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    RENE GUENON

    LAS DUALIDADES COSMICAS

    Este artculo, que no ha sido incluido en ninguna de las recopilaciones pstumas de la

    obra de R. Gunon, ni por cierto traducido al castellano, fu escrito en 1921 para la"Revue de Philosophie", donde no lleg a aparecer, siendo publicado finalmente en"Etudes Traditionnelles" (n os 429 a 431, Janvier-Juin 1972) por M. Vlsan, gracias a laamabilidad del hijo mayor del autor.

    Sucede en ocasiones, ms a menudo de lo que se cree comnmente, que lasteoras cientficas ms recientes, por las consecuencias que ellas implican, vana dar con ciertas concepciones antiguas generalmente olvidadas o desdeadasdurante la poca que precedi inmediatamente la nuestra, y que adems sonobstinadamente ignoradas muy a menudo de manera preconcebida. Esos

    acercamientos pueden parecer extraos a ciertas mentalidades, y no obstanteson un hecho, y un hecho extremadamente importante desde el punto de vistade la historia de las ideas; si uno lo tuviese en cuenta tanto como debiera,podra ser inducido a modificar muchas conclusiones. Para nosotros, no hayideas verdaderamente nuevas (hablamos de ideas, entindase bien, y no de susaplicaciones prcticas), pero lo que crea la ilusin de la novedad y laoriginalidad es que las mismas ideas han podido ser presentadas, segn laspocas, bajo formas extremadamente diversas para adaptarse a mentalidadesigualmente diferentes; se podra decir que no es lo que se piensa lo que vara,sino solamente la manera de pensarlo. Es as como, por ejemplo, la moderna"filosofa de las ciencias" acaba por coincidir con la antigua "cosmologa" enalgunos aspectos, aunque aqulla tenga un punto de partida totalmente distintoy proceda por una va en cierto sentido inversa. Por supuesto, no se deberacreer que, partiendo de las ciencias y sobre todo de las ciencias experimentales,sea posible alcanzar el dominio de la metafsica pura: la distancia es demasiadogrande y la separacin es demasiado profunda; pero al menos, se puedepenetrar hasta un cierto punto en el dominio intermedio entre el de la metafsicay el de la ciencia en el sentido en que la entienden los modernos, dominio queera en la antigedad y en la Edad Media, como lo es an para los orientales, el

    de lo que llamaremos las "ciencias tradicionales". Estas ciencias erantradicionales sobre todo porque ellas tenan, directa o indirectamente, unfundamento de orden metafsico, porque no eran, en suma, ms que unaaplicacin de los principios metafsicos a tal o cual punto de vista ms o menosespecial, y este caso era en particular el de las especulaciones cosmolgicas; nohay nada parecido a ello en las conclusiones filosficas derivadas de lasciencias actuales, pero la coincidencia, cuando se produce, es ms queremarcable. El punto de vista de los antiguos era esencialmente sinttico; el de

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    los modernos, por el contrario, se manifiesta como analtico, y si es susceptiblede dar parcialmente los mismos resultados, no es sino por una va mucho mslarga y como desviada. Adquieren al menos las conclusiones ms rigor yseguridad por ello? As se cree ordinariamente, en razn del prestigio queejerce sobre las mentes la llamada ciencia positiva; no obstante, nos parece queel origen inductivo de las concepciones de que se trata les transmite un carcterque no puede ser ms que el de simples hiptesis, mientras que, en el otro caso,ellas participan de la certeza que es inherente a la metafsica verdadera; perosta se ha vuelto tan extraa a la intelectualidad occidental moderna que, para

    justificar esta asercin, deberamos entrar en largos desarrollos. Poco importaaqu por otro lado, ya que nuestra intencin no es en absoluto la de investigarahora la superioridad de uno u otro de los dos puntos de vista, sino solamentesealar algunos de esos acercamientos a los que hemos hecho alusin en primerlugar, y ello a propsito de un libro reciente del Sr. Emile Lasbax, Le problme

    du mal ,1

    el cual contiene opiniones particularmente interesantes sobre estacuestin.

    Este libro nos parece la expresin de un muy loable esfuerzo por desprendersede los encuadres, bastante estrechos, de la filosofa clsica, la cual es a vecescalificada muy errneamente de "tradicional", ya que, surgida principalmentede la "revolucin cartesiana", se ha presentado desde su origen como el efectode una ruptura con la tradicin. Uno se acerca a la tradicin en una ciertamedida cuando se aleja de esa filosofa clsica, e incluso desde el momento enque uno se da cuenta de que la manera especial como ella plantea y trata las

    cuestiones est lejos de ser la nica posible. Esto es, precisamente, lo que nosparece que el Sr. Lasbax ha comprendido, y quizs ello no se debe nicamenteal deseo de renovar la filosofa inspirndose en la ciencia, ya que l no es de losque menosprecian el pasado tanto ms cuanto ms lo ignoran. Nosotros nopodramos seguirle hasta sus conclusiones, demasiado msticas para nuestrogusto, pero nos complace indicar, con toda imparcialidad, el gran inters dealgunas de las apreciaciones que contiene su obra.

    Nos permitimos, no obstante, una observacin preliminar: el Sr. Lasbax, quiense cree y se afirma dualista, lo es verdaderamente? Se puede dudar de ellocuando se le ve declarar, por ejemplo, que "el dualismo es una forma deexistencia posterior a la unidad primitiva del ser homogneo e inmortal; launidad est en el origen y la dualidad no es ms que derivada, puesto que ellaresulta de la escisin del ser creado bajo la influencia de una voluntad negativa"(p. 372). Una doctrina para la cual la dualidad no es primitiva no podra sercalificada propiamente de dualista; no se es dualista por el solo hecho de que seadmita una dualidad, incluso si se rechaza reducir uno de sus trminos al otro.

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    Es cierto que, en este ltimo caso, tampoco se es monista, pero ellosimplemente prueba que hay concepciones a las cuales no son aplicables talesdenominaciones: son aqullas que resuelven la oposicin aparente integrndolaen un orden superior. Hay doctrinas de este gnero que se tiene la costumbre dedesnaturalizar interpretndolas en un sentido dualista, y esto es lo que sucedeen particular para la doctrina de Zoroastro, de la cual los Maniqueos no hantenido, al parecer, ms que una comprensin incompleta y grosera. Ahriman noes "el eterno enemigo" de Ormuz, y no es suficiente decir que "un da debe serdefinitivamente vencido" (p. 11); en realidad, segn el Avesta , debereconciliarse en la unidad del Principio supremo, llamado Akarana , palabra quesignifica a la vez "sin causa" y "sin accin", lo que es efectivamente elequivalente exacto del "no actuar" de la metafsica extremo-oriental, as comodel Brahma neutro y "no cualificado" de la doctrina hind. Adems, no es enesas doctrinas tradicionales, de una manera general, donde se puede encontrar

    un dualismo verdadero, sino solamente en el orden de los sistemas filosficos:el de Descartes es su modelo, con su oposicin del espritu y de la materia queno sufre ninguna conciliacin, sin ninguna comunicacin real entre los dostrminos.

