Guerra de Castas Yucatan 1847

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La Guerra de Castas en Yucatán (1847 - 1901) José Luis Preciado Silva (ENAH) Cuicuilco 2001 “...la Cruz todavía actúa como intermediaria entre Dios y el hombre, pues dondequiera que se levanta una Cruz, están los ojos de Dios. Empero, la Cruz no se comunica directamente con Dios, sino a través de Su Hijo Jesucristo, también llamado Juan de la Cruz”. Alfonso Villa Rojas José Luis Preciado Silva - La Guerra de Castas en Yucatán p. 4

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Campesinos mayas, rebelion, religion. Mexico.

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La Guerra de Castas en Yucatán (1847 - 1901)

José Luis Preciado Silva (ENAH)

Cuicuilco 2001

“...la Cruz todavía actúa como intermediaria entre Dios y el hombre, pues dondequiera que se levanta una Cruz, están los ojos de Dios. Empero, la Cruz no se comunica directamente con Dios, sino a través

de Su Hijo Jesucristo, también llamado Juan de la Cruz”.Alfonso Villa Rojas

José Luis Preciado Silva - La Guerra de Castas en Yucatán p. 4

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ÍNDICE

I. Introducción

II. Contexto

1. La concepción del indio en la ideología liberal decimonónica

2. Política y legislación decimonónicas

3. Economía decimonónica y “la cuestión agraria”

III. Análisis de caso

1. Características de la región1.1. Antecedentes1.2 Organización social

2. Características de la insurrección2.1. Causas2.2. Objetivos y Liderazgo2.3. Detonantes2.4. Composición del ejército rebelde2.5. Desarrollo del movimiento2.6. Formas de represión2.7. Expresión ideológica: El culto de la Cruz Parlante2.7. El desenlace

IV. Conclusiones

V. Bibliografía

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I. INTRODUCCIÓN

El objetivo de esta investigación consiste en desarrollar el análisis de la Guerra de Castas en Yucatán partiendo del contexto nacional al contexto regional en que se desarrolla dicho movimiento. En el primer capítulo no sólo pretendemos describir el siglo XIX mexicano como marco histórico de la movilización indígena en cuestión sino que también nos hemos propuesto indagar: 1). Su carácter coyuntural que lo ha llevado a caracterizarse como un período de “cambios” en el devenir histórico de México, 2). Las causas generales que originaron dichos movimientos en distintas regiones del país durante este período, y 3). El cercano vínculo de estas movilizaciones rurales con las revoluciones nacionales de 1810 y 1910. Para ello, hemos utilizado la periodización planteada por Friedrich Katz1 y la subperiodización que Leticia Reina desarrolla en su introducción a Las rebeliones campesinas en México.2 Para el desarrollo de los aspectos ideológicos y sociales decimonónicos hemos acudido al enfoque que Enrique Florescano ha tratado en Etnia Vs. Nación. Y en lo concerniente a las dimensiones política y económico-agraria también nos hemos remitido a las propuestas de Leticia Reina y Friedrich Katz principalmente.3

En el segundo capítulo, al abordar el análisis de la Guerra de Castas , hemos considerado diversas nociones teóricas desarrolladas por investigadores que se han preocupado por definir la cuestión indígena en términos de su propia naturaleza y desechando los prejuicios históricos que se han generado en torno a la figura del “indio”:4

1. Recogeremos el concepto de etnia5 que Héctor Díaz Polanco ha desarrollado para diferenciar la especificidad e identidad cultural que distingue a los grupos indígenas de un conjunto social mayor -estructuralmente hablando- , aunque visualizándolos a ambos dentro de la misma “dinámica estructural

1 En términos del estudio de las movilizaciones indígenas entre 1810 y 1910, Katz ha dividido el siglo en dos períodos bien diferenciados cuyo punto de separación es el año 1884, “año en que Porfirio Díaz empezó su segundo mandato y estableció el Estado más fuerte que había conocido hasta entonces el México independiente”. En síntesis, la diferencia entre ambos períodos sería la mayor cantidad de movimientos indígenas que hubo en el primer período con respecto al segundo. (Friedrich Katz: Las rebeliones rurales a partir de 1810 , en Revuelta, rebelión y revolución. La lucha rural en México del siglo XVI al siglo XX, tomo 2, Friedrich Katz (comp.); Era, Colección problemas de México, México, 1990, p.177). 2 Reina, Leticia: Las rebeliones campesinas en México (1819-1906). Siglo XXI, México, 1980.3 Reina, Leticia: Las políticas agrarias y su impacto regional en el México decimonónico, en Boletín del Archivo general agrario, febrero-abril 1998. / Friedrich Katz: Revuelta, rebelión y revolución. La lucha rural en México del siglo XVI al siglo XX, 2 tomos; Era, Colección problemas de México, México, 1990.4 “Desde un punto de vista científico, dice Bonfil, el concepto indio no define una identidad cultural, sino una condición de desigualdad. Las verdaderas entidades en términos de identificación son las etnias”. (citado en: Leticia Reina / Cuauhtémoc Velasco, La reindianización de América, siglo XIX. Ed. Siglo XXI, México, 1997, p.17).5 “La etnia o el grupo étnico se caracteriza por ser un complejo que ha desarrollado una solidaridad o identidad social, más o menos acentuada, a partir de los componentes étnicos”. Y como dice el propio autor, no hay que confundir este concepto con las nociones de “etnicidad” o “lo étnico” que se refieren más bien a “las muy variables formas en que se articulan y estructuran (...) elementos de orden sociocultural”, ya que “todo grupo social constituido posee su etnicidad propia”. (Etnia, clase y cuestión nacional , en Etnia y Nación en América Latina. Héctor Díaz Polanco (comp.); CNCA, Colección: claves de América Latina, México, 1995, p.62-63).

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clasista de la sociedad”.6 Al respecto, este autor sostiene que “el conocimiento adecuado, histórico, del fenómeno étnico en las sociedades complejas presupone adoptar como punto de partida analítico la composición clasista de la formación concreta de que se trata”.7

En ese sentido, hemos considerado la “dinámica histórica particular” e “identidad contrastante” de la propia constante del fenómeno étnico como una de las expresiones que obedecen a su especificidad, al tempo particular que lleva. Pero entendiendo esa constante como producto de la existencia de una “identidad que funda la diferencia”, aunque, “en cada fase histórica, es impactada por las transformaciones que sufre la estructura social”.

2. De igual manera, acudimos a la categoría campesino que, según Leticia reina, “es un concepto muy amplio y puede incorporar a todos los diferentes sectores de trabajadores del campo, incluyendo a los trabajadores de las poblaciones indígenas”.8

3. Asimismo, las jefaturas políticas son un actor central para comprender las movilizaciones indígenas durante este período. Estas instituciones, dice Romana Falcón, funcionaron bajo diversos nombres “desde la constitución liberal de Cádiz de 1812 hasta la revolución mexicana cuando quedaron abolidas definitivamente. Fueron adoptadas en cada uno de los diversos estados del México independiente y concentraron algunos de los mecanismos con que la élite gobernante fue imponiendo su proyecto sobre las resistencias de lo intereses creados, en particular los de las comunidades campesinas”.9

4. Igualmente, la definición de movimientos sociales rurales que, según John H. Coatsworth, incluyen “cualquier comportamiento colectivo que tiene como motivo o efecto involuntario una alteración (o la preservación defensiva) de las condiciones materiales, la organización social o la posición política de los participantes”.10 En cuanto al análisis ideológico del movimiento social rural conocido como la guerra de castas en Yucatán , hemos tomado la propuesta teórica de Leticia Reina, quien observa una sucesión de etapas a través de las cuales se va gestando la rebelión hasta conformarse como un movimiento político que, en este caso se clasificaría dentro de la forma de expresión ideológica conocida como

6 En este sentido lo étnico no es un elemento extraño a (o incompatible con) lo clasista; y los grupos étnicos no pierden por ser tales su carácter y raíz de clase. O como dice Guillermo Bonfil, “(...) los grupos étnicos son categorías sociales diferentes de las clases en tanto no se definen por la posición de sus miembros en el proceso productivo dentro de una particular formación socioeconómica”. (Guillermo Bonfil Batalla: Sobre la liberación del indio, en Nueva Antropología, num. 8, México, 1977, p.96-97).7 Héctor Díaz Polanco: Ibid. p.63.8 Según la propia investigadora, estos podían ser peones acasillados, peones alquilados, medieros, aparceros, jornaleros o indígenas. En este sentido, la especificidad del término campesino que propone la autora parece hacer hincapié en ubicar al mismo como trabajador del campo que formaba parte de una clase social oprimida. (Leticia Reina: Las Rebeliones Campesinas en México (1819-1906). Ed. Siglo XXI, México, 1980; p.11-12).9 Falcón Romana: Jefes políticos: dominio y propiedad sobre las comunidades campesinas, en Boletín del Archivo General Agrario, febrero-abril 1998, p.17.10 Coatsworth, John: México: Patrones de rebelión rural en América Latina: México en una perspectiva comparativa, en Revuelta, rebelión y revolución. La lucha rural en México del siglo XVI al siglo XX, tomo 1, Ed. Era, México, 1990, p. 28.

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rebelión por la autonomía comunal.11 Este tipo de rebelión presenta ciertas características:

• Búsqueda de la conservación de la tierra comunal, el idioma, una ideología propia, formas tradicionales de trabajar la tierra, organización social específica para el reparto o usufructo de la tierra y una jerarquía política propia.

• La situación de dominación en que se encontraban, como generador de la lucha. Era un enfrentamiento en tanto grupo dominado y no como grupo étnico diferente.

• La nominación generalizada como “guerras de castas”, aunque el apelativo no expresaba el contenido de la lucha, ya que los grupos indígenas no constituían castas ni tampoco la sociedad en que estaban inmersos eran una casta.

• Tampoco representaban la lucha entre clases estrictamente antagónicas, ya que el grupo indígena participaba en su conjunto con todos los sectores de clase y las diferencias sociales que tenían en el interior de la comunidad. Es decir que participaban desde el cacique hasta el indígena sin tierra.

• Eran rebeliones que luchaban fundamentalmente por su autonomía comunal y que se expresaban como guerras entre dos sociedades distintas, pero siempre expresando claramente las contradicciones políticas.

5. Finalmente, retomamos una propuesta de Alain Lipietz, quien argumenta que “el espacio concreto que corresponde a la etnia o la nacionalidad está constituido por la acción o el movimiento de masas ”, ya que “es éste el que da consistencia a la etnia o la nacionalidad y define su espacio, el cual es delimitado por la ‘unidad popular’ que se constituye frente o contra determinadas relaciones sociales”. Además, agrega el autor, debemos considerar el “efecto cohesivo que puede provocar la memoria de un territorio histórico perdido o aún un territorio mítico o imaginado”. Así, el fenómeno étnico-nacional crea su propio “espacio” concreto, “no basado necesariamente en territorios o fronteras determinados, sino en la fuerza de la acción o el movimiento de las masas”.12

En pocas palabras, pretendemos analizar la Guerra de Castas en Yucatán enfocándola como expresión del fenómeno étnico regional -específico, particular y contrastante del resto de la dinámica estructural de la sociedad- pero sin desconocer su inserción y participación dentro esta última. Seguramente, este complejo teórico nos ayudará a entender mejor el papel de los grupos indígenas de Yucatán como actores sociales diferenciados pero no excluidos del contexto nacionalizante del siglo XIX mexicano.

11 Según Leticia Reina, toda rebelión debía pasar por una etapa de legalidad donde los campesinos explotados manifestarían sus quejas a través de los mecanismos legales que tuvieran a su disposición; posteriormente y, ante las frustraciones del proceso legal, se pasaba a la etapa del movimiento prepolítico, subdividida a su vez en la etapa del bandolerismo social, las sublevaciones, los levantamientos y los alzamientos, que iban desde las manifestaciones más desorganizadas hasta las que contenían un mínimo componente de organización y liderazgo; finalmente los movimientos podían llegar a una etapa política, que se caracterizaba por tener una expresión ideológica bien definida así como una organización y liderazgo más avanzados. Com dice Reina, con este modelo “no se pretende hacer ninguna división estática” de los movimientos, sino “permitir ver como la conciencia social y su radicalización eran consecuencia de la misma lucha y con ello acercarnos a un a caracterización de su dinámica” (Leticia Reina: Op.Cit., p. 30-38).

