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7.2. GUERRA COLONIAL Y CRISIS DE 1898 1. CARACTERÍSTICAS Y CAUSAS En los últimos años del siglo XIX España perdió las últimas colonias de ultramar frente al empuje del imperialismo de EE.UU. La pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas en 1898 representó un duro golpe para la sociedad española conocido como el “Desastre del 98. Este hecho hizo necesaria una reflexión intelectual para analizar las causas de la decadencia de España, que daría lugar a la llamada “generación del 98” y a la aparición de las ideas regeneracionistas. 1.1. Antecedentes Cuba desempeñó durante el siglo XIX un importante papel en la vida española: políticamente era un foco de conflictos permanente, militarmente, era el lugar ideal para la adquisición de méritos militares, y económicamente representaba una fuente de ingresos para la economía de España. Tanto Cuba como Puerto Rico se encontraban sometidas al poder absoluto del capitán general de cada isla, lo que molestaba de manera especial a las élites criollas, parte de las cuales se planteaban su incorporación a EE.UU. La Guerra de Secesión norteamericana (1861-1865) había servido para que dichas élites estuviesen a favor de la independencia de Cuba y de la abolición de la esclavitud, tal y como se había hecho en EE.UU. En 1868 estalló una revuelta conocida como el “Grito de Yara”, que pretendía la independencia de la isla, lo que provocó la Guerra de los Diez Años (1868-1878), que terminó con la firma de la Paz de Zanjón. En dicho acuerdo se estableció una amnistía, la abolición de la esclavitud (lograda en 1888 con el gobierno de Sagasta), y se prometió una reforma que contemplaba cierta autonomía, libertad de comercio y representación en las Cortes, promesas no cumplidas por los grupos españolistas, por lo que el problema del independentismo quedó sin resolver. Paralelamente, se fueron configurando en Cuba diversos partidos políticos: el Partido Autonomista, que irá perdiendo peso frente al independentismo por los incumplimientos del gobierno español; la Unión Constitucional, formado por españolistas; y el Partido Revolucionario Cubano, independentista, fundado por José Martí (1892) y apoyado por EE.UU., principal comprador de azúcar y tabaco cubanos, que se veía perjudicado por las tarifas arancelarias impuestas a la entrada de productos extranjeros en Cuba. 1.2. Causas Tras la Paz de Zanjón (1878) se vio la posibilidad de conceder a Cuba cierto grado de autonomía, pero los sectores españolistas se opusieron a tal idea. Mientras, el movimiento independentista se había hecho más fuerte con el apoyo de EEUU, que aspiraba a expulsar a España de sus dominios en el Caribe. En 1879, un año después de los acuerdos de Zanjón, dio comienzo en la zona oriental de la isla un nuevo levantamiento contra las autoridades españolas (la denominada “guerra chiquita”),

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7.2. GUERRA COLONIAL Y CRISIS DE 1898

1. CARACTERÍSTICAS Y CAUSAS

En los últimos años del siglo XIX España perdió las últimas colonias de ultramar frente al empuje del imperialismo de EE.UU. La pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas en 1898 representó un duro golpe para la sociedad española conocido como el “Desastre del 98”. Este hecho hizo necesaria una reflexión intelectual para analizar las causas de la decadencia de España, que daría lugar a la llamada “generación del 98” y a la aparición de las ideas regeneracionistas.

1.1. Antecedentes Cuba desempeñó durante el siglo XIX un importante papel en la vida española:

políticamente era un foco de conflictos permanente, militarmente, era el lugar ideal para la adquisición de méritos militares, y económicamente representaba una fuente de ingresos para la economía de España.

Tanto Cuba como Puerto Rico se encontraban sometidas al poder absoluto del

capitán general de cada isla, lo que molestaba de manera especial a las élites criollas, parte de las cuales se planteaban su incorporación a EE.UU. La Guerra de Secesión norteamericana (1861-1865) había servido para que dichas élites estuviesen a favor de la independencia de Cuba y de la abolición de la esclavitud, tal y como se había hecho en EE.UU.

