener a las mujeres bajo su total control.

<.La evolución te ha sentado bien, Sid.» Ilustración de Lorenz. ©

1980 The New Yorker Magazine.

Instintos

La mayor parte de los biólogos y los sociólogos comparten la idea de

que los seres humanos no tienen «instintos». Tal afirmación contradice no sólo la hipótesis de la sociobiología, sino también lo que la gran mayoría de la gente corriente cree. ¿No es cierto que existen numerosas cosas que hacemos de un modo instintivo? Si alguien da un golpe, ¿no parpadeamos o nos asustamos? De hecho, éste no constituye un ejemplo de instinto si el término instinto se emplea con precisión. Para la biología y la sociología, un instinto es un modelo complejo de comportamiento de-terminado genéticamente. Los rituales de cortejo de muchos de los animales inferiores son instintivos en el sentido aludido. El espinoso (un pequeño pez de agua dulce), por ejemplo, tiene un

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complicado sistema de rituales que deben ser cumplidos tanto por el macho como por la hembra para que se produzca el apareamiento (Tinbergen, 1974). Cada pez produce una elaborada serie de movimientos, a los que responde el otro, dando lugar a una compleja «danza de apareamiento». Se trata de una configuración genética para el conjunto de la especie. Un guiño o un rápido movimiento con la cabeza como respuesta espontánea y anticipada a un golpe es un acto reflejo y no un instinto. Es una respuesta simple, no un modelo elaborado de comportamiento. Esto no se mira como «instintivo» en sentido técnico.

Los seres humanos nacen con una serie de reflejos básicos del tipo de la reacción de guiñar el ojo, la mayor parte de los cuales parecen tener un valor de supervivencia evolutivo. Los bebés humanos, por ejemplo, chupan un chupete o cualquier otro objeto similar. Un niño pequeño alza los brazos en busca de apoyo cuando pierde repentinamente el equilibrio, y retira la mano bruscamente cuando toca una superficie muy caliente. Obviamente, cada una de estas reacciones es útil para adaptarse al medio.

Los seres humanos poseen además una serie de necesidades biológicas. Nuestra necesidad de alimento, bebida, sexo y de mantener ciertos niveles de temperatura corporal poseen una base biológica. Pero el modo en que estas necesidades se satisfacen o se manejan varían enormemente entre —y dentro— de las distintas culturas.

Por ejemplo, todas las culturas tienden a poseer algún tipo de comportamiento estandarizado de cortejo. En tanto esto se relaciona con la naturaleza universal de las necesidades sexuales, su expresión en diferentes culturas —incluyendo el acto sexual en sí mismo— varía enormemente. La posición común del acto sexual en la cultura occidental es con la mujer tumbada boca arriba y el hombre encima de ella. Esta posición resulta absurda en otras sociedades, en las que más probablemente se efectuará el acto yaciendo lateralmente, o con la mujer encima del hombre, o el hombre contra la espalda de la mujer, o en otras posiciones. Los modos por los que la gente busca satisfacer sus necesidades sexuales responden, por tanto, a un aprendizaje cultural y no a una determinación biológica.

Sin embargo, los humanos son capaces de dominar sus necesidades biológicas por una serie de medios que no parecen tener paralelo entre los animales. Los místicos religiosos son capaces de ayunar durante largos períodos. Los individuos pueden elegir permanecer solteros durante parte o la totalidad de su vida adulta. Todos los animales,

incluyendo a los seres humanos, muestran una tendencia hacia la autoconservación, pero, a diferencia de otros animales, los humanos pueden actuar deliberadamente en contra de esa tendencia, arriesgando sus vidas haciendo montañismo u otras arriesgadas hazañas, incluso suicidándose.

Diversidad cultural La diversidad de la cultura humana es asombrosa. Los valores y las

normas de comportamiento varían enormemente de una cultura a otra, y a menudo contrastan notablemente con lo que los habitantes de las sociedades occidentales consideran «normal». Por ejemplo, en Occidente actualmente se considera que el asesinato deliberado de bebés y niños constituye uno de los peores crímenes. Pero en la cultura china tradicional a menudo se estrangulaba a las niñas al nacer porque se consideraban un lastre más que una ventaja para la familia.

