Guardagujas 98

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marzo 2014, n° 98 guardagujas.lja.mx

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Suplemento literario de La Jornada Aguascalientes

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iedra de sol es el poema más célebre y celebrado de Octavio Paz. Se trata de un poema extenso y complejo en su hechura, pero vibrante y emotivo, que aborda los

temas del tiempo, la historia y el amor.

Cuando Paz publica Piedra de sol, en 1957, ya ha rebasado los cuarenta años y ya es un conocido y combativo escritor. También es apreciado como un poeta que ha acuñado textos notables, aunque quizá para su propia exigencia aún no ha escrito el poema de unidad y largo aliento que permita su incorporación a la genealogía de grandes escritores que él mismo viene delineando en sus ensayos. Piedra de sol constituye esa suerte de examen formal y resumen vital que afirma a Paz como poeta moderno y universal. Se trata de una pieza de 584 versos endecasílabos que inicia y concluye con la misma estrofa. Con un fondo métrico extraído de la tradición hispánica, la utilización de atmosferas y recursos de la poesía anglosajona moderna y la libertad surrealista para componer imágenes, Paz formula un poema híbrido y exigente, que ensaya un sincretismo intelectual entre la cultura prehispánica, el hermetismo occidental, la filosofía oriental y la vida moderna. En este texto se contrastan las conocidas dualidades pazianas entre el tiempo circular del mito y la linealidad de la historia, la temporalidad del poema y la intemporalidad de la poesía, la soledad y la comunión amorosa. El ritmo del texto, la mixtura de épocas, la alternancia de la experiencia interior y el flujo de la historia le dan un tono vertiginoso y la voz poética pertenece tanto a un ciudadano de las urbes amenazadas y devastadas de la primera mitad del siglo XX como a un individuo intemporal que escapa del tiempo en el mito. Piedra de sol es, más allá de su impresionante factura formal, un recuento de vida, un poema de amor, una proclama libertaria y erótica que, ante el absurdo y la muerte, reivindica el instante del placer y la comunión humana. Esos rasgos lo siguen haciendo, a la vez, un monumento y una habitación, un poema tan imponente como cercano, en el que el autor, y el lector, recuperan la posibilidad de solidaridad y asombro.

Piedra de sol se publica por primera vez en, en 1957, en la colección Tezontle del Fondo de Cultura Económica, con una nota explicativa al final. Es un poema largo, escrito en endecasílabos, en el que confluyen sus más variadas influencias: el surrealismo, la poesía española del siglo de oro, la generación del 27, Apollinaire, Eliot y, en lo temático, el tiempo, la historia, el amor y la mujer. Además, de su edición individual, al año siguiente se publica al final de La estación violenta, ya sin la nota e inmerso en un corpus poético que le brinda un nuevo significado. En este libro el monumental

poema se acompaña de otros ocho textos: “Himno entre ruinas”, “Máscaras del alba”, “Fuente”, “Repaso nocturno”, “Mutra”, “¿No hay salida?”, “El río” y “El cántaro roto”. A lo largo del tiempo, este poema apenas fue modificado en tres versos.

El título de Piedra de sol, en primera instancia, podría indicar una concentración en los símbolos de esta cultura originaria; sin embargo, hay apenas unas cuantas alusiones directas. De ahí la pregunta ¿Por qué el título? ¿Buscaba aminorar las críticas de extranjerizante que algunos de sus rivales literarios le endilgaban? ¿Buscaba reivindicar la cultura local en un mercado internacional? Sin duda, las respuestas son más complejas: Paz era un aficionado a la antropología y la arqueología, lo cual no era raro en los intelectuales de la época. Desde antes de la Independencia, el objetivo de preservar la memoria histórica y estudiar las culturas prehispánicas resultaba fundamental para el naciente país.