En 1868 estalló una revuelta conocida como el “Grito de Yara”, que pretendía la

independencia de la isla, lo que provocó la Guerra de los Diez Años (1868-1878), que terminó con la firma de la Paz de Zanjón. En dicho acuerdo se estableció una amnistía, la abolición de la esclavitud (lograda en 1888 con el gobierno de Sagasta), y se prometió una reforma que contemplaba cierta autonomía, libertad de comercio y representación en las Cortes, promesas no cumplidas por los grupos españolistas, por lo que el problema del independentismo quedó sin resolver.

Paralelamente, se fueron configurando en Cuba diversos partidos políticos: el

Partido Autonomista, que irá perdiendo peso frente al independentismo por los incumplimientos del gobierno español; la Unión Constitucional, formado por españolistas; y el Partido Revolucionario Cubano, independentista, fundado por José Martí (1892) y apoyado por EE.UU., principal comprador de azúcar y tabaco cubanos, que se veía perjudicado por las tarifas arancelarias impuestas a la entrada de productos extranjeros en Cuba.

1.2. Causas Tras la Paz de Zanjón (1878) se vio la posibilidad de conceder a Cuba cierto grado

de autonomía, pero los sectores españolistas se opusieron a tal idea. Mientras, el movimiento independentista se había hecho más fuerte con el apoyo de EEUU, que aspiraba a expulsar a España de sus dominios en el Caribe. En 1879, un año después de los acuerdos de Zanjón, dio comienzo en la zona oriental de la isla un nuevo levantamiento contra las autoridades españolas (la denominada “guerra chiquita”),

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dirigido entre otros por Guillermo Moncada y Calixto García, pero la falta de apoyo entre la población cubana favoreció que el movimiento fuese reprimido en unos meses por el general Polavieja.

Ante el auge del sentimiento nacionalista, España reaccionó de manera violenta

contra el movimiento independentista, lo que hizo aumentar la impopularidad de los españoles en la isla y en la opinión pública norteamericana. Mientras tanto, también en Filipinas, el movimiento independentista cobraba fuerza, aglutinándose en torno a la llamada Liga Filipina.

Puede afirmarse, por tanto, que en el levantamiento independentista de Cuba

confluyeron diversas causas: La inexistencia de una política colonial que cumpliese los compromisos

adquiridos por España en la Paz de Zanjón. Por ello, la concesión de autonomía a la isla a partir de 1 de enero de 1898 llegó demasiado tarde.

El imperialismo norteamericano, interesado en los territorios españoles del Caribe y del Pacífico.

2. DESARROLLO DEL CONFLICTO 2.1. La Guerra Colonial En 1895 se reanudó la guerra en Cuba a partir del denominado “grito de Baire”

(“Viva Cuba libre”), protagonizado por un grupo de independentistas (Máximo Gómez, Antonio Maceo, etc), dirigidos por José Martí, cerebro de la insurrección y autor de un programa independentista conocido como “Manifiesto del Monte-Christi”. España intentó detener la sublevación mediante la concesión de una Constitución Autonómica, pero la propuesta no fue aceptada por los independentistas, que no se conformaban más que con la independencia. Contrario a perder Cuba, el gobierno español recurrió a la fuerza militar tratando de aplastar el levantamiento y sustituyó al general Martínez Campos, partidario de una línea negociadora, por el enérgico Valeriano Weyler, buen conocedor de la isla y defensor de una postura de dureza.

Weyler dividió el territorio isleño en largas líneas fortificadas o “trochas” para

evitar el apoyo de la población a los sublevados y trató de destruir los enclaves que constituían los refugios de los rebeldes, que perdieron a algunos de sus líderes como Maceo y Martí. La guerra adquirió así caracteres muy violentos con gran pérdida de vidas humanas y elevado coste económico, pero con escasos resultados debido a las enfermedades tropicales y a la falta de medios del ejército español.

Los estrictos métodos de Weyler levantaron numerosas críticas, especialmente en

la prensa de EE.UU., donde su presidente McKinley mostró su deseo de intervenir en el conflicto, al amparo de la llamada “Doctrina Monroe” (América para los americanos). Ello provocó un incremento de tensión entre el gobierno norteamericano y el español. En el verano de 1897 aquél presentó una nota de protesta por los métodos de Weyler y exigiendo la pacificación de la isla, y meses después, McKinley amenazó con la intervención militar si España no accedía a la venta de la isla, iniciativa rechazada por el gobierno español.