12 Alain Lipietz: El capital y su espacio. Siglo XXI, México, 1979, p.32.

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II. CONTEXTO

La concepción del indio en la ideología liberal decimonónica

Hasta antes de 1810 la Nueva España fue una “sociedad estructurada en reinos y ciudades, en estamentos y corporaciones unidos por vínculos tradicionales hacia la patria, la religión, el rey y las leyes del reino.”13 A raíz de la consumación de la Independencia este virreinato “fragmentado” se redefinió como una entidad unitaria tejida bajo los preceptos ideológicos de la nueva clase hegemónica mexicana, la entidad única y excluyente del Estado-nación.14

El problema era que los diversos actores sociales -pueblos indios, mestizos, castas, criollos, ciudades y corporaciones- sostenían ideas contradictorias de nación. Así, desde mediados del siglo había dos ideas de nación que luchaban entre sí: por un lado estaba la nación “compuesta por estamentos y grupos corporativos, cuya unidad se fundaba en las costumbres y tradiciones colectivas instauradas por el propio desarrollo histórico (esta nación era el producto de una larga historia, a lo largo de la cual se han forjado sus valores, sus leyes, sus costumbres, es decir, su identidad); y por otro lado estaba la nación moderna, integrada por individuos iguales, que se consideraba soberana.”15 De este modo, la creación del Estado significó el enfrentamiento contra tres fuerzas autónomas enraizadas en el territorio y la sociedad: la Iglesia, los cacicazgos regionales y las comunidades indígenas.Enrique Florescano ha sintetizado muy bien esta problemática en su fórmula: Etnia Vs. Nación. Se trata de un “pueblo ficticio de individuos abstractos (que) reemplaza a los pueblos reales”; el Estado-nación que en lugar de aceptar la diversidad de la sociedad real tiende a uniformarla mediante una legislación general, una administración central y un poder único. Este modelo implicaba:

• Desaparecer la sociedad heterogénea y destruir las culturas diferenciadas.• Unificar la lengua y, enseguida, el sistema educativo.• Uniformar el país bajo un único sistema económico, administrativo y jurídico.• Y en el caso de que en el mismo territorio convivan varias culturas y naciones, la cultura de la

nación hegemónica sustituye a la multiplicidad de culturas nacionales.

Y algunas de sus consecuencias fueron:

13 Florescano, Enrique: Etnia Vs. Nación . en Nexos No. 258; México, junio 1999.14 Entendiendo al Estado como el “ordenamiento jurídico que tiene como finalidad general ejercer el poder sobre un determinado territorio y al que están subordinados de manera necesaria los individuos que le pertenecen” (Norberto Bobbio: Estado, gobierno y sociedad. Plaza y Janés. Barcelona, 1987, p. 104.). Como dice el propio Florescano, esta noción fue fraguada en las cortes de Cádiz y en las luchas independentistas americanas y emparentadas con la idea de nación formulada por la Revolución francesa. Para esta corriente la nación está formada por la unión voluntaria de individuos autónomos e iguales.15 Florescano: Ibid. “Desde un principio y a lo largo de la primera mitad del siglo XIX hubo dos posiciones encontradas: la de los conservadores, representados por Lucas Alamán, que abogaba por la protección del indio, como en la época colonial, y la no desamortización de los bienes de las corporaciones. Y la de los liberales, que iba desde privatizar solamente ciertas áreas de la tierra comunal, hasta la más radical que pugnaba por la completa desaparición de la comunidad indígena: su organización y forma de gobierno, y aun por la prohibición de las lenguas indígenas. Sin embargo, al paso del tiempo las diferentes posiciones empezaron a coincidir y aglutinarse”. (Leticia Reina: Las políticas agrarias y su impacto regional en el México decimonónico, en Boletín del Archivo general agrario, febrero-abril 1998, p.25).

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• La redefinición de los conceptos de patria y nación: La patria ya no es más el minúsculo lugar de origen, sino el territorio comprendido por la República mexicana. La nación ya no es más el grupo social unido por la lengua, la etnia y un pasado compartido, sino el conjunto de los ciudadanos que conviven en el territorio.

• Que los pueblos indios ya no fueran reconocidos en la estructura política y legal de la nueva nación.

• La desvalorización y desprecio (concepción negativa) de la historia y la memoria indígenas.16

• La arremetida general contra las tierras que sustentaban a los pueblos y el nacimiento de una conciencia social intolerante, que se expresó en la exclusión de quienes no compartían los mismos valores.

• Los movimientos campesinos del siglo XIX.

En conclusión, podemos decir que la nación moderna mexicana no nació de la federación y convenio entre varias naciones históricas previas; sino más bien, se trata de “un salto (que se origina) en la elección de una forma de asociación inédita y en su imposición a las naciones históricas existentes en un territorio”.17 Este proyecto fue obra de un grupo de criollos y mestizos (liberales, conservadores y moderados) que eran miembros de los distintos partidos políticos que competían en la arena nacional, y quienes coincidieron en señalar a los pueblos indígenas como “el mayor fardo que arrastraba la nación”.18

Política y legislación decimonónicas

La posguerraEn el plano político, la redirección de la economía hacia la posesión de la tierra así como el estado de anarquía generalizada contribuyeron a la consolidación de los poderes locales que estuvieron representados en la figura de los caciques.19 Es por esto que el estado nacional surgido de la independencia no se consolidó sino con la guerra de Reforma.

Intervención norteamericanaLa intervención norteamericana de 1847 afectó a muchos campesinos del país, ya fuera por los campos arrasados y devastados, como por el aumento de las contribuciones que exigía el gobierno para pagar gastos de guerra. De inmediato hubo respuesta de los campesinos en diversas regiones del país. 20 Sin

16 “El señalamiento de los indígenas como enemigos del progreso, o la acusación de que eran culpables del atraso y los fracasos del país, puso en movimiento una campaña insidiosa que terminó por configurar una imagen negativa del indígena. La prensa, los libros, los discursos, la pintura y los medios más diversos difundieron una imagen degradada y salvaje de los indígenas que se generalizó en el siglo y se adentró en las partes más profundas de la conciencia nacional.” (Florescano: Op.Cit.).17 Luis Villoro: Estado plural, pluralidad de culturas. Paidós, México, 1998; p. 30-31 y 40-41.18 Ibid., p. 488-491.19 Los caciques, en algunos de los casos más conocidos, “eran militares que por diferentes vías se habían convertido en terratenientes de su lugar de origen y que (...) participaban de la vida política del país (obteniendo) más poder que (...) otros terratenientes de la misma región.” (Leticia Reina: Las rebeliones campesinas en México (1819-1906), Siglo XXI, 1980, p. 16.).20 Leticia Reina documenta los casos de Morelos, el Estado de México, la Sierra Gorda -San Luis Potosí, Querétaro y Guanajuato-, y, fundamentalmente, Veracruz, donde se derivaron las demandas campesinas hacia la lucha anticolonialista (Ibid. , p.17).

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embargo, este acontecimiento no parece haber afectado directamente al caso de Yucatán (a pesar de su coincidencia cronológica).

La Reforma y las Leyes de desamortizaciónLa Reforma fue un período de concentración de tierras, capital y en consecuencia de poder que devino en la consolidación de un estado fuerte y nacional (centralización). Este estado liberal -surgido de la revolución de Ayutla- se había apoyado en los campesinos para derrocar a la iglesia y al ejército, aunque transigió con los terratenientes provocando así una nueva contradicción. El auge de los movimientos campesinos durante la década de los cincuenta, señala Leticia Reina, “se debe a la emisión generalizada de las leyes de desamortización en diferentes estados de la República hasta su promulgación nacional el 25 de junio de 1856”.21 Estas leyes concretizaban la ideología del estado liberal al promover el despojo de las propiedades de las comunidades indígenas y de los bienes de la Iglesia como necesidad para lograr el desarrollo del país; despojo que correspondía “a una primera etapa de acumulación de capital, donde era necesario disociar al productor directo de sus bienes de producción pero, sobre todo, someter las grandes extensiones de tierra incultas a la libre circulación”.22

La intervención francesaDurante la invasión francesa -auspiciada por la Convención de Londres (1861)- varias comunidades campesinas se unieron a las tropas francesas para combatir al gobierno mexicano, bajo la promesa de quedar exentas en el “pago de impuestos” y la respectiva “recuperación de sus tierras”. 23 Los franceses creían que “el indio buen salvaje, envilecido, explotado por los blancos y por los mestizos, eventualmente podría ser productivo y útil al país, si se le proporcionaban los medios para salir de su condición”.24 De cualquier forma, las leyes que dictó Maximiliano de Hasburgo sobre la restitución de tierras a las comunidades indígenas, asegura Leticia Reina, “debieron haber influido en las leyes de desamortización”, pues cuando Juárez volvió a la presidencia de la República -tras la caída del imperio de Maximiliano (1864-1867)- “se trató de rectificar algunos aspectos de dichas leyes”. Por ejemplo, agrega, “se emitió a todos los estados de la República que las comunidades indígenas no fueran despojadas de las tierras que habitaban y cultivaban los pueblos”. Sin embargo, todo esto quedó en palabras ya que “el despojo prosiguió en todas sus formas posibles (y) al margen de la ley, los procesos productivos de carácter capitalista continuaron desarrollándose en diferentes zonas del país”.25

21 Ibid., p.20. “En México, a diferencia de Europa, el proceso de despojo de tierras fue tan rápido y tan distinto que, en primer lugar, no permitió el surgimiento de una clase arrendataria que se convirtiera a largo plazo en pequeña burguesía agraria; en segundo lugar, fueron los mismos terratenientes, en su mayoría del partido conservador, los que compraron las tierras que se pusieron a la venta y, en tercer lugar, no se había generado aún un proceso regular de industrialización que absorbiera la fuerza de trabajo desplazada del campo (...) por lo tanto, hubo una mayor concentración de la tierra y las haciendas crecieron en extensión”. (Ibid., p.20-21)

23 Leticia Reina documenta los casos de campesinos de Puebla, Hidalgo y el Estado de México. (Ibid., p.23)24 Al respecto, el general Francois-Achille Bazaine escribió al emperador francés el 25 de octubre de 1863, diciéndole: “(...) las ideas están todavía tan atrasadas en este país que un antiguo ministro de guerra, el general Blanco, me decía últimamente (...) que él no pensaba que fuera posible que la raza blanca pueda ser reclutada como la raza india: ni un sólo hijo de familia criolla querrá mezclarse en el campo con los hombres de color, a menos de servir como oficial. Y es evidente que la raza india es inferior en la actualidad; pero sucede que desde la conquista ningún régimen ha hecho nada por ella (...) Esta denominación indica claramente que esta raza muy digna de interés siempre ha sido tratada como una raza inferior, y ha estado mantenida bajo tutela; además esta raza se mantiene completamente indiferente a todo lo que sucede en el país, donde la masa no tiene ninguna parcela.” (María Teresa Sánchez Valdés / Raúl Reissner: El despunte de la investigación científica (1862-1867). p.438.).25 Reina, Leticia: Ibid.., p.23-24.

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De esta forma, la disociación del productor directo de sus medios de producción no produjo las relaciones sociales que buscaba el modelo capitalista: los campesinos despojados de su tierra no quedaron en calidad de “fuerza de trabajo libre” y se revivió y recrudeció el peonaje, caracterizado por cierta forma de relación servil e incluso esclavista, como veremos en el caso de Yucatán. En pocas palabras, fracasó la reforma liberal.