    Como no nos proponemos entrar aqu en la discusin del dualismo, noscontentaremos con decir esto: se puede constatar en las cosas, no solamente unadualidad, sino dualidades mltiples, y toda la cuestin se resume en situarexactamente cada una de esas dualidades en el orden de existencia al cual serefiere, y fuera del cual ya no tendra sentido. Ahora bien, todas esas

    dualidades, que pueden ser en multiplicidad indefinida, no son en definitivaunas especificaciones o modos de una dualidad nica, ms fundamental que lasotras, y que revestira aspectos diversos segn los dominios ms o menosparticulares en los que se la contemple? En todo caso, en el orden metafsicopuro ya no podra haber ninguna dualidad, porque se est ms all de todadistincin contingente; pero puede haber una dualidad desde el momento enque uno se sita en el punto de partida de la existencia, incluso consideradams all de toda modalidad especial y en la extensin ms universal de la queella sea susceptible.

    El Sr. Lasbax se figura la dualidad, bajo todas sus formas, como una luchaentre dos principios: es sta una imagen que, para nosotros, no correspondeverdaderamente a la realidad ms que en ciertos dominios y que, transportadams all de sus justos lmites, amenaza con conducir a una concepcintotalmente antropomrfica; esto se ve claramente cuando las dos tendencias enpresencia se definen, en ltima instancia, como la expresin de dos voluntadescontrarias. Podra haber en ello un simbolismo til, pero nada ms, y a

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    condicin de no ser vctima de l; desgraciadamente, en vez de simplementeasignar al punto de vista psicolgico su lugar en el orden csmico, se tiende ainterpretar dicho orden psicolgicamente. Vemos claramente la razn de unaactitud tal: es que el problema est planteado aqu en trminos de bien y de mal,lo cual es un punto de vista totalmente humano; ya lo era para Platn cuando,en el libro X de las Leyes , contemplaba dos "almas del mundo", una buena yotra malvada. Es adems la misma razn la que hace que se exagere laoposicin entre los dos principios o las dos tendencias, en detrimento de lo quese puede denominar su complementarismo: si se trata de bien y de mal,evidentemente no se puede hablar ms que de lucha y de oposicin; y el Sr.Lasbax llega a declarar que "a decir verdad, la complementariedad no es msque una ilusin", y que "es sobre la oposicin donde conviene poner el acento"(p. 369). No obstante, si uno se desprende de las consideraciones morales, laoposicin slo existe en el dominio especial de la dualidad considerada y,

    desde el punto de vista superior en el que ella est resuelta y conciliada, sus dostrminos no pueden presentarse ms que como complementarios; es pues msbien la oposicin lo que nos parece ilusorio, o por lo menos perteneciente a ungrado menos profundo de la realidad. He aqu una de las grandes diferenciasentre la posicin del Sr. Lasbax y la de las antiguas doctrinas tradicionales:stas no se preocupaban en absoluto de establecer "juicios de valor". Paranosotros, tales juicios slo tienen sentido y alcance para el ser que los formula,porque no expresan otra cosa que simples apreciaciones puramente subjetivas;luego nos mantendremos fuera de ese punto de vista del "valor", tanto comopodamos, en las consideraciones que vienen a continuacin.

    ** *

    El Sr. Lasbax, decamos ms arriba, no desprecia el pasado en absoluto: nosolamente invoca de buen grado, en apoyo de sus opiniones, las antiguastradiciones cosmognicas de Oriente, sino que incluso llega a admitir lalegitimidad de especulaciones de las que est de moda el no hablar si no es paraburlarse de ellas. Esto es as cuando, haciendo alusin a la solidaridad que unetodas las partes del Universo y a las relaciones de la humanidad con los astros,declara ntidamente que la influencia de stos sobre aqulla es "tan real queciertos socilogos no han temido crear, tanto para las sociedades animalescomo para las sociedades humanas, una teora exclusivamente cosmognicapara las migraciones as como para los fenmenos sociales ms complejos,yendo a dar, en el trmino supremo de la positividad, con las concepcionesastrolgicas que Comte atribua desdeosamente al periodo metafsico de su leyde los tres estados" (p. 348). Esto es totalmente verdadero, y es un ejemplo de

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    esos acercamientos cuya existencia hemos indicado; mas hay un cierto mrito eincluso un cierto coraje en decir cosas cuando tantos otros, que deben saber noobstante de qu se trata, guardan sobre este tema un silencio obstinado. Por otraparte, lo que es verdadero para la astrologa lo es tambin para muchas otrascosas, y en particular para la alquimia; nos sorprende que el Sr. Lasbax no hayahecho jams mencin de esta ltima, pues resulta precisamente que susconcepciones nos han hecho pensar a menudo en algunas teoras de loshermetistas de la Edad Media; pero l no cita en este orden de ideas ms que aParacelso y a Van Helmont, y an sobre puntos muy especiales referentesexclusivamente a la fisiologa, sin parecer darse cuenta de la vinculacin destos con una doctrina mucho ms general.

    Hay que renunciar a la concepcin corriente segn la cual la astrologa y laalquimia no habran sido ms que estados inferiores y rudimentarios de la

    astronoma y de la qumica. Aquellas especulaciones tenan en realidad unalcance totalmente distinto; no eran del mismo orden que las ciencias modernascon las cuales parecen presentar algunas conexiones ms o menos superficiales,y eran ante todo teoras cosmolgicas. Pero hay que decir que, si estas teorasson totalmente incomprendidas por los que las denuncian como vanas yquimricas, ellas no lo son menos por aquellos quienes, en nuestros das, hanpretendido por el contrario defenderlas y reconstituirlas, pero que no ven en laastrologa nada ms que un "arte adivinatorio", y que no son capaces deestablecer la distincin, que se haca muy bien en otros tiempos, entre la"qumica vulgar" y la "filosofa hermtica". As pues, cuando se quiere realizar

    investigaciones serias sobre este tipo de cosas, uno debe desconfiargrandemente de las interpretaciones propuestas por los modernos ocultistas,quienes, pese a todas sus pretensiones, no son depositarios de ningunatradicin, y se esfuerzan en suplir con la fantasa el saber real del cual carecen.Dicho esto, no vemos el porqu abstenerse de mencionar en esta ocasin lasconcepciones de los hermetistas, al igual que cualesquiera otras concepcionesantiguas; esto es tanto ms lamentable cuanto ms lugar den a comparacionesparticularmente sorprendentes.