Tras la Revolución mexicana, la antropología fue una de las disciplinas más favorecidas por su efecto en la ingeniería social: el antropólogo hacía patria y contribuía al cambio de mentalidad y fortalecimiento de la identidad del mexicano. Las ideas, la propaganda y la pedagogía de la época exudan esa aspiración de pasado y esa frecuente exaltación de las culturas prehispánicas. Para Paz, que crece en este ambiente de efervescencia por la historia, la presencia de lo prehispánico estaba tanto en sus ruinas como en muchas de las costumbres cotidianas y actitudes enraizadas de lo mexicano. Paz narra que desde niño visitaba con sus primos, guiado por el antropólogo Manuel Gamio que era amigo de su familia, los vestigios aztecas que subsistían en Mixcoac. Luego, ya adolescente, visitaba con su amigo Salvador Toscano las esculturas y vestigios reunidos en el Museo Nacional y, en su primera madurez, viajó a Yucatán y se impresionó con las ruinas mayas en lucha por no ser devoradas por la selva.

El romance entre el joven poeta y la Piedra del Sol parecía natural. Como es sabido, la Piedra del Sol es una escultura de 24 toneladas con un rostro divino en el centro que tiene un cuchillo en la boca y cuatro cuadrantes que representan las eras por las que ha pasado la humanidad; luego, el círculo con los 20 días que formaban un mes y, finalmente, las dos serpientes que tiene un glifo en su cola con el símbolo trece caña.

La asimilación de la escultura es, en esos años, folklórica y política, Paz la utiliza como un motivo para hacer una suma de sus ideas y una biografía emotiva y para dejar fluir un poema largamente acuñado. Así, la alusión mexicanista en el título de ninguna manera circunscribe al poema a un acervo

armando gonzález torrespiedra de sol

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cerrado de referencias. Aunque Paz utiliza el nombre de la pieza, en realidad es un pretexto para aludir al mito y, sobre todo, a la noción de tiempo mítico. De esta manera, Paz pretende desarrollar un texto a la vez cosmogónico, histórico y confidencial, un poema donde caben los símbolos del tiempo, los arquetipos femeninos, las alusiones a la violencia política y las cuitas individuales. Por lo demás, si bien es un libro eventualmente surcado por imágenes de vena surrealista, está hecho en un metro castizo, con un hilo narrativo y fragmentos anecdóticos y con un haz de referencias personales cuidadosamente disimuladas. En suma, no se trata de un producto típico de la tradición mexicana, sino de un vehículo para conectar lo arcaico con lo moderno y lo local con lo universal.

Los núcleos temáticos del poema son el instante, la mujer, el amor y la historia y, de ellos, se desprenden distintos episodios particulares. A lo largo del poema puede encontrarse una oscilación entre el paisaje genésico y el ritmo de la historia, entre el rapto extático y el desengaño amoroso, político e histórico. En el poema se alternan distintos planos temporales y espaciales y distintos personajes y voces. Igualmente, se suceden las atmósferas urbanas, las alusiones históricas, las referencias amorosas y las posturas políticas. En el poema hay, también, un enjambre de dualidades, que busca reconciliarse: soledad-comunión, simetría-dispersión, guerra-amor, arcaico-moderno, naturaleza-historia, instante-eternidad, ciencia-mito, norma-rebeldía, quietud-movimiento, reflexión-desvarío, razón-instinto, vigilia-ensueño. Pese a sus tonos ocasionales de angustia, hay un vitalismo contagioso que, frente al horror, el absurdo y el vacío que implica la finitud, erige los bálsamos de la poesía y el amor. Por eso, frente a la violencia masculina que ilustra la historia, aparece un amplio elenco de féminas míticas, vírgenes, heroínas de la poesía trovadoresca o mujeres comunes que muestran la vía iniciática del amor y el erotismo.

La alusión al calendario azteca implica una perspectiva de temporalidad que ya Paz había adelantado en El arco y la lira: el tiempo ritual contra el tiempo laico, el eterno retorno contra la noción de futuro, la permanencia del mito frente a lo transitorio. A decir de Paz, en el calendario de las culturas antiguas se subsumen existencia individual y colectiva y cada instante y actividad cotidiana adquieren sentido para la vida de la comunidad y, aun, para la existencia del cosmos. La Piedra de Sol no es una excepción y liga el calendario humano con el cósmico, el tiempo profano con el tiempo sagrado

En la noción de temporalidad en Paz pueden rastrearse distintas fuentes que provienen tanto de la moderna filosofía occidental, como de las antiguas cosmogonías, pues como lector omnívoro conocía tanto los trabajos de Henry Bergson y Gaston Bachelard, como las nociones azteca, hindú o zen del tiempo. Se trata, pues, de una condena de la dictadura del futuro de la modernidad y una restitución del tiempo mítico y del eterno presente.