El porfiriato y las leyes de colonizaciónDesde que Díaz llegó al poder en 1876 -con el triunfo de la revolución de Tuxtepec y bajo la promesa del reparto de tierras- el estado se consolidó y se centralizó el poder como nunca. A partir de 1884 se estableció un nuevo sistema de autoridades municipales en la mayoría de los estados mexicanos: “con la sanción del gobierno central, las administraciones estatales nombraron funcionarios de distrito llamados jefes políticos , que empezaron a ejercer más control sobre las autoridades municipales de su jurisdicción.26 En complemento, “la recién fortalecida y estabilizada administración de Díaz, así como los diferentes gobernadores estatales, tenían a su disposición fuerzas militares más abundantes y mejor equipadas que nunca antes”.27

Por otro lado, la legislación agraria durante el porfiriato “fue la continuación necesaria de la reforma agraria liberal, que expropia a las comunidades indígenas y eclesiásticas, acelerando el proceso de concentración de la tierra en grandes latifundios”. El decreto de 1875 sobre colonización -expedido todavía durante la administración juarista- fue ampliado por la ley de diciembre de 1883 -aprobada durante la administración de Manuel Gonzáles28- cuyos objetivos prácticamente eran los mismos: “el deslinde y la colonización de los terrenos baldíos y su fraccionamiento entre colonos nacionales e inmigrantes extranjeros”.29

A continuación, ilustramos una síntesis de las leyes de 1883 y1894 30 :

La ley de 1883:

• Fijó en 2’500 hectáreas el límite para la enajenación de tierras (artículo 2o).• Permitió, además, la organización de compañías deslindadoras para la habilitación de terrenos

baldíos y para transportar colonos y establecerlos en los mismos (artículo 18).• También autorizó al poder ejecutivo para donar a las compañías hasta la tercera parte de los

terrenos deslindados, como compensación de sus gastos (artículo 21).

La ley sobre ocupación y enajenación de terrenos baldíos del 25 de marzo de 1894, modificó la de 1883:

• Eximiendo la obligación de los propietarios de terrenos baldíos de tenerlos poblados, acotados y cultivados (artículo 7).

• Y prohibiendo la enajenación de más de 2 500 hectáreas (artículo 8).

En el siguiente inciso, veremos las consecuencias de estas legislaciones en la vida campesina y la 26 Katz: Op.Cit. vol. 2, p.191.27 Ibid., p. 190.28 Ibid., p.189.29 Fujigaki, Esperanza: Las rebeliones campesinas en el porfiriato (1876-1910), en Historia de la Cuestión Agraria Mexicana. La tierra y el poder 1800-1910, vol.2, Enrique Semo (et. al), Siglo XXI, 1988, p.189.30 Silva Herzog, Jesús: El agrarismo mexicano y la reforma agraria. FCE, México, 1985, p. 114.

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economía agraria en general.

Economía decimonónica y “la cuestión agraria”

Período 1810-1884El estado de anarquía que se originó con las guerras de independencia se extendió durante los dos primeros tercios del siglo XIX provocando una fuerte fragmentación económica que, concretamente, fue ocasionada por la dificultad de movilización comercial, la disminución de la producción minera, la fuga de capital hacia España y la inversión -en bienes raíces- del escaso capital que quedaba. Todo esto, a su vez, provocó que la tierra se convirtiera en la principal fuente de riqueza y poder.En el plano económico, el nuevo proyecto de nación favoreció básicamente a hacendados, rancheros, comerciantes, autoridades locales y, en general, a los grupos sociales relacionados con la agricultura comercial. De esta forma, el problema del campo para los liberales se reducía a dos cuestiones: hacer producir las tierras con la lógica de producción para el mercado y romper con la organización comunal para integrar a los indígenas a la nación. Durante toda la primera mitad y hasta el último cuarto del siglo XIX, la estructura agraria y la geografía agrícola del país se mantuvo prácticamente igual que en el siglo XVIII. Los cambios se ubicaron en los componentes de las unidades productivas: en las primeras décadas y debido a las tempranas reformas liberales de privatización de recursos naturales, hubo una tendencia a la concentración de tierras y un incremento en el número de haciendas, al tiempo que el de los pueblos disminuyó. Hacia la sexta década, la Ley Lerdo (1856), que implicó la culminación del proceso legal de desamortización,31 aunado a las guerras intestinas, la intervención francesa y las crisis agrícolas provocaron ajustes. La tendencia fue al fraccionamiento de las haciendas, a una mayor racionalidad de los espacios de producción y a un reajuste en la organización del trabajo.32 Las comunidades, por su parte, cuando no desaparecieron a causa del despojo de tierras, establecieron una creciente simbiosis con la hacienda; cada vez trabajaban en ésta y en el rancho mayor número de comuneros como peones alquilados o como jornaleros temporales. Esta codependencia sirvió al crecimiento de la hacienda, pero también permitió la sobrevivencia de muchas comunidades.33 Y en este sentido, cabe subrayar la integración que tuvieron dichas comunidades “en las economías regionales, ya fuera directamente en la producción o por medio del mercado laboral y de mercancías”; interactuando con las estructuras de gobierno, con la Iglesia como institución y con los grupos de poder local y

31 La ley Lerdo “convirtió en ilegal la propiedad de la tierra por las comunidades de los pueblos, exigiéndoles vender sus tierras” y estableciendo que “los miembros de la comunidad tenían derecho a la primera opción de compra” -aunque esta última parte generalmente no se cumplía. (Katz: Op.Cit., Vol 2, p. 189.). Al respecto, dice Reina: “El proceso de desamortización de las tierras comunales fue diferente en cada región debido a que el artículo 8o. (...) era ambiguo y confuso”. Gracias a esto, “algunos pueblos habían podido conservar el ejido y las tierras para servicio público, aunque hacia 1870 se restringió exclusivamente a panteones, hospitales, rastros y edificios públicos. A pesar de que en algunos pueblos (...) comenzaron los reclamos y disturbios, Sebastián Lerdo de Tejada reiteró que habrían de dividirse todas las tierras poseídas proindiviso y delegó a las autoridades locales ( jefes políticos) el poder para determinar cuáles podían quedar exceptuadas según el artículo 8o; ésto dio origen a diferencias en la aplicación de la ley y a una serie de arbitrariedades. Algunos gobernadores, jefes políticos, jueces y otros funcionarios, lejos de instruir al indígena sobre la exclusión del ejido de la ley, o cobrarle lo mínimo por otorgarle los títulos de sus propias tierras, se coludieron con los terratenientes -que en muchos caso eran ellos mismos.” (Reina, Leticia: Las políticas agrarias y su impacto regional en el México decimonónico, en Boletín del Archivo general agrario, febrero-abril 1998, p.25).32 Ibid., p. 26.33 Ídem.

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regional, con lo que “no sólo incorporaron muchos elementos de las culturas de contacto sino que transformaron su organización social”. 34 En síntesis, el balance de este período es “la gran concentración de la tierra, la disminución real de los salarios y la proliferación del trabajo ‘libre’ por un lado, y por el otro el trabajo de corte esclavista”.35

PorfiriatoHasta 1884, la economía de México había estado caracterizada por períodos de crecimiento lento que alternaban con períodos de contracción y estancamiento. En esa época el Estado mexicano era débil, desgarrado continuamente por la disensión interna y por los efectos de las amenazas e intervenciones extranjeras. Pero de 1884 a 1910 se produjo un crecimiento económico extremadamente rápido y el concomitante desarrollo de un Estado mexicano fuerte y centralizado. Como sabemos, “la política económica de Porfirio Díaz se basó en un gran liberalismo en el comercio exterior y en la pretendida importación de capitales: la agricultura capitalista, más que desarrollar y consolidar un mercado interno, se volcó hacia la exportación basada también en el peonaje”.36 De esta forma, México quedó destinado por mucho tiempo a ser un productor-exportador de materia prima. En este renglón, el año de 1884 constituye una especie de parteaguas debido al programa de desarrollo de los ferrocarriles37 y la inversión extranjera y nacional en agricultura, minería y otras ramas de la economía que alcanzó una de las tasas más altas del mundo y logró la apertura de nuevos mercados nacionales e internacionales para los productos agrícolas y mineros de México.38

Con todo esto, el valor de la tierra subió vertiginosamente pero continuó el proceso de concentración. Al respecto, ha dicho Andrés Molina Enríquez, “(la legislación de 1883) exigía a las comunidades y pequeños propietarios la presentación de un título legal escrito, el cual muchas veces no poseían”, y estas tierras “podían ser deslindadas y adjudicadas al deslindador, lo que produjo el despojo de los pequeños propietarios mestizos y del noventa y cinco por ciento de los pueblos indios (...)”.39 Las cifras hablan por sí solas. Según Jesús Silva Herzog, “entre 1881 y 1906, los terrenos baldíos deslindados por las compañías ascendían a 49 millones de hectáreas, (...) cifra que representaba la cuarta parte del territorio nacional”. 40 Así, todo parece indicar que “el nuevo ordenamiento tuvo por objeto primordial favorecer a los socios de las compañías deslindadoras, ampliando considerablemente su libertad de acción a la vez que ponerlos a salvo de sanciones por violar a menudo la ley de 1883, sobre todo respecto a los límites de las enajenaciones”.41

Estas nuevas características de concentración de la tierra, el trabajo forzado, la disminución real de los salarios y el incumplimiento de las promesas de Díaz sobre la restitución de tierras a los campesinos,

34 Leticia Reina / Cuauhtémoc Velasco, La reindianización de América, siglo XIX. Ed. Siglo XXI, México, 1997, p. 16.35 Leticia Reina: Las políticas agrarias y su impacto regional en el México decimonónico, en Boletín del Archivo general agrario, febrero-abril 1998, p.29.36Reina, Leticia: Las Rebeliones Campesinas en México (1819-1906). Ed. Siglo XXI, México, 1980.37 “El programa de desarrollo de ferrocarriles iniciado por Díaz en su primer mandato (1876-1880) e impulsado por su sucesor, Manuel Gonzáles (1880-1884), empezaba a producir resultados significativos. Pronto una red de 25 mil kilómetros de vías férreas cruzó grandes partes de un país donde los ríos navegables eran escasos y las cordilleras hacían muy difícil el acceso a las regiones más populosas del centro”.(Katz: Op.Cit., vol.2, p.188).38 Este es otro factor que Katz utiliza para justificar su propuesta sobre la bipartición del siglo en función de los cambios que se dieron a partir de 1884. (Ídem.)39 Molina Enríquez, Andrés: La revolución agraria de México 1910-1920, tomo IV, UNAM - Porrúa, México, 1986, p.87.40 Silva Herzog: Ibid., p.114.41 Ídem.

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produjo nuevos levantamientos en el país. 42 Aunque para algunos, “el efecto de la pérdida de sus tierras y de su tradicional subsistencia se vio atemperado por nuevas oportunidades económicas que se abrían como resultado del auge económico porfiriano”.43 Fue por todo esto que, como dice Friedrich Katz, entre 1884 y 1911 disminuyó la escala de los levantamientos rurales que se produjeron en el país.44 De cualquier forma, la inconformidad de los campesinos siguió creciendo hacia la transición de siglo y junto con otra serie de factores como la caída de las exportaciones causada por la crisis económica internacional, el efecto de la depresión internacional de 1907, la masa de obreros desempleados provocada por esa contracción, las propuestas siempre insatisfechas para el campesinado y la nueva burguesía ansiosa de poder, fueron el caldo de cultivo para que se gestara la revolución de 1910.

42 Leticia Reina documenta los casos de Hidalgo, Puebla, San Luis Potosí, Guanajuato, Querétaro, Veracruz, Nayarit, Jalisco y Zacatecas. (Reina: Op.Cit., p.26).43 Katz: Ibid., vol.2, p.190.44 Esto no significa que no haya habido abundancia de movilizaciones en la segunda mitad del siglo. Ya que, como dice Katz, efectivamente se registra una disminución en comparación con el período 1910-1884. Pero debemos tomar en cuenta que las principales fuentes sobre las rebeliones campesinas en el porfiriato -los papeles de la Secretaría de la Defensa Nacional- han sido inaccesibles durante mucho tiempo para la mayoría de los historiadores (Ibid., p.189.).