    As, para tomar un ejemplo, el Sr. Lasbax recuerda que Berzelius "habaformulado la hiptesis atrevida de que la explicacin ltima de toda reaccindeba reducirse, a fin de cuentas, a un dualismo electroqumico: la oposicin delos cidos y las bases" (p. 188). Habra sido interesante aadir que esta idea noperteneca propiamente a Berzelius y que ste no hizo ms que reencontrar,quizs ignorndolo, y expresndolo de otro modo, una antigua teora alqumica;en efecto, el cido y la base representan exactamente, en el dominio de laqumica ordinaria, lo que los alquimistas denominaban azufre y mercurio, y que

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    no hay que confundir con los cuerpos que llevan comnmente esos mismosnombres. Los mismos alquimistas tambin designaban a esos dos principios,desde otros puntos de vista, como el sol y la luna, el oro y la plata; y sulenguaje simblico, a pesar de su aparente extraeza, era ms apto quecualquier otro para expresar la correspondencia de las mltiples dualidades queellos consideraban, de las cuales he aqu algunas: "el agente y el paciente, elmacho y la hembra, la forma y la materia, lo fijo y lo voltil, lo sutil y loespeso". 2 Por supuesto, no hay identidad entre todas esas dualidades sinosolamente correspondencia y analoga, y el empleo de esta analoga, familiar alpensamiento antiguo, proporcionaba el principio de ciertas clasificaciones queno son asimilables en ningn grado a la de los modernos, y que quizs no sedebera llamar propiamente clasificaciones; pensamos particularmente, enrelacin con esto, en los innumerables ejemplos de correspondencias que sepodran sealar en los textos antiguos de la India, y sobre todo en los

    Upanishads.3

    Hay ah el indicio de una manera de pensar que escapa casi porcompleto a los modernos, al menos en Occidente; manera de pensaresencialmente sinttica, como hemos dicho, pero en absoluto sistemtica, y queabre posibilidades de una concepcin totalmente insospechada para aquellosque no estn habituados a ella.

    En lo que concierne a estas ltimas observaciones, pensamos estar de acuerdocon el Sr. Lasbax, quien tiene una concepcin de las primeras edades de lahumanidad terrestre totalmente distinta de las que se encuentran ordinariamentecuando se trata del "hombre primitivo", concepcin mucho ms justa en nuestra

    opinin, aunque estemos obligados a hacer algunas restricciones: en primerlugar, porque se trata de pasajes que nos han recordado demasiado ciertasteoras ocultistas sobre las antiguas razas humanas, y a continuacin, en razndel papel atribuido a la afectividad en el pensamiento antiguo, prehistrico si sequiere. Por ms lejos que nos pudisemos remontar, es seguro que noencontraramos ninguna traza de este rol preponderante; ms bienencontraramos todo lo contrario. Pero el Sr. Lasbax desprecia de buen grado lainteligencia en provecho del sentimiento, y parece que ello es por dos razones:por una parte, la influencia de la filosofa bergsoniana; y por otra, lapreocupacin constante por volver finalmente al punto de vista moral, el cual esesencialmente sentimental. Incluso desde este ltimo punto de vista, noobstante, es ir un poco lejos el ver en la inteligencia una especie demanifestacin del principio malo; en todo caso, es hacerse una idea demasiadorestringida de la inteligencia el reducirla a la sola razn, y no obstante es lo quelos "anti- intelectualistas" hacen de ordinario.

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    Notemos a este respecto que es en el orden sentimental donde las dualidadespsicolgicas son ms aparentes, y que son exclusivamente las dualidades deeste orden las que la dualidad moral del bien y el mal traduce a su manera. Essingular que el Sr. Lasbax no se haya dado cuenta de que la oposicin delegosmo y la simpata equivale, no a una oposicin entre inteligencia ysentimiento, sino a una oposicin entre dos modalidades de sentimiento; sinembargo, insiste a cada instante sobre la idea de que los dos trminos opuestos,para poder entrar en lucha, deben pertenecer a un mismo orden de existencia, ocomo l dice, "a un mismo plano". No nos gusta mucho este ltimo trmino,porque los ocultistas han usado y abusado de l, y tambin porque la imagenque evoca tiende a hacer concebir la relacin entre los diferentes grados de laexistencia como una superposicin, cuando ms bien hay una ciertainterpenetracin entre ellos. Sea como fuere, no vemos ms que una soladualidad a considerar en el orden intelectual: la del sujeto conocedor y la del

    objeto conocido; y an esta dualidad, que no se puede representar como unalucha, no corresponde para nosotros ms que a una fase o a un momento delconocimiento, lejos de serle absolutamente esencial. No podemos insistir aqu sobre este punto, y nos limitaremos a decir que esta dualidad desaparece comotodas las otras en el orden metafsico, que es el dominio del conocimientointelectual puro. Lo cierto es que cuando el Sr. Lasbax quiere encontrar elmodelo de lo que l considera como la dualidad suprema, recurre naturalmenteal orden sentimental, identificando la "voluntad buena" con el Amor y la"voluntad mala" con el Odio. Esas expresiones antropomrficas, o msexactamente "antropopticas", se comprenden sobretodo en el caso de untesofo mstico tal como Jacob Boehme, para quien precisamente "el Amor y laClera son los dos misterios eternos"; pero es un error tomar al pie de la letra loque en verdad no es otra cosa que un simbolismo bastante especial, y ademsmenos interesante que el simbolismo alqumico del cual Boehme hizo usotambin en muchas circunstancias.

    ** *

    La dualidad que las tradiciones cosmognicas de la antigedad colocan enprimer lugar, de una manera casi general, es la de la Luz y las Tinieblas; y essta, en todo caso, la que presenta ms ntidamente ese carcter de oposicinsobre el que insiste el Sr. Lasbax. Sin embargo, ver en esta concepcinsimplemente el smbolo de una dualidad moral sera interpretarla muy mal: lasnociones del bien y del mal no han podido relacionarse con ella ms quesecundariamente y de una manera un poco accidental, incluso en el Avesta ; enotras partes ni tan slo aparecen, como en la India, donde la Luz es asimilada al

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    conocimiento y las Tinieblas a la ignorancia, lo que nos transporta a otrodominio. Es la lucha de la Luz y las Tinieblas la que est representada, en loshimnos vdicos, por la lucha de Indra contra Vritra o Ahi, 4 como lo fue por lade Horus contra Typhon para los Egipcios. Ahora bien, si se quiere ver en ellasla lucha de la vida y de la muerte, esto no se trata ms que de una aplicacinbastante particular; sabemos que es difcil para la mentalidad occidentalmoderna desprenderse de aquello que gustosamente llamaramos "lasupersticin de la vida", pero pensamos que es ilegtimo identificar con laexistencia universal lo que no es sino una condicin de uno de sus modosespeciales; sin embargo, no insistiremos ms sobre ello por el momento.