Esta representación del tiempo circular se realiza también a través del ritmo, que denota ese transcurrir cíclico, tan evidente en la repetición de los primeros versos. El ritmo con su carácter circular y ritual juega un papel importante en el poema de Paz, pues funde vida y muerte, creación y destrucción. El ritmo anuncia la repetición, es una dramatización del ciclo mismo del retorno. Paz trata de adecuar la expresión rítmica con la intención semántica, pues el ritmo es imitativo del ciclo biológico y del cósmico. La entonación del endecasílabo en Paz no es, entonces, un mero metro, sino un ritmo que imita la música del mundo.

¿Cómo reconciliar el tiempo absurdo y finito de la modernidad con el tiempo mítico que experimentaban los antiguos? Todas las edades del mundo y todas las vivencias individuales se vierten en un instante de comunión humana. Por eso, si el poema contiene una honda exploración del solipsismo moderno, también implica una invocación al amor, a la fusión entre los amantes y a la trascendencia cósmica del acoplamiento entre dos cuerpos que reproducen, en su enlace, el ritmo que gobierna el universo.

Varios críticos han reparado en la presencia central de los versos

Madrid, 1937,en la Plaza del Ángel las mujerescosían y cantaban con sus hijos,después sonó la alarma y hubo gritos,casas arrodilladas en el polvo,torres hendidas, frentes esculpidasy el huracán de los motores, fijo:los dos se desnudaron y se amaronpor defender nuestra porción eterna,

En esta estrofa se narra el amor exaltado durante el bombardeo como un desafío extremo a la noción de mortalidad y finitud: en un momento límite de peligro, la pareja se desnuda y se entrelaza y, con ello, reta a la muerte. De esta manera, el auténtico “yo” se descubre en el contacto con el otro y, sobre todo, en la unión amorosa. El círculo de aislamiento existencialista puede romperse con el amor; con el encuentro con uno mismo que es, también, salida de uno mismo. Las fronteras entre el tiempo sagrado y el tiempo profano son porosas y esa frontera se cruza mediante el amor y el éxtasis.

Al hacer el amor se conjura la muerte y se hace la revolución. Frente a la caducidad de la fecha concreta y la historia, se erige la perpetuidad del acto amoroso. El amor es un escape momentáneo, una vuelta al tiempo eterno o, al contrario, toda la historia no es sino un parpadeo, una imaginería que se aparece en el descanso del coito eterno. El amor adquiere varias dimensiones, pero priva el amor subversivo, esa ocasión arrolladora que destruye y renueva a la vez y que no se ciñe a los lindes de la domesticidad “déjame ser tu puta”, son palabrasde Eloísa, mas él cedió a las leyes,

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cuatro

editores J edilberto aldán J joel grijalva

consejo editorial J beto buzali J alberto chimal J luis cortés

J rodolfo jm J norma pezadilla Jsofía ramírez

diseño J sarahi cabrera

la tomó por esposa y como premiolo castraron después;

En suma, Piedra de sol es una obra donde confluyen la inspiración y la reflexión; una obra de carácter amoroso, filosófico y antropológico, que alude tanto a las vivencias íntimas como a los dilemas intelectuales y políticos que el poeta enfrenta por esa época. Acaso es posible rastrear, en el sustrato emotivo del poema, el quiebre definitivo de su relación matrimonial y las evocaciones de otras relaciones sentimentales. Sin embargo, la correspondencia más fecunda es con el propio pensamiento de Paz. Ciertamente, Paz representa uno de los modelos más elevados del poeta crítico y hay una retroalimentación que brinda estructura y articulación intelectual a su poesía, sin restarle intensidad y frescura. Acaso surge de un tirón, pero hay una larga gestación y el poema dialoga con las ideas poéticas y políticas de Paz, ya plenamente consolidadas en esa época.