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III. ANÁLISIS DE CASO

1. Características de la región

1.1. Antecedentes

La economía en Yucatán Durante los últimos cuarenta años de la época colonial el ganado constituía el principal rubro de exportación de la península yucateca y, Cuba, el mercado más importante para la carne de res y demás productos ganaderos de Yucatán. Casi todas las haciendas de ganado se concentraban en el noroeste, alrededor de Mérida. En 1821, cuando Yucatán junto con el resto de México obtuvo su independencia, los ganaderos perdieron sus derechos de vender los productos a Cuba, que continuaba siendo una colonia española; a su vez, México no podría importar más azúcar y ron de la isla. En consecuencia, el capital que antes se invertía en la ganadería se transfirió a la producción interna de azúcar, pero debido a la pobreza en minerales del suelo y a la escasa precipitación pluvial, esas zonas dedicadas a la ganadería no eran apropiadas para el cultivo de la caña de azúcar. Las mejores tierras para este cultivo se encontraban en la parte oriental y sur, donde los mayas no estaban atados a las haciendas como trabajadores y deudores. Antes de la Independencia esas tierras pertenecían a la Corona y estaban clausuradas a la agricultura de plantación. Esta situación cambió en 1825 cuando, en un esfuerzo por poblar las partes meridional y oriental de la península, se promulgó una ley que facilitaba la adquisición de tierras en la región azucarera. La introducción de las plantaciones azucareras al este y sur de Yucatán causó profundos cambios en la vida de los mayas que habitaban esas regiones.45 En síntesis, en el marco de los estudios regionales sobre la desamortización de las tierras de las comunidades indígenas durante el siglo XIX y sobre la formación y expansión de las haciendas, para Yucatán, se ha abordado el dinámico proceso de transición de la tierra de la jurisdicción de las repúblicas indígenas a manos de particulares para la formación de estancias ganaderas, que a lo largo del siglo se capitalizaron hasta transformarse en las haciendas henequeneras del porfiriato.46 Al momento de la Independencia se hallaban ya delimitadas en Yucatán dos regiones diferenciadas económica y socialmente: la zona sudoriental, poblada por campesinos libres (milperos), entre los cuales los lazos coloniales no habían logrado expandirse con fuerza suficiente, y la región occidental en la que los naturales habían sido sometidos y en donde se hallaba ya en movimiento una tendencia hacia nuevas formas de explotación como el endeudamiento de los trabajadores en las nacientes haciendas maicero-

45 Reifler Bricker, Victoria: EL cristo indígena, el rey nativo. El sustrato de la mitología del ritual de los mayas. FCE, México, 1993, p. 172-173. Los indios que, por la razón que fuere, se negaron a atarse a las plantaciones azucareras (o tuvieron la buena suerte de evitar ser aprehendidos) se vieron empujados a internarse cada vez más profundamente en el bosque cada año que pasaba. A medida que las plantaciones se iban apoderando de las mejores tierras de la fértil región fronteriza, la situación de los mayas se volvía cada vez más desesperada.46 Bracamonte, Pedro: La tenencia indígena de la tierra en Yucatán, siglos XVI-XIX, en Boletín del Archivo General Agrario, febrero-abril 1998, p. 12.

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ganaderas, derivadas en muchos casos de las estancias.47

El preludio político (1835-1847)Después de la Independencia, en varias ocasiones Yucatán prefirió la separación de México antes que aceptar los principios de un gobierno centralista.48 En mayo de 1839, un capitán de la milicia del estado llamado Santiago Imán encabezó una insurrección en contra del centralismo en el pueblo de Tizimín. Como sus primeros esfuerzos fracasaron, “decidió tratar de atraer a los indígenas a su causa prometiéndoles que si su revolución triunfaba, reduciría las contribuciones que se les exigía pagar a la Iglesia (obvenciones)”. Después de expulsar a las tropas mexicanas en Campeche, Yucatán permaneció independiente varios años mientras el gobierno mexicano trataba de lograr por vías diplomáticas lo que no pudo conservar por la fuerza. Las promesas de Imán al pueblo indígena quedaron sólo en eso.Se celebraron tratados entre México y Yucatán, que fueron desconocidos por Santa Ana y, en 1846 -mientras México se concentraba en su lucha contra Estados Unidos- Miguel Barbachano (gobernador provisional de Yucatán) decidió olvidar las diferencias entre México y Yucatán para unirse en la lucha contra el enemigo extranjero. A raíz de esto surgió una revuelta dirigida por un campechano de nombre Domingo Barret, que constituía un ataque al predominio político de Mérida sobre los asuntos peninsulares. Barret también reclutó indígenas para su causa “con promesas de reducción de las contribuciones personales o civiles”, 49 mismas que jamás fueron cumplidas. Este es el contexto político que precede a la guerra de castas en Yucatán.

1.2 Organización social

Según Terry Rugeley, hacia 1800 la península yucateca tenía una densidad de población indígena de unas 350 a 400 mil almas que radicaban en unas 80 cabeceras o pueblos principales, con unos 300 auxiliares y un número no determinado de rancherías y sitios pequeños.50 El propio autor argumenta la dificultad de definir una identidad maya común a toda la península que permitiera contemplarla como una macroregión. En este sentido, dice Rugeley, “la gente del campo se acostumbró más y más a las interacciones con hombres y mujeres de varias etnicidades y orientaciones culturales. En casi todos los lugares había distintas mezclas de mayas, criollos y de sangre mixta; estos grupos aprendieron a asociarse unos con otros. Llegaron a compartir experiencias como las fiestas, las procesiones, las serenatas y, sobre todo, los lazos de patrón-cliente”.51

47 Montalvo, Enrique: Revueltas y movilizaciones campesinas en Yucatán: indios, peones y campesinos de la guerra de castas a la revolución, en Revuelta, rebelión y revolución. La lucha rural en México del siglo XVI al siglo XX, tomo 1, Friedrich Katz (comp.), Era, México, 1990, p. 269.48 En 1835, el presidente Antonio López de Santa Ana, quien fuera electo para el cargo por ser federalista, cambió de posición y se volvió centralista. Durante su gobierno, los estados se volvieron distritos administrativos, sus gobernadores no eran elegidos sino simplemente nombrados y únicamente los hombres de fortuna considerable tenían probabilidades de ocupar los restantes cargos de elección. Estas medida desgastaban profundamente a los yucatecos, cuyos intereses locales se vieron afectados. (Victoria Reifler: Ibid p. 176).49 Ibid., 177-178.50 Rugeley, Terry: Los mayas yucatecos del siglo XIX, en Leticia Reina (comp.): La reindianización de América, siglo XIX. Ed. Siglo XXI, México, 1997, p.202.51 Ídem. De hecho, como veremos más adelante, este es un argumento que utiliza Rugeley para justificar su hipótesis sobre la participación de todo el campesinado yucateco en la guerra de castas, y no sólo la de los campesino libres del oriente.

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Ahora, considerando la tenencia de la tierra como eje de la organización social maya, Pedro Bracamonte ha considerado las tierras patrimoniales como una de las variantes de dicho eje. Según dice el investigador, a pesar de la demarcación territorial colonial que contribuyó a solidificar el poder político de ciertas instancias como el cacicazgo, el cabildo y las cofradías, “la continuidad de formas de tenencia de la tierra al interior de cada república -concentrada en un grupo restringido de familia- permitió la reproducción del poder del estrato dominante conocido genéricamente como ‘los principales’. La división de la tierra estuvo regida por los parámetros de la organización social de los mayas que tenía su eje en el funcionamiento de las familias extensas y de los linajes”. En este sentido, agrega, “hay indicios suficientes en los estamentos indígenas conocidos para postular que se reprodujo el sistema fundamental de la tenencia de la tierra entre los mayas y que este sistema estaba articulado en la posesión que los chuntanes ejercían sobre fracciones de tierra a las que hemos denominado tierras patrimoniales”.52 De esta forma, la costumbre de nombrar fracciones de tierra con el apelativo de los linajes indica que la forma de tenencia de la tierra fue precisamente la de los grupos de parientes hacia el siglo XIX. Al mismo tiempo existía una tradición significativa de la propiedad privada, resultado del fraccionamiento de las tierras patrimoniales, cuya “tendencia a dejar (la) propiedad a múltiples herederos dio como resultado, en general, su venta a los criollos”.53 Otra variante estaba constituida por las tierras sin título legal -terrenos baldíos o milpas de comunidad- que, por tradición, “eran accesibles al primer milpero que las midiera, cortara y quemara. Algunas de estas tierras se ubican dentro de los límites mal definidos del pueblo, otras se encontraban a grandes distancias, por lo que los hombres de la familia debían formar residencias temporales para cultivar y cosechar su maíz”.54

No obstante su concentración en la agricultura, los campesinos mayas también estaban insertos en la economía comercial:

“Se establecieron como vaqueros, albañiles, poceros, carteros y constructores de caminos. Algunos de ellos operaron el sistema de transporte llamado kochée, que consistía en llevar pasajeros de pueblo en pueblo cargándolos en literas. Ejercieron también el importante oficio de arriero, única forma de transporte comercial en esta tierra sin ríos; es probable que su éxito en la guerra de castas se debiera en parte al dominio que tenían de las rutas de flete en el oriente. En poco tiempo, los campesinos, lejos de ser torpes y anticomerciales, aprovecharon las oportunidades que tenían a su alcance”.55

Por otro lado, el papel de la Iglesia en la organización social de la sociedad maya también fue muy importante. A diferencia de otros lugares del país, las cofradías en Yucatán fueron abolidas por la Iglesia desde fines del siglo XVIII, debido a su “susceptibilidad a las manipulaciones de los españoles”. En este sentido, dice Rugeley, “existe poca evidencia de que la venta de las estancias de las cofradías

52 Bracamonte, Pedro: La tenencia indígena de la tierra en Yucatán, siglos XVI-XIX, en Boletín del Archivo General Agrario, febrero-abril 1998, p. 14.53 Rugeley: Op.Cit., p. 203.54 Ídem.55 Ídem.

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contribuyera directamente a la guerra de castas”.56

Como ya mencionamos, la relación patrón-cliente fue sumamente importante en el desarrollo de la guerra de castas. En este sentido, el papel el cacique (batab, en maya) resulta fundamental para entender la estabilidad o el conflicto en la sociedad rural maya decimonónica. El papel político del batab durante los comienzos del período nacional demostraba ciertas continuidades con los precedentes coloniales. Rugeley señala cuatro características del perfil formal del oficio 57 :

• Cobraba los impuestos. La responsabilidad incluía impuestos civiles (la contribución personal) y eclesiásticos (la obvención).58

• Ayudaba a los sacerdotes a normar la conducta moral del pueblo, especialmente con respecto al casamiento y a las normas sexuales.

• Supervisaba las fajinas para la construcción de caminos, el trabajo en las haciendas, etc.• Otra parte del oficio demandaba poner ejemplo de lealtad a los otros campesinos. Por ejemplo,

estimulando la participación campesina en los ritos de la Iglesia.