    Lo que es notable es que el egosmo, o ms bien el atractivo de la existenciaindividual, que es para el Sr. Lasbax la tendencia mala por excelencia, esexactamente lo que representa el Nahash hebraico, la serpiente del Gnesis; y

    seguramente debe ocurrir lo mismo all donde la serpiente simboliceigualmente una potencia tenebrosa. Pero si la oposicin es entre la existenciaindividual y la existencia universal, los dos principios no son del mismo orden;el Sr. Lasbax dir que la lucha no es entre estados, sino entre tendencias; sinembargo, las tendencias son tambin estados al menos virtuales, modalidadesdel ser. Nos parece que lo que hay que decir es que principios de ordendiferente pueden, por una especie de reflexin, recibir una expresin en ungrado determinado de la existencia, de tal modo que no ser entre los trminosde la dualidad primitiva donde estar el conflicto propiamente hablando, sinosolamente entre los de la dualidad reflejada, que, en relacin a la precedente, no

    tiene ms que el carcter de un accidente. Por otra parte, tampoco se puededecir que haya simetra entre dos trminos tales como la Luz y las Tinieblas,los cuales son entre ellos como la afirmacin y la negacin, no siendo lasTinieblas ms que la ausencia o la privacin de la Luz; pero si en lugar deconsiderarlos "en s" nos colocamos en el mundo de las apariencias, parece quese trata de dos entidades comparables, lo que hace posible la representacin deuna lucha; slo que el marco de esta lucha se limita evidentemente al dominioen el que es susceptible de recibir una significacin. No es menos cierto que,incluso con esta restriccin, la consideracin de la lucha o de lo que as puedeser representado analgicamente sera completamente imposible si secomenzara por plantear dos principios que no tuvieran absolutamente nada encomn entre ellos: lo que no tiene ningn punto de contacto no puede entrar enconflicto bajo ningn aspecto; es lo que sucede particularmente con el esprituy el cuerpo tal y como los concibe el dualismo cartesiano. Esta ltimaconcepcin no es en absoluto equivalente a la de la forma y de la materia deAristteles y los escolsticos, en ningn modo dualista, pues "como lo seala elSr. Bergson, los griegos todava no haban elevado barreras infranqueables

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    entre el alma y el cuerpo" (p. 68), y nosotros aadiremos que esto tampoco sehizo en la Edad Media, sino que en la doctrina aristotlica se trata antes bien deun complementarismo que de una oposicin; ms adelante insistiremos en ello.

    Sobre el tema de la oposicin, cabe sealar muy especialmente la manera enque el Sr. Lasbax considera la dualidad de las fuerzas de expansin y deatraccin: no podemos ver como l en esta dualidad un caso particular de lalucha de la vida y de la muerte, pero es muy interesante haber pensado enasimilar la fuerza atractiva a la fuerza individualizadora. Lo que tambin escurioso es que esta oposicin de la fuerza atractiva y la fuerza expansiva,presentada aqu como extrada de las teoras cientficas modernas, es una de lasinterpretaciones de las que es susceptible el simbolismo de Can y Abel en elGnesis hebraico. Ahora bien, nos preguntamos hasta qu punto se puede decirque la fuerza expansiva no acta a partir de un centro, que no es "centrfuga",

    mientras que que la fuerza atractiva, por contra, es verdaderamente"centrpeta". No habra que intentar asimilar la dualidad de las fuerzas deexpansin y de atraccin a la de los movimientos de traslacin y de rotacin:entre estas dualidades diferentes, puede haber correspondencia, pero noidentidad, y en este caso hay que saber guardarse de toda sistematizacin.

    ** *

    Para el Sr. Lasbax, ni una ni otra de las dos tendencias opuestas, bajo forma

    alguna en que se las considere, existe jams en estado puro en las cosas; ellasestn siempre y en todas partes simultneamente presentes y actuantes, demanera que cada ser particular, e incluso cada parte de este ser, ofrece comouna imagen de la dualidad universal. Encontramos aqu de nuevo la vieja ideahermtica de la analoga constitutiva del Macrocosmos y del Microcosmos,idea que Leibnitz aplicaba a sus mnadas, cuando consideraba que cada una deellas contena la representacin de todo el universo. Tan slo puede haber,segn los casos, predominio de una u otra de las dos tendencias, y stasparecern entonces encarnarse en elementos opuestos: as tenemos la dualidadbiolgica del sistema cerebroespinal y el sistema simptico, o bien, en otronivel, la del ncleo y el citoplasma en la clula, en el interior de la cual sereproduce as un conflicto anlogo al que presenta el conjunto del organismo;esta ltima dualidad se reduce a la dualidad qumica del cido y de la base, queya hemos sealado.

    La consideracin de esta especie de enredo de dualidades mltiples, anlogas yno idnticas entre ellas, plantea una dificultad: si bien hay algunas de estas

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    dualidades que podemos hacer corresponder trmino a trmino, puede que noocurra lo mismo con todas. Para dar a comprender esto tomaremos comoejemplo la teora de los elementos tal como la conceban los Griegos,Aristteles en particular, y tal como se transmiti a la Edad Media;encontramos en esta teora dos cuaternarios, cada uno de los cuales comprendedos dualidades: por un lado, el de las cualidades, caliente y fro, seco yhmedo, y, por otro lado, el de los elementos, fuego y agua, aire y tierra. Ahorabien, las parejas de elementos opuestos no coinciden con las parejas decualidades opuestas, ya que cada elemento procede de dos cualidadescombinadas pertenecientes a dos cualidades diferentes: el fuego, de lo calientey lo seco; el agua, de lo fro y lo hmedo; el aire, de lo caliente y lo hmedo; latierra, de lo fro y lo seco. En cuanto al ter, considerado como quinto elementoy que los alquimistas llamaban por esta razn "quintaesencia" ( quinta essentia ),contiene todas las cualidades en un estado de indiferenciacin y de equilibrio

    perfecto; representa la homogeneidad primordial cuya ruptura determinar laproduccin de los otros elementos con sus oposiciones. Esta teora estresumida en la figura -cuyo simbolismo es puramente hermtico por otra parte-que Leibnitz ha colocado en la portada de su De arte combinatoria .