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En un intento por evitar el conflicto, el gobierno de Sagasta (quien había sustituido a Cánovas del Castillo tras su asesinato en agosto de 1897), sustituyó a Weyler por el general Ramón Blanco, al tiempo que concedía la autonomía a Cuba. Mientras tanto, en el resto de las colonias españolas crecía también el sentimiento independentista.

En Puerto Rico el movimiento autonomista se vio impulsado por la miseria y explotación de la población por parte de los cultivadores de azúcar y café, y por el ejemplo de la insurrección cubana. No obstante, la situación no desembocó en guerra abierta, y en 1897 se concedió a la isla la autonomía administrativa.

En Filipinas, el movimiento independentista fue liderado por José Rizal, que fundó en 1892 la Liga Filipina. Desde 1896 el independentismo se fue generalizando pero fue militarmente reprimido por el general Polavieja, siendo José Rizal detenido y ejecutado. Desde el exilio, Emilio Aguinaldo reinició el conflicto coincidiendo con el comienzo de la guerra hispano-norteamericana.

2.2. La Guerra Hispano-Norteamericana En un clima de creciente tensión entre EE.UU. y España, estando fondeado en el

puerto de La Habana el acorazado norteamericano Maine, explotó de forma inesperada el 15 de febrero de 1898 causando la muerte de buena parte de su tripulación. Este hecho desató una intensa campaña de prensa en EE.UU, culpando a los españoles de su hundimiento, y el gobierno norteamericano presentó un ultimátum al español exigiendo la renuncia a su soberanía sobre Cuba. Su rechazo por España dio lugar a la declaración de guerra por los EE.UU., la cual se desarrolló en dos escenarios distintos, el Pacífico y el Caribe, amiles de kilómetros de España y sin los medios suficientes como para tener posibilidades de éxito.

En el Pacífico, la anticuada escuadra española de Filipinas, dirigida por el almirante Montojo fue fácilmente destruida en Cavite (bahía de Manila) por la escuadra norteamericana del comodoro Dewey en mayo de 1898. La consecuencia fue la generalización del levantamiento filipino y la retirada española hacia Manila, que finalmente cayó en manos norteamericanas en agosto.

En el Caribe, la escuadra española del almirante Cervera, enviada desde España hubo de refugiarse en Santiago de Cuba para abastecerse de carbón. En junio, los norteamericanos desembarcaron en Guantánamo y, tras duros combates, amenazaron la ciudad. La flota de Cervera, más antigua y reducida que la norteamericana del almirante Sampson, hubo de presentar batalla siendo fácilmente aniquilada en pocas horas el 3 de julio en la denominada batalla naval de Santiago de Cuba. A partir de entonces, la resistencia española fue inútil y unos días después capitularon Santiago y La Habana. En la última semana de julio las fuerzas norteamericanas desembarcaron también en Puerto Rico y ocuparon la isla.

Ante tales acontecimientos, España se vio obligada a capitular en agosto, lo que

llevó a la firma del Tratado de París (diciembre de 1898), un conjunto de exigencias norteamericanas que el gobierno español tuvo que aceptar. España renunciaba a Cuba, que se convertía así en un país independiente aunque fuertemente condicionado por los norteamericanos, y cedía a EE.UU. Puerto Rico, las Filipinas y la isla de Guam. Así pues, mientras que las grandes potencias edificaban imperios

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coloniales y se repartían buena parte del mundo, España quedaba marginada de ello y además perdía los últimos restos de su imperio colonial, pues debilitada su presencia en el Pacífico, al año siguiente vendió a Alemania las islas Palau y las Marianas.

3. CONSECUENCIAS: LA “CRISIS DEL 98” Las repercusiones de la guerra fueron diferentes para unos y otros protagonistas.

Cuba sufrió un grave coste económico y fue ocupada por los norteamericanos hasta 1902 y, aunque logró la independencia política este año, será frecuentemente mediatizada por la injerencia norteamericana. EE.UU. impulsó su expansión imperialista en Latinoamérica y en Oriente, convirtiéndose en una potencia de primer orden en el concierto internacional.