En Occidente comemos ostras y no gatitos o cachorros de perro, pero éstos constituyen auténticas exquisiteces en algunas partes del mundo. Los judíos no comen cerdo, mientras que los hindús comen cerdo, pero rechazan la carne de vaca. Para los occidentales besarse es una manifestación normal del comportamiento sexual, pero en otras muchas culturas dicha práctica es desconocida o se tacha de desagradable. Todos estos rasgos distintos del comportamiento san aspectos parciales de amplias diferencias culturales que distinguen unas sociedades de otras.

Las sociedades pequeñas (como las sociedades «de cazadores y recolectores», que serán tratadas más adelante en este capítulo) tienden a ser culturalmente uniformes, mientras que las sociedades industrializadas son culturalmente diversas, e incluyen numerosas subculturas distintas. En las ciudades modernas, por ejemplo, existen muchas comunidades subculturales que viven unas de otras. Por ejemplo, en algunas áreas del centro de Londres existen actualmente muchos agrupamientos subculturales: indios occidentales, pakistaníes, indios, bangladeshianos, italianos, griegos y chinos. Todos ellos pueden tener sus propios territorios y modos de vida.

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Identidad cultural y etnocentrismo Toda cultura contiene sus propios modelos de comportamiento, los

cuales resultan extraños para aquellos con otro bagaje cultural. Podemos tomar como ejemplo a los Onacirema, grupo descrito en una célebre investigación de Horace Miner (1956). Miner concentró su atención en los elaborados rituales corporales que acompañan a la ceremonia matrimonial entre los Onacirema, rituales de extrañas y exóticas características. Su descripción merece ser citada en toda su extensión:

La creencia fundamental que subyace a todo el sistema parece ser que el cuerpo humano es feo y que su tendencia natural es hacia el debilitamiento y la enfermedad. Encarcelado en este cuerpo, la única esperanza del hombre es poder apartarse de estas características me-diante el uso de las poderosas influencias del ritual y de la ceremonia. Cada hogar tiene uno o más altares dedicados a este fin [...]. El lugar central del altar lo ocupa una caja o cofre construido en la pared. En este cofre se guardan numerosos amuletos y pociones mágicas sin los que ningún nativo cree poder sobrevivir. Estas preparaciones las elaboran diversos especialistas. Los más poderosos son los curanderos, cuya asistencia debe recompensarse con múltiples regalos. Sin embargo, los curanderos no proporcionan las pociones curativas a sus clientes, sino que deciden sobre los ingredientes y luego los escriben en una lengua antigua y secreta. Esta escritura la comprenden únicamente los curanderos y los herbolarios, quienes, a cambio de otro regalo, proporcionan los amuletos necesarios [...]

Los Onacirema sienten al mismo tiempo un horror casi patológico y una gran fascinación por la boca, cuya condición se cree que tiene una influencia sobrenatural en todas las relaciones sociales. Si no fuera por los rituales de la boca creen que se les caerían los dientes, que sus encías sangrarían, que las mandíbulas se reducirían, que sus amigos les abandonarían y que sus amantes les rechazarían. Creen también que existe una fuerte relación entre las características orales y morales. Por ejemplo, existe una ablución ritual de la boca de los niños que se supone mejora su fibra moral.

El ritual corporal cotidiano general incluye un rito bucal. Además de ser sumamente puntillosos con el cuidado de la boca, este rito conlleva una práctica que resulta repulsiva para el no iniciado. Me contaron que el ritual

consiste en insertar una pequeña brocha de pelo de perro en la boca, junto con ciertos polvos mágicos, y en mover la brocha con una serie de gestos formales. (Miner, 1956, pp. 503-4.)

¿Quiénes son los Onacirema y en qué parte del mundo viven? Usted mismo podrá responder a esta pregunta e identificar la naturaleza de los rituales corporales descritos, simplemente deletreando «Onacirema» de atrás hacia adelante. Prácticamente todas las actividades cotidianas parecerán extrañas si son descritas fuera de contexto, en lugar de verse como parte del modo de vida total de un pueblo. Los rituales de aseo occidentales no son más ni menos extraños que las costumbres de cualquier grupo del Pacífico que se saca los dientes frontales con el fin de embellecerse, o de ciertas tribus sudamericanas que se introducen aros en los labios para resultar más protuberantes, ya que creen que ello realza su atractivo.