Si bien sus responsabilidades no servían para congraciarse con la comunidad indígena, el batab “ganaba las afecciones de su gente por una serie alternativa de servicios, algunos de los cuales los historiadores sólo pueden suponer”, pero que tenían mucho que ver -sobre todo- con una forma de representación del pueblo. Por ejemplo, “los campesinos confiaban en la intervención de su batab cuando la fajina (labor forzosa) era efectiva, cuando las dificultades momentáneas hacían impagables los impuestos, o cuando los derechos a la tierra necesitaban verificación. Además, los batabs administraban la justicia en asuntos locales pequeños. No hay registros de los juicios y decisiones varias, además de las quejas contra los azotes que (...) propinaban libremente como remedio para el mal comportamiento”.59 Por otro lado, no parece haber existido un patrón o proceso individual mediante el que los batabs obtuvieran su cargo. Según Rugeley, “todos ascendían por una combinación de experiencia, habilidades políticas, conexiones familiares y riqueza personal. Cualquier batab podía tener todas o sólo una de estas cualidades”.60

De esta forma, nos encontramos con una organización social bastante compleja en esta región, si bien ligada principalmente a la tenencia de la tierra. La composición heterogénea de la sociedad maya corrobora la integración que mantuvieron las comunidades indígenas en las economías regionales -no sólo en la producción sino también en el mercado laboral y de mercancías- interactuando con la Iglesia y con 56 Incluso el autor argumenta que en algunos casos las haciendas hicieron suyas ciertas formas modificadas de cofradías; por ejemplo, cita el caso de la hacienda San Antonio Xocnech, que “creció hasta funcionar como foco de la devoción popular del siglo XIX”. En otros casos, la religiosidad popular tomó otras formas menos centralizadas, que incluían los símbolos e imágenes propias y las fiestas informales. (Ídem.)57 Ibid. 206-207.58 Se debe notar que el cobro de impuestos nunca fue la responsabilidad de una clase o individuo; más bien, el sistema para recaudar los impuestos rurales consistía en una compleja red de individuos que se extendía desde las autoridades civiles y eclesiásticas, radicadas en Mérida, hasta los humildes pagadores del campo. A veces, un criollo disfrutaba del título de cobrador, mientras los batab hacían mucho del trabajo verdadero, pero cada participante recibía su porcentaje. (Ídem.)59 Ibid. p.207.60 Las últimas tres se sobrentienden, pero en lo que concierne a la experiencia, ésta “venía de la participación anterior en las Repúblicas de Indios o cabildos locales, remanentes de la sociedad colonial. Una república representativa estaba conformada por un batab, un segundo llamado teniente, dos altos consejeros o regidores, y un escribano (...) Con excepción del batab, cada participante alternaba cada año en el oficio con otro de fuera, a fin de que cada año se testificara un cambio casi total de personal. (Ídem.)

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los grupos de poder local y regional, etc. En este sentido todos ellos fueron actores potenciales en el contexto que entonces configuraba la economía de la región.

2. Características de la insurrección

2.1. Causas

Para comprender cabalmente el carácter de la guerra de castas en Yucatán es necesario partir de la explotación predominante entre los trabajadores del campo -a causa de los impuestos y el despojo de la tierra-, así como los movimientos políticos que se desarrollaron entre las clases dominantes. En el plano económico podemos observar dos constantes que sirvieron como activadores del movimiento étnico: por un lado tenemos el problema de los impuestos y, por el otro, el creciente despojo de la tierra como pruebas de la perpetua explotación que sufrieron los indígenas.

Las obvencionesCon base en las leyes de las Cortes de Cádiz, en 1812 se obligó a la Iglesia a dejar de cobrar las obvenciones a los indígenas. Sin embargo, la Iglesia presionó al gobierno para desconocer la Constitución de Cádiz y restituir dicho impuesto en 1814. No fue sino hasta 1822 cuando definitivamente quedó abolido el tributo, aunque fue sustituido por un decreto de contribución personal de doce reales que debían pagar todos -indios y no indios-, excepto aquellos que tuvieran impedimento para trabajar, es decir, soldados o sargentos, los franciscanos y los esclavos. Ese mismo año se restituyeron las repúblicas de indios con el objeto de recaudar eficientemente dichas contribuciones.61 En materia agraria, continuó el despojo de las tierras indígenas que se hizo evidente con la enajenación de terrenos de cofradías, decretada el 22 de enero de 1821, y la ley de enajenación de terrenos baldíos del 3 de abril de

61 Montalvo: Opcit. p.271.

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1841.62

En el ámbito político tenemos, precisamente, la “politización” del problema de los impuestos y del despojo agrario como reactivadores de los conflictos políticos que ya proliferaban en la clase dominante.63 Aquí aparece una cuestión bastante contradictoria que demuestra los intereses de fondo que mantenían los batab con respecto a la conservación de sus privilegios.64 Concretamente, “la reducción radical de las obvenciones, a raíz de las reformas liberales, quitó a los batab uno de sus privilegios más estimados, dejándolos en el mismo nivel que el milpero común”.65 Pero esto era bueno para los hacendados que hasta entonces tenían que pagar ese impuesto por los trabajadores que laboraban en sus haciendas.A parte de los impuestos, la nueva legislación agraria colocaba a los batabs en una posición totalmente adversa ya que los mismos hacendados ahora podrían adquirir terrenos que hasta entonces estaban adscritos a los campesinos libres del sur. De esta forma, los batabs no tuvieron otra opción que enarbolar la bandera de la defensa de los derechos de los indígenas. 66 En este sentido, el indígena “fue utilizado para combatir en las pugnas internas de la clase dominante, específicamente para dirimir las diferencias entre los grupos de poder de Mérida y Campeche y entre los de Yucatán y el gobierno de la República, en torno al problema del federalismo”.

A los impuestos, la privatización de la tierra, y las pugnas políticas se sumaron diversos agravios y abusos que irritaron a los campesinos. Entre otros, se incluían: “la fajina, el imperativo centralizador de las autoridades contra la tendencia a la movilidad geográfica de los campesinos y la intromisión de la Iglesia en asuntos morales como el casamiento y la devoción religiosa”.67 En síntesis, con todos estos contradictorios mecanismos del nuevo gobierno, únicamente se logró reafirmar el lugar de clase subyugada que tenía el indígena desde la colonia a partir de estas nuevas formas de explotación. Las clases explotadoras autóctonas se lanzaron en contra de todo lo que frenaba sus intereses para poder apropiarse de los centros de abastecimiento de agua en el sur. Estas pretensiones se hallan fuertemente vinculadas a la transformación de la economía regional y al surgimiento de nuevos tipos de producción. Tal fue el caso del cultivo de la caña de azúcar, cuya

62 “Contradictoriamente, una forma de propiedad que servía al enriquecimiento del clero, servía a la vez a los miembros de la comunidad para conservar en comunidad la tierra, a costa de hacer la tierra propiedad de la cofradía y de aportar parte de la producción a la celebración de fiestas religiosas. Además tal institución funcionaba como una mecanismo de redistribución entre los miembros de la comunidad. En el caso de Yucatán esto no fue posible debido a la enajenación de las tierras de la cofradía. Más aún, la enajenación de terrenos baldíos originó multitud de despojos de tierras indígenas y la apropiación, ejercida muchas veces por parte de los terratenientes, del agua, la cual utilizaron para controlar la mano de obra y obligarla a trabajar en sus tierras”. (Ibid. p.330)63 Entre 1823 y 1847, la respuesta de la población indígena maya a la institucionalización de los ayuntamientos en las localidades, se expresó a través de alianzas, enfrentamientos y presiones que contribuyeron a que en el contexto político de los yucatecos aflorara una intensa lucha por el poder. (Carlos Enrique Tapia: República de indios y ayuntamientos. Conflicto y resistencia indígena en Yucatán (1823-1847), en Memorias del Primer Congreso Internacional de Mayistas. UNAM, México, 1994, p.320-321)64 Muy significativa fue la crisis por la Constitución española en 1812-1814, resultado de la convergencia de dos dinámicas. Por un lado, había un conflicto creciente entre los criollos ambiciosos (encabezados por un club político urbano, los sanjuanistas) y sus superiores sociales, las facciones peninsulares que seguían dominando a la Colonia. Por el otro, entre 1808 y 1820 hubo trastornos en España cuya consecuencia fue la desestabilización del sistema de mando colonial. Las manipulaciones políticas de los sanjuanistas provocaron la abolición momentánea de los impuestos religiosos, algo que en su momento generó múltiples resistencias por parte de los campesinos. (Rugeley: Op.Cit., p. 202)65 Ibid., p. 21166 Montalvo: Ibid., p. 271.67 Rugeley: Ibid., p. 205.

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expansión sobre las zonas de campesinos libres jugó un papel de primera importancia entre los elementos que provocaron la guerra de castas en Yucatán.

2.2. Objetivos y Liderazgo

Como dice Leticia Reina, “los movimientos campesinos cuya repercusión y trascendencia en la lucha por el poder tuvieron cierta importancia en los cambios estructurales del país, siempre fueron dirigidos por otra clase o sector de clase social ajena al propio campesinado”.68 En el caso de Yucatán, dice Enrique Montalvo, había tres tendencias fundamentales entre los dirigentes mayas:

Cecilio ChiEste batab tenía la postura más radical y sanguinaria ya que “Su programa consistía en exterminar a todos los individuos que no perteneciesen a la raza indígena pura, con el objetivo de que los descendientes de los mayas se quedasen dueños absolutos del país de sus mayores”.69

Manuel Antonio AyA diferencia de Chi, “Creía que no se necesitaba derramar tanta sangre para alcanzar el mismo objetivo, y opinaba que los indios podían desembarazarse de sus enemigos, expulsándolos a todos de la península”.70

Jacinto Pat A diferencia de los dos anteriores, las aspiraciones de Pat eran más nobles “porque aunque aspiraba al dominio de su raza sobre las demás, no era con el objeto de exterminarlas o de expropiarlas, sino con el objeto de sustituir a los blancos en el gobierno del país”.71

Otros líderes, sucesores de las tres tendencias antes mencionadas fueron:

Florentino ChanFue sucesor de Manuel Antonio Ay en la zona oriental. Según Terry Rugeley, “después de las muertes de Pat, Chi y Chan, los líderes más importantes fueron hombres de orígenes oscuros y humildes, hombres que se elevaron por golpes de suerte, audacia, habilidad militar y el mero carisma personal”.72

Venancio PecJefe de un grupo de indios del sur. En una reunión con el superintendente de Belice, John Francourt, Venancio Pec manifiesta que “ningún arreglo les será satisfactorio siempre que no se les asegurase un gobierno independiente: que deseaban que se les dejase una parte del país; trazándose una línea desde Bacalar hacia el norte hasta el golfo de México, y quedar libres del pago de contribuciones al gobierno del Estado (pero) que se nos deje este pedazo de tierra para estar, porque no acertamos a estar entre los

68 Reina, Leticia: Las rebeliones campesinas en México (1819-1906). Siglo XXI, México, 1980, p. 29.69 Montalvo, Ibid., p. 272.70 Ídem.71 Ídem.72 Rugeley: Ibid., p. 215.

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españoles”.73

José María BarreraMestizo que desempeñó funciones oficiales bajo el mando de Jacinto Pat. Al parecer, fue uno de los iniciadores del culto a la Cruz Parlante.

Manuel NauatVentríluco quien presumiblemente hablaba en nombre de la Cruz Parlante; fue asesinado en 1851 durante una irrupción ladina a Chan Santa Cruz.

Atanasio PucUno de los sucesores de Manuel Nauat, como la voz de la Cruz Parlante de Chan Santa Cruz.

Bonifacio NoveloMestizo que también desempeñó funciones oficiales bajo el mando de Jacinto Pat. Su centro de operaciones fue la región de Valladolid

De acuerdo a Montalvo, estos hombres, como “la mayoría de los caciques mayas”, eran indios principales o gobernadores pasados que hacían vida en común, como los demás, aunque ejerciendo la agricultura “por sí o por medio de operarios voluntarios a quienes (pagaban) el jornal corriente. No (hacían) vejaciones a los demás ni les (exigían) algún servicio que no (fuese) pagado”. Por ello, eran respetados por los demás indios:

“(...) a mediados del siglo XIX no se advierte en el interior del estamento indio una aguda lucha de clases. Los caciques fácilmente prestaban dinero a los demás, pagaban muy bien a sus trabajadores, en planta o en especie, guiados por la máxima: ‘Este es sudor de mis hermanos y no es justo que coman sobre caro’. De hecho caciques y macehuales vivían de igual modo casi sin diferencia alguna. Por todas estas razones, los caciques eran respetados por sus subordinados”.74

Como ya dijimos anteriormente, los batabs tenían sus propios intereses para dirigir una revolución de esta magnitud y aprovecharon muy bien su relación social con los estratos más bajos de la sociedad indígena, lo que tuvo importantes efectos en la organización interna de los mayas y en las acciones emprendidas en la Guerra de Castas.