    El calor y el fro son respectivamente los principios de expansin y decondensacin, y corresponden as rigurosamente a las fuerzas antagonistas deldualismo mecnico; pero podramos decir otro tanto de lo seco y lo hmedo?Esto parece muy difcil, y es solamente por su participacin en el calor y el fropor lo que se pueden vincular los elementos, fuego y aire por una parte, agua y

    tierra por otra, a estas dos tendencias expansiva y atractiva que el Sr. Lasbaxconsidera de una manera demasiado exclusiva y sistemtica. Y lo que complicatodava ms la cuestin es que, desde diferentes puntos de vista, puedenestablecerse oposiciones igualmente diferentes entre las mismas cosas: es loque sucede para los elementos segn nos refiramos a la alquimia o a laastrologa, pues mientras la primera recurre a las consideraciones precedentes,la segunda, al repartir los elementos en el zodaco, opone el fuego al aire y latierra al agua; aqu, en consecuencia, la expansin y la condensacin ya nofiguran en ningn tipo de oposicin o correlacin. No vamos a llevar ms lejosel estudio de este simbolismo, del cual slo hemos querido mostrar sucomplejidad; tampoco hablaremos de la teora hind de los elementos, cuyasbases son muy diferentes de las de la teora griega, y en donde la aplicacin delos tres gunas proporcionara sin embargo puntos de comparacin muyinteresantes para lo que aqu se trata.

    Si consideramos especialmente la oposicin del calor y el fro, esto nosconduce a considerar algunas cuestiones particularmente importantes que el Sr.

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    correspondientes de construccin y de destruccin de los tejidos en la vidaorgnica de los individuos. Esta dificultad desaparecera si se admitiera que elpunto de vista de la sucesin cronolgica no es en realidad sino la expresinsimblica de un encadenamiento lgico y causal; y es necesario que as sea, yaque slo hay un ciclo particular que est sometido a la condicin temporal,fuera de la cual todos los estados o los grados de existencia universal puedenser considerados en perfecta simultaneidad. Adems, incluso en el interior delciclo actual, las dos fases opuestas no son necesariamente sucesivas, a menosque entendamos por esto un orden de sucesin lgico solamente; y, an aqu,debemos poder encontrar en cada parte una imagen de lo que existe en latotalidad del ciclo. Pero de una manera general, las dos tendencias debenpredominar sucesivamente en el desarrollo cronolgico del mundo fsico, sin locual el ciclo, en tanto que condicionado por el tiempo, no llegara nunca acompletarse; no decimos a cerrarse, ya que la concepcin de ciclos cerrados es

    radicalmente falsa, como la del "eterno retorno" que es su inevitableconsecuencia.

    B. Valentn, Las doce llaves de la filosofa Museum... Frankfurt 1678

    Sealemos adems que las dos fases de las que acabamos de hablar seencuentran igualmente en las teoras hermticas, donde son llamadas"coagulacin" y "disolucin": en virtud de las leyes de la analoga, la "granobra" reproduce en resumen el conjunto del ciclo csmico. Lo que es bastantesignificativo, desde el punto de vista en el que nos hemos situado, es que los

    hermetistas, en lugar de separar radicalmente estas dos fases, las unan alcontrario en la figuracin de su andrgino simblico Rebis (res bina, cosadoble), que representa la conjuncin del azufre y del mercurio, de lo fijo y lovoltil, en una materia nica. 6

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    H. Khunrath, Amphitheatrum sapientiae aeternae Hannover, 1609

    Pero volvamos a la oposicin del calor y el fro y a las singulares antinomiasque parecen derivarse de ella: "de hecho, la ley de Clausius nos representa elmundo caminando hacia su reposo y encontrando la muerte a una temperaturaelevada, ya que el calor es la forma ms "degradada" de la energa utilizable.Por otra parte, todas las inducciones de la fsica estelar nos permiten afirmarque, cuanto ms nos remontamos en el pasado, tanto ms las temperaturas delos diferentes cuerpos y de los diferentes astros nos parecen superiores a las de

    hoy" (p. 198). No podra ser de otra manera, si el fin del ciclo debe ser anlogoa su comienzo: el descenso de la temperatura traduce una tendencia a ladiferenciacin, de la cual la solidificacin marca su ultimo grado; el retorno a laindiferenciacin deber, en el mismo orden de existencia, efectuarsecorrelativamente, y en sentido inverso, por un aumento de temperatura. Perohay que admitir por ello que el enfriamiento de los sistemas siderales noproseguir indefinidamente; e incluso, si actualmente estamos en la segundafase del mundo tal y como lo piensa el Dr. Le Bon, es que el punto deequilibrio de las dos tendencias ya ha sido superado. La observacin, por lodems, apenas nos puede informar sobre ello directamente, y, en todo caso, no

    vemos con que derecho se podra afirmar que el enfriamiento progresivo debeser continuo e indefinido; son inducciones que sobrepasan considerablementeel alcance de la experiencia, y sin embargo es lo que algunos, en nombre de laastronoma, no dudan en oponer a las conclusiones de la termodinmica. De ah esas descripciones del "fin del mundo" por congelacin, que "nos hacen pensaren ese ltimo crculo del Reino del Mal donde Dante sita la residencia deLucifer en su Divina Comedia " (p. 200); pero no hay que confundir cosasesencialmente diferentes: Dante alude, no al "fin del mundo", sino ms bien al

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    punto ms bajo de su proceso de desarrollo, que corresponde a lo quepodramos llamar la mitad del ciclo csmico si considerramos sus dos fasescomo meramente sucesivas. Lucifer simboliza el "atractivo inverso de lanaturaleza", es decir, la tendencia a la individualizacin; su residencia es, pues,el centro de sus fuerzas atractivas, que en el mundo terrestre son representadaspor el peso. Sealemos de paso que esto, cuando se aplica especialmente alpropio mundo terrestre, va netamente en contra de la hiptesis geolgica del"fuego central", ya que el centro de la tierra debe ser precisamente el punto enel que la densidad y la solidez estn en su grado mximo. Sea como fuere, lahiptesis de la congelacin final aparece como contraria a todas lasconcepciones tradicionales: no es slo para Herclito y para los estoicos que "ladestruccin del universo deba coincidir con su abrasamiento" (p. 201); lamisma afirmacin se encuentra casi en todas partes, desde los Purnas de laIndia al Apocalipsis ; y tambin debemos constatar el acuerdo de estas

    tradiciones con la doctrina hermtica, para la cual el fuego es el agente de la"renovacin de la naturaleza" o de la "reintegracin final".