Piedra de sol es, entonces, el poema de un pensador que ha escrito una inflamada defensa del papel de la poesía y del poeta en las sociedades y que lamenta la banalidad de la vida moderna. También es el poema de un individuo que ha navegado por las turbulencias ideológicas del sigo XX y que ha sufrido desencantos y rupturas políticas, pero que conserva su entusiasmo libertario. Si el poema se lee a la luz de El arco y la lira, por ejemplo, se puede advertir que juega en esos tiempos paralelos de la historia y el mito y si se lee a la luz de su muy ulterior La llama doble, se entenderá su elogio de la comunión amorosa como el momento de escape de la temporalidad y de la finitud. Por supuesto, el encanto hipnótico del poema y la intensidad de sus escenas no requieren un fondo teórico; sin embargo, leerlo en contraposición con sus escritos hace todavía más clara y fecunda la experiencia.

Piedra del sol es uno de los poemas consagratorios de Paz. Ciertamente, en el caso de un poeta tan influyente como Paz es difícil hablar de un texto definitivo. Con todo, como han documentado Víctor Manuel Mendiola en su libro El surrealismo de piedra de sol, o Hugo J. Verani en sus Lecturas de Piedra de sol el libro recibió un amplio beneplácito crítico y se convirtió rápidamente en una referencia generacional. ¿Qué ocurrió para que un poema largo y complejo, escrito por un autor controvertido, alcanzara tal popularidad? Piedra de sol es, aparte de un prodigio de virtuosismo técnico, un arrebatado elogio de la rebeldía, el amor y el placer. Es este rasgo el que embona con el clima de ideas latente y el que establece la mayor empatía con los lectores futuros. Puede decirse que hay una profunda conexión emocional entre el poema y las consignas que, años más tarde, se popularizarán y pretenderán pasar de la utopía a los hechos en los

movimientos contraculturales de los años sesenta y en las insurrecciones estudiantiles del 68.

El poema se acopla perfectamente al clima de esperanzada y regocijante rebelión contra el materialismo, el culto ciego al progreso, las normas morales opresivas y la enajenación política que florece en distintas disciplinas y en el ánimo de algunos círculos artísticos. En efecto, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, la preocupación en torno al cultivo de la personalidad autoritaria, la represión de los sentidos y el nacimiento del hombre “unidimensional” ocupa a muchos pensadores. La abundancia económica, el ideal de confort y la ilusión de estabilidad, que esconde guerras localizadas y represión interna, son somníferos que se otorgan al individuo para que adormezca sus facultades críticas. Por eso, para muchos pensadores de vanguardia de la época, la liberación de la conciencia pasa por la liberación del cuerpo.

La articulación poética de estas inquietudes en Paz resulta especialmente seductora. El poema de Paz constituye la inmersión desencantada del individuo contemporáneo en la angustia de la soledad, en los torbellinos de la historia, en la pérdida de identidad, humanidad y solidaridad en las sociedades modernas, pero también en la capacidad de remisión del placer y el amor. Paz apuesta por el desafío a las convenciones, el amor y hasta la locura. La poesía y el amor son perturbadores, pues extraen el lenguaje y el sexo de su función pragmática y los vuelven, a la vez, gratuitos y trascendentes; pero, sobre todo, porque trastornan el sentido del tiempo. En el encuentro amoroso pueden reconciliarse historia y mito, fugacidad y eternidad, fragilidad y perdurabilidad. Regresar al tiempo original cuestiona las nociones de futuro, progreso, productividad, normalidad y todas las categorías cerradas que, a decir de los críticos de la modernidad, caracterizan esta época desencantada. El hombre atado al reloj, al dinero y al qué dirán ha dejado de ser humano. Salir del tiempo reivindicando la ritualidad de la poesía y el éxtasis del placer es, entonces, un acto de libertad poética.

No es extraño que Paz, aunque crítico de sus extremismos, haya mostrado simpatía y solidaridad hacia algunos movimientos contraculturales de los años cincuenta y, sobre todo, hacia los movimientos juveniles de los años sesenta y los haya desentrañado con lucidez. Pero lo más importante es que este poema escrito por un hombre de cuarenta y tantos años, desengañado de la ideología y con algunos tropiezos sentimentales a cuestas, no parece decir adiós a la juventud, sino recuperarla en su elocuente elogio amoroso. Así, en la víspera de la rebelión juvenil de los sesentas, Paz establece una conexión sentida y garantiza su eterna juventud con este himno amoroso