2.3. Detonantes

Para iniciar la rebelión los dirigentes tramaron una conspiración que fue descubierta y desembocó en la ejecución de Manuel Antonio Ay el 26 de julio de 1847, en virtud de que se le encontró una misiva de Cecilio Chi:

“Muy señor mi amigo, hágame usté favor de decirme gatos pueblos hay avisados para el caso,

73 Montalvo: Ibid., p. 277.74 Ibid. p. 273.

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para que usté me diga gando -Item quiero que usté me diga si es mejoro mi intento, es atracar a Tihosuco para que tengamos toda provisión, ha si aguardo la respuesta para mi gobierno, em dice usté o me señala usté el día en que usté ha de venir acá conmigo, por que acá me están siguiendo el bulto, por eso se lo digo a usté, me arusté el favor deavisar me dos o tres días antes, no dejuste de contestarme no soy yo más que su amigo que lestima”.75

Dicha ejecución se realizó en un ambiente sumamente tenso, que no hizo esperar para el nuevo surgimiento de la violencia: “En la madrugada del 30 de julio, cuando todos los habitantes de Tepich parecían entregados al sueño, los indios se arrojaron repentinamente sobre las casas de todos los vecinos que no pertenecían a su raza, y cumpliendo con las órdenes de su sanguinario jefe (Chi), asesinaron sin piedad a blancos, mestizos y mulatos, perdonando solamente a algunas mujeres para saciar su concupiscencia”.76 A partir de ese momento, se proliferó la guerra abierta entre indígenas y blancos, caracterizada por continuos enfrentamientos, asaltos a poblaciones y fusilamientos de indios.

2.4. Composición del ejército rebelde

Sobre la integración que presentó el ejército rebelde en la guerra de castas, podemos distinguir dos hipótesis encontradas. La primera argumenta que la guerra brotó entre los campesinos libres y poco colonizados del oriente, conocidos como los “huites” o “huits”. La segunda postura argumenta que “la guerra surgió de los campesinos y caciques bien familiarizados con el sistema colonial”, y que los huites “no fueron nada más que una interpretación del apodo del tiempo para ciertos campesinos acostumbrados a trabajar en el monte alto. El término está completamente ausente de la documentación de la época y hay poca evidencia de subetnicidades mayas que existieran bajo el nivel peninsular pero por encima del de la comunidad o de la familia extendida”.77 Otra aspecto de la composición del ejército rebelde era su carácter “improvisado”, ya que a sus miembros “les faltaba mucho para ser propiamente soldados”. No había un ejército unificado, sino grupos fragmentados “que se juntaron alrededor de líderes carismáticos, cuyo egocentrismo y también sus objetivos frecuentemente los pusieron en conflicto entre sí”.78

2.5. Desarrollo del movimiento

Fases legal y prepolítica del movimientoAntes de recurrir a la violencia, los campesinos mayas agotaron todas las instancias legales, sin éxito alguno. Los pueblos todavía tenían sus propios cabildos, los cuales negociaron con las autoridades criollas participando regularmente en las cortes como litigantes:

“Algunos batab -como Vicente Peck (Yaxcabá), Jacinto Pat (Tihosuco) y Macedonio Tsul (Peto)-, denunciaron terrenos baldíos, actuando bajo el patrocinio de prominentes criollos locales. A pesar de la participación maya en la avalancha de denuncias, los títulos más grandes

75 Op.Cit., Montalvo: Ibid., p.331.76 Montalvo: Ibid., p. 272.77 Rugeley: Ibid., p. 203.78 Ibid., p. 214.

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fueron adjudicados en favor de los generales, curas y empresarios”.79

Se puede agregar a estos métodos legales y evidentes, un repertorio de formas de resistencia cotidiana, incluso la fuga, los rumores, la falsificación de documentos, el abigeato, los robos pequeños y el trabajo “a media máquina”.80

Período de guerra intensa 1847-1854Durante este período la guerra se desarrolló con un inusitado avance de los rebeldes, que para fines de mayo de 1848 ocupaban ya las cuatro quintas partes de la península de Yucatán; los blancos estaban refugiados en Mérida, Campeche y algunos pueblos del Camino Real que vinculaba a estas ciudades.81 Sin embargo, el esperado ataque de los mayas rebeldes se detuvo a seis leguas de Mérida y a una de Campeche; y de hecho jamás tuvo ocasión ya que -inexplicablemente- los rebeldes comenzaron a emprender la retirada aún cuando tenían todas las posibilidades de triunfar.82 Al respecto, existen diversas hipótesis sobre la retirada rebelde:Según González Navarro y Nelson Reed, el ataque final no se dio porque la guerra de castas había sido iniciada e impulsada por los mayas de la frontera (huits) y por los que recientemente habían dejado de pertenecer a esa categoría; en cambio los mayas occidentales, acostumbrados al peonaje, acabaron uniéndose a los blancos como prueba de “su lealtad a la hacienda”. De ese modo, conforme los rebeldes avanzaban hacia las zonas de mayor sometimiento -como Tunkás, Izamal, Ticul, etc.- dejaron de encontrarse indígenas dispuestos a sumarse al movimiento.83 Otra hipótesis sugiere el ciclo del cultivo del maíz como motivo de la retirada, ya que para los campesinos del ejército rebelde era primordial la siembra para su sobrevivencia, “por lo que decidieron regresar a sus tierras para sembrar antes de que se iniciara el período de lluvias”.84 al respecto, dice Leticia Reina que “el campesino no podía sostener una lucha permanente durante todo el año pues sus enfrentamientos estaban limitados por la labor agrícola, única actividad que le garantizaba la subsistencia”.85 Otra interpretación, argumenta que los mayas no atacaron Mérida sencillamente “porque no les interesaba”. En ese sentido, dice Montalvo, destaca “el carácter de defensa territorial que definía su lucha (y) que les imponía como objetivo central lograr la soberanía sobre un espacio determinado y no la conquista de otros o el exterminio de los blancos”.86

Para Terry Rugeley, los rebeldes ni siquiera tenían posibilidad de triunfar en Mérida:

“Tenían poca disciplina; sus armas de cacería ofrecieron sólo una mínima defensa contra los soldados mejor armados. Asimismo no pudieron aprovechar las armas más sofisticadas que capturaron, como cañones o monteros. La falta de coordinación de los guerrilleros con un grupo

79 Ibid., p. 211.80 Ibid., p. 205.81 Montalvo: Ibid., p. 273.82 Según Montalvo, el ejército rebelde estaba compuesto por alrededor de 60 000 indígenas, por sólo 18 mil que permanecían fieles a los blancos. (Ibid., p. 274)83 Ibid., p. 274.84 Ídem.85 Reina, Leticia: Las rebeliones campesinas en México (1819-1906). Siglo XXI, México, 1980, p.30.86 Montalvo: Ibid., p. 274.

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más grande de apoyo se unió a la escasez crónica de abastecimiento, a las decisiones y a los conflictos internos. A pesar de las leyendas sangrientas, Mérida y Campeche nunca estuvieron en peligro”.87

De cualquier forma, a partir de esta polémica retirada, las cosas cambiaron para las tropas rebeldes. Comenzaron a aparecer divisiones entre los líderes del movimiento, como el asesinato de Cecilio Chi, en 1848; o el complot de Florentino Chan y Venancio Pec quienes desconocieron a Jacinto Pat el 13 de septiembre de 1849:

“ordenaron su muerte porque había establecido la pena de azotes y el servicio de semaneros, es decir, aquello por lo cual se habían alzado contra los blancos: ‘no es eso lo que deseamos; libertad es lo que queremos’. En lo sucesivo no habría contribuciones, azotes, ‘compra de montes para labrar’, ni se recogería a las tropas el botín de guerra. Finalmente Pec asesinó a Jacinto Pat a cinco le guas de Bacalar. Con la muerte de Pat se fragmentó la autoridad de los rebeldes y por lo pronto quedaron como jefes principales Chan en el norte y Pec en el sur. Como resultado de esto, los indios perdieron cada vez más la iniciativa en las acciones militares e incluso se debilitó su defensa”.88

A raíz de todo esto, no tardaron en delimitarse distintos grupos con sus propios objetivos políticos y militares. De tal manera que para fines de 1853 la población indígena en Yucatán estaba dividida en tres grupos principales 89 :

1. Independientes pacíficos del sur.2. Independientes rebeldes del oriente.3. Fieles, dependientes (la mayoría).

Guerrilla de resistencia 1855-1901 Mientras tanto, y desde hacía algún tiempo, el gobierno ya venía definiendo una estrategia para aislar a los rebeldes de la región oriental del estado, de tal forma que tras las derrotas de 1855, los rebeldes se tuvieron que replegar en su reducto de Chan Santa Cruz . En este lugar constituyeron una especie de comunidad religiosa, dando lugar a los llamados cruzob (“los de la cruz”). De ahí en adelante la defensa de su territorio pasaría por una lucha similar a una guerra de guerrillas, a través de la cual defendieran su territorio mientras organizaban esporádicos ataques a regiones enemigas.90 Así transcurrieron y sobrevivieron lo que restó del siglo XIX, hasta el 4 de mayo de 1901, cuando la Guerra de Castas terminó -oficialmente- con la ocupación de Chan Santa Cruz por parte del general Ignacio Bravo.Es importante aclarar que los cruzob no negociaron el fin de la Guerra de Castas. Fueron los británicos quienes firmaron un tratado con el gobierno mexicano, en 1893, para poner fin al tráfico de armas con los indígenas. De cualquier forma, esta victoria no le significó al estado de Yucatán la recuperación de su territorio perdido (Bravo no era un general del ejército yucateco sino del mexicano). Pocos meses después de la ocupación de Chan Santa Cruz, el presidente Porfirio Díaz puso en marcha un plan, que 87 Rugeley: Ibid., p. 214.88 Op.Cit., Montalvo: Ibid., p.27489 Ibid., 275.90 Ídem.

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entró en vigor el 24 de noviembre de 1902, y por el cual se separaba la región oriental de la península creándose el llamado Territorio Federal de Quintana Roo. Los indígenas nunca se sometieron a la autoridad del gobierno federal y su “sistemática persecución por parte del general Bravo durante los once alos de su administración sirvió tan sólo para aumentar el odio que sentían los nativos hacia los invasores”.91

2.6. Formas de represión

La represión por parte del gobierno no se hizo esperar desde que se divisaron los primeros destellos de la movilización indígena. Como dice Leticia Reina, “el camino que generalmente seguían las fuerzas represivas fue el intento, primero, de corromper a los líderes; y cuando esto no resultaba, los mataban”.92 Y como ya hemos visto, tal fue el caso de Manuel Antonio Ay, cuya ejecución se realizó en un ambiente sumamente tenso:

“Un gran número de indios de las inmediaciones concurrieron a presenciarla, y D. Eulogio Rosado se vio en la necesidad de poner sobre las armas a toda la frente de la guarnición, por el temor de que aquella multitud, excitada con el espectáculo del suplicio, intentase cometer algún desorden o trastorno. El cadáver del ajusticiado fue conducido a Chichimilá, donde puesto a la expectación pública por término de veinticuatro horas, pudo ser contemplado por todos los vecinos de la población, que estaban vivamente excitados desde el momento en que tuvieron noticias de la sentencia de muerte”.93

Sin embargo, como existían otros líderes del movimiento y debido a que la consciencia del problema se había generalizado entre el pueblo, el único camino para los jefes políticos fue buscar el exterminio de la comunidad.94

2.7. Expresión ideológica: El culto de la Cruz Parlante

Origen del cultoEn 1850 el gobierno de Yucatán convocó a una reunión para negociar la paz, a celebrarse en el rancho de José María Barrera, en Kampokobché. Ante la negativa de los dirigentes rebeldes los “soldados ladinos”

91 Reifler, Victoria: Ibid., p. 232.92 Reina, Leticia: Las rebeliones campesinas en México (1819-1906). Siglo XXI, México, 1980, p. 29.93 Op.Cit., Montalvo: Ibid., p.331.94 Los jefe políticos eran los brazos del poder ejecutivo para controlar la política de las localidades. Estaban a cargo de los partidos políticos, una delimitación territorial intermedia que comprendía a varios municipios. Estos funcionarios eran estratégicos como organizadores del orden administrativo y militar y enlace de autoridades y habitantes de los poblados y ayuntamientos con las instancias superiores de gobierno. Sus atribuciones formales eran inmensas y multifacéticas: sobre el control del poder armado, para mantener en paz a sus territorios, sobre los cambios y permanencia de la estructura de la propiedad, y en torno a las cuestiones político-electorales. A sus poderes formales debe agregarse un amplio margen de poderío informal. En el México del siglo XIX, el juego político real se regía no tanto por atribuciones legales, como por reglas informales dictadas por lealtades antiguas, redes clientelísticas, amistades, compadrazgos, acuerdos verbales, ocultos y ajenos a aquellas disposiciones que contaban con firmas y sellos oficiales. los jefes políticos eran un gozne de estos mecanismos informales, del cual eran tanto esclavos como beneficiarios. (Falcón Romana: Jefes políticos: dominio y propiedad sobre las comunidades campesinas, en Boletín del Archivo General Agrario, febrero-abril 1998, p.17.)