No podemos entender estas prácticas y creencias separadamente de las culturas más amplias de las que forman parte. Una cultura ha de estudiarse a partir de sus propios significados y valores —un presupuesto clave de la sociología. Los sociólogos se esfuerzan por eludir el etnocentrismo, el cual consiste en juzgar otras culturas con los criterios propios. Dado que las culturas humanas son tan variadas no resulta sorprendente que aquellos que provienen de una cultura encuentren dificultad a la hora de aceptar las ideas o el comportamiento de los habitantes de otras culturas. El ejemplo del «culto cargo» que iniciaba este capítulo ilustra la dificultad de una cultura para desenvolverse dentro de otra distinta. En sociología, tenemos que asegurarnos de que nos deshacemos de nuestros antifaces culturales para así poder ver los modos de vida de otros pueblos sin prejuicios.

Universales culturales Dentro de la diversidad del comportamiento cultural humano existen

ciertos rasgos comunes. Cuando éstos se encuentran en todas, o prácticamente todas, las sociedades reciben el nombre de universales culturales. No existe ninguna cultura conocida sin una lengua gramaticalmente compleja. Todas las culturas poseen alguna forma reconocible de sistema familiar, en el cual existen valores y normas asociados al cuidado de los niños. La institución del matrimonio es un universal 'cultural, así como también lo son los rituales religiosos y los derechos de propiedad. Además, todas las culturas tienen alguna forma

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Para profundizar en este tipo de contenidos consulte la obra: Giddens, A.(1995) Sociología. Cultura y Sociedad. Madrid: Alianza Universidad Textos

de prohibición del incesto —la proscripción de relaciones sexuales entre parientes cercanos, como padre e hija, madre e hijo o hermano y hermana. Los antropólogos han identificado toda una variedad de universales culturales —incluyendo la existencia del arte, la danza, el adorno corporal, los juegos, el regalo, la diversión y las reglas de higiene (Murdock, 1945).

Debido a las numerosas variaciones existentes dentro de cada categoría, puede decirse que hay menos universales de los que parecen deducirse de la lista anterior. Consideremos, por ejemplo, la prohibición del incesto. Lo que se entiende por incesto en diferentes culturas varía considerablemente. En la mayor parte de los casos se considera incesto a las relaciones entre miembros de la familia inmediata, Pero para numerosos pueblos ésta incluye a primos y, en algunos casos, a todo aquel que lleve el mismo apellido. Han existido sociedades en las que se ha permitido, al menos a una pequeña proporción de la población, ejercer prácticas incestuosas. Fue el caso, por ejemplo, de la clase dominante en el antiguo Egipto.

Lenguaje

Nadie discute el hecho de que la posesión del lenguaje -es uno de los

atributos culturales humanos más distintivos, común a todas las culturas (aunque se hablen muchos miles de lenguas diferentes en el mundo). Los animales se pueden comunicar entre sí, pero ninguna especie animal posee un lenguaje desarrollado. Ciertos primates superiores pueden desarrollar habilidades lingüísticas, pero solamente de un modo muy rudimentario. A uno de los más famosos chimpancés que la sociología haya conocido, Washoe, se le enseñó un vocabulario de más de cien palabras utilizando el lenguaje de signos para sordos (Gardner y Gardner, 1969, 1975). Washoe también sabía construir unas cuantas frases rudimentarias. Por ejemplo, podía decir «Ven abrazo-quiere perdón perdón», que significa que quería disculparse por haber hecho algo que no debía.

Los experimentos llevados a cabo con Washoe fueron mucho más satisfactorios que los realizados con otros chimpancés, de ahí la fama de Washoe en la literatura sociológica. Sin embargo, Washoe se mostró incapaz de retener cualquier regla gramatical y de enseñar a otros chimpancés lo que sabía. Incluso después de varios años de instrucción

su capacidad lingüística estaba muy por debajo de la de un niño de dos años. Todo adulto competente en el empleo de la lengua tiene un vocabulario de miles de palabras y es capaz de combinarlas según reglas de una complejidad tal que los lingüistas emplean toda su carrera intentando encontrar cuáles son.

Habla y escritura Todas las sociedades utilizan el habla como vehículo del lenguaje.