Respecto de España, la pérdida de las colonias provocó un fuerte debate sobre las

responsabilidades de la guerra y un revisionismo político que se tradujo en una crisis política y moral:

Las repercusiones económicas fueron poco importantes, pues muchos empresarios cubanos se trasladaron a España y repatriaron sus capitales, y se fomentó el cultivo de la remolacha en España para obtener azúcar.

Las consecuencias políticas afectaron al sistema de la Restauración, que acusó el golpe. Sagasta dimitió como presidente del gobierno, y el Partido Liberal, hubo de asumir las críticas que todos los sectores del país vertieron sobre su actuación durante el conflicto. El sistema canovista en su conjunto fue objeto también de críticas, se abrió paso la idea del regeneracionismo nacional, y se incrementaron los movimientos nacionalistas.

Las repercusiones morales e ideológicas fueron muy importantes: España perdió su imperio cuando los demás países lo estaban formando y se convirtió en una potencia secundaria, al tiempo que en la sociedad española se extendió la idea de estar en manos de político políticos corruptos e incompetentes.

El “Desastre del 98” significó, además del fin del dominio colonial, la irrupción en la

vida política de grupos sociales no integrados en los bloques de poder (pequeña burguesía, intelectuales, clase obrera, nacionalistas) que lanzaron duras críticas contra el sistema político. En este sentido, los escritores de la generación del 98, como Unamuno, Ramiro de Maeztu, Baroja, Azorín, etc…, plantearon un proceso de reflexión sobre los males de España y cómo solucionarlos.

Paralelamente, surgió un movimiento intelectual y político, conocido como regeneracionismo, que debatió desde la universidad, conferencias y publicaciones las causas de la decadencia de España y cómo superar esta. Surgido en el seno de la Institución Libre de Enseñanza e impulsado por catedráticos y profesores krausistas como Giner de los Ríos, preocupados por elevar el nivel educativo español y reducir la influencia de la Iglesia, este movimiento propuso regenerar España. Entre sus figuras principales sobresalen Macías Picavea, autor de “El problema nacional” y, sobre todo Joaquín Costa, autor de “Oligarquía y caciquismo”, que propuso olvidar las glorias pasadas (“siete llaves al sepulcro del Cid”), mejorar la explotación del campo y la educación (“escuela y despensa”), y un cambio profundo en el sistema político para

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atajar los males del país (“un cirujano de hierro”). El regeneracionismo planteó así una profunda reforma de todas las estructuras del país:

Políticas: Acabar con el caciquismo y con el poder de la oligarquía, y hacer que los ciudadanos fuesen los verdaderos protagonistas de la actividad política. Por su parte, los nacionalismos periféricos también aprovecharon la ocasión para realizar sus planteamientos: los nacionalistas vascos, liderados por Sabino Arana, propusieron la independencia de España, mientras que los catalanes, plantearon llevar a cabo una regeneración desde Cataluña.

Económicas: Llevar a cabo una política hidrográfica para extender los regadíos y mejorar la actividad agraria.

Sociales: Utilizar los medios educativos para combatir el atraso y la incultura y crear en España una gran clase media debidamente instruida y preparada.

Algunos planteamientos regeneracionistas calaron en los partidos gobernantes, y

bajo la monarquía de Alfonso XIII trataron de llevar a cabo algunas reformas: Los conservadores dirigidos primero por Silvela y luego por Maura, trataron de

realizar una reforma desde “arriba” con iniciativas como una nueva Ley Electoral en 1907, cierta descentralización administrativa o la fundación del Instituto Nacional de Previsión.

Los liberales con José Canalejas al frente, trataron de reducir la influencia de la Iglesia en el país y adoptaron algunas medidas de política social regulando las condiciones laborales. Su asesinato en 1912 a manos de un anarquista, acabó sin embargo con el proyecto de regeneración de España, abriéndose desde entonces un período de creciente inestabilidad política.

En definitiva, el “Desastre de 1898”, que supuso la pérdida de los últimos restos de

su imperio colonial, marcó para España el comienzo de un nuevo periodo en el que se planteó la necesidad de afrontar la reforma política, social y económica del Estado. Vino a ser, pues, una crisis de fin de siglo, en un ambiente de transición y desconcierto político, que llevaría a la crisis social de 1917 y al deterioro del régimen de la Restauración.