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atacaron todas las rancherías indígenas en dicha población, por lo que Barrera trasladó su cuartel general a un cenote conocido con el nombre de Chan Santa Cruz (Pequeña Santa Cruz), en las afueras de lo que hoy es el pueblo de Carrillo Puerto. El cenote estaba situado “en una cañada escondida entre lomas empinadas y rocosas, formando una gruta de cosa de cuatro metros y medio de profundidad por dos y pico de ancho, y el fondo de aquella cámara tenía varios metros de agua, siempre con el mismo nivel a pesar de lo que la utilizaban”.95 Se cree que en el tronco de una de las caobas que crecían cerca de la cueva se había grabado una cruz; se trataba, al parecer, de la “Pequeña Santa Cruz”, que diera nombre al lugar. Según Victoria Reifler, el origen al culto de la Cruz Parlante , “se inició en algún momento entre la primera semana de mayo, cuando Kampokobché fue tomado por los soldados ladinos, y la primera semana de enero del año siguiente (1851), en que los indígenas trataron de reconquistar esa población”.96 Ella supone que la primera manifestación del culto ocurrió durante el otoño de 1850, y hace mención a un documento titulado “Proclama en lengua maya de Juan de la Cruz , adivino de X-Balam Na, dirigida a sus conciudadanos”.97

Al comienzo de dicho documento, un tal Juan de la Cruz dice que la primera vez que le habló a su pueblo fue el 15 de octubre de 1850. Luego continúa:

Y otra cosaEs el mandamiento de mi Padre,Vosotros cristianos pueblerinos:SabedQue no sólo surgió la guerra de los blancosY los indios;Porque ha llegado el momentoDe una insurrección indígenaContra los blancos¡De una vez por todas!98

El 4 de enero de 1851 los rebeldes atacaron Kampokobché -obedeciendo la orden de Juan de la Cruz- pero fueron derrotados y el 23 de marzo los ladinos “irrumpieron con sus tropas en el villorrio en que se encontraba el santuario. Los soldados confiscaron la Cruz y dieron muerte a un ventrílocuo, Manuel Nahuat, quien presumiblemente hablaba en nombre de la Cruz”.99 A raíz de la muerte de Nahuat, la nueva Cruz se comunicaba por escrito con la ayuda de Juan de la Cruz 100 :

“Durante el mes de agosto del año 1851, nueve cartas de la Cruz firmadas por Juan de la Cruz 95 Op.Cit., Reifler: Ídem., p. 202.96 Ídem.97 Según Alfonso Villa Rojas, X-Balam Na (Casa del Jaguar) era el nombre “dado al primer templo construido para la Cruz Parlante, en el lugar donde se originó el santuario de Chan Santa Cruz”. (Ídem.)98 Líneas 85-95, Op.Cit., Reifler: Ibid., p. 203-204.99 Reifler: Ibid., p. 205.100 Según Reifler, el nominativo, Juan de la Cruz, se refiere a un santo de la Iglesia católica -uno de los fundadores de la Orden de los Carmelitas Descalzos- que encabezó un movimiento religioso reformista en España hacia finales del siglo XVI, por lo que no sería extraño que alguno de los jefes del movimiento maya haya asumido el nominativo para ganar adeptos para el culto de la Cruz Parlante. De manera análoga, el nominativo de Manuel Nauat -el ventríluco asesinado durante el ataque a Chan Santa Cruz- bien podría aludir al término nauatlato que significa “intérprete” en lengua náhuatl, y que fue usado para designar a los traductores indígenas durante el período colonial. (Ibid., p. 209)

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fueron enviadas a Miguel Barbachano (...) En todas ellas, la Cruz se queja de los ultrajes cometidos contra ella por los soldados ladinos, lamenta la muerte de Manuel Nauat y exige resarcimientos por el maltrato recibido y por la confiscación de sus posesiones”.101

A todo esto, Victoria Refley sugiere una hipótesis sobre la misteriosa identidad de Juan de la Cruz. Según el testimonio de los hombres que derrocaron a Venancio Puc en 1863, en realidad había tres dirigentes del culto de la Cruz Parlante:

“ellos fueron, (...) el hombre que se autotitulaba Patrón de la Iglesia, un anciano que actuaba como su secretario, y un chico, o más bien un joven que era en realidad la persona que solía hablar y administrar justicia con semejante energía”.102

Reifler los ha identificado como 1). Venancio Puc, a quien se le conocía como “el Patrono de la Cruz, en Honduras Británica; 2). Atanasio Puc, o Tata Naz, por la ubicación de el vocablo Naz como adaptación de Nazareo o Atanasio; y 3). José María Barrera, por la proclama del asalto a Kampokobché, donde se automenciona indirectamente, dando a entender sus objetivos de recuperar su propiedad en dicha población. Asimismo, la autora considera muy probable que Juan de la Cruz haya sido Atanasio Puc, porque “en el proclamo de Juan de la Cruz se le menciona como uno de los sucesores de Manuel Nauat, y porque sobrevivió once años a Barrera, (estando) vivo en el momento de mayor auge y popularidad del culto”. 103

Características del culto de la Cruz ParlanteUna cantidad considerable de detallados informes de testigos oculares describen las características esenciales del culto. En febrero de 1852, una expedición al mando del general Rómulo Díaz de la Vega ocupó Chan Santa Cruz.

Uno de los oficiales de la expedición -Felipe de la Cámara Zavala- registra en su diario una descripción de la iglesia:

“en un extremo de ella había un altar al que nadie podía acercarse excepto la persona encargada del cuidado de las tres cruces. Estas fueron halladas en la parte superior del altar, ataviadas con vestido y faldas; detrás del altar había un hoyo en el cual se había colocado un barril que servía de caja de resonancia, produciendo al mismo tiempo un sonido hueco y cavernoso. Todo esto estaba oculto de la vista de aquellos que se encontraban en la parte principal de la Iglesia”.104

Resulta significativo que ya para esa fecha las cruces tuviesen una identidad indígena, pues estaban vestidas con huipil y fustán, prendas usadas por las mujeres nativas. Aunque la cruz fuese de origen cristiano, el culto había sido creado para servir a una causa indígena y no ladina.En algunas ocasiones, se llevaba una Cruz Parlante en la batalla para que guiara a los cruzob a la victoria. Tal fue el caso de el sitio de la plaza fuerte de Bacalar, en 1858, cuando varios ingleses provenientes de Honduras tuvieron que negociar con la Cruz para rescatar a algunos de los sobrevivientes tras la 101 Ibid., p. 206.102 Ibid., p. 210.103 Ibid., p.212.104 Op.Cit., Refley: Ibid., p. 212.

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rendición del fuerte ante el ejército comandado por Venancio Puc:

“Esa noche, como de costumbre, todos los indígenas que se encontraban en Bacalar se reunieron frente a la casa donde se guardaba la Santa Cruz. Los servidores del ídolo, todos ellos niños y que recibían el nombre de ‘Ángeles’, cantaron a la entrada de la casa, con acompañamiento de tambores y trompetas que sonaban en momentos determinados del canto. Puc estaba dentro con la imagen y los ‘Ángeles’, los jefes subordinados y los soldados permanecían arrodillados afuera, y sólo se pusieron de pie al concluir el servicio, y después de santiguarse y frotar sus frentes en el polvo (...) Alrededor de las 11 en punto se oyó a los indígenas que corrían hacia atrás y hacia delante, y se dio la orden de traer a los prisioneros. El capitán Anderson se puso de pie, y al seguir a los prisioneros vio que estos eran colocados en fila frente a la Santa Cruz. Numerosos soldados estaban arrodillados en el camino (...) El capitán Anderson, que estaba cerca de la casa en la cual se encontraba el oráculo, oyó un ruido ‘trepidante’, y cuando éste cesó se anunció que la Santa Cruz había exigido un rescate mayor por los prisioneros. El señor Blake se adelantó de un salto y se ofreció a garantizar el pago de los 7 000 dólares. ¿Llevaba consigo esa cantidad? No (...) pero la enviaría. La Santa Cruz rechazó con desdén la idea. El señor Blake los había engañado respecto de la pólvora, (...) que los prisioneros fuesen muertos”.105

Al respecto, es importante subrayar cómo la Cruz Parlante, a parte de consolidar la identidad del grupo rebelde, también fungía como interlocutor con el enemigo ya que constituía la única vía de negociación que tenían el gobernador de Yucatán y el superintendente de Honduras Británica con el ejército rebelde. En síntesis, todos estos informes de testigos oculares confirman el gran poder que tenía la Cruz y sus tres patrocinadores, no sólo en cuestiones religiosas, sino también en asuntos políticos y militares. La Cruz decidía cuándo y dónde debían de llevarse a cabo incursiones. También cabe destacar cómo todos los cruzob -incluyendo a los generales- estaban subordinados al triunvirato, ya que “debían cumplir las órdenes de la Cruz, y en caso de indisciplina se les imponía la pena de azote o algún otro castigo”.106

El culto a la Cruz Parlante como redefinición de la organización social mayaLa diferencia principal entre la religión de los cruzob y la de otros grupos mayas de la península estriba precisamente en el lugar destacado que para los primeros ocupa la Cruz como objeto de adoración. Por ejemplo, Victoria Reifler ha mencionado la existencia de cruces agrícolas que protegían las milpas “contra las serpientes y los accidentes”, cruces domésticas, cruces “milagrosas” o de linaje y cruces de pueblo, que como la Cruz Parlante de Chan Santa Cruz, eran objeto de adoración. En cambio, las imágenes de los santos no parecen haber sido tan importantes para los cruzob:

“Rara vez se ven imágenes de santos en los caseríos de la subtribu. La iglesia de la aldea santuario sólo posee dos estatuillas de madera, una representando a Jesucristo y la otra a la Virgen de la Concepción. No hay ninguna en Tusik (el poblado donde residió Villa Rojas). Fuera de la subtribu, en asentamientos tales como Kopchén y otros, las imágenes son más comunes”.107

105 Op.Cit., Reifler: Ibid., p. 214.106 Ibid. p. 219. Y esto también nos ayuda a entender la serie de conflictos internos y traiciones que se dieron durante esta etapa de la guerra, mismas que a la larga contribuyeron a su ocaso.107 Villa Rojas, Alfonso Op.Cit., Reifler: Ibid., p. 223.