    Sin embargo "la ciencia ha intentado conciliar las dos hiptesis: laincandescencia final del universo y su enfriamiento progresivo", por ejemploadmitiendo, como lo hace Arrhenius, que "el enfriamiento destruye la vidasobre nuestro planeta, mientras que el abrasamiento, que se produce muchotiempo despus, marca la ruina y el hundimiento de todo el sistema solar" (p.201). Si fuera as, el fin de la vida terrestre, en lugar de marcar el trmino delmovimiento cclico, coincidira solamente con su punto ms bajo. Es que, a

    decir verdad, la concepcin de los ciclos csmicos no est completa si no seintroduce la consideracin de los ciclos secundarios y subordinados, que seintegran en los ciclos ms generales; y es sobre todo con estos ciclos parcialescon los que parece relacionarse la idea del "gran ao" de los griegos. Entonces,no hay solamente un "fin del mundo", sino que deben haber varios y que no sondel mismo orden; congelacin y abrasamiento encontraran as su realizacin engrados diferentes. Pero una interpretacin como la de Arrhenius nos parece quetiene un alcance mucho ms restringido.

    Anteriormente slo hemos considerado un lado de la cuestin, que es todavamucho ms compleja de lo que hemos dicho; si nos colocamos en un punto devista diferente, las cosas aparecern naturalmente bajo una perspectiva muydistinta. En efecto, si el calor parece representar la tendencia que conduce haciala indiferenciacin, no es menos cierto que el calor y el fro deben estarigualmente contenidos en esta misma indiferenciacin de manera que seequilibren perfectamente; la verdadera homogeneidad no se realiza en uno delos trminos de la dualidad sino solamente all donde la dualidad ha cesado de

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    existir. Por otra parte, si consideramos la mitad del ciclo csmico observandolas dos tendencias que actan simultneamente, nos damos cuenta que es elinstante en que, lejos de revelarse la victoria completa -al menosmomentneamente- de una sobre la otra, la preponderancia comienza a pasar deuna a la otra: es pues el punto en que estas dos tendencias estn en unequilibrio, que no por ser inestable deja de ser como una imagen o un reflejo deeste equilibrio perfecto que no se realiza ms que en la indiferenciacin; yentonces este punto, en lugar de ser el ms bajo, debe ser verdaderamentemedio en todos los aspectos. Parece pues que ninguna de las dos fuerzasadversas llega nunca, en todo el recorrido del ciclo, a alcanzar el trminoextremo hacia el cual tiende, ya que est siempre contrariada por la accin de laotra, que mantiene as un cierto equilibrio al menos relativo; y adems, si una uotra alcanzara este trmino extremo perdera desde entonces su naturalezaespecfica para volver a la homogeneidad primordial, puesto que habra

    alcanzado el punto ms all del cual la dualidad desaparece. En otros trminos,el punto ms alto y el punto ms bajo son como el "infinito positivo" y el"infinito negativo" de los matemticos, que se renen y coinciden; pero estaunin de los extremos no tiene ninguna relacin con la afirmacin hegeliana dela "identidad de los contradictorios": lo que aparece como contrario en elinterior del ciclo ya no lo es cuando se sale de sus lmites, y es aqu donde laoposicin, ya resuelta, deja paso a la complementariedad. Adems, este aspectode la complementariedad aparece desde que se considera cierto equilibrio entrelas dos tendencias; pero he aqu todava otra antinomia: el equilibrio relativo esnecesario para mantener la diferenciacin, ya que sta desaparecera si una delas dos tendencias venciera completa y definitivamente; pero el equilibrioperfecto, del cual este equilibrio relativo es como una participacin, equivale alcontrario a la indiferenciacin. Para resolver esta antinomia hay que darsecuenta de que la oposicin de la diferenciacin y la indiferenciacin escompletamente ilusoria, de que no se trata de una verdadera dualidad puestoque no hay ninguna medida comn entre los dos trminos; no podemos entraren los desarrollos que este tema comportara, pero cuando se ha comprendidoesto nos damos cuenta de que, a pesar de las apariencias, las dos fuerzasantagonistas no tienden una hacia la diferenciacin y otra hacia laindiferenciacin, sino que diferenciacin e indiferenciacin implicanrespectivamente la manifestacin y la no-manifestacin de una y otra a la vez.La manifestacin se efecta entre dos polos extremos, pero que slo sonpropiamente "dos" desde el punto de vista de dicha manifestacin, ya que, msall de sta, todo vuelve finalmente a la unidad primitiva. Aadamos que habraque tener cuidado en no aplicar a ciclos particulares y relativos lo que slo escierto para el Universo total, para el cual no podra hablarse de evolucin ni deinvolucin; pero cualquier manifestacin cclica est al menos en relacin

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    analgica con la manifestacin universal, de la cual no es sino la expresin enun orden de existencia determinado; la aplicacin de esta analoga en todos losgrados es la base misma de todas las doctrinas cosmolgicas tradicionales.

    Hemos llegado as a consideraciones de un alcance propiamente metafsico; y,cuando se transponen las cuestiones a este plano, podemos preguntarnos en quese convierten estos "juicios de valor" a los que el pensamiento moderno otorgatanta importancia. Dos vas que no son contrarias ms que en apariencia y queconducen en realidad al mismo fin parecen tener que ser declaradasequivalentes; en todo caso, el "valor" ser siempre algo eminentementerelativo, ya que slo concernir a los medios y no al fin. El Sr. Lasbaxconsidera mala la tendencia a la individualizacin; tiene razn si quiere decirque ella implica esencialmente la limitacin, pero est equivocado si pretendeoponer realmente la existencia individual a la existencia universal, ya que ah

    tampoco hay medida comn, luego no hay correlacin o coordinacin posible.Adems, para cualquier individualidad hay en cierto modo un punto dedetencin en la limitacin, a partir del cual esta individualidad puede servirincluso de base a una expansin en sentido inverso; a este respecto podramoscitar la doctrina rabe segn la cual "la extrema universalidad se realiza en laextrema diferenciacin", puesto que la individualidad desaparece, en tanto queindividualidad, en la medida en que ha realizado la plenitud de susposibilidades. He aqu una consecuencia que debera satisfacer al Sr. Lasbax siel punto de vista del bien y del mal no ejerciera sobre l una influencia tangrande; en todo caso, a pesar de la diferencia de interpretaciones, no creemos

    que pueda contradecir en principio la tesis, comn a todas las doctrinasmetafsicas del Oriente, de que lo no-manifestado es superior a lo manifestado.