Sin embargo, existen sin duda otros modos de «transmitir» o «expresar» el lenguaje; sobre todo, la escritura. La invención de la escritura marcó un cambio radical en la historia del hombre. Comenzó siendo el dibujo de listas. Se hacían marcas en madera, arcilla o piedra para dejar constancia de hechos significativos, objetos o personas. Por ejemplo, una marca, o en ocasiones un dibujo, para representar los campos que poseía una familia o un grupo de ellas (Gelb, 1952). La escritura comenzó siendo un medio de almacenar información, íntimamente ligado a los requisitos administrativos de los antiguos estados y civilizaciones (este tema será tratado en detalle más adelante en este mismo capítulo). Una sociedad que posee escritura puede «situarse a sí misma» en el tiempo y el espacio. Es posible almacenar los documentos que dan cuenta del pasado, así como reunir información sobre los hechos y las actividades del presente.

La escritura no es simplemente la plasmación del habla en papel o en cualquier otro material duradero. Constituye un fenómeno de interés en sí mismo. Los documentos o textos escritos poseen cualidades en parte distintas de la palabra hablada. El impacto del habla está siempre y por definición limitado al contexto en el cual se pronuncia. Las ideas y las experiencias se pueden transmitir de. una generación a otra en culturas sin escritura, pero sólo si se repiten con regularidad y se transmiten oralmente. Por otro lado, los textos pueden perdurar durante miles de años, y a través de ellos el pasado puede llegar hasta nosotros, en cierto sentido, «directamente». Esto explica por qué la investigación documental es tan importante para los historiadores. Interpretando los textos legados por las generaciones pasadas los historiadores tratan de reconstruir sus vidas. Los textos bíblicos, por ejemplo, constituyen un documento imprescindible de la historia occidental durante los últimos

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Para profundizar en este tipo de contenidos consulte la obra: Giddens, A.(1995) Sociología. Cultura y Sociedad. Madrid: Alianza Universidad Textos

dos mil años. Aún podemos leer y admirar las obras de los grandes dramaturgos de la antigua Grecia.

Semiótica y cultura material

Los símbolos que utilizan el habla y la escritura constituyen la vía

principal por la que se construyen y expresan los significados culturales, pero no son la única. Tanto los objetos materiales como los distintos aspectos del comportamiento pueden emplearse para generar significados. Los estilos de vestir, por ejemplo, ayudan normalmente a marcar las diferencias entre sexos. En nuestra cultura, hasta hace rela-tivamente poco las mujeres solían vestir falda y los hombres pantalones. En otras culturas ocurre lo contrario: las mujeres visten pantalones y los hombres falda.

El análisis de los sistemas semióticos —significados culturales no verbales— abre un campo fascinante para la sociología y la antropología. El análisis semiótico puede resultar muy útil al comparar distintas culturas. El, hecho de que los significados culturales sean simbólicos no permite contrastar el modo en que se estructuran las diferentes culturas. Por ejemplo, los edificios de las ciudades no son simplemente lugares en los que la gente vive y trabaja. A menudo poseen un carácter simbólico. En las ciudades tradicionales el templo o iglesia principal estaba generalmente situado en terreno elevado o próximo al centro de la ciudad. Simbolizaba la influencia todopoderosa que se suponía a la religión sobre la vida de las personas.

Es obvio que la cultura material no es sólo simbólica, sino que también es vital para satisfacer las necesidades físicas —en forma de herramientas o de tecnología empleada para obtener alimentos, construir armamento, construir hogares, etc. Las variaciones en la cultura material aportan los principales medios de clasificación de los distintos tipos de sociedades a lo largo de la historia, pues el modo en que las personas se organizan para satisfacer sus necesidades básicas influye en casi todos los demás aspectos de la cultura. Pasamos ahora a establecer una comparación entre las diversas formas que adopta- la sociedad humana.

Tipos de sociedad premoderna Los exploradores, los comerciantes y los misioneros que viajaron

durante la gran época de los descubrimientos en Europa se encontraron con gentes muy distintas. Como ha señalado el antropólogo Marvin Harris: En algunas regiones —Australia, el Ártico, los cabos del sur de Sudamérica y África— se encontraron con grupos que aún vivían como los antepasados europeos de la era de piedra olvidados hace mucho tiempo, esparcidos por enormes territorios, con una movilidad geográfica constante, viviendo completamente de la caza de animales y de la recolección de plantas

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