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Esto no significa que los cruzob no creyeran en los santos, sino que precisamente consideraban que sus cruces eran santos, y por ello les daban ese nombre. En otras palabras, todavía existía entre los cruzob la veneración a los santos, pero no a las imágenes que los representaban; las representaciones de rasgos caucásicos y vestimenta ladina fueron sustituidas, en su caso, por cruces vestidas con trajes nativos. El cargo de cura párroco sufrió una sustitución similar:

“El nochoch tata (...) tiene casi todas las funciones y prerrogativas (incluyendo el pago por su servicio) del cura de aldea ladino. Es la autoridad máxima de la iglesia, y realiza misas y los sacramentos del casamiento y el bautismo”.108

Según Reifler, existen demasiados paralelos entre el papel del nohoch tata y el cura de aldea ladino para suponer que los cruzob volvieron a adoptar la religión de sus antepasados paganos; aunque esto no equivale a afirmar que la religión cruzob sea exclusivamente católica: “lo que importa destacar es que prácticamente el mismo sincretismo de elementos mayas y cristianos existe en todas partes de la península, incluyendo regiones que no estuvieron dominadas por los cruzob, lo cual permite inferir que este esquema fue anterior a la Guerra de Castas”.109 En este sentido, Reifler considera que el “movimiento de revitalización” no determinó los cambios más importantes en la religión sino en la organización social, concretamente en dos aspectos: 1). La creación de una organización militar donde antes no existía ninguna; y 2). La sustitución de las lealtades de aldea por los lazos con la compañía militar. El modelo de tipo de organización cruzob, dice Reifler, fue el mismo de la milicia yucateca:

• 1 comandante (coronel)• 1 plana mayor (1 teniente coronel, 1 capitán, 1 teniente, 1 subteniente, y oficiales de menor rango).• 8 compañías de entre 800 y 1 200 hombres.

Solamente que su organización “no sobrepasaba el nivel de compañía: no existían como tales batallones y regimientos, sino que eran simplemente agrupaciones de compañías”.110 La jerarquía cruzob era, por orden:

• General• Comandante o mayor• Capitán• Teniente• Sargento• Cabo• Soldado

Alfonso Villa Rojas registra cómo, en 1935, la organización militar estaba integrada al sistema de parentesco:

“Los cargos militares en una compañía por lo general se heredaban por la línea paterna,

108 Ibid., p. 224.109 Ídem.110 Ídem.

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perteneciendo los hijos de cualquier sexo a la compañía del padre. Los varones conservaban su condición de miembros durante toda su vida, pero cuando una muchacha se casaba pasaba a ser miembro de la compañía de su marido”.111

De esta forma, concluye el autor, la compañía militar se transformó en un grupo corporativo hereditario:

“Cada compañía incluye, pues, a sus miembros activos masculinos y a sus esposas e hijos. Este tipo de agrupaciones se notan claramente en ciertos días festivos en que prácticamente toda la población de la subtribu se congrega en la aldea santuario. En esas ocasiones la gente se agrupa según as compañías, de modo que en cada uno de los cinco cuarteles se encuentran numerosos linajes masculinos, formados por padres, hijos, nietos y todas las mujeres unidas a esos hombres por lazos filiales, fraternales y conyugales. (Además) las compañías tienden a ser exógamas, no porque exista ninguna prohibición que se oponga al casamiento entre miembros de una misma compañía, sino porque es más fácil hallar en la propia compañía parientes que entran en la categoría de las normas de prohibición matrimonial”.112

En este sentido, el significado de ser miembro de un pueblo o de una compañía es que esta última es la unidad de control social, mientras que la unidad de tenencia de la tierra es el pueblo. Este cambio de lealtades del pueblo a la compañía fue consecuencia del trastorno causado por la Guarra de Castas; en su mayoría, los cruzob eran refugiados procedentes de otras regiones de la península, oriundos de muchas aldeas distintas. Con frecuencia se veían obligados a abandonar los nuevos poblados que ellos fundaban en la región sudoriental de la península para ocultarse en la selva. Además, entre los cruzob, el servicio militar era obligatorio. En estas condiciones, la compañía militar constituía una unidad de identificación más permanente que la aldea.113

2.7. El desenlace

A raíz de los descalabros que se sucedieron desde el retiro de Mérida, miles de campesinos “se vieron obligados a aceptar condiciones feudales de vida y de trabajo en las propiedades comerciales”. En busca de seguridad, los campesinos estuvieron de acuerdo con los contratos que los comprometían a trabajar de 10 a 15 años de servidumbre en las haciendas henequeneras. Se dividieron en dos vertientes: los que vivían físicamente en la propiedad (peones) y los residentes de pueblos independientes, que necesitaban del empleo periódico para sostenerse (jornaleros).Fue en su reducto de Chan Santa Cruz donde los rebeldes adoptaron su rasgo más famoso, el culto religioso militar de la Cruz Parlante. Este peculiar oráculo asumió varias formas desde su origen en 1850-1851, aunque hubo continuidad en la idea principal de una autoridad divina que llamó a los rebeldes a una guerra sin tregua y sin rendición en contra de los yucatecos no indios. Hasta el fin del siglo XIX el culto tuvo su base en el pueblo de Chan Santa Cruz, ahora Felipe Carrillo Puerto. En retrospectiva, es difícil interpretar el culto de la Cruz Parlante en forma distinta de la de una

111 Op.Cit. Reifler: Ibid., p. 225.112 Villa Rojas, Alfonso, Op.Cit., Reifler: Ibid., p. 225.113 Ídem.

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manipulación por parte de los generales; aunque éstos aprovecharon el trasfondo de las creencias y los sincretismos que caracterizaban a la sociedad campesina. Utilizaron su icono divino para consolidar su propia autoridad, para minar a sus seguidores y para centralizar los recursos más valiosos -sobre todo la pólvora-. Sin embargo, la estructura militar que se desarrollo durante el período del culto a la Cruz Parlante, redefinió la estructura social de los mayas del oriente así como su identidad:

“La primera vez que la Cruz habló fue en ocasión de que los mayas estaban perdiendo la guerra. Logró unificarlos dándole a su casa una justificación sobrenatural. Gracias a su ayuda, el sistema opresor de castas heredado del período colonial se invirtió: el indígena pasó a ser el amo y el ladino, esclavo. La creencia de que la Cruz habría de protegerlos en la batalla, junto con las armas proporcionadas por los ingleses, les permitió a los cruzob resistir la ‘reconquista’ durante más de cincuenta años. Un ejército indígena guiado por una Cruz Parlante resultó ser una combinación invencible. Ninguna otra rebelión del Nuevo Mundo alcanzó semejante éxito”.114

114 Ibid., p. 227.

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IV. CONCLUSIONES

La nación mexicana moderna no nació de la federación y convenio entre varias naciones históricas previas, sino de la imposición de un modelo ajeno y contradictorio en un país caracterizado por su heterogeneidad cultural. Este proyecto fue obra de un grupo de criollos y mestizos (liberales, conservadores y moderados) que eran miembros de los distintos partidos políticos que competían en la arena nacional, y quienes coincidieron en señalar a los pueblos indígenas como “el mayor fardo que arrastraba la nación”. En este contexto, la Guerra de Castas en Yucatán aparece como una trágica consecuencia del fracaso de las políticas aplicadas por los gobiernos independientes del siglo XIX hacia el sector más allegado a la tierra: los campesinos.

Al momento de la Independencia encontramos, en la península yucateca, dos regiones bien diferenciadas económica y socialmente :

• Zona sudoriental, poblada por campesinos libres (milperos), relativamente desembarazados de los lazos coloniales.

• Región occidental, donde los naturales eran sometidos a nuevas formas de explotación -como el endeudamiento en las nacientes haciendas maicero-ganaderas. Concretamente, su dinámica transcurre, de la jurisdicción de las repúblicas indígenas, a manos de particulares para la formación de estancias ganaderas que a lo largo del siglo se capitalizaron hasta transformarse en las haciendas henequeneras del porfiriato.

Frecuentemente se ha concebido una bipartición de la sociedad yucateca en dos grupos bastante generalizados: blancos e indígenas. Sin embargo, recientes estudios han permitido distinguir una organización social bastante compleja en la región. Aunque ésta se mantuvo principalmente ligada a la tenencia de la tierra, su heterogeneidad corrobora la integración que mantuvieron las comunidades indígenas en las economías regionales -no sólo en la producción sino también en el mercado laboral y de mercancías- interactuando con la iglesia y con los grupos de poder local y regional. Para comprender las causas de la guerra de castas en Yucatán es necesario partir de la explotación predominante entre los trabajadores del campo -a causa de los impuestos y el despojo de la tierra-, así como las pugnas políticas que se desarrollaron entre las clases dominantes. A estos se sumaron diversos agravios y abusos que irritaron a los campesinos, como la fajina, el imperativo centralizador de las autoridades contra la tendencia a la movilidad geográfica indígena, y la intromisión de la Iglesia en asuntos morales como el casamiento y la devoción religiosa.El motivo principal del despojo agrario radicó en la carrera por la apropiación de los centros de abastecimiento de agua en el sur debido a la transformación de la economía regional y al surgimiento de nuevos tipos de producción, como fue el caso del cultivo de la caña de azúcar. Los batabs (caciques mayas) vieron afectados sus intereses y reaccionaron contra el despojo agrario organizando una rebelión separatista; para ello, aprovecharon muy bien su relación social (cliente-patrón) con los estratos más bajos de la sociedad indígena. A pesar de la polémica que se ha desarrollado en torno a la composición del ejército rebelde, parece que la guerra brotó entre los campesinos libres y poco colonizados del

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oriente -conocidos como los “huites” o “huits”- y, hasta después, se unieron al movimiento algunos campesinos y caciques que ya estaban bien familiarizados con el sistema colonial. De cualquier modo, se debe destacar la improvisación y falta de organización que caracterizó al ejército rebelde, muchas veces constituido por grupos fragmentados y lidereados por caciques carismáticos, cuyo egocentrismo y diferentes objetivos los opusieron frecuentemente.

El período intenso de la guerra transcurrió de 1847 a 1854, con un inusitado avance de los rebeldes que para fines de mayo de 1848 ocupaban ya las cuatro quintas partes de la península. Sin embargo, las tropas emprendieron la retirada permitiendo la recuperación del enemigo y su consecuente reconquista de la península. Este hecho ha dado lugar a una interminable polémica sobre las causas que originaron el repliegue pero parece que se dio una combinación de circunstancias, entre las que se encuentran: la caída en el índice de reclutamientos conforme los rebeldes avanzaban hacia las zonas de mayor sometimiento; el regreso hacia el sur para completar el ciclo del cultivo del maíz; y el desinterés por ejercer la soberanía sobre un espacio ajeno a su tradición. A raíz de esto comenzaron a aparecer divisiones entre los líderes del movimiento, que desembocaron en la fragmentación de las tropas rebeldes. Algunos integrantes terminaron lléndose a las haciendas henequeneras como peones o jornaleros, otros fundaron una especie de comunidad religiosa al oriente de la península dando lugar a los llamados cruzob (“los de la cruz”). De 1855 hasta 1901 el movimiento de los cruzob continuó como guerrilla de resistencia con sede en el reducto de Chan Santa Cruz , donde tuvo origen un movimiento de revitalización caracterizado por el culto religioso-militar de la Cruz Parlante. Este peculiar oráculo asumió varias formas desde su origen en 1850-1851, aunque hubo continuidad en la idea principal de una autoridad divina que llamó a los rebeldes a una guerra sin tregua y sin rendición en contra de los yucatecos no indios. Así, los cruzob desarrollaron elementos de reivindicación cultural, como la estructura militar que -durante el período del culto a la Cruz Parlante- redefinió la estructura social y la identidad de los mayas orientales, unificándolos y dándole a su causa una justificación propia y muy distinta a la que el proyecto del Estado-nación soñó. Y aunque para algunos investigadores es difícil interpretar el culto de la Cruz Parlante en forma distinta que la de una manipulación por parte de los líderes del movimiento, nosotros pensamos que la incorporación de las creencias históricas y sincréticas que caracterizaban a la sociedad maya campesina no estaba basada en una ingenua subordinación del pueblo sino en una consciencia colectiva que fortaleció el desarrollo de todo este cúmulo de elementos históricos y simbólicos para redefinir y revitalizar su identidad.

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