    ** *

    Uno de los aspectos ms generales de la dualidad csmica es la oposicin delos dos principios que estn representados en nuestro mundo por el espacio y eltiempo. En cada uno de los dos, la dualidad se traduce adems de una manerams especial mediante una oposicin que le corresponde: en el espacio, entre laconcentracin y la expansin; en el tiempo entre el pasado y el futuro. 7 Los dosprincipios a los que aludimos son los que las doctrinas de la India designan porlos nombres de Vishnu y de Shiva: uno, principio conservador de las cosas;otro, principio, no destructor como se dice de ordinario, sino ms exactamentetransformador. Hay que sealar, adems, que es la tendencia atractiva la queparece esforzarse en mantener los seres individuales en su condicin presente,mientras que la tendencia expansiva es manifiestamente transformadora,tomando esta palabra en todo el valor de su significado original. Ahora bien, lo

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    que hay aqu de curioso es que el Sr. Lasbax denuncie la primera como unatendencia de muerte, destructora de la verdadera actividad vital, y que defina lavida como "una voluntad de irradiacin y de expansin" (p. 214); el poderdestructor sera pues para l el antagonista de aquel que se considerahabitualmente como tal. A decir verdad, se trata slo de una cuestin de puntode vista, y para poder hablar de destruccin habra que tener cuidado en deciren relacin a qu se la quiere entender: as, el poder expansivo y transformadores verdaderamente destructor de las limitaciones de la individualidad y, msgeneralmente, de las condiciones especiales y restrictivas que definen losdiversos grados de la existencia manifestada; pero slo es destructivo enrelacin a la manifestacin, y en cuanto a la supresin de las limitaciones,conduce a la plenitud del ser. En el fondo estamos, pues, de acuerdo con el Sr.Lasbax en este punto; pero diferimos de l en que no contemplamos la vidasino como una condicin especial de la existencia manifestada: si admitimos

    pues que el sentido de su actividad est dirigido hacia la expansin, tendremosque convenir que tiende a destruirse a si misma. Quizs la nica manera deescapar a esta contradiccin, al menos aparente, es renunciar a plantearse lacuestin en trminos de vida y de muerte, ya que un punto de vista como ste,piense lo que piense el Sr. Lasbax, es demasiado particular. Igualmente, cuandoconsideramos los dos principios como acabamos de hacerlo es imposible noconceder a uno de ellos un carcter puramente negativo: los dos pueden tenerun aspecto positivo y un aspecto negativo, de la misma manera que puedentener un lado activo y un lado pasivo; 8 sin duda, todo lo que es limitacin esverdaderamente negativo si se lo considera metafsicamente, es decir, en louniversal pero, en relacin a las existencias individuales, es una determinacino una atribucin positiva: el peligro, aqu como en todas las cosas, consistesiempre en querer sistematizar demasiado.

    Anteriormente hemos aludido a la existencia de ciertos "puntos de detencin"tanto en la historia del mundo como en la vida de los individuos: es como si,cuando el equilibrio est a punto de romperse por el predominio de una de lasdos tendencias adversas, la intervencin de un principio superior viniera a daral curso de las cosas un impulso en sentido inverso, en favor de la otratendencia. Ah reside en gran parte la explicacin de la teora hind de losavatras , con su doble interpretacin segn las concepciones shivata yvishnuta. Para comprender esta doble interpretacin, hay que pensar nosolamente en la correspondencia de las dos tendencias en juego, sino sobre todoen esa especie de antinomia a la que da lugar el equilibrio csmico y que hemosexpuesto ms arriba: si se insiste en el mantenimiento del estado actual dediferenciacin por medio de este equilibrio, tenemos el aspecto vishnuta de ladoctrina; si contemplamos por el contrario el equilibrio como reflejo de la

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    indiferenciacin principial en el mismo seno de lo diferenciado, tenemos elaspecto shivata. En todo caso, desde el momento en que podemos hablar deequilibrio, sin duda se debe insistir menos en la oposicin de los dos principiosque en su complementariedad; adems, el vnculo con el orden metafsico nopermite otra actitud.

    Aparte de este ltimo punto, la consideracin de los dos principios de los queacabamos de hablar est de acuerdo con la del Sr. Lasbax, primeramente en queestos principios, bajo cualquier modalidad que se los considere, parecen dealguna manera como simtricos y se sitan en un mismo grado de existencia, ydespus en que uno y otro son igualmente activos, aunque en sentido contrario.El Sr. Lasbax declara en efecto que "la oposicin no es entre un principioactivo que sera el espritu y un principio pasivo que sera la materia; los dosprincipios son esencialmente activos" (p. 428); pero conviene aadir que l

    parece caracterizar as "la ltima dualidad del mundo", que concibe de unamanera demasiado antropomrfica, como "una lucha de dos voluntades". No esste nuestro punto de vista: la dualidad que hemos considerado en ltimo lugar,aunque de un alcance extremadamente extenso, no es para nosotrosverdaderamente la ltima; pero por otro lado, la dualidad del espritu y de lamateria, tal y como se la entiende despus de Descartes, no es ms que unaaplicacin muy particuar de una distincin de otro orden. Nos sorprende que elSr. Lasbax rechace tan fcilmente la concepcin de la dualidad bajo el aspectode lo activo y lo pasivo, cuando insiste tanto por otro lado en la dualidad de lossexos, que sin embargo no puede comprenderse de otra forma. Es incontestable,

    en efecto, que el principio masculino aparece como activo y el principiofemenino como pasivo, y que adems son ms bien complementarios queverdaderamente opuestos; pero quizs es precisamente esta complementariedadlo que molesta al Sr. Lasbax en la consideracin de lo activo y lo pasivo, dondeapenas se puede hablar de oposicin en el sentido propio de esta palabra, yaque los dos trminos, o los principios que representan desde cierto punto devista, no son de un nico y mismo orden de realidad.

    Antes de seguir hablando de este tema, sealaremos la muy ingeniosa maneraen que el Sr. Lasbax extiende la dualidad de los sexos hasta el mismo mundoestelar, adaptando a su concepcin la reciente teora cosmognica del Sr. Belotque opone ventajosamente a la de Laplace, sobre la cual parece tener en efectouna superioridad muy apreciable en cuanto al valor explicativo. Consideradossegn esta teora, "el sistema solar y los sistemas siderales son verdaderamenteorganismos; forman un "reino csmico" sometido a las mismas leyes dereproduccin que el reino animal o vegetal, y que el reino qumico donde eldualismo se afirma en el tomo por la coexistencia de electrones positivos o

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    negativos" (p. 344). Hay una gran parte de verdad, en nuestra opinin, en estaidea, por otro lado familiar a los antiguos astrlogos 9 de "entidades csmicas" osiderales anlogas a los seres vivos; pero el manejo de la analoga es aqu bastante delicado, y hay que tener cuidado en definir con precisin los lmitesen que es aplicable, sin lo cual se corre el riesgo de una asimilacininjustificada. Es lo que ha sucedido a ciertos ocultistas, para quienes los astrosson literalmente seres que poseen todos los rganos y todas las funciones de lavida animal, y nos hubiera gustado que el Sr. Lasbax hubiera hecho al menosuna alusin a esta teora para destacar en qu medida la suya propia esdiferente. Pero no insistamos ms en los detalles; la idea esencial es que "elnacimiento del universo material", resultante del encuentro de dos nebulosasque juegan adems papeles diferentes, exige la presencia anterior de los padres,es decir de dos individuos ya diferenciados", y que "la produccin sucesiva defenmenos fsicos no aparece ya como una sucesin de innovaciones o de

    modificaciones accidentales, sino como la repeticin, sobre una trama nueva,de caracteres ancestrales diversamente combinados y transmitidos por laherencia" (p. 334). En el fondo, la consideracin de la herencia, as introducida,no es otra cosa que una expresin en lenguaje biolgico de esteencadenamiento causal de los ciclos csmicos de los que hablbamos msarriba; sera siempre bueno tomar ciertas precauciones cuando se transponentrminos que no han sido hechos ms que para aplicarse a un cierto dominio, yhay que decir tambin que, incluso en biologa, la funcin de la herencia estlejos de estar perfectamente clara. A pesar de todo, hay ah una idea muyinteresante, y ya es mucho llegar a semejantes concepciones partiendo de laciencia experimental, la cual, constituida nicamente por el estudio del mundofsico, no nos podra sacar de l; cuando llegamos a los confines de este mundo,como es el caso, sera vano intentar ir ms lejos sirvindose de los mismosmedios especiales de investigacin. Por el contrario, las doctrinas cosmolgicastradicionales, que parten de principios metafsicos, consideran primero todo elconjunto de la manifestacin universal, y a continuacin no hay ms queaplicar la analoga a cada grado de la manifestacin, segn las condicionesparticulares que definen este grado o este estado de existencia. Ahora bien, elmundo fsico representa simplemente un estado de la existencia manifestadaentre indefinidos otros estados; si el mundo fsico tiene pues dos "padres",como dice el Sr. Lasbax, es por analoga con la manifestacin universal entera,que tiene tambin dos "padres" o, hablando con ms exactitud y sinantropomorfismo, dos principios generadores. 10

    Los dos principios de que se trata son propiamente los dos polos entre loscuales se produce toda manifestacin; son lo que podemos llamar "esencia" y"substancia", entendiendo estas palabras en sentido metafsico, es decir

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    universal, diferenciado de la aplicacin analgica que podr hacerse luego a lasexistencias particulares. Hay como un desdoblamiento o una polarizacin delser mismo no "en s", sino en relacin a la manifestacin, que serainconcebible de otro modo; y la unidad del ser puro no est en absolutoafectada por esta primera distincin, como no lo estar por la multitud de lasotras distinciones que se derivarn. No pretendemos desarrollar aqu esta teorametafsica, ni mostrar como la multiplicidad puede estar contenida en principioen la unidad; adems, el punto de vista de la cosmologa (no decimos de lacosmogona, que es todava ms especial) no tiene que remontar ms all de laprimera dualidad, y sin embargo no es de ninguna manera dualista desde elmomento que deja subsistir la posibilidad de una unificacin que la sobrepasa yque slo se realiza en un orden superior. Esta concepcin de la primeradualidad se encuentra en doctrinas que revisten las formas ms diferentes: as,en China, es la dualidad de los principios Yang , masculino y Yin, femenino; en

    el Snkhya de la India, es la de Purusha y Prakriti ; para Aristteles es la delacto puro y la potencia pura. Estos dos principios complementarios tienen suexpresin relativa en cada orden de existencia, y tambin en cada ser particular:para servirnos aqu del lenguaje aristotlico, cualquier ser contiene cierta partede acto y cierta parte de potencia, lo que lo constituye como un compuesto dedos elementos que corresponden analgicamente a los dos principios de lamanifestacin universal. Estos dos elementos son la forma y la materia; nodecimos el espritu y el cuerpo, ya que no toman este aspecto ms que en undominio muy particular. Sera interesante establecer a este respecto ciertascomparaciones, y estudiar por ejemplo las relaciones que existen entre estasconcepciones de Aristteles y las de Leibnitz, que son, en toda la filosofamoderna, las que ms se le acercan en este punto como en muchos otros, perocon la reserva de que el ser individual aparece para Leibnitz como un todoautosuficiente, lo que no permite vincularlo al punto de vista propiamentemetafsico; los lmites de este estudio no nos permiten insistir ms en ello.

    Retomando para mayor comodidad la representacin de los "planos deexistencia" a la que tan a menudo vuelve el Sr. Lasbax, pero sin darle ms queun significado meramente alegrico, podramos decir que es posible considerara la vez en las dualidades csmicas una "oposicin vertical" y una "oposicinhorizontal". La oposicin vertical es la de los dos polos de la manifestacinuniversal y se traduce en todas las cosas por la oposicin, o mejor dicho, por lacomplementariedad de lo activo y lo pasivo en todos sus modos; este aspecto,que el Sr. Lasbax descuida demasiado, es sin embargo el que corresponde a lams fundamental de todas las dualidades. Por otra parte, la oposicinhorizontal, es decir aqulla en la que los dos trminos son simtricos ypertenecen verdaderamente a un mismo plano, es la oposicin propiamente

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    4 Es evidentemente por un lapsus que el Sr. Lasbax ha escrito(p. 32) Agni en lugar de Ahi , lo que no es en absoluto lomismo.

    5 El nacimiento y la desaparicin de la materia.6

    Ver el Amphitheatrum Sapientiae Aeternae de Khunrath, las Llaves de Alquimia de Basilio Valentn, etc.

    7 Sealamos tambin a este respecto, para completar lo quehemos dicho de la teora de los elementos, la consideracinde una dualidad de propiedades contenida en un mismoelemento, donde se reproducen de alguna manera lasdualidades ms generales: por ejemplo la polarizacin delelemento gneo en luz y calor, sobre la que hay datosparticularmente curiosos en las tradiciones musulmanasrelativos a la creacin y a la cada.

    8

    En el simbolismo hind, cada principio tiene su shakti , quees su forma femenina.

    9 Cf. las teoras sobre los "espritus planetarios", la angeologa judaica y musulmana, etc.

    10 La teora del "nacimiento del universo", tal y como la exponeel Sr. Lasbax, permitira todava interesantes relaciones consmbolos como el del "huevo del mundo", que se encuentranen la cosmogona hind y en muchas otras tradicionesantiguas. Estos smbolos son adems aplicables a toda lamanifestacin universal, as como a cualquiera de sus

    modalides tomada aparte.